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Santiago Jorge Durante EL ACTO DE CUIDAR (Editorial El Uapití)

EL ACTO DE CUIDAR

……Cabe aclarar que muchos de los contenidos de esta obra son relecturas y adaptaciones de los que
podríamos llamar “clásicos” de la disciplina. Es, por ejemplo, el caso de buena parte de lo tratado en el
capítulo del Método, que hace referencia al Proceso de Atención de Enfermería. En lo que respecta al
resto de los contenidos, en su gran mayoría son construcciones intelectuales originales, basadas o
sustentadas en conocimientos no sólo provenientes de nuestra profesión. En efecto, para el abordaje de
determinados temas, he acudido a autores provenientes de la sociología, la antropología, la filosofía, la
psicología, la medicina, además de la enfermería. Cuenta de ello dan las citas bibliográficas que,
oportunamente hallará el lector a pie de página. Por otra parte, sugiero que sean consultados en forma
independiente los textos mencionados a fin de que el estudiante o el profesional con curiosidad, pueda
profundizar en los temas abordados desde otra perspectiva.
Dicho esto, y aclarados los aspectos fundamentales de la presente obra, los invito a la lectura crítica, el
análisis objetivo y la reflexión profunda de los temas que aquí se abordan. Su discusión y puesta en
común se transformarán, a mi humilde entender, en un importante paso de la maduración de la
disciplina enfermera.
“ELUCIDACIONES EN TORNO AL ACTO DE CUIDAR”
Elucidar significa “pensar el acto”, reflexionar sobre aquello que hacemos y qué pasa desapercibido
ante nuestros incautos ojos. A fin de empezar a adoptar una actitud crítica sobre aquello que
vivenciamos como “la Enfermería” los invito a realizar un ejercicio intelectual, una lectura reflexiva de
nuestro quehacer cotidiano.
ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA SITUACIÓN DE CUIDAR
Me gustaría que podamos reflexionar sobre la situación específica del “cuidado”, de modo tal que
podamos analizar en profundidad todos y cada uno de los elementos que están implicados dentro de
ella. Para emprender dicha tarea podríamos imaginar el cuidado como la representación o puesta en
escena de una obra de teatro. Allí observamos a dos personajes principales, los protagonistas: la
enfermera y el “paciente”. La escenografía representaría más o menos fidedignamente una sala de
hospital, con sus paredes azulejadas hasta el techo y sus pies de suero diseminados entre las camas
de hierro. Ahora bien: considero que lo más prudente y, trayendo a colación el título del presente
capítulo, sería tratar de establecer si el cuidado es, en definitiva, un acto. Y se enfrentan aquí una serie
de cuestiones ontológicas que merecen ser, al menos, analizadas detenidamente.
En efecto, la concepción del cuidado ha atravesado de manera tangencial la totalidad de los paradigmas
que han embebido de significado a la disciplina enfermera, en forma particular, pero también a la
humanidad en su conjunto.
Desde sus orígenes el hombre ha practicado el cuidado del prójimo como una forma de supervivencia
de la propia especie. Tanto es así, que los científicos determinan el cuidado como el elemento que ha
determinado la evolución y la adaptación de la humanidad a través de las distintas eventualidades
atravesadas durante su evolución. Ya el hombre primitivo, a partir de haber experimentado la necesidad
de socialización, conformó clanes o tribus para dar respuesta a sus más inmediatas demandas de
subsistencia -comida, abrigo, seguridad- para lo cual se pone de manifiesto el origen del grupo como
unidad funcional de la sociedad.
Está ampliamente comprobado, por ejemplo, que los neandertales constituyeron sociedades complejas,
con fuertes lazos entre sus miembros, que desarrollaban distintas medidas sanitarias como el cuidado
de los individuos heridos y el dar sepultura a los muertos.
