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SUMARIO
INTRODUCCIÓN..................................................................... 3
CAPÍTULO I
Nociones generales
1. La causalidad y tipicidad del despido ................................ 5
2. El procedimiento de despido ............................................. 9
CAPÍTULO II
Las causales de despido relativas a la capacidad del tra-
bajador en la jurisprudencia del TC
1. Detrimento de la facultad física o mental o la ineptitud
sobrevenida ....................................................................... 23
CAPÍTULO III
Las causales de despido relativas a la conducta del tra-
bajador en la jurisprudencia del TC
1. Condena firme por comisión de delito doloso ................... 26
2. Quebrantamiento de la buena fe laboral ........................... 27
3. La reiterada resistencia a las órdenes del empleador ...... 32
4. La inobservancia del reglamento interno de trabajo ......... 39
5. La inobservancia del reglamento de seguridad e higiene . 43
6. La apropiación consumada o frustrada de bienes o servi-
cios del empleador o que se encuentran bajo su custodia,
así como la retención o utilización indebidas de los mis-
mos, en beneficio propio o de terceros, con prescindencia
de su valor ......................................................................... 44
7. La entrega de información falsa al empleador con la
intención de causarle perjuicio u obtener una ventaja ...... 49
8. La concurrencia reiterada en estado de embriaguez o
bajo influencia de drogas o sustancias estupefacientes,
y aunque no sea reiterada cuando por la naturaleza de la
función o del trabajo revista excepcional gravedad .......... 53
9. Los actos de violencia en agravio del empleador, de sus
representantes, del personal jerárquico o de otros traba-
jadores, sea que se cometan dentro del centro de trabajo
o fuera de él cuando los hechos se deriven directamente
de la relación laboral ........................................................ 59
10. La injuria y faltamiento de palabra verbal o escrita en
agravio del empleador, de sus representantes, del perso-
nal jerárquico o de otros trabajadores, sea que se come-
tan dentro del centro de trabajo o fuera de él cuando los
hechos se deriven directamente de la relación laboral ..... 61
11. El daño intencional a los edificios, instalaciones, obras,
maquinarias, instrumentos, documentación, materias pri-
mas y demás bienes de propiedad de la empresa o en
posesión de esta ............................................................... 64
12. El abandono de trabajo por más de tres días consecuti-
vos, las ausencias injustificadas por más de cinco días
en un periodo de treinta días calendario o más de quince
días en un periodo de ciento ochenta días calendario,
hayan sido o no sancionadas disciplinariamente en cada
caso ................................................................................... 65
13. La impuntualidad reiterada, si ha sido acusada por el
empleador, siempre que se hayan aplicado sanciones
disciplinarias previas de amonestaciones escritas y sus-
pensiones .......................................................................... 71
INTRODUCCIÓN
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que los ha emitido, sino también debido a que los mismos tienen una gran
implicancia práctica, toda vez que sirven tanto al empleador, a fin de delinear
el incumplimiento laboral que pretende sancionar con el despido, como al
trabajador, para saber si ha incurrido en una infracción meritoria de su cese.
Finalmente, cabe plantearse la siguiente precisión: al tratarse de un texto
que señala la revisión de la jurisprudencia del TC sobre el particular, no se
encontrarán referencias a fallos emitidos por otros órganos jurisdiccionales,
de los cuales, algunos, si bien es cierto, revisten importancia, también para el
estudio de las causales de despido, serán reservados para un estudio propio y
distinto al desarrollado en esta oportunidad.
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CAPÍTULO I
Nociones generales
(1) Por todos, vide: MONTOYA MELGAR, Alfredo. Derecho del trabajo. 20ª edición, Tecnos, Ma-
drid, 2002, p. 465.
(2) Vide: ALONSO OLEA, Manuel y CASAS BAAMONDE, María Emilia. Derecho del trabajo.
19ª edición, Civitas, Madrid, 2001, p. 420.
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(3) Blancas Bustamante llega a esta conclusión luego de citar al maestro uruguayo Plá Rodríguez.
Cfr. BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. “El principio de continuidad y el despido individual”.
En: Los principios del Derecho del trabajo en el Derecho peruano. Libro homenaje al profesor
Américo Plá Rodríguez. SPDTSS, Lima, 2004, p. 220.
(4) Al respecto, vide DE BUEN, Néstor. Derecho del trabajo. 4ª edición, Tomo II, Porrúa, México
D. F., 1981, p. 78.
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Causales de despido en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional
(5) En esta línea, compartimos la idea que sobre el tema resalta González Hunt: “Se trata en buena
cuenta de una hermenéutica estricta, y por ende, la causa invocada debe ajustarse en forma es-
tricta del tipo legal sin lugar a discusión alguna. Por ello, la interpretación de los alcances de las
causas justas de despido no debe exceder de su literalidad. No cabe pues, efectuar interpretacio-
nes extensivas de su alcances, ni ciertamente aplicadas analógicamente” (GONZÁLEZ HUNT,
César. “Los errores empresariales en el despido”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 137, Lima,
2005, p. 18).
(6) De acuerdo con lo establecido por el TC en la sentencia que resuelve el caso Telefónica, Expe-
diente N° 1124-2001-AA/TC, el segundo párrafo del artículo 34 de la LPCL es incompatible con
el derecho al trabajo, porque vacía de contenido este derecho constitucional, toda vez que uno de
los aspectos del contenido esencial del derecho al trabajo es la proscripción del despido, salvo
por causa justa. Por ello el artículo 34, en su segundo párrafo, al habilitar el despido incausado-
arbitrario al empleador, vacía totalmente el contenido de este derecho constitucional. Sobre el
particular, vide el Fundamento Jurídico N° 12 de la sentencia que resuelve el expediente anotado.
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Por otro lado, tenemos que uno de los supuestos que configura el deno-
minado despido fraudulento, es aquel cese que se practica en vulneración del
principio de tipicidad de la causa justa de despido, en tanto la imputación al
trabajador de una falta laboral no prevista en la norma como razón válida y
suficiente no significaría más que una forma de despido sin causa, y por ende,
proscrito por nuestro ordenamiento jurídico(7).
