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INIVERSUAT DE AMENCIA
REGISTRE GENERAL
ENTRADA
- 7 m . 2004
uTJMMtML.
HORA ddUSh.
O FICINA AUXILIAR NÚM. 20
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13 ó
a 10. r ¿ 0 3 ^ 0 )
UNIVERSITAT DE VALENCIA
FACULTAT DE GEOGRAFIA I HISTORIA
TOMO I
Dirigida por:
Dr. D. Albert Girona A lbuixech
Valencia, 2004
UMI Number: U 603016
INFORMATION TO ALL U SE R S
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Dissoriation Püblish<¡ng
UMI U 603016
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Capítulo 1. Introducción.
1.1. PÓRTICO 35
1.2. PRESENTACIÓN 39
1.3. EL INEVITABLE DEBATE SOBRE LA “NATURALEZA”
DEL FRANQUISMO. 49
1.4. LA RECONSTRUCCIÓN DE LAS FUENTES 52
1.4.1. La tram pa estadística 75
1.5. EL PLÁCIDO LETARGO DEL CACIQUISM O Y EL
INCIENSO DEL M OVIM IENTO CATÓLICO: LA VALL
D ’ALBAIDA, 1875-1930. 77
5
2 .1.3. 8 . La decadencia de fabricaciones tradicionales: la
cerería y el papel 134
2.1.4. El com ercio 139
2.1.5. Cuando el burgués descansa: los balnearios y el
“veraneo” . 139
2.1.6. Las vías de com unicación: m odernidad y déficit 141
2.1.7. Incidencia de la crisis económ ica de los treinta 143
2.1.7.1. Indicadores para una periodización 145
2.1.7.2. M atizaciones a la pretendida crisis industrial 147
2.1.7.2.1. C risis derivadas de singularidades coyunturales 147
2.1.7.2.2. Industrias directam ente afectadas por la crisis 148
2.1.7.2.3. La expansión 149
2.1.8. C ondiciones obreras de vida y trabajo. 149
2.1.8.1. E structura socio-profesional 149
2.1.8.2 El paro obrero. Un problem a enfrentado a los equi
librios presupuestarios. 152
2.1.8.2.1. U na constante histórica. El paro estructural agrí
cola 152
2.1.8.2.2. El paro industrial. Tem poralidad textil y grave
dad de los sectores en crisis 155
2.1.8.3. La evolución salarial. Tendencias ascendentes en
la agricultura y discrim inación industrial. 156
2.1.8.4. La estabilidad en los precios de los principales
artículos de consum o 159
2.1.8.5. D uras condiciones de trabajo 162
2 .1 .8 . 6 . U na v id a m arcada por la enferm edad. 164
2.1.9. A puntes sobre la sociedad com arcal. 167
2.2. LA FALSA ILUSIÓ N DE UNA COMARCA REPUBLICANA. 169
2.2.1. La transición hacia las elecciones (1930-abril 1931) 169
2.2.2. Las elecciones m unicipales del 12 de abril de 1931.
La v ictoria republicana 174
2.2.3. La fiesta popular (abril-m ayo 1931) 183
2.2.4. La Valí d 'A lb aid a se reafirm a en su republicanism o.
Las elecciones constituyentes de junio de 1931. 193
2.3. EL BIENIO REFORM ISTA Y SUS GRANDES
‘CUESTIONES* (JU N IO 1931-NOVIEM BRE 1933) 199
2.3.1. P ersistencia del caciquism o. Las elecciones parcia
les de octubre de 1931 199
2.3.2. H acia una cultura laica. La dialéctica
clericalism o/anticlericalism o 209
2.3.3. La cuestión social (1931-1933) 221
2.3.3.1. El cam po. Un rem anso de paz 221
2.3.3.2. La industria: m oderantism o ugetista y
com batividad cenetista. 238
2 .3 .3 .2 .I. O ntinyent: auge y caída del Sindicato U nico 243
2.3.4. Un nacionalism o con bases precarias: el fracaso del
6
Estatut de Autonom ía. 251
2.3.5. Líneas m aestras de la evolución política entre
octubre de 1931 y las elecciones de noviem bre de 1933. 254
2.3.5.1. El difícil equilibrio del populism o blasquista 254
2.3.5.2. La redefinición del espacio político m unicipal 259
2.3.5.3. La D erecha Regional Valenciana: m odernización y
conservadurism o 263
2.3.5.4. R adicalización cenetista 270
2.3.5.5. Crecim iento y contradicciones del socialism o 274
2.3.5.5.1. La vida asociativa de dos sindicatos socialistas
desde dentro 275
2.3.5. 6 . Nuevos actores: la extrem a derecha y el Partido
Com unista 283
2.3.6. Las elecciones m unicipales parciales de mayo de
1933. Plasm ación de tendencias y desintegración de la
alianza republicano-socialista 285
2.4. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA. LA CONSOLIDACIÓN
DE LA DERECHA REGIONAL VALENCIANA:
AGRARISMO CONSERVADOR Y CATOLICISMO
(NOVIEMBRE DE 1933-FEBRERO 1936). 289
2.4.1. Las elecciones de noviem bre de 1933. La victoria de
la derecha 289
2.4.2. Las consecuencias de una política conservadora en
un contexto de crisis agrícola 299
2.4.3. Cambios en el espacio político republicano 310
2.4.4. La consolidación de la Derecha Regional Valenciana 311
2.4.4.1. La efervescencia del sindicalism o católico. 313
2.4.5. El sindicalism o ugetista aprovecha la represión
contra el anarcosindicalism o 315
2.4.6. Prim eros pasos del fascism o 315
2.4.7. La cosecha del discurso social-católico. La victoria
de la D erecha Regional Valenciana en las elecciones de
febrero de 1936 316
2.5. EL FRENTE POPULAR: FEBRERO-JULIO 1936. 328
2.5.1. El Frente Popular al frente del poder m unicipal:
políticas sociales y anticlericalism o 328
2.5.2. La fascistización de la D erecha Regional Valenciana 336
2.5.3. La izquierda obrera: crecim iento com unista,
reorganización anarquista y división del socialism o 339
2.5.4. Fortaleza sindical y boicot patronal. La huelga textil
de O ntinyent 340
2.5.5. El enrarecido clim a político 344
2.5.6. Los últim os días de la R epública en paz. 348
2.6. LA DEMOCRACIA CONDUCE A UNA NUEVA
SOCIEDAD. EDUCACIÓN Y ENFRENTAMIENTO
CULTURAL. 350
7
2.6.1. La socialización en los valores republicanos: la
escuela 350
2.6.2. Las claves de la secularización. U na cultura en
m ovim iento 354
2.6.2.1. El cinem atógrafo 355
2 . 6 .2.2. El teatro 357
2 . 6 .2.3. Otras m anifestaciones culturales (radio,
prensa, deporte) 358
2.6.3. El im pacto del reform ism o republicano sobre la
sociabilidad form al 360
2.6.4. La m ujer en la República. Tradicionalidad y
participación social. 363
8
3.4.1. El largo proceso de las incautaciones agrícolas.
Legalidad y conflictos locales 480
3.4.2. La gestión de las incautaciones agrícolas. El anhelo
de una sociedad de pequeños propietarios 495
3.4.3. C ontrol Obrero y colectivizaciones industriales:
m ito y esperanzas 508
3.4.4. La intervención obrera sobre otros sectores
económ icos: la vivienda y los servicios 515
3.4.5. De la aversión franquista a la m ateria de los sueños 519
3.5. GUERRA Y ECONOMÍA. LOS BENEFICIOS DEL TEXTIL 519
3.6. CLAROSCUROS DE LA M OVILIZACIÓN POLÍTICO-
SINDICAL: POLITIZACIÓN, CONVENIENCIA Y CAM UFLAJE 525
3.6.1. La pervivencia de los conflictos internos y la
deseada unidad antifascista. 539
3.7. LA GUERRA APLASTA LA ESPERANZA. UNA
COMARCA DE RETAGUARDIA 541
3.7.1. R efugiados y evacuados: entre la solidaridad y el
rechazo 543
3.7.2. Llenar los estóm agos y estim ular la fe en la victoria.
Los abastecim ientos 551
3.7.3. La econom ía erosiona la m oral 569
3.7.3.1. H iperinflacción y problem as m onetarios 569
3.7.3.2. La angustia del paro obrero 573
3.7.4. El enem igo invisible. La Q uinta Colum na 575
3.7.5. El vértigo revolucionario sobre la vida cotidiana 588
3.7.6. La em ergencia pública de la m ujer y sus
contradicciones 595
3.7.7. El H ospital Internacional de Ontinyent.
M icrocosm os de la retaguardia 597
3.7.8. La m ilitarización de la retaguardia. Su incidencia
sobre la vida cotidiana 600
3.7.8.1. La industria de guerra increm enta el peligro de
ataques aéreos 605
3.8. EDUCACIÓN Y CULTURA. ADOCTRINAM IENTO,
PROPAGANDA Y PLASM ACIÓN DE ALTERNATIVAS 609
3.8.1. Las colonias infantiles 609
3.8.2. La escuela. Un frente de com bate 610
3.8.3. Las M ilicias de la Cultura 612
3.8.4. Las alternativas culturales obreras: anarquistas y
socialistas 614
3.8.5. La ideologización de los m edios de com unicación 615
3.8.6. M anifestaciones culturales. M ás evasión que
adoctrinam iento 617
3.9. EL GOLPE DE CASADO. LA EM ERGENCIA DE LA
QUINTA COLUM NA. EL FIN DE LA GUERRA 619
9
Capítulo 4. El PRIMER FRANQUISMO: 1939-1959. 637
10
4.2.2.11.3.2.1 A dscripción política y la persecución de los
cargos 751
4.2.2.11.3.3. Ejecutores y cóm plices 754
4.2.2.11.3.4. La visión de los represaliados 756
4.2.2.11.3.5. La actividad del Tribunal de
R esponsabilidades Políticas. Un indicador de sus objetivos 758
4.2.2.11.3.5.1. Las sentencias. C astigar y recaudar 761
4.2.2.11.3.5.2. Sancionar a los m ayores patrim onios 762
4.2.3. La pesadilla diaria. A proxim ación a la represión no
contable. 764
4.2.3.1. La m uerte que no cesa. Pequeñas tragedias diarias 766
4.2.3.2. Los abusos im punes del poder 767
4.2.3.3. La im posición de los sím bolos 769
4.2.3.4. A provecharse de las circunstancias 772
4.2.3.5. El secuestro de la vida 772
4.2.3. 6 . La fractura social 774
4.2.3.7. Estar tacat. H aber sido rojo. Un estigm a duradero. 776
4 .2 .3 . 8 . La (re) construcción de una nueva m oral 777
4.2.3.9. Una represión violentam ente m isógina 793
4.2.4. El peso de la represión. La fragilidad de la oposición
antifranquista 796
4.2.4.1. La oposición laboral. Posturas individuales en los
cuarenta y espacios autónom os en los cincuenta (HOAC y
JOC). 807
4.3. LOS PODERES LOCALES, PILARES DEL FRANQUISM O:
FALANGE TRADICIONALISTA, IGLESIA Y
AYUNTAMIENTOS. 811
4.3.1. Las tribulaciones del partido único: Falange
Tradicionalista y de las JONS. 1939-1947. 812
4.3.1.1. La larga m archa desde m ovim iento socio-político a
institución de la dictadura. 1939-1943. 812
4.3.1.1.1 El m agm a afiliativo anega a los falangistas. 815
4.3.1.1.2. El fracaso del proyecto fascista de A dolfo
R incón de A rellano. 822
4.3.1.1.3. Las injerencias de las elites locales en el partido
único. 830
4.3.1.1.4 El fin del sueño fascista. Los últim os m eses de la
Jefatura Provincial de A dolfo R incón de A rellano. 837
4.3.1.2 Entre la decepción y la revitalización: 1943-1948. 839
4.3.1.2.1 La U nificación entre Jefatura Provincial y
G obernador Civil: Ram ón Laporta Girón. 839
4.3.1.2.2 Un apoyo mal disim ulado por el Eje. La euforia
falangista: 1940-1943. 841
4.3.1.2.3 Los voluntarios de la D ivisión A zul. 844
4.3.1.2.4. A ctitudes falangistas ante la derrota fascista en
11
la Segunda G uerra M undial. 845
4.3.1.2.5. El C incuentenario de la guerra hispano-
norteam ericana. Un ejem plo de la respuesta franquista
a la situación p o lítica internacional. 1948. 852
4.3 .1 .2 .6 La protección a los fascistas europeos. 854
4.3.1.2.7 El R eferéndum de 1947. Una nueva vuelta de
tuerca del partido único. 855
4.3.1.3 Excautivos, excom batientes y m ilicias. Grupos de
presión y existencia fantasm a. 859
4.3.1.4. El sindicalism o vertical. D em agogia falangista,
control patronal y tím ida política asistencial. 861
4.3.2. La Iglesia C atólica: Al servicio de la dictadura. 878
4.3.2.1 Breves palabras de perdón en un m ar de
colaboración. 882
4.3.2.2. La reposición del im aginario católico. 883
4.3.2.3. La recristian ización de la sociedad. 888
4.3.2.4. El enfrentam iento entre religiosidad popular y
nacionalcatolicism o. 894
4.3.2.5 El esplendor del nacionalcatolicism o. El mandato
de M arcelino O laechea. 895
4 .3 .2 . 6 . El activism o de las asociaciones religiosas. 898
4.3.3. Los ayuntam ientos. La cercanía del poder 900
4.3.3.1. La depuración de los funcionarios m unicipales. 904
4.3.3.2. Las gestoras m unicipales entre 1939-1943:
el reino de la inestabilidad. 915
4.3.3.3. ¿R efalangización?. La unificación de cargos.
Ram ón L aporta G irón, G obernador Civil y Jefe Provincial
de FET-JONS. 927
4.3.3.4. La in stitucionalización local de la dictadura. La
dem ocracia orgánica. 934
4.3.3.4.1. Las elecciones m unicipales de 1948. 934
4.3.3.5. G estores de la nada. La tragedia hacendística
m unicipal. 953
4 .3 .3 . 6 . La acuciante necesidad de vivienda. 963
4.3.3.7. Los “alcaldes m endicantes” . La praxis de la
subvención. 967
4.3.4. Rasgos com arcales de la dirección del capital. Otra
vertiente del apoyo em presarial 968
4.4. LA AUTARQUÍA. 1939-1952. 971
4.4.1. R uralización y crisis del modelo dem ográfico
tradicional 971
4.4.2. Efectos de los desvarios autárquicos en la
agricultura 973
4.4.2.1. La contrarrevolución agraria. El Servicio de
R ecuperación A grícola 973
4.4.2.2. U na p ecu liar reconversión de la producción
12
agrícola: 1939-1952. 975
4.4.2.3. La desigual incidencia de la autarquía sobre la
diversidad cam pesina 988
4.4.3. El fracaso m atizado de la política económ ica
autárquica en la Valí d'A lbaida. 991
4.4.3.1. El intervencionism o económ ico en la industria
com arcal. 997
4.4.3.2. D irección y consecuencias de la política industrial. 998
4.4.3.3. Las dificultades energéticas. 1939-1952. 1.007
4.4.3.4. Los prim eros pasos de la industria de posguerra:
fiscalización y politización. 1.010
4.4.3.5. La negra noche de las producciones colaterales. 1.011
4.4.3.5.1. Ceras, bujías y jabones. El im pacto dual de la
autarquía. 1.013
4.4.3.5.2. Las bondades del m arco autárquico: fibras
naturales, artesanías, m ateriales de construcción y el
vidrio. 1.017
4.4.3.5.3. Esperando tiem pos m ejores. El sector
agroalim entario 1.022
4.4.3. 6 . La autarquía conduce la m áquina textil. El reinado
del regenerado 1.028
4.4.3.6.1. El textil de O ntinyent. Un paradigm a 1.031
4 .4.3. 6 .2. Contagio por esporas y m odelos locales. El textil
en la com arca 1.039
4.4.4. La España de Carpanta. H istoria social de la
autarquía. 1.041
4.4.4.1. El sueño del sustento diario reprim e la rebeldía. 1.041
4.4.4.2. Sim plem ente sobrevivir: el estraperlo, m em orias
de la posguerra. 1.048
4.4.4.3. Condiciones de vida, condiciones m íseras. 1.056
4.4.4.4. Estrategias para vivir. 1.062
4.4.4.5. La resurrección de D ickens. El trabajo infantil y
fem enino 1.068
4 .4 .4 . 6 . Una vida precaria. El desastre sanitario 1.075
4.5. “MENYS MAL QUE FRANCO VA ALQAR LA M Á” . EL
FRANQUISM O CONSOLIDADO: 1952-1959. 1.082
4.5.1. La recuperación económ ica. Cambio agrícola e
industrialización textil. 1.082
4.5.1.1. Las transform aciones dem ográficas: em igración e
inm igración. 1.082
4.5.1.2. Apogeo y crisis de la agricultura tradicional. 1.088
4.5.1.2.1. La aparición de la agricultura a tiem po parcial y
el triunfo de la pequeña propiedad. 1.096
4.5.1.2.2. El tardío arraigo del cooperativism o 1.099
4.5.1.3. La construcción de un nuevo espacio industrial 1.101
4.5.1.3.1. La continuidad de la restricción industrial. 1.104
13
4.5.1.3.2. Las fabricaciones tradicionales: ocaso
versus industrialización 1.107
4.5.1.3.3. Buscando el m ercado exterior. Contratiem pos
y luces deltextil de los cincuenta. Las bases de
desarrollism o de los sesenta. 1 .1 1 2
4.5.1.3.3.1 La conquista textil. 1.121
4.5.1.4. El Plan de Estabilización. Entierro de la
autarquía y paro obrero. 1.126
4.5.2. Ante todo franquistas. Los m unicipios y
personal político en la década de los cincuenta. 1.128
4.5.2.1. Las elecciones m unicipales de 1955. 1.131
4.5.2.2. El continuism o de los alcaldes m endicantes 1.134
4.5.2.3. El relanzam iento de las infraestructuras
m unicipales 1.136
4.5.2.4. La inm igración agrava el problem a de la vivienda. 1.143
4.6. EL CONSENSO IM POSIBLE. LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS MASAS Y LAS PO LÍTICAS ASISTENCIALES. 1.144
4.6.1. Form ar a los españoles. La escuela del florido pensil 1.145
4.6.2. La fiesta: redefínición, reinvención e invención 1.160
4.6.3. A puntes sobre la cultura franquista 1.170
4.6.3.1. La artificialidad y el culto a la gloria 1.170
4 . 6 .3.2. La perm isividad del valenciano y la
castellanización 1.171
4 . 6 .3.3. La visión franquista de la Valí d ’Albaida:
el agrarism o conservador 1.173
4.6.4. La cultura de la evasión 1.175
4.6.5. El fallido asalto falangista al asociacionism o 1.179
4.6.5.1. El nacim iento de un nuevo asociacionism o.
Los años cincuenta. 1.187
4 . 6 . 6 . 6 . Sím bolos franquistas cotidianos. Portavoces
diarios de la dictadura 1.189
4.6.7. Las p o líticas asistenciales 1.193
4.6.7.1. P olíticas socializadoras y asistenciales de
Falange T radicionalista 1.194
4 . 6 .7.1.1. A uxilio Social. D ar de com er a los hijos
de los “ro jo s” 1.194
4 . 6 .7.1.2. El Frente de Juventudes 1.197
4 . 6 .7.1.3. La Sección Fem enina 1.205
4 . 6 .7.1.4. El Sindicato V ertical y las Obras Sindicales 1.210
4 . 6 .7.2. Viejas prácticas en nom bre de Dios. 1.217
Apéndice.
B ibliografía. 1.263
14
ÍNDICE DE CUADROS
T O M O I:
15
(II) Partido Judicial de O ntinyent. 296
Cuadro núm . 28: Elecciones generales. C ircunscripción de V alencia-pro
vincia. 298
Cuadro núm. 29: Elecciones generales. 16 de febrero de 1936. 324
Cuadro núm . 30: Evolución porcentual del voto a la DRV. 1931-1936. 325
Cuadro núm. 31: Consejos M unicipales. Enero-m arzo 1937. 395,396
Cuadro núm. 32: V íctim as de la violencia política republicana. 1936-
1939. 422
Cuadro núm . 33: Perfil político y socio-profesional de las víctim as de la
violencia política republicana.
Cuadro núm .34: Sum arios crim inales. Partido Judicial de O ntinyent,
1937-31 de marzo de 1939.
Cuadro núm . 35: Propietarios agrícolas afectados por las incautaciones.
Cuadro núm .36: Sociedades obreras inscritas en la fundación de la
F ederación Provincial Cam pesina.
Cuadro núm. 37: Fincas urbanas incautadas. O ntinyent, 1936-1939.
Cuadro núm. 38: Evolución de la afiliación al Partido Socialista. 1936-
1938- 530
Cuadro núm. 39: Evolución de la afiliación a la FNTT. 1931-1936/1937. 5 3 ^
Cuadro núm. 40: Sindicatos agrícolas adscritos a la UGT. O ctubre 1936-
agosto de 1938. 533
Cuadro núm. 41: Federaciones locales de Sociedades Obreras-UGT. 534
C uadro núm .42: P o rcen taje com parativo increm ento p recio s ju lio
1936/tasa oficial 1938/m ercado libre 1938. 562
Cuadro núm . 43: Porcentaje increm ento precios alim entos ju lio 1936-
tasa oficial 1938 562,563
Cuadro núm. 44: Evolución del coste de la vida. O ntinyent, ju lio 1936-
1938. 564
Cuadro núm. 45: Perfil político de la derecha cam uflada. 1936-1939. 576
Cuadro núm. 46: Toponim ia de la Revolución. O ntinyent, 1936-1939. 3 8 9
Cuadro núm. 47: R efugios antiaéreos 608
TOMO II:
675
Cuadro núm. 48: Sentencias de los Consejos de Guerra.
Cuadro núm .49: Sentencias de los Consejos de Guerra. Partido Judicial
679,680
de O ntinyent.
Cuadro núm. 50: Cronología de los Consejos de Guerra. Partido Judicial
de O ntinyent. ^
Cuadro núm. 51: D istribución por poblaciones de los ejecutados por la
ju stic ia m ilitar. ^g 2
Cuadro núm. 52: R elación de víctim as de la represión franquista y su
pertenencia a Com ités. 535
Cuadro núm. 53: V íctim as de las prisiones franquistas. 1939-1951. 590
Cuadro núm . 54: Solicitudes denegadas de libertad condicional. Partido
Judicial de O ntinyent, 1941-1943. 700
16
Cuadro núm. 55: Porcentaje anual de presos en libertad condicional.
1939-1951. 703
Cuadro núm .56: Presos acogidos por la Junta de Libertad Vigilada.
Partido Judicial de O ntinyent, 1944. 705
Cuadro núm. 57: Presos liberados por las Juntas Locales de Libertad
Vigilada. Partido Judicial de O ntinyent. 1951. 705
Cuadro núm. 58: Víctim as de los cam pos de concentración nazis. 706
711
Cuadro núm. 59: Sanciones del m agisterio de la Valí d ’A lbaida. /Ai
Cuadro núm. 60: Expedientes de R esponsabilidades Políticas por pobla
ciones.
751
Cuadro núm. 61: Datos profesionales de los encausados.
Cuadro núm. 62: Tendencias política de los encausados. *
Cuadro núm. 63: Expedientes incoados. Partido Judicial de O ntinyent.
Cuadro núm. 64: C ronología las sentencias y los sobreseim ientos.
Partido Judicial de Ontinyent. 759
Cuadro núm. 65: A ctividad del Juzgado de Prim era Instancia del Partido
Judicial de O ntinyent, 1943-mayo 1944. 760
Cuadro núm. 6 6 : A ctividad del Juzgado de Prim era Instancia del Partido
Judicial de O ntintyent, 1944. 760
Cuadro núm. 67: Sentencias del Tribunal de R esponsabilidades Políticas.
La Valí d ’A lbaida. 762
Cuadro núm. 6 8 : Patrim onio de los represaliados. 764
Cuadro núm. 69: Procedencia de los Jefes de FET-JONS. 1939-1945. 819,820
Cuadro núm. 70: Com posición de la Jefatura de A lfarrasí. 1940. 821
Cuadro núm. 71: Com posición de la Jefatura de O ntinyent. 1941-1944. 821
Cuadro núm .72: Resultados del Referéndum de la Ley de Sucesión.
1947. 858
Cuadro núm. 73: D istribución com arcal de las delegaciones sindicales
locales de la Valí d ’Albaida. 1944. 867
Cuadro núm. 74: Resultado de las elecciones sindicales por com arcales.
1944 875
Cuadro núm .75: D epuración de los funcionarios m unicipales. Provincia
de Valencia, abril 1939/10-1-1940. 907
Cuadro núm. 76: Expedientes com pletam ente term inados. D epuración de
los funcionarios m unicipales de la provincia de Valéncia.
Cuadro núm. 77: Expedientes en curso. D epuración de los funcionarios
m unicipales de la provincia de Valéncia. ^g
Cuadro núm. 78: Depuración del A yuntam iento de O ntinyent g^
Cuadro núm. 79: Depuración de los ayuntam ientos de la Valí d ’A lbaida. g ^
Cuadro núm. 80: Inform e político de la Com isión G estora de Ontinyent.
ll-IV -1939/noviem bre 1943. 923
Cuadro núm. 81: Participación en las elecciones m unicipales. 1948. 937
Cuadro núm .82: Concejales elegidos en las elecciones m unicipales de
1948. O ntinyent. 943
Cuadro núm. 83: Personal político. Elecciones m unicipales de 1948. 945
Cuadro núm. 84: Los prim eros alcaldes de la “dem ocracia orgánica” . 947,948
17
Cuadro núm. 85: Procedencia p olítica de los alcaldes elegidos en 1948. 949
Cuadro núm. 8 6 : Edad de los alcaldes elegidos en 1948. 950
Cuadro núm .87: Presupuesto de G astos. Ayuntamiento de O ntinyent,
1949. 956
Cuadro núm. 8 8 : R elación de obras m unicipales. O ntinyent. 1948. 958
Cuadro núm. 89: O bras públicas inauguradas en O ntinyent. 1939-1955. 959
Cuadro núm. 90: Licencias de obras. O ntinyent, 1941-1949. ^66
Cuadro núm .91: C apital de las Sociedades Anónim as. 1941-1959 (en
ptas.). 969
Cuadro núm .92: Sectores productivos de las Sociedades M ercantiles cre-
970
adas. 1941-1959. y /u
Cuadro núm. 93: Evolución dem ográfica. 1940-1950.
Cuadro núm. 94: Im portaciones de abonos e insecticidas. A duanas de la ^ g ’
provincia de Valéncia.
Cuadro núm . 95: R elación de días trabajados y jornales de los sectores
productivos de M ontaverner. 1940-1942. ^g^
Cuadro núm. 96: Expedientes de creación o am pliación solicitadas por
em presas de la Valí d ’A lbaida. 1940-1952. 999
Cuadro núm. 97: Expedientes presentados a la D elegación Provincial de
Industria de Valéncia. 1939-1952. , 1004
Cuadro núm. 98: Producción real de algunos de los principales estable
cim ientos cereros de la Valí d*Albaida. 1950. 1015
Cuadro núm . 99: Evolución de las em presas textiles. O ntinyent. 1945-
1948. 1034
Cuadro núm. 100: Em presas textiles creadas desde 1939. O ntinyent. 1035
Cuadro núm. 101: O breros textiles. O ntinyent, 1936-1952. 1036
Cuadro núm. 102: índice general del coste de la vida. 1922-1943. 1057
Cuadro núm. 103: Precios en el m ercado negro de los alim entos básicos.
P rovincia de Valéncia, 1943. 1058
Cuadro núm. 104: D éficit entre el racionam iento y las necesidades a li
m enticias básicas. 1945. 1059
Cuadro núm. 105: Prom edio de los artículos libre de prim era necesidad.
1945. 1059
Cuadro núm. 106: Evolución de los salarios agrícolas. P rovincia de
Valéncia, 1941-1952. J9 9 9
Cuadro núm. 107: Situación de la vivienda de alquiler. O ntinyent, 1950.
Cuadro núm. 108: Trabajo infantil por sectores. O ntinyent, 1941. ^ ^
Cuadro núm. 109: Salarios m asculinos y fem eninos. B ocairent, 1948.
Cuadro núm. 110: Salarios m edios fem eninos de la industria y la m anu-
factura del Partido Judicial de O ntinyent., 1953.
C uadro n ú m .l l l : D efic ien c ias san itarias m unicipales de la V a ll^ Q ^
d ’A lbaida. 1940-1959. 1083
Cuadro núm. 112: C recim iento dem ográfico del decenio 1950-1960. jq 84
Cuadro núm. 113: Evolución dem ográfica. 1940-1960.
Cuadro núm. 114: Evolución dem ográfica de la zona textil. 1941-1950. 1086
Cuadro núm. 115: Inm igración en la zona textil por porcentajes. 1900-1087
18
1960.
Cuadro núm. 116: Com ercio exterior de la uva R osetti. 1954-1956. 1090
Cuadro núm. 117: Destino de la uva R osetti. 1952. 1091
Cuadro núm. 118: Evolución de los cultivos del térm ino m unicipal de la
Pobla del Duc. 1950-1960. Porcentajes sobre tierra cultivada. 1093
Cuadro núm. 119: Estructura de la propiedad agraria. A lfarrasí. 1098
Cuadro núm. 120: Estructura de la propiedad agraria. L’ O llería. 1098
Cuadro núm. 121: Expedientes de creación o am pliación solicitados por
industriales de la Valí d ’Albaida. 1953-1957.
Cuadro núm. 122: Expedientes presentados a la D elegación Provincial de
Industria de Valéncia. 1953-1957.
Cuadro núm. 123: Establecim ientos cereros. P rovincia de Valéncia. 1955.
Cuadro núm. 124: Principales establecim ientos agroalim entarios. P a r ti d o ....
Judicial de A lbaida. 1953.
Cuadro núm. 125: Em presas textiles. B ocairent-O ntinyent, 1953.
Cuadro n ú m .126: D istribución provincial de las fábricas de borras. 1957. ^^ 1 8
Cuadro núm. 127: Consumo de algodón por habitante/año. España-
Francia, 1948-1951. H lg
Cuadro núm. 128: Increm ento medio del consumo de fibras artificiales.
1938-1951. 1H9
C uadro núm . 129: O bras realizad as en los m unicipios de la Valí
d ’A lbaida. 1940-1959. 1138,1139
Cuadro núm. 130: Obras públicas inauguradas en O ntinyent. 1956-1959. 1142
Cuadro núm .131: Relación de viviendas construidas por iniciativa esta
tal. La Valí d ’A lbaida, 1950-1959. 1144
Cuadro núm. 132: Conm em oraciones escolares. O ntinyent, 1941. 1148
Cuadro n ú m .133: Construcciones escolares. 1940-1959. 1149
Cuadro núm. 134: Presupuesto m unicipal de O ntinyent destinado a la
educación. 1939-1942. 1150
C uadro núm . 135: Evolución del analfabetism o en la provincia de
Valéncia. 1940-1950. 1155
Cuadro núm. 136: índices de asistencia escolar. 1953. H 5?
19
ÍNDICE PE FIGURAS
TOMO I:
M apa núm . 1: La Valí d ’A lbaida en el País Valenciano 29
M apa núm . 2: M apa físico-político de la Valí d ’Albaida. 31
G ráfico núm. 1: C ronología de las víctim as de la Valí d ’A lbaida (excep-
to O ntinyent). 1936-1939. 442
G ráfico núm . 2: C ronología de las víctim as de la Valí d ’A lbaida (excep
to O ntinyent). 1936.
G ráfico núm . 3: C ronología de las víctim as de O ntinyent. 1936.
TOMO II:
G ráfico núm . 4: Filiaciones políticas de las víctim as de la represión
franquista
20
TA BLA DE A B REV IA TU RA S.
A rchivos.
ACCPCE A rchivo del Com ité Central del Partido Com unista de España.
M adrid.
AGA A rchivo de la A dm inistración General del Estado. A lcalá de
H enares.
AHN-SGC A rchivo H istórico N acional. Sección G uerra Civil. Salam anca.
AHM A rchivo Histórico M ilitar. Ávila.
AHN A rchivo H istórico N acional. M adrid.
AFPI A rchivo de la Fundación Pablo Iglesias. M adrid.
AFPB A rchivo de la Fundación Pablo Besteiro. M adrid.
AFLC A rchivo de la Fundación Largo Caballero. M adrid.
ADPV A rchivo de la D iputación Provincial de Valencia. Valéncia.
ARV A rchivo del Reino de Valencia. Valéncia.
ACOCINV A rchivo de la Cám ara O ficial de Com ercio, Industria y
21
N avegación de Valéncia. Valéncia.
AGCV A rchivo del G obierno Civil de Valencia. Valéncia.
AIV E A rchivo del Instituto Valenciano de Econom ía. Valéncia.
SEHGC Servicio de Estudios H istóricos de la G uardia C ivil
Archivos municipales.
22
A rchiv o s p a rro q u ia le s .
A rchivos p riv a d o s.
B ibliotecas.
H em ero tecas.
PR EN SA Y P U B L IC A C IO N E S .
D ic ta d u ra de P rim o de R iv era.
S egund a R e p ú b lica .
23
Com bate Sindicalista (CS)
La C orrespondencia de Valencia. (LCV).
El D espertar de Onteniente. (EDO).
Diario de Valencia. (DV).
Guía com ercial Zunzunegui.
El M ercantil Valenciano. (EMV).
El O brero de la Tierra. (EOT).
La Paz C ristiana. (LPC).
Las P rovincias. (LP).
El Pueblo. (EP)
El R adical Socialista. (ERS).
Redil. (RE).
R epública Social. (RS).
Revista. (RV).
Sindicalism o (S)
El Socialista. (ES).
Solidaridad O brera-B arcelona (SOB)
Solidaridad O brera-V alencia (SOV)
Valencia A tracción. (VA).
Vida C atólica O nteniense. (VCO)
Guerra Civil.
A delante (AD).
La C orrespondencia de Valencia (LCV).
Fragua Social (FS).
Frente Rojo (FR).
En M archa. (EM ).
Nosotros (NO).
El P roductor (EPR).
Verdad. (V E).
Primer Franquismo.
Cruzada.
B oletín del A rzobispado de Valencia.
Levante (LV).
Las P rovincias (LP).
Textil. Sindicato Vertical Textil-D elegación N acional de Sindicatos.
24
Agradecimientos.
25
También es ju sto destacar la ayuda desinteresada y am able prestada en todo
m om ento por José A lberto Gómez Roda, Javier N avarro, Pepe Gandia y Eduard
Frasquet. Pepe Ferrer corrigió con esmero el texto, y sus recom endaciones han
sido seguidas. Tampoco puedo olvidar a todas las personas que com partieron
conm igo sus vidas frente a una grabadora.
Sin em bargo, esta tesis no hubiera sido posible sin el m agisterio y pacien
te dedicación de mi tutor, el profesor A lbert Girona, a quien le debo, en suma,
haber conseguido term inar mi proyecto de investigación.
José A ntonio Fayos siem pre ha creído en mí, incluso en los m om entos más
bajos. Sus cafés en los últim os m eses han sido un oasis. G uillerm o G arcía y
R icardo C uquerella llevaron a cabo la gestión inform ática y el auxilio diario ante
los requerim ientos “el ordenador no funciona” o “no sé lo que le pasa” . Sin ellos
habría abandonado el trabajo mucho antes, derrotado ante estas m aravillosas, y
al m ism o tiem po m alditas m áquinas. Los conocim ientos inform áticos de
G uillerm o G arcía han sido fundam entales para la presentación final del texto, al
igual que José A ntonio Fayos.
A mis padres les debo todo. D esde la vida, hasta sus esfuerzos durante los
años de U niversidad y su aliento para que term inara esta tesis. Tampoco puedo
olvidar las palabras de aliento de mi herm ano Javier y de Ma. Á ngeles. Ni a
Santiago, que dejó tantos proyectos por term inar. Charo y Rafael hicieron todo lo
posible para que pudiera disponer del m ayor tiem po posible para redactar el
texto.
E lisa gstuvo desde el prim er día a mi lado, me acom pañó a todos los archi
vos com arcales, provinciales y nacionales, así como en el trabajo final de la
corrección, y, sobre todo, aguantó los m om entos más bajos. A ella están dedica
das estas páginas, así como a Noem í, Rafa, Kim y Toni, que se quedaron sin
padre en estos últim os meses. Entre líneas, cuadros y pies de página, el más
pequeño com enzaba a gatear, a dar sus prim eros pasos y carreras.
En cualquier caso, la responsabilidad del contenido es exclusivam ente
mía.
26
TOMO I
27
28
M apa núm . 1
L a Valí d ’A lbaida en el País V alenciano.
gEas#
L'Alt ^
P alán cio
—
■■
La Valí d
— <500
< 1500
♦ < 2500
< 3500
■ <4500
< 12.500
32
Capítulo 1.
Introducción.
33
1.1. PÓRTICO.
1 MARIN I CORBERA, M.: “Una historia encara incompleta. La repressió franquista a la provincia de
Barcelona”, en MIR, C.; AGUSTÍ, C. y GELONCH, J. (ed.).: Violencia i repressió a Catalunya durant el
franquisme. Balang historiogrqfic i perspectives, Espai/Temps, 42, 2001, pp. 101-121 (p. 107).
2 Para esta cuestión cfr. RAMIRO, E.: La Ribera: imatge i territori, Mancomunitat de la Ribera Alta,
Algemesí, 2000, pp. 28-47.
3 SERNA, J. y PONS, A.: “En su lugar. Una reflexión sobre la historia local y el microanálisis”, en FRÍAS
CORREDOR, C. y RUIZ CARNICER, M.A.: Nuevas tendencias historiográficas e historia local en España.
Actas del IIo Congreso de Historia Local de Aragón, Estudios AltoAragoneses/Universidad de Zaragoza,
Huesca, 1999, pp. 76.
35
La Valí es una com arca con una clara conciencia histórica de constituir un
espacio geográfico-hum ano particular y diferenciado, una “unitat geográfica tan
perfecta que és un exem ple tipie per ais estudiosos d 'aq u esta ciencia ” .4 La Valí
blanca como la nom braron durante siglos los m usulm anes, esta situada en el valle
form ado por el río A lbaida y su afluente el C lariano, circundado por tosales
cretácicos con un paisaje ondulado cortado por pequeños barrancos que desaguan
en los ríos A lbaida y Clariano y la llanura del térm ino de Fontanars (v. M apa
núm. 2 ) . 5 Su casi perfecta geografía, de la que tan sólo escaparía la ciudad de
B ocairen t, no ha pasado d esap ercib id a p ara los ilu strad o s y lle tra fe rits
valencianos que la recorrieron.
Cavanilles abría su Libro Quarto con el Valle de A lbayda 6 y Teodoro
L lórente le dedicaba un capítulo específico en su descripción h istó rica-
patrim onial del País Valenciano, en el que sitúa en esta form ación geográfica la
totalidad de pueblos que hoy en día se engloban en la com arca, aunque B ocairent
escapaba de estos criterios: “La antiquísim a villa de Bocairent, que vam os á
visitar ahora, no pertenece á ese valle, ni debiera pertenecer á la provincia de
Valencia, si ésta hubiera de ceñirse á sus térm inos naturales ” . 7 Años después, el
albaidense Elias Tormo en su guía de viajes anotaba cómo la Serra G rosa
perfilaba la entrada en el “am plísim o valle de A lbaida que contiene dos ciudades
y hasta 32 m unicipios ” . 8
La agregación de B ocairent a la com arca viene determ inada por la política
liberal del siglo XIX. El organigram a adm inistrativo-judicial facilita esa
concepción u nitaria de los 34 m unicipios de la com arca. Desde las prim eras
décadas del siglo XX la Valí d 'A lb a id a se estructuraba en dos partidos ju d iciales
m uy definidos: A lbaida, que englobaba a una gran parte de los pueblos y
Ontinyent, que reunía a A gullent, A ielo de M alferit, B ocairent y Fontanars
después de su segregación en 1927, con el único añadido de la Font de la Figuera,
un m unicipio que com arcalm ente en la actualidad se sitúa en La Costera. La
pertenencia de Bellús, un m unicipio de unos 300 habitantes, al partido Judicial
de X átiva no invalida que los dos partidos judiciales acaparan a la práctica
totalidad de las localidades que com ponen la com arca de la Valí d 'A lbaida.
Los partidos ju d iciales determ inaron casi m im éticam ente la organización
interna de los partidos políticos y sindicatos durante la República, instituciones
4 LACARRA, J.; SÁNCHEZ, X. y JARQUE, F.: Les Observacions de Cavanilles dos-cents anys despres,
Bancaixa-Obra Social, Valéncia, 1997, tom. IV, p. 10.
^ VV.AA.: Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, Valéncia, 1973, t XII, pp. 156-158.
6 CAVANILLES, A. J.: Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos
del Reyno de Valencia, Imprenta Real, Madrid, 1797, ed. facsímil 1997, vol. II, pp. 117-139.
7 LLORENTE, T.: “Valencia” en España. Sus monumentos y artes-Su naturaleza é historia, Ed. Daniel
Cortezo, Barcelona, 1889, tom. n, pp. 773-817 (p. 808).
8 Cuando Elias Tormo redactaba esta obra, Fontanars todavía era una pedanía de la ciudad de Ontinyent,
TORMO, E.: “Levante (Provincias valencianas y murcianas”, en España-Guias Regionales, Ed. Calpe, núm.
III, Madrid, pp. 220-224 (p. 220). Una delimitación geográfica similar a Llórente y Tormo ha seguido
SOLER, A.: “La Valí d'Albaida”, en PIQUERAS HABA, J. (dir.).: Geografía de les Comarques Valencianes,
Foro Ediciones, Valéncia, 1996, vol. V, pp. 167-169.
36
fran q u istas com o F alange T rad icio n alista y la represión de la dictadura
(C om andancias m ilitares, Tribunales de R esponsabilidades Políticas). En este
sentido, la Valí es una com arca casi perfecta en el panoram a valenciano puesto
que reúne las condiciones previas para un enfoque interm edio. Si observam os
otras com arcas valencianas, esta cuestión se hace más difícil. Por ejem plo, la
Safor estaba fraccionada en partidos ju diciales m uy diferenciados, unos pueblos
nucleados en torno a Gandia, una parte de la Valí de Tavernes en el Partido
Judicial de Sueca y otros en Alzira.
D espués de los procesos desam ortizadores de la centuria decim onónica y
de las consecuencias de la plaga filoxérica del prim er decenio del siglo XX, la
heterogeneidad definía la propiedad y explotación de la tierra. En las poblaciones
industriales o sem i-industriales, la propiedad agrícola estaba concentrada en
pocas m anos que la explotaban en régim en de arrendam iento o aparcería. La
parte más puram ente agrícola de la com arca, con una distribución espacial de
pueblos m enores de 3.000 habitantes, rodeados de otros núcleos de población que
oscilaban entre los 200-500 vecinos, había vivido un cataclism o sin precedentes
con la crisis filoxérica de 1910. D esde entonces la gran propiedad había
com enzado a disgregarse.
E sta conform ación económ ico-social no com portaba una definición
político-sindical m ecanicista en la que prim ero el republicanism o, y después el
m ovim iento obrero reivindicativo, se habían aposentado en las sociedades
industriales. Al contrario, en el espacio industrial de la Valí d'A lbaida, el
tra d ic io n a lism o y el m ovim iento cató lico (sin d icato s, cooperativas,
aso ciacio n es...) detentaron la hegem onía p o lítica, social y cultural desde
principios del siglo XIX. En el espacio agrícola, la tranquilidad aún era m ayor y
el desarrollo del m ovim iento católico igualm ente im petuoso.
A falta de estudios sobre el siglo XIX y el prim er tercio del XX, la Valí
d 'A lb a id a parece que estuvo alejada, con escasos intervalos muy puntuales (la
huelga general textil de Bocairent en 1922, la revuelta de consumos de O ntinyent
en 1920) de las luchas sociales, pero tam bién de las propuestas reform istas
republicanas o revolucionarias. En definitiva, la com arca era un coto cerrado de
caciques y carlistas, un oasis de pequeños pueblos de m arcada tradicionalidad.
Una com unidad a m edio camino entre el mundo rural y el urbano, entre lo agrario
y lo industrial, entre la tradición y la m odernidad.
Sin em bargo, la República convulsionó este sueño de interclasism o y de
falsa arm onía social. Cómo surgidos de la niebla aparecen de repente anarquistas
de la FAI en la m uy conservadora O ntinyent, cam pesinos socialistas hasta en los
pequeños pueblos, com unistas y republicanos anticlericales. Desde luego que
este resplandor de contestación al orden tradicional es común a la España rural
de la época.
Pero la h istoria de la Valí republicana continua alejándose de las com arcas
valencianas de regadío pero tam bién de las zonas industriales. El m ovim iento
católico se agrupa en las siglas de la D erecha Regional Valenciana (DRV) para
form ar un partido de m asas que consigue la suprem acía electoral en las
principales ciudades y pueblos de la com arca. De hecho, O ntinyent fue la única
ciudad m edia de la provincia en la que triunfó la DRV en febrero de 1936, pero
37
tam bién es una ciudad con una CNT-FAI que agrupó a un sector m uy num eroso
de la clase obrera al mismo tiem po que se presentaba en su discurso, y, desde
1933, en su praxis, como una de las más radicalizadas del País V alenciano.
La im pronta tradicionalista y la hegem onía del m ovim iento católico
devienen en nexos analíticos para descifrar las relaciones entre la “ com unidad
cam pesina”, el antiliberalism o oligárquico y el tradicionalism o, bases todas ellas
del apoyo social a la D erecha Regional Valenciana prim ero y posteriorm ente del
franquism o. Esta prim acía del catolicism o enm arca como ninguna otra com arca
la confrontación entre clericales y anticlericales, los rasgos form ativos y las
pautas explicativos del fenóm eno del anticlericalism o, tan decisivo en la historia
de la República, en la explosión de violencia de la contienda civil, en los
proyectos de construcción de una cultura y una sociedad alternativas pero
tam bién en la construcción y perpetuación de la dictadura franquista.
Tampoco se caracterizó la Valí blanca durante la R epública por presentar
una conflictividad destacada, excepto el sector industrial de O ntinyent. Como
vem os, una com arca atípica en el contexto valenciano, por que quizás, hasta la
fecha, el laboratorio histórico se ha preocupado más por las algaradas que por la
quietud (o por las falsas quietudes). Posiblem ente, por que siem pre resulta más
atrayente, personal o ideológicam ente al historiador, el cam pesino socialista, el
ferviente obrero anarquista, el disciplinado m ilitante com unista o el republicano
reform ista im buido de krausism o que historiar al obrero católico revientahuelgas,
al pequeño propietario que reniega de los proyectos transform adores de su
com unidad, o al masero fiel a su amo.
Como vem os, desde el punto de vista político, social o cultural la com arca
no es una dinám ica y m odernizante com arca litoral de regadío, ni la típica
com arca agrícola atrasada de interior, ni tan siquiera un a convulsa zona
industrial. Contiene, eso sí, rasgos reconocibles de todas ellas, aspecto que
abunda en la atracción que ejerce sobre el especialista los años apasionantes,
em blem áticos si se quiere, a la vez que sum am ente com plejos, de la Segunda
República y la guerra civil.
El estudio de los efectos del terrem oto republicano sobre la com arca y de
los procesos de subversión sobre la tradicionalidad de la guerra representa el
boceto im prescindible para dibujar la im posición de los valores franquistas y la
reinstauración/instauración que supuso, así como, diseñar los grupos sociales
sobre los que se sustentó. Así, el calidoscopio de este ám bito interm edio perm ite
tanto calibrar todas las posibles líneas de investigación: la represión sobre el
mundo vencido en la guerra o las actitudes de los franquistas sobre la totalidad
de sus políticas, la evolución de los sectores económ icos, dilucidar la destrucción
o continuidad del caciquism o rural.
Aunque la historiografía com arcal de los años republicanos y bélicos
presenta una buena salud en algunos tem as (por ejem plo, la cultura y la
educación), casi siem pre centrados en la ciudad de O ntinyent, se hacía necesario
ofrecer unificar esta base previa con la exhum ación docum ental local, provincial
y estatal para elaborar un estudio m onográfico sobre la m agnitud analítica de la
38
com arca.
En resum en, la com arca de la Valí d 'A lb a id a co n tien e elem entos
suficientes para prestarle atención y encam inarla a la luz de la historia. O al
m enos esto es lo que he intentado.
1.2. PRESENTACIÓN.
39
republicano sobre una com arca rural con una trayectoria de desm ovilización,
caciquism o y, en definitiva, un m odelo de la España interior tradicional, es uno
de los prim eros objetivos. Prim ero, porque, como se ha descrito con anterioridad,
la Valí d ’A lbaida presenta unos rasgos específicos que dan pie a analizar
detenidam ente el período republicano, tanto en lo que hace referencia a los
anhelos y aspiraciones de los sectores políticos, sindicales, sociales y culturales
sobre los que se asentaba, con sus contradicciones y enfrentam ientos, el
consenso republicano (educación y cultura, reform a social y política) como a los
rasgos de la evolución de la derecha y su fascistización o las form ulaciones
teóricas de una “econom ía nacional” ultraproteccionista y corporativa por parte
de algunos eruditos católicos.
A sí pues, se pretende estudiar la articulación de las bases sociales sobre
las que se asen tab a la R ep ú b lica, su deb ilid ad y frag m en tació n y las
interaccio n es existentes entre las experiencias colectivas de una com arca
em inentem ente rural y la organización-estrategias de las fuerzas político-
sindicales. Pero los años republicanos contienen otro aspecto determ inante. Su
cap acid ad de destrucción del dom inio tradicional y de planteam iento de
esperanzas futuras para una parte de las capas sociales más bajas, ju n to a los
obstáculos puestos en práctica, cobran una relevancia cualitativa p ara acercarnos
a la com prensión de la violencia política de la zona republicana durante la
guerra, al m ism o tiem po que a los objetivos del golpe de estado del 18 de julio
de 1936 y al régim en resultante de la victoria bélica. No en vano, la función del
golpe de estado cívico-m ilitar era destruir a la izquierda obrera y al liberalism o
republicano y detener el proceso reform ista.
A sí m ism o, el conocim iento de las bases sociales de la derecha católica y
su discurso durante el sexenio republicano representan un punto de partida para
indagar en los apoyos sociales del franquism o. El 18 de ju lio constituye la
solución española ante el “p elig ro ” izquierdista producido por la victoria
electoral del Frente Popular, con el retorno a las propuestas reform istas del
prim er bienio y a la pujanza de la izquierda obrera. Sin un partido fascista
verdaderam ente poderoso que pudiera destruir la dem ocracia y fracasada la vía
accidentalista de la derecha católica, el papel director de ejecutores y verdugos
de la dem ocracia republicana recayó en los m ilitares.
La guerra civil que determ inó la suerte de la R epública supone un período
excepcional en la historia española. Para algunos, años de proyectos y sueños.
P ara otros, de tem pestad y pesadilla. D urante la contienda civil se abrió un
proceso revolucionario en la zona republicana en el que se dieron cita diversos y
novedosos centros y órganos de poder (preferentem ente en el ám bito local), las
actuaciones revolucionarias sobre los sectores productivos, la cultura y el
im aginario colectivo, adem ás de una inusitada m ovilización y actividad político-
sindical. Si la retaguardia republicana no fue un m odelo para obtener la victoria
en una guerra (disgregación de poderes, enfrentam ientos políticos, dificultades
de abastecim iento, entre otras), el consenso creado por las transform aciones
revolucionarias y la agitación p o lítica condujeron a que la R epública resistiera
tres años a los esfu erzo s del bando co n trario , m ás férream en te unido
40
interiorm ente y con unos aliados exteriores que explican, en parte, su triunfo en
los cam pos de batalla.
Pero, ¿hasta qué punto estas generalizaciones alcanzaron a una com arca
rural?, ¿se condensaron tan sólo en los m unicipios m ás im portantes y poblados?,
¿únicam ente en los industriales o en los que presentaban m ayores desigualdades
sociales?, ¿solam ente en los que existía previam ente un m ovim iento obrero
revolucionario organizado? R esponder a estas cuestiones previas equivale a
d eterm in a r si, al m argen de las d isp o sicio n es leg ales de los gobiernos
republicanos de la guerra, esta últim a había provocado en verdad, en distinto
grado y profundidad, un intento generalizado de construcción de nueva sociedad,
y, si éste había existido, cuáles fueron sus realizaciones, su problem ática, sus
resistencias. En definitiva, analizar cómo habían vivido los hom bres y m ujeres
de la Valí d ’A lbaida, los tres largos años de guerra, sea cual fuera su
posicionam iento político, los tres largos años de guerra.
La contienda civil sirvió de legitim ación al franquism o. Si la guerra
dividió a la sociedad española, el franquism o utilizó esta división para cim entar
su proyecto de una nueva España separada por la frontera que establecía la
v ictoria y la derrota. Sobre este m aniqueísm o se construyó la dictadura
franquista y se basó la violencia desplegada por el franquism o. Pero el
franquism o tam bién se edificó sobre los valores de la España tradicional
(jerarquía, obediencia, nacionalism o español, catolicism o) que el consenso
republicano había tratado de sustituir, tradicionalidad ahora envuelta en los
ropajes fascistizados de la derecha europea de los treinta y en los fascistas de los
falangista de FET-JONS. En resum en, la G uerra Civil no se puede entender sin el
referente de la República, pero tam poco tiene un sentido propio sin tener en
cuenta el régim en que la siguió.
C onsiderando pues que el franquism o se enm arca en estas im prescindibles
coordenadas tem p o rales-h istó ricas, su im plantación en los cuarenta y su
consolidación en los cincuenta centran el proyecto de investigación. Este período
de la dictadura y de la historia española que transcurre entre 1939 y 1959 es
conocido generalm ente como el prim er franquism o, aunque somos conscientes de
la sim plificación que puede condicionar esta cronología, puesta en tela de juicio
por una parte de la historiografía. Siguiendo con estas prevenciones, hem os
optado por dividir el capítulo dedicado al franquism o en bloques tem áticos que
intentan responder desde la historia local a las grandes cuestiones de la literatura
histórica del franquism o.
D urante estos veinte años, principalm ente hasta 1952, el franquism o
impuso su hegem onía cultural, social y política, desarrollando toda su esencia. El
triunfo de los sublevados se acom pañó de una serie de im posiciones sobre el
im aginario colectivo m ezclado con las tradiciones seculares de una población,
con las consecuencias que se derivan. Después de la sacudida de la guerra y la
represión, una porción significativa de la población padeció un proceso de
im pregnación de los valores del nuevo régim en. El prim er franquism o, al igual
que sucedió en la Francia de Vichy, superpuso la represión y la coacción sobre
una m asa m edia donde la sensación general era de laxitud y cansancio frente a la
necesid ad p rim aria de la m era su b sisten cia. E stos efectos so cia le s de
41
desm ovilización, despolitización y violencia política estatal acom pañaron al
franquism o a lo largo de su andadura pero se construyeron en estas dos décadas,
especialm ente durante los años cuarenta.
Para m uchos, el franquism o fue una dictadura brutal en todos los sentidos.
Para m uchos, puesto que todavía hoy en día se niega, se enm ascara, se disculpa
o se m inusvalora su brutalidad, de sim ilar modo que otros “Pedros” niegan tres
veces el H olocausto o los crím enes de las dictaduras latinoam ericanas, por poner
algunos ejem plos. De ahí que este tem a ocupe un lugar preem inente en su
estudio. Pero el franquism o no fue solam ente represión y violencia, ni debe
constituir, ni teórica ni m etodológicam ente el eje rector. No se trata de
desm itificar la devastadora rep resió n que ejerció la dictadura contra los
proyectos transform adores de la burguesía republicana y el obrerism o de
izquierda, o contra cualquier form a y m anera de disidencia, sino de centrar
adecuadam ente el tem a.
Si de lo que se trata en definitiva es intentar com prender cómo una
dictadura nacida en el calor de la Europa de los treinta se prolongó hasta 1975,
ni la represión en sí m ism a ni la indudable adaptación del franquism o a los
cam bios en las coyunturas políticas internacionales son dinám icas que engloban
la totalidad del fenóm eno de una dictadura que tan sólo desapareció cuando
murió el dictador. El franquism o, por m uy diversas causas, contó con apoyos
sociales que am pliaron las bases sociales, políticas y culturales que salieron a la
calle un lejano 18 de ju lio de 1936.
La h isto ria social del franquism o, cada vez más explorada por la
historiografía, es el objetivo director volcado sobre el m icrocosm os de la Valí
d ’A lbaida. La represión franquista, en sus distintas m odalidades, será estudiada
cuantitativa y cualitativam ente por su capacidad para destruir y som eter a los
vencidos y, en general, a cualquier m anifestación de disidencia, pero tam bién sus
m ecanism os son im portantes para calibrar los grupos que consiguió atraer
gracias al reparto de puestos de trabajo m ediante la depuración laboral o a la
com plicidad en la represión gracias a las denuncias.
Con los v encidos desarm ados, cau tiv o s, fu silad o s, en carcelad o s,
depurados, derrotados m oralm ente y aterrorizados ellos y sus fam ilias, el
franquism o necesitab a un personal p o lítico que dirigiese, adm inistrase y
gestionase las instituciones, las viejas (ayuntam ientos) y las nuevas (FET-JONS
con sus servicios), así como desplegar sím bolos, m itos y referentes que le diesen
una legitim ación como régim en político, a la vez que a sus crím enes. Para ello
contó con Falange Tradicionalista, pero, sobre todo, con la Iglesia C atólica.
Respecto a la Iglesia, nos planteábam os el peso específico de la guerra civil
sobre su apoyo casi sin fisuras al franquism o (al menos durante el prim er
franquism o) o si esta confluencia de intereses m ateriales y espirituales con la
dictadura respondía a una radicalización de líneas ideológicas estructurales
anteriores a la contienda.
Por tanto, la historia institucional de la dictadura necesita conocer el
origen sociopolítico de alcaldes, concejales, falangistas y burócratas sindicales,
a la vez que sus actuaciones al frente de sus cargos y la capacidad (o ineficacia)
de todos ellos para integrar -a c tiv a o pasivam ente- a sectores diversos de sus
42
poblaciones en la España del franquism o. Explicar, en definitiva, formas de
relaciones sociopolíticas que condujeron a la aceptación de la realidad com pleja
de una dictadura, más allá de la sim plificación de “ adictos” y opositores.
El apartado económ ico guarda una profunda relación con la consolidación
del franquism o y sus costos sociales. La historia social del prim er franquism o,
particularm ente la etapa autárquica, relativam ente en m antillas en com paración
con el núm ero de publicaciones que estudian la represión o las instituciones,
despertaba un nuevo aliciente, considerando el sesgo rural de la com arca y su
alejam iento de las zonas industriales, puesto que tanto B ocairent como O ntinyent
todavía poseían una im portante agricultura. Las respuestas sociales ante una
coyuntura económ ica dram ática y las repercusiones sobre la vida diaria de los
que vivieron los años autárquicos, nos interesaban sobrem anera dentro de una
línea m etodológica preocupada por los hom bres y m ujeres anónim os, verdaderos
“protagonistas” de la H istoria. Pero si para la gran m ayoría la autarquía supuso
la m iseria, para una m inoría supuso enorm es beneficios m ateriales. Calibrar los
grupos sociales y económ icos beneficiados por el m ercado negro se incluye en el
objetivo global de aproxim arnos a los apoyos sociales del franquism o.
La larga noche del franquism o lo fue tam bién para la economía. No
obstante, esta afirm ación general para buena parte de los sectores industriales,
plantea interrogantes geográficos, como ha dem ostrado Roque M oreno para la
p ro v in c ia de A lacan t. Estos co m p ortam ientos d iferen ciad o s ante la
ex cep cio n alid ad que rep resen ta la au tarq u ía en la h isto ria económ ica
contem poránea del País Valenciano, definida principalm ente por la preem inencia
de la agricultura de exportación y la industria o m anufactura productora de
bienes de consum o, son básicos para com prender los m odelos de desarrollo de
los sesenta, sobre todo por la acum ulación de capitales producida y las
posiciones de m onopolio obtenidas debido a la explotación de la mano de obra
para el prim er supuesto, y el control de las secciones económ icas del Sindicato
Vertical para el segundo lugar.
C om probar esta dinám ica en la Valí d ’A lbaida es fundam ental para estim ar
hasta qué punto durante estas dos décadas se m odelaron las características
económ icas, sociales y dem ográficas de la Valí d ’A lbaida de principios del siglo
XXI, en la que la histórica industria textil de B ocairent-O ntinyent invade ahora
una porción considerable de la com arca. El sector agrícola de los sesenta
tam poco guarda una continuidad con los productos agrícolas del agro comarcal
de los años treinta. En el transcurso del prim er franquism o se operaron una serie
de cam bios en los cultivos y en los sistem as de explotación y propiedad de la
tierra que se m antuvieron hasta la década de los ochenta.
A sí pues, hem os totalizado en el proyecto de investigación el segundo
ciclo de nuestra h isto ria contem poránea partiendo de la situación de ruptura que
supone la II R epública, continuando con la guerra civil, la forzada fase final de
la R epública, para term inar con el prim er franquism o, inicio de nuestra
contem poraneidad
Partiendo de esta base, hem os totalizado el segundo ciclo de nuestra
historia contem poránea: la Segunda República, la m ás profunda situación de
ruptura vivida por la sociedad; la guerra civil, forzada fase final de la R epública
43
al m ism o tiem po que período excepcional; para desem bocar en el prim er
franquism o, inicio de nuestra contem poraneidad, tom ando como marco espacial
y hum ano una com arca valenciana de interior. Se trata, pues, de estudiar la vida
p o lítica, económ ica, social y cultural d esarro llad a en la Valí d ’A lbaida,
especialm ente en aquellos aspectos que representan líneas de continuidad y de
pervivencia, a la vez que se aborda la discontinuidad entre y cada uno de los
regím enes políticos que se dieron cita entre 1931 y 1959.
U na de las virtudes m etodológicas em pleadas es la perspectiva de análisis
de los poderes locales en relación con el estudio del cam bio social, dentro de una
com arca básicam ente agraria y rural. Este análisis vendrá dado desde la
profundización en la sociología de los protagonistas y antagonistas del período
estudiado, que nos perm itirá ahondar en una m ultidiversidad de factores:
posición socio-económ ica, particip ación política, relaciones horizontales y
verticales entre diferentes individuos y grupos sociales. Clarificar, en definitiva,
posicionam ientos, actuaciones y antagonism os de los habitantes de la com arca.
Desde este punto vista, los grandes actores de la historia política más
clásica dejan paso a los actores de reparto y a los anónim os de los pequeños
pueblos, aportando este enfoque m icrosocial una variedad inapreciable de
m atices, potenciando cam pos de conocim iento diferentes. La evolución de las
sociedades no se contem pla como fruto de las estructuras, sino que necesita
com prenderse como resultado de las acciones de los sujetos históricos. Esta
m etodología casi p u n tillista perm ite diseccionar las elites de poder (las viejas y
las nuevas, las p o líticas y/o las económ icas, las culturales), p ercib ir la
conform ación de bloques hegem ónicos y su dialéctica interna, al m ism o tiempo
que reflejar la vida cotidiana y las m anifestaciones culturales, las relaciones
so ciales... A pesar de todo, las coyunturas económ icas y las dinám icas político-
sociales, tanto a nivel provincial como estatal, tuvieron una influencia que no se
debe olvidar.
La presente tesis no es el resultado únicam ente de unas preocupaciones
historiográficas y académ icas. Parte de un com prom iso personal. A pesar del
tiem po transcurrido, perm anece con vida propia la m em oria de la R epública, en
paz o en guerra, tanto en su parcela sim bólico-m ítica como en las historias de
vida de tantas y tantas fam ilias españolas truncadas decisivam ente por los años
de la guerra. Todavía viven m uchos de sus protagonistas. N uestras avenidas,
calles y plazas conservan innum erables testim onios de aquellos años, desde
escudos de la R epública que por extrañas circunstancias no fueron destruidos por
los vencedores (com o se puede ver en la entrada de la calle M ayor de A lbaida),
hasta rótulos casi inapreciables en edificios que ocuparon sindicatos y partidos
de izquierda. Los sím bolos de los verdugos de aquella R epública gozan de m ayor
supervivencia, situación incom prensible en un Estado dem ocrático: escudos
franquistas, calles dedicadas casi siem pre a personajes franquistas, y, sobre todo,
los “m onum entos a los C aídos” , iconos que todavía se pueden ver en algunos de
nuestros pueblos gobernados por el Partido Popular.
La guerra civil, sesenta y cinco años después de su finalización, continúa
representando para la h isto ria española y para los españoles el episodio con
m ayores repercusiones históricas, sociales y personales del siglo XX, el episodio
44
de nuestra historia contem poránea de m ayor repercusión internacional. A pesar
de todos los pesares, su recuerdo social es vigoroso, pero más acentuado entre los
que no la vivieron que entre sus protagonistas anónim os. D etrás de la aparente
apatía cultural de nuestra sociedad im buida de hedonism o consum ista, la
program ación de conferencias o la publicación de artículos y m onografías,
suscita un gran interés entre grupos de edad bien distintos: los m ás jóvenes y las
generaciones que no tuvieron un acceso norm alizado y libre al conocim iento de
los años bélicos. Este retrato sociológico es un fiel indicativo de la destrucción
de la m em oria y el poso del m iedo, ejecutado a la perfección por la dictadura
franquista.
Ni los deseos de olvidar, ni los de cerrar página y trasladar la guerra civil
al campo de la historiografía han podido term inar con el interés de historiadores
y ciudadanos por unos años que continúan m odelando poderosos sím bolos
colectivos. Las ventas del revisionista Pío M oa o de Víctimas de la Guerra C ivil,
el lleno de las salas en las que se proyectaba Tierra y L ibertad , la puesta en
escena para recibir a los veteranos de las Brigadas Internacionales, la tozudez de
represen tan tes políticos del Partido P opular para no retirar los sím bolos
fran q u istas que recuerdan la guerra o no reco n o cer el golpe de estado
antidem ocrático del 18 de ju lio de 1936, son algunos ejem plos del retorno
palpitante de la guerra. Al fin y al cabo, la guerra es el eje, paralelo a los ritos de
paso religiosos tradicionales o a los sucesos de la vida más im pactantes (un gran
nevada, una sequía prolongada...) de la división que nuestros m ayores hacen de
sus vidas. A lrededor de la frase “ antes o después de la guerra” giran siem pre sus
recuerdos de vida, sus trayectorias vitales. Así se entiende que
^ SAGUÉS SAN JOSÉ, J.: “La historia de la Guerra Civil española, un campo con puerta aún por abrir”,
Ayer, 43, 2001, pp. 277-289 (p. 278).
Aunque no han faltado valiosos trabajos de síntesis, v. PRESTON, P.: La Guerra Civil española,
Plaza&Janes, Barcelona, 2000.
11 El Centro de Información y Documentación Científica catalogó en 1995 la cantidad de 3.500
publicaciones (congresos, revistas, libros) aparecidas entre 1975 y 1995. Un reciente estado de la cuestión en
SAGUÉS SAN JOSÉ, J.: “La historia de la Guerra Civil española, un campo con puertas aún por abrir”, op.
cit.
45
local catalana. Por el contrario, la h istoriografía valenciana ha seguido una línea
bien distinta. En 1986, fecha del C incuentenario de la proclam ación de la
R epública, parecía que la producción historiográfica sobre los años republicanos
y la guerra, acom pañada por los ím petus juveniles de buena parte de los
historiadores locales, estaba consolidándose en el panoram a valenciano. Sin
em bargo, desde entonces, se ha avanzado más despacio . 12 Aunque perdura la
línea argum ental de la escuela liberal anglosajona, y de su sim bolism o de guerra
contra el fascism o , 13 se em piezan a tener en cuenta otras interpretaciones y
rev isio n es . 14
Eso sí, la historiografía valenciana, por ahora (todo se andará), se ha
librado del revisionism o reaccionario, m anipulado y carente de cientificidad de
los Píos M oa que pululan en tertulias y diarios, que hacen gala de su liberalism o
después de una h isto ria al servicio de la opresión política, social y cultural, o
difunden el fanatism o de los conversos . 15
Por desgracia, el franquism o no goza de tanta atención institucional ni
siquiera por parte de las asociaciones culturales . 16 La presentación de proyectos
de investigación locales/com arcales despierta generalm ente el recelo. Es un tem a
“p o lítico ” se dice, “dem asiado cercano” dicen otros. El conocim iento de lo que
fue el franquism o para los valencianos corre cada día más el peligro de reducirse,
a pesar de sus indudables aportaciones, al coto cerrado de la U niversidad y los
h isto ria d o re s. M ien tras, en la c alle, el franquism o es recordado p o r el
seiscientos, el acceso a los bienes de consum o, las prim eras vacaciones en la
costa. El franquism o es la España de la serie televisiva Cuéntame cómo p a s ó : un
viejo y paternal dictador, casi entrañable, una sociedad sin libertades pero que
12 En 1986 la cantidad de publicación hizo necesario sendos balances, v. GIRONA ALBUIXECH, A.: “La
historiografía valenciana de la guerra civil: un estat de la qüestió”, Ullal. Revista d'Historia i Cultura, 10,
1986, pp. 46-54; del mismo autor “Las últimas aportaciones valencianas al estudio de la Guerra Civil y el
Franquismo”, Perspectiva Contemporánea Española siglo XX, 1, 1988, pp. 297-300. Un repaso actualizado
a la historiografía valenciana se puede seguir en CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.:
“República i Guerra Civil al País Valenciá. Un estat de la qüestió”, El Contemporani, 17, gener-abril 1999,
pp. 38-43.
13 Los autores más representativos son THOMAS, H.: La Guerra Civil española 1936-1939, Grijalbo,
Barcelona, 1976, y JACKSON, G: La República española y la Guerra Civil, Crítica, Barcelona, 1979.
14 UCELAY DA CAL, E.: “Ideas preconcebidas y esteriotipos en las interpretaciones de la Guerra Civil
española: el dorso de la solidaridad”, Historia Social, 6, 1990, pp. 23-43 y ARÓSTEGUI, J.: “Los
componentes sociales y políticos” en La Guerra Civil Española. 50 años después., Labor, Barcelona, 1985,
pp. 45-122.
15 Doctores tiene la Iglesia para refutar sus infundios. Los trabajos y estudios de Alberto Reig Tapia y
Enrique Moradiellos bastarían por sí sólos para no prestar mayor atención a estos “liberales” de pacotilla,
pero apuntaremos una sucinta relación de artículos que dejan las cosas en su sitio. REIG TAPIA, A.:
“Ideología e Historia. Quousque tándem, Pío Moa?”, Sistema, 177, noviembre 2003, pp. 103-121;
MORADIELLOS, E.: “La Guerra Civil: los mitos de Pío Moa”, Revista de Libros, 79-80, julio-agosto 2003,
p. 57; “Amarguras y maniqueísmos”; ibídem, 61, enero 2002, pp. 14-15 y “Las nateojeras del maniqueísmo
histórico”, ibídem, 66, jimio 2002, p. 50.
16 No abundan las síntesis sobre el franquismo en el País Valenciano, v. PICÓ I LÓPEZ, J.: El franquismo,
Ed. Alfons el Magnánim, Valéncia, 1982; CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Valencians
sota el franquismo, Ed. La Xara, Benifairó de la Valldgina, 2002 y TORRES FABRA, R.C.: “Reconstrucció
o desmembrament? La darrera postguerra civil al País Valenciá”, Afers, 45, 2003, pp. 337-362.
46
había superado el ham bre y la m iseria a golpe de letras de plazos, fruto del
trabajo desm esurado de los españoles, con las que poder com prar el prim er
frigorífico, la prim era lavadora, el televisor y, los m ás afortunados, hasta el
coche y las vacaciones en la playa.
Cuando se conversa con algún nostálgico del franquism o estos años de
progreso económ ico y de falsa paz social saltan en las prim eras palabras,
legitim ando la dictadura. Excepto los más m ayores que padecieron en sus propias
carnes la represión de la posguerra, y que guardan habitualm ente silencio, el
franquism o fue un régim en que, con algunos excesos, se sitúa a años luz de las
políticas de genocidio y barbarie de la A lem ania nazi. En este sentido, la
violencia franquista se equipara a la ejercida en la zona republicana, igualando
ambas en torno a “todos fueron iguales” . Por últim o, desde la feliz desaparición
de las dictaduras estalinistas, se ha asistido al acoso y derribo de todas aquellas
propuestas alternativas al actual m odelo global capitalista, en nom bre de la
“razón de E stado” , las poderosas razones del “m ercado” o estigm atizándolas
como utópicas e irrealizables. Este concepto amplio de “higiene dem ocrática”
que sobrepasa los lím ites de la dem ocracia política es el resultado de la
concepción de la historia como un “arm a” que fija su objetivo especialm ente
sobre los “constructores” más que sobre los grandes actores.
Así, el estudio de la República y la guerra, con todas las contradicciones
y violencias que se quieran y que existieron, una vez desechada la visión
rom ántica, está condicionado por una reivindicación de los actores públicos y
anónimos que asieron la m ateria de la que están construidos los sueños para
traerlos a la tierra. Lo que vino después no fueron ni el 600 ni los prim eros
televisores. Para llegar a la España de los sesenta en la que se había desterrado
el ham bre y la m iseria fue necesaria la m ayor dem ostración de violencia y de
violación constante de la dignidad hum ana de la h isto ria contem poránea
española; una acum ulación de capitales que estallaron en los sesenta cim entada
en la explotación m ás atroz de los trabajadores y en un descenso sin parangón de
las condiciones de vida, junto a la desarticulación de la sociedad y de m iles de
fam ilias. Todo esto se dio preferentem ente durante los años com prendidos en el
prim er franquism o, aunque con otros m ecanism os, y no se abandonó hasta la
m uerte del dictador. La m em oria histórica del franquism o debe ser abordada y
conocida, prim ero por una necesaria dignificación de sus víctim as y sus
descendientes, segundo, para im pedir la “edulcoración” y relativización de la
dictadura franquista y, en general, de cualquier dictadura.
La tesis pretende en todo momento enlazar las estructuras generales de los
períodos estudiados con las propias historias de los hom bres y m ujeres que las
vivieron día a día. Los líderes políticos y sindicales de la R epública en paz y en
guerra, los jerarcas falangistas, los dignatarios eclesiásticos, los em presarios, los
intelectuales, protagonizaron esta historia, pero tam bién los m ilitantes de los
partidos y sindicatos, los falangistas, los párrocos de pueblo, las m ujeres y niños
de fábricas y alm acenes, los sencillos corresponsales locales de la prensa
provincial, y los que nunca aparecen entre afiliados a tal o cual asociación,
partido o sindicato, los seres anónim os que participaron de igual modo en estos
47
años de convulsiones, m uerte y sufrim iento acom pañados por alegrías cotidianas
y esperanzas.
En palabras de M arx: “ Los hom bres hacen su propia historia, pero no la
hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos m ism os, sino bajo
aquellas circunstancias con que se encuentran directam ente, que existen y les han
sido legadas por el pasado ” . 17 Una m etodología que ha dado sus frutos en
A lem an ia desde 1983 (C in cu en tenario de la llegada al poder del
nacionalsocialism o) ante la necesidad de com prender los m ecanism os sociales
que perm itieron al NSPD dom inar el estado y la sociedad alem ana . 18
Por últim o, esta tesis se enm arca m etodológicam ente en la denostada para
algunos, fructífera para otros, historia lo cal . 19 U na estrategia que adopta el
enfoque m icroscópico sobre un espacio hum ano reducido (“espai viscut”) con la
fin a lid ad de p la n te a r cu estio n es e in terro g an tes de la h isto ria general,
relacionando de este m odo a los habitantes del lugar con los grandes procesos
sociales. Pero tam bién servir para el autoconocim iento de la identidad colectiva
de la com arca de la Valí d 'A lb aid a, una com unidad con unos rasgos propios. O lo
que es lo m ism o, “O jalá que las historias locales pudieran concebirse de tal
m odo, de suerte que lo particular interesara a quien no tiene interés alguno, al
m enos de entrada, por la h isto ria que se le cuenta. O jalá que las historias locales
pudieran tratar los hechos irrepetibles como condensación de las acciones
hum anas y de su significado ” . 20
17 MARX, K.: El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, en Obras Escogidas, Ed. Progreso, Moscú, 1981,
1.1., p. 408.
18 Una aproximación a la gestación de este movimiento y su implicación en la nueva historiografía alemana
del nazismo en LÜDTKE, A.: “De los héroes de la resistencia a los coautores. «A lltagsgeschich te» en
Alemania”, Ayer, 19, 1995, pp. 49-70.
19 Un balance historiográfíco en el que se señala la indefinición conceptual del término historia local al
mismo tiempo que se resalta su incidencia cuantitativa y cualitativa en el panorama histórico actual en
MARTÍNEZ RUEDA, F.: “Algunes consideracions sobre l'estat actual de la historia local”, Afers, 27,1997,
pp. 423-436. Aparato metodológico que incide en los peligros de un excesivo localismo en CASANOVA, J.:
“Historia local, historia social i microhistória”, Taller d'história, 6, 1995, pp-3-38; SERNA, J. y PONS, A.:
“El ojo de la aguja. ¿De qué hablamos cuando hablamos de microhistoria?”, Ayer, 12, 1993, pp. 505-520;
FORCADELL ÁLVAREZ, C.: “La fragmentación espacial en la historiografía contemporánea. La historia
regional/local y el temor a la síntesis”, Historia Contemporánea. Estudios de Historia Local, 13-14, 1995-
1996, pp. 7-27 y las comunicaciones contenidas en W .AA.: L 'espai viscut, Coloquio Internacional de
Historia Local, Valencia, 7-10 noviembre 1988, Diputado de Valencia, Valencia, 1989.
20 SERNA, J. y PONS, A.: “El ojo de la aguja. ¿De qué hablamos cuando hablamos de microhistoria?”, op.
cit., p. 79.
48
1.3. EL INEVITABLE DEBATE SOBRE LA “NATURALEZA” DEL
FRANQUISMO.
21 ARÓSTEGUI, J.: “La historiografía sobre la España de Franco. Promesas y debilidades”, Historia
Contemporánea, 7,1992, pp. 77-100.
22 SAZ CAMPOS, I.: “Les peculiaritats del feixisme espanyol”, Afers, 25, 1996, pp. 623-637 (p. 638).
23 COLOTTI, E.: “Cinc formes de feixisme europeu: Austria, Alemanya, Italia, Espanya i Portugal”, Afers,
25, 1996, pp. 511-524.
24 LINZ, J.: La España de los años setenta. El Estado y la política, Ed. Moneda y Crédito, Madrid, vol. DI,
t. 1, pp. 1467-1531,1974 y PAYNE, S.: El régimen de Franco (1936-1975), Ed. Alianza Editorial, Madrid,
1987.
25 TUSELL, J.: La dictadura de Franco, Altaya, Barcelona, 1996, pp. 148-150.
49
Otros autores han definido el franquism o como un régim en bonapartista,
siguiendo la interp retació n de M arx sobre el régim en de Luis N apoleón
(Francia), basándose en el contexto que llevó a Franco al poder (un golpe de
estado m ilitar que pretendía destruir la R epública reform ista), a su posterior
dinám ica dictatorial conservadora que contaba con el soporte de la clase
dom inante .26 El aporte ideológico de la Iglesia C atólica al franquism o, y su
control sobre la educación, principal centro socializador, aspecto persistente, con
m ayor o fuerza, en el devenir histórico del régim en, han llevado a definir al
franquism o cómo un régim en nacionalcatólico . 27
En general, la historiografía se ha dividido en dos grandes bloques. Los
que consideran que el franquism o fue un régim en fascista, en el que la
hegem onía del partido único fascista de los casos alem án o italiano (sobre todo
el segundo) fue sustituida por el Ejército y la Iglesia. P ara estos autores, el
fascism o español es peculiar, pero fascism o al fin y al cabo, cum pliendo una
“función so cial” sim ilar a los de estos dos países europeos, esto es, la
destrucción de la izquierda y la dem ocracia m ediante la im posición de una brutal
violencia y la defensa a u ltranza del m odelo cap italista . 28 Incluso se ha
introducido en el debate una variable geográfica, entre una periferia en la que
predom ina el epíteto fascista y un centro favorable a la consideración de
autoritario, división achacada a la ausencia de un estudio global de la represión
franquista en la capital del Estado . 29
Para otros autores, aun teniendo en cuenta las grandes sim ilitudes del
franquism o con el fascism o italiano, se hace difícil conceptuar como tal al
franquism o si se considera que “amb el concepte de feixism e no considerem
régim s en qué el m ovim ent i la ideología feixistes no tinguen un paper
determ inant en la seua dinám ica ” .30
La línea m antenida por Ism ael Saz en sus publicaciones m antiene la idea
central de la im posibilidad de m antener el carácter fascista del franquism o ante
la m anifiesta debilidad y subordinación del fascism o español. Este historiador
subraya que el fascism o fue m ucho m ás que la represión de la izquierda, el
antiliberalism o y antim arxism o, o la instauración de un estado, una sociedad y
una econom ía en torno a los principios de jerarq u ía y centralización. El fascism o
buscó la nacionalización a través de m ecanism os integradores y socializadores de
26 REIG TAPIA, A.: Franco "Caudillo": mito y realidad, Tecnos, Madrid, 1995, p. 153.
27 BOTTI, A.: Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España (1881-1975), Ed. Alianza, Madrid, 1992,
pp. 101-140.
28 Las dos referencias de esta línea historiográfica son FONTANA, J.: “Reflexiones sobre la naturaleza y las
consecuencias del franquismo”, en FONTANA, J. (ed.).: España bajo elfranquismo, Crítica, Barcelona, 1986
y CASANOVA, J.: “La sombra del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado”, en CASANOVA, J.;
CENARRO, Á ; CIFUENTES, J.; MALUENDA, M*.P. y SALOMÓN, Ma. P.: El pasado oculto. Fascismo y
violencia en Aragón (1936-1939), Ed. S. XXI, Madrid, 1992, pp. 1-28.
29 CENARRO, Á.: “Muerte y subordinación en la España franquista: el imperio de la violencia como base
del “Nuevo Estado””, Historia Social, 30, 1998, p. 5-22 (p .ll).
30 GÓMEZ RODA, J.A.: Política i poder local. Catarroja: un municipi valencia durant el primer
franquisme, Ed. Afers, Catarroja, 1998, p. 25.
50
las m asas, en especial de las clases m edias y sectores obreros, intentado superar
las divisiones sociales producidas por la clase social o la religión. Y, en este
sentido, los falangistas de FET fracasaron y el franquism o hizo bien poco. Esta
contradicción de un régim en aparentem ente fascista, pero sin llegar a serlo, ha
sido resu elta con la definición del franquism o como una dictadura fascistizada,
que “ En certa m anera reunía algunes de les característiques essencials de
qualsevol dictadura feixista (...) Pero tam poc no era una dictadura feixista
( , . . ) ” . 31 Este ensam blaje de dictadura conservadora con elem entos fascistas en
torno al arbitraje del general Franco sería la “naturaleza” , la esencia mism a de la
dictadura, que explicaría su dilatado periplo histórico.
Las interpretaciones adoptadas en el debate sobre la “naturaleza” del
franquism o condicionan la historia com parada de la dictadura franquista con
otros regím enes europeos. Para la historiografía que asim ila franquism o a
fascism o, y en esto coinciden todos los autores, el fascism o franquista se acerca
al m odelo fascista italiano. Para Francisco Sevillano, la desm ovilización política
y social del franquism o lo aleja de los fascism os y lo acerca a la vecina dictadura
de S alazar . 32 Una tesis sugestiva, poco explorada hasta la fecha, basada en las
sim ilitudes de trayectorias político-sociales de la España republicana y de la III
R epública francesa conduce a considerar a la Francia de Vichy como el régim en
más sim ilar al franquism o. Ism ael Saz engloba a la R evolución N acional
preconizada desde Vichy, junto a las dictaduras de A ustria, Rum ania o Portugal,
contem poráneas al franquism o, en el grupo de los regím enes “parafascistas o
fascistizados” .
En los dos países el fascism o había fracasado, y la dem ocracia fue
derrotada por intervenciones violentas (interna en España, externa en Francia)
por un “ com prom iso a u to rita rio ” nucleado en torno a dos m ilitares
conservadores. Tanto en la Francia de Vichy como en la España de Franco el
partido fascista perm aneció “ subordinado” al Estado, organizaron estados
corporativos y represivos con la oposición y, en definitiva, participaron en el
m ism o odio h acia la dem ocracia p o lítica, las o rg an izacio n es obreras
revolucionarias y en el discurso de una “revolución nacional” que tenía más de
tradicional (activa presencia de tradicionalistas, antiguos conservadores, y de la
Iglesia) que de las concepciones revolucionarias del fascism o . 33
G licerio Sánchez y Julio A róstegui m antienen una postura equidistante de
estos dos grandes grupos. Para G licerio Sánchez, la guerra diseñó las bases de la
dictadura, con una “coalición contrarrevolucionaria” (cam biante a lo largo de su
historia) tutelada por el Ejército, com puesta por sectores diferenciados pero
unidos por una “identidad de intereses” común. Así pues el franquism o se define
3 * La tesis de Ismael Saz se pueden seguir consultado SAZ CAMPOS, I.: “El franquismo, ¿régimen
autoritario o dictadura fascista?”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARIN, J.Ma y CASANOVA, M. (eds.).: El
régimen de Franco (1936-1975). Política y relaciones exteriores, UNED, Madrid, 1993,1.1, pp. 189-201;
“Les peculiaritats del feixisme espanyol”, op. cit., pp. 635-636.
32 SEVILLANO CALERO, F.: “La dictadura franquista y el fascismo: un intento de interpretación”, en II
Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., vol I, p. 229.
33 Esta tesis aparece desarrollada en SAZ CAMPOS, I.: “El primer franquismo”, Ayer, 36, 1999, pp. 201-
222. Para la Francia de Vichy cfr. PAXTON, R.: La Francia de Vichy, 1940-1944, Noguer, Barcelona, 1974.
51
como un “régim en de estado de excepción duradero accidental (acom odado a las
circunstancias) y que instrum entaliza la ficción de la m onarquía ” .34 P ara Julio
A róstegui, el franquism o fue una dictadura sui géneris. Rechaza el térm ino
fascista para definirlo, por cuanto el franquism o consistió básicam ente en la
recuperación del sistem a de dom inación tradicional que republicanos reform istas
e izquierda revolucionaria habían puesto en cuestión. Así, la intensidad represiva
de la que hizo gala el franquism o durante toda su trayectoria tenía como finalidad
asegurar el m antenim iento de la restauración de las form as de dom inio social,
todo ello recubierto con la capa de una legitim ización en torno a la construcción
de un “Estado de derecho” p eculiar . 35
En el “estado de la cuestión” historiográfico elaborado por M. Pérez
Ledesm a, el m ás citado por los historiadores, se insistía en los pilares del
Ejército y la Iglesia para definir la “naturaleza” del franquism o .36 Planteados
sucintam ente los térm inos globales del debate, optam os por abordar mi posición
p a rtic u la r después del tra b ajo de reco g id a de docum entación y de su
interpretación, esto es, en el apartado de las conclusiones de esta tesis.
34 SÁNCHEZ RECIO, G: Los cuadros políticos intermedios del régimen franquista. 1936-1959, Instituto de
Cultura Juan Gil-Albert, Alacant, 1996, p. 17.
35 ARÓSTEGUI, J.: “Opresión y pseudo-juricidad. De nuevo sobre la naturaleza del franquismo”, Bulletin
d'Histoire Contemporaine de l ’Espagne, 24, diciembre 1996, pp. 31-46.
36 PÉREZ LEDESMA, M.: “Una dictadura ‘Por la gracia de Dios”, Historia Social, 20, 1994, pp. 173-193;
SÁNCHEZ RECIO, G: “En tomo al régimen franquista. Revisión de una antigua polémica”, Anales de la
Universidad de Alicante, Historia contemporánea, 8-9, 1991-1992, pp. 9-34 y SEVILLANO CALERO, F.:
“Totalitarismo, fascismo y franquismo: el pasado y el fin de las certidumbres después del comunismo”, en
MORENO FONSERET, R. y SEVILLANO CALERO, F. (eds.).: El franquismo. Visiones y balances,
Publicaciones de la Universidad de Alacant, Alacant, 1999, pp. 13-26.
37 Un ejemplo reciente, en el que se puede seguir el devenir de un Instituto de Enseñanza Media de Alcoi,
con abundante información sobre el personal sindical y político de la ciudad, así como los entresijos de la
vida cotidiana de una ciudad de retaguardia, en BENEITO LLORIS, Á. y BALSALOBRE GARCÍA, J. M*.:
“Fons Arxivístic de l'Institut d'Ensenyament Secundan Pare Eduard Vitoria d'Alcoi (Periodo Rojo)”, en
BENITO LLORIS, Á. y SANTONJA, J. LL.: Actes de les VJomades d 'Historia Local. L 'Alcoi del segleXX,
Arxiu Municipal d'Alcoi/Centre Alcoiá d'Estudis Histories i Arqueológics, Alcoi, 2002, pp. 17-29.
52
futuros estudios locales, generalistas o sectoriales. Pero para ello, habrá que
esperar.
P ara el franquism o, el im portante esfuerzo sistem atizador de los dos
prim eros Encuentros de Investigadores del Franquism o (B arcelona 1992 y
A lacant 1995) en los que, entre las normas de presentación de originales, se
encontraba un apartado específico para la descripción de las fuentes consultadas,
ha beneficiado enorm em ente al investigador del período, en cuanto a los fondos
docum entales accesibles . 38 Otra cosa son las fuentes no accesibles, algunas de
ellas básicas para el conocim iento de la represión franquista, como los Archivos
M ilitares, que contienen los Consejos de Guerra, los archivos de la Guardia
Civil, los fondos de la Fundación Francisco Franco o los fondos de las Jefaturas
de Falange y de las H erm andades, que por ahora están en paradero oficialm ente
desconocido, y en m uchos casos, extraoficialm ente conocido.
B ibliotecas, hem erotecas y archivos locales han m ejorado sustancialm ente
las condiciones de acceso y de consulta. Los esfuerzos de recuperación y
catalogación de las fuentes hem erográficas locales/com arcales (prensa, obras de
cronistas, libros de fiestas...) han contribuido a facilitar la tarea y, en muchos
casos, a descubrir y sacar a la luz series enteras de diarios de la época, como nos
ocurrió m ientras preparábam os una m onografía de la G andía republicana con
G erm inal, una publicación de la izquierda republicana de la que se conservaban
m uy pocos núm eros . 39
En nuestro caso encontram os la dificultad intrínseca de preparar las
piezas de un gran rom pecabezas de 34 m unicipios, puesto que el proyecto de
tesis no concebía la centralización del observatorio en los grandes m unicipios
para después aliñarlos con cuatro pinceladas dispersas de los pueblos pequeños,
porque, precisam ente, la elección del ámbito com arcal pretendía enfocar las
grandes cuestiones generales, tanto en el sector com arcal industrial, como en el
agrícola, en una ciudad m edia como O ntinyent, pero tam bién en los m unicipios
de m enor calado.
Así las cosas, desde un prim er m om ento la estrategia se planteó en
intentar recoger el m áxim o de fuentes posibles de todos y cada uno de los
pueblos de la com arca conociendo de antemano que el eje de toda investigación
local, el archivo m unicipal, presentaba tal fragm entación e irregularidad en la
continuidad de las series que sería obligatorio elaborar un am plio despliegue de
búsqueda docum ental en archivos provinciales, estatales, de asociaciones,
hem erotecas, m em orias de los protagonistas y el recurso com plem entario de las
fuentes orales.
3 8 1Encuentro de Investigadores del Franquismo, Fundado Arxiu Historie CONC, UAB, Societat Catalana
d’Estudis Histories, Barcelona, 1992 y II Encuentro de Investigadores del Franquismo, Institut de Cultura
“Juan Gil-Albert” (Diputació d’Alacant), Fundado d’Estudis i Iniciatives Sociolaborals (FEIS), Departament
d’História Contemporania de la Universitat de Valéncia, Departament d’Humanitats Contemporánies de la
Universitat d’Alacant, 2 vols, Alacant, 1995.
39 Para estas cuestiones cfr. la nota a pie de página núm. 3 de CALZADO ALDARIA, A. y TORRES
FABRA, R.C.: “República i Guerra Civil al País Valencia. Un estat de la qüestió”, El Contemporani, 17,
gener-abril 1999, pp. 38-43 (p.41).
53
Los archivos m unicipales son la fuente básica para la historia lo cal .40 En
sus fondos se deposita el hálito social, político, económ ico y cultural de una
p o b lació n . Los L ibros de A ctas M unicipales reflejan la com posición y
variaciones del personal político, sus decisiones que afectaban a la vida de sus
conciudadanos, sus posiciones personales y los conflictos de sus sociedades. La
serie de C orrespondencia es prim ordial, puesto que entre esos cientos de
pequeños papeles, de inform es, expedientes y estadísticas diversas, resultado de
las re la c io n e s en tre el ayuntam iento con las in stan cias g ubernativas
provinciales/estatales, con particulares o con las asociaciones locales, se recoge
un cúm ulo inapreciable de inform ación. Su riqueza cuantitativa no supera a la
cualitativa, em ergiendo desde ella la reconstrucción histórica de una población.
Las horas, días y sem anas dedicadas a su consulta siem pre m erecen la pena.
P ara la historia económ ica, podem os encontrar la docum entación generada
para la elaboración de la M atrícula Industrial y las más diversas estadísticas
ordenadas desde G obierno Civil o desde el gobierno central (padrones, censos...).
In fo rm es, lib ro s re g istro s de m u ltas, bandos, m em orias de actividades
m u n icip ales, las series de Sanidad y B en eficen cia, de E nseñanza, o de
E lecciones, com pletan un sólido panoram a docum ental para el conocim iento de
la h isto ria de una p oblación .41
La h isto ria contem poránea española ha incidido de m anera negativa e
irreversible en cualquier investigación histórica. Las destrucciones y rapiñas de
los E jércitos napoleónicos, los procesos desam ortizadores, con su desatención
hacia el patrim onio de las instituciones seglares y religiosas, o las incursiones
carlistas, han supuesto la desaparición de una parte muy considerable de la
riqueza docum ental y patrim onial. En nuestro caso, en el proceso de acopio
docum ental previo nos hem os encontrado de frente con las consecuencias de
n u estra h isto ria sobre la m asa docum ental generada por ayuntam ientos,
sin d ica to s, p artid o s p o lític o s o in stitu cio n es diversas (Ig lesia C atólica,
asociaciones...).
Sobre los archivos m unicipales se ha abatido inm isericorde la dinám ica
histórica. En la com arca, los años republicanos respetaron su m asa docum ental.
Solam ente el archivo m unicipal de Benigánim fue asaltado e incendiado con
anterioridad a la guerra, según noticias de prensa. En el verano de 1936, al menos
los ayuntam ientos de A lfarrasí, B élgida, Benigánim , Benissuera, G uadasséquies,
la Pobla del Duc, M ontaverner y Sant Pere fueron asaltados y, seguram ente, en
esos m om entos desapareció parte o la totalidad de su m asa docum ental. A lo
largo de la guerra, acuciadas ante la falta de papel, las autoridades republicanas
procedieron a expurgos entre la docum entación m unicipal.
Pero, después de la v isita a los archivos m unicipales de los 34 pueblos de
la com arca, de analizar con detenim iento la docum entación generada por la
faceta represora del franquism o (C ausa G eneral, inform es políticos) y de un
54
principio de estudio sobre el tem a en colaboración con V icent Terol, archivero de
O ntinyent, hem os llegado a la conclusión conjunta de que:
42 Un avance en TEROL I REIG, V.: “Les cendres de la Revolució: els arxius i les biblioteques de la Valí
d'Albaida i la Guerra Civil”, en CALZADO ALDARIA, A. y GANDIA CALABUIG, J. (coord.).: II
República i Guerra Civil a les Comarques Centráis Valencianes, Alba, 16/17, 2001-2002, pp. 230-258.
55
teníam os su perm iso para entrar en el antiguo ayuntam iento que iba a ser
prontam ente derruido por estar incluido en la zona húm eda de la población,
afectada p or la construcción de la presa de Bellús. N uestra sorpresa fue que en
este edificio se conservaban los restos del A rchivo M unicipal desde 1939 y la
bib lioteca de la OJE franquista.
El estado de los archivos y las m odalidades de acceso a los m ism os
retrasaron notablem ente el trabajo. Desde hace aproxim adam ente dos años, gran
parte los archivos m unicipales se han incorporado a un am bicioso program a de
com arcalización, prom ovido por la M ancom unitat de M unicipis y dirigido desde
el A rxiu M unicipal d 'O n tin y en t, program a que favorece la consulta archivística.
Sin em bargo, este doctorando ha llegado tarde a estas ventajas.
U na vez dentro de los archivos, las condiciones de trabajo eran
deprim entes. Sin catálogos ni inventarios de ningún tipo o deficientem ente
confeccionados, el trabajo se transform aba en abrir polvorientos legajos y
repasarlos hoja por hoja. La sección de Arxius i D ocum ents dirigida por Em ili
C asanova y publicada en Alba. Revista d'E studis Comarcáis de la Valí d'A lbaida
ha sido fundam ental en este capítulo al incluir, desde su prim er núm ero, un
apartado específico para la publicación de los archivos catalogados .43
Los archivos de las dos cabezas de Partido Judicial de la com arca, A lbaida
y O n tin y en t, no esta b an catalo g ados. En A lbaida, el entusiasm o del
bibliotecario/archivero Josep M olí no bastaba para suplir la falta de personal
para catalogar el archivo. En O ntinyent, con un extenso fondo docum ental, el
som ero inventario no p erm itía avanzar con rapidez y en m uchas cajas convivía
docum entación cronológicam ente variada. Vicent Terol, actual archivero, ha
acom etido la tarea de catalogar dicho archivo y p reparar los pertinentes
instrum entos de descripción para su consulta, pero de nuevo no hem os podido
beneficiarnos de su profesionalidad.
En otros casos ni siquiera las condiciones físicas donde se depositaba la
docum entación eran las m ás idóneas. En A ielo de Rugat se guardaban en un
sótano en el que asom aron, curiosos, los roedores. En el m om ento de visitar el de
Sant Pere d 'A lbaida, estaba depositado en un desván digno del gabinete del
doctor C aligari. En B ocairent pudim os practicar sano ejercicio subiendo a la
últim a plan ta del Ayuntam iento, bajando cargados con la docum entación, cruzar
la calle y subir a la B iblioteca M unicipal. En M ontitxelvo el archivo m unicipal
estaba en un arm ario de “época” . Bueno, más que archivo, era un cúm ulo de
papeles sueltos sin orden ni concierto. Para llegar al arm ario tuvim os que retirar
los restos del bar instalado p o r los festeros del pueblo. A sí, después de botellas
de licores y otros desperdicios, pudim os acceder a un cúm ulo revuelto de
papeles, libros de actas, expedientes... Por no hablar de procesos rápidos de
43 Los archivos parroquiales y municipales inventariados y publicados por la revista Alba (números 7 al
13/14) fueron el fruto del trabajo de un grupo de estudiantes dirigidos por Joan Brines, profesor del
Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Valéncia, con el título Els Arxius Municipals
i Parroquials de la Valí d'Albaida, presentado en 1985 a los premios de investigación Quart Centenari
d'Agullent. El proyecto fue presentado por MAINAR CABANES, E.: “Inventari-Guia del arxius municipal
i parroquials de la Valí d'Albaida”, Alba, 7,1992, pp. 145-149.
56
aclim atación, bien a una tem peratura digna de una sauna escandinava, bien a la
hum edad m ás penetrante.
El proceso de recogida de docum entación m unicipal se com plicó con la
problem ática de las condiciones de acceso. Se tuvo que recurrir en casi todas las
ocasiones a localizar a secretarios, concejales de cultura y alcaldes para que
diesen su oportuno perm iso, por lo que las visitas se debían program ar con
bastante antelación. El surrealism o más delirante fue un buen com pañero .44 Un
secretario de varias pequeñas poblaciones nos abrió directam ente el archivo de
uno de los pueblos en los que ejercía sus tareas, en otro de los pueblos no quiso
saber nada del tema, rem itiéndonos al alcalde, éste a su vez nos rem itió al
concejal de cultura y éste últim o cerró el círculo enviándonos al secretario, quien
seguram ente, hastiado de nuestra insistencia accedió a la petición, recalcando
varias veces que las fotocopias las teníam os que abonar. En la tercera población,
de unos 250 habitantes, después de la oportuna instancia y su paso por la
C om isión correspondiente, se obtuvo el perm iso. Con todo, el estado y la
accesibilidad han sido m uy superiores a la que presentaban los archivos
m unicipales a principios de la década de los ochenta, cuando investigar se
convertía casi en una heroicidad .45
A sí las cosas, son poco los archivos m unicipales que conservan una
apreciable docum entación sobre el sexenio republicano. Algunos ni siquiera los
Libros de A ctas M unicipales, aunque sí, y prácticam ente sin excepción, los libros
generados por la Contabilidad m unicipal. Esta triste realidad ha coartado en
sumo grado el acercam iento a los años de la R epública, especialm ente en los
pequeños núcleos que conform an la com arca. En los m unicipios que han
conservado docum entación prebélica, esta es sum am ente dispersa y fragm entaria.
La enum eración sería verdaderam ente prolija, por la desigualdad entre pueblos,
aunque la ten d en cia com ún es la d esap arició n ab so lu ta de la serie de
C orrespondencia. O ntinyent es el único m unicipio que presenta un completo
archivo m unicipal, especialm ente valioso por conservar íntegra la serie de
C o rresp o n d en cia y otros legajos con abundante in fo rm ació n sobre las
asociaciones, sindicatos y conflictos laborales. M ás notoria es la pérdida
44 Los catálogos de archivos municipales han sido publicados en la revista comarcal Alba. Dada la similitud
de títulos y de publicación consignaremos únicamente el autor, pueblo, el número y año en que apareció y
páginas: ORTIZ DE GIL-MASCARELL, L.: “Albaida”, 2-3, 1986-1988, pp. 174-180; CASANOVA MIRET,
V.A.: “Montaverner”, 4, 1989, pp, 83-89; MAHIQUES ALBEROLA, D.: “Castelló de Rugat”, 5-6, 1990-
1991, pp. 335-354; MAINAR CABANES, E.: “Palomar”, 7, 1992, pp. 145-149 y FAYOS, M.: “L’OUeria”,
157-160; FAYOS, M.: “Agullent”, 8, 1993, pp. 171-178 y “Fontanars”, pp. 179-189; AJUNTAMENT DE
LLUTXENT, “Llutxent”, 9, 1994, pp. 199-208 y SANZ MURO, J.X.: “Aielo de Malferit”, pp. 175-191;
CALZADO ALDARIA, A.: “Benigánim”, 10, 1995, pp. 187-193; CALZADO ALDARIA, A.:
“Guadasséquies”, 11, 1996, pp. 165-170; MAINAR CABANES, E.: “Beniatjar, Bellús i Quatretonda”, 12,
1997, pp. 225-233 y MAINAR CABANES, E.: “Benicolet, Pinet, Rugat i Terrateig”, 13/14, 1999, pp. 243-
249;
45 v. BATALLER JAIME, J.; FERRANDO CLIMENT, R.I.; MAINAR CABANES, E.; MARTOS
AMEZCUA, M. y PERALES CORTÉS, P: “Los archivos de la Valí d'Albaida. Resumen del inventario-
guía”, Estudis d'Historia Contemporania del País Valencia, 4, 1983, pp. 327-341.
57
docum ental de los años de la guerra, en los que archivo tras archivo presentan
enorm es v acío s.46
Una m ención concreta m erece el período del prim er franquism o. La
fun d am en tal serie de C o rresp o n d en cia se ha conservado en m uy pocos
m unicipios aunque, eso sí, en algunos de los m ás im portantes. En esta serie, y, en
algunos casos, en legajos com pletos, se han conservado una gran m ultitud de
inform es m unicipales, falangistas, de la G uardia Civil o del párroco, destinados
a nutrir la m aquinaria incesante de la represión franquista, muy útiles, no sólo
para tratar de estudiar la actuación de las jurisdicciones franquistas sino tam bién
para reconstruir el prim er tercio del siglo XX en la com arca, la R epública y la
G uerra C ivil.47 El resto de pérdidas de fondos docum entales hay que achacarlo a
los expurgos, cam bios de dom icilio, secular ausencia de valoración social... Pero
el caso m ás sangrante proviene de la docum entación propia de las Jefaturas
Locales de Falange T radicionalista y de las JONS.
Su alto valor “p o lítico” las condujo su destrucción en los prim eros días
posteriores a la m uerte del dictador o su ocultación por parte del últim o jefe
local, ocultación que ni siquiera h a sido reparada perm itiendo ¡al menos! su
consulta. En un pueblo, y no precisam ente de los pequeños, se procedió a su
incendio el m ism o día del óbito del dictador. Estas carencias han im pedido el
conocim iento del Partido y especialm ente su contribución a la vasta represión
franquista. Los fondos de las H erm andades de Labradores y Ganaderos, y en
general del sindicalism o vertical, han sufrido igual y m isteriosa suerte. H asta tal
punto ha llegado la destrucción o desconocim iento de su paradero actual de una
parte im portante de la docum entación generada durante la dictadura franquista,
que uno de los historiadores con aportaciones más destacadas ha llegado a
escribir:
Cal que diguem ben ciar: si els régim s de Vichy, de l ’Alem anya nazi o de
la Ita lia feixista , p e r p o sa r alguns exem ples propers, els haguéssem
d ’estudiar en les condicions arxivístiques que estudiem el franquism o, els
coneixem ents que en tenim serien m olí menors del que ho són ara p e r
ara.4*
4 6 B o r q u e L ópez, L.: Bibliotecas, archivos y guerra civil en Asturias, Ed. Trea, Gijón, 1998; especialmente
p. 231-268; J a r a m i l l o G u e r r e ir a , M . Á .: “Los archivos y la Guerra Civil (1936-1939)”, en G e n e r e lo , J.
J .-M o re n o L óp ez, Á . (coord.): Historia de los Archivos y de la Archivistica en España, Universidad de
Valladolid, Valladolid, 1998, pp. 161-174.
47 Un ejemplo de la utilización de estos informes para el conocimiento de la dinámica político-social y
cultural hasta la guerra, así como las historias de vida posteriores a la guerra en DOMÉNECH, I. Y
VÁZQUEZ, F.: La repressió franquista a l ’ámbit local. Manlleu (1939-1945), Ed. Afers, Catarroja, 2003, pp.
239-266.
4 * SAZ, I.: “No són només arxius. Franquisme, memoria, democrácia”, L ’Espill, 13, 2003, pp. 103-108.
58
La única jefatu ra con un fondo casi íntegro corresponde a M ontaverner.
Una parte de la Jefatura de la Pobla del Duc (M em orias M ensuales entre 1946-
1950) ha sobrevivido al paso del tiem po debido a divertidas cuestiones de
co n tin u id ad p o lítica . Los últim os afiliad o s al M ovim iento N acio n al se
convirtieron en pocos meses en los prim eros de la UCD con lo que los restos
docum entales de la Jefatura de la Pobla se adjuntaron con m aterial de este
partido en las m ism as cajas. Se puede observar que arrancaron las fotos de los
carnés del M ovim iento para pegarlas en los carnés ucedistas.
Los archivos judiciales, de los Juzgados de Paz de cada m unicipio y los de
Prim era Instrucción de A lbaida y O ntinyent han sido objeto de una acertada
revitalización por parte de los investigadores del franquism o. Estos archivos son
un verdadero “term óm etre de les actituds i com portam ents del conjunt de la
societat, el seu ús per parte de la nostra historiografía ha estat for?a escás” .49 En
la com arca casi todos los archivos ju diciales anteriores a 1939 han sido
destruidos o han desaparecido. Para el período anterior de la guerra conocem os
con certeza que el juzgado m unicipal de O ntinyent y el de Prim era Instancia
fueron incendiados a m ediados de agosto de 1936 al igual que el albaidense.
D estrucción incom pleta ya que el actual Fons Judicial de la Valí d'A lbaida del
Arxiu M unicipal de O ntinyent recoge legajos entre 1933-julio 1936. Este Fondo
fue creado en el mes de agosto del año 200050 y su consulta ha sido de suma
utilidad aunque no ha sido exhaustiva ya que en la actualidad se encuentra en
proceso de catalogación, además de ser necesariam ente lim itada para cum plir con
los requisitos cronológicos establecidos en la Ley de Patrim onio H istórico
Español.
No ha sido posible encontrar ningún archivo de partidos y sindicatos de la
R epública o la guerra. Las destrucciones del convulso verano del 36 y las
efectuadas por los propios m ilitantes para evitar represalias políticas durante la
guerra (para la derecha) y la posguerra (republicanos e izquierda obrera) han
constituido un m uro insalvable, paliado, en parte, por los restos que se han
conservado en los archivos m unicipales y en el A rchivo de la G uerra C ivil de
Salam anca.
Los arch iv o s p arro q u iales han padecido una suerte sim ilar a los
m unicipales.51 Incendiados o destruidos en el verano de 1936, sus guardianes
49 GAYÁN FÉLEZ, X. y RODRÍGUEZ MUNÓZ, L.: “Arxius Judicials: Un camp poc conegut per la
historiograrfia contemporánia”, L'Aveng, 212, 1997, pp. 43-47 (p. 43). De los mismos autores: “Archivos
judiciales e investigación”, en W.AA.: La Administración de Justicia en la Historia de España. Actas de las
III Jomadas de Castilla-La Mancha sobre investigación en archivos, Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, Guadalajara, 1999, vol. II, pp. 1.011-1.025.
59 El Fons Judicial acoge fondos de los tribunales que han actuado en la comarca, como la fiscalía del CRIM
núm. 11 (Albaida), una mínima muestra del Juzgado Militar de Ontinyent de la posguerra franquista, y los
Juzgados de Instrucción de Albaida y Ontinyent.
51 Para la capital valenciana es indicativo F i t a R e v e r t , R.: “Pérdida y recuperación del tesoro documental.
Los archivos eclesiásticos”, Memoria Ecclesiae, XVII, pp. 539-571.
59
tam poco han sabido conservar más que jirones del período franquista, cuando en
este período histórico no existieron “rojos” furibundos e incendiarios.52 En estos
archivos nos in teresab a especialm ente consultar las visitas pastorales, la
correspondencia con el A rzobispado, la docum entación de asociaciones y
sindicatos católicos y m uy concretam ente el C uestionario de 1940. Sin em bargo,
las esperanzas depositadas han tenido una plasm ación decepcionante. En los tres
prim eros casos no se ha conseguido inform ación de relieve y en el últim o tan
sólo se ha podido encontrar en las parroquias de M ontaverner y Fontanars.
Sabem os, eso sí, que los cuestionarios están depositados en el A rchivo
Diocesano de Valencia. Sin embargo, este fondo cuenta con un celoso guardián
de buenas palabras pero grandes olvidos. Eso sí, utiliza la inform ación de este
cuestionario para que, sin aparato crítico ni m etodológico alguno, pero, como
traslucen sus publicaciones, con tendenciosidad y fobia dignas de los prim eros
años de la posguerra, colaborar en el vergonzante e históricam ente m anipulado
proceso de beatificaciones de sacerdotes y seglares asesinados durante la guerra
civil. Los Libros de Efem érides Parroquiales han sido una excelente fuente para
el estudio de las relaciones de la Iglesia con las instituciones civiles, la sociedad
y aspectos relacionados con la religiosidad como dem ostraron los únicos
encontrados (A tzeneta y la Pobla del Duc).
Los archivos provinciales fueron parcos en sus aportaciones. Los Libros
Registro de A sociaciones del G obierno Civil dan una tenue inform ación sobre el
aso ciacio n ism o com arcal (nom bre de la aso ciació n , sede so cial, p rim er
presidente, núm ero de socios) que, al confrontarla con las inform aciones locales,
ha d em ostrado su in su fic ien cia, por cuanto no recoge la to talid ad de
asociaciones. El A rchivo de la D iputación P rovincial de Valencia fue utilizado
para com plem entar con los censos electorales de 1934 en las poblaciones que no
contaban con un Padrón de H abitantes anterior a los años cuarenta, pero,
principalm ente, para una serie de inform ación estadística del prim er franquism o
(M apas N acionales de A bastecim iento, Estudios G eográfico-E stadísticos de
m itad de los cincuenta), m em orias m unicipales (años cuarenta) y las actas de las
elecciones de noviem bre de 1933 en el caso del Partido Judicial de Ontinyent. El
Fondo de Sindicatos del A rchivo del Reino apenas se ha encontrado referencias
a la com arca. La serie de H acienda contiene en sus legajos una apreciable
docum entación económ ica de las em presas valencianas m ás im portantes, aunque
su falta de catalogación com plica el trabajo.
El A rchivo y B iblioteca del Instituto Valenciano de Econom ía y el A rchivo
de la Cám ara O ficial de Com ercio de Valencia reúnen una serie de inform es
económ icos y de publicaciones muy interesantes para la historia económ ica
valenciana, al reflejar los intereses y la problem ática em presariales a la vez que
52 Los archivos parroquiales han sido inventariados casi en su totalidad por Eladi Mainar y, al igual que los
municipales, han aparecido en cada uno de los números de Alba. Un estado de la cuestión en FITA REVERT,
R.: “Pérdida y recuperación del tesoro documental. Los archivos eclesiásticos”, op. cit.
60
estadísticas productivas. Ambos son fondos frecuentem ente m inusvalorados en la
historia local valenciana.53
El tercer nivel de búsqueda nos situó en los archivos estatales. El
recientem ente titulado A rchivo de la G uerra Civil de Salam anca, eufem ism o para
renom brar el Archivo Histórico N acional-Sección Guerra Civil es de ineludible
consulta para el período de la guerra civ il.54 A pesar de los com entarios sobre su
funcionam iento previos al viaje, la realidad fue tristem ente superior. El excelente
trato de los funcionarios no puede ocultar el cultivado desastre de la sección
principal “P olítico-S ocial” B arcelona y M adrid. Estas secciones nos perm itieron
obtener una visión de las incautaciones y colectividades de la guerra así como los
archivos de dos sindicatos socialistas ( r o i le r ia y Bocairent). Los legajos de la
A udiencia Territorial de Valencia fueron muy útiles para los tem as de la ju sticia
durante la guerra y la vida cotidiana. Adem ás de poder entresacar abundantes
nom bres, con sus afiliaciones políticas, profesiones y cargos directivos, para la
posterior construcción de una base de datos personalizada.
El A rchivo H istórico N acional en su sede m adrileña es otro im portante
referente docum ental. Los trabajos de A urora Bosch sobre la conflictividad
agraria de la Valencia republicana han dem ostrado el alto valor inform ativo de la
serie de Fondos C ontem poráneos-G obernación. En sus legajos se pueden seguir
los telegram as enviados por los alcaldes al G obernador Civil de la provincia,
quien a su vez los transm itía al M inisterio de la G obernación. Los m ensajes
notificaban a la autoridad provincial cualquier acto público que necesitase la
in terv e n ció n gubernativa, com o co n feren cias, m ítin es, p ro cesio n es, rito s
católicos, huelgas o elecciones. La fragilidad de los archivos m unicipales
consigue suplirse parcialm ente con esta fuente. En la serie de H acienda se
pueden seguir las actividades de la Caja de R eparaciones en sus inspecciones
m unicipales y, con sus inform es, conocer algo m ás de las incautaciones
económ icas o del destino de objetos religiosos. Sin embargo, la gran cantidad de
legajos guardados nos obligó a realizar una cata espacial y onom ástica.
Pero sin duda la fuente principal depositada en este archivo es la Causa
G eneral (1940), con ju risdicción sobre “los hechos delictivos com etidos en todo
el territorio nacional durante la dom inación roja”, verdadero pilar para el
conocim iento de la violencia política durante la guerra, la visión franquista de la
mism a y de las bases sobre la que se sustentó su represión. El análisis
m etodo ló g ico de la C ausa G eneral ha ocupado una buena p arte de las
53 ALEIXANDRE TENA, FA.: Catálogo de la Biblioteca y Archivo del Instituto Valenciano de Economía,
Ed. Alfons el Magnánim, Valéncia, 1983. Además de la colección de informes y de la biblioteca especializada
en publicaciones de índole económica destaca la conservación (incompleta) de los Planes Trienales de los
años cincuenta, confeccionados por las secretarías de los ayuntamientos, en los se condensan datos
económicos, demográficos y sociales de los municipios, así como proyectos urbanísticos y de construcción
de infraestructuras, así como los problemas que se planteaban a los municipios para llevarlos a cabo.
54 El conflicto de sus fondos en CULLÁ, J. B. y RIQUER, B. de.: “Sobre el Archivo de Salamanca: algunas
precisiones y reflexiones”, L ’Espill, 13, 2a Época, 2003, pp. 72-85.
61
introducciones de publicaciones referidas a la violencia política republicana y la
represión franquista.55 Al efectuar un análisis com parativo con el resto de
fuentes estudiadas observam os que, como apuntan los especialistas, los errores e
inexactitudes son la consecuencia de su origen: recoger toda la inform ación
posible para enjuiciar a los partidarios de la República, sin el m ínim o rigor
ju d icial. Por ejem plo, las com posiciones de los com ités entre julio-diciem bre de
1936 contienen abundantes inexactitudes.
A dem ás, los inform es dependían de cada m unicipio, por lo que son
sum am en te irreg u lares. A lgunos apenas p resen tan datos (los m u nicipios
pequeños), otros casi parece que prefieren no hacerlo (Q uatretonda), otros se
centran en un asunto m enor, como la incautación de tabaco (B eniatjar), otros,
com o A ielo de Rugat, de m enos de 300 habitantes, son un espejo de la vida
cotidiana y se transluce un trasunto de pugnas fam iliares, etcétera.
A sí, los testim onios de los fam iliares de los asesinados, las declaraciones
de haber sufrido algún tipo de incautación y los inform es sobre asaltos o
requisas, se contradicen entre lo recogido por la Causa G eneral y otras fuentes.
Al fin y al cabo, la Causa General venía a dar una legitim idad a un vasto
program a de erradicación forzosa de los ideales dem ocráticos y revolucionarios.
De sus once piezas form ativas tan sólo se han obtenido resultados en la Pieza
P rincipal (en sus tres apartados), la Pieza Cuarta (Checas) y la novena (Banca),
aunque el fundam ento central ha sido la Pieza Principal.
Con unas m odernas instalaciones, bien dirigido, e instalado en un precioso
edificio gótico, la estancia en el A rchivo H istórico M ilitar de Á vila fue muy
grata, con los únicos puntos negros de transitar ineludiblem ente por un pasillo
repleto de “Caídos por Dios y por España” y digerir diariam ente el nom bre de
“Z ona R oja” para nuestras indagaciones. Proscritos los expedientes de los
voluntarios a la D ivisión Azul a todo aquel que no fuera fam iliar directo, los
fondos de este archivo contem plan destacada inform ación cualitativa de la
Q uinta C olum na, de los prim eros días del m es de abril de 1939 y los
com unicados secretos del contraespionaje franquista en O ntinyent, dignos de
algún m onólogo de Gila, por cuanto la ubicación de fábricas y depósitos de
m unición son un com pleto desastre.
Los partidos políticos y sindicatos m ayoritarios son otras asociaciones
generadoras de m asas docum entales de vital trascendencia para el conocim iento
del período objeto de la tesis. En la Fundación Pablo Iglesias, que custodia la
m em oria del socialism o español, recogim os un m aterial muy heterogéneo de las
agrupaciones socialistas de la com arca durante la R epública y la G uerra Civil,
que nos ha perm itido un acercam iento al principal partido y sindicato de la
izquierda obrera en cuanto a su distribución geográfica, problem as de sus
agrupaciones, niveles de afiliación, posicionam iento en la crisis interna del
55 Para esta fuente v. SÁNCHEZ, I.; ORTIZ HERAS, M. y RUIZ, D. (coords).: España franquista. Causa
General y estudios sociales sobre la Dictadura, Ediciones de la Universidad de la Mancha, Albacete, 1993;
SÁNCHEZ RECIO, G y SANTACREU SOLER, J.M.: “La Causa General, fuente para el estudio de la
rebelión y de la guerra civil”, Arbor, 491-492, 1986, pp. 217-230 y GAITE, J.: “Fondos de Guerra Civil y
Posguerra en la Sección Fondos Contemporáneos del Archivo Histórico Nacional”, Espacio, Tiempo y
Forma, Historia Contemporánea, serie V, t. 7, 1994, pp. 456-458.
62
Partido Socialista y el personal de sus agrupaciones.56 Por el contrario, en la
Fundación Largo Caballero, especializada en el exilio socialista, la búsqueda fue
prácticam ente infructuosa. Tampoco el A rchivo del Com ité C entral del Partido
Com unista recogía datos de la com arca, aunque algunos inform es de com unistas
infiltrados en la España franquista han sido valiosos, a pesar de su escasa
cantidad. En la Fundación Salvador Seguí, que custodia fondos del m ovim iento
lib ertario , in tentam os ra stre ar la tra y ecto ria del an arco sin d icalism o de
O ntinyent, pero resultó descorazonadarnente infructuosa.
Otros archivos fueron tangenciales en cuanto a la inform ación aportada.
En el N egociado del Servicio H istórico de la G uardia C ivil esperábam os recoger
los inform es de los com andantes de Puesto de los años republicanos. Sin
em bargo, los correspondientes a las líneas que se extendían por la Valí d 'A lb aid a
son m uy pobres, según el extracto enviado am ablem ente por el personal del
A rchivo. La Serie D ocum entación E lectoral-Junta Central del Censo Electoral
del A rchivo del Congreso de los D iputados (M adrid) contribuyó a un m ayor
conocim iento del accidentado proceso electoral de noviem bre de 1933 en la
provincia de Valéncia.
La B iblioteca del Instituto para la Reform a y el D esarrollo A grícola
(BYRIDA) contiene el Registro de la Propiedad Expropiable de la R epública en
el que se consultaron sólo los m icrofilm es del Registro de la Propiedad de
A lbaida, ante la pérdida (supongo que m om entánea) del Partido Judicial de
O ntinyent.
El A rchivo General de la A dm inistración, sito en A lcalá de H enares, es el
referente archivístico básico para el investigador del franquism o. Sus fondos son
un excelente ejem plo del esfuerzo centralizador del poder franquista.57 La
Sección de Presidencia-Secretaría General del M ovim iento-D elegación N acional
de Provincias, contiene 380 cajas de las distintas provincias. En nuestro caso
accedim os a los Partes M ensuales redactados por la Jefatura Provincial de FET y
56 Sus fondos en MARTÍN NÁJERA, A.: Fuentes para la historia del PSOE y de las Juventudes Socialistas
de España 1879-1990, Ed. Fundación Pablo Iglesias, Madrid, 1991; MARTÍN NÁJERA, A. y GÓNZALEZ
QUINTANA, A.: Fuentes para la historia de la UGT, Ed. Fundación Pablo Iglesias, Madrid, 1988.
57 Los fondos de este archivo han creado casi un capítulo historiográfico propio. A nivel general v. CONDE
VILLAVERDE, M*.L.: “Fuentes documentales de la Administración Central: el Archivo General de la
Administración”, Studia Histórica. Historia Contemporánea, VI-VII, 1988-89, pp. 157-168. TORRE
MERINO, J.L. de la.: “Fuentes documentales para el estudio de las principales instituciones franquistas
conservadas en el Archivo General de la Administración”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. M*. y
CASANOVA, M. (coord.).: El régimen de Franco (1936-1939). Política y relaciones exteriores, Madrid,
UNED, 1993, t. II, pp. 621-635. De los mismos autores “Fuentes documentales para el estudio de las
principales instituciones franquistas conservadas en el Archivo General de la Administración: el Movimiento
Nacional”, en ¡Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 5-8.
63
de las JONS con destino a la Secretaria N acional, un m aterial idóneo para
acercarnos a la dinám ica interna del Partido Único y su percepción social.58 El
fondo de la A udiencia P rovincial de Valencia de la Serie Justicia contiene
abundante inform ación sobre las actuaciones, sentencias y correspondencia del
Tribunal P rovincial de R esponsabilidades Políticas.
De la Sección de Interior (3.825 cajas com prendidas entre 1945-1978) se
extrajo abundante inform ación sobre el personal político m unicipal y las
elecciones m unicipales. El fondo de Orden Público del G obierno Civil de
V alencia contiene las cajas num eradas entre el 3655 y 3731. D esde la 3.655 hasta
la 3.731 corresponde al período 1939-1956. La Ley del Patrim onio H istórico
vigente lim itaba la consulta a un plazo de m edio siglo, con lo que 1949 fue el
últim o año en consultar, aunque tam bién pudim os acceder a varios legajos que
todavía perm anecían atados que habían cum plido con este plazo, incluso por un
día de diferencia. Las cajas 3.667-3.668 estaban en un deficiente estado de
conservación y no se perm itió se consulta. Este fondo no estaba catalogado por
lo que se debía abrir caja por caja, legajo por legajo, carpeta por carpeta,
expediente por expediente.
El esfuerzo fue titánico y, finalm ente, se consiguió consultar las cajas
com prendidas en el tram o 3.652-3.671, pero siem pre nos quedará la duda si
m erecía la pena volver a v isitar el archivo para intentar com pletar este fondo. En
los inform es guardados en O rden Público podem os encontrar los resúm enes
m unicipales de la depuración de sus funcionarios, observar la extensión del
control político y la represión cotidiana, la preocupación del poder franquista por
los m ovim ientos de la oposición y, en definitiva, la dinám ica institucional
respecto a la sociedad, con inform es de los ayuntam ientos, jefatu ras falangistas,
G obierno C ivil, Iglesia C atólica o, sim plem ente, denuncias de particulares. Lo
que convierte a este fondo en una fuente prim ordial para el estudio del prim er
franquism o en la provincia de Valencia.
El A rchivo de N uevas Industrias (1938-1962), perteneciente a la Sección
de Industrias, incluida en la Sección AISS, es crucial para el estudio de la
p o lític a in d u strial del prim er franquism o, y de las conexiones entre los
em presarios y el poder p o lítico .59 En nuestra visita en el mes de ju lio de 1999 se
estaba term inando un catálogo onom ástico que facilitó sobrem anera la tarea. Los
expedientes de petición de apertura, de reform a o de traslado dom iciliario de
nuevas fábricas y talleres son sum am ente ricos en m atices para estos aspectos,
58 Esta fuente ha sido estudiada por MORENO FONSERET, R. y SÁNCHEZ RECIO, G: “Los partes
mensuales: la información interna de FET y de las JONS y el control político de la sociedad española”, en /
Encuentro de Investigadores del Franquismo, pp. 66-69. Los fondos de esta sección en VÁZQUEZ
VÁZQUEZ, Ma. R.: El Movimiento Nacional y la Sección de Presidencia del Gobierno en el Archivo General
de la Administración, Ed. Barbarroja, Madrid, 1992, y TORRES MERINO, J.L.. de la.: “Fuentes
documentales para el estudio de las principales instituciones franquistas conservadas en el Archivo General
de la Administración: el Movimiento Nacional”, en I Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit.,
pp. 5-8.
59 MIRANDA ENCARNACIÓN, J.A. y PÉREZ ORTIZ, J.F.: “Poder político y favor económico. El Archivo
de Nuevas Industrias como fuente para el análisis de las presiones políticas en una economía intervenida”, en
I Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 9-11.
64
como ha dem ostrado Roque M oreno en su com pleto estudio de la autarquía en la
provincia de A lacant.
La irregularidad y debilidad docum ental se ha intentado paliar con el
recurso hem erográfíco.60 Al socaire de la dem ocracia republicana, la prensa
vivió un espléndido m om ento, con un gran núm ero de cabeceras, especialm ente
en el ám bito local, y adscritas a partidos, corrientes políticas o sindicatos. El
inventario de R icard Blasco dem uestra su am plitud espacial. En cualquier
agrociudad valenciana de los treinta tanto la cantidad como el pluralism o de
diarios y sem anarios reflejan un mundo ávido por la inform ación, el com bate
político, la difusión de ideas y la polém ica.61
La peculiaridad de la com arca reside en el desarrollo raquítico de la
prensa local. El único núcleo urbano con entidad para m antener una prensa de
relieve era O ntinyent. En el resto de la Valí d 'A lb aid a no existió prensa escrita,
dada su distribución espacial, fraccionada en poblaciones que no excedían los
5.000 habitantes. En la ciudad del C lariano, la hegem onía incontestable del
catolicism o, la escasa burguesía republicana y una m enor d iv ersificació n
p o lítico -so cial respecto a otras agrociudades valencianas (X átiva, G andía,
Sueca...), produjeron que la prensa local se redujera a muy pocas cabeceras.
Tanto La Paz C ristiana como Redil no pasaron de ser m eras hojas parroquiales.
Su unificación en 1934 bajo la cabecera de Vida C atólica O nteniense tam poco
significó su co n versión en una pu b licación de envergadura en cuanto a
contenidos, firm as colaboradoras, etc.
La debilidad de las bases sociales del republicanism o de O ntinyent y su
endeblez ideológica como resultado de la carencia de intelectuales de relieve,
explican la ausencia de un órgano de prensa propio (o al m enos afín). El
republicanism o de izquierda, falto como el PURA de una base social sólida de
clase m edia, dirigió sus objetivos a la atracción del sindicalism o anarquista y de
la clase m edia-baja del cam pesinado (pequeños propietarios y arrendatarios). Sus
propuestas se plasm aron en la creación de El D espertar de O nteniente, sem anario
portavoz del PRRS de O ntinyent y su distrito. Aunque únicam ente se han
conservado ocho ejem plares, sus cuatro páginas, al m argen de las noticias
deportiv as, la p u b licid ad y los artícu los firm ados por p o lítico s rad ical-
socialistas, rellenan el capítulo del republicanism o de izquierda. R evista es la
6® Los números consultados aparecerán citados por la abreviatura de la cabecera y el día de publicación. Se
ha respetado la sintaxis original.
61 Algunos ejemplos locales en MARTINEZ ALBIACH, A.: Cullera, 53 años de periodismo: 1883-1936,
Madrid, 1969, pp. 95-151; Alzira, con sus cuatro publicaciones, en ROVIRA GRANERO, P.: Mobilització
social, canvi polític i revolució. Germanía, Alzira, 1996, pp. 20-21; Gandía con sus tres grandes opciones
político/culturales/periodísticas (que no fueron las únicas pero sí las más dilatadas), en CALZADO
ALDARIA, A. y SEVILLA, L.: La IIRepública a Gandía: 1936-1939. CEIC-Alfons el Vell, Gandía, 2000,
pp. 234-236 o Xátiva en RAMIREZ ALEDÓN, G (et alii).: República i Guerra Civil a Xátiva (1931-1939),
Ajuntament de Xátiva, Xátiva, 1991, vol. I, pp. 53-58. Prácticamente todas las agrociudades y pueblos
medios contaron con una o varias publicaciones, como se puede seguir a través de BLASCO LAGUNA, R.:
Lapremsa al País Valencia, 1790-1983, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1983.
65
típica publicación cultural, fruto de un sector de la joven burguesía liberal.62
Sin la fértil inform ación nacida de la prensa local, se hacía inevitable
consultar la prensa provincial. Con una m aquetación correcta en la m ayoría de
los casos, todos los periódicos provinciales recogían un apartado para las
noticias locales de todo tipo, desde las políticas, las institucionales, culturales,
económ icas hasta las actividades de las asociaciones. Según el registro oral, la
prensa provincial era am pliam ente seguida en los casinos, centros recreativos y
centros sindicales, distribuida m ás o m enos regularm ente por los ordinarios o
recaderos, que cum plían su trabajo de enlazar la ciudad con los pueblos. La
literalid ad conllevaba que, a pesar del elevado número de analfabetos, los que
habían tenido acceso a una m ínim a escolarización o poseían una cultura más
sólida, leían en voz alta en los centros recreativos o políticos las noticias,
com entadas con profusión.
Para el período republicano, la consulta hem erográfica se inició en enero
de 1930 con la dim isión de M iguel Primo de R ivera y la form ación del prim er
gobierno B erenguer, ya que, sim ultáneam ente, tuvo lugar la reorganización
republicana, pródiga en noticias de prensa de cariz local y en listados de juntas
directivas republicanas, para acabar el 18 de julio de 1936.
Los periódicos escogidos recogían todo el espectro ideológico de la época
republicana: Las Provincias, el diario decano de la prensa valenciana, era un
fírm e portavoz de los m onárquicos alfonsinos y del catolicism o; D iario de
V alencia era el órgano de la D erecha Regional Valenciana; El Pueblo, diario
creado por V icente Blasco Ibáñez, era la voz pública de los republicanos
blasquistas; 63E1 M ercantil Valenciano oscilaba hacia la izquierda republicana y
era un diario leído por los obreros socialistas. La C orrespondencia de Valencia,
cabecera que gravitaba en torno al centro político, aportó algunos m atices
puntuales, m ientras que La Voz de Valencia, católico, no guardaba una buena
m aquetación y, dada la falta de noticias locales, se decidió concluir su
consulta.64 A pesar de su exigua vida, El Radical Socialista ha com plem entado
levem ente la vida p olítica de uno de los principales partidos de la izquierda
republicana.
La prensa de la izquierda obrera ha ayudado a com pletar el análisis de su
penetración social, sus inquietudes y su discurso. El anarcosindicalism o fue
cubierto con Sindicalism o. Órgano de la Federación S indicalista L ibertaria de
V alencia, Com bate Sindicalista, Solidaridad O brera-V alencia y Solidaridad
O brera-B arcelona. En El Camí, un diario defensor del valencianism o político,
seguim os el devenir de la m ovilización pro-E statut d'A utonom ia de 1932. El
62 La Paz Cristiana (1932,2-1-1934/15-3-1934); Redil (1931-1934); Vida Católica Onteniense (abril 1934);
El Despertar de Onteniente (26-3-1932/4-6-1932) y Revista (20-2-1933/30-4-1933). Para la prensa
ontiñentina de preguerra cfr. TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i Cultura a Ontinyent durant la IIa
República (1931-1939), Ajuntament d'Ontinyent, Ontinyent, 1993, pp. 93-103.
63 LAGUNA PLATERO, A.: Historia de un diario republicano: El Pueblo, 1894-1939, Ed. Alfons el
Magnanim, Valencia, 1999, pp. 392-403.
64 LAGUNA PLATERO, A. y MARTÍNEZ GALLEGO, F.A. (coord.).: Historia de Levante-El Mercantil
Valenciano 1834-1992, Ed. Prensa Valenciana, Valencia, 1992.
66
socialism o en la com arca se ha estudiado gracias a República Social, órgano de
la Federación Socialista V alenciana,65 El Socialista (abandonado en 1931 por la
parquedad de sus noticias locales), y para el sindicalism o agrario se em pleó El
Obrero de la Tierra. El B oletín de la U nión P atriótica es m uy útil, dadas las
carencias docum entales de los archivos m unicipales, para situar el pasado
político de concejales y alcaldes durante la D ictadura.
P ara la burguesía agraria de la com arca, y la problem ática agrícola en
general, ha sido necesaria la consulta de A cción V itícola, El A grario Levantino y
el B oletín del Instituto de Reform a A graria. Para el sector industrial fue
im productivo el trabajo efectuado en las páginas Producción Valenciana. Órgano
de la Federación Industrial, M ercantil y A grícola.
De las páginas de prensa consultadas se ha extraído una abundante m asa
de datos, fechas, nom bres, noticias sobre conflictos sociales y políticos locales,
elecciones y ju n tas directivas de partidos, sindicatos y asociaciones. Por
ejem plo, las directivas del PURA, y m ás parcialm ente de la D erecha R egional
Valenciana, han sido pacientem ente extraídas de sus órganos periodísticos
respectivos. La colum na diariam ente dedicada a las actividades del G obierno
Civil de Valencia ha sido muy im portante para situar la conflictividad socio-
laboral y la política.
Las noticias locales de la prensa provincial se nutrían de las crónicas de
sus corresponsales. Pero ni todas las poblaciones de la com arca contaban con
corresponsales ni todos los diarios contaban con corresponsales. La existencia de
corresponsal estaba relacionada con el interés que podía despertar el m unicipio
entre los lectores, principalm ente de la capital provincial. Por ejem plo, B eniatjar,
que no alcanzaba los 500 habitantes, aparece con profusión, ya que era una
localidad que recogía a abundantes veraneantes. Proporcionalm ente es m uy
superior su presencia a, por ejem plo, pueblos grandes, como A ielo de M alferit.
De este m odo, la inform ación vuelve a ser fragm entaria en razón prim ero,
al volum en de población, con lo que los pequeños m unicipios apenas aparecen y,
en segundo lugar, porque la existencia de corresponsal en algunas poblaciones
determ inaba una m asa destacable de inform ación sobre un partido político
determ inado, pero un com pleto vacío sobre el resto. A sí, se hacía necesaria
contrastar entre los m ism os diarios, con la docum entación m unicipal, y con la
fuente oral, p ara una co rrecta in terp retació n . En fin, que el tra b ajo
hem erográfico, si bien sufrido y laborioso, ofrece unos óptim os resultados.
La G uerra Civil, enfrentam iento em inentem ente ideológico, desplegó a
través de los m edios de com unicación de la época (prensa, radio, panfletos, cine)
sus proyectos de presente y de futuro para cuando la contienda term inase.66 En
67
el bando republicano la prensa proliferó de m anera soberbia, consecuencia de la
diversidad de fuerzas político-sindicales del Frente Popular.67 Situación que
contrasta poderosam ente con la zona franquista donde, casi desde el prim er
m om ento, la centralización sobre la inform ación fue im placable, iniciándose la
conversión de la prensa en una “institución nacional al servicio del E stado” . Por
tanto, durante la guerra civil, la prensa franquista no ofrece la pluralidad
ideológica del campo republicano.68
Al iniciarse el conflicto en la zona leal al gobierno de la R epública los
diarios derechistas de preguerra fueron incautados por partidos y organizaciones
sindicales, que en algunos casos no efectuaron ningún cambio nom inativo de sus
cabeceras. Ejem plos, entre otros, son La C orrespondencia de Valencia, que pasó
a ser el órgano de la UGT valenciana o El Pueblo, de la U nión N acional
R ep u b lican a.69 Tam bién nacieron otros nuevos, plataform as de partidos y
sin d icato s: F ren te R ojo (P artido C om unista), N osotros (FAI) o A delante
(Federación S ocialista Valenciana). Son, entre otros, títulos señeros de la prensa
valenciana durante la guerra. A este estallido no fueron inm unes las ciudades
m edias valencianas, incluso aquellas que, como O ntinyent, habían presentado
durante la R epública una m enguada pluralidad.
El contexto revolucionario de la guerra fue una ocasión propicia para
llevar a cabo los anhelos del anarquism o ontiñentino en el orden económ ico y
cultural. Por prim era vez podía contar con prensa propia: el sem anario El
Productor, expresión de la Federación Local A narquista de O ntinyent (CNT-AIT-
FAI, Juventudes L ibertarias y A grupación de M ujeres Libres) y de la Com arcal
de Sindicatos Ú nicos, con sede en la ciudad del C lariano. La cabecera recoge un
título histórico de la prensa anarquista publicado anteriorm ente por obreros
herederos de la I Internacional y entre 1925-26 en Blanes (B arcelona).70
Com enzó su andadura en las postrim erías de 1936, aunque el prim er número
conocido corresponde al 24 de abril de 1937 (núm. 21). La colección depositada
en la H em eroteca del A rchivo de la G uerra Civil de Salam anca se ha com pletado
con los núm eros conservados en el Centre International de R echerches sur
L 'Anarchism e (G inebra, Suiza).71
67 A nivel nacional consultar SAIZ, M \ D.; TRESSERRAS, J.M. y GARITAONAINDÍA, C.: “La prensa
republicana”, en W .AA.: La Guerra Civil, Historia 16, Madrid, 1988, 17, pp. 110-122.
68 SINOVA, J.: La prensa franquista, en W .AA.: La Guerra Civil, op. cit., 17, pp. 124-129. La cita en la p.
129.
69 Estas transformaciones en la prensa valenciana se pueden seguir consultando en GIRONA ALBUIXECH,
A.: Guerra i Revolució al País Valencia (1936-1939), Tres i Quatre, Valencia, 1986, pp. 154-158. Para el caso
concreto de El Pueblo, cfr. LAGUNA PLATERO, A.: Historia de un diario republicano: El Pueblo, 1894-
1939, op.cit., las pp. 392-403.
70 PEIRATS, J.: La CNT en la Revolución Española, Ed. Madre Tierra, Colombia (4* Edición), vol. I, p. 13
y 39. También en vol. II, p. 113.
71 A.C. ALZINA.: La prensa anarquista y anarcosindicalista en el País Valenciano (1873-1938). Vol. V.
Ayudas a la Investigación 1986-1987. Instituto de Cultura Juan Gil-Albert/Diputación Provincial de Alicante,
p. 38.
68
H asta la C onferencia de Prensa Confederal y A narquista (B arcelona,
m arzo de 1937) la prensa anarquista gozó de una com pleta autonom ía, que se
tradujo en una riqueza inform ativa m uy notable. Desde la celebración de la
C onferencia, la prensa anarquista se uniform ó. Desde este m om ento, los artículos
y las colum nas de opinión de El Productor coinciden con el resto de la prensa
anarquista o de prensa socialista de la línea oficialista (por ejem plo, A delante) en
detrim ento de las noticias locales.
La inform ación de O ntinyent y su com arcal y las colum nas firm adas por
ontiñentinos constituyen una referencia única del universo anarcosindicalista de
O ntinyen t. Com o órgano sin d ical, destacan en sus páginas m ú ltip les
convocatorias a A sam bleas y m ítines (colectividades, CNT-FAI-JJLL o M ujeres
Libres), funciones benéficas de Solidaridad Internacional A ntifascistas (SIA) o
donaciones de sangre con destino al H ospital Internacional, m ientras el resto de
la com arca apenas ocupa un nimio espacio: dispersas y brevem ente aparecen
A lbaida, B enigánim y B ocairent ju n to a breves noticias sobre el Com ité
C om arcal de Sindicatos. La trascripción de com entarios de las Juventudes
L ibertarias acerca de folletos y obras im presas recibidas es muy útil para el
seguim iento de la cultura libertaria. Por tanto es un calidoscopio de gran
m agnitud para conocer la retaguardia y, sobre todo, la realidad de los partidos o
sindicatos y del im aginario de sus m ilitantes obreros y, por tanto, difieren en
gran m anera de la prensa de guerra de las unidades m ilitares, en las que la
propaganda centralizaba la tem ática de sus páginas.
D esde su creación, los CRIM (Centros de R ecuperación e Instrucción
M ilitar) contaron con una prensa propia, que creció en el últim o trim estre de
1938 alentadas p or el C om isariado.72 Al igual que el resto de CRIM, el núm ero
11 editaba su propia publicación, que se repartía de m anera gratuita en los
distintos acantonam ientos. En A lbaida se situó en la prim avera de 1938 el CRIM
n° 11 que editaba su propia publicación En M archa “ Órgano del Com isariado del
CRIM, n°. I I ”,73 una cabecera desconocida hasta la fecha pero que, gracias al
proceso de recogida de datos ha podido ser rescatada del olvido.
La dirección unificada de la propaganda llevó a que los contenidos de esa
prensa se repitieran, y por ello, los tem as básicos de En M archa son generales
para casi todas las publicaciones del mismo período. En M archa, de m anera
sim ilar al grupo de prensa m ilitar al que pertenece, se lim ita a trasladar a sus
páginas las consignas ideológico-propagandísticas del Com isariado de G uerra,
aunque tiene una particular im portancia como fuente histórica para la com arca,
al consignar las actividades de las M ilicias de la Cultura. En este sentido, esta
cabecera es fundam ental para conocer con extensión la labor desarrollada por los
M ilicianos de la C ultura (m aestros-soldados).
72 DIAZ-BALART NUÑEZ, M.: La prensa de guerra en la zona republicana (1936-1939), Ed. De la Torre,
Madrid, 1992, vol. III, p. 1367.
73 La ficha de esta publicación en Ibídem, pp. 1445-1448. Los ejemplares consultados han sido obtenidos de
la Hemeroteca Municipal de Madrid y del Servicio Histórico Militar de Avila.
69
El apartado de la prensa durante la guerra civil se com pletó en la
H em eroteca de la U niversitat de V alencia, la M unicipal de la m ism a ciudad y el
Fondo N icolau Prim itiu, en la actualidad custodiado en la B iblioteca V alenciana.
En estas hem erotecas se siguieron los proyectos revolucionarios del anarquism o,
expuestos en Fragua Social, y los de la FAI, con N osotros. Las actividades de la
Federación Cam pesina en una com arca en la que la política agraria com unista
consiguió ganarse la confianza de los pequeños propietarios, se siguieron a
través de Frente Rojo. El socialism o durante la guerra, con reducidos resultados,
se siguió a través de A delante (Federación Socialista Valenciana) y con tan sólo
una aparición com arcal, en La C orrespondencia de Valencia, en esos m om entos
órgano de la UGT. Verdad era el órgano del proceso de unificación PSOE-PCE.
Otras publicaciones, como los núm eros dispersos de Colectivism o, no fueron
fructíferas.
La sociedad que vio nacer esa explosión periodística quedó sepultada el 1
de abril de 1939. El nuevo Estado no era precisam ente muy am ante de la libertad
de expresión. El núm ero de cabeceras se restringió notablem ente en el prim er
franquism o, dividiéndose entre la prensa del M ovim iento, controlada por la
D elegación de Prensa de FET y de las JONS, y la prensa que se sustrajo a su
dom inio, pero que participaba de buen grado de los presupuestos ideológicos de
la dictadura. En cualquier caso, la censura sobrevolaba las redacciones. P ara este
período se consultaron los dos únicos diarios provinciales, Las Provincias (y su
A lm anaque anual) y Levante, uno m ás de la prensa del M ovim iento, nacido en
los prim eros días de la posguerra con la incautación de la sede de El M ercantil
Valenciano, y que “hacía gala constante de la retórica N acionalsindicalista” .74
La uniform idad fran q u ista no fue absoluta en la prensa provincial
valenciana. H asta la dirección de M artín D om ínguez, Las Provincias “ fue capaz
de convertirse en adalid de un valencianism o prudente, m anteniendo el espíritu
“llorentiniano” de su pasado. Y todo ello inm enso en un clim a general de
furibundo españolism o. E sta postura, por otro lado absolutam ente inofensiva e
integrada en el sistem a (,..)”75, es un capítulo más de la perm isividad del
franquism o con el valencianism o conservador, que no estaba ligado a partidos
políticos de izquierda o nacionalistas. Las Provincias refleja una tendencia en sus
inform aciones hacia los intereses agrarios, quizá porque era el diario más leído
en los pueblos, y una m ayor crítica hacia el intervencionism o económ ico y una
m enor p resencia de Falange T radicionalista. Aquí se repite el m ism o problem a
señalado p ara la prensa republicana.
74 El vespertino Jomada fue desechado tras realizar la correspondiente cata. El período 1950-1959 del diario
Levante se consultó en el Fondo Nicolau Primitiu de la Biblioteca Valenciana. La prensa valenciana del
franquismo ha sido abordada por BORDERIA ORTIZ, E.: La prensa durante el franquismo: represión,
censura y negocio. Valencia (1939-1975), Fundación Universitaria San Pablo C.E.U., Valencia, 2000. Los
primeros años de Levante en las pp. 68-74. A nivel estatal también se han constatado estas diferencias de
matiz TELLO MONTERO, J.: La prensa de España durante el régimen de Franco. Un intento de análisis
político, CIS, Madrid, 1981.
7^ Ibídem, pp. 80-85 (p. 84).
70
N i todas las poblaciones, ni todos los diarios, contaban con corresponsal.
A sí, por ejem plo, O ntinyent tiene una presencia continua en Levante durante los
años cincuenta, m ientras que m unicipios como la Pobla del Duc casi ni aparecen.
Tam bién se ha observado durante la década de los cincuenta la publicación de
am plios reportajes institucionales de varios pueblos (Aielo de M alferit, r o ile r ia ,
O ntinyent), que en Las Provincias no tenían casi cabida. En A lbaida, la Jefatura
Local de FET y de las JONS dirigió la publicación de Cruzada, de la que sólo se
tiene constancia de dos núm eros. Sus páginas son fundam entales para el
conocim iento de la Falange albaidense.
A través de la prensa del franquism o se ha seguido la vida local, las
form ulaciones ideológicas de sus corresponsales, que después repercutían sobre
sus com unidades y se ha conseguido avanzar en la construcción de la sociología
política, con los nom bres y cargos que han ido apareciendo, en especial de los
jerarcas falangistas. Un capítulo interesante está form ado por las noticias de los
actos públicos, de las visitas de las jerarquías provinciales o de sus discursos. En
definitiva, las noticias locales han proporcionado un alto nivel de conocim iento
de la com arca a lo largo de las dos décadas estudiadas. Las citas de prensa
aparecen entre com illas. Todas son textuales, respetando la sintaxis y los errores
gram aticales. Las letras en negrilla insertadas son obra del autor y se introducen
para facilitar la com prensión del texto.
El B oletín O ficial de la Provincia (1936-1960) ha sido utilizado para
conocer el alcance de las propuestas de incautaciones agrícolas elevadas por la
Junta M unicipal C ualificadora, y, en pocos casos, de las industriales. Para el
período franquista, el BOPV ha constituido una fuente trascendental, ya que se
han podido seguir las relaciones de personas con expediente abierto por el
Tribunal de R esponsabilidades Políticas, las resoluciones de la D elegación
P rovincial de Industria, en el caso de las solicitudes de am pliación, renovación o
apertura de nuevas industrias, así como las m ultas expedidas por los organism os
reguladores del intervencionism o económ ico.
Para la historia económ ica ha sido vital la consulta del Anuario Com ercial
B aylli-B alliére y del A nuario de Inform ación General Zunzunegui (1935) en los
que se desgrana la econom ía local, aunque con el condicionante de que tan sólo
aparecen las firm as com erciales que decidían anunciarse. La B iblioteca del
Instituto N acional de E stadística (M adrid) ha sido muy útil para el conocim iento
de la industria com arcal entre 1935-1959.
H ace algunos años, Josep Fontana advertía del valor de las m em orias
haciendo ver que “en m uchas ocasiones, y en algunos aspectos, las m em orias son
más de fiar que las obras de los historiadores” ,76 que, junto a publicaciones
locales y b ib lio g ra fía escrita por cro n istas, han sido un in ap reciab le
com plem ento. Se ha tenido acceso a cuatro m em orias escritas por
contem poráneos del período abordado en esta tesis doctoral. Rafael Reig era un
71
jo v en estudiante perteneciente a una fam ilia carlista, pero que derivó hacia las
Juventudes Socialistas V alencianas. D espués de la guerra perm aneció varios años
en las prisiones franquistas. Sus m em orias son muy ricas para profundizar en el
O ntinyent de retaguardia y en la represión franquista.77
Juan Micó Penadés, jo v en labrador tradicionalista, participó de pleno en
las luchas callejeras de la R epública, padeció la violencia de la retaguardia y
ocupó posteriorm ente el cargo de edil en la Com isión G estora de posguerra.78
José C uquerella form aba parte de una fam ilia de tenderos y agricultores de
B enigánim . Sus m em orias son muy ricas para la descripción del Benigánim de la
inm ediata posguerra, en especial del estraperlo y la represión.79 Las m em orias de
G onzalo Gironés constituyen por m érito propio la obra más utilizada por su
riqueza, abarcando la R epública y la G uerra Civil. Gonzalo era un joven obrero
tradicionalista, muy activo políticam ente en los grupos violentos de la extrem a
derecha del O ntinyent republicano. Iniciador del sindicalism o católico, sus
recuerdos, sesgados por la ideología del autor, son cruciales para entender la
violencia republicana en O ntinyent y el im aginario de la ultraderecha católica.80
Los libros de fiestas patronales, de M oros y C ristianos, y de otras
devociones locales, son escasos con anterioridad a los años sesenta. Sin embargo,
en las últim as décadas se ha asistido a un intento, en los m unicipios más
im portantes de la com arca gobernados por el Partido Socialista, de convertir los
clásicos y coents libros de fiestas en receptores de artículos de investigación que
recuperan el pasado histórico, etnográfico o arquitectónico de sus pueblos. Tanto
los típicos artículos costum bristas de cronistas o pretendidos eruditos locales,
com o los más académ icos y docum entados han aportado una m ultitud de datos,
de sem blanzas biográficas de personajes locales y, sobre todo en el caso de los
cronistas y eruditos locales (con honrosas excepciones como A lfredo B ernabeu
en O ntinyent), son un com pendio del im aginario y los valores franquistas de la
sociedad. La b ib lio g rafía local responde a estos rasgos señalados en las
producciones de cronistas y eruditos.81
Centrándonos en la etapa que va de la R epública hasta la década de los
sesenta, los autores reflejan con sus palabras y om isiones la im agen franquista de
la histo ria. La única producción que se salva de este com ponente es la
m onografía sobre L lutxent elaborada por su cronista Rafael Canet C anet a partir
72
de los recuerdos de su padre centenario y que, sin tapujos, aborda la dura
represión que el franquismo desató en su pueblo.82
Este corpus docum ental se com pletó con el recurso de la fuente oral o
testim onio oral, hasta no hace m ucho infravalorada en los estudios de historia
lo cal.83 La valoración de la oralidad como fuente histórica y su potencialidad
para producir fuentes allí donde se hacen im prescindibles, ha logrado rescatar del
anonim ato histórico a am plios colectivos, superándose la dicotom ía entre
sociedades portadoras y no portadoras de historia, aunque existe tam bién quien
se decanta por la posibilidad de construir la historia de grupos históricam ente
desarticulados. El registro oral, como todo tipo de fuente, está som etida a la
crítica, debe ser analizado y contrastado. Posee, por supuesto, sus problem as
particulares como viene a ser la elección del entrevistado, su riqueza expresiva o
la fiabilidad de su m em oria. Sin olvidar la evidente carga de subjetividad. ¿Pero
acaso no le tiene un inform e m unicipal o sindical, o el redactado por un valeroso
falangista?
Las fuentes orales presentan, tratadas con el rigor que m erecen, todo tipo
de fuentes, una bondad que no puede trasladarse a épocas m ás alejadas: la
posibilidad de confrontar las vivencias ilustrativas de aquellos que padecieron la
propia historia y son su sujeto de estudio.
La sistem atización de las entrevistas tiene mucho que ver con el tem a de
la tesis y con uno de los problem as m etodológicos del em pleo de la fuente oral,
{Pourquoi cite-t-on tel témoin et no p a s un autre?). La pervivencia del terror
franquista y quizá la propia concepción del mismo por parte de los franquistas ha
llevado a que los protagonistas rechacen de plano rem em orar sus experiencias
(por otro lado trágicas) en las cárceles franquistas, o que alcaldes y jerarcas
falangistas sean casi im posibles de entrevistar. El caso de O ntinyent ha sido
im pactante. Im posible entrevistar a nadie. El terror blanco ha durado en la
m em oria. Joan Torró me co n tab a asom brado cóm o, en el curso de sus
investigaciones sobre la cultura anarquista en la ciudad, había descubierto que su
m adre había pertenecido a las M ujeres Libres y que siem pre se lo había ocultado.
A esta problem ática hay que añadir el inapelable reloj biológico, que dificulta la
elección de testim o n io s para los años rep u b lican o s y de la guerra. La
disponibilidad es uno de los condicionantes de esta fuente. Aún así, la m uestra
recogida ha respondido a las esperanzas depositadas en el registro oral al inicio
de la investigación.
En la trascripción de las entrevistas, casi todas en valenciano, se han
respetado la sintaxis de cada uno de los entrevistados, aunque se ha norm alizado
para su lectura. Algunos de los entrevistados nos expresaron sus deseos de
anonim ato, que lógicam ente hem os respetado. Cuando la cita es tex tu al
82 CANET CANET, R : Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico, Imp. Marbau, Xátiva, 1988.
83 Una relación historiográfica básica sobre esta fuente debe pasar por la consulta de PASSERINI, L.:
Conocimiento histórico e historia oral. Sobre el daño y la utilidad de las fuentes orales para la historia, s/d,
1977; THOMPSON, P.: La voz del pasado, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1988; JOUTARD, P.: Esas
voces que nos llegan del pasado, FCE, México, 1986 y NIETHAMMER, L.: “¿Para qué sirve la Historia
Oral?”, Historia y Fuente Oral, 2, 1989, pp. 3-26.
73
aparecerán en treco m illad a s, aunque se han utilizad o con p ro fu sió n sus
testim onios para situar hechos concretos que no siem pre se citan.84 La sociología
de los entrevistados:
- V icente Pardo. Hijo de un com erciante agrícola. La Pobla del Duc. 1994.
- A nónim o-A G Trabajador de una cerería y de una em presa textil. A gullent. 1995.
- José Cerdá. Trabajador de la espartería de N avarro M arcos. A gullent. 1995.
- Ximo Tormo. Gerente de la C ooperativa Textil COPATEX. A gullent. 1995.
- Blas Durá. Labrador. Socialista. La Pobla del Duc. 1995.
- Francesc SFM. A rtista. Uno de los líderes falangistas de su ciudad durante la
R epública. A lbaida. 1996.
- R afael C anet Canet. C ronista de Llutxent. Recoge los recuerdos de su padre
centenario. Llutxent. 1996.
- R afael B oscá Canet. Pequeño propietario agrícola/jornalero. Secretario del
Com ité Popular y afiliado a la UGT. Llutxent. 1996.
- Isabel M ontagut. A lcaldesa de Terrateig durante la guerra y contable de la
colectividad cam pesina. Terrateig. 1996.
- A nónim o-A . Recoge el recuerdo fam iliar del período 1931-1959. A lbaida. 1996.
- A nónim o-J. Jornalero. A filiado a Izquierda R epublicana y a la Sociedad Obrera
Socialista. A lbaida. 1996.
- Anónimo-P. Funcionario m unicipal jubilado. Castelló de Rugat. 1996.
- Salvador Borrás. C ronista de Otos. Cullera. 1997.
- A ntonio Vañó. Fundador del PCE de M ontaverner, secretario com arcal del
Partido C om unista y m iem bro del Com ité Am pliado. D urante la guerra fue uno
de los dirigentes de la C olectividad Textil “A delante” . M ontaverner. 1997.
- José M oscardó. D urante la R epública perteneció a las Juventudes de la Derecha
R egional V alenciana. M aestro. A lcalde de B enigánim en la posguerra.
Benigánim . 1997.
- José Ma B ordería. Jornalero. La Pobla del Duc. 1998.
- José M artínez M olina. H ijo de Eduardo M artínez Terol, dirigente ugetista de
Fontanars. E ntrevista realizada por Tomás Bordera. Fontanars. 1998.
- V icente Fayos. Labrador. La Pobla del Duc. 2003.
- Josep Vañó. Hijo de A lbaida, se trasladó a Valencia en la posguerra. Picassent.
2003.
- Luis M ompó D elgado de M olina. Abogado y em presario. Alcalde de O ntinyent
entre 1939 y 1949. O ntinyent. E ntrevista realizada por Josep Gandía. (1997).
- Vicent F. Labrador jubilado. La Pobla del Duc. 2004.
84 Los testimonios orales aparecerán citados como T.O., nombre del entrevistado y la fecha de la entrevista
entre paréntesis. Varios entrevistados nos expresaron su deseo de un total y absoluto anonimato. Aparecerán
citados como Anónimo más una consonante que reñeja la inicial de su nombre. Un tercero aparece como
Anónimo más la inicial de su población, por deseo del entrevistado.
74
1.4.1. L a tra m p a esta d ístic a.
85 GONZÁLEZ GÓMEZ, S. y REDERO SAN ROMÁN, M.: “Análisis metodológico de dos fuentes de la
Historia Social: los padrones municipales y las Matrículas Industriales”, en CASTILLO, S. (coord).: La
historia social en España, Ed. S. XXI, Madrid, 1991, pp. 507-520 (p. 508).
86 Esta problématica en ALCAZAR GARRIDO, J. del.: Emprobiment i rebel.lia (Els proletaris ruráls de
l ’Horia-Albufera a l ’época deis avalots. 1914-1920), Ajuntament de Catarroja, Sueca, 1986, pp. 21-27.
Apreciación comprobada en el Padrón de Habitantes de Salamanca (1935) por GONZÁLEZ GÓMEZ, S. y
REDERO SAN ROMÁN, M.: “Análisis metodológico de dos fuentes de la Historia Social: los padrones
municipales y las Matrículas Industriales”, op. cit., p. 514-515.
75
Los listados de la M atrícula Industrial, el im puesto sobre los artefactos en
funcionam iento, aportan datos sobre la localización física, la producción y, en
m uchos casos, la m aquinaria. En m uchos casos son la única fuente sobre las
actividades económ icas, que adem ás perm ite desarrollar estudios de largo
térm ino espacial y delim itar las im precisiones de los Padrones de H abitantes.
Pero su propio carácter de fuente fiscal desdibuja sus bondades. Un historiador
com arcal que ha estudiado m onográficam ente la industria textil de O ntinyent
advierte que “No podem deixar d 'a d v ertir-h i les sues insuficiéncies (...) no
sem pre es donen d 'a lta totes les em preses, ni les que ho fan declaren tota la seua
m aquinaria (...)” .87 La confrontación de los listados cobratorios de la M atrícula
Industrial con los anuarios com erciales y las estadísticas más diversas elaboradas
desde los ayuntam ientos dem uestran el fraude fiscal.
U na porción considerable de las estadísticas elaboradas durante el
franquism o, muy especialm ente a lo largo de la autarquía, plantea grandes dudas
respecto a su fiabilidad por lo que su citación a lo largo del trabajo debe tom arse
con grandes prevenciones debido a su defecto de origen. Los M apas de
A b astecim ien to red actad o s a in stan cias de la D elegación P ro v in cial de
A bastecim ientos y Transportes han sido una de las fuentes m ás utilizadas por el
volum en de datos ofrecidos, adem ás de facilitarnos una visión com pleta de la
totalidad de la com arca, sin excepción, en el período com prendido entre finales
de los cuarenta y los prim eros cincuenta. Sin embargo es una fuente que debe ser
som etida a cuarentena debido al falseam iento continuo de que eran objetos. El
O ficio-C ircular núm. 62.046 de la D elegación Provincial de A bastecim ientos y
T ransportes, fechado el 28 de diciem bre de 1944, dictaba los m étodos que debían
seg u irse para c o n feccio n ar cada M apa m unicipal, indicando si debían
consignarse los “datos oficiales o los reales” .88 Además, se recom endaba la
confección de un inform e aclaratorio o con la finalidad de com pletar los datos
ofrecidos en el M apa, que debía ajustarse a la realidad y no a la versión oficial
que correspondía al M apa.
Para la elaboración de prosopografías hem os recurrido al tratam iento
inform ático, creando una base de datos donde se iba introduciendo todo tipo de
datos socio-profesionales, p o lítico-sindicales, patrim oniales y, en la m edida de lo
p o sib le, fam iliares. El prin cip al problem a que nos hem os encontrado ha
consistido en la repetición de nom bres y apellidos, lógicos en las pequeñas y
m edianas poblaciones de la com arca, que nos iban apareciendo en el período
estudiado. Un ejem plo, si se quiere extrem o, pero que ilustra de las dificultades
y de su influencia sobre las conclusiones parciales de diversas cuestiones
(personal político de los ayuntam ientos, afiliación a partidos y sindicatos,
represión franquista...), viene dado por Q uatretonda. En este pueblo, con una
escasa variedad en cuanto a los nom bres, las agrupaciones de apellidos han hecho
casi im posible la confección de prosopografías. El m uestreo de los hom bres con
87 GANDIA CALABUIG, J.: “La industria textil d'Ontinyent en la segona meitat del s. XIX”, Alba, 5-6,
1990-91, pp. 9-24 (10-11).
88 AMPD, Archivadores Documentación. Época de Falange. 3 archivadores.
76
profesión conocida da como resultados: A lberola Benavent (16); B enavent
A lberola (30); B enavent Benavent (98); B enavent O ltra (22); O ltra B enavent
(33); M ahiques Benavent (18); Benavent Santandreu (13) Benavent Vidal (14) o
Vidal B enavent (12), en total, el 30,37% de esta población.
89 Luis Mayans, moderado histórico escindido del canovismo por su negativa a votar la libertad de cultos de
la Constitución de 1875, fue presidente del Congreso de los Diputados. Desde su ministerio de Gracia y
Justicia llevó a cabo las negociaciones para el Concordato con la Santa de Sede (1851). Una documentada
biografía en MARTÍNEZ GALLEGO, F. A.: Lluís Mayans i Enríquez de Navarra (1805-1880), Servei de
Publicacions de l ’Ajuntament d’Ontinyent-IEVA, Ontinyent, 2000.
90 El desarrollo de los procesos electorales y del caciquismo valenciano anterior al sufragio universal
masculino en YANINI, A.: Elecciones caciquiles en la provincia de Valencia. Política y sociedad entre 1876-
1901, Tesis doctoral, Valencia, 1982-83,2 tom.; de la misma autora El caciquisme. Ed. Alfons el Magnánim,
Valencia, 1984, pp. 89-94.
91 Ibídem, p. 16.
77
C ám ara A g ríco la y la F ed eració n A g raria de L evante (1902-1908), un
m ovim iento patronal que intentó atraer a los propietarios m edios rurales para que
conform aran un grupo de presión que defendiera los intereses exportadores de la
ag ricu ltu ra valenciana. M artínez G allego ha subrayado que este discurso
agrarista contenía rasgos regeneracionistas y regionalistas, aunque con el lím ite
de la conservación del orden social existente.92
E n tre 1903 y 1923 la com arca rep itió su caracterización política:
concordancia entre el partido en el poder y el diputado del distrito (excepto en
1923). D os procesos electorales presenciaron lucha electoral (1914 y 1918), el
prim ero con la presencia de un candidato en defensa de los intereses agrarios.
Entre 1918 y 1923 la p o lítica local estaría dom inada por el conservador datista
V icente Puigm oltó, tercer conde de Torrefíel y V izconde de M iranda, gran
propietario agrícola de O ntinyent.93 En A lbaida, Elias Tormo Monzó dom inaba
los resortes electorales del distrito. C atedrático de H istoria del A rte en la
U niversidad C entral de M adrid, diputado m aurista en 1904, alcanzó gran
protagonism o en la discusión de la Ley de A lcoholes.94
El caciquism o com arcal no es un rasgo propio y específico de la Valí
d 'A lb a id a , ni consustancial a la R estauración. R epresenta la m anifestación
política de relaciones sociales estructurales que ya habían aparecido en el mundo
clásico, como el clientelism o y el patronazgo. M odos de relación pre-políticos
entre individuos que se perpetuaron en los estados m odernos, consistentes en una
dependencia o subordinación económ ico-ideológica pero desigual a la que se
sum an conceptos m entales (gratitud, fidelidad y honor), por la que se conceden
una serie de favores y protección a cam bio del seguidism o político.95
Entre las fuerzas situadas al m argen de la R estauración el carlism o había
m antenido, desde el m otín de la Purísim a (O ntinyent, 1823),96 su capacidad
m ovilizadora que le acom pañó hasta el siglo XX: aportación de voluntarios en la
prim era guerra carlista (la segunda com arca después de los Serranos);97 elección
de un diputado carlista en la legislatura de 1872-1876; elevados índices de voto
78
de candidatos carlistas como Polo y Peyrolón (30% en O ntinyent en 1891) o
Joaquín Llorens (victorioso en la ciudad en 1914) y la persistencia de centros
tradicio n alistas entre 1896-1915 en A tzeneta, A gullent, Benigánim , r o ile r ia ,
O ntinyent y la Pobla del D uc.98 El carlism o contaba con im portantes apoyos
populares en Ontinyent, ciudad conocida como “la E stella valenciana” por El
T ra d ic io n a lista ."
A pesar de ser O ntinyent una población envuelta en una progresiva
industrialización y urbanización, el carlism o continuó su m archa ascendente. En
1916 el Círculo T radicionalista contabilizaba 343 inscritos, cifra muy superior a
los 220 de la U nión Liberal (lugar de reunión de los partidos dinásticos). Su
principal figura era el gran propietario agrícola M anuel Simó, m iem bro de una
fam ilia con tradición carlista. Su tío Faustino Simó había sido amigo personal del
pretendiente Carlos VII y “em bajador” carlista ante la Sante Sede. M anuel Simó
tenía una am plia trayectoria política en las filas tradicionalistas: je fe regional del
carlism o valenciano en 1909, cofundador del Diario de Valencia, varias veces
concejal de Valencia, diputado provincial y a Cortes en 1914. Su participación en
la creación del Partido Social Popular (1922-1923) fue la causa de su expulsión
del Partido T radicionalista (del cual tam bién fue uno de los fundadores),
provocando la escisión de dicho partido en O ntinyent.100 Encabezaba la corriente
regionalista del carlism o valenciano.101 La com prensión de este com portam iento
es fundam ental para entender la rapidez del avance organizativo de la Derecha
R egional Valenciana y de su verdadera capacidad m ovilizadora durante la
R epública, así como para analizar cuáles fueron los apoyos sociales sobre los que
se sustentó la dictadura franquista.
El carlism o continua siendo objeto de aceradas polém icas y debates
h isto rio g ráfico s.102 Las aportaciones de Jesús M illán y Jordi Canal establecen un
m arco general de com prensión del carlism o del siglo XIX ju n to a unos
presupuestos aplicables a otras realidades p osteriores.103 Jordi Canal se ha
centrado en el carlism o catalán durante la R estauración. Este autor constata una
98 Tomado de CALZADO ALDARIA, A.: “L’associacionisme a la Valí d’Albaida: 1887-1923”, Espai Obert.
Revista d'assaig i investigado. Comarques Centráis Valendanes, 3, 1996, pp. 57-63 (p. 58).
99 Joaquín Llorens Fernández de Córdoba (Valencia, 1854-1931). General de División del Ejército Carlista
en la m Guerra Carlista, diputado a Cortes por Morella (1893), Olot (1896-1897) y Estella (1901-1918). Fue
vocal de la Junta Central Carlista en 1903, Jefe Superior del Requeté en 1912. Su matrimonio con
Concepción Colomer Conca le introdujo en los ambientes de la alta burguesía de Ontinyent. Fue alcalde de
la ciudad entre 1920 y 1923. Cfr. GANDIA CALABUIQ J.: “Joaquín Llorens. El alcalde carlista”, Crónica,
210,1996, p. 34.
I°° La evolución del catolicismo político valenciano en el primer tercio de siglo en VALLS, R.: La Derecha
Regional Valenciana (1930-1936), Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1992, pp. 19-58, en especial las pp. 36-
45.
101 Tomado de CUCÓ, J.: El valencianismepolític 1874-1936, Col.lecció Garbí, Valéncia, 1971, p. 166.
102 Un ejemplo de las posiciones enfrentadas que despierta su interpretación la ofreció la revista L ’Aveng
con la publicación de un dossier titulado “Carlisme. Una Haiga guerra civil?”, 203, 1996, pp. 16-41 y el
posterior cruce de interpretaciones. Un estudio historiográfico en CANAL, J.: El carlismo, Alianza Editorial,
Madrid, 2000, pp. 402-437.
103 CANAL, J.: El carlismo, op. cit., pp. 211-272.
79
transform ación en los apoyos sociales del carlism o entre la prim era guerra
carlista (1833-1840) y la tercera (1872-1876), con la confluencia de n eo
catolicism o y carlism o después de la escisión integrista ultram ontana de 1888.
En esta división, los focos carlistas tradicionales de N avarra y el País Vasco
perm anecieron m ayoritariam ente fíeles al integrism o de N ocedal, m ientras que el
País Valenciano y C atalunya se adscribieron en m ayor número a la línea m enos
integrista. La explicación de este fenómeno parece apuntar al seguim iento, por
parte de las bases carlistas de la opción seguida por el dirigente local. D espués
del cism a, condicionados por diversos factores, tanto C atalunya como el País
V alenciano desplazarían en fuerza al País Vasco y N avarra dentro del carlism o
español.
El carlism o valenciano sumó sectores de la burguesía conservadora y
católica a sus bases más antiguas. A los nuevos carlistas, más que la cuestión
dinástica, les atraía una ideología que aunaba catolicism o, respeto del m arco
económ ico liberal y suficiente fuerza num érica, para constituirse en un valladar
contra el em ergente m ovim iento obrero. Adem ás, era una fuerza de choque
antirrevolucionaria a la que se podía invocar en cualquier m om ento. El nuevo
carlism o catalano-valenciano definió una nueva concepción política en la que el
esfuerzo reorganizativo y asociativo dirigía todas las energías. De hecho, según
Jo rd i C anal, n ingún p artid o p o lítico español disponía en 1895 de una
organización tan poderosa y com pleta. Este esfuerzo se apoyó en el soporte de
una sociabilidad peculiar que se había extendido al com pás del crecim iento
urbano del arco m editerráneo, evolución cada vez m ás alejada del carlism o
vasco-navarro, anclado en sus bases rurales. El carlism o catalano-valenciano
debía buscar nuevos electores y seguidores en un contexto de cam bio socio
económ ico. Así se puede explicar que un carlism o estancado en 1870 fuese, a
finales de siglo, una fuerza política con evidente respaldo popular.
El M arqués de C erralbo encabezará la renovación del carlism o, incidiendo
en la propaganda m ediante la prensa, la tribuna pública y la organización
política. En definitiva, esta m odernización del carlism o decim onónico, en vías de
tran sm u tarse en un p artid o p o lítico de m asas, in ten tab a aum entar su
com petitividad en el arco político español. Estas propuestas se plasm aron en
torn o a una red de C írcu lo s T rad icio n alistas o C arlistas, centros de
esparcim iento, instrucción y m oralidad de la “fam ilia carlista” , publicitados
desde la prensa carlista. En estos C írculos, muy sem ejantes a las Casas del
Pueblo socialistas, desarrollaba su sociabilidad el m ilitante carlista a través de la
adhesión y la participación.
Al nuevo carlism o de finales de la centuria decim onónica no se le puede
considerar un partido popular, aunque predom inaban los sectores populares
(artesanos, autónom os, propietarios m edios agrícolas, maseros y arrendatarios).
Sus planteam ientos políticos reflejaban los intereses de una oligarquía que
copaba la dirección, desde la que expresaban su reaccionarism o antiliberal con
un discurso político religioso, vago y general. Este discurso era fácilm ente
interpretable, individual o colectivam ente, general o localm ente, dentro de la
m ism a com unidad del partido, en líneas no necesariam ente coincidentes, con
posturas a menudo contrapuestas. Así se puede entender la propia heterogeneidad
80
de las bases sociales carlistas, en las que factores diversos dirigían a grupos
sociales hacia el carlism o: la im portancia de las tradiciones y los sím bolos; los
lazos com unitarios y fam iliares en un carlism o m uy renovado biológicam ente
con la inclusión de jóvenes m ilitantes; el em pobrecim iento económ ico, la ruptura
del orden y de las formas de vida tradicionales y los conflictos culturales.
La segunda gran fuerza opositora a la R estauración, con verdadero apoyos
sociales era el republicanism o. Los núcleos dispersos por la com arca apenas
in q u ietab an la tran q u ilid ad ap acib le del d istrito . Los republicanos
valldalbaidinos participaban en el ám bito local en los equilibrios del poder
m unicipal, tal y como describía en su diario un m édico y gran propietario de la
Pobla del D u c.104 Los republicanos de la ciudad del Clariano coincidían con otras
ciudades m edias de la época (G andía) en com partir con el liberalism o los centros
de reunión y su extracción social: burgueses, rentistas, profesionales liberales y
algunos pequeños propietarios que votaban las candidaturas liberales.105 El
resurgim iento republicano posterior al m itin de Jai-A lai (Valencia, 1903) no
derivó en la presentación de candidatos durante la R estauración.106 Como ha
constatado R am ir Reig, el blasquism o de aquellos años se circunscribía a los
lím ites de la R ib era.107 En Ontinyent, liderado por el abogado Francisco M ontés,
contaron con varios concejales, pero su m oderantism o les convertía, en la
práctica, en la izquierda de los liberales.
Sin estudios más concretos, se puede avanzar que la pervivencia del
republicanism o a lo largo de la R estauración y su aposentam iento en poblaciones
m uy determ inadas responde a la definición de “m ovim ent amb ampli suport
interclasista”, muy relacionado con dos aspectos: la “prom oció social” de
individuos dentro del campo político local republicano (sobre todo profesionales
liberales, com o el abogado Francisco M ontés en O ntinyent), además del inicio de
cam bios socio-económ icos en el tránsito intersecular en algunas zonas definidas
de la co m arca.108 En la Pobla del Duc, sería un gran propietario, pequeños
propietarios, algunos botiguers y artesanos los que m ilitarían con firm eza en el
republicanism o local.
81
Socialistas y anarquistas apenas eran una realidad efectiva en el agro
com arcal hasta principios de siglo. Llegaron a la com arca de la mano de la
em igración postfiloxérica, en el “canut” de los jornaleros tem poreros de las
Riberas y de Francia, pero tam bién tenían su engarce en el substrato republicano.
A sí, por ejem plo, Llutxent, una de las poblaciones que habían elegido candidatos
republicanos en las elecciones m unicipales, era la única con un sindicato
federado a la CNT (200 afiliados en 1919).109 El m apa de la em igración
postfiloxérica es parejo a la introducción del socialism o: Ráfol de Salem funda
su prim era sociedad socialista en 1918, Otos (1919); la Pobla del Duc (1919);
M ontaverner (1920) y Terrateig (1920), incluyéndose así la com arca en la
tendencia alcista experim entada por el socialism o valenciano después de la
huelga revolucionaria de 1917.
El ejem plo de Lluxent, extraído de fuentes orales, es significativo: “En
1918 un grupo de trabajadores que se hallaban en Carcaixent, trabajando en la
“rebassá” , con el apoyo de la directiva de A lzira, fundaron el Partido Socialista
Obrero Español en Lluxent, luego se afilió a la U.G.T.” .110 En la Pobla del Duc
“(En F rancia)... conocieron algo de socialism o, unión de trabajadores y reclam ar
derechos. Y esas ideas las trajeron aquí al cabo de cinco o seis años (...) Yo he
conocido (fundar), cuando tenía trece o catorce años, la Sociedad O brera (...)” .1U
En Terrateig el padre de Isabel M ontagud “es va fer república perqué estava a
B arcelona (...)” . 112
Los m ovim ientos obreros reivindicativos no llegaron a O ntinyent hasta el
segundo decenio del siglo XX, a pesar de las penosas condiciones de vida de los
obreros industriales y ag ríco las.113 En 1916 se fundaban: la Sociedad El Azadón
(259 asociados), que ingresaría en la católica Unión Obrera; y la Sociedad El
Trabajo (700 afiliados), adscrita a la UGT. La prim era m anifestación de
envergadura tendría lugar en el m otín de 1920 contra los im populares im puestos
de consum os en un contexto de protesta generalizada por la crisis de trabajo y la
espiral inflacionaria. D irigidos por El Trabajo, los obreros y sus fam ilias
quem aron las garitas de consum os el tres de enero de 1920. La intervención de la
G uardia C ivil term inó con tres m uertos y siete heridos. Fue un m otín clásico,
esto es, un m ovim iento descontrolado de descontento popular larvado, centrado
en la quem a de las casetas de consumo, alegoría pública de la carestía de la vida,
una revuelta antifiscal de otros tiem pos más que una protesta social m oderna,
provocada por la ausencia de una tradición reivindicativa organizada de los
trabajadores, con los principales puntos definitorios de un m otín: falta de
l®9 Tomado de GONZÁLEZ URIEN, M. y REVILLA GONZÁLEZ, F.: La C.N. T. a través de sus Congresos,
Ed. Mexicanos Unidos, México, 1981, p. 305; CUCÓ, A.: “Contribución al estudio del anarco-sindicalismo
valenciano”, Saitabi, XXII, 1972, pp. 181-202 y “Contribución a un estudio cuantitativo de la CNT’, Saitábi,
XX, 1970, pp. 180-202.
i 1® CANET CANET, R.: Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico, op. cit, p. 195.
111 Tomado de CUCÓ, J.: La tierra como motivo. Propietarios y jornaleros en dos pueblos valencianos, Ed.
Alfons el Magnánim, Valencia, 1982, pp. 52-53.
112 T.O. de Isabel Montagut (1996).
113 GANDIA CALABUIG, J.: “La indústria textil d’Ontinyent en la segona mitad del siglo XIX”, Alba, 5-
6,1990-1991, pp. 9-24 (pp. 20-23).
82
objetivos políticos claros, alto grado de espontaneidad, radicalism o, violencia
sim bólica, e tc ...114
En B ocairent había nacido en 1915 la Sociedad O brera textil La V ictoria
(384 socios) con un carácter puram ente societario de unidad del oficio,
sociedades que perduraron en el sindicalism o español hasta la R epública. En
m ayo del m ism o año la patronal intentó destruir la Sociedad con un lock-out. Sin
em bargo, una m anifestación de m ujeres im pidió el cierre de las fábricas y las
Bases de Trabajo firm adas recogieron las dem andas obreras. El triunfo obrero
reafirm ó el poder societario.115 En 1922 tendría lugar el m ayor conflicto laboral
de la com arca durante el prim er tercio de siglo “ la huelga deis B eneyto” (abril
1922-mayo 1923) en torno al cum plim iento de la jornada legal de 8 horas/día en
la em presa Cabanes Herm anos, la industria textil de m ayores dim ensiones. La
solidaridad societaria y la ayuda de los sindicatos de A lcoi sustentaron a La
V ictoria y a las fam ilias de los huelg u istas.116
La larga huelga term inó con la huida de una parte de la industria a la
vecina O ntinyent y con el “pacto del ham bre” de los em presarios de B ocairent
contra los obreros más significados lo que ocasionó su em igración. La m em oria
de esta huelga perduró durante décadas. En diciem bre de 1932 se recordaba que
la alianza entre caciquism o y esquiroles term inó con el fracaso de la sociedad y
con la em igración forzada. En los prim eros días de la guerra civil, una de las
principales dem andas del Comité consistiría en la readm isión de los despedidos
en 1922.117
114 Para los primeros años del movimiento obrero en Ontinyent, cfr. LENDOIRO SALVADOR, J.: “Los
inicios del movimiento obrero en Ontinyent (1916-1923): Colaboración y rivalidad entre sindicatos de clase”,
Almaig. Estudis i Documents, IX, 1993, pp. 70-89. Una descripción contextualizada del motín en GANDIA
CALABUIG, J.: “Economía i societat: El motí de 1920 a Ontinyent”, Alba, 7,1992, pp. 71-81. Las posiciones
de Rudé en CASANOVA, J.: La historia social y los historiadores, Crítica, Barcelona, 1991, p. 98 y ss. Para
los motines de consumo en España a finales del siglo XIX cfr. VALLEJO POUSADA, R.: “Pervivencia de
las tradicionales formas de protestas: los motines de 1892”, Historia Social, 8, 1990, pp. 3-28. El contexto
valenciano de “condiciones objetivas” para una Revolución en ALCAZAR GARRIDO, J del.: Temps
d ’avalots al País Valencia, (1914-1923), Diputado de Valencia, Valencia, 1989. Para Joan Alcázar, 1920 fue
un año “(...) encara més sagnant que el seu predecessor”, ibídem, pp. 322-329. Una situación similar entre
1917 y 1920 se dio en Gandía, cfr. FRASQUET FAUS, E. y SEVILLA PARRA, Ll.: “El moviment obrer en
una cojuntura revolucionaria: Gandía 1909-1923”, Espai Obert, 1, 1994, pp. 92-100.
115 AHN-SGC, PS-Madrid 2.588, Libro de Actas de la Sociedad Varia Textil Fabril La Victoria (LASLV),
acta núm. 5, 14-V-1916 y ss.
116 Una descripción de esta huelga en SOLER MOLINA, A y FERRE PUERTO, J.A.: Historia de la vila de
Bocairent, Ajuntament de Bocairent, Alcoi, 2003, pp. 244-245.
117 AHN-SGC, PS-Madrid 2.588, LASLV, acta de 23-X-1921/13-VHI-1922 y PS-Madrid 2.025, Libro
Diario de la Sociedad La Victoria, 17-X-1916/1930. También SOV, 24-XII-1932.
83
A pesar de la m uy escasa conflictividad social com arcal, la introducción
durante el prim er tercio del siglo XX de ideologías republicanas, socialistas y
anarquistas se asentó sobre la realidad social y cultural de la com arca, para
term inar por “form ar” , según la acepción “thom posoniana” , una conciencia de
clase entre los obreros agrícolas y los industriales, fruto de una experiencia
colectiva. Esta “conciencia de clase” term inaría por explotar en el contexto
dem ocrático de la II R epública, años en los que plasm aron un m ovim iento
sindical articulado con diferentes respuestas de apoyo social. Sólo así se puede
entender la súbita fortaleza del anarquism o en O ntinyent o del sindicalism o
socialista cam pesino durante la República. Am bos aparecieron de im proviso.
Pero en historia no existen las sorpresas.118
118 PÉREZ LEDESMA, M.: “Clases sociales e historia. Algunas precisiones en tomo a un concepto”, en
GARCIA DELGADO, J. L. (eds.).: La crisis de la Restauración: España, entre la Primera Guerra Mundial
y la Segunda República, Ed. S. XXI, Madrid, 1986, pp. 417-419. El caciquismo y el débil movimiento obrero
eran compartidos por la comarca alicantina de la Marina Alta. v. BALLESTER ARTIGUES, T.: La Segona
República a la Marina Alta, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alacant, 1997, pp. 31-47.
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85
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Capítulo 2.
La Segunda República. El
aroma de la esperanza
(1931-1936)
89
estancada de la com arca en el últim o tercio de siglo: 46.187 habitantes censados
en 1857; 49.632 en 1900.5
Los efectos de la crisis filoxérica provocarían el definitivo estancam iento
dem ográfico de la com arca hasta el crecim iento de los 50-60 del siglo XX y el
principio de la ruptura del poblam iento tradicional en dirección a una m ayor
concentración de la población com arcal en sus núcleos más dinám icos. A la
d estru cció n del viñedo le siguió un éxodo generalizado: en B élg id a un
contem poráneo observó “el increm ento que la em igración tomó en aquellos años,
la cual dejó sem idespoblada la villa” ; en Llutxent “(...) Es constante el éxodo de
fam ilias enteras hacia la capital y otras ciudades con posibilidades de trabajo
como A lcira, Sagunt, Carcaixent (...)” ; en Benigánim “ (...) del 10 al 15% del
vecindario emigró después de la filoxera (...)”, y en la Pobla del Duc el 25% de
su población se vio obligada a em igrar .6 Estas pérdidas hum anas afectaron en
m ayor grado a las poblaciones con m onocultivo vitícola del Partido Judicial de
A lbaida (la Pobla del Duc, Benigánim , Llutxent, Q uatretonda, C astelló de
R ugat . . . ) 7 en las que existía una m enor presencia de cultivos alternativos y de
industria que m itigasen la destrucción de la pequeña propiedad y la crisis laboral
subsiguiente al arranque de los latifundios vitícolas.
La em igración posfiloxérica enlaza con las tendencias generales del
últim o tercio del siglo XIX, sustituyendo el tradicional destino argelino por el
interior peninsular (Gandía, Valencia, B arcelona), las com arcas vinateras de
Francia y Sudam érica (en especial A rgentina). Una parte retornaría en la década
de los treinta, cuando la crisis de 1929 golpeó con m ayor ím petu a las naciones
latinoam ericanas . 8 La Valí seguía un com portam iento sim ilar a la com arca de la
M arina A lta, donde a las crisis agrarias decim onónicas le seguían em igraciones
golo n d rin a, prin cip alm en te a A rgelia, am pliándose el espacio geográfico
m igratorio tras la filoxera, aunque, como apunta Costa M as, en am bos casos, tan
sólo servían para co n trarre star p arcialm en te la m iseria de los pequeños
propietarios y para apuntalar el sistem a social establecido, ya que alejaban
posibles conflictos sociales . 9
^ Las cifras de 1900 se han tomado de CASTELLÓ I TRAVER, J.E. “Els orígens de la demografía
contemporánia del País Valenciá”, en Primer Congrés d ’Histdria del País Valencia, op. cit., vol. IV, pp. 39-
51 (p. 40) y PÉREZ PUCHAL, P.: Geografía de la Poblado Valenciana, L’Estel, Valencia, 1976, p. 85.
6 Para Bélgida, cfr. JORNET PERALES, M.: Bélgida y su término municipal, op. cit., p. 384. Para
Benigánim AMBG, caja 81, “Plan de Ensanche de 1926”. Para Llutxent, cfr. CANET CANET, R.: Llutxent.
Semblanza humana y resumen histórico, op. cit., p. 195. Para la Pobla del Duc, cfr. CUCÓ, J.: La tierra como
motivo., op. cit., pp. 28-31.
7 Los pueblos de este Partido Judicial en el Cuadro núm. 1.
8 Esta emigración había comenzado muy lentamente desde finales del XVIII, recogida por MARTÍNEZ J.
D.: “L’emigració Oronella de la Valí d’Albaida cap a América”, Almaig. Estudis i Documents, XII, 1996, pp.
80-83. La emigración a Argentina en SANCHIS IMULLOR, S.: ‘“De la Valí a l’Obelisc’. Sobre l’emigració
de nombrases families deis pobles de la Valí d’Albaida cap a Sudamérica a principis del segle XX”, Almaig.
Estudis i Documents, VII, 1991, pp. 87-92. También DE MARS, L.: “Emigración agullentina a principios de
siglo”, Llibre de Moros i Cristians, Agullent, 1989, s/p.
9 Para esta comarca alicantina v. COSTA MAS, J.: El Marquesat de Denia. Estudio Geográfico, Universidad
de Valéncia, Valéncia, 1978, las páginas 115-126, para Argelia las pp. 116-122; Argentina en pp. 122-123;
Estados Unidos de Norteamérica en pp. 123-124 y Europa en pp. 124-126.
90
Después de la coyuntura específica de la invasión filoxérica la em igración
se dilató debido a las necesidades planteadas por la reconversión del viñedo de
la com arca. Las plantaciones de cepas de vides am ericanas necesitaban de una
fuerte inversión inicial y del m antenim iento de la estructura fam iliar com o mano
de obra hasta la prim era cosecha. Pero tam bién la m enor resistencia de estas
cepas y los cam bios en los trabajos agrícolas, en dirección a una creciente
utilización de abonos (y, por tanto, m ayores necesidades de capitalización) e
intensificación del trabajo, obligaban a una parte de la población a em igrar
tem poralm ente a las com arcas de alrededor en busca de unos ingresos auxiliares
(a las dos R iberas y, en m enor grado, a la Safor ) . 10 La gripe del bienio 1917-1918
sería una causa añadida que agravaría el retroceso dem ográfico, aunque con
notables desigualdades espaciales, ya que fue más acentuada en los barrios
obreros de O ntinyent . 11
Ni siquiera la ciudad del Clariano se había visto apartada de estas
tendencias. Esteve Deu ha com probado cómo, entre 1900 y 1925, en Sabadell
“Una part im portant d ’inm igrants prove de (...) Alcoi, O ntinyent i C ocentaina ” . 12
La em igración y la gripe ocasionaron un estancam iento de la población entre
1911-1920, que ni siquiera la elevada natalidad logró reparar . 13 Su crecim iento
vegetativo dism inuyó del 13,7% de 1901-1910 a un 8 % de 1911-1920, al igual
que Bocairent (de un 7,3% a un 5,8) y A gullent (de un 21% a un 13,7).14
En la década de los treinta se observa una general ruptura en este ciclo
regresivo y un leve crecim iento, m otivado por el retorno de la em igración
francesa y del Cono Sur am ericano. En la M emoria del Plan de Ensanche de
Benigánim (1926) se indicaban como causas del regreso de la em igración que:
“(...) después de la Prim era Guerra M undial, con la depreciación de la m oneda en
Francia y al coincidir algo de m alestar en la A rgentina, al no poder ahorrar,
obligó a em igrar a la inm ensa m ayoría que se hallaban en dichas naciones ” . 15 En
los Partidos Judiciales de A lbaida y O ntinyent este flujo determ inó un aum ento
dem ográfico de un 1,39% y un 0,43% respectivam ente.
^ Tomado de ALCÁZAR GARRIDO, J. del.: Temps d ’avalots al País Valencia, (1914-1923), op. cit., p.
240.
11 Para la gripe en el País Valenciano cfr. BERNABEU MATEU, J. (coord.).: La ciutat davant el contagi.
Alacant i la grip de 1918-1919, Generalitat Valenciana, Valéncia, 1991. Para Ontinyent cfr. GANDIA
CALABUIGt, J.: “Economía i societat: El motí de 1920 a Ontinyent”, op. cit., pp. 71-72. Para la capital
valenciana cfr. MARTINEZ, M.: Valéncia al límit. La ciutat davant Vepidemia de grip de 1918, La Xara,
Benifairó de la Valldigna, 1999.
12 DEU IBAIGUAL, E.: La industria textil llanera de Sabadell, 1896-1925, Nova Biblioteca Sabadellenca,
Sabadell, 1990, p. 43.
13 VALLÉS, I.: “La transició demográfica i l’evolució de la població a la Valí d’Albaida i les Valls d’Alcoi,
1900-1982”, Cuadernos de Geografía, 39-40,1986, pp. 365-390 (p. 367). En Ontinyent, entre 1911 y 1920,
casi 1.000 personas emigraron a Francia, Barcelona o a otros lugares del País Valenciano, v. LACOMBA, J.
A.: Crisis i revolució al País Valencia (1917), Garbí, Valencia, 1968, p.149.
14 VALLÉS, I.: La Industria Textil i Societat a la Regió Alcoi-Ontinyent. 1780-1930, Ed. Alfons el
Magnánim, Valencia, 1986, p. 88.
15 AMBG, caja 81, “Plan de Ensanche de 1926”.
91
En la R epública el crecim iento vegetativo de O ntinyent fue m uy lento. De
12.538 habitantes de hecho en 1931 a los 13.039 de 1935, apenas 501 habitantes
m ás. Las causas hay que buscarlas en el aum ento desde 1933 de la m ortalidad
infan til y la de los m enores de cinco años, que superaba la m edia valenciana y
española, provocada por la insuficiente infraestructura sanitaria de la ciudad, la
acentuación de la subalim entación de las fam ilias obreras en 1933-1934 y el
desconocim iento de la cultura sanitaria . 16
Así pues, en el prim er tercio del siglo XX la tipología com arcal se
diferencia claram ente de la acusada decadencia dem ográfica de las com arcas de
m ontaña y del ascenso generalizado de las com arcas de litoral. A unque la pérdida
dem ográfica del Partido Judicial de A lbaida (1,81% ) en el prim er tercio de siglo
quedó com pensada por el crecim iento del Partido Judicial de O ntinyent (3,3% ),
la Valí d ’A lbaida pasó de representar el 3,13% del total del País Valenciano en
1900 al 2,69% en 1930, al mismo tiem po que la población valenciana se
decantaba hacia las com arcas de regadío.
En resum en, la dem ografía de la Valí d ’A lbaida durante el prim er tercio
del siglo XX presenta unos rasgos regresivos que, si consideram os relacionadas
econom ía con población, se debe a la crisis estructural de la agricultura durante
el prim er tercio del siglo XX. A pesar de que las poblaciones industriales
(B ocairent) o que habían iniciado su industrialización (O ntinyent) m antuvieron
unas tasas de natalidad superiores a la española, la em igración subsiguiente a la
plaga filoxérica y, en general, la crisis del m odelo agrícola desde los últim os
d ecen io s del X IX , co n llev aro n el estan cam ien to d em o g ráfico . Como
analizarem os posteriorm ente, la em igración favoreció el desm antelam iento de la
gran propiedad agraria y la introducción de las ideas republicanas, socialistas y
an arq u istas . 17 El lento pero ininterrum pido desarrollo industrial obstaculizó un
probable increm ento de la em igración hacia las com arcas de regadío, presente en
otras com arcas agrícolas de secano.
16 AMO, Caja Expedientes Varios. Secretaría. 1934, expediente 20. FERNÁNDEZ MARTÍNEZ NAVARRO,
J.; MARTÍNEZ GRAULLERA, O.; SANZ ORTIZ, C.; TORMO GOÑI, A.; PÉREZ DE LA PAZ, J. y
VERGARA DOMÍNGUEZ, L.: “El proceso de cambio de la mortalidad de 0 a 4 años en el siglo XIX en
España”, Revista de Historia Contemporánea, 8, 1992, pp. 53-89.
17 Como ha demostrado Josepa Cucó en el caso de la Pobla del Duc, v. CUCÓ, J.: La tierra como motivo,
op. cit., pp. 21-99.
92
2.1.1.1. L a d istrib u c ió n de la población. D iversidad de subzonas de influencia
Cuadro núm. 1
93
Partido Judicial de O ntinyent
VARIACIÓN
LOCALIDAD 1900 1910 1920 1930
X100
A gullent 1.133 1.341 1.355 1.193 0,17
Aielo de M alferit 2.883 2.895 2.840 2.695 - 0 ,2 1
B ocairent 3.971 4.175 3.849 3.504 0,40
Fontanars 1.046 1.134 1.209 1.246 0,62
O ntinyent 10.384 11.256 11.261 12.342 0,60
FUENTE: Elaboración propia a partir de los Nomenclátors de 1900, 1910, 1920 y
MINISTERIO DE TRABAJO.: Censo de la Población de España, 1930. Cuaderno núm.
12, Región de Valencia, Ministerio de Trabajo. Dirección General de Estadística.
Madrid, 1930.18
l 8 En los censos de población valencianos del período 1900-1970 siempre aparecen diferencias a favor de la
población de derecho respecto a la de hecho. La primera comprende a los residentes no presentes y presentes,
y la segunda a los residentes presentes, más los presentes no residentes (los transeúntes). Tomando como
referencia la primera no se ofrecería una visión correcta del número de habitantes de una localidad, ya que
no aparecen los transeúntes residentes, pero en cambio, se obvia a los transeúntes. La población de hecho nos
informa del número total de habitantes de una población y admite el estudio de la población de transeúntes
como jornaleros agrícolas, algunas artesanías ligadas a la agricultura y, esporádicamente, a ocupaciones del
terciario. Cfr. CUTANDA TARÍN, A. y RUIZITAMARIT, J. R.: “Població de dret i de fet: Una discussió al
voltant de les dades registrades al País Valencia”, Saitabi, XIXXX, 1989, pp. 257-265.
Pinceladas costumbristas del Ontinyent de 1923 revividas por Alejandro Bataller en BATALLER
MADRAMANY, A.: “¿Quién era quién?”, Llibre de Moros i Cristians, 1989, s/p.
94
núcleos que habían alcanzado una adaptación superior a los sistem as creados por
el desarrollo del transporte, la agricultura com ercial y las m anufacturas. En este
contexto, se afianzaron las áreas de influencia económ icas, com erciales y
políticas: C astelló de Rugat sobre los pequeños pueblos de Aielo de Rugat,
B eniatjar, R áfol de Salem, Rugat y Salem; repartiéndola con G andia en los casos
de B enicolet, M ontitxelvo y Terrateig; Benigánim sobre los “pueblos del río ”
(A lfarrasí, B ellús, G uadasséquies y Sant Pere) y A lbaida sobre A tzeneta,
B élgida, B enissoda, Bufali y Palomar.
La población disem inada suponía un 12% de la población en 1930, un
porcentaje parejo al de las com arcas de m ontaña regresivas dem ográficam ente (el
Racó d'A dem ús, Serrans o la Plana de U tiel). En el ámbito provincial, este tipo
de poblam iento disem inado había iniciado su declive en la prim era m itad del
siglo XIX, sin em bargo, en la Valí había aum entado .20 Eran los m aseros,
trabajadores fijos de las grandes propiedades agrícolas y los arrendatarios de las
m ism as que habitaban en pequeñas agrupaciones de casas de labranza, m uchas de
ellas sobre antiguos enclaves m usulm anes. El paisaje agrario valldalbaidino
estaba dom inado por estas m asías que adquirían su lugar más definitorio en el
Partido Judicial de O ntinyent, principalm ente en Fontanars, donde un 75% de la
población vivía disem inada por su térm ino m unicipal; B ocairent (25% ) y
O ntinyent (15% ).
95
Si exceptuam os la rinconada de Onteniente, que p o r sus muchos
m anantiales tiene "facies ” parecida a la vega valenciana, los demás tér
m inos del Valle de A lbaida presentan, con escasas diferencias, el mismo
aspecto: descúbrese, en todas direcciones, un m agnifico panoram a fo rm a
do de vastos viñedos recubriendo la blanquecina marga de extensas lomas
cortadas p o r fa ja s de huerta que marcan el curso de angostos barrancos;
en las laderas del m onte y en los declives y m esetas de las lomas más
pobres aparecen, en desorden, el algarrobo y el olivo, adaptándose a los
accidentes del terreno; de vez en cuando se nota un rodal, de vegetación
más frondosa, que nos indica, que con su verdor perenne, dónde se levan
ta un pueblo, a sí como la im portancia de las aguas que lo abastecen.23
96
Rugat (555 hn.).
C om unidades de regantes y Juntas de Riego gestionaban los acuíferos. La
explotación privada (Sociedades de Riego) era m inoritaria. Desde la década de
los veinte, la inversión de algunos grandes agricultores había duplicado el
núm ero de pozos de riego situados preferentem ente en las poblaciones cercanas
a los principales acuíferos subterráneos o barrancos (A lbaida, Benigánim ,
1’O lleria y O ntinyent). En 1933 ambos partidos judiciales sumaban un caudal de
9.709 litros/m inuto, una cifra interm edia en el conjunto de las com arcas
valencianas de secano. Las tradicionales huertas locales y la inversión de grandes
propietarios habían dado lugar a que en 1933 se regara el 7,46% de la superficie
cultivada del Partido Judicial de A lbaida y el 11,96 del ontiñentino, sim ilares al
resto del secano valenciano, algo superiores en el caso de O ntinyent (Ayora y
C helva no llegaban al 8 %, Chiva un 6,33). Estas inversiones de grandes
propietarios certifican la rentabilidad del regadío de una parte del agro com arcal
y aleja la im agen del senyoret absentista. Con todo, creem os que la zona regada
era mayor, puesto que, al contribuir los m otores de riego con un im puesto
especial, la ocultación era grande. En 1946 se contabilizaban once m otores en el
térm ino ag ríco la de O n tinyent que operaban sin co n trib u ir por su
funcionam iento .25
Las cosechas del regadío abastecían a los m ercados locales de hortalizas,
frutas y otros productos de huerta aunque es difícil extraer estadísticas fiables
acerca la extensión de sus cultivos, ya que la producción hortícola estaba
estrecham ente ligada a la oferta cam biante del mercado. Cultivos tradicionales
del regadío (trigo, olivar y viña) habían perdido superficie cultivada aunque
continuaron ocupando las m ayores extensiones regadas en favor de otros de
m ayor rendim iento y más óptimo com portam iento en los m ercados: patatas
prim erizas, cebollas, ajos y garbanzos (el Partido de O ntinyent era el prim er
productor provincial). En las partidas con un m icroclim a especial surgieron
tím idam ente plantaciones de cítricos: O ntinyent y poblaciones cercanas a la
Safor (Terrateig, M ontitxelvo y Rugat).
En la huerta predom inaba el m inifundism o. La propiedad y el dom inio del
agua significaban de f a d o el control socio-político sobre los huertanos a la vez
que fuente de enconados conflictos . 26 En O ntinyent los ayuntam ientos guiados
por intereses particulares habían destruido los derechos seculares sobre los
acuíferos. El m anantial del A lm aig fue destinado a nutrir la fábrica de som breros
y las aguas del Pou Ciar que regaban la huerta Nueva se em plearon para el
abastecim iento hum ano. Los terrenos del pantano se privatizaron al poner en
venta su parte alta adquirida por em presarios fabriles. D isposiciones de la época
dictatorial habían m erm ado los derechos de los regantes de la H uerta N ueva en
favor de los N ovalistas donde encontram os grandes fam ilias de la ciudad:
Joaquín Llorens, R afael Osea, Em eterio M uga o el barón de Santa B árbara .27
97
D urante la R epública los cam bios políticos tuvieron una traslación
inm ediata a los gobiernos propios del regadío com arcal. En octubre de 1932 el
sin d icato ra d ic a l-so c ia lista de O ntinyent denunciaba el abandono y la
especulación de los acuíferos acusando a la Junta de Riegos de “caciquism o
cavernícolo ” .28 Los alcaldes de A tzeneta y Palom ar tildaban de “caciquil” a la
Junta de G obierno de la Fuente del Puerto de A lbaida nom brada durante la
D ictadura. Estas divisiones internas determ inaban la paralización de las Juntas
de Riego m erm adas por la indisciplina en el pago del sequiaje.
La ruptura de los m ecanism os de poder de la Junta del Puerto y de las
acequias que la com ponían enlaza con la de otros pequeños riegos como el de
B élgida, en los que una m ayoría de agricultores no respetaban las Ordenanzas
M unicipales de riego o habían realizado privadam ente obras de aprovecham iento
del agua de estas acequias que m erm aban su caudal en la parte m ás baja, a lo que
se añadía la especulación en el arriendo de hanegadas de huerta y el elevado
precio de una fila de agua.
El resultado había sido una progresiva escasez de agua para riego y la
conversión de la m ayor parte de la huerta en viñas de secano o en huerta
tem poral. La agricultura intensiva de secano necesitaba extender el viñedo, un
producto m ás rentable que las cosechas de subsistencia o de pequeño com ercio
de m uchas de las huertas locales . 29 Con estos condicionantes, el sistem a secular
de riego se iba abandonando y el cultivo intensivo del regadío dejaba de ser
rentable. En los trein ta tam bién apareció la contam inación industrial de los
acuíferos, contraponiéndose los intereses de las Junta de Riego y los industriales.
Esto sucedía en A gullent entre la Junta de Regantes de la Font Jordana y los
fabricantes cerero s . 30
L as aso ciacio n es de ag ricu lto res m uy esp ecialm en te en O ntinyent
defendían la potenciación de la superficie irrigada m ediante la construcción de
un pantano y el alum bram iento de acuíferos para el riego, aspiraciones reflejadas
en un inform e del Instituto Valenciano de Econom ía (1934).31 De hecho, una
parte de la com arca se había incluido en el am bicioso y costiano Plan N acional
de O bras H idráulicas (1933) confeccionado por el ingeniero Lorenzo Pardo e
iniciado por Indalecio Prieto (M inistro de Obras Públicas) que contem plaba una
visión conjunta del Levante a través de transvases de un río a o tro . 32 La atención
teó ric a de la p o lític a h id rá u lica del rep u b lican ism o en el M editerráneo
28 RS, l-X-1932. Actuaciones similares y cronológicamente parejas, que contravenían los derechos
tradicionales sobre el riego y reformaban los Sindicatos de Riego favoreciendo a los grandes y medianos
propietarios, las podemos encontrar en Gandia. cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, Ll.: La
IIRepública a Gandia: 1931-1936, CEIC-Alfons el Vell, Gandia, 2000, pp. 37-38.
29 JORNET PERALES, M.: Bélgida y su término municipal, op. cit, pp. 284-290.
30 cfr. CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, Ajuntament
d'Agullent/IEVA/SARC, Valencia, 1997, pp. 25-45.
IVE, V-2-b-l, Informes y Documentos, “El partido de Albaida. 1934 (2)”, firmado con lápiz por el “Sr.
Aparicio Albiñana”.
32 cfr. LÓPEZ GÓMEZ, A.: “Los regadíos en Valencia en el período 1919-1936”, Estudios Geográficos,
112-113, 1968, pp. 397-423, (p. 402).
98
correspondía a su interés por elevar la potencialidad productiva de esta zona . 33
33 La polémica planteada por el Plan en ORTEGA CANTERO, N.: “Las propuestas hidráulicas del
reformismo republicano: del Fomento del regadío a la articulación del Plan Nacional de Obras Hidráulicas”,
Agricultura y Sociedad, 32, 1984, pp. 109-153.
34 CARNERO, T.: Expansión vinícola y atraso agrario, 1870-1900, Ministerio de Agricultura, Madrid,
1980; PIQUERAS, J.: La agricultura valenciana de exportación y su formación histórica, Instituto de
Estudios Agrarios, Madrid, 1985, pp. 68-83; 96-108; 198-203.
33 PIQUERAS, J.: La vid y el vino en el País Valenciano, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1984, p. 37.
99
favoreció la aparición y desarrollo de un poderoso grupo de presión defensor de
los intereses vinateros com arcales . 36
La finalización del tratado com ercial con Francia (1892), país que había
co n stitu id o el p rin c ip a l m ercado para los caldos esp añ o les, acom pañó
cronológicam ente a la recuperación de los viñedos europeos después de la plaga
filoxérica (1894). La sobreproducción consecuente ocasionó una grave crisis que
se alargó hasta principios del siglo XX a la que los cosecheros de la com arca
resp o n d iero n con la construcción de un m ovim iento aso ciativ o m uy
reivindicativo que cristalizó en el M eeting de V itivinicultores presidido por José
Canalejas (O ntinyent, 1901). Las dem andas resultantes se centraron en la
supresión del im puesto de consumos para el vino, la reducción de las tarifas
ferroviarias y muy especialm ente, el fomento de la utilización de alcoholes
vínicos en detrim ento de los industriales.
En este contexto depresivo, la plaga filoxérica que había arruinado los
viñ ed o s fran ceses alcanzó la P en ín su la (1900), hecho que favoreció
coyunturalm ente al viñedo valenciano. Entre 1905-1910, la filoxera afectó al
15% del viñedo de la Valí d ’A lbaida y de los Piedem ontes. Después de varios
años de intensa sequía, sería 1910 el año en el que golpearía con m ayor
intensidad, fecha asociada al refranero popular con cualquier m anifestación
negativa (acó és p itjo r que l'a n y deu). Desde 1849 no se había conocido una
sequía tan im portante. En Bélgida, por ejem plo, se agostaron todos los acuíferos
que nutrían fuentes y lavaderos . 37
Las m edidas para detener la epidem ia fueron ineficaces y el viñedo
valenciano su sumó a la destrucción que estaba padeciendo el resto del Estado.
La provincia de Castelló perdió el 65,5% de su viñedo, A lacant el 44,4% y
Valencia el 24,4% . En algunas zonas (la Safor, la M arina A lta, fachada m arítim a
de Castelló) la epidem ia supuso la desaparición de la vid y un trascendental
cam bio agrícola con la plantación m asiva de cítricos. En la Valí d ’A lbaida, la
superficie cultivada dism inuyó entre el 50-75% , descenso m ás acusado en el
Partido Judicial de A lbaida, donde en sus poblaciones centrales representaba casi
un m onocultivo . 38 En 1922, según Piqueras, el viñedo valenciano alcanzó su
m enor extensión.
La única solución para el agricultor era efectuar nuevas plantaciones con
cepas am ericanas, m ás resistentes. La replantación fue un proceso extenso
cronológicam ente y plagado de dificultades que obedecía a una diversidad de
facto res. Pan M ontojo ha com probado una c o rresp o n d en cia zonal entre
reconstitución del viñedo y coyuntura vitivinícola en el que se produce este,
adem ás de otros factores como “la estructura social, la disponibilidad de capital,
los usos alternativos de la tierra ( . . . ) ” . 39 Las nuevas cepas estaban som etidas en
36 Este período en LORENTE MIÑANA, J.: “La edad de oro de los viñedos de la Valí d’Albaida (segunda
mitad del siglo XIX). Una revolución agraria, de los transportes y del comercio”, en Actes del Primer
Congrés d ’Estudis de la Valí d'Albaida, Diputado de Valéncia/IEVA, Valencia, 1997, pp. 449-471.
37 Tomado de JORNET PERALES, M.: Bélgida y su término municipal, op. cit., p. 384.
38 Para la Safor, cfr. FAUS MASCARELL, J. C.: “Creiximent i renovació agraria a la Gandia del segle
XIX”, Espai Obert, 1, 1994, pp. 45-53.
39 PAN-MONTOJO, J.: La bodega del mundo. La vid y el vino en España (1800-1936), Alianza Universidad,
Madrid, 1994, pp. 315-349.
100
m ayor grado a las inclem encias m eteorológicas y a pandem ias crónicas cómo el
m ildiu, una plaga criptogám ica sim ilar al oidium producida por las relaciones
entre la hum edad y el calor propias de la prim avera. Para com batirlas se
em pleaba el sulfato de cobre (para el m ildiu) y el azufre líquido, productos con
precios poco asequibles para el pequeño agricultor que además carecían de
inform ación agronóm ica para su correcto tratam iento.
El m ildiu acabó por convertirse en el principal problem a sanitario del
viñedo valldalbaidino como reconoció la propia D iputación Provincial al instalar
en C astelló de Rugat un Campo de Experim entación para com batirlo (1932).40
Sin asesoram iento técnico, descapitalizados los agricultores después de la
adquisición de los plantones y som etidos a la exigencia inapelable de la usura,
única sustitu ía de inexistentes instituciones oficiales de crédito, el proceso
replantador estuvo lleno de problem as.
Para hacer frente a la replantación los propietarios vinateros intensificaron
el asociacionism o y las peticiones reiteradas de ayuda estatal recogidas en las
páginas de A cción V itícola, “El espíritu de colectiva defensa se ha exaltado tanto
entre los viticu lto res de este Valí de A lbaida que hallanse dispuestos a practicar
cuanto antes acuerdos (...)” se declaraba en 1926. Los propietarios viticultores
iniciaron una intensa cam paña de m ítines por la geografía com arcal en un
proceso de unificación corporativa .41 Pero el Estado desoyó estas peticiones y la
replantación se realizó con el recurso de la usura. La im portante crisis del sector
vitícola entre 1919-1925 detuvo en m uchas zonas la replantación vitícola, ya que
sus cuantiosos gastos no conllevaban una posterior rentabilidad. Pascual Carrión
expuso esta interrelación en 1926:
101
Para facilitar créditos a los propietarios agrícolas y dentro de la doctrina
social de la Iglesia C atólica de lucha contra la usura, surgieron en m itad de la
década de los veinte diversas experiencias crediticias locales con el objeto de
adquirir préstam os o com prar anim ales de tiro (entre otras no relacionadas con la
agricultura). En A lbaida nacía la Caja de Ahorros de A lbaida a principios de 1925
presidido por Juan Sem pere de M ergelina, un noble . 44 En A gullent el Cardenal
Enrique Reig Casanova y los grandes propietarios im pulsaban la Cooperativa-
Caja de A horros (1923) de corta v id a .45 En la Pobla retornó la antigua idea de
crear una C o operativa de p ro d u cto res para dar salid a a co n ju n ta a las
posibilidades vinícolas (destilación, vino) dirigida por un gran propietario y por
Juan G arcía Suñer, un presbítero dedicado a difundir el sindicalism o católico .46
El m apa agrícola valenciano cambió substancialm ente tras la filoxera. En
los terrenos menos productivos, aquellos que habían sido ocupados por el viñedo
durante la gran expansión del últim o tercio del X IX, o bien se abandono el
viñedo o bien pasó a ser un cultivo asociado con el cereal, el olivar, el algarrobo
o el alm endro, por orden de extensión. La elección de estos cultivos responde a
las sólidas bases com erciales de la agricultura com arcal (introducción del
alm endro y el olivar, en esos m om entos cultivos subvencionados oficialm ente)
pero tam bién a la garantización de la subsistencia de la fam ilia cam pesina y de
sus anim ales de labor (cereal y algarrobo). Este m odelo de replantación encontró
en la dificultad para reponer las vides enferm as por cultivos verdaderam ente
rentables un problem a añadido a los anteriorm ente expuestos condicionando la
velocidad o la m ism a replantación.
A nte la ausencia de perspectivas de rentabilidad sim ilares al siglo pasado,
los grandes propietarios optaron por ceder sus tierras en régim en de aparcería o
arrendam iento con el fin de invertir en otras em presas m ás productivas. En la
Valí, los Llinás, grandes propietarios, desviaron sus capitales hacia el textil
albaidense y los que se dedicaban a profesiones liberales en las ciudades pasaron
a considerar la tierra como una fuente rentista de in g reso s .47
No podem os obviar los costos sociales del proceso abierto con la filoxera,
que desarrollarem os más adelante: “En el (p a rtid o ) de A lbaida (...) y en los de
44 Este experimento del catolicismo paternalista para atenuar la miseria de los trabajadores en BORDERLA
ORT1Z, E.: “La Societat de Socors Mutus “La Remediadora” Albaida 1886”, Almaig. Estudis i Documents,
VII, 1991, pp. 98-106. CHORNET I BOIX, J.M. y GUEROLA I TORRENTE, J.C.: “El cooperativisme
agrari a Albaida i extrapolaritzacions a altres sectors”, Festes Patronals i de Moros i Cristians, Albaida, 1989,
s/p.
45 En 1931 ya no existía, cfr. CASANOVA, E.: “La Caixa d’Estalvis d’Agullent, de 1923”, Almaig. Estudis
i Documents, VII, 1991, pp. 59-64.
46 Acción Vitícola, octubre 1926. Desconocemos, ante la ausencia de estudios en profundidad sobre estas
entidades crediticias, su papel en las transformaciones de cultivos que los pequeños y medianos propietarios
llevaron a cabo en el primer tercio de siglo. Para estas cuestiones cfr. MARTÍNEZ SOTO, A.P.: “Las vías de
financiación de la agricultura murciana entre 1870-1936”, Agricultura y Sociedad, 84, 1997, pp. 49-106.
47 Aunque se dieron excepciones como la de José Vidal Vidal, propietario agrícola y de una fábrica de
aguardiente de Albaida. Veterano blasquista, se erigió en defensor de la viticultura comarcal estableciendo un
campo experimental en sus propiedades para mejorar las calidades de las cepas americanas con destino a la
replantación.
102
O nteniente, Enguera, Ayora, Requena y V illar del A rzobispo, es donde la filoxera
y la crisis vitícola se dejan sentir más profundam ente (...) Para estas zonas, la
filoxera ha sido, pues, una catástrofe económ ica de m uy difícil rem edio, que
constará en la h isto ria de los pueblos afectados y alterará com pletam ente su vida
y desarrollo .” 48
En resum en, en los veinte y los treinta, el viñedo com arcal, con una
superficie inferior a la alcanzada antes de la filoxera, se encontraba inm erso en
un proceso de replantación dentro de una coyuntura nacional de crisis vitícola.
Las derivaciones filoxéricas sobre la sociedad com arcal fueron la em igración de
los pequeños propietarios y/o arrendatarios y jornaleros; un intenso m alestar
entre los propietarios, pero más im portante a largo plazo, supuso el principio de
la fragm entación de la gran propiedad de la Valí d*Albaida. En 1933, los
ayuntam ientos del d istrito de A lb aid a resum ían la co m p licad a etapa
posfiloxérica:
48 CARRIÓN, R: “El viñedo y los viticultores en la Región Valenciana”, op. cit., p. 362.
4^ AMBEN, legajo sin clasificar, Carta de los Ayuntamientos del distrito de Albaida al Gobernador Civil, 4-
VII-1933.
103
M ontaverner, lugares donde se cultivaba la variedad de uva M oscatell apropiada
para ser convertida en pasa. De hecho el Partido Judicial albaidense era el
segundo productor provincial tras Carlet. D urante la gran edad dorada de las
pasas valencianas (1874-1911) se vivió un intenso com ercio en esta zona de la
Valí, donde todavía perviven por sus cam pos los rius-raus o secaderos que
caracterizan el espacio pasero.
D urante la República, la pasa había dejado de ser rentable. El cierre del
m ercado internacional tras la crisis del 29 no ofrecía garantías de ganancia con
relación a la alta inversión que suponía el negocio pasero . 50 A esto se sumó la
profunda recesión resultado de la plaga de m ildiu de 1933 y el retorno a prácticas
com erciales especulativas . 51 En las poblaciones paseras de la com arca el
descenso de rentabilidad se había intentado subsanar con la plantación de
variedades de cítricos apropiados a sus m icroclim as. Con todo, la crisis pasera
continuó durante toda la R epública y en 1935 los bajos precios prácticam ente
paralizaron el com ercio.
Durante la década de los veinte se asistió a un paulatino proceso de
crecim iento de las exportaciones a los países europeos (en especial Francia) de
uva de mesa. Las variedades de uva blanca Rozaki y M oscatel destinadas a la
vinificación y la transform ación pasera se reconvirtieron al consum o alim entario
ante la falta de salidas com erciales del vino. En 1931 se pedía intensificar la
producción de uva de m esa en detrim ento de la vinícola ya que era un
“esplendido negocio y contribuía a resolver el problem a del vino ” .52 La propia
Cám ara A grícola proyectaba im pulsar su com ercio . 53 La uva de m esa respondía
a las necesidades de una dem anda no cubierta por carencia de producción, un
producto intensivo en mano de obra, necesitado de una recolección cuidadosa,
una num erosa mano de obra fem enina en las tareas de lim pieza y em balaje de los
racim os, im pulsaba los transportes locales necesarios para transportar las cajas a
los vagones ferroviarios e indirectam ente la producción de envases de m adera .54
50 La pasa fue dañada sucesivamente por el contagio filoxérico y los arranques masivos de viñedo, una
mayor competencia internacional, el proteccionismo norteamericano y británico (Decreto de Ottawa). Las
pasas comarcales en LORENTE MINANA, J.: “La edad de oro de los viñedos de la Valí d’Albaida (segunda
mitad del siglo XIX). Una revolución agraria, de los transportes y del comercio”, op. cit., pp. 449-471. El
comercio de la pasa en uno de sus principales comarcas productoras y exportadoras en COSTA MAS, J.: El
Marquesat de Dénia. Estudio Geográfico, op. cit., pp. 182-262; para el período republicano, cfr. pp. 239-245.
51 Esta problemática en una de las principales poblaciones productoras en BALLESTER ARTIGUES, T.: La
Segona República a Pedreguer (1931-1939), Ajuntament de Pedreguer, Pedreguer, 1994, pp. 105-112. La
dinámica pasera en IVE, 1.1.3., Informes y Documentos.
52 AGL, enero 1931.
53 LÓPEZ GUARDIOLA, E.: Las uvas de mesa, Imprenta Hijo de F. Vives Mora, Valencia, 1932.
54 Hasta la confección de un sistema de comunicaciones óptimo en la segunda mitad del siglo XIX la uva de
mesa se había dedicado al comercio de las ciudades (Xátiva, Alcoi, Orihuela o Valencia) dado su carácter
perecedero. En esta época comenzaría la exportación de uvas de mesas de las variedades Moscatell y Valensia
a Inglaterra desde Dénia, siguiendo el ejemplo de las exportaciones almerienses, principal zona productora
del país. Los orígenes y evolución entre 1750 y 1936 de este comercio en PIQUERAS, J.: La vid y el vino en
el País Valenciano, op. cit., pp. 305-306. Los comerciantes de Dénia utilizaron los canales comerciales de la
pasa, aunque muy pronto se centraron en el comercio interior y cesaron en la exportación, cfr. COSTA MAS,
J.: El Marquesado de Denia. Estudio Geográfico, op. cit., pp. 262-265.
104
El P artido Judicial albaidense sumaba el 37,25% de la producción
provincial con una intensa especialización en la Pobla del Duc y Benigánim . Las
m edidas proteccionistas de algunos países europeos im puestas por la crisis del
29, el descenso de la dem anda de una fruta fácilm ente prescindible en econom ías
depresivas y el m ildiu condicionaron negativam ente esta producción. Con todo,
su desarrollo es una m uestra más de la capacidad de respuesta de la agricultura
com arcal para adecuarse a las necesidades del m ercado.
En resum en, el viñedo de la Valí d ’A lbaida, una de las concentraciones
más im portantes de la provincia de V alencia y el principal cultivo de la com arca,
venía arrostrando en la década de los treinta los efectos de la filoxera. La
replantación se había desarrollado sin cooperación ni ayuda estatal, con
innum erables dificultades de capitalización, envuelta en la crisis general del vino
y la pasa. Esta general depresión se afianzaría durante los treinta: sequía
agravada por las carencias de infraestructura hídricas, plaga de m ildiu en 1933 y
las deficiencias estructurales del agro tales cómo carencias tradicionales de
ayuda técnica al agricultor y de sistem as de crédito, depreciación de los precios
del vino, alcohol y aguardiente aum entada con el cierre del tradicional m ercado
francés posterior a la crisis del 29. La existencia de canales com erciales
tradicionales del viñedo de la Valí condicionó la aparición y desarrollo de la
com ercialización de la uva de mesa, una salida a la crisis del viñedo, aunque
som etida a la problem ática internacional de la econom ía de los treinta.
Las noticias de prensa y las reuniones de viticultores inciden en señalar
esta crisis, aunque se debe tener en cuenta que m uchas de ellas m agnifican los
desastres naturales o una coyuntura específica para conseguir el auxilio público.
En febrero de 1930, el ayuntam iento del centro viticultor de la Pobla del Duc
enviaba un telegram a al Consejo de M inistros, a los M inistros de H acienda y
Econom ía y a la Junta de la U nión de V iticultores dando cuenta de la
“desesperada situación” pidiendo la unión de los pueblos afectados por la crisis.
Los viticultores respondieron a través de sus organism os asociativos. A sí, en
abril la A sam blea del Consejo de la U nión de V iticultores de Levante reunía
representaciones de 55 pueblos, entre ellos 18 m unicipios de la com arca, para
estudiar el acceso a nuevos m ercados después del cierre del francés.
Al igual que otros productos agrícolas, como el propio arroz, y ante las
dificultades que estaba com enzando a encontrar la exportación, los organism os
que aunaban a los p ro d u cto res in ten taro n en co n trar nuevos m ercados
internacionales y aum entar la presencia del producto en el mercado interior
español . 55 La depreciación de los precios del vino y la ausencia de las habituales
salidas derivadas de la sobreproducción (alcohol, aguardiente) estaba sum iendo
a las com arcas vinateras en una intensa retracción. En 1932, José G arcía Suñer,
párroco de la Pobla del Duc y uno de los dirigentes de la C ooperativa publicaba
sendos artículos titulados ambos “El D esastre V itivinícola” que describían en
tonos catastrofistas la crítica situación de la viticultura a la vez que señalaba a
55 Para el arroz, cfr. CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Características y Desarrollo de
la Violencia Política en la Ribera Baixa (1936-1945), Malta de Encuentros, Cullera, 1996, pp. 39-41. La
Asamblea de Viticultores en AGL, abril 1930.
105
los culpables: una clim atología adversa, la reducción de la producción y del
com ercio de la uva de m esa, la deficiente calidad de los vinos y la especulación
com ercial. Estos años de m alas cosechas y com plicada com ercialización llegaron
a su cénit en 1935, año en el precio del vino y la uva de m esa no alcanzó ni
siquiera a cubrir los costes de producción . 56
Verdaderam ente la clim atología no fue favorable. El exceso pluviom étrico
de 1930-1933, la descapitalización cam pesina y la m enguada resistencia de las
cepas am ericanas con las que se estaban replantado el viñedo filoxérico
derivaron en una plaga de m ildiu en 1933 en el sur de la provincia de Valencia y
norte de A lacant. Los m unicipios del Partido Judicial de A lbaida, presididos por
M anuel Silvestre, líder b lasquista de A lbaida, se unieron en un frente com ún con
la finalidad de pedir al M inisterio de A gricultura y al G obernador Civil
facilid ad es cred iticia s y ex enciones fisc a le s . 57 Las ex celen tes relaciones
personales de los Silvestre con Juli Just se plasm aron en las intervenciones del
político valenciano en el Congreso de los D iputados sobre este problem a.
También el diputado blasquista José M anteca intervendría en el Congreso
preconizando el seguro agrícola obligatorio para el viñedo .58
Para concluir, el principal producto del agro de la Valí d ’A lbaida, que en
algunas zonas constituía casi un m onocultivo, arrastraba problem as estructurales
desde el siglo XIX, a los que se unieron las consecuencias de la filoxera y
coyunturalm ente desde 1933 una im portante epidem ia de m ildiu.
106
de vid, aprovechando las subvenciones estatales de los años veinte.
Las replantaciones de otras zonas crearon una sobreproducción que unida
a la deficiente calidad de los aceites españoles llevaron a una pérdida de cuotas
de m ercado y de com petitividad que se hizo más acuciante con la crisis del 29.61
M ayoritariam ente dedicado al autoconsum o dom éstico, se extendía por toda la
com arca . 62 No pudo sustraerse a las dificultades clim atológicas; a la persistencia
de plagas enraizadas (tuberculosis, m osca o la araña) y a su carácter vecero que
restringía su rendim iento.
El trigo ocupaba en 1922 un 32% de la tierra cultivada de la provincia de
Valencia. El m antenim iento del cereal en la agricultura valenciana asociado a una
agricultura “tradicional” o “atrasada”, ha sido explicado por G arrabou en
térm inos distintos a la línea historiográfica m ayoritaria .63 Para este autor la
pervivencia de am plias extensiones de cereal obedece a su rentabilidad respecto
a otros cultivos, m uy especialm ente en el regadío valenciano, donde los cereales
eran más productivos que en el secano como sucedía en la Valí.
El cereal com arcal presentaba una tipología claram ente definida: dirigido
a la subsistencia del cam pesinado (trigo), de sus anim ales de labranza (avena y
cebada) o en algunos casos como el m aíz a la obtención de alcohol vínico. La
com ercialización y la transform ación (m olinos harineros) eran otras salidas. Los
partidos judiciales de A lbaida y O ntinyent, grandes productores provinciales,
aum entaron la superficie cultivada con la finalidad de reparar los daños
filoxéricos. Su productividad fue irregular (sequía y torm entas de pedrisco),
siendo 1932 y 1934 las peores cosechas. El m aíz era m inoritario en A lbaida (64
ha.) y más frecuente en el regadío ontiñentino (678 h a . ) . 64
Alm endros y algarrobos son árboles poco exigentes en cuanto a cuidados
y h ab itu alm en te asociados a las tie rras pobres m ed iterrán eas (terren o s
6 * Generalmente fue el cultivo de secano que sustituyó al viñedo filoxerado en las zonas donde no lo hizo
los cítricos. Para la Marina Alta, cfr. COSTA MAS, J.: El Marquesat de Denia. Estudio Geográfico, op. cit.,
p. 280. La evolución del olivar en ZAMBRANA PINEDA, J. F.: “El olivar español, 1870-1930”, en
GARRABOU, R. y SANZ, J. (eds.).: Historia Agraria de la España Contemporánea. Expansión y crisis
(1850-1900), Crítica, Barcelona, vol. 2, 1985, pp. 301-321. Una aproximación valenciana en PIQUERAS,
J.: La agricultura valenciana de exportación y su formación histórica, op. cit., pp. 192-198.
62 El País Valenciano había sido, con escasas excepciones, una zona productora de aceite pero deficitaria
para atender al consumo propio. Los aceites valencianos se dedicaban preferentemente al autoconsumo de las
familias productores con una escasa introducción comercial. Esta tesis en PIQUERAS, J.: La agricultura
valenciana de exportación y su formación histórica, op. cit. pp. 47-50.
63 Comisión Reformas Sociales, Madrid, 1891, vol. IV, tomado de W .AA.: La qüestió agraria al País
Valencia, Ed. Aedos, Barcelona, 1978, p. 20. GARRABOU, R.: Un fals dilema. Modemitat o endarreriment
de Vagricultura valenciana, 1850/1900, Valencia, 1985, pp. 28-32. Una explicación de este fenómeno, con
un repaso a los principales problemas que planteaba este cultivo, en CALATAYUD GINER, S.: “Els cereals
i l’especialització agraria valenciana, 1870-1930”, Afers, 8, 1988-1989, pp. 487-504. Las tesis sobre el
carácter “tradicional” de los cereales valencianos en PALAFOX GAMIR, J. y CARNERO ABAT, T.: “La
economía del País Valenciano (1750-1936). Crecimiento sin industrialización”, Información Comercial
Española, 586, 1982, pp. 29-30; PALAFOX GAMIR, J.: “Exportaciones, demanda interna y crecimiento
económico en el País Valenciano”, en SANCHEZ-ALBORNOZ, N. (comp.).: La modernización económica
de España, 1830-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pp. 319-344. Memoria sobre el estado de la
agricultura en la provincia de Valencia redactada por el Ingeniero Secretario Manuel Sanz Bremon de la
Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, 1875, pp. 211-254 ( p. 236).
64 AGL, octubre 1930.
107
accidentados, áridos y rocosos). El almendro era un cultivo del secano com ercial
valenciano en crecim iento durante el prim er tercio de siglo. El Partido de
A lbaida era el m ayor productor provincial (917.800 kg en 1933, superado por la
trilo g ía m editerránea, el m aíz y el melón). El fruto se destinaba a la industria
turronera/confitera y la cáscara se em pleaba como m ateria energética. La
necesidad de descascarillar la alm endra ocupaba a mano de obra fem enina en
pequeños talleres.
La h isto rio g rafía ha conceptuado al algarrobo como un cultivo de
subsistencia del cam pesinado tanto de secano como de regadío, un complemento
de las econom ías agrarias que no necesitaba inversiones intensivas de capital
hum ano ni de otros inputs. Si bien en 1891 suponía el 12% de la tierra cultivada,
en los trein ta se encontraba en regresión aunque en las actas de incautación del
período bélico se observa la persistencia de plantaciones algarroberas (asociadas
al olivar o a los cereales) en los terrenos más pobres de las grandes propiedades
de la com arca. La perp etu ació n de un cultivo típico de las agriculturas
“ atrasadas” no era patrim onio de la dinám ica burguesía vitícola de la Valí
d ’A lbaida. Para Sam uel G arrido, el fruto del algarrobo no sólo ayudaba a la
subsistencia en el secano sino que tam bién era un complemento del pequeño
agricu lto r citrícola y una substanciosa porción del patrim onio de la gran
propiedad como por ejem plo, la fam ilia valldalbaidina de los Iranzo .65
En 1932 el Partido de A lbaida era el séptim o productor provincial. En el
Partido de O ntinyent era m arginal a causa de su secano fértil y su elevada altura.
Tenía m últiples aplicaciones: alim ento para los animales de labor, su m adera y
ram aje para el carboneo, la harina de la flor para la elaboración de chocolate y la
más im portante como m ateria prim a para el alcohol industrial. Con todo su
principal función consistía en la alim entación de los anim ales de labor y tan sólo
cuando existían excedentes se com ercializaba, ayudando con unos ingresos
adicionales a los agricultores de la com arca. Las gestiones de un grupo de
diputados de las provincias algarroberas (País Valenciano, B aleares y Tarragona)
consiguieron en la prim avera de 1935 am pliar el porcentaje de harina de flor en
el chocolate con lo que se facilitó una nueva salida com ercial que palió
retracción del m ercado algarrobero ante la reducción del arancel de im portación,
la oposición vitícola a su em pleo en la industria alcoholera y la substitución
progresiva de los anim ales de tiro por vehículos de tracción m ecánica. 66
Los m elones se convirtieron en uno de los principales productos de
exportación después de los éxitos de terratenientes como los Simó (O ntinyent-
Fontanars). En la Pobla del Duc un com erciante gallego había puesto en práctica
la “venta por correspondencia” del m elón tendral, exportado a las R epúblicas
latinoam ericanas y a los Estados Unidos (sum inistraba a la Casa Blanca).
P roductos m arginales del regadío (árboles frutales, higueras, guisantes o
m anzanas) se com ercializab an en d istin to grado p rincipalm ente p ara los
m ercados provinciales. D estaca la producción de granadas (30.500 kg, la segunda
65 GARRIDO, S.: “Realment eren lliurecanvistes? Les peticiones aranzeláries de l’agrarisme valencia al
comen?ament del segle XX”, Afers, 36,2000, pp. 391-392 (pp. 379-396).
66 AGL, junio 1932.
108
provincial) y cerezas.
Gran parte de los productos del agro com arcal se com ercializaban.
Algunos de ellos se inscribían en las redes del m ercado de los productos
agrícolas desde el siglo XIX, (la pasa entre otros), lo que certifica la gran
adaptación y versatilidad del cam pesinado com arcal hacia la dem anda del
mercado y su gran diversificación productiva posfiloxérica (por ejem plo, el
desarrollo del m elonar y del alm endro). Nuevas necesidades creaban nuevas
actividades com o los viveros de vides am ericanas de A ielo de M alferit
destinados a la replantación, una inversión de algunos grandes propietarios de la
población .67 Y diversificaban las econom ías de los pueblos agrícolas de la Valí
dedicados a la uva de m esa o al m elonar con la aparición y com erciantes,
alm acenistas, interm ediarios y pequeños talleres de envases de m adera para la
presentación final en el m ercado.
En resum en, d ificu ltad es clim ato ló g icas, m edidas p ro te ccio n istas
im puestas desde 1929 que dañaron a los cultivos com erciales y las deficiencias
estructurales influyeron en que el sexenio republicano pueda definirse según una
crónica periodística de noviem bre de 1935 cómo unos “ (...) años m uy malos para
la agricultura ( . . . ) ” . 68 Pero con la m atización que estos “años muy m alos”
correspondieron al bienio 1933-1935 por efectos de una crisis coyuntural
derivada del im pacto del m ildiu.
El proceso de roturaciones del siglo XVIII y la dem anda de productos
agrícolas intensificado en la segunda m itad del XIX después de la privatización
de los m ontes del Real Patrim onio circunscribió progresivam ente la cabaña
comarcal a unas zonas m ontañosas en las que la explotación leñera estaba
produciendo una drástica dism inución de los pastos. La Jefatura de M ontes
gestionaba el aprovecham iento de pastos y leñas, en función subordinada a la
repoblación forestal, de los m ontes públicos del térm ino de Ontinyent.
Las Jefaturas expendían muy escasas licencias y hasta la II República
m onopolizadas por un número reducido de personas no siem pre para fines
ganaderos. D urante la República, el ayuntam iento de O ntinyent mostró su
preocupación ante la decadencia ganadera reclam ando en 1933 el “R eintegro de
los montes del térm ino incautados por el Estado para el aprovecham iento de las
tierras y pastos increm entando la cría del ganado, casi desaparecida ” . 69 Las
principales cabañas eran la lanar y el cabrío circunscritas a las zonas de secano
67 BELDA SOLER, Ma A.: Aportación a la Historia de Aielo de Malferit, Ed. Mari Montañana, Valencia,
1982, p. 110.
68 EMV, l-XI-1935.
69 COCINV.: Valencia. La Provincia, Imprenta Doménech, Valencia, 1934, p. 452. Algunas consideraciones
sobre el impacto de la privatización de los bienes comunales y su soporte legal en las ordenanzas municipales
sobre la ganadería comarcal en MARTÍNEZ GALLEGO, F. A.: “Les Ordenances Municipals: Historia d’una
reglamentació”, en CASANOVA, E. (ed.): "Las Ordenanzas Municipales” d ’Ontinyent de 1899 i d ’Agullent
de 1907, Ajuntament d’Ontinyent, Ontinyent, 1995, pp. 38-70.
109
m ás im productivas o con necesidades industriales. La ganadería o cu p ab a
indirectam ente varios trabajos: com erciantes o tratantes, com ercios destinados a
la venta de carne, huevos y leche; trituradoras de piensos y algunos oficios
(esquilador y castrador). Subsistía la apicultura tradicional en los m ontes
cercanos a A lbaida-O ntinyent que proveía las fábricas de cirios litúrgicos y de
cera en general de A lbaida, A gullent y O ntinyent . 70
110
En O ntinyent la gran propiedad continuaba teniendo un peso específico.
Según el Padrón de C ontribución R ústica de 1934-1935, una quincena de
propietarios tenían una riqueza im ponible superior a 5.000 ptas. El 45% de su
térm ino se rep artía entre 79 propietarios (5,2% del total de propietarios). Gran
parte de estos propietarios del Partido Judicial de O ntinyent, especialm ente en
Fontanars, eran m iem bros significativos de la nobleza como el M arqués de
Vellisca, el conde de Torrefiel, el V izconde de la M orera, el M arqués de
M ontem ira, el Barón de Santa Bárbara, el Conde de Berbedel, el Conde de
V illagonzalo; la B aronía de G oya-Borrás, la M arquesa de San Joaquín o el Conde
de N ieulant cuyos patrim onios se rem ontaban en m uchas ocasiones al siglo
XVIII acrecentados durante el X IX . 73
A estos rancios apellidos se añadían las fam ilias burguesas ontiñentinas
que habían construido sus propiedades durante el proceso desam ortizador: Blas
Guzm án Pérez de Lema; Enrique y Luis Dupuy de Lome; Am ador Velázquez;
Inés Osea; M aría Simó M arín; José D elgado de M olina o Elisa M artín García.
O tros te rra te n ie n te s ontiñ en tin o s ig ualm ente preem inentes, ligados
fam iliarm ente a estos grandes propietarios, eran Faustino Simó, la fam ilia
Colom er Conca, Luis M ompó Reig, José O sea . . . 74 Sus explotaciones estaban
gestionadas casi siem pre por adm inistradores que dedicaban buena parte de las
fincas a cultivos com erciales. Invertían en la búsqueda de acuíferos, en la
adquisición de m otores de riego o en obras de canalización del agua. En los
terrenos irrig ad o s cultivaban los productos com erciales que daban m ayor
rendim iento que en el secano: cereales, hortalizas, m aíz, viña, m elón, incluso
naranjas y arro z . 75
En el resto de la com arca, preferentem ente en el secano asociado al
viñedo, todavía pervivían m uchas de las antiguas heredades que habían capeado
la tem pestad de la filoxera pero sin alcanzar las extensiones anteriores a la
pandem ia. En C astelló de Rugat cinco propietarios controlaban en 1925 el 20%
de la propiedad cultivable; en la Pobla del Duc, im portante centro vitivinícola en
el que doce fam ilias habían controlado h asta la filoxera gran parte del térm ino
agrícola y sus colindantes, algunas de estas fam ilias poseían en 1930 un peso real
a pesar de la fragm entación de la propiedad postfiloxérica; en B élgida,
encontram os la H eredad de Carolina A racil y en Benigánim al M arqués de
Vellisca; H onorio Jim énez Orts era uno de los m áxim os latifundistas com arcales
73 Por ejemplo la Baronía de Santa Bárbara se remontaba a finales del siglo XVIII. El segundo Barón,
Vicente Rodríguez de la Encina, fue alcalde de Valencia en 1850, y cofundador de la Caja de Ahorros y Monte
de Piedad de Valencia (1846). v. GANDIA CALABUIG, J.: “El barón de Santa BÁrbara. Una saga de nobles
terratenientes (1800-1935”, Crónica, 195, 1995, p. 45.
74 Ibidem. a la nota 108. La familia Osea “desarrolló una importantísima actividad política, tanto a nivel
local como en otros ámbitos, a lo laigo de las décadas centrales del siglo XIX” con una riqueza imponible
muy parecida a la de Mayans. Cfr. GANDIA CALABUIG, J.: “Miguel Osea. Un personaje relevante en la
historia política y social de mitad del s. XIX”, Crónica, 193, 1995, p. 42.
75 AMO, Expedientes varios. Secretaría. 1945-1946, Listado de Motores que no pagan contribución. 1946.
111
con propiedades desde el Palom ar hasta la Pobla del Duc, en Llutxent se
enclavaba la Casa C iscar y el C onvento . . . 76
Según Joan Rom ero, si bien se puede certificar un proceso de disgregación
de la gran propiedad entre finales del siglo XIX y prim era m itad del XX, es
tam bién cierto que hubo un proceso paralelo de concentración con lo cual “la
gran propiedad sólo no había desaparecido hacia los años treinta, sino que
registraba una im portancia m uy considerable ” . 77 En efecto, si tom am os como
v ariab le el nom bre de los afectados por expropiación p e rsistía elevadas
concentraciones de la propiedad pero m uy repartidas entre los distintos térm inos
m unicipales, (v. Cuadro núm. 2) Romero cita a Fontanars, O ntinyent, B ocairent
y A lbaida entre algunas de las poblaciones más significativas del “ escaso núm ero
de m unicipios enclavados en el secano que reunían la m ayor parte (unas 40.000
ha. aproxim adam ente) de la superficie expropiable ” . 78
En el Partido Judicial de A lbaida la propiedad expropiable tan solo excede
de 50 ha. en tres poblaciones: B élgida, Benigánim y C arrícola. En m uchas
localidades, la cantidad susceptible de expropiación es inferior a 20 ha. Los
propietarios residían en otras poblaciones, gran parte en otras provincias. Tan
sólo en los térm inos de M ontaverner y Benigánim existía superficie poseída por
nobleza titulada. Al m ism o tiem po, una parte considerable extendían sus
propiedades a lo largo de la geografía com arcal, como el gran terrateniente
Honorio Jim énez Orts y otros que vivían en la capital provincial, m uchos de ellos
m eros rentistas.
O ntinyent reúne la m ayor concentración de propiedad. Fontanars aparece
como una población que respondía m ás a los arquetipos del latifundio andaluz
que a la com posición de la estructura de la propiedad del resto de la com arca,
subrayando una presencia m uy im portante de la nobleza titulada (33,3% ). Con la
excepción de Aielo de M alferit, en el resto de las poblaciones de la com arca
(A gullent, O ntinyent y B ocairent) la propiedad expropiable es significativa,
incluso en el caso de B ocairent muy cercana cuantitativam ente a Fontanars. En
B ocairent, la m ayor parte estaba en m anos de propietarios que no residían en el
País Valenciano. En O ntinyent resalta la concentración de una parte de la gran
propiedad en propietarios locales.
Siguiendo los resultados estadísticos del trabajo ya clásico de Joan
Rom ero, encontram os que la superficie expropiable tan sólo sobrepasaba el 10%
en Fontanars, B enissuera y C arrícola (v. Cuadro núm. 2) Este hecho refuerza la
im agen de una agricultura de secano en la que la gran propiedad era reducida en
76 Un ejemplo del origen de algunas de estas heredades los constituye el caso de Llutxent. La familia Ciscar,
aunque radicada en Oliva, tenía lazos familiares con Llutxent. Gabriel Ciscar, sobrino de Gregorio Mayans
y emparentado con los Ferrer Puigmoltó, ocupó diversos cargos en el primer tercio del siglo XIX: Junta
Suprema en 1808, Consejo de Regencia en 1810, Consejero de Estado en 1820, exiliado en Gibraltar con la
protección del duque de Wellington. Fue el introductor del sistema métrico decimal. Una de sus hijas contrajo
matrimonio con el barón de Santa Bárbara, y la rama familiar que continuó con la propiedad de la heredad
ocuparon altos cargos en la Armada española.
77 ROMERO GONZÁLEZ, J.: Propiedad agraria y sociedad rural en la España Mediterránea, Ministerio
de Agricultura, Madrid, 1983, p. 314.
78 Ibídem, p. 306.
112
el partido de A lbaida e im portante en el de O ntinyent pero que no alcanzaba los
n iveles de o tras reg io n es españolas (A ndalucía, C astilla-L a M ancha,
Extrem adura) y valencianas.
Cuadro núm. 2
SUPERFICIE EXPROPIABLE EN LA VALL D ’ ALBAIDA SEGÚN LA LEY DE
REFORM A AGRARIA.
% SUPERFICIE
PROPIETARIOS
LOCALIDAD EXPROPIABLE SOBRE
AFECTADOS
EL TOTAL
A gullent 1 0 ,0 20
Albaida 6,5 31
A lfarrasí 0 ,8 1
A tzeneta 1,4 4
Bélgida 6 ,1 3
Bellús 3,4 2
Benigánim 1 ,6 1
Benissuera 11,5 2
Bocairent 9,9 14
Bufali 6 ,1 3
Carrícola 12,7 2
Castelló de Rugat 0 ,8 2
Fontanars 13,9 15
Guadasséquies 0 ,2 1
L’O lleria 0 ,8 3
La Pobla del Duc 0,7 1
M ontaverner 2,3 3
M ontitxelvo 1,7 2
O ntinyent 2 ,2 36
Palom ar 2,9 7
113
consultadas la m agnitud del arrendam iento y la aparcería. Un inform e de 1940
establece para O ntinyent la cifra de 1.666 propietarios directos y 3.886
arrendatarios. H abitualm ente la aparcería, en su m odalidad de “partes iguales” o
a m itges (con todas sus variaciones) predom inaba en el secano m ientras que el
arrendam iento con el pago de un canon en el regadío. Un sector de estos
arrendatarios era a su vez muy pequeños propietarios, empleando el esfuerzo del
núcleo fam iliar para el m antenim iento de su propiedad con una altas dosis de
autoexplotación. (v. Cuadro núm . 3)
Cuadro núm 3
80 Por ejemplo en la antaño latifundista la Pobla del Duc, hacia 1930 la mayoría de propietarios (54,15%) lo
eran de extensiones entre 0-1 ha. Según TORMO MARTINEZ, M.: “Descripció i análisi del Cadastre de
Rústica. Any 1929 a la Pobla del Duc”, Almaig. Estudis i Documents, IX, 1993, pp. 120-123, (p. 122).
Cuadro núm. 4
Con todo, para evitar rebrotes de la falsa im agen del “ Levante feliz” se
debe señalar que esta pequeña propiedad, aún con el refuerzo del arrendam iento
y del trabajo fem enino, no garantizaba la subsistencia fam iliar. El pequeño
propietario de la com arca cum plía la interpretación de K autsky “dos almas viven
en el interior del pequeño cam pesino: la del cam pesino y la del proletario”, pero
tam bién contenía aspectos de pequeña burguesía rural cómo la inestabilidad
p o lític a (pequeños p ro p ietario s rep u b licanos de izq u ierd a o de centro,
socialistas, anarquistas, social-católicos, tradicionalistas o falangistas) o laboral
(algunos alcanzan p or d iversos m edios la m edia propiedad, otro s se
proletarizan ) . 81
Este sector acom pañaba a los jornaleros en los trabajos de las zonas de
regadío durante la cosecha de la naranja o del arroz o bien engrosaban la mano
de obra de las explotaciones m edias y grandes. Además, este grupo estaba
som etido a la prepotencia en los contratos de arrendam iento y en las tablas
salariales, a los efectos de la clim atología y los vaivenes del m ercado, a los
desafueros de los propietarios de las transform aciones agroalim entarias. Estos
factores se sumaban a la problem ática del crédito agrícola para forjar una im agen
de perm anente d escap italiz ació n que les h acía sum am ente vuln erab les a
coyunturas depresivas prolongadas.
La am plitud y características de los contratos de arrendam iento y
aparcería entrañan una gran dificultad puesto que una buen parte de los m ism os
se cerraban m ediante contratos verbales. Las fuentes descriptivas y orales nos
KAUTSKY, K.: La cuestión agraria 1899, Ed. Laia, Barcelona, 1974, p. 348. La polémica entre las
teorizaciones sobre los posicionamientos de clase de los pequeños propietarios agrícolas en
ETXEZARRETA, M.: “La evolución de la agricultura campesina”, Agricultura y Sociedad, 5, 1977, pp. 51-
142 (pp. 51-86 y 139-141).
115
perm iten una m ínim a e incom pleta aproxim ación. El ayuntam iento de la pequeña
A ielo de Rugat rem itía un oficio dirigido a la D iputación Provincial afirm ando
que “El arrendam iento es la form a que predom ina con m últiples variantes. La que
más es a plazo fijo con contrato que se fija la duración del arriendo o de la
p a c e ría ” . 82 En A lb aid a se anotaba que “ El arrendam iento es la form a
predom inante en la agricultura” . 83
Las condiciones del arrendam iento y la aparcería eran m uy heterogéneas.
El arrendador y el aparcero estaban en un nivel más elevado que los jornaleros
ya que poseían tierras y los más grandes llegaban a necesitar mano de obra
asalariada pero, al m ism o tiem po, no podían acceder a la propiedad de la tierra
soportando unas duras condiciones de contrato siem pre bajo la am enaza del
desahucio y la proletarización. Un tercer grupo de m enor cuantía en el agro
com arcal estaba representado por los llauradors benestant, los m edianos
propietarios que no necesitaban prestar su fuerza de trabajo, la clase m edia rural.
Por últim o, el sector de em pleados agrícolas y jornaleros era relativam ente
num eroso en las grandes propiedades del Partido de O ntinyent (en especial en
A ielo de M alferit) y apreciable en las heredades del secano albaidense. Los
em pleados agrícolas denom inados maseros eran trabajadores fijos que habitaban
con sus fam ilias en las heredades y núcleos de casas de labranza. El lím ite, en
cuanto a condiciones de vida, entre estos y los pequeños propietarios era m ínim o,
pero de gran alcance en otros sentidos con relación a la línea im aginaria que
establecía el acceso a la propiedad o a la explotación directa.
El establecim iento de estadísticas para evaluar el contingente jornalero sin
tierras es problem ático puesto que tam bién los pequeños p ropietarios se
em pleaban como jo rn alero s tem poralm ente. Las cifras ofrecidas por los censos
cam pesinos del Instituto de Reform a A graria durante 1935 y prim er sem estre de
1936 (v. Cuadro núm .5) ofrecen una aproxim ación a la división de la propiedad
por localidades:
82 AMAR, Legajo 55, Informes de la situación geográfica, administrativa, económica, de servicios del
Municipio, informe 28-VIII-1941.
82 ADPV, E. 19.1.6.1, caja 4, Mapa de Abastecimiento 1948.
Cuadro núm. 5
CENSO CAMPESINO. 1 9 3 5 -ler SEM ESTRE 1936.
POBLACIÓN GRUPO A GRUPO C GRUPO D
Alfarrasí 10 45 13
Bellús 20 27 1
Benigánim 258 240 3
Benissoda 5 19 42
Benissuera 3 17 20
Bocairent 39 71 48
Castelló de Rugat 162 65 11
Fontanars 93 13 7
G uadasséquies 4 22 5
La Pobla del Duc 94 230 30
M ontaverner 96 49 4
Quatretonda 235 557 0
Ráfol de Salem 20 5 23
Rugat 52 17 3
Sant Pere 2 13 5
Terrateig 6 35 2
FUENTE: BOIRA, 1935-1er semestre de 1936. GRUPO A: “Sin tierras y obreros
accidentalmente agrícolas o ganaderos o sea rurales de distintas profesiones que
necesiten vivir una cuarta parte del año empleando su trabajo por cuenta ajena en faenas
del campo”; GRUPO C: “Propietarios que satisfagan menos de 50 ptas. anuales de
contribución por tierras cultivadas directamente o menos de 25 ptas. por tierras cedidas
en arriendo”; GRUPO D: “Arrendatarios o aparceros que exploten menos de 10
hectáreas de secano o una de regadío”.
117
- P a rtid o J u d ic ia l de A lb aid a: Las consecuencias de la filoxera estaban
disg reg an d o las grandes p ro p ied ades aunque to d av ía ocupaban espacios
significativos en algunas poblaciones (A lbaida, B élgida o Castelló de Rugat). La
p eq u eñ a p ropiedad era m ay o ritaria, sim ultaneada con la ap arcería y el
arren d am ien to , pero siem pre necesitados de em plearse com o jornaleros
tem porales.
2.1.3. U n a tu p id a re d in d u s tria l y m a n u fa c tu re ra
84 GIMÉNEZ GUITED, E: Guía Fabril e industrial de España, Impr. Luis Tasso, Madrid, 1862;
CAVANILLES, A.J.: Observaciones sobre la Historia Natural. Geografía, Agricultura, población y frutos
del Reyno de Valencia, edición a cargo de LACARRA, J.; SÁNCHEZ, X.; JARQUE, F., Bancaixa, Valencia,
1997, vol. IV; MADOZ, R: Diccionario geográfico-estadistico-histórico de Alicante, Castellón y Valencia,
edición a cargo de ARACIL, R. y GARCÍA BONAFÉ, M., IVEI, Valencia, 1849-1987,2 vols.; CARRERAS
CANDI, F. (dir.).: Geografía General del Reino de Valencia, op. cit. Para Albaida, cfr. PASTOR
TORREGROSA, J.: Breve descripción histórica, religiosa y topográfica de la villa de Albaida, Imp. de la
Viuda de Ayoldi, Valencia, 1880, p. 13. Una síntesis del textil comarcal hasta la década de los treinta en
TEROLIREIG, V.: “Una ullada al passat”, en SANCHIS CARBONELL, J. y SATORRES CALABUIG, V.:
Vocabulari del textil de la Valí d ‘A lbaida, Ajuntament d'Ontinyent, Ontinyent, 1999, pp. 11-23.
85 LLUCH, E.: La vía valenciana, Eliseu Climent, Valencia, 1976.
86 A tal efecto, Martínez Gallego ejemplarizaba esta corriente citando un estudio de Carlos Sarthou sobre la
industria setabense, en donde la industria papelera se remontaba al período musulmán, mantenía su
crecimiento hasta la Guerra de Sucesión y desaparecía como el Guadiana, tomando nuevamente su impulso
en 1942. MARTÍNEZ GALLEGO, F.A.: Desarrollo y crecimiento. La industrialización valenciana, 1834-
1914, Conselleria de Industria, Comercio y Turismo, Valencia, 1995, p. 229-230. En esta obra, Martínez
Gallego demuestra la existencia de una base industrial valenciana consolidada en la primera década del siglo
XX.
87 GANDIA CALABUIG, J.: “Sobre el proceso de industrialización de Ontinyent”, en Actes del Primer
Congrés d ’Estudis de la Valí d 1A lbaida, op. cit., pp. 351-364.
118
internacionales, creador de un nuevo marco de relaciones laborales, la industria
padecería distintas situaciones más o m enos críticas que afectaron a la vida
político-social de la joven República. En la década de los treinta, persistía la
com plejidad productiva com arcal, pero afectada en muy diverso grado por la
crisis económ ica internacional y la coyuntura político-económ ica nacional.
El trabajo textil se rem onta a la época m usulm ana, alcanza gran desarrollo
en la Edad M oderna y conoce un gran auge, anotado por Cavanilles, durante el
X VIII en el sector occidental de la com arca cercano a A lcoi . 88 La disponibilidad
de m ano de obra barata procedente del secano (especialm ente m ujeres), la
m ecanizació n , la oferta h id ro g ráfica y capacidad de atracció n in v erso ra
posibilitaron la industrialización de Bocairent, convertida en 1915 en la segunda
concentración textil del País Valenciano con sus 7.000 husos . 89 D esde los veinte
es palpable su estancam iento. En 1932 gran parte de las fábricas eran sucesoras
por disgregación de las sociedades que ya trabajaban a principios de siglo. La
co n cen tració n em presarial había llevado a que en 1940 (ú n ico s datos
disponibles) tres empresas tributaran el 93,68% del total del textil: Enrique
Beneyto y Cía (62,69% ); Vda. de Juan José Belda (19,27% ) e Hijos de Eduardo
Juan (11,72% ). Las quince em presas textiles bocairentinas tejían lana y algodón,
se habían especializado en hilaturas y m antas de lana para dar trabajo a unos
1.500 obreros .90
En O ntinyent la evolución sería muy distinta. Su industria sobrevivió a la
catalanización, m ecanización y algodonización que sufrió el textil español del
XIX y que se llevó consigo a otros núcleos textiles más im portantes y antiguos.
Sin em bargo, esta supervivencia se realizó sin incluirse en el proceso de
m ecanización catalán ni de la zona textil A nna-Estubeny-E nguera . 91 En la ciudad
del Clariano no se produjo un proceso de concentración productiva como en
B ocairent y con estos parám etros la m ecanización era difícil dada la reducida
capitalización em presarial. La base de este desarrollo textil consistiría en la
pro d u cció n de p iezas de b aja calidad su sten tad as en una ex p lo tació n
119
inm isericorde de la mano de obra, preferentem ente femenina. En definitiva como
afirm a Jesús M illán, el textil ontiñentino del siglo pasado se caracteriza por un
“ lento crecim iento” que se paraliza a finales del XIX y observa un leve auge en
los últim os años del siglo . 92 Este estancam iento se refuerza con el dato ofrecido
por Ism ael Valles: la tributación textil sobre el total industrial de O ntinyent en
1891-1892 representaba el 46,5%; desciende hasta un 22,2% en 1901 y rem onta
hasta el 42,2% en 1908.93
Será el im pulso de la I G uerra M undial, la inversión de algunos grandes
propietarios que diversificaban capitales tras el desastre filoxérico y la ausencia
de perspectivas replantadoras así como la llegada de em presarios foráneos
quienes crearían un cualitativo y cuantitativo salto adelante en la industria textil
de O ntinyent en la década de los veinte, cuando la crisis posbélica atenazaba a
los centros textiles alcoyanos y catalanes. En el prim er decenio de siglo
desaparecen una parte de las grandes em presas pioneras y surgen las dos grandes
fábricas de hilaturas y mantas.
En 1918 se funda Colomer, Simó y Cía, más conocida como La Paduana,
im pulsada por el propietario agrícola y político tradicionalista José Simó. Creada
para dar trabajo a trabajadores carlistas despedidos de otras fábricas pero
tam bién como inversión de propietarios agrícolas al socaire de los beneficios
derivados de la coyuntura bélica m undial. Era una fábrica del ciclo com pleto que
co n feccio n ab a m antas y tejid o s de algodón y lana con un centenar de
trabajadores. Un ejem plo de la atracción inversora del textil en una coyuntura
expansiva muy específica, pero tam bién de la inclusión de otros tipos de
m otivaciones en la instalación de nuevas producciones.
La segunda gran em presa, Tortosa y Delgado, se incluye en una sim ilar
dinám ica que La Paduana, en el contexto específico del m ercado alcista del
bienio 1916-1918 para abastecer la creciente dem anda interior y de la Europa en
guerra. Sin olvidar el nexo continuista con el pasado textil de la ciudad. Su
fundador Bautista Tortosa estaba casado con una de las hijas de Francisco
D elgado de M olina, una fam ilia de industriales que se rem ontaba a 1879. Su
asociación con José D elgado de M olina para fabricar hilaturas, m antas y paños
de cocina llevó a la em presa a una vertiginosa expansión . 94
Será este período, 1914-1925, cuando se sienten las bases del proceso
industrializador en la capital com arcal. Así encontram os como en 1935 tan sólo
92 MILLÁN, J.: “La protoindustrialización y los orígenes de la industria en el País Valenciano”, Estudis
d ’História Contemporánia del País Valencia, 5,1984, pp. 93-104. La industria durante el XIX en NADAL,
J.: “La industria fabril española en 1900. Una aproximación” en NADAL, J.; CARRERES, A. y SUDRIÁ,
C. (ed).: La economía española durante el siglo XX: una perspectiva histórica, Ariel, Barcelona, 1987, pp.
23-61. La desaparición de un núcleo textil relevante en CARMONA BADIA, J.: El atraso industrial de
Galicia. Auge y liquidación de las manufacturas textiles (1750-1900), Ariel, Barcelona, 1990. Recordemos
en el País Valenciano el ejemplo del importante centro textil de Morella.
93 VALLES, I.: Industria textil i societat a la Regió Alcoi-Ontinyent, 1780-1930, op. cit., p. 160. Para el textil
ontiñentino del último tercio del siglo XIX cfr. GANDIA CALABUIG, J.: “La indústria textil d’Ontinyent en
la segona meitat del s. XIX”, op. cit., pp. 9-24.
94 Una aproximación a esta empresa en “Vidal y Sanz, S.A.”, Crónica, 9, 1996, pp. 93-104 (p.94-96).
SOLER MARCO, V.: Guerra i expansió industrial: País Valencia (1914-1923), op. cit., p. 134.
120
cuatro de las 21 empresas habían sido creadas antes de 1918 y el resto entre
1918-1936.95 En este dinam ism o de la ciudad del Clariano juega un papel
decisivo el factor político-social de la em igración em presarial atraída por la
disponibilidad de una m asa laboral barata y dócil junto a unas com unicaciones
aceptables. Em presarios alcoyanos como Pérez M oltó, Joaquín Sanz, D ionisio
Francés, H erm anos M iró, Santonja, Turpin o Am orós eligieron por estas razones
instalar sus fábricas en Ontinyent. La difusión de innovaciones estructuró la
industrialización alrededor del sector textil.
En la M emoria de la industria valenciana redactada en 1935 por el
M inisterio de Industria la zona B ocairent/O ntinyent/A lbaida/E nguera constituía
el núcleo provincial del sector valenciano de las hilaturas, m antas de lana,
regenerad o s y seda artificial. F abricaban productos de b aja calidad con
regenerados y lana española destinados al m ercado español, pobre y constreñido.
En esta m ism a fuente se subraya la m odernización tecnológica del textil
com arcal o la im portancia de la tejeduría de algodón (50% de la provincia).
Según el M inisterio de Industria la em presa Tortosa y Delgado (1.020
husos y 335 obreros en 1935) “dábase por seguro que (...) era el m ayor productor
en núm ero de m antas -com prendidas las de lana y algodón- de toda la
península ” , 96 seguida por La Paduana (460 husos). La ciudad del Clariano
contaba en 1934, según la M atrícula Industrial (cifras m enores que la realidad
considerando siem pre el fraude) con 2.375 husos (1.150 en 1900), y 152 telares
(37 en 1900), de los que tan sólo seis eran m anuales. D atos que constatan la
m ecanización del textil local y la form idable progresión del prim er tercio del
siglo XX . 97
La difusión de innovaciones característica de la zona textil A lcoi-
O ntinyent desencadenó la form ación de em presas textiles en la zona oriental de
la com arca. En A gullent había nacido uno de los dos lavaderos de lana
provinciales fundado por un com erciante lanero al socaire de la coyuntura
benéfica de la Gran Guerra y a finales de la R epública se había trasladado una
extensión de Baldó y Cía., En C. Sucesor de A lcoi (fieltros, tacos para
escopetas ) . 98 El textil albaidense, con 229 telares y una plantilla de 260
trabajadores (preferentem ente m ujeres), se había desarrollado sobre el trasvase
de las em presas de trenzado de algodón de la cerería y a consecuencia de la crisis
del 29, cuando algunos cereros in co rp o raro n telares a sus tallere s.
M ayoritariam ente eran pequeñas em presas m enores de 30 telares. A parecieron
tejed u rías de algodón de escasas dim ensiones en A lfa rra sí, A tzeneta y
Benissuera.
9^ Tomado de GANDIA CALABUIG J.: “Historia de la Industria textil en la Valí d’Albaida (IV). El primer
tercio de siglo”, Crónica, 108,1992, pp. 34-35.
96 DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la industria en España. Valencia, 1934,
Ministerio de Industria. Dirección General de Industria, Madrid, 1935, p. 72.
97 Datos tomados de GANDIA CALABUIG J.: “Una aportación al estudio de la industria textil en el primer
tercio del s. XX”, Almaig. Estudis i Documents, 1996, XII, pp. 76-79 (p. 77).
no
CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, Desenvolupament econbmic i canvi social, op. cit., pp. 49-56. Para
el textil durante la República, cfr. DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la
industria en España, op. cit.
121
El textil com arcal se inscribía en el proceso general expansivo de la
econom ía valenciana durante los años de las Gran G u e rra ." A esta coyuntura
especifica se añadió la crisis de 1923-1924 m otivada por un retorno de los
m ercados internacionales a un funcionam iento norm alizado en los que el textil
español no podía com petir, viéndose forzado a volver al raquítico mercado
interior. Esta dinám ica agravó los problem as de sobreproducción resultante del
aum ento de la capacidad productiva fabril pero no de la productividad que había
tenido lugar entre 1914-1948. La crisis resultante provocó una espiral ascendente
de conflictividad social en los núcleos textiles de A lcoi y Cataluña.
Estas alteraciones socioeconóm icas representaron un nuevo im pulso para
el textil de la Valí d ’A lbaida, ya que se trasladaron fábricas a una com arca con
una evidente tranquilidad social, una mano de obra abundante y barata con una
cierta tradición textil. Se im puso un m odelo textil sim ilar al alcoyano: brutal
explotación de la clase obrera, presencia destacada del trabajo fem enino,
especialización en artículos baratos y de escasa calidad que escapaban de la
com petencia respecto a otras zonas textiles como Catalunya.
H asta la Gran G uerra A lcoi era el centro de la incipiente industria de los
géneros de punto construido según “m odels i cánons anglesos” . La crisis de
so b rep ro d u cció n su b sig u ien te a la guerra (1923-1927) hizo aflo rar la
conflictividad social que empujó a m ovim ientos de cambios geográficos de
em presas. A sí, en 1924 el alcoyano Joaquín Torró trasladaba a O ntinyent su
industria que muy pronto alcanzó una vertiginosa expansión captando capitales
agrícolas y de otros industriales . 100 En 1934 em pleaba a más de 400 trabajadores,
el 80% de ellos m ujeres. Contaba con un proceso de producción vertical. El
M inisterio de Industria la presentaba en 1935 “m odélica en cuanto a su
organización y m ecanización” .
Las subidas salariales del bienio 1931-1933 elevaron sensiblem ente el
consum o fam iliar de bienes de consumo y por consiguiente dieron grandes
beneficios a los industriales de este subsector que muy pronto derivaron a una
profunda recesión desde 1934 con el estancam iento o reducción de los salarios
agrícolas del bienio radical-cedista. En Terrassa y Sabadell, dos de los núcleos
industriales m ás im portantes, Bora M ateo subraya la subida extraordinaria del
período 1927-1933 seguida por un pronunciado descenso entre 1935 y 1936.101
" El relanzamiento del sector textil en SOLER MARCO, V.: Guerra i expansió industrial: Pais Valencia
(1914-1923), op. cit., pp. 131-133.
10^ e i entrecomillado en GARCÍA PAYÁ, R. y LLOPIS, M.: “Genere de punt”, en RICO, A. et alii.:
L ‘economía del País Valencia: Estratégies sectorials, Diputado de Valencia, Valencia, 1982, vol. I, pp. 301-
306 (pp. 302-303). MIQUEL LLUCH, J. y TORRÓ, A.: Estudio del desarrollo industrial de Onteniente a
través de lo que va de siglo. Presentado a la Conferencia Económica del País Valenciano de 1934. IVE, V.i.j.,
p. 7. Jaime Miquel Lluch, abogado y licenciado en farmacia y ciencias era director del Colegio franciscano
de La Concepción, posteriormente sería alcalde franquista de Ontinyent (1949-1958). Antonio Torró era
franciscano, doctor en Filosofía y profesor en La Concepción. Autor de obras pedagógicas y filosóficas.
101 BORA MATEU, J.E.: El impacto de la guerra civil en la economía del Valles Occidental (1936-1939),
Tesis Doctoral, UAB, 1989.
122
Su situación era crítica en ju lio de 1936, causada por la recesión, problem as de
gestión em presarial y de especialización obrera . 102
Por sim patía, los propietarios agrícolas invirtieron en el subsector del
género de punto. Eran em presas de m agnitud reducida que utilizaban mano de
obra fem enina: A gullent (3); A lbaida (2); A lfarrasí, Bélgida, y Bufali con una
respectivam ente. Sobresalía en este grupo Industrias M artí y Tormo, S.A
(A lfarrasí), creada en 1936 con un capital accionarial en 1934 de 1.005.000 ptas.
Se inscribe en el modelo de transplante de fábricas textiles catalanas a Valéncia
durante los años de creciente conflictividad de la industria textil en los prim eros
v ein te . 103
Con la Gran Guerra los tejidos de m alla fina y encaje de O ntinyent
conocieron su auge. En 1930 siete talleres de confección ocupaban a más de 300
m ujeres y tem poralm ente otras más de núm ero indefinido en sus dom icilios,
auxilio de las econom ías fam iliares. En G uadasséquies se encontraba uno de los
principales establecim ientos valencianos de pasam anería.
102 AMO, Correspondencia 1936, “Estado político y social de Onteniente, anterior al 16 de febrero ultimo”,
9-VII-1936. Informe redactado por el Delegado Gubernativo de Orden Público. Una breve descricpción en
GANDIA CALABUIG, J.: “Pioneros de la Moderna Industria Textil (y V). “La fábrica del punt’”, Crónica
d’Ontinyent, 72, 1990, p. 54.
103 Revista Nacional de Economía, “Economía valenciana”, VIII, 25, 1920, p. 535. RIU y PERIQUET, D.:
Anuario Financiero y de Sociedades Anónimas de España, Sopee, Bilbao, 1934.
104 v. GIL OLCINA, A.: “Las industrias de alpargatas y curtidos en Lorca”, Cuadernos de Geografía, 6,
1969, pp. 261-278 ( p. 264).
105 En Benigánim operaba una fábrica de almidón, artículo necesario para la fabricación.
123
hacia una industrialización que superaba el taller m anufacturero. Con todo, la
alpargatería de la Valí no siguió el m odelo ilicitano. En esta ciudad alicantina, de
los com ponentes básicos de la alpargatería (la trenza y la lona) había surgido una
m oderna industria textil que dinam izó un intenso proceso de industrialización.
La dispersión y la presencia de otros sectores más atrayentes para el inversor
(agricultura, cerería, textil) im pidió un desarrollo sim ilar, aunque en O ntinyent
se encontrase una de las más im portantes fábricas de lonas de la provincia . 106
Las fibras naturales introducidas en la Edad M oderna se habían erigido en
una fuente suplem entaria de ingresos para las econom ías dom ésticas de las
fam ilias cam pesinas m ás pobres que trabajaban el esparto destinado a usos
agrícolas o del sector agroalim entario (serones, capazos o esteras). A pesar de
una dedicación señalada por C avanilles, M adoz y Carreres Candi, no había
evolucionado hacia concepciones fabriles. Como mucho se condensaban en
pequeños talleres y en la confección dom éstica en las poblaciones esparteras con
la excepción del forrado de garrafas intensivo en mano de obra fem enina al
servicio de la industria del vidrio: r o i l e r i a (5); M ontaverner (4) y A lbaida (1).
106 La peculiariedad del modelo de Elx radica en que en este proceso participaron simultáneamente un veloz
crecimiento industrial y agrícola, donde los capitales se transpasaban en ambos sentidos, creando un
“complejo industrial”. Cfr. MIRANDA ENCARNACION, J.A.: Hacia un modelo industrial. Elche, 1850-
1930, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Alacant, 1991. Otro ejemplo de la expansión alpargatera en GIL
OLCINA, A.: “Las industrias de alpargatas y curtidos en Lorca”, op. cit., pp. 261-262.
107 VILA SAN-JUAN, J. L.: La vida cotidiana en España durante la Dictadura de Primo de Rivera, Argos
Vergara, Barcelona, 1984, p. 301.
108 Tomado de RIU Y PERIQUET, D.: Anuario Financiero y de Sociedades Anónimas de España, op. cit..
109 DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la industria en España, op. cit., p. 113.
124
burgués trasnochado en contradicción con el nuevo hom bre surgido de la segunda
R evolución Industrial (Ramón de la Serna ) . 110 D urante la R epública su mercado
se e strec h aría, m otejado el som brero de icono burgués y c lasista. Las
transform acio n es so cioculturales reco rtaron sensiblem ente el m ercado del
som brero . 111 Sin alternativas productivas, la em presa entró en barrena. Los 132
trabajadores de 1934 pasaron a 70 (en m edia jornada) al año siguiente. Los
cronistas de la industria ontiñentina constataban en 1934 que “A hora la fábrica
de O nteniente sufre la crisis general de la industria del som brero ” . 112 Las gorras
eran la alternativa popular que se servía de m ateriales del textil ontiñentino
(cuatro talleres), aunque según Torró y M iquel “Está en ciernes y vem os muy
difícil su desarrollo a causa de la m oda ” . 113
La fab ricació n de botones de nácar contaba con dos em presas en
O ntinyent. Eduardo Llorca trasladó su em presa sita en Valéncia (1910-1912)
utilizando m odernas y originales técnicas concebidas por el propio fabricante. La
plantilla estaba com puesta en un 79% de mano de obra fem enina que oscilaba
según pedidos: un centenar en 1934; 30 en 1935 y nuevam ente 100 en 1936.
M anuel Escrich, industrial barcelonés, había fundado la segunda (1922). Sus
instalaciones fabriles, electrificadas y m ecanizadas, utilizaban m aterias prim as
(como la conquilla) procedentes de Singapur, la India inglesa y Sudam érica. En
1928 daba trabajo a una docena de operarios. Esta industria ligada al género de
punto y en general a bienes de consumo (cam isería, zapatería o guantería) se vio
perjudicada por la crisis general de este subsector textil desde 1933, así como por
el aum ento del precio de las m aterias prim as de im portación tras 1929 por lo que
la fábrica de Eduardo Llorca estaba en m arzo de 1935 al borde del cierre . 114
En una com arca predom inantem ente agrícola, con una tradición secular de
transform ación y com ercialización de la viña, del olivar y del cereal, el sector
agroalim entario suponía un im portante referente en todos los pueblos y en la
110 Tomado de GÓMEZ DE LA SERNA, R.: Automoribundia, Guadarrama, Madrid, 1974, t. II, p. 466.
111 v. MORALES, Ma L.: La Moda. Siglo XX. 1935-1947, Salvat Editores, Barcelona, 1947, vol. X, pp. 154-
160.
112 MIQUEL, J. y TORRÓ, A.: Estudio del desarrollo industrial de Onteniente a través de lo que va de siglo,
op. cit., p. 12. Datos biográficos en GANDIA CALABUIG, J.: “L’Altra Indústria (1900-1936) (III)
“Sombreros Bueso, S.A.”, Crónica d ’Ontinyent, 94, 1991, p. 41.
113 MIQUEL, J. y TORRÓ, A.: Estudio del desarrollo industrial de Onteniente a través de lo que va de siglo,
op. cit., p. 12.
114 Para esta industria cfr. GANDIA CALABUIG, J.: “L’Altra Indústria (1900-1936) (IV) Les fabriques de
botons de nacre d’Ontinyent”, Crónica d ’Ontinyent, 96, 1991, p. 34.
125
econom ía com arcal. Como se ha significado, “ al m enos hasta 1930 se trató de la
actividad fabril más extendida en España ” . 115
La uva era el fruto más productivo. Su grano podía convertirse en vino,
alcohol y aguardiente. Presente en la econom ía com arcal desde la conquista
cristiana, en el siglo XVIII term inó por configurar uno de sus rasgos definitorios:
orientación hacia la producción más que hacia la calidad. La pujanza del
ag u ard ien te y del alcohol vínico, salidas para los excedentes del vino,
desapareció entre 1911-1920, cuando la filoxera alteró las bases estructurales de
excedentes de los que se nutrían negocios pequeños, especulativos y efímeros.
En 1930 todavía trabajaban tres alcoholeras de tam año medio en B enigánim , dos
en M ontaverner y una en Quatretonda.
Las instalaciones de m ayor producción y m odernización se localizaban en
A ielo de M alferit, O ntinyent y Terrateig. En la prim era, los licores y jarabes para
refrescos de la firm a A parici, Sanz y O rtiz gozaban de una acreditada fama
atestiguada por los prem ios recibidos en exposiciones internacionales, aunque
estaban en plena crisis durante los treinta. M uestra de la extraordinaria
versatilidad fagocitando transferencias de tecnologías anotam os los productos de
V da de J. Juan Mompó (fundada en 1880, la más im portante en los treinta):
jarab es, horchatas, licores, aguardientes y refrescos de kola-coca . 116
En O ntinyent la decadencia alcoholera y aguardentera ayudó a la
renovación de la vinificación acondicionada para producir jarabes y refrescos
destinados al ocio de la sociedad industrial. Encontram os dos fábricas de m ayor
m agnitud que la general: Sucesores de Herm ano M icó con un capital de 8.000
ptas. y J. Sanz y Cía, S.L. (1935), con un capital fundacional de 297.216 ptas.
Sucesora de una antigua licorera, se servía de la m ultifuncionalidad de sus
prensas para elaborar vinos, aceite de orujo, alcohol a gran escala a p artir del
orujo y m osaicos
Observam os una cierta concentración del subsector del alcohol industrial
con un nivel de capitalización superior a los fabricantes de alcohol vínico,
in v ersio n es form alizadas en las conversiones de em presas fam iliares en
com pañías y sociedades . 117 En Terrateig, la fábrica de aguardientes y alcoholes
de Vicente D ura que em pleaba la uva m oscatel de los pueblos de la Valí
d ’A lbaida más próxim os a la Safor, se había transform ado en Hijos de Francisco
115 Se ha comprobado que el 40,3% de la contribución industrial se centraba en este sector en los primeros
años del siglo XX, llegando en algunas regiones a un 50%. Como se puede seguir en NADAL, J. y
CATALAN, J. (eds.).: La cara oculta de la industrialización española. La modernización de los sectores no
lideres (siglos X IX y XX), Alianza Universidad, Madrid, 1994. La cita ha sido extraída de PAREJO, A. y
ZAMBRANA, J. F.: “La modernización de la industria del aceite en España en los siglos XIX y XX”, en
NADAL, J. y CATALAN, J. (eds.).: La cara oculta de la industrialización española. La modernización de
los sectores no lideres (siglos X IXy XX), op. cit., pp. 13-42, (p. 14).
11 ^ MARTINEZ GALLEGO, F. A.: Desarrollo y crecimiento. La industrialización valenciana 1834-1914,
op. cit., p. 134-135.
117 Esta industria agroalimentaria en PUIG RAPOSO, N.: “Modernización y regulación. La industria
alcoholera española, 1956-1953”, en NADAL, J. y CATALÁN, J. (eds.).: La cara oculta de la
industrialización española. La modernización de los sectores no lideres (siglos X IX y XX), op. cit., pp. 99-
125.
126
Dura y Cía. en 1935 con un capital social de 47.526 ptas.
A este sector se superponía las pequeñas em presas fam iliares que
abastecían las com arcas próxim as. En los A nuarios Com erciales se anota la
producció n de vino en p rácticam ente toda la com arca con muy escasas
excepciones de pequeños pueblos m enores de 500 habitantes. M uchas de las
heredades que sem braban el paisaje agrario de la com arca vinificaban vinos
comunes, incorporaban la venta m inorista o etiquetaban cham pagne. Conocemos
la im portancia de la vinificación en O ntinyent y en la Pobla del Duc. En esta
últim a, trabajaban tres bodegas y cinco alm acenes, uno de ellos propiedad de
Bodegas Levantinas Españolas, S.A.
Sim ultáneam ente a la ardua tarea de replantación del viñedo destruido por
la filoxera estalló la crisis vinícola de los veinte parcialm ente reparada con la
prom ulgación de la Ley de Vinos (abril 1926).118 Los efectos de la depresión
internacional de 1929 y la devastación del m ildiu ocasionaron de nuevo una
intensa retracción de las salidas industriales de la uva.
La raíz de la problem ática situación de los caldos españoles residía en las
dificultades de los gobiernos de la República para alcanzar tratados com erciales
en un m ercado capitalista cada vez más proteccionista en el que las m aterias de
intercam bio debían ser productos verdaderam ente interesantes para la econom ía
del otro país firm ante. La especificidad de este com ercio bilateral perjudicaba a
España ya que solam ente podía ofrecer m aterias prim as agrícolas no susceptibles
de negociación con el destino tradicional de nuestros excedentes vínicos:
Francia. Estas dificultades diplom áticas/económ icas para encontrar naciones no
vitícolas que asegurasen la exportación em peoraban la perenne sobreproducción
y depreciaban el valor de los caldos españoles en el m ercado estrecho interior. La
crisis m undial relanzó el proteccionism o en los intercam bios m ercantiles. Para
José Ma Serrano Sanz este hecho “acabó por provocar una fortísim a contracción
del com ercio m undial, que en 1935 había quedado reducido a un tercio del que
existía en 1929”. 119
Los países instrum entalizaron una serie de m edidas gubernam entales para
proteger los intereses propios. De esta m anera, licencias, contingentes y
prohibiciones se em plearon para forzar tratados com erciales internacionales. El
principal protagonista de la política com ercial española fue la agricultura, el
sector más afectado por las m edidas proteccionistas europeas. Para la Valí
d ’A lbaida el vino. Al mismo tiem po, el vino soportaba unos elevados im puestos
que increm en tab an su p recio , m ezclas frau d u len tas, d eficien te calid ad
(provocada por la ausencia de inversiones) y la com petencia de la cerveza.
Factores colaterales que se sumaron a las dificultades exportadoras fueron la Ley
Seca en los Estados Unidos y la elim inación de la Rusia zarista, habitual
127
consum idora de vinos espumosos y de lujo.
El m ercado francés, punto final de los vinos españoles, se había cerrado
ocasionando una verdadera “catástrofe económ ica” para la viticultura. Como era
habitual en el sector, se sucedieron reuniones y m ítines de productores para
presio n ar a los poderes públicos. Se vivió una gran m ovilización en los pueblos
de la com arca. No en vano la vinificación era una de sus principales riquezas. A
la A sam blea N acional de V iticultores celebrada el 2 de m arzo de 1930 en el
C írculo de la U nión M ercantil de M adrid con representaciones de Aragón,
C ataluña, Rioja y Valencia, acudieron los ayuntam ientos de Benigánim , la Pobla
del D uc y l ’O lleria acom pañados por distintos colectivos locales (sindicatos
agrícolas, uniones locales de viticultores y centros obreros socialistas). Las
conclusiones adoptadas fueron sim ilares a las celebradas a principios de los
v ein te puesto que los problem as estructurales continuaban sin resolverse,
agravados por la coyuntura económ ica internacional . 120
El Estatuto del Vino (1932) no consiguió detener la crisis y el negocio
v in atero no co n seg u iría recu p erar la im portancia an terio r a la I G uerra
M u n d ial . 121 En este contexto de depreciación de los caldos y ausencia de
m ercados, los m unicipios concentraban sus peticiones a los poderes públicos en
la prom oción de las industrias de elaboración vinícolas, el establecim iento de
industrias de derivados vinícolas (vinos, aguardientes, licores, alcoholes y
m ostos), la exportación de vinos o la prohibición de arropes de higos . 122
En cualquier caso, las transform aciones vínicas utilizaban una escasa
m ano de obra concentrada tem poralm ente. Tan sólo las grandes empresas de
A ielo de M alferit, O ntinyent o Terrateig que habían diversificado su producción,
em pleaban a m ayores contingentes de trabajadores.
El aceite y otros derivados del olivar ocupaban la segunda producción de
las transform aciones agroalim entarias con centros destacados en B eniatjar
(nueve alm azaras); B élgida (4); A lfarrasí y B enicolet (3) y Benigánim (cuatro de
aceite de oliva y una de aceite de orujo). No obstante, alm azaras y prensas
form aban parte de todas las econom ías locales, m uchas de ellas para el consumo
fam iliar y lo cal . 123 Estas prensas, al igual que el resto de la industria oleica
española, aunaban distintos m étodos de fabricación, desde la prensa hidráulica
hasta las más innovadoras técnicas que utilizaban disolventes quím icos como la
128
fábrica de aceite de orujo de J. Sanz D elgado de M olina en O ntinyent, una de las
cuatro existentes en Valencia, donde se trituraban aceite de orujo destinado a
m últiples aplicaciones (jabón, m ezcla de caldos y alim entación). Su m aquinaria
m oderna y electrificada perm itía la elaboración de alcoholes vínicos y alcohol de
orujo de uva.
D urante la década de los treinta la producción oleica estaba am enazada
por graves problem as estructurales interiores y exteriores: la sustitución de las
grasas derivadas del aceite por aceites im portados dentro de la industria
jabonera, el refinam iento obtenido de los aceites de orujo que com petían como
com estibles con el aceite de oliva. Era una industria muy dependiente de las
fluctuaciones exteriores. Parejo y Zam brano han señalado que al m enos hasta la
guerra civil, las alm azaras españolas no se habían caracterizado por su
inm ovilism o, al contrario, habían respondido a las innovaciones técnicas habidas
en los procesos de elaboración y a los cam bios en el com ercio internacional . 124
Sin embargo, este esfuerzo m odernizador que había increm entado la cantidad y
m ejorado la calidad de la industria oleica española se encontró en la década de
los treinta con un amplio recorte de las exportaciones y una dism inución drástica
del m ercado interior.
La im portancia del cereal en el secano de la com arca se traduce en la
presencia de 16 m olinos harineros hidráulicos escasam ente tecnificados y
reducida productividad (1 ó 2 m uelas) dedicados a m oler la producción local. En
O ntinyent operaba el más m odernizado com plejo harinero de la com arca, Belda
y Cía. S.L. Sus doce operarios m olturaban una m edia de 15.000 kg./día en 1935.
O ntinyent sobresalía en la m anufactura del confite y el dulce, una herencia
m usulm ana. En esta ciudad radicaba H ijos de Teodoro M ora, fundada en 1761 y
declarada en 1877 “Proveedora O ficial de la Casa R eal” . Sus quince trabajadores
elaboraban turrones y dulces . 125 El resto del sector, eran pequeñas fábricas
fam iliares de chocolates, calabazate y bom bones que se repartían por la com arca.
Esta industria observó una ligera expansión durante el sexenio republicano (por
ejem plo en el Área M etropolitana de Valéncia) gracias a la reducción de precios
que supuso la elevación de la proporción de flor de algarrobo en los productos
chocolateros, m edida adoptada para paliar los problem as planteados por el cacao
im portado. El resto del subsector em pleaba m aterias prim as de la agricultura del
entorno (calabazas) y no vio m erm ados sus beneficios. En Q uatretonda y
Benigánim subsistían talleres de arpo i talladores, un dulce con una antiquísim a
tradición. Su peculiar sabor chocaba con los cam bios en los gustos sociales que
provocaban la reducción vertiginosa del consumo ya desde el prim er decenio de
siglo. En resum en, el sector agroalim entario no propiciaba la creación de un
am biente favorable a las iniciativas.
124 Estas son algunas de las conclusiones expuestas por PAREJO, A. y ZAMBRANA, J. F.: “La
modernización de la industria del aceite en España en los siglos XIX y XX”, op. cit., pp. 13-43.
125 CALZADO ALDARIA, A.: Hijo de Teodoro Mora. Historia de una empresa bicentenaria, 1859-2004,
en imprenta.
129
2.1.3.5. L a in d u s tria v id rie ra
126 SIERRA ALVAREZ, J.: “El complejo vidriero de Campóo (Cantabria), 1844-1928: una aportación a la
historia de la industria española del vidrio”, Revista de Historia Industrial, 2, 1992, pp. 63-85 (p. 63).
127 Ya en 1850 se indicaba a 1’Ollería como el centro vidriero más importante del centro de la provincia, cfr.
MARTÍNEZ GALLEGO, F. A.: Desarrollo y crecimiento. La industrialización valenciana 1834-1914, op.
cit, pp. 184-185.
128 Tomado de CARPÍ, T.: El desarrollo desigual de la economía valenciana, op. cit., p. 687.
129 En NADAL, J.: “La debilidad de la industria química española en el siglo XX. Un problema de
demanda”, Moneda y Crédito, 176, 1986, pp. 33-71 (pp.52-53). También Martínez Gallego ha destacado la
pujanza de la perfumería valenciana, en MARTÍNEZ GALLEGO, F. A.: Desarrollo y crecimiento. La
industrialización valenciana 1834-1914, op. cit., p. 221.
130 VIDAL VIDAL, J. V.: “L’Olleria i el vidre”, Almaig. Estudis i Documents, XII, 1997, pp. 103-112. Una
aproximación en GANDIA CALABUIG, J.: “Las otras industrias de La Valí d’Albaida (III). La industria del
vidrio”, Crónica d ’Ontinyent, 139, 1993, p. 81.
130
del forrado de garrafas, necesitado de una mayor cantidad de m ateria prim a pero
una m enor participación de mano de obra.
En la década de los treinta trabajaban tres fábricas de vidrio (medio
cristal y vidrio hueco): Rosendo A lbiñana Engo S. C. (ocho bocas de horno), con
un capital de 600.000 ptas.; Vda. de Juan Bta. A lbiñana (capital entre 400.000 y
500.000 ptas., seis bocas) y Elena G isbert (seis bocas) continuadora del único
horno de vidrio continuo datado desde el siglo XIX. En 1935 el sector se am plió
con la instalación de la fábrica de m edio cristal (seis bocas) de Joaquín Perales
C astelló . 131 De hecho, la industria vidriera valenciana se centraba en l ’O lleria.
Sus cuatro fábricas daban trabajo a unos 400 obreros, el 54% de los asalariados
de P O lleria y el 80% de los industriales. Em pleaba m aterias prim as m inerales
(nitrato, sílice), arena de Fointeneblau (Francia) y desperdicios de vidrio roto
para un m ercado exclusivam ente nacional, con lo que las em presas no se vieron
afectadas por la depresión m undial. En O ntinyent funcionaba desde 1919 una
fábrica de vidrio hueco con cinco bocas de horno. En 1935, un industrial
barcelonés anteriorm ente miembro del cartel de em presas Cristal B arcelona,
instalaba en O ntinyent una fábrica de espejos y lunas, un ejemplo más de la
llegada de inversiones catalanas a la com arca. En el resto de la provincia tan sólo
existían dos más sitas en Valéncia cap ital . 132
131 ZUNZUNEGUL: Anuario General de Información, año XXII, Madrid, 1935, vol. II, p. 396. En este
Anuario se detallaban la “Referencia e informes comerciales de fabricantes, mayoristas, detallistas,
importadores y exportadores de España y Portugal (...) Facilita al comercio e industria de cada región el
conocimiento y relaciones directas con los fabricantes de otras regiones”. Incluía una clave comercial donde
se incorporaban unos signos que caliñcaban el estado financiero y movimiento comercial de las firmas
anunciadas.
132 MIQUEL, J. y TORRÓ, A.: Estudio del desarrollo industrial de Onteniente a través de lo que va de siglo,
op. cit., pp. 19-20.
1
El olvido por parte de la historiografía de estas industrias y de su importancia en el desarrollo de un
mercado capitalista, en MARTINEZ GALLEGO, F. A.: Desarrollo y crecimiento. La industrialización
valenciana 1834-1914, op. cit., pp. 165-68.
131
productores. Así, “En la m ayoría de los casos, un desarrollo continuo será la
excepción y no la regla ” . 134 La incidencia de la filoxera sobre el m ercado del
vino y las m odificaciones en el m ercado con la irrupción de la baldosa hidráulica
destinada a la pavim entación (baldosín en M anises) destruyeron algunos centros
tradicionales (Colm enar de O reja en M adrid ) . 135 La Ley de Casas Baratas (1921)
por la que se estipulaba el empleo de pavim entos cerám icos, ladrillos y tejas en
su construcción obligó a la reconversión de otros centros como sucedió en las
alicantinas poblaciones de Xaló (de los tejares a los ladrillos) o en Orba (de las
tinajas y los botijos a los tubos de barro para la conducción de agua) ambas en la
vecina A lacant . 136
En los treinta, el área de Castelló de Rugat concentraba doce em presas de
ladrillos, dos de baldosas y tejas respectivam ente, una de tinajas/tubos y una
yesera, enclavadas las de m ayores dim ensiones en Castelló de Rugat. Em pleaban
el 12,7% de la población activa del Ráfol de Salem, el 3,9% de R ugat y al 7% de
C astelló de Rugat, sin poder evaluar el trabajo tem poral. Pequeñas instalaciones
en las que el propietario y sus hijos constituían la mano de obra . 137 El
m in ifu n d ism o em presarial y la consiguiente d escap italiz ació n eran sus
principales problem as ya que obstaculizaban un m ayor desarrollo, tal y como
contestaba el gobierno m unicipal de Castelló de Rugat a una encuesta elaborada
po r la C ám ara O ficial de C om ercio: “ (...) aportación de cap itales p ara
increm entar estas industrias ya existentes, por fabricarse depósitos o tinajas para
el aceite y tuberías para la conducción de aguas, de m ucha resistencia y excelente
calidad ” . 138 En O ntinyent sobresalía desde 1918 la producción m odernizada de
m osaicos hidráulicos y A gullent con sus cuatro tejares . 139
En definitiva, la industria derivada del barro representaba un im portante
refu erzo de las econom ías lo cales de estas p o b lacio n es, ocupaba
circunstancialm ente el trabajo de hom bres y niños cuando escaseaban los
jornales en el cam po y m itigaba las cosechas deficientes. Su descapitalización
im pedía su crecim iento, aunque algunas como la em presa de la fam ilia Boronat
en C astelló de R ugat o la razó n Sanz y Cía. de O ntinyent alcanzaban
paulatinam ente con su dedicación a las baldosas/tuberías una m ayor com plejidad
134 SCHÜLTZ, I.: “Alfarería”, en CERDÁ, M. y GARCÍA BONAFE, M. (dirs.).: Enciclopedia Valenciana
de Arqueología Industrial, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1996, pp. 52-54 (p. 54).
135 GARCÍA FERNANDEZ, J.: “Colmenar de Oreja: la industria de las tinajas y la explotación de canteras”,
Estudios Geográficos, 33, 1948, pp. 649-667.
l 3^ BAS MILLET, M \ C.: “Paviment hidráulic a les comarques alicantines”, en W .AA.: Cultura material
i canvi social Actes del Segon Congrés d ’Arqueologia Industrial al País Valencia, AVAI, Valencia, 1996, pp.
309-325. COSTA MAS, J.: El Marquesat de Denia. Estudio Geográfico, op. cit. p. 489.
137 Tomado de DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la industria en España, op.
cit., pp. 20-21.
138 COCINV.: Valencia. La Provincia, op. cit., p. 38.
139 Ya aparece citada en la relación de MOLTÓ, F.: “La industria valenciana”, ponencia presentada en el III
Congreso Nacional de Economía, 1918, Valéncia, 1922. En contraste, no se reseña el núcleo de Castelló de
Rugat.
132
tecnológica y em presarial. D estinadas a un mercado local, en gran parte de las
poblacio n es tra b ajab an d iv ersas in d u strias cerám icas y de m ateriales de
construcción (17 pueblos), considerablem ente beneficiados por el despegue
económ ico de los veinte y perjudicados por la crisis de los treinta. O tras, más
artesanales, com o la fabricación de cal en L lutxent, form aban parte del
com plem ento de las fam ilias jornaleros cuando faltaban los jo rn ales agrícolas . 140
Las canteras de m árm ol del B uscarró (Q uatretonda) exportaban su variedad de
piedra “crem a ” . 141
140 GANDIA CALABUIQ L: “Las otras industrias de la Valí d’Albaida (IV). Cerámica y materiales de
construcción”, Crónica, 140, 1993, p. 39.
141 ALONSO SANTANDREU, J.: Estampes Quartondines, Ajuntament i Cooperativa de Quatretonda, La
Pobla Llarga, 1991, pp. 19-22.
142 Cfr. MARTÍNEZ, M.: “Relación entre la evolución de la planta arquitectónica en las viviendas y el
mueble de la industria valenciana. Valencia (finales del XIX-1936)”, en W .AA.: Cultura material i canvi
social. Actes del Segon Congrés d ‘A rqueología Industrial al País Valencia, op. cit., pp. 249-269.
143 Ontinyent sigue las pautas del modelo de nacimiento y primer desarrollo de la industria del mueble de
Tavernes de la Valldigna y Benissa (Alacant). En la primera población, técnicos de Benissa realizaron las
labores de enseñanza técnica, para que, después de la guerra civil, esta industria se consolidase como lo que
posteriormente sería uno de los núcleos más importantes de la provincia. Cfr. ARROYO, F.: “La industria del
mueble en Tabemes de Valldigna”, Saitabi, XVIII, 1968, pp. 215-231. En Benissa, a una base artesanal
mecanizada (más concretamente del acoplamiento de somieres) se le añadió en 1920 la nueva técnica del
grabado en relieve, creándose y consolidándose de esta manera un foco especializado en el mueble, cfr.
COSTA I MAS, J.: “Les indústries tradicionals de la Marina Alta: El joguet, la marroquineria i els mobles”,
Aguaits, 1, 1988, pp. 37-49. Para Ontinyent, cff. GANDIA CALABUIG J.: “Els tallers del ram de la fusta”,
Crónica d'Ontinyent, 98, 1991, p. 66. Las transformaciones de esta industria en los primeras décadas de siglo
en SOLER MARCO, V.: Guerra i expansió industrial: País Valencia (1914-1923), op. cit., pp. 25-34.
133
en detrim ento de la exportación anterior a la I G uerra M undial.
El in d iv id u alism o em presarial, la au sen cia de técn icas de
com ercialización, el extrem ado m inifundism o y el papel que jugaba en el
universo económ ico de O ntinyent hacían deseables, para Torró y M iquel, la
creación de una “ (...) una cam ara del m ueble, una asociación, en suma, técnica
y profesional, que estudie, oriente y prom ueva esta industria tan im portante.
Cada una va por su lado, sin coordinación ni m iras al conjunto, cuya m ejora
redunda siem pre en bien de los particulares ” . 144 Otros centros m aderísticos
com arcales eran A gullent, r o ile r ia , Q uatretonda y A ielo de M alferit. L’O lleria
rep resen ta b a la segunda m ayor concentración p ro v in cial de tornos (16),
artefactos utilizados en la producción de sillas torneadas y sillas blancas que
daban trabajo a un centenar de asalariados.
Como podem os observar en la correlación entre los pueblos apuntados y
su localización geográfica, una parte de su m ateria prim a se abastecía de los
m ontes de la Valí, preferentem ente m adera de pino, aunque la m ayoría era
im portada del N orte de Europa a través de los puertos de D énia y Gandía. La
com ercialización agrícola incorporó em presas de confección de envases de
madera.
Tanto la fabricación de m uebles como la de envases de frutas padecieron
una recesión durante el sexenio republicano. Los prim eros eran bienes de
consum o directos, por lo que, cuando la crisis em pezó a dejarse sentir en las
econom ías dom ésticas a partir de 1933, las ventas descendieron. La segunda,
dependientes generalm ente de la agricultura de exportación, tam bién sintieron
los efectos indirectos de la dism inución de la exportación. A la vez, una parte de
la m ateria prim a se había convertido en un factor de carestía.
144 MIQUEL, J. y TORRÓ, A.: Estudio del desarrollo industrial de Onteniente a través de lo que va de siglo,
op. cit, p. 11-12.
14^ Esta manufactura se desarrolló en el Medievo y la Edad Moderna por todo el País Valenciano, con una
dispersión geográfica hasta mitad del siglo XIX. Cfr. TEROL I REIG, V.: “Cerería”, en CERDÁ, M. y
GARCÍA BONAFE, M. (dirs.).: Enciclopedia Valenciana de Arqueología Industrial, op. cit., p. 201.
134
popular, centralizaron la producción cerera española en A lbaida (un 50% de la
nacional a finales del X IX ) . 146 El sector conocería una época dorada en la década
de los veinte del siglo XX con 40 em presas en A lbaida, el prim er centro cerero
español, que ex p o rtab an una p arte con sid erab le de su p ro d u cció n a
Latinoam érica (Colom bia, Venezuela y el Cono Sur ) . 147 Este crecim iento está
relacionado con la adecuación constante del sector a las necesidades del
m ercado, ayudado por la versatilidad de sus m aterias prim as y su m aquinaria, la
respuesta a nuevas m aneras de culto católico y a una m asiva publicidad que
recorría en furgoneta los pueblos de España . 148
En estos años la cerería se propagaría hacia los pueblos de su alrededor
alentada por cereros albaidenses asociados a grandes propietarios agrícolas que
invertían una parte de sus capitales en una industria en expansión (que necesitaba
escasos capitales de fundación) desviándola de una arriesgada y posiblem ente
deficitaria replantación del viñedo. La cerería tan sólo necesitaba agua abundante
y su inversión tecnológica era m ínim a. En los decenios de 1900-1920 se
fraguaría un segundo centro cerero en A gullent junto a un tercero de m enor
entidad en O ntinyent m ientras que em presarios albaidenses se establecían en el
puerto de D énia y en Cabra (Córdoba, para aprovechar su cera y controlar el
im portante m ercado andaluz).
La cerería creó una econom ía de aglom eración. A los cirios y velas
debem os añadir las prensas cereras, los alm acenes, las cererías que elaboraban
las m aterias prim as, las fábricas de palm atorias, palom itas, m echas, cirios
esteáricos y bujías. En estas producciones se invirtieron gran parte de los
capitales albaidenses durante 1915-1930, dando como fruto trece sociedades
colectivas con una inversión total de 49.900 ptas, esto es pequeñas em presas,
ca ra c te rístic a in trín se c a del sector. La v ersatilid ad de la m aq u in aria se
contraponía a su escasa innovación tecnológica. A m pliar una cerería era am pliar
el número de noques y el edificio ya que sus instalaciones se situaban en
viviendas disem inadas del casco urbano. La única gran em presa de A lbaida y de
la provincia era H ijos de José Silvestre que em pleaba a 50 trabajadores.
La crisis iniciada en 1929 destruyó el mercado latinoam ericano al m ism o
tiem po que encareció en gran m anera las m aterias prim as im portadas (parafina,
estearina y cerecina). A la pérdida de la exportación se le unió el proceso de
135
secularización de la sociedad española acentuado en el sexenio republicano, que
restringía el m ercado destinado a la práctica católica. Estos factores dieron lugar
a una profunda crisis de los productos cereros albaidenses, m enor en el caso de
A gullent. Las velas de cera para usos litúrgicos fue el producto más afectado, una
especialización albaidina (de las 28 instalaciones provinciales, 2 2 se situaban en
A lbaida). La legislación secularizadora del prim er bienio republicano hacía
declarar a la patronal que “La fabricación de velas ha desaparecido casi en
absoluto p or no celebrarse procesiones, en las que antes se originaba un gran
consum o ” . 149
La gravedad de la crisis lo atestiguan el cierre de tres em presas en
A lbaida, de cuatro en el área m etropolitana de Valencia y la reducción a la m itad
de la jo rn ad a laboral. El propio ayuntam iento de A lbaida inform aba en febrero de
1932 que “ (...) la industria de cera esta tan perjudicada que la m ayor parte de
fabricantes se ven en la necesidad de cerrar sus fabricas por falta de negocio
(...)” ; 15° y en 1933 declaraba como “Industrias de posible desarrollo en cada
localidad” a las fábricas de tejidos “(...) en sustitución de las de velas de cera hoy
en decadencia ” . 151
Las bu jías, el segundo producto de la cerería, estaban siendo substituidas
por el carburo, la gasolina y la luz eléctrica. Los em presarios unidos en la
A sociación de Fabricantes intentaron ensayar propuestas intervencionistas. Con
todo, las causas de la crisis eran estructurales: el m ercado retrocedía claram ente
y el extrem ado m inifundism o (49 em presas que em pleaban a 208 obreros en la
provincia) paralizaba los esfuerzos asociacionistas para proteger el producto y
presionar a la A dm inistración Pública . 152
Para hacer frente a la coyuntura adversa, las grandes empresas del sector
con una su fic ie n te c ap ita liza ció n , im pulsaron un cam bio de o rien tació n
productiva que pretendía aprovechar la versatilidad de las m aterias prim as
utilizadas en los cirios (com o las diversas ceras) y de la m aquinaria, con la
intención de responder a las nuevas demandas de un m ercado urbano y de sus
form as de habitabilidad: “ La solución pasó por el hecho de potenciar artículos
hasta entonces m arginales: la cera utilizada para conservar y dar brillo a los
m uebles y suelos de m adera y la crema para el calzado. Los años que van de 1929
a 1936 asistirán a un intenso esfuerzo en medio técnicos y humanos para lanzar
estos productos ( . . . ) ” . 153 Los esfuerzos se centraron en la publicidad. Sucesores
de M onzó Pía, constituida en 1934 con un capital de 58.045 ptas., utilizó
distintos m edios publicitarios: carteles, concursos o prem ios en m etálico para
conquistar cuotas de m ercado nacional . 154
149 DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la industria en España. Valencia, 1934,
op. cit
150 AMA, caja 6 8-1-1932/21-IV-1932, Libro de Actas, acta de 18-11-1932.
151 COCINV.: Valencia. La Provincia, op. cit., p. 454.
152 AFDLC, “Estatutos y Reglamento de la Agrupación de Fabricantes de Bujías Comunes y Velas de Cera”,
Imp. B. El Monte Carmelo, Vitoria, julio de 1935.
15^ MONZÓ MOLLA, F.: “Apunts para nuestra historia económica. La Compañía Mercantil ‘Sucesores de
Monzó Plá’”, op. cit
154 Ibídem.
136
En los treinta, A lbaida continuó siendo el principal centro cerero de
Valencia y de España y sus industriales un grupo de presión local, presentes en
todos los ayuntam ientos. M uchos de ellos eran a la vez propietarios agrícolas.
A lgunos ya habían com enzado el transvase hacia el textil. Como paradigm a, la
fábrica de bujías de estearina y parafina de Bellver, Reig y Cía. de A lbaida, que
en el m ism o edificio fabricaba lonas . 155 Con la excepción de A lbaida, estas
fábricas daban trabajo a un núm ero muy escaso de trabajadores. En A lbaida, la
cerería em pleaba el grueso de los trabajadores industriales m asculinos en los
años treinta. En 1921, al principio del cénit de la cerería, trabajaban en ella 127
hom bres y 95 m ujeres, con una división de género de las labores a realizar,
dedicándose las m ujeres al em balaje final de los productos. En el resto de la
com arca d estacab a la fáb rica de A ntonio T ortosa en O ntinyent con 30
trabajadores y tres de velas de cera en A gullent con otros treinta. N ada quedaba
en los treinta del antiguo esplendor de la jabonería albaidense del siglo XVIII y
de 1910-1920. En A gullent se fundó una im portante em presa jabonera (Ramón
Casanova, 1923) dirigida a la fabricación de jabones arom áticos y m edicinales,
m asajes, crem as para el calzado y encerados para la nueva concepción de la
vivienda . 156
En resum en objetos de cera para uso litúrgico y bujías fueron productos
muy afectados durante la República. Según los balances de la firm a agullentina
de Casanova y Espí, la em presa obtiene beneficios durante toda la R epública
aunque en 1933 se dio un brusco descenso de beneficios (de 13.608,67 ptas. a
7.637,71) seguido p or una recu p eració n en 1934 (18.923,74
p tas.). 157Posiblem ente, la diversificación productiva y la intensificación de la
com ercialización m ediante la publicidad fueron más efectivas entre las grandes
em presas del sector, salvando la crisis con m ayor solvencia, gracias a su m ayor
capitalización que les ayudaba a invertir en nuevos sistem as com erciales.
A lgunas poblaciones se habían especializado en industrias m arginales.
Este es el caso de la pirotecnia de r o i l e r i a que agrupaba a ocho talleres y una
fábrica de explosivos con treinta trabajadores y la producción de insecticida en
Bélgida.
La fabricación de papel en la com arca se rem onta, al igual que la cerería,
a la época m oderna, en concreto al siglo XVI aunque prácticam ente desapareció
durante el X VIII y resurgió en el últim o tercio del siglo XIX en Ontinyent.
Transform aciones tecnológicas (introducción de la m áquina Robert) junto a
155 DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la industria en España. Valencia, 1934,
op. cit. CALZADO ALDARIA, A.: Agullent. Desenvolupament económic i canvi social, op. cit., pp. 63-81;
DIRECTORIO VALENCIANO.: Guía especial para las provincias de Valencia, Alicante y Castellón de la
Plana, Anuarios Bailly-Balliére-Riera Reunidos. Barcelona, 1930-1935.
156 TEROLI REIG, V.: “La indústria sabonera a Albaida, segles XVIII-XX”, en W .AA.: Cultura material
i canvi social. Actes delSegon Congrés d ‘Arqueología Industrial al País Valencia, op. cit., pp. 157-171. Este
debate se puede seguir en IVE, IlI.I.e, Industrias Químicas. JORDÁ BORRELL, R. M \: La industria en el
desarrollo del Area Metropolitana de Valencia, IVEI, Alboraia, 1986, p. 20. ZAMBRANA PINEDA, J. F.:
“Las industrias de los aceites y grasas vegetales en España: un desarrollo limitado, 1850-1950”, Revista de
Historia Industrial, 4, 1993, pp. 57-89 ( pp. 81-82).
157 AFDLC, “Modelo B. A la Consejería de Industrias Químicas”.
137
su stitu c io n es en la m ateria prim a dieron lugar a un intenso proceso de
industrializació n y de concentración que provocó la desaparición de núcleos
histó rico s (como la cuenca del M illars) y la supervivencia de las industrias
e n clav a d as en la fachada m arítim a o en las zonas del in te rio r m ás
d esarro llad as . 158 Así se explica que tan sólo La Clariana y “la del A lba” (un
antiguo m olino harinero reconvertido) continuasen funcionando en O ntinyent
durante la R epública, después de una lenta decadencia a lo largo del prim er tercio
de sig lo . 159
En 1934 La C lariana (400.000 ptas. capital nom inal en 1935) contaba con
un a p lan tilla de cuatro adm inistrativos y 93 trabajadores que aprovechaba
cordeles viejos y yute para fabricar papel seda y bobinas con destino al m ercado
interior. En los treinta estaba sufriendo una profunda recesión que le condujo a
p ro d u cir en 1934 a la m itad de su capacidad. El papel de seda, su principal
producto, estaba estrecham ente relacionado con las oscilaciones del com ercio
citríco la, en crisis desde 1933. Los industriales papeleros proponían “(...) como
m edidas para rem ediar este paro parcial, la que se exigiera las envolturas de
papel para el pan y otros artículos, y para las rem esas de naranja a granel en
vagones, creem os que la falta de consumo obedece a que parte de la cosecha de
naran ja ha quedado sin exportar estos últim os años ” . 160 La segunda papelera,
conocida como “la de A lba”, estuvo gran parte de la R epública paralizada debido
a las negociaciones entabladas para su entrada en el grupo de Papeleras R eunidas
(creado en 1934) que reunía siete fábricas alcoyanas, la de Vilallonga y otras del
entorno de A lcoi. Las dos fábricas de cajas de cartón ondulado y papel de
em balar de O ntinyent y B ocairent aprovisionaban a las industrias com arcales
(ceras, bujías, textil, etc.).
158 Este proceso en BOTELLA GÓMEZ, A.: “La industria papelera”, Saitabi, XXXI, 1981, pp, 165-183 (pp.
171-172). Las transformaciones tecnológicas en el tránsito intersecular provocaron la desaparición o la
drástica evolución de industrias tradicionales como el papel.
159 Para el origen de la industria papelera aprovechando las posibilidades del caudal del río Clariano y de
sus barrancos, cfr. CASTELLÓ MORA, J.: “Artefactos hidráulicos. Notas para la historia de los molinos
papeleros de la Valí d’Albaida”, en Actes del I Congrés d'Estudis de la Valí d'Albaida, op. cit., las
correspondientes a Ontinyent las pp. 186-193. Una aproximación a su desarrollo en GANDIA CALABUIG
J.: “L’Altra indústria (1900-1936) (II). Les fabriques de paper d’Ontiyent”, Crónica d ’Ontinyent, 93, 1991,
p. 36.
160 DIRECCIÓN GENERAL DE INDUSTRIA.: Momento actual de la industria española, op. cit., p. 81.
138
2.1.4. £1 com ercio
Las tiendas locales abastecían el consumo más inm ediato de los pueblos
de la com arca. En los núcleos que hem os señalado como los centros de recepción
de los dim inutos m unicipios que los rodeaban, los com ercios se diversificaban.
Aunque la desvertebración de la com arca em pellía a que cada centro de
influencia absorbiese al potencial com prador, como Castelló de Rugat respecto a
su zona circundante, o los com ercios de las ciudades más cercanas (G andia o
X átiva). En los m ercados sem anales los agricultores vendían sus productos de
huerta y accedían a productos m anufacturados.
La rica agricultura com arcal necesitaba com erciantes, un im portante
sector que dependía de las puntuales coyunturas agrícolas pero que creaban
econom ías de aglom eración a su alrededor (mano de obra fem enina, equipos de
recolectores, envases de frutas, revitalización del transporte, etc.) y al m ism o
tiem po, una figura em inentem ente especulativa y habitualm ente odiada por el
agricultor. También la industria había creado sus propios oficios dedicados al
alm acenaje.
161 GARCÍA, J. L.: “Los Balnearios de la Valí d’Albaida”, Almaig. Estudis i Documents, V, 1989, pp. 5-11
(p. 11).
162 LLARIO ALMIÑANA V. y TARRAZONA PASTOR, R.: “Balneario de Bellús”, Llibre de Festes de
Moros i Cristians, Benigánim, 2000, pp. 66-67 y 86-88.
139
los condes de Trénor; los m arqueses de M alferit y un largo listado de la nobleza
valenciana . 163
La im portancia de los balnearios com arcales va más allá de los ingresos
económ icos que aportaban. Eran centros de encuentro de la burguesía en los que
se discutían futuras inversiones y se propagaba la im agen de la ciudad de
Ontinyent. Aunque aportaron ingresos alternativos a los habitantes de los
“pueblos del río ” (balneario de B ellús) y para algunos ontiñentinos, no llegaron
a desem peñar el papel de m áquina propulsora de la econom ía local que supuso el
balneario Font d 'E n Segures de B enassal (C astelló ) . 164
A pesar de la desforestación que siguió a la desam ortización del Real
P atrim onio, la Valí d 'A lb a id a conservaba una parte de sus espacios arbolados ; 165
sus pequeños pueblos el patrim onio histórico y el m icroclim a de algunos pueblos
situados en las laderas del B enicadell (Beniatjar, B élgida o A tzeneta) reparaba
las frecuentes dolencias respiratorias de la época (tuberculosis). Sus paisajes
salpicados por zonas arboladas, barrancos y cultivos m editerráneos se alejaban
del tedio citrícola de un litoral que todavía no había descubierto playa y mar.
Estos factores explican que la m ediana burguesía urbana de las ciudades cercanas
o de la capital, proveniente o relacionada por fuertes lazos fam iliares con los
pueblos de la com arca, eligiera la Valí d'A lbaida para el descanso veraniego.
Lugares com o B ocairent podían ofrecer adem ás de sus paisajes un
atractivo histórico a su im portante colonia de veraneantes . 166 De hecho, algunas
autoridades m unicipales se preocuparon en atraer posibles visitantes con el fin de
paliar en p arte la crisis de trabajo de los años treinta, atendiendo a los
llam am ientos efectuados reiteradam ente desde las páginas de Valencia A tracción.
Este es el caso de A gullent, población muy solicitada por el enclave de la Font
Jordana y su m ontaña. A llí acudían excursionistas y colonias juveniles de
partidos político s. En O ntinyent, M iquel y Torró dem andaban como m edidas para
favorecer la econom ía de la población “ (...) el fom ento del turism o por la
atracción de forasteros, que hallan en O nteniente una estación grata y tranquila
163 Alejandro Bataller nos ofrece una descripción del paisaje: “(...) en medio de los bancales de vides,
almendros, olivos y algarrabos, que descendían hacía el río. Un extenso bosque de pinos, que la brisa estival
animaba (...) Por la mañana trinaban los jilgueros sin pausa y volaben las grises tórtolas...El atardecer era una
algarabía de gorriones (...) Era todo como un paraje idílico, ameno, placentero, bajo el imperativo de una paz
bucólica (...)”, aunque reservado para una minoría, cfr. BATALLER MADRAMANY, A.: “El Balneario de
Onteniente (I)”, Crónica d'Ontinyent, 88, 1991, pp. 84-85 (p. 84).
164 La evolución del Balneario de Benassal como paradigma de estos establecimientos en OBIOL
MENERO, E. M.: “Los balnearios de Castelló: El primer turismo conocido en el norte del País Valenciano”,
Saitabi, XXXVII, 1987, pp. 321-349. Una panorámica general a nivel valenciano en MIRANDA
MONTERO, M*. J.: “Los balnearios valencianos: El declinar de una forma de ocio”, Saitabi, XXXIV, 1984,
pp. 249-267.
165 Este proceso para la Valí d’Albaida en MARTÍNEZ GALLEGO, F. A.: “Delimitació de termes i pérdua
de patrimonis comunals: la Valí d’Albaida, 1834-1868”, Alba, 7,1992, pp. 55-61. Para la Safor cfr. ANDUIG
VINARTA, Ll.: “La política forestal i les muntanyes de la Safor (1750-1850)”, Espai Obert, 1,1994, pp. 39-
45.
166 VA, junio 1931. El Ayuntamiento pensaba construir un escalera en les “Covetes deis Moros” para facilitar
la visita de turistas. Este paraje había sido declarado monumento nacional, v. AMB, libro 7-IV-1931/11-IX-
1932, Libro de Actas, acta 7-VU-1931.
140
para el descanso, para el veraneo ( . . . ) ” . 167
En cualquier caso, la reseña periodística de la com arca venía dada desde
una perspectiva que redundaba en una A rcadia feliz del tipo de “alabanza de
aldea y m enoscabo de C o rte” . Su carácter profundam ente conservador y
tradicional era otro de los reclam os de esta prensa . 168 Si bien tanto los balnearios
com o el tu rism o rural o “v era n e o ” aportaban unos exiguos b en eficio s
económ icos p ara la com arca, en com paración con el resto de sectores
económ icos, a través de estos visitantes se establecían lazos de com unicación
entre la cultura urbana y la rural. Los veraneantes, en las largas noches de
verano, traían noticias de la ciudad, de la m oda, del cine y el teatro, pero tam bién
de la política y de m ás allá de nuestras fronteras. Suponían una conexión más del
mundo rural con el exterior, en especial en las poblaciones m ás apartadas como
Beniatjar, donde todavía en los años treinta, la llegada del coche era recibida por
“ (...) m ovim iento en el personal, y sobre todo, en la gente m enuda ” . 169
167 MIQUEL, J. y TORRÓ, A.: Estudio del desarrollo industrial de Onteniente a través de lo que va de
siglo., op. cit., p. 36.
168 Ver Adzaneta la Blanca de Juan Bellveser, VA, marzo 1935.
169 LP, 24-IX-1932.
170 Ante la perspectiva del aislamiento, la industria harinera más importante se trasladó a Canals y dos de
las licoreras a Xátiva, en BELDA SOLER, M*. A.: Aportación a la Historia de Ayelo de Malferit, op. cit., p.
43.
171 SANCHIS DEUSA, M*. C.: El transporte en el Pais Valenciano, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia,
1988, p. 23. La evolución de las carreteras valencianas desde principios del siglo XIX hasta 1909 (Mapa
Itinerario de Muga) en las pp. 11-24. Una perspectiva histórica general en PIQUERAS, J. y SANCHIS, C.:
La Organización Histórica del Territorio Valenciano, Conselleria d’Obres Publiques, Urbanisme i
Transports/Generalitat Valenciana, Valencia, 1992, pp. 79-100. ADPV, A.3.1.12 vol. 31-32, Memorias de la
Diputación 1931-1932.
141
com arca en las corrientes de especialización agrícola (vino) y la integró en un
m ercado estatal que estim ulado por las líneas férreas . 172 Con todo, las seis
estaciones de la línea dejaron al m argen de los beneficios del ferrocarril a otras
localidades económ icam ente im portantes, ya que en el diseño final de la línea
prim aron exclusivam ente los intereses de la burguesía vitivinícola com arcal . 173
En los treinta el principal m edio de transporte de viajeros era el autobús si
bien lim itado por las carencias de infraestructuras viarias que convertían algunos
trayectos en largos y pesados viajes. La distribución de los trayectos conducía a
afianzar las escasas relaciones con las capitales de los partidos judiciales y la
dispersión entre zonas influencias com arcales y las agrociudades más próxim as:
X átiva, G andia o A lcoi.
En definitiva, la com arca presentaba, en general, una red aceptable de
com unicaciones. La m ejora sustancial de los transportes en el últim o tercio del
siglo XIX y la D ictadura de Prim o había ayudado substancialm ente al desarrollo
de la agricultura com ercial, la industria y la m anufactura. Pero tam bién,
m ejoraron el m ovim iento de personas y con él, la difusión de ideas y valores. Un
ejem plo viene dado por el interés tom ado en la lectura de la prensa que ahora
podía llegar el ejem plar del día. La percepción de escapar a la incom unicación
llevó a una reclam ación generalizada de los m unicipios para instalar líneas
telefónicas, en especial en los pueblos industriales . 174
142
2.1.7. In c id e n c ia de la crisis económ ica de los tre in ta
ostentar con orgullo ante todos los M unicipios españoles su mayor timbre
de gloria. D urante una época, en la que la mayoría de las Corporaciones
m u n icip a les atra viesa n d ifíc il situ a ció n económ ica y liquidan sus
presupuestos deficientem ente, acudiendo constantem ente al Estado en
175 MARTÍN ACEÑA, P.: “Problemas económicos y reformas estructurales”, Ayer, 20, 1995, pp. 173-191.
17^ GARCÍA DELGADO, J.L.: “Tensiones y problemas de la economía española de los primeros años
treinta”, en ÁLVAREZ JUNCO, J. (ed.).: Octubre 1934. Cincuenta años para la reflexión, Ed. S. XXI,
Madrid, 1985, pp. 49-61. La historiografía sobre el tema es numerosa. PALAFOX, J.: Atraso económico y
democracia. La Segunda República y la economía española, 1892-1936, Crítica, Barcelona, 1991.
177 Los efectos de la depresión en la política europea en CABRERA, M.; JULLÁ, S.; MARTÍN ACEÑA, P.
(comps).: Europa en crisis, 1919-1939, Ed. Pablo Iglesias, Madrid, 1991.
178 ADPV, A. 3.1.11 Memorias de Ayuntamientos Caja 1, Memoria del Ayuntamiento de Bocairent, 1933,
respectivamente. COMIN, R: Hacienda y economía en la España contemporánea (1800-1936), Instituto de
Estudios Fiscales, Madrid, 1988.
143
súplica de concesión de auxilios (...) el Ayuntam iento de O nteniente
m antiene p u ja n te su Erario y sólido su crédito sin necesidad de fo rz a r la
im posición y cobro de exacciones y arbitrios y procurando siempre
m olestar lo menos p o sib le a los contribuyentes (...).179
Así el secretario podía vanagloriarse que, a modo de ejem plo del resto de
años, la liquidación del presupuesto de 1933 había term inado con un superávit de
229.249,04 pesetas y una existencia en caja el 31 de diciem bre de 88.495,83
pesetas. Claro que los gastos en asistencia social habían soportado “notables”
increm entos: una m edia de cinco nuevas pensiones anuales para ancianos pobres
en un contexto de elevado paro obrero. Para conseguir elevar el presupuesto el
ayuntam iento blasquista de O ntinyent desestim ó el increm ento im positivo para
centrarse en reform as ad m inistrativas internas como investigar el fraude,
lim itadas forzosam ente. A modo de ejem plo, para el año 1934 se había obtenido
con este sistem a un aum ento recaudatorio de 3.487,62 p tas . 180 Esta política
conllevaba que las únicas m edidas m unicipales para atenuar el paro consistían en
la realización de obras públicas subvencionadas desde organism os superiores. Y
estas llegaban con cuentagotas. El equilibrio presupuestario era para toda la
adm inistración del Estado.
En las páginas que siguen tratarem os de dem ostrar que el principal
problem a de la econom ía de la com arca, de una m anera sim ilar a otras zonas del
Estado, fue el paro y la ausencia de m edidas para paliarlo, y que la periodización
responde a un año que centra los peores indicadores (1933) pero que ya en 1935
se observa una ligera recuperación.
C uadro núm . 6
M EM ORIAS A N UALES DE LAS SU CU RSA LES BA N CA RIA S. 1930-1935.
145
O ntinyent presenta una evolución particular sim ilar a la general pero con unos
índices globales negativos. Sería esta ciudad la que más sentiría la crisis
económ ica. Sin em bargo, no son unos datos tan negativos como los gandienses e
inferiores a los alzireños. Cuanto m ayor era la especialización en productos de
exportación, m ayor fue el im pacto de la crisis . 181 En la Caja de Ahorros y M onte
de Piedad de O nteniente se increm enta sin cesar el núm ero de im positores entre
1921-1935, tan sólo entre 1931 y 1933 se constata un descenso de un 3,65% entre
1931-1932 y de 8,7% entre 1932-1933.182
Las licencias de obras particulares de O ntinyent tam bién evidencian
síntom as depresivos (v. Cuadro núm. 7). No se docum entan nuevas instalaciones
in d u striales; las únicas y m uy escasas obras corresponden a actividades
secundarias (granjas, electrificación de panaderías o ebanisterías). Por su parte,
la construcción o reform a de viviendas particulares, sector muy unido al devenir
económ ico, señala un descenso notable de esta actividad en los años 1933 y 1934
con un repunte significativo en 1935.
Cuadro núm. 7
EVOLUCIÓN DE LAS LICENCIAS DE OBRAS. ONTINYENT. 1931-1935.
181 Para Gandia, cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA, Ll.: La II República a Gandia: 1931-1936,
op. cit.,. Para Alzira, ROVIRA GRANERO, P.: Mobilització social, canvi polític i revolució.
Associacionisme, Segona República i Guerra Civil, Alzira 1900-1939, op. cit., pp. 55-58.
182 w .A A .: Una institución centenaria. La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Onteniente (1884-1984),
Caja de Ahorros de Onteniente, Madrid, 1984, p. 230-231.
146
a lfa re ría s y com ercios no aparecen las claves asociadas a una crisis
económ ica . 183
Del análisis del Anuario Com ercial B ailly-B alliére y de las M atrículas
Industriales tampoco se puede extraer una estadística que describa una coyuntura
depresiva. Se aprecia un leve descenso de las actividades ligadas al olivar
(cosecheros, com erciantes, prensas) m enos apreciable para el sector del com ercio
de productos agrícolas. Así como una ligera dism inución de establecim ientos
com erciales puntuales (carbonerías, abacerías, tablajeros). Sin embargo en las
m anufacturas e industrias, con la excepción de las velas de cera, la crisis no
provocó cierres ni desaparición de firm as . 184 Si atendem os a las escasas
inform aciones sobre la evolución de los beneficios em presariales se observa un
descenso en 1934 y una recuperación en 1935. Por ejemplo el Taller de forrado
de G arrafas de José Catalá Gomar (Benigánim ) que em pleaba a 26 obreros tuvo
2.500 ptas. en 1934 y 3.500 en 1935.185
Queda de esta m anera m atizada la im agen m anipulada descrita por
cronistas locales y m em orias de personajes franquistas de una catástrofe
económ ica durante los treinta aum entada tras una época de pleno em pleo como
los veinte. Con los cuatro indicadores expuestos podem os establecer que la crisis
existió preferentem ente entre 1933-1934, aunque diferenciando entre la agudeza
crítica de la viticultura con dos repuntes (1933 y 1935) y la recesión del textil, la
industria más im portante, en 1933-1934. U na periodización que no escapó ni
siq u iera a la Iglesia C atólica: “La crisis económ ica por la que estam os
atravesando se nota en la alarm ante dism inución de lim osnas que se depositan en
el cepillo de San Antonio de Padua ” . 186 Sin duda sería el descenso de días
trabajados con su correlato de aumento del paro el principal problem a económ ico
derivado de las coyunturas depresivas planteadas durante el sexenio republicano.
183 ZUNZUNEGUL: Anuario General de Información, op. cit., Sobre datos de 1935. Aparecen Agullent,
Aielo de Malferit, Benigánim, Bocairent, Castelló de Rugat, Llutxent, 1’Ollería, Ontinyent, la Pobla del Duc
y Quatretonda.
184 DIRECTORIO VALENCIANO.: Guía especial para las provincias de Valencia, Alicante y Castellón de
la Plana, op. cit., 1930-1935. Matrícula Industrial de los distintos archivos municipales.
183 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.377, Instancias para Solicitud de Control Obrero, 8-XII-1936.
186 ER, 10-1-1934.
147
rad ical-ced ista seguram ente frenó la dram ática coyuntura. El cambio de la m oda
influenciado por el clim a de proletarización formal de la R epública perjudicó
notablem ente a la som brerería.
En el textil se dan las m ayores paradojas. Los datos son m eram ente
descriptivos. Las tejedurías de seda, lana y algodón, según Torró y M iquel, “Al
presente (en 1934) se resienten un poco de la crisis general; pero se m antienen
con firm eza, gracias al tesón y buena voluntad de todos” . Esta es la im presión
que se puede extraer de las noticias de la época, que subrayan la crisis en el
bienio 1933-1934. Bora M ateo califica el período com prendido entre 1930-1935
de “lig era depresión” en la industria lanera de A lcoi, Béjar, Terrasa y Sabadell.
Entre 1931-1932 aum entaron las ventas de tejidos de algodón pero entre 1934-
1935 se asistió a una sensible recesión. Por ejem plo, la hilatura de Terrasa
soportó una fuerte depresión en 1933 a la que siguió una recuperación en
1934.187 A unque los años de crisis no fueron generales. La em presa textil
esp ec ializa d a en m antas de T ortosa y D elgado (O ntinyent) aum entó sus
beneficios netos de 65.342,17 ptas. de 1933 a las 911.749,89 ptas. de 1934.
En los géneros de punto, después de un quinquenio de expansión
ininterrum pida, se aprecia el inicio de una recesión en 1933 que se alargó hasta
1936. E ran productos destinados al consum o interior y, por lo tanto, se
beneficiaron de la elevación de salarios y aum ento de consumo de los asalariados
durante el prim er bienio, pero, al m ism o tiem po, sufrieron un quebranto de
ventas p or el descenso de los salarios obreros durante el bienio radical-cedista.
Los vaivenes no im pidieron que en A lbaida creciera el núm ero de em presas
textiles de reducidas inversiones, m ientras que las fábricas de B ocairent se
m antuvieron incólum es, con un repunte alcista en su producción, según Josep
Gandía. P ara el textil de O ntinyent, se puede hablar de “estancam ent o m oderada
recessió ” . 188
I87 BORA MATEO, J. E.: El impacto de la guerra civil en la economía del Valles Occidental (1936-
1939), op. cit.
*88 GANDIA CALABUIG, J.: “L’economía d'Ontinyent i la Valí d’Albaida en els anys trenta (1930-1936)”,
op. cit., pp. 22-26.
148
2.1.7.2.3. L a ex p an sió n
*89 Las empresas de Tortosa y Delgado y Rosendo Albiñana en ARV, Fondo Hacienda, legajo 3.996 y 4.000,
expedientes de Sociedades.
Cuadro núm. 8
190 Padrón de Habitantes de 1930: Aielo de Rugat, Bellús, Benissoda, Montitxelvo y Ráfol de Salem. Padrón
de Habitantes de 1935: Aielo de Malferit, Albaida, Atzeneta, Bélgida, Benigánim, Bocairent, Castelló de
Rugat, Fontanars, Montavemer, Otos, la Pobla del Duc, Quatretonda, Rugat, Salem y Terrateig. Censo
electoral de 1934: Carneóla,Guadasséquies, Llutxent, l’Olleria, Palomar y Pinet. Padrón de Habitantes de
1940: Alfarrasí, Benissuera y Sant Pere. Censo electoral de 1945: Agullent, Beniatjar, Benicolet, Bufali y
Carrícola.
150
Es el sector prim ario la ocupación m ayoritaria de los habitantes de la Valí
d ’A lbaida en la década de los treinta. Solam ente en las principales poblaciones
aparece un terciario destacado com puesto por com erciantes, profesionales
lib e ra le s, re lig io so s/a s y m iem bros del m ag isterio (A lbaida, B o cairen t,
O ntinyent, y 1*O llería). La estadística confeccionada por la Cám ara O ficial de
Com ercio de Valencia (v. Cuadro núm. 9) refleja una visión mucho más certera y
en correspondencia con los datos aportados por otras fuentes directas e indirectas
referidas a las principales industrias y m anufacturas com arcales.
Cuadro núm. 9
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN OBRERA POR M UNICIPIOS.
LOCALIDAD OBREROS AGRICOLAS OBREROS INDUSTRIALES
Agullent 300 55
A ielo de Malferit 400 50
A ielo de Rugat 80 0
Albaida 504 230
Alfarrasí 125 10
Atzeneta 150 15
Bélgida 200 5
Bellús 50 4
Beniatjar 25 0
Benicolet 100 20
Benigánim 400 650
Benissoda 60 2
Benissuera 60 2
Bocairent 400 500
Bufali 30 4
Carrícola 30 0
Castelló de Rugat 300 30
Fontanars 170 0
Guadasséquies 50 1
Llutxent 500 10
l ’Olleria 250 500
Montavemer 150 100
Montitxelvo 700 0
Ontinyent 3.000 2.000
Otos 100 0
Palomar 100 0
Pinet 100 0
La Pobla del Duc 150 10
Quatretonda 400 8
Ráfol de Salem 146 36
Rugat 68 0
Salem 150 14
Sant Pere 30 30
Terrateig 20 12
Total Partido Judicial de Albaida 5.113 1.693
Total Partido Judicial de Ontinyent 4.480 2.695
Total Comarca 9.593 4.388
151
Ignoram os si estas cifras com prenden el trabajo fem enino y, con
seguridad, obviaban el infantil, prohibido durante la República, al m ism o tiem po
que no tendrían en cuenta los trabajos m anufactureros tem porales asociados al
paro estructural cam pesino. Porque la inclusión del trabajo fem enino cam bia
considerablem ente las cifras estadísticas. Por ejem plo, el censo laboral de
A lbaida en abril de 1939 era de 565 cam pesinos, 150 trabajadores de la cerería,
260 del textil y 50 en la construcción, unas cifras que incluyen a las m ujeres,
m ayoritarias en el textil y m uy im portantes en la cerería. En la m ism a ciudad,
una estadística de los años 1920-1922 apuntaba el trabajo de 85 m ujeres en las
cererías, de 173 en los tejidos de algodón, muy superior a los 48 hom bres, de 300
en la recolección de la aceituna, la algarroba, o en la vendim ia . 191
En el vidrio de l ’O lleria la m anufactura auxiliar del forrado de garrafas
era una ocupación exclusivam ente fem enina. B asta con observar las fotografías
que se han conservado de las p lantillas laborales del forrado o del textil para
calibrar la im portancia del trabajo fem enino. Con todo, el Cuadro núm. 9
radiografía con m ayor exactitud el universo ocupacional de la com arca en la
década de los trein ta que la im agen ofrecida por los padrones de habitantes.
A pesar de la divergencia de las fuentes, y después de contabilizar el
trabajo fem enino, se afianza la im agen de una com arca preponderantem ente
agrícola, con las excepciones de la textil B ocairent, la vidriera l ’O lleria, la
diversificación con m ayoría textil en A lbaida-O ntinyent, la bolsa m anufacturera
de B enigánim o textil de M ontaverner. El Partido Judicial de O ntinyent se
presenta como una de las m ayores concentraciones industriales provinciales,
únicam ente superada por los partidos de Sagunt, Torrent y Valencia.
A unque sin datos para corroborarlo, es lógico pensar que la crisis vitícola;
las deficientes cosechas de 1933, la crisis abierta en ese m ism o año en la
agricultura de exportación y las heladas de 1935 incidieron en un aum ento del
paro agrícola. Recordem os que la estructura de la propiedad de la com arca
presentaba una preem inencia de la pequeña propiedad, la aparcería y el arriendo,
necesitada del trabajo asalariado de toda la fam ilia acom pañada de la em igración
golondrina con el fin de m antener la explotación fam iliar en las épocas de paro
estructural prim averal com arcal (trabajo en los arrozales) e invernal (recogida de
la naranja).
191 AMA, Correspondencia 1939, Memoria del Desarrollo y Organización de los Servicios Municipales de
este Municipio. Abril 1939.
152
En Llutxent el testim onio explica como se regulaba la subsistencia de las
econom ías fam iliares: “Llutxent sem pre s ’ha m antingut de lo del poblé per al
consum de les fam ilias y anar a la R ibera a treballar a Tarros, a la taronja i demes
i les xiques tam bé d ’anar a Valencia, a servir que tam bé patien En Terrateig
los trabajadores se repartían en “els bancals, tam bé en els dos o tres rejolars i
algú m és a la alcoholera del M orquí (...) A l ’invern les dones anaven a
B ellreguart a la taronja. Sois mos quedaven la filia del secretan i jo sense anar a
la taronja. També anaven a Palm era, pero es quedaven alli a dormir. Es cobrava
m és ” . 192
La dism inución del trabajo agrícola, las dificultades por encontrar trabajo
parcial en las m anufacturas locales, la im posibilidad de em igrar a Francia o
A rgelia, la crisis m ás o menos puntual (grave en 1933) de los productos de
exportación como el arroz o la naranja donde se em pleaban tem poralm ente,
aum entaron las dificultades para m antener un difícil equilibrio de sus econom ías
dom ésticas . 193 El ayuntam iento de Salem reconocía en mayo de 1936, la crítica
situación de los trabajadores agrícolas locales ya que “(...) no ha mucho
em igraban a Francia más de 70 jornaleros cabezas de fam ilia (...) como la
em igración se ha cerrado, pues la crisis obrera es doble ( . . . ) ” . 194 Es decir, ese
27% de la población activa de Salem que em igraba tem poralm ente a Francia con
anterioridad a la crisis m undial no pudo proseguir con esta corriente y
perm anecer en su población, som etidos al paro crónico.
El paro agrícola tem poral estaba m atizado por el trabajo fem enino en
cuanto a sus consecuencias en los ingresos fam iliares, así como por las diferentes
variedades de acceso a la explotación de la tierra. En A lbaida estaba atenuado
por que algún m iem bro de la fam ilia trabajaba en la industria. No obstante debía
ser una situación verdaderam ente angustiosa durante los meses de invierno hasta
el principio de la prim avera (noviem bre-m arzo), oscilando según la población y
sus cultivos. En las localidades del m onocultivo con un m enor reparto del
término agrícola la duración de los m eses de paro era mayor, entre tres m eses
mínimo y seis m áxim o.
A dversas condiciones m eteo ro ló g icas y plagas elevaban
considerablem ente las cifras del paro agrícola. El invierno era m uy duro para las
capas más bajas del cam pesinado de la com arca. Se recogía leña, se hacían
trabajos de esparto para conseguir unos m ínim os ingresos y se com ían rollos de
dacsa. D urante estos m eses, sin m edidas alternativas para m itigarlo, las
condiciones de vida de los cam pesinos em peoraban significativam ente. Así lo
indican los escasos testim onios descriptivos, siem pre centrados en estos m eses
153
En marzo de 1932 el ayuntam iento de O ntinyent acordaba destinar 1.000 ptas.
para la adquisición de pan, arroz y otros artículos de prim era necesidad con
destino a los jornaleros que se encontraban en p a ro .195 El trabajo campesino
siempre aparece en las estadísticas oficiales como la ocupación que menos días
trabajaba y menor salario percibía, (v. Cuadro núm. 10)
Cuadro núm. 10
R E L A C IÓ N SE C T O R P R O F E S IO N A L /S A L A R IO /D ÍA S T R A B A JA D O S .
AGULLENT. 1920-1930.
Las cifras ofrecidas para A gullent son claras, mucho más considerando la
diversificación de su agricultura en com paración con las poblaciones vitícolas
del centro de la comarca. Así pues, si bien la situación del campesinado comarcal
no es com parable con las comarcas arroceras ni citrícolas, el paro estructural, la
crisis vitícola y una menor em igración hacia los puntos de destino en crisis
(Francia, Argelia, las Riberas o la Safor) nos ofrecen una imagen de crisis de
trabajo intensa durante unos meses. La agricultura fue el sector económico más
crítico durante la R epública, muy especialm ente desde 1933 hasta el principio de
la guerra, agudizado en 1935.196
La principal medida para suavizar el paro consistía en el recurso a las
obras públicas que provenían o bien de la Junta Central del Paro o bien de las
precarias economías municipales. Los ejem plos son múltiples: en marzo de 1936,
la Junta N acional del Paro concedía 1.944,05 ptas. para obras de abastecim iento
de aguas en Benissoda; construía en 1933 un camino que unía a la Pobla del Duc
con su estación de ferrocaril (24.735,53 p ta s .)...197
154
2.1.8.2.2. El p aro in d u stria l. T em poralidad tex til y g rav ed ad de los sectores
en crisis
Cuadro núm. 11
Por tanto, más que el paro industrial, que lo hubo, pero en esto coinciden
todos los contem poráneos, mucho más reducido que en el resto del Estado, las
crisis coyunturales del textil y más fuertes en otras industrias se saldaron con
redu ccio nes de los turnos de trabajo. Sin embargo, en la industrializada
B ocairent, las mantas mantenían el pleno empleo de la bonanza dictatorial. En
1932, se vanagloriaba el cronista periodístico que “ (•••) en la actualidad no hay
ningún obrero parado en Bocairent” ; en 1934 una m em oria m unicipal apuntaba
que “Ni tampoco la crisis de trabajo que se nota en todas partes, pues esta últim a
no existe” . 198
En 1936 el sindicato La Victoria notificaba a la C onferencia de Salarios de
la Industria Textil de la Federación de Industrias Textiles de la UGT que el paro
en el ram o de las hilaturas se cifraba en 6, en tejidos 2 y en tintes y demás
aprestos en u n o .199 Esta prosperidad no podía ocultar que en agosto de 1931 las
familias pobres ascendían a un centenar. En O ntinyent en 1932 el paro afectaba
a 250 trabajadores de los 5.000 contabilizados, un 5% del total para continuar
ascendiendo a lo largo del sexenio según las fuentes descriptivas. Todos los
indicadores apuntados refuerzan la periodización de una crisis económica, muy
19^ LP, 8-X-1932 y ADPV, A.3.1.11 Memorias de Ayuntamientos Caja 1, Memoria del Ayuntamiento de
Bocairent, 1933, respectivamente.
199 AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, Archivo de la Sociedad Varia Textil y Fabril La Victoria. Bocairente-
Valencia (ASVTFLV), Correspondencia 1936-1938, 24-VI-1936.
155
ligada a los avatares políticos, que se ciñe a los años 1933-35, con una leve
recuperación en 1934 y un índice más positivo en 1935 para la industria y más
negativo para la agricultura. El año 1933, como en el resto del País Valenciano,
fue el p eo r año económ ico de la República.
200 Cfr. GANDIA CALABUIG, J.: “La indústria textil d’Ontinyent en la segona mitad del siglo XIX”, op.
cit., p. 22-23. Para Alcoi, CARBONELL, J. y CERDA, M.: “Les dures condicions de vida de la classe obrera
alcoiana (1800-1923)”, Estudis d ’Historia Contemporánia del País Valencia, 1, 1979, pp. 271-293. y
ROMERO, J.: “Condicions de vida de la clase obrera en el País Valenciano”, Saitabi, XXVII, 1977, pp. 165-
180.
201 MINISTERIO DE TRABAJO Y PREVISIÓN,: Salarios y Jomadas de Trabajo. 1914-1930, Sobrinos de
la Sucesora de M. Minuesa de los Ríos, Madrid, 1931.
156
C uadro núm . 12
TEJED O RA S DE LONA
PRO FESIÓ N ALCOI BOCAIRENT ELX ONTIN Y ENT
U rdidora 5,25 3 6,9 3
B obinadora s/d s/d 5,5 2
Canillera s/d s/d 3 2
FUENTE: AMO, Asuntos Alcaldía. Conflictos laborales 1931-1933, A los obreros del
ramo textil. CNT-FIT, 30-VI-1932.
Los datos del Cuadro núm. 12 se com pleta con otras consideraciones. Los
tejedores de Ontinyent percibían en la jo rnada a destajo una m edia de 55% menos
que en Alcoi y Bocairent. La media de las operarías de lona de Elx era de 45-50
ptas. y la de Ontinyent de 18-20 ptas.; en la empresa La Paduana, prototipo del
paternalism o empresarial social-católico, estos jornales descendían un 13%. Los
salarios de Ontinyent son más bajos que en Alcoi y Bocairent, en especial en los
trabajos del “ramo de agua” (batanero, perchador, prensador), incluso los
bocairentinos son ligeramente inferiores a los alcoyanos. Observam os una m enor
diferencia entre los salarios más altos y los más bajos en Alcoi y Bocairent que
157
en O ntinyent donde las desigualdades internas salariales son m ayores. En
resum en, la industria textil de O ntinyent continuaba en los años treinta con su
tónica de bajos salarios respecto a otras poblaciones textiles, mucho m ayor en
cuanto al trabajo fem enino que eran am ortiguados por el trabajo a destajo, la
verdadera base del salario m edio diario.
Aunque desconocem os la situación en otras m anufacturas e industrias,
seguram ente los niveles salariales serían bajos. El Ayuntamiento de Castelló de
Rugat respondía al apartado “Industrias o negocios que debieran im plantarse”
planteado por la Cám ara O ficial de Com ercio de Valencia indicando que “deben
increm entare las actuales y crearse otras (...) por ser la mano de obra bastante
b arata ” . 202
M ayores dificultades tenem os para determ inar el salario agrícola, m uy
variado según la localidad. En general era inferior al percibido en las com arcas
de regadío. Según datos de la Cám ara O ficial de Comercio para 1933, el tipo
m edio del partido de Sueca era de 6,92 ptas./día, de 6,77 ptas./día para A lzira y
de 5,50 ptas./día para el de G andía, superiores a las 5,38 ptas./día estim adas
como salario m edio provincial. Con estas estadísticas, el jornalero de la Valí
d ’A lbaida era uno de los que percibía las retribuciones más bajas, incluso dentro
del secano provincial: A lbaida con 4,16 ptas./día y O ntinyent con 4,59 ptas./día.
Si bien el partido de Requena era el que registraba el jornal más bajo (4,00
ptas./día), el resto del secano de la provincia de Valencia oscilaba entre las 4,56
p tas./día de Ayora, las 4,24 ptas./d ía de Chelva o las 4,25 ptas./día de V illar del
A rzobispo, superiores pues al partido albaidense y sólo ligeram ente inferiores al
de O ntinyent.
Entre 1931 y 1933 se observa una tendencia alcista en los jornales
agrícolas en 16 poblaciones, la m itad de los pueblos que com ponían la com arca.
Los increm entos generalm ente fueron de 0,5 p tas./d ía . 203 Sin em bargo, tres años
después, en 1936, los salarios m edios estim ados para un bracero destinados a las
estadísticas de la Junta de R eclutam iento del Ejército no presentan una elevación
sintom ática. En algunas poblaciones como Bufali o Castelló de Rugat bajan entre
0,25 y 0,5 ptas., en el resto perm anecen igual y tan sólo en Fontanars y rO lle ria
aum entan 0,5 p tas . 204 Estos increm entos aparecen continuam ente en el registro
oral. Todos los entrevistados señalan que el jornal subió con la R epública y en
algunos pueblos hasta las 5 ptas. como en Llutxent gracias a la presión y
organización de los obreros agrícolas en sindicatos. Por poblaciones, los salarios
agrícolas se dividen en tres grandes grupos:
158
pequeños (A tzeneta, Aielo de Rugat, Benicolet, Benissoda, Otos, el Palom ar,
Salem, Sant Pere y Terrateig) o las 3,75 ptas./día de C arrícola y G uadasséquies.
b) El sector más num eroso representa las poblaciones con núcleos
jornaleros y tam bién las localidades vinícolas en proceso de fragm entación de la
gran propiedad con un salario medio de 4 ptas./día (A ielo de M alferit, A lbaida,
A lfarrasí, B élgida, B enissuera, B ufali, C astelló de R ugat, Q uatretonda,
M ontaverner, M ontitxelvo, l ’O lleria, Pinet, la Pobla del Duc, Rugat);
c) Una poderosa sociedad de trabajadores que puede negociar al alza en
p ob lacio n es con una elevada em igración tem poral como B enigánim (4,5
ptas./día), Llutxent y el Ráfol de Salem(5 ptas./día). En la zona de O ntinyent, un
fértil térm ino agrícola y m enor núm ero de jornaleros oscilan entre las 4,5
ptas./día de A gullent hasta las 5 ptas./día de O ntinyent y Bocairent. En la
latifundista Fontanars la presión de la sociedad ugetista había conseguido subir
el salario a las 4,5 ptas./día.
A pesar del arrendam iento y del m inifundism o, estos bajos salarios hacían
mucho más acuciante el problem a del paro agrícola, ya que las econom ías
cam pesinas bordeaban con m ayor proxim idad los niveles de subsistencia que en
los obreros industriales o incluso que entre trabajadores de otros sectores como
la transform ación agroalim entaria, la construcción o los dependientes de
com ercio.
Los bajos salarios de obreros y agrícolas contrastaban con los percibidos
por las profesiones liberales. En O ntinyent, el salario de un médico podía oscilar
entre 1.500 ptas./4.000 ptas. anuales, el de un escribiente entre las 1.500
p tas./3 .000 ptas. frente a las 275 ptas. de un obrero. Con estos salarios, las
diferencias de clase eran enorm es respecto a la vivienda, el vestido, la
alim entación o el acceso al ocio. Algunas cifras resaltan esta diferenciación: si se
quería asistir a una corrida de toros en X átiva o B ocairent las entradas podían
costar entre las 10 ptas. de la prim era a las 4,25-5 ptas. de la segunda, el jo rn al
de un obrero agrícola si viajaba a Bocairent. La com pra de un aparato de radio
era prohibitiva para los trabajadores, incluso para los cualificados dado su precio
entre 595-610 ptas. El teatro o el fútbol podían alcanzar a un m ayor público pero
sus precios eran elevados: teatro entre las 0,8-9 ptas.; el balom pié entre 1-1,5
ptas. según el equipo visitante. Sin embargo la prensa era más accesible, 10 cts.
un ejem plar de El D espertar de O nteniente .205
Tomado de TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IIa República (1931-
1939), op. cit., p. 21.
159
encontrar en el agro comarcal eran más baratos pero los que ampliaban la dieta y
se debían “im portar” (bacalao, carne de carnero) tenían precios más elevados. Tal
y como constató Salvador Forner para la provincia de Alacant, los precios de los
cuatro productos básicos de consumo (aceite, pan, carne, carbón) tras un leve
ascenso en 1931 se m antienen prácticam ente estables hasta la guerra.206
Sin embargo no tenemos inform ación de la vivienda o del vestido. Unos
zapatos podían costar entre las 30 y 40 ptas., el salario de una semana de un
jo rnalero agrícola, una camisa entre 2,5, m edio jornal y una cazadora unas 5,25
ptas., superior a un día de trabajo. La vivienda si era mucho más cara, anotándose
para O ntinyent un alquiler de 16 ptas/mes. que podía suponer el jornal de cuatro
días sólo para la vivienda. Este frágil equilibrio se rom pía cuando escaseaba el
trabajo y se descendía de la m iseria a la pobreza. Los censos de familias pobres
revelan que un segmento de la población de O ntinyent tenía que acogerse a la
asistencia sanitaria y benéfica gratuita, triste rem edio para su situación. Así, en
1935, eran aceptadas 328 solicitudes de familias pobres.
Cuadro núm. 13
P R E C IO S DE LOS A RTÍC U LO S DE C O N S U M O . V A L É N C IA -M A D R ID -
ONTINYENT. 1932-1936.
PRO D U CTO S VALENCIA M AD RID ONTINYENT ONTINYENT ONTINYENT
(KGS.) 1933 1933 1932 1933 1936
A ceite 1,7 1,67 1,8 2,00 2
A lubias 10,0 s/d s/d 12,00 s/d
A rroz 0,6 1,18 0,5-0,6 0,65 0,6
Bacalao 1,8 2,46 s/d 2,00 2
Carbón vegetal 0,35 s/d s/d 0,40 s/d
Carne de camero 3,50 s/d s/d 4,40 4,5
Cebollas 1,90 s/d s/d 1,20 s/d
G arbanzos 9,00 s/d s/d 10,00 s/d
Habas 5,50 s/d s/d 7,00 s/d
Huevos (docena) 2,70 2,53 s/d 2,50 3
Pan 0,70 0,65 0,65-0,7 0,70 0,70
Patatas 2,50 s/d s/d 2,50 s/d
Pim ientos 0,40 s/d s/d 0,35 s/d
Sardinas 0,60 1,57 s/d 0,50 0,90
Tocino de cerdo 2,80 s/d s/d 2,50 3
Tomates 0,50 s/d s/d 0,30 s/d
Vino 0,55 0,60 s/d 0,40 0,30
206 FORNER MUÑOZ, S.: Industrialización y movimiento obrero. Alicante 1923-1936, Ed. Alfons el
Magnánim, Valencia, 1982, pp. 149-153.
160
FUENTE: Elaboración propia.207
C uadro núm . 14
207 Para Madrid, cfr. TUÑÓN DE LARA, M.: El Movimiento Obrero en la historia de España, Sarpe,
Madrid, 1985, vol. 2, p. 292. Para Valéncia, cfr. COCINV.: Valencia. La Provincia, op. cit., p. 270-274. Para
Ontinyent en 1932 y 1936, GANDIA CALABUIG, J.: “Ontinyent 1931-1939: Una aproximado a la dinámica
político-institucional”, Alba, 2-3, 1986-1988, pp. 53-66 (p. 56).
208 AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, ASVTFLV, Correspondencia 1936-1938, 24-VI-1936.
161
com prar nada m ejor (...) El dinero era para com prarse alpargatas los dom ingos o
renovar alguna cam isa que se había estropeado ” . 209 En la Pobla “tant el estiu com
l ’invern al eixir el sol jo ja estava en el bancal, jo , i els demes jornalers (...)
alm orzar bé una fiam brera de tom aca en abaejo bé en caballa sala de antes no
caballa fresca (...) la rem ullaba ma m are, la posava a rem ullar per fer-la dol 9 a, la
feia en tom aca, en pim entó, en seba, segons . . . ” 210
Cuadro núm. 15
Si suponem os seis días de trabajo sem anales, ya que el dom ingo en gran
parte de las poblaciones no era hábil por efecto de la presión de la Iglesia
C atólica y de los patronos católicos, la duración m edia de la jornada laboral tan
sólo en un caso era inferior a ocho horas. Las grandes industrias textiles de
O ntinyent parece que habían aplicado progresivam ente la jornada de ocho horas
durante 1931 y 1932, pero en los pequeños talleres e industrias textiles, en las
agroalim entarias, panaderías o los dependientes de com ercio, el incum plim iento
de esta norm a era general. En el resto de poblaciones textiles se repetía el
esquem a de los prim eros años de la industrialización: largas jornadas laborales,
salarios bajos, severas condiciones de trabajo... En A lbaida y M ontaverner las
jorn ad as laborales eran m ás largas que en O ntinyent.
162
Las Bases de Trabajo firm adas o presentadas por los sindicatos obreros
m uestran que la legislación laboral no se respetaba en la industria textil ya que
aparece constantem ente la reivindicación de la jornada laboral de ocho horas,
tanto por razones de reparto de trabajo, de aum ento de la productividad como
por, principalm ente, porque podía posibilitar al trabajador unas m ayores horas de
ocio con las que adquirir m ayores niveles de form ación intelectual y de cultura.
O tros secto res soportaban largas jo rn ad as de trabajo: los obreros de las
panaderías y los com ercios. Los prim eros llegaban a trabajar unas doce horas
m ientras que los segundos, por ejem plo en B ocairent, abrían a las siete de la
m añana hasta las diez de la noche sin interrupción . 212
P ersistía el trabajo infantil en la industria pero con unas m agnitudes m uy
inferiores a principios de siglo. En 1922 la Inspección de Trabajo com probaba
que la gran em presa textil de Tortosa y D elgado así como los talleres de m uebles
curvados em pleaban m ano de obra infantil. En 1928 se centraba preferentem ente
en los pequeños talleres de la m adera y de form a m ás esporádica en el textil,
alrededor de un total de 165 niños en O ntinyent . 213 En la industria vidriera se dio
casos durante la R epública denunciados por el sindicato cenetista.
Sin em bargo era norm a común en la agricultura. Las pequeñas y m edianas
explotaciones tan sólo se podían m antener con la sobreexplotación familiar. En
las fam ilias jo rn aleras, desde que se podía trabajar todos los m iem bros del núcleo
fam iliar trataban de aportar su fuerza de trabajo para m antener los niveles de
subsistencia, por ejem plo, en Otos, donde “la pobreza m aterial hace que sus
padres se sirvan de ellos (de los niños) como ayuda en los cam pos, por no poder
pagar a un jo rn a le ro ” . 214 Santiago Boscá, presidente de la Juventud Socialista de
la Pobla del Duc, describía, en los tonos dram áticos de la época, el trabajo
agrícola infantil:
Pero lo que verdaderam ente impresiona y duele el alma a todo ser humano
es p resen cia r cómo seres frá g iles que aún no han cum plido doce años de
edad van detrás del arado no llegando a m itad de la esteva; cómo
regresan a sus hogares, a l anochecer, alicaídos, broncineados y
m acilentos, arrastrando los p ie s p o r el tosco camino, porque la debilidad
de su natu ra leza , las energía de sus p u lm o n es y las su b sta n cia s
alim enticias que nutren sus delicados cuerpos no les prestan vigor y
fu e rz a suficientes p a ra p o d er m antenerse sobre el suelo (...) ¿Para qué
tantas escuelas y centros de enseñanza -en lo que se refiere a los pueblos-
, si la infancia cursa sus estudios en el campo desde que amanece el día
hasta que obscurece? (...)215
163
En 1923 José Cuquerella tenía ocho años, edad suficiente para “la venta
trashum ante de sardinas por los llam ados pueblos del río, Bellús, G uadasequies,
Sem pere, B enisuera y tam bién por C uatretonda y La Pobla del Duc (...)
