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g2 - La Argumentación Jurídica. Importancia de Su Función
g2 - La Argumentación Jurídica. Importancia de Su Función
CICLO: XI
AUTORES:
31 DE JULIO DE 2021
PIURA- PERÚ
1
UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA – DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS
INTRODUCCIÓN
Los ámbitos en los cuales se puede llevar a cabo la argumentación jurídica que se nos
presentan son el normativo y el de los hechos. La argumentación acerca del plano
fáctico supone que allí se utilizan argumentos de tipo empírico y es una apertura de la
sentencia a ámbitos diferentes del jurídico como los “diversos campos científicos, como
la economía, la sociología, la psicología, la medicina, la lingüística, etcétera”. Respecto
al plano normativo, corresponde al juez argumentar sobre las diversas premisas
normativas para mostrar su conformidad con los criterios de validez del ordenamiento
jurídico.
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INDICE
I. DERECHO Y ARGUMENTACIÓN...................................................................................................1
1.1. LA ARGUMENTACIÓN............................................................................................................5
1.1.1. CONCEPCIONES DE LA ARGUMENTACIÓN..................................................................6
1.2. EL ROL DEL LENGUAJE EN LA ARGUMENTACIÓN.......................................................10
1.3. LA INTERPRETACIÓN...........................................................................................................13
1.4. CONEXIÓN ENTRE INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN.....................................15
1.5. TIPOS DE ARGUMENTOS.....................................................................................................18
II. CONSTRUCCIÓN DE ARGUMENTOS..........................................................................................19
2.1. TÉCNICAS DE ARGUMENTACIÓN JURÍDICA..................................................................20
A. EL TRIBUNAL TIENE QUE ESCUCHARNOS......................................................................20
B. EL TRIBUNAL DEBE ENTENDERNOS................................................................................20
C. PONERNOS EN LA OTRA PARTE........................................................................................21
D. OBVIAR LO QUE NO PODEMOS DEMOSTRAR................................................................21
E. SEGUIR EL PRECEDENTE.....................................................................................................22
2.2. ELEMENTOS DE LA ARGUMENTACION...........................................................................22
III. REGLAS Y PRINCIPIOS DE LA ARGUMENTACIÓN.............................................................23
3.1. LAS REGLAS FUNDAMENTALES........................................................................................23
3.2. LAS REGLAS DE LA RAZÓN................................................................................................24
3.2.1. REGLA GENERAL DE FUNDAMENTACIÓN.............................................................24
3.2.2. LAS REGLAS SOBRE LA CARGA DE LA ARGUMENTACIÓN...............................25
3.2.3. LAS REGLAS DE FUNDAMENTACIÓN......................................................................26
3.2.4. LAS REGLAS DE TRANSICIÓN...................................................................................27
3.2.5. REGLAS DE LA JUSTIFICACIÓN INTERNA Y EXTERNA......................................28
3.2.6. REGLAS DE LA ARGUMENTACIÓN DOGMÁTICA.................................................29
3.2.7. REGLAS SOBRE EL USO DEL PRECEDENTE...........................................................30
CONCLUSIONES.......................................................................................................................................31
BIBLIOGRAFÍA.........................................................................................................................................32
UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA – DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS
I. DERECHO Y ARGUMENTACIÓN
La función de la argumentación en el discurso jurídico es relevante tanto en la
investigación como en la toma de decisiones, por su carácter de fundamentación del
significado atribuido a los enunciados normativos y las consecuencias jurídicas que de
ello pueden derivarse. La doctrina se ha dedicado primordialmente al estudio de las
decisiones de carácter jurisdiccional, sobre todo a la decisión del juez.
