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UNTREF/Movimiento de las ficciones

Rosario Gill Estévez


Cuerpos mutantes: crónicas de la fuga
Partir, evadirse, es trazar una línea.
(Deleuze 1980, 45)

En un mundo en el cual se busca limitar y gerenciar los modos de ser y de estar, en el que
las máquinas de producción de subjetividades fabrican la relación de los hombres con el otro y
consigo mismos para mantener el orden: ¿es posible la fuga? Una de las opciones siempre ha
sido el viaje. Dice Deleuze que “El viaje siempre supone una manera de reterritorializarse, de
encontrar a su padre o a su madre (o algo mucho peor)” (1980,47). Esa reterritorialización se
inicia en la desterritorialización, en la partida de los personajes hacia nuevos horizontes, hacia
otra vida. El cuerpo puede ser el escenario en el cual se pone en escena la fuga. El objetivo de
este trabajo es acercarnos a la puesta en escena de distintas formas de desterritorialización y
reterritorialización, a partir del análisis de El animal sobre la piedra de Daniela Tarazona y
Romance de la negra rubia de Gabriela Cabezón Cámara. En el primero, a partir de un viaje
tras la muerte de su madre, el cuerpo de Irma es protagonista de una metamorfosis animal. En el
segundo, en una comunidad de artistas ocupas, un cuerpo se prende fuego para resistir un
desalojo y padece distintas mutaciones como la santificación del mártir y la cara sin rostro de un
líder político, entre otras. Proponemos entonces que ambas obras ponen en escena cuerpos que
mutan, y al hacerlo exhiben el procedimiento de procesos de singularización subjetivos, fugas
contra la industria de la identidad.
En el texto Micropolítica: cartografías del deseo, Guattari y Rolnik plantean que los
modos de producción no funcionan únicamente a partir de los valores de cambio y las
semióticas monetarias, sino a través de un modo de control de la producción de la subjetividad:
“…una subjetividad de naturaleza industrial, maquínica, esto es, esencialmente fabricada,
modelada, recibida, consumida”(Guattari Rolnik 2013, 37) Existen máquinas de producción de
subjetividad que no operan de manera uniforme sino que varían de acuerdo al sistema en el cual
están inmersas (más o menos territorializadas) y cuyos productos constituyen la materia prima de
las fuerzas productivas. La producción de la subjetivación se vuelve efectiva a partir de un
sistema de conexión directa entre las máquinas productivas, las máquinas de control social y las
instancias psíquicas que definen la forma de percepción del mundo. El cuerpo es el escenario
sobre el cual se inscriben la producción en serie de subjetividades, que consumen el producto
como mercancías efímeras, que van mutando de acuerdo con los movimientos del mercado. Sin
embargo, esta flexibilidad podría volverse una forma de la resistencia.
Deleuze en el artículo “Posdata sobre las sociedades de control” afirma: “No se trata de
temer o de esperar, sino de buscar nuevas armas.”(Deleuze 2005, 116) ¿Cuáles podrían ser esas
armas? Guattari y Rolnik proponen que la tentativa de control social a través de la producción
de subjetividad en serie, choca con factores de resistencia, es decir, procesos de diferenciación
permanente que los autores llaman “revolución molecular” cuya característica principal “…no
es solo una resistencia contra ese proceso general de serialización de la subjetividad, sino la
tentativa de producir modos de subjetivación originales y singulares, procesos de singularización
subjetiva.” (Guattari Rolnik 2013, 64) La función de la singularización se da en procesos de
reapropiación de la subjetividad que vectorizan la problemática general de los componentes de
transformación molecular, que crea líneas de fuga. Los cuestionamientos al sistema se
constituyen en virus que contaminan el cuerpo social en relación con el consumo, la producción,
la vida cotidiana… “Son revoluciones moleculares creando mutaciones de la subjetividad,
conciente e inconciente, de los individuos y los grupos sociales.” (Guattari Rolnik 2013, 66) La
revolución molecular consistiría no solo en producir condiciones para una vida colectiva, sino
también en la encarnación de la vida para uno mismo, tanto en el campo material como en el
subjetivo. Estos procesos de subjetivación frustran los mecanismos de interiorización de los
valores y abren la posibilidad de una reapropiación de los medios para subvertir la modelización
de la subjetividad: “Una práctica política que persiga la subversión de la subjetividad que
permita un agenciamiento de singularidades deseantes debe investir el propio corazón de la
subjetividad dominante, produciendo un juego que la revele, en lugar de denunciarla…”
(Guattari Rolnik 2013, 44)