Transportándolas en una inm ensa cesta que cargaba sobre los hom bros ” . 216 José
M aría B ordería de la Pobla del Duc a los siete años ya iba a “collir herba i brossa
deis m arges”, a los once era ayudante de obrero.
El trabajo fem enino, como hem os indicado, predom inaba en el textil y en
los talleres de forrado de garrafas, más m inoritario en la química. A modo de
ejem plo, en la em presa de géneros de punto, una de la cuatro con m ayor plantilla
de O ntinyent, el 80% de sus trabajadores eran m ujeres bien en la instalación
fabril bien a dom icilio. El trabajo a destajo, sus niveles salariales siem pre por
debajo de la m itad del salario m asculino y la ausencia de protección a la
m aternidad eran sus principales problem as laborales.
164
C uadro núm . 16
165
m edias v alen cian as los num erosos pozos sépticos que o rig in ab an brotes
p ersisten tes de tifu s . 223
L a ausencia de una red de alcantarillado, los pozos sépticos que no estaban
som etidos a la inspección sanitaria, el agua potable sin saneam iento, los residuos
incontrolados así como la tradicional cohabitación hom bres-bestias en las
v iv ien d as cam pesinas facilitab an la ap arició n de enferm edades in fecto -
contagiosas. El A yuntam iento de Terrateig llegó a pedir en 1933 la “(•••)
fum igación de los edificios destinados a vivienda ” . 224
E sta d istrib u ció n de la v ivienda que re p e lía por sus deplorables
condiciones higiénicas tenía su propia lógica derivada de la necesidad cam pesina
de servirse del estiércol animal y humano para abonar las pequeñas parcelas en
su stitu ció n del oneroso guano. La contam inación in d u strial com enzaba a
provocar enferm edades. Sin fuentes ni lavaderos públicos, la población obrera de
O ntinyent que habitaba en las proxim idades del río C lariano lavaba sus ropas en
un cauce cada vez más contam inado por los vertidos industriales. En los treinta,
una p a rte de las acequias estaban siendo contam inadas por los vertidos
industriales como la acequia de la B arbacana que transcurría por el interior de la
fábrica de Tortosa y Delgado. La insalubridad se extendía a las vías públicas sin
em pedrado, un verdadero vector de polvo que facilitaba la propagación de la
tuberculosis, una de las enferm edades más m ortales de la época.
La ortodoxia presupuestaria de los gobiernos de la R epública no era el
m arco idóneo para iniciar los proyectos destinados a m ejorar las infraestructuras
urbanas y la sanidad pública. Mucho menos durante el bienio radical-cedista,
cuando prim aron las construcciones de cuarteles de la G uardia Civil.
P ara concluir, podem os considerar que el precio de los artículos de
su b siste n c ia a lim e n ta ria no sufrió grandes o scilac io n e s alcistas, pero
desconocem os la evolución de otros parám etros com o el alquiler de las
viviendas, el vestido y el ocio. Tan sólo conocem os que el alquiler de una
vivienda obrera en B ocairent llegaba, como m edia, a las 20 ptas./m es, el jornal
de entre cuatro y cinco días de un obrero textil. Los años republicanos supusieron
una elevación salarial entre los trabajadores industriales que conllevó un
aum ento sig n ificativ o de su poder adquisitivo, así como m ejoras en las
condiciones de trabajo (jornada de ocho horas y sanitarias en el interior de la
fábrica) que le perm itieron alejarse parcialm ente de los m eros niveles de
subsistencia.
El im pacto de la crisis m undial en algunos casos y la dism inución de la
dem anda del m ercado interior con las rebajas salariales del bienio radical-cedista
223 Para Gandía, cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, Ll.: La IIRepública a Gandía: 1931-
1936, op. cit.,. Para Alzira cfr. ROVIRA GRANERO, P.: Mobilització social, cartvi polític i revolució.
Associacionisme, Segona República i Guerra Civil, Alzira 1900-1939, op. cit., pp. 223-225. Para la Marina
Alta, cfr. BALLESTER ARTIGUES, T.: La Segona República a la Marina Alta, op. cit., pp. 270-287. Tanto
en 1931 como en 1933 casi todos los ayuntamientos de la comarca pedían el agua potable como una
necesidad perentoria. Cfr. COCINV.: Valencia. La Provincia, op. cit., 1931 y 1933.
224 COCINV.: Valencia. La Provincia, op. cit., p. 463. Las peticiones de los ayuntamientos en “Aspiraciones
de los Municipios con relación a Sanidad”, pp. 462-468.
166
en la gran m ayoría de productos dirigidos al consumo los que provocarían una
reducción de las jornadas de trabajo. El paro parcial subsiguiente no podía ser
neutralizado m ediante program as de obras públicas debido a la atracción de los
gobiernos republicanos del prim er bienio por el equilibrio presupuestario, el
cam bio de dirección inversora de los gabinetes radical-cedistas m ás preocupados
por el orden público y tam bién por los difíciles equilibrios de los ayuntam ientos,
unos por su desatención del problem a, otros por evitar elevar la carga im positiva,
otros, los m ás num erosos, los de m enor entidad, por serles im posible dada su
población. De esta m anera, el paro coyuntural sería el principal problem a
económ ico de la jo v en República.
En agosto de 1935 se inauguraba la I Feria M uestrario de O ntinyent. Las
autoridades m unicipales blasquistas y la burguesía de la ciudad m ostraban
orgullosas la diversidad de sus productos, glorificando su laboriosidad y la
fertilidad de su agricultura. Pero esta prosperidad industrial y agrícola de la
capital com arcal no podía ocultar las grandes desigualdades sociales de la
ciudad, la explotación inm isericorde del obrero industrial, del arrendatario, el
aparcero y el jo rn alero , mal pagados, trabajando en fábricas insalubres, con la
am enaza del desahucio o del paro. Esta es la historia de la industrialización de la
com arca y de la situación de la clase obrera industrial y de los segm entos más
bajos de la agricultura en la década.
167
im pregnaban con sus costum bres y hábitos al resto de la población .225 N unca
trabajaban la tierra, o bien la adm inistraban o bien acudían, en caso de residir en
otra población, a los servicios de un adm inistrador. Sus heretats eran m antenidas
por m aseros.
M antenían dem ostraciones de caridad provechosas para im pedir que la
m iseria de las capas más bajas del cam pesinado term inara en puro ham bre y, por
consiguiente, en alteraciones sociales, al mismo tiem po que para m antener lazos
de dependencia. Era frecuente la espellucá o espigueo por el que los propietarios
agrícolas: una vez recolectado un campo (preferentem ente de cereal, pero
tam bién de otros cultivos) autorizaban a que el resto de vecinos term inaran de
repasar lo que había quedado en los campos. En tiem pos de m alas cosechas o de
paro repartían en las puertas de sus casas puñados de trigo picado, de arroz,
cardos y nabos. Su dom inio era absoluto, basad o en una explotación
inm isericorde de la mano de obra. A ntes de la filoxera eran los principales
re c ep to re s de los tra b ajad o res ag ríco las, a la vez que controlaban la
tran sfo rm ació n de los productos agrícolas con sus alm azaras, bodegas o
alm acenes. A lgunos ejercían la usura. A su dom inio económ ico se añadía la
hegem onía socio-cultural. Después de la filoxera su poder dism inuyó en aquellas
poblaciones en las que la crisis del viñedo fue m ayor, en especial su control
absoluto sobre la población.
D ebajo de ellos, un grupo de llauradors fo r ts o els m itja capa (m edianos
propietarios agrícolas), pequeños industriales y artesanos que representaban la
clase m edia rural. D iferenciados de la clase alta por sus costum bres, ingresos
económ icos y acceso a la cultura, pero tam bién de la capa más baja. No se
em pleaban como asalariados tem porales y no se veían im pelidos a la em igración.
Integraban los sindicatos y cooperativas católicos que poblaron la com arca en los
prim eros decenios de siglo. La capa más baja de esta clase m edia estaba
co m p u esta p o r m edianos arren d atario s, algunos de ello s m uy pequeños
propietarios que en ocasiones debían trabajar como asalariados.
Por debajo, los m uy pequeños propietarios, arrendatarios, aparceros y
jo rn alero s, un m agm a diverso que m uchas veces se entrem ezclaba y que
en g ro sab a en m uchas o casio n es las p lan tillas de in d u strias o talleres
m anufactureros, con un carácter tem poral. En las poblaciones m ayores, como
A lbaida, vivían en zonas urbanas muy delim itadas (San A ntonio), en O ntinyent
en el barrio de la Erm ita, barrios que tenían las más grandes carencias de
in fra e stru c tu ra san itaria , a la vez que engrosaban m ay o ritariam en te las
estadísticas de analfabetism o. Estos grupos fueron los m ayoritarios en la
em igración. En las poblaciones con m ayores bolsas jo rn aleras, como rO lle ria ,
todavía era corriente esta estam pa:
225 Un ejemplo. Los grandes propietarios de Fontanars y los Ciscar, vecinos habituales de Valencia, que
pasaban los veranos en sus “heredats”, introdujeron en la Valí el baile de la mazurca. Cfr. MONTOLIU, V.
(dir.).: Costumbres y folklore de Quatretonda. Estudio etnológico, Grup de Danses Populars de Quatretonda,
Valencia, 1987, p. 318.
168
A la plaza, iban casi todos los días los poseedores de la “n a d a ”; los
obreros eventuales del campo o campesinos, que eran bastantes, en busca
de un jo rn a l. Los más “p u d ie n te s ” entraban en un café a tom ar un
“c a le n te t” o una copita de cazalla p a ra “m atar el c u c ”, y la m ayoría se
conform aba con estar de p ie o sentados en la acera, en la misma puerta
de la Casa de la Vila, esperando al terrateniente de turno y si tenía suerte,
ser contratado. 226
226 CAMARENA RJEIG, J.: “Recuerdos de mi infancia”, Llibre de Moros i Cristians, 1'Olleria, 1997, pp.
129-131 (p. 130-131).
227 Para el período comprendido entre la dimisión del Dictador y la convocatoria de elecciones municipales
se ha seguido la exposición de BEN AMI, S.: Los orígenes de la Segunda República española: anatomía de
una transición, Alianza Editorial, Madrid, 1990.
169
D urante 1930 las fuerzas p o líticas antim onárquicas com enzaron a
organizarse y a crear una opinión pública adversa a la M onarquía. A glutinadas en
la A lianza R epublicana firm ante en San Sebastián prepararon un alzam iento
m ilitar apoyado por civiles para diciem bre de 1930, rápidam ente abortado por el
gobierno, pero que ofreció al campo republicano unas figuras sim bólicas. Por un
lado, el ju icio absolutorio a los presos civiles (dirigentes políticos del Pacto de
San Sebastián) convertido en una victoria para los republicanos, por otro, el
fusilam iento de los capitanes Galán y G arcía H ernández, sublevados en Jaca
(H uesca), transform ados en iconos de la República. Serán los m ártires de Jaca,
sím bolos de la “brutalidad m onárquica” . La represión de la intentona se saldó
con la clausura de centros republicanos, socialistas y anarquistas.
Para frenar la creciente oposición el liberal Rom anones y el regionalista
catalán Cambó, encauzaron el retorno a la legalidad constitucional. En este
proceso se contem plaba como prim er eslabón unas elecciones m unicipales en las
que triunfarían los m onárquicos, hasta llegar a unas elecciones generales que
eligiesen un nuevo Parlam ento y com pletasen la vuelta a la C onstitución de 1875.
El alm irante A znar constituyó (febrero 1931) un nuevo gabinete encargado de
convocar los com icios m unicipales que se celebrarían un 12 de abril. La
enfebrecida tem peratura antim onárquica que flotaba por el país empujó a las
fuerzas políticas m onárquicas a convertir unas sim ples elecciones m unicipales en
un plebiscito sobre la continuidad de la m onarquía.
En la Valí d ’A lbaida, la caída del D ictador fue recibida, según las noticias
de prensa, con indiferencia. Por ejem plo, en O ntinyent, “puede decirse que, salvo
alguna pequeña estridencia habida durante los prim eros dias que siguieron a la
crisis, todo se ha desenvuelto aqui con perfecta norm alidad ” . 228 Las elites locales
restauracionistas se aprestaron a preparar los próxim os com icios confiadas el
restablecim iento de la vida p olítica según los parám etros tradicionales del
caciquism o. D urante 1930 el Partido de U nión R epublicano A utonom ista
(PURA), principal partido antim onárquico valenciano, inició su reorganización,
im pulsada por los ecos del Congreso de junio del mismo año. En la com arca, este
ren acim ien to rep u b lican o en lazaba con los g ru púsculos que continuaban
existiendo en la com arca . 229
Se iniciaba así en la com arca un im parable m ovim iento de creación de
centros, círculos y ju n tas directivas del partido. La propaganda republicana
llegaba con el diario blasquista El Pueblo a una com arca que hasta entonces
había perm anecido políticam ente apática. Los republicanos se vanagloriaban, y
sirva la Valí d ’A lbaida como ejem plo paradigm ático, de la difusión de sus ideas
y asociaciones “A lcanza el m ovim iento republicano a los m as apartadas zonas de
la co n cien cia n acio n al. P ueblos tra d ic io n a lm en te ad scrito s al régim en
m o n árq u ico , fundan cen tro s rep u b lican o s (...) la p ren sa rep u b lic an a ha
170
aum entado en estos últim os m eses considerablem ente ” .230 M ientras, los caciques
locales intentaban frenar esta m area de republicanism o. Algunos im pedían a los
ordinarios la distribución de El Pueblo.
E ste feb ril éxito rep u b lican o co n trasta con el débil asentam iento
blasquista anterior a 1929. Tan sólo T O llería contaba con un centro blasquista.
Sin em bargo, cuando tenga lugar la Asam blea P rovincial (junio 1930) todos los
pueblos del Partido Judicial de A lbaida contem plaban algún tipo de centro o bien
estaban o rg an izán d olo 231 También es este mes se constituía en O ntinyent el
Centro U nión R epublicana (42 socios) presidido por un republicano histórico, el
abogado Francisco M ontés Tormo, caracterizado por un adversario político, Luis
M ompó D elgado de M olina: “de poca form ación religiosa, pero tenía ingenio y
talante natural y cultivado, como abogado que era. M ontés era apasionado y
vehem ente, de fácil oratoria pública (...) Tenía dotes de jaranero, popular y
sim pático ” .232 Los actos públicos se sucedían y no sólo en los núcleos urbanos
más im portantes. En Q uatretonda (noviem bre 1930) Valera y V íctor C alatayud
congregaban una m ultitud de oyentes con el tem a “C onciencia liberal y
Progreso ” . 233
El discurso que acom pañaba a esta espiral reorganizativa se puede seguir
a través de los núm eros de El Pueblo: el ataque continuo contra los cacicazgos,
la juventud de los im pulsores de las agrupaciones republicanas locales o la
u nidad de to d as las fuerzas p o líticas antim onárquicas, com o o cu rría en
Q uatretonda, pueblo con tradición republicana en el que se creó un Centro
O brero R epublicano S ocialista del que form aba parte la Sociedad O brera
S ocialista (500 socios). También la clase obrera salía de su letargo. En abril de
1930 el general B erenguer aprobaba los estatutos de la C onfederación N acional
del Trabajo (CNT) prohibida desde 1924.234
En O ntinyent, la influencia de Alcoi, la política aperturista de B erenguer
y los esfuerzos propagandísticos cenetistas (reedición de Solidaridad Obrera-
Valencia) dieron origen a la constitución, en noviem bre, del Sindicato Único de
O ficios Varios, que un mes más tarde decía contar con 300 afiliados. En la
caciq u il y co n serv ad o ra A lbaida, la Sociedad O brera, h asta entonces
prácticam ente inoperativa, planteó una huelga en el sector cerero en dem anda de
aum entos salariales. Como recuerda el cenetista Ism ael Roig: “Además vimos
por prim era vez patrullar a la Guardia Civil por tem or a que hubiera alteración
171
del orden público. H asta entonces sólo la habíam os visto en público en las
procesiones de las fiestas patronales, en la del Corpus o en la del Viernes Santo,
con uniform e de gala ” .235
L a insurrección nacional era ya im parable. Am plios sectores sociales
reclam aban una dem ocracia política y reform ista. Ya tenían a sus m ártires
(G alán, G arcía H ernández) y a los dirigentes republicanos en la cárcel o en la
clandestinidad. Y los republicanos, seguros de su fuerza, tom aron la calle. En los
últim os días de m arzo de 1931 se organizaron m ultitudinarias m anifestaciones
para p edir la am nistía de los presos políticos en las principales ciudades m edias
del País Valenciano. La calle, de m om ento, era republicana.
El clim a de exaltación y libertad afloraba por todos los rincones. El
sentim iento general de rechazo al pasado dictatorial llevó a rehuir el liderazgo de
los republicanos históricos que habían ocupado cargos públicos durante la
D ictadura. En O ntinyent “Los más conspicuos de los republicanos históricos, que
no habían ocultado nunca su significación, estaban contam inados, a criterio de
los nuevos, por haber sido tenientes de alcalde con la D ictadura, y aún lo seguían
siendo por estas fechas. Así quedaron descalificados ( . . . ) ” .236 No en vano, esta
R epública deseada era “alim entada no tanto de la herencia decim onónica como
de las ansias generales de libertad form adas bajo la presión de la D ictadura ” .237
G onzalo G irones, un jo v en tradicionalista de O ntinyent, trabajador de una
ebanistería, encontró a su regreso del servicio m ilitar en octubre de 1930 el
intenso am biente de agitación p o lítica que reco rría la sociedad a través
principalm ente de la prensa:
Ism ael Roig, jo v en trabajador de una im prenta que hasta entonces tan sólo
se había ocupado de los deportes y la m úsica, ha dejado en sus m em orias los
cam bios que im pregnaron la m icrosociedad albaidense en esos m eses a raíz de la
huelga de los trabajadores cereros de A lbaida:
235 ROIG SOLER, I.: Asi luchábamos. República, guerra, clandestinidad y exilio de un anarcosindicalista,
7 i mig Editorial, Benicull del Xúquer, 1999, p. 38.
23^ GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 18.
237 DUARTE, A.: “La esperanza republicana”, en CRUZ, R. y PÉREZ LEDESMA, M. (eds.).: Cultura y
movilización en la España Contemporánea, Alianza Universidad, Madrid, 1997, pp. 169-201 (p. 193). Como
sucedió en otras ciudades del Estado, la masa desconocía los himnos republicanos y acomodaba nuevas letras
a los antiguos himnos.
23^ GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 13.
172
(...) en nuestro local las conversaciones empezaron a cam biar de tema.
H asta entonces casi siem pre se desarrollaban alrededor de la música, el
fú tb o l, la caza, la colom bicultura y los toros; ahora aparecían los temas
p o lítico s y sociales (...) Como a m í me gustaba mucho leer el periódico,
me iba enterando de cosas insólitas. Lo mismo pasaba con algunos de mis
am igos y otras personas, p o r lo que nuestras conversaciones empezaron
tam bién a com entar aquellos acontecim ientos y a m arcar posiciones,
aunque tím idas, sobre lo que estaba ocurriendo (...) A unque muy
tím idam ente, empezábamos a despertar del letargo en que habíam os
vivido hasta entonces, pero sin la más mínima idea p o lítica o sin d ica l,239
230 ROIG SOLER, I.: Así luchábamos. República, guerra, clandestinidad y exilio de un anarcosindicalista,
op. cit., p. 39.
240 LOPÉZ MARTIN, R.: La escuela pública valenciana en la Dictadura de Primo de Rivera, Universidad
de Valencia, Valencia, 1990, p. 48.
241 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 16.
242 CERVERA SÁNCHEZ, A. M \: “Derecha dinástica y modernización política”, en W .AA.: Estudios
sobre la Segunda República, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1993, pp. 13-85 (p. 58).
243 Para Teresa González, la Dictadura supuso una continuidad del caciquismo en la política local, en
GONZÁLEZ CALBET, Ma T.: La Dictadura de Primo de Rivera. El Directorio Militar, Ed. El Arquero,
Madrid, 1987. Sin embargo Gómez Navarro mantiene una postura divergente, cfr. GÓMEZ NAVARRO, J.L.:
El régimen de Primo de Rivera, Cátedra, Madrid, 1991, también
173
sino que “entraron en barrena los partidos de la izquierda, republicanos y
so cialistas ” . 244
M ientras que los partidos dinásticos entraron en la m area política de 1930
im p o ten tes p ara m o v iliz ar al cuerpo electo ral, a la sociedad civil, los
republicanos fundaron sobre bases nuevas sus organizaciones, y los socialistas
pasaron a defender a una futura R epública dem ocrática por encim a de la
ortodoxia de la II Internacional. De esta m anera, 1930 vivió un nuevo clim a
político desconocido en el país, una vertiginosa carrera hacia las declaraciones
de republicanism o, “aparecieron republicanos en los lugares más insospechados:
en las reales academ ias, los conventos, las com unidades jesuitas y agustinas,
entre el clero y hasta ‘debajo de la piedras ’” .245 En las agrociudades y ciudades
m edias de Valencia y España la calle era republicana . 246 El 12 de abril esperaban
gobernar en los m unicipios de la Valí. Para ello debían m ovilizar al cuerpo
electoral y vigilar la lim pieza de la votación.
244 JULIA, S.: “Sistema de partidos y problemas de la consolidación de la democracia”, Ayer, 20,1995, pp.
111-140 (p.116).
245 BEN AMI, S.: Los orígenes de la Segunda República española: anatomía de una transición, op. cit., p.
88.
246 Para la provincia de Valéncia, cfr. ROVIRA GRANERO, P.: Mobilització social, canvipolitic i revolució,
op. cit., pp. 114-124; CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, Ll.: La IIRepública a Gandia: 1931-
1936, op. cit., pp. 134-140. SIMEÓN RIERA, J. D.: Entre la Rebel.lia i la tradició. Lliria durant la II
República i la guerra civil. 1931-1939, Diputado de Valéncia, Valéncia, 1993, pp. 99-102; RAMIREZ
ALEDÓN, G et alii.: República i Guerra Civil a Xátiva (1931-1939), op. cit., vol. I. Para Alacant, cfr.
FORNER MUÑOZ, S.: Industrialización y movimiento obrero. Alicante 1923-1936, op. c it, p. 307.
174
de Rugat, Bélgida, Beniatjar, M ontaverner, Ráfol de Salem, M ontitxelvo, Otos)
observam os una preem inencia de labradores, artesanos (herreros, carpinteros...)
e infrapresencia de jornaleros, con la excepción de pueblos en los que el partido
más num eroso era el socialista (la Pobla) o los radical-socialistas (Q uatretonda).
Los grupos m enos representados eran las profesiones liberales (m édicos,
m aestros, practicantes, veterinarios) y los propietarios agrícolas. Así pues, una
p arte de las clases m edias ru rales y, en m enor grado los pequeños
propietario/obreros agrícolas, fueron los grupos sociales que participaron más
activam ente en la cam paña electoral republicana .247
La A lianza R epublicana criticó abundantem ente la ausencia de libertades,
el caciquism o y la ineficacia adm inistrativa de los consistorios de la D ictadura,
prom etiendo una nueva adm inistración basada en principios dem ocráticos, más
honesta y justa, que realizase las obras de infraestructura urbana y educativa que
necesitaban los m unicipios, concibiendo la futura R epública como el origen de
una nueva época de prosperidad y libertad. Estos puntos se repetían en los
abundantes actos políticos que jalonaron una cam paña electoral caracterizada por
una m ovilización política desconocida en el país y en la com arca. D urante su
transcurso, la calle y la tribuna política fueron republicanas. Los pueblos y
ciudades asistieron a una gran cantidad de m ítines casi en su totalidad de
significación prorepublicana, además de m ensajes radiados, pintadas, carteles y
panfletos. La gran cantidad de público, los llam am ientos interclasistas y el
activism o fem enino, conform an los trazos com unes a todos estos actos
p olíticos . 248
En Ontinyent la cam paña fue de una intensidad desconocida, reflejada en
las m em orias de un protagonista:
247 Las Juntas Locales (o Municipales como se las denominaba en la época) han sido extraídas de El Pueblo
y El Mercantil Valenciano, y en menor grado, de los archivos municipales.
248 EMV, 2-IV-1931.
24^ GIRONÉS PLA, G: Memorias de un Español, op. cit., p. 18.
175
M ientras tanto los m onárquicos fueron forzados a plantear batalla
electoral. Esto es, a participar en el juego dem ocrático, situación desconocida
para ello s. A unque los p artid o s dinásticos de la R estauración se habían
desintegrado durante la D ictadura, confiaban en la legislación electoral y en las
prácticas caciquiles de las zonas rurales para alcanzar m ayorías m unicipales. Así,
frente a la dinám ica cam paña de la A lianza Republicana, los m onárquicos
acudieron en los pueblos a los sistem as tradicionales de captación del sufragio:
coacciones a arrendatarios y trabajadores, intim idaciones diversas o trasladar a
los colegios electorales con una flota de vehículos a los votantes de los núcleos
disem inados .250 A lgunos m onárquicos cam inaron hacia el republicanism o de
derecha (D LR), otros hacia bloques m uy heterogéneos (restos dinásticos,
católicos, carlistas ) . 251
En las agrociudades valencianas los m onárquicos consiguieron construir
am plias coaliciones una vez repuestos de la incertidum bre y desconcierto de los
prim eros m eses posdictatoriales. O ntinyent es un m odelo que se repitió. Una
asociación patronal, la U nión Grem ial, representó el diverso campo m onárquico
“políticam ente hablando (...) una especia de A rca de Noé (...) Son las figuras más
destacadas e influyentes del A yuntam iento de la D ictadura ” . 252 En efecto, la
U nión G rem ial englobaba exupetistas, conservadores, algunos liberales y el
p o d ero so , pero p aralizad o , su b strato carlista, encabezados por el líd er
trad icio n alista José Simó, propietario de la im portante industria textil La
Paduana .253 G ironés Pía participó de cerca en el reparto de candidatos de la
U nión G rem ial, anotando que entre los m onárquicos se tenía la conciencia de que
la sociedad rechazaba frontalm ente el pasado dictatorial . 254 Su táctica política se
centró en el establecim iento de un grupo que revisase los censos electorales para
buscar el sufragio individualizado.
Eran las prim eras elecciones desde 1922 y la dirección política resultante
de la am pliación del censo electoral era una incógnita, aunque las noticias de
prensa y la literatu ra m em oralística subrayan el predom inante papel que estaba
jugando la ju ventud en la cam paña electoral republicana. Las elecciones no
estuvieron exentas de incidentes (rotura de urnas, censos falsificad o s...),
im pugnándose en A lbaida, A lfarrasí, B enicolet, Bufali, M ontaverner y Pinet. En
O ntinyent, los viejos usos caciquiles reaparecieron tam bién dentro del campo
republicano. Los arrendatarios y m aseros de las partidas agrícolas y los
trabajadores industriales fueron
250 Aunque en las grandes ciudades como Madrid realizaron modernas campañas electorales, cfr. BEN-AMI,
S.: Los orígenes de la Segunda República española: Anatomía de una transición, op. cit., pp. 310-323.
251 La dinámica de las fuerzas políticas monárquicas fue diversa: desconcierto, desunión, coaliciones
heterogéneas, etc. Cfr. CERVERA SANCHEZ, A. M*.: “Derecha dinástica y modernización política”, op. cit.,
pp. 74-81.
252 EMV, 9-IV-1931.
253 Una candidatura heterogénea que se repetía en Gandia, donde los monárquicos presentaron una lista de
candidatos en los que predominaban elementos liberales, v. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA,
Ll.: La IIRepública a Gandia: 1931-1936, op. cit., pp. 140-141.
254 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 17.
176
(...) reunidos y encerrados durante la mañana en los patios de las casonas
de los señores con los que mantenían alguna vinculación de carácter
económ ico y profesional. Esperaban a llí p a ra ser acompañados, como
ocurría en muchas fá b rica s y grandes em presas (...) dándose el caso de
que donde la m entalidad de los patronos coincidía con la de sus obreros,
p o r ejem plo en la fá b rica de Tortosa y Delgado, se convertía la empresa
en centro o cuartel electoral.255
255 Ibídem. p. 19. Bautista Tortosa, propietario de la principal empresa textil de la ciudad, se había afiliado
al PURA.
La tipología electoral carece de una obra síntesis, desperdigada en artículos locales con muy distinta
metodología. A modo de ejemplo, un estudio sobre la historiografía de los procesos electorales indica que de
las 91 publicaciones contabilizadas entre 1969-1990 tan sólo seis se publicaron en el País Valenciano, casi
todas centradas en la provincia de Alicante. MATEOS RODRIGUEZ, M.A.: “Fuentes y metodología para el
estudio electoral de la II República española”, Ayer, 3, 1991, pp. 139-163.
177
Cuadro núm. 17
ELECCIONES MUNICIPALES. 12 DE ABRIL DE 1931.
LO CA LIDA D D ISTRIBUCIO N CONCEJALES
A gullent* 9 MON. (1 LIBERALES+4 UM+2 DRV+2 INDEFINIDOS)
Aielo de M alferit 1 MON. (ALBISTA). 9 REP (4 PSOE+5 PURA)
Aielo de Rugat* 6 MON. (CONSERVADORES)
A lbaida
A lfarrasí
A tzeneta 9 MON. (5 CONSERVADORES+ 4 LIBERALES)
B élgida 3 MON. 5 PURA
Bellús
B eniatjar 2 MON. (CONSERVADORES). 4 PURA.
B enicolet
B enigánim 10 REP. (PURA+PSOE)
Benissoda* 6 REPU BLICA N O S. 6 MON (IND EFIN ID O S)
B enissuera 6 MON. (3 LIBERALES+3 CONSERVADORES)
B ocairent* 8 MON, 2 REP IND., 1 SOCIALISTA
Bufali
Carrícola* 6 MON.
C astelló de Rugat 4 MON. 6 R EPU B LICA N O S (4 AR+2PURA)
Fontanars* 3 AR. 3 PURA. 3 PRRS
Guadesséquies* 6 MON.
L’O lleria 4 MON. 7 R EPU BLICA N O S.
La Pobla del Duc 10 R EPU BLICA N O S (PURA +PSO E)
Llutxent* 9 R EPU BLICA N O S (PRR S+PU RA +PSO E)
M ontaverner
M ontitxelvo 6 R EPU BLICA N O S 2 DLR
O ntinyent 13 PURA, 6 UNION GREM IAL
Otos 2 MON. 5 R EPU BLICA N O S
Palom ar 7 MON.
Pinet
Q uatretonda* R EPU B LICA N O S (PRR S+PSO E)
Ráfol de Salem 2 MON. 5 R EPU B LICA N O S
Rugat 2 DERECHA. 4 REP.
Salem* 7 MON.
Sant Pere* R EPU BLICA N O S?
Terrateig* 6 PRRS
(*) Municipios sin elección donde se proclamaron candidatos por el artículo 29.
MON= Monárquicos; ; UM=Unión Monárquica; DRV= Derecha Regional Valenciana.
FUENTE: AGULLÓ DIAZ, Ma. C. y REVERT JUAN, R.: “Notes sobre les eleccions
municipals a la Valí d ’Albaida durant la Segona República (1931-1936)”, Alba. Revista
d ’Estudis Comarcáis d'Ontinyent i la Valí d ’Albaida, 7, 1992, pp. 81-89 (p. 83) y
elaboración propia.
178
Los resu ltad o s finales de O ntinyent han p lanteado una po lém ica
historiográfica com arcal. Según la prensa provincial la victoria correspondió a
los m onárquicos, aunque en un inform e de Honorio Navas, D elegado de Orden
Público destinado en la prim avera de 1936 en O ntinyent, se anotaba una m ayoría
m onárquica (seis m onárquicos conservadores, cuatro m onárquicos liberales, seis
por la U nión Grem ial) y seis republicanos. Sim ilar distribución aparece en un
inform e del G obernador Civil de 1932. Para José Lendoiro los m onárquicos
ganaron en las urnas, pero cuatro días después, en la sesión de investidura “el
triunfo m onárquico pronto se trastocó en republicano, por el transfugism o o
evolución política de varios m onárquicos ” .257 Según este autor, el día 16,
Francisco M ontés era elegido prim er alcalde republicano de O ntinyent con el
voto de 15 de los 18 concejales electos.
Josep G andia realiza una lectura de las elecciones que nos parece más
ajustada y relacionada con el pasado político de la ciudad. Francisco M ontes
lideraba una lista com puesta por republicanos, liberales y conservadores
m onárquicos, unidos todos ellos por su rechazo a la política m unicipal de los
años de la D ictadura dom inada por la facción tradicionalista partidaria de los
Simó. Este grupo es el que se organizó en las siglas de la U nión Grem ial. A sí, 13
de los 19 puestos en disputa fueron para la lista encabezada por Francisco
M ontes, de los que seis pertenecían al PURA y el resto eran liberales y
conservadores que posteriorm ente ingresarían en el PURA y en la DLR o sus
escisiones posteriores. Por tanto, en la capital com arcal, al igual que en otros
lugares, el triunfo republicano se basó en la alianza de la burguesía partidaria de
reform as políticas y sociales, la izquierda obrera y grupos restauracionistas
opuestos a las facciones cario -co n serv ad o ras que habían dom inado los
consistorios durante los años de la dictadura prim oriverista . 258
La unidad de las fuerzas an tim onárquicas, la deso rg an izació n ,
desorientación y pesim ism o m onárquico consiguieron que en varios m unicipios
de la com arca el caciquil artículo 29 de la ley electoral otorgase la m ayoría
absoluta m unicipal a coaliciones republicanas-socialistas: A ielo de Rugat,
Benissoda, Carrícola, Fontanars, G uadasséquies, Llutxent, Q uatretonda y Sant
Pere. Los m onárquicos coparon con igual sistem a los consistorios de tradición
carlista de A gullent y Bocairent.
El m apa electo ral de la com arca estab lece un claro predom inio
republicano. Los m onárquicos apenas triunfan en cuatro pequeños m unicipios.
257 LENDOIRO SALVADOR, J.: “Los problemas del republicanismo histórico ontiñentino en 1931”,
Almaig. Estudis i Documents, XV, 1999, pp. 116-125 (pp. 116-118).
25^ Los resultados en GANDIA CALABUIGc, J.: “Las elecciones en Ontinyent durante la Segunda
República”, Almaig. Estudis i Documents, V, 1989, pp. 106-111 (p. 106). La documentada refutación de la
tesis de Lendoiro en GANDIA CALABUIG, J.: “Abril de 1931: ¿Monarquía o República?”, Almaig. Estudis
i Documents, XVI, 2000, pp. 139-147 (pp. 139-144). El debate ha seguido en los dos años siguientes:
LENDOIRO SALVADOR, J.: “Segunda República en Ontinyent: hacia el debate historiográfico”, Almaig.
Estudis i Documents, XVII, 2001, pp. 96-106 y GANDIA CALABUIG J.: “El saco de los conejos.
Acotaciones a un debate sobre la Segunda República en Ontinyent”, Almaig. Estudis i Documents, XVIII,
2002, pp. 146-158.
179
En una com arca sin pasado republicano apreciable, en la “ cuna del caciquism o
ru ral” del Partido Judicial de A lbaida o del tradicionalism o de O ntinyent, la
A lianza R epublicana había conseguido la m ayoría de los consistorios, incluso en
la m uy conservadora O ntinyent. La com arca parecía republicana el 13 de abril.
Las candidaturas republicano-socialistas vencieron en 41 de las 50
capitales de provincia, en gran parte de las ciudades del Estado. En el País
V alenciano, las principales agrociudades (A lzira, Cullera, Elx, G andia, Sagunt,
Sueca, X átiva, ...) y en las com arcas de las dos R iberas, l ’Horta, la Foia de
Bunyol, la Valí de C ofrentes, el Camp de M orvedre y la Plana de U tiel. El
núm ero de concejales en la provincia fue muy parejo, 685 republicanos y 650
m onárquicos .259
La m o v ilizació n y p a rtic ip a ció n ciudadana h ab ían destru id o a la
R estauración y a la M onarquía. Pero tam bién en V aléncia la abstención
m onárquica y la indiferencia de la gran patronal hacia la suerte de la M onarquía
jugaron un papel significativo. A lfonso XIII y la elite política de los dos grandes
partidos restauracionistas, faltos de apoyos m ilitares y envueltos en una densa
atm ósfera de paralizació n y derrotism o, com prendieron que la verdadera
voluntad popular provenía de los núcleos urbanos y que una gran parte de los
concejales m onárquicos era fruto de las prácticas caciquiles ru rales .260
Sin conocer los resultados finales de la votación, “un gobierno sin je fe ” ,
abrum ado por la derrota en los núcleos urbanos, por las m anifestaciones
populares de jú b ilo del 13 de abril y por la proclam ación de la R epública en
diversas ciudades de España, abandonó el poder estatal en m anos de los políticos
del Pacto de San Sebastián. Desde el balcón del M inisterio de Interior, A lcalá-
Zam ora proclam aba la II R epública Española el 14 de abril de 1931. El rey y su
fam ilia abandonaban el país. Un G obierno Provisional form ado por las fuerzas
políticas y sindicales del Pacto de San Sebastián se hacia cargo de las tareas del
gobierno. Como afirm a B en-A m i, “ La tranquilidad de la tran sició n a la
R epública fue extraordinaria porque no hubo quién se opusiera a ella ” .261
259 Los resultados provinciales en ALÓS FERRANDO, V.: La proclamación de la II República en Valencia,
Anubar, Zaragoza, 1979. Para la provincia de Castelló el mismo autor contabiliza 608 concejales
monárquicos y 362 republicanos, en Castellón de la Plana y la II República. Aspectos Electorales, Col.
Temas Valencianos, Valencia, 1978.
260 Los resultados finales de las elecciones todavía son “permanente tema de debate historiográfíco”. La
indefinición de muchas candidaturas y la ausencia de datos fidedignos sobre el número de concejales
obtenidos por republicanos y monárquicos dificultan la elaboración de un mapa electoral nacional sobre estos
comicios (los resultados finales nunca se publicaron). Con todo, la victoria republicana en los principales
centros de población es incontestable y definitoria. El análisis de los resultados en ARTOLA, M.: Partidos y
programas políticos, 1808-1936, Manifiestos y programas políticos, Ed. Aguilar, Madrid, 1991, vol I, p. 597.
Para Martínez Cuadrado “lo más contundente era la victoria republicana en más del 80% de las capitales de
provincia” frente a la inexactitud de las fuentes, cfr. MARTÍNEZ CUADRADO, M.: Elecciones y partidos
políticos en España (1868-1931), Tauros, Madrid, 1969, pp. 854-855. Shlomo Ben-Ami apunta las tendencias
generales del voto: triunfo republicano en la mayoría de capitales de provincia, victoria monárquica en los
pueblos pequeños a través del artículo 29, hegemonía republicana en las poblaciones superiores a 6.000
habitantes, v. BEN-AMI, S.: Los orígenes de la Segunda República española: anatomía de una transición,
op. cit., pp. 333-337.
261 Un relato de esta transición desde el día de las elecciones hasta el 14 de abril en BEN-AMI, S.: Los
orígenes de la Segunda República española: anatomía de una transición, op. cit., pp. 333-351.
180
La R epública era un m ito prom eteico que sim bolizaba las aspiraciones de
profundas reform as en todos los ordenes de la vida política, social, económ ica y
cultural del país. De esta m anera se explica que calles y plazas de ciudades y
pueblos se poblaron de m ultitudes que celebraban la proclam ación de la
República. En Llutxent, la prim era población valenciana donde se proclam ó la
República, “(...) un grupo de exaltados entraron en las escuelas cogiendo un
retrato del Rey lo pasearon por el pueblo entre las burlas y escarnio atando dos
cohetes al marco y cantando el him no de Riego. Se recibía a la república con gran
algarada y regocijo popular ” .262
Ruidosas m anifestaciones con los sones de La M arsellesa y del Himno de
R iego , vivas a la República y a los “m ártires de Jaca”, se desparram aron por las
calles. En todas ellas, la ausencia de incidentes fue la nota predom inante. La
R epública había llegado en un am biente festivo y de grandes esperanzas
populares. Josep Vañó recuerda el entusiasm o que reinó en A lbaida, que se
extendía incluso a las fam ilias “Jo vaig tindre una de les m eues germ anes per
aquells dies i deien: ‘M ira, ja teniu la prim era germ aneta republicana ” . 263
La secuencia de los días 12 al 14 en O ntinyent es general al resto del
Estado: m anifestaciones de euforia en las calles que fueron in crescendo hasta la
proclam ación o ficial del nuevo estado. F iesta en las calles y fervientes
esperanzas en el nuevo régim en, sin acritudes ni ánim os de venganza. En
O ntinyent, se recogieron
los instrum entos m usicales de las dos extinguidas bandas, que durante la
campaña electoral se habían disuelto, y ahora las reunieron en una para
am enizar el fe ste jo al son de la « M a r s e l l e s a » (...) Llegaron hasta la
p la za y desde el ayuntam iento hablaron a la m ultitud los candidatos
triunfantes (...).264
Y en A lbaida
262 CANET CANET, R.: Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico, op. cit., p. 196.
263 T.O. de Josep Vañó (2003).
26^ GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., pp. 19-20.
263 T.O. de Anónimo-J (1996).
181
amb la bandera republicana, hi havia per tots els llocs retrats de Ferm ín G alán i
G arcía d ’allá de Jaca ( . . . ) ” . 266 Luis M ompó Delgado de M olina, prim er alcalde
franquista de O ntinyent, recuerda que “ (...) el día de la proclam ación de la
R epública me encontraba en la plaza del Ayuntamiento y se me acercó M orales,
líder de la izquierda, y me dijo ‘Veus, ací no passa res, haurá p au ’ ” .267
Los Com ités republicanos locales, m uchos de ellos con im portante
participación de liberales dinásticos, tom aron el poder m unicipal entre el 14 y el
15 para asegurar en poblaciones con fuerte presencia socialista, como en A ielo de
M alferit, “el m antenim iento absoluto del orden, garantía y seguridad de las
personas, propiedades, R eligión y L ibertad ” . 268 En este feudo socialista, en la
m adrugada del día 15, los concejales republicanos form aron con rapidez una
Junta Local R epublicana que tomó el poder m unicipal en la población y proclam ó
la R epública.
Se repetía la trayectoria revolucionaria decim onónica cuando el pueblo
cam biaba el signo político del poder en la calle, m ientras que las elites locales
conseguían controlar raudam ente los resortes gubernativos para evitar un
peligroso vacío de poder y un posible desvío de la intencionalidad de la revuelta.
Las sim ilitudes estéticas y sim bólicas del 14 de abril participaban en m ayor
grado de la Revolución Francesa y del radicalism o dem ocrático del XIX que de
la sim bología soviética. En Aielo de M alferit la bandera republicana era izada en
la C asa C onsistorial entre los sones de la M arsellesa . 269 Un testigo de esos días
así lo apreciaba:
182
2.2.3. L a fie sta p o p u la r (a b ril-m a y o 1931)
183
una sem ana a m atar cerdos (de sus propias fincas) y a repartir gratis carne a sus
propios trabajadores y a otras gentes pobres del pueblo, para lo cual montó a la
puerta de la fábrica unas m esas largas, donde él m ism o, con delantal blanco,
acom pañado por sus fam iliares y encargados, iba cortando y repartiendo la carne,
con gran regocijo y alboroto de la gente ( . . . ) ” .275
E ste clim a de alegría por el triunfo republicano es constatable en todas las
investigaciones realizadas sobre este período, llegando por igual a ciudades y
zonas rurales que habían perm anecido hasta 1930-1931 en la más absoluta
quietud, como la Valí d ’A lbaida. Y se refrendó con la celebración del Prim ero de
M ayo, declarado Fiesta N acional del Trabajo por el G obierno Provisional. En el
Teatro Echegaray de O ntinyent, el SOV-CNT organizó un m itin y posterior
m an ife stac ió n que expuso al ayuntam iento sus p ro p u estas lab o rales
(reconocim iento de la jo rn ad a de 8 horas), políticas (disolución del Som atén,
am nistía para los presos políticos) y anticoloniales (retirada de M arruecos). Sin
em bargo, la fiesta republicana encontró su final en los sucesos anticlericales del
11 y 12 de m ayo .276 U na gran parte de la Iglesia C atólica, desde sus obispos
hasta los párrocos rurales habían m anifestado durante la cam paña electoral su
apoyo a las candidaturas m onárquicas y no disim ulaban sus recelos ante las
posturas secularizadoras del Pacto de San Sebastián.
D urante los prim eros días de la R epública los ayuntam ientos con
m ayorías republicanas adoptaron acuerdos para iniciar la separación Iglesia-
Estado, principalm ente en un plano sim bólico. En O ntinyent, población de
acendrado catolicism o, el 29 de abril se acordaba, en un intenso debate del pleno
m unicipal, el traslado a una ig lesia de una im agen del Corazón de Jesús situada
en el salón de sesiones m unicipal, en medio de diversos incidentes con los
tradicionalistas. La petición del futuro radical-socialista Pedro Dasí no podía ser
m enos anticlerical, ya que consideraba que el Salón de Sesiones era “un lugar
donde tiene acceso todo el pueblo, y donde algunas veces se excitan los ánimos
y se pronuncian palabras poco respetuosas. Ello da m otivo a que se le haga
objeto de irreverencias ” .277
El abogado republicano Gonzalo M ontés exponía desde la prensa que si la
voz del pueblo es la de D ios, como quiera que el pueblo se había pronunciado en
contra de la Iglesia C atólica, su fracaso en las elecciones y el triunfo de la
R epública, estaban sancionados por Dios. Finalizaba su escrito aconsejando a
Rafael Juan, A rcipreste de Santa M aría y público defensor de la M onarquía,
“debes coger tu rebaño y retirarte a otras tierras que te sean más propicias ” . 278
184
A pesar de encontrarnos delante de uno de los fenóm enos más relevantes
en la historia contem poránea de España y de la Segunda R epública, hasta hace
poco más de un lustro, el anticlericalism o tan sólo ocupaba un lugar secundario
en la historiografía española. En estos últim os años se ha increm entado la
p ro d u c c ió n h isto rio g rá fic a sobre un te m a , 279 el enfren tam ien to en tre el
clericalism o y la secularización “el alm a y la inspiración, el m otor y la
ju s tific a c ió n ” de algunos aspectos del E stado M od ern o , 280 con escasa
tra sc e n d e n c ia en la lite ra tu ra h istó ric a v a len cian a . 281 Las indudables
aportaciones de las líneas interpretativas sociopolíticas y económ icas, así como
las nuevas perspectivas provenientes de la antropología y la historia cultural (en
especial la clave de género ) 282 son el m arco m ultidisciplinario im prescindible
p ara aproxim arse a este com plejo problem a . 283 Problem a en el que el caso
2^9 El imprescindible soporte bibliográfico en SALOMÓN CHÉLIZ, M.P.: “Poder y ética. Balance
historiográfico sobre anticlericalismo”, Historia Social, 19,1994, pp. 113-128. NAVARRO NAVARRO, F.J.:
“Una qüestió oblidada: ranticlericalisme a l’Espanya contemporánia”, en MARTÍ, M. (coord.): D'História
Contemporánia: Debats i Estudis. Un homenatge casóla a E.P. Thompson (1924-1993), Societat
Castellonenca de Cultura, Castelló de la Plana, 1996, pp. 57-82. DE LA CUEVA MERINO, J.: “La cuestión
clerical-anticlerical contemporánea en la historiografía española”, en RUEDA HERNANZ, G. (ed.).: Doce
estudios de historiografía contemporánea, Universidad de Cantabria-Asamblea General, Santander, 1991,
pp. 121-142. Síntesis y reflexión desde la amplitud cronológica en LA PARRA LÓPEZ, E. y SUÁREZ
CORTINA, M. (eds.).: El anticlericalismo español contemporáneo. Biblioteca Nueva, Madrid, 1998. Obras
colectivas monotemáticas y revistas especializadas recogen artículos sobre el tema v. CRUZ, R. (ed.).: “El
anticlericalismo”, Ayer, 27, 1997; Dossier “Iglesia, Religión y Sociedad”, Historia Social, 35, 1999;
CASTRO ALFÍN, D.: “Cultura, política y cultura política en la violencia anticlerical”, en CRUZ, R. y
PÉREZ LEDESMA, M. (eds.).: Cultura y movilización en la España contemporánea, op. cit., pp. 69-97; DE
LA CUEVA MERINO, J.: “Si los curas y frailes supieran...”La violencia anticlerical”, en JULIA, S. (dir.).:
Violencia política en la España del siglo XX, Tauras, Madrid, 2000, pp. 191-233.
280 REMOND, R.: L ’anticlericalisme en France de 1815 a nos jours, Fayard, París, 1976, p. 57.
281 La cultura republicana entre la que el anticlericalismo contituye una señal de adscripción ha sido
abordada para el “cap i casal” por REIG, R : Blasquistas y clericales. La lucha por la ciudad de Valencia en
1900, Ed. Alfons el Magnánim, Valéncia, 1986 y MAGENTI JAVALOYAS, S.: L ’anticlericalisme
blasquista. Valéncia: 1898-1913, La Xara, Benifairó de la Valldigna, 2000. Para el sexenio republicano hemos
seguido las tesis expuestas por BOSCH, A.: “Agrociutats i anticlericalisme a la II República”, op. cit..
También RIERA SIMEÓN, J.: “Per un intent d’explicació del fenómen anticlerical des de la vessant de la
historia de les mentalitats”, Lauro, 4, 1989, pp. 73-82.
282 ULLMAN, J.C.: La Semana Trágica. Estudio sobre las causas socioeconómicas del anticlericalismo en
España (1898-1912), Ariel, Barcelona, 1972. ROMERO MAURA, J.: « L a Rosa de F u e g o » .
Republicanos y anarquistas: la política de los obreros barceloneses entre el desastre colonias y la Semana
Trágica, Barcelona, Grijalbo, 1975. La clave antropológica en DELGADO, M.: La ira sagrada.
Anticlericalismo, iconoclastia y antirritualismo en la España contemporánea, Humanidades, Barcelona,
1992; Las palabras de otro hombre. Anticlericalismo y misoginia, Muchnik Editores, Barcelona, 1993.
283 Aspectos resaltados en el ejercicio de historia comparada de SALOMÓN CHÉLIZ, M \ P.: “Poder y ética.
Balance historiográfico sobre anticlericalismo”, op. cit. También LA PARRA, E. y PRADELLS, J. (eds.).:
Iglesia, Sociedad y Estado en España en España, Francia e Italia (ss. XVIII al XX), Instituto de Cultura Juan
Gil-Albert, Alicante, 1992. El caso mejicano en DE LA FUENTE MONGE, G.: “Clericalismo y
anticlericalismo en México, 1810-1938”, en CRUZ, R. (ed.): El anticlericalismo, op. cit., pp. 39-65.
185
español no constituye una excepción en la historia europea (aunque sí la
plasm ación más violenta), ni tan sólo en los países católicos . 284
En el prim er decenio del siglo veinte los populism os republicanos
utilizaron la profunda y poliédrica sim bología que llevaba aparejada la crítica
anticlerical para m ovilizar a una parte de la población y atacar directam ente al
sistem a político de la R estauración m ediante uno de sus apoyos más firm es, la
Iglesia C atólica .285 La Valéncia blasquista, el lerrouxism o en Barcelona, el
republicanism o aragonés o el santanderino son casos bastante conocidos .286 A
pesar de la escasez de estudios, todo hace pensar que esta agitación se trasladó a
algunas ciudades m edias (G andia) repitiendo el modelo de las grandes . 287 Esta
agitación anticlerical, finalizada en 1914, term inó por forjar y consolidar una
identidad común anticlerical entre republicanos, anarquistas y socialistas que,
para las dos prim eras fuerzas, ya venía construyéndose a lo largo de la centuria
d ecim o n ó n ica . 288 A sí, la p ro te sta an ticlerical m ás llam ativ a (tum ultos,
asesinatos, incendios...) había sido patrim onio de las grandes ciudades .289
Pero, durante la República, el anticlericalism o traspasó el marco de las
grandes ciudades para deslizarse a las agrociudades y los pueblos. El com ienzo
de la tensión entre secularizadores y clericales estallaría m uy pronto. Si bien el
Vaticano reconoció a la jo v en R epública española aplicando el principio de
“accidentalidad” de las form as de gobierno, siem pre y cuando se respetasen los
derechos y libertades de la Iglesia, los sucesos de m ayo trastocarían estas
relaciones. El 1 de mayo Pedro Segura (Cardenal Prim ado de España) publicaba
284 El aparato metodológico para estudios locales en SALOMÓN CHÉLIZ, M*. R: “La protesta anticlerical,
la punta del iceberg”, en RÚJULA, R y PEIRÓ, I. (eds.).: La Historia Local en la España Contemporánea.
I Congreso de Historia Local Aragonesa, L’Aven^ Barcelona, 1999, pp. 485-500. Una tipología local en
BARRIOS ROUZA, J. M.: “La legislación laica desbordada. El anticlericalismo durante la Segunda
República”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, 12, 1999, pp. 179-224. El déficit de la historia local
valenciana para el período del primer tercio del siglo XX y, en general, de estudios sobre la Iglesia (clero,
“religiosidad popular”, práctica religiosa) han sido obstáculos insalvables.
285 DE LA CUEVA MERINO, J.: “Movilización política e identidad anticlerical, 1898-1910”, en CRUZ, R.
(ed.).: El anticlericalismo, op. cit, pp. 101-125; SUÁREZ CORTINA, M.: “Anticlericalismo, religión y
política durante la Restauración”, en LA PARRA LÓPEZ, E. y SUÁREZ CORTINA, M. (eds.).: El
anticlericalimo español contemporáneo, op. cit., pp. 127-210.
286 REIG, R.: Obrers i ciutadans. Blasquistes i moviment obrer, op. cit. y “Reivindicación moderada del
populismo”, Historia Social, 2, 1988, pp. 37-50. ÁLVAREZ JUNCO, J.: El emperador del Paralelo. Lerroux
y la demagogia populista, Alianza Editorial, Madrid, 1990; SALOMÓN CHÉLIZ, M \ P.: “Anticlericalismo
y movilización política en Aragón (1898-1936)”, Ayer, 41,2001, pp. 189-211 (pp. 190-203); DE LA CUEVA
MERINO, J.: Clericales y anticlericales. El conflicto entre confesionalidad y secularización en Cantabria
(1875-1923), Universidad de Cantabria/Asamblea Regional de Cantabria, Santander, 1994.
287 GARRIDO, S.: El sindicalisme católic a la Safor. CEIC-Alfons el Vell, Gandia, 1987, pp. 61-62.
FRASQUET FAUS, E. y SEVILLA PARRA, L1.:”E1 moviment obrer en una conjuntura revolucionária:
Gandia 1909-1923”, op. cit.
288 LA PARRA LÓPEZ, E.: “Los inicios del anticlericalismo español contemporáneo (1750-1833)”, en LA
PARRA LÓPEZ, E. y SUAREZ CORTINA, M. (eds.).: El anticlericalismo español contemporáneo, op. cit.,
pp. 17-33 (pp.17-125). MOLINER PRADA, A.: “Anticlericalismo y revolución liberal (1833-1874)”,
ibídem, pp. 69-125.
289 PÉREZ GARZÓN, J. S.: “Curas y liberales en la revolución burguesa”, Ayer, 27, 1997, pp. 67-101.
186
una pastoral beligerante contra la R epública y favorable a la M onarquía
(agradeciéndole los “beneficios inm ensos” que había procurado a la Iglesia
C atólica) que se unió a provocaciones m onárquicas en M adrid.
Los acon tecim ien to s de M adrid son b ien conocidos. La v io len cia
an tic le ric a l, d irig id a p robablem ente p o r jó v en es de extrem a izq u ierd a
republicana acom pañados de anarquistas, golpeó al clero regular. Desde el
epicentro de M adrid, la onda expansiva recorrió las principales ciudades
españolas pero tam bién las agrociudades. El Gobierno eludió el envío de unas
fuerzas de seguridad que no estaban preparadas para hacer frente a estos
incidentes sin derram am iento de sangre. La extensión de la violencia anticlerical
daría lugar a la proclam ación del Estado de G uerra el 12 de m ayo . 290
Fue un m ovim iento esencialm ente urbano, pero general a la geografía
española y valenciana. En la com arca la violencia anticlerical tan sólo alcanzaría
a la ciudad de O ntinyent. La sucesión de acontecim ientos fue sim ilar a otras
ciudades. El A yuntam iento aconsejó a las órdenes religiosas el abandono
m om entáneo de sus edificios a la vez que la G uardia Cívica R epublicana vigilaba
los inm uebles, aunque se produjeron pillajes en los conventos de los Padres
Franciscanos, de las Carm elitas D escalzas y de las M onjas de la Pureza y algunos
alborotos callejeros protagonizados por jóvenes: “Pasaban unos grupitos de
jovenzuelos de ambos sexos, y algunos no tan jóvenes, pero de m enos seriedad,
cantando: « L a R epública ha guanyat, la M onarquía ha perdut, ara diuen les
beates ‘aúpa, ara sí mos han fo tu t ! * » ” . 291
En este clim a no es extraño que apareciesen capítulos de propagación de
rum ores m uy sem ejantes al “Terror” cam pesino de la Francia revolucionaria. Por
los pueblos se deslizó el rum or de que partidas provenientes de las ciudades
cercanas (G andia, X átiva y A lcoi) se dirigían a quem ar los edificios religiosos,
provocando su desalojo en A gullent y Benigánim . Los sucesos anticlericales de
mayo destruyeron obras de arte, archivos y bibliotecas de gran valor, aunque no
ocasionaron la m uerte de ningún religioso/a. Sin embargo, y como han apuntado
diversos autores, dejaron su im pronta en la historia de la R epública ya que
alejaron de ella a los sectores católicos m oderados y ahondaron las distancias
entre clericales y anticlericales .292
290 Una descripción de los sucesos en JACKSON, G.: La República española y la guerra civil (1931-1939),
op. cit., pp. 47-52. Una interpretación actualizada en DE LA CUEVA MERINO, J.: “El anticlericalismo en
la Segunda República y la Guerra Civil” en LA PARRA LÓPEZ, E. y SUAREZ CORTINA, M. (eds.).: El
anticlericalismo español contemporáneo, op. cit., pp. 211-301 (pp. 218-222). Para el posicionamiento de la
Iglesia Católica ante el nuevo régimen v. RAGUER, H.: “La «cu estión religiosa»”, Ayer, 20, 1995, pp.
215-240 (pp. 224-228).
291 GIRONES PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 22. En Gandia se vivieron momentos de gran
tensión pero finalmente se evitó el asalto al Palacio de los jesuítas, v. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA
PARRA. Ll.: La IIRepública a Gandia: 1931-1936, op. cit, pp. 151-152.
292 Para Jackson, “(...) los sucesos endurecieron tanto a la Iglesia como a los anticlericales en las posiciones
que ya habían adoptado (...)”, JACKSON, G: La República española y la guerra civil (1931-1939), op. cit.,
p. 51; para Raguer, “(...) los enemigos de la República ya tenían argumentos para persuadir a los católicos de
que la República estaban persiguiendo a la Iglesia.”, RAGUER, H.: “La «cu estión religiosa»”, op. cit., p.
228.
187
Los deseos rep u b lican o s por co n stru ir una sociedad secu larizad a
encontraban la oposición frontal de los católicos más m ilitantes, para los que el
laicism o atacaba frontalm ente a ritos tradicionales de la vida rural, a su
im aginario colectivo más profundo. Cada festividad religiosa se convertía en el
objeto de intensas polém icas locales cuando no de incidentes callejeros. Algunas
veces, las autoridades republicanas con un pasado procedente del liberalism o
dinástico y católicos practicantes, llegaban a una entente entre secularización y
tradición, como en O ntinyent, ciudad en la que se acordó el retraim iento oficial
pero con la libertad de elección de los concejales en la procesión del Corpus de
1931, acuerdo muy criticado desde la prensa católica. La Iglesia C atólica no era
ajena a este clim a de confrontación ya que m uchos párrocos utilizaban el pulpito
para ensalzar la extinta m onarquía y criticar a la República, tal era el caso del
m ilitan te párroco de B ellús o del arcipreste ontiñentino de Santa M aría,
expulsado por el G obernador Civil después de un beligerante serm ón contra la
R epública.
D urante estos prim eros m eses se anunció la repetición de elecciones
m unicipales en aquellas poblaciones en las que habían existido irregularidades
ele c to ra le s o los rep u b lic an o s h u b iesen im pugnado los com icios. Los
rep u b lic a n o s con tem p lab an con tem or el gran núm ero de co n sisto rio s
m o n árq u ico s, gran p arte de ello s conseguidos gracias al em pleo de las
corrupciones electorales restauracionistas. Este proceso electoral se inscribía en
un am biente de progresivo distanciam iento de las fuerzas políticas que estaban
gobernando la República. El resquebrajam iento de la A lianza Republicana había
hecho aflorar distintas concepciones y estrategias políticas. Veamos el estado
organizativo de los principales partidos republicanos en los prolegóm enos de las
elecciones m unicipales parciales.
El Partido liderado por A lcalá Zam ora y M iguel M aura, la D erecha Liberal
R epublicana representaba “ la opción más conservadora de las filas republicanas
en 1931” .293 P retendía captar a conservadores m onárquicos con la intención de
construir un partido portavoz de la derecha, dentro de la República, para alejarla
de las opciones políticas an tirrepublicanas. De este modo el partido fue
engordando con el trasvase de caciques y elites locales que presentaban
candidaturas m unicipales bajo sus siglas. Las únicas Juntas Locales que
conocem os refuerzan esta aseveración. En Castelló de Rugat estaba copada por
antiguos m iem bros de la U nión Patriótica, com erciantes, propietarios agrícolas y
abogados que ingresaron en la DLR en diciem bre de 1930. En M ontitxelvo,
p residida por un gran propietario y cacique local . 294 En su D eclaración de
D epuración (1944) un falangista de M ontaverner anotaba que había pertenecido
a la U nión Patriótica y posteriorm ente a la DLR puesto que “eran lo m ism o pero
cam bió el nom bre ” .295
293 El programa político de la DLR en ARTOLA, M.: Partidos y programas políticos. 1808-1936, op. cit.,
vol. II, pp. 327-329.
294 En Marcha, 8-IV-1931.
295 AMM, sig 546/1, Declaraciones depuratorias de los aspirantes a afiliados. 1943-1944.
188
En otras poblaciones el partido contaba con m iem bros de profesiones
liberales que se habían deslizado durante la D ictadura hacia el republicanism o,
como A ndrés Arnau, médico de 1*O llería y delegado político en el partido de
A lbaida o Vicente A lbelda, médico y presidente del com ité de Aielo de M alferit,
p erso n a que había encabezado la m an ifestació n que celebró el triu n fo
republicano en abril. En O ntinyent se organizó con el liderazgo de B autista
Tortosa, el industrial textil más im portante, y su yerno Antonio Vidal.
Un prototipo rural de los apoyos del centro republicano puede ser el padre
de V icente Pardo de la Pobla del Duc. Em igrante posfiloxérico, consiguió reunir
una m ediana propiedad agrícola y establecerse como próspero com erciante
m ayorista de granos. Con casa propia en el pueblo, envió a sus hijos varones a
estudiar a colegios religiosos, aunque él m ism o tan solo cum plía con los
preceptos católicos los días de fiestas patronales . 296
La DLR tam bién buscó la confluencia obrera. En B ocairent el m édico
M artín Calabuig creó un centro adscrito a la DLR en el que se inscribieron un
gran núm ero de obreros socialistas y anarquistas . 297 El Comité local dirigido por
M artín Calabuig presionó al ayuntam iento m onárquico para retirar los signos
externos m onárquicos (nombres de calles, cuadros del Rey en el salón de
sesiones) a la vez que se erigía en portavoz político de la clase obrera . 298 En
definitiva, se trataba de un partido con una im pronta m esocrática que no llegó a
ser un partido de m asas .299
Por la izquierda republicana, el Partido R adical-Socialista fundado en
1929 por M arcelino Domingo, Alvaro de A lbornoz y Eduardo O rtega y G asset,
venía a ser la translación del radicalism o francés con la confluencia del
radicalism o burgués y esencias socialistas. En Valéncia nació en mayo de 1931
fruto de una escisión izquierdista del PURA, liderada por Fernando Valera, Pedro
Vargas y el alcoyano Juan Botella Asensi. La ruptura apenas afectó a la com arca,
como lo dem uestran los telegram as de adhesión al partido blasquista expedidos
por las distintas Juntas M unicipales del PURA aparecidas en El Pueblo. Tan sólo
tenem os constancia de la creación de agrupaciones locales en A lbaida y en el
pequeño pueblo de Pinet en el que llegaron incluso a presentar una candidatura a
los com icios m unicipales p arciales . 300
El h istó rico blasquism o era la fu erza p o lítica num éricam ente m ás
im portante del campo republicano. Su rápida im plantación durante los últim os
m eses de 1930 y los prim eros de 1931 no puede ocultar el hecho de que
prácticam ente no tenía presencia alguna en la com arca con anterioridad a la
189
República lo que lleva a suponer que en muchas de estas localidades la formación
de Juntas M unicipales respondía al trasvase de las elites locales. Para este
partido los comicios de mayo debían refrendar su papel hegem ónico en el
re p u b lic a n ism o v a len c ia n o frente a sus “ e n e m ig o s ” de la d e re ch a (los
“m onárquicos em boscados” de la DLR) y de la izquierda (los “ped an tes” del
PRRS). Los socialistas, muy m inoritarios, tan sólo presentaron candidatura única
en Albaida. Por contra, los m onárquicos todavía estaban sum idos en el estupor
del triunfo republicano sin un partido que los uniese. Sus votos se dirigieron
hacia la DLR, más próxim a ideológicam ente, (v. Cuadro núm. 18):
Cuadro núm. 18
190
De las pervivencias caciquiles y de la dinám ica política de muchos
m unicipios es un ejem plo la población de M ontitxelvo. La polarización social en
torno a la gestión de uno de los alcaldes de la D ictadura llevó a la división entre
los dos sectores en torno a la DLR y al PURA, acusándose ambos de actuaciones
caciquiles: am enazas de desahucios, repartos de ropa y dinero, amenazas de
increm entos en la M atrícula Industrial y despidos de trabajadores. Así, en unos
m eses y a pesar de las denuncias de los m inoritarios republicanos, el caciquismo
se había apoderado de la política local, alim entando desde las form aciones
políticas republicanas las querellas caciquiles y fam iliares de antaño, muy
especialm ente en torno a la utilización de los acuíferos, en un térm ino m unicipal
que estaba conociendo la im plantación progresiva del naranjo y el arranque
paulatino del viñedo de secano .301 Con los resultados de las m unicipales de
m ayo, el m apa de las m ayorías m unicipales de la com arca se agrupa en el Cuadro
núm. 19.
Cuadro núm. 19
301 AMMO, legajo sin clasificar, Expediente General de la Elección de Concejales, 31-V-1931.
302 Al parecer una parte de los concejales socialistas se pasaron al PURA y el partido los expulsó. RS, 31-
III-1933.
191
LO C A L ID A D E S M EN O R ES DE 1.000 H ABITANTES
M ayoría republicanas................... 7
M ayoría PU RA ............................... 6
M ayoría m onárquica.....................3
M ayoría D LR..................................3
M ayoría PRR S................................1
FUENTE: AGULLÓ DÍAZ, Ma. C. y JUAN REVERT, R.: “Notes sobre les eleccions
municipals a la Valí d’Albaida durant la Segona República (1931-1936)”, op. cit., p. 83.
Los republicanos dom inan los principales núcleos urbanos de la com arca
y las pequeñas localidades que se esparcían por la geografía de la Valí d ’A lbaida.
Los consistorios más derechistas aparecen en el Partido de O ntinyent, con la
excepción de Aielo de M alferit. El m apa político se distribuye en tres grupos:
c) M ayorías del PURA: pueblos pequeños, gran parte de ellos sin tradición
republicana, prototipos del caciquism o republicano.
303 Según la hipótesis de BEN-AMI, S.: Los orígenes de la Segunda República española: anatomía de una
transición, op. cit, pp. 371-378.
192
2.2.4. La Valí d'Albaida se reafirma en su republicanismo. Las elecciones
constituyentes de junio de 1931
193
En Valéncia la guerra entre el PURA y el DLR se había desencadenado
desde las elecciones m unicipales p arciales de m ayo, agravándose con la
d estitu ció n de Juan C alot (G obernador C ivil) por M aura, M inistro de la
G obernación, y uno de los líderes de la derecha republicana. Esto conllevó la
negativa del PURA a coaligarse con la DLR. Lo que verdaderam ente subyacía en
esta polém ica era la disputa por el espacio de la derecha m ás o m enos
republicana, mucho más que las acusaciones a la DLR de ser un partido que
aglutinaba a ex-m onárquicos (el PURA ya había comenzado a absorber sectores
del liberalism o dinástico). Con los radical-socialistas la problem ática era sim ilar:
la disputa por el espacio de la izquierda se inició tras abandonar Fernando Valera,
una de las más firm es prom esas del blasquism o, el PURA. Para tratar de aislar y
aniquilar a un partido que se m ostraba pujante, el PURA censuró al PRRS en las
listas de la A lianza R epublicano-S ocialista . 307
De este m odo, en la circunscripción de V alencia-provincia se presentaron
cuatro listas electorales: la A lianza R epublicano-Socialista; la D erecha Liberal
Republicana, los radical-socialistas y los católicos-jaim istas. La A lianza de
Izquierdas se com ponía de seis candidatos blasquistas, dos del Partido Socialista
y del Partido Republicano Liberal D em ócrata (PRLD), respectivam ente. Este
partido era el continuador del Partido R eform ista de M elquíades A lvarez, apenas
im plantado m ás allá de A sturias (gran burguesía asturiana) y Salam anca
(cam pesinos acom odados ) . 308 Su inclusión en la A lianza R epublicana se debía al
apoyo de Lerroux. Como quiera que el PURA ya giraba en la órbita del Partido
R adical, sirva como ejem plo que auspiciaba la candidatura de A lejandro Lerroux
en V aléncia-capital. El propio Lerroux defendió la inclusión del PRLD, un
partido centrista de notables, en la coalición . 309
Por la derecha destaca la abstención de la D erecha R egional Valenciana
ante el tem or de que un nuevo fracaso electoral im posibilitase la política
aglutinadora de la derecha defendida por el equipo de Luis Lucia, y de que las
fuerzas derechistas se instalasen definitivam ente en partidos como la DLR. Por
las m inorías, una candidatura católico-jaim ista. Por últim o, el abogado Enrique
G arcía Torres, un candidato independiente, que se presentaría bajo las siglas de
Izquierda R adical A graria en noviem bre de 1933.310
La cam paña electoral se desarrolló sin incidentes. En A laquás se anuló un
m itin de la DRV después de la agresión de los oradores, suceso em pleado por
Luis Lucia para ju stific ar públicam ente su abstención y aconsejar a sus electores
votar a los jaim istas. Esta beligerancia contra la DRV fue palpable en algunas
307 Estos procesos en FRANCH I FERRER, V.: El Blasquisme: Reorganització i conflictes polítics (1929-
1936), op. cit., para la DLR las pp. 112-117; para el PRRS las pp. 108-111 y 131-150.
308 tu N Ó N DE LARA, M.: La España del siglo XX, Laia, Barcelona, 1981, p. 398.
309 Para esta partido cfr. IÑIGO FERNÁNDEZ, L.: “El Partido Republicano Liberal Demócrata 1931-1935.
Aspectos ideológicos y programáticos”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie V, 8, 1995, pp. 141-178.
3 *° La formación de candidaturas y el proceso electoral valenciano en AGUILÓ LUCIA, L.: Las elecciones
en Valencia durante la Segunda República, Cátedra F. Furió/Facultad de Derecho de la Universidad de
Valencia, Valéncia, 1974.
194
ciudades. En G andia la perm isividad de la alcaldía perm itió reiteradas am enazas
republicanas contra los derechistas . 311
En la Valí d 'A lb aid a la cam paña electoral se centró en los núcleos más
im portantes. La DLR buscó el apoyo de los m edianos propietarios vitícolas y del
electorado liberal. Por ejemplo: el Círculo U nión Liberal de O ntinyent reclam ó
el voto para esta form ación. La disparidad de candidatos de la A lianza de
Izquierdas ocasionó algún altercado, como el abucheo socialista en B ocairent a
los candidatos blasquistas y del PRLD en un m itin en que intervenían tres
candidatos de la coalición, que term inó con su suspensión . 312 En O ntinyent unos
días antes se había producido la creación de un C írculo Republicano Radical
Socialista, escisión encabezada por el concejal Pedro Dasí, m otivada por la
pretensión radical-socialista de erigirse en el partido portavoz y defensor de la
clase obrera anarquista, arrebatando el papel de representante de la izquierda
republicana al histórico radicalism o que com enzaba a adm itir a antiguos
m onárquicos.
Los índices de votación se situaron en un 73% para el partido de A lbaida
y un 78,16% para el de O ntinyent. Así pues, la com arca se sitúa por encim a de
los parám etros provinciales de votación, un 73,04% según datos de la D iputación
de Valéncia, y de los estatales (70%) que certifican una elevada participación
ciudadana. A penas tenem os datos locales de nivel de votación. Posiblem ente fue
m ayor en las localidades más grandes y descendió en las pequeñas . 313
La sociedad civil se encontraba en una m area de m ovilización m asiva que
parecía estar arrum bando el secular caciquism o de la com arca con el apoyo
decidido en las urnas a las opciones republicanas. Pero en la Valí d ’A lbaida, las
constituyentes de ju n io no fueron “unas elecciones de transición”, según la
caracterización de Tusell, más propia de grandes núcleos urbanos que para una
parte significativa de las zonas rurales en las que el caciquism o pervivía en
nuevas siglas.
311 El debate interno de la DRV se puede seguir en VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana (1930-
1936), op. cit, pp. 95-99. Para los incidientes que provocaron la anulación del mitin, cfr. ALOS
FERRANDO, V.: Reorganización, supremacía y crisis final del blasquismo (1929-1936), Ajuntament de
Valencia, Valéncia, 1992, p. 86.
312 La versión manipulada del alcalde monárquico culpaba a caciques monárquicos del incidente. AMB, C
408, Correspondencia 1931-1932, oficio de 3-VI-1931.
313 Para Gandia, cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, L.: La IIRepública a Gandia: 1931-
1936, op. cit.. Para Alzira, cfr. ROVIRA GRANERO, M \ P.: Mobilització Social, canvi polític i revolució,
op. cit., pp.155-156. Para Ontinyent, cfr. LENDOIRO SALVADOR, J.: “Sociología electoral en Ontinyent
durante la 2a República”, en TALENS, J. y CASANOVA, E. (eds.): Actes del Primer Congrés d ’Estudis de
la Valí d ’Albaida, op. cit., pp. 427-443 (p. 433). Para la Valí d'Albaida cfr. GANDIA CALABUIG, J.: “Les
eleccions generáis en la Valí d'Albaida durant la Segona República (1931-1936)”, Alba, 8, 1993, pp. 87-95.
195
C uadro núm . 20
196
LOCA LIDA D DLR PRRS PT ALIANZA DE IZQ UIERD A S
PRLD 3,02
M ontitxelvo 56,78 12,71 0,2 PSOE 6,08 AI 27,29
PURA 18,19
Otos s/d s/d s/d s/d
PRLD 12,24
Palom ar 0,66 36,99 0,78 PSOE 12,18 AI 61,57
PURA 37,15
PRLD 9,91
Pinet 30,27 20,18 0 PSOE 9,91 AI 49,55
PURA 29,73
PRLD 20,11
La Pobla del Duc 9,65 24,28 1,47 PSOE 13,26 AI 64,6
PURA 37,48
PRLD 2,16
Q uatretonda 16,79 78,82 0,21 PSOE 0,31 AI 4,18
PURA 1,71
PRLD 7,22
Ráfol de Salem 27,57 0 0,10 PSOE 14,45 AI 65,02
PURA 43,35
PRLD 0
Rugat 39,67 0 6,88 PSOE 13,77 AI 49,64
PURA 35,87
PRLD 0
Salem 43,04 3,65 0,88 PSOE 8,68 AI 43,4
PURA 34,72
PRLD 20
Sant Pere 0 0 0 PSOE 20 AI 100
PURA 60
PRLD 4,77
Terrateig 51,4 0,93 0 PSOE 9,53 AI 41,91
PURA 28,6
Partido Judicial de Ontinyent.
PRLD 5,14
Aielo de M alferit 51,29 14,76 1,18 PSOE 12,22 AI 32,77
PURA 15,41
PRLD 2,68
Bocairent 36,08 28,14 7,68 PSOE 16,69 AI 28,10
PURA 8,73
PRLD 11,53
Fontanars 36,8 0 8,02 PSO E11,53 AI 68,92
PURA 45,86
O ntinyent PRLD 6,49
3,84 58,36 5,22 PSOE 6,76 AI 32,58
PURA 19,33
197
TOTALES DLR PRRS PT ALIANZA DE IZQUIERDAS
PRLD 6,05
La Valí d ’Abaida 24,7 35,55 3,9 PSOE 8,43 AI 35,84
PURA 21,36
FUENTE; Elaboración propia a partir del 30PV. Para Beniatjar y Castelló de Rugat v.
El Pueblo, 10-VII-1931. Los datos por distritos, en ADPV, A.3.1.12, vol 30, Memoria
de la Diputación Provincial de Valencia.
314 Aielo de Rugat con el 5,53%, Rugat con el 3,8; Bélgida con el 5,66; Salem con un 8,68%, Terrateig con
el 4,77; Montitxelvo con el 3,02% y el Ráfol de Salem con un 7,32%.
198
configuraron como zonas de claro predom inio republicano en contraposición al
socialism o de la m itad sur . 315 Las Cortes C onstituyentes resultantes de estas
eleccio n es que debían red actar la C o n stitu ció n de la R epública estaban
com puestas, según las estim aciones de Javier Tusell, por una clara m ayoría
republicano-socialista . 316 El voto antirrepublicano apenas sum aba 30 diputados
(A cción N acional, Renovación Española y tradicionalistas) sobre 470. La
derecha antirrepublicana desaparecía del m apa político.
Con estos resultados Santos Juliá plantea que “o los votantes de derecha
se habían convertido tam bién en su m ayoría al republicanism o, o sencillam ente
no encontraron otras opciones de derecha disponible ” .317 El núm ero de diputados
republicanos y socialistas estaba sobredim ensionado respecto a su verdadero
apoyo popular. Para estas fuerzas p o líticas, España era m ayoritariam ente
republicana, y adjetivando, de izquierdas. Esta sería una cuestión determ inante
en la elaboración de una nueva Constitución.
199
local en las poblaciones en las que los republicanos no habían conseguido la
alcaldía, influenciada directam ente por las relaciones fam iliares/clientelistas,
establecía unas coordenadas continuadoras de la R estauración que exasperaba a
los republicanos, más aún cuando en estos pueblos los antiguos caciques locales
se habían transm utado en los centros locales de la DLR o del PRRS.
A sí había ocurrido en A lfarrasí y M ontaverner, lugares con am plia
p resencia del arrendam iento y de la ocupación fem enina en la industria textil de
M ateo M artí. Sobre este personaje, en su peculiar estilo directo, agresivo y
p e rso n alista , el diario b lasq u ista cen traría sus ataques más directos. En
M ontaverner, los m onárquicos encabezados por M ateo M artí habían colaborado
eficazm en te con la U nión P atrió tica de Prim o de R ivera, p ara p asar
posteriorm ente a designar su casino bajo las advocaciones de Unión M onárquica,
U nión A utonom ista, en abril Centro Republicano Federal, unas semanas después
D erecha R epublicana para pasar en ju n io a Casino Republicano R adical-
S ocialista. Los m onárquicos enm ascarados en la DLR celebraron su triunfo
corriendo un toro por el pueblo con un lazo negro sobre el cuerno izquierdo,
sím bolo de sus artim añas electorales, llegándose a repartir el M anifiesto del
ultrad erech ista doctor A lbiñana en el casino de la DLR.
En esta población, como en las que los republicanos “de aluvión” habían
conseguido triunfar en las urnas, los blasquistas se quejaban de que el cambio de
régim en no se dejaba sentir: no se había cam biado el nom bre de las calles y el
A yuntam iento co n tin u ab a subvencionando las fie stas del C risto de la
P acien cia .318 En A lfarrasí, el alcalde, ex-upetista y m iem bro de la DLR, se
dedicaba a intim idar a la clientela del barbero, afiliado al PURA. Los blasquistas
acusaban de que el pueblo estaba som etido al caciquism o de su alcalde y del
secretario m unicipal que im pedían una auditoría de la gestión m unicipal desde
1923.319
La adscripción nom inalista de casinos, círculos o com ités locales a
partidos políticos debe ser objeto de un profundo análisis desde la perspectiva
local, ya que m uchas veces tan sólo encubren grupos locales de presión. Al
ejem plo anteriorm ente expuesto de M ontaverner añadim os entre otros, por ser el
más significativo, el caso de Pinet. Aquí los concejales presentados como
m onárquicos el 12 de abril, representaron a la DLR en las m unicipales de mayo
y pidieron el voto para los radical-socialistas en las constituyentes . 320
La im plantación de la R epública había alterado el poder político de los
pueblos y en alguna m edida las relaciones laborales, pero no decisivam ente. Las
elites locales tuvieron fácil acom odo en la DLR, el PURA, y, en m enor grado, en
los radical-socialistas. Las m ism as que posteriorm ente engrosarían la Derecha
R egional Valenciana. En este sentido, A ntonio C azorla crítica la percepción de
las form aciones políticas derechistas los años republicanos como partidos con
“una cohesión interna, inm utabilidad y, sobre todo, una estructuración de tipo
200
m oderno, funcionalista”, sino, más bien, partidos form ados con “las redes de
patronazgo-clientelism o de tipo caciquil ” . 321 A ntonio Robles Egea ha definido la
pervivencia del caciquism o en partidos político antirrepublicanos pero tam bién
republicanos, como un “clientelism o de partidos, o burocrático subalterno” , por
el que los antiguos caciques continuaron con su dom inio de la vida pública a
través de su introducción en los nuevos partidos p o lítico s . 322
En estos prim eros m eses de República, estas contradicciones afloraban en
las pequeñas poblaciones que habían perm anecido en un profundo letargo. Era
una nueva dinám ica política establecida gracias a los cauces dem ocratizadores
que supuso la República, pero todavía revestida de m aneras y m odos de la “vieja
p o lítica” restauracionista. En Otos, el ayuntam iento republicano de abril había
destituido al secretario m unicipal involucrado en fraudes electorales, pero
después de mayo había sido repuesto en su cargo por el alcalde de la DLR, que a
su vez era el recaudador de la contribución .323
En B eniatjar el alcalde blasquista prohibía el funcionam iento de la radio
con altavoz del Círculo de la DLR, m ientras que era acusado de ejercer una
“sem idictadura”, ya que no sólo había destituido al cobrador de arbitrios, sino
que había nom brado a sexagenarios para el cargo de guardas rurales con el fin de
perseguir a los m ilitantes del PRP (antes DLR). Incluso el diario Las Provincias
acogió en sus páginas la polém ica planteada en este pequeño pueblo sin pasado
estridente en torno a la función que debía desem peñar la adm inistración
pú b lica . 324 En Bélgida el alcalde blasquista no perm itía a los concejales de las
m inorías intervenir en los plenos conm inados por la presencia de m atones,
castigando económ icam ente al m édico titular y al em pleado telefónico por no
pertenecer al PURA, entre otras actuaciones despóticas. La enum eración de las
actuaciones caciquiles y arbitrariedades m unicipales alcanzaría a gran parte de
las poblaciones de la com arca . 325
El blasquism o había nacido y crecido de un modo extraordinario por el
espacio com arcal. Entre 1930 y 1931 contaba con centros, círculos o casinos en
todas las poblaciones de la Valí, desde su capital hasta los pequeños núcleos
m enores de 500 habitantes. Coincidim os con R. Valls en que “la reorganización
em prendid a por los b lasq u istas desde p rin c ip io s de 1930 no ex p lica
suficientem ente, en nuestra opinión, el predom inio del blasquism o en las
elecciones generales de junio de 1931, si a esta reorganización no se le une el
supuesto apoyo recibido de los caciques locales, tal como DRV enunciaba
321 CAZORLA SÁNCHEZ, A.: “La vuelta a la historia: caciquismo y franquismo”, Historia Social, 30,
1998, pp. 119-133 (pp. 120-121).
322 ROBLES EGEA, A.: “Sistemas políticos, mutaciones y modelos de las relaciones de patronazgo y
clientelismo en la España del siglo XX”, dentro de “El clientelismo de partidos en un sistema democrático”,
pp. 244-253 (p. 248), en ROBLES EGEA, A. (comp.).: Política en penumbra. Patronazgo y clientelismo
políticos en la España contemporánea, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1996.
323 EP, 26-VÜ-1931, l-V m -1931 y 10-IX-1931.
324 LP del mes de agosto. La polémica se dio por zanjada el 21-VIII-1931.
325 ERS, 27-1-1932.
201
repetidam ente ” . 326 Por ejem plo, a finales de ju lio , el C írculo de Unión Liberal de
O ntinyent, según acuerdo de la Junta G eneral, pasaba a ser C írculo R epublicano
en la órbita blasquista.
Las Juntas M unicipales y D irectivas del partido y de sus casinos, círculos
y centros publicados en El Pueblo nos han perm itido radiografiar los grupos
sociales que se incardinaron en el proyecto blasquista en los prim eros años de
R epública . 327 En general predom inan los labradores, obvio en poblaciones
predom inantem ente agrícolas. D iferenciados de jo rn alero s y m uy pequeños
propietarios/arrendatarios ya que no necesitaban em plearse como mano de obra
asalariada ni em igrar tem poralm ente, pero tam bién de los grandes propietarios e
industriales, en sus rentas, gastos suntuarios, m odos de vida y posibilidades de
in fluir en sus m icrosociedades. Junto a los labradores es destacable la tendencia
a la presencia del pequeño com ercio local (sector totalm ente alfabetizado,
receptor de la prensa provincial), la clase m edia de los pueblos agrícolas.
Al m ism o tiem po, observam os las in cru stacio n es de los pequeños
industriales locales, de los propietarios agrícolas poseedores de alm azaras,
bodegas y al m ism o tiem po com erciantes de productos agrícolas. En B eniatjar los
dos únicos m iem bros de la ju n ta de 1934 localizados eran los dos m ayores
contribuyentes por rústica y por industrial. En las localidades con una m ayor
tradición republicana docum entada desde principios de siglo (la Pobla del Duc,
Q uatretonda, Llutxent, Benigánim ) es constatable un núm ero apreciable de
jornaleros. En las capitales de los partidos ju d iciales, una estructuración de las
directivas con una m arcada tendencia m esocrática más alejada de las actividades
agrícolas. En A lbaida, preem inencia de las actividades com erciales locales. En
O ntinyent de profesiones liberales, pequeña burguesía e industriales. En resum en
un partido in terclasista pero m arcadam ente m esocrático. Esta estructuración
indica un m ayor carácter de acom odación caciquil en las pequeñas poblaciones,
m ás escorado hacia la izquierda en los pueblos con presencia jo rn a le ra y centrista
en A lbaida y O ntinyent. En estos prim eros años, hasta que la lucha de clases
em ergió con m ás fuerza y el blasquism o se alió descaradam ente con la derecha
“ a c c id e n ta lista ” , com o han relatado div erso s en tre v ista d o s, los casinos
blasquistas eran centros de reunión de los trabajadores socialistas.
Es más destacable el apoyo m anifiesto al blasquism o com o representante
de un reform ism o político-social, partido m odernizante alejado de la derecha
católica y del radicalism o pequeño burgués radical-socialista, por parte de una
serie de industriales com arcales, y en general por otros en la provincia, como la
fam ilia Silvestre de A lbaida, industriales de una de las m ayores fábricas cereras
de la provincia y grandes propietarios agrícolas, ligada por lazos de am istad
personal con las principales figuras políticas del partido com o Juli Just. Su
residencia habitual, situada en la calle M ayor de A lbaida, resaltab a respecto a los
326 VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana. (1930-1936), op. cit., p. 92.
327 La información recogida ha sido extraída de la diversidad del organigrama funcional del partido. Gran
parte son datos de las Juntas Municipales, en otros casos del Comité Político, del Casino o del Círculo
Republicano Autonomista. En Albaida hemos podido documentar tanto la Junta Municipal como la Junta
Directiva del Centro Republicano Autonomista y no se observan divergencias en la composición de ambas.
202
antiguos palacetes de la nobleza y las oligarquías locales ya que fue encargado a
principios de siglo a un arquitecto catalán que diseñó una fachada neogótica y
m odernista.
En O ntinyent el trasvase de significativos com erciantes, industriales y
profesionales que provenían del liberalism o dinástico fue m ayor, evolución
general al resto del País Valenciano. Así, grandes contribuyentes (Alfredo
Tortosa, José Sem pere, Francisco L linares, José Sanz o Joaquín A ntuña)
ingresaron en el PURA entre finales de la dictadura y los prim eros m eses de la
República. C ontaba con significativos m ilitantes como el gran industrial José
Sanz D elgado de M olina, m iem bro de una de las más im portantes fam ilias de la
ciudad que p articip ó activam ente en actos electorales b lasq u istas de las
elecciones de noviem bre de 1933. En l ’O lleria, Rosendo A lbiñana, propietario de
la m ayor industria vidriera, era un entusiasta blasquista.
Como han señalado diversos autores, el blasquism o pretendió representar
los intereses citrícolas y en general, de la agricultura de exportación, aunque
nunca tuvo una política agraria definida. Cuando llegó a tenerla coincidió
plenam ente con la ideología agrarista de la derecha católica, defensora de los
intereses de los propietarios agrícolas y com erciantes de la agricultura de
exportación. Esta indefinición de propuestas económ icas es propia de los
partidos republicanos históricos (PRR, PURA, federales) más preocupados por
cuestiones p o líticas que por la asunción de los intereses particulares.
En este sentido encontram os una de las características del blasquism o
republicano, en palabras de Ram ir Reig: “superar el regionalism o de la derecha
con dem agógicas reivindicaciones agraristas (...) un proyecto que, por decirlo en
su lenguaje afrancesado, era girondino y jacobino, al m ism o tiem po .” 328 Su
postura respecto a otros productos agrícolas de exportación apenas aparece
esbozada. En diciem bre de 1931 se convocaba una A sam blea en la Casa de la
D em ocracia blasquista de la capital valenciana con el título “N uestro partido y
el problem a agrario”. Por el partido albaidense acudieron blasquistas de once
poblaciones, m uy activos en la ponencia que debía discutir la problem ática de los
productos agrícolas de secano (aceite, vino, algarrobas y cereales). Ya hemos
visto que el blasquism o com arcal tenía su principal base social entre los
labradores m edios y para estos era, según la intervención de Juan M ontaner,
representante del PURA de M ontaverner, se señalaba de “prim ordial necesidad
(...) cuanto antes de rebajar en lo posible la excesiva contribución sobre la tierra,
ya que ello redunda directam ente en los intereses agrarios valencianos ” .329
D esde 1930, el blasquism o valenciano había tejido una am plia red
aso ciativ a (casin o s, círculos recrea tiv o s) en casi todas las localidades.
C om parativam ente con otras fuerzas p o líticas apenas tenem os constancia
docum ental de sus actividades diarias y de su núm ero de afiliados: en 1932, los
328 REIG, R.: “Las alternativas republicanas en el período de entreguerras”, en PIQUERAS, J.A. y CHUST,
M. (comps.).: Republicanos y repúblicas en España, Ed. S. XXI, Madrid, 1996, pp. 231-267 (p. 266).
329 EP, 18-XII-1931.
203
blasquistas de O ntinyent afirm aban contar con 230 afiliados, Ráfol de Salem
reunía 81 afiliados y 84 afiliadas y Fontanars tenía 150.330
La denuncia continua de los republicanos, y en m enor m edida de los
socialistas contra las pervivencias caciquiles fueron una constante de la política
del bienio azañista. Esta teorización, expuesta por A urora Bosch, ha sido
dem ostrada para la Valí, pero necesita de una tam ización. Los republicanos
tam bién participaban en esta política caciquil, ya que algunos de ellos eran
caciques reconvertidos, y en m uchos casos, el legado restauracionista era
dem asiado poderoso para sustraerse a él. En las pequeñas localidades de la
com arca, el propietario de la alm azara, de la bodega, de una m ayor cantidad de
tierras o de las industrias locales, em pujaba a una parte de la población conectada
a él por lazos labórales, de dependencia económ ica (arrendatarios, usura) o
fam iliar, a apoyar una form ación política. Así, el fantasm a del caciquism o que la
R ep ú b lica re g e n e ra c io n ista p reten d ía aniquilar, se transform ó en m uchas
ocasiones en un caciquism o nom inalm ente republicano.
En este marco de cambio social que significó la R epública, en el que era
m ás necesario que nunca la consecución del poder m unicipal para preservar
p riv ileg io s y el orden sociocultural hegem ónico del em puje republicano-
socialista, afloró la subordinación política interesada de capas del cam pesinado
que se había ido cim entando en el proceso revolucionario de destrucción del
A ntiguo R égim en . 331 Sólo así se pueden entender con plenitud las desviaciones
de voto de las elecciones, así como la cam biante realidad política, nacidas del
transvase político de los principales caciques locales que arrastraban a fam ilias
ligadas a ellos por lazos de dependencia económ ica, por tradición social o
sim plem ente porque el cacique agrupaba una serie de intereses com unes, como la
distribución de los acuíferos, una actividad transform adora de la agricultura
(m olino, bodega, alm azara) m ejor gestionada que atraía a un m ayor número de
agricultores, m ayor flexibilidad en la negociación del arrendam iento, etc.
Tras las C onstituyentes se había producido un realineam iento de las
fuerzas políticas. Se hace necesario pues, situar el devenir de cada partido entre
ju nio y las elecciones parciales de octubre, que supusieron el prim er cam bio en
la evolución de las conform aciones políticas.
El Partido R adical-S ocialista se había expandido desde sus núcleos de
A lbaida/O ntinyent hacia las localidades del partido albaidense más izquierdistas
respaldado por el sindicalism o socialista o anarquista. De hecho, habitualm ente,
la m ilitancia era com partida entre la UGT y el PRRS. Por la derecha republicana
la escisión de la DLR en dos conform aciones políticas: el Partido Republicano
P rogresista de A lcalá Zam ora y el Partido Republicano C onservador de M iguel
M aura, más derechista repartió los dos nuevos partidos en la geografía com arcal
según la dirección adoptada por los líderes locales. En general predom inó la
adscripción al PRP. El único caso singular fue Benigánim que m antuvo el deseo
204
de continuar en un partido político que encarnase a la derecha liberal republicana
frente a la nueva derecha em ergente. Así, la agrupación local declaraba que
adoptaba estas siglas, “para no confundirse con la DRV” . 332 0 tra s agrupaciones
(A ielo de M alferit, M ontitxelvo y Pinet) continuaron bajo al advocación de DLR
hasta 1935, a pesar de su desaparición.
La ausencia de una verdadera vida política en estos centros puede ser una
explicación. El fracaso del partido en las elecciones de ju n io , junto a la
incapacidad por construir una derecha republicana, fueron factores decisivos en
la ruptura y desaparición de la Derecha Liberal. La finalización de su carácter
gubernam ental supuso la pérdida de una parte de las elites locales que apoyaban
esta opción conservadora con capacidad de poder. Desde la escisión, estas
fu erzas locales b u scarían una form ación p o lític a que rep re se n ta ra sus
intereses . 333
La D erecha Regional Valenciana representaba el espacio de la derecha no
republicana asentado sobre el substrato carlista (A gullent). En el verano de 1931
se produciría el prim er intento de unificación de este sector en O ntinyent bajo las
siglas de A cción Social R egionalista, partido que unía regionalism o valencianista
y un program a so cia l-cató lico de m arcado m u n icip alism o que reu n ía a
tradicionalistas, regionalistas y católicos . 334 A cción Social prefiguró los trazos
ideológicos y de com posición política de la D erecha R egional Valenciana en la
ciudad.
Con esta reform ulación del m apa político, los com icios parciales del
cuatro de octubre convocados para la elección de un acta de diputado duplicada
en ju n io de 1931 diseñaron un nuevo m arco en la p o lítica valenciana. Luis Lucia,
el líder de la DRV, realizó una fuerte apuesta en estos com icios con el objetivo
de constituirse en el principal partido de la derecha que absorbiese todas las
fuerzas conservadoras y católicas: tradicionalistas, caciques restauracionistas y
católicos conservadores. La cam paña fue anodina pero se vio gravem ente
alterada por los sucesos de A lcudia de Carlet, en los que pistoleros blasquistas
dispararon contra radical-socialistas con el resultado de un m uerto y varios
heridos. En la Valí el único incidente fue la detención del canónigo Elias Olmos
acusado de “actividades antirepublicanas” tras realizar un violento serm ón
antirrepublicano en la Iglesia Parroquial de Salem, suceso muy com entado en las
poblaciones de la com arca, según testim onios o rales . 335
332£ w ;3 0 -v n -1 9 3 1 .
333 DV, 4-VII-1931. Aunque no en todas las poblaciones la DLR era un refugio de monárquicos. Por
ejemplo, en Gandía, estuvo compuesta en un principio por jóvenes ligados a las profesiones liberales y al
comercio de exportación, con un claro pasado liberal y antidictatorial. V. CALZADO ALDARIA, A. y
SEVILLA PARRA, Ll.: La II República a Gandía: 1931-1936, op. cit., p. 136. Un estudio del centro
republicano desde el discurso emitido por la prensa en DE JUANA, J.: La posición centrista durante la II
República (El periódico AHORA 1930-36), Santiago de Compostela, Servicio de Publicaciones de la
Universidad, 1988.
334 El nuevo partido tenía unos antiguos fundamentos. En 1908 se había fundado en Ontinyent la Joventut
Valencianista, un partido regionalista y católico. En 1918 se sumó al llamamiento de la Unió Valencianista
Regional de Ignacio Villalonga y Joaquín Reig. v. CUCÓ, A. y BLASCO, R.: El pensament valencianista
(1868-1939): Antología, Ed. La Magrana, Barcelona, 1992, pp. XLII-IL.
335 EMV, 30-VU-1931.
205
La votación en ambos partidos judiciales (A lbaida con un 62,57% y
O ntinyent con un 68,99% ) volvió a ser elevada en com paración con la media
provincial (59,13% ), posiblemente por un aumento de la participación de los
electores derechistas atraídos por la aparición de la DRV. Con todo, la abstención
aumentó en la com arca y en la provincia por el cansancio del cuerpo electoral
después de tres com icios en apenas tres meses.
Cuadro núm. 21
206
P a rtid o Ju d ic ia l de O ntiny ent
Partido Judicial
33,37 18,09 14,32 23,87 10,34
de A lbaida
Partido Judicial
25,78 13,58 33,38 18,91 8,35
de O ntinyent
207
G arcía G uijarro. Sin em bargo, entre el centro derecha y la derecha sumaban más
de un 38% del electorado, apenas unos meses después de las constituyentes en
que había alcanzado un tercio de sufragios.
En O ntinyent los radical-socialistas sufren un fuerte descenso de votos
que se desvían hacia el PURA (32,55% ) consecuencia de la cam paña anticlerical
del PRSS en una ciudad em inentem ente católica, de una m enor captación de
porcentajes de voto “gubernativo” y de la abstención anarquista. El voto
republicano desciende de un 77% en junio a un 67,5% , m ientras que la DRV
consigue sus propósitos iniciales de destrucción del centro republicano (apenas
un 0,25% ) y atracción del im portante segmento tradicionalista. De este modo se
constituía en la tercera fuerza m ás votada (32,25% ), m uy cerca del blasquism o,
a p esar de la oposición decidida de un núcleo irreductible del carlism o
ontiñentino, que le negó el apoyo electoral “(...) por lo cual nos dedicam os a
v otar al cardenal Segura, para rabieta de republicanos y socialistas, ( . . . ) ” . 336
Se apuntala el m apa político com arcal construido en los cuatro procesos
electorales de 1931. Las grandes localidades agrícolas del centro de la com arca
así como las que adem ás tenían industria no textil, son izquierdistas (con las
inclusiones de A ielo de Rugat, B enissuera y Otos, todas m enores de 500
habitantes). Las m ayorías blasquistas corresponden a las poblaciones m enores de
1.000 habitantes (excepto A lfarrasí). La derecha am plía sus m ayorías con el
triunfo en A lbaida y su zona de influencia (A tzeneta, C arrícola), el em pleo de
cacicazgos particulares (M ateo M artí en M ontaverner, Calvo de G arcillán por el
PRP en Rugat), la atracción de las bases carlistas (A gullent, A lbaida, Bocairent)
o el caciquism o de grandes propietarios (Fontanars).
Los m ayores núcleos de población rechazan la opción blasquista, con la
salvedad de O ntinyent, ciudad que reparte sus sufragios proporcionalm ente entre
las tres opciones. La sociedad española todavía estaba inm ersa en el cambio que
supuso la proclam ación apenas seis meses atrás de un nuevo régim en político, de
la prim era dem ocracia española. Así las cosas, en octubre algunas cosas estaban
claras: el substrato tradicionalista se había decantado, como lo había hecho
durante la R estauración, por respaldar electoralm ente a las candidaturas más
afínes, en este caso la DRV. Los caciques locales todavía m antenían unas
posturas políticas cam biantes, aunque es constatable un creciente acercam iento a
la DRV. Perm anece la fuerza republicana (PURA, PRRS) y el socialism o se
reduce a bolsas muy concretas, siendo inexistente en m uchas poblaciones.
La dinám ica de estas elecciones en Valencia sigue las pautas m arcadas en
la Valí d ’A lbaida: elevado índice de abstención, triunfo del proyecto político de
la DRV que arrasó al PRP, por ejem plo en ambas R iberas . 337 En la provincia,
H éctor A ltabás (PURA) fue el candidato más votado en gran parte de los partidos
208
ju d iciales . 338 A ltabás y Cano Colom a (PRRS) consiguieron las actas de diputado
pero la DRV obtuvo los resultados más significativos. Como afirm a R. Valls:
“había más que duplicado los votos de la candidatura tradicionalista, a los que
apoyó en las constituyentes, y sobre todo, había logrado desbancar am pliam ente
al Partido Republicano P rogresista”.339Estos com icios fueron una gran victoria
de las tesis de Luis Lucia. La evolución del voto respecto a las elecciones de
junio refuerza una aseveración de Santos Juliá: “las bases sociales de la
R epública no eran tan sólidas como la m area de republicanism o y el voto
m asivam ente republicano podían dejar entender ” .340
Entre junio y octubre el m apa político de la R epública había cam biado
significativam ente. A hora los republicanos del centro-derecha (PRP) y los
blasquistas alineados nacionalm ente con el Partido R adical de Lerroux en su
pretensión de colaborar en la construcción del Estado R epublicano, eran fuerzas
de oposición y estaba surgiendo una nueva fuerza derechista valenciana que
pretendía reunir a todas las derechas. Es hora de centrarnos en los años que
transcurren entre octubre de 1931 y las elecciones legislativas de noviem bre de
1933, la plenitud del “Bienio Transform ador” o “Bienio R eform ista”, años en los
que M anuel A zaña lideró una co alición de republicanos de izq u ierd a y
socialistas.
338 Héctor Altabás era conocido en Gandía como el “metge de la pesseta” ya que había establecido un tumo
de visitas médicas para obreros con ese importe. Un convencido militante librepensador y anticlerical según
CATALA, D.: Brasas sin cenizas (Memorias). Nada será como antes (Relatos), Ed. propia, Gandía, 1984, p.
51.
339 VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana. (1931-1936), op. cit., pp. 101-102. La DRV consiguió
derrotar sin paliativos al PRP en gran parte de las agrociudades valencianas. En Gandía, el PRP no llegó a
sobrepasar el 8% en ningún distrito, en ambas Riberas no llegó al 7%. Para Gandía, cfr. CALZADO
ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, Ll.: La IIRepública a Gandía: 1931-1936, op. cit., p. 161. Para las dos
Riberas cfr. CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: “Estudio electoral de las dos Riberas del
Xúquer”, op. cit.
340 JULIÁ, S.: “Sistema de partidos y problemas de la consolidación de la democracia”, op. cit., p. 121.
341 Cfr. LANNON, F.: “La cmzada de la Iglesia contra la República”, en PRESTON, P. (ed.): Revolución y
guerra en España, 1931-1939, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1986, pp. 41-58 y Privilegio, persecución y profecía.
La Iglesia Católica en España, 1875-1975, Alianza Editorial, Madrid, 1990.
342 Entre otros RAGUER SUÑER, H.: “La Iglesia española en la II República”, Arbor, 426-427, 1981, pp.
195-210; ”La «cu estión religiosa»”, op. cit.; “«E spaña ha dejado de ser católica»: la política religiosa
de Azaña”, Historia Contemporánea, 6, 1991, pp. 145-157.
209
pausa, interpretación que ju stific a la adhesión po sterio r al franquism o .343
H istóricam ente la Iglesia española siem pre se había posicionado al lado del
antiliberalism o (carlism o), de la R estauración y la D ictadura, de los intereses
m ateriales de la burguesía más tradicional y conservadora. Para republicanos,
socialistas y anarquistas, la Iglesia constituía un poderoso adversario.
Todos los autores coinciden en asentar el anticlericalism o contem poráneo
sobre una base que fluye de m anera co n tin u a desde la Edad M edia
(“anticlericalism o popular”). C onsistía en un m uestrario de crítica popular hacia
el estam ento eclesiástico en torno a una serie de “vicios” relacionados con los
denom inados “pecados capitales” (soberbia, avaricia, pereza, lujuria) a los que se
añadía la hipocresía. Los que suman una m ayor cantidad y fiereza son aquellos
que hacían referencia a la presunta lujuria o a las fantasías sobre las relaciones
sexuales (hetero y hom o) en el interior de los conventos, m uy presente en la
tra d ic ió n p o p u lar v alen cian a. C u an titativ am en te le seg u ía la creencia
generalizada de que los clérigos y frailes tenían un afán de riquezas desm edido,
contrario a sus prédicas, o tam bién la hipocresía de los p racticantes . 344
La am plitud de este an tic le ric a lism o p o p u lar se puede calib rar
estadísticam ente en E l Refranero g eneral español (1874): de casi 8.000 refranes
referidos a m iem bros de la Iglesia, prácticam ente todos son críticos . 345 En el
im aginario colectivo anticlerical la clave de género ju eg a un destacado papel: la
“m isión” reproductora de la m ujer coartada por el celibato de las órdenes, la
sexualidad fem enina (esposa o hija) puesta en peligro por la proxim idad del
sacerdote en el confesionario (la solicitación, un tem a recurrente, persistente y
real). Subyacía tanto la defensa de criterios de m oralidad puram ente cristiana
como la lucha entre dos grandes m achos p ara conquistar a la mujer.
El “anticlericalism o culto ” (las “ideas d erivadas”) alim entaba y se
alim entaba del “popular” (las “ideas inherentes ” ) . 346 La novela picaresca,
erasm istas e ilustrados, los libertinos del XVIII o Blanco W hite, m asones,
librepensadores, krausistas, republicanos federales y anarquistas, desde distintos
ángulos y p ro p u estas, ayudaron a c o n stru ir la id en tid ad co lectiv a del
anticlericalism o . 347 A lo largo del sexenio republicano las colaboraciones en la
eferv escen te p ren sa rep u b lican a local d ifu n d iero n los este reo tip o s del
anticlericalism o popular; para no extendernos, la edición de la revista satírica
343 CÁRCEL ORTÍ, V.: La persecución religiosa en España durante la II República (1931-1939), Rialp,
Madrid, 2“ edición, 1990; CÁRCEL ORTÍ, V. y FITA REVERT, R.: “La Gran persecución religiosa
republicana de 1931-1939”, en Mártires valencianos del siglo XX, EDICEP, Valencia, 1998, pp. 27-69.
344 ARBELOA, V.M.: “El anticlericalismo en los cantares populares españoles”, Historia 16, 19,1977, pp.
123-133.
345 Tomado de CASTRO ALFÍN, D.: “Cultura, política y cultura política en la violencia anticlerical”, op.
cit., p. 71.
346 RUDÉ, R.: Revuelta popular y conciencia de clase. Akal, Barcelona, 1981. CARO BAROJA, J.:
Introducción a una historia contemporánea del anticlericalismo español, Istmo, Madrid, 1980.
347 v. LA PARRA LÓPEZ, E. y SUAREZ CORTINA, M. (eds.).: El anticlericalismo español
contemporáneo, los capítulos de LA PARRA LÓPEZ, E.: “Los inicios del anticlericalismo español”, op.cit.
y SUÁREZ CORTINA, M.: “Anticlericalismo, religión y política durante la Restauración”, pp. 127-210.
210
valenciana La Traca. A rtículos, folletines y rim as prosiguieron con la fijación
antijesuítica 348 (reedición de clásicos como M ónita Clara. Los secretos de los
je s u íta s ) o repitieron pesadam ente sim ilar tem ática: la sexualidad exacerbada, el
fraile trabucaire de las guerras carlistas contrario al “progreso” , la avaricia y la
hipocresía del clero.
En C astelló de R ugat se organizaron m anifestaciones laicas presididas por
representaciones hum anas de la Libertad que satirizaban la expulsión del
cardenal Segura en la festividad popular de los Carnavales de 1932: una figura
que sim b o lizab a al P rín cip e de la Ig lesia, v estid a con los ornam entos
cardenalicios, solideo y pectoral, desfilaba detrás de una gran caldera de la que
sobresalían enorm es llam aradas, bailando alrededor un gran núm ero de personas
d isfrazad as de d em o n io s . 349 En G andia “Al h acer ex cavaciones p ara el
alcantarillad o en la P la 9 a de les ‘Escoles Pies* se descubrió un cam ino
subterráneo. Como era tiem po de la II R epública y existía am biente anticlerical
se desarrolló la im aginación popular especulando sobre si sería un pasadizo
secreto que iba de convento a convento para refocilam iento de frailes y
m onjas ” . 350
El ritm o de las estaciones y de los trabajos agrícolas estaba fijado por las
festividades en las que se veneraba a un santo, un patrón o una advocación
m ariana. Estos días no laborables (o m edio laborables) concentraban actos
litúrgicos (m isas, procesiones) acom pañados en m uchas ocasiones por otros
festivo-lúdicos (m oros y cristianos, rom erías) y com erciales (ferias y porrats).
La sociedad española del prim er tercio del siglo XX contem plaba un gran núm ero
de fiestas, fruto de la am algam a derivada de la tradición secular, las nuevas
devociones que se habían im plantado desde el siglo XVIII im pulsadas algunas
veces por las o lig arq u ía s locales o consecuencia de los esfuerzos
recristianizadores de la Restauración. Las corporaciones m unicipales en pleno
asistían a las celeb racio n es relig io sas, las sufragaban económ icam ente o
m antenían en m uchos casos los pasos de la Sem ana Santa.
A lo largo de la centuria decim onónica la burguesía en el poder racionalizó
y reco rtó p ro g re siv am en te el dilatad o calendario o fic ia l. La b urguesía
anticlerical, que encabezó el proyecto reform ista republicano, m antuvo esta
línea. En octubre de 1931 fijó una distribución festiva que com prendía el uno de
enero, el 14 de abril, el Prim ero de M ayo, el 12 de octubre y el 25 de diciem bre,
además de tres días m ás a criterio de cada ayuntam iento. Este calendario
p reten d ía se c u la riz a r la v id a co tid ian a, asum ir festiv id ad es plenam ente
instaladas, respetar las tradiciones populares e instaurar fiestas laicas que
sim bolizaban las dos fuerzas políticas de la naciente R epública . 351
211
Esta reorganización no llegó a ponerse en práctica. Como sucedió con
otras cuestiones (la bandera, el him no o los aniversarios del 14 de abril), los
niveles de consenso fueron muy tenues, apenas llegaron a ser “débiles señales
identificadoras” . En general, podem os considerar que el calendario oficial de la
R epública no consiguió asentarse sobre la sociedad porque el clericalism o no lo
aceptó, convirtiendo esta cuestión en una inagotable fuente de polém icas y
conflictos locales que se pueden seguir en los plenos m unicipales o en las fuentes
hem erográficas.
Los católicos situaron el “calendario vivido” sobre el gubernativo.
A lcaldes y concejales antirrepublicanos (cam uflados en la DLR o en el PRP, más
tarde en la DRV) no convocaban sesiones m unicipales en días de precepto (1 de
noviem bre, Corpus, Purísim a). Los años en que coincidían el 14 de abril con la
Sem ana Santa no se conm em oraba el prim ero, o ignoraban las dos fiestas laicas
(14 de abril, Prim ero de M ayo); los funcionarios públicos más m ilitantes
cerraban las dependencias a su cargo (caso del A dm inistrador de Correos de
O ntinyent, fervoroso tradicionalista) o los em presarios católicos declaraban día
inhábil alguna festividad no reconocida oficialm ente sin abonar los jornales
correspondientes que, en los casos más extrem os (B ocairent), era un punto más
de las n eg o ciacio n es lab o rales. Todos estos son algunos ejem plos que
provocaban las reclam aciones de los republicanos y de la izquierda obrera.
Los republicanos en el poder prim aron la prom oción de program as de
fiestas laicos alternativos a los religiosos, de m anera que el laicism o se unía al
patronazgo de los intereses económ icos de los com erciantes, igual que el
blasquism o de principios del siglo veinte. En O ntinyent se intentó consolidar el
día de los Reyes M agos desde propósitos benéfico-asistenciales (reparto de
juguetes). En otros lugares se intentó “republicanizar” una fiesta religiosa
enraizada en la población como en la izquierdista Llutxent donde “(...) se fundían
los vivas a la Santa Faz y al Santísim o Cristo con el estruendo de las tracas y los
vivas a la R epública con el Himno N acional y a la L ibertad ” .352
Entre 1931 y 1933 el calendario oficial y el católico transcurrieron de
form a paralela con incidentes que no sobrepasaron los lím ites de la casa
consistorial o el papel im preso. Uno de los m uchos incidentes, pero muy
representativos sucedió en la Pobla del Duc. El 14 de abril de 1932 los
republicanos locales contrataron a la banda de m úsica para celebrar el día. Pero
ese año concordaba con el Viernes Santo de tal m anera que gran parte de los
m úsicos veteranos abandonaron la banda ante su negativa a tocar para los
republicanos .353 La ineficacia gubernam ental para hacer cum plir efectivam ente
los días festivos acordados produjo una situación “ caótica i confusa” que
provocó m ayores dosis de enfren tam ien to a la d ialéctica
clericalism o/anticlericalism o .354
212
En los pueblos de los años treinta, lo sacro llenaba, dom inaba, el espacio
público. La Iglesia estaba presente en las cruces que señalaban las entradas y
salidas de las poblaciones; en los plafones devocionales de las fachadas, en las
calles y plazas tituladas con nom bres de santos, cristos, vírgenes y jerarquías
eclesiásticas. Todavía eran pocos los coches y cam iones que circulaban por sus
calles, por eso los tonos de las cam panas prevalecían entre todos los sonidos, con
la única com petencia de las sirenas de las fábricas, donde las había. Las
procesiones, vía crucis, rosarios, rom erías, los “com ulgares de im pedidos”, como
ritos externos se sucedían por calles y cam inos. R itos externos que contradecían
la igualdad de fíeles ante la divinidad a favor de los poderosos.
Sobre esta realidad consuetudinaria actuó una parte de la C onstitución
laicista republicana de m anera divergente: para unos se trataba de secularizar el
estado, para otros la sociedad. En definitiva, el proceso secularizador, sinónim o
de m odernización, se entiende como la subjetivización de la práctica religiosa
con la d estru cció n del “ conjunto com pleto de com portam ientos, rito s,
concepciones, vivencias, representaciones sociales y sím bolos de carácter
relig io so que en un m arco concreto-espacial y tem poral, sustentan unos
individuos tam bién concretos ” . 355
Los anticlericales pusieron en práctica la “desterritorialización” de la
sim bología religiosa: destrucción de las cruces disem inadas por el territorio y de
los plafones devocionarios, cam bios de los nom bres de las calles, prohibición de
ritos públicos religiosos o de las “ocupaciones acústicas”, como los toques de
cam pana. Era un prim er paso para conseguir la “reterritorialización” de los
espacios religiosos que se proyectaba convertir en colegios públicos, talleres de
teatro, servicios m unicipales... Al alejar a la Iglesia de su dominio espacial se
politizaba su espacio transform ado en el territorio de un poder desacralizado: el
estado. El catálogo de actuaciones fue heterogéneo. Pequeñas anécdotas
enriquecen la fírm e determ inación de separar de m anera absoluta Iglesia-Estado:
en A ielo de M alferit, el ayuntam iento republicano-socialista acordaba en febrero
de 1932 trasladar los bancos de la Iglesia, propiedad m unicipal, al Salón de
Sesiones para uso de los regidores . 356
Las calles más afectadas por las sustituciones correspondieron a las
tituladas con nom bres de reyes o de políticos de la M onarquía y la D ictadura.
Perm anecieron las advocaciones religiosas que recogía el santoral tradicional, no
sin extensas polém icas en los plenos m unicipales. Algunas form as de prohibición
se llevaron a cabo, como los toques de cam panas . 357
Por el contrario, los actos exteriores siguieron otras pautas. Parece que los
355 PRAT, J.: “Religió popular o experiencia religiosa ordinaria?”, Arxiu etnográfic de Catalunya, 2, 1983,
p. 63, tomado de DELGADO, M.: “Anticlericalismo, espacio y poder. La destrucción de los rituales
católicos, 1931-1939”, Ayer, 21, 1997, pp. 149-181 (pp. 154-155).
356 AMAM, libro 4, Libro de Actas, acta de 10-XII-1931.
357 Esta norma general tuvo escasas excepciones, a favor de prohombres locales de la cultura (Dénia) o
efemérides republicanas (Pego). Tomado de BALLESTER ARTIGUES, T.: La Segona República a la Marina
Alta, op. cit, pp. 261-262.
213
vía crucis y ro sario s fueron abundantem ente p ro scrito s. Las procesiones
centraron los m ayores enfrentam ientos. La C onstitución republicana prohibía
destinar fondos públicos a cualquier confesión religiosa (Art. 26) y determ inaba
la autorización gubernativa previa a todo acto religioso público (Art. 27). Estas
disposiciones secularizadoras fueron el origen de intensas disputas, ya que las
procesiones eran las m anifestaciones principales de toda devoción y fiesta
católica. Los ayuntam ientos derechistas hicieron caso om iso de estos artículos
m ientras que los republicanos presentan una gam a muy am plia de situaciones.
A pesar de la im agen de constante persecución anticatólica ofrecida por
los “intelectuales orgánicos” del franquism o (gran parte de los eruditos locales),
en el sexenio republicano se plasm ó una m ultirealidad en este tema. Las
procesiones debían ser aprobadas por el G obernador Civil sobre la base previa de
los inform es em itidos por las alcaldías. Por tanto, la personalidad del gobernador
civil, la com posición del personal m unicipal y su dinám ica política propia, el
grado de conflicto interno de cada com unidad, el clim a sociolaboral, los trazos
específicos del conglom erado católico (clero, asociaciones, nivel de influencia
del tradicionalism o) condicionaban las determ inaciones adoptadas, al lado del
grado de laicism o de los cargos m unicipales. Un ejem plo de la utilización
p olítica de las procesiones viene dado por la intervención del alcalde blasquista
de A lbaida que im pidió una m anifestación socialista y radical-socialista de apoyo
a la R epública posterior a la Sanjurjada, al notificar al G obernador C ivil que se
trataba de una procesión . 358
En el transcurso de 1932, las autoridades provinciales prohibieron escasas
procesiones en la com arca, incluso las del C orpus, una de las fiestas católicas
más veneradas. En la M arina A lta se repitió esta dinám ica . 359 Los ayuntam ientos
republicanos acordaron retirar las subvenciones m unicipales que sufragaban a los
predicadores, la decoración ornam ental, los cirios que llevaban los ediles en las
procesiones, o el m antenim iento de determ inadas im ágenes. En m uchos pueblos
se m antuvo la asistencia de ediles y alcaldes a la procesión del día grande del
patrón m ientras que tan sólo acudían al resto de grandes días (C orpus, Semana
Santa) a título particular.
El año 1933 supuso un punto de inflexión. Prim er año de la crisis de la
agricultura de exportación, del asentam iento de la DRV, los sindicatos católicos
y los socialistas, y año de la m ayor oleada huelguística de la R epública. En este
contexto de conflictividad social era fácil que la tensión socio-laboral se
trasladara a otros ám bitos m ás allá del puram ente laboral, gracias al sim bolism o
que rodeaba las celebraciones ligadas, para los anticlericales, a la patronal. Así
se entiende que gran parte de las procesiones fuesen prohibidas. El com entario
de M undo Obrero de A licante es elocuente: “(...) No se explica el señor cura
214
com o en ciertos pueblos se hacen las procesiones y aquí no (...) Pues él más que
nadie sabe que el m alestar que reina en Pedreguer, es debido a la campaña
p ersecutoria que hacen los ricos contra los trabajadores republicanos ( . . . ) ’\ 360
D urante el bienio transform ador la celebración de procesiones pasó de la
perm isividad a la prohibición. No fueron estos los únicos actos de m asas que
tropezaron con las interdicciones de las autoridades. Igual suerte corrieron
m anifestaciones, m ítines obreros y los prim eros de mayo.
Las distorsiones que destilaban “religiosidad popular” y “religiosidad
lo cal” (relación de una com unidad con una devoción particular) refuerzan la
heterogeneidad de las actitudes anticlericales de este período . 361 En pueblos y
ciudades convivían cultos que hundían sus raíces en la historia o que estaban
asim ilados a grupos sociales o barrios muy concretos (por ejem plo, San Antonio
A bad con los jornaleros de A lbaida), al lado de las im ágenes y cultos sufragados
u objeto de devoción particu lar de las oligarquías locales. En las poblaciones
m ayores se producía una relación político-social entre grupos sociales y cultos.
Para los republicanos gandienses San Francisco de Borja era considerado “el
santo de la aristocracia y de los ren tistas” ; el Cristo de Santa A na de O ntinyent
gozaba de una especial reverencia en los barrios obreros, en Pego el Ecce Homo
era adjetivado “patrón de los rancios ultram ontanos ” .362
La enorm e capacidad transgresora que suponía incum plir los ritos de paso
que com partim entaban el transcurso de la vida de una persona (bautizo,
m atrim onio, entierro) encontró en el peso de la tradición del entorno social de
pueblos y ciudades m edias un poderoso antídoto, sin desdeñar el efecto
disuasorio de las previsibles represalias (que se dieron) de la patronal católica
hacia los trabajadores que elegían esta opción. Por tanto la secularización de
estos ritos fue excepcional. Ni siquiera en O ntinyent el sector cenetista adoptó
estas cerem onias. En los casos en que se llevaron a cabo, se rodearon de sím bolos
republicanos y se exaltaban en las notas de prensa calificándolos de “ejem plos de
civism o” . La sem ántica y la iconografía de estos rituales laicos eran una
afirm ación pública de republicanism o y, por tanto, de adhesión dem ocrática. No
tuvieron lím ite espacial puesto que alcanzaron a localidades m enores de 500
habitantes como Pinet, donde se oficiaron sendas bodas civiles a las que se
invitaron a dos diputados rad ical-so cialistas . 363 El prim er “bautizo civil” de
360 El Mundo Obrero, 20-V-1933 y 3-VI-1933. Tomado de BALLESTER ARTIGUES, T.: La Segona
República a la Marina Alta, op. cit., p. 254.
361 El significado de los cultos locales en VELASCO, H.M.: “Las leyendas de hallazgos y de apariciones de
imágenes. Un replanteamiento de la religiosidad popular como religiosidad local”, en ALVAREZ
SANTALO, C.; BUXO, M8. J. y RODRÍGUEZ BECERRA, S. (coords.).: La religiosidad popular, Ed.
Anthropos-Fundación Machado, Barcelona, 1989, vol. n , pp. 401-410. En esta publicación se pueden
encontrar DELGADO, M.: “La antireligiosidad popular en España”, pp. 499-514 y GILMORE, D.D.: “The
anticleralism o f the Andalusian Rural proletarians”, vol II. pp. 478-498. Los tres volúmenes de esta
publicación recogen artículos teóricos y empíricos, en especial el debate sobre la pertinencia metodológica
del término “religiosidad popular”.
362 BALLESTER ARTIGUES, T.: La Segona República a la Marina Alta, op. cit., p. 255.
363 ERS, 30-TV-1932.
215
M ontaverner se adornó con los acordes del Himno de Riego, La M arsellesa y un
m itin .364
La disposición por la cual un difunto sería enterrado sin cerem onia
re lig io sa , si no lo expresaba anteriorm ente por escrito , ha sido tild ad a
frecuentem ente, no sin cierta razón, de sectaria. Tropezaba con el im aginario y
los hábitos seculares de una m ayoría de la población. Para un artesano católico
gandiense, el entierro civil suponía que “t'ag arrav en com si fores un trasto vell
de casa, et posaven dins d ’un caixó i a rebolcons, al cem enteri ” . 365 La pretensión
de esta m edida, de nuevo se relaciona con la m itología anticlerical que se nutría
de una am algam a de casos concretos extrapolados cuantitativam ente: la presión
del confesor sobre una persona agonizante, la persistencia de la diferencia social
hasta en el m om ento del entierro (la ostentación barroca del rico sobre la soledad
en la tristeza del pobre que no podía pagarlo).
Los católicos reaccionaron pidiendo casa por casa la declaración que
expresase el deseo de ser enterrado católicam ente. Como quiera que en los
pueblos pequeños y m edianos estas cam pañas estaban encabezadas por activistas
católicas, fam iliares directas de las elites locales, para los secularizadores esta
reacción antilaica no dejaba de contener un elevado grado de coacción que
encrespaba los ánim os. La capacidad sim bólica de la elección del entierro llegó
hasta su extrem o m áxim o en B enissa (A lacant). Los socialistas prom etieron
sufragar los gastos del entierro si el herm ano del difunto elegía el civil y un
co n cejal del ayuntam iento hizo lo propio si eleg ía el re lig io s o . 366 La
secularización de los cem enterios era otra de las m edidas legislativas laicas. No
llegó a realizarse en los ayuntam ientos antirrepublicanos, m ientras que la
oposición, incluso la socialista, la dem andaba frecuentem ente en los plenos
m u nicipales .367
A silos y hospitales eran regentados frecuentem ente por órdenes religiosas
fem eninas y sostenidos por ayuntam ientos y donaciones particulares. La loable
dedicación hacia los más desfavorecidos no enm ascaraba la sospecha de la
práctica de la coacción hacia enferm os y asilados en dirección a la práctica
religiosa. En otros casos se les utilizaba como cantera de votos. D urante la
R epública, las autoridades republicanas reform aron los reglam entos y cam biaron
sus ju n tas directivas. El Ayuntam iento de Aielo de M alferit continuó con la
su bvención del H o sp ital-B en eficen cia d irig id a por relig io sas; la m ayoría
b la sq u ista de O n tinyent aco rd ab a ad q u irir un aparato de rad io p ara el
H osp ital .368 El Sanatorio para leprosos de San Francisco de B orja (Fontilles,
A lacant), gestionado por los jesu ítas y m onjas franciscanas constituyó una
216
excepción puesto que fue intervenido por el Estado por motivos sanitarios en
1932.369
A este clima de enfrentamiento cotidiano en el que las diferencias sociales
quedaban en parte arrumbadas tras la posición personal ante el papel que debía
jugar la Iglesia Católica en la sociedad, tampoco era ajena la agresividad de
muchos párrocos rurales contra la República. El Pueblo acusaba en agosto de
1931 al párroco de Montaverner de “hacer política contra la República desde el
púlpito”. En Castelló de Rugat, la alcaldía permitió un sermón de Elias Olmos
con la condición de abstenerse de comentarios políticos. Pero llegado el
momento, según testimonios orales, su prédica volvió a ser virulenta contra la
República, con lo que una parte de los feligreses subió al púlpito y expulsaron
del pueblo al sacerdote.370 En esta población, Salvador Mafé, titular de la
parroquia recogió personalmente las firmas demandadas para autorizar un
entierro católico que ofició “con cruz alzada”. La posterior multa gubernativa fue
empleada por este sacerdote para agitar a los católicos y crear un tenso clima
social que dio lugar a la petición de un concejal para que se le impusiera un
correctivo y se notificara al Gobernador Civil su actuación.371
El 1 de octubre era detenido el párroco de Ráfol de Salem por “actividades
antirrepublicanas”. En Benigánim, el edificio ocupado por los franciscanos había
sido cedido por el Estado al Ayuntamiento, con el objetivo de instalar las futuras
escuelas públicas, dadas las carencias educativas de la localidad. El consistorio
pretendía desalojar a los franciscanos, pero ante su negativa a abandonarlo el
Gobernador Civil se vio obligado a intervenir personalmente para atajar la
crispación.
El clero más militantemente antirrepublicano sería el de Ontinyent. En
esta ciudad la Iglesia Católica había construido un sólido entramado. Sus
parroquias servían para que grandes propietarios como la Condesa de Torrefiel
desplegaran la flor y nata de la caridad cristiana (reparto de ropas, comida,
crucifijos...), para crear sindicatos católicos, o para programar los espacios
lúdicos (teatro, cine, fútbol, excursiones). Las numerosas agrupaciones religiosas
se ocupaban de funciones caritativo-asistenciales como el reparto de pan, arroz y
carne de carnero de los miembros de la Conferencia de San Vicente Paul en la
fiesta de la Caridad. El integrismo activo de Rafael Juan, Arcipreste de Santa
María condujo la reacción católica.
La defensa de las tradiciones católicas fue profusamente empleada por los
políticos de la Derecha Regional Valenciana para mantener constantemente el
3^9 Este Sanatorio formaba parte del entramado de proyectos político-filantrópicos del movimiento católico
de la Marina Alta y la Safor. BALLESTER ARTIGUES, T. y BERNABEU MESTRE, J.: “Entre la filantropía
i l’activitat político-social: el Patronato San Francisco de Borja para leprosos i la lluita contra la lepra a les
Comarques Centráis Valencianes, 1902-1904”, Espai Obert, 3, 1996, pp. 39-44. De los mismos autores cfr.
“Lepra i societat en la primera meitat del segle XX: La colónia-sanatori de Fontilles (1908-1932) i la seva
intervenció per la Segona República”, Aguaits, 7, 1991, pp. 49-86.
370 EP, 10-1-1932.
371 AMCR, libro 16, Libro de Actas, acta de l-XII-1932.
217
acoso de la m ayoría m unicipal republicana. En septiem bre de 1931 el A rcipreste
de Santa M aría y otros sacerdotes de esta parroquia eran denunciados por rezar
el rosario en la calle de San Antonio. En el mismo mes, según el concejal radical-
socialista Pedro D así, el párroco de San Carlos prohibió que la banda de m úsica
tocase los acordes del Himno de Riego y en la Erm ita de Santa Ana se dieron
vivas a C risto Rey .372 En 1932 el predicador laico Jordá y Jover denunciaba que
V icente Insa, vicario de San Carlos, había colocado una bandera m onárquica . 373
En O ntinyent se celebraba un m itin anarquista en el que se atacó a la Iglesia
C atólica. U na de sus asistentes, obrera católica, se levantó para criticar
acerbam ente las palabras de la conferenciante. Unos días después se le tributaba
un m u ltitu d in a rio hom enaje en el P atronato de la Juventud O brera de
O ntinyent .374
En una carta del alcalde de O ntinyent en enero de 1932 a Gonzalo
G ironés, presidente de la Juventud de A cción C atólica se puede seguir el papel
director de la com unidad franciscana entre las derechas locales y contra la
República:
Ha llegado a mi conocim iento que en las asam bleas celebradas hasta este
m omento, no han sido los jó ven es diocesanos los oradores que han
in terven id o p a ra d iscu tir los tem as som etidos a deliberación sino
religiosos de la orden fra n cisca n a y sacerdotes de la localidad, quienes
aprovechándose de las circunstancias y del espíritu de libertad en que se
d esen vu elve el régim en republicano, han asaltado la tribuna pa ra
intervenir en los debates exponiendo doctrinas de orden político y de
extrem a violencia para p ro ducir inquietudes y perturbaciones que no
estoy dispuesto a consentir:375
O tras veces eran denuncias particulares en las que podem os descubrir que
en la sim biosis R epública=dem ocracia no se concebía en m uchos casos la
práctica católica. En Castelló de Rugat se acusaba a José Calabuig Payá de
realizar varios disparos desde el balcón de su dom icilio un Sábado Santo para
celebrar dicha festividad, hecho más grave ya que “ el denunciado ejerce
actualm ente el cargo de alcalde accidental e ir contra los principios de buen
republicano y dem ócrata los actos que desde hace tiem po viene com etiendo dicho
ciudadano ” . 376
Para la izquierda obrera, la “ cuestión religiosa” era subsidiaria frente a la
perpetuación de las actuaciones caciquiles que atacaban a sus sindicatos o la
218
obstrucción patronal a la legislación laboral de Largo C aballero (para los
ugetistas ) . 377 Cuando la prensa socialista o anarquista prestaba atención a este
tem a, repetían la sem ántica decim onónica trufada de térm inos religiosos y de
crítica m oral . 378 En Bocairent, población de m ayoría tradicionalista, se firm aba
un artículo anticlerical, en la tradición de reseña de los vicios clericales: “Estáis
crucificando todos los dias al m aestro (...) Habéis engañado m iserablem ente al
mundo con em bustes, y es la única m anera de comer, holgazanear y tener
dom icilios propios (...) ¡Viva el laicism o español !” .379 D urante 1933 aparecerían
profusam ente en las páginas de República Social noticias desde B ocairent con un
m ayor tono anticlerical. En junio se señalaba que el cem enterio continuaba sin
secularizarse y que un cuadro de Cristo Rey presidía la cabecera del salón de
Sesiones del A yuntam iento. En ju lio se acusaba a la Iglesia C atólica de
“apartarse de la vida de Jesús ” . 380
El anarquism o de O ntinyent se radicalizó en su lucha abierta contra la
hegem onía católica de los industriales y el com bativo sindicato católico. La
faistización resultante descargó incendiarias proclam as antirreligiosas en las
páginas de Solidaridad O brera.
Tam bién la sem ántica anticlerical era utilizada profusam ente como ariete
descalificador en las rivalidades del campo republicano (radical-socialistas
contra blasquistas en O ntinyent), incluso en las pugnas intersindicales (ugetistas
versus anarcosindicalistas en B ocairent).
A pesar de este constante enfrentam iento no se habían producido actos
an ticle ric a le s v io len to s desde m ayo de 1931, únicam ente anotam os la
destrucción de una cruz en el térm ino de O ntinyent. Estos ejem plos apuntados de
377 ÁLYAREZ JUNCO, J.: “El anticlericalismo en el movimiento obrero”, en W .AA.: Octubre 1934.
Cincuenta años para la reflexión, op. cit., pp. 283-300. Para el socialismo cfr. DE LUÍS MARTÍN, F.: La
cultura socialista en España 1923-1930, Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1993. Para el
anarquismo cfr. ÁLVAREZ JUNCO, J.: La ideología política del anarquismo español (1868-1910), Ed. Siglo
XXI, Madrid, 1976, pp. 29-35, y 204-214.; BRENAN, G: El laberinto español. Antecedentes sociales y
políticos de la Guerra Civil, Ruedo Ibérico, París, 1962.
378 JULIÁ, S.: “Fieles y mártires”, Revista de Occidente, 23, 1983, pp. 61-75.
379 RS, 30-XU-1932.
380 RS, 2-VI-1933 y 14-VII-1933.
381 SOV, 26-XII-1931.
219
anticlericalism o rural, algunos de los más significativos entre otros, contradicen
la im agen de un anticlericalism o tan sólo urbano. Como hem os dem ostrado, “la
tensió p er m otius religiosos va ser enorme i va am arar el llenguatge, les relacions
i les lluites socials de les com unitats ” .382 Pero desde 1931 y hasta el últim o
tercio de 1933 el anticlericalism o se ciñó a la lucha por la construcción de una
cultu ra laica opuesta a la católica y a la sim bología tradicional de las
com unidades rurales.
Como creem os haber dem ostrado, durante este prim er bienio la tipología
expuesta contradice la im agen de un anticlericalism o tan sólo urbano y refuerza
la percepción apuntada por Aurora Bosch para el País Valenciano y por Ma P ilar
Salom ón para A ragón, de un anticlericalism o rural resultado de la im pregnación
de la cultura política urbana de republicanos y del obrerism o izquierdista.
A usente de grandes cotas de violencia, en este período se fundieron el rico
an ticleric alism o p o p u lar con los proyectos p o lítico s que an helaban la
construcción de un Estado dem ocrático, que para otros se com pletaba con un
amplio program a de reform as sociales o, sim plem ente, con una nueva sociedad
igualitarista.
De esta m anera, la hostilidad anticlerical se sumó a la crítica anticaciquil
que b u scab a d erru ir el poder de los caciques p arap etad o s en partid o s
republicanos. H uelgas o insurrecciones anarquistas no registraron prácticam ente
incidentes anticlericales. Pero sería la extensión espacial del sindicalism o de
izquierda y de la organización política de la derecha católica, paralelos a la
legislación reform ista del prim er bienio, y una im portante crisis agrícola los
factores desencadenantes de una mayor crispación social iniciada en 1933.383
Tots els que treballaven en les fabriques de cera tots eren jaqueteros, tots
estaven que no volien que s ’acabara perqué si entrava la República i
s ’acabaven les processons s ’acabava la fein a que tenien ells. I així és que
es van ajuntar tots i j a no hi havia fe in a p e r a ells, i tots estaven agarrats
a les ja q u e tes del senyorets. I tots eixos homes que van votar p e r ais
senyorets en este poblé, i els llauradors, que els portaven del ram al a la
votació.3%*
220
2.3.3. L a cu estió n social (1931-1933)
385 BOSCH, A.: “Nuevas perspectivas sobre la conflictividad rural en la Segunda República”, Historia
Contemporánea, 9, 1993, pp. 141-166 (p. 143). En este capítulo se ha seguido la exposición de BOSCH, A.:
"Sindicalismo, conflictividad y política en el campo valenciano durante la Segunda República”, en W .AA.:
Estudios sobre la Segunda República, op. cit., pp. 217-306.
38^ e i discurso agrarista del anarquismo, en PANLAGUA, X.: La Sociedad Libertaria, Crítica, Barcelona,
1982. La particularidad valenciana se debe a su carácter minoritario respecto al sindicalismo ugetista y a las
dificultades por extenderse más allá de las comarcas de l’Horta y de las dos Riberas.
221
proclam ación de la República, dentro de una tónica general de im plantación
socialista en el campo, aunque m enor al logrado en el latifundio del Sur.387
Cuadro núm. 22
387 Por ejemplo, en junio de 1932, dos años después de la creación de la FNTT, todos los pueblos de la
provincia de Ciudad Real tenían agrupaciones inscritas en la sindical campesina socialista con 18.278
afiliados, v. MALEFAKIS, E.: Reforma agraria y revolución campesina en la España del s. XX, Ariel,
Barcelona, 1981, p. 338. La organización socialista en esta provincia manchega había sabido estructurarse en
relación con la realidad del campo manchego (jornaleros, gañanes, pequeños propietarios y aparceros de la
vinicultura) estableciendo en los núcleos más importantes subsecciones para cada uno de estos grupos, v.
LADRON DE GUEVARA, Ma. P.: La esperanza republicana, op. cit., p. 36. Las dificultades del socialismo
para construir sindicatos campesinos en las décadas anteriores a la República en PIQUERAS ARENAS, J.A.:
“Sindicatos y ámbito sindical. Interpretaciones del ugetismo valenciano”, Historia Social, 9, 1991, pp. 29-
37.
222
equiparándolas con las del obrero industrial: jornada laboral de 8 horas, aunque
en el regadío o scilab a entre las 6-7 horas desde los años veinte, y el
establecim iento de los jurados m ixtos destinados a resolver los conflictos y
divergencias que pudiesen surgir entre patronos y obreros . 388 La calificación de
“m ixto” venía dada por su propio carácter: representación obrera y patronal en
los que el poder decisorio recaía en m anos del presidente designado por el
M inisterio de Trabajo . 389
Como se ha señalado, este organigram a favorecía a los asalariados
agrícolas cuando el M inisterio de Trabajo era más receptivo a sus problem as. Así,
se puede considerar que benefició a los intereses de los trabajadores en el prim er
bienio y a la patronal en el segundo . 390 Con el establecim iento del arbitraje de
los Jurados se in ten tab a p ac ifica r la lucha de clases y en carrilar las
organizaciones obreras hacia la participación en una legislación reform ista,
minando progresivam ente las bases anarcosindicalistas.
Los decretos de Laboreo Forzoso y el de T érm inos M unicipales
(28/4/1931) ocasionaron m ayores cotas de rechazo patronal y, en cierta m anera,
obrera para el segundo de ellos. El prim ero establecía la obligatoriedad de
cultivar la tierra según los “usos y costum bres” propios de cada región. La
infracción podía suponer la entrega de las tierras a las organizaciones de obreros
agrícolas. Este decreto pretendía frenar el posible abandono patronal de las
tierras cultivadas, un lock-out agrícola, como m edio de reacción antirrepublicana
o de coacción sobre los jornaleros. El segundo, el más im portante en el caso
valenciano por las características de su condensada población, establecía las
fronteras del trabajo agrícola en los lím ites del térm ino de cada m unicipio y
obligaba a los propietarios a contratar a los trabajadores agrícolas que residían
en el m unicipio. Tan sólo una vez em pleados éstos podían contratar a los
forasteros. De esta m anera se elim inaba el “destajo”, se com batía el paro
agrícola, se evitaba el sabotaje patronal ante las huelgas y se aseguraban unas
elecciones verdaderam ente dem ocráticas con la destrucción de las presiones
sobre la m asa trabajadora.
A pesar del debate historiográfico en torno al carácter de estos decretos,
suscribim os el análisis de E. M alefakis: se desplazó el peso de los derechos
388 Para los comportamientos de obreros agrícolas y patronal ante el marco creado por los Jurados Mixtos
cfr. JULIÁ, S.: “Organizaciones y prácticas obreras”, Arbor, 426-427, 1981, pp.139-150; CABRERA, M.:
“Las organizaciones patronales ante la conflictividad de los Jurados Mixtos”, en W .AA.: La República, una
esperanza frustrada. Actas del Congreso Valencia, capital de la República, (abril 1986), Ed. Alfons el
Magnánim, Valencia, 1987, pp. 65-82 y GARRIDO, L.: “Legislación social y conflictos laborales en la
provincia de Jaén (1931-1933)”, en GARCÍA DELGADO, J.L. (ed.).: La II República Española. El primer
bienio. III Coloquio de Segovia sobre Historia Contemporánea. Ed. S. XXI, Madrid, 1987, pp. 95-118.
389 El Jurado Mixto de Valencia se encontraba situado en Alzira. José Boluda Mateu, un gran propietario
de Benigánim, actuó como vocal suplente de la Cámara Agrícola de la Propiedad Rústica en agosto de 1931.
En el verano de 1933 se proyectaba constituir un jurado mixto en Xátiva con jurisdicción en los partidos
judiciales de Albaida, Ayora, Enguera, Gandía, Ontinyent y Xátiva. BIRA, julio/agosto y septiembre de 1933.
390 LADRÓN DE GUEVARA, Ma P.: La esperanza republicana, op. cit., pp. 48-51.
223
legales a favor del proletariado rural, y podríam os añadir, hacia el sindicalism o
so cialista . 391 A sí lo entendieron hasta los sindicatos anarquistas que calificaban
a la Ley de Térm inos M unicipales como una “arma form idable contra la
burguesía ” .392 G racias a esta ley y al marco negociador creado, según E.
M alefakis, los salarios agrícolas crecieron un 40 por 100 en el prim er año y se
aproxim aron a su duplicación en los dos años siguientes . 393
Su sectarism o socialista originó el rechazo anarcosindicalista, el de
m uchos pequeños propietarios y/o arrendatarios e incluso de trabajadores
agrícolas afectados por la Ley de Térm inos, m uchos de ellos valencianos,
definidos por su gran m ovilidad en un denso hábitat . 394 La LRA y estos decretos
provocaron la ruptura con la R epública de los propietarios agrícolas de otras
zonas del p aís .395 En Valencia, la aplicación de la Ley de Términos fue causa
frecuente de conflictos agrícolas.
La negociación de salarios y condiciones laborales se realizaba m ediante
las Bases de Trabajo, una práctica consustancial a las relaciones patronal-
sindicatos del regadío valenciano, pero en las com arcas de secano eran una
novedad que alejaba las jornadas de “sol a sol” y la prepotencia patronal en la
fijación de los salarios . 396 Las Bases constituían el docum ento que reglam entaba
las condiciones de trabajo y los salarios para la tem porada laboral (a veces se
dividía en tem porada invernal y estival), firm adas tras una negociación por los
representantes de la patronal y los sindicatos con la m ediación de las alcaldías.
En caso de no alcanzar un acuerdo se recurría al Delegado Provincial de Trabajo.
El Jurado M ixto vigilaba el cum plim iento de las bases rubricadas y sancionaba
las infracciones.
Estas disposiciones claram ente reform istas, diseñadas más para el Sur
latifundista que para el cam po valenciano, provocaron conflictos durante el
b ien io azañ ista p rin c ip a lm en te en las zonas de regadío en 1932-1933:
Castilblanco (B adajoz); en A rnedo (Logroño) la G uardia Civil disparó contra
unos huelguistas m atando a cuatro m ujeres y un niño, los sucesos de X eresa
(cuatro m uertos y trece h eridos)397o las insurrecciones anarcosindicalistas de
391 MALEFAKIS, E.: Reforma agraria y revolución campesina en la España del s. X X , op. cit., Según
Malefakis, la entrada de nuevos militantes campesinos en el sindicato socialista entre la proclamación de la
República y el mes de junio de 1932 se multiplicó por diez. MALEFAKIS, E.: “Análisis de la Reforma
Agraria durante la Segunda República”, Agricultura y Sociedad, 7, 1978, pp. 35-51 (pp. 28-29).
392 Tierra Libre, núm. 1, mayo 1935. Diario anarquista de Sueca (la Ribera Baixa).
393 MALEFAKIS, E.: “Análisis de la Reforma Agraria durante la Segunda República”, op.cit.
394 El ayuntamiento republicano de Llutxent culpaba a la sequía y a la Ley de Términos Municipales de la
crisis de trabajo de la primavera de 1931. AML, A4, Libro de Actas, acta de 31-V-1931.
393 v. LÓPEZ LÓPEZ, A.: El boicot de la derecha a las reformas de la Segunda República. La minoría
agraria, el rechazo constitucional y la cuestión de la tierra. Ministerio de Agricultura, Madrid, 1984.
396 Las negociaciones laborales en el regadío valenciano en las dos primeras décadas de siglo en ALCÁZAR
GARRIDO, J. del: Temps d ’avalots., op. cit., pp. 194-207. El testimonio oral en la Pobla del Duc nos señaló
que tan sólo los patronos contaban con un reloj y ni siquieran permitían que les preguntasen la hora. T. O. de
José M* Bordería (1998).
397 v. NAVARRO, R.; MOLLA, J.L.; PUIG, V.; BOUS, V. y SERRA, V.: “Els Successos”, La Cisterna.
Publicado Cultural de Xeresa, 8, 2001, pp. 3-25.
224
enero y diciem bre de 1933, en las que destacaron la proclam ación del
Comunism o Libertario en Sollana , 398 o los sucesos de Casas Viejas, población en
la que una huelga revolucionaria anarquista term inó con el asesinato de
cam pesinos por parte del G uardia de A salto que la oposición responsabilizaría a
A zaña .399 A pesar de la resonancia pública de estos sucesos, la m ayor parte de la
conflictividad rural española fue sindical (aplicación de las Bases de Trabajo y
de la legislación agraria), centrada preferentem ente en las zonas latifundistas en
las que el paro golpeaba con m ayor fuerza .400
También en el campo valenciano aum entó la “crispación” entre 1931 y
1933, aunque sin llegar a alcanzar la acritud de las regiones latifundistas. Esta
singularidad se explica por diversos factores: los cultivos de exportación no se
vieron afectados por la crisis internacional hasta 1933 y por tanto el paro
agrícola se mantuvo en sus parám etros tradicionales de tem poralidad, tam bién
por la peculiar estructura de explotación de la tierra y porque la Reform a A graria
no había generado ni la esperanza ni la desesperanza de las zonas latifundistas.
Pero para unos propietarios agrícolas que habían disfrutado sin oposición alguna
de la sum isión socioeconóm ica casi absoluta de jornaleros y arrendatarios estos
cam bios legislativos, unidos a la im plantación de un sindicalism o de izquierda,
le debieron parecer un nuevo m arco de actuación desconcertante en el que se
erosionaba su poder en la com unidad rural. Por prim era vez, los asalariados y
arrendatarios tenían a su alcance una legislación social que beneficiaba sus
intereses económ icos y reconstruía su dignidad personal como trabajadores.
Con estos parám etros previos se explica que la escasa conflictividad rural
de la Valí d ’A lbaida entre 1931 y 1933 se inscriba en la lucha por la aplicación
de la legislación social, el desarrollo in crescendo del paro y la resistencia
patronal .401 De la escasa docum entación obtenida (noticias de prensa, m em orias
de congresos obreros, registro oral) se desprende una im agen de quietud social.
Entre abril de 1931 y junio de 1933 el sindicalism o socialista protagonizó las dos
únicas huelgas de este período, ambas circunscritas a petición de aum ento
salarial: A ielo de M alferit (dos días de paro) y Benigánim (cinco días). El
Decreto sobre arrendam ientos de fincas rústicas, sin influencia en la com arca,
originó la destitución del ayuntam iento de Otos en agosto de 1931, después de
398 Un estudio de la insurrección de Sollana en PEDRO, E.: “Historia oral d’una insurrecció: Sollana 1932”,
Quadems de Sueca, VIII, 1985, pp. 47-72.
399 Los sucesos de Casas Viejas en ABELLA, R.: “Casas Viejas”, Historia 16, 82,1983, pp. 11-18.
400 Esta fueron las principales causas que explican la agitación en Andalucía, Castilla-León y Ciudad Real.
Cfr. CALERO, A. M.: Movimientos sociales en Andalucía (1820-1936), Ed. S. XXI, Madrid, 1976;
PASCUAL CEVALLOS, F.: Luchas agrarias en Sevilla durante la Segunda República, Diputación de
Sevilla, Sevilla, 1983; PEREZ DE YRUELA, M.: La conflictividad campesina en la provincia de Córdoba,
1931-1936, Servicio de Publicaciones Agrarias, Madrid, 1979; ALARCÓN CABALLERO, J.A.: El
movimiento obrero en Granada en la II República, Diputación Provincial, Granada, 1990; HERMIDA
REVILLAS, C.: Economía Agraria y agitaciones campesinas en Castilla la Vieja y León: 1900-1936,
Universidad Complutense, Madrid, 1989, LADRÓN DE GUEVARA, Ma. P.: La esperanza republicana, op.
cit.
401 Para la patronal agraria y sus tácticas respecto a la legislación agraria cfr. CABRERA, M.: La Patronal
ante la IIRepública. Organizaciones y estrategias (1931-1936), Ed. S. XXI, Madrid, 1983.
225
aplicar este decreto a un propietario del térm ino por parte del G obernador Civil
“por haber interpretado caprichosam ente” el D ecreto .402
D esde el p rincipio de la R epública, los propietarios agrícolas más
m ilitantem ente antirrepublicanos trataron de obstaculizar las m edidas adoptadas
para solucionar el problem a del paro agrícola .403 El conflicto más destacado
ocurrió en Fontanars en abril de 1932. Su térm ino m unicipal era casi propiedad
absoluta de grandes propietarios, m uchos de ellos G randes de España, que
d eleg ab an sus p ro p ie d ad es a ad m in istrad o res, grupos p artic u la rm en te
beligerantes contra la R epública, apoyados desde la alcaldía. Los obreros
socialistas pretendían incluir en las Bases de Trabajo la exclusividad laboral y la
colocación de parados para su sindicato.
Con estos objetivos el sindicato se fortalecía, ya que pasaba a controlar los
m ecanism os por los cuales se conseguía trabajo, base de una m ayor afiliación
sindical que sería la cantera de votos socialistas en los procesos electorales. A
m ayor núm ero de afiliados, se podía alcanzar una postura de fuerza frente a la
patronal e im pedir que esta coaccionara a la mano de obra en las huelgas o en las
elecciones. Para destruir el sindicato socialista los propietarios habían negado
con anterioridad a la firm a de las Bases de Trabajo el trabajo a los afiliados de la
UGT, aprem iando el G obernador Civil al alcalde para que solucionase el
conflicto . 404 Finalm ente, el G obernador ordenó a la G uardia C ivil evitar las
coacciones hacia los no sindicados.
Los ayuntam ientos republicano-socialistas resolvían esta problem ática de
un modo bien distinto. En noviem bre de 1932 más de 200 obreros agrícolas de
A ielo de M alferit estaban en el paro. Para encontrar soluciones, la alcaldía
convocó sendas sesiones con los propietarios agrícolas. Pero tan sólo acudió una
m inoría, ya que los grandes propietarios se negaban a negociar y no respetaban
los acuerdos adoptados. En esta tesitura, el ayuntam iento decretó un recargo
contributivo del 1 0 % destinado a ejecutar obras públicas y crear una bolsa local
de trab ajo .405
Al parecer los patronos agrícolas habían respondido a la legislación social
y al crecim iento del sindicalism o socialista cam pesino con lock-outs, según se
deduce de la conferencia de V icente Clavell (m iem bro del Com ité P olítico del
PURA) en el casino blasquista de A lbaida, titulada “España ante la reform a
agraria” . La organización de este acto fue la respuesta a la atm ósfera que “En
toda la com arca de A lbaida se viene observando una viva inquietud entre los
trabajadores del campo a causa de ciertas restricciones que en el régim en del
trabajo han adoptado algunos p ropietarios” . El conferenciante desgranó la
postura oficial del blasquism o hacia la LRA: apoyo a las 24 bases de la Ley,
c rítica a n tin o b ilia ria en la tra d ic ió n del reform ism o agrario republicano
226
antiseñorial (evocación de los com uneros y la G erm anía), petición que el IRA se
am oldase a las características agrarias de cada región y creación de instituciones
de crédito agrícola que facilitasen el asentam iento cam pesino .406
En esta co n feren cia se puede seguir el program a p o lítico del
republicanism o histórico respecto al problem a agrario: la crítica antinobiliaria en
una com arca donde algunas de las p rin cipales propiedades en extensión
pertenecían a la nobleza, el apoyo estatal al establecim iento de propietarios
individuales asociados en cooperativas. Entre los sectores del asociacionism o
agrario católico hubo una cierta inquietud durante la elaboración de la Ley de
Reform a A graria, plasm ada por el presbítero José G arcía Suñer, creador del
sindicato católico de la Pobla del Duc (uno de los más antiguos de la provincia
de Valencia), en distintos artículos aparecidos en el diario católico gandiense
R evista de Gandía en la prim avera de 1932.407
La reducida conflictividad tiene su explicación desde distintos ángulos.
Las buenas cosechas de 1931-1932 lim aron los efectos de la crisis agrícola del
viñedo. La diversificación de cultivos, una solución correctora del cam pesinado
para evitar las desastrosas consecuencias del m onocultivo vinícola anterior a la
filoxera, paliaba en parte la depreciación del viñedo de una m anera sim ilar a los
pequeños tallere s e in d u stria s, que d esviaban m ano de obra al m enos
parcialm ente, sin olvidar el estado em brionario del sindicalism o de izquierda.
La debilidad del anarquism o en la Valí es otro de los factores que ayudan
a com prender la inexistencia de conflictos. En este prim er bienio el anarquism o
intentó m ovilizar sin éxito a los obreros agrícolas, pequeños propietarios y
arrendatarios. En L lutxent se había creado un sindicato anarquista en 1919 (200
afiliados) que perduró hasta la R epública .408 Pero según el registro oral, la
realidad era muy distinta. La sindicación anarquista obedecía a im perativos
necesarios para la supervivencia de la econom ía fam iliar de los pequeños
propietarios:
A l prin cip i d ’ací nosalíres ens fe re n el carnet del p a rtit autonom ista de
Sigfrido Blasco i j o m e ’n vaig anar a collir taronja a Carcaixent, i
estaguent a llí co llin t taronja vingueren del sin d ica t de la CN T de
Carcaixent i, ciar, a revisar els treballadors que n ’ hi havia, i j o vaig
presentar el carnet autonom ista i ‘ai, agó, vosté és un e sq u iro l’. Un
esquirol vol dir que no era d ’aixó d ’ells, i es va fo rm a r d ’a cí L lutxent
mateixa, deis treballadors que havien a C arcaixent una Junta de la CNT
que jo m ateix p e r a p o d er treballar em vaig adherir també a la CNT.
D esprés al cap d ’un any, any i mig, o el que fó ra , va vindre unes eleccions
i en vindre estes eleccions ens passaren quasi tots de la C N T al P artit
Socialista, o siga, a la U G T p er a votar al P a rtit Socialista.409
227
En 1933 ya no tenem os noticias de ella. Como hem os visto habían
engrosado el sindicalism o socialista, que contaba con una tradición que se
rem ontaba a la em igración posfíloxérica y se adaptaba m ejor a la realidad socio-
cultural de los pequeños propietarios/jornaleros tem porales de L lutxent .410
Tam bién en O ntinyent se intentó crear un sindicato anarquista cam pesino.
Las posibilidades eran m ayores, ya que la ciudad tenía una bolsa de obreros
agrícolas cifrada en unos 400. Pero, al igual que en Llutxent, los rasgos del
térm ino agrícola de O ntinyent, la ausencia de tradición sindical y el proceso de
radicalización del cenetism o local fueron causas determ inantes de su fracaso. La
A sam blea General de Sindicatos Cam pesinos anarquistas (A lzira, octubre de
1931) esbozaría la necesidad de construir una sólida organización en el campo,
un sector predom inantem ente anarquista, hasta la D ictadura, período en el que el
sindicalism o so cialista había avanzado sin pausa. El Sindicato Ú nico de
O ntinyent había creado en agosto de 1931 la sección de trabajadores del campo.
La práctica sindical del anarquism o cam pesino habitualm ente ha sido tildada de
radical o m esiánica. Pero en O ntinyent no pudo ser más realista. Las Bases
presentadas en 1931 respetaban las jo m ad as de trabajo tradicionales, pero
unificaban e increm entaban significativam ente el salario y prohibían el trabajo a
destajo. A pesar de su m oderación no fueron aprobadas, al igual que el resto de
dem andas.
Tampoco el paro agrícola era im portante en la capital com arcal. En
octubre de 1931, la sección cam pesina presentaba a la alcaldía un listado de 44
jo rn alero s parados con el objetivo de efectuar un reparto entre los propietarios
agrícolas acogiéndose al D ecreto-L ey de 18 de ju lio .411 La respuesta de la
Com isión de H acienda resum e la estructura agraria ontiñentina:
Del texto podem os deducir que el sindicalism o cam pesino anarquista tenía
una reducida afiliación, una m uy m enguada capacidad de presión y por tanto sus
dem andas eran sistem áticam ente rechazadas. No habían conseguido que la
patronal firm ara unas Bases de Trabajo ni tan siquiera el apoyo del gobierno
local. Pero tam poco en 1931-1932 el paro agrícola había alcanzado la m agnitud
posterior.
228
D urante 1932 y 1933 diversos artículos en Solidaridad Obrera de Valencia
reclam aban que los “parias del terruño” engrosaran el sindicato. El anarquista
Ramón Sanchis, en su tono faísta e incendiario, señalaba el abandono de cuarenta
y dos fincas del térm ino por parte de grandes propietarios con la am enaza final
que “o por lo contrario nos verem os obligados a apoderarnos de la tierra (...) ‘la
tierra para quien la trabaje* ( . . . ) ” .413 El sindicato anarquista desplegó una intensa
actividad en la línea directriz de la “acción directa” pero siem pre desde la
legislación republicana. En abril de 1932 denunciaba ante la Com isión de Policía
Rural estas hanegadas deficientem ente cultivadas. Sin em bargo, el M inisterio de
A gricultura a propuesta de la Com isión Técnica Central de Laboreo Forzoso
desestim ó la acusación anarquista alegando la realidad agrícola de O ntinyent:
Con todo, la Com isión Técnica entendía que los terrenos denunciados
(principalm ente pinadas) posiblem ente no estaban ocupados por los cultivos más
adecuados, pero la Ley establecía una relación directa entre abandono/deficiente
explotación/paro agrícola que en O ntinyent no se daba en la segunda y tercera
acepciones.
En 1932 el recurso de la huelga consiguió la rúbrica de unas Bases de
Trabajo sim ilares a las peticiones de los sindicatos socialistas: cum plim iento de
la Ley de Térm inos, abolición del trabajo a destajo, reglam entación del trabajo a
realizar y de las horas extraordinarias. En septiem bre del m ism o año se presentó
una gran oportunidad para el objetivo anarquista de captar a los obreros
agrícolas. El otoño y el invierno eran m eses en los que el paro agrícola se hacía
sentir con m ayor fuerza. Para paliarlo, el alcalde y diputado provincial había
conseguido una partida presupuestaria de la D iputación Provincial destinada a la
construcción de la carretera O ntinyent-V allada .415
El sindicato cenetista, coincidiendo con una intensa cam paña para la
consecución de las Bases de Trabajo invernales, dem andaba que los obreros
em pleados se extrajeran de los jornaleros sin trabajo, se aboliera el destajo y se
reconociera la sección de cam pesino del Sindicato Único como único interlocutor
229
obrero en las negociaciones, al m ism o tiem po que presionaba al contratista para
que adm itiese a veinte obreros despedidos por falta de trabajo. A nte la negativa
del contratista se anunció la huelga para el dos de enero. Pero 50 obreros,
después de llegar a un acuerdo con el contratista, se reintegraron al trabajo el día
siguiente. Fue un fracaso del sindicalism o anarquista en su proyecto de
afianzam iento.
Estos acontecim ientos definen algunas características del sindicalism o en
la R epública. El paro agrícola valenciano generalm ente era tem poral, aunque no
por ello dejaba de ser un grave problem a. La legislación agraria favorecía que un
sindicato cam pesino poderoso pudiera negociar en condiciones de fortaleza con
la patronal agraria, vigilar el cum plim iento de las Bases de Trabajo, acudir a los
Jurados M ixtos... , pero tam bién constituir un poderoso grupo de presión ante la
alcaldía que controlase o dirigiese las bolsas de trabajo o las obras públicas
m unicipales. La inversión pública originaba a los sindicatos dos problem as:
fav o ritism o sin d ical (cató lic o s, b lasq u istas) de la alcald ía o em pleo de
tra b aja d o re s parad o s no ag ríco las. Un sindicato cam pesino fuerte podía
conseguir que los obreros contratados en estas obras fuesen jornaleros o sus
sindicados, convirtiéndose de esta m anera en un organism o cuya afiliación
aseguraba el trabajo en las épocas difíciles. La derrota anarquista en estas Bases
de Trabajo certifica su fracaso en la construcción de un sindicato cam pesino con
capacidad efectiva de influencia.
De nuevo en 1933 se intentaría la firm a de unas Bases de Trabajo sim ilares
a las anteriores que incluían la jo rn ad a de ocho horas. A nte la ausencia de una
organización patronal que asum iese las negociaciones fueron enviadas al Jurado
M ixto. En O ntinyent, al contrario que en otras com arcas valencianas con
potentes sindicatos (por ejem plo, am bas R iberas), la patronal no necesitaba
asociarse . 416
En 1933, el presidente de la sección de cam pesinos, el jornalero Rafael
M ira Bataller, dim itía de su cargo en un clim a de escisión del anarquism o local
derivado del creciente protagonism o faísta .417 En septiem bre del mismo año, la
Sección de Cam pesinos había decidido no colaborar en la confección del Censo
Obrero Cam pesino. Con su rechazo a la LRA republicano-socialista y a los
Censos Cam pesinos m anifestaban su postura m axim alista.
Por fuentes indirectas conocem os la creación de un sindicato cam pesino
en T O llería, una población donde el cenetism o dom inaba la industria vidriera. En
B ocairent una Sociedad de Trabajadores A grícolas se había negado a inscribirse
en la Ley de A sociaciones del 8 de abril de 1932, esto es, era un sindicato
416 Para Cullera, cfr. CALZADO ALDARLA, A.: “La negociación de salarios y condiciones laborales de los
obreros agrícolas de Sueca y Cullera en la plantada y siega del arroz durante la II República”, en IlJom ades
d'Estudis de Cullera. Cullera, 1,2 i 3 de desembre de 1995,1 i mig editorial, Benicull del Xúquer, 1998, pp.
213-233.
417 Rafael Mira era un histórico del sindicalismo de Ontinyent. Fue presidente del sindicato socialista El
Trabajo entre 1916 y 1920.
230
anarquista, aunque no poseem os m ás inform ación sobre sus actividades,
afiliación . . . 418 En definitiva, el discurso sindical y agrarista del anarquism o no
tenía atractivo en la comarca.
Por contra, el sindicalism o cam pesino ugetista agrupado en la Federación
N acional de T rabajadores de la T ierra (FN TT) consiguió una poderosa
im plantación. Desde la proclam ación de la República hasta la creación de la
FNTT las sociedades obreras cam pesinas se encontraban desorientadas, en el
laberinto que representaba la búsqueda de un representante que protegiera sus
intereses. Un buen ejemplo de esta desorientación lo encontram os en Bocairent.
En mayo de 1931, ante la negativa de la alcaldía a atender el problem a del paro
agrícola, los obreros parados acudieron al com ité de la DLR para conseguir
trabajo. El fracaso de la gestión de este partido condujo a la creación de una
sociedad de trabajadores agrícolas, que unos m eses después ingresaría en la
sociedad socialista de obreros industriales La Victoria. En esta población, bajo la
influencia del médico M artín Calabuig se había creado un centro republicano
adscrito a la DLR del cual form aron parte un gran número de obreros socialistas
y anarquistas .419
Aunque no había acudido ningún representante de la Valí d ’A lbaida al
Congreso que debía constituir la Federación N acional de Trabajadores de la
Tierra (FNTT) entre los 235 delegados de 157 poblaciones españolas (27.430
afiliados declarados), cinco poblaciones de la com arca (A ielo de M alferit,
Benigánim , Benissuera, Castelló de Rugat, Llutxent) estuvieron representadas
por Pedro G arcía (socialista alcireño precursor de esta gran federación socialista
cam pesina) e Isidro Escandell (diputado socialista ligado a A lbaida por lazos
fam iliares ) . 420 Como dem uestra el Cuadro núm. 23, en 1933 la com arca contaba
con una am plia red de sindicatos socialistas cam pesinos.
418 En un acta de la Sociedad Agrícola ugetista se puede leer: “Que todo compañero que pertenecía a esta
entidad y pasó a la C.N.T. (...)”. AHN-SGC, PS-Madrid 524, legajo 4.781, Libro de Actas de la Sociedad de
Agricultura de Pollería (LASAO) 1-DÍ-1931/14-II-1937, acta de 17-VII-1933.
419 RS, 13-1-1933.
420 Memoria del Comité Nacional de la FNTT en el Congreso Ordinario. Madrid, 17 y siguiente de
septiembre de 1932. Utiliza datos de 1931.
231
Cuadro núm. 23
SOCIEDADES DE CAMPESINOS ADSCRITAS A LA FNTT. 1933.
421 La Sociedad de Montitxelvo se fundó en agosto de 1933, la de Benissoda en marzo del mismo año y la
de Otos en julio.
232
Estos datos deben ser contem plados con cierta crítica. A lgunas de estas
sociedades tenían una corta vida debido a los problem as económ icos de sus
afiliados. M uchas se disolvían o se reorganizaban en cortos espacios de tiem po.
Adem ás, se debe tener en cuenta que podía existir un grupo de socialistas
organizados en la A grupación, pero que si no eran dados de alta por la Ejecutiva
N acional no contaban como tal grupo en el m om ento de tom ar decisiones y
participar en Congresos. En el rom pecabezas de datos, cifras, líneas de prensa
con que hem os trabajado, no siem pre todas las piezas encajan. Así, tenem os que
la Casa del Pueblo de A lbaida inscrita el 27 de abril de 1932 en la Federación
N acional de Trabajadores de la Tierra con 39 afiliados aparece como “Unión
O brera” . La Sociedad de la Pobla estuvo unos m eses de baja por im pago de
cuotas hasta su reingreso en ju lio de 1933. El Cuadro núm. 23 es el más
aproxim ativo. Así la FNTT se había organizado en todas las grandes poblaciones
con la excepción de la cap ital com arcal, copada por un m in o ritario
anarcosindicalism o, un grupúsculo radical-socialista y la indeferencia .422
El reform ism o ugetista asentado en la u tilización de la legislación
reform ista/corporativista de Largo Caballero conducía (siguiendo su tradición) a
contem plar la huelga como la últim a salida en una negociación. A sí, a las dos
huelgas planteadas (Aielo de M alferit, Benigánim ), se contraponen, entre abril de
1931 a junio de 1932, a la firm a de Bases de Trabajo en Fontanars, Llutxent y
Ráfol de Salem (las únicas docum entadas) entre las 81 firm adas en la provincia.
En la Valí la lucha sindical se planteaba, en palabras de una organización
local en este Congreso, en “el cum plim iento de las leyes sociales” . Este era el
caballo de b ata lla del sindicalism o so cialista valen cian o , en el que los
principales problem as eran el paro agrícola, la aplicación de la Ley de Térm inos
M unicipales, el respeto a las Bases de Trabajo y el fortalecim iento de las propias
organizaciones m ediante el control sobre el acceso al trabajo. De este modo se
conseguían objetivos laborales pero tam bién destruir la base de poder caciquil: la
coacción sobre la mano de obra en los períodos electorales. Como significó
Pedro G arcía G arcía en un acto en la A grupación Socialista de B ocairent, la
FNTT había conseguido “reivindicaciones que el obrero de la tierra desconocía,
de lo que culpó a los gobiernos de la M onarquía, que jam ás habían legislado en
favor de los braceros de la tierra por conveniencias de los grandes terratenientes
y del caciquismo (...) sin violencias irem os edificando hasta llegar a nuestro
triunfo definitivo ” .423
El sindicalism o cam pesino encontraba una problem ática diferenciada en
las poblaciones industriales. En éstas los obreros industriales, incluso los
asociados en una m ism a sociedad obrera, restaban peonadas a los jornaleros
acentuando el paro estructural. En Bocairent se planteó este problem a en junio de
1933, el prim er año de la crisis agrícola, el peor año de la industria com arcal,
cuando los obreros agrícolas expusieron las “quejas de que había m uchos obreros
422 Parecidos problemas se daban en la vecina comarca alicantina de la Marina Alta. V. BALLESTER
ARTIGUES, T.: “Implantado del P.S.O.E. a la Marina Alta durant la República i la Guerra Civil”, Revista de
Fiestas de la Puríssima Xiqueta de Benissa, Benissa, 1989, s/p.
423 RS, 20-XI-1932.
233
del fabril que les quitaban a ellos el trabajo y que lo com unicaban porque
entonces en adelante querían denunciarlo” . Aunque el presidente de la Sociedad
Varia Textil y Fabril-U G T anunció que esta cuestión sería un punto exclusivo
para la próxim a ju nta, otorgándoles voz y voto, los obreros agrícolas no
aceptaron la propuesta. Ignoram os la resolución final, pero esclarece el grado de
solidaridad intersocietaria existente, cuando una parte im portante de los afiliados
a sindicatos lo eran sim plem ente en busca de una agencia de colocación .424
No existen casos de aplicación de la Ley de Laboreo Forzoso. Los
ayuntam ientos contestaron unánim em ente que no existían fincas mal cultivadas.
A penas hem os encontrado acusaciones obreras presionando en la aplicación de
dicha ley, las únicas se centran en las grandes fincas del distrito de O ntinyent. En
ju lio de 1933, el concejal socialista de B ocairent, G isbert, denunciaba que “las
fincas que son propiedad de la adm inistración deis Ferres deben trabajarse por la
Sociedad O brera ” .425
O tros pequeños conflictos locales que no pasaban de sim ples denuncias
ante los alcaldes hacen referencia a la aplicación de la Ley de Térm inos. Un
ejem plo lo constituye Bocairent (1931), en la que los propietarios bocairentinos
de fincas habían aplicado la Ley de Térm inos en sus fincas situadas en otras
poblaciones, discrim inando a los obreros agrícolas de B ocairent, su mano de obra
tradicional. Al m ism o tiem po, en la vecina Banyeres se im pedía trabajar en las
m asías a jo rn alero s bocairentinos, am enazando la Sociedad O brera en im itarlos
si no llegaba a un acuerdo .426
En este prim er bienio predom ina la negociación, la determ inación sindical
de em plear m étodos legales en la consecución de sus problem as laborales,
señalando ante las autoridades locales o laborales las infracciones. Anotam os
varios casos: en agosto de 1931 jornaleros de B anyeres trabajaban en una
heredad situada en el térm ino de Bocairent. El alcalde de B ocairent notificó a su
hom ónim o de Banyeres que “R uegole coloque seguidam ente jornaleros de
B ocairent para que no se im ponga m ulta, porque todos los dias los tenem os en
el A yuntam iento en C om isión ” .427 En m ayo de 1932, V ictoriano Gómez,
presidente de la Sociedad de Trabajadores A gricultores-U G T de B ocairent,
denunciaba que varias heredades habían incum plido la nota expuesta en la
tablilla de anuncios del Ayuntam iento: la jornada legal de 8 horas. En Fontanars
la Sociedad acusaba que en la finca Casa Jordá se trabajaba más de ocho
h o ras .428 En F O llería la sociedad ugetista se vio obligada a reglam entar los
gastos derivados del asesoram iento prestado a sus asociados en los Jurados
M ixtos, indicador de la relativa frecuencia con que se daban .429
424 AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, ASVTFLV, Libro de Actas de la Junta Directiva de la Sociedad Varia
Textil y Fabril La Victoria (LAJDSLV) desde el día 14 del mes de agosto de 1932, acta de 20-VI-1933.
425 AMB, libro 26-VII-1933/ll-VIII-1934, Libro de Actas, acta de 26-VII-1933.
426 AMB, C 408, Correspondencia 1931-1932, oficio de 2-IX-1931.
427 Ibídem.
428 Ibídem. Para AMFA, sig. 284/7, Documentación de la Sociedad de Trabajadores del Campo El Progreso
1932-1934.
429 AHN-SGC, PS-Madrid 524, legajo 4.781, LASAO, acta de 3-XI-1933.
234
Esta era la actuación del sindicalism o ugetista cam pesino en la com arca, y
en gran parte del País Valenciano, durante el período 1931-1933. Fracasado el
sindicalism o anarquista, con el socialista organizándose, la firm a de Bases de
Trabajo y la utilización de la legislación social bastaron para m antener la quietud
social en el campo com arcal hasta la crisis agrícola de 1933. De este modo, el
agro de la Valí d ’A lbaida se perfilaba durante este prim er bienio dentro de las
característics generales del valenciano, incluso con un m enor grado de conflicto
según la docum entación a que hem os tenido acceso.
El sindicalism o socialista y anarquista no sólo tuvo que luchar con el
desierto organizativo secular o con el rechazo a sus propuestas en el caso de la
CNT, sino tam bién con otros com petidores sindicales, un rasgo valenciano
relacionado con la diversidad de su agricultura. En el campo republicano se
crearon sindicatos próxim os al blasquism o y al radical-socialism o. Para el
obrerism o blasquista la docum entación que poseem os es muy fragm entaria. En
Palom ar, Llutxent, r o ile r ia , la Pobla del Duc y Salem funcionaron Centros
Obreros Republicanos A utonom istas o Sociedades Obreras A utonom istas, esto
es, blasquistas, entre 1932 y 1935, año en que desaparecen. En A lbaida, el
Círculo Republicano A utonom ista contaba con una sección obrera que presentaba
Bases de Trabajo propias y participaba en las negociaciones junto a la U nión
Obrera A lbaidense (socialista), disfrutando sus obreros afiliados de preferencia
en la contratación para las obras m unicipales .430 Tal y como Jordi Pom és ha
podido com probar para la Restauración, el sindicalism o republicano rural no
gozó de “arraigo y apego al mundo ru ral ” .431
Del sindicalism o radical-socialista poseem os una m ayor inform ación. La
cam paña de afianzam iento socio-político del PRRS en O ntinyent se com pletó con
la creación de un sindicato, la A lianza de Labradores, A rrendatarios, Colonos,
A parceros, Ganaderos y Pequeños Propietarios (junio 1932) auspiciada por
cenetistas escindidos ante la creciente influencia faísta. A unque no dependía
directam ente del PRRS, su cercanía era evidente. El PRRS respondía de este
m odo a una ad ecuación a la realid ad del agro de O ntinyent que el
anarcosindicalism o no había sabido encontrar. La A lianza deseaba participar en
las organizaciones laborales y sociales creadas por la legislación agraria, amén
de m anifestar inquietudes culturales (organización de bibliotecas), asistencia
técnica (cursillos profesionales) o creación de cajas de ahorro y cooperativas. La
A lianza ingresó en la A lianza N acional de Labradores, en cuya A sam blea
N acional participarían Jordán Jover, José Belda (secretario del com ité ejecutivo)
y José Bas.
La A lianza rep resen tab a los in tereses propios y d iferen ciad o s de
arrendatarios y aparceros dentro de las bases de la LRA. Su unión respondía a la
necesidad de enfrentarse a la creciente especulación privada de los acuíferos, con
235
un gran interés en la aplicación de la Ley de A rrendam ientos de Fincas
R ústicas .432 Sin em bargo, desconocem os sus logros. Desde El D espertar de
O nteniente sus redactores se quejaban de que tan sólo un cam pesino se había
acogido al decreto sobre revisión de arrendam ientos de tierras. Además de la
defensa de los arrendatarios, durante su corta vida asociativa, puso el énfasis de
sus actos y propaganda pública en la intención de alum brar cooperativas de
consum o, una sección de crédito y m ejoras en el regadío (canalización de las
acequias, cam bio de ordenanzas...).
D entro de la sindicación de los propietarios agrícolas, la com arca tenía
una rica tradición de sindicalism o agrario católico desde principios de siglo. El
Sindicato A grícola de la Pobla del Duc, creado por el Padre V icent, había sido
uno de los prim eros de la provincia. Casi todos los pueblos tenían su sindicato
agrícola católico que agrupaba a grandes/m edianos propietarios y algunos
arrendatarios/pequeños propietarios que así se aseguraban las peonadas. En
algunos pueblos p articip ab an en la co n fecció n de las B ases de Trabajo
agrícolas .433
El Sindicato A grícola de la Pobla, presidido por el párroco local, era el
m ás im portante, “padre de otros m uchos de la agricultura de la región levantina”
incorporando una Caja de C rédito A grícola, adquisición de abonos y una sección
de recreo y atracciones .434 Tuvieron un gran protagonism o en la crisis vinícola
de principios de los trein ta con una participación activa en la Cám ara Oficial
A graria de Valencia. Cum plía las veces de asociación patronal como en la misma
P obla notificaba el Secretario que a los datos de fecha de fundación del Sindicato
A grícola agregaba que al com enzar la R epública “ se le agregó el Bloque Agrario
y la U nión P atriótica ” .435 De form a más sencilla nos lo explica José Ma Bordería:
432 Un ejemplo de esta defensa del pequeño campesino dentro del marco general de la Reforma Agraria es
la cuestión de las tierras de propios usurpadas a los municipios. La LRA establecía que los ayuntamientos
que tuvieran la presunción de que en sus propios se habían llevado a cabo usurpaciones podrían reivindicar
los bienes afectados, siendo los propietarios quienes debían demostrar la legitimidad de sus títulos de
propiedad. En el caso de no poder hacerlo, sus propiedades pasaban a ser bienes municipales. Pero esta
disposición favorecía a los grandes propietarios que ya habían legalizado estas tierras, mientras que los
pequeños propietarios que habían realizado usurpaciones modestas no podrían alegar sus derechos por
ignorancia legal.
433 Según el Censo Electoral Corporativo. Rectificado por las Juntas Provinciales del Censo en el mes de
diciembre de 1928. Ministerio de Trabajo y Previsión, Madrid, 1930, y los Libros Registro de Asociaciones
del Gobierno Civil de Valencia.
434 CALZADO ALDARIA, A.: “Memoria del Sindicato Agrícola de la Puebla de Rugat (1907-1908). Edició
i estudi”, Alba, 15, 2000, pp. 103-109.
435 AMPD, Documentación. Época de Falange, Relación de sociedades. 1930.
436 T.O. de José Ma Bordería (1998).
236
En Llutxent: “els de dretes eren els que tenien més finques. Quan jo era
xicotet hi havia un Sindicato A grícola allá a la pla?a que es deia Sindicato
A grícola de la Santa Faz i allí estaven tots i votaven sempre a les dretes” .437 En
mayo de 1934 los niveles de afiliación eran los siguientes (v. Cuadro núm. 24):
Cuadro núm. 24
SINDICATOS AGRÍCOLAS CATÓLICOS. 1934.
SINDICATOS
LOCALIDAD N° A FILIA D O S
AGRÍCOLAS
Aielo de M alferit Cristo de la Pobreza 274
A tzeneta Cristo del Calvario 117
Benicolet Cristo de la Pobreza 36
C arrícola San Miguel Arcángel 18
L’O lleria San José 302
La Pobla del Duc Sindicato Agrícola 81
M ontaverner San Blas 32
M ontitxelvo Porvenir de San José 29
Palom ar San José 103
C ooperativa de Aceite
Pinet s/d
San Pedro
Q uatretonda Cristo de la Fe 61
237
en que la G uardia Civil patrulló por las calles de A ielo de M alferit debido a
“ciertos nervios (...) por la carencia de trabajo ” .439 En la Pobla, durante la
celebración de un baile al que asistían com erciantes agrícolas, un grupo de
poblanos invadió el local y organizó un fuerte altercado .440
Pero em pezaba a ser evidente la sensación, entre una p arte de la
m ilitancia, que la política reform ista no había sido efectiva. El socialism o
cam pesino m anifestó claras m uestras de im paciencia presente en las proclam as
verbales. En septiem bre de 1933, un socialista de Llutxent dem andaba el clásico
eslogan de “La tierra para el que la trabaja” , describiendo los problem as
crecientes de los jornaleros y m uy pequeños propietarios de esta población: los
propietarios se negaban a arrendar tierras, eran los únicos que podían adquirir
nuevas tierras y además ofrecían escasos jornales, en contraste con un cierto
abandono de sus propiedades .441
El cansancio trocó en rabia cuando la victoria de la derecha en noviem bre
de 1933 rectificó de m anera conservadora la legislación agraria. Entonces el
m arco en que se m ovía el sindicalism o ugetista, dependiente de las directrices e
intereses políticos del Partido Socialista, daría un vuelco para abandonar el
aparente m oderantism o respecto al Sindicato Único, que no se puede com prender
por la frustración de la m ilitancia .442
La problem ática de este sector era muy distinta a la agrícola, al igual que
la sindicación. Las transform aciones alfareras, agroalim entarias o cereras
reunían realidades divergentes. Las dos prim eras eran pequeñas establecim ientos
disem inados por los pueblos en los que estaban presentes relaciones patriarcales
entre propietarios y trabajadores, algunos de los cuales eran fam iliares de los
industriales. O cupaciones con una elevada estacionalidad, sus trabajadores no
ocupaban un suficiente núm ero com o para constituirse en sindicatos. Se acogían
al epígrafe de “ O ficios Varios” .
Aun con estos condicionantes, en las fábricas de m ayores dim ensiones los
industriales derechistas o m onárquicos intentaban intim idar a la mano de obra
sindicada. En A ielo de M alferit, los propietarios de la fábrica de jarabes y licores
de Vda. de Juan M ompó se negaban a dar trabajo en septiem bre de 1931 a los
obreros ugetistas, según una denuncia de la sociedad obrera El P rogreso .443 No
estaban acostum brados a que sus trabajadores defendieran sus derechos laborales
a través de la negociación sindical.
238
Los obreros cereros, la principal industria de A lbaida y A gullent, eran
m ayoritariám ente antirrepublicanos, enfrentados a toda form ación política o
sindical que preconizase la secularización, ya que durante el prim er bienio el
descenso de actos religiosos estaba ocasionando una im portante crisis en el
sector que em pujaba a sus trabajadores hacia posiciones políticas y sindicales
católicas. N úcleos tradicionalistas, hegem onía del catolicism o y crisis sectorial
provocada p o r el laicism o republicano, ayudaron a una rápida y exitosa
singladura del sindicalism o católico en las cererías, consolidado en 1932.
Es estos pueblos pequeños dom inados por caciques que controlaban la
econom ía local y la política y m antenían una hegem onía indiscutible sobre la
comunidad donde la lucha sindical se desarrollaría con m ayores dificultades. La
única noticia sobre las condiciones de trabajo de A gullent viene dada por una
denuncia particular (agosto de 1931) de un vecino de B arcelona dirigida al
Delegado de Trabajo de Ontinyent, centrada en una fábrica de m uebles, una de
cera y otra de géneros de punto. En la prim era se trabajaba entre 12 y 13 horas
diarias, incluso algunos meses sin luz eléctrica. Cuando el em presario tuvo
conocim iento de una inspección de trabajo amenazó con el despido a sus
trabajadores si no notificaban que trabajaban las ocho horas legales.
Como ha señalado E ulalia Vega en las p o strim erías de 1931, “ el
proletariado industrial se agrupaba básicam ente en la CNT (...) las zonas rurales
estaban organizadas fundam entalm ente en la FNTT ” .444 Con la salvedad de la
industria textil de M ontaverner y B ocairent, el resto de la industria textil y
vidriera durante estos dos años se afiliaría al anarcosindicalism o.
En el núcleo vidriero de l ’O lleria, las relaciones con la industria
homónima catalana y el trasvase de técnicos y trabajadores llegados con el fin de
poner en funcionam iento los hornos, habían dado lugar al nacim iento de un
sindicato de vidrieros adscrito a la CRTL de la CNT que contaba con 368
afiliados en ju n io de 1931, una gran parte de los trabajadores del sector .445 Ya en
agosto de 1931 se plantearon los prim eros conflictos en esta industria. Los
obreros reclam aban el cese del trabajo infantil y el reconocim iento del sindicato
como interlocutor en las negociaciones. El G obernador Civil com unicó al alcalde
blasquista la ilegalidad del oficio de huelga por no estar el sindicato constituido
legalm ente .446 En octubre del mismo año tenem os noticia de una huelga resuelta,
aunque sin conocer su planteam iento y resolución.
En agosto y noviem bre de 1932 se repitieron sendos conflictos laborales
en dos fábricas, posiblem ente un medio de presión para la firm a de las Bases de
Trabajo con unos industriales derechistas m onárquicos muy beligerantes contra
la CNT. Por prim era vez los obreros estaban organizados en un sindicato,
particularm ente en uno especialm ente com bativo. Así, durante los dos prim eros
años de la R epública el sindicato se esforzó en conseguir su reconocim iento y la
supresión del trabajo infantil, pero siem pre chocó frontalm ente con la patronal
derechista. Su terquedad fue el origen de las huelgas vidrieras.
444 VEGA, E.: Anarquistas y sindicalistas durante la Segunda República, op. cit., p. 64 y ss.
445 GONZÁLEZ URIEN, M. y REVILLA GONZÁLEZ, F.: La CNT a través de sus Congresos, op. cit., p.
306.
446 LCV, 29-Vm -1931 y 10-VHI-1931.
239
Sería 1933 el año más conflictivo del prim er bienio. Los 200 trabajadores
de la em presa de Rosendo A lbiñana, un industrial blasquista, realizaban una
huelga de 48 horas para presionar la firm a de las Bases de Trabajo. La em presa
despidió al turno huelguista, m ientras que el otro continuó trabajando para
auxiliar a los fam iliares de los despedidos. El industrial, viendo la ocasión de
desm antelar el com bativo sindicato anarquista, despidió a todos sus trabajadores
y desvió pedidos a otras industrias del ramo. Esta m edida provocó huelgas de
solidaridad en dos em presas vidrieras de V alencia (A lcina, R afel y Valls). La
solidaridad de las sindicales del sector im pulsó a una reunión entre una com isión
de vidrieros encabezada por A lbiñana y el G obernador Civil que se saldó con la
readm isión de los despedidos y el reconocim iento del sindicato.
Sin em bargo las Bases de Trabajo continuaban sin firm arse. A principios
de ju lio , para forzar al sindicato a aceptar las propuestas patronales, Rosendo
A lbiñana am enazó con un lock-out patronal. A nte esta advertencia, com enzaron
los incidentes en las puertas de la fábrica y llegaron refuerzos de la G uardia
C ivil. Finalm ente la intervención del M inisterio de Industria solucionó un
posible estallido de violencia, sin conocer los térm inos del acuerdo .447 En
septiem bre de 1933, los socialistas denunciaron am enazas del em presario hacia
los obreros afiliados a Solidaridad O brera-U G T .448
La aparición de un Sindicato Católico abrió nuevas líneas de conflicto. Su
creación, narrada por G onzalo G ironés, im pulsor del sindicalism o católico en la
com arca, es un m odelo explicativo de sus orígenes, prim eras dificultades y
apoyos sociales. El nuevo sindicato, que contó con el auxilio del secretario y
presidente del SOC ontiñentino en su organización, estuvo prom ovido por A cción
C atólica, un sacerdote, y “los dueños y gerentes de una de las fábricas de vidrio,
que se m anifestaban com placidos y dispuestos a colaborar”, que “casualm ente”
eran m iem bros de A cción C atólica. Para intentar im pedir el desarrollo del
Sindicato C atólico, los sindicatos de izquierda forzaron al despido de tres
trabajadores de la directiva sindical católica .449
La presión de los cenetistas y la anim adversión del em presario y prim er
teniente de alcalde frenaron la im plantación del sindicato católico. D espués de
las elecciones de noviem bre de 1933, este industrial había despedido a dos
directivos sindicales-católicos (am bos tradicionalistas). Este hecho dio lugar a
un m itin católico en T O lleria con la asistencia del presidente de la C onfederación
de O breros C atólicos, B arrachina. En él se puso de m anifiesto el fracaso de la
estrategia sindical católica, ya que tan sólo habían conseguido controlar la
em presa vidriera de Herm anos G isbert, los industriales que habían prom ovido la
introducción del SOC. En diciem bre de 1933 se celebraría un m itin provincial
447 CS, 17-VI-1933, EP y LP mes de junio de 1933 y COCINV.: Memoria Comercial, 1933.
448 RS, 15-IX-1933.
449 Gonzalo Gironés habla de un sindicato vidriero ugetista, pero no tenemos constancia de ello en los
fondos de la Fundación Pablo Iglesias. La descripción de la fundación y primer conflicto del SOC de 1’Ollería
en GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., pp. 38-40.
240
organizado por la Caja de los Obreros de Valencia con asistencia de los obreros
católicos de la com arca, tratando de revitalizar el obrerism o católico .450
Así, en la industria vidriera de rO lle ria la tipología del prim er bienio
viene dada por el nacim iento del sindicalism o anarquista en una industria que,
hasta la República, había carecido de organizaciones obreras. Frente a este
sindicato se sitúa una patronal dividida políticam ente que planteó abierto
com bate con el fin últim o de destruir el sindicato. El industrial republicano
intentó el lock-out y el despido m asivo para vencer la resistencia obrera. Por su
parte, en el caso del industrial católico, la respuesta patronal consistió en la
creación de un sindicato católico. Pero la solidaridad entre fábricas del ramo y la
cohesión interna del nuevo sindicato derrotaron los m étodos de acción patronal.
Aunque ignoram os el contenido de las Bases de Trabajo firm adas o negociadas,
por las lagunas del A rchivo M unicipal, parece que las reclam aciones obreras eran
puram ente sindicales: reconocim iento del sindicato, confección de Bases de
Trabajo, finalización del trabajo infantil.
En las poblaciones textiles las relaciones laborales estaban en estrecha
dependencia con las peculiaridades locales. En las poblaciones más pequeñas el
sindicalism o llegó más tarde. En A lfarrasí se fundaba en diciem bre de 1932 la
Sociedad Fem enina del A rte Textil La Justicia con 6 6 afiliadas; en M ontaverner
nacía en ju lio de 1933 la Sociedad O brera Textil-O ficios Varios-UGT. Ambas
fueron creadas por jóvenes que habían roto las cortapisas caciquiles de estas dos
poblaciones al socaire de la m o v ilización rep u b lican a. En las pequeñas
poblaciones el respeto y la puesta en práctica de la legislación social tenían
grandes dificultades, que tenían su principio en que el propietario de la fábrica
era a su vez el alcalde y delegado gubernativo que asistía a las asam bleas
sindicales, con lo que las presiones y coacciones sobre la mano de obra eran
continuas. Las condiciones lab o rales eran verd ad eram en te p ésim as, m ás
negativas que en las ciudades con m ayor concentración.
En Industrias M artí Tormo los m enores de 14 años trabajaban entre 10 y
12 horas/día con un sueldo semanal de 4 ptas. (el salario m edio diario de un
jornalero); m ientras que los oficiales de prim era categoría cobraban entre 3,5-
3,75 ptas./día. El industrial pretendió aniquilar al nuevo sindicato con el recorte
a tres días sem anales de trabajo a los seis oficiales más significados, a la vez que
advirtió con cerrar la fábrica si el sindicato planteaba cualquier tipo de
reiv in d ica ció n .451 En estos pequeños pueblos, que hasta la fecha habían
perm anecido sin conocer el sindicalism o de clase, la estrategia sindical fue
puram ente defensiva: evitar las represalias patronales contra el sindicato. No
existieron incidentes ni m ovim ientos huelguísticos. En las poblaciones en que el
industrial era al m ism o tiempo el alcalde la presión sobre los trabajadores
aum entaba. En M ontaverner, Mateo M artí era el m ayor industrial, el alcalde y el
delegado gubernativo, cuya función era acudir a actos públicos políticos y
sindicales, un medio más para intim idar a sus trabajadores.
450 jyy^ 28-XH-1933. Para el primer acto católico, cfr. GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit.,
pp. 54-55; para el segundo la p. 61.
451 RS, 17-VH-1933.
241
Los sindicatos católicos eran los instrum entos más apropiados para luchar
contra el sindicalism o reivindicativo. Una constante en la historia de este
sindicalism o, estudiado por Samuel G arrido, fue su directa dependencia de las
coyunturas políticas, sociales y económ icas, que se traducía en grandes im pulsos
organizativos católicos bajo la tutela de propietarios agrícolas o industriales. A
principios de la R epública se crearon sindicatos católicos en las poblaciones en
que CNT y UGT habían conseguido un rápido avance (B ocairent, T O lleria y
O ntinyent). N acieron de iniciativas de A cción C atólica, órdenes religiosas del
campo educativo, obreros tradicionalistas nucleados en torno de parroquias
concretas, em presarios católicos y sacerdotes. Así nacía el Sindicato Obrero
C atólico de M ontaverner-A lfarrasí (1932) entre las obreras textiles de la fábrica
de M ateo M artí Torm o .452
Los sindicatos católicos fem eninos del textil, tam bién llam ados de La
Aguja, fueron uno de los sectores donde se descargó la propaganda sindical
católica. En 1959 se anotaba la constitución entre 1931 y 1932 de 33 sindicatos
en el País Valenciano y su extensión entre 1932-1934 a otros sectores de trabajo
fem enino como dependientas y em pleadas, bordadoras y servicio dom éstico.
Como se puede apreciar, labores en las que el contacto con la patronal era muy
directo, con una gran capacidad de influencia y con un escaso agrupam iento de
las trabajadoras .453
En el núcleo textil de B ocairent, inform aba en 1932 el diario decano que
“gracias a la sensatez habida entre patronos y obreros se han evitado algunos
conflictos de orden social ( . . . ) ’\ 454 La dinám ica histórica del centro textil de la
com arca determ inaba el m oderantism o sindical. La huelga de B eneito (1922)
había sido una gran lección para la clase obrera bocairentina, aplastada por el
poder de la patronal y la hegem onía de una cosm ovisión conservadora de la
sociedad bocairentina. El paro industrial no afectaba al textil bocairentino. El
principal sindicato textil era la Sociedad Varia Textil y Fabril La V ictoria
adscrita a la UGT poco después de la proclam ación de la R epública y que contaba
con 429 afiliados en 1932. Uno de los prim eros puntos de conflicto se centró en
la confección de un calendario laboral. La patronal católica se oponía a trabajar
en las fiestas religiosas, con la de que el obrero no percibía salario alguno.
Finalm ente se llegó a un acuerdo en el que se celebraban las fiestas designadas
por el gobierno de la R epública abonándose el jo rn al com pleto .455
La V ictoria buscó la aplicación de la legislación laboral en la cuestión de
la ley de vacaciones, la jornada de ocho horas y del resto de las Bases de Trabajo
452 Plantear la autonomía política y sindical del sindicalismo católico de Ontinyent, con toda la base social
que se quiera (desde luego contaba con ella) es una buena hipótesis previa. Sin embargo, la documentación
señala otra dirección, más acorde con su historia de dirección empresarial y de captación de obreros y obreras
tradicionalistas o activistas católicos. La tesis de la autonomías en LENDOIRO SALVADOR, J.: Segunda
República y Guerra Civil en Ontinyent (Valencia): de la esperanza republicana al enfrentamiento social
(1930-1939), Ed. del autor (edición facsímil), Valencia, 2001.
453 La Mensajera, enero-febrero de 1959; marzo-abril de 1959; noviembre-diciembre 1959.
454 LP, 8-X-1932.
455 AMB, C 408, Correspondencia 1931-1932, oficio de 22-XII-1931.
242
locales siempre dentro de la legalidad vigente. Esto es, si fracasaba una
negociación determ inada con el em presario se acudía al Jurado M ixto. Entre sus
aspiraciones más generales se encuentran las que envío a la A sam blea de la
Federación Textil en septiem bre de 1932: la abolición del trabajo a destajo y la
igualdad de salario entre el hom bre y la m ujer .456
En 1933 se denunciaba que el ayuntam iento de B ocairent no cum plía la
legislación social vigente y que los industriales habían obligado a sus obreros a
trabajar 8 horas pero sólo siete de ellas pagadas, en caso contrario se reducirían
los turnos de trabajo a tres d ías .457 Las Bases firm adas en O ntinyent servían para
fijar las de B ocairent, como un sindicalista de B ocairent afirm ó en una Asam blea
de la Sociedad “refiriéndose al pueblo de O nteniente que tenían tam bién pedido
m ejoras y si alcanzaran mas que nosotros entonces alcanzaríam os nosotros
tam bién igual ( . . . ) ” .458
Una única sindical enfrentada a una patronal desunida en una ciudad sin
un pasado conflictivo inm ersa en un am biente general de crecientes dem andas
obreras fruto de las esperanzas surgida con la proclam ación de la República. Este
es el cuadro de las relaciones laborales entre abril y diciem bre de 1931 de la
ciudad del Clariano.
Desde 1930 tan sólo existía un sindicato en el que tenían cabida los
trabajadores industriales, que había cam biado de nom bre desde su creación
aunque sus juntas directivas estaban com puestas por anarquistas. En mayo de
1931 se denom inaba Sociedad de O ficios Varios El Progreso y, dentro de la línea
expuesta por la Federación Local cenetista de Valencia, para la fiesta del Prim ero
de Mayo planteó una serie de conclusiones muy m oderadas en claro contraste,
por ejem plo, con las alcoyanas: jornada de ocho horas, am nistía para los presos
p o lítico s, d isolución del Som atén, retirad a del E jército del P rotectorado
m arroquí .459
En ju lio recuperó su denom inación cenetista anterior a la prohibición
gubernam ental de diciem bre de 1930, Sindicato de O ficios Varios de O ntinyent,
con nuevos estatutos y una sede social propia, desarrollando una intensa labor de
proselitism o entre la clase obrera a través de asam bleas m ultitudinarias. El 2 de
agosto, en una asam blea popular, se afilia a la CNT, resaltando que son
partidarios de utilizar los m ecanism os del orden republicano para alcanzar un
nuevo medio de sociedad. El aumento de la afiliación fue espectacular. De 300
en diciem bre de 1930 a 1.500 en junio de 1931.460 En octubre inaugurarían un
243
Centro de Estudios Sociales desde donde difundir el anarquism o y desarrollar
actividades culturales.
H asta la creació n de los Jurados M ixtos (ley de 17-11-1931) el
anarcosindicalism o pudo desarrollar sus principios sindicales en un marco
adecuado. D urante 1931 estas reivindicaciones de m ejora de las condiciones de
trabajo y aum ento salarial tenem os que situarlas dentro de las consignas de la
CNT en el País Valenciano durante los prim eros m eses de la República:
aprovechar la legislación vigente para m ejorar la organización de los sindicatos,
luchar contra la patronal y preparar la futura revolución .461
Partidario de la negociación directa con el em presario sin intervención ni
m ediación de los poderes públicos. En mayo de 1931 com enzó su actuación
sindical dentro de unos parám etros claram ente sindicales y unos canales de
negociación. El proceso se repetía en las ciudades m edias gobernadas por el
blasquism o (C ullera, Gandía, Sueca). Si los representantes obreros y patronales
no llegaban a un acuerdo, se solicitaba la m ediación de la D elegación Local de
Trabajo con la posibilidad de anunciar la huelga con ocho días de anticipación en
caso de no llegar a un acuerdo.
De este modo las Bases de Trabajo presentadas hacen m ención a la
reivindicación de la jo rn ad a de ocho horas (D ecretos de 1-5-1931/1 y 3 de junio
de 1931), la desaparición del trabajo a destajo y la regulación ju stificad a de los
despidos obreros. D esde mayo las diferentes secciones sindicales de El Progreso
negociaron subidas salariales en torno a un 20% y la firm a de Bases de Trabajo
para albañiles, picapedreros, industria textil, industria de botones y m adera.
Como medio para forzar la firm a em presarial estaba la convocatoria de huelga.
En otras para llegar a un acuerdo se hizo precisa la intervención de la D elegación
Local de Trabajo presidida por el alcalde. En otros casos (industria de botones de
Eduardo Llorca con 60 obreros en 1931) la respuesta patronal fue el cierre de la
em presa. Para el textil la dinám ica cam bia notablem ente. La heterogeneidad de
la producción, la disgregación em presarial, su falta de unidad en torno a una
asociación de em presarios y su intransigencia casi absoluta hizo salpicar el
sexenio de conflictos laborales:
461 v e g a , E.: Anarquistas y sindicalistas durante la Segunda República, op. cit., pp. 55-56.
244
Agosto 1931. La dirección de la sección de telares de Tortosa y D elgado,
la fábrica textil m ás im portante de Ontinyent, había readm itido a un obrero, hijo
del encargado de la fábrica, tras volver del servicio m ilitar, ocupando el puesto
de trabajo de otro obrero que tenía preferencia en la readm isión. H uelga de
brazos caídos en la sección de telares de Tortosa y D elgado hasta el despido del
encargado y su hijo. D espués de tres días se soluciona el conflicto.
462 WINSTON, C. M.: La clase trabajadora y la derecha en España 1900-1936, Cátedra, Barcelona, 1989.
245
(...) a a q u ellp o b re
que el seu p a se guanya
en l'h o n ra t treball, (...)
Jornaler que la térra prepara
E nans de la sem bra
N o escolte ta orella
Venenosa máxima
Que diu que el patró
Qué es ric, no trebalia;(...).463
463 MICÓ, M \ J. y SOLER NAVARRO, J.L. (eds.).: Miquel Ferrandiz, el mestre poeta, IEVA, Ontinyent,
2002, p. 229.
246
En las M em orias de G onzalo G ironés, a p esar de sus constantes
in v o cacio n es de ap oliticism o (él m ism o era un convencido m ilitan te
tradicionalista) y de “pureza” ideológica del sindicato, podem os rastrear como el
sindicato católico consiguió este prim er triunfo que sirvió para afianzarlo.
A lgunas de las grandes fam ilias de la ciudad como los Osea y los Velázquez
am enazaron al em presario con retirar los pedidos a su fábrica si despedía a los
obreros católicos. El sindicato recibía el apoyo de Rafael Juan Vidal y Rem igio
Valls, sacerdotes directores del Centro Parroquial y del Patronato O brero, y de
prohom bres católicos (grandes propietarios, industriales) de la ciudad.
En mayo com enzaban las negociaciones de las Bases de Trabajo de la
industria textil. Era uno de los m eses centrales de sus actividades y por tanto se
podía obtener una m ayor capacidad de presión en las negociaciones. La patronal
alegó estar inm ersa en una crisis económ ica desde la proclam ación de la
R epública y no aceptaban las propuestas sindicales que reflejaban un aumento
salarial y el control sindical sobre el funcionam iento interno de la fábrica como
m edio para im pedir las arbitrariedades de los contram aestres y encargados de
sección. Ni siquiera la intervención de la D elegación Local de Trabajo acercó
posiciones.
A nte el marasmo en la negociación, la CNT convocó una huelga para el
día 6 de junio, com unicándosela al alcalde, ya que pedían su m ediación en el
conflicto. Al día siguiente, prim era jornada de huelga, acudían a O ntinyent José
Laporta (G obernador Civil) y A ntonio de G racia (D elegado Regional de Trabajo)
que conseguían que ambas partes aceptasen un laudo que recogía un im portante
aum ento salarial para los obreros respecto a mayo de 1931: un 5% para las
fábricas de lonetas de alpargatas, un 15% para sueldos inferiores a 5 ptas. y un
10% para superiores en el resto del sector. Las peticiones de reconocim iento del
Sindicato: m ejoras sanitarias, jornada de ocho horas y algunas tangenciales sobre
condiciones de trabajo fueron aceptadas sin reparos. No obstante el grueso de las
peticiones, como un aum ento salarial medio del 2 0 %, control sindical de la bolsa
de trabajo, retribución íntegra por baja salarial y control de las condiciones de
trabajo, fue rechazado.
El indudable éxito del S indicato Ú nico en la h uelga y p o sterio r
negociación les hizo abrigar un gran optim ism o en un futuro inm ediato como
sindicato hegem ónico en la ciudad. Para ello debía im plantarse en las m ayores
em presas textiles: La Paduana del social-católico José Simó y Tortosa y Delgado
(130 operarios en 1932) del republicano conservador y prim er Teniente de
alcalde B autista Tortosa. En La Paduana José Simó confiaba en el SOC (50
afiliados de la industria textil en ju lio de 1932) para evitar la introducción del
sindicalism o anarquista.
El prim er envite se produjo en Tortosa y Delgado a finales de julio. Todo
em pezó con el despido de diez operarios por parte del em presario que justificó
p o r el crecim iento de excedentes de algunos artículos. Según hem os podido
com probar al menos cinco de los 1 0 despedidos pertenecían o pertenecieron en
algún m om ento al Sindicato Único. Éste acusó al em presario de com prar géneros
en Alcoi para llenar sus alm acenes y alegar excedentes que ju stificasen el
despido de operarios y redujesen la jornada de trabajo. Una com isión de tres
247
obreros anarquistas elegida para dialogar con el em presario tuvo un fuerte
altercado verbal con el hijo de B autista Tortosa y fueron posteriorm ente
despedidos, y según los anarquistas, am enazados con boicotearles por toda la
ciudad. La versión anarquista del hecho refiere que el em presario, para hundir la
fortaleza del sindicato, trasladó algunas tareas del proceso productivo a otras
poblaciones con el fin de reducir la jornada laboral de seis días a cuatro .464
Al cabo de tres sem anas, el Sindicato Único inicia los preparativos de una
futura huelga (m ítines, reuniones de su directiva). El 16 de agosto cinco de los
1 0 obreros despedidos y los tres de la com isión acudieron a la em presa a pedir
trabajo y la solidaridad del resto de la plantilla de trabajadores. La sección de
hilados secundó la huelga (75 trabajadores) no así la de tejidos, aunque tam bién
tuvo que detener sus tareas debido al cierre de los hilados. Ésta era una estrategia
sindical. C entrar sus esfuerzos en una sola sección pero al m ism o tiem po en la
sección im prescindible para una fábrica textil, los hilados, y de esta m anera
evitar el desgaste del resto de trabajadores. Para el alcalde era una huelga
p o lítica por la que los anarquistas pretendían sabotear las fiestas.
D espués de varias negociaciones, el 19 de agosto la em presa adm itió a los
cinco prim eros despedidos y el Sindicato dejaba en suspenso la huelga hasta la
resolución del Com ité M ixto Local. El acuerdo final consistía en que los
com erciantes de O ntinyent pagarían el jornal de los tres obreros despedidos para
evitar una huelga que destrozaría las fiestas. Acuerdo que no llegó a satisfacer al
sector m ás radical del Sindicato Ú nico .465
El pulso sindical se reanudaría sem anas después, el 20 de septiem bre, con
tres nuevos despidos. Esta vez el G obernador Civil indicó al Sindicato Único que
acudiese al Jurado M ixto con el fin de arbitrar si los despidos eran procedentes,
recibiendo continuas negativas, ya que el Sindicato pretendía la creación de un
Tribunal de arbitraje com puesto por personas de prestigio de O ntinyent. El
com ité de huelga p ersistió en la convocatoria de huelga general para todo el
textil, pero el G obernador les advirtió que en caso de proseguir la declararía
ilegal, clausuraría el sindicato y detendría a la ju n ta directiva. En este caso
concreto el propio em presario era partidario de encauzar las negociaciones a
través del Jurado M ixto. Como se puede leer en la copiosa correspondencia
m an ten id a entre F ran cisco M ontés y el G obernador C ivil la táctica
anarcosindicalista desesperaba al alcalde republicano de O ntinyent. Cuatro días
después volvía a encenderse la llam a, esta vez por condiciones de trabajo y
abusos de autoridad por parte del contram aestre y del encargado de la sección,
resolviéndose de nuevo el conflicto.
En noviem bre el conflicto el textil se trasladaba a La Paduana de José
Simó, con una p lan tilla laboral de 24 m ujeres y 72 hom bres. José Simó no
perm itía la intervención de delegados sindicales de ninguna organización, de
ninguna organización no católica, claro. Su dirección p atern alista recibía
248
constantes alabanzas desde la prensa católica de la ciudad. P ara planificar la
cam paña productiva que com enzaba en diciem bre propuso a su plantilla la
negociación directa de unas Bases de Trabajo sin delegados ajenos a la em presa,
llam ándoles por grupos reducidos. Incluso prom etió cum plir la ortodoxia de la
doctrina social de la Iglesia C atólica, planteando la posibilidad de intervención
obrera en el control de la fábrica y en la participación directa en los beneficios.
El Sindicato Único intentó boicotear estas reuniones por grupos. El día 25,
los veintiún obreros de las secciones de m áquinas y telares m anifestaron que se
negaban a entrar a hablar con el em presario. José Simó interpretó esta negativa
como “falta al principio de autoridad” y ordenó su despido en los ocho días
reglam entarios. Los representantes sindicales se habían negado a negociar ya que
interpretaban que lo único que se deseaba era m odificar las Bases de Trabajo en
vigor. Una vez aclarado este tem a, el patrono aceptó la readm isión de los 21
obreros despedidos (todos anarquistas) en el caso de que som etiesen al arbitraje
del Jurado M ixto y si éste consideraba justificados los despidos, estos obreros
debían renunciar a toda intervención posterior en nom bre del Sindicato Único, y
p o r tanto, a que las n eg o ciacio n es laborales se realiz a se n siem pre por
trabajadores de la fábrica o por personal designado por ella. Cumplido el plazo,
José Simó negó la entrada a 19 de los 21.
La huelga se declaró el día 12 de diciem bre. José Simó consiguió que una
parte de la com isión abandonara las negociaciones. Era una persona que tenía un
gran prestigio y poder en la ciudad, además de una persuasiva oratoria. La prensa
radical-socialista le apodaba “ el A póstol” y en sus sátiras siem pre se le
rep resen tab a como p ro to tip o de una supuesta carac te rístic a je su ític a : la
hipocresía y las buenas palabras. A nte la dim isión de una parte de la com isión,
ésta se recom puso con obreros de la propia fábrica y con directivos del A rte
Textil del Sindicato Ú nico, los m ás radicales cenetistas. La huelga tom aba de
este modo otra dim ensión.
Setenta y dos obreros (57 hom bres y 15 m ujeres) secundaron el paro
m ientras que 24 continuaron trabajando. El Sindicato Único estableció un turno
constante de piquetes que insultaban a los esquiroles a la entrada y salida de la
fábrica, incluso les acom pañaban hasta sus dom icilios particulares. El 14 de
diciem bre se produjo un enfrentam iento entre obreros anarquistas y esquiroles,
con el resultado de una lesión grave para uno de los últim os. Entre los prim eros,
según declaració n del agredido, se encontraban dos de los líd eres
anarcosindicalistas de O ntinyent, el tejedor José Quiles Canet (33 años) y
Enrique Ríos Perigüell (29 años) m iem bro de una fam ilia ligada estrecham ente a
la causa anarquista y un tercero no identificado.
Entre los esquiroles, reconocem os a Carlos Ferrero Vidal y Vicente Sarrio
M ontés que posteriorm ente ocuparían los cargos de vocales en juntas directivas
de la Derecha Regional V alenciana y dos más que no hem os podido localizar.
Ante el violento clim a que se estaba fraguando en la ciudad el día quince
llegaban a la ciudad 40 núm eros de la G uardia Civil José Simó cerraba su
industria y se convocaba a una huelga general desde las dos de la tarde hasta el
249
anochecer, aunque las fuentes difieren e indican que no llegó a existir tal huelga
general para alcanzar la libertad de los tres d eten id o s .466 F inalm ente la
intervención del alcalde evitó la huelga general y los trabajadores adm itieron que
no tenían derecho a nom brar delegados del Sindicato Único en la fábrica, por no
recogerlo las Bases de Trabajo vigentes José Simó readm itió a la totalidad de
despedidos y los tres detenidos fueron liberados.
En 1933 la conflictividad se centró en el sector de la construcción que
com enzaba a notar los efectos de la crisis sobre la inversión privada. La
problem ática de todos los trabajos relacionados con la construcción se repite en
las m onografías de la II República: el paro golpea con fuerza, los ayuntam ientos
republicanos relanzan en lo posible las obras m unicipales pero las utilizan en
m uchos casos para rep a rtir el trabajo entre sus “ am igos p o lític o s” . Los
escalafones m ás bajos (am asador, peón, pinche) son ocupados por otros
trabajadores en paro (casi siem pre jornaleros) o por forasteros, por un jornal
menor. Con estos condicionantes los sindicatos del ramo no pueden asegurar el
trabajo a sus asociados. Por ello siem pre plantean la aplicación de la preferencia
hacia los trabajadores de la localidad, rigurosos turnos de trabajo en las obras
m unicipales y el m onopolio sindical en la contratación.
En este año de 1933 se repiten las denuncias sobre puntos de las Bases de
Trabajo que no son llevados a la práctica en el ramo de la alim entación o del
com ercio. En abril de 1933 siete dependientes denunciaban que trabajaban diez
horas diarias pero que no se les abonaban como extras. Las reivindicaciones de
los dependientes de O ntinyent coinciden básicam ente con el resto del sector en
el ám bito valenciano. Soportaban larguísim as jornadas laborales, que en el caso
de B ocairent llegaban a ser verdaderam ente inhum anas (desde las siete de la
m añana hasta las diez de la noche, sin interrupción). No se contabilizaban las
horas que sobrepasaban la jo rn ad a legal como extras, adem ás de num erosos
pequeños abusos diarios como que a pesar de estar cerrada la tienda se debía
atender a los clientes que estaban dentro de ella ya fuera del horario laboral, esto
es, trabajo sin rem unerar.
L egajos, co rresp o n d en cia, denuncias y arb itrajes sobre com ercio,
construcción y panaderías serán cuatro labores que aparecen ineludiblem ente en
cualquier archivo local m edianam ente conservado. En el caso de las panaderías
ocupan la totalidad del sexenio republicano: trabajo de m enores, excesiva
jornada laboral sin gratificación de pagas extraordinarias, sin apenas descansos
festivos. Aun en 1934, con el Sindicato Ú nico desm antelado, continuaban las
denuncias, como la efectuada por el presidente de la Sección de Panaderos del
Sindicato Único a principios de 1934 contra un panadero por infringir las Bases
de Trabajo. La respuesta de la Inspección de Trabajo, que no sancionó al posible
infractor, es concluyente sobre el com portam iento de los panaderos de O ntinyent
466 Eulalia Vega la recoge en su capítulo “Conflictos laborales ocurridos en el País Valenciano (1930-1935)”,
p. 266, elaborado a partir de la “Memoria de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de
Valencia (1930-1934) y del Boletín del Ministerio de Trabajo (1932-1935). Sin embargo el “Interrogatorio
Estadístico de Huelgas. Dirección General de Trabajo. Ministerio de Trabajo y Previsión” indica que el resto
del sector textil de Ontinyent no se sumó a la huelga. LP, 16-XÜ-1932; EMV, 16-XÜ-1932 y EP, 15-XII-
1932.
250
“quizá sea el único de Onteniente que cum ple las Bases de Trabajo como así
pueden atestiguarlo sus obreros ( . . . ) ” .467
La m ayor huelga del año fue la de los obreros de la carretera O nteniente-
Vallada que comenzó el día 2 de enero hasta el 4. El contratista despidió a más
de veinte obreros que reclam aban la aplicación de las Bases de Trabajo, en
particular la Base 5a que se centraba en la preferencia hacia los obreros de la
localidad. Los ochenta huelguistas reclam aban el retorno al trabajo de los
despedidos.
El acercam iento de las directivas del Sindicato Unico a las posturas
faístas, y por tanto el seguim iento del ciclo insurreccional de la CNT, significó
un corte radical en la trayectoria que había m antenido desde el nacim iento de la
República. La huelga general revolucionaria de mayo term inó con la detención
de la cúpula directiva del Sindicato Unico, la escisión de algunos de sus más
destacados m ilitantes disconform es con la radicalidad creciente y su clausura
hasta agosto, aunque la alcaldía perm itió algunos actos asociativos. Todavía en
1933 m antenía estas secciones: F abril y T extil, C onstrucción, M adera,
A lim entación, Som brereros, Papeleros, Piel, B otones y Cam pesinos. Y tam bién
conservaba íntegra su capacidad de lucha. El despido de un trabajador cenetista
de una panadería m ovilizó en septiem bre al resto del Sindicato, que declaró el
boicot al propietario del horno hasta la reconsideración del despido .468
En los últim os m eses de 1932 y los prim eros de 1933 tendría lugar la
cam paña del Estatuto de A utonom ía. Sus vicisitudes y fracaso final plasm aron las
líneas m aestras de la política valenciana para el resto de R epública. El
A nteproyecto de Estatuto de la Región Valenciana (julio de 1931) suscrito por
229 de los 263 m unicipios valencianos fue el aglutinador del proceso autonóm ico
valenciano, estim ulado por el reconocim iento del derecho a la concesión de una
autonom ía dentro del m arco de la Constitución de junio. Inspirado en el proyecto
federal de 1904 reco g ía la co o ficialid ad lin g ü ístic a y la asunción de
467 ARV, S89/204, expediente 99. El 8 de octubre la Inspección de Trabajo sancionaba a un panadero de
Ontinyent con 150 ptas. por negarse a ser inspeccionado, en ARV, S89/204, expediente 219,17-8-1934.
468 El capítulo se ha confeccionado a partir de AMO, Asuntos Alcaldía. Documentación relativa a conflictos
laborales de trabajo 1931-1933; Correspondencia 1931-1939; Negociado. Expedientes de Asuntos Varios
1933-1936.
251
com p eten cias en m aterias de enseñanza, obras públicas, ag ricu ltu ra,
beneficencia, sanidad y policía, en un sistem a parlam entario propio .469
PURA y DRV defendieron un E statut p ro v in cialista para V alencia,
m ientras los raquíticos partidos valencianistas (M anifiesto de AVR) pidieron
m antener la integridad territorial del A ntiguo Reino de Valencia. El Estatut
conform ó una colaboración DRV-PURA sim ilar a la construida entre Partido
Radical-CEDA del bienio radical-cedista y a su vez el M anifiesto de AVR agrupó
a los republicanos de izquierda, socialistas y valencianistas de izquierda, que
acudirían coaligados en el Frente de Izquierdas (1933) y el Frente Popular
(1936). En la Cam paña P ro-E statut iniciada en noviem bre de 1932 por PURA-
DRV los alcaldes de A lbaida y O ntinyent fueron designados m iem bros de la
Com isión Pro E statut Regional. La com arca acogió dos actos m ultitudinarios
(A lbaida y O ntinyent) de propaganda pro-E statut .470
El substrato carlista del Partido Judicial de O ntinyent explica su m ayor
sen sib ilizació n h acia los pro y ectos autonóm icos: O ntinyent nom bró una
com isión m unicipal para asegurar la asistencia de partidos y entidades culturales
de los pueblos circundantes al m itin pro-E statut ;471 la em isora radiofónica de
O ntinyent transm itió en directo el m itin albaidense; en febrero de 1932 se
acordaba el em pleo del valenciano en deliberaciones y bandos m unicipales en
B o cairen t en un hom enaje a la S enyera, con asisten cia de p o lítico s
valencianistas ;472 en septiem bre la Corporación de O ntinyent dirigía sendas
com unicaciones al Presidente de la D iputación y alcalde de Valencia “ a fin de
que les sirva de estím ulo en la labor de confección y presentación a las Cortes
del Estatuto V alenciano ” . 473 Con todo, las actuaciones valencianistas en la
com arca no fueron m uy num erosas, encam inadas a peticiones sim bólicas del
Centre de A ctuasió Valencianista de O ntinyent (destrucción del m onum ento
conm em orativo de la d erro ta de A lm ansa, abril 1933)474 o del C entre
469 Las propuestas políticas del valencianismo en CUCÓ, A.: El valencianisme polític, 1874-1936, Ed.
Afers, Catarroja, 1998. También GIRONA ALBUIXECH, A.: “Valencianos y valencianistas. Un estudio de
la estructura de los partidos políticos en el País Valenciano de los años treinta. A propósito del
valencianismo”, en GARCIA BERAMENDI, J. y MAIX, R. (comps.).: Los nacionalismos en la España de
la II República, Ed. S. XX, Madrid, 1991, pp. 195-212. Los logros, límites y fracasos del valencianismo
político a nivel local en RAMÍREZ ALEDÓN, G.: “El monument a les llibertats valencianes. Notes sobre el
nacionalisme valencia a Xátiva durant la II República (1933-1936)”, Papers de la Costera, 5, 1987, pp. 121-
151; CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA, Ll.: La IIRepública a Gandía: 1931-1936, op. cit., pp. 169, y
GIRONA ALBUIXECH, A: “El valencianisme a la Valí d'Albaida deis anys trenta”, en CALZADO
ALDARIA, A. y GANDIA CALABUIG, J.: II República i Guerra Civil a les Comarques Centráis
Valencianes, op. cit., pp. 84-104.
47® La versión blasquista del acto en EP, 9-VÜ-1933. También en EC, 15-VII-1933. Una reproducción
parcial de los discursos del acto de Albaida muy crítico con la intervención de Héctor Altabás en EC, 6-V-
1933.
471 A la convocatoria tan sólo acudió en un primer momento el comité blasquista, AMO, libro 17, Libro de
Actas, acta de 14-VI-1933.
472 DV, 5-Ü-1932.
473 AMO, libro 16, Libro de Actas, acta de 21-IX-1932; 26-X-1932; 2-XI-1932.
474 AMO, libro 17, Libro de Actas, acta de 26-IV-1933.
252
V alencianista de B ocairent (reparto cuentos en valenciano en los Reyes M agos o
actos alrededor del 25 de abril y del 9 de octubre ) . 475
A sí las cosas, el valencianism o se circunscribía al Partido Judicial de
O ntinyent con un substrato popular e institucional ligado al tradicionalism o. No
es extraño pues su papel director en el nacim iento de las agrupaciones locales de
la D erecha Regional. En O ntinyent hem os señalado la creación de la Acción
Social R egionalista (1931), unión de las derechas locales que acabaría siendo el
germ en de la DRV local; en A gullent la Agrupasio Valensiana de la Dreta (1932)
tam bién sería el núcleo form ativo de la D erecha Regional Valenciana. En
B ocairent, el Centre Valencianista (1932) form aría parte del grupo de centros
fundadores de A cció Valencianista Republicana (abril de 1933).476
La izquierda obrera era contraria al Estatuto Provincial, y, en el caso de
los anarquistas, a cualquier autonom ía. Los socialistas por la presencia de la
D erecha R egional y su tradición centralista; los anarquistas por su ideario
intem acionalista. Am bos porque pensaban que el proceso de consecución del
Estatut podía sustraer energías obreras del objetivo de la Revolución: “El
Estatuto valenciano no viene a solucionar absolutam ente nada, sino que a
ento rp ecer la m archa de la rev o lu ció n ” . 477 En B ocairent, los concejales
socialistas y radical-socialistas se opusieron a la asistencia institucional al m itin
de O ntinyent ya que “(...) el Estatuto Regional estaba en m anos que no le
m erecían confianza ( . . . ) ” .478 En O ntinyent los rad ical-so cialistas, si bien
partidarios de una plena autonom ía para las tres provincias valencianas, eran
reticentes al protagonism o de personas como M anuel Simó, utilizando la
cam paña unida del PURA-DRV para poner de relieve la creciente derechización
blasquista .479
H acia ju lio de 1933 se truncó la consecución de un Estatuto de Autonom ía
debido a diversos factores: inconsistencia en el discurso nacionalista blasquista,
fruto de su provincianism o valenciano e histórico arraigo m unicipalista, escasa
respuesta desde Castelló y A lacant consecuencia de la falta de vertebración
nacional, desunión de las fuerzas políticas valencianas relacionada con aspectos
de la p o lítica nacional, enfrentándose dos grandes bloques: la C onjunción
(izquierda republicana, v alencianistas de izquierda, PSOE) y por otra el
blasquism o, la DRV y los valencianistas de derecha. Pero fue la preem inencia de
la realidad p o lítico-social de 1933 (huelgas, insurrecciones anarcosindicalistas,
procesos electorales...) la que provocaría finalm ente el fracaso del proyecto
autonóm ico. Y entre esta realidad destaca la insurrección anarquista de mayo.
253
2.3.5. Líneas maestras de la evolución política entre octubre de 1931 y las
elecciones de noviembre de 1933
Si 1931 fue al año del asentam iento blasquista en la com arca, 1932
señalaría su auge y esplendor, en especial en A lbaida, consecuencia de las
rela cio n e s p erso n ales de la fam ilia S ilvestre con la cúpula del partido
(calificados desde El Pueblo de “incansables correligionarios”) en m edio de la
euforia de los blasquistas locales que dom inaban la alcaldía de la antigua “cuna
del caciquism o ru ral” . El blasquism o gobernaba en las dos cabezas de partido
ju d icial, ambas con un pasado m uy conservador, y contaba con el puesto de
diputado provincial en la persona de Francisco M ontés, aunque no se puede decir
que sus intervenciones en los plenos de la D iputación Provincial fuesen m uy
positivas para la com arca .480
El discurso blasquista en el Partido Judicial de A lbaida adoptaba tintes
m arcadam ente anticlericales. Sin embargo el partido apenas llegaba a la juventud
de la com arca. Tan sólo tenem os constancia de una agrupación en Benigánim
(1933). Tampoco poseem os inform ación de su vida asociativa. En sus centros,
círculos y casinos tenían lugar conferencias políticas del estilo de la reseñada en
ju nio de 1933 en la Sociedad de la Juventud R epublicana A utonom ista de
M ontaverner, “A nálisis y refutación del socialism o integral”, en consonancia con
su antisocialism o creciente .481
H asta su sim biosis con el lerrouxism o, el blasquism o prosiguió en su línea
de radicalism o político, persiguiendo inexorablem ente al caciquism o rural. A
m odo de ejem plo, su actu ació n p o lític a en M ontaverner fustigando las
arbitrariedades im positivas, la persecución del Juez M unicipal, oficial retirado
de la G uardia Civil y ex-jefe del Som atén durante la D ictadura .482 Pero, ¿cuál era
su práctica política desde el poder m unicipal? Tomemos como referencia las dos
cabezas de partido judicial.
En A lb aid a la m ay o ría b lasq u ista form ada p o r rep u b lican o s
in d ependientes y b lasq u istas h istó rico s desarrolló actuaciones claram ente
clientelistas: arbitrariedad en el reparto del im puesto de U tilidades, fraude en el
listado de beneficencia y la exclusividad hacia los trabajadores afiliados al
Centro Republicano en las obras m unicipales. Adem ás, el C írculo del PURA era
el interlocutor de la patronal agraria en la negociación de las Bases de Trabajo
con la U nión O brera y pretendía constituir una Com pañía por acciones para
480 Propuesta de asociarse a los actos homenaje a Vicente Blasco Ibáñez; petición de auxilio a causa de los
daños ocasionados por el pedrisco; protesta por el aumento impositivo de una décima; más una referida a
obras de infraestructura sanitaria. ADPV, libro 19, Actas de la Diputación Provincial de Valencia, actas de 18-
VII-1932; 6-II-1933 y 12-VI-1933.
481 EPt 23-VI-1933.
482 EP, 24-VII-1932; 31-VÜ-1932; 5-VUI-1932; 13-XI-32; 10-VH-1932; 19-VII-1932.
254
realizar los trabajos de perforación del río A lbaida con el objetivo de aum entar
el abastecim iento de agua potable .483 Por tanto, el blasquism o centrista de
A lbaida entre 1931 y 1932 (no se conservan más libros de actas del período
republicano) practicaba una política de hegem onía social totalizadora.
El caso de O ntinyent era m uy distinto. D irigido el blasquism o por el
abogado Francisco M ontés, desarrolló una política m oderada en cuanto a la
cuestión religiosa, basada en el respeto más absoluto a la legislación vigente y
una política m unicipal de equilibrio presupuestario hasta 1934, año en el que se
había concebido un am plio proyecto de reform as urbanas boicoteado por la
derecha ya que incluía construir un cem enterio civil. En el orden social, la
alcaldía m edió activam ente en los conflictos sociales planteados aunque con una
ausencia indiscutible de tacto hacia el sindicato anarquista. Podem os observar el
vacío de políticas sociales am biciosas para rem ediar los problem as del paro y las
condiciones de vida en la ciudad, siem pre a m erced de subvenciones estatales
para no elevar los im puestos o con retoques de caridad pública. Creem os que el
ejem plo de O ntinyent es un m odelo de actuación de una alcaldía blasquista de
signo centrista.
A esta intensa propaganda blasquista del bienio 1931-1933 respondió el
radical-socialism o rastreando un espacio electoral propio para la izquierda
republicana. D urante 1932 y hasta su escisión a finales de 1933, el PRRS acosó
incansablem ente al blasquism o reprochándole la entrada m asiva de caciques
restauracionistas reconvertidos y liberales dinásticos que anegaban, según los
radical-socialistas, las verdaderas esencias republicanas del partido (lo cual no
dejaba de ser verdadero en parte), im putándole prácticas caciquiles y corrupción
adm inistrativa (Bélgida, A lbaida ) . 484 El proyecto político radical-socialista se
sustentaba en el apoyo de la clase obrera m ilitante en sindicatos obreros de
izquierda. Reseñam os un ejem plo: en octubre de 1932, la visita de varios
diputados del PRRS a A lbaida se inició en la U nión Obrera A lbaidense-U G T
com puesta por afiliados radical-socialistas .485
D urante 1932 la actividad política se intensificó notablem ente con m ítines
de los diputados Pedro Vargas y V íctor Calatayud. Este era el m edio preferido
por los radical-socialistas para propagar sus principios doctrinarios, como ha
subrayado Avilés Farré. De esta m anera hacia m itad de 1933 el partido se
encontraba presente en 22 de las 28 poblaciones del Partido Judicial de A lbaida
aunque tan sólo contaba con dos centros en el partido de O ntinyent (la propia
ciudad con 200 afiliados en 1932 y Bocairent). La m ilitancia radical-socialista de
la com arca presentaba un m arcado carácter obrerista y pequeño burgués en
contraposición a la presencia de exportadores, profesiones liberales y clase
m edia de G andía o Sueca, ciudades en las que, com partiéndolo con el PURA,
255
recibían el voto obrero anarquista. En la Valí d ’A lbaida se repetiría el m odelo
pero tam bién recogerían el voto obrero socialista hasta la constitución de
agrupaciones so cialistas .486 D espués de la escisión (III Congreso Extraordinario,
septiem bre 1933) en el que las agrupaciones com arcales ingresaron en el Partido
Republicano R adical-S ocialista Independiente de M arcelino Dom ingo, partidario
de continuar con la conjunción republicano-socialista, desaparece cualquier
m ención a sus actividades .487
El m osaico de fuerzas políticas que com petían por el espacio republicano
se com pletó en la com arca con el nacim iento de Acción Republicana en pequeñas
poblaciones del área de influencia de A lbaida y de Castelló de Rugat. En las
localidades en las que poseem os datos sobre sus com ités (Terrateig, C arrícola),
presentan am bas un esquem a de partido burgués de izquierda, con labradores
pero sin jornaleros ni propietarios y algunas veces con la doble m ilitancia en el
PURA (C arrícola ) . 488
En O ntinyent el PRRS se relanzó con la llegada de José Jordán y Jover (33
años), delegado del Banco Hispano de Edificación y m iem bro de la A grupación
de Predicadores Laicos. Al lado de José Donad dirigió la publicación de El
D espertar de O nteniente. Órgano del Partido Radical Socialista de O nteniente y
su D istrito. En su prim er núm ero se anunciaba su orientación y la del PRRS de
O ntinyent: anticlericalism o, anticaciquism o, llam am iento para ingresar en el
p artid o a la clase o b rera in d u stria l, arren d atario s, colonos y pequeños
propietarios. Por tanto, se buscaba una am plia alianza pequeño burguesa y
ob rera .489 Con un diario en la calle creció la convocatoria de m ítines y
conferencias, característica de la m anera y modos de hacer política de los
rad ic al-so c ialista s, dirig id o s hacia los obreros anarquistas. La táctica de
aproxim ación a la C onfederación es palpable en las páginas del sem anario. El
alcalde inform aba al G obernador Civil en abril de 1932 que desde el sem anario
se “alienta con gran entusiasm o, y sin duda con fines y m iras de política local y
p erso n alista , p ro p ag an d as de O rganism os que com baten ab iertam en te al
Régim en, ya que el Sindicato Ú nico de esta ciudad, afiliado a la C.N.T., sigue
por com pleto las inspiraciones de esta E ntidad ” .490
El PRRS inició una cam paña pública (artículos en su diario, m ítines,
conferencias) de desprestigio personal hacia Francisco M ontés y su política
liberal-centrista hasta que en abril el G obernador Civil aplicó la Ley de D efensa
de la R epública a José Jordán por un artículo periodístico. A pesar que al día
siguiente fue puesto en libertad, el editorial firm ado por Jordán en el núm ero del
486 Para Gandía, cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA, L.: La IIRepública a Gandía: 1931-1936, op.
cit. Para Sueca cfr. CARBONELL, C. y CALATAYUD, S.: “Socialistes i republicans”, Quadems de Sueca,
VUI, 1986, pp. 37-57.
487 La escisión en AVILÉS FARRE, J.: La izquierda burguesa, op. cit, pp. 199-202. Las discrepancias
internas ya habían comenzado con anterioridad, desde la discusión parlamentaria sobre los sucesos de Casas
Viejas (febrero de 1933). Cfr. Ibídem, pp. 169-173. EMV, l-XI-1933 y 29-X-1933.
488 Datos proporcionados por EP y EMV.
489 EDO, 26-111-1932.
490 AMO, Correspondencia 1932.
256
Prim ero de Mayo disparó la tensión en la ciudad ya que culpabilizaba de su
detención al ayuntam iento en pleno y le acusaba de actuaciones caciquiles y
usureras así como de ser sim ples continuadores de la política restauracionista. En
nom bre del “pueblo de O nteniente” pedía la destitución del alcalde y del
ayuntam iento .491
Frente a estas acusaciones, Roberto A lbert Gil, prim er teniente-alcalde
blasquista, propuso convocar una reunión de las “ fuerzas vivas” en el Salón de
Sesiones m unicipal para m anifestar “la adhesión absoluta y sin reservas a la
labor adm inistrativa y gubernativa” de la Corporación m ediante sus rúbricas con
destino a la instrucción de un expediente que debería ser presentado ante el
G obernador Civil. Se recogieron 3.675 firm as que reunían a la derecha católica,
tradicionalistas y blasquistas.
¿Qué se deduce de este capítulo particular? Más allá de las im putaciones
adversas a la honorabilidad del alcalde podem os constatar el fracaso de la táctica
radical-socialista im pulsada por una persona venida de fuera (como se recordaría
continuam ente por los defensores de la gestión del alcalde) que desconocía la
política y la sociedad de Ontinyent. La cam paña a favor de la alcaldía y los m iles
de firm as explican la abrum adora victoria republicana en abril, pero tam bién que
la Derecha Regional ya en octubre de 1931 prácticam ente había alcanzado al
blasquism o y a los radical-socialistas en núm ero de votos.
Francisco M ontés era un republicano histórico, un liberal convencido,
m oderadam ente anticlerical, que había aglutinado en su persona a todos los
descontentos con las actuaciones arbitrarias de la D ictadura, a los liberales
dinásticos y tam bién a m uchos católicos no carlistas. Su actuación centrista y
pactista desde 1931 reflejaban posiblem ente la única política posible para el
republicanism o liberal si quería seguir conservando el poder m unicipal dado la
hegem onía del catolicism o en O ntinyent. El concejal Salvador Gil (PRC) resum e
a la perfección la com posición del republicanism o de O ntinyent, sim ilar al de
otras ciudades: “En cuanto a los dem ás com ponentes del Ayuntam iento, los hay
que siem pre fueron republicanos, algunos que no lo son, y otros que lo son desde
el 14 de abril del pasado año, los cuales tienen por lo menos en su favor él haber
sido siem pre liberales ( . . . ) ” .492
La alocución de Francisco M ontés el día de recogida de firm as no puede
ser más esclarecedora de la política local en la que tuvo que desenvolver su
actuación:
257
de que el orden p ú blico fu e ra alterado, habían dejado y dejarían en
libertad al pueb lo p a ra que se m anifestar a ,493
493 Ibídem. Este conflicto se puede seguir consultando, AMO, Asuntos Alcaldía. Asociaciones 1926-1932 y
Expedientes Secretaría 1932. De la importancia del hecho para la ciudad queremos señalar que en la Memoria
Anual de Secretaría del año 1932 destinada a informar a Gobierno Civil de la vida administrativa del
municipio, se ocupa de estos acontecimientos, en AMO, Memorias Anuales de Secretaría 1924-1970.
Memoria de 1932.
494 AMO, libro 17, Libro de Actas, acta de 17-1-1934.
495 LP, 27-VHI-1932.
258
En resum en, los enfrentam ientos políticos de O ntinyent nos inform an del
conservadurism o general de su sociedad. C uando la derecha consiguió
organizarse eficazm ente bajo unas siglas y un moderno partido de m asas, su
fuerza sería incontestable en la capital com arcal.
259
Cuadro núm. 25
CO M POSICIÓ N PO LÍTICA MUNICIPAL. OCTUBRE 1932.
Partido Judicial de Albaida.
6 Conservadores
A ielo de Rugat
2 PURA 3 AR 1 PRP
5 C onservadores 4 Liberales
A tzeneta
3 PURA 6 AR
5 DLR
Bellús
2 PURA 2 DRV 2 PR P
11 A ntidinásticos
Benigánim
4 R epub licanos Independientes 7 PRRS
3 Liberales 3 C onservadores
Benissuera
4 PURA 2 DRV
5 DLR 4 C onservadores
Castelló de Rugat
6 PURA 2 Indefinidos 1 Vacante
Guadasséquies 6 M onárquico Indeterm inado
4 PRP 2 PRR S
260
P artid o Jud icial de A lb a id a .(C o n tin u a c ió n )
LOCALIDAD FILIACIONES
2 PURA 5 DLR
Otos
2 PURA 1 PRP 4 PRRS
6 PURA 1 DLR
Palom ar
6 PURA 1 DRV
261
R epublicano Progresista, hacia el PURA y, en menor grado, hacia los radical-
socialistas y, en alguna ocasión m ás puntual, hacia A cción R epublicana. Esto
sucede en Carrícola, G uadasséquies, Aielo de Rugat , M ontitxelvo, Bellús,
Benissoda, Benissuera, Ráfol de Salem, Salem, B enicolet y Pinet. Otra línea
adoptada por concejales electos por la D erecha Liberal R epublicana es recalar en
los ra d ic a l-so c ia lis ta s y los re p u b lic an o s de c e n tro -d e re c h a (O tos) o en
M ontaverner.
Los m onárquicos ya com enzaban a desem bocar en su partido “ natural” : la
D e rec h a R egion al V alenciana com o en B élgida, B en iatjar, B en issu era,
Benissoda, Bufali, Bellús, Rugat, Salem y Palomar. En octubre de 1932 los
municipios del Partido Judicial de A lbaida continuaban siendo republicanos pero
sus m ayorías eran menores. La hipótesis de m ovim ientos caciquiles o de trasvase
oportunista interpartidista cobra m ayor fuerza. En cualquier caso ya se iniciaba
una realineación más ajustada de la política local. Por lo que respecta al Partido
Judicial de Ontinyent:
Cuadro núm. 25
262
2.3.5.3. L a D erech a R eg io n al V alen cian a: m o d ern iz ació n y co n serv a d u rism o
263
C o n stitu ció n con d u jero n a una m o v ilizació n cató lica d irig id a por el
asociacionism o seglar y el clero, que era a su vez m ovilización política por
cuanto iba envolviendo los prim eros pasos de un nuevo partido político. Después
de mayo de 1931, A cción C atólica (preferentem ente la ram a fem enina) inició
protestas en la calle y recogidas de firm as para conseguir el retorno de las
órdenes religiosas que habían desalojado sus sedes respectivas .499
D esde ese m om ento, la Ig lesia C atólica empleó sus ram ificaciones
seglares, el púlpito y la red de prensa católica para responder cada vez que
sentían agredidas las tradiciones y prácticas religiosas. En estas iniciativas, el
papel fem enino fue fundam ental. En el origen de la m area católica se sitúa la
potencialidad sim bólica. M edidas laicas que afectaban a tem as clave, como la
sustitución de la enseñanza religiosa o la Ley de C ongregaciones, no llegaron a
generar tanto descontento en la calle como otras cuestiones colaterales. En todos
los pueblos se sucedían las reuniones para recoger firmas a favor de los entierros
católicos.
Los ejem plos son num erosos. En febrero de 1932 una m anifestación de
m ujeres y niños recorría las calles de O ntinyent para protestar por la retirada del
crucifijo de las escuelas públicas, en A gullent la protesta fue m asculina .500 En
A lbaida una protesta fem enina cuando esperaban la contestación del G obernador
Civil ante la propuesta de una Com isión m unicipal de Colocación de Imágenes
R eligiosas term inó con la intervención de la Guardia Civil requerida por el
propio alcalde . 501 En B enigánim , el ayuntam iento había acordado suprim ir la
subvención m unicipal a la procesión del Cristo, “valiéndose de las actuales
transform aciones políticas, que m uchos creen inseparables de las cuestiones
religiosas”, pero un grupo de jó v en es recaudó la elevada cantidad de 1 . 0 0 0 ptas.
para su celebración, que según el cronista fue seguida por “ 1.109 hom bres e
infinidad de m ujeres ” . 502
En Q uatretonda se intentaba m ovilizar a la población contra el laicism o
escolar . 503 En enero de 1932, un m aestro nacional de O ntinyent no sólo
incum plía sistem áticam ente las disposiciones laicas en las aulas sino que enviaba
boletines a los padres de los alum nos para que firm aran la petición de recibir sus
hijos la enseñanza religiosa. En el m es de abril de 1932, los católicos del Partido
Judicial de A lbaida repartían casa por casa unas hojas que debían ser firm adas
por todos aquellos que desearan un entierro católico. En febrero de 1933 la
prohibición de una procesión en B ocairent fue achacada a la intervención
gubernativa socialista. Los católicos publicaron panfletos y hojas sueltas en las
que se proferían graves am enazas contra los socialistas locales.
499 La religión fue utilizada como arma política incluso en sus manifestaciones más extraordinarias. V.
CHRISTIAN, W.A.: “Les aparicions d'Ezkioga durant la II República: religiositat popular”, L'Aveng, 204,
1996, pp. 12-20.
500 DVi 9_n-1932.
501 AMA, libro 6 8-I-1931/21-IV-1933, Libro de Actas, acta de 5-II-1932.
502 LP, 9-X-1931.
503 LP, l-XI-1932.
264
El m anifiesto apoyo popular a estas m ovilizaciones explica que un partido
que no se había ni tan siquiera presentado en los com icios constituyentes de junio
de 1931 consiguiera en las elecciones parciales de octubre fagocitar -n o
totalm ente- al centro-derecha republicano y con él a un sector de los caciques
locales, para más tarde conseguir la m ayoría com arcal en las legislativas de
noviem bre de 1933. Su discurso agrarista, regionalista, socialm ente reform ista
(en la teoría) y defensor de los valores de la propiedad privada y la religión
resultaba particularm ente interclasista, con una especial atracción para los
pequeños propietarios agrícolas y arrendatarios, capas del artesanado y de
obreros, la pequeña burguesía y el concentrado geográficam ente, pero muy
im portante, substrato carlista, aunque los cuadros dirigentes y sus bases de
financiación tuvieran una fuerte im pronta de la patronal agraria e industrial y de
capas m esocráticas .504
Esta contradicción entre indudable m ovilización popular, y dirigism o por
parte de sectores sociales ligados a la patronal agraria e industrial así como la
gran im portancia que tuvo el tradicionalism o para el desarrollo e im plantación de
la D erecha Regional Valenciana conlleva una perspectiva analítica de larga
duración cronológica, en la que se introducen los com plejos juegos de relaciones,
subordinación y m ovilización que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX entre
los com ponentes variedad interna de la com unidad cam pesina, los propietarios
agrícolas, los poderes locales (en los que cobra especialm ente relevancia las
fórm ulas del cooperativism o católico) y el m ovim iento político antiliberal. En
este sentido se entiende la presencia constante de arrendatarios, aparceros,
m aseros y artesanos ligados a los trab ajo s ag rícolas en las filas del
tradicionalism o y posteriorm ente en la DRV, adscripción antirreform ista apoyada
por el establecim iento dinám ico durante décadas de fórm ulas de “contrapartidas
apreciables para im portante sectores del mundo cam pesino” . A sí, para Jesús
M illán,
^®4 VALLS, R.: “Aportaciones del carlismo valenciano a la creación de una derecha movilizadora en los
años treinta”, en MILLAN, J. (ed.): Carlismo y contrarevolución en la España Contemporánea, Ayer, 38,
2000, pp. 137-154. En el mismo número UGARTE, J: “El carlismo hacia los años treinta del siglo XX. Un
fenómeno señal”, pp. 155-183. Los fundamentos ideológicos y la historia del partido en VALLS, R.: La
Derecha Regional Valenciana (1930-1936), op. cit.
265
republicana y que aportaron un com ponente popular a la restauración social del
franquism o .505 Pero, al m ism o tiem po, la DRV era un partido dirigido por
sectores burgueses que añadían a este conglom erado ideológico una clara
determ inación por im pulsar el desarrollo económ ico de los sectores productivos
desde propuestas corporativas y autoritarias. El texto, tantas veces citado en el
capítulo dedicado a la econom ía del período, de M iquel y Torró es un buen
ejem plo de esta confluencia de antiliberalism o, nacionalism o, religión pero
tam bién de políticas de im pulso industrial y reform a técnica de la agricultura.
El espectacular crecim iento de la DRV se asentó en las ram ificaciones de
organizaciones y sindicatos católicos que tenían una continuidad más o menos
activa desde principios de siglo. Sin el sostenim iento del entram ado asociativo
de la Iglesia y de sus propios m iem bros, la D erecha habría tenido m uchísim as
dificultades para desarrollarse tan rápidam ente. Los jóvenes propagandistas de la
DRV, procedentes de la capital provincial o del propio entorno geográfico, eran
a su vez personas m uy activas en las asociaciones católicas. Luis Mompó
D elgado de M olina es un paradigm a de estos jóvenes. Hijo de una rancia fam ilia
de la burguesía de O ntinyent, estudio el bachillerato en el elitista Colegio de La
Concepción y D erecho en Valencia. D urante sus estudios universitarios fue
prim er presidente de las Juventudes de A cción C atólica y muy pronto un activista
incansable, “yo recorría los pueblos ofreciendo m ítines” . Más tarde Luis Lucia le
designaría responsable del partido en O ntinyent . 506
Las asociaciones católicas se fundían/confundían en nom bres y lugares
con la D erecha Regional, como se puede observar en las fundaciones de sus
locales donde se escen ificab a el acoplam iento entre poder económ ico y
catolicism o. La inauguración del centro de la DRV de Q uatretonda congregó a
políticos, grandes propietarios y al párroco; en la entrega del B anderín de las
Juventudes C atólicas de A lbaida actuaron como padrinos la presidenta de la
A cción C ívica de la M ujer y el presidente del com ité político de la DRV en el
Partido Judicial de A lbaida. Los dos, pertenecientes a la oligarquía agraria.
La agresividad antirrepublicana de m uchos sacerdotes les llevó a em plear
los púlpitos para colaborar en el nacim iento y consolidación de la DRV.
Sacerdotes que se habían distinguido por sus sim patías hacia el tradicionalism o
participaron en los pasos organizativos, en el soporte logístico e ideológico de la
DRV haciendo gala de un evidente posibilism o. En ju lio de 1932 el párroco de
M ontaverner contribuyó a la invitación de Gil Robles para oficiar un m itin en la
residencia del cacique local. El clero regular que dirigía la enseñanza se unió
505 Esta interpretación en MELLAN, J.: “Campesinado y cambio social en la politización de la sociedad
contemporánea. Una discusión sobre el conservadurismo agrario valenciano”, en FERNÁNDEZ PRIETO, L.
et alii.: Actas do Congreso Internacional Poder local, elites e cambio social na Galicia non urbana (1874-
1936), Servicio de Publicacións e Intercambioi Científico de la Universidade de Santiago de Compostela,
Santiago de Compostela, 1997, pp. 161-188. “Popular y de orden: la pervivencia de la contrarrevolución
carlista”, Ayer, 38, 2000, 15-34;
“La crisi del liberalismo no democrátic a l’Espanya contemporánia: les arrels socials i ideológiques” en
Cursos d'Estiu. “Europa en el segle XX”, Universitat d’ Alacant, Benissa, septiembre de 1998.
506 MOLLÁ, J.A. y GANDIA, J.: “Luis Mompó Delgado de Molina”, op. cit., p. 28.
266
directam ente al proceso de creación de un partido católico de m asas. La Iglesia
siguió los análisis balm esianos. Seglares y eclesiásticos fundaron y dirigieron la
prensa local católica, presente en todas las ciudades m edias valencianas, que
posteriorm ente pasarían a ser los órganos políticos de la DRV de form a im plícita
o explícita (las publicaciones parroquiales). Cabeceras fundam entales para
entender el clericalism o, contaron con la colaboración del clero regular y
secular: artículos de agronom ía, defensa del cooperativism o, política, sociología,
econom ía, incluso sátira política.
O ntinyent constituye el m ejor ejem plo de la unión Iglesia-D erecha
R egional. En esta ciudad, la Iglesia C atólica había construido un sólido
entram ado: num erosas cofradías y asociaciones de seglares se ocupaban de
funciones caritativo-asistenciales, con una breve excepción, toda la prensa local
era católica, para el mundo obrero se habían creado patronatos y sindicatos
católicos, sus parroquias desplegaban una intensa actividad (teatro, cine, fútbol,
excursiones). El soporte ideológico radica en la elevada preparación intelectual
de la congregación franciscana del Colegio de la Concepción y por el clero de la
ciudad (Rafael Juan, Rem igio Valls).
El clero y la patronal carlo -cató lica m anipularon los sentim ientos
católicos de una m ayoría de la población de la ciudad, dirigiéndolos hacia la
D erecha Regional. La estrategia de confrontación fue continua. Era difícil
separar en los años treinta las prácticas religiosas de los actos políticos.
H abitualm ente se olvida que serm ones y m anifestaciones de culto eran utilizados
como verdaderas m anifestaciones políticas de la DRV. En O ntinyent, una sim ple
“com unión de inválidos” congregó en 1934 aproxim adam ente 2.000 hom bres y
m ujeres. El alcalde blasquista protestó ante el G obernador Civil porque “los
elem entos derechistas de la población aprovechan estos actos para convertirlos
en m anifestación y ostentación de fuerzas ( . . . ) ” . 507
La tray ecto ria personal de R afael Juan, arcipreste de Santa M aría
(O ntinyent) entre 1919-1933, es un excelente referente para entender la Iglesia
española de aquella época, así como la confluencia eclesiástico-política. Con una
preparación intelectual superior a la m edia del clero español, se confesaba
sincero adm irador de Balmes. D esplegó un ingente dinam ism o en el campo del
obrerism o católico y en la aceptación de las posibilidades propagandísticas y
pastorales de los m edios de com unicación de m asas como la prensa. D esde la
atalaya del sem anario La Paz C ristiana dejó patente su integrism o, exaltado
nacionalism o y m onarquism o, que se confundían con el catolicism o.
Al igual que el resto del catolicism o español, saludó con alegría el golpe
de estado de M iguel Primo de Rivera, apoyó la D ictadura con la única objeción
del papel reservado al sindicalism o socialista en el corporativism o laboral del
dictador. D esterrado algunos días por su hom ilía antirrepublicana después de las
jornadas anticlericales de mayo de 1931, su im plicación en la política local fue
más que evidente. Dos ejem plos. Según Gonzalo G ironés, se m antuvo alejado de
la línea “accidentalista” expuesta por el diario católico El Debate. Suscrito a El
267
Siglo Futuro, desde el Centro Parroquial de Santa M aría había reunido a un grupo
de tradicionalistas que no ingresaron en la D erecha Regional. A sistió a finales de
abril de 1933, al lado de políticos tradicionalistas fundadores de la DRV y otros
clérigos, al hom enaje ofrecido a un tradicionalista ontiñentino que había tenido
una actuación destacada en un altercado ocurrido en A lcoi .508
Con la defensa de las tradiciones religiosas y de la m oral católica en la
práctica política m unicipal, la D erecha Regional Valenciana consiguió un doble
objetivo: presentarse cómo la única organización defensora del catolicism o, al
m ism o tiem po que desarrollar líneas de actuación ultraconservadoras. En el
ayuntam iento de O ntin y en t, la rep resen tació n so cia l-cató lica centró sus
intervenciones en protestar reiteradam ente por la inm oralidad de los baños en el
Pou Ciar, en dem andar la ilegalización de una casa de prostitución, velar por el
buen estado del Cuartel de la G uardia Civil y luchar para que la corporación
subvencionara las fiestas religiosas.
El factor religioso figura entre uno de los prim eros condicionantes que
explican la extensión de la DRV. Pero no debemos olvidar el trasvase de los
caciques locales que veían en la DRV su partido natural tras el fracaso de las
opciones de centro-derecha (DLR, PRP). Veamos dos m odelos de im plantación
de la DRV:
508 GIRONES PLA, G: Historia de un español, op. cit., p. 23, 28 y 42-47. GOBERNA ORTIZ, F.:
“Catolicismo y política en el Ontinyent de los años veinte y primeros de los treinta. El arcipreste Rafael Juan
y el Semanario “La Paz Cristiana”, op. cit., pp. 33-49.
509 LP, 15-V-1932.
GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español., op. cit., p. 28.
268
b) Zonas rurales del partido judicial de A lbaida. Apenas un mes después
del gran acto de O ntinyent, jóvenes propagandistas de la DRV (Lluch G arín o
A ttard) llegaban a las zonas rurales del Partido Judicial de A lbaida y daban
m ítines en Benicolet y Rugat que atraían a católicos de los pueblos lim ítrofes. El
extracto de estos actos políticos indica las prioridades tem áticas del partido:
cuestión social, unión de los católicos, ataque al comunism o y a los antiguos
caciques; problem a religioso, crisis vinatera y ataque hacia los partidos de la
derecha republicana . 511
269
2.3.5.4. R a d ic a liz a c ió n cen etista
270
vez constituido el segundo gobierno Lerroux tras las elecciones de noviem bre,
recordó la supuesta deuda por el absentism o electoral libertario y trató de
reprender de antem ano cualquier orientación oportunista dentro de la nueva
situación republicana.
El “juego insurreccional” anarquista term inó en 1934. Ese año el núcleo
de la lucha arm ada anarquista giraba hacia la prudencia, los socialistas se habían
pasado al in su rreccio n alism o , la extrem a izq u ierd a rep u b lican a estaba
basculando hacia el com unism o y las elites políticas republicanas tam bién se
habían sumado al “ju eg o ” . H asta Casas Viejas o el descarrilam iento del Expreso
en V alencia (diciem bre de 1933) el “ju ego in su rreccio n al” apenas había
ocasionado m uertes, no había pasado de algaradas puntuales. Pero desde
diciem bre de 1933 el juego estaba com enzando a cam biar, transform ándose
totalm ente con la revuelta asturiana y su posterior represión. Los “juegos” habían
term inado y A sturias prefiguró un nuevo marco de actuación que estallaría en la
guerra c iv il . 514 De esta form a, el “ ciclo in su rre c c io n a l” en co n traría su
com prensión tanto en la evolución interna de la Confederación, la política
republicana y la “lógica” insurreccional presente en la historia política española.
A pesar que la insurrección del 17 de enero de 1932 fue seguida por una
huelga general en Alcoi y Cocentaina, en O ntinyent el único incidente fue la
apertura de un juicio de faltas en el Juzgado M unicipal contra 16 cenetistas de
los 1.100 afiliados con que contaba el Sindicato Ú nico . 515 Su directiva todavía
no estaba dom inada por el faísmo y no había cosechado las derrotas en las
negociaciones laborales posteriores. M enor aún fue el seguim iento de la
insurrección de enero de 1933, agotado el Sindicato Único de O ntinyent después
de la intensa conflictividad de 1932, la escasa influencia del faísm o y la
descoordinación de la convocatoria faísta que no fue secundada por el Com ité
N acional de la CNT pero sí por el Com ité R egional sin alcanzar ni la Valí
d ’A lbaida ni A lcoi .516
Sin embargo, O ntinyent se sum aría a la huelga general de mayo de 1933,
particularm ente violenta, arrastrado por el sindicato alcoyano. La CNT había
convocado una huelga general para el nueve de mayo protestando por las
detenciones de sindicalistas, la legislación social de la R epública que se negaban
a cum plir y contra el proyecto de Ley de Orden Público, concebido como una ley
fascista que se discutía en las Cortes. En resum en, era la respuesta anarquista a
lo que ellos concebían como persecución de los republicanos burgueses y del
514 Esta sugerente tesis es mantenida por UCELAY- DA CAL, E. y TAVERA GARCÍA, S.: “Una revolución
dentro de otra: la lógica insurreccional en la política española, 1924-1934”, Ayer, 13, 1994, pp. 115-146.
Otros autores prefieren continuar proyectando los tópicos conservadores o comunistas elaborados contra el
anarcosindicalismo, sin profundizar en su práctica sindical y cultural diaria. El resultado de estas visiones es
dibujar un movimiento libertario compuesto por seres extraños y fanatizados, con largo rabo y cuernos, v.
LENDOIRO SALVADOR, J.: Segunda República y Guerra Civil en Ontinyent (Valencia): de la esperanza
republicana al enfrentamiento social (1930-1939), op. cit.
515 La insurrección anarquista tuvo protagonismo en Sollana con la proclamación del “comunismo
libertario” aplastado por la intervención del Ejército. Cfr. PEDRO, E.: “Historia oral d’una insurrecció:
Sollana 1932”, op. cit., pp. 47-72.
516 VEGA, E.: Anarquistas y sindicalistas durante la Segunda República, op. cit., p. 158.
271
socialism o. A prim eras horas de la m añana del día 9, grupos de anarquistas
intentaron cerrar las panaderías e im pedir el aprovisionam iento de pan de la
ciudad actos obstaculizados por patrullas de la G uardia Civil. En esa m añana se
detuvo a nueve anarquistas que pretendían cerrar una panadería, el G obernador
C ivil ordenaba la clausura del Sindicato Ú nico y la detención de siete de sus
directivos así como de su ex-presidente y líder del anarquism o de O ntinyent, José
Q uiles Canet. En la m adrugada del día 10, tres anarquistas fueron sorprendidos
destruyendo los precintos del cierre gubernativo e ingresaron en el Depósito
m unicipal.
Ya el día 10 grupos de huelguistas im pidieron a abastecedores y labradores
su entrada en la ciudad, alterando el com ercio. Al parecer la huelga había sido
com pleta en la industria. Los industriales Joaquín Torró, José Simó (ambos
derechistas) y José Delgado de M olina (blasquista) decidieron abrir sus fábricas
para los obreros que quisieran reintegrarse al trabajo (obreros no sindicados y
afiliados al SOC), agolpándose los huelguistas a sus puertas. Al acudir la Guardia
C ivil el am biente se crispó y tan sólo la decisión de los padres de las obreras de
retirarlas de las fábricas pudo evitar un derram am iento de sangre. Las industrias
volvieron a cerrar. Como sucedía habitualm ente en estos m ovim ientos, obreros
en huelga acom pañados por las m ujeres e hijos de los detenidos se reunieron
durante el día a las puertas de la cárcel pidiendo la libertad de los detenidos.
M ientras, otros anarquistas viajaban en bicicleta a B ocairent para pedir que
secundaran el paro.
P or la tarde dos sindicalistas más fueron detenidos cuando intentaba
obligar a cerrar los com ercios. A nte esta densa atm ósfera social el alcalde pidió
urgentem ente por la noche la intervención de la fuerza pública “de m anera
coactiva” , así como la adopción de dos m edidas: traslado a un lugar distante de
los detenidos y traslado de guardias de A salto en número superior a 25. El día 11
la norm alidad era com pleta.
La huelga general revolucionaria había acabado con el ingreso en prisión
de 26 anarquistas, entre ellos gran parte de la D irectiva del Sindicato Único, así
como la clausura de su sede. Querem os señalar que el grupo faísta de O ntinyent,
que progresivam ente se fue haciendo con los resortes de la Confederación en la
ciudad, eran muy posiblem ente jóvenes anarquistas. Entre los detenidos la m edia
de edad era de 24 años, tan sólo dos de ellos sobrepasaban los treinta años . 517
Pero tam bién la radicalización creciente del anarquism o de O ntinyent term inó
con la dim isión de dos vocales de la Junta D irectiva. El cierre continuó hasta el
24 de agosto, aunque se perm itió esporádicam ente alguna asam blea de carácter
laboral.
D espués de la huelga fueron clausurados casi todos los sindicatos
anarquistas de Valencia y se im pulsó decisivam ente la escisión treintista,
desquiciados al observar como la táctica insurreccional del sector faísta estaba
desm antelando a la Confederación. El m anifiesto firm ado por 21 sindicatos de la
517 La descripción de la insurrección se ha extraído de AMO, Asuntos Alcaldía 1932, Copia de parte dado
al Juzgado, elaborado por la Secretaría Municipal, 9-V-1932.
272
C onfederación Regional del Trabajo provocó la petición de un Pleno Regional a
propuesta de la Federación de A lcoi que deseaba responder a las acusaciones del
m anifiesto firm ado por los sindicatos de Elda, Castelló, X átiva, O ntinyent y
A lacant. El Pleno intentó una solución de com promiso entre treintistas y faístas,
ratificando la expulsión de los sindicatos de Cartagena y de los próxim os a las
tesis treintistas. Este hecho dio lugar a la organización de los Sindicatos de
O posición a la CNT que cristalizaría en febrero de 1934 con la celebración del
Pleno Regional de Sindicatos de O posición de Levante (Valencia, 1934).
De esta m anera, el anarquism o de O ntinyent se posicionó con claridad
dentro de las tesis faístas debido a dos causas: la hegem onía en la directiva de
jó v en es anarquistas educados políticam en te dentro de la R epública, m uy
radicalizados después de perder las huelgas textiles de 1932; y observar que la
táctica de negociación directa con la patronal fracasaba ante la beligerancia de la
alcaldía contra la CNT y el nacim iento del sindicalism o católico inspirado por la
patronal.
En cualquier caso, como señaló X avier Paniagua, si bien se ha avanzado
en la historia institucional y en la ideología continúan sin ser suficientem ente
convincentes las teorías sobre las razones por las cuales cientos de m iles de
obreros eran anarquistas (recientem ente Javier N avarro ha com pletado el
conocim iento del m undo cu ltu ral y aso ciativ o del an arco sin d icalism o
valenciano). Y en este sentido la tesis de A ntonio Calero y Pablo Fusi sobre la
adscripción de una sociedad obrera a la prim era sindical de ám bito supraestatal,
que hacía llegar sus propagandistas a una ciudad o com arca concreta, no dejan de
ser com probables en nuestra com arca. A esta hipótesis se le une “la eficacia para
articular las reivindicaciones” o “el desengaño de la política” .
Las tres pueden explicar el anarcosindicalism o de O ntinyent y l ’O lleria.
Para O ntinyent, muy cercana a A lcoi, se trataba de la prim era ideología que
llegaba a la ciudad que tenía entre sus propuestas la negociación cara a cara con
la patronal en una industria caracterizada por el m inifundism o y el paternalism o
del em presario que, en m uchas ocasiones, conocía uno por uno a todos sus
trabajadores. En esta ciudad, azotada por el caciquism o y sus corrupciones
electorales, la victoria republicana no había supuesto un cam bio efectivo sobre la
calidad de vida o de trabajo de los obreros y un recorte verdadero a la hegem onía
cultural de la Iglesia. Es más, a m edida que avanzaba la historia de la R epública,
las instituciones eclesiásticas de O ntinyent ayudaban a fundar y m antener a los
sindicatos cató lico s, verdaderos com petidores; la leg islació n rep u b lican a
perseguía a los sindicatos anarquistas y los convenios laborales firm ados no se
cum plían. Con estos preced en tes, el m axim alism o faísta se adueñó del
anarcosindicalism o de O ntinyent y le condujo a la insurrección que term inó con
el agotam iento de sus afiliados, la huida hacia el socialism o o la izquierda
republicana de otros . 518
518 Para la historiografía del anarquismo, sus logros y cuestiones todavía a debate cfr. PANIAGUA, J.: “Una
gran pregunta y varias respuestas. El anarquismo español: desde la política a la historiografía”, Historia
Social, 12, 1992, pp. 31-57. Del mismo autor Anarquistas y Socialistas, Historia 16, Madrid, 1989.
273
2.3.5.5. C recim ien to y c o n trad icc io n es del socialism o
519 AFPI, AH 2-34, Movimiento de Altas y Bajas de las Agrupaciones socialistas de Valencia, 1936-1938.
520 Ibídem. Este parece ser un problema general del Partido Socialista. En Ador (La Safor) la Agrupación
desapareció por problemas económicos atenazada por una bajísima militancia. Tomado de FRASQUET, E.:
“Actituds obreres i conflictes socials: la Safor (1931-1933)”, Ullal, 6,1985, pp. 19-28.
521 EPP, 30-IV-1934.
522 RS, 12-V-1933.
523 RS, 4-V-1934/18-V-1934/24-VID-1934.
274
del Pueblo, “tem plos de una nueva religión” , reunían com etidos culturales, de
concienciación política pero tam bién de esparcim iento y de solidaridad con el
resto del socialism o. Eran “el espacio por antonom asia de la sociabilidad
obrera ” . 524
Pero si en la Pobla los socialistas estaban consiguiendo crear una
infraestructura asociativa y cultural propia, al estilo del SPD alem án, en la que
gran parte de la vida de un obrero podía desarrollarse en el ám bito del
socialism o , en lo calid ad es p rofundam ente cató licas com o B o cairen t el
socialism o se veía atenazado por continuos ataques, escasa tradición y lenta
im plantación . 525 En septiem bre de 1933 se denunciaba a la A grupación local por
im pago de los im puestos de la venta de café en dom ingo, día de la sem ana que,
por m otivos religiosos debería ser inhábil. En junio del mism o año el alcalde no
autorizaba un baile para obreros por estar prohibido por la religión y no tratarse
de un “baile culto ” .526
524 El funcionamiento interno de las Casas del Pueblo en DE LUIS MARTIN, F. y ARIAS GONZÁLEZ, L:
Las Casas del Pueblo socialistas en España (1900-1936), Ariel, Madrid, 1997, pp. 131-147.
525 Extraído de “Lospueblos de la ruta”, RS, 5-V-1933. El resto de noticias de Bocairent en RS, 2-VI-1933
y 22-IX-1933.
526 RS, 19-V-1933. En noviembre de 1933 Isidro Escandell protestó en el Parlamento por la celebración de
procesiones y reparto de hojas “difamatorias” contra el PSOE en Bocairent. Diario de Sesiones del Congreso
de Diputados, libro 8-XII/23-I de 1933-1934, legislatura de 1933-1935, sesión de 4-1-1934.
275
sexenio republicano: “El compañero Rafael Vidal Calatayud regala el retrato de
D. M anuel A zaña (...) El sim patizante José “M argarita” regala un cuadro de
F errer (...) Q ueda aprobado el com prar el cuadro de D. Francisco Largo
C aballero ” .527 A sí se explica que las sociedades obreras ugetistas siempre
contaran con un núm ero de efectivos muy superior a los afiliados al Partido
Socialista, con lo que se podían p lantear tiranteces cuando el com ité del partido
pretendía hacer subordinar al sindicato a sus estrategias locales o estatales. La
solución adoptada en 1 *O llería fue de autonom ía entre partido y sindicato:
276
p olítica y laboral, se daban conferencias o charlas políticas y de propaganda
sindical, pero tam bién eran lugares de esparcim iento lúdico. Y aquí estribaba uno
de los puntos más habituales en las reuniones de los socios del sindicato: evitar
que la sociedad se convirtiera en una taberna más. Lastradas por una econom ía
que rozaba la precariedad cuando descendían los afiliados, con el peso del
alquiler del local, se em pleaba el pequeño bar de la sociedad para ingresar un
dinero extraordinario. Así en las actas de las Juntas G enerales de Solidaridad
O brera de l ’O lleria se pueden leer acuerdos como: designar a una o dos personas
como únicas encargadas de m anejar el aparato de radio, cerrar el bar a la una de
la noche y prohibir el juego “de interés”, el consumo de “cacahuete vino y tabaco
para todo el que no sea socio de esta Sociedad”, la venta de vino y alm orzar en
el local o prevenir los posibles altercados derivados de la em briaguez . 530
Los centros obreros conservaron durante todo el sexenio las señas de
identidad de la izquierda obrera: la lectura diaria de la prensa, preferentem ente
El M ercantil Valenciano, como han señalado todos nuestros entrevistados. En
Llutxent “allí en la Societat Obrera, tindria uns 16 o 17 anys, es recibía el diari.
Portaven El M ercantil Valenciano i una revista que es deia M undo G ráfico, i es
llegia conjuntam ent El M ercantil Valenciano i es com entava pero eren els m enys.
La Societat era més que anar a jugar a cartes i d istrau re’s. En el poblé la m ajoria
estava en la Societat O brera ” . 531
La m orosidad y la inestabilidad de la m ilitancia im pedían u obstaculizaban
que las sociedades pudieran desarrollar program as de ayuda a enferm os, parados
o jubilados. En rO lle ria fracasó la asignación para socorro de enferm os, que
había llegado a poner en peligro la continuidad de la m ism a sociedad. Tampoco
faltaron las iniciativas culturales. En m arzo de 1936 y a im pulsos de las
juventudes socialistas se proponía establecer una escuela para los socios y sus
hijos en la m ism a sede de la sociedad .532
La Sociedad La V ictoria de B ocairent tenía una dilatada historia. Fundada
a principios de siglo y prácticam ente desm antelada después de la gran huelga de
1922, desde 1930 aumentó su afiliación, hasta que a principios de la R epública
se adscribió a la U nión General de Trabajadores. Es una m uestra fidedigna de las
m otivaciones que llevaban a una sociedad neutra a ingresar en una de alcance
nacional: fortaleza societaria. Según opiniones de sus asociados en la A sam blea
del cinco de mayo de 1935, en la que se discutía el futuro de la sociedad:
Pastor dice que esta Sociedad antes y a era neutra y los patronos se reian
de ella, hasta el punto de llegar a vender telares para despedir a los
obreros que pedían lo suyo y desde que estam os afiliados a la U. G. T. que
hemos conseguido todas las ventajas que poseem os. D ice que él no
volverá atras p o r nada y adelante siem pre y con todos. Vicente G isbert
277
dice que una Sociedad autónoma no tiene ninguna fu erza (...) Puerto M ora
dice que antes cuando la sociedad estaba neutra pagábam os muchas
p eseta s a los abogados que luego nos traicionaban y en cambio hoy nos
resulta mas barata la F ederación ,533
Luis Pastor, expone que la Sociedad es como un árbol y que las bases son
como las ramas y la com isión tiene que escoger las mejores para que de
más cantidad de fru to , y que la Junta D irectiva es el Alm a del árbol y que
sin ella no tiene vida.
533 AHN-SGC, PS-Madrid 524, legajo 4.781, LASAO, acta de 5-V-1935. Toda la información sobre esta
sociedad se ha extraído de esta signatura.
278
deber de el dia 14 en són de protesta trabajar y p a ra ello p id e votación;
p o r estas palabras se prom ueve un incidente entre varios obreros que es
cortado p o r el Presidente y D elegado . 534
279
absorbió el 8,94% de los gastos de 1934 y el 11,10% de 1935 (a falta de un
trim estre). D esconocem os el contenido de la biblioteca. Tan sólo que en 1934
adquirieron por 80 ptas. una H istoria de España en 13 tom os y por 107,15 ptas.
una colección de libros procedentes de la librería “La H orm iga de Oro” .
En los m eses frentepopulistas la sociedad adquirió un tono general más
políticam ente izquierdista, suplantando al neutro societarism o. En la A sam blea
del 19 de abril se propuso que: al m itin del Prim ero de M ayo acudiera un orador
del Secretariado de la UGT, pero tam bién otro com unista; la form ación de una
cooperativa obrera, clases nocturnas para los hijos de los asociados “para
educarlos debidam ente y evitar que caigan en manos de la reacción” , charlas
sociales especialm ente enfocadas hacia la infancia, y un anarquista criticó que
“este pueblo tiene una juventud podrida por los vicios del casino y del juego,
vicio que hay que quitarles ” . 537 El 12 de ju lio form alizaba El A m anecer su
ingreso en la Sociedad con el único fin de “form ar una escuela para educarse los
trabajadores, y puedan los jóvenes instruirse con arreglo al régim en social.
Las Sociedades O breras eran cajas de resonancia de las preocupaciones
cotidianas de los sectores más bajos de la sociedad, de los que padecían en m ayor
grado la ineptitud o falta de interés de las autoridades m unicipales para hacer
cum plir la legislación en m ateria de sanidad, educación. También em pleaban los
Prim eros de M ayo para entregar a los alcaldes respectivos las reclam aciones más
urgentes en todo tipo de asuntos. En 1933 La V ictoria pidió m ejoras en los
productos agrícolas y ganaderos que llegaban al mercado de B ocairent y la U nión
O brera de A lbaida condujo sus reclam aciones sobre las pésim as condiciones que
reunía el pescado vendido por la vía pública.
En lo que sí coincidían ugetistas, anarcosindicalistas y autónom os era en
la solidaridad intersocietaria: el que no trabajaba no pagaba cuota, al obrero
despedido por causa de la patronal se le ayudaba con fondos de la sociedad y en
actitudes de boicot contra los obreros que desplegaban actitudes serviles en la
fábrica o en el tajo, o contra los obreros no asociados que eran em pleados por la
patronal para deshacer las acciones com unes de los obreros sindicados. D urante
1934 La V ictoria discutiría la necesidad de boicotear a los no asociados como
m edio de fortalecer el sindicato, debilitado en sus posturas y decisiones
cotidianas por este grupo de obreros.
Ya en las Bases de 1932 se podía leer una anotación m anuscrita que no se
añadió a la redacción definitiva: “A los obreros no asociados desprecio ” .538 Para
los trabajadores que desdeñaban a los llepons o estiralevites, a los que buscaban
la protección del patrón antes que el enfrentam iento, su posicionam iento estaba
claro, con claroscuros y vaivenes, sin una precisión ni firm eza ideológica, pero
tenían m uy clara su posición personal dentro de la com unidad: “ací parlem de
patrons i treballadors, veritat? La cosa estava clara. La gent treballadora estava
en la Societat. Els senyorets i els llepons, en el Sindicat A grícola. Jo, encara que
537 AHN-SGC, PS-Madrid 524, legajo 4.781, ASVTFLV, Libros de Actas y Actas sueltas de la Junta
Directiva de la Sociedad La Victoria X-1915/XI-1938 (LAAJDSLV), acta de 19-IV-1936.
538 Ibídem.
280
no pertanyia a cap partit, sabia distingir, tenia, i tinc eh?, m és devoció ais m eus,
ais treballadors, que no al patró. Al patró, com diguem ací: Els amos son com el
raím , el m illor penjat, i el pitjor xafegat ” .539
Por otra parte, los enfrentam ientos intersindicales fueron una constante
del período republicano. En la Valí d ’A lbaida la única población en la que
adquirieron una cierta entidad fue en B ocairent. En O ntinyent no se llegó a
constituir un sindicato socialista hasta 1934, en l ’O lleria no tenem os noticia
alguna de pugna entre anarquistas y socialistas, en Llutxent apenas una nota en
la prensa anarquista.
En B ocairent se dieron varios casos aireados desde la prensa socialista. En
esta población, la sociedad socialista había declarado el boicot al com ercio de las
artes blancas porque no respetaba la jornada de ocho horas (se trabajaba entre 1 2
y 14 horas diarias), pero dio su autorización a dos trabajadores para instalar
sendas tahonas. En una de estas fue despedido un trabajador socialista por
dem andar el cum plim iento de la jornada legal. La Sociedad socialista le declaró
el boicot pero el em presario rectificó y anunció que volvería a adm itir al
despedido. Según la versión de República Social, el tahonero buscó la ayuda
anarquista y del vicepresidente com unista de la sociedad de A rtes Blancas para
volver a despedirlo, incluso agrediéndole. La nota de prensa acababa con esta
advirtiendo de los m étodos anarquistas “¿Os dais cuenta, trabajadores, de como
proceden los anarco-sindicalistas de B ocairent y el vicepresidente com unista de
la Sociedad de A rtes Blancas?. A prended ” .540 Este incidente se inscribe en los
intentos anarquistas por destruir la solidaridad intersocietaria socialista, el
sindicalism o m ayoritario en la población, para afianzar su em brionario sindicato.
Apenas unas semanas después, la pugna se trasladó a la Junta D irectiva
del Centro Republicano, formado por obreros anarquistas y socialistas. Prim ero
se boicoteo la prensa socialista atacando a la Junta por recib ir El Socialista
provocando la elección de una nueva Junta en la que el socialism o fue el más
representado, lo que dio lugar a la exclusión anarquista del Centro. El redactor
bocairentino de R epública Social afirm aba que
281
del anarquista A ntonio Soler en O ntinyent . 542 En octubre de 1932 se repartió en
O ntinyent una hoja reproducida por Solidaridad Obrera titulada “Las últim as
boqueadas de un partido agonizante” centrada en criticar a los socialistas en el
poder acusándoles de perseguir a los anarquistas .543 Claro que su actividad
o rg an izativ a se redujo co n sid erablem ente po r las co n tin u as clau su ras,
insurrecciones y persecuciones gubernativas.
Sus continuos m ítines de propaganda siem pre versaban sobre la necesidad
de agrupar a la clase trabajadora bajo las siglas de la CNT y en com parar a las
víctim as de Chicago con las actuaciones represivas de la B arcelona de los veinte
(M artínez Anido) y siem pre con referencias al exterior, como en mayo de 1932,
en que se hizo referencia a la dictadura de U riburu en A rgentina, así como en
recaudar fondos para los presos “ sociales” y los deportados . 544 Al m ism o tiem po
que desplegaba la vertiente más ideológica del anarquism o con el despliegue de
crítica hacia las fiestas religiosas resultado de un “com plot cap italista” para “ver
como tú obrero te hundes en el em brutecim iento del vicio; que te dejes arrastrar
por la prostitución de m ujeres, de alcohol, de juergas, que te traerán en
consecuencia debilitar tus fuerzas y tu salud, acaloradas disputas con tus
com pañeros y tu fam ilia (...) Si no quieres trabajar, dejalas para los que la
organizan; y con tus fam iliares y amigos sal al campo libre, donde todo es
N aturaleza y salud ( . . . ) ” .545
D espués de la últim a insurrección en diciem bre de 1933 la situación del
anarcosindicalism o ontiñentino era de bancarrota m oral e institucional. Con una
parte de sus dirigentes y m ilitantes más activos en la cárcel, sus centros cerrados,
en marzo de 1934 el Juzgado de O ntinyent anunciaba pública subasta para los
bienes del edifico del sindicato en O ntinyent.
A pesar de estas diferencias, “ ¿Acaso existían diferencias cualitativas
entre aquellos trabajadores (...) que adoptaron el socialism o y quienes se
decantaron por el anarquism o? (...) A narquistas o socialistas suelen ser caras de
una m ism a m oneda, con una raíz com ún, una cultura com partida, pero una
p ráctica casi siem pre divergente ” . 546
282
Los católicos pretendían sustituir la lucha de clases predicada por los
m arx istas p o r el am or cristian o . En sus aso ciacio n es se p red icab an las
ex celen cias del obrero m odélico: lab o rio so, económ ico, bien educado y
respetuoso con todo, ensalzando el ahorro (virtud cristiana), la sum isión frente a
la jerarq u ía y la aceptación de su papel en un orden social bendecido por Dios.
La im bricación de la Iglesia C atólica fue total en las organizaciones obreras
católicas. Un ejem plo: el 23 de junio de 1933 se inauguraba la Juventud Obrera
C atólica de B ocairent nom brando consiliario al sacerdote Juan Carbonell, quien
exhortó a los jóvenes obreros católicos a ayudar en su “ elevación religiosa y
social ” . 547
Tras la aceptación de la República por parte del equipo redactor del Diario
de Valencia, un grupúsculo tradicionalista irreductible se negó a form ar parte de
la DRV de O ntinyent. Como anécdota, Gonzalo G ironés, refiere que unos cien se
suscribieron al ultram ontano El Siglo Futuro, periódico que leían en el dom icilio
particular de R afael Juan, arcipreste de Santa M aría, próxim o al tradicionalism o.
D espués de su negativa a incorporarse a la DRV tuvieron grandes dificultades
para crear una organización estable (local, junta, recursos económ icos) ya que
gran parte de ellos eran “(...) obreros, cam pesinos y gentes m odestas, con una
juventud verdaderam ente intrépida ( . . . ) ” .548 Recordem os que los dirigentes
históricos del tradicionalism o de O ntinyent se pasaron en bloque a la DRV.
Este grupo tradicionalista liderado por un adm inistrador de correos y un
m édico se nutría de las redes fam iliares carlistas que traspasaban generaciones,
tan im portantes en la explicación de la transm isión tem poral del fenómeno
carlista. En la constitución de la prim era ju n ta directiva de los carlistas que se
negaron a nutrir las filas de la Derecha Regional según el propio Gonzalo
Gironés estaban “(...) el tío Ximo Pía, herm ano de mi abuelo; Carlos Pía,
herm ano de mi m adre y así hasta quince, entre parientes y conocidos ( . . . ) ” . 549
Este grupo sigue las coordenadas descritas por Jesús M illán para el carlism o
valenciano: una base com puesta por m aseros, arrendatarios de los latifundios de
la nobleza, pequeños artesanos autónom os relacionados casi siem pre con la
ag ricu ltu ra, obreros tex tiles y una cúpula com puesta por funcio n ario s,
propietarios agrícolas, profesionales liberales y grandes em presarios como los
Simó, quien a su vez eran propietarios agrícolas.
En las m em orias de G onzalo Gironés se expone cómo una parte de este
grupúsculo carlista intervino repetida y violentam ente en algaradas callejeras
contra sindicalistas de izquierda, m ítines republicanos y en m anifestaciones
públicas de religiosidad. La violencia desplegada y su exhibición orgullosa de
283
sím bolos y proclam as carlistas asustaban a los dirigentes locales de la DRV, ya
que podía enajenar del naciente partido a sectores m oderados del antiguo
liberalism o dinástico. Incluso en un m itin social-católico se llegó a afirmar:
“ ¡Esos están locos! ¡Os van a llevar a la ruina, como no consigáis controlarlos o
im ponerles m oderación !” . 550 Como verem os con posterioridad, eran una fuerza
de choque contra el sindicalism o de izquierda y núcleo aglutinador de los
sindicatos católicos, todo ello apoyado por dirigentes social-católicos y algunos
sacerdotes. Se diferenciaban de la DRV en su rechazo a la táctica legalista, pero
m uy poco en los anhelos de term inar con la R epública laica, dem ocrática y
social.
El espectro de la extrem a derecha se com pleta con R enovación Española y
el fascism o de las JONS. En 1933, el conde de Berbedell, uno de los m ayores
propietarios del térm ino de Fontanars, encabezaba el com ité local de Renovación
Española, fundada por Calvo Sotelo en 1933, un partido que agrupaba a los
m onárquicos alfonsinos subversivos en proceso de fascistización que no habían
ingresado en la DRV . 551 Las Juntas de O fensiva N acional Sindicalista de Ramiro
Ledesm a eran la expresión española del fascism o que estaba creciendo en
Europa. A lbaida sería la prim era población con una Jefatura presidida por el
industrial V icente Gil M ascarell.
El origen de esta Jefatura reside en un viaje de José Bono a A lacant para
asistir a un m itin de José A ntonio Prim o de Rivera. Según Francesc, uno de los
creadores de Falange Española en A lbaida: “va quedar im pressionat: hi havia una
m ixtura en el públic de gent treballadora, gent intel.ligent i senyorets” . El
testim onio de Francesc señala que le atraía especialm ente “algunes de les
actuacions que proposaven en l'asp ecte social” . Esta jefatura, siem pre según
Francesc, contaba con unas cincuenta personas, “i predom inava la gent obrera” ,
tanto es así que cuando “A gustí Petre i el baró de Ferrandis dem anaren la seua
entrada, en un prim er m om ent, no els van adm etre, perqué no es fiaven d 'e lls (...)
Al rem at els van deixar entrar ” . 552 La fusión con el grupo liderado por José
A ntonio Prim o de R ivera creó Falange Española y de las JONS, partido que limó
la dem agogia rev o lu cio n aria de las JONS. En las m ayores poblaciones,
-rO lle ria , A ielo de M alferit y O ntinyent-, nacieron jefaturas locales en 1933,
contando l ’O lleria con un grupo de la Sección Fem enina . 553 El fascism o español,
siem pre subordinado a la derecha tradicional, com enzaba su andadura como una
fuerza m ás antirrepublicana, pero, como señalaba Francesc respecto a sus rasgos
sociales, con un proyecto fascista.
284
En cualquier caso, aunque sin datos docum entales ante la ausencia de
archivos, la Falange com arcal seguía la tónica de la Falange estatal. Las capas
sociales sobre las que se debía sustentar el proyecto fascista (a la m anera italiana
o alem ana), clases m edias y sectores perm eables de la clase obrera, le volvieron
la espalda. Las prim eras porque estaban divididas profundam ente entre izquierda
y una derecha que se sentían más atraídas por el discurso de defensa de la
religión y vagam ente regionalista de la D erecha Regional V alenciana (algo
cam bió después de febrero de 1936). Las segundas sim plem ente desoyeron sus
llam adas. A dem ás, su discurso de nacionalism o español de sesgo castellanista
tuvo escaso predicam ento .554
A la izq u ierd a del socialism o, de una m anera rocam bolesca, pero
com pendio de la transm isión de ideas desde la em igración tem poral característica
de la Valí d ’A lbaida y de la extrem a politización de la época republicana
favorecida por la extensión de la alfabetización, se organizaba en M ontaverner
(marzo 1932) la prim era “R adio” com unista. Antonio Vañó y otros obreros de
M ontaverner tom aron contacto con una cédula troskista en Sagunt. Pero al leer
un opúsculo del propio Troski: “El últim o pacto picante del cocinero Stalin” em
vaig quedar un poc no sé, no m ’agradava que es clavaren així amb una persona
(...)” . La antipatía hacia Troski y la llegada de un com unista argentino desde
Valencia convencieron a estos trotskistas a pasarse al Partido Com unista, partido
que propagaron por la com arca. En cualquier caso, esta Radio era insignificante,
según A ntonio Vañó entre 7-8 hom bres en un principio, trabajadores del forrado
de g arrafas . 555
554 Esta tesis de falta de arraigo en las zonas mediterráneas de cultura catalana en THÓMAS, J.M.:
“Feixisme a la periférica: la Falange mediterránia (1933-1936)”, L Aveng, 186,1994, pp. 34-37. Así, Falange
Española ha sido caracterizada por su “debilitat política, ideológica i deis seus suports socials; perqué mai no
es diferenciá del tot de les forjes conservadores tradicionals i sempre ana a remóle d’aquestes (...)”. En SAZ,
I.: “La peculiaritat del feixisme espanyol”, Afers, 25,1996, pp. 623-637 (p. 637).
555 T.O. de Antonio Vañó (1997). Para el Partido Comunista, cfr. CRUZ, R : El Partido Comunista de
España en la IIRepública, Ed. Universidad, Madrid, 1987.
285
En el marco dem ocratizador de la República afloraban viejas disputas
internas que se habían mantenido ocultas, surgiendo otras nuevas, producto de la
intensificación de la lucha de clases. En Bocairent, el G obernador Civil ordenaba
la destitución del Vocal Obrero de la Sociedad Trabajadores del Campo y su
sustitución por otro elegido por la Sociedad Obrera ugetista La V ictoria.556 Pero
también dentro de La Victoria se produjeron tensiones, ya que socialistas y
católicos rivalizaron en torno al candidato que debían proponer, decidido
finalmente por 117 votos a favor del católico contra 73 del socialista.557 Eran las
prim eras elecciones en las que participaban las m ujeres, en cum plim iento del
artículo 36 de la Constitución republicana.
Los resultados en la comarca (v. Cuadro núm. 26) son dispares, puesto que
ante los vacíos en la docum entación local, las únicas fuentes son hem erográficas
y los dos principales periódicos, El Pueblo y Diario de Valencia, recogen un
reparto diferenciado de las concejalías. Hemos optado por ofrecer los datos de
ambos diarios y los publicados por La C orrespondencia de Valencia que, después
de compararlos con la inform ación recogida en los archivos m unicipales, parece
ser el diario más fiable.
Cuadro núm. 26
FUENTE: AGULLÓ DIAZ, Ma. C. y JUAN REVERT, R.: “Notes sobre les eleccions
556 AMB, libro 11-VIII-1931/19-VII-1933, Libro de Actas, acta de 9-II-1933. También ADPV, caja 1,
Memorias Secretaría, 1933.
557 AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, ASVTFLV, LAJDSLV, acta de 18-1-1933.
286
m u n icip a ls a la V alí d ’A lb aid a durant la S egon a R ep ú b lica (1 9 3 1 -1 9 3 6 )” , op. c it., p. 84.
LCV.558
55 8 Señalan C. Agulló y R. Juan la terminología empleada por la redacción del Diario de Valencia, según la
cual aparecen radicales (en referencia al PURA) y mauristas (PRC). Nosotros hemos optado por reseñar
directamente las siglas blasquistas para una mejor comprensión del cuadro, v. AGULLÓ DIAZ, M“ C. y
JUAN, R.: “Notes sobre les eleccions municipals a la Valí d’Albaida durant la segona República (1931-
1936)”, op. cit., p. 84.
y o jg Anónimo-P (1996).
560 Ibídem.
561 Según Jackson, de los 16.000 concejales electos, 9.802 eran republicanos, mientras que los monárquicos
conseguían 4.954 regidores. Aunque España continuaba siendo republicana, los radicales lerrouxistas
consiguieron un importante crecimiento y los socialistas descendieron. Un resultado que tendría su
importancia en el futuro de la coalición republicano-socialista. Cfr. JACKSON, G: La República española y
la guerra civil (1931-1939), op. cit., p. 108.
287
la izquierda, gracias al voto socialista derivado de la política expansiva del
sindicalism o ugetista entre 1932 y 1933. Así, el socialism o alcanzaba m ayorías
m unicipales, bien coaligado (Benissoda), bien en solitario (Llutxent).
Estas elecciones m unicipales parciales fueron una victoria para los
partidos opositores, aún considerando que en muchos de ellos el caciquism o
em pleó todas sus estratagem as y coacciones (“burgos podridos” en palabras de
A zañ a ) . 562 Los so cia lista s h ab ían depositado grandes esperanzas en las
elecciones pensando que su presencia en el Gobierno se certificaría en las urnas.
Pero no sólo no fue así sino que incluso los com icios m ostraron el descontento
obrero hacia la p o lítica socialista con la abstención y el apoyo a candidaturas
com unistas o de izquierda burguesa. Los sucesos de Casas Viejas, la lentitud de
la R eform a A graria y los resultados de las elecciones relanzaron la radicalización
socialista.
En septiem bre de 1933 tuvieron lugar las prim eras elecciones p ara los
puestos del Tribunal de G arantías C onstitucionales que debían ser elegidos
principalm ente por los concejales. En las provincias de Valencia, A licante y
C astelló se presentaban los radicales lerrouxistas Fernando G asset (relevante
dirigente de la provincia de C astelló) y Rafael Blasco, am parados por la
m aquinaria blasquista. Los partidos coaligados en el gobierno y la derecha
votaron en blanco. Con todo, su análisis puede establecer m ovim ientos políticos
de los concejales después de su elección por un partido determ inado.
Los únicos datos generales que poseem os fueron publicados por El
Pueblo. De sus páginas y de las A ctas M unicipales no se pueden extraer
conclusiones sobre cam bios habidos en la adscripción de los concejales desde
1932 ya que en cada m unicipio se realizó una votación que no se relaciona con
la estrategia de los partidos políticos valencianos. Por ejem plo, en Fontanars el
ayuntam iento estaba com puesto por 6 concejales de la DRV y tres socialistas. Sin
em bargo, los nueve votaron a favor de la candidatura de Gasset y B lasco .563
La elección fue un nuevo desastre para la conjunción republicano-
socialista. D estacados antirrepublicanos como Juan M arch o José Calvo Sotelo
fueron elegidos vocales. Esta derrota m arcó el final de la coalición gubernativa
atenazada desde principios de año por intensas contracciones internas. La
negativa socialista a la entrada de Lerroux en el gobierno decidió al presidente
de la R epública a retirar su confianza al Gobierno. Lerroux form aba un gobierno
de concentración republicana sin presencia de socialistas .564
562 2.807 concejales radicales, 1.580 republicanos conservadores y 5.394 de la derecha. AHN, Fondos
Contemporáneos-Sección Gobernación Valencia, legajo 31 A, expediente 1.
563 EP, 5-IX-1933.
564 JACKSON, G: La República española y la guerra civil (1931-1939), op. cit., pp. 117.
288
2.4. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA. LA CONSOLIDACIÓN DE LA
DERECHA REGIONAL VALENCIANA: AGRARISMO CONSERVADOR Y
CATOLICISMO (NOVIEMBRE 1933-FEBRERO 1936)
565 RUIZ MAJÓN, O.: El Partido Republicano Radical 1908-1936, Tebas, Madrid, 1976, p. 394. La
formación de candidaturas en las pp. 384-395. En las pp. 392-393 se ofrecen detalladamente los pactos
electorales del Partido Radical en 33 circunscripciones.
566 AVILÉS FARRE, J.: La izquierda burguesa en la IIRepública, op. cit., p. 215. Para los pactos electorales
de los republicanos de izquierda, cfr. pp. 211-217.
289
pacto PURA-DRV, ni siquiera un acercam iento parecido al de sus socios m ayores
Partido R adical-C E D A . 567 Por las m inorías: Fernando Valera (PRRS) confiaba en
su carism a personal, una candidatura com unista, dos candidatos de partidos
m inoritarios (Luis D onderis Tatay por el Partido Republicano Católico y A lfredo
Pérez M orera por Izquierda R adical A graria) y dos independientes: José M anteca
R oger, (rep u b lican o expulsado del PURA ) y M oliner A lio (republicano
conservador católico, provenía del PRC).
La derecha católica em itió un discurso político radicalm ente antim arxista.
A tacó la p olítica “laica y socialista” del prim er bienio y anunció una revisión
(conservadora) de la C onstitución republicana. La cam paña radical abundó en la
rectificación liberal de la C onstitución, en una m oderación o “pacificación” de
las fricciones del prim er bienio (en especial la legislación religiosa), el
antim arxism o y una “revitalización económ ica (...) que debía estar asentada
sobre el orden público y sobre todo una rectificación de la legislación socio
económ ica, que devolviese la confianza a grandes sectores de la vida del
p aís ” . 568 Por tanto, un posicionam iento próxim o a la derecha católica.
Los republicanos de izquierda propugnaban la continuación y refuerzo de la
p olítica reform ista de los años anteriores. Los socialistas valencianos entraron a
form ar parte del Frente de Izquierdas, una singularidad, dado que en gran parte
de las circunscripciones se presentaron en solitario. Su estrategia ante estas
elecciones, incluso entre los dirigentes más m oderados como el alcireño Pedro
G arcía, residió en preparar a sus agrupaciones y sindicatos rurales para evitar las
coacciones caciquiles y com batir en las urnas a la derecha.
Como han señalado los autores que se han ocupado del tem a, la cam paña
electoral fue intensa, con gran profusión de m ítines y actos políticos. En
Valencia, el blasquism o consideró un desafío a su hegem onía política la
presentación por las m ayorías de la DRV, desencadenando una espiral de
violencia política, de tal m odo que la cam paña electoral estuvo envuelta en
tensiones y gran apasionam iento.
La A lianza R epublicana realizó un gran despliegue electoral con m ítines en
31 de las 34 poblaciones de la com arca, con continuos ataques a su principal
adversario, la DRV, identificada con los “desastres” de la M onarquía. La
cam paña en Valencia se convirtió en un duelo entre el PURA y la DRV. Los
blasquistas pedían el voto útil republicano para detener a la derecha católica y
vigilar las posibles presiones sobre las m ujeres. La CEDA y la DRV buscaron la
confrontación directa con el radicalism o y el blasquism o, únicos potenciales
adversarios en el voto de clase m edia, persiguiendo el apoyo electoral de los
católicos seguidores de Lerroux y M aura.
Prensa católica, asociaciones de seglares y la capacidad difusora del serm ón
dom inical se pusieron al servicio de los objetivos de un partido - l a Derecha
Regional Valenciana- que abordaba en sus m ítines tres cuestiones básicas:
567 La peculiaridad valenciana entroncaba con la pugna entre católicos y blasquistas desde principios de
siglo, cuando dinamitaron la política restauracionista en la capital provincial. La conformación de coaliciones
en VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana. (1931-1936), op. cit., p. 173-177.
568 Discurso de Lerroux en el Teatro Victoria de Madrid el 19 de noviembre de 1933, tomado de RUIZ
MANJÓN, O.: El Partido Republicano Radical 1908-1936, op. cit., p. 398.
290
rechazo a la legislación laica de la Constitución, protección de la fam ilia y crisis
ag ríco la. Como ha puesto de m an ifiesto Tom ás V illarroya, sus actos
propagandísticos se centraban en la realidad más inm ediata de sus potenciales
electores. Por su parte, R afael Valls, ha señalado que junto a unas técnicas de
p ropaganda y m ovilización m odernas (carteles, hojas, m ensajes radiados,
órganos de prensa, m ítines en cada localidad) encontram os una línea ideológica
que, salvo excepciones, se inscribe dentro del conservadurism o más extrem o . 569
El discurso político de la DRV entronca con el em itido por las derechas católicas
españolas para atraer al pequeño propietario, uniendo defensa de la religión, de
la fam ilia y de las explotaciones fam iliares que la R epública, según su
propaganda, ponía en peligro con su legislación laica y su reform a agraria .570
Los jóvenes propagandistas y los candidatos a diputados por la DRV
celebraron m ítines en los veinte m unicipios más poblados. En los pequeños
pueblos de la sierra del Benicadell recordaban su política “libre de toda
injerencia caciquil y diafana ante la opinión pública” en referencia al dom inio
caciquil del republicanism o blasquista. Populism o para captar el voto obrero,
antisocialism o visceral, odio a la M asonería y antisem itism o brotan en el
discurso social-católico. Los tradicionalistas de O ntinyent que no se habían
integrado en la DRV propugnaron el voto a la A lianza de Derechas. Según
Gonzalo Gironés se convirtieron en la fuerza de choque de la D erecha Regional:
(...) nos lim itábam os a fo rm a r una especie de rondas nocturnas para evitar
que arrancasen los carteles y pasquines de la coalición de derechas (...)
Recuerdo que una noche (...) se encontró una de nuestras rondas con un
grupo de m ozalbetes que (...) se dedicaban a arrancar carteles con gran
algazara (...) fueron castigados y dispersados con un vapuleo tan ardoroso
que, a p esa r de la rapidez, se destintaron las vergas (nervios de toro
teñidos de escam ado) ( . . . ) 571
Por su parte, el Frente de Izquierdas organizó una reducida cam paña, apenas
seis m unicipios, eso sí, los m ás im portantes . 572 El anarquism o de O ntinyent era
partidario de la abstención desde su antipoliticism o doctrinario, aunque autores
como Tuñón de Lara lo cuestiones, calificando las presiones ejercidas por la CNT
sobre la política nacional como actuaciones p o líticas . 573
569 TOMAS VILLARROYA, J.: “La campaña de la D.R.V. en las elecciones de 1933”, Saiíabi, XIV, 1964,
pp. 63-110.
570 v. SEVILLA-GUZMÁN, E. y PRESTON, P.: “Dominación de clase y modos de cooptación del
campesinado en España: la Segunda República”, Agricultura y Sociedad, 4, 1977, pp. 147-165 (pp. 147-
158). En el caso castellano y en menor medida se empleó la problemática del trigo. En Valencia la crisis
agraria de los productos de exportación (naranja) y la cuestión vinícola para la Valí d Albaida.
571 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 62.
572 La relación de mítines en GANDIA CALABUIG, J.: “Les eleccions generáis en la Valí d Albaida durant
la Segona República (1931-1936)”, op. cit., p. 95.
573 TUNÓN DE LARA, M.: “El sistema de partidos en 1931-1933”, Historia Contemporánea, 6 , 1991, pp.
59-84 (pp. 60-61).
291
Estos eran los prim eros com icios en que ejercían las m ujeres su derecho
constitucional al sufragio y las distintas coaliciones se volcaron para conseguir
sus votos. Todas em plearon en sus apelaciones electorales un vocabulario de
claras resonancias religiosas m uy diferenciado entre la derecha y la izquierda,
aunque siem pre con tonos paternalistas. Un sistem a em pleado en estas elecciones
por la DRV para captar el voto fem enino fue el reparto de prendas interiores. En
Terrateig “Un dia van vindre a fer un m iting, no m e’n recordé quins eren, pero
eren de les dretes del Simó, un m olt ric que era de les dretes d ’O ntinyent, i
aquells deien que repartien una braga a cada casa (...)” . En B enissoda y A lbaida
“Simó, el d ’O ntinyent, el de les m antés, anava regalant faixes a les dones per a
que votaren a la D erecha R egional ” .574 En O ntinyent el alcalde com unicaba al
G obernador Civil el descubrim iento de una reunión clandestina en el dom icilio
de la M arquesa de V ellisca con m ás de 20 personas donde se había tratado de
“determ inada propaganda y de ejercer coacciones electorales ” . 575
Estas elecciones supusieron un punto de inflexión en el anticlericalism o. La
Iglesia apoyó decisivam ente a las candidaturas social-católicas. El m ayor
activism o correspondió de nuevo a las órdenes religiosas de la enseñanza:
claretianos y m arianistas (X átiva), franciscanos (O ntinyent, Pego) o escolapios
(G andía), llegando al extrem o, denunciado en X átiva, que un fraile rezara un
padrenuestro en un entierro a favor del triunfo de las derechas .576
Los b lasq u istas d enunciaron con reiteració n la conversión de actos
litúrgicos católicos en propaganda electoral. A principios de noviem bre, una
visita pastoral del obispo auxiliar a B enigánim term inó con una m anifestación
derechista ante la Casa C onsistorial. Tres días después, el obispo ofició una
cerem onia de confirm ación que reunió a 1 . 2 0 0 fíeles, finalizada con un repique
continuo de cam panas, acción penada en este pueblo. El alcalde blasquista,
acom pañado por sus correligionarios, acudió a la Iglesia Parroquial para im pedir
el toque, pero “(...) como estaban las puertas cerradas, com enzaron a aporrearlas
y dieron orden a la G uardia Civil de abrirlas (...) se armó un gran escándalo y se
suspendió la cerem onia (...)” . Estos incidentes culm inaron con una m anifestación
“(...) tum ultuosa (...) donde el público estacionado frente al ayuntam iento daba
vivas a la R epública y m ueras a este prelado. Los m anifestantes fueron disueltos
por la G uardia C ivil ” .577
La violencia p olítica desplegada por los blasquistas contra los social-
católicos no trascendió en ataques anticlericales. La prensa católica agradeció la
inexistencia de incidentes graves. Tan sólo el vertido de alquitrán en las fachadas
de la Iglesia de Santa M aría o la casa del A r c i p r e s t e . ^ * * p ero ya se equiparaba
derecha política a Iglesia C atólica.
574 T. O. de Isabel Montagud (1996) y de Anónimo-J (1996). El voto femenino en CAPEL MARTÍNEZ, R.:
El sufragio femenino en la IIaRepública Española, Dirección General de la Mujer, Madrid, 1992.
575 LCV, 17-XI-1933. La atmósfera de violencia alcanzó un mayor peligro de confrontación social en
Gandia. v. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, L.: La IIRepública a Gandía: 1931-1936, op.
cit., pp. 191-192.
576 RAMÍREZ ALEDÓN, G et alii.: República i Guerra Civil a Xátiva (1931-1939), op. cit., vol. II, p. 203.
577 Tomado te El Socialista, 5-XI-1933, EP, 8-XI-1933 y DV, 7 y 8-XI-1933.
578 ER, 25-XI-1933.
292
La cam paña electo ral h ab ía sido p articu larm en te v io len ta desde un
principio por las actuaciones blasquistas, pero en los últim os días alcanzó
luctuosas dim ensiones con asesinatos de derechistas (entre el 17 y 19 de
noviem bre en Valencia y la Font d ’en Carros). La presión sobre la oposición
tam bién alcanzó al Frente de Izquierdas: el alcalde radical-socialista de A ielo de
R ugat protestaba “enérgicam ente” ante las coacciones políticas del G obernador
C iv il .579 Para Tomás V illarroya la totalidad de la prensa valenciana denunció a
los blasquistas como los agresores y a los derechistas como víctim as. Por el
contrario, el G obernador Civil inform aba al Gobierno Central que “(...)D erecha
R egional Valenciana, Renovación Española, católicos todos y reaccionarios,
arrecian cam paña térm in o s in to lerab les p u eb lo s, p rin cip alm en te p artid o s
judiciales de A lbaida, O ntinyent, Enguera, G andia ( . . . ) ” . 580
Los com icios se saldaron con la rotura de 50 urnas , 581 num erosos incidentes
por toda la geografía valenciana y el asesinato de un interventor de la DRV. 582 En
54 secciones (24.428 electores) sobre un total de 858 secciones no se celebraron
elecciones. Para la DRV “(...) en ellas se sabia sobradam ente que la votación
había de ser m uy favorable para la D erecha R egional Valenciana, y se apeló al
socorrido recurso de rom per las urnas ( . . . ) ” . 583 La escasa votación conseguida
por el Frente de Izquierdas, y las candidaturas presentadas por las m inorías,
dejaban los puestos en disputa entre la A lianza R epublicana y la C oalición de
D erechas. Como quiera que las secciones en las que debían repetirse las
elecciones correspondían a distritos o pueblos derechistas, los blasquistas
“escalonaron” las elecciones ya que de esta m anera podían controlar el sufragio
y asegurarse el éxito de sus candidaturas.
Entre el 20 y el 23 la violencia electoral se intensificó notablem ente con el
resultado de tres m uertos, diez heridos, el secuestro e intento de lincham iento del
candidato G arcía-G uijarro en Sueca, el pistolerism o blasquista en A lgem esí y la
doble rotura de urnas en Gandia. El G obernador Civil recom endó a Luis Lucia
que era “preciso” que la DRV tan sólo luchara por los diputados de las m inorías,
579 Ibídem.
58®AHN, Fondos Contemporáneos-Sección Gobernación Valencia, legajo 31 A, expediente 8.
581 Según la DRV las secciones en que no se celebraron presentan esta geografía: Ademuz, Albal, Albalat de
la Ribera, Albalat de Segart, Alcúdia de Crespins, Aliara d’Algimia, Algemesí (2 secciones), Alzira, Ayora,
Bellreguart, Benaguacil (2 secciones), Benifairó de la Valldigna (2 secciones), Beniflá, Carcaixent (3
secciones), Cárcer, Casas Altas, Casas Bajas, Castellfabib, Castellonet de la Conquesta, Caudete de las
Fuentes, Daimús, Gestalgar, Llíria, Moixent, Museros, Novetlé, Oliva, Pobla de Famals, Pobla de Vallbona,
Potries, Quart de les Valls, Real de Gandia, Requena (2 secciones), Sagunt (2 secciones), Sellent, Serra, Silla
(2 secciones), Torrent, Torres-Torres, Turis, Utiel, Valencia, Castelló de la Ribera, Vilallonga, Xátiva i Xeraco
(3 secciones). AGCE, Serie Documentación Electoral, legajo 139, expediente 47.
582 En las dos Riberas la violencia política salpicó sus poblaciones. Cfr. CALZADO ALDARIA, A.:
“Tipología electoral de Cullera. 1931-1936”, en III Jomades d ’Estudis de Cultera. Cultera, 28, 29 i 30 de
novembre de 1997, 7 i mig editorial, Benicull del Xúquer, 2000, pp. 267-285. CALZADO ALDARIA, A. y
TORRES FABRAR.C.: “Estudio electoral de las dos Riberas del Xúquer: la II República, 1931-1936”, op.
cit.
583 AGCE, Serie Documentación Electoral, legajo 140, expediente 46, Anormalidad y falseamiento de la
voluntad popular. Dossier presentado por los diputados de la Derecha Regional Valenciana a la Comisión de
Actas, informe del 1-1-1934.
293
com unicando oficialm ente por radio en la noche del día 2 1 el triunfo definitivo
por las m ayorías de la candidatura de la A lianza Republicana, en esos m om entos
derrotada en las urnas. Las presiones gubernativas y las dosis cada vez m ayores
de violencia blasquista obligaron a Luis Lucía a notificar a sus seguidores,
apoderados e interventores, la decisión de retirarse de la lucha electoral.
De este modo, en los pueblos en que todavía no habían repetido la elección,
se “am añaron” actas y resultados para favorecer a los candidatos de la A lianza
R epublicana y dejar un lugar para G arcía G uijarro. El G obernador Civil
n o tificaba que los ánim os estaban m uy encrespados y el am biente social
presag iab a graves altercados: “(...) derecha protestaron algunas secciones
re b atién d o las can d id ato s rep u b lican o s (...) orden com pleto, adoptadas
p recau cio n es desde anoche p ara ev itar p ro p ó sito s algunos derech istas
extrem istas quieren apoderarse docum entación electoral. Orden com pleto toda
provincia ” . 584
El resultado final estaba lejos de las cifras provisionales del día 21 (casi un
em pate técnico): diez diputados para la A lianza R epublicana (nueve del PURA
más un republicano conservador) y tres para la DRV. A pesar del fraude electoral,
la sociedad valenciana había votado en contra de la política reform ista del prim er
bienio. Las dos alianzas m ayoritarias, la derechista y la republicana sin
adjetivos, im ágenes gem elas de la CEDA y el PRR en el ámbito estatal, eran
form aciones que recogían -con diferentes m atices- en sus program as la necesidad
de una rectificación de la República. Para la política valenciana, “(...) la vieja
pugna valenciana había quedado desfasada y el blasquism o tenía difícil su nuevo
reasen tam ien to p o lític o , ig u alm ente p o p u lista, pero ahora d ecididam ente
conservador ( . . . ) ” . 585
La Valí d ’A lbaida fue una de las com arcas más castigadas por el fraude
electoral blasquista. El candidato social-católico G arcía Guijarro realizó una
p rotesta general ante la Com isión de Actas del Congreso de los D iputados “ya
que en todos los pueblos del distrito se habían producido actos violentos
protegidos por las autoridades ” . 586 En efecto, las irregularidades y violencias se
ejercieron en diversas poblaciones y de modos m uy distintos, pero no en todas.
En Castelló de R ugat no se verificó la votación en el D istrito I o Sección
Ú nica y no se constituyó la m esa electoral en el D istrito 2o Sección Ú nica, para
pasar con posterioridad a una segunda votación, con tan sólo 19 votantes. Sin
em bargo, en este distrito de 480 votantes censados, “ aparecieron” 303 votos para
la AR. El resultado final se dividió en: 780 para la AR, 200 para el FI y 100 para
la DRV. El testim onio oral recogido en Castelló de Rugat explica en parte estos
hechos, enlazados directam ente con las pervivencias caciquiles y clientelistas de
las pequeñas y m edianas poblaciones:
294
En las elecciones de 1933 lo que pasó es que los dos o tres caciques que
representaban la tendencia p o lítica del pueblo, entonces tenían una serie
de personas adictas que eran como fie le s a ellos porque les daban de comer
el señorito, les mantenía. Entonces, cuando conocían de antemano, ellos se
hacían sus cálculos de que la elección la tenían en proxim idad de perder,
bueno de no ganar, entonces le daban a un señor, 'bueno, vete tú y rompe
la u r n a ’y aquel iba, después si lo cogían el señorito influía y lo soltaban
r-;-587
En la pequeña localidad de A ielo de Rugat, azotada por las actuaciones
caciquiles en época de elecciones, “(...) no se efectuaron las elecciones (...) P.D.
Aquí hicieron arreglo, dando 25 votos a las derechas ” .588 Esto es, las elecciones
no se celebraron, pero se firm ó un acta consensuada. En Rugat el “reparto” de
papeletas benefició a la A lianza R epublicana (95 frente a los 37 de la DRV). En
C arrícola, los candidatos blasquistas Lam bies y Carreres tenían cinco votos más
que en las actas. Se falsificaron las actas del D istrito 2o Sección I a de Benigánim ,
proclive a la DRV. En esta localidad, se intentó negar el sufragio a las cinco
Herm anas de los Pobres y sus trece asilados. La intervención de la G uardia Civil
im pidió la rotura de la urna de este colegio electoral .589 La Junta de A ctas no
com putó el acta de Bellús. Sobre un censo de 252 electores, 228 depositaron su
papeleta, siendo el resultado de 750 para la A lianza Republicana, 1.180 para la
DRV y 350 para el Frente de Izquierdas .590
Los sucesos m ás dram áticos se vivieron en A lbaida. En la cabeza de partido
ju d icial, de significada m ayoría derechista, se destruyó una urna de la sección
instalada en un colegio del centro de la población en el m omento del escrutinio.
En otro colegio se introdujeron diez votos en la urna para después desparram ar
por el suelo, antes del recuento, las papeletas. La autoría de estos hechos se
im putó a dos habitantes de la pedanía de l'A ljo rf, inscribiéndose en una dinám ica
local dentro de las coordenadas m ás am plias del populism o m unicipal blasquista.
Esta pedanía, la “jo y a del reino” del blasquism o albaidense, com puesta
m ayoritariam ente por jornaleros y m uy pequeños propietarios agrícolas, era el
destino preferente de una parte de las inversiones m unicipales que adjudicaban
los trabajos públicos al Centro O brero A utonom ista. De esta m anera, el PURA se
garantizaba una cantera de votos y una fuerza de choque. La detención en el
Cuartel de la Guardia Civil de uno de los im plicados en la rotura de urnas fue
rápidam ente respondida por la Sociedad O brera, como recuerda un testigo de los
hechos: “Ens reunim en les societats i allá se n ’anem i om plim la placeta del
58^ T.O. de Anónimo-P (1996). Este tipo de actos es común para todo el estado: “(...) per motius
intrascendents: la discussió suscitada per 3 vots, per dubtes sobre la personalitat d'un lector, per l'acció d'un
individu desconegut que després es fuga Tomado de MIR, C.: Lleida 1890-1936: Caciquismepolític i
lluita electoral, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, Barcelona, 1985, p. 508.
588 AGCE, Serie Documentación Electoral, legajo 140, expediente 26, Carta manuscrita del alcalde Vicente
Calabuig contestando a un cuestionario del dirigente de la DRV, Luis García Guijarro.
589 AMBGt, Caja 17, Correspondencia 1941, certificado 22-1-1941.
590 ADPV, C. 1.2.2. caja 38, Expedientes Generales de las Elecciones a Diputados a Cortes. 1933.
295
Convent (ubicación del C u artel). Quan ja estava la placeta plena, va saltar un
home, li va dir al tinent de la G uardia Civil ‘fatpa el favor de traure a eixe home
d ’allí dins, o sinó s ’encarregarem de pegar-li foc al cuartel, així és que vosté no
eixirá d ’a llí’. Va eixir, i se ’n vam anar tots a la Societat O brera” .591 Las
elecciones se repitieron el día 23, cuando ya la DRV se había desmarcado del
proceso electoral. A pesar de estos sucesos, la derecha consiguió la m ayoría en
Albaida.
En el Partido Judicial de Albaida, según datos de la D iputación de Valencia
ejercieron su derecho al voto un 70,9% del censo electoral, ligeram ente superior
a la m edia provincial (70,6%).
FUENTE: ADPV, C 1.2.2.1, caja 36, Diputados a Cortes. Expedientes Generales, s/f
Si com param os las cifras expuestas en el Cuadro núm. 27 (I) con las
parciales de octubre observamos que los blasquistas aumentan sus resultados
sign ificativ am en te, pro bablem ente gracias a las coacciones. El Frente de
Izquierdas pierde una parte sensible de su electorado (9%), afectado por la
abstención anarquista en rO lle ria . El resto de candidaturas recogen una ínfima
votación.
En el Partido Judicial de O ntinyent el dominio de la derecha católica
conllevó la ausencia de incidentes. Para este Partido hemos obtenido las actas
oficiales de escrutinio (v. Cuadro núm. 27 (II)). La Derecha R egional Valenciana
se había convertido en el principal partido político, excepto en Aielo de M alferit.
296
Los índices globales de votación fueron elevados, un 70%, pero se aprecia
un descenso de participación en las poblaciones con presencia anarquista
(B ocairent y O ntinyent). Prim ó la disciplina de voto, con casos puntuales de
desvío de sufragios: en A ielo de M alferit la candidatura de Julio Colom er Vidal
(DRV), descendiente de la población, captó el m ayor núm ero de papeletas;
G arcía G uijarro, Bosch M arín y Oria de Rueda fueron los m enos votados de la
lista de la DRV en tres secciones de Bocairent, dirigiéndose los sufragios al
PURA. Fontanars y O ntinyent cam biaron el sentido de su voto respecto a las
parciales de octubre.
En la capital com arcal el Frente de Izquierdas sufrió una gran pérdida de
votos m o tiv ad a por la ab sten ció n an arq u ista y de los vo tan tes “pro-
gubernam entales” de anteriores votaciones. En octubre, los radical-socialistas
habían obtenido el 34,95% , reducido a un 20,9% en noviem bre. Por su parte los
blasquistas pierden un 9% de votantes. La DRV fue la gran triunfadora de estos
com icios gracias, posiblem ente, al voto fem enino y a las pérdidas blasquistas.
Discurso agrarista, tradicional conservadurism o del sector agrícola, m uy ligado a
una secular subordinación política ante los grandes propietarios, por m edio
principalm ente de la gran presencia del arrendam iento y la aparcería, fueron las
bases de la victoria social-católica.
La D erecha Regional V alenciana obtiene la victoria en las dos cabezas de
partido ju d icial, -A lbaida y O ntinyent-, (en el segundo caso por m ayoría
absoluta), en A gullent y B ocairent de m anera abrum adora. La táctica de Luis
Lucía había sido un éxito. D esde 1931 su política había captado en la Valí
d ’A lbaida a los tradicionalistas y, a partir de 1932, a las elites locales que habían
apoyado a partidos republicanos (DLR, PURA o PRRS). Ya era el partido
hegem ónico en el Partido de O ntinyent aunque su crecim iento organizativo en el
de A lbaida durante 1932-33 no tenía relación con unos resultados electorales
im portantes.
El Frente de Izquierdas triunfa en las poblaciones que contaban con un
sólido sindicalism o socialista (A ielo M alferit, Lluxent, Q uatretonda) y, según
testim onios orales, en la Pobla del Duc. La fluctuación del voto socialista es bien
patente. A lo largo de la República, los sufragios socialistas se concentraron con
preferencia en Extrem adura, A ndalucía y después, én febrero de 1936, en
A sturias. Su im p lan tació n en el ám bito e sta ta l nunca consiguió una
hom ogeneidad, siem pre con dependencia a la localización de sus apoyos . 592
El blasquism o tan sólo consigue m ayoría, con el fraude expuesto, en una
población de mediano tamaño: Castelló de Rugat. El resto son localidades
m enores de 1.000 habitantes, gran parte de ellas en la sierra del B enicadell y en
la zona de influencia de Castelló de Rugat, un reducto b lasq u ista .593
592 Estas son algunas de las conclusiones resultado del análisis de la evolución del sufragio socialista a lo
largo de la República, v. ORTEGA VILLODRES, C. y MORATA GARCÍA DE LA PUERTA, B.: “La
evolución del voto del PSOE durante la Segunda República. Un estudio sobre la fragmentación de su
electorado”, Cuadernos Republicanos, 53, 1999, pp. 13-33.
593 La campaña electoral y los incidentes en las elecciones, en CALZADO ALDARIA, A.: “’Para vergüenza
de la República’. La violencia electoral durant la II República: les eleccions legislatives de novembre de
1933”, en TALENS, J. y CASANOVA, E.: Actes del Primer Congrés d ’Estudis de la Valí d'Albaida, op. cit.,
pp. 137-155.
297
El debate sobre la dirección del voto de la m ujer en estas elecciones todavía
perm anece abierto. Los republicanos de izquierda las culparon de su derrota.
Según Tusell en la ciudad de M adrid su voto no fue relevante . 594 En A lacant,
M ariano G arcía A ndreu ha podido com probar una m ayor participación fem enina
en las elecciones que apoyaron a las listas electorales “más conservadoras, pero
no de un m odo conclu y en te” , siendo los socialistas los m enos votados,
preferentem ente por el sector del servicio dom éstico . 595 Otros autores han
significado que las m ujeres de clase obrera votaron las m ism as candidaturas que
su m arido o padre, m ientras que las de clase m edia con m arido republicano
votaron a la derecha aconsejadas por su confesor .596 Claro que las m ism as
m ujeres a quienes se culpabilizó de la victoria derechista tam bién votaron en
febrero de 1936 con un resultado final muy distinto. El único partido en el que
las m ujeres ocuparon un papel activo en las m esas electorales, dedicadas a
id en tificar a los electores o en el papel de interventoras fue la D erecha Regional
a través de la ACM.
Los únicos resultados globales han sido extraídos de un cuadro estadístico
titulado “Elecciones de D iputados a Cortes verificadas en 19 de N oviem bre de
1933. C ircunscripción V alencia-Provincia” , sin ninguna referencia a su origen.
Es de suponer que se trata de una elaboración realizada por la Junta Provincial
del Censo, pero, con las prevenciones en cuanto a su origen y recordando las
violencias electorales blasquistas, reflejam os los porcentajes sobre votos válidos
que ofrece esta fuente, (v. Cuadro núm. 28):
Cuadro núm. 28
FUENTE: ADPV, C. 1.2.2.1, caja 36, Diputados a Cortes. Expedientes Generales, s/f.
La suprem acía blasquista está seriam ente erosionada. Sin embargo, los
hechos narrados con anterioridad plantean la hipótesis de una victoria social-
católica en la provincia. D estaca el porcentaje recogido por Fernando Valera,
favorecido por su carism a entre el republicanism o valenciano de izquierda.
El 3 de diciem bre se realizaba la segunda vuelta para ocupar 95 escaños en
la que el Partido Radical “ acentuó su orientación conservadora en la política de
coaliciones (...)”,597 pactando algunas candidaturas con la CEDA y los agrarios,
para de este m odo, conseguir sum ar la cuarta parte de los escaños en disputa. Así,
el nuevo Parlam ento presentaba una fisonom ía radicalm ente diferenciada al
594 TUSELL, J.: La II República en Madrid. Elecciones y partidos políticos, Tecnos, Madrid, 1977, p. 107.
595 GARCÍA ANDREU, M.: Alicante en las elecciones republicanas 1931-1936, op. cit., p. 120.
596 BECARUD, J.: La IIRepública Española, op. cit. pp. 123-124; BRENAN, G : El laberinto español, op.
cit., p. 324-325.
597 RUIZ MANJÓN, O.: El Partido Republicano Radical 1908-1936, op. cit., p. 400.
298
anterior. Para Gil Pecharrom án la CEDA es la m inoría más num erosa (115
diputados), tan sólo unos escaños m ás que el Partido Radical (104). Los
socialistas y los radical-socialistas descienden notablem ente. Los prim eros pasan
de 115 escaños a 59 y los segundos de 50 a 4. P ara Tuñón de Lara, la derecha
(CEDA, m onárquicos, agrarios) consiguió 3.365.700 votos; el centro (Partido
R adical y coaliciones) obtendría 2.051.500 sufragios y la izquierda un total de
3.118.000. Por su parte, M orlino establece cinco bloques: derecha (39% ); centro-
derecha (16,2); centro (22,3% ); centro-izquierda (2,3% ) e izquierda (17,2% ).598
En un sistem a parlam entario que favorecía a las grandes coaliciones, la
desunión de los partidos republicanos conllevó una drástica dism inución de
parlam entarios. Para explicar la nueva m ayoría parlam entaria debem os añadir a
esta desunión la abstención (32,5% en la prim era vuelta) de un gran núm ero de
anarquistas, posiblem ente el voto fem enino y la conversión de la CEDA en un
m oderno partido de m asas, representante de los intereses agrarios y católicos que
contaba con las “posibilidades electorales” de los caciques locales. Sin m inoría
capaz de gobernar en solitario, A lcalá Zam ora encargaba a A lejandro Lerroux la
form ación de un nuevo gobierno sin republicanos de izquierda (16 de diciem bre
de 1933). Com enzaba de esta m anera el bienio radical-cedista, bienio negro para
la izquierda, bienio rectificador para algunos historiadores, “gris m ás que negro”
para Javier T usell . 599 Para Gil Pecharrom án, m ás aséptico, “bienio radical-
cedista ” . 600
598 Para Tuñón de Lara, la CEDA obtuvo 115 diputados y los radicales 102. Várela ofrece 115 (CEDA); 100
(radicales) y 59 para los socialitas. Cfr. TUNÓN DE LARA, M.: La República, Ed. S. XXI, Madrid, vol. 2,
p. 11. y VARELA. S.: Partidos y Parlamento en la Segunda República, p. 89. Según Morlino la derecha
obtuvo el 39%, el centro-derecha el 16,2; el centro el 22,3; el centro-izquierda el 2,3 y la izquierda el 17,2.
Tomado de GIL PECHARROMÁN, J.: La Segunda República, Historia 16, Madrid, 1989, p. 147.
599 TUSELL, J.: “Gris más que negro”, Historia 1 6 ,192, 1984, p. 37-44.
600 GIL PECHARROMÁN, J.: La Segunda República, op. cit., p. 149.
601 BOOKCHIN, M.: Los anarquistas españoles: los años heroicos, 1868-1936, op. cit., p. 355.
299
Francés razonaba su postura tras repasar la historia de la República, en la que
habían depositado las esperanzas obreras, ahora defraudadas, a la vez que
criticaba acerbam ente a socialistas, ugetistas y radical-socialistas por su política
represiva respecto al anarquism o durante el prim er bienio.
Todo empezó el 20 de noviem bre de 1933. Los forasteros afluían al
tradicional m ercado de caballerías. Según inform es de la alcaldía, se produjo un
fuerte escándalo en una taberna a la que acudió la G uardia M unicipal. Al parecer,
se intentó agredir a un G uardia M unicipal que disparó varias veces su arma,
resultando herido de gravedad uno de los presuntos agresores y m uerto un
cenetista de A gullent. En esos días tenía lugar la negociación laboral entre la
Sección de A lim entación cenetista y los patronos panaderos. La alcaldía denegó
la autorización de una Junta G eneral del SOV. A pesar de todo, se declaró la
huelga general de panaderos. Para evitar altercados en el entierro que alterasen
el normal transcurso de la feria, el Ayuntamiento solicitó el refuerzo de la
G uardia de A salto . 602
Con los ánim os caldeados, el Sindicato Único comenzó el 1 de diciem bre a
calentar los m úsculos para la práctica de “gim nasia revolucionaria” (asam bleas,
m ítines). A las doce de la noche del domingo día 10 aparecieron octavillas y
panfletos que incitaban a la revolución a m ujeres, hom bres y soldados. La fuerza
pública abortó la insurrección después de incautarse en una villa próxim a a
O ntinyent (“V illa M ercedes”) de un depósito de bom bas (al parecer unas veinte),
y detener a sus poseedores. De la proxim idad de la insurrección da fe que la línea
telefónica O ntinyent/A lbaida/A lcoi estaba ya cortada por cinco puntos, como
establecía el modus operandi de las revueltas anarquistas, había estallado un
petardo en la línea de la Sociedad Valenciana de Electricidad (térm ino de
Albaida) y una bom ba casera en la vía férrea entre A gullent y O ntinyent .603
El Juez Instructor de O ntinyent ordenó la rápida clausura del SUOV y del
C entro de E studios S ociales (14 de diciem bre), la in cau tació n de su
docum entación y la detención de sus directivos. Pero las dos últim as m edidas no
se llevaron a cabo, recibiendo el G obernador Civil un oficio de la alcaldía
acusando al C apitán de la G uardia Civil de pasividad en el transcurso de los
hechos . 604 Finalm ente se detuvo a 23 anarquistas, de ellos 17 se trasladaron a la
Cárcel M odelo, aunque once fueron puestos en libertad el día 24 de diciem bre
ante la ausencia de pruebas. ¿Q uiénes fueron los acusados? D irectivos del
300
sindicato anarquista, obreros, pero con una escasa presencia de trabajadores del
textil, y jóvenes gran parte de ellos (el m ayor tenía 35 años ) . 605 Algo más
conocem os de los dos prim eros detenidos, los herm anos Soler. Eran los m aseros
de “V illa M ercedes” , propagandistas del anarquism o entre los jornaleros,
“Llevaban al tajo del campo libros y periódicos ácratas, para leer en los
descansos a los otros cam pesinos, m ientras ellos liaban el cigarro, las doctrinas
anarquistas ( . . . ) ” . 606
La insurrección tuvo un seguim iento m uy irregular en toda España, en parte
debido a la cercanía de las insurrecciones de enero. En Valencia el suceso más
destacado fue el d escarrilam ien to del R ápido B arcelo n a-S ev illa el 9 de
diciem bre, a la altura de P U 9 0 I con el resultado de trece m uertos . 607 La represión
(clausura de centros, detención de sus directivas) dejó al sindicato anarquista
m uy deteriorado e im pulsó decisivam ente la escisión treintista.
La insurrección responde al proceso de radicalización obrera iniciado
después de las elecciones. Los representantes obreros habían observado el
fracaso de la solución dem ocrática del prim er bienio para dar respuestas a sus
problem as socio-económ icos. Los escasos logros conseguidos podían estar en
peligro con la victoria electoral de la derecha. Y desde esta perspectiva la CNT
fue la prim era en reaccionar, pero em pleando el m ecanismo de la insurrección
revolucionaria. La respuesta de un sector anarquista a la táctica insurreccional y
de confrontación directa contra el Estado se plasm ó en el Pleno de Sindicatos de
O posición (Valencia, febrero de 1934). Las principales diferencias entre esta
escisión y la CNT eran estratégicas: los Sindicatos de O posición deseaban crear
grandes sindicatos de m asas que, unidos a otras sindicales -las A lianzas Obreras-
, pudieran hacer causa común contra la política conservadora de la derecha en el
poder. Al pleno no asistió ningún sindicato cenetista de la Valí, escorado
O ntinyent hacia posturas faístas .608
La p o lítica desarrollada durante el bienio radical-cedista, según Gil
Pecharrom án, “basculó, pues, entre la fidelidad a las líneas básicas del 14 de
abril y la necesidad de abrir espacios de gobernabilidad a la derecha sociológica,
cuya m arginación era ahora im posible ” . 609 Desde diciem bre de 1933 hasta
octubre de 1934 los radicales gobernaron coaligados con el centro-derecha
republicano. D urante estos meses de “predom inio radical” se inició una política
m oderada de acercam iento a la Iglesia C atólica y se desm anteló la legislación
301
social del bienio transform ador. En abril se abolía la Ley de Térm inos y se
devolvían las tierras confiscadas a la nobleza después de la Sanjurjada. No
obstante, durante 1934 se asentaron más agricultores que durante el bienio
azañista y prosiguieron a m ayor ritm o las expropiaciones de tierras.
Pero en el día a día el cam po español estaba viviendo una
contrarrevolución, el desquite de la patronal. Los propietarios aprovecharon el
cam bio de gobierno para rebajar los salarios agrícolas y discrim inar y coaccionar
a los obreros agrícolas sindicados, especialm ente en el Sur latifundista. La
radicalización creciente de la ejecutiva de la central cam pesina ugetista, la
FNTT, el aumento del paro a consecuencias de los efectos de la crisis de los
cultivos de exportación, el desm antelam iento de la legislación agraria y la
persecución diaria de la izquierda sindical decidió a la FNTT, “en un estado de
desesperación aguda” a convocar una huelga general cam pesina (5 de junio de
1934) para obligar a respetar las Bases de Trabajo agrícolas, m ejorar las
condiciones de vida de los jo rn a le ro s y p aralizar la persecución de los
sindicados . 610 El m inistro radical de G obernación, Salazar Alonso (representante
político de los terratenientes de Badajoz) com etió la torpeza de convertir una
huelga cam pesina en un enfrentam iento directo con los sindicatos, y, como,
quiera que la huelga era sim ultánea con la cosecha, la calificó de revolucionaria
y paso a considerar la cosecha como un servicio público nacional.
A urora Bosch ha señalado el desigual seguim iento que tuvo la huelga
cam pesina en el País Valenciano, “prácticam ente inapreciable en la provincia de
C astellón...E n Valencia, la respuesta a la huelga fue im portante (...) D ébil en el
Rincón de Ademuz, la Canal de N avarrés y el Camp del Túria, de im portancia un
poco m ayor en la Plana de U tiel, de cierta envergadura en la Foia de Buñol, la
R ibera Baixa, la Costera y la Safor; de im portancia en la Valí d ’A lbaida y
prácticam ente general en la R ibera A lta” . Un total de 62 localidades y sociedades
se sum aron a la convocatoria, que se convirtió en huelga general en A lzira y
A yora . 611
En Valencia y A lacant tuvo un alcance que se aproxim aba a zonas
latifundistas, lo que m uestra la im plantación efectiva del sindicalism o ugetista
cam pesino y el descontento del cam pesinado después de dos años de intentar
conseguir m ejoras salariales y de las condiciones de vida desde la legalidad. Sin
duda, fue la huelga cam pesina de m ayor alcance del sexenio republicano. Salazar
Alonso ordenó la detención y deportación de unos 70.000 cam pesinos y la
disolución de m ás de 40 ayuntam ientos socialistas. La gran organización
cam pesina del socialism o había perdido su entramado organizativo que tanto
trabajo le había costado construir desde 1930. Sus sindicatos y agrupaciones
perm anecerían cerrados hasta la segunda m itad de 1935.
610 Para la evolución del socialismo y del sindicalismo socialista desde el triunfo radicalcedista cfr.
PRESTON, P.: Lá destrucción de la democracia en España. Tumer, Madrid, 1978, pp. 157-217.
611 BOSCH, A.: "Sindicalismo, conflictividad y política en el campo valenciano durante la Segunda
República”, op. cit., p. 283-284. Aurora Bosch entiende la huelga de junio de 1934 como “una reacción de la
F.N.T.T. ante su pérdida de poder”. La huelga en el País Valenciano en ibídem, las dedicadas a la huelga en
pp. 278-285.
302
El socialism o com arcal había m ostrado síntom as de encontrarse plenam ente
identificado con el proceso de radicalización del partido y de su sindicato
cam pesino. El Prim ero de M ayo de B ocairent y la Pobla del Duc dejó a un lado
las reivindicaciones locales de otros años para centrarse en tem as como la lucha
contra el fascism o, Von Papen-D olfuss y sus sim ilitudes con Gil Robles, la
R evolución obrera y la construcción de una A lianza O brera A ntifascista . 612
B eneyto Castelló desde B ocairent escribía en R epública Social desde una postura
claram ente revolucionario “H ay dos cosas en España, entre otras muchas, que
sobran, y son: dem ocracia y partidos políticos burgueses ” . 613
D urante la segunda m itad de 1931 h asta la h u elg a cam pesina, el
sindicalism o socialista había avanzado por la com arca, em itiendo un discurso
reform ista que hacía especial hincapié en la negociación, como medio de
asegurar una aplicación efectiva de las leyes laborales que beneficiaban a los
asalariados y arrendatarios. Con el triunfo electoral de la derecha la patronal
intentó atacar directam ente a los sindicatos. Pero ahorá la clase obrera agrícola
de la Valí no se ocultó en la resignación como en los tiem pos anteriores a la
R epública. Con estos parám etros no es extraño que la huelga cam pesina
adquiriera relevancia, como ha señalado A urora Bosch, aunque los datos son m uy
fragm entarios. Según los telegram as enviados al M inistro de la G obernación, el
5 (prim er día) alcanzaba a 300 obreros en A lbaida, el siguiente día había huelga
parcial en Salem, O ntinyent, la Pobla, Fontanars y A lbaida, m ientras que el día 8
se había reanudado el trabajo en Aielo de M alferit, A lbaida, B élgida y Salem
pero no en la Pobla del Duc, en la que los huelguistas no retornarían al trabajo
h asta el día trece . 614
En l ’O lleria la Sociedad Solidaridad O brera acordaba el 22 de mayo
declarar la huelga general con el siguiente razonam iento:
303
se puede deducir que la política de apaciguam iento de las tensiones del prim er
bienio y de retom o de la sociedad española al “orden social” preconizada por el
Partido Radical no había dado sus frutos.
M ás éxito se obtuvo con el “ apaciguam iento” del anticlericalism o.
Prácticam ente desapareció. Todos los actos externos religiosos o el toque de
cam panas se reem prendieron. Este cam bio de actitud se debe tanto a que las
nuevas autoridades no desp leg aron la po ten cialid ad secularizadora de la
legislación como a que, en térm inos generales, el alterado clim a laboral de 1933
com enzó a calm arse hacia 1934 (a pesar de la gran huelga cam pesina de junio) y
se durmió en 1935 después de la represión posterior a octubre de 1934. Sin
olvidar que una de las fuentes principales, la hem erográfica, se encontraba
am ordazada por la censura y, por tanto, a m odo de hipótesis, no reflejaba los
conflictos locales.
Los m ecanism os por los que se regulaba en el ámbito provincial la
celebración de actos religiosos se transform aron. Com isiones com puestas por
grandes propietarios o personas de prestigio social (principalm ente nobles) que
m ilitaban en la DRV, y otras veces por juntas directivas locales del partido de
Luis Lucia, acudían ante el gobernador con la m isión de recuperar los actos
religiosos. Por ejem plo, en enero de 1934 el barón de C árcer avaló personalm ente
una delegación de Benigánim en su deseo de obtener el perm iso necesario para el
toque de cam panas. En este bienio, la D erecha Regional y la Iglesia C atólica
pasaron a ser prácticam ente ram as de un mismo árbol. Los festeros del C risto de
la Sangre de Benigánim iniciaron su procesión desde el local de la D erecha
R egional ; 617 en el Ráfol de Salem las fiestas patronales fueron costeadas por las
directivas de la DRV y la A sociación C ívica de la Mujer. La nueva política
religiosa provocó escasas desavenencias, pero siguió existiendo .618
En la ciudad del Clariano, con el Sindicado Único am ordazado o detenido,
retornó el conflicto con el m ovim iento católico alrededor de las Fiestas de
A gosto, dirigidas por el entram ado católico desde la Sociedad de Festeros. El
blasquism o de O ntinyent había intentado construir unas nuevas festividades
dirigidas desde el Ayuntam iento, como los Reyes M agos en la que se repartían
juguetes para los niños pobres, m ientras que la Sociedad de Festeros intentaba
acaparar las subvenciones m u nicipales para los M oros y C ristianos, una
festividad dirigida por la burguesía local, empleando la em otividad de estas
fiestas como arm a política antiblasquista. N uevam ente la Sociedad de Festeros
intentó que el ayuntam iento subvencionara los actos religiosos am enazando con
negarse a proseguir con las fiestas si no se autorizaban las procesiones. De esta
m anera, el A yuntam iento ap arecía cu lp ab le ante la opinión p ú b lica de
“ sectarism o a n tic le ric a l” y d e stru c to r de unas fiestas p o p u lares y
tradicionales.619La beligerante prensa católica de la ciudad m anipuló este
304
conflicto agravando el clim a social de confrontación . 620
D urante el verano de 1934 aum entó la tensión social y política m ientras que
la CEDA presionaba, con el fin de acceder a las labores de G obierno. A spiración
conseguida tras forzar la dim isión del gobierno Samper que obligaba a Lerroux a
aceptar la colaboración católica en las tareas de gobierno en el tercer gobierno
Lerroux (4 de octubre de 1934). La entrada de la CEDA en el gobierno provocó
la Revolución de O ctubre en A sturias y la proclam ación del E stat C atalá en
C atalunya. La situación internacional (ascenso del nazism o, aplastam iento
so cia lista en A u stria por parte de un gobierno so cial-cristian o ) im pactó
profundam ente en los socialistas en proceso de radicalización . 621
Entre los factores internos destacan la p olítica de los gobiernos de Lerroux
y la creencia de que la entrada de la CEDA en las tareas de Gobierno iba a
suponer un prim er paso hacia el fascism o a la m anera austríaca. A sí, la
insu rrecció n de octubre era un m edio p ara rectificar la R epública hacia
postulados revolucionarios y defenderse del fascism o. Los socialistas ya habían
anunciado un m ovim iento revolucionario si la CEDA llegaba al Gobierno. Los
anarquistas no se sum aron al llam am iento general y una de las bases sindicales
socialistas, los sindicatos cam pesinos, se hallaban desorganizados y m uchos de
ellos desm antelados tras la huelga de junio. Así las cosas, la huelga general
revolucionaria tan sólo alcanzó protagonism o, por diversos m otivos, en A sturias
y C ataluña .622 En el País V alenciano, a pesar de algunos enfrentam ientos
arm ados protagonizados por la CNT, la huelga tuvo un escaso seguim iento,
concentrada en algunas ciudades (A lacant, E lda o Elx) e im portante en
V alencia . 623
En la Valí, con el faísmo de O ntinyent desm antelado después de la
insurrección de diciem bre y el socialism o cam pesino agotado tras junio, no
hem os encontrado ninguna re fe re n cia a un seguim iento del m ovim iento
revolucionario. Pero sí de sus consecuencias. El gobierno ordenó la destitución
de alcaldes y concejales que no hubiesen apoyado la represión gubernativa en
aplicación del D ecreto 13-10-1934 prom ulgado por el M inisterio de Guerra. En
Castelló de Rugat sobre nueve concejales cuatro fueron suspendidos (15 de
octubre); todos republicanos históricos que alternaban la m ilitancia blasquista
con la socialista o la ugetista. En Llutxent, cinco sobre nueve, en la Pobla del
Duc ocho sobre diez, incluyendo al alcalde (17 de diciem bre).
305
En Aielo de M alferit fueron cesados los dos concejales que se habían
negado a suscribir una propuesta para felicitar a las fuerzas de orden público ya
que “el espíritu de la m ism a se halla en contraposición a los postulados del
partido político a que están afiliados, cuyos ideales sustentan .” 624 Los concejales
destituidos de Aielo de M alferit, Llutxent y la Pobla del Duc pertenecían al
Partido Socialista. En la últim a, el alcalde era un blasquista histórico y gran
propietario agrícola. Fueron sustituidos por personajes “de orden”, grandes
propietarios, m iem bros de la DRV, m uchos de ellos ligados a la D ictadura de
Prim o. D e esta form a se privaba a las sociedades obreras cam pesinas de la correa
de transm isión de sus intereses representada por los concejales y alcaldes
izq u ierd istas . 625
O ctubre tuvo efectos inm ediatos. En Fontanars la Sociedad de Trabajadores
de la T ierra acordaba a finales de noviem bre desligarse de la UGT por su
im plicación en la huelga general, una m uestra de que muchas sociedades de
trabajadores tan sólo se habían afiliado a sindicales más grandes por su ámbito
n acio n al. B lasq u istas y cató lico s su scrib ían unánim em ente pro p o sicio n es
favorables al gobierno Lerroux, el Ejército y las fuerzas de orden público.
A lgunos m unicipios, como B eniatjar, ofrecían donativos m etálicos procedentes
del capítulo de im previstos de los presupuestos m unicipales . 626 Los centros
obreros y de la izquierda republicana fueron clausurados. El punto de vista
blasq u ista ante O ctubre aparece en E l M om ento, órgano del PURA de Gandia.
Este diario, crítico con la revolución y el m ovim iento separatista catalán,
advertía que “No son horas de represalias ni de venganzas. Si no de procurar
calm ar los ánim os ” . 627
La Iglesia C atólica se posicionó con firm eza en contra del m ovim iento
revolucionario y organizó suscripciones públicas a favor de las “victim as
cató licas” de A sturias. El 11 de noviem bre la portada de Vida C atólica
O nteniense era ocupada por el anuncio de un “ Solem nísim o Funeral en sufragio
de las alm as de las víctim as de la pasada revolución” al que se invitaba al clero
de la ciudad y a “todos los católicos ontenienses ” . 628
En el cam ino transcurrido desde mayo de 1931, la coyuntura internacional
de ascenso del fascism o y el factor político-sindical se habían introducido en los
argum entos clásicos del anticlericalism o. Después de A sturias, la Iglesia entró a
form ar parte de la “ am enaza” contrarrevolucionaria y fascista que para la
izquierda representaba la derecha social-católica. De esta m anera, dentro de un
m ism o cuerpo se asim iló a la D erecha Regional, los grandes propietarios
ag ríco las, los in d u stria le s, los caciques locales, los sindicatos cató lico s
624 AMAM, libro 8, Libro de Actas, acta de 10-XI-1934. Unos meses antes, una inspección administrativa
había cesado a cinco concejales socialistas, sustituidos por cuatro antirrepublicanos y un blasquista.
625 Esta tesis en LÓPEZ MARTÍNEZ, M.: “Cambio y represión. La conjunción negativa. La destitución de
los ayuntamientos republicano-socialistas. Granada. 1933-1936”, Revista de Historia Contemporánea, 6,
1995, pp. 119-144.
626 AMBE, libro 1933-1934, Libro de Actas, acta de 19-X-1934.
627 CALZADO ALDAR1A, A. y SEVILLA PARRA, Ll.: La IIRepública a Gandia: 1931-1936, op. cit., p.
198.
628 VCO, ll-XI-1934.
306
com petidores de los sindicatos revolucionarios, que habían sido auspiciados y
sustentados desde las parroquias y las oficinas patronales, al lado de la Iglesia
C atólica con sus seglares. La percepción de que la Iglesia constituía un “ enem igo
p o lítico ” aparecía en un periódico de X átiva después del 16 de febrero:
“R espetada viviría la Iglesia si no se hubiera lanzado al turbulento m ar de la
p olítica ( . . , ) ” . 629
La resolución de los octubres (asturiano, catalán y huelguistas en general)
constituyó el eje de la política republicana hasta febrero de 1936. Por los
asesinatos de sacerdotes y guardias civiles la derecha católica desarrolló una
intensa cam paña de prensa dem andando dureza con los sublevados acusados de
asesinatos (de veinte condenas a m uerte sólo se ejecutaron dos). Tras octubre,
m iles de sindicalistas y protagonistas de la huelga fueron despedidos de sus
trabajos. El Gobierno destituyó cientos de ayuntam ientos y decretó la censura
p rev ia de p ren sa ju n to al estado de alarm a. Los p rin c ip a le s d irig en tes
izquierdistas entraron en prisión, incluso A zaña, quien no tuvo participación
alguna en la conspiración ni en la huelga revolucionaria. Unos 30.000 presos
políticos ocupaban las prisiones españolas, m ientras que el com andante Doval
dirigía las torturas en las prisiones. La derecha clam aba venganza, no sólo sobre
los huelguistas asturianos y los autonom istas catalanes, sino sobre toda la
izquierda. En la izquierda fue ganando la convicción de una necesaria unidad de
acción para derrotar políticam ente a la coalición radical-cedista.
En enero de 1935 se levantaba el Estado de Guerra. En estos prim eros
m eses de 1935, la vida política com arcal se centraba en los intentos blasquistas
por acaparar los cam bios efectuados durante 1935 en las G estoras M unicipales
que se hicieron cargo de los ayuntam ientos cesados en octubre. Esto ocurría en
el Ráfol de Salem y en la Pobla del Duc. En la prim era población el G obernador
Civil nom bró alcalde al único concejal blasquista de los siete que form aban el
consistorio (el resto pertenecía a la DRV). En la Pobla el nuevo ayuntam iento
estaba com puesto p or 6 b lasq u istas y 4 so cia l-cató lico s, p artid o sin
representación m unicipal. A pesar del criterio gubernativo de no sustituir a
concejales de elección popular, en estos dos pueblos la norm a fue obviada. En
enero de 1936, R afael Calvo de G arcillán se entrevistó con E cheguren,
Subsecretario de G obernación (y secretario político de P órtela Valladares) para
discutir la reposición de varios ayuntam ientos del distrito de A lbaida . 630
Desde octubre la vida política del país giró alrededor del inicio del
m ovim iento de solidaridad con los represaliados de A sturias, que encontró un
amplio eco en diversos actos bajo el epígrafe de “propaganda antifascista y
pacifista”, en peticiones de indulto, como la realizada por el ugetism o de
M ontaverner, y en un extenso núm ero de notas de prensa que redundaban en estos
aspectos. Este am biente de unidad de la burguesía republicana de izquierda y el
socialism o com enzaba a prefigurar lo que sería el Frente Popular.
629 izquierdat 22-11-1936. Tomado de RAMÍREZ ALEDÓN, G et alii: República i Guerra Civil a Xátiva
(1931-1939), op. cit., vol II, p. 203.
630 La dinámica política y social entre 1935 y febrero de 1936 en CALZADO ALDARIA, A.: “Tensions
Socials en la Valí d’Albaida en l’antesala de la Guerra Civil: les eleccions de febrer de 1936”, Alba, 8, 1993,
pp. 97-102.
307
Esta atm ósfera se vio entorpecida por las actuaciones represivas de la
G uardia Civil. Veamos un caso. El 1 de septiem bre de 1935 se anunció en el
Teatro Echegaray de O ntinyent un m itin “contra la guerra y el fascio” al que se
convocaba a obreros, em pleados y cam pesinos para que form asen “un solo
bloque CONTRA LA GUERRA Y EL FASCIO” . A sistían los herm anos de Sirval
(periodista asesinado en A sturias), Vicente M arco M iranda e Isidro Escandell.
Según un oficio del capitán de la G uardia Civil, Juli Just (único orador del m itin)
atacó al Presidente de la República, al Ejército, a los Institutos Armados y a la
R eligión Católica. La G uardia Civil pidió una sanción gubernativa para el orador
y para el delegado de la alcaldía por no haberlo prohibido.
El oficio del alcalde Francisco M ontés al Gobierno Civil resum e la política
liberal del blasquism o de O ntinyent: “La verdad, es que, como es lógico
tratándose de un conferenciante afiliado a un partido de oposición, criticó la
actuación del G obierno (...)” , al m ism o tiem po que reivindicaba la preem inencia
del poder civil sobre el m ilitar “cada una debe actuar dentro de la esfera de sus
atribuciones ” .631
La derecha se aglutinó en subscripciones públicas, como la realizada por la
DRV en O ntinyent y B ocairent “en adhesión de todas las clases sociales al
Ejército y a la fuerza pública, defensores de la sociedad contra la revolución” 632,
o, “por España en contra del separatism o” , firm ada por 300 estudiantes de
bachillerato de O ntinyent . 633
D urante 1935 se agravaría la crisis agrícola. A la persistente sequía se sumó
una fuerte helada el día 5 de abril. En un artículo periodístico, “La situación del
valle de A lbaida. Calam idades, desolación y ham bre” se trazaban unas líneas
som brías del difícil m om ento, resum iendo las conclusiones de los alcaldes del
distrito de A lbaida reunidos en la Pobla del Duc el 12 de abril:
(...) considerando inm inente el hambre, con todas sus consecuencias (...)
recopilándose p o r escrito suscrito p o r todos los alcaldes, se solicite a los
Poderes Públicos, que como auxilio a los propietarios, se conceda un
crédito extraordinario, de corto Ínteres y largo plazo, y para los obreros
que se realicen las obras que indiquen, sin demora, que se aproveche la
ocasión p a ra p ed ir solución fa vo ra b le al problem a vitinicola en litigio (...)
se acudiera a los Poderes P úblicos solicitando destina algún millón para
captar aguas subterráneas (...) y a sí podría dentro de escasos años
d esa p a recer p a ra siem p re la p e s a d illa continua de la sequía y la
em igración tan enorme m otivada p o r la escasa o casi nula producción , 634
308
cuenta la reducción de la inversión pública destinada a com batirlo. La política de
ortodoxia presupuestaria concebida como “la resistencia a realizar nuevos gastos
que no estuvieran respaldados por ingresos corrientes ” , 635 fue com ún a todos los
gobiernos de la República, pero en el bienio radical-cedista varió el sentido de la
m enguada inversión pública dirigida a la construcción de obras de infraestructura
o dotaciones para las bolsas de trabajo del prim er bienio hacia el m antenim iento
del orden público, principalm ente en las zonas rurales, como señalan las noticias
de inauguraciones o rehabilitación de cuarteles de la G uardia Civil en las
poblaciones de la com arca, debido al dom inio de los intereses agrarios de los
gabinetes de 1935.636 Por ejem plo, en la Pobla del Duc las escuelas carecían de
m aterial escolar, criticado desde El M ercantil Valenciano “esperem os que el
señor Soler (el alcalde) resuelva el asunto y no sea todo m irar y arreglar las obras
del Cuartel de la Fuerza Pública ” . 637
La apertura progresiva de los centros y sindicatos de izquierda entre enero
y febrero de 1936 supuso el inicio de una seria crítica a las actitudes caciquiles
de m uchos alcaldes. Por ejem plo A tzeneta, que como otros m uchos pueblos, tenía
serios problem as sanitarios. Sin embargo el alcalde, que ya lo había sido desde
la época Berenguer, según Izquierda Republicana, prohibió la costum bre de los
“quintos” consistente en hacer un pasacalle por negarse a contratar a la banda
m usical del alcalde (que además no estaba reglam entada). El conflicto fue
elevándose de tono h asta provocar la in terv en ció n de la G uardia C ivil.
Posteriorm ente, el alcalde despidió a dos m úsicos que habían tocado para los
quintos que trabajaban en las obras m unicipales del Cem enterio N uevo . 638
M ientras se resquebrajaba la coalición gobernante se recom ponía el m apa
político nacional. Desde octubre de 1934 hasta diciem bre de 1935 se sucedieron
diversas coaliciones gubernam entales entre radicales, cedistas, agrarios y liberal-
dem ócratas, período denom inado tetrapartidism o por Gil Pecharrom án. Las
d iferencias de criterio y personales entre A lcalá Zam ora y Lerroux; los
problem as planteados por la revisión constitucional y por la resolución de las
com petencias anuladas a la G eneralitat Catalana dieron lugar a la form ación del
gobierno del liberal alicantino Chapaprieta. En octubre de 1935 los escándalos
financieros Straperlo y Nom bela-Taya que im plicaron a dirigentes radicales,
conllevaron la form ación de un nuevo gobierno C hapaprieta . 639
635 PALAFOX, J.: Atraso económico y democracia. La Segunda República y la economía española, 1892-
1936, op. cit., p. 293.
636 En mayo de 1935 se reunían “las fuerzas vivas” de Benigánim en el local de la DRV para paralizar una
posible retirada de la Guardia Civil, dirigiéndose posteriormente a José Calatayud Vaya (delegado de la DRV
en el distrito) para conseguir una subvención de la Junta Nacional del Paro Obrero en Madrid. EMV, 14-V-
1935.
637 EMV, 25-1-1935.
638 EMV, 2-1-1936.
639 El caso Straperlo en FERNÁNDEZ URBINA, J.M.: “Straperlo y Tayá”, en W .AA.: La Guerra Civil, 1,
1986, pp. 76-90; para Nombela, NDONGO-BIDYOGO, D.: “El caso Nombela”, Historia 16, 66, 1981, pp.
33-42 y TOWNSON, N.: “La ruptura de un consenso. Los escándalos « S tr a p e r lo » y « T a y á » ”, Historia
y Política. Ideas, procesos y movimientos sociales, 4, 2002/2, pp. 31-43.
309
Con la autodestrucción y el descrédito radical, Gil Robles retiró su apoyo al
gobierno C hapaprieta creyendo con ello acceder al gobierno; pero la actitud
contraria de A lcalá Zam ora a conceder el poder a la derecha “accidentalista”
llevó a la c o n stitu ció n de dos gobiernos de centro, pero sin apoyos
p arlam en tario s (g o b iern o s técn ico s), encabezados por el republicano
independiente P órtela Valladares. Sin apoyos en la Cámara, A lcalá Zam ora firmó
el 7 de enero de 1936 la disolución del Parlam ento y anunció elecciones
parlam entarias para el 16 de febrero de 1936.
640 CUCÓ, J.: El valencianismepolític, 1874-1936, op. cit., p. 254. La escisión blasquista en FRANCH I
FERRER, V.: El Blasquisme: Reorganització i conflictes polítics (1929-1936), op. cit., pp. 151-165, las
relaciones con el lerrouxismo en pp. 165-179. La postura de Martínez Barrio y el proceso de separación del ¡
PRR como resultado de la crisis interna debido al proceso de derechización radical en RUIZ MANJÓN, O.:
El Partido Republicano Radical 1908-1936, op. cit., pp. 417-438. !
641 Para su formación y programa cfr. AVILÉS FARRÉ, J.: La izquierda burguesa en la II República, op.
cit., pp. 232-237.
310
El espacio de centro-izquierda estaba ocupado por U nión R epublicana
N acional, unificación de los radicalsocialistas m oderados de Gordón Ordax, la
Izquierda Radical Socialista del alcoyano B otella A sensi y la izquierda radical de
M artínez Barrio con un program a continuista del radical-socialista de 1930 y una
d ire cció n del p artid o con un discurso m ás m oderado que Izq u ierd a
R epublicana .642
En la Valí d ’A lbaida, gran parte de los blasquistas desengañados por la
d erech izació n de su p artid o , los com ités lo cales ra d ic a l-so c ia lista s
independientes y de A cción Republicana ingresaron en Izquierda R epublicana.
Ya en junio de 1934 se legalizaba la agrupación local de O ntinyent presidida por
José B elda Revert, exdirigente radicalsocialista y m iem bro de la A lianza de
Labradores. Por su parte Unión R epublicana parece que no consiguió extenderse.
Tan sólo tenem os la referencia de m ítines en Bélgida, Castelló de Rugat y
O tos .643
El blasquism o perdió durante 1934-35 a su izquierda. A pesar del gran acto
de afirm ación del m itin del campo de M estalla (julio de 1935) al que asistieron
según El Pueblo delegaciones de 233 pueblos de los 264 las notas de prensa dejan
en trev er el proceso de d esin teg ració n b la sq u ista . 644 Las acusaciones de
corrupción contra Sigfrido Blasco Ibáñez durante la investigación parlam entaria
del caso Straperlo term inarían con las últim as m uestras m ultitudinarias de
adhesión al blasquism o en la comarca.