Santiago Jorge Durante EL ACTO DE CUIDAR (Editorial El Uapití)

No es difícil imaginar de qué manera, desde sus inicios mismos, el hombre ha adoptado para su
adaptación al medio todo tipo de artimañas prehumanas o características del rei­no animal. Así, como un
animal lastimado que lame su herida para limpiarla disminuyendo de esta manera el riesgo de
contaminación; de la misma forma el ser humano primitivo habrá cuidado de la contaminación sus
propias lesiones de distinta naturaleza, según el tipo de riesgos a los que se veía expuesto. Podríamos,
pues, estar frente a lo que llamaríamos proto-asepsia, para otorgarle un término científico. Seguramente
habrá utilizado primero su lengua, para más tarde realizar la higiene valiéndose del agua de lagos,
lagunas y ríos e incluso incursionar en la utilización de la savia producida por determinadas plantas
-como el aloe, utilizada aún en la actualidad- o de productos como la miel -lo cual quedó plasmado en
los antiguos papiros egipcios como un tratamiento eficaz para el cuidado de las heridas-. Lo mismo
sucedería, seguramente con las fracturas: observando las conductas animales, podemos ver
claramente como inmovilizan de inmediato el miembro afectado por la fractura. En forma refleja -ya sea
por el dolor que les provoca moverlo o bien por la limitación propia de la capacidad de movimiento
provocada por la lesión- el hecho de inmovilizarlo limita el daño a los tejidos circundantes y favorece la
consolidación del hueso. Es fácil, pues imaginar los rudimentarios elementos de inmovilización de los
que pudieron haberse valido estos primeros homínidos. Vemos también, como típico ejemplo del
cuidado higiénico-sanitario brindado a otros miembros de la comunidad, en los simios y demás primates
La palabra “vocación”, derivada de la alocución latina “vocatio” -“llamado”, se usó originalmente para
hacer referencia al “llamado divino” del sacerdocio, entendido éste como una entrega total e
incondicional hacia dicha actividad. Aplicada al concepto del cuidado de personas, ha hecho aún más
distante la relación entre la Enfermería y el sentido de profesión.
In­cluso ha influido negativa­mente en los históricos reclamos por un posicionamiento eficaz dentro del
ámbito laboral, sobre todo en cuestiones tan sensibles como el salario. Es por ello que hay que apli­carla
con mucha cautela, sobre todo en la etapa de formación. Muchos de estos ejemplos se dan en la
naturaleza, incluso en animales de distinta especie, como puede suceder en algunas relaciones de tipo
saprofítica (2) o de “ayuda mutua”. Pero es aquí donde se establece, tal vez la primera gran diferencia
entre el sujeto humano y el resto de las especies del reino animal: en su relación con el más débil, con
el herido. El ciervo más débil es aquel que se desplaza con más dificultad y, en consecuencia, es el que
cae en las garras del depredador y permite así la huida del resto de la manada. Desde la madre que
alimenta y abriga a sus hijos, hasta aquel que acerca un poco de agua a la boca del sediento. La
caridad, la solidaridad, la vocación de servir a quien más lo necesita, pueden considerarse rasgos
naturales del individuo, comunes en todas las épocas y en todas las culturas y civilizaciones y ser la
semilla misma de la naturaleza humana. También la violencia, la intolerancia y la crueldad, son
características propias del género humano; pero, en todo tiempo, tras una batalla o luego de una
guerra, ha habido y habrá quienes se organizan en pos de brindar alivio al que sufre, al que ha sido
herido.
Tal vez, tan antigua como las primeras manifestaciones de humanidad que han tenido nuestros
primitivos ancestros, ha sido la vocación de brindar cuidado. No es pues el espíritu del cuidador el que
ha variado con el devenir de los siglos, sino más bien, el concepto de necesidad de dichos cuidados y
las teorías que se han ido sosteniendo en las diferentes culturas en lo relativo al significado de salud y
de enfermedad que cada una les ha dado. Patricia Donahue hace referencia a la etimología(1) de la
palabra nurse –“enfermera” en inglés– y sus connotaciones históricas. Al respecto menciona:
“La enfermería tiene su origen en el cuidado materno de los niños indefensos y tiene que haber
coexistido con este tipo de cuidado desde los tiempos más remotos. La palabra inglesa nursery deriva
del vocablo latino nutrire, "nutrir". El término inglés nurse también tiene sus raíces en el latín, en el
nombre nutrix, que significa "madre que cría". A menudo hacía referencia a una mujer que amamantaba
a un niño que no era hijo suyo, o sea un ama de cría. Con el tiempo, el término nutrix se utilizó para
identificar a una mujer que criaba, lo que suponía una definición más amplia aunque todavía
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relacionada con la idea de engendrar. Los vocablos latinos fueron la base de la palabra francesa
nourrice y de la española nodriza, que también se referían a la mujer que amamantaba a un niño, en
especial al hijo de otra.”