El animal sobre la piedra propone mostrar el registro progresivo de las mutaciones de


cuerpo de mujer a animal. El texto comienza con la intrusión de un gato en la casa de la
protagonista que orina debajo de su cama y luego escapa. En principio lo animal aparece como lo
otro, y la fuga como una posibilidad de desterritorialización. La muerte de la madre es lo que
provoca en la protagonista la voluntad de escapar y de salirse de su cuerpo: “Yo no estoy
enferma. Quiero escapar. Ansío la fuerza que me llevará a hacerlo” (Tarazona 2011, 10)/ “No
quiero estar en mi cuerpo..”(Tarazona 2011, 11). La mutación comienza con la voluntad de la
fuga: “Siento el peso de mi cuerpo y su vigor es real. Voy a ganar vitalidad cuando habite aquel
sitio. Los cambios en mi organismo ya comenzaron.”(Tarazona 2011, 11) Las primeras
transformaciones generan en la protagonista fascinación y se manifiestan en la percepción y la
elasticidad de los músculos como una “nueva realidad”. El viaje que emprende funciona como
pasaje,como tránsito de la transformación, a partir del cual no solo deja atrás su casa sino
también los recuerdos de la madre y la hermana cuando se propone: “He decidido tener una vida
feliz”(Tarazona 2011, 17).

