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1ª PARTE
Lo que dice el primer mandamiento
A- No harás escultura alguna
Argumento filológico
– Ídolos de la antigüedad
– Imágenes cristianas
Argumento bíblico
– La Serpiente de Bronce
– El Arca de la Alianza
– Los toros de Jeroboam
Argumento histórico
2ª PARTE (en el artículo siguiente)
B- No te postrarás ante ellas
Aunque parezca mentira, los cristianos no están de acuerdo en cuál es el primer mandamiento. En
las Tablas de la Ley había 10 prohibiciones, 2 mandatos y 1 afirmación, así que a la hora de
agruparlos en 10, hay divergencias, asunto que ya hemos tratado en profundidad en nuestro
artículo ¿Ha cambiado la Iglesia Católica los Mandamientos?. Aquí citamos el primer mandamiento
según la agrupación que hace la Iglesia Católica.
No te harás escultura alguna o imagen de nada de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o
en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto; porque yo, el Señor
tu Dios, soy un Dios celoso.
En realidad tenemos dos prohibiciones, “no harás escultura” y “no les rendirás culto”, pero todos los
cristianos estamos de acuerdo en que ambas cosas van en el mismo grupo, así que daremos por
sentado que ambas cosas están relacionadas. Analizaremos ahora una prohibición y luego la otra.
Se decía que la mayoría de los dioses, en los tiempos posteriores a los mitos, se encontraban en
el cielo o presentes de forma invisible en el mundo. Los templos eran su principal medio de
contacto con la humanidad. Se creía que diariamente los dioses se trasladaban de su dimensión
divina a sus templos, sus hogares en el reino humano. Ahí habitaban sus ídolos, las estatuas que
representaban a las deidades y permitían a los humanos interactuar con ellos en los rituales del
templo. Esta traslación entre dimensiones se describía en ocasiones como una travesía entre el
cielo y la tierra. (ver artículo)
Los antiguos egipcios y los habitantes de Oriente Medio creían que parte de la divinidad moraba en
las imágenes, por tanto al adorar la imagen estaban adorando al dios que las habitaba. Esas
imágenes eran como cuerpos prestados que asumía el dios y las divinizaba como una extensión
más de su ser.
IMÁGENES CRISTIANAS
La Iglesia Católica siempre ha dejado claro que las imágenes no tienen ningún valor religioso por sí
mismas, sino solo como representación o símbolo de Jesús o el santo en ella representado. Ningún
dios ni santo ni espíritu alguno habita la imagen.
“El que venera una imagen, venera a través de ella la persona que en ella está representada” (II
Concilio de Nicea).
Así que las imágenes católicas no entran en el concepto de ídolo, serían “tselem” pero no “pesel”, o
sea, sí estarían permitidas, pues en el Antiguo Testamento Dios mismo ordena hacer “tselem“ en
más de una ocasión. Pero veamos cuál es lo que la Iglesia dice sobre esto en su Catecismo oficial:
2132 El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los
ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original” (San Basilio Magno,
Liber de Spiritu Sancto, 18, 45), “el que venera una imagen, venera al que en ella está
representado” (Concilio de Nicea II: DS 601; cf Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio
Vaticano II: SC 125; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración
respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:
«El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las
mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el
movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la
realidad de la que ella es imagen» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 81, a.