311
relacionados a las asociaciones católicas. En la entrega del B anderín de las
Juventudes C atólicas de A lbaida actuaron como padrinos M aría Guzmán de
Ferrandis (ACM, perteneciente a una de las fam ilias más influyentes de la
localidad) y Luis Tormo Vorcy (gran propietario local) m iem bro del comité
político de la DRV del distrito de A lbaida .646 De esta m anera, el partido social-
católico com pletaba entre 1934 y 1935 el vertiginoso proceso de estructuración
del bienio 1932-1933.
En noviem bre de 1933 el blasquism o y el republicanism o conservador aún
contaban con respaldo entre los industriales de O ntinyent. Después de Octubre,
gran parte de este sector ingresaría en la DRV, como los grandes industriales José
Sanz D elgado de M olina (ex-PU RA ) o B autista Valls Tortosa (ex-DLR, ex-PRC).
La D erecha Regional conseguía de este modo en las ciudades, y sobre todo en los
pueblos valencianos, una presencia constante con su política de “propaganda,
m ovilización y proselitism o” .
Los actos políticos derechistas del verano de 1935 m ostraron claram ente la
capacidad m ovilizadora-organizativa, así como su gran vitalidad. El 30 de junio,
la DRV llenaba sim ultáneam ente la plaza de toros, la H ípica y el campo de fútbol
de M estalla con la asistencia de una am plia representación de parlam entarios,
altos funcionarios derechistas, Luis Lucia y José Ma Gil Robles. Ambos
reiteraron la asunción plena de la táctica legalista para acceder al poder. En ellos
se afianzó la im agen de la DRV como el “único valladar contra la revolución ” .647
El 3 de ju lio , organizado p or José Simó, delegado del distrito de O ntinyent, se
ofreció en el balneario La Salud un concurrido banquete presidido por José Ma
Gil Robles en el que solicitó los “300 diputados” que diesen la m ayoría absoluta
a la derecha. En los panfletos anunciadores del acto se presentaba a Gil Robles
como “caudillo” de España . 648
La DRV estaba segura de su fortaleza en ambos partidos judiciales. Una
m uestra de su seguridad p o lítica y de la intensidad del integrism o católico en su
discurso político se puede seguir con el proyecto de reform a urbana elaborado
por el blasquism o de O ntinyent. Los concejales católicos votaron a favor en el
pleno m unicipal pero en el plebiscito que debía aprobarlo m ovilizaron a los
católicos para que votaran en contra. El problem a radicaba en la construcción de
un cem enterio civil. El resultado del plebiscito fue favorable al proyecto gracias
a las coacciones electorales blasquistas al igual que había sucedido en Gandia.
La cam paña católica fue m uy agresiva . 649
En los plenos m unicipales el concejal católico G isbert ocupaba gran parte
de sus intervenciones en p ro testar por los baños en el Pou Ciar, los “escándalos”
del Bar Chim a (casa ilegal de prostitución), velar por el buen estado del cuartel
de la G uardia Civil, luchar para que la corporación subvencionara y respetaran
oficialm ente las festividades religiosas. En consecuencia, la política derechista
312
en O ntinyent preservaba los privilegios de la Iglesia C atólica y el bienestar de la
G uardia Civil, defendía un sistem a im positivo que no dañase los intereses de
in d u striale s, p ro p ieta rio s agrícolas y co m erciantes, así com o obstruía
rep etid am en te el em p réstito para obras de saneam iento y urbanización
subvencionadas por la Junta N acional del Paro. En resum en, una trayectoria
claram ente reaccionaria.
650 Para la Safor, cfr. GARRIDO, S.: El sindicalisme católic a la Safor, op. cit., pp. 153-156. En Gandia
apenas tuvo éxito más alia de las mujeres que trabajaban en los almacenes y un pequeño sindicato campesino,
cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA, L.: La IIRepública a Gandia: 1931-1936, op. cit., pp. 85-115.
651 DV, 3-H-1934.
652 El Redil, 6-1-1934.
653 LP, 15/16-X-1935.
313
católicos en A lbaida, Benigánim , M ontaverner y en otras poblaciones que
desconocem os .654
El m ayor éxito del sindicalism o católico durante 1935 fue la división de la
Sociedad de O ficios V arios-La V ictoria de Bocairent. Creada en 1916, había
reunido a gran parte de los obreros textiles, de otras industrias y obreros
agrícolas. En la sesión del 28 de abril de 1935, ocho obreros católicos
encabezados por Enrique Reig Abad (presidente de la Juventud O brera C atólica
en 1933 y Secretario del Com ité Político de la DRV de 1934) propusieron la
desvinculación de la UGT, a pesar que ni siquiera la Junta D irectiva de la
Sociedad había sido detenida después de Octubre, basándose principalm ente en
que las cuotas que pagaba la sociedad a la Federación se invertían en “bom bas,
m etralla y p istolas”, en clara referencia a la revolución de A sturias.
Para los socialistas de la Sociedad “lo que se persigue es hacer una sociedad
autónom a para que no tengam os ninguna fuerza, y que los patronos puedan hacer
de los trabajadores lo que les parezca, quieren acabar con la lucha de clases y no
lo conseguirán porque el progreso no se puede detener ” . 655 La Sociedad les
expulsó, y en m edio de una gran algarada, 56 obreros asociados más la
abandonaron para crear la Sociedad de Oficios Varios La Verdad definida según
sus estatutos como “apolítica y profesional ” . 656 Entre los 64 obreros que
form aron La Verdad al m enos 15 de ellos ocuparon cargos en el organigram a de
la D erecha Regional Valenciana. Pero su ubicación espacial en las plazas de los
pueblos no deja lugar a dudas del papel reservado para los “trabajadores de la
derecha”.
En tanto la UGT había sido un sindicato protector y pactista la Sociedad
había continuado unida dentro de un sindicato socialista. La lucha de clases
abierta desde la proclam ación de la R epública destrozaba a una antigua sociedad.
D urante 1935, con La V ictoria debilitada por la escisión y el contexto político,
las actas de sus asam bleas destilan interm inables polém icas internas sobre la
dirección a tomar, sobre el boicot del alcalde (tam bién un industrial) que no
ejercía su labor de interm ediario con la patronal debido a la debilidad de La
V ictoria, y un descenso de la m ilitancia que derivaba a que los em presarios
textiles en 1935 no accedieran ni siquiera a negociar las Bases de T rabajo . 657
314
2.4.5. £1 sindicalism o ugetista aprovecha la represión contra el
anarcosindicalismo
658 AMO, Asociaciones 1927-1934. Este sindicato simultaneaba su local con el Comité Pro-Presos de CNT-
AIT y algunas de sus actividades en el Centro de Estudios Sociales.
659 ACCPCE, Film Vm. Apd. 113, informe de 23-1-1934.
660 AFPI, Memoria del Secretariado Provincial de Valencia. Años 1934-1935. 1935.
661 Ibídem.
315
em prendido un viaje de difusión ideológica que comenzó en B orriana (Castelló
de la Plana), recorrió poblaciones de A lacant (C allosa de Segura, Novelda,
V illena) para llegar a O ntinyent .662 La presencia de falangistas de Ontinyent
desde los prim eros m om entos se puede seguir en el relato de la falange
v alenciana republicana de Beneyto e Higón, significando la detención de Enrique
C orrecher por tenencia ilícita de armas al regreso de un m itin. Fue el prim er y
único falangista valenciano en recibir el Aspa B lanca que otorgaba la Jefatura
N acio n al . 663 1934 y 1935 serían años de intensa actividad falangista. En 1934 se
organizaban once jefatu ras locales, m ientras que en 1935 la cantidad ascendía a
38. E ntre ellas B ocairent (1934), dirigida por el industrial José Juan Vañó, y
M ontaverner (1935) por el com erciante Eduardo M artí Torm o .664
Conocem os la com posición de la Falange de M ontaverner y A lbaida a través
de las solicitudes de ingreso en FET y de las JONS en 1939. A pesar de la posible
falsedad de algunas solicitudes intentando crearse un currículum falangista
creem os que es un buen indicador. En M ontaverner predom inan los oficios y los
asalariados, sim ultaneando algunos de ellos la m ilitancia con la DRV (ocho
casos). Sin em bargo, en A lbaida, con una m uestra mayor, 32 instancias, Falange
ad q u iere rasgos m esocráticos: obreros cualificados (o ficial cerero), gran
presencia del terciario (adm inistrativos, contables o com ercio), tres industriales
y un propietario agrícola, con una escasa presencia del sector prim ario (tres
labradores). En A lbaida, un contem poráneo los ha definido como “filis de papá.
Els falangistes eren del Centre ( , . . ) ” .665 La táctica legalista de los social-
católicos no contentaba al sector duro de los tradicionalistas de O ntinyent
quienes fundaron en m arzo de 1935 un Círculo Instructivo Legitim ista dentro de
la co rrien te leg itim ista-jaim ista del tradicionalism o v alenciano . 666 M uchos
ingresarían después de febrero de 1936 en Falange Española, atraídos por su
m ística de la violencia, tan sem ejante a la tradicionalista.
662 BENEYTO PÉREZ, B. y HERRERO HIGÓN, J. M*.: Falange en Valencia antes del Alzamiento, op. cit.,
p. 27.
663 Ibídem, pp. 28-29.
664 Ibídem, pp. 60-69.
663 T.O. de Josep Vañó (2003).
666 AMO, Asuntos Alcaldía. Asociaciones 1926-1932.
316
nacionalizadoras ni la colaboración socialista en las tareas de gobierno aunque
estos susten tarían parlam entariam ente a la izquierda republicana. E ra un
program a am plio destinado a atraer al votante anarquista con la prim era m edida,
a la izquierda obrera y burguesa así como al centrism o liberal.
En la form ación del Frente Popular coincidieron dos estrategias políticas:
la republicana de izquierda y la com unista. D esde la derrota electoral de
noviem bre de 1933 había crecido la necesidad de una reagrupación de los
partidos republicanos, tendencia acentuada después de octubre de 1934 y
expuesta por M anuel A zaña en el m itin de M estalla (1935), inicio del “período
g erm in al” del F rente P o p u lar . 667 Por o tra p arte, el VII C ongreso de la
Internacional Com unista (1935) preconizó la constitución de am plios frentes
populares de com unistas, socialistas y fuerzas progresistas para frenar el
crecien te fascism o. El ejem plo francés, p aís en que un F ren te P opular
encabezado p o r el so cia lista León Blum h ab ía accedido al poder, fue
determ inante para la adopción de esta línea de actuación política.
En el frentepopulism o español encontram os distintas estrategias políticas
unidas coyunturalm ente con un único fin: frenar una posible evolución a la
“austríaca” que creían ver en un triunfo de la CEDA. Para los republicanos, una
coalición electoral que les devolvería al poder, posibilitándoles el retorno a la
política de reform as del prim er bienio; para los socialistas m oderados, un medio
de cohesionar el partido alejándolo de las tentaciones largocaballeristas; para
éstos, la antesala de la revolución. Para los anarquistas, el modo de liberar a sus
presos de las cárceles y reorganizar sus sindicatos .668
En el ám bito estatal, la derecha católica no consiguió su propósito de
form ar un “frente nacional anturevolucionario” . De este m odo concurrieron por
separado la CEDA y la extrem a derecha. El centro republicano y los radicales,
m uy desunidos, llegaron a dispersas alianzas provinciales. A sí pues, las
elecciones de febrero no escapaban de la dinám ica político-social europea en la
que com petían tres grandes proyectos de organización política, social, económ ica
y cultural: el revolucionario de obreros industriales y cam pesinos que se unió a
las clases m edias liberales que pretendían una dem ocracia reform ista en lo social
junto a los obreros (el Frente Popular) y las propuestas fascistas o autoritarias.
En el País Valenciano la pugna electoral se estableció entre tres bloques
bien definidos. La Derecha Regional Valenciana, que había pactado con los
carlistas en noviem bre de 1933, amplió esta coalición con R enovación Española,
el Partido A grario y los m elquiadistas del PRLD. El Partido Republicano
C onservador ocupó el espacio de centro-derecha después de negarse a participar
en la candidatura derechista por su carácter m onárquico, así como con los
radicales por su pasado corrupto. Por el centro, los blasquistas, que habían
667 TUNÓN DE LARA, M.: “¿Crisis de la Segunda República?”, en Actas del Congreso Valencia capital de
la República. Una esperanza frustrada, op. cit., pp. 23-37.
668 La bibliografía sobre el Frente Popular es amplia, entre ellos recomendamos el estudio de Santos Juliá
tanto por su inteipretación como por contener un extenso apartado de documentación utilizada por el autor.
JULIÁ, S.: Orígenes del Frente Popular en España (1934-36), S. XXI, Madrid, 1979, pp. 150-162. Ibídem,
pp. 171-230.
317
intentado participar en el Frente Popular pero fueron rechazados debido a su
colaboración en los gobiernos radical-cedistas, com parecieron en solitario
envueltos en la grave crisis interna iniciada en 1935. Por la izquierda, el Frente
Popular: cuatro candidatos de IR, tres del PSOE, dos de la URN y un comunista.
En C astelló y A lacant las alianzas eran sim ilares a la valenciana . 669
La cam paña fue apasionada. Octubre, sus consecuencias, sus m uertos y
presos, perm anecían en la m em oria y en el presente de los españoles. El
G obernador cursó telegram as a los alcaldes advirtiéndoles que no dificultasen la
propaganda electoral con pretextos o excusas injustificadas. Aunque, según la
correspondencia entre M olina Conejero, secretario provincial de la UGT, y La
V ictoria de Bocairent, la G uardia Civil había recibido órdenes del propio
G obernador Civil de evitar que se portasen armas a los m ítines. Al parecer esta
orden era cum plida solam ente cuando se trataba de m ítines de la izquierda .670
Los social-católicos tenían el firm e propósito de alcanzar la m ayoría
absoluta para no depender de pactos sim ilares a los del bienio radical. Y para
alcanzar su m eta de rectificar de m anera conservadora la Constitución. El lema
de cam paña: “A por los trescientos” (en referencia a los diputados necesarios
para reunir la m ayoría parlam entaria) estuvo acom pañada de un gran despliegue
de m odernas técnicas de propaganda política que presentaban a Gil Robles como
“El Jefe” (im agen que refleja el creciente grado de fascistización de la derecha
española).
La estrategia y com portam iento propagandístico de los católicos, escribe
Rafael Valls “difirieron m uy poco de las indicadas para las elecciones de
noviem bre de 1933” .671 A los clásicos eslóganes “O Cristo o Lenin” , “Contra la
revolución y sus cóm plices” o contra “ el separatism o traidor, la m asonería y el
m arxism o”, las juventudes del partido, las JAP, añadieron los conceptos de
“nueva España” y la “España Im perial” . Se apeló reiteradam ente al voto católico,
“Los creyentes y las elecciones. NINGUNO DEBE ABSTENERSE. Todos deben
votar unidos contra la revolución ” .672
Las juventudes católicas se hallaban en proceso de fascistización y
m uchos de sus valores eran com unes a los de toda la juventud: la exaltación del
v a lo r in d iv id u al y físico , la v io len cia contra el ad v ersario p o lítico , la
m ilitarización. De hecho, gran parte de las organizaciones juveniles funcionaba
en estos m om entos como m ilicias, m uchas veces arm adas, o al menos así se lo
parecía a los contem poráneos . 673
669 VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana (1931-1936), op. cit., pp. 220-223.
670 AHN-SGC, PS-MADRID 2.025, ASVTFLV, Correspondencia 1936/1938, carta de 24-1-1936.
67 * VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana (1931-1936), op. cit., p. 224.
672 VCO, 2-H-1936.
673 El tema de la “violencia como militancia” ha sido objeto de un dossier de la revista Historia
Contemporánea, 11, 1994, con el título “La Militarización de la política durante la II República”, donde
aparecen diversos estudios sobre organizaciones juveniles con o sin carácter de milicias, como las JAP, la
Falange, las JSU, etc. Un estudio teórico en ARÓSTEGUI, J.: “Violencia, sociedad y política: la definición
de la violencia”, Ayer, 13, 1994, pp. 16-55.
318
La D erecha realizó cuantitativam ente un núm ero m enor de m ítines que en
1933, pero en 1936 fueron grandes actos de m asas incluso en los pueblos
pequeños. Con la asistencia, según D iario de Valencia, de 2.000 personas y los
Com ités de los D istritos de A lbaida y X átiva, el 14 de enero abría la D erecha
R egional V alenciana en el Teatro Cervantes de Benigánim la búsqueda de la
m ayoría absoluta. El m édico valencianista y delegado del partido en el Partido
Judicial de A lbaida, José Calatayud habló (en valenciano) de “la realidad de la
lucha que se avecina: revolución y contrarrevolución” . Roberto Zaragoza alentó
al votante derechista: “Hay que acom pañar tam bién de algún que otro golpe de
bolsillo, y hay que dar la cara en la calle, y hasta la sangre si es preciso” . A lberto
C ontell dedicó “ elocuente párrafo a la labor realizada por nuestro jefe en el
M inisterio de Obras Públicas” . El discurso del diputado Pedro Ruiz Tomás se
centró en el program a social de la CEDA, “program a de ju stic ia y de am or” . Para
finalizar, las delegaciones acudieron a visitar el cuerpo de la B eata Josefa
Inés .674
Las realizaciones de Luis Lucia durante su m inisterio, un tem a directo
para los votantes, se m ezclaban con la difusión del program a social de la Derecha
Regional dedicado al voto obrero y la constante advertencia de la necesidad de
votar a la DRV, desechando las opciones centristas para frenar una hipotética
revolución com unista, uno de los m iedos de la derecha española desde octubre de
1934 (¿o desde abril de 1931?). En este sentido, repitiendo la tem ática de la
cam paña de noviem bre de 1933, encontram os una visión catastrofista de una
futura España com unista muy im pactante para la sociedad rural: “con palabra
em otiva pinta im ágenes de la Rusia Soviética. H abla de la descristianización de
la fam ilia, de la escuela, de la secularización de los cem enterios ( . . . ) ” . 675
En el m itin de A lfarrasí el discurso se convierte en un com pendio del
agrarism o conservador, em pleando la im agen de una agricultura desatendida y
los precios de sus productos depreciados por la necesidad de satisfacer al obrero
de la ciudad (izquierdista, revolucionario y ateo). Es palpable la desconfianza
hacia la industrialización, una posible puerta de entrada de ideas urbanas
(laicism o, socialism o , anarquism o) que pro v o case la ru p tu ra del orden
tradicional ru ral . 676 A sí el campo era m itificado como el lugar de la tradición
secular, de la esencia del pueblo español frente al cosm opolitism o laicista y
antitradicional de las ciudades. Las visitas de los diabéticos al B alneario La
Salud y al altar de la Virgen de la Salud de O ntinyent eran descritas en estos
319
térm inos: “ante este altar se han postrado de hinojos algunos enferm os, que en la
ciudad blasonaron de irreligiosos ” . 677
En G uadasséquies, Jacinto Talens, consejero regional de las Juventudes,
atacó al centro político reclam ando el voto al único partido que expresaba los
valores de la derecha pero que adem ás contenía un program a social. En
B enissuera, con un lenguaje fascistizado solicitó que “salga de las urnas la
expresión to talitaria de un anhelo: la reconstrucción nacional y el vencim iento de
la revolución ” . 678
En O ntinyent se celebraron dos actos m ultitudinarios: el 26 de enero con
M anuel Simó M artín y el 14 de febrero en el Teatro Echegaray (1.700 personas),
interviniendo, entre otros, M anuel Simó y Francisco Bosch M arín. Para la
convocatoria de este últim o, y en la hoja de propaganda, se puede leer algunos de
los puntos que se resaltaron incesantem ente durante la cam paña electoral:
F a m ilia “institución sagrada e indestructible” ; P a tr ia “unida (...) que vuelva a
tener conciencia de su poder y de su fuerza, para no sucum bir ante ninguna
potencia extranjera y m archar con paso decidido hacia el cum plim iento de su
fin alid ad h istó ric a ” ; D ios y J u s tic ia S o c ia l . 679 Según un inform e del
Ayuntam iento dirigido al G obierno Civil, en este m itin intentaron “exhibirse
personas uniform adas ” . 680 Este parece ser el m itin descrito por Gironés Pía:
320
económ ico del partido posibilitaba que hasta una pequeña sede como la de
Fontanars pudiera contar con un aparato de rad io . 682 La D erecha Regional
m antuvo el discurso político de noviem bre de 1933, afianzada con el apoyo
unánim e de la Iglesia Católica, con el reclam o de constituir el único “valladar
contra la revolución” . Pero en 1936, la visualización de sus actos políticos era
m uy próxim a al fascism o.
El Frente Popular desplegó una actividad arrolladora con m ítines en 21
poblaciones, entre ellas los pueblos más im portantes. Isidro Escandell (PSOE);
Federico M artínez M iñana, Angel M oliner y Juli Just (todos ellos de Izquierda
R epublicana); son algunos de los políticos del Frente Popular valenciano que
v isitaron la com arca. Las elecciones eran coordinadas por com ités electorales
locales com puestos por los partidos locales de la coalición frentepopulista. En su
propaganda p olítica se recalcaba la base program ática de la coalición: unidad
antifascista, eslogan repetido en la prensa y los m ítines:
682 De esta manera el mitin de Gil Robles del 15 de febrero pudo llegar a 400 ciudades, entre ellas Ontinyent.
Tomado de ARRUE, V.: “L’ambient electoral durant les eleccions de febrer de 1936”, Arguments, 1, 1974,
pp. 157-172 (p. 172).
682 Germinal, enero de 1936.
684 AMO, Correspondencia, 1938.
685 AHN-SGC, PS-Madrid 524, LASAO, acta de 9-II-1936.
321
El PURA, desorganizado y desprestigiado, no ha dejado noticia alguna en
el diario del partido de m ítines o actos políticos. Las únicas hojas de propaganda
electoral encontradas en O ntinyent eran m eras copias de panfletos impresos en la
capital provincial. El espacio de centro-derecha republicano aglutinado en las
sig las del P artid o R epublicano P ro g resista había in ten tad o , según La
C orrespondencia de Valencia, que C irilo del Río, ex-m inistro de A gricultura y
cacique de Ciudad Real, encabezara la candidatura de V alencia (un eslabón del
com plicado puzzle de candidaturas que Pórtela Valladares pretendía formar con
las fam ilias del centro republicano). Esta propuesta fue rechazada por el propio
Cirilo del Río, quién prefirió presentarse en su feudo m anchego . 686 El 28 de
enero se anunciaba la escisión de los partidos políticos de X átiva y Albaida:
322
de un coche con propaganda electoral social-católica en A ielo de M alferit, el
choque entre un grupo de izquierdistas y derechistas en B ocairent, m otivado por
el arranque de pasquines de propaganda por parte de los prim eros, o una pelea
en tre activ istas fren tep o p u listas y jó v en es falan g istas y de las JAP en
O ntinyent.690 Gonzalo G ironés nos ha dejado una viva descripción de la
preparación de las elecciones y de la jornada electoral en Ontinyent:
690 AMB, C 410, Correspondencia, Informe sobre Martín Calabuig Asensio, 18-IV-1941.
691 GIRONÉS PLA, G: Historia de un español, op. cit, pp. 82-83.
692 Tomado de CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: “Estudio electoral de las dos Riberas
del Xúquer. la II República. 1931-1936”, op. cit.
323
Sin embargo, se pueden seguir las tendencias de la derecha para forzar el
voto a su favor. En muchos pueblos, en los informes de “ desafectos” a la
República, aparecen casos particulares que indican actitudes de presión, como el
gran propietario de Aielo de M alferit que presionó a dos “mujeres ancianas” que
ejercían de gerentes de sus propiedades. Los resultados en porcentaje sobre votos
válidos extraídos de las medianas de cada lista en el Cuadro núm. 29 :
Cuadro núm. 29
ELECCIONES GENERALES. 16 DE FEBRERO 1936.
LOCA LIDA D PURA DRV FP
A gullent — 94 6
A lbaida 1 71 27
Aielo de M alferit 10 33 56
Aielo de Rugat — 60 40
Alfarrasí 14 51 35
A tzeneta 1 72 26
B élgida 1 53 45
Bellús S/D S/D S/D
B eniatjar 28 43 29
B enicolet 31 51 17
B enigánim 1 50 49
B enissoda S/D S/D S/D
B enissuera 29 29 41
Bocairent — 75 25
Bufali 32 47 20
Carrícola 24 56 19
Castelló de Rugat 1 30 68
Fontanars 2 85 12
G uadasséquies 16 84 —
Llutxent 2 40 57
M ontaverner — 57 42
M ontitxelvo 23 57 20
L’O lleria — 54 46
O ntinyent 2 55 42
Otos — 66 33
Palom ar 33 40 26
Pinet 48 34 17
La Pobla del Duc 18 20 62
Q uatretonda 15 20 64
Ráfol de Salem* 0 100 136
Rugat 7 55 37
Salem — 78 22
Sant Pere 2 24 73
Terrateig* 37 73 25
FUENTE: GANDIA CALABUIG. J.: “Les el eccions generáis en la Valí d'Albaida durant
la S egona R epú b lica (1 9 3 1 -1 9 3 6 )”, op. cit. p. 93. (* ) L a s P ro v in c ia s.
324
La estrategia bien diseñada por la D erecha Regional Valenciana desde
1932 había dado sus frutos. Arrasa en Agullent, Albaida, Bocairent, Fontanars,
Atzeneta, Guadasséquies y Salem. La evolución del voto de la derecha elaborada
p or Josep Gandía (v. Cuadro núm. 30) dem uestra el im parable ascenso de la DRV
que recoge a su paso el voto de formaciones republicanas de centro y derecha, así
como a una parte del blasquism o, hasta constituirse en la fuerza política
m ayoritaria de la comarca.
Cuadro núm. 30
325
Frente Popular recogió sufragios perdidos por el PURA pero tam bién por la
D erecha R egional . 693
En O ntinyent la única sección en la que triunfó el Frente Popular se
com ponía de obreros in d ustriales y labradores. Cuando a la m ayoría de
labradores se le unía jo rn alero s y una escasa presencia de obreros industriales el
triunfo fue social-católico, tan sólo por diez votos, pero en la sección en la que
predom inaban los labradores y clases m edias (artesanos, autónomos, em pleados)
la D erecha Regional obtuvo una gran votación.
El partido creado por Vicente Blasco Ibáñez desaparece del m apa político
de la com arca y de la provincia, m anteniéndose como una fuerza apreciable en
pequeñas localidades y en algunas con tradición republicana. Rafael Valls señala
cuatro orientaciones de los sufragios blasquistas: una m inoría persistieron en
apoyar la opción del PURA; la abstención, hacia la Derecha Regional o hacia el
Frente Popular . 694 La dirección del voto blasquista estuvo relacionada con la
com posición p articular de cada localidad. En general el blasquism o, que en los
pueblos de la Valí d ’A lbaida desprovistos de una am plia tradición había atraído
a liberales dinásticos y a la burguesía m edia o alta, como en A lbaida o en
O ntinyent, canalizó sus sufragios hacia el cómputo final de la D erecha Regional
al igual que sucedió en A ielo de M alferit, Bélgida, G uadasséquies y Salem.
Esta evolución puede ser com prendida a través del análisis político de la
ciudad de O ntinyent. Al igual que otras m uchas ciudades valencianas durante el
prim er tercio de siglo, liberalism o dinástico y republicanism o habían form ado un
frente com ún contra el carlism o y la pujanza del catolicism o político. En
O ntinyent contra el carlism o liderado por los Simó. La Derecha R egional había
optim izado el recurso de autopresentarse como la única opción viable para la
defensa de la Iglesia C atólica, una estrategia que funcionó en O ntinyent donde
incluso el D elegado G ubernativo enviado en la prim avera de 1936 escribía que
“Es necesario hacer resaltar de m anera excepcional el sentim iento o conciencia
colectiva religiosa de esta población ” . 695
Pero en febrero de 1936 el dilem a para el liberalism o se establecía entre
intereses económ icos y político-culturales. La opción en O ntinyent y en gran
parte de las circunscripciones electorales del Estado Español fue clara. Sus votos
se dirigieron hacia la D erecha Regional. Cinco años de luchas económ icas, de
huelgas y conflictos laborales, de insurrecciones anarquistas en una ciudad
apacible y tranquila hasta abril de 1931, pesaron en la dirección del voto. Así las
cosas, el O ntinyent po sterio r a febrero de 1936 se puede considerar como una
ciudad polarizada entre la D erecha Regional, que integraba gran parte de la
burguesía local y del cam pesinado, y el Frente Popular, form ado por obreros
in d u stria le s, capas m ás b ajas del cam pesinado y residuos de pequeños
693 CALZADO ALDARIA, A.: “Tipología electoral de Cullera durante la II República”, op. cit., p. 283.
694 VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana (1931-1936), op. cit., pp. 226-227. Por ejemplo, en
Alboraia los votantes blasquistas apoyaron mayoritariamente al Frente Popular. Tomado de SIGALAT
VAYÁ, M \ J.: La IIRepública en Alboraia 1931-1936, op. cit., p. 93.
695 AMO, Expedientes Secretaría 1936-1937, Informe del 9 de julio de 1936 del Delegado Gubernativo
Honorio Navas.
326
em presarios no tex tiles . 696 En otras poblaciones, como l ’O lleria, único centro
republicano que funcionaba con anterioridad a la R epública, pero con una base
obrera, engrosó la estadística del Frente Popular. El proyecto blasquista había
fracasado desde la izquierda y la derecha.
La “ función trib u n ic ia ” del b lasquism o y del lerrouxism o h ab ía
desaparecido al compás del acrecentam iento de la lucha de clases. A pesar de que
el blasquism o deseaba continuar siendo el representante exclusivo e interclasista
del republicanism o, políticam ente radical, socialm ente reform ista y negociador,
la radicalización de la lucha de clases durante la República había destrozado sus
pretensiones. En efecto, su alianza con la derecha y la evolución general de la
economía y de la sociedad en el período de entreguerras había dejado inservibles
las pretensiones de englobar la realidad social en el “manto generalista del
populism o rad ical” . Su deslizam iento hacia la derecha en la búsqueda de un
espacio interclasista había provocado para Ram ir Reig que: “Cómo esos com etas
errantes que se volatizan al tocar la tierra, el lerrouxism o y el blasquism o
saltaron en pedazos al entrar en la órbita de la derecha” . Era la hora de una
coalición entre la burguesía progresista y la izquierda de la clase obrera como
único sistem a p ara artic u la r los d iferen tes in tereses en un m odelo
socioeconóm ico y político que se había desarrollado con la crisis de 1929, muy
distinto al Estado dem ocrático-liberal .697
Si bien las elecciones translucen una polarización de la sociedad, debe ser
m atizada, ya que los electores apoyaron en m ayor grado a los candidatos más
m oderados del Frente Popular, m ientras que en la candidatura de la D erecha
Regional desviaron generalm ente sus votos del candidato tradicionalista hacia
blasquistas. A sí, Izquierda Republicana era el partido m ás votado del Frente
Popular en el Partido Judicial de A lbaida, seguido por los socialistas, figurando
en últim o lugar el com unista. En la DRV, Luís G arcía Guijarro era el m ás
valorado en las urnas pero el tradicionalista M ariano Puigdollers recogía el
menor núm ero de sufragios. En la lista blasquista, el más votado era M artí de
Veses, un cacique restauracionista de O liva que provenía de la extinta DLR,
gracias a estos votos desviados de la DRV.
En el País Valenciano, después de la segunda vuelta en la provincia de
Castelló de la Plana en la que el voto blasquista se dirigió al Frente Popular, este
obtuvo el 48% de los sufragios em itidos, la DRV el 41% y el PURA el 11%. Las
capitales provinciales votaron a favor del Frente Popular: A lacant (51% ),
Castelló de la Plana (49% ), Valencia (41%). Los resultados del Frente Popular en
la capital provincial, inferiores al resto de capitales provinciales, se deben a la
persistencia del voto blasquista, un 28%, que todavía consiguió retener un 18%
en la provincia, una clara diferenciación respecto a la práctica desaparición del
centro político en el resto del Estado. En A lacant y Valencia, feudos del
lerrouxism o y el blasquism o, sus boletas electorales se dirigieron hacia Izquierda
Republicana. Excepto en O ntinyent, en las ciudades m edias valencianas triunfó
696 Dualismo que aparece concretado en el Informe del 9 de julio de 1936 del Delegado Gubernativo
Honorio Navas y en su repaso a la historia política reciente de la ciudad. Ibídem.
697 REIG, R.: “Las alternativas republicanas en el período de entreguerras”, op. cit., p. 267.
327
el Frente Popular (X átiva, G andía, Sueca, Cullera, A lzira...). Por com arcas, el
Frente Popular obtuvo la m ayoría en el Camp de M orvedre, la Plana de U tiel, la
Foia de Bunyol y las dos R iberas .698
En el ám bito estatal la desunión de la derecha favoreció una am plia
m ayoría parlam entaria del Frente Popular. Los radicales se hundieron. El nuevo
Parlam ento, según M orlino, se dividía en: “izquierda con el 32,9% de los
escaños, el centro-izquierda con el 26,6%; el centro puro, un 5,5; el centro-
derecha, un 8 , 6 y la derecha un 25,9” .699 Cifras que contradicen la polarización
de la sociedad española.
698 Tomado de GIRONA ALBUDOECH, A.: “La política valenciana en el umbral de la guerra civil: del
Frente Popular al 18 de julio de 1936” en W .AA.: La Comunitat Valenciana, 1936-1986, op. cit., pp. 125-
144, también ARRUE, V.: Las elecciones de febrero de 1936 en el País Valenciano, Tesis de Licenciatura,
Valéncia, 1969, del mismo autor “L’ambient electoral durant les eleccions de febrer de 1936”, op. cit., pp.
157-172. Para la dos Riberas del Xúquer, cfir. CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: “Estudio
electoral de las dos Riberas del Xúquer: La II República, 1931-1936”, op. cit., Para Gandía, CALZADO
ALDARIA A y SEVILLA, Ll.: La II República a Gandía: 1931-1936, op. cit, pp. 209-212. Para Xátiva,
RAMÍREZ ALEDÓN, G et alii.: República i Guerra Civil a Xátiva (1931-1939% op. cit., vol. I., pp. 234.
699 Tomado de GIL PECHARROMÁN, J.: La Segunda República, op. cit., p. 178. Para las elecciones de
febrero, cfr. TUSELL, J.: Las elecciones del Frente Popular, Edicusa, Madrid, 1971.
700 DF, 23-11-1936.
701 AMO, Correspondencia 1940, 30-IX-1940.
328
M inistros del gobierno de M anuel Azaña expedía un Decreto (día 21) por el que
se ordenaba restituir los concejales y alcaldes cesados en octubre.
A l m ism o tiem po, el G obernador Civil nom braba Com isiones G estoras
para hacerse cargo del gobierno m unicipal hasta unas próxim as elecciones
m unicipales finalm ente suspendidas ante el clim a de violencia que vivía el país.
Estas C om isiones G estoras en gran parte de los casos estaban acaparadas por
m iem bros de los com ités locales del Frente Popular, en otros lugares por
frentepopulistas y blasquistas. Esta actuación gubernativa desató las críticas
derechistas, ya que sustituían ayuntam ientos elegidos dem ocráticam ente con
m ayoría derechista por gestoras izquierdistas que no reflejaban la realidad
política de la localidad (recordem os que en m uchas de estas localidades la DRV
había alcanzado un gran refrendo popular).
En O ntinyent, el 20 de febrero dim itían Francisco M ontés y siete
concejales (blasquistas y “republicanos conservadores”), alegando el desastre
electoral de su partido y la victoria social-católica en Ontinyent. Dos días
después, José Cano Colom a (el nuevo G obernador Civil) nom braba una gestora
que continuaba presidida por Francisco M ontés pero con una m ayoría de
Izquierda Republicana en la que destacaba José Donat, delegado del partido en el
Partido Judicial de O ntinyent (prim er presidente de la UGT), además de dos
vocales de la UGT. Donat consiguió que los blasquistas Francisco M ontés y José
Ferrero continuaran en la G estora como “republicanos independientes”, afiliados
a IR según un inform e de Honorio N avas (Delegado G ubernativo de Orden
Público en O ntinyent). M ontes consideró que la gestora form ada por obreros
debía tener como prioridad política “que en O nteniente no exista ni un solo
obrero parado” . La labor de gobierno del nuevo consistorio se vería entorpecida
por la oposición sistem ática de dos concejales de Izquierda R epublicana del ala
más izq u ie rd ista del p artid o , m uy próxim a a los sectores obreros
anarcosindicalistas, m ayoritaria en la A sam blea lo cal . 702
Las gestoras m unicipales transform aron radicalm ente la faz de los equipos
de gobierno m unicipales. El personal político no cambió en aquellos pueblos en
que la izquierda gobernaba gracias a su m ayoría electoral o en los que retornaron
a sus cargos los ediles represaliados después de octubre. En el resto, la gran
m ayoría y con excepciones nada relevantes, los nuevos concejales y alcaldes
nunca h ab ían ocupado cargos m un icip ales. En casi todos los pueblos
desaparecieron los industriales, propietarios y profesionales liberales en las
nuevas gestoras, llenándose de jornaleros, obreros, artesanos y labradores de
Izquierda Republicana, socialistas (UGT o PSOE) o de m ilitancia com partida.
Aunque provisionales hasta las elecciones m unicipales, las gestoras supusieron
en muchos pueblos un cambio drástico en las personas que ocupaban el poder
m unicipal y la d irecció n del m ism o, sobre todo en las pob lacio n es
abrum adoram ente derechistas. Por ejem plo B ocairent había elegido en m ayo de
1933 a nueve concejales de la DRV y a dos del PSOE. La G estora de febrero de
702 AMO, libro 19, Libro de Actas, actas de 21 y 24-11-1936. Para la evolución de Ontinyent en estos mesos
es fundamental el informe redactado por Honorio Navas, Delegado Gubernativo de Orden Público, enviado
a Ontinyent ante el clima de tensión social suscitado por la huelga textil, citado en la nota 29.
329
1936 se dividía en seis concejales de Izquierda R epública y tres socialistas,
aunque desconocem os el signo político del alcalde . 703 Igual suerte corrió los
m unicipios de A gullent, A lbaida o Fontanars.
En los nuevos ayuntam ientos d esaparecen las firm as alam bicadas,
apareciendo los trazos tortuosos, los pulgares de tinta. Los sectores más bajos de
la clase m edia rural, los jornaleros, los artesanos y em pleados agrícolas llegaban
al poder m unicipal. En Castelló de Rugat, el prim er teniente de alcalde debía
dim itir, ya que su analfabetism o le im pedía hacerse cargo de la alcaldía en
ausencia de su titular . 704 El deseo de alcanzar una dem ocracia participativa, de
tran sp aren cia en la g estió n de la ad m in istració n pú b lica respecto a los
ciudadanos se evidenció en la gran afluencia de público a los plenarios
m unicipales en los que se instalaron “ruegos y preguntas” para el público
asistente (F ontanars) o se trataba de encontrar un horario adecuado que
perm itiera la m ayor asistencia popular posible (O ntinyent).
Así, en una coyuntura política de apasionada vehem encia verbal, con las
sindicales obreras dem andando celeridad en las reform as prom etidas y una
derecha cató lica que ya cam inaba hacia la conspiración para derribar la
República, el poder m unicipal residió en m anos de una izquierda que en m uchos
pueblos era m inoritaria, creando tensiones locales. Los nuevos ayuntam ientos
solicitaron auditorias públicas desde 1931 y en los casos en que no había
cam biado la com posición del ayuntam iento durante la R epública, desde 1923, así
como la resp o n sab ilid ad de an teriores ayuntam ientos en los despidos de
funcionarios p ú b lico s causados por rep resalias p o líticas, exigiendo a los
anteriores alcaldes el pago de una indem nización.
Las transform aciones de la vida p o lítica m unicipal operaron desde
m últiples vertientes. Se buscaba una adm inistración pública para la totalidad de
la ciudadanía exenta de injerencias caciquiles o del em pleo privado del cargo
público para beneficio propio. Así, la gestora de A ielo de Rugat paralizaba las
obras de una casa ya que su propietario había legalizado la obra “valiéndose para
ello de la ascendencia que tenía este con los oligárquicos señores que para
vergüenza de A ielo de R ugat ostentaban su representación m unicipal ” . 705
El hecho de que transcurridos cinco años desde la proclam ación de la
República todavía se conservara la sim bología católica en las calles, plazas y
avenidas, ilustra el fracaso del régim en republicano en su intento de “ consolidar
un marco sim bólico que tuviera el poder visual y la fuerza em ocional necesarios
para com unicar el sentido de un destino com ún”, doble fracaso por cuanto no
consiguió aunar a todas las fuerzas republicanas en tom o a celebraciones
republicanas como el 14 de abril (como hem os podido observar a lo largo del
trabajo), al m ism o tiem po que sus “débiles señales identificadoras” entraron en
abierto co n flic to con la sim b o lo gía cató lica. Las g esto ras a lteraro n el
330
nom enclátor de los viarios urbanos que perm anecían incólum es . 706
Pero ahora, en febrero, las calles no llevarían nom bres asociados a la
historia republicana ni a la proclam ación de la R epública, sino los de fundadores
y líderes de los partidos y sindicatos obreros, dirigentes republicanos de
izquierda o nom bres asociados a la R evolución A sturiana ocuparían los nuevos
rótulos: Pablo Iglesias; M anuel A zaña, Luis Serval, A ida Lafuente... En Salem,
cinco años después de la proclam ación de la República, su ayuntam iento adquiría
efigies y banderas republicanas y en O ntinyent se pedía la desaparición de una
flor de lis en la fachada de la Iglesia de San Carlos. 707
La recom posición de señas de identidad se am pliaba a celebraciones como
la proclam ació n de la R ep ú b lica, que en p o b lacio n es con consisto rio s
m onárquicos habían recibido pobres consignaciones en com paración con las
subvenciones a la Iglesia Católica. Esto había ocurrido en B ocairent, según el
concejal B autista G isbert con el resultado de que “no se ha enseñado al pueblo
en republicano” . La gestora de 1936 procedería a organizar grandes festejos para
conm em orar el 14 de abril. Se cantó el him no de Izquierda Republicana frente al
Ayuntam iento, hubo conferencias en su local, verbena, carcasas y un concierto
público que en 1935 no se había celebrado. También se proclam ó una “M iss 14
de abril ” . 708
Las G estoras destituyeron, siguiendo con la tradición secular de los
“ cesan tes” , a reco n o cid o s fu n cio n ario s p ú b lico s an tirrep u b lican o s y
sub stitu y ero n a los abogados aseso res d erech istas. E stas depuraciones
m unicipales se cen traro n en los guardas ru rales, en m uchas ocasiones
particularm ente odiados por estar al servicio de los propietarios agrícolas y en
los depositarios y recaudadores de los repartos m unicipales por sus malas artes.
R epasando las actas m u n icip ales es p alp ab le el esfuerzo de unos
ayuntam ientos, atenazados p o r una in so lv en cia p resu p u estaria crónica,
encam inado a responder a los problem as locales que incidían en la calidad de
vida de sus ciudadanos, problem as seculares repetidam ente denunciados durante
la República. Entre m arzo y ju lio se planteó en Castelló de Rugat la resolución
de una antigua dem anda: la construcción de una tubería que llevase el agua
potable al pueblo, además de perseguir el fraude en el com ercio. En M ontaverner
se intentaban rem ediar los elevados alquileres de los contadores de luz eléctrica
y la reducción de las tarifas del alum brado que afectaba a seis pueblos de la
com arca así como la adquisición de un m icroscopio destinado a la inspección
sanitaria de los alim entos, cuyo defectuoso estado no podía evitar frecuentes
intoxicaciones.
En O ntinyent se luchaba contra la falsificación de los censos para pobres
y se pretendía controlar la calidad del servicio de asistencia m édica. La gestora
706 Esta es la tesis mantenida por RADCLIFF, P.: “La representación de la nación. El conflicto en tomo a la
identidad nacional y las prácticas simbólicas en la Segunda República”, en CRUZ, R. y PEREZ LEDESMA,
M. (eds.).: Cultura y movilización, op. cit., pp. 305-327.
707 AMS, libro 20, Libro de Actas, acta de 6-HI-1936. Para los restantes pueblos citados los Libros de Actas
recogen una prolija tipología.
708 EMV, 14-IV-1936.
331
había elaborado un em préstito extraordinario (650.000 ptas.), am pliando el
presupuesto de 1934 que debía refrendarse en referéndum el 16 de junio,
definiendo una p o lítica expansiva de obras públicas destinada a m odernizar
infraestructuras y borrar el paro obrero. La G estora de Bocairent buscaba los
m edios p ara construir el abastecim iento de agua al vecindario, una vieja
aspiración, proponiendo expropiar el acuífero propiedad de la Sociedad Fom ento
A grícola e Industrial, a la vez que perseguir la ocultación fiscal de una parte de
la burguesía local. De hecho, la política del Frente Popular de B ocairent se
resum ía en proyectos de urbanización (alcantarillado, conducción de aguas,
alum brado de calles) que al m ism o tiem po rem ed iarían el paro obrero
(agricultura y construcción ) . 709
En este sentido, esbozado de políticas de profundas reform as dirigidas a
m ejorar la calidad de vida ciudadana, la educación ocupaba un prim er plano
(peticiones de escuelas, consecución de locales, acondicionam iento de los
existentes...). Todos los equipos de gobierno resaltan la necesidad de dotar de
infraestructura educativa a sus m unicipios, am pliar las escuelas de párvulos,
cantinas escolares para los hijos de los obreros... En O ntinyent se proponía la
creación de una Escuela de A rtes y O ficios (especialidades atendidas por ordenes
religiosas) que beneficiaría a la clase obrera . 710 En Castelló de Rugat, el
castrador Juan M ora (IR ), alcalde-gestor, ordenaba en un bando la obligación de
los padres en la escolarización de sus hijos, anunciando sanciones para los
contravinientes.
En otras poblaciones se agilizaban dem andas vecinales aparcadas durante
décadas, como la restitución de bienes com unales. El nuevo consistorio de
C astelló de Rugat ordenó en m arzo la búsqueda de la escritura del m onte para
exam inar la propiedad efectiva del m ism o . 711 En Otos el ayuntam iento se incautó
de la adm inistración provisional del m onte, regentado desde 1876 por la Junta de
la Sierra de Otos. Las prim eras disposiciones perm itieron al vecindario el
aprovecham iento de leñas bajas, regularon otras actividades más agresivas (talas
de árboles, carbón, hornos de cal) y repararon el cam ino de la sierra para paliar
el paro ag ríco la . 712
Las nuevas gestoras tenían una m ayor preocupación social hacia las
dem andas obreras y en particu lar hacia el paro creciente. El 26 de febrero, José
D onat (IR ), concejal de O ntinyent, intervenía en el pleno m unicipal p ara solicitar
la rebaja del precio del p a n . 713 En l ’O lleria, un vocal dem andaba el cum plim iento
de la legislación vigente sobre el trabajo de m ujeres y m enores en las fábricas
lo cales . 714 Las m edidas para paliar el desem pleo por lo general consistieron en
elevar los im puestos que sufragasen program as de inversión pública. Fontanars y
332
M ontaverner gravaron en abril la m atrícula industrial con un 10% para financiar
proyectos contra el paro.
A pesar de la m oderación verbal de M anuel A zaña y otros líderes
republicanos respecto a la “cuestión religiosa”, desde febrero el anticlericalism o
retom ó nuevos bríos. La prensa ya había presentado la victoria en clave de
an ticleric a lism o decim onónico, con referen cias an tijesu ísticas. Con unas
gestoras m u n icip ales en m anos de la izquierda republicana y obrera, el
anticlericalism o se dotó de una m agnitud m ultidireccional llena de sim bolism o,
con gruesos trazo s de violen cia de acuerdo con el contexto p olítico de
recrudecim iento de la violencia política que contrasta con una recesión de la
conflictividad laboral (menos huelgas pero más largas y duras ) . 715
Un diario izquierdista de X átiva expresaba antes de las elecciones de
febrero las posibles consecuencias de una victoria frentepopulista para el
“ enem igo” eclesiástico: “(...) Su conducta la coloca en difícil situación frente a
un futuro en que el Estado republicano sem im udo recabará la plena soberanía con
todas sus consecuencias y las que se derivarán de la actitud de su obstinada
riv al ” . 716 Exactam ente, esto mismo es lo que sucedió en muchas poblaciones. En
M ontaverner había gobernado la derecha antirrepublicana. La gestora posterior a
febrero em prendió, según un inform e parroquial de posguerra, las siguientes
m edidas: prohibición de volteo de cam panas, de actos religiosos externos, del
reparto de la H oja Parroquial, del catecism o en el interior de la Iglesia y de las
actividades de las asociaciones seglares católicas, y la expulsión de un
p red icad o r . 717 En este listad o , resu lta d ifícil separar anticlericalism o de
cuestiones de pugna política.
Los cam bios en el nom enclátor de los viarios urbanos fueron en la
dirección de traspasar el santoral católico por otro laico. A modo de ejem plo
entre otros m uchos, en r o il e r i a la calle Virgen M aría de los D olores pasó a
denom inarse M argarita Nelken. En B ocairent, el cambio de rotulación con
nom bre de santos u obispos fue una de las peticiones obreras del Prim ero de
M ayo . 718
Al igual que en la historia del anticlericalism o español contem poráneo, el
clero regular centró los objetivos anticlericales. Las cuestiones que se habían
debatido en los prim eros años republicanos se fundieron con la evolución
política de estos m eses. En Benigánim , la congregación franciscana había sido
requerida insistentem ente por el ayuntam iento para que abandonara el edificio.
En esta disputa se unió la colaboración de la com unidad franciscana en el
nacim iento de la DRV. En la dinám ica posterior a febrero estos dos antecedentes
715 CEBRIÁN, R.: “Violencia política y crisis democrática: España en 1936”, Revista de Estudios Políticos,
6, 1978, pp. 81-115.
716 Izquierda, 8-II-1936. Tomado de RAMIREZ ALEDÓN, G et alii: República i Guerra Civil a Xátiva
(1931-1939), op. cit., vol. I, p. 234.
717 “Relación de los hechos ocurridos con motivo del movimiento nacional del 18 de julio de 1936”. p. 330.
Citado por FITA REVERT, R.: “La persecució religiosa en Montaverner 1936-1939. Dades per a la seua
historia”, en Alba, 5-6, 1990-1991, pp. 323-334.
718 Esta sería una de las peticiones obreras del Primero de Mayo.
333
term inaron en m arzo de 1936 con el asalto al convento, la destrucción o incendio
de im ágenes y m obiliario.
Uno de sus puntos centrales fue el desalojo de la Iglesia del usufructo de
propiedades públicas, para cubrir las necesidades de la población (educación,
sanidad, m edidas contra el paro). En la capital com arcal el com ité del Frente
Popular había proyectado la resolución del “problem a religioso” . En un inform e
se pedía la nacionalización de locales y edificios de las órdenes religiosas para
su conversión en hospitales, Centros de B eneficencia, Escuelas de Artes y
O ficios o Centros O breros. Petición denegada desde la G estora por no ajustarse
a la legislación vig en te . 719 En Bocairent se acordaba la secularización del
cem enterio, según la G estora, por ser patrim onio m unicipal, una cuestión que
había sido m uchas veces discutida en años anteriores . 720
En A lbaida se suspendió la tradicional salpassa de Viernes Santo. Ese día
los vocales de la gestora, acom pañados del secretario, se incautaban en nom bre
del Ayuntam iento del Palacio del Duque de A lbaida, edificio que albergaba la
Casas de Ejercicios Sagrada Fam ilia, La D om inical y el sindicato católico. Y en
la católica B ocairent, la m inoritaria izquierda al frente de la Com isión G estora
procedió a la nacionalización del cem enterio parroquial. El anticlericalism o de
que hacía gala la Com isión G estora provocó la am enaza de tres jóvenes
falangistas de term inar con esta tendencia . 721
Como era norm a habitual la capacidad sim bólica fue el centro del
anticlericalism o. En O ntinyent se pretendía adquirir un reloj público que sería
instalado en una dependencia m unicipal, ya que los dos relojes que existían en la
ciudad estaban situados en las parroquias de Santa M aría y San Carlos,
basándose en que “ (...) estos nunca m arcan con exactitud las horas, hasta el
extrem o de que solo sirven p ar estropear los relojes particulares, aparte de que el
Ayuntam iento nada tiene que ver con dichos relojes . ” 722 Pero tam bién apareció
en su vertiente m ás destructiva y violenta: la supresión de sím bolos católicos en
los espacios cotidianos de las com unidades rurales: destrucciones de cruces en
A lfarrasí y Bélgida. A hora las cuestiones que habían debatido los prim eros años
republicanos eran solucionadas de una m anera rápida y directa, entroncando con
la evolución p o lítica desde 1933.
En Benigánim y B enissoda se expulsó a sus párrocos, acusados de
activ id ad es a n tirre p u b lic a n a s . 723 En la prim era p o b lació n el convento
franciscano había sido requerido insistentem ente por el ayuntam iento para su
transform ación en centro escolar. A esta disputa se unió la colaboración de la
334
com unidad franciscana en el nacim iento de la DRV. En O ntinyent, el sacerdote
Juan Belda Pastor fue encarcelado, acusado de trasladar el Cristo de la A gonía,
im agen que contaba con la devoción de la clase obrera, ya que pasaba por ser el
“Cristo de los pobres”, desde su erm ita en Santa Ana hasta la Parroquia del Cristo
con el fin de resguardarlo de posibles ataques iconoclastas (curiosam ente la
erm ita se situaba en el único colegio electoral donde el Frente Popular había sido
la lista más votada). Gonzalo G ironés no com prendía esta am bivalencia de un
pueblo, que desde su extrem a izquierda, continuaba siendo sociológicam ente
católico con una religiosidad popular que la Iglesia C atólica había perseguido
históricam ente:
335
A p esa r de su tan m arcado m atiz industrial, incluso y principalm ente en
O nteniente y Bocairente, este arciprestazgo es de rancia solera cristiana,
conservando muy buenas costum bres y siendo muy alto el porcentaje de
los que cum plen con la Iglesia. Claro que la industrialización ha ido
rebajando el nivel de esta tradicional p ied a d de las gentes.125
125 ZAHONERO VTVÓ, J.: Sacerdotes mártires. Archidiócesis Valentina, 1936-1939, Ed. Marfil, Alcoi,
1951, para Albaida la p. 160 y para Ontinyent la p. 433.
726 VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana (1931-1936), op. cit., pp. 227-237.
727 Esta es la tesis de SAZ, I.: “La peculiarietat del feixisme espanyol”, op. cit., pp. 623-639. Para Javier
Tusell, la CEDA/DRV fueron partidos de similares características que el Zentrum alemán, “estando en
camino” de devenir en democratacristianos. Sin embargo, su práctica política y sus declaraciones públicas,
no corroboran estas conclusiones del profesor Tusell. Cfr. TUSELL, J.: Historia de la Democracia Cristiana
en España, Sarpe, Madrid, 1986, vol. I, pp. 137-360.
336
inm ueble y descubrim os a una veintena de individuos que admirados, nos
contem plaban sin atreverse a m overse de su asiento; mis compañeros de
viaje, camarada ALFRED O CASTELLO SILVESTRE, Jefe local del pueblo
de Ayelo, JO SE UBEDA BLASCO, Jefe local del pueblo de la Ollería, y
dos cam aradas más, nos dim os cuenta del pánico de aquella pobre gente,
y levantando el brazo, gritam os repetidas veces « ¡ A r r i b a E spaña! »
Parecían no entender nuestro significativo lenguaje, mas procuram os
ganárnoslos (...) nos afirmaron con plen a convicción: « A q u í , como en
cualquier pueblo de la provincia, ganam os las elecciones (...), y la verdad
es que todo lo hemos perdido; nos persiguen, nos hacen mofa de todos
nosotros, y como postre, estam os abandonados de nuestros J e f e s » .728
Los jóvenes de “fam ilias bien” , casi todos afiliados a las JAP, acogían con
agrado los sím bolos exteriores falangistas, su dem agogia y espíritu m ilitante
contra la izq u ierd a. Com o ejem plo, los alum nos burgueses del C olegio
ontiñentino de La Concepción que en “Los días de exámenes entraban los
alumnos de A lcoy cantando, en los autobuses, el Himno de Falange, y por el
camino saludaban brazo en alto a los grupos de huelguistas, que les contestaban
con el puño cerrado. Todavía conservan algunos exalum nos de entonces
fotografías en que aparece un curso entero formando “brazo en alto ” . 729 En
Albaida, “tots els falangistes eren socis de la DRV. Bono m ateix era el secretan
local de las JAP i alhora de la FE-JO N S ” . 730
Los falangistas no necesitaban im pulsos coyunturales, “la dialéctica de los
puños y de las pistolas” form aba parte de su ideario puesto en práctica por sus
pistoleros segando la vida de m ilitantes izquierdistas. Falange desarrolló una
clandestina cam paña de afiliación en abril de 1936 que absorbió a desengañados
social-católicos, aunque desde m arzo el partido estaba ilegalizado. R ecorrieron
la “Com arcal” de A lbaida y O ntinyent, visitando los pueblos de l ’O lleria,
Ontinyent, Bocairent, A gullent, A lbaida, M ontaverner, A lfarrasí y B enigánim ,
esto es, la geografía derechista de la com arca. La Falange com arcal en la persona
de José Ubeda, Jefe Local de l ’O lleria, participaría en el asalto el once de julio
a la em isora valenciana U nión Radio. Así, entre febrero y ju lio de 1936 se
crearon las Jefaturas locales de A gullent, A ielo de Rugat, A lfarrasí, Benigánim ,
Bélgida y M ontitxelvo . 731 Por esos m eses, la Jefatura de A lbaida
728 BENEYTO PÉREZ, B. y HERRERO HIGÓN, J.Ma.: Falange en Valencia antes del Alzamiento, op. cit.,
pp. 46-47.
729 SANCHIS ALVENTOSA, J.: El Colegio de la Concepción de Onteniente. 1894-1944, Ed. Guerri,
Valencia, 1945, p. 118.
730 T.O. de Francesc SFM (1996).
731 BENEYTO PÉREZ, B. y HERRERO HIGÓN, J. M \: Falange en Valencia antes del Alzamiento, op. cit.,
pp. 45-47. Para el proceso de movilización falangista en la comarca, las pp. 50-54; para el asalto a la Unión
Radio las p. 60 y para la cronología de las organizaciones locales la p. 65.
337
Tenien co n ta ctes cla n d estin am ent amb altres p obles, sobretot amb
O ntinyent, Canals, l'O llería, M ontaverner. Tot era clandestí: no hi havia
carnets (bé s i que n 'h i havia, pero no els van repartir oficialm ent), hi
havia, aixó sí, segells de cotització. Celebraven les reunions en llocs
recóndits: la Frontera del Patge (en la sierra) i en el Laberinto (cerca de
B e n isso d a ).732
Solam ente algunos mayores tenían licencia de armas, lo que apenas les
p erm itía cam uflar otra pistola, aparte de la autorizada. Pero la m ayor
p a rte de los jó v e n e s disponíam os de un armamento tan escaso, deficiente
y pintoresco, que llam arlo arm am entos resultaba eufemismo: algunos
pisto lo n es de la guerra de Cuba (...) Era normal, siendo abierto el período
de caza, que jó ven es y viejos se dedicaran a probar sus escopetas en
ejercicios de tiro al blanco, cuyos disparos apenas llamaban la atención
(...) inventó el modo de cargar unos burros con bidones y ponerles una
aliaga bajo el rabo, p a ra hacerlos correr despavoridos, armando tal
estruendo que am ortiguaba el ruido de su escopeta, p a ra que no
advirtieran sus vecinos su m etódico entrenam iento,734
338
Simó A ttard, el gran propietario agrícola Luis Tormo Vorcy y el médico José
C alatayud Vayá . 735
73^ Según el “Informe provisional del Movimiento Nacional en Valencia”, redactado por José María Costa
Serrano, secretario general de la DRV. Archivo Familiar Lucia Tomado de VALLS, R.: La Derecha Regional
Valenciana. Burguesía y catolicismo. Tesis Doctoral. Vol n , Valencia, 1990, pp. 720-740 (p. 728). Su
complicidad con el golpe de estado es la culminación de una trayectoria de discurso socialmente reformista
y “accidentalista” con una práctica política cada vez más escorada hacia la ultraderecha. Todavía hay autores
que plantean una visión de la Derecha Regional Valenciana como uno de los partidos que sostenían la
legalidad republicana y su democracia parlamentaria, v. LENDOIRO SALVADOR, J.: Segunda República y
Guerra Civil en Ontinyent (Valencia): de la esperanza republicana al enfrentamiento social (1930-1939), op.
cit.
73^ ACCPCE, Film Vffl, apd. 113, Informe agrario de la provincia de Valencia. Características del problema
en Valencia, 23-1-1934.
737 FRANCH BENAVENT, S.: “Les crisis internes del PSOE al País Valencia: 1921, 1931,1934”, en Primer
Congrés d 'Historia del País Valencia, op. cit., pp. 641-649 (p. 649).
738 AFPI, AH 2-34, Movimiento Altas-Bajas de las Agrupaciones Socialistas de Valencia. 1936-1938.
339
A sam blea E xtraordinaria había elegido “por unanim idad” presidente del Com ité
N acional a Largo Caballero, aunque en junio apoyaba incondicionalm ente a la
C om isión Ejecutiva dom inada por los p rietistas . 739
En una carta dirigida al Comité N acional la agrupación de A lbaida se
posicionaba dentro del sector largocaballerista “viendo con disgusto la actuación
de esa Ejecutiva (...) pide a la Ejecutiva y al Com ité N acional que se celebre
dicho Congreso extraordinario a últim os de junio, con el siguiente orden del dia:
R eform a de la O rg an izació n general del p artid o . R esp o n sab ilid ad es del
m ovim iento de Octubre. A ctuación de la Ejecutiva y del Com ité N acional”. La
influencia del largocaballerista Isidro Escandell hace sospechar que gran parte
del socialism o de la Valí d ’A lbaida estaba al lado del sector izquierdista del
p artid o . 740
La CNT ontiñentina com enzó su reorganización desde la plataform a previa
del Com ité Pro-Presos. En ju lio de 1936 continuaba siendo el sindicato
m ayoritario con unos 750-800 afiliados y la FAI con unos 150. En este am biente
de estallido sindical se constituía en abril el sindicato de labradores El Porvenir,
heredero de la A lianza de Labradores.
340
En Salem el alcalde amenazó a un propietario local que se negaba a dar
trabajo a los “pobres de solem nidad ” . 743 En Fontanars se m anifestaba la
existencia de parados por m otivos p o líticos .744 En O ntinyent, Juan M ollá, vocal
de IR denunciaba que “están sucediendo casos en la industria que hace sospechar
que, algunos patronos intentan llevar a efecto sus propósitos expuestos antes de
las elecciones relativos a que aum entarían o dism inuirían el trabajo según los
partidos que resultasen triunfantes, y esto debe evitarlo la Com isión G estora por
to d o s los m ed io s ” . 745 En O ntinyent se advirtió a los p ro p ietario s que
obstaculizasen los planes m unicipales de lucha contra el paro de la adopción de
m edidas extraordinarias (recargo en la contribución, repartim ento del Impuesto
de U tilidades . . . ) . 746
B ocairent es un ejem plo válido del clim a de tensión provocado por los
industriales derechistas. La Victoria denunció en m arzo ante el Jurado M ixto la
reducción de la jo rn ad a laboral, sin m otivo económ ico, efectuada por cuatro
industriales de la localidad, todos ellos notorios derechistas que ya habían
am enazado antes de las elecciones a los obreros que votasen al Frente Popular.
Los industriales hicieron caso omiso a las peticiones del Jurado M ixto. A finales
de junio la jo rn ad a sem anal había descendido a tres días, adem ás de no cum plir
con los puntos salaríales de las Bases de Trabajo ni con las vacaciones.
La docum entación de La V ictoria entre febrero y ju lio de 1936 abunda en
acusaciones de este estilo, al parecer, general a la industria de B ocairent,
tom ando m uy claram ente conciencia de que estas m edidas respondían a una
venganza contra los obreros de la población provocado por el triunfo del Frente
P opular y la firm a de las Bases de Trabajo del textil, con la pretensión últim a de
boicotear al G obierno. La situación se agravó cuando la sociedad católica La
Verdad tom ó la decisión el 5 de ju lio de no trabajar los días de fiesta católica,
rom piendo uno de los puntos de las Bases de Trabajo una determ inación para la
sociedad m ayoritaria “Esto dem uestra que tanto los patronos como los obreros de
esa Sociedad van de com ún acuerdo para sabotear las Bases de Trabajo, y al
m ism o tiem po crear conflictos a las autoridades” . La Sociedad socialista utilizó
todos los m edios legales y propiam ente sindicales, enviando la Federación
E spañola de las In d u stria s F abril, Textil y A nexos-U G T un m ensaje de
tranquilidad el 2 0 de ju n io . 747
341
D espués de febrero los cierres em presariales estaban ocasionando una
espiral ascendente de paro que exacerbaba los ánim os obreros. Con ellos,
em ergía el rechazo a la R epública de gran parte del em presariado. La victoria
frentepopulista parecía no tener un reflejo directo sobre los niveles de vida de los
trabajadores, crispando la im paciencia y el desengaño obreros la vida de pueblos
y ciudades. La tensión que se creaba entre el desengaño obrero y la tozudez
em presarial provocó un duro conflicto laboral en el sector textil de Ontinyent.
En las “Bases G enerales” de la industria textil presentadas conjuntam ente
por UGT-CNT (19 de ju n io ) se establecía la jornada laboral de 8 horas, la
resolución de los problem as de higiene y seguridad, así como im portantes
subidas salariales, que contem plaban la equiparación salarial con el textil de
A lcoi y B ocairent (más elevados), una exacta transcripción de las que se habían
firm ado en Bocairent.
La patronal no aceptó la subida salarial y, a pesar de los esfuerzos del
D elegado de Trabajo, el conflicto se trasladó a Gobierno Civil. Luis Doporto, a
la sazón G obernador Civil de Valencia, parece ser que encerró a los com ités
patronal y obrero cinco días en G obernación para intentar forzar un acuerdo. El
Laudo dictado por el G obernador fue presentado el 28 de junio a una Asam blea
del ram o textil que acordó continuar con la huelga hasta la aprobación de las
Bases presentadas por las sindicales y la revisión de las Bases firm adas en 1935
en la fábrica de géneros de punto. Era una huelga arquetípica del período
fre n te p o p u lista , caracteriza d a p o r la in tran sig en cia p atro n al, creciente
radicalización obrera y división sindical. Pero esta huelga tenía un m ayor
trasfo n d o . 748
El Com ité de H uelga CNT-UGT pensaba que la obstinación patronal
abrigaba el propósito de destruir ambos sindicatos para forzar posteriorm ente la
anulación de las Bases de otras localidades textiles de la com arca con una m enor
fuerza sindical (A lbaida, Benigánim y M o n t a v e r n e r ) . ^49 A specto que reforzaría
la tendencia expuesta de intransigencia patronal a las dem andas obreras, con la
finalidad de sabotear al G obierno de la República. A sí, aunque algunos patronos
habían aceptado el laudo, la huelga prosiguió por el espíritu de solidaridad
obrera que dem andó una resolución al conflicto laboral, planteado en la em presa
de género de punto. En esta em presa el Sindicato Católico (único sindicato legal
en aquellas fechas) había negociado unas Bases en septiem bre de 1935 que
reafirm an su carácter subsidiario de los intereses patronales. Tan sólo se
contem plaba que el salario m edio de una obrera sería de 3 ptas./día, pero no se
llegaron a especificar las clases, conceptos de trabajo ni precios correspondientes
a cada unidad.
El 3 de ju lio el M inisterio de Trabajo había dictado un laudo concediendo
la m ayoría de las peticiones obreras en las huelgas en acción (aum ento de 1 2 %
en los jornales inferiores a 12 ptas. y un 5% a los superiores). El día 6 se llegaba
a un acuerdo presidido por el G obernador Civil por el que los industriales daban
po r concluido el lock-out y los obreros finalizaban la huelga, pero la A sam blea
748 REIG, R.: “Los conflictos sociales”, en W .AA.: La Comunitat Valenciana 1936-1986, op. c it, pp. 217-
268 (p. 226).
342
obrera del día 7 rechazó el com prom iso de sus representantes m anteniendo
íntegram ente las conclusiones del día 28. De nuevo Honorio Novas, delegado
gubernativo había conseguido un preacuerdo entre las partes el 11 de ju lio pero
la A sam blea O brera nuevam ente rechazó la propuesta. La huelga estaba
sustentada por el Com ité Regional de la CNT sito en Alcoi que ayudaba con
víveres y dinero en m etálico a los huelguistas, y apoyada políticam ente por los
gestores de Izquierda R epublicana Juan M ollá y Rafael Sarrión y un grupo de un
centenar de cenetistas.
Las bases presionaban en un contexto de acuciante crisis económ ica y de
expectativas obreras tras el triunfo del Frente Popular. Honorio Navas ordenó la
detención de las com isiones obreras. La huelga era total en el textil, suponiendo
graves problem as económ icos para las fam ilias de los huelguistas. Con este clim a
de tensión se decidió enviar una com pañía de la G uardia de Asalto para
garantizar el “orden público” . La situación continuó em peorando en O ntinyent,
recabando auxilio los huelguistas a través de coacciones y am enazas. Las
m ujeres e h ijo s de los h u elg u istas se colocaban a la cabecera de las
m anifestaciones incitando a los de A salto a que disparasen. La tensión llegó a su
clim ax un día de m ercado, el espacio público habitual en el que han com enzado
alborotos, m otines y revoluciones, em pujados por las m ujeres.
Para rem ediar la difícil situación económ ica de las fam ilias de los
huelguistas, “ (...) ofrecían por las calles un espectáculo triste y denigrante,
pidiendo lim osna para los parados ” , 751 a pesar de la solidaridad obrera, el
ayuntam iento pidió a la Unión Patronal una recaudación de donativos entre sus
socios para que la CNT controlara su reparto entre los huelguistas. La G uardia de
A salto patrullaba en las entradas de las fabricas para vigilar a los grupos de
7^9 Un relato de los motivos de la huelga y su evolución en el manifiesto del Comité de Huelga CNT-UGT
“A los trabajadores y a la opinión pública”. AMO, Expedientes Secretaría 1936, 17-VH-1936.
75® GIRONÉS PLA, G: Memorias de un Español, op. cit, p. 92.
751 Ibídem, p. 93.
343
huelguistas que diariam ente trataban de im pedir la entrada de los contram aestres
y de los esquiroles, efectuándose detenciones.
El 16 de ju lio la patronal reabría las fábricas cerradas desde el día 8 pero
no acudieron trabajadores. Al día siguiente la UGT aceptaba el últim o laudo con
la condición de poner en libertad a las com isiones obreras detenidas, ya que era
una de las causas que hacían que la A sam blea Obrera no pusiera fin a la huelga.
Pero la CNT se negó a ello, prolongándose la huelga hasta el mes de agosto, ya
com enzada la guerra civil. A sí, un conflicto laboral se estaba convirtiendo a su
vez en un conflicto entre sindicales. El D elegado G ubernativo ordenaba registrar
los locales anarquistas y la detención de su presidente, m iem bro del Com ité de
huelga. Con todo, y como han significado los estudios locales y la historiografía,
exceptuando el Sur latifundista, no se puede definir la situación política-social
de España como prebélica.
344
socialistas, en las que intervenían concejales e incluso alcaldes (como en
G andía ) . 755
El 19 de m arzo, y en m edio de este clim a de exaltación política y de
regocijo popular, en una ciudad como O ntinyent que siem pre había estado en lo
m ás profundo del cam po conservador, se alzó un monum ento fallero en la calle
de las Eras, en su confluencia con la calle de los Labradores, rebautizada después
de febrero como calle del Triunfo por ser el único colegio electoral en el que
obtuvo la m ayoría el Frente Popular. Aquí en la barriada obrera del Poblé Nou se
alzó la falla que retratab a el colegio electoral, con su urna, su presidente, alias
“ Pacandín” , y a sus dos lados las dos m ujeres de la D erecha Regional (Isabel
G isb ert y R egina Soler) que habían efectuado alegaciones el día de las
elecciones, caricaturizadas con las m antillas propias de los actos religiosos. El
n inot indultado correspondió al presidente que se opuso a las reclam aciones. La
falla fue confeccionada por m ujeres del b a rrio . 756 La burla, siem pre presente en
las m anifestaciones populares.
Las disensiones internas de Izquierda R epublicana de O ntinyent (100
afiliados en ju lio ) condujeron a una crisis en el gobierno m unicipal ya que la
agrupación local estaba dom inada por el sector más radicalizado, próxim o al
anarquism o. Las críticas hacia la p olítica laboral de la Com isión G estora se
saldaron con las dim isiones no aceptadas el 19 de junio de José D onat (delegado
com arcal de IR, 2o Teniente de A lcalde), M anuel R evert (IR), Lorenzo R ipoll (IR,
1er Teniente de A lcalde) y por segunda vez, del alcalde Francisco M ontés. La
A grupación de Izquierda Republicana deseaba una profundización de la política
a n tic le ric a l (p ro h ib ic ió n ab so lu ta de m an ifestacio n es pú b licas cató licas,
in cau tació n de ed ificio s re lig io so s,) y la “re p u b lic an izació n ” de la
adm inistración m unicipal (destitución de em pleados públicos m onárquicos) que
una gran parte de los gestores del m ism o partido paralizaban repetidam ente. Con
todo, una m ayoría de cinco vocales de IR, de los siete, apoyaron la gestión del
alcalde . 757 La tensa situación había provocado que el alcalde pidiera un mes de
licencia en ab ril . 758
Desde las instituciones estatales se buscaba im pedir cualquier alteración
del orden público. Así se entienden las m ultas por infracciones a las Bases de
T rabajo, por cualquier tipo de declaración o actividad pública contra la
755 Los presos liberados fueron los anarquistas José Quiles Canet, Ramón Sanchis Plá, José Soler Soler, su
hermano Juan y Vicente Ríos Perigüell. Todos ellos serían protagonistas de la revolución de los primeros
meses de la guerra en Ontinyent. Para Gandía, cfr. CALZADO ALDARIA, A y SEVILLA PARRA, LL.: La
IIRepública a Gandía, op. cit., p. 213.
756 GIRONÉS PLA, G: Memorias de un Español, op. cit. p. 86. BERNABEU, A.: “Las Fallas: una fiesta en
la que el fuego se convierte en protagonista de la misma”, Crónica, 252, 1998, pp. 21-23.
757 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 19-VI-1939.
758 Las disputas internas entre los partidos y sindicatos del Frente Popular eran mayores en las ciudades en
las que las Comisiones Gestoras se habían formado con partidos republicanos de izquierda y sindicatos
obreros. Por ejemplo, en Gandía, la izquierda burguesa abandonó el gobierno municipal, siendo elegido
alcalde-presidente Marcelino Pérez, dirigente de los Sindicatos de Oposición del Grao de Gandía. Cfr.
CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA PARRA, Ll.: La IIRepública a Gandía: 1931-1936, op. cit., p. 214.
345
R epública (y en este apartado entraban seguram ente los anarquistas) o conflictos
su scep tib les de deg en erar en altercad o s. La co n feren cia del sacerdote
republicano Juan G arcía M orales en B ocairent fue el m arco elegido por la
derecha local para provocar incidentes, al com unicar a la congregación de
A gustinas que el día del m itin se procedería al incendio de su convento. Se
cuenta que “fue recibido con saludo fascista ” . 759
En A lbaida la antevotación para la elección directa del alcalde desembocó
en el arresto hasta la m adrugada de la Junta D irectiva de la DRV y del candidato
de IR. H asta en la conservadora A gullent, plácida políticam ente durante toda la
República, para conm em orar su aniversario “después de tocar en la plaza varios
pasodobles, salieron del B ar Chera todos los socios de Izquierda Republicana,
con la bandera, tocando el ‘Himno de R ieg o ’, hasta la plaza, en cuya com itiva iba
tam bién el A yuntam iento y se dieron vivas a A zaña y a Largo C aballero ” .760
También se dieron otros incidentes políticos. En la tarde del domingo 28
de abril, según D iario de Valencia, una m anifestación, encabezada por m ujeres
que protestaban por el reparto m unicipal de im puestos al grito de “ ¡M uera la
G uardia C iv il!” asaltó el A yuntam iento de B enigánim e incendió la
docum entación re la tiv a a im puestos m unicipales, enseres y una parte
considerable del A rchivo M unicipal. La intervención de la G uardia Civil
disparando al aire puso fin al altercado. En la Causa General se culpaba al
alcalde del asalto a las dependencias m unicipales . 761
Los sucesos mas dram áticos y violentos se vivieron en A lbaida entre el 20
de mayo y el 16 de ju lio recordados en la ciudad como “la nit de les bofetades” .
Jaume, un jornalero socialista que vivió los hechos los recuerda de este modo,
aunque el m otivo no queda muy claro:
Van p o d a r tots els arbres (...) i van p o sa r en el Carrer Nou (...) hi havia
una garbera de branques en térra i van agafar cadascú una branca i ells,
que estaven tots els senyorets en la G lorieta assentats en els bañes, ho
saps, a mode de burlesca, volent dir ‘han anat p e í Governador i amb el
G overnador no han f e t r e s '. Pero entonces quan j o vaig arribar davant la
fo n t j a estava tota la G lorieta estesa de personal. Un tio de la meua dona,
346
que era el tio Pepe el Boina, va dir *ara són de nosaltres \ I quan van
tirar tots cara a ells amb els guiatos, amb les branques en les mans i van
com engar garrot amb ells. I els van p eg a r una p a llissa de por. A llí va
haver un d ’estos llepons que diguem nosaltres (...) havia un que li pega
una punya d a ací a l'u ll que no sé com no li va reventar V u ll (...) I aquella
nit s ’arm a el cacau del garrot, i van p eg a r la passada d el g a rro t.762
347
Mayo, en A lzira, los centros de la DRV y los tradicionalistas ) . 765
D urante el sexenio republicano, la prim era dem ocracia de la historia
española, se había producido incidentes y conflictos locales. Las tensiones
sociales afloraron m ucho más después de febrero de 1936 en un contexto
internacional de ascensión del fascism o, de im paciencia obrera para cum plir sus
aspiraciones defraudadas en el prim er bienio y destruidas en el radical-cedista,
de abierta fascistización de la derecha católica y cerrazón patronal en los
conflictos laborales. Pero aunque las m em orias y publicaciones de personajes y
políticos locales incidan en describir una realidad cercana ya a la guerra civil
desde febrero (los más exaltados desde abril de 1931), la consulta de la prensa
contem poránea del período y el registro oral no traslucen esa situación. La vida
cotidiana continuó su norm alidad tanto en pueblos como en ciudades. El afán por
ju stificar el golpe de Estado, la guerra y la dictadura franquista les conduce a
estos “intelectuales” locales del franquism o a m anipular sus artículos en los
libros de fiestas o sus libros de historia local.
7^5 GIRONA ALBUIXECH, A.: “La política valenciana en el umbral de la guerra civil: del Frente Popular
al 18 de julio de 1936”, en W .AA.: La Comunitat Valenciana 1936-1986, op. cit., p. 138.
348
cocinaba la consabida paella. Y, como en estos parajes no llegaban las
ondas de la radio (...) las canciones que aquí se entonaban se alternaban
con otras de m ilitancia como aquellas que hablaban de “los hijos del
p u e b lo ” o de “los pobres del m u n d o ”.166
766 BERNABEU, A.: “Ontinyent, 1936: vísperas revolucionarias”, Alba, 2-3, 1986-1988, pp. 129-145, pp.
136 y 139.
767 ALP, “En Onteniente. Siluetas Rojas”, 1940, p. 251.
768 Para la conspiración y su desarrollo cfr. MAINAR, E.: L 'Algament militar de juliol de 1936 a Valencia,
La Xara, Simat de la Valldigna, 1996.
769 BENEYTO PEREZ, B. y HERRERO HIGÓN, J. M3.: Falange en Valencia antes delAlzamiento, op. cit, p. 57.
349
2.6. LA D E M O C R A C IA C O N D U C E A UNA NUEVA S O C IE D A D .
E D U C A C IÓ N Y E N FR E N T A M IE N T O CU LTU RA L
La educación fue uno de los puntos más destacados de las actuaciones del
reform ism o republicano. El nuevo régim en deseaba crear un modelo educativo
que se convirtiera en “el escudo de la R epública y el campo de siem bra de los
republicanos y dem ócratas de m añana ” . 770 Una escuela pública y garante de los
valores de la dem ocracia, enfrentada a los propios de la predom inante enseñanza
relig io sa . 771 Con estos parám etros iniciales, Carm en A gulló define los principios
del proyecto de la escuela republicana en estos térm inos: “pública, laica,
unificada, respectuosa amb les peculiaritats de les nacionalitats i regions i
pedagógicam ent activa ” . 772
Para conseguir sus objetivos, la jo v en R epública debía superar una serie
de graves problem as, como los que se encontró en la Valí d ’A lbaida: im portante
déficit de infraestructura educativa pública en las principales poblaciones,
penosas condiciones de vida del m agisterio, insuficientes condiciones m ateriales
y elevados índices de analfabetism o. A pesar del aum ento de la alfabetización
entre los hom bres durante la D ictadura, todavía a principios de 1930 se cifraba
en la com arca el analfabetism o fem enino en un 57,05% y el m asculino en un
47,08% .773
Al analfabetism o se añadía un alto grado de absentism o escolar ante la
necesidad de las fam ilias cam pesinas de utilizar a los varones en la explotación
agrícola, a las niñas en las labores de la casa y com plem ento de la econom ía
fam iliar en fábricas, así como por las elevadas tasas de enferm edades infantiles.
En resum en, asistía a la escuela aquel niño o niña que todavía no podía trabajar.
En O ntinyent (1936) tan sólo estaban m atriculados el 57,7% de los niños en edad
escolar, porcentaje que no equivalía a la asistencia d iaria . 774 Pero, además, los
niños escolarizados lo eran en colegios religiosos, lo que dificultaba aún más los
presupuestos laicos y de form ación de ciudadanos de la escuela republicana.
Según Josep G andia, todavía en 1936, tan solo el 65% de los escolares asistía en
O ntinyent a colegios p ú b lico s .775
770 AZANA, M.: Obras Completas, edición de J. Manchal, México, 1967-68, vol. n, p.266. La cita
corresponde a “descanso en Baracaldo”, 14-VII-1935.
271 ARAGÓN, M.: “Laicismo y modernización del Estado”, Historia Contemporánea, 6,1991, pp.333-342
(p.339).
772 AGULLÓ DIAZ, M3. C.: Escola i República. La Valí d ’A lbaida 1931-1939, Diputació de Valencia,
Valencia, 1994, p. 35.
773 Ibídem, pp. 194-195.
774 AGULLÓ DIAZ, M*. C.: “L*Escola a Castelló ais anys vint”, Festes 93, Castelló de Rugat, 1993, pp.19-
22 (p.19).
775 GANDIA CALABUIG, J.: “La enseñanza en Ontinyent durante el primer tercio del siglo XX”, Almaig.
Estudis i Documents, VI, 1990, pp.114-123 (p.120).
350
Sobre esta problem ática, desde unos planteam ientos de innovación
pedagógica, de extensión de la educación, de la cultura a todos los lugares y
capas sociales, edificaron su política educativa los gobiernos reform istas del
bienio azañista. Los logros fueron enorm es. Entre 1931 y 1933 se crearon en la
Valí d ’A lbaida 39 escuelas u n itarias y dos m ixtas en diez p o b lacio n es,
precisam ente las más pobladas y con déficits muy destacados . 776 Unas cifras que
descendieron notablem ente para el periodo posterior a 1933. Este im pulso fue
posible por el aum ento presupuestario dedicado a la instrucción pública,
particularm ente en los m unicipios gobernados por republicanos.
En O ntinyent se elevó de un 2,8% en 1931 a un 6,5% en 1932 (prim er
presupuesto del consistorio republicano), un 5,6% en 1933 y un 4,9% en 1936.777
Al m ism o tiem po, las construcciones escolares se contem plaban como un eficaz
m edio de inversión pública en la lucha contra el paro. Así pues, el esfuerzo
educacional de la República es palpable, aunque para Carm en A gulló las
deficiencias adm inistrativas obstaculizaron un m ayor núm ero de construcciones
escolares. La m ujer fue objeto de especial atención en este esfuerzo, destinando
la m itad de las escuelas creadas al alum nado femenino. Tam bién la R epública
supuso un m ovim iento de renovación pedagógica, un principio de revitalización
de la enseñanza del valenciano donde la Valí d ’A lbaida fue una pionera . 778
El proyecto educativo republicano iba m ás allá de las construcciones y la
renovación pedagógica. Las subvenciones estatales ayudaron a fundar cantinas
escolares, una extensión de la labor educacional de la escuela destinada a los
hy os de las trabajadoras o de los alum nos que habitaban en las heredades y casas
de campo. Las prim eras aparecieron en los pueblos con una m ayor cantidad de
mano de obra fem enina trabajadora (O ntinyent, B ocairent . . . ) . 779 Otro aspecto
destacab le corresponde a la educación de adultos d irig id a h ac ia su
alfabetización. A pesar de la escasa docum entación conservada, parece que estas
escuelas funcionaban de form a constante al m enos en los principales núcleos de
población, com pletando sus program as con excursiones didácticas (Palacio de
los B orja en G andia, M useo Paleontológico, M icalet...).
D entro de los trazos institucionistas que guiaban la política cultural
republicana se sitúan las colonias infantiles, lugares en que se pretendía aunar la
776 Carmen Agulló ofrece las siguientes cifras: Ontinyent tema cuatro escuelas unitarias para cada sexo y
dos de párvulos; Albaida, Benigánim o Bocairent tenían dos unitarias y Castelló de Rugat, la Pobla y Llutxent
una para cada sexo. Tomado de AGULLÓ DÍAZ, Ma. C*.: Escola i República. La Valí d ‘Albaida 1931-1939,
op. cit., p.46. Para Ontinyent, cfr. GANDIA CALABUIG, J.: “La enseñanza en Ontinyent durante el primer
tercio del siglo XX”, op. cit, p.120.
777 Tomado de GANDIA CALABUIG J.: “La enseñanza en Ontinyent durante el primer tercio del siglo
XX”, op. cit., p. 121. Por ejemplo, en Gandia, pasó de un 5,25% en 1931 a un 11,94% en 1932; un 17,01%
en 1933 y un 15,72% en 1934, tomado de CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA, Ll.: La II República a
Gandia: 1931-1936, op. cit., p. 165.
778 Entre otros, Carmen Agulló cita a Francisco Sales Sarrión colaborador de revistas norteamericanas,
políglota y maestro en Llutxent; Rafael Pardo Ballester, maestro de Montavemer y arqueólogo; Julio Sanchéz
López, maestro de 1’Ollería y fundador de la Asociación de Directores de Escuelas Graduadas..., en
AGULLÓ DIAZ, M*. C.: Escola i República. La Valí d ’A lbaida 1931-1939, op. cit., pp. 97-98.
779 AMB, C 129, Junta Local de Primera Enseñanza, acta de 21-IV-1936.
351
instrucción cultural y física. M anuel Cossio creó la prim era en 1887, pero no
sería hasta la R epública cuando funcionen de un modo más duradero, im pulsadas
desde los partidos políticos de m asas que habían nacido y crecido en el sexenio
republicano. La D erecha Regional Valenciana fue el partido que prom ocionó de
una m anera más entusiasta esta form a de distracción, aprendizaje y politización,
auxiliada por ayuntam ientos social-católicos, como A gullent, lugar elegido para
la instalación de una colonia infantil patrocinada por los Sim ó . 780 En cualquier
caso, las colonias infantiles suponen un apartado añadido a esa “construcció
social de la realitat” que las distintas fuerzas sociales desarrollaban en el marco
dinam izador y transform ador de la R epública . 781
La escuela pública coexistía con la escuela privada, en su m ayoría
parvularios dirigidos por Herm anas de la Caridad (A gullent, Aielo de M alferit,
A lbaida, Benigánim , la Pobla del Duc). En O ntinyent abrían sus puertas dos
escuelas seglares para niños y una dependiente del anarquista Sindicato de
O ficios Varios. En este segm ento de la escuela privada destaca el Colegio de la
Concepción de O ntinyent, regentado por los franciscanos para un alumnado
exclusivam ente m asculino. Fundado en 1894, se im partía el ciclo educativo
desde prim aria hasta el bachillerato. Contaba con 300 alumnos en el curso 1934-35.
La Concepción era, por antonom asia, el centro de estudios de la burguesía y
la clase m edia de la ciudad (tam bién asistían alumnos de la provincia y del resto
del Estado), vivero en el que se educó la clase política, económ ica y cultural
rectora durante el prim er tercio de siglo de la vida de O ntinyent. Centro de
educación y form ación de la burguesía, centro director hasta los veinte de
investigaciones científicas, divulgación agronóm ica y vanguardia del obrerism o
cató lico . 782 Es destacable, ju n to al Balneario, como difusor de la im agen de
O ntinyent en el resto del Estado. En 1932 se convirtió en “M utua Escolar
O nteniense” dentro de la estrategia de algunos centros católicos para evitar los
efectos de la Ley de C ongregaciones y C onfesiones R eligiosas que prohibía a las
órdenes religiosas la enseñanza.
La puesta en m archa del Instituto de B achillerato de X átiva significó un
aum ento sensible en la oferta de enseñanza m edia pública para la com arca. Hasta
ese m om ento, el único centro disponible se encontraba en A lcoi, ciudad que tenía
unas com unicaciones aceptables con O ntinyent pero m uy deficientes con el
P artido Judicial de A lbaida. El núm ero de b achilleres de la com arca se
increm entó, en especial en los pueblos de A lbaida, Benigánim y M ontaverner, ya
que la línea férrea A lcoi-X átiva les perm itía asistir a sus clases sin dificultades.
La construcción del edificio escolar republicano se vio entorpecido por la
resistencia católica a la m edidas laicizadoras: retirada de crucifijos, substitución
352
de la enseñanza religiosa, coeducación. El catolicism o se m ovilizó contra estas
m edidas com o sucedió en A gullent, A lbaida y O ntinyent donde algunos
concejales se negaron a form ar cualquier com isión que se encargara de hacer
cum plir la leg islació n . Los cató lico s co n sig u iero n aten u ar la m edida
transform ando los colegios religiosos en Patronatos laicos. El proceso de
sustitución, que se debía llevar a cabo a través de com isiones m unicipales, se
paralizó durante el bienio radical-cedista y se relanzó en el período de gobierno
del Frente Popular. Tampoco encontraron un cauce de realización los principios
de la coeducación, condenados por la Iglesia C atólica en la encíclica papal
D ivino Illiu s M agistri (1929). Incluso se incum plió en los colegios públicos de
poblaciones con hegem onía cultural católica (O ntinyent ) . 783
En resum en, el proyecto educacional republicano sustentado en los
principios del institucionism o de la Institución Libre de Enseñanza y del
socialism o, participaba de las corrientes de transform ación radical de la sociedad
española. Se vio d ificu ltad o p or problem as p resu p u estario s, la excesiva
burocratización y la oposición radical del m ovim iento católico al laicism o y la
coeducación. Con todo, como hem os visto, las realizaciones en una com arca
em inentem ente rural con graves carencias en las poblaciones más habitadas,
fueron m uy im portantes . 784 En el bienio radical-cedista prevalecieron proyectos
educativos conservadores en consonancia con las características de los partidos
en el gobierno. En agosto de 1934, el M inisterio de Instrucción Pública dejaba
sin efecto el régim en de coeducación escolar cuando se hubiera establecido sin
autorización m inisterial, prohibiendo a m aestros e inspectores su im plantación,
con la excepción de las escuelas de párvulos.
El Patronato de M isiones Pedagógicas, dirigido por M anuel Cossio,
personalidad ligada a la Institución Libre de Enseñanza, nació en mayo de 1932,
auspiciado por el M inisterio de Instrucción Pública y Bellas A rtes. Desde el
krausism o como fuente ideológica y del institucionism o como pedagogía, en su
fundación se establecía la aspiración de crear bibliotecas populares o escolares y
desplazar grupos de m aestros y artistas a poblaciones donde la cultura tenía un
difícil acceso. Así, ya en 1932 se instalaban bibliotecas populares en A lbaida,
353
O ntin y en t, R áfol de Salem y Salem (donde se esta b le ciero n am bas
m odalidades ) . 785 Entre 1932 y 1935, las escolares llegaban a A ielo de M alferit,
A lfarrasí, Bellús, Beniatjar, Bocairent, M ontavem er, M ontitxelvo, O ntinyent,
Otos y Pinet. Las M isiones recorrieron varios pueblos de la com arca realizando
cursillos con niños y m aestros sobre arte e historia en A gullent, A lbaida, Castelló
de Rugat y Salem . 786 La Cátedra A m bulante de Puericultura organizó en Llutxent
(abril 1933) una exposición centrada en diversos aspectos relativos a la lactancia
y prim eros años de vida; el pase de la película Valencia. Protectora de la
In fa n cia , el reparto de cartillas de higiene infantil y la vacunación d iftérica .787
En resum en, un im po rtan te esfuerzo cu ltu ral d estinado a las
tradicionalm ente m arginadas zonas rurales que alcanzó a m uchos pueblos de la
com arca. R eflejo del espíritu reform ador y las nuevas perspectivas que abría la
R epública para el conjunto de españoles, pero muy particularm ente para esa gran
m asa de jornaleros, obreros industriales, pequeños propietarios y arrendatarios.
Los olvidados de la historia.
785 Población donde se ha conservado una parte de esta biblioteca. Tomado de AGULLÓ DÍAZ, M*. C.: “La
Biblioteca de “Misiones Pedagógicas” de Salem”, 300 Aniversari del Miracle de Sant Miquel, Salem, 1994,
pp. 54-56.
786 ¿P, 9-H-1935.
787 Para la comarca, cfr. AGULLÓ DÍAZ, M \ C.: Escola i República. La Valí d ’A lbaida 1931-1939, op. cit.,
pp. 115-122. Para el País Valenciano, cfr. ESTEBAN MATEO, L.: El Krausismo. La Institución Libre de
Enseñanza y Valencia. Departamento de Educación Comparada e Historia de la Educación. Universitat de
Valencia, 1990.
788 Incluso en las zonas consideradas como eminentemente católicas, v. RIVERA BLANCO, A. y FUENTE
JUNQUERA, J. de la.: “Modernidad y religión en la sociedad vasca de los años treinta”, Historia Social, 35,
1999, pp. 81-100.
354
El catolicism o contraatacó con dos opciones: una, ya expuesta, fue el soporte a
las opcio n es p o lítica s que podían aseg urar el retorno al m arco p o lítico
prerepublicano. La segunda, prom ocionar la construcción de una cultura católica
alternativa y evitar en la m edida de lo posible los efectos de los nuevos canales
culturales desde la base de sus asociaciones, su prensa y el altavoz privilegiado
de los púlpitos. En resum en, como bien ha expuesto Francés Lannon, “las
políticas de género y la futura batalla sobre la naturaleza del estado español
estaban inextricablem ente un id as .” 789 El cine, el teatro, el deporte, las aficiones
m usicales o los cam bios de costum bres son, pues, observatorios sociológicos del
grado social de secularización y de la cultura entendida como “confrontación
p o lítica ” . 790
2.6.2.1. E l c in e m a tó g ra fo
789 LANNON, F.: “Los cuerpos de la mujer y el cuerpo político católico: autoridades e identidades en
conflicto en España durante las décadas de 1920 y 1930”, Historia Social, 35, 1999, pp. 65-80 (p.67).
790 AGUADO, A. y RAMOS, M*. D.: La modernización de España. 1917-1939. Cultura y vida cotidiana,
Ed. Síntesis, Madrid, 2002. El capítulo “La experiencia republicana. Entre la cultura del reformismo político
y las culturas obreras”, pp. 153-223.
791 Algunos de los grandes contribuyentes de los pueblos invirtieron en la construcción de nuevas salas
cinematográficas. El ejemplo de Quatretonda en MAHIQUES OLTRA, P.: El pas del cinema per
Quatretonda, Biblioteca Quatretondenca, 19, Quatretonda, 1998, pp. 9-15.
792 BERNABEU GALBIS, A.: El teatre a Ontinyent. Els Primers Cinquanta Anys de Cinema, Caixa
d’Estalvis d’Ontinyent, Ontinyent, 1997, p. 92-93, dentro del capítulo “Els primers anys del cinema”, pp. 89-
99.
793 El interés de la Iglesia Católica por controlar el cine se hizo patente en la Encíclica papal Vigilanti
maxima una (junio de 1936) alertando a los católicos sobre los peligros del cine sobre la moralidad.
355
La Iglesia consideraba un verdadero peligro la influencia del cine sobre
las m ujeres, ya que las modas de las principales estrellas tenían su correlato
sobre la m oda fem enina consideradas una am enaza para la m oral católica. No
andaba errada en sus apreciaciones ya que el cinem atógrafo gozaba de gran
predicam ento entre los m ás jóvenes, que deseaban em ular la vida y costum bres
de sus astros de la pantalla cuya “disoluta” vida privada era convenientem ente
aireada por la industria de Hollywood. Del resto de la film ografía poco podía
m olestar a la Iglesia. La producción española (Nobleza B aturra, La hija de Juan
Sim ón, M orena Clara) muy seguida popularm ente, estaba anclada en el
tradicionalism o m ás conservador y la República no se ocupó de crear un cine
propagandístico p ro p io . 794
El listad o de tem áticas censurables refiere la m oral defendida. Las
costum bres y m odas difundidas por el cine y extendidas principalm ente por las
zonas urbanas, centraban preferentem ente las censuras eclesiásticas:
Para una m inoría, el cine era una actividad cultural com parable con el
teatro. Esta corriente se encauzó a través de la creación de cineclubs . 796 En
O ntinyent se crearía la Peña Cineasta (1926), sucursal del Cine Teatro de M adrid,
form ada por jóvenes de distintas posiciones sociales (trabajadores fabriles,
em pleados de banca, escribientes), en principio de carácter apolítico. Esta
r
asociación ofreció películas de René Clair; film s soviéticos y E xtasis, una
película polém ica por la aparición de un desnudo integral fem enino . 797 Al
com ienzo de la República, algunos de los jóvenes estudiantes de la Peña
ingresaron en la FUE.
794 Para los géneros cinematográficos durante la República, cfr GUBERN, R.; MONTERDE, J. E.; PÉREZ
PERUCHA, J.; RIAMBAU, E.; TORREIRO, C.: Historia del cine español, Cátedra, Madrid, 1995, pp.155-
159.
79^ Vida Católica Onteniense, 6-X-1935.
796 v. GUBERN, R.; MONTERDE, J. E.; PÉREZ PERUCHA, J.; RIAMBAU, E.; TORREIRO, C.: Historia
del cine español, op. cit., pp. 161-163.
797 JORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IIaRepública (1931-1939), op. ct.,
pp. 129-131.
356
El anarquism o ontiñentino utilizó el cine como vehículo de propaganda
p o lític a , de form a m uy p arecid a al catolicism o, organizando v elad as
cinem atográficas para recaudar fondos .798 Dentro de esta función educativa del
cine destacan los docum entales de difusión m édica, seguidos con gran interés por
parte del público, (Al borde la tum ba; la ciencia luchando contra la m uerte,
Entre la vida y la m uerte), así como tem áticas sociales que se estaban planteando
en Europa y N orteam érica como ¿Deben tener hijos los p o b re s?, cinta que
debatía la p aternidad en correspondencia a la diferenciación social entre
burgueses y proletarios.
2.6.2.2. El teatro
357
com ercial, bien creaciones de autores locales que ponían en escena el im aginario
popular anticlerical (Ligorio Ferrer en G andia ) . 800
Los centros católicos desarrollaron una actividad teatral casi continua,
dentro de sus propósitos de adecuar la m oral y la vida cotidiana a los parám etros
católicos. En O ntinyent se daban cita varios. El Patronato, bajo la égida del
profesorado de La C oncepción, se erigió en el centro cultural y recreativo del
m ovim iento católico; que tam bién contaba con el Centro Parroquial de Santa
M aría, el Patronato de la N iñez y el Teatro de La Concepción. En general, en
todos los centros católicos de la com arca, el teatro form aba parte del conjunto
p ro p ag an d ístico del so cia l-cato licism o ; reclam o p ara in clu ir actos de
significación política y partidista. Sería en estos centros políticos o culturales
adscritos a opciones ideológicas donde se refugiaría el teatro amateur. La vida
teatral de O ntinyent era pobre y carente de diversidad, m ás aún si la com param os
con otra ciudad m edia como Gandia. El dominio incontestable del catolicism o en
O ntinyent llevaba consigo que las funciones teatrales se desarrollasen dentro del
dogm a católico y del organigram a funcional de su partido, la D erecha Regional
V alenciana . 801 Las representaciones iban precedidas de m áxim as evangélicas y
consejos para “reform ar vicios y costum bres” .
U na m uestra elocuente de esta hegem onía católica en la capital com arcal
fue la suspensión de Las Leandras (agosto 1932). “A nte los escandalosos abusos
y ataques a la m oral y decencia pública...ya que en ellos tomo parte incluso el
público (...)” . La alcaldía m ultó al em presario teatral con 200 ptas. Con
anterioridad se había advertido a la com pañía teatral “para que no se excediesen
en la frivolidad del espectáculo por no estar el público de esta Ciudad preparado
para ello ( . . . ) ” . 802
358
sociedades obreras, en especial las últim as, quienes iniciaban cam pañas para
adquirir aparatos de radio. Era la batalla por la inform ación. La radio, al servicio
de los partidos de m asas característicos de la II R epública, ponía a su disposición
un altavoz de gran alcance para la difusión política y cultural. R oosvelt, H itler o
Queipo de Llano son un buen ejem plo del em pleo del potencial radiofónico
destinado a la propaganda política.
El gobierno republicano había prom ulgado un decreto en diciem bre de
1932 por el que se autorizaba la instalación de em isoras de escasa potencia con
carácter local. E sta m edida liberalizadora provocó una eclosión de em isoras
locales: A lacant, A lzira, Castelló de la Plana, Dénia, Elx, G andia, O ntinyent y
Xátiva. La EA J-30. Radio Onteniente, cronológicam ente la segunda em isora
instalada en el País V alenciano, estaba dirigida por su creador Salvador
M iquel . 803 A diferencia de otras como la em isora local de G andia, próxim a al
republicanism o blasquista, la im pronta católica de O ntinyent se dejaba sentir. Se
retransm itían novenas y serm ones de las fiestas m ayores de la Purísim a y sus
em isiones carecían del contenido de divulgación cu ltu ral de la radio
gandiense . 804
A pesar del auge de la radio la prensa era el prim er vehículo de
com unicación, inform ación y publicidad de la época. Una prensa que, al socaire
de la dem ocracia republicana, vivía un esplendoroso m om ento, con un gran
número de publicaciones, en especial en el ámbito local, gran parte de ellas
adscritas a partidos o corrientes políticas. La enum eración sería prolija pero en
cualquier agrociudad valenciana, tanto la cantidad como el pluralism o de diarios
y sem inarios, refleja un mundo ávido por la inform ación, el com bate político, la
difusión de las ideas y la polém ica . 805 Sin embargo, la prensa local de O ntinyent
tuvo un desarrollo raquítico, una peculiaridad de la capital de la Valí d ’Albaida.
Las causas las podem os encontrar en la hegem onía incontestable del catolicism o,
la escasa burguesía republicana y una m enor diversificación político-social
respecto a otras agrociudades valencianas como Gandia o Sueca. En el resto de
la com arca no existía prensa escrita, dada la distribución de la población . 806
803 Aunque ya emitía experimentalmente desde 1923. De hecho, esta emisora era cronológicamente la
tercera emisora europea y la primera de España, cfr. BERNABEU, A.: “Aquí E.A.J. 30, Radio Onteniente”,
Crónica d ’Ontinyent, 54,1990, p. 16.
804 Para Gandia, cfr. CALZADO ALDARIA, A. y SEVILLA, Ll.: La II República a Gandia: 1931-1936,
op. cit., pp. 232-234. Para Ontinyent el capítulo “EAJ-30 Radio Onteniente” de TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.:
Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IF República (1931-1939), op. cit., pp. 108-111. Para la radio
durante la II República, cfr GARITAONANDIA, C.: “La radio durante la II República (1931-1936)”, en
GARCIA DELGADO, J. L.: La II República Española. El primer bienio, III Coloquio de Segovia sobre
Historia Contemporánea de España (dir. M. Tuñón de Lara), Ed. S. XXI, Madrid, 1987, pp. 353-379; del
mismo autor La radio en España, 1923-1939: de altavoz musical a arma de propaganda. Universidad del
País Vasco, Bilbao, 1988, pp. 51-123.
805 Prácticamente todas las agrociudades y capitales subcomarcales contaban con una o varias publicaciones,
como se puede seguir a través de BLASCO LAGUNA, R.: La premsa al País Valencia, 1790-1983, op. cit.
806 Para Ontinyent, cfr. TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IF República
(1931-1939), op. cit., pp. 93-103.
359
El d ep o rte m ás p racticado continuaba siendo la tra d ic io n a l p elo ta
v alenciana en su m odalidad de raspall, disputado en las calles más llanas de los
pueblos, organizándose los partidos más im portantes en los días festivos y fiestas
patronales. Este deporte gozaba de gran popularidad en los pueblos, siendo sus
partidas m om entos de reunión de hom bres de diferentes localidades, donde se
bebía abundantem ente y se apostaba, por lo que en m uchos casos no tenía el
beneplácito del clero local que m iraba con más sim patía el balom pié. En los
núcleos urbanos más habitados y preferentem ente entre los más jóvenes, el
balom pié se estaba convirtiendo en el deporte m ás seguido y practicado, con una
m enor atracción de los m ás m ayores debido principalm ente al vocabulario inglés
que to d av ía se em pleaba. E sta aceptación ju v en il llevo a que todas las
asociaciones ju v en iles católicas contaran con un campo de fútbol, concebido este
deporte como una extensión más de sus actividades . 807
Todo parece indicar que los cambios de costum bres m ás evidentes se
dieron en las ciudades. En X átiva, la Iglesia se quejaba del crecim iento entre las
jóvenes de la costum bre de quitarse las m edias y com ulgar con calcetines, de la
afición p or el tango o por las jazz-band. En G andia los trajes de baño y la
prom iscuidad nocturna de la playa eran objeto de frecuentes ataques desde la
prensa católica. El cam bio de m oda que irritaba profundam ente a la Iglesia, llevó
al católico El R edil a hacer esta advertencia: “Pregunta inocente: ¿Por qué
algunas jó v en es llevan tan poca tela en sus vestidos? ¿Saben por que?: Porque se
están acostum brando al traje que han de vestir en el infierno. ¡Y como allí hace
tanta c a lo r !” . 808 Es m ás, el registro oral, los testim onios contem poráneos y la
h istoria local subrayan el hecho sintom ático de que los colegios religiosos
perdieron una parte de su alum nado que se pasó a los colegios públicos.
Sin lugar a dudas “les associacions són una gran conquesta de 1’ época
co n tem p o rán ia” n ac id a en el fragor de la R evolución F ra n c e sa . 809 Los
ciudadanos se relacionaban entre ellos en virtud de afinidades culturales,
religiosas, políticas, o bien se agrupaban para defender m últiples intereses
com unes o sim plem ente divertirse. Hemos observado la variedad de asociaciones
de carácter político, sindical y cultural que nacieron en el Estado español durante
el prim er tercio de siglo. D urante la República, pervivirían las sociedades de
cazadores y colom bófilas, tradicionales en las zonas rurales valencianas.
807 Las actividades deportivas (fútbol, ciclismo) eran muy importantes para las agrupaciones juveniles de la
DRV. Cfr. VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana. (1931-1936), op. cit., pp. 140-141.
m El Redil, 4-VU-1933.
809 CUCÓ, J.: El Quotidiá ignorat, Ed. Alfons el Magnánim, Valéncia, 1991, p. 13. y SENNETT, R.: El
declive del hombre público, Ed. Península, Barcelona, 1978. Una estado de la cuestión de la creciente
atención a la sociabilidad en la historia contemporánea en MAZA ZORRILLA, E.: “Sociabilidad e
historiografía en la España contemporánea”, Ayer, 42, 2001, pp. 177-194.
360
Las sociedades m usicales vivirían una doble realidad. Por un lado, algunas
com o las dos de O ntinyent desaparecieron ante el recorte de las fiestas religiosas.
Por otro, la Iglesia C atólica encontró en el patronazgo de las bandas de m úsica
un m edio m ás para form ar una red local de asociaciones cercanas al catolicism o,
com o ocurrió en Bélgida, donde el párroco Rem igio Valls im pulsó la U nión
M usical B elgidense o en el Ráfol de Salem con la U nión M usical Rafolense. En
otras poblaciones, las sociedades m usicales eran causa de conflicto político local
com o en B enigánim , entre la Sociedad M usical La P rim itiva y La Nova. La
sim p atía o p e rte n en c ia a estas bandas de m úsica p o larizab an social y
políticam en te a los ciudadanos, tanto que el cronista de prensa refería “que los
d estin o s de B enigánim tien d en a g irar alrededor de n u estras bandas,
convirtiendolas en partidos políticos ” . 810
El ejem plo m ás paradigm ático lo constituye el Círculo M usical Prim itiva
A lbaidense o “G am ell” considerada como una de las entidades m usicales más
an tig u as de E sp añ a (docum entada desde 1556). C ontra ella riv a liza b a
m usicalm ente pero tam bién social y políticam ente, la U nión M usical A lbaidense,
form ada p or republicanos, conocida popularm ente como “la A raña” (1927),
referencia unívoca a la novela de Blasco Ibañez La Araña N e g r a .m La disputa
entre la P rim itiva y el ayuntam iento blasquista originó un clim a de tensión en la
ciudad y al envío, por parte de los sim patizantes de esta banda, de telegram as al
G obernador Civil pidiendo la destitución del alcalde y de algunos concejales.
O tra form a de so ciab ilid ad la co n stitu ían los casinos y círculos
recreativo s, que aunque no pertenecían nom inalm ente a ningún partido o
sindicato concreto, constituían otra form a de asociacionism o, de lugar de
encuentro m asculino, en los que se celebraban actividades culturales, políticas, o
bien se difundía la inform ación m ediante la prensa o la radio. En Llutxent
existían el centro de la Sociedad O brera y el Casino “B elga” de la derecha. En
sus locales hacían bailes por separado en los Carnavales, que habitualm ente
term inaban con incidentes . 812 En las localidades más pobladas ofrecían form as
de vida burguesas bien diferenciadas de las obreras o de la pequeña burguesía. En
O ntinyent, la Sociedad de Festeros era la encargada de organizar las tradicionales
fiestas de los M oros y Cristianos, pero su com posición puram ente patronal nos
habla de que constituía un grupo de presión antirrepublicano.
Sin em bargo, el asociacionism o em presarial, una de las características del
período de entreguerras, apareció de form a muy tardía y de una m anera
balbuceante. La coyuntura de los treinta se caracterizó en palabras de A lbert
G irona por una “ ‘fiebre organizativa” caracterizada por “la tom a de conciencia
de los grupos económ icos -y la creciente institucionalización orgánica que la
aco m p añ a - , ” . 813 La E uropa de entreg u erras, una E uropa “refu n d ad a” y
361
corporativa, entendiendo corporativism o como un “térm ino operativo definidor
de las tendencias y las estructuras orgánicas y representativas surgidas en las
sociedades cap italistas en el período de entreguerra” .814A lbert G irona ha
destacado la organización y fortaleza de grupos patronales con intereses propios
durante el sexenio republicano y su presión sobre el Estado durante estos años.
Con un nuevo m arco laboral y político, la burguesía se vio obligada a asociarse
y a participar activam ente en la vida política, económ ica y social, especialm ente
la burguesía valenciana.
En varias poblaciones de la com arca nacieron asociaciones patronales de
las que desconocem os sus actividades y propósitos. En 1931 se fundaba en Aielo
de M alferit el Fom ento de la Industria y Comercio y Proteccional del Obrero; en
I’O llería la U nión C om ercial. Sindicato de la Industria Vidriera. Un año más
tarde en B enigánim la U nión A graria y Patronos de la Industria A lpargatera y
O tros La U nión, en la P obla la A sociación A graria. Sin em bargo, este
m ovim iento patronal no llegó a la capital com arcal hasta junio de 1936, mes en
que se asistió a “la creación de una entidad patronal que reúna los intereses de
las clases industriales y m ercantiles de O nteniente propuganda por B autista
Tortosa, José Simó y José Sanz ” . 815 De esta form a nacería la U nión A grícola,
Urbana, Industrial y M ercantil que agrupaba a em presarios de diferentes sectores
económ icos presidida por José Sanz, im portante propietario e industrial, un
intento m ás de volver a rev italizar la antigua Unión G rem ial desaparecida tras las
elecciones de abril de 1931.
Con todo, es palpable el fracaso del em presariado de la Valí por arbitrar
asociaciones y tom ar conciencia de sí mism os como grupo. M ucho más si se
com para la ciudad de O ntinyent con Gandia o A lzira, ciudades donde la patronal
llegó a asociarse. En O ntinyent, la ciudad que más podía prestarse a ello, el
individualism o patronal y el muy heterogéneo sector industrial fueron obstáculos
insalvables.
En el cam po del asociacionism o cultural destaca el Centro de Estudios
Sociales de O nteniente (1931) propagador cultural del anarquism o local. En 1933
decía contar con 13 m iem bros, año en que se disolvió por la crisis económ ica en
que se encontraba . 816 En B ocairent se fundaba en octubre de 1931 la A grupación
A rtístico-Instructiva El A m anecer con unos propósitos iniciales expuestos en un
M anifiesto a la Juventud de difundir la cultura, el estudio y la alfabetización con
el objetivo de “form ar una juventud consciente, que sean los hom bres de un
m añana esplendoroso ” . 817 José Jordán, predicador laico, plasm ó en las páginas
362
de El D espertar de O nteniente sus pretensiones para crear una red cultural-
deportiva m uy cercana al universo cultural anarquista, con secciones de cultura
física, excursionism o, deportes diversos . . . 818
En resu m en , la Segunda R ep ú b lica supuso una rev ita liz a c ió n del
tradicional asociacionism o valenciano. Los parám etros de dem ocracia, el ansia
de reform a desde presupuestos de estim ulación de la cultura, desde la lectura de
la p ren sa en los casinos, cen tro s y círculos h asta todas las in iciativ as
institucionales.
363
realizadas por estas agrupaciones. La única referencia es una conferencia
im partida por la m aestra V icenta B orredá en el local del PURA de M ontavem er
titulada “Los deberes de la m ujer en la República”, que según El Pueblo, tuvo
una gran presencia fem enina . 819 Dentro del sindicalism o de izquierda, la pionera
fue la Sociedad O brera Fem enina de Pinet-FNTT (diciem bre de 1931) con 30
afiliadas; más tarde aparecería la Sociedad de O breras M anuales-U G T de la
Pobla del Duc con 34 afiliadas (marzo de 1934).820 Tenem os constancia de que
las m ujeres ugetistas de Q uatretonda tenían su propia y autónom a sección dentro
del sindicato.
El asociacionism o fem enino adquiría más fuerza dentro del catolicism o.
Para ello ya contaban con la enraizada presencia de los católicos Sindicatos de la
Aguja. Con el respaldo del activism o de Acción C atólica y al compás del proceso
de im plantación de la D erecha Regional Valenciana se asistirá a un intenso
m ovim iento afiliativo a su ram a femenina, la Acción C ívica de la M ujer, activa
en gran parte de las localidades. Las juntas locales de A cción C ívica estaban
com puestas por las m ujeres e hijas de las burguesías locales. La finalidad de esta
asociación se resum ía en cinco puntos: intervención p o lítica de la m ujer, defensa
del m atrim onio y de la educación católicas, vigilancia sobre la m oralidad en
m aterias culturales (cine, teatro, literatura) y protección de la niñez.
Concebida en su doble finalidad de proselitism o político ante el reto de la
participación p o lítica fem enina y propagación de la doctrina de la Iglesia, sin
em bargo, su concepción de la m ujer en la sociedad no podía dejar de ser más
instrum ental: intervenir en la p o lítica únicam ente para votar a la derecha, aunque
fuesen contrarias a la intervención pública de la m ujer. Se tratab a de un
organism o funcional, alejado de cualquier propuesta que pudiera alterar el rol
fem enino en la sociedad española y de cualquier tem ática exclusivam ente
fem enina . 821
Al mismo tiem po, anotam os su asistencia activa a los m ítines de la DRV y
en las m esas electorales como interventoras. En las elecciones de febrero de 1936
participaron 28 en A lbaida; en A ielo de Rugat dos de los tres interventores de la
DRV eran m ujeres; en Benigánim trece de un total de 24; dos en B enissoda sobre
seis; una en Castelló de Rugat; ocho en r o ile r ia ; una en el Ráfol de Salem,
catorce sobre 27 en A ielo de M alferit; catorce sobre 35 en B ocairent, y en
O ntinyent fueron m ayoritarias con 93 sobre 170.822
364
No obstante, la sociedad española en su conjunto seguía perpetuando las
d ife re n c ia s de género. Am a de casa, o brera in d u strial o m an u factu rera,
trabajadora de las explotaciones fam iliares, sirvienta y criada, su vida cotidiana
no se vio alterada por las corrientes reform istas republicanas. En O ntinyent
parece ser que la crisis económ ica había aum entado el control de natalidad y el
núm ero de abortos provocados. En la M em oria del Tocólogo de O ntinyent se
subrayaba este hecho, no sin resaltar el ineludible papel de m adre de la mujer:
823 AMO, Legajo Sanidad. Partes de fallecimientos por enfermedades contagiosas y otros asuntos. 1931-
1935, Memoria del Tocólogo, 31-XH-1934.
824 EDO, l-V-1932.
825 ER, 10-VI-1933.
365
donde la G uardia Civil acabó con estas celebraciones que espantaban a unas
com unidades rurales ancladas en valores m asculinos . 826 Porque, en verdad, la
im agen de la m ujer seguía constreñida dentro de los parám etros católicos que
eran a su vez los tradicionales. Q uizá los m ayores cam bios entre las menos
tradicionales fueron en el aspecto exterior, derivado de la influencia del cine y de
sus afam adas artistas.
826 30-VI-1932. Unos apuntes de esta movilización femenina en AGULLÓ DIAZ, M \ C. y JUAN
REVERT, R.: “La presencia de les dones a la política municipal de la Valí d’Albaida durante la IP
República”, Alba, 9, 1994, pp. 91-99, para la República las pp. 91-94. El mundo laboral y sindical en una
ciudad media valenciana en SEVILLA PARRA, Ll.: “La dona treballadora gandiana durant el primer ter? del
segle XX: entre la influencia del catolicisme social i l'acció reivindicativa”, en LA PARRA LÓPEZ, S.
(coord.).: La memoria amagada. Dones en la historia de Gandia, CEIC-Alfons el Vell, Gandia, 2002, pp.
129-201. Para la República, las pp. 180-200.
366
Capítulo 3.
La Guerra Civil (1936-1939)
367
3.1. CONFUSIÓN, INDECISIÓN Y DETERMINACIÓN (18 DE JULIO-IO
DE AGOSTO)
369
Como ocurre con cierta frecuencia en la historia, la guerra civil ha
generado sus propios m itos. Uno de los m ás recurrentes en la izquierda ha sido
la firm e opinión de la derrota de los m ilitares por parte del “pueblo en arm as” .
La sublevación fue derrotada tan sólo en las ciudades en que la izquierda armada
obtuvo el apoyo de las fuerzas de orden público (G uardia C ivil, G uardia de
A salto) o bien una parte del Ejército no se sumó al golpe de Estado (M adrid,
B arcelona ) . 5 En el resto, el Ejército proclam ó el Estado de G uerra, y junto a
fuerzas de orden público sublevadas, carlistas y falangistas (principalm ente),
com enzaron a exterm inar a los que ellos consideraban la anti-España: socialistas,
com unistas, anarquistas y republicanos de izquierda. España quedó dividida en
dos partes. Colum nas m ixtas de soldados, voluntarios y cuerpos de seguridad del
Estado iniciaron enfrentam ientos arm ados por todo su territorio.
M ientras esto ocurría en el resto del Estado, en la III D ivisión O rgánica de
la que form aban parte las guarniciones m ilitares del País Valenciano, A lbacete y
M urcia, se vivieron unas sem anas de incertidum bre, confusión y desconcierto.
Las indecisiones de los m ilitares im plicados en la conjura, de las autoridades
gubernativas para actuar sobre los oficiales acuartelados y el telegram a de Luis
Lucia en el que declaraba su respeto a la legalidad republicana, con el que sumió
a la poderosa D erecha R egional en un estado de aletargam iento en espera de
acontecim ientos, dieron lugar a que hasta el 1 de agosto no se decidiera la
posición del País Valenciano en la ya abierta guerra civ il . 6
Entre el 18 de ju lio y 1 de agosto, las tropas de la D ivisión perm anecieron
acuarteladas, sin adoptar decisión alguna. El 19 de ju lio , un Com ité de Huelga
CNT-UGT declaraba en Valéncia la huelga general, m ientras que los sindicatos se
arm aban. El 22 el C om ité de H uelga derivaba en un Com ité E jecutivo Popular
(CEP) al que después se sum aría la totalidad del Frente Popular con la m isión de
“coordinar la defensa de la R epública i per dirigir, aconduir i donar eficacia a
l ’acció deis elem ents populars ” . 7
Entre el 21 de ju lio y el 1 de agosto la capital valenciana vivió inm ersa en
una “dualidad de poderes” entre el CEP y la Junta D elegada del Gobierno
encabezada por M artínez B arrios, que pretendía suprim ir el CEP y retornar
V aléncia a la obediencia del gobierno de M adrid. El asalto victorioso a los
cuarteles de la A lam eda el 4 de agosto term inó con la confusión. La sublevación
estaba derrotada en V aléncia y la fracasada Junta D elegada volvía a M adrid el 5
de agosto. El CEP era el m áxim o organism o de la ciudad y la provincia, un CEP
com puesto por dos representantes de CNT y UGT, más uno respectivam ente de
Esquerra V alenciana, PCE, P artit V alencianista d ’Esquerra, Federación Socialista
V alenciana, Izquierda R epublicana, Unión Republicana, Partido S indicalista y
POUM . 8
5 CAS ANOVA, J.: “Rebelión y revolución”, en JULIÁ, S. (coord.).: Víctimas de la Guerra Civil, Temas de
Hoy, Madrid, 1999, pp. 57-185, (p. 61).
6 Cfr. MAINAR, E.: L ’Algament militar de juliol de 1936 a Valéncia. op. cit., pp. 83-132.
7 GIRONA ALBUIXECH, A.: Guerra i revolució al País Valencia (1936-1939), Ed. Tres i Quatre, Valéncia,
1986, p. 34.
8 Para el desarrollo de los acontecimientos en estos días, ibídem, pp. 29-51.
370
M ientras tanto, en las otras capitales de provincia valencianas, ciudades
m edias y pueblos, los partidos y sindicatos del Frente Popular se organizaron en
Comités que declaraban la huelga general revolucionaria, se arm aban y se hacían
los dueños efectivos de los resortes del poder, superponiéndose a las com isiones
gestoras m unicipales. Prim ero, para im pedir el triunfo de la sublevación;
segundo, para em pezar a organizar la guerra y la retaguardia; tercero, para iniciar
en algunas poblaciones procesos revolucionarios de socialización de la propiedad
privada.
En la Valí d ’A lbaida la atención no sólo estaba puesta en Valéncia capital.
La situación geográfica de la com arca la llevaba a depender estratégicam ente de
los m ovim ientos de tropas de A lcoi y X átiva, y en m enor m edida, de A lacant.
Adem ás contaba con cuarteles de la G uardia Civil, pequeños núcleos de fuerzas
m ilitares arm ados y en trenados, un im portante refuerzo p ara los
antirrepublicanos locales, sin olvidar a los conjurados, principalm ente jóvenes
falangistas, requetés y los más fascistizados y “subversivos” de la D erecha
Regional.
La suerte incierta de la sublevación en Valéncia y A lacant determ inó el
fracaso en las guarniciones m enores (Alcoi y X átiva) a la vez que paralizaba a la
Guardia Civil y a los derechistas armados (O ntinyent). A lcoi era la sede de los
cuarteles del R egim iento de Vizcaya n° 12 bajo las órdenes del Teniente Coronel
golpista Luis Belda. La capital de la Costera contaba con el R egim iento de
Infantería n° 38 (o V izcaya 38) com puesto por una guarnición total, alrededor de
200 hom bres, com andados por los capitanes Joaquín Izquierdo (im plicado en la
sublevación) y el luchentino Juan Canet. La sublevación m ilitar coincidió con los
perm isos veraniegos de los soldados de reem plazo y el 17 de julio los golpistas
apenas pudieron contar con 80 soldados acom pañados por 50-60 derechistas
(principalm ente social-católicos ) . 9 En ambas ciudades las sindicales convocaron
la huelga general y rodearon los cuarteles. El capitán Joaquín Izquierdo esperaba
de Luis Belda, su inm ediato superior en la conspiración, la orden de declarar el
estado de guerra.
El rápido desenlace en A lacant descandenó los acontecim ientos. D esde los
días 2 1 y 2 2 , en una im agen com ún en esos días, m ilicianos vestidos con m onos
azules confundidos con guardias de asalto, guardias civiles, carabineros y
m ilitares (en este caso la Sección de A m etralladoras de Tarifa n° 1 1 ) partieron
desde Alacant con destino a Alm ansa. A su paso por A lcoi se añadieron nuevos
m ilicianos. El 23 de ju lio es la fecha que acredita definitivam ente el fracaso de
la sublevación en A lacant. El 3 de agosto el coronel Arturo G iral Ortuño
facilitab a la en trad a de los m ilician o s al cuartel de A lcoi, donde se
aprovisionaron de arm as y detuvieron a los conspiradores. Un día después se
tom aba de m anera incruenta el cuartel de X átiva, en el que yacía el cadáver del
capitán Juan C anet que acababa de suicidarse. En los prim eros días de agosto el
9 RAMÍREZ ALEDÓN, G et alii.: República i Guerra Civil a Xátiva. (1931-1939), op. cit., vol n , pp. 71-
89.
371
R egim iento abandonaba la ciudad y el 8 se despedían los últim os guardias
civ iles . 10
Tenemos escasas noticias de la conspiración en la com arca y, todas ellas,
posteriores a la contienda civil y, por tanto, susceptibles de m anipulación y
auto encum bram iento. Al parecer, el 11 de ju lio varios falangistas de la activa
Jefatura de M ontavem er se habían trasladado en cam ión a Canals para reunirse
con otros correligionarios de la Prim era Escuadra de Falange E spañola con el
objetivo de recibir arm am ento y planificar la excarcelación de José A ntonio
Prim o de R iv era . 11 Las declaraciones de los falan g istas de M o n tav em er
coinciden con el testim onio de un primo herm ano del Jefe de Falange Española
de Benigánim y con los hagiógrafos del falangism o valenciano republicano:
10 Para Alacant cfr. PITARCH, J.L.: “El golpe de Estado de julio en Alicante”, Canelobre, 7-8,1986, pp. 18-
26. Para Xátiva cfr. RAMÍREZ ALEDÓN, G et alii: República i la Guerra Civil a Xátiva. (1931-1939), op.
cit., pp. 69-73. El cronista de Llutxent, pueblo natal del capitán Juan Canet, afirma que “tenía la misión de
unir las tropas de Xátiva al alzamiento (...) Lo cierto parece ser, que alguien que conocía los planes, decidió
desbaratarlos. Por la mañana del día señalado, el capitán Juan Canet apareció muerto asesinado, simulando
un suicidio”. Tomado de CANET CANET, R : Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico, op. cit., p.
198.
11 AMM, Falange, caja 545, Expedientes Personales, Declaración de José Pons, falangista que acompañó en
este viaje al Jefe de Milicias, José Tormo Ramírez.
BENEYTO PÉREZ, B. y HERRERO HIGÓN, J. M*.: Falange en Valencia antes del Alzamiento, op. cit.
pp. 56-57.
AHNS-SGC, PS-Madrid 2.556, Resúmenes de Informes de las Juntas Municipales Calificadoras.
372
Bellús, la Pobla del Duc, Q uatretonda, C astelló de Rugat y Otos, cerrado poco
antes de la sublevación (adem ás de B arxeta ) . 14
Los padrones de habitantes de 1935 dan unas dotaciones de un B rigada y
cinco guardias para B ocairent; cinco guardias para A ielo de M alferit; un cabo y
cinco guardias en C astelló de Rugat; Fontanars contaba con cuatro guardias, y la
Pobla del Duc con un sargento y seis guardias civiles, aunque son datos poco
fiables puesto que en el m om ento de redactarse los padrones los puestos no
estaban cubiertos en su to talid ad . 15
En A lbaida el testim onio oral refiere que los derechistas im plicados
h abían convenido en lle v ar una p eq u eña aguja de cabeza blan ca p ara
identificarse el día que la G uardia Civil diera la orden de tom ar el poder. El padre
franciscano Sanchis A lventosa recordaba que al finalizar el curso escolar de
1936, “No falta b an tam poco alum nos que estu v ieran en el secreto del
M ovim iento liberador (...) Uno de ellos, José Bono Arjó (...) se despidió de
nosotros anunciándonos que pronto le veríam os venir con traje de falangista
desde A lbaida, para entrar triunfante en O nteniente ( . . . ) ’\ 16 El testim onio de
Francesc SFM es el m ás claro, por su im plicación personal. Al com enzar la
guerra, Francesc, José Bono y A lfredo Pont se esconden en una casa de la calle
Real de A lbaida para preparar la sublevación en A lbaida: “perqué es creia que era
cosa de 24 hores” . Tal y como se había acordado con antelación, abandonaron su
escondite para viajar a O ntinyent, al parecer, el centro de la sublevación en la
com arca. A llí se refugiaron en una casa situada de un fam iliar delante del Cuartel
de la G uardia Civil. El fracaso de la sublevación les obligó a perm anecer en esta
casa, donde posteriorm ente fueron detenidos por unos m ilicianos . 17
En A lbaida, los acontecim ientos fueron vertiginosos, seguram ente porque
la izquierda obrera era m inoritaria. El dom ingo 18 de julio se había instalado,
como era costum bre, la F ira en la G lorieta. “Jaum et”, encargado m unicipal de los
bandos, “va tocar el com etí. La gent es va parar. Va dir 'T inc que com unicar-vos
que s 'h a declarat la revolució en el M arroc i la cosa pot re su ltar’. No recordé
més. I amb alió la gent es va escarotar inm ediatam ent ” . 18 Ese mismo día se
asaltaba el local de la D erecha Regional Valenciana y por la noche se producía
una prim era requisa de arm as. El 19 com enzaron las detenciones, se asaltaba el
C írculo M usical A lbaidense y se constituía oficialm ente el Consejo Ejecutivo
Popular con la aspiración de “organizar grupos de ciudadanos leales a la
R epública p ara m antener el orden público y actividades de la población de índole
agrícola, com ercial (...) Para lo cual este Com ité funcionará cualquier hora que
sea preciso, incluso perm anentem ente si las circunstancias a ello obligan. Tendrá
373
plena capacidad y personalidad para ordenar todo aquello que se crea oportuno
19 Los obreros de la Sociedad O brera socialista tenían otras prioridades.
Prim ero se hicieron dueños de la población siguiendo una antigua táctica
insurreccional: aislarse del exterior.
No teniem altra arma que el revólver eixe, no teniem altra arma. I com
tots sabien el que passaba, tots estaven cagats en el saragüells. Tornava a
passar, j a baixa un cotxe, vinga va poseu-se, la m eitat a un costat i la
m eitat a l ’altre, i de seguida aquell, la p isto la en les mans:
374
E n a ix ó f a u n a o r d r e i l i d iu a l T e n ie n te G a r r i d o :
- ‘E l senyor alcalde está en Vajuntam ent. Puje que vol p a rla r amb
vosté ’
Va ser una fe sta terrible. E l tio Cuaresma que era un tratante de derechas,
tenia toros y le cogieron un toro, y fueron a la bodega de D on A ngel y
cogieron un p e t y fu ero n a casa del secretario del Juzgado o Ayuntam iento
y tiraron a la fa m ilia y los m uebles los quemaron y volvieron a la bodega
y fueron a la Iglesia y tiraron todo a la hoguera y todos com iendo toro 24
2 ^ Ibídem.
22 Ibídem.
22> Ibídem.
24 T.O. de Anónimo-A (1996).
375
Otro testim onio oral apunta a que después de esta bacanal y borrachera,
los participantes “van anar com boiant altres persones” y después asaltaron la
Ig lesia .25 El carnaval había com enzado. Los más jóvenes se vistieron con los
uniform es dejados por la G uardia Civil. El 23 de ju lio , con m em brete y sello de
la alcaldía republicana, el Com ité de Enlace del Frente Popular se vanagloriaba
de representar “en la actualidad el único representante del poder constituido . ” 26
En O ntinyent se ha intentado reconstruir este lapsus tem poral, hasta la
definitiva ruptura de los m ecanism os tradicionales del poder m unicipal y la
coerción estatal, a p artir de inform es de posguerra, m em orias personales y la
Causa General. El coronel retirado de la B enem érita Em ilio G arrido Felipe,
quien “gozaba de gran sim patía y consideración (...) como persona de arraigados
sentim ientos patrióticos y católicos” , era la persona encargada de conectar a la
G uardia Civil con la derecha local:
(...) después de las elecciones empezó con otros elem entos de derechas a
celebrar reuniones p a ra fo m en ta r la propaganda en pro del Glorioso
A lzam iento N a cio n a l estando en contacto con afiliados a F alange
Española, especialm ente desde el mes de abril de 1936, en que solicitó y
obtuvo el retiro y trasladó su residencia a O nteniente prim ero y A lbaida
después, continuando en ambos pueblos su labor en pro del A lzam iento.27
376
domingos y días festivos en el campo. Y que, junto a los falangistas, estaban
preparados para sum arse a la sublevación. Del 17 de julio, Gonzalo G ironés
recuerda que “la n o tic ia nos p rodujo una em oción ex trao rd in aria. Los
conjurados, los que estábam os de algún modo alertados ( . . . ) ” . 31 De José
M oscardó Úbeda, jefe de los tradicionalistas, se decía en 1946, “guardó por un
tiem po unas pocas arm as, hasta que se deshizo de la m ayoría por las cañerías,
pero no se llegó a conocer este hecho ” . 32
Con la Falange sucedía lo m ism o. En un certificado de Buena Conducta de
la posguerra de Luis Ferri Soler se puede leer que era “chófer de confianza de
Falange y el único que en su coche de alquiler prestaba todos los servicios de
traslado de pistolas y m uniciones a esta ciudad, como de acom pañar a los
“camisas v iejas” a Valéncia y pueblos de la provincia” .33Amadeo Serna Simó
declaraba por esos m eses que “se hallaba en Valéncia como enlace con esta plaza,
para secundarlo y lanzarse a la calle en el m omento oportuno ” . 34
El teniente Perfecto Rey y su sección de guardias de asalto que se habían
instalado en la ciudad el 29 de junio con m otivo de la huelga de la construcción
y del textil, fueron requeridos desde Valéncia el 18 de ju lio , con lo que se perdía
una im portante fuerza disuasoria para los dos bandos. Desde ese día patrullas
arm adas de carlistas, falangistas y social-católicos vigilaron iglesias y el propio
cuartel de la G uardia Civil. La viuda de D aniel Silvaje Dom énech, m iem bro
destacado del Sindicato Obrero Católico, escribía de su esposo asesinado durante
la guerra que
377
La derecha esperaba y podía perm itirse la colaboración al lado de
Francisco M ontés y del D elegado gubernativo Honorio Navas para “conservar la
norm alidad en la vida lo cal” . El día 19, directivos del Frente Popular anunciaron
públicam ente la entrevista m antenida con sus hom ónim os de la capital provincial
por la que se reclam aba el poder para el Com ité del Frente Popular (CFP), a
im agen de Valéncia. Seguidam ente se dirigieron en m anifestación hacia el
ayuntam iento.
Sus prim eras actuaciones indican que tan sólo se pretendía suplantar a la
Com isión G estora con el fin de asegurar la derrota de los partidarios locales de
la sublevación. Así entre el 20 y el 21 de ju lio , delegados del CFP acom pañados
por H onorio N avas clausuraron los centros de la D erecha Regional Valenciana, el
Sindicato O brero C atólico, el Patronato de la N iñez y el de la Juventud Obrera,
el Centro Parroquial, el Colegio de la Concepción, la Sociedad de Festeros del
Santísim o C risto y el Convento de Padres Franciscanos. ¿Para qué? Encontrar las
armas escondidas. U na reacción defensiva. Armas que, según siem pre las
m em orias de G onzalo G ironés, existían y que incluso un falangista exaltado las
había m ostrado en público: “sin recato exhibía la pistola por la calle. Ibamos un
día acom pañando al Sr. A rcipreste, que salía de predicar la cuaresm a de la iglesia
de San M iguel, y él iba delante de todos diciendo: « S e n y o r Retor, ¿quán vol que
dispare ? » ” . 38
Las clausuras parecen corresponderse con el contenido de un m anuscrito
sin fechar sellado p or el SOV-CNT en el se anotaba las respuestas del
G obernador Civil a una reunión celebrada entre un com unista, un ugetista y un
cenetista: el F rente Popular era “la m áxim a autoridad en la población y debe
actuar enérgicam ente de acuerdo con la fuerza pública. 3o D esarm e de elem entos
reaccionarios solicitando la lista de poseedores para proceder a la recojida de
arm as ” . 39
G uardia C ivil y patrullas de derechistas seguían custodiando los edificios
religiosos en espera de la evolución de la sublevación en V aléncia y las ciudades
del entorno. En la m añana del día 21 se registró el colegio franciscano La
Concepción en busca de arm as y se preparó el desalojo de la congregación
controlado por el propio Com ité. En la fachada del edificio se colgó un cartel que
instaba a respetar las instalaciones. Con todo, en el Acta de O cupación redactada
el 28 de ju lio , se hacía constar que había sufrido saqueos localizados .40
El día 23 la situación de espera estalló definitivam ente: “la G uardia C ivil
destacada en esta localidad supo contener el orden hasta el 23 del m ism o mes (de
ju lio ), en que la horda teniendo conocim iento de que las G uarniciones de
Valencia no se habian sum ado a las Fuerzas Victoriosas de nuestro C audillo, se
lanzaron a la calle ( . . . ) ” .41 La C om isión G estora dejaba de reunirse. El día 25,
armas escondidas desde atrás o requisadas llevaron a que, según el inform e del
alcalde republicano Francisco M ontés, se arm aran “inm ediatam ente todos los
38 Ibídem, p. 105. En las pp. 99-100 habla de las armas escondidas en el Convento de los franciscanos o en
un taller de carpintería.
39 AMO, Secretaría. Estadística. Correspondencia 1931-1939.
40 BERNABEU GALBIS, A.: “Ontinyent 1936: vísperas revolucionarias”, op. cit., p. 141.
4 * AMO, Expedientes Varios 1939, Informe sin firma ni fecha con el título “Actuación revolucionaria de los
rojos en esta ciudad de Onteniente durante el periodo de su dominación”.
378
individuos que quisieron sin control alguno de las O rganizaciones, constituyendo
un peligro p ara la seguridad personal de los vecinos y para la actuación de la
fuerza de la G uardia C ivil” .
De nuevo seguim os con el extenso testim onio de estos días, obra de un
Francisco M ontés totalm ente desbordado por lo que estaba ocurriendo:
42 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 12-VIII-1936. Es una transcripción posterior de dicha reunión.
43 La bibliografía sobre la formación y los propósitos que generaron estos primeros comités es numerosa.
Destacan BROUÉ, P. y TÉMIME, E.: La revolución y la guerra civil en España, FCE, Madrid, 1977, pp. 140-
141. El papel de la CNT en el País Valenciano en SMYTH, T.: La CNT al País Valencia 1936-1937, Tres i
Quatre, Valéncia, 1977, pp. 28 y ss.
379
En la reunión Roberto Terol invitó al Comité a exponer las líneas políticas
a desarrollar. Para este republicano de izquierda “su program a es el del Gobierno
rep u b lican o que está siem p re dispuesto a cu m p lir” . Pero el veterano
anarconsindicalista José Q uiles “hace saber que las m ilicias de la CNT no están
controladas por el Gobierno sino por la propia organización sin perjuicio de
defenderlo cuando sea necesario”. El 25 de julio ni el CEFP ni la Comisión
G estora disponían de los m ínim os resortes coercitivos ni tan siquiera relativos a
la adm inistración m unicipal. Estaban en m anos de hom bres arm ados, ugetistas
(socialistas o com unistas) y anarconsindicalistas. La calle era suya, patrullaban
por la ciudad, la dividieron en sectores cortados por barricadas en las que
cacheaban a los transeúntes, exigían el pago de los salarios. La huelga textil
continuaba. Francisco M ontés prosigue en su crónica con el relato de los
acontecim ientos:
380
m uniciones gracias a las requisas de este día, llegando a exigir la entrega de
arm as a la G uardia Civil.
Ardió el convento de clausura de las Carm elitas. La gran nobleza tam poco
escapó a esta jornada revolucionaria: los palacios del Conde de Torrefiel,
M arqués de Vellisca, Conde de N ieuland, M arqués de M ontem ira, Barón de Santa
B árbara o tam bién el Chalet de los Mompó fueron asaltados y requisados. Por
últim o cum plieron con uno de los pasos de todos los intentos revolucionarios o
revueltas urbanas de la histo ria contem poránea española: la furia iconoclasta.
Quem aron y destruyeron las iglesias de la ciudad, se apropiaron de objetos de
culto de oro y plata o de vestim entas sacerdotales. H asta el 28 de ju lio el
desarrollo de los acontecim ientos recuerda a la Semana Trágica de Barcelona.
N ingún m uerto, tan sólo destrucciones m ateriales y el mundo al revés en la calle.
El 29 de ju lio Francisco M ontés, todavía perplejo por lo que estaba pasando, se
preguntaba
¿con qué m edios podem os contar para imponer el respeto a la Ley y a las
Autoridades dada la situación en que nos encontramos, tanto la Guardia
Civil como los agentes arm ados dependientes de la A lcaldía? (...) ¿Como
es p o sib le im poner el cum plim iento de las ordenes que me traslada del
Excmo. Sr. M inistro de la Gobernación si son precisam ente quienes las
infringen los dueños de la situación?.
Ese día inform aba al G obernador Civil su “im posibilidad im poner orden
M inistro G obernación porque grupos armados que se dicen m ilicias sin ningún
control y que son quienes infringen tales ordenes son dueños calles y población
(...) A ctúa Com ité Ejecutivo Frente Popular todo lo relativo orden público a
p esar de lo cual no puede c o n tro lar actuación citados grupos arm ados
especialm ente los afectos C.N .T .” .45
El 30 de ju lio el Com ité Ejecutivo Popular dim itía en bloque en protesta
por la actuación de la CNT, que había im puesto la continuación de la huelga
general ante la opinión contraria de la UGT y desobedecía continuam ente las
disposiciones del Com ité.46Las m ilicias armadas de la CNT eran ahora los amos
de la ciudad.
D urante la m añana del 22 de ju lio se formaba en B ocairent un Com ité de
Enlace del Frente Popular desautorizado por la Com isión Gestora. Este com ité
debía estar com puesto por “todas las entidades político-sindicales (...) es el que
debe tom ar todos los asuntos en conjunto y ha de ten er todas las
responsabilidades del m om ento” . Al instante, se procedía a la detención de
falangistas y reconocidos derechistas. A las cinco de la tarde se reunía la
Asam blea general de La V ictoria para elegir sus dos puestos reservados para un
nuevo com ité. Sin embargo la asam blea se vió obligada a realizar una votación
nom inal ante la negativa de sus asociados a aceptar los dos puestos reservados .47
381
Con todo, se reconocía al Com ité de Enlace como el único órgano de
gobierno en la población. A él se dirigían los acuerdos asam blearios de La
Victoria. Desde el día 22 de ju lio las prioridades de la sociedad obrera fueron la
vigilancia interna y externa del casco urbano para evitar el triunfo de la
sublevación, el cierre del local de la DRV y del C entre V alencianista y la apertura
de una prisión en el Palacio del Barón de Casanova. Se definieron las relaciones
laborales con la patronal después del lock-out de los m eses anteriores. Se declaró
la huelga general. M ilicianos arm ados patrullaban las calles y los accesos a la
población. Se puso verdadero énfasis en evitar el uso de las armas “ Solbes dice
que cuando se haga el servicio de guardias deben poner todos los com pañeros el
m ayor cuidado para que no ocurra ninguna desgracia. P astor tam bién pide mucho
cuidado con las arm as” y en m onopolizar las patrullas arm adas.
El día 26, el Com ité, instalado en el C írculo Industrial (o Casino de
B ocairent) se incautaba de los coches. Ese día, la G uardia Civil recibía la orden
de trasladarse a la vecina O ntinyent. Sin fuerza pública, el Com ité y los
m ilicianos eran el verdadero poder en Bocairent. El día siguiente, m ilicianos
arm ados cerraban la Iglesia P arroquial.
El día 28 de ju lio la A sam blea acordaba p resentar al Com ité el acuerdo
para obligar a todos los obreros y obreras de B ocairent a asociarse a La V ictoria
(una antigua aspiración). El 1 de agosto, casi desaparecido el peligro inm ediato,
la Sociedad com unicaba al Com ité sus propuestas: abono de los seis días
laborables independientem ente de los trabajados, controles arm ados en las
entradas, reingreso en las p lantillas de todos los despedidos desde 1922 (año de
la huelga de los Beneyto).
Unánim em ente se acordaba que en el caso de no aprobarlas continuaría la
huelga. El día 6 se debatía la duración de la jo rn ad a laboral entre las 36 o las 40
horas sem anales que apoyaba la Junta, basándose en que era lo im perante en
Barcelona “pues 36 horas de trabajo es poco” . El acuerdo final fue de 36 horas y
el abono com pleto del salario diario en caso de enferm edad. De nuevo con la
am enaza de continuar la huelga. Como vem os, hasta el 6 de agosto la sociedad
negociaba con la patronal sus acuerdos escasam ente revolucionarios, que
consistían en antiguas aspiraciones sindicales sobre condiciones de trabajo,
salarios y societarias (huelga del 22), siem pre con el C om ité como interm ediario.
Pero en la calle los aco n tecim ien to s to m ab an otro signo. El
anticlericalism o hizo su aparición. Prim ero de una m anera decim onónica y
com pleja, con m ilicianos escoltando al cura párroco para que guardase las
hostias consagradas, pero tam bién violando un sepulcro del siglo X V II buscando
los tesoros de la Iglesia. D espués, con el asalto al tem plo, destrucciones de
im ágenes, m obiliario, y con acciones que ponen de m anifiesto el carácter
sim bólico que guardaba el anticlericalism o popular:
382
El pretendido carácter sobrenatural de las im ágenes tam bién fue objeto de
un furibundo ataque con el que se pensaba dem ostrar públicam ente su falsedad.
Con una pistola, se disparó contra el Estandarte de San Blas, santo muy venerado
en B ocairent .49 El A rchivo Parroquial y otros objetos sagrados ardieron sin
rem isión. Todos los edificios religiosos de B ocairent fueron atacados de alguna
m anera. El Com ité guardó en el A yuntam iento los objetos que se pudieron salvar
de la ira iconoclasta.
El 8 de agosto la situación cam bió por com pleto. El Sindicato de la
C on stru cció n d estitu y ó a sus rep resen tan tes en el C om ité. Al grupo
anarcosindicalista de La V ictoria le parecía una pérdida de tiem po m antener el
diálogo con la patronal cuando se le podía exigir la aplicación de todas las
reform as laborales. En la A sam blea de ese día, tres socios proponían “im poner si
se p rese n ta el C om unism o L ib e rta rio ” y la co n stitu ció n de un C om ité
R evolucionario que suplantara al que actuaba, acusado de debilidad. No sin
oposición interna, la A sam blea se adhirió a la propuesta anarquista y a su reparto
de delegaciones: cinco para La V ictoria (uno de ellos de la FAI); cuatro de la
agrícola La P rotectora y El D espertar (construcción) respectivam ente, dos
socialistas y dos anarquistas de El Amanecer.
Ese m ism o día la Com isión G estora acordaba la destitución del CEFP para
hacerse cargo de la adm inistración m unicipal y del orden público “por entender
term inada la labor que se le confirió al Com ité de Enlace” . Es decir, la única
función del Com ité, abortar el triunfo de la sublevación, ya estaba cubierta. El
alcalde no tenía confianza en las acciones del Com ité y su estrategia se resum ía
en “oponerse con m ano dura a toda clase de actuación que pueda perjudicar al
pais ” . 50
La archiconocida “ dualidad de poderes” tenía en B ocairent tres brazos: la
Com isión G estora, el CEFP y La V ictoria, ya que no tenem os constancia absoluta
del nacim iento definitivo del Com ité Revolucionario. De hecho, el retorno al
trabajo, con la condición de abonarse al m enos cinco días de trabajo se produjo
m ediante un bando del CEFP sin intervención de La Victoria. Pero el cambio para
este sindicato, respecto a los meses anteriores, era evidente. A hora tenían un
cierto control sobre la m ano de obra y sobre los no asociados. Adem ás, las cortas
asignaciones a otras sociedades de antaño se tornaron en fraternidad, cuando se
aprobó un donativo de 1 . 0 0 0 pesetas para los m ilicianos del frente.
Del resto de la com arca apenas tenem os noticias, dada la desaparición de
la docum entación de los archivos m unicipales. En las poblaciones m enores de
1.000 habitantes los Com ités Ejecutivos por lo general estaban form ados por la
totalidad o por la gran parte de los m iem bros de las G estoras nom bradas en
febrero de 1936, con la inclusión de ugetistas. En los pueblos m edios como la
Pobla, Q uatretonda, Benigánim o Aielo de M alferit se form aron preferentem ente
con ugetistas de la G estora o con el personal político más radicalizado. En el
pequeño A ielo de R ugat el alcald e anunciaba, ante el cariz de los
acontecim ientos, su dim isión por cansancio el 27 de julio. Llevaba prácticam ente
49 Ibídem, p. 471.
^ AMB, libro noviembre 1935/19-XI-1936, Libro de Actas, acta de 8-VIII-1936. Para las Asambleas de La
Victoria cfr. las actas del intervalo 22 de julio-8 de agosto de 1936 en AHNS-SGC, PS-Madrid 524, op. cit.
383
desde el 18 en el A yuntam iento . 51 En Llutxent, pueblo izquierdista, la respuesta
fue fulm inante:
Los nom bres adoptados por estos prim eros com ités son bien expresivos
de la línea adoptada. Cuando se asem ejan al Com ité de V aléncia adoptan nom bres
casi idénticos: Com ité de Enlace del Frente Popular, m ás tarde reconvertido en
Com ité Popular A ntifascista (B élgida, PC E -PSO E -IR ) o C om ité E jecutivo
Popular (Bufali, IR-PCE-UGT). Cuando se escoran m ás a la izquierda surgen las
precisiones: como el Com ité U nificado del Frente P opular de Izquierdas (Aielo
de M alferit), dom inado por el socialism o. En todos ellos es palpable en prim er
lugar la reacción defensiva presente en el desarm e a los potenciales enem igos o
en m edidas colaterales, como m antener las persianas levantadas, las patrullas en
las calles o en las entradas y salidas de las poblaciones. El 24 de ju lio de 1938 el
D elegado Provincial del Frente Popular exponía, en la fundación del Frente
Popular A ntifascista de O ntinyent, cual había sido el significado de los Com ités
del Frente Popular: “funcionaron durante el prim er periodo del m ovim iento, que
si en aquellos tiem pos hicieron su papel pues el poder quedó en la calle y alguien
había que recogerlo ” . 53
Como vem os la form ación de los com ités difiere en cada localidad. En
A lbaida fueron fruto de la fulm inante actuación de la Sociedad O brera que en
pocos días se adueñó de la población y desarm ó a la G uardia Civil. A ctuación
m uy parecida en Llutxent. En O ntinyent y B ocairent fue un proceso m ás pausado,
dirigido prim ero desde el CEP de Valéncia y posteriorm ente radicalizado por las
sindicales. En la prim era quincena de agosto el CEP valenciano ya había dejado
de ser el punto de referencia de los com ités de pueblos y ciudades m edias . 54
N acieron en medio de la confusión de la prim era quincena de guerra en
Valéncia y, por tanto, difieren notablem ente de otras experiencias parecidas de la
historia europea. Si bien fue inexistente la participación popular en la form ación
de los CEP, como hem os visto en O ntinyent, prácticam ente se puede afirm ar que
cada representante político o sindical interpretaba en las reuniones del CEP el
sentir de sus afiliados. En O ntinyent los republicanos de izquierda pensaban
obedecer al gobierno de la R epública, m ientras que los anarquistas dejaban muy
384
claro que tenían el firm e propósito de llevar hacia adelante el anhelado
com unism o lib ertario . 55
55 SIMEÓN RIERA, J. D Entre la rebel.lia i la tradició. (Llíria durant la II República i la guerra civil.
1931-1939), op. cit., pp. 191-196. La naturaleza del poder de los comités en GIRONA ALBUIXECH, A.:
“Algunes reflexions a l’entom deis comités-govems de la guerra civil espanyola (1936-1937)”, Estudis
d ’Histbña Contemporánia del País Valencia, 7, 1987, pp. 19-43. La comparación entre los comités
españoles, soviets i rátes alemanes en BROUE, P.: “Los órganos de poder revolucionario: ensayo
metodológico”, pp. 25-42. en BROUÉ, P.; FRASER, R. y VHAR, P.: Metodología histórica de la guerra y
revolución españolas, Fontamara, Barcelona, 1980. En la misma obra colectiva v. VILAR, P.: “Historia e
historiografía de la Guerra Civil española. Algunas reflexiones metodológicas”, pp. 73-102.
56 Las decisiones tomadas por el CSP se analizarán detenidamente en el capítulo dedicado a la violencia,
mientras que el CA se estudiará también en su contexto específico (incautaciones y abastecimiento).
385
esta com partim entación funcional se había establecido sobre la base del consenso
entre las fuerzas que apoyaban a la República. El CA exponía que sus funciones
se habían determ inado en la “ponencia de reglam entación de com ités” y el 3 de
noviem bre reafirm a esta idea “ya en una reunión de com ités se dictam inó una
ponencia y ella determ ina las funciones que com peten a cada com ité ” . 57
La CNT dom inaba los nuevos órganos de poder. El personal cenetista de
estos com ités rem ite al sector m ás com bativo y faísta del cenetism o ontiñentino.
De los 30 detenidos por la insurrección anarcosindicalista de diciem bre de 1933,
tres se habían alejado de la CNT en ju lio de 1936. Al m enos la m itad de los 27
restantes form aban parte de alguno de los com ités descritos, en su m ayor parte
jóvenes obreros m enores de trein ta años. Cada com ité tenía grupos de m ilicianos
a su servicio.
Al margen de estos com ités, la CNT había creado una estructura propia. El
19 de agosto estaba organizada en: Com ité Central de D efensa C onfederal o de
M ilicias (cinco m iem bros), A dm inistrativa (7), de A rm ería (2), de C ocineras (tres
m ujeres) más una D elegación ante el Frente Popular (tres m ás). D esconocem os si
UGT, Izquierda R epublicana o el Partido Com unista tenían com ités propios . 58 En
la base se situaban las m ilicias de cada partido o sindicato. La CNT contaba por
esas fechas con 64 m ilicianos arm ados, jóvenes obreros de la ciudad (no se
encuentran habitantes de las m asías), casi todos en paro, que pasaron a cobrar por
su nuevo trabajo el sueldo de 35 ptas. semanales. La UGT contaba con 24
m ilicianos e Izquierda R epublicana sum aba 42, hasta la unificación de ambos
grupos de m ilicianos en las siglas ugetistas. Fuentes franquistas estim aron el
núm ero de “escopeteros” o m ilicianos en dos centenares.
El Com ité de D efensa y G uerra organizaba a los prim eros voluntarios. En
los prim eros m eses partieron hacia el frente izquierdistas convencidos, pero no
faltaron los derechistas em boscados que buscaban pasarse a la zona nacional o
huir de la violencia de la retaguardia. Varios listados conservados en el AMO
reflejan la juventud y la procedencia política de gran parte de estos m ilicianos.
Entre el 27 de septiem bre y el 19 de octubre, el CDG elaboró relaciones de
m ilicianos con destino a la C om isaría Civil con base en C astelló de la Plana. En
total, 114 voluntarios distribuidos en: 6 8 cenetistas, 36 ugetistas, dos m iem bros
de la JSU, un com unista y uno sin filiación conocida. La m edia total era de 21,9
años, un año m enos de prom edio entre los cenetistas . 59
Por su parte, la organización cenetista se ocupó de la incorporación de
voluntarios a las colum nas cenetistas. A narquistas ontiñentinos (y de r o ile r i a )
aparecen en la Colum na de H ierro. La Colum na Iberia llegó a contar con una
C enturia O nteniense. Tanto la Iberia, como la CNT 13 o la Chola eran colum nas
valencianas de escasa envergadura, situadas en el frente de Teruel. La Iberia no
57 Citado por GANDIA CALABUIGt, J.: “Els Comités, la repressió i “el cas Quiles”. Tres notes sobre la
Guerra Civil a Ontinyent”, en CALZADO ALDARIA, A. y GANDIA CALABUIGt, J.: II República i la
Guerra Civil a les Comarques Centráis Valencianes, op. cit., p. 139.
58 AMO, Expedientes Varios 1939. Se ha respetado la denominación propia de los comités cenetistas.
59 AMO, Secretaría. Expedientes 1936-1939.
386
llegó a entrar en com bate hasta después de la ofensiva de diciem bre de 1936.60
E n una relación de 48 voluntarios se aprecia nuevam ente la juventud de sus
m iem bros, con una edad m edia de 25,3 años. Tan sólo un m iliciano superaba los
cuarenta años . 61 Casi todos eran solteros y obreros, preferentem ente textiles, en
la línea de lo apuntado sobre el tem a . 62 La Federación Local de Grupos
A narquistas se ocupó del m antenim iento de las fam ilias de los voluntarios,
donando 150 ptas. de las propias arcas o con vales para p resentar ante los
com ercios de la ciudad, no sin ciertas am enazas veladas hacia los com erciantes.
A l margen de las m otivaciones ideológicas, un testim onio oral nos rem arcó que
algunos jóvenes acudieron voluntarios al frente debido a su situación laboral
precaria, a cam bio del salario de diez pesetas . 63
D urante el m es de septiem bre, este o rganigram a sufrió grandes
tran sfo rm acio n es, por cuanto las dos sin d icales, esp ecialm en te la CNT,
decidieron tom ar todos los resortes del poder. El Frente Popular local se
redefinía. U n sector de la UGT y de Izquierda R epublicana creaba la prim era
A grupación Socialista de O ntinyent (oficialm ente el 4 de octubre), el partido más
m oderado del Frente Popular. Un reciente artículo de Josep G andía, basado en la
consulta de diferentes actas de los com ités de O ntinyent, todos ellos docum entos
inéditos, ayuda a com prender el com plejo y evolutivo m osaico de los com ités en
la ciudad de Ontinyent.
El 31 de agosto, los “com ités que com ponen el frente popular de esta
ciudad”, decidían reform ar la Com isión G estora, form ada por Roberto Terol
(presidente, IR), Vicente Lluch y Luis M ontés (IR), Ramón M onzó (UGT) y Juan
B autista M ollá (PC). Los vocales de IR eran al mism o tiem po directivos de la
recientem ente creada A grupación Socialista. La totalidad de la gestora formaba
parte del CEFP, subrayando la ausencia de representación cenetista, el verdadero
poder en la ciudad. Josep Gandía sitúa hacia m ediados de septiem bre el
reforzam iento del control cenetista sobre los nuevos órganos de poder. El 13 de
ese mes, siguiendo con su práctica habitual, se organizaba una asam blea popular,
dirigida absolutam ente por cenetistas (presidente, secretario de actas, m oderador
y personas que intervinieron) para que, por parte de los asistentes, “fuese
denunciado qué se com prendía, y en aquella asam blea se considero, que
realizaban m alam ente determ inados com ités” .
Las conclusiones de la A sam blea Popular determ inaron la unidad de
acción con la UGT para excluir de los com ités, si una nueva asam blea así lo
decidía, a los partidos políticos que carecían de “historial revolucionario” . La
asunción plena del poder para las dos sindicales no se hizo esperar. El día 16,
representantes ugetistas y cenetistas acudieron al ayuntam iento con el fin de
“tom ar posesión del com ité popular en nom bre de las citadas entidades, que en lo
sucesivo se denom inara Comité R evolucionario CNT-UGT” . La dem ocracia
asam blearia anarquista, consciente del poder real de la organización y de sus
Cfr. MAINAR, E.: De milicians a soldáis. Les columnes valencianes en la guerra civil espanyola (1936-
1939), Universitat de Valéncia, Valéncia, 1998, pp. 29 y 46.
61 FS, 30-XÜ-1936.
62 ALPERT, A.: El ejército republicano en la guerra civil, Ed. S. XXI, Madrid, 1989, p. 63.
63 T.O. de Isabel Montagud (1996).
387
arm as, suprim ía el órgano de poder nacido en las prim eras sem anas de la guerra,
teóricam ente pensado para coordinar la acción del resto de com ités. El cam bio de
nom bre no es m era anécdota. Ya no se habla de Frente Popular, reunión de los
partidos y sindicatos (excepto la CNT) que apoyaban al G obierno de la
R epública, sino de Com ité R evolucionario, form ado por las dos sindicales
m ayoritarias, recordando que buena parte de los ugetistas sim ultaneaban su
afiliación con el Partido C om unista o con Izquierda R epublicana. Los dos
sindicatos tenían todos los resortes del poder en O ntinyent.
Los com ités se reestructuraron con una paridad de m iem bros ugetistas y
cenetistas, excepto el Com ité R evolucionario (dos CNT, uno UGT). En octubre
se añadía el Com ité de Intereses C ulturales, con la m isión de gestionar la
creación de un Centro Politécnico en las instalaciones incautadas del Colegio de
la Concepción. Los cam bios de nom bre no m odificaron la p o lítica local: la
rem odelada Com isión G estora se hacía cargo de tareas burocráticas, el CR
centralizaba el gobierno de la ciudad, sus resortes económ icos (abastecim ientos,
incautaciones) e intentaba constituir la instancia superior de los distintos com ités
y m ilicias que debían conducir la revolución. A lo largo de octubre los cuatro
com ités rebajaron sus delegados y auxiliares a cuatro cada uno de ellos, con
sim étrica proporción cenetista y ugetista. Las necesidades surgidas con la
dinám ica bélica condujeron a la creación a principios de noviem bre de un Com ité
Sanitario para dirigir el H ospital de Sangre y un Com ité de A sistencia Social con
la finalidad de atender a los prim eros refugiados y evacuados . 64
La consulta de las actas de los com ités, plasm ada por Josep G andia, ha
perm itido el conocim iento del engranaje institucional de este período en la
ciudad de O ntinyent. La Com isión G estora no tenía ningún cam po de acción
posible, puesto que sus funciones y sus canales de ingresos económ icos habían
sido captadas por el CEFP y su sustituto, el Com ité R evolucionario, adem ás que
en tre los m iem bros de la G esto ra no se encu en tra n in g ú n c e n etista , la
organización más poderosa.
CEFP y CR eran, en teoría, las instituciones políticas suprem as de la
ciudad, con capacidad verdadera para adm inistrar la hacienda m unicipal. El
Com ité de Enlace (uno por cada sindical) preparaba las reuniones entre el CR,
los com ités y las ju n tas directivas de los dos sindicatos. Sobre el papel, CEFP y
CR se situaban jerárquicam ente por encim a de com ités y m ilicias pero, como
verem os en el tem a de la violencia política, cada com ité actuaba de m anera
independiente e inconexa de los organism os teóricam ente superiores, así como
sus m ilicianos. Los com ités se alim entaron económ icam ente prim ero de las arcas
m unicipales y con posterioridad de confiscaciones, incautaciones, m ultas y
extorsiones a los grandes propietarios, com erciantes e industriales. Por ejem plo,
cuando a m ediados de septiem bre se encontró un billete de 50 ptas. entre los
enseres de las m onjas Carm elitas, el Com ité de Abastos decidía destinarlo al
Com ité R evolucionario . 65
64 GANDIA CALABUIG, J.: “Els Comités, la repressió i “el cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil a
Ontinyent”, op. cit., pp. 104-143.
65 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 14-DC-1936.
388
Los problem as de coordinación entre la disparidad de fuentes de poder
debieron ser im portantes. Josep Gandia cita dos ejem plos. En un m om ento dado,
la Com isión G estora no tiene claro “la cuestión de si la ordenación e inspección
de las obras de enlucido y reform a de las fachadas queda a cargo de la G estora o
pasa al C om ité R evolucionario”. La precaria econom ía de la Com isión Gestora
traspasó al Com ité esta tarea urbanística. Por el contrario, la reform a de la Plaza
Pi i M argall in stada por la Com isión Gestora, fue detenida por el CR . 66
La situación de O ntinyent, extensible a otros m uchos pueblos y ciudades
de la zona republicana, más que de “dualidad de poderes” se debe calificar como
de atom ización. Los deseos de la Com isión G estora de conducir la retaguardia
con los criterios del G obierno central de la R epública fueron m uy pronto
superados p o r el im pulso de las sin d icales. N aciero n los com ités con
representantes de sindicatos y partidos elegidos por las m ism as organizaciones.
Los cenetistas em plearon profusam ente la dem ocracia directa con la figura de las
Asam bleas populares para decidir la dirección política que debían seguir los
com ités, con todas sus im perfecciones, m ientras que las reuniones conjuntas
entre com ités y directivas políticas o sindicales trataban de encauzar las
realizacio n e s o b reras y co n trib u ir a so lucionar los problem as que iban
apareciendo en la retaguardia.
Como hem os descrito, los com ités estaban com puestos por obreros que se
habían iniciado en la lucha política y sindical durante los años republicanos. Con
todo, se observan ciertas diferencias internas. M ientras que los m ilicianos
voluntarios correspondían a jóvenes solteros, el CR y el segundo CSP está
integrado por obreros de m ayor edad, 36 años de m edia para el CR y 33 para el
CSP . 67 U na explicación de esta diversidad, a nuestro parecer, puede radicar en la
elección de las organizaciones sindicales de los afiliados de m ayor experiencia
sindical, los fundadores del Sindicato Único en 1930, los que habían encabezado
(en el caso cenetista) las negociaciones laborales, las huelgas, insurrecciones o
la cárcel.
B ocairent es la segunda población con una m ayor cantidad y calidad
docum ental sobre los com ités. En un principio coexistían el Com ité Ejecutivo
Popular de D efensa (CEPD, am pliado el 1 de agosto con cuatro vocales y
reform ado el 1 2 de septiem bre) y otros m ás que gozaban de “com pleta
autonom ía” o “independencia” : Comité de Defensa, de Control del A rte Textil, de
Control de Edificación, de Investigación (creado el 7-9-1936), de M ilicias, y de
A bastos. La d isp arid ad de com ités o casionaba el serio p roblem a de su
m antenim iento económ ico, por lo que el 30 de agosto las Juventudes Libertarias
plantearon la necesidad de reorganizar los com ités en un Com ité Único.
El 10 de octubre, representantes de todos los partidos, sindicatos y CEPD
se reunían para tratar de “REDUCIR LOS COMITÉS A MENOS M IEMBROS Y
HACER UNA TRANSFORM ACIÓN EN LAS M ILICIAS PARA BIEN DE LA
ECONOM IA” , (sic). Se aprobó unánim em ente la supresión del Com ité de
M ilicias “por necesidad im periosa de la econom ía”, con lo que quedaba un
66 GANDIA CALABUIGt, J.: “Els Comités, la repressió i “el cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil a
Ontinyent”, op. cit., pp. 140-141.
67 Ibídem, p. 142.
389
Com ité de D efensa reducido a catorce integrantes: Com ité de D efensa (9) y las
delegaciones de A bastos (2 vocales) y M ilicias (3). Los catorce vocales
resultantes se distribuyeron así: tres para La V ictoria, y dos para El D espertar y
La P rotectora por tanto siete para la UGT; dos para el Partido Socialista, para las
Juventudes L ibertarias, y para las Juventudes de Izquierda R epublicana (JIR)
respectivam ente y uno para Izquierda Republicana.
El Com ité de Investigación no fue suprim ido y se acordó que los
m ilicianos que necesitara serían prestados por las sindicales. El representante de
IR en este Com ité se daba de baja y pasaba a ser afiliado al Partido Com unista
con lo que Izquierda R epublicana quedaba sin representación, aunque leyendo el
texto parece que significó un verdadero alivio, ya que fueron preguntados “si
estaban conform es en no tener representación en dicho Com ité, contestando
categóricam ente que sí” . Por últim o el punto 5o contem plaba la “ Supresión total
del tabaco, en todos los Com ités y M ilicias, siendo aprobado por unanim idad ” .68
El 14 de octubre prosiguió la reunión con la aprobación del Reglam ento
presentado por el Com ité de Investigación “para disciplinar las M ilicias” y la
equiparación de em olum entos entre las M ilicias y los vocales de los C om ités . 69
En definitiva se trataba de controlar el “descontrol” .
Sin em bargo, la vida de esta reorganización fue efím era. El 18 de
noviem bre en las dependencias de La V ictoria, se debatía este orden del día, sin
la presencia de IR ni de sus juventudes, pero con la inclusión de las Juventudes
Socialistas U nificadas:
Las JIR adjuntaron otro escrito que excusaba su inasistencia alegando que
les parecía un capricho deshacer el acuerdo tom ado entre el 10 y el 14 de octubre.
68 AHN-SGC, PS-Madrid 2025, “ACTA FORMULADA PARA REDUCIR LOS COMITÉS A MENOS
MIEMBROS Y HACEN UNA TRASFORMACION EN LAS MILICIAS PARA BIEN DE LA ECONOMIA
(sic)”.
69 Ibídem, 14-X-1936.
390
Seguidam ente se pusieron sobre el tapete las dos cuestiones básicas que ya
se habían discutido en octubre: cargos retribuidos y núm ero de m ilicianos (o lo
que es lo m ism o, quién controla la fuerza arm ada). Finalm ente se recom puso el
CEPD, ahora Com ité de D efensa, Investigación y M ilicias con ocho m iem bros:
tres para la UGT (uno por sindical) y uno para la CNT, Partido Com unista,
Partido Socialista, JSU y Juventudes Libertarias. H abría ocho m ilicianos, dos por
sindicato, con lo cual la UGT tenía la m ayoría. De esta reform ulación vem os que
Izquierda R epublicana, form ada por antiguos radical-socialistas y blasquistas
con alrededor de 80 afiliados, se desm arcaba de los aspectos de transform ación
económ ica como el control obrero sobre la industria y de los órganos de poder
(Com ité y M ilicias) obreros . 70 U getistas y anarquistas pasaban a obtener la
m ayoría absoluta.
En el resto de la com arca los cam bios fueron m enores. Se pueden señalar
dos tendencias. En la prim era agrupam os los pueblos que no variaron las señas
de id en tid ad p o lític as de sus com ités h asta su conversión en C onsejos
M unicipales en los prim eros m eses de 1937. En todos los casos estos Com ités
reflejan la distribución de fuerzas interna del Frente Popular previa al 18 de
ju lio , esto es, sin los añadidos de nuevos partidos o sindicatos creados en los
prim eros m eses. En este grupo encontram os a casi todos los pueblos m enores de
2.500 habitantes. En los pueblos m ayores de 2.500 habitantes la UGT (principal
y casi único sindicato) controló los comités.
La adm inistración pasó a regirse por otros criterios distintos al acceso
clásico a la función pública o a la influencia de las oligarquías locales. A hora los
nuevos requisitos respondían a los adoptados en Bocairent: haber votado al
Frente P opular el 16 de febrero, pertenecer a algún partido político anteriorm ente
al 15 de ju lio de 1936 o a partidos “de izquierdas, por lo m enos desde el seis de
O ctubre de m il novecientos treinta y cuatro ” . 71 Cada com ité organizó la
econom ía local. En B ellús el CFP pasó a controlar la producción agrícola y la
seguridad con dos guardas ru rales . 72 También hubo problem as entre los distintos
com ités. En agosto el Com ité de O ntinyent am enazaba con “adoptar otras
determ inaciones enérgicas” si su homónimo de Fontanars im pedía cobrar el
canon im puesto por O ntinyent a los propietarios agrícolas con tierras en el
térm ino de F ontanars . 73
El control del arm am ento y del orden público fue una preocupación
generalizada. El 4 de octubre los socialistas de l ’O lleria acordaban presentar las
arm as de fuego en su poder . 74 En O ntinyent a finales de septiem bre los guardias
m unicipales prestaban servicios en los com ités, m ientras que la Com isión
G estora ni siquiera ten ía uno a su servicio y adem ás las calles estaban
desantendidas de v ig ilan cia . 75 Los com ités colaboraron en el esfuerzo bélico.
A sí, el CFP de A lbaida preparó una centuria de “m uchachos” del Sindicato de
391
O ficios Varios-CNT para su incorporación al frente de guerra. Tam bién trataron
de m onopolizar la dirección de los nuevos órganos de poder m unicipal para la
izquierda, controlando el acceso de elem entos caciquiles o de republicanos de
conveniencia. En Castelló de Rugat el único acuerdo del que tenem os constancia
son dos artículos añadidos a las bases fundacionales del Comité Local del Frente
Popular (2-8-1936) por los que se prohibía los partidos y sindicatos eligiesen
representantes en dicho com ité que hubiesen desem peñado cargos públicos
durante la D ictadura de Primo de R ivera o que no hubiesen votado durante la
R epública a algunos de los partidos que form arían el Frente Popular, con lo que
se im pedía el acceso al nuevo órgano de poder de republicanos de prim era hora
o de blasq u istas . 76
Los com ités suplieron entre ju lio y diciem bre de 1936 el vacío de poder
generado con la guerra. A doptaron m edidas para defenderse de la sublevación
m ilitar, asegurar el sum inistro alim enticio de la población y colaborar con el
frente de guerra. Todos, en m ayor o m enor m edida, alentaron o trataron de
encauzar la revolución que se había adueñado de la calle. Pero en las poblaciones
m ayores, con la preem inencia de las sindicales, fueron más allá. C oordinaron las
incautaciones y colectivizaciones con la idea de estar edificando, desde la
“im p ro v isació n ” , las bases de un nuevo poder: el de los trab ajad o res
representados en sus sindicatos. La apreciación de D aniel Sim eón respecto a la
intención de los com ités es válida para estos núcleos m ás poblados. Sim bolizaron
“Un cam í prenyat de possibilitats -i no una sim ple « v i a de t r a n s i d o »
fatalm ent em bocada a retrobar l ’Estat central- que anava p erfilant-se dia a dia i
que les circum stáncies históriques acabaren anihilant ” . 77
392
bríos. H abía que introducirlos en un redefinido poder estatal sustitutorio a la
am algam a dispersa de com ités . 79 El D ecreto de 23 de diciem bre de 1936 dictaba
la desaparición del Comité Ejecutivo Provincial, sustituido por un Consejo
Provincial que asum ía funciones y com petencias de las anteriores diputaciones
provinciales, aunque se recortaban otras (orden público, m ilicias), al mismo
tiem po que heredaba su caracterización de eontrapoder respecto al G obernador
Civil. En V aléncia el Consejo Provincial estuvo en m anos de una m ayoría
obrerista que apenas transform ó las líneas directrices de la anterior D iputación . 80
Para los m unicipios el D ecreto del 4 de enero de 1937 contem plaba la
creación de Consejos M unicipales, que durante los prim eros m eses se vieron
envueltos en polém icas y discusiones alrededor del equilibrio de fuerzas . 81 Los
Consejos M unicipales, centros del poder m unicipal, debían integrar a los
partidos políticos y organizaciones obreras, legalm ente inscritos en el Registro
de A sociaciones del Gobierno Civil. Ú nicam ente tenían prohibida su inclusión
los que hubieran ejercido algún cargo durante la D ictadura, los gestores entre el
7 de octubre de 1934 y el 14 de febrero de 1936, o los directivos de partidos que
habían participado en los gabinetes m inisteriales de los gobiernos de Lerroux y
Gil R obles, in cluido el PURA. El procedim iento p artía desde el propio
m unicipio. Los partidos y sindicatos elaboraban el reparto de puestos de
consejeros, habitualm ente firm ado en un acta por todos ellos y enviada al
G obernador C ivil, Ricardo Zabalza, para su ratificación legal. En el caso de falta
de acuerdo actuaba la C onsejería de Relaciones del Com ité Ejecutivo Popular de
V aléncia. La d esig n ació n y p u esta en funcionam iento de los C onsejos
M unicipales suponía inm ediatam ente la disolución de todos los com ités que
actuaban desde el 18 de julio.
O ntinyent se anticipó al decreto. En el otoño de 1936 la ciudad del
Clariano contrastaba con los propósitos de unidad antifascista del prim er
gobierno de Largo Caballero. La disgregación de com ités que coexistían con la
C om isión G esto ra y el C om ité R evolucionario se vio aum entada desde
septiem bre con el principio de las colectivizaciones e incautaciones industriales,
los prim eros refugiados, la aparición de los problem as de escasez y carestía y la
continuació n (aten u ad a en octubre) del terro r revo lu cio n ario de las dos
sindicales. Las m em orias de Rafael Reig recogen las críticas del com andante
Galán (5 de diciem bre) en un m itin contra la m ultiplicidad de poderes en la
retaguardia y los enfrentam ientos partidistas:
79 JACKSON, G: Costa, Azaña. El Frente Popular, Tumer, Madrid, 1976, p. 143. La evolución de la política
interna de los bandos en guerra hacia la unidad de acción en ARÓSTEGUI, J.: “Los dos Estados”, en
W .AA.: La Guerra Civil, op. cit., 11, para el proyecto de gobierno caballerista las pp. 10-20.
80 La gestión de este organismo en GIRONA ALBUIXECH, A.: Guerra i revolució al País Valencia (1936-
1939), op. cit., pp. 236-257.
81 Artículos y monografías locales inciden en el denominador común en los conflictos internos de los
Consejos Municipales así como en su problemática (abastos, refugiados, defensa pasiva.), v. ALONSO, J. E.
y GARCÍA, A.: “Alguns aspectes de la vida municipal a Gandía durant la Guerra Civil”, Ullal, 3, 1983, pp.
50-56 (p.51-52) y otros más que aparecerán citados en el capítulo.
393
¡Sí!. ¡Ya basta!. Como basta y a de tanto comité; com ité de esto, com ité de
aquello y comité de lo otro. Sobran todos esos com ités y hace fa lta un solo
comité, un solo concejo m unicipal que represente a todo el pueblo y que
dirija y adm inistre bajo las órdenes y leyes del gobierno de la República
(-)-n
394
Cuadro núm. 31
1 CNT 1 CNT/PSOE
Montavemer Manuel Vidal Bou IR 1 PSOE/UGT/IR 2UGT/PCE
1PSOE 2NC
85 La filiación UGT corresponde a las sociedades obreras de cada población, bien de jornaleros, bien de
Oficios Varios, bien de obreros industriales.
86 AMO, Borradores de las Actas Municipales 1937, borrador del acta de 9-II-1937.
396
duda, la salida al frente de una parte considerable de la m ilitancia cenetista más
com prom etida erosionó la fortaleza cenetista. Por otra parte, el reforzam iento del
poder central de la República tam bién tuvo su influencia en la destrucción del
sistem a disperso de poder establecido.
La com posición de los Consejos ocasionó una m area de conflictos locales
casi siem pre en torno a la proporcionalidad entre consejeros-afiliación, y a la
com pleta falta de adecuación a la realidad de las poblaciones en las que, y
solam ente es una m uestra, la inclusión de las secciones juveniles, sobre todo las
anarquistas, levantaban airadas protestas por su m enguada o sim plem ente
in ex isten te afiliació n . En febrero de 1937 las o rg an izacio n es ju v e n ile s
provinciales abandonaban los Consejos M unicipales. Las pugnas desvelan el
asentam iento definitivo de los Consejos M unicipales, órganos directores de
cuestiones claves para sus sociedades, como los abastecim ientos, la recepción de
refugiados y evacuados, los prim eros heridos y el afianzam iento o control de las
transform aciones socio-económ icas iniciadas en el verano del 36.
El ejem plo de Bocairent es extensible a otras poblaciones. Al m illar de
afiliados de la UGT le habían correspondido cuatro consejeros m ientras que tres
fueron para la CNT, aunque no rebasaba la cincuentena. En A lbaida el único
consejero adjudicado al Partido Socialista no acudió a la tom a de posesión del
Consejo en protesta por la deficiente representación del partido. La D elegación
de R elaciones aconsejó dar por constituido el Consejo aun sin la presencia
socialista al m ism o tiem po que m ediaba ante la Federación Socialista para
conseguir el retorno de dicho consejero . 87 Esta era una situación común. La
D elegación de Relaciones legalizaba los Consejos M unicipales a pesar de las
ausencias en espera que los partidos o sindicatos disconform es quisieran
reintegrarse. Las dos im pugnaciones planteadas en A lfarrasí fueron resueltas por
la C onsejería de R elaciones . 88
Hasta el mes de marzo no se llegó a un entendim iento en B enigánim entre
Izquierda R epublicana y los sindicatos. Una renovación parcial en ju lio provocó
nuevas disputas . 89 Las pequeñas poblaciones m enores de 1.000 habitantes no
escaparon a intensos enfrentam ientos teñidos de personalism os. En Otos, PCE e
IR no se integraron en el Consejo M unicipal “por que no se les daba satisfacción
con los puestos que solicitaban ( . . . ) ” . 90 Socialistas, com unistas, ugetistas y
republicanos de izquierda de B eniatjar desataron frecuentes duelos dialécticos
por la distribución de concejalías. En el Ráfol de Salem la transición fue m enos
traum ática. Los siete m iem bros del Comité debían reducirse en dos: uno por
sorteo y otro por su analfabetism o. Sin embargo la crisis institucional llegó en
octubre cuando el G obernador Civil ordenó la destitución del Consejo M unicipal.
En otros casos la falta de inform ación de las autoridades provinciales
retardó la tom a de posesión. Desde Aielo de Rugat se notificaba al G obernador
87 AMA, Caja Sección Histórica. Guerra Civil. Administración Republicana, informe del 20-1-1937.
88 AMAL, libro 15-H-1937/12-III-1941, Libro de Actas, acta de 18-11-1937.
89 AMBG, caja 9. Libro 4-V-1936/3-V-1937, Libro de Actas, actas de 11 y 25 de enero; 29 de marzo y 5 de
julio de 1937.
90 AMOT, libro 1936/28-XI-1937, Libro de Actas, acta de 20-1-1937.
397
Civil que los dos puestos vacantes del Consejo reservados para la CNT estaban
sin cubrir sim plem ente por que este sindicato no existía en la población .91 El
Consejo M unicipal de A tzeneta fue uno de los últim os de la com arca en form arse
( 6 de m arzo), al no cubrirse el puesto reservado para Izquierda Republicana.
Posiblem ente en algunos casos la no incorporación de IR estaba m otivada por las
directrices superiores del partido, que se negaban a colaborar con partidos que
m antenían incautaciones, como sucedió en A laquás . 92
El hegem ónico socialism o de Aielo de M alferit arrinconó a Izquierda
Republicana. Las protestas de los republicanos de izquierda no sirvieron para
m ucho. La Sociedad O brera ugetista El Progreso copó un Consejo com pletado
con un com unista .93 El G obernador Civil requirió al alcalde el m otivo por el que
no estaba representada Izquierda R epublicana. La respuesta del joven M anuel
Belda no deja lugar a dudas de la posición de este partido republicano en el
contexto revolucionario abierto el 18 de ju lio , cuando acogía a republicanos de
izquierda, para después pasar a acoger a antiguos republicanos de centro y
antirrepublicanos para así introducirse en los resortes del poder m unicipal:
(...) quiero hacerle saber que si en algún tiempo y hasta actualm ente se
denom inan algunos ciu dadanos de Izquierda R ep u b lica n a en esta
localidad es en número insignificante, ya que si algún vecino de tipo
cacique se atribuye derechos que no le corresponden más bien pudo desde
el dia dieciocho de Julio de 1936 haber estado al lado de la revolución
que no m ostrarse p a sivo en asunto de tanta envergadura, dando señales de
vida solo cuando a elem entos de la D erecha R egional se les ponia en el
lugar que solo a ellos les correspondía, p o r el Comité Ejecutivo Popular,
dem ostrando constantem ente su disgusto p o r que no se atendía a estas
clases de la C edo-radical-fasticinoide con toda delicadeza, con cuya
actitud el Frente P opular que vive las horas tristes pero con la gran
esperanza de la victoria, está disgustado del proceder de quien supone
esta P residencia apela a la reclam ación interpuesta p o r Izquierda
Republicana, la que localm ente no existe ni existió,94
398
No faltaron rencillas personales/fam iliares envueltas en una problem ática
política. El cese del secretario de B eniatjar (marzo) prom ovió continuos ataques
del consejero com unista a la m ayoría m unicipal, que desem bocaron en su
negativa a asistir a los plenos hasta ser destituido por el G obernador Civil, quien
se vio obligado a am pliar el Consejo a finales de ju lio con dos nuevos vocales,
uno com unista y otro anarquista. Los consejeros no aprobaron la certificación del
anarquista, originándose un tenso pleno que enfrentó a com unistas-republicanos
de izquierda contra la m ayoría socialista. Desde ese día Santiago Sam per (IR)
abandonó el C onsejo .96 Finalm ente el 1 de septiem bre una orden gubernativa
destituía al inestable Consejo M unicipal.
En B élgida las Juventudes Socialistas renunciaron (abril) a encargarse de
la d eleg ació n de “V igilancia y S eg u ridad” por tra ta rse de un ám bito
com prom etido entre sus convecinos. Esta decisión desestabilizó al Consejo:
acusaciones de “dictador” contra el alcalde, dim isiones de ugetistas y del
consejero com unista que no retornaron hasta septiem bre. Así entre abril y
septiem bre, B élgida estuvo gobernada por tres consejeros de los siete que
com ponían el C o n sejo . 97 En l ’O lleria los co nsejeros de IR y UGT (2
respectivam ente) faltaban reiteradam ente a las sesiones desde agosto, mes en que
los repub lican o s de izq u ierd a forzaron la d im isió n de uno de sus dos
consejeros . 98 En el Ráfol de Salem, después de la destitución del Consejo, el
G obernador envió a m ediados de octubre de 1937 a un Delegado para investigar
las denuncias que había recibido sobre la corrupción del alcalde y de un
consejero, aunque fin alm en te las autoridades ju d ic ia le s desestim aron las
acusaciones .99
El conflicto más grave de esta prim era etapa de rem odelación de los
poderes m unicipales tuvo lugar en Ontinyent. Su origen y desarrollo son un
compendio de lo que estaba sucediendo en la retaguardia republicana y, hasta
cierto punto, en la franquista. Todo empezó con el asesinato del faísta Vicente
Tormo Gandia apodado Quince kilos.
Para G onzalo G ironés “Fue éste el acontecim iento m ás sonado de
O nteniente y su com arca en aquellos trágicos tiem pos. De él se habló durante
m eses y tuvo en suspenso la población entera, alim entada por los relatos más
fan tástico s. A ún dentro de aquel clim a de te rro r y v io len cia, el hecho
objetivam ente destacó por singular ” . 100 La versión oficial recoge que m ientras
Francisco Torró Vila trabajaba en el campo tuvo una discusión con Vicente
Tormo, al que seccionó el cuello con una hoz. La versión de Gonzalo Gironés
difiere en gran medida. A ntes de la guerra, en el curso de una pelea entre m ujeres
intervinieron sus respectivos m aridos conocidos con los sobrenom bres de “el
Ganga” y “el Pipa” . En el curso de la disputa “el Pipa” term inó con la vida del
prim ero. Al com enzar la guerra fue am nistiado por razones políticas. En la noche
96 AMBE, libro 1936-1938, Libro de Actas, actas desde el 20-11-1937 hasta septiembre de 1937.
97 AMBEL, Libro de Actas, actas desde abril hasta septiembre de 1937.
98 AMOLL, libro 34, Libro de Actas, actas del 5 y 12 de agosto de 1937.
99 AMO, FJ, Juzgado de Primera Instrucción de Albaida, sumario 23/1937.
100 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 182.
399
del 17 de enero de 1937 (en los inform es m unicipales el 19), en el b ar Regio,
V icente Tormo am enazó de m uerte a “el P ipa” delante de su herm ano Francisco
Torró. A lrededor de las tres de la m adrugada el herm ano del “Pipa” y Vicente
Tormo salían, am bos em briagados, del bar. A la m añana siguiente su cadáver
aparecía en un brazal de riego.
V icente Tormo era un conocido m ilitante faísta de O ntinyent al que en las
declaraciones recogidas en la Causa General se le im putaba haber pertenecido a
un grupo de faístas im plicados en varios asesinatos ocurridos en A tzeneta,
B élgida y O ntinyent . 101 Era un personaje particularm ente odiado por la derecha
de O ntinyent que trazó de él en la posguerra un retrato brutal:
101 AHN, CG, Pieza Principal (PP), legajo 1.367, tomo IX, caja 2 y Ramo Separado de Ontinyent.
102 TORTOSAPOQUET, A.: “En Onteniente. Siluetas Rojas”, ALP, 1940, pp. 250-255 (p. 254).
103 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 26-1-1937.
104 Las milicias valencianas se concentraron con preferencia en el frente de Teruel. Las más conocidas son
la Torres-Benedito (militares, republicanos valencianistas y anarquistas), la Eixea-Uribes (partidos y
sindicatos de la izquierda obrera), la Peire (sobre todo militares) y la Columna de Hierro (anarquistas). En su
órbita ideológica y geográfica del frente de guerra se situaron columnas milicianas de menor entidad como
la Iberia, la CNT 13, Temple y Rebeldía o la Chola. En concreto la Iberia fue una de las últimas en
incorporarse a las trincheras. Las milicias valencianas y su proceso de militarización en MAINAR, E.: De
milicians a soldáis. Les columnes valencianes en la Guerra Civil espanyola (1936-1977), op. cit., para la
Columna Iberia la p. 46.
105 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 22-1-1937.
400
H icieron su entrada triunfal y am enazante en Onteniente, que se sintió
tomada m ilitarm ente. D esenterraron el cadáver y lo trasladaron a la p la za
del ayuntamiento, donde quedó expuesto el féretro haciendo com parecer a
toda la población para rendirle público homenaje, montando al efecto un
acto necrológico desde el balcón de la Casa Consistorial, en el que
aparecían los padres, hermanos y fa m iliares en apretado y conm ovedor
abrazo de despedida. Su madre lanzaba un lamento desgarrados: « ¡ ¡ F U I
m euü.
401
el objeto de pedir auxilio al G obernador Civil. Al parecer Quiles se reunió
personalm ente con el G obernador y con la Federación A narquista de Valencia. La
llegada de Guardias de A salto norm alizó la ciudad, obligando a los m ilicianos a
volver al fren te . 106
Francisco Torró fue “juzg ad o ” y condenado a m uerte. La “ ejecución” tuvo
lugar el 11 de febrero en la carretera Casa del Cam pillo-V aléncia, aunque el
rum or público señaló que “fue degollado y suspendido de sus testículos ” . 107 No
fue esta la ú n ica vez en que los m ilician o s an arq u istas m ás rad icales
abandonaban el frente para intervenir en la política local de la retaguardia o para
alcanzar algún objetivo particular como im plantar por la fuerza el “com unism o
libertario” o proveerse de armas. La intervención policial, que podía haber
provocado un más que probable enfrentam iento con los m ilicianos anarquistas,
como había sucedido en G andia , 108 fue el origen de una fuerte polém ica entre la
fracción lib ertaria y la m arxista que decidieron investigar por separado su
autoría . 109 Los anarquistas descubrieron la corresponsabilidad de José Q uilis y
del com u n ista M anuel Torró, quien tam bién h ab ía inform ado al P artido
C om unista de V aléncia. A m bos fueron expulsados de sus resp ectiv as
organizaciones . 110
D esde este m om ento se hizo palpable la división del Consejo en dos
bloques: la fracción “m arxista” (5 UGT, 1 PSOE y PC, respectivam ente), con
siete consejeros, y la fracción “lib ertaria” (5 CNT, 2 FAI y 1 JJLL) con ocho.
Josep G andia precisa la heterogeneidad de la fracción “m arxista” : “En la
representación de UGT había concejales que eran adem ás afiliados al PC,
ugetistas m oderados, ugetistas radicales partidarios de la colaboración estrecha
con CNT (...)”, un reparto cam biante en razón de los nuevos consejeros que se
incorporaban. H1La inoperancia del Consejo M unicipal, gobernado por una
m ayoría libertaria, en todo lo sucedido inició un debate introducido por la
pregunta planteada por la Junta Ejecutiva de la UGT al resto del Consejo:
“¿Tiene o no tiene autoridad el Consejo M unicipal ? ” . 112
El pleno fue tum ultuoso y el acta no reflejó la totalidad de las discusiones.
El borrador del A cta ha conservado las intervenciones de los distintos consejeros.
Para los “m arxistas” el Consejo M unicipal era la principal autoridad dentro de la
ciudad; los “lib ertario s”, por su parte, defendían su autonom ía organizativa y
pro clam ab an su p re ten sió n de asegurar las co n q u istas re v o lu cio n arias
conseguidas gracias a su hegem onía en la ciudad. La declaración unilateral de
huelga general y la actuación de la Colum na Iberia, con sus detenciones, eran
catalogadas p o r los m arx istas com o una in jere n cia de una org an izació n
determ inada en el espacio de poder propio del C onsejo M unicipal. A lgún
consejero de esta fracción am enazó con dim itir si se volvían a repetir hechos
sim ilares. En d efin itiv a se tra ta b a de rem arcar la autoridad del C onsejo
M unicipal representante de todo el Frente Popular y garante del espíritu de
unidad e institucionalización de la revolución frente al período convulso anterior
110 FS, 14-11-1937, Recoge una nota de prensa del número 9 de El Productor.
111 GANDIA CALABUIG, J.: “Ontinyent 1931-1939: Una aproximación a la dinámica político-
institucional”, Alba, 2-3, 1986-1988, pp. 53-65 (p. 62).
112 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 22-1-1937.
402
de poder sindical autónom o . 113 Pequeños conflictos se daban en los pueblos. En
m arzo de 1937 en m edio de una A sam blea de Cam pesinos en el Centro Obrero de
1 *O llería uno de los asistentes am enazó de m uerte con un puñal reiteradam ente al
presidente del Consejo M unicipal . 114
Vemos en el Cuadro núm. 31 cómo los Consejos M unicipales m antenían
m ayorías sindicales que no aceptaban de buen grado perder las parcelas de poder
conquistadas en el verano del 36. Por ello tras el cese de los m ilicianos de los
antiguos com ités se planteó la problem ática del orden público en ciudades sin
fuerzas m ilitares. Los plenos de O ntinyent se ocuparon obsesivam ente en
consensuar la depuración de los guardias m unicipales, particularm ente odiados
por los anarquistas. E staba en juego el control de la fuerza pero tam bién, como
m anifestaron consejeros cenetistas, el grado de autonom ía m unicipal. Tal y como
sucedía con otros tem as, el fondo de estas largas disquisiciones, réplicas y
contrarréplicas, era la obediencia o la autogestión respecto al gobierno de la
República. D espués de árduas polém icas cada una de las fracciones propuso
nueve plazas . 115
El Estado recuperaba paulatinam ente sus funciones. Entre ellas el control
de la coerción. A finales de 1936 un D ecreto del M inisterio de G obernación
suprim ía los controles de carretera efectuados por los com ités. La m ilitarización
de las colum nas de m ilicianos suponía que a partir de ese mom ento era el Estado
el encargado de form ar un Ejército que detuviera los casi ininterrum pidos
avances franquistas. A trás quedaban incidentes como el ocurrido en Ráfol de
Salem con varios m ilicianos que recogieron objetos y alim entos con destino al
frente entre los vecinos del pueblo y los trasladaron a la estación del ferrocarril
de Ontinyent. Esta corriente de supresión o control de las transform aciones
revolucionarias llegaba a los aspectos externos. El consejero ug etista de
O ntinyent Rafael C asanova (abril 1937) indicaba el “mal efecto” que le causaba
ver a los guardias m unicipales patrullando con la escopeta al hom bro y la
necesidad de dotarlos sólo de arm a corta . 116 No siem pre los sindicatos aceptaron
de buen grado la autoridad de los Consejos. En A gullent (abril) los jóvenes
afiliados a la CNT se negaban a entregar sus armas al Consejo M unicipal, pero
aceptaban que el sindicato las guardase . 117
Los Consejos tam bién eran una transpolación de las oscilaciones políticas
de la zona republicana. Los prim eros m eses de 1937 fueron una sucesión de
derrotas m ilitares para la República: conquista de M álaga (febrero), ofensiva
franquista triunfante sobre V izcaya (abril). La sucesión de reveses m ilitares tuvo
su correlato en el cam bio de estrategias políticas que llevó a la crisis de mayo de
1937. Las bases program áticas del Gobierno de Largo Caballero consistían en la
403
l
unidad de acción UGT-CNT y la fracción caballerista del Partido Socialista. La
infiltración com unista en la UGT, que ya venía desde antes de la guerra,
consiguió en febrero de 1937 sentar las bases para fusionar la Federación
Provincial Cam pesina (PCE) y la FETT-UGT, m ientras que los socialistas
m oderados valencianos como M olina Conejero com enzaban a acercarse a los
com unistas. Republicanos, com unistas y socialistas m oderados coincidían en la
necesidad de sustituir la coalición diseñada por Largo Caballero y construir una
nueva m ayoría gubernam ental para dirigir con firm eza a la R epública hacia la
victoria en la guerra a través la consecución de una econom ía de guerra y del
reconocim iento de las dem ocracias europeas. Se trataba de la pugna entre
“revolución para ganar la guerra” o “prim ero la guerra, después la revolución”
que tantas páginas han llenado.
El estallido final tuvo lugar en Barcelona el 3 de mayo aunque tam bién
habría podido suceder en Valencia, donde ya en octubre de 1936 se habían
enfrentado com unistas y anarquistas sin abandonar posteriorm ente un cierto
grado de tensión soterrada entre las dos corrientes desplegada en los prim eros
m eses de 1937.118 Pero en la Ciudad Condal (y otras ciudades catalanas) los
sucesos fueron aún m ás graves. H asta el día 8 de mayo sus calles fueron el
escenario de una guerra urbana entre las m ilicias anarquistas y poum istas por una
parte, y com unistas ju n to a cuerpos arm ados de la G eneralitat catalana y del
Estado Central por otra. D espués de la pacificación de la ciudad, la confluencia
que venía arrastrándose entre socialistas m oderados, com unistas y republicanos,
forzaron un cam bio de gobierno presidido por el socialista N egrín sin presencia
anarquista ni de la izquierda so cialista . 119
Los “sucesos de m ayo” tuvieron su eco en el Consejo M unicipal de
O ntinyent. La Federación Local de la CNT y la de Grupos de A finidad (FAI)
convocaron un pleno m unicipal extraordinario (16 de mayo) para proclam ar que
“se confie el encargo de form ar Gobierno y el M inisterio de la G uerra al
cam arada Largo C aballero”, propuesta que tan sólo recibió el voto del consejero
socialista y el rechazo del resto (ugetistas y el com unista ) . 120 Los dos bloques se
m antenían días después cuando se som etía a votación la adhesión al gobierno
Negrín: anarcosindicalistas y el socialista en contra, com unistas y ugetistas a
favor . 121
Entre mayo de 1937 y febrero de 1938 la fracción contraria a la política de
Largo C aballero fue acaparando parcelas de poder en detrim ento de los
partidarios de la opción revolucionaria: fin del Consejo de A ragón (agosto de
1937), crisis interna de la UGT con la salida de Largo Caballero de su dirección,
represión de la FAI y el POUM con el asesinato de A ndreu N in y los “juicios-
farsas” estalinistas contra sus líderes. La designación del socialista moderado
^ GIRONA ALBUIXECH, A.: “Comunistes i anarquistes valencians: entre la guerra i la revolució (1936-
1937)”, L ‘Espill, 16,1982, pp. 11-26. El enfrentamiento entre las dos posturas fue creciendo desde el invierno
de 1936, v. ARÓSTEGUI, J.: “Los dos Estados”, op. cit., pp. 22-34.
119 Los sucesos de mayo y el fracaso del proyecto caballerista en ARÓSTEGUI, J.: “Los dos Estados”, op.
cit, pp. 46-56.
120 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 16-V-1937.
121 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 18-V-1937.
404
M olina Conejero com o gobernador civil de Valéncia o de un com unista (M onzón)
en la vecina A lacant en ju lio de 1937 llevó al control de los órganos de poder
provinciales a la fracción que apoyaba a N egrín, extendiéndose a lo largo del año
a otras instituciones (Consejo de Econom ía, Consejos Provinciales). También en
los últim os m eses de 1937 los m oderados conseguirían el control de la
caballerista Federación Socialista V alenciana y de la dirección de la UGT en
V aléncia y A lacant . 122
La dirección que estaba tom ando la p olítica en la zona republicana se unió
a consideraciones puram ente locales para dar lugar a un m ovim iento de presión
ante las autoridades provinciales en pro de la renovación del Consejo M unicipal
de O ntinyent y el gobierno anarquista, que hasta la fecha había centralizado de
m anera absoluta la vida económ ica de la ciudad y no daba solución a los
problem as de abastecim iento ciudadano e industrial. La m ayoría absoluta
anarcosindicalista no dejaba m argen de actuación a la m inoría “m arxista” que en
la prim avera-verano de 1937 fue paulatinam ente abandonando la adm inistración
m unicipal.
Así las cosas, entre enero y septiem bre de 1937, aunque desaparecieron
casi totalm ente las detenciones arbitrarias y el poder m iliciano, los prim eros
C onsejos M unicipales arrastraron las pugnas políticas y personales de cada
localidad m ientras que crecían de m anera perceptible los grandes problem as de
la retagu ard ia republicana: refugiados, la econom ía (escasez de m oneda,
hiperinflación), los abastecim ientos y la hacienda pública. La retaguardia, pues,
avanzaba hacia “una vida m ás ordenada ” . 123
122 Todas estas cuestiones se pueden seguir a través de GIRONA ALBUIXECH, A.: Guerra i revolució al
País Valencia (1936-1939), op. cit.
123 GIRONA ALBUIXECH, A.: “La retaguardia valenciana durante la guerra civil: evolución política y
transformaciones sociales”, en ARÓSTEGUI, J. (coord.).: Historia y memoria de la Guerra Civil, Junta de
Castilla y León, Salamanca, vol. I, 1988, pp. 270-274.
124 ARÓSTEGUI, J.: “Guerra, poder y revolución. La República española y el impacto de la sublevación”,
op. cit.
405
que se encontraban m uchos C onsejos debido a problem as de reparto de puestos,
pero tam bién significó un cam bio profundo en el personal político. Ahora
irrum pían en su gran m ayoría nuevos nom bres que no habían ocupado puestos en
com ités sindicales, CEFPS o com isiones gestoras.
La proporcionalidad condujo a consejos con am plia m ayoría de los
partidos que constituían la m ayor parte del Gobierno de la República. En
O ntinyent desapareció la hegem onía de la fracción libertaria, no sin críticas
anarquistas por la falta de verdadera correlación entre partidos y afiliados con
anterioridad a la guerra : 125 tres vocales respectivam ente para PSOE, PCE, IR y
UGT, dos para CNT y uno para la FAI. Los anarquistas ontiñentinos, igual que en
el resto de la zona republicana, observaban con am argura cómo habían ido
perdiendo las parcelas de poder acaparadas con las armas y las conquistas
revolucionarias (colectivizaciones ) . 126
Izquierda R epublicana entraba por prim era vez en el Consejo. El 29 de
noviem bre de 1937, a propuesta del Partido Com unista, era elegido alcalde-
presidente José Donad Vidal (PSOE). El pasado de José Donad dibuja la
trayectoria del bloque político (IR, PSOE, PCE) que dirigió las coordenadas
básicas del gobierno m unicipal hasta el fin de la guerra. Como otros socialistas,
prim ero había estado afiliado a Izquierda R epublicana, después participó en las
prim eras juntas directivas de la UGT y en la fundación de la Agrupación
Socialista. Fue el principal valedor de Francisco M ontés para que continuara
com o alcalde en la Com isión G estora de 1936, desapareciendo de O ntinyent en
los prim eros m eses de la guerra. La fracción “libertaria” sim ultaneó la crítica
hacia su escasa representación (que no podía ser solucionada desde Ontinyent)
con el ataque político: “la actuación de este ciudadano durante el prim er período
del m ovim iento no m ereció la aprobación de los elem entos antifascistas ” . 127
En abril de 1938 CNT y FAI decidían abandonar el Consejo M unicipal, la
Federación Local declaraba su negativa a colaborar ante la adjudicación de sólo
tres consejeros, m uy desajustado respecto a su fuerza num érica, siguiendo en
esta decisión a la delegación catalana del II Congreso de la FAI (febrero 1938)
de V alencia . 128 Los llam am ientos a filas y los problem as de legalidad llevaron a
que el Consejo se quedara sin representantes cenetistas. A m itad de 1938, el
otrora anarcosindicalism o ontiñentino, que se había im puesto en los meses
convulsos de los com ités y que había gozado de la m ayoría absoluta del prim er
Consejo M unicipal, desaparecía del m unicipio.
El 5 de septiem bre presentaban las conclusiones de la reunión de la
Federación Local de la CNT y la A grupación de la FAI (31 de ju lio ) que resum en
el m om ento del anarquism o en O ntinyent:
406
I a. M ostrar su disgusto p o r la intransigencia que se dem uestra al no
querer considerarnos, p o r lo menos, iguales a las demás organizaciones
de la localidad; 2 o sacar como consecuencia de la actuación de este
Consejo, las acom etidas en contra de todo aquello que tiene relación con
dichas organizaciones con el fin prem editado de m olestarlas cuanto se
pueda, y 3 o declarar la incom petencia de las mismas con este Consejo
m unicipal, p o r no representar, una a l pueblo, y p o r su actuación
p a rtid ista .129
407
políticos (2 PSOE, 1 PCE, 2 IR). El Consejo de septiem bre era más apropiado a
la correlación de fuerzas del Frente Popular de Albaida. La im plantación del
CRIM asentó definitivam ente en perfiles de continuidad la política m unicipal
hasta la derrota de 1939.
En B ocairent la designación de nuevo alcalde presidente en noviem bre de
1937 necesitó dos elecciones, dada la división entre el bloque socialista (UGT-
PSOE) y el anarcosindicalista (CNT-FAI) al que se sumó Izquierda R epublicana
con la abstención com unista . 133 Es más, uno de los consejeros ugetista votó a
favor del candidato faísta, ocasionando su expulsión por parte de la C asa del
Pueblo de B ocairent . 134
Casi un m es después dim itían los consejeros de CNT-FAI-IR . 135 En
M ontaverner la m ayoría sindical pedía en marzo de 1938 la destitución del
alcalde M anuel Vidal (IR) después de perder la confianza en su gestión. Pero el
equipo m unicipal no encontró la estabilidad, prim ero por las arduas discusiones
sobre el núm ero de vocales, por la proporcionalidad entre afiliados y vocales y,
por últim o, en agosto de 1938, debido al intento de la A grupación S ocialista para
entrar a form ar parte en el C onsejo . 136
Las sesiones de constitución de los dos Consejos M unicipales de A lbaida
reflejan la evolución de la retaguardia republicana entre enero y septiem bre de
1937. En enero todavía p erv iv ía la dialéctica de exaltación p ro letaria y
revolucionaria: “Por la Presidencia se dió por term inado el acto, después de
agradecer la colaboración de todos, y dando vivas al Proletariado y cantando la
Internacional, se dio por term inado este ( . . . ) ” . 137 En septiem bre:
408
desestabilizaba la política local en m edio de la creciente desm oralización de la
retaguardia. Estas disputas dificultaban en extremo la adm inistración m unicipal
en un contexto tan problem ático com o una guerra, que adem ás enviaba
contingentes de personas para ser alim entadas y alojadas.
En B eniatjar prosiguió la inestabilidad cuando el vocal encargado de los
abastecim ientos se negó a devolver el sello de abastos al dejar el cargo. El
delegado enviado por el G obernador C ivil volvía a d estitu ir al Consejo
M unicipal el 14 de octubre de 1938. A lgunos consejeros de B élgida se negaron a
firm ar el conocim iento de la convocatoria para distribuir las delegaciones en
agosto de 1938. En Benissoda no se celebró ningún pleno m unicipal desde el 2
de mayo de 1937 hasta el 6 de febrero de 1938, día en que el nuevo Consejo
M unicipal tom ó posesión con una declaración m uy clara “no se hacen
responsables en todo lo que afecte al M unicipio en toda la extensión de la palabra
desde la fecha de la tom a de posesión atrás ( . . . ) ’\ 139
1938 acentuaría la subordinación definitiva de la identidad revolucionaria
en aras del triunfo bélico. Los C onsejos fueron adquiriendo un tono de
m oderantism o favorecidos por el control de la retaguardia por parte de los
sectores más m oderados, sobre todo del republicanism o, gracias a que una gran
parte de la izquierda más activa estaba en el frente. El nuevo alcalde de
Benissoda ju ró su cargo en febrero de 1938 publicando un bando en el que
convocaba a “todos los vecinos de la localidad hicieran una vida ordinaria y
normal y acaso de perm anecer algún oculto que hiciera acto de presencia en esta
A lcaldía de lo contrario no se le atendería ( . . . ) ” . 140 La alcaldía de Juan M ontaner
Carpí, m ilitante de la U nión Republicana N acional, en C astelló de Rugat se
caracterizó porque
409
La requisa de armas com enzada en 1937 continuó por parte de las
au toridades provinciales. Prim ero en T O lleria con dos m osquetones, tres
carabinas y un rifle , 143 todavía en 1937, para continuar ya en 1938 en B enissoda
(entrega de arm as sin licencia), de nuevo 1*O llería, donde a principios de 1938
dos agentes de Seguridad de O ntinyent se hicieron cargo de 50 escopetas de dos
cañones, 50 de un cañón y 150 cartuchos depositados en la Casa C onsistorial . 144
En ju lio , O ntinyent había entregado 22 escopetas. Con todo, el proceso no llegó
a com pletarse.
La apariencia de norm alidad llevó al Consejo de O ntinyent el 29 de
diciem bre de 1937 a ordenar, pese a la oposición com unista im plicada en el
reforzam iento de la propaganda, la desaparición de todo tipo de carteles,
anuncios o letreros de propaganda. A m edida que avanzaba 1938 los plenos
fueron abandonando las polém icas y disputas interpartidistas. Desde ju lio de
1938 las sesiones com enzarían a ser muy cortas y burocráticas. Los C onsejos se
rem ozaban constantem ente ante la incorporación a filas de sus consejeros. En
abril de 1938 a las tres vacantes de la CNT se añadía una m ás del Partido
C om unista y otra de Izquierda R epublicana por m otivos de salud.
En este año se intensificarían los conflictos locales entre consejeros,
vecinos y sindicatos. En B enigánim una sim ple discusión sobre las sillas del
centro ug etista prestadas al centro anarquista pero posteriorm ente no devueltas
protagonizó un altercado entre un socialista y el alcalde. En m edio del incidente
el prim ero le espetó “que los pollos que llevaban las m ujeres para el frente se los
com ían los del Com ité con p aellas” a lo que el alcalde le respondió intentando
dispararle con su p isto la . 145 En m ayo de 1938 un vecino de O ntinyent agredió a
un consejero en la calle . 146 En A lbaida en la noche del 22 de febrero de 1938 el
alcalde fue atacado por una persona que había sido detenida durante su
m andato . 147
El mes de m arzo de 1939 presenció varias dim isiones de consejeros “por
razo n es p u ram en te lo cales y p erso n a le s” (Salem ), la b o rales (A lbaida) o
sim plem ente desentendiéndose de las labores de gobierno (C astelló de Rugat).
Próxim o el fin de la guerra era m ás que aconsejable alejarse en lo posible de los
problem as que podían ocasionar el pertenecer a instituciones de un gobierno o a
ideas derrotadas. Estos casos fueron excepcionales. En la agonía de la R epública
prim ó sobre todas las consideraciones, la fírm e voluntad de seguir rigiendo los
destinos de sus pueblos con el fin de evitar estallidos de violencia, asegurar el
abastecim iento y entregar con dignidad las varas de m ando de cada uno de los
ayuntam ientos a los vencedores de la guerra.
410
3.2.4. L as h a c ie n d a s m u n icip ales. E n tre la c o n tin u id a d y la re a lid a d
148 CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals durant 1936-1939”, op. cit., pp.
99-106.
149 Ibídem.
411
trabajadores. El 27 del m ism o mes se calificaba la situación haciendística de
“insostenible” debido a los “innum erables servicios (...) y gastos extraordinarios
derivados de las obras y trabajos que se efectúan para dar ocupación a los que
carecen de ella ( . . . ) ” . 150
El crecim iento de los gastos contrastaba con la m engua de los ingresos. Un
ejem plo lo constituyen las obras de reconstrucción de caminos. D urante la
R epública estas obras se sufragaban a partir de la contribución rústica abonada
por los propietarios agrícolas. A hora los m edieros no pagaban los arrendam ientos
y por tanto el ayuntam iento no ingresaba las cantidades aportadas anteriorm ente
por los propietarios. De esta m anera, privado el ayuntam iento de estos ingresos,
la continuidad de unas obras que paliaban el paro estaba en peligro a principios
de 1937. Las deficiencias en los m ecanism os de ingreso de las arcas m unicipales
llevaron a la supresión o el recorte de servicios . 151 En abril de 1937 se dejaba de
sufragar la C línica de O peraciones que hasta ese m omento había dependido del
m unicipio . 152 A finales del mism o m es, con el fin de reducir gastos, todos los
consejeros que podían retornaban a sus trabajos y dejaban de cobrar del
ayuntam iento, así como se acordaba devolver los dos coches de turism o del
Consejo al Sindicato de Transportes y librarse de los gastos de gasolina y de los
chóferes . 153
Las m edidas adoptadas para reh acer los ingresos fueron rep etid o s
fracasos. En mayo de 1937 desaparecía el Sello de Guerra y de A sistencia Social
que buscaba gravar los artículos de lujo y recreo de restaurantes, bares, tabaco o
las taquillas del cine y el teatro. Saboteado continuam ente por los em presarios de
la hostelería, fue sustituido por un 1 0 % de la recaudación diaria de bares y cafés.
El prim er C onsejo M unicipal conservaba rasgos de los antiguos com ités
(prim acía sindical) que le conducían a prestar más atención a los ontiñentinos en
el frente de batalla que a los problem as de la ciudad, a las repetidas infracciones
de las O rdenanzas M unicipales en cuestiones agrícolas o a los robos de cosechas,
según denunciaba el alcalde-presidente . 154
Los m ayores problem as llegaron en 1938 con la afluencia extraordinaria
de refugiados y evacuados, de los que se hicieron cargo los C onsejos. La
reducción de los ingresos en 1938 obligó a aum entar los recargos. D esde la
prim avera de 1938 las continuas m ovilizaciones de consejeros y las dificultades
crecientes para renovar los cargos hicieron dism inuir la capacidad para ingresar
recursos, ya que las com isiones de H acienda y Personal no podían efectuar sus
trabajos por falta de trabajadores. Adem ás persistieron los im pagos de im puestos
m unicipales. En febrero de 1938 el Consejo de O ntinyent am enazaba con
represalias sobre el carnet de Racionam iento para los m orosos de arbitrio y
U tilidades.
15®AMO, libro 21, Libro de Actas, actas de 27-1-1937 y 23-11-1937. Para Ontinyent se han consultado en la
serie de Correspondencia (1937) los informes y oficios referentes al tema de la hacienda municipal.
151 AMO, Correspondencia 1937, 25-11-1937.
152 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 26-111-1937.
153 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 27-IV-1937.
154 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 8-VI-1937.
412
Con todo, se dieron en O ntinyent experiencias innovadoras. En un prim er
m omento se confió la adm inistración del arbitrio de Pesas y M edidas al Com ité
A grícola, saldada con un fracaso que term inó por reintegrarlo al Consejo
M unicipal. El Sindicato de Cam pesinos-CN T intentó en julio de 1937 hacerse
cargo de este arbitrio ya que desconfiaba de los em pleados de Pesas y M edidas.
El alcalde desestim ó ceder el im puesto a las dos sindicales sin que estas tuvieran
un procedim iento alternativo, principalm ente por carecer de técnicos específicos
y no tener organizados com pletam ente los sistem as de com pra-venta de los
productos agrícolas que hiciesen posible la desaparición de los com isionistas.
La m u n icip alizació n de d istin to s servicios era dem andada por las
sindicales. Se proyectó sustitu ir a la em presa aseguradora del seguro de
enferm edad por el m unicipio. A principios de enero de 1937, suprim idos los
com ités, los cam pesinos habían dejado de acatar las decisiones del Consejo
M unicipal de O ntinyent, con lo que los ingresos m unicipales perdían la partida
de los repartos de la G uardería Rural. El Consejero del D epartam ento de
A gricultura Juan Soler (CNT) proponía que este servicio pasara a ser m unicipal,
tanto por sus ventajas recaudatorias como por que el Consejo poseía los “m edios
coactivos” .
En el caso del Riego M ayor sus propias características im pidieron la
m unicipalización, ya que los consejeros estim aron que las com plicaciones de
gestión y adm inistración de este organism o concernían en m ayor grado a los
propios cam pesinos. Adem ás en este caso el anarquism o veía con buenos ojos los
m odelos autogestionarios que regían en el regadío valenciano por lo que,
desaparecida la dirección del Riego M ayor en la vorágine de la revolución, los
agricultores se habían hecho cargo de todos los aspectos para el correcto
funcionam iento del riego. La solución adoptada transitaba entre la autogestión
libertaria y el control estatal sobre los resortes de poder: continuación del Riego
M ayor pero acom pañado de los consejeros-delegados del D epartam ento de
A gricultura . 155
La m unicipalización de fincas incautadas se utilizó en un principio para
invertir en obras públicas. En O ntinyent se m unicipalizó el servicio de guardia
rural, que antes lo designaban las sindicales. En Bocairent el Com ité había
incautado la M ina de la Sociedad A nónim a Fomento A grícola-Industrial, una
finca abandonada y sin propietario conocido en la que se localizaba un acuífero
que el Com ité pretendía conducir hasta la población y subsanar las deficencias en
el sum inistro de agua potable. En ju lio los accionistas ofrecieron sus derechos al
Consejo M unicipal . 156 Las aguas potables se m unicipalizaron.
En A lbaida el proceso de descom posición de la hacienda m unicipal llegó
a ser profundo. La recaudación de los im puestos m unicipales estaba “casi
anulada” desde el 19 de ju lio de 1936 (U tilidades y arbitrios). En diciem bre de
1936 los funcionarios m unicipales llevaban tres meses sin recibir el pago de su
nómina. Con la Caja M unicipal agotada y sin posibilidad de nuevos ingresos, el
413
CEP abrió una cuenta voluntaria que recorrió el pueblo para poder pag arles . 157
G astos e in v ersio n es de los com ités de 1936 p ro v en ían de rep arto s
extraordinarios entre los m ayores contribuyentes, im puestos voluntarios e
ingresos del CAFI y del alquiler de fincas incautadas . 158
D esaparecidas las exacciones económ icas en 1937 con los Consejos
M unicipales, los problem as hacendísticos llevaron a los m unicipios a una falta de
ingresos que paralizaba la vida adm inistrativa y las inversiones públicas. Una
salida fue crear nuevos im puestos, como el creado en A lbaida sobre el 2% de
toda actividad de “fabricación y m anipulación” (septiem bre 1937) que gravaba
todas las m ercancías. Adem ás las rivalidades políticas actuaban de m anera
negativa sobre la búsqueda de soluciones. En marzo de 1937 todos los partidos y
sindicatos del Consejo M unicipal de A lbaida, salvo Izquierda R epublicana, se
negaron a designar vocales para la com isión de evaluación para la distribución
del im puesto de U tilidades del segundo sem estre de 1936, que todavía no se
había realizado . 159
La precariedad de las arcas m unicipales fue una constante en todos los
pueblos grandes, m edios y pequeños. El Consejo de B élgida vendió las cam panas
para poder adquirir cañerías de agua (febrero de 1937). B enissoda estaba en la
prim avera de 1938 prácticam ente en la bancarrota: los gastos de los propios
consejeros los abonaba el alcalde, en mayo la Caja M unicipal no guardaba ni una
peseta, el Pósito tenía un déficit de 75 ptas., no se había redactado el presupuesto
y la adm inistración estaba totalm ente paralizada . 160 En C astelló de R ugat las
prim eras 500 ptas. que se necesitaban para pagar viajes y dietas de los ingenieros
encargados de reform as y am pliaciones del aprovisionam iento de agua eran
adelantadas por p articu lares . 161 En Salem el ayuntam iento estaba en quiebra,
puesto que no se cobraban im puestos desde ju lio de 1937. La salida que se
planteó fue la petición de devolución de bienes com unales. En diciem bre de 1936
los vecinos de Ráfol de Salem tam bién se negaban a pagar los im puestos
m unicipales. En r O lle ria el Consejo M unicipal trataba, en enero de 1937, de
poner orden en la contabilidad del Cem enterio ya que “ se están adeudando en la
actualidad un buen núm ero de nichos ocupados ( . . . ) ” . 162
Todos los Consejos proyectaron la realización de viejas aspiraciones,
como reform as urbanísticas (ensanches), centros escolares, consecución o
reform a del alum brado público, lavaderos y fuentes, rebajas de la tarifa del
alum brado urbano, pero con preferencia, la conducción de aguas potables. Los
logros de los Consejos en las aspiraciones a conseguir una m ejora sustancial del
nivel de vida de los ciudadanos increm entaban el déficit de la hacienda
m unicipal. En el proyecto de abastecim iento de agua potable de Q uatretonda se
incluía como punto innegociable no establecer tarifas para el consum o de agua a
414
d om icilio . 163 En Palom ar se incautaron, con indem nización de una balsa de agua
para asegurar la necesaria para el uso dom éstico . 164 La lucha contra los
privilegios de unos pocos en detrim ento de la colectividad daba como resultado
la persecución de la contam inación de las aguas de riego por parte de los
industriales después de décadas de protestas cam pesinas (A gullent ) . 165
Como ha resaltado A lbert G irona, los Consejos M unicipales oscilaron
entre los que prosiguieron con la p olítica recaudatoria anterior que provenía de
F lor de Lemus (G andia) y los que aprovecharon para desplegar, o al menos
intentarlo, propuestas de m unicipalización de servicios (O ntinyent ) . 166
3.3. LA P E R S IS T E N C IA DE LA M E M O R IA : LA V IO L E N C IA P O L ÍT IC A
3.3.1. U na v io len cia m u ltid ire c c io n a l: enem igos de clase, enem igos políticos
y enem igos c u ltu ra le s
M uertos, incendios, req u isas, saqueos, p risio n es, checas, son los
recuerdos m ás persistentes entre los que vivieron la contienda, con los lógicos
m atices. El discurso oficial del franquism o, su cosm ovisión de la historia de
E spaña, su ico n o g rafía v iaria , recordó constantem ente d u ran te cuarenta
interm inables años a las víctim as de la violencia política desatada en la zona
republicana, asim iladas a la categoría de “m ártires” , en igual condición que los
cristianos de la Rom a Im perial, o a la de “héroes” nacionales.
Derram ar sangre levanta la repulsa y el rechazo m ás com pleto. Los
entrevistados izquierdistas se niegan a hablar del tem a, o se explayan m enos que
en otros asuntos; los católicos centran sus recuerdos de la guerra en estos temas
utilizándolos para legitim ar el franquism o (el orden frente al desorden con todas
sus consecuencias). Para los republicanos fue la gran m ancha de la República,
tanto es así que en el franquism o se encerraron en sus vidas privadas y laborales,
415
hurtaron de la m em oria de sus entornos fam iliares su m ilitancia y sus esperanzas
depositadas en la R epública . 167
La aparición de la violencia en los pueblos y ciudades m edias debió
suponer un im pacto sin paliativos, más am plio que en las ciudades, máxime
cuando, como es el caso de la Valí d'A lbaida, apenas habían padecido estallido
de violencia de m asas. Los fusilam ientos, las incautaciones, las persecuciones y
otros pequeños gestos diarios contra los partidarios del bando franquista
debieron ser im pactantes en las com unidades rurales de la com arca, aunque es
difícil conocer con exactitud cuántas personas se sintieron perjudicadas en sus
bienes más allá de los listados de incautaciones agrícolas, industriales o de las
propiedades inm obiliarias. Un ejem plo cuantitativo lo encontram os en Bocairent
donde el listado de las “Personas perjudicadas durante el período m arxista, que
se rem ite al señor fiscal instructor de la Causa General de V alencia” ofrece un
cóm puto de setenta personas. Estos tipos de listado deben ser bastante fiables
puesto que cualquiera que hubiera sufrido algún tipo de perjuicio económ ico lo
denunciaría. En total afectó a un 1,99% de la población . 168
D efinir violencia, y por extensión “violencia política” , ha ocupado a
po litó lo g o s, an tropólogos, h isto riadores o sociólogos (entre otros), desde
m últiples teorías que hacen muy difícil un m ínim o consenso en cuanto a su
significado y conocim iento delim itado. Para Julio A róstegui se puede entender
como violencia “toda resolución, o intento de resolución, por m edios no
consensuados de una situación de conflicto entre partes enfrentadas, lo que
com porta esencialm ente una acción de im posición, que puede efectuarse, o no,
con presencia m anifiesta de fuerza física” . Por tanto el térm ino rem ite a una
acción social que se m anifiesta en un m om ento histórico determ inado. C onflicto
y contexto socio-histórico son pues dos térm inos clave para el estudio de la
violencia de los que se derivan la introducción de análisis de larga y corta
duración respectivam ente. Por otra parte el empleo de la violencia se relaciona
con las estrategias (teoría o praxis) de captura del poder de partidos, sindicatos
o grupos d efin id o s (p atro n al, ejército ) y su in flu en c ia so b re la acción
colectiva . 169 En definitiva, la violencia política se puede considerar como “un
recurso más (...) con el que enfrentarse a los adversarios, que ha dependido
históricam ente de interpretaciones, contactos, oportunidades y recursos -com o
las armas y los explosivos- en poder de los protagonistas ” . 170
167 Estas son algunas de las conclusiones extraídas en el registro oral por ÁLVAREZ, A.: “Los católicos en
el primer franquismo. La vida cotidiana en el barrio del Botánico de Valencia”, en SAZ, I. y GOMEZ RODA,
J.A.: El franquismo en Valencia. Formas de vida y actitudes sociales en la posguerra. Ed. Episteme,
Valencia, 1999, pp. 259-284.
ADOAMB, C 409, Correspondencia, Informe de la alcaldía con destino a la Causa General, 19-XI-1940.
169 ARÓSTEGUI, J.: “Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia”, Ayer, 13, pp. 17-55 (p.
30). GONZÁLEZ CALLEJA, E.: “Qué es y qué no es la violencia en política”, en BARRULL PELEGRÍ, J.
y MIR CURCÓ, C. (coords.).: Violencia política i ruptura social a Espanya, 1936-1945, Universitat de
Lleida, Lleida, 1994, pp 29-66 (pp. 29-30). NADAL, A.: “La violencia en la España Republicana”, Anales
de la Universidad de Alicante, 10-11, 1993, pp. 111-130. ORTIZ HERAS, M.: Violencia política en la II
República y el primerfranquismo: Albacete, 1936-1950, Ed. S. XXI, Madrid, 1996. El capítulo “La violencia
en la sociedad republicana: inventario y características de la represión”.
170 CRUZ, R.: “La sangre de España. Lecturas sobre historia de la violencia política en el siglo XX”, Ayer,
46, 2002, pp. 285-293 (p. 292).
416
En la España de los años treinta todas las principales fuerzas político-
sindicales estaban inm ersas, con distinta fuerza, en la creencia de que para
alcanzar la plena realización de sus planteam ientos ideológicos estaba justificado
el empleo de la violencia. Recordem os que todos ellos habían organizado
m ilicias juveniles y que la cultura de la violencia no era rechazada sino adm itida
principalm ente entre la juventud po litizad a . 171
Así, el estudio de la violencia p o lítica durante la guerra civil en una
com arca muy concreta y previam ente delim itada socio-políticam ente a lo largo
del prim er tercio de siglo XX, perm ite adentrarnos en los vericuetos en los que
se desarrolló la violencia: la génesis, instrum entos, tem pus, verdugos y víctim as,
así como sus consecuencias.
Durante la R epública la conflictividad social en la Valí d ’A lbaida fue
escasa y en ab so lu to caracteriza d a p o r la v io len cia, ni siq u iera en las
insurrecciones anarquistas ni entre las escasas huelgas, con la excepción de un
altercado m ortal puntual en Ontinyent. Entre febrero y ju lio los únicos hechos de
masas violentos lo fueron contra bienes m uebles, como la quem a del archivo
m unicipal o el asalto al convento de franciscanos, los dos en Benigánim ,
precisam ente un pueblo sin aparentes antagonism os sociales. La violencia de la
guerra, concentrada en los prim eros m eses, tuvo inevitablem ente un fondo
subterráneo, un sedim ento que creció en los años de la R epública pero que tan
sólo apareció en el m om ento en que las elites que detentaban el m onopolio de la
violencia rom pieron el consenso social y desencadenaron ese “factor exógeno” a
las com unidades de la com arca.
El 18 de ju lio un golpe de estado m ilitar destrozó los m edios coercitivos
en poder del Estado Republicano que perdió su “hegem onía acorazada de
coacción” . Tal y como m uestra la fenom enología de la Europa de entreguerras:
“son las m ism as fuerzas represivas las iniciadoras y ejecutantes más coherentes
de la violencia colectiva ” . 172 La sublevación dio una cierta legitim idad a los
verdugos puesto que sus asesinatos respondían hipotéticam ente a la necesidad de
“lim piar” la retaguardia de potenciales partidarios de m ilitares, derechistas o
fascistas. Al m ism o tiem po, difum inó la percepción tenida, por asum ida, de lo
que era la ju sticia y de quién tenía la legitim idad para ejecutarla.
La violencia tuvo lugar en un contexto revolucionario sin un centro
director de los hechos violentos. Cada sindicato y partido ejerció la suya propia
y elaboró sus propias listas según los ju icios de sus dirigentes, por lo que la
arbitrariedad de los asesinatos cobra aquí su sentido, puesto que cada fuerza
político-sindical y cada persona llevaba consigo sus particulares prejuicios,
intereses y opiniones, que se m ezclaban en las ciudades m edias y en los pueblos
con inquinas personales y fam iliares. Una segunda caracterización hace m ención
171 v. JULIÁ, S. (dir.).: Violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid, 2000.
172 CRUZ, R: “Crisis del Estado y acción colectiva en el período de entreguerras, 1917-1939”, Historia
Social, 15, 1993, pp. 119-136 y MARTIN, J.C.: Révolution et Contre-révolution en France, 1789-1989. Les
rouages de l’histoire. Presses Universitaires de Rennes, 1996, p. 107. Citado por LEDESMA, J.L.:
“Sublevados, milicianos, misones y pañuelos rojos. La represión en la retaguardia republicana del Bajo
Aragón zaragozano durante la guerra civil”, en RÚJULA, P.; PEIRÓ, I. (coords.).: La historia local en la
España contemporánea, Departamento de Historia Contemporánea, Zaragoza, 1999, pp. 319-340.
417
al carácter preferentem ente rural sobre urbano, derivado del peso de las
relaciones sociales y fam iliares así como de antiguas disputas, aunque el ejemplo
de la Valí d 'A lb aid a es totalm ente distinto en este punto.
Todo estudio sobre la violencia política debe com enzar im periosam ente
po r una c u a n tific a ció n p ara esta b lecer después las v ariab les que hacen
com prensibles las m uertes y el dolor dentro de una lógica de las acciones
hum anas colectivas. D esde la transición, los historiadores se afanaron en resituar
las cifras de asesinados en ambas zonas. A pesar de los excelentes trabajos
publicados hasta la fecha, del titánico esfuerzo m etodológico realizado, las
conclusiones cuantitativas están lejos de poder establecerse debido a las lagunas
geográficas existentes. Eso sí, parece muy claro que las estim aciones de Salas
Larrazábal son sistem áticam ente rem ozadas con un aum ento de las víctim as
franquistas y una dism inución de las acaecidas en la zona republicana . 173 El
volum en coordinado por Santos Juliá ofrece un estado de la cuestión en el que
estim a una cifra m áxim a de 50.000 víctim as en la zona republicana m ientras que
ya se conocen 72.527 de la represión franquista (guerra y posguerra). Los
cálculos para las provincias y zonas sin estudiar duplican la cantidad para la
totalidad de E spaña . 174
En el País V alenciano contam os con el exhaustivo trabajo de Vicent
G abarda situado en la línea m etodológica abierta por Solé i Sabaté en Catalunya.
E ste h isto ria d o r catalán d esarro lló una exhaustiva, m inuciosa y rig u ro sa
m etodología que ha servido de m odelo para las investigaciones de las víctim as de
la violencia republicana y la represión franquista. Vicent G abarda contabiliza
5.062 víctim as durante la guerra civil: 3.200 en la provincia de Valéncia, 1.028
en Castelló y 834 en A lacant . 175 Las víctim as de la violencia p o lítica en la
retaguardia republicana se conocen con exactitud m ilim étrica (más allá de algún
caso muy puntual), entre otras cosas, porque los fam iliares de los asesinados se
aprestaron a señalarlos por razones tanto de reconocim iento público al tratarse de
“m ártires” y de “ Caídos por Dios y por España” como por los beneficios
m ateriales que podían llevar consigo. Bandos como el que sigue, leído en
O ntinyent el 15 de m ayo de 1939, pueblan los Libros de Bandos M unicipales:
“Los fam iliares de asesinados o desaparecidos durante el período rojo tienen la
obligación de presentarse en la oficina de Inform ación e Investigación para dar
173 SALAS LARRAZÁBAL, R.: Pérdidas de Guerra, Barcelona, Planeta, 1977. Una refutación detallada
de la historiografía franquista sobre este tema en REIG TAPIA, A.: Ideología e historia (sobre la represión
franquista y la guerra civil), Akal, Madrid, 1984. El punto de partida metodológico para la zona republicana
en SOLÉ i SABATÉ, J.M. y VILLARROYA i FONT, J.: La repressió a la reraguarda de Catalunya (1936-
1939), Publicacions de 1’Abadía de Montserrat, Barcelona, 1990. Los estudios sobre la violencia en la guerra
y el franquismo han sido abordados en SAGUES SAN JOSÉ, J.: “La justicia i la repressió en els estudis sobre
la guerra civil espanyola (1936-1939) i la postguerra. Una aproximació historiográfica”, en BARULL
PELEGRÍ, J. y MIR CURCÓ, C. (coords.).: Violencia política i ruptura social a Espanya: 1936-1945, op.
cit-, PP- 7-28.
174 JULIÁ, S. (coord.).: Victimas de la Guerra Civil, Temas de Hoy, Madrid, 1999, p. 410. El apéndice “Las
cifras. Estado de la cuestión” ocupa las pp. 407-412.
175 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, Ed. Alfons el
Magnánim, Valéncia, 1996. Las cifras han sido tomadas de las páginas 164 y 92.
418
el nom bre de las víctim as ” . 176 Unas cifras que creem os definitivas, por más que
trabajos locales puedan añadir puntualm ente alguna víctim a más.
En la m onografía de Vicent G abarda los nom bres aparecen ordenados en
función del térm ino m unicipal donde aparecieron sus cadáveres y su últim o lugar
de residencia. Sin embargo, la gam a de fuentes consultadas (C ausa G eneral , 177
libros de m em orias, m onografías locales publicadas en el franquism o, registro
oral, docum entación m unicipal y certificados de los Consejos de G uerra de la
época franquista) nos ofrecen la posibilidad de conocer una buena parte de las
causas y visicitudes de cada una de las víctim as. A sí, una parte de los m uertos
inscritos en pueblos de la com arca m urieron lejos y sin participación directa ni
indirecta de vecinos de la Valí y, al contrario, algunas de las víctim as inscritas en
otras poblaciones m urieron en poblaciones de la comarca. No nos guía la
soberbia de rehacer las cifras. Al fin y al cabo, todos fueron víctim as de la
violencia de la retaguardia, sin im portar el lugar o los ejecutores. Lo realm ente
im portante son las vidas hum anas que se perdieron, los m ecanism os que se
accionaron para llevar a cabo estas acciones y el contexto en que se produjo.
Pero los aco n tecim ien to s que llev aro n a estas p ersonas a m o rir
frecuentem ente en sus pueblos de origen o en los lugares donde estaban
escondidos ju g aro n un destacado papel en la represión franquista y en la m em oria
de generaciones. Con todo, hem os sido prudentes, y solam ente en los casos en los
que hemos contado con una docum entación diáfana hem os optado por rectificar
las cifras ofrecidas por V icent Gabarda. En los dem ás, hem os decidido abusar del
em pirism o y dejar hablar a las distintas versiones, aún cuando en m uchas de ellas
los testim onios exculpatorios coinciden en señalar la inocencia de los vecinos en
las m uertes acaecidas en sus térm inos m unicipales.
Esta m etodología perm ite profundizar en la com prensión de los m otivos
que podían llevar a una persona a m orir en algún recodo m ontañoso o a
perm anecer con vida, la casualidad de las m uertes, la im plicación de com ités o
particulares de cada población en los asesinatos de sus propios vecinos y
conectar (o no) la violencia con los años de la R epública y, m uy especialm ente,
con la represión franquista. Pero contradice en el caso particular de la Valí
d 'A lb aid a la prim acía de la violencia en un contexto rural sobre el urbano. Como
irem os desgranando, una porción muy elevada de las víctim as fueron producidas
por la intervención de m ilicianos de las ciudades más próxim as a la com arca
(A lzira, Gandia, X átiva) o por m ilicianos de O ntinyent.
En prim er lugar, se localizó a todos los valldalbaidinos que aparecen en la
obra de Vicent Gabarda, tanto en el capítulo dedicado a la Valí d 'A lb aid a como
en el resto del País Valenciano. Se hizo una prim era selección, suprim iendo a las
víctim as, que, si bien, nacidas en la Valí, habían abandonado sus pueblos natales
419
para trasladarse a otros, en los que encontraron la m uerte o los que tenían en la
com arca su últim a residencia. En todo caso, ni la Causa G eneral, ni la
historiografía local franquista, ni el registro oral, señalan la im plicación de
m ilicianos com arcales en la m uerte de estas personas.
Como quiera que O ntinyent m erece un capítulo propio, reflejam os a
continuación el resto de la com arca: Juan G ualberto Gom ar O rtiz, estudiante
falangista, hijo de un Coronel de Inválidos de Benigánim exalcalde durante la
D ictadura de Prim o de Rivera. Según una publicación de posguerra “m archó a
B arcelona con el ánimo de refugiarse en casa de una herm ana suya, siendo allí
sacrificado ” . 178 Francisco Pover Cervera, propietario de Villena, consta como
últim o dom icilio la población de Fontanars (no aparece en el Padrón de
H abitantes), aunque m urió en V illena (desde luego nadie lo recuerda en
F ontanars ) ; 179 y A ntonio G arrido A rrue, sacerdote de Benissoda, que m urió en
B arcelona, ciudad en la habitaba desde hacía años . 180 Por el contrario se ha
desestim ado al industrial Juan Beneyto B ernacer, Jefe local de FET y del Centro
V alencianista. D esde su encierro en el Palacio de C asanova pasó a la P risión
M odelo de V aléncia para m orir en Paterna. Según la Causa General,
Con solam ente trece votos en contra, fue puesto en libertad bajo arresto
dom iciliario. D espués el Com ité le obligó a pagar 1.400 ptas. sem anales y m ultas
extraordinarias de 5.000 ptas.
Juan Canet Canet, capitán del Ejército nacido en Llutxent, im plicado en la
tram a conspirativa de X átiva, encontró la m uerte un 23 de julio de 1936. Los
testim onios son contradictorios en este caso. Según el cronista de Llutxent,
parece ser que fue asesinado en X átiva, sim ulando un suicidio, por alguien que
conocía sus planes conspirativos en la m añana del 18 de julio. El sacerdote
R afael M onllor C asasem pere, natural de B ellús, y residente en A lcoi, m urió en el
térm ino m unicipal de su pueblo a m anos de m ilicianos alcoyanos . 182 Dos casos
m ás hacen referencia a personas encontradas en térm inos m unicipales de la
com arca pero que procedían en un caso de Sim at de la Valldigna (térm ino de
B enigánim ) y en otro se desconoce su lugar de procedencia (térm ino de
A lbaida ) . 183
178 El entrecomillado en ALVENTOSA GARCÍA, R : Geografía e Historia de Benigánim, op. cit., p. 212.
179 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
320.
18® Ibídem, p. 90 y 356.
181 AHN, CG, PP, legajo 1.380, tom XLV, caja 1.
182 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
313.
183 Ibídem, p. 335 y 243, respectivamente.
420
Los cuerpos sin vida de José Beneyto C astelló, José Vicente M olina
N avarro, Alvaro Ferre Belda y Ram ón N avarro Ferre, vecinos de B ocairent,
aparecieron en el térm ino de B anyeres (A lacant). En los listados de V icent
G abarda los tres últim os constan como vecinos de A gullent. Se puede tratar de un
sim ple error de la fuente o bien, como indica la fecha tardía de su fallecim iento
(finales de enero de 1937), se encontraban escondidos en A gullent, pueblo que
acogió a un buen núm ero de personas que trataban de huir de la violencia. Pero
ninguno de ellos aparecen entre las acusaciones de los Consejos de G uerra de
bocairentinos, ni en las listas oficiales de B ocairent . 184
Por últim o se han suprim ido del listado correspondiente a la Valí
d 'A lb a id a a cuatro víctim as: el m arinero V icente C ruz V idal, vecino de
B enegida, m uerto en Guadassuar, puesto que esta población no pertenece a la
Valí d 'A lb a id a . 185 De O ntinyent al franciscano J. B autista Pons García, m uerto
en Torrent, y al tam bién franciscano A ntonio Torró Sansalvador, vecino de A lcoi,
ciudad en la que m urió en el tristem ente famoso Círculo Industrial en una fecha
tardía (7-3-193 7 ),186y al sacerdote José M aría Llácer Ferrando, que abandonó
r o i l e r i a en los prim eros días de la guerra para regresar a Chiva, su pueblo natal,
lugar donde encontró la muerte.
Posteriorm ente, se realizó un trabajo inverso. L ocalizar a vecinos de la
com arca que tenían su ú ltim a resid en cia en otras poblaciones pero que
encontraron la m uerte con la intervención, o al m enos con la acusación, de
m ilicianos locales. Con lo que se debían añadir a los listados de víctim as
com arcales de la violencia republicana. En este grupo están incluidos: Joaquín
V illanova Cam allonga, sacerdote de l'O lle ria, destinado en Ibi (A lacant) m uerto
en el térm ino m unicipal de su pueblo natal, donde se había refugiado. El
sacerdote Em ilio Fayos Fayos, de la Pobla del Duc, tenía su últim o dom icilio en
X ixona (A lacant). Como tantos otros sacerdotes, había abandonado su parroquia
para regresar a su población. M urió en el puerto de G enovés . 187 El mismo lugar
en el que encontró la m uerte Salvador Soler Bataller, párroco de B enim arfull
(A lacant), refugiado en Castelló de R ugat . 188 Los cuerpos de dos vecinos de
Bocairent (Francisco Cabanes Cabanes, Juan Ibáñez Belda) y uno de O ntinyent
(José Cerdá Reig) se abandonaron en el térm ino de Caudete (A lbacete). A ntonio
Vidal M icó , 189 coadjutor de Patraix, fue asesinado en el puerto de 1’O llería,
población en la que había buscado el auxilio de sus fam iliares y vecinos.
1R4
° GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
314. Francisco Vañó no los cita en su relación de asesinados en Bocairent. VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La
Revolución en Bocairente”, op. cit., pp. 472-474.
1RS r
GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
235.
18^ Lugar de una masacre de presos derechistas como venganza ante la caída de Málaga entre el 24 y el 27
de febrero de 1937. v. PASCUAL, M.: Horas robadas. Narración basada en la Guerra Civil en Alcoi,
Gráficas El Cid, Alcoi, 2000, pp. 203-215.
187 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
318.
188 Ibídem, p. 310.
189 AMO, FJ, caja 22 1936-1962, Según el Consejo de Guerra núm. 5379, celebrado en Albaida el 15-VI-
1939 contra siete vecinos de FOlleria, el segundo apellido era García.
421
Jerónim o Leandro G arcía Torres, capellán de las franciscanas de Énova,
detenido en una casa de campo del térm ino de la Font de la Figuera, su lugar de
nacim iento. Los captores, m ilicianos de O ntinyent, le condujeron a Fontanars
donde fue objeto de burlas por sus calles hasta que a las cuatro de la tarde lo
llevaron al térm ino de V illena, donde apareció m uerto por heridas de bala,
aunque no está m uy claro si los m ilicianos ontiñentinos sim plem ente condujeron
a este sacerdote a V illena o fueron los ejecutores directos. Por tanto no se ha
incluido. También se im plicó a m ilicianos ontiñentinos en el asesinato de once
frailes en Caudete. Sin em bargo, la fecha de esta m uerte (2 de agosto) hace
im probable esta participación puesto que todavía no se había form ado el
organigram a revolucionario en O ntinyent y, ni tan siquiera, había com enzado a
actuar la prisión. Adem ás, uno de los anarquistas exiliados, una figura im portante
en O ntinyent, ha negado cualquier im plicación en estos asesinatos. Como
podem os observar en el Cuadro núm. 32, las diferencias entre ambos recuentos
están m uy localizadas geográficam ente.
Cuadro núm. 32
422
Una vez finalizado este rastreo, se procedió a delim itar con la claridad que
perm iten las fuentes, cada uno de los asesinatos, población por población. En
A gullent contam os con los certificados de los C onsejos de Guerra y con
testim onios orales. En ningún caso se apunta a la participación del Comité o de
m ilicianos de la localidad en las cinco m uertes señaladas por Vicent Gabarda.
Las distorsiones de las cifras de A gullent, entre las cinco víctim as de Vicent
G abarda y la inexistencia constatada por las fuentes propias responden a que las
tre s herm an as cap u ch in as del convento fueron m uertas en A lzira, sin
in terv e n c ió n lo cal. La m u erte de Jo aq uín Pons G uerola, secretario del
A yuntam iento, se im puta a la acción de m ilicianos alcoyanos.
La jo v en Em ilia R ibot Pía, m uerta en la capital provincial, responde en
realidad a E m ilia R evert Pía. Un sobrino m aterno nos relató la m em oria familiar.
E m ilia vivía en Valencia, ju n to a su fam ilia. Trabajaba en un taller de confección,
y seguram ente p ertenecía al Sindicato de la Aguja. Su padre y su herm ano
estaban m uy ligados laboralm ente a la Iglesia. Em ilia, de apenas veinte años,
viajaba con asiduidad a A gullent, probablem ente como correo de la num erosa
quinta colum na refugiada en este pueblo. En uno de estos viajes, fue detenida en
el tren y encarcelada en Valéncia. La fam ilia desconoce si su m uerte tardía
(diciem bre de 1936) se debió a un ju icio de un Tribunal Popular . 190
Las seis víctim as de A lbaida se deben reducir a tres. José Ferrandiz de
M ergelina, su herm ano Juan y Luis Tormo Vorcy m urieron, según inform es del
período franquista, en V aléncia, al parecer condenados por un Tribunal Popular.
De hecho, no se im puta estas m uertes a ningún vecino de A lbaida en los inform es
de posguerra. El sacerdote Juan B autista Tormo M olina, fue sacado de su
dom icilio por faístas de O ntinyent y asesinado en el térm ino de A gullent. En los
dos casos restantes, la vaguedad de las fuentes nos ha llevado a incluirlos en
nuestra relación, a pesar de que hay constancia de la intervención de un grupo de
m ilicianos procedentes de X átiva. En su térm ino fallecían A dolfo Pastor M onzó,
industrial tradicionalista (otras fuentes señalan que era falangista) y José Bono
A rjó, un estudiante falangista. El registro oral señala que sus m uertes fue el
resultado de una postura de fuerza adoptada por los m ilicianos llegados de fuera:
423
Hubo tiras y aflojas y les dieron a Bono y Pastor. P or la noche entraron
p o r atrás y dijeron a los de Falange, unos siete o ocho, que se escondieran
en casa e hicieron un agujero p o r atrás para sim ular una fu g a . 191
424
La víctim a de Aielo de Rugat, Salvador Espí M ahiques era herm ano de un
presidente de la Junta Local de las Juventudes de la D erecha Regional (1932),
fugado para no ser recogido por el B atallón de R ecuperación que actuaba en la
zona. M urió el 6 de diciem bre de 1938.196 De la persona m uerta en Rugat no
hem os podido reunir ningún tipo de datos y por ello se ha m antenido en la
relación.
En A tzeneta el 30 de noviem bre de 1936 era asesinado José Flores
B enavent, un propietario agrícola de Izquierda R epublicana que había sido
alcalde de la gestora m unicipal entre febrero y julio de 1936 y cuyo asesinato fue
protestado enérgicam ente por la propia Com isión G estora, pero que hemos
optado por incluirlo junto al jo rn alero Isidoro M ontaner Tormo que al parecer
desertó del Ejército Republicano y m urió fusilado el 17 de febrero de 1939.197
En Benigánim tuvieron lugar dos sacas. En la prim era, el 22 de agosto, las
víctim as fueron un propietario de 60 años de la D erecha Regional V alenciana y
una m ujer de 50 años de la m ism a m ilitancia, m adre de un sacerdote. Su m arido
e hijos perm anecieron toda la guerra escondidos. Según la Causa General fueron
asesinados por una patrulla procedente de Gandia, lo que explicaría que sus
cadáveres aparecieran en X eresa . 198 La segunda, un 9 de septiem bre. Ese día
según el m aestro social-católico José M oscardó
Ese día, según una carta enviada por el alcalde de B enigánim en mayo de
1940 al Juez Instructor del Juzgado M ilitar de A lzira y que concuerda en el fondo
con el testim onio de José M oscardó, 25 m ilicianos arm ados de A lzira detuvieron
a ocho personas y los asesinaron en la tarde del m ism o día 9 en el cruce de la
carretera de X átiva a M anuel y a otros dos en Corbera. Este grupo estaba
com andado por una persona de A lzira que residía en Benigánim los tres prim eros
425
m eses de la guerra, acusado posteriorm ente de dirigir y “alentar (...) cuantos
desm anes y asesinatos” ocurrieron en B enigánim .200
Los m ilicianos alcireños buscaban a Pascual A lm iñana (o A lbiñana) Serra,
un com erciante social-católico de A lzira que esos días vivía en su casa de campo
de Benigánim . Junto con su hijo Enrique, estudiante, de la DRV, encontraron la
m uerte en Genovés. Su segundo hijo Pascual, secretario de ayuntam iento,
tam bién social-católico, fue asesinado en el mismo trayecto, concretam ente en
C orbera ju n to a Ram ón G rau B enavent (fo n d ista), m uerte en la que el
com ponente de venganza personal parece más que probable según consta
“También los odios y resentim ientos personales hallaron adecuado am biente en
aquellos días para producir víctim as y éste es uno de esos casos en que un
hom bre cae porque otros le odian” 201
M anuel Diego A lbiñana, de 50 años, era el secretario del ayuntam iento.
Para el autor de una m onografía sobre Benigánim , fue “victim a del cum plim iento
de su deber y del resentim iento que produjo su actitud frente a la chusm a que
expolió en tiem pos de la R epública el convento de los franciscanos, y a los que
procesó en virtud de su cargo. Los m arxistas no le perdonaron aquella gallarda y
ju sta actitud ( . . . ) ” . 202
Pedro C uquerella M onzó, ex-alcalde, propietario agrícola y afiliado a la
DRV. Al parecer los m ilicianos buscaban a un hijo sacerdote escondido y
detuvieron al padre. En el m om ento de la detención reclam ó a su hijo R afael “Fill
meu no m ’abandones” . Padre e hijo engrosaron la “ saca” . El últim o de los nueve,
Juan Antonio M oscardó B enavent, era un propietario de la DRV . 203 El resto de
los anotados por Vicent G abarda son dos sacerdotes que encontraron la m uerte en
Sagunt y Gandía y un últim o que murió en uno de los grupos de sacerdotes
ejecutados por m ilicianos alcireños.
En L O lleria el día 2 de agosto m oría Juan B allester B allester un joven
estudiante falangista. El día 19 tres más: un abogado del que desconocem os la
m ilitancia y que m urió en la propia población, un hecho no dem asiado común, y
dos labradores falangistas que ya estaban detenidos en una cárcel im provisada. A
uno de ellos, según la Causa G eneral, le habían obligado a borrar con cal unas
pintadas de Falange. R ecordem os que con anterioridad a la guerra l ’O lleria se
había visto envuelta en fuertes disputas entre la agresiva falange local y la
Com isión G estora por este tem a . 204 El sacerdote Joaquín V illanova C am allonga
aparece en dos C onsejos de G uerra celebrados co n tra dos vecinos de
O ntinyent .205
En B ocairent los asesinatos tom aron un cariz más social, aunque según la
C ausa G eneral “m uchos” asesin ato s fueron com etidos p o r m ilician o s de
Valéncia. Testim onios locales señalan la im plicación de m ilicianos bocairentinos
200 AMBG, Correspondencia 1940, informe del alcalde para el Instructor del Juzgado Militar de Alcira, 6-
V-1940. También AHN, CG, op. cit.
20* ALVENTOSA GARCÍA, R.: Geografía e Historia de Benigánim, op. cit., pp. 212-213.
202 Ibídem.
203 Ibidem.
204 AHN, CG, PP, legajo 1.368, tom XI, caja 2.
205 AMO, FJ, caja 18 1940-1944, Consejos de Guerra 31-VHI-1939 PSU 10.630 y CGS 26-9-1939 PSU
12.322.
426
que realizaron las ejecuciones en térm inos próxim os de otras provincias como
B anyeres (A lacant) o Caudete (A lbacete). El 25 de agosto m oría en una cantera
el falang ista Eugenio Z aragoza Sobrinos, secretario del A yuntam iento de
Talayera de la Reina (Toledo). Según fuente locales el asesinato tuvo lugar el 21.
El 7 de septiem bre com enzaba a operar un Com ité de Investigación y
Salud Pública al que se le achacan todos los asesinatos com etidos en B ocairent,
pero que vendría a coincidir con una etapa m uy sim ilar a la ontiñentina, en la que
se observa un im portante recrudecim iento de la violencia. El 21 de septiem bre
dos de los principales industriales textiles de la ciudad, hasta la fecha detenidos
en una prisión im provisada, Francisco Juan Belda, ex-Juez M unicipal y José
Cabanes Cabanes, que había sido alcalde, juez m unicipal y cabo del Somatén,
fueron arrojados al barranco conocido como Pedrera en el térm ino m unicipal de
O ntinyent. Los dos m ilitaban en la D erecha R egional Valenciana. El 27,
m ilicianos de B ocairent viajaban h asta X ixona p ara detener al sacerdote
D esiderio Jerez M iquel. Posteriorm ente, apareció m uerto en la carretera de
Banyeres. El cuerpo sin vida del industrial Francisco de Paula Cabanes Cabanes
(29-9-36), se encontraba en Caudete. Prisionero hasta entonces en el Palacio de
Casanova. Cabo del Som atén entre 1929-1930, había sido alcalde. Los dos
sacerdotes asesinados en La Cañada (A lacant) aparecen en el artículo de
Francisco Vañó dentro de las víctim as de B ocairent y al m enos en un Consejo de
G uerra se inculpa a un m iliciano de su detención . 206
El 2 de octubre, una fecha en la que ya rem itían considerablem ente el
núm ero de ejecuciones en la retaguardia valenciana, era encontrado m uerto José
Beneyto Berenguer, un em pleado de la DRV cuyo nom bre coincide con un
m iem bro de la com isión que encabezó la escisión de La V ictoria para fundar a
continuación un sindicato católico. Y en el térm ino de Caudete se encontraba el
cadáver del industrial Juan Ibáñez Belda (DRV), ex ju ez m unicipal. Según
Francisco Vañó, “El 22 de octubre, el Com ité R evolucionario entregó a D. Juan
Belda Juan. Fue asesinado, después de robarle, en térm ino de Guadassuar. Los
despojos m ortales fueron arrojados a la A cequia Real del Júcar ” .207 Un caso
dudoso en su autoría que hem os optado por incluirlo en nuestra relación.
206 AMO, FJ, caja 21 1944-1945, Consejo de Guerra 9-VI-1939 PSU 4.107. VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La
Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 473.
207 VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 473.
427
Este investigador ontiñentino contabiliza un total de 85 víctim as m ortales
censadas en O ntinyent. Las listas oficiales creadas en la ciudad suman entre 79 y
81. Pero la disección caso por caso rebaja este cómputo. De las 85, hay que restar
15 personas en las que no se ha podido com probar im plicación de ontiñentinos en
su m uerte. Son los casos de Gonzalo Casanova Gil. Este albañil tradicionalista
aparece en el Ramo Separado de la Causa General dedicado a O ntinyent, pero
V icent G abarda no ha considerado su inclusión. Vecino de Valéncia, encontró la
m uerte, un 2 de agosto en el térm ino de Yatova (Valéncia), según Gonzalo
G ironés, quem ado vivo; cinco m iem bros de la fam ilia Simó (Eduardo Simó
A ttard y su herm ano José, Gabriel Simó Aynat, José Simó M arín y M anuel Simó
M arín), m uertos todos ellos en la capital provincial; el franciscano Plácido
G arcía en un lugar cercano a Xábia; José M aría Perseguer, farm acéutico que
tenía su lugar de trabajo y residencia en Petrel (A lacant ) ; 208 y A ntonio Torró
Sansalvador, citado anteriorm ente.
A las que se suman Em ilio Garrido Felipe, coronel retirado de la G uardia
Civil, persona activa en el 18 de ju lio , m uerto en Paterna. Algunas listas oficiales
lo incluyen entre las víctim as de la ciudad. Sin embargo, su historia personal
indica que no existió intervención alguna de ontiñentinos. Se había refugiado en
el dom icilio de su herm ana en Valéncia, pero, a pesar de las garantías dadas por
el G obernador Civil, unos m ilicianos, entre los que se encontraba un exguardia
civil expulsado de la Benem érita, lo fusilaron en Paterna, aunque no se conoce la
autoría de m ilicianos ontiñentinos.
Carm en Soler A driá era la m adre de los herm anos Soler, detenidos junto a
otros anarquistas cuando preparaban una insurrección en el m es de diciem bre de
1933. Rum ores afirm an que fue despeñada en la Serra G rossa a finales de
septiem bre de 1937, aunque nunca se encontró su cuerpo. Adem ás, su nom bre no
aparece en ninguna de las listas oficiales. Es por esto, que su m uerte contiene los
suficientes detalles como para no ser incluida. Cárcel Ortí y Fita R evert im putan
su m uerte a uno de sus hijos, quien ordenó a José Quiles que la m atase. Sin
em bargo, en septiem bre de 1937, Juan Soler no podía ordenar nada a José Quiles
puesto que no ocupaba cargo alguno y, adem ás, José Q uiles no era un sim ple
m iliciano. H asta los sucesos derivados de la m uerte de Quince kilos (en otros
docum entos se le denom ina Q uinzequilos) era el líder indiscutible de la CNT en
O ntinyent. La acusación de parricidio se basó en el “rum or público” pero hasta
G onzalo G ironés la desestim a .209
José M aría Segura Penadés y Justo N adal Valls eran dos sacerdotes
detenidos en X átiva al intentar esconderse de la persecución an ticlerical .210 Una
reunión de com ités de O ntinyent fechada el 31 de agosto de 1936 así lo deja a
entender:
208 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
323. Fue condenado a muerte por un Tribunal Especial de Alacant.
209 GANDIA CALABUIG, J.: “Els Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil
a Ontinyent”, op. cit., pp. 151-152. Gonzalo Gironés no cree los rumores, “Todo ha quedado en el misterio”,
pero no duda en lanzar la imputación a su hijo, totalmente errónea, puesto que en septiembre de 1937 ya no
existía el Comité de Salud Pública. GIRONES PLA, G: Historia de un español, op. cit., p. 177.
210 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
237.
428
Sobre las detenciones de los curas de Jativa. E l camarada presidente
m anifiesta que dichos curas el com ité de Jativa les ha hecho firm a r un
recibo p o r la cantidad de once m il veintiocho y que la misma, p o r acuerdo
del com ité de Jativa y este comité, ha sido dividida entre ambos comités.
211 Ibídem.
212 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 191.
213 MICÓ PENADÉS, J.: Recuerdos de mi vida, op. cit., p. 86.
214 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 191.
429
Pero los casos de José Cam bra y D aniel Silvaje son más inciertos. La
m uerte del falangista José Cam bra Soler se produjo en el frente del Jaram a
(febrero de 1937), sin ningún tipo adicional de d ato s . 215 D aniel Silvaje
D om énech era un obrero textil de la Derecha Regional Valenciana. H abía estado
detenido en el verano del 36. Se encontró su cuerpo en el frente entre X ilxes y
A lm enara en agosto de 1938, pero, al igual que José Cam bra, no se han obtenido
m ás d ato s . 216 Su padre y herm ano habían sido asesinados con anterioridad. Por
últim o, Salvador Ferrero, herrero tradicionalista. En junio de 1936 había sido
denunciado por sospechas de tenencia ilegal de armas en su dom icilio .217 Fue
fusilado en Cabeza de Buey. Existen dos versiones. En una, un ontiñentino
confiesa que un teniente le había dicho que había fusilado a Salvador después de
una denuncia de un ontiñentino. Según el Padre Fullana:
215 Gonzalo Gironés, tan documentado (casi siempre) sobre todos los muertos de Ontinyent, apenas dice de
José Cambra: “Supe también por mi hermano que de los que habían seguido en Castellón, cuando yo me
escapé, había matado a dos: José Cambra Soler, hijo del tío Pepe « B a jo q u e ta » , y Ramón Esteve.”
GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 167.
216 Ibídem, p. 148.
217 AMO, Correspondencia 1936,16-VI-1936.
2 18 FULLANA MIRA, L.: Historia de la Ciudad de Ontinyent. Ejemplar mecanografiado, p. 458. Párrafo
excluido de la posterior publicación de la obra en la Caixa d’Estalvis d’Ontinyent.
219 AMO, FCCF, legajo 1, informe de 12-V-1941.
229 GANDIA CALABUIG, J.: “Els Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil
a Ontinyent”, op. cit., p. 144.
430
El CSP ordenó a sus m ilicianos, entre la noche del día 3 y el día 4 la
detención de algunos sacerdotes, falangistas, social-católicos y tradicionalistas,
conducidos a la Iglesia de San Francisco. La inclusión de católicos m ilitantes en
A cción C atólica o en otras asociaciones (Luises, parroquias...), se entiende
porque en m uchos casos giraban o estaban plenam ente introducidos en el
tradicionalism o, y no por su carácter de activos católicos.
Esta doble adscripción se refleja profusam ente en las m em orias de
G onzalo Gironés y en las de Juan M icó. Para este últim o, “N osotros con nuestra
A. C atólica sim patizábam os con los partidos de orden, pero nuestra actuación
directa siem pre fueron actos de form ación religiosa. A unque nos viéram os
enrolados m uchas veces con la p o lítica ” . 221 Las acciones políticas, como colgar
una bandera m onárquica, refuerzan que la m ilitancia en asociaciones católicas
iba pareja a la política, bien dentro del sector tradicionalista de la D erecha
Regional Valenciana, bien entre los tradicionalistas que no ingresaron en el
partido de Luis Lucia.
Sea correcta esta versión o no, lo que es bien cierto es que la Iglesia de
San Francisco, y el testim onio de Gonzalo G ironés es esclarecedor como
protagonista directo que fue, se habilitó como centro de detención de las
personas que se consideraban peligrosas para la causa de la R epública,
principalm ente porque tenían la sospecha de que poseían arm as, lo cual está
corroborado por las propias m em orias de Gonzalo G ironés y de Juan M icó. En el
prim er interrogatorio que se le efectuó, uno de los m ilicianos le espetó: “-Pues
estás aquí porque quieres: tú nos entregas las armas y nos das la lista de las que
tienen tus am igos, y enseguida te vas libre a tu casa. Y te advierto que, si no las
entregas, ya está acordado por el com ité que a la noche te pegarán cuatro
tiro s ” . 222 En las m em orias de G onzalo Gironés se deja m uy claro hasta, incluso,
el arm am ento que tenían. En los prim eros días de guerra:
En vista del cariz que tomaban los acontecim ientos (...) En algunos casos
hubo que retirar las armas, para ponerlas en escondrijos mas seguros (...)
Tal fu e el caso de mi p rim o R efelet Pía Gironés, que tuvo que sacar las
armas que había escondidas en el convento de los P P Franciscanos,
ayudado p o r el albañil de aquel convento (...).22*
431
Este lugar osciló entre una sim ple detención tem poral a casi una checa ya
que aquí fueron apaleadas 13 personas (cinco de las cuales fueron posteriorm ente
asesinadas) como brutal m étodo para conseguir una declaración de las armas
escondidas. G onzalo Gironés fue uno de los apaleados. El castigo m ás corriente
consistió en incom unicar a alguno de los principales derechistas en los huecos
dejados por las im ágenes destruidas. Más intim idatorio fue obligar a cavar la
p ro p ia fosa (aplicado a dos personas), sim ular el fusilam iento ( 2 ) o el
enterram iento hasta el cuello ( 1 ).
Si creem os la n arra ció n de G onzalo G ironés, los prim eros días
transcurrieron entre el m iedo de una m inoría y una cierta dróle guerre. Los
prisioneros se perm itían brom as pesadas contra los m ilicianos y estos se
lim itaban a chillarles o am enazarles. Incluso una pareja de herm anos consiguió
que se les dejase en libertad para term inar los trabajos de la trilla con la
condición de volver al encierro todas las noches. También se organizó un partido
de fútbol. Los fam iliares traían com ida y ropas. Llegaron a sum ar alrededor de
un centenar de presos. En la noche del 7 de agosto fueron conducidos a la iglesia
de San Carlos.
Las detenciones de agosto correspondían al deseo de perseguir a personas
que se creían im plicadas en la sublevación m ilitar, ya que se centraron en los
elem entos más activos de la derecha antirepublicana: carlistas, falangistas,
social-católicos, obreros católicos, los sacerdotes m ilitantes políticam ente,
m ucho m ás que en los directivos de la D erecha Regional V alenciana. Se trataba
en gran parte de los elem entos que m ás se habían significado en las luchas
callejeras de la R epública en torno a m ítines, huelgas o cam pañas electorales. En
casi todos los casos subyacía la búsqueda de las armas escondidas y en conseguir
listados de los conjurados. Así, las detenciones obedecían a razones de defensa
ante las personas más im plicadas, o de los que se tenía m ayores sospechas, en la
conjura que se había organizado en O ntinyent para sum ar la ciudad y sus
alrededores al golpe de Estado.
La atención de los m ilicianos en los prim eros días se centró en tres
personas. Rafael A lonso G utiérrez, adm inistrador de C orreos, y uno de los
líderes de los tradicionalistas “irreductibles” . H abía form ado parte en calidad de
presidente o secretario de la ram a m asculina de A cción C atólica, la Junta
P arroquial de Santa M aría, la A doración N octurna, los terciarios franciscanos y
en la A sociación del Sagrado Corazón de Jesús. D urante la R epública provocó
distintos incidentes desde su puesto de trabajo, como negarse a colgar la bandera
oficial de la R epública en los días festivos, cerrar la oficina los días de precepto
m arcados por el calendario católico, interceptar correspondencia política o
d ificultar la expedición de la prensa republicana. El cestero C arlos Díaz Gandía,
era otro notorio tradicionalista y sindicalista católico. V icepresidente de la Junta
D irectiva del Círculo T radicionalista en 1935, delegado local de Requetés,
presidente de A cción C atólica y, según Luis Fullana, activo partícipe de la
conspiración antirepublicana:
432
preparáronse p a ra el Glorioso levantam iento m ilitar español; organizólos
p o r grupos de cinco individuos y señalo a cada grupo un Jefe particular;
los cuales actuaban clandestinam ente y con frecuencia se reunían bajo su
presidencia. Cada vez se reunían en sitio diferente previam ente señalado.
En dichas reuniones se trataba de la organización de los grupos y de las
ordenes recibidas del Jefe Provincial, que solían ser casi siem pre de las
autoridades m ilitares en que se podían confiar (...) Y, sobretodo, del
reparto de armas, asunto tan delicado y comprometido en tan difíciles
circunstancias.225
99S
FULLANA MIRA, L.: Historia de la Ciudad de Ontinyent, op. cit., pp. 457-458. Párrafo excluido de la
posterior publicación de la obra en la Caixa d’Estalvis d’Ontinyent.
MONTERO, A.: Historia de la persecución religiosa en España, Rialp, Madrid, 1991, 3* Edición. Para
Rafael Alonso las pp. 549-550 y para Carlos Díaz las pp. 550-551.
227 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit. p. 109.
228 Ibídem. p. 116.
99Q
Carlos Díaz y Rafael Alonso están incluidos en el proceso de canonización promovido por la
Archidiócesis de Valencia. En el pérfil biográfico elaborado para su consideración de “mártires” no se
incluye, o se desconocía, su afiliación y actividad política, violenta en ocasiones, y su compromiso con la
sublevación del 18 de julio. FITA REVERT, R.: Mártires de Cristo de la Archidiócesis de Valencia. Los
mártires de Onteniente, Delegación Diocesana para las Causas de los Santos de la Archidiócesis de Valencia,
Valencia, 2000. Carlos Díaz y Rafael Alonso en las pp. 15-26.
433
vacunas o inyecciones envenenadas. De nada le valió haber (...) asistido gratis a
las fam ilias obreras ( . . . ) ” . 230 El ju icio term inó con la dim isión de A lfredo Gomis
(UGT-PCE) en desacuerdo por la sentencia.
El día siguiente encontró la m uerte el teniente coronel del Ejército Joaquín
Buchón Boscá, detenido el día 5 y liberado después de un sim ulacro de
fusilam iento. Sexto m ayor contribuyente de rústica y decim osegundo de urbana,
durante la D ictadura prim oriverista había sido delegado gubernativo. El 15 era
asesinado el tesorero local de Falange José Gil Tortosa cuando era trasladado a
X átiva. Era hijo de D aniel Gil, uno de los organizadores de la fiesta de M oros y
C ristianos desde la Sociedad de Festeros. Entre el 17 y el 18 los presos, ahora en
autobuses, fueron trasladados a la sede de los Juzgados M unicipales.
El 2 de septiem bre m oría en su propia huerta José Coll B elda, un joven
tradicionalista y de A cción C atólica, cuando regaba de noche su huerta, a manos
de “una pandilla de escopeteros, por su cuenta y riesgo, o tal vez instigados por
algún enem igo personal ” .231 Em ilio Garrido Alfonso, teniente de la G uardia Civil
sublevado en A lbaida, se encontraba detenido en el cuartel de A rrancapinos.
D esde allí pudo escapar y refugiarse en una casa de cam po del térm ino de
O ntinyent. D enunciado por uno de los m edieros, fue asesinado el día 10.
Cuatro sacerdotes y un franciscano (Juan C lim ent) encontraron la m uerte
entre el 24 de agosto y el 12 de septiem bre. La prim era víctim a eclesiástica fue
Fernando U beda, párroco de las Carm elitas, m uerto en las puertas del Juzgado.
Según G onzalo G ironés, al in ten tar escapar de un coche custodiado por
m ilicianos, según otros, porque quería m orir en su propia ciudad. A Juan Belda
Pastor, arcipreste de Santa M aría, con una actividad p o lítica durante la R epública
m uy destacada, le garantizaron la vida hasta la aparición de los m últiples
com ités. En un coche de la Cruz R oja viajó hasta B ocairent. D esde allí se alertó
de su presencia a m ilicianos de O ntinyent, que acudieron a detenerlo y
posteriorm ente lo fusilaron.
Así, entre el 11 de agosto y el 12 de septiem bre la violencia política
term inaba con la vida de 12 personas. La dirección de la violencia es muy
variada. En tres casos conocem os la secuencia (Rafael A lonso, Carlos Díaz y
José Ma G arcía): detenidos por su participación en la tram a civil del 18 de julio,
juzgados por el CSP, condenados a m uerte y ejecutados. U n sacerdote m uerto en
un incidente con m ilicianos y una víctim a que parece debida a acto de venganza.
El resto, ocho en total, no está m uy clara la intervención del CSP. La sociología
de los asesinados ilustra del sentido de la violencia en este prim er estadio:
enem igos p o lític o s acto res d ire cto s en la su b lev ació n (tra d ic io n a lista s,
falangistas, m ilitares) y cinco enem igos culturales, producidos por la evolución
del anticlericalism o a lo largo de la historia republicana hasta llegar a la
sim biosis entre Iglesia C atólica y contrarrevolución. H asta aquí una violencia
casi controlada por el CSP con episodios no m uy claros pero que señalaban muy
claram ente los objetivos.
434
Pero desde la segunda quincena de septiem bre “ se inició una etapa más
turbia ( . . . ) ” . 232 El 16 de septiem bre se reorganiza la com posición del CSP,
reducido a seis com ponentes. Gonzalo Gironés afirm a que la prisión se cerró
entre los días 20 y 23. Los días que van entre el 19 al 28 de septiem bre de 1936
concentran el m ayor número de asesinatos en la ciudad, período casi coincidente
con el recrudecim iento de los asesinatos en el País Valenciano a lo largo del mes
de septiem bre, en parte, como consecuencia de la llegada de los prim eros
refugiados desde la zona de Talavera (día 8 ) con sus relatos de los crím enes
franquistas y con las im portantes derrotas de la conquista de San Sebastián (día
12) y Toledo (día 28). El propio Gonzalo Gironés tenía esa im presión: “ Se
conocía la m archa de los ejércitos de M ola (...), y la m archa de los ejércitos
m arroquíes (...) y que en aquellos días había ocupado Badajoz (...) Ya avanzaba
por Talavera de la Reina, acercándose a Toledo y a M adrid. A nte esta perspectiva,
los com ités y las m ilicias de los pueblos se lanzaron a vengar los descalabros de
los frentes de batalla asesinando a curas, frailes, m onjas y beatos, lim piando la
retaguardia de fascistas y traidores, como ellos decían ” .233
Entre el 19 y el 28 de septiem bre m orían en O ntinyent 31 personas. Tras
el análisis de las víctim as, creem os que esta concentración se debe a dos factores:
la influencia de la evolución bélica desfavorable a la R epública que arrastra a un
m ovim iento de “lim pieza” de los enem igos de la retaguardia para vengar las
derrotas m ilitares y la clausura de la prisión, en la que mal que bien, los posibles
objetivos eran objeto de vigilancia por parte de los m ilicianos a las órdenes del
CSP y, por tanto, estaban más resguardados de venganzas personales o decisiones
arbitrarias que en sus propios dom icilios.
Desde ese momento las víctim as m ortales no son personas detenidas y
posteriorm ente juzgadas o personas muy seleccionadas. Se da una gran variable
de circunstancias que explican la elevada cantidad de asesinatos en un corto
espacio tem poral. El CSP es el responsable de algunas m uertes, pero tam bién el
Com ité de D efensa Confederal-CN T (CDC) o una parte de estos com ités sin la
autorización del resto. En inform es de la posguerra se dice del CDC que “unas
veces de acuerdo con el de salud pública y otras con independencia, ordenaban
la detención de personas derechistas o su asesinato ” . 234 Sobre esta base tam bién
aparecieron partidas de m ilicianos de otras ciudades que se dedicaban a
“lim piar” la retaguardia. Los seis asesinados el 21 de septiem bre responden a
este factor, con la intervención directa de Los Caracoles, un grupo faísta de
Valéncia.
Tam bién encontram os a grupos autónom os de m ilicianos que actuaban
después de una denuncia. Las m em orias de Juan M icó refuerzan la hipótesis de
partidas de m ilicianos actuando de motu p ro p io , en la creencia de ejercer una
pretendida ju sticia. “Al final de septiem bre ya nos habían dejado en libertad,
vinieron al cam po tres o cuatro m ilicianos a detenernos para m atarnos, según
232 GANDIA CALABUIG, J.: “El largo verano del 36”, Crónica, 24,1996, pp. ffl-VH (p. VII).
233 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 137.
234 GANDIA CALABUIG, J.: “Els Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil
a Ontinyent”, op. cit., p. 147.
435
dijeron, por denuncia de un vecino que quería apropiarse de nuestra finca”. A
Juan y sus com pañeros les salvó probablem ente que la detención se produjo en
pleno día. A llí m ism o convencieron a los m ilicianos de la falsedad de la
acusación. Estos les condujeron ante un com ité en el que los m ilicianos
defendieron a los detenidos, alegando además que no querían ser utilizados como
brazo arm ado de una denuncia falsa. Finalm ente, “uno que se llam aba A liaga nos
dijo: m archad a casa y si alguien os m olesta avisadnos y nos fuim os ” . 235
En este período, la dinám ica cam bia sustancialm ente. Las detenciones
apenas duran horas, los asesinatos son ahora en grupo, por la noche o la
m adrugada. Como quiera que desde el cierre de la cárcel se buscaba a las
víctim as en sus propios dom icilios, la lógica oposición de sus fam iliares provocó
que a veces estos tam bién engrosaran la lista de m uertos. Todos estos factores
determ inaron que estos diez días se caracterizaran para los derechistas por la
proxim idad de term inar ante un piquete de m ilicianos en una oscura carretera.
Fue, sin duda, la época de m ayor terror y arbitrariedad en Ontinyent.
Las prim eras víctim as de esta fase corresponden a tres sacerdotes, muertos
el 19 de septiem bre (Vicente Casanova Gil, José Peidró B ernácer y Joaquín
V ilanova Cam allonga). El día siguiente les seguía M iguel Vilana G aliana, un
m aestro hijo de un industrial textil, afiliado a la DRV y secretario de los Luises.
El día siguiente se asistió a una “saca” , casa por casa, de seis personas con el
protagonism o reseñado de Los Caracoles: el aparejador M anuel Torró García
(DRV-AC). Para G onzalo G ironés, aparte de su m ilitancia “hay quién dice que
(...) su m uerte se debió a instigaciones de tipo laboral ” .236 Vicente Galbis
G ironés, abogado falangista proveniente del tradicionalism o, defensor de los
sindicatos católicos e im plicado en la sublevación . 237
La relación de este día prosigue con José Latonda G arcía, “jefe del
requeté”, propietario de una droguería. Carlos y Rafael Velázquez pertenecían a
una de las fam ilias de la alta burguesía de la ciudad. H abían participado
activam ente en el m ovim iento organizativo de la derecha católica en Ontinyent:
Carlos había colaborado con A cción Social R egionalista. Los dos habían sido
vocales en una directiva de la D erecha Regional en 1934 y 1936. Su dom éstica,
Francisca M asiá D onat, que según Gonzalo Gironés era una “carlistona de
tem ple”, engrosó la “saca ” . 238 Am ador Velázquez declaró que “el m otivo de la
detención y el interrogatorio a que fueron objeto en el Com ité y antes del
asesinato fue por unas arm as que decían que tenían ” .239
El día 22 term inaban con seis víctim as: Ángel Sanchis Ferrero, un
contable social-católico de La Paduana y secretario de la DRV en una Junta
D irectiva de 1934; D aniel Campos Casanova, un joven panadero falangista, y
436
Enrique M artínez Soler otro contable que m ilitaba en el falangism o. A las que se
sum aron los herm anos Joaquín y C arm en San A nselm o In sa y Joaquín
C alatayud .240
El día 24 cuatro más. Los guarnicioneros del Sindicato C atólico y de la
DRV Enrique Silvage Galiana y su hijo Enrique, que se habían enfrentado a los
piquetes cenetistas en la huelga de La Paduana, y la m aestra Encarnación Gil
V a lls ,^ ! vocal de directiva de la ACM jun to a su herm ano, el sacerdote Gaspar
Gil, un clérigo muy com bativo contra el régim en republicano. U n despacho de la
alcaldía dirigido al G obernador Civil en octubre de 1931 denunciaba su actitud
desde el púlpito: “el cura Gaspar Gil excita ánim os en sus serm ones en perjuicio
del orden público ” . 242
El día siguiente José Lluch M icó, un guardia de m onte encarcelado desde
los prim eros m om entos del golpe de estado, y que para Gonzalo G ironés: “Al
verlo en la cárcel de San Francisco, pensam os que su detención se debería a la
venganza de algún cazador furtivo, a quien habría tenido que sancionar, porque
nadie se explicaba cómo un hom bre tan bondadoso fuera capaz de despertar
rencores hasta el punto de ser tan sañudam ente perseguido ” . 243
El 27 se am plió el núm ero de víctim as con seis personas. José M aría Selva
Escolano, procurador del Juzgado de Prim era Instancia de O ntinyent, suplente
del R egistrador de la Propiedad y presidente de la Sociedad de Festeros en 1935.
Luis C alatayud M artínez, un albañil tradicionalista que había form ado parte de la
com isión org an izad o ra del C írculo In stru ctiv o L eg itim ista en 1935. El
propietario tradicionalista Dámaso Vicedo Sanz y su m ujer A sunción Sais
M arcos. Por últim o, Sandalio G arrigós y A sunción Galiana (DRV). Sandalio era
un social-católico que regentaba un estanco acusado desde las páginas de El
D espertar de O nteniente de negarse a vender papel de la R epública, adem ás de
ser herm ano de uno de los oficiales sublevados en Sevilla.
El 28 m orían las cuatro herm anas Valls Espí. Al m enos dos m ilitaban en
A cción Cívica de la M ujer y habían pedido el voto para la DRV en febrero de
1936. Gonzalo G ironés dice de ellas que “Eran unas beatitas solteronas,
inocentes, antipáticas (según decían algunos rojillos), pero incapaces de hacer
daño a una mosca, y que a fuerza de austeridad y de trabajo durante toda su vida,
debieron reunir algún dinero, con el cual hicieron préstam os (...) Eso fue lo que
24® Estas tres últimas con prevenciones ante la indefinición de las fuentes. GANDIA CALABUIG, J.: “Els
Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil a Ontinyent”, op. cit., p. 147.
24 * Según Ramón Fita “fue asesinada por su condición de católica y entregada a las tareas parroquiales, ya
que nunca tuvo ninguna vinculación con la política y vivió completamente alejada de ella”. De nuevo,
debemos suponer que Ramón Fita no se ha documentado convenientemente. FITA REVERT, R.: Mártires de
Cristo de la Archidiócesis de Valencia. Los mártires de Onteniente, op. cit., pp. 39-52.
242 AMO, Correspondencia 1931, oficio de 13-X-1931.
243 GIRONÉS PLA, G Historia de un Español, op. cit., p. 176.
437
al fin las perdió, porque la fórm ula más barata y rápida de saldar deudas o
hipotecas ( . . . ) ” .244 En la Causa General, su cuñado A ntonio Pía declaró: “Con
ocasión de las elecciones de febrero (...), dos de sus cuñadas que recogían votos
para la D erecha Regional Valenciana fueron am enazadas ( . . . ) ” .245 Según Fullana,
C arm en ejerció como presidente en una m esa electoral y su herm ana Crescencia
de com isionada por A cción C ívica de la Mujer. La m ezcla entre sus labores de
prestam istas y su actuación pública a favor de la DRV fueron un detonante
m ortífero para estas herm anas. Fullana coincide con las apreciaciones de
G onzalo Gironés:
244 Ibídem, p. 150. Crescencia ha sido incluida en el proceso de canonización pero sin ninguna declaración
sobre sus “negocios”. En este caso, se ha consignado una declaración favorable de su catolicismo, referida a
su participación en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Por lo que se deduce que la Iglesia española de
principios del siglo XXI considera una “defensa de la fe católica” la intervención favorable a las candidaturas
de la Derecha Regional Valenciana. FITA REVERT, R.: Mártires de Cristo de la Archidiócesis de Valencia.
Los mártires de Onteniente, op. cit., pp. 53-64.
24^ AHN, CG, PP, Ramo Separado de Ontinyent
246 FULLANA, L.: Historia de la Ciudad de Ontinyent. Texto mecanografiado suprimido en la edición de
la Caixa d'Estalvis d'Ontinyent.
247 GANDIA CALABUIGi, J.: “Els Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil
a Ontinyent”, op. cit, p. 148.
248 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 174.
249 Ibídem, p. 140.
438
m ujer del guarda fue a protestar al com ité de que « e s t e fascista aún anduviera
por la c a l l e » y entonces lo detuvieron de nuevo y lo asesinaron” .
El día 6 eran asesinadas Isabel G isbert Insa y R egina Soler Calatayud,
protagonistas de los incidentes en una m esa electoral del 16 de febrero y de la
falla burlesca de m arzo. Se acusó posteriorm ente a una m iliciana de alentar su
m uerte. El 8 de noviem bre unos m ilicianos detuvieron al veterinario José
C ardona O rtolá. En el coche en el que seguram ente iba a ser “paseado” intentó
ahogar a V icente Tormo, Quince kilos. Se le mató allí mismo. Al instante, se
presentaron en la casa de José Cardona y asesinaron a su esposa Concepción
Sanz.
En esta prim era semana m oría en Barcelona el zapatero de 70 años
A ntonio Llobat Cañete el 8 de noviem bre, quien previam ente había huido de
O ntinyent, antiguo teniente de alcalde en la D ictadura de Primo de Rivera. No
aparece entre las acusaciones de los Consejos de G uerra y la participación de
ontiñentinos es m ás que dudosa. Entre el 10 y el 11 eran detenidos y asesinados
el industrial republicano (PRC-PURA) B autista Tortosa Valls y su novia Em ilia
G aliana Tormo, al parecer por una denuncia expedida por unos vecinos de
O ntinyent que los vieron en Barcelona, pero sin clarificar una intervención
directa de ontiñentinos. La única referencia a este hecho en los consejos de
guerra hace referencia a V icente, acusado de detenerlos en B arcelona . 250
El 14 se sucedía un nuevo “paseo” : Esteban Reig Pastor de la DRV; su
m ujer C oncepción B orredá Ferrero y su cuñada Ana M aría Borredá. Cuatro días
m ás tard e era asesinado el lab rad o r R afael L lopis F errero , uno de los
tradicionalistas participantes en la pelea de la huelga de La Paduana. Por estas
fechas era asesinado el franciscano León Borrás.
D espués de esta últim a oleada, las tres víctim as entre el 25 de noviem bre
y 1937 fueron actos m uy puntuales. El 12 de diciem bre de 1936 era asesinado
José Cerdá Reig, oficial de M arina y cuñado del teniente Em ilio G arrido A lfonso.
La guerra le sorprendió como todos los veranos en su finca de B ocairent donde
hizo vida norm al hasta ese día. D esconocem os si fue víctim a de m ilicianos de
O ntinyent o bien de Bocairent. R elata Gonzalo Gironés que: “tuvo, según se
contó, la fatal ocurrencia de dedicar un hom enaje a la Purísim a, como buen
onteniense, suspendiendo para tal día el trabajo, a cambio de invitar a sus obreros
a una paella. D entro del júbilo norm al, no faltó el « J u d a s » de turno que fue
con el soplo al com ité ( . . . ) ” .251
Después de adoptar la decisión entre el 28 y el 29 de diciem bre de
term inar con los com ités y crear un Consejo M unicipal que centralizara el poder
m unicipal, se celebró una sesión, sin participación del CSP, entre representantes
políticos y sindicales, en la que se adoptó la decisión de asesinar al alcalde
republicano Francisco M ontés, con la presión de algunos líderes anarquistas . 252
250 AMO, FJ, caja 17 1939-1943, Consejo de Guerra 28-VÜ-1939 PSU 5.339.
25 * GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., pp. 178-179.
252 Esta versión de Josep Gandía, empleando fuentes de militantes cenetistas de la época en GANDIA
CALABUIG, J.: “Els Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la Guerra Civil a Ontinyent”,
op. cit., p. 148.
439
Un grupo de personas viajaron hasta Valéncia. A llí, en la casa de su herm ana, se
había refugiado Francisco M ontés. D etenido junto a su secretario Vicente
Penadés, am bos m urieron un 29 de diciem bre.
D esde entonces y hasta el fin de la guerra, las m uertes se produjeron en
contextos m uy determ inados. Francisco Torró Vila, labrador, acusado de asesinar
al m iliciano faísta V icente Tormo (Quince kilos) fue “juzgado” y condenado a
m uerte (febrero 1937). En m arzo de 1937 era asesinado el abogado Gonzalo
M ompó Comas de la DRV y, según Gonzalo G ironés, republicano. Detenido en
los prim eros días, la fam ilia consiguió su liberación. Se trasladó al dom icilio de
una herm ana en Cuenca. Aquí las versiones difieren. Para unos, unos Guardias de
A salto lo detuvieron y trasladaron a la cárcel valenciana de Trinitarios, desde
donde fue transportado por unos m ilicianos de O ntinyent al térm ino de A lzira
para ser fusilado a finales de m arzo de 1937. Sin embargo, Gonzalo Gironés
afirm a que la m ujer de uno de sus asesinos aseguró a la m adre de Gonzalo
M ompó que una persona de O ntinyent, calificado por Gonzalo G ironés como
“ elem ento bastante conocido y bien situado económ ica y políticam ente”, le pagó
a un m iliciano para que, en com pañía de otros ejecutase al abogado .253 Esta es
otra de las víctim as dudosas. El resto de m uertos entre 1937 y 1938 ya han sido
analizadas anteriorm ente: Salvador Ferrero, José Cambra, A ntonio M ontagud
(1937) y D aniel Silvaje (1938), la últim a víctim a ontiñentina conocida de la
violencia de la zona republicana .254
440
los núcleos m ás grandes y los m ás industriales: B ocairent, l ’O lleria y Ontinyent.
Entre los tres sum an el 69,11% de las víctim as com arcales, porcentaje que se
am pliaría considerablem ente si tenem os en cuenta que buena parte de asesinatos
com etidos en los pueblos de alrededor se acusa directam ente a m ilicianos
ontiñentinos.
E stas tre s lo calid ad es co n tien en un p erfil m uy defin id o . Son de
predom inio derechista en lo político, económ icam ente industriales (con m ayor
com ponente agrícola r o ile r ia ) , las tres tienen un fuerte m ovim iento sindical:
anarquista en O ntinyent y en la in d u stria de 1'O llería, m uy activo pero
m inoritario en B ocairent; socialista en B ocairent y en el campo de 1'O lleria. La
industria de l'O lle ria y O ntinyent asistió a un m ovim iento de reclam aciones
laborales y sindicales durante la República, con huelgas incluidas, inusitado
hasta la fecha. Sin datos para l'O lleria, B ocairent y O ntinyent presentan la m ayor
fragm entación de poder entre los distintos com ités y m ilicias de partido de toda
la comarca. Al contrario que en Benigánim o en otros pueblos de la com arca, la
presencia de m ilicianos forasteros fue menor.
Sin em bargo, estos casos particulares no son extensibles para otras
poblaciones. También en A lbaida la izquierda era m inoritaria y su violencia fue
sensiblem ente menor. A ielo de M alferit contaba con una tradición socialista de
décadas, era la fuerza política y sindical hegem ónica, pero la violencia se centró
en dos sacerdotes, en los que no participó vecino alguno de la población. Por el
contrario, Benigánim , donde las elecciones de febrero de 1936 dieron casi un
empate técnico pero con una serie de hechos violentos durante la República
(anticlericalism o, incendio del ayuntam iento) es la segunda población con m ayor
número de víctim as, representando el 10,57% del total com arcal. A sí pues, las
causas explicativas de la violencia son más com plejas, aunque las apuntadas para
Bocairent y O ntinyent tuvieron localm ente una incidencia m uy relevante.
El tem pus de la violencia es otra variable trascendental para com prender
lo ocurrido en la retaguardia republicana. En general la cronología com arcal
coincide con el resto del País Valenciano y, por extensión (excepciones puntuales
aparte), con la totalidad de la zona republicana: julio-noviem bre de 1936,
concentrada en la Valí d ’A lbaida entre la segunda quincena de agosto y el mes de
septiembre. En las provincias de A lacant y Valéncia, aunque con m ucho m enos
rigor, los asesinatos se m antuvieron hasta m arzo de 1937. D esde ese mes y año
prácticam ente desaparecen en la provincia de Castelló hasta la finalización de la
guerra, (v. G ráfico núm s. 1 y 2)
Todos los historiadores coinciden en la interpretación de esta cronología.
Para Gabriel Jackson son los meses centrales del “proceso revolucionario abierto
en la España del Frente Popular tras el pronunciam iento del 17/20 (...) destruyó
tem poralm ente la autoridad que le quedaba al Estado ” . 255 Para Vicent G abarda
“son unos m eses caracterizados por el desm em bram iento del poder central en
manos del poder revolucionario, de tipo taifal, encarnado por los com ités
revolucionarios, las bandas arm adas de partidos o sindicatos (o autónom as) (...)
Esta etapa tam bién coincide con los grandes procesos sum ariales de los
255 JACKSON, G.: La República española y la guerra civil (1931-1939), op. cit., p. 249.
441
trib u n a le s p o p u la re s, es p e c ia lm e n te en las tres cap ita le s de p ro v in c ia ” .256
Gráfico núm. 1
C RO N O LO G ÍA DE LAS VÍCTIM AS DE LA VALL D ’A LBAIDA (EXCEPTO
ONTINYENT). 1936-1939.
□ NUMERO DE
V IC T IM A S
1936 1 93 7 1 93 8 1939
Gráfico núm. 2
CRO N O LO G ÍA DE LAS V ÍCTIM AS DE LA VALL D ’A LBA ID A (EXCEPTO
ONTINYENT). 1936.
□ NUMERO DE
VICTIMAS 1936
FUENTE: Elaboración propia a partir de los datos suministrados por G ABA RD A, V.: La
represión en la retaguardia republicana. P ais Valenciano, 1936-1939 , op. cit.
256 GABARDA, V.: La represión en la retaguardia republicana. País Valenciano, 1936-1939, op. cit., p.
162.
442
Josep G andía ha establecido una cronología m uy similar para las 58
víctim as que m urieron en Ontinyent o zonas limítrofes.
Gráfico núm. 3
C R O N O LO G ÍA DE LAS VÍCTIM AS EN ONTINYENT. 1936.
□ VÍCTIMAS EN
ONTINYENT 1936.
443
Por otra parte hay que recordar que los social-católicos de la comarca provenían
en su m ayor parte del tradicionalism o y los que constan en la relación de Vicente
Gabarda como tradicionalistas-D RV eran social-católicos. En total, conocemos el
90,24% de las profesiones de las víctimas y el 57,72% de sus militancias y
adscripciones políticas
Cuadro núm. 33
En el grupo “comerciantes e industriales” se da cita todo aquel propietario de una empresa cualquiera
que fuera su tamaño: guarnicionero, zapatero, cestero, estanquero, tapicero, ebanista y maestro albañil y
herrero. En “obreros manuales” a los que viven de un salario, pero con un nivel de cualificación muy bajo,
como obrero textil o albañil. Esta distribución puede estar sometida a errores derivados de la documentación
original puesto que el término “ebanista” puede designar tanto a un obrero como al propietario. Sin embargo,
la estructura socio-profesional de pequeños artesanos en Ontinyent, y la semántica de los funcionarios de la
ciudad en la burocracia administrativa, nos lleva a considerar conveniente esta distribución. Dentro de
“empleados” se encuentran los asalariados con un nivel de cualificación alto: empleados de banca, contables
o empleados. Las “profesiones liberales” reúnen a profesiones que gozan de prestigio social, capacidad de
influencia en la comunidad y, muchas veces, poder adquisitivo, que le viene tanto de su profesión como de
propiedades: médico, procurador, abogado, aparejador, veterinario y maestro. Se ha adjuntado la categoría de
estudiante, puesto que era un sector que provenía de las clases altas. El grupo de “militares” reúne Guardia
Civil y Ejército, aun cuando estuvieran ya licenciados, así como guarda forestal. “Sus labores” corresponde
a todas las mujeres. “Funcionarios” refiere aquellas personas que trabajaban en la función pública y que
tenían un alto componente decisorio en la vida política municipal.
444
análisis, abriendo nuevas perspectivas. Una lectura superficial nos llevaría a
considerar que la violencia tuvo como objetivo a los sectores sociales con m ayor
poder adquisitivo e influencia social (com erciantes, industriales, propietarios,
profesiones liberales, funcionarios) y a sus protectores (Iglesia y Ejército), con
un total del 69,37% . Pero conviene m atizar.
La dirección de la violencia en B ocairent es la única que rem ite a una
relación directa entre la m otivación política, la derivada de la lucha de clases con
la introducción de industriales unida a cuestiones locales del pasado, la “huelga
deis B eneyto” de 1922 y los enfrentam ientos intersindicales de la República. En
esta población, si exceptuam os a los tres sacerdotes asesinados, el resto contiene
una tipología “clásica” de una violencia de clase unida a una política y a claras
connotaciones del pasado prerepublicano: industriales de la D erecha Regional
Valenciana, un secretario de ayuntam iento falangista. Todos habían ocupado
cargos m unicipales (jueces, alcaldes) y en el Somatén. También un em pleado de
la DRV que consta como uno de los obreros que escindieron la sociedad
socialista La V ictoria para fundar un sindicato católico. En r o i l e r i a se relaciona
más con la supresión del grupo de falangistas que se había destacado entre
febrero-julio de 1936, envolviendo a la población en una espiral de inestabilidad
y violencia soterrada. Se suele destacar el papel jugado por personas forasteras
que residían en la población en las denuncias y detenciones.
En O ntin y en t, tan sólo dos v íctim as aparecen com o grandes
contribuyentes: Joaquín Buchón Boscá, com andante retirado del Ejército, sexto
contribuyente de rú stica y decim osegundo de urbana; y el industrial B autista
Tortosa Valls, propietario de una de las m ayores em presas textiles de la ciudad
así contribuyentes de rústica. El resto de grandes propietarios, y especialm ente
industriales, no term inaron en oscuros parajes al anochecer y, después de pasar
por las cárceles de la ciudad, bien se escondieron bien continuaron en sus
fábricas. Se dan cita, pues, otras variantes que conllevan una profundización en
los rasgos específicos de la violencia.
La violencia afectó a un porcentaje de 14,15% de m ujeres en O ntinyent, el
índice más elevado proporcionalm ente de todo el País Valenciano. Las causas
pueden explicar por la confluencia de dos factores: no se dudó en perseguir a las
m ujeres que m ás se habían significado como interventoras de la D erecha
R egional V alenciana en las m esas electorales de febrero de 1936 o en sus
ram ificaciones fem eninas. En segundo lugar, todas forman parte del período más
sangriento de la violencia en O ntinyent, cuando funcionó el m ecanism o del
“paseo” nocturno. Los m ilicianos acallaban los gritos y lam entos de las esposas,
m adres o herm anas subiéndolas al coche que partía hacia la m uerte.
Con este doble razonam iento, m otivos políticos, excitación del m om ento
en un contexto de ausencia de normas se explica la particular incidencia de
víctim as fem eninas. A sí tenem os a la dom éstica de los herm anos Velázquez, a
tres m atrim onios m ás una cuñada, a dos herm anas de clérigos, a las dos m ujeres
derechistas que se habían significado en las elecciones de febrero de 1936 y
tam bién, un caso que subraya el am biente de esos m om entos, a Concepción Sanz.
Su m arido, camino de la m uerte, intentó estrangular a un m iliciano. D espués de
su asesinato, los m ilicianos, llegaron a su dom icilio y m ataron a su mujer.
445
El com ponente de inquina sobre una fam ilia es tam bién un factor a tener
en cuenta. Al m enos el 26,41% de las víctim as de O ntinyent guardaban
relaciones de parentesco. A parte de los m atrim onios, es constatable en el
asesinato de dos grupos de dos herm anos y otro más de tres herm anos o de un
padre y dos hijos. Venganzas del pasado tam bién surgieron: el guardia de m onte,
el labrador asesinado por la espalda cuando trabajaba en su huerto, los obreros
católicos del altercado de la huelga de La Paduana, los viajes a B arcelona o
V aléncia para efectuar el “paseo” . La form a elegida para m atar fue, casi siem pre,
los disparos de fusiles o pistola. Pero en el caso de dos industriales de Bocairent
despeñados vivos (si son ciertas las fuentes) se observa un odio m anifiesto en sus
verdugos.
Pero tam bién, al socaire de la práctica ausencia de poder, algunos casos
rem iten a m otivaciones personales o económ icas: vecinos que no se llevan bien,
agricultores enfrentados, decisión de term inar drásticam ente con una hipoteca o
un préstam o, como las cuatro herm anas de O ntinyent o el propietario blasquista
de la P obla del Duc.
A sí pues se asistió a una violencia de clase, que evidentem ente se dio, una
violencia de status contra los que sim bolizaban y apoyaban el orden socio
económ ico y cultural tradicional que debía ser aniquilado, una violencia política,
una reacción contra los que estaban im plicados en la tram a conspirativa, pero
tam bién con los que se tenía algún de tipo de cuenta pendiente, sea en el orden
personal o económ ico, las venganzas fam iliares que se arrastraban en el tiem po
arropadas por un barniz político o los que estaban en el lugar de una detención.
Las incursiones de m ilicianos urbanos hicieron aum entar el núm ero de víctim as,
en especial entre los eclesiásticos. Pero tam bién, en los casos puntuales de
B ocairent y O ntinyent se dieron tres condicionantes básicos: una izquierda
m inoritaria que se veía a sí m ism a asediada, la fragm entación de poderes y las
propuestas revolucionarias de la CNT.
E sto ex p lic a ría que en tre las v íctim as encontrem os em presarios,
propietarios, m ilitares y religiosos que representaban la base de la sociedad
tra d ic io n a l, pero tam b ién artesan o s, em pleados, o b rero s, lab rad o res y
funcionarios que giraban política y socialm ente en torno al prim er grupo.
F alangistas, tradicionalistas y social-católicos los hem os ido encontrando en
algunas poblaciones preparados y listos para sum arse a la sublevación, obreros
católicos que habían disputado el espacio sindical durante la R epública con el
apoyo de la patronal, todos representaban a los “enem igos po lítico s” , pero
tam bién hay blasquistas y algún republicano de izquierda, víctim as provocadas
por las luchas sociales del sexenio republicano.
E sta am algam a de situaciones im plica, en definitiva, que el poso de las
relaciones fam iliares, vecinales o de am istad, herencia de décadas de vida
pasada, ju g aran un papel muy im portante (junto a los señalados) en la dirección
de la violencia, y, que líderes de la derecha no sufrieran daño físico y otros con
m enos activism o sufrieran la m u erte .258 La elevada cifra de O ntinyent fue la
258 El replantemiento del concepto de “clase social” en CASANOVA, J.: “Guerra civil, ¿lucha de clases?: el
difícil ejercicio de reconstruir el pasado”, Historia Social, 20, 1994, pp. 135-150.
446
conjunción de estas distintas variables: una perceptible conjuración de la
G uardia Civil y la tram a civil arm ada (“¿Dónde están las arm as?” era el m otivo
básico de coacciones, palizas e interrogatorios en la im provisada cárcel de
O ntinyent); la persecución de los sindicalistas católicos; un anticlericalism o
m ilitan te; odios p erso n ales o fam iliares, d isp ersió n de poderes, actitu d
revolucionaria cenetista y presencia de m ilicianos forasteros.
Pero si los posibles m otivos son im portantes, estos sólo exclusivam ente
fueron posibles en un contexto histórico m uy determ inado. Sin este contexto,
esta violencia no hubiera term inado por estallar. La desintegración estatal llevó
a que grupos de m ilicianos o com ités sindicales im pusieran su sentido particular
de ju sticia con un pasado que en su im aginario debía ser suprim ido.
Unos hom bres arm ados que se creían en posesión de la verdadera ju sticia,
de la ju stic ia del trabajador, después de décadas de soportar los vericuetos
legales que siem pre favorecían al poderoso o al rico, podían conducir a la m uerte
a cualquier persona. Cuenta en la Pobla del Duc que la única víctim a con
intervención del Com ité se debe achacar a un propietario que “tractava m olt
m alam ente ais seus filis. Els volia o els va desheredar. La cuestió es que els filis
van acudir al com ité per a que parlara amb el seu pare i arreglar la cosa. El
com ité, no sé si tots, van anar a casa de este senyor, i es va ficar violent en ells,
els volia tirar de sa casa. Estos el van baixar per les escales i el van portar a (...).
Allí el van m atar ” .259
D urante unos m eses la violencia flotó en la sociedad, liberada de la
capacidad coercitiva del Estado pero tam bién de los com ités, su sustituto. La
violencia, que como hem os visto es m ulticausal, provino de la calle. G rupos de
m ilicianos, com ités sindicales o de Salud Pública decidían los asesinatos,
visitaban con listas los pueblos más pequeños, atendían a denuncias de sus
vecinos. Situaciones como las recogidas por Rafael Reig con toda seguridad se
dieron con abundancia:
447
- “¿Q uéé...?. }Qué quiere decirm e con é s o ? ”.
Ramón ha com prendido lo que ha querido decirle, pues, ya hace tiempo
que le preocupa la suerte de su padre, que siem pre ha tenido fa m a en el
pueblo de ser carlista acérrim o (...)
- “No. No p a sa nada. N o te preocupes. Sólo es que esta noche había quien
quería ir p o r tu padre, pero, mirando tu cara, hemos quedado en que
nadie ha de m olestarle, ni m eterse con él pa ra nada,260
448
com ités se erigieron en pilares que salvaguardaban la vida de sus vecinos por
m ás que al mismo tiem po estuvieran coaccionando de m uy diversas m aneras a los
poderosos locales, incautando fincas, tierras y fábricas, quem ando iglesias o
incluso perm itiendo a los m ilicianos forasteros la detención de los sacerdotes
ante el tem or de un baño de sangre. Además, las poblaciones m ayores de la
com arca no eran lo suficientem ente grandes como para no conocerse entre ellos.
Este hecho pudo alentar asesinatos pero tam bién im pidió muchos.
Si en el ámbito nacional se alzaron las protestas de dirigentes políticos y
sindicales contra las acciones violentas y los asesinatos, la tradición oral
dem uestra la oposición decidida de m uchos com ités ante la actuación de los
m ilicianos forasteros que llegaban al pueblo con listas de personas para detener,
que no se sabía cómo ni dónde podían term inar, y el sentim iento entre las filas
de partidos y sindicatos de poner orden en el desorden. En noviem bre de 1936 las
Juventudes Libertarias de B ocairent expresaban la necesidad de un cierto control
sobre la violencia desatada en el verano:
449
enm arcada por el caos producido por la desaparición del Estado, frente a la
franquista, una violencia dirigida, am parada y preconizada desde el Estado.266
M iguel O rs, en su estudio centrado en la p ro v in cia de A lacant, señala
directam ente a com ités y a dirigentes políticos y sindicales cómo los autores y
directores de la violencia,267 tesis refutada por Simeón R iera.268
Sin em bargo, como hem os visto a través del estudio de la ciudad de
O ntinyent, la responsabilidad de los asesinatos com etidos recae en acciones
autónom as de partidas de m ilicianos, sin obedecer a ninguna orden ni criterio
concreto, pero tam bién, una parte de las víctim as m ortales se deben a las
decisiones deliberadas y conscientes de algunos com ités, principalm ente del
C om ité de Salud P ú b lica. P ero, aunque p artid o s y sin d icato s estaban
representados en este Com ité (y en otros que tam bién participaron en la
violencia), no significa que sus acuerdos se trasladasen a los dirigentes y estos
los aprobasen. En este sentido, Josep G andia me inform ó de un testim onio
recogido de Francisco Rubio Barceló, presidente del Partido C om unista y vocal
ugetista en el Com ité R evolucionario. A lfredo Gomis, vocal del prim er Com ité
de Salud P ública que d im itió cuando se estab leciero n las tres prim eras
“sentencias” a m uerte, le com entó a Francisco esta decisión. Francisco le
respondió, más o m enos, esto: “no me cuentes nada que yo de eso no quiero saber
nada” .
En cualquier caso, la polém ica de las responsabilidades de los asesinatos
de la retaguardia es m enor respecto a la cuestión de la “función” que desem peñó
en las dos retaguardias, como bien ha precisado Caries Santacana.269 Por ello, la
que tuvo lugar en los territorios republicanos prácticam ente cesó a principios de
1937 (con las excepciones de los asesinatos com etidos en la retirada republicana
de C atalunya), m ientras se m antenía en la zona franquista.
En este sentido, algunos com ités se veían a sí m ism o como los órganos de
ju stic ia . Por ello las m u ertes ordenadas venían después de “ju ic io s ” y
deliberaciones, en los que incluso estam paban los sellos de sus partidos y
sindicatos así como sus firm as. Y contaban con sus propias fuerzas arm adas, los
m ilicianos. R afael Reig describe a gran parte de los m ilicianos de O ntinyent
“H om bres que jam ás usaron arm a alguna, lucen ostentosam ente una pistola en la
cintura; y quien no fue capaz de perjudicar a nadie, presum e de valiente y de
m atón” .270 Gonzalo G ironés nom bra uno tras otro a sus guardianes de la prisión
266 REIG TAPIA, A.: “Metodología de la represión”, en ARÓSTEGUI, J. (coord.).: Historia y memoria de
la Guerra Civil, op. cit., vol. I, pp. 295-302; también Ideología e Historia. Sobre la represión franquista y
la Guerra Civil, Akal, Madrid, 1984; MORENO, F.: “La represión franquista a partir de los datos de
Córdoba”, en ARÓSTEGUI, J. (coord.).: Historia y memoria de la Guerra Civil, op. cit., vol. I., pp. 303-329
y ORTIZ HERAS, M.: Violencia política en la II República y el primer franquismo: Albacete, 1936-1950,
op. cit
267 ORS MONTENEGRO, M.: La represión de guerra y postguerra en Alicante (1936-1945), Instituto de
Cultura Juan Gil-Albert, Alacant, 1995, pp. 49 y 298.
268 SIMEON RIERA, J.D.: “Impasible el ademán". Franquisme i societat a una comunitat rural: Xábia
1939-1953, op. cit., p.61-62.
269 SANTACANA TORRES, C.: Victoriosos i derrotáis: el franquisme a VHospitalet, 1939-1951,
Publicacions de l'Abadia de Montserrat Barcelona, 1994, pp. 103-104.
270 REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., p. 24.
450
de O ntinyent. Vecinos de su propia calle, fam iliares lejanos, amigos que hasta
unos días antes saludaba por la calle. Los m ilician o s, m uchos de ellos
trabajadores en paro que se habían presentado voluntarios por el salario ofrecido,
no eran conscientes de estar perpetrando asesinatos, sino más bien, eran los
representantes armados de la nueva ju sticia. Así lo explicaba un m iliciano a
Gonzalo Gironés:
M e sabe mal que estés aquí, pero ya puedes com prender (se excusaba) que
estando en el paro, no tuve más remedio que apuntarm e a las m ilicias:
tenía que ganarm e el pan. Yo soy un mandado (...) Somos la Guardia Civil
de ‘en a n tes’, que si nos mandan que afusilem os a uno, p u es nosotros lo
afusilamos. Es nuestro trabajo,271
451
A lg u n o s de los d eten id o s (...), p erso n a s en los que concurren
circunstancias especiales que aconsejan p e d ir su libertad (...), tratándose
de ciudadanos que, en todo caso, solo pueden ser tildados de haber
p ertenecido a organizaciones de derecha o ser católicos, motivos que no
estim am os suficientes p a ra que sea m antenida la detención,273
27^ Citado por GANDIA CALABUIGt, J.: “Els Comités, la repressió i el “cas Quiles”. Tres notes sobre la
Guerra Civil a Ontinyent”, op. cit., p. 151.
274 Estoy de acuerdo con Rafael Cruz en apreciar que estas cifras no han sido en su totalidad revisadas.
MONTERO, A.: Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, BAC, Madrid, 1961, pp. 761-
764.
27^ Los datos en DE LA CUEVA MERINO, J.: “’Si los curas y frailes supieran...” La violencia anticlerical”,
en JULLÁ, S. (dir.).: Violencia política en la España del siglo XX, op. cit., p. 226. La diócesis de Valencia no
tiene ningún estudio riguroso ni sobre el clero (acción pastoral, procedencia geográfica y social, número,
actividades...) ni sobre la violencia anticlerical del trienio bélico. Las insuficiencias del único martirologio
publicado en la posguerra son enormes, v. ZAHONERO VIVÓ, J.: Sacerdotes mártires. Archidiócesis
Valentina 1936-1939, op. cit.. Las bondades de un estudio local donde se destruyen algunos tópicos del
anticlericalismo en LOPEZ VILLAVERDE, A.L.: “El papel de la Iglesia”, en ORTIZ HERAS, M. (coord.).:
La Guerra Civil en Castilla-La Mancha. D e El Alcázar a los Llanos, Ediciones Celeste, Madrid, 2000, pp.
239-268.
452
apuntado. Los eclesiásticos suman el 24,39% del total de víctim as com putadas en
la com arca entre agosto y octubre de 1936, agrupados sobre todo en septiem bre,
siguiendo la tónica general de la violencia p olítica en la zona republicana.
La secuencia general tiene su principio en los prim eros días de guerra.
Cuando todavía estaba por decidir la suerte de la sublevación en Valencia, los
com ités garantizaron la vida de sacerdotes y religiosos, que abandonaron sus
parroquias y conventos con destino a sus pueblos natales, donde esperaban estar
protegidos por fam iliares y am istades. En M ontaverner, A ntonio Vañó, miembro
del Com ité recuerda la salida del párroco: “(...) quan va estallar la guerra, ell (el
rector) va vindre al Comité dient que si podriem asegurar-li la seua estáncia.
N osaltres li van dir: - ‘Vosté a$í no s ’ha portat m alam ent (...) algunes coses com
la sindical católica o voler dom inar a les dones (...), pero nosaltres li assegurem
que vosté eixirá d ’a?! del poblé, i el vam acom panyar el president i jo a l ’estació.
Va eixir de p aisa” .276
En sus pueblos y ciudades llevaron una vida sem i-clandestina o de
norm alidad v ig ilan te. En ese m es p atru llas de m ilician o s desde A lzira,
Benigánim , G andia, Xátiva, O ntinyent o A lcoi recorrieron las poblaciones
m enores buscando sacerdotes para darles m uerte. Por ejem plo, el 6 de agosto de
1936 “más de treinta m ilicianos arm ados” de la colum na Pancho V illa entraron
en M ontitxelvo para apresar al cura. Al abrir la puerta de su casa se desmayó y
los m ilicianos optaron por no llevarlo a G andia.277 En A lfarrasí, a pesar que el
Com ité había entregado un salvoconducto al párroco Juan Ferri, éste se vio
obligado a esconderse en la m ontaña al ser perseguido por m ilicianos forasteros.
A llí fue recogido por un vecino de Aielo de Rugat, donde pasó toda la guerra.278
El sistem a era siem pre el m ism o. El Com ité llam aba a declarar a los
sacerdotes donde le esperaban los m ilicianos forasteros, que los subían a las
cam ionetas p ara ser asesinados p osteriorm ente en lugares apartados. Los
asesinatos eran rápidos. H abitualm ente no perm anecían más de dos días en
prisión. Los com ités aceptaban la entrega, intim idados por las am enazas de los
m ilicianos, como un mal m enor que alejaría de la población a los forasteros
arm ados, aunque seguram ente tam bién algún vocal fue cóm plice en las
detenciones. Casos como el ocurrido en L lutxent posiblem ente no fueron únicos:
453
Pero, que va passar? Eixa nit m ateixa van pa ssa r p e r la ca rretea
m ilicians fo ra ste rs i van dir, perqué després s ’ha sabut tot en ks
audiéncies que van fer, i van dir, ( els que passaven eren de Barxeta), qie
ells em portarien al rector a Xátiva. N osaltres diguerem que no, que tenia
que anar a Barx, d ’on era. Pero un altre dia van tornar els de Barxeta,
que anaven a Benicolet, i van entrar amb les escopetes a la má i van ¿ir
‘tinguem ordre de que el rector s e ’n ve amb nosaltres a la presó ie
X á t i v a S e 7 van endur i el van m atar després.219
454
día 9 m orían cerca de Genovés. Salvador M afé C hova había tenido varios
enfrentam ientos con el alcalde de la Com isión G estora entre febrero y julio de
1936. A cusaciones de la posguerra señalan que el presidente del Com ité se negó
a firm arle un salvoconducto para trasladarse a B enirredrá, su pueblo natal, y que
posteriorm ente llam ó a m ilicianos de A lzira, a los que advirtió antes de arrancar
el coche, “Cuidado: m atadlo fuera del térm ino de C astellón; porque el quería
m orir y ser enterrado en C astellón” . U na vez alcanzado el térm ino m unicipal de
la Pobla del D uc m oría a m anos de los m ilicianos.282
El com ponente político-sindical acom pañó otras m uertes. Este es el caso
de D esiderio Jerez M iquel, beneficiado de B ocairent, quien desarrolló una
intensa tarea entre la juventud (Patronato de la Juventud Obrera) “aunque
incom prendido pues lo parcializaron en la cuestión obrera e infundadam ente le
m iraban como enem igo del pueblo obrero (...)” .283 El 21 de ju lio el Comité de
B ocairent decide desterrarlo. H asta el 2 de agosto vive en O ntinyent. En la
m adrugada de ese día once escopeteros lo conducen a B ocairent donde va a ser
“ju zg ad o ” . Liberado, m archa a X ixona, su pueblo, donde perm anece hasta el 27
de septiem bre. A pesar de la oposición del Com ité de X ixona, m ilicianos de
B ocairent, señalados como anarquistas de El Am anecer, se lo llevan para
fusilarlo en el térm ino de Banyeres.
O ntinyent no participa en la tipología descrita para la com arca. Aquí una
parte de la Iglesia había intervenido directam ente en la política y en el
sindicalism o católico del prim er tercio de siglo. Los franciscanos de La
C oncepción abandonaron la ciudad escoltados por m ilicianos del Comité, pero
en tre los d erech istas d eten id o s en agosto, acusados de p artic ip a r en la
conspiración del 18 de ju lio , se encontraban dos sacerdotes: el arcipreste de
Santa M aría Juan Belda y G aspar Gil.
Otros sacerdotes de la com arca perdieron la vida a consecuencia de
actuaciones de otros com ités o m ilicianos, como hem os descrito (José M aría
Segura Penadés, Justo N adal Valí, José M aría Reig M artínez y A ntonio Torró
Sansalvador). Episodios de tortura o de sarcasm o con la víctim a se dieron en la
m uerte de Joaquín V ilanova Cam allonga, coadjutor de Ibi. Según Zahonero Vivó
fue tiroteado en form a de cruz sobre la linde de un campo del térm ino de
1*O llería, con una mano agujereada por un clavo.284
No siem pre las autoridades locales se m ostraron tan condescendientes o
partícipes con los m ilicianos forasteros y no siem pre se doblegaron a sus
am enazas. Juan B autista Tormo M olina, cura párroco de Cerdá, se refugió en su
casa de A tzeneta. A pesar de los insistentes intentos de m ilicianos de O ntinyent
para capturarlo, el Com ité de Á tzeneta pudo im pedirlo hasta la m adrugada del 29
de septiem bre al 30 de octubre, cuando tres faístas de O ntinyent asaltaron su
casa. El cadáver apareció a la m añana siguiente en A gullent.285
455
En Llutxent el Com ité aconsejó a un cura hijo del pueblo que se
escondiera en una casa para protegerlo de los m ilicianos de Gandia. El Com ité le
perm itió celebrar m isa en una bodega, siem pre y cuando guardara discreción.286
Y en B enissoda, el m ism o anarquista que había incautado la Casa A badía en
nom bre de la Casa del Pueblo y del CDFP, del que se cuenta que en los prim eros
días llegó a afimar: “ací no passara res”, convidaba a los m ilicianos forasteros a
vino m ientras los refugiados de la población se escondían, entre ellos un
sacerdote.287 Un buen ejem plo de la dinám ica seguida en m uchos pueblos nos
viene dada por un testim onio oral recogido en Fontanars:
E l vicari Palau. Mira, eixe vicari té una historia (...) Va vindre la guerra
-a ix ó ho vaig vore jo , eh?-.Q uan va vindre la guerra, ell, com era tan
bona persona, en Fontanars algunes persones el van protegir. No se'n va
anar a cap lloc, perqué es pensava que no li dirien res. L i van donar roba
de p a isa -q u e no en tenia-, i es va vestir de paisa.
I un dia estavem j o i Quico M osca (...) estavem a llí al cantó d 'o n está ara
el bar de Boro (en la P laza, en fre n te de la Iglesia), alió era una fu steria
(...) I estavem a llí a l cantó, varios xiquets (...) i en aixó es vegem vindre
un camionet, un cam ionet (...) p ié de personal. I arriba a la Plaga, a llí on
p o sen la foguera, o el castell, i para allí. Baixen tres o quatre tios, i se
n 'entren cap a dins de l 'Església.
I (...) comencen a traure trastos d 'a llí: trastos! (los trastos eran im ágenes
de santos), i els fiq u e n en un muntó a llí enm ig del carrer (de la Plaza). I
de seguida s e 'n van dos fu g in t a llí a la po rteta (de la Casa A badía), entren
dins i trauen a don Salvador fu g in t cap a fo ra . 11'am orren cap a llí a la
fo g u era . I no fa n més que am ollar-lo a la foguera, i baixen quatre o cinc
m ilicians que havia aleshores en Fontanars. Ja tenien al vicari am orrat a
la fo g u era i donant-li m istos p e r a que encenguera alió.
- 'Vosaltres a cí a qué heu vingut? Qui vos ha m anat que vingueu ací?
456
aquells i els tornen a tirar en V E sglésia (...) A l cap d ’uns dies, els homes
mes vells de Fontanars v a n fe r un aixó (...) (decidieron en una reunión).
I a eixe home, el van vestir de m ilicia (...) els de F ontanars (...) E l van
fic a r en un cotxe (...) I ciar, ais Controls que anaven, arribaven els
m ilicians de Fontanars, i p ortaven d o cum entado i deien:
- N osaltres anem a tal lloc, que anem a p o rta r a (...) que tenim fe in a allí:
que anem a arreplegar a Fulano de tal.
457
A cantonam iento M ilitar de Bocairent, llegando a oficiar la m isa en el Asilo
H ospital.293
Una vez transcurrida la ira vengadora de 1936 y recuperado el poder
estatal en 1937 la vida de un sacerdote en la retaguardia valenciana se hizo un
poco m enos difícil. Al menos no tenía un peligro de m uerte tan cercano como en
1936. El prim er gobierno N egrín fue perm isivo con el culto católico clandestino.
M ás tarde, en sus célebres “Trece Puntos” reconocería la libertad religiosa (sin
duda tam bién por conveniencia política), y en los últim os m eses de la República
se crearía el Com isariado de Cultos, que perm itía discretas m anifestaciones de
culto público católico.294
A los asesinatos se unió las destrucciones iconoclastas, la violencia sobre
las cosas. Prácticam ente todo aquello que hiciera referencia a la Iglesia Católica
sufrió algún tipo de daño. Iglesias, conventos, m onasterios, erm itas, oratorios
particulares, m obiliario interior, im ágenes, archivos y bibliotecas parroquiales o
coventuales, ornam entos religiosos, plafones devocionales o calvarios fueron
objeto de incendio, requisas, profanación o destrucción. Y esta vez la furia
anticlerical no se circunscribió tan sólo a las poblaciones m ás izquierdistas.
D esde el más pequeño m unicipio hasta las ciudades, todas vivieron idénticas
jornadas. Las revueltas españolas contem poráneas se caracterizaban por la
violencia anticlerical. Pero en el período bélico el anticlericalism o tuvo una
incidencia que no adm ite com paración alguna con otros períodos históricos ni
con otros países.
A m edida que la revolución triunfaba, en los pueblos se iniciaron los
ataques según el patrón clásico del anticlericalism o. Prim ero las órdenes
m onásticas. El 20 de ju lio ardía el Convento de los C apuchinos de l ’O lleria, el
25 el de las Carm elitas de clausura de O ntinyent, el prim ero en ser atacado en la
ciudad. M iem bros del CEP ordenaron detener el asalto, p istola en mano, y
am enazaron de m uerte a los que se llevaran objetos a su casa. El testim onio oral
de Luis M ompó señala que en todo m om ento, desde el mismo asalto al convento
de las C arm elitas, o los registros a personas católicas destacadas, guiaba a los
participantes el hallazgo del “tesoro” de esta orden, una dem ostración de la
p e rv iv e n cia y arraigo del an ticleric alism o popular. S iguiendo con esta
sim bología, la m asa arrancó al Cristo de la A gonía de la céntrica Iglesia de San
C arlos para llevarlo a Santa Ana, enclavada en un barrio de trabajadores, en el
único en que había triunfado el Frente Popular en febrero de 1936.
En los últim os días de ju lio los com ités se incautaron de las llaves de los
edificios religiosos, pero el aplastam iento de la rebelión en V alencia empujó en
los prim eros días de agosto a asaltos y saqueos indiscrim inados. El 30 de julio,
prim er día de la festividad tradicional de los Santos de la P iedra en la Pobla del
Duc, a las tres de la tarde, se asaltaron todos los edificios religiosos y se
guardaron en el antiguo H ospital las im ágenes que creían de valor. La hoguera
perm aneció más de dos días. El Com ité pide un rescate m onetario por estas
im ágenes. Días después “un grupo de jovenzuelos recorre las calles”, muchos
293 VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 479.
294 RAGUER, H.: La espada y la cruz. La Iglesia 1936-1939, Bruguera, Barcelona, 1977, pp. 188-189.
458
afiliados a las Juventudes L ibertarias, en busca de las im ágenes de las grandes
fam ilias terratenientes: El Paso del D escendim iento de la Cruz, propiedad de
Luis Guarner; el Paso de la O ración del H uerto, de la fam ilia Gomar Ferri; la
D olorosa, de D olores Gomar Capsir; el Ecce Homo, de Ladislao Soriano; la
Soledad, de la fam ilia B ataller Boscá; entre otros.295 Los plafones devocionales
de las heredades del térm ino son destruidos total o parcialm ente. En la Iglesia del
Palau del M arqués de A lbaida “entraron con los m achos y labraron la iglesia” .296
Tras la furia anticlerical los ám bitos eclesiásticos se secularizan. Iglesias
y conventos se em plearon como alm acenes de colectividades, cooperativas y
com ités, garajes, m ercados, sedes de partidos, sindicatos, escuelas, hospitales o
acuartelam ientos m ilitares. Otros se declararon bienes m unicipales. Los cipreses
que jalonaban los calvarios fueron talados y la leña vendida con destino a las
arcas m unicipales (Benigánim , M ontitxelvo). Las cam panas se fundían para
m aterial de guerra. Una parte considerable del patrim onio histórico de la Iglesia
fue salvado p or las propias autoridades revolucionarias. En O ntinyent, la
Com isión de A bastos que dirigió la vida económ ica de la ciudad en los prim eros
m eses de guerra acordaba en su sesión del 2 de septiem bre que los objetos de la
Iglesia de Santa M aría “todo lo que haya alli, se alm acene en el alm acén de este
Com ité y que no se venda nada” .297
Los iconoclastas eran hom bres, grupos de jóvenes pero tam bién se
constata la presencia de m ujeres, lo que contradice en parte la tesis de M anuel
Delgado de un com ponente de m isoginia en los com portam ientos anticlericales,
que desde luego existió.298 En O ntinyent se habla de “m asas”. Gonzalo Gironés
testigo excepcional del incendio de las Carm elitas, reafirm a la participación
fem enina destacada:
295 CAPSIR BANQUELLS, J.M.: Efemérides de la Parroquia de la Pobla del Duc, texto manuscrito
inédito, 1956, entrada del día 30-VII-1936, f. 35v.
296 T.O. de Anónimo-A (1996).
297 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 2-IX-1936.
298 DELGADO RUIZ, M.: Las palabras de otro hombre. Anticlericalismo y misoginia, Muchnik Editores,
Barcelona, 1993.
299 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit., p. 102.
300 AHN, CG, PP, legajo 1.368, tom X, caja 1.
459
Rafael Canet: presencia de la ju ve n tu d p o r la gente que viene a hccer
m ítines y tiene la cabeza caliente. E l Comité deja al cura sacar la Santa
F az y le dicen al cura que la quema era inevitable y sacan todas las
im ágenes de valor y hay uno que abre la pu erta de la Iglesia (...) Unos
mirando, otros riendo, otros llorando (...)
R afael Boscá: (...) un grup xicotet va cremar VE sglésia perqué són els que
tancaren i no eren m olts (...) Jo recordé de la crema de V E sglésia, serien
uns dies de guerra ja , perqué me ’n recordé que n 'hi havia ací dos xicons
que acabaven de fu g ir del fr o n t i estaven ací, i un germá d'un d'estos
estava en el Comité i em va dir a mi: 'Anem a X átiva i preguntarem si
tenen responsabilitat els que s 'han vingut del fro n t. I precisam ent
anarema a preguntar-ho a uns que eren de la C N T i ens van dir: 'no,
home, n o ’. Ciar, com eren també contraris els de la CNT, no eren així com
e lp a r tit comuniste, el p a r tit socialiste i demés, (...) I vinguem de Xátiva,
m e ’n recordé que aquell tam bé era del Comité, ell i jo , i estavem ací al
cantó, allí on está el Cine, que, n ’ hi havia cine aleshores, i allá dalt, a
VEsglésia, allá dalt a la plaga, estaven cremant els sants. I aquell em va
dir a mi ‘xe, anem a v e u re ’. I j o dic ‘xe, a mi, a mi ( ...) ’. Em causava
alguna cosa aixó de veure que cremaven sants, imatges, i no vaig anar, no
vaig anar 301
Los com ités, las ú n icas au to rid ad es lo cales, tra n sitaro n entre el
desbordam iento, la com placencia o el activism o anticlerical. En algunos lugares
se obligó a fam ilias derechistas a participar en las destrucciones. En el pequeño
pueblo de A ielo de Rugat el presidente del Com ité convocó a todos los vecinos a
la quem a de la iglesia. U na fam ilia que se negó a ello fue encarcelada en Gandia,
acusada de “ fascista” .302 Los com ités de A lfarrasí, M ontitxelvo, Palomar y la
Pobla del Duc publicaron bandos que ordenaban la entrega de las imágenes y
ornam entos guardadas en los dom icilios, para posteriorm ente quemarlas en
grandes piras situadas en el centro de los pueblos, en el espacio público de las
elites locales. En Llutxent “se dio la orden de que todos los que tuvieran en sus
casas estam pas u otros o bjetos piadosos los echaran al fuego” .303 Muchas de
estas im ágenes pertenecían a los grandes propietarios locales y el componente
m eram ente social no fue ajeno a los hechos.
En los pueblos en que los iconoclastas eran vecinos de la localidad actuó
la religiosidad popular, como sucedió en Llutxent. Se atacaba objetos o edificios
no especialm ente venerados por la colectividad, como las casetas del calvario o
im ágenes sufragadas por las grandes fam ilias, pero se dejaron sin destruir los
iconos religiosos tradicionales. En Palom ar no se destruyó la ermita; en
Benigánim , la sede de los Franciscanos, que había sido objeto de los esfuerzos
460
del ayuntam iento para su rev ersió n al patrim onio m unicipal y p o sterio r
reconversión en escuela pública, sólo sufrió el saqueo interior. En Salem las
im ágenes de San M iguel y San José, de especial veneración, se salvaron de los
daños infligidos a la Iglesia Parroquial.
T ran scu rrid a la p rim era oleada an ticlerical surgió un a segunda,
encabezada por grupos m óviles de m ilicianos que recorrían la com arca desde
Benigánim , X átiva, G andia y O ntinyent, arrasando todo edificio u objeto
religioso de las pequeñas poblaciones o las heredades de los térm inos. En
G uadasséquies los propios habitantes saquearon la iglesia parroquial, m ientras
que m ilicianos de Benigánim hacían lo propio con la erm ita del calvario e
incendiaban la Iglesia y sus altares.304 En Beniatjar, m ilicianos de X átiva
am ontonaron retablos e im ágenes de la Parroquia para hacer con ellos una gran
pira. Después destruyeron el Calvario y gran parte del archivo parroquial.305 En
Otos, un grupo de treinta “desconocidos” quem aron y destruyeron altares,
im ágenes y ornam entos.
En la destrucción de las casetas del Calvario de la Pobla colaboraron
m ilicianos de Benigánim y M ontaverner. En el Ráfol de Salem, forasteros
arm ados destruyeron parcialm ente la Iglesia Parroquial y quem aron im ágenes.
En Fontanars, los naturales incendiaron los oratorios de las grandes heredades y
los forasteros, la Iglesia. Profanaciones de cem enterios se dieron en Llutxent,
donde se abrieron las sepulturas de los frailes^ y en A lbaida, donde el cem enterio
de la Iglesia se utilizó para aparcar los camiones. Estas patrullas m óviles
actuaban m uchas veces después de copiosas com idas regadas profusam ente. En
Pinet, los m ilicianos foráneos com ían en casa de una de las fundadoras del PURA
“y después de las paellas rom pían los Santos” .306De la destrucción iconoclasta
no se salvaba ningún tipo de objeto relacionado con cultos religiosos. Los
Gigantes y Cabezudos de O ntinyent, que anim aban las fiestas de la Purísim a,
patrona de la ciudad, fueron com pletam ente destruidos.
Las fuerzas m ilitares del CRIM, instaladas en la prim avera de 1938, y los
contingentes de refugiados y evacuados, com pletaron en m uchos casos el
asolam iento del patrim onio eclesiástico. En A gullent se acusaba a los evacuados
de destruir la erm ita de San Vicente y la Iglesia del Sagrado C orazón de las
Capuchinas, y a los soldados del CRIM de los muebles parroquiales.
A lgunos com ités y fuerzas político-sindicales actuaron directam ente para
salvar parte del patrim onio guardado en las iglesias. En O ntinyent se ordenó
devolver, bajo fuertes am enazas, los objetos saqueados. En Llutxent, según
Rafael Canet, desde el 18 de ju lio se habían sucedido m ítines que alentaban la
destrucción anticlerical, pero el Com ité salvó objetos sagrados y la venerada
Santa Faz, que fueron enviados al M useo M unicipal de Xátiva. En su testim onio
parece que el sacerdote presenció la quema de im ágenes e intentó salvar al Cristo
del Consuelo. En A lbaida:
461
Segrelles era amigo del Gabán (presidente d el com ité) y le dijo a
Segrelles ¡agó es la revolució! Y cuando el pueblo de Albadia quiera
entrar en la Iglesia y hacer el burro, hará el burro todo lo que quiera y
más. Y envió a Segrelles p a ra salvar todo lo artístico que hubiera. Y salvó
las imágenes de S a lzillo,307
307 T.O. de Anónimo-A (1996). Al parecer finalmente consiguió salvar dos columnas del retabloy las
imágenes de San Pablo y de una Purísima. T.O. de Francesc SFM (1996).
308 SOLER MOLINA, A. y FERRE PUERTO, J.A.: Historia de la vila de Bocairent, op. cit., p. 265.
309 CÁRCEL ORTÍ, V.: La persecución religiosa en España durante la Segunda República (1931-1939),
Rialp, Madrid, 1990, pp. 254-259.
310 DE LA CUEVA MERINO, J.: “El anticlericalismo en la Segunda República y la Guerra Civil”, op. cit.,
pp. 273-274.
462
Segunda R epública, la Iglesia pasó a convertirse en un enemigo de la República
pero tam bién de la clase obrera m ilitante y como tal fue considerada durante los
prim eros m eses de la guerra. En este sentido, las causas de estos asesinatos se
deben, a nuestro ju icio , enm arcar en los m ism os condicionantes que el resto de
víctim as. Se m ató a sacerdotes porque eran vistos como uno más de los enemigos
de la R epública.311
La au to ría de los asesinatos y las destrucciones m asivas han sido
achacadas a los anarquistas (y poum istas en C atalunya). Sin embargo no fue obra
exclusiva del anarquism o. El anticlericalism o form aba parte de la cultura de las
distintas organizaciones obreras y todas colaboraron en las destrucciones,
m áxim e cuando en la com arca no existía prácticam ente la CNT, y sin embargo no
fue una excepción en la furia iconoclasta, aunque es palpable la im pronta
anarquista en las cuadrillas de m ilicianos que atacaban los iconos religiosos
públicos (cruces de térm ino, plafones) y de las Juventudes Libertarias en la
exacerbación de los prim eros asaltos y saqueos.312
La zona republicana vivió en los prim eros meses de la guerra un auténtico
clim a de “antinom ianism o” y de “convulsión m ilenarista” .313 D esaparecida la
autoridad tradicional, navegaba por la sociedad la idea de una total y auténtica
libertad sin cortapisas. Los com ités se veían im potentes para atajar la subversión
extrem a del orden social que había im perado hasta ese m omento. Era “el mundo
al revés”, un gran carnaval. El contexto general de la retaguardia republicana era
excelente para que cada persona diera rienda suelta a su ideología, a sus
aversiones y hasta a sus caprichos, por más estrafalarios que fuesen.
Adem ás, nadie podía im pedir ni detener el goce de esta libertad que nunca
habían tenido. A ielo de Rugat era una pequeña y tranquila población m enor de
300 habitantes. En agosto de 1936, tras la detención de una fam ilia por negarse
a participar en la quem a de la Iglesia, un m iem bro del com ité hizo retirar de la
vía pública, arm a en mano, a los vecinos “alardeando de que tenía carta blanca
para m atar a quien quisiera” .314 La descripción crítica de los com ités hace
evidente que el poder local se basaba en la fuerza armada, los que siem pre habían
tenido que obedecer sum isam ente ahora im ponían sus criterios, m uchas veces
arbitrarios o caprichosos, a los poderosos o cualquiera que apareciese por su
territorio. Así lo explica un bocairentino de las Juventudes Libertarias:
111
El adjetivo “obsesivo” es utilizado por Julián Casanova para caracterizar el anticlericalismo de la guerra.
CASANOVA, J.: Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa. 1936-1939, Ed. Siglo XXI,
Madrid, 1985, p. 165. Esta tesis coincide con la expuesta por Glicerio Sánchez en su reseña del capítulo de
la obra colectiva El anticlericalismo español contemporáneo, ya citado. SÁNCHEZ RECIO, G: “A propósito
de una historia del anticlericalismo español: la revisión del concepto”, Pasado y Memoria. Revista de
Historia Contemporánea, 1, 2002, pp. 253-261 (pp. 258-259).
312 Por ejemplo, la provincia de Ciudad Real, dominada por el socialismo, no se libró ni de asesinatos ni de
asaltos, saqueos o incendios, v. ALÍA MIRANDA, F.: La Guerra Civil en retaguardia. Ciudad Real (1936-
1939), op. cit., pp. 213-249 y 273-289. Julio de la Cueva se ocupa de la incorrecta apreciación por la que
anarquistas (y poumistas en Catalunya) fueron los únicos detentadores de la violencia. DE LA CUEVA
MERINO, J.: “El anticlericalismo en la Segunda República y la Guerra Civil”, op. cit., pp. 265-267.
313 El desarrollo de esta tesis en LINCOLN, B.: “Exhumaciones revolucionarias en España, julio 1936”,
Historia Social, 35, 1999, pp. 101-118.
314 AHN, CG, PP, legajo 1.367, tom IX, caja 2.
463
H ay compañeros que, porque llevan un correaje y una p isto la a l cinto se
creen con más autoridad que un sultán. D esconcierta entrar en algunos
p u eb lo s e ir a los com ités a exponerle alguna cosa y ver que muchas veces
te tratan con indiferencia e incluso casi llegan a despreciarte. H ay
com ités en los p ueblos que son una vergüenza, que solo están p o r figurar,
son vanidosos y tratan a los demas compañeros con orgullo,315
Sin cortapisas, sin reglar, el odio acum ulado durante décadas estalló de
una m anera incendiaria. Y se centró preferentem ente contra la Iglesia. De todo el
conglom erado antirepublicano era el enem igo más débil. Es sintom ático que
sufriera las m ayores destrucciones y que de las propiedades inm obiliarias de los
propietarios agrícolas, industriales o sim plem ente derechistas, como máximo
fueron saqueadas sus interio res.316 Se trataba de borrar radicalm ente de la
realidad la antigua sociedad y entre ella, como se había repetido constantem ente,
se encontraba en lugar preferente la Iglesia Católica. A urora López expresó el
camino para allanar el nuevo mundo en un m itin convocado por la CNT en
O ntinyent “la revolución se hace con hom bres y con dinam ita” .317
Las destrucciones iconoclastas se explican en este contexto, así como las
m últiples dem ostraciones que trataban de dem ostrar a la sociedad la ineñcacia
del poder sobrenatural de los sím bolos o “iconos” religiosos. Se elegía el día de
la celebración del santo para atacarle directam ente. El 4 de agosto, fiesta de
Santo D om ingo en L lutxent se asaltaba y quem aba su convento y el m obiliario
interior. Un dom ingo de agosto, en Castelló de Rugat
464
“els del poblé ho astrossaren tot i la brigada de Paco G alán ho va crem ar tot” .
Único testim onio de la im plicación com unista en las destrucciones anticlericales.
Sin em bargo, la represión franquista no realizó diferencia alguna y adjudicó la
destrucción e incendio de la Iglesia a vecinos de A lbaida.320
El m anto de la Beata Inés de Benigánim “fué profanado repetidas veces en
los prim eros m eses de revolución, sirviendo en Játiva para velar, haciendo m ofa
de él, a las recién casadas en aquellos m atrim onios o farsas (...)” .321 Toda la rica
tradición del anticlericalism o popular brotó en esos días. En la iglesia de San
Francisco, m ilicianos de O ntinyent “iban golpeando y, donde sonaba hueco,
derribaban, por ver si descubrían los supuestos tesoros del clero o las víctim as
que en otros tiem pos, según ellos m ism os, había em paredado la iglesia” .322
No faltó la burla profanadora que servía como exorcism o, esa expresión
popular presente en las revoluciones. El órgano de la ontiñentina Iglesia de San
Carlos, a la que acudía la com parsa de los carlistas, fue utilizado por los
m ilicianos como instrum ento m usical para tocar m archas típicas de las fiestas de
m oros y cristianos.323 En la Pobla, el convento de los M ínim os se transform ó en
salón de baile, al igual que la iglesia de B eniatjar o la de Terrateig, esos bailes
denostados por los curas desde el púlpito. En A lbaida, los iconoclastas subieron
al púlpito, se colocaron los hábitos y celebraron misa. En Castelló de Rugat,
E l desm antelam iento del tem plo continúa picando los altares de escayola
y el púlpito, p a ra obligar a varias personas: “els señorets ” del pueblo, a
que saquen con capazos los escombros a la plaza para su transporte. Pero
el escarnio de la parroquia aun no es suficiente. A cto seguido se convierte
en salón de baile. Se construye un “m o stra o r” en la capilla del Santísim o
Cristo p a ra la venta de bebidas y refrescos; una mesa de madera, de
taberna, sostiene una silla donde se sienta el acordeonista que ameniza; y
un m atrim onio del pueblo inagura el espectáculo abriendo el prim er
b aile.324
465
estaba al mismo nivel que las transform aciones económ icas o que la guerra en el
frente. Todo form aba parte del com bate “entre los hijos de las tinieblas y los de
la luz (...) La violencia de los anticlericales era una violencia profética cometida
en m edio de una situación preñada de signos escatológicos”.325
Sin embargo los iconoclastas generalm ente consideraron que las monjas,
dedicadas a fines asistenciales, debían salvarse del Arm agedón. En una sociedad
donde el Estado no prestaba atención a los más desfavorecidos, estas monjas
cum plían con un papel benefactor que fue generalm ente respetado, con la única
im posición de no v estir hábito seglar en los espacios públicos. Para el
anticlericalism o popular estas órdenes no participaban de la hipocresía del resto
de la Iglesia, atenuaban la m iseria de los trabajadores y sus fam ilias, tampoco
encabezaban partidos y sindicatos de derecha o, si seguim os la argum entación de
la relación anticlericalism o-m achism o, eran unas víctim as fem eninas de unos
verdugos m asculinos, y por eso fueron generalm ente respetadas.
A sí se en tien d e que las herm anas de la C aridad de B enigánim
perm aneciesen toda la guerra en su congregación, donde recibían refugiados,
para más tarde realizar labores de enferm eras al lado del m édico.326 Según Luis
Mompó Delgado de M olina, alcalde franquista de O ntinyent (1939-1949), el
único edificio religioso de la ciudad que no sufrió algún tipo de ataque
correspondió a la capilla del Santo H ospital-B eneficencia y al conjunto del
edificio, donde las herm anas de la C aridad habitaron durante la guerra, al igual
que las H erm anitas de los Pobres de los A ncianos D esam parados (B ocairent). Eso
sí, de m onjas pasaron a “cam aradas” .327
En el capítulo dedicado a la Q uinta Colum na se ha recogido una apreciable
cantidad de inform aciones que hablan de sacerdotes escondidos en distintos
pueblos de la com arca, casi todos pequeños m unicipios en los que nada pasa en
secreto, religiosos enrolados en el Ejército Republicano o en el H ospital M ilitar
de O ntinyent, en el que adem ás, algunas enferm eras eran m onjas. N inguno fue
perseguido, ni encarcelado, ni term inó como en 1936 en algún oscuro camino. La
pretendida persecución contra el catolicism o cae por su propio peso, para
encuadrarla en el contexto m ilenarista y revolucionario de los prim eros m eses de
la guerra.
323 La cita es de DE LA CUEVA MERINO, J.: “El anticlericalismo en la Segunda República y la Guerra
Civil”, op cit., p. 285. La línea interpretativa se puede seguir cfr. ibídem, pp. 280-285; DELGADO RUIZ,
M.: “Anticlericalismo, espacio y poder. La destrucción de los rituales católicos”, op. cit, principalmente las
pp. 221-23, así como DELGADO RUIZ, M.: La ira sagrada, op. cit., p. 226.
326 GALLEGO, J.L.: “Sor Isaura, 68 años en la Congregación”, LP, l-VÜI-1989.
327 MOMPÓ DELGADO DE MOLINA, L.: “¿Y por qué fue la guerra civil?”, Crónica, 32, 1989, s/p.
466
contem plaba la aniquilación de la docum entación como una de las prim eras
“m edidas p rácticas” de una revolución social triunfante:
a las tres se presentaron en esta casa Ayuntam iento un grupo de elem entos
arm ados desconocidos y que según rum or público eran procedentes de
Játiva y M ontaverner, los cuales a viva fu erza incendiaron todos los
docum entos y antecedentes de este Ayuntam iento (...) que seguidam ente
los expresados individuos se trasladaron al Registro de la Propiedad,
Juzgados de Prim era Instancia y M unicipal y C uartel de la Guardia Civil
y N otaría reduciendo asim ism o a cenizas todos cuantos docum entos y
antecedentes encontraron (...).329
328 Municipio Libre. Hoja socialista revolucionaria, julio y agosto de 1880. Citado por TERMES, J.:
Anarquismo y sindicalismo en España. La Primera Internacional (1864- 1881), Crítica, Barcelona, 1977,
pp. 282-283. En las pp. 267-268 se recogen idénticos testimonios.
329 AMA, libro 19-Vm-1936/12-XI-1937, caja 6, Libro de Actas, acta de 19-Vm-1936.
467
que ocupan las oficinas asaltadas hay grandes hogueras, hum eantes todavía,
donde están acabando de consumir, reducidos ya a cenizas, todos los libros,
expedientes y docum entos y papeles extraídos de aquellas dependencias” . Una
densa hum areda lanzaba al aire gran parte del A rchivo N otarial del Partido
Judicial de A lbaida. 330
El mism o día corrían la m ism a suerte el A rchivo del Juzgado y del
Ayuntam iento de Bélgida. La docum entación del ayuntam iento de M ontaverner
era saqueada e incendiada el día 17. El 20 “varios forasteros desconocidos que se
titulaban m ilicianos” prendían fuego al Juzgado M unicipal, el archivo del
A yuntam iento, las oficinas m unicipales y la notaría de rO lle ria .331 En A lfarrasí
el archivo fue esparcido y quem ado. Por la noche ardían las dependencias del
ayuntam iento de Benissuera, acusando del hecho a m ilicianos de Benigánim . El
21 llegaban a Otos “veinticinco hom bres desconocidos, con escopetas, fusiles,
pistolas y m osquetones” que confeccionaron una pira con la docum entación
propia del ayuntam iento, aunque el secretario “ supo convencerlos diciendoles
que si quem aban todos los docum entos del año corriente, el se quedaría sin poder
cobrar el sueldo (...) y que era un trabajador de la oficina, que lo necesitaba para
dar de com er a sus esposa e hijos (...)” .332 En septiem bre desaparecían en las
llam as los archivos del ayuntam iento y del juzgado de G uadasséquies y Sant
Pere, señalando nuevam ente a m ilicianos de Benigánim como los autores. La
nueva sociedad se edificaba sobre la ceniza de la antigua.333
468
Los m ilicianos ontiñentinos que custodiaban a los detenidos en San Carlos
forzaron a un gran propietario a lavar los retretes. Cuando esta persona vom itó,
el regocijo se apoderó de sus guardianes. A otro industrial se le encomendó
barrer la acera y lavarla con un trapo ya que “convenía que se acostum braran
tam bién ellos a los trabajos serviles” .334
En A lbaida a “las m ujeres de la fam ilia de Ferrandis les hicieron barrer la
plaza y m ucha gente de la D erecha Regional Valenciana que tenían m onjas lavar
la escalera de subir la iglesia (...) No se m olestó a los Llina? porque estaban
abocados a la caridad y hacían una cesta una vez al año para un crío” . En algunos
inform es de posguerra se indica que se obligó a derechistas locales a lim piar
casas y a desarrollar diversos trabajos agrícolas. En el testim onio oral de A lbaida
podem os deducir que estos com portam ientos atacaban a la burguesía, que en los
pueblos eran conocidos y odiados por su trato clasista o poco respetuoso con sus
trabajadores o m edieros. Otra m edida em pleada consistió en obligar a las m ujeres
de la burguesía a atender y lavar la vajilla del com edor para pobres. En A ielo de
M alferit, encerraron a algunas m ujeres escogidas entre las fam ilias burguesas y
las más devotas, en la erm ita del Calvario, para ser chantajeadas con el pago de
30 m onedas de plata (sim bólica cantidad) al Com ité para obtener su libertad.335
En B ocairent, un grupo de m ilicianos asaltó la finca La D errota a finales
de octubre de 1936, propiedad de un im portante com erciante. Saquearon la casa,
com ieron, bebieron y se fum aron lo que encontraron. Al día siguiente quem aron
m uebles y docum entos y requisaron otros. Estas actuaciones vandálicas sólo se
explican por el com ponente de subversión absoluta de los prim eros m eses de la
guerra, cuando obreros industriales y jornaleros armados se encargaban de
hum illar con este tipo de actos a los grandes propietarios. Este caso concreto
pudo acarrear un incidente diplom ático, ya que el propietario de esta finca
ostentaba el cargo de Cónsul G eneral de la China en Valencia y su provincia. La
bandera china ondeaba en la entrada y el Sello O ficial del C onsulado en sus
puertas. El Cónsul envió a la Legación china en París una descripción de las
destrucciones perpetradas para que se alertara a la Legación de M adrid.336
En la Pobla del Duc, los extraordinarios beneficios del rico viñedo habían
perm itido hasta la filoxera (1910) una concentración de gran parte de la
propiedad agrícola del térm ino m unicipal en m anos de doce fam ilias con “claros
rasgos aristocratizantes” , entre ellos, la renuncia al m enor trabajo físico. Tanto
era así que si algún gran propietario tenía el capricho de recoger unos racim os de
sus campos lo hacía a escondidas. La cultura del trabajo bien hecho de los
cam pesinos de la P obla im puso sus norm as. Según uno de los grandes
propietarios:
469
A is rojos, els ho perdonaré tot: que hagen crem at V església i assaltat zls
altars, que hagen incautat cases i terres. Perqué, home, vulgues no
vulgues p u c comprendre alió que diuen de la igualtat social i de que ?ls
amos exploten els treballadors (...) Peró que m 'hagen f e t treballar, a ni,
aixó j o no els ho perdonaré mai de la vida.337
337 SOLER MOLINA, A .: De Vilanova de Rugat a la Pobla del Duc, persones ife ts d 'un poblé de llauradors
de la Valí d ’A lbaida, Ajuntament de la Pobla del Duc, Ontinyent, 1999, p. 366.
338 t o . de Anónimo-A (1996).
470
B anco de V izcaya de O ntinyent declaraba que unos m ilicianos de X átiva habían
obligado a pagar un reintegro de 6.600 ptas. sin la firm a del interesado y que
exhibían un docum ento por el cual José M aría Segura donaba sus bienes al
C om ité setabense, donación autorizada por el Comité de O ntinyent.339
En B ocairent, en razón del po d er económ ico de los considerados
“ facciosos” , se declaró la entrega al Com ité de 121.550 ptas. A un falangista
detenido se le impuso el abono de 1.400 ptas. semanales para asegurarle la vida.
En la Pobla del Duc la cifra llegó a 16.450 ptas. y ni siquiera se libró el poeta
republicano y propietario agrícola Luis Guarner, al que se le exigió en su retiro
de B enifairó de les Valls la cantidad de 150 ptas., una dem ostración m ás del
grado de hum illación personal de m uchas de estas im posiciones.340
No fue patrim onio de los pueblos más grandes. En B élgida el Com ité
recaudó 2.450 ptas.; en Aielo de Rugat 7.414 ptas. En esta aldea el Com ité
requisó las 325 ptas. de los fondos del Sagrado Corazón de Jesús y el padre de
un directivo del Com ité chantajeó a una m ujer con 200 ptas. para conseguir la
liberación de su m arido; más tarde el SIM le requisaría 100 ptas. por la deserción
de sus tres hijos. En A lfarrasí le exigieron 2.000 ptas. a un propietario vecino de
Valencia y a otro 8.400 ptas. con destino a las m ilicias del pueblo. Idénticos
testim onios se recogieron en M ontitxelvo y Castelló de Rugat. A las fam ilias con
m ayores fortunas, a las exigencias de dinero en m etálico se le sumó la
apropiación de valores bursátiles (com pañías privadas o deuda estatal) que
perm anecieron en manos de los com ités hasta su recogida por la Caja de
Reparaciones en 1938.341 En O ntinyent el listado confeccionado en la inm ediata
posguerra alcanza a 58 personas y, entre ellas, gran parte de la burguesía de la
ciudad, de hecho casi todos habitaban en las céntricas calles de M ayans (25),
Tomás Valls (4) o Gomis (7).342
Cuentas corrientes, títulos de Deuda Pública, acciones y alhajas de
derechistas o de la Iglesia C atólica pasaron a manos de los Com ités prim ero y de
los Consejos M unicipales después, como el caso de A ntonio A lonso de Orduña,
gran propietario de Fontanars, declarado “desafecto” y em bargadas sus cuentas
b an cad as y títulos de la D euda;343 el Comité de Bocairent tenía retenidas 6.210
ptas. cantidad del plazo fijo de la Iglesia Parroquial344 y el de O ntinyent retuvo
471
las 352.800 ptas. invertidas por las Carm elitas D escalzas, los títulos depositadDS
en el Banco de Valencia por las parroquias de Santa M aría y de San C arlos,345 o
los valores (277.500 ptas.) encontrados en un pozo propiedad de una persona
declarada desafecta, que el Com ité pretendía legitim arlos en octubre de 1936
“como representantes del vecindario de O nteniente” aunque finalm ente la Caja
de Reparaciones se incautó de dichos valores.346 El destino de estas requisas fie
distinto según su procedencia. Por ejemplo los bienes (alhajas, valores) del Asilo
de Benigánim fueron traspasados a la D elegación de A sistencia Social de
Valencia en 1937.347 La gran m ayoría fue recogido por los apoderados de la Caja
de R eparaciones.
El caso concreto de Juan Ferrer Orts, notario jubilado vecino de Elx que
“tom aba las aguas” en O ntinyent, ilustra las dosis de arbitrariedad y la ausencia
absoluta de poder coercitivo presente en los prim eros m eses de guerra. El 19 de
agosto se presentaron en su dom icilio tres m ilicianos ilicitanos, uno de ellos
divorciado de una ontiñentina, para trasladar al notario y a su servicio doméstico
a Elx, donde ingresó en la cárcel. Su residencia habitual de Elx y la ocasional de
O ntinyent fueron saqueadas y en esta segunda ciudad se apoderaron de m ás de
80.000 ptas. en m onedas de oro, plata y billetes, de alhajas, de una libreta del
Banco de V alencia (40.000 ptas.) y de otra del Banco Español de Crédito (80.000
ptas.) que un m iliciano de O ntinyent le obligó a firm ar para su reintegro con el
razonam iento que “ este dinero lo necesitam os para com batir a los fascistas” .
Del destino de lo aprehendido Juan Ferrer sospechaba que “De mi dinero
de O nteniente a ju zg ar por algunos indicios debieron participar elem entos del
Frente Popular de Elche, asi como de algunos docum entos de crédito, ya que aqui
en Elche se obligó a los deudores a que pagaran parte de dichos créditos, en
cantidades m ensuales” .348 Al pago m etálico se debe adjuntar el saqueo de los
dom icilios acaecido en los prim eros días y en el que los vecinos cargaban con
todos los objetos que hallaron o bien como en Benigánim , que el Com ité subastó
los bienes.
En las prim eras sem anas de la guerra se sucedieron las detenciones,
arrestros dom iciliarios ordenados por los com ités en una verdadera caza del
hom bre por parte de m ilicianos urbanos. Las cárceles im provisadas de las
poblaciones de la com arca no se alargaron más allá de la m itad de agosto, con la
excepción de O ntinyent. En ninguna población se instalaron checas, uno de los
sím bolos franquistas de la violencia política de la zona republicana, al mismo
nivel que las destrucciones anticlericales e incluso de los asesinatos. Descritas
con plum a ágil por A gustín de Foxa (M adrid de Corte a Cheka), el término
rem ite a una acróstico soviético que designaba a la “ Com isión Extraordinaria
Panrusa para la Supresión de la C ontrarrevolución y del Sabotaje” encargada de
la represión y el espionaje interior en la URSS predecesora de la OGPV, la
NKVD y la K G B.349 Tanta era la fijación franquista en este tem a que la Causa
472
G eneral le dedicó una Pieza en exclusiva, la núm ero cuatro. A unque la Guardia
C ivil de O ntinyent certificó su inexistencia el alcalde de O ntinyent puntualizó
que:
Son infinitas las personas que fu ero n encarceladas e indudablem ente que
fu ero n torturadas al igual que lo fu ero n los 82 m ártires ¡PRESENTE! de
esta localidad que antes de ser asesinadas eran vilm ente m altratadas y
torturadas (...). 350
En la vida cotidiana del verano y otoño de 1936 eran frecuentes las bromas
pesadas no exentas de veladas amenazas hacia las antiguas elites: abonar los
gastos de paellas de los com ités. En Bélgida el secretario del ayuntam iento tuvo
que pagar las botellas de licor, que previam ente le requisó el Comité; en
Benigánim José M oscardó recibía constantes visitas de un ugetista “Me decía:
Vente al café, el de la UGT, y tom arem os café y estarás con nosotros. Procuraban
mi am istad, yo, como estaba acobardado, pues ¡que tenía que hacer!. Iba allí,
pagaba los cafés, hasta el extrem o que uno de ellos me pidió un cam pito que tenía
(...y.353
3^® AHN, CG, Pieza 4, Checas, legajo 1.389, Albaida 17-IV-1943 y Ontinyent 15-V-1943.
3^í T.O. de José Moscardó (1996).
T.O. de Isabel Montagud (1996).
3^3 T.O. de José Moscardó (1997).
