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josé Iuis romero

la ciudad occidental

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ISBN: 978·987·629-074-6

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302 LA CIUDAD OCCIDENTAL BUENOS AIRES: UNA HISTORIA 303

mente entraban en la ciudad o en los que con rara vale ti' · terminó la hegemonía de Buenos Aires sobre el antiguo virreinato,
• . . ' n a Inte-
lectual reuma en su btblioteca privada el padre Maciel. E .Ysus orgullosos y progresistas burgueses se espantaron ante los ca-
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o emas, as 1 eas que crrculaban y tnunfaban en el mund ·
ran, por
ballos de los gauchos montoneros que se acercaron a la Plaza Ma-
. d
1a cm a d fu o, y en
eron llamadas a un primer plano cuando se renova- yor, donde ya lucía la Pirámide recordatoria de la Revolución. Un
~on las formas de la actividad económica y, sobre todo, cuando los acuarelista inglés -Emeric Essex Vidal- dejó una imagen insustitui-
1~gleses llegaron como invasores -y-como portadores al mismo ble de esa ciudad modesta y orgullosa que tras la experiencia jaco-
tiempo de una nueva alternativa económica y política. bina creía fervientemente en su destino: "Silencio, que al mundo
asoma 1 La gran capital-del Sur".

LA CIUDAD JACOBINA

LA CIUDAD CRIOLLA
E~ _1806 y 180? lucharon los porteños con los invasores ingleses e
h1c1eron su pnmera experiencia urbana de coherencia y solidari- Cuando las guerras civiles consagraron su caída como capital de
dad. El s~d?. fue muy favorable. Se constituyeron grupos defini- las Provincias Unidas, Buenos Aires pasó a ser, en 1821, la capital
dos.de.opmiOn, se desvanecieron mitos anacrónicos, y la ciudad de la provincia más próspera, más progresista y más europeizada.
se Situo dentro del cuadro real que ofrecía el mundo. Poco des- · Salían por su puerto cueros, sebo, astas y carne salada, que produ-
pués la situación se precipitó: Liniers reemplazó a Sobremonte cía una elite rural que empezaba a formarse; y entraban por él
como virrey, y Cisneros a Liniers. España había caído ante las fuer- productos manufacturados preferentemente ingleses, que deja-
zas napoleónicas, pero ya antes su imperio colonial había caído ban en la aduana fuertes sumas que las provincias del interior en-
ante la fu~rza d~l comercio inglés. Un día -25 de mayo de 1810- vidiaban. El comercio fue la actividad principal de la ciudad, y
Bue~os Aires ~-Izo su segunda experiencia urbana y, a través de desde aquel año funcionó una bolsa mercantil. El gobierno pro-
qna msurreccton popular y militar, se dio un gobierno propio vincial que encabezaba el coronel Martín Rodríguez, y en el que
ec~ando las bases de un nuevo régimen para toda el área del vi- Rivadavia imponía sus ideas modernizadoras, dispuso en 1822 que
rremato. se realizara un censo, y los habitantes de Buenos Aires supieron a
Desde ese día, Buenos Aires entró en conflicto con el interior del ciencia cierta que llegaban al número de 55.41fi. Sin duda lama-
_ país, q~~ re:haz~ su pretensión a conservar la hegemonía. La ciu- yor aglomeración estaba en las 30 manzanas que rodeaban la
~ad se lüzoJacobma, asuriiió diaináticaxriente su papel revoluciona- Plaza Mayor; pero una edificación discontinua cubría ya alrede-
no, pero tuvo que ceder poco a poco a la resistencia de la realidad. dor de 260 manzanas, definiendo progresivamente la fisonomía
~as burguesías criollas se vieron desplazadas por los comerciantes de los barrios Monserrat, SanTelmo, Concepción, y más allá, San
mgleses en las actividades mercantiles, pero mantuvieron la llama Miguel, Balvanera, Piedad, Socorro. Las parroquias iban cre-
progresista, que culminó en la Asamblea del año 1813 reunida en ciendo y la iglesia -a veces reconstruida más de una vez- consti-
el edificio d.el Consulado, en la calle San Martín. Hub~ periódicos, tuía su centro, sin pezjuicio de que los habitantes las identificaran
---repr~senta_ciOnes-tea.tra~es y, sobre-todo, discusiones apasionadas en a menudo mencionando una pulpería que resultaba un centro de
los diez anos que Siguieron a la revolución. La ciudad pasó de reunión social tanto como de actividad económica. Y la vida veci-
44.?~0 habitantes en 1810 a 51.000 en 1820, y requirió más atenta nal -y con ella la mala vida- fue puesta bajo la vigilancia de una
pohcia, que fue confiada al capitán Rafael Alcaraz. En aquel año nueva organización policial que dirigió Joaquín de Achával.
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Se erigió por entonces el edificio de la Sala d~ Representantes


-en Perú y Moreno-, y se inauguró el nuevo frente neoclásico de
la catedral. Rivadavia procuró introducir costumbres civilizadas
en la ciudad, reglamentó la vida urbana y proyectó las grandes
avenidas del futuro: Callao, Santa Fe, Córdoba, Corrien.~es, Bel-
granq,Jndependencia, San Juan y_Caseros. Y para adecentar la rk.:_ _- ·.
bera, dispuso que se trasladaran al otro lado del riachuelo los sa-
laderos malolientes: allí nacería poco a poco la ciudad de
Avellaneda.
La sociedad ilustrada quería vivir en una ciudad limpia y orde-
nada. Un vecino que firmó "Un inglés" describió agudamente sus
formas de vida. Había salones distinguidos, tertulias literarias,
centros financieros, tiendas bien provistas, todo lo que deseaba la
burguesía "decente", sin que faltaran por cierto los centros de
reunión para las clases populares, cuyo género de vida era dis-
tinto. Cuando se fundó la universidad, inaugurada el12 de agosto
de 1821, Buenos Aires se sintió centro intelectual. No faltaban las
buenas bibliotecas privadas, las librerías ni los periódicos, progre-
sistas unos y reaccionarios otros, como los que publicaba con títu-
los estrafalarios el padre Castañeda para combatir a Rivadavia,
mentor de toda modernización.
Había también una minoría rivadaviana que compartía sus
ideas: Agüero, Varela, Lafinur, Alcorta, Argerich. Eran cultos, pro-
gresistas, pero, ciertamente, desdeñaban al pueblo. Todo el pue-
blo crecía, tanto en los suburbios de la ciudad como en las zonas
rurales vecinas, y adquiría cierta conciencia en el interior del país.