Lo que se busca es identificar o encontrar, por decirlo con una metáfora, los
componentes del edificio jurídico, con lo que se llega a las normas, a los diversos tipos
de normas y, eventualmente, a otros enunciados, como los que contienen definiciones o
juicios de valor. Podríamos decir que, al igual que la fotografía de un edificio se plasma
en un pedazo de papel, el Derecho así contemplado se reduce a una serie de enunciados,
a lenguaje. Si esa fotografía del Derecho es de la suficiente calidad, entonces se podrán
observar tanto las partes del edificio
-con todo el detalle imaginable- como el edificio en su conjunto, es decir, cómo se
ensamblan unos elementos con otros. Para quien asume esa perspectiva, de lo que se
trata básicamente es de describir el edificio tal y como es, no de compararlo con un
modelo ideal, y menos aún, de construir otro edificio.
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El segundo de los enfoques, el realista o sociológico, pone el énfasis en mostrar que el
Derecho no es simplemente lenguaje, normatividad, sino también -y, sobre todo-
comportamiento humano y, en particular, comportamiento judicial. A ese enfoque le
interesa también la funcionalidad del edificio, esto es, para qué sirve cada uno de sus
elementos y cómo se inserta el mismo en el conjunto del que forma parte (en la
sociedad). Pero los realistas -como los normativistas- parten de una distinción tajante
entre lo que es y lo que debe ser, y son escépticos con respecto a la posibilidad de hablar
con alguna objetividad sobre el deber ser. De ahí que se hayan preocupado por explicar
o predecir el comportamiento de los jueces (el Derecho en acción), pero no por construir
una teoría que permita justificar el desarrollo del Derecho en un cierto sentido. La suya
es una visión dinámica e instrumental del Derecho, pero en la que no se dice nada -o
nada racionalmente justificado- sobre los fines últimos, sobre los valores jurídicos.
Desde la tercera perspectiva, lo que se destaca es lo que podría llamarse la idealidad del
Derecho. Para seguir con la metáfora de la construcción, lo que importa ahora no es ni
el edificio ya construido ni el proceso de su construcción, sino los requisitos que tendría
que cumplir lo que cabría calificar como edificio modélico (el Derecho justo). Quien
elige ese punto de vista (el del Derecho natural en sus muy diversas versiones) se sitúa
frente al Derecho, en general, como el crítico que evalúa una determinada obra de
acuerdo con los anteriores cánones de idealidad y, en ocasiones, también como el
arquitecto que proyecta un edificio, pero se desentiende de las cuestiones de detalle y de
los problemas de su ejecución.
Ahora bien, ¿cómo se conecta este cuarto enfoque del Derecho con la argumentación?
¿Por qué lleva en mayor medida que los otros a considerar el Derecho como
argumentación? La idea fundamental es que el ideal regulativo del Estado de Derecho
es el sometimiento del poder a la razón, no de la razón al poder; ello supone que las
decisiones de los órganos públicos deben estar racionalmente fundamentadas, lo que, a
su vez, sólo es posible si cabe hablar de criterios que presten algún tipo de objetividad a
esa práctica. Dicho en forma breve, el Estado de Derecho exige que el Derecho aparezca
esencialmente bajo la forma de razonamiento, de razonamiento práctico justificativo.
Ahora bien, en relación con las decisiones, como en general con las acciones humanas,
pueden distinguirse, básicamente, dos tipos de razones: explicativas y justificativas. Las
primeras tratan fundamentalmente de dar cuenta de por qué se tomó una determinada
decisión -cuál fue la causa que la motivó-, y de para qué -qué finalidad perseguía-o Las
segundas, las razones justificativas, están dirigidas a lograr que la decisión resulte
aceptable o correcta.
Cabe decir que el razonamiento jurídico es, en último término, justificativo, pero eso no
quita para que las razones explicativas jueguen un papel importante e, incluso, decisivo
en muchos casos. Así, motivar una sentencia significa ofrecer una justificación y no una
explicación, de la decisión en cuestión, pero eso, en cierto modo, sólo puede hacerse a
partir de un esquema (el llamado «silogismo judicial»), una de cuyas premisas es un
enunciado empírico (la afirmación de que ocurrió el hecho H), para cuyo
establecimiento se necesita contar con razones explicativas adecuadas.