Como vemos, los términos sajones -inglés y francés- se aproximan mucho más al origen o génesis de
la profesión, que el término castellano de "enfermera", seguramente más reciente ya que hace mención
directa a la palabra "enfermo" o "enfermedad", que nos transporta a un pasado menos remoto, y más
acotado, limitando la actividad de enfermería a la atención o cuidado del individuo enfermo.
Como práctica u oficio concerniente al cuidado de la salud, nace la Enfermería Empírica, hija de la
maternidad, la religión, la guerra y, posteriormente la ciencia. Función compartida por casi todas las
culturas y destinada a la mujer desde los inicios de la historia, el cuidado de los más débiles
-enfermos, niños y ancianos- se fue convirtiendo con el pasar de los siglos, desde una obligación
casera hacia los miembros más cercanos de la familia, en un deber para con Dios y un modo de servir
a los semejantes y, más tarde, una muestra de patriotismo cívico en la atención de los heridos en
combate, transformándose finalmente en lo que es hoy: una profesión abrazada por hombres y mujeres,
con profunda vocación de servicio, inquietud de progreso profesional y una vasta curiosidad científica.
Ninguna ciencia o arte que pretenda crecer y desarrollarse en la sociedad puede obviar sus orígenes,
pues son aquellos esbozos los que le han dado forma a su personalidad y, sobre todo, serán las bases
para conformar aquello que anhela ser en el futuro.
Por otro lado, y como ya afirmara antes, no es el tipo de cuidado “doméstico” -el de madre a hijo, aquel
que se basta de la buena voluntad, amor filial y el esfuerzo empírico- el que nos interesa tratar en este
volumen, sino el CUIDADO PROFESIONAL. Es decir, aquel cuidado que requiere de determinadas
competencias, entendiendo como tal al conjunto de aptitudes -procedimentales, técnicas,
intelectuales, cognoscitivas, legales- y actitudes -es decir, la forma de asumir el “yo profesional”,
de involucrarse desde la voluntad de brindar cuidado-.
Lo antedicho exige no sólo la capacidad de cuidar -el poder cuidar-, sino también la voluntad y
predisposición para brindar cuidado -el querer cuidar-, asumiendo en todo dicha responsabilidad desde
el punto de vista ético.
“El cuidado significa además preocupación, interés, afecto, importarse, proteger, gustar, significa
cautela, celo, responsabilidad, preocupación. El verbo cuidar específicamente asume la connotación de
causar inquietud, entregar la atención al otro”. El hombre ha forjado su evolución de acuerdo a la
capacidad de satisfacer sus necesidades en la constante búsqueda del equilibrio con el entorno. En
esta constante evolución fueron surgiendo nuevas necesidades, y por ende, nuevas respuestas
humanas a su satisfacción e insatisfacción. En la habilidad de reconocer en el otro una necesidad
como tal y poder actuar para lograr su satisfacción está el espíritu del buen cuidador.
CONCEPCIONES BÁSICAS DE LA DISCIPLINA ENFERMERA
Según Jorge Wagensberg “Un paradigma es una tregua entre dos buenas preguntas.”
De este constante debate entre lo que podemos considerar como arte y como ciencia, y desde qué
lugar analizar la Enfermería, surgen algunas concepciones básicas para una completa interpretación
del problema.
EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Desde los albores de la humanidad, desde que el hombre es hombre ha existido la imperiosa
necesidad de determinar, de alguna manera, la existencia de la verdad. La curiosidad por aquello que
nos rodeaba, en definitiva: la construcción de la realidad. A medida que la sociedad ha ido avanzando
en el tiempo, dichas realidades se han ido alterando en un continuo fluir, de crisis en crisis, con algunos
períodos de supuesta calma.
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La herramienta universalmente aceptada para descifrar dicha realidad ha sido siempre el conocimiento.
Particularmente, en nuestra cultura occidental, hubo una marcada preocupación para distinguir entre
un conocimiento azaroso, afirmativo y versátil y un conocimiento que asegurase en el más alto grado la
adquisición de la verdad. Los griegos llamaban al primero “doxa” (opinión) y al segundo “episteme”
(ciencia). Hoy se concibe a la epistemología como “la rama de la filosofía que se ocupa de todos los
elementos de la etimología: origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su
forma.