Buenos Aires, la Buenos Aires ilustrada, no reparó en que crecía,
y lo ignoró~Giertamente, -los problemas la abrumaban: quería re-
construir la nación, pretendía someter a las provincias, y se vio
comprometida en la guerra contra Brasil. Rivadavia fue elegido
presidente de la República en febrero de 1826,·y el4 de marzo se
declaró a Buenos Aires capital de la nación. Pero fue una aven-
tura efimera y en junio de 1827 todo volvió a ser como antes. Mu-
chos años desP-ués evocarían los reg~rqos 4~ esta épocaJosé An-
tonio Wilde en Buenos Aires desde setenta años atrás y Santiago
Calzadilla en Las beldades de mi tiempo, dos libros insustituibles para
la historia del viejo Buenos Aires.
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BUENOS AIRES: UNA HISTORIA 307

Dorrego, nuevo gobernador, fue depuesto por. un golpe mili- con el Restaurador, con su hija Manuelita, y también con figuras
tar que encabezó Lavalle. Buenos Aires se estremeció al saber . tan exquisitas como la hermana de Rosas, poeti~a, el doctor Vélez
que el vencedor había fusilado al vencido, y comprendió que se Sarsfield, jurista, 0 el joven Mansilla, aprendiZ de hombre de
abría una nueva era. Fue cierto. Lo que empezó fue algo así mundo·. Juan Aurelio Casacuberta y Trinidad Guevara, que ha-
como una recuperación de la ciudad por esas elites rural~s que . bían hecho las delicias de los espectadores del teatro Coliseo, _se
habían empezado a constituirse poco antes y por las clases popu- retiraron de las tablas y dejaron paso a otros actores que se ~uc~e­
lares. Ya se vio durante el primer gobierno de Rosas de 1829 a ron con el Macías de Larra en el Nuevo Teatro de la Victona, m-
1832; se vio durante los inquietos días de la "Revolución de los augurado en presencia ae Manuelita Rosas el 24 de mayo de 1838.
Restauradores", a fines de 1833; pero se vio mejor cuando Rosas Parecía que la vida seguía; pero seguía de otr~ manera, y la.Ma-
inauguró en 1835 su largo gobierno. Al principio no se notó mu- zorca se encargaba de recordar a los desmemonados que los nem-
cho el cambio, y pudo constituirse, en la librería de Marcos Sas- pos habían cambiado. Buenos Aires era ahora l~ ca~:za d~ la lla-
tre, en la calle Victoria 59, una institución tan refinada como el nura, y el plano que el cartógrafo Sourdea~ ~lbUJO hacia 1850
Salón Literario, inaugurado en junio de 1837, en una sesión en reflejaba cómo·la pampa se insertaba en el amb1to urb~o.
la que participaron Juan María Gutiérrez y Juan BautistaAlberdi.
Pero las cosas cambiaron pronto. Un movimiento de terror cun-
dió en la ciudad cuando se supo que el presidente de la Sala de
Representantes, Manuel Vicente Maza, había sido asesinado el . . LA CIUDAD PATRICIA
27 de junio de 1839 en su propio despacho. Rosas, desde su casa
de la calle Moreno y luego desde el palacio de Palermo, donde Vencido Rosas en Caseros ·en 1852, entró en Buenos Aires Ur-
habitó con su corte, vigilaba a los rivadavianos y a los unitarios, quiza con sus tropas. Hubo saqueos en los suburbios, temores en
que se redujeron a silencio y comenzaron a emigrar. La nueva el centro y fusilamientos en Palermo. Poco después Buenos Aires
elite fue federal y tradicionalista, fiel a la mentalidad criolla, y a tuvo su gobernador, y al cabo de poco tiempo _su Legislatura. Pero
su alrededor se aglutinaron las clases populares, urbanas y rura- el clima político y social de la ciudad fue de n~tez du:ante mu-
les. Sus enemigos dejaron reflejado el cuadro de la sociedad por- cho tiempo. Repentinamente, la ciudad cambiaba su eh~e fede~l
teña de entonces: Echeverría en El matadero y Mármol en Amalia. y tradicionalista por .una nueva, decidida a impo~er su tdeolog¡a
Pocas ciudades latinoamericanas de esa época tienen tan singu- liberal. El ajuste fue difícil. Los debates en la Leg¡sla~a Ylas po-
lares testimonios de su vida urbana, que, por su parte, Pellegrini, lémicas periodísticas tuvieron repercusión en las tertuhas y en las
_Bacle y MoreLreflejaron minuciosamente en sus litografias y gra- calles caldeando los ánimos.
bados. La 'revolución porteñista encabezada por ~sin~ sac~dió a la
Pero la ciudad no se estancó, pese a la crisis del progresismo. El ciudad en septiembre, y el sitio de Lagos acentuo la mqmetud: fue
puerto vio crecer su actividad. La población, que Rosas hizo cen- una época vibrante, en la que los porteños sintieron ~everdece~ stt
sar en 1836, llegó en esa fecha a 62.000 habitantes, y alcanzó a viejo jacobinismo y se sintieron los defe~sores d~ la_cmdadela libe-
85.000 en 1852, dispersa en más de 350 manzanas edificadas. To- ral contra el país bárbaro. En Buenos Aires, la nvalidad ~ntre por-
nificada por la presencia de extranjeros, la nueva elite no dejó de teños y provincianos creó unos enconos que d~~m l.argo
- - t enér cierto aire internacional: el ministro inglés -que desde su tiempo, y que todavía en la década del sesenta descubnna Migu~!
quinta llegaba a Palermo por la calle abierta para él, hoy Can- Cané entre los alumnos del Colegio Nacional, tal como lo refirio
ning-, los cónsules, el sabio De Angelis dialogaban en la casona en juvenilia.