Ahora bien, ¿es cierto que la lógica deductiva es la única forma de justificar una
decisión? ¿Qué es en realidad lo que justifica la lógica? ¿y cómo pueden justificarse en
general las decisiones? Si consideramos que justificar una decisión significa dar razones
que la hagan aparecer como correcta o aceptable, entonces cabría decir que este
resultado puede lograrse de diversos modos. Básicamente, una decisión puede
entenderse justificada de tres maneras: apelando a la autoridad, al procedimiento y/o al
contenido.
Justificar una decisión en razón exclusivamente de la persona que la dicta (bien se trate
de Dios, del monarca, de la asamblea popular, del jurado, etc.) tiene, por así decirlo, el
inconveniente de que es escasamente controlable: el único posible objeto de discusión
es si la dictó quien podía o debía dictarla. Sí al requisito de la persona se le añade un
determinado procedimiento, las posibilidades de
discusión aumentan, siempre que se trate de procedimientos controlables racionalmente.
O, dicho de otra manera, cuando existen normas que regulan quién, cómo y con qué
contenido (esto es, dentro de qué limites, con qué objetivos, etc.) puede establecer o
aplicar normas jurídicas, y existe también la “metanorma” que obliga a quienes
establecen y aplican normas a dar razones que justifiquen el haber seguido esas normas.
Cuanto mayor sea la fuerza de este mecanismo de justificación, tanto mayor también la
necesidad de argumentar.
1.1. LA ARGUMENTACIÓN
¿Qué significa argumentar? ¿Qué es un argumento? El punto de partida para contestar a
estas preguntas podría ser éste: en una argumentación -como actividad- y en un
argumento -como resultado de esa actividad- existen siempre, cuando menos, estos
elementos:
2) una conclusión, esto es, el punto final de la argumentación o el enunciado con que se
cierra el argumento;
4) una relación entre las premisas y la conclusión. Aunque haya diversas formas de
entender los argumentos y la argumentación (y, por cierto, cada una de ellas concede
más importancia al resultado o a la actividad), parece que esos elementos tienen que
darse siempre; eso no quita para que pueda hablarse de un argumento con premisas
implícitas (que, claro está, no es lo mismo que premisas inexistentes) o de una
argumentación en la que alguno de sus pasos no consiste en una acción lingüística (pero
que siempre podremos plasmar en un lenguaje: como, por ejemplo, la presentación de
una prueba en un proceso judicial).
Ahora bien, a pesar de la existencia de estos elementos comunes, no hay una única
forma de entender lo que son las argumentaciones y los argumentos. Puede hablarse de
tres concepciones distintas que, a falta de un nombre mejor,
se llaman concepción formal, material y pragmática o dialéctica. Cada una de ellas,
como ahora veremos, interpretan esos elementos en forma distinta.
Este carácter formal sigue dándose en las lógicas divergentes (las que se apartan de la
lógica estándar), como la llamada lógica de la relevancia. De lo que aquí se trata es de
modificar la noción clásica de inferencia deductiva que, al permitir inferencias
«irrelevantes» (por ejemplo, de las premisas: «si X comete tráfico de drogas, debe ser
castigado con la pena P» y «X ha cometido tráfico de drogas», la lógica estándar
permite derivar no sólo «X debe ser castigado con la pena P», sino también «X debe ser
castigado con la pena P o bien debe ser puesto en libertad»), no parece ajustarse bien a
las argumentaciones que tienen lugar de hecho, esto es, no se ajusta a nuestras
intuiciones. Para evitarlo -para evitar las consecuencias irrelevantes- lo que se hace es
restringir la noción de inferencia. Por ejemplo, aceptando sólo una parte de las reglas de
la lógica deductiva estándar (las reglas de eliminación). Pero este último es también un
criterio formal, para cuya aplicación no se necesita entrar a considerar el contenido de
las premisas.