La selva, lo animal, el cuerpo mutado, primero aparecen en un sueño: “Supe que no era
capaz de detener los cambios de mi cuerpo- yo no lo gobernaba y con el sueño confirmé mis
convicciones...”(Tarazona 2011, 18). La mutación comienza con la orina, la digestión y sigue
con la piel y el tacto. La piel comienza a desprenderse hasta el punto de despellejarse. Luego de
esto viene el capítulo titulado “La muerte” que no casualmente inicia de la siguiente manera: “He
llegado a mi destino, estoy aliviada.”(Tarazona 2011, 24). La muerte de la madre aparece como
un recuerdo asociado al dolor. Contrasta con el presente: “En este nuevo lugar solo existo yo y,
en mi pasado, los muertos...”. La protagonista comienza el proceso de subjetivación a partir de
las mutaciones de su cuerpo y la separación de su propio pellejo que ella misma reconoce como
su pasado: “ El pellejo es mi historia...”(Tarazona 2011, 26), y que no casualmente decide tirarlo
a la basura. Luego de la desterritorialización que implica este acto de desprenderse, viene la
confusión el desconocimiento de sí: “Me encuentro en un estado de confusión sostenida. Hace un
momento pensé que estaba desnuda, miré mi cuerpo y lo desconocí.”(Tarazona 2011, 27).
Posteriormente llega el deseo de posarse en una piedra, comienza la reterritorialización, pero
también el deseo de dar testimonio de la mutación, de la fuga, de la singularización. En este
sentido lo humano y lo animal aparecen como parte de este proceso de singularización. El
devenir animal se da en el desconocimiento de los modos de ser, estar y desear de ese cuerpo
mutante. La conformación de la comunidad anómala que forma con el hombre y el oso
hormiguero también articula y cuestiona los límites de lo humano y lo animal. La mirada del
hombre es clave ya que la observa como si fuera “...un animal nunca visto...” (Tarazona 2011,
32). . Todos conforman entonces una comunidad anómala que se ubica en un entrelugar de lo
animal y de lo humano.
En este proceso de singuarización, ocurre un reconocimiento del devenir animal: “... me
sé más animal desde que llegué.”34 “...yo siempre me sentí anfibia..”(Tarazona 2011, 35). La
mutación llega a un punto tal que se modifica su aparato sexual, su modo de respirar, etc. La
protagonista decide devenir en reptil. Sin embargo el compañero la sigue percibiendo como
mujer. En esta singualrización, la protagonista recuerda su deseo de maternidad, sin embargo
imagina formas de apareamiento animal y realiza instintivamente el acto reproductivo: “El
instinto me lleva a sentarme encima, desnuda, y pego mi nuevo sexo a esa mancha de semen
sobre la arena.”(Tarazona 2011, 41). El embarazo se concreta con una voz que dice que está
embarazada y la duda acerca de qué especie será aquello, pone en escena el cuestionamiento de
los límites entre lo humano y lo animal, y la singularidad de esta nueva subjetivación. El espacio
hospitalario aparece como escenario, en un ambiente entre onírico y confuso, esto funciona como
parte del efecto fantástico. El médico, la enfermera, el sanatorio nos llevan a pensar hace cuánto
que la protagonista está allí, pone en duda la veracidad del testimonio.
El proceso de singularización puesto en escena en la mutación cuestiona los límites de lo
humano y así también aparece lo monstruoso: “Estoy compuesta por fragmentos, no soy un
animal completo y, desde esa carencia, resulto extraña para quienes sí lo son.”(Tarazona 2011,
56).
El proceso sigue con la pérdida de la memoria y fragmentos de recuerdos como el viaje
en tren. Luego la caverna, la cresta, el veneno… La protagonista tiene una epifanía : “La
tormenta me enseñó el sentido de mis mutaciones…” (Tarazona 2011, 69), en la cual se explicita
la desterritorialización y la reterritorialización en el proceso de singualrización: “Mi madre y mi
hermana presentaron los mismos síntomas. Soy de aquella estirpe, aunque he logrado la fuga.
Estoy viva. Alcanzaré la consagración a través de mis actos. Por eso estoy embarazada, quiero
procurar la descendencia, reproducirme.”(Tarazona 2011, 69) Es posible interpretar el embarazo
de manera doble: por un lado como resto de su subjetivación industrial como mujer madre; por
otro como fundacional de la nueva especie.
A medida que avanza la novela lo animal va poseyendo lo humano: camina en cuatro
extremidades, se le dificulta la escritura y esto hace que sea el compañero quien escribe, muda la
piel… Este devenir animal trae un cuestionamiento sobre la identidad que problematiza cuál es el
límite de lo humano, la misma protagonista se pregunta: “¿Ya no soy una persona?” (Tarazona
2011, 77). Sin embargo la subjetivación del enamoramiento aparece poco después de este
cuestionamiento como resistencia de lo humano: “...escribió mi nombre como lo pronuncié. Fue
entonces que me enamoré de él...”(Tarazona 2011, 78).
El embarazo avanza y aparece la idea de la descendencia como un modo de trascender el
yo. Cuando llega el momento del parto, el entorno natural, sin embargo inmediatamente después
el espacio hospitalario instala nuevamente el efecto fantástico. Los diálogos con la enfermera y
la situación de anestesia de la protagonista colaboran con este efecto. El huevo es lo que falta.
Finalmente la protagonista lo encuentra, y la novela finaliza con el reconocimiento de que el
huevo estaba vació. Dijimos que el embarazo se podía interpretar de manera doble, también el
huevo vacío: no hay descendencia porque los restos de subjetivación industrial de mujer madre
también deben mutar, como lo hizo el cuerpo; no hay descendencia por lo singular de la
experiencia y la imposibilidad de la reproducción en serie de la misma.
La nouvelle Romance de la negra rubia, comienza buscando una génesis, un punto de
inicio para contar la cronología del desalojo y de la “santidad” de la protagonista. La protesta, la
lucha, los cuerpos que resisten:

Todos con la fuerza de un dolor nuevo al que los cuerpos se resistían soltando lágrimas con caudal intermitente (…)
se sacudían los cuerpos de los deudos, gritaban los más chicos de los míos asustados por esa fuerza desconocida que
les estaba tomando cuerpo y vida y que en unos días los tendría dominados y casi reducidos al silencio. Primero se
le resiste, pero el dolor gana y reina como una triple gravedad sobre el dolorido: le pesa, le gasta energía, lo abate
hasta la horizontalidad y la voz… (Cabezón Cámara 2014, 21)