473
Desde 1937 serían los cuerpos de seguridad estatales, más tarde el SIM los
encargados de actuar en la retaguardia sobre los sospechosos de realizar alguna
actividad pro fran q u ista o tam bién de program ar batidas contra dirigentes
políticos de los partidos de la derecha para m antener un cierto grado de terror
entre el sector social antirepublicano. En B ocairent ingresaron en prisión entre
agosto de 1936 y 1937 siete personas; el 20 de septiem bre se detuvieron a 64 más
de las que 24 hom bres y siete m ujeres fueron encarcelados en Valencia y
liberados el mes siguiente, acusados de pertenecer a la Derecha R egional, al
igual que la Junta D irectiva de la D erecha R egional Valenciana de Castelló de
Rugat. Un bocairentino sufría la m ism a suerte al encontrarle una copia del
m anifiesto de Sanjurjo. En Aielo de Rugat se encarceló al cóm plice de una fuga
en barca de cinco vecinos (julio 1937), y en ju lio de 1938 una m ujer de Aielo de
R ugat fue encarcelada en M urcia.354
O tra form a de persecución fue la depuración m unicipal, la lim pieza de
funcionarios considerados “desafectos” a la R epública. Una m edida conectada
con la urgencia de lim piar la retaguardia de potenciales enem igos, como
afirm aba el portavoz socialista del ayuntam iento de B ocairent: “El nuevo rumbo
a seguir en la vida política, social y adm inistrativa de la R epública Española que
las circunstancias nos ha deparado y que por consecuencia hay que im pregnar en
todos los organism os del Estado, P rovincia y M unicipio, faltos todos ellos de una
depuración burocrática (...)” .355 El D ecreto de Presidencia del Consejo de
M inistros del 21 de ju lio de 1936 legislaba sobre este asunto, com pletado por
otro decreto el 2 de agosto. La sociedad que nacía después el 18 de julio debía
regirse bajo otros parám etros. La función pública la debía ocupar los defensores
de la R epública para u tilizar la adm inistración en favor del “pueblo”, y en
concreto de los trabajadores, en contraposición a la utilización caciquil anterior.
En B ocairent se aplicó a finales de agosto de 1936 con especial énfasis
hacia el pasado político de cada funcionario con anterioridad al 16 de febrero de
1936 y al 12 de abril de 1931. En apenas cuatro días se depuró al oficial I o de
Secretaría, al alguacil, al secretario del Juzgado, al farm acéutico, al m édico y a
la com adrona. En A lbaida, el CEFP destituía al m édico, a cuatro guardas rurales,
al barrendero y al conserje del m atadero. En C astelló de Rugat y B ocairent, al
secretario. En Fontanars, al alguacil y, por tres m eses, al encargado del arbitrio
de pesas y m edidas. En Q uatretonda, al fontanero m unicipal. En l ’O lleria (enero
1937) era destituida la encargada del centro telefónico. En A ielo de M alferit la
casualidad era m últiple: el origen caciquil del cargo desem peñado, el carácter
antirepublicano unas veces, o contrario a los intereses de los trabajadores en
otros, y las rencillas personales.
474
celebradas han dado muestra alguna de acatam iento y apoyo a la República
E spañola.
Farm acéutico: es a l igual que los anteriores dichos enem igo del Régim en
Republicano (...) se lo indicó el Comité (...) debería tener bien su Farm acia de
todos los m ateriales (...) sucede todo lo contrario ya que a sí viene a servir a los
enem igos del Régim en dejando m orir si fu e ra preciso a la mayoría de esta
población toda ella de Izquierda (...) cargo de P residente de D erecha R egional
(...)
M atrona: concurren iguales circunstancias (...) lo mismo que su esposo que (...)
contribuye a desprestigiar con su censura de todos los R epublicanos a los que
difam a (...)
475
Una cuarta fórm ula de persecución a los derechistas en la retaguardia
republicana venía a través de los avales y perm isos necesarios para emprender
negocios. La UGT de A lbaida, inform aba al Consejo M unicipal su más fírn e
oposición a que las m ujeres de una fam ilia de la gran burguesía local abrierin
una academ ia de corte y confección, alegando m otivos adm inistrativos (no se
habían dado de alta en la Contribución Industrial), un pasado religioso y u ia
posible com petencia: “2o No m erecen absoluta confianza en estos m om entos. 3o
No debe olvidar que estas cam aradas patrocinaban recolectas con destino a b s
llam ados CHINITOS avalado por una orden R eligiosa (ASI LO TENEMOS
ENTENDIDO). 3o Esta Sindical no consiente estas reuniones por que son muchas
las m odistas que existen en la Ciudad y son las llam adas a esta enseñanza” .358
En 1*O llería la agrupación de Izquierda R epublicana denegaba la solicitad
de un m aestro para ejercer su profesión** por tratarse de una persona religiosa y
desafecta al régim en” .359 Y en Ontinyent, un soldado hijo de un industrial fue
acusado de falangista en el frente en enero de 1937, cuando todavía estaban muy
próxim os los asesinatos m asivos de agosto-septiem bre. Sin embargo varios
consejeros y el D epartam ento de D efensa se negaron a firm ar avales y
respaldaron los térm inos de la denuncia.360
Estas prácticas coercitivas term inaron en la prim avera de 1937 (excepto
las acciones del SIM) los Consejos M unicipales poco a poco retom aron los
resortes del poder m unicipal, se suprim ieron las m ilicias sindicales, m uchos de
los m ilicianos habían m archado al frente, y desde el gobierno de la R epública se
enfrió la revolución de los prim eros m eses y se consolidaban los nuevos órganos
de Justicia. D esde este año los antirrepublicanos pudieron volver a una cierta
tranquilidad en su vida diaria y laboral.
35^ AMA, Caja Sección Histórica. Guerra Civil. Administración Republicana, 27-1-1937.
359 AAO, 22-11-1937.
360 AMO, Correspondencia 1937, l-H-1937.
361 AMF, sig. 17, Correspondencia Entrada, 2-IX-1936.
476
con la m uerte de uno de ellos. Los m ilicianos aplicaron la nueva justicia. El
asesino m urió como había matado: a navajazos.362 La ju sticia popular tam bién
d ifería en sus m étodos. A principios de agosto el Com ité de B ocairent convocó
un plebiscito en el Teatro del Patronato, entre los obreros, para decidir la suerte
de personas detenidas desde el 24 de ju lio. Una de ellas tan sólo recibió trece
votos en su contra. Todos fueron liberados.363 La presencia de hom bres arm ados
d ificultaba una cierta norm alización de la retaguardia. Por ejem plo, el 14 de
septiem bre el Sindicato Unico de V illena envió un delegado a Fontanars para
recoger a un anarquista que había protagonizado, pistola en m ano, sonadas
borracheras con el peligro que esto llevaba consigo.364
Las detenciones no se detuvieron en O ntinyent con el nacim iento del
C onsejo M unicipal pero se orientaron más a resolver la delincuencia común,
propia de una ciudad m edia, que crecía con el aporte de refugiados, evacuados o
heridos. Ya en los prim eros m eses de 1937 se hace evidente la reconstrucción, al
m enos, de una serie de pautas de conducta alejadas de la disgregación de los
m eses en los que cada com ité o cada grupo de m ilicianos intentaba elim inar al
enem igo interior de m aneras bien distintas, pero descuidando aspectos de
seguridad m uy cotidianos que estaban em ergiendo al compás de la llegada de
refugiados (hurtos, juego, em briaguez y altercados públicos). En m arzo de 1937
era palpable la necesidad de h abilitar y acondicionar un lugar estable para
albergar a los detenidos con el fin de evitar el hacinam iento en el que estaban.
En O ntinyent la labor de control político y persecución de la delincuencia
com ún en la retaguardia la intentó ejercer el D epartam ento de D efensa y Guerra
del Consejo M unicipal, al asum ir en sus funciones prim igenias la tram itación y
resolución de las denuncias planteadas, especialm ente por infracción de las
O rdenanzas M unicipales en m ateria agrícola. El Departam ento estaba sometido a
continuas presiones por parte del resto de consejeros o de las sindicales, de tal
m odo que en marzo de 1937 se acordaba colocar un cartel en el local de este
departam ento “con la advertencia de que está term inantem ente prohibido hacer
recom endaciones”.365
Se percibía paulatinam ente la im periosa urgencia de restablecer los
organism os de ju sticia de la ciudad, como el Juzgado de Prim era Instancia e
Instrucción del Partido Judicial de Ontinyent. La designación del peneuvista
Irujo para la cartera del M inisterio de Justicia del prim er gobierno N egrín (mayo
37) tenía como m isión encauzar hacia una cierta norm alidad a la justicia,
recortando las atribuciones y reform ando el funcionam iento de los Tribunales
Populares creados el 26 de agosto de 1936.366 El propósito de dotar el Juzgado
de Prim era Instancia venía ya desde agosto de 1936 pero en m arzo de 1937
tropezaría con la pugna en torno a distintas concepciones de la justicia. La
fracción libertaria era partidaria de que el Consejo M unicipal, m áxim a autoridad
477
municipal, designara un juez afiliado al Sindicato Único, aunque no ostentara la
titulación académica, fiel a su línea de anteponer las virtudes personales (trabajo,
honestidad) a las enseñanzas prescritas, acentuada por el conservadurism o de una
gran parte de las profesiones derivadas del ámbito universitario. Por el contrario,
la fracción m arxista dem andaba la actuación de las autoridades superiores de
ju sticia, propuesta finalmente aceptada ya que concordaba plenam ente con los
presupuestos del mandato de Irujo.367
Los juzgados de Primera Instancia e Instrucción de A lbaida y Ontinyent
han dejado muy escasos testimonios. En A lbaida ha desaparecido la masa
documental y el de Ontinyent se sometió a distintos expurgos entre el 25 de mayo
y el 22 de junio de 1960 por lo que únicam ente tenemos constancia de los asuntos
de los sumarios gracias a las actas redactadas por la Junta de Expurgo.
Cuadro núm. 34
N° %
N° % N° % ENERO- ENERO-
CARGO
1937 1937 1938 1938 MARZO MARZO
1939 1939
Otros — — 2 4,50 — —
478
la guerra sin olvidar el desconocim iento de las verdaderas causas de cada uno de
e llo s.368 El crecim iento de sum arios sobre accid en tes, incendios o el
descubrim ien to de cadáveres en 1938 se relacio n an con el increm ento
poblacional de ese año, con la llegada de grupos de refugiados.
En las diligencias previas incoadas en 1938 aparece claram ente la
com plicidad ciudadana en la tram itación de denuncias de tipo político (posesión
de arm a de fuego con dos) o económ ico (especulación, acaparam iento). En este
año se increm entan las investigaciones de posibles delitos de índole económ ica
como acaparam iento o especulación de com erciantes (ocho). Otros hacen
referencia a dos m uertes (iniciación y la de un soldado), incum plim iento del
contrato de alquiler, robos en los campos y abandono de un coche (una
respectivam ente). En 1939 se centran en estraperlo, robo y registro de una casa
de campo (una cada una).
Los casos de acaparam iento en los que el acusado aparece conceptuado a
su vez como antirepublicano eran am pliam ente publicitados a través de la prensa,
intentando aunar ambos: delito económ ico con sabotaje. Esto ocurrió con un caso
descubierto por la B rigada Social de O ntinyent en el que se descubrieron
m onedas, bebidas alcohólicas, jabón, ejem plares del Idearium Tradicionalista y
de p u b licacio n es c a tó lica s.369 Los T ribunales de S ubsistencias y P recios
Indebidos se adjuntaron a los Juzgados de Prim era Instancia e Instrucción en
1938 con el fin de luchar contra los delitos económ icos. O ntinyent acaparó la
m ayor parte de diligencias. El prim er expediente de 1938 se refería a la
alteración de los precios de tasas de una confitería de la ciudad propiedad de un
derechista (febrero).
Los cargos de “hostilidad y desafección” o de “alta traición”, com petencia
de los Tribunales Populares de Valencia, se han conservado parcialm ente en
Ontinyent. Todos hacen referencia al año 1938 en torno al refuerzo de la
m ilitarización y del control de la retaguardia. El Juzgado n° 4 inició sum arios a
tres ciudadanos, entre ellos una m ujer y un sacerdote, m ientras que el Tribunal
Especial de G uardia n° 3 abría dos m ás por “alta traición” y tres por deserción.370
368 El aumento de los suicidos en contextos sociales de hambre u opresión política y social ha sido
establecida en MIR, C.: Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de posguerra,
Ed. Milenio, Lleida, 2000, pp. 53-58.
369 FS, 12-VII-1938.
370 AMO, Correspondencia 1938.
479
3. 4. LAS TRANSFORMACIONES DE LA PROPIEDAD:
INCAUTACIONES, CONTROL OBRERO Y COLECTIVIZACIONES.
La R eform a A graria del bienio transform ador fue extrem adam ente lentE y
sus resultados paupérrim os. Los anhelos del cam pesinado de acceder a la tieira
(colectiva o individualm ente) estaban por detrás de las ocupaciones de tierras cel
Sur la tifu n d ista duran te el gobierno fren tep o p u lista. Pero la coyuntera
revolucionaria de la guerra trasladó estas situaciones a zonas del Estado en epe
la R eform a A graria apenas tuvo aplicación y los cam pesinos no se p lan teáro n la
tom a de las tierras. Desde los pueblos se aplicó una reform a agraria popular epe
se sustentaba en las aspiraciones de los m edieros para acceder a la propiedad de
la tierra, de am plios sectores del cam pesinado por construir una nueva sociedad
regida por los valores de los pequeños propietarios y en un m inoritario impulso
sindical dirigido a la co lectivización. N i siquiera en la guerra la tie?ra
abandonaba el papel de eje director en la política española.
Con los p ro p ie ta rio s agrarios d erech istas d eten id o s, escondidos o
atem orizados en sus dom icilios, los sindicatos, en m ayor grado la CNT, bien de
m odo autónom o, b ien desde los com ités, p ro ced iero n a in cau tarles sus
propiedades rústicas. A segurar la continuación de las labores en el campo y
form alizar un m arco legal que legalizara, con control estatal e interinam ente, las
ocupaciones de tierras abandonadas por sus propietarios, fueron los objetivos del
débil gobierno G iral, plasm ados en el decreto de Intervención de Fincas
A bandonadas del 8 de agosto (con sus anexos del 17 y 19). Según estim aciones,
com portó la incautación de 45.072 ha en el País Valenciano. La Valí d ’A lbaila,
con 437 ha, fue una de las com arcas con más baja incidencia provincial despiés
de la Canal de N avarrés (340 ha.) o Els Serrans (104 h a.).371 A pesar del decreto,
A urora B osch ha resaltado el hecho de que las incautaciones siguieron al margen
de los decretos de agosto.
El C om ité de A bastos de O ntinyent decidió en su sesión del 3 de
septiem bre de 1936 proceder a incautar la tierra “con arreglo a las necesidades
económ icas del pueblo y que se obligue a los propietarios a roturar las tierras o
h acerlas fé rtile s .” U n acuerdo pragm ático que tom aba en consideración
conseguir el alim ento básico para la población, incautando las tierras que no
estaban trabajadas según “uso y costum bre” de buen labrador o aquellas
dedicadas a actividades lúdicas (caza).372 El acta siguiente da a entender que los
anarquistas habían procedido a incautar la finca conocida como Santa Rosa. Uno
de los delegados del Com ité de A bastos se quejaba que los com unistas habían
“pisoteado y destrozado bancos y otras cosas” .373
480
D espués de las sucesivas derrotas m ilitares del mes de agosto, nacía en los
prim eros días de septiem bre de 1936 el gobierno de Largo Caballero respaldado
p o r los sin d icato s y p artid o s del F ren te Popular, con la p re te n sió n de
reestructurar el Estado Republicano y su retaguardia. En este contexto general se
sitúa el D ecreto del 7 de octubre de Expropiación y entrega a los cam pesinos de
la tierra de los facciosos. El espíritu del decreto respondía a la política agraria
del Partido C om unista dirigida por U ribe desde su cartera m inisterial de
A gricultura. Se trataba de crear un m arco legal (Junta C alificadoras M unicipales
y Provinciales) para expropiar sin indem nización las tierras de todos los
propietarios que hubiesen “intervenido de m anera directa o indirecta en el
m ovim iento insurreccional contra la R epública” , o para abrir la puerta a la
legalización de las tierras incautadas hasta ese instante. Las hectáreas acogidas a
este decreto serían cedidas por el Estado en régim en de gran arrendam iento o de
ex p lo tació n d ire cta en usu fru cto a los sin d icato s cam pesinos p ara que
determ inasen su gestión individual o colectiva y, en el caso del pequeño
arrendam iento, a sus antiguos m edieros, que al m ism o tiem po quedaban
exonerados del abono de cualquier tipo de renta.
Para los com unistas la aplicación del D ecreto conllevaba una profunda
transform ación de la propiedad agraria favoreciendo a los pequeños propietarios
y arrendatarios, pero para las sindicales UGT-CNT agredía las colectivizaciones.
De este modo nacieron dos fuerzas enfrentadas en torno a dos conceptos: Partido
Com unista, defensor de la legalidad que suponía el decreto, frente a los dos
sindicatos partidarios de afianzar y acrecentar las colectivizaciones. O lo que es
lo m ismo Estado Republicano versus revolución.
Para la aplicación del decreto se formó un organigram a que tenía su base
en las Juntas C alificadoras M unicipales com puestas por representantes de la
Com isión G estora, el Com ité del Frente Popular, las sindicales, y organizaciones
de pequeños p ro p ie ta rio s o arren d atario s in scritas en el R eg istro de
A sociaciones. Las Juntas M unicipales debían elaborar un listado de propietarios
agrícolas calificados según el artículo 2o del Decreto como “desafectos” a la
R epública y, por tanto, sujetos a expropiación forzosa sin indem nización de las
fincas rústicas que poseían en el térm ino m unicipal. Este acuerdo era notificado
por escrito a cada uno de los afectados para que pudieran realizar las alegaciones
que considerasen oportunas en la Junta M unicipal en un plazo máxim o de ocho
días desde que recibían la notificación. Al m ism o tiem po la lista era publicada en
el B oletín O ficial de la P rovincia de V alencia ya que m uchos de estos
propietarios estaban escondidos o habían sido asesinados.
Una vez transcurrido este trám ite en el propio m unicipio, las propuestas
de las Juntas pasaba a ser inspeccionadas por la Junta C alificadora P rovincial,
form ada por vocales de los distintos partidos y sindicatos del Frente Popular.
Aquí se aceptaban o desestim aban los recursos presentados por los propietarios
incluidos en los listados m unicipales, se rem itían a las Junta M unicipales
aquellas propuestas que no se ajustaban al contenido del D ecreto y, por últim o,
se confeccionaban las listas definitivas de “desafectos”, que se tram itaban al
Servicio de Expropiación de Fincas Rústicas Sin Indem nización del M inisterio
481
de A gricultura, tras lo cual se publicaban en la G aceta de la R epública.374
El proceso legal descrito fue lento.375 La creación de Juntas M unicipales
se alargó hasta enero de 1937. El siguiente paso, las propuestas de incautaciones,
se desarrolló bajo los m ism os parám etros. El 25 de enero de 1937 llegaban a la
Junta Provincial la relación nom inal de la Pobla del Duc, 1’O llería, Palomar,
M on titx elv o , B o ca iren t, A lb aid a, B enicolet, B en issu era y F o n tan ars. La
tra m ita ció n de las p ro p u estas prom ovidas desde todos los m unicipios
valencianos, obviam ente de un tam año ingente, chocaba con las carencias
burocráticas de una p lantilla insuficientem ente dotada de personal que retardaba
la tram itación de recursos y expedientes.
Por ejem plo, en B enissuera las cinco propuestas se publicaron en el
B oletín de la P rovincia el 12 de diciem bre de 1936. Sin embargo hasta el 15 de
febrero de 1938 estas p erso n as no fueron d eclaradas “ d esafe c ta s” y su
publicación en la G aceta de la R epública no tuvo lugar hasta el 17 de m arzo de
1938. En Bufali las tres propuestas se hicieron entre agosto-octubre de 1937 y no
llegaron a concluir todos los pasos adm inistrativos hasta finales de m arzo de
1938. En el Partido de O ntinyent, en una nota escrita en lapicero al borde de una
relación de propuestas de la Junta M unicipal de B ocairent se puede leer: “No
tenem os organización en todo el d istrito” .376 A sí, B ocairent realizaba las
propuestas en dos bloques, m ayo y septiem bre, del año 1937 para llegar a su final
en enero de 1938. También tuvo su influencia en estos retrasos la pasividad de
algunas Juntas Locales, tal y como advertía la Junta Provincial al Consejo
M unicipal de O ntinyent en m arzo de 1938.377
A ntes de elaborar las propuestas individuales las Juntas M unicipales
investigaban el pasado político de propietarios agrícolas censados en otras
poblaciones. Para esta cuestión se cruzó una intensa correspondencia interlocal.
Por ejem plo A lbaida solicitó inform es a A lgem esí, F O lleria, A lcoi, Palomar,
A tzeneta, Bufali, A ielo de M alferit, O ntinyent, M ontaverner y B élgida sobre al
m enos 233 propietarios y propietarias.
Las propuestas de las Juntas M unicipales y su sem ántica constituyen una
fuente inigualable para el estudio del nuevo poder local nacido en el verano de
1936 y de su im aginario colectivo, por las que se pueden seguir las huellas de la
conflictividad local del sexenio republicano y décadas anteriores. A unque las
respuestas ante las cuestiones político-económ icas y sociales que planteaban las
p ropuestas deben ser analizadas con detenim iento ya que “ en principio,
responden a consignas y esquem as ideológicos lanzados por el IRA; a través de
374 Se han consultado las series de la Gaceta de la República y del Boletín Oficial de la Provincia entre julio
de 1936 y el 30 de marzo de 1939.
375 Aspecto constatado en Jaén y en Castilla-La Mancha, v. GARRIDO, L.: Las colectividades agrarias en
Andalucía: Jaén, 1931-1938, Ed. S. XXI, Madrid, 1979 y RODRIGO, N.: Las Colectividades Agrarias en
Castilla-La Mancha, Junta de Comunidades, Madrid, 1985, p. 57.
376 AHN-SGC, PS-Madrid 1.505, Propuestas de la Junta Municipal Calificadora a la Junta Provincial, 19-
1-1937.
377 AMO, Correspondencia 1938, oficio de 5-EH-1938.
482
ellas se m arcaba la pauta del proceso y se orientaba a las Juntas en los posibles
m otivos que ayudaran a ju stificar la expropiación”.378
Sólo se han conservado los expedientes de A lbaida, B enissuera, B ocairent
y B ufali. En Bufali, las contestaciones son estereotipadas, sin concreción alguna:
” Ser persona desafecta al Régim en R epublicano D em ocrático, boicoteador de la
causa pro letaria” . En dos de ellas, correspondientes a sendos herm anos de la
localidad, conocidos personalm ente por los redactores se subrayaba “toda la vida
fué un explotador de los jo rn alero s” . Los tres propietarios de B ufali habían
desaparecido al iniciarse la guerra dejando sus tierras abandonadas.
En B enissuera las cuatro propuestas se centran en personas que, o bien no
eran residentes de la población o bien habían desaparecido. Políticam ente
m ilitaban en la Derecha Regional V alenciana (2), la propietaria y su hija eran
directivas de un partido “de derechas” (1) y el cuarto, el cura párroco de
A lfarrasí, constaba, según la Junta Provincial que “considerando que salvo raras
y honrosas excepciones todos los elem entos representantes de la iglesia católica
se han puesto y dem ostrado su com plicidad en el actual m ovim iento m ilitar-
fascista” . En cuanto a la “R elación con los trabajadores de la tierra” se incidía en
el com portam iento de los “ caciques en los pueblos”. Eran pequeñas extensiones
de huerta explotadas en arrendam iento, por lo que parece una incautación llevada
a cabo para castigar a propietarios derechistas forasteros y arrebatarles las
parcelas m ás productivas. Las dos poblaciones presentan una sim ilitud en el
form ulario de las propuestas por lo que posiblem ente la pretensión de las Juntas
M unicipales era incautar las tierras de los propietarios forasteros huidos, más
que su carácter político derechista, y legalizar una incautación propia. Tan sólo
en el caso del párroco de A lfarrasí encontram os un com ponente central
político.379
En B ocairent (31 propuestas) se da una m ayor heterogeneidad en las
respuestas. De los “A ntecedentes políticos” tan sólo en uno se refiere la
m ilitancia en la Derecha Regional Valenciana, extraño cuando la población era
sig n ificad am en te d erech ista y tra d ic io n a lista. A bunda la term in o lo g ía
estandarizada de “fascista por haber contribuido directam ente al m ovim iento
m ilitar” o “indirectam ente” así como “una com pleta desafección al Régim en
R epublicano” , pero tam bién aparecen otros que indican una proxim idad m ayor a
la persona propuesta y la diferenciación entre derecha y fascism o: “un muy
pronunciado derechism o rayando a sem i-fascista”; “un m arcado derechism o sin
igual” ; “un declarado y fanático derechista” ; “un m arcado derechism o y turbias
actividades” ; “un derechism o de una significancia fanática e ilim ita d a ” o “un
verdadero reaccionario” . Ú nicam ente en dos casos se especifica una actuación
concreta: auxiliar a perseguidos de A lcoi en los prim eros días de guerra y
encontrarse en la zona franquista luchando contra la R epública. En cuanto a las
483
cuestiones sociales, se sucede el incum plim iento de la legislación agraria de la
República, de las B ases de Trabajo o coaccionar a sus arrendatarios en las
elecciones a favor de candidaturas de derecha.
En algunas se percibe un m ayor acercam iento personal, ya que se
describen situaciones cotidianas en la pregunta acerca de la “R elación con los
trabajadores de la tierra” :
484
sem i-fascista”, “sim patiza en extremo con el fascism o” o hasta ser un “Fascista
con m ayúsculas” .380 De los 31 afectados, nueve se encontraban desaparecidos y
el resto, con la excepción de un propietario, no recurrió ante la Junta M unicipal.
En A lbaida la tipología es muy distinta. La opción política directa (DRV,
FE, JONS) va siem pre unida al apoyo “m oral” o económ ico de la sublevación, al
incum plim iento de las leyes sociales, al abandono de la tierra, al caciquism o, a
actitudes patronales respecto a m edieros y aparceros (exceso en el cobro del
arrendam iento, invalidar las Bases de Trabajo), así como a una variante novedosa
“Por resistencia pasiva a las ordenes del C om ité” . Entre los cargos políticos se
encuentra él haber desem peñado cargos públicos durante la D ictadura de Primo,
pertenecer a la D erecha Regional, a Falange o sim plem ente hablar “en descrédito
de la R epública D em ocrática, y con despecho de los partidos y O rganizaciones
O breras” . Esta m ilitancia significaba ser contrarios “ a la Causa del pueblo” o “a
la causa del proletariado” . De un afectado se dice que “se valia de la jefatu ra de
D erecha Regional, para incum plir las leyes” . Sólo en dos casos aparece la crítica
anticlerical: “además catequistas” ; “dam a catequista” , y en otro la utilización
del poder contra la clase obrera “en ocasiones en que ha habido conflictos
sociales, para zanjarlos solam ente se le ocurrido hacer concentrar a la Guardia
C ivil para con sus fusiles am edrentar a los obreros” .
También encontram os el cargo de usurero “Todos los bienes que posee los
ha adquirido por m edio de la usura, a cuyo negocio sucio, se ha dedicado
siem pre” . Asim ism o aparecen aquellos que habían m altratado a los obreros
sindicados “ Siem pre co n traria a la R epública D em ocrática, tratando con
despecho a todos los hom bres m ilitantes en partidos de Izquierda y defensores de
la causa P roletaria” . Y en uno se señala el insulto y el desprecio hacia los
trabajadores por parte de un m ilitar retirado: “sus fincas desde el advenim iento
de la República, las dejó incultas, m anifestando que él no quería dar de com er a
los perros” .381 En Fontanars se pedía la declaración de “ facciosa” a una
propietaria porque en su casa habían aparecido “adem ás de libros y objetos
religiosos había libros algunos del faccioso Pem án dedicados a la dueña de la
indicada casa” .382
No todas las propuestas se aprobaban. La Junta P rovincial recusó algunas
por diferentes causas: fallecim iento anterior al 18 de ju lio (B enissuera),
dem encia (A ielo de M alferit) y tres m ás p ara su desglose, dado que
correspondían a grandes heredades con más de un propietario (Bocairent, la
Pobla y Salem ), lo que supuso una interrupción en el proceso adm inistrativo, del
que desconocem os su final.
Los afectados p o d ían re c u rrir prim ero ante la Ju n ta M unicipal y
posteriorm ente ante la Provincial. Y al m enos para la Valí d ’A lbaida las
decisiones de la segunda no apuntaron siem pre de m anera adversa a los
contem plados en la incautación. Seis recursos de M ontitxelvo fueron rechazados,
pero tam bién se consideró “im procedente” la incautación de A ntonia Vidal
después de recalificarla como “afecta” (16 -III-38). El 14 de junio de 1937 fallaba
485
en contra de la calificación de las Juntas M unicipales de A lbaida y M ontesa. En
otros casos la Junta Provincial argum entaba que los expedientes en curso no
podían conceptuarse dentro de los apartados descritos por el Decreto de octubre
(B eniatjar y B enissuera el 21-X II-1936).
Dos expedientes m erecen un estudio detenido por sus im plicaciores
indirectas. Uno retrata el papel de las sindicales en la retaguardia republicana
como poliorganizaciones corporativas de supervivencia. Este es el caso de un
propietario de A ielo de M alferit que vivía en Valencia donde tenía un solar
edificable en la partida Zafranar, previam ente incautado. Para conservar sus
tierras en Aielo consiguió dos avales del sindicato de la construcción cenetista y
de la sección de albañiles ugetista de la capital provincial, rechazados por las
respectivas ju n tas directivas ante la falsedad de las firmas de los presidentes.
A nte este fraude y la insistencia de la Junta C alificadora de A ielo de M alferit el
recurso fue denegado.383
El segundo irra d ia realid ad es subyacentes en el rem ozado poder
m unicipal. Francisco Seguí L orente, labrador de M ontitxelvo, h ab ía sido
conceptuado “desafecto” tras negarse a sostener a los obreros parados y por tanto
el Com ité de la localidad se había incautado de sus propiedades. El recurrente
adujo que en 1916 se había afiliado al Partido Socialista, en 1933 al Radical-
Socialista, y posteriorm ente a U nión R epublicana N acional. Acusó al presidente
de la Junta C alificadora de M ontitxelvo de haber pertenecido al Som atén y,
durante la R epública, al PURA. La Junta Provincial decidió convocar a ambos
para decidir sobre el caso.
Francisco Seguí explicó que no se había negado a entregar dinero al
Com ité sino que sim plem ente no lo tenía y había ofrecido trigo a cam bio. El
presidente de la Junta de M ontitxelvo solam ente pudo acusarle de haber votado a
la derecha en febrero. De su interrogatorio se desprende que la incautación había
tenido tintes personalistas, ya que Francisco Seguí ni siquiera tenía su residencia
en la localidad y la Junta M unicipal había vetado a los partidos republicanos de
la localidad. A sí, las poblaciones más pequeñas no pudieron, ni siquiera en los
turbulentos prim eros m eses de guerra, desprenderse de los lazos caciquiles.384
A veces la propia originalidad de la explotación de la tierra de un término
agrícola y el pasado político de la población ocasionaban largos conflictos. Si
predom inaba la derecha, una Junta Local sin dom inio sindical podía centrar sin
problem as las incautaciones en los propietarios forasteros. Esto sucedió en
Fontanars, donde la Junta C alificadora M unicipal estaba com puesta por la UGT
y una representación de los m edieros. La constante negativa a aceptar las
disposiciones en m ateria agrícola del Gobierno de la R epública (ignoram os
cuales) había forzado a que la Junta Provincial im pusiera su aplicación con el
envío de un D elegado acom pañado de fuerza arm ada pública.
Este hecho forzó definitivam ente a intervenir a la Junta Provincial en la
com posición y directrices de la Junta de Fontanars, convocándola a su presencia
486
para la sesión del 26 de ju lio de 1937. Según se desprende del acta, la Junta local
estaba im pregnada de integrantes d erechistas, uno de ellos incluso había
repartido armas en unas elecciones. Sin em bargo su presidente, a su vez afiliado
a la UGT, defendía tanto a sus com ponentes como las propuestas de la m ism a,
unas 105, en una población en que, como señalaba la Junta P rovincial,
únicam ente habían votado al Frente Popular cuarenta electores.
La Junta Provincial pidió la inhabilitación para ocupar cargos públicos de
Carlos Sanchis, la destitución del resto de la Junta, pero sin exigir sanción penal,
anular todas las propuestas de calificación, con la excepción de tres propietarios
que ya habían sido castigados por un Tribunal Popular, y proponer al m inistro
que la Junta se recom pusiera con un representante por partido avalado por los
com ités provinciales ante la desconfianza política que transm itía la anterior. El
Servicio de Expropiaciones aceptó los acuerdos de la Junta Provincial con la
excepción de la inhabilitación de C arlos Sanchis y la revocación de las
incautaciones. El problem a volvió a aparecer a principios de 1938, al dejar la
Junta Provincial en suspenso las incautaciones y dem andar de nuevo al alcalde
del Consejo M unicipal de Fontanars una Junta M unicipal con “representaciones
y sindicales de absoluta confianza” .385
No todas las propuestas de incautación de las Juntas M unicipales se
aceptaron. C onocer su núm ero in fo rm a acerca la in ten sid ad de las
transform aciones sobre la propiedad agrícola que se pretendía y su plasm ación
real. Para ello cruzam os los listados publicados en el BOPV, que sólo recogen las
propuestas de 15 m unicipios de la com arca, entre el 24 de diciem bre de 1936 y
el 16 de diciem bre de 1937, la docum entación contenida en el A rchivo de la
G uerra Civil y los fondos m unicipales.386
El núm ero de fuentes no garantiza la fiabilidad. El baile de cifras es
abrumador. Aunque A gullent no aparece en el Cuadro núm. 35, en m arzo de 1937
se había incautado una finca agrícola en su térm ino.387 La Junta P rovincial,
después de aprobar o denegar las propuestas m unicipales, enviaba un listado
definitivo para la Gaceta de República. Sin embargo no siem pre concuerdan
ambos y en la G aceta pueden aparecen publicados más nom bres y otras veces
ninguno, (v. Cuadro núm. 35).
383 AHN-SGC, PS-Madrid 2.523, Actas de la Junta Provincial Calificadora, actas de 26-VII-1937, 2-VIII-
1937 y 25-Vni-1937.
386 En concreto de Aielo de Malferit, Bélgida, Benicolet, Benigánim, Benissuera, Bocairent, Castelló de
Rugat, Fontanars, l'Olleria, Montavemer, Montitxelvo, Ontinyent, Otos, Palomar y Terrateig. AHN-SGC,
PS-Madrid 2.502,2.523,2.554-2.561, Actas de la Junta Provincial Calificadora y PS-Madrid 1.033,1.505 y
2.490, Juntas Calificadoras Municipales.
387 AHN-SGC, PS-Barcelona 1195, Juntas de Fincas Urbanas Incautadas.
487
Cuadro núm. 35
PROPIETARIOS A GRÍCOLAS AFECTADOS POR LAS INCAUTACIONES.
LOCALIDAD JPC GACETA
Aielo de Malferit* 25 23
A lbaida 34 16
Alfarrasí 7 6
Bélgida 6 1
Benicolet 3 2
Benigánim 46 41
Benissoda s/d 1
Benissuera* 7 4
Bocairent 35 s/d
Bufali 3 3
Carrícola 1 S/d
Castelló de Rugat 5 s/d
Fontanars 47 13
L’Olleria 44 35
La Pobla del Duc* 9 7
M ontaverner 5 5
M ontitxelvo* 16 11
O ntinyent 83 s/d
Otos 1 s/d
Palom ar 8 4
Ráfol de Salem* 4 3
Salem 2 S/d
Sant Pere 3 4
Terrateig 3 s/d
TOTAL 397 178
FUENTE: Elaboración propia a partir del BOPV, la GR y AHN-SGC, PS-Madrid 1.505,
2.523, AHN-SGC, PS-Madrid 2.502, 2.523, 2.554-2.561, Actas de la Junta Provincial
Calificadora y PS-Madrid 1.033, 1.505 y 2.490, Juntas Calificadoras Municipales.
En una comarca con tan alta densidad de población era norm al que se
expropiara a un mismo propietario en más de un pueblo. Así encontram os como
propietario a Honorio Orts Giménez, en Palomar, con otras propiedades en
Albaida, Atzeneta, Beniatjar, Benigánim, M ontaverner, la Pobla del Duc, la
Pobla Llarga, Otos, Sot, Valencia, Villanueva de Castellón y Yecla (M urcia). En
términos generales, 127.172 hectáreas de las 147.141 expropiadas hasta agosto
de 1938 lo habían sido por motivos políticos y tan sólo una pequeña cantidad
(19.969 Has.) se englobó en el concepto de “Utilidad Social” .388 En la Valí
d ’A lbaida se repite el esquema. Una excepción ocurrió en T O lleria con los
herm anos Vicente y Juan Zacarés, que donaron sus fincas al IRA el 10 de mayo
de 1937 si este consideraba de utilidad social sus h ectáreas.389
388 BOSCH, A.: Ugetistas y libertarios, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1983, pp. 228 y 230.
389 AHN-SGC, PS-Madrid, 2.523, Actas de la Junta Provincial Calificadora, actas de 13-V-1937 y 3-V1-
1937.
488
Las fuentes disponibles son incapaces de ofrecer la extensión total de las
expropiaciones. A lbaida y O ntinyent son las dos poblaciones con m ayor cantidad
de inform ación. En A lbaida el proceso com enzó el 30 de agosto con la
incautación por parte del Sindicato Único cenetista de dos fincas que sumaban
500 hn., distribuidas entre 35 hn. de algarrobos, 125 de olivar, 230 de viñedo, 9
de huerta, 100 de tierra preparada para siem bra y 20 de árboles frutales, alegando
la “desafección” de su propietario y el abandono de sus fincas.390
Una “R elación general de las fincas incautadas por el Com ité A grícola”
firm ada el 2 de noviem bre de 1936 aporta el grueso de las expropiaciones
docum entadas.391 El prim er grupo tuvo lugar entre el 1 y el 30 de septiem bre de
1936. La sección de A gricultura del Com ité del Frente Popular integrada por la
UGT, Izquierda Republicana, Partido Com unista y la CNT levantaba un acta de
incautación de la finca incautada, nom brando para cada una de ellas un Consejo
de A dm inistración. Los m otivos aducidos eran tres: “reaccionario contrario al
régim en”, “ignorar su paradero” y para no “interrum pir su explotación” . Las
actas consignaban los cultivos, m aquinaria, aperos, ganado de labor y el
m obiliario de las casas de campo.
Las trece actas levantadas corresponden a otras tantas fincas de ocho
propietarios. A pesar de que en una de ellas no se pudo precisar su extensión,
entre las doce restantes ocupaban 3.375 hn., distribuidas: 6,07% de huerta, 27,38
de olivar, 25,54 de viñedo, 20,89 de algarrobos; 6,04 de alm endra y 12,09
además de un núm ero indeterm inado de cereal asociado con una m edia de
extensión de 281,25 hn. R eflejan el m apa de cultivos típico de la agricultura
com arcal, con la particularidad de 50 hn, de naranjo. El viñedo presenta por lo
general graves deficiencias en cuanto a su estado, precisando en algunos casos el
arranque.
El segundo grupo se com pone de seis fincas correspondientes a cinco
propietarios, con un total de 502 hn. distribuidas en porcentajes de tanto por
ciento: 15,54 hn. de huerta; 28,16 de olivar; 13,47 de viña; 34,08 de algarrobo,
7,14 de alm endra y 3,67 de tierra campa. La extensión m edia de cada finca se
reduce a 83,67 hn„ debido al aum ento del regadío explotado indirectam ente por
m edieros. En este segundo en tres de las fincas, una de 32 hn., otra de 84 y la
últim a de 162, el m otivo de la incautación residía en el abandono de sus cultivos.
En otra de 101 hn. su propietario, además de “desafecto”, había cedido la finca.
Los dos lotes de actas cuentan entre sus firm antes con los Equipos Volantes de la
Delegación de Levante del IRA.
El tercer lote se sitúa cronológicam ente en los días finales de diciem bre de
1936 con dos propietarias de sendas fincas. Se trata de 266 hn. de un tam año
m edio de 133 hn., repartidas en: 1,88 por ciento de huerta, 11,65 de olivar, 30,08
de viñedo y 60,15 de tierra campa. Los m otivos, eran en los dos casos, políticos,
pero se especifica que las fincas fueran entregadas al Instituto de R eform a
A graria.
489
En octubre de 1936 la Com isión G estora acordaba iniciar los trám ites para
devolver al m unicipio tres fincas enajenadas a dos propietarios de A tzeneta. El
27 de febrero de 1937 el Consejo M unicipal las incautaba por
Ibídem.
490
A pesar de las carencias docum entales se puede confirm ar la incautación
de un total de 9.880 hn., el 23,29% del térm ino m unicipal, una estadística
considerable en una población donde el Frente Popular había perdido de m anera
rotunda las elecciones de febrero de 1936. Las 9.880 hn. conocidas entre julio
1936-junio 1937 suponen una cantidad m uy superior a las 4.699,75 hn. del feudo
socialista de A lzira en el mismo período y a la totalidad de fincas incautadas en
el feudo socialista alcireño de 8.384 hn. a lo largo de toda la guerra.393
En O ntinyent el Com ité de A bastos inició en el mes de agosto la
incautación de tierras abandonadas para garantizar el abastecim iento cerealístico.
Las prim eras fueron diez grandes propiedades que oscilaban por térm ino medio
sobre unas 500 hn.. A m itad de septiem bre expropiaba un huerto localizado en el
caso urbano para sim ilar finalidad.394 El Com ité A grícola Local, creado en las
postrim erías de septiem bre, continuó las expropiaciones entre septiem bre y
noviem bre de 1936. En diciem bre com enzaría a funcionar la Junta C alificadora
M unicipal com puesta por representantes de la Com isión G estora, el Com ité
R ev o lu cio n ario , UGT, CNT y la A grupación de pequeños p ro p ie ta rio s,
representada por un anarquista.
Según un inform e de marzo de 1937 entre el 15 de octubre y el 10 de
noviem bre se levantaron actas de incautación a cerca de 90 fincas que venían a
representar 43.000 hn., divididas en: 8.000 para cereal; 9.000 para viñedo; 9.600
de olivar; 2.700 de alm endros, algarrobos y carrascal; 1.200 de pinadas; 700 de
huerta y 1.000 incultas. Cuarenta y dos de estas fincas coinciden con el listado
del sindicato cam pesino anarquista elaborado en 1932, reclam ando su inclusión
en los térm inos legales de la Ley de Laboreo Forzoso. A sí pues se trataba de la
gran propiedad del secano com arcal, por ello, la m inifundista huerta apenas tiene
presencia. Los propios incautadores dejaron muy claro el carácter transitorio de
las incautaciones hasta la definitiva declaración oficial de “facciosos” .395 El
Consejo del IRA estim aba en ju lio de 1937 en un centenar las fincas “A propiadas
por la Ju n ta A d m in istrativ a o C alificad o ra sin haber sido p reviam ente
intervenidas por la D elegación provincial de Reform a A graria” .396
Los m otivos: p erten ecían a p ro p ie ta rio s forasteros en “paradero
desconocido” y estaban m al cultivadas, puesto que se trataba en m uchos casos de
fincas de recreo. Entre los 83 afectados publicados en el BOPV aparece la gran
propiedad nobiliaria con residencia foránea incluida en parte en el Registro de la
Propiedad Expropiable de 1932: M arqués de Vellisca, Conde de Torrefiel,
Vizconde de la M orera, M arqués de M ontem ira, Barón de Santa Bárbara, los
condes de Berbedel y de V illagonzalo, la B aronía de G oya-Borrás, la m arquesa
de San Joaquín o el conde de N ieulant. También a las grandes fam ilias burguesas
de los Dupuy de Lome, Osea, Simó, Delgado de M olina y Velázquez.
'Í Q 'I ,
ROVIRA GRANERO, P.: Mobilització social, canvi pohtic i revolució. Associacionisme, Segona
República i Guerra Civil, Alzira 1900-1939, op. cit., pp. 256-265.
394 AMO, LACA, acta de 15-IX-1936.
J AMO, Correspondencia 1937, Relación de industrias, establecimientos y campos colectivizados en este
municipio, 1-III-1937; Secretaría. Expedientes 1936, Borradores de trabajo previos a la incautación.
396 AMO, Correspondencia 1937.
491
Se confirm a la tendencia apuntada por Pascual C arrión de la preem ineicia
de la casualidad p olítica en las incautaciones, aunque en el caso ontiñentino se
acom paña frecuentem ente de la “utilidad social” .397 Un cenetista se mostiaba
orgulloso desde Fragua Social: “ Hemos dicho que la villa de O nteniente ha údo
un gran feudo donde los cam pesinos han tenido que estar supeditados a las
crueldades incesantes de estos déspotas condados (...) Hoy, (...) ,los trabajadores
de la tierra no han titubeado en expropiar las grandes fincas del conde de N eilau
(N ie u la n t) (...) com o del resto de todos los te rraten ien tes fascistas y
reaccionarios” .398 La m agnitud del proceso en O ntinyent es enorme. Aurora
Bosch ha cuantificado la incautación del 13,18% de la superficie cultivible
valenciana, porcentaje superado en O ntinyent con el 47,77% o el 28,66% de la
totalidad del térm ino.399 Las incautaciones fueron más im portantes en el secano
(65,61% del total) que en el regadío m inifundista (7,13% ).
Para el resto de la com arca es difícil cuantificar las hanegadas incautidas
aunque sí el predom inio de los propietarios forasteros. En l ’O lleria el Supra-
Com ité de A gricultura CNT-UGT requisó toda clase de aperos y caballerías. En
M ontaverner se reseñaba en m arzo de 1937 la incautación de trece hectáreas.400
En la pequeña C arrícola una finca de 72 hn. de regadío, propiedad de dos
herm anas de A lbaida. En Castelló de Rugat una de las fincas, conocida como
V illa Carm en y propiedad de un vecino de Valencia ocupaba 1.000 hn. de tierra
(100 de huerta, 200 de viña, 600 de pinada y el resto de hortalizas y olivar). La
notable cantidad de huerta la convertía en una gran propiedad en cuanto a sus
niveles de renta obtenida. En este pueblo, el delegado de H acienda consignaba el
10 de agosto que “ sin que haya precedido incautación se trabajan en este pueblo
algunas tierras (...) por personas extraña a sus propietarios, sin que pueda
encuadrarse este hecho en ninguna de las figuras ju ríd icas...” .401
El m onte com unal Peñas Blancas de alrededor unas 2.500 hn. (1.500 de
pinar y 1.000 de tierra inculta) habían pertenecido desde tiem pos inmemoriales
al Patrim onio m unicipal. A hora el ayuntam iento aprovechaba el carácter
derech ista de su pro p ietario para reto rn ar esta extensión a la propiedad
m unicipal.402 En la Pobla del Duc junto a pequeños lotes (12 hn. y 40 de viña
respectivam ente) se incautó en septiem bre de 1936 la gran Heredad de la Casa
A lta, en térm ino de Otos, de unas 1.000 hn. de secano con algo de huerta, un
m illar de chopos, 350 pinos, casi 300 palom as y 40 vacas. El Com ité y el
aparcero se incautaron de la Casa del Río. Los propietarios de ambas eran
492
forasteros. En M ontitxelvo, al m enos tres fincas de un m ism o propietario
(Vicente Ferris Clim ent). Aquí, el CAFI tenía créditos con el IRA y el Servicio
de C rédito A grícola había hipotecado las tierras.
Las grandes propiedades de B ocairent, m uy sem ejantes a las de Fontanars
y O ntinyent, seguram ente arrojarían dígitos m uy elevados en cuanto a número de
hanegadas. Por ejem plo, la finca La Peña (secano, frutales y monte) incautada
por el Consejo M unicipal en ju lio de 1937, se calculaba en 1.500 hn., a las que
se añadieron dos fincas rústicas en el otoño. En Fontanars las incautaciones
afectaron a gran parte del térm ino m unicipal en poder de las grandes fam ilias
nobiliarias o burguesas que residían en M adrid o Valencia. En noviem bre de 1936
el Com ité levantó acta de incautación de la H eredad del M arqués de M ontem ira
“colocando una banderita roja en el balcón de la casa de color rojo” y un letrero:
“Incautado p or el Com ité R evolucionario” . Después uno tras otro se incluirían el
resto de latifundios: finca Ferriol de A bajo, con 1.200 hn. (viña, olivo, monte
bajo); Torrefiel, con 3.000 (viña, olivar, coto de caza); Rincón de Viota, con 600
(secano, m onte); Casa García, con 500 de secano; o la H eredad San Eduardo,
con 960 de secano.
En A lfarrasí una finca de 300 hn. de olivos y viña, que posiblem ente
correspondía a Juan G arcía.403 La guerra determ inó la desaparición definitiva de
la Junta del M onte de Otos y su incautación plena, iniciada ya por la Com isión
G estora en abril de 1936. En octubre de 1937 la Junta donaba casi 1.000 ptas. al
Consejo M unicipal, probablem ente resultado final de su liquidación.404 El CEP
de Palom ar com unicaba en diciem bre de 1936 a su hom ónim o de A lbaida la
incautación de las fincas de A delina M onzó Vicedo, “por negarse esta al pago del
im puesto para m ilicias” y las de Francisco M ateu V illalonga, para que el CEP
albaidense las incluyera en el campo de aplicación del D ecreto del 7 de octubre
y legalizar de esta m anera la incautación. Igual procedim iento se llevó a cabo
con 17 propietarios vecinos de Palom ar, tal y como había ejecutado el CEP de
Palom ar con otros propietarios albaidenses que tenían propiedades en este
término.
Así tenem os el cuadro general de los incautados. Se trataba en gran parte
de los casos de propietarios que habían abandonado la población, estaban
escondidos, encarcelados o habían sido asesinados, casi todos derechistas,
aunque pocos habían participado directam ente en la sublevación. Por tanto
discrepam os de la apreciación que subraya “lo que en realidad interesaba era la
expropiación en sí del mayo núm ero de tierras, al m argen de otros factores o
condicionantes, e incluso con independencia de los antecedentes político-
sociales de sus propietarios” .405 Los grandes propietarios derechistas, y algunos
m edianos, los “ricos” de cada pueblo, fueron afectados casi exclusivam ente, al
403 AHN, CG, PP, legajo 1,369, tom XI, caja 2 para la Pobla del Duc. Para Carneóla y Castelló de Rugat el
legajo 1.368, tom X, caja 1. Para Alfarrasí el legajo 1.367, tom IX, caja 2. Bocairent y Fontanar en el legajo
1.380, tom. XLV, caja 1.
404 OLIVARES, J.: “La ‘Junta de la Serra’ d’Otos”, op. cit., p. 100 y 102.
405 PRADO HERRERA, M“. L.; VELASCO, M*. J.; ESCUDERO, M\C.; SAMPEDRO, M*. A. y
MADALEÑA, J.I.: “Las expropiaciones a campesinos desafectos a la República: un análisis de las provincias
de Albacete y Valencia”, op. cit. p. 355.
493
m enos en la com arca de la Valí d ’A lbaida, aunque se dieron casos ocasionales Je
venganzas personales o fam iliares por las que propietarios, como el descrito pa-a
M ontitxelvo, term inaron incluidos en las propuestas de incautación.
C ontando con las deficiencias docum entales anotadas, que impidsn
realizar una estadística exacta del núm ero de propietarios afectados, del número
de hectáreas y sus cultivos, o su mapa, se puede resum ir rem arcando que el
proceso de incautaciones en una com arca de interior, con preem inencia de la
pequeña propiedad en el Partido Judicial de A lbaida, y de la aparcería en as
grandes propiedades de Bocairent, Fontanars y O ntinyent, con una historia de
sindicalism o agrario dentro del ám bito socialista que se rem onta a los afos
republicanos, y con una muy escasa conflictividad socio-laboral en el p rin er
tercio de siglo y la República, alcanzó una m ayor am plitud de la que se haMa
creído h asta ahora confirm ando como incluso en pueblos pequeños una parte leí
cam pesinado com arcal decidió construir una nueva sociedad basada en pequeros
propietarios, sector que gozaba del prestigio social en sus com unidades derivado
del trabajo agrícola bien hecho, del predom inio de conceptos como la dignidal y
el respeto en las relaciones hum anas.406 Y en esa nueva sociedad los p ro p ietaf os
más grandes (aunque fuesen pocos), sus abusos de poder y sus coacciones no
tenían cabida.
els rojos era un malnom paregut a crim inal que posaren els de les dretes.
Pero de rojos res, aixd van ser els patrons, perqué nosaltres vam f e r cue
el treballador tinguera dignitat i s'acabaren els abusos de tots els diis i
de tota la vida. ¡Per aixd no podien veure ni a D urruti ni a Largo
Caballero que eren els que deien les veritats!. P er qué, a veure? P er fué
tenía que viure el “sen yo ret" a ‘cuerpo de rey', llegint el diari en el
Casino si no treballava?. ¡Si no pegaven ni un brot!. I a més a més no
sabien f e r la o amb un canut. P er aixd les ierres deis senyorets, que eren
tots, tots no, uns fe ix iste s de Franco, van ser p e r ais treballadors f ue
suaven tots el dies.407
406 Un estudio de las propuestas de incautación y de la finalidad de las expropiaciones en Ibídem. Las Actas
de la Junta Provincial Calificadora consultadas han ido apareciendo citadas en este capítulo.
407 T.O. de José M* Bordería (1998).
408 AMA, Caja Sección Histórica. Guerra Civil. Administración Republicana.
494
3.4.2. La gestión de las incautaciones agrícolas. £1 anhelo de una sociedad de
pequeños propietarios
409 La bibliografía es amplia. A nivel general destacan BERNECKER, W.: Colectividades y Revolución
Social, Crítica, Barcelona, 1980; LEVAL, J.: Colectividades libertarias en España, Ed. Aguilera, Buenos
Aires, 1978; MINTZ, F.: La autogestión en la España Revolucionaria, Ed. La Piqueta, Madrid, 1977.
CASANOVA, J.: “Las colectivizaciones”, en W .A A .: La Guerra Civil, 16, op. cit., pp. 42-63.
Imprescindibles monografías locales en GARRIDO, J.; RODRIGO GONZÁLEZ, N. y BOSCH, A. ya
citadas.
410 BOSCH, A.: Ugetistas y libertarios, op. cit., pp. 273-275.
411 AMA, Caja Sección Histórica. Reforma Agraria de la República. Incautación de Fincas Rústicas.
495
Los intereses divergentes del CAFI, las dos sindicales y los propietarios
encontraron un principio de acuerdo en la A sam blea de A gricultores del 31 de
octubre de 1936 en el Palacio de la M úsica, con un acuerdo final, en parte puias
bases de trabajo de corte laboral, sanciones para los que incum plieran sus bases
y unidad sindical. E scrita en lápiz se ha conservado una nota previa a la
A sam blea que indica la problem ática sindical albaidense:
41^ Ibídem.
413 AMO, Libro de Actas del Comité de Abastos (LACA), acta de 3-IX-1936.
414 AMF, sig. 15/7, Documetación del Consejo de Administración de Fincas Incautadas.
496
el CAFI reparceló las tierras incautadas entre los jo rn alero s. Desde entonces las
únicas funciones del CAFI fueron adm inistrar directam ente las parcelas que
quedaban abandonadas porque sus titulares m archaban al Ejército. Las tierras
incautadas a C arolina A racil Vidal en el térm ino de B élgida se dividieron así: las
más fértiles continuaron en poder del Com ité y el resto se parcelaron. En
C astelló de Rugat la finca V illa Carm en fue arrendada por el Com ité. Este
sistem a podía llegar a generar fricciones. La Sección cam pesina-C N T de
B ocairent, form ada por m edieros acogidos al Decreto del 8 de agosto, protestaba
porque el CAFI les exigía pagos por gastos adm inistrativos e im puestos, y
adem ás no adm itía vocales cenetistas en el Comité A grícola Local.415
En Palom ar, al parecer, se repartieron las tierras. En la Pobla del Duc: “el
Com ité ho requisava i ho sobrearrendava, m olt económ ic, m olt barat, saps?, ais
que volien ‘jo vint fanecades, jo trenta, jo cinquanta* per a cobrir gastos. A mon
pare m ateix li van arrendar. Mon pare va com prar un aca, una egua m illor dit, de
la Casa A lta, que la va pagar al Com ité. I després, quan va acaar la guerra li van
agafar l ’aca. M illor dit, li la van furtar” .416 En M ontitxelvo el CAFI hipotecó las
tierras que adm inistraba para hacer frente a los créditos del Servicio de C rédito
A grícola.417
En m uchas ocasiones el CAFI o el CEP distribuían a los braceros entre los
propietarios no afectados por las incautaciones y entre las tierras incautadas, con
la aspiración secular de repartir el trabajo entre todos. En 1*O llería el Supra-
Com ité de A gricultura (a veces aparece como Junta C lasificadora) se había hecho
cargo de distribuir y dirigir el trabajo agrícola. Los propietarios estaban
obligados a realizar los trabajos ordenados por la Junta C lasificadora. Y el resto
de jo rn ale ro s se habían distribuido según una escala de grupos ante las
dificultades para pagarles: prim ero cobrarían los jo rn alero s más pobres y después
los que tuvieran algún otro medio de vida.418 En B eniatjar el Consejo acordaba
el 14 de febrero de 1937 la “O rganización del trabajo con arreglo a la riqueza”,
basada en el principio de igualitarism o en el reparto del trabajo:
415 Para Ontinyent AHN-SGC, PS-Barcelona 496, legajo 762, Sindicato de Campesinos CNT-AIT de
Onteniente, carta enviada a la FRCL, 29-1-1938.
416 T.O. de José M* Bordería (1998).
417 Informaciones recogidas de los archivos municipales dispersas en informes y oficios.
418 AHN-SGC, PS-Madrid 524, legajo 4.781, LASAO, acta de 10-1-1937.
419 AMBE, libro 1936-1938, Libro de Actas, acta de 14-11-1937.
497
M ientras el CAFI adm inistraba parcelas se generaba la discusión sobre el
futuro de los sistem as de tenencia de la agricultura valenciana. El ejemplo
ontiñentino ilustra las distintas posturas. En enero de 1937 el D epartam ento ie
A gricultura del Consejo M unicipal pretendía rep artir en lotes el térm iio
m unicipal con una indem nización para los propietarios “no facciosos” . La
fracción m arxista del Consejo aprobaba esta decisión. La fracción libertaria era
partidaria de la socialización.420 Sin em bargo, la colectivización agrícola tu/o
una escasa resonancia en la comarca. La prim acía de la pequeña propiedad,
sim ultaneada casi siem pre con el arrendam iento, y la ausencia de una tradición
anarquista en el cam po, pesaron decisivam ente en su carácter esporádico, de
escasas m agnitudes. Por el contrario, fórm ulas cooperativistas socialistas, y
principalm ente com unistas, encontraron un m ayor seguim iento.
La debilidad anarcosindicalista en el campo valenciano era m anifiesta al
esta llar la guerra. En la Valí d ’A lb aid a su p resen cia era prácticam erte
inexistente. La revolución en las zonas agrícolas encontró a la CNT en un estado
de “grave problem a de inexperiencia y falta de preparación” .421 Su fortaleza en
la industria de O ntinyent difería de las iniciativas fracasadas para afianzar una
sección cam pesina. Es más, la guerra encontró al sindicalism o anarquista en
proceso de reestructuración después de dos años de sem i-clandestinidad. El
nuevo entorno revolucionario propició la convocatoria del I Pleno Regional de
Cam pesinos de Levante (septiem bre de 1936) en el que O ntinyent fue la única
delegación de la com arca.422 Con todo, y m uy lentam ente, jóvenes recepti\os
hacia la propaganda anarquista desplegada desde G andia y O ntinyent fundaron
sindicatos cam pesinos (A lbaida, la Pobla).
La le g aliz ac ió n co le ctiv ista de la p rim av era-v eran o de 1937,
principalm ente el D ecreto de Legalización Temporal de las colectividades (6 de
ju nio de 1937), im pulsó a la Federación R egional C am pesina de Levante (FRCL)
a reorganizar sus estructuras para introducir a las colectividades anarquistas
como “la base de toda riqueza cam pesina” y el sindicato “organism o técnico de
la econom ía” . El Com ité Regional de la FRCL era el órgano suprem o sobre el cue
descansaban las Federaciones Provinciales (las tres provincias valencianas,
A lbacete y M urcia), que a su vez se subdividían en com arcales. La ciudad del
Clariano seguiría ocupando en el trienio bélico la centralidad del anarquismo
com arcal por vigor, fortaleza, núm ero y credibilidad. Por tanto, O ntinyent sería
la cabeza de la com arcal que com prendía ambos partidos judiciales. En enero de
1937 agrupaba las secciones cam pesinas anarquistas de A gullent, Albaida,
A tzeneta, Benigánim , Benissoda, B ocairent, M ontaverner (creada en septiembre
de 1936), O ntinyent, Otos, Palom ar y la Pobla del Duc.
Era una com arcal “ fantasm al” . En junio de 1937 el inspector técnico de la
FRCL, en su visita a la Com arcal de O ntinyent, exponía “su desolación ante sus
420 GANDIA CALABUIG, J.: “Les col.lectivitats industriáis i agrícoles a Ontinyent durant la Guerra C íyü ” ,
Alba, 2-3, pp. 147-158 (p. 153).
421 El texto de Noja Ruiz aparece citado por BOSCH, A.: Ugetistas y libertarios, op. cit., p. 297. El siguiente
entrecomillado en la p. 298. Para el colectivismo anarquista cfr. ibídem. el capítulo “La difícil organización
del colectivismo valenciano”, pp. 296-303.
422 FS, 3-XD-1936.
498
sindicatos desorganizados, totalm ente desorientados y que ni siquiera se habían
planteado la necesidad de form ar colectividades” . Julio Pradas, delegado de la
FRCL debía dirig ir a los sindicatos anarquistas de la Valí d ’A lbaida como paso
previo para la colectivización. H acia m itad de julio de 1937 inform aba que
“hasta hoy no ha sido otra mi labor que la de orientación clara sobre la línea a
seguir (...) Pese a todos los pesares, pese a todas las m alas intenciones, pese a
todas las m aniobras ofensivas y dificultades lograré encauzar los desorientados
sindicatos y, naturalm ente, crear las colectividades” .423 En 1938 la decadencia de
estos sindicatos, en parte ficticios, era evidente: al III Pleno de la FRCL
(septiem bre 1938) sólo acudieron dos delegaciones de O ntinyent.424
Escasa inform ación han dejado las diez colectividades de la Com arcal de
O ntinyent.425 El 3 de m arzo de 1937 el D irector General de Trabajo aprobaba los
E statu to s de la C olectiv id ad C o o p erativ a C onfederal de T rabajadores
C am pesinos de A ielo de M alferit. Según M intz, agrupaba a 342 colectivistas (12
por ciento de la población) y 85 cabezas de fam ilia, para una población sin
antecedentes anarquistas.426 Contaba con una sección de consumo en junio de
1938, com puesta de 358 cooperantes entre socios y fam iliares.427 En el verano
del 37 los esfuerzos de Julio Pradas dieron como resultado el nacim iento de
colectividades en Bélgida, M ontaverner y la Pobla (julio 1937), esta últim a
com puesta principalm ente por jóvenes entre 20 y 25 años y en A tzeneta (agosto
1937).
En A lbaida la finca San Vicente había sido incautada por la CNT el 30 de
agosto, aunque no consta su legalización por parte de la Junta Provincial
C alificadora. Fue la prim era acta de incautación de A lbaida y la única por parte
de una sindical prácticam ente recién creada por jóvenes albaidenses, de la que
solam ente se tiene constancia de su participación en el II Pleno de la FRCL.428
En un conflicto con un m ediero (enero de 1938) se habla de “los colectivistas de
la finca denom inada San V icente” , por tanto, es de suponer su colectivización
por parte del anarquism o local. El m apa del colectivism o confederal cam pesino
se com pleta con A gullent y Benigánim , aunque a finales de abril de 1938 todavía
no tenían aprobadas sus actas de constitución.429 En B eniatjar funcionaba en
mayo de 1938 una Cooperativa de Consum o del Sindicato Ú nico, con veinte
cooperativistas y 35 fam iliares, atenazada por la precariedad: “ Según nos pedies
423 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.324, Carta desde el Sindicato Único de Oficios Varios de Albaida a la FRCL,
8-VU-1937.
424 FS, 30-IX-1938.
425 Terence Smyth señala cuatro (Agullent, Aielo de Malferit, Benigánim y Ontinyent) en SMYTH, T.: La
CNT al País Valencia 1936/37, Tres i Quatre, Valencia, 1977, p. 233. Aurora Bosch las amplía con Bélgida,
Montaverner y la Pobla del Duc, en la página 243 de su obra citada.
426 MINTZ, F.: La autogestión en la España revolucionaria, op. cit. p. 165.
427 AHN-SGC, PS-Barcelona, 1.214, Censo de colectividades cenetistas.
428 FS, 18-ÜI-1937. La aparición de sindicatos anarquistas compuestos por jóvenes en poblaciones sin
tradición anarcosindicalista, no es un caso único. En Castells (La Marina Alta) se creó una colectividad
anarquista en los primeros meses de guerra a pesar de que el sindicato estaba recién fundado, v. BALLESTER
ARTIGUES, T.: “La col.lectivitat Agrícola de Castells: 1936-1939”, Aguaits, 4, 1990, pp. 49-58.
429 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.195, cp 79, legajo 118, Incautaciones en Valencia.
499
que nos indicam os lo que tenem os sobrante pues en esta lo único que tenertos
son m uchas faltas de todo” .430
Podem os afirm ar que el colectivism o anarquista en la Valí d ’A lbaida fue
un fracaso absoluto, incluso en O ntinyent, centro del anarquism o comarcal.
D urante la R epública los proyectos anarquistas, radical-socialistas y católicos no
habían podido encuadrar a las capas más bajas del cam pesinado. El “Inforne-
m arzo 1937” apuntaba que “ era propósito de las secciones de cam pesinos d élas
o rg an izacio n es sin d icales c o n stitu ir distin tas colectividades ag ríco las” ,431
situación que contrasta fuertem ente con el dom inio cenetista en los órganos del
poder local en O ntinyent desde los prim eros días de la guerra, hasta septiembre
de 1937, que condujo una radical colectivización de las industrias y gran parte de
los servicios.
E sta lentitud se explica con las im presiones de Julio Pradas en el ven n o
de 1937: “ En O nteniente como expresión sintética del resultado obtenido seáme
perm itido sin hacer com entario alguno porque sería im propio de esta carta y s51o
m e lim itaré a exponer en com paración con otros Sindicatos algunos datos que te
dirán con claridad su atraso (...) De contabilidad, ni hablar (...) Me dicen les
m andéis un contable para que les pongáis al corriente (...)” .432 José Ubeda,
secretario de la sección cam pesina describía crudam ente en su correspondencia
con la FRCL el desastre organizativo: “Aqui si no fuera por el compañero
Z aragozá que nos dá m ucho ánim o, ya nos hubiéram os desmayado (...) como
resulta que este Sindicato, ni siquiera tiene relación de las hanegadas de tierra
que trabajan sus asociados (,..)” .433 Es m ás, una asam blea forzó la dim isión de
José Ú beda, ex-presidente del sindicato cam pesino CNT, de su cargo de tesorero
del Com ité A grícola Local, acusado de una gestión “anóm ala” . 434
El 11 de enero de 1938 se legalizaba la C olectividad Confederal de
Trabajadores Cam pesinos de O ntinyent, form ada por jornaleros (de sus nueve
directivos tan sólo uno era un pequeño propietario), que había ocupado tieiras
previam ente incautadas sin el perm iso del Consejo M unicipal.435 En junio
“ explota varias fincas de este térm ino, que por cierto son las m ejores, por lo cual
el Consejo de A dm inistración ha quedado privado de los recursos que ellas le
proporcionan” . Josep G andía apunta que a su últim a reunión en 1939 sólo
acudieron unos 18 colectivistas, por lo que su núm ero nunca sería elevado.436 Por
tanto, la experiencia co lectiv ista anarquista en O ntinyent y la Valí d ’A lbaida fue
500
de escasa envergadura debido especialm ente a la ausencia absoluta de tradición
anarquista en los pueblos de la com arca y en los fracasos de O ntinyent que
tropezaba con la gran dim ensión del arrendam iento, un rem edo de propiedad para
m iles de jornaleros, en la gran propiedad.
La pujanza del socialism o cam pesino en la preguerra tuvo como resultado
un m ayor seguim iento de las fórm ulas colectivizadoras y de cooperación
diseñadas p or la Federación de Trabajadores de la Tierra. En Fontanars, nacía en
septiem bre de 1937, la única colectividad ugetista de la com arca surgida de
tierras previam ente incautadas. Al parecer el Com ité parceló en abril de 1937 y
repartió las 1.200 hn. y la bodega de la finca Ferriol de A bajo, propiedad de Luis
A lonso de Orduña. Con esta finca y otras m ás que no conocem os en su totalidad
se form ó la colectividad en 1938.437 Pedro G arcía la visitó el 26 de febrero de
1938. De las breves líneas que redactó sabemos que 76 cabezas de fam ilia y 286
colectivistas trabajaban 875 hectáreas de secano. El dirigente socialista hacía
hincapié en las dificultades de organización con las que tropezaba y en la
au sen cia de colaboración desde el propio sindicato, que conducían a la
continuación de las técnicas seculares de trabajo y producción.438
El registro oral recogido en Llutxent refiere que las incautaciones de la
H eredad de la Casa Ciscar, la A lquería de Baix y las tierras del Convento fueron
trabajadas en régim en colectivo por la “ Societat” socialista. Sus propietarios
vivían habitualm ente en Valencia y estaban deficientem ente cultivadas.439 Otra
de las grandes heredades no se incautó por la vinculación de sus propietarios con
la izquierda republicana. En Terrateig la Casa Linares,
estava en la carretera del M orquí a Llutxent. Era d ’un senyoret, que era
ingenyer, un ric de Gandía que descendía de Llutxent. La Societat Obrera,
els socialistes, la van requisar durant la Revolució de la guerra. Tenia
unes 4 0 0 fa n eca d es colectivizades, que es deia, treballades tots a la vega,
el que guanyaven es repartía entre tots. Eren deu, dotze o quinze
treballant. Van arrancar la vinya i sem braren b l a t .^ Q
501
las M onjas A gustinas, ya que su “agovioso estado económ ico” le im pedía pagar
el alquiler de una sede para sus actividades.441
En Castelló de Rugat la C ooperativa A grícola Popular de la UGT se
legalizaba el 13 de agosto de 1937.442 En O ntinyent operaba en agosto de 1937,
ya con sus estatutos aprobados, la C ooperativa A grícola El Porvenir, adscrita a la
UGT.443 El Porvenir era la sucesora de la A lianza de Labradores radical-
socialista que había ingresado en la UGT ya en la guerra. Participaba junto a las
secciones cam pesinas de la UGT y la CNT en el Com ité A grícola, ya que con su
inclusión en la UGT el sindicalism o socialista de O ntinyent contaba con dos
sindicatos.444
El modelo de colectividad m ixta CNT-UGT, una opción m inoritaria en el
panoram a valenciano, se im plantó en dos localidades. El 23 de septiem bre de
1936 el CFP de A lbaida incautaba la finca Santa C lotilde, de 425 hn. de secano.
El 24 de abril de 1937 se entregaba a diez agricultores ugetistas y cenetistas para
ser explotada en régim en de colectividad. El acta de entrega lleva los sellos de
ambas sindicales, del CAFI de A lbaida, y de la D elegación Provincial del IRA de
Valencia. H acia m itad de agosto de 1937 operaba en O ntinyent una cooperativa
de consumo “que según m anifestación de sus dirigentes funciona como via de
ensayo y en trám ite de fusión de ambas (de o tra c o o p e ra tiv a de la U G T )” .445 No
sabem os si se trata del resultado de la publicitada unión con los ugetistas
p atro cin ad a por el sem anario an arquista El Productor, cristalizad a en la
Cooperativa agrícola El Productor UGT-CNT (abril-junio 1938) después de
apropiarse, según el alcalde-presidente del Consejo M unicipal, de las m ejores
tierras incautadas, aunque el Consejo no tenía constancia de nada referente a
ella.446
Los rasgos específicos de los sistem as de tenencia y explotación agrícola
en la com arca, la im plantación de la D erecha y la creciente im pronta com unista
entre las sociedades cam pesinas socialistas jugaron a favor de un notable
seguim iento h acia la F ed eració n P ro v in cial C am pesina, la altern ativ a
republicano-com unista de las colectivizaciones. Su constitución form al, el 18 de
octubre de 1936 en Valencia, se enm arca en las posturas enfrentadas en el campo
republicano respecto a la dirección que debía tom ar el campo después de las
incautaciones y los decretos de agosto y octubre. La FPC se erigía en defensora
de los pequeños propietarios y de los m edieros frente a las colectividades
im puestas o los CAFI, que habían supuesto un mero cam bio de nom bre en la
relación m ediero-propietario. La Federación Provincial nació con el respaldo de
68 sociedades obreras cam pesinas o agrupaciones políticas, entre las que se
441 AAO, solicitud de 5-X-1937. Y AHN-SGC, PS-Barcelona 1.166, Valencia. Varios Partidos y Sindicatos,
5-X-1937.
Problema que se repetía en Bocairent, donde la Cooperativa Obrera Agrícola La Protectora-UGT pedía al
Consejo Municipal la asignación de una casa para instalar su sede.
442 AMCR, libro 47, Libro Registro de Salidas (LRS).
443 AMO, Correspondencia 1937, informe con destino al Delegado Provincial del IRA, 19-VIII-1937.
444 Las formas ugetistas de gestión colectiva en BOSCH, A.: Ugetistas y libertarios, op. cit., pp. 245-254.
445 AMO, Correspondencia 1937, informe con destino al Delegado Provincial del IRA, 19-VHI-1937.
446 EPR, 28-VIII,1937, 4-IX-1937, 25-IX-1937; AMO, Correspondencia 1938, informe con destino al
Delegado Provincial del IRA, 21-VI-1938. BOSCH, A.: Ugetistas y libertarios, op. cit., pp. 269-270.
502
encontraban siete pueblos de la Valí. (v. Cuadro núm. 36).
Cuadro núm. 36
503
todas las sociedades cam pesinas y cooperativas agrícolas de la Provincia. ¡No
más rentas e im puestos agobiadores!. Por el derecho de la propiedad a los
arrendatarios. ¡El producto íntegro de la tierra debe pasar íntegros a nuestras
m anos” .449 Julio M ateu, secretario de la “C am pesina”, resum ía el program a de la
sindical en un m itin celebrado en Benigánim (mayo 1937) al lado de Juan Granell
(delegado del gobierno en la Federación A rrocera): “la posición de respeto a la
pequeña propiedad es una posición com pletam ente m arxista”.450 En M ontaverner
se fundaba la C ooperativa A grícola Entre N aranjos (Estatutos del 21-V-1938)
acogiéndose al D ecreto del M inisterio de A gricultura del 27 de agosto de 1937,
con la adhesión de la sección local de Izquierda R epublicana.451 En Fontanars, la
C ooperativa adscrita a la Cam pesina contaba en 1938 con 3.563 hn. y 60
afiliados.452
A sí pues la propaganda sindical de la FPC, las características de la
agricultura com arcal, su pasado político-sindical y las aspiraciones cam pesinas
llevaron a un indudable apoyo hacia la FPC en el Partido Judicial de A lbaida,
avance favorecido por el contexto nacional de afianzam iento del poder com unista
y de retroceso de las sindicales. Una parte de su éxito se debió a la m ediación de
la “Cam pesina” en la obtención de créditos del m inisterio de A gricultura
(A lfarrasí, C ooperativa V itivinícola de Q uatretonda) para las cooperativas,
canalización de agua para riego o adquirir abonos y sem illas. Por ejem plo, el
presidente de la Sociedad Cam pesina de la P obla se congratulaba a principios de
1936 de que, g racias a la F ed eración, h ab ían recib id o 12.500 kgs. de
superfosfato, 15.000 de sulfato de am oníaco y 2.500 kg. de cloruro de potaso
necesario para la siem bra de 620 hn. de cereal.453 Las secciones locales tam bién
colab o rab an con el fren te enviando alim entos y prendas de abrigo
confeccionados por las m ujeres m ovilizadas por la “C am pesina” .
A pesar de las llam adas a la unificación con la sindical cam pesina desde
m ítines y artículos de prensa el acuerdo tropezó con dificultades desde las filas
socialistas. Se im putaba a los com unistas la ausencia de una tradición teórica y
sindical en el mundo cam pesino, que una parte considerable de las secciones de
las FPC eran un refugio para el propietario agrícola católico y, por últim o, la
am enaza que suponía su p o lític a de apoyo al pequeño p ro p ietario y al
arrendatario para los proyectos colectivizadores.454 En la tercera sesión (8-3-
1937) de la reunión del Secretariado Provincial de Valencia en m arzo de 1937 el
representante de B eniatjar hacía patente la opinión de los socialistas m ás
veteranos de la com arca hacia la unidad de acción con la “Cam pesina” :
504
H ace constar que lleva recorrido muchos pu eb lo s de su zona y que ha
p o dido comprobar las perturbaciones que en la vida sindical campesina,
ha producido la constitución de la Federación P rovincial Campesina que
ha dado p o r resultado discordias y luchas de carácter sindical y político.
La Federación de Trabajadores de la Tierra, com puesta de 70.000
afiliados, no acatará ja m á s un convenio de fu sió n que pueda perjudicarle
p o r dos razones: I a, porque una mayoría de elem entos que m ilitan en las
sociedades cam pesinas pertenecen a la U.G.T. y esos son los únicos que
honradam ente quedarán dentro de las fila s de la U.G.T, pero no así
aquellos elem entos fran ca m en te derechistas, que son tam bién grandes
propietarios en algunos pueblos y que el 6 de octubre de 1934, cuando
eran perseguidos los dirigentes de las sociedades de la U.G.T. les
delataban y cooperaban a su persecución (APLAUSOS).
505
El vacío más absoluto es la co n testació n ante la cu estió n de la
adm inistración y los resultados finales de la revolución agraria. La inform ación
oral aportada por colectivistas de la Pobla y Llutxent nos refiere un recuerdo
satisfactorio, puesto que pusieron en cultivo las hanegadas incultas y m ejoraron
ostensiblem ente las prestaciones del viñedo. En Llutxent “incluso los dueños de
la H eredad de Ciscar que dijo que nunca la finca le había rentado tanto como con
la Colectividad. Y les dieron la m itad de la cosecha, después de la R evolución
claro, a los que habían trabajado en la Colectividad. Eso te lo puedo decir porque
mi padre era de los del Com ité y conoce todo lo que pasó aquí (...)” .459 De
Fontanars Pedro G arcía escribía que “No han cam biado los cultivos, ni el
sistem a, ni tienen nuevos planes para desarrollar. Con un m anantial de agua se
haría una gran labor” .460
En O ntinyent el “Inform e-m arzo 1937” aseguraba una m ejora sustancial
del ren d im ien to en las fincas adm inistradas p o r el CAFI “ llegando
probablem ente en algunas cosechas, si las circunstancias m eteorológicas son
favorables, a dar un cien por cien más de rendim iento que en cosechas
anteriores” .461 El CAFI de A lbaida dem andaba en enero de 1937 al IRA la
declaración de “utilidad social” para las incautaciones de 1936 y las que se
h iciera n efectiv as en adelante con el fin de obten er créditos ag ríco las
im prescindibles para asegurar la continuidad de las explotaciones, petición
aceptada en mayo de 1937 a cam bio de que las autoridades albaidenses
clarificaran la adm inistración de las fincas incautadas dirigidas por C onsejos de
A dm inistración particulares para cada una de dichas fincas.462
Al m argen de las tiranteces locales ocasionadas por la im plantación de la
“Cam pesina” y sus relaciones con el socialism o m ayoritario en la com arca, la
confrontación de m ayor alcance entre los distintos proyectos agrarios se dio en
O ntinyent. F rancisco C erdá Soler, fundador y p resid en te de la sociedad
cam pesina El Porvenir-FETT hasta principios de 1937 y vicepresidente de la
C ooperativa de Trabajadores de la Tierra nacida en abril de 1937, resum ía los
conflictos agrícolas de O ntinyent en una entrevista publicada en Frente Rojo a
finales de mayo de 1937. La C ooperativa se erigía en defensora de m edieros y
pequeños propietarios “con el fin que no fueran atropellados p o r ningún
incontrolable y procurando que en todo prevaleciese el criterio del D ecreto del 7
de octubre, y se cum pliese cuanto se refiere a los parcelam ientos, trabajando a
voluntad de los cam pesinos, sin colectividad forzosa” .
Según este secto r del cam pesinado o n tiñ en tin o , la nueva realid ad
consecuencia de las incautaciones tan sólo había conseguido cam biar al antiguo
propietario por la adm inistración del CAFI, que em pleaba a los obreros agrícolas
como asalariados a su cargo. Las realizaciones en este período se habían
lim itado a una inversión propia de 30.000 ptas. destinadas a la com pra de abonos.
Para Francisco Cerdá los cam pesinos de O ntinyent esperaban la redistribución de
506
tierras con arreglo al Decreto del 7 de octubre.463 Los anarquistas, contrarios a la
aplicación de dicho decreto por cuanto suponía legalizar las incautaciones,
retardaron las gestiones de la Junta C alificadora M unicipal.
Pequeñas disputas locales enfrentaron a los CAFI, m edieros, nuevas
sindicales, co lectivistas y ganaderos. En noviem bre de 1937 el D elegado
P rovincial del IRA instaba al CAFI de T O llería a que perm itiera el pasto de las
puntas de ganado, propiedad de pequeños cam pesinos, en las fincas que
adm inistraba, ya que el CAFI lo había prohibido. En A lbaida, los ganaderos (al
igual que en 1*O llería), que eran al mismo tiem po pequeños propietarios
agrícolas, celebraron una asam blea general del sector para poner fin a los
enfrentam ientos con los agricultores y m edieros protegidos por el CAFI.
También en 1’O llería se generaron tensiones entre el CAFI y la Cooperativa
socialista (invierno de 1937-principios de 1938) ya que el CAFI tenía bajo su
custodia la llave del alm acén de la Cooperativa con la excusa de ser necesario
para dar cuerda al reloj de la torre y, por tanto, el alm acén estaría abierto a
cualquier persona.464
La sección de cam pesinos de la CNT de B ocairent, com puesta en su
m ayoría por m edieros y acogidos al Decreto del 10 de agosto, se quejaba en
octubre de 1938 a la FRCL de la falta de control sobre el destino de los pagos
exigidos por el CAFI (25 ptas. anuales para Secretaría y 30-35 para U tilidades)
ya que ni el CAFI ni el Com ité A grícola Local adm itían representantes de los
cam pesinos anarquistas.465 En O ntinyent se dieron conflictos entre el CAFI y
algunos m edieros que se negaban a entregar la m itad de su cosecha acogiéndose
al Decreto del M inisterio de A gricultura (10-V III-1937) de m oratoria en el pago
de rentas.466
En O ntinyent, el Consejo M unicipal recogió m uebles en junio de 1938 de
la casa de labranza ocupada por la Colectividad M ixta CNT-UGT con destino a
la acogida de refugiados, tal como lo había hecho en casas particulares. La
C olectividad, en nom bre del CAFI, envió telegram as al D elegado Provincial del
IRA sobre una hipotética m ala relación entre el CAFI y el Consejo M unicipal. El
D elegado pidió explicaciones al alcalde-presidente, que negó junto al CAFI
cualquier tipo de enfrentam iento.467
Los problem as de fondo que explican la escasa presencia del colectivism o
en la com arca respondían a los generales del País Valenciano: por un lado para el
cam pesinado “hablarles de colectivización equivalía a hablarles en griego”, y
por otro, sus asp iracio n es p rim o rd iales eran co n v ertirse en pequeños
propietarios, term inar con los abusos de los propietarios, de los interm ediarios
507
que se encargaban de la co m ercializació n y de los in d u striales
agroalim entarios.468
468 La cita es de Higinio Noja, en BOSCH SÁNCHEZ, A.: Ugetistas y libertarios, op. cit., p. 48. Para este
capítulo se ha consultado profusamente la obra de Aurora Bosch.
469 FS, 24-X-1936.
508
C ontrol ugetista a m itad de septiem bre se com ponía de varias secciones:
Inspección de Fábricas, Existencias y Pedidos a servir, Compras y Ventas,
H acienda y Contabilidad. En noviem bre de 1936 la A sam blea de la Sección
Textil tenía com o orden del día la aceptación del acuerdo para socializar las
em presas del sector tom ado del Congreso de la Industria Fabril y Textil de la
R egión Levantina convocado por la Federación N acional de la UGT (C asa del
Pueblo de Elx, 18 de noviem bre de 1936), pero con asistencia y aprobación de
sus acuerdos por parte de sindicatos cenetistas. El Congreso reunió a un total de
noventa delegaciones, entre ellas la Sociedad de Obreros de la Tierra y O ficios
Varios-U G T de O ntinyent (pero no el m ayoritario sindicato anarquista) y La
V ictoria de B ocairent.
Sin em bargo no sabem os el número de em presas adm inistradas por el
C om ité de C ontrol ni que bajo qué m odalidad: colectividad o Control O brero. En
octubre de 1936 según los anarquistas, tres de las principales fábricas de m antas
habían sido incautadas, precisam ente las que arrastraban déficits crónicos. Una
de estas, perteneciente a Sixto Belda fue redenom inada Fábrica C olectiva n° 1, lo
que hace suponer que las restantes corrieron igual suerte. En noviem bre, una
com isión en representación de La V ictoria y en nom bre del Com ité Textil
incautaba Industrias Vañó, S.L. para “asegurar la producción m áxim a de la
Industria Textil y Fabril local, la defensa del Crédito y capacidad económ ica en
beneficio de la población obrera e interesados en la Industria” .470
En las Bases de Trabajo firm adas el 30 de noviem bre de 1938 aparecen los
sellos de cuatro em presas que no podem os aclarar si fueron afectadas por
colectivización/C ontrol Obrero o habían sido devueltas a sus propietarios: Viuda
de Juan J. Ibáñez, Francisco Vañó Ferre, Hijos de Eduardo Juan y Enrique
B eneyto y Com pañía, precisam ente las m ás im portantes. Un inform e del
ayuntam iento con destino a la Causa G eneral reseña una serie de fábricas que
según el alcalde fueron controladas por un comité: José Juan Belda, Enrique
B eneyto A leixandre, Amparo Belda Juan, Viuda de Juan J. Ibáñez, Sixto Belda
D om ínguez, Teudiselo Puerto Jordá y José M aría M olina Vañó.471 El Com ité
instaló una fábrica textil (borras) en una antigua erm ita.472
A pesar de esta indefinición, sabem os que en 1937 el C ontrol Textil y La
V icto ria aco rd ab an d evolver las fáb ricas a sus p ro p ie ta rio s, después de
som eterlos a una depuración de su pasado político y social.
El sector textil de Bocairent, dedicado a elaborar prendas y m antas para el
Ejército R epublicano, no se vio perjudicado por la guerra y, en térm inos
generales, m ejoró su situación respecto a la República.
El sindicato ugetista La V ictoria prosiguió durante el trienio bélico con las
directrices que había seguido desde su creación en el prim er decenio del siglo, a
saber, controlar todas las facetas del trabajo: turnos, salarios, tiem po para el
alm uerzo, reparto de días de trabajo entre los varones, suprim iendo el puesto de
470 Citado por VAÑÓ SILVESTRE, F.: “Documentación sobre ‘La revolución en Bocairente”, en Crónica
de laXVIIAssemblea de Cronistes Oficiáis del Regne de Valencia, Bancaixa, Valéncia, 1990, pp.317-336 (pp.
327-328). El texto entrecomillado pertenece al Acta de Incautación transcrita por el autor del artículo.
471 AMB, C 409, informe del 19-XI-1940.
472 VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 471.
509
trabajo a las m ujeres casadas, excepto las viudas y las que el m arido estaba en
paro, garantizar una protección m édica y un subsidio de enferm edad. Junto con
otras nuevas incluidas en el contexto de guerra: aporte económ ico a Socorro
Rojo, donación desde enero de 1938 de un día de haber para el Ejército
Republicano o la ayuda a las fam ilias de los obreros que estaban en el frente de
guerra. En la últim a acta asam blearia conservada (6-11-1938) se acordaba dar
voz y voto a todos los afiliados desde el 18 de ju lio de 1936, pero siem pre dentro
del acatam iento a las norm as de la UGT. Del resto de la industria bocairentina tan
sólo conocem os que la fábrica de jab ó n de A ugusto B eneito soslayó la
intervención obrera.
En M ontaverner, los obreros de la fábrica textil de José Ramón A lborch
C ortell, cerrada poco antes de la guerra, se hicieron cargo de ella con el nom bre
de C ooperativa Textil-A delante organizada por el sindicato ugetista, con fuerte
influencia com unista. A pesar de los problem as por los que atravesaba la em presa
y los propios de la guerra, la gestión obrera consiguió reflotarla ayudada por
pequeños préstam os del CEP. Siguiendo la tónica del sector textil, su producción
se dirigió al m ercado m ilitar, con una cierta especialización hacia los hospitales
m ilitares. D espués de la recuperación económ ica su plantilla laboral, com puesta
p referen tem en te p o r m u jeres y jó v en es de los estrato s m ás bajos del
cam pesinado, volcaron todos sus esfuerzos en la form ación cultural de sus
integrantes. Se creó una b iblioteca y se pagaron m aestros refugiados para las
horas no laborales. O bstáculos como la m archa al frente al final de la guerra de
los m ecánicos, o las dificultades en la distribución que suponían los bom bardeos
sobre Valencia no influyeron para que al term inar la guerra el antiguo em presario
encontrase una cuenta corriente abierta en el banco y m ateriales textiles en los
alm acenes.473 La C ooperativa sufrió un intento de asalto por parte de m ilicianos
anarquistas de X átiva, expulsados armas en mano en la m ism a puerta de la
fábrica.474
El resto del textil com arcal form alizó en el prim er tercio de 1937 el
Control O brero ante la C onsejería del Textil, Vestido y Tocado según la Bases
R eguladoras del Consejo de Econom ía de V alencia:475 nueve em presas de
A lbaida (las más im portantes), todas ellas por la UGT, como las tejedurías
algodoneras de Cándido Penalba (49 obreros) y Amadeo Pont (11 obreros) y el
lavadero de lanas de H ijos de A gustín Galbis en A gullent. En Benigánim la CNT
se hizo cargo del Control O brero del taller de forrado de garrafas de José Catalá
(25 obreros), legalizado por la C onsejería de Industrias Varias del Consejo de
Econom ía en enero de 1937. Las diez em presas alpargateras, pequeños talleres,
se agruparon en una C ooperativa ugetista.476
473 AGULLÓ DÍAZ, M \ C.: Escola i República. Montaverner 1931-1939. Ajuntament de Montaverner,
Montaverner, 1991, pp. 95-96. También T. O. de Antonio Vañó Alcayne. (1997).
474 T.O. de Antonio Vañó (1997).
475 BOPV, diciembre 1938.
476 instancias para Solicitud de Control Obrero de la empresa de Cándido Penalba (3-IX-1936) en
AHN-SGC, PS-Barcelona 1.312; para Amadeo Pont (6-Ü-1936) PS-Barcelona 1.377. José Catalá en PS-
Barcelona 1.377.
510
En el sector quím ico de A gullent y en el de las transform aciones
agroalim entarias prim ó el control obrero como en la licorería de la Vda. de J.
Ibáñez de A ielo de M alferit o la alcoholera de M ontaverner. En esta últim a el
Control O brero sum inistraba a su antiguo propietario diversas cantidades de
capital con el fin de em plearlas en dar trabajo a jornaleros en sus propiedades
agrícolas. De las cererías de A lbaida y Ontinyent no poseem os detalles. Las
colmenas fueron incautadas en los prim eros meses de la guerra, como sucedió en
O ntinyent, donde el Com ité de A bastos pasó a adm inistrar las doscientas
colmenas de un apicultor tradicionalista trasladadas desde A lm ansa. El Decreto
M inisterial que declaraba incautada la producción m elífera para atender la
Farm acia M ilitar fue desobedecido en A lbaida (agosto 1938).477 En ninguno de
estos casos el Control Obrero derivó en colectivización.
En 1’O llería las industrias y m anufacturas de m ayor relieve (vidrio,
cestería, forrado, sillas blancas) fueron colectivizadas. Los talleres cesteros de la
Vda. de Bta. Juan A lbiñana y de Juan A lbiñana Vidal, que reunían en total a 99
trabajadores, casi en su totalidad m ujeres, fueron colectivizados acogiéndose al
artículo prim ero de las Bases Reguladoras. La prim era, por propia voluntad de la
propietaria, y la segunda, por superar los 50 empleados, aunque Juan A lbiñana
continuó en la colectividad con el cargo de T écnico-Industrial asesor. La
Colectividad CNT-UGT dirigida m ayoritariam ente por cenetistas (6 CNT y 2
UGT) se legalizó ante el Consejo de Economía en mayo de 1937 con la
denom inación de Talleres de C estería Fina-C olectivizados.478
Los talleres de forrado de garrafas, manufactura auxiliar de las fábricas
vidrieras, habían sido intervenidos bajo la m odalidad del Control Obrero, desde
el verano de 1936 hasta que en diciem bre tuvieron que cerrar sus puertas al dejar
de fabricar piezas los hornos vidrieros. En una asamblea conjunta CNT-UGT el
10 de diciem bre de 1936 se aprobaba la unificación total de tres talleres (Juan
Vidal, Viuda de B autista Juan A lbiñana y Rosendo A lbiñana), se creaba un
Com ité de U nificación com puesto por siete cenetistas y tres ugetistas (dos de
ellos m ujeres) y se convenía la realización de un inventario de los bienes activos
y pasivos de cada taller.
Una segunda asam blea celebrada el 30 de diciembre en el Cine Cervantes
acordaba, en virtud de una reunión del sector en Valencia, la incautación de los
talleres de José F erreres G arcía y Viuda de B autista Juan A lbiñana por
“desafectos” (aunque el prim ero ya se encontraba incautado); las diez semanas
que la patronal adeudaba a los trabajadores se repartían entre cuatro para los
trabajadores y seis para los fondos de la Colectividad, que se pensaba form alizar,
a la que se añadiría el taller de Rosendo A lbiñana bajo Control Obrero. Algunos
puntos de discusión de esta asam blea y las recom endaciones del presidente para
la unidad y la superación de rencillas hacen entrever puntos de discordia.
La C olectividad resultante, que ya funcionaba en febrero de 1937, pasó a
denom inarse Talleres de forrar garrafas colectivizados CNT-UGT con la sede
central en el local de la CNT. El papel desempeñado por las obreras, m ayoría en
511
las plantillas, fue m uy activo, en especial en cuanto a igualación salarial. En
principio, los talleres reabrieron en marzo aunque solam ente tres días semanales.
Dos m eses después, los hom bres m ayores de edad trabajaban toda la sem ana (6
días) para cum plir con un pedido de la Industria V idriera y se dictaba una subida
salarial del 15% excepto para los que trabajaban los seis días.
El prim er problem a serio se planteó en mayo de 1937 ante la necesidad de
legalizar la colectividad. En la A sam blea del 22 de mayo se acordaba el despido
y la expulsión de los sindicatos de los obreros y obreras que se negasen a firm ar
la Instancia-S olicitud de C olectivización. En la siguiente A sam blea (30 de m ayo)
se ratificaron estas propuestas y en el punto cuarto del orden del día se aprobaba,
ante la discordia interna que habían creado estas m edidas de presión para la
colectivización plena, “que con objeto de evitar posibles disturbios se haga un
bando invitando al trabajo solam ente a los colectivizados y que a la hora de abrir
el taller se coloquen a la puerta del mismo una representación de am bas
S indicales para que queden al corriente de cuanto sucediera, e intervengan con su
autoridad en caso necesario” .
Los trein ta y ocho obreros despedidos pertenecían al taller de Rosendo
A lbiñana desde 1932. A finales de septiem bre el propio em presario entregó la
fábrica a sus trabajadores acogidos al régim en de Control Obrero legalizado por
el Consejo de Econom ía de Valencia, tal y como apareció publicado en el B oletín
O ficial de la Provincia. A nte el paro del resto de talleres, el acuerdo de
unificación obligó a este Control Obrero a aceptar trabajadoras en paro, con lo
que dism inuyó la jo rn ad a laboral y por tanto los niveles salariales. Los obreros
de esta fábrica aceptaban la colectivización únicam ente en el caso que participara
en ella la plan tilla existente en septiem bre de 1936 (10 hom bres y 53 m ujeres),
ya que de este m odo podían tener una m ayor fuerza dentro del Consejo de
A dm inistración de la C olectividad. No podem os descartar que estos obreros y
obreras veteranos eran la punta de lanza del em presario, que intentaba evitar la
colectivización. El conflicto planteado m otivó la intervención prim ero del
Delegado G ubernativo Francisco D íaz (5-6-1937) y de la D elegación Provincial
de Trabajo (21-6-1937) que no consiguieron llegar a un acuerdo ya que aunque
se acep tab a la read m isió n bajo sanción, co n tin u ab an sin reco n o cer la
colectividad.
D esde este m om ento hay un corte en la docum entación hasta la A sam blea
del 17 de ju lio de 1938 en la que ante las protestas de las obreras se igualaba la
jorn ad a laboral entre hom bres y m ujeres. El otoño de 1938, como sucedía con el
resto de colectividades valencianas, estuvo lleno de cam bios en los órganos
directivos m otivado por los llam am ientos a filas. En estos m om entos la
existencia en caja era de 8.356,97 ptas., lo cual habla de una colectividad que
había conseguido capear los problem as económ icos de la coyuntura bélica.479
Las únicas noticias sobre el destino de los hornos vidrieros es la creación de
V idrios C olectivizados, a la que se concedió un crédito por parte del Servicio de
Crédito del CEP de Valencia, una situación lógica puesto que los talleres de
479 Para esta colectividad hemos consultado AHN-SGC, PS-Barcelona 1.166, Sindicatos y Partidos Varios y
Archivo Anónimo de l ’Olleria.
512
forrados de garrafas eran secciones de las mismas em presas vidrieras, aunque
desconocem os si lo fueron todos o tan sólo algunos.480 D e los talleres silleros, el
segundo sector industrial de la ciudad, sabemos que fueron incautados al menos
tres de ellas por sus trabajadores.
Los sindicatos de O ntinyent llevarían a cabo la experiencia más am plia y
radical de intervención obrera industrial. Controles O breros CNT-UGT se
hicieron cargo de la fábrica de espejos de José Alonso; la papelera La Clariana;
las dos harineras; la confitería de Hijo de Teodoro M ora; botones de nácar de
Eduardo Llorca (quien perm aneció trabajando en calidad de agente com ercial en
V alencia), el taller de reparación de coches y ventas de accesorios de Ram ón
Sanz D om énech; y Som breros Bueso, cuyos propietarios aceptaron el control
obrero y continuaron al frente de la dirección de la em presa hasta su cierre por
falta de m ercado.
El 1 de octubre de 1936 un Com ité de Control de la M adera CNT-UGT
em pezaba a gestionar cuarenta talleres divididos por secciones: E banistería (12);
C arpintería (8); M uebles Curvados (2); Sillas Torneadas (6); Sillas Blancas (5);
Serrerías (3) y C arrocerías (4) para elaborar un inventario de su rendim iento
anual. En 1937 se instalaron en la iglesia de Santa M aría y en dependencias de
San M iguel. Según el “Inform e-m arzo 1937” su actividad se podía considerar
“ aproxim ad am en te en un diez p o r ciento al rendim iento an terio r a la
socialización” . A tenazados por los m ism os problem as que las actividades
productivas ligadas al consumo particular (falta de dem anda), y a otros derivados
de la guerra (discontinuidad en el abastecim iento de m ateriales, reclutam iento)
desde m itad de 1938 el sector se encontraba en franca decadencia, term inando
por disolverse en diciem bre del mismo año (9-12-1938) con el reparto del
im porte m onetario en caja entre los industriales colectivizados.
El 27 de octubre de 1936 se constituía la Colectividad A lpargatera La
P ro letaria UGT-CNT en la que entraron fabricantes, pequeños talleres y
particulares. La falta de m aterias prim as, algunas de ellas im portadas, m erm aba
su producción y su com petitividad, paliada por los contratos de los Consejos
M unicip ales p ara fab ricar alpargatas de baja calidad con destino a las
necesidades de los evacuados y de los servicios de A sistencia Social.
La industria más relevante de Ontinyent, el textil, ocupaba alrededor del
20% de la población activa y entre 750 y 1.000 trabajadores. Las incautaciones
obreras se alargaron entre el 19 de septiem bre y el 13 de octubre de 1936.
P osteriorm ente el Com ité de Control UGT-CNT dirigió una am plia colectividad
de 21 em presas (num eradas después de su colectivización), com pletadas con
telares individuales. Estaban ausentes cuatro fábricas respecto al últim o año de
República, no sabemos si por om isión en la relación de fábricas colectivizadas o
por agrupam ientos de m aquinaria. Por ejemplo, la hiladuría de Isabel Am orós,
(260 husos) estaba cerrada al com enzar la guerra. El Com ité de Control decidió
480 Según Germá Ramírez durante la guerra tan solo trabajó la empresa “Santa Lucía”. Tomado de
RAMÍREZ ALEDÓN, G: Llauradors i Vidriers. Poblado, economía, govem local i religiositat a VOllería
del segle XIX, Col.lectiu l ’Olla, Canals, 1999, p. 224. El crédito en GIRONA AEBUIXECH, A.: Guerra i
revolució al País Valencia (1936-1939), op. cit., p. 71.
513
reabrirla en 1938, pero su m aquinaria obsoleta de muy bajo rendim iento forzó de
nuevo su clausura.
El Com ité tenía funciones de centralización financiera y centro de
decisiones (cierres, am pliaciones, concentración de m aquinaria) aunque cada una
de las fábricas colectivizadas era autónoma. Trabajaban casi en su totalidad para
los pedidos del Ejército Republicano con “un rendim iento en producción (...)
aproxim adam ente el m ism o que daban antes de la incautación” según los
redactores del “Inform e-m arzo 1937” .481
Para el sindicalism o anarquista, predom inante en el sector la colectividad
textil, era la plasm ación efectiva de sus sueños revolucionarios. El Congreso
Regional de A lacant (m ediados de ju lio de 1937) reafirm ó la indisolubilidad
entre el m antenim iento y acrecentam iento de la revolución en la retaguardia y el
esfuerzo bélico para derrotar al adversario. En el Congreso tam bién hubo lugar
para ofrecer propuestas concretas y reform as organizativas. Fruto de estos
acuerdos se celebraba el I Congreso Regional de Sindicatos Fabriles y Textiles de
Levante CNT-FAI (A lcoi 31 de julio-1 de agosto de 1937) con el fin de acelerar
la colectivización del sector.
E ntre las catorce poblaciones asisten tes, que rep resen tab an 12.149
afiliados, acudieron O ntinyent, con 550, y Bocairent, con 80, am bos con un
delegado de un total de 20, al que se añadiría una vez com enzado el Congreso el
sindicato de A lbaida, con 41 afiliados. En el Congreso, la delegación ontiñentina
dejó muy claro que la colectivización era su objetivo m axim alista. En el debate
sobre la necesidad de elaborar unas Bases de Trabajo R egionales el delegado de
O ntinyent m ostró la determ inación de socializar las fábricas prim ero y pasar
p o sterio rm en te a la ren o v ació n de las B ases de T rabajo y, ju n to a las
delegaciones de Valencia y C astelló, m anifestó su oposición a la unidad sindical
con los sindicatos textiles u g etistas.482
E ntre sep tiem b re y o ctu b re de 1937 la co lectiv id ad te x til sufrió
divergencias internas y la presión de los patronos para recuperar sus fábricas.
Con el fin de frenar la devolución, el Control UGT-CNT acordó en octubre
redactar inform es del historial político de los industriales con destino a los
Tribunales de R esponsabilidades Civiles. Con todo, a principios de 1938 ya se
había disuelto el Com ité de Control y la colectividad ante un alud de protestas
anarquistas plasm adas en las páginas de El Productor.483 Su desaparición se
inscribe en un proceso de retroceso de las experiencias colectivistas en la zona
republicana que tiene una m ulticausalidad: gobiernos N egrín, carencia de
técnicos; problem as en la gestión; incorporación de los sindicalistas m ás activos
al frente, con la respuesta patronal de reclam ar sus industrias ante el G obernador
Civil; afianzam iento en el Consejo M unicipal de la fracción m arxista, que recorta
privilegios como el uso exclusivo de vehículos o la finalización de créditos
m unicipales.
514
En algunas fábricas el Comité efectuó liquidaciones y las entregó a su
antiguo propietario, aunque el sistem a m ayoritario fue la continuación del
control obrero. La Paduana fue intervenida por el Estado y dirigida por un
funcionario estatal. Ni en la colectivización ni posteriorm ente se produjeron
cierres de em presas que funcionaron, dentro de la anorm alidad de la coyuntura
bélica, de m anera ininterrum pida.
Los logros de la colectivización o del control obrero para los trabajadores
es un tem a com plicado por la falta de docum entación. Las preocupaciones a
principios de 1938 de algunos controles obreros eran los tem as de la jubilación,
la ayuda societaria con los fam iliares de obreros m uertos en el frente y la
consolidación de los seguros sociales. El Com ité de Control UGT-Vicente G arcía
contem plaba entre sus gastos un donativo a los trabajadores de 7.350 ptas.; otro
para los reclutas de 315 ptas.; cien pesetas para el Socorro Rojo Internacional y
la CNT o 220,75 ptas. de un día de trabajo para las víctim as de la guerra.484 Los
entrevistados que form aron parte de alguna colectividad, como el caso de
A ntonio Vañó en M ontaverner, recuerdan con orgullo cómo los trabajadores
sacaron a flo te u n a em presa en la bancarrota, o b tu v iero n b en eficio s,
consiguieron ayudar a los frentes de com bate y crear una infraestructura cultural.
485
484 ARV, Serie Hacienda, sig. 4.010, Comité de Control UGT-Vicente García.
48^ Las colectividades industriales en Ontinyent a través de GANDIA CALABUIG, J.: “Les col.lectivitats
industriáis i agrícoles a Ontinyent durant la guerra civil”, op. cit., pp. 147-151. Del mismo autor “Notas para
el estudio de las colectividades (1936-1939)”, Almaig. Estudis i Documents, VII, 1991, pp. 16-25 (pp. 16-
21). Las colectividades ontiñentinas siguen las características y evolución del resto de Valéncia. cfr. BOSCH,
A.: Ugetistas y libertarios, op. cit., pp. 23-31; 80-90 y 161-166. Una visión de conjunto en CASANOVA, J.:
“Las colectivizaciones”, en W .AA.: La Guerra Civil, 16, op. cit., pp. 42-63.
515
C uadro núm. 37
F IN C A S U R B A N A S IN C A U T A D A S . O N T IN Y E N T . 1936-1939.
486 Estudios a nivel local en JORDANA, J.: “Un cas de municipalització de les finques urbanes durant la
guerra civil: Granollers, 1936-1939”, Recerques, 25, 1992, pp. 175-195 en el que se recoge un caso
interesante de control sindical sobre la vivienda. El ejemplo de Albacete pertenece a un segundo grupo,
definido por el encauzamiento dentro de la legalidad republicana de las incautaciones urbanas,v.
SEPÚLVEDA LOSA, R.: “Incautaciones de fincas urbanas en Albacete durante la Guerra Civil”, Al-Basit.
Revista de Estudios Albacetenses, Monográfico sobre la Guerra Civil y las Brigadas Internacionales, 1996,
pp. 11-23.
516
Junta de Fincas Incautadas de O ntinyent informaba que no se abonaban los
alquileres y el Servicio estaba “com pletam ente abandonado” , situación que se
repetía en B enissuera y B ocairent.487
Las fincas abandonadas desde hacía años fueron expropiadas por los
Consejos M unicipales para realizar antiguos proyectos urbanísticos o con la
finalidad de paliar el paro en la construcción, debido a la práctica desaparición
de la in iciativa privada durante la contienda. En Bélgida una de las fincas
incautadas fue derribada para facilitar el ensanchamiento de la vía pública.488 En
O ntinyent las obras de reparación o m ejora de inm uebles pasaron a ser
com petencia del A dm inistrador de Fincas Incautadas, con lo que el Consejo
encontró una nueva fuente de gastos. Y en Bocairent, sobre terrenos que habían
pertenecido a José Simó M arín, se proyectaba construir un nuevo m atadero
público.
Las incautaciones de bienes m uebles pasaron a ser em pleadas por los
nuevos ocupantes, excepto cuando los prim eros días de guerra tuvieron lugar
actos de saqueo y pillaje. Los com ités que pudieron salvar obras de arte de
edificios religiosos o dom icilios particulares las transpasaron a la Junta de
In cau tació n y P ro tecció n del Tesoro A rtístico y B ibliográfico N acional
(B ocairent, A lbaida) o las guardaron en su poder hasta su traslado a la Com isaría
General del Servicio de D efensa del Patrimonio Artístico N acional.489 Las
bib lio tecas p articu lares engrosaron las secciones culturales de partidos y
sindicatos, en especial del anarquism o.
Entre ju lio y diciem bre de 1936 cenetistas y ugetistas de O ntinyent
com pletaron su intervención sobre la agricultura y la industria con el resto de
actividades económ icas. H oteles y cafeterías pasaron a form ar parte de la
C olectividad de la Industria H otelera, Cafetera y Anexos UGT-CNT. En junio de
1938 se decretaba su disolución. Cines y teatros (no sólo en O ntinyent) fueron
adm inistrados por com ités sindicales. Los empleados controlaron desde el 14 de
septiem bre los com ercios El Siglo y El Barato desde el 3 de octubre. El 21 de
septiem bre los barberos solicitaban al Comité de Abastos un taller para instalar
su colectividad. A m itad de noviem bre de 1936 los carniceros acordaban el
control de dicho ramo al igual que la em presa de autobuses La C oncepción.490
Las “A rtes B lancas” (panaderías, hornos) fueron socializadas en B ocairent y
O ntinyent. En Bocairent la patronal denunció que la colectividad fue forzada
“pistola en m ano”.491
487 AMO, Correspondencia 1938, 6-V H 938 yAM B, libro 19-XI-1937/3-IX-1939, Libro de Actas, acta de
20-VII-1938.
488 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.195, Juntas de Fincas Urbanas Incautadas. Con datos de Agullent, Aielo de
Malferit, Bélgida y Benissuera.
489 Este fiie el caso de una “supuesta Virgen de Onteniente”. AHN, Serie Hacienda, Caja de Reparaciones,
legajo 6.787, expediente 3
490 Datos procedentes de AMO, Libro de Actas del Comité de Abastos, Correspondencia, “Informe-marzo
1937” e informes personales de posguerra. GANDIA CALABUIG, J.: ‘Les col.lectivitats industriáis i
agrícoles a Ontinyent durant la guerra civil”, op. cit., p. 148. Del mismo autor “Notas para el estudio de las
colectividades (1936-1939)”, op. cit., p. 21.
491 GANDIA CALABUIG, J.: “Notas para el estudio de las colectividades (1936-1939)”, op. cit, p. 24.
517
P intores y obreros de la construcción de la capital com arcal establecieron
a finales de 1936 sendas colectividades UGT-CNT. En la prim avera de 1936
ocuparon la iglesia de San Francisco los prim eros y la de San Carlos los
segundos, hasta que las necesidades m ilitares los desalojaron en 1938. La
colectividad de pintores, alrededor de una treintena, llegó a agrupar a principios
de 1938 a tan sólo siete. La C olectividad de A lbañiles acogía todos los
escalafones laborales de la construcción (aparejadores, m aestros, oficiales y
peones). A rrastraban una crisis de trabajo desde el sexenio republicano agravada
en la guerra ante la ausencia de inversión privada. Las m edidas adoptadas por el
C onsejo en relación con la utilización de las fincas incautadas y las obras de
reparación de cam inos rurales tenían como lím ite las carencias presupuestarias
de las arcas m unicipales. Posteriorm ente la construcción de refugios antiaéreos y
las m ovilizaciones para construir fortificaciones paliaron m ás efectivam ente el
paro en el sector.492
A m ediados de 1938 esta colectividad protagonizó sendos incidentes. El
C onsejo M etalúrgico de Castelló trasladado a O ntinyent producía m aterial
bélico. Sin embargo tuvieron que recurrir al alcalde en julio de 1938, debido a la
p asiv id ad de la C o lectiv id ad de A lb añ iles para term in ar unas obras
im prescindibles destinadas a continuar la fabricación: “Parece que tengan interés
en sabotear el trabajo” .493 declaraban. A principios de septiem bre de 1938 el
presidente de esta colectividad ingresó en la Prisión C elular de Valencia por
negarse a realizar trabajos encargados por el destacam ento de la DECA.494
La problem ática de esta colectividad es m uy sim ilar a otras form as de
in terv en ció n o b rera en C atalunya. En el verano del 36 los sindicatos
conquistaron sus ram as laborales para im poner de m anera m axim alista o
m inim alista sus antiguas aspiraciones. Entre ellas, y de m anera constante,
aparece la reducción del horario laboral y el control propio del trabajo. Conforme
crecía la centralización económ ica y se iban suprim iendo logros parciales en aras
del esfuerzo bélico no todos los obreros aceptaron de buen grado perder las
m ejoras por las que habían luchado, más aún dentro de un sistem a político que
teóricam ente era el que representaba y defendía sus intereses. A lgunas de las
m edidas adoptadas por los albañiles recuerdan los actos antipatronales de la
época anterior. Para estos trabajadores sólo se habían sustituido los nom bres de
sus contratistas y persistió el rechazo tradicional, casi pre-industrial, a las largas
jo m ad as de un trabajo que no podía ser controlado por los trabajadores.495
492 Informe-Marzo 37, op, cit, informes y oficios en AMO, Correspondencia 1937 y 1938. GANDIA
CALABUIG, J.: “Les col.lectivitats industriales i agrícoles a Ontinyent durant la guerra civil”, op. cit., p. 150.
493 AMO, Correspondencia 1938, 16-VII-1938.
494 AHN-SGC, Audiencia Territorial de Valencia, op. cit., legajo 72, 6-IX-1938.
495 SEDDMAN, M.: “Hacia una historia de la resistencia proletaria al trabajo: París y Barcelona durante el
Frente Popular y la revolución española, 1936-1938”, Historia Social, 3, 1989, pp. 33-46.
518
3.4.5. De la a v e rsió n f ra n q u is ta a la m a te ria de los sueños
49 ^ CERDÁ, M.: Els moviments socials al País Valenciá, Ed. Alfons el Magnanim, Valencia, 1981, p. 113.
497 LP, 7-VI-1939.
519
el Estado solam ente garantizó la continuidad de m aterias prim as a las em presas
dedicadas al esfuerzo bélico. En O ntinyent la fábrica de botones de nácar de
Eduardo Llorca atravesaba por problem as de liquidez desde la segunda m itad de
la República. D urante la guerra, dirigida por un Com ité UGT-CNT, rápidam ente
se puso a servir pedidos m ilitares. Su principal m ateria prim a, la conquilla,
provenía de las colonias asiático-oceánicas de Gran B retaña y H olanda, por lo
que necesitaba un crédito de 1.000 libras esterlinas y 4.000 florines holandeses.
El Consejo de Econom ía le denegó el crédito con la objeción que esta industria
no era de prim era necesidad. A gobiados ante un próxim o cierre, que dejaría a
casi un centenar de trabajadores en paro, acudieron a finales de 1936 a la
m ediación de Largo C aballero.498
Un segundo grupo corresponde a em presas que, además de los problem as
respecto a la adquisición de m aterias prim as, perdieron sus m ercados y no
pudieron reconvertirse para servir al Ejército. Eran em presas que ya atravesaban
problem as durante la R epública por retracciones del consumo. Tejidos e hilados
de algodón habían sido durante la R epública el subsector textil más afectado. En
enero de 1937 C ándido Penalba, propietario de una tejeduría de A lbaida
declaraba que
498 AFPI, AH 47-15, UGT-CE (Largo Caballero)/Censo Valencia, carta del 31-XH-1936.
499 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.312, Instancia para Solicitud de Control Obrero, 30-IX-1936.
500 AHN-SGC, PS-Barcelona 1377, Instancia para Solicitud de Control Obrero, 6-II-1937.
520
6.151,6 ptas. en el últim o trim estre de 1936 a 63.428,77 ptas. en 1937 y
201.115,91 ptas. en 1938.501 En esta población de tradición textil la buena
m archa de la producción, bien aprovisionada de m aterias prim as, condujo al
aumento de la jorn ad a laboral a cinco días semanales en marzo de 1937.
Las prim eras m aterias autóctonas no escaparon de las dificultades de
aprovisionam iento. En abril de 1937 la dirección de los Talleres C olectivizados
de forrado de garrafas de 1*O llería afirm aba que “La situación de la m archa del
negocio actual, no es muy próspera, con m otivo de la falta de m ateriales para la
confección; pués a pesar de nuestras gestiones para su adquisición, resultan
infructuosas, m áxim e, cuando no disponem os de mucho efectivo, para su
adquisición, necesario en gran m anera, debido a la forma de pago que en la
actualidad, reclam an los alm acenistas” .502
En abril de 1938 varios trabajadores del Taller Colectivizado de C estería
de T O lleria com enzaron a recorrer pueblos en busca del m im bre necesario para
im pedir el cierre del taller y el paro subsiguiente de las sesenta fam ilias que
trabajaban.503 En ju nio la falta de esparto para embalar la paja de la trilla del
trigo en O ntinyent, forzó el viaje de un consejero a los talleres de cuerda de
Cieza (M urcia).504 Ramón M onzó (UGT), consejero de Fomento de O ntinyent,
describía en tonos alarm antes que “La industria de la m adera y otras existentes
en la localidad no pueden trabajar la sem ana com pleta, una por falta de m aterias
prim as y otras por carecer de pedidos” .505
La falta de m aterias prim as lastró una producción papelera que nunca tuvo
problem as de m ercado. La escasez de azúcar condicionó negativam ente a las
pequeñas em presas de confitería, chocolaterías, helados y sectores de la industria
vidriera. Por esta razón, en mayo de 1937 paró la m aquinaria de la fábrica de
espejos y lunas de José Alonso (Control Obrero CNT).506 La C ooperativa
A lpargatera de Benigánim servía pedidos de guerra y daba trabajo, según el
Consejo M unicipal, a más de 600 personas. A principios de 1938 detuvo su
producción ante la escasez de lona. Problem a extensible para las alpargaterías de
O ntinyent, aunque, como sucedió con los núcleos alpargateros de A lacant, las
crisis de trabajo derivadas de la estacionalidad del trabajo o de las dificultades
de aprovisionam iento se verían com pensadas por los beneficios obtenidos.507
La in dustria quím ica com arcal vivió una situación am bivalente. La cerería
se reconvirtió en la m edida de lo posible hacia la jabonería, ya que en la zona
republicana había desaparecido cualquier actividad religiosa. La guerra redujo
drásticam ente la producción jab o n era, m ucho más desde la conquista de
Santander y la pérdida de la factoría Solvay en enero de 1937, paliada por la
501 SANTACREU SOLER, J.M.: L ’economía valenciana durant la guerra civil, Ed. Alfons el Magnánim,
Valéncia, 1992, pp. 106-107.
502 AHN-SGC, PS-Barcelona 1377, Instancia para Solicitud de Control Obrero, 6-Ü-1937.
503 AMOLL, Caja 24, op. cit., ll-IV-1938.
504 AMO, Correspondencia 1938, 9-VI-1938.
505 Citado por GANDIA CALABUIG, J.: “Les col.lectivitats industriáis i agrícoles a Ontinyent durant la
Guerra Civil”, op. cit., p. 150.
506 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 3-IX-1937.
507 AMBG, libro 10-V-1937/25-IV-1938, Libro de Actas, acta de 17-1-1938. SANTACREU SOLER, J.M.:
L ’economía valenciana durant la guerra civil op. cit., pp. 112-115.
521
fabricación de barella en A lacant. A pesar de este contratiem po los beneficios
legales fueron im portantes, ya que el jabón era un producto de consumo
im prescindible y llegó a ser uno de los productos con m ayor demanda en el
m ercado negro. En enero de 1938 la D irección General de A bastecim ientos
intervino la producción de jab ó n , controlando (o intentándolo), la producción, la
com ercialización y las existencias de las fábricas.508
Aun sin estadísticas ni docum entación que lo dem uestre, el registro oral
nos inform a que las fábricas de jab ó n esparcidas por la com arca ingresaron
suculentos dividendos, fruto del intercam bio de jabón por productos alim enticios
de prim era necesidad, como el arroz que venía de las dos R iberas.509 La
fabricación de bujías se encontró con el problem a de la irregularidad en el
sum inistro de parafina am ericana.510
El desabastecim iento de m aterias prim as o la falta de m ercados no fueron
los únicos problem as para la industria. Los trám ites burocráticos de unos
Consejos envueltos en graves problem as internos a veces paralizaban la actividad
industrial. Esto sucedió en abril de 1937 con las toneladas de cordelería
procedentes de G lasgow y H ull, destinadas a la fábrica de papel La C lariana
(Control O brero UGT-CNT). R etenidas en la aduana portuaria de Valéncia en
espera de los certificados oportunos que debía expedir el Consejo M unicipal. No
fue un caso aislado, con lo que La Clariana tuvo que soportar la ineficacia
adm inistrativa adem ás de problem as de abastecim iento, com ún al resto de la
industria papelera valenciana.511
Las insuficiencias crónicas de m edios de transporte desde 1938 fueron
otro contratiem po. El Com ité de Control de las Industrias Socializadas de la
M adera de O ntinyent, que construía carrocerías para am bulancias sanitarias por
encargo de la Subsecretaría de A rm am ento-Sección B lindados, detuvo los
talleres a principios de ju n io de 1938 por carecer de los m edios de transporte
necesarios para recibir la m adera.512 La intervención estatal en em presas cuya
producción era im prescindible para la guerra aseguró la continuación de las
mism as. En enero de 1939 se intervenía la fabrica de alcoholes de José Sanz y
Cía. de O ntinyent para asegurar el sum inistro de alcohol al H ospital M ilitar.
A través de las M atrículas Industriales no parece que la guerra provocase
cierres m asivos de talleres o com ercios. H abitualm ente desaparecen en 1938
algunas pequeñas prensas de aceite o el pequeño com ercio dedicado a la
alim entación: abacerías, tablajeros, barberos, venta de pescado fresco, venta de
carnes frescas o de leche. Supresión más sobresaliente en las poblaciones
CAO
CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, Desenvolupamente económic i canvi social, op. cit, pp. 83-84.
Para el País Valenciano cfr. SANTACREU SOLER, J.M.: L ’economía valenciana durant la guerra civil, op.
cit, p. 119.
509 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 84.
510 AMA, Sección Histórica. Guerra Civil. Administración Republicana, reunión de gerentes de los
Controles Obreros de cererías de Agullent, Albaida y Ontinyent, 6-HI-1937.
511 Las papeleras en SANTACREU SOLER, J.M.: Veconomía valenciana durant la guerra civil, op. cit.,
pp 115-117.
31 El alcalde tuvo que mediar ante el Jefe de Transportes del Ministerio de Hacienda de Valencia para
subsanar el problema.
522
m ayores, aunque la norm a general es un nivel muy poco apreciable y muy
desigual.513
Para la agricultura serían años de contrastes. Privados los productos
com erciales de exportación de una parte de sus canales de venta al exterior, con
fertilizantes y plaguicidas que llegaban con cuentagotas y a precios muy
elevados por la especulación, acosada en muchos casos por la adversidad
clim atológica, logró paliar estos condicionantes adversos gracias a los buenos
años de su cosecha principal: la uva destinada a la vinificación.
Las deficiencias estructurales del vino valenciano fueron abordadas en el
m arco de una econom ía intervenida por las sindicales. A sí, una com isión
proyectó la form ación de la C ooperativa V itivinícola Valenciana-UGT/CNT, por
la cual toda la provincia se conceptuaba (“obligatoriam ente”) como una gran
cooperativa dividida en once zonas. Dos de ellas reunían a gran parte de los
pueblos de la com arca: la séptim a zona comarcal, con base en O ntinyent,
abarcaba l ’O lleria, A ielo de M alferit, A gullent, Bocairent, la Font de la Figuera,
M oixent y Vallada (las tres últim as en la com arca de La Costera). La octava, con
base en la Pobla del Duc, recogería la producción de Bellús, A lfarrasí, Bixquert
(una partida de X átiva), M ontaverner, A lbaida, Bélgida, C astelló de Rugat,
Llutxent, B enigánim , Q uatretonda, B arxeta y Genovés (La Costera) y Roto va (La
Safor). La C ooperativa estaría gestionada por un Comité del Vino dependiente
del CEP de V alencia, pero autónom o en sus actividades. Los cosecheros de uva
declararían en su com ité com arcal la cantidad y calidad de la cosecha, para
posteriorm ente distrib u irla entre las bodegas que dispusieran de envases libres.
La C ooperativa se encargaría de la elaboración y posterior venta. Se buscaba la
elaboración de un vino de calidad, alejado de la tópica im agen del caldo de m esa
vulgar sujeto a m últiples fraudes, adem ás de ordenar un m apa general del
transporte.514
La corporativización sindical del sector llegó a los bodegueros con la
creación (9-1-1937) del Sindicato Provincial de Técnicos y Prácticos en Enología
(UGT) sito en R equena, fundado por 17 bodegueros de la ciudad y su térm ino,
uno de la capital provincial y el bodeguero poblano R afael L luesm a.515
Posiblem ente el consum o de vino se increm entaría con la instalación del CRIM ,
como se ha dem ostrado en el Vallés O ccidental (C atalunya).516 En cuanto a la
uva de m esa, se incluyó en la Central Exportadora de Uva de M esa (25-8-1937).
La algarroba tuvo buenas expectativas debido al aumento de precios derivado de
la gestión de la Federación A lgarrobera patrocinada por los Com ités del Frente
Popular de Valéncia y Castelló (agosto 1936). Las inclem encias m etereológicas
513 Poblaciones consultadas: Alfarrasí, Bellús, Benissuera, Benicolet, Llutxent, Montitxelvo, Terrateig,
Salem, Ráfol de Salem y l’Olleria.
514 Archivo de la Fundación Largo Caballero, Fondo Rafael Heras (1936-1977), sig. ARH 23.5, caja 23, sin
fecha.
313 AFPI, AH-34-9, UGT-CE/Censo Valencia, Sindicato Provisional de Técnicos y Prácticos en Enología de
Requena. Socios Fundadores.
516 BORA MATEO, J.E.: El impacto de la guerra civil en la economía del Vallés Occidental
(1936-1939), Tesis Doctoral, UAB, 1990.
523
de 1937 dañaron gravem ente las cosechas agrícolas de ese año. Por ejem plo, la
helada de marzo destrozó gran parte del térm ino de M ontaverner.517
Aunque sin una estadística precisa para corroborarlo, las escasas fuentes
disponibles hacen pensar que la Valí d ’A lbaida repitió la tendencia apuntada por
Santacreu Soler para la provincia de A lacant: un retroceso de los cultivos
com erciales arbóreos y un increm ento de los cereales para el secano dirigidos a
aprovisionar las ciudades o al Ejército de la República, pero tam bién al m ércalo
negro o a la m era subsistencia.518 El inform e de Joaquín M ateu G arcía (CNT),
alcalde de r o il e r i a , en mayo de 1937 refuerza esta tendencia:
517 AMM, sig. 585/4, Expediente instruido con motivo de las heladas de los días 24, 25 y 26 de marzo de
1937.
518 SANTACREU SOLER, J.M.: L ‘economía valenciana durant la guerra civil, op. cit., pp. 78-81.
51^ AAO, oficio dirigido al Ministro de Agricultura, 3-V-1937.
520 AMA, Caja Sección Histórica. Reforma Agraria de la República. Incautación de Fincas Agrícolas, oficio
dirigido al Delegado del IRA, sin fecha.
521 AMO, libro 22, Libro de Actas, acta de 22-XI-1938.
522 SHM, ZN, A. 96, legajo 6, carpeta 2, Declaración de un desertor del Ejército Republicano sobre el CRIM
n° 11 de Albaida.
524
lo s esquem as de la provincia de A lacant: se puso al servicio de la finalidad
úl tima: ganar la guerra.523
523 SANTACREU SOLER, J. M.: “La producción de guerra y las tesis de la Posición Yuste”, en W .A A .:
Guerra civil y franquismo en Alicante, Instituto de Cultura “Juan Gil-Albert”, Alacant, 1990, pp. 47-95. Del
mismo autor “El impacto de la guerra en la economía de la provincia de Alicante (1936-1939)”, Canélobre,
7-8 1986, pp. 49-56,
524 VE, 6-X-1936.
Según la apreciación tomada de BORKENAU, E: El reñidero español, op. cit., p. 153.
525
partido con 200 m iem bros de la UGT. En Aielo de M alferit la Radio Com unista
dejaba de cubrir dos de los puestos que le correspondían, entre otras causas
porque decían “conform arse con la política y su conducta observada por los
Cam aradas de la Sociedad O brera “El Progreso” (UGT)” .526 En O ntinyent la
Federación de Sociedades O breras-U G T donaba 175 ptas. para el Rincón Rojo
del PC en febrero de 1937, cifra sim ilar a la aportada para propaganda
ugetista.527 La aproxim ación com unista term inó con el program a de fusión entre
la Federación de Trabajadores de la Tierra (PCE) y la FNTT, después que ésta
últim a se alejara de la anarquista FRLC.
En m enor grado, siem pre en pequeñas localidades, se daba una dualidad
afíliativa entre com unistas y libertarios. Vicente Lloret, de Benissoda, fue
elegido consejero en mayo de 1937 “por orden de la CNT de O nteniente” y José
M aría Vidal, un labrador de Palom ar, Com isario de Infantería, fundó el Partido
Com unista a la vez que ejercía de presidente de la CNT y socio de Izquierda
Republicana. La im plicación de la juventud en el Partido Com unista se hace
patente en el com unism o com arcal, en la línea m aestra de participación política
juvenil, general para la zona republicana. Encontram os radios com puestas por
jóvenes jornaleros de entre 25-30 años en B enissuera, M ontaverner y Salem. En
M ontaverner, adem ás, aparecían trabajadores del textil. De los tres consejeros
que le correspondían al PCE en el Consejo M unicipal de A ielo de M alferit tan
sólo se cubrió uno de los puestos ya que “en su m ayoría los com ponentes son
m enores de edad” .528 La participación de funcionarios es reseñable y en dos
poblaciones fueron los prim eros presidentes: B eniatjar (m aestro) y B élgida
(cartero).
Otros casos son la plasm ación de la intensa m ovilización socio-política
del sexenio republicano y de trayectorias ideológicas personales iniciadas en el
rep u b lican ism o de izq u ierd a. El jo rn a le ro M iguel C erdá Jover com enzó
m ilitando en el radical-socialism o, posteriorm ente en la UGT y finalm ente fue el
im pulsor de la Radio com unista de Ráfol de Salem. A lgunos habían evolucionado
desde el PURA hasta Izquierda R epublicana y el com unism o, como el labrador
Juan Calabuig del Ráfol de Salem , tesorero de la Junta M unicipal del PURA en
1931 y directivo de la radio com unista. Todos partían de la convergencia del
republicanism o de izquierda con el com unism o en la defensa del pequeño
propietario o del arrendatario y del restablecim iento del orden estatal frente al
colectivism o anarquista y los com ités. Casos acom odaticios, más propios de la
historiografía del Partido C om unista=partido de conveniencia, son los de José
Guerola Soler, agricultor y propietario de una taberna. Subcabo del Somatén en
1926, alcald e de B en isso d a en tre 1929 y 1930, p e rten ecía a Izquierda
R epublicana. Fue alcalde-presidente de los Consejos M unicipales de 1938 por el
Partido Com unista.
La Com arcal com unista de O ntinyent agrupaba a A gullent, Aielo de
M alferit, A lbaida, A tzeneta, B enissoda y B ocairent (12 afiliados en mayo de
526 AMAM, sig. 690/5, Expediente para la Constitución del Consejo Municipal, 9-1-1937.
527 AMO, Correspondencia 1937.
528 AMAM, sig. 690/5, Expediente para la Constitución del Consejo Municipal, 9-1-1937.
526
1938). Fontanars aparece en 1937 dentro de la Radio de M oixent. En el Pleno
C om arcal de M ontaverner (mayo de 1937) la propuesta política se dirigió hacia
la conversión con el Partido Socialista a través de un com ité de enlace y la
publicación de un periódico quincenal m ixto.529 Los dirigentes com arcales se
congratulaban de los avances en la captación de la UGT de O ntinyent. De hecho
en el prim er C onsejo M unicipal de esta ciudad, el Partido Com unista se situó en
la “ fracció n m a rx ista ”, ju n to a u g etistas y so cia listas, defendiendo
constantem ente la legalidad del G obierno de la R epública.530
Sin duda la im agen ofrecida por el partido que representaba a la Unión
Soviética, como único país que ayudaba sinceram ente a la R epública y su aparato
propagandístico, ayudaron a consolidar el crecim iento com unista, especialm ente
entre sectores burgueses. Pero sería la im plantación de la Federación Provincial
C am pesina, p re sen ta d a com o d efen so ra de los pequeños p ro p ie ta rio s y
arrendatarios, así como del cooperativism o, la base para su éxito, que se nutrió a
p artir de ugetistas m oderados, republicanos de izquierda y cam pesinos católicos.
Con todo, la im plantación m asiva del Partido Com unista en la com arca tenía sus
contradicciones, que no pasaban desapercibidas para los propios com unistas pues
eran en parte el fruto de una respuesta social situada a m edio cam ino entre el
convencim iento y la m era conveniencia: “A pesar del bajo nivel político de
algunas radios, las intervenciones en general dem ostraron una gran voluntad de
trabajo en nuestros cam aradas y com prensión de las tareas fundam entales del
m om ento.” En este Pleno no faltó la constatación de roces con el resto del Frente
Popular al resaltar que el “trabajo de unidad que cada m ilitante del Partido
realiza en los diferentes pueblos, aun a costa de muchos esfuerzos, dada la
incom presión que existe en algunos sectores del campo antifascista” . 531
Las Juventudes Socialistas U nificadas crecieron en aquellas poblaciones
en las que existía una base previa, como la Pobla, con 186 socios en la prim avera
de 1937. P rotagonizaron actos de captación en las pequeñas poblaciones de la
comarca. En enero de 1937, el poblano Santiago Boscá, delegado del distrito,
visitaba B eniatjar, pueblo “que estaba adorm ecido a las ideas m arxistas y que las
ignoraba de lleno por no haber escuchado a ningún orador socialista” .532 D espués
del acuerdo p o r el que las ju v en tu d e s debían abandonar los C onsejos
M unicipales, perdieron sus parcelas de poder.
El P artid o S o cialista co n tab a con agrupaciones en casi todas las
poblaciones desde 1933, aunque algunas de ellas habían desaparecido debido a
problem as económ icos o a la represión de octubre de 1934. Así, m ás que de
nuevas fundaciones debem os hablar de refundaciones, como la efectuada por la
A grupación de C astelló de Rugat el uno de enero de 1937. En O ntinyent, donde
no existía previam ente, fue legalizada en octubre de 1936. Su prim era directiva
estaba com puesta por ugetistas y personas ligadas a Izquierda R epublicana.533
527
De los años republicanos perduró la tradicional m orosidad de las agrupaciones,
que ocasionaba bajas y altas anuales o bianuales por falta de cotización de las
cuotas, agravada a m edida que avanzaba la guerra (crisis económ ica,
incorporación al frente...).
En 1937 la A grupación S ocialista de A lbaida debía 750 ptas.; A ielo de
M alferit 756 ptas.; l ’O lleria 142 ptas.; la Pobla 184 ptas. y Benigánim 129 ptas.
D eudas inferiores a 50 ptas., pero im portantes proporcionalm ente, en Otos, Ráfol
de Salem , Terrateig y B eniatjar.534 En el listado de las 31 agrupaciones que no
podían pagar por su “ extrem a penuria” de junio, se incluían las de A lbaida y la
Pobla. Seis agrupaciones, entre ellas Benigánim , estaban advertidas para causar
baja en noviem bre por falta de pago de 139 pesetas. En febrero de 1938, entre los
39 pueblos valencianos propuestos por la Ejecutiva N acional para cursar su baja,
aparecían cuatro pueblos de la com arca.535
En el inventario de la Ejecutiva de la Federación Socialista Valenciana
(finales de 1937) se dan cita cuestiones de desajustes adm inistrativos, como no
enviar la docum entación, el dificultoso acceso a los carnets para los futuros
afiliados o la dualidad Federación V alenciana/Ejecutiva N acional, causa de
abundante correspondencia por parte de ambas para localizar el pago de las
cuotas de las agrupaciones. Estos problem as de organización interna ocupan gran
parte de la docum entación conservada. En febrero de 1938 doce pueblos habían
pagado sus cuotas directam ente al Com ité N acional, m ientras que la FSV se las
reclam aba (algunas veteranas como A ielo de M alferit) y otros seis no habían
enviado su docum entación com pleta.536
N um erosas cartas cruzadas entre las agrupaciones y la FSV /Ejecutiva
N acional hacían referencia a las dificultades para conseguir carnets de afiliación,
hasta tal punto que el 1 de febrero de 1938 el secretario de la Ejecutiva de la
Federación Socialista V alenciana recom endaba al presidente de la A grupación de
Terrateig que “Respecto al m aterial de cotización, hem os de haceros saber que
nosotros no tenem os cupones, por tanto, no los podem os rem itir, son las propias
A grupaciones, las que se los confeccionan con arreglo a sus necesidades”.537
El socialism o valenciano de la guerra heredó las pugnas internas entre
largocaballeristas y prietistas. Sabemos que las agrupaciones de A ielo de
M alferit y B enigánim estaban al lado de los derrotados caballeristas en los
sucesos de ju lio de 1937. La prim era, anunciaba su posición en una carta dirigida
al Com ité Ejecutivo N acional.
534 AFPI, AH-2-34, Movimiento de altas y bajas de las Agrupaciones Socialistas de Valencia. 1936-1938.
533 Ibídem y AH-2-8-1937, Historia y situación de las Agrupaciones Socialistas de Valencia
536 AFPI, AH-2-34, op. cit.
537 AFPI, AH-1-66-2, PSOE/CE/Correspondencia, l-VIII-1938.
528
E x t r a o r d i n a r i o , p a r a q u e s e a el, e l q u e e l i j a s u C o m i s i ó n E j e c u t i v a ,538
338 Aielo de Malferit en AFPI, AH-0-27, Censo de la Provincia de Valencia, 31-VII-1937. Benigánim en AH-
0-38, PSOE-CE/Correspondencia. Valencia, 7-VIII-1937.
539 AFPI, AH-1-27-2, PSOE-CE/Correspondencia. Valencia, 25-XI-1937.
340 El tumultuoso socialismo valenciano en GIRONAALBUIXECH, A.: Guerra i revolució al País Valencia
(1936-1939), op. cit., pp. 364-387 y PIQUERAS ARENAS, J.A.: Historia del socialismo, op. cit., pp. 109-
112. Para el nacional cfr. TUNÓN DE LARA, M.: “El socialismo español en la guerra civil” en JULIÁ, S.
(coord.).: El socialismo en España, Ed. Pablo Iglesias, Madrid, 1986, vol I, pp. 275-295. MATEOS, A.: “La
división de los socialistas”, en W .AA.: La Guerra Civil, 15, op. cit., pp. 88-101.
541 VE, 27-XI-1936.
529
C u ad ro núm . 38
530
Cuadro núm. 39
EVO LUCIÓ N DE LA AFILIACIÓN A LA FNTT. 1931-1936/1937.
AFILIADOS AFILIADOS
LOCALIDAD
REPUBLICA M ARZO 1937
Agullent s/d 212*
Aielo de M alferit 250 250
Aielo de Rugat s/d 20
Albaida s/d 109
Alfarrasí 81 96
Atzeneta 100 200*
Bélgida s/d 156
Bellús 30 57
Beniatjar s/d 50
Benicolet s/d 45
*
o
Benigánim 100
B enissoda 30 s/d
Benissuera s/d 50
B ocairent 50 308
Bufali s/d 60
Carrícola s/d 27*
Castelló de Rugat 100 300
Fontanars 100 200
G uadasséquies s/d s/d
Llutxent 200 445
M ontaverner s/d 42
M ontitxelvo 30 s/d
L’Olleria 125 90
O ntinyent 30 598
Otos s/d 52
Palom ar s/d 47
Pinet 35 50
La Pobla del Duc 100 225+290
Q uatretonda 80 450
Ráfol de Salem 55 73
Rugat s/d 60
Salem 30 100
Sant Pere s/d 41
Terrateig s/d 47
FUENTE: Para la segunda colum na hem os consultado las “A ctas tom adas
taquigráficamente del XI Congreso celebrado los días 7,8 y 9 de marzo en el Teatro de
la Libertad de Valéncia. Federación Española de Trabajadores de la Tierra-UGT.
Secretariado Provincial de Valencia”. El astérisco (*) indica datos de diciembre de 1936.
531
Las sociedades asentadas fueron especialm ente sensibles al peligro que
podía com portar la aceptación m asiva. D ieron de alta a conocidos derechistas, a
veces por necesitar técnicos para dirigir las colectividades, incautaciones o
controles obreros, a veces para garantizar un sindicato num eroso que les
asegurara una posición de fortaleza en el reparto de los poderes m unicipales y
locales nacidos en la guerra (Consejos M unicipales, com ités de control obrero,
asociaciones de solidaridad). A daptaron el espíritu de la Circular p ara im pedir
que socavasen a las sociedades. Solidaridad O brera de rO lle ria acordaba (16-8-
1936) que “todos los com pañeros que ingresen en esta Sociedad, y no habian
estado a ningún partido del Frente Popular, afiliados, no tendrán voz ni voto
durante dos años” .542 Casi un mes después la Junta D irectiva consideraba cada
adm isión de m anera particular.543 La V ictoria de B ocairent no concedió voz ni
voto a los afiliados posteriores al 18 de ju lio hasta la A sam blea del 13 de febrero
de 1938 con la condición de pasar por el tam iz de la Junta.544 En apenas tres
m eses contaba con 190 trabajadores y 123 trabajadoras. En febrero de 1937
recogía 592 asociados (414 hom bres y 178 m ujeres).
Las secciones lo cales, incluso las v eteranas, hicieron gala de una
deficiente adm inistración. En el XI Congreso de la FETT (Valéncia, m arzo de
1937) B en iatjar y la P obla del Duc incum plían las norm as censales de
afiliados.545 Seguram ente las arcas sindicales se m antuvieron dentro de unos
parám etros muy sim ilares a los años republicanos, hasta la mitad de 1938. Es el
m om ento en que la contabilidad de La V ictoria arroja un brusco descenso del
líquido disponible en caja para el tercer trim estre (de 3.410 ptas. del 2o Trim estre
a 834,9 ptas.), que continuó para el 4o, con 675,10 ptas. El m otivo radica en el
considerable aum ento de la partida destinada a las fam ilias de los com batientes,
creada en el 2o trim estre: del 31,4% del total de los gastos al 63,7% (3o trim estre)
y el 63% del 4o trim estre.546
La UGT siguió la tónica de la R epública en cuanto a afiliar a trabajadores
industriales o m anufactureros de los pueblos. El textil se inscribió en la
Federación P rovincial de Vestido y Tocado-UGT, aun cuando ya pertenecían a la
N acional: B élgida, A lfarrasí (20) y M ontaverner (34). En 1937 ingresaban los
obreros alpargateros de B enigánim , cesteros de l ’O lleria, junto a Textil y Fabril
de A lbaida (340). Esta Federación se vio envuelta en las luchas internas del
ugetism o, que estallaron definitivam ente en septiem bre de 1937 en el contexto de
acoso y derribo contra el últim o bastión caballerista en los órganos del sindicato:
el Com ité Ejecutivo.
En septiem bre de 1937 el Com ité Ejecutivo (CE) ugetista procedía a
expulsar a diez de las catorce federaciones industriales con el pretexto de
adeudar las cuotas sindicales, aunque la verdadera m otivación respondía a la
532
estrategia del sector caballerista para asegurarse la m ayoría de delegados en un
p róxim o Congreso Nacional. Entre las expulsadas se encontraba la Federación
E spañola de las Industrias Fabril Textil y Anexos (FEIFTA, adeudaba dos
trim estres) y con ella la Federación Regional Valenciana de Industrias Fabriles,
Textiles y Anexas (FRVIFTA), la segunda con más afiliados. U na delegación de
la Federación acudió al local ugetista de Valéncia para advertir que se trataba de
un error, llegando al extremo de levantar un acta notarial que certificaba estar al
corriente del pago. La respuesta del CE fue anunciar que esperaría a contar con
diez sindicatos textiles adheridos a ella para crear otra Federación N acional de la
Industria Textil controlada por los caballeristas y por tanto la escisión en dos
federaciones textiles socialistas.
La FEIFTA reclam ó un C ongreso N acional E x trao rd in ario de la
Federación Española de la Industria Textil para aclarar el asunto de la cotización,
b ien sustituyendo a su directiva en caso de comprobar la falta de pago, bien en el
caso contrario sustituir a la Ejecutiva de la UGT. El 16 de noviem bre, la
E jecutiva del Sindicato de Industrias Textiles y Fabriles de Valencia-UGT
tom aba el acuerdo de suspender el pago de la cotización a la Federación de
Industria, al mismo tiempo que pedía el retorno de las Federaciones expulsadas.
El C ongreso Extraordinario, convocado por Largo Caballero, encontró el rechazo
m ás absoluto de la Federación Española Textil, que reclamó en circulares a todos
sus asociados continuar en la obediencia al Comité N acional.547
Cuadro núm. 40
B ocairent 25
Ontinyent 100
Obreros de la construcción
L 'O lle ria 34
La Pobla del Duc 21
B ocairent 23
L 'O lle ria 16
Transporte
La Pobla del Duc 22
Ontinyent 172
^47 Cfr. obras citada en la nota núm. 15. Las circulares y la respuesta del Sindicato Provincial de Industrias
Textiles y Fabriles de Valencia en AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, ASVTFLV, Correspondencia 1936-1938, 20
y 29 de septiembre de 1937, 18-XI-1937 y 20-XI-1937.
533
Cuadro núm. 41
FED ERA CION ES LOCALES DE SOCIEDADES OBRERAS-UGT.
LOCALIDAD SOCIEDADES FECHA AFILIADOS
Industria Textil y Fabril "La
Fraternidad"
Campesinos Marzo 1937
Construcción
Madera
Transporte
Piel
Ontinyent Botones s/d
Vestido y Tocado
Artes Blancas
Oficios Varios
Sindicato Médico Febrero 1938
Agentes comerciales
Administrativos
Trabajadores de la enseñanza
Centro Obrero-Casa del Pueblo
Trabajadores de la Tierra
Industria Vidriera y Similares 46/66
L’Olleria Ramo de la Madera Enero 1937 45/175
Cortantes de carnes
Ramo de la Construcción
Transportistas
548 AFPI, AH-47-15, UGT-CE (Largo Caballero)/Correspondencia. Valencia. Para TOlleria AHN-SGC, PS-
Madrid 1.039, Actas del Centro Obrero-Casa del Pueblo UGT-Olleria, acta de 12-1-1937.
^49 El Reglamento de la Federación local en AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, ASVTFLV, Correspondencia
1936-1938,31-VII-1938. Los datos de afiliación a los sindicatos ugetistas de Bocairent han sido extraídos de
la misma fuente. Una aproximación comarcal en BALLESTER ARTIGUES, T.: “Implantado del P.S.O.E. a
la Marina Alta durant la República i la Guerra Civil”, Revista de Festes de la Puríssima Xiqueta de Benissa,
Benissa, 1989, s/p. De la misma autora cff. La Segona República a la Marina Alta, op.cit. pp. 201-202.
534
A parecían (1937) sindicatos de Obreras de la Tierra-FN TT en Castelló de Rugat
(180) y la Pobla del Duc (10), donde las obreras m anuales de la UGT habían
aum entado de las 34 afiliadas en 1932 hasta las 107 en septiem bre de 1936. Por
su parte, en Q uatretonda, afirm aban contar con 298 afiliadas en marzo de
1937.550
La propaganda fue uno de sus soportes. El novel ugetism o ontiñentino
congregaba un m illar de asistentes en un gran m itin celebrado en la Plaza
C astelar de O ntinyent (febrero 1937).551 Los nuevos sindicatos desconocían el
funcionam iento interno de las organizaciones avaladas por décadas de lucha
sindical. Su bisoñez daba lugar a intervenciones que dem ostraban su falta de
tradición societaria. En la quinta sesión del Congreso de la FNTT (marzo de
1937), los delegados de O ntinyent proponían la redacción de un extracto del
Congreso para ser enviado a las secciones locales. Pedro G arcía tomó la palabra
para contestar: “En todos los congresos, no de ahora, desde que se fundó nuestra
organización cam pesina, siem pre ha tenido el Secretariado el buen cuidado de
recoger todo aquello lo más im portante (...) de im prim irlo en folletos y rem itirlo
después a todas las secciones. De modo que, no es una cosa nueva para nosotros
( ) ” 552
Los sindicatos ugetistas de la com arca intervinieron activam ente en el
engranaje del sindicalism o provincial. En la A sam blea Provincial E xtraordinaria
de la UGT (diciem bre de 1936) acudieron representantes cam pesinos de Castelló
de Rugat, Benigánim , O ntinyent y Palomar, O ficios Varios de A tzeneta y
M ontaverner.553 El entusiasm o por “la causa del trabajo” reinaba en sindicatos
que habían soportado discrim inaciones constantes en los años republicanos. El
17 de abril de 1937, después de haber cotizado puntualm ente la cuota que le
correspondía con el Secretariado Provincial, la Sociedad Obrera Textil y O ficios
Varios de O ntinyent le escribía en estos térm inos: “ Cam aradas; deseam os de que
hagais todo lo him posible para á nunciarlo en el M ercantil Valenciano ó en la
radio para que nuestros cam aradas esten satisfechos...” .554
En cuanto a las relaciones con el resto del Frente Popular no se han
encontrado grandes disputas, excepto en Bocairent. En respuesta a una encuesta
pedida por el Secretariado Provincial en mayo de 1938 (C ircular núm. 4), la
dirección de La V ictoria respondía, que con Izquierda Republicana “no podem os
tener ninguna relación porque está llevándose con nosotros peor que cuando
existia la D erecha Regional V alenciana”, si bien con el resto consignaba “buenas
relaciones de sim patía” .555No faltaron conflictos internos. El 12 de octubre de
1937 la A sam blea G eneral de FSO-UGT de O ntinyent destituyó a sus consejeros.
A ntonio Sánchez Escobar, consejero de abastecim iento de rO lle ria culpabilizaba
55® Las obreras ugetistas de la Pobla del Duc en AHN-SGC, PS-Alicante 25/1, Libro de Actas de la Sociedad
Obreras Manuales de Puebla del Duc. Los datos sobre el ugetismo y el socialismo han sido extraídos de la
consulta del AFPI y de Adelante y La Correspondencia de Valencia.
551 LCV, 16-Ü-1937.
Actas tomadas taquigráficamente del XI Congreso, op. cit
553 LCV, 14-XÜ-1936.
554 AFPI, AH-47-12, UGT-CE/Correspondencia. Valencia, 17-IV-1937.
555 AHN-SGC, PS-Madrid 2.025, ASVTFLV, Correspondencia 1936-1938,17-V-1938.
535
a com pañeros de la Casa del Pueblo de haber difundido la “calum nia” que le
acusaba de abusar de su cargo para conseguir m ayor racionam iento.556
La evolución de la izquierda republicana se m ueve en un com pleto vacío
docum ental. Izquierda R epublicana se había convertido en el principal partido
republicano de la com arca, después de absorber durante la República a los
rad ical-so cialistas y a la izquierda del blasquism o. Ya en la guerra, los
republicanos de izquierda se posicionaron generalm ente al lado del Partido
Com unista o ingresaron en la “Cam pesina” , en m enor número en el Partido
Socialista. Este m ovim iento hizo que en las poblaciones m ayores, Izquierda
R epublicana, com unistas y socialistas generalm ente votasen juntos en los
C onsejos M unicipales. A partada en m uchos de los prim eros consejos, recuperó
parcelas de poder en las rem odelaciones de septiem bre de 1937, para encabezar
los Consejos m oderados preocupados por resolver los graves problem as de
abastecim ientos y refugiados. Sim ilar dinám ica recorrió las escasas agrupaciones
de la U RN .557 El valencianism o político del sexenio republicano había estado
dom inado por la D erecha Regional y, en m enor m edida, por el blasquism o. En
febrero de 1937 encontram os una sección local de Esquerra Valenciana en
A lbaida, aunque algunos de sus afiliados eran estudiantes católicos.558
El 18 de ju lio encontró al anarcosindicalism o ontiñentino en pleno proceso
de reestructuración, iniciado en marzo de 1936, después de dos años de semi-
clandestinidad y en una diáfana radicalización m axim alista a raíz de la huelga
textil. El organigram a anarquista en la Valí d ’A lbaida se dividió en dos grandes
agrupaciones: la Federación Local de O ntinyent y la Comarcal. D urante la
guerra, la ciudad del Clariano seguiría ocupando la centralidad del anarquism o
com arcal, por vigor, fortaleza, núm ero y credibilidad. H acia septiem bre de 1937,
la C om arcal com prendía las secciones de A gullent, B enissoda, A tzeneta,
Palom ar, A lbaida, O ntinyent, Otos, la P obla del Duc, Benigánim , M ontaverner
(creado en septiem bre de 1936), B ocairent, Ráfol de Salem y A ielo de M alferit
(adem ás de la Font de la Figuera).
Los datos afiliativos son dispersos: en enero de 1937 los cam pesinos
anarquistas de B ocairent, incluidos en el Sindicato Textil-O ficios Varios-CNT,
no rebasaban la cincuentena de afiliados; un año m ás tarde apenas 57 y 108
fam iliares, en m itad de diciem bre de 1938 había bajado a 19 socios y un total de
54 fam iliares, M ontaverner sum aba 49 en m arzo de 1937. A lbaida y B enissoda,
sin pasado anarquista, contaban con sindicatos num erosos. A lbaida tenía 335
socios, entre ellos 153 de la sección cam pesina, en m arzo de 1937 y B enissoda
50 en noviem bre de 1936. Sabemos que en Castelló de Rugat se había creado un
sindicato de obreros y obreras de la CNT antes de m arzo de 1937.559
Es com plicado rastrear los sindicatos anarquistas. En la Pobla del D uc el
Sindicato Ú nico, creado el 30 de agosto de 1936, había legalizado su reglam ento
556 AHN-SGC, PS-Madrid 1.039, Actas del Centro Obrero-Casa del Pueblo UGT-Olleria, acta de 5-VII-
1937.
557 El republicanismo valenciano en GIRONA ALBUIXECH, A.: Guerra i revolució al País Valencia (1936-
1939), op. cit., pp. 396-407.
558 CUCÓ, A.: Estatuismo y valencianismo, Femando Torres editor, Valencia, 1976, p. 16.
559 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.177 y 1.214, Censo de Colectividades cenetistas.
536
en la Com arcal de O ntinyent y en la Regional de Levante, pero en marzo de 1937
todavía no lo había hecho ante el Gobierno Civil. En A gnllent sucedía lo mismo.
Estos casos, posiblem ente, no serían únicos. Otros sindicatos se reorganizaban
desde una base previa destruida durante el bienio radical-cedista, como l ’O lleria,
que ya existía desde antes de la República, pero que durante esos años había sido
clausurado y sus archivos destruidos. Más tarde, con el m ism o presidente, se
refundo en noviem bre de 1936.560
El anarquism o com arcal p artic ip ó notablem ente en las reu n io n es,
congresos y plenos. En septiem bre de 1936 el Pleno de Federaciones Com arcales
y Locales de la C onfederación Regional del Trabajo de Levante y Sindicatos no
acoplados contó con una representación de la Federación Local de O ntinyent
(O ficios Varios, construcción, cam pesinos, construcción y tex til).561 En el Pleno
de la C onfederación Regional del Trabajo de Levante (Valencia, noviem bre de
1936) acudieron la Federación Local (a la que se había incorporado el sindicato
de la m adera) y la Federación Com arcal de Ontinyent, O ficios Varios de A lbaida,
B enissoda, l ’O lleria y Palomar.
En la cuarta sesión, todos ellos (con la excepción de l ’O lleria), más
Oficios Varios de Sax (A lacant), firm aron un com unicado para calm ar la
“vehem encia” de otros delegados. La ponencia del sexto punto del orden del día
resolvía de m odo transitorio (m ientras durase la guerra) el lím ite del prim er
grado fam iliar en cuanto a la pequeña propiedad agrícola e industrial, pero sin
perm itir que se em please a ningún asalariado, y siem pre que esta pequeña
propiedad no perjudicase la socialización. En esta ponencia firm aron O ficios
Varios de l ’O lleria y M adera de O ntinyent. En la duodécim a sesión, el sindicato
de la P obla del Duc saludó al Pleno (prim era y últim a noticia de este
s i n d i c a t o ) . A l Prim er Pleno Regional de Campesinos de Levante tan sólo
acudieron delegados ontiñentinos.563
En el II Pleno de la FRCL aparece el Sindicato Cam pesino de A lbaida.564
En el Pleno de Federaciones Locales y Com arcales de Cam pesinos de Levante
(junio 1937) la Federación Com arcal de O ntinyent envió dos delegados, y el
Sindicato C am pesino de la m ism a ciudad, un delegado. El rep resentante
ontiñentino Juan A lm ela sería elegido secretario de la Federación N acional y uno
de los tres delegados nom brados para el Pleno N acional acom pañando a A rtal
(Segorbe) y Ruiz (C arcaixent).565
La regresión del anarcosindicalism o en la zona republicana durante 1938
se fue m odelando a través de la reducción de la prensa anarquista, por la que
desaparecía El Productor; el fin de la experiencia colectivista del textil, de la
m ayoría absoluta en el Consejo de O ntinyent y la plasm ación de la decadencia de
una parte de estos sindicatos anarquistas, en gran parte ficticios.566 Al III Pleno
56®AMOLL, caja 34, op. cit., Informe de Joaquín Mateu García, 14-XII-1938.
561 FS, 15-IX-1936.
562 10/12 y 19 de noviembre de 1936.
563 FS, 3-XÜ-1936.
564 FS, 18-m-1937.
565 FS, 12 y 15 de junio de 1937.
566 peirATS, J.: La CNT en la Revolución Española, op. cit, vol DI, pp. 2-24.
537
de la FRCL (septiem bre 1938) solam ente acudieron dos delegaciones de
O ntinyent.567 En enero de 1938 encontram os al sindicato de A ielo de Rugat en el
Pleno Confederal. Al Pleno N acional A m pliado, celebrado en el Teatro Serrano
de Valéncia (enero 1938), una única representación, la Federación Com arcal de
O ntinyent, agrupando catorce sindicatos y 1.500 afiliados. La Federación
L ibertaria de O ntinyent envió tam bién a un solo delegado en nom bre de los siete
sindicatos y los 2500 afiliados. Ambos sum aban seis votos.568
Los “grupos de afinidad” faístas tuvieron relevancia en la ciudad del
Clariano asentados sobre la base existente desde la República. A la Federación
Local de Grupos A narquistas-FA I pertenecían los grupos A delante, Sin Dios y sin
P atria y D inam ita, presentes en el Pleno Regional de Grupos A narquistas
(diciem bre 1936).569 Del resto de la com arca el grupo albaidense Trilita, form ado
por un grupo de jóvenes, presentó sus credenciales al lado de O ntinyent en el
Pleno Regional de la FAI (octubre 1937).570 En B ocairent, la FAI se fundó dentro
de la guerra, con 22 afiliados en mayo de 1938. También las Juventudes
L ibertarias conocerían un ligero crecim iento (Benigánim , la Pobla), tanto por
convertirse en refugio de quintacolum nistas como por recoger a aquellos jóvenes
que se habían introducido en la lucha política durante la República. En 1938 las
JJ.LL. habían creado su Com arcal de O ntinyent, con la confluencia de las
agrupaciones de A lbaida, B ocairent, la Pobla del Duc y O ntinyent.
La com arca asistió a un enorm e esfuerzo anarquista de propaganda
ideológica, como se vanagloriaban desde Bocairent: “La voz del anarquism o está
llegando hasta los rincones m ás apartados”,571 así como de organización sindical,
escasam ente correspondido. En el m itin de “afirm ación sindical” del Sindicato de
O ficios Varios y la FAI, celebrado en A lbaida, Salvador Valero afirm aba
claram ente que “le contrariaba en extrem o el poco calor que se les da a los
sindicatos (...)”.572 La Federación Com arcal de O ntinyent era más bien una
entelequia. En el Pleno Com arcal de Sindicatos del Ramo e Industria de
O ntinyent (diciem bre 1937) se contem plaba entre sus dos prim eros puntos la “ 1)
Sanción a los sindicatos que no han acudido a diferentes plenos com arcales. 2)
D epuración de la com arcal y su nueva estructuración” .573
Las im presiones de Julio Prada, enviado de la FRCL, en su visita a la
com arca fueron verdaderam ente deplorables:
538
m andéis un contable p ara que les pongas al corriente (...) En
contraposición a Onteniente continúan su progresivo desenvolvim iento,
los Sindicatos de la Com arcal que p o r si merecen nuestra aprobación. En
Albaida he conseguido reunir en asamblea a los cam pesinos (...) Todo lo
he dejado en regla y he conseguido el fin que me trajo aquí (...) Quieren
vuelva el quince del corriente para darles algunas conferencias (...).574
^74 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.324, Correspondencia, Carta dirigida a la FRCL por Julio Prada, 8-VH-1937.
^75 AHN-SGC, PS-Madrid 437, Carta de la Federación Local de Sindicatos de Ontinyent al Comité de
Defensa Confederal de Levante, 26-11-1937.
57^ GIRONAALBUDCECH, A.: Guerra i revolució al País Valencia (1936-1939). op. cit., p. 375.
577 VE, 12 y 17 de marzo; 13-IV-1938.
57SLCV, 17-XI-1936.
579 AFPI, AH-1-16, PSOE-CE/Correspondencia. Valencia, 23-IV-1937.
539
La UGT valenciana osciló entre la unidad sindical con la CNT o con la
“C am pesina” com unista, en función de la fracción que dominó su ejecutiva. En
m arzo de 1938 se acordaba la unidad sindical UGT-CNT por la que el anarquism o
aceptaba la voluntariedad de las colectivizaciones y la centralidad económ ica, a
cam bio de que la UGT m ediara para preservar colectividades y controles obreros,
pub licitada el 20 de m arzo de 1938 en una A sam blea General E xtraordinaria en
Ontinyent. Con las tropas franquistas a punto de rom per la zona republicana en
dos partes, el 18 de m arzo se firm aba el ansiado pacto CNT-UGT. En O ntinyent
fueron am bos sindicatos los que intentaron levantar la m oral de la retaguardia en
esos m om entos tan críticos para la R epública.580
Tam bién las juventudes acordaron su unificación. Los últim os m eses de
1937 acogieron la confluencia de las organizaciones juveniles en la A lianza
Juvenil A ntifascista (AJA). Las Juventudes L ibertarias deliberaron sobre este
tem a en las asam bleas de X átiva y O ntinyent (octubre). En este mes se creaba en
O ntinyent con la participación de las Juventudes Socialistas U nificadas, las
Juventudes Libertarias y la F ederación Local. A principios de diciem bre de 1937
se form alizaba en Valéncia la A lianza de todas las organizaciones juveniles con
unas bases que pretendían un térm ino equidistante entre la defensa de las
conquistas revolucionarias, la defensa del pequeño propietario y la unidad
antifascista para ganar la guerra. No estuvo ausente la defensa del papel director
de la juventud en la construcción de una cultura y el adoctrinam iento ideológico
de raigam bre com unista.581 Sin em bargo, en m arzo de 1938 la JSU no participaba
conjuntam ente con el resto de la A lianza.
El 7 de abril de 1938 se form alizaba en B ocairent el Consejo Local de la
AJA, con las juventudes de IR, JSU y JJLL, con la redacción de unas Bases que
prestaban particular atención a consolidar la unidad antifascista, reforzar la
retaguardia con m edidas culturales contra el analfabetism o e increm entar la
propaganda diaria a través de Periódicos M urales.582
U n p ostrer intento vino en el verano de 1938. En el contexto de
intensificar la unidad an tifascista el G obernador C ivil ordenó la disolución de los
Frentes Populares (16-7-1938) que todavía pervivían y la form ación de Frentes
Populares A ntifascistas (FPA) locales con representación de todos los partidos
locales, con el objetivo de intensificar la difusión de los 13 Puntos de N egrín en
la retaguardia, afianzar la unidad antifascista y atender a los problem as de la
retaguardia (quintacolum nism o y evacuados), aunque en agosto todavía no se
había disuelto el Frente Popular de O ntinyent. Esta ciudad ya había sido
precursora de este m ovim iento unificador, al crear la sección local del Frente
P opular A ntifascista en noviem bre de 1937 con un m anifiesto conjunto de todos
partidos, sindicatos y ju v en tu d es que reclam aban unidad político-sindical,
p ersecu ció n del q u in taco lu m n ism o , cooperación en las p o líticas de
abastecim iento y depuración de partidos y sindicatos.583
580 FS, 20-VHI-1937 y AD, 23-IH-1938. Las informaciones sobre militancia y asistencia a congresos o
plenos sindicales han sido extraídas de LCV, F S y AD, 1936-1939.
581 NO, 2-XH-1937 y PEIRATS, J.: La CNT en la Revolución Española, op. cit., vol. III, pp. 51-54.
582 AHNS-SGC, PS-Madrid 28, legajo 231.
583 FS, 16-XI-1937.
540
A sí p u es, los FPA tuvieron un carácter m eram ente gubernativo y
oficialista, im puesto desde arriba. José Ma Segrelles (delegado del Frente
Popular provincial) convocaba el 24 de julio de 1938, en el consistorio de
O ntinyent, a todas las fuerzas político-sindicales de la ciudad y a los consejeros
m unicipales. En la reunión dejó muy claro que los FPA no guardaban parecido
alguno con los com ités de los prim eros meses sino que tenían como m isión
auxiliar a los Consejos M unicipales y alentar la unión político-sindical. En el
verano de 1938 las pugnas partidistas por ocupar parcelas de poder no eran
consideradas en el contexto de unión para conseguir el triunfo bélico. José Ma
Segrelles fue m uy duro al acusar a las quejas anarquistas de m ala representación
en el Consejo M unicipal.
A unque sin docum entación com pleta parece ser que la fracción libertaria
eligió el FPA como plataform a para tom ar de nuevo el poder en O ntinyent,
suplantando al Consejo, a im agen de los com ités del verano-otoño de 1936.
Cuando D iego Perona (D elegado del FPP) volviera a convocar a todos los
F rentes P opulares A ntifascistas del Partido Judicial de O ntinyent en las
postrim erías de la guerra (20-1-1939) el panoram a no podía ser más desolador.
En B ocairent no se habían llegado a crear, ya que una gran parte de los afiliados
estaba en el frente, en O ntinyent se había sido disuelto, tan sólo la UGT y el PCE
de A ielo de M alferit, sin acudir ni Fontanars ni la Font de la Figuera “por
dificultades de transporte”, en plena aceleración de la descom posición m oral y
m aterial de la R epública.584
584 AHN-SGC, PS-Barcelona 1.177 y 1.215. Ambas reuniones en Secretaría. Expedientes 1936-1939. AMO.
585 Los primeros en diseccionar la retaguardia valenciana fueron SAFÓN SUPERVÍA, A. y SIMEÓN
RIERA, J. D.: Valencia 1936-1939. Una ciudad en guerra, Ajuntament de Valencia, Valéncia, 1986. PIQUÉ,
J.: La crisi de la rereguarda. Revolució i guerra civil a Tarragona (1936-1939), Publicacions de TAbadía de
Montserrat-Diputació Provincial de Tarragona, Tarragona, 1998.
541
actividades quintacolum nistas, clandestinidad religiosa...)-586
En estos aspectos, la retaguardia republicana no se diferenció m ucho de
otras. Sin em bargo, la im pronta ideológica de la guerra civil española y los
rasgos particulares de la zona republicana (pluralidad de posiciones político-
sindicales, atom ización de los poderes locales) diseñaron una retaguardia
peculiar. Los hom bres y m ujeres de los territorios republicanos sufrieron los
avatares de la guerra, tanto como sus com patriotas de la zona franquista, pero
con la diferencia básica que, al m ism o tiem po, asistieron a la m ayor convulsión
social, económ ica y cultural de la h istoria contem poránea española.
La retaguardia republicana fue un com plejo m icrocosm os. La solidaridad
antifascista y hum anitaria con los refugiados y evacuados encontraba en la otra
parte de la balanza la inquina de los franquistas y los num erosos problem as (de
orden p ú b lico , p o lítico s, alim en tario s y de v iv ien d a) que planteó a las
autoridades republicanas.
El año 1938 m arca una profunda crisis, especialm ente desde el verano. El
increm ento del desabastecim iento alim enticio, la intensificación del trabajo en
las industrias o en la construcción de refugios antiaéreos, los ataques a las
colectivizaciones y la creciente m ilitarización, por la que los destacam entos
m ilitares im ponían sus criterios, a los C onsejos M unicipales y sindicatos
desm oralizaron a una parte de los trabajadores de izquierda y a los poderes
m unicipales que no percibían una m ejora en su vida y, en el segundo caso,
lim aban su autonom ía y las políticas de solidaridad. Si a estos aspectos unim os
las derrotas m ilitares, se puede extraer la conclusión que desde el verano de 1938
la paz era deseada cada vez con más fuerza.587
En la retaguardia tam bién vivían personas que esperaban el triunfo
franquista. Su vida no fue fácil. D espués de los asesinatos de 1936, algunos
fueron encarcelados, otros se cam uflaron en espera de tiem pos m ejores, en
sindicatos y partidos, y otros colaboraron activam ente para acelerar el fin de la
R epública. No se trata de un aspecto novelesco y cinem atográfico de la guerra.
Sus acciones y el cansancio de la guerra jugaron su papel desde el año 1938.
P artidarios y enem igos de la R epública convivían en las m ism as com unidades
con personas que no se identificaban con ninguno de los dos bandos en disputa,
que podían sentirse próxim os o rechazar al m ism o tiem po valores de ambos o
que, en definitiva, la guerra tan sólo era una experiencia amarga que estaba
destruyendo su norm alidad vivida.
Por más que los m itos colectivos, el rom anticism o o el m aniqueísm o
explicativo todavía perviva en la literatura histórica, no debem os olvidar que la
guerra civil, por m ás que se quiera no fue ni una “gesta heroica” ni una “locura
trág ica”, sino, m ás bien, el resultado de una serie de factores históricos que con
58^ CERVERA GIL, J.: Madrid en guerra. La ciudad clandestina, 1936-1939, Alianza Editorial, Madrid,
1998. La historia local más reciente ha contribuido a un mayor conocimiento de la retaguardia republicana
como se ha puesto en manifiesto en un estado de la cuestión centrado en la historiografía local catalan, v.
PAGÉS, P.: “Guerra civil i historia local: nous aportaciones”, L ’Aveng. Plecs d'Historia Local, 38,1992, pp.
36-38.
587 Esta tesis se puede seguir en otra zona de retaguardia no valenciana. PIQUÉ IPADRÓ, J.: La crisis de
la reraguarda. Revolució i Guerra Civil a Tarragona (1936-1939). Diputado de Tarragona/Publicacions de
l'Abadia de Montserrat. Barcelona, 1998.
542
sus consecuencias globales a todas las guerras de m uerte, dolor, enferm edad,
violencia y ham bre, enfrentó a vecinos, amigos y herm anos. Para todos, los años
de guerra fueron una tragedia colectiva que se alargó para los vencidos durante
cuarenta años.588
588 MORADIELLOS, E.: “Ni gesta heroica, ni locura trágica: nuevas perspectivas históricas sobre la guerra
civil”,
COQ
op.
r
cit.
Joy Una situación común a otras zonas controladas por la República. Por ejemplo, en Ciudad Real la llegada
masiva de refugiados y evacuados “acentuó la difícil situación por la que estaba atravesando la capital
manchega, haciendo muy graves, sobre todo, problemas como el de la falta acuciante de viviendas (...) por
no hablar todavía de la escasez de artículos de primera necesidad”. Tomado de ALÍA MIRANDA, F.: La
guerra civil en retaguardia, Ciudad Real (1936-1939), op. cit., p. 308. Para la provincia cfr. las pp. 304-314.
Evacuados y refugiados fueron un problema en todas las poblaciones, recogido por la totalidad de
monografías locales valencianas, como del resto del Estado. Por ejemplo, en SIGALAT, M*. J. y RAMÍREZ
SANJUÁN, J.: “Guerra civil y revolución en Carcaixent (1936-1937). Estudio de las instituciones políticas
de la represión”, Al-Gezira, 8, 1994, pp. 335-387 (p. 377). Cullera, en TORRES FABRA, R.C.: Cullera en
guerra, op. cit., pp. 178-179. Llíria en SIMEÓN RIERA, J.D.: Entre la rebel.lia i la tradició, op. cit., pp. 228-
230. La capital provincial en SAFÓN SUPERVÍA, A. y SIMEÓN RIERA, J. D.: Valencia 1936-1939. Una
ciudad en guerra, op. cit., pp. 72-78.
590 Citado por BALLESTER ARTIGUES, T.: La Segona República a Pedreguer. 1931-1939, op. cit., p. 154.
543
S ’utilitzen en toda la d o cu m en tado que hem consultat els term es evacuats
i refugiat generalm ent de manera indistinta. D e vegades es f a una xicoteta
d ife re n c ia d o que hem p o g u t co n sta ta r en algún docum ent. En la
le g isla d o referida a aquests temes, tampoc es f a cap distinció entre els
dos termes, i inclús s ’utilitzen els dos ju n ts referint-se a les m ateixes
persones o al m ateix organism e com p e r exem ple el Comité d ’E v a cu a d o i
A ssiténcia ais R efugiáis (...) De tota manera existeixen m oltes variants,
p u ix cada individu era una circum stáncia i era difícil que es pogueren
enquadrar tots sota unes norm es o una le g is la d o amb el m ateix
q u a lificatiu.591
^ BALLESTER ARTIGUES, T.: “Refugiats i evacuats de la guerra civil a la Marina Alta”, en Actes del III
Congrés d ’Estudis de la Marina Alta, Institut d’Estudis Comarcáis de la Marina Alta/Institut d’Estudis Juan
Gil-Albert, Alacant, 1992, pp. 297-308 (p. 298).
•*^2 AMO, Caja Avituallamiento, informe del 18-VI-1938.
544
industrias de guerra de Castelló de la Plana, Borriana y M oncófar.
O ntinyent es la población de la com arca m ejor docum entada. El flujo se
inició entre septiem bre y octubre de 1936, con 2.000 acogidos. En abril de 1938,
según un inform e del Delegado de Propaganda, la ciudad albergaba a 870
refugiados y 4.610 evacuados, lo que suponía un 29,5% del total de población
censada.593 C ifras m enores a la realidad, ya que no recogían a los evacuados, que
llegaban sin censar. Josep Gandía estim a esta distribución: 1.050 evacuados
forzosos, 1.840 evacuados voluntarios, 1.380 en el H ospital y unos 500 de
población flo tan te relacionada con el H ospital.594
Los refugiados podían ser acogidos bajo dos m odalidades: régim en
colectivo o régim en fam iliar. Los prim eros, fueron instalados en edificios
incautados, en los pabellones de los ex-cuarteles de la G uardia Civil, en las
viviendas abandonadas o en habitaciones de casas particulares. D ependían de
unos C onsejos M unicipales ya atenazados por problem as presupuestarios, en un
esfuerzo so lid ario que lastraba hasta p aralizar las iniciativas m unicipales
proyectadas (infraestructuras urbanas y sanitarias). Los C onsejos se hacían cargo
por lo general de su alojam iento, alim entación, asistencia sanitaria y del
reagrupam iento de fam ilias enteras. Los libros de actas recogen con frecuencia
acuerdos, com o el adoptado en Bocairent: “Se acuerda que el evacuado enferm o
A ntonio Vacas sea trasladado del sanatorio donde se encuentra a esta localidad,
según deseos de sus fam iliares, corriendo a cargo del Consejo los gastos que se
originen” .595
En cada localidad se pusieron en práctica soluciones distintas para hacer
frente a los gastos ocasionados por los refugiados. El Consejo M unicipal repartía
2 ptas/día entre cada refugiado, extraídas de repartos m ensuales entre los vecinos
(A tzeneta), se gravaba a los m ayores contribuyentes (M ontaverner) o por los
anim ales sacrificados ( A g u l l e n t ) . E n O ntinyent se confeccionó un padrón
para asegurar el sostenim iento de los refugiados forzosos, que dividía a la
población en siete categorías. En B ocairent, la retribución en m etálico fue
suprim ida en favor del m antenim iento de un com edor com unal, dem asiado
oneroso, p or lo que en mayo de 1937 se decidía retornar provisionalm ente al
pago en m etálico, pero incidiendo en la necesidad de ofertar puestos de trabajo
que dieran fin a las entregas m onetarias.597
En A lbaida la Com isión de A sistencia Social había creado en la antigua
C asa de la M isericordia de una orden religiosa fem enina el Instituto de
545
A sistencia Social G abriel M istral y había elaborado un presupuesto para su
alim entación, que se nutría de un reparto, progresivam ente am pliado, entre las
fam ilias con m ayores disponibilidades económ icas. La base financiera así
obtenida perm itió a la Com isión socorrer en m etálico a 376 refugiados (en buena
parte ancianos e im pedidos) y solicitar un segundo contingente de 150 niños,
alim en tad o s en un com edor m unicipal. En este esfuerzo tuvo un gran
protagonism o la Casa del Pueblo, m ereciendo el agradecim iento del Com ité
Sanitario Popular de Valéncia por la atención prestada hacia los refugiados.598
Los niños en régim en colectivo se agrupaban en colonias escolares
rep artid as p o r las esp acio sas casas de cam po in cau tad as a los grandes
propietarios, concentradas en los térm inos de O ntinyent y B ocairent. Otras
instituciones infantiles desplazadas a O ntinyent en el contexto del traslado del
Gobierno republicano a Valéncia fueron el Colegio N acional de Ciegos, que
recaló en el B alneario La Salud (septiem bre de 1936) con 700 refugiados entre
niños, instructores y sus fam iliares; y el Colegio de H uérfanos del Cuerpo de
Carabineros de El Escorial (m ediados de 1938), instalado en el Colegio de La
Pureza.599
El C olegio de Ciegos es una m uestra de la corriente de apoyo popular
desplegada en la retaguardia republicana hacia este colectivo, así como de la
problem ática presupuestaria planteada a la econom ía m unicipal a m edida que la
guerra se alargaba y crecían las dificultades para ayudar económ icam ente a la
población desplazada. A utoridades locales (Com ité R evolucionario y después el
C onsejo M u n icip al) y v ecinos de O ntinyent h ab ilitaro n y equiparon las
habitaciones del B alneario, esfuerzo reconocido por la propia dirección del
centro: “(•••) se hace constar la gratitud del Colegio al desaparecido Com ité
Revolucionario por su conducta desinteresada con la Colonia, al pleno del
Consejo M unicipal, y singularm ente a la Presidencia por sus esfuerzos en hacer
grata la estancia de los ciegos en esta localidad, y al pueblo en general por su
cooperación económ ica y constante cariño para los desgraciados.”600
A pesar de que estas colonias dependían de las partidas destinadas por los
Servicios G enerales del M inisterio de Instrucción Pública, el Consejo suplió los
retrasos con envíos de alim entos básicos (por ejem plo, la im prescindible harina)
hasta la prim avera de 1938, m om ento en que los problem as de abastecim iento,
acentuados por la m area de refugiados y evacuados de ese año, obligaron a
suprim irlos totalm ente.601 La segunda m odalidad eran los refugios colectivos en
fincas del casco urbano, sobrehabitados desde la avalancha del año 38.
Los acogidos en régim en fam iliar eran, en principio, niños m adrileños:
“Els xiquets arribaven a la pla?a de l ’ajuntam ent i les fam ílies que volien i
podien n ’agarraven per endur-se’ls a casa. Els qui tenien edat per treballar
598 AMA, cajas Sección Histórica. Guerra Civil. Administración Republicana y Guerra Civil.
599 Estadísticas e informes contenidas en AMO, Correspondencia 1936.
600 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 9-IÜ-1937.
601 El funcionamiento de la Colonia de Ciegos en TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucción i cultura a
Ontinyent, op. cit., pp. 83-84. Del mismo autor.: “Protecció a la infancia: les colónies escolars a Ontinyent
(1931-1939)”, op. cit, p. 22-23.
546
anaven a treballar, els més xicotets anaven a P escóla” .602 Con posterioridad
llegarían refugiados de más edad que huían de las atrocidades franquistas de la
conquista de M álaga (febrero de 1937) y que fueron instalados en habitaciones
de casas particulares. En este subgrupo tam bién encontram os a los fam iliares de
los instructores de las colonias escolares, del personal sanitario del H ospital
Internacional y de los propios enferm os (entre 200 y 300 en febrero de 1938).
Así, un chalet de la ontiñentina calle Dos Mayo se habilitó para los treinta
representantes de la D elegación Española de la ISO y de la FSI. La finca El
P inatar se destinó al personal sanitario extranjero del H ospital Internacional.603
En la población refugiada se daba una diferenciación interna ligada a su
origen y al m odo en que se produjo el abandono de sus hogares. Los m adrileños
venían de una ciudad convertida en un sím bolo del antifascism o, m uchos de ellos
habían colaborado activam ente en la defensa de la capital. H abían dejado atrás
sus hogares, destruidos en unos m eses en que el resultado final de la guerra
estaba todavía en el aire. Para los antifascistas de la retaguardia eran anónim os
héroes que habían detenido el, hasta entonces, avance triunfal del Ejército
franquista, la personificación del m ito propagandístico “M adrid tum ba del
fascism o” . P ara este grupo se trataba de un lapsus tem poral desgraciado. Fueron
recibidos en un am biente de exaltación de la causa republicana, puesto que
sim bolizaban la crueldad del fascism o y la determ inación de pararlo. B ocairent
acogió a los prim eros refugiados con una celebración ideologizada:
Cuando la com itiva llegó al local del Comité (...), uno de los dirigentes
(...) dijo: « H erm anos proletarios: merecisteis el recibim iento acogedor
que os ha dispensado Bocairente. La canalla fa scista ha p u esto la pla n ta
en vuestras regiones. H ay que aplastar al fascism o. Los m ilicianos
vencerán. Cuando el fa scism o español sea aniquilado, el ejército del
p u eb lo se dirigirá a P ortugal y a Italia, y más aún, a Alem ania. ¡Muera el
f a s c i s m o » ,604
602 Testimonio de Rafael y José Torró Aleixandre de Ontinyent, recogidos por TORRÓ MARTÍNEZ, J. J.:
Instrucció i cultura a Ontinyent, op. cit., p. 78.
603 Todos los datos de 1938 provienen de AMO, Correspondencia 1938, Informe del Alcalde-Presidente del
CM de Ontinyent el 7 de abril de 1938 dirigido a la Delegación en Valencia del Ministerio de Trabajo y
Asistencia Social.
604 VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 474.
547
También mi m ujer tuvo que cargar con una m alagueña de catorce años
(...) E sta m uchacha (...) acusaba el cansancio de los seiscien to s
kilóm etros de huida, ju n to con su fam ilia, comidos todos p o r el hambre y
la miseria. Se le veía, p o r tanto, huraña, triste, introvertida, sin m ostrar
ni mucho menos las ínfulas de las otras evacuadas de M adrid (...) como
triste secuela de las pésim as condiciones higiénicas de la huida, traía
sarna (...).605
548
A lojam iento y abastecim iento no sólo fueron las com plicadas cuestiones
que d ebieron reso lv er las autoridades. La h ip e rin fla c ió n d evaluaba
constantem ente la asignación m onetaria, con lo que la población sin censar no
podía acceder en plenitud a las cada vez más m enguadas raciones de los
com edores de los servicios de A sistencia Social. Labradores y colectividades se
quejaban de los pequeños hurtos en huertas y campos. No debem os olvidar que
en este m agm a se escondían derechistas que ejercían labores de derrotism o y
quintacolum nism o o individuos sospechosos, de los que se desconocía su
identidad, procedencia o m otivaciones para su cam bio de residencia. En
O ntinyent, unos agentes de la D irección de Seguridad “habían podido apreciar
que por esta Ciudad existen num erosos individuos que parecen proceder de
Valencia, extrañándose de ello por que esta dada la orden de que nadie traslade
su residencia fuera de la Capital ni siquiera tem poralm ente (...) Esparza alude a
la ocupación de casas de campo por fam ilias cuya procedencia se ignora” .609
En B ocairent (noviem bre de 1937) el consejero B autista Vañó hablaba en
el pleno m unicipal de “algunos casos de rebeldía ocurridos en particular en los
refu g ia d o s” .610 Pocos m eses después varios consejeros pedían re g istro s
dom iciliarios “ a los evacuados pues a su parecer no son todos de confianza” , al
mismo tiem po que se dem andaba crear una Comisión de Orden Público para
hacer frente a los hurtos de los refugiados. Debido a su persistencia, el Consejo
acordaba en octubre de 1938 “que se apliquen a los que realicen los hechos
denunciados la sanción de reducirles la ración de pan por plazo de 1 sem ana a
100 gramos y siendo reincidentes se de cuenta a los tribunales com petentes” .611
En Fontanars se solicitaba en m arzo de 1938 la presencia de la fuerza pública. En
A lbaida se anotaba que m uchos de los refugiados no tenían docum entación y se
sospechaba de la existencia, entre ellos, de “emboscados derechistas que huían
de la persecución p o lítica” . En su estancia en el CRIM de A lbaida, Enric Valor
convivió con un personaje prototípico sumergido en esa m arabunta de refugiados
y evacuados. Se hacia llam ar Gerardo de Plasencia, conde de A ldea del Rey
(Ciudad Real), aunque en realidad era Pepe M artínez, alias “El Caram bo” , un
afamado carterista.612
Las tensiones más graves tendrían lugar en la m ayor concentración de
refugiados y evacuados: O ntinyent. Luchas de poder internas en este colectivo se
aunaron con pugnas políticas de la ciudad. La formación del Com ité Local de
Refugiados se había retardado hasta enero de 1938 ante la negativa de la CNT-
FAI a enviar representantes. La directiva del Socorro Rojo Internacional estaba
controlada por com unistas foráneos, que em pleaban sus cargos en una estrategia
de descrédito del Consejo M unicipal inm ersa en la dinám ica de pérdida de poder
del PCE en O ntinyent. Centros de los ataques: los problemas de alojam iento para
los refugiados y el abastecim iento de la ciudad. Destacan dos figuras: M arcelino
Rodero Sáez, m aestro, ex-afiliado a la FAI, enfrentado al alcalde-presidente por
549
m otivos laborales, llegando a abandonar su destino en Cullera para regresar a
O ntinyent. El segundo, Vicente Tormo, un antiguo peón caminero tam bién
com unista. R espaldados por un sector de evacuados descontentos con su
situación, desarrollaron una cam paña de agitación contra el Consejo y de
afiliación de sus seguidores al Partido Com unista.
En agosto de 1938 arreciaron las m ovilizaciones de los refugiados en
régim en colectivo. Un grupo de m ujeres protestó por la m ala calidad de la
com ida ante la C asa C onsistorial. Se recogieron 22 firm as para denunciar “el
trato inhum ano” del delegado de los refugiados, la cocinera y el adm inistrador,
así como las carencias del alojam iento en un refugio. La tensa situación llegó al
extrem o de que la Junta Provincial de Evacuados envió una delegación para
investigar las denuncias, finalm ente sobreseídas. La tensión no dism inuyó hasta
septiem bre de 1938, cuando el G obernador C ivil ordenó el destierro de
M arcelino Rodero a A lacant y la expulsión de los firm antes.613
Tam bién en Bocairent se recibieron quejas parecidas contra los servicios
de A sistencia Social y del com edor para evacuados.614 Verdaderam ente los
problem as de alojam iento en O ntinyent eran de grandes m agnitudes. En mayo de
1938 la UGT era desalojada del C olegio y Convento de La Pureza para instalar a
los refugiados que venían de Castelló de la Plana. En agosto ambos edificios se
destinaron al Colegio de H uérfanos de C arabineros. La única solución consistió
en expulsar a la FAI del ex-Centro Parroquial para destinarlo a los refugiados de
C astelló.615
Adem ás, en este colectivo tan heterogéneo se encontraban profesionales
de la picaresca, individuos que habían huido para eludir su inclusión en las filas
del Ejército. En O ntinyent se descubrió que algunos refugiados recibían dinero
de sus fam iliares, pero que no lo notificaban al Consejo para eludir el porcentaje
del 75% que le correspondía. Se acordaba que aquel que no lo notificase sería
dado de baja en los refugios colectivos, así como si la cantidad era suficiente
para la m anutención de una fam ilia, ésta estaba obligada a solicitar la cartilla de
racionam iento com ún al resto de los ciudadanos y abandonar la subvención
m u n icip al. Las n ecesid ad es b élicas de finales de 1938 (fo rtificacio n es,
construcción de refugios...) dieron lugar al empleo de refugiados en estas
labores, que destinaban el 90% de su sueldo a las arcas m unicipales.
Otros refugiados optaron por la integración. El contingente de C astelló de
la Plana, gran parte de ellos cenetistas, se sum aron (hombres y m ujeres)
voluntariam ente a los trabajos de la siega. Los más m ilitantes engrosaron los
partidos y sindicatos locales, hasta el punto de que en ju lio de 1938 el Secretario
de la Federación Local de los sindicatos cenetistas de O ntinyent era el bilbaíno
G regorio C orral.616
No siem pre eran recibidos y atendidos por hum anitarism o y/o sim patías
políticas. Los partidarios de la España franquista en algunas ocasiones se
613 AMO, Correspondencia 1938 y Caja Comité Local de Refugiados, 1938-1939. Comisión Depositaría de
Bienes Agrícolas 1939, especialmente el informe l-IX-1938.
614 AMB, libro 21-XI-1936/18-XI-1937, Libro de Actas, acta de 19-III-1937.
615 AMO, Correspondencia 1938.
616 Documentos recogidos en AMO, Correspondencia 1938.
550
negaban a alojarlos o a pagar las exacciones fiscales destinadas al colectivo. En
m arzo de 1937 el Consejo de B ocairent señalaba que no disponía de dinero ni de
“apoyo popular” para atenderlos.617 En B élgida se m ultó a un vecino por negarse
a acoger a un refugiado, y en A lbaida el G obernador C ivil im puso veinte m ultas
de 100 ptas. cada una por sim ilar com portam iento (noviem bre de 1937).618
En resum en, m iles de tragedias individuales y fam iliares se escondían
detrás de las historias de la vida de cada uno de estos refugiados y evacuados,
como la fam ilia residente en Barcelona, o las señoras de M adrid que, como todos
los años acudieron a veranear a Llutxent y allí perm anecieron los tres años de la
guerra. A pesar de su condición social burguesa el pueblo les reservó el
racionam iento igual que el del resto de vecinos. Refugiados y evacuados crearon
lazos de am istad con los valldalbaidinos que los ayudaron en aquellos difíciles
años, lazos que en m uchos casos han perdurado hasta la actualidad.
617
rio
AMB, libro 21-XI-1936/18-XI-1937, Libro de Actas, acta de 19-111-1937.
010 En la comarca alicantina de la Marina Alta la problemática de este colectivo se mantuvo en una simbiosis
absoluta a la Valí d’Albaida. v. BALLESTER ARTIGUES, T.: “Refugiats i evacuats de la guerra civil a la
Marina Alta”, op. cit. Para Bélgida, AMBEL, Correspondencia. Para Albaida, AMA, Caja Sección Histórica.
Guerra Civil. Administración Republicana, ll-XI-1937.
619 En concreto, una desde Albaida con 11.200 kg.; otra desde Montavemer con 7.223 kg., y otra desde la
Pobla del Duc hacia la Columna de Hierro. AMA, Caja Sección Histórica. Guerra Civil. Administración
Republicana.
620 VE, 23-X-1936, 3-XI-1936 y 18-XI-1936
621 Por ejemplo, la capital valenciana en SAFÓN SUPERVÍA, A. y SIMEÓN RIERA, D.: Valencia 1936-
1937, op. cit., pp. 103-108.
551
El Com ité de A bastos de O ntinyent había com enzado ya en agosto de 1936
a trabajar en el tem a del abastecim iento de la población, con la elaboración de
estadísticas destinadas a conocer el estado de las subsistencias en la ciudad.
Cuando los artículos de prim era necesidad com enzaron a escasear a m itad de
1937 se reglam entaron m ediante una tasa m áxim a pero se dejó el resto al
com ercio libre. La escasez de m uchos productos llevó a su acaparam iento y
especulación, que determ inaron una brutal hiperinflación. Con unos sueldos
devaluados, m uchos artículos a precios desorbitados y los tasados cada vez más
racionados, a m edida que la R epública iba perdiendo territorios y supeditaba toda
la econom ía a la v icto ria bélica, los trabajadores fueron el sector que más
padeció la guerra. Precisam ente el grupo social sobre el que descansaba
m ayoritariam ente la República. D espués de los obreros, los grandes perjudicados
fueron los grandes perdedores de todas las guerras: enferm os, ancianos, infancia
y m adres con lactantes. La incidencia geográfica tam bién fue desigual. Más
acentuada en las ciudades y en las grandes urbes como Valéncia y M adrid, m enor
en las zonas rurales.
Estóm ago, im agen pública y m entalidad van estrecham ente ligados. El
em peoram iento pau latin o del abastecim iento envenenó la p o lítica local y
resquebrajó la m oral de la retaguardia. Se percibía la necesidad de dem ostrar que
las nuevas autoridades surgidas, con los experim entos revolucionarios y la
institucionalización de los Consejos M unicipales, estaban capacitadas para
adm inistrar un m unicipio del m ism o modo que lo habían hecho las elites
tra d ic io n a le s. P ara los m ilician o s v o lu n tario s y los soldados del frente
prorepublicanos no dejaba de ser desm oralizante el cuadro de la retaguardia:
consejeros corruptos, especuladores y estraperlistas enriqueciéndose, colas
interm inables. Para los últim os m eses del conflicto la docum entada apreciación
de M ichael Seidm an no puede ser más certera: “H acia el final de la guerra, las
divisiones sociales en m uchos pueblos se habían sim plificado en dos categorías:
los que tenían com ida y los que no” .622
Entre ju lio de 1936 y enero de 1937, al igual que el resto de la
ad m in istració n m u n icip al, los abastos fueron com petencia de un com ité
específico o de un subcom ité dependiente del com ité central, que prim ero pasó a
gestionar los productos obtenidos en los asaltos a las propiedades de derechistas
en las prim eras sem anas. A p artir de enero de 1937 se ocuparon de la tarea las
com isiones o departam entos de A bastos de los Consejos M unicipales, que
p asaro n a tra b a ja r en co o rd in ación con la D elegación P ro v in cial de
A bastecim ientos pero m anteniendo su capacidad de decisión.623 De esta m anera
los encargados de abastos gestionaban el trigo extranjero que el gobierno
republicano distrib u ía a cada población, pero tam bién dirigían la obtención de
los productos deficitarios en la población, fijaban los precios de venta de los
622 SEIDMAN, M.: ‘Trentes en calma de la guerra civil”, Historia Social, 27, 1997, pp. 37-59 (pp. 56-57).
623 En la zona franquista la política de abastecimientos fue mucho más efectiva, favorecida por la
producción de las zonas cerealísticas de Castilla y la centralización impuesta por el Ejército, v. ARRANZ, M*
A.: “Los abastos en la guerra civil”, en VV.AA.: La Guerra Civil, 16, op. cit., pp. 64-73.
552
productos alim enticios para im pedir subidas generalizadas derivadas de la
escasez y sus consecuencias (acaparam iento y la especulación).624
En O ntinyent el Com ité de A bastecim ientos arbitró distintas m edidas.
G eneralm ente se com praban las m ercancías a com erciantes e interm ediarios para
repartirlas en los com ercios de la ciudad, había productos de libre transacción
som etidos al control del Com ité (trigo), los propios vocales viajaban para
conseguir suplir carencias puntuales (el 12 de noviem bre se trasladaron dos
consejeros a C artagena para com prar azúcar) o se ponían a la venta los artículos
que se sospechaba estaban siendo acaparados por algún com erciante. Sin
em bargo hacia noviem bre la gestión del Comité había fracasado, debido a las
dificultades de transporte (los cam iones no siempre estaban a disposición del
C om ité) y porque las com pras a com erciantes e interm ediarios encarecían el
producto final. El transporte era un gran problema. M uchos com ités no contaban
con m edios de transporte por lo que no podían cum plim entar los servicios
oficiales, ni siquiera aprovisionarse de m ercancías.
En la sesión del 16 de noviem bre el Comité se reestructuró en cuatro
delegaciones: Exterior, encargada de buscar en los mercados exteriores; Interior,
de distribuirlos en la ciudad; Secretariado; y Estadística. Desde ese día el Com ité
de A bastos controlaba com pletam ente la adquisición de todos los artículos, para
su posterio r venta, con lo que el com ercio pasaba a ser un sector dependiente del
Com ité. El organigram a funcionó de m anera aceptable, al conseguir que los
precios de m uchos de los productos vendidos en Ontinyent fuesen más bajos que
en su entorno. Pero el éxito fue m om entáneo. La afluencia de forasteros atraídos
por las bondades de la situación presionó los precios a un alza irrefrenable, de tal
modo que en enero de 1937 el consejero cenetista Juan Soler planteaba al
Consejo M unicipal la im plantación de la tarjeta de racionam iento fam iliar.625
Uno de los prim eros artículos afectados por severas restricciones fue el
carburante, im prescindible para asegurar el suministro m ilitar ante el boicot de
hecho que las potencias d istribuidoras ejercieron sobre la R epública. La
atom ización corporativa de la retaguardia republicana com plicó la distribución
del racionam iento. El Sindicato de Transportes-UGT controlaba los cupos,
aunque no m uy eficientem ente, puesto que a finales de febrero de 1937 su retraso
en retirar una partida de CAMPSA en A lacant dio lugar a la total carencia de
gasolina en la ciudad. En mayo se negó a sum inistrar com bustible a los coches
de la Industria Textil y unos días después el Consejo M unicipal no pudo recoger
un cam ión de trigo por el mism o m otivo. De esta manera, el deficiente control
sobre los carburantes conllevó la inoperatividad de los vehículos de sindicatos o
colectividades, requisados en las prim eras semanas de la guerra.626
624 v. por ejemplo MARTÍNEZ GUIRAO, M.: “Una visión de Alaquas durante la guerra civil a través de las
actas municipales”, op. cit
625 AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 22-1-1937.
fí)f\
La multinacional petrolera Texaco apoyó incondicionalmente a la España franquista, mientras que el
gobierno de la República construyó una intrincada maquinaria para conseguir petróleo, v. MARTÍNEZ
MOLINOS, G: “El suministro de petróleo”, en W .AA.: La Guerra Civil, 16, op. cit., pp. 84-97. La polémica
gestión de la gasolina en Ontinyent en AMO, libro 21, Libro de Actas, actas de 23-D-1937,18-V-1937 y 25-
V-1937.
553
Los p rim ero s síntom as de escasez estu v iero n acom pañados de
acaparam iento y la consiguiente elevación de precios, que no conseguían frenar
los organism os oficiales. D esde enero de 1937 carboneros, harineros y carniceros
presionaban al D epartam ento de A bastos de O ntinyent para que autorizara
subidas de sus productos. El 19 de febrero de 1937 los fabricantes de bujías de
A lbaida, A gullent y O ntinyent reunidos en la Casa C onsistorial de A lbaida,
fijaban un precio por kilo de bujías, rectificado en m arzo al desaparecer la
parafina am ericana y ser sustituida por la parafina “R angon”, que elevaba el
precio acordado en febrero.627
Las tarjetas de racionam iento fam iliar (D ecreto 5-3-1937) intentaron
contrarrestar el deterioro social ocasionado por la inflación, al igualar el acceso
a los productos básicos. El Prim ero de M ayo se repartían las prim eras en
O ntinyent, válidas en principio para una m ensualidad. Desde el 17 de mayo se
reglam entaron los alim entos m ediante tasa oficial: pan, aceite, leche (vaca,
cabra, condensada), cualquier tipo de carne o em butido, arroz, patatas, legum bres
(garbanzos, lentejas, ju d ías...), bacalao y azúcar, ju n to al jabón y el carbón. La
com penetración entre el Consejo y el Control Obrero de la fábrica de harinas de
Roberto Belda y Cía; que aprovisionaba a alrededor del 80% del consum o de la
ciudad, facilitó un flujo suficiente de harina, aunque el térm ino agrícola no
producía suficiente trigo para abastecer la ciudad. Ya desde la época del Com ité
R evolucionario el Control O brero había aceptado las indicaciones institucionales
a cam bio de perm itirle realizar transacciones com erciales propias. Incluso en
m arzo de 1937 el Consejo M unicipal gestionó ante el M inistro de la G obernación
la retirada de una m ulta de 5.000 ptas. im puesta por el G obierno Civil de
Valencia.628 No es este el único caso de pragm atism o de las autoridades locales.
Lograr el pleno abastecim iento era m ás im portante que los m étodos
em pleados. En A gullent el Consejo M unicipal intervino sólo nom inalm ente la
fábrica de jab ó n de Ram ón Casanova, quien continuó al frente de la m ism a a
cam bio de que entregara una parte de su producción al Consejo para distribuir
entre sus habitantes, o vender con el fin de adquirir otros productos de prim era
necesidad. Adem ás, el C onsejo proveía a la fábrica de los im prescindibles
cilindros de sosa cáustica En casos muy extrem os de venta abundante de jabón,
artículo intervenido, el Consejo advertía con energía a la em presa, aunque
siem pre fue m uy laxa respecto a que los agullentinos intercam biaran jab ó n por
productos alim enticios en otras poblaciones.629
A pesar de las buenas intenciones y del esfuerzo desplegado por los
consejeros de abastos, la atom ización de la retaguardia republicana tenía su
reflejo en la autonom ía de cada departam ento de abastos, enm arcada por el afán
de conseguir el aprovisionam iento básico de la población a su cargo. Por
ejem plo, en junio de 1937 se acordaba satisfacer las peticiones de aum ento de
tasas del ganado vacuno y porcino de los ganaderos de O ntinyent “teniendo en
627 AMA, Caja Sección Histórica. Guerra Civil. Administración Republicana, 19-Ü-1937.
628 AMO, Correspondencia 1937, 18-111-1937.
629 CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals 1936-1939”, op. cit., p. 102.
554
cuenta que hay que evitar que el ganado sea vendido a otros pueblos de donde se
hacen ofertas a precios m uy superiores”.630 No deja de ser elocuente la
exposición de los resultados de un estudio encargado p o r el Consejo M unicipal
ontiñen tin o . Con lig era satisfacció n se concluía, com probando la m enor
incidencia de la hiperinflación y la carestía en O ntinyent respecto a otros
pueblos, que “los hom bres entendidos en este com plicado problem a coinciden en
que cada pueblo reserve lo que tenga y qué consiga cuando m as mejor, no
im porta el precio, pues m as vale tener, aunque caro, que no tener nada y perm itir
una incap acid ad y d isco rd ia lo cales” .631 El dictam en no puede ser más
esclarecedor del grado de autogestión presente en los resortes adm inistrativo-
institucionales locales de la República.
De hecho cada C onsejo M unicipal ensayó p ro y ecto s d istin to s que
asegurasen su aprovisionam iento. En septiembre el Consejo de Benigánim
ordenaba al propietario de la fábrica de harina no abastecer a otros pueblos para
dedicarse en exclusividad a la población, a pesar que en m ayo el G obernador
Civil había asignado a los pueblos de la comarca y de las lim ítrofes a los m olinos
harineros de Benigánim , Canals, O ntinyent y Xátiva para rem ediar los problem as
que se venían planteando entre fabricantes de harina y C onsejos M unicipales.632
En octubre de 1937 el Consejo de Ontinyent desalojaba un local del Control de
la Industria Textil para convertirlo en una fábrica de jab ó n que cubriese las
necesidades de la ciudad.633 Por contra, el Consejo de M ontitxelvo acordaba el
libre com ercio de trigo como m edida adecuada para com batir la especulación.634
A pareció el puro trueque. En mayo una delegación com puesta por el consejero de
abastecim ientos y un tablajero de Bocairent emprendieron viaje para conseguir
cabezas de ganado que abastecieran a la población, así como trigo candeal, pero
para adquirir ambos productos “hay que conseguir antes bacalao, sardinas y
jabón para efectuar el intercam bio” .635
A pesar de todo no se consiguió controlar los precios ni el pleno
abastecim iento, especialm ente en Ontinyent. En esta ciudad, desde el verano de
1937 aparecen quejas acerca de “los escandalosos abusos” del m ercado (fruta
verde y precios elevados) o hacia las continuas “irregularidades”, consignadas en
los plenos m unicipales.636 En septiem bre se señalan las prim eras aglom eraciones
en la distribución del racionam iento y colas en las panaderías.637 A m edida que
transcurría el año 1937 los problem as de abastecim iento en la Valí se fueron
haciendo más notorios, principalm ente el de trigo, deficitario en la com arca.
Prim ero se empleó la harina expropiada a grandes propietarios y m olineros,
después se requisó la harina a los infractores de las disposiciones m unicipales.
555
En A ielo de M alferit el incum plim iento del bando m unicipal sobre la
harina le ocasionó a un agricultor la incautación de 150 kg. con destino al
D epartam ento de A bastos.638 Por contra en B eniatjar el Consejo se apoderó de
todo el trigo que pudo conseguir para repartirlo, ya transform ado en harina, a
toda la población.639 En octubre la ración personal de pan en O ntinyent se
rebajaba a 500 gram os.640 El entorno m ontañoso de la ciudad dejaba algunas
salidas para com batir la escasez, como recolectar setas en la m ontaña o la caza
de perdices y conejos, aunque fuera en época de veda.641
En noviem bre el Frente Popular A ntifascista de O ntinyent rem itía al
Consejo su acuerdo de fijar una hora determ inada para expender el pan y
term inar de este modo con las colas en las panaderías. En un tono irónico la
prensa anarquista de O ntinyent se quejaba en octubre de 1937 de la escasez de
algunos productos, muy especialm ente del tabaco:
La problem ática del abastecim iento se trasladó a la vida política local. Los
republicanos de izquierda “puros”, que no sim ultaneaban su adscripción política
con ning u n a sin d ical, eran p a rtid a rio s de las reg las del m ercado como
instrum ento para evitar la escasez y con ella la hiperinflación.643 En B ocairent se
produjo un debate m unicipal sobre el tem a de liberalizar los cereales, piensos y
legum inosas que term inó con el acuerdo de continuar la D elegación de Abastos
con la regulación de los precios y el control de la producción.644 En m uy pocas
poblaciones se llegó a una solución como en Salem donde la com isión de Abastos
estuvo integrada por todos los partidos políticos.
556
En O ntinyent, el consejero Salvador Pía (CNT) planteaba la renovación
del com ité de A bastos “para que el pueblo no tenga los recelos que guardaba con
el Com ité y se de cuenta de la renovación que se introduce al constituir el
Consejo M unicipal” .645 Aquí el D epartam ento de A bastos actuaba con plena
independencia de la Caja M unicipal, esto es, se encargaba de com prar y vender
géneros. Incluso tenía unas dependencias propias fuera de la propia Casa
C onsistorial. El 2 de abril todos los consejeros, salvo los dos de A bastos,
acordaron que el D epartam ento se encargase de “la fiscalización de los precios
de venta y evitación y castigo de los abusos que se com eten por los com erciantes
desaprensivos (...) acordándose (...): Hacerse cargo el Consejo del activo y
pasivo del D epartam ento de A bastos, unificándose con la Caja y contabilidad
m unicipa Esto es el fin de la independencia del departam ento y su
integración al com ún de delegaciones m unicipales.646 Sin embargo el 27 del
m ism o m es el D epartam ento de A bastos continuaba su actuación independiente.
El estallido definitivo se produciría en la sesión del 3 de septiem bre. El
G obierno había establecido los precios de tasa por los que las autoridades debían
com prar los artículos de prim era necesidad y los de venta al consum idor. Pero al
parecer el D epartam ento de A bastos ya había adquirido algunos productos con
antelación a unos precios superiores a los fijados en la G aceta, con la
subsiguiente pérdida para las arcas m unicipales. Después de una batalla verbal,
el consejero Rubio (UGT/PCE) llegó a afirm ar que:
557
Al m argen de estas alteraciones locales llam an poderosam ente la atención
los m ovim ientos populares, encabezados por m ujeres, contra los sistem as de
racionam iento. Como señala Julián Casanova: “La escasez disparó la protesta
que, como tantas veces en la historia, no respondía sólo a una reacción
espontánea de la m ultitud airada por el ham bre, sino, sobre todo, a la creencia
fírm e en la inm oralidad de la actitud gubernam ental que toleraba el aumento de
los precios, el acaparam iento y la especulación”649 a lo que debemos añadir el
cóctel de pugnas políticas locales y no desdeñar su em pleo por antirrepublicanos
para desm oralizar la retaguardia.
En A lfarrasí, encabezados por el labrador A gapito Valiente (futuro afiliado
a FET), un num eroso grupo expuso sus peticiones:
el pueb lo en gran m ayoría pedía que a p a rtir de esta fecha, querían que
la venta de harina se vendiese en la Sala Capitular, que la vendiese quien
tenga derecho a ello, p ero que se vendiese en la Sala Capitular (...) Y de
ese modo es como el p u eb lo tiene confianza absoluta de que el reparto de
la harina se hara equitativo tal como debe hacerse a todos los habitantes
p o r igual sin distinción de ninguna clase.
649 CASANOVA, J.: “Las caras de la crisis: guerra civil., revolución y dictadura, 1936-1939”, en
TRUJILLANO SÁNCHEZ J. M. y DIAZ SÁNCHEZ, P. (eds.).: Jomadas "Historia y Fuentes Orales ”.
Testimonios orales y escritos. España 1936-1996", Fundación Cultural Santa Teresa, Ávila, 1996, pp. 17-25
(p.22).
650 AMAL, libro 15-Xn-1936/12-HI-1941, Libro de Actas, acta de 23-XÜ-1937.
651 Por ejemplo en Agullent v. CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals
durant 1936-1939”, op. cit., p. 101.
652 AMOLL, sig. 34/3, Libro de Actas, acta de ll-XI-1937.
AMOLL, sig. 34/3, Libro de Actas, acta de 25-XI-1937. El 7 de octubre se produjo en Sueca un hecho
similar recogido por GIRONA ALBUIXECH, A.: “La política municipal de Sueca durant la guerra civil
(1936-1939)”, op. cit., p. 27.
558
guarnición de la G uardia de A salto. En enero de 1938 los consejeros daban un
voto de confianza al delegado de abastecim ientos, centro de las críticas
populares.654
M otines populares y críticas sindicales diseñan el cuadro de una vida
cotidiana introducida mes a m es en la precariedad m ientras una m inoría se
beneficiaba ostensiblem ente. El 17 de marzo se reunían en la aldea de Sant Pere
obreros agrícolas y cam pesinos para acordar m edidas contra la especulación.655
El 18 de enero de 1938 la Federación Local de Sindicatos CNT-AIT de Ontinyent
publicaba un m anifiesto en el que se criticaba con notable dureza la gestión del
Consejo M unicipal, después de perder el anarquism o local la m ayoría en el
Consejo:
654 En Carcaixent se repitieron las manifestaciones para protestar por la gestión de los abastecimientos, v.
SIGALAT, M“. J. y RAMÍREZ SANJUAN, J.: “Guerra civil y revolución en Carcaixent (1936-1937).
Estudio de las instituciones políticas de la represión”, op. cit, p. 376.
655 VE, 17-IÜ-1938.
656 AMO, Correspondencia 1938.
657 FS, 16-XI-1937.
559
los recursos propios significaba depender exclusivam ente de los del entorno. Y
la solidaridad era día a día, un sentim iento en declive. La sequía es el elem ento
más señalado en los inform es m unicipales. En algunas poblaciones adquiría
tintes dram áticos. Entre m arzo y agosto de 1938, los vecinos de l'O lle ria , debían
buscar el agua en el río C lariano, situado a unos 5 Km de distancia.658
Otros fenóm enos naturales adversos fueron más puntuales, circunscritos a
térm inos m unicipales m uy determ inados, pero igualm ente destructores. El
Consejo M unicipal de M ontavem er estim aba que la helada de m arzo de 1937
había destruido el 80% de la cosecha de uva, el 100% de fruta, y el 90% de las
hortalizas y las legum bres.659 H elada que se repitió, aunque con m enor furia, en
noviem bre de 1938. En Q uatretonda la sequía había destrozado la totalidad del
térm ino m u n icip a l.660 En P O lle ria el C onsejo inform aba al M in istro de
A gricultura de que la vid había quedado arrasada por una helada y el resto de
cosechas muy m erm adas por la sequía.661 La falta de abonos y fertilizantes
sustraía rentabilidad a la agricultura y esta m erm a en la productividad fue
creciendo. El 14 de diciem bre de 1938 el Com ité A grícola de C astelló de Rugat
notificaba que no se había verificado la siem bra en casi la totalidad del térm ino
debido a la sequía y no haber llegado los abonos.662
Todo estaba relacionado. Las cajas m unicipales se encontraban exhaustas
a principios de 1938. No podían adquirir géneros, y se recurría, como en
l ’O lleria, a “am istades p articu lares” o a la ayuda del Sindicato de la Industria
V idriera en form a de préstam o (15.000 ptas. ofrecidas en febrero).663 Cada
m unicipio debía agudizar el ingenio, cada consejero de abastos buscar entre sus
am istades o descubrir en qué pueblo sobraba algún m aterial o producto que se
necesitaba en otro. En ju lio , el Consejo M unicipal de O ntinyent había enviado un
delegado a C abeza de Buey (B adajoz), lugar que contaba con los suficientes
piensos para m antener al ganado vacuno de O ntinyent, productor de la tan
buscada leche destinada a niños, enferm os y heridos ingresados en el H ospital
M ilitar.664
Con toda seguridad la am istad personal o política del alcalde de un pueblo
con los funcionarios de la D elegación Provincial de A bastecim ientos garantizaba
un sum inistro favorable. A sí, en abril de 1938, desde l ’O lleria se protestaba de
que, a pesar de contar con 4.301 habitantes censados, se recibían 12.675 kilos de
trigo, una cantidad id én tica a A ielo de M alferit, que contaba con 3.240
habitantes, pero inferio r a los 16.575 kilos de B ocairent, población de 4.180
h a b ita n te s.665 En A lb aid a el C onsejo “h ab ía re q u e rid o ” a los m ayores
contribuyentes un préstam o de 70.000 ptas., que aseguró el racionam iento
durante 1937. Pero en agosto de 1938 se quejaba ante el G obernador Civil:
658
/ rn AMOLL, sig. 24, op.
f cit., 20-VÜ-1938.
AMM, sig. 585/4, Expediente instruido con motivo de las heladas de los días 24, 25 y 26 de marzo de
1937.
660 AMQ, libro 1936-1939, Libro de Actas, acta de 13-VI-1937.
661 AMOLL, Caja 24, op. cit.
662 AMCR, legajo 44, Actas de las Juntas Municipales de agricultura y ganadería, 14-XH-1938.
663 AMOLL, libro 34, Libro de Actas, acta de 10-11-1938.
664 AMO, Correspondencia 1938, 8-VII-1938.
665 AAO, Carta del CM al Gobernador Civil, 25-IV-1938.
560
en estos últim os meses venim os observando que p o r la D elegación
P rovincial de Abastos se vienen creando dificultades de abastecim iento á
este Consejo, hasta el extremo de que la población se encuentra som etida
á una situación restringida de alim entación que se hace sentir en un
m alestar general, que de continuar en tales condiciones seria enevitable
una alteración de orden publico de lamentables consecuencias, m ientras
otras poblaciones disfrutan de privilegios de la referida D elegación
P rovincial de Abastos (...) otras poblaciones son racionadas con
cantidades mucho mayores con relación á su base de población (...).666
Con los estóm agos cada vez más vacíos, las tensiones subían de tono. El
5 de enero de 1938, Blas Durá, vicepresidente del Consejo de la Pobla del Duc y
presidente de la UGT, m ientras realizaba la distribución de harina, fue herido por
un vecino que reclam aba la ración que le correspondía a una hija residente en
F rancia.667
El estado de los abastecim ientos en O ntinyent era el más preocupante de
la com arca. A principios de 1938 la “fracción libertaria” había som etido a debate
un docum ento en el que se hacía especial hincapié en las “deficiencias y abusos
que se notan en la m ala calidad y falta de peso del pan, en la distribución del
aceite, en los precios elevadísim os que alcanzan las verduras (...)” . En el aceite
influía la negativa de los cosecheros a venderlo, como causa directa de la
escasez. Y respecto a las verduras, la p olítica a seguir para rebajar los precios se
centró en trasladarse directam ente a las zonas productoras.668
El año de la crisis de la retaguardia republicana los precios se habían
estabilizado después de la desbordante espiral inflacionista de finales de 1936,
perpetuada en el transcurso de 1937. Los Cuadros núm. 42-43 y 44 se han
elaborado a p a rtir de un docum ento sin firm a, guardado en el legajo
correspondiente a la correspondencia de 1938, y por tanto, sus resultados deben
ser estudiados con cierta prevención, más aún si sólo reflejan el estado sem anal
o m ensual de los precios en la ciudad del Clariano. D esgraciadam ente los únicos
alim entos en los que se puede establecer una com paración entre tasa oficial y
m ercado libre son aquellos que no significaban una partida relevante en la dieta
de los ontiñentinos (el pescado). Su propio origen y obtención redundaba en que
no sufrieran los m ovim ientos especulativos que im pelían a una escalada en los
precios del resto de productos. Con todo, la hiperinflación de los precios es más
que evidente.
La nim ia subida de los kilow atios se explica por la presión ante la Unión
E léctrica Levantina, desplegada ya en los años de la República, para rebajar el
precio del consum o por kilow atios al m ínim o por contador. El 9 de mayo de 1937
se reunían en M ontaverner los pueblos afectados por estas tarifas lesivas, en
561
com paración con la tarifa especial de la ciudad de Xátiva. La reunión consiguió
sus propósitos.669
Cuadro núm. 42
PO RCENTAJE COMPARATIVO IN CREM EN TO PRECIO S JULIO 1936/TASA
O FIC IA L 1938/M ERCADO LIBRE 1938.
Cuadro núm. 43
PORCENTAJE IN C R EM EN TO PRECIOS ALIM ENTO S. JULIO 1936-TASA
O FICIAL 1938.
562
C u ad ro núm . 43. (C o n tin u ació n )
Magro 6 9 33,33
Em butido (Kg)
Tarbena 4 9 55,56
Sobrasada 6 9 33,33
563
Cuadro núm. 44
EVOLUCIÓN DEL COSTE DE LA VIDA. ONTIN Y ENT JULIO 1936/1938.
Sardina salada
0,9 2,4 82,00
(docena)
Verduras s/d s/d s/d
Habas 0,2 2 90,00
Alcachofas 0,8 3,5 77,10
Judías verdes 1,2 4 73,30
H abichuelas verdes 0,5 3 83,30
G uisantes verdes 0,1 3 96,70
Frutas (kg) s/d s/d s/d
M elocotones 0,75 5 85,00
Peras 1 6 70,80
Uva 0,30 2 85,00
M elones 0,25 1,5 83,30
Pim entón (Kg) 3,5 14 75,00
Vino (litro) 0,3 1,5 80,00
Electricidad (kw) 0,6 0,7 14,30
Vestido s/d s/d s/d
Traje caballero 125 500 74,90
Trajes señora 60 200 69,80
Trajes niño 50 200 74,80
564
nueve horas diarias y las m añanas de los domingos. La escalada de los precios
com enzó a afectar a las econom ías dom ésticas en los prim eros m eses de 1937,
m om ento en el que se iniciaron las prim eras peticiones de aum entos salariales.
En febrero, trece funcionarios del Consejo de A lbaida (guardias m unicipales,
vigilantes nocturnos, jefe de guardas rurales, el barrendero y el encargado del
cem enterio m unicipal) se quejaban de la congelación de haberes que les conducía
a percib ir un sueldo por debajo de un obrero no especializado. En m arzo de 1937
el personal de las oficinas recordaba el excesivo trabajo y la congelación de
haberes.670
La hiperinflación fue uno de los mayores problem as económ icos de la
retaguardia republicana, superior a la zona franquista, que tan sólo se logró
contener en 1938, gracias a la intervención estatal sobre la econom ía y a los
m ecanism os ju d iciales para perseguir las infracciones, como los Tribunales de
Subsistencias y Precios Indebidos instalados en los juzgados de Instrucción.
D urante este año los abastecim ientos alcanzaron el máximo protagonism o en las
preocupaciones de las autoridades locales, los m ayores esfuerzos y la dedicación
p rio ritaria de unos Consejos M unicipales, prácticam ente todos ellos insolventes
hacendísticam ente, lo que les im posibilitaba para aprovisionarse autónom am ente
de víveres.
Tanto era así que el Consejo de Ontinyent tom aba la determ inación en
ju lio de 1938 de celebrar sus sesiones quincenalm ente, por el ingente trabajo que
suponía seguir garantizando el abastecim iento.671 En A gullent se prem ió la
dedicación y continuos viajes en busca de alim entos del consejero Francisco
Cerdá con la entrega de 15 pesetas diarias.672 Otros, como el consejero de
abastecim ientos de T O lleria, dim itían por exceso de trabajo.673 Y en Benigánim
nadie quería hacerse cargo de la consejería de A bastecim ientos. Poco a poco
todos los productos entraron en la espiral inflacionista. En enero se hablaba en
O ntinyent del precio desm esurado del pescado, que lo hacía inaccesible para los
trabajadores, y en marzo del aum ento vertiginoso del precio de la leña.674
D esde 1938 la escasez y el desabastecim iento fueron constantes en la
retaguardia valldalbaidina. En agosto se pedía la introducción de las cerillas en
los carnets de racionam iento, m ientras que durante cinco días de principios de
ese mes la fábrica de harina no pudo abastecer a los pueblos de alrededor.
Súplicas sim ilares del Consejo M unicipal de Agullent, a principios de 1938, se
repiten con insistencia en la docum entación municipal de la com arca:
fi7 A
AMA, Caja Postguerra. Ayuntamiento Nacional de Albaida. Abastecimiento de aguas y varios. En
rOlleria se recogen idénticos escritos (1937-1938), en AMOLL, Caja 32/2. Para Bocairent AMB, libro 19-
XI-1937/3-IX-1938, Libro de Actas, acta de 6-VH-1938.
671 AMO, libro 22, Libro de Actas, acta de 8-VÜ-1938.
672 CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals durant 1936-1939”, op. cit. p.
100.
673 AMOLL, caja 34, Libro de Actas, acta de l-XII-1938.
674 AMO, libro 22, Libro de Actas, actas de 12-1-1938 y 25-111-1938.
565
Consumidos los 2.900 kg., de trigo que corresponden a este pueblo del
barco Oregon no disponem os de ningún cereal para abastecer p a n al
p ueb lo y eso hará que m ientras los labradores coman de las reservas el
resto del pueblo padezca hambre como si fu era n de p eo r condición que
aquellos y esto no hay ley humana que lo autorice. Señor G obernador o
nos envia trigo o deja que incautem os del que tienen los labradores pa ra
que todos com am os,675
L’O lleria estuvo desabastecida de jabón durante dos m eses, y quince días
sin harina en agosto.676 En B ocairent la ración de pan se redujo de 500 a 300
gram os/día en m arzo de 1938, en septiem bre a 250 gramos (50 gramos superior
a lo perm itido).677 A finales de diciem bre se acordaba m olturar cebada y m aíz en
sustitución del trigo que había desaparecido definitivam ente.678 En A gullent era
de 100 gr./día por ración en octubre.679 El 9 de diciem bre el azúcar, que en
O ntinyent se destinaba bajo receta m édica a niños m enores de dos años,
enferm os, ancianos y asilados enferm os, se agotó por com pleto y el 24 tam bién
las existencias de harina, ante la ausencia de servicio por parte del M inisterio de
A gricultura, encargado de sum inistrarla.680
El aumento de la escasez catapultó a un m ercado negro que pobló la
retag u a rd ia de esp ecu lad o res, co m erciantes y algunos d irig en tes lo cales
corruptos. En B eniatjar se inculpaba de especulador al consejero ugetista de
A bastos. A otro, del Partido Com unista, se le acusaba de vender ilegalm ente sosa
cáustica y, con los beneficios, com prar aceite “en gran escala” .681 En m arzo, el
depositario del Consejo M unicipal de Castelló de Rugat, tam bién com erciante,
era detenido acusado de tráfico ilegal de productos tasados.682 Dos m ultas
(finalm ente resueltas con absolución) se expedían en O ntinyent (1938) por
“insultar a los consejeros de A bastos” , dan una pista de la negativa visión que se
tenía de la gestión de estos consejeros.683
Estas situaciones desm oralizaban la retaguardia y a los com batientes del
frente. En noviem bre de 1938 R afael Casanova, un antiguo consejero ugetista, en
esos m om entos en el frente, escribía con duros tonos al Consejo de O ntinyent en
torno a los com entarios de
67^ En CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals durant 1936-1939”, op. cit.,
<576°°
676 AMOLL, caja 34, Libro de Actas, acta de 28-VIII-1938.
677 AMB, libro 19-XI-1937/3-IX-1938, Libro de Actas, acta de 2-IH-1938 y libro 9-IX-1938/9-XH-1939,
acta de 9-IX-1938.
678 AMB, libro 9-IX-1938/9-XÜ-1939, Libro de Actas, acta de 21-XÜ-1938.
679 Tomado de CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals durant 1936-1939”
op. cit., p. 101. Todos los datos de esta población han sido tomados de este artículo.
680 AMO, Correspondencia 1938.
681 AMBE, libro 1938-1939, Libro de Actas, acta de 1-II-1938.
682 AMCR, legajo 44, Actas de Juntas Municipales de agricultura y ganadería, 22-H-1938.
683 AMO, Libro Registro de Multas, 1938-marzo 1939.
566
unos perciban 15 Pts. de pan diario, m ientras hay quien de ese Consejo
saca de la Fabrica de harinas sacos de 100 kilos, y algo mas que no
enumero. Pensad aunque solo sea p o r un m omento que la guerra no ha de
ser eterna (...).684
567
muchedumbre, se sienten obligados a racionar su mercancía: un kilo p o r
compradora. Se producen verdaderos altercados (...) ”.689
La única salida para com pletar una m ínim a dieta de supervivencia fue la
adoptada por m uchas m ujeres que se “pasaban el día dando vueltas al m ercado y
a las casas de campo para ver de hallar algo de com ida para los suyos, frutas,
verduras, harinas; lo que fuera y al precio que fuera (...) Los m ayores aún con
raíces nos apañábam os.”690
A pesar de las prohibiciones gubernativas para sacrificar ganado equino,
el propio alcalde-presidente de O ntinyent conocía los sacrificios clandestinos y
prom etía a los carniceros interesar a las autoridades superiores el perm iso
necesario, dada la falta de abastecim iento cárnico.691 Una m anera de sobrevivir
fue la cría en los dom icilios particulares de gallinas y conejos, como la descrita
por M ercó Rodoreda en La Plaga del D iam ant. Otro medio para rellenar los
estóm agos eran los hurtos en los cam pos, denunciados enérgicam ente por la
C ooperativa A grícola El Porvenir-U G T de O ntinyent.
A m edida que crece el desabastecim iento las cooperativas de partidos
políticos y los sindicatos se transform aron en organism os sum inistradores de
alim entos para sus socios. No es extraño leer com portam ientos sim ilares a los
desarrollados por el Sindicato Ú nico e Izquierda R epublicana de C astelló de
R ugat, quienes h ab ían com prado tre s cerdos p ara re p artirlo s en tre sus
asociados.692 No conocem os el alcance efectivo de los com edores de asistencia
social, una salida para paliar los efectos del desabastecim iento, si estaban
destinados sólo a refugiados o ejercían como salida para las fam ilias más
necesitadas. En A lbaida se m antuvo un com edor para los pobres de la ciudad,
m ientras que el Com ité Sanitario y de A sistencia Social se encargaban por su
parte, de ancianos e inválidos.693
Los últim os m eses de agonía de la R epública sin duda fueron los más
duros. El jin ete del ham bre había hecho su aparición. En diciem bre de 1938, los
vecinos de B ocairent sufrían “verdadero ham bre (...) El rancho de los soldados
eran de lentejas, que (...) se las denom inaba las « p ild o r ic a s del D o c to r » , y el
pan negro, que era puro salvado (...) que se le apellidaba justam ente « d e
N e g r í n » . La gente, a falta de lo necesario para su sustento, form aba grandes
colas ante la Com andancia M iliciana (sic), para recibir su porción de rancho o
com ida, al igual que los soldados” .694
En enero de 1939 O ntinyent carecía totalm ente de legum bres, los cuatro
m olinos y alm azaras no podían funcionar por falta de personal, incorporado a
filas, y en febrero una m anada de perros abandonados vagaba por los m ontes que
rodean la ciudad, atacando los co rrales.695 A lfredo Bernabeu recuerda que los
568
últim os m eses de la República “ O ntinyent conoció en aquellas fechas la fiebre de
la cría de aves de corral, que eran visibles en los balcones y galerías de las
viviendas (...) La penuria llegaba hasta la vestim enta, incluido el calzado, que
habia sido sustituido por alpargatas, (...)” .696
Se llegó al extrem o de robar com ida a los enferm os del H ospital
Internacional. Se acudía a cualquier alim ento para saciar el apetito: el 6 de enero
se denunciaba el p illaje de las colm enas del térm ino de O ntinyent. De A lbaida,
Enríe Valor recordaba que “ el pa era un luxe de poquíssim es persones i es
substituía, fins a cases de llauradors, amb creílles i m oniatos” .697 En A gullent
(febrero) se decidía prim ar la subsistencia de m ujeres y niños, al m ism o tiem po
que reforzar la vigilancia sobre el alm acén de la consejería de abastecim ientos,
m ientras que en Bocairent, a m itad de m arzo, la ración de pan era de 150
gram os.698 En T O lleria el consejero de abastos señalaba al resto del Consejo
M unicipal el 2 de febrero “la angustiosa situación que viene atravesando la
población debido a la falta de artículos de prim erísim a necesidad, entre ellos la
harina y el jabón, que se reciben a intervalos tan espaciados (...)” .699
El alborozo con que fue recibido el fin de la guerra no era ajeno a esta
dinám ica de desabastecim iento y ham bre. Lo que nadie esperaba es que, por otras
causas que nada tenían que ver con una coyuntura única como es una guerra, la
m iseria y los estóm agos vacíos durarían casi hasta 1952.
La corrupción de algunos consejeros m unicipales y directivos sindicales y
los errores y defectos del sistem a de abastecim iento de la zona republicana no
enm ascaran una cierta racionalidad que procuraba establecer una “indiscutible
conexión entre la producción y el consum o” .700 Como se recordaría (y castigaría)
en la posguerra, al m enos, siem pre se podía contar con las salvadoras lentejas,
“las lentejas de N egrín” .
696 BERNABEU GALBIS, A.: “El final de la guerra”, Crónica d ’Ontinyent, 32, 1989, pp. 10-11 (p.10).
697 VALOR, E.: Enllá de l ’horitzó, op. cit., p. 410.
698 AMB, libro 9-DÍ-1938/9-XII-1939, Libro de Actas, acta de 15-111-1939.
699 AMOLL, libro 35, Libro de Actas, acta de 2-Ü-1939. La pobre dieta de los valencianos del último mes
de guerra en ABAD, V.: Valencia. Marzo de 1939, Ajuntament de Valéncia, Valéncia, 1987, op. cit. pp. 49-
51. Prácticamente todas las monografías locales recogen apartados específicos para este tema, con
problemáticas muy similares a las expuestas para la Valí d’Albaida. BALLESTER ARTIGUES T.: La Segona
República a Pedreguer op. cit., 183-190. Para otras zonas de la España republicana, como Ciudad Real, v.
ALÍA MIRANDA, E: La guerra civil en retaguardia, Ciudad Real (1936-1939), op. cit., pp. 314-330.
700 SERRALLONGA, J.: “Subordinación, abastos y mortalidad. La Montaña catalana, 1939-1945”, Historia
Social, 34, 1999, pp. 45-69 (p. 54).
569
m icroatom izadora de la zona republicana, hasta la m ilitarización y centralización
de 1938.
Esta distorsión de la vida económ ica no fue un efecto más de la contienda
civil. Tiene sus raíces en el m odelo m onetario adoptado por los sucesivos
gobiernos de la R epública y que, en una coyuntura extraordinaria como fue la
guerra, adoptó unas características más am plias, de verdadera “crisis m onetaria” .
La peseta de la R epública contenía una doble vertiente, que incidía en una
debilidad económ ica e ideológica. Por un lado, com prendía dos organism os
em isores distintos: el M inisterio de H acienda em itía m oneda m ercancía m etálica,
com o plata (5 ptas., 2 ptas., 1 ptas. y 50 céntim os), níquel (25 cts.) o cobre (10
cts. y 5 cts.); m ientras que el Banco de España hacía lo propio con los billetes,
la m oneda-signo, situación que contrastaba con el m ovim iento internacional de
abandono del tipo de “m oneda-m ercancía” .
Por otro lado, ya com entado, la debilidad sim bólica de la R epública,
aplicada al plano m onetario, se traducía en que coexistían m onedas de la I
R ep ú b lica con las acuñaciones de los sucesivos reyes, y de la Segunda
R epública, con lo que para el ciudadano no se valoraba la validez ideológica de
la m oneda, sino su contenido m etálico y en su m áxim a expresión, el duro de
plata.
Al com enzar la contienda civil la política m onetaria del m inisterio de
H acienda, m uy condicionada por la necesidad de ganar el conflicto arm ado,
influyó en gran m anera sobre la desaparición de la m oneda fraccionaria. El
Estado pasó a buscar el oro y la plata de los particulares, m ientras que éstos
pasaban a atesorarlos debido a la propia incertidum bre creada por la contienda y
la rev o lu ció n so cio -eco n ó m ica. Las m onedas de p lata d esap areciero n
rápidam ente. Las prim eras, la serie de más valor, los duros. Se confeccionaron
certificados de plata en papel, que debían ser los sustitutos de las m onedas de
plata, con la determ inación últim a de retirar de la circulación las m onedas con
efigies m onárquicas y evitar la tesorización por parte de particulares.
Sin embargo estos certificados no llegaron a cubrir las necesidades de la
población, ni a convencerla de su validez efectiva y las m onedas de m enor
fracción, que tam bién contenían plata, acom pañaron en su desaparición a los
duros. Adem ás, el gobierno de la R epública empleó a p artir de septiem bre-
octubre de 1936 el oro y la p lata para adquirir sum inistros y arm am entos en el
exterior, a través del atesoram iento desde el M inisterio de H acienda, que pasó a
lanzar series nuevas de papel-m oneda para continuar financiándose en el interior.
Como quiera que la plata estaba en poder de particulares, o servía para las
transacciones bélicas gubernativas, ni los billetes ni los certificados consiguieron
la confianza de los ciudadanos, ya que no tenían a sus espaldas dicho m etal.
A dem ás, la Casa de la M oneda arrastró dificultades técnicas derivadas de la
guerra, que retardaron un año la circulación de nuevas m onedas. El resultado
final de esta crisis m onetaria fue la desaparición total de las m onedas de plata,
que llegaron a ser m ateria de especuladores, dado que eran un “valor seguro” en
m edio de las distorsiones económ icas de la guerra y la falta absoluta de
confianza en el papel-m oneda, que incluso llegó a ser objeto de pago para
adquirir plata. D espués, las m onedas de níquel y cobre fueron recogidas por el
570
Estado, con destino a la industria arm am entística. No se trata de una evolución
particu lar de la zona republicana. Situaciones sim ilares acaecieron en el
transcurso de la I G uerra M undial. Pero aquí se agravaron, dada la continuidad
en el patrón-plata y las políticas m onetarias de financiación de la guerra.
Sin moneda fraccionaria las transacciones m ercantiles, el pago de salarios,
las actividades diarias de los com ercios o la devolución de cam bio en cualquier
instante del día (tranvía, espectáculos...) se convirtieron todas ellas en graves
problem as que llegaban incluso, como sucedió en O ntinyent a provocar entre los
com pradores “alteracio n es del orden p ú b lic o ” . La desesp eració n de las
autoridades m unicipales es palpable en los oficios de los alcaldes-presidentes de
los com ités al G obernador Civil. Prim ero agotaron todas las gestiones posibles
ante las sucursales bancarias locales, de modo infructuoso.701 En B ocairent se
intentó recoger la m ayor cantidad de m oneda fraccionaria para canjearla
posterio rm en te p or papel-m oneda, que se rep artió entre com erciantes e
industriales.702
La ineficacia del Gobierno de la R epública para arbitrar una rápida
solución dio lugar a que, a pesar de las prohibiciones dictadas, los Consejos
M unicipales em itiesen su propia m oneda divisionaria de curso estrictam ente
local, avalada previam ente por billetes depositados en el Banco de España.
Iniciativa a la que se sum aron asociaciones de com erciantes e industrias. Según
Antoni Turró al m enos 25 de los 34 ayuntam ientos de la com arca lanzaron sus
propias m onedas fraccionarias en form a de billetes que “responen a una
característica general que podrem qualificar de m olt baixa qualitat artística,
p o tser a causa deis m igrats m itjans de les im prem ptes que els
confeccionaren” .703
El aprem io para norm alizar las transacciones m ercantiles, su m ero
carácter instrum ental, alejado de consideraciones ideológicas, es palpable en la
ausencia de sím bolos de cualquier tipo, más allá de los extendidos escudos de la
R epública, colum nas de H ércules o, excepcionalm ente el escudo heráldico
local.704 Entre las series m onetarias de los Consejos M unicipales destaca la
efectuada en A lbaida, uno de los escasos ejem plos de utilización del valenciano,
en hom enaje a un líder sindical (retrato de Pablo Iglesias), y de valor artístico,
ya que fueron dibujadas por el pintor José Segrelles.
M in o ritariam en te fueron em presas co lectiv izad as o in cau tad as las
encargadas de em itir m oneda, como la licorería de la Viuda de J. Juan M ompó
(Aielo de M alferit) o la fábrica textil de M ateo M artí (A lfarrasí). En O ntinyent
fue la U nión de Com erciantes quién llevó la iniciativa. Sin em bargo, en agosto
de 1937 el vocal del Consejo M ollá G aliana denunciaba en el pleno m unicipal
que la Unión de Com erciantes exigía el 3% del im porte de cada vale para su
asociación. El vocal planteaba la anulación de dichos vales y la realización de
701
Por ejemplo se puede observar en AMO, Correspondencia 1937, oficio de ll-V-1937.
702 AMB, libro 21-XI-1936/18-XI-1937, Libro de Actas, acta de 12-V-1937.
703 Seguramente fueron más municipios, pero no se ha encontrado documentación que atestigüe la emisión.
Por ejemplo, es extraño que Quatretonda, un municipio medio de la comarca, no dispusiera de vales o bonos
propios.
TURRÓ, A.: “Els problemes monetaris a la comarca de la Valí d’Albaida durant la guerra civil”, Alba,
2-3, 1986-1988, pp. 66-91 (p. 87).
571
una em isión propia del Consejo M unicipal. Pero esta solución era problem ática,
ya que el propio G obernador Civil, en cum plim iento de las disposiciones
gubernativas, había prohibido expresam ente al alcalde-presidente de O ntinyent
la em isión propia. El Com ité decidió finalm ente tram itar la denuncia en nom bre
de los Controles O breros de la M adera y el Textil, practicar registros en los
do m icilio s p a rtic u la re s en los que se sospechaba se atesoraba m oneda
fraccionaria en núm ero superior al perm itido legalm ente, para su incautación y
posterior circulación.705
En diciem bre de 1937 el C onsejo M unicipal decidía su retirad a y
sustitución “dado el estado de suciedad y deterioro en que se encuentran los vales
que actualm ente circulan”,706 aunque todavía el 19 de m arzo de 1938 el alcalde-
presidente notificaba a la U nión de Com erciantes la orden im periosa de retirar
los vales y bonos, en cum plim iento de los decretos gubernativos.707 En
B ocairent, el Consejo M unicipal dispuso el canje del papel m oneda m unicipal
por m oneda fraccionaria, que fue entregada equitativam ente entre com erciantes e
industriales interesados.708
El M inisterio de H acienda ordenó la retirada de estas em isiones a
principios de 1938709 dentro de un contexto de centralización estatal y supresión
de la atom ización m unicipal y sindical de la retaguardia republicana. Inspectores
estatales debían cam biar la heterogénea m oneda fraccionaria por otra de curso
legal y válida para todo el territorio republicano. Con todo, la escasez de las
nuevas em isiones para las series de 50 céntim os, 1 peseta y 2 pesetas m otivó la
resistencia al canje. Todavía en m ayo de 1938 la G aceta de la R epública
decretaba una serie de sanciones para intentar atajar definitivam ente el uso de las
em isiones locales, que no serían retiradas en m uchos m unicipios hasta m itad de
1938, como ha com probado Em ilio Llueca para el Camp de M orvedre, e incluso
posteriorm ente, por ejem plo en B ocairent, en la que el Consejo aprobaba su
retirada definitiva a principios de 1939.710
En el proceso de cam bio de m oneda, los consejos m unicipales trataron de
conseguir unos ingresos extraordinarios para sus depauperadas arcas. Según
A ntoni Turró “Hem pogut establir que entre un 10 i un 15 per cent deis billets
locáis em esos no es p resen taren , p er raons diverses, al canvi, pero els
A juntam ents s ’esforsaren a dissim ular aquests beneficis davant els inspector
d ’H isenda, augm entant o pretextant falses despesses de confecció, control i posta
en circulació deis seus b itllets” .711 A ntoni Turró ha contabilizado una em isión
total de 153.500 pesetas fraccionarias, una m edia por habitante de 2,77 pesetas,
inferior a la m edia de 5 ptas. por habitante de otras com arcas valencianas.
572
La “ crisis m onetaria” , resultante de la escasez de m oneda fraccionaria
para el cam bio com ercial cotidiano y de la devaluación del valor de los billetes
en curso y los certificados de plata, se unió al descenso pronunciado de la oferta
de productos im prescindibles, que estaba provocando fenóm enos especulativos
que term inaban en hiperinflación. El escaso valor del dinero en circulación
provocó la g en eralizació n del tru eq ue entre p artic u la res, pero m uy
significativam ente p or los propios Consejeros M unicipales. Esta situación se
intentó subsanar con disposiciones intervencionistas sobre salarios y precios, así
como el racionam iento, para asegurar la distribución equitativa de los productos
de prim era necesidad, al igual que todos los países en guerra. M edidas estas
últim as que buscaban atenuar las distorsiones sobre el m ercado de los efectos de
la “crisis m onetaria” .712
712 Para este capítulo se ha utilizado SANTACREU SOLER, J.M.: La crisis monetaria española de 1937,
Universidad de Alicante, Alicante, 1986. Para la emisión de moneda en la comarca TURRÓ, A.: “Els
problemes monetaris a la comarca de la Valí d’Albaida durant la guerra civil”, op. cit.
71^ AMAM, libro 10, Libro de Actas, acta de 23-Ü-1937.
714 AMO, libro 21, Libro de Actas, actas de 2-ÜI-1937 y 28-111-1937.
715
Por ejemplo, en junio de 1937 el Consejo Municipal de Quatretonda, desalentado ante la sequía y las
heladas que estaban arrasando su término agrícola, “suplica nuevamente” la reanudación de las obras de la
carretera hacia Gandia y la limpieza del arbolado del monte público. AMQ, libro 1936-1939, Libro de Actas,
acta de 13-VI-1937.
573
im portante de la juventud en el frente o en los servicios auxiliares del Ejército,
se atenuó el problem a. De este modo, los consejeros de M ontaverner acordaban
suprim ir en noviem bre el recargo del im puesto.716
Los trab ajad o res debieron soportar adem ás del paro estructural, el
em peoram iento general de las condiciones de trabajo. En las em presas que
servían al Ejército la jo m ad a laboral se increm entó. Se alcanzaron en 1937 las 48
horas sem anales, aunque solam ente se pagaban 40, ya que el resto iba destinado
al Fondo de C om pensación de la Industria T extil.717
Los oficios ligados a la construcción (albañiles, pintores) fueron los
grupos lab o rales m ás dañados. O bviam ente, d urante la guerra las obras
p artic u la res o in d u striales p rácticam ente desaparecieron. Los pintores de
r o il e r i a estaban “casi en su totalidad sin trabajo” en febrero de 1937. En abril el
presidente del Sindicato de la C onstrucción-U G T de la m ism a localidad se dirigía
al Consejo M unicipal para que inspeccionara el estado de las fachadas, e
im pusiera la reparación de las más dañadas. En O ntinyent los consejeros
buscaban el m edio para term inar con el paro de cientos de obreros de la
construcción. La falta de liquidez de la Caja M unicipal im pedía que ejerciera
como inversor. En mayo se llegaba al acuerdo de destinar el alquiler de las fincas
incautadas para realizar obras de am pliación y m ejora de dichas fincas, con lo
que el p ro b le m a del paro en la co n stru cció n quedaba n otablem ente
dism inuido.718
La disposición del Gobierno Civil de V alencia del 9 de agosto de 1938, en
la que se prohibía la edificación privada excepto las obras im prescindibles
(apuntalam iento y reforzam iento de fachadas...), sumó a los albañiles m ayores de
cuarenta y cinco años, im posibilitados para acudir a las obras de fortificaciones,
en una nueva dinám ica de paro forzoso, más grave, por cuanto se producía en el
año en el que la carestía alcanzó lim ites insospechados. La orden gubernativa dio
lugar a la instrucción de un expediente crim inal contra el alcalde de O ntinyent
José D onad por realizar obras de m ejora en su propio dom icilio.719 En las
poblaciones donde se contem plaba la construcción de refugios, ésta fue una
salida, como en O ntinyent, donde absorbieron a los 250 obreros del ram o.720
574
3.7.4. £1 enem igo in v isible. L a Q u in ta C o lu m n a '
Posiblem ente sea uno de los térm inos legados por la guerra civil a la
lengua castellana que ha gozado de m ayor difusión y perennidad. El térm ino
quinta colum na designa a un “ Conjunto de los partidarios de una causa nacional
o política, organizados o com prom etidos para servirla activam ente, y que en
ocasión de guerra, se hallan dentro del territorio enem igo” .721 Gran parte de los
historiadores subrayan la paternidad periodística del nacim iento del térm ino
quinta colum na, derivada de unas declaraciones del general franquista M ola en
las que señalaba que las cuatro colum nas m ilitares “m ás una, la de sus
partidarios, que se hallaba dentro de M adrid” conseguirían la conquista de
M adrid.
Por tanto se trata de un enemigo invisible, un enem igo que no se puede
reconocer por su m anera de vestir, por su acento, por sus costum bres diarias o
por sus prácticas religiosas. En la prensa de la zona republicana tam bién se le
llam a el “em boscado” y originó una espléndida colección de carteles que
alertaban a la población. Según Javier Cervera, la quinta colum na en zona
republicana se organizó de un modo más estructurado en un grupo conocido
como Falange Clandestina, y de una m anera im provisada, en una quinta colum na
autónom a que básicam ente realizó tareas de asistencia y protección a religiosos,
derechistas escondidos y desertores del Ejército R epublicano.722 La persecución
de los “ em boscados” y quintacolum nistas fue una verdadera obsesión en la
retaguardia republicana.723
Los afiliados o significados en partidos derechistas de la etapa republicana
buscaron refugio en las organizaciones políticas y sindicales. Es lo que M anuel
Chust ha denom inado la “dreta cam uflada” .724 En la Valí d ’A lbaida, hasta bien
avanzado el año 1938, se lim itaron a pagar su cuota de afiliación y no hem os
encontrado en ningún mom ento síntom as de actividades antirepublicanas dentro
de los propios sindicatos o partidos. Las fichas de afiliación a FET-JONS de la
posguerra m arcan la tendencia general de estos derechistas, o sim plem ente
oportunistas, con todas las prevenciones de la fuente. Como podem os observar en
el Cuadro núm. 45, la Valí d ’A lbaida sigue la línea m arcada en Sueca, esto es, la
elección por los sindicatos m ayoritarios (CNT y UGT) y un m enor apego por
Izquierda R epublicana, partido que aglutinaba en la Valí d ’A lbaida a socialistas.
721 DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Real Academia Española, Espasa Calpe, Edición
Vigésima, 1.1, p. 519.
722 El estudio más completo de las actividades y organización de la quintacolumna en CERVERA GIL, J.:
Madrid en guerra. La ciudad clandestina (1936-1939). Editorial CAI. Madrid. 1998. En Ciudad Real la
quintacolumna fue muy importante, necesitando incluso la intervención del Ejército para perseguirla, cfr.
ALÍA MIRANDA, F.: La Guerra Civil en retaguardia. Ciudad Real. op. cit., pp. 337-355. También son
interesantes PASTOR PETIT, D.: Espionaje. España 1936-1939. Bruguera, Barcelona, 1977; del mismo
autor cfr. “La Quinta Columna”, en W .AA.: La Guerra Civil., 9, op. cit., pp. 94-105.
723 Para Valéncia, v. PANLAGUA, J. y LAJO, B.: Sombras en la retaguardia. Testimonios sobre la 5a
Columna en Valencia, UNED, Valencia, 2002.
724 CHUST, M.: “La dreta camuflada: Sueca, 1931-1939”, Quadems de Sueca, VIH, 1986, pp. 95-105.
575
Cuadro núm. 45
PERFIL PO LÍTICO -SIN D IC A L DE LA DERECHA CAM U FLA D A.1936-1939.
Bufali 50
Castelló de Rugat 28 12
Salem 34,78
FUENTE: Elaboración propia a partir de los archivos m unicipales. El apartado
“OTROS” engloba al Partido Comunista, Juventudes Socialistas Unificadas y a Esquerra
Valenciana.
576
B enicolet, el secretario cenetista era un significado derechista que había
guardado las im ágenes de los santos en su casa y se dedicaba a proteger a los
em boscados.729
Tampoco la UGT estuvo libre de esta problem ática. A m ediados de
diciem bre de 1937 los anarquistas de Ráfol de Salem avisaban a la sede sindical
ugetista de A lzira “de las m uchas quejas que vienen presentándose por parte de
algunos socios del sindicato de la UGT de esta localidad, que sin causa ni
justificación alguna los expulsan para en cambio adm itir a los elem entos de
reaccionarios (...) Asi es que esperam os de vosotros que a la m ayor brevedad
pongáis coto a tales desm anes (...) agradecerem os mucho m andes un delegado de
vuestra confianza” .730
A partir de finales de 1937 la persecución contra los “ em boscados”
sindicales encontró un m ayor im pulso. En todo acto político-sindical de la
retaguardia republicana se hablaba sobre el tema. El tem a ocupó una ponencia
(“D epuración de los Sindicatos”) en el Congreso Regional de Sindicatos de
L evante.731 La situación llegó a tal extrem o en una com arca como la Valí
d ’A lbaida, con un an arco sin d icalism o focalizado en O ntin y en t pero sin
prácticam ente historia en el resto del territorio, que la F ederación Local tom aba
el 3 de noviem bre el acuerdo de depurar sus sindicatos con la publicación en El
Productor de una C ircular O rientativa, que constaba de una serie de norm as, para
im plicar en esta tarea a todos los “verdaderos antifascistas” .732 La Base 5a del
m anifiesto fundacional del Frente Popular A ntifascista de O ntinyent contem plaba
“D epurar las O rganizaciones sindicales y políticas, expulsando e im pidiendo el
ingreso a todo individuo que no tenga bien probada su fidelidad a la causa
antifascista que todos defendem os” .733 Por últim o, el Pleno Com arcal de
Sindicatos cenetistas (A lbaida, 19-12-1937) acordaba “ expulsar a aquellos
sindicatos indeseabales que solo tienen de C.N.T. el rótulo” .734
El Partido Com unista fue otro de los grandes receptores de derechistas,
como se desprende de los inform es de posguerra. De un em pleado ferroviario de
A lbaida, que sim ultaneó la afiliación socialista y com unista, se indica que:
"También perteneció al partido Com unista y obstaculizaba la introm isión de
elem entos derechistas” . Estos infiltrados utilizaron la inform ación recogida
durante la guerra para confeccionar los inform es franquistas. El caso más
llam ativo es el secretario del Partido Com unista de A lbaida, un falangista
clandestino.
E sta quin ta colum na autónom a tenía com o una de las p rin c ip a le s
actividades la difusión de noticias del bando nacional, tal y como aparece con
profusión en los inform es y fichas de afiliación a FET-JONS de la posguerra. Por
ejem plo, el factor de la estación de ferrocarril de Benigánim declaraba en 1940
la organización de reuniones clandestinas para oír la radio y difundir las noticias
729 AMBEN, Legajos varios. Documentación desordenada con informes personales de la posguerra.
730 AFPI, AH-47-1, UGT/CE Correspondencia, 16-XÜ-1937.
731 FS, 19-XI-1937. El Sindicato Oficios Varios de Ollería realizó una pregunta aclaratoria.
732 EPR, 6-XI-1937.
733 FS, 16-XI-1937.
734 EPR, 25-XII-1937.
577
en la población. En B enicolet, cinco vecinos propagaron en público los partes
nocturnos de Radio Salam anca, el más ferviente subrayaba que “H asta que me
caía de sueño oía Radio Salam anca” .735 Otras actividades fueron lanzar bulos,
como la conquista falsa de una ciudad o un bom bardeo que nunca tuvo lugar.
Estas pequeñas acciones se com pletaban con “discusiones con los rojos” o
“desm oralización” , am bas m uy corrientes en la docum entación.
A cciones aislad a s, p ro tag o n izad as po r p ersonas con un pasado
m ilitantem ente derechista, se incluyeron dentro de la organización clandestina
del Socorro Blanco, aunque no hay constancia de una actuación excesivam ente
organizada. Encontram os a un m aestro tradicionalista de O ntinyent, fundador y
vicesecretario de la DRV hasta noviem bre de 1934 y cooperador en el Socorro
Blanco, o un m édico de la m ism a ciudad, afiliado a la DRV y donador
m onetario.736 Se tratab a de esconder a personas perseguidas que, por su
condición, podían estar en cierto peligro (religiosos, m ilitares) o ayudarles a
esconderse. El arquitecto m unicipal de O ntinyent afirm ó esconder a dos
religiosas desde agosto de 1936 hasta abril de 1937, fecha en que pudieron
em barcar en A lacant. Otros guardaron ornam entos eclesiásticos.737
En el año 1937 se crearon los Tribunales Especiales para delitos de
espionaje, alta traición, derrotism o y análogos (22-6-1937), y el 6 de agosto, el
Servicio de Inteligencia M ilitar (SIM ). Sus actuaciones en la com arca fueron
contundentes, en un contexto general de intensificación de control de la
retaguardia. En junio se discutía en O ntinyent el protagonism o en la persecución
de los “m uchos jóvenes que a ju zg ar por su aspecto deben estar incluidos en la
edad de los llam am ientos a filas asi como otros que por lo visto no tiene
ocupación conocida”, entre la propia C orporación m unicipal, o por A gentes de la
D irección de Seguridad, acordando que fuera los agentes del propio m unicipio
quienes la llevaran a cabo.738
El suceso m ás relevante acaeció en O ntinyent el 29 de julio de 1937. Ese
día, agentes del D epartam ento de Investigación Social de la D irección de
Seguridad, al mando de un Com isario, detuvieron a 45 vecinos, entre ellos seis
m ujeres. Un detalle que habla del fácil acom odo en sindicatos es la afiliación
ugetista de 21 de los detenidos. A cusaciones: haber intervenido en las m esas
electorales en las elecciones del 16 de febrero, haber votado a la D erecha
Regional Valenciana, ser católicos. Entre el grupo se encontraban cinco personas
ligadas directa o fam iliarm ente con Juntas Locales de la DRV; afiliados o
directivos del Sindicato O brero Católico (3); de la Junta del Círculo Instructivo
T rad icio n alista (3), sie te p equeños em p resario s, dos in d u striales y un
propietario.
735 Albaida en AMA, Expedientes personales; Benigánim en AMBG, Correspondencia 1940 y Benicolet en
AMBEN, Legajo varios.
736 AMO, Caja Ficha colectiva del cabeza de familia. Secretaría. Certificados e informes de buena conducta
y bienes 1939-1944 (FCCF). En sus cuatro legajos se encuentra una buena muestra de las actividades
quintacolumnista, con evidentes dosis de exageración, de algunos ontiñentinos o de personal administrativo
oñ ' imilitar
n
destinado en la ciudad.
En el Legajo Varios de Benicolet se reflejan actitudes y acciones quintacolumnistas, por lo demas, muy
inocentes.
738 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 22-VI-1937, y Correspondencia 1937, AMO.
578
El Consejo M unicipal, reunido en sesión extraordinaria (12 de agosto),
cuando todavía continuaban detenidos 39 de aquellos, se pronunció radicalm ente
a favor de los que continuaban en prisión. Por una parte, objetaban que había
confusiones de nom bres, que otros sólo habían intervenido en m esas electorales
en función de cargos obligatorios de la Junta del Censo, pero principalm ente,
como señalaba un consejero faísta, porque votar a las derechas o ser católico, no
constituía delito alguno. Adem ás el Consejo pedía al Juzgado de U rgencia n° 1 de
Valéncia (28 de agosto) que se resolviera con prontitud los expedientes de once
de ellos “por tratarse de cabezas de fam ilia que son el único sostén de las
mism as, (...)” .739
La oposición antirepublicana no perm aneció totalm ente dorm ida. El 3 de
octubre de 1937 el Juzgado de A lbaida denegaba al teniente de la G uardia de
A salto de Gandia un registro general en M ontitxelvo para detener al autor o
autores de varios disparos contra un sargento de la G uardia de A salto.740 Con
todo, parece que el m otivo de los disparos no obedecía a causas políticas, sino
más bien a una venganza por haber denunciado a un desertor.
En A ielo de M alferit el m édico republicano Vicente A lbelda Picot, y otros
profesionales (la m atrona y una m aestra), instigaron una m anifestación de
protesta en marzo en la que “se incurrieron en m ueras al Gobierno del FP y a la
fuerza pública”. Según el inform e de las autoridades m unicipales, V icente
A lbelda arengó a los m anifestantes: “Que era hora de tirarse a la calle y pedir la
cabeza del alcalde y secretario que pronto ganarían los de ellos” . Los consejeros
acusaban al m édico de “figurar de Caudillo como le tienen los incontrolables de
esta V illa” y de guardar arm as en su dom icilio (pistolas, revólveres y dos
b o m b as).741 V icente A lbelda h ab ía sido p resid en te del C om ité electo ral
republicano en abril de 1931 y había encabezado la m anifestación que celebró el
triunfo republicano. A principios de ju lio de 1937 el bocairentino A drián Verdú
M onerris era denunciado com o el autor de unas hojas de p ro p ag an d a
profranquista que se repartieron por las calles de la población.
A finales de 1937 los casos puntuales de quintacolum nism o habían pasado
a ser dem asiado usuales. El 13 de noviem bre el G obernador Civil cursaba un
telegram a a todos los alcaldes de los pueblos, en térm inos m uy claros:
739 Este caso se puede seguir en AMO, libro 21, Libro de Actas. Borradores de las Actas 1937, borraores de
27-VI-1937 y 10-12 de agosto; Secretaría. Expedientes, 1937.
740 AHN-SGC, Audiencia Territorial de Valencia. Sala de lo Criminal. Juzgado de Albaida. 1936-1939,
legajo 15, 3-X-1937.
741 AMAM, libro 10, Libro de Actas, acta de 6-III-1937, 29-V-1937 y l-VI-1937.
742 AMO, Correspondencia 1937, 13-XI-1937.
579
El quintacolum nism o encontró un terren o abonado a m edida que
transcurría el segundo año de guerra. O bviam ente, aquellas poblaciones en las
que se habían dado cita un m ayor núm ero de refugiados o de servicios auxiliares
del Ejército fueron m ás proclives a las actividades profranquistas, que si bien
eran inofensivas para el curso de las operaciones bélicas, dañaban la m oral de la
retaguardia. A m ediados de enero de 1938 los ontiñentinos se sorprendían con la
aparición de una hoja repartida la noche de un sábado, m om ento idóneo dada la
afluencia de espectadores a cines y teatros, calificada por el Frente Popular de la
ciudad de “fascista, cobarde y vergonzosa” .743 Acto repetido a finales de febrero
con octavillas y que dio lugar a un m anifiesto conjunto CNT-UGT en el que se
alertaba contra “la traición del enem igo que convive entre nosotros de m anera tan
disfrazada” .744
Las quintas ocuparon uno de los principales cam pos de intervención de la
quinta colum na. Las Com isiones Inspectoras Volantes, instaladas en cada CRIM ,
se encargaban de intentar evitar deserciones y fraudes. Estaban com puestas por
un agente del SIM que dirigía el proceso de recuperación, un m édico designado
por la Inspección de Sanidad para com probar la veracidad de los alegatos de
inutilidad, y un sargento al mando de dos escuadras. En caso de necesidad se
acudía a la colaboración de agentes de las fuerzas de Seguridad (carabineros,
guardias de A salto, p olícia m unicipal). Su duro modo de actuar, superpuesto a los
Consejos M unicipales, encontró en la creciente desm oralización de 1938 un
cam po abonado para desarrollar sus objetivos.
La defensa de V aléncia había sido posible, a pesar de las graves
insuficiencias de m aterial bélico, de intendencia o sanitario, gracias a la
m ovilización popular. En marzo de 1938 Verdad refería el “gran entusiasm o” de
la población de O ntinyent y M ontaverner en los trabajos de reclutam iento, la
incorporación de voluntarios de r o il e r i a , o la carta de dos m uchachos de B élgida
que intentaron alistarse a pesar de su m inoría de edad.745 Se convocaron a las
q u in tas de 1922-1923-1924, bajo in sp ecció n sin d ical, p ara co n stru ir
fortificaciones que debían defender V alencia.746 Al m ism o tiem po se intensificó
la persecución de cualquier acto o conversación contraria a la República. En
l ’O lleria un hom bre era m ultado en m arzo, con 1.000 ptas., por derrotism o,747 y
en O ntinyent era detenida, tras la denuncia de una vecina, una m ujer por
p ro n u n ciar p ú b licam en te “ O jala ganaran los fascistas, que m ucho m ejor
estábam os que ahora” .748
El fantasm a de los quintacolum nistas y em boscados era entonces m ás real
que nunca en la retaguardia. Un jo v en ontiñentino, que provocaba frecuentes
altercados en los locales de espectáculos y en la vía pública, era vigilado con la
sospecha de que se trataba de un quintacolum nista “teniendo el antecedente de
580
que en cierta ocasión le fue rota una cam isa fascista También se creía que
existía una intencionalidad política en los escándalos públicos que ocasionaban
los m ozos del reem plazo de 1941 cuando salían de su instrucción.749
Los prim eros llam am ientos m asivos a quintas provocaron que se desatara
en la retaguardia la creencia de que no todos contribuían a la lucha contra el
fascism o de igual modo. Que había pequeñas m inorías privilegiadas que, por su
poder económ ico o por su cercanía al nuevo poder político nacido con la guerra,
se resguardaban del frente en los servicios auxiliares de retaguardia. Esto
provocaba la indignación entre los fam iliares de los soldados que estaban en el
frente, una indignación que a veces estallaba de form a tum ultuosa y donde las
autoridades m unicipales de O ntinyent creían percibir la mano oculta de la quinta
colum na. A principios de abril escribía el alcalde-presidente al G obernador Civil:
En la mañana del día de hoy (11 de a b ril de 1938) cuando salia de p restar
servicio en el turno que le corresponde de este Puesto de O bservación (...)
,ha sido violentam ente asaltado p o r un grupo de com pañeras fam ilia res de
los obreros del ramo de la Construcción m ovilizandos estos dias de edad
de 30 a 35 años, insultándole y anunciándole que le arrastrarían si no se
incorporaban inm ediatam ente a las B rigadas donde están sus
compañeros.
D ías después:
749 AMO, Correspondencia 1938, informe del cabo de la Guardia Municipal, 20-111-1938.
581
venía dada por el destino de dos jóvenes de la ciudad en la G uardia del H ospital
M ilitar.750 El am biente derrotista im pregnaba la retaguardia republicana m ientras
crecía la incorporación a las tareas de defensa.751 Los casos de deserción
aum entaron, unos porque no deseaban m orir por ningún tipo de causa, otros,
com o ha com probado M ichael Seidman, porque veían la guerra p erdida por la
R ep ú b lica. A dem ás se daba el hecho de que la com arca h ab ía votado
m ayoritariam ente a la D erecha Regional en febrero de 1936 y que una parte de
estos desertores no deseaban de ningún modo luchar a favor de la R epública. El
16 de abril el alcalde de A ielo de M alferit pedía una pareja de policías para evitar
incidencias en la concentración del reem plazo de 1928. En esta “resistencia
p asiv a” a incorporase a las unidades aparece por prim era vez una quinta
colum na, más o m enos organizada, que ahora encontraba un clim a idóneo para
desarrollar con m ayor éxito sus actividades. El 10 de mayo el alcalde de
O ntinyent escribía al G obernador Civil:
582
se le cargo a viva fu e rza en el camión para llevárselo, lo que constituyó
un espectáculo altam ente deprim ente y desm oralizador (...) Conseguimos
que lo dejasen en Ayelo (...) pero p o r lo visto el S.I.M . le ha puesto una
severa vigilancia, resultando que está tratado como un verdadero
crim inal, lo cual dá lugar a un estado de excitación en el pueblo que
po d ría degenerar en algún disturbio.155
583
encargado entre febrero y m arzo de 1939 del cargo de D elegado de la
Intervención Civil de Guerra y desde este puesto se dedicó a autorizar nóm inas
para d erech istas escondidos, facilitarles docum entación o cam uflarlos en
d estin o s sed e n ta rio s.759 Un fu n cio n ario de B en ico let retardó en algunas
ocasiones, hasta diez días la incorporación de algunas quintas. Después de ser
descubierto ingresó en prisión y se le suprim ió el racionam iento.760
En O ntinyent el Teniente de Intendencia M ariano Sánchez A lbornoz
(herm ano del reconocido m edievalista) com enzó en agosto de 1938 a facilitar
transporte y alim entos a derechistas, al mism o tiem po que establecía contacto
con el Jefe Local de Falange, José Simó, escondido en una finca próxim a a
O ntinyent, y con Luis M ompó, futuro alcalde franquista. Desde su destino
organizó la tram a quintacolum nista de la capital com arcal, junto a falangistas,
como recordaba el 31 de m arzo de 1939 Luis M ompó en una m isiva en la que
felicitaba a M ariano Sánchez por su santo:
759 AMO, Secretaría. Asuntos de Personal 1939. En esta caja se encuentran los expedientes de depuración
de los funcionarios municipales de Ontinyent
760
-jr i
AMBEN, LegajoJ varios.
/OL AMO, Correspondencia oficial de Entrada y Salida. Período Republicano 1939, Carta fechada el 31-DI-
1939
762 LP, 16-V-1939.
763 SANLEÓN ALBEROLA, F.: Apuntes Monográficos de Quatretonda, Quatretonda, Ajuntament i
Cooperativa de Quatretonda, 21, 2000, p. 9.
764 LP, 6-X-1942.
584
La Valí d ’A lbaida se fue transform ando desde la prim avera de 1938 en un
territorio convulso, una gran Casablanca. R efugiados y evacuados, los m iles de
soldados del CRIM, los escondidos de la com arca y los que venían de otros
lugares. A su alrededor, los Servicios de R ecuperación del CRIM , los agentes del
SIM y las autoridades m unicipales, que debían nadar entre su fidelidad a la
República y su im bricación en las pequeñas com unidades rurales, a los que
dividían sus fidelidades políticas o las fam iliares/fraternales. O ntinyent, además
de esta m area, recibía a heridos y fam iliares en su H ospital Internacional. En
m arzo, el alcalde pedía al Servicio de Investigación y V igilancia de Valencia el
establecim iento de un servicio perm anente para vigilar a esta población flotante
que iba y venía. En ju nio se establecía una sección de la B rigada de Investigación
Social, dependiente de la Subcom isaría de Seguridad.
A pesar del “Canguro”, el rechazo social a incorporarse al Ejército
Republicano fue in crescendo a m edida que avanzaba 1938. Y precisam ente lo
que m ás llam a la atención es la incapacidad para hacer cum plir las órdenes de
m ovilización m ilitar. En 1’O llería las autoridades m unicipales habían advertido
de que m uchos de los com ponentes de los reem plazos no habían acudido a sus
destinos y que otros habían retornado de ellos, continuando todos con su vida
normal en la población. Por ello se había solicitado la intervención de un equipo
de recuperación que había realizado varias detenciones, aunque el problem a
p ersistía.765 Esta situación creaba un tenso am biente entre los fam iliares de los
soldados que habían acudido a filas. El problem a llegó a tal extrem o que en mayo
de 1938 una parte de los varones en disposición de engrosar el Ejército se
negaron a enrolarse si no se presentaba la totalidad de contingente.
La retirada de las tropas republicanas que aún perm anecían en el Ebro
suponía prácticam ente la derrota definitiva de la República. El desánim o que
provocó se unió a las cada vez más duras condiciones de vida, las progresivas
m ovilizaciones de reservistas y, en definitiva, al hartazgo de la guerra, creciendo
significativam ente las deserciones.766 En A lbaida:
E l día 18 de novembre (...) a les dotze del matí, sobtadam ent, es fo rm a una
m ena de m anifestació de xicons i persones de molía edat cridant eslógans
p e r la p a u amb Franco. No cal dir que el coronel E scandell ordena
l ’eixida d ' una com panyia al carrer, la qual, avangant amb baioneta
calada, va f e r retirar a corre-cuita aquella mosta de quintacolum nistes
(...)
585
P els m eus com panys d ’oficina, va ig teñ ir n o ticies que el Servei
d ‘In ve stig a d o M ilitar actuava amb sig il p e r tot el centre de reclutam ent.
Uns dies després de la desficaciada m a n ifesta d o -ta n m a te ix era m olt
sim ptom ática-, va venir al po blé un dur escam ot del S.I.M, i, auxiliat p e r
una secció comandada p e r un oficial subaltern, van comengar, p istó les en
má, a fe r un escorcoll m inuciós i violent del habitatges d ’un carrer que hi
havia al nord (...) D e l ’oficina, ens vanperm etre eixir a presenciar-ho (...)
Sobtadam ent, dins el carrer va esclatar un tir m olt gros, d ’arma de cañó
llarg. I crits.
- H an fe r it un so ld a tl
Llavors va sonar una descárrega -tr e s o quatre tirs quasi sim ultanis.
La gent que badava a la boca del carrer, va fu g ir en totes direccions...
Feren una presonada de civils i d ’alguns m obilitzats de quintes velles que
s ’havien am agat dins d ’unes cases i no eren veins d ’Albaida. Va dir-se que
també havia restat desarticulada Voficina, paral, lela a la de Vexércit, que
*\fabricaba ” clandestinam ent perm isos fa lso s, cartilles m ilitars apbcrifes
i fa c ilita va un tráfic actiu p e r tota la reraguarda valenciana, d ’elem ents
tortuosos o d ’espies vertaders. M olta altra g en t totalm ente aliens a
qualsevols del ideáis de l ’un costat o Valtre, hi havia trobat ajut p e r a
esquivar el com plim ent de les seues obligacions m ilitars, dedicar-se a
V estraperto o donar noticies valuoses a la “Quinta Columna (...)
el “K a n g u r” (...) van traure violentam ent deis seus caus aquells agents de
Venemic, i sense contem placions, gairebé a culatades, els fica ren ais
veh icles cel.lu la rs. A lg u n a g en t que ho p resen cia va diuen que hi
protestaren, p ero una m ajor gernació de mares de m ilicians i soldáis que
s ’hi havia anat afegint, s e ’ls acostaren amenagadorament, s e ’ls van
Hangar al dam unt i agafaven els més coneguts reaccionaris d el p o b lé i els
m ostraven al “K a n g u r” perqué els detinguessen,767
586
O tros inform es, como el del Agente del SIPM dirigido al Jefe del Ejército
de Levante (31-12-1938), parecen pura fantasía. A firm aba que la quinta colum na
contaba con una Falange de 30.000 hom bres esperando arm as, además del
Socorro Blanco fem enino. Tam bién subrayaba la penuria económ ica de la
retaguardia y el estado de ánim o derrotista. Aunque como grandes actos de esta
quinta colum na únicam ente podía citar la difusión de “noticias alarm antes, bulos,
derrotism o” .769
En estos últim os m eses la quinta colum na tenía capacidad para obstruir la
labor de los C onsejos M unicipales o tam bién influir decisivam ente sobre los
consejeros, algunos dem asiado jóvenes, otros m ilitantes de base sin m oral de
victoria, por el curso derrotista de la guerra. Estas circunstancias se han
docum entado en Castelló de Rugat, con la actuación en la som bra del abogado
G abriel Rico P érez.770 En A gullent, la derecha local dom inaba en diciem bre de
1938 sindicatos y partidos, por lo que la población se había convertido en un
tranquilo refugio para em boscados, derechistas y desertores. Las autoridades
provinciales enviaron un D elegado de Orden Público para poner orden en un
pueblo donde ni el Com ité A grícola, ni de Prim era Enseñanza ni el de Evacuados
tenían vida p ro p ia.771
En el inform e falangista de Jesús M orante B orrás, refugiado en la
población durante los prim eros m eses de la guerra, se indica que después de ser
llam ados a filas el presidente y secretario de la UGT, los derechistas de la
población (recordem os, una am plia m ayoría) forzaron en los últim os m eses de
1938 a que el antiguo jefe de la DRV se convirtiera en presidente ugetista y Jesús
M orante en secretario de la UGT y del ayuntam iento. Así, hacia finales del 38
una parte de los últim os consejos m unicipales estaban en poder de los
q u in taco lu m n istas, quienes em pleaban los cargos p ú b lico s p ara b u rla r
repetidam ente las actividades del Canguro y asegurar el escondite de unos
setenta desertores.772
Entre diciem bre de 1938 y enero de 1939 se m ovilizaron las quintas de
1915, 1916 (42-44 años) y 1942 (17 años, la “quinta del biberón”). En l ’O lleria
continuaron los problem as con el alistam iento. El Consejo redactó un listado con
los m ovilizados, pero sim ultáneam ente las dos sindicales elaboraron otro que
contem plaba una veintena más de futuros soldados. Por segunda vez, según
recogía una com unicación del G abinete de Censura, Prensa y Propaganda de la
dem arcación de A lbaida, el grupo destinado a fortificaciones “Aún no se han
incorporado alegando que prim eram ente y antes de su incorporación, han de ver
salir a los huidos y desertores, por lo que se teme una alteración de orden público
en dicho pueb lo (...) a los que sus fam iliares tienen escondidos en su
m ayoría” .773 Este era el gran m otivo de fricción en la retaguardia.
769 SHM, ZN, a. 96, legajo 5, carpeta 43, Informe del Agente del Servicio en zona enemiga del SIPM, 31-
XD-1938.
770 CALZADO ALDARIA, A.: “La Guerra Civil del 1936”, en AGULLÓ DÍAZ, M \C. (coord.): Castelló
de Rugat. Memoria d ’un Poblé, op. cit., p. 161.
771 CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes durant 1936-1939”, op. cit., p. 96.
772 Ibídem. El informe del 11-111-1940 redactado por el Jefe Local de FET en las pp. 117-118.
773 AAO, informe fechado el 24-XÜ-1938.
587
La m ovilización general decretada el 8 de enero (17-55 años), ya en plena
agonía republicana, y fue m uy contestada, como recuerda Enric Valor, un testigo
de excepción. En rO lle ria , el SIM detuvo en enero a 79 desertores de los
reem plazos de 1942 y 1922.774 En B ocairent (diciem bre) se pedía la prohibición
de escuchar em isoras franquistas en las Sociedades, síntom a inequívoco de la
descom posición de la retaguardia.775 Con la guerra ya perdida para la República,
los quintacolum nistas, en especial los falangistas, tom aron m enos precauciones.
El 4 de m arzo era detenido un grupo de falangistas escondidos en un dom icilio
particu lar de O n t i n y e n t . E l activism o quintacolum nista de la com arca se
centró en la propagación del derrotism o entre la sociedad de la retaguardia,
re ce p to ra al m ensaje después de tantos m eses de guerra, las crecientes
dificultades para conseguir alim entos y las derrotas m ilitares. En un reciente
estudio se ha incidido en la im portancia del quintacolum nism o en Valencia, el
segundo centro a finales de la guerra después de M adrid.777
Si bien los quintacolum nistas, o “em boscados”, de la com arca no llegaron
a incidir directam ente en el curso de la guerra y ni siquiera desviaron grandes
efectivos del Ejército Republicano en su persecución, como en la provincia de
C iudad R eal, el crecim iento de sus actividades, su núm ero y com posición
reflejan la unidad de antirrepublicanos, republicanos opuestos a las acciones
revolucionarias y grupos de personas hastiados de la guerra y sus penalidades.
A dem ás una de sus ocupaciones más exitosas, el boicot a la incorporación
m ilitar, colaboró en aum entar el sentim iento de desorganización y derrotism o de
la retaguardia.
588
Las calles cam biaron de nombre, con la d esaparición de cualquier
referencia a la Iglesia Católica, nobles o políticos anteriores a la República, una
transform ación ya iniciada después de las elecciones de febrero de 1936. Los
cam bios en O ntinyent fueron los más radicales debido a la prim acía del
anarcosindicalism o, (v. Cuadro núm. 46)
Cuadro núm. 46
TOPONIM IA DE LA REVOLUCIÓN. ONTINYENT 1936-1939.
589
santo tradicional y especialm ente venerado como San Vicente para colocar en su
lugar a R avachol un anarquista francés representante de la "acción por la
p ro p ag an d a" de finales del siglo XIX, nom bre que los valencianos habían dado a
los tranvías de vapor por los continuos accidentes que ocasionaban.
U na concepción de los valores que debía representar el hom bre de la
revolución se trasladó al viario como Igualdad, Justicia, Trabajo o Fraternidad,
nom bre que recibió un chalet. También cam biaban los nombres de edificios
em blem áticos. El Consejo M unicipal de A ielo de M alferit, de m ayoría socialista,
probablem ente pensó que no era digno que las instituciones del pueblo estuvieran
alojadas en el Palacio del M arqués de M alferit. Por ello, en enero de 1937,
cam biaban su nom bre por Palacio de la R epública de Trabajadores de A ielo de
M alferit.780 Esta radicalidad no podía dejar indiferente a la sociedad. A lfredo
B em abeu cuenta la anécdota de una vecina de la calle de la Purísim a, venerada
patrona de O ntinyent, que dudaba que sus cartas llegasen a una calle que había
pasado a llam arse B akunin.781
Si las fuerzas republicanas habían sido incapaces para nuclear “ señales
id en tificad o ras”, durante la guerra socialistas y anarquistas de cada población lo
harían en torno a sus sím bolos particulares, aunque es palpable un cierto clim a
de unidad antifascista, que llevó al Com ité ugetista de Fontanars a titu lar una
calle con el nom bre de D urruti, recibiendo grandes elogios en la prensa
anarquista.782 La sem ántica antifascista contem plaba la historia contem poránea
de España como una lucha secular contra la opresión y la falta de libertades. Por
ello dignificaba la rebeldía otorgándole un lugar en las calles, incluso por encim a
de los prim eros “m ártires” antifascistas de los frentes.
Cuando en abril de 1937 el consejero com unista de B ocairent pedía
cam biar la rotulación de una calle con el nom bre de un vecino m uerto en el frente
de M adrid, el alcald e-p resid en te (CNT) se opuso a que fuera esa calle
denom inada O. M aiques porque estaba “ dedicada a quien en las C ortes
C onstituyentes de Cádiz, prim era etapa de la liberación Española, representaba la
causa del pueblo o p rim ido(...)” .783 Entre 1936 y 1939 la estética y toponim ia
revolucionaria llenó las calles, llevada hasta el extrem o de pedir la sustitución
del nom bre del ontiñentino b ar Royal por contem plar “palabras de significado
reaccionario” , origen de un debate sem ántico sobre el significado de R oyal.784
En M ontaverner, Á ngel López Vidal, m uerto en el frente de guerra, adquiría con
su m uerte carácter de héroe del proletariado, lo cual sustentó la propuesta en
m arzo de 1937 de rotular con su nom bre la calle de Blasco Ibáñez, un Blasco que
desentonaba en un m unicipio de ugetistas y com unistas.785
590
Los nuevos héroes eran hom enajeados fervientem ente, incluso llegaban a
ocupar el rango dejado por las elites tradicionales. Algunos de los espléndidos
edificios de las grandes fincas agrícolas de Bocairent se destinaron a alojar a
estos personajes. Así, cuando en abril de 1937, el sargento Carlos Fabra (ahora
capitán) visitaba la población, y el Consejo M unicipal le invitaba a pasar unos
días de descanso en la finca El R egadiu.786
Cam bios en la vestim enta, en la toponim ia, en las calles llenas de carteles
de propaganda antifascista, en las program aciones de cines y teatros, y tam bién
en el lenguaje em pleado, m étodo para elim inar el sim bolism o del contrario,
asim ilarlo a lo inhum ano, alejarlo de la hum anidad y, de este m odo, ju stificar
acciones que desagradaban a la com unidad, como el asesinato. Así en una carta
del secretario del Centro A grupación Socialista de 1’O llería se puede leer “para
exterm inar en definitiva al fascism o hinvasor pesadilla de toda la hum anidad” .787
El campo republicano era las luces, la claridad del nuevo am anecer, el
nuevo m undo, la rectitud y dignidad del “hombre” frente a la oscuridad, al
m undo caduco y antiguo. En palabras de un socialista albaidense, con claras
rem iniscencias del lenguaje religioso, “porque vivimos en tiem pos de luz, de
m ucha luz, y de guerra contra el fascism o que agazapado en la obscuridad solo
busca estratag em as, cam inos to rtu o so s y procedim ientos caciq u iles para
torpedear la R epública dem ocrática” . A parecen nuevas formas para calificar la
actividad p o lítica de una persona, nuevas descalificaciones: “m usolinescam ente,
facciosam ente, cual si viviéram os en tiem pos de férrea dictadura”.
El hom bre antifascista tiene unos valores muy distintos a los tradicionales.
Como m éritos para ocupar interinam ente el secretariado del Consejo de A ielo de
M alferit constaban que “se viene distinguiendo con su labor social dem ócrata y
por el triunfo del aplastam iento del fascism o, circunstancias que concurren como
destacado luchador.”788 Para los anarquistas, el hombre nuevo surgido en la
Revolución debía arrinconar todos los aspectos cotidianos enem igos de la
dignidad hum ana y alentar la libertad individual. Gonzalo M ataix, consejero
cenetista de O ntinyent, que form aba parte del sector propulsor de iniciativas
culturales, como el Centro de Estudios, deseaba el prim er día de 1937
que desaparezcan ciertas costum bres que venían observándose entre los
em pleados m unicipales que en ningún modo pueden adm itirse en el
régimen social y p o p u la r p o r el que propugnamos debiendo p o r tanto
term inar los acatam ientos, p a m p lin a s y demas m a n ifesta cio n es de
servidumbre, sin perju icio de que se mantenga el mutuo respeto entre
todos, estim ándo ademas que debe dejarse en libertad a los em pleados
para que vistan en la fo rm a que quieran y usen las insignias o distintivos
que g u sten .789
78^ VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 476.
787 AFPI, AH-1-26, PSOE-CE/Correspondencia Valencia, 7-IX-1937.
788 AMAM, libro 10, Libro de Actas, acta de 25-IX-36.
78^ AMO, libro 20, Libro de Actas, acta de 1-1-1937.
591
La nueva m oral proletaria y antifascista condenaba vicios y costum bres
ligadas a los m odos de vida de los “ senyorets” : la bebida, la prostitución, las
peleas pendencieras concebidas “en personas antifascistas son a todas luces
indignas”, el ju eg o , el erotism o de cabaret. El deseo de m antener una retaguardia
sin conflictos, al m ism o tiem po que “ sana”, como se decía en la época, una
retaguardia unida, requisito para ganar la guerra, está presente en los intentos
para evitar las consecuencias de los excesos etílicos en las tabernas de la
población ociosa que pululaba por O ntinyent.790
Pero tam bién se daban cita en este deseo los rasgos antialcohólicos de la
m oral anarquista, o de consumo m oderado de los socialistas.791 C ontrol del
alcohol y del ju eg o eran obsesiones de los consejeros ontiñentinos. Los
libertarios eran partidarios de las m anifestaciones culturales (arte, literatura,
teatro, cine), con tem áticas sociales que plasm asen la “expresión de la vida” .792
E ste p lan team ien to chocaba con el apasionam iento que d esp ertab an los
espectáculos de variedades hasta tal punto que el Consejo M unicipal, dom inado
por la fracción libertaria, editó un bando en junio de 1937 contra este subgénero:
“ ¿Es que han podido creer los individuos que los provocan que la libertad por la
que lucham os ha de servir para fom entar la inm oralidad, las procacidades o la
incultura?” .793
La guerra llenó a los ayuntam ientos de nuevos hom bres que hacían gala,
en m uchos casos, de un hum anitarism o desconocido hasta entonces, de hom bres
que volcaban los recursos m unicipales hacia los trabajadores y no hacia los
po d ero so s, ni d estin ab an los siem pre m agros p resu p u esto s a gastos de
representación y corruptelas diversas. Así es recordado un alcalde de A lbaida
apodado “Pep el del G aban”
Tots els que estiguen sense fa e n a que vinguen agí a l'A juntam ent.
592
E l que no estava treballant, estava assentat, pero guanyaba el jornal. Tots
els diumenges, ajuníava la quantitat que podía i, quan acabava de diñar,
agafava la vara d 'alcalde i se n ’eixia p e í poblé p a sseja n t p e r tots els
carrers. A c í ha havia un malalt, i com no tenien Seguretat Social de cap
classe, aplegava l'hom e i veia la s itu a d o del malalt, i si era una s itu a d o
de d eu p essetes, tirava má i agafava deupessetes.. Era l'hom e més que bo
que jo he conegut. ¡Aixó sí que era un sa n t/.794
593
los gobiernos N egrín el len g u aje fue cam biando sign ificativ am en te. Las
transform aciones de la retaguardia se pueden seguir en la sem ántica de los tres
Consejos M unicipales de A ielo de M alferit. El prim ero (enero 1937) se cerraba
con el acuerdo de que el P alacio del M arqués de M alferit ad o p tara la
denom inación de “Palacio de la R epública de T rabajadores de A yelo de
M alferit” . La tom a de posesión del segundo (julio 1938) term inaba con un “ ¡Viva
el G obierno de la República, Ejército, Jefe de E stado!” . En el últim o Consejo
M unicipal acababa con un “ ¡Viva la Independencia de E spaña!.”800
Las m em orias de Rafael Reig dibujan con precisión esta evolución entre el
verano de 1936 y 1938. Los m ilicianos vitoreados que m archaban al frente, la
población que se desvivía por atender a los refugiados, para llenar vagones de
alim entos y ropas para el M adrid sitiado, los curiosos que atosigaban con
preguntas a los prim eros heridos que llegaban al H ospital de Sangre, la ilusión
depositada en las colectividades y en el reparto de las tierras incautadas, las
esperanzas en una adm inistración m unicipal que por fin estaba dirigida por
trabajadores. D espués de la derrota de M álaga, con el retom o de los prim eros
heridos y m uertos, las prim eras m ovilizaciones de quintos, los prim eros
productos racionados y el fin de la violencia, la retaguardia com enzaba a entrar
poco a poco en una cierta norm alidad:
800 AMAM, libro 10, Libro de Actas, acta de 12-1-1937; libro 11, actas de 12-VH-1938 y 31-1-1939.
80 * REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit, p. 42.
802 v. PIQUÉ IPADRÓ, J.: La crisi de la reraguarda. Revolució i guerra civil a Tarragona (1936-1939), op.
cit.
803 T.O. de Josep Vañó (2003).
594
general a todas las guerras en torno a la m uerte, el dolor de las heridas, la
enferm edad o el ham bre, al que se agregaron en O ntinyent alteraciones naturales
que sem braron el terror entre la población civil, como el terrem oto a finales de
1937. La aurora boreal de una noche de noviem bre del mismo año provocó el
pánico entre los ontiñentinos. Unos creyeron que la aviación nacional había
bom bardeado una fábrica de vidrio, otros que eran el fin del m undo y, para los
católicos, flotaban en su pensam iento las profecías de la M adre R áfols.804
La influencia de las cada vez más pésim as condiciones de vida se percibe
en los análisis dem ográficos: 1938 acogió la m ayor sobrem ortalidad desde
1920.805 La evolución de la m ortalidad en tres pueblos de la com arca (A gullent,
A ielo de M alferit y Benigánim ) dem uestra que la desnutrición agravó las
consecuencias de la ausencia de infraestructuras urbanas (el agua potable) o de
control sanitario, m uy especialm ente en 1938, extendiéndose al alza hasta la
finalización de la guerra.806 En Llutxent, se ha constatado para 1938 que “las
curvas de nacim ientos y m atrim onios llegan a un mínimo absoluto y la de
defunciones alcanza el m áxim o m ás alto.”807
A parecieron brotes de tifus en la Pobla (junio 1937), de viruela en
rO lle ria (junio de 1938) y de fiebres m altas en A gullent (1937). La extensión de
la guerra, en definitiva, a la población civil alejada de las zonas de com bate. La
alegría de los prim eros m eses para los partidarios de la R epública devino para
toda la retaguardia, sin exclusión, en la percepción de un presente incierto, en la
tristeza y en el cansancio de la guerra.
595
confección de ropas, organización de la solidaridad, tareas asistenciales (Socorro
Rojo), etc. A modo de ejem plo, entre las bases de la A lianza Juvenil A ntifascista
de B ocairent la m ovilización fem enina tiene un destacado papel, pero dentro de
la creación de talleres de ropa para los com batientes.
En la com arca, la m ujer ya se había incorporado al m ercado laboral en las
fáb ricas tex tiles, v id rie ra s o quím icas. La guerra sirvió p a ra pequeñas
nivelaciones con los hom bres, tanto en pueblos agrícolas como industriales. El
Com ité de Bellús igualaba el horario de hom bres y m ujeres en septiem bre de
1936, aunque no sucedía lo m ism o con el salario. En los com ités de control
industriales aparecen m ujeres en sus ju n tas directivas y cuando los hom bres
fueron llam ados al frente algunas accedieron a puestos de responsabilidad, como
M aría Ú beda en la fábrica intervenida La Paduana de O ntinyent, o Isabel
M onferrer como secretaria del Consejo de Terrateig. En el sector de forrado de
garrafas de 1’O llería, colectivizado por la UGT-CNT, ocupado m ayoritariam ente
por m ujeres, lograron im poner la igualación de la jornada laboral y salarial con
los hom bres. En la C ooperativa Textil A delante de M ontaverner las m ujeres
ocuparon cargos directivos, trabajaron como m ecánicas cuando los hom bres
m archaron al frente y abrieron una escuela para m ujeres.809
D urante la R epública se había producido la politización fem enina, sobre
todo el campo de la derecha, y sindical en el campo católico, parcialm ente en la
UGT. En la g u erra av an zaría esta ten d en cia, llegando a o cu p ar cargos
m unicipales en poblaciones m enores a m edida que los hom bres engrosaban el
Ejército. La obrera textil M aría Carbó Vañó fue consejera del Consejo M unicipal
de M ontaverner por el Partido Com unista, entre abril de 1937 y la finalización de
la guerra; Isab el M on tag u t M onferrer, h ija de un pequeño co m ercian te
republicano, ocupó prim ero una vocalía en el Consejo de Terrateig por el Partido
Socialista, para ser nom brada alcaldesa entre octubre de 1937 y la ocupación
franquista.
En Bélgida, Am paro Llorens Sanfélix (PCE) era designada consejera de
Sanidad, C ultura y A sistencia Social y alcaldesa desde el 30 de enero de 1939.
A lbaida fue el único pueblo im portante al que accedió una m ujer al Consejo, la
m aestra D olores R uiz C háfer (PCE), nom brada vocal en abril de 1938. No fueron
m eras espectadoras. Los conocim ientos contables de Isabel M ontagut la llevaron
a ocuparse de uno de los puestos de m ayor incidencia en la vida local durante la
guerra: los ab astecim ien to s. D olores R uiz se preocupó p o r im p lan tar la
coeducación escolar y preservar la atención a la infancia (C olonias y cantinas
escolares). M aría Carbó trabajó con ahínco para realizar el sueño de abrir una
escuela.810
Como vem os, la m ovilización política fem enina se encauzó especialm ente
dentro del Partido Com unista, partido consolidado en la com arca durante la
guerra, y tam bién dentro de la A grupación de M ujeres A ntifascistas (creada en
1933), que avanzó notablem ente en la Valí d ’A lbaida sobre el substrato
809 AGULLÓ DIAZ, M \ C.: Escola i República. Montaverner 1931-1939, op. cit., 95-109.
810 AGULLÓ DÍAZ, M \ C. y JUAN REVERT, R.: “La preséncia de dones a la política municipal de la Valí
d’Albaida durante la II * República”, op. cit, pp. 94-96.
596
com unista, b lasquista y socialista. M ujeres A ntifascistas supo politizar a las
m ujeres, dirigiéndolas hacia el trabajo en pro de la victoria bélica desde talleres
de confección de ropas para soldados y la organización de festivales benéfico-
propagandísticos. La otra gran organización fem enina, M ujeres Libres, próxim a
al anarquism o, no fue mucho m ás allá de Ontinyent, ciudad en la que jugaron un
destacado p ap el.811
En definitiva, si bien en el campo republicano las m ujeres no consiguieron
una profunda revisión de su rol social ni laboral, los avances fueron notables. Se
hicieron esfuerzos efectivos en el campo cultural, que conllevaron el descenso de
un 15,5% del analfabetism o superior al 10,08% de los hom bres.812 Ocuparon
cargos de responsabilidad en la p o lítica local, sindical y económ ica que
reforzaron su autopercepción de colectivo hum ano útil para el resto de la
sociedad al mism o nivel que los varones.813
El D epartam ento de H ospitales del Com ité Sanitario Popular, uno de los
com ités dependientes del Com ité Ejecutivo Popular com enzó, en los prim eros
días de guerra, a organizar una tupida red de H ospitales de Sangre, basada en el
personal m édico de cada localidad, la solidaridad de la población civil y las
incautaciones de las prim eras semanas. En agosto de 1936 se instalaba en
O ntinyent un H ospital de Sangre situado en un espacioso chalet incautado a un
derechista. Iniciativa del Consejo M unicipal, fue una contribución de la ciudad
al esfuerzo bélico para recoger a los prim eros heridos de los frentes de com bate.
R afael Reig recoge el sentim iento popular de solidaridad con la causa de la
R epública y la expectación de los prim eros m omentos:
El vertiginoso aum ento del núm ero de heridos a m edida que la guerra
O l í r
NAVARRO NAVARRO, F.J.: Ateneos y Grupos Acratas. Vida y actividad cultural de las asociaciones
anarquistas valencianas durante la Segunda República y la Guerra Civil, op. c it, pp. 257-329.
812 AGULLÓ DÍAZ, M \ C .: Escola i República, op. cit., pp. 188-191. Los datos en p. 195.
813 AGUADO, A.: “Las mujeres valencianas en la guerra civil (1936-1939)”, en GARCÍA, M. (ed.).:
Homenaje a Manuela Ballester, Institut Valencia de la Dona, Valencia, 1995, pp. 23-35. Una comparación
del papel femenino en los dos bandos en NASH, M.: “Las mujeres en la guerra civil”, en W .AA.: La Guerra
Civil, 14, op. cit., pp. 104-117.
81^ REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., pp. 36-37.
597
crecía en intensidad hizo necesarias unas nuevas instalaciones, no sin cierto
desencanto “El pueblo ha hecho cuanto ha podido, pero, no ha resultado
suficiente” .815 Como en otras tantas ciudades m edias las necesidades de la guerra
destaparon las terribles carencias sanitarias prebélicas. La hacienda m unicipal no
podía hacerse cargo de la am pliación del H ospital de Sangre en el espacioso
colegio de La Concepción y las gestiones con el Com ité Sanitario de Valencia
tam poco daban sus frutos. Finalm ente, se instaló un hospital m ilitar (febrero
1937) en dicho edificio, sufragado por la Internacional Obrera Socialista (IOS),
la F ederación Sindical Internacional O brera (FSIO) y la sección b elg a de la
Internacional Socialista. La IOS tam bién ayudaba al abastecim iento de la
población, como en septiem bre de 1937, cuando entregó 10.000 kilos de patatas
y 5.000 kilos de sosa cáu stica.816
Su segundo director, el m édico francés y delegado en España de la IOS y
la FSI R obert Crespy D ucleau, en colaboración con Roque Pons, capitán de la
aviación francesa, dirigieron el acondicionam iento del edificio, así como la
adquisición de un com pleto m aterial sanitario y personal m édico llegado de
distintos países europeos (polacos, griegos, rum anos, franceses y belgas, los más
num erosos).817 Su entrada en territorio republicano se vió envuelta en el
contexto de los sucesos de mayo (1937). Cuando la caravana de unas 60
am bulancias que transportaba al personal sanitario y equipos se aproxim aba a
Figueras fueron tiroteados por un grupo de anarquistas, “porque decían que los
com unistas no traían m edicinas, sino armas (...) Mi m adre siem pre recuerda que
F ederica M ontseny tuvo que ir allí y defender la colum na desde el ayuntam iento
de Figueras” .818
Sus instalaciones contaban con calefacción central, servicios de biblioteca
y escolares. El H ospital servía para rehabilitar a los heridos en acciones bélicas,
adem ás de acoger a los heridos de las grandes batallas de la guerra (com o Teruel)
o el bom bardeo de X átiva (12-2-1939). H acia m itad de 1938 alcanzaría una
capacidad de alojam iento de m ás de 1.000 heridos. Fue visitado por el belga
V andervelde presidente de la FSIO ,819 Indalecio Prieto o Largo C aballero. El
G rupo Escolar Luis Vives se utilizó para un nuevo H ospital de Sangre.
Para aprovisionar al hospital, los servicios farm acéuticos del Ejército
instalaron cinco alm acenes en céntricos edificios: el Patronato de la parroquia de
San Carlos, La Paduana o las iglesia de San M iguel. Gracias a la cualificación de
su personal sanitario y la m odernidad de sus instalaciones O ntinyent se convirtió
en la Base de la Segunda A grupación de H ospitales de Sanidad M ilitar de
R etag u ard ia, que en g lo b ab a a otros h o sp itales m ilitarizad o s de ciudades
598
próxim as, como el H ospital Civil de X átiva.820 En la finca Torrefiel de Fontanars
se abrió, a principios de 1938, un H ospital de Inválidos de G uerra, Escuela de
R eeducación y H ospital B ase.821
La población convaleciente del H ospital Internacional añadió nuevas dosis
de confrontación a la difícil p o lítica local ontiñentina y diseñó pinceladas que
recordaban a otras m uchas poblaciones de retaguardia de la zona republicana,
pero tam bién de otras guerras. Según denunciaba en abril de 1937 Salvador Pía,
presidente de la Federación Local de la CNT al alcalde presidente del Consejo
M unicipal de O ntinyent
Las distorsiones no eran solam ente políticas: “Por un lado los heridos
cargaditos de alcohol y por otro G uardias de Asalto luciendo sus fusiles al lado
de las mozas. Viendo esto se saca la conclusión de que ya no estam os en guerra
y que ya no hacen falta los fusiles en el frente (...)” .822 El asunto venía de atrás.
El crecim iento humano del hospital había llevado a dotarlo con un pequeño
destacam ento de fuerzas de la G uardia de Asalto para hacer frente a los
p roblem as de orden p ú b lico que p u d ieran surgir en su in te rio r o los
p rotagon izad o s por h erid o s/en ferm o s en el exterior, que llevó al recelo
anarquista.
La población am bulante de fam iliares de los heridos planteaba otro serio
problem a. En noviem bre de 1937, el consejero de abastecim ientos R evert daba
cuenta de
los conflictos que diariam ente tiene que resolver algunos de ellos en
fo rm a violenta dada la a ctitu d de los reclam antes relativos a las
exigencias de fa m ilia res de heridos y evacuados que acuden a esta C iudad
y quieren que se les expida carnet de racionam iento, esperando que el
Consejo decida que m edidas deben adoptarse en estos casos, ya que no
esta dispuesto a asum ir individualm ente la responsabilidad ”.
Al parecer se daba la situación que los fam iliares “no se lim itan a exigir
el carnet de racionam iento sino que tam bién pretenden casi siem pre en form a de
82^ La Sanidad Militar en otra ciudad media valenciana en RAMÍREZ ALEDÓN, G et alii.: República i
Guerra Civil a Xátiva (1931-1939), op. cit., vol. n, pp. 61-71.
821 Para la sanidad durante la guerra civil cfr. GRANJEL, L. S.: “La medicina en la guerra”, en W .AA.: La
Guerra Civi1,14, op. cit., pp. 92-102.
822 AMO, libro 21, Libro de Actas, acta de 16-IV-1937 y Correspondencia, 1938.
599
im posición, que se les facilite vivienda” . Una difícil decisión, ya que acoger a
esta m asa agravaba aún más los problem as de alojam iento y abastecim iento de
una ciudad ya saturada. Como casi siem pre los criterios de hum anitarism o
prevalecieron.823 A lbaida y B élgida contaban con sendos H ospitales de Sangre en
noviem bre de 1936. En conjunto, 26 poblaciones albergaban 800 cam as
m antenidas por el Com ité Ejecutivo Popular.824
En definitiva, el H ospital M ilitar de O ntinyent, “va significar un exem ple
més de l'e sfo r? d 'in telectu als, treballadors i persones en general que, contra
l'a c o rd de no-intervenció, van fer un gran esfor? a l'h o ra de contribuir a la lluita
contra el feixism e” .825
600
los 18 puntos de N egrín-, soporte de la reconstrucción de un nuevo y victorioso
Ejército R epublicano, el Ejército de la Victoria:
828 “informe sobre las medidas generales de tipo militar que conviene adoptar en la situación actual”.
Extraído de SALAS LARRAZÁBAL, R.: Historia del Ejército Popular de la República, Ed. Nacional,
Madrid, 1973, vol. ÜI, pp. 3239-3249.
R90 Para el contexto de las operaciones militares de la guerra en el que nace la reestructuración del Ejército
Republicano cfr. Ibídem, vol. n.
ELADI MAINAR “Ataques franquistas sobre Valencia durante la guerra civil. 1936-1939”, Saitabi,
XXXVII, 1987, pp. 225-235.
601
A cantonam iento en m arzo de 1937. Asim ism o conocem os la presencia de fuerzas
del CRIM en O tos.831 Los servicios de búsqueda de desertores o prófugos eran
realizad o s p or los conocidos popularm ente como “ C anguro” (C astelló de
R ugat).832
Los acantonam ientos estaban concebidos como extensiones de la sede
central, A lbaida, lugar donde se instruía a los reservistas m ovilizados, se recogía
a los que habían eludido la llam ada a filas y se facilitaba la reincorporación de
los soldados dados de alta en los hospitales de O ntinyent o Fontanars. A lbaida
agrupaba tam bién los servicios centrales del CRIM : secciones de R ecuperación,
R eclutam iento y el N egociado de Ju sticia.833 U na vez com pleta la recuperación,
el reclutam iento y la instrucción, se trasladaban a M onteada.834
La desaparición de la docum entación m ilitar nos obliga a utilizar fuentes
docum entales descriptivas procedentes de los archivos m unicipales o de historias
locales para evaluar num éricam ente la concentración de efectivos m ilitares.
Según la declaración de un d esertor del Ejército R epublicano, a finales de enero
de 1939 el CRIM n° 11 com prendía entre 12.000-13.000 hom bres “como
servicios auxiliares por enferm edad o defecto físico y dedicados a faenas
agrícolas generalm ente” .835 El A cantonam iento de C astelló de Rugat reunía en
ju lio de 1938 unas 1.000 personas. Bélgida, por su parte, “com prendía la recluta
y destino a cuerpo de los individuos clasificados para servicios auxiliares. Unos
2.000, por térm ino m edio” .836 Testim onios orales nos han señalado que en
A tzeneta se asentaron entre 1.300 y 1.500 soldados. La elección de este pequeño
pueblo se debió a los copiosos acuíferos de su térm ino y su cercanía a las
m ontañas.
En cualquier caso, el im pacto dem ográfico y sociológico sobre la Valí
d ’A lbaida fue de enorm es m agnitudes. La retaguardia valldalbaidina se pobló por
prim era vez durante la guerra de unidades m ilitares, alojadas en edificios
religiosos o en dom icilios particulares, contribuyendo su estancia a agravar las
destrucciones del patrim onio. Para B élgida, por ejem plo, supuso un increm ento
de población del 238,37% . R eclutas y soldados llegados de todas las regiones de
la España republicana recalaron en pequeños pueblos en los que gran parte de su
población nunca había tenido contacto alguno con zonas tan alejadas como
A ndalucía o Aragón.
831 El Libro de Actas del Pleno Municipal de Otos acordaba el 10 de julio de 1938 “dar apoyo a los militares
destinados en el pueblo”, tomado de BORRÁS, S.: Otos, Ajuntament d’Otos, sin lugar de edición ni año, p.
56. Para Benissoda, AHN, CG, PP, legajo 1368, tom X, caja 1. También englobaba a la ciudad de Xátiva.
832 PASTOR ALBEROLA, E.: Castellón de Rugat Estudio Histérico-Geográfico, op. cit, p. 244.
833 AMO, FJ, caja 34, Justicia Militar CRIM núm. 11, 1937-1939. Una distribución muy parecida al CRIM
n° 1 de Alcoi (mayo de 1938), extendido en ocho campos, cada uno con capacidad para 500 hombres,
distribuidos en poblaciones y alojados por los Consejos Municipales y las sindicales. RAMOS, V.: La Guerra
Civil (1936-1939) en la provincia de Alicante, Biblioteca Alicantina, 1973, vol. n, pp. 319-320.
834 Desde Albaida se organizaba la administración del CRIM. Allí tenían su emplazamiento las oficinas del
Coronel Jefe que recibía los expedientes de deserción o recogía a los prófugos para su recuperación. Los
expedientes, una vez instruidos, se enviaban al Tribunal Permanente de Justicia Militar-Demarcación de
Levante (sito en la Alameda de Valencia) y que también fue trasladado a principios de 1939.
835 SHM, CGG, A. 5, legajo 291, carpeta 7 y A. 96, legajo 6, carpeta 2.
836 JORNET PERALES, M.: Bélgida y su término municipal, op. cit, Edición de 1932, p. 394.
602
Con costum bres, culturas y lenguas muy distintas, portadores muchas
veces de rasgos culturales urbanos, con la explosión de vitalidad y vertiginoso
disfrute de los placeres de la vida que provoca la inm ediatez del peligro físico y
un próxim o envío al frente de guerra, se aposentaron sobre las tradicionales
norm as m orales y sexuales im perantes en los pueblos, con las lógicas fricciones.
En otros casos, los recién llegados m ás ideologizados trajeron consigo nuevas
percepciones político-ideológicas para los defensores locales de la República.
La prensa del propio CRIM recoge algunas de sus actividades no
estrictam ente m ilitares. Por un lado, las funciones culturales llevadas a cabo por
las M ilicias de la Cultura. Por otro, la recuperación tanto de m ateriales m etálicos
(acero, alum inio, bronce, botes leche, latón...); y otros m ateriales (trapos,
papeles, pieles o cueros) como la preparación para volver al frente de los
soldados heridos y la búsqueda de los desertores. Tam bién desarrollaban
funciones de ayuda a la retaguardia, como la organización de festivales
m usicales, teatrales, de cine, o de cooperación con trabajos del campo. Por
últim o, y casi como función prim ordial, la instrucción m ilitar de los reclutas.837
M uy pronto se hizo evidente en la retaguardia valldalbaidina que las
autoridades m ilitares estaban dispuestas a subordinar por com pleto la sociedad y
el poder m unicipal al objetivo de ganar la guerra, incluso por encim a de la
población civil o de los refugiados. En septiem bre de 1938, el Capitán Ayudante
del A cantonam iento de Bocairent solicitaba el Palacio de Jofre para concentrar
las tropas. A unque el Consejo objetaba que estaba ocupado por evacuados, el
C apitán insistió “pretextando que el servicio de G uerra era preferente” . El
Consejo M unicipal cedió a las pretensiones m ilitares y redistribuyó a los
evacuados en distintos lugares.838 En O ntinyent, el Coronel Jefe de R ecuperación
del CRIM requería en septiem bre de 1938 al Consejo dos locales para alm acenar
m etales y otro para cueros, tejidos y papeles. Sin contem placiones, se requisó un
local de La Paduana, fábrica intervenida por el Estado y el grupo escolar Joaquín
Costa, después de desalojar en “tres dias sin ninguna excusa” a las Juventudes
Libertarias y a las secciones locales del Socorro Rojo Internacional.839 En
C astelló de R ugat, el m o b iliario de la sede cen etista se traslad ó al
A cantonam iento.840
Una segunda incidencia en la retaguardia derivada de la presencia de
fuerzas m ilitares está constituida por las quejas sobre la actuación de algunos
soldados. En ju lio de 1938, B autista Vañó, consejero de B ocairent denunciaba
“ciertos hechos realizados por los soldados del A cantonam iento de esta villa que
se alojan en casas particulares y que abusando de la condescendencia de los
dueños llegan hasta adueñarse de la llave de la puerta de entrada im posibilitando
de hacerlo al dueño.”841 En noviem bre el consejero de la m ism a población
M anuel Ferre señalaba “los abusos que se realizan por los soldados del
A cantonam iento en las fuentes públicas, que las aprovechan como lavabos y
837 Colección de En Marcha, cabecer publicada por el Comisariado de Guerra del CRIM núm. 11.
838 AMB, 9-IX-1938/9-XÜ-1939, acta de 23-IX-1938.
839 AMO, Correspondencia, 1938.
840 AMCR, legajo 75, Registro Fiscal de las Propiedades Rústicas.
841 AMB, libro 19-XI-1937/3-IX-1938, Libro de Actas, acta de 20-VII-1938.
603
ensucian las aguas de los depósitos de las m ism as.” 842 En A ielo de M alferit, el
alcalde-presidente se quejaba de “falta de celo” de las autoridades m ilitares del
A cantonam iento para castigar los num erosos hurtos en los campos, originando un
cruce de reproches m utuos entre el Com andante Jefe y el Consejo M unicipal.843
Choque de com petencias con otros institutos gubernam entales como el
SIM creaban dificultades a otro nivel. A finales de ju lio de 1938 la detención del
C apitán del A cantonam iento de B élgida por agentes del Servicio de Inteligencia
recibía una airada réplica del Jefe del A cantonam iento de A lbaida, quien
reclam aba su previo conocim iento a cualquier detención de la oficialidad del
CR IM .844
O tras fuerzas m ilitares del E jército de la R epública recalaron por
necesidades bélicas en O ntinyent. La Com pañía de D epósitos de Ingenieros, en
la céntrica sede de la Sociedad de Festeros. La 7a C om pañía de la 204 U nidad de
Trabajadores de Ingenieros em pleaba las Escuelas de San Carlos para tareas
adm inistrativas y com edor de los soldados que se alojaban en casas particulares.
Para los servicios del CRIM se creó el Parque Com arcal, dependiente de la
Jefatura de Transporte.
El crecim iento de la industria de guerra desde la segunda m itad de 1938
elevó las posibilidades de ataques aéreos. Por ello, arribó a la ciudad un
destacam ento de fuerzas de la D efensa Especial Contra A eronaves (DECA) y una
com pañía de zapadores, instalada en la sierra de la U m bría para ocupar la red de
puestos de vigilancia aérea. Por últim o, un destacam ento de carabineros se hizo
cargo del orden p ú blico.845 La necesidad de com bustible para usos m ilitares llevó
consigo el alm acenaje de d ep ó sito s de g aso lin a de la D eleg ació n de
Com bustibles de las Fuerzas del A ire de la V Región A érea, dependiente de la
S ubsecretaría de A viación-Servicio de C om bustibles. El Parque G eneral n° 1
ocupaba varios edificios para alm acenar com bustibles tanto dentro de la ciudad
(fábrica de Luis Vañó, bodega de A ntonio Donad, calle del Dos de M ayo, erm ita
de Santa Ana) como por sus alrededores (cobertizo de la Fábrica del A lba, Sales,
Cubelles, Pelegrín) y un depósito de m ateriales de la DECA en un túnel próxim o
a la ciudad.846 En A gullent una fábrica de tacos para escopeta se utilizó como
D epósito de Intendencia de la Aviación.
604
3.7.8.1. L a in d u s tria de g u e rra in c re m e n ta el p elig ro de a ta q u e s aéreos
847 Para la industria de guerra valenciana se ha consultado SANTACREU SOLER, J.M.: Ueconomía
valenciana durant la guerra civil, op. cit., el capítulo “Orige i evolució de la indústria d’armaments”, pp. 131-
154. Para Catalunya cfr. BRICALL, J. M*.: Política económica de la Generalitat (1936-1939): Evolució i
formes de laproducció industrial, Edicions 62, Barcelona, 1970, p. 291 y pp. 68-71.
848 AMO, Correspondencia 1938, junio de 1938. El contraespionaje franquista señalaba que parte de la
maquinaria procedía de Sagunt SHM, ZN, A. 96, legajo 7, carpeta 13. Otro caso de industria bélica
desplazada, en este caso desde el País Vasco en CAS ASOLA GARCÍA DE EULATE, E.: “Instalación de
industrias de guerra en Alberic (1936-1939)”, Al-Gezira, 7, 1992, pp. 353-373.
849 AMO, Correspondencia, 1938, junio-noviembre 1938. BERNABEU GALBIS, A.: “Ontinyent: silueta de
una ciudad en guerra”, Alba, 2-3, 1986-1988, pp. 145-146.
605
U na situación sim ilar se daba en B ocairent. El Palacio de Jofre albergó
una pequeña fábrica de armas dependiente de la Subsecretaría de A rm am ento, y,
al parecer, algunos pequeños talleres de industria de guerra, de los que no
tenem os más que tangenciales noticias (como una fábrica de bom bas explosivas
para A lco i).850 De las condiciones de vida y trabajo de los obreros de estas
industrias no sabem os nada. Conocemos la petición del consejero M anuel Ferre
para aum entar la ración de pan a sus trabajadores, ya que trabajaban doce horas
sin d escan so .851 En B ocairent, ocupaban un contingente de obreras m uy
destacado.
En el últim o trim estre de 1938 el contraespionaje franquista intensificó la
recogida de inform es sobre la situación y características de la industria de guerra
de O ntinyent:
85® VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 477.
851 AMB, libro 9-IX-1938/9-XII-1939, Libro de Actas, acta de 4-XI-1938. La referencia del SIPM en SHM,
CGG, Estado Mayor del Aire, 26-X-1938.
SHM, CGG, A. 5, legajo 291, carpeta 6.
853 SHM, CGQ A. 31, legajo 6, carpeta 4.
854 SHM, ZN, A. 96, legajo 6, carpeta 18 y CGG, legajo 291, carpetas 1-8.
855 GIRONÉS PLA, G: Historia de un Español, op. cit, p. 188.
85^ ELADI MAINAR “Ataques franquistas sobre Valencia durante la guerra civil. 1936-1939”, op. cit., pp.
225-235.
606
los veían pasar sobre sus cabezas. D esde m ediados de 1938 perm anecía
O ntinyent todas las noches sin ilum inación pública. Las autoridades m ilitares y
civiles publicaban con asiduidad norm as y bandos de obligado cum plim iento
para protección de las incursiones aéreas, especialm ente las nocturnas.
Desde febrero de 1938 la Junta de D efensa Pasiva de O ntinyent había
com enzado la construcción de refugios antiaéreos. El Com ité M unicipal y la
Junta Local de D efensa Pasiva intentaban con celeridad paliar los efectos de
cualquier decisión m ilitar que alterase la vigilancia aérea. En septiem bre de 1938
se enviaba un oficio a la Sección de A provisionam iento de la Subsecretaría de
A rm am ento dem andando 800 m etros de hilo para el funcionam iento de la señal
de alarm a del Puesto de O bservación de la D ECA .857 En noviem bre de 1938, el
Consejo M etalúrgico de Castelló y el Consejo M unicipal pedían insistentem ente
la revocación de la orden de retirada de los Observadores de la Red de Escucha
de la DECA por los peligros que suponían para la población civil las industrias
de guerra y los alm acenes com plem entarios, más que probables objetivos
m ilitares.858 En B ocairent, ante la lentitud en la construcción de refugios, el
Consejo M unicipal decidió en noviem bre de 1938 pedir a la DECA una fuerza
constante de vigilancia en el cam panario para avisar a los vecinos en caso de
bom bardeo.859
En las escasas llanuras de la com arca la aviación republicana construyó a
finales de 1938 sendos campos de aterrizaje para aprovisionar a las unidades
m ilitares instaladas y como soporte a su logística de guerra: finca N ueva A lcudia
en Fontanars y pista de aterrizaje destinada a cazas del Pía de M issena en térm ino
de Otos (pista, casa para el retén con torreta y dos refugios m ilitares antiaéreos),
que contaba con un destacam ento instalado en una heredad contigua. Esta últim a
era contem plada en diciem bre de 1938 como próxim o objetivo m ilitar.860 La
única actividad docum entada en am bas pistas consistió en el aterrizaje de un
avión en el Pía de M issena.861 En las cum bres de la sierra del B enicadell, la
DECA construyó puestos de observación en A lbaida y R ugat.862
Para proteger a la población civil se destinaron alrededor de 300.000
pesetas, con el fin de construir refugios antiaéreos civiles en O ntinyent,
distribuidos por la ciudad para facilitar una rápida evacuación. En B ocairent la
lentitud en su construcción llevó a que se discutiera una elevación del precio de
las cartillas de racionam iento para sufragar los costos de los refugios. El alcalde
pidió una reunión de la UGT y CNT para que sus socios cotizaran con donativos.
La Sociedad Obrera La V ictoria acordaba en su ju n ta del 10 de ju lio de 1938
donar el salario de un día de trab ajo .863 Un ejem plo del interés de la población
en la pronta adecuación de lugares de refugio antiaéreo. Al m ism o tiem po se
607
determ inaba que no se debían gravar las cartillas de racionam iento y sí recurrir a
exacciones extraordinarias a los “rico s” .864 La confluencia de industria de guerra
y de destacam entos del CRIM núm. 11 dieron lugar a un im portante esfuerzo
constructor o de adecuación de cuevas plasm ado en el Cuadro núm. 47.
Cuadro núm. 47
REFUGIOS ANTIAÉREOS
Bocairent.
SITU A CIO N CAPACIDAD OBSERVACIONES
“R epuncho” 360 Sin antigás
“C ubet” 368 Sin antigás
“M onjas A g u stinas” 446 Sin antigás
“Tras la V illa” 122 Sin antigás
608
A lb aid a.
Los niños de las zonas más cercanas a los frentes de combate fueron evacuados,
por la Delegación N acional para la Infancia Evacuada, a territorios más seguros,
bien al extranjero (Unión Soviética, principalm ente), bien a la retaguardia, donde
fueron acogidos por familias o, de manera colectiva, en colonias. Por su
alejamiento de los frentes de combate, ausencia de bombardeos y gran núm ero de
espaciosas heredades repartidas por los términos municipales, la Valí d 'A lb aid a
era la comarca idónea para el establecim iento de colonias escolares. Carmen
Agulló ha documentado el funcionamiento de 15 colonias: A gullent (1), Albaida,
000 El refugio de la calle Trinidad está situado a pocos metros del Palau del Marqués y, por tanto, del centro
la ciudad. La parte adecuada a refugio forma parte de una extensa red subterránea de túneles construidos por
los musulmanes, que recorren la Albaida medieval. Una de las bocas principales de salida es al río Albaida a
la entrada de la ciudad.
867 SHM, CGG, A.31, legajo 6, carpeta 4 y legajo 291, carpetas 1 al 8. Otros informes en ZN, A. 96, legajo
6, carpeta 18; A. 96, legajo 7, carpeta 13; A. 31, legajo 6, carpeta 2-3 y 4.
868 AMO, Correspodencia Oficial de Entrada y Salida 1939. Período Republicano 1939, 13-11-1939.
609
el B alneario de B ellús, Bocairent (6), Q uatretonda y O ntinyent (5), instaladas en
edificios incautados, casi siem pre espaciosas heredades de las grandes fam ilias
bu rg u esas.869
En el prim er sem estre de 1938 O ntinyent acogía a 410 colonos, acom pañados
de 61 profesores y personal auxiliar. Un núm ero considerablem ente superior al
registrado en algunas provincias (A lbacete o Cuenca). La colonia “M ariana
P ineda” de A gullent, apadrinada por la Canadian Youth Committee (dependiente
de la Juventud C anadiense), albergó en el ex-convento de m onjas Capuchinas a
60 niños y niñas m adrileños.870 La colonia más num erosa fue el Colegio
N acional de Ciegos de M adrid, alojado en las dependencias del Balneario
ontiñentino de “La Salud” (septiem bre 1936) con la ayuda de la población. Sus
actividades rem iten a las realizadas en el resto de colonias infantiles: continuidad
de las tareas escolares, talleres de m anualidades, conciertos de m úsica, obras
te a tra le s, ex cu rsio n es y p artid o s de fútbol. A lgunas veces in co rp o rab a
instrucción m ilitar y, en casi todas ellas, los niños y niñas eran bom bardeados
ideológicam ente.871 La confección de las plantillas del personal docente se vio
obstaculizada por la incorporación a filas de los educadores.
R ecibían fondos del M inisterio de Instrucción Pública, en el caso de depender
del m ism o, pero tam bién de los C onsejos M unicipales, sindicatos, asociaciones
(Socorro Rojo Internacional) y particulares, aunque a partir de 1938 las colonias
en co n traro n grandes p roblem as p ara ab astecerse, debido a los reco rtes
p resu p u estario s de los C o nsejos M unicipales y al d esab astecim ien to
generalizado. A sí, en m arzo de 1938 el Consejo de O ntinyent ten ía que
interrum pir el abastecim iento de harina al Colegio de C iegos.872
^69 FERNÁNDEZ SORIA, J. M.: “La asistencia a la infancia en la guerra civil. Las colonias escolares”,
Historia de la Educación, 6,1987, pp. 83-128 (p. 114).
^70 AGULLÓ DÍAZ, M*. C.: “La colonia infantil ‘Mariana Pineda’. Agullent 1937-1939”, Almaig. Estudis
i Documents, IX, 1993, pp. 115-119. Para el Balneario de Bellús cfr. RAMIREZ ALEDÓN, G.: “Los niños
refugiados en la colonia del Balneario de Bellus” en W .AA.: Homenatge a Bruschetti, Fundació Pérez-
Bruschetti, Xátiva, 1986, pp. 125-143.
^71 Esta tesis en FERNÁNDEZ SORIA, J.M.: “La asistencia a la infancia en la guerra civil.”, op. cit.
^72 Para las colonias de Ontinyent, cfr. TORRÓ MARTÍNEZ, J.J. y INSABAS J.: “Protecció a la infancia:
les coloniés escolars d’Ontinyent (1931-1939)”, Almaig. Estudis i Documents, VI, 1990, pp. 20-24; TORRÓ
MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IIaRepública (1931-1939), op. cit., pp. 78-85.
Una visión de conjunto en FERNANDEZ SORIA, J.M.: Educación y cultura en la guerra civil (España,
1936-1939), Nau-Llibres, Valencia 1986.
610
escuelas nacionales por la carencia de M aestros y de locales, llegando incluso a
tener que sentarse en el suelo y no siendo posible que aprendan nada dada la gran
cantidad de escolares que hay en cada clase 873 A pesar de todo lo expuesto,
la población escolarizada durante los tres años de guerra llegó a representar el
71%, proporcionalm ente el m ayor índice del prim er tercio de sig lo .874
Sin duda, la transform ación de m ayor m agnitud se produjo en el campo
pedagógico. P ara C arm en A gulló “ l ’etapa b é l.lic a és abans que tot,
revolucionaria, al considerar la cultura com un arma m és a u tilitzar dins de la
revolució social que s ’estava portant a term e”.875 La política educativa de los
gobiernos republicanos, y de algunas de las ideologías que lo sustentaban,
intensificó la extensión de la alfabetización é im pulsó la propaganda antifascista
en una escuela diseñada como un frente de lucha más contra el fascism o. En esta
escuela ideologizada el m aestro pasó a ser un m iliciano, un luchador antifascista.
Un ejemplo viene dado por el discurso de Enrique Vidal Tena, m aestro de
Bélgida, el D ía del Libro A ntifascista (23 de abril):
(...) D. Enrique m anifestó que continuaría con más ahínco y fervor, si cabe,
la labor emprendida de orientación antifascista en la infancia, sem illero o
p la n tel dispuesto a dar el fru to dorado de la revolución actual en fe c h a no
lejana.876
Si las G estoras del Frente Popular que gobernaron los m unicipios entre
febrero y ju lio de 1936 habían m ostrado claram ente su preocupación por luchar
contra el analfabetism o o por la extensión universal de la cultura, las autoridades
locales del período bélico, a pesar de las carencias presupuestarias, dieron un
m ayor ím petu a estos anhelos, que habían formado parte indisoluble de todas las
fuerzas p o líticas y sin d icales sobre las que d escan sab a la R epública.
A spiraciones constatables en la docum entación m unicipal, ya que todos los
pueblos intentaron reutilizar los edificios incautados para fines educativos. En
1*O llería el Convento de las Capuchinas se transform ó en escuela, en C astelló de
Rugat el Cuartel de la G uardia Civil albergó a los m aestros... Crear o m ejorar las
instalaciones escolares, pero tam bién elevar la calidad de la educación: en
octubre de 1936, el propio CEP de A lbaida denunciaba a una m aestra por un
supuesto m altrato físico hacia tres de sus alum nas.877
El desvelo gubernativo por la enseñanza, un rasgo característico del
sexenio republicano, ahora en la guerra dirigía preferentem ente su atención hacia
la clase obrera. En O ntinyent se revitalizó una antigua aspiración que ya había
ocupado un lugar entre las reclam aciones de las sindicales obreras el Prim ero de
Mayo de 1936: crear un instituto de enseñanza m edia, base previa para un
instituto profesional que im partiera enseñanzas técnicas. D urante la R epública,
al contrario de otras ciudades m edias (Gandia o X átiva), el ayuntam iento
611
b lasquista había desestim ado el ofrecim iento del M inisterio para construir un
instituto, con la objeción de que el Colegio de La Concepción ya cubría esa
necesidad.
En octubre de 1936 una asam blea patrocinada por UGT-CNT nom braba
una com isión encargada de reconducir el proceso adm inistrativo del ansiado
instituto en las dependencias de La Concepción, incautado con anterioridad por
el Com ité de Intereses Culturales. Sin em bargo, a principios de 1937, el edificio
se convirtió en H ospital M ilitar y el transcurso de la guerra hizo inviable la
in iciativ a.878 La preocupación p or dotar al obrero de una form ación profesional
continuó en el anarquism o o ntiñentino.879
El interés por posibilitar el acceso a la lectura y potenciar el aspecto
revolucionario de la cultura fue general a instituciones públicas, sindicatos,
partidos políticos y asociaciones. En octubre de 1937 la A grupación de M ujeres
A ntifascistas de O ntinyent solicitaba al Consejo la cesión del quiosco-biblioteca
sito en la céntrica G lorieta “con objeto de m ontar en él una biblioteca infantil,
que contribuya a fom entar la instrucción y cultura de los niños” . Pero al lado de
toda in iciativ a cultural de las asociaciones siem pre encontram os el proselitism o
ideológico y la pugna local entre partidos y sindicatos. La propuesta se
desestim ó, aunque se ofreció la utilización de la biblioteca a las M ujeres
A ntifascistas, “teniendo siem pre en cuenta que la gestión a desarrollar ha de
estar exenta de todo proselitism o, tendiendo, como es lógico al fomento general
de la cultura popular y an tifascista” .880
G ran p a rte de las in iciativ a s cu ltu rales del trien io b élico read ap taro n
experiencias de la etapa republicana a las necesidades im puestas por la guerra y
al clim a revolucionario. Así, las M ilicias de la Cultura, nacidas en enero de 1937,
representaban continuar con las M isiones Pedagógicas pero con en un contexto
bien distinto. Para un “m iliciano de la cultura” del CRIM albaidense, su función
estaba m uy clara:
612
victorias que más legítim am ente tiene que enorgullecer a l Ejército
Popular, al Gobierno 881
613
3.8.4. L a s a lte rn a tiv a s c u ltu ra le s o b re ra s : a n a rq u is ta s y so cialistas
614
N octurnas, incluso, si fuera necesario, en las Casas del Pueblo. El delegado de
Q uatretonda, un m aestro nacional, consideraba im prescindibles estas Escuelas
para reforzar el transvase cultural al cam pesinado e insistía en dem andar que el
socialism o se involucrara más en este tema:
En una guerra em inentem ente ideológica como fue la guerra civil, el papel
desem peñado por la propaganda era vital. Desde los prim eros días la radio fue un
febril medio de com unicación y propaganda (recordem os a Queipo de Llano y
Radio S evilla).889 Las ondas radiofónicas trasladaron por ambas zonas las
consignas de los dos gobiernos, partidos y sindicatos. En la zona republicana, las
em isoras locales pasaron a depender de sindicatos, com ités y, posteriorm ente, de
los servicios de propaganda.
En O ntinyent muy pronto se form alizó un Com ité de Propaganda que
fiscalizaba el contenido de las em isiones de EAJ 30-Radio O nteniente. El 4 de
septiem bre de 1936 el CEP incautaba la em isora, hasta que en enero de 1937 una
parte del Consejo consideró dem asiado gravosa la adm inistración de la em isora.
Se consideró la fórm ula de un retorno de la gestión a su propietario pero
m anteniendo el departam ento de D efensa el control de la program ación. C om ités,
sindicatos y partidos em plearon Radio Ontinyent para anunciar acuerdos y
reuniones. Posteriorm ente, en 1938, la Subsecretaría de Propaganda em plazó
cuatro altavoces públicos con el fin de difundir diariam ente “La P alabra” , los
partes oficiales de guerra y los com unicados oficiales de la Subsecretaría de
Propaganda, Consejo M unicipal o de las organizaciones sindicales, en un
contexto de intensificación de la propaganda.890
Al iniciarse la guerra desaparecieron todas las publicaciones de los partidos
e ideologías que apoyaban la España N acional. En la zona republicana el núm ero
de publicaciones fue bastante elevado y de una enriquecedora diversidad
ideológica.891 En O ntinyent iniciaba su publicación en noviem bre de 1936 el
888 Actas extractadas de la Conferencia Provincial Agraria celebrada los días 29 y 30 de septiembre y 1 de
octubre de 1937 en el Teatro de la Libertad de Valencia.
889 GARITAONANDÍA, C.: “La radio republicana durante la guerra civil” en ARÓSTEGUI, J. (coord.).:
Historia y Memoria de la Guerra Civil, op. cit., tomo I, pp. 395-398.
890 AMO, Correspondencia 1938. TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IF
República (1931-1939), op. cit, p. 111.
891 TOMÁS VILLARROYA, J.: “La prensa de Valencia durante la Guerra Civil, 1936-1939”, Saitabi, XXII,
1972, pp. 87-121; GERONA ALBUIXECH, A.: “Premsa i propaganda aValéncia (1936-1939)”, en Catálogo
“Valencia, capital de la República”, Valencia, 1986, pp. 57-61. LAGUNA PLATERO, A.: Historia del
Periodismo Valenciano: 200 años en primera plana, Generalitat Valenciana, Valencia, 1990, pp. 289-314.
615
sem anario El Productor, órgano de la Federación Local y Com arcal de Sindicatos
Únicos de O nteniente (CNT, AIT y Juventudes L ibertarias), aunque sólo se
conservan núm eros discontinuos entre julio de 1937 y enero de 193 8.592 En un
principio ocupaba la prim era página un editorial al que seguían cuatro páginas de
tres colum nas con artículos de opinión sobre aspectos teóricos o del m om ento
p o lític o , cartas de soldados del frente, m ítines y actos sin d icales, sin
prácticam ente noticias del anarcosindicalism o de otras poblaciones, lo cual
reduce su interés como fuente para el anarquism o com arcal o el ontiñentino. 893
Las cuatro páginas tuvieron que reducirse a dos debido al racionam iento de papel
y, sin duda, a los problem as presupuestarios, ya que tenía un carácter gratuito y
se sufragaba con donaciones particulares de los obreros anarquistas, sindicatos y
festivales. Las noticias que sobrepasan los lím ites puram ente m unicipales son
tratadas de una m anera sim ilar que el resto de la prensa anarquista provincial, al
reflejar la línea oficial del anarquism o español.894
M uy distinto era En M archa, órgano del Com isariado del CRIM n° 11, editado
en A lbaida, centro de dicho CR IM .895 C onsultable entre el núm ero cinco (13-11-
1938) y el doce (2-2-1939), excepto el ilocalizable núm ero diez. El C om isariado,
en la órb ita com unista, u tilizaba este tipo de publicaciones para difundir los
principales lem as, que en el m om ento histórico en que apareció En M archa,
com prendían la definición de la guerra civil como una segunda guerra de
in d ep en d en cia co n tra las tro p as ex tran jeras aliad as al bando fran q u ista
(alem anes, italianos, portugueses, m arroquíes), un discurso que respondía a la
política de U nión N acional, ya que este suponía, según José B abiano “un eje
u n itario p o lític o -p ro g ra m á tico ag lu tin an te de las fuerzas leales a la
R epública” .896
Un “eje un itario ” que, después de los experim entos de Largo C aballero y del
prim er gobierno N egrín no se encontró hasta que fue tarde para la R epública. El
recurso al nacionalism o español, a sus sím bolos y m itos, era el contrapeso al
exacerbado patriotism o que se exhibía en la zona franquista. A unque conviene
m atizar que las fuerzas políticas republicanas recalcaron su com prom iso (mucho
más leve en el caso de la CNT y UGT) para desarrollar el espíritu de la
C onstitución de 1931 sobre nacionalidades y regiones. En cualquier caso,
892 En 1887 ya existió otro periódico anarquista con el mismo nombre. Tomado de ÁLVAREZ JUNCO, J.:
La ideología política del anarquismo español (1868-1910). Ed. Siglo XXI, Madrid, 1996, p. 548.
892 Para este diario ver TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IIaRepública
(1931-1939), op. cit, pp. 103-105.
894 Como otras publicaciones anarquistas valencianas ni siquiera acudió a la Conferencia de Prensa
Confederal y Anarquista que se celebró a finales de marzo de 1937 en Barcelona, v. TAVERA S.: Solidaridad
Obrera: elfer-se i desfer-se d ’un diari anarcosindicalista (1915-1939), Diputació de Barcelona, Barcelona,
1992, p. 100. Para la prensa anarquista cfr. TAVERA, S. y UCELAI-DA CAL, E.: “Grupos de afinidades,
disciplina bélica y periodismo libertario, 1936-1939”, Historia Contemporánea, 9 , 1993, pp. 167-190.
895 La ficha de esta publicación en DÍAZ-BALART NÚÑEZ, M.: La prensa de guerra en la zona
republicana (1936-1939), Ed. De la Torre, Madrid, 1992, Vol. m , pp. 1445-1448.
896 BABIANO MORA, J.: “España, 1936-1939: la segunda guerra de la independencia”, Historia 1 6 ,190,
1992, pp. 25-34, (p. 33).
616
tanto en el bando nacional-católico como en el bando republicano, el sistem a
de inform ación se integró en la guerra y la prensa pasó a desem peñar el
p a p e l de eje de cada aparato de propaganda; de instrum ento fundam ental de
in form a ció n y d esinform ación; de filtr o básico en la selecció n y
m anipulación de fu en tes, contenidos (...) m aniqueísm o d el lenguaje empleado
en la épica narrativa de las propias gestas, o el consiguiente secuestro de
significado operado sobre algunas palabras (...),897
897 TIMOTEO ÁLVAREZ, J. et alii.: Historia de los Medios de Comunicación: periodismo, imagen y
publicidad, 1900-1990, Ariel, Barcelona, 1989, p. 176.
°98 BERNABEU GALBIS, A.: El teatre a Ontinyent. Elsprimers cinquanta anys de cinema, op. cit., p. 30.
899 Ibídem, p. 51.
900 Ibídem, p. 52. Esta situación se repite, en general, para el teatro valenciano, cfr. BLASCO, R.: El teatre
valencia durant la guerra civil, Curial, Barcelona, 1986. Una visión general para Valencia capital en
NAVARRO NAVARRO, F. J.: “El protagonismo cultural valenciano durante la guerra civil (1936-1939)”, en
W .AA.: Valencia en guerra: Crónica rescatada, Asociación de Veteranos del Ejército de la República,
Valencia, 1995, pp. 55-74 (pp.66-67). Para el resto del Estado cfr. MARRAST, R.: El teatre durant la Guerra
Civil espanyola, Barcelona, 1978.
617
S ubsecretaría de Propaganda del Consejo M unicipal de O ntinyent inform aba en
mayo de 1938 que “El público acude con gran afición al cine, especialm ente los
sábados y dom ingos, días en que se agotan las localidades.”901 Al igual que en el
teatro, las sindicales obreras o los Frentes Populares habían incautado y
posteriorm ente gestionado las salas de cine. Su program ación consistió en
películas de propaganda política (principalm ente soviéticas) y producciones
norteam ericanas, con tem áticas de puro entretenim iento y evasión, que se fueron
haciendo más usuales a m edida que transcurría la guerra. No en vano gozaban del
favor m ayoritario del público.
Los oficiales adscritos al CRIM dirigieron la m ilitarización de la retaguardia
y de la cultura desde 1938, no sin las lógicas tensiones con las autoridades
civiles. En septiem bre del mism o año los oficiales del A cantonam iento de
B ocairent obligaron al alcalde accidental a suspender el pase de una película
“que estaba prohibida por que la protagonista de la m ism a era facciosa y además
por que se enteró de que habían surgido protestas entre los m ilitares de esta plaza
por dicha causa y ante el tem or de una alteración de orden público tom o dicha
d eterm in ació n .” 902 U na pequeña anécdota m ás que dem uestra la escasa
unificación de criterios ideológicos y la hiperatom ización de la retaguardia.
El Cine Popular albaidense cum ple con los puntos esbozados respecto al ocio
y el cine de la retaguardia. En octubre de 1936 un Com ité de Trabajo se hizo
cargo del cinem atógrafo de la población. Una parte de la taquilla de las películas
exhibidas y de las actuaciones teatrales o m usicales era destinada a sufragar las
tareas asistenciales del Consejo M unicipal o de las fincas colectivizadas. A m itad
de 1938 el cine pasó a depender de las autoridades m ilitares del CRIM que cada
vez m ás, optaron por una program ación de pura evasión, como la preparada para
el mes de abril de 1939 en la que aparecen intrascendentes películas de la
Param ount, de E sther W illiam s y dibujos anim ados de Betty.903
Una parte m uy destacada de los actos culturales tenía como m isión recaudar
fondos para actividades solidario-educativas. La llegada de las fuerzas del CRIM
a la com arca, en especial los servicios auxiliares de propaganda o las M ilicias de
la Cultura, supuso un notable aum ento de festivales, obras de teatro y lecturas de
poem as. El Socorro Rojo Internacional organizaba veladas para distraer a la
población o para ejercitar labores de autopropaganda. Sus taquillas se destinaban
a los refugiados y las colonias escolares. Por ejem plo, en O ntinyent, el Com ité
Com arcal del SRI y las M ilicias de la C ultura del H ospital Internacional
prepararon la “ Sem ana del N iño”, en la que sobresalió el festival-hom enaje
celebrado en el Teatro Echegaray, donde se dieron cita una revista (docum ental),
una película soviética (El Circo), el reparto de cuentos entre los niños y una
charla de la D elegada del Com ité Provincial del SRI para publicitar la tarea del
organism o. En otro acto, el SRI de O ntinyent y A lbaida despidieron a las M ujeres
618
In tern acio n ales A n tifa scista s con un am plio p ro g ram a de actu acio n es
m usicales.904
Los A cantonam ientos del CRIM organizaron num erosos actos y funciones
para las colonias infantiles y, en general, para los niños. En B ocairent, el
A cantonam iento preparó en agosto de 1938 un festival en la P laza de Toros cuya
recaudación, de 7.415 ptas., se destinó a los 209 niños refugiados en las seis
colonias in fan tiles.905 Desde su traslado a A lbaida el C om isariado del CRIM
había im plantado funciones de cine para los niños de las colonias y en edad
escolar. O tras veces, estos heterogéneos festivales (cine, teatro, m úsica...)
estaban dedicados a subvencionar la prensa. Así, el C om isariado ingresó entre
junio y diciem bre de 1938 un total de 27.483 ptas. en concepto de “festivales de
teatro” y 30.143 por funciones de cine.906
Entre los actos m usicales que m erecen ser resaltados se encuentra la
actuación de la O rquesta Sinfónica de M adrid, dirigida por el m aestro Pablo
Solozábal, en la plaza de Pi i M argall, dentro de una gira em prendida por la
orquesta después de su evacuación del M adrid sitiado.907 La O rquesta había
recalado en O ntinyent con objeto de rendir hom enaje a la patria chica del m úsico
M elchor Gom is, al que se atribuye la partitura original del Himno de Riego.
Desde m itad de 1938 la m ilitarización de la retaguardia republicana forzó a un
férreo control m ilitar sobre la vida política. El 3 de febrero de 1939 la
C om andancia M ilitar de O ntinyent publicaba una serie de norm as por las que
cualquier actividad política, sindical, o incluso recreativa, pasaba previam ente
por su control, incluso en la difusión de panfletos, hojas sueltas, pasquines o
pancartas, o de locuciones radiofónicas.908
En la prensa, m ilicianos y m ilicianas, el espectro obrero del Frente Popular
y soldados del CRIM, plasm aron en poesías y cartas sus inquietudes y anhelos,
sus esperanzas y m iedos. En las páginas de El Productor los anarquistas
publicaban poesías de crítica hacia la revolución frustrada y la clase política, de
exaltación del ideal libertario defendido en las trincheras, relacionado con la
figura de la m adre angustiada por la suerte de su hijo en el frente de com bate.
904 Citado por TORRÓ MARTÍNEZ, J.J.: Instrucció i cultura a Ontinyent durant la IIaRepública (1931-
1939% op. cit., p. 118.
905 AMB, libro 9-DC-1938/9-XH-1939, hoja suelta fechada 4-X-1938.
906 EM, 27-XÜ-1938.
907 Citado por BERNABEU GALBIS, A.: El teatre a Ontinyent, Elsprimers cinquanta anys de cinema, op.
cit., p. 51. Una biografía del músico ontiñentino en GISBERT, R.: Gomis, un músico romántico y su tiempo,
Ajuntament d’Ontinyent, Ontinyent, 1988.
908 AMO, Correspondencia Oficial de Entrada y Salida. Período Republicano 1939, 3-Ü-1939.
619
febrero de 1939 el Ejército N acional avanzó victorioso por tierras catalanas, sin
encontrar apenas una oposición arm ada m ilitar o civil de gran envergadura. La
desm oralización y el agotam iento definían la retaguardia republicana. La cumbre
de M unich certificó la claudicación de las potencias europeas dem ocráticas ante
el im perialism o pangerm ánico de H itler, a cam bio de continuar con la paz. La II
R epública era un islote en el concierto internacional, privada de ayuda técnica y
forzada a desprenderse de las Brigadas Internacionales. En el mes de febrero las
p rin c ip a le s dem ocracias europeas (F ran cia, G ran B retaña) reconocían
oficialm ente al Gobierno de Burgos.
E ngullida Catalunya, la R epública se podía considerar derrotada. Aun con
estas pésim as perspectivas internas y externas, el 16 de febrero de 1939, el
presidente de G obierno, el doctor N egrín, exponía en la reunión de Los Llanos
(un aeródrom o cercano a A lbacete) su determ inación de continuar la guerra.
Frente al Partido Com unista y a N egrín sosteniendo el esfuerzo bélico, se
situaban una gran parte de los altos m andos del E jército, el resto de fuerzas
p o líticas y buena parte de la población civil. La prim era grieta fue la dim isión el
día 28 del presidente de la R epública, M anuel A zaña. El 5 de marzo el coronel
Segism undo Casado, Jefe del Ejército Centro, destituía al gobierno en funciones
para sustituirlo por un Consejo de D efensa que se encargaría de negociar la “paz
h o n ro sa, lib re de venganzas y en sañ am ien to s” que p edía la pren sa
republicana.909 Los com unistas se negaron a aceptar la legitim idad del Consejo.
M adrid y Ciudad Real fueron escenarios de un nuevo enfrentam iento interno en
la zona republicana, que finalizó con la derrota de los com unistas disidentes el
15 de m arzo y un saldo de m ás de 2.000 m uertos en M adrid.910
C oncejales y alcaldes com unistas dim itían en pueblos y ciudades, después
de ser recu sad o s p o r los C onsejos M unicipales. Las R adios com unistas
desaparecían con celeridad. En r o il e r i a el vocal com unista deploraba los
ataques de sus com pañeros de Consejo, pero aclaraba en la sesión del 9 de m arzo
que la R adio local h ab ía sido disuelta por no estar de acuerdo con el
levantam iento anticasadista y que a título personal se adhería al Consejo de
D efensa N acional.911 En B ocairent, el consejero com unista no asistió a la sesión
del Consejo que, por unanim idad, declaró su pleno apoyo al Consejo de D efensa,
pero se vio envuelto en el amargo clim a de la derrota y la revancha: fue
destituido y detenido por la Com andancia del A cantonam iento junto a dos
m ás.912 En el m om ento de producirse el golpe casadista, el Partido Com unista
contaba en la capital com arcal con un solo vocal de los tres que tenía asignados.
La casi inexistente Radio Com unista, con sus afiliados en el frente, se m anifestó
909 EMV, 17-0-1939. El Comité Regional del Movimiento Libertario de Levante dirigió un comunicado a
todos sus militantes en la retaguardia y en el frente que pedía “una paz honrosa y digna”. FS, 28-111-1939.
910 La batalla en la provincia de Ciudad Real cfr. ALÍA MIRANDA, F.: La guerra civil en retaguardia, op.
cit. pp. 359-367. Una síntesis de la sublevación casadista en TUNÓN DE LARA, M.: “La agonía de la
República”, en W .AA.: La Guerra Civil, 23, op. cit., pp. 6-63. El contexto internacional en AVILES FARRÉ,
J.: “Las grandes potencias y el final de la República”, en W .A A .: La Guerra Civil, op. cit, ibídem, pp. 86-
96. MARTINEZ BANDE, J.M.: Los últimos cien dias de la República, Ed. San Martín, Barcelona, 1973.
911 AMOLL, libro 14-VII-1938/2-XI-1939, Libro de Actas, acta de 9-0-1939.
912 AMB, libro 9-DC-1938/9-XH-1939, Libro de Actas, acta de 15-0-1939.
620
públicam ente a favor del Consejo de D efensa.913 Enrié Valor, entonces afiliado
al Partido Com unista, vivió estos días en las oficinas de reclutam iento del CRIM
n° 11 en su cabecera de Albaida:
D urant el día, a les oficines del centre de reclutam ent es notava quelcom:
entraven m ilitars que s ’adregaven al capitá R ossell i parlaven baixet vora
la seua taula (...) No hi va haver cap m atí com aquell en qué van visitar
nos suboficials, tinents i fin s i tot un altre capitá (...) En resum: no férem
més que posar-nos dempeus i saludar. Cal dir que alguns deis visitadors
passaren també al despatx del coronel (...)
Tal com m ’havia indicat el Senyalat, a la nit vaig anar a l local del Partit.
H i havia la mateixa presidencia (...) pero el local no era m ig buit com
V anterior vegada, sinó p ie de gom a gom (...)
621
Internacional y dirigidos por el Com andante de Intendencia M anuel Sánchez
A lbornoz (herm ano del m edievalista)917, en contacto con los quintacolum nistas
locales, ultim aban los detalles para tom ar el control de la ciudad. El franciscano
y p ro feso r de “La C oncepción” Padre Joaquín Sanchis A lventosa describe el
m om ento:
622
El 29 de m arzo, a las doce del m ediodía, M anuel Sánchez A lbornoz
anunciaba desde sus m icrófonos: “O nteniente ingresaba desde aquel momento en
la España: Una, Grande y L ibre” . Seguidam ente, en unión de carlistas y
falangistas, desarm aba a los guardias, aunque esta acción se vio entorpecida por
la actitud de uno de ellos, socialista y presidente de la UGT, que, pistola en
m ano, intentó im pedir la entrada en la Casa C onsistorial. Como quiera que no se
conservaba ninguna bandera roja y gualda en las dependencias m unicipales, y a
solicitud de una de las m ujeres que acom pañaba a los quintacolum nistas, se le
entregó una senyera que, ironías de la historia, fue la prim era bandera que ondeó
en el O ntinyent franquista.923
Ya en el Salón C onsistorial, según el A cta transcrita por el Secretario, José
Simó Aynat, representante de Falange Tradicionalista, requería a José Donad
Vidal, alcalde-presidente del Consejo M unicipal por Izquierda Republicana a
hacer “entrega de la Presidencia y jurisdicción de su mando con el fin de asum ir
la autoridad local en estos m om entos historíeos. Y accediendo el prim er a tal
requerim iento, hacia entrega de la ju risdicción” .924 El acuerdo se firmó ante el
secretario m unicipal adjuntado un sello del Consejo M unicipal y otro de Falange.
La Jefatura Local de FET nom bró una prim era Junta M unicipal Provisional.
Buena parte de la ciudad hervía de entusiasm o por el fin de la guerra. El
Jefe de Falange ordenó a José A ngulo, Com andante de Carabineros, la entrega de
la com andancia m ilitar de O ntinyent y su distrito a M ariano Sánchez A lbornoz y
a Pedro Cebrián Carot, Suboficial de A salto, del arm am ento oficial y particular
junto al cese de los agentes.
Un bando invitaba a decorar las fachadas con “colgaduras y distintivos de
la nueva E spaña” . La burguesa calle M ayor se decoró p ara celebrar el
acontecim ien to . La ú n ica cam pana que h abía sobrevivido a los ataques
iconoclastas, la “Petra” , resonaba en la ciudad del Clariano. Los que habían
perm anecido escondidos salían de sus escondrijos. U na m an ifestació n
espontánea recorrió las calles céntricas seguida por discursos de las prim eras
autoridades franquistas.925 El día 29 de marzo, a la una y m edia, se desplegaba
la bandera roja y gualda en el Ayuntamiento de O ntinyent, en la Iglesia
Parroquial y en la sede del Banco de Vizcaya (enfrente de la Com andancia
M ilitar) de B ocairent. En el Ayuntamiento se destruía una alegoría de la
R epública y la prim era gestora ordenaba el cierre de la Casa del Pueblo, del
Control de la Industria Textil y del de Transportes. Los religiosos se vistieron
con sus hábitos y una alegre m anifestación recorría de noche las calles de esta
población, term inando con la interpretación de la M archa R eal, el Cara al Sol, y
dada la fuerza carlista, del O riam endi.926
923 BERNABEU GALBIS, A.: “A la luz del recuerdo. El final de la guerra”, op. cit., p. 11 y elaboración
propia a partir del informe de Francisco Tortosa Revert.
AMO, Expedientes Varios 1939,29-ÜI-1939.
925 El primer día del Ontinyent franquista ha sido extraído de los recuerdos de Alfredo Bemabeu plasmados
en “A la luz del recuerdo. El final de la guerra”, op. cit. La vida en la capital valenciana en el último mes de
guerra en ABAD, V.: Valencia. Marzo de 1939, op. cit., pp. 11-62.
VANÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., pp. 482-483.
623
En Castelló de Rugat, las prim eras m edidas consistieron en liberar a los
presos:
911 PASTOR ALBEROLA, E.: Castellón de Rugat. Estudio Histórico-Geográfico, op. cit., p. 244.
928 Tomado de SOLER MOLINA, A.: Benissoda, on s ’abragen la serra i el pía, op. cit., p. 225.
929 CUQUERELLA, J.: Recuerdos, op. cit., pp. 141-165.
930 MAINAR, E.: “L’angoixa final. Els últims dies de la guerra civil a Gandía”, Espai Obert, 2, 1995, pp.
69-72.
624
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UNIVERSITAT DE VALENCIA
FACULTAT DE GEOGRAFIA I HISTORIA
TOMO II
Dirigida por:
Dr. D. Albert Girona A lbuixech
Valencia, 2004
IN D IC E G E N E R A L
C a p ítu lo 1. In tro d u cc ió n .
1.1. PÓRTICO 35
1.2. PRESENTACIÓN 39
1.3. EL INEVITABLE DEBATE SOBRE LA “NATURALEZA”
DEL FRANQUISM O. 49
1.4. LA RECONSTRUCCIÓN DE LAS FUENTES 52
1.4.1. La tram pa estadística 75
1.5. EL PLÁCIDO LETARGO DEL CACIQUISM O Y EL
INCIENSO DEL M OVIM IENTO CATÓLICO: LA VALL
D ’ALBAIDA, 1875-1930. 77
625
2.1.3.8. La decadencia de fabricaciones tradicionales: la
cerería y el papel 134
2.1.4. El com ercio 139
2.1.5. Cuando el burgués descansa: los balnearios y el
“veraneo” . 139
2.1.6. Las vías de com unicación: m odernidad y déficit 141
2.1.7. Incidencia de la crisis económ ica de los treinta 143
2.1.7.1. Indicadores para una periodización 145
2.1.7.2. M atizaciones a la pretendida crisis industrial 147
2.1.7.2.1. Crisis derivadas de singularidades coyunturales 147
2.1.7.2.2. Industrias directam ente afectadas por la crisis 148
2.1.7.2.3. La expansión 149
2.1.8. Condiciones obreras de vida y trabajo. 149
2.1.8.1. E structura socio-profesional 149
2.1.8.2 El paro obrero. Un problem a enfrentado a los equi
librios presupuestarios. 152
2.1.8.2.1. Una constante histórica. El paro estructural agrí
cola 152
2.1.8.2.2. El paro industrial. Tem poralidad textil y grave
dad de los sectores en crisis 155
2.1.8.3. La evolución salarial. Tendencias ascendentes en
la agricultura y discrim inación industrial. 156
2.1.8.4. La estabilidad en los precios de los principales
artículos de consumo 159
2.1.8.5. Duras condiciones de trabajo 162
2.1.8.6. Una vida m arcada por la enferm edad. 164
2.1.9. A puntes sobre la sociedad com arcal. 167
2.2. LA FALSA ILUSIÓN DE UNA COMARCA REPUBLICANA. 169
2.2.1. La transición hacia las elecciones (1930-abril 1931) 169
2.2.2. Las elecciones m unicipales del 12 de abril de 1931.
La victoria republicana 174
2.2.3. La fiesta popular (abril-m ayo 1931) 183
2.2.4. La Valí d 'A lb a id a se reafirm a en su republicanism o.
Las elecciones constituyentes de junio de 1931. 193
2.3. EL BIEN IO REFORM ISTA Y SUS GRANDES
‘CU ESTIO N ES’ (JUNIO 1931-NOVIEM BRE 1933) 199
2.3.1. P ersistencia del caciquism o. Las elecciones parcia
les de octubre de 1931 199
2.3.2. H acia una cultura laica. La dialéctica
clericalism o/anticlericalism o 209
2.3.3. La cuestión social (1931-1933) 221
2.3.3.1. El campo. Un rem anso de paz 221
2.3.3.2. La industria: m oderantism o ugetista y
com batividad cenetista. 238
2 .3 .3 .2 .I. O ntinyent: auge y caída del Sindicato Ú nico 243
2.3.4. Un nacionalism o con bases precarias: el fracaso del
626
Estatuí de A utonom ía. 251
2.3.5. Líneas m aestras de la evolución política entre
octubre de 1931 y las elecciones de noviem bre de 1933. 254
2.3.5.1. El difícil equilibrio del populism o blasquista 254
2.3.5.2. La redefinición del espacio político m unicipal 259
2.3.5.3. La D erecha Regional Valenciana: m odernización y
conservadurism o 263
2.3.5.4. R adicalización cenetista 270
2.3.5.5. Crecim iento y contradicciones del socialism o 274
2.3.5.5.1. La vida asociativa de dos sindicatos socialistas
desde dentro 275
2.3.5.6. Nuevos actores: la extrem a derecha y el Partido
Com unista 283
2.3.6. Las elecciones m unicipales parciales de mayo de
1933. Plasm ación de tendencias y desintegración de la
alianza republicano-socialista 285
2.4. EL BIENIO RADICAL-CEDISTA. LA CONSOLIDACIÓN
DE LA DERECHA REGIONAL VALENCIANA:
AGRARISM O CONSERVADOR Y CATOLICISMO
(NOVIEM BRE DE 1933-FEBRERO 1936). 289
2.4.1. Las elecciones de noviem bre de 1933. La victoria de
la derecha 289
2.4.2. Las consecuencias de una política conservadora en
un contexto de crisis agrícola 299
2.4.3. Cambios en el espacio político republicano 310
2.4.4. La consolidación de la D erecha Regional V alenciana 311
2.4.4.1. La efervescencia del sindicalism o católico. 313
2.4.5. El sindicalism o ugetista aprovecha la represión
contra el anarcosindicalism o 315
2.4.6. Prim eros pasos del fascism o 315
2.4.7. La cosecha del discurso social-católico. La victoria
de la D erecha Regional Valenciana en las elecciones de
febrero de 1936 316
2.5. EL FRENTE POPULAR: FEBRERO-JULIO 1936. 328
2.5.1. El Frente Popular al frente del poder m unicipal:
políticas sociales y anticlericalism o 328
2.5.2. La fascistización de la D erecha Regional Valenciana 336
2.5.3. La izquierda obrera: crecim iento com unista,
reorganización anarquista y división del socialism o 339
2.5.4. Fortaleza sindical y boicot patronal. La huelga textil
de O ntinyent 340
2.5.5. El enrarecido clim a político 344
2.5.6. Los últim os días de la R epública en paz. 348
2.6. LA DEMOCRACIA CONDUCE A UNA NUEVA
SOCIEDAD. EDUCACIÓN Y ENFRENTAM IENTO
CULTURAL. 350
627
2.6.1. La socialización en los valores republicanos: la
escuela 350
2.6.2. Las claves de la secularización. Una cultura en
m ovim iento 354
2.6.2.1. El cinem atógrafo 355
2.6.2.2. El teatro 357
2.6.2.3. Otras m anifestaciones culturales (radio,
prensa, deporte) 358
2.6.3. El im pacto del reform ism o republicano sobre la
sociabilidad form al 360
2.6.4. La m ujer en la República. Tradicionalidad y
participación social. 363
628
3.4.1. El largo proceso de las incautaciones agrícolas.
Legalidad y conflictos locales 480
3.4.2. La gestión de las incautaciones agrícolas. El anhelo
de una sociedad de pequeños propietarios 495
3.4.3. Control O brero y colectivizaciones industriales:
mito y esperanzas 508
3.4.4. La intervención obrera sobre otros sectores
económ icos: la vivienda y los servicios 515
3.4.5. De la aversión franquista a la m ateria de los sueños 519
3.5. GUERRA Y ECONOM ÍA. LOS BENEFICIOS DEL TEXTIL 519
3.6. CLAROSCUROS DE LA M OVILIZACIÓN POLÍTICO-
SINDICAL: POLITIZACIÓN, CONVENIENCIA Y CAM UFLAJE 525
3.6.1. La pervivencia de los conflictos internos y la
deseada unidad antifascista. 539
3.7. LA GUERRA APLASTA LA ESPERANZA. UNA
COMARCA DE RETAGUARDIA 541
3.7.1. R efugiados y evacuados: entre la solidaridad y el
rechazo 543
3.7.2. Llenar los estóm agos y estim ular la fe en la victoria.
Los abastecim ientos 551
3.7.3. La econom ía erosiona la m oral 569
3.7.3.1. H iperinflacción y problem as m onetarios 569
3.7.3.2. La angustia del paro obrero 573
3.7.4. El enemigo invisible. La Q uinta Colum na 575
3.7.5. El vértigo revolucionario sobre la vida cotidiana 588
3.7.6. La em ergencia pública de la m ujer y sus
contradicciones 595
3.7.7. El H ospital Internacional de O ntinyent.
M icrocosm os de la retaguardia 597
3.7.8. La m ilitarización de la retaguardia. Su incidencia
sobre la vida cotidiana 600
3.7.8.1. La industria de guerra increm enta el peligro de
ataques aéreos 605
3.8. EDUCACIÓN Y CULTURA. ADOCTRINAM IENTO,
PROPAGANDA Y PLASM ACIÓN DE ALTERNATIVAS 609
3.8.1. Las colonias infantiles 609
3.8.2. La escuela. Un frente de com bate 610
3.8.3. Las M ilicias de la C ultura 612
3.8.4. Las alternativas culturales obreras: anarquistas y
socialistas 614
3.8.5. La ideologización de los m edios de com unicación 615
3.8.6. M anifestaciones culturales. M ás evasión que
adoctrinam iento 617
3.9. EL GOLPE DE CASADO. LA EM ERGENCIA DE LA
QUINTA COLUMNA. EL FIN DE LA GUERRA 619
629
Capítulo 4. El PRIMER FRANQUISMO: 1939-1959. 637
630
4.2.2.11.3.2.1 A dscripción p olítica y la persecución de los
cargos 751
4.2.2.11.3.3. Ejecutores y cóm plices 754
4.2.2.11.3.4. La visión de los represaliados 756
4.2.2.11.3.5. La actividad del Tribunal de
R esponsabilidades Políticas. Un indicador de sus objetivos 758
4.2.2.11.3.5.1. Las sentencias. C astigar y recaudar 761
4.2.2.11.3.5.2. Sancionar a los m ayores patrim onios 762
4.2.3. La pesadilla diaria. A proxim ación a la represión no
contable. 764
4.2.3.1. La m uerte que no cesa. Pequeñas tragedias diarias 766
4.2.3.2. Los abusos im punes del poder 767
4.2.3.3. La im posición de los sím bolos 769
4.2.3.4. A provecharse de las circunstancias 772
4.2.3.5. El secuestro de la vida 772
4.2.3.6. La fractura social 774
4.2.3.7. Estar tacat. H aber sido rojo. Un estigm a duradero. 776
4.2.3.8. La (re) construcción de una nueva m oral 777
4.2.3.9. Una represión violentam ente m isógina 793
4.2.4. El peso de la represión. La fragilidad de la oposición
antifranquista 796
4.2.4.1. La oposición laboral. Posturas individuales en los
cuarenta y espacios autónom os en los cincuenta (HOAC y
JOC). 807
4.3. LOS PODERES LOCALES, PILARES DEL FRANQUISM O:
FALANGE TRADICIONALISTA, IGLESIA Y
AYUNTAMIENTOS. 811
4.3.1. Las tribulaciones del partido único: Falange
Tradicionalista y de las JONS. 1939-1947. 812
4.3.1.1. La larga m archa desde m ovim iento socio-político a
institución de la dictadura. 1939-1943. 812
4.3.1.1.1 El magm a afiliativo anega a los falangistas. 815
4.3.1.1.2. El fracaso del proyecto fascista de Adolfo
Rincón de A rellano. 822
4.3.1.1.3. Las injerencias de las elites locales en el partido
único. 830
4.3.1.1.4 El fin del sueño fascista. Los últim os m eses de la
Jefatura Provincial de A dolfo Rincón de A rellano. 837
4.3.1.2 Entre la decepción y la revitalización: 1943-1948. 839
4.3.1.2.1 La U nificación entre Jefatura Provincial y
G obernador Civil: Ramón Laporta Girón. 839
4.3.1.2.2 Un apoyo mal disim ulado por el Eje. La euforia
falangista: 1940-1943. 841
4.3.1.2.3 Los voluntarios de la D ivisión A zul. 844
4.3.1.2.4. A ctitudes falangistas ante la derrota fascista en
631
la Segunda Guerra M undial. 845
4.3.1.2.5. El Cincuentenario de la guerra hispano-
norteam ericana. Un ejemplo de la respuesta franquista
a la situación política internacional. 1948. 852
4.3.1.2.6 La protección a los fascistas europeos. 854
4.3.1.2.7 El Referéndum de 1947. Una nueva vuelta de
tuerca del partido único. 855
4.3.1.3 Excautivos, excom batientes y m ilicias. Grupos de
presión y existencia fantasm a. 859
4.3.1.4. El sindicalism o vertical. D em agogia falangista,
control patronal y tím ida política asistencial. 861
4.3.2. La Iglesia Católica: Al servicio de la dictadura. 878
4.3.2.1 Breves palabras de perdón en un m ar de
colaboración. 882
4.3.2.2. La reposición del im aginario católico. 883
4.3.2.3. La recristianización de la sociedad. 888
4.3.2.4. El enfrentam iento entre religiosidad popular y
nacionalcatolicism o. 894
4.3.2.5 El esplendor del nacionalcatolicism o. El mandato
de M arcelino Olaechea. 895
4.3.2.6. El activism o de las asociaciones religiosas. 898
4.3.3. Los ayuntam ientos. La cercanía del poder 900
4.3.3.1. La depuración de los funcionarios m unicipales. 904
4.3.3.2. Las gestoras m unicipales entre 1939-1943:
el reino de la inestabilidad. 915
4.3.3.3. ¿R efalangización?. La unificación de cargos.