Entonces, Empirismo es el sistema, método o práctica que se funda sólo en la experiencia, sin
recurrir al razonamiento ni al conocimiento teórico; y el conocimiento científico: es el conocimiento
cuyas características más importantes son el rigor, la fundamentación de sus afirmaciones, la búsqueda
sistemática de la verdad, la verificación de sus resultados.
Asimismo, se entiende por no científico o “vulgar” al conocimiento que no da justificación a sus
hallazgos, o sencillamente todo conocimiento cuyos resultados sean declarados
dogmáticamente verdaderos.
EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL Y LA CONCEPCIÓN DE ENFERMERÍA
Según su perspectiva única y sus propios procesos de reflexión, conceptualización e investigación, las
disciplinas tienen por objeto desarrollar los conocimientos que servirán para definir y guiar la práctica.
Es precisamente gracias a la manera particular con la que los enfermeros abordan la relación entre el
cuidado, la persona, la salud y el entorno que se clarifica el campo de la disciplina enfermera.
La ciencia no fue siempre como hoy podemos apreciarla, y seguramente no lo será tampoco en el
futuro. Cada época ha tenido su forma particular de explicar el mundo que la rodeaba, diferente de la
anterior y de la siguiente. En tal sentido es necesario precisar cuáles han sido aquellos cambios
históricos que nos han traído hacia donde nos encontramos actualmente y, por medio de la inducción
podamos saber hacia dónde vamos.
“Las grandes corrientes del pensamiento, o maneras de ver o comprender el mundo, han sido
llamadas paradigmas (...). Se han precisado los paradigmas dominantes del mundo occidental,
paradigmas que han influenciado todas las disciplinas.”
Thomas S. Kuhn, acuñó el término de “paradigmas” para referirse a realizaciones científicas
universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica.
Difícilmente los hechos históricos y los cambios sociales tengan una sola causa o un único origen, por
lo general son multicausales. A su vez, estas causas son de diferente origen: algunas están
relacionadas con la esfera económica, otras con la esfera social, algunas otras, con la dimensión
política, y otras con la dimensión cultural e ideológica. Existieron en la historia de la ciencia occidental
tres grandes paradigmas que marcaron el rumbo del conocimiento en todas sus áreas. Estos
paradigmas son: el empírico, el simbólico y el crítico. “Las grandes corrientes del pensamiento, o
maneras de ver o comprender el mundo, han sido llamadas paradigmas
Según el prestigioso escritor uruguayo Mario Benedetti(1), “el pasado es siempre una morada y no hay
olvido capaz de demolerla”(2), es por ello que no podemos abordar seriamente los principios
fundamentales de la enfermería, sin analizar, aunque más no sea brevemente su contexto
histórico-social.
1. Paradigma de la categorización (1850 - 1950): este período inspiró dos orientaciones en la práctica
de la enfermería: • Centrada en la salud pública. y • Centrada en la enfermedad -íntimamente ligada a
la práctica médica-. Este paradigma orienta el pensamiento hacia la búsqueda de un factor causal
responsable de la enfermedad.
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2. Paradigma de la integración (1950 – 1975): prolonga el paradigma anterior reconociendo los


elementos y las manifestaciones de un fenómeno e integrando el contexto específico en el que se sitúa.
Este contexto influenciará la reacción del individuo al agente infeccioso y su respuesta al tratamiento.
3. Paradigma de la transformación (1975 - ?): este paradigma representa un cambio de mentalidad
sin precedentes. Un fenómeno es único en el sentido que no se puede parecer totalmente a otro.
Algunos de estos fenómenos presentan similitudes, pero ningún otro se le parece totalmente.
Cada fenómeno puede ser definido por una estructura, es una unidad global en interacción recíproca y
simultánea con una unidad global más grande: el mundo que lo rodea.
La OMS 1978 en la declaración de Alma-Ata reconoce las relaciones entre la promoción, protección de
la salud de los pueblos y el progreso equitativo sobre el plan económico y social. Propone un sistema de
salud basado en la filosofía de que “los hombres tienen el derecho y el deber de participar individual y
colectivamente en la planificación y la realización de las medidas de protección sanitaria que le son
destinadas”.
