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DOCTRINA\CRIMINOLOGÍAAlgunas reflexiones sobre


la idea de justicia en el pensamiento de Kant.
Por Jorge Ariel Bettini Sansoni
Publicado el 08.09.2009
1) Prólogo.
La justicia, su esencia, sus propiedades, y en
particular uno de sus aspectos más sensibles, la pena,
han sido abordados por la epistemología como ciencia
del conocimiento.
Entre los autores que trataron el tema, aunque sin
escribir un libro específico, encontramos a Emanuel
Kant.

No obstante ello, sobre el pensamiento de este


autor, que es considerando, y vaya deliberadamente
la redundancia, el más “ilustre” de los pensadores de
la “ilustración”, se montan en la actualidad muchos
de los discursos jurídico-penales liberales.
Sin embargo, en el ámbito dinámico del derecho,
fue considerado desde garante del derecho penal
liberal -al pregonar la idea del hombre como fin y no
como medio-, a partidario de la venganza talional
como fin de la pena[1].

Reflexionar, en clave kantiana, permitirá una


pequeña aproximación a sus deducciones sobre la
justicia y la pena.

2) Brevísima reseña del hombre y su obra.


Emanuel Kant nació en Prusia en el año 1724. Su vida
modesta y austera no le impidió doctorarse en
filosofía, llegando a ser uno de los más grandes
filósofos modernos. Su actividad intelectual abarcó
además matemática, física, geografía, antropología,
lógica y metafísica, caracterizándose por el ejercicio
permanente de la reflexión y la meditación. Sus
formadores auspiciaron su carrera eclesiástica. No fue
ajeno al enfrentamiento del siglo XVIII teórico entre
los partidarios de la razón[2] y de la percepción[3],
como medios exclusivos y antagónicos de adquisición
de conocimiento. En este período, el que el desacople
con la prioridad empirista de la Inglaterra industrial,
hizo necesario que la razón en la Europa continental
se elevase a tema central En este escenario, la
doctrina de Kant, sin perjuicio de haber sido la que dio
mayor tratamiento al tema de la razón, pretendió
situarse a igual distancia de estas dos posiciones. Su
lógica identifica dos clasificaciones de conocimiento, a
priori y a posterori, analítico y sintético, y admite que
todo juicio de la experiencia, como tal es sintético,
porque sería absurdo fundar un juicio analítico en la
experiencia. Dentro de este marco teórico de
adquisición de conocimiento y fundamentación de los
conceptos, aparece su concepción sobre la justicia, no
en un tratado específicamente dedicado al tema, sino
disperso en muchas de sus obras; sin perjuicio de lo
cual perdura en la actualidad con consecuencias
prácticas. Su corriente de pensamiento, llamada
filosofía crítica o racionalismo, se plasma
principalmente en sus obras Critica de la razón pura,
Metafísica de las costumbres y Crítica de la razón
práctica. Fue censurado por Federico II de Prusia, y
como opositor al derecho de rebelión, acepto la
interdicción hasta la muerte del monarca. Falleció en
su país de origen en el año 1804.
3) Su concepción de la justicia.
La concepción de la justicia puede extraerse por
ejemplo sus obras Teoría y praxis y Metafísica de las
costumbres.Ante todo cabe preguntarse si Kant
puede considerarse un filósofo iusnaturalista o un
defensor del positivismo jurídico.Si bien algunos
autores[4] lo ven en una posición intermedia entre
iusnaturalismo y positivismo, según la cual algo podría
ser derecho sin satisfacer ciertos criterios de justicia,
pero al mismo tiempo, la positividad no constituiría el
último criterio jurídico, resulta evidente que para
Kant, la existencia de leyes externas, es decir, jurídicas
en expresión kantiana, naturales, es decir, a priori y
por lo tanto, no-positivas.Al afirma que es necesario
buscar la fuente de los juicios jurídicos en la razón y,
de ese modo erigir los fundamentos de una posible
legislación positiva con contenido justo, se allana el
camino en cuanto a su pertenencia. Si a ello
agregamos que consecuencia directa de esta
búsqueda, fue la racionalización de algunos principios
tales como la legalidad, culpabilidad y
proporcionalidad de la pena, y que, fue más allá que
la afirmación positiva “debes obedecer al legislador”
como fundamento del derecho, afirmó que es
necesario buscar la fuente de los juicios jurídicos en la
razón y de ese modo erigir los fundamentos de una
posible legislación positiva justa, sin duda, debe
calificárselo como iusnaturalista racional.