Ram ón Laporta Girón, G obernador Civil y Jefe Provincial
de FET-JONS. 927
4.3.3.4. La institucionalización local de la dictadura. La
dem ocracia orgánica. 934
4.3.3.4.1. Las elecciones m unicipales de 1948. 934
4.3.3.5. G estores de la nada. La tragedia hacendística
m unicipal. 953
4.3.3.6. La acuciante necesidad de vivienda. 963
4.3.3.7. Los “alcaldes m endicantes” . La praxis de la
subvención. 967
4.3.4. Rasgos com arcales de la dirección del capital. Otra
vertiente del apoyo em presarial 968
4.4. LA AUTARQUÍA. 1939-1952. 971
4.4.1. R uralización y crisis del m odelo dem ográfico
tradicional 971
4.4.2. Efectos de los desvarios autárquicos en la
agricultura 973
4.4.2.1. La contrarrevolución agraria. El Servicio de
R ecuperación A grícola 973
4.4.2.2. Una peculiar reconversión de la producción
632
agrícola: 1939-1952. 975
4.4.2.3. La desigual incidencia de la autarquía sobre la
diversidad cam pesina 988
4.4.3. El fracaso m atizado de la política económ ica
autárquica en la Valí d'A lbaida. 991
4.4.3.1. El intervencionism o económ ico en la industria
comarcal. 997
4.4.3.2. D irección y consecuencias de la política industrial. 998
4.4.3.3. Las dificultades energéticas. 1939-1952. 1.007
4.4.3.4. Los prim eros pasos de la industria de posguerra:
fiscalización y politización. 1.010
4.4.3.5. La negra noche de las producciones colaterales. 1.011
4.4.3.5.1. Ceras, bujías y jabones. El im pacto dual de la
autarquía. 1.013
4.4.3.5.2. Las bondades del m arco autárquico: fibras
naturales, artesanías, m ateriales de construcción y el
vidrio. 1.017
4.4.3.5.3. Esperando tiem pos m ejores. El sector
agroalim entario 1.022
4.4.3.6. La autarquía conduce la m áquina textil. El reinado
del regenerado 1.028
4.4.3.6.1. El textil de O ntinyent. Un paradigm a 1.031
4.4.3.6.2. Contagio por esporas y m odelos locales. El textil
en la com arca 1.039
4.4.4. La España de Carpanta. H istoria social de la
autarquía. 1.041
4.4.4.1. El sueño del sustento diario reprim e la rebeldía. 1.041
4.4.4.2. Sim plem ente sobrevivir: el estraperto, m em orias
de la posguerra. 1.048
4.4.4.3. Condiciones de vida, condiciones m íseras. 1.056
4.4.4.4. Estrategias para vivir. 1.062
4.4.4.5. La resurrección de Dickens. El trabajo infantil y
femenino 1.068
4.4.4.6. Una vida precaria. El desastre sanitario 1.075
4.5. “MENYS MAL QUE FRANCO VA ALQAR LA M Á” . EL
FRANQUISMO CONSOLIDADO: 1952-1959. 1.082
4.5.1. La recuperación económica. Cam bio agrícola e
industrialización textil. 1.082
4.5.1.1. Las transform aciones dem ográficas: em igración e
inm igración. 1.082
4.5.1.2. Apogeo y crisis de la agricultura tradicional. 1.088
4.5.1.2.1. La aparición de la agricultura a tiem po parcial y
el triunfo de la pequeña propiedad. 1.096
4.5.1.2.2. El tardío arraigo del cooperativism o 1.099
4.5.1.3. La construcción de un nuevo espacio industrial 1.101
4.5.1.3.1. La continuidad de la restricción industrial. 1.104
633
4.5.1.3.2. Las fabricaciones tradicionales: ocaso
versus industrialización 1.107
4.5.1.3.3. Buscando el m ercado exterior. Contratiem pos
y luces deltextil de los cincuenta. Las bases de
desarrollism o de los sesenta. 1.112
4.5.1.3.3.1 La conquista textil. 1.121
4.5.1.4. El Plan de Estabilización. Entierro de la
autarquía y paro obrero. 1.126
4.5.2. A nte todo franquistas. Los m unicipios y
personal político en la década de los cincuenta. 1.128
4.5.2.1. Las elecciones m unicipales de 1955. 1.131
4.5.2.2. El continuism o de los alcaldes m endicantes 1.134
4.5.2.3. El relanzam iento de las infraestructuras
m unicipales 1.136
4.5.2.4. La inm igración agrava el problem a de la vivienda. 1.143
4.6. EL CONSENSO IM POSIBLE. LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS M ASAS Y LAS POLÍTICAS ASISTENCIALES. 1.144
4.6.1. Form ar a los españoles. La escuela del florido pensil 1.145
4.6.2. La fiesta: redefinición, reinvención e invención 1.160
4.6.3. A puntes sobre la cultura franquista 1.170
4.6.3.1. La artificialidad y el culto a la gloria 1.170
4.6.3.2. La perm isividad del valenciano y la
castellanización 1.171
4.6.3.3. La visión franquista de la Valí d ’A lbaida:
el agrarism o conservador 1.173
4.6.4. La cultura de la evasión 1.175
4.6.5. El fallido asalto falangista al asociacionism o 1.179
4.6.5.1. El nacim iento de un nuevo asociacionism o.
Los años cincuenta. 1.187
4.6.6.6. Sím bolos franquistas cotidianos. Portavoces
diarios de la dictadura 1.189
4.6.7. Las p o líticas asistenciales 1.193
4.6.7.1. P olíticas socializadoras y asistenciales de
Falange T radicionalista 1.194
4.6.7.1.1. A uxilio Social. D ar de com er a los hijos
de los “rojos” 1.194
4.6.7.1.2. El F rente de Juventudes 1.197
4.6.7.1.3. La Sección Fem enina 1.205
4.6.7.1.4. El Sindicato Vertical y las Obras Sindicales 1.210
4.6.7.2. Viejas p rácticas en nom bre de Dios. 1.217
A p én d ice.
B ibliografía. 1.263
634
TOMO II
635
Capítulo 4
El primer franquismo
(1939-1959).
637
4.1. LA OCUPACIÓN FRANQUISTA DE LA VALL D'ALBAIDA. LAS PRI
MERAS COMISIONES GESTORAS.
1 SHM, ZN, A. 23, legajo 10, carpeta 5, documentación del Cuerpo del Cuerpo de Ejército de Galicia.
2 MICÓ PENÁDES, J.: Recuerdos de mi vida, op. cit., p. 85.
3 SHM, ZN, A. 23, legajo 10, carpeta 5, op cit.
4 AMB, libro 9-IX-1938/9-XH-1939, Libro de Actas, acta de 22-VÜ-1939.
639
A yuntam iento, acom pañados por una m ultitud. Desde el ayuntam iento dirigieron
la palabra Luis M ompó, nom brado alcalde, José Simó, prim er Jefe Local de
Falange T radicionalista y el oficial al m ando de las fuerzas m ilitares.
El Cuerpo de Ejército de G alicia no se encontró a las corporaciones repu
blicanas. En O ntinyent, como hem os visto, el 29 de m arzo desaparecían las in s
tituciones republicanas. El 30 de marzo el alcalde-presidente pedía un piquete de
G uardias de A salto para preservar el orden en la ciudad. El 2 de abril, entraban
las tropas franquistas del 3er B atallón de Carros de Com bate, al m ando del
com andante José López Varo. El día 3, José Simó, presidente de la Junta de FET
y de las JONS que había tom ado el poder m unicipal y el m ilitar, cedía éste ú lti
mo a un C om andante M ilitar.5
En Q uatretonda el últim o alcalde republicano y sus concejales dim itían el
31 de m arzo, para traspasar la alcaldía a los que fueron concejales entre octubre
de 1934 y febrero de 1936, esto es, a los social-católicos de la D erecha Regional
V alenciana que suplieron a los concejales y alcaldes acusados de apoyar la
R evolución asturiana de octubre.6 En Castelló de Rugat el 31 de m arzo se reunía
por ú ltim a vez el Consejo M unicipal. El alcalde republicano José B ataller Canet
disolvía el Consejo “Dada cuenta de la orden verbal de Falange E spañola y de la
JONS de la renovación total de este Consejo por orden de D. José C alabuig Paya
que dice tener la representación local delegada por el de A lbaida (...)” > y traspa
saba la vara de m ando del m unicipio a José Calabuig, un antiguo m iem bro de la
DLR que había perm anecido durante la guerra en paradero desconocido.7
Pero esta transm isión de poderes fue excepcional. En gran parte de los
pueblos, entre el 29 y el 31 de m arzo la quinta colum na, derechistas locales
escondidos, falangistas de nuevo cuño y derechistas de otras poblaciones que
habían encontrado refugio en los pueblos, tom aron los resortes del poder m uni
cipal. En T O lleria, el 30 de m arzo un grupo de derechistas disolvía el Consejo
M unicipal y se constituía en A yuntam iento Provisional. En otros, las Juntas loca
les de FET-JONS se constituían en ayuntam iento, como sucedió en la Pobla del
Duc o en el Ráfol de Salem .8
En B ocairent, el 29 de m arzo, en nom bre de FET se apoderaban del ayun
tam iento un grupo de “fuerzas vivas”, con una am plia representación de la b u r
guesía industrial de la ciudad. Y en Benigánim , el 29 de m arzo “ á im pulsos de un
m om ento de exaltación patriótica por parte de los elem entos m ás adictos á la
Causa N acional (...)” se ponía fin a la adm inistración republicana. Estos nuevos
gestores se autotitulaban falangistas.9 Eran m ás bien falangistas de “aluvión” . Al
m enos, siete de los diez vocales habían pertenecido a la D erecha R egional
Valenciana, dos de ellos a una de sus Juntas D irectivas y uno a la U nión
P atriótica. Esta prim era gestora era un com pendio del m odelo social de la po b la
640
ción: labradores (3), jornaleros (2); industrial textil (uno, el alcalde Juan
Benavent Ortuño); industrial alpargatero y propietario de una alm azara (1), a lo
que se añadían un com erciante, un cortante y un conductor.
Los Jefes com arcales de Falange Tradicionalista dirigieron la ocupación
del poder m unicipal y, posteriorm ente, la com posición de las gestoras m unicipa
les, hasta la llegada efectiva de las tropas franquistas. A las dos de la m adrugada
del 30 de m arzo, el Jefe Com arcal de O ntinyent nom braba la G estora de Aielo de
M alferit, com puesta por falangistas, en su m ayoría jóvenes sin experiencia p o lí
tica p re v ia.10
Como vemos, las prim eras gestoras autonom bradas hasta la llegada del
Ejército franquista presentan unas características socio-políticas comunes, como
la preem inencia de cuadros políticos de los partidos derechistas o de centro-dere
cha de la República, bien a título personal, bien presentados bajo las siglas de
Falange Tradicionalista. Así, y es un caso que se puede trasplantar a casi todas
las localidades, en Castelló de Rugat, la prim era G estora reunía a blasquistas,
DLR-DRV y un alcalde de la D ictadura de Prim o de R iv era.11 Eran personas con
experiencia política anterior a la guerra y que contaban con un prestigio y peso
social específico en sus com unidades. En estos casos, en los que grupos de dere
chistas tom aban el poder m unicipal, las autoridades m ilitares procedían a su
renovación a m ediados de abril. Las coordenadas que regían estas designaciones
que llevaba a cabo el Ejército se basaban, como se indicaba en los inform es de
Falange T radicionalista de Benigánim en la “reconocida solvencia m oral y poli-
tica” .12
Las mem orias de Juan M icó indican nítidam ente cómo, desde la guerra
civil se dieron en la zona franquista los prim eros m ovim ientos internos en FET
para encontrar un personal político afín en contradicción con la postura adopta
da por los mandos m ilitares, que confiaban más en personas económ icam ente
bien situadas pero con un pasado político que presentaba sombras:
641
la adm inistración m unicipal, las jefaturas falangistas se encargaban del “orden
púb lico ”, o lo que es lo m ism o, de la persecución de los vencidos. En C astelló de
Rugat, el 1 de abril, la recientem ente creada Junta Provisional de Falange
Tradicionalista, presidida por blasquistas, propietarios y clase m edia de la pobla
ción, recib ía del ayuntam iento la delegación de “todas las atribuciones de orden
pu b lico ”, con el deber para la Junta de inform ar al Ayuntam iento sobre cada deci
sió n .14 La dirección autónom a falangista de la represión no estuvo exenta de opo
sición y tirantez. El 8 de abril, el alcalde-presidente de l'O lleria, Joaquín M oner
Sánchez, dim itía de su cargo alegando problem as de salud, pero m uy especial
m ente “ ciertos hechos acaecidos de reciente que por su origen y procedim ientos
em pleados, suponen un quebrantam iento de su A utoridad” .15
Falange había iniciado las razias de castigo por encim a de las autoridades
m unicipales. En la Pobla del Duc, el titulado “C onsistorio Falange Española
T radicionalista y de las JONS” creaba el 31 de m arzo de 1939 un Consejo encar
gado del orden público para “activar las actuaciones, organizar y garantir el
orden p ú blico” . El Consejo estaba com puesto por un m aestro, uno de los m ayo
res propietarios de la población, muy ligado desde principios de siglo al m ovi
m iento católico y uno de los concejales social-católicos im puestos por el
G obernador Civil después de octubre de 1934. Su prim era decisión consistió en
la detención de “com ponentes del Com ité Rojo M arxista en esta población y ser
a la vez de filiación puram ente antifascista” . En segundo lugar, el Consejo se
proclam aba como el único organism o de poder en la población hasta la llegada
del E jército o de algún representante de las nuevas autoridades.16
En los días sucesivos m uchas gestoras fueron transform adas desde la p ro
pia Falange. El 8 de abril se renovaba la G estora de B ocairent por otra que rep e
tía la m ism a com posición social de la prim era: industriales y obreros católicos.
El 13 de abril, la Jefatura de l'O lle ria sustituía la Com isión G estora. En A ielo de
M alferit, los inexpertos jóvenes falangistas dim itieron en bloque el 9 de abril
para dejar paso a un consistorio con una representación de antiguos políticos
locales: som atenistas, algún blasquista y un alcalde de 1929.17
H asta el 11 de abril, día en que el General Jefe del Cuerpo de G alicia nom
braba la prim era G estora M unicipal, el poder m unicipal de O ntinyent estuvo en
m anos de la Junta M unicipal Provisional de FET y de las JONS, los m ism os que
recibieron la vara de mano del últim o alcalde republicano el 29 de m arzo.
R ápidam ente reintegraron en sus cargos a los funcionarios que gozaban del bene
plácito político, organizaron la devolución de los bienes m uebles incautados o
robados, facilitaron el viaje de regreso a su pueblo natal a los evacuados, rep ar
642
tieron harina, y cesaron inm ediatam ente a todos los Guardias M unicipales y a los
funcionarios públicos sospechosos de izquierdism o.18
Las fuerzas m ilitares franquistas se aposentaron en la com arca. En los p ri
m eros m eses ejercieron labores benéficas, puesto que contaban con los productos
de sus propias intendencias. En A ielo de M alferit el destacam ento sostenía un
com edor para 78 niños y niñas m enores de diez años, hijos de fam ilias pobres, de
viudas, de fam ilias num erosas y de padres encarcelados. Los problem as de aloja
m iento del contingente establecido en O ntinyent se intentaron subsanar con su
reparto en los dom icilios particulares con camas disponibles.
Las relaciones con las fuerzas m ilitares instaladas en la com arca no siem
pre fueron plácidas. Para los mandos m ilitares, casi todos originarios de regiones
que habían estado desde un principio en zona franquista, las regiones que habían
perm anecido en la retaguardia republicana toda la guerra y que adem ás tenían un
pasado izquierdista, como el País Valenciano, eran catalogadas “territorio de
conquista” y sus habitantes considerados una m asa de “desafectos” . Cuando Luis
M ompó, alcalde de O ntinyent puso objeciones al Coronel de la U nidad M ilitar
asentada en O ntinyent para la am pliación de la cárcel, por cuanto no disponía el
ayuntam iento de suficiente abastecim iento para los reclusos, el oficial “m anifes
tó su im presión de que se le ponían obstáculos por falta de entusiasm o en coope
rar a la Causa N acional, llegando incluso a tildar de rojos a todos o casi todos los
que residim os en la zona que no fue N acional desde el prim er m om ento (...)” . 19
La guarnición m ilitar se había instalado en la ciudad como una fuerza con
quistadora, tratando que la G estora m antuviese y asegurase sus necesidades b á si
cas: exigía que el ayuntam iento le sum inistrara leña, o, como denunciaba M anuel
R evert, representante falangista en la Com isión G estora “lo que sucede con las
raciones de pan de los rebajados que están detenidos en la cárcel, y que por lo
visto son retenidas por la Guardia de la mism a. El A lcalde dá otros datos sobre
las exigencias de dichas Fuerzas (...)” .20
En O ntinyent se vivieron jornadas de auténtico enfrentam iento por la
férrea postura del alcalde Luis M ompó de im pedir la celebración de un baile
“estilo cogido o m oderno” en la Sociedad de Festeros, que incum plía “uno de los
puntos del program a espiritual” de la Com isión G estora aprobado el 11 de abril,
el mismo día en que se constituía. La sesión del pleno m unicipal que discutía este
punto de la aprobación de los bailes se desarrolló con una sobresaliente v io len
cia verbal entre el concejal Daniel Gil, m iem bro de la Sociedad de Festeros, que
había ignorado la autoridad de la Com isión G estora para obtener de las fuerzas
m ilitares la autorización para reabrir la Sociedad de Festeros, y el propio alcal
de, determ inado a hacer cum plir el “program a espiritual (...) m ientras sea
A lcalde, no se bailará en O nteniente, y m enos en la Sociedad de F esteros” .21 El
18 AMO, Secretaría. Expedientes Varios 1939, Acta de la Reunión celebrada por la Junta Municipal
Provisional de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. de Onteniente el día 30 de marzo y 8 de
abril de 1939. En adelante se citará como Reunión y la fecha.
19 Ibídem, acta de ll-X-1939.
29 Ibídem, acta de 31-X-1939.
21 AMO, libro 22, Libro de Actas, acta de 4-V-1939, y Secretaría. Expedientes Varios 1939, exposición del
alcalde Luis Mompó a los concejales de la Comisión Gestora, 2-5-1939.
643
hecho es que según se puede deducir de las acusaciones del alcalde, tanto D aniel
Gil como el secretario de FET, el industrial José Sanz D elgado de M olina, h ab í
an parlam entado directam ente con los oficiales del Ejército, ignorando la au to ri
dad del alcalde.
Pero el conflicto no se detuvo aquí. El 12 de junio, a las once de la noche,
alrededor de una docena de oficiales pertenecientes al cuerpo de la Sanidad
M ilitar, entre ellos un capitán, pero tam bién tenientes y alféreces, se reunieron en
la Sociedad de Festeros y ”desde el prim er m om ento la actitud que observaron
dichos señores con los dem ás concurrentes al local fue de gran desconsideración,
bailando, cantando y prom oviendo grandes alborotos (...)” . H acia las doce y
m edia se dirigieron a la calle M ayans para iniciar una espiral de hechos v iolen
tos, como aporrear las puertas de dicha calle (recordem os, una vía en la que se
daba cita gran parte de la burguesía de O ntinyent), destrozando escaparates
com erciales. H acia la una trataron de im pedir el cierre del local de la Sociedad
de Festeros, am enazando a los cam areros, al conserje y a su m ujer, p isto la en
m ano, insultándoles con expresiones como “rojos cabrones” , “hijos de puta” y
“otras injurias, adem ás de p roferir horribles blasfem ias contra Dios y contra la
S agrada H o stia” . P o sterio rm en te secuestraron a un concejal e in su ltaro n
(“m am ón”) a uno de los falangistas más señeros de O ntinyent. D etenidos una
parte de estos oficiales en el retén de la Policía M unicipal, consiguieron arreba
tar la p istola a un concejal, e insultaron al propio edil y a los policías m unicipa
les con frases como “cobardes y m aricones rojos” .22
Los actos m ás graves se produjeron en septiem bre. A las siete de la tarde
del día 9, un grupo de unos ochenta soldados, con oficiales y sargentos, desfiló
por la céntrica C alle M ayor “cantando destem pladam ente al son de los tam bores
del Batallón im pidiendo casi el paseo sin que por parte de la O ficialidad se tom a
ra ninguna m edida para evitar estos hechos” . A las once de la noche, m ientras se
celebraban los bailes regionales,
Pero al llegar los bailarines a la Iglesia de San Carlos, al lado del Cuartel
Provisional, “dirigidos por un Teniente, varios Sargentos y Cabos irrum pieron en
m edio de la danza insultando de palabra e incluso de obra con algunos em pello
nes a las señoritas que iban vestidas de Valenciana (...) y a algunos ciudadanos
cam aradas que resultaron contusionados (...)” .23 Al parecer los oficiales habían
22 AMO, Caja Negociado 1, informe presentado por Gonzalo Gironés, en ese momento alcalde en funciones
de Ontinyent ante el Comandante Militar de Ontinyent, 14-VI-1939.
23 AMO, Correspondencia 1939, oficio del 10-EX-1939.
644
sum inistrado “durante la cena abundantes raciones de bebidas alcohólicas con la
intención de hacer fracasar el folklórico espectáculo como represalia por la nega
tiva de las autoridades a autorizar un sarao organizado por la oficialidad en la
Sociedad de Festeros”.24
Al anochecer del día 10, después de un incidente en el local de Falange,
un grupo de soldados y sargentos recorrieron vociferando varias calles, arrojan
do a cinco transeúntes a una balsa de agua. El día siguiente, y a una hora p areci
da, atacaron a un vecino frente al casino de Falange.25
En la m adrugada del día 14 (otras fuentes señalan la noche del día 13), v ís
pera del traslado del Batallón, oficiales, sargentos y soldados sacaron a la calle
una rondalla de instrum entos de aire, cuerda y tam bores, dirigiéndose a la P laza
de la Concepción y apropiándose de una carroza, la trasladaron a la plaza del
G eneralísim o, donde la destrozaron y prendieron fuego, cortando la circulación
de una de las principales arterias de la ciudad. Después destrozaron algunas alda
bas de la calle M ayor y perillas del alum brado público, el volquete del ayunta
m iento, talaron árboles y destruyeron cosechas de las huertas.26 La actitud de
parte de las tropas, provocada por la negativa a autorizar el baile en la Sociedad
de Festeros, era considerada como un “efecto (...) deplorable” para “afectos”
pero m ucho más para ese 40% de los ontiñentinos que el alcalde consideraba
como todavía “desafectos”. El G obernador M ilitar escribió de su puño y letra una
carta a Luis Mompó en que recalcaba que todas las autoridades civiles y m ilita
res debían “dar por term inado” el período de transición iniciado con la derrota
republicana.27
Sin embargo, la prepotencia m ilitar sobre las autoridades civiles no term i
nó aquí. D aniel Pintado, vigilante de los arbitrios m unicipales de O ntinyent, fue
requerido a la entrada de un bar por dos oficiales del Ejército en la noche del 25
de octubre de 1939. En esos m om entos el funcionario portaba un recibo del
Banco de Vizcaya, expedido después de la entrega de dinero republicano. A p esar
de identificarse como em pleado público, los oficiales consideraron que el recibo
bancario era una dem ostración de sim patías republicanas, por lo que rom pieron
el recibo, le acusaron de “ro jo ” y le propinaron una paliza.28
Estos conflictos con las autoridades m ilitares no fueron los únicos.
También se enfrentaban las necesidades logísticas del Ejército franquista y el
ultracatolicism o de los gestores del ayuntam iento de O ntinyent. A principios de
ju lio , Luis Mompó prácticam ente instaba al Com andante Jefe del Parque de
Farm acia de Valencia a la evacuación de las dos iglesias que todavía ocupaban
24 BERNABEU GALBIS, A.: “A la luz del recuerdo. Otras músicas, otros ritmos”, Llibre de Festes de Moros
i Cristians. Ontinyent, 1988.
2^ AMO, Secretaría. Correspondencia Judicial. Entradas y Salidas. 1939-1944, Oficio del Cabo de la
Guardia Municipal, 12-IX-1939.
26 AMO, Correspondencia 1939, informe del Cabo de la Guardia Municipal el 14-IX-1939 y del alcalde al
Gobernador Civil del 18-IX-1939.
27 AMO, Correspondencia 1939, 14-IX-1939.
28 AMO, Correspondencia 1939, 26-X-1939.
645
los depósitos de m ateriales farm acéuticos, para restablecer el culto católico, y de
La Paduana, para evitar su cierre y el paro de sus dos centenas de trabajadores.29
A pesar de los intentos de las autoridades m unicipales, Falange, y
Ejército, por controlar de m anera absoluta el paso de la R epública a las nuevas
instituciones franquistas, se desencadenaron episodios de rapiña y de apropiación
privada de los bienes m uebles del Ejército Republicano. Estas acciones en m uy
pocos casos se llegaron a aclarar. En A lbaida, sede del CRIM , se constató la d es
aparición de las m áquinas de escribir de las oficinas del CRIM y se inició una
investigación desde la alcaldía para que estas m áquinas term inaran en las o fic i
nas m unicipales.30 Posteriorm ente, se descubrió que un ex alcalde de A lbaida
había vendido dos sillones y unos soportes para estanterías procedentes de la b a r
bería m ilitar, por la cantidad de 710 p tas.31
Los prim eros m eses de la posguerra se caracterizaron por el intento de
reconstruir una cierta norm alidad, como el reintegro de los trabajadores a sus
lugares de trabajo y la necesidad de reconstituir la econom ía. La docum entación
m unicipal hace m ención a la intensa correspondencia entre el ayuntam iento de
O ntinyent con otros ayuntam ientos de la geografía peninsular para solucionar el
problem a de los niños y evacuados en general. Bandos como el publicado el 1 de
mayo de 1939 en O ntinyent eran habituales: “Se presente la m adre o fam iliares
del niño Francisco M arcos que se encontraba en la colonia de Bellus para h acer
les entrega de este” .32 La persistencia de esta población era una preocupación
para las autoridades ontiñentinas, puesto que eran un contingente de población
más para alim entar, y porque entre ellos podían esconderse izquierdistas. Según
testim onio de Luis M ompó, una parte de esta población evacuada se resistía a
volver a sus lugares de origen, posiblem ente porque tem ían (acertadam ente) las
represalias franquistas.33 Todavía el 13 de octubre se em itía un bando para que
las fam ilias que acogían a niños evacuados los declarasen en el ayuntam iento.34
La norm alidad necesaria tam bién pasaba por calm ar los estóm agos vacíos,
con repartos de víveres procedentes de los D epósitos m ilitares (O ntinyent,
A gullent} o de las delegaciones de abastecim ientos de los extintos Consejos
M unicipales. El 31 de m arzo, la Jefatura falangista de O ntinyent y su ayunta
m iento, con autorización de la autoridad m ilitar correspondiente, se incautaban
del D epósito de la Aviación republicana instalado en A gullent, para repartirlo
entre la población civil. Aquí ya com enzaron a aplicarse los principios del im a
ginario franquista. Gran parte de las existencias se repartieron entre la población
civil de O ntinyent y de pueblos del distrito. El resto de grupos susceptibles de ser
aprovisionados lo fueron en relación con su posible politización. Esto es, 20 Kg.
de arroz para la C olonia Escolar y 154 de lentejas para los refugiados, m ientras
646
que la C olonia m adrileña de Ciegos recibía 150 Kg. de arroz, 48 de carne, 16 de
chocolate y 45 de leche.35
Se sucedían los intentos para volver a la norm alidad. El 5 de abril se anun
ciaba la apertura para el día siguiente de la línea férrea A lcoi-V aléncia aunque,
eso sí, con billetes nacionales, y el 3 de mayo la apertura del servicio de
Telégrafos en O ntinyent, aunque el Com andante M ilitar añadía que los telegra
m as se em itirían “previa censura” . Pero los problem as para los consistorios se
fueron alargando sin solución. En septiem bre los em pleados m unicipales de
r o i l e r i a continuaban sin percibir sus sueldos, y el 28 de noviem bre la estafeta de
Correos continuaba cerrada. En junio no se había regularizado el abastecim iento
de agua potable en Fontanars.36
De inm ediato se procedió a dem oler los signos públicos de la fenecida
R epública. El pleno m unicipal de O ntinyent tom aba el acuerdo en mayo de “que
desaparezcan definitivam ente de la población los recuerdos de la época de la
dom inación m arxista y de la que le antecedió desde la proclam ación de la
R epública en A bril de 1931” ; las calles se rotularon con los m ism os nom bres que
tenían antes del 14 de abril de 1931, introduciendo iconos franquistas (Plaza
G eneralísim o Franco, Plaza de José A ntonio).37 Al cambio en el nom enclátor
urbano le siguieron otras disposiciones, como la obligación de borrar con celeri
dad de las fachadas cualquier indicio del “período rojo” (carteles, letreros...), eso
sí, siem pre con la am enaza de ser “gravem ente sancionados” por parte de la
G uardia M unicipal, además de hacer frente a los gastos que ocasionaría la des
aparición de los m ism os.38 En ju lio , la Com isión G estora de O ntinyent no podía
dejar a los m uertos descansar en paz y acordaba “que desaparezcan signos m asó
nicos y m arxistas que figuran en algunas sepulturas, especialm ente en las que
están enterradas los cadáveres de los que fallecieron en el H ospital M ilitar de
esta plaza durante el periodo ro jo ” .39
La instauración de los valores im aginarios franquistas se llevó a cabo con
prontitud. Ya el 11 de abril de 1939 la Com isión G estora dictaba m edidas para
colocar “anuncios (...) en sitios visibles la obligación de saludar reglam entaria
m ente al paso de la Bandera N acional y cuando se ejecute, en cualquier sitio y
lugar, el Himno N acional” .40 En junio se requería a los locales públicos de ocio
para instalar “aparatos de radio (...) los cuales deberán hacer funcionar obligato
riam ente durante el tiem po en que se radian las em isiones oficiales, al objeto de
que por los concurrentes a los respectivos locales, se oiga con el debido respeto
el Himno N acional”.41 Las im ágenes religiosas que se habían salvado de los ata
ques iconoclastas com enzaron a ser restituidas a sus antiguos tem plos o ubicacio
nes viarias.
647
Entre estos valores, la propiedad privada, un rango preem inente. Las auto
ridades procedieron a la restitución de los bienes m uebles e inm uebles incauta
dos durante la guerra. Todos los pueblos y ciudades em itieron bandos que alerta
ban para que, en 24 horas, “todos los que tengan m uebles, ropas, enseres, alhajas
o cualquier otra clase de objetos en general que los hallan com prado durante el
período rojo a terceras personas o entidades que no sean sus legítim os p ro p ieta
rios, presenten relación detallada y firm ada a las oficinas de Investigación y
R ecuperación”, con la am enaza de detención y sanción.42 Los ayuntam ientos se
llenaron de reclam aciones sobre bienes incautados (m uchas veces im aginarios)
desde un colchón, una radio, hasta m aquinaria industrial o hectolitros de vino. El
m iedo a esta devolución de m uchos de sus poseedores, que los habían adquirido
por com pra particular o a los prim eros com ités, a ser acusados de robo y de
“republicanism o” llevó a que más de uno ignorase las órdenes, con lo que se
podía agravar su situación, ya que podían ver, y de hecho algunos lo fueron, con
siderados como “rebeldes” a las nuevas autoridades.43
Estos bienes eran de m enor consideración económ ica en com paración con
las propiedades agrícolas, las fábricas y talleres incautados, controlados o colec
tivizados. En B ocairent, el ayuntam iento se hizo cargo de las indem nizaciones
sobre el uso del agua de las grandes fincas del térm ino, a pesar que, como el resto
de consistorios españoles, tenían graves problem as hacendísticos. Pero no sólo
del uso, sino incluso la m erm a del caudal de agua utilizado durante la guerra.44
El control sobre la sociedad fue m uy fuerte. Se prohibió la circulación
pública a partir de las nueve de la noche, o de las doce y m edia en los días festi
vos, sin la pertinente cédula personal que identificase al propietario o la obliga
toriedad del salvoconducto para viajar.45 La C om andancia M ilitar de O ntinyent
reglam entó severam ente el horario de cierre de los establecim ientos de ocio,
ordenó a la G uardia Civil la vigilancia de los espectáculos y proscribió la form a
ción de grupos a la salida de los m ism os.46
Estos prim eros m eses fueron el m arco adecuado y obvio para recom pensar
a los que habían luchado en el bando vencedor y honrar la m em oria de los m uer
tos, principalm ente de los asesinados en la retaguardia republicana. El 6 de mayo
se anunciaba la creación de una suscripción para regalar una enseña a los com
ponentes de la B andera V alenciana, com puesta principalm ente por valencianos
huidos de la zona republicana. Los asesinados durante la guerra fueron hom ena
jead o s en m edio de una parafernalia claram ente fascista y con la consideración
de “m ártires” cristianos.
42 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1948, bando firmado por el Comandante Militar de Ontinyent, 15-IV-
1939.
43 De esta manera conceptuaba el cabo de la Guardia Municipal de Ontinyent a un vecino que no había
devuelto un armario ropero que, al parecer, pertenecía a una persona asesinada durante la guerra. AMO,
Secretaría. Correspondencia Judicial. Entradas y Salidas. 1939-1944,18-VH-1939.
44 AMB, libro 13-1-1940/30-VI-1944, Libro de Actas, actas de 25-V-1940; 17-11-1940 y 30-IH-1940.
45 AMF, sig. 1/18, bando de 29-IÜ-1939.
46 AMO, Correspondencia 1939, informe 15-9-1939.
648
En m edio del entusiasm o de una parte de la sociedad española ante la
derrota de la República, surgieron los prim eros desencuentros entre la fogosidad
del gobernador civil, la penuria económ ica y una cierta indiferencia por parte de
las grandes fam ilias ante la propaganda franquista. Este aspecto se traduce en el
“escaso núm ero de donantes” a la Suscripción N acional abierta para renovar el
Tesoro N acional.47
Al m ism o tiempo que se instalaban las tropas franquistas en la com arca, se
nom braban las prim eras com isiones gestoras después de las gestoras quintaco
lum nistas que tom aron el poder m unicipal en los prim eros días después de la gue
rra, y se iniciaba el proceso de restauración social y de im posición del im agina
rio sim bólico franquista, el régim en acom etía la destrucción física y m oral de los
vencidos, su seña de identidad durante su larga vida.
649
H abía que suprim ir violentam ente o atem orizar hasta anular la voluntad a
los que habían cuestionado, con distintos m atices, un orden social desigual e
injusto y el cultural de la Iglesia C atólica.51 La represión en A ndalucía ha llega
do a ser calificada como un verdadero “plan de exterm inio”, con un plan rector y
unas acciones físicas y propagandísticas que pretendían borrar sus consecuen
cias.52 El fin de la guerra no trajo consigo ni un abrazo de Vergara ni el cum pli
m iento de las prom esas de una paz ju sta sin represalias. La represión y la coer
ción form aron parte de la dictadura franquista hasta sus últim os estertores, coin
cidiendo los historiadores especializados en el estudio del franquism o en identi
ficar este binom io en clave explicativa de la dilatada duración de la dictadura.53
La v iolencia desplegada tam bién solidificó el com prom iso autoritario sobre el
que se basaba el franquism o en los años del bloqueo, cuando parecía próxim o el
fin del franquism o ante el tem or de una revancha de los vencidos, así como sumó
al m antenim iento de la dictadura a todos aquellos que habían participado en la
represión a través de las denuncias.54
La historiografía del franquism o, en especial su vertiente local, ha p resta
do una gran atención hacia esta tem ática, determ inando casi un género propio,
condicionado frecuentem ente por el com prom iso ideológico. Las víctim as del
franquism o, olvidadas oficialm ente durante cuarenta años, estaban estigm atiza
das en parte por la propaganda franquista, que les culpabilizaba de la violencia
del verano del 36. Las peculiaridades de la transición hacia la actual dem ocracia
tam poco les habían devuelto a la m em oria de los españoles, ni siquiera habían
supuesto recobrar su dignidad personal. Se hacía necesario recuperarlas de la
nebulosa a la que el franquism o las había apartado.
En un segundo plano, cuantificar m uertos y estudiar las m odalidades
represivas del franquism o se enm arca en el debate historiográfico suscitado en
torno a la naturaleza del franquism o y a la polém ica referente a la utilización del
térm ino consenso en regím enes dictatoriales de corte fascista, que una parte con
siderable de los historiadores aplican al franquism o. Para esta escuela, el terror
franquista cum ple con la función social contrarrevolucionaria de los fascism os
europeos.
51 El volumen coordinado por Santos Juliá compendia la literatura histórica publicada sobre el desarrollo y
evolución, durante la guerra civil, de los rasgos de la represión franquista, v. CAS ANO VA, J.: “«L im piar
España de elementos indeseables»: la violencia al servicio del orden”, capítulo II (pp. 81-117) y capítulo
IV (pp. 171-187) y SOLÉ I SABATÉ, J.M. y VILLARROYA, J.: “Mayo de 1937-abril de 1939”, capítulos
I-III y VI (pp. 187-241 y pp. 265-277) en JULIÁ, S. (coord.).: Víctimas de la Guerra Civil, Temas de Hoy,
Madrid, 1999,4o edición.
52 ESPINOSA MAESTRE, F.: “Julio de 1936. Golpe militar y plan de exterminio”, en Morir, matar, sobre
vivir. La violencia en la dictadura de Franco, Crítica, Barcelona, 2002, pp. 53-119.
53 La represión fue cambiando, pero siempre estuvo presente, v. CASTILLO NOGUERA, A. y FUENTES
DE ESTEFANI, P.: “Delitos y sociedad. Un ejemplo más de represión franquista”, en I Encuentro de
Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 91-93 y RUIZ, D. (dir.).: Historia de Comisiones Obreras (1958-
1988), Ed. S. XXI, Madrid, 1993.
54 Todavía existen historiadores que no contemplan funcionalidad alguna a la represión franquista y la equi
paran a la violencia política republicana, igualando a las dos con el antiguo principio de “todos fueron igua
les” v. LENDOIRO SALVADOR, J.: Segunda República y Guerra Civil en Ontinyent (Valencia): de la espe
ranza republicana al enfrentamiento social (1930-1939), op. cit
650
Las investigaciones sobre la represión franquista se iniciaron con el trab a
jo pionero de Solé y Sabaté para C atalunya.55 La m etodología em pleada ha sido
la fuente para una serie de investigaciones, desde el marco local hasta el autonó
m ico, que han desmontado sistem áticam ente la cuantifícación de historiadores
próxim os al franquism o sobre el núm ero de víctim as m ortales.56 Esta extensa
bibliografía57 ha supuesto un considerable avance en la necesaria contabilización
de las víctim as m ortales del franquism o, aunque todavía estam os lejos de alcan
zar unas cifras definitivas sobre la m ism a.58
Sea cual sea la postura historiográfica tom ada en torno al debate sobre la
“naturaleza del franquism o” , todos los investigadores del período franquista con
sideran a la represión como uno de los ejes explicativos de la dilatada duración
del franquism o,59 inherente a su propia naturaleza desde el prim er m om ento de
su nacim iento.60 La volum etría es favorable al período conocido como prim er
franquism o, en especial, entre 1939-1945, los años en que se cim entó ju ríd ic a
m ente la violencia de Estado y que centraron el aplastam iento de los vencidos.61
Pero la represión franquista no se puede reducir tan sólo a contar m uertos,
aunque resulte un punto obligado y necesario, tanto como conocim iento h istó ri
co como, principalm ente, por la recuperación de la m em oria de los vencidos.
Como ha señalado Ors M ontenegro: “Es obvio que en el estudio de la represión
se afronta el riesgo de caer en m eros cuantitativism os y localism os y que no hay
55 SOLÉ I SABATÉ, J. M \: La repressió franquista a Catalunya, 1938-1953, Edicions 62, Barcelona, 1985.
56 Sus tesis en REIG TAPIA, A.: Ideología e historia (sobre la represión franquista y la guerra civil), op.
cit., pp. 91-116. La cuantifícación que se ha tomado como referencia central para refutar las cifras que pro
pugnaban una equivalencia cási absolüta éntrela represión franquistay laefectuádaén lazona republicana
en SALAS LARRAZABAL, R.: Pérdidas de la guerra, Planeta, Barcelona, 1977. La cuantifícación ha com
portado una sólida base metodológica previa, cfr. SOLÉ I SABATÉ, J.M*. y VILLARROYA I FONT, J.:
“Metodología per a l'estudi de la repressió franquista”, Estudis d ’História Contemporánia delPais Valencia,
9, 1982 (Depósito legal), pp. 215-231.
57 Se puede seguir consultando la extensa bibliografía expuesta en JULIÁ, S. (coord.).: Víctimas de la
Guerra Civil, op. cit., pp. 413-422. Un estado de la cuestión en este capítulo de la guerra de cifras y de la
literatura producida en SÁNCHEZ, J.R.: “La bibliografía sobre la represión franquista: hacia el salto cuali
tativo”, Spagna Contemporánea, 19, 2001, pp.151-169 (pp.153-160); GONZÁLEZ CALLEJA, E.:
“Violencia política y represión en la España franquista: consideraciones teóricas y estado de la cuestión”, en
MORENO FONSERET, R.; SEVILLA CALERO, F. (eds.).: Elfranquismo. Visiones y balances, Universidad
de Alicante, Alicante, 1999, pp. 119-151; GÓMEZ RODA, J.A.: “Investigacions recents sobre el régim i la
societat durant el primer franquisme”, Afers, 25, 1996, pp. 675-699 (pp. 689-692). Para terminar, y como se
ha subrayado en otro estado de la cuestión, la represión franquista es una “cuestión sin agotar”, v. MIR
CURCÓ, C.: “El estudio de la represión franquista: una cuestión sin agotar”, Ayer, 43, 2001, pp. 11-35.
58 JULIÁ, S. (coord.).: Víctimas de la Guerra Civil, op. cit., pp. 407-412.
59 Así lo entiende CENARRO, Á.: “Muerte y subordinación en la España franquista: el imperio de la vio
lencia como base del “Nuevo Estado”, op. cit.
60 FONTANA, J.: “Introducción. Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo”, en
FONTANA, J. (ed.).: España bajo elfranquismo, Crítica, Barcelona, 1986, pp. 9-38. Aunque hay autores que
minimizan la faceta represora (Tusell) o la equiparan a la republicana en un ejercicio de “repartiment de res-
ponsabilitats”. La crítica a estas posturas en MIR CURCÓ, C.; CORRETGÉ, F.; FARRÉ, J. y SAGUÉS, J.:
Repressió económica i franquisme: V actuado del Tribunal de Responsabilitats Polítiques a la provincia de
Lleida, Publicacions de TAbadía de Montserrat, Barcelona, 1997, pp. 33-35.
61 La volumetría de la historiografía catalana y sus aportaciones han sido considerables, v. MIR, C.;
AGUSTÍ, C. y GELONCH, J. (ed.).: “Violencia i repressió a Catalunya durant el franquisme. Balan? histo-
riográfíc i perspectives”, Espai/Temps, 42, 2001.
651
m ás rem edio de contar m uertos y dem ás represaliados, pero no lo es m enos que
no b asta con ello (...)” .62
Es necesario, en prim er lugar, situar la represión franquista de la inm edia
ta posguerra en un contexto histórico más am plio y global, en las contradiccio
nes y fracturas sociales de los años republicanos, en las peculiaridades económ i
cas y sociopolíticas locales del prim er tercio del siglo XX, en el grado de con-
flictiv id ad del sexenio republicano y en las experiencias revolucionarias de la
guerra civil.
D entro de estas coordenadas, Ors M ontenegro ha analizado conjuntam en
te la violencia p olítica de la retaguardia republicana y del franquism o en la pro
vin cia de A licante constatando que, a pesar de la escasa violencia del sexenio
republicano, el franquism o igualó cifras respecto a la republicana, con el fusila
m iento de izquierdistas que no ocuparon cargos de relevancia. La m ayor cantidad
de m uertos en los pueblos agrícolas que en los industriales refuerza la inm ersión
de la represión de posguerra en la evolución particular de cada com unidad rural
o urbana durante el prim er tercio de siglo.63
La obra colectiva sobre el A ragón republicano, de los años bélicos y la
represión franquista es m odélica en estos aspectos, con el añadido de la supera
ción de la guerra de cifras, para enm arcar la represión franquista en un debate
teórico m ás am plio, aquel que relaciona las distintas m odalidades represivas con
la naturaleza fascista de la dictadura, al cum plir la represión una función social
contrarrevolucionaria. El capítulo de Julián Casanova abrió, ju n to a la introduc
ción de Josep Fontana, el debate sobre la naturaleza de la dictadura.64
M anuel O rtiz utilizó esta m etodología globalizadora para estudiar la vio
lencia de estos períodos en la provincia de A lbacete, una zona sim ilar a la valen
ciana, puesto que am bas fueron ocupadas por las tropas franquistas al term inar la
guerra. Este autor relaciona m inuciosam ente el im pacto de la reform a agraria
republicana, los conflictos m ás im portantes (octubre de 1934) y la vida político-
social de la provincia con la violencia de los prim eros meses de la guerra y la ju s
ticia rep u b lican a.65
La contextualización de la represión franquista es el m arco previo para
acercarnos a sus verdaderas dim ensiones, que fueron mucho m ás allá que los
fusilam ientos: represión cultural contra los que propugnaban una alternativa al
integrism o católico y contra las culturas no castellanas; de género; social, contra
la clase obrera; p o lítica y económ ica. La represión se ejerció, preferentem ente, a
62 ORS MONTENEGRO, M.: “La represión de posguerra en Alicante”, en W AA.: Guerra Civil y franquis
mo en Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil Albert, Alicante, 1990, pp. 95-117 (p. 99).
63 Ibídem. Del mismo autor La represión de guerra y posguerra en Alicante (1936-1945), Generalitat
Valenciana-Institut Juan Gil Albert, Alacant, 1995. Esta metodología ha dado consistentes trabajos, como el
desarrollado por ORTIZ HERAS, M.: Violencia política en la II República y el primerfranquismo: Albacete,
1936-1950, Ed. S. XXI, Madrid, 1996.
64 CASANOVA, J.: “La sombra del franquismo. Ignorar la historia y huir del pasado”, en CASANOVA, J.;
CENARRO, A.; CIFUENTES, J.; MALUENDA, M \ R y SALOMÓN, P.: El pasado oculto. Fascismo y vio
lencia en Aragón (1936-1939), Ed. S. XXI, Madrid, 1992, pp. 1-28.
65 ORTIZ HERAS, M.: Violencia política en la II República y primer franquismo, op. cit
652
través de la p olítica judicial franquista, definida como un “derecho represivo ” . 66
El franquism o, en sus ansias de encontrar una legitim idad ju ríd ica a sus actos,
dispuso de una m ultiplicidad de jurisdicciones que invadieron com petencias de la
ju sticia ordinaria, entre las que la m ilitar contaba con el principal protagonis
m o . 67
P ara aplastar a la sociedad española y conseguir en poco tiem po un con
senso represivo el franquism o u tilizó las m edidas leg ales (L ey de
R esponsabilidades Políticas, de D epuración, de R epresión de la M asonería y el
Com unism o, decretos y ordenanzas sobre cuestiones m orales...), torturó, encar
celó, utilizó presos republicanos en régim en de esclavitud, m antuvo cam pos de
concentración, envió al exilio a m iles de españoles y em pleó la guerra sucia con
tra la guerrilla.
Todo este cuerpo represivo ju ríd ico, gracias a Vivir es sobrevivir de
Conxita M ir, ha sido am pliado con la violencia cotidiana de la España de la p os
guerra, tanto desde el Estado como desde el interior de la propia sociedad civil,
violencia que recayó, sobre todo, en los escalones, más bajos de la sociedad
(m ujeres, pobres...). Una violencia diaria y oculta en la que sólo las fuentes ora
les y el recurso a los archivos judiciales pueden desentrañar la profundidad de los
resortes de control aplicados por el franquism o para destruir a los vencidos
(“asegurar la v ictoria”) prim ero, y después forzar a la sociedad en general a n o r
m alizar sus vidas dentro de un estado profundam ente represivo . 68 Esta m etodo
logía supone un “salto cualitativo ” , 69 al introducir el estudio de las m odalidades
de la represión franquista en el contexto más am plio de la sociedad franquista y
de las políticas de poder.
En suma, el terror se hizo tan cotidiano y om nipresente que pasó a form ar
parte de las relaciones personales y fam iliares por décadas. El franquism o buscó
tanto castigar y perseguir actitudes, opiniones y m ilitancias como perpetuar la
división de los españoles entre los vencedores y unos vencidos que debían expiar
perpetuam ente sus supuestas culpas pretéritas y a los que tan sólo les quedaba la
salida de la sum isión. El propio vencido, como ha recogido Joan A driá, asum ió
sus desventuras como “el precio de la derrota ” . 70
66 BERDUGO GÓMEZ, I.: “Derecho represivo en España durante los años de guerra y posguerra (1936-
1945)”, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 3, 1980, pp. 97-128.
67 PEDRAZ PENALVA, E.: “La Administración de Justicia durante la Guerra Civil en la España Nacional
(Jurisdicciones ordinaria y especial)”, en W .AA.: Justicia en Guerra. Jomadas sobre la administración de
justicia durante la guerra civil española: instituciones y juentes documentales, Ministerio de Cultura,
Madrid, 1990, pp. 317-371. Para Manuel Ballbé el dominio de la justicia militar sobre la civil tiene su origen
en la construcción del Estado liberal durante el siglo XIX. BALLBÉ, M.: Orden público y militarismo en la
España constitucional (1812-1983), Alianza Editorial, Madrid, 1983., para el franquismo las pp. 397-457.
68 MIR CURCÓ, C.: Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de la posgue
rra, Ed. Milenio, Lleida, 2000.
69 Con estas dos palabras, Javier Sánchez introduce el análisis de la bibliografía que ha incluido las modali
dades de la represión franquista en el marco global del estudio de la sociedad franquista. Artículo citado en
la nota 56.
70 ADRIA, J.J.: “Los factores de producción de consentimiento político en el primer franquismo: considera
ciones apoyadas en el testimonio de algunos lirianos corrientes”, en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A. (eds.).: El
jranquismo en Valencia. Formas de vida y actitudes sociales en la posguerra, Ed. Episteme, Valencia, 1999,
pp. 117-158 (p. 130).
653
La represión form a parte de la historia del franquism o a lo largo de su
existencia, de su “naturaleza ” . 71 Un rasgo que la diferencia fundam entalm ente de
los fascism os europeos, con los que convivió durante algunos años. Franquism o
y fascism o com parten el em pleo de la violencia contra el opositor, contra el libe
ralism o o la izquierda obrera, pero para el fascism o se trata de una violencia
coyuntural, “instrum ental”, necesaria para destruir a sus enem igos y asentarse en
el poder. D espués, se ponen en práctica políticas de socialización, la “nacionali
zación de las m asas”. Los fascism os produjeron un núm ero radicalm ente inferior
de víctim as que el franquism o. El nazismo alem án term inó con la vida de unos
1 2 . 0 0 0 “ enem igos” políticos, m ientras que el fascism o italiano fusiló, por “deli
tos p o lítico s” a 26 personas. En ambos casos, una gran m ayoría de estas m uertes
se produjo durante la guerra m undial. N i siquiera el núm ero de personas encar
celadas en Italia se acerca a los cálculos establecidos en España.
El franquism o, al contrario, m achacó duram ente a la sociedad española
hasta la derrota de la guerrilla, pero nunca abandonó la violencia, tanto en las
condenas a m uerte, como a p risión y otros castigos . 72 A sí, “la voluntad de revan
cha, venganza y exterm inio del enem igo político, la ausencia de un proyecto inte-
grador y la propia inseguridad de un proyecto puram ente reaccionario, se com bi
naron para hacer de la represión un elem ento estructural de la dictadura ” . 73
U na represión p o lítica de la que el franquism o propició su extensión en la
propia sociedad, añadiendo cotas de terror cotidiano y sum ando nuevos efectivos
sociales a su régim en. En este capítulo estudiarem os las dos facetas de la repre
sión franquista durante las décadas de los cuarenta y los cincuenta, principalm en
te durante los cuarenta, ya que en los cincuenta desaparece la m agnitud de déca
da anterior y la violencia adquiere otros m atices, haciéndose más selectiva y
m enos indiscrim inada. Por una parte, el capítulo dedicado a la “represión conta
b le” incide en las facetas represivas objeto de cuantifícación, casi todas ellas
provenientes de la política ju d icial franquista (Consejos de G uerra, depuración
laboral, R esponsabilidades Políticas, cam pos de concentración nazis) pero sin
olvidar aproxim aciones a aspectos más vivenciales (la vida en la prisión). En el
segundo, se abordará la “represión no contable” , aquella de difícil cómputo,
m enos relacionada con la p o lítica ju d icial, pero que ayuda a conocer la violencia
cotidiana que m arcó, a sangre y fuego, a las generaciones que habían levantado
en los años treinta y la guerra las barricadas sim bólicas de la dem ocracia, el lai
cism o, la reform a social o una sociedad igualitaria.
71 CENARRO, A.: “Muerte y subordinación en la España franquista: el imperio de la violencia como base
del “Nuevo Estado”, op. cit.
72 SAZ, I.: “Entre la hostilidad y el consentimiento. Violencia en la posguerra”, en SAZ, I. y GÓMEZ
RODA, A. (eds.).: El franquismo en Valencia. Formas de vida y actitudes sociales en la posguerra, pp. 9-35
(p. 14 y 17).
73 Ibídem, p. 16.
654
4.2.2. L a rep resió n co n tab le.
74 RODRIGO SÁNCHEZ, J.: “Vae victis! La función social de los campos de concentración franquistas”,
Ayer, 43,2001, pp.160-188 (p. 165).
75 Ibídem, p. 169.
655
hasta la sede definitiva del Convento de las A gustinas, que había sido transfor
m ado en Casa del Pueblo durante la guerra . 76
El proceso represor de los prim eros m eses se encauzó desde dos instan
cias. Con las tropas franquistas entraban en la retaguardia valenciana las
Colum nas de Orden y P olicía de O cupación, que crearon Com andancias M ilitares
en cada cabeza de Partido Judicial. En estas com andancias operaron en los p ri
m eros m eses los Tribunales M ilitares, dependientes de la A uditoría de G uerra del
E jército de O cupación, contra aquellas personas que fueran susceptibles de d eli
to según el Código M ilitar, que se aplicó a toda la población, tanto a la civil
como a la m ilitar. En la Valí d'A lb aid a se instalaron en A lbaida y O ntinyent. En
1939, la Com andancia M ilitar de O ntinyent y su Juzgado M ilitar estaba al m ando
del Teniente Coronel Juan de Cortázar.
Las detenciones com enzaron desde el m ism o día de la entrada triunfal y
m ostraron, desde un principio, el afán de venganza y la arbitrariedad. Los prim e
ros cam iones que llegaban con soldados a O ntinyent coincidieron con dos ancia
nos de la Valí d 'U x ó , refugiados en la ciudad, que salían a cortar hierba para ali
m entar a los conejos. A costum brados a saludar con el puño en alto durante tres
años de guerra, repitieron ese saludo gritando: “ ¡Franco, Franco, F ranco!” . Pero
antes de entrar en O ntinyent, un cabo, acom pañado de dos soldados, detuvo a uno
de los ancianos . 77
La clasificación de la ingente m ultitud de soldados y oficiales republica
nos se inició con celeridad. El 6 de abril, el Com andante M ilitar de O ntinyent
ordenaba que “todos cuantos hayan prestado servicio en el Ejército Rojo presen
tarse provistos de salvoconductos en el campo de concentración de M anuel” . El
9 instaba a que al día siguiente se presentasen en el antiguo Juzgado, “prim ero
todos los forasteros que hallan servido en el Ejército Rojo sin distinción de eda
des, segundo los vecinos que hallan prestado servicios en el Ejército R ojo p erte
necientes a las quintas del 15-16 y 17 para oportuna clasificación” y, po sterio r
m ente, todos los escondidos y h uidos . 78
El A rtículo Quinto. “P risioneros” de la Orden G eneral de la D ivisión del
Cuerpo de Ejército de G alicia (5-4-1939) establecía los pasos a seguir para reco
ger a los derrotados com batientes republicanos. Los que se encontraban en sus
casas, o volvían a sus pueblos en la desbandada final, debían presentarse ante las
C om andancias M ilitares o los ayuntam ientos. Recluidos bajo la vigilancia m ili
tar o falangista, eran clasificados en prim era instancia en dos grupos: oficiales y
suboficiales profesionales o de com plem ento y el resto de la tropa, no recono
ciendo, por tanto, las graduaciones del Ejército Republicano. U na C om isión com
puesta por m ilitares y un capellán procedía a dividirlos de nuevo en dos grandes
grupos, consistente en m ayores y m enores de 32 años, a los que se abría una ficha
personalizada, para la que se podía contar, adem ás, con los inform es sum inistra
dos por “personal de su confianza (de la C om isión)” . En este prim er filtro, los
m ayores de 32 años sin “m alos antecedentes” eran enviados a sus dom icilios,
pero con la obligación de “presentarse a la A utoridad local de resid en cia” .
656
El grupo de “m ayores o m enores de 32 años, que tengan m alos anteceden
tes o que hayan sido Jefes o O ficiales del Ejército R ojo” , era enviado al Campo
de C oncentración de M anuel, situado en un Cam pam ento de Transm isiones del
Ejército Republicano, bajo la custodia del 6 o B atallón de Carros, al m ando del
capitán Tomás V ives .79 Al Campo de C oncentración se enviaba una de las dos
copias de las fichas, se com pletaba la clasificación y se rem itían las fichas a la
2a Sección del Estado M ayor con destino a la A uditoría de G uerra . 80 El proceso
de clasificación de las tropas republicanas todavía no se había com pletado a fina
les de mayo de 1939, como se deduce del bando difundido el 20 del m ism o m es
por el Teniente Coronel al mando de la C om andancia M ilitar de O ntinyent, en el
que se alertaba a “todos los vecinos que hayan servido en el Ejército Rojo y no
se hallan presentado en el Tribunal C lasificador antes del 24 serán detenidos ” . 81
Los Estados M ayores Regionales elaboraron una Orden C ircular con des
tino a las com isiones gestoras m unicipales, organism os encargados de clasificar
a los reclutas de los reem plazos com prendidos dentro 1936-1941 que residieran
en sus casas en situación de libertad o perm iso provisional. El A rtículo 2o deja
ba m uy claro el destino de una parte de ellos:
AD ICTO S.- Se clasifican asi los que cuenten con algún antecedente fa v o
rable y ninguno desfaborable, considerándose como fa b o ra b les el haber
pertenecido a organizaciones sim patizantes con el Glorioso M ovim iento
N acional o no haber pertenecido a ninguna con buena conducta pública.
79 SHM, ZN, A. 23, legajo 10, carpeta 4, Cuerpo de Ejército de Galicia. División 55. Operaciones. Órdenes
Generales.
80 Se instalaron campos en: Manuel, Soneja, Sot de Ferrer, l'Algar, Assuévar, la Valí dTJixó, Almenara,
Xilxes, Moncofa, Albatera, el cuartel de Benalua, Monóver, el hospital, el reformatorio de adultos y el casti
llo de Santa Bárbara, los tres en Alicante, Porta Coeli, Dénia y, el más conocido del Campo de los Almendros,
que llegó a albergar a unos 25.000 presos. Tomado de GABARDA, V.: Els afuséllaments al País Valencia
(1938-1956), Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1993, p. 32.
81 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1948, bando de 20-V-1939.
657
las fila s rojas si no se acredita haberlo hecho con fin e s fa b o ra b les al
G.M.N.
82 Según una copia de la Orden Circular Reservada del Ministerio del Ejercito enviada por el Teniente
Coronel de la Caja de Reclutas núm. 29 de Alcira al Alcalde “Nacional” de la Pobla del Duc. Aparece fecha
da por error el 15 de enero de 1939. AMPD, Archivadores Documentación. Epoca de Falange.
83 AMM, sig. 546/1, Declaraciones depuratorias de los aspirantes a afiliados.
84 AMPD, Archivadores Documentación. Época Falange, informe del 7-IV-1939.
83 AMO, Correspondencia 1939.
8^ CUQUERELLA, J.: Recuerdos, op. cit., p. 173.
658
En A lbaida, los falangistas instalaron su cárcel en la planta baja del con
vento, operativa hasta el mes de mayo. Para Josep Vañó “Falange era la que
m anava de v eritat a Albaida. Els falangistes són els que es van ocupar d 'a n a r tan-
cant a la gent fins a la arribada d 'u n Com andant M ilitar. Els falangistes van
com en 9 ar a pegar des de prim era hora ” . 87 A llí sufrió una paliza trem enda
E leuterio, el socialista que desarm ó al teniente G arrido en los prim eros días de la
guerra, p or la que quedó jorobado para toda su vida. En L lutxent “La Falange
pren el poder després de la guerra. La Falange naix al front i no en la R epública.
La Falange feia el que volia, eren els am os ” . 88
Los falangistas disponían de los vencidos a su libre albedrío, encerraban a
los detenidos en sus propias cárceles, donde se les som etía a interrogatorios en
los que casi nunca faltaban las torturas . 89 La población civil asumió plenam ente
la vanguardia represora y, m uchas veces, puram ente escuadrista de FET, de tal
m odo que las denuncias contra republicanos e izquierdistas se presentaban en sus
Jefaturas. Cuando José Bella, herm ano de un asesinado en la Pobla del Duc, deci
dió un 8 de m ayo denunciar la m uerte de su herm ano y dem andar la búsqueda de
culpables, se dirigió a las seis de la tarde no al Cuartel de la G uardia C ivil, ni al
A yuntam iento, ni siquiera a los Juzgados M ilitares de Gandia, O ntinyent o
X átiva. Se personó directam ente en la sede falangista de su pueblo . 90
El brazo ejecutor de las prim eras detenciones correspondió a Falange
T radicionalista. En O ntinyent fueron particularm ente activos los falangistas “que
han salido de entre el personal sanitario del hospital m ilitar o de la base de cara
b ineros” . R afael Reig fue detenido por dos falangistas de “aluvión” m ientras
ju g ab a al dom inó con sus am igos en un bar de O ntinyent. Inm ediatam ente se le
internó en un edificio para ser interrogado por un falangista forastero, al que
acom pañaba un ontiñentino hijo de un gran propietario, que tan sólo venía a la
ciudad con m otivo del veraneo, y otro más que había com partido estudios con
Rafael. Secretario de las JSU, Presidente de la FUE en A lcoi y teniente de
Ingenieros en el Ejército Republicano, el caso de R afael Reig tenía una agravan
te añadida: hijo de carlistas y estudiante de La Concepción. Las palabras del
jo v en falangista son un com pendio del torbellino de venganza: “Bueno, Regio,
como com prenderás, no te vas a salir de rositas, pero, quiera Dios que salgas lo
más tarde p o sib le ” .91
R afael R eig perm aneció ocho días en el calabozo situado en el
Ayuntam iento (em pleado para albergar ebrios) sin conocer los m otivos de su
detención, acom pañado con otros cinco presos que eran custodiados por un guar
dia m unicipal. En este tiem po los presos fueron tratados con deferencia, perm i
tiendo a sus fam iliares aprovisionarles de m antas y com ida. Fue liberado gracias
659
a un am igo de la fam ilia de su m adre, que le aconsejó no dejarse ver por la calle.
Al cabo de unos días, un coche con dos falangistas aparece en su casa y vuelve a
ser recluido en la cárcel m unicipal, un local provisional hasta el traslado de los
presos a un taller de m uebles curvados, custodiado por falangistas. El universo
carcelario falangista de O ntinyent se amplió con la ocupación de una porqueriza,
en la que se hacinaban presos locales y del resto de la comarca.
Al tercer día de prisión, un guardia civil y un jerarca falangista le acom
pañan al cuartel de la G uardia Civil y, desde allí, al taller de m uebles curvados.
Un nuevo interrogatorio. Le acusan de su pasado político, de requisas en una casa
y de denunciar a los que lanzaron panfletos contra las m ovilizaciones a quintas,
posteriorm ente encarcelados en la Cárcel M odelo de Valencia. M ientras le pre
guntan sobre estos hechos, un “guardia civil, que se pasea por detrás de Ramón,
con un vergajo en la mano con el que golpea el respaldo de la silla”. La base de
la acusación son denuncias firm adas por vecinos de O ntinyent. Para R afael Reig:
(...) todos tienen la impresión de que las razones de sus detenciones son lo
m enos im portante, pues, está claro que cuanto está ocurriendo no es otra
cosa que la revancha de los que han ganado la guerra (...)
R ecapitulem os. Una vez puesto en libertad, después de una breve reten
ción m otivada por su afiliación política, unas denuncias realizadas por particula
res sobre hechos que van más allá de la pertenencia a tal o cual partido o sindi
cato, y sim plem ente basados en percepciones particulares, inician de nuevo la
m aquinaria represiva en la que interviene directam ente la Falange, con la colabo
ración de la G uardia Civil.
La estancia en la prisión, en un principio, es llevadera: “Pronto se organi
zan ju eg o s, como el de la zam arra y el del m oscardón o bien se ju eg a al fútbol
con una p elo ta de trapo y papel” . Pero m uy pronto com ienzan los interrogatorios
y los encarcelados pueden oír las torturas que llevan aparejadas, situación que
refuerza la angustia de los prisioneros. La hum illación del vencido form aba parte
de su aplastam iento físico y de la decidida acción por desarm ar sus convicciones:
(...) cuando le hacen subir a la silla y le hacen cruzar los dedos de las
manos sobre la cuerda (...) se oyen dos golpes sordos y un gem ido (...) dos
golpes más y otro gem ido...otra vez...y otra...hasta que sólo se oyen los
golpes, y entonces cesan...cuando som eten a este “in terro g a to rio ” a uno,
es como si lo hiciesen con todos, pues, cada uno siente los golpes como en
su p ro p ia espalda.
660
En la cárcel de Rafael Reig la im pronta falangista se deja sentir en los o fi
ciales. Un alférez ordena a los presos ensayar el Cara al Sol. Pero el him no de
Falange era de obligada escucha con el saludo a la rom ana, im posición que oca
sionaba incidentes de relieve que si no fuera por el castigo para el contraventor,
serían dignos de alguna película de Berlanga. En uno de los ensayos:
661
La violenta prepotencia falangista de los prim eros años es puesta de m ani
fiesto en el registro oral y las m em orias. Un joven con un pasado de m ilitancia
cenetista fue detenido y encarcelado junto a Rafael Reig por este fútil y arbitra
rio m otivo:
Pues, verás: iba yo con mis am igos de paseo p o r la calle Mayor, cuando
he visto a una chica, que ya hace tiempo que me gusta; he dejado a mis
am igos y me he pu esto a su lado; ella no me ha rechazado, y, como yo no
sabía que decirla, sólo se me ha ocurrido alargar el brazo hacia un cru
cifijo que llevaba colgado de cuello, al tiempo que la decía: “esa cruce-
cita te la quitaré yo ”. No creo que haya dicho ninguna barbaridad, para
que haya tenido que ponerse a gritar cogiendo la cruz con las manos,
como si en realidad fu e se a quitársela. E l caso es que han acudido dos
fa la n g ista s y a em pujones y m alas palabras me han traído aquí.93
U na vez en la prisión recibió una visita im petuosa del herm ano de la agra
viada, un joven falangista que le tomó su nom bre y apellidos, advirtiéndole:
662
A gullent tuvo constancia “fue conducido directam ente del cam po de concentra
ción á la cárcel de O nteniente ” .95
Así pues, en un prim er m om ento, falangistas, Ejército, G uardia Civil y
autoridades m unicipales colaboraron en la operación de detención, encarcela
m iento y elaboración de inform es personales. M uy pronto vendría la segunda
fase, las actuaciones de los Tribunales M ilitares.
663
tener com petencia sobre “todos los delitos com etidos a partir del 18 de ju lio de
1936, sea cualquier su naturaleza” . La ju sticia se m ilitarizaba .98
Los C onsejos de G uerra operaron con la base del Código de Justicia
M ilitar de 1890, por el que se establecían varias categorías: adhesión, auxilio o
excitación (provocación e inducción) a la rebelión, aplicable a “los que se alcen
en arm as co n tra la C onstitución del Estado, contra el Rey, los Cuerpos
C olegisladores o el G obierno legítim o ” . 99 La adhesión se castigaba con penas de
m uerte o reclu sió n m ayor; el auxilio a la rebelión con reclusión tem poral, y el
resto con p risió n mayor. Era “la ju sticia al revés” de la que habló Serrano Suñer,
por cuanto conviene siem pre recordar, los sublevados fueron los m ilitares y los
civiles que les acom pañaron el 18 de ju lio . En general, la adhesión se aplicó a las
personas que m ás destacaron en su defensa de la R epública o los m ás com prom e
tidos en organizaciones políticas y sindicales; el auxilio al mismo grupo pero con
un nivel m enor de com prom iso, y la excitación, a los que destacaron en tareas de
propaganda o alentaron de alguna m anera actuaciones contra los derechistas o
sus propiedades.
Los casos pasaban a tram itarse según el procedim iento sum arísim o de
urgencia y las sentencias com petían a los C onsejos de G uerra P erm anentes . 100
Los C onsejos de G uerra se habían creado durante la guerra y estaban form ados
por un p resid en te (casi siem pre un oficial del Ejército o de la A rm ada), tres voca
les con graduación de oficiales, un fiscal, un asesor jurídico del cuerpo m ilitar o
de la m arina, un técnico o licenciado en derecho del m inisterio público y un
defensor, siem pre m ilitar . 101
En A lbaida, el Juzgado y P risión M ilitar se instaló en el Palacio del
M arqués de A lbaida, anterior sede del CRIM n° 11, con com petencias sobre el
Partido Ju d icial de A lbaida. Los prisioneros vivían en tales condiciones de haci
nam iento que el alcalde de A lbaida reclam aba, a m itad de ju lio de 1939 al
G obernador C ivil, una pronta actuación, para evitar la propagación de las enfer
m edades infecciosas que pudieran devenir. Por esa fecha, reunía a una cantidad
indeterm inada de presos, que ni siquiera sus adm inistradores conocían al detalle,
situándose entre los 360-437 detenidos . 102 La obtención de un presupuesto para
cubrir las necesidades lim itaba el m antenim iento del D epósito M unicipal. A sí, en
octubre de 1939 la Com isión G estora de A lbaida recurría al G obernador Civil
ante la m orosidad de los pueblos de su Partido Judicial para cotizar el presupues
664
to carcelario del P artido . 103 En el D epósito albaidense el origen de los detenidos
era m uy diverso, al recoger a los soldados y oficiales del CRIM n° 11 proceden
tes de todo el territorio (Alacant, Cuenca, Granada, Tenerife, Sevilla).
En O ntinyent los presos se am ontonaron prim ero en el campo de fútbol,
para ir pasando después a la m ansión de los Condes de T orrefiel 104 y a las depen
dencias del convento de las M onjas Carm elitas hasta fines de septiem bre. La
Com isión G estora habilitó y sufragó, de sus fondos, dos cárceles, una para hom
bres y o tra para m ujeres. La fuga de José Quiles en agosto de 1940 del D epósito
M unicipal hizo que el alcalde se quejase de nuevo de que este Depósito no era
propicio para albergar presos de larga duración. Adem ás, se daba el hecho de que
el D epósito M unicipal era, en esos m om entos, el único edificio carcelario de la
ciudad del C lariano. Y además estaba custodiado por una G uardia M unicipal des
arm ada . 105
En los prim eros m eses de la posguerra, el vasto m ovim iento represivo, que
recorría la totalidad de la superficie estatal era un m are mágnum de órdenes,
requerim ientos, petición de inform es y contrainform es, que anegaron los ayunta
m ientos, jefatu ras falangistas y juzgados m ilitares.
A la com arca llegaron una m ultitud de inform es provenientes de pueblos y
prisiones acerca de soldados, refugiados o evacuados que habían llegado a la Valí
durante la contienda. Es habitual encontrarse con cartas, como la enviada por
orden de la A uditoria M ilitar de V alladolid, a través del conducto del Juzgado de
Instrucción de Ávila, en la que se buscaba a ocho izquierdistas abulenses acusa
dos de p articip ar en los “sucesos de Cobreros (Avila) durante la dom inación
roja”. Perm anecían en paradero desconocido y la Prisión C elular de Valencia
pedía al D epósito M unicipal de presos de O ntinyent que vigilase a los presos allí
guardados o que ingresaran, por si alguno de ellos correspondía a los fugados . 106
La existencia de num erosos izquierdistas entre la población refugiada y evacua
da, que había llegado durante la guerra, preocupaba hondam ente a las autorida
des franquistas. Todavía en una fecha tan tardía como finales de enero de 1940 el
Com andante M ilitar de Ontinyent ordenaba que “Todos los evacuados p resentar
se a la G uardia Civil y el que oculte a un evacuado será sancionado con una
m ulta ” . 107
En estas prisiones m unicipales y m ilitares aguardaban la celebración de
los C onsejos de Guerra, muchas veces en medio de torturas, palizas y aplicación
de la Ley de Fugas. Francisco Lloret Soler, un ganadero de Benissoda, había ocu
665
pado desde 1938 hasta su incorporación a filas, el cargo de presidente del
C onsejo M unicipal por Izquierda R epublicana. 108Según un inform e m unicipal,
no participó en el incendio de la Iglesia y auxilió constantem ente a los derechis
tas perseguidos y sacerdotes escondidos. N ada de esto le sirvió para evitar ser
recluido en la Prisión M ilitar de A lbaida. El 19 de octubre de 1939 intentó fugar
se. Los guardias le dispararon en una pierna. M ientras el m édico José E staña le
curaba, “el guardia m altractá el ferit, i, quan aquest tractá de defensar-se, 1 ' acri
b illa de nou tirs disparats a sang freda ” . 109
Cuando, a la una y m edia de la m añana, el preso Juan Pérez Torres, secre
tario del Ayuntam iento de B élgida, intentaba asom ar su cabeza por una de las
ventanas de la prisión, fue acribillado por los guardianes . 110 Dos vecinos m ás de
la Valí encontraron la m uerte en esta prisión por causas indeterm inadas:
F rancisco Q uilis A rgente (22-V-1939), según un testim onio oral, a causa de una
p a liz a 111 y Francisco A lberola Vidal (27-X I-1939).112
A m itad de ju n io los presos de B ocairent eran trasladados principalm ente
a O ntinyent. D esde septiem bre, el convento de las Carm elitas de O ntinyent aco
gía al principal grupo de detenidos de la ciudad y su partido judicial. Las d ife
rencias entre falangistas y m ilitares se solucionaron, con perjuicio para los p re
sos. En la nueva prisión, incendiada en los prim eros días de la guerra, “ las con
diciones de salubridad dejan mucho que desear; todo cuanto se entrega para
ellos, sea ropa o com ida, es rigurosam ente cacheado y revuelto, y las visitas de
los fam iliares reducidas al m ínim o ” . 113 A m itad de octubre, el Coronel Jefe de la
U nidad M ilitar de la C om andancia de O ntinyent buscaba am pliar la cárcel para
recib ir un m ayor contingente de presos.
1°8 £ n ej estudio de Vicent Gabarda aparece como último domicilio la población de Benimodo, muerto en
la Prisión Militar de Albaida, tomando como fuente la Causa General, en un error de trascripción propio de
la documentación franquista V. GABARDA, V.: Els afusellaments al País Valencia (1938-1956), op. cit., p.
396 y 413. De 35 años, y ganadero de profesión, había ocupado cargos de presidente del Consejo Municipal
del 6 y del 25 de febrero de 1938 en representación de Izquierda Republicana. La versión oficial de su muer
te en AMA, Correspondencia. Salidas 1939-1941, 20-X-1939.
109 Tomado de SOLER, A.: Benissoda. On s'abracen la serra i el p ía , op. cit., p. 229. José Estaña contó el
suceso a dos vecinos de Benissoda, y el autor recogió sus recuerdos, v. nota a pie de página núm. 416, p. 227.
11° Vicente Gabarda lo incluye entre los muertos en Albaida provocados por el cumplimiento de una senten
cia o por acciones de particulares. GABARDA, V.: Els afusellaments al País Valencia (1938-1956), op. cit,
p. 287. La versión oficial en AMA, Caja Correspondencia-Salidas 1939-1941, 8-XI-1939.
111 T.O. de Salvador Borrás (1997). Francisco Quilis Argente, un labrador de 44 años, vecino de Otos y afi
liado a la UGT había sido 1er Teniente Alcalde en la Gestora del 12 de julio de 1936 y alcalde desde el 18
de julio hasta julio de 1937. GABARDA, V.: Els afusellaments al País Valencia (1938-1956), op. cit., p. 396
y 413.
112 Francisco Alberola Vidal, un labrador de 62 años, vecino de Quatretonda, había sido proclamado alcal
de en las elecciones de abril de 1933. Cesado tras la Revolución asturiana, retomó a su caigo en febrero de
1936 hasta octubre del mismo año. Los tres aparecen en GABARDA, V.: Els afusellaments al País Valencia
(1938-1956), op. cit., p. 396. No son excepciones comarcales, sino casi una norma en los primeros años de
la posguerra, v. MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., pp. 333-336.
113 REIG SILVAJE, R.: Orgia de pasiones, op. cit., p. 261
666
A sentado el universo carcelario, había llegado la hora de la “ju stic ia ”
franquista. El testim onio oral ha sido muy valioso para conocer la actuación de
estos T rib u n ales. En los expedientes p erso n ales de los T ribunales de
R esponsabilidades Políticas del Partido Judicial de O ntinyent se ha conservado
una certificación de las resoluciones de los Consejos de G uerra de los im putados.
Después de confrontarlas con inform es m unicipales y falangistas esparcidos por
los archivos m unicipales hem os podido com probar que los cargos que u tilizaba
el Tribunal M ilitar para dictar sentencia eran siem pre idénticos a los que em ple
aba el m inisterio fiscal. Además, el fiscal aportaba como pruebas inculpatorias
vagos testim onios de vecinos y otros de fam iliares directos de asesinados en la
retaguardia, de escasa validez por su relación directa y por las ansias de vengan
za.
Las acusaciones consistían en una am algam a de rum ores públicos y creen
cias particulares sin ningún tipo de interés, en la m ayoría de casos, por dem os
trar fehacientem ente la culpabilidad. De D am ián N., un tejedor com unista de
O ntinyent, condenado en Consejo de G uerra a 30 años de R eclusión M ayor, el
alcalde de O ntinyent escribía al Juez M ilitar de O ntinyent que: “los datos consig
nados son de rum or público, cuya significación y destacada actuación en los trá
gicos dias (...) inducen a esta A lcaldía a considerar ciertas las referencias que se
le facilitaro n en el sentido indicado ( . . . ) ” . 114
Josep G andía cita dos casos más que refuerzan las irregularidades ju d icia
les y el peso de las denuncias y presiones locales en las sentencias definitivas.
En uno de ellos, referido al testim onio del fa m ilia r de una persona a sesi
nada durante la guerra, que testificó en el procedim iento seguido contra
uno de los acusados, se afirm a que 'no puede precisar los nombres de los
que intervinieron en el asesinato, p ues cada momento dicen distintos nom
bres' . 115
667
rarse de su dinero. La realidad, según explicaba él mismo en un carta escrita en
la P risió n C elular de V alencia (22-X I-1939) d irigida al ayuntam iento de
O ntinyent, era m uy distinta. N unca había pertenecido al Com ité de A bastos (de
hecho, no aparece en su Libro de Actas ni en ninguna otra docum entación), y su
única participación en la m uerte del estanquero ultraderechista Sandalio G arrigós
fue desenterrar su cadáver ju nto al representante de Tabacalera y el P residente
del CSP con el objetivo de recuperar las 8.000 ptas. D esaparecidas y que perte
necían a Tabacalera. De hecho, ese dinero nunca apareció, con lo que se puede
sospechar que alguno de los m ilicianos que le dieron m uerte se apoderó de las
m ism as . 117
Una escasa porción de sentencias a m uerte se ejecutó en los Tribunales
com arcales. El Tribunal M ilitar de A lbaida ejecutó veinte sentencias, el 10,15%
del total com arcal. Su periodización indica que la represión fue fulm inante y
directa: el prim er condenado a m uerte el 4 de mayo de 1939; once el 10 de junio;
siete el día 16 y el últim o caso, el 8 de noviem bre. Las víctim as se concentraron
en tres pueblos: Benigánim (diez ejecutados); A lbaida (ocho) y B élgida (2). Uno
de nuestros entrevistados albaidenses no ha olvidado uno de los dos fusilam ien
tos m asivos en el cem enterio, en el que un vecino de Benigánim , después de
renunciar a ser atendido por el sacerdote, pidió como últim a voluntad, café, copa
y puro. Los fusilam ientos tenían un evidente y buscado carácter intim idatorio,
con la finalidad de “(d es)p ro g ram ar ias m entalidades co lectiv as a largo
plazo ” . 118 Según uno de nuestros entrevistados, los disparos se oían desde el cén
trico m ercado de la Plaza. A finales de diciem bre de 1940 los presos se traslada
ron a la Cárcel de X átiva y, días después, a la C om andancia M ilitar. En enero de
1941 el Juzgado M ilitar del Partido Judicial se agregaba a su hom ónim o de
X átiva.
En el Convento de las M onjas C arm elitas, siem pre según el testim onio de
R afael Reig, se celebraron un núm ero indeterm inado de Consejos de G uerra. La
cronología resulta m ás tardía que en el resto de la provincia, según explicaron
desde el Juzgado de Ejecuciones a dos jerarcas falangistas: “por encontrarse este
partido ju dicial a m ayor distancia de la Capital la sustanciacion de los procedi
m ientos por los Juzgados M ilitares em pezó aquí con retraso sobre los otros
D istritos, siendo asim ism o dicha causa la que dio lugar a que los C onsejos de
guerra encontrasen dificultades para su desplazam iento y actuación en esta
C iudad ” . 119
Uno de estos Consejos, oficiado en agosto de 1939, aparece en las m em o
rias de Rafael Reig. Las sentencias a m uerte fueron cum plim entadas en diciem
bre:
668
(...) p a ra dar mayor eficacia a la represión, el mando m ilitar fo rm a un
consejo de guerra, p o r el que son juzgados quince p reso s en audiencia
p ú b lica en el Ayuntam iento; p a ra los quince p id e el fis c a l la pena de
m uerte y a l cabo de unos días, trece de ellos son fu sila d o s en el cem ente
rio y los otros dos, trasladados a Valencia, considerados como reos de
p en a de muerte, hasta tanto les sea confirm ada o conm utada . 120
669
com pletar la revisión de un centenar de presos liberados de campos de concen
tració n . 123 Sin em bargo, la Com andancia M ilitar todavía operaba en 1941.
U na gran parte de los consejos de guerra de los presos encarcelados en
O ntinyent se celebró en Valencia. La G uardia Civil aparecía en la prisión con un
listado de nom bres. U nidos los presos por una cuerda, atada a tobillos y cuellos,
eran transportados en cam ión con destino a V alencia para ser juzgados. La segun
da expedición abandonó las ligaduras al cuello, ya que los presos habían llegado
ensangrentados.
R afael Reig ha dejado su testim onio personal sobre el Consejo de G uerra
al que fue som etido. Conducido desde la prisión junto a otros doce presos, espo
sados p o r parejas, com parecieron ante un Tribunal com puesto por m ilitares: un
coronel, un com andante de infantería y otro de artillería. Un teniente se situó a
la derecha del Tribunal y un alférez a la izquierda. Otro alférez y un sargento
ocupaban una m esa delante del Tribunal, sobre la que depositaron varias carpe
tas. El alférez pronunció el nom bre de uno de los encausados y leyó todos los
cargos. Posteriorm ente, se pronunció el M inisterio Fiscal y la defensa, desem pe
ñada p or un jo v en alférez. Esta instrucción apenas duró unos m inutos. En el
segundo caso, el acusado ni siquiera pudo responder a los cargos oficiales.
El defensor siem pre pronunciaba las m ism as palabras ante los requeri
m ientos del Tribunal “N ada, señor” . Uno de los enjuiciados estaba acusado de
pertenecer a un com ité de Salud Pública y ocupar el cargo de com isario político
en el E jército Republicano. El fiscal, en lugar de preguntar la veracidad de los
hechos, se explayó en asim ilar estos com ités a los que actuaron en el período
jaco b in o de la R evolución Francesa y a criticar el papel de los com isarios p o líti
cos. El acusado no pudo pronunciar ni una sola palabra. Otro, acusado de asesi
nato, afirm ó en su defensa que en el momento de ocurrir los hechos se encontra
ba en el frente de M adrid, alegación de fácil com probación que, no obstante, no
fue atendida.
D e los catorce encausados, el fiscal presentó cinco penas de m uerte, cinco
de 30 años de reclusión m ayor, una de 20 años y un día, otra de 20 años y, para
las dos m ujeres, doce años y un día. Por su parte, la D efensa pidió 30 años para
las penas de m uerte, veinte años para los cinco de 30 años, doce para los de vein
tiséis para las m ujeres. En m enos de dos horas se había term inado el juicio.
R afael fue condenado a veinte años y un día. En septiem bre R afael Reig era tra s
ladado a la Cárcel M odelo de Valencia.
Pero el ju icio de R afael viene a ser un todo absoluto de otros m uchos que
se estaban celebrando en España. A unque el m ayor cargo contra él había sido
resuelto con las declaraciones exculpatorias de los dos jóvenes antirrepublicanos,
fue finalm ente condenado porque de lo que se trataba, en definitiva, era de cas
tigar a los que habían puesto en tela de ju icio las bases del orden tradicional
social, económ ico y cultural. Por otro lado, es sintom ático el sentido de la ju s ti
cia franquista: R afael tenía como m ayor cargo el haber denunciado a dos p erso
nas que estaban realizando, en época de guerra, propaganda a favor del otro
670
bando. Esto es, lo que para algunos era m otivo de exaltación y se subrayaba re i
teradam ente sus acciones a favor del bando franquista, para otros era un cargo
que les podía llevar a la cárcel, al m enoscabo de su patrim onio o, en el peor de
los casos, incluso a la m uerte, si los dos jóvenes denunciados hubieran term in a
do sus días en algún oscuro rincón de un campo o de una tapia.
Este m ultitudinario ju icio fue una norm a común y no una excepción: el 15
de junio de 1939 (Causa n° 5379) se celebraba en A lbaida un Consejo de G uerra
Sum arísim o contra siete vecinos de r o il e r ia ; el 11 de septiem bre de 1939, esta
vez en Valencia (Causa n° 6145), contra siete vecinos de Aielo de M alferit; el 20
del m ism o mes, tam bién en Valencia (Causa n° 8553-V), contra otros nueve v eci
nos de Aielo de M alferit; y el 22 de noviem bre, la capital provincial acogía la
Causa n° 14.983 contra 12 vecinos de L lutxent . 124
Los condenados a m uerte ingresaban en prisión hasta la ejecución. En el
lenguaje carcelario se conocía a la pena de m uerte como “la Pepa” y a los conde
nados como “chapados” , “porque no salen de la celda más que un pequeño rato,
cuando el patio está libre, porque todos los dem ás estam os en las celdas” . En San
M iguel de los Reyes, los “chapados” ocupaban la planta baja de la prim era g ale
ría.
Los juicios no eran conocidos por la fam ilia de los inculpados, aunque se
arbitraban formas de hacerlo. Antes de salir a juicio, los presos daban pequeños
papeles:
que éste recoge y mete dentro de una caja de cerillas (...) A l llegar a la
puerta de la calle, el grupo que la bloquea, en espera de p o d er entrar a
com unicar con algún fam iliar, o entregar el saquito de ropa limpia, ha de
apartarse a los lados, con la natural confusión, momento que aprovecha
el de la caja de cerillas, para lanzarle con disim ulo hacia el lugar donde
se encuentran dos muchachos con bicicletas. En la otra p a rte del cam ión
hay otro que tam bién deja caer con disimulo, entre la gente, un p a p e l
doblado A15
124 AMO, FJ, cajas correspondientes a la actividad del Tribunal de Responsabilidades Políticas del Juzgado
de Instrucción de Ontinyent.
125 REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., p. 277.
671
Por referencias indirectas conocem os otra secuencia de estos juicios.
D esde la prisión, se trasladaba a los presos a la A udiencia de Valencia. Después
de leer las condenas, en una vista con varios inculpados, que pudieron presentar
sus alegaciones individualm ente y de m anera verbal, el Tribunal, indiferente a
estas alegaciones, depositaba lápiz y plum a sobre la m esa y se cruzaba de brazos.
En otro caso se requirió para diligencias a un recluso, presunto autor de un ase
sinato, aunque el asesinado estaba en la m ism a celda que el acusado . 126
El tem po de la represión no venía dictado solam ente por los Consejos de
G uerra. En la práctica, el aparato represor franquista facilitaba que los fam ilia
res de los asesinados en la retaguardia republicana pudieran dar rienda suelta a
sus deseos de venganza. Pasión com prensible que trataba de resarcirse en la
m edida de lo posible del dolor de la pérdida de fam iliares directos pero que la
ju stic ia franquista no puso im pedim ento alguno, más bien al contrario. En un
Estado de D erecho, los deseos de venganza son encauzados a través de la ju s ti
cia con las garantías que la acusación cuenta con las suficientes garantías proba
torias. Es m ás, cuando el asesinado pertenecía a la elite, la sentencia era segura,
por su influencia en las instancias m ás altas. Esto ocurrió en el ju icio de José Pía.
Este dirigente socialista de A lbaida alegó que había salvado la vida a dos perso
nas de la población. Pero ante la acusación de una herm ana de José Bono (uno de
los asesinados de A lbaida), el Tribunal dijo “esto ya es pena de m uerte y
B allester dijo: ‘Esto es una barbaridad, pero esto es lo que tenem os que
h a c e r "” . 127
Poderes locales, como la Jefatura de Falange o la alcaldía, presionaban
para el cum plim iento de las condenas, como m étodo para intim idar a los republi
canos e izquierdistas. La represión adquiría de este m odo un carácter público y
ejem plarizante para el cuerpo social. La tercera resolución de la reunión conjun
ta de la Com isión G estora de O ntinyent y la Jefatura falangista de O ntinyent (4-
10-1939) resum e esta idea, por la que la represión contable adquiría im aginarias
líneas, que iban y se m ezclaban desde lo local hasta las instancias superiores, y
desde éstas hasta los pueblos y ciudades:
C).- "SEN TEN C IAS CONTRA LO S RO JO S.- A nte las referencias que se
tienen acerca del retraso o aplazam iento en el cum plim iento de las senten
cias dictadas contra los más destacados elem entos m arxistas y crim inales
de la localidad y considerando que el am biente de derrotism o y envalen
tonam iento p o r p a rte de los rojos que tal situación crea es altam ente p e r
ju d ic ia l p a ra la Causa Nacional, todos los reunidos se m uestran de acuer
do de que p o r los Sres. A lcalde y Jefe de Falange se interese de la
Superioridad el cum plim iento de las penas impuestas, asi como también
que se notifiquen y se conozcan en la población, a cuyo efecto se sacará
previam ente d el Juzgado M ilita r una relación de todos los que han sido y a
ju zg a d o s . 128
672
En la siguiente reunión, una semana después, el Juzgado de Ejecuciones
había inform ado de la aplicación de la pena de m uerte a ocho ontiñentinos. El
retraso estaba provocado, según el Juzgado, por “que son mas de dos m il los con
denados a m uerte que existen en las prisiones de Valencia ” . 129
P ara R afael Reig, las sentencias estaban ya preparadas desde O ntinyent.
Un falangista conversó con algunos presos, entre ellos R afael Reig, y les fue
señalando uno por uno la posible sentencia final y, como pudo com probar poste
riorm ente, no se equivocó ni un ápice, puesto que el padre del falangista era uno
de los que form aban parte de un grupo de personas que decidían el destino de
cada preso de O ntinyent . 130 En este sentido, a modo de hipótesis, se puede con
siderar que los Tribunales M ilitares eran en m uchos casos una sim ple correa de
transm isión de las ansias represoras que venían desde los pueblos de los inculpa
dos. Así pues, la responsabilidad prim era en los fusilam ientos corresponde a las
D elegaciones de Inform ación e Investigación de las Jefaturas Locales de Falange
Tradicionalista, a los alcaldes-presidentes de las com isiones gestoras m unicipa
les y a las denuncias de particulares. Sin su colaboración y aporte de inform es,
la Justicia m ilitar habría tenido grandes dificultades para incoar los m iles de con
sejos de guerra.
Las arbitrariedades tam bién fueron norm a común. Las gestiones de un
em presario de O ntinyent habían conseguido rebajar la pena de m uerte a treinta
años a un condenado. Pero la conm utación no llegó a tiem po y se procedió al
fusilam iento. Al día siguiente de la m uerte llegaba la resolución de la nueva pena
a treinta años. En su obligada estancia en San M iguel de los R eyes, R afael Reig
trabajó en las oficinas de la Ayudantía. A llí conoció de cerca el caso de un joven
condenado a seis años de prisión menor, que murió fusilado debido a las p resio
nes de unos falangistas de su pueblo . 131
D ilucidar con exactitud el núm ero de valldalbaidinos que pasaron por los
C onsejos de Guerra, sus sentencias, la distribución por poblaciones, los cargos,
edad, filiación política y estructura social ha sido im posible. Hem os tropezado
con la inaccesibilidad del A rchivo M ilitar y con la desaparición de los expedien
tes del Tribunal de R esponsabilidades P olíticas del Partido Judicial de A lbaida
que debían incluir un certificado de la sentencia del Consejo de Guerra, uno de
los requisitos para iniciar el proceso de castigo general de esta jurisdicción.
A sí las cosas, nos planteam os realizar al m enos una aproxim ación del
im pacto de la ju sticia m ilitar sobre la com arca y contrastar, en la m edida de lo
posible, tendencias estudiadas en otras zonas. Para ello contam os con los expe
dientes del Tribunal de R esponsabilidades Políticas del Partido Judicial de
O ntinyent, que, aunque no recogen la totalidad de personas de este partido que
673
pasaron por un Consejo de Guerra, han aportado la principal m asa docum ental, el
63,63% de los casos conocidos, m ientras que las sentencias de los C onsejos de
G uerra para el Partido Judicial de A lbaida representan un 16,91%. El resto, un
19,46%, ha sido obtenido del cotejo de la m asa de inform es y relaciones de
“ro jo s” de los archivos m unicipales, de los legajos de la Junta Local de Libertad
V igilada del Partido Judicial de O ntinyent, en el que aparecieron dos listados
provenientes del Partido Judicial de A lbaida, de la inform ación sum inistrada por
el fondo de la A udiencia Provincial de Valencia (AGA) y, en m ucha m enor m edi
da, de la Causa G eneral . 132 El tratam iento inform ático ha sido fundam ental para
llegar a cribar tal núm ero de fuentes dispersas.
En total, se han docum entado 439 sentencias derivadas de un Consejo de
G uerra, que suponen el 8,58 por m il de la población censada en la com arca (o el
0,85% ). Somos conscientes de que el Cuadro núm. 48 que se ofrece no represen
ta a todos los habitantes de la com arca que pasaron por un Consejo de G uerra en
la p rovincia de Valencia. A ntes del análisis de los resultados obtenidos, la m ati-
zación es obligada.
Como se puede observar, el capítulo de condenas a m uerte está sobre
representado, puesto que el cum plim iento de la sentencia aparece frecuentem en
te en los inform es locales (ayuntam iento y FET) y es m enos probable la introduc
ción de la pena substituida por “A ctualm ente está cum pliendo con la Justicia de
Franco en el Penal d e...” y apostillas parecidas. Los ejecutados por la ju sticia
franquista fueron m ás que estos 133, pero nosotros tan sólo hem os recogido las
sentencias de las que tenem os constancia docum ental. Con todo, la pretensión del
C uadro núm. 48 no radica en conocer las sentencias de m uerte. V icent G abarda
ya aclaró su núm ero en el ám bito autonóm ico. El esfuerzo m etodológico se d iri
gía a confrontar, en la m edida de lo posible, las sentencias que afectaron a veci
nos de la com arca con las líneas com probadas en otras zonas del Estado (la p ro
vincia de Lleida y el P artido Judicial de M onóvar en A lacant), certificando una
uniform idad represiva en los territorios de la zona republicana que no fueron
conquistados hasta el últim o día de la guerra. O m ayoritariam ente, com o el caso
de la p rovincia catalana.
H ay que dejar constancia que alrededor de un 91% de las sentencias del
C uadro núm . 48 corresponden a las penas definitivas, im puestas posteriorm ente
a la conm utación de la pena señalada por el Tribunal M ilitar, o así lo señala la
docum entación disponible. Ese 9% restante, que no conocem os, está representa
do en gran parte por datos extraídos de los archivos m unicipales. E sta situación
puede afectar los porcentajes finales, aunque no creem os que la tendencia se
interrum pa decisivam ente. Las penas de m uerte conm utadas habitualm ente lo
eran p or penas de reclusión perpetua (30 años), pero hem os creído oportuno
132 En el Fons Judicial de Ontinyent se conserva los expedientes incoados y tramitados por el Juzgado de
Instrucción y de Primera Instancia de Ontinyent de Responsabilidades Políticas (en adelante RP), cajas 16-
22; y una parte de la documentación de la Junta Local de Libertad Vigilada (cajas 27-29). En AGA, Justicia,
Tribunal de Responsabilidades Políticas, Audiencia Provincial de Valencia (en adelante, J, TRP, APV), cajas
161, 769,907,1.025,1.053 y 1.070 y 1.100 que recogen 26 casos. Algunos son continuación de expedientes
depositados en el AMO, FJ. El resto corresponde a una labor de bolillos entresacada de la correspondencia,
casi siempre dispersa y sin orden, de los distintos archivos municipales de la comarca.
674
in tro d u cir una entrada propia, puesto que en estos casos no conocem os la co n m u
tación p o sterio r a los 30 años. Por últim o, hem os incluido a personas av ecin d a
das en O ntinyent, pero nacidas fuera del País V alenciano, extraídas de listad o s de
la Ju n ta Local de L ibertad V igilada, de las que ignoram os si pasaron p o r el
C onsejo de G uerra en la provincia de V alencia o en su pro v in cia de origen. E ste
grupo reúne a diez p e rso n a s,133 un 2,27% de posible m argen de error sobre los
439 casos.
C uadro núm. 48
133 Gervasio Celada Almendro (Navalmoral); Pedro Escarré Cunill (Broca); Constanza Fernández Marco
(Navalmorales); Gregorio López López (La Solana, Ciudad Real); José Mira Villa (Villagordo, Albacete);
Nicolás Robredillo Merlo (Quesada); José Ruiz García (Calasparras, Murcia), Andrés Delegido Martínez
(Bonete, Albacete); Francisco Rubio Barceló (Barcelona) y Manuel Marián Sánchez (Villarodrigo, Albacete).
675
Los datos del Cuadro núm. 48 sigue la trayectoria de las sentencias m ili
tares de la provincia de Lleida. Al igual que en esta provincia catalana, las penas
m ás frecuentes corresponden a 1 2 años y un día (18,22 %) y a reclusión perpetua
(14,12% ), im puestas a las personas con m ayor com prom iso político e im plica
ción institucional, o en com ités, personas que com portaban un m ayor riesgo para
el franquism o. La fiereza de la represión franquista que destilan estos porcenta
je s se ensancha al subrayar las, como mínim o, veinte sentencias a m uerte, p o ste
riorm ente conm utadas, trece de ellas a 30 años y las siete que aparecen en el
Cuadro núm. 48 de las que desconocem os la pena definitiva, tan sólo en las sen
tencias a las que hem os tenido acceso en los expedientes de R esponsabilidades
Políticas del Partido Judicial de O ntinyent. Adem ás, las penas de reclusión
m ayor no estuvieron com prendidas en los sucesivos decretos que fueron vacian
do las cárceles franquistas, alargando en m ayor m edida a los sentenciados su
estancia en la prisión.
Las penas m enores (prisión m enor), más reducidas en las poblaciones con
m ayor núm ero de penas superiores a los 1 2 años y un día, correspondían a los
que habían ocupado cargos poco relevantes, m uy tem porales, y su com portam ien
to había sido tenue o, cuando m enos, poco expresivo públicam ente. No se puede
entender en estos casos un gesto de m agnanim idad franquista, palabra que se
em pleó retóricam ente sin aplicación práctica. Coincidim os con C onxita M ir en
que suponen “una voluntat d 'u tilitz a r la repressió com a instrum ent de control
social, com a eina que desm oralitzés nous opositors potenciáis i fes evident quina
nova autoritat s'im p o ssav a ” . 134 En cualquier caso, la persona sentenciada por un
Consejo de G uerra, fuera cual fuera su sentencia, se veía autom áticam ente
env u elto en o tras ju ris d ic c io n e s rep resiv as (d ep u ració n lab o ral,
R esponsabilidades P olíticas), al m ism o tiem po que m arcado, socialm ente, como
“ro jo ” .
La arbitrariedad de la ju stic ia franquista aparece en la literatura histórica
de este capítulo de la dictadura. En la R ibera Baixa se dieron tres casos de p er
sonas condenadas a penas de prisión, pero finalm ente ejecutadas: Florencio
Folch Peris, que gozaba de la libertad atenuada a finales de diciem bre de 1939;
Francisco Tello A lm iñana, condenado a 30 años de reclusión m ayor o Juan
B autista Vallet Bayona, condenado a 12 años y 1 día de reclusión m enor . 135 En la
Valí d 'A lb a id a conocem os un caso. Rafael B oluda Cantó (O ntinyent), albañil,
condenado por “A uxilio a la R ebelión” a 12 años y ejecutado el 6 de noviem bre
de 1939. No aparece entre las víctim as de una saca indiscrim inada en el estudio
de G abarda, aunque la síntesis elaborada por Francisco M oreno refiere casos
sim ilares en otras zonas del E stad o . 136
Hem os encontrado dos ontiñentinos que fueron juzgados en C onsejos de
G uerra lejos de la provincia. A ntonio B allester, prisionero de guerra en la Plaza
de Toros de Cáceres en 1938, pasó por un Tribunal M ilitar por haber m anifesta
134 MIR CURCÓ, C.; CORRETGÉ, F.; PARRÉ, J. y SAGUES, J.: Repressió económica i franquisme: I’
actuado del Tribunal de Responsabilitats Polítiques a la provincia de Lleida, op. cit., pp. 135-136.
135 CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Características y desarrollo de la violencia polí
tica en la Ribera Baixa (1936-1945), op. cit., p. 105.
136 MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., pp. 332-333.
676
do verbalm ente que “si cogiese a los Tenientes de la Guardia Civil en zona roja,
del prim er golpe les separaba la cabeza del tronco (...) que había hecho resisten
cia a nuestro Ejército hasta el últim o m om ento con una am etralladora, ante la que
habían quedado moros carbonizados (...) y en cuanto tuviera oportunidad volve
ría a p asar a zona roja” . D esconocem os las consecuencias de la incontinencia
verbal de A ntonio . 137 El segundo, estudiado posteriorm ente, term inó ante el
paredón de fusilam iento.
P ara la distribución geográfica de las penas y su conexión con la im plan
tación de m odelos alternativos al capitalism o, durante la guerra, o la conflictivi-
dad laboral durante la República, tan sólo hem os tenido en cuenta al Partido
Judicial de O ntinyent, en el que contam os con una m ayor calidad y cantidad de
datos. Con ello no quiere decirse que la ju sticia franquista dirigiera sus objetivos
a las grandes poblaciones o a aquellas más izquierdistas. Pequeñas poblaciones
del Partido Judicial de A lbaida, sin conflictividad durante la R epública, ni asesi
natos durante la guerra, no escaparon de los Consejos de Guerra.
En Sant Pere (166 habitantes en 1930), al menos nueve vecinos fueron ju z
gados, un 5,42% del censo. Uno de ellos recibió una pena de 12 años y un día.
En su entrada de la Causa General figura sólo que el A rchivo y el Juzgado de este
pequeño pueblo fueron incendiados por m ilicianos de Benigánim , sin especificar
las destrucciones del tem plo parroquial. En A tzeneta, una población em inente
m ente conservadora, donde el Com ité defendió hasta la extenuación la vida de un
sacerdote refugiado, asesinado posteriorm ente (según parece por faístas de
O ntinyent), adem ás de protestar fervientem ente por el asesinato del alcalde de la
Com isión G estora, afiliado a Izquierda Republicana, la ju sticia franquista dictó
cinco sentencias: dos penas de 30 años, una de 20 años, una de 14 años y otra
más de 12 años y un día. La única explicación es que le achacase la m uerte de un
vecino que había desertado del Ejército Republicano (17 de febrero de 1939). No
son excepciones. El único caso docum entado en Pinet term inó con una condena
de 14 años; en B enissuera de 30 años y en A ielo de Rugat, de 12 años y un día,
todas poblaciones sin víctim as m ortales y m enores de 500 habitantes.
Penas entendidas por el com ponente de venganzas personales y fam iliares
legitim ado p or la actuación de las ju risdicciones represivas franquistas. Y de sal
dar cuentas con todos aquellos que se habían atrevido a cuestionar el orden social
y cultural tradicional. Así, encontram os que los ocho cargos públicos del trienio
bélico de los que tenem os constancia en Sant Pere, cinco acabaron en un Consejo
de G uerra y, en A tzeneta, dos de los cuatro encausados sabemos que p ertenecie
ron al Com ité o a alguno de los Consejos M unicipales.
El fondo de R esponsabilidades P olíticas nos ofrece la oportunidad de
diseccionar una gran parte de los Consejos de G uerra del Partido Judicial de
O ntinyent (v. Cuadro núm. 49). A gullent, una m icrosociedad conservadora, que
apenas otorgó el 6 % de votos útiles al Frente Popular, y que ofreció cobijo a un
buen núm ero de derechistas huidos y desertores, no escapó de la represión. La
ju sticia franquista no perdonó a los escasos vecinos que habían osado abandonar
137 AMO, FJ, caja 17, Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Ontinyent Responsabilidades Políticas,
1939-1943.
677
el “red il” de la Iglesia y de las jerarquías sociales. Las penas fueron, pues, m uy
elevadas respecto a su pasado republicano y bélico. Por el contrario, en
Fontanars, origen de uno de los pocos conflictos laborales cam pesinos de la
R epública en el ám bito com arcal, y con un m ovim iento contradictorio de incau
taciones agrícolas, pero que derivó en una colectividad ugetista, el castigo fue
m enor, sin apenas condenas a reclusión mayor. ¿Pesarían de algún m odo la p re
sión de los grandes propietarios y las redes clientelares establecidas con sus
maseros y arrendatarios?. En estas dos poblaciones se optó por el encarcelam ien
to de las personas que se habían destacado políticam ente o habían form ado parte
de las transform aciones económ icas.
A ielo de M alferit, de trad ició n socialista y agrícola, condensó los m ayores
porcentajes en las penas m ás elevadas, en una dura represión m otivada por su
tendencia socialista m ayoritaria. Por su parte, en B ocairent y O ntinyent dom inan
los porcentajes de las penas m ás duras. Las dos poblaciones respondían a unos
p erfiles m uy concretos: in dustrialización (m ayor en B ocairent); predom inio p o lí
tico de la D erecha R egional V alenciana, alim entada por el tradicionalism o y el
dom inio cultural de la Iglesia. D urante la R epública el Sindicato U nico de
O ntinyent se había hecho fuerte en la industria, con unos rasgos m uy com bativos
en las negociaciones laborales y una m inoría faísta que se sumó al ciclo insurrec
cional.
Ya en la guerra, en los m eses de contexto revolucionario de la zona repu
blicana, se puede afirm ar que la ciudad de O ntinyent vivió un clim a totalm ente
revolucionario: fuerte violencia, incautación y/o colectivización de todos los sec
tores económ icos (con m enor fuerza en la agricultura), anticlericalism o viru len
to e iniciativas culturales ácratas. En Bocairent, una jo v en m inoría anarquista
llevó el mando de las decisiones m ás revolucionarias, en el m ism o sentido que en
O ntinyent. Estas circunstancias explican los extrem ados porcentajes de penas
m ayores de 1 2 años y un día.
La docum entación d isponible m uestra la im agen de una m ayor represión
en la ciudad que en los pueblos y en las poblaciones industriales (o casi indus
triales) que en las agrícolas. E sta original dinám ica, que contradice estudios pro
vinciales como Lleida, supone tan sólo una hipótesis, que debería ser refrendada
el día en que se facilite el acceso al investigador del A rchivo M ilitar de la Región
M ilitar de Levante y se pueda acceder a los Consejos de G uerra de los pueblos
que form aban parte del Partido Judicial de A lbaida y a los que, con toda seguri
dad, no se adjuntaron a los expedientes de R esponsabilidades Políticas.
A sí pues, al igual que sucedió en la R ibera Baixa, los años de la guerra,
con su em biste contra la estructura de la propiedad agrícola y fabril o el intento
de dem oler el im aginario y los valores de la burguesía conservadora y de la
Iglesia Católica, determ inaron el peso de la represión en m ayor grado que la con-
flictiv id ad del período republicano. Esta hipótesis ha sido constatada en la
R ibera B aixa y, ahora, en el P artido Judicial de O ntinyent.
678
C u ad ro núm . 49
A G U LLE N T
A IELO DE M A LFERIT
B O C A IR EN T
P erpetua (30 A) 7 20
R eclusión m ayor 8 22,86
20 años y 1 día 1 2,86
20 años 5 14.29
R eclusión m enor 24 68,57
12 años y 1 día 19 54.29
P risión m ayor 1 2,86 6 años y 1 día 1 2,86
3 años 1 2,86
Prisión m enor 2 5,71
2 años 1 2,86
679
O N T IN Y E N T
FONTANARS
Jo que era s ec reta n del Comité, vaig estar dotze mesos en camps de con
c e n tra d o allá en Castuera, allá en Badajoz. Després em van traslladar a
Mérida, i de M érida vaig eixir en llibertat a casa. Estant en casa em va
cridar el ju tg e militar, que va vindre a enterar-se d ’aquells dos que esta-
680
ven amb pena de mort, de la conducta i de les coses del poblé, i és quan
em van cridar a mí allí a l ’ajuntament (...) Pero j o era recient vingut d ’a-
llá i no sabia tot el que havia passat, i j o no em vaig enterar absolutament
de res. El ju tg e militar em va cridar i em va preguntar moltes coses i: -
*mire, j o es tic ignorat de tot aixó (...). I encara m e ’n recordé del que em
va dir:
- ‘Vosté vorá qué li va a p a ssa r p e r no voler p a r la r '
- ‘Em p a s s e el que em p a sse j o p u c dir el que sé. El que no sé, no ho p u c
dir ’.
I em van p o r ta r a Xátiva. En X átiva vaig estar 16 messos a la presó.
D esprés de la presó vaig eixir en presó atenuada a casa.^%
Cuadro núm. 50
1940 33 17,74 36
1941 8 4,30 8
1942 1 0,54 1
1944 1 0,54 1
681
4 .2 .2 .2 .2 . L a s v íc tim a s m o rta le s.
Los C onsejos de G uerra term inaron con la ejecución de 197 p erso n as cuyo
últim o d o m icilio correspondía a algún pueblo de la Valí d 'A lb a id a (v. C uadro
núm . 51). En las fuentes consultadas en el exhaustivo y com pleto estudio de
V icent G abarda, al confrontarlas con las fuentes locales se observan algunos
e rrores en cuanto a apellidos, algunas fechas y personas, propios de las fuentes.
En el listado de V icent G abarda aparecen 89 víctim as m o rtales en
O ntinyent. La cifra se debe m atizar. H em os añadido tres nom bres: B ernardino
M olina G isbert, un albañil nacido en B ocairent (población en la que aparece en
la p u b lic a ció n de V icent G abarda), pero vecino de O ntinyent; E ugenio Jaim e
Tarín, vecino de O ntinyent (estaba llam ado a quintas en esta ciudad) y fusilado
ju n to a otros doce m ás el 15 de diciem bre de 1939, pero que se in clu y e en el lis-
tado de A lcoi; y el vecino de F ontanars, M anuel R evert B elda, si b ien nacido en
esta p o b lació n , ya no v iv ía allí en 1935 (según el Padrón de H ab itan tes) desem
peñando su trabajo en O ntinyent. En cam bio, V icente V ila Soler, aunque nacido
en O ntinyent, era vecino de X átiva donde trab ajab a desde h acía años com o
G uardia M u n ic ip a l.140 De esta m anera, las 89 víctim as de O ntinyent p asarían a
ser 91 aunque el cóm puto final de víctim as de los C onsejos de G uerra no se a lte
ra ría resp ecto al estudio de V icent G abarda.
C uadro núm. 51.
DISTRIBUCIÓN POR POBLACIONES DE LOS EJECUTADOS POR LA JUSTICIA MILITAR.
N° EJECUTA TANTO POR N° VICTIMAS TANTO POR
LO C A LID A D
DOS 1939-1956 MIL 1936-1939 MIL
A tzeneta 0 0 3 2,38
A g ullent 0 0 0 0
A ielo de R ugat 0 0 1 4,46
P alom ar 0 0 1 1,55
Q u atretonda 0 0 2 0
A lbaida 17 4,23 3 0,74
A ielo de M alferit 7 2,59 2 0,74
B élgida 4 4,76 2 2,38
B eniatjar 1 2,39 0 0
G uadasséquies 0 0 1 3,01
B enigánim 20 5,58 13 3,63
B ocairent 23 6,56 10 2,85
C astelló de R ugat 6 3,95 4 2,64
M ontaverner 2 1,77 0 0
L’O lleria 17 4,54 5 1,33
O ntinyent 91 7,37 70 5,67
La Pobla del Duc 8 3,96 5 2,48
R ugat 1 4,03 1 4,03
TOTAL 197 3,85 123 2,43
FUENTE: Elaboración propia a partir de las rectificaciones sobre GABARDA, V.: Els
afusellaments al País Valencia (1938-1956), op. cit., p. 117.
140 Estas precisiones han sido desarrolladas por GANDIA CALABUIG, J.: “Els Comités, la repressió i « e l
cas Q u ilis» . Tres notes sobre la guerra civil a Ontinyent”, op. cit., p. 154.
682
Llam a la atención que la com arca arroje unas cifras finales superiores a la
m edia provincial, (del 2,72 por m il) y a la del País Valenciano (2,34 por m il). La
Valí d 'A lb a id a fue una de las com arcas de la provincia m ás castigadas, por detrás
del Cam p del Túria (5,29 por m il); la Safor (4,03) y la R ibera A lta (3,96), por
encim a de cualquier com arca alicantina con m ayor tradición sindical, como
l'A lco iá. En este punto, la com arca sigue las coordenadas apuntadas para las
zonas rurales del Principat, donde la represión fue m ayor que en las zonas urba
nas, debido a la presencia junto a la Justicia M ilitar, de com ponentes locales,
como las denuncias provocadas por la m ovilización socio-política de los años
republicanos y los enfrentam ientos fam iliares y personales.141
H asta la República, la com arca, y en especial O ntinyent, dorm ía en la p la
cidez social, hasta tal punto que durante la crisis subsiguiente a la G ran G uerra
atrajo la inversión em presarial que huía de la conflictividad laboral. No era
m enor la placidez política y cultural en cuanto a alternativas a la Iglesia C atólica.
La R epública y la guerra trastocaron este lim bo arm ónico, aunque, en térm inos
absolutos, la Valí d 'A lbaida presentó en los años republicanos una tensión social
más atenuada que en otras com arcas valencianas. Como se puede observar en el
Cuadro núm. 51 las poblaciones con m ayorías derechistas (excepto B enigánim )
son las que encabezan la estadística de víctim as del franquism o. En estos pueblos
con hegem onía conservadora y católica, una m inoría, en torno principalm ente a
las dos grandes sindicales, plantearon durante la República los conflictos labora
les m ás duros (l'O lleria, O ntinyent), llegando en O ntinyent a sum arse a la insu
rrección anarcosindicalista de 1933, o dirigieron un proceso revolucionario de
m ayores dim ensiones sobre la sociedad y la econom ía (Bocairent, r o i l e r i a y
O ntinyent). En A lbaida y Benigánim , la represión parece obedecer principalm en
te a criterios con una m ayor presencia de las inquinas personales.
La represión política m erece un breve interludio. En la base de datos con
feccionada en el curso del período de acopio docum ental se ha podido com pletar,
en parte, el listado de víctim as de la com arca elaborado por V icent G abarda. En
total, conocem os la filiación p olítica o sindical de 109 víctim as, el 54,82% , cifra
que creem os indicativa de la tendencia, plasm ada en el Gráfico núm. 4. La esta
dística que sigue debe tom arse con precaución, por cuanto una parte im portante
de los afiliados de Izquierda Republicana eran obreros fabriles que en buena
parte sim ultaneaban esta m ilitancia con el Sindicato Único. Al m ism o tiem po,
una buena parte de los socialistas lo eran a su vez dentro de la UGT al igual que
los com unistas:
141 SOLÉ I SABATÉ, J.M.: La repressió franquista a Catalunya, 1938-1953, op. cit, p. 194.
683
G rá fic o núm . 4
E U G T 32
29,36% E3PCE8
7,34%
■ PRRS 1
■ IR 1 0,92%
21, 10%
□ JSU 2
1,83%
■ IR-UGT1
0,92%
Los resultados no varían dem asiado de la Ribera Baixa, una com arca en la
que se ha estudiado con profundidad la represión franquista. La CNT y el PSOE-
U G T recib iero n con m ayor intensidad los efectos de la represión. La ún ica dife
rencia con la R ibera B aixa viene dada por el fuerte com ponente com unista entre
las víctim as de la Valí d 'A lb a id a .142
Las acusaciones eran un com pendio de supuestas sospechas que hacían
referen cia a la dirección de las detenciones o los asesinatos, a la intervención
directa en los m ism os, a la participación en los procesos incautadores o colecti-
vizadores, en los saqueos y requisas de las prim eras semanas de la guerra y, en
m enor grado, a ataques anticlericales. Por ello la represión franquista se cebó
prin cip alm ente en los com ités, los dirigentes, en los m ilicianos y en los chóferes,
los actores directos.
Los com ités centraron el esfuerzo represor. Los datos a los que hemos
tenido acceso p rovienen de la Causa General y de la docum entación aportada en
los archivos m unicipales y en el Archivo de la Guerra Civil de Salam anca. No
hem os tenido en cuenta a los m iem bros de los comités que tenem os constancia de
su m uerte durante la guerra o su exilio. Por tanto, con la excepción de Ontinyent,
un caso p articu lar que ha sido analizado con profundidad por Josep G andia y que
p asarem os a detallar seguidam ente, el Cuadro núm. 52 ofrece esta estadística:
142 CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Características y desarrollo de la violencia polí
tica en la Ribera Baixa (1936-1945), op. cit., p. 106.
684
C uadro núm . 52
LOCALIDAD %
Aielo de M alferit 50
A lbaida 50
Bélgida 50
B enigánim 50
Bocairent 45,16
Castelló de Rugat 50
L 'O lleria 46,15
La Pobla del Duc 28,58
685
voluntario para conducir los paseos y a su taxi como el “taxi de la m uerte” .
M urió fu silad o .144
Si tenem os en cuenta la m ayoría sindical en cuanto a los aspectos de filia
ción y el Cuadro núm. 52 podem os observar que el franquism o castigó con p re
ferencia a las personas e ideologías que habían im pulsado la conflictividad labo
ral durante la República, y que habían desarrollado distintas actuaciones que
habían puesto en tela de ju icio la propiedad privada de la tierra y de la industria,
la hegem onía cultural de la Iglesia y de la burguesía conservadora, las distintas
m aneras de control social y las relaciones sociales jerarquizadas que com porta
ban la sum isión, la hum illación y la indignidad para los trabajadores.
L a excusa para tal proceder consistía en acusar a estos com ités de los ase
sinatos de la retaguardia, pretexto baladí, cuando conocemos de m anera porm e
norizada los m étodos que se siguieron para efectuar tales asesinatos, los com ités
verdaderam ente im plicados y, adem ás, en poblaciones sin violencia, el franquis
m o no dudó en ejercitarla. Así, poblaciones de fuerte m atiz izquierdista como
B enissuera, Q uatretonda o Salem se salvaron de contar con vecinos entre los
fusilados, m ientras que en B élgida, una plácida población durante la R epública,
se aplicaron cuatro sentencias de m uerte. En M ontaverner, capital de la Com arcal
com unista, con una experiencia colectivista m uy señalada, pero sin ningún asesi
nato durante la guerra, se aplicaban dos.
U na hipótesis para hacer com prensivo este fenómeno viene dada por la
intensidad vengativa de las elites burguesas de cada población o de los nuevos
falangistas, que influían en la dirección de forzar una m ayor cantidad de senten
cias de m uerte o en intentar atenuarlas, en una com arca predom inantem ente
rural, com puesta por pequeños núcleos donde todos se conocían y las redes fam i
liares eran muy am plias, tanto com o la com plejidad de las redes de parentesco o
de am istad intercom unitarias.
La historia personal de José Q uiles Canet constituye un ejem plo de la
actuación de las redes personales y de devolución de favores que intervinieron en
el proceso represivo franquista. José Quiles fue el líder indiscutible del Sindicato
Ú nico de O ntinyent, el sindicato m ayoritario de la ciudad, con una trayectoria
m ilitan te que le llevó a la prisión después de la insurrección de diciem bre de
1933. Ya en la guerra fue vicepresidente del Com ité de Enlace del F rente Popular
(julio-agosto) y P residente del Com ité R evolucionario (septiem bre-diciem bre).
D esde estos cargos se distanció de las posturas m axim alistas y acciones violen
tas de otros anarcosindicalistas, protegiendo a derechistas y sacerdotes, hasta
que, en 1937, intervino directam ente para evitar un posible baño de sangre en los
incidentes que tuvieron lugar después del asesinato de Vicente Tormo G andia a)
Q uincekilos.
En la posguerra, trasladó su residencia a La Cañada. En el verano de 1940,
un vecino de O ntinyent le descubrió en la capital provincial. D enunciado por esta
persona, fue detenido y trasladado al D epósito M unicipal de O ntinyent, de donde
se fugó entre el 15 y el 16 de agosto. Escondido en la erm ita de San Esteban, el
erm itaño avisó de su presencia y un grupo de guardias civiles y falangistas lo
686
detuvieron. Sin embargo, Josep Gandia ha recogido diversos testim onios orales
que inciden en el auxilio prestado por algunas autoridades m unicipales para su
fuga, para devolverle viejos favores.
En su ju icio , “Pese a que varios industriales y personalidades locales, a los
que en su m om ento Quiles presto auxilio, intervinieron en su favor (...)”, fue
condenado a m uerte sobre la base de su actuación directa en asesinatos, aunque
la propia sentencia señalaba que “ favoreció a algunas personas perseguidas” .
Josep G andia ha recalcado la inconsistencia de una de las acusaciones más g ra
ves, el asesinato de una m onja llam ada Em ilia Lluch, que en otros docum entos
aparece citada como A m elia Lluch. Este investigador, tras consultar a V icent
G abarda, A ntonio M ontero y Vicente Cárcel/Ram ón Fita, no ha podido encontrar
a dicha re lig io sa .145
Josep G andia ha estudiado, caso por caso, la represión franquista en la ciu
dad de O ntinyent, para llegar a calificar a la represión franquista como “un m ar
d 'irreg u la rita ts” 146en la que se inculpaba falsam ente o erróneam ente a personas
por haber pertenecido a tal o cual com ité, por el em pleo de rum ores y por el dolor
de los fam iliares para im putar cargos inexactos, sin ningún tipo de rigor ni de
defensa posible. Así, Josep Gandia ha dem ostrado que la propaganda franquista,
por la cual tan sólo se había perseguido a los autores directos de crím enes de san
gre o a los responsables de cargos, no se sostiene. De las 91 víctim as en esta ciu
dad, 39 habían pertenecido a algún com ité, y de ellas 22 fueron ejecutadas. Si se
tiene en cuenta la Com isión G estora de febrero-julio de 1936 y los C onsejos
M unicipales que gobernaron la ciudad entre enero de 1937 hasta el fin de la gu e
rra, la cifra de 39 se eleva hasta 48 y los 22 ejecutados a 2 7 .147 En resum en,
O ntinyent continúa la tendencia del resto de la com arca, en total se condenó a
m uerte al 56,5% de los m iem bros de los com ités y al 56,25% de cualquier cargo
en com ité o en cargos institucionales.
Tam bién ha que considerar que una parte im portante de los líderes cene-
tistas de la ciudad consiguieron exiliarse, escapando, de esta m anera, de una
segura m uerte. Josep Gandia ha docum entado el exilio de algunas de las figuras
m ás representativas del m ovim iento libertario ontiñentino: A ntonio y M anuel
Sanchis C alatayud, G onzalo M ataix M artínez, R oberto B ernabeu Esparza,
Salvador P ía Paula, Gonzalo Sanchis M artínez y Vicente Ferrero Soler. Junto con
otras m enores como Gabriel Ferrero Soler, Eusebio Pim entell, Vicente G andia o
A ntonio M ontes.
Un caso singular, paradigm a de la fiereza de la represión franquista, es el
caso de Juan Soler Soler, el jornalero que, junto a su herm ano José, ejercían de
activos propagandistas anarquistas. Los herm anos fueron detenidos, acusados de
tenencia de explosivos en la insurrección de diciem bre de 1933. Al parecer se
detuvo a Juan en G andia para ser encarcelado en la Prisión C elular de Valencia.
Su Consejo de G uerra tuvo lugar en 1941. En agosto de 1942, el G obernador
145 GANDIA CALABUIG, J.:”Els Comités, la repressió i « e l cas Q u lis» . Tres notes sobre la Guerra Civil
a Ontinyent”, op. cit., p. 159.
14^ Ibídem, p. 155.
147 Ibídem, p. 154.
687
Civil ordenaba su ingreso en el Sanatorio P siquiátrico Provincial del Padre Jofre
(Valencia). La dem encia no le salvó de m orir fusilado en Paterna el 3 de agosto
de 1944. En esta ciudad la represión contra fam ilias enteras fue particularm ente
intensa: tres herm anos Ríos Perigüell; tres herm anos Soler Soler, dos herm anos
M orales Espí y M ollá U reña o la fam ilia Tormo.
La geografía de la m uerte iba más allá de los lím ites provinciales o del
País Valenciano. No hem os podido encontrar fuentes sobre los valldalbaidinos
m uertos más allá de las fronteras valencianas a consecuencia de la represión
franquista. El caso de José Clem ente G arcía seguram ente no será excepcional.
C ontaba con 23 años y, aunque nacido en O ntinyent, estaba censado en V alencia
con m otivo de sus estudios de m edicina. Según el Consejo de G uerra celebrado
en Peñarroya el 5 de mayo de 1939 estaba afiliado a la FUE y, desde septiem bre
de 1936, a las Juventudes Socialistas U nificadas.
En el Ejército Republicano ostentó el cargo de teniente provisional de
Infantería, después de cursar estudios en la Escuela Popular de Guerra. M ás tarde
se le nom bró vocal del T ribunal M ilita r del V III C uerpo del E jército
R epublicano, cargo en se apoyó el peso de la acusación, puesto que desde este
Tribunal se instruían C onsejos de Guerra. Por si esto no fuera poco, se añadió a
la acusación la im precisa coletilla de “es individuo de m alos antecedentes” .
Sentenciado por “rebelión m ilitar”, fue condenado a pena de m uerte o al indulto
y reducción a 30 años de reclusión mayor. Según la copia de la sentencia, la pena
de m uerte se cum plió.148 Juan B irlanga Rives, ugetista y radio telegrafista de 43
años, ejecutado por el franquism o en el Ferrol (A Coruña), consta como vecino
de O n tin y en t.149
Dos valldalbaidinos encontraron la m uerte en otras circunstancias que
nada tienen que ver con los C onsejos de G uerra ni con las condiciones de vida en
las cárceles. Según Josep G andia el ontiñentino Vicente Pastor Coll m urió por
disparos de la G uardia Civil en las cercanías de B enigánim , donde se encontraba
esco n d id o .150 El 10 de octubre de 1939, como consecuencia de “destrucción com
pleta de la m asa encefálica y perforación del cráneo” fallecía en la capital p ro
vincial H onorio Orts Gim énez, gran propietario agrícola de 65 años, vecino de
Palom ar. V icent G abarda incluye esta m uerte en el anexo “M orts de form a vio
lenta en pie carrer o en centres de retenció i interrogació (Valencia ciu tat)” . 151
Aunque sus fuentes no contem plaban la población de origen de esta víctim a. Es
una m uerte extraña. H onorio Orts era un gran propietario agrícola de la com arca,
afectado por las incautaciones de la guerra, posiblem ente im plicado en la suble
vación del 18 de ju lio , como vim os en el capítulo dedicado a la guerra civil.
688
4.2.2.3. V ida y m u e rte en la p risió n . E l testim o n io de R afael R eig.
152 MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., pp. 288-301.
153 VINYES, R.: “ “Nada os pertenece...” Las presas de Barcelona, 1939-1945”, Historia Social, 39, 2001,
pp. 49-66 (p. 57).
154 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.658, Relación Nominal de Individuos
de Filiación Comunista detenidos en la Prisión Central de San Miguel de los Reyes. 1942.
155 MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., pp. 288-298.
15^ GABARDA, V.: Els afusellaments al País Valencia (1938-1956), op. cit.
689
C u a d ro núm . 53
V ÍC T IM A S D E LA S P R IS IO N E S F R A N Q U IS T A S . 1 93 9 -1 9 5 1 .
NOMBRE Y
PRISIÓN EDAD LOCALIDAD PROFESIÓN AFILIACIÓN FECHA
APELLIDOS
. r - ,
Manuel Angla
60 Ontinyent Obrero PCE 11-4-1940
Rivera
Sanatorio
Penitenciario
Remigio Soler Julia 30 Bélgida Jornalero N/C 22-1-1941
de Porta-
Coeli
P. Modelo José Llopis Sanjuán N/C Ontinyent N/C CNT 5-4-40
690
D espués de contrastar la relación de Vicent G abarda con la base de datos
propia se han añadido algunos nom bres que en las fuentes de este investigador
aparecían sin origen geográfico conocido. Son los casos de José Llopis Sanjuán,
Juan C uquerella Gomar, M iguel Boluda Vayá, V icente Canet E sto rn ell,157
Concepción Bernabeu Esparza, Ricardo B elda Jover y Rafael M artínez Torró. El
prim ero había sido condenado por “adhesión a la rebelión” a la pena de m uerte,
posteriorm ente conm utada. Concepción había sido acusada de ser una “m iliciana
con m ono y p isto la”, condenada por “excitación a la rebelión” a seis años y un
día. R icardo Belda Jover había sido condenado a 30 años de R eclusión M ayor; y
a R afael M artínez Torró se le había conm utado la m áxim a pena. La relación con
tinúa siendo provisional, puesto que en las relaciones de Vicent G abarda apare
cen nom bres y apellidos de personas sin constancia de su población de origen,
sim ilares a apellidos de la com arca. Sin embargo, al tratarse de antropónim os
m uy extendidos hem os optado por no incluirlos entre las víctim as com arcales de
las prisiones franquistas.
El testim onio personal de Rafael Reig resulta esclarecedor de la vida en la
cárcel.158 R afael ingresó en la Cárcel M odelo de Valencia en los últim os días de
septiem bre:
R afael Reig, y otros jóvenes como él, pensaban que sus circunstancias
serían tan sólo tem porales, “hasta que pase la borrachera de odio y rencor” . El
hacinam iento era norm a com ún, hasta tal punto que los presos casi no podían ni
sentarse sobre su propio petate. En la celda de R afael dorm ían seis reclusos con
“los pies sobre la pared del fondo, seis con las cabezas sobre esta pared y uno
debajo de la palangana” . Posteriorm ente, la celda llegó a albergar a 17 presos.
Los efectos de la represión franquista se toparon en ocasiones con la
estructura social clasista, precisam ente la que venía a salvar. La burguesía repu
blicana contaba con un capital económ ico y cultural e influencias sociales supe
riores a las de jornaleros y obreros industriales. Por poner un ejem plo, de algún
modo este bagaje les fue útil en más de una ocasión para la conm utación de las
157 La Columna de Orden Público de Ocupación detuvo a Vicente Canet en junio de 1939. Voluntario en la
Columna de Hierro, se le acusaba de haber ocupado el caigo de “jefe” de un grupo que se había dedicado a
saquear, robar y asesinar a derechistas. SHM, ZN, A. 2, legajo 146, carpeta 99, Telegramas Postales de la
Columna de Orden Público de Ocupación de Valencia dando cuenta de detenidos. Junio 1939.
158 REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op, cit., p. 251 y ss.
691
sentencias de los consejos de guerra, al tener la posibilidad de acudir a am ista
des o a asesoram iento legal.
En la prisión, las diferencias sociales y la procedencia geográfica del
preso eran vitales para asegurar la subsistencia. En la M odelo, el econom ato ven
día plátanos, pan de higo, sardinas saladas y naranjas, para quien pudiera com
prarlos. La dirección de la prisión m antenía una cocina independiente que, por 5
pesetas (un im porte superior a un jo rnal diario), ofrecía un plato de paella. Por
otra parte, los presos valencianos tenían acceso a los alim entos que traían sus
fam iliares y podían soportar de m ejor m anera la pésim a e incom pleta alim enta
ción de la prisión, m ientras que el resto sufría el ridículo rancho. Sin contar con
el aporte m oral que suponían las visitas de los fam iliares, más relevante para la
persona privada, casi siem pre injustam ente, de libertad.
R afael R eig calculó que en esos m om entos (1939-1941), en la Cárcel
M odelo se apiñaban “unos pocos más de diez m il” . La alim entación de los p re
sos era m uy escasa y proclive para la aparición de enferm edades, puesto que no
contem plaba proteínas. Como quiera que la cocina tan sólo podía elaborar ran
chos para 500 presos, se iban cocinando ranchos para cada m edio m illar, con lo
que la ración tan sólo era com estible para los prim eros 500, ya que no daba tiem
po para que se pudiera cocer convenientem ente. El rancho habitual consistía en
“sólo agua sucia y unos pocos garbanzos bailando en el fondo” . Era norm a
com ún que con doce garbanzos com ieran tres presos. Sin nada que hacer, el tiem
po transcurría m onótono, sólo alterado por la tortura psíquica que representaban
las sacas:
cuando corre de boca en boca una palabra que hacen enm udecer a quien
la p ronuncia y a quien la escucha: ¡ ”saca ”!. Una orden se da en las g a le
rías: ¡todo el m undo a las celdas! (...) E l silencio va inundando poco a
p o co la p risió n ; cuando los ordenanzas empiezan a cerrar, a “ch a p a r”,
las celdas, el sonido d el cerrojo y el m etálico golpe de la “chapa ” suenan
cual si la p risió n estuviese vacía. Sí, el silencio es absoluto, tal que de un
extrem o al otro de la p risió n p uede distinguirse cualquier ruido que se
produzca. En las celdas todos están tensos, pendientes de los ruidos que
saben van a producirse, con un cigarrillo en la boca, que, más que fum ar,
m astican (...) Y en el momento menos esperado, rasga el silencio un
“¡Viva la R e p ú ...!”, que es cortado p o r el golpe seco de un culatazo;
golpe que reciben algunos más de diez m il hombres, que no respiran p o r
no p erd er el m enor detalle de cuanto está ocurriendo.
692
que callar. En el día siguiente, ya se perdió la tensión de la “saca ” y la
vida de normaliza. Una nueva remesa de presos viene a llenar el hueco, en
el estadillo general, de aquellos que m urieron ayer.
693
En esta prisión, la vida era menos dura que en la M odelo: m ejoras sanita
rias, como el corte de pelo a principios de cada m es, autorización para ju g ar a
baloncesto en el patio pequeño. A unque la com ida no m ejoró:
La G uerra M undial era seguida con gran expectación. Para m uchos presos
la v ictoria de los países antifascistas conduciría al fin del franquism o y a su
libertad. El diario de la prisión, de nom bre R edención, resaltaba constantem ente
las victorias alem anas, por ello se le conocía popularm ente como “Toneladas” ,
“pues en su portada resalta siem pre un rótulo en grandes letras, que hace m en
ción a los m iles de toneladas hundidas por los subm arinos alem anes durante la
sem ana” . Todos los presos estaban suscritos a este diario pues, a cam bio de una
peseta, se le daba el beneficio de am pliar en una más el núm ero de com unicacio
nes con sus fam iliares, que estaba estipulado en una (se supone que a la semana).
D esde que la guerra cam bió de signo a favor de los aliados, la lectura de
los boletines de las em bajadas norteam ericana e inglesa podía com portar graves
problem as a los presos. En San M iguel de los Reyes, su director tom ó la decisión
de cachear incluso a oficiales, ante la sospecha de introducir los boletines en la
prisión.
El franquism o no contem plaba resquicio alguno de m agnanim idad hacia
los vencidos. Los libertos eran abandonados a su suerte cuando abandonaban el
recinto carcelario. A vecindados en regiones lejanas a Valencia les esperaba un
duro trayecto de vuelta, com plicado aún más si habían perdido a sus fam iliares
más cercanos y no poseían ni siquiera una m uda de ropa para el m om ento de
devolver el uniform e carcelario.
La geografía carcelaria de los valldalbaidinos ha sido un m uro infranquea
ble para trazar su m apa, de nuevo, por la carencia docum ental. Se han encontra
do presos de la com arca prácticam ente en toda la geografía estatal. La m ovilidad
de la población reclusa fue destacada, casi siem pre sin una m otivación m uy clara
por parte de las autoridades. Obviam ente, la m ayor parte de los presos com arca
les estaban recluidos en prisiones valencianas como San M iguel de los Reyes,
Prisión Celular, Santa M aría del Puig, M odelo o P risión Provincial de Valencia.
Pero tam bién encontram os valldalbaidinos en el Puerto de Santa M aría, Prisión
694
C entral de M adres Lactantes de M adrid, Lleida, Prisión Provincial de Santander,
P risión M ilitar Fortaleza Hacho (Ceuta), Prisión Provincial de B ilbao...
Las condiciones de vida en las cárceles franquistas, como han señalado
M anuel O rtiz H eras, M atilde Eiroa o José M anuel Sabín R odríguez, constituían
una pieza m ás del engranaje represivo y del m odelo social im puesto por el fran
quism o victorioso. La cárcel era el purgatorio por el que debían pasar cientos de
m iles de españoles y españolas para redim irse de sus pasados errores. Purgar y
sufrir p or p lantear proyectos de una nueva sociedad, perder la dignidad personal
en el cam ino y salir de la prisión, si no entusiastas del nuevo régim en, como
m ínim o, sin ninguna apetencia de participar en actividades opositoras, para no
volver a la privación de libertad.
Por otro lado, el carácter ejem plarizante de la represión franquista debe
ser tenido en cuenta, por cuanto la prisión franquista era la traslación de su
visión de la sociedad. Si para la R epública la prisión debía resocializar, para el
franquism o el objetivo era castigar de la m anera m ás cruel p o sib le.161
La cárcel term inaba de configurar los objetivos franquistas después de los
im previsibles Consejos de Guerra: la desaparición com pleta de los ideales dem o
cráticos de la burguesía republicana y los revolucionarios de la izquierda obrera
y el terro r perm anente instalado en el cuerpo de los encarcelados y sus fam ilia
res. D espués de la cárcel se concedía una única opción: acatar, guardar perpetuo
y silencioso som etim iento. Porque el franquism o, generalm ente, ni siquiera les
concedió el privilegio de colaborar en la política lo cal.162
No querem os term inar este capítulo sin una cita de M atilde Eiroa que
ensancha la perspectiva de las prisiones franquistas. Nos referim os a las fam ilias
y amigos de los presos. Para m uchos el eje de su vida se trasladó de su casa, su
calle, su pueblo o su barrio a las puertas de la prisión, con el resultado de pasar
a ser un “m icrocosm os de la represión (...) La prisión punto final del castigo (...)
llegó a convertirse en el eje de una sociedad conscientem ente aterrorizada y p o lí
ticam ente inerm e.” 163
161 v. DOMENECH, I. y VÁZQUEZ, F.: La repressió franquista a l ’ámbit local. Manlleu (1939-1945), op.
cit., p. 171. En las pp. 180-184.
162 La bibliografía sobre las prisiones franquistas ocupa una apreciable cantidad de publicaciones, sobre
todo, escritas por los propios presos. Las vivencias de los presos en Alacant en MARTÍNEZ LEAL, J. y ORS
MONTENEGRO, M.: “En el Reformatorio de Adultos de Alicante”, Canelobre, 31-32, 1995, pp. 46-72 y
REIG TAPIA, A.: “Prisionero del fascismo: vida interior, angustias y esperanzas del preso político, 1936-
1945”, en FOLGUERA, P. (coord.): Otras visiones de España, Ed. Pablo Iglesias, Madrid, 1993, pp. 136-
186.
163 EIROA, M.: Viva Franco. Hambre, racionamiento, falangismo. Málaga, 1939-1942, Málaga, 1995.
695
4.2.2.3.1. La esclavitud de los vencidos. La Redención de Penas por el
Trabajo.
164 VANÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairénte”, op. cit., p. 484.
165 T.O. de Vicente F (2004).
166 e i trabajo esclavo en RODRÍGUEZ TEJERO, D.: “Explotación de la mano de obra penal en la posgue
rra civil. El destacamento penal de “Minas de Casayo”. Ourense 1942-1944”, en TV Encuentro de
Investigadores del Franquismo, pp. cit., pp. 549-556. También MORENO, F.: “La represión en la posgue
rra”, op. cit, pp. 336-342.
167 En la caja 3652 de la Interior-Gobierno Civil de Valencia del AGA se conservan relaciones de los
Destacamentos de Penados-Trabajadores en Campanar, Benagéber, Ayuntamiento y canteras de El Puig.
696
La descripción escrita por Rafael Reig recuerda, sin grandes esfuerzos, la
visión de un mercado de esclavos de la A ntigüedad clásica, de las colonias del
continente am ericano o de las descripciones antiesclavistas de Julio Verne.
A lineados unos doscientos voluntarios en la pared de la A yudantía y de la Iglesia
de San M iguel de los Reyes, el director de la prisión, acom pañado por un civil,
dio inicio a la selección:
Al cabo de unos días, retornan por enferm edad provocada por una herida,
dos de los voluntarios de Benagéber. Cuentan que el rancho era algo superior a
la prisión, el trabajo a destajo (1 m^ por pareja), con el agua en el ámbito de las
rodillas, y provistos de una bota usada que les calaban la piel. De las 4 pesetas
que pagaba el contratista, 2,50 ptas. se destinaban al Patronato de N uestra Señora
de la M erced y los 1,40 céntim os restantes, a la fam ilia del preso. Unas condicio
nes leoninas de explotación laboral. Antes las continuas evasiones, se reform aron
las condiciones para trabajar en el pantano, ahora reducidas a presos valencianos
o de provincias cercanas, que pueden vivir con sus fam ilias en las casas abando
nadas del pueblo.
La hipocresía de la caridad tradicional y un cierto populism o condujeron a
que en ju lio de 1947 el Ayuntam iento de O ntinyent em itiera un bando por el que
se pedía la inscripción de los hijos de encarcelados para que, con ocasión de la
Patrona, se realizase un reparto de ropas a los fam iliares de los p reso s.169
G estionar su liberación no entraba en sus proyectos.
U na segunda faceta de esta ram a represiva corresponde a los Batallones
D isciplinarios de Trabajo aplicados a los reclutas del Ejército Republicano.
Liberados de los campos de concentración o de las cárceles, cum plieron de nuevo
el servicio m ilitar en Batallones de Trabajo. A este contingente se unieron los
soldados republicanos calificados como “desafectos” . M ano de obra esclava ocu
pada en obras públicas.
697
Este fue el caso de José Cuquerella. En el otoño de 1940, la G uardia Civil
le com unicaba la orden de presentarse en el Cuartel. No era el único. José conta
bilizó a tres reem plazos consecutivos. A llí se les anunció que habían sido consi
derados “desafectos al Régim en”, equivalente a estar detenidos y, por tanto, tení
an que presentarse en el cuartel todos los días a las siete de la tarde. D espués,
entre diez y doce detenidos fueron trasladados a un alm acén de naranjas próxim o
a la Cruz C ubierta (Valencia) para form ar parte de un batallón de trabajadores
p or el que, en los cuatro m eses de reclusión, llegaron a pasar unas 500 personas.
A llí fueron equipados con ropa m ilitar de color caqui y un gorro con una
gran T, de trabajador, cosido para cum plir cuatro m eses de trabajo dedicados,
casi todo este tiem po, a diferentes trabajos en lo que sería posteriorm ente el
Parque de Ingenieros. José anota en sus m em orias que el trato dispensado no fue
m alo y frecuentem ente los prisioneros escapaban y callejeaban por la ciudad. El
encierro era soportable para los soldados valencianos, que recibían las visitas
dom inicales de sus fam iliares, que les traían comida.
Como sucedía en la cárcel, era un verdadero torm ento para los soldados de
otras regiones. La desatención del franquism o sobre la suerte de estos hom bres
es constatable en la historia de un soldado de origen gallego que, licenciado al
m ism o tiem po que José, tuvo que tragarse su orgullo y pedirle dinero prestado
para poder volver con su fam ilia.170 Rafael Boscá recuerda que “Tots els que no
eren adietes al M ovim ent anaren al Batalló de Treballadors. X ics que el pares
eren de la Societat O brera, peró que no s'h av ien clavat m ai en res de ro'in, tots
anaren allí” . 171 Un testim onio oral recogido en A lbaida nos señaló la sentencia
de un albaidense, incitada desde la propia ciudad, como venganza por las des
trucciones iconoclastas de las prim eras sem anas de la guerra: “A varios deis que
deien que havien destrossat l'E sg lé sia i Porgue (...) pero no era veritat. El que
sí havien fet era tocar la bocina amb els tubs de Porgue. Per venjan 9 a deis bea
tos els van enviar allá a Canaries, allá a treballs fo g o s o s quan es va acabar la
guerra” . 172
698
La m asa carcelaria, a tenor de la tendencia m arcada por los estudios sobre
los C onsejos de G uerra, contem plaba una m ayoría de hom bres y de jóvenes.
Roque M oreno ha constatado en el caso alicantino que la suma de los encarcela
dos, los prisio n ero s en campos de concentración, los exiliados y escondidos, los
soldados obligados a realizar un nuevo servicio m ilitar, y los m uertos y m u tila
dos de la guerra, habían generando en la provincia de A lacant un problem a de
falta de m ano de o b ra.174
P ara hacer frente a este déficit el franquism o descargó una batería de
decretos entre 1940 y 1943 que fueron desgranando los grupos beneficiados por
la excarcelación. A estas m edidas no fueron ajenas las com plicaciones hacendís
ticas y adm inistrativas que suponían el m antenim iento de cientos de m iles de p er
sonas en las prisiones. De este modo, una m ayoría de las penas im puestas no lle
garon a ser efectivas en su integridad tem poral. La función punitiva ya había
dado sus resultados.
Prim ero se excarceló a los m ayores de 60 años que hubieran cum plido un
cuarta parte de la condena. M eses después, la ley del 4 de junio de 1940, estipu
laba la libertad condicional para las penas inferiores a seis años y un día, ju n to a
los com prendidos entre seis años y un día a doce años con la m itad de la senten
cia ya cum plida. Los condenados de estos dos grupos debían tener buenos refe
rentes desde sus pueblos y ciudades en los inform es y avales de las autoridades
locales. Se puso en m archa la m aquinaria de devolución de favores, búsqueda
incansable de avales y Certificados de Buena C onducta y las venganzas. Todas
determ inaron la suerte de los presos. Sucesivas disposiciones vaciaron las cárce
les: Ley del 1 de octubre de 1940 para los presos con sentencias m enores a doce
años; 1 de abril de 1941, 16 de octubre de 1942 y 30 m arzo de 1943 para todos
los que no superaran los veinte años.
Claro que para salir de la prisión era im prescindible un inform e favorable
de la alcaldía, de la D elegación falangista de Inform ación e Investigación, del
Com andante de la G uardia Civil y un certificado de instrucción religiosa. Este
paso era necesario para que la Junta de D isciplina de la prisión propusiera la
libertad condicional de un preso al Patronato de N uestra Señora de la M erced
para transm itirlo a las instancias superiores.
Pero no todos obtuvieron la ansiada libertad condicional (v. Cuadro núm.
54). Entre los cuatro legajos de fichas personales conservadas en el A rchivo de
Ontinyent hem os encontrado algunos casos en que fue denegadas en el Partido
Judicial de O ntinyent, que incluyen una m ujer calificada como “peligrosa” . Un
prim er inform e de octubre de 1943 indica las resoluciones de 21 reclusos en
libertad condicional para su retorno a la ciudad. Cuatro fueron denegadas por la
Junta Local de Libertad Vigilada, en un caso alegando “por ser dirigente y p e li
groso” . 175
174 MORENO FONSERET, R.: La autarquía en la provincia de Alicante (1939-1952), Instituto de Cultura
Juan Gil-Albert, Alacant, 1995, pp. 41-48.
175 AMO, FJ, caja 27, Junta Local de Libertad Vigilada. Actas 1943-1970. Censo de liberados 1944-1970
(JLLV), Libro de Actas de la Junta Local de Libertad Vigilada (LAJLLV), Libro de Actas 1943-1959, acta de
6-X-1943.
699
C u ad ro núm . 54
176 AMO, FJ, caja 29, JLLV. Impresos, ficheros, estadísticas, expedientes personales de los liberados, Junta
Libertad Vigilada Partido Judicial de Albaida, listado del 3-V-1955.
700
es “c a s i” (escrito m a n u sc rito ) seguro que tan pronto obtuviera la misma
ingresaría en las fila s del bandolerismo, puesto que es uno de los más des
tacados del marxismo.
177 Los informes de Salvador B.B. en AMO, FJ, caja 27, actas del 27-IV-1949 y 9-VII-1952. Estas dos cajas
más la núm. 28 componen la única documentación disponible para ambos partidos judiciales.
178 Francisco M. en el informe de la alcaldía del 27-VT-1940. Para Antonio B. en la caja 27.
179 Elaboración propia a partir de AMO, FJ, JLLV.
701
desde el G obierno Civil y se aplicase el destierro a ambas personas a 250 k m .180
El destierro no suponía sustraerse al control social. Un inform e enviado
por la D elegación Provincial de Inform ación e Investigación de A lbacete acerca
de un ferroviario cenetista incluye en este análisis, la continuidad de la vigilan
cia sobre el cuerpo social. Se trataba de un hom bre considerado “elem ento sum a
m ente pelig ro so ” , al que, tras la libertad condicional en 1942, la D elegación de
A lbacete desterró a 250 km. de su pueblo. Se trasladó a A lbaida, donde trabaja
ba en una fábrica textil. Los falangistas albaceteños daban cuenta de los antece
dentes de esta persona “por si se estim a procedente tenerlo sujeto a m inuciosa
v igilancia de su vida y actividades en esta C iudad” . D espués de perm anecer en la
cárcel y de sufrir la pérdida de sus lazos fam iliares y de am istad en su pueblo
natal, el franquism o no dejaba resquicio posible para el anonim ato y la recons
trucción de las v id as.181
El carácter arbitrario del aparato represor franquista y la cadena de avales,
inform es y certificados favorables desem peñaron un activo papel en la perm a
nencia, excarcelación o destierro de los presos que aspiraban a la libertad condi
cional. A sí, dirigentes políticos y sindicales de prim era fila obtienen la libertad
condicional, m ientras que afiliados o sim patizantes de base no la consiguen, o,
en su defecto, son desterrados. La explicación de estos com portam ientos repre
sores se obtiene en el ám bito rural por las venganzas particulares y los odios per
sistentes.
Los legajos del Fons Judicial de O ntinyent y los inform es encontrados en
los archivos m unicipales han servido para conocer la fecha de la libertad condi
cional de 128 condenados con su últim o dom icilio en la com arca, de los que tene
m os constancia que ingresaron en prisión por efectos de los C onsejos de Guerra
(v. C uadro núm. 55). La densidad de liberaciones se sitúa entre 1941 y 1944, el
88,29% , decayendo desde 1945, coincidiendo con la apreciación de José M anuel
S ab ín .182
702
C uadro núm . 55
183 Un aspecto del marco general represor y del control social, escasamente abordado hasta la fecha. Para
Valéncia cfr. TORRES FABRA, R.C.: “Un altre tipus de repressió durant el franquisme: la Llibertat Vigilada.
El cas de la Ribera Baixa”, Quadems de Sueca, XIII, 1998, pp. 101-117. Las monografías locales comien
zan a prestar atención a las actividades de las Juntas de Libertad Vigilada como una parte más del entrama
do represivo franquista, v. DOMÉNECH, I. y VÁZQUEZ, F.: La repressió franquista a l ’ámbit local Manlleu
(1939-1945), op. cit., pp. 186-188.
703
de vocales, el Com andante de Puesto de la G uardia Civil, el Delegado de
Inform ación e Investigación de Falange y un m iem bro de la O ficina de
C olocación O brera de la CNS, un vocal del ayuntam iento, un secretario y el ju ez
m unicipal com o substituto. La Junta Local de O ntinyent estaba form ada el 6 de
octubre de 1943 por José C asasem pere y Juan, Juez Instructor y Presidente de la
Junta Local; Juan M icó Penadés, representante del ayuntam iento; Luis M ompó
D elgado de M olina, Jefe Local de FET (y alcalde); Vicente Sarrio M ontes, Jefe
Local de la D elegación de Inform ación e Investigación; y el Secretario de la
O ficina L ocal de C olocación Obrera, del que no conocem os su identidad.
Las Juntas Locales llevaban un censo de los penados, con los presos que
iban abandonando la prisión, para pasar a estar com prendidos por las Juntas de
L ibertad V igilada (altas), o las bajas, (los libertos que pasaban al siguiente paso,
la concesión del indulto por parte de la Junta Provincial). La Junta recababa
inform es de buena conducta del penado sobre la base de testim onios de la
G u ard ia C iv il, la G u ard ia M u n icip al, la D eleg ació n de Info rm ació n e
Investigación o personas de prestigio de la localidad para determ inar si el preso
podía acogerse a la libertad provisional en la localidad o sufrir destierro. Por otra
parte, la Ju n ta Local era la encargada de buscar un trabajo para el liberto si éste
no lo había podido conseguir con anterioridad. Por tanto, los poderes locales,
com o ayuntam ientos, Falange, notables locales y las fuerzas de seguridad p asa
ban a controlar la vida de lo presos excarcelados.
El preso acogido al régim en de libertad provisional debía presentarse m en
sualm ente a la Junta Local de L ibertad Vigilada, y se le presentaban grandes
inconvenientes para trasladarse m ás de un día fuera de su dom icilio y ,184 como
ha reflejado R afael Reig, para no retornar a prisión al liberto le convenía rehacer
discretam ente su vida.
P ara la Valí d 'A lb aid a, hem os obtenido, exclusivam ente, escasa docum en
tación referid a al Partido Judicial de O ntinyent conservada en tres cajas, en las
que faltan los expedientes personales y las fichas de acogidos a la Libertad
V ig ilad a.185 En este sentido, censos como el firm ado el 13 de diciem bre de 1944,
no determ inan con claridad si los libertos reseñados son del m ism o año o desde
1939 (v. Cuadro núm. 56). Adem ás, la Junta Local de O ntinyent tam bién se hacía
cargo de desterrados procedentes de otros lugares, como C elestino P., alcalde de
Solares (Santander), condenado a doce años y en libertad condicional desde
1943, pero con la prohibición de desplazarse por el territorio nacional. Un segun
do caso, B enito P., natural de B arcelona, condenado a veinte años, encarcelado
hasta 1943 en la prisión de Y eserías y desterrado a O ntinyent.
184 En la monografía de la represión franquista sobre Manlleu se citan los requisitos para autorizar la liber
tad de movimientos: “una instancia empleada per l'interessat, una declarado jurada relativa a la masonería i
a les responsabilitats polítiques, un informe de la Junta de Libertad Vigilada sobre la conducta del soLlici-
tant, un contráete de treball, un certificat de la Cambra de Comer? “que acredite la certeza que el liberado
está afecto a la Empresa de que se trata” i una certificació de 1'Ajuntament que constatés la seva residencia”.
DOMÉNECH, I. y VÁZQUEZ, F.: La repressió franquista a l'ámbit local Manlleu (1939-1945), op. cit,
p.188.
185 El fondo consiste en las dos cajas ya citadas (27 y 29) más una tercera, la 28, Junta Local de Libertad
"Vigilada.
704
C u ad ro núm . 56
Cuadro núm. 57
AJELO DE
CONDICIÓN AGULLENT BOCAIRENT FONTANARS ONTINYENT
MALFERIT
Rebelión
3 5 7 8 51
Militar
Libertad
3 5 7 8 23
Condicional
Indultados 0 0 0 0 28
Delitos
0 0 0 2 0
Comunes
FUENTE: AMO, FJ, JLLV, caja 27, 9-X-1951.
705
mujer. En ju n io de 1955 todavía se contabilizaban cuatro vecinos de Aielo de
M alferit y uno de B ocairent sometidos a esta figura de la libertad v ig ila d a .186
4.2.2.5. V alld alb aid in o s en los cam pos de co n cen tració n de la A lem ania nazi.
Cuadro núm. 58
FUENTE: LLIN, G.: “Des del record historie. La Valí d'Albaida i els crims nazis”,
Crónica, 117, 1992, pp. 13-18 (p. 18).
186 a m o , FJ, JLLV, caja 27, informes del 13-VI-1955 sobre penados sometidos a libertad vigilada realiza
dos por cada Juzgado de Paz local.
187 Datos recogidos por MORENO, F..: “La represión en la posguerra”, op. cit., p. 285-286, tomados de
CONSTANTE, M.: Los años rojos, Círculo de Lectores, Barcelona, 1977.
188 ROIG, MONTSERRAT.: Els catalans ais camps nazis
706
La suerte final de estos exiliados ha sido ignorada en m ultitud de casos
por sus fam iliares. De Vicente Sais M icó conocían que, en el verano de 1940,
residía en Bruselas. N unca más supieron de él, hasta que encontraron su nom bre
en la investigación llevada a cabo por M ontserrat Roig sobre los catalanes en los
cam pos de concentración nazis. En esta década, los fam iliares no podían acudir
a las autoridades locales o provinciales, “¿Presoner en algún lloc? ¿M ort? ¿Fer
gestions per a intentar aclararía alguna cosa? ¿On, tractant-se d 'u n republi-
cá?” i89rec0rdaba su herm ana a G uillem Llin, a quien debem os la recuperación de
estos valldalbaidinos víctim as del horror nazi.
U na parte de la m em oria de los españoles m uertos en los cam pos de con
centración nazis (tam bién en los estanilistas) perm anece todavía hoy en la
penum bra y en el silencio más ignom inioso. D etrás de estas m uertes, la incerti-
dum bre del destino final de padres, herm anos, hijos, esposos, novios y am igos, y
la rabia contenida de no poder acudir ayuda a ninguna institución pública que,
adem ás, en esos mom entos de la década de los cuarenta, alentaba y se alegraba
de los triunfos bélicos alem anes.
No todos los internados valldalbaidinos en cam pos de concentración
m urieron en ellos. Al menos tres sobrevivieron, Eusebio Pim entell Perelló,
Vicente G andía Reig (O ntinyent) y José M artí Belda. Eusebio Pim entell nació en
la Pobla del Duc, aunque vivía en O ntinyent. Su herm ano Francisco, m iem bro del
prim er com ité de la Pobla, m urió fusilado en Paterna. Eusebio, capitán del
Ejército R epublicano, como tantos otros, se refugió en Francia. Internado en
sucesivos cam pos de trabajo, se enroló en una com pañía de trabajo del Ejército
francés.190 Prisionero del Ejército alem án, fue trasladado al campo de concentra
ción y exterm inio de M authasen. A llí, el horror. Som etido a durísim as condicio
nes de vida, trabajando de sol a sol, la vida era muy frágil. Los guardianes (pre
sos com unes de instintos más sádicos) y los SS se divertían apaleándolos por las
noches y haciéndoles form ar en m edio de la nieve. Eusebio recuerda que “ cada
cierto espacio de tiem po solían em prenderla con los deportados de un p aís” :
polacos, checos. H asta que le llegó el turno a los españoles.
Era la hora de hacer gim nasia sobre la nieve (...) A l term inar la gim nasia
llegaba la hora de la exasperante ducha (...) Los nazis alternaban el agua
muy fr ía con la muy caliente, casi hirviendo, con unos cam bios tan brus
cos que provocaban no pocos paros cardíacos entre los deportados.
*89 LLIN, G: “Fa mig segle. La barbárie nazi també va arribar a la Valí d'Albaida”, Dossier “Des del record
historie. La Valí d'Albaida i els crims nazis”, Crónica, 117, 1992, pp. 13-18 (p. 15).
190 Los exiliados españoles en Francia (o en sus colonias) fueron recluidos en campos de refugiados en pési
mas condiciones de habitabilidad y de precaria subsistencia. El principio de la II Guerra Mundial condujo al
gobierno francés a utilizar a los españoles como “una reserva de mano de obra inesperada”. En un reciente
estudio de Angeles Egido se pueden encontrar las distintas fases por las que atravesaron los exiliados espa
ñoles en Francia, v. EGIDO LEON, A.: “Republicanos españoles en la Francia de Vichy: mano de obra para
el invasor”, Ayer, 40, 2002, pp. 189-208. El entrecomillado en la página 196.
707
M uchos españoles (...) en su desespero se suicidaban lanzándose contra
las alam bradas electrificadas hasta m orir electrocutados.
191 LLIN, G: “Ensebio Pimentel, de Ontinyent a Mauthausen. La lucha por la vida en el holocausto nazi”,
Crónica, 125,1993, pp. 10-14.
192 Las depuraciones en las empresas públicas están siendo desveladas poco a poco. Por ejemplo, en el Canal
de Isabel II llegó a tener un gran impacto sobre sus trabajadores, v. DE MINGO BLASCO, J.A.: “Las depu
raciones laborales en el primer franquismo: el Canal de Isabel II”, en I Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 94-97.
193 La depuración eclesiástica está documentada en el País Vasco, v. SÁNCHEZ ERAUSKIN, V. J.: “El
nacional-catolicismo en las Vascongadas del primer franquismo (1937-1945), como elemento legitimador del
régimen”, en I Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 165-168 (p. 165).
708
taba el país un número excesivo de m édicos que perm itiera alegrem ente una
depuración m asiva. El pragm atism o term inó por vencer.194
El proceso fue sim ilar al descrito para los funcionarios m unicipales. El
ayuntam iento instruía el expediente, pero era la Jefatura P rovincial de Sanidad
de Valencia quien disponía la sanción. Este trám ite final llevó consigo que los
expedientes se extendiesen hasta el prim er trim estre de 1941, al contrario que el
tem pus veloz de los funcionarios m unicipales. Pero tam bién supuso, en algunos
casos, una atenuación del rigor depurador. En Bélgida la Com isión G estora inten
tó la depuración del m édico Francisco Juan Requena, recibiendo una dura contes
tación desde la Jefatura Provincial de Sanidad, única encargada de efectuar la
depuración del personal sanitario.
Así, en O ntinyent, tan sólo hem os podido constatar la depuración de
R am ón M ora Lorente, practicante de A sistencia Pública dom iciliaria, sancionado
en m arzo de 1941 a “inhabilitación para el desempeño de puestos de m ando ó de
confianza y postergación en el Escalafón durante tres años” . El resto finalizó sin
sanción alguna.
M uchos de ellos, a pesar de haber sufrido persecución y depuración de su
puesto de trabajo durante la guerra, m antuvieron su dignidad sin acusar a sus
com pañeros de trabajo, alejando de ellos los castigos franquistas, con la excep
ción de algunos de sus colegas, como un odontólogo m unicipal de O ntinyent que
denunciaba en mayo de 1939 como “destacados izquierdistas” a “G regorio
H ernández de la H errera y José A ntonio Cerrada ambos director del H ospital
M ilitar de O nteniente, destacados por dem encia y propaganda ultra-roja” . A
pesar de que gran parte de los doctores del hospital eran declarados derechistas,
sólo a dos m édicos delataron como prorepublicanos, incluso añadiendo su filia
ción política, a diversos colegas: a José A ntonio Cerrada (en otras fuentes Juan
A ntonio), Teniente Coronel director del H ospital M ilitar; al doctor Cam eno, Jefe
de Servicio, al oficial responsable de la enferm ería; y al capitán m édico Vicente
Guillerm o M artí S astre.195
194 Algo parecido sucedió con la Magistratura, formada mayoritariamente por jueces conservadores, v.
LANERO TÁBOAS, M.: “La depuración de jueces y fiscales: 1936-1944”, en II Encuentro de Investigadores
del Franquismo, op. cit, 1.1, pp. 135-142.
195 Vicente Guillermo Martí, miembro de Izquierda Republicana, según un informe de la Falange de
Ontinyent era “entusiasta del Frente Popular (...) en varias ocasiones sostuvo polémicas con los médicos de
esta, personas todas de significación derechista”. AMO, FCCF, legajo 2, informe del 20-V-1940. La depura
ción profesional de los médicos alcoyanas demuestra que en la balanza entre activismo republicano o hacia
partidos revolucionarios y el humanitarismo y desinteresados servicios hacia los más débiles, siempre pesó
lo primero, con el resultado de una depuración brutal. El caso de Damián Navarro es casi patético. Detenido
durante la guerra por su apoyo a la sublevación, juzgado y absuelto por un Tribunal Militar, pasó el resto de
la guerra como médico del Tribunal Militar de Castelló. De nada le sirvió su pasado antirrepublicano. Fue
condenado a seis meses y un día de reclusión menor. BENEITO LORIS, Á. Y LLORET PASTOR, J.:
“Professionals de la medicina condemants per “ayuda a la rebelión” durant el Primer Franquisme”, en
BENEITO, ÁNGEL y SANTONIA, J.L1.: Actes de les V Jomades d'Historia Local. L 'Alcoi del segle XX,
op. cit., pp. 197-219. El papel de estos quintacolumnistas en PANLAGUA, J. y LAJO, B.: Sombras en la reta
guardia, op. cit., pp. 26-33.
709
M uchos pensaban lavar un pasado republicano m ostrándose en la van
guardia de la destrucción de republicanos e izquierdistas, como el caso concreto
de C. B., quien am plió sus acusaciones con supuestas actuaciones de estos m édi
cos acusados en sus lugares de origen. Así, al doctor Cameno se le añadían los
cargos de ser socialista y “Presidente del tribunal de salud de un pueblo de
Avila” ; el doctor C errada era calificado como com unista; y el doctor M artínez
B arrios de actuar “ en M adrid en el coche fantasm a” . Según un inform e del 18 de
agosto de 1939, el m édico C. B. había sido socio del Casino R epublicano hasta
1933, aunque “evolucionó en favor de la derecha y votó y laboró en febrero de
1936 para im pedir el triunfo del Frente Popular” . El fervor acusador podía lim
piar sus pasadas v eleid ad es.196
U na situación sim ilar vivió E. C., acusado en el pliego de cargos fechado
en enero de 1940 de ser socialista, concurrir a una tertulia con otros sim patizan
tes del Frente Popular, cotizar al Socorro Rojo Internacional, realizar “com enta
rios públicos sobre las incidencias de la guerra y de la m archa de la revolución
m arxista con los cabecillas del partido socialista y del frente popular” , datos
todos ellos om itidos en su declaración jurada, aunque en el inform e elaborado
por el m unicipio disculpaba estas actuaciones alegando que todo ello correspon
día al m iedo de ser depuesto de su trabajo. En este caso, el inform e favorable del
ayuntam iento pesó en su reincorporación, y la delación de otros m édicos.
El m iedo y la sum isión están presentes en algunos expedientes. Un p racti
cante de rO lle ria , del que no constaba ningún tipo de actividad po lítica ni sindi
cal, rellenaba el punto 13° de su hoja de depuración “Tiene algo que m anifestar”
con un directo y expresivo m ensaje que había aprendido en pocos días, y que
agradaba a las in stan cias superiores: “ ¡¡FRANCO, FRAN CO, FRAN CO!!
¡¡ARRIBA ESPAÑA!!” .197
El poder m unicipal participó directam ente en el proceso depurador. Desde
la alcaldía de O ntinyent se expidieron diversos inform es con destino al Juez
Instructor n° 4 de la D irección General de Sanidad (M adrid) sobre m édicos que
habían estado destinados en el H ospital M ilitar Internacional. De Ildefonso Cruz
C arrasco se decía que trató “ continuam ente” de “fascistas” a tres m édicos de
O ntinyent y que escribió una carta al D elegado Internacional del H ospital denun
ciando su derech ism o .198
Y de Juan A ntonio C errada Forés, director del H ospital desde junio de
1938 hasta el fin de la guerra, se decía que “ sabiéndose por referencias que
durante los dias de la revolución de A sturias de 1934 protegió a destacados par
ticipantes en ella (...) creyéndose fundadam ente que pertenecía al S.I.M . rojo,
estando en constante relación otros em pleados del establecim iento que tam bién
pertenecían a dicho Servicios, y además con los mas im portantes dirigentes de la
organizaciones m arxistas locales, especialm ente con los asesinos de la C.N.T. y
710
de la F.A.I.” . A demás se le acusaba de denunciar y provocar la detención de a lg u
nos médicos.
En el resto de la comarca sólo conocemos la sanción de “ abandono de su carg o”
de A ndrés A rnau Bernabeu, médico de 1’Ollería, catalogado como “d esafecto ” .
De su actuación política pública durante la R epública sabem os que era el d e leg a
do de la D erecha Liberal R epublicana en el distrito de A lbaida durante 1931 y
que en agosto de 1932 participó un mitin de adhesión a la R epública y al g o b ie r
no organizado por A cción Republicana, el PRR.S y la A grupación S o c ia lista.199
Sin duda el colectivo más afectado por el proceso depurativo, después de los
funcionarios públicos, correspondió al magisterio escolar. Aquí el exhaustivo y
docum entado trabajo de Fernández Soria y Carm en Agulló han dem ostrado, con
inapelable consistencia, la brutalidad de la represión franquista contra el m undo
y las personas que habían impulsado los sueños y las ilusiones de la experiencia
republicana. En la Valí d ’A lbaida se depuró al 25,89% del m agisterio de la
com arca (47 m aestros y 65 m aestras), y unos dígitos por debajo de la m edia p ro
vincial sufrió algún tipo de sanción, (v. Cuadro núm. 59).200
Cuadro núm. 59
Las únicas diferencias apreciables con el resto provincial son unos m ayores
dígitos de m aestros comarcales depurados, y menores en el caso de las m aestras.
Los autores apuntan a la presencia de actividades políticas como las principales
causas de depuración, junto a sindicales y religiosas-m orales. Con todo, y como
711
fue norm a general del m arco represivo franquista, unas “acusaciones” sim ilares
se podían saldar con castigos diferentes. La arbitrariedad y unos buenos av alis
tas eran el sustento del castigo im puesto a los vencidos. Así, los autores consta
tan en el ám bito provincial y com arcal cómo la depuración del m agisterio golpeó
en m ayor grado a los m aestros y m aestras que fueron
201 Ibídem, p. 29. También AGULLÓ DÍAZ, M\C. y FERNÁNDEZ SORIA, J.M Maestros valencianos
bajo el franquimo, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1999, el capítulo dedicado a la Valí d’Albaida las pp.
243-245.
202 La depuración de la Cementera Valenciana Raff en ÁLAMO ANDRÉS, M. del.: “Los años bárbaros:
depuración laboral y resistencia civil en Valencia (1939-1945)”, en IV Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 2-7, (pp. 2-3).
712
Respecto a su actuación dentro del Control Obrero, tanto alcaldía como
director la consideraban “correcta y honrada” . N uevam ente Falange añadía un
com entario contrario a Francisco, al anotar que “D urante su perm anencia como
D elegado de Banca, tuvo una actuación deplorable” . El tercer punto es una
inm ersión en un posible m ejoram iento social durante la guerra, así como el con
trol sobre fam iliares y amigos.
713
de la alcaldía y el D irector, m uy negativo el de Falange, más detallistas, los de
alcaldía y Falange, por cuanto estaban ocupados por vecinos de Francisco, más
vago el del D irector bancario.
Las depuraciones laborales en las em presas privadas son de com plicado
estudio sin el acceso a los archivos propios. Rafael Reig recuerda que en
O ntinyent
714
de vacantes, que eran llenadas por los partidarios del régim en, prem io por su
afección a la causa del G lorioso M ovim iento N acional. A sí, excom batientes,
excautivos, m utilados de guerra, fam iliares de “caídos” o de perjudicados de las
actuaciones revolucionarias pasaban a engrosar estos puestos.
Pero la depuración tam bién tiene otras lecturas sociales. P ara los apolíticos o
los izquierdistas y republicanos que m enos se habían destacado durante la
R epública y la guerra, los que habían utilizado sus conexiones fam iliares o lazos
de am istad para conseguir unos avalistas que garantizasen la continuidad laboral
era un proceso ejem plarizador. En lo sucesivo, debían subirse al carro de los
triunfadores o, al m enos, perm anecer sum isos, obedientes o entusiastas ante los
m ensajes y propagandística de las nuevas autoridades. La arbitrariedad e inde
fensión del proceso depurador, al igual que el resto de la violencia política des
plegada por el franquism o, eran un ejem plo social. H abía que andar con ojo por
que en cualquier m om ento el vencedor podía hacer caer su espada sobre la espal
da de los vencidos. Vae Victis!. El aval y las relaciones sociales y fam iliares de
cada localidad explican la diferente depuración interlocal.
Poco im portaba que, dentro del espectro del Frente Popular, el Partido
Com unista ocupase un lugar secundario en cuanto a afiliación respecto a los p ar
tidos republicanos o al socialism o. Tampoco que el núm ero aproxim ado de m aso
nes no llegase en 1936 a los 5.000. Según Ferrer B enim eli, se abrieron alrededor
de 80.000 expedientes bajo la acusación de pertenencia a la m asonería . 209 El
franquism o les dedicó una de sus jurisdicciones especiales, la Ley de R epresión
de la M asonería y el Com unism o, aunque, para Joan Caries Usó, esta Ley “afec
tó a los m asones y no a los com unistas”, después de contabilizar entre 2.307
expedientes a 2.269 juzgados por su supuesta pertenencia a la M asonería .210
En la Valí d 'A lb aid a no hem os encontrado la existencia de ningún m asón.
Sin embargo, la fobia antim asónica daba pie a situaciones hilarantes. En la
com arca nunca llegó a operar ninguna logia m asónica, ni se llegó a acusar a
nadie. Pero la paranoia represora de la D irección G eneral de Seguridad-
C om isaría G eneral Político-Social localizó en 1943 a José Serra Calabuig, Jefe
de Telégrafos de O ntinyent, m iem bro de la Logia M asónica “F ederación
Valentina” . La D irección necesitaba un inform e sobre este funcionario para p ro
ceder contra él en virtud de lo dispuesto por la Ley de R epresión de la M asonería
y el Com unism o. Sin embargo, este funcionario había m uerto en 1929.211 Por
esas fechas se buscaba en B eniatjar al herrero Carlos P astor Corbí de la Logia
209 FERRER BENIMELI, J. A.: “Franco y la masonería”, en FONTANA, J. (ed.).: España bajo elfranquis
mo, op. cit, pp. 246-268 (p.268)
210 MARTÍNEZ LEAL, J. y ORS MONTENEGRO, M.: “La represión de posguerra en Alicante (1939-
1945”, Canelobre, 31/32, 1995, pp. 24-72 (p. 30).
211 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.653, informe del Gobernador Civil 16-
IX-1943.
715
“M iravete” (Torreahuera, M urcia), confundiendo el nom bre del pueblo con
B eniaján (M urcia ) . 212
716
S ecretaría de la alcaldía, con un 27%. Los inform es form an parte del entram ado
represor franquista. Están redactados para responder a los requerim ientos de
em presas públicas y privadas, o de la A dm inistración, con m otivo de la elabora
ción de los expedientes de depuración (m aestros, funcionarios públicos, p ro fe
siones liberales, ferroviarios, electricistas...), o am pliar datos con destino a la
ju stic ia m ilitar (A uditoría de Guerra) o al Juez Instructor del Tribunal de
R esponsabilidades Políticas. Entre la m asa docum ental se contabilizan quince
avales.
En los inform es de la D elegación de Inform ación e Investigación se obser
van los criterios em pleados para determ inar las actuaciones y opiniones políticas
de los inform ados. Por una parte, los propios recuerdos del redactor. C oletilla
frecuente es “del cual recuerdo perfectam ente” o tam bién “Conozco al inform a
do desde niño, a su venida de Argel con sus padres (...)” . Esta im plicación p er
sonal en algunos inform es se am plía con las referencias indirectas a la existencia
de un com pleto archivo de todos los habitantes de A lbaida o de personas que
habían residido en la m ism a (“Es sim ple nota que hay en éste archivo y desde
luego anónim a (...)”, confeccionado con la colaboración de albaidenses, algunas
veces incluso con inform aciones de vecinos de las personas a las que hacía refe
rencia el inform e: “habiendo apelado para esta afirm ación al testim onio de per
sonas A fectas que le conocen por razones de vecindad” .
La rum orología constituía otra fuente inform ativa: “rum oreándose que
pertenecía al S.I.M ” ; “me dicen” ; “Se dice, de una m anera vaga, no pudiendo
concretar más (...)” ; o “Es cosa que no puede asegurarse pero es inm ersión de los
consultados, que votaría la candidatura de izquierdas (...)” .
Estos rum ores se utilizaban para efectuar las detenciones, sin el m enor
atisbo de procedim iento com probatorio, aunque las contradicciones fuesen más
que evidentes. En este caso concreto, los inculpados provenían de V alencia y
residían en A lbaida desde ocho m eses antes de la guerra. Se puede leer la incon
sistencia de la acusación de asesinato y de los rum ores sobre unos hechos o cu rri
dos en la capital provincial:
Consultado D., cuyo nombre invoca el Informado, nada puede decir con
cretam ente sobre éste, p uesto que con quien tuvo mucha relación fu e con
717
su p a d re pero de éste nada puede decir y menos de su actuación p o r estar
escondido todo el tiem po de la Revolución.
Los avales eran firm ados por dos personas “adictas” que debían ser, a su
vez, refrendados por el D elegado de Inform ación e Investigación como “personas
afectas y de indudable adhesión al G lorioso M ovim iento N acional” o “personas
de orden y com plem ente afectas a la Causa N acional S indicalista” . Se recurre a
un espectro extenso de avalistas: falangistas destacados, industriales, pero tam
bién labradores o m aseros. En algún caso los avalistas recurrieron, en prim er
lugar, a la D elegación para conocer la pertinencia del aval: “ Se cree no hay d ifi
cultades en avalarle pues nunca se conceptuó como peligroso”.
Falange T radicionalista y la alcaldía destacan en sus inform es los aconte
cim ientos que tuvieron lugar en la A lbaida republicana y bélica. El posiciona-
m iento de cada uno, las m otivaciones, y el grado de com prom iso efectivo, deter
m inaban la valoración del inform ante. Así, la filiación política del sexenio repu
blicano siem pre aparece difum inada respecto a otras cuestiones como: la partici
pación en la tum ultuosa asam blea de la Caja de A horros con anterioridad a la
guerra o la opción tom ada en las elecciones de febrero de 1936. Para la guerra,
los actos que ejercían como eje referente del grado de “izquierdism o” del infor
m ado consistían en la im plicación en los ataques al orden social durante la gue
rra (requisas, incautaciones, pérdidas de respeto hacia las elites) y en las destruc
ciones anticlericales. En m ucho m enor grado se subraya la vida m ilitar o la m ili-
tancia izquierdista durante la guerra.
Para los redactores, A lbaida era una plácida ciudad en la que una m inoría
socialista y, en m enor m edida, com unista y anarquista, se aprovechó de la incul
tura de la m asa trabajadora para m anejarla a su antojo y encauzarla hacia la des
trucción de la propiedad privada, del prestigio social burgués, y de los bienes de
la Iglesia. Así pues, se inculpa de todas estas desviaciones del buen albaidense
(católico, consciente de las escalas sociales, desm ovilizado políticam ente) a esta
m inoría que, en gran m edida, dirigió los dos prim eros com ités.
A bunda la visión de unos m ilicianos muy jóvenes, sin pasado político o
sindical claro, que ocuparon estos cargos bien para ganarse un sueldo, bien para
dar rienda suelta a sus instintos (com ilonas, borracheras, vandalism o...). A estos
m ilicianos, siem pre y cuando no hubieran dem ostrado con sus palabras y actos
(com o denunciar a derechistas em boscados) su total im plicación antifranquista,
se le exoneraba de una culpabilidad directa, calificándolos de “uno de tantos
arrastrados por la corriente de aquellos dias” .
Los inform es com ienzan con la trayectoria política y sindical anterior a la
guerra civil, continúan con la participación en los hechos ocurridos en A lbaida
durante el verano de 1936, su introducción en el Ejército R epublicano (volunta
rio o reclutam iento), para term inar con verdaderos análisis sociológicos de los
inform ados, en los que se busca una descripción casi psicológica de su persona
lidad y de su entorno (fam ilia, am istades). Se busca incluir en el inform e datos
sobre la fam ilia: “tanto él como su fam ilia, son todos izquierdistas y bien acen
tuados”, con lo que la totalidad del núcleo fam iliar quedaba estigm atizado para
futuros inform es, aunque no hubiese razón para ello:
718
D e criterio propio puedo decir, que tal vez en anteriores inform aciones se
la haya calificado de rojo, p o r la protección que m ereciera de su herm a
no p o lítico Em ilio N hijo cuya actuación tiene otros antecedentes.
719
hermano que ciertam ente era muy destacado (...) y p o r este en p a rticu la r
se habían hecho trabajos para que se le hubiese libertado desde hace
algunos meses.
En mis averiguaciones, he p o dido saber que (...) estaban sin tocar las
Casetas o Estaciones del Via-Crucis (...) y que el día o los dias en fu ero n
derribadas se le atribuyó a éste entre otros, p o r estar trabajando en
campo cercano, sin que haya p odido dar con un testigo ocular que lo j u s
tifique cosa tampoco fá c il, con el transcurso del tiempo, pero que la creo
p o r los antecedentes y com portam iento del informado. Rojo bien definido.
720
pero se cree cierto, p o r su tem peramento y mas p o r ser m anifestación
suya.
721
al Juzgado M ilitar de A lbaida: “se llevaron a los del com ité, a los voluntarios del
frente, a los im plicados en la quem a de la Iglesia (...)” .
Las autoridades m ilitares llegaron a asom brarse por el número de deteni
dos y no se quisieron responsabilizar del últim o contingente, que fue llevado a
X átiva, donde se repitió la negativa a aceptarlos. Según R afael Canet, C ronista
de la V illa, los m ilitares de A lbaida llegaron a preguntar a los ejecutores del
terro r “si iban a llevar a todo el pueblo” . En A lbaida, los detenidos se negaron a
aceptar cargos falsos, por lo que fueron som etidos a tortura “hubo torturas y p ali
zas (...) Hubo gente que la dejaron m edio m uerta” hasta que firm aron la confe
sió n . 214
Con las declaraciones firm adas después de la tortura, ingresaron en la
C árcel M odelo de Valencia para ser juzgados. Los Consejos de Guerra determ i
naron 30 penas de m uerte, algunas otras de 30 años de reclusión m ayor y otras
de m enor cuantía. Fuentes orales señalaban que a los m iem bros del Comité se les
im pusieron condenas, a unos de diez años, y a otros de doce. Un entrevistado nos
com entó que “A 9 Í van eixir algunes penes de m ort, pero es va aclarir tot, i es va
llev ar la pena de m ort ” .215
El pueblo “Estaba atem orizado e indignado” . Los fam iliares de los conde
nados recogieron firm as y avales. Después de esta oleada de terror, llegó el
m om ento de la serenidad. La Com isión G estora colaboró en la redacción de ava
les. La Jefatura de Falange convocó una reunión en la que se dijo,
214 T.O. de Rafael Canet (1996) y CANET CANET, R.: Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico,
op. cit., p. 200.
215 T.O. de Rafael Boscá (1996).
216 T.O. de Rafael Canet (1996).
722
los resquicios legales que dejaba el franquism o al contratar los servicios de
D iego Sevilla, un ju rista valenciano de gran prestigio. Por desgracia, el caso de
L lutxent fue una excepción, rem arcable si se quiere, pero una isla.
723
odo republicano. A lfredo ponía el énfasis en que, gracias a su gestión, en Pinet
no se habían producido los hechos más perseguidos por los vencedores como
“ asesinatos, incautaciones ni detenciones; no se causó daño alguno a personas ni
a cosas; se dio cobijo a personas perseguidas Pero, adem ás, atacaba violen
tam en te a sus op o n en tes, señalando im putaciones realizad as d u ran te la
R epública, precisam ente las más odiadas por el franquism o: favorecer el adveni
m iento de la República y la v ictoria electoral frentepopulista, ataques a la Iglesia
Católica, connivencia y venta de armas a los m ilicianos...
El G obernador instó el 27 de agosto de 1945 al alcalde de Pinet a que “en
lo sucesivo obrar con entera im parcialidad y no abusar del cargo que ocupa en
provecho propio (...)” . E ste enfrentam iento es un buen ejem plo de los abusos de
poder diarios que ponían en práctica buena parte de las autoridades m unicipales
franquistas . 217 La resolución final del conflicto perm ite una doble lectura. O bien
A lfredo conservaba am istades influyentes, o bien el G obernador Civil tuvo un
arranque de justicia.
217 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3670, julio-agosto de 1945.
218 T.O. de Anónimo-J (1996).
724
Para escapar de la depuración, Francisco había solicitado el aval de Gonzalo
O viedo (em presario del m ueble) y Vicente Elias Calvo.
El magm a de inform es y contrainform es contradictorios, progresivam ente
disueltos en su m alignidad por los avales conducían, incluso a los fam iliares de
“C aídos”, a avatares de todo tipo. Contar con los avales convenientes podía
transform ar unos inform es negativos. Este es el caso de W enceslao Gom ar Ortiz,
abogado y vecino de Benigánim . Su padre era un coronel de Inválidos persegui
do durante la guerra, y su herm ano fue asesinado en Barcelona. El Jefe Superior
de la Jefatura de Policía de Valencia redactó un prim er inform e con destino al
G obernador Civil, fechado el 8 de ju lio de 1944. En sus líneas exponía la “inta
chable conducta privada (...) inclinación al triunfo del Ejército N acional” .
A p esar de estos an teced en tes p erso n ales y fam iliares, el p rim er
G obernador Civil ordenó la detención de W enceslao, su ingreso en prisión y su
confinam iento en Logroño y en Valverde del Júcar (Cuenca) hasta 1943, acusado
de “hechos de carácter m asónico habiendo m ilitado en las Juventudes Socialistas,
Partido A utonom ista, y durante el dom inio rojo a U nión R epublicana. Facilitó
avales a favor de elem entos de derechas con fines lucrativos y después de la
Liberación, expidió certificaciones de buena conducta a los rojos que se encon
traban en la cárcel, cobrando cantidades en m etálico y prom etiéndoles gestionar
su libertad” .
H acia finales de 1946, W enceslao solicitó el título de Procurador de los
Tribunales. El D irector General de Justicia dispuso la apertura de un expediente
de depuración para investigar el pasado del abogado. La m aquinaria franquista se
puso de nuevo en m ovim iento. Pero ahora el pasado de W enceslao parecía haber
cam biado. El 27 de diciem bre de 1946, el Jefe Superior de Policía inform aba
sobre W enceslao: afiliado al PURA y durante la guerra a Izquierda R epublicana,
juzgado y absuelto por la ju stic ia popular. En estos m om entos, W enceslao apor
taba avales de peso, como los redactados por el Jefe de Investigación e
Inform ación de Benigánim , el alcalde de X átiva, el Juzgado de Prim era Instancia
de A lbaida, la Jefatura de Falange de Benigánim y el Colegio O ficial de
G estores. En buena lógica, el G obernador Civil consideró la disparidad de los
dos inform es y solicitó otro.
El tercer inform e de la Jefatura Superior de Policía (11-1-1947), era una
m ezcla de los dos anteriores, pero con m atices. W enceslao no había sido juzgado
durante la guerra y la condena im puesta por el G obernador Civil se había centra
do en el cobro de cantidades a los derechistas que avalaba, desapareciendo las
peligrosas alusiones a la m asonería y a otras m ilitancias más izquierdistas. En el
intervalo, W enceslao había conseguido un nuevo aval de un C apitán de la
G uardia Civil. El 20 de enero de 1937 el G obernador Civil redactaba el inform e
definitivo con destino al D irector General de Justicia, que era una copia del fir
mado el 11 de enero de 1947.
La falta de consistencia de los inform es y el peso de los avales había
determ inado una evolución favorable a W enceslao, del que desconocem os si
obtuvo el título de Procurador. Su historia parece indicar que una deficiente
investigación o rencillas personales, con acusaciones incluso de m asonería, h ab í
an influido sobre el G obernador Civil para castigarle con el confinam iento y el
725
destierro. D espués de su experiencia de destierro, W enceslao conocía los pasos a
seguir para lavar un pasado peligroso, en el caso que fuera cierto. Se proveyó de
todos los avales que le interesaban para el puesto de trabajo requerido. En cual
quier caso, un com plejo juego había determ inado que el pasado político de
W enceslao y sus supuestas actividades lucrativas a lo largo de la guerra fuesen
cam biando. Este caso perm ite plantearnos el número de personas que term inaron
en el paredón o en la cárcel, con acusaciones totalm ente infundadas o sencilla
m ente falsas al no contar con poderosos avalistas, al mismo tiem po que reafirm ar
la im portancia de la dinám ica creada en torno a los avales y los C ertificados de
Buena C onducta . 219
La com arca estaba distribuida en pequeños m unicipios en los que todos se
conocían, las fam ilias eran núcleos extensos que abarcaban m últiples redes.
Incluso en O ntinyent, las relaciones de vecindad en los barrios, las laborales en
las fábricas y talleres, o las creadas por el asociacionism o (bandas de m úsica,
M oros y C ristianos) im plicaban a num erosas personas. C onseguir un aval en
estas circunstancias no era dem asiado difícil para las personas que no se habían
significado especialm ente, e incluso para éstas si tenían buenos contactos. Para
las elites locales firm ar un aval im plicaba el retorno de la situación prerepubli-
cana por la que recuperaban su poder de influencia y de prestigio (al m enos
superficialm ente) en sus com unidades.
La m agnanim idad condescendiente de los senyorets con la que repartía
unos kilos de harina cuando el ham bre apretaba, unas pastas y licores cuando
desfilaba su paso en la Sem ana Santa o dejaban espellucar, ahora se transform a
ba en el aval al “rojo” am igo, al pariente de un arrendatario o de un m asero, al
buen cazador que le había acom pañado en sus ratos de ocio. Así m ism o el aval
firm ado era un seguro para captar clientes en sus pugnas con otras fam ilias de
senyorets. Claro está que no siem pre fueron condescendientes y las negativas
debieron existir.
Las esposas, m adres y herm anas se dedicaron a buscar el aval salvador,
una hum illación m ás para los vencidos que no estaban im plicados en delitos de
sangre. El aval servía para atenuar una condena, para conm utar la pena de m uer
te o para conseguir una rápida liberación de los campos de prisioneros. Rafael
Reig asegura que en los prim eros m eses de la posguerra, un aval firm ado por un
sacerdote, el Jefe de Falange y la G uardia Civil conseguía casi siem pre una pron
ta finalización del confinam iento .220 A lgunos se han conservado en el Archivo
M unicipal de O ntinyent, con éste o parecido estilo: “Enrique P.G. Ruego inm e
diata libertad para prisionero de guerra por com pletam ente afecto” , a lo que
seguía una relación de sus actividades durante la República y la G uerra Civil, sin
olvidar, claro está, el entorno fam iliar .221
Una salida para los más poderosos o influyentes sobrepasaba el universo
de los avales, para tocar las puertas de las más altas jerarquías de la dictadura. El
caso del pintor Segrelles es un ejem plo:
219 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.663, legajo 33 (1* parte), expediente 7.
220 REIG SILVAJE, R.: Orgia de pasiones, op. cit., p. 216.
2 2 1 AMO,FCCF.
726
Segrelles, empresonat. Am ics seus ens valem de l ra d m ira d o que li té el
dictador. Se l'a llib era ;222
Els am ics de Segrelles van utilitzar les seues influencies ante el m ateix
Franco, que adm irava la seua pintura, amb el que m olt prom pte va aban
donar la p re só .223
222 Homenatge a Messa. 1945-1995, Comissió Amics de Messa, Albaida, 1995, pp. 7-8.
222 T.O. de Anónimo-A (1996).
224 T.O. de Francesc SFM (1996). Francesc era uno de los jerarcas falangistas que liberaron a Segrelles de
su prisión.
225 AMO, Secretaria. Expedientes Varios 1939, Reunión de 4-X-1939.
727
Así, los juegos de poder personal y fam iliar entre las propias elites dirigí
an la represión en un u otro sentido, con lo que cobra m ayor fuerza la hipótesis
del carácter vengativo, arbitrario y de saldar cuentas del proceso represivo. Casi
siem pre las m ultas se dirigían a avalistas particulares sin relación con el poder
m unicipal o el falangista, oscilando entre las 50 y las 150 ptas.
Las denuncias falsas siguieron sim ilares derroteros. Claro que a este res
pecto deberíam os preguntarnos los parám etros que se seguían para calibrar la
exactitud de una denuncia. ¿Acaso las influencias locales trasladadas al Gobierno
Civil? Porque del contenido podem os aventurar que, en gran parte de los casos,
erraba hasta cuando determ inaban los cargos m unicipales que había ocupado el
denunciado. Las denuncias falsas se persiguieron con fuertes m ultas, por cuanto
suponían un engaño prem editado hacia las jerarquías superiores. En 1943, el
G obernador Civil im ponía 250 ptas. de m ulta a cuatro vecinos de B eniatjar y 500
al alcalde de B enicolet “por form ular denuncias tendenciosas ” .226
Si la represión franquista alcanzó tal m agnitud se debió a su alim entación
a través de las denuncias .227 En este aspecto, la historiografía del franquism o ha
em prendido un viaje fructífero, si tenem os en cuenta la experiencia alem ana. En
este país, los prim eros estudios “desde abajo” ponían el énfasis en la oposición y
resistencia al nazism o de la población alem ana hasta llegar a nuevas interpreta
ciones, después de descubrir con asombro las vivencias de los trabajadores de la
zona industrial del Ruhr, que recordaban felizm ente años que la historia “desde
arriba” señalaba como la preparación de la G uerra M undial (1938-1939) o inclu
so la guerra, hasta 1943.
Los trabajos sobre el H olocausto, la violencia política estatal o el control
social ha puesto de relieve la com plejidad social establecida entre los proyectos
totalitarios nazis y la sociedad, una balanza en la que se podía sospesar la repre
sión m oral, política o social con los beneficios sim bólicos y m ateriales del nazis
mo. La cuestión clave que se pregunta A lf Lüdtke “¿cómo se « a s i m i l a b a n »
estím ulos y exigencias ? ” .228 Las denuncias y delaciones surgidas en el seno de la
sociedad responden parcialm ente a esta pregunta. D istintos trabajos han subraya
do el escaso núm ero de personal de la Gestapo en grandes ciudades del II Reich,
que apoyaban buena parte de sus actividades en las denuncias particulares. Así,
“en D üsseldorf, 126 m iem bros de la Gestapo controlaban una población de
500.000 personas; en Essen, la relación era de 43 funcionarios por 650.000 habi
tantes, en Colonia, 75 funcionarios por 750.000 habitantes (...) en Viena, 850
funcionarios de la G estapo debían controlar una población total que su p eráb alo s
dos m illones de h abitantes . ” 229
728
La investigación de la sección de la G estapo en D üsseldorf ha descubierto
que un 55 por 100 de sus acciones represoras partieron de denuncias particulares.
E sta cifra pone al descubierto la am plitud de la colaboración social con el n azis
m o, sin duda condicionada por m últiples factores, pero que “posibilitó el dom i
nio del poder y con ello la relativa estabilidad del fascism o alem án ” .230 Un
reciente artículo centrado en A ustria ha puesto de relieve la im portancia del
tem a, “La denuncia jugó un papel fundam ental a la hora de elim inar los enclaves
sociales que hubieran perm itido a la población reunirse, discutir y organizar la
resistencia. Por eso, la denuncia debe convertirse tam bién en un objeto de a n áli
sis individualizado ” .231
La sociedad española, en especial la rural, se com portó sim étricam ente al
caso alem án o austríaco, conform ándose como una “sociedad de auto-control” .
La represión franquista se nutrió de las denuncias particulares, de los inform es
de las D elegaciones de Inform ación e Investigación o de los alcaldes, que, al
m ism o tiem po, eran redactados con la aportación de inform antes extraídos de las
m ism as fam ilias, pueblos, barrios y calles de los denunciados. En L lutxent
“denunciaba al principio todos. El alcalde, la Falange y la derecha. P or m iedo o
por esas venganzas entre vecinos, después tam bién gente que nunca se había
m etido en política” . Se denunció absolutam ente todo, incluso insultos verba
les . 232
T ipológicam ente, las denuncias p artic u la res son m uy h etero g én eas.
O bservam os la determ inación de poner fin a una m ala relación vecinal con el
recurso de reforzar el izquierdism o del denunciado. En septiem bre de 1944, un
falangista de A lbaida denunciaba a una vecina que, según su escrito, insultaba a
sus herm anas y madre. La denuncia se adornaba con la adscripción de la m ujer a
la causa antifranquista “izquierdista con idea de ro ja ” . 233 La denuncia se p resen
taba ante la alcaldía para que la cursara ante G obierno Civil.
Las pruebas incrim inatorias elaboradas posteriorm ente aportaban las p ru e
bas para los Consejos de G uerra o los expedientes abiertos por las ju risd iccio n es
fran q u istas (depuraciones, R epresión de la M asonería y del C om unism o,
R esponsabilidades Políticas), se em pleaban para im poner m ultas o sanciones en
el caso de los ayuntam ientos o abastecían los inform es del Gobierno Civil.
D enuncias desde la propia com unidad, denuncias a personas que habían
visto en tal o cual sitio a vecinos de su pueblo, que habían ocupado cargos de re s
ponsabilidad en com ités, consejos m unicipales o colectividades. Los denuncian
tes conocían con fidelidad las consecuencias de sus actos. C ongraciarse con las
nuevas autoridades para borrar su pasado o el de algún fam iliar, o sim plem ente
para colocarse en un buen lugar respecto al poder en épocas de m iseria, o la m era
asunción del discurso franquista contra los vencidos, soportaban el edificio
represor.
230 LÜDTKE, A.: “De los héroes de la resistencia a los coautores. « A llta g sg esch icte» en Alemania”, op.
cit, p. 62.
231 DE TORO MUÑOZ, F. M.: “Policía, denuncia y control social: Alemania y Austria durante el Tercer
Reich”, op. cit., p. 134.
232 T.O. de Rafael Canet (1996).
233 AMA, Correspondencia 1944, 26-IX-1944.
729
El registro oral recogido en A lbaida nos relató la captura de José Pía, un
oficinista socialista, presidente del prim er com ité. Al parecer huyó a Francia des
pués de la guerra para volver m eses después a A lbaida, desde la que, vestido de
agricultor, se trasladó a pie por la vía férrea hasta la estación de la Pobla del Duc
y, desde allí, a Valencia. A llí se encontró con un albaidense a quien com entó que
pensaba viajar a A licante para intentar conseguir un billete en algún barco. Su
paisano le denunció rápidam ente y fue trasladado a San M iguel de los Reyes
antes de ser fusilado en P aterna . 234
Otras veces el denunciante no podía aventurar lo que sucedería más tarde
y ahora, con lágrim as en los ojos, uno de los entrevistados nos afirm ó que jam ás
había podido lim piar de su conciencia la m uerte que había ocasionado su denun
cia. Esta persona, de una fam ilia católica próxim a a la DRV y a Falange, había
tenido que soportar que un jornalero socialista de su pueblo pasara por su dom i
cilio todos los días para tom ar un café, que era pagado sistem áticam ente por el
derechista. El jornalero le pidió am ablem ente, que le prestara (sin cobrarle arren
dam iento alguno) un pequeño campo, para ayudar al m antenim iento de su num e
rosa fam ilia. El derechista, después de la guerra, acudió presuroso a denunciar
estos hechos, adornándolos con una decoración de am enazas de m uerte a él y a
su fam ilia, que, según nos declaró en la entrevista, nunca existieron .235
Las denuncias podían term inar de cualquier m anera. La ju stic ia franquista
era tan indiscrim inada como dirigida de m anera m uy concreta a los cuadros p o lí
tico-sindicales de la izquierda rev olucionaria y el republicanism o. Josefa
Penadés, una jo v en de A ielo de M alferit, como otras chicas jóvenes de la época
tenía un novio “sin ninguna vinculación política, fue herido durante la guerra, se
encontraba en el hospital cuanto term inó la contienda, un joven de A ielo lo vio y
lo denunció como com unista, fue fusilado por ello con 2 2 años ” .236
Desde el 5 de ju n io de 1939 estaban llegando “rum ores”, palabra am plia
m ente repetida en la lexicografía franquista, acerca de algunas frases pronuncia
das por un tejedor com unista de O ntinyent en las que se jactab a públicam ente de
haber participado en paseos. Estas denuncias llevaron al alcalde a actuar, presen
tando un inform e ante el Juez M ilitar cinco m eses después, en el que significaba
al tejedor como “uno de los elem entos que m ás se destacó como escopetero (...)” .
A pesar de esta grave acusación, vivía tranquilam ente en la ciudad. No sabem os
qué decidió al alcalde a actuar tan tarde. El caso es que, el propio alcalde afirm a
ba en su inform e que “no ha sido posible concretar las personas ante las cuales
el procesado” había pronunciado la frase en cuestión. Por tanto, o bien el alcal
de buscaba el procesam iento del tejedor, o bien los denunciantes, sabedores en
234 Este relato no corresponde con exactitud a los hechos reales. Hemos omitido nombres propios que nues
tro entrevistado no dio por sus posibles implicaciones actuales.
235 por obvias razones hemos cumplido nuestra promesa ante el entrevistado de no desvelar ni los nombres
ni la población en la que tuvieron lugar estos hechos.
236 BARBER: “Personas. Josefa Penadés Barber”, Llibre de Moros i Cristians. Aielo de Malferit, 2001, pp.
99-100. Joaquín Barber no aparece en el listado de las víctimas franquistas de Aielo de Malferit. Pero es de
suponer la veracidad del relato en boca de su novia.
730
segunda instancia de los efectos que podía ir parejos su denuncia, decidieron des
entenderse del asunto .237
Las denuncias particulares sustentaron la represión franquista. Sin la
im plicación de una parte de la sociedad civil, la labor represora hubiera alcanza
do unas cotas infinitam ente menos elevadas. Unos por venganza por los sucesos
de la retaguardia, otros por viejos odios fam iliares y personales que m uchas
veces se rem ontaban en el tiem po, tam bién por agradar a las nuevas autoridades
y, de paso, lim piar el pasado propio o el de algún fam iliar, por convencim iento y
agradecim iento al régim en que había term inado con la pesadilla de la subversión
social y el ataque a la Iglesia Católica. Siem pre hubo quien pensaba beneficiarse
económ ica o laboralm ente de su denuncia o declaración. Todos estos condicio
nantes pesaron en las denuncias. Así, de una m anera sim ilar al caso del nazism o
alemán, la violencia política se construía de abajo a arriba ayudando a aum entar
la violencia ejercida y tolerada por el poder y destrozando las com unidades ru ra
les y en general la sociedad . 238
Tan sólo hem os tenido acceso a dos denuncias, aunque en los inform es
falangistas y de las alcaldías se hace patente, con nom bres y apellidos, el nom
bre de los inform antes o de los denunciantes. Vicente Francés R evert, posterior
m ente alcalde y jefe local falangista de Fontanars firm aba una denuncia el 14 de
septiem bre de 1939 “para que la Justicia practica las averiguaciones pertinentes
y castigue a los culpables de estim arse delito (...)“ . Los denunciados eran un
m atrim onio formado por Fem ando G arcía A ngel y su esposa C ristina Prats
M ollá, m aestra nacional, acusados de ser “personas de extrem a izquierda, exalta
dos propagandistas de la causa roja, que se hacían lenguas y gritaban de un modo
plebeyo, indigno de su representación social, los vivas m arxistas de ¡Viva la
República! y ¡Viva la R evolución social! (sic)“ .
Vicente Francés no se conform ó con indicar las ideas izquierdistas del
m atrim onio. Salpicó al resto de la fam ilia, en la línea m uy querida por el fran
quismo, de una pretendida perpetuación genética del izquierdism o
Para que vea el estilo fam iliar, es digno de hacer constar que su hijo
Eduardo García Prats era un destacado socialista que daba m ítines m ar
xistas; y las hijas de Cristina y hermanas de Eduardo, prestaban servicio
como m ilicianas enferm eras en el H ospital de Inválidos rojos voluntarios
(...) siendo además mujeres antifascistas.239
731
La segunda term inó en un Consejo de Guerra. Francisco. T. denunció a dos
jóvenes herm anos de O ntinyent, ambos m ilicianos (uno cenetista y otro izquier
dista) y labradores. El resum en del proceso es un indicativo de algunos rasgos de
la violencia en la retaguardia. Uno de los herm anos, m iliciano guardián de la cár
cel abierta a principios de la guerra, propinó una paliza a uno de los presos,
según su propia declaración, “para vengarse de este señor, que habia apoderado
de una perra de su propiedad con anterioridad al 18 de ju lio ” . La acusación más
grave contra los herm anos consistía en la busca del denunciante (escondido en
A lcoi) y en el saqueo de su casa, debido a que Francisco. T. había causado la
m uerte, involuntariam ente, del padre de los herm anos. El Consejo de G uerra des
estim ó procesarlos por estas cuestiones “por estim ar que los procesados pudieran
actuar por estím ulos tan poderosos”. 241 En las calificaciones de quintos de
O ntinyent sobresale la aportación de las denuncias particulares: “Por sus conver
saciones de izquierdas” ; “Hablando en contra de los nacionales” ; “H ablando en
contra en la calle y reuniones” ; “Propagandista am enazando” o “Provocador en
sus palabras ” .242
Las denuncias no sólo sustentaron el aparato legal represor directo creado
por el franquism o (C onsejos de Guerra, R esponsabilidades Políticas, depuracio
nes...). Perm anecieron a lo largo de la década de los cuarenta, con lo que se
increm entaba la sensación opresora de la dictadura. N unca hasta el franquism o el
control social había adquirido unos com ponentes tan dem oledores. U na m ilitan-
cia política o sindical de antaño podía com portar castigos diversos.
Pero el afán de sum ir al vencido en el silencio no se interrum pió, atrapan
do desde el barrio de la ciudad hasta el pequeño pueblo, en el que la denuncia era
un cóctel de venganza política, personal, fam iliar, de conflictos propios de pue
blos agrícolas (un pleito sobre un camino, una pugna en la com pra de un
cam po...), de sim ples y hum anas anim adversiones personales. Cóctel que el fran
quism o conducía al terreno penal. Es en estos pequeños pueblos en los que el
franquism o resultó una p esad illa orw elliana, una am enaza que flotaba sobre el
casino, la taberna, la partid a de pelota, el lavadero público, el alm uerzo en el
cam po, el corrillo en las noches de verano, llegando incluso a la intim idad de los
hogares.
Salem contaba con 675 habitantes censados en 1940. En nada se había des
tacado durante la R epública. En la guerra se produjeron destrucciones en el tem
plo parroquial, salvando la im agen del patrono San M iguel. Este pasado no fue
óbice para que el alcalde pusiera en conocim iento del G obernador C ivil en sep
tiem bre de 1943 la actitu d de Juan G ilab ert, un ex o ficial del E jército
Republicano, quien “tiene por norm a indecente dedicarse con asiduidad a des
prestigiar nuestro régim en y G lorioso M ovim iento N acional, siendo frecuentes
las frases contra las figuras de nuestra C ruzada que profiere en todas partes, de
2^1 AMO, FJ, RP, caja 18, Consejo de Guerra núm. 13.313, 20-XII-1940.
242 AMO, Correspondencia 1941, listados de soldados clasificados como desafectos “D” de los reemplazos
1936-1941, s/f.
732
ideas anarquizantes y disolventes propaga a los cuatro vientos del pueblo y en los
circunvecinos a donde se traslada ( . . . ) ” . 243
Paco M esa, quan s ’acaba la guerra ell va acudir a la casa de Josep Giner
Monzó, el meu sogre, que era cárter d ’Albaida. Va entrar a llí d'una m ane
ra m olt lis tilla:
Senyor Pepe, vine a p e r la seua pistola
Escolta, j o no he tingut mai pistola. Jo he siguí sem pre cárter.246
Arm ados, y sin cortapisas legales de ningún tipo, los falangistas im pusie
ron su ley. Para el caso no hubo diferencias de origen, poco o nada im portó que
fueran “cam isas viejas” o de “aluvión” . Fueron copartícipes de igual grado en la
tarea de lim pieza política de sus pueblos y ciudades. Francisco M esa, artista
albaidense “cam isa vieja”, proclive al sector fascista de FET, ha dejado escritas
243 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Publico, caja 3.664, legajo 36 (1* parte), expediente
22 .
244 Esta inquina antifalangista ha sido recogida en SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en
la Valencia de la posguerra”, en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A. (eds.).: Elfranquismo en Valencia. Formas de
vida y actitudes sociales en la posguerra, op. cit., pp. 187-233 (p. 203). En general, cualquier estudio sobre
el franquismo realizado con fuentes orales o informes del período constata el antifalangismo. Por ejemplo
GÓMEZ RODA, J.A.: “Actitudes y percepciones de la posguerra en Valencia. Informes de Falange, policia
les, diplomáticos y del Partido Comunista”, en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A. (eds.).: El franquismo en
Valencia. Formas de vida y actitudes sociales en la posguerra, op. cit., pp. 77-116.
243 AAO, informe de 8-IV-1939 y 18-IV-1939. Significativamente, este es uno de los documentos “desapa
recidos” del Arxiu Municipal de TOlleria.
246 T.O. de Josep Vañó (2003).
733
en sus m em orias sus im presiones sobre la represión falangista en A lbaida. Su tra
yectoria personal es m uy parecida a la de D ionisio Ridruejo
734
encuentra actualm ente en la cárcel” y anunciando el suicidio de uno de ello s .252
Un inform e del alcalde de A lbaida al G obernador Civil afirm aba que “tanto las
Fuerzas del M ovim iento como la población en general, han cooperado con entu
siasm o p ara localizar y descubrir esta clandestina red que trataba de socavar la
A utoridad del N uevo Estado ” .253
Sin em bargo, el registro oral de un vecino de la Jefatura Local, que p re
senció directam ente los hechos, es m uy diferente. Ese día había soplado un inten
so poniente (característico de estas fechas en la com arca) que había arrancado el
cartel. El grupo de “cam isas viejas” de M ontaverner estaba sumam ente m olesto
con la excarcelación de un grupo de izquierdistas, después de cum plir su conde
na, antiguos m iem bros del Comité. D ecidieron aprovechar el incidente para dete
nerlos y propinarles una descom unal paliza que term inó con el suicidio de uno de
ellos y secuelas de por vida para el resto, y no sólo físicas . 254 Ha sido totalm en
te im posible plantear a los supervivientes la posibilidad de ser entrevistados. En
total, fueron detenidos diez vecinos de M ontaverner, entre ellos cinco m ujeres, y
tres de A tzeneta, todos com unistas.
Según el registro oral, la autoridad m ilitar de X átiva ordenó su liberación
inm ediata. El inform e falangista hace referencia a que los interrogatorios (al
parecer m ás bien torturas) fueron llevados a cabo por falangistas enviados desde
la Jefatura Provincial. La m ism a fuente oral nos inform ó de la llegada de un juez
enviado desde M adrid, aunque la m em oria del pueblo apunta la actuación de un
ju e z m ilitar desde la Com andancia M ilitar de A lbaida, que llegó a “ acusar de
m alos tratos a los falangistas que habían presenciado las detenciones ” .255
Esta faceta de acom pañam iento represor directo no la abandonó nunca,
recibiendo una inyección en la guerra contra la guerrilla, ya subordinada Falange
a la G uardia Civil y el Ejército. En cam bio, la función reservada a las
D elegaciones de Inform ación e Investigación es de vital im portancia en la com
prensión de los m ecanism os represores .256 Esta D elegación contiene la clave
para com prender la participación y actuación falangista en la represión.
Encargadas del control socio-político dentro del organigram a del Partido,
estas delegaciones, según noticias indirectas, contaban con un archivo com pues
to con fichas personalizadas de las personas consideradas “desafectas”, iniciaban
investigaciones e inform es em itidos al organism o dem andante, especialm ente el
2^2 AGA, Sección Presidencia. Gobierno. Secretaría General del Movimiento. DNP-caja 67. Informe de
marzo de 1941. Tomado de GÓMEZ RODA, J.A.: “Actitudes y percepciones de la posguerra en Valencia.
Informes de Falange, policiales, diplomáticos y del Partido Comunista”, op. cit., pp. 87-88. AMA,
Correspondencia Salidas 1939-1941.
253 AMA, Caja Correspondencia Salidas 1939-1941, oficio de 27-11-1941.
234 Según relato de Ramón Juan Revert. Su padre fue testigo del arranque por efectos del viento del cartel y
los posteriores hechos son vox populi en Montaverner.
255 GÓMEZ RODA, J.A.: “Actitudes y percepciones de la posguerra en Valencia. Informes de Falange, poli
ciales, diplomáticos y del Partido Comunista”, op. cit., pp. 87-88.
236 A pesar del relieve de esta Delegación, todavía no cuenta con estudios detallados de su personal y de su
dinámica, v. THOMÁS IANDREU, J. Ma.: “La configuración del franquismo. El partido y las instituciones”,
Ayer, 33, 1999, pp. 41-63.
735
ayuntam iento y los tribunales encargados de las jurisdicciones especiales, ade
más de la expedición de avales. Por últim o, tam bién investigaban a los futuros
vocales o concejales y a los propios m ilitantes y adheridos.
La única noticia sobre sus actividades nos viene desde O ntinyent. Su
Jefatura se vanagloriaba que entre el 11 de abril de 1939 y el 17 de agosto de
1940, la D elegación de Inform ación e Investigación había abierto 1.227 expe
dientes, había cursado 783 hojas de garantía y 2.000 reconocim ientos de firm as,
adem ás de colaborar “activam ente” en la detención de republicanos e izquierdis
ta s . 257
Los escasos nom bres localizados de sus delegados no guardan una relación
con las divisiones de procedencia establecidas. Era indiferente que el delegado
fuese un “cam isa vieja” , un antiguo social-católico o un tradicionalista. Eso sí,
no aparecen nunca fetistas conceptuados como “ apolíticos” o im precisam ente
como “derechas”. Según parece se buscaba personal convencido, posiblem ente
derechistas activos durante la República, que habían sufrido alguna m odalidad de
persecución durante la guerra, y que se había fascistizado por su contacto con la
violencia.
Las D elegaciones de Inform ación e Investigación no actuaban de m anera
independiente de otros poderes locales. En A lbaida y O ntinyent se observa que,
en gran núm ero de casos (pero no en todos), los inform es confeccionados por la
alcaldía y la D elegación son idénticos y, cuando esto sucede, la alcaldía copia el
inform e falangista. La eficiencia de esta D elegación contrasta poderosam ente
con la ineficacia de las otras delegaciones falangistas, lo que refuerza la idea de
que para FET esta tarea era una de las más im portantes, por su capacidad de con
trol social y por el poder que le otorgaba en una com unidad rural. En cada
Jefatura existía una D elegación hasta que, en enero de 1940, se suprim ió para los
pueblos m enores de 8 . 0 0 0 habitantes, en los que fue sustituida por un enlace
local de Prensa y Propaganda. Subsistió un servicio de investigación designado
con una letra clave.
A la G uardia Civil le correspondió el papel ejecutor. O bedecían órdenes.
Como quiera que sus dotaciones no pudieran ser vecinos de la localidad a la que
estaban destinados, no tenían establecidos grandes vínculos con sus habitantes.
Los inform es encontrados en los expedientes de R esponsabilidades P olíticas no
son particularm ente virulentos, m ás bien asépticos, eso sí, su desconocim iento de
la vida local les hace in cu rrir en erróneas apreciaciones en cuanto a las afinida
des políticas. En algún caso, m oderaron la represión. Un socialista de la Pobla
del Duc, que guardaba buena am istad con el Com andante de Puesto por la coin
cidencia en sus aficiones cinéticas, supo por el oficial que los falangistas locales
pretendían cursar 300 denuncias. El oficial les convocó en su despacho y les dijo:
“ Señores. Es mi deber com unicarles que no puedo tram itar estas denuncias.
M ucha gente inocente podría morir. Por lo tanto, voy a hacer todo lo posible para
que no lleguen a A lbaida ” .258
257 AMO, Memorias de Secretaria 1924-1970, Memoria de 1940, informe del Delegado de 17-VÜI-1940.
258 T.O. de José M* Bordería (1998).
736
La fuga de José Q uiles y su posterior detención son una excelente radio
grafía de los actores de la represión franquista. Refugiado el líder cenetista en la
erm ita de San Esteban, su erm itaño denunció su presencia a un vocal de la
C om isión G estora. En su detención participaron 4 falangistas y la G uardia Civil.
El erm itaño recibió a cambio com ida y ropa por valor de 250 ptas. Así pues, una
denuncia particular desató la búsqueda y captura de José Q uiles dirigida por las
fuerzas de orden público, ayudadas por los param ilitares del régim en, los falan
g istas .259
La Iglesia desem peñó un protagonism o am bivalente. Virtudes cristianas,
como el perdón o la concordia, afloraron m uy poco en los labios y las plum as de
los eclesiásticos de los años cuarenta y cincuenta. En la pastoral de Prudencio
M eló (mayo de 1939), arzobispo de Valéncia, no había palabra alguna de perdón
hacia los vencidos. Como ha puesto de m anifiesto Julián Casanova, colaboró
activam ente en la represión franquista desde el principio de la guerra civ il .260
Los avales expedidos por los eclesiásticos se situaban al m ism o nivel para
la decisión final sobre el futuro de una persona (Consejo de Guerra, depuración,
R esponsabilidades P olíticas...) que los firm ados por Falange, el alcalde o las éli
tes locales. Las jurisdicciones especiales del franquism o establecían el inform e
de un representante de la Iglesia en sus expedientes. La Iglesia se podía haber
negado a colaborar hasta este extrem o, haber m ostrado una neutralidad en sus
inform es o haber tendido hacia la exculpación. N ada de esto hizo de m anera
generalizada. Los párrocos locales colaboraron de buen grado en la represión
franquista. Recuperaban, de este m odo, su papel director en la sociedad españo
la y dirigían la gran expiación del anticlericalism o de la R epública y la Guerra.
En la Causa G eneral se han encontrado testim onios incrim inatorios de los
párrocos hacia vecinos de la localidad. Así, el sacerdote de A gullent acusaba a
los izquierdistas locales del incendio de las im ágenes. El de Ráfol de Salem cul-
pabilizaba al Comité y a uno de los gestores de ascendencia blasquista y después
com unista. En rO lle ria se señaló a tres personas a lo que añadió “entre otros” .
El titu lar de la parroquia de M ontaverner fue el más directo en una declaración
de la que se podían derivar verdaderas consecuencias: “M uchos de los que p arti
ciparon se hallan en libertad (1943) y continúan con las m ism as ideas sobre la
Iglesia ” .261
Antonio Vañó tam bién sufrió la ira vengadora de los que predicaban el
perdón de los pecados. Aunque salvó la vida del sacerdote de M ontaverner esto
no le sirvió en la posguerra:
259 AMO, libro 24, Libro de Actas, acta de 20-VIII-1940 y Correspondencia 1940, informes de 20-IX-1940
y 16-Vni-1940.
260 CASANOVA, J.: La Iglesia de Franco, Temas de Hoy, Madrid, 2001.
261AHN, CG, PP, legajo 1.380, tomo XLV, caja 1 (Agullent); legajo 1.368, tomo XI, caja 2 (Ráfol de Salem)
y para Montaverner, legajo 1.368, tomo X, caja 1.
737
Després, quan j o vaig estar condem nat a mort, va anar la meua cosina a
veure-lo, la meua cosina Encarna, a veure, si podia, que firm a ra una carta
i va dir que no. Inclús hi havia en Atzeneta també condem nats a m ort i van
tantejar-lo, i no.262
Hay que hacer constar que la represión provino especialm ente de abajo, de
la calle, de las autoridades y falangistas locales y, desde allí, llegaba a las instan
cias más elevadas. Uno de los escasos llam am ientos a favor de la concordia
social lo protagonizó en su sesión de investidura, como alcalde de r o i le r ia , José
E steve Olcina, con estas palabras “hace un llam am iento a los m ism os para que
desaparecidos de todo afán de persecución o venganza, no nos guie otro deseo
que el de la ju sticia em anada del Caudillo, ( , . . ) ” .265
Con todo, la dirección de la represión era m ultiform e. El im petuoso joven
ontiñentino que había arrancado un crucifijo del pecho de un jo v en , y que dejá
bam os atribulado en com pañía de Rafael Reig, term inó ante un Consejo de
Guerra en el verano de 1944 que sobreseyó su causa ante la falta de pruebas.
Pero, como quiera que estaba en filas en el m om ento de los hechos, el
G obernador Civil rem itió el resultado del juicio al Coronel del Regim iento de
A rtillería n° 43 de Paterna, por si consideraba oportuno establecer algún tipo de
sanción . 266 Lo realm ente im portante es que no quedara im pune la acción, por la
738
ofensa hacia la Religión C atólica y el ejem plo sobre la sociedad. H abía sorteado
la condena de la jurisdicción m ilitar, pero un nivel represivo, el G obernador
C ivil, instaba p or propia voluntad a ejercitar algún tipo de castigo.
El grado de coacción para participar en la represión, con las denuncias o
la negativa a firm ar un aval, no debe ser subestim ado. El m iedo es un poderoso
veneno para la dignidad. La fuerza tam bién fue em pleada para facilitar las tare
as represivas. Faustino, herm ano de José Cuquerella, era el encargado, con su
cam ión, el único útil en Benigánim , de transportar a los detenidos a Valencia.
Llegó un m om ento en que no pudo resistir la visión del sufrim iento de prisione
ros y fam iliares y dejó de acudir a su m isión. Expeditivam ente, la G uardia C ivil
detuvo a su p ad re . 267
Las ansias de revancha y som etim iento del franquism o se com pletaron con
el establecim iento de un corpus jurídico especial para sancionar económ icam en
te a los vencidos. Esta dirección ju rídico-legal (Ley de R esponsabilidades
Políticas) estuvo com plem entada con otras acciones extralegales, de com plicado
seguim iento, continuando con la dinám ica generalizada de la represión franquis
ta y del propio régim en: el camino paralelo de lo legal y lo extralegal.
De las acciones extralegales hem os encontrado dos casos en la com arca.
Ambos son fruto de la extrem a fragilidad de los vencidos en la España de la pos
guerra, sin el recurso de exponer sus dem andas de una m anera convincente ante
cualquier tribunal o Juzgado de Paz. Y tam bién de las ansias de revancha y del
aplastam iento del vencido. En Benigánim se exigió dinero a los republicanos m ás
destacados para reparar los edificios religiosos. Al padre de José C uquerella,
entre otros, se le ordenó la entrega de 4.000 ptas. (toda una fortuna) para fundir
las cam panas de la iglesia, con la am enaza de ingresar en prisión si no lo
hacía . 268 Las relaciones personales de los pueblos, que podían atenuar o agravar
la represión, son evidentes en este caso. Cuando José acudió a pagar la cantidad,
el secretario del ayuntam iento se negó a cobrarla. A unque posteriorm ente fue
convocado perentoriam ente por el Jefe de Falange y casi le costó el puesto de tra
bajo .269
En octubre de 1939, la insuficiencia presupuestaria de la Jefatura falangis
ta de O ntinyent había detenido la construcción de un Campo de D eportes. Los
falangistas decidieron aplicar “una actuación revolucionaria” para recaudar fon
dos, que im plicaba un castigo más sobre los vencidos:
739
dose a la D elegación de Inform ación e Investigación el encargo de p resen
tar la lista de las personas que reúnan las m encionadas circunstancias.270
740
nacionalidad, con la finalidad de “liquidar las culpas (...) contraídas por quienes
contribuyeron con actos u om isiones graves a forjar la subversión roja, a m ante
nerla viva durante más de dos años y a entorpecer el triunfo (...) del M ovim iento
N acional” . En los casos de expropiación de bienes, estas sentencias afectaban
tanto a particulares como a los bienes m uebles o inm uebles de partidos, sindica
tos, asociaciones afectas al Frente Popular o a la M asonería. A sí, com o ha seña
lado M atilde Eiora, se llegó hasta la incautación de las C ooperativas dé Casas
B aratas . 273
La determ inación franquista de saldar cuentas con todos y todas las p erso
nas que se habían atrevido a cuestionar el orden tradicional es evidente en la
exposición de su A rtículo I o de los actos sujetos a R esponsabilidades Políticas
las personas, tanto ju ríd ica s como física s, que desde el prim ero de octu
bre de 1934 y antes del 18 de ju lio de 1936 contribuyeron a crear o a
agravar la subversión de todo orden de que se hizo victim a a España y de
aquellas otras que, a p a rtir de la segunda de dichas fech a s, se hayan
opuesto o se opongan al M ovim iento N acional con actos concretos o con
p a sivid a d grande. .
273 EIORA SAN FRANCISCO, M.: Viva Franco. Hambre, racionamiento, falangismo. Málaga, 1939-1942,
op. cit, p. 216.
274 ABELLA, R.: La vida cotidiana en España bajo el régimen de Franco, Argos Vergara, Barcelona, 1985,
p. 37. En el ámbito estatal la síntesis de MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., pp. 346-349.
741
cárcel o la m uerte, la depuración de su puesto de trabajo, la actuación de los tri
bunales que aplicaban Ley de R epresión de la M asonería y el Com unism o o la de
R esponsabilidades Políticas. La práctica diaria de los tribunales vulneró repeti
dam ente el texto de la LRP, persiguiendo cronológicam ente, m ás allá de la fecha
de octubre de 1934, como sucedió en la Ribera Baixa, con expedientes que con
tenían como principal acusación, la participación en los “sucesos” de C ullera de
1911,275 creando una jurisprudencia claram ente arbitraria. Por últim o extendía,
en un claro deseo de am pliar la penetración social del terror, la acción de la ley
a los fam iliares del encausado, aunque éste hubiera ya m uerto previam ente.
La LRP se engloba en las m odalidades de “represión económ ica” puestas
en p ráctica p or el franquism o, sin duda, la más elaborada estrategia, ya que auna
ba la recepción de bienes y cantidades en m etálico de los vencidos, con la fin a
lidad de la reconstrucción del país arrasado por la guerra, puesto que para el fran
quism o victorioso, a los perdedores les correspondía el pecado original de haber
ocasionado la guerra, jun to a la pretensión de aterrorizar al expedientado y a su
fam ilia m ientras el expediente seguía su curso, forzarle a buscar los avales p er
tinentes y asegurar su som etim iento, m ientras que concedía un poder de control
social desm esurado a las elites locales que denunciaban y avalaban a la vez.
Como quiera que una gran parte de los inculpados pertenecía a la clase obrera o
la pequeña burguesía, las penas en m etálico eran im posibles de cobrar. N o im por
taba m ucho, ya que lo que se pretendía en últim o térm ino era m ás atem orizar que
castigar, crear un am biente de terror que asegurase la sum isión.
Sin em bargo, a pesar de la incidencia social que se deduce del texto legal,
los estudios sobre la LRP son muy escasos, debido, principalm ente a la dificul
tad para encontrar los expedientes depositados en los archivos ju d iciales de los
Juzgados de Instrucción (com o el caso de A lbaida) o de las A udiencias
Provinciales. Tal y como ha sucedido frecuentem ente en la literatura histórica
sobre la represión franquista, las carencias han provocado la búsqueda de fuen
tes alternativas. M iguel Ors en A lacant , 276 M atilde Eiroa en M álaga o Julián
Chaves en C áceres,277acuciados por el déficit docum ental, fijaron su atención en
el B oletín O ficial de sus provincias respectivas. Este trám ite estaba contem plado
en la LRP, con el fin de que el encausado tuviera conocim iento de la apertura del
expediente, b u scar testim onios sobre su conducta y, adem ás, es el resultado de la
general norm a de ejem plaridad de la represión franquista. Posteriorm ente, el
BOPV debía consignar el nom bre y apellidos de los represaliados, el dom icilio
en el que estaban censados, la profesión y la sentencia final.
En nuestro caso, después de constatar la carencia de los expedientes de
R esponsabilidades Políticas en am bos partidos judiciales, acudim os al vaciado
27^ CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Características y desarrollo de la violencia polí
tica en la Ribera Baixa (1936-1945), op. cit., p. 108.
27^ Miguel Ors señala que para la provincia de Alacant, “los expedientes de responsabilidades políticas fue
ron destruidos en gran parte”, en MARTÍNEZ LEAL, J. y ORS MONTENEGRO, M.: “La represión de pos
guerra en Alicante (1939-1945)”, op. cit., p. 25.
277 También CHAVES PALACIOS, J.: “La represión contra los disidentes: consecuencias de la Ley de
Responsabilidades Políticas en la provincia de Cáceres”, en II Encuentro de Investigadores del Franquismo,
op. cit., t. II., pp. 97-108.
742
del B oletín O ficial de la Provincia de Valencia. Pero esta fuente, al m enos en
nuestro caso, ha ofrecido una inform ación muy irregular. En algunas relaciones
se ofrece el lugar de origen y la sentencia (aunque era de obligada difusión públi
ca), en otros solam ente el prim er dato. La profesión del expedientado tam poco
tiene una continuidad en las páginas del BOPV. Se han observado abundantes
errores en los nom bres y, especialm ente, en los apellidos, con lo que se hacía
im prescindible una dificultosa y prolija confrontación con los padrones de habi
tantes y otras fuentes estadísticas, entorpecida por las sim ilitudes en los apelli
dos, propios de las pequeñas poblaciones. Estos condicionam ientos previos han
podido pesar en la persistencia de errores puntuales.
El aporte docum ental se com pletó con los 26 casos encontrados en la
S ección Ju sticia-T rib u n al N acional de R esp o n sab ilid ad es P o lític a s de la
A udiencia Provincial de Valencia, en el A rchivo G eneral de la A dm inistración
del E stado.278 Eran m eram ente una copia de la sentencia em itida desde Valencia,
donde aparece un resum en de los cargos por los que fueron juzgados en Consejo
de Guerra, así como la sentencia del Tribunal R egional de R esponsabilidades
P olíticas-A udiencia de Valencia (TRRP) transm itida al Tribunal N acional de
R esponsabilidades Políticas. Por últim o, los archivos m unicipales contenían en
su serie de C orrespondencia nom bres y apellidos de encausados y, en algunos
casos, inform es de las Jefaturas falangistas locales o del ayuntam iento, que han
com pletado, para algunos, datos personales como la edad, profesión, afiliación
político-sindical, bienes o valoración de los cargos.
A sí p ues, nos veíam os obligados a lim ita r el estudio de las
Responsabilidades Políticas en la Valí d'A lbaida a una m era cuantificación y a su
distribución geográfica, muy lejos, pues, de la exhaustividad y profundidad de
los trabajos de G licerio Sánchez sobre el Partido Judicial de M onóvar,279 una
m onografía pionera en este tem a, que ha sentado las bases m etodológicas para
posteriores investigaciones;280 de Ana Rosa Frías sobre la provincia de Soria;281
o de la investigación coral coordinada por Conxita M ir sobre la provincia de
Lleida (1997), referente básico por la gama de conclusiones y m atices sobre la
represión económ ica y los m ecanism os de la represión franquista.282 Las más
recientes m onografías locales se han preocupado por estudiar la ram a económ ica
de la represión franquista representada por la actuación del TRP.283
743
En el verano del 2002, la dirección del A rchivo M unicipal d'O n tin y en t
inició la tarea de inventariado y catalogación del fondo del A rchivo del Juzgado
de Prim era Instancia de O ntinyent (que tam bién contenía docum entación de
A lbaida) que pasaba a constituir el Fons Judicial de la Valí d'A lbaida. Entre estas
cajas aparecieron los expedientes que el Tribunal Regional de R esponsabilidades
P olíticas envió en 1942 al Tribunal del Partido Judicial de O ntinyent. G racias a
la rapidez en el inventariado y la im plicación personal del archivero, Vicent
Terol, sus cajas estuvieron m uy pronto al servicio del investigador.
Los expedientes consultados no recogen la totalidad de docum entación
con la que trabajaron G licerio Sánchez o el equipo coordinado por C onxita Mir.
Para el Partido Judicial de O ntinyent, los expedientes condensan una copia de las
sentencias em itidas por los consejos de guerra, la sentencia definitiva del TRP y
en algunos casos los inform es de valoración de bienes y declaraciones juradas de
los inculpados. Después de elim inar los nom bres repetidos, el núm ero de perso
nas enjuiciadas por el TRP en la com arca de la Valí d 'A lb aid a alcanza la cifra de
868, considerando que posiblem ente algunos nom bres del Partido de A lbaida
pueden ser erróneos pero que, con toda seguridad, faltan m uchos. No todos los
que pasaron por un Consejo de G uerra han aparecido en los listados del BOPV ni
entre los expedientes del Fons Judicial. Se ha dejado de consultar los expedien
tes de la Font de la Figuera, p or su carácter extracom arcal. En esta m asa docu
m ental del Partido Judicial de O ntinyent se han encontrado un expediente de
siete vecinos de rO lle ria (Partido Judicial de A lbaida) y en otro fondo, un expe
diente de 12 vecinos de Llutxent.
Los casos de represaliados sin pasar por el Consejo de G uerra, de pasado
derechista o m ilitantes falangistas, son muy indicativos del sentido represor de la
ley y de la corrupción reinante en la posguerra. En B ocairent, un carnicero, un
com erciante de granos y dos em presarios textiles fueron procesados, acusados de
haber trabajado con los departam entos de abastos y del Control Textil. Con estos
expedientes, abiertos por el propio Tribunal se pretendía sancionar, aunque fuera
únicam ente con la inquietud que se derivaba de la apertura de un expediente
(todos fueron sobreseídos), a los que habían obtenido beneficios económ icos con
alguna institución republicana. El expediente contra tres vecinos de A ielo de
M alferit, los tres considerados “afectos” , por venta ilegal de algarrobas, es el
único contra el desorbitado m ercado negro de la posguerra. Por noticias indirec
tas, conocem os que dos herm anos represaliados en A lbaida fueron consecuencia
de una denuncia de la Jefatura falangista.
744
V alencia estaba presidido por el Capitán de com plem ento de Caballería, Enrique
de Iturriaga y Aravaca.
D esde el punto de vista penal, el TRRP ordenaba a los Jueces Instructores
la instrucción de un expediente sobre dos fuentes de aprovisionam iento: la n o ti
ficación del C onsejo de Guerra por parte de la Justicia M ilitar, o bien las denun
cias de particulares y otras instituciones (FET, G uardia Civil, ayuntam ientos),
que tam b ién p o dían cu rsarlas directam ente al Juzgado P ro v in cial de
R esponsabilidades Políticas, a través del Juzgado de Prim era Instancia o el
Juzgado M unicipal. En el Fons Judicial de O ntinyent, casi la totalidad de expe
dientes provienen de los iniciados después de un Consejo de Guerra. El TRRP
tenía otra im portante atribución como era dictar sentencias.
A proxim adam ente en un mes el TRRP enviaba la docum entación al
Juzgado del TRP, después de citar a declarar al inculpado, notificarle los cargos,
recoger su declaración de bienes y los inform es pertinentes. El TRRP instruía el
expediente y dictaba sentencia, que era enviada para su publicación en el BOPV
o, en los casos de no existir un acuerdo absoluto en la sentencia o haberse detec
tado defecto s en la in stru cció n , se rem itía al T ribunal N acional de
R esponsabilidades Políticas que, en el plazo de 20 días, dictaba la sentencia d efi
nitiva para su posterior publicación en el BOPV. A pesar de que la Ley contem
plaba el derecho al encausado para contratar servicios jurídicos, la rapidez del
proceso, la baja extracción social de la m ayoría de expedientados y su localiza
ción en prisiones, exilio o en paradero desconocido, determ inaron que muy pocos
se acogieran a este derecho. Por otra parte, se debe subrayar que las actas de la
instrucción solam ente eran públicas durante tres días y la defensa apenas tenía 48
horas para elaborar sus alegaciones.
La sentencia en firm e necesitaba de la participación de otra serie de in sti
tuciones para conseguir establecer su cuantía: alcaldes, Jefes falangistas, p árro
cos, G uardia Civil y, puntualm ente, otras. La im plicación de estas autoridades en
la represión, especialm ente en las zonas rurales, ahondó los efectos de la LRP
sobre sus com unidades, tejiéndose las intrincadas redes de la venganza político-
social y personal-fam iliar, pero tam bién de la utilización de los m ecanism os
represores para devolver pasados favores, ayudar a am igos, fam iliares y vecinos.
Estos inform es perm iten estudiar los actores de la represión “dentro de casa” ,
puesto que los inform antes eran convecinos (muchas veces incluso fam iliares) de
los represaliados. Los TRRP contaban con la ayuda de Juzgados C iviles
Especiales que debían:
D e incoar la p ieza separada para hacer efectiva la sanción económ ica que
no hayan sido satisfechas p o r los declarados responsables políticos, f o r
mando inventario de sus bienes. P racticar los embargos y medidas p r e
cautorias procedentes, llevando a efecto la venta de aquellos bienes que
se le ordene enajenar
745
En este m ism o año el presupuesto represor de la Ley originaria de 1939 se
estaba cum pliendo eficazm ente, no así el capítulo recaudatorio, puesto que una
gran parte de los expedientados no tenían bienes y eran inapreciables para pagar
las sanciones económ icas. La reform a de la Ley (19-2-1942) suponía aplicar “ cri-
teris repressius més selectiu s”,284 dejando de aplicarla a algunos grupos: senten
ciados a consejos de guerra con penas m enores a seis años y un día; sim ples afi
liados a partidos del Frente Popular; los acusados por votar a sus candidaturas y
los “desafectos” que habían participado en actos públicos a favor del Frente
Popular. El artículo 8o está considerado como la segunda reform a en im portancia,
al determ inar el sobreseim iento de los expedientados que ju n to a su cónyuge y
fam iliares, no reunían bienes por encim a de las 25.000 ptas., m edida que produ
jo una avalancha de sobreseim ientos.
En cuanto al organigram a institucional, las A udiencias Provinciales se
hicieron cargo de los com etidos de los tribunales regionales, y los Juzgados de
Instrucción y de Prim era Instancia de las funciones de los ju eces instructores
provinciales y de los Juzgados C iviles.285 A p artir de 1942, la incoación de expe
dientes pasaba a depender del M inisterio Fiscal, así como el sobreseim iento
final. El Tribunal desapareció con el D ecreto del 13 de abril de 1945, pero la
Com isión L iquidadora de R esponsabilidades Políticas que lo sustituía ejerció sus
tareas hasta el 10 de noviem bre de 1966.
284 MIR, C.; CORRETGÉ, F.; FARRÉ, J. y SAGUÉS, J.: Repressió económica i franquisme: Vactuació del
Tribunal de Responsabiliíats Politiques a la provincia de Lleida, op. cit., p. 80.
285 En mayo de 1943, el Juez instructor de Responsabilidades Políticas de Albaida amplió su jurisdicción
temporalmente al este de Xátiva.
28^ MIR, C.; CORRETGÉ, F.; FARRÉ, J. y SAGUÉS, J.: Repressió económica i franquisme: Vactuació del
Tribunal de Responsabiliíats Politiques a la provincia de Lleida, op. cit. pp. 84-87.
746
4.2.2.11.3. La actuación del Tribunal de Responsabilidades Políticas en la
Valí d'Albaida.
287 Para este Partido Judicial hemos contado con la serie de Responsabilidades Políticas del Fons Judicial,
en concreto las cajas 16 (1939; 17 (1939-1943); 18 (1940-1944); 20 (varios años); 21 (1944-45) y 22 (1939-
1962). Las cajas 19 y 22 contienen expedientes dependientes de la “Pieza separada de embargo para la efec
tividad de la sanción impuesta por responsabilidades políticas. Juzgado Especial de Ejecutorias n° 3. Adscrito
a la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas”.
288 Ibídem, p. 84.
289 El resto estaba distribuido en: Benigánim (1); Montavemer (1); Alfarrasí (1); Terrateig (1); Albaida (1);
Quatretonda (1) y Bocairent (3).
747
m edios de producción o construcciones culturales y sim bólicas alternativas,
nadie se salvó de la aplicación de las R esponsabilidades Políticas.
Para las R esponsabilidades Políticas la dinám ica que se observa en la
com arca pulveriza la hipótesis de una traslación entre el grado de revolución y la
represión franquista. Porcentualm ente, la única población que m uestra esta rela
ción es Bocairent. En la Valí d 'A lb aid a son los núcleos más pequeños, casi todos
más desm ovilizados político, sindical y socialm ente que los m ás grandes, los que
ofrecen, proporcionalm ente, una m ayor incidencia de los efectos de la LRP.
Pueblos m enores de 500 habitantes como B enicolet, Bélgida, B ellús, Benissoda,
B enissuera, Carrícola, G uadasséquies, Palom ar, Pinet y Sant Pere, obtienen un
porcentaje superior al 2% de su población, por encim a de los grandes núcleos de
población de la com arca.
La explicación a esta constatación em pírica es com pleja. Se puede supo
ner que en estas pequeñas poblaciones el peso de las venganzas personales y
fam iliares o la recuperación, después de tres años de guerra o del sexenio repu
blicano en los pueblos que habían roto con el caciquism o tradicional, del control
político y social de las viejas elites locales, junto a las nuevas creadas con la gue
rra y la posguerra, condicionó la gravedad com parativa de la represión respecto
a los pueblos m ayores. Si esta hipótesis es correcta, el peso de las denuncias p ar
ticulares o institucionales (ayuntam iento, Falange) debió ser m uy superior al de
las instrucciones de trám ite m otivadas por el paso previo del C onsejo de Guerra.
Este com portam iento atípico respecto al caso de Lleida se am plía cuando
se establece el paralelism o entre núm ero de ejecutados y expedientes de
R esponsabilidades P olíticas, después de reducir la m agnitud establecida por
Vicente G abarda a una m agnitud de tanto por cien. Al contrario que en esta p ro
vincia catalana, en la Valí d 'A lb aid a no se da este paralelism o, situándose el
núm ero de expedientes muy p or encim a de los ejecutados.290 A sí, el porcentaje
de población afectada es superior al 1,08 de L leida.291 La aplicación de la LRP
tuvo una repercusión social m ucho m ayor que el resto de jurisdicciones represi
vas del franquism o, consiguiendo que el m iedo llegase a todas las localidades.
290 MIR, C.; CORRETGÉ, F.; FARRÉ, J. y SAGUÉS, J.: Repressió económica i franquisme: Vactuació del
IHbunal de Responsabiliíats Politiques a la provincia de Lleida, op. cit, pp.87-89.
291 Ibídem, p. 87.
C u ad ro núm . 60
749
4.2.2.11.3.2. Sociología de los en cau sad o s.
750
C uad ro núm . 61
751
tas, socialistas, com unistas o republicanos de izquierda.296 Las entradas de
“derechista” ; “FET-JO N S” y “ U P” se deben a casos de estraperlo (FET-JONS) y
de castigar a unos empresarios de B ocairent que habían com erciado con el
C ontrol Textil UGT-CNT.
La inclusión del PURA, a pesar de que este partido no estaba contem pla
do entre los integrantes del Frente Popular, y, por lo tanto, sus afiliados, directi
vos o personas de conocida sim patía por el blasquism o no estaban sujetos a la
apertura de un expediente, obedecen a la propia docum entación a la que hemos
tenido acceso. Con toda seguridad, eran personas que, entre 1934-1935, como
tantos otros, pasarían a integrarse dentro de Izquierda R epublicana y, en menor
núm ero, en el Partido Socialista.
Teniendo en cuenta la escasez de fuentes directas para el Partido Judicial
de Albaida, los efectos del Tribunal de R esponsabilidades Políticas están relacio
nados con las fuerzas político-sociales m ayoritarias en cada Partido Judicial
como se puede observar en el Cuadro núm. 62. En A lbaida habían predom inado
el socialismo y los republicanos de izquierda, m ientras que en O ntinyent, el
cenetismo, y el socialism o, muy importante en Aielo de M alferit. En cualquier
caso, los dos sindicatos, más el Partido Socialista y las juv en tud es respectivas,
concentran la represión del TRP.
El TRP se centró en los grupos que habían dirigido el anticlericalism o y
los experim entos revolucionarios, esto es, las dos grandes sindicales. El republi
canismo de izquierda, participativo en los comités, pero más en los C onsejos
M unicipales, soporta un porcentaje importante. No así la U nión R epublicana, a
pesar de su im plantación espacial, precisam ente por ser el partido republicano
del Frente Popular más m oderado, con una actuación durante la guerra contraria
a las transform aciones económicas.
Cuadro núm. 62
T E N D EN C IA S PO LÍTICA S DE LOS EN CA U SA D O S
M ILITANCIA N° PJA % N° PJO % TOTAL %
CNT/FAI 22 8,49 83 36,56 105 21,60
C N T/IR 5 1,93 1 0,44 6 1,23
Com isario Político 0 0 1 0,44 1 0,21
D erechista 1 0,39 1 0,44 2 0,41
DRV 1 0,39 1 0,44 2 0,41
FET-JONS 0 0 3 1,32 3 0,62
IR 54 20,85 16 7,05 70 14,40
IR/socialistas 14 5,41 9 3,96 23 4,73
IR/U G T/CN T 1 0,39 0 0 1 0,21
296 CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Características y desarrollo de la violencia polí
tica en la Ribera Baixa (1936-1945), op. cit.
752
C uadro núm . 62 (C o n tin u a c ió n )
FUENTE: Elaboración propia. PJA: Partido Judicial de Albaida. PJO: Partido Judicial de
Ontinyent.
297 MIR, C.; CORRETGÉ, F.; FARRE, J. y SAGUÉS, J.: Repressió económica i franquisme: l ’actuació del
Tribunal de Responsabiliíats Politiques a la provincia de Lleida, op. cit. p. 156.
753
en O ntinyent lo hicieron, posiblem ente porque la extrem ada fragm entación de
poder de O ntinyent, y, en m enor grado, de B ocairent, hizo m ás difícil conocer el
personal político de los com ités.
754
Una explicación para estas contradicciones puede radicar en las influen
cias fam iliares o de am istad personal, y los sentim ientos contrarios que pesaban
sobre los inform antes del inform ado, por cuanto los núcleos de población del
P artido Judicial de O ntinyent todavía no eran lo suficientem ente grandes, ni
siquiera la propia ciudad, para haber sido destruidos los lazos fam iliares y de
conocim iento personal y fam iliar. A pesar de los inform es contradictorios, si
existe una norm a común en cuanto a este aspecto: la valoración definitiva, prác
ticam ente en todos los casos, atendió al inform e de bienes más elevado.
En los escasos inform es políticos sí encontram os el peso determ inante de
los años de la guerra y de los inform antes locales sobre los supralocales. A ntonio
V. era un im portante industrial textil de O ntinyent que, junto a su suegro, tam
bién gran industrial, había capitaneado el sector del republicanism o m ás conser
vador (prim ero DLR, después PRC). La Secretaría de Orden Público de Valencia
im putaba a A ntonio V. la m ilitancia en “Partidos de Izquierda, sus buenas rela
ciones con algún G obernador Civil, su apoyo a la candidatura de centro de
Pórtela V alladares en febrero de 1936, haber iniciado la colectivización del sec
tor textil (acusación, como m ínim o, ridicula) y su ingreso voluntario en el
Cuerpo de Carabineros. Por el contrario, los inform es redactados en O ntinyent
dibujaban una biografía m uy distinta: había votado a las derechas en 1933 y 1936
(aunque había derivado uno de sus votos hacia el republicano conservador
Eduardo M olero), su suegro había sido asesinado durante la guerra, sus hijos
habían desertado del Ejército R epublicano, había ayudado al Socorro Blanco,
había donado su cosecha de aceite en m arzo de 1939 y era colaborador económ i
co de A uxilio Social, Falange y Frente de Juventudes. La fe del convertido o el
sim ple m iedo. De nuevo, como vem os, pesó más su actuación personal durante la
contienda a favor del franquism o. El TRRP acordó el sobreseim iento de su expe
diente.301
Si bien se juzgaban las “responsabilidades políticas” del expedientado
hasta la fecha lím ite de octubre de 1934, las referencias anteriores nunca falta
ron, constituyendo m uchas veces una pieza clave de la acusación. Los inform es
elaborados en torno a un m édico de Bocairent son otro buen referente de la arbi
trariedad y del peso específico de cada inform ante sobre el destino de un expe
dientado. El párroco de B ocairent, del único que se ha podido dem ostrar su p ie
dad para con los vencidos, disculpaba al médico afirm ando que, si bien eran de
la opinión pública sus sim patías republicanas e izquierdistas, “no m e consta
hasta donde llegara en sus fervores republicanos” . Añadiendo testim onios favo
rables, como su catolicism o practicante y su ayuda económ ica al clero. Valoraba
su patrim onio en 190.000 ptas.
Muy distinto es el inform e de la alcaldía. C alificaba al m édico como “ el
cacique de las izquierdas”, principal dirigente local de la izquierda y cerebro de
las huelgas obreras (hasta la fecha la única conocida es la “vaga deis B eneyto”
en 1922). Fundó el prim er Centro Republicano de B ocairent ya en la R epública
(adscrito a la “revolucionaria” DLR). Durante la guerra no actuó para frenar la
violencia, pero ayudó a algunas personas de la derecha. Sus bienes eran valora
dos en 245.000 ptas.
755
El inform e falangista coincide con el de la alcaldía, pero contiene dos
m atices contrarios al m édico: no refleja el auxilio prestado a derechistas a lo
largo de la guerra, un aspecto biográfico que podía ser un im portante atenuante
para una futura sanción y, por otro lado, consigna un pretendido m alestar entre la
población por su puesta en libertad después del Consejo de Guerra. Para Falange,
los bienes se valoran en 240.000 ptas. Por últim o, el inform e de la G uardia Civil
vuelve a diferir claram ente. Se adjudica al m édico im pulsar la form ación de una
agrupación socialista y repetía la trayectoria política expuesta por la alcaldía y la
Falange. Sin embargo, coincide con la alcaldía en reseñar sus sim patías hacia la
derecha en la guerra, como reacción contra la violencia revolucionaria: “pero al
em pezar los asesinatos y saqueos reaccionó relacionándose con las personas de
derechas a quienes les com unicaba noticias de Radio N acional” . El Com andante
de la G uardia Civil estim aba sus bienes en 255.000 ptas.302 Así, este médico
pudo contar con tres inform es favorables y uno negativo. En los diferentes in fo r
mes debió estar m uy presente la subjetividad personal del inform ante, que podía
determ inar la suerte del expedientado. Finalm ente, no tuvo sanción.
D olorido p o r la persp ectiva de sufrir una pena que no creo m erecer (30
años) a V. recurro p a ra que (...) se sirva inform ar a la autoridad ju d ic ia l
com petente acerca de m i actuación honrada, apartada en absoluto de crí
menes, robos y saqueos que yo f u i el prim ero en condenar y que hubiera
evitado si hubiera estado en mi alcance. (...) En la A lcaldía mi interven
ción se lim itó al orden adm inistrativo. No tuve intervención alguna en los
Comités ni en un ninguno de los actos delictivos p o r ellos ejecutado,303
756
Los inform es sobre sus bienes eran muy contrapuestos. La G uardia Civil
estim aba sus bienes en 60.000 pts, la alcaldía y FET en 100.000. El em presaria-
do declaraba que su negocio estaba valorado en 20.000 ptas., pero que estaba
cerrado. El TRP le condenó a la pérdida total de bienes (sentencia 13-7-1944),
pero el em presario se hizo con los servicios de un abogado. Las apelaciones con
tinuaron hasta el 17 de m arzo de 1945, cuando consiguió que el Tribunal
N acional rebajase la prim era sentencia hasta 1.000 p tas.304 Pero el expediente
continuó abierto por las apelaciones sucesivas de 1947 y 1948.
A lgunos fueron más prevenidos e intentaron sustraerse de las represalias.
Este es el caso de un funcionario público de O ntinyent. Según el inform e de FET
“el capital de su yerno (...) obrero textil ha com prado y reform ado a su nom bre
pero con capital de (...) para eludir el Tribunal” .305
Finalm ente, en dos expedientes, las esposas de los represaliados (una ya
viuda) apelaron directam ente al corazón de los ju eces para evitar la trascenden
cia de la sanción establecida. En el caso de A ielo de M alferit, se trataba de la
esposa de un papelero ugetista. Dada la precaria condición económ ica del m atri
m onio y el estilo de la redacción de la alegación, parece obra de alguna persona
con un nivel de instrucción más elevado. La fam ilia tenía como único patrim onio
una casa que, según la declaración de la mujer, estaba prácticam ente ruinosa
m ientras que los inform es la evaluaban entre 1.000-3.000 pts. A pesar de la p re
cariedad económ ica de esta m ujer, la sanción fue de 500 ptas. La esposa pedía al
Tribunal la posibilidad de pagos de 100 ptas. al año, en estos térm inos
Pero no eran tiem pos de clem encia para los vencidos. El Tribunal decidió
finalm ente pagar la sanción en plazos de 150 ptas. trim estrales.306
El segundo caso viene desde rO lle ria . Se trata de la viuda de un em presa
rio ejecutado en Paterna. El 27 de junio de 1939, m uerto ya su m arido y en repre
sentación de su hijo de dos años, escribía al Tribunal de R esponsabilidades
Políticas para que considerara las consecuencias que podía traer la apertura de un
expediente de R esponsabilidades Políticas para la econom ía fam iliar. La carta se
abría con un absoluto som etim iento a la sentencia de m uerte em itida por el
Consejo de Guerra. Su argum ento giraba en torno al artículo 15 de la ley, por la
cual se estab lecían como exim entes los serv icio s prestados a fav o r del
M ovim iento o la pública adhesión a sus postulados. La viuda expone, y rechaza,
757
el anticlericalism o de la retaguardia republicana, “Cuando en pleno dom inio m ar-
xista los católicos eran perseguidos y los sentim ientos religiosos eran objeto de
escarnio y u ltraje” , y, como principal testim onio en su favor, refiere al Tribunal,
que, durante la guerra, bautizó clandestinam ente a su hijo, acto que “prueba por
sí solo que en la com pareciente no pudo jam ás tener cabida idea alguna disolven
te ó an ticatólica” .
La viuda apelaba en su exposición al preám bulo del texto legal, por el que,
teóricam ente, la ley contiene un espíritu justo. Los bienes de su m arido, valora
dos en casi 17.000 ptas., eran necesarios para la crianza de su hijo, por lo que,
pedía una sentencia absolutoria o m ínim a. En su exposición, y muy reciente la
m uerte de su m arido, debe realizar un ejercicio de acatam iento y de asunción de
culpabilidad de su esposo para m antener el patrim onio fam iliar y asegurar el
futuro de su hijo: “dism inuir aquel único patrim onio, seria condenar á las culpas
de su padre y esposo” .307 Tampoco en este caso el Tribunal hizo gala de m iseri
cordia. Fue sancionada con 5.000 ptas.
307 Ibídem.
758
C u a d ro núm . 63
E X P E D IE N T E S IN C O A D O S . P A R T ID O J U D IC IA L D E O N T IN Y E N T .
AÑO NÚMERO %
1939 5 1,62
1940 23 7,47
1941 120 38,96
1942 18 5,84
1943 67 21,75
1944 69 22,40
1945 6 1,95
TOTAL 308 100
Cuadro núm. 64
CRO N O LO G ÍA DE LA SENTENCIA Y LOS SO B R ESEIM IEN TOS. PARTIDO
JUD ICIA L DE ONTINYENT.
ANOS A N O SEN TEN CIA SO B R ESE IM IEN T O S
1939 1 0
1940 4 1
1941 16 1
1942 6 3
1943 27 23
1944 93 91
1945 78 78
7UENTE: Elaboración propia. AMO, FJ, RP.
MIR, C.; CORRETGÉ, F.; FARRÉ, J. y SAGUÉS, J.: Repressió económica i franquisme: Vactuació del
Tribunal de Responsabiliíats Politiques a la provincia de Lleida, op. cit., pp. 136-141.
759
El Fons Judicial ha perm itido conocer algo más de su dinám ica particular
en el Partido Judicial de O ntinyent (v. Cuadro núm. 65 y 66). El 6 de ju nio de
1942 se hacía entrega al Secretario del Juzgado de Prim era Instancia de
Ontinyent de los expedientes de R esponsabilidades Políticas en trámite, al tra s
pasarse la ju risd icción ordinaria a los juzgados de Prim era Instancia. Desde ese
m om ento, sería el Juzgado de O ntinyent el organismo encargado de abrir y tra
m itar los expedientes. La docum entación conservada no perm ite la elaboración
de una estadística completa. En ju n io de 1942 había 72 expedientes sin incoar
para la totalidad del Partido Judicial (incluyendo la Font de la Figuera). Entre el
8 de marzo y el 31 de diciem bre de 1943 se incoaron y tram itaron entre 87 y 89
expedientes, con una celeridad m uy distinta: algunos entre 10-15 días, otros, los
menos, alrededor de unos tres meses.
Cuadro núm. 65
Cuadro núm. 66
760
D urante 1945 la actividad se redujo aún más. En su prim er mes únicam en
te quedaban dos expedientes pendientes de sentencia y dos m ás en tram itación.
En abril tan sólo se tram itaba un expediente, sin haber instruido ni elevado nin
guno al Tribunal N acional de R esponsabilidades P olíticas.309
761
C u ad ro núm. 67
FUENTE: Elaboración propia a partir de los datos suministrados por el BOPV y AMO,
FJ, RP.
762
Esta provincia ha sido, desde tiem po inm em orial, víctim a de la p o lítica
republicana, que preparó con sus propagandas disolventes y anti-religio-
sas, la tragedia que luego padeció España. Existen, p o r tanto, muchas res
ponsabilidades que exigir en el terreno p o lítico a la clase entonces direc
tora, que goza de buena posició n económica, pero se da el caso que hasta
el momento, los fa llo s del Tribunal Regional, han recaído en pobres hom
bres (...) que hace sospechar a l pueb lo que los antiguos caciques republi
canos siguen gozando de prerrogativas que les hace invulnerables (...)
763
Ciudad durante cuyo mando se dedicaron á perseguir sistem áticam ente á elem en
tos de D erechas” ). La denuncia no sólo m otivó la apertura de un expediente, sino
tam bién varias d eten cio nes.313
Cuadro núm. 68
313 AGA, Secretaría General del Movimiento (SGM), Delegación Nacional de Provincias (DNP), Parte
quincenal del 1-15 de julio de 1940, caja 22. El informe en AMA, Caja Varios, 19-IV-1940.
314 La tabla se puede evaluar con mayor criterio si se estima que una peseta de 1940 es equivalente a 117 de
1994, según el Instituto Nacional de Estadística tomando el índice del coste de la vida. Citado por MIR, C.;
CORRETGÉ, F.; FARRE, J. y SAGUÉS, J.: Repressió económica i franquisme: Vactuació del Tribunal de
Responsabiliíats Politiques a la provincia de Lleida, op. cit, p. 219.
764
mínim o resquicio de libertad. El franquism o se contentó con que los vencidos no
tuvieran intervención alguna contra el nuevo Estado. Y para conseguirlo, los
poderes locales del franquism o (Falange, Iglesia, ayuntam ientos, guardia civil)
depositaron sobre la sociedad hasta los años cincuenta una violencia personal,
fam iliar, p o lítica, de género y clasista, de tal m agnitud que no encuentra com pa
ración posible con otros períodos dictatoriales de la historia española, ni siquie
ra con la época, tan adm irada por los intelectuales locales franquistas, de la
D ictadura de Prim o de R ivera.315
Esta fecha de los prim eros años cincuenta está m arcada por condicionan
tes internacionales (fin del bloqueo, reconocim iento de Estados U nidos y el
Vaticano), internos (derrota de la guerrilla, supresión del racionam iento) pero
tam bién p or el m aterial archivístico, en el que se observa, sobre todo en los fon
dos docum entales m unicipales, una casi desaparición de las denuncias y la p er
secución indiscrim inada, lo que no quiere decir que la dictadura decidiera cam
b iar su im agen. No necesitaba la brutalidad de los prim eros cuarenta. Sus fines
estaban cum plidos. Ahora, som etidos, desarm ados y atem orizados los vencidos y
cualquiera que osara levantar una voz crítica o disconform e, el franquism o pasó
a u tilizar la violencia cuando ésta se hacía necesaria.
Esta violencia sin pausa convirtió al franquism o en una pesadilla co tid ia
na, real y persistente en las zonas rurales, en los pueblos, m icrocom unidades en
las que se daban cita los conflictos político-sociales con una am plia gam a de
otras variables de m arcada tradicionalidad: rencillas fam iliares, antiguos enfren
tam ientos por causa de una herencia, el uso de un cam ino agrícola, la com pra de
un campo apetecido por más de una persona, enem istades que se habían ido
tejiendo en la vida diaria (un noviazgo interrum pido, una vecindad problem ática,
incom patibilidades de caracteres personales...). Porque hay que recordar que las
denuncias o los inform es que se utilizaban para sancionar actitudes o expresio
nes verbales provenían de los m ism os vecinos con los que te cruzabas diariam en
te, hablabas con ellos en la calle, en el casino, en el tajo .316
Esta violencia diaria, m ateria difícil de estudiar sin la consulta de los
archivos ju d iciales, los expedientes del Gobierno Civil de Valencia, expurgando
hasta el m ínim o detalle los archivos m unicipales o recurriendo a las fuentes ora
les y a los libros de m em orias, rodeó la sociedad española en una espiral de san
ciones y m ultas sin final, que consiguió definitivam ente sus objetivos de destruir
cualquier atisbo de oposición y m arcar nítidam ente, a sangre y fuego, los valores
franquistas.317 Este capítulo, en la m edida que las fuentes lo han perm itido, trata
de esbozar la m ultiplicidad de soluciones autoritarias puestas en práctica contra
la sociedad, principalm ente contra los vencidos, y el deprecio hacia la dignidad
hum ana. La tipología que sigue puede recibir en su contra su excesivo p u n tillis
315 La agobiante represión el ámbito rural en LAZO, A.: Retrato de fascismo rural en Sevilla, Universidad
de Sevilla, Sevilla, 1998, pp. 49-71.
316 Ibídem.
317 Este capítulo se ha basado en MIR CURCÓ, C.: “Violencia política, coacción legal y oposición interior”,
Ayer, 33, 1999, el apartado “Los efectos no contables de la represión”, pp. 115-145 (pp. 137-139) y en, de la
misma autora, Vivir es sobrevivir.
765
mo o su cortedad de m uestras. Pero creemos que los casos que detallam os ayu
dan a diseñar un fresco de la posguerra en una com arca rural.
318 MIR CURCÓ, C.: Vivir es sobrevivir, op. cit., p. 35, y, por extensión, las pp. 31-35.
319 ADRIA, J.J.: “Los factores de producción de consentimiento político en el primer franquismo: conside
raciones apoyadas en el testimonio de algunos lirianos corrientes”, en en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A.
(eds.).: El franquismo en Valencia. Formas de vida y actitudes sociales en la posguerra, op. cit., p. 117-158
(p. 134).
320 AMO, FJ, caja 296, Juzgado de Instrucción de Albaida. Sumarios 1939, 3-VII-1939.
321 AMO, FJ, Acta de la Primera Sesión celebrada por la Junta de Expurgo Extraordinario de este Juzgado,
25-V-1960.
322 AMO, Correspondencia 1940, 3 y 5 de marzo de 1940.
323 AMO, Correspondencia 1941.
324 REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., p. 235.
766
ocasiones a la “autoexclusión” social m ediante el suicido. A prim eros de agosto
de 1939 la G uardia Civil y Falange com enzaron a interrogar a todos los acusados
por el asalto y saqueo del convento capuchino de r o ile r ia , y a investigar sus
patrim onios. A pesar que el Comité había ordenado su devolución, todavía p er
m anecía después de la guerra una parte de su m obiliario en m anos privadas.
José O., vecino de rO lle ria , se había trasladado junto a su m ujer a M eliana
(Valencia) al term inar la guerra. H asta allí llegó el celo investigador. Prim ero la
G uardia Civil y después la Jefatura falangista, trataron de averiguar la proceden
cia de las baldosas de su casa y de una puerta. La esposa declaró que provenían
del asalto al convento capuchino, en el que había participado su marido. El 13 de
agosto, José O., seguram ente asustado ante las posibles consecuencias de la con
fesión de su m ujer, decidía quitarse la v id a.325 En el mes de septiem bre de 1940
se detenía en A lbaida a Vicente C huliá Seguer (vecino de Sagunt), exDelegado
Inspector de la Subsecretaría de A rm am ento del Ejército de la República.
R ecluido en la P risión M ilitar, pocos días después se suicidaba en su celda.326
325 AMO, FJ, caja 296, Juzgado de Instrucción de Albaida. Sumarios 1939, sumario 4/1939, 13-VÜI-1939.
Los suicidios de la posguerra en MIR CURCÓ, C.: Vivir es sobrevivir, op. cit., pp. 41-58, en especial las pp.
50-53. Conxita Mir ha constatado, una cierta influencia del contexto represivo de la posguerra sobre la deci
sión de suicidarse, en razón de tres grandes condicionantes: “autoexclusión” del cuerpo social, desenlace pro
vocado por la miseria material o del “temor de condena” (como nuestro caso). V. MIR, C.: Vivir es sobrevi
vir, op. cit., pp. 41-58; “La violencia contra uno mismo: el suicidio en el contexto represivo del franquismo”,
Ayer, 38, 2000, pp. 187-210.
326 AMA, Correspondencia. Salidas 1939-1941,4-IX-1940 y LV, 17-EX-1940.
327 CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Un silenci extens. El franquisme a la Ribera
Baixa (1939-1962), Diputació de Valencia, Valencia, 1995, p. 53.
328 AMCR, libro 19, Libro de Actas, acta de 18-IX-1940.
767
que a puram ente políticos. La intervención del G obernador Civil consiguió que
la viuda pudiera recibir la pensión. El castigo era enorm e en la paupérrim a
España del estraperlo, ya que privaba del único ingreso económico a una viuda.
Las consecuencias de una venganza personal eran casi apocalípticas.
H acia la m itad de los cuarenta, un alcalde de la Pobla del Duc negaba sis
tem áticam ente el perm iso a la orquesta Fayos y sus m uchachos, com puesta por
m úsicos locales, para actuar dom ingos y días festivos en el Cine Campoamor.
U nos dicen que el m otivo radicaba en que el alcalde prefería otra, a la que le unía
am istad y confluencia ideológica.329 A esos m úsicos, supuestam ente izquierdis
tas, tam bién les im pedía ganarse unas pesetas extraordinarias, con la m úsica, en
cualquier ocasión. Vicente Fayos, uno de los m úsicos, recuerda “En una ocasió
es va casar un cunyat m eu, Antonio (...) ja entonces hi havia costum de tocar
orquestra, l'ac o rd eó , el saxo, en les bodes. I 1* alcalde va enviar cridar al meu
sogre: -'S i toquen et costará algún bancalet la festa” .330 La banda de m úsica no
se sustrajo a las aficiones m usicales de este alcalde. D escontento con la dirección
de Salvador M ontaner, designó a un am igo íntim o suyo al frente de la U nión
M usical, sin contar con la aprobación de los m úsicos, m ecanism o tradicional
para nom brar al director.331
El vencido podía recibir el golpe o la amenaza que atem orizaba desde
cualquier instancia estatal. Rafael B oscá recibió la enhorabuena por parte del
director de la prisión al recibir la libertad definitiva, aunque debía presentarse en
el cuartel de la G uardia C ivil de Q uatretonda todos los domingos:
La G uardia Civil, el Instituto que debía velar teóricam ente por la convi
vencia y el respeto a la ley, no se libró de actuar con soberbia y violencia, im po
niendo a la fuerza venganzas personales. El estanquero de Castelló de Rugat,
hom bre de probada fidelidad franquista, se negaba a repartir más tabaco que el
racionado al destacam ento local de la G uardia Civil, debido a la enem istad que
m antenía con la fam ilia de la novia de uno de los guardias. Las charlas de café
se sucedían en el pueblo, hasta que el estanquero hizo algunos com entarios des
favorables de la novia en el café de su padre. U na afrenta contra el honor m ascu
lino y fam iliar, que produjo una cascada de extralim itaciones y abusos.
329 TORMO, M.: “Els conjunte musicals a la Pobla”, Xara, 3, 2000, pp. 26-30 (p. 28).
330 T.O. de Vicente Fayos (2003).
331 CALZADO ALDARIA, A.: La Unió Musical de la Pobla del Duc 1903/2003, op. cit., p. 70.
332 x o . de Rafael Boscá (1996).
768
Dos guardias civiles irrum pieron de paisano en la casa del estanquero,
registraron entre am enazas e insultos el estanco y se incautaron de 56 paquetes
de cigarrillos. El estanquero acusó a la G uardia C ivil de propinarle varios golpes
durante el registro y que, posteriorm ente, en el cuartel, el cabo le insultó y le
lanzó un puñetazo. La G uardia Civil, por su parte, alegó en su defensa que los
cigarrillos pertenecían al racionam iento y el estanquero no los repartía entre la
población. La consideración política del estanquero propició el inicio de una
investigación oficial sobre los sucesos, de la que desconocem os su conclusión.333
Los abusos por parte de las autoridades fueron innum erables “La guardia civil
acudia a la carnisseria, passava davant de tots, triava el m illor i ho pagaba a preu
de taxa que era al preu que li costava al carnisser”334 o se adueñaban de las requi
sas.
Los sím bolos franquistas de los años cuarenta, construidos sobre los falan
gistas, el respeto tradicional a las instituciones (alcaldes y concejales, Iglesia,
E jército), y a la jerarquización social, se consideraban sagrados, y la oposición,
indiferencia o desconocim iento no fueron óbice para que falangistas, m ilitares,
guardias civiles, sacerdotes o alcaldes, dem ostrasen su poder sin cortapisas, eli
giendo con preferencia el escarm iento público.
Un m atrim onio de maseros acude a O ntinyent al cine, alborozados con la
noticia del fin de la guerra, que tantos sinsabores había ocasionado a todos. Sin
conocer las nuevas disposiciones que obligaban a ejecutar el saludo a la rom ana
cuando aparecía en la pantalla el general Franco y sonaban los acordes del Himno
R eal, tardan unos segundos en seguir el ejem plo del resto de espectadores. Al ter
m inar el Him no, un cabo del Ejército les conm ina a salir del cine y obliga al cam
pesino a perm anecer un buen rato en posición de firm es con el brazo en alto .335
M ostrar en público “irrespetuosidad hacia el Himno N acional” era causa de san
ciones económ icas de hasta 10 pesetas (O ntinyent, 1940).336
En el im aginario franquista la dem ocracia republicana y, en general, el
liberalism o, habían com portado la pérdida de respeto por las jerarquías sociales
y la autoridad de las instituciones. El “regeneracionism o” del que hacía gala el
franquism o se proponía devolver el orden natural a la sociedad española, m edian
te sus armas m ás queridas: la sanción gubernativa. P rescindir del escalafón je ra r
quizado de la adm inistración franquista podía com portar sanciones que dejaban
m uy claro que, en la Nueva España, la autoridad debía ser respetada en una con
cepción casi sagrada. Un ejem plo, entre otros: el G obernador Civil m ultaba con
50 ptas. a un vecino de Aielo de M alferit (1940) “por dirigirse a autoridad distin
ta, prescindiendo de la com petente” .337
333 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.662, legajo 28, expediente 60, febre
ro-junio de 1944.
334 T.O. de Anónimo-P (1996).
335 REIG SILVAJE, R.: Orgia de pasiones, op. cit., pp. 235-236.
33^ AMO, Libro Registro de Multas Gubernativas 1933-1940.
337 LVt 26-111-1940.
769
En el ideario franquista la jerarquización social era la base para la regene
ración de España. Se pensaba que los años republicanos y el liberalism o habían
com portado la pérdida de respeto por las jerarquías y escalas sociales. Estas m ul
tas abarcan todo el período estudiado. Un m otivo que aparece en casi todos los
pueblos para ser m ultado era la “falta de respeto al alcalde” , “reírse del alcalde”
(M ontaverner), “reírse del v igilante nocturno” , “por vociferar al alcalde”
(A lfarrasí, 1956); “por insultar a instituciones” (Benigánim , 1946); o por “m ani
festaciones públicas en contra de las autoridades” (O ntinyent, 1956).338 Un joven
de 17 de años de la pedanía de l ’A ljo rf (A lbaida), después de blasfem ar contra el
alcalde en el interior del Bar Rex de A lbaida, se vio sorprendido con la pertinen
te m ulta m unicipal.339
H asta un funcionario público debía ser objeto de una cierta veneración, de
ahí el expediente abierto contra una vecina de A ielo de M alferit en 1957 por
“ofender” al secretario m unicipal.340La sim bología franquista estaba revestida
con un carácter sagrado y totém ico. En enero de 1953 dos jóvenes de A lbaida
fueron m ultados “por treparse al huerto de la Cruz de los Caídos” .341 H asta no
dem ostrar la participación en alguna festividad como “No poner colgaduras en el
balcón” , penalizado con 10 ptas. (O ntinyent, 1940) o incluso “interrum pir un
desfile de Falange”, m ultado con 50 ptas. (O ntinyent, 1939).342
La bandera m onárquica roja y gualda, adoptada como emblema oficial,
era, m ás que el icono de los ciudadanos españoles, la enseña sagrada de los ven
cedores. A ctos conducidos por un estallido de ira puntual, sin relación alguna con
ningún tipo de m anifestación política, en un contexto muy conocido por los
valencianos y protagonizado por personas franquistas, no fueron óbices para que
la m aquinaria represiva actuara sin contem placiones. Se trataba de un castigo
ejem plar para otras dem ostraciones m enos inocentes.
El jurado del Concurso de Pasodobles, celebrado a mediados de 1944 en
Sueca concedió a la Banda M unicipal de r o i l e r i a el tercer prem io. Como ha
sucedido en más de una ocasión, los m úsicos consideraron que el prem io era
injusto con el virtuosism o interpretativo y que el fallo se debía más bien al ami-
guism o con otras bandas o al desconocim iento m usical del tribunal. Al recibir el
prem io, algunos m úsicos tiraron al suelo la corbata con los colores de la bande
ra. Al instante, su director, Guzm án Cárcel, fue detenido, aunque el culpable
había sido el abanderado. El alcalde de Sueca precisó en tono disculpatorio al
G obernador Civil que el acto de agravio se había debido al “descontento por el
resultado del fallo” y que no escondía m otivación política. Además, el abandera
do en cuestión era “ cam isa vieja” y excautivo. El alcalde de rO lle ria defendió
ante el G obernador al abanderado, víctim a de la “m alicia política” del denun
338 Montaverner en AMM, sig. 412, Libro Registro de Multas 24-IX-1951/13-V-1953; Alfarrasí en Multas
Gubernativas; Benigánim en AMBG, caja 7, Libro Registro de Multas Municipales; Ontinyent en AMO,
Libro Registro de Multas Gubernativas.
339 AMA, caja Multas 1951-1958.
340 AMAM, sig. 764/10, 1957.
341 AMA, caja Multas 1953-1960.
342 AMO, Libro Registro de Multas Gubernativas 1933-1940.
770
ciante. A pesar de estos inform es, Laporta G irón ordenó su reclusión con carác
ter indefinido en la prisión de X átiva.343
Los edificios y la liturgia de la Iglesia C atólica se elevaron a la conside
ración de sím bolos de la dictadura, al igual que la bandera, los him nos o la figu
ra de Francisco Franco. La am enaza y la coacción estuvieron siem pre presentes
en la práctica religiosa, puesto que se asim ilaba la indiferencia religiosa con la
aversión al franquism o. La práctica religiosa, m ás que nunca en la historia con
tem poránea española, se rodeó de una brutal im posición, acom pañada por un cas
tigo m ás hacia los vencidos. En Llutxent, según testim onios orales, se obligó a
todos los sim patizantes de la izquierda (recordem os, la gran m ayoría del pueblo)
a asistir a la m isa dom inical.344 Todos debían colaborar, de buen grado o con el
em pleo de la razón de la fuerza, en el retorno a la M adre Iglesia. En A ielo de
M alferit se llegó en los prim eros m eses de la posguerra a obligar a los m aestros
nacionales a ejercer la catequesis, ante la falta de sacerdotes. A ctitudes como
negarse a quitarse el sombrero en una procesión eran considerados actos irre li
giosos derivados del izquierdism o de los irreverentes.
Los ayuntam ientos, principalm ente, se convirtieron en sus defensores más
señalados. La tipología al respecto es m uy num erosa y no se puede desdeñar que
algunas de estas acciones de la cotidianeidad fuesen pequeñas m uestras persona
les de desafío de antiguos izquierdistas o gam berradas juveniles. Las causas en
sí no eran relevantes. H abía que atajar, con la m ulta o la am enaza, estas m anifes
taciones que se apartaban de la ortodoxia im puesta por el integrism o católico y
el Estado, que la sustentaba.
El 19 de mayo de 1959 un cam ionero arrancó su vehículo aparcado en una
plaza de rO lle ria en el mom ento en que pasaba un entierro con cruz alzada. El
ayuntam iento le m ultó por “creer que se trata de una falta de respeto al clero y al
difunto” . En la m ism a población, ya en las puertas de la década de los sesenta, se
denunciaba a varios vecinos por “pasear por la carretera (...) a las seis horas” .345
En la Pobla del Duc, un grupo de vecinos de pasado izquierdista, recitaba habi
tualm ente en la calle versos anticlericales de esta guisa: “La Iglesia es un com er
cio, los curas unos com erciantes y los que van a m isa unos ignorantes” . El alcal
de castigó a uno de ellos durante casi m edio año a barrer las calles y el cam ino
que transcurría por detrás de las casas del pueblo, lugar donde se depositaban los
anim ales m uertos y las personas defecaban.346
Un bando del Ayuntam iento de M ontaverner prohibía (palabra repetida
hasta la saciedad en la docum entación del franquism o) los juegos de los niños
“para no m olestar las celebraciones religiosas” .347 No solam ente los intereses de
la Iglesia eran defendidos institucionalm ente. También el de sus asociaciones y
ram ificaciones. En enero de 1953 se m ultaba a dos jóvenes albaidenses por rom
343 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.665, legajo 36, expediente 89 y lega
jo 37, expediente 32, diversos oficios e informes de septiembre de 1944.
344 T.O. de Rafael Boscá (1996) y CANET CANET, R.: Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico,
op. cit., p. 202.
345 AMOLL, sig. 83/1, Multas Gubernativa 1953-1960.
346 T.O. de Vicente F (2004).
347 AMM, sig. 459/8, Libro Registro de Bandos, bando de 4-III-1944.
771
per la puerta de cierre de la verja de la subsede de Acción C atólica.348 La protec
ción a la Iglesia llegó a extrem os francam ente ridículos. Se llegó a m ultar con 2
pesetas por “ju g ar a la p elo ta contra la pared de la Iglesia” (O ntinyent, 193 9).349
También abundan las m ultas por ju g ar sobre las puertas o la fachada de las igle
sias, como en l'O lleria entre 1945 y 1946 (once m ultas).350
C ualquier referencia, aunque indirecta, hacia la Iglesia era objeto de aten
ción preferente, lanzando m ensajes que tendían a su consideración casi sagrada.
El corresponsal de Las Provincias censuraba enérgicam ente, por su “irrespetuo-
sidad” con la ciudad de San Pedro, este reclam o publicitario de la película hum o
rística italiana Cuentos de Rom a en 1958: “En Roma hay m uchas bellezas h istó
ricas, desde el Coliseo h asta San Pedro (...) Pero las bellezas espléndidas de
Silvana Pam panini, G iovanna Ralli y M aría Pió Casilio, son las que dan m ayor
realce a la capital de Ita lia” .351
772
servicio m ilitar en el Ejército franquista. Con esta decisión se pretendía lim piar
de adherencias izquierdistas a los soldados que la hubiesen recibido en la guerra,
o las m ilitancias de preguerra.
En la serie de Quintas de los archivos m unicipales se pueden leer las aco
taciones al lado de los jóvenes, y su calificación en “afectos” , “desafectos” e
“indiferentes” que se utilizaron para determ inar la suerte de m iles de españoles.
Así, encontram os distintas m odalidades de im plicación a favor de la República:
“voluntario filas rojas” ; “m iliciano” ; “Buscando la gente por las casas y hacien
do propaganda” ; “Propagandista en sus palabras” ; “D estructor de im ágenes” y
otras más im precisas y absurdas del tipo “Izquierda en sus ideas” .354 La clasifi
cación llevaba consigo la repetición del servicio m ilitar, privando a sus fam ilias
de una mano de obra necesaria para el sostenim iento de las parcelas o para apor
tar su jornal. Trayectorias sim ilares a la de V icente Fayos debieron ser una norma
com ún para los “desafectos” . Pequeño propietario de la Pobla del Duc, prestó
servicio m ilitar durante un mes y medio en tiem po de guerra. El franquism o le
regaló 41 m eses en un destino lejano.
La perspectiva de repetir un nuevo y largo servicio m ilitar era suficiente
m ente am enazadora como para dar pie a conseguir la exención por medio de la
influencia o el fraude adm inistrativo. Un caso encontrado en el Fons Judicial de
O ntinyent reúne suficientes puntos de atención para su descripción porm enoriza
da, por cuanto representa un m icrocosm os de la posguerra.
La ju sticia m ilitar había juzgado y condenado a prisión a Gonzalo, un
vecino de O ntinyent. Sin embargo, estaba m uerto oficialm ente en acción bélica.
La ingente instrucción y tram itación de sum arios y expedientes podía desem bo
car en errores como éste. El herm ano de G onzalo, reclam ado a filas, consiguió
que dos com pañeros de G onzalo, del Ejército, certificasen que había m uerto real
m ente en el frente, para evitar el servicio m ilitar. Este fraude, favorecido por un
fam iliar que trabajaba en el ayuntam iento, fue descubierto por la G uardia Civil,
pero no por una investigación policial, sino como resultado de rum ores recogidos
en la calle. De nuevo, los rum ores, denuncias particulares, com entarios y difam a
ciones establecían las bases del inicio de un expediente ju d icial contra una per
sona, en este caso concreto con el agravam iento de la “desafección” fam iliar.355
En los prim eros años de la posguerra era necesario contar con un salvo
conducto para viajar fuera del térm ino m unicipal, expedido por la Jefatura falan
gista o el ayuntam iento. Entre la correspondencia de la alcaldía de O ntinyent con
el G obernador Civil de Valencia se ha encontrado un escrito fechado en octubre
de 1940 por el que el alcalde pedía aclaraciones al G obernador sobre los proble
mas que estaba creando la exclusividad en la concesión de salvoconductos hacia
los “afectos”.356 Es decir, que los clasificados como “desafectos” estaban ence
rrados en su térm ino m unicipal, aplastados en su derecho a la libertad de m ovi
m ientos.
354 AMO, Correspondencia 1941, Listados de soldados clasificados como desafectos “D” de los reemplazos
1936-1941.
355 AMO, FJ, Juzgado de Instrucción de Ontinyent, caja 74, Diligencias Previas 1949-1956.
356 AMO, Correspondencia 1940. El alcalde de Ontinyent preguntaba un 3 de octubre de 1940 al Gobernador
Civil qué soluciones se podían arbitrar.
773
Si el peticionario no era del agrado de los falangistas o del alcalde de su
pueblo debía aventurarse a salir del térm ino sin el im prescindible salvoconducto
y exponerse a ser detenido. Los fam iliares de republicanos que no conseguían
avalistas no podían viajar a acom pañar, por breves m omentos, a sus fam iliares
encarcelados. A parte del factor hum ano de verse privados de la com pañía de los
seres m ás queridos, los presos se veían privados de los paquetes con com ida,
agravando sus duras condiciones de vida en las cárceles del franquism o. La den
sidad del poblam iento valenciano hacía que los jornales agrícolas o los trabajos
m anufactureros se realizasen tem poralm ente en los pueblos del contorno. Sin sal
voconducto, desaparecía esta salida económ ica, recortándose las rentas fam ilia
res.
La preocupación franquista por vigilar y controlar la sociedad llegaba
h asta el extrem o de im pedir la com unicación con am igos y fam iliares que habían
optado, p or los m otivos que fuesen, por exiliarse. Se destruían y se coartaban, de
este m odo, los lazos afectivos o de am istad forjados en el contacto fam iliar o la
convivencia. Y estas consideraciones no sólo eran válidas para el segmento ven
cido. Em ilio Juan Castelló, un jo ven m aestro de Bocairent, secretario de la
Com unión T radicionalista antes de la guerra y, posteriorm ente, D elegado de
Prensa y Propaganda de FET, fue detenido durante cuatro días “por una falsa
interpretación de una carta cruzada con un m arxista en los prim eros días de la
liberación” .357
No era fácil ser fam iliar de un “rojo” . M uchas puertas laborales se cerra
ban. El franquism o no fue benigno con ellos. Los inform es de ayuntam ientos y
de Falange, im buidos de las teorías genéticas nazis, siem pre recalcaban el com
ponente de transm isión fam iliar en las ideas y actuaciones, con lo que toda una
fam ilia quedaba señalada como parte integrante de esa España que debía ser
extirpada y purificada. Así, en el inform e de Salvador B., peón cam inero de
O ntinyent, el único dato en su contra era ser el “padre de uno de los m ás desta
cados m arxistas” ; de José N., un joven obrero textil, se decía que “ aunque su
fam ilia es izquierdista, principalm ente su herm ano” no había realizado “hechos
delictiv o s” .358
A los fam iliares no les quedó ni siquiera el triste consuelo de enterrarlos
en sus pueblos o de llevar luto por ellos. El m ayor logro del franquism o no fue
la im punidad ni la desorbitada agresión física y m oral sobre los vencidos, sino
instalar el m iedo y el silencio en el resto de la sociedad, en aquellos que podría
m os denom inar como “apolíticos”, entre los que nunca se habían significado
políticam ente:
774
Llega el tren y a las p u ertas de los vagones acuden todos, unos a la de éste
y otros a la de aquel. P or los escalones bajan mujeres con bultos de ropa
volum inosos y ojos ya secos, sin lágrimas. Cada una de ellas fo rm a un
corro a su alrededor, del que salen lam entos y palabras de dolor. Todos
lloran con callada resignación, m ientras desde el estribo un uniform e
cubierto de charol vigila inquisidor.
Con la p en a guardada en su interior, la más amarga procesión desciende
p o r la carretera hasta el pueblo.
Si p o r la calles alguien se cruza con ellos, si siente conm iseración, sólo
en su m irada la expresará p o r un momento, pues, tal sentim iento es p e li
groso, según quien le descubra.
Toda esa gente ha de guardar su pena para su propia casa, sólo para s í y
p a ra sus deudos (...).359
775
4.2.3.7. E s ta r “ ta c a t” . H a b e r sido ro jo . Un estig m a d u ra d e ro .
Las personas que habían pasado por la prisión o que contaban con algún
fam iliar m uerto después de un Consejo de G uerra quedaron señaladas como
“ro jo s” . C ualquier acto de su vida personal o ciudadana que realizasen estaba
influido por esta calificación. En el invierno de 1947 un joven de Benigánim ,
que, según el diario Levante había sido condenado a m uerte “por sus actuaciones
crim inales en época ro ja”, asesinó a su exnovia porque esta se había negado a
reanudar el noviazgo. En una visita del G obernador C ivil la fam ilia de la novia
pidió la pena de m uerte para el asesino, una petición enraizada con la cultura del
“ojo por ojo”, típica de las com unidades rurales. El G obernador Laporta Girón
realizó una lectura p o lítica de un delito com ún “ese sujeto podía representar la
m oral y los m étodos de los que, renunciando a la generosidad del C audillo, p er
sisten en su conducta crim inal” .362
La España de vencedores y vencidos no se agotó con la década de los cua
renta. A principios de 1958 se denegaba el patrocinio de un penado en libertad
condicional, un pequeño delincuente común de 23 años. Las causas se rastreaban
casi veinte años atrás. E sta historia de personas com unes resum e lo que fue el
franquism o. La m adre del joven, trabajadora sin cualificación del sector textil,
era la viuda de M iguel N avalón C alatayud, un m iliciano cenetista fusilado en
P atern a.363 El inform e ju d icial achaca cínicam ente las actividades delictivas del
hijo al “am biente depresivo en que se ha desarrollado su existencia, como conse
cuencia de viuda de un feroz revolucionario” . La m adre, adem ás, tenía un “com
portam iento y burdos m odales” , como debía corresponder, siguiendo la “lógica”
franquista, a una persona que había com partido su vida con un “ feroz revolucio
n ario” . Las fam ilias destrozadas por la represión franquista son una faceta de la
posguerra de com plicado estudio, puesto que se debe acudir a las fuentes orales
como única disponible y estas fam ilias, como hem os podido com probar sobre
todo en O ntinyent, prefieren olvidar el dolor y el sufrim iento.
La m uerte de M iguel N avalón supuso el inicio de una pequeña tragedia
fam iliar, una de tantas. No vam os a entrar en la cuestión de la veracidad de las
acusaciones de varios asesinatos ocurridos en O ntinyent durante el verano del 36.
A un considerando que fueron ciertos los crím enes y que, en el clim a extrem o de
cualquier posguerra la sentencia de m uerte es aplicada sin piedad a los vencidos,
su fam ilia estaba al m argen de estas acciones. Sin em bargo, tanto su m ujer como
este hijo quedaron señalados socialm ente por las acciones de su padre, aún vein
te años después. Por supuesto que no todos los hijos de víctim as del franquism o
se dedicaron a delinquir, pero al m enos en este caso seguram ente tuvo mucho que
ver la ausencia de m agnanim idad del franquism o con las fam ilias de los venci
dos.
V icente Fayos estab a considerado en su pueblo como izquierdista.
D espués de un segundo servicio m ilitar, a su retorno al pueblo, Vicente recuerda
776
que “Em trataven com un pendo. En la banda de m úsica i les autoritats” . Era un
“rojo” de por vida. En 1962, el alcalde de la Pobla del Duc se negó a aceptar la
propuesta de los m úsicos de la U nión M usical para designar un nuevo director.
El elegido, V icente Fayos, era políticam ente peligroso para el alcalde. La p ro
puesta era desestim ada. Con una sonrisa amarga, Vicente nos com entó, “Jo era un
perfil públic perqué jo era d 'esq u erres” .364
777
atiada p er les ideologies d'esq u erra havia estat el cor de la revolució que espan-
tava la burguesía” .367 La Iglesia aportó el cuerpo ideológico a esta segunda cru
zada. A yuntam ientos, jefatu ras falangistas, gobiernos civiles y organizaciones
seglares fueron sus brazos ejecutores para intentar elim inar expresiones diarias
de la cultu ra popular.
El “baile m oderno” , esto es, los ritm os que tocaban las bandas de m úsica
y las orquestinas en las festividades o en los salones de los casinos, fueron obje
to de una persecución sin precedentes. Tan sólo se perm itieron las clásicas dan-
saes (en parte han pervivido hasta la fecha debido a esta revivificación de la p os
guerra) o bailes tradicionales, en los que el hom bre y la m ujer no llegaban a
tocarse físicam ente y, p or tanto, eran bailes alejados de la concupiscencia de la
carne, propia, como se recordaba constantem ente, de los vencidos en la guerra.
A dem ás, el ultranacionalism o franquista los consideraba m ás propios de la esen
cia nacional que los ritm os extranjerizantes como el tango o los derivados del
jazz, que, siguiendo con este discurso, eran obra de seres inferiores, como los
afroam ericanos. Es bien conocido el cartel en el que se asim ila a dos bailarines
con dos diablos.
La condena del baile no era circunstancial. D esde m uy atrás en el tiem po
los sectores más integristas del catolicism o habían m ostrado con claridad su
repulsa hacia ese “ foco de inm oralidad y germ en de enferm edades y delitos,
(...)” . El rechazo obedecía a una causalidad sim ilar al discurso franquista. Los
autores de colum nas y artículos periodísticos de la prensa católica recalcaban la
diferenciación entre los bailes tradicionales españoles que además de estar basa
dos en la tradición, los bailarines danzaban “separados a honesta distancia entre
am bos sexos”, en contraposición a los “bailes franceses, que se llaman de socie
dad o de m áscaras, en los que se confunden los sexos, y al compás de una m úsi
ca profana, ligera y provocativa, y en medio de una atm ósfera saturada de sen
sualism o (...)” . Así pues ritm os como el vals, el chotis, o la polka eran conside
rados “peligrosos contra la virtud” .368
En ese sentido se expresaba Luis Buades Roca, director de la Unió
M usical de la Pobla del Duc, en los años veinte:
367 SIMEÓN RIERA, J. D.: "Impasible el ademán ". Franquismo i societat a una comunitat rural: Xábia
1939-1953, op. cit., p. 264. Concepto huidizo por lo demás v. BURKE, P.: “El «descubrim iento» de la cul
tura popular”, en SAMUEL, R.: Historia popular y teoría socialista, Crítica, Barcelona, 1984, pp. 78-92.
368 Los entrecomillados están tomados de un artículo titulado “El baile” aparecido en el diario católico La
Voz de Valencia, 18-11-1905. Parecidos razonamientos a los expresados en esta columna pueblan la prensa,
libros de fiestas, sermones, etc., de los años cuarenta.
778
Pero entended que no se trata del alma vulgar de las ciudades, sino todo
lo contrario; lo com prenderéis mejor, comparando, p o r ejemplo, produc
ciones populares, la canción malagueña, las albaes valencianas, etc., con
esos horribles cuplés que envenenan el alma de los pu eb lo s a manera de
vergonzosa enferm edad moral. 369
3^9 La Tierra Hidalga. Semanario Independiente Almagreño, 24-111-1923. Luis Buades fue el director de la
Unión Musical de la Pobla del Duc entre 1945-1954. v. CALZADO ALDARIA, A.: La Unió Musical de la
Pobla del Duc. 1903-2003, op. cit., pp. 67-82.
37®AMA, libro 1, Libro de Crónica 1955-1959, p. 100.
371 APAT, Libro de Memorias 1911-1931, 10-IV-1960.
372 AMAM, sig. 882, Plan Trienal 1953-1955.
373 SANZ ALBEROLA, D.: La implantación del franquismo en Alicante. El papel del Gobierno Civil
(1939-1946), Universidad de Alicante, Alicante, 1999, p. 211.
779
la calle con el evidente daño en la decencia pública y el peligro de tentaciones
im puras (...)” .374
El puritanism o m ojigato y cursilón de aquellos años inm ediatos al fin de
la guerra ocasionó divertidas anécdotas, que constituyen el marco general en el
que se vivía. Un grupo de niñas de Ontinyent había estrenado una com posición
basada en el vals “El bello D anubio A zul” en un Certam en organizado por la
Sección Fem enina en los Jardines del Real de Valencia, que obtuvo el Prim er
Prem io del Concurso Regional. Sin embargo, una rectificación de últim a hora
sustituyó el prim er prem io por el segundo, debido a que “el jurado calificador
juzgó « a p o s te r io r i» que las prendas más íntim as que vestían aquellas peque
ñas bailarinas-átam e esa m osca por el rabo-no se ajustaban a las tradicionales y
castísim as propias del traje de labradora valenciana” .375
La blasfem ia ocupaba un rango destacado de la m oralidad católica desde
décadas atrás. El castigo de la ofensa a la divinidad, que, nuevam ente, era asim i
lada a los com portam ientos y actitudes de los vencidos, no escapó de las reglas
sociales diseñadas por el franquism o, en las que la denuncia era om nipresente. El
D ecreto-L ey del 16 de febrero de 1937 y la Orden del 11 de julio de 1938 dispo
nían la capacitación de los gobernadores civiles para perseguir la difam ación y la
blasfem ia a través de arrestos y m ultas.
El B oletín O ficial de la Provincia publicó a finales de febrero de 1941 una
circular del G obierno Civil en la que se contem plaba como actos antigubernati
vos
780
tanto en la vía pública como en el propio dom icilio particular, ayudando a exten
der el m iedo en la sociedad. N adie podía conversar ni siquiera im precar en voz
alta, una costum bre habitual entre los valencianos de las zonas rurales. No h abla
mos de una cuestión baladí, puesto que podía ocasionar serios problem as al
denunciado.
En diciem bre de 1943 J.N.S. de 45 años, vecino de la Pobla del Duc, era
detenido e ingresado en la Prisión C elular de Valencia acusado de “blasfem o” . Se
le im puso la cuantiosa m ulta de 2.500 ptas. Según el inform e del Com andante de
la G uardia C ivil, a J.N.S. se le había caído una caballería al suelo por lo que
com enzó a p ro ferir “blasfem ias contra el Santo N om bre de Dios, la H ostia y
varias cosas divinas” . Pero el inform e no term inaba aquí. El inform ante, si bien
señalaba su carácter político “indiferente” , añadía otros datos, particularm ente
subjetivos, sobre el carácter de J.N.S. “inm oral, sucio, m altrata de palabra y obra
a su padre (...)” .377 En el mismo pueblo, el Juez M unicipal castigaba en enero de
1940 con 15 ptas. a un joven por “falta pública al respeto debido a la R eligión
del E stado” . El jo v en se negó a pagarla y el alcalde tram itó la denuncia al
Juzgado.378
En 1945 se cursaron en Benigánim ocho m ultas por blasfem ar en la vía
pública; en 1949 unos particulares denunciaban a tres de sus convecinos por estas
m anifestaciones verbales en el interior de sus casas; un m atrim onio fue m ultado
por blasfem ar en el curso de una pelea conyugal y a dos carreteros después de un
choque entre sus carros. Dos m ultas se cursaron en la ciudad del C lariano, con la
onerosa sanción para una de 50 ptas., y para la segunda, con 2 pesetas. La
Com isión G estora de O ntinyent acordaba en uno de sus prim eros plenos:
377 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.656, informe del l-XH-1943.
378 AMPD, Documentación. Época Falange, informe del 8-1-1940.
370 AMO, libro 22, Libro de Actas, acta de ll-IV-1939.
380 AMOLL, sig. 34/3, Libro de Actas, acta de 5-X-1939.
781
rio m unicipal y por el ayuntam iento respectivam ente. El alguacil, el Jefe de
Falange y concejal colaboraron en la tarea con una denuncia cada uno. Seis de
los m ultados habían estado afiliados a Izquierda R epublicana; tres a la UGT y
cinco m ás eran herm anos de algunos de ellos. En total, al menos el 14,29% había
m ilitado con anterioridad en el espectro sobre el que descansaba la República, lo
que da una idea de una cierta dirección represora política en esta persecución
contra la blasfem ia. La persecución se prolongó cronológicam ente. El Plan
P reparatorio M unicipal de Aielo de M alferit (1952) señalaba entre los logros del
ayuntam iento que “la blasfem ia es perseguida y severam ente sancionada, pero
siem pre se produce alguno que otro rebrote” .381 Todavía en 1954 el G obernador
Civil em itía un oficio en diciem bre de 1954 para la “vigilancia y persecución de
los blasfem os que serán denunciados al G obernador” .382
En la N ueva España que com enzaba a am anecer, la propaganda oficial (su
léxico y sem ántica) recordaba sin pausa que los actos y m anifestaciones verbales
am orales o contrarias a la tradición form aban parte del sistem a político dem ocrá
tico y de la “naturaleza” propia del m arxism o, estigm atizando de este modo a los
vencidos como seres groseros, m aleducados, soeces y am orales. Así, la alcaldía
de A lbaida pedía en 1955, la denuncia pública contra los blasfem os, que, se
recordaba, era “una rém ora que nos legaron los tiem pos liberaloides” .383 El adul
terio se convirtió en un delito m ás, aunque parece que no fue dem asiado perse
guido. Tan sólo conocem os una causa abierta en el Partido Judicial de O ntinyent
en el año 1943.384
U na sociedad y un Estado recubiertos del más rancio integrism o católico.
La prohibición del trabajo m anual en los días festivos religiosos (dom ingos, días
de precepto) era otra de las aspiraciones del m ovim iento católico de preguerra.
La prensa católica había puesto especial énfasis en esta norma. En mayo de 1933,
El R edil de O ntinyent dejaba m uy claro que “El trabajo en dia festivo ejecutado
sin causa grave o sin perm iso del superior eclesiástico es trabajo m aldito. No
puede sino fructificar en desgracias, ham bre y enferm edades” .385
E sta posguerra de prohibiciones y am enazas se llenó de m ultas por traba
ja r en dom ingo o en días festivos, sin abandonar en ningún m om ento el alto
grado de arbitrariedad presente en estas acciones, ya que dependían del grado de
sim biosis entre la m áxim a autoridad m unicipal y estos preceptos para desplegar
cam pañas puntuales. Solo así se explica que los Libro R egistro de M ultas presen
ten concentraciones de m ultas m uy puntuales en determ inados años y vacíos
com pletos en otros.
Sólo en 1941, once vecinos de M ontaverner fueron m ultados por trabajar
en dom ingo. En r O lle ria se cursaron tres en 1940 (una por trabajar en dom ingo
y dos p or “sacar estiérco l”); cinco por trabajar en dom ingo en 1941; 19 a m uje
782
res por lavar ropa en domingo; el arrendador del m atadero denunció a tres veci
nos por m atar cerdos en dom ingo en 1945; y en 1947 la G uardia M unicipal cur
saba 8 denuncias por trabajar en día festivo. En Fontanars se cursaron en 1953
seis m ultas por trabajar en días festivos y cuatro m ás en 1957 por vender en el
m ercado antes de la m isa dom inical.386 En A ielo de M alferit el teniente de alcal
de denunciaba, en agosto de 1955, ante la G uardia Civil, el trabajo dom inical en
una fábrica de vidrio hueco.387
La prohibición del trabajo m anual en domingo y días festivos se plasm ó en
algunos casos en las refundaciones de las O rdenanzas M unicipales, como ocurrió
en A ielo de M alferit (1953), que recogían en su Capítulo IV, A rtículo 13, este
punto, adem ás del cierre de los establecim ientos com erciales, excepto los com es
tibles, incluso en la función p ú blica.388 Las m ultas podían oscilar entre las 15 y
las 250 ptas. im puestas a un cam arero de M ontaverner (1954) por trabajar en un
día festivo. Al parecer, su em presario no fue m olestado. En A lbaida tam bién
encontram os cinco m ultas entre 1952-1953 por vender en día festivo.389 En
O ntinyent se m ultaba a tres personas por trabajar en dom ingo, una por vender
m ercancías y o tra más por lavar ropa (193 9-1940).390
Las Ordenanzas M unicipales de Aielo de M alferit aprobadas en los prim e
ros años de los cincuenta recogen toda una serie de protecciones m unicipales re s
pecto a la m oralidad católica que sirven para determ inar los rasgos predom inan
tes de la visión integrista de las autoridades m unicipales: prohibición de cual
quier tipo de juego, cantar o gritar m ientras los fíeles acuden o salgan al tem plo
o se celebren los Oficios D ivinos. Al mismo tiem po se obligaba a que los veci
nos decorasen los balcones y ventanas para las procesiones, descubrirse y arro
dillarse ante las com uniones de enferm os, las procesiones, o las procesiones del
Santísim o, así como la prohibición de m áscaras. Otros pertenecían a la destruc
ción de la cultura popular, iniciada (al m enos) con la R evolución liberal, como la
prohibición de cencerradas, o las rondas m usicales nocturnas.391
La discrecionalidad de las autoridades locales determ inaba la laxitud de
algunos alcaldes y, por el contrario, un abundante sesgo represor en otros. H acia
m itad de los cincuenta, el alcalde de la Pobla del Duc iniciaba en ju lio una cam
paña Pro-M oralidad consistente en la prohibición de la entrada de m enores en el
cine, guardar la debida com postura en los locales públicos y la persecución del
trabajo en días festivos y dom ingo, con la am enaza de “ severas m ultas” .392
El decoro se elevó por parte del descafeinado regeneracionism o franquis
ta a norm a de obligado cum plim iento, con la crítica y la acción sancionadora
contra las expresiones populares, en las que el ruido, la exageración, el tum ulto
y la anarquía expresiva eran constantes. Siem pre relacionadas con un sector
783
social determ inado: los trabajadores. En el Plan Preparatorio de 1952 de A ielo de
M alferit se achacaba a que el “atraso cultural de un gran sector del vecindario, se
m uestra patente en todas las m anifestaciones públicas, espectáculos, etc., con
una desm esurada afición al gam berrism o” .393 La destrucción de la cultura popu
lar a m anos de la racionalización prom ovida por la burguesía se completó casi
definitivam ente, en aras del concepto del “buen gusto” contrapuesto a la “zafie
dad” o la “chabacanería” que, según la burguesía, eran signos de identidad de
m uchas de las heterodoxas form as culturales. Así, se persiguió, con la m odalidad
de la m ulta, prácticas com unes, como encalar las calles para unir noviazgos o
rupturas, como sucedió en agosto de 1953 cuando seis vecinos de A lbaida fueron
sorprendidos a las dos y m edia de la m adrugada en esta actitud.394
D urante el m andato en la provincia de Planas de Tovar se publicaron los
edictos m ás duros con el fin de m oralizar a la población, que resaltan atrozm en
te en una realidad de violencia y m iseria. A modo de ejem plo, el tres de junio de
1941, el m ilitar publicaba esta circular:
El “decoro” era una norm a social burguesa que debía im ponerse por todos
los m edios. El nuevo español de la posguerra debía observar la corrección form al
y verbal en cualquier ám bito de la vida cotidiana. El ayuntam iento de A lbaida
advertía en ju n io de 1949 a los em presarios del Cine O deón y del Teatro Español
su m isión para prevenir no sólo fum ar en sus salas, por los peligros que se deri
vaban, sino tam bién ante la tendencia generalizada de “interrum pir escena con
palm as o cualesquiera otra form a ruidosa o intem perante” . Las m uestra de un
com portam iento “correcto” en público llegaba incluso al fútbol. En enero de
1951 era m ultado un espectador de O ntinyent por “ insultar con palabras mal
sonantes a uno de los ju gadores del equipo de B etera” .396 A principios de agosto
de 1943, en el Campo de D eportes, los agentes de la autoridad advirtieron por el
altavoz a unos jóvenes para que dejasen de bailar en m angas de cam isa.
El control exhaustivo se extendía a las diversiones más com unes de los
pueblos españoles de la posguerra: el cine y el teatro. El prim ero no podía con
tener peligro alguno sobre los españoles, ya que pasaba por la tijera inm isericor-
de (y algunas veces m iope) de la censura. Pero aun con esta inquisitorial institu
ción, el cine era considerado un verdadero peligro para la hum anidad, que debía
784
ser reglam entado estrictam ente, ya que sus salas oscuras eran proclives para
albergar relaciones sexuales o acercam ientos carnales, perseguidos por la m oral
pública y las norm as de urbanidad del m om ento. No escaparon del celo inquisi
torial.
En febrero de 1940 los guardias m unicipales de O ntinyent perseguían con
particular saña las “actitudes incorrectas e inm orales durante las sesiones de
cine” . Así, en febrero de 1957, un joven de C astelló de Rugat era m ultado con 50
ptas. por “atentar a la m oral y buenas costum bres y com postura en locales de
espectáculos públicos” . M otivo: estar “recostado y el brazo apoyado en la b u ta
ca vecina” . Las norm as de decencia im puestas correspondían a los principios de
urbanidad burguesa más conservadora. A brocharse los pantalones en la calle era
considerado “acto inm oral” y penalizado en Benigánim (1949) con 50 ptas. de
m ulta.397 A pesar de la rigidez m oral y la persecución, los propietarios de los
cines intentaban burlar esta vigilancia, ya que el pase de una película sin com
pletar la censura, que corría de boca en boca por la población, aum entaba consi
derablem ente las taquillas. Aún así las m ultas eran considerables. En diciem bre
de 1943, el Jefe Superior de Policía m ultaba con 300 ptas. al propietario del onti-
ñentino cine Echegaray por perm itir la entrada a m enores en películas no aptas y
por no suprim ir la parte censurada.398
Si el cine era más fácil de controlar gubernativam ente, las actuaciones tea
trales podían llegar a escaparse de la estricta vigilancia m oral. H abía que estar
siem pre vigilante. A los dos em presarios teatrales del Cinem a Palacio de A ielo de
M alferit se les abrió un expediente sancionador en enero de 1950 por representar
un sainete, presum iblem ente la típica obrita del costum brism o valenciano en la
que no podía dejar de aparecer un miembro de la Iglesia, que fue calificado como
“una burla contra la m oral católica y un sarcasm o contra nuestra religión católi
ca” .399
En una España m ísera, dividida entre la im punidad de los vencedores y la
degradación física y m aterial de los vencidos, los únicos logros que podían p re
sentar las autoridades m unicipales eran m orales. El redactor del Plan Trienal de
A tzeneta 1953-1955 se vanagloriaba de que en su pueblo los “festejos populares
coinciden con los actos religiosos, porque en estos lugares no se concibe lo uno
sin lo otro, con arreglo a tradiciones arraigadisim as (,..)” .400 Con las econom ías
fam iliares todavía sin recuperar, los niveles ya de por sí bajos de preguerra, el
redactor se asom bra de que no se había podido acabar con la m endicidad, adu
ciendo la fantasiosa y falsa idea de que “en el medio rural no se asim ila fácilm en
te la prohibición de la m endicidad” . En un pueblo como A tzeneta, sin realizacio
nes m unicipales desde el fin de la guerra civil, no im portaba la inexistencia de
infraestructuras urbanas, educativas o sanitarias, ya que “se ha conseguido to ta l
m ente hacer desaparecer la blasfem ia y la em briaguez” . No se había cansado de
repetir la propaganda oficial: éramos pobres, pero honrados; m íseros, pero en
posesión de la verdad y de la razón.
785
La m oral católica llegaba a todos los rincones de la vida. E im pregnaba al
partido que debía liderar la R evolución N acional-S indicalista de la N ueva
España. U na R evolución que, en cuanto a sus presupuestos m orales, no podía
dejar de ser m ás conservadora y tradicional. La Jefatura falangista de B élgida
consideró que debía reflejar en su registro de salidas de la correspondencia p ar
ticular, en febrero de 1946, como actuación propia y reseñable de la labor que
estaba llevando a cabo en este pequeño pueblo, la celebración de m atrim onio
canónico de una pareja am ancebada.401 Ésta era una cuestión que gozaba de una
cierta vigilancia. En diciem bre de 1955, una em presaria de Benigánim había des
pedido a uno de sus trabajadores porque, además de vivir con una m ujer sin estar
casados, con la “agravante” de tener descendencia se negaba a casarse con
ella.402
Pornografía y hom osexualidad fueron otros cam pos de actuación de la
m oralidad franquista. En 1948 se iniciaba un juicio verbal de faltas por el
Juzgado de B enigánim contra un fotógrafo am bulante que vendía fotografías p o r
nográficas que “contenia la im agen de la G ilda (...)” .403La represión de la hom o
sexualidad es m enos conocida, ya que apenas ha dejado testim onios docum enta
les, pero no por ello fue m enos brutal, siem pre basada en la rum orología y en
com entarios de calle y casino. El 2 de septiem bre de 1944 dos vendedores am bu
lantes, acusados de ser hom osexuales, estaban siendo buscados por la G uardia
C ivil y la P olicía M unicipal de O ntinyent.404 Aun con estas “pruebas”, se dem o-
nizó la hom osexualidad y se la persiguió cruelm ente.405
La Sem ana Santa era otro centro de restricciones, ya que era de obligado
cum plim iento. El 18 de m arzo de 1940 el católico alcalde de O ntinyent publica
ba una orden em anada por la Superioridad que prohibía la celebración de espec
táculos desde el m ediodía del m iércoles santo hasta el Sábado Santo, la apertura
de cafés y bares hasta las tres de la tarde el Jueves y Viernes santo, pero tan sólo
para cafés, ya que se pro h ib ía cualquier otro tipo de diversión. Y, por últim o, la
retransm isión del Serm ón de las Siete Palabras desde los bares y cafeterías.
A lguna vez la Ig lesia p articipaba directam ente en el castigo al infractor de
la m oralidad. En ju nio de 1944, el alcalde de A tzeneta destituía al director de la
B anda de M úsica por orden del G obernador Civil. Todo empezó con una denun
cia del párroco de este pueblo presentada ante la Jefatura Provincial sobre Juan
Rubio Lluch, un brigada licenciado del Ejército franquista, que vivía con una
viuda de A tzeneta con la que tenía un hijo, m ientras su m ujer y sus dos hijas re si
dían en B arcelona. El Jefe P rovincial notificó la denuncia al G obernador Civil
quien, al recib ir una recom endación de la S ecretaria del A rzobispado de
Valencia, ordenó al alcalde de A tzeneta su destitución inm ediata. Posteriorm ente,
el propio G obernador n o tificaría al Obispo A uxiliar y Vicario G eneral la destitu
786
ción, así como haber tom ado “las m edidas oportunas para corregir la referida
conducta” . El problem a que suscitaba la unión extram atrim onial no sólo se redu
cía al escándalo que pretendidam ente suscitaba entre el vecindario de esta peque
ña y conservador población sino que “ se pretende que actué en las funciones del
culto, concretam ente en las inm inentes fiestas del C orpus” , adem ás de que el
director en cuestión estaba apoyado por los m úsicos y sus propios fam iliares, con
lo que al párroco se le ponía en cuestión enem istarse con todos ellos o con la feli
gresía más m o ralista.406
Una radiografía de la ciudad de O ntinyent es útil para calibrar la inciden
cia de la reconstrucción de una m oral integrista y su grado de influencia social.
En la ciudad del Clariano se dieron cita todas las facetas de la nueva m oral.
R ecordem os que el program a político de su prim er alcalde del franquism o con
sistía en un “program a espiritual” , que giraba en torno de la regeneración de la
sociedad ontiñentina. Las autoridades locales eran las encargadas de velar por la
aplicación de este “program a espiritual”. Para Luis M ompó, el alejam iento de la
Iglesia C atólica y la consiguiente inm oralidad acaecidos durante los años repu
blicanos eran los culpables de la guerra civil y de la trasgresión social y cultural
que tuvo lugar. Esta argum entación correspondía a las profecías de la M adre
Rafols, que tanto predicam ento gozó en el sector tradicionalista de la ciudad
durante la R epública, por las que: “ en ellas claram ente se dice que la causa fun-
dam entadísim a de la terrible y trascendental guerra que hem os librado, ha sido la
inm oralidad de costum bres que como cieno pestilente todo lo invadia” .407
Para el alcalde de Ontinyent la m oralización de la sociedad evitaba la
reproducción de una nueva contienda civil.408 Por tanto, la serie de im posiciones
y norm ativas de su m andato no obedecían a ningún falso puritanism o ni a una
actitud hipócrita, sino a una serie de firm es y arraigadas creencias religiosa-polí-
ticas producidas p or el discurso integrista del clero ontiñentino adscrito al tra d i
cionalism o. Luis M ompó provenía de las filas de este tradicionalism o, del que
derivó con posterioridad a las juventudes de la D erecha Regional. Estos com po
nentes integristas de Luis Mompó recorrían verticalm ente al cuerpo social. Se
puede apreciar, al igual que el resto de represiones, que una porción destacable
de las actuaciones en el campo de la m oral pública nacían a través de las denun
cias particulares cursadas por la G uardia M unicipal.
Para Luis M ompó, la religión y la reform a m oral social eran los ejes cons
tructivos de la España franquista. Como comentó él m ism o a un alférez, la p re
tensión del b aile en una sociedad de tipo religioso conseguía “reb ajar el nuevo
espíritu que inform a los destinos de nuestra patria, encam inada hacia ese Im perio
en Dios y por D ios que es el punto fundam ental del program a de nuestra actua
ción N acional como Internacional, expuesta por nuestro amado y glorioso
C audillo, (...)” .409
406 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.663, legajo 32, expediente 26.
407 AMO, Secretaría. Expedientes Varios 1939, “A los señores concejales de la Comisión Gestora de este
Exmo. Ayuntamiento”, 2-V-1939.
408 Ibídem.
409 Ibídem.
787
El jo v en alcalde no dudó en ningún mom ento en aplicar sus coordenadas
ideológicas. Se proscribió sañudam ente el baile. Como tantas otras actuaciones y
posturas de las instituciones franquistas, hay que retroceder en el tiem po.
Sim plem ente, el integrism o m ayoritario en la Iglesia española encontró en el
franquism o el m arco socio-político idóneo para im poner su m oral y preceptos. El
m ovim iento católico de O ntinyent había criticado con acritud en la prensa cató
lica los “bailes m odernos”, sobre todo el tango y el ja zz. Ya en marzo de 1925
advertía La Paz Cristiana:
Corren noticias de que el día de San José han de celebrarse bailes p ú b li
cos en dos centros de esta ciudad (...) ¿Cómo es posible que en la católi
ca ciudad de O nteniente se profane públicam ente el Santo Tiempo de
Cuaresma canonizando el pecado mortal, p u es no otra cosa es bailar aga-
rrao, como enseñan los m oralistas?,410
a) P or que según la doctrina Católica dichos bailes han sido siem pre
reprobados p o r ser norm alm ente inm orales y conocidam ente perjudiciales
p a ra la vida y salud del alma como del cuerpo que tanto importa defender
y robustecer a fin de conseguir la regeneración completa de la raza, con
arreglo a aquel aforism o latino ,4mens sana in córpore sana. Y siendo la
D octrina Católica la que definitivam ente impera en la nueva España des
p u és de la terrible y horrorosa guerra que hemos sufrido para conseguir
el triunfo com pleto de nuestro ideal, debia tomarse el acuerdo de no auto
rizar ningún baile de dicho estilo, pero en especial no autorizar ni consen
tir ja m á s se dieran en la Sociedad de Festeros del Santísim o Cristo de la
Agonía de esa población, dado el carácter em inentemente religioso de
dicha Sociedad y habida cuenta tam bién de la tradicional y ju stific a d ísi
ma campaña llevada a cabo en dicho sentido oposicionista p o r las autén
ticas y verdaderas derechas de este nuestro amado pueblo ( . . . ) f n
410 Texto extraído de BERNABEU GALBIS, J.R.: “Danzas al estilo del País. La Dan9á de 1939”, Festes de
Moros i Cristians d 'Ontinyent, 1999, pp. 130-132.
411 AMO, Secretaría. Expedientes Varios 1939, “A los señores concejales de la Comisión Gestora de este
Exmo. Ayuntamiento”, 2-V-1939.
788
na “ya que estos bailes estilo m oderno repugnan en gran m anera a las íntim as
convicciones de un gran sector católico de esta ciudad, puesto que dada la natu
raleza y estilo de dichos bailes no pueden garantizarse en m anera alguna la m ora
lidad de los concurrentes” .412
Tampoco aceptó Luis M ompó un baile en la Sociedad Festera, con destino
a sufragar los fondos de A uxilio Social, en un pleno m unicipal extraordinario que
debatió este asunto, puesto que los bailes estaban:
Los bailes celebrados term inaron con m ultas del G obernador Civil, alerta
do por el alcalde, como sucedió en 1942 con la com parsa K abila al organizar un
baile con tangos y pasodobles. Al año siguiente no se celebraron. En septiem bre
de 1940 im ponía la elevada cuantía de 5.000 ptas. a un fam iliar por “prom over el
baile sin autorización” .
Los baños en ríos y barrancos eran tradicionales en O ntinyent. También
padecieron el rig o r puritanista. A principios de ju lio de 1939 el ayuntam iento
estaba recibiendo “num erosas denuncias” sobre los “constantes ataques a la
m oral y decencias públicas que se som eten por los que, en form a indecorosa acu
den a bañarse en distintos puntos del río C lariano” . El alcalde se hizo eco de
estas denuncias am enazando a los bañistas con sanciones pecuniarias, describien
do estos baños en el mism o estilo que los bailes m odernos “intolerables e incom
patibles con el espíritu y las norm as m oralizadoras de la España N acional” ,414
situándolos entre las coordenadas del legado republicano puesto que era “una de
las secuelas que nos han dejado el periodo m arxista que tanto se caracterizó por
la inm oralidad en todos sus aspectos” . En la represión de los baños surge la clave
de género. Los bañistas reincidentes serían “m ultados con rigurosidad, e incluso
se procederá a su detención (...)” .415 Para las m ujeres se proponía buscar un lugar
reservado y vigilado. H asta que se encontrase, se prohibía el baño fem enino bajo
la sanción del corte de p elo .416
El m andato de Luis M ompó se convirtió en una inapelable vigilancia
inquisitorial. La blasfem ia ocupó un alto rango en las preocupaciones m orales,
m uy por encim a del alcoholism o. En la prim avera de 1940 una posada de recien
te construcción albergaba en los días de fiesta a ruidosas reuniones de amigos
789
que term inaban en sonoros em briagam ientos. A pesar de las continuas m olestias
al vecindario, no se produjo la intervención m unicipal hasta que, en el curso de
una p elea entre borrachos, según denunció el propio vecindario, uno de ellos dijo
en voz alta “me cague en D eu y la ostia” .417 En abril de 1958 el Juzgado de
Prim era Instancia condenaba a Vicente S.M. por el delito de blasfem ia a la pena
de 1.000 ptas. de m ulta y al pago de las costas procesales.418
Se persiguió cualquier infracción contra la Ley de Descanso D om inical;
que, adem ás, incluía los días de precepto, el Jueves y Viernes Santo, con algunas
excepciones (hostelería y pescado fresco). El 3 de junio de 1942 se publicaba un
Bando M unicipal p or el se perm itían los trabajos de la siega, siem pre y cuando
se cum pliera el precepto de la Santa M isa. Este m arco represivo era el idóneo
para que las denuncias particulares se utilizaran en provecho laboral o económ i
co propio. En octubre de 1943, un barbero acusaba a un colega de profesión de
incum plim iento del descanso dom inical, puesto que ese día afeitaba y cortaba el
pelo en los dom icilios p articu lares.419
Las supersticiones populares que restaban credibilidad a los dogm as ecle
siásticos tam bién m erecieron la actuación m unicipal. A lertado un vecino por los
“insistentes rum ores” sobre el ejercicio por parte de una m ujer del “curanderis
mo por procedim ientos esp iritistas” , denunció a la curandera ante la G uardia
M unicipal.420 En 1947, la G uardia C ivil iniciaba un atestado “por atentado con
tra la R eligión C atólica” . C recía el rum or público sobre las actividades de “ algú-
nas m ujeres que se dedican al curanderism o y atenían en privado en contra de la
R eligión C atólica” .
Todo em pezó cuando un jo v en de 16 años declaró que una vecina le había
recom endado quitar el crucifijo de la cabecera de la cam a de su herm ana, grave
m ente enferm a, “pues de no quitarla, no podían curar a su herm ana porque su
m adre del dicente (q.e.p.d.) la tenía cogida por el cuello.” Además de sum inistrar
m edicam entos sin prescripción facultativa. O tra m ujer intentó hacer hablar a la
m adre de la jo v en con el retrato de la m adre y retiró el crucifijo porque “dicho
C rucifijo llam aba a la enferm a a la m uerte”, negado por la misma. De la declara
ción de la inculpada, creída por el Juez Com arcal de Instrucción, se deduce que
el supuesto curanderism o se había tratado en realidad de m alquerencias persona
les y m alentendidos, fruto de la distinta cultura de las dos m ujeres, una nacida en
O ntinyent y la otra en Santander. El 7 de enero de 1947 se detenía a una de las
dos m ujeres im plicadas, aunque la Providencia ordenó la libertad de la m ujer el
m ism o d ía.421
La censura en m ateria sexual alcanzó en O ntinyent los extrem os m ás rid í
culos. Los acróbatas del Circo Cortés, asiduos a la Feria, estaban obligados a
417 AMO, Secretaría. Correspondencia Judicial. Entradas y salidas 1939-1944, oficio del Cabo de la Guardia
Municipal, 29-IV-1940.
4 18 AMO, Secretaría. Correspondencia Judicial. Entradas y Salidas 1956-1958,4-IV-1958.
419 Ibídem, oficio del ll-X-1943.
420 AMO, Secretaría. Correspondencia Judicial. Entradas y Salidas. Oficio del Cabo de la Guardia
Municipal, 1-3-1944. Años 1939-1944.
421 AMO, FJ, caja 73, Juzgado de Instrucción de Ontinyent. Diligencias previas, 1941-1948. También en
Secretaría. Correspondencia Entradas y Salidas 1939-1944, oficio de l-ÜI-1940.
790
colocarse m edias y las trapecistas tenían que vestir con su capa hasta que no lle
gaban a lo m ás elevado de sus ejercicios, con lo que se evitaban posibles ten ta
ciones. Es m ás, A lfredo B em abeu recuerda que:
Las program aciones de los cuarenta son muy parecidas a la preparada para
el 16 de ju lio de 1941: la película Justicia D ivina, que dram atizaba el secreto de
confesión; otra más de C harlot y un docum ental sobre la construcción de un ze p -
pelin.
(...) aquellas fie sta s de 1947, éstas fu eron extrem adam ente musicales, ins
talándose orquestinas en infinidad de lugares como los bares Regio,
Valencia, España (...) La gente bailó y se divirtió hasta bien entrada la
noche, p u es muchas eran las ganas que había, p ero eso sí, bajo la atenta
mirada de m uchos im provisados censores, que controlaban si era adecua
da la distancia, m ientras se oían los boleros de A ntonio M achín,423
422 BERNABEU GALBIS, A.: “Origen de la Feria de Ontinyent”, Crónica d'Ontinyent, 69, 1990, pp. 8-9
(p. 9).
423 FERRERO TEROL, R.: Tiempo de Benimeris, op. cit., p. 26.
791
les de su m andato con el rezo del Ave M aría. Entre las cuatro realizaciones más
queridas de su m andato el m ism o alcalde citaba: la inauguración de la Casa de
Sanidad; la Coronación de la Purísim a; la concesión de la Plebanía a la parroquia
de Santa M aría y resucitar la tradición del Aguinaldo de la Purísim a.424
La práctica cotidiana de la Iglesia en un pueblo puede ser estudiada a tra
vés de las hojas parroquiales, altavoces privilegiados que llegaban a todo el pue
blo. A leluya era el suplem ento del B oletín O ficial del Arzobispado de Valéncia,
nacido en 1940, al dedicar una página a cada pueblo. José Alba, párroco de
A gullent, aprovechó este suplem ento para plasm ar en sus páginas la cosm ovisión
y actividades de su parroquia, entre el 6 de abril de 1941 y el 25 de diciem bre de
1946, cifrándose entre 140-150 los ejem plares repartidos.
En sus núm eros se recogen las m áxim as preocupaciones m oralizantes del
integrism o católico de la posguerra: el peligro del baile, el lujo en el vestido, la
blasfem ia o las m angas cortas de las m ujeres en el templo. Como vem os, casi
todas dirigidas especialm ente hacia la mujer. El párroco advierte a las m ujeres
agullentinas sobre el necesario decoro que deben observar y la amenaza para la
virtud del baile: “Ojo con el baile este verano (...) M uchacha: Menos pintura y
más m odestia” . Se insiste en la observancia del descanso dominical, en el recha
zo a las m anifestaciones festivas tradicionales, en las que siempre estaba presen
te el exceso de alcohol, en las brom as pesadas y gam berradas propias de una cul
tura m asculina, en la línea de una defensa del carácter religioso de las festivida
des:
F iestas de San Vicente: Repetim os que las fie sta s de San Vicente están
dedicadas al apóstol valenciano y en manera alguna al dios Baco.
Agradeceríam os a los f esteros se abstuvieran, cuando se vieran un poco
cargados, de echar serm ones, cantar tangos, decir salvajadas (...) Los
actos p ia d o so s se deben celebrar con p ied a d y con recogimiento. D urante
el acto religioso de la erm ita se debe guardar silencio dentro y fu e ra de la
iglesia. Es conveniente que a la subida del Santo no vayan cuatro gatos
(...)
424 r e i g FELIU, J.L.: Onteniente. 1940-1953, Diputación Provincial de Valencia, Valencia, 1957. Los datos
proceden de la aportación del alcalde a esta publicación, redactadas el 31-XII-1957, p. 460.
792
conversaciones más o menos sueltas, con la exhibición de prendas poco
decentes y las p o sturas a veces nada convenientes. Y es este entre los men-
tideros quizá el de más baja estofa (...) Tal vez el silencio fu e ra m ejor
para el alma y p a ra el trabajo bien hecho A15
Por tanto, los esfuerzos institucionales para aplicar a la fuerza la m oral del
integrism o católico reforzaron el clim a de opresión, al perseguir las fórm ulas de
evasión populares, la sociabilidad inform al y las m anifestaciones de cultura
popular.
La m ujer fue, com parativam ente, el grupo social más perseguido por el
franquism o. La m ujer política, social o sindicalm ente activa era considerada
como mucho más peligrosa para la sociedad que el hom bre, puesto que estas
m ujeres subvertían el papel tradicional que el franquism o reservaba para ellas,
basado en la tradición conservadora del catolicism o. La m ujer estaba considera
da en un nivel inferior al hombre. En los padrones de habitantes constaba como
cabeza de fam ilia el hom bre y, en algún caso, con el sobrenom bre de “ Jefe”
(A lfarrasí), no podían votar y, por supuesto, sus roles sociales estaban m uy deter
m inados. Tanto es así que cuando a un G uardia M unicipal de A lfarrasí se le orde
nó barrer éste se negó, alegando que “es trabajo de m ujeres” .426
Sin embargo, la represión sobre este sector de la población fue m uy selec
tiva. Se persiguió una actividad pública p o lítica o institucional notoria y m ani
fiesta durante la guerra, que excedía el papel reservado a la mujer. La edad de las
m ujeres que pasaron por un Consejo de G uerra o por el TRP es un referente de
este principio de m ovilización política en el campo de la izquierda, puesto que
salvo dos, todas las dem ás se incluyen en un grupo de edad que va de los 20 a los
26 años. Casi todas eran m ujeres de extracción obrera: tejedoras (3), servicio
dom éstico (1), “labores” (2), más la hija de un pequeño com erciante (1) y una
m aestra.
M aría Carbó (M ontaverner) perteneció a uno de los prim eros com ités por
el Partido Com unista; Isabel M ontagud (Terrateig) fue presidente del Consejo
M unicipal de su pueblo por el Partido Socialista; Isabel M onzó (O ntinyent) había
desem peñado la presidencia de la A grupación de M ujeres Libres y colaborado en
la cabecera anarquista de El Productor. De Josefa O. (O ntinyent) se decía que
“iba m archando al frente de todas las m anifestaciones con la bandera com unista”
(aunque era anarquista), que registraba, desnudándolas, a las m ujeres presas y
que fue la confidente del Com ité (¿de cual de todos?), única acusación en este
sentido que ha aparecido en la com arca, posiblem ente porque las instituciones
inform antes consideraban esta faceta un m onopolio de las m ujeres. También se le
425 CASANOVA HERRERO, E.: “L’Agullent de la postguerra a través de les « A le lu y a » de Josep Alba
(1941-1943)”, Llibre de Festes de Moros i Cristians, abril 2000, s/p.
426 AMAL, Correspondencia varía.
793
acusó de p articip ar en saqueos. Las tres m ujeres de Bocairent fueron procesadas
en C onsejo de G uerra: Francisca S. de 29 años y profesión Labores, afiliada a la
CNT, tam bién fue acusada y condenada de m anera sim ilar a Isabel M onzó. Tres
m ujeres de B ocairent, una tejedora de 21 años, una em pleada dom éstica de 24 y
otra m ás fueron condenadas acusadas de haber asistido a la A sam blea Popular
que debía decidir la suerte de unos falangistas detenidos y haber pedido su m uer-
te.427
La asim ilación entre inm oralidad y vencidos se hacía más patente cuando
se tratab a de la sexualidad fem enina. En m arzo de 1941, vecinos de la calle
G racia de A lbaida se quejaron al alcalde del com portam iento de una m ujer casa
da que, según estos vecinos, recibía a un hom bre en su casa, calificándola como
“desvergonzada ram era que ha olvidado por com pleto sus deberes como m adre y
como esposa (su m arido se encuentra procesado ó sufriendo condena desde la
L iberación)” . El alcalde no fue benigno con esta mujer. Como según el Estatuto
M unicipal local no se podía castigar este caso con severidad, envió la denuncia
al G obernador C ivil.428 Éste era el destino de m uchas de las fam iliares de repre-
saliados políticos que se veían abocadas a una prostitución encubierta.
H echos y anécdotas que en los expedientes m asculinos tenían una relevan
cia m uy m enguada, para la m ujer se elevaban a la categoría de prim era (muchas
veces única) acusación. Este es el caso de una m ujer de Castelló de Rugat llam a
da “la S astra”,
En A lbaida,
Pep el de la Vara (un líd er socialista), una de les seues filie s era perru -
quera i va anar en guerra a una casa a colocar el cabell a la senyora i hi
havia una p o rte ta entreoberta i ella va vorer que alió estava am agat
Cándido M artínez Lloret. No va dir res. En acabar la guerra el p rim er que
van f e r va ser, la van entrar dins, la van desfer a la pobreta xiqueta a
p a llisse s.430
4^7 AMO, FS, RP. La crueldad hacia las mujeres encarceladas en VINYES, R.: “ “Nada os pertenece...” Las
presas de Barcelona, 1939-1945”, op. cit.
4^8 AMA, Caja Varios, denuncia de 12-IÜ-194L
42^ T.O. de Anónimo-P (1996).
430 T.O. de Josep Vañó (2003).
794
“ro jo ” , otra m uestra de la ejem plaridad pública que pretendía el franquism o.431
A Irene, herm ana de José Cuquerella (Benigánim ), “por algún insulto dirigido a
los nacionales la tuvieron a la pobre lim piando calles una buena tem porada” .432
En O ntinyent, “Hay alguna que no tiene suficiente causa para encerrarla y los
revanchistas se conform an con hacerlas ingerir aceite de ricino, después de
haberlas cortado el pelo al cero” .433
El caso de la m aestra nacional de A ielo de Rugat es un ejem plo de la u ti
lización de la rencilla fam iliar y personal m ediante el uso y abuso de la denun
cia, pero en esta pequeña historia podem os entrever la visión franquista de la
m ujer y, en general, del m agisterio. En este pequeño pueblo, corría el rum or en
el otoño de 1945 de que el m arido de la m aestra m antenía relaciones con otra
m ujer casada y m adre de cuatro hijos, por lo que el alcalde de A ielo pedía el tra s
lado de la m aestra. El alcalde decidió, en diciem bre, inform ar a la Jefatura
Provincial falangista y al G obernador Civil sobre las supuestas relaciones sexua
les adúlteras del esposo que, para m ayor escándalo, se efectuaban en el dom ici
lio de la m ujer y en la propia casa del m atrim onio, con consentim iento de la
m aestra. El alcalde quería atajar el com portam iento, ante el deplorable efecto
m oral sobre los alum nos, proponiendo el traslado forzoso de la educadora, ya que
el esposo había sido avisado sin ningún resultado. La Junta Local de Prim era
Enseñanza coincidía con el criterio del alcalde.
Sin em bargo la Inspección de Enseñanza Prim aria paralizó el acuerdo ante
las inspecciones satisfactorias realizadas en el centro escolar. La Inspección
hacía suya la explicación de la m aestra: la denuncia estaba m otivada p o r la ene
m istad entre el alcalde y su esposo. A pesar de esta consideración, la m aestra se
vio obligada a pedir el traslado.434 Sea como fuera la verdad del asunto, destaca
la enorm e cantidad de inform es y contrainform es que se derivaron de la acusa
ción del alcalde, además de subrayar la m isógina decisión de castigar a la m aes
tra y no a su esposo que era, al fin y al cabo, el acusado del entonces delito del
adulterio. Por últim o, es patente la am plia veda que existía para que cualquier
cuestión personal o fam iliar derivara en perjuicios laborales o la prisión.
Esta doble vara de m edir está presente en algunas m ultas m unicipales. Una
m ujer era sancionada en rO lle ria (1943) por “m urm urar”, con el supuesto de que
hablar mal de otras personas era conceptuado como una característica fem enina;
otra por blasfem ar, tam bién im propio del género pilar de la religión en la fam i
lia, y 19 m ás por lavar la ropa en dom ingo, único día en que podían ocuparse de
los m enesteres caseros dada la elevada cantidad de trabajo femenino que se daba
en esta población.435
El m undo laboral recogió la represión de género. La industria, en especial
la textil, no podía perm itirse rechazar el trabajo fem enino, básico en sus in stala
431 En Sagunt “fueron exhibidas en el campo de fútbol antes de comenzar el partido”, en CARDO MONZÓ,
C. y CERDÁI MANUEL, R.: “La memoria de la postguerra a Sagunt”, op. cit., p. 28.
432 CUQUERELLA, J.: Recuerdos, op. cit., p. 167.
433 REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., pp. 234-235.
434 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.671, legajo 54, expediente 47.
Septiembre-diciembre 1945.
435 AMOLL, sig. 35/8, Libro Registro General de Multas.
795
ciones. Pero la A dm inistración Pública, sobre todo la local, obstaculizó el acce
so de la m ujer a la función pública. En septiem bre de 1941 se desestim aba la
petición de nom brar a una m ujer en el puesto de auxiliar del Centro de H igiene
de O ntinyent “por considerar ser norm a de esta C orporación el no adm itir en lo
sucesivo al servicio de este M unicipio a m ujeres con la salvedad de hacerlo caso
que por las circunstancias actuales sea necesario y siem pre con carácter provisio
n al.”436
Que el franquism o abocó a la m ujer al papel subsidiario anterior a la época
prerrepublicana, situada en un nivel inferior al hom bre, es perceptible en la b ru
tal dirección específica de la represión sobre la m ujer, en la cultura de la dicta
dura y en el día a día, en pequeñas situaciones diarias. Cuando el Consejo de la
Caja de A horros de O nteniente decidió regalar una libreta de ahorros con diez
pesetas a los niños y niñas inscritos en los com edores de A uxilio Social y del
H ospital-B eneficencia, no pudo hacer frente al increm ento del número de carti
llas previsto. La decisión fue sencilla “que se excluya a las niñas que figuran en
la relación de A uxilio Social, y que se expidan libretas únicam ente a los niños,
por esta vez” .437
Agó era el que es deia zona roja. A l ’acabam ent de la guerra, les institu-
cions que po rta va el régim de Franco van suposar una m iqueía de tira
nía, de d o m in a d o , d ’abús i atropello, alió era (...). La Guardia C ivil en
796
aquell m om ent era una guardia de seguretat del govern fra n q u ista que
apretava m olt políticam ent. Van haver algunes p a llisses a gent un poquet
més destacada del Comité, els tancaven i, ciar, aixó va durar uns anys fin s
que va com entar a norm alitzar-se (...) En els locáis públics e lq u i p arla-
va en contra el fixa ven , l ’amenagaven, li pegaven inclus. Tan sois es p a r-
lava de p o lítica en cercles reduíts, que es coneixen adés i eren d'esque-
rres.439
797
poco m argen a la insum isión. Tan sólo quedaban por parte de los trabajadores
“estratégies de supervivéncia” ,444 y estas dem ostraciones soterradas de un des
contento frente a la situación económ ica, la corrupción adm inistrativa, la rep re
sión y Falange T radicionalista.445 Así pues, conocer algunos de estos com porta
m ientos de oposición, por muy m inoritaria, desorganizada y soterrada que se
quiera, nos acerca a com prender m ejor cómo el franquism o dispuso, entre in sti
tuciones y delatores, de unos m ecanism os precisos para term inar con estas
dem ostraciones opositoras. Por esto, hem os incluido el capítulo de la oposición
antifranquista dentro del bloque tem ático dedicado a la represión.446
El m iedo a la organización de grupos de oposición y la política de control
social tuvo su principio desde los prim eros m eses de la posguerra. De ahí la nece
sidad de fijar la población evacuada o refugiada en sus lugares de origen anterio
res a la guerra y controlar sus m ovim ientos, que no siem pre se conseguía. El 30
de abril de 1940 el C om andante M ilitar de O ntinyent exigía a “Todos los foras
teros hom bres y m ujeres residentes en esta localidad y su térm ino m unicipal des
pués de la L iberación, presentarse en el Cuartel de la G uardia C ivil” .447
Escapados de los cam pos de concentración y de las cárceles, parece que a finales
de 1940 estos grupos eran suficientem ente num erosos para preocupar a la
G uardia Civil. El prim ero de octubre de 1940 el cabo de la G uardia Civil de
O ntinyent señalaba en un bando que:
4^4 REIG, R.: “Estratégies de supervivéncia i estratégies de millora. Els treballadors al País Valencia durant
el franquisme (1939-1975), Afers, 22, 1995, pp. 459-493 (pp. 460-472) y “Repertorios de la protesta. La
posición de los trabajadores durante el primer franquismo”, en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A. (eds.).: El jran-
quismo en Valencia. Formas de vida y actitudes sociales en la posguerra, op. cit., pp. 37-77, hasta p. 68 (pp.
59-60).
445 paj.a estaS cuestiones cfr. GÓMEZ RODA, J.A.: “Actitudes y percepciones de la posguerra en Valencia.
Informes de Falange, policiales, diplomáticos y del Partido Comunista”, op. cit., pp. 77-117 y 99-100. Del
mismo autor “Percepciones de las instituciones y actitudes políticas de la sociedad en la posguerra”, op. cit.
De “hostilidad pasiva” califica la actitudes de muchos españoles de la época, v. SAZ, I.: “Entre la hostilidad
y el consentimiento. "Violencia en la posguerra”, op. cit., pp. 31-32.
446 Una visión similar de estas demostraciones de oposición, o simplemente de malestar con la situación eco
nómica ha sido desarrollado por CENARRO, Á.: “Las múltiples formas de la resistencia cotidiana al régi
men de Franco en Aragón, 1936-1945”, en RÚJULA, P. y PEIRÓ, I. (coords.).: La Historia Local en la
España Contemporánea, op. cit., pp. 349-358.
447 AMO, Bandos de la Alcaldía, bando de 30-IV-1939.
448 AMO, Bandos de la Alcaldía, l-X-1940. La preocupación franquista por estos grupos antes de su con
versión en guerrillas más organizadas en MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., pp. 369-373
798
El franquism o conocía la oposición o indiferencia de buena parte de rep u
blicanos e izquierdistas. Según su propia dialéctica, éste era un sector de p o b la
ción m anifiesta o soterradam ente hostil sobre el que solam ente podía funcionar
la razón de la fuerza o el som etim iento absoluto. Para los franquistas, se estaba
ocupando un territorio que m uchas veces estaba poblado por enem igos Este sen
tim iento de ocupación estaba presente habitualm ente en la adm inistración fran
quista.
Una de las razones aducidas por el secretario del ayuntam iento de
M ontaverner para m antener el acuartelam iento de la G uardia Civil, pretexto
seguram ente aum entado para conseguir sus fines, consistía en que M ontaverner
había sido el centro de la Com arcal del Partido Com unista para los Partidos de
A lbaida y G andia y, por tanto, el Cuartel era im prescindible para m antener el
orden público.449 La im portante m asa obrera izquierdista de O ntinyent inquieta
ba hasta tal extrem o a la Com isión G estora que, en febrero de 1940, después del
desalojo del Ejército franquista de la ciudad, trataba de conseguir en vano 19 p is
tolas y nueve carabinas para arm ar a la G uardia M unicipal y a la G uardería R ural,
puesto que la ciudad tan sólo disponía de ocho guardias civiles m andados por un
teniente.450
En los prim eros cuarenta, los inform es elaborados por los ayuntam ientos
y Jefaturas Locales de FET ponían un gran énfasis en dar cuenta del estado p o lí
tico de pueblos y ciudades en relación con la dictadura. En sus páginas se puede
observar que el terror era el único instrum ento que m antenía doblegados a los
vencidos. En ju n io de 1940 la A lcaldía de Benigánim contestaba al G obernador
Civil Planas de Tovar que el estado político de la localidad “ es bastante satisfac
torio, pues si bien es cierta la existencia de ciertos elem entos indiferentes a la
Causa N acional Sindicalista, estos no obstaculizan la labor realizada por esta
corporación” .451
A pesar de la violencia p olítica desatada contra los vencidos de la guerra
civil, represaliados de una m anera u otra después de la contienda, m uchos co n ti
449 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.662, legajo 30, expediente 93, carta de
24-IX-1941.
450 Los estudios del núcleo industrial del Port de Sagunt o de la Unión Naval de Levante señalan la pervi-
vencia de un sentimiento antifranquista en la clase obrera y su escasa “popularidad”. V. SIMEÓN RIERA,
D.: “El franquismo vivido e imaginado desde una sociedad industrial: el Puerto de Sagunto”, pp. 159-186 y
SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en la Valencia de la posguerra”, pp. 187-234, los dos
capítulos en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A. (eds.).: El franquismo en Valencia. Formas de vida y actitudes
sociales en la posguerra, op. cit., pp. 159-186.
451AMBG, caja 16, Correspondencia, 1940, Circular de 26-VI-1940. En la Circular, además, tenían que con
testar a las siguientes cuestiones:
Partidos Políticos de la República.
Estado Político de la población.
Relaciones entre ayuntamientos y autoridades locales.
Actividades del ayuntamiento desde el fin de la guerra.
Cambios en la Gestora.
Actividades de FET.
Cambios en la dirección de FET.
Concepto publico del Movimiento.
9. Necesidades urgentes del municipio.
799
nuaron m anifestándose de un m odo contrario al régim en franquista. Estos eran
los hom bres y m ujeres que aparecen en los inform es franquistas como “no se
adapta a la N ueva España” . Esto se puede deducir de la docum entación disponi
ble y de las frecuentes quejas de algunos concejales y falangistas, ya en julio de
1939, contra las que “pidió se diesen las órdenes oportunas para que se denun
cien las m anifestaciones y conversaciones que con frecuencia se sorprenden en la
vía pública contra el O rden público y la Causa N acional” .452
Estas m anifestaciones verbales consistían en quejas contra la deplorable
situación económ ica y en la propagación de rum ores contra las instituciones, el
Partido Ú nico o el m ism o Franco, en conversaciones de calle o de carácter priva
do que trascendían a los organism os com petentes para su represión, gracias a las
denuncias particulares. Situaciones constatadas por Ismael Saz para los obreros
de la U nión N aval de Levante o por D aniel Simeón en el pueblo alicantino de
X ábia.453
La fírm e conclusión que se puede extraer de las mismas es la inexistencia
de una oposición organizada. De hecho, y como movim iento organizado, se han
podido docum entar muy pocos casos. En julio de 1942, un informe de la G uardia
Civil reflejaba incendios intencionados en trigales situados en los térm inos
m unicipales de Bufali y Palom ar.454 Ese m ism o año, se descubría una cédula
com puesta por veteranos anarquistas ontiñentinos y de un veterano anarquista,
im plicado en la insurrección de 1933, se decía que “pudiéndose asegurar que a
tal objeto continua organizado con los de su grupo sin dejar rastro alguno” .455
C ualquier sospecha de reorganización de fuerzas izquierdistas era atajada
de raíz. La v ictoria aliada term inó por desatar el pánico ante un im parable ascen
so de la oposición. En octubre de 1945, la Jefatura falangista de 1'O lleria alerta
ba a la G uardia Civil y a la Jefatura Provincial acerca de la actitud de dos veci
nos “elem entos rojos pelig ro so s” que estaban leyendo (¡en la calle!) el núm. 15
del “Órgano del M ovim iento Libertario C.N .T” .456 Ambos se encontraban en
libertad condicional tras haber sido condenados, uno a 20 años y un día y el otro
a tres años. L a G uardia C ivil procedió con rapidez a detenerlos y a ingresarlos en
el D epósito M unicipal. En su inform e resaltaba su “m ala conducta” y sus sospe
chas de que “am bos se h allan en contacto con algún Centro com unista o de la
C.N.T.” .
A pesar de los interrogatorios no se pudo dem ostrar este contacto con
cédulas clandestinas, aunque la Jefatura de 1'O lleria seguía opinando lo contra
rio puesto que am bos estaban en contacto de Francisco Borredá G enzor (en algún
inform e se le denom ina Fernando), vecino de Valencia y antiguo Com isario
452 AMO. Secretaría. Correspondencia Judicial. Entradas y Salidas. 1939-1944, informe de 12-VII-1939.
453 SIMEÓN RIERA, J.D.: “El franquismo vivido e imaginado desde una sociedad industrial: el Puerto de
Sagunto”, op. cit., p. 285, y SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en la Valencia de la pos
guerra”, op. cit., p. 210.
454 AMA, Correspondencia 1942, 11-7-1942.
455 AMO, FCCF, legajo 2, informe de 10-V-1942.
45*>AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.671, legajo 54, expediente 58, infor
me de 19-X-1945.
800
Político com unista, que viajaba con frecuencia a 1'O lleria, persona im putada por
la Falange local de ser el contacto que traía los panfletos y la prensa clandestina
y que, según un inform e falangista, “hace ya mucho tiem po que vam os p ersi
guiéndole la pista” . Poco después los dos detenidos pasaron a la Jefatura
Superior de Polícia de Valencia.
Los inform es de Falange y de la G uardia Civil diferían considerablem en
te. Para la Benem érita sólo uno de ellos leía el diario en cuestión y, tras ser dete
nido, im plicó al segundo pero, según ambos detenidos, habían encontrado la
publicación tirada por la calle. Con todo, los falangistas de rO lle ria estaban fir
m em ente convencidos de que uno de los dos detenidos m antenía relaciones flu i
das y estables con Francisco Borredá, sospechoso de repartir propaganda clan
destina en F O llería. El inform e no abandona el tono de astracanada de otros
inform es falangistas: “se les vio a los tres juntos y charlando m uy secreta y ani
m osam ente” .
En marzo de 1947 la G uardia Civil detenía a trece personas acusadas de
reorganizar en O ntinyent la UGT y la CNT, a través de sus contactos con el
Secretario General para el D istrito de O ntinyent del Partido Com unista, un veci
no de Aielo de M alferit, al que se le incautaron ejem plares de Fragua Social,
B oletín de Inform ación del Partido Socialista, Suplem ento del B oletín Socialista,
M undo O brero y K ontaktico (en esperanto).457 La verdad es que era una prensa
algo heterogénea para tratarse de un m ilitante com unista. Los inform es sobre
siete ontiñentinos de este grupo son algo contradictorios, puesto que el Jefe
Local de FET les acusaba de pertenecer a la organización clandestina del Partido
Com unista y de la Unión de R esistencia N acional, así como de cotizar para “ el
m ovim iento de resistencia nacional”, y de guardar núm eros de M undo O brero,
Fragua Social, el B oletín de la CNT y K ontaktico. De los siete detenidos, uno
había pertenecido a la CNT, otro m ás a la UGT y otro a Izquierda R epublicana y
a la UGT.458
Con todo, la persistencia de estas opiniones verbales y pequeños gestos,
como pintadas, nos hablan de un sentim iento soterrado antifranquista que aflo ra
ba a pesar de la certeza de un castigo inm inente, al m ism o tiem po que la deter
m inación por parte de las autoridades franquistas de atajar drásticam ente cual
quier signo m ínim o de disidencia. Las m uestras de oposición particular com en
zaron muy pronto. En ju lio de 1939, el Com andante M ilitar de A lbaida im ponía
una m ulta de 200 ptas. a M iguel Jordá Cantó y otra de 150 a Ricardo Tormo Vidal
por “haber proferido frases despectivas para el G lorioso Ejército N acional” .459
Las m anifestaciones verbales favorables a los A liados durante la G uerra
M undial, citadas anteriorm ente, fueron atajadas con prontitud. D etrás de estas
opiniones estaba latente una oposición firm e al franquism o y la esperanza de su
pronta destrucción. En junio de 1941, el alcalde de O ntinyent sancionaba a cinco
“ro jillo s ” (...) por ciertas p alab ras d espectivas co n tra n u estro G lorioso
457 Trabajos locales han constatado que este año fue especialmente virulento en la persecución de la disiden
cia antifranquista, v. ALCARAZ ABELLÁN, J. y CABRERA ACOSTA, M.A.: “La resistencia al franquis
mo en Canarias: 1940-1960”, en IEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 107-109.
458 AMO, FJ, JLLV, caja 27, informe de 1l-IV-1947.
459 LV, ll-Vn-1939.
801
M ovim iento N acional” . E ntre los cinco, el alcalde se explayaba contra José Gil
Cantos, G uardia Civil retirado, afiliado sucesivam ente a partidos de izquierda
(IR, PSGE, PCE), que no se recataba en hablar contra el Nuevo Régim en. En su
contra, el alcalde m anifestaba que había perpetuado en sus hijos su izquierdism o:
“C onsecuencia de su m ala conducta y actuación fue el que sus hijos siguieran los
m ism o derroteros que su p ad re” y dejaba de entrever el m ayor castigo posible a
sus actu acio n es y o p in io n es, al m an ifestar en su inform e presentado al
G obernador Civil su extrañeza por que el G uardia Civil continuaba percibiendo
su pensión de 117 ptas. m ensuales a pesar de sus ideas.460
P ara term inar con esta débil oposición el franquism o tenía a su alcance
prim ero las m ultas, pero cuando éstas no obraban su efecto se apelaba a procedi
m ientos más hum illantes y, como siem pre sucedía, con m ayor fiereza si se trata
ba del género fem enino. En ju n io de 1940 se notificaba al Gobierno Civil la tozu
dez y cierta picardía de una m ujer de O ntinyent que,
802
lidad” . El alcalde actuó rápidam ente y elevó un inform e de lo ocurrido ante el
G obernador C ivil “por si estim ara oportuno corregir esta actitud de m anifiesta
hostilidad al régim en, concretada en la afirm ación de que en aquel tiem po se
gozaba de m ás tranquilidad que ahora, lo que por sí solo define perfectam ente
una actitud” .463
Otras veces, una sim ple acusación podía ocasionar la depuración del lugar
de trabajo y su posterior ocupación por los acusadores. A m odo de ejem plo, la
denuncia presentada contra dos trabajadores públicos de O ntinyent, que a pesar
de su pasado izquierdista, continuaban en su cargo. Un vecino les denunció por
“m anifestarse de form a descarada en contra de nuestra Causa N acional (...) am e
nazando con tom ar represalias el día que, según ellos, cam bie la situación por
otra favorable a los izquierdistas” . El hecho debía ser prontam ente castigado ya
que la im punidad favorecía que la m ujer de uno de los em pleados públicos secun
dase los insultos a los generales franquistas.464
Esta fe observada en el retorno al poder de las izquierdas perduró en la
m em oria de los vencidos en la guerra, convirtiéndose en una inocente arm a que
ellos creían am enazante contra los franquistas. En una riña entre un guardia
m unicipal y una m ujer en una calle de O ntinyent, el guardia le espetó que la
denunciaría en el Cuartel, a lo que la m ujer, en un arranque de ira, le espetó “en
el Cuartel no le harían caso y en cuanto a su herm ano que era un crim inal como
todos los dem ás Guardias M unicipales y A lcaldes y cuando esto cam biara (refi
riéndose al estado político), se acordarían todos ellos” .465 En Benigánim , en una
fecha tan tardía como 1964, una m ujer de pasado izquierdista declaró en un ju i
cio de faltas que “(...) los jueces y las actuales autoridades son todos unos ladro
nes. Pero el día que vengan los m íos de Rusia, ya les arreglarán las cuentas” .466
Como vem os, siem pre se trata de la persecución a m uestras inofensivas de
descontento o de oposición verbal al franquism o. Los vencidos no tuvieron otra
opción que refugiarse en pequeñas dem ostraciones privadas que reforzaban sus
ideas. En la Pobla del Duc un grupo de socialistas celebraban en su dom icilio el
Prim ero de M ayo. Para evitar testigos peligrosos, cerraban puertas y ventanas,
las m ujeres se colocaban el gorro frigio y los hom bres pañuelos rojos, y m ientras
una vieja gram ola entonaba el Himno de Riego y la Internacional, daban vueltas
cantando alrededor de una mesa. En O ntinyent se denunciaba en 1940 que trab a
jadores com unistas y cenetistas desarrollaban actividades de “derrotism o verbal”
en sus lugares de trabajo.
