Está en la página 1de 4

El

Cocinero
Matemático
El vinculo entre la cocina y la geometría vas más allá de las formas y
diseños de algunas presentaciones modernas de los platos. Cuenta el
historiador Herodoto que fue durante el gobierno del Faraón
Sesostris que se inventó una forma de medir la tierra (geometría)
recalculando las lindes de las tierras agrícolas cada vez que se
inundaba el río Nilo. De la agricultura a la alimentación, cocina de por
medio, solo un trazo.
Varios cientos de años después en un colegio de la Chiquitania
boliviana, durante las clases de matemáticas, el profesor Anastasio
Molina rebautizaba a su alumno Luis Felipe Pari: Desde hoy serás
PITAGORAS -era el único en todo el segundo medio que entendía y
aplica su teorema-, sentenció con gesto adusto estirando su barba al
infinito.

En esa época Pitágoras además de asistir al colegio, era ayudante de


un albañil de un electricista y de un arquitecto. Su madre, Francisca
Melgar Pavon, quedó viuda con 4 hijos chicos y con su magro sueldo
que recibía cocinando en el ferrocarril de Santa Cruz, tuvo que
ingeniársela para criarlos, alimentarlos y formarlos. Ella misma habló
con sus vecinos (albañil y electricista) para que su hijo fuera su
ayudante, más que para recibir un pago, aprender algo para la vida.
Cuando dejaba a sus hijos en casa para ir a trabajar les daba las
instrucciones de cocina, cantidades, proporciones y tiempos exactos
de cada plato, y él los cumplía con sus hermanos siguiendo la
posición de la sombra que proyectaba el sol sobre una marca en el
piso que su madre trazó. Sin proponérselo, Francisca propició
escenarios donde el niño Pitágoras resolvía todo con cálculos y
proporciones. El arquitecto de la obra donde trabajaba como
ayudante le confió hacer las medidas de una pared. 7 por 14.2, repite
en voz baja mientras me cuenta y recuerda cómo les enseñaba a sus
compañeros de obra, que le doblaban la edad, a dividir el metro en 7
tramos. En sus oficios de electricista, jardinero del barrio y como
cocinero, calculaba en secuencias de 3, como si dibujara triángulos
lógicos que lo ayudaran a resolver la realidad.
Músico, albañil, jardinero, carpintero, electricista, artesano, cocinero y
ajedrecista. Se aproxima a lo que emprenda con una enorme caja de
herramientas. Vendió Somó (bebida a base de maíz blanco) por 10
años en la plaza del pueblo de San José de Chiquitos. Estar parado
tantas horas llegó a agotarlo y fue cuando un menonita le ofreció un
quiosco e inmediatamente proyectó una representación gráfica de su
futuro en él, cocinando, sirviendo y cómodamente sentado viendo
comer a sus clientes.
3-5-7
7-10-12
12-15-17
10-15-18
20-25-30

Fue su respuesta cuando le pregunté por sus inicios en el quiosco. Me


resumió sus primeros cinco días en número de platos vendidos en la
mañana, tarde y noche. Su madre lo preparó para ganar, pero sobre
todo para perder, y gracias a esto último forjó su vocación y
capacidad de resistir y esperar para cuando esos números se
multiplicaran. Es mejor perder trabajando que perder sin hacer nada,
le dijo a su hija una noche en que ella le recriminó salir al quiosco a
vender en plena lluvia. Esa noche vendió todo.
Pitágoras se eleva sobre la generalidad de un teorema matemático y
aplica su lógica a su entorno más próximo: “deberían hacer cuñapes
(pan de queso y yuca) y pan de arroz para los desayunos escolares y
con eso nuestros niños se alimentarían mejor(1), les darían más
trabajo a las horneras tradicionales(2) y el Municipio sería más
querido(3)”. De nuevo dibuja un triángulo virtuoso.

Ha trabajado toda su vida y me cuenta que les dejará el quiosco a sus


dos hijas, mientras que con los ojos húmedos de orgullo narra
emocionado la visita de su hijo Luis Fernando, quien se graduó de
Doctor y va rumbo a una maestría.

Pronto terminará de construir su casa y en ella hará la Tranquera, un


hogar para todos sus talentos, donde dos líneas importantes serán la
artesanía y la música, y la que se elevará sobre ellas será la cocina que
celebrará entre otros platos, el locro, el majau de pato y el Somo.
Pitágoras filosofa que si nada nos puede salvar de la muerte, la cocina
si nos puede salvar de la vida.

Andrés Ugaz

También podría gustarte