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Práctica Pedagógica

Actualmente, existe diversos autores que, desde su punto de vista, enfoques y el rol que desempeñen,
permiten dar una variedad de conceptos sobre la Práctica Pedagógica, con el fin de conocer distintas
definiciones, elementos, características, entre otros aspectos que la componen y estructuran. Además,
conviene resaltar que existen diversas maneras de nominarla o nombrarla, como práctica docente,
práctica educativa y práctica de enseñanza entre otras. En tal circunstancia, mostraremos algunas de
estas definiciones y posteriormente replantearemos la concepción que responda a nuestros intereses.

La práctica pedagógica, según Mario Díaz Villa (1990) tienen que ver con todos aquellos “(…)
procedimientos, estrategias y prácticas que regulan la interacción, la comunicación, el ejercicio del
pensamiento, del habla, de la visión, de las posiciones, oposiciones y disposiciones de los sujetos en la
escuela” (1990:15)

En este mismo sentido, Avalos (2002) manifiesta que el concepto de Práctica pedagógica “(…) se aplica
a todo tipo de acciones como organizar la clase, preparar materiales, poner a disposición de los
estudiantes recursos para el aprendizaje que den respuesta a las situaciones que surgen dentro y fuera
del aula”. Avalos (2002) (citado por Duque, Rodríguez y Vallejo, 2013. Pág. 18)

Así mismo, Gaitán et al (2005) dicen que la práctica pedagógica “(…) es considerada como una acción
intencional, reflexiva, es una relación entre el docente y el estudiante orientada a construir saber.”
(Gaitán, et al., 2005. Pág. 10)

De igual manera, Zaccagnini (2008) define a las Prácticas Pedagógicas como “aquellas productoras de
sujetos a partir de otros sujetos, es decir, se trata de una mediación, el rol de un sujeto mediador
(sujeto pedagógico), que se relaciona con otro sujeto (educando) de esta relación surgen situaciones
educativas complejas las que encuadran y precisan una pedagogía.” De acuerdo con las anteriores
concepciones, estas guardan relación acerca de elementos, tales como las actuaciones intencionadas para
dar una clase, entre ellas la planeación con sus implicaciones, en las que los procedimientos y estrategias
de método, promoverán la interacción del maestro como mediador entre el saber y los estudiantes, con el
propósito de construir un saber.
De otra parte Ríos Ariz (s.f) en el artículo la práctica Pedagógica, propone que ésta tiene sus
fundamentos en saberes que debe asumir un profesor, en tal situación plantea que la práctica pedagógica
tiene “sentadas sus bases en los saberes del profesor, como son: el saber disciplinar (¿Qué sé?), el
saber pedagógico (¿Cómo comunico lo que sé?) Y el saber académico (¿Cómo me transformo con lo
que sé?), que le permiten afianzar sinergias y relaciones con el estudiante generando una comunicación
fluida, tendientes a forjar conocimiento y reflexiones de su papel en la sociedad y en su acontecer
diario. Ríos (s.f.: 2). Desde este planteamiento, el autor reconoce la importancia de tres tipos de saber
que fundamentan y fortalecen el ejercicio docente y los procesos de gestión escolar (aula y fuera de ella)

Sosa (2014) define la práctica pedagógica como:

“(…) un proceso dialéctico en el que se relaciona la enseñanza y el aprendizaje con el


conocimiento, proceso en el que interviene el maestro y la maestra como mediador, el estudiante y
sus compañeros. En este proceso de relación alumnos, maestros y saberes está la didáctica, no
como la práctica misma de enseñar sino como un sector delimitado del saber pedagógico que se
ocupa explícitamente de la enseñanza.” (Sosa, 2014. Pág. 8)

Esta concepción, señala claramente los elementos que integran el proceso de la enseñanza y el
aprendizaje; reconoce los actores del proceso: el maestro, como el sujeto que enseña, a partir de la
mediación entre el saber y los alumnos, los saberes; que son objeto de aprendizaje y los alumnos con sus
resistencias; como los sujetos que aprenden.

Sumado a lo anterior, Fandiño et al (s.f) también reconocen la práctica pedagógica como “(…) un
proceso contextualizado sobre el cual el docente reflexiona individual y colectivamente para convertirlo
en una noción metodológica y discursiva que le permite configurarse en lo profesional”. (Fandiño y
Bermúdez citado en Martínez, 2015:29)

De igual manera, Vasco (1990), define la Práctica Pedagógica “como el saber teórico-práctico,
generado por los pedagogos a través de la reflexión personal y dialogal sobre su propia práctica
pedagógica, especialmente en el proceso de convertirla en praxis pedagógica, a partir de su propia
experiencia y de los aportes sobre las otras prácticas y disciplinas que se insertan en su quehacer.” De
acuerdo con el autor, se infiere que la Práctica Pedagógica debe ser el producto del reflexionar diario del
docente en el aula de clases. Esta reflexión va más allá de una asignatura en particular, sino que
transciende al resto de las asignaturas impartidas en clase, en este sentido, la práctica pedagógica es
interdisciplinar.

