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Camino por tus veredas con la certera sensación de que ya no nos pertenecemos. Quizás nunca lo hicimos.

Me sacudo
recuerdos de los hombros, de la espalda, de mis pies cansados de tantos pies-vereda-apuros-compras-frenar-semáforo en
rojo, esperar, cruzar, girar, gritar. Y seguir pateando calles, desandando historias, cementando encuentros de años y
agonías prolongadas.
Tu promesa de anonimato me llevó hasta vos. Tus espacios infectados de contornos- óvalos sin ojos-mirada, ni boca-
palabra. De oídos sepultados bajo música o conversaciones-auriculares. De narices contraídas por el smog, la basura de
contenedores, la mugre de perros-personas-tirados-tratados como animales. Tus cafés en cada esquina, tu sol en días
diáfanos y frescos, rondando por esporádicas plazas. Otros aires, otras gentes, otras ideas, danzaron.
Busqué sin encontrar, y encontré sin buscar. Amistades, pasiones, letras y un sentido.
¿El resto?
El resto es historia.
El encanto de mirar sin ser mirada me llevó a descubrir ojos tristes y deseosos del encuentro. Gargantas apretadas de
broncas e inequidades, con ansias de liberarse. Sonrisas contenidas que se expandían al infinito ante un simple buen día.
Pieles resquebrajadas por falta de caricias. Estómagos con hambre de amor.
Imposible no conmoverse por la indiferencia.
Los ruidos-relojes-caos de un tiempo que se agota. Los subtes-bondis-vahos de viajes que vejan.
De a poco me vas soltando. No sin dolor, saludo desde abajo balcones, cúpulas, rejas y cielos recortados.
Una parte de mí quedará, anudada a una pasión. Viajará a diario a encontrarse con ella.
El resto
ya está en otra parte.

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