Ahora bien, el artículo 22 de la LPCL, como hemos visto, precisa que
para que el empleador proceda con el despido un trabajador que labore cuatro
o más horas diarias, necesita de una causa justa tipificada por ley, lo cual, en
sentido contrario significaría, por lo menos, lo siguiente: que un despido sin
causa es ilegal (e inclusive, según el TC, este tipo de cese es inconstitucional)
y que si un trabajador labora menos de cuatro horas no se requiere para su
despido de una causa prevista por ley.
Esto último, sin embargo, no implica que un trabajador que tiene este
tipo de jornada reducida, pueda ser despedido en contravención de alguno de
sus derechos fundamentales, es decir, por ejemplo, si aquel se sindicaliza y es
despedido por esta razón, dicho cese resulta inconstitucional. De esta manera,
se puede colegir que la ley le impide al trabajador que tiene esta clase de
jornada, solamente una protección contra el despido arbitrario, mas no la pro-
tección contra un cese que afecta algún otro de sus derechos fundamentales(8).
Cabe indicar también que este no es el único supuesto que trunca la pro-
tección contra el despido arbitrario, dado que el trabajador que tiene una jor-
nada de cuatro (4) o de más horas diarias, además debe haber superado el
periodo de prueba correspondiente(9). Nuevamente, cabe precisar, al igual que
(7) Así se puede leer en el Fundamento Jurídico N° 15 de la sentencia expedida por Tribunal Cons-
titucional y que resuelve el Expediente N° 976-2001-AA/TC.
(8) Ciertamente, podría argumentarse que esta exclusión legal es discriminatoria, en razón de que el
solo hecho de tener una jornada reducida, no parece ser una justificación razonable y suficiente
para excluir a este trabajador de la protección contra el despido arbitrario. Este problema preten-
de superarse mediante el Proyecto de la Ley General de Trabajo (art. 116).
(9) Artículo 10 de la LPCL.- El periodo de prueba es de tres meses, a cuyo término el trabajador
alcanza derecho a la protección contra el despido arbitrario. Las partes pueden pactar un término
mayor en caso las labores requieran de un periodo de capacitación o adaptación o que por su
naturaleza o grado de responsabilidad tal prolongación pueda resultar justificada. La ampliación
del periodo de prueba debe constar por escrito y no podrá exceder, en conjunto con el periodo
inicial, de seis meses en el caso de trabajadores calificados o de confianza y de un año en el caso
de personal de dirección.
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2. EL PROCEDIMIENTO DE DESPIDO
(10) Al respecto, cabe señalar que el TC ha resuelto, erróneamente en nuestra opinión, en el sentido
contrario mediante la sentencia recaída en el Expediente N° 02456-2012-PA/TC. El caso revisa-
do versa sobre una trabajadora embarazada despedida durante el periodo de prueba. Para mayor
detalle puede revisarse nuestra posición sobre el particular: DE LAMA LAURA, Manuel Gonza-
lo. “TC se pronuncia sobre la ampliación del periodo de prueba y el despido de una trabajadora
embarazada dentro de esta etapa”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. N° 175, Gaceta Jurídica,
Lima, abril de 2013, p. 41 y ss.
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(11) En tal sentido puede leerse que: “con relación a la suspensión del contrato de trabajo dispuesta
por el empleador, este Colegiado advierte que esta ha sido ejecutada en concordancia con lo esta-
blecido en el inciso i) del artículo 12 del citado Decreto Supremo Nº 003-97-TR, debido a que la
demandante estuvo detenida –inicialmente en los calabozos de la PNP– desde el 12 de diciembre
de 2002, como ella misma reconoce en su escrito de demanda, siendo falsa la afirmación que rea-
liza al sostener que solo estuvo detenida desde el 14 de dicho mes, en el Penal La Capilla, y que
se le suspendió en forma ilegal un día antes de su detención, es decir, desde el 13 de diciembre.
Es por dicha detención que la demandada recién le remite la carta de preaviso de despido con
fecha 30 de abril de 2002 –la accionante se reincorporó a laborar el 15 de abril del mismo año–,
tomando en consideración que la Intendencia de Recursos Humanos se encuentra ubicada en La
Punta, Callao y la demandante laboraba en Puno, razón por la cual no puede afirmarse que se ha
violado el principio de inmediatez” (fundamento jurídico 5 de la sentencia que resuelve el Exp.
N° 100-2003-AA/TC).
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(12) Vid. por ejemplo los fallos recaídos en los Expedientes N°s 04243-2009-PA/TC y 00764-2011-
PA/TC.
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omisión del procedimiento previo al despido del Sr. Reyes. Se verifica que,
efectivamente, la demandada –Universidad Ángeles de Chimbote–, obvió la
remisión de la carta de preaviso argumentando que las faltas imputadas al
actor habían sido advertidas en situación de flagrancia.
El Alto Tribunal, para contradecir este argumento de la emplazada,
estima que los incumplimientos atribuidos al actor no califican de ninguna
manera como flagrantes. Empero, resulta curioso que el TC llegue a esta con-
clusión, sin que previamente se refiera a un concepto de falta grave flagrante,
es más, ni siquiera cita pronunciamientos jurisprudenciales previos o se basa
en alguna definición doctrinal al respecto. En tal orden de ideas, resulta pobre
el argumento que sustenta dicha desestimación, toda vez que el colegiado no
perfila ninguna concepción de falta grave flagrante que le permita realizar un
correlato o comparación con los hechos constatados.
Lo que sí realiza el intérprete constitucional es una lectura novedosa del
tenor del artículo 31 de la LPCL. Aduce el TC que la exoneración del pro-
cedimiento previo al despido solo será viable si se configuran en el caso dos
supuestos: primero, que la falta grave sea efectivamente flagrante; y segundo,
que esta revista tal gravedad que haga irrazonable la posibilidad de conce-
derle el derecho de defensa al trabajador.