En igual perspectiva sobre la reflexión en la práctica pedagógica, Patiño (2006) propone que:

“La inmersión en la práctica pedagógica, debe incorporar la reflexión, el razonamiento y la


reconstrucción del hecho educativo en y fuera de ella, representa un ámbito de intervención
práctica, en el cual la teoría otorga sentido y significado a la práctica, respaldando el actuar en
cada actividad, para construir y componer el sentido de lo que se hace, por qué, para qué y cómo se
hace, de tal forma que se pueda alcanzar satisfactoriamente los aprendizajes que se pretenden
desde la enseñanza.” Patiño, 2006 (citado por Duque, Rodríguez y Vallejo, 2013. Pág. 28)

La anterior cita, destaca la práctica reflexiva como un mecanismo para la proyección razonada del
proceso educativo, atendiendo a las categorías de la didáctica. En coherencia con esta idea, Rojas y
Castillo (s.f) manifiestan que la práctica pedagógica se “concibe desde las realidades de los diferentes
escenarios educativos y se desarrolla por medio de una historicidad no sólo del maestro, también de la
sociedad o del contexto educativo que se desenvuelve.” (Rojas y Castillo, (S.F.) Pág. 4) Esto es, el
reconocimiento al contexto socio-histórico y cultural en que se encuentra el contexto educativo.

Así mismo, Lanza (2007) plantea que la práctica pedagógica debe ser concebida como “(…) el
resultado de un innovar reflexivo, es decir, un concebirse maestro que se razona y se juzga, y que
produce conocimiento, formándose de manera idóneas posibles gracias a la unión teoría-práctica”.
Lanza, 2007 (citado por Rojas y Catillo, (S.F). Pág. 5)

Latorre (2004) plantea dos perspectivas a considerar para definir la práctica: a. la conductista, que la
define como la acción humana realizada en un contexto concreto (Institución) y b. La sociológica y
antropológica, que complementa esta actuación del sujeto en contexto, pero dotada de sentido, objetivos
y significados por el sujeto que la realiza. Estas dos visiones articuladas se complementan y definen la
práctica como “la de acción humana dotada de sentido, objetivos y significados para quien la realiza”.
De esta forma, confluyen “un nivel descriptivo con otro comprensivo” Latorre, N (2004:87)

La profesora Elena Achilli (1988) define la Práctica Pedagógica como “El trabajo docente que se
desarrolla en el contexto del aula en el que se pone de manifiesto una determinada relación docente-
conocimiento-alumno, centrada en el enseñar y el aprender” Achilli 1988 (citada por Steiman 2017: 11)
De acuerdo con las concepciones antes mencionadas, para definir la práctica pedagógica tomaremos en
cuenta las dos perspectivas mencionadas en Latorre (2004): y entendemos la práctica pedagógica como
“la de acción humana dotada de sentido, objetivos y significados para quien la realiza”. (2004:87) Es
decir, el profesor.

Razonablemente con lo hasta aquí mencionado, la Práctica Pedagógica entonces, comprende la dinámica
de interacción compleja entre el docente, los estudiantes y el saber (triada didáctica) con el objetivo de
lograr una formación integral (saber-ser-hacer para convivir) para alcanzar un grado de dominio de
cierto saber. Esta práctica pedagógica, dada su complejidad, implica en primera instancia el dominio de
saberes (Zambrano: 2006) y en segunda instancia, la apropiación de múltiples procesos y actuaciones
que se consolidan en las actuaciones interactivas y dialógicas de los actores educativos, entre otros
aspectos que están implícitos en este proceso.

Para ello, es importante tomar en cuenta los distintos momentos didácticos (diagnóstico-planeación-
ejecución-evaluación) que exige la intervención; en tal circunstancia requiere del profesor una actitud
reflexiva, para la configuración didáctica (Litwin: 1997) y posteriormente mediar a partir de una
interacción dialógica y reflexiva con los estudiantes en el escenario del aula presencial tradicional.
Adicional, reconocer el papel fundamental que representan los saberes que respaldan el quehacer del
maestro; el saber de la disciplina a enseñar, el saber pedagógico (didáctica-currículo) que da la razón a
nuestra condición humana y con él, las competencias del ser maestro, tanto las referidas por Perenoud
(s.f) citado por Zambrano (2006:230) como las propuestas por el Ministerio de Educción Nacional
(2004) específicamente enseñar, formar y evaluar (2014: 8,9) desde una postura ética y política de la
acción docente.

Para dotar de sentido y diferenciar las distintas prácticas ocurridas en el proceso educativo Steiman
(2017) plantea lo siguiente:
Gráfica No. 02: Las Prácticas Sociales: Educativa-Pedagógica-Enseñanza

Fuente: Steiman (2017:16) complementos de Godoy B (2020)

Lo anterior, muestra como las prácticas están configuradas por acciones, procesos, procedimientos y
actuaciones que realizan los sujetos a la luz de las teorías que respaldan ese actuar; es decir de las teorías
de la disciplina, la pedagogía y la didáctica con su especificidad respectivamente.

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