El cuerpo que resiste es un cuerpo que duele. Dentro de los cuerpos que resisten, uno se
singulariza y se prende fuego. Como plantea Butler, el cuerpo se vuelve el escenario de actos. En
este caso, al no estar reglamentado, se constituye en un espacio de contaminación, en una
herramienta de poder, de singularización, y por qué no, de reapropiación de la subjetividad. El
acto heroico de la protagonista es realizado mediante el mero impulso de un cuerpo afectado por
la merca y el alcohol. La misma narradora dice:

Pero hice todo al revés, eso me parece hoy. Debería haber incendiado a canas y judiciales en vez de volverme bonza. La merca
me pegó peor que nunca antes en la vida y debo decir que nunca me pegó del todo bien. Se le habrá sumado el whisky, que ya en
la quinta botella era marca nacional…( Cabezón Cámara 201425)

Por eso ahora nos centraremos en la cronología y las mutaciones de este cuerpo. Primero, la
resistencia consiste en sobrevivir: “Así me sentí esos meses puro cuerpo en resistencia, las
células trabajando para conservarse juntas, los órganos esquivando a la mortal entropía. Entraban
drogas legales y salían los desechos y yo no pensaba en nada, apenas si deliraba una especie de
mal sueño…” (Cabezón Cámara 2014, 32)
Luego, el cuerpo con el rostro quemado despierta y se vuelve otro, cuyo deseo se
manifiesta a partir del poder:

Me creció como una especie de pija, vivía al palo todo el día, y si alguna vez pensé, tampoco pensaba mucho antes de enterarme,
terminé de hacerlo entonces y giró toda mi vida en torno a esa calentura, la de tener más poder, la de poder ayudar y poder
mandar al muere, la de poner en las listas y sacar de juego(Cabezón Cámara 2014, 35)