Una reunión “clandestina” en Castelló de R ugat term inó con una serie de
detenciones en ju n io de 1943. O al m enos así califica la G uardia Civil la p resen
cia de cuatro jóvenes (tres m ujeres y un hom bre) en una estancia. Trinidad
Cam arena Á rtes form aba parte de una fam ilia izquierdista de la población. El
Com andante de Puesto ponía de relieve que “dem ostrando en sus conversaciones
un odio terrible al régim en actual y a sus adictos” ; Vicenta C arbonell Crespo
803
ten ía en su contra “m anifestaciones m arxistas, estuvo de cam arera en el Café de
Elíseo Rósente (...) actualm ente encarcelado y condenado a la últim a pena” ;
R em edios Crespo h ab ía hered ad o los genes izq u ierd istas de su fam ilia
“D esciende de fam ilia roja, se ha rozado siem pre con gente de mala índole p o lí
tica de los que m erece toda su confianza” , al igual que el único hombre, B autista
C arbonell Tarrasó, de 20 años, “izquierdista como su padre” . Desconocem os lo
tratado en esta reunión, pero las tres m ujeres fueron condenadas a 20 días de
arresto en la Prisión Provincial de M ujeres.467
La oposición sim bólica, pero más activa fue, todavía más reducida. Una
denuncia particular provocó la intervención en 1941 de la Guardia M unicipal de
O ntinyent en una farm acia que no había cam biado el mem brete de la dirección su
negocio, antes Plaza de la R epública y ahora Plaza del Generalísimo, una actitud
sospechosa que m ereció al m enos una investigación.468 A principios de septiem
bre de 1942 aparecían las iniciales FAI grabadas con un objeto punzante en la
Iglesia de Santa M aría al lado de la Cruz de los Caídos.469
Los escasos espacios para dem ostrar la defección operaban siem pre de
m anera individualizada, pero indican el im portante substrato que diariam ente
destilaban los antifranquistas. La tipología hace referencia al desprecio hacia los
sím bolos m ás queridos por el franquism o. A ntonio M. era multado con 50 ptas.
en O ntinyent por “interrum pir” en septiem bre de 1939 un desfile de Falange
T radicionalista. Las continuas “faltas de respeto” al Himno Nacional o a la obli
gación de guardar respeto, com postura o levantar el brazo a la romana, obligaron
en mayo de 1940 a realizar una auténtica batida por las calles de O ntinyent. Un
ontiñentino, que dejaba habitualm ente de levantar el brazo cuando sonaban los
acordes del Himno N acional, fue denunciado por un convecino con el resultado
de una m ulta de 10 ptas. Idéntica cantidad tuvo que abonar Vicente M artínez “por
haber perm anecido sentado y cubierto durante el tiempo que tocaban la radio el
Him no N acional” . Cinco pesetas, el jo rn al de un día de trabajo agrícola, fue el
castigo a tres ontiñentinos que “Al pasar por frente al Bar Regio cuando la radio
tocaba el Himno N acional, no se perm itieron pararse ni levantar el brazo como
está prevenido, alegando tenía prisa por ir a regar” .470 No levantarse ante el paso
de una p ro cesió n term inó con sendas m ultas hacia dos izq u ierd istas de
M ontaverner.
A lgunos vencidos no se som etieron de buen grado ni con la coacción de
las m ultas. El alcalde de B enicolet había im puesto una multa de 5 ptas. a un
m atrim onio de la localidad en octubre de 1945. Como quiera que éstos se habían
negado a pagarla, rápidam ente escribió al G obernador Civil inform ándole de que
“ si en este pueblo existe alguna persona desafecta al Régimen y peligrosa para
nuestro G lorioso M ovim iento N acional una de ellas es el citado Francisco
Santam aría y esposa, cuya desobediencia es una m uestra de la soberbia (...)” cali
467 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Obras Público, caja 3.659, informes de 21-VI-1943 y 11-VI-
1943.
468 AMO. Secretaría. Correspondencia. Entradas y Salidas 1939-1944, oficio 12-Ü-1941 del Cabo de la
Guardia Municipal.
469 AMO, Correspondencia 1942, 9-IX-1942.
470 AMO, Libro Registro de Multas Gubernativas 1933-1940.
804
ficándole de “extrem a izquierda” y, lo que todavía era peor, “adem ás exterioriza
su izquierdism o” . Finalm ente el G obernador im puso una m ulta a la m ujer de 50
pts y de 100 ptas. al m arido “por sus antecedentes y la m anera incorrecta de com
p ortarse” .471
O tra m odalidad de indiferencia y hostilidad con los proyectos falangistas
era la negación a participar en la cuestación de A uxilio Social, que debió ser m uy
extendida, puesto que en noviem bre de 1941 Planas de Tovar había cursado una
de sus am enazantes circulares por la que prohibía la entrada en cines, cafés o
bares a todos aquellos que no portaran el distintivo de haber colaborado con el
A uxilio Social. Anécdotas ocasionales m uestran que no se detuvo en la década
de los cincuenta. En una votación interna de la com parsa ontiñentina de los
B enim erines:
471 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.671.
472 FERRERO TEROL, R.: Tiempo de Benimeris, op. cit., p. 47.
473 AMAL, Multas Gubernativas.
474 AMCR, sig. 233, Expedientes de Multas Gubernativas.
473AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.659, legajo 21 (Ia Parte), expediente
42, informes de 1l-XI-1946.
805
Las apreciaciones de la D irección General de Seguridad no eran totalm en
te erróneas. La guerrilla antifranquista no fue ajena a la com arca, aunque la Valí
d 'A lb a id a no fue, ni de lejos, una zona geográfica en la que actuasen los m aquis.
Más bien todo parece indicar que, si bien posiblem ente contaran con la colabo
ración de la población civil, los guerrilleros aparecieron por la com arca de m ane
ra esporádica para aprovisionarse de alim entos.
El 5 de ju lio de 1944 el alcalde de Llutxent notificaba al G obernador Civil
el descubrim iento en la partida B enicava de diez hom bres segando trigo. El alcal
de m ovilizó a una veintena de hom bres arm ados con fusiles que persiguieron y
dispararon a la partida, que repelió el ataque. Juntam ente con la G uardia Civil se
realizó una batida sin resultados. La investigación consecuente llegó a la conclu
sión de que no era ésta una presencia circunstancial. En las m ontañas próxim as
se habían avistado algunas partidas, apoyadas seguram ente con la com plicidad de
los propios vecinos de L lutxent y Pinet, pueblos izquierdistas. Al parecer eran
personas huidas de la ju sticia franquista, seguram ente un grupo de esos presos
que el registro oral ha m arcado como prófugos de la cárcel de Gandia y que
encontraron trabajo en los m ontes próxim os gracias al auxilio de un em presario
m aderero republicano.476
No fue un suceso ocasional. En algunos m om entos aparecieron alarm as
sobre la existencia de m aquis, o “bandoleros” en la term inología franquista. En
enero de 1947, la G uardia Civil de la Pobla del Duc y un grupo de “jóvenes” rea
lizaron una batida, sin resultado p or el térm ino. En M ontaverner, el grupo de
falangistas de la Vieja G uardia acom pañó a la G uardia Civil en la busca y captu
ra del m aquis denom inado “el G allo” por la S ierra G rossa, que, según el relato
de uno de los falangistas que participó en la “batida”, term inó suicidándose cuan
do estaba acorralado:
806
m eses habían hecho aparición tres o cuatro veces “los hom bres de la m ontaña que
la G uardia C ivil llam a “los bandoleros” .479
Fuentes indirectas, pero muy escasas, pueden arrojar luz sobre el grado de
aceptación del régim en a finales de la década de los cuarenta. Se trata de censos
electorales confeccionados en junio de 1946 en dos pequeños pueblos, Pinet y
C arrícola. Estos censos, además de los datos personales y la situación profesio
nal, añaden un capítulo titulado “O bservación” en el que se divide la población:
A para los “afectos” , E para los “Enem igos”, F para los falangistas y D para los
D udosos. Pinet refleja una m ayoría del 52,04% de “enem igos” , un 37,29” de
“afectos” ; un 6,15% de “dudosos” y un 4,5% de “falangistas” .480 En C arrícola
los afectos son la m ayoría de la población censada con un 61,7% ; los dudosos
son un 21,9% m ientras que “enem igos” y falangistas equivalen cada uno al 8,2%.
“D udosos” y “enem igos” aparecen en gran parte de los casos como provenientes
de Izquierda R epublicana.481
La prim era oposición organizada docum entada en la com arca no apareció
h asta los albores de la década de los sesenta con la reorganización del Partido
Com unista. El nexo con la em igración francesa es el factor desencadenante de las
prim eras cédulas com unistas, siguiendo con una dinám ica que ya había tenido
lugar después de la em igración posfiloxérica y con otra m ás contem poránea estu
diada por Leonardo Curzio en el caso de la R ibera B aixa y, sobre todo, en Sueca.
En la capital de esa com arca, los jornaleros del arroz que acudían a la com arca
francesa de la Cam argue para trabajar en los trabajos de la siega y la plantada del
arroz, entraron en contacto con com unistas españoles, por lo que a su retorno
reconstruyeron el Partido Com unista en Sueca.482
479 ACCPCE, caja 77, Nacionalidades y Regiones. País Valenciano, Viaje de José Gandía a ver a su familia,
Informe de Carácter Político y de Información. Madrid, 31 -ID-1951.
480 Informe del Jefe Local de Pinet, 17-6-1946. Donación particular.
481 AMAT, Correspondencia Varia.
482 CURZIO, L.: Arroz y migraciones. Estudio de la emigración de temporada de Sueca a la Camargue
1952-1912, Quadems de Sueca, Sueca, 1992. Para la Valí d'Albaida, AGULLÓ DÍAZ, M\C.; ESPÍIESPÍ,
V. y JUAN I SORIANO, E.: Memoria de la Utopia. CCOO de la Valí d'Albaida, Ed. Setimig, Benicull de
Xúquer, 2001, pp. 46-49.
807
casos de obreros que acudían hasta M agistratura se entienden como actos de
“rebeldía” .483
Según datos sindicales, la D elegación local de Ontinyent intervino duran
te el segundo sem estre de 1939 en 72 despidos, consiguiendo la readm isión de
unos trein ta y la indem nización de otros diez. Para 1941, la delegación de
A lbaida había pagado 15.000 ptas. en actos de conciliación. En 1946, la em pre
sa de Som breros Bueso despidió a treinta trabajadores, que plantearon la dem an
da por despido im procedente ante M agistratura de Trabajo.484 Según un prom e
dio sin fechar, la D elegación C om arcal de O ntinyent plantea unos 150 actos al
año, que se resuelven 130 en la delegación com arcal y tan sólo pasan 20 a la
m agistratura. D urante 1944 la D elegación Com arcal de Ontinyent había tram ita
do 3.618 consultas, había intervenido en 47 casos de despido, obteniendo la read
m isión de 38 y la indem nización de otros. La m em oria oral nos ha rem arcado la
corriente de opinión interna en la Jefatura falangista de Albaida para destituir a
uno de los prim eros delegados sindicales de la ciudad que estaba realizando una
p olítica “ dem asiado” favorable a los obreros, en especial en los actos de conci
liación.485
Las decisiones de M agistratura fueron, en la m ayor parte de los casos
favorables a los obreros, creando m alestar entre los empresarios, que no se con
tentaban con utilizar el sindicato en su propio provecho. En diciem bre de 1955
una em presa de Benigánim despedía a un obrero que convivía con una m ujer y
sus tres hijos sin estar casados canónicam ente y además se negaban a casarse. La
em presa despidió al obrero pero éste recurrió ante M agistratura de Trabajo, quien
le dio la razón. Sin embargo la em presa se negó a readm itirlo y ante la visita del
D elegado Sindical a la em presa, la hija del propietario le espetó “Que eran unos
m oniatos en toda la D elegación (...) A legando que no era incum bencia de esta
D elegación Sindical el problem a que planteaba el obrero”, expresiones que te r
m inaron con una m ulta contra la em presa.486 Al fin y al cabo, el catolicism o de
las Centrales N acional-S indicalistas era sim ilar al resto de instituciones fran
quistas. En sus sedes se entronizaban im ágenes del Sagrado Corazón de Jesús.
Esta breve y parcial descripción nos inform a de que, a pesar de tratarse de
los peores años en cuanto a la represión, no todos los obreros se doblegaron ante
la m ism a y algunos tuvieron la suficiente fuerza como para llevar adelante sus
reclam aciones ante M agistratura.
Las transform aciones económ icas, dem ográficas y urbanas de O ntinyent a
lo largo de la década de los cincuenta explican en cierto modo que la prim era
grieta en el m onolitism o sindical se diera en esta ciudad a finales de dicha déca
da. No obstante, la ausencia de docum entación y de estudios del personal p o líti
co del sindicalism o católico de preguerra im posibilita un mayor acercam iento a
la introducción poderosa de m ovim ientos obreristas católicos, puesto que los úni-
483 REIG, R.: “Repertorios de la protesta. La posición de los trabajadores durante el primer franquismo”, op.
cit., pp. 59-60.
484 AMO, Expedientes Varios. 1945-1946.
485 T.O. de Anónimo-A (1996).
486 AMBG, caja 4, Expedientes de Multas Gubernativas, 5-XD-1955.
808
eos casos com probados de continuidad sindical en el cam po del catolicism o se
dieron en el sindicalism o vertical, aunque no es im probable que una parte de los
precursores de las organizaciones obreras católicas tengan algún tipo de nexo
personal o fam iliar con los sindicatos católicos que proliferaron durante la
República.
El proceso de intensificación de la industria ontiñentina había atraído a un
buen núm ero de em igrantes, desligados por com pleto de los lazos invisibles que
suponían la historia de la ciudad de O ntinyent, de los com prom isos fam iliares, de
las relaciones paternalistas con los patronos, en definitiva, de la sociedad y los
valores de O ntinyent. Gran parte de estos em igrantes se habían instalado en el
barrio de San Rafael, unido a la ciudad por el Puente de Santa M aría. El barrio
se asentaba sobre unos terrenos agrícolas que, rápidam ente, fueron convertidos
en un típico barrio obrero de la época franquista. Las casas fueron construidas
por los propios em igrantes, muchos de ellos obreros de la construcción, “ els
quals s'ajudaven els uns ais altres aprofitant els dium enges i hores lliures...” .
Así, el barrio fue creciendo sin ningún tipo de planificación urbanística, dibujan
do una zona “ sense espais verds, ni pares infantils, ni escoles, ni urbanització, ni
servéis sanitaris,...” . Las deplorables condiciones de trabajo y de vida se unieron
a la decidida postura obrerista de la parroquia de Sant R afael. En estas condicio
nes se entiende la refundación del PCE y, posteriorm ente, de Com isiones
Obreras.
El desarrollo de las asociaciones obreras católicas en Valencia parte de la
política llevada a cabo por el arzobispo M arcelino O laechea y sus colaboradores,
dirigida a crear espacios propios de la Iglesia separados del M ovim iento. En este
sentido, aparte de otras asociaciones, nacía el Instituto Social Obrero (ISO) que
se nutrió en grado sumo de activistas de las H erm andades Obreras de Acción
C atólica (HOAC). Estas H erm andades, creadas en 1946, pretendían agrupar a los
obreros pertenecientes a A cción Católica en una ram a m asculina (HOAC), una
fem enina (HOACF), y otra para los jóvenes obreros católicos (HOJAC). Su pos
tura crítica respecto a la situación del obrero provocó la actuación gubernam en
tal y el cierre de su sem anario Tú. La presidenta de la HOACF valenciana y el
consiliario provincial contribuyeron a la form ación, entre 1958-59, de las ramas
de HOAC y HOACF en O ntinyent, consiguiendo grupos de propagandistas muy
activos que llegaron a realizar cursos de form ación en M adrid.487
Las Juventudes O breras C atólicas llegaron por las m ism as fechas. Fruto de
las corrientes obreristas belgas, se introdujeron en V alencia hacia 1953. La for
taleza de esta asociación en O ntinyent se deduce de la división de las JOC valen
cianas en 1959: tres federaciones que correspondían a V alencia, A lcoi y
Ontinyent. Am bas organizaciones presentaban rasgos com unes, como eran el
empleo de pequeños grupos de trabajo que incidían en los principios de “Ver la
realidad, juzg arla y actuar”, incidiendo más en presupuestos hum anísticos. La
48^ Para Juan Ezquiaga se debe matizar el obrerismo de las HOAC por su respeto escrupuloso de la doctri
na social de la Iglesia, v. EZQUIAGA DOMINGUEZ, J.E. y GONZÁLEZ OSTO, M.: “Relaciones Iglesia-
Estado en el franquismo: una nueva visión desde la H.O.A.C.”, en I Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 158-161. Las HOAC valencianas en PICÓ, J.: El moviment obrer al País Valencia
sota al franquismo, Ed. Eliseu Climent, Valencia, 1977, pp. 75-91.
809
principal diferencia radicaba en cuestiones de m etodología, según el consiliario
de las JOC Luis Espí “En l'H O A C com pulses i com pares la teoria en l'E vangeli
i en la JOC com pares la realitat que has estat analitzant en l'E vangeli, 1'A ctuar
ja t 'i x ” .488 .
La hegem onía católica de los pueblos del Partido Judicial de O ntinyent
ayudó a que estos desarrollaran delegaciones locales de las JOC, a la que se sumó
en la com arca A lfarrasí, conform ando la Federación de O ntinyent (junto a
Enguera y X átiva). Esta fortaleza llevaría a que el Prim er Congreso D iocesano de
las JOC. eligiera su sede en O ntinyent (7 de junio de 1959). Las JOC se desarro
llaron en los años sesenta, dando lugar a un incidente en la celebración del Día
Internacional de las JOC (1963), prohibido en O ntinyent por su alcalde, pero que
se celebró ante la asistencia del propio M arcelino O laechea.489
Esta base previa utilizó la Ley de Convenios Colectivos (1958), y la inau
guración por el m inistro José Solís de un edificio dedicado a los Sindicatos en la
Plaza de la C oronación de O ntinyent, para agrietar el sindicalism o vertical. La
Ley de C onvenios es una más de las disposiciones legislativas em prendidas por
el Consejo de M inistros tecnócrata nom brado en 1957, que desm antelaba la
autarquía. Con esta Ley, sueldos y condiciones de trabajo pasaban a ser elabora
dos por la em presa y los teóricos representantes de los trabajadores o enlaces sin
dicales, en vez del M inisterio de Trabajo. Por prim era vez los enlaces sindicales
pasaban a un tener una funcionalidad concreta en la em presa.
Unos enlaces que, por vez prim era, podían ser útiles a los trabajadores y
podían u tilizar un am plio edificio para realizar reuniones locales y com arcales
con el fin de discutir los convenios y relacionarse con m ayor am plitud que el
cerrado círculo de una em presa o de una población.
Ambas cuestiones, jun to a la solidez del asociacionism o obrero católico,
sirvieron para crear la U nión Sindical O brera (USO), un sindicato cristiano que
atrajo a buen núm ero de antiguos m iem bros de las HOAC y de las JOC, y el p ri
m er sindicato independiente del sindicalism o oficial (aunque lo fuera de m anera
clandestina) de la com arca hasta principios de los años setenta. Este trasvase no
se hizo sin renunciar a las organizaciones católicas, puesto que el sindicato venía
a representar un “ com prom iso tem poral”, entendido como una extensión del
cristiano de HOAC y JOC.
El sindicato cristiano decidió en las elecciones sindicales de 1960 partici
par en los com icios para introducirse en el vertical y erosionarlo. La infiltración
fue utilizada por USO y Com isiones O breras con un éxito com pleto, puesto que
consiguieron, según testim onios directos, un 90% de representantes, apoyo que
no abandonaría hasta 1975, colocando incluso un m ilitante como V icepresidente
de la Junta Social.490
488 AGULLÓ DÍAZ, M\C.; ESPÍ I ESPÍ, V. y JUAN I SORIANO, E.: Memória de la Utopia. CCOO de la
Valí d'Albaida, op. c it, p. 37. Esta publicación es la única que ha abordado hasta la fecha la clase obrera
comarcal durante el franquismo.
489 REIQ R. y PICÓ, J Feixistes, rojos i capellans. Església i Societat al País Valencia (1940-1977), Ed.
Molí, Mallorca, 1978, pp. 216-218.
490 Para las asociaciones cristianas y los primeros años de la USO en la comarca se ha consultado AGULLÓ
DÍAZ, M*.C.; ESPÍ I ESPÍ, V. y JUAN I SORIANO, E.: Memória de la Utopia. CCOO de la Valí d'Albaida,
op. cit., pp. 32-46.
810
4.3. Los poderes locales, pilares del franquismo: Falange Tradicionalista,
Iglesia y ayuntamientos.
491 La historiografía ha adquirido un gran relieve en los últimos años desde la publicación que mayor
influencia ha tenido en este apartado de NICOLAS MARIN, E.: Instituciones murcianas en el franquismo,
1939-1962 (Contribución al conocimiento de la ideología dominante), Editora Regional de Murcia, Murcia,
1982. FRÍAS RUBIO, A. R.: “Una aproximación al análisis del personal político y del Movimiento Nacional
en la provincia de Soria” en TUSELL, J.; GIL PECHARROMÁN, J. y MONTERO, F. (dirs.).: Estudios sobre
la derecha española contemporánea, Madrid, UNED, 1993, pp. 643-654. Una interesante guía para investi
gadores se puede encontrar en ADRIA i MONTOLIO, J.A.: “Suggeriments metodológics per a l'estudi del
poder local en els inicis del franquisme”, en II Congrés Internacional d'Historia Local de Catalunya,
L'Aven?, Barcelona, 1995, pp. 117-125.
492 DUCH PLANA, M.: “Falangismo y personal político en los ayuntamientos españoles (1948-1954)”, en
IIEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., vol. I, pp. 117-125.
493 v. NICOLAS MARÍN, E.: “Los poderes locales y la consolidación de la dictadura franquista”, Ayer, 33,
1999, pp. 65-85.
494 Roque Moreno ha estudiado con detenimiento estas cuestiones. Una parte de su producción ha sido cita
da en el apartado de la autarquía. El artículo publicado en la revista Ayer es una buena síntesis de sus traba
jos, v. MORENO FONSERET, R.: “El régimen y la sociedad. Grupos de presión y concreción de intereses”,
Ayer, 33,199, pp. 87-113.
811
vor franquista que tenía la posibilidad de llegar a un gran número de ciudada
nos.495 Estos poderes locales se suman al tradicional poder m unicipal presente en
los ayuntam ientos. El estudio de todos ellos nos perm itirá conocer las repercu
siones de la dictadura sobre la sociedad, su construcción y apoyos sociales.
495 NICOLAS MARIN, E.: Instituciones murcianas en el franquismo, 1939-1962, op. cit., p. 536. De esta
manera se ha considerado en un artículo que repasa la historiografía sobre los poderes locales durante el fran
quismo, en el que se incluye a la Iglesia MORENO FONSERET, R. y MORENO SECO, M.: “Poder local e
Iglesia en el primer franquismo”, Spagna Contemporánea, 22, 2002, pp. 135-156. Angela Cenarro, por su
parte, consideraba a la Iglesia, a FET y al control del poder local por parte de las elites como los pilares bási
cos del franquismo (junto al Ejército), v. CENARRO, A.: “Elites, partido, Iglesia. El régimen franquista en
Aragón, 1936-1945”, Studia Histórica. Historia Contemporánea, 13-14, 1995-96, pp. 83-103.
496 La historia política de Falange Española y Falange Tradicionalista ha sido tratada por ELLWOOD, S.:
Prietas las Filas. Historia de Falange Española. 1933-1983, Crítica, Barcelona, 1984 y PAYNE, E.: Falange.
Historia del fascismo español. Ruedo Ibérico, Paris, 1973. Una actualización de Falange Española a través
de su fundador en THOMAS, J.M\: Lo que fue la Falange, op. cit.; del mismo autor La Falange de Franco.
Fascismo y fascistización en el régimen franquista (1937-1945), Plaza&Janes, Barcelona, 2001. Para la his
toria institucional de Falange Tradicionalista ver. CHUECA RODRÍGUEZ, R. L.: Elfascismo en los comien
zos del régimen de Franco. Un estudio sobre FET y de las JONS, CIS, Madrid, 1983.
812
que los posibles rectores m ilitares de la zona franquista m urieran en sendos acci
dentes de aviación (Sanjurjo, M ola), las elites de burócratas y técnicos, así como
los poderosos grupos em presariales. La propia dinám ica bélica hizo oscilar una
unidad de acción política en torno a las dos fuerzas con una presencia cuantitati
va m ayor en la zona franquista que eran los falangistas y tradicionalistas.
Un com plejo proceso que no estuvo exento de violencia e incidentes, de
sobra conocidos, desembocó en el Decreto de U nificación de 1937, en el que se
prefiguraron los trazos generales del nuevo partido, desde ese m om ento denom i
nado Falange Tradicionalista y de las JONS. Aun nacido como la unificación de
falangistas y carlistas, FET pasaría a estar controlado y dirigido por antiguos
falangistas, por el reducido núcleo de fascistas de la preguerra. No podía ser de
otro m odo si consideram os que el golpe de estado del 18 de ju lio como la res
puesta aplicada en España ante la crisis de las dem ocracia de los años treinta. En
nada se parece el 18 de ju lio , la violencia de las retaguardias y la posterior d ic
tadura ni a los pronunciam ientos decim onónicos, las persecuciones políticas y las
dictaduras m ilitares del S. XIX. Era más lógico crear un partido en el que con
fluyeran las dos opciones de m asas de la zona franquista y que estuviera d irig i
do por el sector falangista-fascista pero con participación de la derecha antirre
publicana, que, como el resto de derechas europeas del m om ento, estaba profun
dam ente im pregnada por el fascism o, estaba “ fascistizada” .
Sin embargo, a diferencia del fascism o italiano, FET-JONS fue un partido
creado desde arriba, un instrum ento político que tenía utilidades para controlar la
sociedad pero tam bién para perm itir la entrada en política de los “ afectos” . Aquí
radica la identidad originaria de FET, su subordinación al Estado, al gobierno y
al general Franco, una situación muy poco “fascista” .
En este contexto, em ergía la figura de Serrano Suñer como “gran m edia
dor” entre el dictador y los falangistas “cam isas viejas” . Por tanto, encontram os
un partido controlado por falangistas que am bicionaba encauzar al gobierno
hacia sus postulados fascistas, pero al mismo tiem po tenía el contrapeso del
gobierno en el que Franco hacía de árbitro para asegurar la representación de las
principales fuerzas que com prendían el “com promiso autoritario”, adjudicando
áreas de poder relacionadas con los intereses propios grupales (orden público al
Ejército, educación para los católicos...). Un Franco que todavía ocupaba un
papel definido por Ism ael Saz como de prim us inter pares.
Entre 1939 y 1943 esta balanza entre el sector fascista dom inante en FET
(los falangistas de preguerra), animado en la consecución del poder por lo que
parecía el triunfo del fascism o en la guerra m undial, y las restantes fuerzas con
servadoras, parecía decantarse hacia un Estado fascista (Fuero del Trabajo, con
trol falangista de los m edios de com unicación, concentraciones de m asas, sím bo
los). Los esfuerzos y obstrucciones conservadores a los proyectos fascistas de los
falangistas explican que no se llevaran a térm ino. D esde 1943, la suerte final de
la guerra m undial comenzó a virar de m anera favorable para los A liados, m ien
tras que en España un sector de los altos m andos del Ejército reclam aba una tran
sición hacia la M onarquía.
Estas tensiones no term inaron con la supresión de Falange ni con la
m onarquía. Los conflictos por el poder, por la definición del régim en victorioso
813
en la guerra civil, fueron m enores que la confluencia de intereses que unía a la
“coalició n reaccionaria” o “com promiso autoritario” . Pero sirvieron para certifi
car el absoluto triunfo personal de Franco y su función arbitral, así como para
sentar las bases que explican la supervivencia de la dictadura en los peores años
del bloqueo internacional. Se consiguió “Una Falange definitivam ente franquis
ta y un ejército definitivam ente franquista” . D esde entonces la dictadura contó
con unas bases inam ovibles: el poder personal de Franco y su función arbitral y
la restauración en todos los órdenes del dom inio social secular, al que se sum a
ron los sectores beneficiados por la autarquía.
A sí se entienden las esperanzas falangistas el 1 de abril de 1939, cuando
parecía m uy próxim o el sueño im posible, por su escaso eco social en los años
republicanos, de una “ Conquista del E stado” . En los territorios de la derrotada
R epública, la afiliación crecía como la espuma. Las prim eras com isiones gesto
ras form adas antes de la llegada de los cuerpos de Ejército franquistas casi siem
pre lo hacían en nom bre de Falange T radicionalista o por orden de la m isma.
Pero la U nificación forzada desde arriba creó un partido heterogéneo de
personas de m uy distinta procedencia política, que desconocía m ayoritariam ente
la doctrina falangista. El partido debía encuadrar y m ovilizar a la población, con
v ertir a la sociedad en un colectivo de actores en escenografías fascistas a m ayor
gloria del dictador que de esta m anera, podía enorgullecerse de contar con el
cariño y la fidelidad de los españoles.
Pero en el partido confluyó un doble fracaso. El prim ero, ya expuesto, dio
al traste con el proyecto fascista. Como han descrito Chueca y M ontero, “La dife
rencia, la gran diferencia, con el resto de com ponentes políticos del Nuevo
Estado resid ía en lo que Falange tenía de innovación. El problem a estaba en que
el N uevo Estado nadie quería innovaciones” .497 Pero tam poco se consiguió el
objetivo que el partido ocupara las m ayores cotas de poder posibles. La endeblez
ideológica y las pugnas internas m otivadas por esa heterogeneidad apuntada, los
conflictos con otros poderes (G obierno Civil, Iglesia),498 su debilidad organiza
tiva y económ ica, al estar frecuentem ente olvidada desde los presupuestos públi
cos, la subordinación al Estado y a la persona de Franco, pero, sobre todo, la
indiferencia de los apoyos franquistas y la anim adversión de republicanos e
izquierdistas, m otivaron la segunda parte del fracaso.499
497 CHUECA RODRÍGUEZ, R.L. y MONTERO GIBERT, J. R.: “El fascismo en España: elementos para
una interpretación”, Historia Contemporánea, 8,1992, pp. 215-247.
498 La literatura histórica de Falange Tradicionalista ha resaltado los conflictos internos de FET entre los dos
sectores políticos mayoritarios (falangistas y tradicionalistas), o con el Gobernador Civil antes de la unifica
ción de cargos, para ocupar parcelas de poder o conducir proyectos políticos divergentes, pero siempre uni
dos por la aceptación del régimen construido en las trincheras de la guerra. Las luchas internas por el poder
entre falangistas “camisas viejas”, minoritarios antes de la guerra, y los carlistas (principal fuerza ultradere-
chista) en THOMÁS J. M \: “El Régimen de Franco en Cataluña, conflictos entre franquistas en la Tarragona
de los años 1939-1940”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. M \ y CASANOVA, M.: El régimen de
Franco (1936-1975), op. cit., 1.1, pp. 123-135. Del mismo autor, Falange, Guerra Civil, Franquismo, FET y
de las JONS de Barcelona en els primers anys del régim franquista, Publicacions de 1’Abadía de Montserrat,
Barcelona, 1992.
499 CHUECA RODRÍGUEZ, R. L.: “FET y de las JONS: la paradójica victoria de un fascismo fracasado”,
en FONTANA, J. (ed.).: España bajo el franquismo, op. cit, pp. 60-78.
814
Un ejem plo de los lím ites del proyecto fascista-falangista viene dada por
el caso sevillano, que, a la luz de nueva docum entación, parece dem ostrar que
durante la guerra el falangism o gozó de una base social de trabajadores, atraídos
por su “discurso « i n t e g r a d o r » fascista” , con una preocupación social m uy
señalada, patrocinando incluso la reform a agraria, pero que term inó enfrentándo
se con los propietarios latifundistas, y, por extensión, con las autoridades m ilita
res, con lo que, sus proyectos quedaban recortados cuando no anulados. Así, los
intentos falangistas por edificar sus proyectos fascistas chocaron siem pre con la
realidad que sim plem ente eran un grupo dentro de un partido que form aba parte
de un entram ado más amplio, la coalición contrarrevolucionaria, subordinado, en
últim a instancia, al poder del Estado.500 La derrota del falangism o escorado
hacia el fascism o en detrim ento del falangism o-*franquista-católico de Arrese,
term inó por situar a FET-JONS como la plataform a para atraer a grupos sociales
no directam ente im plicados en las luchas políticas de la R epública, que acudían
a sus filas como puente para acceder a cargos sindicales o políticos que hicieran
posible cum plir sus proyectos personales en el campo em presarial.
En cam bio, FET-JONS consiguió una exitosa consecución de otros fines:
la represión político-social, el control sobre la sociedad, la propaganda de la d ic
tadura y, en m enor grado, durante los años cuarenta, el dom inio efectivo del sin
dicalism o vertical sobre el mundo laboral.501
D e todas p a rtes salen boinas rojas y camisas azules; quien no oyó hablar
nunca de José Antonio antes del dieciocho de Julio de m il novecientos
treinta y seis, dice que era fa la n g ista antes de la guerra y el que sim ple
mente era en aquellas fech a s de la D erecha Regional, se atribuye honores
de "cam isa vieja.
50®LAZO, A. y PAREJO, J.A.: “La militancia falangista en el suroeste español. Sevilla”, Ayer, 52,2003, pp.
237-253. El entrecomillado en la p. 248.
501 Esta interpretación ha sido tomada de SAZ, I.: “Política en zona nacionalista: la configuración de un régi
men”, Ayer, 50,2002, pp. 55-85; del mismo autor “El primer franquismo”, Ayer, 36,1999, pp. 201-221. Para
la Unificación de 1937 cfr. THÓMAS, J. M*.: Lo que ju e la Falange, op. cit., pp. 131-221; del mismo autor
LaFalange de Franco, op. cit
50“ REIG SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., p. 215.
815
En la Pobla del Duc:
816
A estos “cam isas v iejas” debem os añadir los que huyeron de la zona rep u
blicana, se alistaron en el Ejército franquista (casi siem pre en B anderas de
Falange) e ingresaron en Falange durante este período; así como los excautivos
y los perseguidos durante la guerra, aspectos que aparecen señalados en los
im presos de afiliación. El grupo tradicionalista de O ntinyent, que había hecho
gala en la preguerra de una cultura de la violencia, abrazó durante la guerra la fe
falangista que les atraía después de la U nificación m ucho más que las tácticas
legalistas de la DRV. Gonzalo Gironés, tras un m itin de Gil Robles en O ntinyent,
despreciaba el accidentalism o de este político y su falta de vigor: “Mas a mí
parecía lo contrario: veíalo fláccido, dado a las com ponendas políticas, a los
coqueteos con la República” .507
El final de la guerra vertió sobre este reducido núm ero de “cam isas viejas”
y excom batientes un aluvión de nuevos m ilitantes y adheridos, provenientes de
todos los partidos de la derecha antirrepublicana y un pequeño sector blasquista,
unos por apuntarse al carro del vencedor, otros porque la afiliación a FET cons
tituía un signo de su adhesión a los vencedores de la guerra y de gratitud por la
term in ació n de la p e sad illa de la guerra y de sus experim entos
revolucionarios/anticlericales. Serán los que denom inarem os desde este m om en
to, falangistas “de aluvión”, para diferenciarlos de los “cam isas viejas” que, al
m enos teóricam ente, estaban m ás concienciados políticam ente y radicalizados
tras haber sufrido persecución por su adscripción política.
La única fuente disponible para el estudio de la afiliación fetista, los
im presos de afiliación, m uestran un nivel de inform ación m uy desigual en las
respuestas a las cuestiones de com promiso político en los bloques cronológicos
“antes del 14 de abril de 1931”; “antes del 16 de febrero de 1936” y “antes del
17 de julio de 1936” . En total, el 58% de las solicitudes analizadas contienen
algún tipo de respuesta a estas cuestiones, aunque no a todas. Esta fuente tiene el
condicionam iento negativo de la posible ocultación del futuro falangista de datos
relativos a afiliaciones que pudieran com prom eter su ingreso o su futuro p o líti
co. Un ejem plo de la prevención que se debe observan en el tratam iento y en la
plasm ación de resultados viene dado en M ontaverner. A quí, el núcleo creador de
Falange anotaba su doble adscripción falangista-DRV, pero obviaba que en abril
de 1936 todos habían form ado parte, incluso con cargos directivos, de la
A grupación local de Unión R epublicana y algunos en Izquierda R epublicana.
La ocultación es sintom ática, pues, a pesar de que este hecho parece apun
tar a un intento por controlar interiorm ente a los dos partidos m ayoritarios del
campo republicano en M ontaverner, los falangistas tuvieron a bien ocultarlo ante
las instancias provinciales. Una segunda laguna viene dada por la om isión de la
m ilitancia en la DRV en aquellas poblaciones con un falangism o que había cho
cado con la oposición, o la indiferencia de los dirigentes social-católicos locales
cuando se planteó la form ación de jefaturas locales. En estos pueblos, como el
caso de A gullent, el partido social-católico era tildado desde esas instancias
como una form ación “liberal” . Así, m uchos social-católicos respondieron a las
507 GIRONÉS PLA, G: Historia de un español, op. cit., p. 80. Los excombatientes de Ontinyent en AMO,
caja 1939-1940. Negociado 1. Correspondencia. Informes Diarios. Subsidio-Combatientes. Excombatientes
1939.
817
cuestiones del pasado político con una respuesta indeterm inada: “derecha” ,
“derechas”, o el nom bre de alguna asociación seglar católica (Acción Católica,
A doración N octurna...) que, casi sin excepción, conllevaba la m ilitancia en la
D erecha R egional Valenciana.
Con esta prevención, se pueden señalar con una suficiente convicción las
lín eas fu n d am en tales de los prim eros m ilitan te s y adheridos a F alange
T radicionalista en la Valí d'A lb aid a que, por lo dem ás, no difiere de la única
Jefatura local estudiada en la provincia de Valencia (Sueca), ni del resto del terri
torio español.508 En la com arca, el principal partido prebélico era la Derecha
Regional Valenciana, en la que habían confluido durante la R epública antiguos
upetistas, tradicionalistas, derechistas sin más calificación, restos m onárquicos
(conservadores, liberales y m auristas), Renovación Española y blasquistas liga
dos al m undo em presarial y a las profesiones liberales. En las dos poblaciones
más populosas analizadas, la DRV aporta el 96,15% de los fetistas en Benigánim
y el 86% en A lbaida. Los seis falangistas de C arrícola tenían un pasado social-
católico.
Al partido social-católico se suma un muy m enguado núm ero de republi
canos blasquistas que ocuparon cargos directivos en la etapa de viraje conserva
dor a p artir de 1933, m ientras que los otros partidos republicanos prácticam ente
son in ex isten te s. Tan sólo en la Pobla del D uc, b lasq u istas, Izq u ierd a
R epublicana y dos jóvenes socialistas alcanzan un porcentaje significativo del
18,75%.
Por el contrario, el núcleo de “camisas viejas” es m uy escaso. Sobresale el
14% de A lbaida o el 19% de M ontaverner, aunque frecuentem ente se sim ultanea
en las declaraciones la dualidad afiliativa con la D erecha Regional. Este núcleo
falangista de “cam isas viejas” se puede ensanchar con la adscripción sincera al
falangism o de jóvenes radicalizados de la DRV o del tradicionalism o que veían
en Falange Tradicionalista, una verdadera unificación de los valores de la defen
sa de la religión católica y de los postulados de acción, reform a social y nacio
nalism o español. Estos jóvenes se habían im plicado personalm ente en la Quinta
Colum na o habían sido perseguidos y encarcelados durante la guerra. Estas
vivencias conectaban con la m ística de la violencia pregonada por Falange
Española.
Esta heterogeneidad interna alcanzaba a los cuadros directivos falangistas.
Un análisis de los jefes locales entre abril de 1939 y 1943, cuando se inicia la
unificación de cargos entre Jefes Locales de FET y alcaldes, así nos lo indica. De
los más de 60 jefes locales localizados entre abril 1939-1943 únicam ente se ha
podido certificar el pasado político de un 50% del total, una m uestra suficiente
m ente representativa.
508 La heterogeneidad compositiva de Falange Tradicionalista ha sido estudiada en las monografías locales.
En general, en el nuevo partido surgido con la Unificación predominaba localmente el partido derechista más
numeroso. Para Sueca cfr. CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Un silenci extens, op. cit.,
pp. 55-58. Para la provincia de Valencia, GÓMEZ RODA, J. A.: “La primera Jefatura Provincial de FET-
JONS de Valencia, 1939-1943”, en II Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 127-134.
Para el análisis interno de FET se ha empleado profusamente el modelo expuesto por CLARA, J. M \: “Els
falangistes de Girona. Evolució de les afiliacions i dades sociológiques (1934-1969)”, L ’Aveng, 157, 1992,
pp. 46-53.
818
El Cuadro núm. 69 nos m uestra como el nuevo partid o surgido de la
U n ificació n no podía ser dirigido por el núcleo falan g ista, ya que éste era una
m in o ría dentro de las je fa tu ra s del partido, aunque en los pueb lo s con jefatu ras
de p reg u erra aparece con m ayor profusión la ocupación de las je fa tu ra s por parte
de “ cam isas v iejas” , m ientras que en el resto predom inan las d irig id as por social-
cató lico s, aunque se debe volver a rem arcar el hecho de que algunos de estos se
h ab ían afiliado a Falange T radicionalista en los frentes de com bate. Socialm ente
p red om ina la im pronta m esocrática m edia de los pueblos (p ro p ietario s agrícolas
pero no los más im portantes, tenderos) y alta (p ro fesio n es lib erales, com ercian
tes, algunos grandes industriales en B ocairent y O ntinyent). Las p rofesiones lib e
rales podían buscar la prom oción social y p rofesional en la cam isa azul, y los
in d u striales utilizarla para sus negocios personales. P o r tan to , un apoyo social
sim ilar a la DRV, de aquí la debilidad del fascism o español d u ran te la R epública,
p rivado de una base social m ás allá de las clases m edias trad icio n alistas o cató
licas.
La m ilitancia de base presenta su com portam iento sim ilar a los jefes lo ca
les, con la inexistencia de jo rn alero s en los pueblos ag ríco las y de obreros in d u s
triales en los pueblos de econom ía m ixta, que co n trasta con la ap arició n de lab ra
dores p ropietarios, dueños de talleres, indu striales, co m ercian tes, artesanos autó
nom os, em pleados (dependientes, o ficinistas, co n tab les...), o breros esp ecializa
dos en fabricaciones estructuradas en pequeños talleres (cera en A lbaida, alp ar
g atería en B enigánim ), trabajadores de los servicios, fu n cio n ario s públicos, p ro
fesio n ales liberales (m aestro, veterinario, farm acéu tico ...) y estudiantes.
C uadro núm. 69
L abrador/
F ontanars V icente Francés R evert DRV
C om ercio
819
C u ad ro núm . 69. ( C o n tin u a c ió n )
820
C uadro núm. 70
C O M PO SIC IÓ N DE LA JEFATURA DE A LFA R R A SÍ. 1940.
D elegado O rden
P ed ro M artí V idal C om ercio PURA
P úblico
C uadro núm . 71
C O M PO SIC IÓ N DE LA JEFATURA DE O N TIN Y EN T. 1941/1944.
N O M B R E Y A PE LLID O S CA RG O PR O FE SIO N AFILIACION
Propietario
Jo aq u ín B uchón V icens S ecretario 1941
agrícola
M anuel R eig B elda Delegado Comarcal de F de J DRV
1944T
A n to nio V idal Tormo A uxilio Social 1941/1944 In d u strial PRC
Jo sé Sarrio V idal D eportes 1941
S alv ador M iquel L luch A d m in istració n 1941/1944
Junta S. Luis
R afael A lbert C am bra E xcom batientes 1941 C ontable
Gonzaga.
A nto nio R oyo G arcía M utilados 1941/1944
A m adeo Gil Tortosa T ransportes 1941
R em igio G arcía G rau In ten d en cia 1941/1944
A nselm o Serna G rau M ilicias 1944 C ontable FE
Jo sé s/d M oscardó SEU 1941
Juan M icó Penadés F DE J 1941 L abrador CT
CT/Sindicat
G onzalo G ironés Pía CNS 1941 O brero
o Católico
A ntonio M ontes Penadés F DE J 1944 FE
José Sarrio Soler D eportes 1944 C om ercio JAP/D RV
Ism ael Valls Prats E xcom batientes 1944
Información e
V icente Sarrio M ontes DRV
Investigación. 1944.
F rancisco B elda Juan P rensa y P ropaganda 1944 A bogado
Inform ación e
José M ollá C am bra C o n tab le DRV
In v estig ació n 1939-1944.
821
4.3.1.1.2. E l fra c a so del p ro y ecto fascista de A dolfo R incón de A rellan o .
Sobre esta base, seguram ente general a la provincia, debía Adolfo Rincón
de A rellano, segundo Jefe Provincial de FET y de las JONS de Valencia, asentar
su proyecto. Rincón de A rellano, un antiguo estudiante tradicionalista, cofunda-
dor de las JONS, sucedió al tradicionalista Barón de Cárcer, prim er Jefe provin
cial. C onsciente Rincón de A rellano de la escasa base falangista de la FET valen
ciana, dirigió un am bicioso proyecto fascista, que buscaba la prim acía política
falangista en la provincia sobre varios pilares: discrim inación del potente tradi
cionalism o valenciano,509 la búsqueda de un personal político netam ente falan
gista, incorporando social-católicos fascistizados tras la experiencia de la guerra
y la afinidad antiliberal y, para compensar, la derivación hacia la derecha que
suponía la entrada de social-católicos, Rincón de A rellano pensaba “utilizar
todos aquellos elem entos que perteneciendo a partidos del frente popular y auto
nom ista, fuesen gentes de espíritu, aptas y leales al C audillo, procurando subra
yar la unificación en todos sus signos externos” .510
Entre 1940 y 1941 Rincón de A rellano forzó la destitución de los prim e
ros y autoproclam ados jefes de FET, quintacolum nistas y social-católicos en su
m ayoría, por una serie de nuevos jefes locales, caracterizados por su juventud y
por sus actos antirrepublicanos a lo largo de la guerra (deserción, soldados del
Ejército franquista, excautivos), el segundo grupo que Rincón de A rellano inclu
ía junto a sus falangistas “cam isas viejas” entre la vanguardia falangista. Así, en
A ielo de Rugat, la Jefatura P rovincial nom braba a un joven agricultor ex social-
católico, en Pinet a otro de 22 años y en M ontitxelvo a un labrador de 26 años
que aunque no tenía pasado falangista (“ideas derechistas”), contaba en su favor
el haber eludido la incorporación al Ejército R epublicano.511 En A gullent tam
bién se buscó este pasado de persecución o deserción durante la guerra, con la
designación en ju n io de 1941 de un “cam isa vieja” de 31 años que había deveni
do falangista después de su paso por la D erecha Regional. En su inform e se hacía
constar su catolicism o probado (había sido presidente de A cción C atólica) y su
cautiverio en un batallón de Fortificaciones del Ejército de la R epública.512
Los sueños de Rincón de A rellano no consiguieron plasm arse. Socialistas,
anarquistas, com unistas y republicanos de izquierda dieron la espalda a sus pro
puestas aunque sí se observa una cierta, pero reducida, atracción de blasquistas.
Como se ha señalado por la historiografía, el protagonism o falangista en la vio
lencia política, m uchas veces superando a la ju sticia m ilitar, les privó de conse
guir la atracción de los vencidos, deseada por el grupo falangista-fascista. La
incapacidad para sum ar nuevos elem entos sociales y políticos lim itó desde un
principio el proyecto de Rincón de A rellano a los partidos políticos de la derecha
valenciana.
509 Aspecto coincidente con la Jefatura de Barcelona estudiada por THOMAS, J.Ma.: Falange, Guerra Civil,
Franquismo, FET y de las JONS de Barcelona en els primers anys del régim franquista.
510 ARV/F. RdeA/3.1. Citado por GÓMEZ RODA, J.A.: “La primera Jefatura Provincial de FET-JONS de
Valencia 1939-1943”, op. cit., p. 129.
511 AGA, SGM, DNP, caja 22, Partes Mensuales de septiembre y noviembre de 1940.
512 Ibídem, Parte Mensual del mes de junio de 1941.
822
Pero tam poco estos últim os se volcaron hacia Falange Tradicionalista,
m olestos por la ineficacia para gestionar la econom ía, sus deseos hegem ónicos y
las actitudes personales de m uchos jefes locales. Así lo indica la cuantificación
de la m ilitancia, que, tras la euforia desm edida de las prim eras sem anas, llegó a
un vertiginoso enfriam iento que se puede seguir a través de los prim eros pasos
de la Jefatura de Ontinyent. El 14 de septiem bre de 1939 la Jefatura había reuni
do en sus despachos 466 solicitudes de ingreso, lo que suponía el 3,10% de la
población, m uy por encim a de poblaciones sim ilares como Sueca y prueba de la
atracción que ejercía FET sobre los m ayoritarios social-católicos y tradicionalis-
tas de la ciudad en los prim eros m eses de la posguerra.
Un error burocrático obligó a la devolución de los im presos y a rellenar
los nuevam ente. Pero ya se había pasado el estallido febril de afiliación y, en
agosto de 1940, “m uchos de los afiliados no acudieron en la prontitud y entusias
mo que era de esperar, hallándo en esta fecha algunos de ellos, que a pesar de los
oficios de llam ada cursados e incluso requerim ientos personales aun no han com
parecido a llenar de nuevo la repetida solicitud de ingreso” . Por tanto, de las 466
solicitudes prim igenias, la Jefatura de O ntinyent había pasado un año después a
231 m ilitantes, 56 adheridos, 48 solicitudes que no se habían enviado a la
Jefatura Provincial y cinco que todavía no estaban aprobadas. Si consideram os
resueltas afirm ativam ente las solicitudes sin enviar y las que estaban sin aprobar,
obtenem os un total de 340, cifra que supone la pérdida de casi un 27% de los p ri
m eros afiliados apenas un año después.513
Pero tam poco los propios m ilitantes y adheridos daban m uestras de un
entusiasm o por el partido único. La indiferencia de m uchos falangistas se puede
sospesar con lo sucedido en Otos. El ayuntam iento publicó un bando que ordena
ba colocar banderas para celebrar el día 1 de octubre, desobedecido por 34 veci
nos, entre ellos algunos m ilitantes falangistas. Los izquierdistas que habían con
seguido ingresar en FET para evitar represalias tam poco m ostraban un gran
ím petu y participación. No es extraño encontrar observaciones como “sin calor” ,
aplicadas a izquierdistas, tal y como redactó la delegación de Inform ación e
Investigación en el im preso de depuración de un herrero de B enicolet, afiliado a
la CNT en la guerra.514 El escaso espíritu de la m ilitancia obligaba a que alguna
Jefatura local, como Salem en 1940, quedase vacante. Falangistas “poco anim o
sos” se unían a franquistas que no prestaban apoyo alguno a Falange y al odio de
la población izquierdista, para diseñar un cuadro de un partido prontam ente ais
lado socialm ente a pesar de ocupar grandes parcelas de poder.
Sin unas cifras dem asiado claras ante la falta de fuentes, y la incom peten
cia adm inistrativa de las escasas jefaturas locales docum entadas, aparece un atro
nam iento del partido único desde 1940, salvo algún altibajo producido por el
esfuerzo y dedicación personal de algún Jefe local. Los “cam isas viejas” de
M ontaverner, m uy activos en acciones de quinta colum nism o, no pudieron im pe
dir, a pesar de su entusiasm o, que los 74 afiliados de 1939 apenas m antuvieran
un nivel m áxim o de cinco altas en toda la década de los cuarenta y que el pico
513 AMO, Memorias Anuales de Secretaría 1924-1970, Memoria de 1940, pp. 10-11.
514 LAZO, A.: Retrato de fascismo rural en Sevilla, op. cit.
823
alcista de 1954 (trece altas) fuese una excepción. A pesar de estas altas el núm e
ro de afiliados se fue reduciendo desde los 74 de 1939 hasta los 44 de 1954.515
En los pueblos pequeños la vitalidad era ínfim a: once afiliados en Pinet
(1949), en Salem el núm ero perm aneció invariable entre 1940 y 1960; en
Terrateig pasó de 90 afiliados en 1939 a una treintena en 1946. En C astelló de
R ugat Falange y Sección Fem enina no llegaron a sobrepasar los cuarenta afilia
dos. E sta dinám ica se sucedía, a pesar de que los dirigentes falangistas locales
intentaron potenciar la afiliación en los prim eros meses. En A lbaida “ais dos o
tres dies després d 'a c ab a r la guerra van fer un ban que ais xiquets que s o p u n ta
ren a F alange se li donaría una cam isa blava” .516 M ientras que en C astelló de
R ugat se pedía, en 1939, que no se redactaran salvoconductos a los varones
incluidos entre los 18 y los 30 años sin una garantía previa de la Jefatura Local
“para fom entar su ingreso en ella” .517
Al m enos, la m arginación tradicionalista que había dirigido Rincón de
A rellano no com portó conflictos conocidos en la etapa de su Jefatura, al contra
rio que en Sueca, ciudad en la que aproxim adam ente un 20% de los m ilitantes
trad icio n alistas procedieron en 1940 a dejar im pagadas las cuotas y a refugiarse
en su C entro R ecreativo, aunque sin ejercer una oposición antifalangista.518 En la
Valí á rA lbaida, el poderoso sustrato tradicionalista de algunos pueblos de la
com arca, que había aupado a la DRV a ser el principal partido de la com arca en
las elecciones de febrero de 1936, llegando incluso los más radicalizados a p er
m anecer apartados de esta unificación con el partido de Luis Lucia, aceptó apa
rentem ente la U nificación con Falange, sin apenas m uestras de descontento en
los principales núcleos en un principio. En Benigánim “No había carlistas. H abía
Falange en m ayoría. Es posible que algún hom bre m ayor que fuera carlista, pero
yo no recuerdo” .519
U na experiencia excepcional se dio en O ntinyent, si creem os las escasas
fuentes a nuestra disposición. Las Provincias ensalzaba en ju lio de 1939 la
Jefatura de José Simó en su calidad de receptor del secular tradicionalism o de su
fam ilia y la pujanza en la ciudad del Clariano de las “enseñanzas social-cristia-
nas” . José Simó había pasado del tradicionalism o a encabezar la form ación de la
DRV en O ntinyent y, posteriorm ente, a ocupar el cargo de Jefe Local de Falange
E spañola. A sí pues, su tray ecto ria personal constituía un em blem a del espíritu
unificador de FET.520 El círculo unificador de las derechas locales se cerraba con
la inclusión de Gonzalo G ironés al frente de la delegación sindical, im pulsor del
sindicalism o católico en la R epública y uno de los líderes del sector tradiciona
lista que se negó a fusionarse con la DRV. En un principio las relaciones entre
FET y la C om isión G estora M unicipal fueron m agníficas, celebrando reuniones
periódicas para u n ificar las m edidas a tom ar en el campo del orden público. La
515 AMM, Libro 525, Libros Registro de afiliados de FET y de las JONS 29-111-1938 /agosto 1960.
516 T.O. de Josep Vañó (2003).
517 AMCR, legajo 55, Correspondencia 1932-1939/1940.
518 CALZADO ALDARLA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Un silenci extens. Op. cit., p. 69.
519 T.O. de José Moscardó (1997).
520 LP, 16-Vn-1939.
824
verdad es que en el tem a de la persecución política las diferencias internas de
FET no eran profundas. Pero, como verem os, pronto estallaron disputas internas.
Situación distinta se dio con la D erecha Regional Valenciana, especial
m ente en el Partido Judicial de A lbaida que, en el lenguaje regeneracionista del
Inspector provincial enviado desde Valencia en enero de 1941, no dudaba descri
bir con sim ilares térm inos con los que se le conocía en el prim er tercio del siglo
XX: “Hay que señalar que el caciquism o es un mal endém ico en todo el D istrito
de A lbaida (...)” . Un lenguaje profusam ente em pleado por el falangism o para ata
car a los “viejo s” políticos, para unos com petidores directos para alcanzar car
gos, para otros, obstruccionistas de sus proyectos fascistas.
El m édico José Calatayud Vayá (o Bayá), exjefe del distrito de A lbaida a
efectos de la organización interna de la DRV y m áxim o exponente del valencia
nismo franquista (llegó a presidir Lo R at P enat), continuaba gozando de un gran
prestigio entre los social católicos del Partido Judicial de A lbaida, como exponía
la Inspección de la Jefatura Provincial en noviem bre de 1940: “El señor
C alatayud Bayá, elem ento que fue destacado de la D erecha Regional Valenciana
y que influye cuanto puede en la política general del D istrito” .
Aquí y allá, dispersas por los archivos m unicipales, se encuentran eviden
cias de la inquina falangista hacia Calatayud Vayá. Este m édico, con conexiones
fam iliares en Benigánim , aparece como el principal im pulsor en la creación de
grupos sólidos de social-católicos en distintas asociaciones, como bandas de
m úsica, y de vocales de las Com isiones Gestoras.
En M ontitxelvo se le acusaba de em plear su influencia pretérita entre los
vocales de la Com isión G estora para oponerse a los falangistas locales, “es quien
ampara a dicho grupo y aconseja al A lcalde en su actitud discrepante de la
O rganización.”521 El testim onio oral señala que en Benigánim “Hubo pugna p o lí
tica entre Falange y D erecha Regional Valenciana, sobre todo por el carácter de
mi prim o (V icente P a s to r M arco , Jefe de F E T ). Por causas personales. H abía
un sector m ás de derechas, más católico y otro m enos católico, católico tam bién
pero distinto (...)” .522 Los residuos de la D erecha R egional persistieron algunos
años de m anera independiente de Falange. En agosto de 1942 el alcalde de
Albaida requería a los socios fundadores de la agrupación de la DRV a efectuar
la liquidación de los bienes del partido.
Tampoco hem os encontrado m uestras de disidencia con la Iglesia Católica.
Los falangistas com arcales no se pueden incluir en los grupúsculos puram ente
fascistas, sino m ás bien en el campo político-sindical, más relacionado con el
m ovim iento católico. Ni siquiera pugnas por ocupar totalitariam ente espacios
sociales determ inados.523 Las palabras de Luis M ompó en la consagración de
521 AGA, SGM, DNP, caja 22, Inspección de las Jefaturas Locales. Inspecciones del 1 al 30 de noviembre
de 1940 (se citará como Inspecciones).
522 T.O. de José Moscardó (1997).
52^Conflictos que se dieron en zonas del Estado, como la historiografía ha estudiado, especialmente en tomo
al control de la educación, v. CENARRO LAGUNAS, A.: “El control de la sociedad aragonesa, campo de
batalla entre la Iglesia y FET y de las JONS (1939-1945)”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. M*. y
CASANOVA, M.: El régimen de Franco (1936-1975), op. cit., 1.1, pp. 41-55. De la misma autora, Cruzados
y camisas azules: los orígenes del franquismo en Aragón, 1936-1945, Universidad de Zaragoza, Zaragoza,
1997, pp. 257 y ss.
825
O ntinyent al Sagrado Corazón de Jesús, en junio de 1942, son válidas para certi
ficar esta unidad de acción entre Falange e Iglesia Católica. En dicho acto, Luis
M ompó afirm aba que el Sagrado Corazón era la “base para realizar en ingente
esfuerzo constructivo nuestro suprem o ideal en el orden político, que como con
signa repetim os diariam ente. Por el Im perio H acia D ios” .524 La m ism a persona
del alcalde de O ntinyent es un excelente ejem plo de esta sim biosis, como se ana
lizará en el apartado correspondiente a la Iglesia. Luis M om pó, que aparecerá
repetidam ente en otros apartados de esta tesis, en especial en su política m oral y
en su discurso oficial, representa claram ente en el ámbito com arcal a la form ula
ción de una Falange católica en la línea m antenida por A rrese.525
Es m ás, cuando entraban en com petencia la tradición católica y el pante
ón sim bólico falangista se dem ostraba la escasa entereza del falangism o y su sub
ordinación a la Iglesia. Cuando la Jefatura falangista de A lbaida pidió la ro tu la
ción de una calle con el nom bre de José Bono Arjó, jefe local asesinado durante
la guerra, uno de los gestores votó en contra alegando que “en las m ism as condi
ciones hay diez hijos de A lbaida, y en esta Población no se encuentra núm ero
suficiente de calles en condiciones para dicha rotulación por dos razones, prim e
ra, porque tendría que cam biarse el nom bre á vias públicas dedicadas a Santos de
m arcada devoción (...)” .526
La historiografía ha señalado los espacios de autonom ía creados por la
Iglesia, obtenidos a través de sus organizaciones seglares, y los espacios de
sociabilidad establecidos por ellas. Un detalle que puede ser insignificante pero
contiene un indudable valor ejem plarizante, por cuanto nos h ab la de una m ínim a
autonom ía en el plano sim bólico. En el Salón de las Juventudes C atólicas de
O ntinyent colgaban fotografías de Pío X II, del dictador y del fundador del Centro
P arroquial en ju lio de 1939 cuando el falangism o se encontraba en uno de sus
puntos m ás álgidos.527
Las diferencias con la G uardia C ivil tam bién fueron insignificantes. En
septiem bre de 1942 el alcalde de O ntinyent tuvo un enfrentam iento puntual con
el teniente de dicho Cuerpo por cuestiones protocolarias, ya que el oficial alega
ba que, estando vigente el Estado de G uerra, debía presidir los actos públicos.528
Como vem os, el proyecto hegem ónico de Rincón de A rellano se encontró
en la Valí d 'A lb aid a, desde un prim er m om ento, con la desafección de la izquier
da y de una parte de los antiguos social-católicos, aunque los conflictos con tra-
dicionalistas y social-católicos fueron m enores que en otras zonas. H acia finales
de 1940, R incón de A rellano observaba im potente la incapacidad del partido para
dirigir la p o lítica local. La endeblez falangista prebélica, y el fracaso integrador
de otras fuerzas de la coalición contrarrevolucionaria en la form ación de una cul
tura p o lítica falangista, llevaron a una perm anente escasez de cuadros com peten
826
tes para gestionar la adm inistración de las jefaturas locales, un pesado lastre para
el núcleo falangista que apoyaba a Rincón de Arellano.
Los problem as se am ontonaban. La adm inistración del partido navegaba
entre la penuria económ ica ya desde los prim eros m eses de la posguerra, debido
a la escasa afiliación (y a las deficientes dotaciones presupuestarias). No todos
lo s m ilitantes y adheridos cotizaban sus cuotas. A m itad de los cuarenta la
Jefatura de M ontaverner adolecía de escasez de recursos económ icos, con lo que
la sede local no contaba con m obiliario, archivos ni m áquina de escribir. Pocos
m eses después de la v icto ria franquista, el párroco de A tzeneta oficiaba un fune
ral de 2a clase y renunciaba a percibir los derechos eclesiásticos pertinentes en la
prim era conm em oración de la m uerte de José Antonio, “por no tener fondos los
de Falange y adem ás por tratarse de quien se trata” .529 En A lbaida (1942) la
adm inistración “no iba b ien ” .530
Am én del rechazo o la indiferencia social, traducida en los bajos porcen
tajes de afiliación o la gestión ineficaz, se añadía el problem a de la calidad falan
gista de los cuadros del partido único, que com portaba graves problem as para la
consecución del proyecto político de Rincón de A rellano. Un ejem plo. En la reu
nión m ensual de la Jefatura de la Pobla del Duc correspondiente al m es de mayo
de 1951, los catorce afiliados que acudieron a la m ism a no pudieron cum plir las
órdenes superiores, consistentes en la reflexión sobre los textos joseantonianos
ya que “Como no se tiene la C olección de discursos de José A ntonio, se limitó la
reunión a tratar de las necesidades locales y su rem edio” .531 Sin duda era una pro
puesta más práctica, pero llam a la atención que doce años después de finalizar la
guerra, el legado teórico del fundador de Falange Española todavía no había lle
gado a un pueblo de casi 2.500 habitantes, con ferrocarril, y enclavado en el cen
tro de triángulo geográfico cuyos vértices estaban ocupados por tres de las ciu
dades m edias valencianas m ás im portantes: Gandia, O ntinyent y X átiva.
En M ontitxelvo resultaba casi im posible form ar una Jefatura local con
personas sin pasado político republicano, aunque lo fueran por razones de conve
niencia o de clientelism o, con la excepción del Jefe de M ilicias y del Delegado
de la Sección Fem enina. M uchos de los jefes locales lo eran según el principio
del “mal m enor” . Al Jefe Local de Atzeneta, a pesar de su pasado falangista y su
“gran espíritu”, se le conceptuaba como de “poca capacidad. Sin embargo es el
más apto para el cargo en el que desgraciadam ente existe en este pueblo con bas
tante incultura”.
M ientras que el D elegado falangista de Otos, nom brado por el Jefe de
Castelló de Rugat “por su carácter en extrem o violento, se ha dedicado a pelear
con el A lcalde y con todos, llegando en su persecución a los caciques, a conver
tirse en otro, personal (...) El Jefe local de Castellón de Rugat, de quien depen
día Otos, tam poco ha contribuido a term inar con este estado de cosas, ya que
carece de capacidad y bastante hará si consigue llevar adelante su propia Falange
local” . En Bélgida, con una Jefatura sin Secretario, se inform aba del buen hacer
827
del Jefe Local y alcalde, aunque con realism o se hacía constar que “está com ple
tam ente sólo (...) insiste en que se le releve de uno de sus dos cargos, pero ante
la im posibilidad de encontrar otro elem ento con que sustituirle” .
En febrero de 1941 la única jefatura con inform es favorables era A lbaida,
gracias a la gestión particular del Jefe Local “m ejorándose últim am ente y adqui
riendo de día en día m ayor prestigio (...) Los Servicios funcionan estupendam en
te y el espíritu y am biente del Partido en la población es m agnífico” . El resto
navegaba en la m ediocridad política y en una débil incidencia social. De
M ontaverner se escribía “Funciona m edianam ente aún cuando todos los Servicios
tienen algo de vida, aunque raquítica” ; de A tzeneta, aunque “muy gris, y con
poco relieve” se podía afirm ar que “funciona m edianam ente” y Benigánim
“Dentro del orden adm inistrativo y burocrático, m archa casi regularm ente esta
Falange (...)” .
En la Pobla, a pesar de su buen funcionam iento adm inistrativo, “p o lítica
m ente m ás que espíritu nacional-sindicalista, era política y orientación de tipo
derechista antiguo el que allí había.- A fuerza de energía y continua inspección,
se ha conseguido que por lo m enos los m andos y jerarquías locales, estén en
m anos de verdaderos cam aradas” . Pasados los fastos del fin de la guerra, muy
pronto el núcleo falangista de Rincón de A rellano se veía im potente para insuflar
el entusiasm o en las jefatu ras locales y lanzarlas a la tom a del poder m unicipal.
De O ntinyent, la Jefatura m ás num erosa y más decisiva en su Com arcal, se infor
m aba en 1941 que continuaba con “la m ism a vida endém ica y gris señalada en
otras inspecciones”, aunque adm inistrativam ente “va francam ente bien, pudien-
do parangonarse con las m ejores falanges de la Provincia” . Por el contrario, otras
como Salem era un desastre sin paliativos.
828
da, p u es se da el caso de que es el único que existe en este M unicipio y es
muy conveniente quede de fijo en esta para p o d er asi extender la pro p a
ganda del N acional-Sindicalism o tan fa lto en esta localidad (...).533
Hay que significar que la suerte de una Jefatura dependía casi siem pre de
la aptitud y voluntad de un falangista o de un grupo de falangistas, casi siem pre
“cam isas viejas” , para gestionar convenientem ente la adm inistración, intentar la
penetración en el cuerpo social o enfrentarse a los poderosos locales. Cuando
fallaban estos aspectos, que eran las m ás de las veces, la inconsistencia ideoló
gica de gran parte de los afiliados y la presión de las elites locales determ inaban
el fracaso falangista. En Fontanars “Aún cuando hay buena voluntad, honradez y
espíritu en el Jefe Local actual, (...), este tropieza con la poca capacidad e incul
tura del resto de los afiliados, por lo que bien puede deducirse las consecuencias.
Esto es la poca vitalidad, languidez y casi inexistencia de esta Falange, totalm en
te m uerta” .534
Seguram ente, para desesperación de Rincón de A rellano y sus colaborado
res, a los problem as internos descritos que debilitaban la organización del p arti
do, la Jefatura Provincial de V aléncia contó con la inquina del gobernador civil,
el coronel Planas de Tovar, que contaba entre sus asesores con antiguos directi
vos social-católicos, como Joaquín M aldonado (secretario personal) y Adolfo
Gim énez del Río (secretario p o lítico ).535 El antifalangism o del gobernador civil
y la influencia de sus asesores dieron lugar a nom bram ientos de gestoras m uni
cipales con gran contenido de personal político de la DRV, origen de conflictos
con las jefatu ras locales y la Provincial, por la exclusión falangista del poder
m unicipal que, com portaba el socavam iento del proyecto de Rincón de A rellano.
Los enfrentam ientos con las instituciones debilitaban seriam ente la orga
nización, muy especialm ente cuando entraban en colisión con esa figura trascen
dental y tan influyente en los pueblos como era el secretario m unicipal. En
Fontanars, “El problem a planteado por la posición en que se ha colocado el
Secretario del A yuntam iento se ha agudizado, ya que este individuo, en su afán
de m angonearlo todo, desprestigia todo lo que puede, en beneficio m aterial p ro
pio, a las jerarquías locales” . Y en Salem “Las autoridades y jerarquías locales,
se han dedicado más que a construir a pelearse unos con otros, intentando predo
m inar sobre los dem ás” . Estos conflictos, num erosos hasta la U nificación de car
gos entre G obernador C ivil-Jefe Provincial y posteriorm ente alcalde-Jefe Local,
que en Valéncia se postergó hasta el m andato de Laporta Girón (1943), respon
den a una “traslación de los problem as de inserción del partido único en la
A d m in istració n ” .536 M ientras que el G obernador, una fig u ra de la
A dm inistración, era el encargado de la política provincial, el partido cum plía
unas funciones sim ilares, además de las propias de sus propios servicios, situa
533 AMBENI, Correspondencia varia, Informe de la situación económica y política de esta localidad de
BENISODA (sic), redactado por el alcalde, 18-111-1940.
534 AGA, SGM, DNP, caja 22, Inspecciones de febrero de 1941.
535 VALLS, R.: La Derecha Regional Valenciana, op. cit., p. 250. Los conflictos entre la jefatura provincial
y el Gobernador Civil en GÓMEZ RODA, J.A.: “Actitudes y percepciones de la posguerra en Valencia.
Informes de Falange, policiales, diplomáticos y del Partido Comunista”, op. cit., pp. 85-86.
536 THOMÁS, J. M \: La Falange de Franco, op. cit., p. 231.
829
ción que se enfrentaba de plano con la propia característica fundacional de FET-
JONS, una organism o estatal más.
La excesiva represión fue otro m otivo de disputa con el poder civil. El 6
de abril dim itía Joaquín Ibáñez, prim er alcalde franquista de l'O lleria. A unque
los m otivos no aparecen claros en la docum entación, parece que la Falange re a
lizó detenciones u otros tipos de actuaciones con las que el alcalde no estaba de
acuerdo. Esto se deduce de su carta de renuncia, en la que el alcalde saliente afir
m aba que “Vehemencias injustificadas han mal aconsejado ciertos procedim ien
tos, tan apartados como la negligencia de las normas de conducta inspiradas por
el G eneralísim o (...) Y ello a mis espaldas quebrantando el prestigio de la m odes
ta autoridad que ostento” .537
Un dia es van reunir on ara están els Califes, que era on tenia la seu la
D erecha R egional Valenciana, associada a la CEDA. E l p resid en t de la
D R V els va com unicar ais fa la n g istes que no es podien f e r reunions a la
seua seu. — *Ya estam os acostum brados a estas cosas \ D ita la qual cosa
els van tirar a l carrer amb caixes destem plades.538
830
A l ser liberada esta Población parece trataron de crearse algunos grupos
que si bien no estaban alejados de la doctrina del N uevo Estado, tenían
una tendencia m arcadam ente personalista y local, fundaron quizas sus
esperanzas en las y a disueltas Bandas de M úsica y tuvieron en un p r in c i
p io am biente p o r las discrepancias entre la Jefatura de F.E.T. y este
Ayuntam iento. E l cam bio en la Jefatura y el p rin cip io de A utoridad basta
ron para que se desvaneciesen esperanzas alim entadas en un concepto
equivocado de la ética p o lític a del Nuevo Estado.
Valimberto estaba jugando una carta de claro m atiz populista, puesto que
la unificación de las dos bandas de m úsica, ordenada desde G obierno C ivil y
defendida por la alcaldía, tenía la antipatía de los m úsicos de las dos bandas, que
contaban con una gran tradición en A lbaida. Según una denuncia presentada por
José N avarro, segundo Jefe de FET, un grupo encabezado por Valim berto Simó
se dedicaba “en m esas de café y en tertulias a com entar injuriosam ente cuantas
determ inaciones ó resoluciones se inician por este A yuntam iento” . Al parecer, el
grupo estaba relacionado con un sector de m úsicos procedentes de la Prim itiva
A lbaidense, que obstaculizaban la fusión de las dos bandas m usicales. 539
El breve sucesor de Valim berto, José N avarro B elda, estaba ligado fam i
liarm ente a una im portante em presa cerera, el sector todavía preponderante en la
industria de la ciudad. Sandalio M onzó, viajante ex socialcatólico y excom ba
tiente, tam poco cubrió una larga etapa. En febrero de 1940 accedía al cargo el
jo v en contable y “cam isa vieja” Cándido M artínez Lloret. Como Sandalio, se tra
taba de un excom batiente que habían luchado desde abril de 1937 en la B andera
de FET de Pontevedra en los frentes de Extrem adura, Som osierra y G uadalajara,
obteniendo la Cruz de G uerra y la M edalla de la Cam paña y la Cruz R oja del
m érito m ilitar. Cándido M artínez hizo público, en un alarde de sinceridad sin
precedentes, la realidad de la Jefatura albaidense, al tom ar posesión de su cargo,
en una entrevista publicada en una revista local:
E l estado de la Jefatura era totalm ente indigno del Partido. E l local era
un cuchitril infame, donde no nos podíam os mover. M is prim eros esfuer
zos fu ero n p a ra buscar un em plazam iento adecuado donde pudieran fu n
cionar sin m enoscabo la Jefatura y sus D elegaciones (...) No me hables
tampoco de organización. Las m ilicias adolecían de una com pleta fa lta de
disciplina, y aunque aún hoy no andan como sería menester, p o r la fa lta
de com prensión de muchos, ha m ejorado un p o co el com portam iento
( - ) -540
^39 AMA, Correspondencia Salidas 1939-1941, Informe del alcalde al Gobernador Civil, 24-VII-1940.
^ 0 RETSELLAB IPSE, J.: “El Jefe Local de F.E:T: y J.O.N.S. Habla para “Cruzada”, Cruzada, número
extraordinario 1940, s/p.
831
en el aspecto económ ico, que sobresale por su sinceridad:
La solución ideada para m antener una Jefatura local dinám ica con el o bs
táculo de un “reducidísim o núm ero de afiliados”, consistió en la creación de
socios protectores “la parte más sana de los industriales de la villa, siendo de
lam entar, no obstante, que aún algunos señores que blasonan de nuestra ideolo
gía se retraigan a esta ayuda con innegable perjuicio del partido y de la ju v e n
tud” . Es decir, que una parte de los fabricantes, grupo de la elite burguesa local,
era antifalangista y torpedeaba sus proyectos con el boicot económ ico.542
Es el único caso docum entado de una actividad propagandística diáfana,
más allá del rutinario seguim iento de las circulares superiores. La D elegación de
Prensa y Propaganda de A lbaida editó en octubre de 1940 y 1941 un órgano p ro
pio de prensa, Cruzada. Esta delegación había intentado ya en 1939 editar una
publicación sem anal que divulgara el ideario falangista, pero ante la falta de
dinero se tuvo que posponer. Según fuentes indirectas, desde 1939 salía a la luz
un periódico m ural, del que no tenem os ningún tipo de noticias. En esos m ism os
años se celebraban conferencias sem anales para difundir el nacional-sindicalis
mo.
Las sustituciones en la Jefatura desde Valimberto hasta Cándido M artínez
tan sólo se pueden explicar por pugnas internas trasladadas al Gobierno Civil,
criticadas desde la propia Jefatura albaidense:
sin embargo no encuentro razón ju stific a tiv a para los demás cambios p o r
cuanto todos cum plían sus obligaciones y eran aptos como el actual p o r
considerar que estas sustituciones como no sean necesarias, perjudican la
doctrina de F.E.T. y de las J.O .N .S. y menguan entusiasm o á sus afiliados.
541 Ibídem.
542 Ibídem.
543 AMO, Correspondencia Salidas 1939-1941, Informe del alcalde al Gobernador Civil de la Provincia. 3-
VH-1940.
544 T.O. de Anónimo-A (1996).
832
M artínez.544
Estas luchas fraticidas conllevaron la pérdida de la Jefatura Local por
parte de los “cam isas v iejas” en favor de Artem io Pía N icolau (1943), agente de
recaudación, gran contribuyente de urbana, y antiguo upetista y socialcatólico.
Su sucesor, B altasar M onzó Vidal (1945) era un com erciante, fundador de la
D erecha R egional. H asta 1950 no recuperaría Cándido M artínez la Jefatura.
Ni sería ésta la única je fa tu ra atenazada por disputas internas que estalló
ya en los prim eros m eses. En agosto de 1939 el alcalde de O ntinyent solicitaba a
R incón de A rellano su intervención en la Jefatura de la Pobla del Duc “para que
pueda resolver los m últiples asuntillos de baja politica que están deshaciendo por
com pleto nuestra organización en dicha V illa” .545 En esta población, el Jefe
Local, José C ortell Pons, un excom batiente, había sido destituido de su cargo, se
supone que por el G obernador Civil.
H acia finales de 1940 la pugna entre la alcaldía y la Jefatura local era
im portante. El alcalde, un gran propietario agrícola y viverista obstaculizaba,
siem pre según el inform e falangista, las actividades del Jefe local. El parte m en
sual redactado por el “cam arada López A lcáñiz” era desalentador para las apeten
cias hegem ónicas de FET en este pueblo izquierdista:
833
alcanzó sus m ayores cotas durante 1940.
E ste es un pueb lo (...), marcadam ente derechista y de acendrado catolicis
mo, pero poco espíritu nacional-sindicalista. Existen dos fa m ilia s prepon
derantes en el aspecto económico, que son las que pretenden influir en la
m archa del pueblo; una de ellas es hasta la fe c h a la que casi acapara los
cargos del Ayuntam iento y de la Falange local, lo que lleva consigo que se
arrastre una languidez y p a sivid a d provocadas p o r la p a rte contraria.
H abiendo tenido noticias de que la actuación p o lítica del A lcalde y prim er
Teniente de Alcalde, no p o d ía ser todo lo limpia que fu e ra de desear p o r
existir algunas m anchas p o lítica s anteriores al M ovim iento, ha originado
el m otivo de esta inspección.- Se han descubierto algunas irregularidades,
de las que se ha tomado nota. - D ebido a ello, la Falange local cuenta con
p o co s afiliados. La lucha existente hace nacer el desaliento, a p esa r de
que hay algunos buenos elem entos en la localidad y bastantes ex com ba
tientes (...).548
A sim ple vista, falangistas “cam isas viejas” trataban de im pedir el trasva
se de social-católicos, el partido m ás votado en las elecciones de la República.
Pero en el fondo esta disputa p o lítica se enm arcaba en el enfrentam iento de las
dos grandes fam ilias de industriales y grandes propietarios agrícolas: los Galbis
y los Casanova. En febrero de 1940 el G obernador Civil nom braba una Com isión
G estora predom inantem ente com puesta por social-católicos, en sustitución de
una G estora com andada por un “cam isa vieja” . Los falangistas de A gullent sólo
adm itían como tales a los “ C am aradas pasados a las filas del glorioso ejército
nacional antes de las 24 horas de encontrarse en el F rente” y tildaban a la nueva
gestora de “liberales (...) por estar inspirados en los decadentes pensam ientos de
Rousseau y de la R evolución francesa con tendencias influenciadas por los
corruptos partidos políticos que dieron origen al desastre de nuestra patria” .549
Los falangistas convocados por el Jefe Local determ inaron solicitar el
cam bio de personal político del ayuntam iento de A gullent “ en su m ayoría anti
guos politico s de la localidad y sus allegados, los que siguen dando a los asuntos
del M unicipio una orientación equivocada, mas bien con m iras al proselitism o y
convenencias particulares (...)” por otros que “tienen bien probado su am or y
entusiasm o p or la Causa, por ser la m ayoría de ellos pasados a las filas de
N uestro G lorioso Ejercito y ser otros desertores que no se presentaron en las filas
rojas” .550 Finalm ente, la decisión del G obernador Civil ignoró las pretensiones
falangistas, una m uestra más de la subordinación del partido a las instancias
estatales y de la restauración de las influencias en las instancias superiores de las
grandes fam ilias.
A unque se consiguió term inar con la inquina entre ambas fam ilias, dando
más fuerza a la Jefatura local, ésta no conseguía, a pesar del derechism o m ani
834
fiesto de la población, situarse como fuerza político-social predom inante, dada la
“dejadez y abandono” del Jefe Local, que fue destituido. Finalm ente la Jefatura
Provincial optó por suspender esta Jefatura “con el objeto de apaciguar los áni
mos de los dos bandos de las fam ilias que, una en contra de otra, querían dirigir
la población” .
E stos co n flic to s tu v iero n un d esen lace original en O ntinyent. La
U nificación no había com portado problem as de relieve, y, en un principio, la
colaboración entre la Jefatura y la Com isión G estora fue com pleta, llegando
incluso la G estora a ceder a Falange la adm inistración de im puestos de los vehí
culos para sufragar las obras de acondicionam iento del local Social. Pero muy
pronto se desataron las hostilidades entre una Com isión de G estora, que reunía
a un elenco de tradicionalistas m im etizados en la D erecha R egional Valenciana,
pero tan sólo con tres vocales que podían considerarse falangistas, y la Junta de
Gobierno de FET. A lcalde y jerarcas falangistas decidieron en el Ateneo de
Falange celebrar conjuntam ente reuniones al efecto de “ solucionar ciertas peque
ñas asperezas de carácter político”, o más bien, indefinición de com petencias,
que se llevaron a cabo entre el 4 y el 30 de octubre de 1939 (en total tres reunio
nes docum entadas) en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento.
Las actas translucen reuniones fructíferas, aunque la M em oria redactada
por Luis M ompó no concuerda con la im presión de la lectura de las actas:
E stas reuniones sin saber esta A lcaldía a que razón nos haya podido obe
decer han sido suspendidas, p o r negarse a asistir a ellas la Junta de
Gobierno de F.E.T. y de las J.O .N.S. L ocal alegando que habiendo de ser
m odificada la Comisión Gestora de este Ayuntam iento, convenía suspen
der dichas reuniones conjuntas hasta que quedara aprobado definitiva
m ente p o r la Superioridad dicha m odificación.
^ AMO, Memorias Anuales de Secretaría 1924-1970, Memoria 1940, informe del alcalde Luis Mompó, 3-
1-1940.
835
cia ante el vecindario en cuantas ocasiones creen propicio hacerlo, apro
vechando p a ra ello los más fú tile s motivos, e incluso inventándolos cuan
do no existen. En algunos casos se valen de cualquier pequeña m olestia o
incom odidad derivada de la escasez o carencia de algunos servicios o p r o
ductos, consecuencia natural de la situación internacional que atravesa
mos, (...) achacarla a la m ala gestión de la Comisión Gestora o de la
Jefatura de F.E.T. y de las J.O .N .S.
(...) los disid en tes de la p o lítica local hoy imperante, se hayan agrupados
alrededor del a n terio r Jefe L ocal Don José Simó Aynat, sin que tal vez,
p u ed a culparse siem pre a este Camarada de incitar p o r su p a rte dicha
fa c c ió n de disidentes, que p u ed e decirse dirigen, o p o r lo menos fom entan,
otros siete u ocho Cam aradas, siendo difícil fijar, ni aún aproxim adam en
te, la p erso n a s que pued a n sim patizar con su actitud, p o r cuanto dada la
condición de in d u stria l y p ropietario que tiene el Sr. Simó, se desconoce
si le siguen en tal actitu d sus em pleados y obreros, cuyo número es de
unos trescientos.552
552 ibídem, Informe que emite esta Alcaldía contestando el cuestionario a que se refiere la orden del Excmo.
Sr. Gobernador Civil de la provincia de fecha 26 de jumo de 1940, 19-VIII-1940.
553 SANZ ALBEROLA, D.: “Jefatura Provincial de FET y de las JONS y Gobierno Civil en Alicante: la
Unión Personal”, en II Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 215-224.
836
ticip ab a así de la corriente alicantina, que unificó los cargos en mayo de 1940.553
Los problem as falangistas en A gullent, A lbaida y O ntinyent reflejan la
im agen de un partido tom ado por grupos de las élites locales, que lo utilizaban
en sus luchas contra otras facciones atrincheradas en el poder m unicipal o exclui
das de ambos poderes. Estos grupos utilizaban las jefatu ras falangistas para
rep artir favores entre sus partidarios, una verdadera cantera de redes clientelares,
o para dirigir p o líticas populistas en el campo asociativo que le diesen m ayores
cotas de poder local y le sirvieran para presentarse ante el G obernador Civil
com o las personas que podían conseguir un consenso social más fuerte a la hora
de la designación de las com isiones gestoras. A sí, el partido m ás que dirigir la
p o lítica local o el proyecto fascista, se redujo a un organism o en el que se d ilu
cidaba una parte del enfrentam iento entre las viejas élites locales y las nuevas
nacidas del estraperlo, la introducción en p olítica o la vanguardia de la represión
contra los vencidos.554
554 CAZORLA SÁNCHEZ, A.: “La vuelta a la historia: Caciquismo y fianquismo”, op. cit.
555 AGA, SGM, DNP, caja 128, Inspecciones de octubre a diciembre de 1943.
556 LV, 15-HI-1957.
557 AMO, libro 23, Libro de Actas, acta de 22-VTII-1939.
837
Mella.
La prim era im presión de las inspecciones resalta que, después de la casca
da de afiliaciones de 1939-1940 y de los denodados esfuerzos para construir un
núcleo dirigente falangista al frente de FET, el partido estaba al borde de la
extinción en m uchos lugares y eran muy contadas las Jefaturas de las que se
inform aba su buen estado de salud, centradas en pueblos m enores de 500 h ab i
tantes (B eniatjar, C arrícola), dos de entre 1.000/2.000 (A tzeneta, Llutxent) y
solam ente uno de los im portantes (Benigánim).
En B enissuera “Es éste un pueblo casi totalm ente izquierdista y aun cuan
do hay algunos afiliados, no lo son en espíritu; el único que había de verdad
m urió” . El partido se había desintegrado en Castelló de Rugat “ La situación del
Partido es francam ente m ala.- Hay unos catorce afiliados, ya que el resto ha dado
pruebas de indisciplina y poco apego falangista ha pedido la baja en la
O rganización” . Poco quedaba de los 200 afiliados de la Jefatura de Q uatretonda
“En la actualidad cunde entre ellos la indisciplina y el núm ero de los afiliados no
llegará a una cuarta p arte” .
P roseguían los problem as para encontrar cuadros dirigentes del partido.
En T errateig “El actual Jefe Local ha actuado con deficiencia debido a su poca
capacidad.- Sin em bargo, no se ha podido encontrar en la población otro elem en
to afecto con m ayores datos”, m ientras que en l'O lle ria la carencia de m andos
com portaba que el Jefe Local fuera al mismo tiem po delegado de la CNS y 1er
Teniente A lcalde “debido a no encontrar camaradas dispuestos a colaborar acti
vam ente” .
El descenso de afiliación en los pueblos más pequeños había llevado a la
reorganización de FET en el Partido Judicial de A lbaida. Las Jefaturas de Otos y
Palom ar se habían anexionado a A lbaida, al igual que B enissuera, “puesto tan
solo existen tres afiliados se suprim ió la Jefatura Local” ; M ontitxelvo “nueve
afiliados” , o A lfarrasí, pueblo que contaba con Jefatura antes de la guerra, “Tres
m ilitantes, los tres herm anos, com ponen esta Jefatura L ocal” ; o A ielo de Rugat
“dado el escaso núm ero de afiliados”. Aunque la Inspección había devuelto la
independencia a la Jefatura de B élgida y de B enicolet (anteriorm ente anexionada
a Llutxent) en las postrim erías de 1943, seis pueblos no contaban con Jefatura
propia. T riste sino para un partido que debía liderar una supuesta R evolución
N acional-S indicalista.558
558 La escasa influencia efectiva de Falange sobre la sociedad está presente también en la evolución de los
antropónimos. En la ciudad de Ontinyent, los “José Antonio” pasaron de dos casos en la década de los vein
te, a catorce en los años treinta, y desde los cuarenta hasta los sesenta se atestiguan 77 casos. Tomado de
UREÑA MONTES, X. Y SANCHIS CARBONELL, J.: “Els antropónims d'Ontinyent segons el Padró
Municipal de 30 de juny de 1995” en CASANOVA, E. (ed.).: IV Col.loqui d'Onomástica Valenciana/XXI,
Col.loqui de la Societat d'Onomástica. Ontinyent, 1997, pp. 973-893. Para el ámbito valenciano, estas con
clusiones son similares a la comarca de la Ribera Baixa estudiada por Ricard Torres con el Fondo de la
Jefatura de Sueca, más completo que los archivos de la Valí d’Albaida, v. TORRES FABRA, R.C.: « P o r el
Imperio hacia el c a m p o » . El Franquismo en una comunitat rural valenciana: La Ribera Baixa 1939-1975,
Tesis Doctoral, Universitat de Valéncia, 2003, capítulo V y VI; el caso de Xábia estudiado por Daniel Simeón,
las fuentes empleadas por Alberto Gómez Roda o en San Vicente del Raspeig, v. DIEZ FUENTES, J. M.:
“Falange y apatía social en San Vicente del Raspeig (1939-1940)”, Canelobre, 31-31, 1995, pp. 97-102.
838
4.3.1.2. E n tre la decep ció n y la re v ita liz a c ió n : 1943-1948.
559 SANZ ALBEROLA, D.: “Jefatura provincial de FET y de las JONS y Gobierno Civil en Alicante: la
Unión Personal”, op. cit., pp. 215-224.
560 PUGAÁLVAREZ, E.: Historia de la Falange, Dopesa, Barcelona, 1969, p. 191. Articulo de Chueca
561 Para estas cuestiones cfr. el capítulo “La Falange idealizada” de ELLWOOD, S.: Prietas las filas, op.
cit, Los fracasos falangistas fueron múltiples. Mónica Lanero ha estudiado el “rotundo fracaso” del falangis
mo en la política judicial. LANERO TÁBOA, M.: “El fracaso de los proyectos falangistas de organización
judicial del Nuevo Estado (1937-1952)”, en ¡Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 39-
42.
839
En casos aislados, las unificaciones entre la Jefatura local y la alcaldía se
llevaron a cabo más tardíam ente. En 1945 todavía no se habían realizado en
A ielo de M alferit y B ocairent. Para un funcionario del Ayuntamiento de Castelló
de Rugat que vivió de cerca las instituciones franquistas, la unificación “evitó
m uchos roces. H abitualm ente la postura del Jefe de Falange era de una política
muy firm e y el alcalde, al ser un vecino del pueblo y el tener que ser alcalde,
parecía que intercedía p ara quitar una m ulta, una denuncia, en fin una cierta tole
rancia” .562
Los cam bios en la política nacional e internacional fueron de m ayor tras
cendencia. En septiem bre de 1942, después de las tiranteces y conatos de
rebeldía m ilitar ocasionados por los sucesos de Begoña, ciudad en la que unos
falangistas atacaron una concentración tradicionalista, era destituido Serrano
Suñer de sus cargos de la presidencia de la Junta Política y de la cartera de
A suntos Exteriores. El cam bio significaba la derrota del sector fascista-falangis
ta dentro de FET y el triunfo de la línea de A rrese.563 La nueva Junta Política de
FET delim ita el papel que pasaba a ju g ar el falangism o dentro de FET y el pro
pio P artido único:
una Falange sum isa y fie l, fa la n g ista pero sin proyecto de hegemonía
alguno; fra n q u ista ante todo (...) subordinada, aceptante del reparto de
cuotas de p o d er dentro del bloque franquista, sin proyecto hegem onizan-
te, pero también dispuesta desde entonces a intentar m ejorar su posición
dentro de la coalición autoritaria y su protagonism o cuando ello fu e ra
p o sib le .564
Era la Junta P olítica de una Falange sum isa y fiel, falangista pero sin pro
yecto de hegem onía alguno; franquista ante todo. Ni más ni m enos que eso. Es
decir, subordinada, aceptante del reparto de cuotas de poder dentro del bloque
franquista, sin proyecto hegem onizante, pero tam bién dispuesta desde entonces a
intentar m ejorar su posición dentro de la coalición autoritaria y su protagonism o
cuando ello fuera p o sib le.565
A esta decisión, aceptada p or casi todos estos falangistas por am or a la
prebenda, se unió en 1943 la destitución de M ussolini en Italia. El fascism o ita
liano era el fiel espejo en el que desde su inicio se había inspirado José Antonio
Prim o de Rivera, adm irador de M ussolini.566 Siguiendo con los aspectos interna
cionales, este año tam bién m arca un cam bio de trayectoria de la Guerra M undial
a favor de los A liados.
840
4.3.1.2.2. Un apoyo m al d isim u lad o p o r el E je. L a e u fo ria fa la n g ista : 1940-
1943.
5^7 GARCÍA PÉREZ, R.: “El sueño irrealizable: la ambición imperialista del franquismo”, en TUSELL, J.;
SUEtRO, S.; MARIN, J.M*. y CASANOVA, M.: El régimen de Franco (1936-1975), op. cit., t II, pp. 287-
298. Las distintas posiciones en el seno del franquismo respecto a la Segunda Guerra Mundial en PRESTON,
P.: Franco « Caudillo de España» , op. cit, pp. 429-663.
5^8 £ e ig SILVAJE, R.: Orgía de pasiones, op. cit., p. 326. En San Miguel de los Reyes, la marcha de la gue
rra o;upaba un primer plano en las conversaciones de los presos.
841
prensa que estaba de enhorabuena, pues dentro de poco Rusia aplastaría a
A lem ania y entonces vendría un cambio en el régim en de gobernación de España
y como consecuencia el m andato de los rojos” . En José Gil se daban varias situa
ciones que agravaron aún más sus declaraciones: ser de “arraigadas ideas m arxis-
tas” (IR /PSO E y durante la guerra PCE y Secretario Com arcal del SRI), transm i
tidas a sus hijos. El alcalde ordenó detener a José Gil y a otros “cuatro “rojillos”
los he sancionado por ciertas palabras despectivas contra nuestro Glorioso
M ovim iento N acional” .569 A O ntinyent acudieron dos agentes del Cuerpo
G eneral de Policía para interrogar a José Gil, quién negó haber proferido esas
palabras. El auditor m ilitar sobreseyó el caso de José Gil en junio de 1944, debi
do a su edad, aunque parece que todo ese tiem po lo pasó en la cárcel.570
El 13 de ju nio de 1942 un padre, su hija, y otra m ujer de O ntinyent, con
versaban después de la venta de un kilo de arroz alrededor de la decisión del
m arido de la com pradora de ofrecerse como obrero voluntario en Alem ania.
Padre e h ija com entaron que “no querrás mucho a tu m arido, cuando dejas que
m arche voluntario a A lem ania, y debes pensarlo bien porque cuando vengan los
nuestros darem os cuenta para que le m aten igual que ha de hacese con los dem ás
voluntarios” . Los m ecanism os represores se pusieron en m archa. El padre, “a
pesar de su avanzada edad” , había sido m iliciano y su hija era viuda de un fusi
lado. Los dos fueron detenidos, no se sabe muy bien si por el com entario o por
estraperlo.571 El padre ingresó en la Prisión Celular, y su hija en la P risión de
M ujeres.
La opción española hacia el conflicto osciló entre una “no beligerancia”
proclive a los contendientes fascistas y una neutralidad poco exquisita, con
m ayoría de gestos favorables a la A lem ania de H itler y la Italia de M ussolini.572
Una lectura de la prensa de estos años así lo indica, en especial la falangista, que
no abandonó el apoyo n azi-fascista hasta la rendición.573 Com arcas como la
842
R ibera Baixa acogieron a visitantes del Eje, como las Juventudes Fem eninas
H itlerianas (1941), el em bajador de Japón o el cónsul de Suecia.574
En 1940 el final de la guerra parecía m uy cercano, con una victoria nazi-
fascista que llevaría aparejada la reconstrucción im perial de España. La ocupa
ción de la zona de Tánger el 14 de junio de 1940 desató la histeria im perialista
entre los falangistas. Para éstos se trataba del verdadero inicio del Imperio tanta
veces soñado. Para festejar el hecho, la Jefatura de O ntinyent organizó a las
12,30 un pasacalle am enizado por la banda de FET y de las JONS y se invitó al
“vecindario a colocar colgaduras en balcones, asociándose al regocijo y entusias
mo que tal hecho ha producido a todos los españoles” .575
El clim a filofascista alcanzó a instituciones católicas. El Patronato de la
Juventud Obrera de O ntinyent estrenaba en noviem bre de 1940 el docum ental de
la UFA E l viaje de H itler a Roma, no sabem os si por la aparición de Roma o por
el m ism o Hitler. La im plicación absoluta de FET con el Eje es palpable, incluso
en los inform es de la D elegación de Inform ación e Investigación. A sí, un solda
do republicano ontiñentino del reem plazo de 1938 fue conceptuado “desafecto”
por sus conversaciones. Lacónicam ente se señalaba como causa de su “desafec
ción” la frase “Hablando m al del fascism o” .576
Un incidente rocam bolesco sucedido en O ntinyent (mayo 1941) sitúa las
indisim uladas sim patías falangistas hacia la A lem ania nazi. A principios de mayo
habían aparecido unas pintadas en las que, junto a una cruz gam ada, se había
escrito “ ¡Muera Inglaterra!” . El alcalde ordenó borrarlas. Pero el 14 de mayo lle
gaba a su nom bre un anónimo firm ado por la “D elegación Inquisitorial del
Levante Ibérico” repudiando la orden y dejando entrever una am enaza. La alcal
día notificaba al G obernador Civil su recibim iento y explicaba que se debía a un
acuerdo de la Com isión G estora al considerar com petencia exclusiva del
Gobierno la política internacional. Sin em bargo, Luis M ompó dem ostraba su p re
dilección por una victoria alemana:
(...) se apreció que, aparte de la sim patía y adm iración que todos sen ti
mos p o r la gran nación alem ana a la que nunca podrem os olvidar y que
oficialm ente se le expresó el agradecim iento nacional p o r el apoyo p re s
tado durante nuestra guerra de liberación, (...) A l dar cuenta a VE. de
estos hechos, le ruego se sirva m arcar nuestra linea de conducta en esta
materia, p u es no queremos tampoco herir el sentim iento nacional adop
tando una actitud que en el fo n d o es contraria a nuestras sim patías.511
574 CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Un silenci extens. El primer jranquisme a la
Ribera Baixa (1939-1962), op. cit., p. 76-77.
575 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1948, bando de 15-VI-1940.
57^ AMO, Correspondencia 1941, Informe de los reemplazos de 1936-1941. Reemplazo de 1938.
^11 AMO, Correspondencia 1941, oficio de 17-V-1941.
843
aparato falangista* que adem ás eran utilizadas para arrogarse el m onopolio de la
v ictoria sobre la República.
La G uerra M undial alcanzó a la com arca de otras m aneras. Constituyó una
excelente ocasión para ejercer la solidaridad, como se desprende del contenido
de un bando de enero de 1946 por el cual se “invita a los que deseen hacer cargo
de algún niño procedente de los países extranjeros que han sufrido la guerra” .578
En el otoño de 1943, la Cruz Roja E spañola aceptaba la petición de la su hom ó
nim a francesa para internar a 125 franceses en el Balneario de La Salud
(O n tin y en t). El B aln eario fue in cau tad o por la D irección G eneral de
S eguridad.579 Su estancia dio lugar a quebraderos de cabeza para las fuerzas de
seguridad franquistas. Así, en los prim eros días de noviem bre de 1943, dos de los
internados se escapaban con dirección a B arcelona, con la alarm a consiguiente de
la Jefatu ra Superior de Policía de V alencia.580
844
dispensó a José Juan Aparici en Aielo de M alferit, con una escenografía radical
m ente falangista.583 A las Jefaturas Locales les correspondía organizar los fune
rales de las víctim as divisionarias.
FET se sentía partícipe de la lucha de sus cam aradas en el frente ruso y
volcó sus actividades para ayudarlos económ icam ente. En diciem bre de 1942,
convocados por la D elegación de Ex Com batientes y la de Prensa y Propaganda,
y con la presencia del Jefe del Servicio Provincial de Prensa y Propaganda, del
Inspector Provincial de la D ivisión Azul y de dos escuadras de la Sección N aval
del Frente de Juventudes, se escenificaba en hom enaje a la D ivisión Azul una
velada artístico-m usical en el Teatro Echegaray de O ntinyent.584 Las dem ostra
ciones hacia la D ivisión se am pliaron con la determ inación de ofrecer un día de
sueldo de los em pleados m unicipales de O ntinyent con destino a los divisiona
rios, o la donación del aguinaldo recogido por la CNS en noviem bre de 1941.
El único listado de voluntarios conservado corresponde al elaborado en
O ntinyent entre 1941-1942. La estadística contem pla 14 voluntarios, de los que
sabemos muy poco. Encontram os a un trabajador textil, un estudiante, los casos
descritos anteriorm ente, un oficinista del ayuntam iento y su herm ano, un herm a
no del alcalde Luis M ompó, y Luis Garrido A lfonso, herm ano del teniente Em ilio
Garrido, sublevado en A lbaida y más tarde fusilado al igual que su padre. Como
vemos, una estadística muy diversa que no señala hacia el falangism o más rad i
cal sino que apunta más bien a la asim ilación de la idea lanzada por Serrano
Suñer “ ¡Rusia es culpable!” , por la que la U nión Soviética aparecía como la in i
ciadora y sostenedora de la guerra civil.585
845
bajo los parám etros de “violencia, represión y adaptación”, que supusieron un
refuerzo del control social por parte de Falange, sim ultaneo a un recrudecim ien
to de la violencia contra cualquier conato de oposición y a un cierre de filas
incondicional alrededor de la figura central de Franco, con lo que dejaba atrás
más aún la consecución de la pretendida R evolución N a c i o n a l - S i n d i c a l i s t a .
La dictadura reaccionó al bloqueo internacional posterior a la II G uerra M undial,
a la creciente oposición arm ada el interior y al descontento social por la penuria
económ ica con una intensificación de la represión durante los años 1947-1949,
años que Francisco M oreno ha descrito como el “trienio del terror” . Ejército,
fuerzas de seguridad y Falange fueron las encargadas de destruir las distintas for
mas de oposición internas.587
Falange T radicionalista aplicó sus energías en la organización de la v ig i
lancia social y la persecución política. El control social se reforzó en unos nive
les casi iguales que en los prim eros días de la posguerra, cuando no se conocía el
futuro histórico de los vencedores. El Jefe de Investigación de O ntinyent aconse
ja b a al alcalde en abril de 1943 aum entar las m edidas de vigilancia “como hay
gran núm ero de forasteros incontrolados y creyendo de necesidad sean fichados
por sus antecedentes p o lítico-sociales” .588
Desde la caída del D uce, FET optó por cerrar filas alrededor del dictador
y apretar los dientes para asegurar la supervivencia fetista, y la del régim en que
había derrotado a la R epública, y esperar los m ovim ientos del tablero internacio
nal. Los falangistas de base se dedicaron a denunciar cualquier m anifestación
verbal contraria al Eje que conllevara la esperanza de una acción aliada contra
ria al franquism o.
En junio de 1943 se sorprendía “una reunión clandestina de carácter derro
tista” en C astelló Rugat. A esta reunión asistían: Rem edios G arcía Vidal, antigua
directiva de la UGT, descrita por el Com andante de la G uardia Civil como una
m ujer con “Pésim os antecedentes, m arcada tendencia roja, propagandista de la
revolución, difam adora pública y grosera de la religión y el orden (...) de las peo
res víboras” ; la estanquera Rem edios Tarrasó Seguí, “de ideología muy izquier
dista” ; y José Sanz D así, que term inaba de salir de la prisión. El castigo fue
ejem plar. Los tres fueron condenados a veinte días de arresto. Al resto de la reu
nión se les im puso m ultas cuantiosas, m uy graves en el contexto de la econom ía
de los cuarenta: a la h ija de la estanquera 1.000 ptas., y a tres hom bres con 500,
250 y 150 ptas., respectivam ente.589
En A lbaida una m ujer izquierdista fue denunciada en junio de 1944 tras
am enazar a un falangista diciéndole: “ Cuando vengan los ingleses a España, ella
será bastante para denunciarle y que le m aten, diciendo que es alem án y que
58^ RUIZ CARNICER, M.A.: “El aparato falangista ante la caída de los fascismo. FET y de las JONS en
1945”, en IEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 58-61 y “Violencia, represión y adap
tación. F.E.T. y de las J.O.N.S., 1943-45”, en IIEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., vol. I,
pp. 193-205. En otros artículos este autor ha desarrollado las respuestas falangistas en este contexto interna
cional.
587 MORENO, F.: “La represión en la posguerra”, op. cit., p. 369-405.
588 AMO, Correspondencia 1943, 7-IV-1943.
589 AGA, Interior, Gobierno Civil de Valencia, Orden Público, caja 3.657, informe del 4-VI-1943.
846
escribió unos letreros que decían “VIVA ALEM ANIA Y MUERA INGLATE
RRA” . La denuncia está firm ada por un falangista de A lbaida, excom batiente, y
dirigida al G obernador Civil. Las frases fueron expresadas después de una dispu
ta entre la denunciada, vecina suya, y las herm anas y la m adre del denunciante.
Además, el falangista term inaba su denuncia recalcando que la “susodicha tiene
antecedentes políticos de izquierda con idea de roja, lo cual lo dem uestra por su
actuación y am istades con que se trata” . 590 En B enicolet el secretario del ayun
tam iento llegó a am enazar públicam ente a los falangistas para cuando llegase “el
m om ento de d iso lu ció n de la Falange y la lleg ad a del G obierno ro jo ” .
D enunciado ante el G obernador Civil, cum plió trein ta días de arresto en la p ri
sión de X átiva, pasando allí incluso la N avidad de 1944.591
La im agen irradiada por FET desde 1943 tiende a reforzar su función
represiva y de apoyo sin fisuras a la dictadura franquista. C ualquier com entario
adverso al régim en fue perseguido con más saña cuando se trataba de reinciden
tes, como en Benigánim , donde en 1944, por realizar “ constantem ente (...) m ani
festaciones im propias de su situación y que son contrarias a N uestra Santa
Causa” un recientem ente excarcelado, en situación de libertad vigilada, volvió a
la prisión .592
La C ircular 26 de la Jefatura Provincial de Valencia, con el encabezam ien
to “C onfidencial y reservado”, dedicaba su texto a alertar a los jefes falangistas
locales y alcaldes sobre las actuaciones de m onárquicos e izquierdistas que si
bien son
847
orden de cerrar filas en torno a FET y dem ostrar públicam ente que FET no esta
ba abocada a un próxim o fin: “Los Jefes Locales pondrán especialm ente atención
en que, cum pliéndose lo dispuesto en anteriores circulares (...) im pondrán y vigi
larán el que todos los falangistas se saluden brazo en alto, donde fuere que se
encontrasen” .593
A m edida que las tropas aliadas ganaban terreno, la actitud falangista se
hizo m ás opresiva, tanto hacia los posibles opositores como a sus partidarios que
estaban dando m uestras de flaqueza y tendiendo puentes hacia los vencidos para
asegurarse su futuro. En Aielo de M alferit el Juez M unicipal, en una de las reu
niones de la Junta Local de Libertad V igilada de enero de 1944,
E ste hecho, junto a una filtración de inform es a los fam iliares de un con
denado, m otivaron la apertura de una investigación prom ovida desde el Juzgado
de Instrucción de O nteniente con destino a la Junta P rovincial de Libertad
V igilada, a pesar de contar el Juez con inform es favorables de las autoridades
locales y de la G uardia Civil. La p ertinencia de cualquier m anifestación pública
al finalizar la G uerra M undial era objeto de la preocupación del G obernador
Civil quién pidió instrucciones al M inistro de la G obernación para su autoriza
ción. La contestación está acorde con el estado de perturbación del franquism o
ante la derrota nazi-fascista. Se acordaba perm itirlas siem pre y cuando estuvie
ran controladas desde el propio G obierno Civil “por si hubiesen actos p o líti
cos” .595
El final de la guerra m undial dejó a Falange definitivam ente privada de
sus referentes internacionales. Los españoles, incluso los falangistas, así lo com
prendieron. FET se encontró en el m arasm o ante m ovim ientos que destilaban el
abandono de una nave que parecía se hundía sin rem isión.596 Son los años en que
los m ism os falangistas abandonan la consigna de la “revolución nacionalsindica-
lista” , ahora sustituida por una “R evolución constructiva, de signo positivo, de
ju sticia, de verdad y de p az” y en los que se suprim ió la obligatoriedad del salu
848
do a la rom ana y otros signos externos fascistas.597 Los cuadros falangistas cerra
ron filas en torno al dictador, tem erosos del fin de la dictadura y, con ella, del
propio partido. En esta tesitura se afianzó el com prom iso entre Franco y FET. Al
dictador todavía le era m uy útil el poder y el personal falangista, como lo dem os
tró en el Referéndum de 1947, las elecciones m unicipales de 1948 y tam bién
como sím bolo ideario del régim en sobre el que descargar el m alestar social de la
sociedad.598
El seguim iento a los Inform es expedidos por la Jefatura Local de la Pobla
del Duc indica que, utilizando como pretexto la situación económ ica, se asistió a
una m orosidad sin solución. Esta dinám ica aparece por prim era vez en septiem
bre de 1946 “ (...) cuesta mucho cobrar. Son muy pocos los que lo hacen de buena
voluntad”. Pero ya en diciem bre de 1947 “(•••) resulta casi im posible cobrar las
cuotas, pues m uchos se retraen pues dicen que el año es malo y no están para gas
tos” , para pasar en la prim avera de 1949 a la oposición firm e y m anifiesta como
en mayo, m es en el que “ Se negaban m uchos a pagar las cuotas” . La otrora bien
gestionada Jefatura se encontraba en mayo de 1951 “paralizada, pues no se
cobran cuotas”.
Por esos años, Rafael Reig trabajaba en la oficina de la R ecaudación de
C ontribuciones de O ntinyent, a la que llegó un recibo pendiente de cobro de la
sede de Falange. Al cobrarla, los falangistas alegaron como excusa que no la
pagaban m ientras estuviera él en la oficina. A nte la posibilidad de cualquier
acción punitiva falangista, abandonó este trabajo. A lgunas Jefaturas incluso lle
garon a quedar vacantes ante la im posibilidad de encontrar jefes locales (Salem
1945 y Pinet 1950).
La desafección interna se unía a la revitalización de la guerrilla. La v ig i
lancia social se increm entó notablem ente con la finalidad de privar a los m aquis
de sus apoyos, en especial la hostelería, como se recom endaba en febrero de 1946
sobre la “Posada de A lfonso” .599 Falange colaboró activam ente en la lucha con
tra la guerrilla antifranquista como vim os en el caso de los falangistas de
M ontaverner y la persecución de “el G allo”.
El recrudecim iento de la vigilancia socio-política, de la represión y de la
violencia cam inó parejo a una intensificación propagandística, ejecutada con
num erosos viajes de visita a los pueblos, y por la prensa, en la que se destilaban
m ensajes popu listas.600 Desde estos dos altavoces FET difundió un ataque viru
lento contra los estraperlistas y especuladores, pero sin poner nunca en duda la
política autárquica, a la vez que se prom ocionaba a FET como propulsor del b ien
849
estar m aterial de la población con su política de obras públicas. Una de las
m uchas apariciones de Laporta Girón se efectuó en agosto de 1946 en los pue
blos de A ielo de M alferit y A gullent, paradigm a del resto. El G obernador Civil
estaba arropado por Adolfo Rincón de A rellano en calidad de Presidente de la
D iputación Provincial, por el Delegado Provincial de Sindicatos, del Frente de
Juventudes y de la Obra Sindical de Previsión, el Ingeniero Jefe de Vías y Obras
de la D iputación y el Secretario e Inspector del Frente de Juventudes.601 Las v isi
tas prosiguieron en enero y febrero de 1947.
Las concentraciones hum anas que llevaban aparejadas estos actos eran
aprovechadas para afianzar la im agen asistencial de FET en un contexto de los
peores años de la autarquía, repartiendo subsidios fam iliares o a la vejez. El dis
curso de estas concentraciones estaba muy claro: exaltación del falangism o con
los desfiles de Centurias del Frente de Juventudes, difusión de la defensa a
u ltranza de la religión católica y de la Iglesia, m antenim iento de la tensión y el
recuerdo de las víctim as franquistas de la guerra civil y, por tanto, de la m ism a
guerra, factor legitim ador en últim a instancia del franquism o, m ediante las
ofrendas de flores depositadas en la Cruz de los Caídos y los hom enajes a los
C aídos.602
Conocer la opinión pública sobre Falange en los años más duros de la pos
guerra es una com plicada tarea. La dictadura franquista no se decidió, hasta el
referéndum de 1947, levem ente, y con más precisión hasta los sesenta, a elabo
rar sondeos sobre las actitudes y opiniones de los españoles. El registro oral es
sum am ente subjetivo en este aspecto, puesto que la ideología y las vivencias de
cada uno determ inan claram ente sus com entarios. Así las cosas, para evaluar la
visión social de Falange se deben acudir a fuentes docum entales, como los infor
m es diplom áticos, los propios de Falange Tradicionalista y los confeccionados
por la oposición antifranquista, en concreto, por el Partido C om unista.603
Los partes m ensuales son una buena fuente para seguir el flujo disconti
nuo de la sociedad española respecto a Falange y a la dictadura.604 Los efectos
negativos de la política económ ica sobre el cam pesinado en general condiciona
ron una visión m uy negativa de Falange, erigida en el pararrayos donde iban a
parar todas las diatribas de las que se salvaba el dictador, algo parecido al anti
guo grito de ¡Viva el Rey y m uera el mal gobierno!. Los cupos de cereales, el
850
desabastecim iento de prim eras m aterias alim enticias y de abonos agrícolas, la
p o lítica fiscal, ju n to la ineficaz gestión de las H erm andades, provocaban que los
agricultores propietarios culpabilizaran a Falange de todos sus males.
Y este m alestar es sintom ático del afianzam iento del franquism o. Los cam
pesinos que criticaban la gestión económ ica de FET pertenecían a todos los cam
pos políticos, incluso los había apolíticos. Estas opiniones no tenían un correla
to directo con una oposición antifranquista, cuando podían haberla tenido si los
opositores hubiesen sabido valorarlas y si el clim a de terror y la destrucción del
im aginario colectivo de republicanos e izquierdistas no hubiesen sido tan dem o
ledores. Estos posicionam ientos pertenecen por m éritos propios a esas “zonas
interm edias” descritas por Ism ael Saz. Se podía discrepar seriam ente de estos
aspectos pero seguir m anteniendo su confianza en la figura de Franco y en su
régim en, como restaurador de los valores sociales m ás queridos, de la religión,
de la paz y el orden social después de los conflictos de la R epública y las tran s
form aciones, en todos los órdenes, de la guerra civil.
Las M em orias M ensuales de la Jefatura de la Pobla hacen hincapié en las
cuestiones agrícolas y en el desabastecim iento, para determ inar en junio de 1946
que “Esto hace que la Falange no sea popular. Esto es la voz pública que estim o
de mi deber poner en tu conocim iento francam ente” . Unos m eses después “la
gente se m uestra disgustada y dolorida, e incluso los nuestros están decepciona
dos y desengañados. N adie m uestra entusiasm o. El único que se salva de censu
ras es el Caudillo, a quien, a pesar de todo, se le considera providencial” . Y en
abril de 1948, el “m al” servicio de la H erm andad y la persistencia de un raq u íti
co abastecim iento de alim entos y abonos hacían declarar que “Todos estos deta
lles son causa de la desconfianza y m enosprecio a lo nuestro” .
La política internacional se seguía con interés y preocupación por los fran
quistas en octubre de 1946 “El estado político general del pueblo, es ahora de
indiferencia algo asi como si se esperara la decisión de la O.N.U. en el llam ado
‘Problem a de E spaña’”. Posteriorm ente, en m arzo de 1947, en coincidencia con
la declaración de la “doctrina Trum an” se decía que “Hay más confianza en la
estabilidad del Régim en, pues las declaraciones del Presidente de los Estados
Unidos de N orte de A m érica han sido un golpe m uy serio contra las esperanzas
de los com unistas y sim ilares” .
Las visitas del G obernador Civil y sus prom esas de inversiones en obras
públicas causaban un inm ejorable efecto propagandístico sobre la corriente c ríti
ca. Así, Laporta G irón m anifestó su interés en febrero de 1947 para construir el
Grupo Escolar de la Pobla y una carretera que conectara los productos agrícolas
con Gandía. El falangista redactor del inform e concluía “Ve con ello el pueblo
que se procuran m ejoras y que no todo es aum entar contribuciones y establecer
impuestos y cupos” .
La figura de Francisco Franco estaba, si continuam os creyendo al in fo r
mante, por encim a de Falange y de la estructura política. Así, si en abril de 1947
“se acentúa la creencia en el afianzam iento de nuestro C audillo” ; en mayo “ se
acentúa la adhesión al Caudillo, pero en cuanto al Régim en ya es otra cosa, no
por el Régim en, sino por ciertos lam entables abusos, como es el de pedir a este
pueblo un cupo de trigo (...)” . Un incidente entre un falangista de la Pobla (a la
851
vez que gran propietario) y un agente de las fuerzas de orden público com pendia
la decadencia social del falangism o. El falangista y el agente tuvieron un alter
cado en el tren. Para el Jefe Local el hecho en sí era uno más en la m arginación
social de Falange, aum entada después de 1945.
En uno de los años más dram áticos para el franquism o (1948), tanto inte
rior como exteriorm ente, tuvo lugar el C incuentenario de la guerra hispano-nor
team ericana de 1898. Las celebraciones y el discurso oficial sobre esta fecha tan
em blem ática para el dictador y la ram a regeneracionista recogida por Falange
condensan el cam bio de rumbo en p olítica internacional del franquism o después
de la guerra m undial.
La pérdida de las colonias de U ltram ar determ inó indirectam ente la ado
lescencia del dictador, im pidiéndole cursar una carrera m ilitar dentro de la
M arina. El poderoso influjo que ejerció el 98 sobre Franco acom pañó al dicta
dor. No en vano cifraba su m ayor logro político en “haber borrado la vergüenza
de 1898” .606
La conm em oración del 98 fue escasa en Valencia. N ula respecto a actos
oficiales. Ni siquiera una expresión de la opinión pública, y oficial durante el
franquism o, como las Fallas, recordaron el 98. Serán la prensa, parcialm ente, y
el cine, quienes acaparen el recuerdo de la pérdida de las colonias de U ltram ar y
reivindiquen la herencia española en los nuevos países surgidos (después de un
largo proceso) tras el Tratado de París, en un tono de reivindicación de la labor
evangelizadora llevada a cabo por la m etrópoli colonial. En los artículos perio
dísticos o ensayos (revista Arbor) se obvia cualquier referencia a los Estados
Unidos y a la guerra hispano-norteam ericana, reafirm ándose en los valores de la
H ispanidad, con algunas alabanzas indirectas hacia la gran potencia, m ostrando
la preocupación del franquism o hacia la labor propagandística de los exiliados
españoles en Latinoam érica. Un cambio de actitud frente a los Estados Unidos en
605 AMPD, Archivadores Documentación. Época de Falange, Memoria Mensual de marzo 1948.
606 pRESTON, P.: Franco. « C a u d illo de E s p a ñ a » , op. cit., p. 24. Una revisión del significado del 98 en
BALFOUR, S.: “El Desastre de 1898 y el fin del Imperio español, cien años después”, Revista de Occidente,
202-203,1998, pp. 78-89.
852
un m om ento en que el bloqueo im puesto por los vencedores de la II G uerra
M undial com enzaba a resquebrajarse con el principio de la guerra fría.
El cine español aportó, amén de la visión oficial franquista de la coloniza
ción española, la historia am ericana y la situación política en los prolegóm enos
de la guerra fría. En concreto, y por encim a de otras cintas, Los Ultimos de
F ilipinas. U na dosis calculada de propaganda interior y exterior del régim en,
basada en el paralelism o del asedio del fuerte B aler (Filipinas) con la situación
de bloqueo internacional contra la dictadura franquista, obviando cualquier refe
rencia negativa sobre los Estados Unidos. A utoridades y jerarq u ías no olvidaron
am plificar el eco de esta película, m uy celebrada en su época por la crítica, con
una conm em oración que revistió tintes oficialistas y de apoyo al régim en fran
quista, pero con am plias dudas sobre su veracidad. No im portaba mucho, puesto
que lo realm ente im portante era el sentido últim o.
En la localidad valenciana de Cullera vivía el agricultor Juan Font Colom,
de 72 años, considerado popularm ente el últim o superviviente de Baler, aunque
su nom bre no consta en las relaciones m ilitares de los m ilitares españoles que
sobrevivieron al cerco.607 Coincidiendo con el estreno de Los Ultimos de
F ilipinas en Cullera, se organizó un hom enaje oficial a Juan Font, patrocinado
por el diario Levante, el cine O lym pia, la gerencia de la distribuidora C.E.A. y
Radio M editerráneo. Acudieron José M onasterio, C apitán G eneral de la III
Región M ilitar; Ramón Laporta Girón (G obernador C ivil de Valencia); Adolfo
Rincón de A rellano (Presidente de la D iputación P rovincial); el Jefe Superior de
Policía y el alcalde de Cullera.
De esta m anera, para el público español que acudía a las pantallas, en una
de las escasas diversiones posibles, se soslayaba, salvo m uy puntualm ente en
R aza, cualquier referencia a la guerra hispano-norteam ericana, afianzando un
m ensaje de exaltación y resistencia nacional, con la unidad de E jército e Iglesia,
frente a los “enem igos de la P atria”, en medio de una coyuntura internacional que
atisbaba signos de desbloqueo. Así, una de las fechas claves que unía a las d ife
rentes corrientes ideológicas del régim en franquista desaparecía de la cinem ato
grafía y el discurso oficiales. Y es que, a pesar de las afirm aciones sobre la
inexistencia de injerencias externas en la España nacida tras la guerra civil, una
vez m ás, como característica del régim en, aparecía su cam aleonism o frente a la
coyuntura internacional.608
607 Al menos había otro superviviente, el cabo José Olivares (Caudete, Albacete).
608 Para el 98 en Valencia cfr. CALZADO ALDARIA, A.: “1898-1948: Cincuenta años después”, en
Valencianos del 98, Catálogo de la Exposición Internacional “Valencianos del 98”, Museo d'Etnología de la
Diputació de Valencia/Ateneo Mercantil de Valencia/Museo Histórico-Militar Regional, Valencia, 1999, pp.
105-117.
853
4.3.1.2.6. L a p ro te c c ió n a los fascistas europeos.
609 v. IRUJO, J. M \: La lista negra. Los espías nazis protegidos por Franco y la Iglesia. Aguilar, Madrid,
2003.
610 T.O. de Rafael Cuquerella (2004).
854
El entierro de Luburic hizo de Carcaixent “la capital del feixism e europeu
(...) El clergat, la G uárdia Civil, els fam iliars i alguns curiosos, acom iaden el
general b ra 9 en alt i cantant el “Cara al Sol”” . La historia de Luburic es una
directa apelación a una parte del franquism o, que la dictadura intentó m antener
oculta bajo la eficaz propaganda oficial que presentaba al G eneral Franco, casi
burlándose de A dolf H itler (entonces, indiscutible vencedor de la guerra) por
m antener alejado al país de la II Guerra M undial. A ltas jerarq u ías franquistas y
el propio régim en m antuvieron a salvo en España a personas que habían com eti
do algunos de los m ayores crím enes contra la hum anidad de toda su historia. Un
capítulo que refuerza la proxim idad franquista hacia el fascism o europeo, con el
que com partía su aversión por la dem ocracia, la izquierda y los derechos hum a
nos.611
611 La historia de Vjeskoslav Luburic apareció en forma de artículo con el nombre de “El “Polaco. Una apro-
ximació histórica”, Llibre de Festes de Moros i Crisíians. Benigánim, 2000, pp. 63-65, sin autor. El registro
oral de Benigánim ha sido recogido de Rafael Cuquerella Sanjuán, hijo del agricultor que reclamaba sus dere
chos sobre el camino (2004).
612 GÓMEZ RODA, J.A.: “Actitudes y percepciones de la posguerra en Valencia. Informes de Falange, poli
ciales, diplomáticos y del Partido Comunista”, op. cit., p. 105.
855
Lausana) y a las voces que reclam aban el retorno de la M onarquía alfonsina. Por
tanto, el Referéndum se concibió bajo el prism a de una convocatoria p lebiscita
ria que debía calibrar el asentam iento social franquista, el carism a del dictador y
preparar, a modo de ensayo, las próxim as elecciones m unicipales. Por tanto, una
votación m ayoritaria a favor del SI representaba el apoyo del pueblo español al
régim en vencedor de la guerra y una carta de presentación ante la opinión p úbli
ca internacional. Es una respuesta de la dictadura a la situación internacional. El
plebiscito legitim aba interna y externam ente la dictadura, difundiendo la idea de
unidad en torno a Franco.
A sí pues, el Referéndum se planteaba en térm inos de institucionalización
y legitim ación del régim en. El plebiscito form aba parte de un esfuerzo para difu-
m inar la im agen de Falange y acrecentar ante la opinión pública el catolicism o
del régim en. La batería legislativa (Fuero de los Españoles, Ley de Régim en
Local y Referéndum ) dibujaba un régim en político que había desarrollado una
estructura p o lítica propia, com parable a la dem ocracia.
La preparación del Referéndum para el día 6 de ju lio de 1947 fue la oca
sión propicia para conocer la opinión pública del país en la antesala de la puesta
en funcionam iento de la dem ocracia orgánica (elecciones a procuradores de
C ortes y m unicipales). El D ecreto de P residencia de G obierno (1-1-1946) orde
naba la confección de un censo electoral de los varones m ayores de 21 años,
encom endada a la D elegación N acional de Provincias de FET y de las JONS. La
jerarq u ía organizativa del partido trasladó los trabajos del censo electoral hasta
las jefatu ras locales.
A nivel local se form aron grupos de trabajo com puestos por el Jefe Local,
el D elegado del Frente de Juventudes, el secretario falangista, el secretario del
A yuntam iento y un em pleado del m ism o, para elaborar inform es individuales
previos a una clasificación de los potenciales votantes m asculinos en A dictos (A,
en color azul); Enem igos (E, en rojo) y D udosos e Indiferentes (D, en gris). La
tarea era tan ardua que el Jefe Local de la Pobla del Duc se quejaba am argam en
te en una carta firm ada el 25 de ju nio de 1946 de la im posibilidad de redactar los
1.3Q0 inform es requeridos por duplicado. La tarea falangista, en consonancia con
su función dentro del régim en afirmó “ la im portancia de la organización de la
Falange para el nuevo Estado en el control político de la sociedad” .613
El Referéndum fue controlado desde el prim er instante por el G obierno,
p or m iedo a ser derrotado en las urnas. Para ello arbitró una serie de m edidas
para asegurar un voto positivo: reform as de la Ley de 1907 y del censo electoral;
control de las m esas electorales, del proceso de votación y del recuento, prohibi
613 SEVILLANO CALERO, F.: “El Nuevo Estado y la ilusión de la «dem ocracia orgánica». El
Referéndum de 1947 y las elecciones municipales de 1948 en España”, Historia Contemporánea, 24, 2002,
pp. 355-387 (p. 372).
ción del voto a los sentenciados a prisión m ayor o de cualquier tipo de cam paña
pública opositora, entre las más im portantes.614
La literatu ra histó rica del Referéndum ha incidido en la presencia del frau
de y m anipulación del proceso, desde su convocatoria hasta las actas con los
resultados d efinitivos, así como la participación incondicional de Falange
Tradicionalista. A pesar de la propaganda unidireccional, las coacciones y los
falseam ientos de los resultados, Francisco Sevillano ha señalado una m ayor abs
tención en las grandes urbes, donde se podía escapar del control exhaustivo de
los pueblos, y en las regiones con un pasado más m ilitantem ente izquierdista
(A sturias, zonas del latifundio) o nacionalista (País Vasco).615
Falange T radicionalista ofreció todo su poder propagandístico y de presión
social junto a la Iglesia Católica, de tal m anera que finalm ente la participación,
según fuentes oficiales, se situó sobre el 90%. La provincia de Valencia ofreció
un índice del 74,5% del censo. El voto negativo alcanzó el 4,75% , aunque los
datos gubernativos se contradicen con las opiniones de periodistas norteam erica
nos y de la diplom acia británica. Las provincias valencianas dieron unos índices
del 92% de votos afirm ativos en A lacant; 87% en Castelló y 86% en Valencia.
Como señala el Cuadro núm. 72, la participación en estos com icios está dentro
de las líneas estatales generales, con pequeñas diferencias que pueden tener rela
ción con una abstención de signo izquierdista, como en A ielo de M alferit,
A lbaida, Castelló de R ugat o Benigánim . Llam an la atención, no sabemos si por
errores en la m anipulación del voto en el colegio electoral, los índices de noes
por encim a de la m edia como en M ontitxelvo, B eniatjar, B enicolet y Benigánim ,
una geografía de pequeños m unicipios donde teóricam ente era más fácil contro
lar el voto.
Tras varios años de ejecutar el terror contra los vencidos en la guerra, muy
pocos se atrevieron a depositar una papeleta negativa el día de la votación. El
voto afirm ativo se equiparaba a la fidelidad o sum isión absoluta al franquism o
como régim en político de tal m odo que izquierdistas y republicanos se apresura
ron a votar la papeleta del SI y a m ostrar públicam ente su voto. Se trataba de evi
tar m ales m ayores después de la fuerte represión iniciada en abril de 1939. El
m iedo y el pánico a una reacción violenta fue una pesada losa el día de las vota
ciones. Así, en la P obla del Duc:
614 La literatura histórica sobre el Referéndum de 1947, su contexto político, los preparativos para el frau
de generalizado, la campaña y los resultados en MIRANDA ENCARNACIÓN, J.A. i PÉREZ ORTIZ, J.F.:
“El franquismo intranquilo. La manipulación electoral en el Referéndum de 1947”, en Simposio. La política
conservadora en la España Contemporánea (1868-1982), Madrid, 1991, pp. 522-539; PONT SASTRE, A.:
“El Referéndum de 1947: Orientación, coacción y fraude”, en IV Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 244-250. Un balance en MORENO FONSERET, R.: “Las consultas populares fran
quistas: la ficción plebiscitaria”, en MORENO FONSERET, R. y SEVILLANO CALERO, F. (eds.).: Elfran
quismo. Visiones y balances, Universidad de Alicante, Alicante, 1999, pp. 45-93.
615 SEVILLANO CALERO, F.: “El Nuevo Estado y la ilusión de la «dem ocracia orgánica». El
Referéndum de 1947 y las elecciones municipales de 1948 en España”, p. 373.
857
No cabe duda de que el pueblo estima al Caudillo, como se ha visto en la
votación del Referendum, en que todo el censo votó y en su favor, incluso
los que cumplieron condena y los que están en libertad vigilada,616
Cuadro núm. 72
858
D espués de este rebrote falangista, culm inado en el R eferéndum de 1947
y las elecciones m unicipales de 1948, la decadencia del partido se hizo m anifies
ta. En O ntinyent, al hacerse cargo de la Jefatura el alcalde Jaim e M iquel en 1949,
se observó que “el desenvolvim iento económ ico de la organización de FET y de
las JONS era bastante dificultoso dependiendo en gran parte de las subvenciones
consignadas en el presupuesto m unicipal”, tom ando la decisión en m arzo de que
Falange Tradicionalista debía sufragarse únicam ente de sus propios fondos y tan
sólo excepcionalm ente de subvenciones m unicipales. Para ello Jaim e M iquel pre
tendía reducir gastos, y lo que es más im portante, puesto que señala la enorm e
m orosidad existente, recaudar las cuotas de los afiliados.618
En los cincuenta tuvo lugar un renacim iento falangista. El I Congreso de
FET celebrado en M adrid (octubre 1953) congregaba a 150.000 m ilitantes y
adheridos. Franco requirió los servicios de FET para contrarrestar la ofensiva
m onárquica de Juan de Borbón y como fuerza de choque para reprim ir los distur
bios estudiantiles de 1956. Las A sam bleas C om arcales fueron el instrum ento para
el relanzam iento falangista. Carecem os de datos de asistencia, pero no diferirían
m ucho de los ofrecidos por la Jefatura de Sueca, que estim aba un nivel m áxim o
de seguim iento del 15% de la m ilitancia. Falange T radicionalista realizó una
ofensiva social en algunas poblaciones. En A lbaida, Falange abrió un H ogar del
C am arada en el que se instalaron altavoces desde los que difundían los discursos
del dictador.
859
com probado por D aniel Simeón para X ábia y apenas atisbado para la Valí
d 'A lb a id a .619
La B andera Valenciana, com puesta por huidos y desertores, reunida el 23
de m arzo de 1938 con 800 hom bres y 232 oficiales, adscrita a la 83 D ivisión del
Cuerpo de Ejército de G alicia y la I a B andera de FET-JONS, con 985 valencia
nos, reunió a una parte de los excom batientes valencianos.620 Sin poder cuantifi-
car su núm ero en la com arca, se ha podido seguir la trayectoria de una parte de
los 52 excom batientes registrados en O ntinyent. El prototipo es un jo v en de entre
20-25 años, que había participado casi siem pre en las luchas políticas, y sobre
todo callejeras, de la República. Encontram os al sector tradicionalista que se
opuso a su unificación con la DRV, m uy activo en la organización del sindicalis
mo católico, siem pre atento a la acción, armado y preparado para la sublevación
del 18 de ju lio . En el listado se aprecia un com ponente socio-profesional de arte
sanos autónom os, labradores, estudiantes y trabajadores industriales, a la vez que
v erd ad eras sagas fam iliares com o los herm anos M icó P en ad és, G arrote
C antavella o Conca Pastor.
En junio de 1939 quedaba constituida la Com isión de R eincorporación de
los C om batientes N acionales al Trabajo, con jurisdicción en el Partido Judicial
de O ntinyent. Parece que el modus operandi de estos grupos en la com arca siguió
la línea que Ricard Torres m arca para la R ibera Baixa, aunque las noticias sean
escasas. En diciem bre de 1939 la provisión de una plaza de auxiliar adm inistra
tivo en el Ayuntam iento de O ntinyent desató “insistentes requerim ientos d irig i
dos a la alcaldía por varios excom batientes del Ejército N acional reclam ando el
derecho que les asiste para desem peñar las plazas de em pleados que existen
vacantes hasta tanto se provean en form a definitiva” .621 D el resto de la com arca,
el vacío. La única referencia viene desde la Pobla del Duc. Las M em orias
M ensuales del período 1946-1950 advierten que los excom batientes no actúan
como organización y que de las M ilicias “como si no hubiera” .622
619 SIMEÓN RIERA, J.D.: « Im p a sib le el Ademán» . Franquisme i societat a una comunitat rural:
Xábia 1939-1953, op. cit., p. 115. También TORRES FABRA, R.C.: « P o r el Imperio hacia el c a m p o » .
El franquismo en una comunitat rural valenciana: La Ribera Baixa 1939-1945, op. cit.
620 ZJ>, ll-V-1939.
621 AMO, libro 23, Libro de Actas, acta de 19-XH-1939.
622 AMPD, Archivadores Documentación. Época de Falange. Memorias Mensuales. Para el estudio de FET-
JONS en la comarca se ha seguido la síntesis de THOMÁS, J. M \: La Falange de Franco, op. cit.
860
4.3.1.4. El sindicalismo vertical. Demagogia falangista, control patronal y
tím ida política asistencial.
861
la práctica, y salvo el breve período de Salvador M erino,624 Delegado N acional
de Sindicatos, únicam ente fue un colaborador con la adm inistración central en
las p o líticas económ icas y el predom inio fue em presarial en los órganos sindica
les. Sanz O rrio, sucesor de Salvador M erino representa “La línea del viejo con
servadurism o (...) y aquí ya el papel del em presario surge con su verdadero con
tenido tradicional y expresa tam bién lo que los sindicatos podían servir para sus
in tereses” .625
Sin em bargo, el protagonism o falangista en la OSE fue incontestable a lo
largo de la dictadura, único lugar que posibilitaba un muy estrecho m argen de
actuación autónom a obrerista. En el nuevo sindicalism o participaban (obligato
riam ente) em presarios y trabajadores (desde 1942) m ediante diferentes organis
m os y su función esencial consistía en encuadrar, controlar y disuadir a los tra
bajadores.
Las centrales sindicales locales tenían como com etidos canalizar las rela
ciones laborales, redactando las bases de trabajo que debían regir las actividades
agrícolas sobre la base de los salarios establecidos gubernativam ente, las bolsas
de trabajo para com batir el paro, las tareas asistenciales, la form ación y vigilan
cia p o lítica de los trabajadores, en definitiva, controlar los m ecanismos de nego
ciación entre em presarios y trabajadores.
La OSE de los años cuarenta incidió en intentar prim ar el control sobre la
m ano de obra, tanto desde el punto de vista político como laboral,626 sobre sus
tareas asistenciales o de lucha contra el paro. La m ejor m anera de captar afilia
dos no co nsistía en los m étodos tradicionales. Sim plem ente se negaba el trabajo
al que no estuviera afiliado, como explicaba un bando de la CNS de A gullent en
febrero de 1940. El Secretario m unicipal de O ntinyent dejaba muy claro en la
M em oria m unicipal de 1939 (octubre) las tareas encom endadas a la CNS: con
vencer al 40% de los vecinos de Ontinyent, considerados “desafectos” , que tan
sólo dentro de las CNS podrían encontrar “la satisfacción y bienestar a que aspi
ran” . El convencim iento pasaba por una actitud sindical “ con arreglo y ju stic ia ”,
y, cóm o no, “con mano suficientem ente dura para evitar deform aciones” .627
624 Su trayectoria personal y política en THOMÁS, J. M*.: La Falange de Franco, op. cit, pp. 188-200; 253-
260. Su caída, símbolo del fracaso del modelo falangista-fascista en las pp. 290-301.
625 APARICIO, M.A.: “Sobre los comienzos del sindicalismo franquista, 1939-1945”, en FONTANA, J.
(ed.).: España bajo el franquismo, op. cit., pp. 78-100 (p. 98). Del mismo autor El sindicalismo vertical y la
formación del Estado franquista, Eunibar, Barcelona, 1980. MOLINERO, C y YSAS, P.: “Un instrumento
esencial del régimen franquista: la Organización Sindical”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J.M. y
CASANOVA, M. (eds.).: El Régimen de Franco (1936-1975), op. cit., 1.1, pp. 89-97.
626 En la Ribera Baixa los propietarios arroceros, a través del sindicato, controlaron de manera absoluta el
mercado laboral borrando, las conquistas jornaleras que se habían ido acumulando desde principios del siglo
XX. V. CALZADO ALDARIA, A.: “La oligarquía arrocera. Control institucional y del mercado de trabajo.
La Ribera Baixa: 1939-1959”, en II Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., 1.1, pp. 67-73.
627 AMO, Memorias Anuales de Secretaría 1924-1970, Memoria de 16-X-1939.
862
Las C entrales N acional-Sindicalistas se encargaron de suplir a las O ficinas
de C olocación Obrera. Las CNS pasaron a controlar exclusivam ente (o a inten
tarlo) el m ercado de trabajo. Los obreros en paro debían ingresar en la CNS para
encontrar trabajo y los em presarios que buscaban trabajadores debían acudir sin
alternativa a ella. Un bando del Jefe de C olocación Obrera de O ntinyent, expedi
do el 29 de abril de 1940, lo dejaba m uy claro: “Em presarios y trabajadores a
partir de hoy queda term inantem ente prohibido contratarse en la plaza para ir a
trabajar, ya que la O ficina de C olocación O brera es la única autorizada” .628
En los prim eros años de la posguerra fueron num erosas las m ovilizaciones
de productores, con actos de exaltación sindical, conferencias y m ítines. Falange
T radicionalista y, por ende, el mismo Franco tenían en la CNS el organism o p er
fecto para asegurar febriles actos de m asas, que actuaban como plebiscito, que
difundían la im agen de la fidelidad obrera al Caudillo y a FET. Las delegaciones
sindicales organizaban y garantizaban el éxito de estos actos con una coacción
escasam ente disim ulada. El 30 de m arzo de 1940 el Delegado Sindical de
O ntinyent ordenaba “a todos los trabajadores industriales y cam pesinos que no
esten encuadrados en las m ilicias de FET y JONS para que el dom ingo 31 a las
9,30 de la m añana se personen en CNS para tom ar parte en la m anifestación con
m otivo de la liberación de nuestra ciudad por las tropas nacionales. Esta CNS
espera que acudáis sin pretexto, para testim oniar nuestra gratitud al C audillo
(...)” . 629
Este sindicalism o influenciado por la dem agogia populista falangista con
vocó grandes actos de m asas en los prim eros cuarenta. En r o il e r i a desfilaban
más de un m illar de obreros vidrieros ante el G obernador Civil. A finales de
mayo de 1945 m asivos actos sindicales acom pañaron la constitución del sindica
to textil, quím ico y panadero de A lbaida y el textil de Bocairent. Esta paraferna-
lia servía a los jerarcas sindicales para ju stificar los servicios que la OSE podía
ofrecer al régim en. Carmelo Lozano, Jefe del Sindicato Textil, recordaba en
diciem bre de 1949 que la O rganización Sindical era “proletaria en el estilo de sus
actos” ,630 pero, podríam os añadir, no entraba entre sus atribuciones representar
una política obrera autónom a y trabajar para defender los intereses obreros. Era
tan sólo una oportunista fachada. La politización del tem prano sindicalism o v er
tical se observa en la iconografía que rodeaba la fiesta de la Exaltación al
Trabajo. La CNS cerraba industrias y talleres, y obligaba a la patronal a realizar
“comidas fraternales” entre patronos y obreros. La program ación festiva de este
día adquiría rango de fiesta religiosa, con pasacalles, m isas cantadas, vinos de
honor con las fuerzas vivas locales, conciertos m usicales y cordaes.631
Se asistió a m uchos desfiles en estos prim eros años, m ientras que las
Bases de Trabajo confeccionadas por la CNS no sólo eran regresivas respecto a
las realizadas durante la República, sino que ni siquiera los m andos sindicales se
preocuparon por hacerlas cumplir. La dictadura franquista devolvió a los p ro p ie
863
tarios agrícolas y a los industriales el control sobre la mano de obra que se les
había enfrentado en los años republicanos.
José Babiano ha cuestionado el m onopolio de la OSE en el control de la
m ano de obra en los prim eros años de la posguerra. Para este autor el sindicalis
mo franquista de los años cuarenta no pudo cum plir eficientem ente con ninguna
de sus funciones, ni siquiera con las del control de la mano de obra, dada su pre
cariedad en todos los órdenes. El nacim iento de los nuevos sindicatos fue muy
lento, llegando hasta 1945; en 1949, cuando la afiliación ya era obligatoria, sola
m ente el 69,3% del censo laboral de la provincia estaba afiliado a la OSE; las
O ficinas de C olocación O brera apenas cum plieron sus aspiraciones de dirigir la
contratación obrera, ni la OSE tuvo atribución alguna en el interior de las fábri
cas. A dem ás, el D erecho Laboral franquista tan sólo perm itía el conflicto indivi
dual entre patrón-obrero. En resum en, según José Babiano, el sindicalism o verti
cal franquista tenía m ayores atribuciones intervencionistas, pero un m enor grado
de autonom ía, especialm ente ante la negación de los derechos colectivos. El con
trol de la mano de obra, indiscutible en los prim eros años del franquism o, se
explica, m ás a la violencia que a las actividades de la OSE.632
No tenem os datos concretos y fidedignos para com probar en la com arca
esta tesis, aunque sí es cierto que hasta 1943-1945 no se puede afirm ar que los
sindicatos franquistas operasen con plena efectividad. Los grandes actos de
m asas no ocultan el hecho de que el sindicalism o vertical cam pesino (las
H erm andades) de los cuarenta estaba envuelto en una gran precariedad organiza
tiva, en la práctica inoperancia funcional y en la indiferencia cam pesina. Al
m enos según se desprende de los escasos datos y de las poblaciones de las que
contam os con docum entación m ínim am ente apreciable.
A p artir de 1941 se procedió a la creación de las H erm andades de
Labradores y G anaderos, acom pañadas por una glorificación del discurso sindi
cal falangista, del agrarism o conservador, la figura personal del C audillo y por
los oportunos desfiles m asivos de trabajadores. Así, el 3 de diciem bre de 1943,
R am ón S anfelipe (D elegado P ro vincial de S indicatos), L ópez de A talaya
(Servicio Territorial de Prensa y Propaganda Sindical) y el Jefe de la red Local,
fundaban las H erm andades de A lbaida y Ontinyent, donde cientos de trabajado
res desfilaron ante los visitantes para dirigirse en form ación h asta la Casa de
Falange, m ientras que Radio O ntinyent radiaba los discursos o ficiales.633 En
A lbaida, los discursos giraron sobre el pensam iento agrarista de Falange respec
to al cam po español y la problem ática del paro agrícola.634
D esde 1941 las H erm andades fueron engullendo las Juntas creadas a prin
cipios de la posguerra, servicios m unicipales y asociativos del cam pesinado. De
esta m anera, entre 1941-1945, entraron a form ar parte de las H erm andades las
Juntas de Fom ento Pecuario, la Junta A grícola, la de Inform ación A grícola,
632 BABIANO, J.: “¿Un aparato fundamental para el control de la mano de obra? (Reconsideraciones sobre
el sindicato vertical franquista)”, Historia Social, 30,1998, pp. 23-39 y CAZORLA SÁNCHEZ, A.: Las polí
ticas de la victoria, op. cit., el capítulo “Los sindicatos o la falacia de la conciliación social”, pp. 111-153.
633 LV, 5-XII-1943.
634 LV, 9 y 11 de febrero de 1941.
864
Plagas del Campo, C rédito A grícola, Fijación del Precio del A ceite, de Recursos,
Junta Pericial del C atastro y la G uardería Rural. El proyecto sindical falangista
era absorbente y se presentaba totalitario respecto a otras fuerzas, como los sin
dicatos y cooperativas católicas. Estos intentos m onopolizadores tuvieron la
resiste n cia de los organism os trad icio n a les agrarios a su entrada en las
Herm andades, como sucedió con el Sindicato de P olicía Rural de O ntinyent.635
La industria y otras profesiones terciarias siguieron un curso propio más
lento.636 El Sindicato N acional de Industrias Q uím icas (14-12-1940) sucedió a la
Com isión R eguladora de las Industrias Q uím icas (30-10-1939). Según sus repre
sentantes, en la reunión sindical de la provincia de Valéncia, le cabía el orgullo
de ser el prim er Sindicato N acional oficialm ente reconocido. El Sindicato
N acional estaba dividido, a su vez, en cinco grandes secciones llam adas centra
les. Cada sección se subdividía en grupos (16 en 1943) y éstos, a su vez, en sub-
grupos (67). D esde 1942 el Sindicato N acional había creado delegaciones provin
ciales. El triunfo de la burocracia. La cerería com arcal estaba encuadrada en su
m ayor parte en el III Grupo de “Ceras, Parafinas, L ubrificantes e H idratos de
Carbono” . No está m uy clara su creación en la provincia, pero algunas fuentes
señalan el año 1945. Pero sí se constata la burocratización del sindicalism o ver
tical, parcelado en innum erables organism os, igualm ente ineficaces.
El Sindicato N acional Textil, por citar el más im portante por núm ero de
em presas y productores (después de la agricultura), se dividía en seis grandes
secciones: A lgodón, Com ercio, Confección, Fibras D iversas, Lana y Seda. H asta
1943 no se creó la D elegación Provincial, y por tanto, no operaba la Sección
Económica. No funcionaría hasta 1944. Desde el 1 de abril el sindicato provin
cial se disponía a organizar esta Sección.637 En 1944 Ferm ín Sanz Orrio realiza
ba sendas visitas a la ciudad de O ntinyent. Prim ero, para inaugurar el 25 de abril
los sindicatos Textil, Vidrio, Cerám ica y C onstrucción y M adera y Corcho. El
año siguiente se form alizaba en A lbaida la delegación del Sindicato Textil, el
quím ico y el Grupo de Panaderos, m ientras que en B ocairent com enzaba a traba
ja r la delegación del Sindicato Textil.
La D elegación de O ntinyent ha dejado una m ayor cantidad de datos para
su estudio, pero m eram ente institucional. El sindicalism o vertical se organizó
muy pronto gracias a las incautaciones de bienes inm uebles de los vencidos, que
a su vez los habrían incautado a principios de la guerra, tales como una m esa
escritorio del A teneo Libertario o un fichero y una m áquina de escribir
Underwood del Com ité A grícola. A cuciados los sindicalistas de O ntinyent por el
fuerte paro obrero (460 agrícolas en 1939), en una ciudad en la que el anarcosin
dicalism o se había deslizado en su vertiente más radical, la CNS ontiñentina
635 Para el estudio de las Hermandades de Labradores cfh GÓMEZ HERRAEZ, J. Ma.: Instituciones, pers
pectivas económicas y problemas sociales durante el franquismo. Albacete, entre el silencio y el éxodo rural
(1939-1962), Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete, 1993, las pp. 107-164; y ORTIZ HERAS, M.: Las
Hermandades de Labradores en el franquismo. Albacete, 1943-1977, Instituto de Estudios Albacetenses,
Albacete, 1992.
636 El Grupo Sindical de albañiles y pintores se creaba en agosto de 1956 en Benigánim.
637 Datos obtenidos de DELEGACIÓN PROVINCIAL DE SINDICATOS.: Memoria del I Congreso
Provincial de Ordenación Económica, Delegación Provincial de Sindicatos, Tip. Moderna, Valéncia, marzo
1943.
865
com enzó prestam ente a funcionar.638 En 1940 declaraba, ufanada, la afiliación de
2.000 trabajadores.
D esde ese año, la CNS de O ntinyent contaba con una C asa Sindical y con
un prim er grupo laboral encuadrado, el de la C onstrucción. La iniciativa tomada
en la ciudad del Clariano había conseguido que en 1944 la D elegación Comarcal
de O ntinyent estuviera com puesta por el Sindicato Textil, la H erm andad de
Labradores y G anaderos (650), el Sindicato de la M adera y el de la C onstrucción,
V idrio y Cerám ica, todos exclusivam ente de O ntinyent. El Sindicato textil abar
caba en 1944 a 42 em presas, 50 talleres artesanos y 14 alm acenes, “con más de
2.200 trabajadores”, siem pre utilizando datos oficiales. La vacuidad de estas
fuentes delim itaban lo que, en térm inos más académ icos, venía a significar la
im portancia de la in d u stria textil ontiñentina: “ Con el hilo fabricado en
O nteniente durante un año, se pueden dar doscientas vueltas a la tierra” . El
Sindicato de la M adera reunía a 42 em presas y 250 trabajadores. El de la
C onstrucción (m ateriales de construcción, vidrio y lunas, yesos) contaba con
“m ás de 400 productores, sin contar el num eroso grupo de albañiles y pintores” .
En la C om arcal de O ntinyent, las actividades de transform ación agropecuarias
(m olinos, fábricas de harina, alm azaras, alcoholeras y licoreras), las industriales
y los servicios habían form ado sus sindicatos.
H acia 1957, la D eleg ació n C om arcal de O ntinyent com prendía el
Sindicato Local Textil (2.000 afiliados); el Sindicato Local de la Construcción,
Vidrio y C erám ica (400); Sindicato Local de la M adera (200); Herm andad
S indical de Labradores y G anaderos (2.000); G rem io Com arcal de Panaderos;
G rem io C om arcal de H erreros A grícolas y Grem io Local de A rtesanía Textil
(establecim ientos con pocos telares).639
La organización sindical en la Com arca está envuelta en una difusa niebla,
por cuanto se ha trabajado con datos muy dispersos y siem pre indirectos (v.
Cuadro núm. 73). Al parecer, los pueblos de la com arca no guardaban conexión
alguna con los dos partidos ju d iciales, bien porque estaban distribuidos por razo
nes de accesibilidad y proxim idad geográfica, bien debido a un intento para evi
tar la influencia de posibles grupos de presión. É sta era la distribución de los
pueblos de la Valí d 'A lb a id a en las com arcales sindicales en 1944:
638 De la escasa fiabilidad de las ciñas de parados en GONZÁLEZ MURELO, P.: ‘Las dimensiones del
paro durante el ñanquismo (1938-1944)”, en IV Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp.
515-521.
639 Los datos han sido extraídos de la Revista de la Delegación Provincial de Sindicatos, 1944; noticias de
prensa; documentación de las series de Correspondencia y de informes municipales; y, para Ontinyent, de
REIG FELIU, J. L.: Onteniente 1940-1953, op. cit.
866
C u ad ro núm . 73
COMARCAL POBLACIONES
Aielo de Rugat
Benicolet
Castelló de Rugat
Montitxelvo
Gandía
Ráfol de Salem
Rugat
Salem
Terrateig
Atzeneta
Agullent
Albaida
Aielo de Malferit
Bélgida
Beniatjar
Benissoda
Ontinyent Bocairent
Bufali
Carrícola
Fontanars
L'Ollería
Ontinyent
Otos
Palomar
867
C.N.S. en un p rincipio bien sea p o r desconocer el anterior D elegado las
fu n cio n es que le eran propias ó p o r incapacidad, no po seía la Sindical la
eficiencia que se requiera y parecía que los trabajadores le tenían descon
fia n za y que algún empresario trató de eludir sus mandatos. E l nuevo
D elegado m ediante acertadas intervenciones acerca de las obligaciones
de Em presarios y Obreros y propuestas de sanciones que fu ero n aceptadas
y hechas efectivas, ha conseguido armonizar los distintos elem entos de la
p roducción.640
Efectivam ente, señores. Tienen ustedes mucha razón al pro testa r de que
nosotros pretendam os llegar al mejoramiento del obrero español p o r
m edios distintos a los que con tan buen éxito empleara aquel gran estadis
ta, afortunadam ente alejado de nosotros (...).
868
Tiempos herm osos en que las cabezas se descubrían tem erosam ente al
paso del “a m o ” sin que apenas se dignara hacer un pequeño saludo.
A quéllos y no éstos, en que a todos, grandes y pequeños, pobres y ricos,
se les ofrece un p u esto de la Falange, reciben el mismo trató, visten un
mismo uniform e y tienen los mismos derechos y deberes porque la cam isa
azul ha borrado entre ellos las diferencias sociales (...)
Cuando esos señores - s e nos ha ocurrido darles ese nom bre- vieron que
no discurríam os como ellos, nos lanzaron una mirada entre com pasiva y
despreciativa y nos abandonaron (...).641
Tanto el Jefe como la m ayoría de los com ponentes del Cabildo, proceden
desde antes del año 1936, del campo autonom ista. A lgunos de ellos, indu
dablem ente desearían ver im plantada nuevam ente la República, y otros
sueñan con una restauración m onárquica bajo el reinado de D. Juan (...)
Todos coinciden en sus pensam ientos en la ojeriza contra Falange (...)
641 Ibídem.
642 AMM, sig 546/3, Memorias o comunicados mensuales de la Falange local, informe de 3-U-1948.
869
los com ponentes de la H erm andad (...) en su gran m ayoría son gente
labriega y egoísta y contraria al progreso y a la cultura (...).643
870
Durante buena parte de los cuarenta, las M em orias m ensuales centran sus
inform es en la capacidad de la H erm andad para sum inistrar inputs a los agricul
tores, que, al parecer, o era su única tarea efectiva o sim plem ente era la única
dem andada por los m ism os. La dificultad para encontrarlos (sin olvidar las p o si
bles corruptelas de algunos dirigentes) estaba llevando a que ni siquiera esta fun
ción se realizara con eficiencia. En m arzo de 1948, la delegación de la CNS esta
ba “preocupada por la espera de sulfato de cobre, que ya debiera de estar en su
poder (...)” .El mes siguiente se consignaba el “m al servicio de los organism os
creados para atender las necesidades agrícolas. El sulfato de cobre tan indispen
sable para las viñas (...) que había de proporcionar la Sindical a razón de 350 gra
m os por hanegada (risible cantidad) no ha llegado todavia, de suerte que a no
haberlo adquirido de contrabando, no se hubiera podido sulfatar los viñedos” .
Esta desprotección, en unos años en que la agricultura apenas contaba con
inputs, com portaba que los agricultores valoraran m uy negativam ente los sindi
catos verticales y que tan sólo percibieran en las H erm andades un organism o cre
ado para fiscalizar las cosechas y crear trabas burocráticas sin sentido. En mayo
de 1949 el Jefe falangista opinaba que la H erm andad de la Pobla “Cum ple en lo
posible. Si pudiera lograr abonos y sem illas con relativa suficiencia se p restig ia
ría grandem ente” . El resultado era el m enosprecio hacia la H erm andad, que tan
sólo recuperaba algo su crédito cuando lograba repartir al m enos la cantidad tasa
da, como sucedió en abril de 1947 “CNS: Un poco anim ada por haber logrado
sulfato de cobre a precio de tasa” . Los agricultores estaban convencidos de que
las autoridades y los organism os sindicales les tenían com pletam ente abandona
dos. Así lo creían los cam pesinos de la Pobla en abril de 1947:
Hay desencanto al ver que no obstante tener conocim iento los organism os
oficiales de la Provincia, de la desoladora helada de las viñas y de los
sembrados, aparte de los pésim am ente que responden estos, p o r causa de
la fa lta de abonos y del poniente que los agostó, no se dé ningún alivio y
ni siquiera se venga a inspeccionar y com probar el mal.
871
H erm andades por parte de los grandes y m edianos propietarios, preocupados más
por garantizar la recolección de sus predios, en un contexto de increm ento de los
hurtos debido a la insuficiencia del racionam iento, que por asesorar y proteger al
cam pesinado en general. En diciem bre de 1947 la Herm andad “(•••) se ocupa
principalm ente en la G uardería Rural y sanciona a los infractores de las
O rdenanzas M unicipales (en lo que a la parte agrícola se refiere) y a los que no
respetan en los cam pos el derecho de propiedad. Cuenta este año, para su come
tido con escasos m edios pecuniarios, por cuanto hay m uchos m orosos en el pago
del reparto (...)” .647
Los burócratas sindicales no ofrecían un servicio com petente, ni siquiera
am able, a sus afiliados, que redundaba en el descrédito de la institución. En
noviem bre de 1939 el Jefe Sindical de A lbaida com unicaba a la D elegación
Provincial que “las labores de la O ficina Local de C olocación O brera, se hallan
com pletam ente desatendidas a causa de que el personal designado por ése
Ayuntam iento para la m ism a, no atiende estas obligaciones como es debido” .648
La desatención hacia la problem ática de los agricultores com portaba la
indiferencia de unos y la indignación de otros a lo largo de la década de los cua
renta. En mayo de 1946 la H erm andad de la Pobla se debatía en una “Vida lán
guida al no dar abonos” ; en ju n io de 1947 ni siquiera ejercía una vida real “Por
ahora, solo se ocupa de los escasos asuntos de trám ite” . En abril de 1948 los años
de ineficacia tenían como resultado el repudio general “ Se ve decepcionada al no
tener el calor del vecindario que, por medio de ella, bien poco logra, no obstan
te la buena voluntad de sus d irigentes”, opinión m antenida en enero de 1949: “ Se
ve decepcionada ante la indiferencia general” ; y en abril “Y los agricultores
m iran a los Sindicatos como a entidades desacreditadas e inservibles” .649
Tampoco parece que en O ntinyent gozase de m ayor prestigio. El alcalde resum ía
las causas que originaban el rechazo de los agricultores al Sindicato Provincial
del Olivo en el bienio 1945-46:
647 Ibídem.
648 AMA, Correspondencia Salidas 1939-1941, Carta del Delegado Provincial Sindical al alcalde de
Albaida, 13-XI-1939.
649 AMPD, Archivadores. Documentación. Época Falange.
AMO, Correspondencia 1946, Contestación al Cuestionario que remite el Sindicato Provincial del Olivo
sobre la campaña aceitera 1945-46,16-VÜ-1946.
872
En cuanto a la industria, la tipología es sim ilar a las H erm andades. Unas
secciones económ icas dom inadas por el em presariado, en m uchos lugares, tam
bién vocales de las Com isiones G estoras o concejales/alcaldes, principalm ente
desde 1948. Y unas secciones sociales con m ayor presencia obrera. En este caso
hem os intentado buscar el nexo de conexión, en la m edida que la docum entación
lo ha perm itido, entre el sindicalism o católico o el cenetista, de preguerra, y el
sindicalism o v ertical.651 La verdad es que en algunos casos hem os encontrado
esta relación, pero con reservas, puesto que la m uestra es m uy reducida.
El obrero de la m adera Gonzalo G ironés Pía ha sido protagonista de buena
parte del bloque dedicado a la Segunda R epública. R ecordem os que fue destaca
do activista del sindicalism o católico en O ntinyent y la com arca, participando
directa y violentam ente en las luchas político-sindicales del O ntinyent republica
no. Desde abril de 1939, a la vez que vocal de la Com isión G estora hasta 1946,
ocupó el cargo de Delegado de la CNS. En ese año, abandonaba O ntinyent des
pués de ser nom brado Delegado Provincial de Jaén, una provincia de tradición
sindical socialista.652 En B ocairent se denota una cierta línea continua entre
obreros católicos expulsados de “La V ictoria” en noviem bre de 1934, con cargos
sindicales. Una excepción republicana fue M anuel Silvestre, m ayor em presario
cerero de A lbaida y blasquista de pro, elegido Secretario del Sindicato Provincial
de Industrias Q uím icas. Incluso en B enicolet se llegó a contar con un sem inaris
ta en 1940.
Las organizaciones patronales industriales o m anufactureras tam poco
escaparon de la voracidad falangista. El 13 de mayo de 1939 se anunciaba en
O ntinyent que “Todos los pertenecientes a la antigua sociedad La Patronal irán el
catorce para la disolución de esta y nueva reorganización dentro de la CNS-
Jefatura Local de Falange” .653 A cambio de esta pérdida de autonom ía, la p atro
nal obtuvo grandes cotas de poder dentro del sindicalism o vertical, con su capa
cidad para acceder a los cupos de im portaciones de m aquinaria, sem illas, m ate
rias prim as, a la vez que se beneficiaba del control de la mano de obra im puesta
por la OSE con la destrucción del sindicalism o de clase.
En 1946 los grandes em presarios dom inaban la Sección Económ ica de los
sindicatos. Industriales poderosos como José Simó (O ntinyent) dirigían el sector
de los regenerados y Enrique Beneyto (B ocairent, de em presa B eneyto y Cía.) la
lana. Uno de los prim eros delegados de A lbaida había sido alcalde de la pobla
ción con anterioridad a la R epública y en 1956 el presidente del Sindicato Textil
de O ntinyent era Otón Fite, un em presario de la ciudad. Una de las funciones sin
dicales de la autarquía era la que más atraía al em presariado. La CNS pasó a con
vertirse en un distribuidor de prim eras m aterias. En unos años de cupos y esca
sez de estas m aterias, controlar la Sección Económ ica com portaba, en m uchos
casos, beneficiar a sus propias industrias. En 1943 la delegación de O ntinyent
repartía cupos de cola para los talleres de m adera y yute. El m ism o año el
651 Tampoco se ha podido establecer relación alguna entre los sindicatos republicano-blasquistas y los revo
lucionarios, ante las carencias documentales.
652 En 1949 lo encontramos como diputado provincial, representando la Obra Sindical de Artesanía.
653 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1948, bando de 13-V-1939.
873
Sindicato de Industrias Q uím icas había realizado im portaciones de aceite, cere
sina, grasas, lubrificante y parafina. Falange Tradicionalista tuvo que conform ar
se con el acaparam iento de la ingente burocracia sindical, y la adm inistración de
un patrim onio en constante crecim iento.654
El am biente general de corrupción de la posguerra llegó plenam ente al sin
dicalism o. No sólo por lo que hace referencia al problem a del m ercado negro
(com plicado de dem ostrar), sino con prácticas fraudulentas, como ocurrió en
1946 con el Sindicato de la C onstrucción de O ntinyent, acusado de im pago en las
cotizaciones sociales de sus trabajadores. Esta elevada corrupción, ju n to a su
hiperbólica burocracia y a la regresión en el m undo del trabajo, enajenaba del
sindicalism o falangista a aquellos que no pertenecían al sector de los vencidos y
contrariaba a m uchos de los vencedores. Un ejem plo estudiado viene desde la
R ibera Baixa. Para el m ayoritario sector de los asalariados agrícolas de Sueca, la
OSE significó su am ordazam iento y silencio m ás opresivo. Un drástico recorte de
las m ejoras de sus condiciones de trabajo (entre 1940 y 1945 se sum an 1.262
accidentes laborales agrícolas) y de salario. Era un organism o más de la “N ueva
España” nacida el 1 de abril de 1939, que actuaba drásticam ente contra los tra
bajadores.655
Así se entiende la indiferencia hacia los sindicatos. Con anterioridad, se
ha descrito, em pleando fuentes falangistas, la ausencia de entusiasm o del cam pe
sinado hacia las H erm andades. Las elecciones sindicales son un m arco de refe
rencia im prescindible para conocer el alcance de la defección, el seguim iento
obrero respecto al sindicalism o vertical y valorar el alcance real del control ofi
cial sobre la clase obrera. El 22 de octubre de 1944 se llevaron a cabo las prim e
ras elecciones sindicales para nom brar los “enlaces sindicales”, “para asegurar la
colaboración entre patronos y trabajadores (...) y no para representar y defender
los intereses obreros” .656
Para evitar la infiltración de obreros izquierdistas, además de los m edios
técnicos, hum anos y propagandísticos, las jerarquías sindicales dejaron muy
claro en la preparación de los com icios que no perm itirían el m enor desliz. En
octubre de 1944 se reunían doce herm andades de Labradores y G anaderos con el
D elegado de la Com arcal de O ntinyent, el Jefe de O rdenación Económ ica y el
Jefe Provincial, en O ntinyent. El Secretario Provincial de Sindicatos puntualizó
en la reunión la pertinencia de elegir candidatos lim pios de un pasado izquierdis
ta “advirtiéndoles llevar sumo cuidado en elegir acertadam ente sus representan
tes”.657
Las prim eras elecciones sindicales sacaron a la luz las im perfecciones en
la construcción del edificio sindical y una prueba m ás del fracaso de su política
654 El dominio patronal sobre las Secciones Económicas en el sindicalismo diseñado por Oirio ha sido estu
diado por MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., pp. 79-88.
655 TORRES FABRA, R.C.: « Por el Imperio hacia el c a m p o » . El Franquismo en una comunitat rural
valenciana: La Ribera Baixa 1939-1975, op. cit, capítulos VI y VII.
656 MOLINERO, C. e YSÁS, R: “La historia social de la época franquista. Una aproximación”, Historia
Social, 30,1998, pp. 133-154 (p. 146).
657 LV, 3-X-1944.
874
y objetivos durante los años cuarenta, siguiendo la tesis de José B abiano. La baja
recep tiv id ad obrera obligó a sus dirigentes a u tiliz a r la am enaza para conseguir
al m enos unos índices de votación aceptable. Un bando de M ontaverner advertía
al obrero que se abstuviese “ se p u blicará su nom bre como censura y será tenido
en cuenta como nota desfavorable en su oficio o p rofesión (...) Será sancionado
con recargo de sus im puestos m unicipales, elevadas m ultas y otras resp o n sab ili
dad es” .658 No parece que surtiera un gran efecto entre los trab ajad o res de
M ontaverner puesto que en ju lio de 1947 se volvía a ad v ertir al potencial ab sten
cio n ista con m ultas entre 50-10.000 ptas. y un recargo en la C ontribución.
El rechazo obrero en esta población no era nuevo. En las elecciones a
v ocales de la C om isión del Plus de C argas Fam iliares de la em presa textil de
M artí Tormo (m arzo de 1940) había votado un 38,7% del grupo de obreros
m anuales y un 59,32% de los m ecánicos. Y estos dígitos son sintom áticos de la
inquina hacia la OSE, por cuanto se tratab a de eleg ir a los representantes que
debían g estionar el pago de unos em olum entos suplem entarios a los rid ícu lo s jo r
nales. Sin em bargo, los resultados o ficiales señalan una alta p articip ació n (v.
C uadro núm. 74):
C uadro núm. 74
875
La credibilidad de esta fuente oficial radica en conocer si la abstención
que se parece derivar de los inform es de M ontaverner es un caso aislado o estas
cifras fueron m anipuladas siguiendo criterios propagandísticos. Si creem os los
datos oficiales en la ciudad de O ntinyent parece que había funcionado el control
político de la mano de obra. En estas elecciones votó el 92% del Gremio de
M etalurgia; el 98% de los peluqueros; el 99% de la C onstrucción y de las profe
siones liberales; el 95% del textil y el 100% de la M adera, Banca, Bolsa y
Seguros. Los datos ofrecidos por el diario Las Provincias dem uestran un cierto
grado de abstención en el voto de la capital provincial, con un 86,89% en el sec
tor de U nidades Económ icas, frente al 92,70% de m edia provincial, y un 90,66%
en las C ategorías P rofesionales, por debajo del 94,13% de la provincia.659 Las
votaciones hacia C antinflas, toreros o futbolistas fam osos, reseñadas por los
autores especializados en el estudio del sindicalism o franquista, señalan la opi
nión de los obreros sobre la OSE.
En la década de los cincuenta no había variado la percepción obrera ante
la gestión sindical. En las elecciones sindicales de 1950 votó el 60% del censo en
la Pobla del Duc, una cifra superior a las efectuadas en 1944-47, pero m uy aleja
da de la fanfarria estadística del régim en. La tranquilidad de las jornadas con
trastaba con el m al endém ico del sindicalism o vertical franquista, la inexistencia
de cualquier atisbo de consideración política hacia el m ism o, la presencia ininte
rrum pida, como se apuntaba desde esta población, de la “indiferencia de los car
gos p o lítico s” .660
En la m ism a convocatoria se anotaba en O ntinyent que el núm ero de elec
tores h ab ía descendido respecto a 1944-47. Un cam bio parece que se dio en las
elecciones sindicales de 1954. En las em presas con una plantilla superior a cinco
trabajadores votó entre el 90-95% del censo. Se eligieron 150 enlaces sindicales
con un índice de votación general del 80% del censo, dándose “m uchos em pates
y tam bién alguna im pugnación de actas”, aseveración que puede entenderse
como propaganda para dar una im agen de verdadera dem ocracia o prim eros
m ovim ientos alternativos dentro de la OSE. En la pequeña Bellús se im pugnaron,
sin estim arlo, las actas.661 En M ontaverner se anotaba que un grupo de disiden
tes, m ilitantes falangistas, se habían abstenido.
En los com icios de octubre de 1957, el cronista de A lbaida, un jerarca
falangista local, anotaba en su Libro de Crónicas que “En general ha habido poca
concurrencia a excepción del Sindicato de Tejidos en el que hubo más anim ación
de votantes” .662 La indiferencia ante las propuestas de la OSE seguía siendo
m anifiesta, de tal m odo que en C astelló de Rugat algunos cargos relevantes estu
vieron vacantes entre 1955 y 1965.663
876
En 1958 la D elegación Provincial del M inisterio de Inform ación y
Turismo expedía un cuestionario preparatorio de una Cam paña de A cción
C ultural sobre la m asa trabajadora. Anselm o Serna, alcalde de O ntinyent, p aten
tizaba la derrota asociativo-sindical de la clase obrera ontiñentina al declarar la
inexistencia de un “ centro de reunión h abitual” de los obreros industriales, pero
tam bién del sindicalism o vertical, incapaz de atraer, m ínim am ente, con sus p ro
puestas a los obreros de la ciudad que apreciaban con desconfianza todo lo que
em anase de las CNS. El propio alcalde declaraba en el cuestionario que “De
momento no se me ocurre iniciativa alguna en orden a esta cam paña si no es que
debe llevarse a efecto con m uchísim o tacto, dada la especial idiosincracia de la
m asa trabajadora y su modo de ser receloso” .664 A unque, la indiferencia ante la
CNS es extensible tam bién hacia los intentos, que los hubo, dé recuperar clan
destinam ente los antiguos sindicatos de clase. El terror im puesto por el franquis
mo llevó a que la industria com arcal no registrase conflictividad alguna hasta los
años setenta.665
Las H erm andades afianzaron en los cincuenta su poder en los pueblos a
través de la form ación, o más bien colaboración, de cooperativas de transform a
ción agroalim entaria. A unque m uchas veces estaban en m anos de labradores p ro
pietarios controlando las juntas y servían para sus intereses propios, tam bién
consiguieron lim ar los abusos de los com erciantes. Son frecuentes los casos de
personas que fueron escalando posición social y prestigio local con su trabajo en
las Herm andades y con la distribución de favores o con su buena gestión en las
cooperativas, para term inar form ando parte del personal franquista m unicipal de
los sesenta y setenta.
La presencia de grandes propietarios locales, com erciantes y em presarios
agroalim entarios entre los órganos directores de las H erm andades, con las consi
guientes cotas de poder local y económ ico que suponía, estar presente en la Junta
Comarcal creada en ju nio de 1956, com puesta por herm andades y cooperativas de
los dos partidos judiciales para gestionar el reconocim iento de la uva de m esa
Rozaki como un producto de interés para la exportación, con la denom inación
“Uva de M esa del Valle de A lbaida”, con destino al m ercado alem án, británico y
francés. A la vez que se dem andaba la confección de cupos de exportación.666
Entre los nom bres que aparecen hem os encontrado grandes propietarios de algu
nos pueblos y em presarios agroalim entarios, preferentem ente de los alm acenes
que estaban incluidos en los subgrupos de Frutos Secos, Vid, O livos, Cereales y
Ganadero del Grupo Frutos y Productos H ortícolas.
877
4.3.2. L a Ig lesia C a tó lic a: A l servicio de la d ic ta d u ra .
878
a la Iglesia le correspondían políticas sociales para prevenir el renacim iento del
com unism o y del liberalism o.670
Una frase lapidaria de Daniel Simeón define la esencia de la actuación y
papel de la Iglesia Católica española hasta el Concilio Vaticano II: “l'E sg lésia
(...) no ‘col.labora* amb l'E sta t franquista; l'E sg lé sia ‘fou part consubstancial'
de l'E sta t franquista” .671 N unca antes en la historia contem poránea española, ni
durante la R estauración ni la D ictadura de Prim o de Rivera, había gozado la
Iglesia española de tan am plias cotas de poder ni influencia social. Después de la
contienda, la Iglesia Católica, entendida como institución, aglutinó la “coalición
contrarrevolucionaria” vencedora de la contienda. Recobró y am plió todos los
privilegios de que disfrutaba con anterioridad a la II República, a su disposición
se dedicaron num erosos fondos públicos, el Estado reprim ió y vigiló exhaustiva
mente la m oral pública (y la privada) según los presupuestos católicos más inte-
gristas, la educación le fue confiada en régim en de m onopolio y cuando su auxi
lio fue necesario, el franquism o le perm itió una actuación autónom a.
Su decidido apoyo al bando franquista en la guerra y al franquism o, de una
m anera absoluta, durante las dos prim eras décadas, su silencio frente a la rep re
sión (con honrosas excepciones) ni siquiera han m erecido una repulsa institucio
nal. M uy al contrario, los procesos de beatificaciones del actual papado siguen
las tesis de “persecución religiosa” (A. M ontero) o de “m ártires de la fe” (C. O rtí
o R. Fita) para explicar la violencia anticlerical de la guerra civil, que conducen
a considerar a la Iglesia como una víctim a de la R epública y ju stificar su p o ste
rio r identificación con el franquism o.
A cam bio, principalm ente desde 1945, tras la derrota fascista, la Iglesia
ofreció al franquism o su potencial socializador y de integración m ediante sus
símbolos para apuntalar en los peores años del bloqueo internacional a la d icta
dura, a través del control del sistem a educativo, la m oral y las costum bres, las
políticas caritativo-benéficas, la capacidad m ovilizadora y propagandística de las
m anifestaciones públicas de religiosidad y sus contactos internacionales.672
El anticlericalism o del sexenio republicano y las evidentes señales del
avance secularizador en la sociedad española de los años treinta, que habían
empezado por esos años a llegar incluso a las zonas rurales, fueron entendidas
p or la Iglesia española como las fuerzas propulsoras de la violencia anticlerical
de la zona republicana durante la guerra. La Iglesia se aferró al franquism o, en
el que veía su salvador y garante político que asegurara la práctica de la m oral
católica defendida por ella.
670 v. EZQUIAGA DOMÍNGUEZ, J.E. y GONZÁLEZ OSTO, M.: “Relaciones Iglesia-Estado en el fran
quismo: una nueva visión desde la H.O.A.C.”, en IEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit, pp.
158-161.
671 SIMEÓN RIERA, J.D.: “L'Església al País Valenciá a la postguerra: Xábia i el Port de Sagunt”, L 'Aveng,
246,2000, pp. 78-81.
672 La importancia del simbolismo católicos, de sus rituales, moral y discurso religioso y patriótico en la
legitinización del franquismo y de su violencia ha sido resaltado por PAYÁ LÓPEZ, P.: “Violencia, legiti
midad y poder local. La construcción simbólica de la dictadura franquista en una comarca alicantina. El
Yinabpó Medio, 1939-1948”, Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, op. cit.,pp. 197-222.
879
Pero estas circunstancias históricas tan sólo supusieron la concreción real
del pensam iento de Enrique Pía i D eniel, expuesto m ucho antes de la llegada de
la R epública. En este orden de cosas, el nacionalcatolicism o del franquism o tiene
unas raíces históricas m ás profundas.
En los últim os decenios del siglo XVIII se fue gestando (principalm ente
en F rancia), coincidiendo con la Ilustración, el pensam iento reaccionario (Sant
M artí, Bonald, Burke y De M aistre). Estos autores, y la aportación de una parte
de la escuela rom ántica alemana, fueron la base del tradicionalism o y el ultra-
m ontanism o que sustentaron ideológicam ente el período de la R estauración pos-
napoleónica, con su discurso sobre la exclusividad de la R evelación D ivina, el
origen teológico de ideas políticas como la legitim idad de un gobierno, la je ra r
quía o la obediencia ju n to a la teocracia (som etim iento de los aspectos m ateria
les a los espirituales).
E ste corpus doctrinario, que suponía el rechazo más absoluto al mundo de
las ideas de la Ilustración y al liberalism o político, pervivió después que la ole
ada revolucionaria de 1848 destruyese el orden europeo restauracionista, sirvien
do de base de la doctrina antiliberal vaticanista. A finales del siglo XIX el anti
liberalism o de la Santa Sede se fusionó con la doctrina social de la Iglesia, asen
tada en las cátedras de las universidades católicas. Esta doctrina social form aba
parte de una cosm ovisión en la que se daban cita cuestiones socioeconóm icas
sobre la base teórica de la dirección por parte de la jerarq u ía eclesiástica de la
participación pública y política de los católicos, las condiciones que debían regir
en el diálogo entre sociedad civil e Iglesia, así como el problem a del origen del
poder.
Este conjunto de tradiciones históricas antiliberales y de ideas nuevas fue
introducido en España por una serie de eclesiásticos form ados en universidades
foráneas. Se considera a Enrique P ía i D eniel (1876-1968) la figura más repre
sentativa de esta corriente. Alum no de prestigiosas universidades católicas de
Rom a, destacado activista sindical, A rzobispo Prim ado de Toledo (1941) y
Cardenal (1946), dirigió la Iglesia E spañola hasta su m uerte. La apuesta secula-
rizadora de la C onstitución republicana y el anticlericalism o “radicalizaron” los
planteam ientos de M onseñor Pía y D eniel. Su archiconocida pastoral Las dos ciu
dades sirvió para legitim ar las sublevación de julio de 1936 al definirla como una
“C ruzada” o “guerra santa”. D urante el franquism o Pía y D eniel fue la figura que
m ejor encarnó la sum isión y la colaboración de la Iglesia respecto al E stado.673
En sus cartas pastorales se recogen los elem entos fundam entales del
nacionalcatolicism o español. Para M onseñor, la Iglesia debía favorecer la conse
cución de regím enes políticos que am pararan sus derechos, pero tam bién sus
principios sociales. El estado nacionalcatólico debía ser confesional, es decir,
estaba obligado a proteger y prom ocionar el culto público católico y hacer respe
tar la doctrina oficial de la Iglesia, con lo cual el Estado pasaba a ser el brazo
ejecutor, a través de su legislación y de los aparatos político-judiciales, del con
trol ideológico de la Iglesia sobre la sociedad. Este punto suponía un ataque
673 La figura de Pía i Deniel y su discurso han sido abordadas por SÁNCHEZ RECIO, G : De las dos ciu
dades a la resurrección de España. Magisterio pastoral y pensamiento político de Enrique Pía y Deniel, Ed.
Ambito/Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, Valladolid, 1995.
880
directo a los valores de libertad individual y social de la Ilustración. En resum en,
si el Estado y el individuo son obra de Dios, ambos tienen que tener como obje
tivo D ios.
El Estado nacionalcatólico debía ser así m ism o antiliber^l, antisocialista,
respetuoso con las “instituciones, costum bre y norm as” tradicionales, tales como
la P atria, la fam ilia, la propiedad y la Iglesia. A dem ás, ese Estado soñado debía
ser respetuoso con el orden establecido (distribución de la propiedad o de la
renta) y, por supuesto, m antenedor y protector de los privilegios tradicionales de
la Iglesia. En definitiva, una visión del hom bre, de la sociedad y del poder clara
m ente antiliberal y m edieval, que pretendía un Estado autoritario y corporativo y
legitim aba la desigualdad social, una utopía basada en una pretendida A rcadia
anterior al liberalism o y a la industrialización: rural, agrícola, paternalista, arm ó
nica y ultracatólica.
La aplicación efectiva de estas ideas tuvo lugar durante la dictadura fran
quista, al elevar al rango de política estatal la doctrina social de la Iglesia, que,
al fin y al cabo, coincidía en gran parte con el falangism o y el tradicionalism o,
por más que se dieran conflictos, particularm ente entre falangistas y católicos,
debido a sensibilidades distintas y a la pugna por las esferas de poder.674 Porque
católicos, antiliberales, anturevolucionarios y ultranacionalistas lo eran todos.
De hecho, algunos historiadores han optado por definir al franquism o como una
dictadura nacionalcatólica.675 La plasm ación p o lítica de esta interesada alianza
Iglesia-franquism o correspondió al período 1945-1959, después de una etapa,
1939-1945, de m enor espacio político. La rem odelación m inisterial de 1945
supuso la entrada plena de la Iglesia-institución en el gobierno, con los m iniste
rios ocupados por hom bres ligados a asociaciones seglares católicas. La visión
del Padre Fullana, poseedor de un poso cultural m ás elevado que otros in telec
tuales eclesiásticos de la posguerra, condensa la visión nacional-católica de la
contienda:
674 Esta idea y una síntesis del pensamiento de Pía i Deniel se puede seguir en SÁNCHEZ RECIO, G:
“Teoría y práctica del nacionalcatolicismo. El magisterio pastoral de E. Pía y Deniel”, en TUSELL, J.; SUEI-
RO, S.; MARÍN, J.M*. y CASANOVA, M.: El régimen de Franco, op. cit, 11, pp. 511-520. Antonio Canales
plantea una hipótesis sugerente sobre los conflictos entre falangistas y católicos y la actividad política de
católicos no falangistas en las instituciones del régimen, al considerar que si Falange Tradicionalista no había
conseguido dirigir el timón del Estado, al plantear que la Iglesia se convirtió en otro “agente totalizador” del
régimen, sin grandes cuestionamientos de las bases sustentadoras de la dictadura franquista, v. CANALES
SERRANO, A. F.: “Iglesia y totalitarismo”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J.M*. y CASANOVA, M.:
El régimen de Franco, op. cit., pp. 521-529.
67^ BOTTI, A.: Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España, 1881-1975, op. cit., pp. 101-140.
881
nes que nos legaron los Reyes Católicos, D. Isa b el de Castilla y D.
Fernando de Aragón y la constituyeron Una, Grande y L ibre.676
El texto del Padre Fullana sirve de nexo para condensar sucintam ente,
siguiendo a M énica M oreno, los tres puntos básicos del pensam iento político de
la Iglesia española del prim er franquism o: España es una nación históricam ente
católica, en la que el catolicism o form a parte de su “esencia nacional” y a la que,
teóricam ente, Dios ha encomendado erigirse en paladín y defensora de esta reli
gión, desde Pelayo h asta los generales y civiles sublevados el 18 de julio (M ito
de la “C ruzada”), con lo que los españoles y españolas anticlericales o que no
participaban de este catolicism o son considerados los “anti-E spaña” ; Francisco
Franco es la persona elegida por D ios para conducir el com bate contra los “ anti-
España” (Franco, agente de la providencia); el pueblo debe purgar el anticlerica
lism o y las fórm ulas alternativas al orden político-social y cultural ensayadas
durante la R epública y la guerra. La purga exige un sacrificio (ham bre y repre
sión) y el posterior perdón a través del retorno al “redil” de la Iglesia y de la
p ráctica relig io sa.677
676 FULLANA MIRA, L.: Historia de la Ciudad de Ontinyent, Caixa d'Estalvis d'Ontinyent, Ontinyent,
1997, p. 326,
677 v. MORENO SECO, M.: “Creencias religiosas y políticas en la dictadura franquista”, op. cit., pp. 118-
119.
678 VAÑÓ SILVESTRE, F.: “La Revolución en Bocairente”, op. cit., p. 483.
679 Ibídem, p. 333.
882
nuestros mártires, ju rem o s odio eterno, no a los verdugos —p ues de la
plum a de un sacerdote no pueden sa lir sino palabras de perdón como las
que un día brotaron de los labios de Cristo en la cruz- p ero sí odio eterno
a las doctrinas com unistas que cubrieron de sangre y ruinas el suelo de
España.68°
883
C om unión a 250 niños en Ontinyent. La Iglesia recuperó e increm entó superfi
cialm ente su presencia social atacada por el laicism o republicano.
Pero no abandonó su clasismo social, su aceptación de las diferencias
sociales, por las que cada uno debía ocupar su lugar en la sociedad en espera del
Juicio Final. Tal y como había criticado el anticlericalism o, la Iglesia se com por
tó en sus ritos (teóricam ente igualitarios para la com unidad de los fíeles) de una
m anera clasista. El 22 de mayo de 1939 se ofició la cerem onia de la prim era
com unión en A tzeneta después de la guerra. El párroco decidió que aquellos
niños y niñas que no podían pagarse el traje correspondiente debían recibir un
tratam iento distinto: “Los que por no poder gastar en trajes no com ulgaron
solem nem ente durante la M isa Mayor, com ulgaron al term inar, en la C apilla de
la C om unión” .55*
E stos ritos públicos no eran sim ples reivindicaciones religiosas, sino que
form aban parte de un entram ado de apoyo sin fisuras a los vencedores de la gue
rra, asim ilados a los cruzados m edievales. A sí, el retorno a sus localidades de
origen de los cuerpos de las personas asesinadas en la guerra se rodeó de una
atm ósfera y escenificación falangista-fascista, con la bendición eclesiástica, que
calificaba a estas personas cómo “m ártires de la fe”, resultado de su paralelism o
entre la guerra civil y las Cruzadas m edievales. Los féretros en su recorrido hasta
el cem enterio de B ocairent, fueron acom pañados por la banda de trom petas y
tam bores de FET; G astadores del Ejército con sus fusiles; falangistas, banda de
m úsica, Sección Fem enina, y el clero local. D urante todo el prim er franquism o
los párrocos oficiaron la Eucarística delante de los túm ulos que recordaban a los
m uertos del bando franquista.685
A principios de ju lio de 1939 volvían desde X átiva los cadáveres de
A dolfo Pastor y José Bono a su pueblo natal de A lbaida. El cortejo con los ataú
des estaba com puesto por: G astadores de la O rganización Juvenil, banda de cor
netas, bandas de tam bores, organizaciones juveniles en colum na de honor,
Sección Fem enina portadora de coronas, B anda de M úsica, G astadores de
M ilicias, M ilicias en Colum na de Honor, las Herm anas de la Caridad y asiladas,
el clero con cruz alzada y, a continuación, los féretros, con la Vieja G uardia y
excautivos. D etrás venían las autoridades del m ovim iento, oficialidad del
E jército, la Com isión G estora m unicipal, y las autoridades cívicas. El día fue
decretado inhábil a efectos laborales.686
La confluencia falangism o-catolicism o en los prim eros años fue absoluta.
Todo acto falangista venía acom pañado de uno católico, y al contrario. Las seis
cam panas bendecidas en O ntinyent un 30 de noviem bre estuvieron acom pañadas
por los Him nos del M ovim iento. Es difícil en estos prim eros años separar un acto
falangista, eclesiástico o patrocinado por las instituciones civiles. Y mucho más
elaborar un discurso sim bólico de cada uno de ellos, puesto que todos participa
ban en la m ism a exaltación ultranacionalista, católica y antidem ocrática. En este
sentido, el corresponsal del diario Las Provincias describía en m arzo de 1941 la
884
m an era de sentir la M archa Real, “que se escucho con religiosidad, brazo en
alto” .®87
La unidad entre vencedores e Iglesia era tan com pleta que apenas existió
diferen cia, puesto que se puede considerar a la Iglesia como uno m ás entre los
v en ced o re s (E jército , capas de la burguesía, m onárquicos, falan g istas...).
F rancisco M oreno recurre a la ironía de B erlanga en Calabuch “ cuando en la pro
cesió n el sargento de la G uardia C ivil pide a sus hom bres, disfrazados de rom a
nos, q u e desfilen con más unción, m ientras que el cura les exige más m arciali
dad” .688 La tipología es extensa. A notam os los casos más llam ativos.
En ju n io de 1939 se pedía a las M ilicias falangistas de O ntinyent que acudieran
uniform ados a la procesión del Corpus, la prim era después de la guerra, y poste
riorm ente desfilar por las calles de la ciudad.689 El 7 de febrero de 1940, la
C om isión G estora de O ntinyent, apreciando que la “form ación religiosa de la
ju v en tu d (era) la base de la enseñanza en el Estado N acional Sindicalista”, orde
naba a los directores de los grupos escolares la obligatoriedad de la práctica del
V ía C rucis para m aestros y alum nos en la subida de Santa Ana, y la explicación
al alum nado del significado de este rito .690 La entronización del Sagrado Corazón
de Jes;ús en O ntinyent (1942) se efectuó tanto en la C asa C onsistorial como en el
local d e FET. La m ezcolanza entre falangism o, catolicism o y culto a la figura de
F ranco. La Fiesta de la V ictoria de 1939 en el Ráfol de Salem term inó con vivas
a E spaña, al C audillo, a José A ntonio y al Sagrado C orazón de Jesús.691
Las Bodas de Oro del Colegio franciscano de La Concepción fueron dedi
cadas al Papa y al general Franco “en reconocim iento de inm ensa gratitud” .692
En el entierro de los cuatro sacerdotes de la Pobla del Duc asesinados durante la
g u erra los féretros se depositaron en la sede falangista. Los falangistas locales
velaro n los restos m ortales. Los discursos de despedida previos al entierro fue
ron pronunciados por un padre escolapio y el Jefe L ocal.693
Los prim eros años de la posguerra incidieron en una restauración del culto
católico, obvia, por cuanto la iconoclastia de la guerra había destruido buena
parte de las im ágenes y tem plos, o al menos los había dañado en sumo grado. El
com ponente social de esta restauración es evidente, cuando observam os que fue
ro n las grandes fam ilias locales las que financiaron m ayoritariam ente la reposi
ción de im ágenes de santos, cristos y vírgenes, el m obiliario destruido, las cam
panas destinadas a m aterial bélico o la reparación de los daños sobre las fábricas
de los edificios religiosos.
En un país con m iles de viudas y huérfanos, con una m iseria galopante,
con ciudades y pueblos destruidos y dañados por la guerra, la Iglesia C atólica se
dedicó con preferencia a restaurar, en un delirio grandilocuente, los sím bolos de
885
su suprem acía sobre la com unidad, incontestable y acaparadora en las com unida
des rurales. La Iglesia se lanzó a reconstruir las iglesias, erm itas e im ágenes des
tru id as o dañadas por la violencia iconoclasta de los prim eros m eses de la gue
rra.
Las burguesías locales realizaron suculentos donativos, encargaron nuevas
im ágenes propias. H abía que dejar claro quién había ganado la guerra. Los tem
plos se repoblaron de las im ágenes cuyos cultos habían patrocinado las elites
locales, en un ejercicio de venganza histórica después de la especial predilección
h acia la destrucción de estas im ágenes durante la guerra, iconos del prestigio y
el poder de estas fam ilias sobre sus com unidades. Con todo, las fiestas religiosas
siguieron estando patrocinadas por las burguesías locales, como había sucedido
tradicionalm ente. Entre los festeros del Santísim o Cristo de la Pobreza y de San
E ngracio M ártir de Aielo de M alferit, en 1945, encontram os a un capitán de avia
ción, dos m édicos, un farm acéutico, un artesano, un propietario, un industrial (el
principal de la población) y un com erciante.694 Y de nuevo las fam ilias de los
senyorets de cada población sufragaban la reconstrucción de im ágenes u objetos
religiosos desaparecidos en el verano del 36, m uchos de ellos propiedades fam i
liares. A ctos rodeados en m uchas ocasiones de una am plia parafernalia de propa
ganda local.
La Corporación de Fabricantes de la Industria Textil encargó un Cristo
Y acente, su patrono, a M ariano B enlliure en 1942. El día de la entrega, p resid ie
ron el acto el Juez de Prim era Instancia, el Teniente de la G uardia C ivil y Jefe de
la Zona, los industriales, autoridades m unicipales, falangistas y el clero. El p re
sidente de la Corporación, un antiguo blasquista que había oscilado hacia la
D erecha R egional Valenciana, en nom bre de los industriales de la ciudad, reco
gió los objetivos de la iniciativa “dem ostrar su fe y arraigo católico” .695 La fam i
lia V alor-A lbors, grandes propietarios alcoyanos del térm ino de Fontanars, reg a
laron una C ustodia de oro, plata y perlas a la parroquia en septiem bre de 1949;
en 1'O llería la im agen de Santa Lucía que presidía la fachada de una fábrica
vidriera se entronizó de nuevo gracias a los donativos de sus propietarios, m ien
tras que los herederos de Juan A ntonio M ompó retom aron su patrocinio fam iliar
del culto a Santo Domingo. Y así pueblo por pueblo, parroquia por parroquia,
convento por convento.
La reposición de las nuevas im ágenes y de su culto estuvo rodeada de
intensos actos de m asas, en los que el aparecían las autoridades, las elites, falan
gistas y, p o r supuesto, las asociaciones católicas, y, en general, fuese por la razón
que fuese, una parte considerable de la población. Para los franquistas estos actos
constituían eficaces altavoces que difundían su decidida política de devolver el
esplendor m aterial a la Iglesia C atólica y restitu irla como eje fundam ental de la
vida pública y privada de los españoles. De este m odo, el franquism o se podía
atraer a ese grupo de católicos apolíticos, o sim plem ente indiferentes, que se
podían sentir partícipes de un régim en político que protegía y am paraba a la
Iglesia.
886
La sem ántica de las autoridades, instituciones e intelectuales franquistas,
en distinto grado, se preocupaba en poner en m anifiesto el carácter restaurador
del régim en franquista en cuanto a la Iglesia C atólica. U na M em oria de
Secretaría de O ntinyent, confeccionada en octubre de 1939, enfatiza esta cu es
tión como ningún otro docum ento oficial franquista:
696 A M O , Memorias Anuales de Secretaría. 1924-1970, Mem oria del 16-X -1939.
697 V V A A .: Una institución centenaria. La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Onteniente (1884-1984),
op. c it, p. 266.
887
y como p ertenecientes a la fa m ilia de los mártires, otorgarnos con ellas
una g loria inm ortal.698
La sim biosis entre Estado e Iglesia era absoluta. Las autoridades m unici
pales la protegían con m im o, tendencia histórica que la R epública truncó. Los
presupuestos m unicipales ayudaban a sufragar las fiestas religiosas, incluso a
establecer becas para sem inaristas con pocos recursos fam iliares. Las sesiones
del pleno m unicipal de A lbaida com enzaban con “En el nom bre de Dios
Todopoderoso” . En todos los ayuntam ientos se form aron Juntas de Obras para
sufragar con fondos públicos las reparaciones, incluso se llegó a desviar parte de
los presupuestos dedicados a la reconstrucción de las R egiones D evastadas. Con
una educación pública desatendida y en una sociedad con un elevado analfabetis
m o, los ayuntam ientos destinaban subvenciones y ayudas para becar a sem inaris
tas...
El catolicism o consiguió volver a superponer su calendario y sus ritos a la
adm inistración pública, de tal modo que en 1940 el ayuntam iento de A lbaida
cam biaba la sesión de los viernes al sábado, debido a las funciones religiosas de
la Cuaresm a. El calendario oficial franquista ahora sí correspondía con el vivido
por una Iglesia que dom inaba los resortes de la vida adm inistrativa y cotidiana
h asta lím ites insospechados en la preguerra, de tal m anera que los acontecim ien
tos de la Iglesia como institución tenían una correlación inm ediata sobre la socie
dad española.
U na de ellas, la principal, era el día del Papa, en el que se am algam a el
nacionacatolicism o y la glorificación de la Iglesia-institución. El doce de m arzo
de 1950, A tzeneta vivió un día equiparable a las jornadas festivas de las fiestas
patronales. Tras m isa cantada y m ultitudinaria com unión, le siguió un pasacalle
que precedía al acto de izar la bandera pontificia en el balcón del Ayuntam iento,
acom pañada por los acordes de la M archa Real. El program a se cerró por la
noche con la proyección de “cine católico” .699 La m uerte de Pío XII en 1958 dio
lugar a la suspensión de las fiestas en A lbaida.700 En Benigánim lucieron los b a l
cones colgaduras y las m otos llevaron crespones negros, puesto que este Papa
había citado a B enigánim en una de sus intervenciones públicas.701
888
podía afectar a los intereses m ateriales y espirituales de la Iglesia. D estruidos sus
enem igos, restituido el culto y sus campos de acción social, como la educación o
la m oral, tranquila políticam ente por la unión de Trono y Altar, la Iglesia espa
ñola tenía allanado el cam ino para su objetivo m áxim o: la recristianización de la
sociedad española. P ara la jerarq u ía católica los españoles habían perdido los
valores católicos, especialm ente en las regiones con un pasado anticlerical e
izquierdista. ¡Qué cerca estaban en sus apreciaciones del verdadero sentido de la
siem pre m al com prendida frase de M anuel A zaña “España ha dejado de ser cató
lica” .
Estas regiones pasaron a denom inarse Tierras de M isión, asim iladas pues
a la evangelización de A m érica o Á frica. Por su pasado izquierdista y republica
no blasquista, V alencia fue considerada Tierra de M isión, esto es, territorio que
se debía recristian izar para suprim ir la sem illa del laicism o. Las M isiones fueron
grandes actos de m asas a los que acudía casi la totalidad de la población, unos
por convencim iento personal y otros, gran parte de los vencidos, por m iedo a ser
m ultados, o para dejarse ver antes los vencedores, lo que equivalía a una cierta
garantía para un aval ante los expedientes de R esponsabilidades P olíticas, para
un fam iliar encarcelado, etc. La represión se había encargado de purgar sus
“errores”, ahora se trataba de devolverlos al seno de la Iglesia. ¡Vencer y conven
cer! en palabras del arzobispo valentino Prudencio M eló.
Las m isiones llegaron a form ar parte de la vida cotidiana de la España de
posguerra. Días en que la Iglesia ocupaba las calles y plazas, m onopolizaba el
devenir diario y en los que aprovechaba la afluencia de fíeles, sinceros unos, ate
m orizados o sum isos otros, a los actos program ados, para reafirm ar su condición
de líder espiritual del pueblo español y continuar agradeciendo a la dictadura su
restablecim iento institucional y espiritual, después de haber sido discutida su
hegem onía cultural durante la R epública y atacada sin piedad durante la guerra.
Las M isiones estaban principalm ente concebidas, como su nom bre indica,
a la recuperación de las m asas para la Iglesia. En este sentido, abundaban los lla
m am ientos para seguir la program ación religiosa de estos días, como el que
sigue: “si eres pecador. Te convertirás. Si eres tibio, te enfervorizarás. Si eres
justo, te santificarás” .702
El párroco de A tzeneta se vanagloriaba del éxito de la Santa M isión llev a
da a cabo entre los días 14-28 de octubre de 1951. Los altavoces instalados en el
cam panario y por el casco urbano habían hecho posible “que la palabra de Dios
se escuchara en todos los rincones” . El m artilleo propagandístico, del que nadie
podía escapar ante tal despliegue técnico, se había saldado con la com unión reci
bida por 1.097 personas. Sólo habían dejado de asistir a los oficios los 65 jo rn a
leros que se encontraban segando en Lleida y Tarragona y 26 vecinos.703 E ntre el
23 y el 30 de noviem bre de 1941 los capuchinos de T O llería celebraron una Santa
M isión que term inó con el acto de la com unión para 3.000 fieles, más de la m itad
de la población. Y en m arzo de 1942 los Padres R edentoristas oficiaban otra
M isión en la antaño socialista Aielo de M alferit para niños, “doncellas”, casadas
889
y hom bres. En Bélgida, en enero de 1946 la Santa M isión llegó a prolongarse
durante 10 d ías.704 Y en septiem bre de 1947 la Santa M isión de M ontitxelvo res
tauraba una cruz destruida durante la guerra civil.
Contam os con la descripción de la Santa M isión llevada a cabo a mitad de
abril de 1953 en B ocairent. El día 13 de abril, coincidiendo con la festividad de
San Vicente Ferrer, a las nueve de la noche entraban en la población los Padres
M isioneros recibidos por las Cuatro Ramas de la A cción C atólica con sus estan
dartes y banderas, niños y niñas con banderas y gallardetes, socios de las
Congregaciones M arianas, m iem bros de la A doración N octurna y las autoridades
m unicipales con la im agen de San Blas, patrón de B ocairent, acudieron al puen
te de San Blas a recibir a los Padres M isioneros. Esta m ultitud desfiló por las
calles de B ocairent, adornados sus balcones con colgaduras, hasta la Iglesia
Parroquial. D esde ese día h asta el 26 se desarrolló una intensa actividad del cato
licism o de m asas con el siguiente horario diario: a las 6,30 Rosario de la Aurora,
m isa; a las diez se convocaba a los niños y niñas en la Iglesia; a las cuatro de la
tarde para niñas; a las seis para señoras, a las ocho acto general para todos los
vecinos. Para poder seguir todos estos actos se instalaron altavoces en la torre
parroquial, que convocaban a los vecinos.
Pero el día 20 el entusiasm o religioso y la asistencia a los sermones y pré
dicas em pezaron a decaer, ya que los obreros y obreras estaban en sus lugares
habituales de trabajo. El párroco de B ocairent realizó unas gestiones con el alcal
de y consiguió cerrar las fábricas hasta que term inara la Santa M isión y que el
resto de trabajos se com patibilizara con el horario de la M isión. Uno de los p rin
cipales centros industriales textiles de V alencia perm aneció paralizado en su pro
ducción ante el relieve otorgado a esta dem ostración del catolicism o de m asas.705
A través de las m isiones y de los actos m ás sobresalientes de las asociaciones
seglares podem os observar la especial predilección proselitista de la Iglesia
hacia tres sectores muy distintos: los niños, futuros buenos católicos; la mujer,
transm isora del catolicism o en la fam ilia, y los enferm os, punto destacado de la
asistencia social católica.706 Reiteram os. N unca la Iglesia española había alcan
zado tanto poder en la h istoria contem poránea española.
Las M isiones form aban parte de la gran expiación de la España de posgue
rra dirigida por la Iglesia, la penitencia pública de los pasados errores (apoyo al
republicanism o laico o a los partidos de la izquierda obrera, actitudes y conver
saciones anticlericales, lecturas “anticatólicas” ...). Los pueblos y ciudades devi
nieron en gigantescas pantallas en las que se representaba un dram a purgativo.
En A lbaida la parroquia organizó del día del arrepentim iento, en el que antiguos
republicanos e izquierdistas confesaban públicam ente sus pasados errores. La
hum illación de la abjuración de unos ideales, más o m enos sentidos, delante de
los convecinos debió ser aplastante. Ideales o esperanzas convertidos ahora en
890
pecados capitales, en inm undicia que debía ser lim piada de la sociedad. Un entre
vistado anónim o de A lbaida nos contó la historia de un ordinario del pueblo que
durante la R epública había traído de Valencia folletos y publicaciones políticas
(solo recordaba a V ictoria N akens). Confesó en público “que había sido un cri
m inal por que había traído bullets de N akens y lloró en público” .707
A veces no bastaba con dem ostrar públicam ente la religiosidad. Un sim ple
ejem plo. El je fe falangista de la Pobla del Duc valoraba m uy positivam ente el
trabajo profesional del Secretario m unicipal, aunque era “rudo con el público” .
No tanto su religiosidad, que estim aba con evidente arbitrariedad de esta m ane
ra: “A unque va a M isa los dom ingos y días de fiesta, no le tengo por fervoro
so” .708
A falta de series docum entales en los archivos parroquiales no conocemos
con exactitud la penetración social de la om nipresente Iglesia en la España de los
cuarenta y los cincuenta. Sin duda, el miedo a ser conceptuado como anticatóli
co (y por tanto como “desafecto”) y el am biente general de exaltación católica,
increm entaron artificialm ente la asistencia a la m isa dom inical. En Beniatjar, el
cura párroco anotaba en febrero de 1945 que unas 200 personas, casi el 80% de
la población, asistía regularm ente los días de precepto, eso sí, m anteniendo la
separación de género dentro del tem plo.709 Según el Libro de Crónicas de
A lbaida en marzo de 1957 habían asistido 2.450 feligreses a las m isas de la
parroquia, sin contabilizar la parroquia de l ’Alforj ni a los m enores de 14 años.
Un dígito elevado si tenem os en cuenta que la población, por otra parte históri
cam ente conservadora, tenía censadas casi 4.000 personas en 1950.
A pesar de contar con la infraestructura estatal y eclesiástica, disponer de
los aparatos de coerción y de la socialización de la infancia, la Iglesia no pudo
recristianizar la sociedad española. Desde un prim er m om ento, los vencidos,
inm ersos en una cultura anticlerical, percibieron a la Iglesia católica cómo una
ram ificación más de los vencedores y siem pre que las circunstancias lo perm itie
ron le dieron la espalda. La plena identificación eclesiástica con los vencedores
reforzaba el anticlericalism o secular. Esta defección se puede seguir desde el p ri
mer día de la “V ictoria” . En la Pobla del Duc:
E l dia 2 de a bril se dijo la prim era Misa, después de casi tres años de no
haberse podido celebrar en esta localidad. En la p la za de la Iglesia, a las
puerta s del templo parroquial, y sobre un estrado, se dispuso un altar que
las entusiastas jó ven es de la incipiente Falange adornaron con profusión
de pla n ta s y flo res (...) H ay que decir la verdad: A p esa r de asistir el
A lcalde (...) el Ayuntam iento, las Jerarquías con la Falange local -q u e
empezaba entonces- un grupo bastante regular de fa la n g ista s de ambos
sexos, de M ontichelvo y la banda de música, es lo cierto que la p la za de
la Iglesia, que no es muy grande, no se llenó demasiado. Sería el miedo.
Quizás muchos valientes católicos temiesen que la p a z no se consolidase
891
y que volvieran los rojos y los mataran (...) A quella conducta fu e descon
so ladora,710
Tuvo, eso sí, algunos logros puntuales en zonas rurales,711 entre las m uje
res712 o sectores de la clase m edia, en especial entre descendientes de republica
nos m oderados.713 Pero la secularización no dejó de crecer, bien porque la pene
tración de lo secular en la sociedad era más fuerte de lo que pensaba la Iglesia,
bien p o r la pervivencia subterránea del anticlericalism o, aum entada por su alian
za táctica con la dictadura.714 A finales de los cincuenta se estaban iniciando
levem ente cam bios en el ocio de la juventud, que venían a sim bolizar el fracaso
de la táctica recristianizadora/represora, para devolver a la sociedad española al
“redil ” del catolicism o m ás rancio. Transform aciones que llegaban a los pueblos
m ás pequeños.
A G uadasséquies llegó un nuevo párroco (1956) ilusionado con ofrecer a
sus feligreses el acceso a la cultura con la apertura de un cine parroquial que em i
tía pelícu las los dom ingos, alternativa a los bailes prohibidos por el m ism o sacer
dote. Sin em bargo observaba con tristeza cómo “los m ayores por política y los
jóvenes p or el baile hay alejam iento de la religión (...) Los jóvenes se van los
dom ingos a los pueblos del contorno al baile (...)” a divertirse con los ritm os
“alocados” y “sensuales” que llegaban de los Estados U nidos.715
De igual m anera es difícil calibrar si el bom bardeo propagandístico reli
gioso esta relacionado con el increm ento de vocaciones sacerdotales y religiosas
en la posguerra. El am biente general de religiosidad y la m ovilización local de
las asociaciones católicas debió influir en este aum ento vocacional, aunque tam
bién la m iseria y el ham bre. Por ejem plo, en B ocairent, ciudad por otra parte
71® CAPSIR BANQUELLS, J.M.: Efemérides de la Parroquia de la Pobla del Duc, op. cit., 2-IV-1939.
711 SIMEÓN RIERA, J. D.: “La política recatolitzadora de l’Església al País Valenciá a la postguerra: Xábia
io l Port de Sagunt”, L ’Aveng, 246,2000, pp. 78-81. También "Impasible el ademán ". Franquismo i societat
a una comuniíat rural: Xábia 1939-1953, op.cit. y “El franquismo vivido e imaginado en una sociedad indus
trial: el Puerto de Sagunto”, op. cit., pp. 159-185. Una comarca rural catalana en FONT AGULLÓ, J.:
“'Aspiramos a transformar totalmente la vida en España’. Actitudes de la población ante la implantación del
Nuevo Estado: la política como religión y la religión como política”, en IVEncuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 333-343.
712 A estas conclusiones llega MORENO SECO, M.: “Iglesia triunfante, ¿sociedad sacralizada?”,
Canelobre, 31-32, 1995, pp. 103-110; de la misma autora “La maldición de Eva. Mujer, Iglesia y práctica
religiosa en los años sesenta. La Diócesis de Oribuela-Alicante”, en II Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., vol. II, pp. 59-65.
713 ÁLVAREZ RODRIGO, A.: “Los católicos en el primer franquismo: La vida cotidiana en el barrio del
Botánico de Valencia” en SAZ, I. y GÓMEZ RODA, A. (eds.).: El franquismo en Valencia, op. cit., pp. 259-
284.
714 Los esfuerzos recristianizadores del sur peninsular fueron un fracaso. A estas conclusiones llega NAVA
RRO JIMENEZ, P.: “El mito franquista del catolicismo del Sur”, en I Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 162-164. Para el anticlericalismo durante el primer franquismo cfr. BOTTI, A. y
MONTESINOS, N.: “Anticlericalismo y laicidad en la postguerra, la transición y la democracia (1939-
1995)”, en LA PARRA LÓPEZ, E. y SUAREZ CORTINA, M. (eds.).: El anticlericalismo español contem
poráneo, op. cit., pp. 303-370 (pp. 303-322). El fracaso de la recristianización en el Puerto de Sagunt, donde
los obreros concebían a la Iglesia como un brazo más del franquismo en SIMEÓN RIERA, D.: “El franquis
mo vivido e imaginado en una sociedad industrial: el Puerto de Sagunto”, op. cit., pp. 176-178.
715 APG, Libro de Crónicas e Inventarios, 15-EX-1956.
892
intensam ente católica, se describe la década de los cuarenta como “una época en
la que las vocaciones (...) florecieron de m anera prodigiosa, que eran la adm ira
ción de la D iócesis.” . En 1948 había 17 sem inaristas entre el Sem inario M ayor y
el M enor. El autor de la historia del Patronato señala la “religiosidad y vida de
piedad que se respiraba entre esta Juventud de A.C. y A spirantes (...)” para ex p li
car este im pulso religioso.716
En la década de los cincuenta la religiosidad de los pueblos de la com arca
apenas difería de aspectos relacionados con la “religiosidad popular” y con el
papel de “status quo” que cum plían los ritos católicos respecto a las elites lo ca
le s.717 El cura párroco de r o il e r i a decía en agosto de 1958 “No ha m uerto en
O llería la cristiana tradición. C orrientes m odernas han querido adorm ecerla, pero
estas fechas tienen poder para m antenerla” .718 N i siquiera la católica A gullent
escapaba de la tendencia a separar el tiem po libre de las actividades patrocinadas
por la Iglesia:
La parroquia se debe enfrentar hoy dia con muchos problem as. Los tiem
p o s en que todos iban al párroco y estaban pendientes de su voz y m anda
tos ya han pasado. Y no podem os dejar de hacer. Tenemos la grave m isión
de preservar las alm as del contagio del mal. Los niños, adolescentes y
jó ven es son hoy una constante preocupación. 719
Así, en los años cincuenta, Valéncia estaba com prendida en una zona in ter
m edia en cuanto a la práctica religiosa entre el N orte practicante y el Sur m uy
secularizado.720
Un últim o intento dentro del espacio cronológico del prim er franquism o
para evitar la pérdida para la Iglesia de los más jóvenes tuvo lugar en la década
de los cincuenta, con una m ayor efectividad que las m isiones y la parafernalia
pseudofascista de los actos religiosos de m asas. Se trataba de la conversión de
los Centros Parroquiales en organism os que desem peñaban funciones de form a
ción técnica para las jóvenes, especialm ente para cubrir el m ercado de trabajo de
la industria textil, así como servicios culturales diversos (biblioteca, cine, teatro)
y difusión deportiva. El Centro Parroquial de la parroquia de San Pedro A póstol
de Aielo de M alferit congregaba un trinquete de pelota, una escuela para niños,
una escuela dom inical para m uchachas adultas, donde podían aprender corte y
confección, así como una biblioteca parroquial. En A gullent el Patronato renova
ba en 1950 la cám ara de cine e instalaba un ping-pong.721
893
4.3.2.4. £1 e n fre n ta m ie n to en tre re lig io sid a d p o p u la r y n acio n alcato licism o .
894
Un particular anónimo había donado 1.000 ptas. a la Jefatura falangista de
A tzeneta para utilizarlas en la restauración de la erm ita. Extraña donación, que
obliga nuevam ente a constatar que las principales instituciones franquistas no se
diferenciaban en cuanto a su defensa a ultranza del catolicism o a lo largo del p ri
m er franquism o. Pero el Jefe falangista decidió no traspasar esta cantidad al cura
párroco y se lo entregó a la Junta (o Cofradía) del Cristo, asociación dedicada a
honrar el culto de esta imagen. El cura, m olesto ante las negativas de la Junta a
sus requerim ientos para ingresar las 1.000 ptas. en la contabilidad parroquial,
presionó al alcalde a fin de im pedir una restauración sin la autoridad sacerdotal.
La guerra desatada entre la Junta del Cristo y el cura se intensificó al elegir la
C ofradía una Junta sin pasar por la aprobación del párroco. Pero éste reaccionó
con celeridad. Desde el púlpito, perfecto altavoz para crear opinión pública, el
sacerdote advirtió que no iba a tolerar su m arginación “para sentar el principio
de A utoridad” .724
El pulso para dirigir la religiosidad del pueblo se retom ó con motivo de la
festividad de la Virgen del Rosario y del Cristo. La tradición m arcaba que la
Junta cam inaba detrás del anda y el cura en últim o lugar. Al llegar a la erm ita,
las im ágenes se dejaban en el suelo y allí quedaban hasta que term inaba el casti
llo. El sacerdote consideró ofensiva e irreverente esta costum bre y detuvo la
cerem onia. El ju ez ordenó la entrada de la im agen del C risto, m andato refrenda
do por el alcalde.725 En los últim os años de los cincuenta, los enfrentam ientos
entre el párroco y el alcalde se repitieron.
895
una pastoral activa, barroca y populista.
Inició las obras del sem inario de M onteada, reflejo del poder terrenal de
la Iglesia, instauró la tóm bola, los pueblos y ciudades valencianos recibían las
m isiones después de un grandioso esfuerzo de propaganda, utilizó la Geperudeta
y, en general, las evocaciones m arianas para crear un am biente de valencianism o-
católico. Elevó la form ación intelectual del clero con la prom oción de curas jó v e
nes a las universidades católicas del prestigio de Lovaina, M unich o Roma. Más
tarde estos sacerdotes serían firm es apoyos del Concilio Vaticano II.
Se involucró en la creación del Instituto Social del A rzobispado (Instituto
Social Em presarial e Instituto Social Obrero) y en el fortalecim iento del obreris
mo católico (HOAC) al que se llegó a clausurar su publicación Tu en 1951 des
pués de referir los sucesos huelguísticos de Barcelona. Estas ram as perm itían
unos espacios alternativos y de cierta crítica hacia las situaciones de explotación
y m iseria más relevantes. A lgunas, como las HOAC, serían im portantes en la
tom a de conciencia obrerista. Se puede afirm ar que en todas las prim eras inicia
tivas de oposición obrera, cultural o estudiantil había un grupo católico.727
Con todo, los fundam entos de la dictadura no se llegaron a cuestionar en
ningún m om ento. Los lím ites de su política de “distanciam iento” y del acapara
m iento eclesiástico de la sociedad llegaron con el Concilio Vaticano II, cuando
buscó la protección estatal. El populism o de M arcelino O laechea contrasta con el
extrem o conservadurism o de Pablo B arrachina, de la diócesis de O rihuela-
A lacant.728
La m ovilización católica patrocinada por M arcelino O laechea729 tuvo su
m ayor expresión en la com arca en 1948 y 1954. Los discursos e iconografía de
ambas fechas reflejan los cam bios internos entre 1948 (bloqueo internacional,
prim eros pasos de la dem ocracia orgánica) y 1954, ya asentado el franquism o.
En el revival católico de la posguerra las advocaciones m arianas tuvieron
un especial protagonism o, m uy por encim a de la cristología o los santos, respon
diendo a la im agen eclesiástica tradicional de la m ujer, como virgen, m adre y
esposa.730 La entronización de la im agen de la Purísim a, patrona de O ntinyent,
en 1948, se concibió como un gran acto de propaganda por el que el franquism o
se autoproclam aba ante los católicos como el restaurador de la religión católica
am enazada durante la R epública, atacada y perseguida durante la guerra. El léx i
co em pleado calificaba como “secuaces del infierno” a los vencidos, al interpre
tar que habían intentado, al igual que el m ism ísim o Satanás, destruir el catolicis
mo y la Iglesia.
En la entronización se plasm aron valores católico-m arianos m ucho más
directos y de m ás fácil com prensión que los vericuetos pseudofascistizantes de
Falange. La nueva im agen com prendía “la restauración de todo lo pasado que
m erezca ser restaurado, la exaltación de los divinos y santos ideales patrim onio
727 COLOMER FERRÁNDIZ, A.: Retrobar la tradició. El valencianisme d'inspirado cristiana de la pos
guerra a la transició, Ed. Saó, Valéncia, 1996.
728 Para Orihuela-Alacant, cfr.MORENO SECO, M.: La quiebra de la unidad. Nacional-catolicismo y
Vaticano lie n la diócesis de Orihuela-Alicante. 1939-1975, op. cit
729 Los años de su arzobispado en REIG, R. y PICÓ, J.: Feixistes, rojos i capellans, op. cit., pp. 68-174.
730 CASANOVA, J.: La Iglesia de Franco, op. cit., 275-276.
896
sagrado de nuestros m ayores, y un acto de fe viva y profunda en que los destinos
de O nteniente y de España entera en tanto serán prósperos y gloriosos en cuanto
nos esforcem os y trabajem os para que la serpiente siga pisoteada por la planta
virginal de M aría Inm aculada (...)” . Asum ido este m ensaje el acto podía term i
nar como lo hizo: bendición de la talla de la Inm aculada ante la Cruz de los
Caídos, sin fraseología de intelectual orgánico del falangism o.
El acto de m asas católico más num eroso del prim er franquism o tuvo lugar
en los inicios de mayo de 1948, con m otivo de la participación de la Purísim a de
O ntinyent en las Bodas de Plata de la Coronación P ontificia de N uestra Señora
de los D esam parados de Valencia, con la asistencia, según datos oficiales, de
unas 10.000 personas.
El 10 de mayo regresaba la im agen a Ontinyent. A las seis de la tarde las
com parsas de m oros y cristianos desfilaban por la Calle M ayor hasta el santuario
de Santa Ana, en el que recogían al Cristo, portando la im agen en m edio de
“innum erables disparos de trabucos, cohetes, cañonazos y C arcasas” hasta la
Plaza de la Concepción, m ientras que el A rcipreste de Santa M aría “por m edio de
altavoces va ordenando la gran cerem onia” . La im agen de la Purísim a descendió
desde el com plejo escolar de La Concepción, acom pañada por 300 colegiales y la
congregación franciscana. A los sones de la M archa Real fue “recibida por todas
las A utoridades y por cerca de un centenar de Valencianas ataviadas con trajes
regionales”, hasta llegar donde se situaba el Cristo de la Agonía.
Juntas ambas im ágenes, se procedió a un gran desfile con todas las figuras
del catolicism o de la ciudad (G igantes y Cabezudos, llum eners, Junta de Festeros
del Cristo de la A gonía, Festeros de la Purísim a), la iconografía regionalista-
agrarista en una ciudad ya industrial (grupos de labradoras), la flor y nata de la
burguesía local y, cerrando el cortejo, las “fuerzas vivas” (jerarquías de Falange,
autoridades m unicipales, rector de los franciscanos, clero local) recorriendo dos
céntricas calles “cubiertas de m irto y pétalos de flores (...) los balcones con (...)
mantones de m anila” .
La descripción ha sido tom ada de los cinco folios del Libro de A ctas del
pleno m unicipal de O ntinyent em pleados para describir este acto en uno de los
años más difíciles económ icam ente:
Las dos Imágenes, M adre é H ijo son llevados hasta la Cruz de los Caídos,
en m emorias de aquellos que dieron su vida y su sangre pa ra que hoy viva
mos y podam os celebrar en la tierra estos acontecim ientos que son un
pálido reflejo de los que ellos están celebrando y a en la Gloria. 731
897
El 27 de mayo de 1954 se coronaba la Purísim a Concepción, Patrona
C anónica de O ntinyent, celebración envuelta en una serie de grandes actos de
m asas convocadas por la devoción histórica en la ciudad hacia esta advocación,
pero ahora según los parám etros de la m ovilización católica de los cincuenta. Los
preparativos com enzaron un año antes con una M isión, para culm inar durante
todo el año 1954, cuando la Santa Sede otorgó el jubileo para esta coronación.
El 29 de enero unos 300 jóvenes asistían a unos cursillos de cristiandad, el
28 de abril alrededor de un centenar de sacerdotes recorrían las calles más cén
tricas de la ciudad; el 2 de mayo alrededor de 30.000 jóvenes, acom pañados por
las m áxim as representaciones de las instituciones eclesiásticas, civiles y m ilita
res de la provincia seguían el m ismo cam ino; y el 16 de mayo 10.000 jóvenes
católicas valencianas acudían a una peregrinación organizada por su rama. El 27
de m ayo, con la asistencia de Joaquín Ruiz G im énez, m inistro de Educación, el
Legado Pontificio, y M arcelino O laechea, se coronó, ante una gran m ultitud de
fieles, la im agen de la P urísim a.732
732 Tomado de GARCÍA SÁEZ, R.: “Hace cuarenta y siete años que fue coronada la Purísima”, Crónica,
367, 1995, p. 41.
733 ALVAREZ RODRIGO, A.: “La reorganización de la Unión de Mujeres de Acción Católica en la dióce
sis de Valencia (1939-1951), en IVEncuentro, pp. 140-146.
734 AMO, libro 24, Libro de Actas, acta de 25-11-1941.
898
sección o a los em presarios y no plantear la m ínim a objeción a las duras condi
ciones de trabajo del mom ento.
D esde 1958 se publicaba A usentes, un boletín con noticias de los bocai-
rentinos que estaban prestando el servicio m ilitar, una antigua obsesión eclesiás
tica, al com probar que el servicio m ilitar representaba en m uchos casos un corte
definitivo con la práctica religiosa, en otros el contacto con otros hom bres y sus
ideas que estaban en contradicción con la vida y creencias tradicionales vividos
en los pueblos y, en casi todos, la practica de formas de sociabilidad m asculina
inform al contraria a los valores católicos (juego, tabernas, alcohol, prostitución).
En 1943 com enzaban las obras de reconstrucción del Patronato C atólico
de A tzeneta. En estos patronatos se representaban obras teatrales y proyecciones
cinem atográficas. En algunos casos, como en A tzeneta, se organizaban cursos y
talleres artesanales con una diferenciación de género m uy acusada. Por ejem plo,
la apertura de escuelas de corte-labores para jóvenes, que, servían para introdu
cirlas posteriorm ente en la industria tex til.735
P ara colaborar en la recristianización de las tierras levantinas, la Iglesia,
adem ás, contó con las organizaciones de seglares y un núm ero incontable de aso
ciaciones religiosas y benéficas. A modo de ejem plo, en X ábia, D aniel Sim eón
contabiliza las siguientes: H ijas de M aría, A postolado de la O ración, C onferencia
de San V icente de Paul, Luises, A sociación de Hombres de Jesús N azareno, y
otra más de m ujeres, Dam as C atequistas, Congregación de la Virgen del Carm en
y la C ongregación del Perpetuo Socorro.736
La ú n ica com petencia a los proyectos to talizad o re s de F alan g e
T radicionalista provino de las asociaciones católicas, únicas alternativas a las
que les resultaba antipático el m onopolio falangista. Sin em bargo, hay que m ati
zar estos espacios alternativos. Un núm ero nada despreciable de afiliados a
A cción C atólica tenían, al mism o tiem po, el carné falangista.737 F ascistas neopa-
ganos o partidarios de una m ayor separación entre Iglesia y Estados dentro de
Falange apenas sobrepasaron círculos m inoritarios y, desde luego, no se han
encontrado en la com arca. Falange e Iglesia, como hem os descrito, form aban
parte de un m ism o árbol. Las diferencias eran de im agen, de proyectos to taliza
dores y de sensibilidad. Que, por ejem plo, A tzeneta contara en 1943 con dos cua
dros artísticos, uno de Falange y otro de Acción Católica, que escenificaban
obras de teatro, no dem uestra disidencia alguna. La program ación no difería.
Las asociaciones católicas habían desarrollado una sim bología y un santo
ral particular. En los patronatos católicos se veneraba más a figuras propias que
a personajes históricos de Falange. En Bocairent se tenía una predilección por
735 AGULLÓ DÍAZ, M*.C.: “La fonnació professional de les dones: la ventafocs del sistema educatiu.
(Valencia 1951-1970)”, en La form ado professional i les transformadons sodals i economiques. A d es de
les XTVJomades d 'Historia de l 'Educado ais Paísos Catalans, Ajuntament de Mataró/Societat d 'Historia de
l'Educació deis Paísos de Llengua Catalana, Mataré, 1999, pp. 155-165.
736 SIMEÓN RIERA, J. D.: “Impasible el ademán Franquismo i sodetat a una comunitat rural: Xábia
1939-1953, op. cit., p. 133.
737 Ibídem, pp. 104-105.
899
A ntonio Rivera, presidente de la Juventud M asculina de A cción C atólica, a quien
se dedicaban ciclos de conferencias.738 El salón de las Juventudes Católicas de
O ntinyent, si creem os al corresponsal de Las Provincias, contaba exclusivam en
te con fo to g rafías de Pío X II, Franco y el fundador del Centro
P arroquial.739Según las noticias de prensa, en las asociaciones católicas tan sólo
se interpretaban la M archa Real y los him nos de A cción Católica. Esto sucedía
en B ocairent en el transcurso de una reunión (julio 1939) o en O ntinyent (marzo
1943) en el día del Papa, llevado a cabo en los locales de A cción C atólica.740
Estos centros tenían una m arcada función proselitista m ediante las confe
rencias. En la im partida por A lfredo Ibáñez en el Patronato de la Juventud Obrera
de B ocairent, con el título de “El indiferente y la indiferencia”, incidió en la afi
liación católica para im pedir el retorno de la indiferencia que term inó con la
M onarquía alfonsina, llevó a la República, a la G uerra Civil y al com unism o.741
La Iglesia participó de buen grado, pues, en los engranajes represivos del
franquism o.742A uxilió al régim en en los peores años del bloqueo internacional
p osterior a la G uerra M undial; dispuso su poder institucional p ara conseguir el
fin del bloqueo y el reconocim iento internacional; intentó, con la ayuda estatal,
recristian izar una sociedad que ya había em prendido el camino de la seculariza
ción; controló y dirigió los contenidos educativos, así como la m oral pública y
privada. En este sentido últim o, junto al estraperto y la represión, form an la tri
logía de la m em oria popular de la posguerra.
Q uizás la m ejor m anera de concluir el estudio del papel y la función de la
Iglesia C atólica durante el prim er franquism o sea la conclusión final de Julián
C asanova: “Puede seg u ir la Ig le sia beatificando a sus « m á r t i r e s de la
C r u z a d a » . Las voces del pasado siem pre le recordarán, que, adem ás de m ártir,
fue tam bién verdugo.” 743
900
este cam biante personal político perm ite reconstruir las bases sociales que se
fueron sum ando a los sectores político-sociales triunfadores en abril de 1939. La
política económ ica y restauradora del franquism o en lo social y lo cultural sumó
al conglom erado derechista/fascista de preguerra y a los añadidos provocados
por la experiencia bélica, a nuevas personas, para constituir a finales de los cin
cuenta un sólido apoyo social al franquism o, más conectado con su devenir desde
1939 que con sus com ienzos en 1936 conectados con la problem ática de las
sociedades europeas de los años treinta.
La constitución de este bloque no fue un proceso lineal a lo largo del tiem
po, sino que necesitó de m últiples transacciones por parte de las instituciones
centrales del Estado en un contexto de institucionalización del régim en nacido y
form ado con la victoria en una guerra civil. Por tanto, no faltaron los conflictos
internos en las corporaciones m unicipales, muy frecuentes hasta la dem ocracia
orgánica. Luchas y pugnas entre elites locales por el poder en un contexto en el
que el acceso a los cargos públicos suponía introducirse con m ayor ventaja en los
favores y la im punidad adm inistrativa de los años del m ercado negro. Esta diná
m ica fue configurando los sectores locales que integraron el franquism o y que, al
fin y al cabo, sirvieron para que la dictadura perm aneciera hasta la m uerte del
dictador, una vez que la biología había arrinconado a los protagonistas de los
años republicanos y bélicos.
La historiografía del poder m unicipal franquista ha desarrollado dos gran
des m odelos interpretativos contrapuestos. Antonio Cazorla, X avier M arcet y
Rodríguez Egea han puesto en cuestión el pretendido regeneracionism o franquis
ta destructor del caciquism o tradicional de la historia contem poránea española.
Los antiguos caciques entraron a form ar parte de FET-JONS, trasladando al p ar
tido sus pugnas y enfrentam ientos. Una buena parte de las disputas internas en
Falange Tradicionalista se debió a las propias características del partido único.
Los m ovim ientos afiliativos de los prim eros m eses de posguerra trasladaron a su
interior viejas disputas entre las elites locales. Si a esto unim os la ocupación
falangista de las com isiones gestoras tenem os que los enfrentam ientos de estos
prim eros años entre la Jefatura Provincial, las locales y las com isiones gestoras
se debe estudiar en la supervivencia de las pugnas entre elites, pero ahora alo ja
das o desplazadas de los órganos de poder falangista o del m unicipio.744
Así, el poder m unicipal estuvo sujeto a una conflictividad derivada de la
heterogeneidad ideológica de los grupos socio-políticos que apoyaban al fran
quismo, a la perpetuación de las tradicionales disputas entre grupos locales y a
las am biciones personales por acceder a los ayuntam ientos, en un contexto p o lí
tico-económ ico en que el poder m unicipal era un m ecanismo para posicionarse
de m anera favorable respecto al racionam iento alim enticio o los cupos de todo
tipo (abonos, fertilizantes, sem illas, prim eras m aterias industriales). Las elites
901
burguesas locales form aron oligarquías que coparon tanto ayuntam ientos como
otras instituciones de la dictadura (sindicatos verticales, asociaciones...).745
Partiendo de la destrucción em pírica del discurso sobre las “ fam ilias p o lí
ticas” de Linz y de la h istoria com parada con la política m unicipal del fascism o
italiano, M artí M arín ha realizado la aportación de m ayor profundidad analítica
al estudio del poder m unicipal durante el franquism o, desde el caso de la provin
cia de Barcelona. Para M artí M arín, la supresión de la elección (m ás o menos
dem ocrática, según épocas) de los cargos m unicipales por los principios de je ra r
quización y fidelidad destruyó al m ism o tiem po al ordenam iento liberal m unici
pal y al caciquism o, una am enaza, desde abajo, de las pretensiones de despoliti
zación del m unicipio, al perder la adscripción política partidista su sentido con
lo que, adem ás, provocó la “resituación” de la derecha española, de tal m anera
que la procedencia política anterior a la guerra, o la de posguerra en el partido
único, perdían su im portancia, puesto que se estableció un criterio de selección
jerárq u ico del personal político m unicipal, en el que el clientelism o personal de
los concejales con el alcalde, de éste con el Gobernador Civil y de la m áxim a
autoridad provincial con el M inisterio de Gobernación sobrepasaba a la afilia
ción a Falange Tradicionalista. El clientelism o llevaba a que en un mism o grupo
se diesen cita tanto falangistas como católicos de A cción Católica, derechistas
sin partido, republicanos reconvertidos y apolíticos.746
Los trabajos de A ntonio Canales han ofrecido un m arco general com para
tivo para estudiar los m ecanism os de consenso social que tuvieron lugar en los
m unicipios, estableciendo unos m odelos operativos que resultan unas herram ien
tas eficaces para el análisis del personal político m unicipal franquista. La restau
ración social del franquism o y la heterogeneidad política de los vencedores, esa
“coalición contrarrevolucionaria” o “ compromiso autoritario” en el que se daban
cita FET-JONS, tradicionalistas, conservadores y derechistas de todo tipo y apo
líticos, son dos puntos en los que coinciden gran parte de los historiadores del
franquism o. La v ictoria social y política, “las lógicas de la victoria”, constituyen
la base teórica propuesta por este historiador.
A ntonio Canales ha construido cuatro modelos. La victoria social está p re
sente en las ciudades o regiones en las que las instituciones de poder centrales
consideraban que la procedencia socio-económ ica era un índice de com prom iso,
sin fisuras, con el régim en, superior a la m ilitancia en los partidos de la derecha
745 MARCET, X.: “Formes i mecanismes de continuitat del poder en l’espai local”, en Formes i relacions
del poder local a l’época contemporania. L 'Aveng, 187,1995, pp. 87-93. RODRÍGUEZ EGEA, A.: “Sistemas
políticos, mutaciones y modelos de las relaciones de patronazgo y clientelismo políticos en la España del
siglo XX”, en RODRÍGUEZ EGEA, A. (comp.).: Política en penumbra. Patronazgo y clientelismo políticos
en la España contemporánea, op. cit., pp. 229-251. CAZORLA SANCHEZ, A.: “La vuelta a la historia:
Caciquismo y franquismo”, op.cit.
746 MARÍN i CORBERA, M.: “La política dins el régim franquista: families o clienteles?. Algunes aporta-
cions dins de la perspectiva microhistórica”, en I Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp.
43-46; “Franquismo y poder local. La puesta en marcha de la democracia orgánica municipal en la Cataluña
urbana, 1945-1957”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. Ma. y CASANOVA, M. (eds.): El régimen de
Franco (1936-1975), op. cit, 1.1, pp. 569-579; “Franquismo i poder local. Construcció i consolidació deis
ajuntaments feixistes a Catalunya, 1938-1949”, Recerques, 31, 1995, pp. 37-52; “Institucions i cárrecs terri-
torials franquistas: una refimdació”, UAveng, 187, 1995, pp. 19-21 y Els ajuntamenis franquistes a
Catalunya. Política i administració municipal, 1938-1979, Pagés Editors, Lleida, 2000.
902
que se sum aron a la sublevación del 18 de julio (Canarias, V ilanova i la Geltrú,
B arcelona provincia y Sabadell). La victoria política está presente en el caso de
B aracaldo, en el que se m arginó a la derecha nacionalista a favor de la ortodoxia
política tradicionalista, por lo que el personal político rebajó su elitism o a favor
de em pleados y obreros. La confluencia de las dos tuvo lugar en las instituciones
provinciales de la provincia de Vizcaya, en la que las grandes fam ilias industria
les coincidían políticam ente con la ultraderecha de los años republicanos. Con
toda probabilidad, un cuarto m odelo, sin victoria política ni social, cuando ex is
tía, será muy m inoritario.747
Otros historiadores han optado por conciliar ambas posturas. No se puede
hablar de caciquism o en un régim en político en el que no se daban las condicio
nes p ara llevar a cabo procesos electorales, ni siquiera lim itados, como durante
la R estauración. Así, se hace com plicado hablar de caciquism o, una m ovilización
política de las redes clientelares y de patronazgo para conseguir votos, de d istin
tos m odos, votos en unas elecciones para reforzar su poder respecto a las in stitu
ciones provinciales o centrales. Pero, en cambio, estas redes fueron utilizadas
tanto por los gobernadores civiles como por las elites locales en sus luchas de
poder.748 Daniel Simeón sitúa esta continuidad de las relaciones clientelares den
tro una “m entalidad burguesa prem oderna” de la que hizo gala el franquism o.
Este punto interm edio explicaría la presencia de antiguos caciques en los ayun
tam ientos franquistas, como ha constatado la postura de la continuidad caciquil
y buena parte de las m onografías locales, pero sin invalidar las tesis de M artí
M arín.
La diversidad de origen (político e ideológico) del personal político m uni
cipal, em pleando una parte del subtítulo de una de las obras de m ayor influencia
en el estudio de los cuadros p o líticos,749 los esfuerzos falangistas para ocupar las
m ayores cotas de poder dentro del régim en, las contradicciones internas del p ar
tido único y los conflictos para alcanzar un consenso local entre distintos grupos
clientelares, explican la inestabilidad m unicipal hasta las elecciones orgánicas de
1948. Estas divergencias y pugnas no pueden ocultar que estaban provocadas por
la acuciante necesidad de alcanzar el poder m unicipal y los beneficios que se
podían extraer del m ism o en la coyuntura autárquica. Como escribía el párroco
de G uadasséquies en el Libro de Crónicas e Inventario:
747 CANALES SERRANO, A.F.: “Franquismo y poder local. Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y Baracaldo
(Vizcaya)”, en I Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 20-23; “Las lógicas de la victoria.
Modelos de funcionamiento político local y provincial bajo el primer franquismo”, en II Encuentro de
Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 74-83.
748 MORENO FONSERET, R. y MORENO SECO, M.: “Poder local e Iglesia en el primer franquismo”, op.
cit., p. 155. GÓMEZ RODA, J. A.: Política i poder local, op. cit., la introducción “El franquismo i els poders
locáis”, pp. 23-44.
749 SÁNCHEZ RECIO, G: Los cuadros políticos intermedios del régimen franquista, 1936-1959.
Diversidad de origen e identidad de intereses. Universidad de Alicante, Alicante, 1996.
903
E l am biente p o lítico-religioso es muy delicado. No han muerto los p a r ti
dos p o lítico s que hundieron a España cuyo m óvil no es otro en estas
m inúsculas localidades que la apetencia de mando y dom inar al contrario.
En el fo n d o y calladam ente, se alim enta el odio p ersonal y lenguaces
espadas de dos filo s .150
El prim er paso en la rem odelación franquista del poder m unicipal iba más
allá del m ero y general escarm iento hacia las opciones político-sindicales, que el
franquism o aplicaba sin contem placiones. Depurando a los funcionarios m unici
pales, fuera la que fuese la pena im puesta después del correspondiente expedien
te, el franquism o ponía la prim era piedra de su reedificado edificio m unicipal.
Los funcionarios más activos políticam ente, o que fueron incapaces de conseguir
un buen avalista, fueron expulsados de sus lugares de trabajo. Sus cargos fueron
ocupados por una pléyade de excom batientes, excautivos y adictos en general,
era el “botín de guerra” .751 P ara los que sufrieron algún tipo de castigo y el resto
de funcionarios no especialm ente pro franquistas, el proceso depurador les dejó
de por vida inm ersos en un clim a de sum isión, casi sin lím ites.
Perder un puesto de trabajo asegurado, en los años de la autarquía (paro
tem poral o total), suponía m ucho, y, aunque las retribuciones eran, en m uchos
casos, paupérrim as, les perm itía desarrollar beneficiosos favores adm inistrativos
y establecer provechosos contactos con el m ercado negro, con el fin de com ple
tar las nóm inas. En lo sucesivo, todo aquel que deseara acceder a la función
pública debía pasar por el filtro ideológico de su pasado y del de su fam ilia. El
franquism o utilizó el derecho de conquista para el beneficio de sus sim patizantes
y seguidores, para escarm entar a los vencidos y m odelar una adm inistración
pública adicta y fiel. La depuración supuso, en definitiva, que los ayuntam ientos
podían contar, por unas razones u otras, con unas plantillas de funcionarios fie
les y leales (poco im portaba su profesionalidad o sus conocim ientos), de “inque
brantable adhesión” .
Con las depuraciones el franquism o cohesionó a dos grandes grupos: a los
prem iados en el acceso a la función pública y a los que habían colaborado con el
proceso depurativo m ediante las denuncias y delaciones, ligados irrem isiblem en
te al régim en político que habían ayudado a asentar. Nos referim os a los funcio
904
narios delatores (algunos de ellos por razones com prensibles, como la venganza),
a los denunciantes “ anónim os” pero m uchas veces conocidos en las com unidades
rurales, a los falangistas, guardias civiles y párrocos que elaboraron inform es
incrim inatorios. Fueron otros que ligaron indisolublem ente su suerte a la del
franquism o.
El principal problem a que plantea el estudio de la depuración de los fun
cionarios m unicipales es el acceso a la docum entación.752 Al igual que sucede en
el caso de las Jefaturas Locales de FET apenas se han conservado los expedien
tes de depuración y por ello, la inform ación disponible se ciñe exclusivam ente a
la anotación en los Libros de A ctas M unicipales privando al investigador el acce
so al fresco de la posguerra que ofrecen los acuerdos finales de las G estoras loca
les. En este sentido, Solé i Sabaté apunta que “la ignorancia de por qué faltan
expedientes dice poco a favor de la honradez con la que fueron hechos” .753
Tan sólo el Archivo de O ntinyent contiene una parte de estos expedientes
y para el resto de la com arca nos hem os visto obligados a ceñirnos a la inform a
ción ofrecida por los Libros de A ctas, los inform es de los servicios de
Inform ación y V igilancia de FET-JONS o por el propio alcalde contenidos en la
serie de “ C orrespondencia” y una serie de estadísticas rem itidas por los ayunta
m ientos al G obierno Civil conservadas en el Fondo de Gobierno Civil de
Valencia (AGA).
La depuración, en general, form a parte de la im agen franquista de la socie
dad y de la concepción africanista que tenían los m ilitares sublevados en la con
quista progresiva de la zona republicana. En principio todos los trabajadores
públicos eran culpables y tan sólo después de cum plim entar el escalonado proce
so de depuración podían proseguir en su puesto de trabajo, ser “readm itidos”,
según el lenguaje depurador, o ser sancionados. El 14 de febrero de 1939 se
publicaba en el B oletín O ficial del Estado la Ley de D epuración del personal de
las zonas recientem ente liberadas, reform ada el 12 de m arzo de 1939, que esta
blecía la cum plim entación obligada por cada funcionario de una declaración
jurada (con la advertencia de que cualquier falsedad u om isión se podía sancio
nar con la separación del servicio) donde se hacían constar las siguientes cues
tiones:
- D atos personales (nombre y apellidos) y laborales ( “Cuerpo o servicio
a que p e r te n e c e ”, “categoría adm in istrativa,>, destino el 18 de ju lio de
1936);
905
s i l o h i z o d e f o r m a e s p o n t a n e a o e n v i r t u d d e a l g u n a c o a c c i ó n ”;
- P ertenencia a la M asonería;
- Testigos.
754 El modelo metodológico ha sido aportado por NICOLÁS MARÍN, M*. E.: “Los expedientes de depura
ción: una fuente para historiar la violencia política del franquismo”, Areas, 9, 1989, pp. 103-124.
906
a) Todos los hechos que hubieran dado lugar a la im posición de penas por
los Tribunales m ilitares o a la exigencia de responsabilidades políticas, con arre
glo a la Ley de este nombre.
b) La aceptación de ascensos que no fueran consecuencia del movimiento
natural de las escalas y el desempeño de cargos y prestación de servicios ajenos
a la categoría y funciones propias del Cuerpo a que perteneciera.
c) La pasividad evidente de quienes, pudiendo haber cooperado al triunfo
del M ovim iento N acional no lo hubieran hecho, y
d) la acción u omisión que, sin estar com prendidas expresam ente en los
apartados anteriores implican una significación antipatriótica y contraria al
M ovimiento Nacional.
Cuadro núm. 75
D EPURACIÓN FU N CIO N A RIO S MUNICIPALES. PR O V IN C IA DE
VALÉNCIA. Abril 1939/10-1-1940.
DIMITIDOS O SIN
ADMITIDOS OTRAS
CARGO DESTITUÍDOS PRESENTAR %
SIN SANCIÓN SANCIONES
DECLARACIÓN
Secretarios 183 19 6 6 15,19
Interventores 10 1 1 .. 16,66
Depositarios 4 — — — 0
Funcionarios
237 61 19 48 35,06
Administrativos
Funcionarios
51 16 3 16 40,69
Técnicos
Funcionarios
576 242 25 177 43,52
Subalternos
Total 1.061 339 54 247 37,62
FUENTE: AGA, Interior, Gobierno Civil de Valencia, Orden Público, caja 3.868,
Resumen numérico de la depuración de funcionarios municipales y provinciales verifi
cada por las corporaciones de esta provincia en cumplimiento de la orden de 12 de marzo
de 1939, redactado por el Gobierno Civil de Valencia, 10-1-1940.
907
La influencia de la depuración sobre los escalafones adm inistrativos es
directam ente proporcional a la extracción social del funcionariado español del
prim er tercio del siglo XX. Escasa, aunque perceptible, sobre los niveles más
altos y de m ayor cualificación profesional de capas burguesas (secretarios e
interventores) más proclives a opciones políticas derechistas, creciendo la inci
dencia depuradora a m edida que descendem os en la escala de los em pleados
adm inistrativos, provenientes de extractos sociales cada vez más bajos. El resu l
tado casi final, de un 37,62%. En los m unicipios de m ayor población la inciden
cia fue m uy superior: un 54,78% en Castelló de la Plana. En enero de 1940 se
habían term inado 1.840 expedientes, un 80,17% del total en el ayuntam iento de
V alencia (v. Cuadro núm. 76 y 77):
Cuadro núm. 76
EXPEDIENTES COMPLETAMENTE TERM INADOS DE LA DEPURACIÓN DE
LOS FUNCIONARIOS MUNICIPALES DE LA PROVINCIA DE VALENCIA.
R ESO LU CIÓ N N° %
Cuadro núm. 77
EX PED IEN TES EN CURSO DE LA D EPURACIÓN DE LOS FUNCIONARIOS
MUNICIPALES DE LA PROV IN CIA DE VALENCIA.
N° %
P ropuesta de sanción. Pendiente de resolución 352 77,36
756 Para Castelló de la Plana las cifras son una elaboración propia a partir de los 121 expedientes consulta
dos por BAGAN I GORRIZ, F.: “Evolució Política i procés de depurado deis fimcionaris municipal de
Castelló de la Plana (1936-1939)”, op. cit. después de restar los funcionarios fusilados o encarcelados. Para
la Diputación Provincial cfr. BALDÓ LACOMBA, M.: “La Diputación en camisa azul. (1939-1959)”, op.
cit.
908
terio valenciano.757 Por tanto, las adm inistraciones públicas, en ausencia de estu
dios sobre las em presas estatales, fueron en Valencia las más afectadas por la
depuración franquista debido especialm ente al im portante com ponente pequeño
burgués y popular de sus escalas más b ajas.758
En el A rchivo de O ntinyent se guardan los expedientes de depuración de
los funcionarios m unicipales. Constituyen la única serie de la com arca, 48 expe
d ien tes, conteniendo gran p a rte de ellos la D eclaració n Jurada, el
“Interrogatorio”, el pliego de cargos y la propuesta final del Juez Instructor. En
unos pocos hem os encontrado los inform es adjuntos de FET y de la G uardia Civil
y tan sólo en uno un pliego de descargo. Según la M em oria de Secretaría del año
1940, la depuración de los funcionarios m unicipales se organizó conjuntam ente
entre la Jefatura de Falange y la A lcaldía.759 A ella se som etieron los funciona
rios del ayuntam iento de O ntinyent que pertenecían a su plantilla el 18 de ju lio
de 1936. Entre el 21 de abril de 1939, fecha en que fueron reádm itidos sin san
ción 25 funcionarios, hasta el 12 de diciem bre del mismo año, fecha en la que se
puso fin a la depuración.
El análisis de los expedientes distingue dos grandes grupos: los 26 funcio
narios considerados “afectos al M ovim iento N acional”, derechistas de todo tipo
o fervientes católicos, que son readm itidos con celeridad (ya el 21 de abril de
1939 ocupaban nuevam ente sus cargos en el organigram a m unicipal). Estos ale
gaban un número diverso de “m éritos” que dem ostraban su “ adhesión inquebran
table” y un historial inm aculado de antim arxism o: persecución y prisión durante
la guerra; im pago de cuotas a los sindicatos de funcionarios de la provincia
durante la guerra; extender salvoconductos a personas de derecha; derrotism o,
etc...G ran parte de ellos no habían m ilitado en partido alguno antes de la guerra
(o al menos así lo declaraban), m ientras que los que sí lo habían hecho (una
m inoría) pertenecían a la D erecha Regional Valenciana (3).760 Otras veces haber
observado una m oral privada y pública en consonancia con la predicada por la
Iglesia Católica era uno de los puntos favorables a la readm isión, como sucedió
con G uadalupe Prats M ollá, com adrona m unicipal, para quien sus “sentim ientos
católicos” sustentaron su calificación de “afecta” .761
Cinco de estos sólo contienen la prim era D eclaración Jurada con la p ro
puesta del Juez Instructor a la Com isión G estora para que fuesen “ adm itidos sin
im posición de sanción”, acom pañada por la ratificación de la Com isión G estora.
N inguno de ellos había m ilitado políticam ente con anterioridad a la guerra. Entre
estos cinco destaca Francisco Vidal A lbuixech, G uardia 2o, suspendido de em pleo
757 FERNÁNDEZ SORIA, J. M. y AGULLÓ DIAZ, M*. C.: Maestros valencianos bajo el franquismo, op.
cit.,; ORS MONTENEGRO, M.: La represión de guerra y postguerra en Alicante., op. cit.
758 GARCIA, S. y SALAVERT, V. LL.: “L’ocupado de la Universitat de Valencia en 1939 peí quintacolum
nista Manuel Batlle, catedratic de Múrcia”, Afers, 3, 1986, pp. 123-198; BALDÓ i LACOMBA, M.:
“Cambios de profesores en la Universidad de Valencia. Sanciones y depuraciones (1936-1939)”, en La II
República. Una esperanza frustrada. Actas del Congreso Valencia Capital de la República (abril 1986), op.
cit., pp. 269-291.
759 AMO, Memorias Anuales de Secretaría 1924-1970, Memoria de 1940.
”760 AMO, Secretaría. Asuntos de Personal. Año 1939. También AMO, FCCF, cuatro legajo
761AMO,FCCF, legajo 3.
909
hasta la resolución de su expediente en diciem bre de 1939, después de dem andar
más inform es entre los testigos propuestos por el guardia. Así, entre abril y
diciem bre, Francisco Vidal no percibió sueldo alguno del ayuntam iento, pero
aunque el 13 de diciem bre la Com isión G estora resolvía su adm isión sin sanción,
continuó sin m edios económ icos, ya que su reincorporación quedaba en suspen
so hasta la nueva form ación de la plantilla m unicipal en el prim er trim estre de
1940. D esconocem os los m edios de vida de Francisco Vidal durante el período de
suspensión y espera.
Con la totalidad del proceso encontram os 17 expedientes resueltos sin san
ción. En estos expedientes está presente la sordidez de la posguerra, una España
donde gran parte de las solidaridades entre individuos había desaparecido, una
España donde cabalgaba el odio, la delación y el m iedo. Nos referim os a los
expedientes que com pletaron el apartado 8o del “Interrogatorio”, aquel que im pe
lía al interrogado sobre la actuación y las opiniones políticas de sus com pañeros
de trabajo. En estos, se señaló a 17 personas como “destacados izquierdistas” ,
aunque no todos ellos habían sido funcionarios m unicipales, acusando a m iem
bros de los Com ités o a m ilicianos destacados, posiblem ente como un intento por
agradar a las nuevas autoridades y no com prom eter a sus com pañeros de trabajo.
Siete de estos acusados fueron depurados. Si bien se podría objetar que lo
hubieran sido de todas form as, estas acusaciones am pliaban los posibles cargos
contra ellos. Estas delaciones cubren un am plio espectro de sentim ientos, desde
la revancha, com prensible, del que había sufrido en su persona y en sus fam ilia
res persecución, incautaciones, prisión o incluso m uerte, hasta los que intentaron
paliar los posibles efectos de sus delaciones añadiendo a la acusación de com u
nista, efectuada contra H ipólito Jordá Claver, adm inistrador de arbitrios, que “si
bien su actuación izquierdista lo fué fuera del Ayuntam iento”, o señalando vaga
mente que el m ism o H ipólito Jordá y el Interventor Juan B autista M onfort “por
referencias que oía eran considerados como izquierdistas” . Ambas personas fue
ron objeto de repetidas acusaciones de izquierdism o por sus com pañeros.
Ú nicam ente existen cuatro expedientes com pletos de funcionarios readm i
tidos sin sanción que no cum plim entaron este apartado, entre los que hay un
ejem plo notab le de dignidad personal con la declaración exculpatoria de
Francisco M artínez Ferrero, adscrito a las Juventudes de la D erecha R egional
Valenciana: “EL QUE SUSCRIBE ha prestado servicio siem pre en S ecretaría y el
personal de este D epartam ento lo ha sido siem pre afecto al G lorioso A lzam iento
N acional, como lo prueba el hecho de que han sido readm itidos todos en el ejer
cicio de sus cargos sin im posición de sanción” .
La separación del servicio “sin prohibición de solicitar em pleo en otras”
fue la conclusión para 19 expedientes, que suponen el 41,30% de la p lan tilla de
funcionarios del ayuntam iento de O ntinyent, destacando muy especialm ente el
grupo de guardias m unicipales depurados, el 42,10% sobre el total de este colec
tivo (v. Cuadro núm . 78).
910
C u ad ro núm . 78
D E P U R A C IÓ N D E L A Y U N T A M IE N T O D E O N T IN Y E N T .
ACUERDO FILIACION
NOMBRE Y APELLIDOS CARGO
DEPURACIÓN POLÍTICA
Juan Bautista M onfort Rams Interventor 28-11-1939 IR
Tomás Astor Claram unt Oficial 2a 6-12-1939 PSOE
Hipólito Jordá Claver A dm inistrador 28-11-1939 PCE/UG T
de arbitrios
Rafael Llacer Cerdá Pregonero 6-12-1939 s/d
José Belda Revert Vigilante de arbitrios 28-11-1939 PRRS-IR.
C ooperativa
“El Porvenir”
Vicente Sempere Cortés Vigilante de arbitrios 12-12-1939 IR-UGT
Enrique G ilabert Albert Vigilante de arbitrios 28-11-1939 Comité
Municipal
UGT/PRRS-IR
Daniel Serrano García Peón servicios basuras 28-11-1939 s/d
José Ma Tortosa Enguix Jardinero 19-9-1939 s/d
Francisco Insa B ataller Conserje pescadería 28-11-1939 s/d
José Vidal Valls Conserje escuelas 28-11-1939 s/d
San Carlos
Vicente Molí Mas Guardia m unicipal 28-11-1939 s/d
Francisco Tortosa Revert Guardia m unicipal 28-11-1939 s/d
Joaquín Micó Albert Guardia m unicipal 28-11-1939 s/d
Antonio M ollá M artínez Guardia municipal 12-12-1939 s/d
Miguel Boluda Cantó G uardia m unicipal 12-12-1939 s/d
Antonio Molí Mas Guardia municipal 12-12-1939 s/d
Rafael Conejero Penadés Guardia municipal 12-12-1939 s/d
Bautista Camos Espí Guardia m unicipal 12-12-1939 s/d
Salvador Brotons M asia Alguacil 12-12-1939 PCE
FUENTE: AMO, Secretaría. Asuntos de Personal, 1939.
se mostró partid a rio del Frente Popular, llegando incluso, según informes
fidedignos, a votar la candidatura del mismo ”; “se mostraba en sus mani
festaciones tanto antes como después del 18 de Julio de 1936 en términos
911
fa vo ra b les y entusiastas p o r las ideas m arxistas “profirió insultos y
am enazas contra el Glorioso Ejército N acional y sus fig u ra s representati
v a s " o “H acer p ú b lica s m anifestaciones de adhesión p o r la causa del
Gobierno m arxista según atestiguan varias personas de las que han decla
rado en el expediente
912
La indefensión en que se encontraban m uchos de los expedientados se
refleja en el caso concreto de Tomás A stor C laram unt, O ficial 2o y oficial del
Ejército R epublicano. El 8 de abril de 1940 fue juzgado en Consejo de G uerra y
absuelto. Al reincorporarse a su puesto de trabajo pudo com probar, “con gran
sorpresa”, que se le había depurado de su cargo ya que no había podido p resen
ta r pliego de descargos por estar prisionero en un campo de concentración.
Tomás A stor elevó una protesta form al ante la Com isión G estora para que “ co rri
ja (...) en beneficio de la Justicia a que todo ciudadano tiene derecho, pues no son
responsabilidades las que trata de rehuir el exponente sinó que a ellas se som ete
y se som eterá siem pre cuando discurran por los cauces legales” .
Tomás A stor alegaba que si sus justificaciones personales para enrolarse
voluntario en el Ejército Republicano (razones económ icas de sostenim iento de
su fam ilia) habían pesado en la sentencia absolutoria del Consejo de G uerra no
podía com prender por qué no lo eran para el Juez Instructor de la depuración. Al
m ism o tiem po, el Juez Instructor alegaba que desconocía el paradero de este fun
cionario, aunque había estado prisionero en la propia ciudad, la alcaldía había
em itido inform es al Juez M ilitar, y su fam ilia continuaba viviendo en el dom ici
lio habitual desde hacía 20 años. A pesar de sus razonados alegatos, Tomás A stor
fue apartado de su empleo.
La fuente se com plem enta con veinte declaraciones juradas de los nuevos
ocupantes de las plazas m unicipales resultantes de la depuración, que tam bién
debían pasar por el filtro de su pasado político. En total, sin contabilizar a los
m édicos, la energía depuradora se cebó en el 32,78% de los em pleados m unici
pales de Ontinyent.
La depuración en el resto de la com arca fue irregular. En A lbaida, la otra
cabeza de distrito judicial, fue mucho más directa e im pactante sobre la sociedad
que en O ntinyent, considerando su m enor población. El 12 de ju lio se acordaba
adm itir sin sanción a quince funcionarios y la apertura de expediente a otros
trece. Sin embargo en la m ism a sesión el alcalde dem andaba inform ación sobre
las “m an ifestacio n es co n trarias a la co ntinuidad del R égim en N acio n al
Sindicalista” de dos de los guardias m unicipales adm itidos, así como pedir a la
Jefatura de FET una investigación acerca del pasado del alguacil interino. La
renovación de la gestora m unicipal a principios de noviem bre dio lugar a una
nueva investigación, que determ inó la adm isión sin sanción de uno de los trece.
D em ostración de los juegos de contraprestación de favores, presiones y de ven
ganzas que estaban teniendo lugar en el proceso depurativo de los pueblos.
Por tanto, finalm ente, se acordaba sancionar a diez (el 35,71% de la p lan
tilla): con la “pérdida de todos los derechos salvo los de carácter pasivo” a ocho
em pleados, aum entada para el alcalde-presidente de los Consejos M uncipales
habidos entre 1938 y marzo de 1939, el socialista Tomas M onzo M aestre, “por la
sustitución de valores del Estado por m oneda roja durante su gestión como alcal
de” y dos más a a uno y dos años, respectivam ente de postergación.762
762 AMA, libro 16-XH-1939/3-1-1941, Libro de Actas, actas del 12-VÜ-1939 y 23-XÜ-1939. También AGA,
Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.868.
913
En r O l l e r i a la depuración alcanzó al 57% de los empleados: el secretario,
el director de la Banda de M úsica, el oficial 2o de Secretaría, que no presentó
declaración jurada, y un guardia municipal que perm aneció en servicio hasta que
“un m utilado de guerra pida el pu e sto ” . En B ocairent sufrió depuración el recau
dador “ con pérdida de todos los derechos, salvo los de carácter pasivo” y el
alguacil fue suspendido por tres m eses de sueldo “por su actuación aduladora
durante el dominio ro jo ” , esto es el 25% del tota l.763 Sin embargo la abogacía del
Estado devolvió el expediente del recaudador C osm e Juan Castelló al ayunta
miento de B ocairent suspendiendo el acuerdo, ya que no se aportaban pruebas
convincentes. Para el resto de la comarca, v. Cuadro núm. 79.
C uadro núm. 79
763 Para l’Olleria v. AMOLL, sig. 34/3, Libro de Actas, acta de l-VI-1939 y 3-VI-1939; AMB, libro 9-IX-
1938/9-XII-1939, Libro de Actas, acta de 12-IV-1939 y 27-V-1939.
914
- M anuel Boluda A labort. A uxiliar de Secretaría. Benigánim . D urante la
R epública perteneció al PURA “apareció en un acto público enalteciendo a
L erroux” . Fue calificado como “desafecto”. Ser partidario de Lerroux no era,
desde luego, la m áxim a expresión de izquierdism o o de hom bre revolucionario,
m áxim e cuando el PURA no entraba en el listado de organizaciones del Frente
Popular. Cuestiones locales debieron pesar en este caso.
7^ AGA, Interior Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.666, diciembre de 1944 y enero de
1945.
915
les. H erederos de la concepción estatal del liberalism o moderado del siglo XIX,
pero ahora situados dentro de una escala jerárq u ica de poder más centralizado,
los gobernadores civiles fueron los encargados de m últiples y trascendentales
tareas sobre las provincias. Sus am plios poderes conllevaban la elección o el
ostracism o de los sectores político-económ icos predom inantes a nivel local, a
través de su capacidad para regular las com isiones gestoras m unicipales hasta
1948, con todo lo que conllevaba el ejercicio del poder local en los años más
duros de la autarquía, los más álgidos del estraperlo y de la construcción integra-
dora del bloque social franquista. Esta función es de suma im portancia puesto
que sus m andatos perm itían la “cooptación del personal político local” .765
O tras funciones de igual im portancia eran el dom inio del orden público, la
dirección p olítica de la provincia, el control social del mundo asociativo y, en
general, de la sociedad civil, como la m oralidad pública y su incidencia a través
de las m ultas sobre los actores del m ercado negro y otros posibles infractores.
Los gobernadores civiles eran asim ilables a los virreyes de la A m érica colonial,
fíeles súbditos del gobierno central por encim a de los entresijos particulares de
cada provincia pero, al m ism o tiem po, con la suficiente autonom ía para que los
m andatos de cada gobernador contem plen rasgos diferenciadores respecto a otros
gobernadores y provincias. D esgraciadam ente, la provincia de Valencia no cuen
ta con ningún estudio sobre sus gobernadores civiles, al contrario que la provin
cia de A lacant, estudiada por D aniel Sanz.766
El coronel africanista Francisco Planas de Tovar ocupó el prim er Gobierno
C ivil de la Valéncia franquista hasta abril de 1943, dentro de la preem inencia
general de los prim eros años a designar m ilitares para este cargo. A lberto Gómez
Roda, con la base de testim onios directos del calibre de Joaquín M aldonado, d iri
gente social-católico y de Rincón de A rellano, ha definido a Planas de Tovar
como un gobernador civil profundam ente antifalangista, que puso en práctica en
la provincia una “p o lítica arbitraria i m olt reaccionaria (...) Segons Rincón,
Planas parlava deis valencians com a « r e o s en un campo de concentración, cábi-
la, h a r o s » , o fins i tot « z o c o » ” .767 A lo que debem os añadir, a la luz de las
circulares consultadas, una p eculiar preocupación por reprim ir la blasfem ia, la
falta de “decencia” y de “decoro” en la vía y lugares públicos, la “calum nia” y
los rum ores, así como la sañuda persecución del pequeño estraperlo.
765 CRIACH I SINGLA, D.: “El paper del govemadors civils”, en W .AA.: Franquisme. Sobre resistencia
i consens a Catalunya (1938-1959), op. cit., pp. 151-156; CALVO VICENTE, C.: “Los Gobernadores civi
les en Guipúzcoa durante el primer franquismo”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. M \ y CASANO
VA, M. (eds.): El régimen de Franco (1936-1975), op. cit, pp. 19-29. Encama Nicolás ha subrayado la con
tinuidad, aumentada en algunos aspectos (control social y económico), de los gobernadores civiles del fran
quismo con el conservadurismo de las épocas históricas anteriores a la II República, v. NICOLÁS, E.: “Los
Gobiernos Civiles en el Franquismo: la vuelta a la tradición conservadora en Murcia (1939-1945)”, en
TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. M \ y CASANOVA, M. (eds.): El régimen de Franco (1936-1975),
op. cit., pp. 135-151; ORTIZ HERAS, M.: “El liderazgo de los Gobiernos Civiles como institución básica de
la Administración Provincial”, en IIEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., 1.1, pp. 181-188.
766 SANZ ALBEROLA, D.: “La implantación del régimen franquista a escala provincial: el papel funda
mental del Gobierno Civil”, en IVEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit, pp. 278-281; y La
implantación del franquismo en Alicante. El papel del Gobierno Civil (1939-1946), op. cit.
767 GÓMEZ RODA, J. A.: Política i poder local, op. cit, p. 86.
916
En estos prim eros años de la posguerra los ayuntam ientos “se transform a
ron en los escenarios de integración o enfrentam iento de los núcleos que apoya
ban al régim en en la localidad” .768 Tras las designaciones, o más bien cam bios,
de los consistorios por parte de las fuerzas m ilitares de ocupación, se abrió un
período profundam ente inestable en los gobiernos m unicipales, inm ersos en una
lucha sin cuartel entre las elites dom inadoras de las jefatu ras locales de Falange
T radicionalista, las instaladas en el m unicipio, las que no habían alcanzado el
control de ambas instituciones, los falangistas de FET y el Gobierno Civil.
Estas prim eras gestoras m unicipales dirigieron la adm inistración de sus
localidades, pero tam bién la represión, a través de los inform es o de la capacidad
para im poner m ultas, así como el racionam iento alim enticio. Y en estas, la jera-
quización franquista tendió a reforzar el papel del alcalde en los consistorios. Al
mism o tiem po, en los ayuntam ientos de esta época se dilucidó el acceso en las
m ejores condiciones posibles al m ercado negro. En este período predom inó a
nivel provincial el personal político de la antigua D erecha Regional Valenciana,
tanto en m unicipios como en organizaciones profesionales y em presariales.769
La base de datos confeccionada pueblo por pueblo, gestora por gestora, ha
dado com o resultado establecer una división bastante diáfana de los rasgos adop
tados por los cuadros m edios m unicipales.770 En los 18 pueblos m enores de 1.000
habitantes las prim eras gestoras autonom bradas entre el 29 y el 31 de m arzo fue
ron sustituidas por los m andos m ilitares entre el m om ento de la ocupación efec
tiva de las localidades y el mes de mayo de 1939. En estos pequeños m unicipios,
la estabilidad de los gobiernos m unicipales fue, casi sin excepción, m anifiesta,
con pequeñas variaciones entre agosto y octubre.
Los “centros de extracción” del personal político de estas localidades no
d ifieren del resto de m unicip io s com arcales, y, en general, del E stado.
C onstatam os una am algam a de falangistas de “aluvión” , casi siem pre antiguos
afiliados a la D erecha Regional V alenciana (al fin y al cabo el principal partido
valenciano antirrepublicano). No faltaron activos m iem bros del Som atén y de la
U nión P atriótica de la D ictadura, ni incrustaciones esporádicas, pero significati
vas, de antiguos dirigentes locales blasquistas. En B enissuera encontram os al
industrial A berlardo Orquín, con una dilatada trayectoria en el organigram a del
partido en su localid ad (P resid en te de la Junta M unicipal y del C entro
Republicano en 1931, D irectivo en 1934, concejal blasquista); en B enicolet a
José Prats C loquell; José A lfonso Pía, del Com ité Republicano de Otos en 1930;
A dolfo E sparza R am írez, v o cal del C entro In stru ctiv o R epublicano de
G uadasséquies en 1933. En resum en, el universo derechista local, con residuos
blasquistas.
768 DUCH PLANA, M.: “Falangismo y personal político en los ayuntamientos españoles (1948-1954)”, en
IIEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 117-125.
769 VALLS, R.: “Valencia: institucions i govem local i provincial del primer franquisme”, L 'Aveng, 197,
1995, pp. 38-41.
770 Para este capítulo se han seguido dos estudios que han sido referencia imprescindible para el investiga
dor de las instituciones locales del franquismo. VTVER PI-SUNYER, C.: El personal político de Franco
(1936-1945). Contribución empírica a una teoría del régimen franquista. Ed. Vicens Vices, Barcelona, 1978
y JEREZ, M.: Elites políticas y centros de extracción de España, 1938-1957, CIS, Madrid, 1982.
917
Con las prevenciones resultado de la falta de datos sobre las corporacio
nes republicanas, muy pocos de ellos habían ocupado cargos electos durante la
República, pero sí encontram os una m ayor presencia de concejales y alcaldes de
1929-1930.771 A sí, tenem os a Enrique G arcía O rts, alcalde de A ielo de Rugat
hasta ju lio de 1940, quien había ocupado el m ism o cargo entre 1929-1930;
B autista Penalba Tomas, alcalde de Bufali en 1929 y 1940 o José Clim ent
A rlandis, vocal en 1939 y alcalde de Pinet en 1929. Se trataba pues de un p erso
nal m enos sospechoso de cualquier contam inación po lítica durante la República,
y que había acreditado su fidelidad a un régim en dictatorial con anterioridad,
concretam ente durante el tan adm irado período prim orriverista.
Dado el pasado político de los prim eros concejales y alcaldes, los “centros
de extracción social” lógicam ente responden a los sectores sociales que dom ina
ban el m odelo económ ico de estos pueblos: labradores propietarios, dueños de
las transform aciones agroalim entarias (alm azaras, bodegas, m olinos) y de los
talleres y fábricas (textil, tejas y ladrillos), en m uy escasa proporción tam bién el
sector de botiguers.
El quintacolum nista de las prim eras gestoras, con la inclusión de estudian
tes, profesionales liberales y em presarios refugiados o escondidos en estos pue
blos, se diluye en las segundas gestoras organizadas por el Ejército franquista y
en las siguientes ordenadas desde Gobierno Civil, en las que es patente el inten
to por construir el poder local desde la óptica de las personas de m ayor influen
cia económ ica y social en sus com unidades, por lo que desde abril-m ayo se rep i
ten o aparecen los concejales y alcaldes de la D ictadura. A sí, el personal p o líti
co de este período en estos pueblos presenta una coalición de las elites trad icio
nales económ ico-políticas fusionadas con los perseguidos durante la guerra
(excautivos), los que colaboraron en algún modo a la victoria franquista (deser
tores del Ejército R epublicano) y excom batientes.
Pero si la procedencia política, la participación activa contra la izquierda
republicana y la obrera, o a favor de la Iglesia C atólica durante la R epública
(m uy especialm ente en febrero del 36), y la posición económ ica eran referentes
para ocupar el poder m unicipal, en especial las dos prim eras, todos los inform es
particulares son repetitivos en recalcar con m ayor o m enor veracidad o exagera
ción los actos favorables al bando franquista durante la guerra civil. A dolfo
M artínez Francés, presidente de la DRV de B enicolet declaraba que había p arti
cipado activam ente contra la R epública “Haciendo reuniones en representaciones
del D istrito para no ayudar en nada a los rojos (...) R eunim os para asaltar a los
m andos rojos y apoderarnos de los m ism os (...)” . También se señalaban las p er
secuciones que se habían padecido durante la guerra, desde el cautiverio tem po
ral (algunos de un día), las confiscaciones e incautaciones o las ofensas verbales.
E sta “prelación de garantías” a favor de excom batientes, excautivos y
desertores puede explicar la entrada de republicanos blasquistas de prim era hora,
771 En este sentido, la situación de la comarca es semejante al ayuntamiento de Temel, en el que se ha cons
tatado una escasa experiencia política en el municipio de los gestores franquistas. V. GAUDIOSO, V. y
SÁNCHEZ BRUN, J.: “Acercamiento a los núcleos sociales de apoyo al franquismo a través del estudio del
personal político del Ayuntamiento de Teruel, 1939-1961”, en IEncuentro de Investigadores del Franquismo,
op. cit., pp. 62-65.
918
de valoración m ás com plicada que los directivos del período 1934-1936 (años del
viraje conservador del PURA). Estos republicanos pueden situarse entre personas
desengañadas de la trayectoria dictatorial, y m ovilizados entre 1930-1931 a favor
de un nuevo régim en de dem ocracia y reform a, pero asustados por las transfor
m aciones revolucionarias de la guerra, o individuos que pertenecían a redes
clientelares o caciques locales reconvertidos en republicanos. Pero tam bién la
“prelación de garantías” dem uestra el enorm e y fundam ental papel que el fran
quism o otorgaba a la guerra civil a modo de legitim ación de su victoria. La gue
rra civil, origen del franquism o, supuso una cruel prueba para los españoles,
superior a otras actitudes y posicionam ientos anteriores aunque estos fueran tan
reaccionarios como el propio franquism o.
La im presión es que el G obernador Civil tanteaba la construcción de un
poder m unicipal estable con cam bios en la com posición, rem odelaciones en el
núm ero de gestores que dejaban fuera a anteriores vocales o sim plem ente con la
continuidad. La estabilidad fue grande, como se desprende de la duración en el
cargo de los alcaldes, de tal modo que m uchos sobrevivieron hasta la m asiva
reorganización de 1944, efectuada con la llegada de Laporta G irón al cargo de
segundo G obernador Civil de Valéncia.
Se puede decir que en estos pequeños pueblos, privados en buena parte de
las pugnas internas entre falangistas de FET, las elites tradicionales introducidas
en FET o fuera de la organización y el G obernador Civil, los prim eros años del
franquism o significaron una restauración social de las m icroelites locales.
Adem ás hay que tener en cuenta que el reducido volum en de población de estos
m unicipios no despertaba precisam ente la atención prioritaria del Gobernador.
Las intervenciones del G obierno Civil fueron escasas, predom inando la
aceptación de denuncias de corrupción o de favores a republicanos, que en estas
pequeñas poblaciones sim plem ente eran acciones para ayudar a fam iliares o
conocidos. Hay que tener en consideración que estas denuncias podían ser cier
tas o falsas pero que en cualquiera de los dos casos, el G obernador podía acep
tarlas o rechazarlas, sin im portar dem asiado su com probación. En Benicolet,
Planas de Tovar destituyó al alcalde y al D epositario de Fondos M unicipales por
el boicot efectuado a la Gestora. Al D epositario se le añadía la acusación de
“conducta inm oral y escandalosa” con los fondos públicos. Y en septiem bre de
1942 al alcalde de Pinet por “im procedente y arbitraria actuación” .772 En Salem
el Jefe Local consideraba necesario destituir al alcalde, a quien acusaba de ava
lar a com unistas, aprovecharse de los bienes del Servicio de R ecuperación y
nom brar teniente de alcalde a un prim o suyo dem ente.773
En las poblaciones m edias de la com arca predom inó (con la única excep
ción de r o ile r ia ) la estabilidad y la confluencia (con m atices particulares) de la
victoria política y la social. Se observa una tendencia general de renovaciones de
las gestoras entre febrero-abril de 1940 provocada desde la Jefatura Provincial
falangista, en esos m om entos dirigida por Rincón de A rellano, para conseguir
m ayores parcelas de poder m unicipal que asegurase su proyecto fascista.
919
En Benigánim la gestora nom brada por el Ejército no se volvió a renovar
h asta abril de 1940. Tampoco fue una renovación profunda, más bien equitativa,
entre los vocales que accedían al cargo por prim era vez, los que lo habían ocu
pado en la gestora designada por el Ejército y en la gestora quintacolum nista. Al
m enos cuatro de los nueve eran afiliados a FET que provenían de la DRV (3) y
uno del Partido C onservador (el alcalde), a los que debem os sum ar a tres social-
católicos que habían ocupado cargos en la Junta D irectiva de la DRV en 1932.
Tan sólo uno era excom batiente. Esta gestora representaba a la burguesía m edia
de la población: propietarios agrícolas e industriales. Por tanto, en Benigánim la
victoria política y social cam inaba de modo paralelo, pero con claro predom inio
de la social.
B ocairent sigue la tendencia de Benigánim . A principios de ju lio de 1939
la gestora quintacolum nista dim itía en bloque, una vez restablecida una cierta
norm alidad social, económ ica y adm inistrativa, alegando que “tienen obligacio
nes que cum plir en sus trabajos industriales; otros se encuentran im pedidos y
algunos con edad ya algo avanzada” y proponiendo para form ar la G estora a
“personal jo v en que tenga m ás energias y pueda servir con m ejor acierto a la
Causa N acional Sindicalista” . La dim isión no fue aceptada por el G obernador
Civil hasta febrero de 1940. En la nueva gestora repetían tres nom bres de los
dim isionarios y un dibujo que aúna la victoria social y política. El alcalde,
Santiago B eneito Vañó, era un tejedor textil, presidente de la Juventud O brera
C atólica (1933) y uno de los que dirigieron la escisión católica del sindicato La
V ictoria en 1934, pasado político que com partía con otro de los vocales. La
G estora se com pletaba con tres industriales, un estudiante, un carnicero, un
encargado y otro obrero textil. Este consistorio adm inistraría el m unicipio hasta
1944, en un m andato excepcionalm ente largo en el contexto provincial.
También fueron pocas las renovaciones del personal político m unicipal de
A ielo de M alferit. Aquí se consiguió pronto una hom ogeneidad en la Gestora
M unicipal. D espués de la gestora quintacolum nista se sucedieron dos en corto
espacio de tiem po (abril y m ayo) hasta llegar a una G estora en febrero de 1940
que, al igual que en B ocairent, se alargó hasta 1944. Todos los gestores repetían
cargo desde la gestora 16-IV-1939, y dos desde la prim era gestora. La com posi
ción del personal político es muy clara: derechistas (más un falangista) de los
estratos sociales más altos del m odelo económ ico local. Así, encontram os tres
grandes propietarios a la vez que com erciantes, entre los que destacan el alcalde,
M iguel Colom er G ironés, un propietario con experiencia m unicipal (alcalde en
1929) y trayectoria política derechista (Cabo Som atén 1926, Sindicato Católico
1934); Em ilio Castelló S ilvestre era un propietario/com erciante agrícola, funda
dor de la DRV y excautivo; dos labradores de la DRV, un m aestro m iem bro del
Som atén (1926) y un jo rn alero falangista. A pesar que el Jefe Local acusaba a
M iguel Colom er en octubre de 1939 “de ser un cacique”, no se le relevó de su
cargo hasta 1944.
En el resto de la com arca tam bién prim ó una cierta estabilidad. Después
de las gestoras m ilitares, y hasta el cam bio de G obernador Civil, no se sucedie
ron en ningún caso más de dos renovaciones y nunca absolutas. Por ejem plo, en
C astelló de Rugat, la gestora quintacolum nista fue sustituida en m ayo por desig
920
nación m ilitar. Ésta se prolongó hasta m arzo de 1940, renovada hasta octubre de
1942. Por im putaciones de estraperlo y de desobediencia a las órdenes del
G obernador Civil, se renovó ante la llegada de Laporta G irón. La presencia blas-
quista tam bién se constata en alguno de estos pueblos. En L lutxent ocupaba la
alcaldía en 1943 el labrador Juan Lorente H uguet, antiguo vocal de la Junta
M unicipal del PURA (1933) y presidente de la m ism a en 1934.
La única excepción en este cuadro general viene desde r o il e r ia , una de
las escasas poblaciones con una actividad falangista anterior a la guerra. Este
m unicipio ofrece un cuadro de inestabilidad m unicipal m uy acusado, sea porque
Planas de Tovar no acierta hasta 1940 en la búsqueda de los vocales idóneos, sea
por que Falange intentaba colocar sus candidatos y otros grupos se encargaban de
derribarlos de sus cargos. La falta de docum entación de la Jefatura Local obsta
culiza la com probación em pírica.
El 13 de julio de 1939 el G obernador nom braba una nueva Gestora de la
que el alcalde-presidente y dos gestores se negaban a form ar parte, alegando
V icente Cerdá Fayos, candidato a alcalde, no poseer la capacidad para desem pe
ñar el cargo, junto a razones laborales (era propietario de una fábrica de m ateria
les de construcción), m ientras que los dos gestores alegaban su analfabetism o,
aunque posteriorm ente Vicente Cerdá Fayos tuvo que aceptar el cargo hasta que
el 16 de agosto de 1940, volvía a presentar la dim isión, de nuevo por m otivos
laborales. El 2 de noviem bre el prim er teniente de alcalde dim itía por estar en
paro y por “la poca atención que el pueblo ha dem ostrado con él desde la lib era
ción” .774 No debía ser muy popular en la población ya que, a pesar de las gestio
nes iniciadas por la corporación el 15 del mismo mes, el alcalde tenía que adm i
tir que no había encontrado ninguna em presa para que lo contratase.
A m ediados de m arzo de 1941 el alcalde-presidente José Boluda Borrás
dim itía de su cargo debido a m otivos laborales, aunque sus com pañeros de con
sistorio consiguieron convencerlo para que continuara. En abril de 1942 la
Jefatura Provincial castigó con cinco años de inhabilitación para cargos oficiales
y de confianza al gestor Vicente Sanchis, que, aunque recibió el apoyo unánim e
de sus com pañeros de consistorio, fue finalm ente destituido en junio. En febrero
de 1943 dim itía irrevocablem ente por las m ism as razones expuestas en 1941 el
alcalde José Boluda Borrás.
Entre abril de 1939 y 1943 r o i l e r i a contó con seis alcaldes y tres renova
ciones de gestoras. La arbitrariedad del G obernador Civil transform ó al consis
torio de una docena de concejales hasta el 11 de mayo de 1939, en once en la
G estora del 16 de junio, diez en la correspondiente a ju lio y seis en abril de 1943.
N ingún gestor repite su cargo en todas las gestoras, utilizando un total de 35
vocales (incluyendo a los alcaldes). Los m ayores cam bios en el personal político
correspondieron a la gestora del 11 de mayo de 1939, con un 50% de nuevos
vocales, un 33,34% de la gestora quintacolum nista, y un 16,66% de vocales nue
vos de la anterior gestora. La gestora del 16 de junio utilizó vocales de todas las
anteriores introduciendo tan sólo una novedad. La del 14 de ju lio de 1940 reno
vó el personal político local, con un 70% de gestores que se estrenaban en su
921
cargo y la elim inación de personal de la gestora quintacolum nista. Éste fue el
bloque del poder m unicipal de una vida más dilatada.
La últim a gestora del m andato de Planas de Tovar se basaba en el bloque
de ju lio 1940 (50%); un 40% de la gestora quintacolum nista y un prim er gestor.
A quí parece (la docum entación local es excesivam ente fragm entaria) que primó
la v icto ria política sobre la social, conform ando un personal político m uy hete
rogéneo: propietarios agrícolas, trabajadores especializados, em pleados, ofici
nistas y labradores y algún industrial.
Las dos cabezas de partido ju d icial presentan realidades distintas. En
A lbaida el recam bio en el personal político fue m ayor, m otivado por pugnas loca
les, pero sin abandonar nunca la unidad de la victoria política y la social. Tras la
gestora m ilitar, se nom bró una nueva en noviem bre de 1936, sustituyendo gran
parte de la antigua (sólo repitieron tres de los nueve vocales), aquejada por pug
nas locales. El alcalde estim aba “dicha sustitución como beneficiosa por cuanto
aum entó la cohesión que debe existir entre las A utoridades sobre las que pesan la
responsabilidad de la gestión adm inistrativa” .775 Su com posición dem uestra la
prim acía de los industriales de la ciudad (44,44% ), acom pañados por labradores,
y, aunque hay tres falangistas, todos los vocales provienen, en últim a instancia,
de la DRV después del paso previo por el tradicionalism o.
E sta gestora fue renovada en septiem bre de 1941, perm aneciendo al fren
te del consistorio hasta 1944. En la gestora de 1941 tan sólo continúa un gestor
y dism inuye el núm ero de vocales de nueve a seis. Todos los vocales son falan
gistas afiliados en 1940 con pasado social-católico y se observa una rebaja del
fuerte contenido em presarial de la anterior. El alcalde es un contable, al que se
sum an dos labradores, un industrial y un farm acéutico.
En O ntinyent, la población m ás populosa, la m ism a Com isión G estora for
m ada por la Junta Local de FET que tomó el poder el 29 de marzo de 1939, con
m uy pequeños cam bios, perm aneció inam ovible hasta el 10 de noviem bre de
1943. El prim er alcalde-presidente, José Simó abandonó el 31 de m arzo su cargo
por razones de trabajo. El 11 de abril, el Teniente del Cuerpo Jurídico M ilitar,
José A starloa G uisasola nom braba la Com isión G estora presidida por el joven
abogado Luis M ompó D elgado de M olina, perteneciente a una de las grandes
fam ilias burguesas de la ciudad, antiguo dirigente de las Juventudes C atólicas y
m ilitante activo de la D erecha R egional Valenciana (v. Cuadro núm. 80).
Perm aneció escondido durante casi toda la guerra, al mismo tiem po que colabo
raba con la Q uinta Colum na. Un pasado quintacolum nista del que siem pre se
m ostró orgulloso Luis Mompó:
922
Si algo caracteriza a Luis M ompó en su mandato al frente del consistorio
es la prevalencia a contra corriente de sus principios ideológicos y m orales, que
m antuvo hasta el final. Un autor anónimo lo ha definido, acertadam ente, como
“ El más político de los alcaldes 777
Cuadro núm. 80
923
(1935) encargada de la organización de los M oros y C ristianos; el veterano líder
tradicionalista José Ma M oscardó y el grupo de tradicionalistas que se negaron a
form ar parte del proyecto global de la D erecha Regional Valenciana y participa
ron en las luchas callejeras de la R epública y en la conspiración del 18 de julio
(G onzalo G ironés, Juan M icó).
El asociacionism o católico está presente en tres ediles, con cargos de res
ponsabilidad en A cción C atólica y en la C ongregación de San Vicente Paul.
Falange T radicionalista está escasam ente representada con dos ediles que venían
del sindicalism o católico y el tradicionalism o. A pesar de su infrarepresentación,
ocupaban cargos de relevancia: uno era el presidente de la Sección Social de la
CNS y el otro el Delegado del Frente de Juventudes. Socialm ente los vocales no
representan, en modo alguno, a la elite económ ica de la ciudad. Vemos a peque
ños industriales y artesanos, un labrador (m ás bien un gran arrendatario), un
ganadero, y un propietario agrícola, pero no precisam ente entre los mayores.
Respecto a su pasado durante la guerra, buena parte de ellos habían sido
en algún m om ento detenidos y encarcelados. En concreto conocemos que al
m enos siete vocales estuvieron detenidos en algún m omento de la guerra, bien en
O ntinyent, bien conducidos a Valéncia. Entre los com ponentes de las gestoras de
O ntinyent llam a la atención el escaso peso de los excom batientes. En el Archivo
M unicipal se conserva un listado con 53 nom bres pero apenas tres de ellos llega
ron a ocupar el cargo (dos eran Gonzalo G ironés y Juan M icó).
El grado de cohesión interna es bastante elevado, aunque no llegaba a la
unanim idad. Como el propio alcalde precisaba, de los diez vocales, tan sólo siete
prestaba “la m ás grande y eficaz colaboración (...) Estos siete Gestores son los
que en realidad llevan a cabo toda la labor del Ayuntam iento (...)”. Eso sí, todos
coincidían en su carácter de probada m oralidad, o lo que debería ser lo mismo,
de “ acendrado catolicism o” . También destaca la elevada edad m edia de los edi
les, por la que se deduce su participación en la política local con anterioridad a
la República: el 30% rebasan los sesenta años; el 50% se sitúan entre los 40-55
y tan sólo el 20% son concejales forjados en las luchas políticas republicanas,
precisam ente dos de los m ás com bativos del grupo superviviente a la violencia
p o lítica del verano del 36 y a los frentes.778
El fundam entalism o católico de Luis M ompó com enzó desde el principio
de su m andato a resquebrajar el bloque político-social dom inante en el O ntinyent
de los prim eros años de la posguerra. En las fiestas de M oros y Cristianos de
1940, Anselm o Serna, un jo v en representante fundador de Falange Española y
excom batiente, futuro alcalde de O ntinyent en 1958, desafió abiertam ente la p ro
hibición de bailes en lugares públicos al hacerlo con su herm ana en el momento
en que la G uardia M unicipal se disponía a im pedir el baile con banda de m úsica
en los aledaños del Bar Royal. Esta postura potenció que otras parejas se uniesen
al baile. Luis M ompó acudió personalm ente a interrogar al propietario del Bar
Royal, desde donde se dirigió a la G lorieta a ordenar a los m úsicos que dejasen
778 AMO, Memorias de Secretaría 1927-1970, Memoria de 1940. Informe del alcalde de Ontinyent transmi
tido al Gobernador Civil en contestación a un oficio de la Secretaría Política del propio Gobierno Civil remi
tido el 20-1-1942 y contestado el 28-1-1942.
924
de tocar. En la G lorieta se encontraban algunos m iem bros de com parsas de M oros
y C ristianos, entre ellos algunos im portantes industriales como A lfredo Tortosa o
Joaquín Sanz.
El día 25 de agosto otros festeros relevantes como R afael Tortosa Delgado
de M olina, a pesar de las recom endaciones del Jefe de la G uardia M unicipal obli
garon a los m úsicos a continuar con su instrum entación. El cénit se alcanzó al día
siguiente, cuando en la Sociedad de Festeros se ejecutó un b aile al que acudió la
G uardia M unicipal a tom ar nota para las posteriores m ultas que al parecer fueron
muy cuantiosas. La única que conocem os fue de 2.000 ptas.
A pesar de que el propio alcalde intercedió por los sancionados ante el
G obernador C ivil todo parece apuntar que este incidente fue el principio de una
actitud, si no contraria, al menos recelante ante Luis M ompó. De hecho, y entre
los anotados encontram os a industriales de prestigio, y futuros concejales p oste
riores al m andato de Luis Mompó, como Otón Fite o José M artínez Soler. En
definitiva, el grupo de m ultados representa el sector opuesto a Luis M ompó, que
en las elecciones m unicipales de 1948 apoyarían la candidatura alternativa a la
oficialista, que, como vemos, además de cuestiones de gestión m unicipal, estu
vieron siem pre presentes cuestiones personales.779
Las acusaciones de com plicidad con el estraperto fueron una de las causas
de inestabilidad m unicipal, ya que los grupos de presión local utilizaban los
excesos de algunos alcaldes en esta m ateria para forzar su destitución por parte
del G obernador Civil. En septiem bre de 1939 el D elegado de A bastos de Valencia
m ultaba con 250 ptas. a su com pañero de Benicolet por “perm itir la venta de artí
culos a precios superior a la tasa” .780 El Jefe Local de r o i l e r i a inform aba a fina
les de octubre de 1939 de la depuración arbitraria de los funcionarios y del desas
tre adm inistrativo “no conocen ni tienen los precios de tasa” , que desliza la sos
pecha de un estraperto a gran escala.781
En la Pobla del Duc las presuntas irregularidades se saldaron con una
m ulta de 500 ptas. en febrero de 1941 por no repartir la carne de A bastos, hasta
llegar a diciem bre de 1943, mes en el que el “m alestar grave contra la gestión
como particular y com erciante” del alcalde Salvador G ozalbo Cam arena term inó
con su destitución. En ju lio de ese año se enfrentaban el alcalde y el concejal
encargado de A bastos por el pago de una m ulta de 500 ptas. debida a la “venta
abusiva de patatas del racionam iento” y más tarde dos concejales protestaban
porque la alcaldía había subido “artificialm ente” esa m ercancía.782 En Castelló
de Rugat el G obernador Civil destituyó al alcalde por las acusaciones de estra
perto en 1942. En Q uatretonda se acusaba al ayuntam iento de un “asunto sospe
choso de custodia de alhajas”, de la reserva del cupo de abastecim ientos por los
779 AMO, Correspondencia 1940, informes del Jefe de la Guardia Municipal del 27-VIII-1940 y 4-IX-1940.
780 LVt 28-IX-1939.
781 AGA, SGM, DNP, Informe del Jefe Local. 23-19-1939. Inspección de Pueblos. Octubre-Diciembre de
1939. Informe sobre Actuación de Gestoras Municipales. Partido Judicial de Albaida.
782 AMPD, sig. 6/4, Libro de Actas, acta de 26-VII-1943.
925
m iem bros de la gestora, de proteger a los procesados republicanos y de realizar
una p o lítica claram ente antifalangista.783
El análisis de los centros de extracción social y política de los cuadros
m edios m unicipales de la com arca no difiere mucho de otros lugares del Estado,
con la excepción de la inclusión de republicanos blasquistas. En este sentido, se
com prueba la hom ogeneización territorial im puesta por el franquism o, con parti
cularidades locales y regionales.784 La victoria política y social fluyó por los
ayuntam ientos, con la presencia de la totalidad del arco político y sociológico de
la derecha durante la República, m ilitantes y adheridos de FET-JONS, con los
añadidos de algunos republicanos de centro-derecha y de los que se im plicaron
personalm ente en la victoria de las arm as franquistas.785 A unque sin posibilida
des de confeccionar una estadística suficientem ente representativa de la proce
dencia p o lítica de los gestores y alcaldes falangistas, los casos conocidos y el
análisis de las Jefaturas falangistas que conocem os hacen pensar en una m ani
fiesta heterogeneidad. Estas divergencias políticas no suponen unos posiciona-
m ientos encontrados respecto a la dictadura, sino más bien “la división se hacía
siem pre dentro del campo de las opciones políticas conservadoras, y más o
m enos difuso, existía un consenso en tom o a lo fundam ental” .786
Socialm ente, los ayuntam ientos vienen a ser un calidoscopio de las elites
locales (burguesías y clases m edias rurales) que apoyaban al franquism o y que
m ás se beneficiaron de su im plantación, desde los industriales y grandes propie
tarios o com erciantes hasta los labradores propietarios y pequeños com ercian
tes.787
783 AGA, SGM, DNP, Inspección pueblos octubre-diciembre de 1939. Informe sobre actuación de gestoras
municipales-DNP. Partido Judicial de Albaida. Informe de la Secretaría Política Provincial n° 4 (Juan Pérez
de los Cobos), 27-X-1939.
784 En Catalunya, aunque con algunas prevenciones, antiguos miembros de la Lliga Regionalista (derecha
católica catalanista) ocuparon buena parte de los ayuntamientos, v. CANALES SERRANO, A.: “Franquisme
i poder local a Vilanova i la Geltrú, 1939-1952”, L'Aveng, 157, 1992, pp. 40-45. Sin embargo, en el País
Vasco los católicos del Partido Nacionalista Vasco fueron marginados del poder municipal, castigados por su
apoyo a la República durante la guerra, v. CANALES SERRANO, A.: “Franquismo y poder local. Vilanova
i La Geltrú (Barcelona) y Baracaldo (Biscaia), 1937-1962”, en I Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 20-23.
785 No siempre el personal político de las primeras gestoras tiene un componente marcadamente derechista
de los partidos de la época republicana. En Ciudad Real capital, una pequeña capital de provincias, predomi
naron los apolíticos. En RODRIGO ROMERO, P.; GONZÁLEZ MADRID, D. y ORTIZ HERAS, M.: “La
institucionalización del régimen franquista en Castilla-La Mancha a través de los poderes locales (1939-
1945). El Ayuntamiento de Ciudad Real”, en IV Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp.
251-256.
786 JEREZ, M.: Elites políticas y centros de extracción de España, 1938-1957, op. cit., p. 408.
787 La historiografía sobre los cuadros medios municipales es muy amplia. Esta composición política y
social es constatable en todos los estudios. La homogeneización impuesta por el franquismo alcanzó a zonas
como Canarias, v. ALCARAZ ABELLÁN, J. y CABRERA ACOSTA, M.A.: “El personal político insular
durante el Primer Franquismo, 1940-1960”, t n l Encuentro de Investigadores del Franquismo, pp. 16-19. A
estas conclusiones llega, a nivel general, VIVER PI-SUNYER, C.: El personal político de Franco (1936-
1945), op. cit.
926
4.3.3.3. ¿Refalangización?. La unificación de cargos. Ramón Laporta Girón,
Gobernador Civil y Jefe Provincial de FET.
El nom bram iento de Ramón Laporta Girón al frente del G obierno Civil de
V alencia (ab ril 1943) supuso una v asta reo rg an izació n de F alange
Tradicionalista. Salm antino de origen, y cam isa vieja, antes de su llegada a
V alencia había ocupado cargos directivos en el partido y en las instituciones esta
tales (gobernador civil de A lbacete). Su m andato, finalizado en enero de 1950, se
caracterizó por “la seua im plicació abusiva en les xarxes del m ercant negre. Eli
m ateix és un bon exem ple del característic establim ent de lligam s entre els nou-
rics i les fam ílies burgeses de la ciutat en aquest periode” .788
A p artir del otoño de 1943, Laporta Girón condujo una am plia renovación
de las gestoras m unicipales, especialm ente en las grandes (C ullera, Gandia,
X átiva) y m edianas poblaciones, fortaleciendo al partido, aproxim ándose al sec
to r tradicionalista (designación del carlista de A lzira, Carlos Llinares subjefe
provincial) y m arginando a los líderes de la DRV.789 Con estas decisiones preten
día encontrar un personal político más afín a Falange T radicionalista “per a aca
b ar amb T aillam ent polític de qué parlava Rincón de A rellano” ,790 y, en la línea
argum ental que seguim os, un “procedim iento de cooptación” por el que se ase
guraba la fidelidad clientelar de vocales y alcaldes. Así, los partes m ensuales de
FET señalan entre noviem bre y diciem bre de 1943 las gestoras com arcales que se
había tram itado su renovación siguiendo las propuestas falangistas, todas ellas
pequeños y m edianos m unicipios: B enicolet y Llutxent (noviem bre 1943); A ielo
de Rugat, A tzeneta, Bélgida, Benissuera, Bufali, la Pobla del Duc, M ontaverner,
Q uatretonda y Palom ar (diciem bre).791
Después de recabar los pertinentes inform es de cada población, Laporta
G irón inició una serie de renovaciones m asivas en febrero de 1944. Si no conse
guía crear un bloque de consenso local o lealtades inquebrantables, las gestoras
de cualquier m unicipio se renovaban a principios de 1945. El proceso de m aqui
nam ienio de Falange T radicionalista después de la victoria aliada en la Segunda
G uerra M undial no afectó a los ayuntam ientos, puesto que, para esas fechas, los
cargos políticos falangistas, lo eran por su fidelidad y como representantes de
una más de las instituciones del Estado y no por su m ilitancia p o lítica.792
Los pueblos pequeños siguieron su tónica apuntada para el mandato de
Planas de Tovar. Esto es, m uy escasas renovaciones, casi en ningún caso se asis
te a más de dos (Otos) y una tranquila perm anencia de las m ism as personas. Los
grupos de poder en estos m unicipios estaban plenam ente consolidados, con algu
nos intervalos conflictivos. Sus dim ensiones dem ográficas reducidas llevaban a
788 GÓMEZ RODA, J.A.: Política i poder local op. cit., p. 120.
789 VALLS, R.: “Valéncia: institucions i govem local i provincial del primer franquisme”, op. cit., pp. 38-
41.
790 GÓMEZ RODA, J.A.: Política i poder local Catarroja: un municipi valencia durant el primerJranquis-
me, op. cit, p. 121.
791 AGA, SGM, DNP, caja 128.
792 v. MARÍN ICORBERA, M.: “FET y de las JONS a Sabadell, 1939-1945: els primers temps”, L ’Aveng,
157, 1992, pp. 32-39.
927
que las posibilidades de elección, después de la lim pieza política, fuesen más
reducidas, por cuanto el número de excautivos o excom batientes era muy escaso,
cuando lo había, y, además, en m uchos de estos pueblos no operaba la jefatura
local falangista o apenas tenía afiliados.
La m itad de los doce m unicipios m enores de 500 habitantes gozaron de
una estabilidad generalizada, con la perm anencia de los alcaldes hasta bien entra
da la década de los cincuenta: en B enissuera el labrador Fernando U beda Ubeda
(1945-1960); en Benissoda, el tam bién labrador M anuel R oig G uerola (1944-
1958); en Bufali, Rafael Llácer O lcina (1944-1955); en G uadasséquies el labra
dor e industrial Eleuterio Ramírez Borrás, un “cam isa vieja” (1939-1951); en
Sant Pere, el labrador y vendedor de papel Leopoldo B ataller Farré (mayo 1939-
1959); en Terrateig, el m ayor contribuyente de rústica, Enrique C atalá Penalba,
un propietario agrícola y de una alm azara, ex subcabo del Som atén (1926) y afi
liado a la DRV, dirigió el m unicipio entre 1940-1955.
Continúan apareciendo blasquistas como el alcalde de B enissoda o un
vocal en Pinet, pero ahora en menor núm ero. Q uatretonda, un m unicipio interm e
dio, contó con un concejal exblasquista y su propio alcalde, antiguo vicepresi
dente de la Junta M unicipal del PURA.
B ocairent siguió dentro de sus coordenadas políticas desde principio de la
posguerra. Las dos gestoras ordenadas por Laporta G irón (febrero 1944 y agosto
1947) responden a la sim biosis de v ictoria política y victoria social. Por ejem plo,
la segunda presenta a cuatro industriales, un propietario, un encargado, un oficial
de secretaría, herm ano de un industrial, y dos obreros textiles católicos. Social-
católicos y obreros escindidos de la sociedad obrera socialista La V ictoria. Un
vocal había pertenecido a uno de los consistorios de la R epública por la D erecha
Regional Valenciana.
La prim era actuación del G obernador Civil sobre el m unicipio de A ielo de
M alferit fue la destitución fulm inante del alcalde con el pretexto de redactar con
“inexactitud” una denuncia contra una m aestra de la localidad.793 L aporta Girón
creó un nuevo bloque de poder m unicipal que, si bien continuaba dentro de la
tónica anterior de form ar parte del capitalism o autóctono (propietarios agrícolas,
viveristas, com erciantes agrícolas), ahora echó mano de dos vocales de las ges
toras de 1939, muy im plicados en la represión (delegado de Inform ación e
Investigación, fiscal), y a un escribiente m onárquico que había sido nom brado
concejal para cubrir las suspensiones de los concejales izquierdistas después de
octubre de 1934. Este giro hacia la fidelidad incondicional resultó fallido. En
diciem bre de 1945, un inform e de la Jefatura de A ielo de M alferit habla de la
“labor de obstrucción” de dos ediles (entre ellos el prim er teniente de alcalde),
que term inó con su destitución.794
Un m ar de fondo continuó agitando a la Gestora. En abril de 1946 se des
tituía a Pedro Colom er Sanz, un gran propietario, por no estar de acuerdo con la
gestión del alcalde. Finalm ente, el G obernador renovó totalm ente la gestora en
junio de 1947. Tan sólo dos de los siete vocales habían participado con anterio
928
ridad en otras gestoras, pero de probada fidelidad: Joaquín B arber M ira, com er
ciante, fue el prim er alcalde-presidente del franquism o y el m aestro Leonardo
C arreres había form ado parte de todos los consistorios excepto de la gestora de
febrero del 1944.
Sin em bargo, la otrora convulsa vida política de r o i l e r i a se había apaci
guado desde abril de 1943. En octubre de 1946 Laporta G irón introducía cuatro
vocales por prim era vez desde su m andato: entraban las capas m edias y bajas de
la población (em pleado, tratante ex social-católico, labrador y un jornalero)
ju n to con un claro continuism o con 1943 (repiten tres gestores) y otro m ás con
experiencia anterior. Su extracción social no representa al conglom erado superior
de la estructura económ ica de la población, más bien parece que se ha buscado
un com ponente falangista, cinco sobre nueve vocales. Los falangistas venían de
la DRV, m enos un “cam isa vieja” . Así, un industrial y dos propietarios agrícolas
se m ezclan con labradores m edios, un jornalero, y un vocal dedicado al com er
cio. Pero la gestora pronto se vio envuelta en una dinám ica destructiva. H acia
febrero de 1946 el G obernador destituía a cuatro concejales “por no prestar la
colaboración debida” . Desde entonces, la gestora había sido objeto de varias in s
p ecciones siem pre con resultado negativo y, a p esar de ello “diferentes
Com isiones de vecinos (...) se han personado en los Centros provinciales (...)” •
En Benigánim , el m alestar de la G estora con la actuación del G obernador
C ivil era profundo. Le habían pedido insistentem ente la designación de otros
cuatro gestores y el cum plim iento del traslado del B rigada de la G uardia Civil,
que se dedicaba de m anera
Los vocales de la gestora dim itían de sus cargos, puesto que se considera
ban sin la colaboración real del G obernador Civil.
Después de unos m eses Laporta Girón nom braba una nueva gestora con
cinco falangistas (de “ aluvión”) sobre nueve gestores, pero que adm itía a dos de
los vocales díscolos de la anterior gestora. La nueva gestora supone un cam bio
929
radical de personal político, puesto que solo uno de los vocales lo había sido con
anterioridad. Supone la entrada de sectores m anufactureros im portantes para el
pueblo, pero hasta la fecha infrarepresentado, como eran los talleres alpargate
ros, que ahora aportaban dos vocales y un fabricante de chocolate. La crisis se
había saldado definitivam ente con un cambio de escenario en el gobierno m uni
cipal de Benigánim .
Entre 1944 y 1947 creció sustancialm ente el núm ero de ceses de vocales.
P osiblem ente porque Laporta Girón pretendía afianzar su autoridad em pleando la
arbitrariedad y discrecionalidad, pero tam bién por que necesitaba gobiernos
m unicipales fuertes que traslucieran a la sociedad la im agen de una dictadura
sólida, en unos años difíciles: fin de la Segunda G uerra M undial, principio del
bloqueo, preparación del próxim o y trascendental referéndum , antesala de las
prim eras elecciones m unicipales de la dem ocracia orgánica.
M uchas de estas destituciones giraban sobre el estraperlo: vocales y alcal
des que participaban en él, enem igos personales o fam iliares que los querían des
plazar del poder m unicipal para acceder a esta posición privilegiada y controlar
el abastecim iento, ayuntam ientos que seguían las ordenanzas en m ateria agríco
la y conseguían la anim adversión de las H erm andades y de los vecinos. En octu
bre de 1946 el G obernador destituía a un concejal de B ocairent después de tener
un expediente abierto por la Fiscalía de Tasas. Y en C astelló de Rugat el alcalde
dejaba su puesto porque “ha com etido reiteradam ente infracciones de las dispo
siciones dictadas sobre abastecim ientos y precios” .796
A sí, entre 1944 y 1947 abundaron las destituciones, y los datos disponi
bles parecen indicar un increm ento sobresaliente de la inestabilidad m unicipal,
provocada al m ism o tiem po por las decisiones de L aporta Girón y por un crecien
te enfrentam iento interno entre diferentes instituciones del régim en y entre los
vocales de las com isiones gestoras. Debe tenerse en cuenta que nos encontram os
en los peores años de la autarquía y en los “m ejores” del m ercado negro.
En octubre de 1944 dos vocales de la Com isión G estora de B élgida “se han
negado a acatar con disciplina las ordenes em anadas de la Jefatura Local de ese
pueblo, habiendo solicitado la baja en la organización” . Según una acusación de
1949, las cuentas m unicipales entre 1939-1944 eran m ás que deficientes, m ien
tras que una inspección realizada por un D elegado G ubernativo abría un expe
diente al alcalde por “exacciones ilegales y negligencia” . Presuntam ente, se
había observado un desvío en los m ateriales y en los jornales dirigidos al lavade
ro y a unas obras en un solar. Adem ás, habían privatizado las eras públicas, al
arrendarlas a particulares con lo que, según siem pre el prim er ayuntam iento
orgánico, los m ayores no podían tom ar el sol en ellas.797
El consistorio de la pequeña Pinet estaba envuelto en un m ar de convulsio
nes. Entre enero y mayo de 1945 los concejales no asistían al pleno, por lo que
el G obernador Civil ordenó la destitución del alcalde y la apertura de un expe
diente al Secretario del Ayuntam iento. La gestora resultante no tuvo una gran
vida, pues en septiem bre de 1946 Laporta Girón destituyó a un vocal que se
930
negaba colaborar en las tareas m unicipales y en octubre varias dim isiones de
vocales provocaron la com posición de otra gestora. En 1946 se cesaba a un edil
de M ontaverner por la “labor negativa” y se destituía al alcalde de M ontitxelvo
po r “no prestar la m enor atención a los problem as locales, ni hallarse capacita
do, por su cortedad de espíritu, para continuar en su cargo” .798 En O tos, no se
celebraban sesiones del pleno m unicipal en 1947. Las tirantes relaciones entre el
A yuntam iento y los dirigentes de la H erm andad llegaron a su paroxism o a fina
les de enero de 1948, cuando el alcalde y los concejales dim itían irrevocablem en
te debido a la “efervescencia p olítica reinante en la población y no haber encon
trado la debida colaboración con el organismo local de la H erm andad de
L abradores” .799
Las dos cabezas de partido judicial no se libraron de esta dinám ica. La p ri
m era gestora de A lbaida con el m andato de Laporta G irón se creó en febrero de
1944. La renovación fue casi absoluta, excepto un vocal. Pero tam bién la com po
sición social. Aunque no conocem os la extracción social del alcalde, el resto de
la gestora no presenta los rasgos patronales del período de Planas de Tovar, a
favor de un carácter m esocrático: un fabricante de cera, tres funcionarios, dos
tenderos, un labrador y un aprendiz. Políticam ente, al m enos cinco son m ilitan
tes falangistas de “aluvión” (exDRV), uno fue tesorero en la Junta D irectiva del
PURA (1933). Es sintom ática la búsqueda de personas que creasen consenso
social en sus poblaciones p o r su papel directivo en las asociaciones. Uno de los
vocales era Presidente del Club de Fútbol y otro, Secretario del A teneo M usical.
Pero la gestora no tuvo continuidad (dim isiones, sustitución de un vocal, cese del
alcalde en febrero de 1945).
La inestabilidad se saldó en marzo de 1945 con el nom bram iento de una
gestora con tres incorporaciones, todos falangistas de m uy diversas procedencia:
un “ cam isa vieja” que venía de la DRV, y dos falangistas de “aluvión” (afiliados
en 1939 y 1941, respectivam ente). Socialm ente, se aprecia un relanzam iento de
la patronal albaidense (dos industriales, y uno, con seguridad, cerero) y un adm i
nistrativo para com pensar. Con esta recom posición, el ayuntam iento de A lbaida
se preparaba para afrontar la prueba de fuego del R eferéndum de la Ley de
Sucesión de 1947.
El 10 de noviem bre de 1943 se renovaba la gestora de O ntinyent. Se cesa
ba a tres gestores y se introducían cuatro nuevos (uno de ellos para cubrir una
vacante desde la gestora quintacolum nista). Conocida la am istad personal que
unía a Luis Mompó con L aporta Girón se debe creer que, de alguna m anera, las
sustituciones contaron con la opinión o participación del alcalde.
Poco sabemos de los nuevos cuatro vocales. Uno, A ntonio Ferri Soriano,
era el presidente de la H erm andad de Labradores, siguiendo la línea de introdu
cir personas de influencia y relevancia social en los pueblos. Otro, B autista
B arbera Nadal, era herm ano de un ebanista que había pertenecido a la DRV y
931
posteriorm ente a Falange Española. Francisco Rosell Pérez era un m aestro tradi
cio n alista.800 De Avelino Rodríguez Cristóbal no hem os encontrado ninguna
referencia, aunque hay que hacer notar que de los apellidos de Francisco Rosell
y de Avelino R odríguez se puede deducir su procedencia fam iliar foránea, m ane
ra de asegurar el consenso con los nuevos vocales respecto al bloque opositor que
se estaba creando alrededor de José Simó.
Desde esta fecha la gestora se fue renovando progresivam ente en la línea
del reforzam iento de las gestoras m unicipales con personal de probada e incon
testable fidelidad. En m ayo de 1944 dim itía Avelino Rodríguez, siendo sustitui
do por A ntonio M ompó D elgado de M olina, herm ano del alcalde, abogado, que
fue D elegado de Prensa y Propaganda de la Jefatura local y voluntario en la
D ivisión Azul. Entre enero y m arzo de 1946 abandonaban el consistorio tres
vocales, entre ellos el brazo derecho del alcalde, Gonzalo G ironés, nom brado
D elegado Provincial de Sindicatos de Jaén, así como Francisco Rosell y Vicente
M artínez, sustituidos por José A lbiñana Gandia (sin datos) y Luis Garrido
A lfonso. El segundo presenta sim ilar perfil que A ntonio M ompó. Luis G arrido,
herm ano del teniente de la G uardia C ivil Emilio G arrido, sublevado en ju lio de
1936 en A lbaida, y m ás tarde fusilado junto a su padre, se había enrolado en la
D ivisión Azul. En febrero de 1948 cesaban José Valls Such y Luis Garrido.
Por tanto los recam bios efectuados desde noviem bre de 1943 hasta marzo
de 1946 señalan la reconstrucción de un consistorio basado en la victoria p o líti
ca m ás que en la presencia de los grandes industriales y propietarios agrícolas de
la ciudad, intensificándose la presencia del falangism o más com prom etido, con
la inclusión de dos exdivisionarios. Así pues falangistas de origen tradicionalis
ta, como el propio alcalde, y posteriorm ente falangistas provenientes de las
juventudes social-católicas fascistizadas, fueron el bloque de consenso local
sobre el que gobernó Luis M ompó la ciudad de O ntinyent.
Así, los años que transcurren entre el nom bram iento de L aporta G irón y el
Referéndum de Sucesión están acotados por una serie de rasgos particulares que
la diferencia claram ente de su predecesor. Laporta Girón procedió, a principios
de 1944, a una batería de renovaciones de gestoras en las que buscó un personal
político con m ayor incidencia de afiliados a FET (aunque fuesen de “ aluvión”)
para crear un personal político afín a su persona a través de las estructuras del
partido único. Su extracción social era más m esocrática que en las gestoras de
Planas de Tovar. Sin embargo, en los pueblos de pasado izquierdista el personal
político form aba parte del entram ado capitalista local, quizá ante la im posibili
dad de contar con elem entos sin un pasado izquierdista entre las clases m edias
bajas.
El período de 1944-1947 se saldó con una creciente inestabilidad, más
acentuada que con Planas de Tovar, puesto que Laporta estaba tratando de conse
g uir un consenso sin fisuras entre la “coalición reaccionaria”, en los años más
difíciles para la dictadura, para preparar el plebiscito de la Ley de Sucesión. Así,
la p olítica de L aporta respecto a las gestoras presenta la introducción de nuevos
800 Datos personales extraídos de AGULLÓ, M*.C. y FERNÁNDEZ SORIA, J.M.: Maestros valencianos
bajo el franquismo, op. cit, capítulo “Apéndice”, p. CEL
932
vocales, la atracción de personas con prestigio por su papel en el campo asocia
tivo local, pero tam bién la reintroducción de antiguos concejales con preferencia
de las gestoras quintacolum nistas o, en su defecto, de las prim eras de 1939, segu
ram ente por su m ayor com prom iso con los vencedores de la guerra.
La continuidad del personal político de las derechas en los m unicipios de
la Valí d 'A lb aid a es m ínim a. A unque no poseem os datos de la com posición de los
ayuntam ientos en A lfarrasí, Bélgida, Q uatretonda, B ellús, Beniatjar, Benicolet,
Otos, Sant Pere, la Pobla y Guadasséquies, eremos que la m uestra es suficiente
m ente representativa, ya que la m ayoría de estos m unicipios son de escasa enti
dad poblacional. Pues bien, los derechistas que habían participado en la política
m unicipal desde sus puestos de concejales y alcaldes en los consistorios republi
canos (y, en algunos casos, desde 1930) desaparecieron de las com isiones gesto
ras y ayuntam ientos del franquism o, ofreciendo una proporción total del 19%.
Tan sólo se pueden reseñar como las m ayores concentraciones de continui
dad en Q uatretonda con el 100% de los concejales derechistas, en Castelló de
R ugat con el 31,25, concejales nom brados después de octubre de 1934, y
B ocairent con el 22,22. Predom inaban los concejales que habían suplido a los
represaliados con m otivo de octubre de 1934. La m itad (59,45% ) no sobrepasó el
año cuarenta, y los que lo hicieron, con m uy pocas excepciones (un alcalde de
A gullent en 1958), corresponden a los pequeños pueblos en los que el bloque
franquista era perfectam ente definido especialm ente en los de m ayor sesgo
izquierdista. Por tanto, no se puede hablar de una pervivencia significativa de los
derechistas que habían entrado en el juego político durante la República.
Es perceptible, principalm ente en 1939-1940, el retorno de los apoyos de
la D ictadura de Prim o de R ivera (upetistas, som atenistas). A unque tan sólo con
tam os con los som atenistas de 1926 y algunos consistorios entre 1929-abril 1931,
el franquism o les supuso volver a ocupar el poder m unicipal del que fueron arro
jados, en gran parte de las ocasiones por los sufragios electorales. En los pueblos
industriales es notable la presencia de obreros católicos fogueados en las luchas
callejeras contra los sindicatos reivindicad vos.
A estos grupos, que habían tenido un papel político-social destacado en
los años anteriores a la guerra, se debe unir un porcentaje difícil de cuantificar,
pero que siem pre aflora cuando la docum entación lo perm ite, de personas que
colaboraron en alguna m edida a la causa franquista: excom batientes, excautivos,
desertores y quintacolum nistas. Para el franquism o, su pasado político im porta
ba poco (de ahí la inclusión de blasquistas) porque la guerra señalaba, más que
la actuación política anterior (que, con todo, no deja de tener su im portancia). El
grado de com prom iso con el franquism o, evaluable a través de los actos llevados
a cabo durante la guerra, era un factor casi determ inante.
Así, los ayuntam ientos anteriores a la “dem ocracia orgánica” de 1948 con
figuraron el personal político m unicipal deseado por el franquism o, después de
una etapa con altibajos entre la estabilidad y la inestabilidad. Si bien en todos los
gestores se encuentra el peso definitivo de ser “adictos” al franquism o, bien a
través de su pasado político durante la República, sus acciones durante la guerra
o su afiliación a FET-JONS, convertida definitivam ente en una institución de la
dictadura, excluyendo a los vencidos, la victoria política fue progresivam ente
933
sustituida, m uchos más desde 1948, por la social, fuesen o no m ilitantes o adhe
ridos a Falange Tradicionalista. Paulatinam ente el franquism o consiguió un per
sonal político m unicipal definido por su absoluta fidelidad, por el seguim iento
sin fisuras de las directrices jerárquicas superiores y por contar con el m ayor
grado posible de consenso en sus com unidades (de ahí la presencia constante del
asociacionism o laico o religioso). G racias a FET-JONS grupos patronales pudie
ron acceder al gobierno m unicipal, atrayendo con ellos a sus clientes, con lo que
el franquism o am pliaba sus redes de apoyo social, term inando por definir al fran
quism o, como una “concreción de intereses” . Este es el personal político predo
m inante entre abril de 1939 y los prim eros ayuntam ientos salidos de la “dem o
cracia orgánica” , am pliado en su restauración social después de 1948.801
80í v. PAYÁ LÓPEZ, P.: “Franquismo y poder local en la comarca del Vinalopó Medio. La formación del
personal político franquista. 1939-1948”, Revista del Vinalopó, 4, 2002, pp. 31-60.
802 Para Joan M* Thomás el proceso de institucionalización del franquismo ha sido descrito como “fuerte
mente discontinuo y desordenado”, condicionado por la voluntad del dictador de permanecer en el poder, la
política de equilibrios entre las distintas facciones políticas que sustentaban el franquismo y la influencia de
la política internacional, v. THOMAS IANDREU, J.M\: “La configuración del franquismo. El partido y las
instituciones”, Ayer, 33, 1999, pp. 41-65. El entrecomillado en la p. 41.
934
vista. Con ello, el franquism o consiguió “la recom posició de l'e sp a i polític de la
dreta tradicional” .803
La jerarquización de los poderes provinciales iniciaba su pirám ide en el
M inisterio de la G obernación. Desde aquí se nom braba a los gobernadores civi
les, los presidentes de las diputaciones provinciales y los alcaldes de los m unici
pios m ayores de 10.000 habitantes. El gobernador civil, a su vez, designaba los
alcaldes de los dem ás m unicipios. Por tanto, el alcalde quedaba fuera de la posi
b le contienda electoral. El principio jerárquico establecido conducía a que el
alcalde, más que el presidente del ayuntam iento o el rector de la adm inistración
m unicipal, era un verdadero “delegado del gobierno en el térm ino m unicipal” que
no debía rendir cuentas a sus concejales. El resto de cargos m unicipales tam bién
pasaban a ser controlados políticam ente desde arriba, como el ju ez m unicipal. El
control de los m unicipios se com pletó con la subordinación económ ica y las ins
pecciones gubernativas.
Este vasto program a se ensayó con antelación a su aplicación m unicipal en
las elecciones sindicales de 1944 y en el Referéndum de la Ley de Sucesión en
1947. El censo electoral elaborado previam ente al Referéndum aseguró el cono
cim iento político de los votantes y perm itió un control gubernativo de los candi
datos, m ientras que el Referéndum vino a ser un laboratorio de pruebas en cuan
to a la capacidad para m anipular el proceso electoral y la propia votación. Tras
el triunfo abrum ador (no podía ser de otro modo) del franquism o en el
Referéndum , comenzó la preparación de las elecciones m unicipales, m ediante la
renovación de las com isiones gestoras por personal político de probada fidelidad
franquista. Todo estaba preparado para la gran farsa.
La Ley contem plaba la elección corporativa de los concejales agrupados
en tres tercios. La m itad de la corporación debía ser renovada trienalm ente, otro
punto que reforzaba la política franquista destructora del anquilosam iento de
grupos locales de poder. El tercio fam iliar, elegido por los cabezas de fam ilia
varones, el tercio sindical por la burocracia sindical, con lo que se “donava legi-
tim ació a la presencia de les patronals locáis en la vida deis consistoris, ates que
era la fracció « e c o n ó m i c a » la que predom inava per dam unt de la « s o c i a l »
en la CNS ( ...) ” y se hacía patente el peso del alcalde, puesto que este era a la
vez Jefe Local. El últim o tercio, denom inada de entidades o “del gobernador”,
representaba a las entidades culturales, económ icos o profesionales, eran pro
puestos por el alcalde, pasaban por el tam iz del G obernador Civil y finalm ente
los candidatos eran elegidos por los propios concejales, con lo que el dom inio del
alcalde sobre el consistorio se acrecentaba: presentába la lista al G obernador y a
unos concejales que en cada renovación habían designados en una quinta parte
por el propio alcalde. Con ello, “un cada de tres régidors, com a m ínim , havia de
ser necessariam ent de la confianza de T alcalde” .804
803 MARÍN I CORBERA, M.: “Franquisme i poder local. Construcció i consolidació deis ajuntaments fei-
xistes a Catalunya, 1938-1949”, op. cit., p. 52.
MARÍN I CORBERA, M.: Els ajuntaments jranquistes a Catalunya. Política i administrado municipal,
1938-1979, op. cit., pp. 150-153.
935
Este sistem a de poder m unicipal conllevaba que las oportunidades de
acceso al poder m unicipal para los vencidos fuesen prácticam ente nulas o espo
rádicas, con lo que el franquism o rechazaba después de la violenta represión con
cederles la oportunidad de participar en las instituciones directoras de la p o líti
ca. Así el franquism o perpetuaba la división de la sociedad española entre los
“afectos” y los “desafectos” creada el 18 de julio y en el trascurso de la guerra.
Con estos condicionantes, es difícil encontrar la construcción fascista de una
com unidad nacional, cuando a una parte considerable de sus ciudadanos única
m ente les quedaba la sum isión y el silencio.
También se norm alizaba la com posición de los consistorios. Los m unici
pios m enores de 500 habitantes contarían con tres concejales; el grupo situado
entre 501-2.000 habitantes tendría seis concejales; entre 2.001-10.000 nueve
concejales y entre 10.001-20.000, doce.
D espués del período convulso, y en cierta m edida, laboratorio de pruebas
en pos de la consecución de unos cuadros m edios m unicipales regidos por el cri
terio de absoluta fidelidad al régim en del 18 de julio y dotados de un consenso
favorable basado en el prestigio entre los adictos (ese grupo que los inform es
franquistas califican como “gentes de orden”), el franquism o, en un contexto
internacional desfavorable, pero anim ado por los resultados del R eferéndum de
la Ley de Sucesión, se planteó la prosecución de la estabilización e instituciona
lización de los m unicipios.
Para Falange Tradicionalista los com icios eran un verdadero reto. H asta
entonces, y a pesar de los conflictos que iban apareciendo, no le era dem asiado
difícil a la organización falangista alcanzar el poder m unicipal gracias a la in ter
vención del G obernador Civil. En las elecciones de 1948 estaba e n ju e g o el pre
dominio falangista sobre los m unicipios, base para la consecución o continuism o
del poder m unicipal de las elites locales que controlaban las Jefaturas, las cuotas
de poder de la organización, y, en definitiva, su subsistencia como m ovim iento
socio-político o ser relegado a una institución más de la dictadura.
La hegem onía falangista en el M ovim iento pretendió conseguir una p re
sencia m ayoritaria, que no absoluta, en los m unicipios españoles. Los falangistas
em plearon las com petencias de los gobernadores civiles en el proceso electoral
para conseguir candidaturas fieles y la coacción en las mesas electorales. Un
ejemplo com arcal, si creem os a la fuente oral, viene desde A lbaida. El falangis
ta Cándido M artínez L loret, aquel joven que había em prendido con ím petu desde
la jefatura local en 1940 la falangización de la ciudad, fue reclam ado por el
G obernador Civil a principios de octubre de 1948 para que abandonase su vida
laboral y personal en la capital provincial, y se trasladara de nuevo a A lbaida,
para hacerse cargo de la Com isión G estora y preparara las elecciones m unicipa
les. 805
805 “Personajes. Un hijo de Albaida amigo de “pobres y ricos”. D. Vicente Molina Martínez”, Festes
Patronáis i de Moros i Cristians. Albaida, 1992, s/p y s/a.
936
La preparación y la consecución de estos comicios son un indicador de lo
que M artín Marín ha calificado como el “ju eg o legal y otro ex tra-legal” caracte
rístico del franquism o.806 El tercio fam iliar era el único con posibilidades de un
planteam iento parecido a una democracia, esto es, con la existencia de un juego
alternativo de propuestas en torno a una candidatura. De hecho, el régim en con
templó una cierta condescendencia en tolerar candidaturas opositoras a las o fi
ciales, puesto que redundaba en potenciar una imagen cara al exterior, de cierta
libertad en el m om ento de la votación. En la práctica, estas situaciones fueron
patrim onio de los núcleos urbanos. En los municipios más pequeños, al igual que
en C atalunya, se celebraron en muy rara ocasión la elección.
La abstención se equiparó a “ cobardía y traición” como rezaba un bando
del Ayuntamiento de M ontaverner en las elecciones.807 La pro p ag an da del rég i
men, los fraudes adm inistrativos y el clima general de terror fueron los p rotago
nistas de estas elecciones, con lo que, en las urnas hubo pocas sorpresas. Muchos
pensaban que votar, aunque poco les im portasen los candidatos, era una dem os
tración pública de sim patía o aceptación del franquismo. Con evidente cinismo el
alcalde de Bellús explicaba un día de votación en el que se vio len tab an con cla
ridad los principios básicos del sufragio, como el secreto:
Cuadro núm. 81
806 MARIN I CORBERA, M.: Els ajuntaments franquistes a Catalunya. Política i administració municipal,
1938-1979, op. cit., pp. 211-257.
807 AMM, sig. 459, Bando de 18-XI-1948.
808 AMBLL, caja 107, Abastecimientos, informe de 22-XI-1948.
937
El caso de O ntinyent es casi excepcional en el contexto valenciano. La
intransigencia ultracatólica de Luis M ompó había encontrado un abierto rechazo
entre la burguesía local. El m alestar generado, especialm ente por los enfrenta
m ientos en torno a la celebración de bailes, es casi m arginal ante una trilogía de
causas que dieron lugar a la presentación de una candidatura alternativa que, a la
postre, resultó vencedora en las elecciones, posiblem ente por la influencia extra-
local de algunos de sus apoyos.
Luis M ompó había contado con la confianza y am istad personal de
Laporta Girón, hasta el extrem o de ser designado D iputado Provincial en la reno
vación de febrero de 1947, en la que el G obernador introdujo a ocho diputados a
“los cuales el G obernador quiere recom pensar” .809 Pero desde esta fecha las bue
nas relaciones se fueron deteriorando.
Siem pre según el testim onio de Luis M ompó, el G obernador C ivil pasó a
dar crédito a las calum nias que se lanzaban sobre su gestión. Se acusaba a Luis
Mompó y a su entorno político de la apropiación de m ateriales de construcción
para las obras del Puente de Santa M aría, además de una deficiente gestión de los
abastecim ientos, que para algunos era sim plem ente corrupción. El registro oral
se refuerza con una anotación en la sesión de un pleno m unicipal en junio de
1948:
Luis M ompó no deseaba ser destituido por Laporta G irón, ante el descré
dito personal que suponía. En la sesión plenaria de su salida de la alcaldía así lo
anotaba:
Y esto es lo que deseábam os todos los com ponentes de esta Com isión
G estora; sa lir p o r la p u erta grande, con la cabeza alta, después de dejar
todas las cuentas de nuestra gestión perfectas, lim pias , claras; no,
m ediante dim isión im puesta y fu lm in a n te que hubiera equivalido a tanto
como a sa lir p o r la p u erta fa ls a o trasera y de huida. Y esto ultim o no
hubiera sido ju sto ni digno p a ra nadie811
809 MIR MONTALT, V. R.: “Elecciones, partidos y políticos en la Valencia del siglo XX”, en CHUST, M.
(dir.).: Historia de la Diputación Provincial de Valencia, op. cit., pp. 547-592 (p. 579).
81° AMO, libro 29, Libro de Actas, acta de 23-VI-1948.
8 ^ AMO, libro 29, Libro de Actas, acta de 6-II-1949.
938
Por ello v isitó al G obernador Civil para pedirle celebrar unas elecciones
verdaderam ente dem ocráticas para el tercio fam iliar, único m étodo que perm itía
conocer si gozaba del apoyo popular. Laporta Girón le concedió finalm ente su
petición. A modo de hipótesis, se puede aventurar que la im portancia de
O ntinyent como ciudad m edia valenciana era un excelente escaparate propagan
dístico para difundir la lim pieza y grado de dem ocracia de estas elecciones. Con
toda seguridad, si creem os a Luis M ompó, si se hubiera tratado de un pequeño
pueblo el alcalde h abría sido rápidam ente destituido, más por perder el favor del
gobernador que p or las acusaciones de corrupción. -
La candidatura no oficial se aglutinaba alrededor del industrial José Simó,
que adem ás atrajo a dos de los vocales de Luis M ompó. Se ha dejado muy claro
que las reducidas confrontaciones electorales de estas elecciones no respondie
ron a criterios de enfrentam iento ideológico, situación m aterialm ente im posible
después de los filtros que debían pasar los candidatos. Luis M ompó reafirm a esta
idea, “no hay m ayor dolor para una persona norm al, que el verse traicionado y
com batido a m uerte por aquellos que dicen defender el m ism o ideal” .812
La coalición opositora se reunió alrededor del “program a explicíto (...) de
llevar a la adm inistración m unicipal, un sello de honradez” . Las críticas a la ges
tión del consistorio liderado por Luis M ompó se basaban en la necesidad de
“encauzar el problem a de los abastecim ientos”,813 el gran problem a de la ciudad
y muy especialm ente de su desnutrida y escasam ente productiva clase obrera,
pero tam bién se deslizaron acusaciones veladas de corrupción adm inistrativa en
tom o al desvío de partidas de cemento destinadas al puente de Santa M aría que
unía la ciudad con la naciente barriada obrera de San Rafael.
La p olítica de abastecim ientos llevada a cabo por el gobierno m unicipal de
Luis M ompó se h abría reform ado a finales de 1947. A p artir de esta fecha se cre
aba una Junta Local de A bastecim ientos Supletorios com puesta por el alcalde, el
D elegado Com arcal de la CNS, los Jefes de los Sindicatos Textil, de la
C onstrucción, de la M adera, de la Herm andad de Labradores, de la H erm andad
de Industria y C om ercio y los respectivos jefes de la Sección Económ ica de cada
uno de estos sindicatos. La Junta era la encargada de adquirir los artículos ali
m enticios a los precios m ás bajos posibles y distribuirlos entre la clase obrera de
la ciudad, habitualm ente a 1 ptas. o 1,50 ptas. más barato que el precio de coste.
O bviam ente este procedim iento originó un déficit en junio de 1948 de
135.368,65 ptas. pagaderas a la Caja de A horros de O nteniente, con la que se
tenía una póliza de préstam o por valor de hasta 300.000 ptas. suscrita por 38
vecinos relevantes económ icam ente en nom bre de la H erm andad de Labradores y
Ganaderos. Para term inar con el déficit, se aprobó un recargo de un 30% en la
C ontribución Industrial y un 20% en la Contribución U rbana y R ústica. A nte esta
m edida, José Simó lideró un m ovim iento opositor, a pesar de estam par su firm a
en el grupo de 38 avalistas. Se puede aventurar que el m ovim iento opositor nacía
de las propias filas de un sector de industriales, com erciantes y agricultores des
812 MOLLA, J.A. y GANDIA CALABUIG, J.: “Luis Mompó. Una página de la historia del siglo XX en
Ontinyent”, op. cit., p. 27.
813 LV, 16-E3-1949.
939
pués del establecim iento de estos recargos que pensaban eran la consecuencia de
una m ala gestión de los abastecim ientos de la ciudad.
P or desgracia, o m ás bien, por una acción deliberada, ha desaparecido del
A rchivo M unicipal la docum entación sobre estas elecciones. D eclaraciones de
Luis M ompó apuntan a un resultado m uy reñido. En la entrevista ofrece la cifra
de 200 votos de diferencia en su contra. La ausencia del expediente nos priva de
com probar los sectores sociales que apoyaron a ambas candidaturas.
Las elecciones quebraron a los franquistas locales en dos bandos, con
indudables cotas de aqim adversión personal hacia Luis M ompó, como se deslizó
en la prensa provincial. El ex alcalde se vio obligado a abandonar la ciudad “me
encontré con una com petencia feroz, próxim a al boicot en mi trabajo de aboga
do, por lo que opté por m archarm e a Valencia, con mi num erosa fam ilia” .814 No
volvió a O ntinyent hasta los años sesenta.
La m agnitud del enfrentam iento sobresale en docum entación posterior,
aunque hoy en día continúa siendo un tem a tabú en la sociedad ontiñentina.815
D espués de la conflictiva contienda electoral, el M inisterio de la Gobernación
designó como alcalde al abogado y farm acéutico Jaim e M iquel Lluch, “hom bre
de carácter bonachón” , exalum no del Colegio de la Concepción, con un pasado
político ligado a la D erecha Regional Valenciana y autor de un estudio de la
situación de la econom ía local durante la República presentado en el Instituto
V alenciano de Econom ía. El carácter unifícador y secundario de Jaim e M iquel se
observa al constatar que su farm acia estaba instalada en D énia y, por tanto, se
ausentaba con asiduidad de O ntinyent.816
El nuevo alcalde Jaim e M iquel declaró en 1949 a la prensa provincial su
deseo de alcanzar un consenso entre los dos sectores “(...) La tarea a seguir, tras
la escisión producida con m otivo del natural desgaste de su predecesor, es lograr
la unidad de todas las fuerzas vivas (...)” . El corresponsal del Levante finalizaba
su crónica “La tarea no es nada fácil. Hoy O nteniente vive un proceso político
que mas o m enos pronto llegara a resolverse. Estos esperam os de la cordura de
sus hijos representativos y sobre todo, de su nuevo alcalde (...)” .817 En el
Inform e sobre las elecciones m unicipales de 1951 se anotaba que estas eleccio
nes habían alcanzado “caracteres de extraordinaria violencia”.
En el prólogo al estudio de la ciudad de Juan Reig Feliu, redactado en las
postrim erías de 1957, Jaim e M iquel consideraba el apaciguam iento de los dos
sectores com o uno de sus m ayores logros al frente de la alcaldía, con un cinism o
superlativo:
814 MOLLÁ, J.A. y GANDIA CALABUIG, J.: “Luis Mompó. Una página de la historia del siglo XX en
Ontinyent”, op. cit, p. 28.
81^ AGA, caja 4.345, informe sobre las terceras elecciones municipales. 5-XI-1951.
816 “Historia contemporánea”, op. cit.
817 LV, 15-11-1949.
940
más, con el cañamazo de mi paciencia, de m í perseverancia, de m i buena
voluntad, p u d e llegar a tejer esa herm andad entre todos los hijos de la
Ciudad que, en un momento de apasionam iento p erso n a l y político, aún
sintiendo los mismos ideales, se m anifestaron sañudam ente divididos ante
unas urnas electorales. P or algo José Antonio dijo que el m ejor destino de
ellas era el de ser rotas. Conseguida esta unidad, que y a nunca más debe
romperse, pensando ya en todos, en p a z las conciencias, en el solo bien de
O nteniente, gobernar la Ciudad era fá c il
Todo parece indicar que los m iem bros este grupo adverso eran falangistas
radicales de la G uardia de Franco, entre los que se encontraban excom batientes
y “cam isas v iejas” . Siem pre en el orden de las hipótesis, la decisión tom ada por
el alcalde Jaim e M iquel en marzo de 1949 para que, en lo sucesivo, la Jefatura
local se encargara de conseguir sus propios fondos, m olestaría sensiblem ente a
un grupo de los falangistas más m ilitantes, puesto que significaba el estrangula-
miento definitivo de la organización.
818 REIG FELIU, J.L.: Onteniente 1940-1953, op. cit., p. 460. Prólogo redactado el 31de diciembre de 1957.
819 LP, 29-1-1958.
820 “Historia contemporánea”, op. cit.
821 AMO, Secretaría. Expedientes Varios. 1949.
941
Las heridas abiertas entre Luis M ompó y José Simó se dirim ieron en los
juzgados. El 22 de ju nio de 1949 se convocaba a más de cuarenta vecinos de
O ntinyent, “de significación más destacada en el orden social y económ ico” para
discutir el cam ino a seguir con la finalidad de liquidar el descubierto de la p ó li
za. A la reunión tam bién acudieron “otros m uchos vecinos” . José Simó tomó la
palabra para acusar a Luis M ompó de desviar sin justificación 250.000 ptas. del
im puesto de sacrificio de ganado hacia la Jefatura Local de FET. Según José
Simó, otras cantidades percibidas por el Ayuntamiento no se habían justificado
debidam ente, tales como 100.000 ptas. de la Junta N acional del Paro Obrero o
30.000 ptas. recaudadas por un corte de pinos. Por tanto, José Simó argum enta
ba que “el Sr. M ompó no había tenido la debida austeridad en la adm inistración
de dichos fondos” , por lo que el propio Luis Mompó debía pagar la póliza y no
los suscribientes, puesto que había ingresado suficiente dinero como para am or
tizarla. U na parte de los asistentes acogió la diatriba de José Simó con desagra
do, “ como consecuencia y efecto de la lectura de dichas im putaciones y concep
tos p or el Sr. Simó, se pronunciaron por varios de los asistentes palabras de v er
dadera indignación y protestas contra dichos conceptos e im putaciones” .
Luis M ompó requirió a José Simó para que firm ase las cuartillas en las que
había leído estas acusaciones y las entregase al alcalde Jaim e M iquel, a lo que
José Simó se negó. El representante legal de Luis M ompó basaba su querella en
“las injurias, calum nias y desacato a la A utoridad” vertidas contra Luis M ompó
en su calidad de alcalde y Jefe Local, aun cuando había cesado de tales cargos.
Luis M ompó contestó a las im putaciones (desconocem os su argum entación). El
ayuntam iento aprobaba el 26 de septiem bre de 1949 su solidaridad con José Simó
ante la querella in terp u esta.822 El 14 de diciem bre de 1949 se presentó auto de
conciliación, celebrado el 16 del mismo m es, finalizado sin acuerdo entre las p ar
tes. El 9 de m arzo de 1959, el Juzgado de Instrucción de O ntinyent declaraba “no
haber lugar a la q uerella.” 823
La candidatura triunfadora se com ponía de nueve concejales falangistas
sobre un total de doce, un 75% del total del consistorio (v. Cuadro núm. 82).
942
C uadro núm . 82
943
José Sim ó, uno de los propietarios de La Paduana, junto a su fam ilia; M iguel
Jordá Cantó, de Industrias R eunidas Jordá; y Rafael Tortosa D elgado de M olina,
propietario ju nto a su herm ano Rafael y Antonio Vidal Tormo, de Tortosa y
D elgado, S.L.
El tercio sindical com prendía representaciones de los tres organism os más
num erosos: la Herm andad de Labradores (Gonzalo Enguix fue su presidente,
pero sin poder determ inar el año), el Sindicato de la C onstrucción y el Textil. En
el caso de R afael Cantó se tratab a de un pequeño em presario textil que en 1952
aparece como presidente de la C ooperativa Industrial de Fabricantes de la
Producción Textil (CIFPT). Otro de los concejales, Hernán Cortés, ocuparía el
cargo de gerente en la CIFPT en 1953. Es el tercio menos politizado y en el que
los inform es ofrecen una m enor cantidad de datos biográficos. Por el contrario,
el tercio de entidades parece buscado con el objetivo de incorporar al nuevo
ayuntam iento la experiencia en las tares de gobierno (dos concejales de la
C om isión G estora); pero, sobre todo, de personas pertenecientes a los grupos
m ás im plicados con el franquism o y con algunas de las asociaciones católicas
m ás im portantes de la ciudad. A sí, los cuatro sufrieron prisión durante la guerra,
dos ocuparon cargos relevantes para el catolicism o ontiñentino. Esta elección
supone que se buscaba la m áxim a aquiescencia social respecto a los candidatos.
La v ictoria de esta candidatura se entiende con el referente del personal
político presentado que obtuvo el apoyo m anifiesto de los asalariados de cuello
blanco y de un sector de la clase obrera, tal y como se aseguró a posteriori:
824 AMO, Correspondencia 1948, Proyecto de Abastecimientos de productos alimenticios para esta ciudad
de Onteniente, 22-111-1949.
944
las candidaturas oficiales en los lugares en que se celebraron elecciones.825 Era
el prem io a la fidelidad.
El Cuadro núm. 83 nos ofrece una aproxim ación a los resultados en algu
nas de las localidades de la comarca más importantes. En B enigánim las eleccio
nes tuvieron una m enor participación respecto al Referéndum , sin alcanzar en
ninguna de las secciones el 70%. El nuevo consistorio no llegó a tener una m a y o
ría falangista (según los datos disponibles), ya que tan sólo cuatro ediles y el
alcalde eran falangistas, todos procedentes de la DRV y afiliados a FET en la
posguerra. La renovación fue profunda, puesto que sólo cuatro habían p articip a
do en el organigram a m unicipal con anterioridad, en concreto en la G estora cre
ada en 1946, entre ellos el alcalde José M oscardó Pastor, un m aestro id entifica
do plenam ente con la D erecha Regional, fam iliar directo del prim er je fe falang is
ta de preguerra y, posteriorm ente, Delegado del Frente de Juventudes. Éste era un
ayuntam iento que escapaba de la estructura económ ica de Benigánim , puesto que
se observa un escaso número de labradores y, en cambio, aparecen propietarios
de talleres y pequeñas fábricas típicas de este pueblo (chocolate, alpargatas).
Cuadro núm. 83
LOCALIDAD % FET T F T S T E
Benigánim 50 100 33 0
825 Parece ser una norma común, v. CAMARENA MERINO, V.: “Las elecciones municipales de 1948: nor
malización y continuidad del poder local en Guadalajara”, en IV Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 170-176.
945
que term inó como concejal por el Tercio de Entidades, procedía del PURA y de
la DRV.
En A lbaida los datos de electores fueron elevados. En el tercio fam iliar, de
un 81,57% , en el tercio sindical un 73,33% , y de un 83,33% por el de entidades.
Los nueve concejales entrantes pertenecían a Falange Tradicionalista, obvio, des
pués de prepararlas un convencido falangista como Cándido M artínez. El nuevo
alcalde era cam isa vieja, excom batiente y con una am plia trayectoria en la
Jefatura Local (Jefe Local, je fe de M ilicias), el industrial Cándido M artínez
Lloret, de 31 años. Por el tercio fam iliar resultaron elegidos Cándido Penalba
M orencos, 42 años, industrial; A lfredo José Pons A ndrés, 57 años, agente com er
cial; y Juan M olina M ontagut, 42 años, industrial, un excautivo muy im plicado
en la Falange Local (G uardia Franco, Jefe M ilicias), el único que repetía cargo
en el ayuntam iento. Por tanto, el tercio fam iliar reunía a tres concejales de la
capa alta del pueblo que habían vivido plenam ente la política republicana.
Por su parte, el tercio sindical tenía una m ayor representatividad social: Juan
B autista Tormo Blasco (57 años), industrial falangista catalogado como “elevada
posición económ ica y gran p restigio” ; José Juliá Vila, m aestro nacional de 30
años, cam isa vieja y excom batiente, falangista de pro: Delegado de Prensa y
Propaganda, Inspector Com arcal del Frente de Juventudes, miembro de la CNS y
tam bién exgestor. P or últim o, V icente Espí Porta, 33 años, adm inistrativo, tam
bién cam isa vieja, m iem bro de la G uardia de Franco y Delegado de Deporte.
El tercio de entidades tam bién reunía una m ayoría de falangistas “cam isas
v iejas” : Rafael O riola Revert, adm inistrativo, de 28 años, secretario local de
M ovim iento y G uardia de Franco; José M aría Sempere M onzó, farm acéutico 27
años, inspector del Frente de Juventudes y G uardia de Franco; y Salvador Vila
G ineí, un im portante industrial, de 42 años. Como vem os, un gobierno m unicipal
donde coexistía un sector de industriales de la ciudad, falangista de nuevo cuño,
al que debem os añadir al farm acéutico, junto a otro, de empleados cualificados,
cam isas viejas y falangistas activ o s.826 U na hegem onía falangista pero con un
sesgo de la patronal local acentuado.
Pero tam bién conocem os a los candidatos no electos. De los diez, tan sólo
dos no eran falangistas (uno independiente y otro sin adscripción). El perfil p ro
fesional les sitúa claram ente en el escalón más bajo, con alguna excepción: un
industrial, un labrador, un panadero, un com erciante, dos obreros, un contable,
un pintor, y dos adm inistrativos.
En rO lle ria la renovación fue absoluta. Solamente un concejal repetía car
gos y dos más lo habían sido en legislaturas anteriores de principios de la déca
da de los cuarenta. Falange obtuvo seis concejales sobre los nueve. El alcalde era
un im portante propietario agrícola, Joaquín Pía M artí, de 45 años. En el tercio
fam iliar se repartió entre dos industriales falangistas, uno de ellos cam isa vieja y
el otro procedente de la DRV, pero de una edad elevada (58 y 60 años), ju n to a
un obrero vidriero de 37 años, que había ocupado cargos en Falange (Jefe
M ilicias, G uardia Franco, D elegado Frente de Juventudes). Por el tercio sindical
el Jefe de la H erm andad de Labradores, de 49 años, ex DRV e independiente; un
826 AGA, Presidencia, SGM, caja 198, Fichero de los resultados de las elecciones de 1948-1949.
946
tornero de 40 años, ex DRV, pero que se presentaba como independiente; además
de otro industrial, de 38 años, tam bién de la DRV. Por el tercio de entidades, un
pinto r de 52 años, falangista; un labrador de 58 años, falangista, que procedía del
tradicionalism o; y un labrador independiente, de 43 años, de la DRV.827
No siem pre las candidaturas parecían tan sólidas. En Otos, al candidato
Vicente M artínez A lfonso, un labrador de 41 años que no pertenecía a Falange,
se le consideraba con “prestigio muy discutido. Enem igo de un gran señor de la
p ob la ció n ” . Aun así fue proclam ado alcalde, el único no falangista de la Valí
d 'A lb aid a . En M ontaverner, las disputas entre la H erm andad de Labradores y la
je fa tu ra falangista habían llevado a que la H erm andad se negase “ insistentem en
te a celebrar elecciones sindicales, aunque lo hicieron presionados. Actúan a su
aire.” 828
Cuadro núm. 84
827 AGA, Presidencia, SGM, caja 199, Fichero de los resultados de las elecciones municipales 1948-1949.
828 AMM, sig. 546/3, Memorias o comunicados mensuales de la Falange Local, 12-X-1948.
947
C uadro núm . 84 (C o n tin u a c ió n )
FUENTE: AGA, Presidencia, SHM, caja 198-199, Fichero de los Resultados de las
Elecciones Municipales 1948-1949.
Las elecciones se saldaron con un gran éxito para las pretensiones falan
gistas (v. Cuadro núm. 84). Un 82,14% de alcaldes y concejales elegidos en la
Península y las B aleares eran m ilitantes o adheridos.829 Para la provincia de
Valencia, tom ando como m uestra los concejales y alcaldes de pueblos m ayores de
5.000 habitantes, G licerio Sánchez establece un porcentaje de 89,6% de alcaldes
falangistas.830A lberto Góm ez Roda, con una m uestra sobre los alcaldes de la p ro
829 Tomado de MORENO FONSERET, R.: “La presencia de los grupos políticos en el régimen de Franco a
través de las elecciones municipales de 1948”, en Simposio. La política conservadora en la España
Contemporánea (1868-1982), UNED, Madrid, 1991, pp. 522-539 (p. 527).
839 SÁNCHEZ RECIO, G: Los cuadros políticos intermedios del régimen franquista, 1936-1959.
Diversidad de origen e identidad de intereses, op. cit., p. 60. En las pp. 60-71 se realiza un exhaustivo aná
lisis de estas elecciones.
948
vincia y los concejales de los m unicipios mayores de 4.000 habitantes, encuentra
que un 82,21% del total eran m ilitantes de FET y un 64% de los alcaldes eran, a
su vez, jefes locales.831 La comarca sobrepasó esta media y, con la excepción de
la pequeña Otos, las alcaldías recayeron en m ilitantes o adheridos a Falange
Tradicionalista. Para Francisco Sevillano Calero estos resultados dem uestran
plenam ente la subordinación de Falange Tradicionalista al Estado, refutando la
tesis de M iguel Á ngel C arnicer de una reacción falangista.832
Respecto a su procedencia política, la Valí d 'A lb aid a se incluye en la te n
dencia general de la provincia de Valencia, estudiada por A lberto Gómez Roda,
con una m ayoría de antiguos social-católicos y un pequeño grupo de falangistas,
con la inclusión de un republicano blasquista (Bellús) y una infrapresencia tradi
cionalista, lógica en cuanto gran parte habían engrosado las filas de la DRV
durante la R epública (v. Cuadro núm. 85). En este sentido, las elecciones m un i
cipales de 1948 significaron una mayor continuidad en el personal político que
en los niveles superiores del poder.833
Cuadro núm. 85
FUENTE: AGA, Interior, DNP, cajas 198-199, Fichero de los Resultados de las
Elecciones Municipales 1948-1949 y elaboración propia.
Las edades de los prim eros alcaldes de la dem ocracia orgánica son indicati
vas de su procedencia p olítica (v. Cuadro núm. 86). Salvo el único caso de un
alcalde menor de 30 años, el resto había participado directam ente en la política
republicana, de algún modo, durante la guerra, e incluso en la D ictadura de
Primo de Rivera para los grupos mayores de 40 años.
^31 Para los resultados de estas elecciones en la provincia una primera aproximación en GÓMEZ RODA,
J.A.: “Algunos datos sociológicos y políticos sobre el personal del poder local en las elecciones municipales
de 1949 en Valencia”, en I Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 36-38.
^32 SEVILLANO CALERO, F.: “El Nuevo Estado y la ilusión de la «dem ocracia orgánica». El
Referéndum de 1947 y las elecciones municipales de 1948 en España”, op. cit., pp. 387-388.
^33 Ibídem. p. 11.
949
C uadro núm . 86
E D A D D E LOS A L C A L D E S E L E G ID O S EN 1948.
M enores de 30 años 1
Entre 30-39 13
Entre 40-59 15
Más de 60 4
Los prim eros concejales guardan una correlación casi m im ética con sus
alcaldes. A parecen desperdigados concejales republicanos blasquistas, casi siem
pre en el tercio sindical: Bellús (1); Otos (1), un veterano republicano desde el
C omité R epublicano y la Casa de la Dem ocracia fundadas en 1930; Quatretonda
(1) por el tercio familiar.
En M ontitxelvo, pueblo que recibe acusaciones de caciquism o desde 1931,
los antiguos republicanos, o más bien, los caciques locales reconvertidos en
republicanos, consiguieron tres concejalías, la mitad del consistorio: dos por el
tercio sindical y una po r el tercio familiar. Alejandro Estruch Climent, uno de los
concejales por el tercio sindical es un caso paradigmático de la evolución p o líti
ca de un cacique rural: presidente de la DLR y contador en la Junta M unicipal
blasquista de 1933. A estos hay que sumar un concejal por el tercio de entidades
en L O lleria, antiguo m ilitante de Izquierda Republicana.
Los consistorios nacidos de las elecciones supusieron un renovación de un
50% de los cuadros m edios m unicipales sobre el total de la posguerra, p orcen ta
je que se eleva hasta casi un 75% respecto a las últimas com isiones gestoras. Sin
embargo, la totalidad del proceso de formación de candidaturas o de los ob stácu
los para la consecución de candidaturas alternativas ocasiona una pendiente de
fuertes pugnas internas en algunos consistorios.
En enero de 1950 tom aba posesión del Gobierno Civil de Valencia el tam
bién falangista Diego Salas Pombo, en un mandato que ocuparía poco más de la
mitad de los cincuenta (hasta abril de 1956). Su declaración de intenciones al
acceder incidía en la defensa a ultranza de la dictadura frente a cualquier espe
ranza cifrada en su p ron ta d esaparición y ampliaba el sector socio-político que
apuntalaba el régim en, con la prem isa de “« l a unitat del 18 de ju lio l i de 1'1
d 'ab ril. L 'ú ltim a data, per al.lusió del famós últim informe de guerra del 1939,
perm etria d 'a c o llir tots els que se sentien identificáis amb la victoria deis
« n a c i o n a l s » , encara que no s'h a g u e ssen adherit a la rebel.lió del 18 de
ju lio l” .834
834 GÓMEZ RODA, J.A.: Política i poder local, op. cit., p. 153.
950
El nuevo gobernador tuvo que afrontar las consecuencias de las rupturas
locales entre grupos enfrentados, ocasionados, en la form ación de candidaturas
de las elecciones m unicipales. “U n despreciable anónim o” sobre la gestión de
C ándido M artínez Lloret al frente de la alcaldía de A lbaida había com portado, en
septiem bre de 1949, una Inspección del D elegado G ubernativo. C ándido
M artínez intentó dim itir de su cargo ante las “m aniobras rastreras y anónim as”,
pero el resto de sus concejales le apoyó incondicionalm ente.835
En febrero de 1950, el alcalde subrayaba que “ al em pezar esta nueva etapa
política, contam os con el apoyo decidido de nuestro m ando provincial (...) y ante
la calum nia vertida por personas despechadas y esparcida por gentes de m ala fe
(...)” som etía su cargo a la confianza de los ediles.836 U na segunda Inspección a
finales de 1950 había determ inado un descubierto de 13.169,39 ptas. y la respon
sabilidad crim inal para Cándido M artínez. En la propuesta final de esta
Inspección pudo dejarse sentir que Laporta Girón, valedor de Cándido M artínez,
ya había dejado su cargo de G obernador Civil provincial.837 La llegada de Salas
Pom bo tam bién determ inó un cambio en la alcaldía de Catarroja, pero sin estu
dios provincia no podem os deducir que se trató de un proceso general o solam en
te focalizado puntualm ente que o bedecía a causas m eram ente lo c a le s.838
Finalm ente, Cándido M artínez fue cesado en enero de 1951. Su sucesor apenas
perm anecería hasta octubre de 1952, para dar paso a la alcaldía a Ramón Vives
Ferrándiz, Barón de Ferrándiz (1952-1958), un personaje que, además de su títu
lo nobiliario, y su patrim onio personal (propiedades agrícolas, inversiones
industriales), aunaba una dedicación perm anente durante la posguerra al asocia-
cionism o local: tesorero de los colom bicultores (1943) y vicesecretario de la
Sociedad de C azadores.839
En Aielo de M alferit, el alcalde A lfredo Castelló Silvestre m anifestaba en
m arzo de 1950 que los proyectos urbanísticos “a pesar de su buena voluntad, se
ve im posibilitado y coartado para proseguirlas, por las zancadillas y banderías
que contra él se levantan por varios elem entos detractores y como parece que
hasta en el seno del Ayuntamiento existe disconform idad con la gestión”. En esta
sesión, Alfredo Castelló solicitó el voto de confianza de sus concejales, que,
salvo uno que “quiere pensárselo” , respondieron aceptando su gestión.840 La
enrarecida política local term inó finalm ente con la dim isión del alcalde en enero
de 1951, “por no haber hallado, en todos los Concejales, el apoyo necesario para
el desarrollo de su labor, antes todo lo contrario, se le ha obstruido sistem ática
m ente (...) quizás con el prem editado propósito de hacerle fracasar (...) Quiero
que conste, de una form a clara y term inante, -esto para salir al paso de habladu-
951
rias (...) -que he dim itido de mi cargo de alcalde voluntariam ente y en aras de la
unión que debe haber en esta C orporación (...)” .841
La pugna electoral de Ontinyent determ inó una m ayor transform ación de
la política m unicipal tras la toma de posesión, el 6 de febrero de 1949, del nuevo
consistorio. En esta sesión, Jaime M iquel apuntó las directrices de su m andato:
solucionar el problem a de los abastecim ientos, sanear el presupuesto m unicipal y
m ejorar el abastecim iento de aguas potables.