ARGUMENTO BÍBLICO
Poco después de entregar a Moisés los Diez Mandamientos, Dios le ordena que realice esculturas
para el Tabernáculo, entre otras cosas querubines de oro macizo, los cuales probablemente
tendrían forma de toros alados, que es como por entonces se representaban los querubines. Dios
condenó la estatua de oro macizo del becerro de oro, y poco después ordena hacer otra estatua de
becerros alados, también de oro. En el primer caso era un ídolo (pesel), en el segundo caso no
eran ídolos (pittuah). Está claro que solo los ídolos ofenden a Dios, no cualquier imagen. El mismo
Templo de Salomón estaba profusamente decorado con querubines, palmeras, leones y toros,
imágenes hechas expresamente por orden de Dios. Y en el libro primero de Samuel (capítulo 6),
cuando los filisteos deciden devolver a los hebreos el Arca de la Alianza robada, los sacerdotes les
exigen como compensación que hagan cinco estatuas de ratones de oro “para dar gloria al Dios de
Israel”, y según la Biblia los filisteos así lo hicieron y los hebreos recogieron el Arca y las estatuas
sin ninguna objeción. El libro de salmos también nos informa de que en el Templo había imágenes
(pittuah= bajorrelieves, esculturas):
“El enemigo ha devastado todo en el santuario. […] Aparecieron como quien blande un hacha en
un bosque espeso; con hachas y martillos destrozaron las estatuas (pittuah); prendieron fuego a tu
santuario, profanaron la morada de tu nombre.”(Salmos 74:3-7)
En este artículo puede consultar un listado con muchos de los versículos en donde la Biblia habla
de imágenes con todo el beneplácito divino, incluso algunas del Nuevo
Testamento: http://es.catholic.net/op/articulos/26838/cat/12/prohibe-la-biblia-hacer-imagenes.html
Pero tampoco merece la pena enfatizar demasiado (como hacen muchos apologistas católicos) en
este hecho de que la Biblia sí permite imágenes, pues la mayoría de los protestantes admiten que
el primer mandamiento no prohíbe cualquier imagen, sino sólo las destinadas al culto, así que
mejor vamos a ver qué dice la Biblia sobre este tipo de imágenes sagradas, que es realmente lo
que nos interesa a nosotros.
LA SERPIENTE DE BRONCE
Poco después del Sinaí tenemos un ejemplo que se asemeja mucho a las imágenes católicas en
más de un sentido: la Serpiente de Bronce (Números 21:7-9). Tras una plaga de serpientes
venenosas, Dios se apiada de su Pueblo y ordena a Moisés hacer una escultura de una serpiente
de bronce sobre un palo; todo el que la mire quedará curado. Aquí ya no tenemos una imagen
decorativa, tenemos una imagen milagrosa que luego recibió culto en el sentido católico
(veneración, honra) dentro del mismísimo Templo de Jerusalén durante más de cuatro siglos.
Evidentemente no puede ser un ídolo (Dios no va a ordenar que hagan un ídolo con poderes), así
que esa serpiente representa al mismo Dios o más en concreto, como el propio Jesús sugiere en
Juan 3:14-15, representa (prefigura) a Jesús crucificado. Tampoco Jesús se compararía con esta
estatua si la considerase un ídolo, así que la identificación automática que muchos protestantes
hacen de “imagen sagrada = ídolo” no puede ser correcta.
Si la serpiente de bronce no es un ídolo es porque no es un dios, sino la representación de Dios
(más en concreto, del Hijo), y si esa imagen puede hacer milagros no es por su propio poder ni
porque Dios habite dentro de ella, sino porque Dios la utiliza para sanar, o sea, la imagen es
un instrumento. Y eso es precisamente lo que las imágenes sagradas significan para un católico,
un instrumento de gran utilidad para el culto porque nos hacen más presente la persona en ellas
representada. Por eso incluso una imagen considerada milagrosa es compatible con las
enseñanzas bíblicas, pues también imagen milagrosa y objeto de culto era la serpiente de bronce
que Dios mandó hacer.