En resumen, desde el punto de vista lógico, más que de argumentos habría que hablar de
esquemas de argumentos que se expresan en un lenguaje artificial que no se
corresponde exactamente con algún lenguaje natural. Las premisas y la conclusión son
enunciados que podrán interpretarse como proposiciones susceptibles de ser calificadas
como verdaderas o falsas, pero también como normas que carecen de valores de verdad.
Y la relación de inferencia o consecuencia lógica se caracteriza por una serie de
propiedades formales, que podrán ser distintas según el tipo de lógica por el que se opte.
En el caso de la lógica deductiva estándar, esas propiedades son las de reflexividad
generalizada, corte y monotonía. La reflexividad significa que un enunciado se deriva,
es consecuencia, de un conjunto de enunciados (premisas) si el primero (la conclusión)
está incluido en las premisas: en una deducción, la conclusión no va más allá de las
premisas. La propiedad de corte supone que, si un enunciado es consecuencia de un
conjunto de premisas y de la conjunción de esas premisas más la conclusión se deriva
un nuevo enunciado, entonces este nuevo enunciado se deriva también del conjunto
inicial de premisas: es decir, que las consecuencias de las consecuencias de un conjunto
de enunciados son consecuencia del conjunto de partida. Y la propiedad de monotonía,
que, si un
enunciado es consecuencia de un conjunto de premisas, ese enunciado seguirá siendo
consecuencia de cualquier ampliación del conjunto dc premisas: o sea, al agregar
enunciados a un conjunto de premisas no se pierde ninguna de sus consecuencias.
Viehweg (1964) caracteriza la tópica como un ars inveniendi, como una técnica del
pensamiento problemático en la que el centro lo ocupa la noción de topos o lugar
común. Ello significa que, para él, lo que importa en la argumentación jurídica no es el
ars iudicandi, esto es la técnica consistente en inferir unas proposiciones de otras
(como hemos visto, la lógica se ocupa de elaborar los criterios que permiten controlar
-juzgar- esas inferencias), sino el ars inveniendi, el descubrimiento y examen de las
premisas. Para realizar esta última tarea es que se necesita recurrir a los «tópicos», un
concepto extraordinariamente equívoco desde sus orígenes en Aristóteles, pero que, en
uno de sus sentidos, viene a equivaler a argumentos materiales, esto es, a enunciados de
contenido, a premisas materiales que ofrecen un apoyo para la resolución de un
problema práctico que no puede ser eludido (lo que Viehweg llama «aporía»).
Sustentar una hipótesis o analizar una disposición normativa es una labor que está
estrechamente relacionada con su interpretación en primer lugar y con su justificación
posteriormente. Es en esta segunda parte en donde entran en juego los argumentos.
Argumentar es ofrecer razones, y éstas se presentan también en un lenguaje. El proceso
de argumentación es ante todo la explicación de las razones que sustentan una opinión,
una crítica o una conclusión respecto del sentido de un texto.
Por ello conviene analizar la relación entre el lenguaje y el derecho, así como el
lenguaje en el que se expresan los enunciados normativos, y las normas que constituyen
sus significados. Los juristas se distinguen por un cuidadoso uso del lenguaje ordinario,
además de la precisión con la cual utilizan los términos técnicos propios del derecho.
Un buen jurista, al igual que un buen investigador, se encuentra comprometido a
emplear correctamente la lengua en la que se expresa y a seguir sus reglas gramaticales.
Se puede hablar de incoherencia en cambio cuando uno o más casos son solucionados
en forma diversa e incompatible. El problema de las
contradicciones es que lleva a la desobediencia del derecho. Los problemas dinámicos
se derivan del hecho de que el derecho es un sistema dinámico, sujeto a cambios en el
tiempo, que se encuentra en proceso constante de evolución mediante la creación y
derogación.