La redacción empleada por el Tribunal quizás no sea muy feliz, debido,
en buena parte, a que se emplea la expresión “supuestos”, la cual podría evi-
denciar una connotación referida más bien a situaciones distintas, no obs-
tante, la preposición “en” permite inferir que el TC se refiere a dos requisitos
o condiciones que debe contener el supuesto a examinar. Por otro lado, puede
observarse que el primer elemento reseñado por el colegiado, puede iden-
tificarse sin mayor problema en el tenor del artículo 31 de la norma citada,
mientras que el segundo no parece estar contemplado en dicho precepto. A
partir de tal apreciación, podríamos cuestionarnos si el TC está creando una
exigencia adicional, a la constatación de la flagrancia de una infracción labo-
ral, a efectos de permitirle al empleador desatenderse del procedimiento pre-
vio al despido.
Sin embargo, más que un nuevo requisito, nos parece que, finalmente,
lo que el colegiado hace es redundar en su afán de explicar la situación que
habilita al empleador a omitir el emplazamiento del preaviso. En efecto,
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juzgado dos veces por los mismos hechos, es decir, un mismo supuesto no
puede ser objeto de dos procesos distintos o, si se quiere, que se inicien dos
procesos con el mismo objeto.
Ahora, si bien es cierto, el pronunciamiento referido resuelve un caso
penal, ello no implica que necesariamente tales perspectivas solo encuen-
tren campo abonado en este ámbito jurídico. Recordemos que el NBI es una
garantía derivada del Derecho al debido proceso, reconocido como derecho
de toda persona no solo ante una autoridad judicial o administrativa sino tam-
bién ante los particulares(13). En este sentido, el NBI despliega también sus
efectos en el desarrollo de las relaciones laborales.
Pongamos un ejemplo. Supongamos que “A” y “B” inician una gresca
en el centro de labores. Su empleador decide solo suspenderlos por cinco (5)
días luego de haberles cursado la carta de preaviso correspondiente y de haber
recibido sus descargos. Empero, días después de disponer la medida disci-
plinaria, el empleador decide despedir a “A” y “B” por la riña señalada ini-
ciando un nuevo procedimiento sancionador. Trayendo a colación la vertiente
adjetiva que comprende el NBI, resultaría inviable haber iniciado un nuevo
procedimiento disciplinario por una falta que ya fue debidamente revisada y
sancionada.
Por otro lado, como lo mencionábamos, la norma laboral ha previsto
un procedimiento previo a la adopción del despido, mas no ha establecido
alguno para cuando se determine amonestar o suspender al empleado infrac-
tor. Ello, no obstante, no significa que el NBI sea dejado de lado cuando se
practique alguna de estas sanciones en tanto, recordemos, hemos dicho que
esta directriz tiene también una faceta sustantiva que impediría la corrección
de una inconducta laboral que ya ha sido castigada.
Grafiquemos lo dicho con otro ejemplo: “C” insulta con una palabra
subida de tono a su empleador, quien solo le reprende con una amonestación
o llamada de atención; sin embargo pocos días después decide suspender a
“C” alegando la misma causal. En el caso planteado puede verificarse que,
(13) Así lo entiende BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “Una aproximación a la vigencia del
debido proceso en los despidos laborales. A propósito de una jurisprudencia del TC”. En: Ius et
Veritas. Nº 21, Lima, noviembre de 2000, p. 307.
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(14) La omisión normativa respecto a este punto, nos parece, no impediría que las partes laborales o,
el empleador por propia iniciativa, dispongan la implementación de procedimientos previos a la
práctica de estas medidas disciplinarias.
(15) La declinación por la adopción del despido en el anterior procedimiento se debió a que el trabaja-
dor cuestionado adjuntó una carta de la administración del hotel que emitió el comprobante, en la
que esta le señala que el importe consignado en el comprobante de pago, es el que corresponde a
la tarifa de la habitación que ocupó y que los “errores” que allí aparecen son responsabilidad del
empleado que lo emitió.
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(16) En el mismos sentido pueden revisarse las sentencias recaídas en los Expedientes N°s 04114-
2011-PA/TC y 05172-2009-PA/TC.
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disciplinaria del empleador. Los hechos que se desprenden del tenor de los
considerandos de dicha sentencia son los siguientes: Mediante carta, de fecha
5 de marzo de 2005, un trabajador fue suspendido en sus labores por 20 días
sin goce de haber, por haber incumplido sus obligaciones laborales, es decir,
por haber quebrantado la buena fe laboral. Posteriormente se le cursa la carta
de despido de fecha 23 de junio de 2008, remitida al amparo de lo establecido
en el artículo 27 de la LPCL, dado que había sido inculpado penalmente por
la comisión de un delito doloso.
Dicha condena, confirmada inclusive por la Sala Penal de la Corte Supe-
rior de Justicia de Piura, sentenció al demandante a 3 años de pena privativa
de la libertad, como autor de los delitos de hurto simple en agravio de Elec-
tronoroeste S.A. - Enosa, y de falsificación de documentos en la modalidad
de hacer un documento privado falso, en agravio de Gerardo Alfonso Zegarra
Rodríguez y el Estado.
Dados tales hechos, el recurrente estima que al habérsele sancionado,
mediante una suspensión, por las anotadas faltas, no cabría el despido ale-
gando nuevamente tales sucesos. Actuar de tal forma implicaría la inobser-
vancia del NBI, sostiene el demandante.
Al respecto el TC entiende que en efecto, si bien los hechos que avalaron
la sanción disciplinaria (suspensión) y la condena penal son básicamente los
mismos, cabe argumentar que la empleadora sancionó al recurrente no por
apropiación indebida de bienes de la empresa, sino por incumplimiento de sus
obligaciones como asistente de almacén, que supone el quebrantamiento de la
buena fe laboral; mientras que, el órgano jurisdiccional penal le impuso una
condena penal por haber cometido un delito.