Y es la propia Biblia, en el libro de Sabiduría, la que nos explica esta gran diferencia entre el ídolo
pagano y la imagen católica, pues hablando de la serpiente de bronce nos dice lo siguiente:
Incluso cuando se desencadenó sobre tu pueblo el furor terrible de animales feroces, y ellos
perecían por la mordedura de serpientes huidizas, tu ira no duró hasta el extremo. A manera de
advertencia, fueron atribulados por poco tiempo, teniendo ya una prenda de salvación para que
recordaran el mandamiento de tu Ley; en efecto, aquel que se volvía hacia ella era salvado, no por
lo que contemplaba, sino por ti, el Salvador de todos. Así demostraste a nuestros enemigos que
eres tú el que libra de todo mal. (Sabiduría 16:5-8)
Es justo eso, lo que el libro de Sabiduría explica, lo que para un católico significa una imagen de
culto. “Una prenda de salvación” (porque nos ayuda a conectar mejor con la gracia divina), un
recordatorio de lo divino; y el efecto, devoción o milagros que el fiel experimenta a través de esas
imágenes no los obtiene “por lo que contempla”, es decir, por la imagen en sí, “sino por Dios” que a
través de ellas se manifiesta y actúa, bien sea directamente o indirectamente a través de los
santos. Y tal como para los israelitas Dios no habitaba en la serpiente, sino que la utilizaba como
instrumento de su poder (tal como la vara de Moisés, por ejemplo), del mismo modo los católicos
no creemos que Jesús o los santos habiten nuestras imágenes, sino que esas imágenes son
instrumentos que nos permiten conectar con las realidades invisibles que representan, y así como
nuestra alma se conecta con Dios por medio del pensamiento, nuestro cuerpo lo hace por medio
de las representaciones físicas de las imágenes, a las que puede ver y tocar.
Sin embargo, cuando se toque el tema de la Serpiente de Bronce en el debate hay que ser
conscientes igualmente de la segunda parte. La serpiente de bronce estuvo en el mismísimo
Templo durante siglos, pero nos cuenta la Biblia que el pueblo cayó en la idolatría una vez más, y
la serpiente pasó de ser una representación de Dios (tselem) a ser considerada un dios por sí
misma (pesel), un ídolo, así que el rey Ezequías decidió destruirla (2 Reyes 18.1-4). La enseñanza
de esto pues, es que una imagen puede tener una función religiosa siempre que no se la valore o
reciba adoración por sí misma, y en eso los católicos también estamos de acuerdo.
EL ARCA DE LA ALIANZA
En la cultura de la época, en la zona entre Egipto y Mesopotamia, que era el mundo que conocían
los hebreos, las imágenes se usaban en el culto religioso como ídolos, así que no es de extrañar
que los hebreos equiparasen fácilmente imagen a ídolo y en general, no siempre, evitasen
cualquier representación de personas, animales o cosas para conjurar el peligro de caer en la
idolatría como todos los pueblos que les rodeaban. Si un israelita de aquella época viera a los
católicos y sus imágenes seguro que harían el mismo juicio que suelen hacer los protestantes: que
somos idólatras. Ellos no podrían entender el significado que las imágenes tienen para nosotros,
serían incapaces de concebirlo. Un católico arrodillado y rezando ante un Cristo crucificado,
encendiendo velas, pidiéndole favores, besando sus pies y conteniendo las lágrimas de emoción…
visto desde fuera, todo parecería para ellos pura idolatría. Y sin embargo ellos tienen un caso
externamente muy parecido: el Arca de la Alianza, lo más sagrado de su religión. Y ellos, que al
parecer tanto repudiaban todas las imágenes, colocan dos querubines de oro encima de su objeto
más sagrado para que sirvan de escabel para Sus pies.
Lo que ocurre es que como en su cultura ídolo e imagen muy frecuentemente van unidos, para
evitar que una imagen se convierta en ídolo lo que hicieron fue fabricar un Arca (por orden de Dios)
en lugar de una escultura que representara a Dios. Al ser el Arca (cofre) un objeto que en nada se
parecía a ningún ser vivo, sería casi imposible que la gente lo convirtiera en un ídolo. Pero a
efectos prácticos el Arca funcionó como una representación de Dios, igual que nuestras imágenes
de Jesús.