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Activa y politizada, la ciudad empezó a crecer aceleradamente alardes de lujo y señoño de la nueva burguesía. El salón de los re-
en riqueza. El puerto, además de los productos tradicionales, ex- . tratos servía para las grandes recepciones; había espejos, estrados
portaba ahora lanas en proporción creciente: 12 millones de to- lujosos y, sobre todo, un comedor donde se servía excelente cocina
neladas en 1855, 18 millones en 1858, 90 millones en 1875. Un francesa y se podía beber champaña, mucho champaña. Por las
creciente mercado interno atraía muchos productos manufactu- · noches, las veladas del teatro Colón -levantado en la Plaza de
1
¡- rados extranjeros -percales y muselinas, porcelanas y chocolates- Mayo en 1857 e inaugurado con una memorable Trauiata cantada
que se exhibían en las tiendas de las calles Victoria o Perú, y se por Tamberlick- reunían a los elegantes, que se sentían transpor-
consumían en el seno de las familias acomodadas que, poco a tados no tanto por la música como por el brillo de la reunión so-
poco, pasaron de la sencillez republicana al lujo ostentoso de las cial. Sarmiento se burló con alguna crueldad de esa sociedad que
nuevas burguesías. Lucio V. López describió este tránsito 'c on luci- se esforzaba denodadamente por parecer la "buena sociedad".
dez y encanto en La gran aldea. De ·90.000 habitantes en 1855, la Pero con los años, las fortunas se hicieron viejas, las generaciones
ciudad pasó a 128.000 en 1862 y a 286.000 en 1880. Era un cam- se sucedieron y las costumbres se refinaron. Muchos de los miem-
bio numérico importante, pero más importante era el cambio bros de la nueva burguesía contrajeron el hábito de la lectura, se
cualitativo, porque la ciudad empezaba a incorporar una masa compenetraron del contenido de cada número de la Reuue de Deux
creciente de inmigrantes europeos que modificarían muy pronto Mondes -para los iniciados, simplemente "la Reuue'-, frecuentaron
su fisonomía social y cultural. la literatura francesa y algunas veces la inglesa, y algunos brillaron
Los inmigrantes no pasaron de pertenecer por estos años a la · en el foro, en los debates parlamentarios y en las letras, además de
clase popular. Estaban, en la jerarquía social, junto a los criollos destacarse en la dirección de sus intereses privados.
pobres, quizá junto a los pardos o negros; pero traían otro ím- El esplendor económico se reflejaba también en los otros estra-
petu, y pronto comenzarían a ascender. Ya por esos años algunos tos sociales. Había teatros para diversos gustos: el Victoria, donde
comenzaban a alcanzar ciertos niveles de pequeña clase media, es- podía escucharse ópera; el Argentino, donde podía verse a la Rís-
pecialmente los españoles, favorecidos por las ventajas que les de- tori; el Alcázar, donde se presentaron los Bouffes parisiens; el Ale-
p~ba su lengua. Tenderos y almaceneros generalmente, algunos gría, para la zarzuela española, y luego el Variedades, el Porvenir,
pudieron hasta introducirse en la burocracia o la enseñanza ele- el Hipódromo, para los géneros más populares. Había también
mental. Pero sólo unos pocos, porque las clases medias criollas se para la gente del pueblo circos y fiestas de carnaval, procesiones,
mostraron celosas de sus privilegios en la ciudad orgullosa, y muy bailes para morenos, ·y poco a poco sociedades de las colectivida-
pronto formaron una barrera contra los "gallegos" y los "gringos". des extranjeras en cuyos salones comenzáron a sonar los aires de
Ciertamente, más sólida fue la-barrera que puso la alta burgue- la tarantela o la muñeira.
sía urbana, ese patriciado que se sentía protagonista de una epo- El dinero y los buenos jornales no faltaban, sin embargo el tra-
peya iluminada por las antorchas del liberalismo y del progreso. bajo era duro: diez o doce horas era la jornada de un trabajador.
Sólo las actividades modestas .parecían a ese patriciado propias Pero ninguno, y menos aún el inmigrante, medía su esfuerzo, por-
para estos recién llegados a los que tuteaban con cierto menospre- que todos aspiraban a ahorrar y a acumular sus ahorros, a pasar
cio. Y atrincherado en su naciente fortuna, se dio un estilo de de jornaleros a comerciantes y a "labrarse una posición". Buenos
viEa, imitado de la_burguesía francesa, _que ingenuamente tomó Aires era -o parecía- un paraíso del que empezaba a hablarse con
como el más inequívoco signo de aristocracia. arrobamiento en las aldeas de Galicia y Piamonte.
El Club del Progreso, que poco después de su fundación se.ins- Para los hijos de criollos e inmigrantes abundaron las escuelas
taló en el palacio Muñoa, en Perú y Victoria, fue el centro de los primarias. Para la nueva burguesía se estableció el Colegio Nacio-
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nal de Buenos Aires en 1863 y fundaron los jes.uitas el del Salva- ció el de la Chacarita, en una zona tan remota que pronto hubo
dor en 1868. La universidad progresaba notablemente desde que que establecer un ferrocarril para conducir hasta allí los féretros
asumiera el rectorado Juan María Gutiérrez en 1861, y los periódi- y sus cortejos.
cos crecían en número y calidad: El Naciona~ lA Tribuna, lA Un día se inauguró la estación del Parque, en 1857, desde la
Prensa, lA Nación. Una elite intelectual empezaba a foonarse ·al que partía el ferrocarril a Floresta. La vía hacía una curva al llegar
lado de la elite económica y política, en la ciudad que se poblaba a Callao, pasando de la calle Lavalle a la calle Corrientes: así
y se extendía. quedó trazada la actual Rauch. Fue por entonces cuando se hizo
Para 1855 ya estaban edificadas 683 manzanas, con casas m~ el primer plan de pavimentación de la ciudad, un año después de
destas en su gran mayoría. Pero en el centro -sobre todo en Cate- inaugurarse la iluminación a gas en las calles Victoria, Bolívar v
dral al sur- empezaban a aparecer algunos edificios de categoría: Chacabuco. Era el triunfo del liberalismo y la modernización: el
casonas privadas, palacios de ricos estancieros, como los de Mu- atildado gentleman del Club del Progreso podía esperar que Bue-
ñoa, Bosch o Miró, escuelas públicas, hospitales y el nuevo Con- nos Aires se pareciera pronto a París. Valía la pena ser portei1o:
greso Nacional inaugurado en 1864. Algunas iglesias se moderni- "íQué me importan los desaires 1 con que me trate la suerte! / .A.r-
zaron, y las casas privadas contaron con provisión de gas. En 1871, gentino hasta la muerte. 1 He nacido en Buenos Aires".