Los cuidados primarios de la salud se proponen el desarrollo del bienestar humano, lo que implica la
lucha contra la pobreza, aspectos nutricionales, saneamiento de la vivienda, protección del entorno,
mayor justicia social y económica.
Desde esta óptica -de los cuidados primarios de salud- los profesionales de la salud no poseen el poder
absoluto en las respuestas que se han de dar a las necesidades de los individuos, sino más bien se
presentan como personas de recursos que caminan en el marco de un enfoque colectivo con los
individuos, las familias y las comunidades, con la intención de ayudarles a encontrar las herramientas
de respuesta necesarias en la satisfacción de sus necesidades de salud, crecimiento y desarrollo.
El cuidado va dirigido al bienestar, tal como la persona lo define y entiende. La persona es un todo
indisociable, mayor que la suma de las partes y diferente de ésta.
La salud, por su parte, es a la vez un valor y una experiencia vivida según la perspectiva de cada
persona. También hace referencia al bienestar y a la realización del potencial de creación de la persona.
La experiencia de la enfermedad forma parte de la experiencia de la salud, siendo ésta un aspecto
significativo del proceso de cambio y crecimiento de la persona.
Entonces, “La salud no es un bien que se posee, un estado estable o una ausencia de enfermedad.
Formando parte de la dinámica de la experiencia humana, la salud se integra en la vida misma del
individuo, la familia y los grupos sociales que evolucionan en un entorno particular.”
Esta concepción se basa en la”teoría general de los sistemas”, según la cual el hombre está en mutua
relación con el conjunto de la naturaleza, lo que significa que cada elemento del universo interactúa con
los otros elementos hasta el punto en que es imposible aislar la causa del efecto. No hay punto de
partida ni de llegada a un fenómeno, está en perpetuo movimiento y cambio. Se reaviva el enfoque
holístico a partir de la interpretación de Koestler, quien aplicó el término holón para indicar la naturaleza
dual de los sistemas. (Existen siempre, influyen y son influidos por su contexto de otros sistemas
sociales. De ahí que estén interrelacionados y que sean interdependientes con otros componentes de
la sociedad”)
Se produce un importante desarrollo de la disciplina, a partir de las nuevas teorías de enfermería.
Varios intentos son realizados por algunos líderes de la enfermería mundialmente en el sentido de
humanizar la asistencia o el cuidado.
Parece que la fase actual por la que atraviesa la disciplina enfermera es justamente la de elucidar y
debatir sus conocimientos específicos, sus roles, sus incumbencias y sus derechos profesionales. Las
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influencias político-sociales y económicas, la propia historia de la enfermería y las prácticas de cuidar y


su interrelación con la categoría género, son actualmente el foco de las discusiones.
Es una fase revolucionaria. Antiguos paradigmas son cuestionados, existen diferentes visiones del
mundo que han acompañado a la enfermería.
Los cuestionamientos, las discusiones y los análisis por los que pasa la enfermería actualmente
deberían resultar en una madurez de la profesión.
“La dedicación es fundamental para el cuidado. Cuando acaba la dedicación acaba el cuidado. El
cuidado se desarrolla en un proceso de superar obstáculos y dificultades y la base de mi
dedicación es el valor que yo reconozco en el otro”.
Las investigaciones se han incrementado, lo que ha contribuido con el avance del conocimiento
generado por la disciplina. De la misma forma crecen los cursos de postgrado, que en verdad, son los
responsables del aumento numérico y de calidad de las investigaciones. El cuidado humano y cultural
se pone en el foco de la disciplina como eje del ejercicio profesional:
Un nuevo paradigma se perfila a partir de 1990, con una fuerte orientación holística. Según este
paradigma, la autoconciencia, la necesidad de estar en contacto con su propia energía y el cuidado
guían la disciplina enfermera.
La relación entre la persona cuidada y el enfermero es recíproca, es decir, los dos actores se benefician
en la interacción y pueden crecer hacia una mayor autoconciencia. Las actividades de cuidados
incluyen entonces el toque terapéutico y las diferentes técnicas de control de estrés tales como el uso
de imágenes, la visualización, la meditación, yoga, la terapia musical, se añaden a las terapias
tradicionales; no las reemplazan. Además la promoción de la salud, la educación, el asesoramiento
referente a la salud son las actividades que guían el proceso de autocuración y de crecimiento de la
persona.