En tal sentido el Máximo Intérprete de la Constitución concluye que
no se ha vulnerado el principio del NBI, toda vez que las sanciones que se
impusieron al demandante tienen diferente naturaleza, puesto que una deriva
de la responsabilidad disciplinaria en que incurrió por incumplimiento de sus
obligaciones laborales y la otra de la responsabilidad penal que se le imputó
como coautor de los delitos de hurto simple y falsificación de documentos.
Concluye el TC considerando que el despido del demandante es un acto cons-
titucionalmente válido, amparado en lo dispuesto por el inciso b) del artículo
24 del Decreto Supremo Nº 003-97-TR (LPCL).
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una mera apropiación indebida de los bienes del empleador que rompe con
la buena fe que debe regir toda relación contractual privada; se ha convertido
ahora en una conducta socialmente inaceptada que deja en evidencia la vul-
neración de bienes jurídicos (el patrimonio y la fe pública) que justifican la
intervención de la protección penal.
En consecuencia se constata la responsabilidad jurídica de una persona
al haber afectado algunos bienes jurídicos, cuya violación activan los meca-
nismos de los que se hace valer la justicia penal para castigarla con severi-
dad como resulta ser, por ejemplo, la imposición de una pena privativa de la
libertad. No hay por tanto una simple vulneración de obligaciones de corte
privado, las faltas laborales adoptan ahora un carácter gravísimo que tras-
ciende el seno empresarial para irradiar sus efectos perjudiciales a todo el
ámbito jurídico.
La norma laboral sanciona entonces el hecho mismo de la condena por
delito doloso, toda vez que la entidad de la infracción permite considerar, que
quien lo cometió, es un delincuente cuya permanencia en la empresa resul-
taría francamente insostenible y desatinada(17). Es por ello que consideramos
que el TC sentencia adecuadamente en este caso.
Desarrolladas brevemente estas nociones generales, resta revisar algunas
resoluciones del TC expedidas a propósito del examen de la existencia de una
causa de despido. Antes de ello, cabe precisar que no necesariamente el TC se
ha pronunciado sobre todas las causales de despido previstas en la LPCL, por
lo que la escasez o la falta de tratamiento respecto de alguna de ellas en este
trabajo, responderá estrictamente a dicha insuficiencia.
(17) Así lo señala Pasco Cosmópolis, citado por BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. El despido en
el Derecho Laboral peruano. Ara, Lima, 2006, p. 217.
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CAPÍTULO II
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del trabajador en la jurisprudencia del TC
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(18) ARCE ORTIZ, Elmer. Derecho individual del Trabajo en el Perú. Desafíos y deficiencias. Pales-
tra, Lima, 2008, p. 536.
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CAPÍTULO III
Las causales de despido relativas a la conducta
del trabajador en la jurisprudencia del TC
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lugar, tenemos que algunos han entendido que esta previsión resulta genérica
e imprecisa, la cual englobaría a todas las demás faltas graves(19), frente a la
supuesta técnica taxativa que el legislador quiso imprimirle a este artículo(20).
Sin embargo, consideramos que en realidad esta causal de despido no des-
virtúa el carácter taxativo del artículo 25 de la LPCL, toda vez que esta falta
se refiere específicamente a la forma en la que cada trabajador debe cumplir
sus obligaciones de acuerdo a lo pactado y en función de las exigencias de su
categoría(21).
Ahora, si bien hemos señalado que la causal de despido mencionada es
distinta de las demás que le suceden, creemos que no se puede negar que estas
últimas, finalmente, son concreciones de diversas infracciones a este deber de
comportamiento. Nos parece que no hay duda al respecto.
En todo caso, podría analizarse a cuál de las clases de buena fe (objetiva
o subjetiva) se refiere cada una de ellas. Por ejemplo, consideramos que la
particular falta sobre el quebrantamiento de la buena fe laboral se dirige a
sancionar la inobservancia de su consideración objetiva. En la misma línea
parecen decantarse los incumplimientos relacionados con la reiterada resis-
tencia a las órdenes relacionadas con las labores, la reiterada paralización
intempestiva de labores y la inobservancia del Reglamento Interno de Trabajo
o del Reglamento de Seguridad e Higiene Industrial, la apropiación consu-
mada o frustrada de bienes o servicios del empleador o que se encuentran bajo
su custodia, así como la retención o utilización indebidas de los mismos, en
beneficio propio o de terceros, con prescindencia de su valor, el uso o entrega
a terceros de información reservada del empleador, la sustracción o utiliza-
ción no autorizada de documentos de la empresa, la competencia desleal, la
concurrencia reiterada en estado de embriaguez o bajo influencia de drogas o
sustancias estupefacientes; y aunque no sea reiterada cuando por la naturaleza
(19) Así lo considera Pasco Cosmópolis, citado en: BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. El despido
en el Derecho Laboral peruano. Ob. cit., p. 166.
(20) Según Blancas Bustamante, el encabezado del artículo 25 de la LPCL (la definición de falta
grave) solo aporta ciertos elementos o connotaciones que permiten a los operadores jurídicos a
encuadrar correctamente su apreciación de los hechos o conductas tipificadas, en particular cuan-
do el legislador no ha precisado en qué consiste la gravedad de una conducta calificada como tal.
Vide. Ibídem, p. 165.
(21) Ibídem, p. 166.
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otro, asumiendo las responsabilidades que generen sus propios actos, por lo
que dicha situación no genera, que el demandante deba ser considerado igual-
mente como proveedor, pues él no participó en el proceso de contratación,
sino fue su esposa. Asimismo, el colegiado advirtió que no se probó que el
trabajador, en su calidad de trabajador del Equipo Zonal del Pronaa de Huá-
nuco, haya tenido injerencia alguna en los procesos de selección de compras
que realizaba el Equipo Zonal del Pronaa de Pucallpa, con el que su cónyuge
tenía una relación contractual.