El derecho, sin embargo, se expresa mediante un lenguaje natural, por lo que sus
enunciados con frecuencia pueden ser oscuros, vagos o ambiguos. Los enunciados
jurídicos que no son claros requieren de interpretación. Diversos problemas lingüísticos
se derivan del hecho de que el derecho se expresa mediante un lenguaje natural y están
relacionados con la vaguedad (sintáctica y semántica) y la ambigüedad (actual o
potencial) de los términos, así como oscuridad de los enunciados mal formulados.
Aunque se puede decir que el derecho se integra por normas, vale la pena distinguir
desde la perspectiva semántica tres objetos de análisis distintos:
1.3. LA INTERPRETACIÓN
El investigador no solamente tiene que identificar el material, sino tomar decisiones
sobre su significado, tanto de la doctrina como de los textos normativos. Existen, sin
embargo, distintos tipos de indeterminación, que puede ser de orden semántico,
sintáctico o pragmático, dependiendo del origen del problema. Kelsen consideraba que
las normas jurídicas podían concebirse como marcos abiertos a la interpretación. Esta
posibilidad deriva de su indeterminación. No obstante, el enunciado normativo, como
texto, constituye un límite de la interpretación, dado que no se debe forzar el significado
de los términos que lo conforman.
La interpretación doctrinal, cuando es realizada por los juristas, se caracteriza por no ser
obligatoria. Para Wróblewski, la interpretación doctrinal es propia de la dogmática
jurídica, y consiste en la sistematización del derecho válido; su resultado son
enunciados que determinan los significados lingüísticamente posibles, de entre los
cuales el jurista elige uno. Según Alexy, la interpretación por parte de los no expertos es
una forma común de interpretación jurídica sin efectos vinculantes.
La interpretación jurídica es un caso especial de la interpretación, una especie del
género “interpretación”, que como tal comienza con una duda y termina con la elección
de una de las posibles alternativas de significado. El objetivo es la comprensión del
significado de expresiones lingüísticas. Se hace necesaria cuando estas expresiones
permiten varios significados, y no hay certeza en cuanto al significado correcto.
El proceso interpretativo, por lo tanto, consta de dos etapas, una que se podría decir que
se ubica en el contexto del descubrimiento, puesto que se refiere a la determinación de
las alternativas de significado posibles, para lo cual se requiere un método, y la otra, que
se refiere a la elección de la alternativa, que se considera como correcta o más apta
respecto del texto interpretado, y que la mayoría de los autores denominan como
contexto de la justificación.
Alexy señala que en relación con el proceso de interpretación jurídica debe considerarse
la estructura del entendimiento especialmente en relación con los círculos de la
hermenéutica. En el marco de la jurisprudencia debe distinguirse entre tres tipos de
círculos hermenéuticos: el primero se ocupa de la relación entre la comprensión previa y
el texto. La comprensión previa es una hipótesis; a este círculo corresponde el
“postulado de la reflexión”.
— Primera premisa o base normativa; esto es, la disposición jurídica que se debe
aplicar, y que se conoce como premisa normativa,
Una de las opciones para solucionar este problema sería tomar un curso de maestría de
argumentación jurídica. De este modo, el futuro profesional puede paliar la falta de
formación con una maestría justo en la parte de su carrera que menos domina, a la hora
de pasar a la acción frente a un Juez.
Es necesario que las facultades acaben con el enfoque que dan a la carrera de abogacía.
En la actualidad se centran en conocer todo acerca de las normas jurídicas. Desde qué se
prohíbe hasta cómo se interpretarán las leyes y normativas. Lo que ordenan, a qué
autorizan, cómo facultan… pero ¿cómo se usan? ¿Cómo puede un letrado emplear toda
esa teoría en su defensa práctica?
Por lo general, este aprendizaje suelen hacerlo los abogados por su cuenta, empleando
mucho tiempo y gran cantidad de esfuerzo. Afortunadamente ahora existen algunos
recursos, como son los cursos centrados en el problema que se mencionó anteriormente,
que brindan algunos centros académicos, o en alguna ponencia.
No obstante, podemos hacer un repaso de algunos tips esenciales para que el abogado
sepa reconocer algunas técnicas de argumentación jurídica.