La m ayoría m unicipal ontiñentina surgida de las urnas em prendió una refor
m a de altura del sistem a de abastecim ientos, a la vez que arbitraba m edidas para
com batir la inflación de los prim eros alim entos básicos. H asta 1949 la U nión de
Com erciantes se encargaba de las gestiones para transportar a O ntinyent los
géneros intervenidos y repartirlos a los pequeños com erciantes. Otras fuentes
señalan que esta función era llevada a cabo por un alm acenista. El nuevo ayun
tam iento pasó a controlar el proceso. Se suprim ió el alm acenista y el ayunta
m iento creó un alm acén m unicipal para depositar los géneros y distribuirlos pos
teriorm ente entre los com erciantes. U na Com isión Sindical fiscalizaba el proce
so.
El déficit en caja del Ayuntam iento im pedía retirar los géneros que la
D elegación Provincial de A bastecim ientos y Transportes había adjudicado para la
ciudad. Dos de los m ayores industriales de la ciudad, opositores del antiguo
alcalde, José Simó y Francisco Tortosa, suscribieron una póliza de crédito a diez
años con el Banco H ispano Am ericano por valor de 250.000 ptas. para garantizar
los pagos m unicipales (en otra fuente se señala la cantidad de 150.000 ptas). El
organigram a adm inistrativo se organizó en tres sectores: la D elegación Local se
encargaba de la burocracia, el personal del alm acén de recibir y distribuir los
géneros y la Intervención M unicipal contabilizaba el dinero en m etálico. La
reform a transluce una m unicipalización plena del abastecim iento, m arginando a
los com erciantes. Para el año 1949 el déficit en este concepto fue de 139.267,3
ptas. que se rebajó considerablem ente en 1950 a 15.851,60 ptas.
El segundo frente de actuación correspondió a intervenir sobre los precios
de los artículos de vital necesidad para la alim entación, instalando m esas regula
doras. Las autoridades consideraban a O ntinyent como la ciudad de la com arca
con los precios más caros para la carne. Para forzar a los carniceros a la m odera
ción, desde prim eros de m arzo el ayuntam iento procedió a vender lotes de carne
congelada que consiguieron reducir el precio de la carne fresca hasta 4 ptas./kg.
El éxito del procedim iento se em pleó en el caso de las verduras, con idénticos
resultados generales. Las actuaciones del nuevo ayuntam iento parece que consi
guieron forzar la reducción de precios de algunos artículos alim enticios, un
im portante logro en una econom ía hiperinflacionista. Al mismo tiem po, se prac
ticó una renovación en la política de cupos agrícolas descargando a los agricul
tores más pequeños, que deslizaron m ayores partidas hacia el m ercado.842
952
La m ejora del abastecim iento alim enticio dio lugar a una nueva rem odela
ción. Desde el uno de noviem bre de 1950 la gestión, distribución y adm inistra
ción del aceite y del azúcar se traspasaba a los com erciantes, bajo el control y la
vigilancia de la O ficina de A bastecim ientos. Se clausuró el alm acén m unicipal y
se canceló la póliza de crédito. El personal del N egociado de A bastecim ientos se
redujo al m ínim o indispensable. Se transfirió a la H erm andad la Sección de
R ecursos del Negociado de A bastecim ientos.
H asta 1950 la plantilla del N egociado de A bastecim ientos constaba de: un
oficial de Racionam iento y Estadística; un Jefe de los Servicios; un V igilante de
A rbitrios, dos auxiliares tem poreros y un O ficial de Secretaría. El N egociado de
A bastecim ientos tenía una Sección de Racionam iento y Estadística, una Sección
de Recursos y un Alm acén. En las épocas de recogida y declaración de artículos
se les agregaba el personal adm inistrativo y subalterno del ayuntam iento. Este
com plicado organigram a gravaba las arcas m unicipales:
Todo ello reporta al Ayuntam iento un gasto de 60.000 p esetas anuales del
Presupuesto Ordinario, sin contar con los que se repercute a otros fo n d o s
de fu e ra del Presupuesto y sin tener en cuenta lo que suponen los haberes
del perso n a l que como antes decim os se le agrega en época y a m enciona
das.
953
D urante muchos años, la aldea fu e , entre nosotros, un sim ple elemento de
m otivaciones líricas (...) la aldea era una pura delicia que estaba fu e ra de
ese torbellino universal de inquietudes necesidades y aspiraciones (...)
Pero cuando se calaba hondo y se utilizaba para el enfoque la sinceridad
en lugar de las m etáforas, entonces el observador se hallaba con que la
aldea era una célula social, económ ica y p o lítica perm anentem ente inm er
sa en el abandono, la m iseria y la desesperación (...) F ue precisa nada
m enos que una guerra, en la que la aldea apareció como uno de los más
p uros veneros de la autenticidad, fid e lid a d y energía española (...) No hay,
español que ignore (...) el ancho panoram a de realizaciones que ofrece
una verdadera p o lítica de aldea, que España tiene p o r prim era vez.846
84^ AMO, Correspondencia 1952, Circular núm. 115 de la Dirección General de Radiodifusión enviada al
director de la emisora Radio Onteniente, 22-IÜ-1952.
847 SIMEÓN RIERA, J.D.: "Impasible el ademán". Franquismo i societat a una comunitat rural: Xabia
1939-1953, op. cit., el capítulo “Promeses i realitats: 1’ obra del régim”, pp. 139-168.
848 REIG FELIU, J.L.: Onteniente. 1940-1953, op. cit., p. 398.
954
El secretario de Aielo de M alferit en la redacción del Plan Preparatorio de
1952 exponía: “El muro con el que se estrella la inm ensa m ayoría de los proyec
tos locales, en los burgos rurales, es precisam ente esa crónica y endém ica falta
de recursos, sin resolver aún (,..)” .849
Los retrasos de la H acienda del Estado en cuanto a las cantidades que
debían ser devueltas a los m unicipios ocasionaban graves quebrantos en los pro
gram as de reform as urbanas, tardanzas que se repitieron casi todos los años, con
secuencia del m al estado hacendístico estatal, desde abajo hasta arriba. Así ocu
rría en O ntinyent “En cuanto a las cantidades que ha de abonar la H acienda del
Estado, por Cupo de Com pensación, recargos sobre las Contribuciones industrial,
utilidades, etc., son hechas efectivas a la Caja M unicipal con gran retraso y falta
de regularidad, lo que im pide, en parte, el norm al desenvolvim iento de la
H acienda local” .850
Los presupuestos m unicipales estaban obligados a m antener el equilibrio
entre ingresos y gastos, con lo que en gran número de ocasiones los ayuntam ien
tos apenas recaudaban para cubrir los gastos del personal adm inistrativo. Por otra
parte, la com posición social de los ayuntam ientos franquistas (por lo menos de
los m ás grandes) no era la m ás propicia para alentar el gasto social. Prim aron
otras construcciones dedicadas al orden público, la religión o el deporte. Un
ejem plo viene dado por M ontaverner. Cuando se decidió suprim ir el Cuartel de
la G uardia Civil por problem as presupuestarios, la C orporación protestó enérgi
cam ente, alegando que se necesitaba el Cuartel para m antener el orden público
en un pueblo que había albergado un fuerte sindicato socialista y ser la cabeza de
una com arcal com unista.851
La prom oción populista de los festejos locales se antepuso hasta los años
cincuenta a la construcción de viviendas, educación o protección de la infancia.
Un ejem plo entre otros viene del presupuesto de gastos del ayuntam iento de
O ntinyent para el año 1949 (v. C uadro núm. 87), en el que la plantilla laboral
recoge la m ayor cantidad de pesetas distribuidas, m ientras que los festejos y gas
tos de representación son muy superiores a la partida de B eneficencia.
P R E S U P U E S T O D E G A S T O S . A Y U N T A M IE N T O DE O N T IN Y E N T . 1949.
852 REIG FELIU, J.L.: Onteniente, 1940-1953, op. c it, pp. 391-392.
853 “Urbanismo. Onteniente 40-78”, Moros y Cristianos, agosto 1978, s/p.
956
E l Presupuesto M unicipal, repetimos una vez más, es raquítico y despro
porcionado con las necesidades que O nteniente siente hoy día. Y ese
raquitism o es debido a la fa lta de ingresos que nutran el Presupuesto
dotándolo de unas posibilidades y una fle x ib ilid a d que hoy no posee. Y
m ientras el pro b lem a de la H acienda lo ca l no se solucione, el
Ayuntam iento, este y todos los de España, llevarán una vida lánguida y su
desenvolvim iento será precario y d ifícil, 854
Cuando los ayuntam ientos invertían, casi siem pre se destinaron las p arti
das para obras de reparación, rehabilitación o reconstrucción de los bienes m ue
bles e inm uebles de la Iglesia Católica, fiestas patronales y reform as en el local
del Ayuntam iento. Para 1948, el ayuntam iento de O ntinyent había realizado las
siguientes obras (v. Cuadro núm. 88):
R E L A C IÓ N D E O B R A S M U N IC IP A L E S . O N T IN Y E N T . 1948.
Así las cosas, la consecución de alguna obra de envergadura term inaba por
hipotecar la hacienda m unicipal, como ocurrió en Bocairent con el puente de San
Blas. Siempre quedaba el recurso, limitado desde las instancias superiores, del
presupuesto extraordinario con la aportación de contribuciones especiales, una
salida para m antener m ínim am ente viva la inversión pública. La reparación de un
camino, el ensanche de la calle San Jaim e o el derribo una casa para efectuar
dicho ensanche, se pudo realizar en O ntinyent (1940) gracias a esta figura, por
citar una única muestra. El ayuntam iento de O ntinyent arbitró quince p resu p ues
tos extraordinarios entre 1940-1953, una estrategia para huir de los préstam os
gravosos, buscando ingresos suplem entarios a través de subvenciones, c o n trib u
ciones especiales y restos de los presupuestos ordinarios. Con esta m edida los
proyectos urbanísticos y de infraestructuras se fueron alargando en el tiempo,
escalonándolos en razón de los in g reso s.856
También podían echar mano a la prestación personal, los repartos e x trao r
dinarios o desviar fondos de partidas dedicadas a las fiestas. En octubre de 1950
se contem plaba en A ielo de M alferit la realización del lavadero público, la c an a
lización de las aguas potables, urbanización y grupo escolar, a través de la p re s
tación p erson al.857 Cuando se decidió efectuar obras de reform a en las calles de
958
la Pobla del Duc (1942) se tuvo que acudir a este servicio. La prestación p e rso
nal era obligatoria entre los 18 y los 60 años. Debían hacer cinco jornales para el
m u n ic ip io .858 En Aielo de Rugat se decidía en 1948 suprim ir las fiestas de ese
año debido a que hacía faltar com enzar unas ob ras.859 En el principio de la p o s
guerra una fuente vino de la mano de la venta de muebles de los locales in cau ta
dos al Frente Popular.
Otro recurso recurrente para llevar a cabo obras públicas venía desde el
sector de los grandes propietarios e industriales. Cuando los gobiernos m u n icip a
les contaban con su colaboración se conseguían logros que, de otra manera,
resultaban inalcanzables para los presupuestos ordinarios o extraordinarios. Las
élites cedían o vendían al municipio a un precio menor al mercado (no siem pre
sin co n trap artid as) solares o edificios. El p o p u lista pro yecto de Estadio
M unicipal de Ontinyent fue posible porque una com isión de los principales
industriales de la ciudad m ovilizaron, con su influencia social (de buen grado o
para congraciarse con ellos), a los vecinos, con el fin de recaudar fondos.860
Así las cosas, la gestión municipal apenas pudo cubrir unas mínimas n e c e
sidades del vecindario hasta la m itad de los cincuenta (v. Cuadro núm. 89). La
relación de obras inauguradas en el municipio de O ntinyent patentiza la m en g u a
da inversión pública en la ciudad, tanto en cuanto a la cantidad de las partidas
p resupuestarias destinadas como a su incidencia sobre la calidad de vida de los
vecinos. Se observa una especial dedicación hacia las calles burguesas de la c iu
dad, las obras de reform a sobre unas inexistentes construcciones de nueva p la n
ta, y la insultante demagogia de em plear 1.200.000 ptas. en un Campo de
Deportes.
Cuadro núm. 89
959
C u ad ro núm . 89 (C o n tin u a c ió n )
El personal político m unicipal, elegido por criterios en los que prim aba la
fidelidad al régim en y al G obernador Civil, tampoco era un dechado de buena
administración. En G uadasséquies se apuntaba que la H acienda Pública estaba
“por los suelos” en 1946 debido al “desastre burocrático y hacen dístico ” del
960
m unicipio desde 1939.861 En este pueblo se sucedieron las inspecciones por
supuestas irregularidades que term inaron con una m ulta al ex alcalde Eleuterio
Ram írez. El Servicio de Inspección de la Jefatura Provincial del M ovim iento
decretó en mayo de 1951 la suspensión del jefe local de M ontaverner Eugenio
Vidal Segrelles. En 1950 el G obernador Civil ordenaba una . Inspección al
Ayuntam iento de A lbaida por una denuncia form ulada por el alcalde accidental
por presunta m alversación de fondos del ex alcalde Cándido M artínez Lloret, al
retirar fondos en m etálico de las participaciones m unicipales en tributos del
Estado y retardar m anifiestam ente el ingreso en la Caja M unicipal. El nuevo
alcalde, Juan B autista Tormo, calificó la gestión de Cándido M artínez como
“desastrosa” . Todo acabó con una suspensión adm inistrativa.862
La recaudación im positiva representaba en sí m ism a una com plicada
m aquinaria. La crisis continua de los cuarenta afectó a im puestos im portantes de
los m unicipios, como el de Consum os, base de los presupuestos m unicipales. En
junio de 1942 Luis M ompó se quejaba am argam ente de su tendencia descenden
te, “ Se ha reducido a m enos de la m itad” . La Com isión G estora im plantaba para
aum entar los ingresos el Repartim ento General de U tilidades, por un valor de
100.000 p tas.863 Los ingresos de O ntinyent provenían de las 49 ordenanzas fis
cales y de las aportaciones del Fondo de Corporaciones Locales. Un Inform e de
la Inspección A dm inistrativa y Contable al ayuntam iento de M ontaverner, en
1952, señalaba que las im posiciones siem pre eran indirectas y esto obligaba a
unos presupuestos lim itados que no podían atender los servicios p ú blicos.864
El fraude fiscal y la (interesada) incuria de los funcionarios m unicipales
lim itaban aún más los presupuestos ordinarios. En A ielo de M alferit afectaba
hacia 1952 a la construcción:
961
Sim ilar suerte acaecía con la M atrícula Industrial. El m ism o secretario
anotaba un significativo “si la pagan” .866 En rO lle ria , el m unicipio presentaba
una recaudación muy baja puesto que “la ocultación es m uy grande” .867
El intervencionism o económ ico obligaba a los ayuntam ientos a aum entar
la contratación de funcionarios públicos, con lo que se estrangulaban sus frágiles
econom ías y se restaban inversiones públicas. El m unicipio de O ntinyent se
h abía visto obligado al“aumento de la p lan tilla de personal y el im prescindible
aum ento general de sueldos para todos los em pleados (...)” . En 1941, respecto a
1936, había aum entado su p lantilla en tres auxiliares de m ecanografía y dos ofi
ciales, 1 portero/alguacil/m ozos, nueve de G uardería Rural, 1 servicio de arbi
trios, 1 servicio de lim pieza, dos de servicio de cem enterio. En total, 19 nuevos
funcionarios. El dilem a que se planteaba a m uchos m unicipios era doble. O incre
m entaba sus plantillas para hacer frente a la burocracia intervencionista, con lo
que debía destinar una parte de sus ingresos a ella, o conservaba los mismos car
gos, con lo que se resentía el control sobre la agricultura, la industria y los abas
tecim ientos. O ntinyent optó por la prim era parte y Benigánim por la segunda. Su
personal en 1941 era idéntico a 1936: un secretario, un oficial, un auxiliar, un
alguacil, dos guardias rurales y un director de la banda de m úsica.
Sin presupuestos para aum entar la plantilla, las exigencias intervencionis
tas plasm adas en la confección de continuos padrones, censos y estadísticas
varias, no cum plían los plazos de entrega a las autoridades superiores. Las m ul
tas del G obernador Civil fueron constantes. Por ejem plo, a finales de octubre de
1939 se m ultaba con 100 ptas., m ás un increm ento de 25 ptas. diarias en un m áxi
mo de ocho días, a los ayuntam ientos que no habían rem itido el Censo de
Población. En la relación aparecen 31 de los 36 m unicipios de la com arca.868 En
noviem bre de 1939 y de 1940, la G estora de O ntinyent era sancionada con 200
pts por no enviar los Censos de Población de los pueblos de su Partido Judicial
y A lbaida con 1.700 ptas. por sim ilar m otivo.869
Este sector laboral, si bien gozaba de la ventaja de tener un puesto de tra
bajo asegurado, tuvo que soportar largas jo m ad as laborales y una precariedad en
la percepción de sus salarios derivada de los problem as hacendísticos m unicipa
les. Pepe, de Castelló de Rugat nos señaló “yo entré a trabajar cobrando 500 pts.
al mes (...) predom inaba ese tipo de salarios (...) la econom ia m unicipal era casi
nula. Los funcionarios, después d e la guerra, cobraban trim estralm ente o a veces
teníam os que esperar que se recaudasen algunos im puestos, para poder cobrar el
sueldo atrasado, nos daban, si h ab ía posibilidad, un anticipo a cuenta para ir
tiran d o .”870
A veces ni eso. En junio de 1950, el ayuntam iento de r O lle ria debía
9.225,60 ptas. del ejercicio de 1948; 26.237,22 de 1949; los haberes y gratifica
ciones de los funcionarios del mes de mayo de 1950 (4.331,75 ptas.) y los del p ri
866 Ibídem, p. 9.
867 AMOLL, caja 55, Asamblea Local Preparatoria para la Junta Comarcal de Autoridades y Mandos 1954
868 LV, 25-X-1939.
869 BOPV, 8-XI-1940.
870 T.O. de Anónimo-P (1996).
962
m er sem estre (25.549,85 ptas). En total, 65.344, 42 ptas. que “como quiera que
no tenem os fondos en C aja para hacer frente a dichos atrasos, m añana irá a
cobrar la C om pensación del 1er Trim estre, y al reg resar pagara hasta donde
alcance la cantidad cobrada” .871 Entre 1950-1951, la crítica situación del ayun
tam iento de M ontitxelvo obligó a que los salarios de los em pleados m unicipales
se retrasaren constantem ente puesto que la tala de pinos, su principal fuente de
ingresos, se había prohibido por parte de la Jefatura de M ontes.
Los pequeños m unicipios soportaron las m ayores deficiencias en cuanto a
la gestión adm inistrativa. U na salida era la agrupación interm unicipal, como la
efectuada en 1944, cuando B ellús, G uadasséquies y Sant Pere se repartían los
servicios de un m ism o secretario. U na m edida necesaria por el considerable
retraso en el trabajo m un icip al.872
963
cubrir la dem anda. En la provincia se estim aba un déficit de 20.775 viviendas.873
En A lbaida se com enzó a señalar en 1941 a la vivienda como un “grave
problem a” .874 La especulación urbanística estaba llevando al increm ento del
hacinam iento fam iliar. En una carta enviada en abril de 1944 por seis labradores
y un cerero al alcalde de A lbaida se hacía constar la im posibilidad de alquilar
siquiera una vivienda, viviendo “dos y m as fam ilias en una m ism a habitación” ,
m ientras al m enos una veintena perm anecían cerradas y sus dueños se negaban a
alq u ilarlas.875
La industrialización de O ntinyent estaba conduciendo a una diferenciación
social en cuanto al tipo de viviendas. Los agricultores residían en los barrios
extrem os, con una m ás fácil salida al cam po, en casas de una/dos plantas, en las
que se reservaba un espacio am plio para m aquinaria y animales de labranza o
dom ésticos. Los obreros com enzaban, en el ecuador de los cuarenta, a ocupar las
viviendas de pisos “las que más se construyen” , al igual que una buena parte de
la clase m edia, aunque los pisos habitualm ente eran más amplios que las vivien
das obreras y estaban “dotadas de cuartos de aseo y otras com odidades” . Este
grupo centraba buena parte de las rehabilitaciones y obras de reform a interiores
que se efectuaban en O ntinyent.876
Los obreros de O ntinyent estaban soportando directam ente el estrangula-
m iento de la construcción, puesto que de los tres grupos eran los únicos que h ab i
tualm ente tan sólo poseían sus salarios, sin la posibilidad de heredar la casa de
su padres como los agricultores o la clase m edia. De las 60 viviendas edificadas
entre 1937-1940 (años de guerra); apenas subieron hasta las 70 de 1941-1945,
para pasar a un centenar entre 1946-1950, m uy por debajo de las 140 de A lzira o
las 110 de X átiva por los m ism os años.877 Los servicios de las viviendas ontiñen-
tinas tam bién dejaban mucho que desear. En 1950, el 49,48% de las viviendas
censadas tenían agua corriente; el 79,24% sum inistro eléctrico y alcantarillado el
65,40% .
La docum entación m unicipal contiene con frecuencia la preocupación de
las autoridades ante un problem a irresoluble debido a la insuficiencia presupues
taria y a la contracción de la inversión privada (em presarial y particular).
M ontaverner anotaba en 1940 que el principal problem a del m unicipio radicaba
en la falta de viviendas. En el M apa N acional de A bastecim ientos de 1951 se
anotaba la “deficiente salubridad” de buen parte de las casas y para 1952 una
estadística confirm aba esta deficiencia, puesto que al lado de las 158 viviendas
“ en buen uso”, otras 139 no presentaban condiciones idóneas para la h ab itab ili
964
dad, desgranándose en 41 “deficientes” ; 75 “ruinosas” y 23 “insalubres” .878
La industrialización de A gullent acentuaba la problem ática, en especial
entre los obreros industriales, hasta tal extrem o que en 1945 “debido a la cares
tía de viviendas van em igrando fam ilias, los jóvenes no pueden contraer m atri
m onio por no saber donde cobijarse 879 Para las autoridades m unicipales de
B ocairent, “ se busca rem ediar el mal que ya venía señalándose años há, pero a
raiz de nuestra G uerra de Liberación se ha agudizado de tal m anera que el rem e
dio ha de ser rápido y eficaz” .880 Incluso en la pequeña Bellús el “grave proble
m a de vivienda” conllevaba la necesidad de construir entre diez y doce viviendas
“para descongestionar m uchas casas en las que viven dos y tres fam ilias” .881
En 1947, el ayuntam iento de rO lle ria consignaba en un pleno que “como
es sabido de todos los reunidos la carencia de viviendas, crea un gran conflicto
de tipo, conflicto que se agudiza de dia en dia y que de no conjurarlo a tiem po
no sabem os a donde desem bocará” .882 Castelló de Rugat contem plaba sim ilares
problem as, señalando el mal estado de m uchas viviendas y su insalubridad. Aielo
de M alferit asum ía un déficit de 200 viviendas para labradores, ya que “hay
m uchas fam ilias que viven en infectos tugurios sin condición higiénica algu
na” .883 El propio alcalde reconocía el problem a a finales de 1953, cuando “para
rem ediar las condiciones francam ente m alas en que viven m uchas fam ilias”, se
contem plaba im periosam ente la construcción de 100 a 200 viviendas de protec
ción o ficial.884
Para 1948, el ayuntam iento de Fontanars estim aba que el 30% de las
viviendas reunían unas condiciones “regulares” y cifraba en doscientas nuevas
viviendas las necesidades de hábitat.885 Los proyectos urbanísticos de Benigánim
se paralizaban en espera de que se “se norm alice el coste de m ateriales para la
construcción ya que el precio en la actualidad de cada vivienda de este tipo, reba
sa con mucho las posibilidades y m edios económ icos de los futuros beneficia
rios” .886
Las únicas construcciones de los cuarenta tuvieron lugar en la Pobla del
Duc y Ontinyent. El grupo “A lcázar de Toledo” , con 25 viviendas protegidas, se
inauguró en 1946, acogido a las subvenciones otorgadas por la D irección General
de Regiones D evastadas, creada para la reconstrucción de los pueblos dañados
por la guerra, aunque la guerra pasó de lejos por la Pobla. A lguna benigna
influencia participaría en la concesión de la ayuda. En O ntinyent, la Obra
878 AMM, sig. 585, Asuntos Generales y 434/24, Estadística de entidades de población y de sus edificacio
nes, 5-VI-1940.
879 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupamente económic i canvi social, op. cit., p. 126.
880 AMB, Plan Trienal 1953-1955.
881 AMBLL, caja 140, Memorias Secretaría 1945-1947, 28-1-1946.
882 AMOLL, libro 31-V-1946/11-II-1951, Libro de Actas, acta de 30-X-1947.
883 Castelló de Rugat en AMCR, legajo 75, op. cit., informe de 15-111-1947. Para Aielo de Malferit AMAM,
sig. 735, Plan Preparatorio 1952, p. 27.
884 LP, 29-XI-1953.
885 AMF, sig. 126, Mapa Nacional de Abastecimientos, 1948.
886 AMBG, caja 141, Mapa Nacional de Abastecimientos, 1946 y 1948.
965
Sindical del H ogar terminó la edificación del grupo de 48 viviendas “Presbítero
Rem igio Valls G aliana” en 1942, considerado propagandísticam ente el primero
de la p ro v in cia.887 No conocemos los criterios para acceder a estas viviendas. En
otros lugares se ha podido comprobar que el acceso a estas viviendas protegidas
tenía frecuentem ente un filtro político, al reservarlas para mutilados, excom ba
tientes, excautivos, m ilitantes falangistas, padres de Caídos o de excom batien
te s.888
U na de las escasas iniciativas en la cuestión de la vivienda se llevó a cabo
en A lbaida. El consistorio abrió un expediente por daños de guerra con destino a
la D irección General de Regiones D evastadas y R eparaciones-C om isión de
R econstrucción de Valencia, para subvencionar las reparaciones en domicilios
particulares incautados durante la guerra civil. Las licencias de obras (de nueva
construcción o reform as) presentadas al ayuntam iento de Ontinyent entre 1941-
1949 (v. Cuadro núm. 90) refuerzan la contracción de la inversión privada en la
construcción de viviendas, con una periodización p aralela a la evolución de la
econom ía española.
Cuadro núm. 90
887 La política oficial en materia de vivienda social primaba el “respecte absolut a la iniciativa privada i el
paper subsidiari que pertocava a l'estat en la promoció de 1'habitatge (...)”, con lo que la Obra Sindical del
Hogar apenas había construido 4.800 casas hasta 1954. Tomado de TAFANELL I SAMBOLA.: “La cons-
trucció: una gran indústria i un gran negoci”, en Historia Económica de la Catalunya Contemporánia,
Enciclopedia Catalana, Barcelona, 1989, vol. 6, p. 229.
888 Para un municipio no valenciano v. BAZAN DÍAZ, P. y PAREJO FERNANDEZ, J.A.: “La vida cotidia
na en un pueblo andaluz durante el primer franquismo: Sanlúcar de Barrameda, 1936-1945”, en TVEncuentro
de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 455-459 (p. 458).
966
4.3.3.7. Los “ alcald es m en d ica n te s” . L a p rax is de la su b vención.
967
Francisco el Grande, que presidía el padre Francisco Ferrer, quién a su
vez era el confesor de Francisco Franco, el Caudillo, y en el claustro le
com uniqué al padre Ferrer que iba para nombrarlo Cónsul honorario de
Ontinyent. Aunque se sorprendió, me abrazó y aceptó el nombramiento,
p ara ejercer de representante de O ntinyent en la capital de España. Pero
me puso una condición antes de aceptar, y era que cuando visitara M adrid
le trajera un p a r de kilos, o tres, de “pastissets de M ora ”. E l padre Ferrer
conseguiría p a ra O ntinyent el “racionam iento especial, como pueblo
industrial**, que era el doble de lo norm al.891
A lbaida em pleó prim ero la figura del artista Segrelles, adm irado por el
dictador. En m arzo de 1940, el general A randa, Capitán G eneral de la III Región
M ilitar con sede en Valencia, era invitado personalm ente por Segrelles. Su v isi
ta recogía aspectos puram ente culturales y de apoyo a las actividades de Falange
(acudió a la escuela de dibujo, al Palau del M arqués), fortalecim iento de la p ro
paganda benéfico-asistencial (H ospital de Beneficencia) y económ icos (fábrica
de cera).892 El 18 de octubre de 1942 A lbaida nom braba alcalde honorario a
Rincón de A rellano, al que se le entregó el nom bram iento con un pergam ino pin
tado por Segrelles.893
4.3.4. Rasgos comarcales de la dirección del capital. Otra vertiente del apoyo
empresarial.
891 MOLLA, J.A. y GANDIA, J.: “Luis Mompó. Una página de la historia del siglo XX en Ontinyent, op.
cit., p. 27.
892 ¿F, 10-m-1940.
893 LV, 20-X-1942.
894 SÁNCHEZ RECIO, GL.; MORENO FONSERET, R. y SEVILLANO CALERO, F.: Estudios sobre el
franquismo en la provincia de Alicante. Poder político, actitudes económicas y opinión, Universidad de
Alicante, Alacant, 1995, el capítulo “La formación de capital en Alicante”, pp. 83-87 (p. 83).
895 JIMENÉZ ARAYA, T.: “Formación de capital y fluctuaciones económicas. Materiales para el estudio de
un indicador: creación de Sociedades mercantiles en España entre 1886 y 1970”, Hacienda Pública
Española, 27,1974, pp. 137-185.
968
des lim itadas fueron las más elegidas num éricam ente, aunque por volum en de
capital las sociedades anónimas ocuparon el prim er lugar. La Valí d 'A lb a id a no
fue una excepción. Aun con la irregularidad de las fuentes (1941, 1943-1945 y
1954-1959), encontram os 27 sociedades limitadas inscritas, frente a las seis an ó
nim as, concentradas las prim eras entre 1957-1959.896 Un breve repaso a los o rí
genes de las empresas textiles de la comarca incide en la m ayoritaria presencia
de em presas individuales, fruto de la inversión de artesanos, m edianos pro p ie ta
rios agrícolas, y profesionales liberales que crearon empresas, consecuente con
la m edia valenciana del 56,68 %. En los cincuenta las sociedades com anditarias
“casi desaparecen” y se reducen las colectivas.897 Las sociedades anónimas, con
un capital dividido en acciones transferibles, m uy útiles para increm entar la
inversión porque dan una liquidez a la participación de cada socio y porque las
acciones actúan como garantes para obtener p re stam o s,898 están por debajo, en
1959, y en el textil ontiñentino, de las sociedades limitadas.
Las sociedades anónimas son en buena lógica las que aportan las m ayores
inversiones en térm inos monetarios (v. Cuadro núm. 91). Con una excepción, el
resto sobrepasan con creces el millón de pesetas:
Cuadro núm. 91
M anufacturados Textiles
Textil 4.998.000
Agullent
José M ataix Textil 5.000.000
89^ No hemos tenido en cuenta las sociedades inscritas en el segundo semestre de 1939 y durante 1940. Una
gran parte de las mismas eran sociedades reinscritas en el Registro Mercantil, destruidas durante la guerra.
Por ejemplo, de las cinco sociedades de las que tenemos constancia para 1940, sabemos con certeza que cua
tro de ellas ya se habían fundado en la preguerra.
897 MARTÍNEZ SERRANO, J.A.; REIG MARTÍNEZ, E. y SOLER MARCO, V.: Evolución de la econo
mía valenciana, 1878-1918, Caja de Ahorros de Valencia, Valencia, 1978, p. 131.
898 TORTELLA, G: “El principio de responsabilidad limitada y el desarrollo industrial de España: 1829-
1869”, Moneda y Crédito. Revista de Economía, 104, 1968, pp. 69-85.
969
En la provincia de A lacant los sectores que atrajeron mayores inversiones
durante los cuarenta fueron el textil y el zapatero, los sectores favorecidos por
las condiciones peculiares impuestas por la autarquía. En la comarca, la inver
sión de los cuarenta se concentró en los sectores textiles y vidrieros, siguiendo
con la línea apuntada en Alacant, pero con incrustaciones cereras, m ateriales de
construcción y papel (v. Cuadro núm. 92). En los cincuenta las tendencias v arí
an, m anteniéndose la prim acía textil, desapareciendo la química y el papel, en
consonancia con la decadencia de estas fabricaciones tradicionales, pero em er
giendo el sector agroalim entario y aumentado los materiales de construcción,
sectores que recuperaron su actividad en los cincuenta.
Cuadro núm. 92
SECTOR 1941 1943 1944 1945 1954 1955 1956 1957 1958 1959
Textil 2 3 3 4 2 0 6 3 3 1
Papel 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Vidrio 2 0 0 0 0 1 0 0 1 0
Cera y auxiliares 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0
M ateriales de
0 1 0 0 0 0 2 0 0 0
construcción
Calzado 0 0 0 1 0 0 0 0 0 0
A groalim entarios 0 0 0 0 1 1 1 0 0 0
Transporte 0 0 0 0 0 0 1 1 0 0
970
4.4. L A A U T A R Q U I A . 193 9-195 2.
Cuadro núm. 93
971
C u ad ro núm. 93 (C o n tin u ació n )
El crecim iento vegetativo, aunque escaso, tiene que ver con los elevados
índices de nacim ientos que continuaba presentando el Partido Judicial de
Ontinyent, “un índice m agnífico, de los más elevados de la Provincia” del
19,64%, ocupando el tercer lugar, por detrás de dos partidos judiciales em inente
mente rurales y agrícolas, como R equena y Villar del A rzobispo.900 A lbaida, con
un 16,91% se situaba en el undécim o partido judicial provincial. A esto hay que
sumar unas tasas generales de defunción situadas en una zona intermedia:
Ontinyent, el séptim o partido jud ic ia l, con un 11,37% y A lbaida el octavo, con el
11,4%. Sin embargo, en 1953 se apreciaba que “no ofrece cifras tan halagüeñas”
900 Las cifras del Padrón de Habitantes de 1940 han sido habitualmente cuestionadas, puesto que estaban
sobredimensionadas con los refugiados y evacuados de la guerra o infladas artificialmente por el raciona
miento, v. ADRIÁ MONTOLIO, J. J.: “L’estancament económic a la Llíria de la postguerra (1939-1953)”,
Lauro, 2 ,1986, pp. 167-176 (pp. 168-169). Sin embargo Roque Moreno mantiene su validez, cfr. MORENO
FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., nota Ia de la p. 27.
972
la nupcialidad, con índices m uy por debajo del 0,926 de Requena: A lbaida en el
14a, con 0,718, y O ntinyent en el lugar posterior, con 0,693.901
901 ADPV, E. 19. 6.2., Serie Fomento, vol. 4, Estudio Socio-Económico Geográfico del Distrito de
Onteniente.
902 v. MALEFAKIS, E.: “Análisis de la Reforma Agraria durante la Segunda República”, op. cit., pp. 35-41.
903 Según datos aportados por Carlos Barciela, “de los 6,3 millones de hectáreas que fueron objeto de ocu
pación por la reforma agraria republicana, incluido el período de la guerra civil, legalmente sólo fueron
devueltas por los organismos pertinentes menos de medio millón de hectáreas”. Esta permisividad, junto a
otras actuaciones que casi nunca se persiguieron (apropiación de ganados, maquinaria, otros inputs), los des
ahucios a arrendatarios y colonos, las distintas represiones contra los jornaleros..., hacen que Carlos Barciela
considere que es más apropiado el término contrarrevolución que contrarreforma, definición que comparti
mos, v. BARCIELA, C. “Introducción”, en Historia Agraria de la España Contemporánea. 3. El fin de la
Agricultura Tradicional. 1900-1960, Crítica, Barcelona, 1986, p. 400-401. El entrecomillado en la p. 401.
973
to a la propiedad individual se convirtió, por tanto, en la idea básica de las p ri
m eras m edidas tom adas en m ateria agraria (...) el proceso de devolución de b ien
es agrícolas, incluyendo las fincas, escapó en gran m edida de las m anos de las
autoridades del nuevo régim en, de ahí que debamos hablar de contrarrevolución
agraria, pues tanto en la forma como en el fondo los procedim ientos fueron lega
les” .904
La docum entación ontiñentina es infinitam ente más pobre. Se han conser
vado algunas actas de los bienes procedentes de la Colectividad de Cam pesinos,
fechadas el 10 de noviem bre de 1939: 1.453,3 kg. de abonos y plaguicidas ven
didos a precios de tasa, cuatro caballerías del Ejército Republicano que el
Servicio Provincial ordenó ceder a tres propietarios y 14.001 di. de vino rep arti
dos entre 17 propietarios que reclam aban su parte de la cosecha de 1938. De lo
restante, nada más sabem os. En los 17 im presos reclam atorios del vino, los p ro
pietarios anotaban como inform antes al Jefe local de Falange, al alcalde y a los
propios caseros o vecinos colindantes, en una clara sintonía con el caso de
Orihuela. Solam ente en dos casos se reseña a un concejal en lugar del alcalde y
en otro más no se reseña al Jefe falangista (en este caso, el propietario era al
m ism o tiem po Jefe lo cal).905
Una segunda fase de la contrarrevolución agraria del franquism o triu n fan
te, de com plicado estudio sin el recurso de los archivos judiciales, viene dada por
la expulsión de los arrendatarios, m edida a m edio camino entre el castigo por su
participación en las incautaciones y colectivizaciones y la finalidad de explotar
directam ente la tierra, form a más rápida de acceder a los m ecanism os del m erca
do negro o, en casos particulares, para asegurar la subsistencia fam iliar. En cual
quier caso, la legislación franquista favorecía claram ente el desahucio de los
arrendatarios. En el Fons Judicial de O ntinyent se ha guardado una pequeña
m uestra (17 sum arios del Juzgado de Instrucción de A lbaida) de estos com porta
m ientos, que significaron una profunda revisión de las formas tradicionales de
explotación de la tierra y, muy particularm ente, de la ruptura de los m ecanism os
históricos de patronazgo que se habían construido a lo largo de décadas. En este
sentido, la contrarrevolución va m ás allá de la represión político-social, o del
desam paro del arrendatario, privado de sus m edios de vida, ya que se sitúa en la
destrucción franquista de las relaciones sociales refrendadas por la tradición.
En los casos estudiados, el dem andante se acoge a la falta del pago total o
parcial de los cánones de arrendam iento durante los años bélicos. Son casi siem
pre pequeñas parcelas de regadío con deudas m enores.906 La ju sticia civil fran
quista no soslayó la división de la sociedad española. En uno de los sum arios de
desahucio, el arrendatario justificó su incom parecencia al juicio por su trasladó
a Castelló de la Plana para recoger el cadáver de un fam iliar ‘‘Caído por D ios y
por España” . El Juzgado de Instrucción de A lbaida aceptó la ju stificació n sin
reparos y designó un nuevo día para la vista.
904 MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952% op. cit, el entrecomillado en las pp.
62-64. La actuación del SRA en Orihuela en las pp. 54-64.
905 AMO, legajo Comisión Depositaría de Bienes Agrícolas. 1939.
906 AMO, FJ, caja 26, Juzgado de Instrucción y Primera Instancia de Albaida, Civil 1939-1945.
974
La venganza por hechos acaecidos en la guerra civil se encuentra en el
sum ario instruido en el mes de febrero de 1940 por C., un gran propietario del
térm ino de A lbaida. Al arrendatario, fundador de la A grupación socialista y vocal
del prim er com ité (datos oficiales), se le calificaba como “el más envenenado de
los dirigentes ro jo s” , quizá porque dirigió la incautación de las propiedades de C.
El arrendatario había sido condenado a m uerte y la sentencia, ejecutada en
Paterna. Las seis hanegadas de huerta que todavía explotaba su viuda, una m ujer
analfabeta, le fueron arrancadas en virtud de la dem ora en el pago, aunque la
viuda reiteró en el ju icio que había acudido a la casa de C. a pagarle y éste se
había negado en redondo a aceptar el dinero. La m orosidad, provocada por el
mism o propietario, no constituía la pieza clave del requerim iento de desahucio.
C. se acogió al A rtículo 2o y 9o de la Ley de A rrendam ientos (5-6-1939) por la
que un arrendatario no podía proseguir la explotación de la parcela si anterior
m ente había ocupado cargos directivos en una colectividad. La legislación fran
quista, pues, legitim aba y daba cuerpo legal a una m era revancha.907
Solam ente en un caso, el arrendatario no se resigna a su suerte y contrata
a un abogado en su defensa. Una gran propietaria de A lbaida había seguido un
camino sim ilar a C. para desahuciar a uno de sus arrendatarios: negarse a acep
tar el canon. Pero, en este caso, no podía acogerse al A rtículo 2o. El juicio term i
nó favorablem ente para el arrendatario. El único caso de 1942, los seis de 1943
y los tres de 1944 se acogieron a la nueva L ey'de A rrendam ientos (23-7-1942),
que contem plaba el desahucio del arrendatario al finalizar el plazo o la prorroga
del arrendam iento, siem pre y cuando el propietario se propusiera cultivar direc
ta y personalm ente la tierra. La nueva ley daba pie a revanchas políticas y viejas
inquinas entre propietario y cultivador, pero se utilizó, como vem os en la serie
cronológica, para beneficiarse del m ercado negro gracias al acceso al cultivo
directo, beneficio m ayor aún por los bajos salarios de la posguerra.908 En 1940
se efectuaron en O ntinyent, según datos sindicales, 25 desahucios de parcelas y
fincas rústicas, verdadero indicador de este sistem a de represión, utilizado por
los propietarios agrícolas para retom ar la explotación directa.909
907 Ibídem.
908Ibídem . N A R E D O , J.A .: La evolución de la agricultura en España. Desarrollo y crisis de las formas de
producción tradicionales, Ed. Estela, Barcelona, 1971, p. 30.
909 AMO, FJ, caja 26, Juzgado de Instrucción y Primera Instancia de Albaida, Civil 1939-1945.
975
cosas y actores, es nuestra partida, no sólo para la agricultura, sino para todos los
ram os de la econom ía” .910
M oral integrista y tradición, en el sentido de explotación y control social,
sin duda no faltaron por aquellos años. Los estóm agos vacíos no pudieron ser
suplidos por una supuesta lírica, que no dejaba de ser pretenciosa y estéticam en
te ridicula. Si por adm inistración y econom ía entendem os el intervencionism o
estatal, fue un estrepitoso fracaso, que favoreció evidentem ente a una m inoría y
paralizó por unos años la im pronta exportadora de la agricultura valenciana. La
técnica se tradujo en el retorno a los abonos orgánicos.
Los especialistas en h istoria agraria han señalado la política intervencio
nista como la gran culpable del desastre agrícola de la posguerra.911 El sector
agrícola valenciano tuvo que adecuarse a la política autárquica, paralizar su
m odernización, iniciada en los últim os años del siglo XIX, y su dedicación hacia
la exportación para perm anecer aletargada hasta la m itad de los cincuenta. A
pesar del discurso agrarista del régim en en los años del prim er franquism o (pre
dom inante hasta 1945), heredero de visiones anteriores y del falangism o, pero
tam bién im agen calculada para devolver los favores prestados a la causa fran
quista por la gran propiedad y la m asa de pequeños propietarios de C astilla y
N avarra, la dictadura im pulsó la industrialización del país.912
El ágrarism o, que im pregnaba buena parte de las declaraciones oficiales,
se contradice con el papel que la autarquía reservó a la agricultura. A lgunos p ro
ductos agrícolas, para Valencia el m ejor ejem plo viene de la naranja, se u tiliza
ron para conseguir divisas en la exportación, que hicieron posible adquirir
m aquinaria y m aterias prim as para la recuperación de sectores industriales.913
A dem ás, el descenso salarial en el campo (abundante mano de obra sin capacidad
de protección sindical) y las carencias de inputs consiguieron, a través de la
exportación, crear una gran acum ulación de capitales trasvasados a otros secto
res económ icos.
910 Conferencias del Cursillo de Perfeccionamiento para Jefes Locales y Alcaldes. Ed. Jefatura Provincial
de F.E.T. y de las JONS, Valencia, enero de 1945, S/p.
911 LEAL, J.L.; LEGUINA, J.; NAREDO, J.M. y TARRAFETA, L.: La agricultura en el desarrollo capita
lista español (1939-1970), S. XXI, Madrid, 1975. Síntesis en BARCIELA LÓPEZ, C.; LÓPEZ ORTIZ, Ma.
I. y MELGAREJO MORENO, J.: “La intervención del Estado en la agricultura durante el siglo XX”, Ayer,
21, 1996, pp. 51-96 (pp. 75-88) y BARCIELA LÓPEZ, C.: “Introducción: Los costes del franquismo en el
sector agrario: la ruptura del proceso de transformaciones”, en GARRABOU, R.; BARCIELA, C. y
JIMÉNEZ BLANCO, J. I. (eds.).: Historia agraria de la España contemporánea. 3.El fin de la agricultura
tradicional (1900-1960), op. cit, pp. 383-455. SEVILLA GUZMÁN, E. y GONZÁLEZ DE MOLINA, M.:
“Política social agraria del primera franquismo”, en GARCÍA DELGADO, J.L.: El primer franquismo.
España durante la Segunda Guerra Mundial, Ed. S. XXI, Madrid, 1989, pp. 135-189.
912 v. VELASCO MURVIEDRO, C.: “El pensamiento agrario y la apuesta industrializadora en la España de
los cuarenta”, Agricultura y Sociedad, 23, 1982, pp. 233-273 y SEVILLA GUZMÁN, E.: La evolución del
campesinado en España. Elementos para una sociología política del campesinado, Península, Barcelona,
1979.
913 Las vicisitudes citrícolas en ABAD, V.: “Naranjas y autarquía”, en Historia de la Naranja, Ed. Prensa
Valenciana/Levante-El Mercantil Valenciano, Valéncia, 1991, pp. 181-221.
976
La historiografía ha desm ontado sistem áticam ente las fabulaciones de los
hagiógrafos y de la propaganda oficial franquista sobre la influencia de las des
trucciones de la guerra civil prim ero914 y de la coyuntura de guerra m undial y
p o sterio r bloqueo internacional después, sobre el desastre agrícola de la España
de la posguerra, traducido en una insuficiente productividad y, por tanto, el des
abastecim iento a la población y a la industria. La “pertinaz sequía” fue otro de
los m itos franquistas que ha pervivido popularm ente hasta nuestros días pero
que, al igual que los daños sobre la superficie cultivada, no se sostiene tras los
m inuciosos estudios publicados, aunque es cierto que las puntuales sequías,
como había sucedido secularm ente, estén detrás de algunas m alas cosechas. Pero
la sequía, el pedrisco o los tem porales de frío son factores de riesgo históricos
para la agricultura. El receso en la producción agrícola se explica por otras cau
sas, como la nefasta p olítica autárquica.
José Sorní ha definido la política agraria franquista sobre la base del estí
m ulo a la producción, una alternativa técnica a la reform a agraria republicana. El
increm ento productivo era fundam ental para conseguir el autoabastecim iento ali
m entario a través del cultivo extensivo dirigido m ediante una grandiosa e in efi
caz m aquinaria burocrática. Para conseguir estos fines, el Estado intervino direc
tam ente sobre la agricultura, con el resultado de un fracaso sin paliativos: no
hubo increm ento productivo sino más bien al contrario, no se consiguió el auto-
abastecim iento.
Al margen de las nefastas consecuencias de la política agraria sobre los
niveles de vida de la población, que analizarem os posteriorm ente, la intervención
provocó grandes distorsiones sobre la agricultura com ercial valenciana, ya que se
consiguió un ligero crecim iento de las superficies dedicadas a cereales y arroz
(alim entos de prim era necesidad), incluso de legum inosas, en detrim ento de los
cultivos tradicionales de exportación (viña, naranjo). Además, los años cuarenta
y una buena parte de los cincuenta significaron una paralización del proceso de
m odernización de la agricultura española (m aquinaria, nuevas variedades, ferti
lizantes...), debido a que sim plem ente el propio déficit productivo era m ás renta
ble que el aumento de la producción. Este retroceso no está en contradicción con
la acum ulación de capitales que produjo la agricultura. En m edio de la carestía,
los beneficios de los m edianos y grandes propietarios fueron considerables, gra
cias a un mercado interior exclusivo, al m ercado negro y a la am plia disponibili
dad de mano de obra barata y am ordazada en sus reivindicaciones laborales con
la elim inación física, legal y social de los sindicatos de izquierda.915
914 Sin acciones bélicas sobre la comarca, ni una cabaña apreciable, los únicos cambios de la agricultura
comarcal durante la guerra fueron más bien benéficos, al arrancar el campesinado, que había accedido a la
tierra durante la guerra, el viñedo filoxerado. El caso alicantino, con sus diferencias, es un buen ejemplo de
esta ausencia de destrucciones. MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit,
pp. 48-50.
915 MARTÍNEZ SERRANO, J.A.; REIG MARTÍNEZ, E.; SOLER MARCO, V.: Evolución de la economía
valenciana, 1878-1978, op. cit., el capítulo “Líneas generales del desarrollo de la agricultura desde la pos
guerra”, pp. 139-153.
977
El ansiado y anhelado autoabastecim iento alimenticio, consecuente al
increm ento productivo, chocó frontalm ente con la escasez de im portaciones de
in p u ts agrícolas como abonos, fertilizantes y plaguicidas, debido al marco autár-
quico (v. Cuadro núm. 94). Sin divisas para adquirirlos en el exterior, los fertili
zantes entraron a formar parte de las m aterias que el Estado repartía según el sis
tem a de cupos, con lo que rápidam ente se sumergieron en los m ecanism os del
m ercado negro. La hiperinflación en los precios resultante condujo a su uso res
tringido. El pequeño cam pesinado comarcal fue el más perjudicado. Su secular
descapitalización, derivada de problem as crediticios, le había supuesto h istórica
mente grandes dificultades para adquirir los abonos nitrogenados. En estos años
de posguerra, la dificultad se trocó en imposibilidad. La productividad agrícola
se redujo espectacularm ente. El retroceso en el empleo de abonos o insecticidas
fue brutal. H asta 1952 no se recuperaron los niveles de preguerra en el consumo
de nitrógeno, potasio y fósfo ro .916
Cuadro núm. 94
FUENTE: MARTÍNEZ SERRANO, J.A.; REIG MARTINEZ, E.; SOLER MARCO, V.:
Evolución de la econom ía valenciana, 1878-1978, op. cit., p. 144.
916 SIMPSON, J.: La agricultura española (1765-1965): La larga siesta, Ed. Alianza Universidad, Madrid,
1997, p. 324.
9 1 1 LP, 21-IX-1940.
978
an sum inistrado abonos m inerales para el térm ino bocairentino, por lo que se
resintiero n las cosechas olivarera, cerealística y legum inosa.918 La Cám ara
O ficial de Com ercio de Valencia subrayaba que la helada de 1945 había destro
zado “un arbolado débil por la escasez de abonos” .919
No era m ejor la situación en el térm ino agrícola de O ntinyent. En un inform e
com plem entario del M apa N acional de A bastecim iento de 1945 se reflejaba la
hecatom be cerealística, y, en general, de todo el sector agrícola:
cultivo que en época norm al ha dudo muy buen rendim iento, en la actualidad
y p o r la fa lta de abonos, lo dá muy escaso y ha de m antenerse a base del
aprovecham iento de cultivos de otras especies en las que p recisa un m ayor
número de abonos orgánicos, pero que ni aun asi produce todo el rendim ien
to que es de desear, teniendo necesidad de imponer a estas tierras una rota
ción de cultivos (...), es mucha la diferencia entre lo necesario y lo concedí
do que, naturalm ente influye en gran manera en el escaso rendim iento de las
cosechas.920
918 AMB, C 412, Correspondencia, informe del 17-111-1944 con destino al Jefe Provincial del Servicio
Nacional del Trigo.
919 COCINV.: Memoria Comercial, op. cit., 1946, p. 194.
929 AMO, Estadísticas 1942-1947, informe del 13-Ü-1945.
921 AMPD, Archivadores Documentación. Época de Falange, Memoria Mensual.
922 AMB, C. 412, Correspondencia 1944, 17-IÜ-1944.
923 Archivos Municipales.
979
ban que “el viñedo y árboles por falta de abonos no rinden ni la m itad (,..)” .924
Y Benigánim anotaba que la “escasez de fertilizantes unido a las sequias sufridas
en estos últim os tiem pos, tendrem os un claro exponente de lo deficiente de las
cosechas obtenidas ”. La M em oria de la Pobla del Duc correspondiente al mes de
m arzo de 1948 (casi repetido letra por letra en abril):
H oy p o r hoy, el problem a capital que interesa resolver en esta localidad
es el de los abonos p a ra la tierra. La Sindical se mueve en el vacío,no
obstante su buena voluntad no puede lograr, desde hace mucho tiempo,
los anhelados fertiliza n tes. Como aquí no se puede cultivar a barbecho,
hay que sem brar siem pre en los mismo campos o parcelas; y la tierra se
agota y se esteriliza, y esa es la causa de que los trigos se presenten este
año en muy malas condiciones, anunciándose una pésim a cosecha de
cereales, p u es los trigos están en medio término municipal, afectados de
la enferm edad llam ada “la ro c h a ” (...) Tampoco podem os adquirirlos de
contrabando p u es al precio de más de m il pesetas los cien kilos, no hay
aquí quien pueda adquirirlos (...). 925
Para diciem bre el viñedo necesitaba “sulfato de cobre en abundancia; y el
que sirven los O rganism os oficiales es exiguo; y casi todos los años, llega tarde” .
M ientras que para mayo de 1949 se consideraba uno de los principales problem as
de la agricultura local “El de los abonos fertilizantes. Por no tenerlos las tierras
producen mucho m enos de lo que debieran producir” . En este bienio de 1948-49,
España fue el país europeo donde más descendió el consumo de nitrógeno y ácido
fosfórico.926
Las carencias de plaguicidas erosionaron los rendim ientos de la vid y el
olivo, dos de los pilares de la agricultura com arcal, y aum entaron los efectos de
la ausencia de fertilizantes. La vid estaba som etida a ataques endém icos de m il-
diu, im posible de com batir sin el im prescindible y muy escaso sulfato de cobre.
El olivar, que padecía desde los treinta el acoso de la “negrilla”, redujo aún más
sus cosechas a lo largo de los años cuarenta. En 1945, la falta de agua y de p la
guicidas llevó a que los escarabajos devorasen los brotes tiernos de los alm en
dros. En Palom ar no se habían cosechado en 1947 ni algarrobas ni aceite; desde
M ontaverner (1948) se decía que desde “hace tres años no se cosecha nada” y en
Q uatretonda (1950) el “O livar deficiente desde hace unos años por enferm edad” .
El desabastecim iento de estos inputs se trataba de rem ediar acudiendo a un hipe-
rinflacionario m ercado negro, como subrayaban las M emorias de la prim avera de
1948 en la Pobla del Duc.
Con estos condicionantes, la agricultura empleó sustitutivos o, al m enos,
paliativos de la historia agraria anterior a los abonos inorgánicos. A sí, la m en
guada cabaña de la Valí suplió en la m edida de lo posible el déficit de fertilizan
tes: “El abono es orgánico por escasez del m ineral y tan sólo de orgánico se
980
puede adquirir ni una tercera parte de las necesidades” (C astelló de Rugat); “En
otros térm inos m unicipales puede suplirse la falta de abonos con estiércol y p re
paración de las tierras pero aquí no puede ser por la escasa calidad del terreno”
(B ocairent). Igual sucedía en Fontanars.
El padre franciscano A lcina en sus crónicas agrícolas publicadas en
Levante explicaba algunos de los trabajos sustitutivos: plantar legum inosas en
los m aizales, para que, después de la recolección, entre el verano y noviem bre:
“las legum inosas sem bradas en septiem bre se desarrollan y son enterradas en
verde a últim os de febrero o principios de m arzo. D espués de este enterram iento
se prepara el suelo y se plantan patatas. Esta práctica agrícola, antiquísim a en el
valle, se generalizó, se intensificó de un modo extraordinario después de nuestra
Cruzada, a causa de la escasez de abonos nitrogenados” .927 En 1944, en el epí
grafe dedicado a “Tubérculos, raíces y bulbos”, los 34.000 kg. de amoníaco con
cedidos a los productores de patatas del térm ino agrícola de O ntinyent no habían
cubierto las necesidades “supliéndose la falta de estos abonos con el orgánico
que se obtiene de cuadras y caballerías” .928 A unque esta salida tam bién tenía sus
problem as. En 1946 la cabaña valenciana había dism inuido después de un mal
año agrícola, que redujo la producción de piensos.929
Los problem as m etereológicos, otra de las excusas más queridas por la
propaganda franquista para explicar el desastre hum ano de la posguerra, siguie
ron dentro de sus coordenadas cíclicas. La cosecha cerealística de 1939 se cali
ficó como suficiente, aunque no copiosa; para 1941 se hablaba de una buena
cosecha de cereales favorecida por los tem porales de agua y nieve del m es de
enero; las cosechas de 1940 y 1941 en los alrededores de Castelló de Rugat se
estim aban como norm ales, gracias a la pluviom etría, a pesar de no disponer de
abono y de la persistencia del tizón, debido a no contar con suficientes plaguici
das. Y así seguiríam os para el resto de la década. Las fuentes consultadas (pren
sa de la época, inform es m unicipales, publicaciones locales) indican la aparición
de la sequía entre 1945-1948, con particular incidencia en 1945.
Los efectos perversos del intervencionism o y del m ercado negro consi
guieron que la agricultura com arcal abandonara las reglas clásicas del m ercado
para introducir otras nuevas: había que cultivar aquellos productos que tenían
una rápida salida en el m ercado ilícito (caso de los cereales o del arroz) o que
pudiesen asegurar una m ínim a subsistencia que engañase al estóm ago (boniatos,
cacahuete) o alim entase a unos necesarios anim ales de labor (algarrobas, cereal
forrajero).
Desde el prim er tercio del siglo XX, los cultivos com erciales (olivo, viñe
do, alm endro), m ás apropiados para las tierras calizas que los cereales, habían
iniciado un descenso de la superficie cultivada en las tierras del secano. En el
marco autárquico, los cereales (principalm ente el trigo) conocieron una percep
tible revitalización, a pesar de su bajo rendim iento. Hay que buscar las causas en
981
una confluencia de factores: los cupos obligatorios, la rentabilidad en el m erca
do negro, y su cultivo por parte de los m uy pequeños propietarios para com ple
m entar su dieta.
Los cupos im puestos por el Sindicato Nacional del Trigo (SNT) forzaron
al cultivo cerealístico, pese a sus bajos rendim ientos, dando lugar a un intenso
m alestar entre el cam pesinado. Desde Castelló de Rugat se consideraba en 1948
que el cultivo del trigo era “ruinoso (...) pero lo hacen porque están obligados
(...)” . En noviem bre de 1944 la Com isión G estora de A lbaida estim aba que el
cupo de 3.900 hanegadas de trigo en su térm ino m unicipal era “m aterialm ente
im posible e inútil perseguir por que de hacerlo seria en tierras de ínfim a calidad
totalm ente inadaptable al cultivo del trigo (...) extremos todos que quedaron ya
suficientem ente dem ostrados ante el Servicio Agronóm ico por esta Junta en pasa
do año al tratar este m ism o problem a” . La Junta apuntaba, además, que ni siquie
ra estas hanegadas podían llegar a cubrir los gastos del cultivo.930 En la Pobla del
Duc, se alegaba para 1945 que:
Tres años después, la Jefatura falangista de la Pobla del Duc alegaba que
la falta de abonos había mermado hasta tal punto la cosecha de trigo que no se
podría cum plir con el cupo exigido:
Y será muy triste y muy desastroso y de pésim o efecto, que después se nos
exija un cupo elevado y tengam os que luchar para convencer al Servicio
N acional del Trigo y a la Sección Agronóm ica de lo que a todos luces es
evidente y que no se nos haga caso o que si se nos atiende sea de modo
insuficiente.932
Y en 1952 los red acto res del E studio Económ ico del D istrito de
O nteniente, después de utilizar estadísticas de los años 1945-1952, señalaban
respecto a la extensión ocupada por los cereales que “En los prim eros años de
esta exposición, para su siem bra no se consideraba el fin económ ico, sino que
únicam ente la exigente necesidad N acional para el abastecim iento de la pobla
ción” .933
930 AMA, Correspondencia 1943 y 1944-1945, Acta de la Junta Local Agraria, acta de 16-X-1943 y 9-XI-
1944.
93 * AMPD, Carpeta Mapas Nacionales de Abastecimientos, Contestación de reparos del Delegado Local de
Abastos de la Pobla del Duc al Mapa Nacional de Abastecimientos, 12-VI-1946.
93 2 AMPD, Archivadores Documentación. Época de Falange, Memoria Mensual, marzo 1948.
933 ADPV, E. 19.6.2., Serie Fomento, vol 4, Estudio Socio-Económico Geográfico del Distrito de
Onteniente.
982
En las continuas quejas de ayuntam ientos y H erm andades sobre unos
cupos excesivos no dejaba de existir una cierta hipocresía. Siem pre se exponía
certeram ente el carácter tangencial del cereal y, por tanto, su ínfim a productivi
dad, pero siem pre relacionando este aspecto con unos cupos que se observan
dem asiado elevados, puesto que hurtaban la cosecha de los m ecanism os del m er
cado negro. Con todo, estos cupos sin duda subvirtieron mas aún la estructura
productiva de la comarca.
D isponer de m ayores cosechas cerealísticas com portaba una m ayor dispo
nibilidad cuantitativa para introducirse en las provechosas redes del estraperlo.
A unque los costos de producción por hectárea eran elevados, como se apuntaba
en los M apas de A bastecim ientos, estos se com pensaban por el descenso salarial
de la mano de obra. Cualquier lugar era bueno para plantar cereales, sim ultane
ándolo con el arbolado de todo tipo o con el viñedo, aunque no reuniera las con
diciones idóneas. El corresponsal para Castelló de Rugat explica perfectam ente
la pequeña historia del cereal com arcal y de su problem ática en la posguerra.
983
El crecim iento de la superficie cerealística es muy difícil de cuantificar. A
m odo de ejem plo, las autoridades de Benigánim estim aban que en 1940 se habí
an sem brado 4.000 hanegadas de trigo, cuando en los años prebélicos no se habí
an superado las 3.200. El resto de cereales presentaba sim ilar increm ento, de las
2.750 hn. hasta las 4.650 hn. Esta claro que su superficie aum entó, aunque este
increm ento se basaba en una escasa rentabilidad y un aumento de los costes de
pro d u cció n .937 El ayuntam iento de O ntinyent reconocía en un Cuestionario de la
D irección General de E stadística del M inisterio de Trabajo “una pequeña alza del
2 al 5 p or 100” en el cultivo de cereales (trigo, cebada, centeno), vino y aceite.938
M ayores cosechas, con costos más reducidos, consiguieron atraer hacia las zonas
de regadío los esfuerzos de m uchos pequeños propietarios y arrendatarios, que
adem ás contaban con una segunda cosecha de m aíz posterior a la recolección
cerealística. Teniendo en cuenta el m inifundism o de la propiedad y explotación
de la huerta, se deduce que los agricultores intensificaron los cultivos de regadío
para autoabastecim iento o intercam bio. Esta dinám ica aparece muy clara en
O ntinyent, “en el terreno de regadío en el cual se vá intensificando el cultivo de
este cereal, como puede verse en la cantidad de terreno dedicado a la producción
de trigo en la huerta” .939
C ultivos abandonados desde décadas atrás hicieron su aparición. El arroz
se convirtió durante los peores años de la autarquía en un bien preciado, sim ilar
al trigo, considerado por las autoridades como “absolutam ente indispensable
como artículo de prim era necesidad para el consumo nacional” . En este marco
intervencionista, y a pesar de la im portancia del arroz, la Federación Sindical de
A gricultores A rroceros, dom inada por los grandes propietarios, consiguió en
1940 su antigua dem anda: p ro h ib ir su cultivo en nuevas parcelas para im pedir la
sobreproducción. A pesar de la prohibición, el arroz era un producto de gran
valor en el m ercado negro, adem ás de ser casi im prescindible en la dieta dia
ria .940 A sí, se recuperó su cultivo en algunas zonas que ya tenían una tradición
anterior. En el caso de la Valí d 'A lbaida, en los márgenes de los ríos a su paso
por M ontaverner y B ellús, o las superficies irrigadas de A gullent y O ntinyent.
“P arecía la R ibera del Júcar” se jactab a un corresponsal del Levante en 1953
cuando rem em oraba el “ingenio” de la década anterior en la búsqueda de alim en
to .94!
En M ontaverner fue la respuesta, m era supervivencia, de muy pequeños
p ro p ie ta rio s y jo rn a le ro s, h asta que en ju n io de 1950 la C onfederación
H idrográfica del Júcar ordenó la destrucción de estas plantaciones. En septiem
bre de 1947 se reseñaba que los agricultores de esta población “trabajan con
entusiasm o sus cam pos, llevando su azada hasta los rincones m ás inverosím iles,
937 AMBG, caja 16, Correspondencia 1940, Parte Resumen sin fecha.
938 AMO, Correspondencia 1942, 8-X-1942.
939 AMO, Estadística 1942-1947, Informe del Delegado Local de Abastecimiento para la confección del
Mapa Nacional de Abastecimiento, 13-11-1945.
940 El arroz durante la autarquía en la zona productora de la Ribera Baixa en CALZADO ALDARIA, A. y
TORRES FABRA, R.C.: Un silenci extern. El franquisme a la Ribera Baixa (1939-1962), op. cit., pp. 97-
140.
941 LV, 6-XH-1953.
984
y así vem os surgir de las orillas de sus ríos un inm enso arrozal, obra de unos
hom bres am antes del trabajo y del sentido p atriótico” .942
Cuando la edafología y los m icroclim as lo perm itían, las legum inosas eran
cu ltiv ad a s asiduam ente. En la P obla del D uc, el D elegado L ocal de
A bastecim ientos constataba en 1946 que “ En este term ino no renta el garbanzo,
y si se cultiva es por pura necesidad, coséchese poco o mucho (,..)” .943 El olivar
com arcal, a pesar de sufrir m erm as productivas, fue un rentable cultivo, ya que
aseguraba a sus productores la obtención de aceite y con él la posibilidad de
intercam biarlo por otros alim entos de los que carecía de la com arca. Los cultivos
de huerta (judías, garbanzos, calabazas, tom ates...) engrosaban el autoconsum o y
el pequeño estraperlo. En definitiva, que los únicos cultivos que no sufrieron
grandes mermas en su extensión son los que se alejaban de la intervención y, por
tanto, fueron muy rentables por los altos precios que alcanzaron (por ejem plo, el
m elón). En cam bio, los típicos productos de exportación, como la naranja y el
arroz, sufrieron la política estatal de exportación y el acoso de cultivos más inte
resantes para la subsistencia hum ana (en el caso de la naranja).944 Un exalcalde
franquista de Benigánim nos com entó la razón de este cam bio de orientación pro
ductiva: “ Se plantó m aíz y patatas en lugar de viña. El raím no ompli l ’estó-
m ac” .945
Para la producción vinícola, una m onoproducción en buena parte de la
com arca, fueron unos años dorados, a pesar del em puje ceralístico y de las epi
dem ias de m ildiu, agravadas por el desabastecim iento de sulfato de cobre.
D urante la guerra se habían arrancado buena parte de los últim os viñedos filoxe-
rados, con lo que se elim inaron los problem as de sobreproducción de la pregue
rra. Adem ás, em pleaban un abonado orgánico y, por tanto, sufrieron en m enor
m edida el desabastecim iento del abono m ineral.946 Esta era pues prácticam ente
la única cosecha que los pequeños propietarios destinaban al m ercado lícito, y,
por tanto, junto a los jornales, les aportaba las fuentes prim ordiales para obtener
las rentas que ayudasen a continuar con sus explotaciones y a la com plicada sub
sistencia diaria.
Esta evolución expuesta no es una particularidad de la Valí d'A lbaida. La
tendencia de la agricultura valenciana se dirigió a un aumento de la superficie del
regadío y, en especial, del trig o .947 Joan-Josep A driá ha constatado sim ilar pro
985
ceso en la huerta de L líria, donde las 58 hectáreas de 1940 se increm entaron
hasta las 177 de 1945.948 Siguiendo estos casos particulares, la tónica general de
la provincia pasó de las 235.772 Qm. de 1940 a las 379.807 de 1945.949 En
V ilam arxant se ha constatado el aum ento de la superficie dedicada a cultivos de
prim era necesidad alim enticia (arroz, cereales, patatas, boniatos) y, por tanto, la
prim acía de una agricultura encam inada a la subsistencia.950 Parece que fue una
dinám ica general para todo el Estado.951 El caso de M urcia es parejo. En esta
región, cultivos en regresión, ya en la década de los treinta, como el olivar, los
cereales y las legum inosas, se m antuvieron hasta los años sesenta.952
En el A nteproyecto de 1946 la p o lítica ganadera se consideraba “ de gran
interés” para la alim entación hum ana, pero principalm ente por “los abonos orgá
nicos, que presta a la agricultura”.953 Adem ás, la cabaña ovina era objeto de
invocaciones periodísticas, por su aporte a la industria textil lanera y las posibi
lidades de desarrollar una quesería industrial. Todavía en junio de 1952 se reto
m aba la insistencia en aum entar la producción ovina de la com arca por sus m úl
tiples aplicaciones y en pedir que los labradores com pleten sus explotaciones
agrícolas con la posesión de ovejas: abono orgánico, lana para el textil, y trans
form aciones agroalim entarias (principalm ente quesos).954 H acia el final de la
década, el Partido Judicial de O ntinyent contem plaba una concentración ganade
ra de 12 cabezas por km ^, sim ilar a la m edia provincial de trece cabezas.955
En el reino de C arpanta se invocaba a relanzar la cría dom éstica de aves y
conejos, para aum entar el consumo de proteínas y por su capacidad para alcanzar
rentas alternativas con su venta. A gullent es la única población con una seriación
com pleta de su ganadería. En este pueblo, durante los cuarenta, la cabaña mular,
asnal y caprina descendió, m ientras que la ovina crecía, concentrándose en cuan
to al núm ero de ganaderos, al igual que la bovina, productora del bien preciado
y escaso de la leche. La avicultura (gallinas y palom as) tam bién gozó de un cier
to desarrollo, gracias al valor de la gallinaza como abono sustitutivo del m ineral,
y de su carne.956
948 ADRIÁI MONTOLIO, J. J.: “L'estancament económic a la Llíria de la postguerra (1939-1953)”, op.
cit., pp. 170-172.
949 JUNTA PROVINCIAL DE ORDENACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL.: Ante-Proyecto de Plan
Económico, 7947-1951, op. cit., p. 85.
950 ESTEVEIDOMÉNECH, V.: “L'agricultura a Vilamarxant sota el fianquisme (1939-1977)”, Actes del I
Congrés d'Estudis Comarcáis del Camp del Túria, Ed. Institut d'Estudis Comarcáis del Camp del
Túria/Tandem Ed., Benaguasil, 1991, pp. 205-222 (pp. 210-211).
951 Un ejemplo catalán en DUCH PLANES, M.: Reus sota elfranquisme (1939-1951), Associació d'Estudis
Reusencs, Reus, 1996. El desabarajuste y casi surrealismo de la política oficial triguera en BARCIELA, C.
y GARCÍA, A.: “Un análisis crítico de las series estadísticas de los precios del trigo entre 1937 y 1980”,
Agricultura y Sociedad, 29, 1983, pp. 69-153.
952 LÓPEZ ORTIZ, M*. I.: “Los efectos de la autarquía en la agricultura murciana”, Revista de Historia
Económica, 3, 1996, pp. 591-618 (p. 602).
953 JUNTA PROVINCIAL DE ORDENACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL.: Ante-Proyecto de Plan
Económico, 1947-1951, op. cit., pp. 508-509.
954 L V , 11-VI-1952.
955 FONTAVELLA GONZÁLEZ, V.: “La transhumancia y la evolución ganadero-lanar en la provincia de
Valencia”, op. cit., p. 790.
956 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 95.
986
La posguerra fue una etapa de esplendor para la apicultura, ante la caren
cia de azúcar. Para 1944 se decía que en O ntinyent, “Las circunstancias actuales
han fomentado m ucho la afición a esta especie, siendo cada vez m ayor el núm e
ro de colm enas que se crean, habiendo existido en el pasado año 4.200” .957 Un
m uy elevado núm ero fruto del mom ento. Quince años después había dism inuido
hasta las 1.205 colm enas. La razón del increíble aum ento que había experim en
tado en la década de los cuarenta se debe al desorbitado increm ento de su cotiza
ción. Según un redactor del diario Las Provincias el kilo de m iel no bajaba de las
20-25 ptas. en 1942, cuando con anterioridad a la guerra había oscilado entre las
0,5-1 ptas. El alza de los precios conllevaba que cada colm ena situada en terre
nos m elíferos de calidad podía dar como rendim iento unas 500 ptas., dada la
absorbente dem anda. Concluía el periodista señalando la causa últim a de la
inversión colm enera: “Así se explica la intensificación de esta industria, que
viene a suplir en parte la escasez de azúcar” .958
Sin incentivos para aum entar la producción y con una mano de obra abun
dante y barata, el desarrollo tecnológico se paralizó casi por com pleto, con el
añadido de las dificultades para acceder a la m aquinaria adecuada. En 1946 tan
sólo algunas de las grandes fincas de propietarios ontiñentinos contaban con un
tractor, como la Finca Corazón de Jesús (M anuel M ompó Reig); Finca Sandón
(V icente M ontes M orales); Finca La Pedregosa (Vicente Soria C arbonell); Fincas
de San V icente y San Pedro (Luis N ieulant Fernández de la R eguera), Fincas
Casa Don Tomás y Caseta G andía (Ma Ignacia V allterra C orbí).959 Tam bién en
este capítulo la política autárquica incidió negativam ente. Sin posibilidad de
reponer las piezas inservibles, dada la decisión de restringir las im portaciones,
los tractores tardaban en ser reparados. El tractor Fordson dedicado al desm onte
y a la labranza en las tres fincas (unas 2.310 ha.) propiedad de Ma Ignacia
Vallterra, averiado desde los prim eros m eses de la posguerra, no volvió a funcio
nar hasta noviem bre de 1943, ante las dificultades para conseguir dos p iezas.960
H acia m itad de los cuarenta, las “aspiraciones” de la agricultura valencia
na eran un com pendio de antiguas soluciones financieras y técnicas para los pro
pietarios agrícolas nunca satisfechas (crédito, investigación agronóm ica), farm a
cia regeneracionista productivista para im pedir una reform a de la estructura de la
propiedad (extensión del regadío), pero tam bién se pedía el atenuam iento del
intervencionism o estatal, que estaba lastrando y perjudicando a la agricultura
valenciana de exportación:
987
4 o. Precios remuneradores para los productos agrícolas y supresión de
tasas en los mismos, salvo en aquellos de prim erísim a necesidad.
5 o. Facilidades crediticias.
6 o Orientación técnica d el agricultor e investigaciones agronómicas para
m ejorar los cultivo s.961
988
Al paro estructural se deben añadir los efectos de los fenómenos m etereo-
lógicos adversos sobre el empleo. Así, las heladas del 12 de febrero de 1954 se
saldaron con ayudas de la Com isaría N acional del Paro, en las que predom inaban
las partidas entre 10.000-25.000 ptas. con destino a proyectos m unicipales (urb a
nizaciones, pavim entado) e incluso la reparación de una iglesia para A ielo de
R u gat, A lbaida, A lfarrasí, B enicolet, B en issuera, B ocairen t, M ontaverner,
M ontitxelvo, Ontinyent, Rugat, Salem y Terrateig.963
Las estadísticas oficiales sobre salarios no son fiables puesto que, como
han recalcado los entrevistados, los salarios fueron sistem áticam ente rebajados
volviéndose a los trazos generales de los sistemas de contratación que la leg isla
ción largocaballerista había intentado suprimir. Los jornalero s volvían a estar
som etidos a la arbitrariedad o al castigo por su pasado político o por su presente
m oral. Si creemos a los datos oficiales, en M ontaverner, el jo rn a l agrícola ape
nas había aumentado una peseta entre 1940 y 1943.
En los pueblos sem i-industriales, como A gullent o M ontaverner (v.
Cuadro núm. 95), en los que existía una m ínim a diversificación económ ica, el
trabajo agrícola era el peor pagado y el que ocupaba un m enor número de días
trabajados. A pesar de que la propiedad estaba m ejor repartida en A gullent, en
1939 los salarios habían vuelto a los parám etros de los prim eros años de la
República: “respecto a los jornales diarios no hay dudas, respecto a los in d ustria
les que siem pre cobran igual y todos los dias pero los labradores que están b a s
tantes dias del año parados no saben que poner. M uchos sacan cuentas y m anifes-
tan obtener un jorn al de tres o cuatro pesetas (...)” .964
Cuadro núm. 95
Construcción 100 7
Industria 100 7
Obrero agrícola 50 6
FUENTE: AMM.
989
El control del poder m unicipal por parte de los grandes propietarios loca
les, o por sus hom bres de paja, se utilizó para im pedir el establecim iento de
industrias.965 Como quiera que las H erm andades también estuvieran dom inadas
por estos grupos, la posguerra les facilitó devolver a los pueblos los sistem as de
contratación y dom inio tradicionales. Los hom bres acudían a la plaza del pueblo
a buscar el jornal diario y los propietarios disponían de una num erosa mano de
obra, a la vez que afianzaban su poder personal mediante el castigo a los que se
habían significado en las luchas político-sociales de la República. En esta tesitu
ra, una fábrica podía com portar destrozar este mercado de trabajo. Pero, como
verem os en el capítulo dedicado a la industria com arcal, las autoridades m unici
pales, m iem bros de las elites locales, im pidieron el establecim iento de industrias
en los pueblos agrícolas.
El intervencionism o económ ico ocasionó abundantes reclam aciones y quejas
entre los m edianos propietarios y, en general, sobre la totalidad de los propieta
rios agrícolas. Por encim a de las m alas cosechas puntuales derivadas de la clim a
tología o de las pésim as infraestructuras viarias, las consecuencias del interven
cionism o constituían su m ayor preocupación: “los últim os vendavales tiraron al
suelo parte de la cosecha y los gastos de recolección subieron, además de rom per
ram as (...) De todos m odos, más les preocupan las m odalidades de la interven
ción” .966
Las m ayores reclam aciones y quejas disem inadas por todos los archivos
m unicipales se centraron en los cupos de trigo. Las exigencias del Servicio
N acional del Trigo en una zona no cerealística chocaban con la oposición frontal
de los consistorios y de las H erm andades, en parte tam bién porque restaban can
tidades de trigo al m ercado negro. A nte los efectos dañinos de la sequía de 1941,
el ayuntam iento de B élgida retaba a las continuas exigencias de los técnicos del
SNT para recoger el cupo exigido: “ que vengan los del Servicio N acional a ver
si es verdad” .967 Para los falangistas de la Pobla del Duc, el cupo estaba dando
lugar a que en ju lio de 1946 “El estado político general del pueblo, es de gran
abatim iento, cansado por el m onstruoso cupo de cereales con que el Servicio
N acional del Trigo se ha ensañado” .968 En agosto de 1947 la Jefatura pedía sin
rodeos la supresión de esta figura. Y en Rugat el ayuntam iento observaba im pa
sible en 1942 el incum plim iento de las declaraciones de cosechas, que conside
raba gravosas.969 A unque tan sólo h a aparecido en las M emorias m ensuales de la
Pobla del Duc, las quejas de los agricultores propietarios tam bién se dirigían
hacia los increm entos en la C ontribución R ústica y en otros im puestos sobre los
productos agrícolas (septiem bre 1946).
965 Parece que estas prácticas estuvieron muy extendidas. Se ha documentado el obstruccionismo de los
poderes municipales, a la vez poderes económicos locales en Cullera, con una fábrica de conservas de Murcia
y con los primeros proyectos turísticos, v. CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Un silenci
extens. El jranquisme a la Ribera Baixa (1939-1962), op. cit., p. 213 y ss. del capítulo “El turisme i el comen-
fament de la fi del franquisme”.
966 LP, 8-XÜ-1949.
967 AMBEL, Libro de Actas, acta de 16-IV-1941.
968 AMPD, Archivadores Documentación. Época de Falange, Memoria Mensual.
969 AMR, 16-V-1942.
990
D esde finales de los cuarenta se com enzaron a levantar voces difundidas por
Las Provincias contra el intervencionism o, pidiendo el retorno a los m ecanism os
económ icos de preguerra, únicos eficaces para el sostenim iento de la agricultura
valenciana de exportación. El Ier Congreso Sindical A grario de Levante (31 de
m arzo de 1951) expuso las esperanzas de futuro para los principales cultivos
valencianos en los epígonos de la autarquía. En general, prevalecen una serie de
dem andas unitarias para todos los cultivos, como el establecim iento y m ejoras
del crédito agrícola, el increm ento del sum inistro de abonos o el relajam iento de
la intervención y del sistem a im positivo. Para la algarroba se dem andaron m ejo
ras en su com ercio respecto a sus usos industriales; la libertad com ercial para la
alm endra y la avellana; la apertura de alm azaras y la distribución de la cosecha
de orujo para el olivo.
La viticultura fue objeto de una especial atención derivada de su im portan
cia: lim itación de nuevas plantaciones, aplicación efectiva del Estatuto del Vino,
reglam entación del alcohol, fomento de bodegas cooperativas e inclusión de la
uva de m esa valenciana en las ventajas derivadas de la exportación, siguiendo los
pasos de la cosecha alm eriense.970 C uestiones recogidas por Eladio A sensio en
1947.971
En ju lio de 1952 el diario decano dem andaba ya sin tapujos “Facilidades
para la exportación, ayuda para resolver las dificultades, santo horror a ordena
ciones rigoristas, apriorísticas, burocráticas” .972 D esde esta fecha, que m arca la
finalización de la autarquía, las agujas del reloj de la agricultura com arcal recu
peraron su vida propia.
La historia económ ica del prim er franquism o cuenta con una fecunda
polém ica historiográfica acerca de sus consecuencias sobre los sectores produc
tivos nacionales y acerca de los condicionantes que influyeron en la aplicación
(y dilatación) de la política autárquica. Todos los autores culpabilizan directa
m ente a la política económ ica puesta en práctica principalm ente entre 1939-1951
(los años de la “negra noche”), más atenuada hasta 1959, del retraso de la recu
peración económ ica respecto a los índices de 1935, que no llegaron hasta 1952-
1954. Una cronología más tardía que en la Europa posbélica, “La m ayoría de la
Europa occidental, habiendo registrado destrucciones más drásticas durante la
Segunda Guerra M undial, se había recuperado hacia 1949, es decir, en cinco
años” .973 Con el agravante de que la econom ía española tuvo la posibilidad de
991
una veloz recuperación si hubiera optado por la neutralidad durante la Segunda
G uerra M undial. El ejem plo del extraordinario y provechoso im pacto, en gene
ral, de la decidida postura de neutralidad sobre la econom ía española adoptada
durante la I G uerra M undial hubiera debido servir como referente. Pero se des
aprovechó, en aras de la devolución de favores a los aliados fascistas del bando
franquista y de la opción, basculante, en pro del E je.974
Los presupuestos de esta p o lítica se enm arcan en el discurso de naciona
lism o económ ico prom ovido desde la crisis del tránsito secular, las propuestas
fascistas de la Europa de los años treinta, el adverso entorno internacional inicia
do con la Segunda G uerra M undial y los posteriores años hasta la reconstrucción
europea y el fin del bloqueo internacional sobre la dictadura franquista.975
M anuel de Torres, un econom ista social-católico definió el m odelo económico
autárquico como “autofágico”, esto es, basado en un crecim iento productivo para
el consumo del m ercado interior, un peculiar capitalism o de estado construido
sobre el proteccionism o arancelario y la legislación intervencionista industrial.
Los objetivos autárquicos de industrialización autóctona prim aron las
industrias declaradas “de interés nacional” (siderurgia, cem entos...) y la equipa-
ción m ilitar.976 Todavía a finales de los cincuenta, el Estado em pleaba casi un
30% del gasto público para fines m ilitares, ocupando el tercer lugar europeo por
detrás de Francia y G recia.977 Por tanto, se trataba de una econom ía concebida
con valores castrenses (obediencia, orden) y “subordinada” a las necesidades de
la defensa nacional.978
El Estado destinó prim ordialm ente a estas industrias “de interés nacional”
las im portaciones de m aterias prim as y m aquinaria, así como la energía eléctrica
disponible. El intervencionism o estatal fijó para el resto de la industria una serie
de requisitos para el aprovisionam iento de m aterias prim as, m aquinaria, apertu
ra o reform as de las instalaciones. Estas directrices afectaron en m ayor grado a
los sectores industriales m arginados por la potenciación de las industrias “de
974 Sin embargo, otros países neutrales sí supieron aprovechar las circunstancias mundiales, v. CATALÁN,
J.: La economía española y la Segunda Guerra Mundial, Ariel, Barcelona, 1995.
975 El artículo reseñado de Jordi Catalán contiene una completa selección bibliográfica sobre el tema. Una
reciente síntesis en BARCIELA, C, LÓPEZ, M*.I., MELGAREJO, A, MIRANDA, J.A.: La España de
Franco (1939-1975), Economía, Síntesis, Madrid, 2001. Sin citar los artículos que estudian el sector agríco
la, hemos consultado. CARRERAS, A.: “La industria: atraso y modernización”, en NADAL, J.; CARRE
RAS, A. y SUDRIA, C. (eds.).: La economía española en el siglo XX, Alianza Editorial, Madrid, 1994; pp.
313-363; CARRERAS, A.: “La producción industrial española, 1842-1981. Construcción de un índice
anual”, Revista de Historia Económica, 1, año n , pp. 127-157.
976 Militares con gran poder en el INI. v. MARTÍNEZ GU TIÉRREZ, J.J.: “Una aproximación al estudio
sobre las relaciones del Ejército y el poder económico: el caso del INI, 1950-1959”, en I Encuentro de
Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 47-50. La presencia constante del Ejército en los órganos econó
micos ha sido constatada por JEREZ, M.: Elites políticas y centros de extracción en España. 1938-1957, op.
cit. y VTVER PI-SUNYER, C.: El personal político de Franco 1936-1945. Contribución empírica a una teo
ría del régimen franquista, op. cit. Al fin y al cabo era el premio por su aporte a la victoria contra la
República.
977 CATALÁN, J.: “Industrialización difusa y desarrollo económico: el retroceso de 1939-1958”, op. cit., pp.
377-378.
978 MARTÍN ACEÑA, P. y COMÍN, F.: INI. 50 años de industrialización en España, Ed. Espasa Calpe,
Madrid, 1991, p. 76.
992
interés nacional” , como las industrias de consumo, en las que la escasez de m ate
rias prim as y m aquinaria, junto a las restricciones eléctricas, m erm aron conside
rablem ente su capacidad productiva. Adem ás, los em presarios más alejados de
los privilegios consiguientes a las relaciones con los circuitos de poder (cupos de
im portación, licencias de exportación, concesiones de apertura o reform a fabri
les) fueron doblem ente perjudicados.
A la p olítica oficial tam bién se deben sum ar otros factores que incidieron
sobre los m ercados. El im pacto de la Segunda G uerra M undial y el bloqueo in ter
nacional posterior determ inaron una intensa reducción del mercado exterior.
A unque no se debe olvidar que el bloqueo fue provocado por la estrecha relación
de la dictadura franquista con los fascism os derrotados.979 Los salarios obreros
(industriales y agrícolas) se redujeron a niveles anteriores a 1936, especialm ente
en el caso de los jornaleros agrarios.980 La hiperinflación resultante del m ercado
negro im pedía que los trabajadores llegasen a cubrir m ínim am ente con sus suel
dos la alim entación fam iliar, con lo que otros aspectos del gasto dom éstico se
restringieron hasta alcanzar unos niveles m ínim os.981 La contracción del m erca
do nacional fue enorme. La conjunción del descenso del consumo y la prioridad
hacia las industrias de bienes de equipo perjudicaron claram ente a las industrias
de bienes de consumo (textil, alim entarias...), consideradas por Jordi C atalán
como “las grandes sacrificadas de la posguerra española” .982
El contexto bélico internacional, la pretensión de algunos sectores de con
seguir el autoabastecim iento, la falta de divisas para im portar y el dirigism o esta
tal de la distribución son las principales causas que explican las m últiples d ifi
cultades para acceder a las im prescindibles m aterias prim as. La reducción de las
im portaciones de m aterias prim as y de m aquinaria ocasionó su escasez, alcanza
do su cénit tem poral en la década de los cuarenta, particularm ente en los años del
bloqueo internacional posterior a la guerra m undial. El Estado las intervino para
su distribución entre los industriales, estableciendo para ello unos cupos relacio
nados con la capacidad productiva del utillaje de cada industria. Estos cupos se
podían am pliar con las cuentas com binadas de exportación, aunque la exporta
ción tam poco era fácil ante la artificial sobrevaloración de la peseta.
H asta los cincuenta, los cupos no satisfacían las necesidades industriales.
En prim er lugar porque no eran suficientes. Por ejem plo, en 1949 la industria
textil recibía un 30% del cupo de algodón y otro 45% m ás de las cuentas com bi
nadas del com ercio exterior. La lana tan sólo un 35 % del cupo teórico. En segun
do lugar, la corrupción provocó que una parte im portante de m aterias prim as se
introdujeran en el m ercado negro. Además, el reparto estatal no fue equitativo.
Se favoreció a las grandes firm as que contaban con el favor adm inistrativo,
em presas con personajes de la dictadura entre sus principales accionistas. La
979 VINAS, A.: Guerra, dinero, dictadura, ayuda fascista y autarquía en la España de Franco, Crítica,
Barcelona, 1984.
980 MARTÍNEZ SERRANO, J.A.; REIG MARTÍNEZ, E. y SOLER MARCO, V.: Evolución de la econo
mía valenciana, 1878-1978, op. cit., pp. 124-125.
981 CATALÁN, J.: “Industrialización difusa y desarrollo económico: el retroceso de 1939-1958”, op. cit
982 Ibídem, p. 373.
993
pequeña y m ediana industria, predom inante en el País Valenciano, se vio clara
m ente discrim inada y perjudicada.
Así, el sistem a arbitrado no hizo otra cosa que acentuar la penuria de p ri
m eras m aterias, cuya forzada sustitución empeoró sensiblem ente la calidad de
m uchas producciones y, por últim o, convirtió la especulación de los cupos, con
seguida en el com ercio o el intercam bio, en una actividad más rentable que la
producción.
Cuanto m ayor era la dependencia del exterior m ayor fueron los efectos,
algunas veces com pensados por la creación de otras circunstancias benéficas. A
m odo de ejem plo, la cerería de la Valí d ’A lbaida, la principal del País
Valenciano, llegó a trabajar a menos de la m itad de su plena capacidad y sólo
cuando recibía el cupo oficial de la im prescindible parafina. Sin embargo, vivió
una etapa inusitada de esplendor (después de la decadencia com enzada en 1929)
con el relanzam iento de la actividad religiosa y los altos precios del jabón, artí
culo racionado y muy escaso.983
Por tanto, para la industria valenciana, la autarquía supuso enorm es défi
cits en m aterias prim as y bienes de equipo, adem ás de restringirse únicam ente al
lim itado m ercado interior.984 A estos problem as se añadió el insuficiente abaste
cim iento de energía (eléctrica y petróleo) iniciado en 1944, que no abandonó a la
industria h asta el segundo quinquenio de los cincuenta. Los m otivos son com ple
jo s. A lgunos sectores industriales m uy concretos (siderurgia, cem enteras) crea
ron una gran dem anda de energía que no podía ser satisfecha debido a causas
internas (política de autoabastecim iento, sequía agravada por las carencias de
infraestructura) e internacionales (bloqueo internacional). Por ejem plo, en la
provincia de A licante, se calculan anualm ente las restricciones eléctricas en un
20%, con picos alcistas en 1944-46 y 1949. Así, para Roque M oreno, los proble
m as energéticos fueron la causa principal que explica que el desastre industrial y
se prolongará más allá de la década de los cuarenta, aun cuando se había m itiga
do gran parte de la problem ática expuesta con anterioridad.985
Adem ás de lo expuesto la industria se encontró con una reducción inver
sora m uy acentuada, m otivada por la po lítica económ ica aplicada. La inflación y
la irregularidad del abastecim iento de m aterias prim as obligaban a los em presa
rios a contar con un abundante capital circulante m ientras que el capital fijo
dependía de los créditos a corto plazo. E sta situación im pedía grandes inversio
nes em presariales. La exclusividad de un m ercado interior derivó en una progre
siva elevación de los precios de venta de los productos puesto que, aunque el
consum idor español tenía un bajo nivel adquisitivo fruto de las bajadas o conge
laciones salariales, buena parte de los bienes de consumo tenían una venta casi
983 Un ejemplo. En 1949, la empresa agullentina de Hijos de J. Casanova Espí, la tercera cerera provincial,
declaraba que por falta de materias primas había reducido su producción de 10.000 kg. de bujías de parafina
a 6.000 kg.; de 5.000 kg. de bujías de estearina a 1.000 kg. y de 20.000 kg. de cirios de cera a 6.000 kg. CAL
ZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 113. En 1951 la
Cámara Oficial de Comercio declaraba que la jabonería valenciana trabajaba a un sexto de su capacidad y
que sólo había recibido el 25% de las materias primas necesarias.
984 SOLER MARCO, V.: “L'economia valenciana dins del model “nacionalista” espanyol (1914-1959)”,
Historia del País Valencia, op. cit., vol. V, pp. 221-256.
985 Ibídem, pp. 245-263.
994
asegurada. En esta coyuntura de precios alcista los industriales obtenían m ayores
beneficios con la especulación de los excedentes que con la m odernización pro
ductiva. ¿Para qué increm entar la producción si no se iba a vender?.
La autarquía presenta dos períodos bien definidos. Entre 1940-1946 se
observa una relativa expansión industrial gracias al crédito bancario barato y a la
sustitución de im portaciones, en concreto en los sectores alim entario, m aderero
y quím ico. El bienio 1946-1947 es m uy crítico debido al hundim iento de la bolsa
y a las restricciones crediticias, que term inaron con la especulación de los exce
dentes practicada ante la continua elevación de los precios. La exportación se
recuperó hacia 1948, al rebajar el cambio oficial con un sistem a de cambios m úl
tiples, siem pre en dependencia de la operación m ercantil. Sin em bargo, el núm e
ro de sociedades m ercantiles inscritas en 1945 no se recuperaría hasta 1962, al
igual que el capital medio de estas sociedades, aunque desde 1953 se observa un
paulatino increm ento.986
En el ecuador de los años cuarenta, en el cénit de la autarquía, la Junta de
O rdenación Económ ico-Social de la provincia de Valencia realizaba un decálogo
de los factores lim itativos de la producción industrial. Sus conclusiones delim i
tan las graves carencias energéticas y de m aterias prim as, la escasa cualificación
de la mano de obra industrial, propia de una industria que había retrasado su reloj
tecnológico y la especulación em presarial. Puntos todos ellos de los que tratare
mos en el análisis de la econom ía com arcal durante la autarquía, pero que perdu
raron en algunos casos hasta el Plan de Estabilización.
986 Según estimaciones de MARTÍNEZ SERRANO, J.A.; REIG MARTÍNEZ, E. y SOLER MARCO, V.:
Evolución de la economía valenciana, 1878-1978, op. cit., p. 134-135.
987 JUNTA PROVINCIAL DE ORDENACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL.: Ante-Proyecto de Plan
Económico, 1947-1951, op. cit., p. 509.
995
“la vuelta a la pauta de desarrollo prebélica después de la ruptura provocada por
el franquism o” .988
Pero todos estos factores que provocaron el desastre industrial no deben
hacer olvidar que para buena parte del em presariado español sus beneficios fue
ron enormes. De hecho, como han estudiado Carme M olinero y Pere Y sás, los
industriales, si bien criticaron algunos aspectos del intervencionism o estatal, no
llegaron a conform ar corrientes organizadas de oposición frontal a la dictadura,
tanto por su apoyo político a ella como por las facilidades para el negocio.989 Un
ejem plo valenciano es el Centro de Estudios Económ icos Valencianos, en el que,
si bien se pueden encontrar expresiones críticas contra la política económ ica, en
ningún momento se llega ni a la oposición ni al rechazo de la dictadura.990 Eso
sí, algunos sectores industriales fueron m ás críticos, precisam ente los que depen
dían en mayor grado de la im portación de m aterias prim as (papel, m adera, curti
dos...).
Pero la patronal se vio com pensada de los perjuicios que le ocasionaban
las restricciones a la libertad industrial y a la m odernización tecnológica, el des
abastecim iento de prim eras m aterias o las restricciones eléctricas por el som eti
m iento de la mano de obra que la dictadura propició (represión, legislación labo
ral). Los trabajadores se vieron desposeídos de los sindicatos que protegían (en
m ayor o m enor m edida) sus intereses propios, de la m ínim a capacidad política
para cam biar o transform ar las directrices de los gobernantes, y a un em peora
m iento general de sus condiciones de vida, salarios y trabajo que beneficiaron
claram ente a los em presarios. La exclusividad del mercado interior favoreció a
m uchas producciones. Claro está que algunos em presarios más que otros salieron
m ás beneficiados. Los que copaban las secciones económ icas del Sindicato
V ertical o controlaban ayuntam ientos y diputaciones consiguieron m ayores bene
ficio s.991 Un trabajador de A gullent, sin atender a conceptos elaborados de h is
toria económ ica, resum ía estos años con precisión:
Amb un jo c de m aquines de mala morí, es guanyaven els bitllets com
volien pagaven quatre duros ais treballadors i ells tot era anar augmen
ta n t992
988 CATALÁN, J.: “Franquismo y autarquía, 1939-1959: enfoques de historia económica”, op. cit., p. 279.
989 v. MOLINERO, C. y YSÁS, P.: Els industriáis catalans durant el primer franquisme, Eumo, Vic, 1991;
y “Los industriales catalanes y el primer ventennio franquista: ¿adhesión política y disidencia económica”,
en SÁNCHEZ, I.; ORTIZ, M. y RUIZ, D. (coords.).: España franquista. Causa General y actitudes sociales
ante la dictadura, op. cit., pp. 161-178.
990 Una de las primeras conclusiones en SÁNCHEZ CHICO, M.: “Actitudes burguesas durante el primer
franquismo: el Centro de Estudios Económicos Valenciano”, en IV Encuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 401-407.
991 Esta es la idea expuesta por MOLINERO, C. e YSÁS, P.: “Los industriales catalanes y el primer
‘Ventennio’ franquista: Adhesión política y disidencia económica”, en España franquista: Causa General y
actitudes sociales ante la dictadura, op. cit., pp. 161-178.
992 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 165.
996
burgueses tradicionales (velas de cera, som breros). Este auge se agotó con la nor
m alización progresiva de los cincuenta, pero o bien im plantó los pilares para el
posterior desarrollo de los sesenta (caso de L líria y parcialm ente la Valí
d 'A lb aid a) o bien consiguió com pletar la industrialización de algunas zonas,
como O ntinyent, y desde aquí, com enzar a cim entar el predom inio industrial en
los pueblos de su alrededor. Así pues, para la industria de la Valí d'A lbaida, la
adaptación de una parte de la industria com arcal (en concreto el textil) a los con
dicionantes de la anorm alidad autárquica supuso com pletar la industrialización.
Cuando la industria textil se recuperó de los efectos negativos del Plan de
E stabilización, estallaría por com pleto en los años sesenta, diseñando a la com ar
ca como uno de los principales focos industriales del País Valenciano.
993 MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., p.221.
994 GINARD, D.: “Crisis económica y discriminación territorial durante el primer franquismo. El caso de
las Islas Baleares”, en IVEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 502-507.
997
dirigism o estatal se perpetuó hasta la década de los cincuenta, con lo que la p o lí
tica industrial restrictiva estuvo condicionada más por una determ inación p o líti
ca, originada desde principios del siglo XX, que por cuestiones coyunturales.
Desde esta fecha es perceptible en los congresos económicos la idea de un p ro
teccionism o a ultranza que ayudase a desarrollar un proceso de substitución de
im portaciones. Este nacionalism o económ ico fue la base de la autarquía en la
industria, origen de “profundas y negativas distorsiones en la estructura indus
trial”.995 A dem ás, las em presas que operaban desde antes del 18 de julio de 1936,
utilizaron la legislación sobre nuevas industrias para im pedir o lim itar la igual
dad de condiciones productivas o de recepción de cupos de las em presas que
deseaban crearse.
La p o lítica económ ica elegida, los problem as de acceso y regularidad
energéticos, jun to al desabastecim iento de m aterias prim as, condicionaron la
industria española de la posguerra. En el siguiente capítulo analizarem os la
influencia de estos factores sobre la industria com arcal, sus respuestas en re la
ción con los distintos sectores económ icos, en particular la industrialización tex
til, dentro del marco autárquico. La “larga noche” de la industria española se
transform ó en lum inosidad coyuntural para algunas fabricaciones (esparto,
jabón, artesanías), al mismo tiem po que sentaba las bases para establecer el
m odelo industrial de O ntinyent que fue contagiando a buena parte de la com arca
a partir de la segunda m itad de los cincuenta.
998
tiva de esta fuente es cuestionable. En la revista oficial del Sindicato N acional
Textil entre 1944 y 1945 aparecen seis expedientes para am pliar industrias (de
los que desconocem os su resolución) que no se encontraron en los números del
BOPV. Por tanto, no sabemos si fueron un caso aislado o norm a común. Para el
p eríodo 1952-1959, el BOPV fue completado con 19 com pletos, depositados en
la D irección General de Industrias (A G A ).998
La trascripción de las resoluciones de los expedientes en el BOPV ha
p resentado una dificultad metodológica. D urante algunos años de la década de
los cincuenta, el BOPV no consignaba la población en la que se enclavaba la
industria, con lo que se ha tenido que realizar una confrontación con la irregular
docum entación extraída de los archivos m unicipales. Así las cosas, posiblem en
te la m uestra extraída del BOPV no recoja el total de expedientes comarcales,
aunque consideram os que muy pocos se han podido perder en el camino, (v.
C uadro núm. 96).
Cuadro núm. 96
998 Archivo fundamental para el estudio de la política industrial franquista. MIRANDA ENCARNACIÓN,
J.A. y PÉREZ ORTIZ, J.F.: “Poder político y favor económico. El Archivo de Nuevas Industrias como fuen
te para el análisis de las presiones políticas en una economía intervenida”, en I Encuentro de Investigadores
del Franquismo, op. cit., pp. 9-11. Se ha consultado del AGA, DGI, NI, las cajas 6.614, 6.628-6.629, 6.632,
6.643, 6.645, 6.677, 6.740-6.741, 6.681, 6.800, 6.813, 6.842 y 6.879.
999
En A lacant se observan tres períodos com pactos: el quinquenio de la II
G uerra M undial, caracterizado por un ínfim o dinam ism o em presarial que, ade
m ás, se encontraba frenado por la aplicación efectiva de la legislación; los años
posteriores, hasta los cincuenta en los que progresivam ente aum entan las autori
zaciones; y los cincuenta, años de crecim iento industrial y relajam iento de las
estrecheces legales. Para la Valí se repite este esquem a, aunque hay que señalar
que, excepto los años 1940-1941, no se puede observar el resto del período de la
II G uerra M undial de igual manera que en el caso alicantino.
A pesar de los lím ites de la reducción geográfica para la com prensión de
la restricción industrial im puesta por la política autárquica, es perceptible, al
igual que en A lacant, una significativa recuperación a partir de 1951. El m ayor
núm ero de solicitudes (autorizadas o denegadas) se centraron en la am pliación y
no en la creación de nuevas industrias, reforzando la idea de una contracción
industrial en los años cuarenta, aun contando con el palpable auge textil, sobre
todo de O ntinyent. Así mismo se constata que las denegaciones, o sea, la obsta
culización a las iniciativas em presariales, llegaron a un 20%, cifra que si bien es
inferior a las constantes alicantinas, no es nada desdeñable, puesto está cercana
al tercio de propuestas. Posiblem ente este porcentaje m enor se debe a la im pron
ta de solicitudes del textil-regenerado que no necesitaba la im portación de prim e
ras m aterias, y, por tanto, tenía m ayores facilidades para su aprobación.
Los expedientes rechazados se centraron en los m olinos m aquileros, el vidrio y
la ram a algodonera textil. Los sindicatos verticales del ram o denegaron, casi sis
tem áticam ente, las peticiones de creación o am pliación. Los informes del
Sindicato del Vidrio abundaron en razonam ientos com unes para denegar los
expedientes: insuficiencia en el aprovisionam iento de m aterias prim as para la
totalidad del sector, capacidad productiva suficiente para la oferta del m ercado,
puesto que la nueva industria “no vendría a llenar necesidad alguna, ni tan
siquiera en la propia localidad donde se proyecta instalarla, sino que al contrario
p erturbaría la m archa de las existentes, sin beneficio ni aun para la m ism a” .999
Es m ás, en la única aceptada, una am pliación de un horno, era sum am ente tem
poral, ya que tan sólo era operativa en los m om entos en que el otro horno estu
viera apagado por causas técnicas.
El desabastecim iento industrial de prim eras m aterias propició una com pe
tencia feroz entre sectores con m aterias prim as com unes y entre las propias
em presas del sector para asegurarse el m onopolio del m ercado, ya que las em pre
sas podían elaborar inform es sobre la conveniencia de lo solicitado si se sentían
afectadas. Un ejem plo tardío viene de la mano del expediente de am pliación de
la industria vidriera de Rafael Juan Elias, en Valencia, hacia la producción de
vidrio hueco. El Sindicato de la Construcción, Vidrio y Cerám ica denegó la soli
citud alegando una suficiente producción por parte de las industrias del ramo; la
Federación de la Industria Vidriera tam bién im pidió la continuación del expe
diente siguiendo las pautas del Sindicato vertical, inform ando de la sobreproduc
ción que se daba en el ramo.
1001
Las que darían lugar a un encarecim iento innecesario de productos que
pueden ser consum idos directam ente (purés, galletas, alim entos prepara
dos, envasados de productos...,).1001
A pesar que en la Valí d'A lb aida las autorizaciones superaron a las dene
gaciones, la D elegación de Industria condicionaba los expedientes aprobados en
otros aspectos, invalidando el increm ento productivo y la libertad industrial. Por
una parte, el sector textil estuvo condicionando por la utilización de “m aterias
prim as que actualm ente no estén intervenidas”, esto es, se aprobaba la am plia
ción o creación pero sin considerar el derecho a percibir la cuota de m ateria
prim a, abocando directam ente al em presario al escaso m ercado libre de m aterias
regeneradas y, por tanto, hiperinflacionario. Otra m odalidad consistía en m ante
ner el cupo de m aterias intervenidas a pesar de la renovación en la m aquinaria,
con lo que la nueva m aquinaria no alcanzaba su pleno rendim iento.
En el caso de una fábrica de vidrio hueco, la am pliación no supuso una
elevación productiva ya que se concedió sim plem ente para no perder capacidad
de producción, m ientras que se llevaban a cabo las periódicas obras de reform a
del horno: “El horno cuya instalación se autoriza deberá quedar de reserva, no
pudiendo funcionar sino en las épocas de reconstrucción del horno en funciona
m iento” .1002
La segunda restricción a la iniciativa em presarial venía determ inada por
los problem as energéticos. La D elegación de Industria daba su conform idad al
expediente, pero sin arbitrar la posibilidad de un aum ento del flujo eléctrico, con
lo que la am pliación o creación resultante se veía abocada a la precariedad y a la
irregularidad en su funcionam iento. Este capítulo entre 1943-1945 era únicam en
te tem poral: “No se autorizará el aum ento de consumo de energía eléctrica hasta
tanto desaparezcan las restricciones establecidas”. Este era un punto muy tenido
en cuenta para aprobar expedientes, puesto que si el proyecto contem plaba la
producción propia de energía, tenía más posibilidades de éxito, al no representar
m erm a del alicaído flujo eléctrico. En otros casos se aprobaba el expediente con
la condición: “ Se producirá la energía por m edios propios” .
Desde 1947 la autorización de la D elegación era independiente del perm i
so para acceder a la red eléctrica, con lo que hasta que llegase ese m om ento, o si
el perm iso era denegado, la fábrica debía ser autosufíciente energéticam ente
hasta que la situación eléctrica m ejorase y se revisara la denegación. En los expe
dientes de finales de los cincuenta encontram os que prácticam ente todas las
industrias tenían un grupo electrógeno propio. Cuando la em presa necesitaba
m aquinaria de im portación, la autorización de su expediente era independiente de
la concesión del perm iso de im portación, con lo que la concesión de la
D elegación de Industria podía quedar sin efecto. En algún caso, la necesidad de
fluido eléctrico llevó a contravenir las disposiciones de reducción, por lo que el
Gobierno Civil im ponía sanciones, tal y como sucedió con una em presa textil de
I ° ° l Ministerio de Industria y Comercio (1942), p. 12. Citado por CATALÁN, J.: “Industrialización difusa
y desarrollo económico: el retroceso de 1939-1958”, op. cit., p. 380.
1002 BOPV, 24-11-1949.
1002
O ntinyent, sancionada con 2.000 ptas. por no cum plir la O rden del 26-7-1943 por
la que se debía reducir un 10% del consumo eléctrico .1003
Para tratar de eludir el intervencionism o los em presarios practicaron la
táctica de los hechos consum ados. Es decir, instalaban (en el caso del textil) los
telares, trabajaban con ellos y después los legalizaban, con la pretensión de
alcanzar un increm ento en la cuota de m ateria prim a. Un ejem plo, entre otros: la
D elegación de Industria denegó la autorización de funcionam iento a ocho telares
instalados por H ijas de Carlos Valls Esteve (O ntinyent), aunque estos ya se
encontraban operativos. En un caso particular se prohibió la am pliación al con
siderar la m aquinaria anticuada y la producción deficiente en cuanto su calidad,
“no pudiendo ju stificarse su instalación más que en la especial coyuntura del
m om ento actual” . Estas prácticas debieron ser lo suficientem ente num erosas para
que la D elegación de Industrias provincial publicase en el BOPV su postura:
ignorar la m aquinaria instalada previam ente a la autorización pertinente, “no
adm itiéndose bajo ningún concepto el “hecho consum ado” de instalación de
industria o m aquinaria”, una alegación frecuente de los em presarios para conse
guir la legalización. El A nuncio público term inaba con la am enaza de apertura de
expediente sancionador, que podía term inar con la “clausura de la industria o
precintado de la m aquinaria instalada”.1004
Los ayuntam ientos tam bién legitim aban pequeñas instalaciones. Luis
M ompó aseguró en su entrevista, con orgullo, que había dado toda clase de faci
lidades para instalar los telares a mano llam ados “artesanos”, legalizándolos
como “nuevas industrias” , con un total de unos cuarenta durante su casi decenio
de alcaldía. Las insuficientes licencias de im portación (y los m ovim ientos espe
culativos que conllevaron), y las restricciones eléctricas, condujeron a que las
fábricas textiles de la com arca, especializadas en los regenerados, rescatasen vie
jo s artefactos m anuales o m aquinaria vieja com prada en el área alcoyana o cata
lana, para cubrir la dem anda del m ercado.
El Cuadro núm. 97 nos inform a del dinam ism o em presarial. Se centró en
los tres sectores líderes de la com arca: quím icas, textil y transform aciones agro-
alim entarias. Por tanto, la geografía em presarial de la com arca tiene un reparto
espacial muy concreto. El vidrio en r o il e r i a y O ntinyent, las industrias agroali-
m entarias p rin cip a lm en te en los pueblos ag ríco las (A ielo de M alferit,
Benigánim , M ontaverner, Q uatretonta y Salem ), la quím ica en A lbaida y
A gullent, m ientras que el textil, aunque centrado en O ntinyent, se reparte por
todos sus núcleos de población (A lbaida, Benigánim , B enissuera y B ocairent). El
resto de la com arca, el silencio industrial, al m enos legalm ente.
La recesión industrial es más im portante si tenem os en cuenta que las inversio
nes en agroalim entación, m adera, quím ica o en los talleres m ecánicos n ecesita
ban un escaso capital. Es más, las am pliaciones anotadas en el textil, cuando las
conocem os, habitualm ente son de poca cuantía: un telar (2 casos), dos telares (1);
tres telares (2); seis telares (1), siete telares (1) o hacen referencia m ás a in stala
ción de m otores alternativos a la corriente eléctrica que a m aquinaria propiam en
1003 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.655, l-IX-1943.
1004 BOPV, núm. 147 (martes 24 de junio de 1947).
1003
te textil. Para A lacant “ casi el 70% de las empresas solicitantes (...) debían con
tar con un número de trabajadores inferior a quince” . 1005
Cuadro núm. 97
Así las cosas, el Cuadro núm. 97, dem uestra la pujanza del sector textil
de la com arca, en una línea sim étrica al caso alicantino y, en particular, al alco-
y a n o .1006 En esta ciudad, la crisis de los años treinta había conducido a una cre
ciente utilización de m aterias prim as regeneradas, provenientes de restos y des
p erdicios textiles, para producir productos textiles de baja calidad y precio, ante
la dificultad por com petir con la calidad del textil catalán.
La posguerra intensificó esta línea y la introdujo en la Valí d'A lbaida. El
desabastecim iento de prim eras m aterias y el encarecimiento de la tradicional
lana llevaron a que el textil de la com arca derivase hacia esta producción, prote
gida desde las instancias estatales al representar una sustitución de materias
im portadas. Los regenerados (o borras) se adecuaban a las necesidades del m er
cado español: bajo precio para una población con unos bajos niveles de renta.
A dem ás, contaba con la exclusividad del mercado, ante la escasez de importacio
nes, y con una mano de obra derrotada, sumisa, mal pagada y con unas condicio
nes de trabajo dickesianas. Así, la “territorialización de la autarquía” sentó las
bases, en el caso concreto de la com arca, de la posterior industrialización en
torno al textil.
Las irregularidades en la p olítica de reparto de cupos y la construcción de
m onopolios que favorecían a unos pocos, los más próximos a los dirigentes sin
1005 MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., p. 233.
1006 Ibídem, pp. 227-230.
1004
dicales o a los em presarios que controlaban los sindicatos, se percibían como
factores perjudiciales para la m ayoría de fabricantes de un ramo industrial. El
sector cerero, aunque no precisam ente uno de los más im portantes de la industria
valenciana, ni de los que generaba m ayores rentas, es un ejem plo. En el Consejo
Provincial de Ordenación Económ ica (marzo 1943) se planteó una fuerte polém i
ca entre los grandes fabricantes y los pequeños, los m ás num erosos en un sector
que se definía por su m inifundism o em presarial. Los m ayores pedían un sistem a
de recepción de cuotas de m aterias prim as basado en un 60%, determ inado por la
capacidad de producción y actividad antes del 18 de ju lio de 1936; un 25% por
capacidad de caldera y un 15% por número de obreros ocupados.
Los pequeños em presarios contraatacaron dem andando el establecim iento
de una escala sobre el referente del ejercicio de la actividad, antes o durante y
después de la guerra. D urante la guerra nacieron y crecieron una parte de las
cererías y jabonerías de la provincia, alentadas por el racionam iento de jabón. El
delegado sindical com arcal de Llíria, portavoz de un fabricante de la m ism a
población, criticaba la desigualdad en la percepción de los cupos de m aterias p ri
mas y el desbarajuste organizativo de las instituciones que dirigían la política
intervencionista:
R efiriéndose a las asignaciones de aceite de coco, dice que m ientras
desde hace más de dos años no se ha entregado la m enor partida a los
pequeños fa b rica n tes de jabón, a p esa r de tener reconocido su contin
gente, las grandes industrias han estado recibiendo bastantes cantida
des de dicha prim era m ateria (...) algunas de estas fá b rica s se han in s
talado durante el período rojo, y, en cierto modo, están usurpando dere
chos a los pequeños industriales. Termina abogando p o r la m áxim a
equidad en la distribución de cupos (...) se estudie la manera de sim p li
fic a r los transportes de las prim eras materias, (...) en Liria. E xistiendo
a llí mismo dos fá b rica s de aceite de orujo, se les asigna a los fa b ric a n
tes de ja b ó n de aquella localidad de dicho producto que han de recoger
a 150 kilom étros.l0Q7
El trato de favor hacia las grandes em presas de los cupos de prim eras
m aterias había llevado a la rebeldía de los fabricantes catalanes en 1954. Uno de
los m ayores em presarios cereros de A gullent y la provincia, escribía sus im pre
siones acerca una reunión del sector en la capital del Estado (1954):
M ADRID. D espués de la reunión sa lí del Sindicato convencido de que
nada p ráctico se concreto. Todos hablan pero nada mas. - Fue sig n ifica
tivo lo de las bujías, y se discutió con calor p a ra que el reparto fu e ra
equitativo entre los fa b rica n tes de velas y bujías de la producción des
tinada a esta Península. Pero no creo obtengan el resultado que p re te n
den p o r muchos detalles que son la ¿ ? F inanciar estas operaciones p r i
mera y el reparto honrado.- D e todo lo demás nada.- M uy significativo
que los Catalanes no acudieran lim itándose a un escrito, con lo que
consideraban el M ONOPOLIO DEL ¿? D e estas bujías poco agradable
1005
p o r todos los pequeños fa b rica n tes.- Es lástim a la dejadez de todos, apa
rente los mayores, considerando que es beneficio particular, sin tener en
cuenta que no es así f...,).1008
El que p a ssa és que el tio es va po sicio n a r en una industria que havia ací
tancada, va com prar tot el terreny, i li va vindre de categoría, tenia aigua,
tenia de tot (...) E li treballava 24 hores en las maces (...), pagava més que en
cap fá b rica , pagava un sou que ningú pagava ací en el poblé, p e r aixó no el
podien ni oldre (...) H avia quatre cacics en el poblé que no deixaven que
1006
entrara indústria (...) Ells tenien els massos, i si posaven industries no tro-
baven bracers p e r anar a treballar, i a ells no els interessava que entrara
indústria a l poblé. Va entrar Navarro i el tio: que necessite deu homes, dones
deu, ve la setm ana i els pague (...). I aixó ells no ho volien, li fe ie n la vida
im possible (...). A ells les interessava manar com estaven m anant tota la vida
i fe r p a ssa r al po b lé p e r on ells volien.
En els p o b les norm alm ent n 'hi havia dos, tres, quatre individus que són els
que m enjaven al p o b lé i que són els que no deixaven entrar ninguna opinió,
ni ningú tipus de treball (...) Ells creien que venien a llevar-los a ells la fein a
i com ells tenien p o d er en el po b lé no deixaven que entraren. E ste home ve
a cí i comenga a donar fe in a (...) i aixó no és bo p e r a ells. Com ells norm al
m ente m anaven deis ajuntam ents o deis que estaven ais ajuntam ents i mana-
ven en Vom bra feren tot el po ssib le p e r a que este home s 'ho passa ra mala-
m ent (...) contínuam ent estaven cridant-lo a l'ajuntam ent, fe n t-li la vida
im possib le.1010
1007
lorización de sus activos al im pedir las subidas de las tarifas eléctricas. La polí
tica eléctrica franquista dio lugar a un desabastecim iento de energía eléctrica que
obstaculizó y detuvo la recuperación industrial hasta buena parte de los años cin
cuenta, produciendo que “las tecnologías de la prim era revolución indistrial se
im pusieron sobre las de la segunda en una involución tecnológica sin preceden
tes” .1013
El duro estiaje de 1942 afectó a la regularidad del fluido eléctrico. En
1943 la D elegación de Industria de Valéncia com unicaba que a p artir del 7 de
septiem bre se aum entaba a dos el número de días a la semana sin suministro. Las
industrias que trabajaban un solo turno recibirían esta esencial energía desde las
ocho de la m añana hasta las seis de la tarde y, para las que contem plabai dos tur
nos, desde la cuatro de la m añana hasta las ocho de la tard e.1014 El ceiit crono
lógico de la carencia eléctrica se sitúa entre el otoño de 1944 y 1951.
Para 1944, el problem a “ seguía acentuándose” . La Com pañía Lule cortaba
casi diariam ente el fluido, y en agosto anunció que serviría en O ntiiyent dos
horas de luz por cada cuatro cortadas.1015 En 1945, el A lm anaque Las Provincias
significaba que Valéncia había sido “una de las provincias más castigadas por las
restricciones en el fluido eléctrico” . En el verano de este año, los cortes de la
C om pañía Eléctrica Lute, que sum inistraba a la com arca, tenía previsto en los
m eses del verano cortes de siete horas diarias, durante tres días consecutivos,
entre la una y las diez. La penuria eléctrica de ese año obligó al consistorio de
O ntinyent a adelantar el horario de sesiones y a adquirir 25 linternas de aceite
para ilum inar sus calles.1016
En la com arca, a las restricciones se unía el deficiente servicio ofrecido
por la Com pañía E léctrica LUTE, un problem a que ya venía arrastrándose desde
la preguerra, pero que ahora en la posguerra se acentuó, m ereciendo continuas
'i
protestas por los días sin sum inistro desde la alcaldía de la industrial Bocairent,
en la que se sucedían en 1944 “dias y dias perdiendo infinidad de trabajo (...) es
suficiente que haga un poco de aire para que la población quede a oscuras; basta j
con un asomo de torm enta para que las fábricas y talleres no puedan trabajar con j
la consiguiente pérdida de producción (...)” . 1017 O por parte las pequeños fábri- j
cas locales. En 1940 Castelló de Rugat soportaba estoicam ente las carencias de
la fábrica de Rem edios V illagrasa por la que, en invierno, desde la doce de la j
i 01-3 CARRERAS, A.: (ed.).: Estadísticas históricas de España, siglo X IXy XX, Fundación Baño Exterior,
Madrid, 1989, p. 33. Los perjuicios evidentes sobre las empresas del sector fueron conjugados permitiendo
la creación de la Unidad Eléctrica (Unesa), unión de acción de las 17 empresas de electricidad nás impor
tantes, que contemplaba una serie de campos de acción propios, superpuestos al propio Ministerio de
Industria, de tal modo que se puede hablar de “la subordinación del Estado a intereses oligárquicos de una
reducida patronal”. NUÑEZ ROMERO-BALMAS, G: “Empresas de producción y distribución efe electrici
dad en España (1878-1953)”, op. cit, p. 69.
1014 BOPV, 7-IX-1943, núm.212.
1015 AMO, Correspondencia 1944, informe 24-13-1944 y 4-VÜI-1944.
1016 AMO, libro 26, Libro de Actas, acta de 2-X-1945.
1017 AMB, C 410, Correspondencia, Carta del Alcalde al Inspector Jefe de la Delegación de Indjstria de la
Provincia de Valencia, 24-11-1944.
101^ AMCR, libro 19, Libro de Actas, acta de 8-VHI-1940.
1008
noche hasta el am anecer, rebajaba su fuerza a la m itad y, en las noches de vera
no, reinaba la o scuridad.1018
La inconsistencia del fluido erosionaba la producción industrial y aboca
ba a los obreros al paro tem poral, un verdadero dram a en una coyuntura de hipe-
rinflación. A unque en B ocairent la industria textil no padecía la recesión general
ni un paro m asivo, en 1944 “la escasez de fluido eléctrico que produce una
m erm a considerable en el núm ero de jo rn ales” 1019 y en 1945 “debido a las conti
nuas restricciones eléctricas en las varias industrias sem analm ente se pierden
varios jornales 1020 El sector vidriero de r o il e r ia , a pesar de sus buenos
resultados económ icos, contem plaba un paro coyuntural, derivado de la falta de
electricid ad .1021 La pérdida de empleo en la industria española por las restriccio
nes eléctricas había llegado a tal extrem o que un decreto creó en agosto de 1945
un subsidio de paro específico denom inado Paro Obrero D irecto por escasez de
fluido eléctrico (PODFE).
Las restricciones crediticias de 1948 y los cortes de luz eléctrica incre
m entaron el paro parcial en el textil de O ntinyent y en la construcción. El paro
afectaba a los obreros, a la par que rebajaba sustancialm ente el salario diario al
no trabajar la jo rn ad a com pleta. En septiem bre de 1949 se dictam inaba una refor
m a en la escala de salarios de la industria agullentina m ientras persistieran las
restricciones eléctricas. La m agnitud de la falta de com bustible obligó a la entre
ga de 77.825,46 ptas. a los obreros vidrieros de r o il e r i a , correspondiente “a
sem anas en las que, por falta de com bustible, no pudieron trabajar estas fábricas
de vidrio” . 1022 Las industrias m ás dañadas fueron las que habían realizado una
m ayor inversión en m odernizar su energía m otriz. Así, en agosto de 1942, uno de
los m olinos harineros de A lbaida no podía producir, ya que estaba accionado por
un m otor a gasóleo y no se le sum inistraba dicho derivado petrolífero.
Los m eses de septiem bre y octubre de 1946 fueron particularm ente duros
para la industria. La Cám ara de Comercio recalcaba ”A ntes de term inar, quere
mos hacer presente que sería mayor, mucho mayor, el desarrollo que nuestra
industria hubiera alcanzado si las restricciones en la energía eléctrica no hubie
sen significado un freno para el trabajo a pleno rendim iento y un tam iz para la
aprobación de nuevas industrias” .1023 Entre las necesidades industriales de 1946
los problem as energéticos ocupaban las m ayores preocupaciones: “ I o. Aumento
en la producción eléctrica. 2o. A bastecim iento de carbón sin lim itaciones. 3o
Im portación de las m aterias prim as (...) De todos estos problem as, m erece una
atención especial el aum ento en la producción de energía eléctrica y el normal
abastecim iento de carbón (...)” .1024 En el últim o trim estre de 1948 se calificaban
las restricciones de “rigurosas” .
1009
La única salida para asegurarse unas horas extraordinarias de producción
al m argen del sum inistro oficial consistió en com plem entar el servicio de fluido
eléctrico con la autoproducción energética. En la industrial B ocairent se anotaba
para 1947-48 que “D ebido a las actuales restricciones eléctricas existió en p rin
cipio de año bastante paro obrero (...) A m edida que avanzaba el año fueron in s
talándose m otores de explosión para accionar las diversas fábricas de tejidos de
esta localidad y con ello fue desapareciendo paulatinam ente dicho paro” .1025 La
papelera de la Viuda de Bartolom é Sempere (Bocairent) instaló en 1948 un m otor
de explosión de un cilindro, nutrido con gas pobre de gasógeno alim entado con
cáscara de alm endra.1026 La papelera La C lariana (O ntinyent) había llegado a
adquirir, a la em presa eléctrica Lute, la Central Eléctrica de la H idro-E léctrica
Ayelense, a orillas del río C lariano.1027 La im portante em presa textil bocairenti-
na de H ijos de Eduardo Juan tenía en funcionam iento un m otor de explosión de
120 HP, con alternador tendido de red eléctrica de baja tensión, para producir
energía en las épocas de restricción.
Y estos son los casos conocidos y docum entados. Seguram ente las princi
pales industrias siguieron el m ism o procedim iento. La crisis energética im pulsó
el nacim iento de nuevos talleres para descascarillar alm endras, cáscara muy
apreciada para alim entar los hornos y como energía para la com bustión de los
depósitos de los grupos de gasógenos, sustitutivos de la insuficiente gasolina o
gasóleo. M ás difícil es calibrar la corrupción y los fraudes que se practicaron
unos, angustiados por la necesidad, otros, para lucrarse. Un buen ejem plo fue el
descubrim iento de una tram a de falsificación de vales de gasolina, líquido racio
nado, en O ntinyent, en el que estaba envuelto, según la acusación, una destacada
personalidad de la ciudad.1028
1010
blicano. El em presario había pagado los m ateriales necesarios en espera que la
Junta de Com pras se los abonara. Sin em bargo, el final de la guerra dejó a
Esteban Soriano sin el pago estipulado. Los pantalones fueron incautados por la
Intendencia M ilitar franquista, al considerarlos “botín de guerra” . A pesar de la
reclam ación consiguiente, la Intendencia M ilitar se negó en absoluto a pagar a
Esteban Soriano las 2.250 ptas. adeudadas por la Junta de C om pras.1029 Esta
resolución, que no sabem os si fue definitiva, dejaba a las trabajadoras del taller
sin poder recibir sus salarios.
Pero la intervención de las autoridades era m uy diferente cuando el em pre
sario afectado reclam aba m aterias prim as o m aquinaria requisada durante la gue
rra, puesto que no se consideraba una acción ilegal sino un acto a favor del bando
franquista. Este es el caso del ontiñentino y em presario cerero A lfredo Tortosa
“persona afecta al M ovim iento N acional” . En septiem bre de 1938 fue detenido
por la Com isaría G eneral de Seguridad de V alencia tras encontrarle escondidos
en un arm ario tapiado 36 libras de azafrán, colorante intervenido por el G obierno
R epublicano para conseguir divisas. A lfredo Tortosa fue detenido y procesado
por dos delitos de hostilidad y desafección. El producto, depositado en los alm a
cenes de la CAM PSA-GENTIBUS de Valencia, fue devuelto a A lfredo Tortosa en
la posg u erra.1030
Industriales y autoridades m unicipales de O ntinyent iniciaron con celeri
dad las gestiones para reabrir sus fábricas. El 10 de abril un bando citaba para el
día siguiente a los industriales y com erciantes a una reunión en el ayuntam iento
con el fin de tratar sobre la reapertura de sus fábricas, talleres y establecim ien
to s.1031
1011
gom a laca (colonias europeas en Extrem o O riente). El intervencionism o y las
corruptelas hicieron el resto. De los 16.000 l./m es de alcohol necesarios para el
sector valenciano, se habían distribuido entre 5-7.000 1. durante el año 1941. A
lo largo de 1942 “los cupos han ido siguiendo una m archa descendente” .1033 En
noviem bre de 1941 se efectuó la incautación de una partida de goma laca, repar
tida entre los fabricantes. Desde esa fecha hasta la redacción de la reunión sindi
cal no se habían efectuado nuevos repartos.
La Segunda G uerra M undial fue tam bién la causa que forzó la sustitución
de la cola de origen vegetal, im portada de A rgentina, por una cola artificial pro
ducida en la A lem ania nazi. La política de sustitución de im portaciones intentó
relanzar una cola autóctona producida en la capital provincial, pero la falta de
m aterias prim as había conducido a una escasísim a producción, que se unía a sus
pésim as cualidades, “un producto que vam os a llam ar cola, (...) en verano -d ad o
que se descom pone, se sirve mal (...).” El delegado sindical especificaba que el
desabastecim iento de m aterias prim as era tan sólo “oficial, y a esto siem pre me
refiero ” . 1034 La descoordinación entre los distintos sindicatos verticales de ramas
productivas y los juegos de influencias determ inaron una pugna entre industria
les quím icos, conserveros y de la m adera para conseguir parafina, en la que los
prim eros acaparaban los cupos, en detrim ento de los últim os.
Con un consumo interior bajo m ínim os, los m uebles curvados destinados
a am ueblar las viviendas entrarían en una profunda recesión, de la que sólo se
salvaron los m uebles confeccionados con fibras de mim bre y junco. A finales de
la década de los cuarenta había descendido su aportación al conjunto industrial
com arcal. O ntinyent pasó de 26 em presas con 183 obreros (1944), con sólo una
superior a los 20 trabajadores, a una decena de talleres y 49 trabajadores en
pocos años. Las pirotécnicas de r o i l e r i a tuvieron que lidiar con una crónica
carencia de pólvora, que ya en 1940 había llevado a celebrar la entrada de M oros
y Cristianos de B ocairent sin la consiguiente batalla de arcabuces.
La falta de m aterias prim as tam bién atenazó al núcleo alpargatero de
Benigánim , que daba trabajo a unos 150 trabajadores, dígito que se am pliaba con
el trabajo a dom icilio de m ujeres y niños. En 1948 el M apa N acional de
A bastecim ientos subrayaba que “La industria alpargatera de la localidad, de
extrem ada im portancia por constituir el principal recurso de vida para sus natu
rales, ha pasado por m om entos difíciles, ya que la escasez de m aterias prim as
am enazó en repetidas ocasiones con provocar un agudo problem a de paro obrero
(...)” , subsanado parcialm ente con otras industrias establecidas en la pobla
ció n .1035
Al contrario que el núcleo alpargatero de Lorca (expansivo entre 1940-
1948), los talleres de Benigánim , si bien poco a poco se fueron concentrando, no
1947, Anexo 7, p. 38, citado por CATALÁN, J.: “Industrialización difusa y desarrollo económico: el retroce
so de 1939-58”, op. cit., p. 379, nota núm. 13.
1033 DELEGACIÓN PROVINCIAL DE SINDICATOS.: Memoria d elI Congreso Provincial de Ordenación
Económica, op. cit., p. 117.
1034 Ibídem, p. 118.
1035 AMBG, caja 20, Correspondencia 1947-1951, informe del Delegado Local de Abastecimientos, 17-V-
1948.
1012
parece que siguieran la línea de Lorca. Los 29 talleres y 215 obreros de 1936
(aquí parece que se incluía a las m ujeres), aum entaron en uno para 1940. Sin
em bargo, el año 1945 se censaban 23, y 15 en 1950, desapareciendo en la déca
da de los cuarenta los pequeños talleres de cuatro obreros. En Q uatretonda (9
talleres) se confeccionaban los trabajos previos para Salem y Benigánim .
Los datos descriptivos señalan la parálisis productiva del sector, com ún a
gran parte de la industria y m anufacturas españolas. En octubre de 1943, los
quince trabajadores de la extensión de M iguel A lborch Orts, S.L. (C astelló de
R ugat) producían al 50% de su capacidad.1036 La alpargatería com arcal tenía en
Salem , con sus dos industrias, el segundo eje com arcal. Una de ellas tenía una
cierta envergadura, con sus 43 obreros, una de las m ás im portantes de la provin
cia. En la piel destacaba José Juan A lbert y Cía (O ntinyent), con alrededor de 60
obreros.
Industrias de raigam bre prebélica, como las fábricas de botones de nácar
de O ntinyent, a pesar de reanudar su producción, no volvieron a ocupar su espa
cio productivo de preguerra, al depender excesivam ente de m aterias prim as de
las colonias británicas.
Se trata en casi todas ellas de industrias en las que predom ina m ateria de
restricción e importación, y, p o r lo tanto, de precaria actividad en la
actualidad. Los productos importados p o r la C.A.M.P.S.A. son fa cilita d o s
p o r la misma y de un modo muy restringido.1038
Sin embargo, la inclusión del jabón entre los productos racionados, dio
como resultado unas suculentas tasas de beneficio para los fabricantes, m ientras
que los continuos cortes de sum inistro eléctrico elevaron el consumo de bujías,
1036 AMCR, legajo 184, Abastecimientos y racionamientos, 21-X-1943.
1037 CATALÁN, J.: “Industrialización difusa y desarrollo económico: el retroceso de 1939-1958”, op. cit.,
p. 385.
1038 DELEGACIÓN PROVINCIAL DE SINDICATOS.: Memoria del I Congreso Provincial de Ordenación
Económica, op. cit., p. 108.
1013
que ya en la R epública se encontraban en una pendiente descendente, ante los
avances de la electricidad en las zonas rurales. Por otra parte, la reposición e
increm ento de la liturgia católica contribuyó a crear una fuerte dem anda de velas
de cera. Eso sí, estos efectos benéficos afectaron más a em presas determinadas.
Prim ero, a las que accedían a los cupos estatales gracias a sus conexiones en los
organism os oficiales del abastecim iento, y en segundo lugar a los fabricantes de
velas de sebo que utilizaban prim eras m aterias autóctonas (desperdicios de mata
dero). Las grasas escasearon durante todo el período, procediendo a ingeniosas
alternativas que alteraban la calidad final del producto, como el recurso del acei
te de albaricoque o de naranja. En cualquier caso, la calidad de los productos
alcanzó cotas bajísim as.
Desde noviem bre de 1939 los industriales del ram o no habían recibido ni
un solo gramo de p arafin a.1039 La delegación de CAMPSA que se encargaba del
aprovisionam iento de la parafina se había trasladado de Valéncia a A lacant con
lo que, dado el estado caótico de los transportes, se hacía más com plicado con
seguir este producto. Las 27 em presas albaidenses, que producían alrededor de
las Va partes del consum o nacional de velas litúrgicas, se quejaban en 1940 d é la s
dificultades para conseguir parafina “que, como artículo de im portación, escasea
m ucho desde la iniciación del actual conflicto europeo, por lo que en la actuali
dad atraviesa esta industria una crisis muy aguda” . 1040
A partir de 1940, el desabastecim iento de parafina estaba sum iendo a la
industria albaidense en una crisis sin parangón. Privadas de una de las materias
prim as más im portantes, los talleres cereros de A lbaida reanudaron su produc
ción lentam ente entre 1940-1942 (según siem pre datos oficiales): Edelmiro
R evert O riola (cera/bujías, m arzo 1941); Roses y Catalá (agosto 1942); Francisco
Sem pere Fernández de M esa (abril 1942 con 2 noques); o la Viuda de Euscbio
Ferri (1942, 1 noque). Si en 1942 “algunas fábricas se encuentran inactivas”; en
agosto de 1943 la paralización era casi absoluta, ante la carencia en el suminis
tro de p arafin a.1041
La em presa de velas y bujías de Ram ón Soler Francés (A gullent) declara
ba en 1944 una producción de un 23,21% respecto al m áxim o de su capacidad, y
la tam bién agullentina de Jesús Casanova Verdú, la tercera del sector a nivel
valenciano, anunciaba en 1946 que “debido a la gran escasez de una de las prin
cipales m aterias de im portación serán suficientes para la producción la mitad del
personal que com pone la p lan tilla” .1042 En este año habían producido a una déci
m a parte de su capacidad debido a que tan sólo contaban con grasas de deficien
te calidad y un abastecim iento m uy m enguado, que encarecía notablem ente el
producto fin a l.1043 El Cuadro núm. 98 dem uestra que la autarquía y sus proble
mas de acceso a las m aterias prim as habían producido hacia 1950 una significa
tiva reducción de la producción.
1014
C uadro núm . 98
CAPACIDAD PRODUCCIÓN
RAZÓN SOCIAL PRODUCTOS
PRODUCCIÓN kg. EN 1950 (kg.)
Sucesor de Navarro
Velas de cera 80.000 24.000
y Cía. (Albaida)
Jesús C asanova Verdú
Velas y bujías 80.000 40.000
(Agullent)
Rafael Lloret Soler
Velas 87.500 35.000
(Albaida)
M echas trenzadas
“La Prim itiva” (Albaida) 2.900 1.000
para velas y bujías
Vda. de Juan Bta. M echas algodón
3.000 1.000
Penalba Pastor (Albaida) quimicazas
Bujías de parafina 10.000 6.000
J. Casanova Espí
Bujías de estearina 5.000 1.000
(Agullent)
Velas de cera 20.000 6.000
FUENTE: COCINV.: M emoria Com ercial, op. cit., 1950, p. 128.
l®44 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupamente económic i canvi social, op. cit., p. 113.
1015
ptas. pasó en enero de 1942 a un precio que no descendía de las 20-25 p ía s.1045
El descenso productivo y la consiguiente hiperinflación producida alcanzó tal
m agnitud que Bonifacio Ferrer, párroco de A tzeneta, solicitaba al Arzobispado en
agosto de 1943 que “debido a la escasez de cera, el elevado coste de la m ism a
cuando se encuentra y la pobreza de esta parroquia, hacen que no se puedan cele
brar los actos del culto, que supliendo la cera con la luz eléctrica ya se podría con
más holgura celebrar los cultos litúrgicos” .1046
Los em presarios debían utilizar cualquier contacto adm inistrativo para
conseguir las cuotas de m aterias prim as. En A gullent, el registro oral recoge que
el principal cerero de la población recibía rápidam ente la noticia de la llegada de
cupos de parafina a M adrid, ciudad a la que enviaba un cam ión, que volvía p ro
visto para un dilatado espacio de tiem po. Los condicionantes autárquicos redise-
ñaron las bases económ icas. La producción y su posterior venta eran m enos ren
tables que el intercam bio de m aterias intervenidas. Un cerero de A lbaida instaló
una fábrica de parafinas en las Islas C anarias para aprovisionar al sector aunque,
según el registro oral, consiguió pingües beneficios introduciéndose en el m erca
do negro de ca fé.1047
La gravedad de la crisis incidió en las cererías especializadas en produc
tos de m ayor calidad y en em pleo m asivo de prim eras m aterias im portadas. Sin
embargo, los establecim ientos de cirios confeccionados con sebo, aunque pade
cieron sim ilares dificultades energéticas, consiguieron sostener sus em presas. La
M atrícula Industrial de A lbaida señala esta evolución contrapuesta, en la que el
desabastecim iento de m aterias prim as y las restricciones eléctricas no im pidieron
que, entre 1945-1950, el sector se sostuviera después de la crisis de 1939-1945,
incluso con el nacim iento de dos nuevas em presas, una de ellas productora de
estearin a.1048 El nacim iento de pequeños talleres cereros por la com arca, incluso
en poblaciones alejadas del núcleo albaidense, es la prueba de los beneficios
puntuales que se podían extraer de una actividad productiva con una escasa
inversión previa. Al m enos desde 1943 operaba un taller cerero de un noque en
A lfarrasí y en 1948 otro en B ocairent con dos noques dedicado a las velas de
cera.
La jab o n ería vivió sus últim os años dorados. La escasez de im portaciones
se suplió con el sistem a Tw itchell, establecido en el com plejo quím ico de
M assalfassar, por el que se desdoblaban los aceites y grasas producidos en las
fábricas de jab ó n , que anteriorm ente se desaprovechaban, para producir gliceri-
na. De esta m anera, se podía sum inistrar ácidos grasos a las jabonerías. Los anec
dóticos sucedáneos de la posguerra crearon un sustituto del jabón com ún sin
m aterias grasas (jabón colofónico o sintético) que, por su deficiente calidad
(según parece, destrozaba m ás que lim piaba los tejidos) desapareció con p ro n ti
tud del m ercado.
1016
La fábrica de Ram ón Casanova Espí (A gullent) ocupaba el cuarto lugar
provincial por volum en de producción en 1949. En 1944, el em presario declara
ba que tan sólo había obtenido los productos correspondientes a 11,7 días de tra
bajo para el jab ó n común y 15 días para el jabón de tocador. Ramón Casanova
señalaba de su puño y letra que “No se han producido más jabón común por no
habérsenos facilitado m ayor cantidad de m aterias prim as intervenidas” .1049 En
1949-50, las dificultades de acceso a prim eras m aterias forzaron a las 91 fábri
cas provinciales a producir al 50% de su capacidad.1050 En 1952 persistían las
dificultades para adquirir copra y sosa caústica, m aterias de las que únicam ente
se había sum inistrado el 25% de las necesidades, con lo que desaparecían dos
industrias del ram o en A gullent. En este año se había producido 1/6 de la capa
cidad total de las calderas, situación repetida para 1953, y las fundiciones de
sebo a un 50% .1051 Todavía en 1958 no se había recuperado un abastecim iento
norm alizado de la sosa cáustica.
Con todo, el sector jabonero se expandió por la com arca: dos en A gullent
y una respectivam ente en A lbaida (1940) y A lfarrasí (1944). La explicación resi
de en que el jabón, aunque fuera de ínfim a calidad y las fábricas no pudieran
recuperar los niveles productivos de preguerra, constituía un elem ento de riq u e
za por sí m ism o. El producto se convirtió en una m ateria estraperlable enorm e
mente beneficiosa para los industriales. Así lo recuerda un entrevistado de
Agullent: “(...) sabó no n 'h i havia a Espanya i ells tenien una fábrica i com encen
ací a vendre a fer estraperlo, perqué el sabó, oficialm ent tenien que entregar-lo
en cupos, i ací com encen a vindre dones de la Ribera, que, com nosaltres no
teniem arrós, ens portaven arrós (...) i ells, amb sabó tenien de to t” .1052
1°49 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupamente económic i canvi social, op. cit. p. 117.
1050 COCINV.: Memoria Comercial, op. cit. 1949, p. 115. y año 1950, p. 126.
1°51 COCINV.: Memoria Comercial, op. cit., 1952, p. 125.
1052 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupamente económic i canvi social, op. cit., p. 121.
1053 DELEGACIÓN PROVINCIAL DE SINDICATOS.: Memoria del ¡Congreso Provincial de Ordenación
Económica, op. cit., p. 82.
1054 SÁNCHEZ CARMELO, L.: “Problemas y soluciones a la industria textil valenciana”, en I Congreso
Económico Sindical de la Industria Valenciana, Valencia, diciembre 1951, pp. 477-484 (p. 480).
1017
V alenciana (1918), la sustitución de fibras de im portación por fibras íaturales
nacionales form aba parte de los proyectos de futuro para la industria valenciana,
acentuados a lo largo de la década de los treinta, ante el increm ento de los p re
cios de las fibras de im portación:
(...) los buenos valencianos m inaríam os con absoluta sim patíi a estos
industriales, si no lim itaran su actividad y su dinero al aprovedtamiento
de fib ra s exóticas, p u es la Econom ía regional, y aún la naciona', necesi
tan y exigen que resujan el cultivo del cáñamo indígena y que st p ro p o r
cione, además, salida a las enormes cantidades de esparte que la
N aturaleza brinda al agricultor del SE de España, para que el industrial
lo valorice en sus m últiples e im portantes aplicaciones. 1055
Sólo la Región Levantina consum e más de la tercera p a rte del yute im por
tado p o r toda España, lo que dem uestra su desarrollo y potencialidad. La
crisis, que p o r consecuencia de la pasada guerra mundial, obligó a res
tringir las im portaciones de yute, determ inó a esta industria el estudio y
empleo de la fib ra de esparto en la fa b rica ció n de envases de saquerío,
siendo Valencia la que inició y coronó con buen éxito esta iniciativa.
1055 m Congreso de Economía Valenciana, Imp. de F. Vives Mora, Valencia, 1918, p. 221.
1056 DELEGACIÓN PROVINCIAL DE SINDICATOS.: Memoria del I Congreso Provincial ¿e Ordenación
Económica, op. cit., p. 82.
1057 COCINV.: Memoria Comercial, op. cit., 1944, p. 115.
1058 Ibídem, 1952.
1059 Jomada, 26-V-1950.
1018
La sustitución de im portaciones de las fibras textiles exteriores (principal
m ente el yute) por fibras autóctonas (cáñam o, esparto, m im bre) encontró ahora
un perfecto cauce para su aplicación.1060 A rtesanías tradicionales y pequeños
talleres prebélicos respondieron a esta dinám ica con m ovim ientos especulativos
que hacían frente a la dem anda interior de objetos baratos confeccionados con
fibras naturales.
Esta suplantación actuó de eficaz com plem ento de las rentas fam iliares
para los habitantes de los pueblos con tradición espartera (A tzeneta, Benissoda).
También fue el origen de procesos de industrialización posteriores (A gullent). En
A tzeneta, un cuarto de la población m asculina se dedicaba a tiem po com pleto en
1939 a fabricar lligasses para las zonas arroceras. A tiem po parcial, ocupaba al
resto del pueblo, hom bres, m ujeres y n iñ o s.1061
La fábrica de esparto instalada por N avarro M arcos en A gullent es un
ejem plo de las nuevas industrias creadas en el contexto autárquico. Se trataba,
como hem os visto, de un industrial m urciano que encontró en la tradición espar
tera de A gullent el marco idóneo para instalar una fábrica de rastrillado de espar
to que abastecía a la Yutera Española de Pu$ol. La fábrica abrió sus puertas en
1940. Su desarrollo fue m uy rápido, coincidiendo con los peores años de la autar
quía. En 1945 contaba con 45 em pleados y un año m ás tarde con 65, hasta supe
rar el centenar. La fabricación de esparto se expandió por sim patía en A gullent,
con la instalación de un taller de rastrillado y torcido y otro de cestas.1062
La industrialización espartera de A gullent no fue un caso aislado de las
repercusiones del empleo del esparto y otras fibras naturales. La fábrica de sacos
de Ríos (L líria) sustituyó el yute por el esparto, revitalizando una espartería
local. En 1951, la fábrica de Ríos em pleaba a 1.200 trabajadores.1063 En Gata (la
M arina A lta, A lacant), el m im bre, una artesanía popular, había cristalizado poco
antes del inicio de la guerra en una em presa con un centenar de trabajadores. La
dem anda interior de la posguerra requería artículos baratos, confeccionados con
m aterias prim as autóctonas, eclosionando m aterias como el m argallón. Desde
esta población alicantina, los productos elaborados con hule, m im bre o palm a
crecieron por la com arca de la M arina A lta para sustentar una posterior industria
lización, desde 1959, de m ediana escala, basada en los m uebles de ju n c o .1064
La coyuntura específica de la posguerra revitalizó ocasionalm ente artesa
nías y trabajos extractivos que em pezaban a estar en desuso, pero que fueron una
fuente de ingresos localm ente notable. Así, por ejem plo, la reposición de las
cam panas fundidas durante la G uerra Civil para obtener arm am ento, construye
ron un amplio m ercado para la em presa de los Roses en A tzeneta, que llegaría a
1060 otros sectores industriales conocieron un similar y temporal auge. v. GARCÍA PINERO, R.: Los mine
ros asturianos bajo el franquismo (1937-1962), Fundación Io. de Mayo, Madrid, 1990. capítulo I.
1061 JORDÁ, R.; YAGO, R. y SOLER, A.: El mirador de la Valí Patrimoni historico-artístic i tradició arte
sanal d'Atzeneta d'Albaida, op. cit., pp. 87-93.
1062 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent. Desenvolupamente económic, op. cit., pp. 98-111.
1063 v. ADRIÁ MONTAGUT, A.: “Una industria vista por sus trabajadores: la fábrica de hilados de yute y
esparto de Ríos y Cía de Llíria (1929-1974)”, Lauro, 4, 1989, pp. 129-140.
1064 COSTA I MAS, J.: “Les industries tradicionals de la Marina Alta: el joguet, la marroquineria i els
mobles”, Aguaits, 1, 1988, pp. 37-49 (pp. 42-44).
1019
exportar m asivam ente a A m érica Latina. La penuria del momento obligo a sus
em presarios a proveerse de m aterial bélico desechado, con los obvios y lógicos
sobresaltos, cuando explotaba algún re sto .1065 El oficio de picapedrero disfrutó
de unos años dorados en una posguerra con. insuficiente producción de csmento
y con la política de reconstrucción de edificios religiosos.1066 En B élgidam ás de
veinte fam ilias confeccionaban escobas para los m ercados de las ciudades cerca
n a s.1067.La confección de sillas y Id cestería de r o il e r i a eran otro importante
sector. Las prim eras daban trabajo en 1948 a 50 hom bres y 70 m ujeres, irientras
que la segunda a 10 hom bres y 160 m ujeres.
Las grandes fábricas de m ateriales de construcción y de envases agroali-
m entarios se encontraron con una m aquinaria sin apenas energía que las movie
se (electricidad, carbón, derivados del petróleo). Por el contrario, las pequeñas
em presas del área de Castelló de Rugat y de la zona de O ntinyent estaban, por lo
general, m uy poco m odernizadas tecnológicam ente, atraso que benefició su com-
petitividad. El diario decano valenciano, en el tono propagandístico de la época,
subrayaba en ju lio de 1942 el “período de visible progreso industrial” d d sector
en C astelló de Rugat, Ráfol de Salem y Terrateig, resaltando la dem anda cel m er
cado, “no dan abasto a la gran dem anda de tinajas para aceite, tubos para conduc
ción de aguas y m ateriales de construcción, ladrillos, tejas (...)” .1068 En 1948,
C astelló contaba con tres alfarerías que fabricaban, preferentem ente, tinajas y
tubos, y seis tejares (ladrillos y baldosas). La evolución del sector en Benigánim
siguió los m ism os pasos. Los cántaros tuvieron un breve increm ento en ms cua
renta.
Si el cam bio de costum bres durante la República había sumido en una
fuerte crisis el consumo de som breros, el restablecim iento de los valores estéti
cos y gustos burgueses en la posguerra (recordem os el cartel publicitario de la
posguerra: “Los rojos no usaban som brero”). Som breros Bueso, S.A. mantuvo su
preem inencia anterior, con 111 obreros en los años cuarenta.
El sector vidriero soportó un alto grado de m onopolización por e! que,
durante los cuarenta, no se perm itió la am pliación o creación de nuevas empre
sas de vidrio hueco, alegando la saturación del m ercado. Los beneficios para las
fábricas existentes debieron ser enorm es, puesto que el vidrio com arcal vivió un
auge ininterrum pido. Cuando la fábrica de Antonio Cabedo (O ntinyent) volvía a
abrir en agosto de 1939, el em presario resaltaba que la producción era “muy
insuficiente en relación con el crecido número de pedidos que recibe la fábri
ca” . 1069
H asta agosto de 1939, sólo dos de las cuatro em presas vidrieras de
rO lle ria habían conseguido reab rir sus industrias, debido a la falta de materias
prim as y de piezas de repuesto para los hornos refractarios. Este sector industrial
1065 JORDÁ, R.; YAGO, R. y SOLER, A.: El mirador de la Valí Patrimoni historicoartístic i tradició arte
sanal d'Atzeneta d'Albaida, op. cit, p. 281-282
1066 Ibídem, p. 80 y 263.
1067 JORNET PERALES, M.: B élgiday su término municipal, op. cit., edición facsímil, p. 36.
1068 LP, 7-VÜ-1942.
1069 a m o , Correspondencia 1939, 7-8-1939.
1020
seguía concentrándose en 1'O lleria, con una aportación m enor en Ontinyent. Las
cuatro fábricas operativas en 1940 eran, en lo fundam ental, las m ism as que tra
bajaban en rO lle ria de preguerra: A lbiñana y Puerto; Vda. de B autista Juan
A lbiñana (conocida como Santa Lucía); Rosendo A lbiñana (Els Tremendos);
Elena G isbert y Juan Lugo (sólo en 1940). Según G erm á O livares, Santa Lucía
fue confiscada a sus propietarios, para pasar a ser Santa Lucía. Juan, M oscoso y
Sánchez. Juan era el hijo de B autista Juan A lbiñana, uno de los fundadores,
m ientras que M oscoso y Sánchez eran dos em presarios de origen cordobés.1070
A lo largo de los cuarenta el sector increm entó su capacidad productiva y
capitalización, como lo prueba el increm ento del núm ero de crisoles por em pre
sa, así como la constitución de sociedades.1071 La apertura de un despacho cen
tral de la RENFE (febrero 1948) benefició la com ercialización de los productos
vidrieros. Ya en 1941, el vidrio y sus trabajos auxiliares (forrado de garrafas,
cestería) ocupaban en rO lle ria una m asa laboral de 400 obreros y 500 m ujeres.
En 1951 se resum ía en: M oscoso y Sánchez, S.L., (sucesora de Santa Lucía);
Vidrios Levante, S.L. (antigua fábrica de Rosendo A lbiñana); Sucesor de Elena
G isbert; y Joaquín A lbiñana (F abrilo, la única fundada en la posguerra).
En O ntinyent el sector no evolucionó hacia un crecim iento productivo
sim ilar al foco de rO lle ria . Las dos industrias que operaban desde antes de la
guerra continuaron en la posguerra. A finales de la década de los cuarenta la anti
gua fábrica de vidrio hueco de A ntonio Cabedo pasó a ser una sociedad lim itada:
Antonio Cabedo S.L., llam ada La C onstancia Industrial (38 obreros en 1944),
m anteniéndose la fábrica de espejos biselados fundada por José Alonso (una
decena de trabajadores en el m ism o año).
El efecto sim patía, característico de la industria com arcal, y favorecido
por la alta densidad de m unicipios, introdujo el sector vidriero en Benigánim . La
elección venía determ inada por dos variantes: el hallazgo de una partida de tie
rra muy apreciada para la fabricación vidriera (garrafas) y la existencia de una
m asa de pequeños propietarios y jornaleros, menos intoxicados por el sindicalis
mo que en rO lle ria , que podían encontrar en esta fábrica un com plem ento m uy
útil para sus rentas fam iliares y, adem ás, percibir unos salarios más bajos que los
obreros especializados de rO lle ria . Así, el proyecto se inició en la prim avera de
1946, para cristalizar definitivam ente en 1948. Con aportaciones de un industrial
vidriero de Sevilla y otros socios de rO lle ria nacía Vidrios R evestidos, S.L.
(1948) para producir garrafas de vidrio revestidas de cáñam o reutilizando una
antigua bodega vinícola.
1070 RAMÍREZ ALEDÓN, G: Llauradors i Vidriers. Poblado, economía, govem local i religiositat a
l'Ollería del segle XX, Co.lectíu 1'Olla, L'Ollería, 1999, p. 224. En el Directorio Valenciano de Bailly-
Balliére-Riera (1945) aparece Vidrios Manufacturados, S.A., desconociendo si es el antecedente de Vidrios
Levante. Las relaciones con esta provincia andaluza eran intensas. En la entrada de 1'Olleria de esta Guía se
anunciaba una empresa de botellería, frasquería y garrafas de Rute (Córdoba). Esta población contaba con
canteras de arena, materia prima imprescindible para la fabricación vidriera, v. DICCIONARIO
GEOGRÁFICO DE ESPAÑA, Ediciones del Movimiento, Madrid, 1956, vol. 14, pp. 738-739.
1071 AMOLL, caja 25/3, Matrícula Industrial de la década de los cuarenta y DIRECTORIO VALENCIA
NO.: Guía especial de las provincias de Valencia, Alicante y Castellón de la Plana, op. cit., años 1940,1945
y 1950. En 1940 nacía una pequeña fábrica de vidrio que no tuvo continuidad.
1021
Las fábricas vidrieras de 1'O lleria forzaron sus m áquinas cuando las restriccio-
nes eléctricas se espaciaron y los problem as de sum inistro de materias prim as
m enguaron. En 1951 se anotaba que los “cam iones cargados hasta seit m etros,
pasan sin cesar” , transportando los productos de vidrio hueco resultado de los
dos turnos diarios que realizaban las fábricas. La exportación, no exenti de algo
de picaresca, aparece docum entada en 1950: “Una de las fábricas tu\o el año
1950 un pedido de 120.000 garrafas PORTUGUESAS forradas con mimbre blan
co (...), para ser llenadas de OPORTO (en realidad de CHESTE Y VILLAMAR-
CHANTE) para Brasil (...) estando pendiente de otros encargos similares que
esperan la correspondiente licencia de exportación” .1072 El forrado de garrafas
(cáñam o, esparto).se había expendido por los pueblos que rodeaban Berigánim y
rO lle ria , a través de talleres y trabajo a destajo fem enino en sus domicilios. Así,
B élgida o M ontaverner contaron con esta dedicación suplem entaria.
1022
sum idores com portó un auténtico cataclism o para la regularidad y calidad del
abastecim iento. El cierre de los m olinos m aquileros, los más abundantes en la
geografía rural, y de algunas fábricas, se ju stificó con el razonam iento de evitar
el estraperlo y controlar de m anera más eficaz los envíos de trigo y su posterior
distribución en form a de harina. La O rden partió en diciem bre de 1940 del
D elegado N acional del SNT, estableciendo su clausura de m anera tem poral. La
G uardia Civil fue la encargada del precinto de los m olinos m aquileros y de la
vigilancia sobre los trituradores ilegales. La burocracia del SNT había previsto
cerrar los m olinos de los térm inos m unicipales que se encontraran a m enos de 30
km. “por cam inos norm ales” de una fábrica de harina en funcionam iento, además
de los que antes del 18 de ju lio no estaban dados de alta en la contribución indus
trial. En el denso hábitat valenciano, la m edida significaba en la práctica el cie
rre de casi todos los m olinos.
Sin em bargo, como m anifestó G onzalo Gironés en la reunión de sindica
tos verticales de 1943, la clausura de m aquileros y fábricas no había conseguido
evitar el m ercado negro, “Hoy se hace tanto « s t r a p e r l o » y tanta ocultación
como el prim er día” . De hecho, los m aquileros continuaron m oliendo de noche.
Es m ás, la reducción de la capacidad productiva había llevado a una sobrecarga
en las fábricas autorizadas y una m ayor retención de la harina que debía ser
repartida: “(...) por ser m uy pocas las que hay autorizadas. Es cosa de presenciar
la inm ensa m uchedum bre que acude cuando llega el Delegado del Trigo, y el
jaleo que se arm a en cada una de estas fábricas por las protestas y atropellos que
se producen en estas ocasiones” .1076
Las fuertes restricciones en este sector agroalim entario y el rigor ordena-
cionista que pretendía term inar con el m ercado negro, concentrado espacialm en
te la m olienda, ocasionaron los problem as que planteaba Gonzalo G ironés. Por
ejem plo, en M ontaverner se clausuraron los dos m olinos y una pequeña fábrica
de harina entre 1940 y 1941. Posteriorm ente, en 1951, se concluía la construc
ción de una fábrica de harinas. Sin embargo, a pesar de estar “totalm ente cons
truida y concluida con sus elem entos y aparatos, pero por causas de las restric
ciones en apertura y funcionam iento de industrias, no se ha autorizado su funcio
nam iento todavía” . 1077 El trigo del térm ino se enviaba a los m olinos de
Benigánim y O ntinyent. Los problem as en el transporte por carretera y ferroca
rril, unidos a las dificultades de los m olinos activos para m oler los cereales que
les llegaban, provocaban, dada la hum edad predom inante en el clim a levantino,
la ferm entación del cereal.
Las restricciones para crear o am pliar y la irregularidad energética se
unieron, pues, a los efectos de la Ley de 30 de junio de 1941, por la que se red is
tribuían espacialm ente los m olinos autorizados para la m olienda. De esta m ane
ra, los escasos m olinos y fábricas que pudieron operar no daban abasto para el
grano que les llegaba. Solam ente en O ntinyent se clausuraron totalm ente tres
m olinos, uno de tres piedras y dos de una piedra cada uno. Otros cinco conserva
rían tan sólo una piedra.
1023
El cierre de m olinos m aquileros obedecía a que una parte im portante del peque
ño estraperlo se derivaba hacia estos m olinos y que, a la vez, los hornos locales
se aprovisionaban más fácilm ente en ellos. Su am plia presencia en prácticam en
te todos los m unicipios entorpecía el control por parte del SNT del m ercado hari
nero. Pero las verdaderas condicionantes fueron que los m olinos m aquileros
entorpecían las grandes redes del estraperto de harina fraguadas en torno a los
m olinos de m ayor producción y a las fábricas de harina, que eran propiedad de
las elites franquistas que se fraguaron en la posguerra.1078
Contra estas m edidas se posicionó el Sindicato Provincial de Cereales
(SPC), favorable a la autorización de los m olinos m aquileros que trabajaban
antes del 18 de ju lio y estaban sindicados, los que debían reanudar sus activida
des por necesidad pública y destinar el resto a la m olturación de p iensos.1079 La
jerarquización y centralización del tráfico triguero se oponía a los objetivos del
SPC por controlar las am pliaciones y creaciones de m olinos y fábricas harineras.
Este fue el punto 5o de sus aspiraciones “ Se da el caso, actualm ente, de que se
conceden autorizaciones sin nuestro asesoram iento, y, m ás aún, contra nuestra
oposición form ulada por escrito” .1080 El SPC criticaba la política oficial de adju
dicaciones individuales de cupos trigueros a los m olinos y fábricas harineras, por
la que los más poderosos eran claram ente beneficiados. Aunque esta pugna entre
el Sindicato Provincial y el Servicio N acional de Trigo esconde la búsqueda de
una posición de privilegio en el reparto triguero por parte de los sectores indus
triales de la provincia, en parte perjudicados por la centralización.
Las fábricas de harina perm itidas por el SNT correspondían habitualm en
te a propietarios que habían m odernizado sus instalaciones en los años treinta
con la introducción de la electricidad o de derivados petrolíferos. Los cortes de
luz y el insuficiente racionam iento de gasóleo restringieron su productividad. La
m olinería retrocedió en el tiem po, a favor de los técnicam ente m ovidos con la
energía hidráulica de siem pre. Este proceso, docum entado en dos m olinos de
Aielo de M alferit, suponem os que no fue un caso aislado.1081
Con todo, los m olinos m aquileros o los que habían sido clausurados
siguieron funcionando de m anera ilegal. Al menos dos m olinos com arcales
(Bellús y Salem) sabem os que m olieron sin perm iso del SNT.1082 En el caso de
los m aquileros, casi siem pre estaban orientados al pequeño estraperlo de produc
tores trigueros que luchaban por su supervivencia. En el caso de los m olinos de
m ayor envergadura o de las fábricas se trataba, en la m ayor parte, de estraperlo
a gran escala. El extrem ado intervencionism o en m ateria harinera, que perjudica
ba la producción, estaba com pensado por el acceso al m ercado negro más lucra
1078 Esta sugestiva hipótesis en ADÁN ORTIZ, D. Y VARGAS CASTELLÓ, M.: “Control y cierre de los
molinos en Castellón y provincia (1939-1952)”, en IVEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit.,
pp. 445-448.
1 0 7 9 D E L E G A C I Ó N P R O V I N C I A L D E S I N D I C A T O S .: Memoria del ¡Congreso Provincial de Ordenación
Económica, op. cit., p. 456.
1080 ibídem, p. 202.
1081 SENDRA BAÑULS, F.: Molins d'aigua a la Valí d'Albaida, Caixa d'Estalvis d'Ontinyent, Ontinyent,
1998, p. 66.
1082 Ibídem, p. 82 y 124.
1024
tivo de la posguerra. El número de m olinos se mantuvo casi incólum e entre 1940-
1950. Las m edidas centralizadoras de la m olienda llevaron a que en O ntinyent
operasen cuatro nuevos m olinos.1083
La autarquía produjo sobre las industrias del aceite un notable “desfase”
tecnológico respecto a otras europeas (como la italiana). En 1954, todavía el 45%
de las prensas censadas no eran h id ráu licas.1084 El 25 de septiem bre de 1942 el
G obernador Civil ordenaba precintar las alm azaras. La intervención estatal supu
so a m edio plazo una reconversión del sector. El cierre de las prensas particula
res y de las pequeñas prensas preparó el camino hacia una m ayor m ecanización
cuando las condiciones m ejoraron en los años cincuenta. Por ejem plo, entre
1945-1950, desaparecían en Castelló de Rugat cinco alm azaras m anuales.1085
Un exam en de las M atrículas Industriales locales y del A nuario B ailly-B alliére
nos inform a de un descenso entre 1940-1950 de las prensas, lo que no quiere
decir que dejaran de funcionar legalm ente. Al m enos 12 desaparecieron (el des
censo m ás acusado correspondió a O ntinyent, de once a ocho en 1945), y tan sólo
nacieron dos prensas. En B eniatjar y Salem se produjo un reagrupam iento de pro
ductores. Las ocho alm azaras de Salem se redujeron a tres en 1945 al nacer la
A grupación de Cosecheros de A ceite, y a dos en 1950. Las tres cooperativas de
B eniatjar hicieron m enguar los diez establecim ientos de 1940 (más bien prensas
caseras) a cuatro (1945-195 0 ).1086 Las cooperativas incorporaron m asivam ente
m étodos m odernizados de extracción del jugo de la aceituna.
La insuficiencia en el aprovisionam iento de harina trasladó grandes d ifi
cultades para las industrias alim entarias dependientes de la harina. La fabrica
ción de galletas o de pastas para sopa estaba prácticam ente paralizada en 1942.
El subsector confitero-pastelero estim aba sus necesidades básicas en 360.000
kilos de harina, 130.500 de aceite y 2.016.500 de azúcar. Según datos oficiales
de la D elegación de Industria hasta el mom ento de redactarse las actas de este
Congreso Sindical “no han recibido en el presente ninguna harina, y sólo 5.000
kilos de aceite y 96.250 kilos azúcar.” 1087
Entre los acuerdos finales, los representantes confiteros-pasteleros elabo
raron este catálogo de peticiones particulares a las autoridades sindicales, en el
que se pedía la seguridad de recibir los cupos de m aterias prim as y el control de
la O rganización Sindical de los m ism os, que podría asegurar una distribución
benéfica entre el em presariado y alejar, en parte, la arbitrariedad y corrupción de
los organism os burocráticos:
1025
I a. La fija c ió n de cupos concretos de materias prim as intervenidas para
un ejercicio, con arreglo a las disponibilidades, a l objeto de que los
industriales puedan fija r los gastos generales que habrían de emanar de
sus industrias.
2 a. A dicho efecto, sería conveniente la creación de una Comisión ptrm a
nente en M adrid, representativa de todas las industrias del ramo ie
España, encuadradas en sus Sindicatos respectivos, que estuviese ccnti
nuam ente en contacto con la Com isaría G eneral de Abastecim iento 9
demás Organismos, al objeto de p o d er hacer las distribuciones equitativa
m ente y sin privileg io s para regiones determinadas.
3 a. Que la totalidad de los cupos destinados a la industria vinieran con
signados exclusivam ente a la Sección correspondiente para que ella
conocedora de las necesidades de sus miembros, procediera con estricta
ju stic ia al reparto de los géneros. 1088
1026
em presa se erigiera en unidades autoabastecidas para asegurar la supervivencia
em presarial. La afam ada confitería de Hijo de Teodoro M ora (17 obreros) recu
rrió a autosum inistrarse de ambas m aterias prim as como único camino para sal
var el negocio fam iliar. En 1946 se convirtió en reservista de azúcar y harina, a
través del cultivo de 10 hectáreas de rem olacha en C órdoba y una de harina en la
provincia de Zaragoza. El año no es m era coincidencia. La escasez estaba in i
ciando su pico más elevado y, seguram ente, el em presario no albergaba esperan
za alguna de una pronta norm alización del abastecim iento. Pero sí se pudo lim i
tar en parte la problem ática del sum inistro de m aterias prim as gracias a la inver
sión agrícola, y, sin datos concretos para corroborarlo, el brutal descenso de los
niveles de vida, que se alargó de m anera dram ática hasta principios de la década
de los cincuenta, seguram ente influyó fuertem ente sobre los niveles de venta. En
conclusión, una recesión de más de una década.
A finales de los cuarenta la em presa parece que rem ontaba los obstáculos
autárquicos. El 8 de agosto de 1949 Teodoro M ora abría un expediente ante la
D elegación General de Industria-Sección de N uevas Industrias para am pliar su
fábrica de dulces. De nuevo nos encontram os con criterios divergentes. La CGAT
denegó el perm iso, basándose en “criterios establecidos”, m ientras que la
D elegación de Industria de Valencia aprobaba la propuesta. Tras casi dos años de
alegaciones, se autorizaba, desde Valencia, la am pliación.
El sector alcoholero siguió un camino oficialm ente depresivo. La industria
alcoholera española no había abandonado su dependencia directa de la agricultu
ra y, por tanto, su desarrollo había cam inado paralelam ente a la sobreproducción
cíclica del viñedo, en lugar de evolucionar hacia su transform ación en industrias
m odernas en cuanto a la tecnología em pleada y a su com ercialización. De esta
m anera, hasta la gran cosecha de 1952/53, los establecim ientos de alcohol v ín i
co tuvieron un lento vegetar en unos años de más que deficientes cosechas. Para
el alcohol industrial, la escasez de azúcar suponía una baja producción. Por otro
lado, el em pleo de prim eras m aterias prohibidas (higo, algarrobas) fue muy fre
cuente, produciendo buenos beneficios para el ramo.
Desde 1947, el establecim iento de precios m ínim os para el alcohol vínico
y el fomento de la exportación de vinos fueron factores positivos para el desarro
llo de las pequeñas em presas locales. Así las cosas, la posguerra supuso la con
tinuación de la dependencia del alcohol vínico respecto a la agricultura y la p os
tergación de su posible tránsito hacia el alcohol industrial, una verdadera indus
tria m oderna. El proteccionism o estatal ayudó a la estabilización del sector. El
Decreto Ley del 11-8-1953 creaba una Com isión de Com pras de Excedentes de
vino, que se encargaba de la com pra de los excedentes de las alcoholeras a p re
cios de co ste.1094 El D ecreto venía a plasm ar un proteccionism o históricam ente
querido por los m ism os industriales, ante su falta de organización sectorial y el
m inifundism o em presarial. En la com arca debemos esperar hasta los años cin
cuenta para encontrar inversiones de capital en el sector (Ráfol de Salem, 1951).
Las prensas hidráulicas de Cam bra y M olla S.L. (O ntinyent) perm itían una d iver
sificación productiva (vinos, alcoholes, aceite de orujo, jabón, aceite com esti
1094 r u ig RAPOSO, N.: “Modernización y regulación. La industria alcoholera española, 1856-1953”, op.
cit., pp. 99-125. (p. 124).
1027
bles y m osaicos).
Con todo, este sector continuaba sin significar una m asa considerable de trabaja
dores. La fábrica de J. Sanz y Cía., S.L. de Ontinyent, la más im portante de su
sector (aceite de orujo...), em pleaba tres trabajadores para el aceite de orujo y
diez durante los cuatro o cinco meses de la recogida y alm acenaje de la aceituna.
Para 1944, la D elegación local de A bastecim ientos ofrecía la cifra total para la
ciudad en 53 trabajadores. En Benigánim , el centro más im portante de la com ar
ca, los establecim ientos del ramo no alcanzaban la cincuentena de trabajadores.
Escasas noticias ha dejado el vino, el principal producto de transform ación de la
agricultura com arcal. En 1943, el Congreso Sindical Provincial anotaba que
padecía “una gran crisis com ercial, como consecuencia de las dificultades del
momento, increm entadas por la carestía de m aterial ferroviario” .1095
La industria textil, como el resto de sectores económ icos, estuvo som eti
da a sim ilares condicionam ientos negativos para su recuperación. De las dos
principales m aterias prim as del textil (lana y algodón), el algodón sufrió las
m ayores carencias, puesto que la producción nacional era insuficiente y la im por
tación, muy escasa. Los 150 em presarios textiles algodoneros de la provincia tra
bajaban cuatro días a la sem ana en 1942.
El sector lanero, con predom inio de la pequeña em presa, gozó de m enores
inconvenientes com parativos con el algodón, debido a la m ayor disponibilidad
interna, aunque ni siquiera la política oficial consiguió canalizar el 50% de la
lana nacional. La especialización lanera de una parte im portante del textil com ar
cal se debió a que la lana era la fabricación más barata. La escasa im portación
comportó coyunturas específicas de desabastecim iento en 1942-1943 y 1948-49,
al mismo tiem po que la especulación resultante increm entó el precio de la lana
(1941-1942), especialm ente a partir de 1951.1096 En este contexto, la especula
ción era más rentable que la producción. Por ejem plo, la opción de dar de alta la
m aquinaria de h ilatura para conseguir m ayores cupos de lana y poder especular
con ella. Como el resto de sectores industriales, la reducida im portación de
m aquinaria congeló la renovación de la m isma.
La prim era gran crisis seria del sector lanero ocupo los años 1948-49.
Desde esta crisis los industriales se em anciparon de la política oficial lanera. Ya
desde principios de los cincuenta los sectores industriales dem andaron políticas
liberalizadoras, como se expuso en la XX C onferencia Internacional L anera cele
brada en 1951 en B arcelona y la I A sam blea Económica Textil de 1954, sin inter
vención oficial.
Aun con estos problem as, el textil español disfrutó de unos excelentes
años, con un m ercado interior sin com petencia exterior y una mano de obra b ara
1028
ta. Las liberalizaciones de los años cincuenta pasarían factura irrem isiblem ente.
En estos térm inos se expresaba el Secretario Jefe de Inspección de la Sección de
Trabajo de la Industria Textil A lgodonera, y enlace con el Sindicato N acional
Textil. Para este jerarca, la escasez de fibra tuvo la consecuencia de crear un:
1029
España” . La zona había abandonado la fabricación de bufandas, mantas de campo
y de viaje, por m antas “de algodón”, aunque “no tienen nada o casi nada de esta
fibra”, 1101 puesto que los cupos lim itados de algodón habían producido un viraje
hacia los regenerados de esta fibra. Al contrario que otros sectores textiles m ás
afectados por los cupos reducidos (algodón, yute) y su dependencia de las im por
taciones, el textil de regenerados trabajaba en 1942 la totalidad de la jornada
sem anal laboral para cubrir la dem anda del m ercado interior. Así lo explicaba el
redactor del inform e previo del M apa N acional de A bastecim ientos:
1030
m aterias. Los industriales valencianos, unidos a los alcoyanos, elevaron al
Sindicato Provincial, y éste al N acional, una serie de conclusiones de las que
desconocem os su aceptación o rechazo, aunque se puede aventurar que el
N acional no vería con buenos ojos las disposiciones del sector. Las conclusiones
buscaban reducir los tipos de fabricación para hacerlos m ás sim ilares a los tipos
ú n ico s.1103
La coyuntura autárquica forzó a los industriales, que habían hecho gala de
su individualism o hasta la efím era vida de la U nión A grícola, U rbana, Industrial
y M ercantil (junio 1936), a su unión en la A grupación Local de Fabricantes de la
Industria Textil (20 em presas en 1940, año de su fundación). Entre otras m aterias
sociales de actuación tenía entre sus propósitos facilitar el abastecim iento de
m aterias prim as y de cupos de im portación. En 1942, la A grupación reunía a 33
em presas, las de m ayor producción y m agnitud. Encontram os a La Paduana;
Tortosa y Delgado S. L.; M artínez Reig y Llin S.L.; J. Torró y Com pañía, S.L.;
Industrias Jordá S.A., etcétera...
Los em presarios ontiñentinos supieron aprovechar un m arco económ ico
negativo, la autarquía, con su desabastecim iento de m aterias prim as, restriccio
nes eléctricas, intervencionism o de tintes oligárquicos, para convertir la negati-
vidad en óptimos factores relanzadores de la industria: las m aterias prim as de
calidad fueron sustituidas por regenerados textiles; la contracción del m ercado
interior obligó a la producción de productos de baja calidad, em pleando una
mano de obra abundante, con gran presencia de los escalafones salariales más
bajos: m ujeres y niños.
1031
Vuelvo a repetiros que esto es lo más absurdo que he conocido en mi vida.
H ace más de veinte años que soy tejedor y no he visto jam ás fa b ric a r man
tas, con las porquerías con que las hacemos hoy. Ahora mismo estamos
haciendo una p a rtid a de atigradas y grises con urdimbre de regenerado
gris; si el urdimbre es malo, no digam os de las tramas; la atigrada aún
tiene un poco de fib ra , pero, la gris es totalm ente polvo; sólo os tengo que
decir que, p a ra p o d er tejer, sin que se rompan el urdimbre y las tramas,
ha habido que reducir la marcha de los telares al mínimo. Y p o r si esto
fu e ra poco, ¡hay que ver la p e ste que derraman!, porque, tanto el urdim
bre como la trama, han sido hilados con gasoil, en lugar de aceite, 1105
1032
industrial de O ntinyent se concentraba en La Paduana, Tortosa y Delgado; J.
Torró y Cía y Sombreros Bueso. Sólo la últim a no p ertenecía al sector te x til.1108
Los rasgos peculiares de este desarrollo textil tienen una gran relación con
el marco nacido con la autarquía. El m inifundism o em presarial descrito se basó
en las iniciativas personales, que com praban viejos telares m anuales de m adera y
los instalaban en los dom icilios particulares (desvanes, terrazas) o antiguas
casas. El atraso tecnológico del textil ontiñentino, que eludía las restricciones
eléctricas y las grandes inversiones, es palpable en el aum ento de los talleres
m anuales. De los cuatro censados en 1943 a los ochenta de 1949 y el descenso de
los m ecánicos (de 2 1 1 a 183), al m ism o tiem po que los husos se reducían de los
2.206 a los 1.532.1109
Estas pequeñas em presas se proveían, a su vez, de los telares que funcio
naban en los dom icilios particulares, con el trabajo de toda la fam ilia y la ayuda
de alguna vecina que term inaba las piezas del textil-hogar con la m áquina de
coser. Así se elaboran las m antas de regenerado de algodón, los secam anos y
delantales, las bayetas y las cortinas. Una m odalidad, reflejad a en sus m em orias
por Rafael Reig. Un industrial con cuatro telares m anuales de m adera cubre una
dem anda cinco veces mayor. El resto lo consigue com prando la producción de
otros fabricantes, de uno o dos telares m anuales, colocados en las terrazas de sus
casas.1110
Entre abril de 1939 y 1945 se había creado el 47,22% (casi la m itad) de las
em presas textiles que trabajaban entre 1945-1948, dem ostración del ím petu tex
til e industrializador prom ovido en O ntinyent (v. Cuadro núm . 99 y 100), m uy
sintom ático en cuanto casi todos los sectores industriales españoles estaban
sumidos en la depresión. Las grandes em presas se definen p o r su proceso v erti
cal, produciendo ellas m ism as gran parte de las borras em pleadas, los hilados y
el acabado final del tejido. Estas em presas dedicaban gran parte de su producción
a las m antas, con lo que el establecim iento del verticalism o productivo era una
respuesta al desabastecim iento de prim eras m aterias. La hegem onía de la
tejeduría es m uy clara, definiendo el modelo textil local, encam inado hacia la
venta final del producto. En 1946, el textil elaboraba m antas de regenerados de
algodón y lana, lonas de algodón, m antelerías, toallas, telas de colchones y géne
ros de pu n to .1112
1033
C u ad ro núm . 99
E V O L U C IÓ N DE LA S E M P R E S A S T E X T IL E S . O N T IN Y E N T . 1 9 4 5 -1 9 4 8 .
1034
En 1948, al margen de estas empresas, existían cuatro de colchas, dos de
m alla y una de ropa.
1035
La pujanza textil es form idable puesto que, en apenas tres años, las plan
tillas obreras no detienen su ritmo ascendente, señalando el crecim iento en ape
nas un trienio de Industrias Reunidas Jordá. De esta manera, el textil pasó a ser
el referente económ ico de la ciudad sobre la agricultura. El núm ero de obreros
dedicados al textil no detuvo su crecimiento, doblando hacia 1948 su núm ero res
pecto al resto de sectores (v. Cuadro núm. 101). Sin contabilizar la confección,
entre 1945 y 1952, las estim aciones son:
AÑO N °O BR ERO S
1936 1.000
1945 1.339
1948 1.848
1950 1.920
1952 2.100
F U E N T E : E la b o ra c ió n p ro p ia a p a r tir de d a to s c o n sig n a d o s en el A M O .
La procedencia de los capitales para las fábricas de m ayo r tam año creadas
en la posguerra es diversa. Una de las m odalidades, m inoritaria, proviene del
exterior, pero con conexiones históricas con el textil valenciano y la capitaliza
ción originada po r el comercio. José Antonio A paricio Pérez funda en 1951 la
empresa Textil Aparicio, S.A. Hijo de un industrial textil de E nguera (Valéncia),
adquiere el capital de la experiencia en el textil barcelonés. C om erciante de teji
dos en Aielo de M alferit y O ntinyent (un local céntrico en la calle M ayans),
como tanto otros com erciantes, da el paso a la fabricación en 1951, con los p ro
ductos típicos del textil ontiñentino (mantas, lonetas de regenerados) para pasar,
cuando el abastecim iento de m aterias prim as se norm aliza y la dem anda interior
lo permite, a producir m antas de m ayor c alid ad .1113
Una segunda línea viene por la afluencia de capitales de otros sectores
industriales y m anufactureros. La trayectoria em presarial de A ntonio G andía
Donat ofrece el m ejor ejem plo de esta línea: transform aciones y com ercio agro-
alimentarios (alcohol, vino, aceites de orujo) que llevaron a la creación de
G andía, M ollá y Cambra; y, a su vez, aprovechando la m aquinaria, producir azu
lejos y m osaicos, además de com erciar con madera. Uno de sus hijos, José
G andía Blasco, se une a C ándido Cabedo Puente, para iniciar en 1941 la a nd adu
ra textil con el nom bre de G andía Blasco. La historia p articular de esta em presa
contem pla la u nió n de capitales familiares de difícil seguim iento, puesto que se
plasm aban en docum entos privados, m ientras que, del nom bre de la empresa, no
se pueden conocer estas confluencias. Así, la razón G andía B lasco se refundaría
1036
en 1944, con la entrada del prim o y cuñado de José Gandía, y m ás tarde, de su
herm ano. Para conseguir de prim era mano la m ateria prim a lanera se trasladan en
1946 a A randa del D uero (Burgos), donde crean una fábrica de hilados de lana.
La buena m archa de la em presa decide a sus propietarios a unificar las dos ram as
en una única em presa. En 1955 nacía José G andía Blasco y Cía, S.R.C., con un
capital de 1.200.000 p ta s.1114
La continuidad histórica está presente en la trayectoria del apellido
Santonja. Sobre una base previa de producción borrera (años veinte), en 1944
Francisco Santonja Pérez, en unión de dos ontiñentinos más, centra sus esfuerzos
en la hilatu ra de m antas con el nom bre de Pía, G arcía y Santonja, S.L. Un año
después p asaría a denom inarse Francisco Santonja y Cía, S.L., con 300.000 ptas.
de capital, fruto de la unión de los patrim onios de Francisco Santonja Bernabeu
y sus hijos con Francisco Santonja Pérez. El crecim iento es ininterrum pido,
afianzado con la elaboración, desde 1957, de colchas y m antas.1115
Teniendo en cuenta este vertiginoso desarrollo industrial, no es extraño
que O ntinyent fuese objeto de uno de los m uchos proyectos quim éricos de la
E spaña au tárq u ica.1116 En junio de 1952, el corresponsal del diario Levante
anunciaba una próxim a (nunca realizada) instalación de una fábrica de autom ó
viles “de tipo popular” , denom inado “pulga”, un coche de tres ruedas, con un
precio aproxim ado de 28.000 ptas., que iba a suponer el prim er coche de fabrica
ción exclusivam ente española.1117 Estadísticas colaterales reflejan la expansión
económ ica de la ciudad. De las 139 licencias de escaparates y rótulos de 1943, se
llegó a las 180 en 1951. '
U na relación de em presas textiles de O ntinyent, sancionadas en 1945 por
la F iscalía de Tasas, nos dem uestra el estado financiero de algunas de ellas. Hijo
de Pascual Vidal, una fábrica de tejidos con 17 em pleados, tenía una situación
financiera saneada (“ capitalizada”). La fábrica de géneros de punto de J. Torró y
Cía. padecía problem as de abastecim iento, que podían ocasionar dificultades
financieras, “falta de m ateriales (...) Según rum ores disponen de poco efectivo y
quizá la crisis les obligue a ser deudores en los B ancos” . V icente Ferrero Sarrio
(tejidos), con 25 obreros, disponía de unas 12 hanegadas de huerta, pero tam bién
de dos créditos de 150.000 ptas. en total. Enrique Pérez M oltó, industrial textil y
propietario de 12 hanegadas y m edia de regadío y otras 10 de secano, estaba
hipotecado en 200.000 p ta s.1118
La industria textil de O ntinyent contaba en 1952 con sesenta em presas que
daban trabajo a unos 2.000 operarios, sin contar con la econom ía sum ergida, “a
más de las pequeñas instalaciones de carácter fam iliar y artesano que hay distri
buidas por toda la ciudad aprovechando los lugares m ás inverosím iles” . La pro
ducción consistía en hilatura, m antas de algodón, de m allorquína y de fantasía,
bayetas, tela para colchonetas, cortinas, delantales, tela “terliz” , géneros de
1037
punto. Todo ello, como no se cansaba de repetir la prensa, con el regenerado
como m ateria prim a, “procedente de desperdicios de telas viejas, rotas, sucias,
inservibles (...) convertidos en artículos de uso de inm ejorable presentación y
precio reducido”. 1119
Los prim eros años de los cincuenta m arcaron un punto de inflexión para el
textil, con diferencias sustanciales en cuanto al sector. Los dos prim eros años
fueron de diáfana continuidad en cuanto a los problem as de desabastecim iento de
prim eras m aterias textiles. Las fábricas laneras y algodoneras trabajaron en
1951, p or térm ino m edio, al 86% de su capacidad. La M em oria de la Cám ara de
Com ercio de 1952 señalaba una crisis de sobreproducción del m ercado para los
derivados del algodón y los géneros de punto. Por el contrario, las prendas fabri
cadas con seda, rayón, fibras diversas (yute, esparto) y regenerados “han traba
jad o a pleno rendim iento, no encontrando dificultades para la colocación de sus
productos” .1120 Para la Cám ara de Com ercio, el “m ejoram iento de sum inistros y
m aterias prim as” , eran los causantes de la norm alización del ritm o productivo.
Sin em bargo, el año siguiente la producción de tejidos regenerados ya suponía un
20% m ás que el consum o. El m ercado nacional se veía incapaz para absorber el
crecim iento de la producción (o la recuperación de la producción de preguerra) y
la exportación era todavía muy lim itada.
En 1952 publicaba Levante una entrevista a R afael Cantó Fem enia, presi
dente de la C ooperativa Textil de O ntinyent. En ella se subrayaba el regenerado
com o la m ateria prim a u tilizada por el textil de O ntinyent y el principio de algu
nas exportaciones a Francia, el M arruecos francés, países árabes y la Guinea
E cuatorial. A la vez que ese origen de pequeños em presarios en la econom ía
sum ergida, “más o m enos dentro de la legalidad, funcionan y se desenvuelven
(...)”, al m ism o tiem po que criticaba el intervencionism o estatal “dadas las tra
bas y dificultades hoy existentes (...). Lo que no entiendo, y esto tengo interés en
que usted lo haga constar, es por que no se han de abrir las puertas a todo el que
quiera em anciparse, independizarse para ello, en lugar de ponerle dificultades” .
Esto es, funcionaban más industrias al m argen de la legalidad de las que apare
cen en los anuarios, estadísticas o inform es.1121
El textil de B ocairent siguió en sus coordenadas tradicionales. El 24 de
abril de 1939 reabrían sus puertas las fábricas textiles. Las m antas, base del sec
to r local, pasaron ahora a ser confeccionadas además de con lana, con regenera
dos de todo tipo, algodón y seda artificial. Predom inaba la tejeduría sobre la hila
tura. Sobrevivían dos em presas de tejidos de yute. Entre 1940-1945, la estructu
ra fabril era sim ilar al período prebélico, basada en una serie de grandes em pre
sas que concentraban la producción y la mano de obra, sin grandes variaciones:
unas 10 em presas en 1940, 19 en 1945, 20 en 1948. El textil em pleaba, a finales
de la década de los cuarenta, a 521 hom bres y 313 m ujeres, el 58,48% de la mano
de obra de B ocairent.
1038
Pero en el quinquenio 1945-1950 se da una explosión textil hasta llegar a
los 37 establecim ientos en 1950. Al igual que en O ntinyent y posteriorm ente en
A lbaida, eran de m uy pequeñas dim ensiones, de carácter fam iliar, casi siem pre
con uno o dos telares m anuales que trabajaban los regenerados y que, posible
m ente, operaban con anterioridad y su inclusión en la M atrícula Industrial res
ponde a su legalización. Los beneficios que se extraían del textil de regenerados
alentaron estas actividades especulativas, pero al m ism o tiem po ofrecían una
diversificación a fam ilias que tenían la posibilidad de realizar una pequeña inver
sión en la com pra de telares anticuados. Al term inar la autarquía, una cuarta parte
de la población trabajaba en diez fábricas de m antas.1122
1122 AMB, C 149, Matrícula Industrial 1940-1958 y DIRECTORIO VALENCIANO.: Guía especial de las
provincias de Valencia, Alicante y Castellón de la Plana, op. cit., 1945 y 1950.
1039
tada red com ercial (desde M urcia hasta A lm ería y A ndalucía).1123 H abría que
esperar a 1952 para que el textil agullentino recibiera consistentes aportaciones
de capital, tanto internas como externas. Ese año nacía Fibras Textiles, S.L. con
un capital inicial de 100.000 ptas. y M anufacturas Textiles A gullent, una fábrica
de hilados de algodón, iniciada con 1.400.000 ptas.
El textil albaidino pronto se deslizó desde el algodón hacia los regenera
dos. Un escrito rem itido por el alcalde a la D elegación P rovincial de Industrias
explica la situación de las em presas locales en junio de 1941. Las em presas algo
doneras “por carecer de m ateria prim a, como es el algodón, tienen al personal en
casi paro forzoso, solam ente trabajan dos o tres días algunas sem anas” . Por el
contrario, el textil de regenerados excedía la jornada de ocho horas “ algunas
semanas dos turnos m otivado por contar con exceso de m ateria prim a y dem anda
de articulo fabricado, pues aquella que se trata de regenerados, los adquiere
librem ente en A lcoy” .1124 La em presa de m antas y textil-hogar de Am adeo Pont
Esteve trabajó entre abril 1940 y 1941, por término m edio, unos tres días por
sem ana.1125
La precariedad de los prim eros años de posguerra está refrendada por el
m antenim iento de las plantillas laborales de las em presas algodoneras. Sin
embargo, otras em presas sí habían crecido. H asta 1945, la razón B ellver Reig y
Cía. (lonas y bujías) amplió su plantilla con diez nuevos em pleados.1126 H ijos de
Vicente Soler (tejidos de algodón y cáñamo) hizo lo propio con 18 nuevos traba
jadores. A pesar de las dificultades, en 1941 el textil era la principal ocupación
no agrícola de la población, con 205 trabajadores repartidos en once em presas,
sobre los 144 de la cerería.
Sim ultáneam ente a la expansión del textil en A lbaida, la cerería inició un doble
camino: por un lado, com plem entar algunas tareas, a través de la instalación de
rodillos parafinadores (una de las prim eras m aterias cereras); por otro, desde del
trenzado de las m echas de algodón quim icadas, se pasó poco a poco a com pagi
nar la cerería con el te x til.1127 Si en 1940 tan sólo encontram os una em presa
dedicada a los rodillos parafinadores, en 1945 se suma una m ás, para alcanzar las
siete en 1950. En 1950 al m enos diez em presas producían, al m ism o tiem po,
velas de cera, bujías o lam parillas, junto a m antas, bayetas, m uletones y sidos.
Incluso habían nacido em presas de producción m ixta como Cliper, Industria tex
til y de la cerería.
El textil albaidino term inó por especializarse en el algodón y sus m ezclas
regeneradas como m ateria prim a, y lana, más utilizada en los cincuenta, sin o lv i
dar las fibras naturales típicas de la posguerra (cáñam o y yute). A dem ás de las
m antas y m uletones, característicos de B ocairent y O ntinyent, las fabricas tex ti
1040
les confeccionaban productos de textil-hogar (bayetas, gam uzas, paños de coci
na, delantales) y sidos para forros.
1041
tenía grandes deficiencias de aceite, arroz, azúcar, garbanzos y harina. Sin duda
la carencia de harina era la que ocasionaba un m alestar m ás profundo: “Y se esta
creando (...) una atm ósfera m uy contraria al G lorioso A lzam iento N acional” . Así,
la prim era quincena de septiem bre la población no recibió ni un kilo de harina,
aunque se sabía que existía suficiente harina en una fábrica de A lcudia de
C resp in s.1133 Y desde finales de octubre hasta finales de noviem bre tam poco se
pudo obtener racionam iento de arroz.
En agosto, los productos consignados al A yuntam iento de A lbaida eran
vendidos por particulares y se había dejado de recoger una partida de patatas o,
m ás bien, había desaparecido.1134 En este mismo m es, una larga sesión del pleno
m unicipal evidenciaba que el elevado fraude com portaba un desastroso abasteci
m iento. Por ejem plo, el volum en sobrante del últim o reparto de arroz había sido
consum ido por los propios com erciantes. El alcalde albaidense había dispuesto
una rem odelación adm inistrativa por la que la D elegación de A bastos debía fis
calizar el abastecim iento, m ientras que los panaderos y harineros debían conse
guir el trigo, por lo que se pidió un préstam o de 30.000 ptas. al Banco Español
de C réd ito .1135 En septiem bre se había creado un C entro de A bastecim iento
D istrital que com prendía el Partido Judicial de A lbaida. Sin em bargo, los buenos
propósitos y la am pulosidad del nom bre ocultaban que, p o r ese m es, el Centro no
disponía de un solo kilogram o de harina.
Los pequeños pueblos de la com arca participaban de los m ism os problem as.
A m odo de ejem plo, el m unicipio de Salem. En agosto no recibió racionam iento
de ningún tipo, al no estar incluido en el Estado de D istribución de Pueblos,
m ientras que en septiem bre no fue aprovisionado de aceite por el desbarajuste en
las com unicaciones terrestres, ni de jabón, ya que no había existencias.
Como vem os, desde el verano de 1939 el racionam iento fue m uy irregular e insu
ficiente debido a distintas causas (dificultades en el transporte, fraude), todas
ellas envueltas por la ineficaz m araña burocrática im puesta por el franquism o.
No se pueden dejar de señalar los problem as en el transporte y su incidencia en
el desabastecim iento. La M em oria de la Secretaría de O ntinyent para el año 1939
dejaba constancia de este problem a:
queda como utilizable el 10% del m aterial m óvil de que se disponía antes
d el 18 de ju lio de 1939. Esta situación crea tan graves obstáculos al abas
tecim iento, que la m ayor p a rte de los casos son los inconvenientes de
transporte los que encarecen los artículos de p rim era necesidad o incluso
llegan a im pedir que el mercado local pued a abastecerse de ellos, ya que
debido al exagerado p recio de las tarifas de transporte vigentes, los géne
ros resultan, p uesto en O nteniente, a precio m ayor d el que tienen fija d o
p o r las tasas oficiales. 1136
1042
Luis M om pó insistía en el tem a del transporte un año después, esta vez refe
rido al “estado verdaderam ente deplorable para el tránsito rodado” de las carre
teras que confluían en O ntinyent . 1137 A finales de abril de 1940, el Jefe de Vías
y O bras de la Com pañía de los Cam inos de Hierro del N orte visitaba A gullent
para acordar un acuerdo con el Ayuntam iento, ante la interrupción del tráfico
ferroviario p or la falta de agua . 1138 Los casi 3.700 habitantes de Benigánim con
taban al principio de la posguerra, con sólo un cam ión para el transporte del
abastecim iento, que se amplió con otro m ás, dando lugar a m aratonianas jo rn a
das para sus p ro p ietario s . 1139
El desabastecim iento de alim entos racionados fue in crescendo a lo largo
de la década, con m uy pocos años favorables para los consum idores, aunque se
consideran los años 1940-41 y 1945-46 como los peores de los cuarenta respec
to a esta cu estió n . 1140 El racionam iento alim enticio no fue una solución transito
ria hasta que el país se recuperara de los desastres de la guerra, como sucedió en
los países europeos después de la Segunda Guerra M undial. Se prolongó hasta
1952. La razón estriba en que la p olítica de intervención agrícola había llevado
a una reducción de la producción, a lo que se añadía las ingentes proporciones
derivadas al m ercado negro y, por tanto, sustraídas al racionam iento oficial. Una
serie de sectores sociales se beneficiaron claram ente de esta situación, como los
grandes y m edianos propietarios y los distribuidores y com erciantes gracias a su
posición de privilegio en el lucrativo m ercado negro . 1141 Los organism os o ficia
les que debían perseguir el fraude hicieron bien poco para term inar con él. Al fin
y al cabo, esta dinám ica conseguía atraer a la coalición contrarrevolucionaria del
18 de ju lio a nuevos apoyos sociales.
La distribución del racionam iento estatal estaba en m anos de la C om isaría
G eneral de A bastecim ientos y Transportes (CGAT) a nivel nacional, y de las
D elegaciones de A bastecim ientos, dirigidas desde los gobiernos civiles, a nivel
provincial. Tam bién intervenían las com andancias m ilitares, los ayuntam ientos y
el SNT.
En térm ino prácticos, a efectos del racionam iento, la población se dividió
en dos grandes zonas: rural y urbana. En la prim era, el racionam iento era menor,
com pensando su cercanía a la producción de alim entos. Sin em bargo, el raciona
m iento oficial prácticam ente nunca llegó a cubrir las necesidades de la pobla
ción. El caso de la provincia de A lacant debió ser m uy parecido a Valencia. Las
consecuencias de la política intervencionista sobre la agricultura hicieron retro
ceder la producción agrícola, agravando la insuficiencia productiva de alim entos
básicos (com o el trigo). El desastre de los transportes y del sistem a arbitrado
para realizar la m olienda de los cereales hizo el resto. Por últim o, la burocratiza-
1043
ción presente en la m ultiplicidad de organism os, descoordinados e ineficaces,
tam bién tuvieron su peso en el fracaso del sistem a de racionam iento. En la Valí
d 'A lb a id a , a pesar de ser una com arca em inentem ente agrícola, se observa una
concordancia con los factores apuntados para Alacant.
En general, el racionam iento fue más problem ático en las zonas no pro
ductoras que en las productoras, en las ciudades que en los pueblos . 1142 El racio
nam iento, a pesar de la pretendida uniform idad y hom ogeneidad, era m uy irregu
lar geográficam ente. Joan Serrallonga apunta una causa explicativa a este fenó
m eno, que incide en la percepción del sistem a de racionam iento como un m acro-
sistem a de devolución de favores a los adictos al franquism o “La filiación p o lí
tica de los alm acenistas y de los detallistas es un elem ento básico en la recep
ción, de form a que algunas localidades están prácticam ente desabastecidas m ien
tras otras tienen un volum en que en algunos m om entos se parece a una condición
norm al (otro tem a será la distribución entre la población ) ” . 1143
A sí se explica que la población que padeció en m ayor grado el desabaste
cim iento alim enticio correspondiera a la más poblada y con m ayor núm ero de
vecinos alejados de la tierra, esto es, a Ontinyent. En la N avidad de 1941 el alcal
de ordenó entregar 1 kg./ración a los que poseyeran racionam iento de harina,
para rep artirlo en N ochebuena . 1144 En 1942 se discutía la posibilidad de realizar
exclusivam ente actos religiosos en las fiestas de M oros y C ristianos, ya que de
lo contrario no se podría abastecer a la población fo rastera . 1145 En la prim avera
de 1946, la alcaldía de O ntinyent debía instrum entar m edidas de urgencia “por
que la escasez de la cosecha de cereales ha provocado un pavoroso problem a de
abastecim iento” . Así, los cosecheros fueron obligados a entregar el sobrante de
la sim iente que no se hubiera sem brado para conseguir cantidades extraordinarias
al cupo de cereales, y el ayuntam iento lo pagaría al precio m áxim o de tasa. Se
redactaron dos listas con los aportadores y socorridos. Los racionados de
O ntinyent entregarían, a una Junta creada para tal efecto, 12 kg. de harina las car
tillas de I a clase, 6 kg. las cartillas de 2a clase y 3 kg. las cartillas de 3a clase. 1146
Las energías del alcalde Luis M ompó se dirigieron a la declaración de
O ntinyent como pueblo industrial, con lo que el racionam iento aum entaba signi
ficativam ente, hecho que no se consiguió hasta 1948. D e este m odo, y en pala
bras del alcalde, se aum entaría “la ración de harina que se facilita (...) con lo que
en lo sucesivo, se podrá dar pan todos los dias de la sem ana en las sem anas que
se sum inistra” y con ello “ha de traer consigo, indudablem ente, una m ejora nota
ble en las condiciones de vida de esta población, especialm ente en las clases pro
ductoras económ icam ente m ás débiles ” . 1147
1142 MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., pp. 114-117.
1143 Ibídem, p. 56.
1144 LP, 27-XÜ-1941.
1145 LP, 8-VÜ-1942.
1146 LP, 14-HI-1946.
1147 AMO, libro 29, Libro de Actas, actas de 26-VII-1948 y ll-X-1948.
1044
Pero el problem a del abastecim iento únicam ente encontró un marco de
resolución después del cambio de alcaldía y de m ayoría m unicipal, posterior a las
elecciones m unicipales de 1948, en un contexto de buenas cosechas más propicio
para atacar de frente el problem a. A finales de m arzo de 1949 se presentaba un
proyecto de abastecim ientos para Ontinyent. Las bases del proyecto consistían en
asegurar el abastecim iento diario de cuatro alim entos básicos: 50 gr. aceite, 100
gr. arroz (o legum bres secas), 250 gr. pan y 100 gr. patatas por persona. El gasto
total de estas cantidades no debía exceder de las tres pesetas, puesto que un obre
ro percibía, por térm ino m edio, nueve pesetas/día. Así las cosas, los cálculos
m unicipales señalaban que para conseguir este objetivo el déficit anual sería de
2.255.841,50 ptas., del que el 20% se sufragaría de los racionam ientos oficiales.
El proyecto establecía la adquisición de la totalidad de cosechas del térm i
no m unicipal, prohibiendo su venta, así como com prar el resto en los centros pro
ductores. Para enjugar el déficit se establecía un canon sobre toda la producción
agrícola e industrial, junto al consum o . 1148
La D elegación Local de A bastecim iento se encargaría de distribuir los ali
m entos; Intervención y D epositaría, de la contabilización de los fondos en m etá
lico que se em pleasen; y Recaudación, de recoger las cantidades abonadas por los
com erciantes. Los industriales José Simó y Francisco Tortosa suscribieron como
fiadores, en nom bre del ayuntam iento, un crédito de 150.000 ptas. en la sucursal
del Banco H ispano-A m ericano de Ontinyent. Al parecer, después del cambio de
alcaldía, los industriales Simó y Tortosa, según se deduce de la intervención en
el pleno de uno de los concejales encargados del abastecim iento, habían o bien
prestado o bien donado cantidades en m etálico para la organización de mesas
reguladoras para la venta de carne y pescado.
A p artir de este m om ento, el O ficial M unicipal de A bastecim ientos debía
autorizar la retirada de géneros, al mismo tiem po que rem itía a Intervención una
nota con el nom bre de la persona autorizada que las retiraría y el im porte de estas
m ercancías. D espués de repartir la m ercancía entre los detallistas, la oficina
m unicipal n o tificaba a Intervención la relación de los establecim ientos, con la
cantidad a abonar por los géneros recibidos. En la distribución de sum inistros
intervenía una com isión de obreros.
La cercanía a la producción agrícola del resto de pueblos de la com arca no
ayudó a m ejorar la recepción de las cantidades racionadas. A finales de octubre
de 1940, el A yuntam iento de la Pobla com unicaba que en el térm ino no se encon
traba ningún m olino en funcionam iento, pero que tam poco contaba con existen
cias de h arin a . 1149 En 1943 se decía que, no siendo la provincia productora de
cereales y siendo “casi nulas” las asignaciones del interior, “ya que sólo se puede
cubrir un 60 por 100 escaso del consumo en capital y provincia (...) En la provin
cia el desabastecim iento de pan es casi total ” . 1150
1045
D esde 1945 la situación se fue haciendo más grave, coincidiendo con una
serie de m alas cosechas cerealísticas. La cadencia en las M em orias M ensuales
redactadas por la Jefatura falangista de la Pobla del D uc constituye una fuente
excepcional para conocer la evolución del abastecim iento alim enticio y sus efec
tos sobre la población porque, sin lugar a dudas, son extrapolables al resto de la
com arca. En mayo de 1946, las cantidades de artículos recibidos eran calificados
como “Irriso rio s” ; problem a que se iría agrandando en el resto del año:
1046
abastecer a la población, como sucedió en octubre de 1945 en O ntinyent . 1154 Los
tres restantes no podían m olturar todo el trigo que se producía en la zona adscri
ta a A lbaida y, adem ás, por falta de transportes, no llegaba a los vecinos de
A lbaida el resto de la harina que debía suplir esta disfunción.
La esquizofrenia llegaba a tales extrem os que “se dá el caso de que haya
productor que teniendo trigo, no puede com er pan por que los M olinos tienen un
exceso de alm acenaje ” . 1155 Además, hay que tener en cuenta que las declaracio
nes de las cosechas, a la par que com plicadas de confeccionar adm inistrativa
m ente, eran frecuentem ente ignoradas o no se realizaban correctam ente. Así lo
exponía G onzalo G ironés en la reunión sindical de 1942: "profusión de papeleo
y la cantidad de requisitos que hay que cum plir, los cuales obligan al trabajador,
que está m uy poco acostum brado a estas cosas, a tirar, como vulgarm ente se dice,
por la calle de en m edio y a no declarar ” . 1156
E ntre 1951-1952 se percibe en la docum entación la superación del des
abastecim iento. Dos ejem plos: las corporaciones de r o il e r i a persiguieron, a
efectos del racionam iento, la inclusión del m unicipio entre el grupo de los pue
blos indu striales, que recibían m ayor racionam iento oficial. En 1951, esta cues
tión había dejado de preocupar al poder m unicipal:
1047
4.4.3.7.2. S im p lem en te so b rev iv ir: el e s tra p e rto , m em o ria de la p o sg u e rra .
1159 CHRISTIANSEN, T.: “Elasticidad y precio de la oferta en el sector agrario en España entre 1939 y
1953. Una reinteipretación del mercado del trigo”, en TV Encuentro de Investigadores del Franquismo, op.
cit., pp. 481-488.
BARCIELA, C.: “El estraperto de trigo en la postguerra”, Moneda y Crédito, 151, 1981, pp. 17-37 y
GUTIÉRREZ DEL CASTILLO, C.: “Una estimación del mercado negro del aceite de oliva en la postguerra
española”, Agricultura y Sociedad, 29, 1983, pp. 153-173. A nivel general del sector agrícola BARCIELA,
C.: “El mercado negro de productos agrarios en la posguerrra, 1939-1953”, en FONTANA, J, (ed.).: España
bajo el franquismo, op. cit., pp. 192-206.
1048
d icha época tendrá necesariam ente que dirigirse a dilucidar lo ocurrido al m ar
gen de la o ficialid ad ” . 1161
Esta am plitud fue posible por la com plicidad y/o participación de los orga
nism os que debían com batir el fraude. Los entrevistados de la com arca y la lite
ratu ra h istó rica sobre el tem a señalan en este sentido a las autoridades m unicipa
les, dirigentes de la Herm andad y a los funcionarios de la m araña organizativa de
la intervención. Casos como el ocurrido en junio de 1943 en A lbaida debieron ser
m uy frecuentes y de m ayor relieve. En ese mes, al retirar el cupo de azúcar de un
com erciante de l'A lcu d ia, éste no perm itió que fuera pesado. La partida fue pesa
da en A lbaida con la diferencia negativa de 10,150 gramos por saco . 1162 Una
pequeña gota en un océano de corrupción.
De la dificultad para sobrevivir eran conscientes las instituciones fran
quistas. Y tam bién de sus consecuencias sobre la opinión pública. A lgunas auto
ridades m unicipales enm ascaraban la penuria con acusaciones de boicot por parte
de izquierdistas. Así, en ju lio de 1939 se descubría un fraude de 80 gr. en cada
una de las ventas de patatas del racionam iento en Ontinyent. Un vocal conside
raba que los em pleados “no son precisam ente favorables en lo que atañe a su
absoluta afección (...)”, por lo que proponía el cese de los trabajadores. Claro que
tal celo punitivo no se aplicaba de igual modo a los grandes estrap erlistas . 1163
Los grandes beneficiarios de esta situación han sido apuntados con ante
rioridad. Los grandes y m edianos propietarios agrícolas, que contaban con exce
dentes para introducirlos en el m ercado negro, con el beneplácito interesado de
las autoridades que debían perseguirlo. En muy pocos casos fueron descubiertos
y sancionados. Su capacidad para extraer dividendos de la penuria se puede
deducir del decom iso efectuado por la G uardia Civil a un gran propietario de
A gullent, que guardaba en su dom icilio una cantidad estim ada entre 5.000 y
6.000 kilos de ju d ías y 37 sacos de chufas . 1164 Com erciantes (en A lacant algunos
llegaron a im portar alim entos), distribuidores y m olineros fueron otros de los
grupos más beneficiados por el m ercado negro, que no sólo afectaba a los pro
ductos alim entarios.
El registro oral recogido ha recalcado que los com erciantes de abonos se
lucraron con el estraperlo de abonos nitrogenados y fertilizantes. Las actividades
especulativas se situaron por encim a de las productivas. Así, el m ism o registro
oral nos ha contado que algunos de los grandes estraperlistas de abonos se dedi
caron a otra actividad aún más productiva para sus patrim onios: la usura. Todos
estos grupos consiguieron una “acum ulación ilícita de capital” de grandes m ag
n itu d es . 1165 Estos sectores engrosaron las filas de los apoyos político-ideológicos
del franquism o.
161 GUTIÉRREZ DEL CASTILLO, C.: “Una estimación del mercado negro del aceite de oliva en la pos
guerra española”, op. cit.
162 AMO, Correspondencia 1943, 4-VI-1943.
163 AMO, libro 23, Libro de Actas, acta de 4-VII-1939.
164 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent. Desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 92.
165 El alcance del mercado negro de los dos productos más demandados (aceite y trigo) y los grupos socia-
es más beneficiados en MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., pp. 160-
84.
1049
O breros industriales y agrícolas, pequeños propietarios, artesanos y
em pleados, las capas más bajas de la sociedad fueron los más perjudicados por la
profundidad del m ercado negro. Para M. Richards la decisión autárquica respon
dió a criterios más am plios que el establecim iento práctico del nacionalism o eco
nóm ico. Para este autor contem plaba el objetivo de som eter a trabajadores,
pequeños propietarios, artesanos..., precisam ente los grupos sobre los que habí
an descansado las propuestas reform istas y revolucionarias de la R epública, a
una situación de m era subsistencia (cuando se alcanzaba), m étodo para desterrar
cualquier m ovim iento de oposición, m ientras la dictadura se iba asentando. De
esta m anera, la autarquía y sus consecuencias fueron em pleadas junto a las m oda
lidades de represión política, social o cultural para aplastar e im pedir el resurgir
de los vencidos en la guerra . 1166 Para Carm e M olinero y Pere Y sás, las autorida
des franquistas, en especial los falangistas, se m ostraron sum am ente preocupadas
por los efectos sociales del desasbastecim iento, que im pedía “ aum entar signifi
cativam ente los apoyos sociales del régim en” . La ausencia de respuestas para
rem ediar el grave problem a responde a la subordinación de la política social res
pecto a los criterios “superiores” de la política autárquica como la búsqueda de
un nacionalism o económ ico que im plicaba un nacionalism o p o lítico . 1167
El m ercado negro destrozó los m ecanism os tradicionales de la producción
y la com ercialización, sustituidos por otros nuevos que no guardaban relación
alguna con la España de preguerra, en un descenso sin parangón de la calidad de
los alim entos. Pero, sobre todo, creó una form a de vida desconocida hasta la
fecha, fracturó la sociedad y asentó unos valores sociales perniciosos. Toda la
población se vio obligada a estraperlear, la m ayoría, sim plem ente para poder
comer. Toda la población se vio abocada a la ilegalidad. En este contexto casi
apocalíptico, creció la insolidaridad provocada por la búsqueda de la superviven
cia, m ientras los m ás fuertes gozaban de im punidad. La única m eta era com er
diariam ente. En definitiva, el m ercado negro, tolerado y perm itido por las auto
ridades, legitim ó en la sociedad española la idea de que la ilegalidad era m ás pro
vechosa que perm anecer dentro de los lím ites de la ley. C uriosa paradoja en un
régim en para el que los conceptos de respeto jerárquico a las instituciones y a la
ley eran casi dogm as de fe.
En la España de la posguerra el trueque se convirtió en el único m edio de
conseguir la supervivencia. Los productos más buscados eran, por este orden: la
harina, el aceite, las patatas o el jabón, sin olvidar el azúcar y el café. B aratar es
el verbo más em pleado por nuestros entrevistados que nos han relatado innum e
rables anécdotas de cómo se viajaba a la R ibera a cam biar los productos más
com unes en la Valí (aceite, vino, alm endras) por los típicos de la R ibera (arroz,
boniatos...). Otro trueque com ún era el tabaco “Amb un quilo de tabac podies
aconseguir cinquanta quilos d 'a rró s ” . En B enissoda se estableció un círculo p ro
pio. Un industrial harinero de V alencia aprovisionaba al pueblo de harina y fid e
os, aunque algunos de los envíos no llegaban al pueblo “por falta de gasolina” y
el ayuntam iento realizaba el trueque por patatas de su térm ino. O bviam ente, en
1166 RICHARDS, M.: Un tiempo de silencio. La guerra civil y la cultura de la represión en la España de
Franco, 1936-1945, Crítica, Barcelona, 1999.
1167 MOLINERO, C. y YSÁS, P.: “El malestar popular por las condiciones de vida. ¿Un problema político
para el régimen franquista?”, Ayer, 52, 2003, pp. 255-280 (pp 256 y 270-271).
1050
estos lotes, no sólo se incluían estas m aterias, sino tam bién otras como, por
ejem plo, tabaco ing lés . 1168 El barbero de G uadasséquies cobrava “dos barcelles
de blat per afaitar-se durant l'a n y cada persona, i tres barcelles els qui, a més a
m és, anaren a tallar-se els cabells ” . 1169
Las form as y m odalidades del estraperlo podrían ocupar al m enos otra
tesis docto ral , 1170 en la que no faltarían los detalles m acabros, como el de
M assalfasar donde se u tilizan los ataúdes para transportar distintos productos. En
esta población de la huerta, cercana a Valencia, el estraperto originó una nueva
form a de vida y una econom ía paralela en torno a su estación de ferrocarril, para
da de la línea V aléncia-Barcelona y la que unía A ragón con Valencia. En este
pueblo, los grandes estraperlistas, con conexiones y elevados sobornos a las fuer
zas de seguridad del estado y m aquinistas (entre las 5.000 y las 10.000 ptas.),
em pleaban el tren para hacer llegar a Barcelona las m ercancías más preciadas del
m ercado negro que venían de Aragón, las zonas cerealísticas y aceiteras valen
cianas, así com o los productos de la huerta. Este era un estraperlo a gran escala,
cargando vagones enteros. Incluso los m aquinistas alargaban la parada, estable
cida en un m inuto, hasta los cinco o diez m inutos, para com pletar la carga.
E ste tráfico a gran escala había im plicado a todo el pueblo. A lrededor de
un 80% del m ism o vivía del m ercado negro de m anera directa, pero el resto del
pueblo y los m unicipios colindantes se beneficiaron de igual m anera y participa
ron en este m ercado paralelo. Los vecinos adquirían las m ercancías que deseaban
los estraperlistas, tanto en su propio entorno como en la com arca interior del
M aestrat. D espués se las vendían a los estraperlistas, que contaban con cuadrillas
de trabajadores a sus servicios para cargar los vagones. Claro que todo no fue tan
anecdótico. Los grandes estraperlistas actuaban de sim ilar m anera a cualquier
m afia cinem atográfica: denuncias entre ellos, utilización de la policía para casti
gar a los que perdían las m ercancías, o los estraperlistas com petidores, ostenta
ción de la riqueza, locuras de nuevo ric o . . . . 1171 A veces las propias alcaldías no
actuaban contra los pequeños fraudes, conscientes de las dificultades para sobre
vivir. A m itad de enero de 1941 se m ultaba con 500 ptas. a los alcaldes de trein
ta pueblos de la com arca por “incum plim iento de la C ircular relativa al sacrifi
cio de anim ales de abastos ” . 1172
La Valí d 'A lb aid a se convirtió en una zona muy destacada dentro del univer
so estraperlista, por su cercanía con grandes núcleos de población como A lcoi,
Gandia o X átiva y por la producción de dos de las estrellas del estraperlo: el
aceite y el jab ó n . El estraperlo llegó a tal extremo que un inform e del Partido
Com unista señalaba en mayo de 1951 “hay una zona no m uy lejos de G andia a la
1168 SOLER, A.: Benissoda. On s 'abragen la serra i el pía, op. cit., p. 231.
1169 SOLER, A. y JORDÁ, R.: Guadasséquies, op. cit., p. 109.
1170 De manera general cfr. BARCIELA, C.: “La España del « estr a p e r lo » ”, en GARCÍA DELGADO,
J.L.: El primer franquismo. España durante la II Guerra Mundial, op. cit., pp. 105-123, y “Franquismo y
corrupción económica”, Historia Social, 30, 1998, pp. 83-96.
1171 Tomado de CERDA, R.; FENOLLOSA, LL.; GIMENO, I.: “Ara i Abans. D'estraperlistes, mercat negre
i altres cosetes”, La Roda del Temps, 3, 1995, pp. 29-38 (pp. 33-38).
1172 b o p v , 18-1-1941.
1051
que no quieren ir a por aceite porque esta plagada de G uardia C ivil ” . 1173
La introducción del jabón en la política de cuotas estatales provocó rápida
m ente su introducción en el floreciente m ercado negro. Como nos comentó un
agullentino sobre una jabonería:
Ens portaven arrós, feso ls, ens portaven cigrons, anaven a l tren ací, el
venien ací, se n 'anaven a la fá b ric a de sabó, compraven el sabó i amb sabó
teníen de to t.U14
1173 ACCPCE, caja 77, Nacionalidades y regiones. País Valenciano, informe de carácter político y de infor
mación. Madrid, 31-V-1951. Viaje de José a Gandia a ver a su familia.
1174 T.O. de José Cerdá. (1995).
117^ T.O. de Vicente Frasquet (1997)
H 76 T.O. de Isabel Montagud (1996).
1177 T.O. de Anónimo-P (1996).
1052
En A lbaida, las dim ensiones del m ercado negro se am pliaban con la inclu
sión de la industria. Un entrevistado nos señaló algunos de los m ayores negocios
de la época: “X con el trigo de Agres; M. con el cupo de parajina, C. con el cupo
de algodón, gracias a los contratos de la D iputación y su am istad con Rincón de
A rellano ” . 1178
Las noches se llenaron de bicicletas, de hom bres y m ujeres con fardos.
Salvador B orrás, observó
En una n it de viatge d'O tos a Cullera a po rta r-h i oli, vam contar 125 bici
cletes carregades d 'o li i arrós i de tota mena de quemenjars, p e r la carre
tera. A lió si que era la conrua de la fam !, un m itjá de vida que adoptaren
els desheretats, la bicicleta l'arm a de treball. A ra ais anys 90 quan ho
recordem i ho contem ais jó v e n s sem bla una historia d ’aventures . 1179
1053
no denunciar la ocultación”, y a u n m olinero de Palom ar 200 ptas. y 15 días de
arresto gubernativo por “conducir sin guia arroz en cascara ” . 1182 Por otra parte,
las fuertes m ultas im puestas en casos particulares, para dar ejem plaridad, se sal
daban en algunos casos con la incautación de los bienes del inculpado, que no
podía pagar la sanción. Esto sucedió en la prim avera de 1943 con José B. de
Pinet. M ultado con 5.000 ptas. por la Inspección Provincial de A bastecim ientos
y T ransportes, le fue subastada públicam ente una finca de tres hanegadas . 1183
En las páginas de Levante y Las Provincias se publicaron entre 1939-1947
unas relaciones de m ultas expedidas por la Fiscalía Provincial de Tasas, el
G obierno Civil o la Com isaría de A bastecim ientos y Transportes. Estos listados
no son continuos, puesto que sufren interrupciones tem porales, como en m ayo de
1942, cuando desaparece la inform ación dada por la F iscalía de Tasas. En total se
trata de 357 sanciones que, sin duda, no reflejan la totalidad de m ultas de la
com arca, ya que preferentem ente se trata de las m ultas de m ayor cuantía, desde
1.000 ptas. hasta 35.000 ptas. La m ayor densidad tuvo lugar en 1940 ( 6 8 m ultas);
1941 (174) y 1942 (79), decreciendo espectacularm ente: nueve en 1943, dos en
1945, quince en 1946 y seis en 1947, año en que se dejaron de publicar. U na parte
sustancial de las que hem os podido docum entar son 51 de cierres de m olinos por
tres m eses, y otra de estraperlo de productos, m uy especialm ente, de aceite y
trigo. La sum a de las cantidades im puestas es de 684.409 ptas. Pero no refleja el
pequeño estraperlo. Se pretendía, pues, con la publicación de estos listados,
difundir ante la opinión pública la firm e determ inación de los gobernantes por
term inar con el m ercado negro.
U na relación del año 1941 conservada en el Archivo M unicipal de A lbaida
representa las m ultas del pequeño estraperlo que no aparecen en los listados de
la prensa. Ni siquiera es com pleta, pues se nutre de algunas incautaciones de
noviem bre y diciem bre de 1940, y tan sólo llega hasta abril de 1941. Con todo,
es significativa. D estacan, por encim a del resto, el arroz (1.942 kg.), el aceite
(1.019 litro s), las alubias (676,5 kg.) y el m aíz (555 kg.). En la relación de estra
perlistas aparecen profusam ente apellidos de la Ribera B aixa ligados al tráfico
del arro z . 1184 A través de las m ultas m unicipales de O ntinyent de los años 1939-
1940 tam bién se observa la persecución diaria del pequeño estraperlo (m ientras
otros se enriquecían casi im punem ente), especialm ente contra el pequeño com er
cio (“precios abusivos o elevados” ; “venta sin cartel ” ) . 1185
En 1945 la Fiscalía de Tasas im puso una batería de m ultas contra las p rin
cipales fábricas de O ntinyent. La dirección política de tales m ultas era evidente
ya que, ju n to a datos económ icos de los em presarios, que se supone servían para
calibrar la cantidad de la sanción, de tal modo que fuese posible cobrarla, escri
to en lapicero se pueden leer unas anotaciones políticas del em presario. En tres
casos se le conceptuaba como “indiferente” y en uno como “desafecto ” . 1186 Los
1182 i y , 6-X-1939.
1183 B0PVj 3_rv_i943.
1184 AMA, Caja Varios, Delegación Local de Abastecimientos, distintos listados del 30-IV-1941.
1185 AMO, Libro Registro de Multas Gubernativas 1939-1940.
1186 a m o , Correspondencia 1945.
1054
tres eran em presarios con plantillas m enores de veinte obreros.
Las m ujeres ocuparon un lugar principal dentro del estraperlo. Tuvieron
que lidiar con la prepotencia y la violencia de la G uardia Civil. Norm a común
durante el franquism o, el castigo hacia las m ujeres se situaba por encim a del de
los hom bres, ya que a las m ultas o requisas de género se unía el hum illante cas
tigo del corte de pelo. En B enissoda:
(...) Vestraperlista més célebre del poblé (...) fo u Conxa Soler (...) que
fe ia d'interm ediaria entre els qui pujaven d'am agat arrós de la Ribera i
els qui baixaven, d 'a m a g a t també, oli d 'o liva de la Valí d'A lbaida. Un
guardia civil d ‘Albaida, anom enat Vila, diu que baixava a l'estació de
tren d'A lbaida p e r controlar qué duien les dones. I, a ella i algunes altres
estraperlistes reincidents, diu que el tal Vila els donava uns puntellons ais
culs que les fe ia ba tre.11*7
Ellas fueron las únicas que arbitraron protestas públicas puntuales contra
la precariedad alim enticia y el enriquecim iento fraudulento de unos pocos. En
1947, una m anifestación de m ujeres en Bélgida se dirigió al Ayuntam iento para
pedir la sustitución del racionam iento de pan por harina, ya que de este modo se
podría m ezclar con “cebada, patata o boniato” y confeccionar pan en sus dom ici
lios. Al parecer, en la distribución de A bastos a las panaderías se colocaba la
harina en bolsas de papel y, de este m odo, se restaba harina para la panifica
ción . 1189 No se debe olvidar que las m ujeres de los represaliados condujeron la
supervivencia de fam ilias enteras de la posguerra desde el pequeño estraperlo,
pero tam bién como mano de obra en fábricas y alm acenes agrícolas, econom ía
sum ergida en el propio dom icilio o prostitución.
Se hicieron grandes y m edianas fortunas con el estraperlo, que sirvieron
para am pliar las bases sociales del franquism o más allá de los sectores políticos,
sociales y culturales sobre los que se asentó la sublevación del 18 de julio.
Grandes estraperlistas y sus contactos en la adm inistración pública que sentían
su suerte ligada al régim en que era benevolente con su violación sistem ática de
1187 Testimonio de Josep Guerola y Pepe Espí recogido por SOLER, A.: Benissoda. On s'abragen la serra
i el p ía , op. cit., p. 231.
1188 CUQUERELLA, J.: Recuerdos, op. cit., p. 177.
1189 AMBEL, Correspondencia.
1055
la legalidad. O tras personas, más avispadas, consiguieron construirse un patrim o
nio aprovechando las distorsiones que el intervencionism o provocaba en las
reglas del m ercado. En todos los pueblos se cuentan casos particulares que, a
pequeña escala, subrayan la sum a de capas sociales al franquism o, beneficiadas
(legal o ilegalm ente) p o r su política. A modo de ejem plo, el vecino de
G uadasséquies, dedicado a la elaboración de m iel, sustitutiva del escaso azúcar,
que llegó a contar con ocho o nueve trabajadores. Sus ingresos le sirvieron, al
m enos, para com prar una de las prim eras m otos m atriculadas en el pueblo (una
Lam bretta) y el prim er tractor (195 7 ) . 1190 En la Pobla del Duc, “l ’alcalde d’ales-
hores (...) guardava el blat del cupo per darrere de la portella de sa casa.
Em pleava ais ‘ro jo s’ detinguts per a que per la nit agarraren sacs de b lat i els can-
viaven per sacs plens de térra. A ixí que si el descubrien, ell tiraría les culpes ais
‘ro jo s ’ ” . 1191
1190 Jomado de SOLER, A. y JORDÁ, R.: Guadasséquies. Geografía, História, Patrimoni, op. cit., p. 112.
1191 T.O. de Vicent F (2004).
1192 MOLINERO, C. y YSÁS, P.: “El malestar popular por las condiciones de vida. ¿Un problema político
para el régimen franquista?”, op. cit., p. 256.
1193 Las consecuencias sobre las condiciones económicas de la autarquía sobre la sociedad, en especial sobre
los más débiles económicamente, en la comarca agrícola de la Ribera Baixa han sido abordadas por CAL
ZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Un silenci extens. Elfranquisme en la Ribera Baixa (1939-
1962), op. cit, pp. 97-143. Para las Baleares cfr. GINARD I FERÓN, D.: “Els treballadors mallorquins
durant els anys quaranta”, en GINARD I FERÓN, D.: L'esquerra mallorquína i el franquismo, Ed.
Documenta Balear, Palma de Mallorca, 1994; del mismo autor “Las condiciones de vida durante el primer
franquismo. El caso de las Islas Baleares”, op. cit. Los niveles de vida de los obreros urbanos en MOLINE
RO, C y YSÁS, P.: “Patria, Justicia y Pan ". Nivell de Vida i condicions de treball a Catalunya, 1939-1951,
La Magrana, Barcelona, 1985.
1056
agrícolas h asta la recolección. La violencia franquista hizo que las fam ilias de
los vencidos se viesen golpeadas en m ayor grado por la depresión económ ica de
la posguerra.
La hiperinflación en la provincia, aunque los datos se detienen en 1943,
destruyó la capacidad de las economías familiares para alcanzar la subsistencia
(v. Cuadro núm. 102). La Secretaría General de Estudios Económ icos-Zona
Levante estim aba una sustancial elevación del coste de la vida desde 1943, aun
que desconociendo si contem plaba el mercado negro.
1057
m a .1197 El testim onio oral es más preciso al respecto: José C uquerella recuerda
que “ (por ejemplo un jornalero, tras trabajar todo un largo día no le alcanzaba la
paga para adquirir un kilo y medio de pan)” . 1198 Un vecino de Q uatreto nd a afir
m aba “La fariña de blat era caríssima. Calcula que en aquella época un jornal
valia catorze pessetes i un quilo de fariña onze” . 1199 Y en Castelló de R ugat “El
que tenia un treball fixe i tenia els seus bancals, eixe era el que m illo r podia
viure perqué del jornal no es podia ni menjar. Recordé que ais anys quaranta, més
de deu anys després d ’acabar la guerra, el jornal estava entre 3 i 4 pts. Segur que
no aplegava a 5 p ts.” . 1200
Las fuentes em presariales no ocultaron el brutal retroceso de los niveles
de vida obreros y, en general, de toda la población. El Boletín de la C ám ara
Oficial de Com ercio de Valencia publicaba en marzo de 1944 un listado de “p re
cios clandestinos de artículos tasados (según rum or púb lico)” para el año 1943
(es de suponer que se trata de kilogram os) plasm ados en el Cuadro núm. 103.
Patatas 2,25
G arbanzos 11
Judías 7
Pan 5
A ceite 16
Para los nueve prim eros m eses de 1945, los redactores del A nteproyecto,
tomando como base inform ativa los datos aportados por Sindicatos y C om arcales
sindicales de la provincia, estim aban que las necesidades básicas de un a familia
de un obrero industrial no especializado, con una m ujer y dos hijos m enores de
catorce años, con un jorn al absoluto de 17 ptas/día, eran de 2.300 calorías por
individuo (v. Cuadro núm. 104). Para suplir la diferencia entre el racionam iento
diario y la consecución de las 2.300 calorías/individuo se debía acudir al m erca
do negro en estas cantidades:
1058
C u ad ro núm . 104
El resto de alimentos básicos para com pletar la dieta m ínim a debía ser
adquirido en el m ercado libre (v. Cuadro núm. 105):
Por lo tanto, esta familia necesitaba 3,40 ptas. para los artículos in terv e
nidos a precio de tasa; 5,40 ptas. para los artículos racionados (mercado negro)
y 9,25 para los artículos libres. C antidades a las que se sumaban las 3,87 ptas.
1059
para vestido y calzado, además de las 5,80 ptas. para vivienda. Como vemos, la
estadística inform a de las necesidades vitales, sin tener en cuenta los gastos en
ocio (desde luego que poco quedaba para el mismo). En total, esta fam ilia nece
sitaba 27,70 ptas. para cubrir sus necesidades básicas, esto es, una diferencia con
el salario percibido de casi 10 pesetas. El realismo de los redactores finalizaba
lapidariam ente: “es indudable que los precios tomados para el cálculo de los m is
mos, especialm ente en lo que se refiere al mercado “n egro” y a los artículos de
venta libre, son m uy inferiores a los que actualmente rigen y por lo tanto las
correcciones que hubiera que introducir elevarían aun más las cifras anterio
re s” . 1201
Se puede considerar que el salario de un obrero cualificado era superior a las 18
pesetas, que los hijos m enores de 14 años habían dejado el colegio para trabajar
en cualquier sitio o que la m ujer podía ser una trabajadora más, en fábricas, talle
res, o en su propio domicilio. En los dos supuestos, los niveles de vida de una
fam ilia obrera en los años cuarenta eran, cuanto menos, precarios, y al lím ite de
una nutrición básica. El ahorro familiar, el consumo en objetos no alimenticios,
eran pura entelequia. La postración de la clase obrera española era triple: p o líti
ca, laboral y económ icam ente. Su realidad diaria no dejaba espacios para el acti
vismo sindical.
No hemos encontrado estadísticas fiables de los salarios agrícolas (v.
Cuadro núm. 106). Las fuentes orales han apuntado su retroceso respecto a los
años republicanos. A demás, los datos oficiales no son m uy fiables. El D elegado
de A bastos de la Pobla del Duc afirm aba en 1945, en su contestación a los repa
ros sobre la confección del M apa Nacional de A bastecim ientos, “los jo rn ales,
desde luego, son bajos, pero así constan oficialm ente (...)” . 1202 Sobre la base de
estadísticas confeccionadas por la Cám ara de Comercio, después de calcular los
índices del coste de la vida, dan como resultado una intensa retracción, en la que
los salarios sólo com enzaron a recuperarse hacia 1952:
1941-1952.
FUENTE: MARTÍNEZ SERRANO, J.A.; REIG MARTÍNEZ, E. y SOLER MARCO, V.:
Evolución de la economía valenciana, 1878,1978, op. cit., p. 124.
La variable del alquiler en los gastos de una fam ilia obrera y su evolución
1060
presenta la dificultad de las fuentes. El Censo de Viviendas de 1950 se realizó
sobre algunas ciudades valencianas, entre ellas Ontinyent (v. Cuadro núm. 107).
P or tanto, es la única localidad comarcal de la que poseem os algunos datos. Casi
la m itad de las viviendas estaban ocupadas en régim en de alquiler (44,96% ). El
C enso m uestra que el 61,39% del sector obrero de Ontinyent vivía alquilado, un
índice no muy alto, puesto que la m áquina de la industrialización había avanza
do recientem ente sobre el sustrato campesino, que era propietario efectivo de sus
casas. Por otra parte, el 81,25% de los em pleados tam bién ocupaban sus casas en
la m odalidad del alquiler.
Sin conocer la evolución salarial desde esas 17 ptas./día de un obrero no
especializado, es palpable la elevada proporción de viviendas de bajos alquileres.
La pregunta, sin respuesta docum entada, sería si estos alquileres baratos co rres
ponden a las viviendas sin luz eléctrica (sólo un 79,24% tenían este servicio en
1950), sin agua corriente o sin acceso al alcantarillado.
A LQ U ILER M ENSUAL N° %
H asta 25 ptas. 430 24,71
26-50 ptas. 640 36,78
51-100 ptas. 520 29,89
101-150 ptas. 130 7,47
201-250 ptas. 10 0,57
751-1250 ptas. 10 0,57
SITUACIÓN DE LA VIV IEN DA DE ALQUILER. ONTINYENT. 1950
FUENTE: INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA.: Censo de viviendas. 1950. op.
cit., p. 83.
1061
4.4.3.7.4. E stra te g ia s p a r a vivir.
1205 BARBER MARTÍNEZ, A.: “El Molí Propet”, Llibre de Fesíes de Aielo de Malferit, pp. 107-109.
1206 T.O. de José Moscardó (1997).
1207 j q ¿e Carmen Pardo (1998).
1208 CUQUERELLA, J.: Recuerdos, op. cit, p. 180.
1209 ROMERO I GARCÍA, C. y RUIZ IBATALLER, J.: El menjar de la fam , op. cit, p. 31.
121° FERRERO TEROL, R.: Tiempo de Benimeris, op. cit, p. 18.
1062
con la cosecha antes de com enzar la tem porada . 1211
C asim ir Romero y Josep Ruiz han recogido, en una deliciosa publicación,
algunos de los platos de la posguerra en Q uatretonda, un válido ejem plo de otros
pueblos valencianos de interior, que m erece la pena reseñar, al constituir una
tipología de la im aginación anónim a para engañar los estóm agos:
A casa meua cada dia sopávem un m enjar diferent: La mare ens fe ia bullit,
amb creílla com a únic ingredient, nosaltres xafávem la crei'Ha i amb la
fo rq u eta i el ganivet féie m dibuixos a lp la t: Un dia tocava lluna plena, un
altre dia casetes (...)A 212
La calidad de los alim entos era más que deficiente y no sabem os hasta qué
punto nuestros m ayores pueden sufrir problem as de salud derivados de aquellos
años.
1063
nunca entre 1939-1951 se aproxim ó al consumo de 1931-1935.1218 Sobre fuentes
orales en Sagunt, los autores han rem arcado que la dieta de la posguerra se podría
calificar como “vegetariana” ante la práctica im posibilidad de acceder a la
carne . 1219
En A lbaida el pan era un alim ento prácticam en te incom ible. El
A yuntam iento ofreció en abril de 1941 la elección a sus vecinos de retirar el pan
de las panaderías o recibir directam ente harina para que, de esta forma, se pudie
ra aum entar la cantidad de harina para las fam ilias más pobres y que estas tuvie
ran la oportunidad de m ezclarla con “patata, boniato u otras m aterias” y elevar la
cantidad de m asa que, de otra m anera, no llegaba a cubrir las mínim as necesida
des. Según inform aba el alcalde al G obernador Civil, la “falta de pericia” de los
panaderos llevaba a que el pan am asado y cocido en casa resultara más com esti
ble que el de las panaderías, ya que éste era “poco menos que incom ible (...)
como lo prueba el hecho de que en estos días de Pascua, bastante vecinos de ésta
se trasladaban a O nteniente al objeto de adquirir el pan sobrante que habían deja
do de retirar los vecinos de aquella C iudad .” 1220 En Castelló de Rugat vecinos
del pueblo se dirigieron al G obernador Civil (marzo 1947) para notificarle las
“m alísim as condiciones por su deficiente amasado y cocción” del pan y su deseo
de substituir el racionam iento de pan por harina . 1221
En octubre de 1945 el Laboratorio M unicipal de O ntinyent com probaba la
m ala calidad de la harina, a la que se había sustraído su parte de cebada, y p o r
que la m olturación posterior al lavado se retrasaba, debido a que no se podía con
tar con fuerza m otriz. Los técnicos del Laboratorio estim aban que la harina era
“no apta para la panificación” ya que, aparte de su sabor no agradable, “ se ha
observado la presencia de substancias m inerales ” . 1222 En un inform e de finales
de abril de 1946 se especificaba la pujanza en Benigánim del pan de m aíz y el
resultante de la m ezcla de trigo y m aíz, la presencia diaria del arroz y legum bres
en la dieta de las fam ilias, así como de la carne de cabrío y de cerdo . 1223
La pobreza de la dieta alcanzaba a las pequeñas localidades. En B ellús se
consignaba que el arroz m ezclado con salazones o verduras silvestres era el ali
m ento habitual y cotidiano. Eso sí, la cercanía del río le aportaba, con la pesca,
una dosis de proteínas. La única carne consistía en las partes más pobres del
cerdo. La harina de trigo había sido sustituida por tortas de cebada o m aíz . 1224 En
1064
Fontanars, sin terrenos de huerta como Bellús, aunque sí con extensas propieda
des cerealísticas, se apuntaba un consumo ordinario de arroz, patatas y legum
bres, aunque el pescado se com ía “si hay” y la “leche son m uy pocos los que la
consum en, cada vez m enos debido a la falta de azúcar ” . 1225 M ientras que en
C astelló de Rugat se repetía la cadencia de Bellús. Aquí no se desayunaba, se
alm orzaba pan y salazón, se com ía arroz con verdura y en los “días señalados”
carne o conejo. La cena consistía en verdura silvestre hervida, salazones y “pes
cado cuando lo hay ” . 1226
España se convirtió en el país del sucedáneo. H abía harina de m aíz roja y
am arilla con la que se confeccionaban los m ichos y rollos. La harina de cebada
era una agresión al paladar ya que la de trigo no estaba al alcance de casi nadie.
P ara aum entar la m asa de pan se añadía boniato hervido o patata. En Bocairent
se hizo fam oso el pá groguet. Las cocas de m aíz se com ían con sardina, setas,
arrope, cansalada. La nata no se podía elaborar, al faltar la leche. El ingenio acu
día a elaborar nata de “De Tarros (...), barrejant arrop, fariña, canella, ratlladura
de llim a i aigua ” . 1227 En O ntinyent, “ciertas carestías que le hacían tom ar pan de
m aíz rojo, azúcar am arillo, chocolate terroso o boniatos ” . 1228 H asta el tabaco era
horrible: “Fum ávem de tot m enys tabac: pám pols de vinya, cabellera de canyots,
fulla de tom aquera ( . . . ) ” . 1229
En m uchos pueblos de la Valí la naturaleza se convirtió en el principal
proveedor de alim entos. Casi se puede decir que la propia naturaleza im pidió la
aparición del terrible jin ete del A pocalipsis llam ado ham bre: cuando llovía se
recogían caracoles y se pescaban barbos en los ríos, todas las variedades de hon
gos com estibles (níscalos, bolets de chopo), espárragos, pájaros y tordos, caza y
pesca. A la recogida de pebrassos se dedicaron por entero fam ilias obreras en las
m ontañas de A lcoi, O ntinyent y X átiva. La am plia variedad de hierbas silvestres
se utilizó am pliam ente en los arroces, en las em panadillas fritas, al horno...O tras
salidas para m itigar las escasas raciones y el desabastecim iento era la plantación
de verduras para autoabastecim iento de toda persona que tenía algún tipo de
acceso a la agricultura. En O ntinyent incluso se llegó a plantar en m acetas.
Las penurias eran tales que las festividades se convirtieron en ocasiones
únicas, al cabo del año, para saciar los estóm agos ham brientos, como en las épo
cas históricas en las que la alim entación no estaba garantizada. Así en los M oros
y C ristianos de Bocairent del año 1942, las autoridades repartieron a las filaes
harina, arroz, aceite y azúcar para las paellas de los m asets y para los m úsi
cos . 1250
La búsqueda de la supervivencia llegó a lím ites insospechados, como el
recurso a la taurom aquia de algunos valldalbaidinos. En 1942 encontram os a
Gildo Tormo, hijo de A lbaida, que llegó a triunfar en A lcoi, o Francisco Vidal,
1065
“Panaderito de A lbaida” . En 1952 com enzaba a despuntar Dom ingo Tormo, natu
ral de A lbaida, que llegó a torear en Francia y Río de Janeiro según las noticias
de prensa. La picaresca forzaba a acudir a todo tipo de soluciones para poder
comer, aunque estas se situaran al m argen de la ley, de una ley hecha a la m edi
da del poder. M ucho m ás los profesionales republicanos que habían sido depura
dos de sus respectivos Colegios P rofesionales y privados del ejercicio de su titu
lación académ ica. Los estóm agos vacíos pesaban m ás que la conciencia. Un b ar
bero y su hijo, todavía escolarizado, ejercían de odontólogos en M ontitxelvo, una
práctica nada extraña, h asta que fueron denunciados en 1946. El ham bre, com bi
nada con la sum isión secular a los poderosos de cada pueblo, se llevó hasta extre
m os insospechados. En A lbaida una persona catalogada como “cacic de tota la
vida” le pagó un jo rn al a otra persona “per a pegar-li punyaes al cap ” . 1231
El ham bre es m ala consejera, “La fam és m olt p u ta”, asegura la gente
mayor. Las estrategias para ahuyentarla se sobreponían a valores tradicionales.
Josefa Penadés era un jo v en sirvienta. En un m omento dado no pudo aguantar
m ás las em bestidas de ese jin ete del A pocalipsis. Un buen día, en la cocina de la
casa de potentados donde desem peñaba su trabajo se dieron cita dos ristras de
longanizas. U na en buen estado y otra, defectuosa, para la servidum bre. En aque
lla España esto sólo sucedía en las casas de la burguesía. Josefa tomó una deci
sión de la que conocía, evidentem ente, sus consecuencias. Sirvió las longanizas
en m al estado a los señores de la casa y las sirvientas saciaron su ham bre con las
com estibles. Josefa Penadés fue despedida . 1232
Con unos salarios y un racionam iento insuficientes, y un m ercado negro
inaccesible, no es extraño que apareciera (o aum entase) la pequeña delincuencia,
consistente en pequeños hurtos en los cam pos y huertos, para poder com er y cam
b iar lo hurtado en el m ercado negro. En los archivos m unicipales de la com arca
se ha conservado desigualm ente la serie de M ultas M unicipales, casi siem pre los
Libros Registro, portadores de una inform ación muy reducida (nom bre y apelli
dos, m otivo de la m ulta, organism o que la im pone, fecha) para efectuar una apro
xim ación a la tem ática del recrudecim iento de esta salida al ham bre. La serie del
Juzgado de Instrucción del Juzgado Com arcal sito en O ntinyent, y con un radio
de acción que abarcaba a su Partido Judicial, señala un buen núm ero de sum arios
abiertos por hurtos en las cosechas. Sin em bargo, esta tendencia, que solam ente
podem os apuntar, no puede ser com parada con el período republicano, ante la
frecuente ausencia de esta serie.
En O ntinyent se m ultaba con 50 ptas. a un vecino por colgarse de un
cam ión para robar com ida y, entre 1939-1940, aparecen sanciones por hurtos de
alim entos (fruta, verdura, granada) y leña. A lgunos ayuntam ientos, como
M ontaverner, intentaron reforzar el control del térm ino agrícola adjudicando a
los guardas de cam po el 50% del im porte de las sanciones. Y en Benigánim se
llegó al extrem o de aum entar en 16 m iem bros la p lantilla de Guardas de Campo
en la prim avera de 1941 para v ig ilar la próxim a recolección de trigo, cebada y
avena. Los archivos ju d iciales están llenos de denuncias sobre sustracciones de
1066
productos agrícolas y robos de m ayor envergadura, como sucedía en la prim ave
ra de 1940 en Albaida, donde se había desatado una cierta psicosis respecto a los
escalos en fábricas de tejidos, de cera y en el audaz asalto a un cam ión de azúcar
en el Puerto de Albaida. Todavía en 1950 las autoridades de O ntinyent se veían
im potentes para frenar una oleada de robos en el m ercado . 1233
Estos sumarios abiertos por hurtos de víveres corresponden, en un 99% de
los casos, a personas sin antecedentes penales, con una gran profusión de apelli
dos foráneos a la com arca, probablem ente de refugiados y evacuados que no
regresaron a sus poblaciones de origen . 1234 Cuando el expediente sancionador
está com pleto, se indica la procedencia ideológica del sancionado. Entre otros (4
casos), en octubre de 1944 se im putaba a Salvador, vecino de M ontitxelvo, varios
hurtos. La acusación iba unida a su pasado izquierdista y como m iliciano . 1235 La
m endicidad infantil proliferó de m anera alarm ante, hasta tal punto que el alcalde
de O ntinyent pidió al vecindario recoger el nom bre y apellidos del padre del niño
para la posterior actuación m unicipal . 1236
La situación m ejoró ostensiblem ente en los años cincuenta. En 1952, des
pués de buenas cosechas, se suprim ía la cartilla de racionam iento. En los cin
cuenta llegaron los envíos norteam ericanos. El corresponsal de la Pobla del Duc
para Las Provincias señalaba alborozado:
¡Por fin ! Ya se reparte a los niños de estas escuelas la leche y queso que los
Estados Unidos envían con tanta esplendidez. E l rasgo ha sido acogido p o r
todos con mucho agrado y sim patía . 1237
1233 Archivos municipales (serie Correspondencia), informes varios y legajos de los Juzgados Municipales.
1234 AMO, FJ, Juzgado de Instrucción de Ontinyent, Diligencias Previas 1941-1948, caja 73 y Diligencias
Previas 1949-1956, caja 74.
1235 AGA, Interior. Gobierno Civil de Valencia. Orden Público, caja 3.665, legajo 36, expediente 89.
1236 AMO, libro 24, Libro de Actas, acta de 3-VI-1941 y Correspondencia 1941, 5-VI-1941.
1237 LP, 24-XI-1955.
1238 AMO, Secretaría. Expedientes Varios 1956.
1239 AGULLÓ DÍAZ, M*.C.: “Quan anávem a escola”, en W .AA.: Castelló de Rugat Memoria d'un Poblé,
op. cit, pp. 221-229 (p. 226).
1067
4.4.7.5. L a re su rre c c ió n de D ickens. £1 tra b a jo in fa n til y fem enino.
1068
C u ad ro núm . 108
T R A B A JO IN F A N T IL P O R S E C T O R E S . O N T IN Y E N T . 1941.
1244 n 0 se debe olvidar el considerable esfuerzo físico que suponían en una sociedad sin las ventajas de los
electrodomésticos o servicios como el agua potable. Una descripción de los innumerables trabajos domésti
cos de la mujer hasta los años sesenta debe contemplar las tareas de limpieza del domicilio o del vestuario,
el acarreo del agua, la compra en el mercado, la confección de conservas, el cuidado de los hijos y de los ani
males que se criaban en las casas...Para estas cuestiones v. AGULLÓ, Ma.C.; BATALLER, Ma.J.; BATA-
LLER, R.; CLIMENT, J.; CLIMENT, S. y ROVIRA, S.: “L'ámbit doméstic: les tasques de la llar”, en
VV.AA.: Castelló de Rugat. Memoria d'un Poblé, op. cit., pp. 2215-221.
1069
la crítica social estaba tolerada, dado el carácter fam iliar y m inifundista de los
alm acenes. Como m uestra, una “cangó de p a n e r a ” recogida en Castelló de
Rugat:
E l so l j a s 'en va a la posta
les gallines al lloquer
envien-nos prom pte a casa
i pague-nos el jornal.
1245 GRUP L’OFRA.: “La música d'un poblé”, en W .AA.: Castelló de Rugat. Memoria d'un Poblé, op. cit.,
pp. 236-243 (p. 240).
1246 AGULLÓ, M\C.; BATALLER, Ma.J.; BATALLER, R.; CLIMENT, J.; CLIMENT, S. y ROVIRA, S.:
“L’ámbit doméstic: les tasques de la llar”, op. cit, p. 220.
1247 ADPV, E. 19. 6. 1. y E. 19.6. 2., op cit
1070
escasos beneficios laborales que otorgaba el franquism o o la autoexplotación).
A sí, las garrafas, según una fuente oficial de 1951, las m ujeres “ con m im bre y
c añ a partida, a tanto la pieza, forran en su do m icilio” . 1248 La sillería de r O lle r ia ,
uno de los focos más importantes de la provincia, necesitaba del trabajo fem eni
no para entrelazar los asientos de enea, bien en sus dom icilios particulares, bien
en los talleres, ocupando a 70 mujeres y 50 hombres en 1948. La cestería era otro
sector predom inantem ente femenino, con 160 m ujeres y 10 hom bres en el mismo
año.
Las artesanías de las fibras naturales (esparto, cáñamo) ocupan otra face
ta del trabajo dom iciliario de las m ujeres, encargadas de las labores de la p le ita
p ara serones, capazos y espuertas. El sector del calzado daba trabajo a otro buen
núm ero de mujeres. En 1952, las plantillas de los talleres alpargateros de
B enigánim reun ían un 67% de mujeres, encargadas de coser las lonas, suelas y
punteras. En otros sectores asociados a un trabajo físico más contundente, las
m ujeres se em pleaban en tareas de plegar, em paquetar o embalar, como en la
cerería o en los baldosines cerámicos de Castelló de Rugat. La instalación de dos
fábricas de alpargatas y máquinas para descascarillar almendras en este pueblo
supuso una dem anda de trabajo femenino, glosada por el corresponsal de Las
Provincias: “ C on tales iniciativas se ha asegurado el trabajo en los talleres y a
dom icilio de la m ayoría de las mujeres del pu eb lo” . 1249
La discrim inación de género salarial era una constante en todos los tra b a
jo s en los que encontramos mujeres (v. Cuadro núm. 109 y 110). El Mapa
N acional de A bastecim ientos de Bocairent ofrece estas tablas salariales:
Los únicos datos completos han sido aportados para el año 1953. Vemos la
m inusvaloración del trabajo femenino en los sueldos oficiales que percibían. La
m ujer no está presente laboralmente en sectores como la construcción, la m e ta
lurgia, la ganadería, artes gráficas o el transporte.
1071
C u ad ro núm . 110
Textil 21 15
A grícola 25 16
Indeterm inados 26 18
Com ercio 20 17
M adera 24 18
Papel 21 16
A lim entación 23 18
Cueros y pieles 22 16
C onfección 20 12
Extractivas 30 18
Quím icas 30 20
FUENTE: ADPV, E.19.6.2 ., Serie Fomento, vol. 4, Estudio Socio-Económico
G eográfico del Distrito de Onteniente.
1250 Una aproximación local valenciana coincide con las conclusiones para la Valí d'Albaida. v. ADRIA I
MONTAGUT, Ma. A. y ADRIA MONTOLIO, J.J.: “El treball de la dona a la Llíria de la postguerra”,
Congrés d ’Estudis Comarcáis del Camp del Túria, Tándem Edicions, Benaguasil, 1991, pp. 197-203.
1072
ba una discrim inación negativa situada en un térm ino m edio de un 10%, aunque
las pagas extraordinarias repartidas en Catalunya aventuran una diferencia aún
mayor.
Jordi Calvet, en su disección de la industria lanera, apunta que el proble
m a salarial no preocupaba al em presariado catalán a lo largo de los cuarenta,
señal inequívoca de los bajos salarios que se pagaban.1251 En las postrim erías de
los cincuenta, sin recato alguno, un afamado industrial de O ntinyent afirm aba en
una entrevista que “a pesar de pagar salarios más bajos que los que se pagan en
países com petidores”, 1252 el textil español no era com petitivo internacionalm en
te. Los testim onios de obreros de la época describen un cuadro de bajos salarios,
largos horarios som etidos a los criterios em presariales, desprotección y autorita
rism o patronal. En A gullent:
es pagava m alam ent del tot, condicions de treball roíns del tot, h o r a r i...
t 'obligaven a fe r de tot el que els donava la gana a ells, et deien: s 'han de
f e r dotze hores esta setm ana o s'h a n de fe r 48 hores, t'obligaven a curre
lar i si et plantaves et deien: p illa la maleta i arrea-te-les a casa. I així
estava la vida ací, no ací sinó en tots els //o es.1253
La subsistencia se debía com plem entar con otros trabajos, con lo que las
horas sem anales trabajadas sobrepasaban, con mucho, las ocho horas diarias:
Era norm al ingressar a la fá b rica ais dotze anys, o inclús abans, i fe r-h i
de m anera habitual i obligatoria torns de dotze hores i més, durant tots els dies
de la semana, llevat del diumenge. Les mesures de salubritat i higiene dins de
Vem presa brillaven p e r la seua abséncia, amb manca de ventilació, cosa que
provocava fo rte s elevacions de temperatura, grans concentracions de p o ls (la
borra), elevat nivells de soroll, etc. A aixó cal afegir que els escassos dies de
vacances solien fe r-se coincidir amb les fe ste s del poblé, i m oltes vegades es
renunciava a elles p e r tal d'augm entar Vescás sou. A més a més, hi havia nom -
broses categories profesionals que provocaven diferencies i greuges entre els
treballadors, com ara les discrim inacions infligides a les dones (...)1255
1251 CALVET IPUIQ J.: La industria textil llanera a Espanya, 1939-1959, op. cit, pp. 133-135.
1252 LV, 27-Vm-1958.
1253 j o. de Anónimo-S. A. (1995).
1254 T.O. de Anónimo-J.A. (1996); Anónimo-S.A (1995) y AGULLÓ DÍAZ, M\C.; ESPÍ ESPÍ, V. y JUAN
SORIANO, E.: Memoria de la Utopia, op. cit., p. 165, respectivamente.
1255 ibídem, pp. 25-26.
1073
Entré fila n d o con lanzadera (...) Era pequeño y m etía el churro cuando
ellos term inaban lo que estaban tejiendo. Lo sacaba, lo metía y lo enfila
ba. Prácticam ente no había horario ni nada. Nos poníam os a las 7 de la
mañana hasta que se hacía de noche. Tendría doce años.
1074
ron sus deberes y que de buena form a esta Jefatura se lo recuerda para que no
haya olvido” . 1262
A fortunadam ente, el desarrollo textil de la com arca perm itió absorber el
paro obrero en los pueblos industriales, a pesar de rebrotes tem porales m otivados
p o r la escasez de algodón o las restricciones eléctricas.1263 El campo com arcal
continúa con sus coordenadas de paro tem poral, muy alejado de la gravedad de
zonas como A ndalucía y E xtrem adura.1264
1075
C u ad ro núm . 111
1076
Los únicos hospitales eran a la vez asilos de B eneficencia regentados por
órdenes religiosas fem eninas, pero con una capacidad irrisoria. El H ospital-A silo
de B ocairent contaba en 1939 con 37 cam as, siete religiosas y los servicios sani
tarios propios del m unicipio (practicante y m éd ico ).1266 En O ntinyent el
H ospital-B eneficencia de N uestra Señora de los D olores, dirigido por las
H erm anas de la Caridad, contaba en 1943 con un equipo de Rayos X y los servi
cios de vacuna antivariólica y antitifoidea, aunque no adm itía enferm os infeccio
sos. Para una ciudad de aproxim adam ente 15.000 habitantes disponía de 40
cam as, doce de ellas gratu itas.1267 A m itad de los cincuenta el H ospital disponía
de dos salas para hom bres y m ujeres, con 18 camas respectivam ente, una para
niños, con doce, y otra más para niñas, con quince. A lbaida contaba con un h os
pital de siete camas en 1953. Estos centros se m antenían siguiendo el sistem a
decim onónico de la caridad publicitada. En 1953 trece m unicipios m enores de
500 habitantes carecían de asistencia facultativa titular.
Entre 1950 y 1954 se com pletaba la puesta en funcionam iento de la Casa
de Sanidad de Ontinyent y su Com arca (parte de la Valí d 'A lb aid a y pueblos de
la C ostera). En total, atendía a 32 m unicipios, con un total de 52.240 habitantes
en 1950. Esto es, apenas paliaba el déficit sanitario. La Casa de Sanidad contaba
con un Centro Secundario de H igiene Rural, un Centro M aternal y Pediátrico de
U rgencia, un Servicio de M aternidad, un Servicio de Puericultura, un Centro
A sistencial de U rgencia y C línica M unicipal. El Centro Secundario com prendía
los servicios de un facultativo especialista en oftalm ología, otorrinolaringología,
un odontólogo y un venereólogo. El D ispensario A ntituberculoso todavía no fun
cionaba en 1953. La asistencia a los enferm os hospitalizados, debido a la falta de
presupuesto, se confió a cuatro herm anas y una superiora de la C ongregación de
las Hijas de San Vicente Paul, ocupadas en tareas de lim pieza, cuidados de los
m ateriales, cocina y servicios auxiliares de enferm ería.1268
La m alnutrición de la década de los cuarenta, acrecentó la persistencia de
enferm edades infectocontagiosas y las carencias m ateriales, provocadas por la
política autárquica, sum ieron a la sociedad española de los cuarenta en una
auténtica plaga de enferm edades y problem as de crecim iento para los más peque
ños propias de principios del siglo XX. En las poblaciones industriales de
Cataluña, se increm entó la m orbilidad con la confluencia de condiciones de tra
bajo decim onónicas, la hiperinflación y el desabastecim iento.
El tifus se convirtió en una plaga endémica. El tifus en todas sus varian
tes es una enferm edad asociada a las deficientes infraestructuras de higiene
pública, en especial respecto a las aguas contam inadas (fecales o industriales), y
los hábitos de higiene privada, obstruidos durante los cuarenta por el desabaste
cim iento de jabón. Todo ello agravado por la m altrunición y el retorno a unas
condiciones de trabajo dignas de los principios de la industrialización. La esca
1266 AMB, Caja 129, Sanidad y Seguridad Social. Relación Personal Beneficencia 1939, 20-IV-1939.
1267 a m o , Correspondencia 1943, Cuestionario del Instituto Nacional de Previsión. 19-VÜ-1943.
!268 r e j o FELIU, J.L.: Onteniente. 1940-1953, op. cit., pp. 289-309.
1077
sez de abonos m inerales propició la intensificación de los estercoleros dom icilia
rios dedicados al abono de las parcelas agrícolas.1269 La variante principal fue el
tifus exantém ico provocado por el piojo, muy abundante en la posguerra, debido
principalm ente a la escasa cantidad del jabón racionado y a sus precios astronó
m icos en el mercado n eg ro .1270 Para prevenirlo el único rem edio era el indicado
para la apertura del curso escolar de 1941, esto es, que los niños acudiesen todos
con el pelo cortado.127!
Cómo núcleo más poblado y con unos rasgos socio-urbanos muy defini
dos, O ntinyent fue la población m ás castigada sanitariam ente. Una gran parte de
su población todavía vivía en su barrio histórico y la calidad de m uchas de sus
viviendas no era óptim a. De hecho, en 1950, el 71,19% de estas se había cons
truido con anterioridad a 1900.1272 La ciudad no tenía una com pleta y m oderni
zada red de abastecim iento de aguas potables ni de alcantarillado, las industrias
contam inaban los acuíferos y los servicios m unicipales de higiene pública eran
irrisorios. En los prim eros años de los cincuenta, la recogida de basuras “tam po
co se presta en las condiciones y con los m edios que debiera. U n solo carro para
recoger la basura en todo el pueblo, es m anifiestam ente insuficiente” .1273
En 1941 el problem a del tifus había alcanzado tal m agnitud que se habili
tó un edificio para el servicio de despiojam iento. En 1943 las autoridades m uni
cipales declaraban al tifus como una “verdadera epidem ia” y adem ás el tifus
abdom inal era considerado como una pandem ia “ casi endém ica por el m al estado
de la red general de conducción de aguas potables”, construidas en 1912 para 200
concesiones.
Ambas enferm edades golpeaban especialm ente a las fam ilias más pobres,
que vivían más cerca de los barrancos donde estaban situadas y vertían sus aguas
residuales una parte de las fábricas de la ciudad. Los inform es consultados hacen
hincapié en su presencia constante en el barrio obrero de Santo Dom ingo y entre
los jóvenes de 13 a 20 años. En 1948 un bando m unicipal anunciaba la vacuna
ción de los vecinos com prendidos entre los 5-50 años, habitantes del 1er D istrito,
con la advertencia de retirarles la cartilla de racionam iento en caso de incum pli
miento. Un año después se anunciaba con profusión el inicio de cam pañas de
vacunación antivariólica, an titífica y an tid iftérica.1274
1078
U na estadística m unicipal de 1955 señalaba que la calidad del agua era
“sospechosa”. 1275 En ju lio , el ayuntam iento constataba que las fábricas del
barranco de Bocairent eran las causantes de las “m alas condiciones en que llega
a ella el agua destinada al abastecim iento de la población, procedente del m anan
tial del Sauce, en el Pozo Claro” . La gravedad de la contam inación llegó a sus
pender el trabajo en estas fábricas entre los días 23 y el 3O.1276
U na situación sim ilar se vivía en la industrial B ocairent, con brotes alcis
tas en 1941 y en 1953, debido a los problem as para acceder a un caudal suficien
te de agua potable que hacía al tifus una enferm edad “endém ica en la m ism a con
recrudecim ientos epidém icos en ciertas épocas” .1277
E sta enferm edad no era exclusiva a esta tipología de los núcleos urbanos
industriales. Castelló de Rugat pedía 1.600 vacunas en 1948 para rem ediar la epi
dem ia de tifus abdom inal provocado por la falta de alcantarillado.1278 Las enfer
m edades infecto-contagiosas que aparecían m ás a m enudo en los inform es del
M apa N acional de A bastecim ientos de los 40 y principios de los 50 eran la tuber
culosis, el tifus y, en m enor grado, las fiebres m altesas.
R etornaron antiguas enferm edades en proceso de erradicación como la
rabia, que tam bién rebrotó, al m enos en O ntinyent, ante la falta de vacunas (ates
tiguado en 1940 y 1949); como el saram pión en Castelló de Rugat en 1942;1279
la gripe asiática, con 500 casos en Benigánim (octubre de 1957) que obligó a
clausurar las escu elas;1280 o la leptosipirosis de las zonas arroceras que llegó a la
com arca a través de los trabajadores tem poreros que se em pleaban en la siega del
arroz en la Ribera. Así los quince casos de 1951 de Benigánim fueron tratados
por la C ooperativa N acional del A rro z.1281 En Llutxent los trabajadores arroce
ros que viajaban a Tarragona (D elta del Ebro) im portaban el paludism o.1282
Las carencias de m ateriales sanitarios fueron otro grave problem a. El 11
de junio de 1941 el alcalde ontiñentino notificaba que el form ol necesario para
desinfectar a los fallecidos por enferm edades contagiosas se había term inado.1283
Un año después el M inisterio de Industria y Comercio advertía de las “grandes
dificultades de sum inistro de gasa para curaciones” y de la necesidad de econo
m izarla, ante un más que probable desabastecim iento. En agosto de 1945 la
dirección del H ospital señalaba la falta de m aterial quirúrgico.
Los eslabones más débiles de la sociedad fueron los m ás perjudicados. El
bajo nivel adquisitivo de los trabajadores les im pedía acceder a las escasas vacu
nas que sum inistraban las autoridades sanitarias. En A gullent la vacuna contra la
1275 AMO, Secretaría. Expedientes Varios 1955, Cuestionario del Instituto de Estudios de la A dministración
Local.
1276 a m o , Correspondencia 1955, Carta del alcalde a un industrial. 22-VH-1955.
1277 AMB, libro 7-XI-1948/30-IV-1953, Libro de Actas, acta de 27-Ü-1953.
1278 AMCR, legajo 52, Actas de la Junta Municipal de sanidad, partido médico y beneficencia.
1279 AMCR, legajo 55, 20-XI-1948.
1280 LV, 31-X-1957.
1281 LV, 21-1-1951.
1282 CANET CANET, R.: Llutxent. Semblanza humana y resumen histórico, op. cit., p. 58.
1283 AMO, Correspondencia, 1941, ll-VI-1941.
1079
viruela pedida en septiem bre de 1939 tan sólo llegó a las “personas pudientes que
se han procurado las vacunas. El resto de la población está por vacunar” . Hasta
1940 no se recibieron las 500 dosis necesarias.1284 La infancia, y en especial los
hijos de los asalariados, fue el segundo grupo sobre el que se abatió esta dolosa
situación. La desnutrición de las m adres com portaba la falta de leche m aterna,
por lo que los niños debían ser atendidos con lactancia artificial basada en leche
condensada.
Sin embargo, la irregularidad en el sum inistro de la leche condensada pro
vocaba, amén de una nutrición insuficiente, otros problem as de salud. El
Inspector de Sanidad, después de exam inar los 113 niños atendidos por la Junta
Local de M aternidad de O ntinyent en diciem bre de 1945, observaba “trastornos
gastrointestinales en los niños que atiende esta Junta con dicha lactancia (...) el
racionam iento de los niños es insuficiente y además irregular originando un des
arrollo m enor al tipo norm al por los frecuentes trastornos intestinales que se pro
ducen al cam biar la lactancia artificial con leche de procedencia varia (cabra,
vaca, etc.)”.
A la par de la interm itencia en el sum inistro de leche condensada estaban
la discontinuidad del azúcar y harina. La Junta de M aternidad de la ciudad del
Clariano estim aba en 1945 las necesidades m ensuales en 50 cajas. En el verano
llegaron nueve cajas, trein ta en octubre y 22 en noviem bre. Desde el mes de julio
de 1946 no se recibió ningún bote de leche condensada, con lo que se acudió,
para evitar el ham bre de los recién nacidos, a la leche de vaca y cabra, “produ
ciéndose con ello graves trastornos gastrointestinales (...) aum entando en conse
cuencia la m ortalidad de los niños” , 1285 aunque ni siquiera era suficiente la leche
anim al. En m arzo de 1947 los niños incluidos en el censo infantil superaban el
millar. La Junta apenas había obtenido 100 cajas m ensuales de leche y anotaba la
falta “casi com pleta”de leche condensada y h arin as.1286 Según José M aría Abad,
autor de una topografía m édica de O ntinyent que no se ha conservado, la m orta
lidad infantil en 1941 se cifraba en el 200 por mil, para descender en 1954 al 50
por m il.1287
El desabastecim iento de agua era un problem a p ara la industria, pero tam
bién se convertía en un vector de gran incidencia en la proliferación de enferm e
dades infecciosas. Una cuestión repetitiva en la docum entación m unicipal era el
desabastecim iento de agua en los dom icilios particulares, que afectaba a pobla
ciones de m ayor envergadura como M ontaverner, rO lle ria . En esta últim a el
agua llegó en distintas ocasiones a estar racionada según la com posición de las
fam ilias. Así en 1941 correspondía un cántaro de agua para dos personas, dos
para entre tres y cinco personas... El vecindario de M ontaverner se veía obliga
1284 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 91.
1285 Actas de la Junta Local de Maternidad. 24-12-1946, AMO.
1286 ibídem, sesiones de los años 1945,1946 y 1947.
1287 LP, 6-VÜ-1955.
1080
do en 1945 a acceder al agua con el empleo de “caballerías de unas fuentes que
se hallan en las afueras de la población”.1288 En Bocairent escaseaba en noviem
b re de 1942.1289 De las 2.890 viviendas para uso hum ano censadas en O ntinyent
(1950), el 48,48% carecían de agua corriente. La ausencia de alcantarillado era
otro vector de agresión, ya que la proliferación de pozos negros era el origen de
m uchas de las enferm edades infecto-contagiosas. Sus deficiencias en la ciudad
del Clariano tienen mucho que ver con el azote del tifus. Para 1950 el 65,40% de
las viviendas contaban con este serv icio .1290
La contam inación acústica resultante del auge de los telares dom ésticos y
de las jornadas laborales nocturnas para aprovechar el fluido eléctrico em peora
b a sensiblem ente la calidad de vida de los vecinos que debían soportarlas. Las
reglam entaciones m unicipales de abstenerse de trabajar “desde el toque de almas
al de albas” eran papel m ojado, ante la desidia de los encargados de inspeccionar
su cum plim iento.1291 En O ntinyent y B ocairent son num erosas las reclam aciones
y denuncias sobre telares m anuales instalados en las terrazas de la casas y de las
fincas de los pisos o el trabajo nocturno. En otros casos se trataba de fábricas que
lanzaban al exterior los hum os de sus m otores.
Además, las adm inistraciones locales generalm ente no se dedicaban con
rigor a hacer cum plir las disposiciones sanitarias, aquejadas por otra parte de una
endém ica falta de funcionariado. En Castelló de Rugat se había llegado en m arzo
de 1944 al lím ite de lo perm itido. Se exponía la carne en la m ism a puerta de las
carnicerías, se envolvía en papel de diario o en docum entación escrita, los carni
ceros fum aban detrás de su m ostrador y los restos de los anim ales se arrojaban
sobre la vía p ú b lica.1292 M ientras que en Rugat se exponía con claridad en mayo
de 1942 el incum plim iento sistem ático de los bandos san itario s.1293
En resum en, la política económ ica intervencionista ocasionó, con sus m úl
tiples distorsiones sobre los sectores productivos un desastre económ ico de m ag
nitudes desconocidas en la historia contem poránea española. El paro y el control
sobre la mano de obra en cuanto a las condiciones de trabajo y de salario por
parte de las autoridades sindicales y de la patronal golpearon sensiblem ente las
condiciones de vida de las capas más bajas del cam pesinado y de los obreros
m anufactureros e industriales. La ineficacia unida a la com plicidad en la perse
cución del fraude y del mercado negro de productos intervenidos obligó a recu
rrir a un m ercado ilícito hiperinflacionario que increm entaron el descenso de las
rentas de los trabajadores, con las consecuencias de una m iseria cotidiana, el
retorno de enferm edades en retroceso y una vida m arcada por el único deseo de
sobrevivir y olvidar o sepultar pasados ideales.
1081
4.5. “MENYS MAL QUE FRANCO VA ALQAR LA MÁ”. EL FRANQUISMO
CONSOLIDADO: 1952-1959.
1294 GONZÁLEZ MURILLO, P.: “Las dimensiones del paro durante el franquismo (1938-1944)”, en IV
Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 515-521.
1295 En estos movimientos emigratorios-inmigratorios no se puede dejar de considerar, al margen del factor
económico, el deseo de huir del restablecimiento y recrudecimiento de la explotación laboral sobre la mano
de obra agrícola, así como de la opresión político-ideológica (Falange, Iglesia, propietarios, poder político
local). Para estas cuestiones, cfr. PUIG, A.: “La Guerra Civil espanyola, una causa de remigració andalusa
deis anys cinquanta?”, Recerques, 31, 1995, pp. 53-69.
1296 MIRANDA MONTERO, M\J.: “Evolución de la población dispersa en la Comunidad Valenciana en el
siglo XX”, Cuadernos de Geografía, 39-40, 1986, pp. 289-301.
1082
C u ad ro núm . 112
C R E C IM IE N T O D E M O G R Á F IC O D EL D E C E N IO 1 9 5 0 -1 9 6 0
1083
C u ad ro núm . 113
E V O L U C IÓ N D E M O G R Á F IC A . 1 9 4 0 -1 9 6 0 .
TASA C REC I INDICE DE •
%
PO BLA CIÓ N M IENTO EV O LUCIÓ N
AÑO PO B LA C IÓ N
DE HECHO IN TERA NU A L BASE
SO BRE P.V.
% 1900=100
E ls j o r n a l e r s d ' a c í han s a b u t d e s e m p r e p l a n t a r a r r ó s . Va e i x i r V o c a s i ó de
q u e en F r a n g a f e i e n a r r ó s i a n a re n a lg u n e s q u a d r i l l e s que, p e r c e r t, j o
v a i g a n a r un a n y tam b, p e r q u é j o s a b i a p l a n t a r a r r ó s i s e g a r (...) D e i s
d in e r s d e F r a n g a (...) H i h a v ia d e tot. H i h a v ia q u i e s t a v a s o b r a t en c a s a
i e s ta l v ia v e n p e r a c o m p r a r - s e a lg ú n b a n c a l. A c í to ta la v id a , e ls j o r n a l e r s
d e l p o b l é e l q u e han g u a n y a t ha s ig u í to t p e r a m a n ti n d r e s i p e r a c o m
1084
p ra r algún bancal, aixó ha siguí de tota la vida la fo rm a de viure ací en el
p o b lé .1299
1085
Al m ism o tiempo que una parte del cam pesinado y de las m ujeres de la
com arca se encam inaban hacia otras ciudades y otros países, los núcleos in d u s
triales más activos comenzaron a recoger las oleadas de inm igrantes del interior.
Cuando term inaba la década de los cincuenta, la industria de B ocairent h a b ía
recibido la llegada de trabajadores procedentes de A lbacete y C iudad Real; m ie n
tras que B enigánim y M ontaverner recogían a m urcianos y albaceteños.
Otros municipios vivían una doble realidad, por una parte perd ían p o b la
ción, que se dirigía hacia otras ciudades españolas o hacia O ntinyent, que se
com pensaba con la llegada de inm igrantes castellano-m anchegos, como A ielo de
M alferit, “ La p o b l. (ación) aumenta, aunque levem ente, pese a la enorm e e m ig ra
ción hacia O nteniente, B. (B arcelona), V., (V alencia), Játiva y M. (M a d rid ).
U ltim am ente se ha registrado inm igración procedente de la prov. de A B.
(A lbacete. ) ” .1304
La evolución dem ográfica de los municipios industriales o con m ayor p r e
sencia de la industria fue divergente (v. Cuadro núm. 114 y 115). El p ro lon gado
estancam iento de la econom ía bocairentina, si bien atrajo em igración exterior,
ésta fue mínima, basando su crecim iento casi exclusivam ente en el m a n te n im ie n
to de unas tasas de natalidad superiores a la m edia española (1 9 4 5 -1 9 5 0 ).1305
Por el contrario, el desarrollo industrial ontiñentino consiguió atraer e m i
gración principalm ente de ámbito comarcal y valenciano en esta fase, c re c im ie n
to increm entado por las elevadas tasas de natalidad. Por el contrario, tan to
A gullent como A lbaida perdieron población, estancadas industrialm ente, frente
al reclam o de la cercana Ontinyent. Así, la inm igración recibid a prov enía de
A lbacete y M urcia (Agullent, Albaida, B ocairent) o de A ndalucía (O ntinyent).
CRECIMIENTO SALDO
POBLACIÓN NACIMIENTOS DEFUNCIONES
VEGETATIVO
% MIGRATORIO
%
FUENTE: VALLÉS, I.: “La transició dem ográfica i l ’evolu ció de la població a la Valí
d’Albaida i les Valls d ’A lcoi, 1900-1982”, op. cit., p. 375.
1086
C u ad ro núm . 115
IN M IG R A C IÓ N EN LA Z O N A T E X T IL P O R P O R C E N T A JE S . 190 0 -1 9 6 0 .
O ntinyent 14 10 23
A lbaida 8,4 7 19
B ocairent 13 23 27
A gullent 10 15 19
FUENTE: VALLES, I.: “La transició dem ográfica i T evolució de la població a la Valí
d'Albaida i les Valls d 'A lcoi, 1900-1982”, op. cit., p. 385.
1087
4.5.1.2. A pogeo y crisis de la a g ric u ltu ra tra d ic io n a l.
1088
rendim iento “todavía en la segunda m itad de los años cincuenta no se habían
superado los niveles del período republicano” .1310
La finalización de los cupos obligatorios de cereales y del m ercado negro
a gran escala conllevó el retorno de la agricultura com arcal a los rasgos com er
ciales de la preguerra. La superficie ceralística, olivarera y de otros cultivos
arbóreos (algarrobos, alm endros) comenzó a retroceder ostensiblem ente en favor
del viñedo. La ola de frío de 1956 term inaría por arrinconar al arbolado y a los
restos del olivar. El año 1956 m arcaría algunas de las tem peraturas más extrem as
del siglo y sus daños sobre el arbolado serían muy im portantes, llegando en alg u
nas partidas y térm inos a la m uerte del algarrobo. En febrero las m ínim as o scila
ron entre -4/-6 del día 4 a los -12/-10 del día 12, am pliadas hasta los -14 de
Bocairent, y una elevación general notable del número de heladas, que alcanzó
en las faldas del Benicadell a una m edia de 22 d ías.1311 Estas heladas destroza
ron hortalizas, naranjos, algarrobos y o liv o s.1312 En enero de 1957 un nuevo tem
poral de frío y nieve hizo descender las tem peraturas a - 8 o. En febrero de 1958
hubo fuertes heladas y tem porales de frío y agua en B ocairent y los térm inos que
rodeaban la Pobla del Duc, que prosiguieron en las zonas m ontañosas hasta m itad
de abril.
La vid comenzó a reconquistar el agro com arcal, después de las décadas
de replantación posfiloxérica. En Llutxent, la crisis de la alm endra (1945-1952)
condujo a arrancar el 75% de los árboles. Si en 1952 el viñedo ocupaba el 10%
de la superficie cultivada, en 1956 llegaba al 30% .1313 El ayuntam iento de
G uadasséquies respondía en 1951 al M apa Nacional de A bastecim ientos: “ Se
observa un ligero descenso en los cultivos de cereales y aumento acentuado en la
vid, al parecer por ser más rem uneradores los precios de venta, y libres de in te r
vencionism os” .1314
El cam bio de m ayores m agnitudes se dio en la segunda m itad de los cin
cuenta afectando a la parte oriental de la com arca que com prendía los núcleos
vitícolas (la Pobla, Q uatretonda, Benigánim , Castelló de Rugat y su zona de
influencia). Se trata de la expansión del cultivo y la com ercialización de la uva
de m esa, en detrim ento de la dedicación vinícola.
Desde 1946-1947 es perceptible una buena coyuntura para la viticultura.
La prensa in sistía en considerar este bienio, a pesar del descenso productivo p ro
piciado por las heladas, como dos buenos años de precios altos para el vino. Las
buenas perspectivas encontraron un nuevo im pulso con la recuperación del co n
sumo de vino y de la exportación a partir de 1950. Precios altos y dem anda so s
tenida, siguiendo con la evolución histórica del viñedo, condujeron a m ovim ien
tos especulativos de plantaciones m asivas, con lo que m uy pronto se auguró una
1310 Estas ideas han sido extraídas de BARCIELA LÓPEZ, C.; LÓPEZ ORTIZ, M*. I. y MELGAREJO
MORENO, J.: “La intervención del Estado en la agricultura durante el siglo XX”, Ayer, 21,1996, pp. 51-96
(pp. 75-88). El entrecomillado en la p. 88.
1311 LÓPEZ GÓMEZ, A.: “Las heladas de febrero de 1956”, Estudios Geográficos, 112-113, 1968, pp. 673-
700.
1312 AMO, Libro de Crónicas de Albaida, libro 1, 1955-1959. pp. 31-32.
I3! 3 DIAZ DE RÁBAGO, Ma. E.: Llutxent 1957, Tesina de Licenciatura inédita, s/p.
1089
crisis de sobreproducción, sim ilar a los años 1924-1925. De esta form a los pri
meros años de los cincuenta asistieron a descensos de los precios del vino, per
ceptibles docum entalm ente en las reiteradas peticiones de ayudas económ icas al
G obernador Civil para com batir el paro derivado de la conjunción de heladas y
la desvalorización (1952 y 1954). La dañina influencia de la sobreproducción
sobre los precios finales de los caldos se trató de atajar, infructuosam ente, con la
decisión estatal (Orden M inisterial del 11-8-1953) de la Com isión de C om pras de
Excedentes de Vino, por la que el Estado adquiría el vino excedentario de bode
gas cooperativas y regiones excedentarias (entre ellas se cita el Levante), al
mismo tiempo que imponía severas sanciones para impedir nuevas plantacio
n e s .1315
En este contexto de depreciación de los caldos, los agricultores de la zona
oriental de la com arca buscaron la derivación del grano para la transform ación
vitícola en su comercio como uva de mesa. Así, “A partir de 1950 com ienza a
experim entarse una corriente regeneradora que tiende a sustituir las variedades
vino blanco (poco apreciado) por otras de uva de m esa en la m itad oriental del
valle y a proseguir las variedades de vino tinto (M onastrell, T intorera, Bobal,
etc.) de alta cotización, en las tierras de la mitad occidental” . 1316 U na dinám ica
que ya encontram os en r O lle r ia para el trienio 1953-1955: “A ctualm ente la te n
dencia muy m arcada de los agricultores consiste en increm entar las plantaciones
de viñedo (...) tanto de vino como de m esa” . 1317 Las fincas de m ayor extensión
del Partido Judicial de Ontinyent no abandonaron la dedicación vinícola. Entre
1954-56 el Rossetti español había com enzado a ganar cuotas de m ercado en
A lemania, sobrepasando al francés, como recogen los datos del C uadro núm. 116
aportados por el Jefe de la O ficina A gronóm ica de la Em bajada E spañola en
Roma:
1090
La uva Rosetti de la Pobla del Duc y pueblos circundantes aportaba un te r
cio de las exportaciones a Alemania. También se exportaba a otros países euro
peos (D inam arca, Francia, Gran Bretaña, H olanda y Suiza) y am ericanos
(Estados Unidos y V enezuela).1318 Todavía hacia 1950 la uva dedicada a la v iti
cultura superaba a la uva de mesa (v. Cuadro núm. 117). Pero la conversión fue
m uy rápida. Como vemos, los pueblos paseros de antaño (Aielo de Rugat,
Castelló de Rugat, Rugat y Terrateig) se transform aron en productores de uva de
mesa. La pasificación sin mercado para la exportación, condujo a desviar la apre
ciada variedad M oscatell de sus términos hacia la uva de mesa.
UVA
LOCA LIDA D M ESA/PASIFICACIÓN V IN IFIC A C IÓ N Tm.
Tm.
Aielo de Rugat 2.500 1.370
A lbaida 200 11.400
Alfarrasí 5.000 10.000
Bélgida 50 950
Benicolet 3.940 9.740
Benigánim 6.000 7.527,12
B enissoda 10 640
B enissuera 27,375 27,375
Bufali 40 280
Castelló de Rugat 13.420 860
G uadasséquies 90 190
L 'O lle ria 0 1.100
La Pobla del Duc 24.250 48.500
Llutxent 16.800 21.000
M ontaverner 5.000 15.460
M ontitxelvo 5.725 1.050
Otos 74 3.000
Palom ar 150 1.850
Q uatretonda 1.240 6.345
Rugat 2.128,22 1.187,38
Sant Pere 720 1.200
Terrateig 4.420 712
1318 BATALLER MADRAMANY, A.: “La uva “Rosetti”, artículo publicado en El Cultivador Moderno,
septiembre de 1958. Tomado de BATALLER MADRAMANY, A.: La Valí d ‘Albaida, ierres i genis, IEVA,
Ontinyent, 2001, pp. 139-142 (pp. 140-141).
1091
Lentam ente se fue injertando la uva de vino con uva de mesa de la varie
dad R ozaki o R o ssetti, con una tipología m uy adecuada para la exportación, por
su dura piel y sus dim inutos granos, apropiados para trayectos dilatados. En
1957 se contabilizaban seis exportadores de esta variedad en Benigánim , factu
rando tres vagones diarios con destino a A lem ania. La Pobla del Duc, el antiguo
centro m onoproductor de vino y sus derivados, se erigió en el centro exportador.
A ngel Jim énez Torre, corresponsal en España de la agencia “France P ress”, dedi
caba adm irativos artículos a este fenómeno que ocupaba en lo más álgido de la
tem porada a más de 1.500 m ujeres y 1.000 hom bres procedentes de toda Valencia
y A lbacete. En 1958 la uva de m esa cosechada por los agricultores de la Pobla
del Duc había pasado de ocupar el 1% del m ercado alem án al 10% en la variedad
R o za ki, 1319 La renovada pujanza de la uva de m esa y de los m elones condujo a
que los m unicipios cercanos a la Pobla del Duc sin ferrocarril contem plasen en
sus Planes Trienales que la Estación del Ferrocarril fuese declarada durante la
tem porada de exportación Estación Frutera, con lo que subiría el núm ero de con
voyes destinados por la Com pañía Ferroviaria a las paradas de la Pobla y
B enigánim .
La uva de m esa era un producto m uy parecido a la naranja en cuanto a las
form as de com plejidad. El agricultor vendía la cosecha al com erciante, para
pasar posteriorm ente él m ism o y su fam ilia a em plearse como recolectores (el
hom bre) o para la lim pieza y envasado en los alm acenes (las m u jeres).1320 El
m ovim iento cobró nuevos bríos con los exorbitantes precios de la uva de m esa en
los m ercados europeos durante el bienio 1956-1958. El Libro de Fiestas de 1959
de la Pobla del Duc es un paradigm a del alcance que estaba adquiriendo la uva
de m esa. En sus páginas aparece la publicidad de trece exportadores locales y del
Grupo Exportador de Productos A grícolas de Borriana, Vicente Pascual Ruiz de
V alencia, A ntonio Escandell de Carcaixent; B autista Capella Ramón y Vicente
S ebastiá M artínez, ambos de la Pobla Llarga; Tarfí Export-C° de Valencia;
A lm afrut, S.L. de A lgem esí; A. Arm engol A racil de A lzira y Vda. de J. A lfonso
Viñes de X átiva, que proveían de m ateriales y cajas. Sus páginas se llenaron de
publicidad de la uva de m esa en alem án y francés; artículos apologéticos hacia
este producto, de plum as como M artín Dom ínguez; Vicent Badía i M arín o
A ndrés Jim énez Torres. En la I Fiesta de la Vendimia, iniciada en la valenciana
B asílica de la Virgen de los D esam parados, la Pobla del Duc fue el único pueblo
que envió Una representación.1321
Sin duda, el térm ino agrícola de la Pobla es el que m ejor resum e esta evo
lución de los años cincuenta. El crecim iento de la uva de m esa es im parable a
costa del viñedo para vinificación, pero tam bién de extensiones dedicadas ante
riorm ente a los cereales y otros cultivos secundarios. Cuando se term inó el racio
1092
nam iento en 1952 y se liberalizó el mercado cerealístico, el viñedo recuperó sus
antiguas parcelas y el trigo, la avena y la cebada com enzaron su regresión. La
m ecanización de la segunda parte de los cincuenta fue la puntilla para los cerea
les, ya que dejaban de ser necesarios para alim entar las bestias de labor, suplan
tadas por los vehículos, (v. Cuadro núm. 118).Un agricultor de la Pobla del Duc
explicaba a Josepa Cucó la evolución agrícola de su térm ino en el sentido apun
tado de reducción cerealística y auge del viñedo:
Antes hi havia molta sembra (...) Aixó es va a cabar perqué resulta que el
gra no es pagava, no s ’ha p a g a t mai. El blat, l ’ordi, la civada i la dacsa,
to tes■estes coses, aixó no s ’ha p a g a t mai prou i sempre s ’han perdu t
diners. I com resulta que aixó no es p ag ava i el vi anava pujant, pues
entonces es pensava d ’anar elaborant bancals, fe n t desfondes i plantant
vinya. Aixó va escomengar l ’any 55 en avant. A l vindre les plantacions de
les vinyes, pues j a va escomengar també a vindre la maquinaria i anavem
eliminant els matxos, i anaven eliminant la térra que necessitaven p e r a
menjar (...).m i
FUENTE: Cámara Local Agraria de la Pobla del Duc. Tomado de CUCÓ, J.: La tierra
como medio, op. cit., p. 78. A: Uva de mesa; B: Uva de vinificación, C: Viñedo que
aún no produce.
1322 CUCÓ, J.: La tierra como medio, op. cit., pp. 79-80.
1093
En el resto de la parte oriental de la com arca se siguió una evolución sim i
lar a la Pobla. Por ejem plo, hacia 1960 ya se cultivaban en Benigánim 6.000 ha.
de uva de m esa y pasificación frente a las 7.557,1 de vino. Sin la autarquía, la
uva de m esa seguram ente habría liderado el paisaje agrario de la zona oriental de
la com arca mucho antes. Los oscuros años cuarenta obstaculizaron el desarrollo
de la com ercialización de la uva de m esa, que ya en los años republicanos esta
ba alcanzado un im portante volum en.
La evolución de la uva de vino a la uva de m esa tuvo lugar en unas condi
ciones claram ente adversas para el pequeño agricultor. Los pósitos agrícolas
m unicipales tenían una escasa envergadura, las cooperativas se dedicaban casi
siem pre a la transform ación más que a desarrollar las instituciones de crédito, las
H erm andades, según los testim onios orales, tam poco supieron o pudieron cum
plir funciones crediticias (“no aprofítaven per a res”). Los gastos de esta trans
form ación fueron sufragados con los beneficios extraídos de la em igración inter
na y externa: “Era gent que anava a fer tem porades a Franca, a la Ribera, a la
plantada i a la sega de l'arró s en les quadrilles (...) quadrilles bones de 20 ó 30
hom es cada una (...) patint com a negres. Eren uns negreros. El m enjar se'ls feien
ells per la nit, el perol, una casóla, una paella amb arrós i quatre fesols
bu llits” . 1323
El aporte m etálico para el injertado o el abono era cubierto m uchas veces
p or la usura, tradicional figura odiada por el agricultor: “Es valien de les neces-
sitats i abusaven (...) com erciants d ’abono eren els prestam istes, interesos alts
(...) hipoteques de garanda de finca i, si no pagaven, es quedaven amb les finques
(...) eran conocidos los prestam istas de X átiva y O ntinyent” .1324 Esta dinám ica
ocasionó un increm ento de los jo rn ales agrícolas, como ponen de m anifiesto la
docum entación m unicipal encontrada. Así, los m ayores beneficiados por esta
evolución de la uva de vino a la m esa fueron los agricultores propietarios que
cultivaban directam ente las tierras y que casi nunca necesitaban mano de obra.
La uva de m esa fue especialm ente potenciada por com erciantes de las
R iberas que aprovecharon los canales com erciales previos de la naranja. Sin una
m asa obrera sem ejante a la de la dos Riberas, o incluso la Safor, los abusos de
estos com erciantes fueron enorm es. El trabajo se realizaba en la denom inada
panera con un carácter casi exclusivam ente fem enino. La panera consistía en
plantar un toldo en el mismo cam po. A llí las m ujeres y los niños lim piaban los
racim os de uva, para posteriorm ente encajarla y enviarla al m ercado. Las largas
jornadas de trabajo, con un sueldo m ísero y con constantes ataques a la dignidad
personal eran el pan de cada día.
La uva de m esa no fue la única cosecha com ercial que retom aron los agri
cultores de la Valí d'A lbaida. En A ielo de M alferit y M ontitxelvo (1953) se expe
rim entó con tabaco y en A lbaida, Benigánim y la Pobla con la sim iente de cebo
lla, de gran rentabilidad. La agricultura de A gullent comenzó en 1952 a abando
nar lentam ente los cultivos m ás rendibles en la autarquía para potenciar cultivos
1094
com erciales clásicos, como la naranja, el almendro o el m elón de todo el a ñ o .1325
El melón, en su variedad tendral, resucitaría su esplendor de preguerra en
los térm inos de la Pobla y Q uatretonda, pasando en la prim era población de un
4,3% de la superficie cultivada en 1950 a un 7,1% en 1956. La dedicación expor
tadora anterior a la guerra se reanudó al constituirse la sociedad Terranosa, S.L.
que registró un sello com ercial para la variedad “G loria M elón”. En septiem bre
de 1955 se inauguraba un nuevo y espacioso alm acén para la exportación de
m elones a N ueva York, al mism o tiem po que entronizaba, reflejo de su im portan
cia económ ica, a la prim era “Reina del M elón” .1326
D esastres m eteorológicos y m alas cosechas confluyeron con la búsqueda
de capitalización del pequeño propietario para hacer frente a la transform ación
hacia la uva de mesa. El resultado de ambas fue un aum ento del paro y de la em i
gración. La docum entación al alcance dem uestra un refuerzo considerable de las
dotaciones para paliar el paro obrero. En febrero de 1952 el Consejo de M inistros
destinaba a la Junta Provincial del Paro, para aliviar los perjuicios de los venda
vales, diversas cantidades para obras públicas, como m atadero (A ielo de
M alferit, Benigánim ); reparación de cam inos (l'O lle ria y Otos), obras viarias
(O ntinyent).1327En 1954 se destinaron distintas partidas para resolver transitoria
m ente la falta de trabajo, m ediante la inversión en obras m unicipales para Salem
(20.000 ptas.) y B enicolet (10.000); 100.000 para captación de aguas en A lbaida;
50.000 para urbanizaciones en Ontinyent; 25.000 a B enissuera para realizar
obras en la Iglesia; 10.000 a Terrateig para urbanización; 10.000 para pavim en
tado en A lfarrasí; 20.000 para urbanización en M ontaverner; 20.000 más para
aguas potables en Rugat; 15.000 ptas. para Hogar R ural en B ocairent; 20.000
para obras del ayuntam iento de Aielo de Rugat; y otras tantas a M ontitxelvo para
el depósito de aguas.1328
Las carencias hídricas tuvieron como consecuencia la continuidad en la
m arginación del regadío y, por supuesto, un m ayor im pacto de los vaivenes en la
pluviosidad. En 1953, el regadío ocupaba un 7,56% de la superficie cultivada en
el Partido Judicial de Albaida. Los proyectos de regadío, como el Em balse de
Gatell, para la zona de A tzeneta, Bélgida o Carrícola, se quedaron en papel m oja
do. La repoblación forestal fue otro sector en crecim iento. En 1946 se estim aba
en 3.693 ha. en montes públicos y 1.196 en m ontes privados para el Partido
Judicial de A lbaida que dependía de la 2o D ivisión H idrográfica Forestal o el
D istrito Forestal en algunos casos puntuales, aunque para O ntinyent era m uy
superior, consistente en 6.708 en m ontes públicos y 4.281 en m ontes particula
res. En la prim avera de 1952, la III D ivisión H idráulica Forestal calificaba la
Valí d 'A lb aid a como una de las zonas de m ayor extensión de los proyectos repo
bladores, desde Salem hasta el lím ite de la provincia, ya en el térm ino de
Fontanars.
132^ AMAG, caja 91, Datos para la confección del Mapa Nacional de Abastecimientos. Mapa Municipal de
1952.
1326 LP, 14-IX-1955.
1327 LP, 24-11-1952.
1328 LP, 2-IV-1954.
1095
La barata y desarm ada mano de obra para los grandes propietarios frena
ron el tenue proceso de m ecanización iniciado en la preguerra. Tampoco los
m edianos y pequeños propietarios lo podían afrontar, encerrados en el círculo sin
salida de la descapitalización. El retraso tecnológico fue enorm e. El único tra c
tor censado en Benigánim al term inar la década de los cuarenta pertenecía a una
de las grandes fincas del térm ino. Ni siquiera habían m ejorado las prestaciones
tecnológicas de los grandes propietarios del térm ino de O ntinyent. P ara 1953, se
anotaban cinco trilladoras y tres trilladoras m ecánicas, a la vez que la vigencia
de una agricultura tradicional que daba sus últim os pasos: “En épocas de siega
suelen venir dos o tres trilladoras forasteras como ayuda; no obstante, se sigue
trillando la m itad del grano en las eras en la form a tradicional, aunque esto tien
de a desaparecer” . 1329
La agricultura com arcal se transform ó desde el ecuador de los años cin
cuenta. Retrocedió el cereal, el olivar, y los cultivos m arginales y prácticam ente
desapareció el algarrobo, en parte por los cuantiosos daños de la helada de 1956,
en parte por razones estructurales: paulatino descenso de los anim ales de labran
za, sustituidos por m edios m ecánicos; pujanza de cultivos com erciales, especial
m ente por la uva de mesa. Parecidas causas llevaron al arranque del algarrobo de
las tres provincias valencianas.1330 La segunda m itad de los cincuenta sentó las
bases en torno a la uva de m esa para un despegue sin precedentes, en los sesen
ta y prim eros setenta, de la agricultura en la parte oriental de la com arca, con una
elevación sintom ática de las rentas agrícolas y de los niveles de vida, sobre todo
de los m edianos y pequeños propietarios. Pero tam bién el desarrollo industrial
invirtió las econom ías, los grupos dom inantes y los valores de los pueblos en los
que la agricultura dejaba paso a la industria.
1329 LLORA TORTOSA, A.: Ontinyent y su historia. Imp. Minerva, Ontinyent, 1992, p. 24.
1330 HERMOSILLA PLA, J.: “La regresión espacial del algarrobo valenciano en los últimos treinta años:
factores del retroceso”, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, Tomo LXV, 1989, pp. 89-104.
1331 Su desarrollo en las comarcas de regadío, por lo demás muy similar al caso de las zonas industriales de
la Valí d’Albaida, cfr. ARNALTE ALEGRE, E.: Agricultura a tiempo parcial en el País Valenciano.
Naturaleza y efectos del fenómeno en el regadío literal, Ministerio de Agricultura, Valencia, 1980.
1332 Agullent es un buen ejemplo de estas transformaciones, v. CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desen-
volupament económic i canvi social, op. cit.
1096
L 'O llería presentaba en 1939 una economía m ixta, con predom inio agríco
la pero con una bolsa industrial relevante. El 30 de septiem bre se protestaba por
la reform a en el horario de secretaría “por entender que dado el carácter agríco
la de la población, las horas para el despacho público deben ser por la
noche” . 1333 Q uince años después, la Asam blea Local del Consejo del M ovim iento
de este pueblo no olvidaba anotar los cambios acaecidos, en detrim ento del sec
to r agrícola: “ Son menos cada año los jóvenes que se dedican a la agricultura,
viéndose que poco a poco las tierras del térm ino propiedad de sus naturales van
pasando a poder de los pueblos rurales que le rodean” . 1334
La industrialización de O ntinyent de la década de los cuarenta absorbió
prim ero la mano de obra agrícola local. En 1943, la CNS tenía censados 3.857
obreros industriales y del com ercio, sobre los 3.000 agrícolas. Un año después,
las nuevas generaciones de ontiñentinos estaban abandonando la agricultura,
“m uchas fam ilias cuyos cabezas de fam ilia son agrícolas, tienen uno o dos fam i
liares que trabajan en la industria ayudando al m antenim iento de las m ism as.” 1335
La m áquina del textil arrasaba al resto de sectores económ icos. En junio de 1948,
el 68,54% de la población activa de O ntinyent se dedicaba a profesiones no liga
das a la agricultura. La estadística no contem plaba religiosos, funcionarios y
com isionistas. Una década después, el número de obreros industriales se elevaba
a 4.000. En mayo de 1955, un inform e m unicipal estim aba que “una m itad de la
población tiene actividad industrial”. 1336 La industrialización de O ntinyent atra
ía a jóvenes de Aielo de M alferit, que se trasladaban en bicicleta o en moto,
abandonando los trabajos agrícolas. No hay que olvidar que casi la m itad de la
población de Aielo era puram ente jo rn a le ra .1337 La agricultura de Benigánim , en
m enor grado que en la zona textil, tam bién com enzaba a aportar m asa laboral al
vidrio, en prim er lugar por parte de los jornaleros.
El trasvase de mano de obra agrícola a la industria estuvo constantem ente
favorecido por el m inifundism o m ayoritario en m uchos térm inos del secano
com arcal con lo que el fenóm eno de la agricultura a tiem po parcial se desarrolló
notablem ente. En los cincuenta, la gran propiedad de la época prefiloxérica se
había disgregado definitivam ente, dentro de unos parám etros muy parecidos al
proceso que tuvo lugar después de la filoxera: reparto de la tierra entre los here
deros, venta a los arrendatarios por parte de los propietarios sin hijos o por los
hijos que vivían en la ciudad, dedicados a profesiones liberales o a otros nego
cios. El ejemplo de la Pobla del Duc, estudiado por Josepa Cucó, continúa sien
do válido para la zona del Partido Judicial de A lbaida, corroborado en el caso de
Castelló de Rugat, donde, por citar un solo caso, Evaristo Cantó, propietario de
1097
1.187 hn., dividió considerablem ente su propiedad por ausencia de sus tres h ere
d e ro s.1338
La regresión de la gran propiedad vino acom pañada con el retroceso del
arriendo/aparcería y la prim acía, ya indiscutible, de la propiedad, especialm ente
en la parte oriental de la comarca, así como la regresión de las huertas locales.
En Otos existían 742 parcelas menores de 2 ha., 78 entre 2-25 y ninguna entre las
25-100. En Castelló de Rugat predom inaba en 1954 la pequeña propiedad, por
encim a de una exigüa clase jo rnalera (25) y del arrendam iento y la aparcería
(46). En B élgida (1946) se repetía la impronta de la pequeña propiedad y del
arrendam iento directo. En Q uatretonda (1951) se daba una situación de hiperm i-
nifundism o con una m ayoría de propietarios que no alcanzaban una hectárea y
m edia de superficie (poco m ás de doce hanegadas). Datos concretos tenem os en
Alfarrasí y r o i l e r i a (v. Cuadro núm. 119 y 120):
1338 peÑARROCHA SANCHIS, I.: “El sector agrari”, en W .A A .: Castelló de Rugat. Memoria d ’un Poblé,
op. cit., pp. 193-210 (p. 202).
1098
Sin embargo en Fontanars la gran propiedad no había desaparecido en la
década de los cincuenta. Así, en 1950 Casa Vellisca contaba con 2.064,4 ha.;
Casa Jordá con 2581 ha.; Torrefiel con 1547,8 ha.; y Torre Vellisca con 1178,8
ha. Las autoridades m unicipales apuntaban en 1952 que la población contaba con
“pocos pequeños propietarios” . Estas fincas en 1956 estaban explotadas, m ayori-
tariam ente, bajo el régim en de aparcería.1339
El Plan Preparatorio de r o i l e r i a apuntaba a esta dirección para explicar la
decadencia agrícola, en beneficio de la in d ustria.1340 Los obreros industriales de
O ntinyent tam poco abandonan las parcelas fam iliares. D urante los peores años de
la autarquía, para autoabastecerse. Cuando m ejoró la econom ía, se inició el fenó
meno del acondicionam iento de las casas de aperos para pasar plácidam ente los
días festivos. Los bajos salarios agrícolas, en com paración con los industriales,
fueron otro factor determ inante en el trasvase de la agricultura hacia la industria.
1339 Tomado de CALZADO ALDARIA, A.: “Entre l’esperanfa republicana i la fi del malson autárquic:
1931-1959”, en História de Fontanars, en imprenta.
1340 AMOLL, sig. 58, Plan Preparatorio 1952.
1341 AMBEL, Correspondencia, 27-X-1957.
1099
men casi de m onopolio local, controlaban el precio de los caldos. Los Planes
Trienales de los cincuenta no habían dejado de señalar en los pueblos agrícolas
de la com arca la necesidad de construir destilerías, alcoholeras o fábricas de
m ostos para dar salida a la producción vinícola.
La Pobla del Duc, localidad con una tradición de asociacionism o agrario
desde el siglo XIX, fue la prim era población docum entada con una bodega en
régim en cooperativo diseñada por Pascual Carrión. El Grupo Sindical n° 62,
nom bre que recibió la bodega, term inaba la fase constructora en julio de 1944,
ocupando el 14° lugar en la escala provincial por volum en de cosecha. La com ar
ca se pobló de Grupos de C olonización a lo largo de la década de los cincuenta,
coincidiendo con las coyunturas depresivas de la vinificación, que forzaron a
grupos de propietarios vinícolas a form alizar la creación de bodegas cooperati
vas. Juan Piqueras ha docum entado un increm ento m uy im portante del núm ero de
cooperativas vinícolas fundadas entre 1953 (208) y 1957 (407).
En 1952 se construyó la C ooperativa V itivinícola de A lfarrasí. Francisco
Ferri Puerto, párroco del pueblo, buscó la colaboración de la Unión Territorial de
Cooperativas del Campo de Valencia para el asesoram iento técnico de la Bodega
C ooperativa N uestra Señora del Rem edio de Castelló de Rugat (1954). Al pare
cer, la bodega no contó con el auxilio estatal. Los socios fundadores hicieron
posible su creación m ediante aportes en m etálico, o en jornales, en el proceso
constructor. La exitosa m archa de la Bodega se tradujo en 1960 con una am plia
ción de envergadura: secciones de Caja Rural, Exportación, Piensos, Abonos e
In secticid as.1342 El financiam iento del INC consiguió construir la bodega dedi
cada a la vinificación y la exportación de uva de m esa pretendida por una parte
del cam pesinado propietario de Llutxent. Los 150 socios reunían 6.000 hn. v ití
colas y de uva de m esa. En la prim avera de 1958, la bodega estaba casi prepara
da para vinificar. 1343
En 1957 n acía la C o o p erativa A g ríco la San Isidro L abrador en
G uadasséquies, según testim onios recogidos por Abel Soler, creada para frenar
los abusos de los com erciantes de v in o ;1344 al m ism o tiem po que en Palom ar. En
esta décad a se co n stru y ero n grupos de co lo n izació n en M ontaverner
(C ooperativa A graria San Blas) con 22 socios, M ontitxelvo o Q uatretonda. La
C ooperativa San Juan B autista de B enicolet (1958) fue el reflejo del esfuerzo de
sus habitantes que, m ediante la prestación personal, consiguieron construir el
ed ificio .1345 A finales de 1959 se pretendía la adquisición de un solar para la
construcción de la C ooperativa V inícola Virgen del Rem edio en A lbaida, consti
tuida por 28 socios en abril de 1959. La construcción de la bodega se encargó a
Pascual Carrión, financiada con un préstam o y una aportación por kilo de uva
1342 PEÑARROCHA SANCfflS, I.: “El sector agrari”, op. cit., p. 206.
1343 LP, 23-IV-1958.
1344 SOLER, A.; JORDÁ, R.: Guadasséquies. Geografía, história, patrimoni, op. cit., p. 112.
1345 LV, 13-IX-1958.
1100
ingresada. La bodega comenzó a funcionar en la tem porada 1961-1962.1346
A finales de los cincuenta, Pedro Lam ata, D elegado P rovincial de
Sindicatos, inauguraba la C ooperativa V inícola de Benigánim , correspondiente al
Grupo Sindical de Colonización n° 1.664 que, sin embargo, a pesar de tan pom
poso título, no recibía subvención estatal alguna debido a los reajustes crediti
cios de la coyuntura pre-estabilizadora, y tuvo que ser sufragada por los propios
cooperativistas, con unos 200 so cio s.1347 C ooperativas oleicas se crearon en
A ielo de M alferit y tam bién en Benigánim , con el nom bre de Grupo de
C olonización B eata Inés (otoño 1952), dedicado a la m olturación de aceite y a
depósito de abonos, contando con 200 socios, obra sufragada en parte por la
H erm andad y el INC. Las carencias docum entales im piden, por ahora, analizar
con profundidad el cooperativism o com arcal. Los escasos datos aportados pare
ce que señalan una problem ática sim ilar a la vecina A lacant. La Obra Sindical de
cooperación tem ía perder el control sobre el cam pesinado y, por tanto, gran parte
de estas cooperativas,
1346 CHORNETI BOIX, J. M*. y GUEROLAI TORRENTE, J.C.: “ ‘El Cooperativsme agrari a Albaida i
extrapolaritzacions a altres sectores”, op. cit. No hemos encontrado documentación sobre el auxilio o impul
so de las Hermandades en este movimiento cooperativo, aunque coinciden en los factores explicativos con la
comarca gallega de Ribeiro, como la adulteración del vino y los problemas de comercialización, v.
DOMÍNGUEZ CASTRO, L.: “Sindicalismo vertical y cooperativismo: los orígenes del cooperativismo vití
cola en Ribeiro (Ourense), 1952-1967”, en TVEncuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit, pp. 326-
333.
1347 LV, 22-VÜ-1959.
1348 MORENO FONSERET, R.: La autarquía en Alicante (1939-1952), op. cit., p. 148. El “fracaso” del
cooperativismo en las pp. 142-148.
1101
de la década destrozó la autarquía reform ada de los cincuenta. España se encon
tró en 1958 con una deuda de 400 m illones de dólares, al borde de la quiebra de
pagos internacional. Las contradicciones internas del “crecim iento autofágico”
autárquico, invalidaron definitivam ente la quim era autárquica.
Las tím idas liberalizaciones afectaron a las industrias surgidas en el con
texto autárquico. Los prim eros años de los cincuenta, la perm anencia del des
abastecim iento de yute logró m antener a las em presas esparteras de A gullent
aunque, poco a poco, fueron desapareciendo.
Las restricciones eléctricas no abandonaron a la industria valenciana hasta
1958, pero a lo largo de los años cincuenta no serían tan habituales ni dram áticas
como en la década anterior. Los altibajos m arcan estos años, pero no por eso lle
garon a desaparecer ni a in fluir negativam ente sobre la producción industrial. En
agosto de 1952 los em presarios de A lbaida se quejaban de los cortes en el sum i
nistro. Estos se hicieron más gravosos en septiem bre, cuando se cortaron cuatro
días a la semana. La C ooperativa Textil de O ntinyent cursó en 1953 cuatro ins
tancias, dirigidas al D elegado Provincial de Trabajo de Valencia, rogando la
autorización para trabajar los días festivos m ientras durasen los cortes de electri
cid ad .1349 El pleno m unicipal se interesaba por las m edidas a aplicar con el fin
de rem ediar los evidentes perjuicios que ocasionaba a la industria de la ciudad la
continuidad del problem a.1350
Todavía en 1954 las restricciones eléctricas ocasionaron la “pesadum bre
que gravitó sobre la provincia siete meses al año, y en algunos períodos con
extrem a intensidad, fueron causa de notable dificultad e irregularidades de m ar
cha” .1351 Un industrial cerero escribía a un cliente “trabajando todas las horas
ú tiles de fluido pues por esta nuevam ente nos im ponen dos días de corta” . 1352 Y
en 1955 el C ronista de A lbaida esperaba que “ Cuando quede inaugurado (un
nuevo te n d id o eléctrico ) es de esperar se am inoraran las restricciones eléctricas
que venim os padeciendo desde Post-G uerra” .1353 El sum inistro de electricidad de
1957 cubrió la dem anda y elim inó la “pesadum bre (...) y lim itaciones de poten
cia instalada y consum o”, aunque todavía se dieron en enero.1354 La industriali
zación de la zona no podía ser cubierta por las inversiones eléctricas de 1953 (de
5.000 Kv. a 10.000) y de 1957 (40.000 K v.).1355
El reconocim iento internacional (Concordato de la Santa Sede y Pactos
con los Estados U nidos) destrozó el bloqueo im puesto después de la II Guerra
M undial. En el terreno económ ico, se abría una nueva coyuntura muy distinta a
los años cuarenta:
1102
A l tom bant deis anys quaranta la p o lítica económ ica fra n q u ista es salda-
va amb un rotund fra cá s. E l desgavell económic era absolut i la dictadu
ra fra n q u ista cosntatá que p e r c o n so lid a rse com a régim p o lític calía
m odificar la p o lítica económica, calia rependre el desenvolupam ente
capitalista p e r vies ortodoxes: aquesta seria un deis p rin cip á is objetius
del canvi de govern pro d u ít al ju lio l de 1951. E l canvi d 'o r ie n ta d o eco
nómica va ser p a ra l.lel a Vacceptació internacional del régim. L 'a n y
1951 els E stats Units van aprovar crédits destináis a Espanya, els quals
van perm etre d 'im p o rta r m atéries prim eres i béns d'equipam ent, i van fe r
possib le reactivar l'a p a rellp ro d u ctiu A * 56
La Cám ara de Com ercio de Valencia estim aba que la ayuda norteam erica
na actuó de detonante en el increm ento de un 10,5 por ciento de la expansión
industrial de 1955 respecto a 1954. La atenuación de la rigidez anterior desblo
queó las posibilidades latentes de la econom ía española, aunque las resistencias
al proceso dejaron sus huellas en los m om entos culm inantes de 1950-51, 1957 y
1959. El ritm o creciente de la econom ía española desde 1951 es palpable a tra
vés de todas las variantes m acroeconóm icas. El carácter gradual de las liberali-
zaciones de esta década com enzó a delim itar una progresiva influencia entre los
cam bios del exterior y la evolución m ism a de la econom ía española. Este cierto
desarrollo económ ico se debió “no a lo que hizo, sino a lo que se dejó de hacer,
no a los estím ulos y al crecim iento que ella proporcionó, sino a los im pedim en
tos y obstáculos que elim inó” .1357
No se deben m inusvalorar las influencias exteriores, tanto las políticas
(guerra fría), como las económ icas (avances internacionales en el proceso de
cooperación y fuerte expansión generalizada). La recuperación iniciada en 1953
obedecía a dos razones básicas: condiciones institucionales, que favorecieron el
m ercado interior, y los créditos norteam ericanos, que facilitaron la renovación de
la m aquinaria. La Cám ara de Com ercio de Valencia saludaba gozosa este marco
económ ico: “Las dificultades de adquisición de prim eras m aterias han desapare
cido totalm ente durante el año 1952, (...), con la sola excepción del yute
(...> ” -1358
La percepción de los contem poráneos es idéntica: “Yo estim o que es del
55 al 60 cuando em pieza a notarse ya el desarrollo económ ico (...) aum enta el
nivel de vida, se cobra m ás, se trabaja más. En esas fechas no se conocía paro,
por donde ibas a buscar trabajo, encontrabas (...)” . 1359 Con un cierto restableci
m iento del sum inistro de m aterias prim as, la recuperación de sectores agrícolas
y una cierta elevación de las rentas fam iliares, los sectores industriales retorna
ron paulatinam ente a sus producciones de preguerra.
1356 MOLINERO, C. e YSÁS, R: Els industriáis catalans sota elJranquisme, op. cit, p. 64.
1357 LINDE, L.: “La política económica exterior”, Papeles de economía española, 1 1980, p. 251.
1358 COCINV.: Memoria Comercial, op. cit., 1952, p. 126.
1359 j o de Anónimo-P (1996).
1103
4 .5 .1 .3 .1 . L a co n tin u id a d de la r estricció n in d u strial.
AUT. DEN.
TOTAL
AÑOS De cree. De ampl. De ampl. De cree.
N° % N° % N° % N° % N° %
£ n este una orden promulgada el 5-VI-1960 terminaba con la imprescindible autorización de cre
ación o ampliación para las empresas que no superasen los dos millones de pesetas, ni necesitasen recurrir a
la importación de maquinaria o materias primas.
1104
Una circular del M inisterio de Industria establecía en febrero de 1956 la
resolución afirm ativa de los expedientes de creación o am pliación de industrias
relacionadas con los materiales de construcción,
e x is t ie n d o con c a r á c t e r g e n e r a l, c r it e r i o f a v o r a b l e p a r a la i n s ta la c ió n o
a m p li a c i ó n d e f á b r i c a s d e l a d r illo s , te ja s y e le m e n to s a n á l o g o s u tiliz a d o s
en la c o n s tr u c c ió n d e v iv ie n d a s , s e tr a m ita r á n co n la m a y o r r a p i d e z c u a n
tas p e t i c i o n e s (...) e l m a y o r in te r é s que o f r e z c a n a q u e l la s i n d u s tr ia s o
a m p l i a c i o n e s que p o r su c a p a c i d a d d e p r o d u c c ió n c o n t r i b u y a n a r e s o l v e r
en c o n d i c i o n e s m a s e c o n ó m ic a s lo s p r o b l e m a s d e e s c a s e z o c a r e s tía d e
d ic h o s a r t í c u l o s . 1361
IN D U STRIA N° % INDUSTRIA N° %
Vidrio 3 4,48 Papel 1 1,49
A LIM ENTICIA S
Textil 47 70,15 Hielo 2
Horno 1 4,48
CONSTRUC.
Cines 3 4,48
Tejas/ladrillos 9 13,43
M etalurgia 1 1,49
E l in fo r m e d e s f a v o r a b le d e l S in d ic a to N a c i o n a l Textil y a s e s u p o n ía qu e
s e r i a así, p o r q u e d e s d e h a c e m u c h o s a ñ o s lo v ie n e n h a c ie n d o p o r s is te m a ,
lo q u e p r u e b a que la m a y o r ía d e a u t o r iz a c io n e s c o n c e d id a s en E s p a ñ a d e l
r a m o te x t il lo f u e r o n d i s c r e p a n d o d e l in fo rm e s i n d i c a l . 1362
1105
El escrito de alegaciones de un industrial de cintas de B ocairent argum en
taba de m anera sim ilar contra el Sindicato N acional Textil:
Las críticas al Sindicato N acional en 1959 eran frecuentes entre los em pre
sarios textiles. La cercanía del Sindicato Provincial a la realidad particular del
textil valenciano com portaba, casi en su totalidad, inform es favorables a las
am pliaciones que m odernizaban las instalaciones fabriles, m ientras que el
Sindicato N acional inform aba negativam ente al desconocer los rasgos propios
del textil valenciano o m ovidos por los intereses de las grandes em presas de otras
regiones, sin olvidar que m arcaban directrices estatales que incidían en la m ulti
plicid ad de situaciones del textil español. Así lo entendía el em presario bocairen-
tino al que se le había denegado la am pliación de su fábrica de cintas, que venía
a cubrir la dem anda de las pequeñas artesanías com arcales, aunque algo confun
dido respecto al sindicalism o vertical franquista, que no se regulaba de abajo a
arriba:
1106
4.5.1.3.2 L as fa b ric ac io n es tra d ic io n a le s: ocaso v ersu s in d u stria liz a c ió n .
Los cincuenta term inaron por delim itar la industria com arcal, desapare
ciendo o derivando hacia la artesanía una buena porción de producciones. El sec
to r ontiñentino de los m uebles se había reducido a 16 establecim ientos con 27
obreros. La sillería (m im bre, junco y enero), relevante en l ’O lleria, persistió en
su m inifundism o, con sus 35 talleres y 172 trabajadores en 1955. Los botones de
n ácar se habían reducido a una em presa de once obreros, que, si bien era la
segunda provincial después de la establecida en Xest, no suponía prácticam ente
nada en el universo fabril de O ntinyent. Las papeleras, em pujadas por la expor
tación citrícola, volvieron a su especialidad de papel de seda destinado a envol
ver las naranjas.
Para la cerería, la perceptible norm alización en el abastecim iento de m ate
rias prim as no llegó a com pletarse. Por ejem plo, el sebo en ram a disponible había
elevado la producción cerera en 1952 sólo hasta un 50% de su verdadera capaci
d a d .1366 En 1954 no se había abandonado la irregularidad en el sum inistro de gli-
cerina y aceite de ricino. La copra y el palm ite no fueron liberalizados totalm en
te hasta 1959. Ese año, la M em oria de la Cámara de Comercio auguraba un futu
ro relativam ente halagüeño para la quím ica provincial. Sin em bargo, la cerería y
la jab o n ería com arcales se encontraban inm ersas en una irrem isible decadencia,
puesto que los capitales estaban trasladándose hacia el textil. Los 44 noques de
la cerería albaidense censados en 1950 pasaron a 36 en 1956, para seguir dism i
nuyendo hasta 29 en 1959. Entre 1950 y 1959, siete em presas dejaron de traba
ja r .136?
Si bien el centro histórico de A lbaida no había perdido su protagonism o,
el descenso en la relación de establecim ientos, m aquinaria, producción y mano
de obra em pleada dem uestran que no había podido avanzar en su transform ación
hacia una concentración industrial, debido principalm ente a que el textil estaba
atrayendo la inversión de las em presas cereras más capitalizadas, una corriente
que había com enzado en la década de los treinta, (v. Cuadro num. 123).
Así, M onzó Gil H erm anos, una de las cererías más im portantes de la ciu
dad de preguerra, sim ultaneaba la producción de velas-bujía con la de tejidos, al
igual que B ellver Reig y Cía., por citar tan sólo las firm as más im portantes. En
A gullent, Jesús Casanova, propietario de una empresa líder del sector provincial
cerero, siguió el camino andado en Albaida. En 1954 escribía a un cliente:
“ Como el asunto de HILADOS Y TEJIDOS le absorbe mucho tiem po casi no
tiene tiem po m aterial para preocuparse de la CERERIA” .1368 La correspondencia
m ercantil de la em presa incide en esta reorientación productiva: “Observam os
que por trabajar los tejidos flojea mucho la venta de velas.” 1369 Con todo, los
beneficios de la cerería todavía eran im portantes, con un superávit para 1952 de
180.635,52 p ta s.1370
1107
C uadro núm . 123
E S T A B L E C IM IE N T O S Q U ÍM IC O S . P R O V IN C IA D E V A L É N C IA . 1955.
M U N ICIPIO
I II III IV V VI VII
Y PRO D U CTO S
A gullent (c y v) 2 3 1650 100.200
Albaida
Cirios y candelas 27 2 5 69 18,25 162.734 5.275.163
Cremas para el calzado (2)875 19.220
A lfara del Patriarca (3) 34.200.000
(cerillas) 1 6 9 380 223 780.466
C arcaixent (c y v) 1 1 1 6 12,5 6.402 300.000
G andía (c y v) 1 1 800 24.000
M useros (c y v) 1 1 3 4.700 131.200
O ntinyent (c y v) 1 2 0,25 4.310 112.060
Tavernes B lanques (c y v) 1 4 4,5 11.500 293.088
Torrent (c y v) 4 13 8.318 222.039
Valencia 26.015 734.685
Cirios y candelas (2) 147.500
Cremas para el calzado 8 3 17 10,5 4.450
(I) C antidad de Industrias.
(II) Personal empleado. Técnicos.
(III) Personal empleado. A dm inistrativos.
(IV) Personal empleado. Obreros.
(V) Potencia instalada. C.V.
(VI) Productos fabricados. Cantidad. Kilogramos.
(VII) Productos fabricados. Valor. Pesetas. La cantidad de industrias, personal
em pleado y potencia instalada es com ún para los dos productos.
(VIII) C antidad de cerillas. D elegación de Industrias,
c. cirios.
v. v e la s .1371
Con todo, el desarrollo textil mantuvo con vida a u n a parte del sector,
puesto que la ja bo nería se dedicó a producir jab on es para esta industria, y a
potenciar ja b o n es para el afeitado, m asajes y perfum ería. La cerería comarcal
había term inado su periplo h is tó ric o .1372
1371 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 150.
1372 SINDICATO VERTICAL DE INDUSTRIAS QUÍMICAS.: Anuario de la Industria Química Española,
Madrid, 1953, p. 490; COLOM VIRGILI, R.: Las industrias derivadas de los aceites y las grasas, Ed. Tip.
Casals, Barcelona, 1950, p. 713.
1108
La confección de alpargatas continuó siendo im portante en Benigánim ,
pueblo en que agrupaba en 1957 el 39,39% de las em presas provinciales y el 40%
de la m asa laboral de la provincia en 195 7 .1373 Pero su declive se fue haciendo
cada vez más pronunciado, reduciendo su capacidad. En una década (1950-1960),
los 23 talleres y 185 operarios m enguaron hasta 16 y 89 respectivam ente. En
cam bio, producciones prebélicas como los calzados de cuero, zapatillas, y m ate
riales de construcción, dieron el salto hacia la tecnificación y la producción
industrial. B uena parte de ellas ya trabajaban en la República. La principal indus
tria de Salem había progresado ininterrum pidam ente desde 1954. Los sesenta
obreros de 1958 fabricaban 82.600 pares de zapatillas y 76.800 de alpargatas. En
el calzado de cuero destacaba la fábrica de calzado para niños (m arca registrada
“A lbert”), José Juan A lbert y Cía. S.R.C. (O ntinyent).
M ejoras de los niveles de vida fam iliares, increm ento de la inversión
pública y privada relanzaron la apagada oferta inm obiliaria. Los establecim ien
tos dedicados a la transform ación de la arcilla y los m ateriales de construcción
en general, se volcaron a satisfacer los continuos pedidos, relegando la produc
ción de vasijas para el alm acenam iento agrícola, de lo que se quejaba el corres
ponsal periodístico de Bélgida en 1953 “La falta de vasijas para conservar el vino
obliga al labrador a vender a este precio ” .1374
El Plan Trienal (1952-1955) de Castelló de Rugat describía los prim eros
pasos del que sería un form idable crecim iento: “se están realizando por parte de
los industriales fabricantes de tejas, baldosines y ladrillos, la am pliación en gran
escala de sus industrias, con instalaciones de nuevas m aquinarias (...)” .1375 Por
esos años, trabajaban 106 obreros en tres fábricas de tinajas, cuatro de ladrillos
y una de baldosín ferruginoso. O tras fuentes señalan cinco alfarerías, y cinco
em presas de tejas y ladrillos. El sector term inaría por explotar al socaire del des-
arrollism o de los sesenta, com enzando la exportación. En 1965 ocupaba a 225
trabajadores, en un pueblo que no sobrepasaba los 2.000 h ab itan tes.1376 A su vez,
Ráfol de Salem, contaba con una fábrica de tinajas y tubos, adem ás de tres fáb ri
cas de ladrillos y tejas.
La construcción en Benigánim transitó de los cántaros y las tejas hacia los
ladrillos. En 1950 aparecía una em presa dedicada a las losetas hidráulicas y una
de vasijas. La m agnitud del proceso determ inó la constitución de una sociedad
lim itada, Cerám icas M oscardó, dedicada a los ladrillos ordinarios para el sector
de la construcción, en plena expansión. O ntinyent desarrolló varias industrias del
ramo: Cerám icas La Concepción (ladrillo hueco, macizo y teja); Cem entos Pou
Ciar, una em presa de viguetas, azulejos y cerám icas; y otra más de piedra a rtifi
cial.
A finales de la década (1958), la producción vidriera de T O lleria había
dado el salto hacia la exportación, en concreto al Norte de A frica (se supone que
1109
al Protectorado m arroquí o a las colonias francesas). El sector en T O lleria seguía
en m anos de cinco em presas de vidrio hueco y medio cristal: Joaquín A lbiñana
M ompó (Sucesor de A lbiñana y Puerto, S.L.), A lbiñana y Cía. S.L. (Juan);
Francisco Boluda; Sucesor de Elena Gisbert; y Vidrios Levante S.L., propiedad
de Vicente A lbiñana Engo. (1955), que absorbían directam ente o indirectam ente
(talleres de cubrir garrafas, cestería) a 1.500 obreros (sin contar la econom ía
sum ergida), con lo que la econom ía local pasaba a girar totalm ente alrededor del
vidrio. El crecim iento en Benigánim fue paralelo. Las cinco fábricas de 1960
daban trabajo a 397 operarios. Aielo de M alferit se sumaba al sector con la cre
ación de un horno de vidrio, resultado de inversiones locales.
El vidrio venía acom pañado por los talleres de cubrir botellas y garrafas,
m uy intensivos en m anos de obra. En 1955 trabajaban dos en A ielo de M alferit,
cuatro en M ontaverner y seis en TO lleria, tres adjuntos a las fábricas. O cho talle
res cesteros en A ielo de M alferit.
También fueron tiem pos de renovación para el sector agroalim entario. El
m anto protector estatal del Decreto del 11-8-1953 hizo posible la obtención de
elevados beneficios em presariales para los industriales de alcohol vínico. Así
resurgió, en parte, este sector industrial “no líder”, como lo había hecho a prin
cipios del siglo X X .1377 En 1952 encontram os fábricas de alcoholes neutros víni
cos rectificados en Benigánim , M ontaverner, la Pobla y O ntinyent. En O ntinyent
sobresalía J. Sanz y Cía, S.L., la única em presa realm ente im portante que ya tra
bajaba en la preguerra. En la prim avera de 1948 dos alcoholeras se estaban cons
truyendo en Benigánim , y ese mismo año una más había abierto sus p u e rta s,1378
destacando la producción de alcoholes neutros vínicos destilados de Industrias
Vicedo, S.L.. Los licores se m antuvieron en Aielo de M alferit (2), y una en
Benigánim , B ocairent, la Pobla y O ntinyent, respectivam ente. M ostos azufrados
y vinagre se elaboraban en la Pobla.
En 1952 se co n tab ilizan bodegas en A ielo de M alferit, B élgida,
G uadasséquies, T O lleria (2) y O ntinyent (2). En Aielo de M alferit se había ins
talado una fábrica de conservas vegetales, concentrados y zum os.1379 La eclosión
de esta industria, resultado de la concentración de capitales, vendría en 1959, con
el añadido a Industrias Vicedo, S.L. de Teschendorff y Cía (m ostos, jugos de
uva) y la A lcoholera B eniganense, S.A. (rectificación de alcohol). Las bodegas
dedicadas a la vinificación y las alm azaras de aceite que ocupaban la com arca
con desigual im plantación, atrajeron pocas inversiones. Las 55 bodegas de
Fontanars (1953) constituían la m ayor concentración com arcal.
Superado el intervencionism o de los cuarenta, los m olinos hidráulicos rea
nudaron su tendencia a desaparecer de los años treinta, arrinconados por la
m ayor capacidad m olturadora de los m olinos eléctricos o con m otor de explo
sión, dejando de funcionar en la década de los sesenta. Casi en la m itad de los
1377 Para este sector, cfr. PUIG RAPOSO, N.: “Modernización y regulación. La industria alcoholera espa
ñola. 1856-1953”, op. cit., p. 123-124
1378 AMBG, caja 47, Memorias, informe 17-V-1948.
1379 Matrículas Industriales y DIRECTORIO VALENCIANO.: Guía especial de las provincias de Valencia,
Alicante y Castellón de la Plana, op. cit., 1950-1960.
1110
cincuenta, los m olinos maquileros, ya en descenso, tenían la prim acía con uno en
A gullent y Aielo de M alferit, dos en B ocairent y ocho en Ontinyent, m ientras que
los molinos harineros tecnificados tan sólo contaban con dos establecim ientos en
Ontinyent.
En la ciudad del Clariano se desarrollaron tím idam ente, sobre la artesanía
tradicional de la elaboración de embutidos, las industrias cárnicas, situadas te m
poralm ente en la segunda m itad de los años cincuenta, fruto de las coordenadas
generales de aliviam iento de las estrecheces económicas de los cuarenta. La in i
ciativa más consistente derivó en la fábrica de embutidos Industrias-C árnicas de
Sarrio, S.L. La exportación-im portación de inputs agrícolas (piensos, semillas,
abonos químicos) fue otro campo inversor en los años cincuenta para atender la
creciente demanda de una agricultura que despertaba. La confitería-pastelería de
Hijo de Teodoro M ora renovaba la exportación a Francia, Italia y A rg e n tin a .1380
El Cuadro núm. 124 refleja la extensión espacial de estos establecim ientos agro-
alimentarios que todavía poblaban la comarca:
Alfarrasí — —
2 —
Atzeneta — 4 5 —
Bélgida — — 10 —
Beniatjar — —
12 —
Benicolet —
2 2 —
Benigánim 2 2 4 4
Benissuera 1 1 — —
Carrícola — —
3 —
Castelló de Rugat — — 5 —
Guadasséquies — — 2 1
L 'O lleria — —
7 22
La Pobla del Duc — —
2 3
Llutxent — —
3 —
Montaverner 1 1 3 —
Montitxelvo —
1 2 —
Otos — —
19 —
Palomar — —
2 —
Pinet — —
2 —
Quatretonda 1 1 6 1
Ráfol de Salem — 2 5 —
Salem — —
6 —
Sant Pere —
1 — —
Terrateig — —
2 —
1111
4.5.1.3.3. B uscando el m ercado exterior. C o n tratiem p o s y luces del textil de
los cin cu en ta. Las bases del d esarro llism o de los sesenta.
1112
artificiales en los tejidos de algodón, requisito im prescindible para conseguir el
cupo algodonero. Las restricciones estatales perduraban en 1958, cuando la
A sam blea General del Servicio Com ercial de la industria textil algodonera recla
m aba la libre im portación de algodón.
Tampoco la lana disfrutó de una década sin sobresaltos. Entre 1953-1959
no se consiguió un aprovisionam iento total de lana, ante la presión de los gana
deros, que pretendían conservar el privilegio de ser los únicos abastecedores de
la industria lanera y, por tanto, la exportación se resintió. Los años 1954-55 fue
ron los más críticos. Las infraestructuras viarias continuaban siendo el talón de
A quiles de la comarca. En 1955, la secretaría de O ntinyent inform aba a sus supe
riores que el trazado de la carretera A lm ansa/G rao de G andía por A lbaida era
“m uy deficiente” y que la carretera V illena/A lcudia de Crespins, repetía este con
dicionam iento en el tram o com prendido entre Bocairent y V illena.1381
La plena regularización de las m aterias prim as y de la energía eléctrica
eran problem as m enores para la industria textil. Según el periodista F errer
Cam arena, el textil valenciano adolecía de “organización de em presas, solución
y regularización de las m aterias prim as y reposición de cierta parte del u tillaje
actual, entre otros de m enor im portancia” . 1382 Las distorsiones autárquicas sobre
la industria textil, la escasez de fibras que había conducido al em pleo de regene
rados de baja calidad, si bien habían supuesto un evidente avance industrializa-
dor en algunas zonas, como la región textil A lcoi-O ntinyent, en el m om ento de
una norm alización interna y de la recuperación económ ica europea, estaban p lan
teando graves problem as de com petitividad en los cincuenta, m uy especialm ente
en la ram a algodonera:
1113
dos extranjeros” .1384 U na m aquinaria obsoleta, artículos finales caros y una pési
m a calidad constituían los m ayores im pedim entos para sobrepasar las fronteras
nacionales. La crisis del género de punto era evidente a m itad de los cincuenta.
E staba pagando las distorsiones creadas con la autarquía y la evidente ausencia
de exportación con la consiguiente absorción de la totalidad de la producción por
el m ercado interior.
A pesar del encarecim iento que produjo la escasez de fibras textiles algo
doneras, la dem anda sobrepasaba con creces a la oferta, sin tener en cuenta ni
siquiera la calidad de lo producido y sin preocuparse de renovar la m aquinaria.
En 1954 San Eufrasio, Secretario Jefe de Inspección de la Sección de Trabajo de
la Industria Textil A lgodonera y enlace con el Sindicato N acional Textil señala
ba que la antigüedad de la m aquinaria, prácticam ente la m ism a que la de pregue
rra, la ausencia de calidad del producto y de renovación de los diseños, práctica
m ente im posibilitaba la exportación en condiciones de com petencia, tanto en
calidad como en precios, y el m ercado interior estaba saturado.1385
Algunos de los m ayores em presarios de O ntinyent com enzaron un proce
so de renovación de sus em presas ligado a la necesidad de aum entar la producti
vidad, reducir costos de producción y m ejorar la com ercialización, con la finali
dad de preparar sus em presas para el salto a la exportación, única salida posible
ante la estrechez del m ercado interior y el increm ento de la producción, resulta
do de las m ejoras tecnológicas y de sistem as de producción que se estaban empe
zando a introducir. Este m ovim iento fue común a la industria lanera española.1386
En mayo de 1952 se creaba la Com isión N acional de Productividad Industrial
(CN PI), dependiente del M inisterio de Industria, subdividida en delegaciones
provinciales.
Este m ovim iento m odernizador se intensificó con la crisis iniciada en
1955, prolongada el año siguiente. A la ausencia de im portaciones de regenera
dos le siguió una subida de los precios de la m ateria prim a, m otivada por la esca
sez. Los precios finales textiles se increm entaron, recortando dram áticam ente las
ventas en el m ercado interior. La crisis fue muy im portante en A lcoi y, en gene
ral, en los centros textiles que trabajaban con regenerados, como gran parte de
las em presas de la Valí d 'A lb a id a .1387
Pero las bases de la crisis venían de atrás. La Cám ara de Com ercio expli
caba la depresión por la confluencia de una producción excedentaria, el alza de
precios de las m aterias prim as españolas, por la escasez de la cosecha algodone
ra y la falta de im portación, así como la deficiente calidad de los productos ela
borados y de la m aquinaria. Al m ismo tiem po, el textil se encontró con proble
m as de absorción por parte de los m ercados, principalm ente por el aumento de la
productividad que trajo pareja la adquisición de nueva m aquinaria, con lo que
aum entaron los excedentes al no poder exportar. Todo ello com portó problemas
de liquidez ante las inversiones de m aquinaria, que no pudieron cubrirse al no
1384 ibídem .
1114
vender.1388 El viraje hacia las fibras vírgenes que ya se em pleaban en Catalunya
y B éjar era problem ático ante la obsoleta m aquinaria.
Los problem as para el textil ya se habían iniciado en 1954. La Cám ara de
Com ercio advertía de la estrechez del mercado nacional y recom endaba la expor
tación al N orte de A frica y O riente M edio. A finales de m arzo, la Junta local de
la CIFPT (Cooperativa Industrial de Fabricantes de la Producción Textil), com
puesta por los industriales José Simó Aynat, Antonio Vidal Tormo y Juan Jorge
Laso, se reunía en O ntinyent. Se acordaba form ar una com isión para estudiar la
exportación de los excedentes alm acenados, ante la falta de dem anda interior y
la situación de c risis.1389 La C ooperativa era una iniciativa sucesora de la
A grupación creada en 1940. A grupaba al 90% de los fabricantes textiles de la
ciudad con la finalidad de conseguir la exportación de m antas de algodón de
“tipo barato” para países africanos y asiáticos.
En el verano de este año, una com isión de O ntinyent, com puesta por el
delegado com arcal de Sindicatos, el Jefe y Junta de la C ooperativa Industrial, y
los com ponentes de las secciones Social y Económica del Sindicato Textil, acu
dieron a agradecer al gobernador Diego Salas Pombo sus gestiones para que el
M inisterio de Com ercio abriera una cuenta especial autorizada como m edio de
paliar los problem as de la industria textil. El texto periodístico viene a dejar
claro que esta gestión se realizó a cam bio de que la C ooperativa ofertara a la
Jefatura Provincial de Sindicatos los solares para construir un grupo de cien
viviendas obreras que debería denom inarse Grupo de V iviendas D iego Salas
Pom bo.1390
El gran em presariado ontiñentino se volcó hacia la intensificación de la
form ación en la com ercialización de sus productos, uno de sus grandes déficits,
después de disfrutar de un m ercado exclusivo durante los cuarenta. D el dos al
siete de mayo de 1955 la Cooperativa Textil de O ntinyent organizó unos cursos
dirigidos por dos ingenieros industriales de la CNPI. A estos cursillos asistieron
catorce directivos técnicos y com erciales de las doce m ayores em presas de la ciu
dad, y, tan sólo una no textil (La Clariana). Entre otros, asistieron representantes
de La Paduaná, Tortosa y D elgado, Industrias Reunidas Jordá, V iuda de Enrique
Pérez, José M ataix y Luis García. Este cursillo fue im partido por seis especialis
tas form ados en el exterior bajo el patrocinio de la Com isión N acional de
P roductividad.1391 En noviem bre visitaba la ciudad para conocer de cerca la cri
sis textil el Jefe del Sindicato N acional Textil, reuniéndose con las Juntas
Económicas sociales de A lbaida y B ocairent.1392
La crisis puntual de 1955-56 azuzó las iniciativas em presariales para una
reestructuración del sector, sobre la base del aumento de la productividad, la
calidad de sus acabados y m ejoras en la com ercialización. Los propios em presa
rios textiles de la zona consideraban los defectos com erciales como los causan
1115
tes de una crisis que “padecen m uchos sectores de la N ación, que concretando en
la industria textil no es de crisis general, sino particular en los que no han cuida
do la organización com ercial” .1393 El constreñido mercado interior no bastaba y
los em presarios em pezaron a intentar el salto exportador. El textil norteam erica
no fue el referente central de las reform as estructurales que el textil español
deseaba introducir, en m enor grado Francia y Bélgica. A unque, según Jordi
Calvet, “vingueren técnics d 'aq u ests paísos que elaboraren inform es i portaren a
term e un program a -q u e , d* altra banda, no va teñir l'é x it esperat” .1394
En este m arco surgió la figura de Creeslyn C. Tilley, un asesor com ercial
norteam ericano, m iem bro de la European P roductivity Agency, una agencia
com ercial de su país de origen. En el m om ento de visitar las zonas textiles espa
ñolas representaba a la International Corporation A m erican, una agencia estatal
com ercial que colaboraba en un program a conjunto con la CNP. La CNPI encar
gó a Creeslyn T iller la evaluación de los problem as del textil español (región
A lcoi-O ntinyent, B éjar y Catalunya). Este directivo tenía una dilatada experien
cia profesional. H abía trabajado para el G obierno Federal en cuestiones de orga
nización em presarial, a la vez que regentaba, junto a un socio, uno de los m ayo
res alm acenes de la ciudad de Los A ngeles (1908-1936), dirigiendo los departa
m entos de ventas y distribución. Entre ju lio de 1936 y 1945 fue director general
de los grandes alm acenes O 'C onnor M offat& Co (San Francisco) y desde 1951
dirigió la política de control de precios estatal en los estados de C alifornia,
A rizona y N evada. En 1953 viajaba a Francia para asesorar a la A sociación
F rancesa del A lgodón y, posteriorm ente, trabajó como consultor de venta a l
deta ll de la Em bajadas norteam ericanas en diversos países europeos.
Acom pañado por su intérprete, se alojó los días 25-26 de junio de 1956 en
el Hotel Com ercio de O ntinyent, acom pañado por una representación de la
Com isión de Productividad Industrial Española. Los industriales ontiñentinos,
p resid id o s por José Sim ó A ynat, consejero del C entro P ro v in cial de
Productividad, le ofrecieron un “alm uerzo íntim o” . Esta prim era tom a de contac
to se com plem entó con un segundo viaje, en septiem bre de 1957, en el que se
reunió con el Com ité de la Lana, com puesto por los industriales M iguel Jordá,
R afael N adal G uillem y José M anuel Sanz Iranzo. Los industriales ontiñentinos
le expusieron los problem as de distribución y ventas que aquejaban al textil
lo c a l.1395 En este segundo viaje, C reeslyn visitó Catalunya, M adrid, B éjar y la
provincia de V aléncia (siete sem anas de estancia). En Valencia recorrió las indus
trias de la capital provincial, A lacant y la región textil A lcoi-O ntinyent.1396
La exportación era la única solución. Los industriales ontiñentinos pedían
facilitar los trám ites burocráticos para proseguir con las prim eras exportaciones
“D esarrollada extraordinariam ente la industria textil, precisa facilitar la salida de
1116
los géneros al extranjero, donde tiene aceptación, suprim iendo las trabas que
existen para las operaciones de exportación”.1397
Una experiencia anterior se había saldado con un gran fracaso. Las cuen
tas de exportación todavía estaban vigentes, y eran necesarias para proveerse de
m aterias prim as intervenidas. Conseguida por m ediación de D iego Salas Pombo
la cuenta de exportación, la C ooperativa Industrial de Fabricantes contactó en
M adrid en el año 1955 con el director del Banco A lfaro, A thanas K elsinoff, quien
les ofreció un negocio de exportación de lanas en nom bre de la A grupación de
Fabricantes de Béjar, en una coyuntura presidida por la crisis en el sector de
regenerados de trapos. A thanas K elsinoff compró a la Cooperativa 100.000 m an
tas de regenerados para em barcarlas con destino a Casablanca.
Las em presas ontiñentinas confeccionaron 126.000 m antas que fueron
em barcadas en Valencia con destino a la Costa de Oro. Sin em bargo, H acienda
bloqueó las disponibilidades del Banco A lfaro. La m itad del im porte del prim er
envío se realizó con dos talones sin fondos. Los industriales ontiñentinos desvia
ron el segundo envío a Casablanca, donde m alvendieron las m antas, aunque se
pudo conseguir la prim a de exportación, tantas veces denegada. A sí, en 1955
todavía era m ás im portante exportar para poder adquirir otras m aterias prim as
que vender los productos exportados. El problem a que se planteaba en O ntinyent,
hasta este novelesco asunto, consistía en poseer dos cuentas para exportar, pero
sin clientes, y, al mismo tiem po, necesitaban im portar prim eras m aterias que les
perm itieran estas exportaciones.
El textil ontiñentino había crecido de tal m anera que su voracidad no
podía ser alim entada en el entorno geográfico. N ecesitaba com prar en otras zonas
textiles, “Las fábricas de borras existentes no bastan a cubrir el total consumo de
regenerados y son num erosas las casas forasteras que venden sus géneros
aquí”*1398 En el Libro de las fiestas de M oros y Cristianos de 1954 se anuncia
ban em presas de lana y algodón de Sevilla, borras de Córdoba, trapos para lim
pieza y cintas de seda m ás m ezclas, de M anresa, junto a clasificadoras de trapos
y lanas regeneradas de Lleida.
La crisis coyuntural dejó muy clara la baja productividad del textil valen
ciano, provocada por la antigüedad de la m aquinaria de hilados y tejeduría. En
1955 unos 5.000 obreros trabajaban en las fábricas de fibras de recuperación de
lana y algodón; unos 3.000 en tejidos de algodón, sedas naturales y artificiales y
m ezclas, ju nto a los géneros de punto; y otros 5.000 en la cordelería del yute,
esparto, cáñamo o lino.
La crisis se atenuó después de 1956, pero persistieron dificultades, como
la escasez de m aterias prim as, la cortedad de capitales circulantes y la corriente
inflaccionaria.1399 Esta puntual crisis animó al em presariado a crear el Servicio
Comercial de la Industria Textil de Fibras de R ecuperación (1957) que gestiona
se la adquisición de regenerados de im portación con destino principal, pero no
únicam ente, a la m antería, que sufría los efectos negativos de su deficiente cali-
1117
dad final motivada por las fibras de recuperación nacionales. Este era el paso
previo para conseguir m ejorar la producción que perm itiera la exportación.
Aun a pesar de esta coyuntura recesiva, los regenerados continuaron cen
trando el textil comarcal. Cuando se confecciona la Reseña Estadística Provincial
(1957), la Valí d 'A lb aid a era la principal zona productora de borras de la p ro v in
cia (v. Cuadro núm. 126).
N° VALOR
LOCALIDAD
IN D U STRIA S
T A 0 .
c.v PR O D U C C C IÓ N — PTS.
A gullent 2 - 1 11 88 1.511
Benaguasil 1 - - 5 25 140
B ocairent 4 - - 16 166 1.244.390
M ontaverner 1 - - 3 38 450.000
O ntinyent 11 1 3 108 558,25 7.606.207
FUENTE.: Reseña Estadística de la Provincia de Valencia, op. cit., p. 374. (T): técnico;
(A): Administrativo y (O): obrero.
1118
C u a d ro núm . 128
FUENTE: Ibídem.
1401 COBOS CÁRDENAS, E.: “El consumo de fibras en el mundo” en SINDICATO NACIONAL TEX
TIL.: Catálogo Oficial de la Industria y del Comercio Textiles, op. cit., pp. XLVIII-LV. Eduardo Cobos era
el director del Departamento Central de Información Económica de la Delegación Nacional de Sindicatos.
Madrid.
1402 «vidal y Sanz? s.A”, Crónica, 9, 1996, pp. 93-104 (p.99-100).
1403 GANDIA I CALABUIG, J.: “Textil fin de siglo”, Crónica d'Ontinyent, 49, 1990, p. 15.
1119
sistem as de trabajo muy deficientes respecto a otros países industrializados (José
Simó hace m ención a los Estados U nidos), que habían introducido, tiem po atrás,
la O rganización C ientífica del T rab ajo.1404
La Paduana fue una em presa pionera en este relanzam iento hacia el exte
rior. En septiem bre de 1958 una representación de la em presa acudía a la Feria
de Industrias Textiles (Frankfurt del M ain), buscando los prim eros clientes, para
conseguir la ansiada conquista de los m ercados foráneos. El pabellón de La
Paduana fue visitado por el M inistro de Econom ía alem án y los diplom áticos
españoles en Bonn. En octubre de 1959 se anunciaba la adjudicación de la UNI-
CEF a La Paduana de un pedido de 75.000 m antas, después de com petir con otras
em presas europeas.1405
La transform ación de m ayor relieve se operó en la segunda m itad de los
cincuenta, pasando el número de em presas de 90 a 71, desapareciendo buena
parte de los telares m anuales típicos de los establecim ientos fam iliares.1406 Las
em presas calificadas como “artesanas” , m enores de cinco telares, sustituían los
telares m anuales por m ecánicos y, el resto, am pliaban sus prestaciones para una
dem anda creciente. Las hilaturas incorporaron tejedurías para “independizarse de
servidum bres extrañas” , como anotaba un em presario textil ontiñentino. De esta
m anera, se invertía directam ente en la producción de tejidos para su venta en el
m ercado, en esos m om entos más rentable que la hilatura. Los regenerados em pe
zaban a ser substituidos por fibras artificiales (nylon, keten). La m ejora en cuan
to a la calidad del textil com arcal había hecho posible la exportación. José
Gandía Blasco y Cía, S.R.C. exportaba m antas en 1961 a Inglaterra, Suecia y p aí
ses de A frica y Am érica.
En esta época, en la lana se observa un crecim iento vertical, ya que las
em presas de hilatura se acondicionaron como em presas de tejeduría como el
único medio para asegurarse el sum inistro regular del hilo. Hay que tener en
cuenta que la M atrícula no es m uy fiable, ya los hilados y pañistas se daban de
baja a menudo para no pagar im puestos, y la industria lanera depende fuertem en
te del mercado.
Los expedientes de N uevas Industrias esbozan la realidad del textil onti
ñentino en las postrim erías de los cincuenta. La sustitución de m aquinaria anti
cuada por nueva, m uchas veces de im portación, como el diablo adquirido en
B élgica por La Paduana, es una constante, preparando el cam ino hacia el creci
m iento de la calidad y de la productividad al abandonar los telares m anuales y la
m aquinaria obsoleta. La preocupación por intensificar la calidad e im pedir que
los artefactos sustituidos term inasen en fábricas de m enor envergadura o en las
terrazas de los dom icilios particulares está presente en todos los expedientes,
m ediante la obligación de desguazar la vieja m aquinaria para los expedientes de
am pliación. Las inversiones de estos años eran más cuantiosas que en los años
cuarenta im plicando, adem ás del increm ento de la producción y de la productivi
dad, el de las plantillas. Las em presas antes “artesanas”, con pocos trabajadores
1120
fuera de la propia fam ilia, increm entan sus plantillas entre cinco y siete trabaja
dores. Las de m ayor escala, entre 21 y 24 obreros, con un ascenso del personal
técnico y adm inistrativo.
Las necesidades im puestas por una industria con necesidades técnicas y de
gestión cada vez más com plejas incluían una form ación consecuente con estos
retos. Dos hijos varones de un im portante industrial ontiñentino cursaban a fina
les de los cincuenta las titulaciones universitarias de ingeniería industrial y de
perito m ercantil. A lgunos de los hijos de los industriales agullentinos estudiaron
en la m adrileña Escuela de Ingenieros Electrom ecánicos.
A finales de la década las industrias con m ayor núm ero de obreros corres
pondían a la m onoproducción m antera: La Paduana, S.A., fábrica de m antas de
lana que se vendían en el m ercado interior y en el M arruecos colonial. La fábri
ca reunía la totalidad del proceso productivo. En una línea horizontal, incorpora
ba los trabajos del lavado de lanas, el tintaje a vapor, el hilado y el acabado.
Junto a Tortosa y D elgado; M iguel Jordá Cantó; Vidal y Sanz; y José M ataix. Sus
plantillas laborales superaban el centenar de trabajadores, aproxim ándose algu
nas a los 3 0 0 .1407 Bocairent perm anece en sus coordenadas descritas para la
autarquía. Entre 1950-1960 el núm ero y las características de su estructura textil
son m uy sim ilares.
Sin embargo, en 1958 se constataba una recesión en el textil, derivada de
la contracción en las ventas, y del recorte en los créditos bancarios, con lo que
los capitales de m aniobra y la financiación de las operaciones se resentían. La
reducción de ventas había obligado al alm acenam iento de los excedentes, p arti
cularm ente en el ramo algodonero, con un descenso de un 40% en sus exporta
ciones. Los problem as financieros y com erciales se repitieron en 1959. El pleno
abastecim iento de fibras textiles com pensó, en el últim o año de los cincuenta, las
dificultades del m ercado interior al relanzar la exportación, aunque la producción
total observó un descenso del 5% en las hilaturas de algodón y de un 15% en las
de la n a .1408
1121
y la tejeduría de m antas y m uletones. El herm ano del industrial espartero
N avarro M arcos fundaba en el m ism o edificio Fibras Textiles, S.L., con un capi
tal de 100.000 ptas. 1409
A los pioneros prebélicos, los cereros que se enganchan al textil, los
esparteros que derivan en el textil algodonero o lanero, se superpusieron aventu
ras m ixtas de capital local y foráneo, a la vez que inversiones de propietarios
agrícolas. Sobre esta base, derivada de otros sectores, se estableció la primera
gran em presa textil de la población (deshilachado e hilaturas de regenerados),
nacida de la confluencia de intereses em presariales locales, altos mandos del
Ejército, nobleza y cargos adm inistrativos. Una relación que no se alejaba dema
siado de los Consejos de A dm inistración de algunas grandes empresas del
m om ento.1410 M anufacturas Textiles A gullent, S.L. (1954, M antexa) contó con la
participación de Joaquín G uerola, em presario cerero y alcalde; Constantino
Tormo Espí, herm ano del cerero R afael Tormo; el General M iguel Abriat,
C apitán G eneral de la IIIa Región M ilitar; el Conde Burgo; el Marqués de
A ltam ira; y “había otros que eran del Ejército, había un coronel, un teniente
coronel (...) y un inspector de trabajo” .1411 La presencia de oficiales garantizaría
los contratos con el Ejército. El m ercado era exclusivam ente nacional. En su in i
cios contó con apenas 20 trabajadores, pero muy pronto adquirió unas dimensio
nes considerables. En 1958, M antexa se transform aba en una sociedad anónima,
con un capital de 4.998.000 p ta s.1412
Esta reestructuración del textil agullentino se cerró con la incorporación
del antiguo lavadero de lanas de A gustín Galbis a la com praventa de hilaturas de
lanas con el nom bre de H ijos de A gustín G albis, S.A., con un capital de cinco
m illones de pesetas (abril 1955), en respuesta a un subsector en expansión, ano
tado en la M em oria de la Cám ara de Comercio como “uno de los más prósperos
que se han registrado en nuestra vida económ ica (...) debido al tirón de EEUU y
Europa” . 1413
La recuperación paulatina de los niveles de vida en el interior del país, y
m ayores facilidades para adquirir m aquinaria y m aterias prim as del extericr d ie
ron origen a la aparición de nuevas em presas textiles con una capacidad produc
tiva, organizativa y de prim era inversión sensiblem ente superior a la existentes,
basada en pequeños talleres de géneros de punto. La apuesta por el textil era ló g i
ca, puesto que constituía una realidad en su entorno geográfico desde generacio
nes. D espués de las grandes em presas, entre 1954 y 1958, el ayuntamiento de
A gullent recibía diez instancias para am pliar, reform ar o instalar fábricas te x ti
les en su térm ino m unicipal.
1122
El textil agullentino en 1954 se centraba en los géneros de punto de algo
dón y en m enor número, de lan a.1414 En 1960 había desaparecido el género de
punto de seda, la espartería y había retrocedido el em pleo del algodón. La evolu
ción local diseñó una especialización en la preparación (hilaturas) y en el ramo
del agua (apresto, acabado, tinte) para las fábricas del entorno. Las fábricas más
im portantes, en volum en de productos acabados en la ram a de m antas y m uleto-
nes, fueron im pulsados por la recuperación gradual del m ercado interior y de los
niveles de consumo. A lo largo de los cincuenta el textil de A gullent se estructu
ra en pequeñas em presas fam iliares que trabajaban para las grandes, a las que
vendían su producción. Las grandes disponían de canales de com ercialización
para la venta de las m antas de las pequeñas y de las propias.