4) Principios centrales de su filosofía jurídica. Las


líneas centrales de la filosofía jurídica kantiana han
sido definidas por Manssini Correas[5] a través del
siguiente periplo: 1) la normatividad práctico-moral
no puede tener su fundamento, ni en datos empíricos
ni en afirmaciones meramente dogmáticas, 2) debe
consistir en una intuición-construcción de la razón
pura práctica, que funcione como forma de todos los
posibles contenidos de la moral y que revista carácter
universal, para alcanzar así la objetividad que faltaría
a la razón meramente subjetiva o empírica, 3) esta
intuición de la razón pura práctica se concreta en un
imperativo categórico, es decir, incondicionado e
excepcionable, que provee el paradigma o principio
regulativo de todo deber moral, 4) los contenidos de
la moral serán determinados por la autonomía o
capacidad de autoformación del sujeto, que de ese
modo resulta ser autolegislador y se libera de toda
constricción heterónoma o externa del mismo, 5)
casualmente por esa autonomía es posible hablar de
dignidad de la persona y por ello debe ser tratada
siempre como un fin y no como un medio. Ya dentro
de estas líneas de pensamiento, aparece la justicia
como garantía en sentido amplio para el individuo
frente al poder punitivo del estado, la cual es
producto de la razón e imperativo categórico más allá
de la ley positiva. Pero paradójicamente, ello
acarreaba en el pensamiento de Kant dos
consecuencias tal vez criticables: la severidad talional
para quien a través del delito viola las normas de la
justicia (para evitar la vuelta al estado natural) y la
inexistencia de derecho a la oposición cuando el
estado es el trasgresor (para evitar la anarquía del
antiguo régimen)[6]. Es que en algún aspecto, no se
encontraba muy alejado a Hobbes, pues el imperativo
categórico solo era posible en el estado civil, y fuera
de el no se concebía, porque imperaba la guerra o la
constante amenaza de caos. El principio racional que
debe presidir toda legislación ética para que ésta sea
tal ha de ser, según Kant, el llamado imperativo
categórico, es decir un mandato valioso de la
conciencia sin ningún tipo de condicionamiento.

