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La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Francisco Pérez de
los Cobos Orihuel, Presidente, don Luis Ignacio Ortega Álvarez, doña Encarnación Roca
Trías, don Andrés Ollero Tassara, don Santiago Martínez-Vares García y don Juan Antonio
Xiol Ríos, Magistrados, ha pronunciado
I. Antecedentes
2. Los hechos de los que trae causa la demanda son, en síntesis, los siguientes:
Se da por probado que, en fecha 3 de mayo de 2007, un documento con los datos de la
cosecha de 2007 fue reenviado por correo electrónico desde la dirección
albertoperez@Alcaliber.com a una cuenta desconocida y que, igualmente, el 23 de abril de
2008 y desde esta misma dirección se remitieron a la cuenta de correo electrónico de otra
empresa todos los datos relativos a la previsión de la cosecha de 2008.
El art. 59.11 del XV Convenio colectivo de la industria química tipifica como falta
leve “[l]a utilización de los medios informáticos propiedad de la empresa (correo electrónico,
Intranet, Internet, etc.) para fines distintos de los relacionados con el contenido de la
prestación laboral, con la salvedad de lo dispuesto en el artículo 79.2”. En el art. 79.2 de este
mismo convenio, intitulado “Otros derechos sindicales”, se dispone: “El correo electrónico es
de exclusivo uso profesional. No obstante lo anterior, los Representantes de los Trabajadores
podrán hacer uso del mismo únicamente para comunicarse entre sí y con la Dirección de la
empresa. Para cualquier otro uso ajeno a lo anteriormente expuesto, se requerirá el acuerdo
previo con la Dirección de la Empresa.”
Dicho recurso fue inadmitido mediante Auto de la Sala de lo Social del Tribunal
Supremo de 29 de marzo de 2011, por ausencia de la contradicción requerida por el art. 217
de la Ley de procedimiento laboral, al entenderse que las razones de decidir de las Sentencias
comparadas eran distintas y que no existía discrepancia doctrinal, dado que la impugnada
había resuelto a la luz del criterio recogido en la referencial.
En tercer lugar, porque, aun admitiendo hipotéticamente que la existencia del citado
precepto sancionador del Convenio sea considerado política de uso empresarial de los medios
informáticos realizada por la empresa, faltarían todavía los otros dos requisitos: la
información previa al trabajador sobre la posibilidad de efectuar controles de las herramientas
informáticas y sobre los medios que la empresa puede utilizar para llevar a cabo dichos
controles.
Finalmente, se alega que resulta contradictorio que la Sentencia del Tribunal Superior
de Justicia considere ilícita la interceptación empresarial de los mensajes de texto del teléfono
móvil del trabajador y, en cambio, califique de legítima la extracción de los correos
electrónicos del ordenador. El respeto a los derechos constitucionales no puede verse alterado
por la inclusión nominal de un determinado medio de comunicación empresarial en una
disposición convencional. Las garantías a exigir deberían ser las mismas y afectar tanto a los
correos electrónicos emitidos por el trabajador, como a los recibidos, cuya recepción no puede
evitarse. Ello implica, en cualquiera de los casos, que la empresa deberá establecer reglas de
uso y protocolos o instrucciones sobre el control de los contenidos, con el fin de preservar
cualquier información remitida o recibida que pudiera albergar el ordenador utilizado por el
trabajador.
El escrito comienza con una exposición de los antecedentes del caso, en los que, entre
otras consideraciones, da cuenta de que, en un inicio, un cliente extranjero les había indicado
que en Alcaliber, S.A., había una persona infiltrada que pasaba información a otra empresa,
habiendo decidido entonces contratar a una agencia para que realizara la correspondiente
investigación, centrándose las sospechas sobre el trabajador don Alberto Pérez, a quien con
posterioridad se le comunicó su despido. Seguidamente, en el escrito se formulan alegaciones,
tanto de índole procesal como material.
b) De otro lado, con carácter subsidiario, la empresa indica que la demanda de amparo
debe ser desestimada, ya que desde una perspectiva material no concurre la vulneración de
derechos fundamentales invocada por el demandante.