Un buen argumento resulta fundamental para que un letrado pueda defender su causa de
una manera apropiada y convincente. Está formado por una serie de herramientas
técnicas que le permiten acercar el hecho al tribunal y a la otra parte.
Esta es una de las razones por las que, en ocasiones, las lecturas se realizan con prisas,
de manera somera y, a veces, delegando. Según algunos profesionales, muchos jueces
acaban fallando juicios cuya argumentación ha sido sintetizada por los secretarios
judiciales.
Esta es la razón por la que resulta de vital importancia conseguir que el juez nos oiga y
podamos tener la oportunidad de mostrarle nuestros documentos y hacerle caer sobre
algunas pruebas.
No hay más alternativa para un letrado que transmitir su mensaje de manera eficaz. No
se precisa de una técnica muy complicada, en realidad hablamos de ciertos requisitos
simples que nos pueden ayudar a llegar al tribunal:
Intentar realizar un argumento jurídico que parta de una idea sencilla, que
iremos adornando con los hechos supletorios de manera progresiva. Tenemos
que ser persuasivos.
Para lograrlo es preciso un estudio a fondo de lo que pretende la otra parte y en qué se
basa para conseguirlo. De este modo sabremos hasta qué punto sus hechos están
probados y en qué medida están sus pretensiones respaldadas por la norma.
Es absurdo perder el tiempo en asuntos o partes del caso sobre los que no tenemos
ningún control por falta de pruebas, tanto de hecho como de derecho. Sin embargo,
debemos volcarnos y no ceder en lo que, tras analizar la situación de manera rigurosa,
nos sentimos cargados de seguridad y razones bien justificadas.
e. SEGUIR EL PRECEDENTE
iii) El principio de univocidad o de uso común del lenguaje, que presupone que
las expresiones que se usan en el marco de la discusión racional, no se usan o
significan cosas diferentes para uno y para otro hablante, y adicionalmente,
que el uso del lenguaje se hace de forma clara y con sentido, Alexy lo
enuncia diciendo que, distintos participantes no pueden utilizar una misma
locución con significados distintos.
La anterior regla se apoya en que los discursos prácticos, como los que surgen en el
mundo normativo, tienen un carácter persuasivo, en ellos se trata de justificar una
aserción apoyados en razones, pues quien afirma algo no busca informar a su o sus
interlocutores en lo que él cree, sino que quiere persuadirlo de que lo que él cree es
correcto (o verdadero en el caso del discurso teórico- científico) y que por lo mismo es
fundamental. Alexy señala, que la pretensión de fundamentabilidad no establece que el
hablante deba dar una razón justificativa en todo momento y frente a cualquiera.
i) Principio de igualdad de las partes, que quien pueda hablar pueda tomar
parte en la discusión, esta exigencia presupone que quien intenta
fundamentar una aserción en el marco de un diálogo racional está dispuesto a
aceptar a su interlocutor y a cualquier otro como parte en la fundamentación.
Una de las reglas del discurso es que cualquiera puede problematizar cualquiera
aserción, sin embargo, ellos plantea según Alexy, la cuestión en relación a la
extensión y los límites de la carga de la argumentación o de la fundamentación pues
hasta donde está obligado un hablante a seguir argumentando, mientras su
interlocutor se dedica a repetir mecánicamente.
iii) La tercera regla, trata de fijar los límites del deber de dar razones y se
formula así:
Dentro de las reglas que fijan los límites en la carga de la argumentación, encontramos
una última regla relacionada directamente o que es complemento de la regla de la razón,
que permite que los hablantes introduzcan en cualquiera momento de la discusión tantas
aseveraciones o acotaciones sobre sus deseos, opiniones y necesidades. Ello puede
generar, que en cualquier momento de la discusión, un participante introduzca un
comentario que no guarde relación alguna con el problema relevante discutido. Según
Alexy, no es necesario excluir de plano tal comentario, si solo se dan de manera
esporádica y no tienen como objeto perjudicar u obstaculizar la discusión.