Se enuncia de la siguiente manera: obra


únicamente según máxima tal que puedas querer al
mismo tiempo que se torne ley universal, es decir,
que lo que quiero para mi en tales circunstancias,
también lo quiero para todos los hombres en las
mismas circunstancias, nunca debe nadie tratar a los
demás como un simple medio sino como un fin en si
mismo[7].Bajo esta regla de oro, el derecho es el
conjunto de condiciones bajo las cuales el arbitrio de
uno puede conciliarse con el arbitrio de otro según
una ley universal de libertad. Una acción es conforme
a derecho cuando permite, a la libertad del arbitrio de
cada uno coexistir con la libertad de todos según una
ley universal.Así señala Kant textualmente en sus
lecciones de ética, que no existe nada más sagrado
que el derecho del prójimo.Determina además las
condiciones para que algo pueda ser pensado como
derecho y el modelo a que todo derecho ha de
adaptarse para constituirse como tal. En este
principio se encuentra el “fundamento de toda
posible legislación positiva” y “el criterio general para
reconocer tanto lo justo o lo derecho como lo injusto
lo no derecho.
5) La libertad como derecho originario. El principio
regulativo del derecho es estudiado desde varias
perspectivas: libertad, acción recíproca y derechos
innatos o naturales. La libertad, en la medida que
puede coexistir con la libertad de cualquier otro
según una ley universal, es este derecho único,
originario, que corresponde a todo hombre en virtud
de su humanidad. Al tener a la libertad como principio
regulativo, la legislación justa debe referirse
fundamentalmente a conductas de carácter negativo,
es decir a abstenciones u omisiones; el deber
propiamente dicho corresponde al ámbito de la ética,
no al del derecho, en el cual ese deber repercute solo
posteriormente.Es por ello que señalé al inicio que
sobre sus ideas se ha montado el derecho penal
liberal, al reducir el autor la faceta impositiva a
prohibir solo aquello que pueda molestar el uso libre
de la libertad de los demás. Con esta idea, producto
de la razón, se ataca en la actualidad al voluntarismo
del derecho penal que se manifiesta en determinados
institutos, por ejemplo la penalización de la tenencia
de estupefacientes, la reincidencia, algunos delitos de
omisión, la profusión de normas penales en leyes de
contenido administrativo. El derecho aparece, por lo
tanto para el profesor de Prusia, como una ley
permisiva a favor de cada individuo que jamás lo
obliga a una actitud positiva hacia los demás.Cada
hombre es un mundo cerrado sobre si mismo sin
ninguna obligación (jurídica) con los demás, que no
fuese la de respetar formalmente en ellos la misma
libertad que cada uno posee.
6) Principios a priori del estado de derecho. Según el
Kant, el estado se funda en los siguientes principios a
priori: 1) la libertad de cada miembro de la sociedad,
en cuanto hombre; 2) la igualdad de éste con
cualquier otro, en tanto súbdito; 3) la independencia
de cada miembro de una comunidad, en cuanto
ciudadano. Estos principios no son leyes que dicta el
estado ya constituido, sino más bien las únicas leyes
con arreglo a las cuales es posible el establecimiento
de un Estado en conformidad con los principios
racionales puros del derecho humano externo en
general. A ello agrega su profunda oposición a un
estado paternalista en el cual el gobierno que se
constituyera sobre el principio de la benevolencia
para con el pueblo, al modo de un padre para con sus
hijos, en el que los súbditos –como niños menores de
edad incapaces de distinguir lo que es
verdaderamente beneficioso de lo perjudicial- se ven
obligados a comportarse de manera meramente
pasiva, aguardando sin más del juicio del jefe del
estado como deban ser felices y esperando
simplemente de su bondad que éste también quiera
que lo sean.
Categóricamente dice que un gobierno así es el
mayor despotismo imaginable, se trata de una
constitución que suprime toda libertad a los súbditos,
los cuales no tienen entonces ningún derecho. Con
todo ello resulta claro que la felicidad (propiamente
incapaz de constituirse en auténtico principio)
también conduce al mal en derecho político, tal y
como lo hacía en la moral, por óptima que sea la
intención que se proponen sus defensores. El
soberano que quiere hacer feliz al pueblo según su
concepto se convierte en déspota. El pueblo no
quiere renunciar a la general pretensión humana de
ser feliz y se vuelve rebelde.