En otro fallo destacable, el TC considera que si una jefa de tienda no
sigue el procedimiento descrito en una directiva interna de la empresa para
la compra de un bien por una trabajadora, oculta deliberadamente informa-
ción respecto a ciertas ventas, instruye a una trabajadora que estaba bajo sus
órdenes que consigne una información que no era cierta para beneficiar a otra
trabajadora, no justifica todos los bienes faltantes, estaría cometiendo vulne-
raciones de la buena fe laboral. Este criterio forma parte del fallo que resuelve
el Expediente N° 02723-2011-PA/TC.
Mediante el pronunciamiento recaído en el Expediente N° 01931-
2011-PA/TC, se resuelve un caso muy peculiar: una trabajadora solicita a su
empleador que le emita una carta de cese con la finalidad de que este docu-
mento le sirva para retirar sus depósitos correspondientes a la compensación
por tiempo de servicios (CTS), pese a que la relación laboral seguía vigente.
Esta solicitud fue adoptada por la entidad demandada como quebrantamiento
de la buena fe laboral y procedió con su despido.
Sin embargo, el TC resolvió que el despido fue irregular dado que el
Jefe de Personal, al ser representante del empleador frente a los trabajadores,
comparte las funciones de administración y control frente a temas relacio-
nados con el personal de la institución, por lo que dicho servidor tenía plena
capacidad y competencia para emitir documentos relativos a los trabajadores
de la entidad empleadora; lo cual, a su vez implicaría que se ha acreditado que
este personal tuvo una participación activa en la consumación de los hechos
imputados como falta, pues fue él quien emitió la carta de cese y prestó su
consentimiento para que la actora cobre la totalidad de su CTS, remitiendo
incluso una nueva carta a fin de que se abra una nueva cuenta en el Scotia-
bank para el depósito de su CTS, pues la actora siguió laborando luego de
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(22) Vide: MONTOYA MELGAR, Alfredo. Derecho del Trabajo. Trigésima edición, Tecnos, Madrid,
2009, p. 329.
(23) GARCÍA MANRIQUE, Álvaro. “Las obligaciones implícitas o inherentes de los trabajadores”.
En: Soluciones Laborales. Nº 36, Gaceta Jurídica, Lima, diciembre de 2010, p. 21.
(24) DE BUEN, Néstor. Derecho del Trabajo. Tomo II, 4ª edición, Porrúa, México D.F., 1981, p. 91.
(25) Vide: SACO BARRIOS, Raúl. Jus Variandi. Modificaciones unilaterales a la forma y modalida-
des de la prestación laboral. CIAT-OIT, Lima, 1993, p. 136.
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(26) GARCÍA BIRIMISA, Eduardo. “El ejercicio del poder de dirección y el uso del correo electró-
nico en el ámbito de trabajo”. En: Estudios de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social. Libro
homenaje a Javier Neves Mujica, Grijley, Lima, 2009, p. 214.
(27) ALONSO OLEA, Manuel. Derecho del Trabajo. Universidad Complutense de Madrid, Madrid,
1981, p. 266.
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(28) VALDÉS DAL RÉ, Fernando. “Los Derechos Fundamentales de la Persona del Trabajador”.
En: Libro de Informes Generales, XVll Congreso Mundial de Derecho del Trabajo y de la Segu-
ridad Social. Montevideo, 2003, p. 47.
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Así pues, en principio, fuera de los límites internos y externos del poder
de dirección del empresario que hemos referido, se habilita el derecho del
trabajador de desobedecer la orden. Cuando nos encontremos en un terreno
extraño a la regularidad del poder directivo del empleador, procede el lla-
mado ius resistentiae.
Esta facultad se define como un principio, en virtud del cual cabe admi-
tir excepcionalmente la desobediencia frente a aquellas órdenes que no se
inscriban al ejercicio regular de las facultades directivas, ya sea por poner en
peligro o menoscabar bienes, derechos o intereses del trabajador(29). González
de Patto explica que este derecho implica la facultad de no acatar órdenes
empresariales ilícitas, vejatorias, arbitrarias, que comporten grave riesgo o
impliquen abuso de derecho, que afecten a derechos inviolables del trabaja-
dor o coarten el libre desarrollo de su personalidad. Refiere que este derecho
se fundamenta en el hecho de que el deber de obediencia del trabajador decae
ante órdenes dadas por el empresario en el ejercicio “irregular” de su poder
directivo(30).
Al respecto se ha señalado que en nuestra legislación no existe ni una
sola norma que fundamente la presunción de legitimidad de las órdenes
empresariales. Es más, cuando se analiza el texto del inciso a) del artículo 25
de la LPCL, se puede caer en la cuenta de que esta norma no podría validar en
la práctica disposiciones de carácter ilícito, debido a su carácter sancionatorio
el cual impediría que su interpretación se haga de manera extensiva. En este
orden de ideas, dicho artículo deberá entenderse referido a la resistencia del
trabajador frente a órdenes lícitas(31).
¿Cuáles podrían ser los supuestos que habiliten al trabajador a desacatar
válidamente una orden irregular? ¿Tales casos deberían estar plasmados en
una norma para obtener una adecuada seguridad jurídica sobre el particular?
(29) Así lo define Garriges Jiménez citada por: OLMO BAU, Carlos. “Ius resistentiae: De la objeción
de conciencia a la desobediencia colectiva en el ámbito laboral”. En: Revista Telemática de Filo-
sofía del Derecho. N° 11, Madrid, 2007/2008, p. 265.
(30) GONZÁLEZ DE PATTO, Rosa. La Dimisión Provocada: Estudio Sistemático del artículo 50 del
Estatuto de los Trabajadores. Editorial de la Universidad de Granada, Granada, 2008, p. 170.
(31) ARCE ORTIZ, Elmer. Ob. cit., pp. 490-491. En el mismo orden de ideas puede verse: BLAN-
CAS BUSTAMANTE, Carlos. Ob. cit., p. 171.
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(32) Para ver un desarrollo más detallado de los supuestos que omitiremos en esta oportunidad puede
verse: DE LAMA LAURA, Manuel Gonzalo. El Ius Resistentiae frente al deber de obediencia.
