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Julieta 1

Claroscuro

Un rayo de sol se estrella sobre mi antebrazo provocándome un hormigueo incesante. La opción de subir la
ventanilla de vidrio polarizado me tienta, pero el calor dentro del coche es insoportable.
Y sí, diciembre en latitud sur: día de la virgen, armar el arbolito, final de clases, reuniones, solsticio de verano,
caos, calorpegote, comprasregalosnavidad, Nochebuena, nochemala, quemadelmuñeco, findeaño, demundo. Fin
de vida.
Afuera.
Veinticinco de diciembre y la multitud con las chicharras al sol recto del mediodía. Brindando con sus risas,
sudando saludos y felicidades en mejillas y palmas de manos.

Adentro.
Me ahogo. Inspiro fuerte. Expiro tilos, jacarandaes, rosas, claveles y calas. A mi lado, cabizbajo mi primo, se escarba
las uñas. Y más allá, los anteojos oscuros de mamá se pierden mirando por la ventanilla opuesta.

- No soporto el calor, le voy a decir al chofer que prenda el aire ¿tendrán aire estos autos?
Deberían, porque en realidad son para cualquier estación. Y para andar con las ventanillas subidas, ahora
que lo pienso ¿no? ¿ustedes que opinan? ¿hola?

Silencio sepul…

- ¡¿Qué?! – dice mamá al rato mientras mi primo circunda el globo ocular derecho alrededor del párpado.
- Nada – le respondo.

Le pido al cochero que prenda el aire. Que suba las ventanillas. Que lo ponga bien fuerte. Que vaya más rápido.
Que tome un atajo. Que se desvíe y vaya a la semana pasada, al mes pasado, al año pasado, al
milnovecientosochenta y …

Apoyo mi sien en el vidrio turbio que no empaña los chicos en la calle que corren y gritan, gritan y juegan, juegan
y ... sus risas estrepitosas se frenan bajo nuestro paso. Veo el verde fluorescente de las hojas, el azul torturador del
cielo, el sol que no para de expandirse y mirarme con sorna.
Acá adentro, respiraciones, pensamientos y relojes congelados.
La vida se detiene a nuestro paso por las calles, para luego de segundos reanudarse.

Fantaseo que en el coche de atrás, donde viajan mi hermano, mi tía y mi papá, están comiendo sándwiches,
alfajores y gaseosas de una canasta de picnic con las sobras de la celebración de anoche. ¿Celebración? Bueno,
reunión familiar.
En el de adelante, mi tío controla la mirada y la presión de mi abuela mientras mi primo, que nunca habló
demasiado, bosteza.

Y más adelante, encabezando la procesión, mi abuelo se pregunta cómo terminó el partido. Se tuvo que ir en la
mitad y luego nadie le contó que hizo dos goles en el segundo tiempo.

Me dan ganas de salir corriendo del auto y hasta alcanzarlo, y gritarle desde afuera de la ventanilla: Ganó, abuelo,
ganó.

Pero la anestesia del mundo me toca las piernas, me duerme las cuerdas vocales, las manos, el alma.
Julieta 2
Claroscuro

La caravana traquetea.
El empedrado sacude las moscas que perforan mis oídos.
Los árboles invaden las casas que ralean y las sombras de nuestros rostros. Surgen puestos de ventas de estampitas,
estatuillas, velas y flores.
Surcamos el arco de cemento. Seguimos otras huellas que nos alejan de la entrada. A una salida sin salida.
Estacionamos.
Abro la puerta y una bocanada de calor se cuela. Dulce y pegajosa lucha con el invierno de las bóvedas.
El frio me eriza la piel.
Pequeños rayos de sol se cuelan entre el follaje.
Camino siguiendo al resto, sin saber, si querer.
Sin comprender.
Uno, dos, tres…seis hombres lo toman, lo elevan, lo sostienen, lo llevan hasta destino
Me pregunto porqué sólo tienen que ser hombres, yo también quiero.
Uno, dos, seis hombres lo sumergen en el fondo.

Una palada de tierra


Dos, tres,
mil

Un clavel blanco
y dos rojos

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