Vamos a olvidarnos aquí del hecho de que el Arca tenía encima dos becerros de oro (los
querubines, representantes de la presencia de Dios) para no mezclar cosas, y quedémonos con el
Arca en sí misma, el cofre.
En la Biblia vemos cómo ante el Arca sacerdotes, reyes y el pueblo se postran en adoración, se
arrodillan y queman incienso y la rocían con sangre o agua bendita. En algunas ocasiones sobre el
Arca o desde el Arca se escucha la voz de Dios; incluso en una ocasión el Arca fulminó con un
rayo a Uza, que la tocó a pesar de la prohibición al respecto. Aunque el Dios de Israel es invisible,
el Arca hacía las veces de imagen visible de ese Dios, y recibía toda la adoración y respeto que el
mismo Dios merecía, no por ser el Arca, sino por ser en cierto modo imagen de la presencia divina.
Ante el Arca de la Alianza el israelita se comportaba como si ante el mismo Dios se encontrara. ¿Y
qué contenía dentro el Arca? Pues nada más y nada menos que reliquias sagradas que eran
veneradas (otra cosa que los protestantes rechazan del catolicismo): las Tablas de la Ley, la Vara
de Aarón y una copa con maná (Hebreos 9:4).
El Arca no es un simple amuleto mágico, su sola presencia no garantiza el éxito, se necesita fe
para sentir sus efectos. Dios concede grandes bendiciones a su pueblo a través de ella (seca el
curso del Jordán, derrumba las murallas de Jericó, derrota a los filisteos, etc.), pero cuando el
pueblo no está en sintonía con Dios o pierde fe, el Arca no sirve de nada. Por esta razón, los
israelitas, acaudillados por Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a su infidelidad, a pesar de
que el Arca estaba en el campamento (Josué 7:1-6). De manera similar, aunque los israelitas
estaban confiados porque el Arca se hallaba entre sus fuerzas de combate, los filisteos mataron a
30.000 soldados de Israel y hasta se apoderaron de ella temporalmente (1 Samuel 4:1-11).
Pues todo esto suena mucho al culto católico. Cuando un israelita se postraba ante el Arca en
adoración, sería absurdo decir que estaba idolatrando por postrarse y adorar a una caja de oro con
dos querubines. El israelita no adoraba la caja, adoraba a Dios, aunque un observador externo
tuviera problemas para notar la diferencia. El Arca le hacía palpable la presencia de Dios, pero no
era ella misma el objeto de su adoración ni sus rezos. Del mismo modo el católico que reza ante el
Cristo o adora la cruz no dirige su adoración ni sus rezos a la talla ni al madero, sino al Dios vivo
que esas cosas representan, a Jesús en este caso. Si el protestante sabe reconocer que el israelita
puede adorar “ante el Arca” sin estar adorando “al Arca” ¿tan difícil es aplicar la misma distinción
para los católicos? Caso aparte serían las imágenes de santos, pues ellas no motivan a la
adoración divina sino a la veneración (honra) que el santo allí representado merece; pero los
santos son vehículos de Dios, como en el anteriormente mencionado artículo explicamos, así que
también el culto a los santos es un culto indirecto al poder de Dios mismo.
Sin embargo la analogía del Arca no nos vale al 100%, porque la imagen católica es solo un
recordatorio o una vía de inspiración para sentirnos más cercanos a la persona allí representada,
pero el Arca es aún más que eso, el mismo Dios bajaba a menudo sobre ella y la llenaba con su
presencia. Si un católico creyese que Jesús a veces baja y llena con su presencia una imagen de
su parroquia, todos pensaríamos que se ha vuelto idólatra o loco. Nosotros usamos las imágenes
de forma parecida a como los israelitas usaban el Arca, pero hacemos una separación mucho más
clara y radical entre la cosa en sí y lo que ella representa, y sin embargo ciertos protestantes
entienden perfectamente al israelita y a nosotros nos acusan de idolatría. Eso quiere decir que la
posibilidad de entender el fenómeno existe, lo que no hay es voluntad para aplicarla porque, como
todo el mundo, prefieren la interpretación que mejor confirma sus creencias en lugar de tener que
cuestionárselas, y eso es consustancial a la naturaleza humana, pero también está en nuestra
naturaleza la inteligencia y la voluntad para, cuando se quiere, hacer el esfuerzo de analizar y
poder comprender.