Una visión sustantiva y procesal. Lima, 2013, pp. 25-45. Vid. (<http://tesis.pucp.edu.pe/repo-
sitorio/bitstream/handle/123456789/4447/DE_LAMA_LAURA_MANUEL_IUS_OBENDIEN-
CIA.pdf?sequence=1).
(33) Para mayor detalle sobre estos supuestos puede verse: Ibídem, pp. 46-63.
(34) ARCE ORTIZ, Elmer. Ob. cit., p. 492.
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Por otro lado, habría que referirnos al otro factor que el legislador ha
tenido en cuenta para que la falta analizada pueda configurarse: la reiteran-
cia. Al respecto, cabe señalar que ciertamente existe una incertidumbre total
sobre esta característica y ellas residen en tres puntos en particular(35): i) no se
ha especificado si la falta se produce en virtud de la desobediencia reiterada
de una misma orden o si la reiterancia se produce con el incumplimiento de
instructivas distintas; ii) cuántas veces debe darse la desobediencia para que
esta sea reiterada; iii) en qué tramo de tiempo debe producirse la reiterancia
del incumplimiento para que proceda el despido.
Las complicaciones derivadas de las imprecisiones referidas, no son
baladí y podrían provocar, dependiendo del caso, despidos arbitrarios. La
jurisprudencia lamentablemente no se ha referido a estas imprecisiones y
haría falta de un ejercicio de razonabilidad en estos casos.
Ensayando una respuesta que procure salvar las dificultades i) y ii) refe-
ridas, podría concluirse que la falta en análisis se configuraría con la desobe-
diencia por dos veces, como mínimo, de una misma orden de trabajo. Las
razones de esta postura residen en que el término “reiterancia” indicaría que
por lo menos el incumplimiento se dé por más de una vez.
Por otro lado, el criterio de que sea la misma instructiva la desobede-
cida, nos parece que tiene que ver con la diferenciación de las infracciones
cometidas, en otras palabras, consideramos que si se da el incumplimiento
de dos órdenes distintas, todo indicaría que se trata de dos faltas diferentes,
autónoma una de la otra, que podrían ser sancionadas, por lo tanto de diversa
manera, en tanto, por ejemplo, pueden tener gravedades disímiles.
En relación con el tercer punto impreciso, consideramos que la reiterada
desobediencia debe darse dentro de un lapso de tiempo razonable, determina-
ción que dependerá de un examen casuístico.
A efectos de que la falta en cuestión pueda probarse y configurarse, el
RLFE, en su artículo 35, indica que el empleador deberá haber requerido
previamente por escrito al trabajador, por la comisión de falta laboral. Otra
forma de poner en práctica este requerimiento es mediante la imposición,
(35) Coincidimos con Pasco en este punto, citado en: BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. Ob. cit.,
p. 223.
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obviamente por escrito, de sanciones previas al despido por esta falta, aun-
que, cabe precisar y recordar que, según el tipo normativo que regula esta
infracción, no es necesario que se impongan medidas disciplinarias previa-
mente, como sí sucede con la configuración de la impuntualidad reiterada
como falta grave. En este caso, la aplicación de sanciones, antecedentes al
despido, solo es de utilidad para acreditar que hubo incumplimientos previos.
Específicamente sobre esta causal, el TC ha considerado que no procede
el despido por reiterada resistencia de una trabajadora incapacitada, por no
cumplir con la orden de entregar los Certificados de Incapacidad Temporal
para el Trabajo (CITT), requeridos constantemente, con la finalidad de obte-
ner el reembolso de los subsidios otorgados, en la medida en que la entrega
de tal documentación no constituye una obligación laboral inherente al cargo
o a las funciones que desempeñaba la demandante. Asimismo, este colegiado
aduce que este requerimiento no podía ser cumplido por parte de la deman-
dante, por cuanto no tenía en su poder dichos documentos, situación que era
de conocimiento de la entidad demandada. Así lo establece el TC en la sen-
tencia que resuelve el Expediente N° 5185-2009-PA/TC.
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(36) MONTOYA MELGAR, Alfredo. “El poder de dirección del empresario en las estructuras empre-
sariales complejas”. En: Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Nº 48, Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2004, p. 135.
(37) Por todos puede verse: CRUZ VILLALÓN, Jesús. Compendio de Derecho del Trabajo. Tecnos,
Madrid, 2008, p. 163.
(38) HERNÁNDEZ RUEDA, Lupo. “Poder de dirección del empleador”. En: Instituciones del Dere-
cho del Trabajo y de la Seguridad Social. Academia Iberoamericana del Derecho del Trabajo y
de la Seguridad Social. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigacio-
nes Jurídicas. México D.F., 1997, p. 413.
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(39) Así lo explica Ramírez Bosco, citado por: BLANCAS BUSTAMANTE, Carlos. El despido en el
Derecho Laboral peruano. 3ª edición, Grijley, Lima, 2013, pp. 224 y 225.
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(40) En un caso similar anterior, resuelto mediante la sentencia recaída en el Expediente Nº 1058-
2004-A/TC, el TC resolvió que toda persona, como el trabajador, tiene derecho a que sus comuni-
caciones y documentos privados sean adecuadamente protegidos, así como que las mismas y los
instrumentos que las contienen, no puedan ser abiertas, incautadas, interceptadas o intervenidas
sino mediante mandamiento motivado del juez y con las garantías previstas en la ley.
Precisó, que esto no significa que el empleador carezca de medios adecuados para fiscalizar la
labor del trabajador y la eficiencia de las responsabilidades que al mismo se le encomienda; pero
es un hecho que la implementación de tales medios no puede hacerse en forma contraria a los
derechos de la persona, sino de manera razonable, de modo tal que permita satisfacer los fines
de toda relación laboral, sin perjudicar los ámbitos propios de autodeterminación, que en todo
momento deben quedar sujetos a lo establecido en la norma fundamental. Pese a esta precisión,
el TC no ahonda en cuáles podrían ser dichos medios de fiscalización.