La persona es considerada en su globalidad y el enfermero centra su atención en la persona global en
proceso de autocuración. Dicho de otra manera, la espiritualidad, la conciencia, el autoconcepto, el
modo de vida y el bienestar son dimensiones que la práctica enfermera tiene en cuenta -también
para sí misma-. La persona es responsable de su salud y de sus cuidados, cuando tiene necesidad de
una ayuda terapéutica, la relación de colaboración prevalece.
COMPONENTES DEL CUIDADO HUMANO
Autores como Mayeroff sostienen que el cuidado humano se construye a partir de la cohesión ineludible
de ciertos elementos. La finalidad del pleno conocimiento de los mismos por parte del profesional del
cuidado y de su aplicación es, en definitiva, que ambos integrantes del proceso -sujeto cuidado y sujeto
cuidador- se sientan satisfechos. Los principales componentes del cuidado según el mencionado autor
son ocho:
❖ Significación: sentido de una palabra, expresión o frase. En lingüística, la necesaria relación
que mantienen el significante y el significado.
❖ Connotación: parentesco en grado remoto, relación existente entre dos o más conceptos.
Significa la palabra dos ideas: una accesoria y otra principal.
❖ Conocimiento: para cuidar de alguien, debo conocerlo. Necesito conocer, por ejemplo, quién
es el otro, cuáles son sus fortalezas y debilidades, cuáles sus necesidades y cómo responder a
ellas. Debo saber qué es aquello que conduce a su crecimiento. Pero sobre todo, debo
conocerme a mí mismo, saber cuáles son mis propios poderes y limitaciones.
❖ Ritmos Alternados: no puedo cuidar en forma mecánica o por rutina; debo ser capaz de
aprender a partir de mi experiencia. Veo si mis acciones fueron útiles, si ayudé o no, y a la luz
de los resultados, mantengo o modificar mi comportamiento de modo de poder mejorar. Es
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necesario reconocer que no todos los sujetos cuidados poseen los mismos tiempos ni
herramientas para resolver distintas situaciones.
❖ Confianza: como expresé en puntos anteriores, el cuidado humano implica confiar en el
crecimiento del otro en su propio tiempo y de su propia manera. Al cuidar de otra persona confío
en que él va a errar y a aprender de sus errores. Confiar en el otro es dejarlo en libertad; esto
incluye un elemento de riesgo y un salto a lo desconocido, y ambos exigen coraje. Debo
reemplazarlo.
❖ Paciencia: Es tomar conciencia que el sujeto debe ser artífice de su propio crecimiento, mi rol
es de acompañarlo en dicho crecimiento, no el de necesario dejar crecer a la persona cuidada
en su propio tiempo, de su propia manera. Haciendo uso de la paciencia brindó ese tiempo que
el otro necesita y, por lo tanto, le posibilitó encontrarse a sí mismo. La paciencia incluye la
tolerancia. La tolerancia expresa mi respeto por el crecimiento del otro, pero sobre todo, por su
modo particular de crecer.
❖ Valentía: confiar en el crecimiento del otro y en mi propia capacidad de cuidar me da el valor
suficiente para lanzarme a lo desconocido, pero también es verdad que sin el coraje de lanzarse
a lo desconocido tal confianza sería imposible.
❖ Franqueza: debo ser sincero con la persona cuidada y conmigo mismo, debo ver al otro como
él es en realidad y no como a mí me gustaría que fuese, o como “debería” ser. Si voy a ayudar a
otro a crecer, debe corresponder a sus necesidades de cambio de una manera realista. Pero
además de ver al otro como él es, debo también verme a mí como yo soy. Soy sincero al cuidar,
no por conveniencia, sino porque la sinceridad es parte integrante del cuidado. Este punto es de
vital importancia en mi decisión de vida: ¿soy capaz de brindar un cuidado humano o seguiré el
resto de mi vida trabajando de técnico del cuidado?
❖ Humildad: el que cuida es humilde por naturaleza. Lo demuestra cuando se dispone a aprender
más sobre el otro y sobre sí mismo, y sobre todo aquello que el cuidado comprende. Una actitud
de no tener nada más que aprender es incompatible con el cuidado. La humildad también está
presente al tomar conciencia que mi cuidado específico no es de ninguna manera privilegiado.