Un agullentino contem poráneo a este proceso nos explica el aventurism o
de sus convecinos, que aprovechan la cercanía a los núcleos textiles para acceder
a m aquinaria obsoleta y conseguir, gracias a la experiencia textil de otros, intro
ducirse en un negocio boyante:
ací comengem tots p e r com pte nostre, ací no hi ha ningú que tinga una
industria que valga la pena, i acomencem tots p e r conter nostre, el ú a fe r
l'agulla, el atre a fe r el fil, i aixina la industria la tenim dispersa...m osa-
tros sóm uns aventureros, uns atrevits. L 'e sp a rt es m or i dóna p a s a la
industria textil no perqué naixca ací, d 'A lco i anem imitant, quan A lcoi
deixa els telers a má i pa ssa a telers m ecánics entonces m osatros li com-
prem els telers a má a A lcoi i acomencem a lo que ells no volen fer, aco
mencem a fer-h o mosatros en la zona esta d rOntinyent, Albaida. Sempre
n 'h i ha en els pobles uno que se 'n ha anat a Albaida, se 'n ha anat a
Ontinyent, p ues lo norm al és que quan j o vullga m ontar una fá b rica
m 'enrecorde de Joaquín que esta treballant en Alcoi, que sap p o rta r els
telars i j o el cride y ell f a d'encarregat, i fa d'ensenyar.
En las calles de A lbaida se oía en 1954 “levem ente (...) el ritm o de las lan
zaderas de sus industrias textiles, que entonan el him no al trabajo, venero de
riqueza y progreso” .1416 Dos años después, A lbaida “ciudad de econom ía estacio
naria durante m uchos años, experim enta en nuestros días cierto crecim iento
industrial” . 1417 En 1956 se habían construido seis nuevos edificios destinados a
la fabricación de tejidos, síntom a de la revitalización económ ica. El proceso de
trasvase de capitales de la cerería hacia el textil, o la aparición de nuevos inver
1414 SINDICATO NACIONAL TEXTIL.: Catálogo oficial de la industriay del comercio textiles, op. cit.,
p. 643.
141^ CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupamente económic i canvi social. Op. cit. p. 165-66.
1416 Libro ¿[e Fiestas del Remedio, octubre 1954. S/p.
1417 LV, 2-X-1956.
1123
sores en el textil ya había sido experim entado en los años treinta. Esta recupera
ción, favorecida por el contexto económ ico español y com arcal, no fue sino reto
m ar el proceso industrial que se había iniciado veinte años atrás. El paseo del
cronista de A lbaida p o r su ciudad y alrededores (marzo de 1956) subraya este
(desordenado) im pulso textil en la ciudad. La intensidad de esta industria estaba
copando las nuevas construcciones fabriles, pero tam bién ocupando edificios con
otros usos, transform aciones agro alim entarias principalm ente.1418
Los años cincuenta determ inaron una transform ación histórica en la
estructura económ ica de A lbaida. M arginada definitivam ente la secular dedica
ción cerera, la industria textil creció sin pausa, sobre la base de pequeñas em pre
sas fam iliares o con p lantillas m uy reducidas, que trabajaban en sus propios
dom icilios, especializadas en tejidos de algodón. A lgunas de ellas son todavía,
hoy en día, grandes em presas del sector.
Una pequeña porción de estas industrias provenían de la preguerra
(Am adeo Pont, Cándido Penalva) o de la derivación de capitales cereros (Bellver,
Reig y Cía; H ijos de M onzó Gil H erm anos, entre otras) pero sobre todo eran
inversiones fam iliares con un capital inicial muy reducido. Conocem os con pre
cisión la extracción social de 47 nuevos em presarios, esto es, descontando las
em presas cereras y las anteriores a la guerra.
Se constata la inversión preferente de la clase m edia y alta de la ciudad,
esto es, personas con un m ínim o de capitalización (propia o fam iliar) o con sufi
cientes conocim ientos adm inistrativos y contactos con el exterior: propietarios
de com ercios o com erciantes (11); escribientes (9); dos propietarios agrícolas y
un labrador; cuatro estudiantes en 1930, pertenecientes a fam ilias pudientes;
autónom os y artesanos (3). El sustrato de asalariados tam bién es relevante: tra
bajadores especializados (un tipógrafo y un viajante de com ercio), junto a seis
jornaleros, cinco obreros y tres aprendices, con el condicionante de desconocer
si éstos se incluían, como sucedía con frecuencia, entre los hijos de labradores
(para los jornaleros) o los pequeños em presarios y com erciantes (para los obre
ros y aprendices).
En A lcoi se adquirían telares desechados, a bajo coste y, posteriorm ente,
el núcleo fam iliar se dedicaba a las labores textiles. Las buenas ventas com por
taban la am pliación, casi siem pre m ínim a (un telar), de la em presa. Este rasgo
viene refrendado por la escasez de sociedades creadas. El m odelo com arcal se
repite: prim era m ateria de regenerados textiles y fabricación de m antas al textil-
hogar y borreras. Al m enos, todavía en 1955, exclusivam ente para el mercado
nacional.
La M atrícula Industrial de 1955 ofrece 85 em presas, como m ínim o con
165 telares m anuales, puesto que las tejedurías de algodón únicam ente inform an
de la potencia energética em pleada. En los dos grupos predom ina la pequeña
em presa. En 55 de las 85 em presas aparece la cantidad de telares m anuales
em pleados, con una significada m ayoría del subgrupo que utilizaba tres telares,
un 72,72%. Sólo una em presa reúne ocho telares. Al final de la década se censa
ron en la estadística industrial contributiva 94 em presas, con 178 telares com u
1124
nes conocidos. De esta m anera, los cincuenta suponen para A lbaida su inclusión
en las poblaciones en las que el efecto espora de la región textil A lcoi-O ntinyent
había conllevado la plena industrialización en torno a la producción te x til.1419
U na estadística elaborada en 1960 refleja un censo de 634 obreros textiles y 19
cereros. El textil se había im puesto definitivam ente en A lbaida como única acti
vidad industrial.
M ientras que el textil en B enigánim se estancaba (una em presa de tejedu
ría algodonera y otra lanera en 1957), fagocitada por el vidrio, llegaba a A tzeneta
(una tejeduría algodonera) y a G uadasséquies, pueblo m uy cercano a A lfarrasí. El
alcalde instalaba en 1953 telares para tejer algodón, con un m otor de 1 CV de
potencia, que llegaría a ser una em presa de relieve en los sesenta.1420 Se m ante
nía la em presa de tejidos de A berlardo O rquín (B enissuera), las dos de
M ontaverner y de A lfarrasí (géneros de punto), anteriores a la guerra, significan
do el crecim iento de Industrias M artí Tormo, em presas que vendían su produc
ción en el m ercado interior. En A lfarrasí nacía una nueva em presa, con tres
m áquinas, centrada en los géneros de punto de algodón, especializada en prendas
exteriores (1953).
En noviem bre de 1953, A ielo de M alferit era una población agrícola, con
un cierto desarrollo del sector alim entario (licores, bodegas, alm azaras) y algu
nos talleres de recubrir garrafas. Pero su proxim idad geográfica a polos indus
triales como L 'O llería (vidrio), A lbaida y O ntinyent (textil), y su num erosa mano
de obra propició que, desde principios de los cincuenta, el textil se instalara tím i
dam ente. En 1952 A lfredo Castelló Silvestre pretendía instalar una industria de
borras en A ielo de M alferit, que en 1955 constaba como una fábrica de cintas.
A lfredo Castelló era un propietario agrícola y viverista de vides am ericanas. Un
nuevo ejem plo de la transm isión de inversiones del sector agrícola al textil.
H acia 1957 constan en la M atrícula Industrial un establecim iento textil con tres
telares m ecánicos y otro con ocho te la re s.1421 A principios de los sesenta se
docum entan tres, todos de dim ensiones reducidas (uno de un telar y dos de cua
tro ).1422
Cuando la década term inaba, la M em oria Com ercial de la Cám ara de
Comercio señalaba la agrupación geográfica de O ntinyent, A lbaida y pueblos
próxim os como una zona especializada en la producción de m antas y tejidos, una
zona que había crecido durante los cincuenta, para estallar definitivam ente en los
sesenta.1423
1125
4.5.1.4. £1 P lan de E stab iliza ció n . E n tie rro de la a u ta rq u ía y p a ro o b re ro .
A pesar del crecim iento económ ico de los cincuenta, éste se situaba muy
por detrás del europeo. La profunda recesión de finales de la década, la conflic-
tividad laboral y las prim eras m ovilizaciones estudiantiles conllevaron que el
dictador, a regañadientes, destruyera el edificio autárquico en el que tantas espe
ranzas había depositado. El 25 de febrero de 1957 un nuevo gabinete m inisterial,
con m ayoría de tecnócratas del Opus Dei, com enzaba a poner las bases para el
retorno de la econom ía española a los flujos internacionales económ icos, a tra
vés de un Plan de E stabilización.1424
El Plan suprim ió los sistem as de cam bios m últiples y fijó una nueva p ari
dad m onetaria (un dólar = sesenta pesetas), recortó el gasto público y los crédi
tos de la banca privada, a la vez que elevaba los tipos de interés. Se congelaron
precios y salarios, se liberalizaron las im portaciones y se facilitaron las inversio
nes de capital extranjero. Las m edidas tenían como objetivo últim o la integración
en la O rganización Europea de Cooperación Económ ica y en el Fondo M onetario
Internacional (1958). Se preparaba el camino para facilitar las inversiones de
capital extranjero.
Las m edidas produjeron una rápida coyuntura depresiva, consistente en la
retracción de com pradores, de los negocios y de la producción. Al m ism o tiem
po, “se produjo un corte del crédito especulativo, y al aum entar el precio del
dinero, se inició la liquidación de excedentes de m ercancías, acum uladas unas
veces como seguro contra la inflación, y las más como especulación al alza de
p recios” .1425 Para G arcía D elgado, las m edidas, condensadas en saneam iento,
estabilización, flexibilización y apertura, hicieron posible “una vez m ás esa
extraordinaria capacidad de aprovecham iento de las favorables condiciones del
m ercado internacional que aflora, bajo apariencias y circunstancias distintas, en
num erosas encrucijadas del proceso de industrialización” .1426
Para Carm e M olinero y Pere Ysás “El Pía pretenia disciplinar les inver-
sions públiques, coordinar la política económ ica i oferir inform ació i pautes
d 'a c tu a rio al sector priv at” .1427 El estancam iento del mercado interior, del nivel
adquisitivo de los obreros y de los créditos financieros condujo al cierre de
num erosas fábricas, en p articu lar de aquellos productos más relacionados con la
evolución de la renta fam iliar. En A gullent se notaba un año después de la p ro
m ulgación del Plan “cierto retroceso en el textil por la contracción de ventas,
encarecim iento de precios de coste, m erm a de facilidades crediticias para finan
ciación y capitales de m aniobra”, aunque la recesión más destacable se produjo
1126
en la ram a del algodón, donde la com petencia en el extranjero redujo las expor
taciones en un 40% .1428 Juan Reig Feliu, secretario del ayuntam iento de
O ntinyent, escribía en el libro de fiestas de 1959 sobre “las circunstancias difí
ciles que nos im pulsan a ver el porvenir con tonos som bríos” .1429
Los datos oficiales de la Cám ara O ficial de Com ercio observan un lento
goteo en las cifras de paro obrero en el textil, la confección y las quím icas (sec
tores productivos de la com arca). Pero el proceso liberalizador era im parable.
Las peticiones de libertad de precios de im portación se sucedían: si en 1959 se
liberalizaban las im portaciones de grano de copra y palm ito, los fabricantes de
cirios y bujías tam bién pedían libertad de precios* telas sin tejer, am pliación del
cupo de im portación de hilos de algodón preparados de F ran cia....1430 Con todo,
la industria rem ontaría la depresión a p artir de 1960, “También en esta provincia
de Valencia se ha dom inado durante 1960 las repercusiones iniciales de los pla
nes de estabilización económ ica (...) entrándose en un período de franca norm a
lización, con perspectivas de recuperación” .1431 Después de la liberalización in i
ciada en 1957, los prim eros años de los sesenta serían pródigos en planes de rees
tructuración de la industria textil, como el algodonero (1961) o el lanero (1963).
Pero el estudio del franquism o durante esta década escapa de los lím ites crono
lógicos de esta tesis.
La aplicación del Plan de E stabilización derivó en un increm ento del paro
obrero. En noviem bre de 1959, el alcalde de A gullent hacía notar que: “como
consecuencia de las m edidas de equilibrio económ ico financiero (...) nos vemos
afectados por el paro obrero y como quiera que en la Jefatura de FET y de las
JONS os expuse esta necesidad de rem edio (...) he querido hoy recordaros la pro
m esa hecha de que en cuanto os fuera hecha provisión de fondos para el paro, no
dejaríais de acordaros de mi pueblo” . 1432 La crisis fue más fuerte en las em pre
sas m edias, aunque tan sólo fue una depresión a corto plazo.
Ese mismo año, el Jefe N acional del Sindicato Textil intentaba conseguir
dotaciones económ icas del M inisterio de Trabajo y de la D irección General del
Paro para com batir el paro en O ntinyent. Por su parte, el industrial Otón Fité,
Jefe del Sindicato Local Textil, conseguía una subvención de 100.000 ptas. En
febrero de 1959 se recogen subvenciones contra el paro en A lbaida (25.000
ptas.); Benigánim (10.000 ptas.); B ocairent (30.000 ptas.); O ntinyent (30.000
ptas.); rO lle ria (15.000 ptas.) y Pinet (10.000 ptas.), por citar algunas, destina
das a obras públicas m unicipales. 1433Un expediente m unicipal describía las con
secuencias del Plan en la industria de O ntinyent, desde la óptica del tem or que
despertaba la confluencia de sectores antifranquistas y obreros parados.
1127
D ebido a la actual coyuntura económica del país, se ha producido una
crisis industrial que ha originado el cierre de numerosas industrias, rea
lizado de acuerdo con la legislación vigente, que ha traído como conse
cuencia el despido de num erosos productores que se han encontrado sin
trabajo y sin posib ilid a d de hallarlo p o r el momento (...) Pero de m om en
to se crea una situación d ifícil que es preciso resolver p a ra evitar el
m alestar que la existencia de un numeroso grupo de obreros en paro ori
ginan .1434
Los em presarios, en especial los del m ueble, calzado y textil, eran cons
cientes deque la exportación era la única salida para term inar con el estrangula-
m iento del m ercado interior español. Se iniciaba una nueva etapa para los espa
ñoles. La Cám ara de Com ercio zanjaba la crisis abierta con el P lan de
Estabilización en 1961.
1128
A lgunos llegaron a ser alcaldes, como A ntonio Clim ent Fayos (la Pobla
del Duc), con un pasado político acom odaticio. Subcabo del Som atén en 1926,
tesorero de la Junta M unicipal del PURA (1933) y secretario en 1934; o B autista
Clim ent M onzó (M ontitxelvo), alcalde entre 1952-1958, vocal de la Junta
M unicipal del PURA en 1933. Encontram os por igual a m ilitantes falangistas,
pero tam bién a “apolíticos” y a algún “derechista” . La dictadura ensanchaba sus
apoyos en las filas de los “adictos” .
El continuism o en la heterogeneidad política de los cuadros m edios m unici
pales apunta, según G licerio Sánchez, a la persistencia de los dos grupos sobre
los que se sustentó el personal político franquista. Los situados fuera del
M ovim iento, defensores del franquism o por cuanto garantizaba unos intereses
“económ icos, sociales, culturales e ideológicos”, ju n to a falangistas y otros
“« f a l a n g i s t i z a d o s » ” de FET-JONS, que “tuvieron que reorientar asim ism o su
actuación p o lítica hacia la defensa de sus propios intereses” .1435
Pero esta diversidad no esconde el afianzam iento de la presencia em pre
sarial en los ayuntam ientos de los cincuenta. Los ayuntam ientos de A gullent,
A lbaida, Benigánim , Castelló de Rugat, M ontavem er y O ntinyent se llenaron de
concejales y alcaldes que provenían de los m odelos económ icos locales.
Fabricantes cereros y textiles en los dos prim eros, con incrustaciones de trab aja
dores de cuello blanco cualificados (em pleados de banca, oficiales de correos).
En Benigánim , Castelló de Rugat y M ontaverner con labradores propietarios,
fabricantes de alpargatas (Benigánim ), tejeros (C astelló de Rugat) y transform a
ciones agroalim entarias (M ontaverner). Pero tam poco faltaron artesanos autóno
mos, pequeños com erciantes y algún G uardia Civil o m ilitar retirado.
Para José A. Gómez Roda, las segundas elecciones m unicipales preparadas
para noviem bre de 1951, tuvieron como eje principal una m enor injerencia falan
gista que redujo su presión para colocar a candidatos m ilitantes del M ovim iento
y atenuó, de esta m anera, la sensación de fraude de las prim eras, así como acen
tuó el consenso social en torno a las candidaturas, para evitar las confrontacio
nes resultantes en 1948. Así, según datos de José A lberto Gómez Roda:
La Valí d 'A lb aid a no fue una excepción de este com portam iento. El artículo
18 estaba destinado a la proclam ación autom ática de una candidatura si está era
la única que se presentaba. Los inform es sobre estas elecciones delim itaron su
aplicación en pueblos pequeños, de entre 250 y 1.000 habitantes (A ielo de Rugat,
Bélgida, B ellús, Beniatjar, Benissoda, Carrícola, Otos, Pinet, Rugat y Sant Pere),
1129
pero tam bién en otros de m ayor m agnitud. En la Pobla del Duc, los inform es
falangistas observan que sería muy probable seguir este artículo de la ley
Electoral “por retirarse candidatos que posiblem ente no llegarán a proclam arse” .
En Fontanars “Parece segura la aplicación del artículo por desistim iento de uno
de los dos candidatos presentados”.
En A lbaida, a pesar que “Se prevee lucha electoral muy enconada donde se
presentan candidatos frente al alcalde” , tam poco hubo necesidad de llegar al
enfrentam iento puesto que “A nte el prestigio de uno de los candidatos que han
resultado proclam ados, los restantes decidieron desistir de acudir a la elección” .
Esta línea se siguió en Aielo de M alferit, población en la que los preparativos
electorales señalaban una “Honda división entre dos grupos adictos por razones
personales” que no llegó a cuajar en la confección de dos candidaturas. Dos can
didaturas se presentaron en A lfarrasí ante la “Lucha tradicional entre dos secto
res” , m ientras que en M ontaverner:
(...) no hay indicios ahora de que vaya a repetirse tan enconada lucha.
Parece más bien que estos últim os años han ido aplacando los ánim os y la
p o lítica de equilibrio a llí seguida posiblem ente de cómo resultado el que
no halla candidatos de ninguno de los dos sectores en pugna, en cuyo caso
recurríam os a la aplicación del artículo 18 para consolidar esta pa cifica
ción, buscando el incluir en las candidaturas elem entos independientes o
bien pertenecientes a uno u otro g rupo.1438
1437 E stos tres pueblos, en A G A , Interior, D irección General de Adm inistración Local (A L ), caja 4.345,
inform es I-V-VI-Vin sobre Elecciones M unicipales. N oviem bre 1951. Tercio Cabezas de F am ilia, 5 -X I-1 9 5 1
y 1 4 -X I-1 9 5 1 .
1438 ibídem .
1130
Los concejales del tercio fam iliar elegidos representaban al m undo em pre
sarial: Vicente Simó Aynat, herm ano de José Simó (que dejaba el ayuntam iento)
y el abogado falangista M anuel Francisco Belda Juan, D elegado de Prensa y
Propaganda en 1944 y, posteriorm ente, de Educación Popular. Por el tercio sin
dical un industrial (José Salvador Francés) y un em presario de laboratorio falan
gista, M anuel Reig Belda, Delegado Com arcal del Frente de Juventudes en 1941
y antiguo vocal de las Juventudes de la DRV en 1934-1935. Por el tercio de en ti
dades, otro abogado, Francisco M artínez A vellán y un veterano falangista “cam i
sa vieja” y excom batiente, el adm inistrativo Anselmo Serna Simó, con un am plio
currículum en la Jefatura Local (jefe en 1941, dato muy dudoso, je fe m ilicias en
1944). Las renovaciones persistían en la línea de introducción de la burguesía de
la ciudad en el gobierno m unicipal y tam bién falangistas, con algún cargo en la
delegación local.
La inestabilidad m unicipal descendió notablem ente. El franquism o ya había
encontrado su personal político. Pequeñas discordancias locales eran prontam en
te subsanadas. En mayo de 1951 se suspendía al secretario y a un concejal de
M ontaverner por “irregularidades en las quintas” . A principios de 1954, el
G obernador Civil cesaba a José Benavent A lberola, alcalde de Q uatretonda ante
“las inform aciones recibidas sobre la situación política de esa localidad y ten ien
do en consideración los m uchos años que por VS viene desem peñando la alcaldía
con el inevitable desgaste que ello supone (...) del principio de autoridad” . 1439
1131
La tipología de pueblos afectados por el artículo 55 incluía a cinco más
“Por las circunstancias especiales de problem a m édico, que escinde al vecinda
rio (...)” , a dos más, entre ellas A lbaida (y B enifaió) “Por la especial atonía polí
tica que m uestran y lo difícil que resultaría m over al vecindario, que por otra
parte está plenam ente satisfecho de sus actuales autoridades locales (...)” .
D iecinueve m unicipios “son de probable proclam ación autom ática” , en los que
encontram os las poblaciones com arcales de A lfarrasí, B enicolet, M ontaverner,
Ráfol de Salem y Salem. En estos m unicipios la única candidatura presentada
provenía de los Consejos Locales de FET y tan sólo se contem plaba la elección,
en caso de form arse una candidatura alternativa.
Uno de los puntos m ás conflictivos era, paradójicam ente, B ocairent. La
población estaba sum am ente m olesta y casi enfrentada con la G uardia Civil, lle
gando incluso la Jefatura Local a quejarse públicam ente ante el Teniente Coronel
Jefe de la Com andancia. Esta situación había ocasionado “una retracción ciuda
dana de tal naturaleza que habrá que recurrir a im poner la disciplina del
M ovim iento” .1440
De esta m anera, en O ntinyent no se efectuó elección alguna. Las tres
vacantes por el Tercio Fam iliar fueron cubiertas por tres concejales que no supe
raban los 45 años, pertenecientes a la burguesía industrial: M anuel Penadés
Gironés venía de las Juventudes de la DRV y era Delegado del Frente de
Juventudes; H ernán Cortés Falcó, ex com batiente; Amadeo Gil Tortosa, único
que no pertenecía al M ovim iento, pero que podía aunar diversos sectores socia
les de la ciudad, dada su Presidencia de la Sociedad de Festejos. Los tres estaban
conceptuados como “derechas” . En A lbaida, los dos concejales designados por el
artículo 55 respondían a un equilibrio interno. Por una parte, Jorge Boronat
Llorens, dependiente de com ercio, “ cam isa vieja” anterior a febrero de 1936 y
excom batiente; y por otra, José Luis B oixader Pastor, un industrial de 39 años
que provenía de las filas de la D erecha Regional V alenciana.1441
A lo largo de los años cincuenta los gobiernos m unicipales se estabiliza
ron, aunque no faltó la aparición de disensiones internas, m otivadas por el rebro
te del em pleo del clientelism o. La sustitución de un alcalde desde las instancias
superiores no siem pre era bien vista por el vecindario, puesto que podían consi
derar que la acción que había conllevado la sanción no era perjudicial para el
com ún de los vecinos o se había realizado según norm as seculares. En septiem
bre de 1954 se sancionaba al alcalde de B eniatjar por vender trece pinos m adera
bles sin el registro de subasta. La investidura de su sustituto fue llevada a cabo
bajo la vigilancia de un delegado gubernativo, ante el clim a hostil de los veci
n o s.1442
El aparato represivo franquista no se detuvo en los años cincuenta. La única
m uestra conocida de un izquierdista participando en las esferas locales del poder
m unicipal fue cercenada de raíz en Fontanars, con toda probabilidad ante la
1132
denuncia de un vecino. En m arzo de 1955 se destituía de su cargo de concejal por
el tercio fam iliar a V icente Ribera Francés, acusado de haber pertenecido al
Partido Com unista. Vicente R ibera se negó a contestar al pliego de descargo y
afirm ó públicam ente que había dejado de tener interés en continuar en su conce
jalía.
Entre finales de 1954 y principios de 1955 se desató en A lfarrasí una gue
rra interna en el consistorio entre el alcalde y varios concejales, a los que nega
ba tratar en los plenos m unicipales sus propuestas. Para ejercer más fuerza llevó,
al m enos en dos plenos, a un sector de la población adicto a su persona “en una
habitación de unos veinte m etros cuadrados aproxim adam ente, sentándose todos
juntos con los Concejales y cuando hay algún debate sirve de guasa y de risa para
el público (...)” . Esta situación había provocado la división de la población en
dos sectores enfrentados entre los que apoyaban al alcalde y a los concejales.1443
Todo em pezó en enero de 1955 cuando el secretario señaló “la manera
algo irregular” que el Ayuntam iento estaba gestionando la construcción de las
aceras puesto que, en su opinión, se había hurtado su partida de los presupuestos
extraordinarios para conceder la contrata a un amigo personal del alcalde, y “la
m anifiesta incom petencia de la contabilidad m unicipal”, al no consignarse los
Libros de C ontabilidad desde 1952 y elevarse notablem ente los presupuestos
ordinarios
La caja de los truenos, en el consistorio de A lfarrasí. Un concejal, ex jefe
de la Herm andad y D epositario M unicipal, recrim inó al alcalde que gobernaba
sin contar con el resto de ediles. Su alegación fue rechazada por el resto del
ayuntam iento, haciendo constar en el Libro de A ctas el “disgusto que ocasiona a
la Corporación la actitud de dicho concejal por el modo de su proceder y de inte
rrum pir la buena m archa del Ayuntam iento y el progreso del pueblo” . El alcalde
tomó cum plida venganza contra el secretario, al que se le privó de percibir el
Plus de C arestía, m edida que no secundaron el concejal rebelde, anteriorm ente
citado, y un segundo.
Desde ese día, el alcalde emprendió una guerra declarada contra el secre
tario, al que acusaba de desarrollar desde su tom a de posesión una “política obs
truccionista en detrim ento de los asuntos de interés local, al ponerse incondicio
nalm ente al lado del pequeño grupo de la oposición, favoreciendo con su aseso-
ram iento al expresado grupo que uno tras otro han venido presentando escritos de
denuncias y de reclam aciones, que por falta de base y veracidad han sido anula
dos escritos que para m ayor escarnio han sido hechos en la m aquina del
Ayuntamiento situada en la secretaria” . El grupo de ediles favorables al alcalde
decidió inform ar al G obernador Civil sobre la actitud del secretario m unicipal a
finales de febrero de 1955.
Diego Salas Pom bo determ inó, después de una investigación que “han
aparecido anom alías” en la distribución del cem ento, en la construcción de las
aceras, cobranzas de arbitrios y tasas y en la form a de celebrar las sesiones del
pleno m unicipal. La venganza contra el secretario tomó ahora el carácter de exi
1443 Según la versión de Emilio Vidal Cortell, concejal del ayuntamiento, expuesta en una carta dirigida^ al
Gobernador Civil de Valencia, AMAL, Correspondencia, 21-1-1955.
1133
girle el cobro del Impuesto de U tilidades. Desde ese m om ento, el secretario,
secundado por el concejal rebelde y su com pañero, entraron en franca rebeldía
contra el resto de la Corporación. Votaban siem pre en contra de cualquier deci
sión m unicipal y el secretario reclam aba contra el Presupuesto de 1955. La tira n
tez llegó al extrem o de que en mayo de 1957 el alcalde y los cuatro ediles que le
apoyaban votaron el cese del secretario. El concejal rebelde adujo a favor del
secretario su inm aculado currículum político: cam isa vieja, G uardia de Franco y
m ilitante en Falange Tradicionalista. Este episodio, con un trasfondo de pugnas
personales aderezado con acusaciones de corrupción, gestión inadecuada, y d iv i
sión social del pueblo, es un indicativo de la seguridad que irradiaba el franquis
mo a finales de la década de los cincuenta. Un suceso parecido durante los cua
renta habría term inado con la rápida destitución del alcalde o del concejal reb el
de y su aliado. Pero ahora, el G obernador fue eternizando la resolución del con
flicto.
F in alm en te, desde V alencia, se tom ó la d ecisión de efectu ar una
Inspección A dm inistrativa por parte de un secretario de A dm inistración Local
sobre la gestión del alcalde, desde 1941. La auditoría determ inó las responsabi
lidades del alcalde, el secretario y tres concejales entre 1941-1951, referentes a
la “confusión adm inistrativa” y a una supuesta ilegalidad en las cuentas m unici
pales, en perjuicio del erario .1444
La m ala gestión de los ayuntam ientos, la clara decisión de controlar su
gestión pero tam bién las denuncias de grupos opositores conllevaban inspeccio
nes. El consistorio de B élgida soportó una en 1952; la inspección de Pinet cons
tató en 1953 el caos adm inistrativo del m unicipio. En octubre de 1955 el conce
ja l Otón Fite (O ntinyent) pedía un voto de confianza en su cargo de concejal al
disentir de la visión general sobre la problem ática del abastecim iento expuesta
ante el G obernador Civil, que causó hondo m alestar entre el resto de los edi
le s .1445 En 1958 term inaba su m andato Jaim e M iquel, siendo sustituido por
Anselm o Serna (su biografía ha ido apareciendo a lo largo de la tesis), concep
tuado como un hom bre de “carácter riguroso y enérgico”, que de nada le sirvió
cuando se topó con la Iglesia, y con otro hom bre “riguroso y enérgico”, el arzo
bispo M arcelino O laechea, en el incidente ya comentado ocurrido en 1963.1446
M ientras que en A ielo de M alferit el alcalde advertía al G obernador Civil de la
actitud de su prim er teniente de alcalde, siem pre “obrando a espaldas de esta
A lcaldía, trata de entorpecer la gestión m unicipal” .1447
Las peripecias de la com isión del ayuntam iento de A lbaida en siete días de
estancia en M adrid, a finales de 1954, son un elenco de los m étodos a los que se
1444 AMAL, Libro de Actas, actas de 9-II-1955; 26-11-1955; 15-IV-1955 y 25-IX-1955 y Libro de Minutas,
3-1-1955 y 15-V-1957.
1445 AMO, libro 34, Libro de Actas, acta de 20-X-1955.
1446 “Historia Contemporánea”, op. cit.
1447 AMAM, libro 20, Libro de Actas, acta de 5-Ü-1958.
1134
veían abocados los m unicipios para rescatar expedientes de subvenciones de los
despachos m adrileños. El uso de la recom endación p ara acceder a los altos fun
cionarios y m inistros, el recurso a los lazos establecidos anteriorm ente con los
gobernadores civiles, eran las armas utilizadas. En la R ibera Baixa, se han com
probado unos m ecanism os sim ilares. Sueca utilizaba la presencia de m inistros en
las fam osas tiraes de patos para acceder a la inversión pública. Un alcalde fran
quista de Sueca recordaba, divertido, cómo se presentaba una com isión en
M adrid y, m uy serios, le decían al ordenanza: “D ile al m inistro que están aquí los
de Sueca” . En Cullera operó un m ecanism o m uy parecido, agraciada la ciudad
con el veraneo de Elola Olaso en su playa.*448
La com isión albaidense, presidida por su alcalde, Barón de Ferrándiz, in i
ció su periplo en la Villa y Corte, consiguiendo una recom endación firm ada por
Francisco Planas de Tovar, el prim er G obernador C ivil de Valencia e Hijo
A doptivo de A lbaida, para acceder a la D irección G eneral del Banco de Crédito
Local de España. Después de recibir a la com isión, ordenó “a las distintas depen
dencias en donde se encuentra detenido el expediente, para que inm ediatam ente
fuera este en poder del N otario (...)” . Al día siguiente, visitaron al Com isario
General del Paro, el segundo gobernador provincial de Valencia, Ramón Laporta
Girón, para su interm ediación, con la consiguiente carta de recom endación, unida
a otra más del Jefe Provincial del M ovim iento, ante el Instituto N acional de la
Vivienda y agilizar el expediente de construcción de un grupo de viviendas pro
tegidas.
A llí el secretario les dio “solem ne palabra de que para después de las
vacaciones de Navidad, y una vez en su poder el referido docum ento, hará seña
lam iento sobre la fecha de otorgam iento de la escritura” . Al tercer día le corres
pondió una audiencia con el M inistro de la G obernación para la concesión de una
prórroga en la subvención del m ercado de abastos, y una segunda visita al
M inistro de Educación N acional, con el fin de asegurar las subvenciones para
obras educativas (parvulario, nuevas escuelas en l'A ljo rf). El cuarto día fue más
liviano, entrevistándose con el subsecretario de Justicia para detener la supresión
del Juzgado de Prim era Instancia.
El quinto día, el artista Segrelles fue el conveniente reclam o em pleado
ante Franco, quien tenía especial predilección por su obra. Segrelles le regaló un
cuadro, al óleo, de San Pedro “en nom bre propio y en el del A yuntam iento” en
una audiencia y, el dictador, “enterado de las necesidades de esta población, pro
m ete interesarse sobre el alum bram iento de aguas hasta el final; reparación de la
Iglesia de A ljorf, previo inform e del A rquitecto M unicipal, y que estos docum en
tos sean dirigidos a la S ecretaria Civil de la P residencia en el P ardo” .
Expedientes y proyectos aparcados desde 1948 encontraron, de esta m anera, una
resolución.1449
La elevación de Francisco Cerda Reig a presidente de la D iputación
Provincial de Valencia (1949-1958) supuso una inyección de influencia en las
1448 CALZADO ALDARIA, A. y TORES FABRA, R.C.: Un silenci extern. Elfranquismo a la Ribera Baixa
(1939-1962), op. cit, p. 214-215.
1449 AMA, libro 3-XI-1952/15-VII-1954, Libro de Actas, acta de 29-XII-1954.
1135
altas esferas provinciales para la com arca. Nacido en O ntinyent (1897), p o lítica
m ente próxim o al catolicism o tradicionalista de La Voz de Valencia, gran propie
tario agrícola, en su calidad de abogado consolidó una larga carrera en el Cuerpo
Jurídico del Ejército desde 1923.1450 Sim ultaneó el cargo con el de Procurador a
Cortes (1955 y 1958). Su patrocinio im pulsó la finalización del puente de Santa
M aría en O ntinyent, obra que se alargaba desde principios de los años cincuenta,
y del puente de San Blas (1945-julio de 1950) en B ocairent, im prescindible para
unir el casco urbano con la carretera y la estación de ferrocarril. Sus gestiones,
agradecidas con fruición por Juan Reig Feliu, hicieron posible la consecución de
la Casa de Sanidad de O ntinyent, consiguiendo ayudas económ icas y una subven
ción anual de 75.000 ptas. para su m antenim iento.1451
1136
entre otros casos, ayudó financieram ente al ayuntam iento de B élgida en la cons
trucción de un centro prim ario de higiene rural y el abastecim iento de agua pota
b le a finales de los cincuenta.
Los Planes Preparatorios de 1952 y los Trienales de 1953-55 y 1955-58,
ordenados por la D iputación Provincial de Valencia, son una excelente fuente
para el conocim iento de los m unicipios valencianos en la m itad de los cincuenta,
cuando se dejaba atrás la noche de la autarquía y del racionam iento y, muy pron
to la D iputación Provincial iba a desem peñar un papel crucial en el increm ento
de las infraestructuras m unicipales, en especial en los pueblos de la provin
c ia .1453
En sus páginas se destila la dependencia económ ica de los m unicipios res
pecto a la adm inistración provincial y central, sucediéndose m im éticam ente arca
nos proyectos que los Consejos M unicipales de la guerra y los consistorios repu
blicanos habían intentado resolver (alcantarillado, abastecim iento dom iciliario
de agua potable...). Los redactores del apartado del m unicipio de A lbaida, al
m enos fueron sinceros. En mayo de 1955 tanto el Plan Preparatorio de 1952
como el Trienal de 1953-55 estaban totalm ente paralizados “ en virtud de las d ifi
cultades económ icas con que se tropiezan en el erario m unicipal” .1454 La “falta
de presupuesto” del Ayuntam iento de Aielo de M alferit era el causante, según su
alcalde, de no haber em prendido obras públicas de verdadera im portancia.1455
Sin grandes obras durante los cuarenta, la disponibilidad de fuentes docu
m entales de los cincuenta nos inform a de una lenta progresión en la inversión
pública y una calidad de vida m uy deficiente (v. Cuadro núm. 129).1456 En 1956
existían grandes déficits en la com arca. En la reunión del Consejo Comarcal de
O ntinyent se pretendían im pulsar las obras públicas para paliar el paro del otoño.
Pero para ello se necesitaba el auxilio de la D iputación Provincial ante las nece
sidades crecientes de esta zona industrial, como el parque com arcal de incendios
para O ntinyent, la carretera de O ntinyent a A gullent o la reform a de la carretera
V illena/A lcudia de C respins que hacía dificultoso el trayecto entre los dos núcle
os industriales de B ocairent y O ntinyent.1457 El trayecto entre Benigánim y
X átiva contem plaba trece kilóm etros con un firm e desastroso, que convertía el
viaje en una proeza para los viajeros y el tráfico comercial.
Sin agua potable en los dom icilios, una m ínim a variación pluviom ética
com portaba graves carencias en el abastecim iento de agua para la población. En
octubre de 1952, se tenía que restringir el acceso al agua de las fuentes públicas
de Fontanars a un cántaro para cuatro personas.1458 En 1953, la sequía hizo
racionar el agua en algunos pueblos y en 1954, los vecinos de A ielo de M alferit
1453 Unos planes que casi siempre no eran más que “catálogos de buenos propósitos”, como los tituló
Vicente Badía Marín. LP, 10-X-1956.
1454 AMA, libro 12-VH-1946/18-1-1956, Libro de Actas, acta de 28-V-1955.
1455 LP, 29-XI-1953.
145^ Los problemas de vivienda e infraestructuras públicas en una ciudad valenciana durante este período
han sido abordados en GÓMEZ RODA, J.A.: Política i poder local, op. cit., pp. 166-179.
1457 AMO, Correspondencia 1956, Reunión del Consejo Comarcal. 9-VI-1956.
1458 a m f ^sig. 1/19, Libro Registro Bandos, bando de 26-X-1952.
1137
to davía debían abastecerse de agua en las fuentes p ú b lic a s,1459 d efic ien c ia que no
era tran sito ria, puesto que se repitió en el bienio 1956-1958.1460 A sí, el agua
po tab le d om iciliaria no llegaría en m uchas p o b lacio n es h asta fin ales de la d éca
da de los cincuenta, ante el asom bro de los m ayores. H asta 1959 no se co m p leta
ría el tendido telefónico a todas las poblaciones v alen cian as (o así los anunciaba
la p ren sa), con la llegada del teléfono a A ielo de R ugat, C astello n et (la Safor) y
T e rra te ig .1461
El apoyo de la D iputación explica, en p arte, la deriv ació n alcista de la
in v ersió n pública. Un solo ejem plo. La C asa de Sanidad de O n tin y en t y su
C om arca fue posible gracias a la co n flu en cia de un presupuesto ex trao rd in ario
con em préstito público del m unicipio, y otros p resu p u esto s au x iliares con sub
venciones de la D iputación P rovincial y la D irección G eneral de S anidad. A fin a
les de la década de los cincuenta, los pueblos de la com arca h ab ían conseguido
una indudable m ejora en sus servicios:
1138
C u ad ro núm . 129 (C o n tin u a c ió n )
LO CA LIDA D OBRAS
Teléfono
Sant Pere
U na escuela
Dos escuelas
T errateig Dos viviendas p ara m aestros
Un lavadero
O bras de u rb an izació n
R eparación ed ificio s públicos
A lcan tarillad o en l'A ljo r f
A lbaida
B loques de nich o s en el C em enterio
R eform as alum brado y agua potable
Seis viviendas p ara m aestros
R eform as urbanas
U na casa del m édico
A tzeneta
A yuntam iento
Una escuela p ara párvulos
P avim entación y reform as urbanas
A lfarrasí
R eform as v arias
Una escuela
A ielo de R ugat A yuntam iento
R eform as urbanas y en el cem enterio
Un puente
Un matadero
48 viviendas
Bocairent Cuatro escuelas
Cuartel de la Guardia Civil
56 viviendas
Alcantarillado
Benissoda Aceras
Reformas cementerio
Iglesia Parroquial
Benissuera
Pavimentación
Reformas ayuntamiento
Escuelas con viviendas para maestros
Benicolet Ayuntamiento
Teléfono
Bélgida Sin datos
Un lavadero
Un jardín público
Bellús Alumbramiento aguas
Dos escuelas
Dos viviendas para maestros
1139
C u ad ro núm . 129 ( C o n tin u a c ió n )
LO CA LIDA D OBRAS
C uartel de la G uardia C ivil
Un m atadero
Saneam iento y pavim entación
B enigánim
Tem plo p arro q u ial
R eform as ayuntam iento
A lum bram iento aguas
Un centro de h igiene
U na v iv ien d a p ara el m édico
Un C uartel de la G uardia Civil
Fontanars
P avim entación
Teléfono
A bastecim iento aguas
Seis viviendas p ara m aestros
Q uatretonda 50 VPO
Un pozo
T eléfono
L lutxent
P avim entación
Un lavadero
M ontitxelvo
Un centro de h igiene
30 VPO
M ontaverner
U rbanización
Palomar Sin datos
Una fuente
Un lavadero
Otos
Un centro de higiene
Teléfono
FUENTE: Elaboración propia.
1462 lo reconocía el secretario de Ontinyent, “Pobremente tiene el Ayuntamiento dotado este servicio,
uno de los más importantes, sobre todo en una Ciudad industrial como Onteniente, en la que los siniestros
son relativamente frecuentes (...) por ello se ha solicitado de la Diputación Provincial su ejecución. Y esta
mos en los trámites preliminares que, seguramente, serán más largos de lo que fuera de desear” . REIG
FELIU, J.L.: Onteniente 1940-1953, op. cit., pp. 268-269.
1140
velas de cera, dejando un centenar de trabajadores en p aro .1463
El paulatino increm ento del parque autom ovilístico y de la circulación
urbana se encontró con ciudades muy escasam ente acondicionadas para las nue
vas necesidades. Las pocas reform as urbanas para facilitar el tránsito de vehícu
los tuvieron lugar en las calles más céntricas, lugar en el que habitaban las elites
locales. Por ejem plo, el ensanche de la calle Mayans en O ntinyent (1942).
En unos años de crecim iento urbanístico cero, la ciudad de O ntinyent con
tem pló las variaciones urbanas más destacadas (v. Cuadro núm. 130). El creci
m iento del barrio obrero de San Rafael, edificado casi en su totalidad por la tena
cidad personal y la solidaridad grupal de los obreros inm igrados, estaba aislado
de la ciudad por el barranco formado por el río Clariano. En 1940-41 se inicia
ron nuevam ente las obras del futuro puente de Santa M aría, que no se inaugura
ría hasta ju lio de 1952, constantem ente detenidas por la carencia de m ateriales de
construcció n .1464
El puente de Santa M aría y la urbanización del barrio de San Francisco,
com enzada en 1920, abrieron la histórica Vila de O ntinyent, sentando las bases
de la ciudad contem poránea.1465 H acia 1951 se iniciaron las obras de un Plan
G eneral, que no se com pletaría hasta 1969. Una serie de aperturas de calles, ave
nidas y plazas com pletaron el desarrollo urbano de la ciudad y la confluencia de
las nuevas zonas con la Vila. Así, la apertura de la calle M úsico M artínez Valls
abrió las puertas del barrio de San José, que devendría populosa zona de la ciu
dad. En 1955, la Plaza de la Coronación uniría las calles de San Jaim e y San
Antonio. El crecim iento industrial de Ontinyent obligó al diseño de unas norm as
urbanísticas dentro del Plan General de Urbanismo de 1955-57, pensadas para
una ciudad industrial. El crecim iento urbanístico de A gullent tam bién fue nota
ble, naciendo “el otro A gullent, el nuevo, -rectas y cem ento, recientísim o, pero
ya con soleraje que se derram a por el valle poblando el aire con el estruendo de
las m áquinas” . 1466
El gasto público no se recuperó hasta los años 1951-52, aunque sufriría
una posterior paralización entre 1953-1955. La segunda parte de los cincuenta
contem pló la realización de los prim eros proyectos de considerables inversiones
en viviendas públicas, am pliación del casco urbano y la tan deseada conducción
de aguas potables
1141
C uadro núm . 130
O B R A S P Ú B L IC A S IN A U G U R A D A S EN O N T IN Y E N T . 1956-1959.
1466 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent, desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 157.
1467 a m o , Secretaría. Expedientes Varios, 1955.
1468 a m o , Correspondencia 1953, 28-V-1953.
1469 AMAL, Bandos de la Alcaldía, bando de 27-V-1955. AMAL. Para Bellús, AMBLL, libro 6, Libro de
Actas, acta de libro 5-VIII-1957.
1470 ¿F , 24-X-1956.
1471 AMO, Sanidad. Libros Registro Entrada-Salida 1942-1954. Libros de Presentaciones y ausencias de
funcionarios 1955-1969. Actas de la Junta Municipal de Sanidad 1929-1948. Ordenanza Servicios Sanidad
Veterinaria 1967; Aguas Potables (Asuntos Varios) 1949-1955.
1142
acusada de verter colorantes del tinte en el barranco de Tarongers, por donde
transcurría uno de los m anantiales que aprovisionaban a O ntinyent. Los agricul
tores eran un segundo sector dañado por esta contam inación, pero sus denuncias
no parecen, a la luz de la docum entación, que surtiesen efecto. H abían perdido
definitivam ente peso político, en una ciudad ya plenam ente industrial.
Tampoco se habían resuelto las carencias en infraestructuras viarias, espe
cialm ente graves en las poblaciones industriales. En B ocairent, algunos tram os
de la carretera Casas del C am pillo-V illena eran “poco m enos que instransitables
en algunos kilom étros por la falta de conservación”, pero ni el ayuntam iento ni
la Jefatura de Obras Públicas tenían suficiente liquidez como p ara reparar los tres
peores k iló m etro s.1472
1143
C u ad ro núm . 131
LO C A LID A D N° V IV IEN D A S
A gullent 25
R ugat 10
10 Para obreros (1947-
A lbaida
56 De ren ta lim itad a (1957)
A ielo de M alferit 48 VPO (1956)
48 VPO
B ocairent 56 O bra Sindical del H ogar
110 (1959)
Q u atretonda 50 VPO
M ontaverner 30
48+48+56 VPO
O ntinyent
10 F uncionarios
FUENTE: Elaboración propia.
1144
paternalista.
Esta búsqueda de legitim idad está presente a lo largo de su historia. Por un
parte, la persiguió a través de la prom ulgación de leyes que fueron construyendo
la base ju ríd ica de la d ictadura1478 por medio de los plebiscitos, y tam bién
m ediante el establecim iento de una serie de políticas de socialización y de asis
tencia social, m uchas veces sim ultáneas.
Como verem os, las políticas de socialización (escuela, un calendario fes
tivo basado en el sim bolism o falangista) y asistenciales de corte fascista (Frente
de Juventudes, Sección Fem enina, A uxilio Social) fueron un fracaso sin paliati
vos, debido a varias causas: la subordinación del Partido Ú nico al Estado, que le
conform aba como un grupo más del compromiso autoritario, condujo a unos pre
supuestos m uy m enguados; la debilidad del núcleo falangista, provocada por el
proceso de form ación de Falange Tradicionalista, derivó en un partido sin cua
dros políticos preparados y sin verdadera fuerza social; y, como aspecto más
sobresaliente, una guerra civil dolorosa, con episodios de violencia en la reta
guardia, añadidos a los obvios en el frente, y la represión, condujeron a una des
m ovilización p o lítica absoluta y al desprecio por la política, viniera de donde
viniera. La despolitización trajo consigo una cultura de la evasión que sólo bus
caba huir de la propaganda oficial y del dominio público de la Iglesia.
Por el contrario, la restauración de los privilegios de la Iglesia hizo que,
después de la derrota del Eje en la Segunda Guerra M undial, ésta m odelase una
serie de sím bolos, valores y rasgos asistenciales más efectivos que los falangis
tas. Suyo fue el control de la educación, en torno a los principios del nacional-
catolicism o, su calendario festivo se impuso sobre el falangista-franquista. Pero
siem pre se establecía y se m antenía la división de los españoles entre vencidos y
vencedores, entre afectos y desafectos, entre los católicos y los sin-D ios, entre
los españoles y la anti-España. La guerra civil, como factor legitim ador de la dic
tadura, fue constantem ente esgrim ida como punto central del consenso de la coa
lición contrarrevolucionaria.
1145
JONS. Los teóricos franquistas diseñaron el retorno a una “pedagogía española”
que giraba en torno a dos principios básicos: catolicism o y patriotism o. La escue
la fran q u ista fue em inentem ente católica, controlada por la Iglesia. P ara
A lejandro M ayordom o: “resulta evidente que la influencia y presencia de lo cató
lico se hace sentir en la orientación general del ám bito educativo, en el preciso
ajuste de la legislación escolar a la doctrina de la Iglesia y en la profunda
im pregnación religiosa que se alcanza en todas las actividades escolares de los
años de posguerra” .1480
Al m ism o tiem po, la “nueva” escuela tenía como segundo gran referente
el patriotism o, la forja de un “espíritu nacional”, 1481 la socialización del alum na
do en torno a la ideología de los vencedores de la guerra: disciplina, jerarquía y
obediencia. Categorías idealizadas que, según su im aginario, eran “virtudes
n acio n ales” atacadas por la pedagogía laica, racio n alista y liberal de la
R epública. La escuela fue durante la década de los cuarenta un laboratorio de
constante agitación nacional-católica.
Los valores y dogm as de la Iglesia prevalecieron. La socialización de la
juventud española se forjó alrededor de la Iglesia y no del falangism o, al contra
rio que en la A lem ania nazi o la Italia fascista, en las que sus respectivos estados
utilizaro n la escuela para el adoctrinam iento político de sus jóvenes en torno al
nacional-socialism o o el fascism o. Por tanto, en la España franquista se puede
hablar de una subsidiariedad del Estado respecto a la Iglesia en cuanto a la edu
cación. La p o lítica educativa del prim er franquism o evolucionó al com pás de la
correlación de fuerzas internas. H asta 1945 estuvo vigente la Ley M oyano de
1857, puesto que el borrador de la nueva Ley de Enseñanza P rim aria, redactada
por falangistas, se m antuvo sin aplicación, esperando el desenlace de la II G uerra
M undial. Cuando ésta term inó con la derrota del fascism o, se prom ulgó en 1945
una serie de m odificaciones a la antigua Ley M oyano, en la que se constata la
im pronta eclesiástica sobre el falangism o.
La enseñanza de la G eografía y la H istoria de España, incluidas curiosa
m ente en el bloque de las m aterias form adoras del “espíritu nacional” , se em ple
aron para legitim ar la dictadura personal del General Franco, así como al rég i
m en y su nacim iento m ediante una guerra civil. Esta política educativa presidió
la escuela española hasta los años sesenta, aunque a m ediados de los cincuenta
se asistió a reform as legislativas que ponían el énfasis en acentuar la lucha con
tra el analfabetism o, la form ación profesional y el desarrollo de la enseñanza
m edia universitaria.
C atólica, patriótica y tam bién profundam ente patriarcal y sexista. A trás
quedaban los esfuerzos republicanos, no siem pre com prendidos en la sociedad,
por la coeducación. La escuela franquista asum irá una diferenciación de género
por la que se fem inizaba la escuela, con lo que se asistió a una “ form ación dife
renciada de las m ujeres, potenciando los valores considerados desde la perspec
tiva genérica como fem eninos (...) De las distintas cualidades se derivan diferen
1480 MAYORDOMO, A.: “Aproximación a enfoques y tiempos de la política educativa”, op. cit., p. 13.
1481 VALLS, R.: “Ideología franquista y enseñanza de la historia en España, 1938-1953”, en FONTANA, J.
(ed.).: España bajo el franquismo, op. cit., pp. 230-245. GUINOT RODRÍGUEZ, E. (coord.).: “La Historia
Oficial 81939-1960), Saitabi, XXXII, 1997.
1146
tes funciones sociales y por ello la educación de las m ujeres debe ser contrapues
ta de m anera deliberada a la m asculina (...)” .1482 Como ha escrito Carm en
A gulló, los años cuarenta educaron a la m ujer española en “los cánones más
estricto s de la obed ien cia y el som etim iento (al p ad re, al m arido, al
C audillo)” .1483 A sí, la escuela del prim er franquism o separaba físicam ente (cuan
do era posible) a niños y niñas, a la vez que establecía una diferenciación de
género en cuanto a las m aterias im partidas.
La escuela del prim er franquism o, al menos hasta sus reform as de finales
de los cincuenta y principios de los sesenta, debía ser una avanzadilla del com
bate contra los valores laicos y racionalistas de la R epública derrotada. El alm a
naque escolar se dividió entre las fiestas de precepto de carácter religioso y las
conm em oraciones de signo político y de exaltación franquista. A lrededor de estas
festividades se organizaban conferencias “para enaltecer el espíritu patriótico y
cristiano” , principio y objetivo de la política educativa de la escuela franquista
de posguerra. El m aestro o m aestra debía explicar las lecciones de estas conm e
m oraciones y el alum no/a las copiaba en su cuaderno y las ilustraba con un dibu
jo. Si contam os los días que ocupaban en el calendario escolar, más las festivi
dades en las que la escuela perm anecía cerrada, poco tiem po quedaba para la
enseñanza de las m aterias básicas. En 1941, las conm em oraciones escolares se
anotan en el Cuadro núm. 132:
1147
C u ad ro núm . 132
1148
La crisis económ ica de la década de los cuarenta im pidió la co ntinuidad de
creación de in fraestru ctu ras educativas y a partir de la segunda p arte de los cin
cuenta com enzarían a abrirse de m anera significada nuevos ed ificio s escolares.
Pero tam poco se observaba una clara tendencia hacia la in v ersió n en la escolari-
zación y la lucha contra el ram pante analfabetism o, com o ocurrió en los años
rep ublicanos cuando los consistorios de una cierta entidad p o b lacio n al in crem en
taron sensiblem ente las partidas presupuestarias dedicadas a la escuela, (v.
C uadro núm . 133)
1149
C u ad ro núm . 134
P R E S U P U E S T O M U N IC IP A L D E O N T IN Y E N T D E S T IN A D O
A L A E D U C A C IÓ N . 1939-1942.
1150
que es bien cierto es que tam poco se preocuparon en destinar ni siquiera m ínim os
increm entos presupuestarios.
En las poblaciones que alojaban destacam entos m ilitares el curso escolar
no se reanudó hasta finales de 1939 o principios de 1940. Pero, el déficit de
escuelas persistió gravem ente hasta los años cincuenta. En 1946 se estim aba que
eran necesarias 95 escuelas en el Partido Judicial de A lbaida para cubrir el censo
electoral. F altaban escuelas en A tzen eta, A lbaida, B en iatjar, B en ico let,
B enigánim , B enissoda, B enissuera, B ufali, C astelló de R ugat, L lutxent,
M ontitxelvo, Pinet y Ráfol de S alem .1486 El Partido Judicial de O ntinyent p re
sentaba el digito más bajo de la provincia en cuanto al déficit de escuelas con tan
sólo n uev e.1487 La Junta Provincial de Ordenación Económ ico-Social planteaba
para el Plan Económico de 1947-1951 la necesidad de construir 28 escuelas en el
partido Judicial de A lbaida y otras nueve para Ontinyent. Según esta fuente
ambos partidos se situaban entre los m enos necesitados de construcciones esco
lares de la provincia. Una vez m ás, la idealización falangista-católica de la
comunidad cam pesina y del mundo rural hacía aguas, abandonando las necesida
des educativas de los pueblos.
Así, las condiciones de la escolarización eran verdaderam ente pésim as y
únicam ente m ejoraron, lentam ente, desde la segunda m itad de los años cincuen
ta. En B enissoda se anunciaba en ju lio de 1940 que los escolares no podían acu
dir por más tiem po al vetusto e insalubre caserón donde estaban alojados. Sin
suficientes construcciones, las escuelas estaban sobrepobladas hasta los seis
años. D esde esa edad hasta los doce la asistencia se norm alizaba, salvo en las
épocas claves del trabajo agrícola, para abandonarla posteriorm ente para trabajar
en el cam po, talleres o industrias. Esta tendencia histórica se reforzó en la p ri
mera posguerra, cuando la desastrosa situación económ ica forzó a los niños y
niñas a sum arse al m ercado de trabajo para aportar rentas a las econom ías fam i
liares que asegurasen la supervivencia.
En marzo de 1942 el absentism o en Ontinyent era inexistente en las escue
las privadas, excepto entre el grupo de párvulos, achacado más a problem as de
salud. Sin embargo, en la escuela pública, sin contabilizar a los párvulos, se des
granaba en un 8,57% de las alum nas de la Escuela U nitaria n° 1; en un 23,91%
en la de niños n° 3; un 33,54% entre las niñas y un 24,24% entre los niños del
Grupo Escolar “Luis Vives” y en un 23,6% en la Escuela M ixta “El Pía”, que
recogía a la población de las m asías.1488 En el Ráfol de Salem el absentism o
Pegó a tales extrem os en 1942 que el Ayuntamiento emitió un Bando para adver
tir que “ningún patrono adm ita en su em presa a ningún trabajador com prendido
en la edad escolar” .1489
1151
Si la situación en los pueblos pequeños era alarm ante debido a las caren
cias de los presupuestos m unicipales, en la ciudad del Clariano, la abundante
inm igración iniciada en los cincuenta m ultiplicó la problem ática escolar. El
nuevo ayuntam iento que tomó posesión en 1949 contem plaba entre sus proyectos
de futuro intensificar la lucha contra el analfabetism o, obligar la asistencia esco
lar y m ejorar la situación de los m aestros.
La atención prestada por la República hacia la dignificación laboral de los
m aestros y su renovación pedagógica se paralizó por com pleto. La vuelta a la
escuela tradicional española tam bién supuso la reinstauración del dicho decim o
nónico “pasar m ás ham bre que un m aestro de escuela”. Con unos em olum entos
ridículos y la escasa inversión en las viviendas destinadas a m aestros, la situa
ción profesional del m agisterio incidía aún más en el desastre educativo del fran
quism o durante los cuarenta. En agosto de 1943 las escuelas de Aielo de M alferit
tenían un déficit de dos m aestros, que no podían ejercer por la falta de viviendas,
y en O ntinyent, Ráfol de Salem, Salem y Terrateig las m alas condiciones de las
m ism as im pedían el establecim iento de m aestros. En la Pobla del Duc la escuela
estuvo cerrada durante dos m eses en 1944 ante la falta de asignación de m aes
tros, y en mayo de 1950 perm anecería cerrada para las niñas, al no destinarse
m aestra para relevar a la anterior.
D espués del proceso depurador a los docentes republicanos o izquierdistas
que habían soportado algún tipo de sanción o habían escapado de la m ism a por
sus influencias, sólo les quedaba la aceptación sin reservas y en silencio de los
tem arios y los sím bolos que exaltaban el nacional-catolicism o del prim er fran
quism o. Son los m aestros del “exilio interior” . Educadores que debieron sopor
tar los him nos y oraciones reglam entarias, y el control de su vida pública y p ri
vada. M aestros y m aestras que, obligados a desterrar sus ideales educativos, se
im pusieron sim plem ente la obligación de la asistencia diaria.
A los que habían escapado indem nes a la experiencia y no habían p artici
pado en la p o lítica republicana, bastó con el m iedo para m antener la cerrazón a
cualquier iniciativa, por nim ia que fuera, contraria a los fundam entos y valores
franquistas. Para los dos grupos estaba en juego el puesto de trabajo. Tampoco
faltaron los “ colaboracionistas” por convencim iento o por convencim iento, entu
siastas de las directrices pedagógicas e ideológicas de las autoridades educativas
franquistas. O tros, los posibilistas, los que se doblegaron para no rom perse,
aceptaron las “norm as establecidas pero m anteniendo un mínimo de dignidad
personal y tratando, cuando la situación es favorable, de recuperar iniciativas
interesantes desde el punto de vista pedagógico” .1490
A los m aestros depurados no les quedaba ni siquiera la salida de las clases
p riv ad as.1491 El franquism o, siem pre atento a la vida de los vencidos, tem ía la
1490 £ ste repaso a las actitudes del magisterio durante el franquismo ha sido tomado de AGULLÓ, M*. C. y
FERNÁNDEZ SORIA, J.M Maestros valencianos bajo el franquismo, op. cit, pp. 378-409. El entrecomi
llado en la p. 400. La imagen de “doblegarse para no romperse” en la p. 405.
1491 v. AGULLÓ, M*. C. y FERNÁNDEZ SORIA, J.M.: Maestros valencianos bajo elfranquismo, op. cit.,
pp. 389-394.
1152
propagación de ideas contrarias a sus valores a través de éstos. Una C ircular del
Gobierno Civil del 12 de junio de 1944 anunciaba a los ayuntam ientos de la p ro
vincia la obligación de investigar y clausurar las escuelas clandestinas regenta
das por m aestros que hubiesen sufrido alguna sanción por la Com isión de
D epuración. Se trataba de destruir posibles enseñanzas antifranquistas por parte
de los que buscaban en la fundación de escuelas privadas una m anera de ganarse
su sustento, arrebatado por la depuración del m agisterio que siguió a la victoria
franquista.1492
La persecución contra estos m aestros no cejó. Fue cambiando de im agen a
lo largo de sus años. Para el franquism o, el control de la enseñanza no adm itía
contestación posible. A finales de 1954, el G obernador Civil ordenaba clausurar
una escuela clandestina en A ielo de M alferit dirigida por Julián Juan M ompó,
después de la denuncia de un vecino, con este razonam iento:
1492 AMB, libro 13-1-1940/30-VI-1944, Libro de Actas, acta de 15-VI-1944. Se recoge un extracto de esta
Circular.
149^ AMAM, sig. 929/11, Expediente para cumplir una orden del Gobernador Civil para clausurar la escue
la clandestina del vecino D. Julián Juan Mompó, 8-XI-1954.
1494 v. AGULLÓ, M“. C. y FERNÁNDEZ SORIA, J.M Maestros valencianos bajo el jranquismo, op. cit.,
pp. 418-419.
1153
ca de Benigánim , el G obernador Civil Laporta Girón se ofrecía en septiem bre de
1951 a reconstruir las escuelas de las Herm anas de la C aridad y a sum inistrar el
m aterial escolar.1495 A finales de los cincuenta la Iglesia C atólica m antenía
escuelas y parvularios en las principales poblaciones: franciscanos en O ntinyent
(La Concepción), Capuchinas Terciarias de la Sagrada Fam ilia en l'O lleria y
M ontaverner; Cooperadoras de B etania (O ntinyent); Franciscanas Terciarias
(A ielo de M alferit); P au listas H ijas de la C aridad (B enigánim , A lbaida,
O ntinyent); Obreras de la Cruz (talleres, A lbaida); Herm anas de la Pureza de
M aría (trasladado de A gullent a O ntinyent); T rinitarias D escalzas (la Pobla del
Duc); y Carm elitas (C astelló de Rugat, instalado en 1958).1496
En el campo de la educación privada el Colegio La Concepción seguía des
tacando por su influencia socio-cultural supracom arcal. Adem ás, era el único
centro de enseñanza m edia de la com arca, puesto que hasta la década de los
sesenta no se construyeron y equiparon instalaciones (1963 en A lbaida y 1968 en
O ntinyent). Siem pre apoyado desde el ayuntam iento de O ntinyent, esta institu
ción sufragó el desalojo y rehabilitación del com plejo, tras haber sido destinado
a H ospital Internacional durante la guerra. A hora más que nunca el Colegio
representaba el sím bolo de la educación dedicada a la burguesía, desde los pre
supuestos ideológicos más conservadores y ultram ontanos, pero ahora con añadi
dos m ilitaristas (instrucción m ilitar) y ultranacionalistas (ejercicios de cantos
patrióticos y regionales).
La celebración de sus Bodas de Oro en mayo de 1945 sim bolizó su función
social y la am algam a de elem entos falangistas-católicos. A la efem éride acudie
ron el G obernador C ivil, el Jefe del F rente de Juventudes del D istrito
U niversitario, el Jefe Sindical del Sindicato del Papel, Prensa y A rtes G ráficas,
con su secretario particular, y el Obispo de Teruel. El acto, de claras connotacio
nes falangistas, se abrió con la inauguración de un m onum ento a los Caídos del
Colegio, prosiguió con un m itin desde el balcón del colegio que finalizó con el
Cara al S o l.1497 No faltaron los prem ios literarios, en los que aparecen las tem á
ticas falangistas-ultranacionalistas y católicas. La Sección V titulada “P oética” ,
dirigida por Lo Rat Penat, llevaba el lem a de “Pau i Be, al Peregri de A sis” ; la
Sección VII del G obernador Civil consistía en la “B iografía de un exalumno
Caído por Dios y por España” , y la XI, auspiciada por el Padre de la Iglesia de
San Francisco el G rande de M adrid, “Exalum nos destacados en los puestos de
dirección del E stado” .1498
Una segunda salida ante la incapacidad estatal para cubrir la escolariza-
ción infantil española, y aún m ás las enseñanzas m edias, eran las escuelas priva
da regentadas m uchas veces por m aestros depurados y, en ocasiones, ilegales, ya
que no contaban con los perm isos gubernativos correspondientes dado el pasado
político de sus titulares. En B ocairent im partían sus enseñanzas dos en 1943,
1154
cu atro en O ntinyent y una respectivam ente en B enigánim , la Pobla del D uc y
C astelló de R ugat. En 1952 A ielo de M alferit acogía dos academ ias p articu lares
p a ra p rep arar el acceso a la enseñanza m edia. A finales de 1950 A lbaida contaba
co n la academ ia Elias Tormo. Un Estudio Económ ico de 1953 h ab la de una
escu ela p riv ad a en A gullent y A ielo de M alferit resp ectiv am en te, cuatro re lig io
sas en O ntinyent, con una m atrícula de 700 n iños/niñas, y tres no relig io sas, con
2 10 alum nos.
En los años cincuenta, con el incip ien te desarrollo in d u strial, la su stitu
ció n tecn o ló g ica y sus necesidades de m ano de obra cu alificad a, las autoridades
fran q u istas in ten sificaro n las cam pañas de alfabetización n ecesarias para una
m ano de obra sin ningún tipo de cu alificació n ni instrucción, en la que esp e c ial
m en te el grupo escolar com prendido entre finales de los cu aren ta y p rin cip io s de
lo s cincuenta (12-14 años) presentaba las m ayores tasas de analfabetism o (v.
C uadro núm . 135).
EV O L U C IÓ N D EL AN A LFABETISM O EN LA PR O V IN C IA DE VALÉNCIA.
1940-1950.
1940 1950
M ujeres 28,46% 18,09%
H om bres 17,27% 9,54%
Total 23,16% 13,99%
FUENTE: AGULLÓ DÍAZ, Ma. C.: “A zul y rosa”: franquismo y educación fem enina”,
en MAYORDOMO, A. (coord.).: E studios sobre la p o lític a educativa durante e l fr a n
quism o, Universitat de Valencia, Valencia, 1999, pp. 243-303 (p. 289).
1499 CALZADO ALDARIA, A.: Agullent. Desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 164.
1500 AMB, C129, Junta Local de Primera Enseñanza, 10-VI-1955.
1155
O la política de sim ultanear el castigo con el prem io. En Benigánim (enero
1951) se obsequiaba con cuatro cartillas de ahorro, por parte del A yuntam iento,
al m ism o tiem po que “ severas penas” en su ataque contra el analfabetism o.1501
Estas m edidas coactivas parece que hicieron retroceder el analfabetism o a fina
les de los cincuenta (por ejem plo, en 1956 era del 13% en A gullent).1502 Sin
em bargo, como sucede habitualm ente con las estadísticas oficiales de la dictadu
ra, la prevención debe ser absoluta. Por ejem plo, el Inspector Jefe de G alicia
(Pedro C asellas) declaraba en 1964 “ a los m aestros de adultos de G alicia:
« S a b e m o s que no vais a hacer absolutam ente nada, pero la UNESCO nos exige
cifras, m andad c i f r a s » ” .1503
El absentism o constituía uno de los m ayores problem as, sobre todo en los
pueblos m ás grandes (v. Cuadro núm. 136). En 1954 se decía en O ntinyent que
“la realidad dem uesta que quedan m uchos niños en O nteniente sin ir a la escue
la” .1504 En A ielo de M alferit “hay tal absentism o que m uchas veces se hallan las
escuelas, poco menos que vacías, problem a éste al que no se le ve arreglo, más
que nada p o r egoísm o de los padres que prefieren explotar a sus hijos m andándo
les trabajos inadecuados o dejarles que vaguen por las calles sucios y desharra
pados” . 1505 En 1953 el porcentaje de asistencia en el Partido Judicial de A lbaida,
según fuentes oficiales, se cifraba en un 57,66% y en el de O ntinyent sobre un
56,76% .1506
1501LV, 12-1-1951.
1502 AMAG, sig. 89/7, Censo analfabetos 1956.
1503 FLECHA. R, et alii.: Dos siglos de educación de adultos en España, El Roure, Barcelona, 1988, p. 104,
tomado de BELTRÁN SALVADOR, J.: El sueño de la alfabetización. España, 1939-1989, Conselleria de
Cultura, Educación y Ciencia, Valencia, 1990, p. 107.
1504 LP, 19-IX-1954.
1505 AMAM, sig. 735, Plan Preparatorio de 1952, p. 12.
1506 a d p v , E. 19.6.1., Serie Fomento, caja 19, Estudio Económico del Distrito de Albaida, 1953; E. 19. 6.2.,
vol 3 y 4, Estudio Socio-Económico Geográfico del Distrito de Onteniente.
1156
C uad ro núm . 136
ÍN D IC E S DE A S IS T E N C IA E S C O L A R . 1953.
1157
Un texto del párroco de A gullent com pendia la valoración eclesiástica de
la función social de la escuela franquista. Unos tem arios ideologizados perm ití
an, teóricam ente, socializar a las nuevas generaciones de niños y niñas españoles
en los valores franquistas e integristas. Pero el absentism o escolar frustraba estos
planes, a la vez que sentaba las bases de un retorno de las ideologías vencidas en
los cam pos de batalla:
M e causan p en a honda cuando los veo a sus doce años, trabajando tantas
horas en el campo yendo detrás de un burro, detrás del ganado o dando
vueltas y más vueltas a la rueda de esparto (...) Ya empiezan a decir p a la
bras gordas, presum iendo de hombres (...) Y, alguno que otro va fu m a n d o
colillas y lleva dinero en el bolsillo e incluso se atreve a hacer alguna
visita al casino p a ra beber. Aprenden a odiar la sociedad que tan m al les
trata. A la sociedad tan desorganizada que les saca de la escuela, a la que
debieran ir un p a r de años o más. No me extrañan los revolucionarios de
acción. Salieron de esta cantera. Y lo extraño es que no salieran todavía
más con odio a los ricos y a los que disfrutan de otra clase de vida que la
de ellos. Y a mi mismo que tanto los am o. 1507
Los Planes Preparatorios y los Planes Trienales del ecuador de los cin
cuenta contem plan la necesidad de abrir nuevas escuelas o de construir viviendas
para los m aestros, proyectos que no em pezarían a hacerse efectivos hasta los ú lti
m os años de los 50 y los prim eros de los sesenta. En 1953 los m unicipios de
A lbaida, A lfarrasí, Benissoda y B enissuera necesitaban de dos escuelas unitarias;
B élgida dos unitarias y una de párvulos; G uadasséquies una unitaria de niñas y
una de párvulos; Castelló de Rugat, Llutxent, M ontaverner, M ontitxelvo y
Palom ar un grupo escolar, respectivam ente.
Los edificios escolares continuaban con sus problem as de falta de dota
ción y de condiciones pésim as de habitabilidad. En Castelló de Rugat los niños
acudían al colegio en el invierno de 1952-53 con brasero y apenas tenían m ate
rial escolar, m ientras que en B élgida se anunciaba que el curso escolar 1961-
1962 no se podría com enzar debido al m al estado de las instalaciones.1508
B ocairent, situada en la zona m ontañosa y, por tanto, con el m icroclim a m ás con
tinental, presentaba en 1956 unos edificios escolares desastrosos, m ientras que la
asistencia escolar se veía m erm ada considerablem ente por los efectos del frío, y,
seguram ente, por el necesario trabajo infantil para com plem entar los ingresos
fam iliares. Así describía la situación un concejal:
15°7 CASANOVA HERRERO, E.. “L’Agullent de la postguerra, a través de les « A le lu y a » de Josep Alba
(1941-1943”, op. cit.
1508 Castelló de Rugat en CALZADO ALDARIA, A.: “El primer franquisme, anys 40 i 50”, en W .AA.:
Castelló de Rugat. Memoria d ’un Poblé, op. cit., pp. 162-167 (p. 166). Para Bélgida AMBEL, libro 15-VI-
1957/15-VI-1960, Libro de Actas, acta de 15-VI-1960.
1158
(...) propone que se coloquen estufas en las escuelas graduadas, ya que en
los dias crudos de este invierno la asistencia era casi nula y los niños que
acudían llevaban botes conteniendo fu e g o para p o d er estar en la escuela.
Igualm ente propone que se arreglen todos los cristales que fa lta n asi
como ventanas y demas deficiencias. Igualm ente fo rm u la la petición de
periódicam ente y en las horas de clase los alguaciles den un recorrido p o r
la p o blación y anoten a todos los niños y niñas que se encuentren en la via
p ú b lica y que debían estar en aquellos m omentos en las escuelas (...).1509
1159
físico-quím ica a la agricultura, contabilidad y m atem áticas, y cultura general,
pero no faltaban “cultura nacional-sindicalista” y form ación religiosa.1513
La Escuela recogía una antigua idea expuesta durante la guerra, aunque
ahora bajo el paraguas ideológico falangista. Se concebía como un Patronato
constituido por representantes del mundo de la educación (privado y público), de
los m unicipios, sindicatos y patronal, además de las entidades o personas que
aportasen más de un 10% y estuviesen autorizados por el M inisterio. Como
vem os, respondía a las necesidades de los industriales de la localidad de garanti
zar un vivero de obreros especializados y. por supuesto, controlados y socializa
dos en la doctrina falangista.1514
En 1957 cam biaría su nom bre por el de San Juan Bosco patrono de las
Escuelas de Form ación Profesional. El nacional-catolicism o había triunfado
sobre el sector falangista de FET. El centro había crecido desde los 70 alumnos
del prim er año de su funcionam iento hasta los 210 de 1958. Por estos años se
había desprovisto de la program ación de los elem entos falangistas. Ahora se cur
saban m aterias centradas en los sectores de la m adera, el hierro, textil, contabi
lidad, legislación tributaria, m atem áticas, quím ica textil, ciencias fisicoquím icas,
dibujo, escultura y cultura general. Los cuatro cursos apenas eran term inados por
una m inoría, puesto que los alum nos se lanzaban al m ercado de trabajo. El cen
tro era m antenido m ayoritariam ente por la D elegación Local de Sindicatos, con
un apoyo reducido por parte del em presariado.1515
1160
Para G il-M anuel H ernández, la injerencia franquista sobre el universo de
la fiesta se efectuó bajo tres direcciones, “redefinición, reinvención e inven
ción” . Por una parte, la censura del régim en suprim ió las potencialidades trans-
gresoras de las fiestas en m ateria p olítica y sexual. Por otra, el discurso oficial
consistió en una m ezcla entre la integración interclasista que, al fin y al cabo,
caracterizaba las festividades, y el n acionalcatolicism o.1518 En la década de los
cuarenta estos elem entos que acom pañaron las cuatro décadas de la dictadura se
aderezaron con toques fascistas que casi nunca sobrevivieron en los años sesen
ta .1519 Por últim o, el franquism o inventó nuevos actos dentro de los program as
de fiestas, a la vez que elaboraba un calendario propio que term inó fracasando.
El caso m ás estudiado en el País Valenciano y de m ayor trascendencia
fuera de las fronteras valencianas son las F allas.1520 Las autoridades franquistas
alentaron y protegieron el mundo fallero (incluso por encim a de las reticencias
eclesiásticas cuando coincidían con la Cuaresm a), pero tam bién im pusieron una
severa censura sobre sus potencialidades críticas, ejerciendo el control del
m undo fallero. P ara Gil-M anuel H ernández, esta festividad fue utilizada para
desarrollar el valencianism o franquista, heredero del regionalism o valencianista
conservador de preguerra, por el que la cultura valenciana pasaba a “ofrendar
nuevas glorias a España” .1521 Inexistentes las fallas en la Valí d'A lbaida, la fes
tividad m ás enraizada eran los M oros y C ristianos (A gullent, A lbaida, Bocairent
y O ntinyent y, desde los cincuenta, en r o ile r ia ) .
Sobre ellas el franquism o abocó valores como tradición, catolicism o,
regionalism o y dosis de populism o (reparto extraordinario de racionam iento o
actos deportivos de m agnitud).1522 Esto es, los valores propios de la DRV de la
Valí d 'A lb aid a, con los añadidos correspondientes durante la posguerra del culto
carism ático a Franco y el discurso de FET, aunque este últim o fue progresiva
m ente abandonado. Aquí radica la diferencia con A lcoi. En esta ciudad, Falange
T radicionalista intentó captar apoyos sociales, en una ciudad industrial con un
pasado revolucionario, a través de esta fiesta tan enraizada. La hegem onía de la
izquierda y la fortaleza asociativa de las com parsas no dejaron filtrar por mucho
tiem po este proyecto falan g ista.1523 En O ntinyent prim ó el carácter católico
sobre el falangista, aunque los dos cam inaron paralelos durante los años cuarenta.
1161
Los prim eros M oros y C ristianos de O ntinyent de agosto de 1939 tropeza
ron con el “ am biente de tristeza y de sentim iento que parece se tenga interés en
que subsista, cuando debe ya desaparecer una vez term inada la guerra con la
V ictoria de las G loriosas armas N acionales”, según declaraba el concejal D aniel
Gil, presidente de la Sociedad de Festeros, encargada de organizar los festejos.
El concejal olvidaba que, si bien era m otivo de alegría la term inación de la gue
rra, m uchos ontiñentinos habían m uerto en la retaguardia y en los frentes, otros
estaban todavía en los cam pos de concentración, y los alimentos básicos ya
com enzaban a escasear. Por tanto, no era un m om ento muy propicio para celebrar
las fiestas, aunque pesó más el efecto de transm itir una sensación plena de n o r
m alidad sobre el “ am biente de tristeza” .
Pero ahora las bases de esta festividad eran muy distintas a la preguerra.
D esde la alcaldía se apuntó hacia una m ayor presencia del catolicism o, por enci
m a de las actividades puram ente festeras, coartadas por otra parte por obvios
problem as presupuestarios. Luis M ompó declaró en un pleno que “los propósitos
son de d ar un gran realce a los actos religiosos” en cuanto atañía al ayuntam ien
to, dejando los cívicos en función del “entusiasm o de los festeros”. 1524 El prim er
año de M oros y C ristianos de la posguerra contó con la presencia de los m ayores
jerarcas provinciales, un m étodo persistente para conseguir el favor adm inistra
tivo: alcalde de Valencia, general A randa, Rincón de A rellano (Jefe Provincial de
Falange) y D elegado Provincial de Abastos.
La refundación católica de la fiesta contó con una escenografía y una retó
rica fascista. Los niños que no habían podido com ulgar durante la contienda civil
lo hicieron durante estas fiestas en un gran acto de m asas. Fruto del m om ento,
algunos niños cam biaron los tradicionales vestidos de la prim era com unión por
el uniform e falangista, incluso con p istola de juguete. Las prim eras fiestas con
tem plaron en su prim er día un gran desfile falangista del D istrito de O ntinyent,
con la v isita de Rincón de A rellano.
El im aginario y el discurso de los vencedores prevalecieron en los prim e
ros años de posguerra. En 1941 se convocó a los ejércitos moro y cristiano en el
Puente Viejo de O ntinyent, desde donde, acom pañados por el Clero local,
A yuntam iento y Jerarquías de Falange, entonaron el Himno al Cristo de la
A gonía, m archando posteriorm ente hasta la C asa C onsistorial, donde se interpre
tó el Him no de O ntinyent y, desfilando por la Calle M ayor se dirigieron a la
Iglesia de San Carlos, lugar elegido para escuchar el Himno N acional. D espués
de la sim ulación de la derrota m usulm ana, todas las com parsas y bandas de m úsi
ca desfilaron por el centro de la ciudad hasta llegar a la Plaza de la C oncepción,
para hom enajear a la Cruz de los Caídos.
No faltó tam poco la expresión pública de la com penetración entre Falange
y Ejército. El desfile de las M ilicias de Falange term inó con la entrega de un b an
derín en señal de agradecim iento al 3o B atallón de Carros de la 55 D ivisión, in s
talada en la ciudad desde el fin de la guerra, y un banquete para las autoridades
m ilitares. Prohibidos los bailes “m odernos o agarrados” por la Iglesia C atólica y
por el fanatism o oscurantista del alcalde de O ntinyent, éstos fueron sustituidos
por bailes regionales.
1162
En este prim er año se instaurarían dos nuevos actos. El prim ero, la Fiesta
de la Caridad, en sustitución del tradicional Contrabando. Del jolgorio del
Contrabando se pasaba al populism o asistencial, por el que com ponentes de las
com parsas visitaban el H ogar de A uxilio Social y el H ospital B eneficencia.
A sistim os, pues, a un acto que sim bolizaba el carácter asistencial-benéfico que
se otorgaba a Falange en el organigram a franquista y que ha perdurado hasta
nuestros días. El segundo acto representaba la glorificación de la legitim ación
del franquism o, consistente en un desfile que finalizaba en la Cruz de ios Caídos.
A pesar de los deseos expresados por la Junta D irectiva de la Sociedad de
Festeros para que las fiestas de 1939 fuesen las m ás esplendidas y “ católicas” de
la historia, como medio para resarcirse de los tres años de guerra, encontraron en
la noticia de la form ación del Tribunal M ilitar y, por tanto, del principio de los
juicios, un contrapunto que restó aún m ás si cabe en aquella inm ediata posgue
rra, que tantos lutos contem plaba, la alegría por la paz y la prim era fiestas de
M oros y C ristian os.1525 Para Luis M ompó, las prim eras fiestas de M oros y
C ristianos del franquism o debían festejar el triunfo de las armas franquistas bajo
el patrocinio de la divinidad:
1525 Las fiestas de agosto de 1939 han sido extraídas de BERNABEU GALBIS, A.: “Cincuenta años de fies
tas”, Crónica d'Ontinyent, 40, 1989, pp. 22-25.
1526 proclama de Luis Mompó a los vecinos de Ontinyent para recaudar los fondos necesarios para la cele
bración de las fiestas de Moros y Cristianos. AMO, Expedientes Varios 1939, 28-VII-1939.
1527 LV, 22-VHI-1939.
1163
El m andato político-m ístico de Luis M ompó se caracterizó por un esfuer
zo para elaborar un cuerpo doctrinario que aunara catolicism o y falangism o en su
versión más próxim a a A rrese, traspasado al mundo festivo local. Su cosm ovisión
idealizaba las fiestas en una línea de falangism o ultracatólico, puesto que en la
fiesta se reunían “Dios y Patria, cruz y espada” , arropando el m edieval combate
entre cristianos-m usulm anes con una term inología falangista “Lucha, como la
vida, que es m ilicia, servicio y sacrificio, y, al fin, como ella debe ser, victoria” .
El alcalde resum ía las fiestas de 1940 como “la victoria de la fe sobre el m ate
rialism o”. 1528 El sim bolism o de la fiesta era m uy claro:
En 1946 Luis M ompó describía los M oros y Cristianos como las fiestas
“m ás patrióticas, de solera histórica-religiosa más profunda, y, a la vez, de más
sana alegría: las más castizas, las m ás garbosas, las de más luz, colorido y sale
ro, y las de más fe, esperanza optim ista y caridad fraterna que hayan podido
engendrar en abrazo de am or a la Patria y la R eligión (...) la síntesis adm irable
de nuestro pueblo, el exponente suprem o de su vida y cultura cívica y de su espi
ritualidad religiosa” . 1530 Las fiestas iban más allá de la pura alegría. Eran un
com pendio de valores eternos del catolicism o, del nacionalism o españolista y de
principios falangistas:
1164
F iestas de M oros y Cristianos de O ntinyent exponía en 1941 esta pretensión rig o
rista de vuelta al espíritu m edieval:
1165
este acoso. En B ocairent, donde los M oros y C ristianos eran una festividad v er
daderam ente popular, con un gran seguim iento, la falangización fue más tenue.
El 3 de noviem bre de 1940, el alcalde decidía que en las próxim as fiestas sería la
banda de m úsica de FET y de las JONS la encargada de tocar tras la im agen de
San Blas, en prejuicio de la tradición, que destinaba este privilegio a la banda de
m úsica que acom pañaba a la com parsa de los Españoletos. Pero unos días des
pués, el 24, el alcalde daba m archa atrás. Aunque se reforzaron considerablem en
te los aspectos religiosos: obligación de asistir a la M isa M ayor y a la procesión
de San Blas (diciem bre de 1942), o m ultas por no realizar la G uardia ante el
Santo C risto (febrero de 1943).1535
Las fiestas de la Virgen del Rem edio, patrona de A lbaida, celebradas
anualm ente durante el mes de octubre, estuvieron m onopolizadas, al menos para
1940-41, por la Jefatura Local. En am bos años se editó una revista de fiestas, con
el expresivo título de Cruzada, dirigida por Salvador Soler Pons. La revista, al
m argen de la clásica publicación del program a de actos festivos y religiosos, aco
gió artículos de falangistas locales y provinciales, clero parroquial y del erudito
Elias Tormo. Más que una revista de fiestas se la puede considerar como un órga
no de expresión escrita de la Jefatura falangista. De hecho, el típico saludo con
el que com ienzan las revistas de fiestas por parte del G obernador Civil o del
P residente de la D iputación Provincial, en Cruzada se sustituye por el Saludo de
Rincón de A rellano, Jefe Provincial de FET.
Las fiestas de 1941 tuvieron el protagonism o lúdico casi absoluto de la
Jefatura local: retretas de la B anda de Cornetas del Frente de Juventudes, acom
pañada p o r la B anda M unicipal, y festival deportivo organizado por la
D eleg ació n . La co n flu en cia en tre la devoción p a rtic u la rista , F alange
T radicionalista y la figura del dictador aparece en las páginas de los dos núm e
ros conservados. Así, se puede leer que la Virgen del Rem edio había protegido a
la “ espada invicta” de Francisco F ranco.1536
El franquism o fue socialm ente más efectivo cuando trató de utilizar las
festividades tradicionales que en la invención de un calendario propio con evi
dente influencia falangista. El calendario falangista no llegó a sobrevivir a los
años cuarenta, pasando desde ese m om ento a una esclerosis casi absoluta, en
parte porque ni los vencedores creían en él, en parte porque los vencidos lo
detestaban, al recordarles anualm ente quién había sido el inm isericorde vence
dor. Para D aniel Simeón, las fiestas oficiales adoptaron un “tint pal.lid i postís
que s'a n irá esm orteint conform e passe el tem ps per acabar sent form uláis com
una oració de ro sari” . 1537 A sí, en los cincuenta, el calendario franquista langui
decía entre discursos huecos y el escepticism o popular. No hem os encontrado
referencias en los cincuenta sobre el prim ero de octubre, día del C audillo, tan
rim bom bantes como la del año 1939, cuando el alcalde de O ntinyent invitó al
vecindario a engalanar las fachadas con colgaduras y luces.
1535 r e i g MOLINA, R.: “Un repaso por las actas (I)”, Llibre de les Festes de San Blai, 2003, pp. 124-129
(p. 124-125).
1536 Cruzada, octubre 1940.
1537 SIMEÓN RIERA, J. D.: "Impasible el ademán Franquismo i societat a una comunitat rural: Xábia
1939-1953, op. cit, p. 225.
1166
Esta evolución, que degradó las fiestas oficiales de la dictadura, se puede
seguir desde O ntinyent. El 1 de abril recordaba el victorioso fin de la guerra para
las arm as franquistas. La D elegación de Prensa y Propaganda de FET preparó un
program a de inspiración fascista para el prim er año de posguerra, con desfiles
del Ejército y de las m ilicias falangistas, un partido de fútbol entre ambos, una
proyección cinem atográfica, una m isa y una hoguera en la Erm ita de San
Esteban.
En 1942 estaba claro que el calendario oficial estaba subordinado al cató
lico y a las necesidades económ icas. Se trasladó la conm em oración al Sábado de
Gloria para evitar que concordase con el M iércoles Santo. En los años posterio
res, se cam bió frecuentem ente para no paralizar la industria. Con todo, da la
im presión que la población no se m ostraba dem asiado fervorosa ante esta festi
vidad, ni siquiera en los pequeños pueblos, en los que era más fácil presionar y
coaccionar. En 1939, la G estora del Ráfol de Salem tuvo que acudir al reparto de
m eriendas para los niños con el fin de que engrosaran la m anifestación del p ri
mero de abril.
El aniversario del fusilam iento de José Antonio Prim o de R ivera, o Día del
Dolor, era la principal conm em oración falangista y sobre la que volcó, al menos
en los cuarenta, su potencial m ovilizador, ocupando la vía pública con el recur
so a los repiques continuos de cam pana desde el am anecer, sus escolares portan
do banderas enlutadas hasta la Cruz de los Caídos, donde se leía el testam ento de
José A ntonio, las m isas de cam paña y los discursos oficiales. Pero m uy pronto se
puede observar que ésta era una fiesta artificiosa y que ni siquiera los falangis
tas la seguían con devoción, una consecuencia de la com posición heterogénea del
partido y de la casualidad funcional del carn é.1538 Ya en 1942, la Jefatura de
O ntinyent se vio obligada a “ordenar” a sus afiliados la asistencia a los actos o fi
ciales, facilitándoles el fervor con la concesión, por parte de las em presas, de
m edio jo rn al, sin recuperación p o sterior.1539 En noviem bre de 1949 Radio
O ntenien te re a liz a b a una em isión ex trao rd in aria de los actos del X III
A niversario.
Pero en estas celebraciones oficiales el pragm atism o superó al calendario
franquista. En ju lio de 1939, una fecha más proclive a desarrollar una paraferna-
lia bien estructurada alrededor de estas fiestas, dada la cercanía del final victo
rioso de la guerra, el luto por el tercer aniversario del “protom ártir” José Calvo
Sotelo, se saldó en O ntinyent con la autorización a las industrias para trabajar
íntegram ente y la declaración de inhábil para oficinas y com ercios.1540
1538 Un ejemplo del fracaso absoluto de estas festividades de exaltación franquista viene dado por la con
memoración del 20 de noviembre. En Alacant, ciudad en la que fue fusilado, terminó en mera rutina y ofi
cialismo, según Mónica Moreno, por la instrumentalización franquista de José Antonio, especialmente en los
primeros años de la posguerra, ante el temor de “eclipsar” al dictador”, v. MORENO SECO, M.: “La evolu
ción de un rito político: el 20 de noviembre en Alicante durante el franquismo”, en IV Encuentro de
Investigadores del Franquismo, op. cit., pp. 662-668.
1539 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1947, bando de 19-XI-1942.
1540 Ibídem, 12-VII-1939.
1167
La Fiesta de la Exaltación al Trabajo se celebraba el 18 de julio, conside
rado inhábil laboralm ente. En 1940 constaba de una M isa de Campaña, un desfi
le de obreros y, según norm as enviadas a los enlaces de Prensa y Propaganda y
Educación y D escanso de la CNS, “y para dar m ayor realce, cada em presa debe
rá llevar su pancarta alusiva al acto” . La fiesta tenía después una com ida de h er
m andad. En 1940 adquirió un tono m ás fascista, ya que la concentración se efec
tuó en la P laza de José A ntonio, donde se escucharon radiofónicam ente las con
signas em itidas desde M adrid, a lo que siguió un desfile, una com ida y un p arti
do de fú tb o l.1541
El 1 de noviem bre, día de la tradicional festividad de Todos los Santos, fue
señalada como la Fiesta de los C aíd os,1542 en una conveniente operación por la
que se unificaba un día con una especial sensibilidad para todos, por el recuerdo
hacia sus fam iliares y am igos m uertos, con una celebración em inentem ente ide-
ologizada y que m arcaba decisivam ente la división de los españoles entre v enci
dos y vencedores. D urante m uchos años, este día era organizado con cuidado por
las jefatu ras falangistas locales y, adem ás, el recurso al recuerdo se em pleaba
para reforzar sim bólicam ente la unidad de Falange, autoridades m unicipales y los
fam iliares de los asesinados. En general, el program a del día no difería en m ucho
del llevado a cabo en O ntinyent para el año de 1940. En el local de FET se con
centraron las O rganizaciones Juveniles, m ilitantes y adheridos “siendo obligato
ria la asistencia de riguroso uniform e” . Los afiliados a la Central N acional
S indicalista hacían lo m ism o ante su sede. A continuación se añadía la Sección
Fem enina, para m archar todos hacia la Cruz de los Caídos, en la que se celebra
ba una m isa con asistencia de fam iliares de los m uertos y autoridades. La
D elegada de la SF depositaba una corona, a lo que seguían los gritos e him nos
reglam entarios y, posteriorm ente, un desfile de la OOJJ y la C N S.1543
El espacio festivo valenciano sufrió otras transform aciones. N acieron nue
vas festividades en algunas poblaciones, como los M oros y C ristianos en
T O lleria (1954), con los que la aristocracia obrera vidriera patentizaba aún más
su separación con el resto de la población, todavía dedicada prim ordialm ente a la
agricultura. Se trataba de los trabajadores de la fábrica llam ada popularm ente “El
Tercio” . La fiesta creció posteriorm ente en otras fábricas, puesto que la única
condición para acceder a las com parsas era pertenecer al sector vidriero.
La castellanización im puesta por las autoridades franquistas tuvo grandes
sim ilitudes con los prim eros años de aplicación de los Decretos de N ueva Planta.
La más palpable m anifestación de esta agresión cultural fue la instauración de la
fiesta de San Isidro Labrador patrocinada desde las Herm andades de Labradores.
En B ocairent la Sección Fem enina organizó esta fiesta en 1942, m ientras que en
otras poblaciones, como A gullent, O ntinyent y la Pobla del Duc vivieron el naci
1168
m iento de este culto m esetario.1544 M ayor repercusión en el tiem po tuvo la indus
trialización, que com portó la desaparición de los cultos asociados a los trabajos
agrícolas, com o, por ejem plo, los Santos de la Piedra.
El discurso católico era más atrayente, cohesionador y con una recepción
más óptim a entre la población que en el nacional-sindicalista. Los prim eros años
de la posguerra se ocuparon en restaurar costum bres religiosas proscritas duran
te la guerra, com o, ejem plo entre otros, el particular empeño de Luis M ontes para
reanudar los G igantes y Cabezudos. Con ello, las autoridades franquistas se eri
gían como los valedores de la Iglesia Católica, del catolicism o y de las tradicio
nes interrum pidas por las destrucciones iconoclastas del período bélico.
La influencia católica determ inó transform aciones de m ás calado en el
calendario festivo y en el “vivido” . El Carnaval fue suprim ido. Esta m edida ya se
encontraba expuesta en los proyectos restauradores del catolicism o de preguerra,
que condenaba duram ente estos días de fiesta pródigos en alteraciones de la
m oral y en chanzas del devenir cotidiano de cada población. En casi todos los
pueblos y ciudades esta m edida determ inó su desaparición absoluta. También se
intentó devolver la vida a cultos ya perdidos, casi siem pre con resultados negati
vos. En O ntinyent se revitalizaron las devociones al m ártir Pedro de Verona y a
los santos de la Piedra Abdón y Senen, muy com unes en los pueblos agrícolas por
sus pretendidas cualidades protectoras de los efectos nocivos del granizo.
La exaltación de la tradición, del regionalism o conservador y del ultrana-
cionalism o castellano, con sus expresiones de religiosidad popular adornada con
aderezos del integrism o católico fueron, a la postre, las señas de identidad de la
fiesta franquista que obtuvieron m ayor pervivencia cronológica. Esta recupera
ción ideologizada conllevó el retorno de rasgos culturales que se estaban p er
diendo, como las danzas populares o las rondallas. M usicalm ente, prim aron los
ritm os considerados esencias españolas, como el pasodoble. H asta bien entrados
los cincuenta, todo program a festivo se com ponía de conciertos de la banda de
m úsica donde nunca faltaban los pasodobles, m úsica muy cultivada por su carác
ter español, frente a los ritm os anglosajones y estilos vilipendiados como ja z z ,
fo x -tr o t o sw ing. Estos ritm os que venían del exterior no tenían el beneplácito
eclesiástico y, como la época era propicia a la exaltación nacionalista, se institu
yó en varias poblaciones valencianas, como Ontinyent, la F iesta del Pasodoble,
que no se libraba de la vigilancia eclesiástica. En la Fiesta de 1947, el jurado
contaba con dos religiosos (un franciscano y un sacerdote).1545
El m undo festivo tam bién fue utilizado como un reclam o para atraer v isi
tantes relacionados con esferas de poder, para, de este m odo, según la concepción
jerárq u ica y voluntarista de la adm inistración franquista, conseguir subvencio
nes, tratos de favor en expedientes adm inistrativos abiertos para la construcción
de infraestructuras, y aum entos en el abastecim iento o en los cupos de m aterias
prim as para la industria. O ntinyent congregaba en sus fiestas de M oros y
C ristianos a los jerarcas franquistas provinciales más im portantes. Desde 1939
jerarcas de los órganos de poder provincial acudieron a O ntinyent estas fiestas.
1544 VV.AA.: La nit de les fogueretes d'Agullent, Generalitat Valenciana, Valéncia, 1994, p. 80.
1545 FERRERO TEROL, R.: Tiempo de Benimerines, op. cit., p. 27.
1169
En 1944 asistían Laporta G irón, Jefe Provincial del M ovim iento y Gobernador
Civil, Carlos Linares Subjefe Provincial, y Lam ata M ejía, D elegado Provincial
de Sindicatos. Y en 1947 Ramón Laporta Girón, G obernador Civil de Valencia,
visitaba la ciudad y condecoraba al alcalde de O ntinyent con la Orden de
Cisneros e inauguraba el Hogar de Falange.
A lbaida utilizó a la figura del pintor Segrelles, admirado por el dictador,
para el m ism o fin, en torno casi siem pre de sus fiestas de M oros y Cristianos. En
1941 acogieron a Planas de Tovar, a Rincón de A rellano y a todos los jefes loca
les de FET del distrito, que visitaron una exposición artística de Francisco
R idaura Vera, fam iliar de S egrelles.1546 Los pueblos más pequeños tam bién
siguieron esta estela, utilizando a cargos sindicales y adm inistrativos m enores,
como, en las fiestas de septiem bre de Otos, a la que fueron invitados Pérez
M artínez, Jefe Provincial de la Vid, y Berenguer González, secretario de
Educación y Descanso.
La fiesta era el escenario idóneo para la recuperación de la caridad p ú b li
ca por parte de las elites locales y de ejercitar el populism o institucional o falan
gista. La m agnificencia em presarial era una m uestra más de la hipocresía de una
casi m ayoría de em presarios, que acrecentaron de m anera significativa en el fran
quism o la explotación de sus obreros. En 1942 las em presas de O ntinyent dona
ban un día de salario para contribuir a los actos festeros de ese año. Una p rácti
ca m uy com ún, sobre todo en los años autárquicos, consistió en repartos extraor
dinarios de alim entos de prim era necesidad (aceite, harina, arroz) entre la pobla
ción, las com parsas de M oros y C ristianos y los m úsicos que acudían a sus fies
tas (a los que además se garantizaba el sum inistro de tabaco).1547
1170
Invencible aunque, al m enos en los partidos de ese verano, no hacía honor a su
nom bre, encadenando derrotas, con las consiguientes chanzas y burlas de los
espectadores de los campos que visitaba. Un redactor de Las Provincias dedicó
varios días a reclam ar que se cam biase tan triunfalista nom bre con la finalidad de
evitar m ayores conflictos en los campos de fútbol y dem andar a continuación,
según los principios del darw inism o deportivo, el fom ento de buenos equipos,
criticando la existencia de innum erables de m uy bajo n iv e l.1548
En Salem la Com isión Gestora pensaba que la fuente de la B arsilla, cons
truida en la R epública, era de un “estilo pobre y anticuado” y por ello, en medio
de la penuria generalizada, se encargó otra p ila y fuente “m ás m oderna, más ele
gante, más artística y...¡M as nacional!” .1549 Para term inar con este com pendio de
la ridiculez, la petición del corresponsal ontiñentino de Las Provincias: dar el
m ayor ornato posible a la Plaza del Caudillo ”para no dar lugar a com entarios
poco favorables de los innum erables forasteros que afluyen a las tradicionales
fiestas.” 1550
1171
güística se incluye en la im puesta sobre la sociedad desde la Iglesia Católica, el
Estado y la b u rguesía.1553
El uso m ás culto del valenciano se refugió en los Juegos Florales, certá
m enes literarios en los que la burguesía capitalina se erigía en sim bólico m ece
nas de la cultura oficial con un fuerte com ponente católico. Por ejem plo, el tem a
patrocinado por Lo Rat Penat en los Juegos Florales de A gullent en el Centenario
del N atalicio de San Vicente Ferrer, patrón de la población, hacía m ención a “La
m ejor poesía sobre la eficiacia de la lengua valenciana en labios de San Vicente
F errer” .1554 El m ístico Luis M ompó tam bién hizo sus pinitos literarios. En julio
de 1940 se presentaba a los Juegos Florales de Valencia con el tem a “La obedien
cia y confianza en los gobernadores m edios para inculcarla en el pueblo”.
El ultranacionalism o nucleado en torno a la lengua castellana y el antico
m unism o visceral son dos señas de identidad de las form as culturales franquis
ta s .1555 El castellano purista que defendía el ultranacionalism o español hacía
necesaria la extirpación de los añadidos extranjerizantes, otra situación que se
podía percibir cotidianam ente. Así se prom ovieron los cam bios de denom inación
de los locales de ocio, gastronom ía...U n ejem plo entre otros m uchos aparece en
1940 cuando el Odeón Cinem a de A lbaida pasó a Teatro Español, y en O ntinyent
el bar Royal pasaba a Bar España. El program a de la III Sesión Cultural de las
O breras de la Cruz sitas en A lbaida contaba con algunos de estos aspectos: una
conferencia sobre Lope de Rueda, una segunda sobre el “Estudio Político sobre
G ibraltar” , así como un estudio com parado entre las N avidades españolas, fran
cesas, alem anas y ru sas.1556 El anticom unism o om nipresente se observa en con
ferencias como la im partida por el profesor yugoslavo Eduardo (sic) Poblak en el
colegio La C oncepción, con el tem a de la opresión, en especial religiosa, detrás
del telón de acero .1557
El cultivo a las m anifestaciones culturales católicas com enzó a quebrarse
en el ecuador de los años cincuenta y la castellanización cultural dejó paso a la
am ericanización. La creciente influencia cultural norteam ericana se dejaba sen
tir en los pueblos de la com arca.1558 En este sentido, las dansaes, bailes popula
res considerados una expresión de cultura autóctona que aunaba tradición histó
rica y m oralidad católica integrista, fueron perdiendo protagonism o. La prensa se
fue llenando de preguntas al respecto: “¿Por que no se cultivan los herm osos b ai
les típicos?” (la Pobla del Duc, 1955),1559 o “el pueblo va continuando sus tradi
1553 £ i caso concreto de Llíria en ADRIA MONTOLIO, J.: “Notes sobre el control ideológic i la submissió
cultural durant la década deis quaranta”, Lauro, 4, 1989, pp. 83-95 y SIMEÓN RIERA, J.D.: “Reflexiones
sobre la ideología d'una classe dominant: la burguesía terratenient lliriana (1833-1965)”, Lauro, 6,1999, pp.
73-150.
1554 ¿P, 13 y 15-1-1950.
1555 Francisco Moreno subraya la “mediocridad” y “esperpento” de la cultura oficial franquista como sus
rasgos más sobresalientes, y el papel desempeñado por la omnipresente censura v. MORENO SÁEZ, F.:
“Educación y cultura en el franquismo”, op. cit., pp. 184-213.
1556 AMA, Libro de Crónicas, libro 1, años 1955-1959, 17-Ü-1957.
1557 LP, 3-IÜ-1957.
1558 Los límites de la renovación cultural de los años cincuenta en el monográfico de la revista Canelobre,
14/15,1989.
1559 LP, 6-Vm-1955.
1172
ciones frente a la vulgaridad de los bailes m odernos carentes de toda gracia”
(Bocairent, 1953).1560 Así en 1958 los veraneantes de C arrícola estaban abando
nando las dansaes por bailes alrededor de un p ic-u p , y en la Pobla del Duc (agos
to de 1959), un sacerdote recién ordenado fue hom enajeado con un “H ula-hula
artístico” .
La influencia del cine norteam ericano y de sus m odelos sociales se hizo
más evidente sobre la sociedad española. Una com parsa ontiñentina teatralizaba
a principios de los cincuenta una parodia de la m oda de los platillos volantes y
los m arcianos, que tan buenos frutos cinem atográficos aportó.1561 Pero tam bién
se abrieron los prim eros resquicios a la asfixiante cultura oficial con su censura.
1173
pequeña C arrícola, un dim inuto m unicipio que atraía todos los estíos a una num e
rosa colonia de veraneantes de la burguesía urbana, era glorificada desde las
páginas de la prensa provincial como “un verdadero paraíso” . En esta pretendida
A rcadia “No hay ocasiones ni peligros de vicio”, ya que no disponía ni de taber
na ni de salas de espéctaculos. El paraíso venía dado, adem ás, por la ausencia de
cualquier tipo de servicio como peluquería, tiendas, m édicos, farm acia, e inclu
so enterrador. Sin embargo, en este pueblo “ (...) todos los días, cada vez en una
casa, todos los vecinos se reúnen para rezar el rosario. Sencillez de una vida que
no ansia estruendos de m odernidades. Que se conform a con platicas con Dios
(...) No les extrañe que diga que en C arrícola podran encontrar la perfecta vida
bucólica. Si están cansados, les he señalado donde esta la paz” . 1563
A rtícu lo s de p rensa alababan estos aspectos: “ Pinos de V alencia” ;
“¿Playas o M onte? Para veranear” o “La com arca de A lbaida, zona ideal de vera
no” .1564 Con la repoblación forestal de la com arca se pensaba potenciar el inte
rés tu rístico del eje B élgida-Font F reda.1565 La form ación intelectual de Vicente
Badía fijó su atención en las posibilidades de la Valí para el fomento del turism o
histórico, en una línea de potenciación del patrim onio histórico, pero exenta de
la p arafern alia d escrita.1566
La burguesía urbana traspasaba a estos lugares sus m odos de vida. La
colonia del B alneario de Bellús celebraba unas pequeñas fiestas allí que im itaban
unas fiestas patronales características de cualquier pueblo, junto a otras más pro
pias de la capital provincial: por un lado, procesión y m isa en honor al Cristo de
la Salud y la Virgen del Consuelo, por otro, una verbena popular, una subasta
para cubrir la caridad de las dam as burguesas y una “flor natural” que debía ele
gir una reina de fiestas y sus dam as de honor.1567 Los balnearios vivían sus ú lti
mos años de gloria, anticipo del abandono de la hidrología m édica que hacía
necesaria la estancia en el balneario, encareciendo el tratam iento.1568 En el caso
de B ellús todavía conseguía atraer a una num erosa colonia, seguram ente favore
cida en los prim eros años de la posguerra por la elección de este B alneario por
parte del gobernador civil Planas de Tovar. Fontanars, no abandonó su condición
de eje del veraneo de “la m as rancia nobleza española” .1569
El diario Las Provincias cubría con el lenguaje grandilocuente e hiperbó
lico del m om ento las actividades de los veraneantes nom brados como “colonia
veraniega” : excursiones a la Font Freda o las m ontañas, partidos de fútbol, b ai
les o la consagración de algún día al santo de la población en la que veraneaban.
A finales de los cincuenta este turism o rural avant la lettre com enzaba a resque
1174
brajarse a favor de las playas, como ya se constataba en A lbaida en 1958. Los
valores estéticos de la burguesía capitalina recorrían la provincia al compás de la
am pliación de canales de inform ación (m ejora de la econom ía, del acceso a
m edios de com unicación o, sim plem ente, am pliación de las posibilidades de v ia
jar). Así, a finales de los cincuenta se com enzaría a instaurar la elección de Reina
de las fiestas y de su Corte de Honor, que, por supuesto, siem pre recaía en la hija
del alcalde o de alguno de los prohom bres de la población.
La visión idealizada del mundo cam pesino contrapuesto a la ciudad era
constantem ente loada desde el régim en, a pesar que la industrialización avanza
se lentam ente en algunas poblaciones. El alcalde de A gullent y Jefe Local llegó
a dejar escrito:
Raym ond Carr y Juan Pablo Fusi definieron la cultura del franquism o
como una “cultura de evasión” destinada a sustraer de la atención ciudadana la
m iseria m oral y económ ica.1571 Como cantaba C onchita Piquer, la cantante del
régimen:
^ 7® CALZADO ALDARIA, A.: Agullent. Desenvolupament económic i canvi social, op. cit., p. 98.
1571 CARR, R. y FUSI, J.P.: España, de la dictadura a la democracia, Planeta, Barcelona, 1979. El capítu
lo “La cultura de la evasión”, en las pp. 153-162 (p. 118). En general, podemos considerar dos períodos cul
turales durante el primer franquismo: el “silencio” de los cuarenta, caracterizado por el exilio de la intelec
tualidad, la verborrea imperialista del falangismo, y el cultivo de uno estilo alejados de la realidad social y la
“confusión” de los cincuenta, cuando se empezaron a plantear alternativas culturales con evidente influencia
europea. Para la cultura valenciana del franquismo, cfr. BALDÓ LACOMBA, M.: “La recerca de una cultu
ra moderna”, en W .AA.: Historia del País Valencia, op. cit., vol. V, pp. 340-410.
1572 VÁZQUEZ MONTALBÁN, M.: Crónica sentimental de España, De Bolsillo, Barcelona, 2002, p. 28.
1175
C astelló de Rugat, Q uatretonda y 1'O lleria (dos respectivam ente); tres salas de
cine proyectaban en B ocairent y seis en O ntinyent. La sem ana se llenaba de los
esperados pases. En Castelló de Rugat, a pesar de su m ediana entidad dem ográ
fica, se abría el cine los jueves, sábados y dom ingos, con pases vespertinos y
nocturnos en los dos últim os días. Para Pepe “ Sin discusión. El cine era la única
diversión. No había tele en las casas”. 1573
El cine siguió los derroteros propagandísticos del franquism o,1574 aunque
a los espectadores les interesaba más el cine de H ollyw ood que las obras de exal
tación b élica franquista y su cine religioso o h istó rico .1575 Program as com o el
ofrecido en beneficio de A uxilio Social de A lbaida siem pre consiguieron un
m enor reclam o que el llegado desde la M eca de los sueños: Liberación de Oviedo
p o r las tropas de F ranco , Gran B atalla de C ataluña, R evista N a va l en
Tarragona, todas ellas con innum erables fotogram as del dictador y finalm ente El
18 de ju lio y la Liberación de M adrid , 1576 En cambio el cine norteam ericano, en
especial el de “acción o el dram ita m elodram ático, para hacer llorar. A quello era
un valle de lagrim as, la sesión de “Los hijos de nadie”, em pezabas a oír snif, sn if
(...) Hubo siem pre preferencias por las películas am ericanas. Eran otra técnica de
cine, los m edios, los actores (...) La gente apreciaba la técnica am ericana
(...)” . 1577
En O ntinyent las sesiones cinem atográficas tuvieron que soportar el em ba
te de dos censuras: la estatal y la dirigida por una Junta M unicipal, creada ex pro
feso, que exponía los resultados finales de su integrism o, casi exclusivam ente
religioso, en la puerta de las iglesias de la ciudad con un cartel “No puede verse” .
En el clim a de posguerra de una ciudad de m ayoría antirrepublicana se entiende
que películas como Sin novedad en el A lcázar se m antuvieran hasta una sem ana
en cartel, con la asistencia obligada de los niños de las escu elas.1578
El teatro tuvo sus últim os m om entos de gloria antes de la aparición de la
televisión, tanto el representado por com pañías teatrales o en su variante de gru
pos de aficionados. En ambos casos fue un actividad cultural am pliam ente des
arrollada. La zarzuela, género aclam ado por su “españolidad” , pero que sin duda
1176
tenía una aceptación popular muy m arcada, fue profusam ente representada junto
a los sainetes, que reforzaban la subsidiariedad del valenciano respecto al caste
llan o ,1579 y el teatro religioso. O ntinyent era la única población que contaba con
una red de teatros consolidada. La hegem onía de la Iglesia en la ciudad del
Clariano determ inó la program ación teatral: autos sacram entales, dram as líricos,
obras de los autores más queridos del franquism o (M uñoz Seca, Pemán) y saine
tes en valenciano. Tampoco faltaron obras de autores locales en las que se esce
nificaban tem áticas referentes a la Guerra Civil como Otra Victoria, estrenada en
el Patronato de B ocairent, describiendo la vida de persecución de m iem bros del
Patronato durante la guerra.
El P atronato de la Juventud Obrera contaba con la colaboración continua
de aficionados, además de un libretista de la ciudad, José M aría O rtolá. Con una
platea de 425 butacas, se ofrecían obras basadas en los gustos populares y cató
licos, destinadas a un público nada exigente, pero que cum plían su papel propa
gandístico. A bundaron las obras del estilo de los herm anos Á lvarez Q uintero, las
zarzuelas, los sainetes valencianos (Nelo Bacora), los dram as bíblicos (El hijo
pródigo, Santa Casilda)', junto a obras de M uñoz Seca (E l verdugo de Sevilla o
La venganza de Don M endo); Pemán (Romeo y Julieta) o las com edias de
A m iches.
El catolicism o popular estuvo cubierto con “m ilagros” o el ciclo navideño
de los belenes, en los que no faltaba la sim bología franquista, ya que en estos
últim os el dem onio aparecía emulando en su lenguaje y actitudes a un anarquis
ta. Las obras propias de los autores locales estaban en la línea de la am bientación
de una A ndalucía plena de estereotipos (Curro M ontaña), o envueltas en el entor
no histórico de las Cruzadas, tem ática que enlazaba con el discurso franquista
(Santa Isa b el de H ungría), e incluso por influencia am ericana se llegaron a
representar westerns. El Patronato de la N iñez y el teatro del colegio La
C oncepción com pletaban este apartado, con una program ación muy sim ilar al
P atronato de la Juventud Católica. A cción C atólica controlaría el Centro
Parroquial de Santa M aría, pero sin variación al respecto.
Por el contrario, el Teatro Echegaray, edificio em blem ático del teatro onti-
ñentino, no alcanzó a construir una alternativa. Fue utilizado por la Falange para
algunas sesiones benéficas con destino a A uxilio Social o a los voluntarios de la
D ivisión A zul. Aquí encontram os casi los m ism os géneros que en el Patronato,
con la única salvedad de la calidad artística subyacente en el Tenorio de Z orrilla
y obras de C alderón y Lope de Vega. Las form as culturales falangistas basadas
en la m itología de la España Im perial, apenas se llevaron a escena. Las jóvenes
de la Sección Fem enina de O ntinyent estrenaban en el Patronato obras como
Isabel la C atólica o La Princesa de E b o liJ 580
1579 teatro valenciano en CORTÉS, S.: El teatre en la postguerra valenciana (1939-1962), Quadems 3 i
4, Valencia, 1997.
1580 ej teatro en Ontinyent se ha consultado BERNABEU GALBIS, A.: El teatre a Ontinyent, op. cit.,
pp. 32-86. La programación ontiñentina apenas difería de otras ciudades valencianas, v. FERRATER, C.: “El
teatre”, Canelobre, 31-32, 1995, pp. 178-192.
1177
En la pintura prim ó el retorno a rasgos culturales basados en la tradición,
donde im peraba el academ icism o y un neoclasicism o. A finales de los cincuenta,
Eustaquio Segrelles, sobrino del pintor Segrelles hablaba a Levante sobre las
“tendencias m odernas” en pintura: “francam ente las detesto; considero que es un
estilo exagerado que no da idea exacta de la im agen que está en la m ente del p in
tor. En otras palabras: no es pintura” .1581 A unque a finales de los cincuenta la
vanguardia pictórica llegó a la com arca de la mano de una E xposición de P intura
M oderna (O ntinyent, principios de ju nio de 1959).1582
D esde la segunda m itad de los cincuenta es patente la extensión de la
radiofonía gracias a la elevación de las rentas fam iliares. Sus program as m usica
les tenían un seguim iento popular m uy elevado. En junio de 1955 había censados
56 receptores de radio en M ontavem er, quince de los m ism os adquiridos ese
mism o año; en Benigánim se había pasado de los 57 de 1940 a los 102 de
1960.1583 La televisión tardaría en aparecer. En 1960 se docum enta la prim era en
A lbaida. La vitalidad periodística de la R epública dejó paso a una p rensa d iv id i
da, entre la prensa del M ovim iento (Levante y Jornada) o la independiente (Las
Provincias), pero som etida a la censura y a la exaltación de la dictadura.
C inem atógrafos e interiores de los casinos se habilitaron como salones de baile.
O rquestas locales am enizaban las tardes dom inicales. El baile fue otra de las
m ayores diversiones de los valldalbaidinos de la época, lugares en los que fo r
m alizaron futuros m atrim onios, siem pre bajo la vigilancia del cura párroco o de
las autoridades lo cales.1584
En el campo deportivo, tan sólo podem os englobar en este concepto de
“cultura de la evasión” al fútbol, especialm ente en el período que se in icia en
1947 y la “despolitización” coincidente con la pérdida de poder de Falange
T rad icio n alista.1585 El fútbol fue especialm ente cuidado durante el franquism o.
En este sentido, la dictadura franquista no se escapa a la atención preferente o to r
gada por las dictaduras de todo signo al mundo del deporte.1586
El fútbol fue el deporte por excelencia de los españoles de la época, arrin
conando poco a poco los deportes autóctonos como la pelota valenciana, m uy
practicado en los pueblos y que inició un retroceso en su popularidad. El balom
pié invadió el ocio de la posguerra. En los cuarenta, todavía en A gullent “ se
organizan partidas de pelota valenciana en la Calle M ayor” , pero “ahora se
em pieza a ju g ar al fútbol, lo que prom ete ser un espectáculo a corto p lazo ” . 1587
1178
Los presidentes de los clubes com arcales, casi siem pre m iem bros de las
oligarquías locales, utilizaron sus contactos provinciales y nacionales para difun
dir su poder en las com unidades, instrum entalizando el fútbol. Un buen ejem plo
viene dado por la inauguración a principios de 1951 del Estadio M unicipal de
O ntinyent, presidido por Patricio Simó, convertido en un acto de exaltación
deportiva-patriótica. Ese día el prim er teniente de alcalde José Simó estuvo rode
ado por sus ilustres invitados: José M oscardó, presentado como “ el héroe del
A lcázar de Toledo” y Jefe de la D elegación Nacional de D eportes, el Presidente
de la Federación N acional de Fútbol, el escritor W enceslao Fernández Flores; el
General Jefe de la Región A érea de Levante; Diego Salas Pombo, G obernador
Civil de Valencia; el Presidente de la A udiencia Territorial de Valencia y el Jefe
N acional de C ooperativas.1588
La com itiva recorrió el centro de la burguesía industrial, el C írculo
A grícola e Industrial, la Iglesia de Santa M aría, la fábrica de La Paduana, el fla
m ante Centro Secundario de Sanidad, para ser agasajados con un banquete en el
B alneario de la Salud (antiguo lugar de reunión de la DRV). Tras la interpreta
ción del Him no N acional y el Cara al Sol, el público asistente pudo disfrutar del
enfrentam iento del O nteniente C.F. y del V alencia.1589
El fútbol estim ulaba los sentim ientos locales y constituía una eficaz tera
pia escapista. D urante 1956 uno de los sucesos más com entados en O ntinyent
consistió en la destitución del presidente del O nteniente C.F., el industrial
Patricio Simó, y la dim isión posterior de su junta directiva tras los incidentes
acaecidos en el transcurso de un partido celebrado el 15 de abril contra el eterno
adversario, el A lcoyano. En medio de la m iseria, las glorias del balón, aunque
fuesen locales, eran popularm ente celebradas, como cuando en agosto de 1946 el
C.F. A lbaidense consiguió la Copa del Ayuntamiento de O ntinyent ante el m ism o
O nteniente y la fiesta inundó las calles de la ciudad.1590 Pero tam bién el fútbol
dilucidó áreas de influencia entre las asociaciones católicas y el Frente de
Juventudes. Recordem os que durante la República las juventudes de la DRV y de
las organizaciones seglares (A cción C atólica) habían prom ocionado insistente
m ente la p ráctica del balom pié. En junio de 1942 ya existía un club de fútbol en
O ntinyent dependiente de las Juventudes de la Acción Católica.
1179
directivos de las asociaciones eran objeto de inform es socio-políticos en los que
se consignaba su pasado político, si eran excautivos o excom batientes, m ilitantes
o adheridos a Falange Tradicionalista.
El tejido asociativo valenciano no se repuso del im pacto franquista hasta
finales de los cincuenta y principios de los sesenta. A pesar de que no abundan
los estudios sobre el tem a, las m onografías locales apuntan hacia este sentido.
Por ejem plo, entre 1939-1963 se fundaron sólo dos nuevas sociedades en
C atarroja, y la dos de carácter deportivo (cazadores-pescadores y colom biculto-
res), más una refundación de una asociación cu ltu ral.1591 Para el conjunto v alen
ciano, se legalizaron 290 asociaciones entre 1936-1964, el 3% de las asociacio
nes vivas en 1991.1592
El franquism o quería unas asociaciones que no fuesen políticam ente p eli
grosas, pero sobre todo que no fuesen m otivo de conflicto social ni de creación
de grupos de presión locales. El alcalde de O ntinyent recalcaba ante el
G obernador Civil aquellos puntos que definían estatutariam ente a la Sociedad de
Festeros: prohibición de todo tipo de actividad política, de discutir sobre p o líti
ca o religión, o de ofender a la m o ral.1593
A pesar de que este control del universo asociativo valenciano perduró
hasta los estertores de la dictadura, con un carácter más férreo en la década de
los cuarenta, Falange Tradicionalista perdió esta batalla. Un indicativo de los
lím ites de las propuestas totalitarias para abarcar y dirigir jerárquicam ente la
sociedad española. Las resistencias del asociacionism o fueron m uy fuertes y con
siguieron parcialm ente sobrevivir al ataque directo del falangism o. La fortaleza
del asociacionism o valenciano, no directam ente político, forzó al franquism o a
una transacción ante la im posibilidad de dom inarlo absolutam ente. En este sen
tido, las ansias totalitarias retrocedieron ante la pervivencia de sím bolos en la
sociedad civil. Al fin y al cabo, el objetivo prim ero del franquism o era perpetuar
se en el tiem po, incluso después de la m uerte del dictador.1594
El franquism o derogó la Ley de A sociaciones de la R epública, aunque
hasta 1962 no creó una ley alternativa, si bien el párrafo prim ero, A rtículo 16, del
Fuero de los Españoles reconocía la libertad de asociación. Pero hasta 1962 el
franquism o legisló sobre este tema. El 25 de enero de 1941 se publicaba un
Decreto que pretendía “suplir deficiencias y aclarar dudas suscitadas por textos
legales, como la Ley de 30 de ju nio de 1887, cuya vigencia em anaba de la
C onstitución de 1876” .1595 El D ecreto publicado en 1941 enm arca el proyecto
1591 GÓMEZ RODA, J.A.: Política i poder local, op. cit., p. 160.
1592 CUCÓ, J.: El Quotidiá ignorat. La trama associativa valenciana, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia,
1991, p. 35. Para Catalunya cfr. SANTACANA, C.: “La persisténcia de l'associacionisme”, en RIQUER, B.
de (dir.).: Historia, política, societat i cultura deis Paísos Catalans, vol. 10 “La llarga postguerra, 1939-
1960”, Enciclopédia Catalana, Barcelona, 1997, pp. 272-289 (pp. 272-276); del mismo autor Victoriosos i
derrotáis. El franquismo a l ’Hospitalet 1939-1951, op. cit, 226-237.
1593 AMO, Correspondencia 1941, 5-VI-1941.
1594 Esta idea en ADRIÁ MONTOLIO, J.J.: “Sobre la interacció entre el régim franquista i la societat civil:
política i bandes de música a la Lliria de la postguerra (1939-1953)”, en IVEncuentro de Investigadores del
Franquismo, op. cit., pp. 290-294.
1595 El entrecomillado está extraído del preámbulo a la Ley de Asociaciones del 24 de diciembre de 1964.
BOE, núm. 311, 28-XÜ-1964.
1180
falangista de suprim ir, sin dilación, el vigor de la sociedad española presente en
la riqueza aso ciativ a .1596 Con todo, no sería hasta el verano de 1943 cuando
Falange T radicionalista inició su verdadero asalto al universo asociativo valen
ciano. El nuevo G obernador Civil de Valencia, Ramón L aporta Girón, decidió la
aplicación inm ediata del D ecreto de 1941:
Las asociaciones más castigadas fueron las m usicales. Siem pre habían
constituido focos de alteración de la arm onía social en los pueblos, por sus dis
putas in tern as, in terso cietarias o con las instituciones locales, como los
A yuntam ientos, la Iglesia o fam ilias poderosas. En el caso de darse más de una
sociedad m usical en la m ism a población éstas siem pre se habían diferenciado por
la procedencia p o lítica de los m úsicos, aunque prácticam ente nunca habían esta
do adscritas a un partido político concreto.
Para el franquism o las bandas de m úsicas eran m uy proclives a construir
grupos de presión locales dirigidos por personas con prestigio, perm itían el sola-
pam iento de sim patizantes de las izquierdas y la reproducción de pugnas perso
nalistas o clientelistas, debido a la dem ocracia interna de que siem pre habían
hecho gala las so cied ad es m u sicales, como bien p e rc ib ía el alcalde de
Benigánim , pueblo que había contado con dos bandas enfrentadas secularm ente:
“esa especie de estigm a que parece pesar sobre las organizaciones regidas por
una estructura que pudiéram os llam ar de tipo popular (...)” . 1598 El objetivo de las
autoridades m unicipales era im pedir el retorno de las viejas rencillas entre ban
das, reyertas a m edio camino entre la pura divergencia intersocietaria y la diver
gente adscripción política. En definitiva, el franquismo quería im poner sus ideas
de una arm onía social idealizada que se pensaba había existido en el mundo
preindustrial, ju n to a las de jerarquía, y las más novedosas provenientes de
Falange en cuanto a traslación del fascism o europeo a España, de renacionaliza
ción de la sociedad en tom o a los postulados falangistas.
1596 e i aicance de este Decreto en CLARET MARTÍ, R: Las Asociaciones. Su régimen jurídico, Ed. Bosch,
Barcelona, 1941.
1591 Circular n° 5166 firmada el 20-IX-1943 y publicada el 23 del mismo mes. Boletín Oficial de la
Provincia de Valencia.
1598 AMBG, caja 133, Banda de Música 1939-1945, oficio del alcalde de Benigánim al Gobierno Civil de
Valencia, 9-VII-1949.
1181
Prim ero le llegó el turno a la norm alización. La proxim idad de muchas
bandas de m úsica a sus parroquias había originado la requisa de instrum entos o
el asalto, en el verano del 36, de sus sedes sociales en los casos de m ayor com
prom iso político. Tras la guerra, y recobrado el pulso de las fiestas de M oros y
C ristianos de A lcoi, lentam ente tornaron a refundarse la bandas de m úsica de
preguerra, aunque casi siem pre con otra denom inación. Al acabar la guerra en los
pueblos en los que existía más de un banda, casi siem pre una de tendencia dere
chista y otra republicana, se llevó a cabo, desde instancias m unicipales, la fusión
de am bas por orden del Gobierno Civil. Sin em bargo, las rém oras del pasado, la
fortaleza asociativa y la falangización pretendida, im pidieron las unificaciones.
La resolución de Planas de Tovar sobre el problem a de las bandas m usicales de
A lbaida no deja lugar a dudas sobre lo que se pretendía:
^ 9 9 AMA, Correspondencia Salidas 1939-1941, informe del 22-VI-1940, y resolución gubernativa del 28-
Vm-1939.
1600 AMA, libro 15, caja 6, Libro de Actas, acta de 4-VHI-1939.
1601 AMA, Correspondencia Salidas 1939-1941, Orden del 28-VHI-1939. Recogida en el Preámbulo del
Reglamento de la Sociedad Cultural “Ateneo Musical Maestro Torres”.
1182
dos por el alcalde de utilización política de la banda: “ sus partidarios, no cono
cedores del arte pero si de la p olítica” .1602 La unificación se com pletó pero sur
gieron problem as en el capítulo de concordar la disolución, la creación de una
nueva banda absorbiendo a las dos anteriores y los reglam entos.
La Prim itiva A lbaidense contem plaba en sus reglam entos la adopción de
un acuerdo entre sus m iem bros para repartir los activos y pasivos de la form a que
considerasen oportuna. “Su actitud solapada”, según el alcalde, estaba causando
los m ayores problem as. El franquism o chocaba de frente con el asociacionism o
valenciano. Por un lado, los derechos de los m úsicos, contem plados en sus regla
m entos, propietarios del instrum ental, bienes m uebles e inm uebles de la socie
dad; por otro, el intervencionism o jerárquico del franquism o. Así las cosas, en
junio de 1940, el alcalde dem andaba al G obernador C ivil la disolución m ediante
decreto de las dos bandas, la transm isión de sus bienes a la Banda M unicipal y
del líquido al H ospital Beneficencia, y recom endaba la dirección del proceso a
una Com isión G estora com puesta por el Jefe de Falange, el Delegado Local
Sindical, el Com andante de Puesto de la G uardia Civil, el Juez M unicipal y el
alcalde. De esta m anera, el alcalde pretendía frenar desde un principio la crea
ción de facciones políticas escudadas en las b an d as.1603 Adem ás, la banda pasa
ba a estar controlada directam ente por el ayuntam iento, a través de la dependen
cia económ ica.1604 La nueva Banda M unicipal se integraba en el A teneo M usical
M aestro Torres. La Jefatura local controlaba la banda de m úsica, puesto que la
directiva del A teneo tenía cinco falangistas docum entados entre los seis directi
vos.
En septiem bre los dos directores de las disueltas bandas dirigían a los 46
m úsicos de la C orporación artística de Santa Cecilia. Su Reglam ento y prim era
Junta D irectiva funcionaban ya a finales de noviem bre de 1940. Sin em bargo, la
unión de m úsicos de dos bandas enfrentadas a lo largo del prim er tercio del siglo
XX, tanto por m otivos políticos como m úsico-asociativos, derivó en la total des
organización en 1946 y su d isolución.1605
En Benigánim la prim era gestora de la posguerra disolvió las dos bandas
para form ar una sola (la Sociedad Instructiva M usical), con un aporte m unicipal
de 3.000 pesetas. El 75% de los m úsicos de la Sociedad Instructiva eran afiliados
a FET y, según el alcalde, estaba “controlada por Falange” .1606 Pero el proyecto
unificador fracasó a los pocos años. En 1944, el alcalde reorganizó la banda
puesto que “estaba m anejada por un grupo de seis o siete m úsicos que siendo más
caciques que sus antecesores políticos de otras épocas, la llevaban al hundim ien
to total en beneficio de una m inoría insignificante” y habían vuelto “los grupos
políticos de antaño y sem braron el m alestar en la Sociedad y en la Banda
(...) ” .1607
1602 AMA, Correspondencia Salidas 1939-1941, informe del alcalde al Gobernador Civil. 22-VI-1940.
1603 Ibídem.
1604 AMA, libro 15, caja 7, Libro de Actas, acta de 4-VIII-1939.
1605 AMBG, Caja 133, Banda de Música 1939-1944.
1606 AMBG, C 639, Informes Municipales, informe de 6-6-1944.
1607 ibídem, informe de 29-V-1944.
1183
La descom posición interna llegó a tal extrem o que la Sociedad Instructiva
se negó a intervenir por desavenencias económ icas en los actos oficiales del p ro
pio ayuntam iento, los de Falange o los religiosos. La quiebra económ ica d e te r
minó la proposición de su disolución y la integración del instrum ental en una
B anda M unicipal encuadrada en el Frente de Juventudes. Pero el problem a p e r
sistía en 1949. A pesar de la subvención m unicipal de 7.000 ptas. la banda se
encontraba en bancarrota económ ica y afectada por problem as internos. Después
de la Junta D irectiva y de los “frecuentes altercados y reyertas”, el alcalde in te r
vino para frenar esta espiral, nom brando una nueva d irectiv a.1608
La intervención directa de Falange T radicionalista sobre las bandas de
m úsica inten ta introducir el poderoso asociacionism o valenciano entre sus filas,
creando de esta m anera una base social propia. Por ello fue corriente que FET
crease sus propias bandas de m úsica o que reconvirtiera las antiguas bandas en
otras falangistas. La coexistencia entre la m úsica Nova (obreros izquierdistas) y
Vella de B ocairent term inó en la posguerra. Entre 1942-1947 la banda de
B ocairent pasaría a ser denom inada Banda de FET y de las JONS, equipada con
uniform e falan g ista.1609
La fagocitación falangista tam bién fracasó por cuestiones de oposición
antifalangista. La longeva tradición m usical de la m úsica de banda en O ntinyent
había desaparecido al com ienzo de la R epública. El alcalde Luis Mompó im pul
só la form ación de una banda adscrita a FET que recogía una indum entaria falan
gista, con “sahariana con escudo falangista, cam isa, cinto y boina encarnada”,
que m olestaba a algunos m úsicos. Para dar realce a la nueva banda se concerta
ron en enero de 1944 los servicios de director al célebre m úsico valenciano
M iguel A sensi. La asim ilación de la banda a la Jefatura Local que controlaba las
Juntas D irectivas, conllevó que “poco a poco algunos m úsicos em pezaron a aban
donar la b anda”, obligando a la supresión de la escenografía falangista, coinci
diendo con la derrota nazi-fascista. Con todo la banda todavía actuaría en un acto
propagandístico del Colegio de la C oncepción el 8 de mayo de 1945, con obras
de B eethoven, W agner, W eber y G uridi, con la coincidencia, no sabem os si bus
cada, de que ese m ism o.día, con el telón de fondo del filonazi Wagner, era tom a
do Berlín.
La desfalangización de la banda de O ntinyent se produciría en 1946 con la
constitución de la Sociedad U nión A rtística M usical, en recuerdo de las dos ban
das clásicas de la ciudad, La U nión y La A rtística, m étodo para destruir una posi
ble instrum entación de la dualidad asociativa con fines de construcción de fide
lidades personales o p o lítica s.1610 La política m unicipal respecto a esta banda
cam bió radicalm ente tras el fracaso de la falangización. Se abrió una escuela de
educandos, con la finalidad de que su introducción en la banda apartase a los vie
1184
jo s m úsicos, que al parecer no todos com ulgaban con el credo falangista.1611 En
agosto de 1953 se disolvía la Unión A rtística M usical de O ntinyent ante la falta
de apoyo de las autoridades m unicipales, pero sobre todo por las disensiones
internas entre los m úsicos izquierdistas, que repudiaban los residuos falangis
ta s .1612 La Iglesia im pulsó el resurgim iento de otras bandas, como en Llutxent
(1945).
En algunos casos estas bandas constituían los únicos espacios no directa
m ente controlados por la Iglesia o por Falange Tradicionalista. Por ejem plo, en
la pequeña B eniatjar, la Sociedad M usical había abierto en 1942 un pequeño café
donde reunirse, adem ás de realizar veladas teatrales o cuadros artístico s.1613
M uchos m úsicos aceptaron, aunque fuera de mal grado, introducirse o depender
de Falange T radicionalista como m edio de asegurar la continuidad económ ica de
sus bandas. La m erecida fam a de algunas garantizó su independencia, como la
banda del Ráfol de Salem, subvencionada en 1940 por la Com pañía C ifesa.1614
El resto del asociacionism o valenciano sufrió igualm ente el acoso falan
gista. El C írculo Liberal de O ntinyent, que durante el sexenio republicano se
había transform ado en el Casino Republicano, pasó a ser el A teneo de FET y de
las JONS (curiosa denom inación de rem iniscencias librepensadoras). El sistem a
elegido fue la cesión del em préstito del Círculo a FET, m ediante una Com isión
G estora form ada, en parte, por republicanos blasquistas que habían oscilado en
febrero de 1936 hacia la DRV y durante la guerra se habían transform ado en fer
vientes franquistas después de verse afectados por las incautaciones y colectivi
dades.1615 Tam bién Falange intentó construir espacios de sociabilidad propios. El
Hogar Rural de FET de O ntinyent, inaugurado en 1947, contaba con un salón de
m úsica y otro de juegos.
El m undo del deporte fue objeto de una especial dedicación falangista,
m ediante la organización de cam peonatos de fútbol o el sostenim iento de campos
de fútbol y de tenis, como sucedía en Ontinyent. La C ircular n° 5166 publicada
en el Boletín O ficial del Estado, con fecha 23 de septiem bre de 1943, ordenaba
la rem isión de las Juntas D irectivas de las sociedades de cada población. De esta
m anera sabem os que la Federación Provincial de Caza de Valencia se encontraba
por esas fechas “ afecta” a Falange Tradicionalista. En octubre de 1943 el Club
D eportivo de A lbaida y la A sociación de Cazadores tenían su sede en el edificio
de la Jefatura y sus directivas estaban com puestas por falangistas, aunque no de
m anera m ayoritaria. La Sociedad Colom bófila tam poco se libró del control de
F alange.1616 H acia 1943 Falange Tradicionalista de O ntinyent había copado el
asociacionism o de la ciudad, excepto la Sociedad de Festeros, m ás ligada al con
1611 Extraído de GIL PENADÉS, J. V. y REIG SARRIÓ, R.: 1946-1996 Sociedad Unión Artística Musical
de Ontinyent. Su historia, Caixa d'Estalvis d'Ontinyent, Ontinyent, 1996, pp. 27-49.
1612 LPt 9-VUI-1953.
1613 RUIZ MONRABAL, V.: Historia de las Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana. Les ban-
des de Música i la seua Federado, op. cit., vol. II, pp. 506-507.
1614 ibídem, p. 551.
1615 Secretaria. Expedientes Varios 1939.
1616 AMA, Caja Varios 1943.
1185
servadurism o social y al catolicism o. La Sociedad D eportiva era calificada como
“afecta” a Falange, y la Sociedad de C olum bicultura O nteniense se encuadraba
en la D elegación de D eportes de FET.
La destrucción del vital tejido social valenciano y los principios franquis
tas de dom inio sobre el m undo asociativo tienen su reflejo estadístico. Los
Libros Registro de A sociaciones del Gobierno Civil de V alencia y el Anuario
B ailly-B ailliére sólo recogen hasta la década de los cincuenta bandas de música,
sociedades colom bófilas o de cazadores, clubes de fútbol o las ram as sindicales,
como herm andades, grupos de colonización, etc... Una excepción en este m aras
mo fue la A grupación Local de Escritores y A rtistas de O ntinyent (1944), de b ar
niz cultural. Como se puede apreciar de la relación de asociaciones que sobrevi
vieron a la guadaña falangista-franquista, la política estaba excluida.
D estruidos y controlados los espacios de la sociabilidad form al, los infor
m ales preocuparon de igual m odo al franquism o, siem pre vigilante. Eran lugares
casi exclusivam ente m asculinos, donde, al lado de un vaso de vino o de aguar
diente, los hom bres com entaban sus preocupaciones diarias, laborales y la vida
po lítica local e internacional. En los pueblos, estas tabernas y cafés reunían a una
serie de fieles clientes que, en m uchos casos, coincidían en sus afinidades polí
ticas. El control sobre estos establecim ientos privaba a los ciudadanos de su
tiem po de ocio, en especial a los vencidos. Una cerrada atm ósfera los rodeó, sin
escapatoria posible.
A Justo M orant, fundador del Partido C om unista de la Pobla del Duc, se le
denegaba el 25 de mayo de 1939 la reapertura de su taberna por su pasado polí
tico y por el peligro social que podía suponer como lugar de reunión de republi
canos y porque “ sería peligroso para el orden público” .1617 Suerte sim ilar tuvo el
Café B ar de la Plaza de José A ntonio en O ntinyent, cuando pidió en m arzo de
1940 su reapertura, denegada por m otivos de orden p ú b lico .1618 Cuando Ismael
A lborch, un antiguo ugetista, cursó una petición para organizar un baile en
C astelló de Rugat, el alcalde le previno que la suspensión del local podía venir
en cualquier m om ento y por cualquier causa.1619
En 1947, después de dos años sin celebrarse la C abalgata de los Reyes
M agos de O ntinyent, tres jóvenes estudiantes de bachillerato del colegio La
Concepción, todos de buena fam ilia, decidieron vestirse de Reyes M agos y salir
por las calles de la ciudad. La in iciativa particular no agradó a las autoridades,
m olestos por no m onopolizar un espacio que debía ser ocupado (pero que no lo
era) por el ayuntam iento, y los tres jóvenes term inaron en el calabozo m unici
p a l.1620
1186
4.6.5.1. £1 n acim ien to de u n nuevo asociacionism o. Los años cin cu en ta.
1621 CALZADO ALDARIA, A.: La Unió Musical de la Pobla del Duc 1903-2003, op. cit., p. 88.
1622 SORIANO BESSÓ, J.M. y FERRER GUZMÁN, V.: “Alaquás. La resistencia del franquisme“,
Quadems d 'Investigado d ’Alaquás, vol XX, 2001, pp. 55-67.
1623 r u i z MONRABAL, V.: Historia de las Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana, op. cit.,
vol. 2.
1187
P icasent antes pasaron a ser Bandas de Falange T radicionalista y de las
JO N S .1623
Pero, a m itad de los cincuenta se crearon en algunos de estos pueblos n u e
vas bandas, que com petían con las oficiales de Educación y D escanso. De esta
m anera en la Pobla del Duc se había fundado en 1952 la Instructiva M usical La
Palm a y en A lbaida, el mismo año, encontram os el Círculo M usical A lbaidense y
la U nión M usical A lbaidense. En 1950 nacía en Castelló de R ugat la Sociedad
A rtístico-M usical Benicadell y en M ontaverner daba sus prim eros pasos la
A grupación M usical (1954).
Tenemos que esperar hasta los cincuenta para que renazcan antiguas socie
dades o se funden otras exnovo. El despertar social al largo letargo de los cua
renta está bien presente en la década de los cincuenta, cuando las nuevas asocia
ciones escapaban de los lazos falangistas, aunque sus directivas continuasen bajo
v ig ilan cia.1624 En A lbaida aparecería el Círculo M usical y el Círculo Segrelles,
con la finalidad de convertirse en el Centro Cultural de la ciudad. En 1956 sur
gía en Benigánim la Peña del Levante (1956) con un presidente que era a la vez
el D elegado Sindical. Esta asociación, que contaba con 107 socios en 1957, era
más que una reunión de aficionados a este equipo de fútbol. En el local de la peña
se podía leer prensa, revistas, y se tenía en proyecto celebrar ciclos de conferen
cia, excursiones e instalar una discoteca.
En O ntinyent nacía en 1954 el Centro E xcursionista Fontinent, vivero de
actuales cuadros de la izquierda. El Centro E xcursionista representaba un autén
tico oasis cultural en la ciudad del Clariano para aislarse de la m achacona propa
ganda oficial franquista y de la Iglesia. Entre las actividades desarrolladas en
1955 encontram os acam padas, divulgación científica, espeleología, esperanto y
filatelia. Com puesto por 50 socios, más ochos m enores de 18 años había y cinco
socios fem eninos, con lo cual se configuraba como una entidad cultural m ixta
alejada de la estricta división de géneros de la Iglesia y el falangism o. Los indus
triales José Simo y Otón Fite fundaban en 1951 el exclusivo C írculo Industrial y
A grícola, típico casino y lugar de encuentro de la elite económ ico. Y en 1954
nacía la Peña A jedrecista, instalada en el este C írculo burgués.
Los estertores de los años cincuenta presenciaron el auge de cierta contes
tación social al franquism o presente en el inconform ism o (inocente políticam en
te) de la ju v entud aprisionada en la intolerancia nacional-católica que ingresó en
la Vespa-Club (1959-1960) y en el interés por la cultura europea del Cine-Forum
de O ntinyent.1625
1624 Los cambios en el asociacionismo en la década de los cincuenta en GÓMEZ RODA, J.A.: Política i
poder local, op. cit., pp. 158-161.
1625 información extraída de la serie Correspondencia, de diversos informes municipales, artículos periodís
ticos y los LRAGC.
1188
4.6.6. Sím bolos fra n q u is ta s co tid ian o s. P o rtav o ces d ia rio s de la d ic ta d u ra .
1626 SANCHEZ RECIO, G MORENO FONSERET, R y SEVILLANO CALERO, F.: Estudios sobre el
franquismo en la provincia de Alicante. Poder político, actitudes económicas y opinión, op. cit., el capítulo
“Propaganda y opinión en Alicante durante el primer franquismo”, pp. 89-105 (pp. 89-93).
1627 CASANOVA HERRERO, E.: “Agullent a través de les actes municipals durant 1936-1939”, op. cit. p.
107.
1628 AMB, libro 13-1-1940/30-VI-1944, Libro de Actas, acta de 8-XI-1941.
1189
del Sr. A rcipreste la supresión de letreros abusivos a partidos m arxistas en la
Iglesia de San Francisco” .1629
La M archa Real, los him nos oficiales del M ovim iento e incluso los bole
tines de inform ación general eran los rectores que pretendían socializar a los
españoles de la posguerra en la sim bología franquista. Llam a poderosam ente la
atención la preocupación por parte de las autoridades para que todos ellos fuesen
seguidos por la población, según las norm ativas vigentes, puesto que constituían
grandes “señales identificadoras” con el régim en. Los falangistas de la Pobla del
Duc se ufanaban en enero de 1940 de haber logrado que “en los espectáculos
públicos se ejecutase el him no nacional y que se escuche por el publico, brazo en
alto (...)” . 1630 La vertiente propagandística, pero tam bién de obligatoriedad,
llegó a tal extrem o en O ntinyent que un edil solicitó al pleno la prohibición del
funcionam iento de un altavoz instalado en los colum pios de una céntrica plaza
m ientras radiasen las em isiones oficiales, puesto que im pedía oír las noticias y
los him nos o fic ia les.1631
Las inauguraciones de obras públicas eran em pleadas siem pre desde un
punto de vista propagandístico. Eran ocasiones en las que gran parte del vecin
dario acudía al acto y, en este sentido, el discurso franquista podía llegar a un
m ayor núm ero de personas que la prensa, radio o las actividades culturales. Los
jerarcas del régim en difundían en el cuerpo social la labor reconstructora de la
dictadura, el culto a la personalidad de Franco, al mismo nivel que se planteaba
el referente de la guerra civil como iniciador del régim en, ya que una parte con
siderable de las obras públicas se inauguran él 18 de julio.
En el discurso que el alcalde de B ocairent tenía preparado para leer ante
el G obernador Civil el día de la inauguración del Puente de San Blas (1950) se
agradecía a Francisco Cerdá Reig, presidente de la D iputación de Valencia, su
intervención en los trám ites, recordando que “sangre de su sangre corrió en horas
nefastas de la revolución con la de nuestros herm anos, hijos o padres y el nom
bre de su preclaro herm ano figura en la lista del m artirologio de nuestra cruz de
los C aidos” . O bviam ente el puente se debía a que los vencedores de la guerra
habían destruido por com pleto las “disidencias y politiqueos que, en buena hora,
tenem os desterrada de nuestra vida local”, sin olvidar la glorificación del dicta
dor.1632
La sem ántica adoptada por alcaldes, concejales, jerarcas falangistas y en
general por cualquier franquista en sus m anifestaciones o escritos públicos tiene
una claras influencias religiosas, quizás el lenguaje que m ejor podía llegar al
pueblo. En un exam en lexicográfico podem os observar como las fuerzas político-
ideológicas republicanas eran asim iladas a la oscuridad, a la noche, al propio
Satanás, m ientras que los vencedores liderados por Francisco Franco son asim i
lados a la luz, el sol, el día, el m ism o Dios, el am anecer y, en definitiva, a todos
los conceptos m ás queridos por el ser hum ano. Así los escribía en su barroco y
m ístico catolicism o Luis M ompó:
1190
Pasó la horrible noche de la persecución sangrienta desencadenada p o r
el espíritu diabólico contra el E spíritu de Dios; (...) Franco, (...), ha ras
gado, con su espada victoriosa, los negros crespones de odio y de muerte
que asfixiaban a nuestra amada España, y hoy asistim os rebosantes de
ju b ilo , saltantes de alegría, a un esplendido am anecer del so l de la Paz
cuya esplendente luz y tibio calor es la Vida y F elicidad para nuestro p u e
blo.,1633
Los Caídos por Dios y por España eran las víctim as del “odio y salvajis
mo que infiltraro n en nuestro pueblo los principios e ideas liberales, y los p rin
cipios e ideas de ese m onstruo llam ado m arxism o y com unism o” .
El recuerdo de la guerra fue esgrim ido por el franquism o de una m anera
que podríam os denom inar como inteligente. Por una parte servía para como refe
rencia sim bólica para sus “adictos”, en un conjunto en el que se englobaba la
definición de Cruzada, el carácter de m ártires de sus m uertos y la consideración
de héroes nacionales a todos aquellos que habían luchado de alguna m anera con
tra la R epública, en el frente o en la retaguardia. El ayuntam iento de O ntinyent
abría las sesiones de buena parte de los años cuarenta de esta m anera “después
de rezar las preces de costum bre en m em oria de los Caídos de esta población por
Dios y por España (...)” . En 1958 acordaba nom brar hijas predilectas y “ Siervas
de D ios” a las herm anas C rescencia y M aría Encarnación Gil Valls, asesinadas en
la g u erra.1635 Pero tam bién, el recurso al recuerdo de la guerra cim entó de algu
na m anera un consenso pasivo en torno al franquism o. Para una gran parte de la
población, prevaleció durante los cuarenta el deseo de volver a una cierta norm a
lidad en sus vidas personales, aún dentro de la penuria económ ica, la im posición
m oral y la represión. N adie quería una nueva guerra interna, ni externa, con lo
que la propaganda franquista supo ganar la im agen de Francisco Franco como
adalid de la paz en el contexto de la Segunda G uerra M undial (im agen, que como
sabem os, es falsa). Al m ism o tiem po, el “desprestigio de la po lítica”, con el
recuerdo de la guerra, llega a tales extrem os, que junto a la represión sin piedad
y la necesidad de sobrevivir a la penuria de la España autárquica, ayudaron a
cim entar la despolitización y la ap atía.1636
1191
Los eruditos locales protagonistas de pregones de fiestas, de artículos en
los program as de las fiestas patronales, y m uchas veces corresponsales en los
diarios provinciales y cronistas de sus localidades, fueron los portavoces más
idóneos de los valores franquistas en sus com unidades, m ás cercanos que los
m edios de com unicación de m asas y con una m ayor influencia que el cine, el tea
tro, la radio o la propia escuela, al m enos hasta la irrupción poderosa de la tele
visión. Sus colaboraciones “ contribuíren a construir unes senyes d'identital
interclassistes i integracionistes que han perviscut fins a l'a c tu a lita t com a sím-
bols col.lectius plenam ent assum its” .1637 Su cosm ovisión u ltracatólica y profun
dam ente reaccionaria ha perdurado en el im aginario de pueblos y ciudades er
m ayor m edida que el discurso franquista de la H istoria de España. Eruditos >
cronistas nacidos en las fam ilias burguesas de la población, casi siem pre con títu
los académ icos. Su preem inencia social local y el prestigio de su titulación uni
versitaria llevaban a que sus escritos y com entarios de casino gozasen de un pres
tigio indudable. Sus tergiversaciones y m anipulaciones de la h isto ria continúar
muy vivos en los pueblos.
Sus colaboraciones escritas dejan m uy claro la verdadera “naturaleza” dei
franquism o, m uy alejada del fascism o. Para estos eruditos y cronistas, el fran
quism o es el régim en político que había traído en prim er lugar, y, m uy especial
m ente, la estabilidad política que contrastaba con el tum ultuoso pasado de la his
toria contem poránea española, llena de cam bios políticos. La estabilidad, a
com ienzos de los cincuenta, cuando la guerra fría estaba en su punto más álgido,
llevaba consigo un desarrollo económ ico. Paz forzada que servía como referente
frente a las guerras del exterior y a los conflictos internos de otros países demo
cráticos (huelgas, inestabilidad política). Así lo explicaba el redactor de la
Crónica Local de B ocairent en abril de 1953:
*637 CALZADO ALDARIA, A. y TORRES FABRA, R.C.: Valencians sota elfranquisme, op. cit., p. 29. Un
estudio de la influencia de estos autores en SIMEÓN RIERA, J.D.: “Impasible el ademán ". Franquisno i
societat a una comunitat rual: Xábia 1939-1953, op. cit., pp. 203-262.
1638 AMB, c 640, Crónica Local.
1192
4.6.7. L as p o líticas asistenciales.
1639 MOLINERO, C.: “La política social del régimen franquista. Una asignatura pendiente de la historio
grafía”, Ayer, 50, 2003, pp. 319-333.
1640 Para Daniel Simeón, más que de un programa nacional-sindicalista se debería hablar de nacional-cató
lico. SIMEÓN RIERA, J.D.: “Impásible el ademán ". Franquismo i societat a una comunitat rural: Xábia
1939-1953, op. cit., p. 117.
1641 AMA, Caja Servicio Benéfico-Sanitario.
1642 REIG FELIU, J.L.: Onteniente. 1940-1953, op. cit., pp. 289-290.
1193
4.6.7.1. P o líticas so cia liza d o ras y asisten ciales de F alan g e T ra d ic io n a lista .
1643 ORDUÑA PRADA, M.: El Auxilio Social (1936-1940). La etapa fundacional y los primeros años,
Escuela Libre Editorial, Madrid, 1996.
1644 CARASA, P.: “La revolución nacional-asistencial durante el primer franquismo (1936-1940)”, Historia
Contemporánea, 16, 1997, pp. 89-141.
1645 Aunque los testimonios recogidos abundan en que los hijos de republicanos e izquierdistas no siempre
tuvieran esta consideración igualitarista, v. VINYES, R.; ARMERNGOU, M. y BELIS, R.: Los niños perdi
dos del franquismo, Plaza&Janes, Barcelona, 2002.
1646 Una Orden del Ministerio de la Gobernación (23-5-1942) dictaba la obligatoriedad de adquirir los dis
tintivos de Auxilio Social y de no permitir la entrada en ningún local público a la persona que no los mostra
se visiblemente. Los contraventores podían ser castigados con multas monetarias. En 1950, la orden conti
nuaba vigente.
1194
salvo por los autores citados, y la necesaria historia com parada no se ha podido
realizar, a lo que hay que añadir la muy escasa inform ación archivística. A m itad
de octubre de 1939 el rechazo a las cuestaciones de A uxilio Social en O ntinyent
forzaba a em plear m edios coercitivos:
En vista de que los dias en que Auxilio Social celebra sus colectas p u b li
cas, surgen algunos incidentes p o r p a rte de personas que se niegan a reci
bir los distintivos y entregar el correspondiente donativo, y además se
com portan de fo rm a incorrecta con las Camaradas encargadas de la
recaudación, se acuerda que la Guardia m unicipal preste servicios de
vigilancia especial, y estén dispuestos a denunciar a los que procedan de
ta l m odo.1647
1195
Al fin y al cabo, la im posición sobre la dignidad personal estaba presente
en las actividades de A uxilio Social. No se puede interpretar de otra m anera el
acto de entrega del aguinaldo (pan, carne, patatas, turrones) a los pobres de la
Pobla del Duc, que tenían que contestar al recibirlo “ ¡Arriba España! y ¡Viva
Franco!”. 1651
A tenor de la docum entación consultada, se puede afirm ar que en m uchas
poblaciones, la delegación de A uxilio Social era la única institución encargada
de p aliar el ham bre instalada en los prim eros días de abril. El 19 de abril de 1939
el alcalde de A ielo de M alferit pedía insistentem ente al D elegado Provincial de
A uxilio Social la conversión de su com edor en un servicio perm anente, ante la
crisis alim enticia que se avecinaba, inaugurado poco después. En esos m om en
tos, el com edor prestaba servicio a unos 78 niños y niñas, “hijos de viudas o
padres encarcelados, unos, y otros de padres cuya fam ilia es muy num erosa,
todos m enores de diez años” . 1652
La financiación supuso un freno para extender socialm ente la asistencia
social. En junio 1939 se inauguraba en A lbaida un com edor de A uxilio Social
sostenido en parte por las recaudaciones obtenidas en sesiones de cine y veladas
artístico-m usicales. Este recurso cum plía varias funciones m ás allá de las econó
m icas. Se aprovechaba que las salas se llenaban de espectadores, que acudían a
sostener una labor hum anitaria o a alejarse por unas horas de la triste realidad
para introducir sim ultáneam ente propaganda oficial. En las veladas de junio se
representaron sainetes valencianos, se interpretaron piezas m usicales, se dio lec
tura a poesía m ilitar y se exhibieron docum entales que glorificaban los éxitos
m ilitares de Francisco F ran co .1653
La labor de esta delegación fue efím era, ya que los 74 asilados atendidos
por A uxilio Social se vieron en la calle en m ayo de 1940 ante la falta de fondos
provocada por la descom posición de la Jefatura Local. En 1941 se reorganizaba.
Entre 1941-1942 (los únicos años con docum entación) se descubre la dedicación
falangista hacia este tem a, convenientem ente resaltado en las páginas de
Cruzada, pero tam bién se puede deducir que el clim a coactivo auxilió a cubrir las
necesidades de la delegación.
La Jefatura de A lbaida había obtenido en 1942 un prom edio de 1.400 ptas.
m ensuales, y 250 de las cuestaciones, que le perm itían, con la ayuda de 86 jó v e
nes, servir com ida a 40 ancianos de la Herm andad y a unos 35 niños en el com e
dor infantil. Siem pre según el Jefe Local falangista, hasta octubre de 1941 el
com edor infantil de A uxilio Social había repartido 54.750 raciones calientes,
com idas “ extraordinarias” de N avidad, prim ero de abril y 18 de julio. Estas rea
lizaciones llevaron a su alcalde a declarar que era “una de las m ejores organiza
das de la provincia” . 1654
Tampoco conocem os m ucho m ás de la delegación ontiñentina, ubicada en
el H ospital B eneficencia. U n bando del 20 de mayo de 1939 exponía la apertura
1196
d e la inscripción de los niños para el comedor de A uxilio Social. En un principio
se nutría, como en A lbaida, de las recaudaciones de espectáculos públicos.
D espués encontró la colaboración de donantes particulares, el ayuntam iento y la
Iglesia, aunque sus logros no parece que fueran extraordinarios atendiendo a la
cantidad de beneficiarios: “ Se organizaron los com edores de A uxilio Social que
com ían gratis cerca de un centenar principalm ente de niños, esta delegación fue
encom endada a D. Antonio Vidal, que lo tomó muy en serio, además se le ayudó
desde el Ayuntam iento, la com isión de abastos, el cura A rcipreste y m uchos veci
nos” .1^55
Entre 1939-1940, la delegación de Ontinyent había organizado una cena
extraordinaria en N avidad; reparto de juguetes, ropa, dulces y una com ida con
m otivo de los Reyes M agos; y un alm uerzo compuesto por chocolate y pastas a
los 63 com ulgantes equipados con ropa de uniform e com pleto de OJ, zapatos y
calcetines, y se les regaló una m edalla de plata a cada uno. La confección de ropa
corrió a cargo de Falange Fem enina. Caridad tradicional, populism o en las festi
vidades m ás em otivas popularm ente y sim bología falangista se daban cita entre
estas actividades.
Entre 1939 y 1940, A uxilio Social había recaudado, según datos oficiales,
4.125 ptas. m ensuales, detalladas en 3.000 ptas. de Ficha A zul; 1.000 ptas. de
postulaciones y 125 de donativos y sellos. Las cifras certifican que el grueso de
ingresos venía determ inado por la coacción que suponía contribuir forzosam ente
a la Ficha Azul y por la reducida cantidad recaudada por donativos. La función
pretendidam ente asistencial-ideológica de A uxilio Social encontraba el rechazo
social, puesto que para m uchos no desligaban A uxilio Social del conjunto de ins
tituciones franquistas.1656
D esgraciadam ente no hem os encontrado docum entación de las delegacio
nes de A uxilio Social más allá de estos años. La delegación de la Pobla del Duc
se encontraba en diciem bre de 1947 “paralizada, por carecer aquí de m edios para
su objeto debido a la escasez”, inform ación repetida en 1949-1950. En Fontanars,
A uxilio Social y la Sección Fem enina organizaron en julio de 1939 una paella
destinada a “niños y niñas, jornaleros eventuales, fam ilias necesitadas (...) bajo
la consigna de franca cam aradería” .1657
1197
gioso y la instrucción m ilitar. Esta socialización de la juventud española se p ro
yectaba en torno a valores-iconos asumidos para los hom bres y contrapuestos a
los fem eninos. Los propios falangistas consideraban la función socializadora de
la ju ventud como una de sus m áxim as prioridades para consolidar el futuro de su
organización y del régim en nacido en la guerra civil:
me perm ito recordarle que la seguridad del nuevo Estado y perm anencia
de las instituciones p o lítica s y sociales se basa única y exclusivam ente en
una form ación de la ju v e n tu d en los p rin cip io s de R eligión, P atria y
M ilicia adecuada a las exigencias del nuevo orden.1659
1659 AMO, Correspondencia 1940, Carta del Delegado Provincial de la OJ al alcalde de Ontinyent, 30-XII-
1940.
1660 s aF.7. MARIN, J.: El Frente de Juventudes. Política de juventud en la España de posguerra (1939-
1960), op. cit, p. 100, recogiendo palabras de Antonio J. Onieva, inspector de Enseñanza Primaria.
1198
con m ay o r cantidad y calidad que en su casas y, desde luego, junto a los depor
tes, s.on los aspectos más recordados de aquellos años, cum pliendo una tarea asis-
tencial.
El Frente de Juventudes tuvo una especial predilección por designar dele
gados locales a los m aestros de escuela, puesto que de este modo podían garan
tizar un nexo de conexión entre la organización y los niños en edad escolar, p rin
cipal grupo al que iba dirigido el m ensaje del Frente. El papel del m agisterio fue
fundam ental en el FdeJ. De los seis delegados de M ontaverner entre 1941 y 1955
la m itad eran m iem bros de ese colectivo. Cuando el Delegado Com arcal exponía
en m arzo de 1940 los puntos que debía cum plir el nuevo delegado de
M ontaverner, éstos respondían a un arquetipo plenam ente falangista, pero tam
bién a su condición de m aestro: “preferim os que sea joven, activo y conocedor
del N acional-S indicalism o y si es posible que sea M aestro N acional”, con lo cual
la inm ersión de las juventudes falangistas en el sistem a educativo era com ple
ta .^
Como quiera que el Frente fue durante m uchos años la reserva espiritual
de Falange, dada su m isión de form ar de m anera falangista a los niños españoles,
un segundo sector elegido para conducir las delegaciones correspondió a perso
nas de reconocido falangism o y fervor por la causa, como eran los excom batien
tes, incluso divisionarios como V icente Alonso Alonso, auxiliar adm inistrativo
del A yuntam iento y oficial instructor de Juventudes en 1945. Un tercero corres
ponde, de igual modo en el resto de delegaciones del Partido Único, a una que
ren cia hacia antiguos social-católicos, procedencia de R afael M ompó Delgado de
M olina, D elegado Comarcal en 1946 o de Vicente A. Ú beda Sanchis, delegado de
O ntinyent en 1947, que había sido directivo de la Junta de A cción C atólica de la
parroquia de San Carlos y m iem bro de la DRV.
A pesar de las palabras y las intenciones rim bom bantes los problem as p re
supuestarios por una parte, y por otra la falta de interés de los falangistas, cada
vez m ás desilusionados desde 1945 obstaculizaron el desarrollo de las bases fun
dacionales. Por tanto, el desarrollo del Frente estaba en equivalencia con la aten
ción prestada por las autoridades m unicipales o por la iniciativa de un delegado
local o com arcal determ inado, o bien forzada por las insistentes órdenes de la
D elegación Provincial. Con todo, es palpable que la confluencia de ayuntam ien
tos y dinam ism o particular consiguió aum entos significativos de afiliación y de
actividades, que captaban no sólo a m inorías politizadas sino a grupos de jó v e
nes que veían en el Frente una salida a la m iseria m oral y económ ica cotidiana y
un cierto espacio con una m enor caracterización religiosa que las asociaciones
católicas.
El prim er gran acto de m asas juveniles en la com arca tuvo lugar el 25 de
agosto de 1939 ante la visita del Jefe Provincial del SEU y del D elegado
P rovincial de C inem atografía, con una concentración en l ’O lleria de m ilicias de
Falange y la, entonces, O rganización Ju v enil.1662 La dem ostración del FdeJ de
1199
B ocairent el 15 de septiem bre de 1942, ante una plaza de toros repleta, es una
buena prueba de los actos de m asas llevados a cabo en los prim eros años de la
posguerra. Ese domingo llegaron a B ocairent el Delegado Provincial del F rente
de Juventudes; el asesor religioso; el secretario, el inspector, la Secretaria de la
Sección Fem enina del FdeJ; y las auxiliares de Educación F ísica y Cam pam entos,
junto a las 100 flechas azules que estaba veraneando en el cam pam ento fem eni
no de O ntinyent. El acto com enzó con una concentración de Juventudes y
Sección Fem enina ante la cruz de los Caídos, para oficiar una “m isa de cam pa
ña” , tras lo cual el asesor religioso bendijo el Banderín de la Prim era C enturia de
Flechas fem eninas y se ofrendó una corona de laurel a los Caídos, a lo que siguió
un desfile.
H asta aquí observam os una m anifestación de exaltación falangista-católi
ca. D espués los actos prosiguieron con actividades propagandístico-asistenciales,
como la apertura de un nuevo dispensario infantil. Por la tarde, en la Plaza de
Toros, el FdeJ de Bocairent se prom etió servir a la “P atria y al C audillo”, a la vez
que dem ostraban los varones su destreza en la instrucción prem ilitar y en la
“gim nasia educativa” . Para term inar, las jóvenes del Frente prom ocionaron ante
el vecindario las excelencias de su cam pam ento.1663
La sección local de M ontaverner es la única que ha m antenido un fondo
docum ental constante a lo largo de las dos décadas del prim er franquism o. Su
estudio perm ite adentrarnos en los éxitos y contradicciones del Frente de
Juventudes, puesto que no se diferencia de otras jefaturas, como la de Sueca. En
sus legajos se observa un alto grado de voluntarism o por parte de los delegados
locales por el que el Frente oscilaba entre épocas de im plantación social y épo
cas de ostracism o y de casi paralización. Pero, para m ayor frustración de un
falangism o con anhelos totalitarios, los m om entos de esplendor term inaban súbi
tam ente, debido a la inconsistencia económ ica. Se puede aventurar que, con unas
asignaciones presupuestarias convenientes, con toda seguridad el Frente hubiera
desarrollado una gran parte de sus objetivos, favorecidos por la m iseria económ i
ca de la posguerra que im pelía a m uchos jóvenes a afiliarse al Frente para salir
de sus poblaciones, ju g ar al fútbol o com er decentem ente en los cam pam entos.
En m arzo de 1940 el D elegado-Inspector Comarcal solicitaba el cese y
sustitución del delegado local ante la “negligencia” que había sum ido a la orga
nización en un “estado de decaim iento” . A pesar que en febrero de 1941 “la
D elegación Local de Frente de Juventudes funciona bastante b ien .-“ , 1664 desde
esa fecha es palpable el descenso de la m ilitancia y el desorden adm inistrativo,
cuestiones m im éticas a sus m ayores. Los 109 afiliados de m ayo-junio de 1939
habían descendido un 39% en 1946.
El D elegado de 1945 era arrestado en septiem bre por negarse a acudir al
III Consejo Provincial, después de las tiranteces surgidas por su intervención en
un partido de fútbol con sus hom ónim os de T O lleria.1665 En 1947 la falta de
liquidez económ ica había llevado a que sólo se celebraran partidos de balom pié
1200
y m archas, ya que ni siguiera contaban con una sede propia ni uniform e. La única
solución para revitalizar la organización era conseguir un campo de fútbol “la
m ayor afición de la juventud” .
En octubre de 1948 daba sus prim eros pasos la C enturia Santuario de la
Cabeza. Sus reuniones quincenales contaron con una afluencia destacada. Parece
que el Frente se encontraba en su m ejor m om ento, puesto que consiguió un acer
cam iento de la juventud de M ontaverner m ediante los cam pam entos, las m archas
por la m ontaña, las charlas religiosas y m ilitares, así como la instrucción m ilitar.
Los conferenciantes com pendian los polos ideológicos de FET: las políticas
corrían a cargo del falangista Jefe de C enturia y las religiosas-m orales del párro
co. Pero los problem as económ icos supusieron la desaparición de tan exitosa
Centuria, que en el últim o trim estre de 1949 soportaba un déficit de 487 ptas.
D espués, la noche. En 1951 el “Frente de Juventudes se encuentra to tal
m ente desorganizado y hace m uchos años que no funciona, si bien en los partes
anteriores se señalaba su norm al funcionam iento” . Como rem arca Em ili Juan en
su estudio sobre esta delegación, el Frente solam ente obtuvo un verdadero y
duradero éxito en el campo futbolístico. Pero cuando su funcionam iento fue ó p ti
mo la delegación ofrecía a sus asociados un predom inio de actividades deporti
vas, en especial partidos de fútbol, una escuela nocturna de alfabetización en los
años cuarenta o la asistencia a concursos de dem ostraciones artesanales o agríco
las. Este program a lúdico-educativo com plem entaba al puram ente ideológico,
con la organización de actos conm em orativos del 18 de ju lio o de la m uerte del
Fundador y con la asistencia a la m isa dom inical.
La desorganización en la adm inistración fue una constante, como no entre
gar m ateriales confeccionados para concursos provinciales y la ideologización
era im posible si las publicaciones juveniles recibidas (M andos, Juventud, N ueva
G uardia, M ástil, Yugo y Guión) no se consultaban, ya que sus páginas todavía
perm anecen p eg ad as.1666
El voluntarism o de un industrial consiguió que la D elegación del Frente en
A lbaida, según el D elegado Com arcal H ernán Cortés, fuera “una de las m ejores
de la provincia” en los prim eros cuarenta y un “orgullo” para la falange albaidi-
na. En la capital del Partido Judicial se había conseguido dotar de uniform es y
m aterial a las C enturias, enviar quince jóvenes a un cam pam ento, dos expedicio
nes al cam pam ento fem enino Otumba, dos cadetes al Cam pam ento-Escuela de
Form ación de M andos, cinco flechas y cuatro cadetes al Cam pam ento 7 de octu
bre de Porta-C oeli, y la elección, por parte del D elegado Provincial, de un
“cam arada” para asistir al Campamento N acional de la Granja. El cuadro se com
pletaba con un am plio program a de excursiones a los parajes naturales de la
com arca y la presencia constante en las grandes concentraciones falangistas del
m om ento y com idas de fraternidad.
El logro m ás destacado fue la creación en julio de 1940 de una escuela de
dibujo dirigida por el pintor Segrelles, que no se pudo com pletar, por problem as
1201
económ icos, con la creación de una bib lio teca.1667 Pero la inyección m onetaria
no podía suplir la im presión que “la O.J. tropiezan algunas veces con la incom
prensión de los padres de los afiliados que carecen en absoluto del sentido de la
disciplina”. En los prim eros años de posguerra, la D elegación contó con una
banda de cornetas y tam bores (com ún a otros pueblos de la com arca) y un grupo
deportivo. La banda obtuvo el 2o Premio en la Prim era D em ostración Provincial
de A rtes-C ien cias e In d u strias celebrada en los Jardines de V iveros de
V alencia.1668
La decidida voluntad y experiencia de una parte de los fetistas de
Ontinyent, que provenían de organizaciones juveniles de la D erecha Regional
Valenciana, dotó de una fortaleza, sin precedentes en la comarca, a la delegación
local. En las postrim erías de 1940 el Delegado Provincial acusaba al consistorio
de “obstrucción” a la labor de la OJ puesto que no había asignado cantidad algu
na en los presupuestos m unicipales, ignorando la Orden del M inisterio de la
Gobernación. El alcalde Luis M ompó respondía a la acusación con una exposi
ción que dem uestra el interés de los prim eros años en fortalecer al Frente.
Las 2.000 ptas. destinadas en 1939 habían pasado a 3.000 ptas. para 1940,
hasta alcanzar las 5.000 pts. de 1941, a las que se sum aban 12.000 ptas. para ter
m inar el campo de deportes. La Jefatura Local destinaba la m itad de su edificio
a las juventudes del partido y el ayuntam iento había pagado la reform a interior y
el equipam iento de un gim nasio. Luis M ompó, antiguo m iem bro de las juv en tu
des social-católicas, consideraba la O rganización Juvenil “como cosa propia y
cuyo fom ento y protección me incum be directam ente (...) Por esto siento, y pro
testo de que se me tache poco m enos que de contrario á estos nuestros firm es
postulados” . El D elegado Provincial, tras reconocer un error de contabilidad en
sus im putaciones, declaraba a Luis M ompó “quiero hacer constar la aprobación y
aplauso de esta D elegación Provincial a la labor patriótica desarrollada por ti al
frente del Ayuntam iento en pro de las Juventudes de España” .1669
Las actividades de la O rganización Juvenil y la construcción y adquisición
de infraestructuras en los prim eros años de la posguerra, de los que tenem os
abundante inform ación descriptiva, fue m uy im portante. H asta 1941, aparte de
los actos de m asas del período, se había organizado un departam ento de cultura
N acio n al-S in d icalista, una b anda de trom petas y cornetas, una Junta de
Protectores que sustentaba económ icam ente al Frente; se formó un grupo de gim
nastas, dos equipos de futbolistas para Flechas y Cadetes; se adquirieron fusiles
para cadetes y se estaba form ando una bib lio teca.1670 En ese año afirm aba con
tar con 400 jóvenes uniform ados. Como vem os, cuando contaba con ayuda eco
nóm ica estable y unos dirigentes decididos, la O rganización Juvenil adquiría una
penetración social considerable, en la que coincidían el adoctrinam iento ideoló
gico de las más jóvenes generaciones, la educación física que atraía a buena parte
de la juventud de la época, con un reclam o estudiado en el caso del fútbol, y el
encuadram iento m ilitar.
1202
En enero de 1942 se inauguraba el Hogar del Frente de Juventudes y su
sección fem enina contó desde m uy pronto con un cam pamento fem enino titulado
“29 de septiem bre de 1275” en conm em oración de la conquista cristiana de la
ciudad, instalado en la finca El Fuset, de 1.600 hanegadas de pinada, cultivo
variado y una casa cedida por Elena Rendos Soler a Francisco Franco, quien pos
teriorm ente la cedería al F de J de Valencia, recibiendo como prim er nom bre
A lbergue de la Inm aculada, un referente del catolicism o de la ciudad y no del
im aginario falangista.1671 En el campamento las jóvenes entraban “ en contacto
con la verdad de la religión católica y con la verdad social y política que encar
na nuestra doctrina falangista (...)” .1672 En la clausura del curso de 1942 ofrecie
ron a las jerarquías falangistas un com pendio de la cultura que prom ocionaba
Falange Tradicionalista: bailes y canciones valencianas, gim nasia y recitales de
poem as de rem iniscencias im periales para “distraer” a la colonia veraneante del
B alneario .1673
En El Fuset, renom brada como La Inmaculada, anunciaba Levante, el dia
rio del M ovim iento, “Ha sido abierta la prim era granja en España para aprendi
ces cam pesinos de la Sección Rural del Frente de Juventudes” . Esta G ranja Rural
C om arcal tenía como m isión form ar a los jóvenes cam pesinos en los ideales
falangistas. Según el m ism o periódico, habían llegado 200 aprendices proceden
tes del N orte de España para repoblar los terrenos de m onte.1674
En el resto de la com arca los datos son m uy dispersos. En febrero de 1941
la v isita de Inspección en Benigánim determ inaba diciendo que “es de lam entar
el poco auje que han ten id o las D elegaciones locales de O .J.
P osteriorm ente se hacía cargo de la OJ el joven m aestro católico José M oscardó,
que consiguió por unos años revitalizarla. Según nos relató, consiguió con el
reclam o de la asistencia a cam pam entos aum entar significadam ente la m ilitan-
c ia .1675
Con ocasión de la visita del Delegado Provincial a las com arcales de
A lbaida y O ntinyent en abril de 1944 conocem os la im plantación del Frente en la
Com arca que, con la excepción de Aielo de M alferit, se concentraba en las pobla
ciones con un pasado asociativo católico más acentuado, por lo que, a modo de
hipótesis, se puede establecer un nexo entre la presencia activa del m ovim iento
católico en el mundo juvenil y la posterior, al menos tem poralm ente, fuerza del
Frente. Las Centurias creadas hasta esa fecha se distribuían en: A gullent
(N avarro y Bru); A lfarrasí (Sancho el Fuerte); A ielo de M alferit (Capitán Haya);
A tzaneta (M éndez Núñez); Benigánim (Giménez de Quesada); B ocairent (San
Q uintín); r o i l e r i a (José Ú beda); O ntinyent (San Fernando y San íñ ig o ).1676 La
term inología de las Centurias rem ite a los presupuestos program áticos del Frente,
1203
con nom bres resonantes de la Edad M edia y de los m om entos m ás “gloriosos” del
Im perio de los A ustrias, siem pre del Reino de C astilla, junto a falangistas loca
les, seguram ente m uertos en la guerra.
El Frente perpetuaba los rasgos específicos de la historia de FET en el p ri
m er franquism o, como era la tendencia general a sufrir la oposición del cuerpo
social en las poblaciones más izquierdistas; el rechazo e incom prensión hacia los
aspectos más ideologizados del Frente y las tensiones con instituciones locales
(ayuntam ientos, H erm andades...).
En la Pobla del Duc, la m arginación social del presente se observaba al
m enos con un cierto optim ism o en diciem bre de 1947: “Por la falta de entusias
mo de los padres que no secundan las iniciativas de las Jerarquías, los niños care
cen de am biente adecuado. N o obstante, los m aestros, dirigidos por el Delegado
Local de este servicio, encuadran a los alum nos y les instruyen debidam ente,
esperando que esta tarea dé m ejores resultados” . Pero el entusiasm o del
D elegado Local no surtió los efectos deseados, puesto que unos m eses después
“ el am biente de falta de entusiasm o en las fam ilias (hablando en general) no
anim a a los m uchachos” .1677
O tras veces se enfrentaba a la desidia o al desprecio más absoluto por
parte de destacados derechistas locales. A finales de junio de 1947 tres antiguos
social-católicos de Castelló de Rugat, uno de ellos alcalde después de octubre de
1934, se negaban a alojar ciclistas de una prueba organizada por el Frente de
Juventudes, proponiendo esta delegación al G obernador Civil la sanción m áxi
m a.1678
Tampoco las instituciones locales ayudaron a consolidar los proyectos
falangistas. Intereses económ icos se superponían a las necesidades de la ju v e n
tud que pretendía dirigir el Frente. En la prim avera de 1950, el cam po de fútbol
construido pacientem ente por el F de J en la Pobla del Duc era invadido constan
tem ente por rebaños que pastaban sobre su hierba. A pesar de la intervención p er
sonal del D elegado Provincial y la im posición de una m ulta de 50 ptas. para el
pastor que penetrase en el cam po, la H erm andad de Labradores consideró u n ila
teralm ente que una sanción de 10 pesetas era más que suficiente. La postura
adoptada por la H erm andad ponía en entredicho la autoridad del Frente de
Juventudes, por lo que el jerarc a provincial se presentó en la Pobla, y denunció
el hecho ante la G uardia Civil y el Juzgado de Paz. Siem pre según fuente falan
gistas, parece ser que el secretario del Juzgado no se doblegó a las exigencias
falangistas “pues solo intentó con sus preguntas necias, el desprestigiar al Frente
de Juventudes, haciéndonos el hazm erreír de todos al no dar el fallo a nuestro
favor, dejando de esta form a por m uy debajo de lo que se m erece nuestro Frente
de Juventudes” . 1679
A pesar de la fanfarria profalangista los ayuntam ientos ignoraron frecuen
tem ente al Partido Ú nico. L aporta G irón em itía el 12 de m arzo de 1945 una
C ircular en la que se hacía eco de la denuncia form ulada por la D elegación
1204
P rovincial del Frente Juventudes referida a los ayuntam ientos que no habían
cum plido la O rden C ircular n° 497 (28-1-1945), por la que cada m unicipio debía
asignar una parte de su presupuesto al m antenim iento de cada sección local del F
de J y de la D elegación Provincial. Según la Circular, 46 poblaciones ni habían
consignado cantidad alguna en el presupuesto de 1943 ni habían ingresado el
50% en la D elegación Provincial. Entre ellas destacan populosos núcleos de
población como Sagunt o Requena. En la com arca se anotaba entre los m orosos
a B eniatjar, M ontixelvo, Pinet, Castelló de Rugat y Otos.
A principios de los cincuenta la D elegación Local de la Pobla del Duc
dejaba claro que el Frente de Juventudes no cum plía con su objetivo de adoctri
nar a la juventud española en los principios falangistas, sino que era una institu
ción encam inada a captar a los jóvenes utilizando el deporte (fútbol y ciclism o),
las excursiones y otras actividades lúdicas. Así, en m arzo de 1950 gozaba de
“algo de vida, preocupándose en fom entar el deporte, habiendo ya, form ado una
sociedad que ha alquilado un campo para balom pié”, y en abril se escribía “ Se ha
reanim ado algo por causa de los deportes” . En esta década, olvidada ya la
im pronta fascista, a estos com ponentes lúdicos se unió la creación de bibliotecas,
en las que m uchos jóvenes pudieron acceder a una prim era form ación cultural,
aun con la om nipresente censura. El ayuntam iento de A ielo de M alferit había
otorgado en 1953 una subvención anual de 300 ptas. con destino a la biblioteca
del F de J y una donación de 1.200 volúm enes.
1680 Un estado de la historiografía sobre la Sección Femenina en SÁNCHEZ LÓPEZ, R.: “Sección
Femenina. Una institución en busca de investigador. Análisis crítico de la bibliografía disponible”, Historia
Social, 17, 1993, pp. 141-154. Las relaciones entre esta Delegación y las mujeres valencianas han sido
expuestas en AGULLÓ DIAZ, M\C.: La educación de la mujer durante el franquismo 1951-1970 y su evo
lución en Valencia, op. cit. Una obra todavía vigente GALLEGO MENDEZ, M*. T.: Mujer, falangismo y fran
quismo, Taurus, Madrid, 1983.
1205
social y la caridad-beneficencia. En este aspecto, poco o nada se diferenciaba del
discurso católico de preguerra. La diferencia estribaba en que la Sección
Fem enina pretendía además incluir a la m ujer en el proyecto totalizador de
Falange. De este modo, la m ujer encontraba en la SF el lugar idóneo para socia
lizarse en el ideario nacional-sindicalista. Se m ezclaba, pues, un discurso restau
rador, con una sim bología netam ente falan g ista,1681 que, como el resto de p ro
puestas falangistas, term inó en un sonoro fracaso durante el prim er franquis
m o .1682
En la etapa republicana, la delegación de las m ujeres falangistas tuvo un
m enor eco que la de sus cam aradas m asculinos. Las asociaciones católicas ofre
cían a la m ujer un discurso m ás atractivo, directo y com prensible que el raq u íti
co fascism o español. Beneyto/H igón reseñan tres en la provincia y, entre ellas,
dos en la com arca: rO lle ria , Aielo de M alferit y Canals. Este listado se am plía
con la fundación por las herm anas Chabás, m áxim as dirigentes de la Sección
Fem enina valenciana, entre m arzo y julio de 1936, de tres m ás: en A gullent,
B ocairent y Fontanars.
En los prim eros m eses de la posguerra se crearon delegaciones presididas
por m aestras de “fidelitat com provada i que ja havien estat depurades favorable
m e n te El desarrollo de su labor tiene una absoluta relación con FET. H asta la
derrota del Eje, el vacío social, después, m ás de lo mism o.
Ya en febrero de 1941 la Inspección provincial constataba en B enigánim
que la delegación estaba “totalm ente abandonada” . 1683 La sed ació n obtenida en
la Pobla del Duc no deja lugar a dudas de la decadencia paulatina de la organiza
ción que debía socializar a la m ujer española en los valores falangistas ante la
falta de apoyos sociales y porque sus m enguados presupuestos le im pedían d es
arrollar políticas asistenciales que captasen y atrajesen potenciales afiliadas y
una vida asociativa. En febrero de 1947 la actividad de ese m es había sido “N ula.
Sería conveniente se facilitara leche a esta Sección como antes, con lo que se le
daría eficiencia a este servicio” . En diciem bre se insistía en la m ism a realidad y
planteam iento para salir del m arasm o: “ Se puede decir que está en estado laten
te de falta de m edios para atraer al personal (...) A ntes se enviaba leche conden-
sada para los lactantes. Hoy no se recibe; y ello priva de un m edio inapreciable
de atraerse a las m adres” .
El paso de los m eses no alteraba el descrédito social y la incom petencia de
sus dirigentes: “M al. Las m uchachas de aquí no se interesan por ella” , anotación
que se repite con parecida intensidad desde el segundo sem estre de 1948 hasta
1953. En ese últim o año el colapso era com pleto, debido al abandono por causas
fam iliares de su delegada local, pero principalm ente porque “ aunque pudiera
actuar la m encionada cam arada, no podría lograr nada, por el vacío que a la
1681 ORTIZ HERAS, M.; GONZÁLEZ MADRID, D. y RORAGO MORENO, P.: “Éxitos y fracasos en el
proyecto político y social para la mujer durante la dictadura. La Sección Femenina en Ciudad Real: discurso
y praxis sobre la mujer como contribución a la regeneración de España en un estado conservador”, en IV
Encuentro de Investigadores del Franquismo, op. cit, pp. 238-243.
1682 estas conclusiones llegan RUIZ, M*. J. y JIMÉNEZ, I.: “Un espacio para mujeres. El Servicio de
Divulgación y Asistencia Sanitario-Social en el primer franquismo”, Historia Social, 39, 2001, pp. 67-85.
1683 AGA, SGM, DNP, caja 22, Inspección 1-II-1941.
1206
Sección Fem enina hacen las m uchachas de esta localidad, que salvo unas cuan
tas m uy poquitas, que al principio fueron entusiastas afiliadas, nunca han queri
do p erten ecer a la O rganización” . 1684
A sí las cosas tan sólo Bocairent y O ntinyent, y M ontaverner en algunos
períodos concretos (70 inscritas en 1943), parece que pudieron operar con cierta
continuidad. Del resto de la com arca, sólo noticias tangenciales, que refuerzan
nuestra hipótesis de un calado social inexistente de ía Sección Fem enina durante
el prim er franquism o en buena parte de los pueblos. En Salem el número de afi
liadas, diez, no varió entre 1940 y 1960. En A lbaida contaba entre 1940-1941 con
clases especiales para m ujeres analfabetas. Las organizaciones católicas sum inis
traron los cuadros de la Sección Fem enina y, por tanto, en aquellas poblaciones
en las que la m ujer se había m ovilizado política y sindicalm ente durante la
R epública, la Sección Fem enina pudo o btener m ayores logros, com o en
B ocairent, considerada “la m ejor de la provincia” en una visita de la eterna
D elegada N acional P ilar Primo de R ivera en septiem bre de 1944.1685
La decidida voluntad del núcleo falangista de O ntinyent dotó a su delega
ción fem enina de una m ayor am plitud de actividades. En 1946 nacía una de las
prim eras Escuelas de H ogar de la provincia y en 1951 el vigor de las m ujeres
falangistas forzaba a la construcción de un nuevo local para sus juventudes. La
ciudad contaba con una eficiente red destinada a cum plir los presupuestos de la
SF. U na Casa de Flechas creada para im partir doctrina nacional-sindicalista a las
niñas afiliadas, las Escuelas-H ogar dedicadas a las amas de casa, en las que se
pretendía “m odernizar” el trabajo dom éstico fem enino pero sin plantearse en nin
gún m om ento dotar a la m ujer de una form ación cultural o laboral necesaria para
el m ercado de trabajo. La m ujer española decente debía esforzarse en ser una efi
ciente m adre y esposa, nada m ás. Las Escuelas-H ogar tam bién englobaban las
m aterias que obligatoriam ente se debían cursar en los estudios de M agisterio y
Com ercio. La m atrícula de la Escuela-H ogar de O ntinyent sigue con la pendien
te descendente de la posguerra, de las 443 inscritas en 1951, hasta las 57 en el
curso 1954-55 y las 34 de 1959-1960.
La Sección Fem enina contem plaba en sus Albergues un lugar para el des
canso de sus afiliadas, aunque siem pre tuvieron “un ciar rerefons ideológic
d 'adoctrin am en t en els principis falangistes i d'ensenyam ent de les clássiques
m atéries im prescindibles per a ser bones m estresses” .1686 En tierras valencianas
operaron dos albergues, uno en X elva y otro, el Albergue Perú, en el térm ino de
O ntinyent, una am plia casa de campo que com enzó sus cursos en 1956 con un
centenar de alum nas. El Albergue Perú se configuró como un centro preferente de
la labor de adoctrinam iento de la Sección Fem enina provincial, por el que p asa
ron entre 1957 y 1970 el 35,59% de las m aestras.
La estancia en el A lbergue Perú se realizaba m ediante el régim en de in ter
nado. D urante esos días se form aba ideológicam ente a las m ujeres que, más
1684 AMPD, Archivadores Documentación. Época Falange, Memorias Mensuales correspondientes e infor
me 16-XÜ-1953.
1685 LP, 12-IX-1944.
1686 Las actividades de este Albergue en AGULLÓ DIAZ, M“.C.: “L’alberg Perú d’Ontinyent: un espai de
formació de dones en el falangisme”, Alba, 13/14, 1999, pp. 117-126 (p. 119).
1207
tarde, serían las form adoras de H ogar y Juventudes, como las m aestras. Cursos
de obligado cum plim iento para acceder a las oposiciones, para las afiliadas y
para las niñas. Las m aterias im partidas hacían referencia a un “ currículum fem e-
ní” en el que podem os encontrar, envuelto en una m etodología teórica-práctica
que prem iaba a las internas m ás activas o capaces, el im prescindible estudio del
dogm a católico, la form ación política, con el estudio de textos joseantonianos,
junto a servicios de cultura, educación y juventud, industrias rurales, conviven
cia social, corte y confección, trabajos m anuales y m úsica.
La educación física era altam ente valorada, m ediante la realización de
tablas gim násticas, tan queridas en regím enes en los que se buscaba la anulación
de la individualidad en un colectivo más amplio. No faltaban las excursiones a
ciudades cercanas. La disciplina y el com portam iento eran altam ente considera
dos ya que eran m aterias evaluables. Este currículum cam bió sensiblem ente con
la aplicación de la Ley G eneral de Educación (1968), así como el sentido de los
cursos, que fueron postergando la im portancia de la ideologización falangista
para dar m ayor relieve a cuestiones técnicas.
La intención últim a de estos albergues, respecto a las m aestras, residía en
su adoctrinam iento ideológico, casi la única m anera para acercarse al m undo
fem enino, puesto que la escuela era prácticam ente el único paso por las in stitu
ciones culturales de la m ujer española de la época, pero tam bién para captar a fi
liadas. En este últim o punto se creaba un juego de intereses m utuos puesto que
la afiliación ayudaba a encontrar trabajo o a aprobar las oposiciones del
M agisterio ya que los m andos estaban presentes en los tribunales y al m enos fun
cionó satisfactoriam ente en 1956: “Gran parte han decidido afiliarse a la Sección
Fem enina, con deseo de colaborar y de ser útil a nuestra organización” .1687
Pero si estas funciones del A lbergue Perú eran m uy im portantes para ase
gurar la Sección Fem enina, la difusión del nacional-sindicalism o desde la escue
la y la perpetuación de la delegación, con la introducción de afiliadas preparadas
y la estancia de niñas, en su nivel de afiliadas (flechas y luceros, entre los once
y los trece años) supusieron un m edio de incidencia de los principios falangistas
más directo y tam bién más sutil en el universo fem enino, en el m om ento en que
com enzaba a abandonar el sistem a escolar para introducirse en el m ercado lab o
ral. En los días de residencia estas niñas encontraban en el A lbergue una serie de
actividades inexistentes en su vida cotidiana, como el deporte, las actividades al
aire libre, los bailes regionales, pero sin abandonar el im pacto político, el re li
gioso o una educación em inentem ente fem enina y clasista (trabajos m anuales,
corte y confección).
Estas niñas se socializaban en la Falange m ediante su inm ersión en un
“am bient im pregnat d 'a lló que anom enaven estil falangista, que consistía a dotar
a totes les activitats quotidianes i fins i tot el m ateix espai, d 'u n segell inconfun
dible, d 'u n a disciplina i una estética propia” envueltas todas en la visión tra d i
cional de la mujer. De esta m anera, los talleres y juegos se com plem entaban con
un clim a de exaltación falangista a través de cánticos que debían “estar incluidas
en la relación que se incluye en el Plan de Form ación” , es decir, que las cancio
1208
nes populares estaban absolutam ente prohibidas. Him nos falangistas que debían
ser entonados con m arcialidad, pero sin descuidar la “ fem inidad” al entonarlos:
“ Téngase en cuenta que son niñas, y no muchachos, quienes han de cantarlas, y
que éstas no deben perder jam ás delicadeza y dulzura propias de su sexo” .1688
Por o tra parte, aspectos tan cultivados por el franquism o, como la obe
diencia jerárq u ica o el orden más estricto, eran otros de los valores esparcidos
entre las niñas. Así, la disciplina era sum am ente severa. Tres faltas graves podí
an com portar que una niña no pudiera asistir al curso siguiente a los albergues.
Se consideraba una falta grave que una niña asustará al resto por las noches. Así,
en 1960 se expendían sendas faltas a una niña que se disfrazó de D rácula, sába
na incluida, y otra que simuló su sonambulism o.
A dem ás, las niñas iban uniform adas convenientem ente, una conveniente
m edida para destruir la conciencia individual: una blusa cam isera blanca, una
falda y pantalón bom bachos a rallas blancas y azules, pañuelo y alpargatas rojas
y chaqueta azul. Coincidim os con Carmen Agulló en señalar que “sem blaven for
m ar part d 'u n grup sem pre a punt d 'in terp retar una pe 9 a folklórica o una sarsue-
la ” .1689
La Sección Fem enina fracasó en sus objetivos, pero consiguió un cierto
alcance social en el fomento de la instrucción sanitaria, que se ofrecía en veladas
que aunaban docum entales científicos, autopropaganda y la recuperación del fol
klore autóctono como se desprende del Gran Acto de D ivulgación Sanitaria ofre
cido el 25 de septiem bre de 1943 en Ontinyent en el que se proyectaron los docu
m entales Vacaciones en Levante y Luchemos contra la difteria, a los que siguió
una conferencia m édica sobre esta enferm edad. Después, el program a de la vela
da pasaba a tener un com ponente más político, con conferencias y docum entales
sobre actividades de la Sección Fem enina, como la labor sanitaria, para term inar
con los Coros y Danzas. La eficacia de la Sección en el plano educativo se
refrenda en la dirección de cursos nocturnos para adultos.
A unque el com ponente de coacción nunca abandonó a los escasos logros
del período. En Q uatretonda, la Sección Fem enina local había creado un Grupo
de Danzas fem enino entre 1946-1947, una de las escasas distracciones para las
m ujeres de un pueblo que no tenía relación directa con el asociacionism o católi
co. Sin em bargo, se consideró que sus com ponentes debían estar afiliadas obliga
toriam ente para pertenecer a este grupo, hecho que term inó con su fracaso, ya
que Q uatretonda era un pueblo em inentem ente izquierdista.1690
Sección Fem enina participaba, pregonado convenientem ente, del entram a
do benéfico-asistencial del franquism o en los años más duros de la autarquía. En
ju lio de 1939 la delegación de B ocairent organizaba una paella para niños y
niñas, jo rn alero s eventuales y fam ilias necesitadas, a la que no faltaron las auto
ridades locales. En la N avidad de 1942 la delegación de O ntinyent, acom pañada
po r el alcalde, el A rcipreste de Santa M aría, el teniente de la G uardia Civil y
1209
jerarq u ías de Falange, repartió ropas “entre los más necesitados” , finalizando el
acto con el consiguiente d iscu rso .1691
En m itad de la década de los cincuenta parece que las actividades asisten
ciales de la Sección Fem enina de O ntinyent a través de sus divulgadoras rurales
habían alcanzado una cierta entidad: 997 visitas a niños; 1.020 visitas a enfer
mos; 33 curas de urgencia; 220 inyecciones aplicadas; 102 personas socorridas
con alim entos; 5 con m edicam entos y 20 con ropas, más 15 con “otros socorros” ;
45 visitas a enferm os junto al m édico; 205 charlas sobre puericultura e higiene;
23 reconocim ientos a “flechas” y trece encuadradas en divulgación. N o faltaba la
presión religiosa ya que los enferm os de las cam pañas de divulgación debían
com ulgar el D ía del E nferm o.1692
Tam bién se puede objetar a favor de la SF que ayudó a conservar bailes y
tradiciones populares con sus Coros y Danzas que, de otra m anera, hubieran des
aparecido. La eficacia en este capítulo sí fue efectiva. En el Prim er Concurso
P rovincial, la delegación de A lbaida recibió el prim er prem io; en el VII Concurso
N acional de Coros y D anzas (3-5-1949) el tercero galardón fue concedido a
B ocairent, así como en la sección de Juventud.
En resum en, la pretendida socialización de la m ujer en la delegación de
Sección Fem enina consiguió a m edias su propósito. A quejada por los m ism os
problem as que sus hom ónim os m asculinos, consiguió que el espacio educativo de
la m ujer (cursos de Hogar) y el lúdico (deportes, vacaciones, bailes regionales)
tuviera que pasar necesariam ente por ella. Está por estudiar la efectividad de sus
prácticas asistenciales. En este sentido, y como ocurría con el Frente de
Juventudes, cuando las delegaciones locales funcionaron de una m anera más o
m enos continua y dispusieron de inquietas delegadas no se puede afirm ar que
constituyeran un fracaso absoluto. Cuando se abandonó la im pronta ideológica
falangista y derivó hacia la actividad asistencial y de ofrecim iento de altern ati
vas lúdicas a las m ujeres y niñas obtuvo sus m ayores éxitos, condicionados por
la situación económ ica.
1210
posibilidades de desarrollar actividades culturales o deportivas tam bién contení
an una finalidad de control sobre los trabajadores.
Esta redefinición daba “otra legitim idad” a la OSE y preservaba para FET
el control de la misma, una parcela de poder propia que contaba con una ingente
burocracia. La política social em prendida tuvo en las Obras Sindicales su p rin ci
pal institución.
La prim era en operar fue la Obra Sindical de A rtesanía. Esta Obra Sindical
patrocinó actos de fraternidad obrera de claras rem iniscencias grem ialisías y
m edievales, en las que se prem iaba la destreza en trabajos agrícolas especializa
dos o en m anufacturas muy extendidas en algunos pueblos de la com arca. Entre
ellas patrocinaba actividades lúdicas con la base de concursos de actividades
artesanales tradicionales en los pueblos de la com arca. El II Concurso Provincial
de Trabajos de Esparto (agosto 1949) tenía como objetivo la realización del
m ayor núm ero posible de espuertas, alpargatas de labrador y 200 nudillos para
plantel de arroz. No faltaba, por supuesto, el toque falangista, ya que al term inar
cada objeto, y para que el jurado pudiera contabilizarlo, el concursante debía gri
tar “ ¡A rriba España!” .1694 En mayo de 1950 se celebraba el Concurso Com arcal
de A rada en r O lle ria .1695 El Concurso Provincial de A perturas de Zanjas para
Riego se celebró en A gullent (noviem bre 1955) con una am plia asistencia de la
com arca.1696 Y en junio de 1957 se celebraba el Concurso M unicipal de
M anipulación de M imbre y Caña en rO lle ria con asistencia de concursantes de
A lfarrasí, A ielo de M alferit, Q uatretonda, M ontaverner y r O lle r ia .1697
La O bra Sindical de Educación y D escanso (1939), influenciada por la
Opera N acionale D opolavoro del fascism o italiano y F ortaleza Gracias a la
A legría de la A lem ania nazi, consiguió una penetración real en el asociacionis-
mo valenciano. Sus fines se resum ían en im pulsar actividades deportivas, cultu
rales o vacacionales entre los obreros para crear una nueva generación de trab a
jad o res im buidos por sentim ientos patrióticos, sanos y vigorosos, a la vez que
felices, por pertenecer a la com unidad nacional llam ada E spaña.1698
Con esta obra, Falange podía introducirse en ám bitos que hasta la fecha
habían sido com petencia exclusiva de los sindicatos de izquierda (ateneos, círcu
los, Casas del Pueblo...) y atraer de esta m anera a la m asa obrera para que forta
leciera el proyecto falangista frente a su m ayor com petidor: la Iglesia Católica.
De hecho, una de las razones del éxito relativo de organizaciones de esta tip o lo
gía, que venían a cubrir el tiem po de ocio, era la captación de grupos sociales que
buscaban escapar a la agobiante presencia de la Iglesia en la sociedad española
del m om ento. Así, para el período de 1940-1948, los peores años de la posgue
rra, E ducación y Descanso:
1211
(...) había desarrollado un am plio program a de actividades (viajes, vaca
ciones, teatro, música y danza, deportes, exposiciones, etcétera) y conta
ba con una considerable infraestructura (locales recreativo-culturales,
residencias e instalaciones deportivas) (...) D urante esos años tam bién se
habían construido en el territorio español 332 H ogares del Productor, una
especie de clubs, a los que habían acudido 1.800.000 p erso n a s.1699
1000 BABIANO, J.: “¿Un aparato fundamental para el control de la mano de obra? (Reconsideraciones sobre
el sindicato vertical franquista)”, Historia Social, 30,1998, pp. 23-39 (p. 34). Para el caso italiano cfr TAN-
NENBAUM, R.: La experiencia fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-1945), Alianza Editorial,
Madrid, 1975.
1700 CALZADO ALDARIA, A.: La Unió Musical de la Pobla del Duc 1903-2003, op. cit., pp. 85-88.
1701 LV, 4-VÜ-1957.
1212
G obernador Civil, el Delegado Provincial de la Vieja G uardia, el Inspector
Provincial del M ovim iento del D istrito de A lbaida, el Consejero y el Secretario
Provincial de la Vieja G uardia, el V icesecretario de O rdenación Social y el
Secretario Provincial de la Obra Sindical del H ogar “y otras autoridades y je ra r
quías provinciales y locales” . A su llegada a la vecina Palom ar fueron a recibir
les el alcalde y tenientes de alcalde de A lbaida, el párroco, el Juez de Instrucción
y el C om andante de Puesto de la G uardia Civil. Una vez en A lbaida, se dirigie
ron prim ero a la Iglesia parroquial, posteriorm ente al local de la banda de m úsi
ca la P rim itiva A lbaidense. Rodeado el G obernador Civil por el Frente de
Juventudes, desde una tribuna, y tras la bendición de las nuevas viviendas, se
procedió a im poner las m edallas de la Vieja G uardia a varios falangistas, a lo que
siguieron los discursos de Jefes locales de FET y del G obernador.1702 Ism ael Saz
ha constatado con el empleo de fuentes orales la buena recepción obrera ante la
política de construcciones para obreros, consideradas verdaderos “logros” del
franquism o.1703
Al m argen de las Obras Sindicales, que no alcanzaron su verdadero des
arrollo h asta la década de los cincuenta, los sindicatos se encargaron de llevar a
cabo, más que una política diseñada y estructurada, una serie de actos m uy pun
tuales m uy cercanos a la caridad de signo cristiano-tradicional. En 1939, la
Delegación de O ntinyent había subvencionado a su cargo la estancia de ocho
niños pobres en los cam pam entos de verano de la OJ. En 1940 el núm ero había
aumentado h asta casi una quincena, con un reparto extraordinario por valor de
1.500 ptas. en N avidad para huérfanos, parados pobres y v iu d as.1704 Actos que
todavía continuaban en 1950, cuando, con m otivo de los Reyes M ayos se ofrecía
una com ida extraordinaria con reparto de dulces, juguetes y ropas con destino a
220 niñas y niños. El plano asistencial a veces tenía un com ponente internacio
nal en el que no faltaba el toque ideológico, como la cam paña de la CNS a favor
de los refugiados de H ungría en diciem bre de 1956, que huían de la invasión
soviética.1705
Los rasgos asistenciales tuvieron unos objetivos claram ente propagandís
ticos a favor de FET, que se presentaba como la única institución que realm ente
trabajaba en pro de la ju sticia social del program a de la prim itiva Falange: repar
to de víveres, aum ento del racionam iento en días festivos, “com idas de herm an
dad” sufragadas por la patronal el día de la fiesta de la Exaltación del Trabajo,
entrega de ropa y dinero en m etálico, subsidios, la protección económ ica hacia
las viudas pobres, aum entos apreciables en los listados de pobres o pequeños
gestos a favor de los obreros, como invitar a los de O ntinyent, con m otivo de la
Fiesta de la Liberación de 1940, a sesiones gratuitas de cine. En m arzo de 1946
la CNS ontiñentina convocaba a industriales, com erciantes y profesionales a una
reunión para dilucidar el reparto de donativos a las “fam ilias necesitadas” . 1706
1702 LF,5-VII-1957.
1703 SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en la Valencia de la posguerra”, op. cit., p. 163.
1704 AMO, Memoria Anual de Secretaria 1924-1970. Memoria de 1940.
1705 LP, 8-XII-1956.
1706 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1948, bando de 29-IV-1946.
1213
Eran frecuentes los repartos extraordinarios en las fechas N avideñas para rem e
diar la indigencia de huérfanos, obreros parados, pobres y viudas.
Estas políticas asistenciales y socializadoras esbozadas tenían la preten
sión últim a no de atraerse activam ente a los trabajadores sino de controlar y
rebajar su m alestar. Es sintom ático que en las poblaciones industriales de la
com arca con un pasado más acentuado de lucha obrera, la OSE, si consideram os
ciertos los inform es y datos oficiales, se desenvolvió con m ayor rapidez desde
las prim eras sem anas de la posguerra. Un inform e de la Jefatura P rovincial seña
laba que la CNS de rO lle ria “ha sido reconocida y recom pensada por las
Jerarquías superiores” . La industrialización im parable del O ntinyent de la pos
guerra, su consideración como un peligroso foco de la izquierda obrera y la p res
tancia de su organización sindical se tradujeron en una intensa atención por parte
de las jerarquías sindicales provinciales, que la visitaron asiduam ente en periplos
que recorrían O ntinyent y los centros industriales colindantes de A lcoi y
B ocairent.
Así se explica que las secciones sociales de la delegación ontiñentina se
fraguaran con rapidez. El enorm e paro agrícola de los prim eros m om entos se
com batió desde la CNS con el reparto de parados entre las grandes fincas del tér
m ino, la intervención de una fábrica de hilados, hasta la devolución a su propie
tario, y de una panadería. En los prim eros años de la autarquía se facilitó el acce
so a los cupos de azúcar y café para los obreros.
La escasa docum entación no nos perm ite seguir con detenim iento el alcan
ce de estas políticas dirigidas por el sindicalism o vertical, tan sólo una aproxi
m ación superficial, pero, por lo que podem os conocer, no suponía más allá que
algunas de las aspiraciones del sindicalism o católico de preguerra.
H acia 1940, el Sindicato de la C onstrucción de O ntinyent contaba con una
caja que perm itía cobrar los días festivos retribuidos (es decir, que los em presa
rios no los pagaban), función de cierto relieve en un sector con un gran trabajo
eventual, atenazado por el paro derivado del descenso de la inversión urbanísti
ca privada y pública. En 1942, entre el 31 de agosto y el 6 de septiem bre, los
obreros textiles de B ocairent tuvieron vacaciones retribuidas. En el verano de
1944 se publicitaba, convenientem ente las vacaciones en Palm a de M allorca de
16 trabajadores textiles recom pensados por el Sindicato Textil, estancia abonada
por sus em presarios.1707
Los únicos datos generales corresponden al año 1944, extraídos del
B oletín Sindical de la D elegación Provincial de Valencia. Según esta fuente, el
grem io de albañiles y pintores había repartido la cantidad de 85.908,39 ptas. en
concepto de subsidios fam iliares, vacaciones, fiestas retribuidas y gratificaciones
extraordinarias. En ese año, la H erm andad de O ntinyent difundía orgullosam en-
te sus realizaciones: 216 fam ilias acogidas al Subsidio Fam iliar con 57,87 ptas.
m ensuales por fam ilia.
El Sindicato Textil había construido un cierto andam iaje asistencial a tra
vés de una Caja para ju b ilados y enferm os crónicos que aportaba 40 ptas sem a
1707 Textil. Editado por la Delegación Nacional de Sindicatos. Sindicato Vertical Textil. Julio-agosto de
1944.
1214
nales si eran cabeza de fam ilia y 25 para las m ujeres. Los solteros percibían entre
15-25 ptas. Un segundo punto era el Plus de Cargas Fam iliares, distribuidas a
492 beneficiarios, a los que llegó en un trim estre la cantidad por fam ilia de 69,78
ptas. m ensuales, superior, por tanto, al sector agrícola, lo que traslada la im pre
sión de una m ayor atención hacia el obrero industrial que había m ostrado duran
te la R epública una com batividad desconocida desde el inicio de la industrializa
ción. Claro que este Plus era percibido siguiendo los requisitos de dom inio del
catolicism o sobre el Estado. Las parejas que hacían vida m arital sin haber pasa
do por el sacram ento y las separadas estaban exentas de sus beneficios. Las auto
ridades sindicales, igualm ente im buidas de integrism o católico que el resto de
instituciones franquistas, celebraban gozosos lo que no dejaba de ser una im po
sición m ás: “(...) se ha conseguido la reconciliación de varios m atrim onios des
avenidos y el casam iento de otros que vivían am ancebados” .1708
En la página dedicada al Sindicato de la M adera no se anotaba ningún tipo
de actividad sindical, no sabem os si porque no se habían realizado o por om isión.
Del resto de la industria com arcal (A lbaida, Bocairent y rO lle ria ), el B oletín
Sindical se daba por satisfecho con datos grandilocuentes como “Con las velas y
bujías fabricadas en A lbaida durante el año 1944 (...) si (...) Noé hubiese encen
dido una vela, todavía estaría ardiendo...” . Para los hilados de B ocairent, “Un
tren que m archase ininterrum pidam ente a la velocidad de cien kilóm etros por
hora, tardaría 427 días en recorrer la longitud total del hilo fabricado” .
A principios de los cincuenta no se puede afirm ar que las prestaciones del
sindicalism o hubiesen crecido desde la fundación de los Sindicatos. En 1952, el
Grupo de A lbañiles de O ntinyent no había pasado del continuism o en el reparto
de los pluses de cargas fam iliares, el subsidio fam iliar y unas indeterm inadas
“prestaciones” del M ontepío de la Construcción.
La D elegación sindical de O ntinyent había hecho posible la construcción
del grupo de viviendas protegidas anotado, la form ación de una Escuela Técnica-
P ro fesio n al; subvencionaba a las afiliadas que p erten ecían a la S ección
Fem enina, pagaba los gastos de ocho niños pobres afiliados a la CNS en su estan
cia en cam pam entos de la O rganización Juvenil y había organizado una F eria de
M uestras, escaparate para las em presas. A ctividades todas ellas apoyadas econó
m icam ente por un sector del em presariado local.
El patem alism o del sindicalism o vertical y su visión del obrero “ejem
p lar” , que negaba la lucha de clases y la reivindicación, se hacía patente en los
prem ios al Productor M odelo. En 1954 fue adjudicado a un trabajador de
O ntinyent, según la prensa el único de la industria textil nacional. Se trataba de
José M orales G isbert, un obrero de La Paduana, que venía trabajando en dicha
fábrica desde su fundación en 1919. Recordem os que esta em presa fue fundada
por José Simó para dar trabajo a los carlistas despedidos por em presarios lib era
les a raíz de unas elecciones. De hecho, a la fábrica tam bién se la conocía en
O ntinyent como la “deis carlins” .1709 La fábrica elegida y el obrero contenían
1215
una intencionalidad claram ente p olítica y de propaganda. Un em presario tradi-
cionalista, que había colaborado en la fundación de la DRV, posteriorm ente
falangista, patrocinador de un patem alism o social-católico en la preguerra, y un
obrero ejem plar que, seguram ente, se mantuvo alejado de la conflictividad de los
años republicanos.
Las C ooperativas de Consum os fueron una salida para facilitar alim entos
baratos para sus socios. Entre 1956-57, “un grup m olt actiu dins al sindicat local
textil, i amb el v ist i plau del aleshores presidente”, se fundaba en A lbaida una
Cooperativa de Consum os, llam ada La M ilagrosa, que tenía como objetivo con
seguir abaratar los alim entos básicos de la dieta diaria para sus socios. No con
siguió cum plir el lustro de v id a .1710 A principios de 1957 se creaba en O ntinyent
la C ooperativa O brera de Consum o Santa Ana, subvencionada por la Caja de
A horros de O ntinyent, y la C ooperativa de em presarios te x tile s.1711
N i la industria ni el campo de la Valí d 'A lb aid a plantearon ningún conflic
to laboral durante el prim er franquism o. Tónica generalizada para el resto del
País Valenciano. Y razones poderosas tenían, pero no sólo venía m otivada esta
aparentem ente apatía por el terro r im puesto. Ism ael Saz señala otros factores que
explican esta ausencia de conflictividad: la colaboración, el antipoliticism o sin
dical y la eficacia de algunas fórm ulas de integración, como la p o lítica desarro
llada por G iró n .1712 Por tanto, algunas propuestas de política social diseñada por
el sindicalism o vertical ayudaron a los obreros, sobre todo cuando se les ayuda
ba a luchar por sus derechos utilizando la legislación socio-laboral fran q u ista1713
o las políticas sociales (Obras Sindicales, seg u ro s...).1714
Al m argen de las actividades de estas delegaciones la im pronta asistencial
de FET siem pre estuvo presente. Eran gestos que nada rem ediaban en un océano
de corrupción, pero que no pasaban desapercibidos, puesto que eran convenien
tem ente difundidos. En 1940 se suprim ió en O ntinyent la com ida de “ fraterni
dad” (valorada en 500 ptas.) con m otivo del 18 de ju lio , p ara donarla a la
C N S.1715 Con m otivo de las fiestas navideñas de 1942, y “Para dem ostrar el espí
ritu patriótico y caritativo”, la Falange ontiñentina, en unión con el alcalde, orde
nó la entrega de un kilo de trigo a cada uno de los racionados y venderla racio
nada a los que no tenían ración de trigo o m aíz y donar el resultado de esta venta
al H ospital B eneficencia y a A uxilio S o cial.1716
1710 CHORNET i BOIX, J.M*. y GUEROLA i TORRENT, J.C.: “El Cooperativisme agrari a Albaida i
Extrapolaritzacións a altres sectors”, Festes Patronáis i de Moros i Cristians. Albaida, 1989, s/p.
1711 LV, 10-1-1957.
1712 SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en la Valencia de la posguerra”, op. cit., pp. 221-
227.
1713 Algunos ejemplos se pueden encontrar en GÓMEZ HERRAEZ, J. M*.: “Autarquía económica y des
contento social en los pueblos de Albacete (1939-1959)”, en IEncuentro de Investigadores del Franquismo,
op. cit., pp. 130-133.
1714 SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en la Valencia de la posguerra”, op. cit., pp. 32-
33.
1715 AMO, libro 24, Libro de Actas, acta de 12-VÜ-1940.
1716 AMO, Bandos de la Alcaldía 1939-1948, bando de 22-XH-1941.
1216
Estos gestos cobraron inusitada fuerza después de la derrota nazi-fascista.
Precisem os: adquirió una publicidad m ás acentuada. El gobernador y Jefe
P rovincial, Ram ón Laporta Girón, se preocupó sobrem anera en acentuar en sus
discursos y en sus viajes la dedicación de Falange en la consecución de la “ju s
ticia social” . Con estas propuestas se resaltaba a Falange y a los consistorios
falangistas como único garante de políticas asistenciales dentro del conglom era
do de instituciones, dejando muy claro que la R evolución N acional-Sindicalista
no avanzaba a m ayor ritm o debido a las destrucciones de la guerra, a la Segunda
G uerra M undial y al bloqueo internacional. En este sentido, la prensa aclaraba,
sobre todo Levante, que Falange velaba por los sectores sociales más desprotegi
dos ante la hiperinflación y el estraperlo.
La Jefatura de O ntinyent publicaba un bando el 27 de m arzo de 1946 en el
que se “ advertía” y se am enazaba con la sanción pertinente a las personas racio
nadas con harina, m itad trigo y m itad m aíz, “que no deben retirar esta harina los
que no están verdaderam ente necesitados” puesto que la sobrante se ponía a dis
posición de A uxilio Social. Siguiendo con una tradición m edieval, las festivida
des cum plían con su papel de representación pública de desvelo hacia los más
desfavorecidos, pero ahora envuelta en el ropaje azul de Falange. Ayuntam ientos
y Jefaturas locales pregonaban en las fechas más señaladas del calendario su pre
ocupación social, sobre todo en las fiestas navideñas, en las que se distribuían
alim entos de prim era necesidad (pan, carne y patatas) y turrones.
La festividad de los Reyes M agos era otra ocasión propicia para estos
actos efectistas, con el reparto de juguetes entre los niños pobres, una propuesta
que habían desarrollado los ayuntam ientos republicanos de O ntinyent como
alternativa a las fiestas con un m ayor carácter religioso. La cabalgata de los
Reyes M agos de O ntinyent se había iniciado en 1932, con la dirección m unici
pal. H asta 1945 transitó sin brillantez. Pero en ese año, el ayuntam iento decidió
destinar la desorbitada cantidad de 30.000 ptas. a la cabalgata y a los m iles de
paquetes con juguetes repartidos. 1717D ispendios que se entienden en el momento
histórico que se produjeron, cuando los referentes exteriores habían sido, en
medio de m illones de m uertes, expulsados al basurero de la historia.
l 7*7 BERNABEU GALBIS, A.: “Historia de la Cabalgata de Reyes”, Libro de Fiestas. Asociación de ami
gos de los Reyes Magos, Ontinyent, 1990, s/p.
1217
de la gozosa aceptación de la dictadura y su rechazo más absoluto a las ideologí
as rev o lu cio n arias.1718 A los pobres les quedaba el consuelo del paraíso de la
vida eterna, ya que en la tierra tenían un infierno que debían soportar con estoi
cism o, bondad de espíritu y santa resignación.1719
Se retom aron las m uestras de m agnanim idad pública de las grandes fam i
lias de cada pueblo y ciudad, que, como ejem plo de su intención, recibían el
nom bre de “lim osnas” . La sem ántica es ilustrativa del sentido prim ero y últim o
de estas dem ostraciones de caridad, siem pre públicas, que se contradecían con el
espíritu destilado por A uxilio Social. El proyecto falangista de asistencia social
no obtuvo el beneplácito en form a m etálica de los que m ás podían contribuir a su
sostenim iento que de este modo restauraron sus rasgos paternalistas. D urante el
m andato de Planas de Tovar es corriente leer en la prensa provincial que sus
donaciones se dirigían a los ayuntam ientos o a instituciones benéficas, pero
nunca a A uxilio Social. Así, en la inauguración de la Caja de A horros de Albaida
se repartieron lim osnas y se donaron 1.000 ptas. con destino al Hospital
B eneficencia. En diciem bre de 1941, este G obernador y su esposa donaban la
im agen de San Francisco Javier a la Iglesia Parroquial de A lbaida, 1.000 ptas. al
párroco para reconstruir la iglesia y otras 1.000 al ayuntam iento para su destino
b en éfico .1720
La delegación de A uxilio Social de O ntinyent se encontró muy pronto con
la com petencia de las fórm ulas caritativas católicas con m ayor tradición local.
Así se vio obligada a com petir con los am plios donativos de particulares hacia el
H ospital B eneficencia (una institución de la época m oderna) y la C onferencia de
San V icente Paul. Claro que, como había criticado ferozm ente el anticlericalis
mo, las instituciones religiosas forzaban a la práctica católica. El Hospital-
B eneficencia de N uestra Señora del Rem edio de A lbaida había sido fundado en
diciem bre de 1876 para acoger a ancianos, huérfanos y enferm os. En la posgue
rra contem plaba clases de párvulos, una pequeña clínica, vestido y habitación
para los m ás necesitados, pero no faltaba la forzada participación en los ritos
religiosos. Los repartos de los subsidios fam iliares, principalm ente en los aros
más difíciles del bloqueo internacional, eran actos de m asas, en los que el
G obernador Civil donaba las cantidades personalm ente en la plaza del pueblo.
El patrocinio benéfico-caritativo de las elites locales vertebraba el último
eje, éste m ás ligado a la tradicional función social de las m ism as, con una direc
triz católica muy acentuada. Un caso digno a reseñar, digno del m ejor Berlanga,
era la v isita anual a Benigánim de A ntonia M artínez, viuda de M ari M ontañana,
conocida popularm ente entre los vecinos como “la M illo n ad a” . El alcalde alen
1718 SÁNCHEZ JIMENÉZ, J.: “La consideración moral y pastoral del régimen de Franco en el pensamien
to del cardenal A. Herrera Oria (1947-1968)”, en TUSELL, J.; SUEIRO, S.; MARÍN, J. M* y CASANOYA,
M.: El régimen de Franco (1936-1975), op. cit., 1.1, pp. 501-510.
1719 Las distintas respuestas en el caso concreto de Lleida desde las fuentes orales, en SOLÉ I MAURI,B.:
“El discurso moral de la Iglesia y su vivencia popular”, en GAGO GONZÁLEZ, J.M*. y TRUJILLAXO
SÁNCHEZ, J.M.: Jomadas Historia y Fuentes Orales. Historia y Memoria del Franquismo, 1936-1978, op.
cit, pp. 457-467.
1720 LV, 23-XÜ-1941.
1218
taba a los vecinos, y sobre todo a los niños, a recibirla m asiva y efusivam ente
para aprovechar después su buen estado de ánimo, resultante de lo que ella creía
una dem ostración popular de afecto, para conseguir su ayuda económ ica. En
1955, repartió 156 raciones con destino a los pobres, además de donar diversas
cantidades en m etálico para la congregación de las A gustinas y los empleados
m unicipales.1721 Unos años más tarde, invitó a com er a un centenar de pobres
además de donarles distintas cantidades en m etálico.1722
El espacio asociativo católico no dejó atrás las actividades benéfico-asis-
tenciales. Así, la Acción C atólica de O ntinyent repartía con m otivo de los actos
de lap atro n a en 1943 1.200 raciones alim enticias entre las fam ilias necesitadas.
El A rcipreste de Santa M aria de O ntinyent instauraba el prim er dom ingo de cada
mes como el D ía de la Caridad, nom brando una ju n ta que recogiera en todas las
iglesias de la ciudad los donativos en alim entos y ropas “A nte las prim eras dra
máticas necesidades creadas en los hogares hum ildes por las actuales necesida
des” .1723 Las jóvenes de AC de B ocairent visitaban asiduam ente a enferm os de la
ciudad.
Los centros más perfeccionados de política social y socialización católica
eran los patronatos católicos. El Patronato de B ocairent, adem ás de actividades
culturales y pastorales, fundó la Cooperativa León XII y realizaba gestos para
aplacar el ham bre de la posguerra, como el reparto de m onas, para celebrar la
Pascua de la R esurrección, a los niños que asistían al catecism o en sus aulas, que,
para el año 1943 se había disparado hasta las 650 “m onas” .
El patem alism o de algunos em presarios entronca con la política social de
la Iglesia, especialm ente la fam ilia Simó. En ju lio de 1940 se destinaba el
sobrante de la cosecha de trigo de la m adre de José Simó a los obreros de la pro
pia fabrica, a precios tasad o s.1724 A finales de los cincuenta, em presas como La
Paduana y La C lariana (am bas propiedad de los Simó) habían im plantado becas
de estudios universitarios y de enseñanzas m edias para los hijos de sus obreros,
a la vez que repartían juguetes entre los m ism os en la festividad de los Reyes
M agos.1725 Por ejem plo, en 1958 concedieron cuatro becas destinadas a hijos de
sus trabajadores. En grandes em presas se ha com probado su eficacia entre la
p obhción obrera, tanto para rem ediar en parte su dura vida como para ejercer de
válvula de escape que im pidió, ju nto a otros factores, una conflictividad laboral
que ¿penas existió durante el prim er franquism o.1726
1721IV; 30-XÜ-1955.
1722 1P, 1-1-1957.
17231P, 4-H-1942.
1724 XMO, Correspondencia 1940, 24-VH-1940.
1725 IV, 28-IX-1958. La empresa de Segarra es el modelo perfecto de patemalismo empresarial, v. PEÑA
RAMBLA, F.: “La industria Segarra de la Valí d'Uixó: un ejemplo de patemalismo franquista”, en II
Encueitro de Investigadores del Franquismo, op. cit. 1.1, pp. 189-192.
1726 SAZ, I.: “Trabajadores corrientes. Obreros de fábrica en la Valencia de la posguerra”, op. cit, pp. 213-
217.
1219
Las actividades sociales de la C ooperativa Textil de Ontinyent se alejaban
de las políticas asistenciales de A uxilio Social. La C ooperativa, creada en la pos
guerra, respondía, en un principio (adem ás de otros fines económ icos), a los cri
terios de acción de una sociedad de socorros m utuos para los trabajadores que,
llegada su jubilación, no podían contar con una m ínim a pensión, así como para
los trabajadores enferm os. La Cooperativa repartió alim entos y prendas de ves
tir, en un m om ento en que la baja productividad estaba relacionada, entre otros
factores, con la m alnutrición de los obreros. Así, la Cooperativa se hacía cargo
de servicios asistenciales que ni el Estado ni el depauperado A uxilio Social o las
Centrales N acional-S indicalistas cum plían.
También podem os ver a algunos em presarios colaborando en el equipa
m iento del Centro de Sanidad de O ntinyent, especialm ente en el auxilio esp iri
tual de sus pacientes. José Simó donó ornam entos para la C apilla y las 15.000
ptas. de B autista C hafer Tomás la com pletaron; José Tormo Vidal y su esposa,
una im agen del Sagrado Corazón de Jesús; y por últim o, José Ma Belda Coll hizo
posible, con 10.250 ptas., la adquisición de una m esa de operaciones, a mi modo
de entender, una colaboración más práctica para la salud m aterial.1727
La m ejor conclusión sobre este apartado es que las políticas sociales d ise
ñadas desde Falange Tradicionalista (Frente de Juventudes, A uxilio Social,
Sección Fem enina, sindicatos verticales) o sus “com pañeros de viaje”, como la
Iglesia o la patronal católica, tuvieron en algunos casos, principalm ente en cuan
to los sindicatos, un cierto beneplácito entre los obreros y cam pesinos. Esta
“zona interm edia” situada entre la oposición frontal al franquism o y a sus p o líti
cas y la de los defensores inasequibles, no es óbice para olvidar que, como los
trabajos recogidos por Ism ael Saz y José A. Gómez Roda subrayan, “ el régim en
nunca fue popular entre ellos” .1728
1221
Entre 1903 y 1910 los valldalbaidinos levantaban sus cabezas día tras día
hacia el cielo esperando la lluvia que regase los campos. Pero ésta no sólo no
llegó sino que una terrible epidem ia (la filoxera) se abatió sobre los viñedos, el
principal cultivo de la agricultura com arcal. El modelo económ ico predom inante
en buena parte de la com arca se hizo añicos. La filoxera significó pues un p ro
fundo corte en la historia contem poránea de la Valí d ’A lbaida.
H asta 1910 en casi todos los pueblos agrícolas im peraba una hegem onía
absoluta de los grandes propietarios, una oligarquía (los senyorets) form ada en el
siglo XVIII y en los procesos desam ortizadores del siglo XIX. Poseían grandes
extensiones de tierra, siem pre las más productivas y feraces, los establecim ien
tos dedicados a las transform aciones agroalim entarias (bodegas, alm azaras, m o li
nos), una parte considerable de los inm uebles urbanos, el m ercado financiero a
través de la usura y la hegem onía social, la política (suyo era el poder m unicipal)
y la cultura. U na débil capa de agricultores m edios atenuaba parcialm ente la des
igualdad social entre los senyorets y la m asa jornalera.
H asta el prim er decenio del siglo XX la com arca era un feudo del caci
quismo (M ayans, Iranzo), del tradicionalism o en O ntinyent (y pueblos de sus
alrededores) y del m ovim iento católico en la sociedad (asociaciones, cooperati
vas). Aunque el republicanism o nunca llegó a desaparecer del todo, era m uy
débil. La izquierda obrera era prácticam ente desconocida. N ada ni nadie alteraba
el dominio secular de los propietarios agrícolas e industriales y de la Iglesia
Católica. Una tranquilidad social de tal calibre que atrajo hacia la com arca
(Oníinyent, M ontavem er) a fabricantes de Alcoi y Valencia cuando la contesta-
ciór obrera de los años posteriores a la Gran Guerra de 1914-1918 se encontraba
en su apogeo, aunque la quietud se viese alterada puntual pero significativam en
te: motín de consumos en O ntinyent (1920) y huelga “deis B eneyto” en B ocairent
(1922-1923). Las extrem as condiciones de explotación que soportaban los obre
ros textiles, sobre las que se había basado la industrialización, provocaban estos
estallidos en los que ya está presente la dirección de un sindicato reivindicativo,
pero que eran apagados por la acción conjunta de la fortaleza em presarial y la
influencia del discurso eclesiástico del m antenim iento del “orden social” .
Sin embargo, la filoxera en los pueblos agrícolas y el ritm o im parable de
la iidustrialización en O ntinyent com enzaron a erosionar este paraíso de control
social, político y cultural. La destrucción m asiva del viñedo producida por la
panlem ia condujo a una em igración m asiva de los jornaleros agrícolas hacia ciu
dades valencianas (G andia, Sagunt, V alencia); catalanas (preferentem ente
Barcelona), países latinoam ericanos (A rgentina, U ruguay) y Francia. E sta
corriente, y la golondrina a las dos Riberas y La Safor (recolección del arroz y la
nannja) pusieron en contacto a los valldalbaidinos con las propuestas reform is
tas / revolucionarias de republicanos, anarquistas y socialistas. Cuando los em i-
graites volvían a sus pueblos de origen traían, junto a sus ahorros, las nuevas
idezs. N acieron sociedades agrícolas socialistas y alguna anarquista que p lan teá
ro n la s prim eras reclam aciones sobre salarios y condiciones de trabajo, los jo r
naleros pasaron a reunirse en locales y tabernas para leer y com entar la prensa
que com enzaba a llegar a los pequeños pueblos de la Valí d ’Albaida.
La filoxera y la subsiguiente em igración produjeron un radical cam bio
1223
socio-económ ico. Los grandes propietarios se vieron im pelidos a ceder la explo
tación de porciones considerables de sus tierras bajo el heterogéneo régim en de
la aparcería, como único m edio para m antener sus rentas y sus cuantiosos gastos
en ostentación. Los m edianos aparceros com praron las tierras que explotaban al
m ism o tiem po que accedían en régim en de aparcería a otras nuevas, ensanchan
do de este modo la clase m edia rural. Los pequeños aparceros y sectores jo rn a le
ros siguieron esta tendencia, aunque pocos pudieron abandonar su condición de
asalariados agrícolas en sus pueblos o en las com arcas arroceras y citrícolas y su
dependencia respecto a com erciantes y propietarios de las transform aciones
agro alim entan as.
La gran propiedad inició el cam ino de su disgregación m ientras que la m uy
pequeña propiedad, coincidente m uchas veces con distintas formas de explota
ción de la tierra (aparcería en el secano, arrendam iento en la huerta) pero in su fi
ciente para asegurar la supervivencia fam iliar, increm entaba su presencia.
A parceros, pequeños y m edianos propietarios acom eterían, sin apoyo estatal y
som etidos a las leyes inclem entes de la usura, la replantación del viñedo en
m edio de una im portante crisis vinícola. El descenso dem ográfico del agrícola
Partido Judicial de A lbaida, que agrupaba gran parte de los pueblos de la com ar
ca, durante el prim er tercio del siglo XX, ilustra el coste social de la extensión
de la filoxera y sus consecuencias sobre sus habitantes.
La crisis del viñedo que la epidem ia filoxérica vino a acentuar tam bién
determ inó un giro en las inversiones de los grandes propietarios agrícolas. Sin
estím ulos para replantar las cepas dañadas, sus capitales se dirigieron a sectores
productivos m ás rentables: m anufacturas (cerería), industrias (textil, vidrio),
incluso hacia las nuevas fuentes de energía (electricidad). Esta dinám ica, unida
al establecim iento de industriales foráneos, dio un renovado im pulso a fabrica
ciones tradicionales (cerería), industrializó antiguas artesanías (vidrio) y, sobre
todo, dio el em pujón definitivo a la industria de O ntinyent, todavía muy diversi
ficada.
Jornaleros, pequeños aparceros y arrendatarios, y, especialm ente, m ujeres
y niños, nutrieron las plantillas laborales de estas em presas en las que salarios,
condiciones de trabajo (largas jornadas, deficientes condiciones de sanidad) y
constantes abusos personales perpetuaban el m odelo industrializador decim onó
nico. U na mano de obra sin sindicatos (excepto en B ocairent) discrim inada nega
tivam ente en com paración con núcleos fabriles próxim os (como A lcoi), muy p ar
ticularm ente en el caso de las m ujeres y los niños. Los datos dem ográficos
dem uestran que las poblaciones que acogieron m anufacturas e industrias sopor
taron con m ayor benignidad los efectos destructores de la filoxera.
Sobre esta base previa de explotación laboral y perm anente coacción en
las relaciones sociales y personales que establecían un rígido jerarquism o opera
ron las vertiginosas transform aciones sociales producidas por la filoxera y la cri
sis vitícola. Los años de la D ictadura de Primo de R ivera debieron influir en la
acentuación de la politización y en la tom a de conciencia de la ausencia de p ar
ticipación popular en la vida p o lítica local, en las carencias de infraestructuras
públicas de todo tipo (educativas, sanitarias), en el casi absoluto control cultural
y social de las oligarquías locales y la Iglesia, en la explotación inm isericorde de
1224
la mano de obra y del producto del trabajo de los pequeños propietarios, aparce
ros y arrendatarios. La m ejora en las com unicaciones y el aum ento de la alfabe
tización posibilitaron una m ayor difusión de ideas y m edios de com unicación. La
cultura urbana establecida en las ciudades que rodeaban la Valí d ’A lbaida (A lcoi,
Gandia, X átiva) estaba llegando a la com arca (no olvidem os que el denso hábitat
valenciano favorecía estas transm isiones) y, con ella, propuestas culturales,
m odas, nuevos hábitos de vida cotidiana, el reform ism o laico del republicanism o
y las aspiraciones de una nueva sociedad igualitaria del m ovim iento libertario y
el socialism o.
Pero tam bién la bonanza económ ica y social de los prim eros años dictato
riales fueron el marco idealizado para todos aquellos (em presarios, propietarios
agrícolas, funcionarios, pero tam bién trabajadores) que veían personificados en
la dictadura los principios de autoridad, nacionalism o y orden público coinciden
tes con una cierta prosperidad determ inada por el pleno empleo en la industria.
“D ebieron” hacerlo porque, a falta de estudios concretos sobre este período tan
olvidado en la historia contem poránea valenciana, las únicas fuentes consultadas
(libros de m em orias, historiografía especializada en la historia de la educación),
inciden en estos factores de evolución social apuntados.
La “m area de republicanism o” que inundaba al país desde 1930 no dejó de
afectar a la com arca. D esde 1930 se observa la oscilación de una parte de las é li
tes locales que habían engrosado los partidos dinásticos, o que habían sido des
alojadas del poder m unicipal durante la D ictadura de Prim o, hacia los nuevos
partidos republicanos que estaban surgiendo, pero con preferencia, hacia el repu
blicanism o histórico valenciano representado por el PURA, heredero del laicis
mo, radicalism o político y reform ism o social de Vicente Blasco Ibáñez. Pero no
sólo eran estas elites las que estaban engrosando los partidos republicanos. Las
clases m edias rurales que hasta la fecha no habían participado m asivam ente en
política (botiguers, propietarios agrícolas m edios, pequeños artesanos) y profe
sionales liberales (m édicos, m aestros) fueron el grupo predom inante en la rena
cida fuerza de un republicanism o que propugnaba una verdadera dem ocracia
política, una cultura laica construida sobre los valores dem ocráticos, reform as
sociales para obreros y jornaleros ju n to a políticas de construcción de infraes
tructuras públicas. La alianza electoral, y de objetivos, del republicanism o con el
socialism o, diseñó un frente común electoral y social para las elecciones m unici
pales del 12 de abril de 1931. Una situación político-social coincidente con el
resto del Estado que dem uestra la im pregnación com arcal de la cultura urbana.
El 12 de abril los electores m asculinos se m ovilizaron como nunca hasta
la fecha había sucedido en los com icios convocados por el liberalism o no dem o
crático de la R estauración. Las expectativas creadas en torno a la posibilidad de
una nueva España se reflejaron en la elevada participación de la juventud en los
m ítines y conferencias previas a la jornada electoral. El triunfo republicano-
socialista en los principales núcleos urbanos del Estado, ayudado por la desorga
nización y desaliento m onárquico, ha sido catalogado como una “insurrección
nacional” no ya contra la M onarquía alfonsina, sino contra lo que representaba.
En este sentido, la D ictadura de Primo de Rivera, nuevam ente, desem peñó un
papel crucial en la proclam ación posterior de la República. La política m unicipal
1225
favorecedora de los sectores católicos (casi siem pre m uy próxim os al tradiciona
lism o) y su gestión, m uchas veces llena de irregularidades y favoritism o, desvió
a políticos dinásticos de la senda m onárquica en abril de 1931.
El caso de O ntinyent es un buen ejem plo. En esta ciudad m edia se formó
una am plia coalición form ada por republicanos (de orientación centrista y con
servadora), conservadores y liberales dinásticos unidos contra una candidatura de
signo tradicionalista con la im pronta de la fam ilia Simó (propietarios agrícolas e
industriales de tradición carlista) que había m onopolizado la po lítica m unicipal
local. O ntinyent siguió las coordenadas de otras ciudades m edias valencianas
(básicas en el triunfo republicano), en las que la burguesía republicana, la
izquierda obrera y bloques restauracionistas contrarios a los cario-conservadores
dom inadores del poder m unicipal durante la D ictadura, form aron candidaturas
vencedoras en las elecciones.
Los sucesivos com icios efectuados en 1931 (abril, parciales m unicipales
en m ayo, constituyentes en ju n io ) señalan una com arca m arcadam ente republica
na, después de décadas de “oligarquía y caciquism o” . Pero se hace necesario
reflejar algunos m atices. Las candidaturas m ás escoradas hacia la izquierda, esto
es, aquellas en que la DLR o el PURA, se acom pañaban de radical-socialistas o
socialistas, obtienen holgadas m ayorías en los m unicipios m edios (alrededor de
los 2.500 habitantes) em inentem ente agrícolas-vitícolas, centralizadores de la
em igración postfiloxérica, sin industria textil y con una cierta tradición republi
cana y socialista (A ielo de M alferit, la Pobla del Duc, Q uatretonda, entre otros).
Por el contrario, en los pueblos pequeños, los más num erosos, con muy escasa
politización previa, triunfaron las candidaturas blasquistas.
El enfoque m icroscópico nos perm ite una segunda m atización, de m ayor
trascendencia para el devenir de la República. El caciquism o, resultado político
de las redes clientelares y de patronazgo, no desapareció ni dejó su lugar a la p ri
m acía de la “opinión p ú b lica” . Sim plem ente se enm ascaró en los partidos repu
blicanos que parecía iban a dirigir la política republicana: la D erecha Liberal
R epublicana (y sus escisiones posteriores, sobre todo el Partido Republicano
Progresista), el PURA , y, en m enor grado el PRRS. La prensa escrita, que gozó
de un espectacular crecim iento, signo de la apertura dem ocrática que supuso la
República, y los plenos m unicipales, inciden en la percepción de que los peque
ños pueblos de la Valí d ’A lbaida vivieron una intensa politización en torno a las
políticas m unicipales con abundantes críticas sobre la continuidad del personal
político m unicipal, así como se advierte la pervivencia de prácticas caciquiles en
las elecciones supralocales. Esta constatación de un caciquism o nom inalm ente
republicano es relevante para com prender la dinám ica de enfrentam iento socio-
cultural de los años republicanos. En los consistorios gobernados por el republi
canism o “real” se asistió a un esbozo (im pedido por los problem as presupuesta
rios) de m ejoras urbanas, transparencia en la gestión m unicipal, m ayor sensibili
dad hacia los problem as sociales (beneficencia, paro) y una constante preocupa
ción por la educación (construcción de escuelas y otras iniciativas).
Entre 1931 y 1933 una coalición de republicanos de izquierda y socialis
tas dirigieron la p o lítica estatal. D urante estos años, y en el entorno internacio
nal de la m ayor crisis del capitalism o, intentaron afrontar los principales proble
1226
mas de un país fundam entalm ente injusto en lo social, controlado en lo cultural,
así como desvertebrado territorialm ente. La explosión dem ocrática no dejó inm u
ne a ningún m unicipio. En la Valí d ’A lbaida se plantearon sim ilares problem as
que en el resto de la Valencia y la España republicanas, excepto, claro está, la
reform a técnica del Ejército.
El anticlericalism o form aba parte de la cultura com ún de republicanos,
anarquistas y socialistas desde principios del siglo XX, confluyendo tradiciones
de anticlericalism o “culto” y “popular” . Aunque las m anifestaciones más llam a
tivas habían tenido lugar en las ciudades, durante la R epública la cultura p o líti
ca urbana que se había vertido con anterioridad sobre los pueblos trasladó a las
zonas rurales la construcción de una cultura laica en sus dos vertientes (seculari
zar el Estado y/o la sociedad y las resistencias clericales), una lucha con am plios
tonos de sim bolism o. Este enfrentam iento no adquirió los tintes de persecución
anticatólica propagada por los ideólogos del franquism o y por algunos actuales
m anipuladores eclesiásticos, sino que fue un fenómeno com plejo en el que el lai
cismo oficial de la C onstitución republicana y el extraoficial de republicanos e
izquierda obrera (en especial los prim eros) tenía el contrapeso de la sim bología
tradicional de las com unidades rurales. De ahí la reducida existencia de m atrim o
nios o entierros civiles, pero tam bién la existencia de factores culturales-sociales
muy acusados, como el rechazo a los cultos patrocinados por las fam ilias pode
rosas que nutrieron el anticlericalism o del período.
En estos dos prim eros años republicanos la violencia anticlerical fue m uy
lim itada, pero no se debe olvidar que si bien muchos actos públicos religiosos
fueron prohibidos, tam bién lo fueron los organizados por la izquierda obrera y
que la agresividad antirrepublicana de la integrista Iglesia española se m anifestó
desde un principio, incluso con anterioridad a la aprobación de la Constitución.
El anticlericalism o jugó un im portante papel en la historia republicana. En
los pueblos, los ayuntam ientos m onárquicos y los ocupados por el caciquism o
republicano incum plieron sistem áticam ente las disposiciones gubernativas lai
cas, creando frecuentes conflictos con los republicanos y la izquierda obrera,
para los que las críticas hacia estos consistorios cam inaban indisolublem ente con
el anticlericalism o y el anticaciquism o, adversarios de la República. Por otro
lado, el posicionam iento ante el papel que debía ju g ar la religión y la Iglesia
Católica en la sociedad y el Estado destrozaba las estructuras sociales clasistas.
Un obrero industrial podía sentirse agraviado en sus creencias por el anticlerica
lismo m ientras que un profesional liberal podía ser un virulento laicista. En este
sentido, la m ovilización católica contra la legislación anticlerical consiguió aglu
tinar a distintos sectores sociales, desde propietarios e industriales, hasta obreros
y jornalero s, en defensa de la religión y la Iglesia.
H asta 1933 no se puede hablar de una crisis económ ica generalizada en la
com arca. La industria textil trabajaba a buen ritm o gracias al increm ento de sala
rios de los prim eros convenios laborales, que dio pie a un aum ento deí consumo.
Por otra parte, la agricultura gozó de buenas cosechas, la construcción no descen
dió en dem asía y los principales artículos de consumo no variaron sus precios. En
un principio, la legislación largocaballerista en la agricultura y la presión sindi
cal en general sobre todos los sectores productivos hicieron posible una eleva
1227
ción salarial de los trabajadores, una m ejora en sus condiciones de trabajo y un
relativo control sobre el m ercado de trabajo. Pero pronto la obstrucción patronal,
ayudada por los ayuntam ientos caciquiles fue recortando la am plitud y duración
de estos beneficios.
La agricultura de la Valí d ’A lbaida y, en general, del País V alenciano, no
se vio afectada por los problem as y conflictos ocasionados por la Ley de R eform a
A graria en las zonas latifundistas. En la com arca apenas había “ham bre de tie
rras” dada la conform ación de la propiedad de la tierra. Pero los decretos de
Largo Caballero (especialm ente la Ley de Térm inos M unicipales y la jo rn ad a
laboral de ocho horas) sí conllevaron un marco de conflictividad. Estos decretos
se aplicaron sobre un campo en el que estaba creciendo im parablem ente la sin d i
cación socialista partidaria de la negociación con la patronal a través de las
Bases de Trabajo. A unque no se debe m itificar esta sindicación, por cuanto, como
el estudio interno de estos sindicatos y la sociología electoral determ inan, una
parte de los afiliados lo eran para aprovechar el control sindical de las agencias
de colocación.
La preem inencia del socialism o en el sindicalism o cam pesino de la Valí
d ’A lbaida y una buena coyuntura com ercial explican la escasísim a conflictividad
de la com arca. Sin em bargo, la confluencia de ayuntam ientos caciquiles favora
bles a la patronal agraria fue causa frecuente de pugnas, dado el papel que la
legislación largocaballerista otorgaba a los alcaldes como m ediadores laborales.
Los enfrentam ientos ocurridos en Fontanars, térm ino dom inado por latifundios
en m anos de nobleza absentista titulada, son un buen ejem plo de estas actuacio
nes. El alcalde em pleó su cargo para ayudar a los propietarios agrícolas en el des-
m antelam iento del sindicato socialista recientem ente formado.
En otros lugares estos ayuntam ientos protegían a los sindicatos católicos y
a los blasquistas, frente a los socialistas. D urante estos dos años los sindicatos
socialistas cam pesinos batallaron sin pausa dentro del marco legislativo vigente
para firm ar las Bases de Trabajo y vigilar su cum plim iento. Pero desde el verano
de 1933 es palpable la decepción sindical, percibiendo que, a pesar de form ar
parte del gobierno de la R epública, de la prom ulgación de una legislación favo
rable a los intereses de los jo rn alero s y arrendatarios y de la táctica negociadora,
no se avanzaba hacia una m ejora social y laboral sustancial o, cuando se conse
guía, era rápidam ente negada.
Por el contrario, la industria (textil y vidrio) y las m anufacturas com arca
les sí presentaron un perfil de acusada conflictividad laboral, determ inada p rin
cipalm ente por la com batividad anarquista (el principal sindicato en l ’O lleria y
O ntinyent), y la intransigencia patronal, en buena parte católica y derechista. Sin
embargo no alcanzó por igual a la totalidad de la industria. Las fábricas textiles
disem inadas por los pueblos, precisam ente las que soportaban las peores condi
ciones de trabajo del sector, se sindicaron dentro de la UGT. La estrategia adop
tada por los trabajadores fue puram ente defensiva (m antener con vida el sindica
to) frente a las m últiples coacciones del patrono, que habitualm ente era a la vez
el alcalde del pueblo y uno de los m ayores propietarios de tierras. En B ocairent
la bonanza económ ica y el pragm atism o del sindicato textil u g etista fueron la
causa de una acusada paz social.
1228
En O ntinyent, la negociación directa entre CNT y em presario dio buenos
frutos para los trabajadores durante 1931 y 1932, hasta que el Sindicato Único
intentó el asalto frontal contra dos de las principales fábricas textiles: La
Paduana, de la fam ilia tradicionalista de los Simó, y Tortosa y D elgado, de
B autista Tortosa, republicano conservador. El fracaso cenetista, tras diversos y
graves incidentes, fue coincidente con los efectos de la Ley de A sociaciones. La
negativa cenetista a inscribirse en el Registro de A sociaciones era utilizada por
los em presarios para negarse a negociar con el Sindicato Único. Además, en esta
ciudad, la patronal empleó un eficaz recurso anticenetista, como fue su colabora
ción en la creación de sindicatos católicos, un sindicalism o con una evidente
base obrera (los “buenos trabajadores”).
D espués de dos años de República los avances para los trabajadores onti-
ñentinos habían sido m ínim os. En una sociedad hegem ónica conservadora-cató
lica como era la de O ntinyent, con un ayuntam iento blasquista muy escorado
hacia el centro derecha y una patronal m ayoritariam ente tradicionalista que había
auspiciado y protegido a los sindicatos católicos, los cenetistas ontiñentinos se
sintieron decepcionados m uy pronto con esa R epública tantas veces añorada, que
no suponía, según su visión, una verdadera m ejora para los trabajadores, para el
desarrollo de las m anifestaciones culturales del m ovim iento libertario o para la
organización sindical, reprim ida de igual modo que durante la Restauración. Este
entorno radicalizó a la CNT ontiñentina, que caminó hacia el m axim alism o de la
FAI. La salida hacia delante presente en la participación en el m ovim iento insu
rreccional de m ayo de 1933 supuso la clausura de los centros anarquistas y la
escisión del m ovim iento libertario ontiñentino. En definitiva, el abierto sabotaje
de la patronal agraria e industrial a las Bases de Trabajo y a los dos principales
sindicatos de izquierda fue una constante desde la proclam ación de la República.
Para estos, la legislación largocaballerista lim itaba su control de la mano de obra
y, con ella, adem ás de los prejuicios económ icos, recortaba el poder de coacción
en época electoral y sus posiciones de prestigio cotidiano.
El año 1933 marcó un punto de inflexión en todos los órdenes. El PURA
todavía m antenía sus señas de identidad históricas. Su discurso anticlerical (más
m oderado y “leg alista” en O ntinyent), y anticaciquil, y, en cuanto a las políticas
m unicipales, defensor del equilibrio presupuestario, de la consecución de refo r
m as urbanas (urbanización, sanidad, infraestructuras) y de la m oderación en los
conflictos sociales, había atraído a segm entos de la clase m edia, de la patronal
industrial, del com ercio y de las profesiones liberales. Pero, al m ismo tiem po,
sus proyectos de hegem onía absoluta en el campo político republicano habían
cooptado a los caciques restauracionistas y los habían aislado dentro del republi
canism o político, puesto que los radical-socialistas le acusaban de pervertir la
historia del partido con la inclusión de m onárquicos. A sí, los radical-socialistas
debieron buscar el voto obrero para afianzar su base social. A pesar de su conso
lidación en la com arca, el PURA estaba intranquilo desde mayo de 1933. En las
elecciones parciales m unicipales de ese mes, y según un inform e del Gobierno
C ivil de V aléncia, se observa cómo una parte de estas elites locales que habían
apoyado al PURA y a otras opciones republicano-derechistas estaban oscilando
m uy poco a poco, pero de m anera perceptible, hacia la D erecha Regional
1229
Valenciana, un espacio político mucho más “n atural” .
H asta 1933 el republicanism o y la izquierda obrera designaban entre sus
enem igos al clericalism o, al caciquism o y a las políticas patronales de obstruc
ción e incum plim iento de las Bases de Trabajo. La única fuerza declaradam ente
antirrepublicana, el tradicionalism o, apenas les inquietaba. Pero este año de 1933
m arcaría la consolidación definitiva de una nueva sigla política tom ada como
referente de la antítesis de los valores republicanos.
La llegada de la República, una dem ocracia real participativa, supuso un
reto de grandes m agnitudes para la derecha restauracionista. R ecuperada del
estupor, la reorganización de estas fuerzas se sustentó con el ejem plo de movi
lización de la Liga C atólica a principios del siglo XX en la capital provincial.
Para crear un partido con posibilidades reales de convertirse en un partido de
m asas que plantara cara electoralm ente al republicanism o y al socialism o, la
derecha necesitaba im periosam ente asim ilar al tradicionalism o valenciano, un
m ovim iento con una capacidad organizativa al que se había sentido atraído desde
décadas atrás. La D erecha Regional, el proyecto político de Luis Lucia, se con
struyó de una m anera muy sim ilar al tradicionalism o de finales de la centuria
decim onónica: apoyos sociales populares dirigidos por elites económ icas.
O ntinyent es un referente de este proceso desarrollado en la provincia de
Valéncia. Su potente e histórico tradicionalism o aportó a la DRV sus apoyos
sociales, sus cuadros políticos, financiam iento y la patronal tradicionalista como,
por ejem plo, los Simó. En este sentido, la DRV com enzó a construirse sobre las
bases de la m ovilización católica contra el laicism o estatal y el anticlericalism o.
De esta m anera se com prende cómo, desde octubre de 1931, el crecim iento orga
nizativo de la DRV en el Partido Judicial de O ntinyent fue muy rápido, sustenta
do sobre las bases tradicionalistas de B ocairent, O ntinyent y A gullent.
La D erecha Regional V alenciana pretendía atraer a todas las derechas
valencianas con un discurso interclasista basado en el agrarism o conservador, el
regionalism o, reform as sociales siguiendo el catolicism o social y la defensa de
los valores de la propiedad privada y la religión. Un discurso atractivo por igual
para los pequeños propietarios agrícolas y arrendatarios, capas del artesanado y
obreros, la pequeña burguesía y el concentrado geográficam ente, pero muy
im portante, substrato tradicionalista, aunque los cuadros dirigentes y sus bases
económ icas tuvieran una fuerte im pronta de la patronal agraria e industrial y de
capas m esocráticas.
La indudable m ovilización popular sobre la que se basó la DRV hunde sus
raíces en el siglo XIX, cuando el tradicionalism o, en lo fundam ental un m ovi
m iento político antiliberal, consiguió m antener significativos apoyos sociales
entre los arrendatarios, aparceros, m aseros y artesanos, sectores m uchas veces
encuadrados en fórm ulas cooperativistas católicas y relacionados m uy directa
m ente con propietarios agrícolas tradicionalistas y con los poderes locales que
oscilaban hacia esa corriente ideológica.
La perspectiva de la desaparición del orden social y cultural tradicional
sirvió a los dirigentes tradicionalistas, católicos, y a los restos m ás conservado
res de la política restauracionista para m ovilizarse contra la R epública y la
izquierda obrera, pero ahora con m étodos y m aneras m ás propios de la Europa de
1230
lo s años treinta. Esta caracterización social de la DRV es básica para entender no
sólo su fortaleza política y electoral durante la República, sino tam bién, en parte,
la violencia p o lítica de la zona republicana y, sobre todo, el com ponente popular
d el franquism o. Al mismo tiem po, la dirección burguesa de la D erecha Regional
n o lo era únicam ente como respuesta a la defensa de sus intereses económ icos
propios, puestos en peligro por la legislación republicano-socialista y los sindi
catos de izquierda, sino como la plasm ación de una corriente económ ico-política
que buscaba el desarrollo económ ico desde el corporativism o y el autoritarism o
po lítico , que encontrarem os posteriorm ente en la autarquía de la dictadura fran
quista.
El crecim iento de la DRV se asentó sobre el m ovim iento católico (asocia
ciones, sindicatos, prensa) y de m anera m uy im portante, gracias a las iniciativas
y propaganda de sacerdotes y órdenes religiosas. El apoyo de la Iglesia a este
partid o tiene m ucho que ver con la trayectoria histórica de la Iglesia española.
H asta la R epública estuvo arropada en m ayor o m enor grado por el Estado en
cuanto a la preservación pública de su m oral, como en el control de la educación.
Con la R epública laica, la Iglesia perdió esta protección y la salvaguarda estatal
de sus valores, en unos años en que se hacía m ás palpable la secularización de la
sociedad, en especial entre las m ujeres, y la reacción eclesiástica a la cultura de
m asas y las alternativas culturales anarquistas. La Iglesia pues, buscaba un p ar
tido que consiguiera alcanzar el poder y devolverle sus antiguos privilegios como
único m edio para frenar la secularización que ya com enzaba a afectar a los pue
blos.
A sí, no es extraño que una de las estrategias elegidas para la expansión de
la DRV fuera la m anipulación de los sentim ientos católicos, a través de la con
frontación y la provocación casi continua, con la finalidad que se asim ilara a los
gobiernos m unicipales que ponían en práctica la legislación laica estatal (como
O ntinyent), a furibundos perseguidores del catolicism o y de la Iglesia. De esta
m anera, la DRV pasaba a presentarse como la única organización política defen
sora del catolicism o. Al m ism o tiem po, la DRV estaba com enzando a captar a los
caciques locales que veían en la DRV su partido natural después del fracaso de
las opciones de centro-derecha (DLR, PRP). Aunque todavía no había logrado
una penetración im portante en el Partido Judicial de A lbaida.
Esta dinám ica política, con un republicanism o histórico cada vez más
escorado hacia la derecha, con unas políticas m unicipales muy m oderadas o
abiertam ente caciquiles, situado casi siem pre al lado de la patronal en los con
flictos laborales y que seguía perpetuando la ineficacia, arbitrariedad y corrup
ción en la gestión adm inistrativa o ponía freno a las ansias secularizadoras, se
unió a la im plantación inexorable de la DRV y del sindicalism o católico, verda
dero com petidor sindical de ugetistas y anarcosindicalistas, siem pre revienta-
huelgas. Las acciones de ambas fuerzas políticas, en especial en el m arco labo
ral, estab an sum iendo al sindicalism o de izquierda en un estado de desasosiego
que derivó en la faicistización de la CNT y en un creciente radicalism o ugetista.
C uando el paro agrícola creció en 1933 debido a la confluencia de los efectos
desastrosos del m ildiu en el viñedo, la crisis citrícola que im pidió la em igración
golondrina y la acentuación de la crisis internacional que afectó negativam ente a
1231
la em igración hacia A m érica, los sindicatos no pudieron hacer frente al problem a
del paro, perdiendo afiliados y, por tanto, fuerza en las negociaciones.
Así las cosas, las elecciones legislativas de noviem bre de 1933 dilucida
ron esta trilogía expuesta. La am enaza electoral de la DRV para el republicanis
mo blasquista term inó con una batería de incidentes, (algunos m ortales) y prác
ticas de puro pucherazo perpretadas por blasquistas, de m anera que los resulta
dos de estas elecciones son todavía hoy en día desconocidos en su totalidad. Sin
em bargo, las actas del Partido Judicial de O ntinyent ofrecen con claridad la im a
gen de una DRV que había captado definitivam ente a toda la derecha, así como
un retroceso muy significativo de la izquierda debido principalm ente a la absten
ción anarquista. M ientras la crisis agrícola crecía en su m agnitud, el gobierno de
la R epública recayó en una coalición de partidos de centro y centro-derecha repu
blicanos que con su política agraria devolvieron a la patronal su poder sobre el
m ercado de trabajo agrícola.
La reacción del sindicalism o de izquierda fue fulm inante, al observar que
el m ito prom eteico de la R epública se deshacía. El m ovim iento libertario respon
dió con la insurrección de diciem bre de 1933, concluida con una nueva desarti
culación organizativa del Sindicato Único de O ntinyent. La desesperación socia
lista al ver destruidos los avances del prim er bienio term inó con la huelga cam
pesina de junio de 1934, con un im portante seguim iento en la Valí d ’A lbaida,
fruto del crecim iento de la organización desde 1931, reflejo del m alestar de las
capas m ás bajas del cam pesinado y, sobre todo, de la intensa politización del p ri
m er bienio. Por prim era vez, jornaleros, pequeños propietarios, aparceros y
arrendatarios seguían, en m uchas poblaciones de m anera m asiva, una huelga de
carácter estatal.
Entre 1934 y febrero de 1936 la política europea tuvo una destacada
influencia sobre la historia de la República. Si la crisis internacional del capita
lism o condicionó coyunturalm ente la crisis de los productos agrarios de exporta
ción en 1933 y de algunos sectores industriales que dependían de m aterias p ri
mas de im portación y, en general, la depresión internacional y las políticas p ro
teccionistas no eran el m ejor m arco general para el desarrollo económ ico espa
ñol, el avance dem oledor del fascism o, contam inando a la derecha conservadora,
tam poco lo era para la p o lítica interna española. Así se entiende la revolución de
octubre de 1934 y el resto de vida de la República.
O ctubre de 1934 fue el resultado, entre otras causas, del m iedo a una repe
tición de la evolución austríaca. En este sentido las estrategias de los principales
sindicatos y partidos del ám bito izquierdista así lo percibían. Pero en el ám bito
local, sobre todo después de octubre, se adueñó de los pueblos de la com arca un
clim a general de conservadurism o y de presión patronal a través de la punta de
lanza de los renovados y reforzados sindicatos católicos.
La izquierda obrera y republicana próxim a a ella fue desalojada del poder
m unicipal, sustituida por m ayorías m unicipales social-católicas o blasquistas,
concluyendo de esta m anera con las políticas favorables a los intereses de los tra
bajadores de estas poblaciones y a los sindicatos socialistas en las negociaciones
colectivas. La alianza patronal-sindicatos católicos term inó con la escisión de
dos potentes sociedades obreras socialistas por parte de obreros católicos
1232
(B ocairent y Fontanars). A lo largo de 1935 se intensificó el m alestar social. La
crisis agrícola, con su consecuencia de aumento del paro, coincidió con el creci
m iento del sindicalism o católico y con el enm udecim iento de los sindicatos
socialistas y la clausura de los anarquistas. La correlación de fuerzas favoreció a
la patronal, con lo que se abortaron los avances salariales y las m ejoras en las
condiciones de trabajo conseguidos en el prim er bienio.
Adem ás, tanto la Iglesia como la patronal agraria e industrial y su brazo
político de la D erecha Regional tom aron un decidido partido a favor de una fuer
te represión contra los revolucionarios de octubre y de las m edidas de persecu
ción política. D esde octubre, la Iglesia, la DRV y la patronal dejaron de ser sim
plem ente enem igos de la R epública para ser tam bién activas fuerzas contrarias a
la clase obrera, teñidas de apoyos internos del fascismo.
O ctubre tam bién term inó por recom poner el mapa político republicano. La
participación del blasquism o en el gobierno junto a la DRV provocó la escisión
de su izquierda. Las agrupaciones locales de la com arca se deslizaron a la
Izquierda R epublicana de M anuel Azaña, consiguiendo con la confluencia de la
izquierda blasquista y los radical-socialistas, convertirse en el principal partido
republicano de izquierda. La m ayor pujanza durante estos años correspondió a la
DRV, que se expandió definitivam ente por el Partido Judicial de A lbaida.
A sí las cosas, los com icios de febrero de 1936 se vieron condicionados por
claves políticas internas incluidas en las soluciones europeas ante la crisis de las
dem ocracias liberales. Por un lado la DRV, que representaba las propuestas auto
ritarias pero ya notablem ente fascistizadas, en especial sus juventudes. El Frente
Popular, que aunaba las propuestas revolucionarias de la clase obrera y las refor
m istas de las clases m edias liberales, las m ism as que habían sustentando la cre
ación de la República, pero ahora con un lenguaje antifascista, de m anera sim i
lar al caso francés. Y, como sucedió en el país vecino, la victoria electoral del
Frente Popular detuvo el avance fascista o fascistizante y afianzó tem poralm en
te la dem ocracia.
Los resultados electorales en la Valí d ’A lbaida explican la andadura de la
República. El blasquism o se evaporó. Buena parte de sus votos se dirigieron
hacia la D erecha Regional. Su centro y su derecha no dudaron en prim ar los inte
reses económ icos sobre los político-culturales. De nuevo O ntinyent es una exce
lente atalaya. La burguesía de esta ciudad, que había apoyado al liberalism o blas
quista contra el tradicionalism o hegem ónico, había observado cómo la dem ocra
cia republicana había com portado enfrentam ientos sociales e intersindicales,
conflictos laborales e insurrecciones anarquistas. En febrero no vacilaron en la
dirección de su voto. Sin em bargo, en l ’O lleria, única población con un republi
canism o consolidado antes de la República, la base obrera y pequeño burguesa
del PURA se inclinó por el Frente Popular. El interclasism o populista blasquista
no soportó la dura prueba de la radicalización de la lucha de clases.
A nivel com arcal la victoria electoral en esta convocatoria electoral
correspondió a la D erecha Regional Valenciana. Octubre debió pesar sobre las
elites locales del Partido Judicial de A lbaida para que abandonaran el republica
nismo centrista y abordaran la nave de la DRV, la única con garantías de repre
sentar un “valladar contra la R evolución” . Con ellas, se sum aron sufragios deri
1233
vados de coacciones caciquiles y presiones de todo tipo. Aunque, sin lugar a
dudas, los resultados de febrero se enm arcan en una polarización social presente
ya en las respuestas a la revolución de octubre de 1934, esta división del cuerpo
social no fue tan pronunciada. Los candidatos de Izquierda R epublicana siem pre
fueron los más votados dentro de la candidatura y en m uchos pueblos los votan
tes de la DRV desviaron votos del candidato tradicionalista hacia blasquistas.
Desde febrero hasta ju lio de 1936 las tensiones sociales afloraron. Los
ayuntam ientos fueron sustituidos por com isiones gestoras con representantes del
Frente Popular (en algunos lugares se m antuvieron blasquistas) hasta la celebra
ción de las elecciones m unicipales que no llegaron a llevarse a cabo. Esta deci
sión llevó a los gobiernos m unicipales a un nuevo personal político, sobre todo
en los pueblos derechistas, y a una novedosa política m unicipal, dada su extrac
ción social trabajadora y pequeño-burguesa. Se concibieron am biciosos proyec
tos de reform as urbanas, la preocupación social y educativa fue m ayor que duran
te el prim er bienio, pero tam bién el anticlericalism o se hizo m ás violento desde
las propias instituciones. La victoria frentepopulista trajo consigo un aum ento de
la sindicación, que, unida a la im paciencia obrera para ver cum plidas sus aspira
ciones defraudadas durante el prim er bienio y al abierto boicot patronal (como en
B ocairent), consistente en la dism inución del trabajo en las fábricas o en la per
secución a los obreros sindicados, se translució en un núm ero reducido de huel
gas, pero m uy duras y jalonadas de incidentes, como la huelga textil de
Ontinyent.
La p olítica adquirió claros sesgos de im posición y violencia. M ientras que
el Partido Com unista crecía por la com arca y la CNT recobraba, con la am nistía
de sus líderes presos, el papel de com bativa organización sindical, la Derecha
Regional se fascistizaba a m archas forzadas después del fracaso de su táctica
legalista de acceso al poder. Una parte de sus juventudes pasaron a engrosar
Falange Española, la versión fascista autóctona, m ientras que los sectores trad i
cionalistas más violentos se arm aban y se preparaban para derribar la República.
El Frente Popular era una am enaza producida por la dem ocracia republicana y
urgía aniquilar a las dos. Con todo, la vida cotidiana proseguía dentro de sus cau
ces y las tensiones sociales no eran sino la consecuencia del prim er régim en
dem ocrático de la h isto ria española que condujo a que aflorasen todos los proble
m as estructurales de la sociedad, la política y la cultura españolas. Las urnas
habían hablado un 16 de febrero de 1936 en una dirección muy clara. Los venci
dos se aprestaron a conseguir el poder por otros m edios.
Sin un partido fascista suficientem ente potente como para destruir a la
izquierda y a la dem ocracia parlam entaria, el Ejército tomó el protagonism o de
la dirección de un golpe de estado para conseguir este propósito. Este retorno del
clásico m ilitarism o español apenas reunía puntos de concordancia con los p ro
nunciam ientos decim onónicos. Se trataba de una conjura m ilitar con apoyo cívi
co (falangistas, requetés y derecha social-católica), como se ha podido seguir en
la Valí d ’A lbaida, que pretendía una acción fulm inante y violenta para acceder al
poder destruyendo con celeridad las bases sociales del Frente Popular.
Así, la conspiración tom ó cuerpo en las dos cabeceras de partido judicial,
con dirigentes de la D erecha Regional Valenciana, falangistas y el sector más
1234
m ilitarizado y violento del tradicionalism o, bajo las órdenes de oficiales de la
G uardia Civil y del Ejército. El fracaso del golpe de estado trajo consigo la gue
rra civil y una coyuntura revolucionaria en los territorios que perm anecieron fie
les a la R epública, precisam ente lo que, teóricam ente, trataba de evitar la cons
piración.
La guerra civil fueron unos años de excepción en la vida de sus contem po
ráneos. Individuos, fam ilias y com unidades la vivieron de m anera muy distinta,
y nunca hom ogénea, durante sus tres años. La elección de una com arca de reta
guardia, con un carácter preponderantem ente rural, con un pasado de relativa paz
social durante la R epública y de m ayoría socio-política de la derecha católica ha
perm itido analizar cómo vivieron sus habitantes la contienda que desangró y
dividió la sociedad española, m arcándola hasta la actualidad. La contienda posee
en sí m ism a una capacidad evocadora de m itos y sím bolos (para tirios y troya-
nos) como la violencia y las transform aciones socio-económ icas, que deben ser
observados sin los m itos y visiones “rom ánticas” del pasado.
A pesar de la im posiciones y actos contra las personas de todo tipo y de
los enfrentam ientos internos, los distintos proyectos sociales y estrategias para
ganar la guerra que se dieron cita en la zona republicana consiguieron crear un
consenso que perm itió a la República sobrevivir a una guerra en la que el otro
bando tenía a su lado m ejores prestaciones bélicas. Para ello, y para conseguir
profundizar en la vida diaria de sus protagonistas, se ha pretado especial atención
al estudio de la retaguardia y su problem ática.
Se pueden considerar, generalizando, tres períodos bien distintos en la h is
toria de la zona republicana. El prim ero se sitúa entre su principio y diciem bre
de 1936, m eses que se pueden definir como un contexto revolucionario en el que
tuvieron lugar una gran parte de las acciones que más han perdurado en la m em o
ria de aquellos años. Con la desintegración del estado republicano, sus institucio
nes y fuerzas de seguridad en la últim a sem ana de julio y prim era de agosto, sur
gieron nuevos órganos de poder m unicipal y local: los com ités.
H ipotéticam ente, durante el segundo sem estre de 1936, en los pueblos y
ciudades de la zona republicana, las com isiones gestoras y los Com ités
E jecutivos del Frente Popular (CEFP, denom inación m ayoritaria pero no la
única), se repartieron parcelas de poder y gestión, pasando los CEFP a iniciar una
revolución social y económ ica y a organizar la defensa interna (asunción del
orden público y persecución de los derechistas) y externa (envío de m ilicianos y
víveres) de la R epública acom pañado todo con una extensa revolución. Pero la
realidad fue más com pleja. En los pequeños pueblos los com ités fueron una tras
lación de las com isiones gestoras que operaban desde febrero. Sus únicas m edi
das consistieron en defender sus pueblos de posibles agresiones externas y, en
algunos casos, en perseguir a los derechistas más significados, casi siem pre
m ediante extorsiones económ icas y actos sim bólicos (obligación de realizar tra
bajos físicos).
Sin em bargo, en las poblaciones m ayores, las sindicales y los republicanos
más radicalizados tom aron el poder, apoyados por sus arm as, para realizar una
subversión absoluta del orden social im perante, más en sus aspectos de sím bolos
y de venganzas por un pasado de explotación y hum illación que en sus aspectos
1235
económ icos (incautaciones). El m ayor grado de fragm entación del poder ocurrió
en O ntinyent. A quí, ni la Com isión G estora ni el CEFP dom inaban la ciudad. Los
com ités creados por la CNT, y secundados por la UGT, con la fuerza de sus m ili
cianos arm ados, se apoderaron de la ciudad. Estos com ités cenetistas de
O ntinyent estaban com puestos por obreros con experiencia sindical durante la
R epública, de edad m edia (m ayores de 30 años).
Los com ités fueron una respuesta puntual. Se trataba de organizar la
defensa interna contra los partidarios de la sublevación, organizar la retaguardia
para afrontar los prim eros com bates mfediante el envío de víveres y hom bres a los
frentes de com bate, poner en m archa la econom ía local después de la huida de
buena parte de los propietarios agrícolas e industriales y, en los casos de una p ri
m acía sindical (UGT o CNT), desarrollar las propuestas revolucionarias tantas
veces proclam adas. Los com ités eran un nuevo poder, el de los trabajadores
representados en sus sindicatos, y trataron de conducir una política m unicipal
radicalm ente distinta de la conocida hasta la fecha.
Cuando aparecieron los prim eros problem as a finales de 1936 en la reta
guardia como la organización de la producción y del esfuerzo bélico m ás directo
(m ilicianos, hospitales), la llegada de los prim eros refugiados y las prim eras
m uestras de desabastecim iento alim entario y de m aterias prim as, se hizo patente
en m uchos casos la descoordinación existente entre los distintos com ités o su
inoperancia para regular el orden público. Para com unistas y republicanos de
izquierda era necesario “norm alizar” la retaguardia. Los com ités desaparecieron.
Y en esta dinám ica O ntinyent fue una de las ciudades pioneras, dentro de una
reacción com unista contra el poder cenetista. Por tanto, diciem bre de 1936 es la
consecución de una trayectoria que venía fraguándose desde principios del otoño
por la que iba tom ando cuerpo la necesidad im periosa de ganar la guerra, conser
vando y legalizando algunas de las actuaciones revolucionarias sobre la propie
dad de los prim eros m eses por encim a de la continuación de la dinám ica p o líti
co-social de poderes fragm entados, enfrentados y m uchas veces som etidos a la
arbitrariedad de grupos autónom os de m ilicianos.
En estos m eses tuvo lugar la centralidad de unos de los aspectos m ás dura
deros de la m em oria de la guerra, convenientem ente esgrim ida por la propagan
da franquista. Hablam os de la violencia que, para una com arca como la Valí
d ’A lbaida, que no había contem plado hechos parecidos durante la R epública ni
durante el prim er tercio del siglo XX debió ser mucho más im pactante. La cro
nología de las víctim as m ortales y de otros tipos de violencia contra las personas
y los edificios, así como el estudio individualizado de cada caso o hecho violen
to (en la m edida de lo posible) nos dem uestra que el contexto en que tuvieron
lugar determ inó en gran m edida estos hechos. Por ello la violencia careció de una
centralización de decisiones, atom izada entre com ités diversos, grupos de m ili
cianos o acciones m uchas veces casi personales. A unque tuvo mucho que ver con
las estrategias de aplicación de la violencia para la consecución de fines p o líti
cos que recorrió en los años treinta a las ideologías de derecha e izquierda. Por
eso, prácticam ente desaparecieron ya en los prim eros m eses de 1937. A l mismo
tiem po, esta cronología determ ina que la violencia republicana tuvo una “funcio
nalidad” m uy im portante, defenderse contra los considerados “enemigos” internos.
1236
Las víctim as m ortales lo fueron al confluir distintos factores, en los que
las actuaciones de m ilicianos urbanos am pliaron su extensión, contradiciendo la
caracterización de una violencia rural. En general, se puede afirm ar que la cen
tralización del nuevo poder en manos de un único Com ité consiguió frenar o ate
nuar considerablem ente la violencia. Y, al contrario, una excesiva fragm entación,
como sucedió en O ntinyent, dio pie a una m ayor dosis de arbitrariedad, al darse
sim ultáneam ente cita varios com ités que decidían la suerte de los detenidos y las
acciones autónom as de m ilicianos y de grupos de m ilicianos de otras ciudades.
Al m ism o tiem po, encontram os un m ayor núm ero de m uertes en Bocairent,
1’O llería y O ntinyent, localidades con la presencia de un m ovim iento libertario
más o m enos poderoso que im pulsaba de este modo su revolución. Eran ciudades
industriales o sem i-industriales con un pasado de conflictividad laboral durante
la R epública y una clara hegem onía derechista, alcanzando estas acciones violen
tas claros signos de defensa y un carácter de violencia de clase.
Los asesinados corresponden tanto a enemigos políticos (m iem bros de la
DRV, tradicionalistas, falangistas), como enemigos culturales (clero regular y
secular), a víctim as de venganzas personales, fam iliares, a hechos de delincuen
cia com ún, como el asesinato de prestam istas y otros ligados a conflictos labora
les y sociales de la República o más antiguos (“huelga deis B eneyto”), y a ven
ganzas o enfrentam ientos intersindicales. Para los casos provocados por decisio
nes de los com ités (sobre todos los Com ités de Salud Pública), se trataba de una
nueva ju sticia , la ju sticia de los trabajadores, contra personas im plicadas direc
tam ente en la conspiración cívico-m ilitar, pero tam bién contra personas signifi
cadas políticam ente en el campo derechista, víctim as muy relacionadas en oca
siones con conflictos laborales de los años republicanos, por lo que aparecen
em presarios, alcaldes o secretarios m unicipales del republicanism o de centro-
derecha o derecha. Todos estos factores llevan a que si bien fueron asesinados
em presarios, com erciantes e industríales, tam bién lo fueran obreros y jornaleros,
al lado de sacerdotes y católicos señalados, como tam bién republicanos históri
cos (Francisco M ontés). La exasperación en el momento del asesinato condujo a
un porcentaje im portante de m ujeres asesinadas. Entre los verdugos encontram os
tanto a anarquistas como socialistas, com unistas o republicanos de izquierda,
casi siem pre trabajadores o provenientes de las capas más bajas del campesinado.
El m ayor grado de violencia se ejerció contra la Iglesia C atólica. Los edi
ficios de la nobleza, los grandes propietarios o industriales fueron incautados,
aunque no siem pre tras su saqueo, y no sufrieron daños dem asiados im portantes.
Sin em bargo, todo edificio, imagen o em blem a relacionado con la Iglesia sufrió
algún tipo de daño, m uchas veces de m anera pública. Todas las iglesias, conven
tos, m onasterios o erm itas fueron atacadas de alguna m anera (incluso llegaron en
alguna ciudad a ser desm anteladas por com pleto), reutilizadas las más de las
veces. Sacerdotes y frailes fueron perseguidos y asesinados, aunque se respetó
casi siem pre la vida de las m onjas.
A p artir de 1937, desaparecido el “contexto revolucionario” , los eclesiás
ticos pudieron llevar una vida relativam ente tranquila. M uchos trabajaron para
los C onsejos M unicipales, incluso para los sindicatos, con total tranquilidad.
Am bas aseveraciones desm ontan la pretendida “persecución” anticatólica que
1237
habría tenido lugar en la zona republicana. Los asesinatos de eclesiásticos res
ponden a los m ism os condicionantes que los de seglares. Fueron las víctim as de
un contexto preciso y m urieron al ser considerados “enem igos” de la R epública
y de la clase obrera, después de la evolución tom ada por el anticlericalism o (y el
clericalism o) durante la República, al introducirse la dialéctica del antifascism o.
Por otro lado, las destrucciones de bienes m uebles e inm uebles de la Iglesia sí
tuvieron unos condicionantes más sim bólicos ligados al anticlericalism o, más
puram ente antropológicos.
La zona republicana se vio envuelta en los prim eros m eses en la auténtica
“convulsión m ilenarista” provocada por la desaparición del Estado. A nte la inm i
nencia tenida por cierta de una nueva sociedad más ju sta, libre e igualitaria,
com ités, m ilicianos y particulares se aprestaron a destruir la antigua. La violen
cia de la retaguardia form aba parte en línea de igualdad de las transform aciones
de la propiedad y de la guerra en el frente: la destrucción de la vieja sociedad tra
dicional, los sistem as de dom inación socio-económ icos y culturales que se habí
an aliado con el nuevo enem igo que representaba el fascism o para term inar con
la dem ocracia, las fuerzas político-sindicales revolucionarias y tiranización de la
clase obrera.
El resto de hechos violentos de los prim eros meses responde a este condi
cionam iento del “contexto revolucionario” y, por tanto, se relaciona en gran
m edida con un rico sim bolism o: la obligación de realizar trabajos físicos a unos
grupos sociales que habían hecho burla de los m ism os, la obligación de lim piar
los despojos de las destrucciones anticlericales a los más católicos de las elites,
o las exacciones económ icas para sufragar la vida de los com ités o el avitualla
m iento de alim entos, abrigo y armas a los m ilicianos en el frente.
Sin em bargo, las transform aciones económ icas no fueron tan espontáneas
como se había creído, desarrollándose en su plenitud dentro de la legalidad del
gobierno de la R epública más que por iniciativas revolucionarias. El sector
industrial no contaba con una tradición teórica de gestión colectiva como la agri
cultura, ni siquiera con una aplicación práctica com unitaria como las cooperati
vas. Por tanto, responde más a las ideologías sindicales y al contexto que a la
espontaneidad. De hecho, com enzaron cuando se planteó la reanudación de la
producción para hacer frente a las necesidades bélicas. Los actores fueron siem
pre la CNT y la UGT. En las poblaciones m enores que contaban con sindicatos
ugetistas, prim ó el Control Obrero. En las m ayores, se colectivizó la totalidad de
la industria (caso de O ntinyent).
En cuanto a la agricultura, hasta el D ecreto de octubre de 1936 las incau
taciones de tierras fueron m ínim as, casi siem pre sobre fincas de derechistas hui
dos, escondidos o detenidos, con el objetivo de asegurar la producción agrícola.
D esde este D ecreto se asistió a un proceso de confiscaciones de tierras a perso
nas declaradas “desafectas” a la R epública extrem adam ente lento (se alargó en
m uchas ocasiones hasta la prim avera de 1938) Un proceso que tuvo las suficien
tes garantías legales, considerando que se dio en el curso de una guerra y que
afectaba a individuos que teóricam ente eran partidarios del otro bando en con
flicto, puesto que no todas las propuestas se llegaron a aprobar. Las incautacio
nes estuvieron som etidas en los pequeños pueblos al caciquism o de las Juntas
1238
M unicipales C ualificadoras, caciquism o que no llegó a ser pulverizado por la
oleada revolucionaria del segundo sem estre de 1936.
La dirección de las incautaciones que siguieron el texto del D ecreto son un
reflejo del im aginario de la izquierda puesto que no sólo afectaron a derechistas
reconocidos sino que se em plearon contra usureros, propietarios que se habían
destacado por su activism o contra la R epública y contra propietarios que habían
utilizado el m altrato personal contra sus trabajadores y aparceros o que no habí
an guardado los usos y costum bres en los contratos de aparcería y arrendam ien
to, adem ás de la aparición de rencillas personales. Pero, sobre todo, contra los
m ayores propietarios locales. De estas incautaciones se salvaron los propietarios
republicanos que se habían significado en su trato laboral y personal favorable
m ente hacia sus trabajadores y aparceros. Por tanto, se trató tanto de de una
represión política, como de una represión que contenía claros rasgos de pugna
entre una m entalidad cam pesina tradicional que m agnificaba conceptos como el
honor y la seriedad en los tratos y el respeto a la dignidad.
La am plitud espacial de la aplicación de este D ecreto es sorprendente
puesto que afectó a casi toda la com arca, con unos índices m uy relevantes en
A lbaida (23,29% del térm ino), superiores al centro socialista de A lzira o el
28,66% de O ntinyent. El destino de las incautaciones, o, lo que es lo mism o, el
escaso núm ero y extensión de las colectivizaciones, hace pensar que de lo que se
trató fue de construir una sociedad basada, más que en los discursos ideológicos
del anarquism o y del socialism o, en una sociedad jacobina de pequeños propie
tarios, orgullosos de trabajar directam ente sus parcelas y por tanto con una liber
tad de decisión en los ám bitos políticos, sociales y culturales que les liberase de
las presiones, am enazas y coacciones de los propietarios derechistas y católicos.
Predom inó la gestión por parte de los Consejos A grícolas de Fincas Incautadas,
que sustituía al anterior propietario respecto a los aparceros y arrendatarios, o
fórm ulas de parcelación y reparto.
A sí se entiende la escasa am plitud de las colectivizaciones cenetistas,
obvio en cuanto el sindicalism o cenetista apenas había existido durante la
República y su program a colectivista no era bien entendido por unos agricultores
que deseaban por encim a de todo la propiedad privada de la tierra. Igual suerte
corrieron las colectividades ugetistas. Algo más eco tuvieron las cooperativas
ugetistas de Base M últiple. Sin duda, las características del agro com arcal, con
una prim acía de la pequeña propiedad, una tradición de cooperativism o católico
y unos problem as específicos, como la com ercialización, y la obtención de inputs
menos gravosos, dieron lugar al gran éxito de “La C am pesina” com unista, refren
dada por sus logros en la obtención de créditos por parte del M inisterio de
A gricultura.
Sin duda es O ntinyent la población com arcal que m ás se asem eja al ejem
plo catalán de control sindical sobre todos los resortes productivos. En la ciudad
del Clariano, la CNT y la m inoritaria UGT se incautaron y establecieron colecti
vidades sobre todos los sectores productivos, desde la industria y la agricultura
hasta la construcción, los servicios, com ercios y la propiedad inm obiliaria de los
grandes burgueses y nobles.
H asta 1938 estos m eses m odelaron, además de los cam bios sobre la pro
1239
piedad los iconos de nueva sociedad, especialm ente la vida cotidiana. La sem án
tica y la iconografía rem itía siem pre a una revolución proletaria y al antifascis
m o, la m oral institucional hablaba del “obrero consciente”, trabajador, p o litiza
do y m ovilizado contra el fascism o y la antigua sociedad, de la dignidad en las
relaciones laborales, del papel de la cultura como frente contra el fascism o, de
una m oral donde no tenían cabida diversiones consideradas burguesas y contra
rias a la dignificación de la vida de un obrero como los espectáculos de varietés
o el alcohol. Una sem ántica y una iconografía que cam biarían radicalm ente desde
1938.
U na segunda fase tem poral se abre con la constitución de los Consejos
M unicipales en enero de 1937 y la aparición de los prim eros problem as para la
retaguardia con la afluencia de refugiados, el desabastecim iento alim enticio y el
control de la revolución socio-económ ica. D esde septiem bre de 1936 (gobierno
de Largo C aballero) es perceptible el progresivo afianzam iento del poder central
estatal sobre los centros de poder local y la consecución de un consenso político
para encauzar la revolución y conseguir la victoria bélica.
Los Consejos M unicipales supusieron la desaparición de los com ités y, por
tanto, el interrogante sobre cuál hubiera sido su devenir. En cualquier caso, la
práctica ausencia de resistencia ante esta supresión, con la excepción del anarco
sindicalism o ontiñentino, es una dem ostración de la dirección que estaba tom an
do la retaguardia, al prim ar la victoria bélica como objetivo principal y encauzar
en unos parám etros definidos la revolución económ ica. En esta ausencia de resis
tencias tam bién jugó un papel im portante la lejanía de los m iem bros m ás jó v e
nes, y radicalizados, de las dos sindicales, que se habían sumado a las colum nas
m ilicianas. O ntinyent nos es, de nuevo, gracias a la docum entación conservada,
un buen ejem plo. Al contrario que los sindicalistas m iem bros de los com ités, los
m ilicianos voluntarios (especialm ente cenetistas) tienen un perfil m uy concreto:
jóven es obreros en paro, casi siem pre m enores de 30 años, con m ayoría de faís-
tas, que habían nacido para la política durante la República.
La constitución de los Consejos M unicipales es un reflejo de la diversi
dad de estrategias que se daban cita en la zona republicana en torno a la socie
dad que debía surgir después de derrotar al enem igo franquista y al m odo de
adm inistrar la situación creada con la revolución y la guerra desde los m unici
pios, instituciones que como ha sucedido históricam ente en los m om entos de
cam bios sociales y políticos, desem peñaron un papel crucial durante la guerra.
Los prim eros Consejos M unicipales siguieron presentando una prim acía
sindical sobre las form aciones políticas, pero fueron objeto de num erosas dispu
tas sobre el reparto entre los distintos partidos y sindicatos. En los pueblos
pequeños continuaron apareciendo rencillas fam iliares, personales y acciones
caciquiles. Por ello, su personal político sigue guardando una notable relación
con los extintos com ités, las com isiones gestoras de febrero-julio de 1936 y, en
general, con la vida p olítica de la República. Las polém icas fueron constantes,
casi siem pre en torno a las m edidas que se debían arbitrar para atender a los refu
giados, a la gestión de las tierras incautadas y a los abastecim ientos, aparecien
do los prim eros casos de corrupción.
Septiem bre de 1937 señala una inflexión determ inante, term inando con la
1240
politización de los Consejos M unicipales. El gobierno de unidad antifascista del
doctor N egrín prim ó a los partidos políticos (republicanos de izquierda, Partido
Com unista) sobre las sindicales en las tareas gubernativas. Las rem odelaciones
de los C onsejos M unicipales determ inaron consistorios con m ayoría de partidos
del gobierno (especialm ente de Izquierda R epublicana), más m oderados en sus
acciones que los anteriores y con nuevo personal político que no había ocupado
cargos institucionales o directivos de gran im portancia ni durante el segundo
sem estre de 1936 ni durante la República. Si bien a lo largo de las dos fases de
los C onsejos M unicipales estos trataron de adm inistrar los m unicipios con la
base de p o líticas sociales, de extensión de la educación y de resolución de los
seculares problem as de infraestructuras, chocaron con graves problem as presu
puestarios derivados del desbarajuste de las haciendas m unicipales (elevada
m orosidad). En m uy pocas ocasiones contaron con el establecim iento, o al menos
el intento, de un cambio verdadero en la política fiscal, como fue el caso de
O ntinyent y sus m unicipalizaciones. Estos problem as se hicieron más im portan
tes con la llegada de los refugiados y evacuados.
La tercera fase de la guerra civil corresponde a la “ crisis” de la retaguar
dia en 1938. D urante este año se asistió a un im parable proceso de m ilitarización
de la retaguardia y de subordinación de la política local, la econom ía y la cultu
ra al lem a único de unidad para ganar la guerra que fue trocándose en abierta des
m oralización con las sucesivas derrotas m ilitares y la penosa situación de la reta
guardia. D esparecieron gran parte de las colectivizaciones industriales, devueltas
casi siem pre a sus antiguos propietarios o incautadas las fábricas por el Estado
para hacer frente a las necesidades bélicas, dentro de un proceso general de retro
ceso colectivista, que ya no encontraba apoyos institucionales (créditos). H abía
pasado el tiem po de los experim entos revolucionarios.
En este m om ento cabe preguntarse hasta qué punto las colectivizaciones
fueron viables económ icam ente y qué ventajas pudieron reportar a los trabajado
res m ás allá de constituir el icono de la nueva sociedad. Cuando las colectiviza
ciones pudieron contar con un sum inistro de m aterias prim as y contratos con el
Ejército a la paz que contaban con suficientes técnicos, las colectivizaciones fue
ron un éxito (por ejem plo en M ontaverner). En otros casos, las divergencias sin
dicales, las carencias de técnicos, el ataque gubernativo desde 1937 y los proble
mas de adquisición o sum inistro de m aterias prim as determ inaron su fracaso.
Pero esta gestión obrera no se concebía tan sólo como una transm utación de la
propiedad privada a la sindical. Siempre que sus arcas lo perm itieron, y en esto
coincidieron con la figura del Control Obrero, ayudaron a los soldados en el fren
te, a los fam iliares de obreros m uertos en com bate, se preocuparon por temas
como el seguro de enferm edad, de m aternidad o de jubilación o tam bién desarro
llaron la cultura entre sus obreros y obreras.
En la agricultura, las fuentes orales señalan que la puesta en cultivo de tie
rras abandonadas o dedicadas a actividades lúdicas (cotos de caza) junto a la
aplicación de los conocim ientos directos del cam pesinado hizo increm entar la
producción agrícola. La subversión contra la propiedad privada que representa
ron colectivizaciones, colectividades, controles obreros y cooperativas fue de tal
m agnitud, adem ás del ejem plo que daban m uchas de ellas de buena gestión por
1241
parte de obreros casi analfabetos, que el franquism o no dejó de tratar de m ostrar
la como un m odelo nefasto desde el punto de vista económ ico y de recordar que
la R epública dem ocrática había llevado consigo este ataque frontal a la propie
dad privada. Por otro lado, con todos sus errores y violencias, no está de más re i
vindicar este m odelo autogestionario en esta época contem poránea de pensa
m iento único y de prim acía del m ercado y del capitalism o.
El flujo ininterrum pido de refugiados y evacuados, así como las crecientes
dificultades para conseguir el abastecim iento de los productos alim enticios b á si
cos estab a ocasionando que la p reo cu p ació n m áxim a de los C onsejos
M unicipales dejase de ser la política, la pugna entre partidos o sindicatos o los
m odelos de sociedad para ocuparse preferentem ente y casi exclusivam ente de la
gestión de la retaguardia, del alojam iento y alim entación para la población refu
giada y la autóctona. Al m ism o tiem po, esta población ocasionaba otros tipos de
problem as, como su utilización (o participación) en la política local, o los hurtos
debidos a la penuria extrem a de su vida. En este punto, a pesar de estar com pro
bados los gestos innum erables de solidaridad popular e institucional, tam bién es
cierto que los refugiados, iconos de los crím enes del fascism o, encontraron la
aversión de los derechistas.
Esta problem ática se vio aum entada con la creciente fuerza de la quinta
colum na, estudio que entronca con las líneas divergentes que planteó la guerra a
los que la sufrieron. Si para los más concienciados políticam ente la guerra era la
lucha contra el fascism o, la defensa de la dem ocracia republicana o de las con
quistas revolucionarias, para otros, y recordem os que la com arca había votado
m ayoritariam ente a la DRV, fueron unos años de incertidum bre, m iedos y aver
sión, debido a la violencia y a los ataques contra la propiedad privada y los más
prestigiosos sím bolos del orden social tradicional.
El establecim iento del CRIM núm. 11 en A lbaida y en el resto de la com ar
ca com portó la irrupción de la guerra directam ente sobre sus habitantes. Con el
CRIM núm. 11 sus m andos m ilitares pasaron a tener un control creciente sobre el
poder m unicipal, no sin pugnas y enfrentam ientos, certificando, junto a la cons
trucción de refugios, que la Valí d ’A lbaida entraba de lleno en la guerra y que los
criterios y disposiciones m ilitares estaban por encim a tanto de los consistorios,
de partidos y sindicatos como de otros razonam ientos de solidaridad antifascista.
D esde la finalización de la batalla del Ebro la retaguardia valldalbaidina entraría
en una descom posición creciente, presente en el increm ento de las actividades de
la quinta colum na, en el aum ento de las deserciones, en la penuria económ ica y
en un deseo cada vez m ayor de que term inara la guerra. Situación que afianza la
percepción de que la postura negrinista-com unista de resistencia estaba m uy ale
jad a de la realidad. Además, desde junio de 1938, el establecim iento de indus
trias de guerra había llevado a la retaguardia valldalbaidina el m iedo a ser obje
to de bom bardeos como los sufridos en ciudades cercanas como A lcoi o Gandia.
Con todo, si la R epública llegó a resistir tres años se debió a la extrem a
politización y m ovilización de su retaguardia gracias a la propaganda incansable
de partidos y sindicatos, presente en la introducción en la política de la juventud
y de otras personas por prim era vez en la política y en el increm ento de afiliacio
nes (no siem pre convencido). Las propuestas educativas y culturales tam bién se
1242
encam inaron en este sentido de explosión propagandística ideológica concebido
como otro frente de batalla contra el fascism o, destacando las alternativas racio
nalistas del m ovim iento libertario en Ontinyent, el papel de las M ilicias de la
C ultura dependientes del CRIM núm. 11, el teatro o el cine, aunque este últim o
cum plió más un papel de evasión. El proceso transform ador de la guerra civil
operó sobre otros colectivos que no eran los puram ente de los trabajadores. La
m ujer participó de cerca en esta m ovilización de la retaguardia republicana, ele
vándose su papel social al ocuparse cargos institucionales y directivos en las
colectividades y en los controles obreros.
Para concluir, la preem inencia del conservadurism o social, político y cul
tural de la Valí d ’A lbaida se vio alterada por la excepcionalidad que supuso la
guerra civil. Un factor exógeno condujo a una coyuntura revolucionaria, más
tarde am inorada, que alcanzó a su m icrosociedad com portando una serie de cam
bios de grandes m agnitudes y transform adores de la propiedad, de la cultura y de
la vida cotidiana que fueron recibidos de m anera distinta por los trabajadores, las
clases m edias republicanas y por la derecha, pero que, al igual que en el resto de
la zona republicana, dieron lugar a la destrucción del antiguo orden social y su
sustitución por varios y diversos proyectos. Al franquism o le cabe el papel de
haber exterm inado físicam ente a los protagonistas de estos años y destruir ideo
lógicam ente sus realizaciones. La m em oria fue borrada.
Cuando las tropas franquistas llegaban a los pueblos de la Valí d ’A lbaida
a principios de abril de 1939 se encontraban con una retaguardia valenciana has
tiada de la guerra y sus penalidades, que recibió si no entusiasta, al m enos alivia
da el final de la guerra. Pocos esperaban la violencia despiadada y colectiva de
la posguerra. De hecho, los traspasos de poder de los últim os C onsejos
M unicipales republicanos fueron tranquilos. Pero esta guerra no era como aque
llas que habían salpicado el siglo XIX. No iba a term inar con un sim bólico “abra
zo de Vergara” . Era una guerra del siglo XX, y con m ayor precisión, una contien
da im pregnada con las dosis de violencia ideológica de la Europa de los treinta.
Con el empleo m asivo y duradero de la violencia, el franquism o no perm itió una
reconciliación nacional, sino que perpetuó a través de su historia, pero sobre todo
en la década de los cuarenta y cincuenta, la división de la sociedad española entre
vencidos y vencedores.
La represión franquista, al contrario que la ejercida por los fascism os (un
instrum ento para som eter a la izquierda y a los opositores), tenía un contenido
estructural. De ahí que fuera más brutal que la de los m ism os, si exceptuam os,
claro está, los crím enes com etidos por la aplicación de los ideales raciales del
nazismo. Así, la represión fue básica en la instauración de la dictadura franquis
ta, pero tam bién en su historia, obedeciendo a tres principios básicos: castigar a
los que habían osado derribar el orden tradicional social, económ ico o cultural
(secularizando el Estado y la sociedad), im pedir el establecim iento m ediante el
terror de una oposición organizada y, por últim o, atraer con su participación en
la m ism a, a nuevos apoyos sociales hacia el franquismo.
Conociendo los m ecanism os, los protagonistas y la extensión sobre la
sociedad de la aterradora represión podrem os com prender de m ejor m anera una
de las razones que explican la dilatada vida de la dictadura franquista. Al mismo
1243
tiem po, su estudio form a parte de la recuperación de la m em oria de las víctim as,
caracterizadas durante cuarenta años como verdaderos crim inales y delincuentes,
de sus fam iliares que todavía viven y de la denuncia pública de la barbarie de una
dictadura que todavía hoy en día se quiere presentar como una “dictablanda” , con
algunos “excesos”, que hizo posible el desarrollo económ ico de España.
En la victoria bélica tuvo un decisivo papel el Ejército. Con el franquism o
recuperó su prestigio com o “p ilar” de la sociedad. Los m ilitares vencedores d iri
gieron la represión ocupando los más altos cargos de las jurisdicciones represi
vas franquistas (C onsejos de Guerra, R esponsabilidades P o lític a s...), y m ilitari
zando la ju sticia. La prim acía m ilitar sobre la sociedad civil se pudo observar en
otras facetas de la vida cotidiana, como ilustran los conflictos entre la guarnición
m ilitar y la alcaldía de O ntinyent en 1939.
La represión franquista se basó en prim er lugar en la aplicación del Bando
de G uerra prom ulgado a principios de la guerra civil sobre la totalidad de te rri
torio conquistado tanto durante la guerra como sobre las últim as zonas leales a la
República. Sobre esta base ju ríd ica actuó la ju sticia m ilitar, acusando de “auxi
lio, adhesión o excitación” a la rebelión precisam ente a los que habían luchado,
participado en instituciones públicas o desarrollado tareas de propaganda a favor
del régim en político legítim o que una rebelión m ilitar había intentado suprimir.
Pero adem ás, los C onsejos de G uerra violaron sistem áticam ente las norm as del
derecho, basando los cargos en rum ores públicos sin ninguna preocupación por
su constatación probatoria, im pidiendo una defensa ju sta y con una arbitrariedad
sistem ática. Es m ás, fuentes orales y libros de m em orias han señalado que los
Consejos de G uerra se convirtieron en la legitim ación ju ríd ica de las venganzas
de todo tipo que venían desde los pueblos y ciudades.
Las personas que term inaron ante un Consejo de G uerra, sea cual fuera su
condena final, respondían a la función social contrarrevolucionaria del franquis
mo. Se persiguió a la izquierda obrera, al republicanism o dem ocrático, a intelec
tuales y a los nacionalistas. Así las cosas, las víctim as franquistas respondieron
con preferencia a obreros industriales, jornaleros, las capas más bajas del cam pe
sinado (pequeños propietarios, arrendatarios o aparceros), pequeña burguesía,
como tam bién a profesionales liberales. Esta represión socio-política tenía ade
más un carácter de castigo contra los que habían participado durante la R epública
y la guerra civil en la dem olición del orden político, económ ico y social tradicio
nal, contra los que propugnaban y actuaron para conseguir una sociedad igualita
ria, laica, dem ocrática o que contem plase las diferencias nacionales. La represión
de género fue m ás selectiva. Se castigó de m anera hum illante (cortes de pelo) y
particular a las m ujeres que habían destacado por sus actividades públicas p o lí
ticas o culturales o sus cargos institucionales. El m odelo de m ujer tradicional y
sum isa del franquism o que se quería im poner debía penar previam ente a las que
se habían desviado de este m odelo.
En la Valí d ’A lbaida, el núm ero de asesinados superó con creces a las víc
tim as de la violencia republicana. No se trata de plantear una “guerra de cifras”
ni una com paración cuantitativa. Pero lo cierto es que el porcentaje de la com ar
ca se sitúa por encim a de la m edia provincial, es m ayor en los pueblos más gran
des, en los industriales que en los agrícolas, en los pueblos de m ayoría derechis
1244
ta, y m ás activo contra sindicalistas que contra m iem bros de partidos políticos.
La razón creem os que radica en que el franquism o se dedicó a castigar con cruel
dad a los que habían dirigido o participado en la subversión de la injusta socie
dad tradicional de una com arca conservadora, en especial a los m iem bros de los
com ités (o a los im putados), que rondaron casi siem pre un 50%. El castigo, pues,
adquirió rango de venganza inusitada y, especialm ente, en la m anera de ejecutar
las sentencias de m uerte, se aplicó un claro criterio de ejem plaridad.
A unque no poseem os una docum entación com pleta sobre las sentencias de
los C onsejos de G uerra que no term inaron con la ejecución de una sentencia de
m uerte, los datos disponibles refuerzan la percepción de que la represión fran
quista buscó prem editadam ente la consecución de un castigo rápido y sin conce
siones hum anitarias de ningún tipo, como m edio para asegurar su existencia y
evitar brotes de oposición. Así, casi un 94% de los C onsejos de G uerra se llev a
ron a cabo entre el segundo sem estre de 1939 y 1940. A unque la relación con una
historia particular de cónflictividad durante la R epública tuvo su peso específico
en los Consejos de G uerra, ningún m unicipio de la Valí d ’A lbaida escapó a su
aplicación, en la línea apuntada de búsqueda de extensión del castigo a los ven
cidos a cualquier m unicipio, sin im portar su tam año o una historia pasada de p ri
m acía izquierdista, convulsiones laborales o hechos violentos de m asas contra las
elites o la Iglesia.
De este m odo, la represión franquista contiene una gran com plejidad
explicativa, por cuanto m unicipios con un sindicalism o de clase activo y expe
riencias revolucionarias sobre la propiedad de la tierra fueron tratados porcen
tualm ente de m anera m ás benigna (caso de Fontanars) que otros sin situaciones
sim ilares (por ejem plo, A tzeneta). Posiblem ente, la explicación reside en el con
dicionante provocado por la introducción en el análisis de las venganzas p erso
nales o en el contrapeso de las elites locales, sobre todo en los m unicipios más
pequeños. La fortaleza de las enem istades entre personas o fam ilias fueron leg a
lizadas por la ju sticia franquista al mismo tiem po que las redes de clientelism o,
am istad o fam ilia tam bién desem peñaron su papel, tanto corrector de la represión
como im pulsor de la m ism a. La m ayor dureza de las penas en las ciudades indus
triales que hab ían d esarro llad o una revolución m ás am plia (B o cairen t,
Ontinyent) refiere el carácter clasista y restaurador del franquism o. Los porcen
tajes de las penas de prisión im puestas son una dem ostración de la ferocidad
represiva. Predom inan aquellas penas que im posibilitaban en un principio al
preso su entrada en los decretos de libertad condicional (las superiores a 12 años
y un día), pero tam bién las penas m enores llevaban una intencionalidad de casti
gar aunque fuera m ínim am ente con la finalidad de aterrorizar definitivam ente al
represaliado.
Las cárceles donde cum plían las penas im puestas por los C onsejos de
G uerra eran un eslabón m ás de los criterios represivos de la dictadura. La du re
za m aterial de la vida diaria en la prisión, las torturas y palizas, la presión id eo
lógica sobre los presos, las sacas indiscrim inadas en los prim eros años servían
para term inar de desm oralizar al preso. Así, el franquism o se pudo perm itir una
cadena de decretos y disposiciones que establecieron los criterios para acogerse
a la libertad condicional y abandonar la prisión, puesto que el objetivo de som e
1245
ter al vencido m ediante la utilización del terror y el castigo estaba cum plido.
D espués de pasar por un Consejo de G uerra que podía term inar con cualquier
sentencia sin seguir un patrón fijado y de su estancia en la cárcel, el represalia-
do tenía como único deseo recuperar una cierta norm alidad en su vida laboral o
fam iliar. La represión castigaba el pasado pero tam bién aniquilaba física y
m oralm ente.
Pero el franquism o no dejaba ningún resquicio de alivio para el vencido
que había cum plido su castigo por plantar cara al orden tradicional. U na vez libe
rado, el exhaustivo control social im puesto sobre la sociedad y, en concreto,
sobre los conceptuados como “ro jo s”, proseguía a través de la libertad vigilada,
engranaje legal que perm itía destruir la vida del represaliado (destierro), como
tam bién exam inar con lupa sus actividades, con la am enaza de retornar a la p ri
sión.
U na de las características básicas de la violencia franquista consistió en la
superposición de ju risdicciones especiales, contrarias al derecho penal clásico.
De esta m anera, el individuo juzgado por un Consejo de G uerra, autom áticam en
te pasaba a ser objeto de apertura de expediente por otras jurisdicciones:
Represión del Com unism o y la M asonería en el caso de ser acusado de ambas afi
liaciones, depuración si era funcionario, R esponsabilidades Políticas. Las depu
raciones laborales contribuyeron a castigar, y a preparar un cuerpo de funciona
rios adicto, fiel o, cuando m enos, som etido y a repartir el E stado entre los ven
cedores, en un auténtico “botín de guerra” . Por otra parte, el franquism o perm i
tió a los em presarios la “lim pieza” laboral en sus fábricas, talleres o com ercios.
Más aún que los Consejos de G uerra o las depuraciones laborales sería la
acción de la Ley de R esponsabilidades P olíticas la que alcanzaría cotas de un
absoluto castigo prácticam ente colectivo, como hem os dem ostrado desde la Valí
d ’A lbaida, donde el núm ero de encausados superó con creces a los C onsejos de
Guerra. La Ley, pensada para que los vencidos sufragasen con m ultas pecuniarias
la reconstrucción económ ica del país, no alcanzó este objetivo aunque obtuvo
grandes beneficios en su función de atem orizar a la sociedad y conseguir el silen
cio político de los vencidos. Sólo así se entiende la abrum adora cantidad de
sobreseim ientos desde 1942. Lo realm ente im portante no era atacar los patrim o
nios sino descargar la ira vengadora sobre los que habían perdido una guerra, en
buena parte social, carácter que im plicaba el protagonism o de las capas sociales
más bajas que apenas poseían bienes. Adem ás de este ordenam iento jurídico se
dieron otras m odalidades represivas: la com plicidad con las autoridades nazis
para la elim inación de los prisioneros republicanos en los cam pos de concentra
ción y exterm inio o las distintas figuras de trabajo esclavo (fraudes en la presta
ción personal, B atallones de Trabajo, destinos de la R edención de Penas por el
Trabajo).
Esta violencia desatada fue posible por la unidad de dos líneas. Por un
lado, el discurso franquista señalaba al vencido como un ser inhum ano, carente
de principios, zafio y vulgar, contrario a las norm as sociales y de urbanidad,
lleno de vicios, enem igo de la religión y de la nación. De esta m anera se legiti
m aban los actos de violencia contra los mismos. Por otra parte, la represión fran
quista fue posible en su m agnitud por la aparición de la denuncia particular, con
1246
lo que adquiere su verdadero sentido en cuanto a una violencia que venía desde
abajo y tenía su plasm ación concreta en las propias leyes del Estado. Es m ás, el
propio Estado las alentaba, al cursarlas en cualquiera de las jurisdicciones espe
ciales. Las denuncias, especialm ente en el ámbito rural, tenían un diáfano com
ponente de venganza, en otros casos respondían al deseo de sentirse identifica
dos ideológicam ente con la dictadura, o se realizaban p ara lim piar el pasado pro
pio o el de algún fam iliar. Los denunciantes ligaban de esta m anera su suerte con
el régim en.
Pero no todo fue un sim ple m aniqueísm o entre franquistas represores e
indefensos represaliados. Unos buenos avales podían im pedir una sentencia de
m uerte, un Consejo de Guerra, salir bien librado de la apertura de un expediente
de depu ració n ... Los avales eran firm ados por falangistas, sacerdotes, o cual
quier persona influyente en la localidad. Si bien se dieron casos de negación del
mism o, en otros m uchos los avales sirvieron para atenuar la represión. Los lazos
com unitarios, como en el caso de Llutxent, sirvieron para rectificar el rigor ini
cial, a la vez que las elites locales conseguían recuperar su posición rectora
social.
La represión basada en la ju sticia franquista supuso solam ente una parte
de la violencia que el franquism o desató sobre los vencidos. El franquism o nunca
buscó term inar con la división social y nacionalizar las m asas. Al contrario, con
virtió la vida diaria, especialm ente en los pueblos, en una pesadilla opresiva de
difícil cuantificación pero que fue constante durante toda la década de los cua
renta: los abusos de poder de falangistas, alcaldes y guardias civiles, la perm a
nente coacción y castigo a los que no respetaban los sím bolos de la dictadura, los
m iles de españoles que debieron repetir el servicio m ilitar al ser declarados “des
afectos”, la discrim inación en la redacción de salvoconductos que im pedía a los
“rojos” desplazarse a visitar a sus fam iliares presos o a trabajar en otros pue
b lo s...
El franquism o hizo suyo el integrism o de la Iglesia y dedicó sus institucio
nes a im poner su m oral m ediante las prohibiciones y consiguientes m ultas o san
ciones a los contraventores de las disposiciones sobre el baile, el baño, la b las
fem ia, el trabajo en días festivos, las normas del “decoro” público o la m oral
sexual puritana. Se trataba de im pedir el retorno a la “inm oralidad” causante,
según este discurso, de la R epública y de la guerra civil. En definitiva, la repre
sión cuantificable y la no contable consiguieron una fractura social sin parangón
en la histo ria española (presente por ejem plo, en la destrucción del asociacionis-
mo), deshaciendo los lazos societarios, fam iliares y de solidaridad entre indivi
duos de la m ism a com unidad, trabajo o barrio. El vencido y su fam ilia quedaban
definitivam ente estigm atizados para lo sucesivo, tanto en su am biente de vida,
como laboral o respecto a la adm inistración.
La represión se abasteció de denuncias realizadas por particulares, por
am igos, vecinos y convecinos de los m ism os denunciantes. Estas denuncias eran
tram itadas ante la autoridad m ilitar, el G obernador Civil o el alcalde por las je fa
turas locales de Falange Tradicionalista, por concejales, o guardia m unicipal.
Pero los poderes locales tuvieron un indiscutible protagonism o y participación en
la represión, convirtiéndose en verdugos im placables: los inform es de la
1247
D elegación de Inform ación e Investigación de FET, los de la alcaldía y los del
párroco fueron la cantera de los Consejos de Guerra, de los expedientes de depu
ración o de R esponsabilidades Políticas a los que debem os adjuntar los realiza
dos por la G uardia Civil, aunque estos form aban parte, en definitiva, de su com e
tido policial-m ilitar y, al fin y al cabo, sus m iem bros no guardaban relaciones
fam iliares ni personales con los vecinos. Así pues, alcaldes y vocales de las
com isiones gestoras de los años cuarenta, falangistas y sacerdotes contribuyeron
con su labor a difundir la represión como una m ancha de aceite entre la sociedad,
aunque con la m atización que, sim ultáneam ente, contribuyeron en parte y según
los casos, a m enguar los efectos represivos. Lo m ism o sucedió con los m ilitares,
que, m uchas veces, actuaron con precaución ante los excesos persecutorios de
algunos pueblos.
Este conglom erado represivo consiguió plenam ente sus fines, de tal modo
que la oposición antifranquista fue muy m inoritaria, excepto las acciones gu erri
lleras. Se refugió en m anifestaciones verbales, en pequeños gestos de rebeldía
pero fue igual e im placablem ente perseguida.
N ingún régim en político puede basarse y perpetuarse con la única referen
cia del terror, la violencia y el som etim iento de los ciudadanos, por muy p resen
te que estuviera en la vida cotidiana del franquism o de los cuarenta. N ecesitó de
personas que ocupasen y dirigiesen la adm inistración (ayuntam ientos, diputacio
n e s...), que le aportasen una legitim ación ante la sociedad (Iglesia, eruditos e
intelectuales locales), que condujeran los espacios políticos perm itidos, que se
preocupasen por el mundo laboral (FET-JONS) o que m ostrasen su confianza en
el régim en desde el punto de vista del m antenim iento y prosperidad económ icos
(propietarios e industriales). Estas tareas se realizaron desde el más pequeño
pueblo hasta la capital de provincia, en un proceso dilatado, no exento de enfren
tam ientos. Así pues, los poderes locales, los pilares de la construcción de la d ic
tadura franquista y, posteriorm ente, de su estabilidad, son básicos, junto a la
represión, para explicar y com prender las dinám icas que hicieron posible que la
dictadura sobreviviera a la derrota nazi-fascista de la II G uerra M undial, al b lo
queo internacional y a la catastrófica situación económ ica de los años autárqui-
cos. Su “naturaleza”.
Entre 1939 y 1948 tuvo lugar el proceso de solidificación del poder local
aunque con etapas bien diferenciadas. La Jefatura Provincial falangista de A dolfo
Rincón de A rellano (1939-1943) coincide con la etapa en que term inó de d ilu ci
darse el fracaso más com pleto del sector fascista de FET-JONS para alcanzar el
poder. Fueron los años de m ayor fascistización de la dictadura. Las aspiraciones
fascistas de Rincón de A rellano tropezaron con distintos y poderosos obstáculos.
El partido único se había form ado como un partido de aluvión form ado por falan
gistas, social-católicos de la DRV (que con anterioridad habían sido tradiciona-
listas o upetistas), derechistas sin partido y algunos republicanos blasquistas. Es
decir, la coalición contrarrevolucionaria victoriosa en la guerra a la que se sum a
ron republicanos asustados por los aspectos revolucionarios que tuvieron lugar
en la retaguardia republicana.
Con todo, una parte de los antiguos m iem bros de la DRV (o de sus ju v e n
tudes) se habían im pregnado del fascism o falangista a través de su participación
1248
en la guerra con el Ejército franquista, así como una parte de los excautivos o de
los que habían sufrido algún tipo de persecución en la retaguardia republicana se
sintieron cercanos al discurso falangista. Estos grupos, pues, se deben añadir a
los falangistas de preguerra para conform ar el núcleo director del proyecto fas
cista de Rincón de A rellano.
Esta heterogeneidad y la reducida presencia de falangistas im posibilitaban
una dirección del partido en m anos de estos así como una reducida conciencia
política. La escasez de cuadros com portaba una adm inistración interna casi siem
pre nefasta, m ientras que la penuria presupuestaria im pedía a los falangistas más
com prom etidos llevar a cabo sus políticas de penetración social. El partido pron
to se vio atenazado en sus intentos por ensanchar sus bases sociales por el fraca
so desde la izquierda (debido a la represión), la derecha que incluso comenzó a
ignorar la organización y desafiliarse ya en 1940. La escasa afiliación a FET le
convirtió exclusivam ente en el partido de los vencedores de la guerra o de los
que querían entrar en los cauces políticos perm itidos por la dictadura.
Los problem as internos de Falange T radicionalista y su incapacidad para
captar afiliados o m antener el nivel político de los m ism os coartaban su creci
m iento y posibilidad de ejercer como correa de transm isión entre la ciudadanía y
las instancias institucionales. Su celo represor, ineficaz gestión de los abasteci
m ientos y pretensiones hegem ónicas dentro de la coalición contrarrevolucionaria
provocaron la aversión de vencidos y una parte de los vencedores, que señalaban
a FET como la causante del desastre económ ico y como un coto de advenedizos
de frágil m oral y actitudes chulescas.
Por otra parte, Falange T radicionalista tampoco pudo acceder a controlar
el poder m unicipal, una plataform a que le hubiese dado suficientes cotas de
poder local como para im pulsar el proyecto fascista. Chocó con la figura del
G obernador Civil Planas de Tovar, un m ilitar antifalangista que nom bró com isio
nes gestoras m unicipales con personal de la DRV, desoyendo los inform es y pro
puestas de la Jefatura Provincial falangista. En la comarca, los restos de la DRV
se enfrentaron a FET por el dom inio de las gestoras m unicipales.
Adem ás, las jefaturas locales m uy pronto se vieron envueltas en pugnas
con las com isiones gestoras, m otivadas por la introducción de elites en las pro
pias jefatu ras, utilizándolas para crear lazos clientelistas en su propio favor o
para dirigir políticas populistas que le sirviesen para crear estados de opinión
favorables que les perm itiesen el favor del Gobernador Civil. Estas pugnas nunca
tuvieron una casualidad política, sino que se explican por personalism os, anti
guas inquinas fam iliares o principalm ente, por acceder en m ejores condiciones al
m ercado negro. Así las cosas, a finales de 1943, cuando la jefatu ra de Rincón de
A rellano estaba a punto de term inar, el estado interno de las jefaturas falangistas
era penoso, clausuradas ante la falta de afiliados, otras sin cuadros políticos que
pudieran dirigirlas y con una renacida desafección tradicionalista. El nom bra
m iento del falangista Laporta G irón como Jefe Provincial de FET para la provin
cia de Valencia (1943) significó la unificación de cargos entre el partido y el
Gobierno Civil de la provincia, la inm ersión de FET dentro del organigram a esta
tal y, siguiendo la jerarquización franquista, su extensión a los m unicipios. Si
bien los enfrentam ientos entre G obierno Civil y FET term inaron, el partido daba
1249
una nueva vuelta de tuerca en su subordinación al Estado, y en su definitivo
papel de institución de la dictadura sobre su teórica función de m ovim iento
socio-político.
A pesar de la derrota del intento de conducir a la dictadura contrarrevolu
cionaria a una dictadura totalm ente fascista, es innegable la cercanía, sim patía y
sim bolism o fascista entre 1939-1945, sobre todo entre 1939-1943. Falange
Tradicionalista ligó su suerte y sus sueños a la victoria de las arm as del Eje en la
Segunda G uerra M undial, países que contaban con el apoyo del dictador. H asta
el final de la guerra, Falange persiguió a las opiniones públicas favorables a los
A liados, exaltó las victorias del Eje, colaboró en la form ación de la D ivisión
Azul con hom bres y propaganda, y llenó España de una iconografía pública neta
m ente fascista a través de desfiles y actos de masas. Si con la represión y la
ausencia de libertades no bastara para rechazar la dictadura im puesta durante casi
cuatro décadas, la abyección llegó al extrem o de proteger siem pre que fue posi
ble a crim inales de guerra europeos, personas que habían perpetrado los más
horribles crím enes contra la hum anidad.
H asta 1945, Falange T radicionalista había sostenido a la dictadura, apor
tando tareas de control social y político. Tras el fin de la II G uerra M undial, el
franquism o y su partido único eran los únicos supervivientes a los ojos de la opi
nión pública internacional del fascism o arrojado al “basurero de la historia” . Se
im puso un bloqueo internacional, m enos férreo de lo que sus apariencias señalan,
para forzar su transform ación dem ocrática. Fueron los peores años de la dictadu
ra, con una precaria situación económ ica interna, un increm ento de las acciones
de la guerrilla y la presión para una restauración m onárquica (M anifiesto de
Laussanne). La nueva Falange diseñada por A rrese, más católica y m enos fascis
ta, a pesar de una com probada crisis de identidad y de afiliación, fue el principal
sostén de la dictadura durante estos duros años en los que parecía m uy cercano
su fin. Estaba en ju eg o tanto la propia existencia de FET com o, principalm ente,
la de la dictadura.
D urante el bloqueo, Falange T radicionalista acentuó el control socio-polí
tico y desarrolló un discurso populista. No le im portó renegar de sus principios
y volcar el peso de su organización para la obtención de un refrendo casi total
(gracias a la coacción y al fraude generalizado) en el Referéndum de 1947, por el
que el franquism o com enzaba a m aquillar su pasado fascistizante e iniciaba la
“dem ocracia orgánica” , un original sistem a político ni liberal ni com unista para
intentar el reconocim iento internacional. Un ejemplo puntual de este “m aquilla
je ” viene dado por la inexistente celebración oficial del C incuentenario de la
guerra hispano-norteam ericana de 1898, una cita crucial en la h isto ria española
contem poránea para el m ism o Franco.
Falange contó con el m onopolio de la O rganización Sindical. Tras la expe
riencia fallida de un sindicalism o vertical director de la econom ía, el sindicalis
mo franquista de los años cuarenta se centró principalm ente en la tarea del con
trol de la mano de obra. Sin em bargo, la im plantación tardía del m ism o, y a pesar
de los escasos datos que poseem os, hace suponer que la m ano de obra estuvo
dom inada más por los efectos destructores de la represión que por el sindicalis
mo vertical. D urante los años cuarenta su inoperancia y total ausencia de autono
1250
m ía dieron lugar al rechazo obrero. Las H erm andades de A gricultores estaban
m al valoradas, más aún cuando se las com paraba con el sindicalism o católico de
antaño. Carentes de m edios para el reparto de inputs agrícolas en un contexto de
crisis de abastecim ientos, sus únicas funciones con cierta garantía de eficacia
correspondieron a la vigilancia de los campos m ediante la G uardería Rural. Es
m ás, m uchas veces las H erm andades estuvieron dom inadas por labradores con
trarios al intervencionism o, planteando num erosos conflictos con las jefaturas
falangistas y ayuntam ientos. Sim ilar actitud se observa entre los obreros indus
triales y su escaso entusiasm o respecto al sindicalism o franquista.
El falangism o había pretendido unos sindicatos que rigiesen la econom ía
pero no sólo se encontró con la defección de los obreros y de los cam pesinos sino
tam bién con el problem a de la ausencia de cuadros falangistas en las secciones
sociales. Las secciones económ icas estuvieron muy pronto en m anos de los
industriales y grandes o m edios propietarios agrícolas, que desde este control se
favorecieron de los repartos de m aterias prim as para pasar posteriorm ente a acce
der a los ayuntam ientos m ediante el tercio sindical desde 1948.
De esta m anera el franquism o cum plía con su restauración social, devol
viendo a industriales y grandes propietarios el control de la mano de obra, el
dom inio del sindicalism o que favorecía sus intereses económ icos y daba al
em presariado num erosas ventajas en la econom ía autárquica, así como, po sterio r
m ente, la capacidad para acceder al poder m unicipal y los beneficios que podían
reportarse. Así las cosas, los em presarios respondieron con un apoyo sin fisuras
significativas al franquism o, por m ás que algunas cuestiones del intervencionis
mo económ ico les perjudicasen (como verem os a continuación). El franquism o
conseguía m ediante esta “concreción de intereses” integrar a la burguesía indus
trial y agrícola a sus instituciones. Cuando la econom ía m ejoró, ésta no dudó en
destinar sus beneficios a la inversión industrial, al contrario de su actitud duran
te el prim er bienio republicano o los m eses del Frente Popular.
En el organigram a institucional heredado por el liberalism o, los ayunta
m ientos eran la institución más cercana a los ciudadanos. El franquism o, después
de elim inar la elección de concejales y alcaldes, sometió a los m unicipios a los
principios de jerarquía, obediencia y discrecionalidad e im posibilitó la creación
de grupos de presión locales m ediante distintas medidas encam inadas a suprim ir
la autonom ía financiera. La designación de las gestoras por parte del G obernador
Civil, contando o sin contar con los inform es de la Jefatura Provincial falangis
ta, junto a la desaparición de la elección com portó el fin del caciquism o.
Pero las redes clientelares continuaron persistiendo en los pueblos, enm as
caradas en Falange Tradicionalista, conspirando ante el G obernador Civil para
conseguir el poder m unicipal en la próxim a renovación, buscando el m ayor favor
entre la población con la finalidad de presentarse como aglutinadores sin oposi
ción de sus habitantes. También se crearon otras, las que ligaban al G obernador
Civil con el personal político designado según los criterios de fidelidad a la dic
tadura y a su persona. Por tanto el conocim iento del personal político m unicipal
resulta im prescindible para acercarse a los apoyos sociales al franquism o y la
incidencia de sus políticas respecto a la ciudadanía.
La dom esticación del poder m unicipal comenzó con la depuración de los
1251
funcionarios públicos, medio de alejar de la adm inistración m unicipal a los ven
cidos, rep artir puestos de trabajo entre los “adictos” y construir desde la base
unos ayuntam ientos sin fisuras entre sus em pleados. Las prim eras gestoras lleva
ron a cabo el cénit de la represión, participación en el m ercado negro, el control
social contra los vencidos (m ultas, sanciones, arbitrariedades) y fue integrando
los apoyos al franquism o sobre el conjunto prim igenio de falangistas, tradiciona-
listas y cuadros de la DRV. Pero este proceso no fue lineal y estuvo preñado de
inestabilidad, especialm ente entre 1939-1943, los años de Planas de Tovar al
frente del G obierno Civil. Años de experim entos para lograr bloques de poder
locales absolutam ente fieles y “ adictos” y las tensiones provocadas por el esfuer
zo de fascistización de Rincón de A rellano y el antifalangism o de Planas de
Tovar.
A grandes rasgos, el personal político entre 1939-1943 corresponde al per
sonal de la coalición contrarrevolucionaria (FET, Somatén, upetistas, tradiciona-
listas, social-católicos) m ás republicanos blasquistas y derechistas sin adscrip
ción p artidista. Grupos que m ás tarde, Salas Pombo, G obernador C ivil de
Valencia en 1950, designaría como la “unidad del 18 de ju lio y del 1 de abril”.
D estaca el gran núm ero de excautivos, excom batientes y desertores del Ejército
republicano. Para el franquism o, la guerra civil fue su factor legitim ador y los
hechos personales durante ese período eran determ inantes para la dictadura, eli
m inando pasadas inquietudes dem ocráticas, lo que explicaría la p resencia de
blasquistas. Es decir, este prim er bloque tenía como base la coalición antirrepu
blicana del 18 de ju lio de 1936 más los que participaron en el triunfo final fran
quista. Los centros de extracción social corresponden a las elites económ icas
locales, con lo que se constata la victoria social y política que representó la gue
rra civil, predom inante en toda la com arca excepto en O ntinyent, ciudad en la
que se im puso la victoria p o lítica de excom batientes y los m ás radicalizados tra-
dicionalistas, que socialm ente no pertenecían a la gran burguesía industrial y
agrícola.
La inestabilidad m unicipal de la com arca fue mínim a, gozando los peque
ños m unicipios de una estabilidad casi absoluta, exceptuando la corriente de
renovación de los consistorios entre febrero-abril de 1940 a favor de personal
político falangista, dentro del proyecto fascista de Rincón de A rellano. Estas
renovaciones chocaron con la predisposición de Planas de Tovar hacia personal
proveniente de la DRV, con lo que se dieron conflictos puntuales en algunos con
sistorios, entre grupos locales que no habían accedido al poder m unicipal, bien
dentro de la propia FET, bien en el exterior de la organización. C onflictos que
nunca fueron por cuestiones políticas. El consenso sobre la figura de Franco y su
política de destrucción de la izquierda y la dem ocracia no tenía fisuras. Esta
dinám ica observada en otras regiones del Estado lleva a la conclusión del eleva
do grado de hom ogeneización establecida por el franquism o en sus instituciones
y apoyos sociales, aun con algunas diferencias locales.
La etapa de Laporta G irón hasta la “dem ocracia orgánica” (1943-1948) es
bien distinta. Su acceso al G obierno Civil y a la Jefatura falangista condicionó
una nueva serie de renovaciones que com enzaron en el otoño de 1943 hasta
febrero de 1944 en las que la fidelidad clientelar al G obernador C ivil se realizó
1252
en torno al fortalecim iento de FET al frente de los consistorios, en unos m om en
tos en que la G uerra M undial cam biaba de rumbo de m anera contraria al Eje. El
m ayor núm ero de renovaciones se produjo cuando com enzaba el bloqueo interna
cional. El franquism o buscó gobiernos m unicipales sólidos que afianzasen la dic
tadura en sus pueblos m ediante el increm ento de la represión y que preparasen
dos citas cruciales para el futuro: el Referéndum y las elecciones m unicipales. El
m apa político de las nuevas com isiones gestoras cambió en buena m anera. Se
buscó a las personas con m ayor com promiso con los vencedores de la guerra
(retorno de quinta colum nistas), personas destacadas dentro del mundo asociati
vo local capaces de conseguir consenso social, personas m ás ligadas a la m eso-
cracia, observándose el increm ento de vocales que accedían al cargo por prim e
ra vez en detrim ento de los políticos del sexenio republicano.
Las elecciones m unicipales de 1948, otra de las piezas de la instituciona-
lización de la dictadura, sentaron las bases de la adm inistración m unicipal fran
quista. El alcalde pasaba a am pliar su poder al frente del consistorio, siguiendo
el principio jerárquico franquista. Los m unicipios se dividían en tres tercios: el
fam iliar, elegido por los cabezas de fam ilia m asculinos (en algunos casos fem e
nino), el sindical, por el representante del sindicalism o vertical y el de entidades,
que representaba a los sectores profesionales. En lo fundam ental el tercio fam i
liar, que era el único que contem plaba la elección popular, estuvo sometido al
control gubernativo para im pedir la penetración de “desafectos” y se celebraron
pocas veces verdaderas elecciones. El tercio sindical era el indicado para hacer
posible la penetración em presarial en los consistorios. De esta m anera el fran
quism o hacía posible al em presariado la búsqueda de su beneficio personal a tra
vés de la m aquinaria estatal.
El caso de O ntinyent es peculiar en el contexto valenciano. En esta ciudad
se form ó un grupo contrario a la gestión del alcalde Luis M ompó Delgado de
M olina quién consiguió del gobernador civil la celebración de unas elecciones
libres por el tercio fam iliar. El ajustado resultado favoreció a la candidatura opo
sitora, liderada por poderosos industriales de Ontinyent. Con estas elecciones el
sector em presarial de la ciudad, infrarepresentado desde 1939, tom aba los resor
tes de la vida m unicipal, invocando unas pretendidas irregularidades adm inistra
tivas del antiguo consistorio y una deficiente gestión del abastecim iento. Las
elecciones, concebidas por FET como una nueva prueba de fuego para la organi
zación, llevaron a los m unicipios de la com arca a la coalición contrarrevolucio
naria que englobaba FET, consiguiendo crear dos grupos de concejales y alcaldes
diferenciados: por una parte los que contaban con una experiencia po lítico -in sti
tucional previa a la guerra y los que participaban por prim era vez en los ayunta
m ientos franquistas.
Así, el 50% de los ediles se renovaron respecto a los que habían ocupado
los m ism os cargos desde 1939. Con todo, las elecciones dieron lugar a una con-
flictividad local entre las elites derivada de la confección de candidaturas y de
las elecciones que se celebraron con una fuerza más poderosa que durante 1939-
1943, aunque siem pre en el campo de los vencedores de la guerra. Estas eleccio
nes aportaron al franquism o una estabilidad m unicipal después de la inestabili
dad de los prim eros años afirm ando el bloque socio-político que le apoyaba
1253
desde 1939.
A lcaldes y concejales se beneficiaron personalm ente de sus cargos. No así
los ciudadanos con su gestión. La Ley M unicipal de 1945 consiguió reducir la
capacidad recaudatoria m unicipal y arbitrar una política de subvenciones discre
cional, con el objetivo conseguido de controlarlos jerárquicam ente e im pedir la
form ación de grupos de poder. Reducida recaudación, fraude fiscal, plantillas
recargadas para hacer frente a las necesidades del intervencionism o y la in fla
ción, entre las razones principales, conllevaron que la inversión pública m unici
pal hasta m ediados de la década de los cincuenta fuera m ínim a, aunque siem pre
hubo alguna partida cuantiosa para gastos populistas (fiestas, fútbol) o para la
restauración religiosa.
En unos años de extrem ada m iseria los servicios públicos, ya precarios
durante la R epública se deterioraron notablem ente, en especial las infraestructu
ras sanitarias y así se increm entaron las enferm edades infecto-contagiosas, ade
más de la falta de viviendas. Así los alcaldes se vieron obligados a buscar lazos
clientelares en V aléncia o M adrid para conseguir subvenciones, naciendo de esta
m anera el alcalde “m endicante” que recorría los pasillos de la capital provincial
o de los m inisterios de M adrid. Un ejem plo viene por los recursos utilizados por
Luis M ompó para conseguir que O ntinyent fuera declarada ciudad industrial y se
aum entase su racionam iento.
La Iglesia y la religión sirvieron para cohesionar a la coalición contrarre
volucionaria gracias al potencial socializador, y más cercano al ciudadano que la
retórica fascista de Falange (cam pañas m arianas de M arcelino Olaechea), de sus
sím bolos, en especial desde 1945, con el bloqueo y el necesario “cam uflaje” del
fascism o. Para ello contó con el m ito de la Cruzada, con la exaltación de
Francisco Franco como “agente de la Providencia”, con la representación del
régim en franquista com o “paladín y defensor” de la religión católica y con la
dem onización del vencido, como anti-católico y, por tanto, anti-español.
La Iglesia recuperó los privilegios perdidos durante la República, entre
ellos el control de la educación. Su alianza con el Estado fue com pleta, condu
ciendo el propio Estado la vigilancia en el cum plim iento de la m oral integrista de
la Iglesia española elevada a ley estatal y m oral pública y colaboran con la
Iglesia en su fallida recristianización de la sociedad española. Su papel en la
represión franquista hizo que la Iglesia retornase a ser un poder local más, con
am plias parcelas de poder, al lado de la actividad, la única no falangista, de sus
asociaciones, m ientras que la reposición de los sím bolos religiosos fue otro
punto m ás de la restauración social burguesa. Su protagonism o en la represión y
su apoyo legitim ador al franquism o todavía esperan una declaración pública de
arrepentim iento.
La m em oria de la posguerra y el acercam iento a los apoyos sociales con
vergen en los aspectos económ icos. Estraperto, racionam iento, explotación y
acum ulación de beneficios para unos pocos son sus palabras clave. La política
económ ica autárquica se puede dividir en dos grandes etapas: 1939-1952, años
del racionam iento y 1952-1959 en los que se atenuó la intervención y se term inó
por desm ontar la autarquía. La autarquía pretendía asegurar una econom ía p lena
m ente nacional a través de un aum ento de la producción agrícola que asegurase
1254
el autoabastecim iento alim entario y de una política de sustitución de im portacio
nes en la industria. Esta política respondía a la confluencia del nacionalism o eco
nóm ico español teorizado desde la crisis de finales del siglo XIX, a las ideas eco
nóm icas fascistas de los años treinta y a factores externos (guerra m undial y b lo
queo). Sus consecuencias fueron retrasar la m odernización productiva y tecnoló
gica de la industria y la agricultura y, en general, de la econom ía española.
D espués de la guerra civil, el Estado pasó a intervenir los artículos agrí
colas de prim era necesidad para asegurar su reparto entre la población, pagándo
los a precio de tasa al agricultor. Este precio era m enor al precio de m ercado y,
adem ás, la baja producción hacía descender la oferta. El resultado fue que el
agricultor destinó la parte de su producción que podía al m ercado negro, más
rem unerado que el oficial. En este sistem a entraron todos los productos interve
nidos.
De esta m anera, el racionam iento oficial no cubría las necesidades de la
población y el que se introducía en el m ercado negro estaba sometido a una hipe-
rinflación continua. A unque fue m ayor en las zonas no productoras que en las
productoras y en las urbanas que en las rurales, las zonas productoras y las ru ra
les, como era el caso de la Valí d ’A lbaida no escaparon de los escasos raciona
m ientos oficiales. Las extraordinarias dim ensiones que ocupó el m ercado negro
fueron posibles ante la com plicidad y la ineficacia de la burocracia encargada de
vigilarlo. El m ercado negro lucrativo y el desabastecim iento y carestía de los
inputs agrícolas (abonos, fertilizantes, plaguicidas) provocaron un aum ento del
cultivo de los principales productos alim enticios (arroz, cereales o legum inosas)
y una paralización de la secular agricultura valenciana com ercial. A dem ás, la
baja producción era la que m antenía el sistem a, con lo que la falta de incentivos
y una abundante y barata mano de obra produjeron una paralización de la in tro
ducción de m aquinaria.
Para la industria fueron unos años de contrastes. El m odelo autárquico
industrial beneficiaba a las industrias de “interés general” (industria pesada) y a
las de equipación m ilitar en perjuicio de las industrias de consumo. A sí, las m ate
rias prim as y la m aquinaria im portada, o la energía eléctrica disponible se desti
naron a estas industrias básicas para el principio rector de la defensa nacional.
Para ello el Estado con el auxilio del Sindicato Vertical pasaba a controlar los
cupos de m aterias prim as que debían im portarse, la m aquinaria y la energía para
encargarse posteriorm ente de distribuirlos. Sin embargo el abastecim iento nunca
llegó a satisfacer, por diversos factores, las necesidades de prim eras m aterias,
m aquinaria y energía eléctrica de las industrias de consumo. Adem ás, la contrac
ción del com ercio producida por la II G uerra M undial y el posterior bloqueo a
España im pidió la im portación y redujo el com ercio exterior. Como quiera que el
m ercado interior, estaba sum am ente contraído, m otivado por los bajos salarios
obreros, tam poco podía absorber la producción industrial. Por últim o, para cerrar
este negro cuadro de la industria de la autarquía, la inversión em presarial se
redujo considerablem ente, derivando capitales hacia la especulación con m ate
rias prim as. Así no es extraño que entre 1939 y 1951-1952 la actividad industrial
se redujera hasta lím ites en algunos sectores del 25-30%.
La segunda m odalidad de intervención estatal sobre la industria vino
1255
desde las restricciones a la libertad. Para crear o am pliar cualquier industria o
taller m anufacturero se debía abrir un expediente que debía ser aprobado por la
D elegación de Industria contando con los inform es del Sindicato del ram o. El
dom inio em presarial de las secciones sindicales económ icas llevó a m onopolizar
algunos sectores, im pidiendo el establecim iento de nuevas industrias o lim itando
su acceso al m ercado con condiciones previas.
Para la industria y la m anufactura com arcal fueron años de paradojas.
Cuanto m ayor era la dependencia de m aterias prim as del exterior, la crisis fue
más grave (papel, m adera), otras tam bién sufrieron las restricciones y la pésim a
gestión del intervencionism o (harinas, confitería-pastelería). O tras navegaron
como la cerería navegaron entre la depresión (falta de parafina) y una am pliación
del m ercado (restauración religiosa, restricciones eléctricas) adem ás de b en efi
ciarse del tráfico ilícito de jabón. La sustitución de prim eras m aterias dio lugar a
actividades especulativas que alcanzaron gran relieve como el trabajo del espar
to, el atraso tecnológico tam bién favoreció a los pequeños y m edianos estableci
m ientos de m ateriales de construcción. El necesario reciclaje de desperdicios y la
m onopolización del sector increm entaron los beneficios de las fábricas vidrieras.
La autarquía propició el despegue definitivo del textil de O ntinyent y su
industrialización plena, sobrepasando en poco tiem po a la agricultura. A nte los
cupos insuficientes de lana y algodón, el textil se especializó en regenerados
confeccionados con desperdicios textiles no som etidos al cupo. El producto era
de m uy baja calidad, pero m uy apropiado para un m ercado interior con bajo nivel
adquisitivo. La progresión textil de O ntinyent, asentada sobre pequeñas em pre
sas con m aquinaria antigua y m uchas veces con telares m anuales fue im parable a
lo largo de la década de los cuarenta, pasando de 1.339 obreros en 1945 a 1.920
en 1950. B ocairent siguió el m ism o m odelo, m ientras que las esporas del textil
alcanzaban a las localidades próxim as, como A gullent y A lbaida, ciudad en la
que la cerería traspasó capitales hacia el textil.
Los años de la autarquía contem plaron una acum ulación de capitales para
unos pocos. Para los grandes y m edianos propietarios agrícolas que podían acce
der gracias a su volum en de producción y a la protección institucional en m ejo
res condiciones al m ercado negro, adem ás de favorecerse del descenso de sala
rios agrícolas que la restauración social del franquism o les ofreció. Junto a
com erciantes, interm ediarios, detallistas y estraperlistas profesionales, am plia
ron el abanico de apoyos sociales al franquism o y prepararon el cam ino a las
inversiones de la segunda m itad de los cincuenta y los sesenta. A los industriales
y m anufactureros el franquism o les regaló sem ejante dom inio sobre la m ano de
obra, una contraprestación a los inconvenientes que en algunos sectores les traía
el intervencionism o y sus consecuencias. Para los m ejores situados dentro del
sindicalism o vertical o los ayuntam ientos, conseguir el m onopolio de su sector,
m ejores cupos de m aterias prim as o licencias de im portación.
El coste social de la autarquía fue trem endo. Sin poder em igrar ante el
caos industrial y el cierre de fronteras, la tendencia al despoblam iento de los
pequeños pueblos de la Valí no sólo se detuvo sino que increm entaron su pobla
ción, ya que en los m ism os era más fácil la supervivencia que en los núcleos
grandes. La mano de obra agrícola quedó fijada a sus pueblos, contribuyendo a
1256
descender los salarios. El franquism o destruyó los sindicatos reivindicativos y el
asociacionism o obrero, perm itió salarios de subsistencia en un contexto de hipe-
rinflación a consecuencia del m ercado negro, el alargam iento de la jo rn ad a labo
ral, el increm ento de la discrim inación de la m ujer en el trabajo, y el em peora
m iento de las condiciones de higiene y seguridad en el trabajo.
El descenso de los niveles de vida fue atroz. El racionam iento no perm i
tía cubrir las necesidades básicas y los salarios no alcanzaban a cubrirlas recu
rriendo al m ercado negro y m ucho menos para pagar el alquiler. La m alnutrición
y las carencias de infraestructuras sanitarias ayudaron al retorno de enferm eda
des infecciosas, entre ellas, el tifus, debido a las aguas infectadas por los v erti
dos industriales. La m ortalidad infantil creció ante la subalim entación de las
m adres lactantes y las carencias de sustitutivos, que algunos jerarcas y personal
político m unicipal desviaban para estraperlear.
Los niños y niñas abandonaban la escuela para volver a los talleres, fábri
cas y cam pos después de que durante la República se luchase con denuedo para
prohibir su trabajo. La explotación de la mano de obra alcanzó tintes de la p ri
m era industrialización colaborando en las elevadas tasas de beneficios em presa
riales. El estraperto se convirtió en una profesión, en una m anera de vivir. El
orden y el respeto a la legalidad y a las instituciones, tan querido por el franquis
mo, se contradecía con que gran parte de la población realizaba actividades ile
gales para poder comer. Los m enos para enriquecerse. La inflación hizo posible
el retorno al trueque. En las fam ilias con los miem bros varones en la cárcel, el
exilio o fusilados, las m ujeres soportaron la supervivencia fam iliar con el recur
so del estraperlo, siendo objeto de hum illantes castigos cuando se les descubría.
Porque hasta en este extrem o, el franquism o continuo con su división social, cas
tigando más al pequeño estraperlista que al grande, al estraperlista con pasado
“rojo” que al “afecto” .
La escasez del racionam iento, y su m ala calidad, agudizó el ingenio. En
los pueblos la naturaleza aportó alim entos sustitutivos (setas, pesca, caza, h ier
bas silvestres), la dieta se hizo obligatoriam ente vegetariana dada la carestía de
la carne, los sucedáneos más diversos hicieron su aparición, la pequeña delin
cuencia que hurtaba en huertos y campos hizo su aparición. En definitiva, para
los contem poráneos de la autarquía la supervivencia física era su m áxim a obse
sión, su recuerdo m ás im borrable. Esta es otra de las razones, junto a la rep re
sión, que explican la ausencia de oposición organizada antifranquista. Pero tam
bién encontram os otras “zonas interm edias” entre los favorecidos y los desfavo
recidos por la autarquía.
Los años cincuenta (1952-1959) presentan unos rasgos propios, diferen
ciados de la década anterior, una vez que el franquism o había superado el aisla
m iento internacional y los peores años del racionam iento. Cum plidos los objeti
vos de aterrorizar al vencido, destruir la m em oria de rebeldía social y asentar el
régim en, la violencia fue m ucho m enor aunque nunca dejó de darse. A hora la
oposición cobró un nuevo vigor que term inaría por cristalizar a finales de la
década, particularm ente en el mundo del trabajo, entre los trabajadores que fue
ron los que más perdieron con la instauración del franquism o. Prim ero, a título
individual, con los que se aventuraban a llevar sus reclam aciones laborales por
1257
encim a del sindicalism o vertical, ante M agistratura de Trabajo. Segundo, con el
desarrollo de instituciones obreras católicas y los prim eros pasos de la USO y de
com unistas infiltrados en el sindicalism o vertical.
La dem ocracia orgánica funcionaba a la perfección después de las distor
siones de 1948, controlado perfectam ente el personal político desde el propio
m unicipio y las instituciones superiores. Esta estabilidad hizo posible una pro
funda renovación del personal político m unicipal, en parte m otivada por la pro
pia biología pero que perm ite establecer que el franquism o estaba ya plenam en
te consolidado en los años cincuenta. Así hacia 1957 un 66% de los concejales de
la com arca no habían pertenecido a los consistorios de la R epública ni del fran
quism o. En los cincuenta se afianzó la presencia em presarial en los ayuntam ien
tos. Así, si la represión estructural es la base del franquism o y la explicación del
fracaso de la oposición, la consecución de un personal político m unicipal estable
y renovable, no siem pre falangista, significaba la plena seguridad interna para el
franquism o. Para los nuevos concejales y alcaldes que no habían vivido ni la
R epública ni la guerra, el franquism o representaba la estabilidad política, el
orden social, el respeto a las jerarq u ías sociales, el ultranacionalism o, la valori
zación de la religión, pero tam bién conseguir fines privados a través de su p arti
cipación política.
Las transform aciones económ icas fueron muy im portantes. En la agricul
tura las m edidas liberalizadoras de Cavestany, m inistro de A gricultura, hicieron
que los cereales se dejasen de cosechar de m anera obligatoria o para su introduc
ción en el m ercado negro. La apertura de la dictadura a la exportación y la m ejo
ra en el abastecim iento de inputs devolvieron a la agricultura a sus cauces de
exportación tradicionales. Los cam bios en el m ercado, las liberalizaciones y las
heladas de m itad de la década dieron lugar al retroceso de cultivos seculares
como el algarrobo, los cereales y el olivar a favor de la uva de m esa. La crisis
vitícola se resolvió con la transform ación de la uva para vinificación en uva de
mesa, un producto plenam ente com ercial para la exportación m uy sim ilar a la
naranja en cuanto com pra del producto, mano de obra, canales com erciales...E ste
producto revolucionó las econom ías agrícolas de la com arca llevando a que en
los sesenta aum entase sensiblem ente los niveles de vida de los agricultores. La
industrialización com portó la aparición de la agricultura a tiem po parcial en los
pueblos industriales, m ientras que la pequeña propiedad agrícola term inó por ser
hegem ónica en la estructura de la propiedad agrícola de la com arca. Por últim o,
se observa un auge del cooperativism o como medio para luchar contra los in ter
m ediarios y com erciantes.
Las liberalizaciones en la industria m ejoraron la adquisición de prim eras
m aterias y m aquinaria. A unque las restricciones energéticas no desaparecieron,
se hicieron más coyunturales. Tam bién se term inaron las restricciones a la lib er
tad de industria, que retornaron a finales de la década, coincidiendo con una cri
sis textil. La reconversión industrial de la década destruyó a los sectores especu
lativos nacidos por la sustitución de im portaciones (por ejem plo el esparto) y
arrinconó a fabricaciones tradicionales (papel, cerería, m adera). Por el contrario,
las m ejoras producidas por las liberalizaciones, más los créditos norteam ericanos
y el aum ento de los niveles de vida internos hicieron posible el auge de las fabri
1258
caciones de los m ateriales de construcción (im pulsados por el crecim iento de la
construcción), del vidrio, del alcohol (gracias al proteccionism o estatal) y muy
especialm ente del textil, que ya centralizaba la industria de A gullent y A lbaida
(en esta últim a ayudada por la continuación del transvase de capitales cereros).
En A lbaida sería la clase m edia y alta de la ciudad la encargada de invertir los
beneficios de la agricultura y de su proxim idad a la adm inistración en el textil.
No obstante, la autarquía había producido un m odelo de crecim iento del
textil que a m itad de los cincuenta term inó en una fuerte crisis. Las m aterias p ri
mas caras, la m aquinaria obsoleta y las deficiencias en el producto final, por u ti
lizar regenerados, hacían poco com petitivo el producto en los m ercados interna
cionales. El colapso del m ercado interior hacia 1955 dirigió la atención de los
grandes industriales textiles de O ntinyent hacia la exportación. Pero prim ero
debían m ejorar la productividad, la calidad del producto y la com ercialización.
Para ello contaron con la colaboración de agregados com erciales norteam erica
nos, el valedor internacional de la dictadura franquista, por su visceral anticom u
nista en la guerra fría. El textil ontiñentino de los cincuenta se encontraba en
plena renovación respecto a la década anterior. El número de em presas se había
reducido, estaba desapareciendo los telares m anuales, aum entan las inversiones
en m aquinaria por parte de las grandes em presas así como la utilización de fibras
artificiales.
La vida se hizo más fácil en los cincuenta. Los niveles de vida obreros
m ejoraron, la reform a tributaria de 1953 llenó las arcas de la D iputación
Provincial, dando alas a un relanzam iento de la inversión en infraestructura
públicas después de una década sin apenas construcciones. Con todo los proble
mas sanitarios pervivieron, agravándose el de la vivienda. La sociedad civil
com enzaba a recuperarse del im pacto brutal del franquism o de los cuarenta en
torno al nacim iento de nuevas asociaciones culturales y deportivas que escapa
ban tanto del organigram a falangista como del eclesiástico.
La industrialización y la producción de uva de m esa consiguieron alterar
el m apa dem ográfico de la comarca. Los pequeños pueblos perdieron población
em igrada a los núcleos urbanos, los agrícolas aportaron em igrantes a Europa o a
los circuitos tradicionales (ciudades m edias valencianas, Barcelona, Valencia), al
mismo tiem po que llegaban inm igrantes de A ndalucía, M urcia y C astilla-L a
M ancha a los pueblos industriales, atraídos por la industria y tam bién para esca
par de la opresión social de sus localidades de origen. Además, la población dise
m inada descendió hasta casi desaparecer después de la crisis del m odelo agríco
la de las heretats. El Plan de E stabilización en las postrim erías de la década de
los cincuenta certificó la defunción de la autarquía.
Vencedores y vencidos constituían la división de los españoles. El fran
quism o ni siquiera intentó atraer a una parte de los vencidos. Como hem os visto
les era casi im posible participar en la política franquista. Mucho m enos en sus
instituciones. Para cualquier asunto adm inistrativo o penal estaban m arcados por
su pasado. Tampoco se preocupó por integrarlos en el proyecto de una España
católica, jerarquizada, defensora del orden social y de la propiedad privada. Tan
sólo se les reservaba el som etim iento, el silencio y el castigo si se atrevían a
plantar cara. Pero durante el prim er franquism o tanto los fascistas de FET como
1259
la Iglesia C atólica desplegaron políticas socializadoras y asistenciales para inte
grar al m enos a la población que no se oponía frontalm ente a la dictadura. En este
sentido, encontram os de nuevo el fracaso de las propuestas fascistas (Frente de
Juventudes para la juventud, Sección Fem enina para las m ujeres) por sim ilares
m otivos que había sido un fiasco para estas propuestas las intenciones de Rincón
de A rellano. Entre las políticas falangistas de socialización y asistencia social,
las Obras Sindicales gozaron de una m ayor aceptación entre los obreros que las
dirigidas por instituciones o la Iglesia Católica.
Tampoco se consiguió un calendario festivo propiam ente fascista, muy
pronto abandonado a la retórica hueca y a la indiferencia. Por el contrario tuvo
más aceptación el discurso católico, aunque estuviera arropado por sim bología y
fraseología fascista, difundido desde el mundo festivo, en la línea de A rrese a
nivel nacional y de Luis M ompó en torno a las fiestas de M oros y Cristianos,
unas fiestas que, adem ás, perm itían desarrollar públicam ente el populism o falan
gista, institucional o la clásica caridad de las elites. Esta herencia pervive en la
actualidad, ya que la influencia religiosa transform ó las festividades con la intro
ducción de nuevos actos, la resurrección de antiguos cultos y devociones pérdi
das o las prohibiciones (el caso más señero, el C arnaval). Una segunda perviven-
cia es el discurso del regionalism o conservador valenciano de tintes agrarias, al
que se le perm itió el uso público del valenciano pero subordinado al castellano.
En este sentido, durante el franquism o creció la castellanización de la cultura y
de la sociedad valencianas.
La socialización en tom o a los valores nacional-sindicalistas obtuvo éx i
tos puntuales, derivados más bien del voluntarism o de algunos jerarcas. La
escuela, difusora de la socialización en torno al “ espíritu nacional”, fue una
escuela em inentem ente católica, patriótica y sexista, fue más católica que falan
gista. Sin dotaciones presupuestarias, la escuela hasta los años cincuenta se
caracterizó por edificios m al acondicionados y obsoletos, por un m agisterio
sometido después de la depuración, m al pagado, con una form ación pedagógica
que interrum pió la m odernización y europeización desarrollada durante la
República. El apoyo institucional derivó hacia la educación privada religiosa.
H asta los años cincuenta, cuando el desarrollo tecnológico de la industria dem an
daba una m ano de obra alfabetizada y m ejor form ada técnicam ente no se com ba
tió el analfabetism o y se acom etió un em brión de form ación profesional.
Los sím bolos falangistas que llenaron el viario urbano, la prensa del
M ovim iento o los ritos públicos tam poco parece que convencieran a los vencidos
y a los indiferentes. La experiencia de una R epública dem ocrática que había te r
minado en guerra civil y la represión condujeron a la despolitización social. Con
esta prem isa, los intentos de politización fascista chocaron, entre otras causas,
con una sociedad en la que para com batir la m iseria m oral y física y después, en
los cincuenta, llenar el tiem po de ocio, se construyó una cultura de la evasión
(cine, fútbol, ra d io ...), en la que la diversión y el entretenim iento fueron sus ras
gos principales.
Creem os haber dem ostrado que el franquism o nunca fue una dictadura fas
cista, por m ás que en algunos m om entos estuviese a un paso de serlo. Si la facha
da rem itía al fascism o italiano, guardó num erosas sim ilitudes con la Francia de
1260
Vichy. Falange Tradicionalista era, en realidad, un partido creado desde el Estado
y siem pre dependiente del m ism o, sin capacidad de crecim iento social ante el
rechazo de la izquierda y la indiferencia de la derecha y los apolíticos. Las p ro
puestas fascistas de los falangistas y derechistas fascistizados para socializar la
juventud, la mujer, la sociedad a través de la construcción de un calendario p ro
pio, las políticas de asistencia social, las educativas o sindicalistas para conducir
la econom ía y encuadrar a los “productores” term inaron todas en un fracaso sin
paliativos, al contrario que el discurso integrador patrocinado por la Iglesia
C atólica que supo legitim ar a la dictadura y, especialm ente, construir un consen
so interno en la coalición contrarrevolucionaria vencedora el 1 de abril de 1939.
No existió “ com unidad nacional” ni “nacionalización de las m asas”, sino un país
de vencedores y vencidos.
Pero que no fuera fascista, no significa que fuera una dictadura benigna.
Su brutalidad sin m isericordia ha quedado dem ostrada. El franquism o el produc
to de la Europa de los treinta. N ació de una guerra civil contrarrevolucionaria
que, desde su prim er día, tuvo como objetivo para el bando rebelde la aniquila
ción física y m oral de la dem ocracia y de las ideologías revolucionarias. Su in s
tauración tuvo como fundam ento los fusilam ientos, las torturas, las prisiones, el
exilio, la vejación personal, la pérdida del puesto de trabajo para el vencido, el
castigo económ ico, la destrucción de las redes fam iliares y com unitarias de los
perdedores de la guerra. El terror. La España de Franco fue un país que se d iv i
día por la frontera que establecía principalm ente la contienda civil. No hubo
reconciliación nacional hasta la m uerte del dictador.
Sus quim éricas teorías económ icas tan sólo sirvieron para que la econom ía
española y los niveles de vida retrocedieran décadas. Violencia diaria, m iseria
(cuando no verdadera ham bre) y enferm edad son las señas de identidad de la
década de los cuarenta. Pero no para todos. Es cierto que gran parte de la socie
dad española soportó el desabastecim iento alim enticio y de otros artículos de p ri
m era necesidad, pero los grandes perdedores de la posguerra fueron p rin cip al
m ente los trabajadores, los pequeños propietarios agrícolas, aparceros y arrenda
tarios, los pequeños artesanos, por encim a de otros perdedores de la guerra como
la burguesía republicana. Sus sueños de una sociedad con una cultura plural, una
dem ocracia participativa y un reparto de la propiedad más igualitario fueron
arrancados a sangre y fuego.
Los ganadores de la guerra conservaron su victoria como un tesoro. A lo
largo de la República habían visto peligrar sus privilegios y poder. Las arm as y
la violencia se lo devolvieron. En este sentido, el franquismo vino a restaurar los
privilegios m ateriales y m orales de la Iglesia C atólica y de la patronal agrícola e
industrial. Esta se benefició del m ercado negro, de la explotación de la mano de
obra, del poder m unicipal, de su control sobre el sindicalism o vertical. Pero tam
bién consiguió el apoyo de sectores político m inoritarios en la preguerra (falan
gistas, tradicionalistas), y de los que, a pesar de no haber vivido ni la R epública
ni la guerra, veían en el franquism o la estabilidad de la sociedad tradicional fren
te a los desordenes que había com portado la politización social de los años repu-
blicaos, pregonada por los ideólogos del franquism o desde el púlpito, el d iscu r
so oficial o la prensa. Todos estos grupos llenaron los ayuntam ientos y diputacio
1261
nes así como los sindicatos verticales para hacer posible una dictadura de casi
cuarenta años.
Ahora, los que cantaban el Cara al Sol y elogiaban a Franco y a su régi
men, lo siguen haciendo en conversaciones de casino. M ás sibilinam ente cuando
se niegan a retirar los últim os sím bolos franquistas. Políticam ente, son la cante
ra de votos inam ovible del Partido Popular.
El franquism o corrobora aquello de que la esperanza de los oprim idos es
un arom a insufrible para los poderosos. Ni siquiera el populism o de Girón, ni las
tím idas políticas asistenciales, ni el desarrollo económ ico de los sesenta hicieron
olvidar entre los trabajadores que se trataba de un régim en creado contra ellos.
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