la epidemia de fiebre amarilla conmovió la ciudad e interrumpió
su vida; y a su término el centro elegante comenzó a emigrar ha-
cia el norte, como lo comentó con su gracia habitual Fray Mocho,
sutil cronista de la vida cotidiana de la ciudad. El norte prosperó, LA CIUDAD BURGUESA
y se hicieron clásicos los paseos de la Recoleta y de Palermo, éste
último llamado oficialmente parque Tres de Febrero e inaugu- La empresa de llevar a cabo la tarea de convertir a Buenos Aires
rado por Avellaneda en 1875; el sur, en cambio, comenzó a decli- en una metrópoli europea fue asumida por Torcuato de Alvear. el
nar lentamente y fue ocupado por sectores medios y populares, primer intendente que tuvo la ciudad después que fue federali-
convirtiéndose algunas de las viejas casonas patricias en nuevos zada, en 1880. Hubo una revolución ese año y se combatió dura-
"conventillos". Pero surgían otros barrios. El tranvía a caballo, que mente, pero Roca asumió la presidencia e inauguró una era de
empezó a correr en 1853, acercó poco a poco las zonas suburba- renovación, y la ingente riqueza que produjeron las nuevas acti,·i-
nas, y así crecieron Barracas y Balvanera, la desordenada aglutina- dades económica~ permitieron, como un lujo, transformar y em-
ción de la Boca y hasta el lejano San Cristóbal, más allá de Entre bellecer la capital del país organizado y progresista.
Ríos. El Once era ya un barrio remoto; pero la ciudad sabía que El puerto adquirió un movimiento tan intenso, que en 188~ se
crecería, y en 1867 se fijaron sus lejanos límites: el Riachuelo, el decidió construir uno modernísimo, según el proyecto del inge-
arroyo Maldonado y las calles Córdoba, Medrana, Boedo, Castro niero Madero, que se. inauguró parcialmente en los años que si-
Barros y la avenida Sáenz, según sus denominaciones actuaies. guieron hasta 1897. Por él comenzó a salir no sólo el ganado en
Esta última conducía al Paso de Burgos -luego Puente Alsina-, pie y las lanas, si~o también las carnes congeladas y los cereales
que adquirió gran importancia cuando, en 1872, se trasladó el que empezaron a cultivarse, y simultáneamente creció la cantidad
matadero a los.Corrales,.donde hoy.está.el Parque Patricios. Case- de productos que entraron por él, para satisfacer un mercado in-
ros y Amando Alcorta acrecentaron su caudal de tránsito: carre- terno cada vez más exigente y consumidor. Buenos Aires se con-
tas, arreos y jinetes. Y en 1871, colmado el cementerio del Sur virtió en una fuerte plaza comercial, en la que no sólo aparecie-
-hoy Plaza Ameghino- y casi colmado el de la Recoleta, se estable- ron poderosas casas mayoristas que concentraban las operaciones
BUENOS AIRES: UNA HISTORIA 31 3
312 LA CIUDAD OCCIDENTAL

de exportación e importación, sino también una multitud de pe-


queños comercios dispersos por el centro y los barrios.
La Bolsa de Comercio, en Plaza de Mayo, fue el santuario de
quienes se dedicaban a esas actividades, y dos novelas -La Bolsa,
de Julián Martel, y Quilito, de Carlos Maria Ocantos- reflejaron la·
gravitación que ejerció en la vida de la ciudad y en el desarrollo
de su sociedad heterogénea. Las especulaciones tentaron la ambi-
ción y-la fantasía de los porteños, y gracias a ellas crecieron y se
desplomaron muchas fortunas. En 1890 una crisis sacudió dramá- -~
ticamente la vida de la ciudad. Tras las corridas, hubo fugas y sui-
<
cidios, derrumbes vertiginosos y sospechosas supervivencias. Y, .-
entretanto, otra crisis sacudió al régimen político y enfrentó algo-
bierno con un naciente movimiento popular que desafió a la na- ·"'
ciente oligarquía. El parque de Artillería, en plaza Lavalle, sirvió
de cantón a los revolucionarios, y hubo combates callejeros en los
que el gobierno, finalmente, se impuso. Pero pasaron las dos cri-
sis: la política se canalizó otra vez, la economía se recompuso y la
prosperidad volvió a reinar poco después en la ciudad, un poco
cartaginesa, en la que el dinero medía los prestigios.
Por el puerto entraron durante estos años no sólo mercancías
sino también ingentes cantidades de inmigrantes europeos. El go-
bierno los llamaba para que trabajaran la tierra, pero muchos de
ell<:_>s se quedaban en Buenos Aires, o volvían a ella después de
una corta y generalmente triste experiencia rural. En cincuenta
años la ciudad decuplicó su población. De los 286.000 habitantes
con que contaba en 1880 pasó a 649.000 en 1895 y a 2.254.000 en
1930. Fue como una inundación que provocó una alteración sus-
tancial-de la fisonomía urbana~y el joven Ricardo Rojas la descri-
bió en La restaumción nacionalista. Muchas lenguas y muchas cos-
tumbres se entrecruzaron, rompiendo los cuadros de la antigua.
ciudad criolla.
Durante bastante tiempo los grupos inmigrantes permanecieron
encerrados dentro del cuadro de las clases populares o de las pe-
- _queña.Lclases medias. Fue.en...el seno. de estos grupos donde em-
pezó a operarse, muy lentamente por cierto, la integración entre
los recién venidos y los grupos criollos tradicionales, todos en estre-
cho contacto en los barrios populares o en los suburbios orilleros.
BUENOS AIRES: UNA HISTORIA 31 5
314 LA CIUDAD OCCIDENTAL

De ese conglomerado se desprendió, en ci~rto momento, un ciaban sin suscitar distanciamientos ni reproches ni repugnancia
nuevo proletariado manufacturero y luego industrial que empezó a las humildes familias del vecindario ni sorpresa a los chiquilines.
a tener alguna significación a fines del siglo pasado. Pero nunca Fue, en conjunto, una apretada sociedad marginal, en cuyo seno
fue más que un sector minoritario, pese al triunfo de Alfredo L. se elaboraron nuevas formas de convivencia, inflexibles reglas de
Palacios en 1904 como candidato a diputado socialista por la juris- juego y ciertos ideales originales y vigorosos que.contaron c~n un
dicción de la Boca, pues la mayoría dentro deJas clases populares decidido consentimiento. De acuerdo con esos 1deales de Vlda se
estaba decidida a "hacer la América" aprovechando la apertura delinearon ciertos tipos sociales: el malevo, el guapo, el compa-
económica que ofrecía el país. Esa mayoría se desentendió de la drito, el canfinflero, la percanta, la yira, la milonguita, el cir~Ja.