Kant es hostil a las leyes paternalistas, en la


medida en que ellas implican tratar a los individuos
como niños inmaduros que no pueden distinguir lo
que es realmente útil o dañoso para ellos mismos.Las
notas centrales de su visión de la justicia son el
autonomismo, la liberación total del mundo del
espíritu sobre el mundo de la naturaleza en base a la
autoconciencia y la libertad del sujeto, como única
emergencia sobre el fenomenismo científico, se
convierte en absoluto. Ni la naturaleza, ni la sociedad,
ni Dios pueden dictar legítimamente al sujeto cual ha
de ser su conducta en la vida social; menos aún
pueden establecer en que radica la felicidad o la
perfección humana, y prescribir normas ordenadas a
su conducción.
7) Los límites que el derecho postivo puede imponer
al individuo. El paradigma kantiano de la autonomía
humana se traduce en la elección arbitraria de sus
fines por parte del sujeto y la elaboración de su
propio y personal “plan de vida”, sin más límites que
el de la abstención de interferencia con los planes de
vida de los demás.
El principio antiperfeccionista, parte de la premisa de
que el único objeto de valor incondicional para los
seres humanos es la libertad humana de elección y de
acción considerada en si misma.
El principio fundamental de la moralidad es estar
obligados a adoptar máximas de acción que preserven
o promuevan la libertad de cada uno en la mayor
medida compatible con una libertad similar para
todos los demás.
Por lo tanto, no existe otro bien moral intrínseco más
que la autonomía y los contenidos concretos de la
elección y acción humanas habrán de ser
determinados por cada sujeto autónomamente, con
la única condición de su posible universalidad. De este
modo la ética deja de ser el arte de la vida buena o la
búsqueda racional de la perfección humana, para
transformarse en el mero ejercicio de la libertad bajo
leyes universales.
No es necesario ningún acuerdo acerca de la
naturaleza del bien en si mismo, en la medida en que
los miembros de la sociedad concuerdan en la
prioridad del derecho individual de elegir, en la
máxima medida compatible con la libertad similar de
los demás.

El derecho positivo que pretenda ser justo, deberá


respetar en consecuencia la siguiente máxima: todas
aquellas conductas que no causen daño directo a
otros individuos son intrínsicamente legítimas y no
pueden ser penadas. En especial este principio veda
moralmente el establecimiento de normas coercitivas
que impongan ciertos contenidos morales a través de
la amenaza de pena, tales como la prohibición de la
pornografía, la tenencia de drogas, el mero desacato,
porque una sociedad justa es aquella donde la
legislación se limita específicamente, conforme a un
principio universal y categórico, a prohibir aquellas
conductas que causen algún daño a otros individuos,
o que de algún modo interfieran con la actividad de
los demás ordenada al logro de su personal
concepción de la felicidad o del florecimiento
humano.
En sentido contrario, resultará inmoral e ilegítima y
constitutiva del peor de los despotismos toda
legislación o acción de gobierno que intente de algún
modo prohibir la realización de conductas públicas
inmorales que no aparezcan como dañando
directamente la integridad o el uso de la libertad de
los demás, así como la promoción, mediante la acción
estatal, de ciertos y determinados tipos de conducta
considerados como moralmente valiosos o
conducentes a la felicidad humana.
El fundamento de este principio categórico radica en
el valor absoluto y sagrado de la autonomía de las
personas, en especial en lo que se refiere a la elección
de los contenidos del bien humano, autonomía que
no puede ser coaccionada ni orientada, ni promovida
por la acción del estado sobre la base de las ideas más
o menos establecidas en la sociedad acerca de los
constitutivos de la perfección humana.
7) Criticas a la filosofía jurídica de Kant.
La primera y clara critica que puede realizarse a la
idea Kantiana de justicia, es la insalvable
contradicción lógica entre: a) considerar al hombre
solo como fin y nunca como medio y b) considerar al
hombre como medio al justificar la pena que se le
aplica en el fin de preservar la seguridad social.
En segundo lugar, su mentada negación del derecho
a la resistencia o rebelión para evitar la anarquía, lo
colocó en su momento como más cercano
aldespotismo ilustrado.
También es difícil de digerir para un estado que
presuma respetuoso del ser humano, la severidad
extrema de concebir a la venganza talional como
condición esencial de la paz y garantía de evitar la
vuelta al estado natural.
También puede criticarse la negación absoluta de la
noción de bien común o de cierta protección
paternalista, pues en todo estado existen ciertos
bienes colectivos valiosos además de la autonomía
personal, y que justifican la aplicación de normas
jurídicas que los tutelen.
Sin embargo, como conclusión de este brevísimo
trabajo, no puede desconocerse el aporte de llevar a
través de la razón, el análisis de las posibilidades y los
límites, a un derecho en su faz negativa, es decir
prohibitiva y sancionatoria, limitado; más allá que en
este pensador del siglo de las luces, existieran algunas
sombras que la propia luz no puede evitar proyecta

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