Por último, pese a no haber sido invocado formalmente por el actor, se niega también
que exista vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías, a la tutela judicial
efectiva sin indefensión y a la igualdad de armas procesales. En la demanda de amparo se
solicita la nulidad de la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia y que se dicte nueva
resolución, eliminando de los hechos probados las referencias a los correos electrónicos; la
empresa recuerda al respecto la doctrina constitucional sobre la exclusión de la prueba
obtenida con vulneración de derechos fundamentales y expone que, aun cuando
hipotéticamente se admitiera dicha vulneración, no se justificaría la exclusión, ya que el
marco normativo existente —en especial, el Convenio colectivo— y la Sentencia del Tribunal
Supremo de 26 de septiembre de 2007 invitaban al empresario a entender que el acceso a los
correos electrónicos resultaba legítimo. Deberían pues éstos considerarse como prueba válida.
La empresa habría respetado el régimen general que emanaba de la citada Sentencia del
Tribunal Supremo: actuó conforme a un fin legítimo (proteger los secretos de la empresa), de
acuerdo a la legalidad (en virtud del convenio colectivo y del art. 20 LET), con razonabilidad
(la vulneración del secreto empresarial se había producido mediante los ordenadores
propiedad de la empresa), con idoneidad (el informe pericial demuestra que la medida de
depositar el ordenador en la notaría y su análisis por un perito era adecuada para conocer la
vulneración del secreto empresarial), con necesidad (no había otra posibilidad para acreditar
los hechos), y con proporcionalidad (no se conocieron ni analizaron datos personales ni
familiares del trabajador, sino sólo los empresariales). Finalmente, se indica que, dado que la
demanda de amparo no solicita que se anule la Sentencia del Juzgado de lo Social, los hechos
probados en esta resolución se mantienen y bastan para la declaración de procedencia del
despido.
10. El Fiscal ante el Tribunal Constitucional presentó sus alegaciones mediante escrito
registrado el 5 de diciembre de 2012, en el que interesa la denegación del amparo. Tras
exponer la doctrina establecida en la STC 70/2002, FJ 9, sobre el derecho al secreto de las
comunicaciones y la contenida en las SSTC 186/2000, FFJJ 5 y 6, y 173/2011, FFJJ 2 y 3,
sobre el derecho a la intimidad, considera que este último derecho fundamental es el
concernido. Asimismo, repasa las circunstancias del caso y, en especial, pone de relieve la
prohibición en el Convenio de la utilización del ordenador para usos personales, así como el
hecho de que el examen pericial del disco duro se realizara con supervisión notarial ante las
fundadas sospechas de comportamiento irregular del trabajador y que quedara circunscrito a
la comprobación de si se transmitía información sensible de la empresa, no habiéndose hecho
públicos aspectos de la vida personal del demandante. A partir de estas circunstancias
concluye que la decisión empresarial de examinar el ordenador responde a la existencia de un
fin constitucionalmente legítimo y constituye una medida limitativa prevista en la ley,
habiendo concurrido la estricta observancia del principio de proporcionalidad.
(art. 18.1 CE) y al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE). El recurrente denuncia la
lesión de estos derechos por entender que la empresa se extralimitó en sus facultades de
fiscalización cuando, no habiendo informado previamente sobre las reglas de uso y control de
las herramientas informáticas de la entidad, procedió a interceptar de forma ilícita el
contenido de sus correos electrónicos registrados en el ordenador facilitado por la empresa. A
su juicio, resulta a tal efecto insuficiente que el convenio colectivo aplicable prevea como
infracción leve de los trabajadores la utilización de los medios informáticos propiedad de la
empresa para fines distintos de los relacionados con la prestación laboral.
También el Ministerio Fiscal solicita la denegación del amparo por considerar que, a la
vista de las circunstancias del caso, la fiscalización del ordenador realizada por la empresa
responde a un fin constitucionalmente legítimo, tiene cobertura legal y ha respetado el
principio de proporcionalidad.