El poder no casualmente asociado al falo que se erecta en un cuerpo sin cara, en un cuerpo que
no tolera los espejos. Cada vez con mayor poder se alza en una carrera política. Pero volvamos
un poco sobre la micropolítica, habíamos dicho que tal y como planteaban Guattari y Rolnik no
se trataba de denunciar los procesos de subjetivación dominantes, sino de entrar en un juego que
los revele. El poner el cuerpo, el poder del falo, la ambición política, el borrado del rostro, forma
parte de la subjetivación dominante e hiperbólicamente se revelan en el mismo cuerpo de la
propia protagonista.
A continuación, el cuerpo incorporado a una instalación artística para la Bienal de
Venecia: “Yo era la sacrificada. Me quedaba ahí sentada de la mañana a la noche los cuatro
meses de muestra. Atrás estaba Jesús agonizando en su cruz, un holograma mojado que lloraba
agua y sangre. A los costados, videos. Y por todos lados fotos de militantes caídos” (Cabezón
Cámara 2014, 37) Aparece aquí la exhibición del cuerpo en una performance simbólica de la
idea de sacrificio. La instalación se convierte en un éxito, la imagen un emblema de la lucha de
los ocupas del mundo, pero al mismo tiempo una pieza de colección, un objeto “aurático”, una
mercancía: “Nos coleccionaron muchos de los mismos que hacían de las ciudades refugios para
burgueses. A mí me compró una suiza y le estoy agradecida; se llevó la instalación a su palacio
en Lemán…” (Cabezón Cámara 2014, 38) El contacto con la suiza genera en la protagonista una
nueva mutación de su cuerpo ya que se carga de deseo, vuelve a ser un cuerpo deseante: “Yo
estaba muerta: la concha marchita y cenicienta desde mi incendio, no sentía nada, no quería
nada, ni siquiera masturbarme…” (Cabezón Cámara 2014, 49) Resulta interesante para
contrastar con el paso previo: el cuerpo con genitales masculinos sediento de poder, pero
anestesiado de deseo sexual. Sin embargo el cuerpo se vuelve a reconocer y se produce un
despertar que comienza desde los ojos: “Primero se me calentaron los ojos” y sigue por lo
genital: “se me estaba calentando la cajeta y volvía a amar el mundo con el amor viscoso
hinchado del sexo ungido…” (Cabezón Cámara 2014, 50) El cuerpo vuelve a desear y esto lo
hace experimentar con el cuerpo del otro, la rubia suiza: “El resto del tiempo se lo dediqué a
conocer a la rubia que se quedó nomás los cuatro años en Venecia y a gozar del cambio de eje
que experimentaba mi cuerpo. La regencia había pasado de la cabeza a la pelvis y la pelvis
adelante…” (Cabezón Cámara 2014, 52)
Por último, el cuerpo híbrido de la rubia negra. La suiza compra la obra de arte porque la
ve inconclusa, y la finalización es el trasplante de sus propia piel. Nuevamente muta el cuerpo de
la protagonista, se trasplanta la cara de la rubia, Elena; se unifica con su amante: “…somos una,
me digo alucinando en el espejo…”( Cabezón Cámara 2014, 63) Se apropia una nueva
subjetividad a partir del “amor”. Ya desde el título del libro se utiliza la palabra “romance”.
Durante estos capítulos se pone en escena la subjetividad enamorada, desde el cliché y el
estereotipo pero singularizado por el tipo de relación que establecen las participantes, saliendo
de las maneras convencionales de los actos sexuales, ligadas a lo queer. Nuevamente se inviste
un proceso de subjetivación maquínico y seriado como el del “romance”, pero combinado con
otras prácticas no reglamentas sexualmente en el cuerpo social. Tanto en el planteo de la relación
con la suiza, como posterior a su muerte, con dos hombres, lo que predomina es el deseo: “…con
Tadzio y mi alemán estamos bien, hacemos el amor de vez en cuando, vivimos los tres juntos
como hermanos, me dan y yo les doy con la poronga que también heredé de mi hermosura…”
(Cabezón Cámara 2014, 61) En este tramo de la historia, cansada de la lucha política, de la
exposición, se retira a vivir en Tigre para escribir y disfrutar su cuerpo de negra rubia con estos
dos hombres.
Ambas nouvelles ponen en escena los procesos de singularización a partir de la crónica
de mutaciones del cuerpo de las protagonistas. Mientras que la novela de Tarazona hace énfasis
en el registro del proceso con un tono tenso, reflexivo y un efecto fantástico; la de Cabezón
Cámara recurre a una tonalidad más frenética, delirante e hiperbólica. Sin embargo, tanto el
devenir animal como el devenir negra rubia pueden leerse como puestas en escena de la
creación de otras formas de ser y estar en el mundo. Un viaje, un sacrificio, podrían generar
líneas de fuga que contribuyan a la construcción de nuevas formas de experiencia: el proceso de
devenir animal; las experiencias efímeras de devenir negra rubia.
Las nouvelles como fábricas de presente, como restos de lo real, también se constituye en
una línea de fuga, un modo de resistencia. A partir del trabajo sobre lo potencial y utilizando los
procedimientos de la metamorfosis e hiperbolización ponen en escena otras formas de ser y de
estar en el mundo. Y de eso pareciera tratarse la resistencia, tratar de crear nuevas máquinas que
puedan permitir un mundo de posibles.

Bibliografía
· Butler, Judith, “Inscripciones corporales, subversiones performativas” en El género
en disputa. Bs As, Paidós, 2007.
· Cabezón Cámara, Gabriela, Romance de la negra rubia. Bs As, Eterna Cadencia
Editora, 2014.
· Deleuze, Gilles: “Posdata sobre las sociedades de control”, en Christian Ferrer
(Comp.) El lenguaje libertario. La Plata, Colección Utopía Libertaria, Terramar,
2005.
· Garramuño, Florencia, “Los restos de lo real” en La experiencia opaca: Literatura
y desencanto, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009.
· Guattari y Rolnik, Micropolítica: Cartografías del deseo. Bs. As., Tinta y Limón,
2013.
· Ludmer, Aquí América Latina. Una especulación. Bs As, Eterna Cadencia, 2010.
· Rolnik, Sueley, Toxicômanos de identidade. Subjetividade em tempo de
globalização”, in Cultura e subjetividade. Saberes Nômades, org. Daniel Lins.
Papirus, Campinas 1997; pp.19-24.

· Sibilia, Paula. La intimidad como espectáculo. Bs. As, Fondo de cultura económica,
2008.
Tarazona, Daniela. El animal sobre la piedra. Bs. As, Entropía, 2011.

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