acción gremial y política, y buscó el ascenso social por la vía del que se sumaban a. los que daban forma local a viejas profesion~s:
trabajo tesonero y el ahorro metódico: muchos de sus miembros los cuenteros, las adivinas, los escruchantes, los pungwstas, los JU-
lograron éxito, y así empezó a constituirse una creciente clase me- gadores fulleros. Era, ciertamente, una sociedad marginal, pero
dia de singulares caracteres sociales y económicos. Para alcanzar inseparable y parasitaria del núcleo de la gran ciudad que se cons-
ese ascenso, el pequeño comercio fue el camino preferido por los tituía al calor de un enriquecimiento acelerado desbordando los
grupos inmigrantes, en tanto que las primeras generaciones de marcos tradicionales.
sus descendientes, al igual que los jóvenes criollos, prefirieron el Durante cierto tiempo, la sociedad tradicional ignoró este _
camino de la burocracia y, sobre todo, el de las profesiones libera- mundo marginal, como todavía lo revelaba la autora de Stella, esa
les, como lo mostró Florencia Sánchez en M'hijo el dolor: Uno de novela de principios de siglo que presentaba un Buenos Aire's ide-
los factores del éxito que tuvo la campaña proselitista de la Unión alizado. Las viejas y las nuevas clases acomodadas se mos~a:o•:
Cívica Radical fue el generoso ofrecimiento de puestos públicos sorprendidas e irritadas por la aparición de estos mun.dos dlSl~l­
que hacían los caudillos de barrio. les pero concurrentes: el de los inmigrantes que trabaja~an ahm-
En ese acelerado proceso de cambio social -confuso, como to- cadamente para lograr su ascenso social y se mostraban aJenos a la
dos- se constituyeron también extensos grupos marginales que le vida del país tradicional - ignorantes de San Martín e indifere~ tes
dieron a Buenos Aires un carácter peculiar. En las orillas de la ciu- a la emoción del Himno Nacional-, y el de este mundo margmal
dad -cerca de los Corrales, en Barracas, en la Boca- se entrecru- que crecía en las orillas de la ciudad y cuyo eco, ll~gaba ~e~ ta-
zaron los troperos criollos, que llevaban los arreos de ganado a los mente hasta el centro, llevado unas veces por la cromca pohcml Y
mataderos, con los peones de las barracas laneras o de los frigorí- otras por la sorp~endente revelación de algún hijo de fa~ilia
ficos; los marineros desembarcados en la ribera del Riachuelo "bien" que se había deslizado en tren de "garufa" hacia sus miste-
1
¡_
' riosas profundidades. Fue una sorpresa que engendró nuevas ac-
con los carreros y cuarteadores, y alrededor de este heterogéneo
1 titudes sociales de vastas consecuencias.
mundo de hombres solos -sin arraigo, sin mujer, sin familia- sur-
gieron los prostibulos, los salones de baile y los cafés, las pulperías La reacción de las clases acomodadas, cada vez más ricas y cada
y las cantinas, los "despachos de bebidas" que se agregaban a l~s vez más celosas de su poder, fue retraerse, constituirse en una ver-
almacenes, lugares todos donde los parroquianos buscaban un dadera oligarquía y afianzarse para defender sus privilegios y su
poco de compañía y un poco de enajenación, en un ambiente de estilo de vida. Una obsesiva preocupación por los "apellidos" sub-
____libertad que se sustraía al sistema de costumbres y de normas pro- yugó a las clases altas -de la que dejó curioso testimonio Gas tón
pio del centro de la ciudad burguesa. Junto a los hombres de tra- Federico Tobal en sus Evoluciones porteñas- y aun a las clases me-
baJo, las prostitutas, los ladrones, los jugadores, los cafishos, los dias tradicionales, que se sintieron unidas a aquéllas, y sólo muy
borrachos consuetudinarios, los guitarreros y los cantores se mez- lentamente y ante la tentación de las nuevas fortunas, se comenzó
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a transigir con el matrimonio de una niña ''bien" con un "gnn' Policía, reorganizado por el coronel Calaza en 1890, se esforzaban
1 " L al go
con Pata . os s .o~es y los clubes -el del Progreso, el Jockey, fun- por contrarrestar los incendios. Con algún retardo, todos los ser-
dado por Pellegnni en 1882, el Círculo de Armas- se hicieron vicios públicos fueron desarrollándose al compás del vertiginoso
cada vez más herméticos y pasaron algunas décadas antes de que crecimiento de la ciudad.
c~menzaran a abrir sus puertas a las nuevas fortunas. Los palados Tanto el intendente Alvear como sus sucesores procuraron mo-
lujoso~ del barrio Norte congregaron a los grupos cerrados, de los dificar el casco viejo de la ciudad para adecuarlo a las nuevas ne-
que, sm embargo, solían escapar los jóvenes "patoteros" para des- cesidades. Demolida la Recova en 1884, la Plaza de Mayo cubrió
lizarse en el café de Hansen o en el Armenonville en busca de ale- dos manzanas. Donde había estado el viejo fuerte -demolido tam-
gre~ compañías que habrían espantado a sus padres si muchos de bién en 1853- se c.onstruyó la Aduana primero y la Casa de Go-
ellos no se hubieran familiarizado con gentes parecidas en las du- bierno después. Pero la obra más importante de remodelación
dosas operaciones electorales, en la vida de los studs 0 en las _ del centro fue la apertura de la avenida de Mayo, iniciada en 1888
b . . su
reptlcias aventuras eróticas. Era la nueva burguesía una clase e inaugurada en 1894, que obligó a mutilar -no sin polémicas-- el
cada vez más con~er~dora, pero que se mostró incapaz de con- viejo cabildo.. Dos años antes se había erigido el edificio de la Mu-
serva~ en su propi~ circulo, el estricto sistema moral de "la gran nicipalidad y poco después se inauguraron los del Congreso Na-
~~ea · Porque•.naCida del cambio, no podía sustraerse a la situa- cional y del Palacio de Justicia. Y frente a este último, en plaza La-
cion que ella misma había desencadenado. valle, se construyó en 1908 el' nuevo teatro Colón, que abrió sus
El cambio fue notorio en la fisonomía fisica de la ciudad. puertas el 25 de mayo con una fastuosa función en la que subió a
~anto Ytan ~ronto se poblaron sus baldíos, que en 1888 se con- escena la ópera Aida. .