En consecuencia, Alexy propone la regla que exige a quien introduce en el discurso una
aserción sobre sus deseos, opiniones o necesidades que no se considere relevante en
relación con el problema discutido, debe, si se le pide, justificar o fundamentar por qué
introdujo tal afirmación.
Segunda. -Afirma que las consecuencias de cada regla deben poder ser aceptadas por
todos, o si se quiere, que cada uno debe poder estar de acuerdo con cada regla. Este
principio presupone que se admiten y cumplen las reglas de la razón, pues si todos
deliberan en igualdad de derechos, solo son susceptibles de acuerdo general, aquellas
proposiciones normativas que presuponen reglas que cada uno pueda aceptar.
Finalmente, una última regla de fundamentación puede enunciarse diciendo que en toda
discusión racional que involucra argumentos prácticos debe respetarse los límites de la
realizabilidad, ello es, que los resultados que se obtengan como parte del acuerdo
racional deban poder ser llevados a la práctica.
La premisa fáctica es una afirmación acerca de aquello que aconteció en el plano de los
hechos.
Justificación externa. - Tiene que ver con la forma como justificamos las premisas
usadas en la justificación interna. Estas premisas pueden ser de tres clases:
Las reglas generales del uso del precedente según Alexy pueden enunciarse diciendo
que: i) cuando pueda citarse un precedente a favor o en contra de una decisión debe
hacerse y ii) quien quiera apartarse de un precedente debe asumir la carga de la prueba.
Conclusiones
1. La argumentación jurídica constituye una base fundamental y el desarrollo de la
correcta aplicación del derecho, pues representa una herramienta para poder
explicar una postura ante el órgano jurisdiccional, y también para que el mismo
pueda justificar sus decisiones.
2. La argumentación jurídica no se basa en el mero uso de términos jurídicos para
el reemplazo de postulaciones con relevancia en un caso o controversia, sino que
es un requisito sine qua non, para el planteamiento de nuestras ideas dentro del
derecho.
3. Resulta ser un nexo, por ejemplo, entre la norma, y los hechos, ya que el
abogado al buscar la vinculación entre ambos elementos, deberá argumentar por
qué y cómo se explica mediante el derecho esta relación.
4. Para poder hacer nuestra argumentación jurídica, es importante tener en cuenta
ciertos requisitos al momento de litigación, teniendo en cuenta que hoy en día la
tendencia es la oralidad.
5. De igual forma es necesario conocer de la estructura que todo buen argumento
debe tener, que son: objeto, tesis, cuerpo y conclusión. Para poder desempeñar
de mejor manera nuestra profesión.
6. Las reglas que fijan los límites en la carga de la argumentación permiten que los
hablantes introduzcan en cualquier momento de la discusión tantas
aseveraciones o acotaciones sobre sus deseos, opiniones y necesidades, siempre
que sean esporádicos y no perjudiquen u obstaculicen la discusión.
7. La justificación interna representa un procedimiento deductivo, en el cual se
parte de una premisa mayor, una premisa menor y se obtiene una conclusión, por
tanto, implica que la premisa mayor viene a coincidir con una norma jurídica, la
premisa menor con los hechos, y la conclusión con la sentencia judicial
Bibliografía
1. RAZ, Joseph: «Introducción" al Razonamiento práctico (compilación de J. Raz),
Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
2. TOULMIN, Stephen E.: The Uses of Argument, Cambridge Uníversity
Press, 1958.
3. VIEHWEG, Theodor: Tópica y jurisprudencia, Taurus, Madrid, 1964.
4. WRÓDLEWSKl, Jerzy: «Legal Decisión and its Justification», en Le
raisonnement juridique (ed. de H. Hubien), Bruselas, 1971.
5. ATlENZA, Manuel: Las razones del Derecho. Teorías de la argumentación
jurídica, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991.
6. ALEXY, Robert: Teoría de la argumentación jurídica, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1989.