Continuamos estudiando hoy el capítulo 12 de este Segundo
libro de Samuel. En nuestro programa anterior vimos la amonestación del profeta Natán a David, el anuncio de su castigo y la muerte de su hijo. Y comenzaremos hoy considerando
versículos 24 y 25: "David consoló a Betsabé, su mujer, se
llegó a ella y durmió con ella. Ella le dio a luz un hijo y le puso por nombre Salomón. El Señor lo amó, y envió un mensaje por medio del profeta Natán; así le puso por nombre Jedidías, como había dicho el Señor." El nombre Jedidías significa "Amado del Señor". Este nombre le fue dado a Salomón por Dios, mediante el profeta Natán.
David y Joab conquistaron Rabá
versículos 26-29 Joab peleaba contra Rabá de los amonitas, y tomó la ciudad real. Entonces envió Joab mensajeros a David para decirle: Yo he puesto sitio a Rabá y he tomado la ciudad de las aguas. Reúne, pues, ahora al pueblo que queda, acampa contra la ciudad y tómala, no sea que tome yo la ciudad y le pongan mi nombre. David reunió a todo el pueblo, partió hacia Rabá, combatió contra ella y la tomó." David estaba entonces en el campo de batalla, lugar donde siempre debió haber estado. Su reino continuó extendiéndose, y David llegó a ser el gran soberano de aquel entonces. Pero, ¿en qué quedó el asunto de su pecado y su responsabilidad en él? En el próximo capítulo veremos que David tuvo un hijo que cometería un delito terrible. Violó a su media hermana, hija de David. Absalón, hermano directo de la que fue violada (es decir, de madre y padre de la muchacha) lo mató, y esto causó un gran escándalo. Podemos imaginarnos cómo esa noticia se publicó por todo Israel El pueblo diría: "Mirad al rey que reina sobre nosotros. Ni siquiera puede gobernar a su propia familia". ¡Qué situación humillante para David!
Bueno, antes que terminemos con la historia de David,
podríamos preguntarnos, teniendo en cuanta que ya había recibido ya suficiente castigo, ¿por qué Dios continuaba afligiéndole? Pero David mismo, nunca cuestionó a Dios sino que, con las palabras del Salmo 51:1-2 y 12, le dijo: "Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Devuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente". David pidió a su Dios que le devolviera al lugar de la comunión y el compañerismo con Él.