Sid~raban ed~cadas 1.363 manzanas. Cierto es que el ámbito de El barrio Norte se poblaba de suntuosas viviendas y se creaban
la ciUdad ~abia cambia~o. El año antes, una ley había incorpo- hermosos rincones en los que brillaban los palacios y palacetes de
rado a la ciUdad los parndos de San José de Flotes y de Belgrano estilo francés, y el barrio Sur seguía siendo ocupado por gentes
llevando los límites urbanos hasta lo que hoy es la avenida Gene~ modestas. Y en tanto que las avenidas Alvear y Quintana sólo veían
:al Paz: un total de 19.000 hectáreas aproximadamente, con lo el desfile de los distinguidos vecinos, la avenida de Mayo, con sus
que Buenos Aires se convertía en una de las ciudades más exten- cafés de españoles, como el Tortoni o el Colón, y la calle Corriel1 -
sas del mundo. tes, con sus cafés bohemios y sus cafés de tangos, sus teatros y sus
En poco tiempo se modificó profundamente la infraestructura restaurantes, se t:ránsformaron en los polos de atracción de la
de la ciudad. S~ construyó el puerto Madero; se concluyeron las
- obras.de salubndad-:n-la década del ochenta; se extendieron y
j gente de los barrios.
Justamente, la experiencia más llamativa de -Buenos Aires fu e
electnzaron los tranVIas desde 1897; se desarrollaron las líneas su- por entonces el desarrollo de los viejos barrios y la aparición de
burbanas de ferrocarriles; aumentaron los hospitales, los merca- otros nuevos. Los transportes públicos acortaron las distancias. Se
dos Ylos parques; se electrificó el alumbrado público a partir cÍe podía llegar en subte hasta Caballito primero y hasta Chacarüa
1887; se construyó el primer subterráneo, inaugurado en 1914· después, combinando allí con tranvías u ómnibus que prolonga-
aparecieron los ómnibus y los colectivos, y se hicieron sobre el rí~ ban el recorrido; o se podía ir en tren hasta Belgrano o Villa De-
_ _ _::.
el. balneario Municipal y la avenida Costanera. La Asistencia Pú- voto o Vélez Sarsfield o Villa Urquiza; o se podía usar el tranvía, el
blica, creada por el doctor Ramos Mejía en 1884, trataba de cubrir ómnibus o el colectivo -este último, un espontáneo invento apa-
los servicios de salud, en tanto que los Bomberos Voluntarios de la recido en 1928- para alcanzar los innumerables barrios que sur-
Boca, constituidos el mismo año, y el cuerpo de Bomberos de la gieron poco a poco, más allá de los tradicionales.
318 LA CIUDAD OCCIDENTAL
BUENOS AIRES: UNA HISTORlA 319
1
A veces los barrios surgieron espontáneamen~e a lo largo de la
vía tranviaria o de las avenidas que se alejaban del centro cru-
1
zando una semicampaña, como Villa Crespo y Almagro en los úl-
timos años del siglo pasado. Otras veces crecieron como aglome-
raciones alrededor de un foco de atracción: Abasto, alreq~dor del
r
~
mercado inaugurado en 1889 en Corrientes y_Laprida; Nueva~ l

r
Pompeya, en las proximidades del puente que cruzaba el Ria-
chuelo, cerca de donde estuvieron los Corrales; Nueva Chicago;
alrededor de los nuevos mataderos, inaugurados en 1901; Pa-
lermo, recostado sobre el arroyo Maldonado y polarizado hacia
plaza Italia, en cuyos bordes se inaugurara el jardín Zoológico en
1875 y el Jardín Botánico en 1898.
Aun en estos barrios fue importante la acción de los rematado- 1
res, que en otros, en cambio, significó una creación desde la
nada. Los rematadores descubrieron y emprendieron el negocio
del fraccionamiento de viejas quintas o extensos solares baldíos,
tentando a los que querían afincarse. Los lotes eran ofrecidos en
espectaculares remates que se hacían los domingos. "Se compra
sin dinero", decía en 1889 un cartelón en el que anunciaban lotes
a razón de cinco pesos mensuales a una cuadra de Rivadavia y
Cuenca. Alguna vez el rematador ingenioso levantaba un simula-
cro de con$trucciones para atraer a sus presuntos clientes. Y tanto
el aprendiz de especulador que adivinaba el futuro incremento
del valor de la tierra urbana como el ahorrativo trabajador que
acariciaba el sueño de la casa propia compraban su parcela, aquél
para revenderla en momento oportuno y éste para edificar su vi-
vienda.
- No todos edificaban su casa de una·sola vez. Muchos edificaban
no sin sacrificio una pieza de material, y así podían abandonar el
sórdido conventillo. Un primitivo retrete y una cocinita bajo te-
cho precario permitían sobrellevar una nueva etapa de ahorro,
tras la cual la casa se iba completando, sin preocupaciones estilís-
ticas. En cambio, los más acomodados, o los que edificaban para
_ alquilar, confiaban la c~mstrucción aun maestro de obra general-
mente italiano -y hubo muchos-, que repetía, en un lote de diez
varas de frente, el plano de la casa de habitaciones en fila, esme-
rándose en la ornamentación de una fachada de remotas reminis-
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cencias renacentis~ con sus cornisas y balaustradas: una puerta y los viejos, y un cine reunía los sábados y domingos a las familias
dos balcones daban su fisonomía a la "cuadra", expresión que lo- para ver las películas de Perla White o de Rodolfo Valentino. Pero
calizaba el entrañable hábitat de los porteños. las "barras" preferían el fútbol -activo en los potreros, pasivo en
Así surgieron incontables núcleos urbanos, inscriptos en el área las canchas de BocaJuniors o de San Lorenzo de Almagro-, y a ve-
más extensa del barrio. Algunos de esos barrios fueron jmportan- ces aparecían en el centro para escuchar tangos en el café de Pa-
tes desde un comienzo, como Villa Devoto o Villa Urquiza, en cho o en El Estribo, o en los que aparecieron en Corrientes, toda-
tanto que otros crecieron lentamente, sin que se edificaran sus vía estrecha.
baldíos, como Villa Soldad, La Paternal, Villa Ortúzar o Villa Lu- Así se diversificó la·sociedad porteña. En distintos sectores de la
gano. En algunos, una pláza o la estación suburbana del ferroca- ciudad se alojaron .sociedades distintas, netamente diferenciadas.
