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EL ALMA DE HERNÁN CORTES

Cimalt a?entía:
—>Es cierto: nuestro hijo no set*á lo.'que
debe ser...
<—i Pues acabemos con ella!
—«No será, necesario. Verás: be pensado
una cosa.,.'
E l plan ideado por la desnaturalizada ma-
dre no ipodía ser más maquiavélico. La hija
de unos esclavos, de la misma edad que M a -
linche, acababa de morir. Nada más fácil
que hacer una sustitución para que apare-
ciese como muerta Malinche, sin llegar al
extremo de matarla. Magueytlán aprobó el
ingenio de su esposa, y todo se hizo como
ésta tenía pensado. Encerraron a Malinche.
dándola por muerta, y Cimalt extremó su c i -
nismo fingiendo pena y derramando falsas
lágrimas por su hija. En torno_ al cuerpo
inanimado de la esclavita celebráronse exe-
quias de máxima solemnidad. E l hijo de los
infames fué proclamado heredero de la so-
beranía. Y una noche, el mismo Maguey-
tlán, para evitarse peligrosos intermediario*,
vendió como esclava a Malinche, a . unos
mercaderes de Xicalanco, que a su vez la
vendieron al cacique: de Tabasco. llamado
Huatley. Y allí hubiese acabado la historia
de la infeliz Malinche, envejeciendo en los
vulgares menesteres de su triste servidum-
bre, si Dios no hubiese dispuesto las cosas río
otro modo.

Notábase gran revuelo por entonces en el


territorio azteca. Habían llegado, no. se sabe
de dónde, unos hombres extraños, que ate-
rraban a todos. Tenían la piel blanca: na-
cíanles pelos por el rostro; disponían a su
L A CATEOTtAL D E M É J I C O , EDIFICADA SOBRE E L T E M P L O D E H U I T Z I L O P O C H T L I , DIOS D E L A GUERRA placer del trueno, haciéndolo surgir de cier-
PARA LOS AZTECAS. DENTRO D E L A C I R C U N F E R E N C I A BLANCA MARCADA E N L A " F O T O " , E X I S T E , S E - tos artefactos que. sembraban la muerte; y,
GÚN L A T R A D I C I Ó N , U N TESORO NO H A L L A D O H A S T A H O Y lo que es más asombroso, todavía, figuraban
entre ellos unos seres

L
horrendos, que pare-
A conquista de Méjico nos ofrece el más cían hombres por arri-
bello episodio de la epopeya americana. ba, pero estaban uni-
Me refiero a los amores de Hernán Cor- dos a monstruos de ca-
tés con D." Marina, que parecen simboli- beza feroz, cuatro po-
zar la unión perfecta—carne y espíritu—¡de tentes patas y cola de
España con el Nuevo Mundo: unión santifi- larga crin: algo seme-
cada por la Religión, consagrada por la Cul- jante a los centauros
tura, y perdurable a pesar de todo, mientras de la Mitología clásica,
subsista el cordón umbilical del idioma, que según les parecía a los
mantiene, a través de los mares y de los siglos, aborígenes, desconoce-
el nexo indisoluble con la vieja madre España. dores del caballo' y de
Doña Marina se llamaba originariamente las armas de fuego em-
Malinche, y era hija de Tetcotzinco, pode- pleadas por los con- ,
closo cacique de Painalla, en la provincia de quistadores. . -
Guazacuaico. Los primeros años de Malin-
che deslizáronse en plena dicha. Era una Los hirsutos hom-
princesa mimada y feliz, con todos los ha- bres blancos, triunfa-
lagos y prerrogativas de la heroína de un ban de los indígenas_(
cuento de hadas. Pero murió su padre, y al. por todos los medios. < '
enviudar, la madre—Cimalt era su nombre- Eran hábiles diplomá-
comenzó a sentir la nostalgia masculina, y ticos si hacía falta, y
no tardó en casarse nuevamente con M a - convencían a los caci-
guevtlán, guapo mozo, de quien tuvo un hijo ques por. la persuasión.
varón, colmando así las ilusiones de su vida. Otras veces regalaban
Entonces comenzó Malinche a padecer. vistosos e o 11 a r e s de
Y a no era la princesita dichosa, imán de vidrio, que encantaban
mimos y caricias. Su padrastro la. miraba a los indígenas, a true-
torvamente, y su misma madre parecía co- que de deleznables pe-
brarle aversión. _ Sin ella, el hijo habido en pitas de oro puro, y
sus nuevas nupcias heredaría el cacicazgo y estos cambalaches les
las riquezas a él inherentes. Malinche era el h a c í an simpáticos a
obstáculo aborrecible que a ello se oponía. todos. Y si llegaba el
Sobre su linda cabeza se iba cerniendo una caso de imponerse por
red de odios y negras maquinaciones. Los la fuerza, extrañan el
dignatarios que antes la reverenciaban, la trueno de sus máqui-
eludían ahora, temerosos de malquistarse con n a s sembradoras de
' los jefes. Los mismos esclavos de la servi- muerte), mientras los
dumbre se alejaban de su lado. Veíase aisla- hombres - monstruos
da, .sola, vagando entristecida por los jardi- diezmaban a los abo-
nes que rodeaban el palacio que fué de- su r í g e n es a. cintarazo
padre, y en el que ella iba siendo un estorbo. limpio.
Magueytlán abordó la cuestión, diciendo Precisamente Huat--' r

s su esposa: ley, el cacique de Ta-


—Es preciso decidirse : nuestro hijo no será basco, acababa de su-
lo que debe ser, por culpa de esa intrusa. H E R N Á N CORTES, S E G Ú N U N GRABADO ANTIGUO frir una derrota en la
ABC SEVILLA (Sevilla) - 15/03/1936, Página 10
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