Lo que es significativo, en última instancia es ser capaz de cuidar y tener a quien cuidar.
❖ Esperanza: existe la esperanza que el otro crezca a través de mi cuidado y la conciencia de
que mi propio crecimiento estará condicionado por esa relación. Tal esperanza es una expresión
de plenitud del presente, un presente vivo con una sensación de posibilidades. Al contrario,
cuando no podamos ver posibilidades de nuevo crecimiento habrá desesperanza.
El profesional de enfermería, para impartir cuidado humano debe poseer actitudes, aptitudes y
habilidades personales que le permitan aplicar todos los componentes del cuidado humano, durante su
vida personal y profesional, en sus diferentes roles. A esta serie de elementos necesarios los he
desarrollado, más adelante -en el capítulo destinado al Profesional del Cuidado- como “competencias”.
No obstante ello, además de estos componentes, ya mencionados, es necesario que el profesional de
enfermería - como todo miembro del equipo de salud- brinde un cuidado solidario al sujeto cuidado, ya
que “en el cuidado solidario hay una disposición de ayuda mutua entre el profesional y el paciente, que
eleva sus niveles de conciencia, posibilita el fortalecimiento de las relaciones de sociabilidad y
contribuye para el restablecimiento de la salud”.
Debemos abrir los ojos y tomar conciencia y hacernos cargo de nuestra misión como miembros del
equipo de salud en la sociedad, del cuidado de la naturaleza que es fuente de vida, y que nuestra
acción individual tiene un efecto multiplicador -como una gota de agua que cae en el estanque,
generando movimientos ondulatorios- que afecta a todo el ecosistema. Debemos tener apertura hacia
el conocimiento universal y producir nuevos conocimientos. Esta visión ampliada nos ayudará a percibir
nuestro entorno, a tener conciencia del uso de nuestras manos para acariciar, hacer contacto piel a
piel, ayudar al otro a levantarse, a caminar: poner el cuerpo en función del cuidado. El corazón es
capaz de captar esas percepciones para un cuidado digno del sujeto humano.
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Debemos asumir el compromiso de un cuidado realizado con arte, expresado a través de la música, la
poesía, la pintura, la escultura, el sentido del humor, el baile y muchas otras formas de expresión que
contribuirán a dar mayor belleza a nuestra labor y despertar en los otros sensaciones y emociones que
contribuyan a aceptar y considerar este cuidado como un valor, como un derecho, como una necesidad
de crecimiento espiritual.
Para ser un buen profesional de la salud es necesario, primero ser una buena persona, sentir el calor
humano del otro con nuestras manos y nuestro corazón, es comprender al prójimo, brindarle cariño y
afecto. Es cuidar con conocimientos, dedicación, respeto, paciencia, franqueza, confianza, humildad,
esperanza y valentía. Es ayudar al otro a crecer, es oírlo con atención, es mirarlo con brillo en los ojos y
lograr que sus ojos también brillen. Esta es la mejor comunicación entre dos seres humanos.
CUIDADOS CULTURALES
También llamada “de la diversidad y la universalidad”, la teoría de los cuidados culturales de Madeleine
Leininger sostiene que cada individuo internaliza y aplica su cuidado según sus costumbres, sus
creencias y desde el inicio del mundo estas técnicas de alguna manera le han servido para sobrevivir y
mantenerse en el tiempo. Básicamente hace hincapié en la importancia de brindar un cuidado de
enfermería acorde a la cultura del sujeto al que se le esté brindando el cuidado. El conocimiento de la
diversidad como de la universalidad de la asistencia de enfermería, tal y como lo plantea esta
teoría es de extraordinaria importancia para fijar una base sustancial de conocimiento y para
convertir a Enfermería en una disciplina y una profesión transcultural. Esta teoría tiene una
proyección hacia el futuro y ha comenzado a despertar el interés a escala mundial, debido a su
enfoque holístico y a que incluye varios conceptos y constructos relacionados con el entramado social,
el entorno y el lenguaje, que cobran una importancia excepcional para poder descubrir y obtener un
conocimiento basado en la cultura o sustentado en el mundo de la persona.