Con relación a esta última exigencia, hemos de recordar que, conforme al art. 44.1 c)
de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC), la válida interposición del recurso de
amparo requiere que la vulneración del derecho constitucional se haya denunciado
formalmente en el proceso tan pronto como, una vez conocida, hubiera lugar para ello. Como
este Tribunal ha reiterado en múltiples ocasiones, este requisito de invocación previa
“constituye una exigencia que encuentra su justificación en el carácter subsidiario del recurso
de amparo, por el que este Tribunal no puede entrar a conocer de aquellas lesiones de los
derechos fundamentales sobre los que los órganos judiciales, que son sus garantes naturales,
no hayan tenido previamente oportunidad de reparar. Por ello, el requisito debe ser
interpretado de manera flexible y finalista, sin que precise la cita concreta y numérica del
precepto constitucional presuntamente lesionado, debiéndose considerar cumplido cuando los
términos en los que el recurrente haya formulado sus pretensiones o alegaciones ante los
órganos judiciales hayan permitido a éstos pronunciarse y reparar, en su caso, la lesión
constitucional posteriormente alegada ante este Tribunal” (STC 108/2000, de 5 de mayo, FJ 2;
o SSTC 119/2006, de 24 de abril, FJ 3; y 16/2011, de 28 de febrero, FJ 2, entre otras).
de las partes (art. 24.1 y 2 y art. 14 CE); el recurrente no ha incluido la vulneración de estos
derechos en el objeto de su demanda de amparo, sino que, legítimamente, ha decidido ceñirlo
a la lesión de los derechos fundamentales sustantivos que considera conculcados y sobre los
que versará nuestro análisis.
Por otra parte, los términos de la tramitación expuesta llevan también a rechazar que el
demandante no haya agotado los medios de impugnación en vía judicial ordinaria, pues, vista
la denuncia de los derechos fundamentales realizada, ya no sólo en la instancia, sino en las
posteriores fases judiciales hasta llegar a la interposición del recurso de casación para la
unificación de doctrina, no cabía exigir la interposición del incidente de nulidad de
actuaciones, conforme a lo dispuesto en el art. 241.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
FJ 4; y 56/2003, de 24 de marzo, FFJJ 2 y 3). Esta última precisión explica que, cuando opera,
la garantía constitucional se proyecte sobre el contenido de la comunicación, aunque éste no
pertenezca a la esfera material de lo íntimo. Igualmente, el Tribunal ha destacado que la
noción constitucional de secreto de la comunicación cubre no sólo el contenido, sino también
otros aspectos de la misma, como la identidad subjetiva de los interlocutores. Este derecho
queda pues afectado tanto por la entrega de los listados de llamadas telefónicas por las
compañías telefónicas como también por el acceso al registro de llamadas entrantes y
salientes grabadas en un teléfono móvil (SSTC 230/2007, de 5 de noviembre, FJ 2; 142/2012,
de 2 de julio, FJ 3; 241/2012, de 17 de diciembre, FJ 4; y 115/2013, de 9 de mayo, FJ 3, entre
otras).
(FJ 5). Con relación a esta última limitación, en la misma Sentencia hemos precisado que, aun
cuando la atribución de espacios individualizados o exclusivos —como la asignación de
cuentas personales de correo electrónico a los trabajadores— puede tener relevancia sobre la
actuación fiscalizadora de la empresa, ha de tenerse en cuenta que “los grados de intensidad o
rigidez con que deben ser valoradas las medidas empresariales de vigilancia y control son
variables en función de la propia configuración de las condiciones de disposición y uso de las
herramientas informáticas y de las instrucciones que hayan podido ser impartidas por el
empresario a tal fin” (FJ 5).
informáticos propiedad de la empresa (correo electrónico, Intranet, Internet, etc.) para fines
distintos de los relacionados con el contenido de la prestación laboral, con la salvedad de lo
dispuesto en el artículo 79.2”. Por su parte, el art. 79.2 del Convenio, relativo a los derechos
sindicales, que partía de un principio general según el cual “el correo electrónico es de
exclusivo uso profesional”, añadía, como excepción, que los representantes de los
trabajadores —condición que, según los hechos probados de la Sentencia, no ostentaba el
actor— podían hacer uso del mismo, únicamente, para comunicarse entre sí y con la dirección
de la empresa; se requería el previo acuerdo con ésta para cualquier otro uso ajeno a lo
expuesto.