Y después de haber reflexionado, el rey fabricó dos terneros de oro y dijo al pueblo: «¡Basta ya de
subir a Jerusalén! Estos son tus dioses, Israel, los que te hicieron salir del país de Egipto».
Jeroboam puso uno de los toros en la ciudad de Betel y el otro, en la ciudad de Dan. Y el pueblo
pecó contra Dios, pues fue a la ciudad de Dan y adoró al toro. (1 Reyes 12:28-30)
Dios reina en Israel por medio de los descendientes de David. Pero ahora vosotros creéis que
podréis vencer a nuestro Dios. Confiáis en que sois muchísimos, y creéis que os ayudarán
vuestros dioses, ¡esos toros de oro que Jeroboam os hizo!, creéis que podrán vencer a nuestro
Dios. (2 Crónicas 13-8)
Como vemos aquí, Abías no considera que los toros sean meras representaciones de Yahvé, sino
ídolos diferentes a Yahvé e incluso opuestos a Él. Los católicos tienen millones de imágenes de
Jesús, pero nadie piensa que por ello haya millones de “Jesuses”, sino que todas representan al
único Jesús que existe. Si los toros de Jeroboam fuesen de la misma naturaleza que las imágenes
católicas, ambos serían simplemente dos representaciones diferentes del único Dios, Yahvé, el
mismo Dios de Abías. Pero Abías no nos lo interpreta así, él contrapone al Dios, Yahvé, que “reina
en Israel” (todo el Pueblo de Israel, o sea los nuevos reinos de Israel-norte y Judá-sur) contra los
“dioses” (plural) de ese ejército, y además nos aclara quiénes son esos dioses: “esos toros de oro
que Jeroboam os hizo”. Así que vemos claramente que los israelitas no consideran a esos toros
como imágenes de culto que simbolizan o representan al único Dios, sino como ídolos que son por
sí mismo dioses y diferentes de Dios, y por eso los condenan. Nada comparable a lo que una
imagen de culto representa para un católico.
Y aun así, debemos tener claro que este ejemplo de los toros de Jeroboam, al contrario que el de
la Serpiente, sirve para reforzar la interpretación católica (Dios condena las imágenes cuando son
ídolos), pero no sirve de ejemplo para derribar la interpretación protestante (no excluye el que
también pudiera condenar a las imágenes que no lo son). Pero puesto que los católicos
encontramos casos que apoyan nuestra interpretación (como la Serpiente de Bronce y el Arca) y
otros casos que no la contradicen (como los toros de Jeroboam), los protestantes deberían ofrecer
también no solo casos que no contradicen su interpretación, sino también casos que apoyen la
suya contradiciendo la nuestra, o sea, ejemplos bíblicos en los que Dios condene la creación o uso
de una imagen que claramente no sea un ídolo, y no se puede recurrir al 1er/2º Mandamiento
porque precisamente ese es el pasaje que estamos intentando explicar. Nosotros no hemos
encontrado ningún caso claro en ese sentido, pero si alguien lo conoce le ruego nos lo comunique
y lo tendremos muy en cuenta en nuestros argumentos. También tendrían que echar por tierra
nuestros argumentos sobre la Serpiente de Bronce y el Arca, o al menos interpretarlo de modo que
encajara bien con sus creencias y excluyera las nuestras.