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cumplía con los demás requisitos para acceder a dicha ocupación. De esta
manera la entidad emplazada procedió con el cese de aquel, imputándole que
había incurrido en las faltas contenidas en los incisos a) y d) del artículo 25
de la LPCL.
La falta considerada como inobservancia del Reglamento Interno de Tra-
bajo se configuró, según la emplazada, por el incumplimiento de los incisos a)
y b) del artículo 19 del Reglamento Interno de Trabajo, que establece que se
debe “cumplir con proporcionar datos y/o documentos que se les solicite de
acuerdo a las normas legales e instituciones vigentes” y “acatar y cumplir los
reglamentos, normas y directivas internas”, lo cual se había configurado al no
acreditar que ostentaba el título profesional de Tecnólogo Médico .
Por su parte la dación de información falsa al empleador con la intención
de causarle perjuicio u obtener una ventaja, se habría dado, según la entidad
demandada, en tanto el actor tenía pleno conocimiento de que ocupaba un
cargo que no le correspondía por no cumplir con los requisitos que exigía
dicho cargo y pese a lo cual continuó ejerciendo sus funciones con la inten-
ción de obtener una ventaja económica.
Coincidimos en la decisión del TC de declarar infundada la demanda,
empero, consideramos que algunos de sus fundamentos nos parecen cierta-
mente inconsistentes. En efecto, somos de la idea, en primer lugar, que es
incongruente que una entidad pública, que es –o debería ser en todo caso–
tan cuidadosa a lo largo de los alegue un error u omisión suyo, durante tal
procedimiento, para despedir luego a la persona que contrate justamente por
la falta de un requisito, es decir por una irregularidad que no advirtió en su
momento. Si la entidad demandada contrató al recurrente a pesar de que este
no tenía el título profesional que requería el puesto pertinente, se produce una
irresponsabilidad por parte de aquella que, consideramos, no podría tomarse
en cuenta luego para justificar el despido del actor.
De otro lado, encauzar también el despido del demandante mediante el
supuesto de brindar información falsa al empleador con la intención de cau-
sarle perjuicio u obtener una ventaja regulado en el inciso d) del artículo 25
de la LPCL, nos parece claramente fuera de lugar, toda vez que, de los hechos
expuestos en la sentencia, no se advierte que aquel haya presentado un certifi-
cado profesional falseado o apócrifo que le haya permitido acceder al puesto
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(41) En relación con la asignación familiar cabría comentar que el TC ha dejado entrever que este be-
neficio solo corresponde pagarlo cuando el/la trabajador/a tenga hijos menores de edad propios,
ya sea porque son naturales o biológicos (matrimoniales o extramatrimoniales) o adoptivos. De
acuerdo a este caso específico, y ante el elevado número de concubinatos en nuestra sociedad, el
TC ha tenido a bien precisar, aunque indirectamente, que el empleador no tiene la obligación de
pagar el referido concepto si es que los hijos de la o del conviviente de su trabajador/a no tienen
ninguna relación de filiación con este/a último/a.
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por la Policía, es decir, cada una (por lo menos dos) de las ocasiones en que se
asista a laborar beodo o dopado, deben estar acreditadas por dicha autoridad.
En el caso planteado, entonces, si las faltas previas al momento del despido
por tal causal, están sustentadas en otros medios probatorios, el despido resul-
taría irregular.
Por otro lado, conviene precisar que, de lo reseñado, se entiende que
al menos tal supuesto normativo no busca castigar al empleado alcohólico,
drogadicto o fármaco dependiente, sino que este acuda al centro de trabajo de
cualquiera de estas formas.
Hace algunos años, el TC ha resuelto un caso, no el único por cierto,
sobre esta causal, cuya sentencia causó un fuerte revuelo, no solo en el ámbito
jurídico sino también en el campo social y político. Nos referimos al fallo
recaído en el Expediente Nº 03169-2006-PA/TC. Delineemos a grandes ras-
gos los hechos que conformaron este problema jurídico: todo se origina a par-
tir de que la Municipalidad de Chorrillos decidió cursar una carta de preaviso
al señor Pablo Cayo Mendoza, imputándole la falta grave de haber concurrido
a laborar con evidentes síntomas de haber libado licor (particularmente por el
aliento alcohólico del actor) y por haberse negado a la prueba alcoholímetra
respectiva. Cabe precisar que tales hechos no fueron negados por el trabaja-
dor, sino más bien confirmados. Asimismo, resulta importante destacar que
las labores desempeñadas por el actor correspondían a las de su categoría de
obrero de limpieza, aspecto que será clave para determinar la proporcionali-
dad de la sanción.
Entonces, tenemos el despido de un trabajador que había asistido a rea-
lizar sus labores correspondientes a su condición de obrero municipal (barre-
dor) con ciertos visos de haber ingerido alcohol (tufo alcohólico), es decir no
en un estado etílico fehaciente o manifiesto y por haberse resistido a reali-
zarse el dosaje etílico que se le quiso practicar.
De acuerdo al TC, el recurrente ocupaba el cargo de obrero municipal
desempeñando, particularmente, funciones correspondientes a un barredor,
es decir, el actor no realizaba labores que, de haber estado ebrio, se hubiera
suscitado una situación de excepcional gravedad.
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(42) Ahora bien, el TC hubiera sido más acertado si es que hubiera considerado que el despido del
Sr. Cayo fue fraudulento en la medida en que contravino el principio de tipicidad. En efecto, las
labores del demandante no revestían tal particularidad a fin de considerar que bastaba que acu-
diera por primera vez a laborar en estado de ebriedad (consideración derivada de su negativa a la
prueba de alcoholemia), para proceder con su despido.
(43) Así lo entiende también QUISPE CHÁVEZ, Gustavo. “Tribunal Constitucional establece que el
despido por embriaguez requiere de actos de violencia para su configuración”. En: Soluciones
Laborales. Nº 13, Gaceta Jurídica, Lima, 2009, p. 55.