23 de abril, FJ 8). En cuanto a la delimitación de ese ámbito reservado, hemos precisado que
la “esfera de la intimidad personal está en relación con la acotación que de la misma realice su
titular, habiendo reiterado este Tribunal que cada persona puede reservarse un espacio
resguardado de la curiosidad ajena”; en consecuencia “corresponde a cada persona acotar el
ámbito de intimidad personal y familiar que reserva al conocimiento ajeno” (STC 241/2012,
de 17 de diciembre, FJ 3), de tal manera que “el consentimiento eficaz del sujeto particular
permitirá la inmisión en su derecho a la intimidad” (STC 173/2011, de 7 de noviembre, FJ 2).
Asimismo, también hemos declarado que la intimidad protegida por el art. 18.1 CE no se
reduce a la que se desarrolla en un ámbito doméstico o privado; existen también otros
ámbitos, en particular el relacionado con el trabajo o la profesión, en que se generan
relaciones interpersonales, vínculos o actuaciones que pueden constituir manifestación de la
vida privada (STC 12/2012, de 30 de enero, FJ 5). Por ello expresamente hemos afirmado que
el derecho a la intimidad es aplicable al ámbito de las relaciones laborales (SSTC 98/2000, de
10 de abril, FFJJ 6 a 9; y 186/2000, de 10 de julio, FJ 5).
Asimismo hemos de tener en cuenta que, conforme a nuestra reiterada doctrina, “el
derecho a la intimidad no es absoluto —como no lo es ningún derecho fundamental—,
pudiendo ceder ante intereses constitucionalmente relevantes, siempre que el límite que aquél
haya de experimentar se revele como necesario para lograr un fin constitucionalmente
legítimo y sea proporcionado” (STC 115/2013, de 9 de mayo, FJ 5; o SSTC 143/1994, de 9 de
mayo, FJ 6; y 70/2002, de 3 de abril, FJ 10).
cumplimiento de la prestación de trabajo y el hecho de que su uso para fines distintos de los
relacionados con el contenido de la prestación laboral estuviera tipificado en el Convenio
colectivo aplicable como infracción sancionable impiden considerar que su utilización
quedara al margen del control empresarial. Este dato constituye una importante particularidad
respecto a los supuestos enjuiciados en algunos pronunciamientos del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, en los que la apreciación, a la vista de las circunstancias, de que el
trabajador no estaba advertido de la posibilidad de que sus comunicaciones pudieran ser
objeto de seguimiento por la empresa ha llevado a admitir que dicho trabajador podía
razonablemente confiar en el carácter privado de las llamadas efectuadas desde el teléfono del
trabajo o, igualmente, en el uso del correo electrónico y la navegación por Internet (SSTEDH
de 25 de junio de 1997, caso Halford c. Reino Unido, § 45; de 3 de abril de 2007, caso
Copland c. Reino Unido, § 42 y 47). Sin embargo, en el supuesto que ahora nos ocupa, el
régimen jurídico aplicable en la empresa respecto al uso de las herramientas informáticas de
su propiedad hacía factible y previsible la posibilidad de que el empresario ejerciera su
facultad legal de vigilancia sobre los correos electrónicos del trabajador, tanto a efectos de
supervisar el correcto cumplimiento de su prestación laboral desarrollada a través de este
instrumento, como a fin de constatar que su utilización se ceñía a fines estrictamente
profesionales y no personales o extralaborales. Tal circunstancia impedía en este caso abrigar
una expectativa razonable de privacidad que determinara la entrada en la esfera de protección
del derecho a la intimidad, de acuerdo con lo explicado en la ya citada STC 12/2012, FJ 5.
FALLO
Ha decidido