rril crearon un polo de atracción comercial y social; en otros fue y cada una de ellas desenvolvió una cultura singular que durante
una esquina -como la de San-Juan y Boedo, o la de Caseros y largo tiempo se mantuvo enfrentada irreductiblemente con la
Rioja, o la de Lope de Vega y Jonte-la que concentró los peque- otra. Hubo una cultura de las clases tradicionales y una cultura de
ños negocios y alentó el encuentro de sus habitantes a la tarde- las nuevas formaciones sociales, esta última escindida a su vez en
cita, después del trabajo, o por la mañana, a la hora de la compra. la de los grupos i11migratorios que mantenían vivas sus tradiciones
Y algunos recibieron el don de un vasto parque público -Centena- populares europeas y en la de los grupos criollos hibridados de las
rio, Patricios, Lezama, Avellaneda- que· conservó largo tiempo orillas.
cierto aire de pampa en el seno de la ciudad. La cultura de las clases tradicionales se alimentaba de sus niíces
Fueron barrios familiares, de gente honesta y trabajadora, aho- criollas y se adornaba con el reflejo de la cultura burguesa propia
rrativa, cuyos objetivos familiares e individuales consistían prima- de París y de Londres. Brilló en el centro, en las residencias aristo-
riamente en mejorar de condición económica y social, en casar a cráticas, en los bailes y en los clubes, en la platea y los palcos del
las hijas y en asegurar un porvenir a los muchachos: una clase po- teatro Colón, en la universidad, en las tertulias literarias, en la tri-
pular con expectativas de pequeña clase media que, a medida que buna de socios del Hipódromo Nacional, en las redacciones d e
crecía, se constituía en el grupo social más significativo de la po- los grandes diarios. Allí se alojó la moda parisiense, el art nouveau.
, blación de Buenos Aires. Pero era una sociedad inestable, puesto luego el modernismo -cuando en 1896 publicó Rubén Darlo Pro-
que se integraba al calor de los ascensos y descensos de clase, de sas profanas en Bu~nos Aires-, y luego el ultraísmo, cuando el
los triunfos y las frustraciones: junto al almacenero próspero es- grupo literario de Florida comenzó a publicar el periódico Martín
taba la "costurerita que dio aquel mal paso"; junto al muchacho Fierro. Era una cultura brillante, sin duda, pero un poco conven-
que conseguía un empleo en un ministerio, el que se desgraciaba cional y, sobre todo, muy dependiente de las novedades de París.
por un estúpido alarde de machismo; junto a la chica que se ca- tan visibles en los escaparates de Harrod's como en la revisra
saba con un rico, la que hunqía su vida en un taller del que salía Nosotros, o en la polémica cotidiana del Café de los Inmortales, n::-
tuberculosa, o la que, deslumbrada por las "luces del centro"," ter- fugio de una bohemia que pintó agudamente Manuel Gálvez en
minaba de "milonguera" en un cabaret; junto al hacán perezoso, el El mal metafísico, o en la evolución de la cocina criolla, alterada por
obrero esforzado que se sobreponía a su fatiga para leer un folleto los mandamientos del C01·don Bleu. Y no era sólo la cultura de las
-·- - - de propaganda anarquista. Era esa sociedad inestable que descu- clases altas, sino también la de las clases medias tradicionales y la
brió Evaristo Carriego, revelándola a través de una sociología en de las nuevas clases medias a medida que lograban integrarse en
verso que era, a la vez, su exaltación sentimental. Un café ofrecía la sociedad tradicional, unas lectoras de Plus Ultra y de La Nació11.
compañía y solaz a los muchachones, un "despacho de bebidas" a otras de El Hogar y La Prensa, unas habitués de Harrod's y otras de
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Gath y Chaves o La ciudad de México; revis~s. diarios, tiendas, mas de comer y sus sistemas de lucha por la vida. Y la coincidencia
confiterias, todos sutilmente signados por un matiz que revelaba tuvo tal vigor, que crearon un habla -ellunfard<r-, un baile y una
el sector de la estratificación social a que respondían. Era una cul- canción -el tang<r- y dieron vida al mismo teatro criollo, que de-
tura constituida. · sembocó muy pronto en una entrañable expresión teatral, el sai-
. En los barrios, en cambio, se constituía una cultura inédita, nete. Los valores de la cultura del Centro no se cuestionaron sino
propia de los sectores inmig[?lltes y marginales, que tuvo dos má~- · que, simplemente, fueron ignorados; las normas se dejaron de
tices distintos. Los grupos de inmigrantes y de hijos de inmigran- lado y se sustituyeron con otras que respondían exactament: a las
tes constituyeron una cultura marginal pero incómoda en su mar- situaciones reales. Considerada en sus elementos, no parecta una
ginalidad y que dio muestras de aspirar a su rápida integración. cultura original,. pero fue inusitada la combinación de los viejos
Subsistían los signos de sus raíces populares europeas: el predomi- elementos y el sentido que se atribuyó a esa combinación. Fue un
nio de una cocina española o italiana, la vigencia de normas éticas formidable experimento, forzado por la presencia y el contac_to
y sociales que correspondían a los lugares de origen, general- de grupos diferentes puestos en una misma _situación, y para qme-
mente aldeas cuyas formas de vida se acomodaban dificilmente a nes la segregación actuó como agente catalizador.
las de la gran ciudad que ya era Buenos Aires. Pero la aspiración Esta cultura marginal que aceptaba su marginalidad y perseve-
al ascenso social forzaba las limitaciones impuestas por la tradi- raba en su peculiaridad coincidía con la cultura marginal ~ue _n_o _
ción y empujaba a las nuevas generaciones a aceptar las pautas es- aceptaba su marginalidad en que ninguna de las dos pod~a \1\'Jr
tablecidas por las clases dominantes: había que abandonar el ge- sin la cultura del Centro. Por eso las dos se entremezclaron y for-
novés o el idish, había que tratar de entrar al Colegio Nacional, maron un vago conglomerado para responder al desafío de la cul-
había que aprender las maneras convencionales de trato. Fue un tura constituida, que era la del poder.
aprendizaje duro. Los grupos que aspiraban al ascenso podían pa- Las culturas marginales se enfrentaron con la cultura del Cen-
recer "guarangos" o "caches" a los ojos de las clases tradicionales tro, y aceptaron las vías de contacto que en cierto moment_o en~­
-que a veces se ponían demasiado "tilingas"-, precisamente por- pezaron a establecerse, y así comenzaron a entrecruzarse rrul su u-
que estaban elaborando, a su modo y para adaptarlo a sus necesi- les hilos entre las dos culturas, que concluyeron por crear una
~dades, el modelo que las clases altas les ofrecían. Ciertamente, la trama común en el Buenos Aires de 1930. ¿Quiénes los tejieron?
elegancia de las chicas de barrio no era la misma que la de las ni- Fue la "milonguita" que quiso abandonar la miseria suburbana
ñas de clase alta, pero aspiraba a serlo, y lo lograba poco a poco. y ofreció compañía pasajera en los cabarets a la juventud dorada.