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(44) Vide, por todas, los fallos recaídos en los Expedientes N°s 00047-2012-PA/TC, 00190-2011-
PA/TC, 01936-2012-PA/TC.
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infracción fue flagrante, cabe resaltar que este fallo brinda algunos alcances
interesantes sobre esta causal.
Un trabajador (obrero municipal) fue despedido por haber protagonizado
una riña con de sus compañeros de trabajo, fuera del centro de labores, pese a
que él fue quien más se perjudicó con la misma, de lo cual se dejó constancia
en un informe elaborado por el jefe de ambos trabajadores.
En efecto, el Jefe del Área de Limpieza Pública informó que: “siendo el
día 28/11/2007 a horas 7.15 a.m., en circunstancias que me encontraba en el
Depósito Municipal y distribuía al personal obrero a sus diferentes tareas, los
trabajadores obreros Luis Siesquén de la Cruz y el obrero Luis Villar Flores
al momento que se dirigían a realizar su tarea asignada a 10 metros aproxi-
madamente fuera del depósito municipal, el trabajador Luis Siesquén llama al
obrero Luis Villar (demandante) para recoger su palana y se retire a trabajar
por lo que el obrero Luis Villar le inculpó con palabras irreproducibles, por
lo que se agredieron mutuamente, llevando la mayor (peor) parte Luis Villar,
siendo atacado con la palana (sic), produciendo al actor una lesión cortante
a la altura de la nariz. Corrobora estos hechos el propio actor en la demanda
interpuesta, ya que reconoce que a consecuencia de una discusión con otro
trabajador fue golpeado por este, causándole una herida cortante en la nariz.
Asimismo, obra la denuncia policial en la que consta que el demandante fue
agredido después de haber sostenido una discusión de trabajo en inmediacio-
nes del Depósito Municipal de Guadalupe” (f. 6).
Al respecto, el TC considera que por el hecho de que los hechos violen-
tos se produjeran a 10 metros del Depósito Municipal o fuera del centro de
trabajo, no excluye de responsabilidad al trabajador, toda vez que los hechos,
si bien ocurrieron fuera del centro de trabajo, se derivaron directamente de la
relación laboral.
Si algo resulta complicado de la acreditación de esta causal, es que los
actos de violencia en agravio de los compañeros de trabajo, del empleador,
de sus representantes o del personal jerárquico, se deriven del trabajo cuando
aquellos se den fuera del centro de labores, dado que los mismos podrían deri-
varse de rencillas personales que de pronto no son exteriorizadas por ninguna
de las partes. Cabe precisar, que si estas riñas se producen dentro del lugar de
trabajo, no importa si su origen se debe a cuestiones laborales.
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que se verificó, pues las denuncias del demandante merecieron dos pronuncia-
mientos fiscales desestimatorios, es decir, según el actor las denuncias no han
dañado la imagen ni el honor de su compañera, a pesar de que el Ministerio
Público ha determinado que los hechos que denunció no son ilícitos penales.
Al respecto, conviene realizar dos comentarios. El primero apunta a des-
tacar que todo indicaría que el TC considera que la injuria como falta grave
laboral adopta manifestaciones adicionales de las que su significado estricto
admite, es decir, injuria no solo implicaría un agravio, ultraje de obra o de
palabra, según lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española, definición que maneja también nuestro Código Penal en su artículo
130. En este caso, no se trata exactamente de una injuria en el sentido estricto
de la palabra, pues el demandante es despedido por haber atribuido a su com-
pañera de trabajo un delito, es decir, la calumnió.
En todo caso, pareciera que el colegiado constitucional entiende que la
inclusión del término injuria como uno de los supuestos de hecho de la falta
grave tipificada por el inciso f) del artículo 25 del Decreto Supremo N° 003-
97-TR (LPCL) no agregaría una conducta sancionable sustancialmente dis-
tinta de las ya contempladas por la norma acotada, teniendo dicha mención
solo un carácter reiterativo destinado, al parecer, a reforzar esta figura infrac-
tora, refiriendo todos los elementos y conceptos que pudieran identificar la
conducta que ella proscribe(45).
Concluyendo este punto, entonces, podría indicarse que la inclusión del
término injuria en realidad no tiene mayor implicancia en el texto del inciso
f) del artículo 25 de la LPCL, dado que la expresión “faltamiento de pala-
bra” contendría las manifestaciones injuriosas, calumniosas e inclusive las
difamatorias.
Por otro lado, a partir de la confirmación fiscal de que la trabajadora
ofendida no cometió el ilícito que el demandante le imputaba, nos surge la
inquietud respecto de qué hubiera sucedido en el caso de que se hubiera pre-
sentado la situación contraria, es decir, que sí hubiera procedido la denuncia
penal mencionada.
(45) Se podría decir que el TC coincide en este punto con lo anotado por Blancas Bustamante en:
Ob. cit., p. 206.
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Antes de revisar la única sentencia que hemos ubicado sobre esta causal,
queremos referirnos brevemente a ciertos aspectos en relación con su previ-
sión legal. En primer lugar cabe llamar la atención sobre la no vulneración del
principio del NBI, con el despido por esta causal dado que la misma implica
la sucesión continua de tardanzas, es decir, lo que se sanciona con el despido
no son las impuntualidades ya corregidas con las amonestaciones y suspen-
siones previas, sino el cúmulo de infracciones sobre el deber de puntualidad,
aunado al de diligencia, que se encuentra precedido de una serie de antece-
dentes disciplinarios sobre el particular.
Por otro lado, se tiene que el legislador no ha especificado cuándo esta-
mos frente a una impuntualidad objeto de sanción (amonestación, suspen-
sión) o cuántas tardanzas se requieren para que pueda despedirse al trabajador
impuntual. Este aspecto tendrá que ser determinado por el empleador en cada
caso concreto y atendiendo a criterios de razonabilidad de acuerdo a lo pre-
visto en el artículo 9 de la LPCL.
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