Nuestro país ha sido, desde hace ya más de un siglo, cuna de vastísimas inmigraciones. Italianos,
españoles, franceses, griegos, alemanes, holandeses, ingleses, son sólo algunos de los orígenes
europeos de aquellos que han llegado a nuestras tierras a construir la nación. Dichos orígenes lejanos
no han sido un obstáculo mayor -más que el idioma desconocido, en muchos de ellos-, para el cuidado
de estos sujetos, ya que, en su gran mayoría, comparten con nosotros una raíz cultural, costumbres y
hábitos similares.
La Enfermería Cultural tiene sus orígenes en la enfermería y la antropología, y se ha definido como una
de las grandes áreas de la enfermería, que se centra en el estudio y el análisis comparado de las
diferentes culturas del mundo, desde el punto de vista de sus valores asistenciales, de la expresión y
convicciones sobre la salud y la enfermedad y de los modelos de conducta de los individuos y los
pueblos. Mantiene como propósito desarrollar una base de conocimientos científicos y humanísticos que
permitan una práctica de la atención sanitaria específica para cada cultura, a la vez que universal, y
con el tiempo se convertirá en un nuevo dominio del ejercicio de la enfermería, que se refleja en un
ejercicio profesional diferente, definido y fundamentado en principios culturales y diseñado
específicamente para orientar los cuidados de la enfermería a los individuos, las familias, los grupos y
las instituciones.
Leininger sostiene que como la cultura y la asistencia son los medios más generales y holísticos que
permiten conceptuar y comprender a las personas, afirma que la enfermería transcultural se ha de
convertir en una de las áreas más importantes, significativas y prometedoras del estudio formal, la
investigación y la práctica, debido al mundo multicultural en que vivimos.
Predijo también que, para que enfermería tenga importancia y significado frente a los sujetos cuidados y
otros profesionales de este campo en todo el mundo, es imperativo disponer de competencias capaces
de orientar las acciones y las decisiones, para obtener resultados positivos y eficaces en este sentido.
La cultura determina los patrones y estilos de vida que tienen influencia en las decisiones de las
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personas, esta teoría ayuda a la enfermera a descubrir y documentar el mundo del sujeto cuidado y
utiliza sus puntos de vista émicos -internos-, sus conocimientos y sus prácticas en conjunción con una
ética apropiada -conocimiento profesional- como base para adoptar acciones y decisiones
profesionales coherentes con los modos culturales.
La naturaleza no actúa sobre el sujeto -y viceversa- sino a través de la cultura. Siempre la cultura se
impone como una barrera semipermeable -tamiz- entre uno y otro.
Incluso aquel que sea abandonado al nacer en medio de una selva estará impregnado de cultura:
características físicas, dadas por la herencia, la alimentación de la madre durante el embarazo,
memoria de voces y sonidos, incluso existen estudios que demuestran que los bebés balbucean en su
lengua natal. La cultura, como construcción del hombre, trasciende y se transforma a su vez en la
“constructora” del sujeto. Los cuidados culturales conforman la teoría integral de enfermería más
amplia que existe, ya que tiene en cuenta la totalidad y la perspectiva holística de la vida
humana y la existencia a lo largo del tiempo, incluyendo factores culturales sociales, la visión
del mundo, la historia y los valores culturales, el contexto ambiental, las expresiones del
lenguaje y los modelos populares y profesionales.
El objetivo de la teoría de los cuidados culturales consiste en suministrar una asistencia coherente con
el entorno cultural, la enfermera debe esforzarse para explicar el uso y el sentido de la asistencia, de
forma que los cuidados, valores, creencias y modos de vida culturales suministren una base precisa y
fiable para la planificación y puesta en marcha eficaz de una asistencia específica de cada cultura y
para la identificación de los rasgos comunes o universales de esta actividad.
BIBLIOGRAFÍA:
● BETTINELLI, L., “Cuidado Solidario”. Passo Fundo: Pe. Berthier. Brasil, 1998.
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● DURANTE, S., “Claves para pensar la Enfermería”. Ed.El Uapití-Universidad Maimónides.
Buenos Aires, 2005.
● HALL, J. y REDDING WEAVER, B., “Enfermería en Salud Comunitaria: Un enfoque de
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● MAYEROFF, M., “A arte de servir ao próximo para servir a si mesmo”. Ed. Récord. Brasil, 1971.
● WALDOW, V., “Cuidado Humano”. Ed. Sagra Luzzatto. Brasil. 1998.

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