Esa reelaboración del modelo de la clase alta por las nacientes cla- Fue el político de fuste que buscaba votos en los comités de subur-
- ses medias constituyó una-curiosa aventura cultural del Buenos Ai- bios, comisionaba agentes electorales y contrataba guardaespaldas
res de las dos culturas. entre los muchachos de avería. Fue el cafisho que proveía de .. pro-
Pero no fue ésta la única cultura inédita que surgió en los ba- gramas" al caballero distinguido con "~ulín" puesto. ~ue el tmf
rrios. Al lado y ocasionalmente mezclada con ella, apareció una man que se entreveraba con jockeys, cutdadores y tahures _en lo_s
cultura marginal que aceptó su marginalidad, asumió sus raíces y studs del bajo de Belgrano. Fue el "niño bien" que no podta oh'l-
sus tendencias, y afirmó su peculiaridad. La elaboraron, en los su- darse en casa de lo que había aprendido en lo de Hansen, en los
_ _ _bu_!bios marginales ~e los Corrales, Barracas, la Boca, Palermo, prostíbulos o en los salones de baile. Fue Crítica, el perió~ico de
Nueva Chicago o Nueva Pompeya, paisanos de la llanura e inmi- Botana, que canalizó los valores de la cultura del suburbto }' los
grantes italianos y españoles que entrecruzaron sus sentimientos y volcó en el centro. Fue la calle Corrientes, terreno neutral de las
a veces sus ideas, sus costumbres y sus principios, sus atávicas for- dos culturas, donde una y otra se encontraban a gusto. Fue Maffia
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y Firpo, Contursi y Flores, Carlos Gardel y Rosita Quiroga, que ga- merosa y la represión fue dura con los opositores. Torturadores
naron el Centro con un tango que de milonga se hacía éanción. vocacionales hicieron famosos sus nombres en la ciudad, y ai'los
Fue Soria y García Velloso, González Castillo y Vacarezza, que in- después, cuando se constituyó el nuevo Congreso, fueron denun-
tentaron la épica del conventillo, con el enfrentamiento del com- ciados por Alfredo L. Palacios en un debate en el Senado. Para
padrito y el "cocoliche". Fueron los bodegones del Abasto, las can- entonces, la revolución había desembocado en un régimen sur-
tinas de la Boca, los restaurantes de la cortada Carabelas y los gido de elecciones, y los presidentes Justo y Ortiz mejoraron los
cafés de Corrientes. Fue Olinda Bozán y Arata. Muiño y Simari. . métodos represivos. Hasta se pudo votar libremente en la ciudad
Fue Carlos de la Púa y Last Reason, Arlt y Olivari. Por la presión de Buenos Aires, seguramente en homenaje a la imagen interna-
de la periferia sobre el Centro, las dos culturas se compenetraron, cional del país. ;No sólo se habló de torturas en el Senado. Se ha-
y en la década del veinte quedó a la vista que la integración que- bló también de los escándalos en la compra de armamentos\".se
daría consumada en poco tiempo. habló de las carnes, en un debate memorable conducido por Li-
El crecimiento de las masas radicales lo confirmó. Los mucha- sandro de la Torre en 1935 y en cuyo transcurso fue asesinado en
chos que vivaban al doctor Yrigoyen ganaron el Centro y expresa- pleno recinto el senador Bordabehere.
ban en ese símbolo todo ese bagaje de ideas y sentimientos del su- Entre 1930 y 1943, una paz varsoviana reinó en la ciudad. Las
burbio trabajador tanto como del suburbio orillero. En las fiestas clases altas se sintieron cómodas. Fue una época de cierto brillo_
del Centenario, en l910, las clases tradicionales habían sellado su · cultural, con buenas temporadas líricas en el Colón, conciertos
decisión de mantenerse puras y resistir la contaminación. Hicie- excelentes de música moderna, exposiciones y conferencias en el
ron lo que pudieron desde la escuela, desde la tribuna, exage- salón que en la calle Florida tenía Amigos del Arte, cursos en el
rando a veces un patriotismo formalista. Cuando la nueva socie- Colegio Libre de Estudios Superiores, y una buena difusión de la
dad se manifestó violentamente, a través de las bombas de los mejor literatura europea, de lo que se encargaba la revista Sur.
anarquistas o a través de la protesta de los obreros de Vasena, la Pintores y escultores, muchos recién llegados de Europa, difun-
sociedad tradicional la enfrentó con dureza, a veces desmedida, dían a través de sus obras las nuevas concepciones plásticas, ~· los
- como en la Semana Trágica de 1919, que Arturo Cancela llamó escritores más refinados vertían las influencias de Huxley y de
con ironía "una semana de holgorio". Para recuperar el poder Joyce. Al margen de la cultura, cierto sentimiento aristocratiza m e
que había perdido en 1916, cuando Yrigoyen subió al poder en campeó por la ciudad, manifestado en una sostenida preocupa-
medio de extraordinarias manifestaciones de júbilo popular, recu- ción por la elegancia que acentuó el tradicional empaque del por-
rrió a la conspiración y al golpe de estado. El 6 de septiembre de teño y de la porteña. Florida era todavía una calle un poco t-xclu-
19-30, Buenos Aires se saeudió con el desfile de los cadetes delCo- siva donde la gente se saludaba, y los lugares de reunión est aba n
legio Militar que derrocaron a Yrigoyen y pusieron en el poder a claramente discriminados por grupos sociales, cuyos miembros
Uriburu. Al pasar, cañonearon el Congreso. acataban las reglas del juego: sólo los "petiteros" -como se los lla-
maría poco después- entraban al Petit Café, en Santa Fe casi Ca-
llao, frente al Águila, donde se daban cita las personas mayores. Y
en el Congreso Eucarístico de 1934 se aglutinaron las damas~- los
·J;A- EIUDAD DE- MASAS - - - - ···-·· -··- caballeros de la buena sociedad.
Para el resto de la sociedad la situación fue muy dura. Huhu ce-
La revolución de 1930 inauguró una época crítica para el país, y santías en la administración pública y en las actividades prh·adas.
Buenos Aires fue la capital de la crisis. La dictadura se mostró te- y la desocupación se notó en el centro en el lustre de los trajes \·íe-

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