ARGUMENTO HISTÓRICO
En la actualidad, si alguien señala una imagen de Jesús y nos dice “Este es Jesús, el que murió en
la cruz para salvarte”, nadie (ni los católicos) pensaría que esa imagen es verdaderamente Jesús
mismo que se ha “encarnado” en la madera; interpretaría esas palabras como dirigidas no a la
imagen sino a lo que ella representa. Pero hay que tener en cuenta el contexto histórico de la
época, donde la mayoría de los pueblos de la Antigüedad sí que creían que una estatua podía ser
no una representación de un dios, sino el dios mismo encarnado en ella (“enrocado” deberíamos
decir mejor si la estatua es de piedra), por eso cuando Jeroboam dice esas palabras refiriéndose al
toro (“Éste es tu dios…”) deben interpretarse según el concepto de ídolo que existía por entonces y
que era el habitual en todas partes. Israel fue en ese sentido la excepción, los contraculturales, por
eso les resultaba tan fácil recaer en la idolatría, que era la norma general de todos los demás
pueblos.
Los 10 Mandamientos son la esencia del pacto que Dios hizo con Moisés, o sea, el Antiguo
Testamento (testamento = pacto, alianza), y lo hace en un momento en el que el Pueblo elegido
acaba de abandonar Egipto, una nación politeísta llena de ídolos, y por tanto estaban en continuo
peligro de ceder ante la influencia de la idolatría. De hecho mientras Moisés estaba con Dios en el
Sinaí recibiendo los Mandamientos, su pueblo estaba abajo adorando al becerro de oro (eso
Moisés aún no lo sabía pero Dios sí), y cuando se instalen en la Tierra Prometida seguirán
rodeados de pueblos idólatras y también población no israelita que vivía con ellos, así que la
idolatría siempre era una tentación, y las recaídas en ella fueron constantes.
Cuando nada más salir de Egipto Aarón fabrica el becerro de oro, también Dios los castiga, a pesar
de que ellos afirmaban que el becerro era Yahvé, no un dios diferente, pero su concepto de
“imagen de Yahvé” sería el concepto egipcio de imágenes de dioses, no solo una representación
de la deidad sino un cuerpo físico que le servía a la deidad para relacionarse con los humanos en
el culto, y además se considera a la imagen como ídolo porque Yahvé es invisible y por tanto
irrepresentable (Deuteronomio 4:15-18). Es el mismo caso que Jeroboam cuando hizo los dos
toros que representaban a Yahvé.
Por ese motivo el uso de imágenes, más aún relacionadas con el culto, es algo poco habitual en el
Antiguo Testamento, pero como ya hemos visto sí se da, incluso por mandato divino. Será a la
vuelta del Exilio de Babilonia (s. V a. C.), después de haber vivido en medio de un pueblo idólatra,
cuando el pueblo judío adopte una posición bastante más radical en este punto para evitar el
peligro de caer en la idolatría por enésima vez.
Un libro protestante explicaba que las esculturas que por mandato o inspiración divina estaban en
el Templo (los toros del Mar de Bronce, los ángeles gigantes de la sala del Santísimo, los
querubines del Arca, etc.) fueron permitidos por Dios (ordenados en realidad) porque estaban
todos en la parte interior que no era accesible al público, solo a los sacerdotes. Pero en tal caso
eso apoyaría nuestra creencia, pues mostraría que a Dios no le importa que en su Templo haya
imágenes, lo que no quería es que la gente (siempre bajo influencia de los pueblos idólatras)
pudiera por confusión terminar por considerarlas ídolos y adorarlas. Es ahí donde está el pecado,
no en tener imágenes sino en adorarlas.
A medida que el cristianismo se vaya extendiendo por todo el Imperio Romano, el paganismo irá
desapareciendo, y el peligro de confundir sistemáticamente ídolo con imagen también irá
desapareciendo, por lo que la interpretación restrictiva del primer mandamiento se va igualmente
relajando hasta que ya no se ven las imágenes como tentadoras de idolatría. Eso lo veremos más
a fondo en el apartado de las imágenes en la Iglesia primitiva.