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Alison Spedding Pallet

LA SEGUNDA VEZ
COMO FARSA
Etnografía de u n a cárcel
de m u jeres en Bolivia

Todo preso miente.


(Alvaro García Linera)

EDITORIAL MAMA HUACO

LA PAZ -BOLIVIA
2008
A
Alison Spedding Pallet

LA SEGUNDA VEZ
COMO FARSA
Etnografía de un a cárcel
de m u jeres en Bolivia

Todo preso miente


(Alvaro García Line^

EDITORIAL MAMAHUACO
\

LA PAZ -BOLIVIA
2008
Alison Spedding (Belper, 1962), novelista y antropóloga británica, reside en Bolivia desde
1986. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran Sueños, k h a risirisy curanderos:
dinám icas sociales de las creencias en los A ndes contem poráneos, Kawsachun Coca:
economía campesina cocolera en los Yungas y el Chapare, y la novela de ciencia ficción
originaria, D e cuando en cuando S a tu rn in a /S a tu rn in a fro m tim e to time. El presente libro
es una obra de antropología reflexiva que combina una etnográfica escrita desde adentro de la
vivencia de mujeres encarceladas con una crítica sociológica y política del fenómeno carcelario,
todo desde una perspectiva feminista. Viene a complementar y ampliar el análisis ya presentado
en su anterior libro La estructura de la represión. Trayectoriasjurídicas de mujeres procesadas
bajo la Ley 1008, editado por Carrera de Sociología de la UMSA.

© A lison L . Spedding P a lle t

I o Edición de 1000 ejemplares


Agosto de 2 0 0 8

© EDITORIAL MAMA HUACO

Av. Huayna Potosí N° 2 2 0


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La Paz - B oliv ia

Im p re so en B o liv ia
P r in te d in B o liv ia
INDICE

PREFACIO..................................................................................................... 7
PROLOGO
Primero el arresto................................................................................ 16
Luego el proceso................................................................................ 26

CAPÍTULO I
‘OTRO DIA MAS EN ESTA MALDITA CÁRCEL...’
El espacio físico.................................................................................. 47
La rutina diaria................................................................................... 49
Economía carcelaria.................................................................................... 53
Los delitos por los que están........................................................... 58
Breve perfil sociológico de las internas................................... 62
Unas historias de caso...................................................................... 66

CAPÍTULO II
SOCIEDAD PANÓPTICA,
O EL INFIERNO SON LAS OTRAS PRESAS
Las condiciones de convivencia................................................................... 91
Los buzos............................................................................................... 97
Amigas, broncas y sirvientas carcelarias.................................................... 100
Mantenidas y rivales: el amor (heterosexual) tras las rejas............... 107
Madres y esclavas: los lazos que a ta n ........................................................ 113

CAPÍTULO III
EL GULAG BOLIVIANO.
PSICOLOGÍA TRAS LAS REJAS
Inocencia, culpabilidad y responsabilidad individual................................. 125
Paranoicas, autoritarias o victimizadas:
reacciones frente a la impotencia en la cárcel................................ 135
Siendo una no-persona: impotencia e infantilización......................... 147
Sin futuro: el tiempo en la cárcel.......................................................... 154
La teoría de la desgracia limitada y la maldad sin motivación........... 159

CAPÍTULO IV
CORDEROS AL MATADERO.
EL PROCESO JUDICIAL
Mentiras, mentiras malditas y ninguna estadística................................ 163
Saberes contaminantes: el distanciamiento del sistema legal................ 168
Confesión, venganza, y la justicia cotidiana............................................ 173
Los abogados, comerciantes de la desgracia ajena.................................. 179
Ritos procedimentales: las actuaciones en la sala de juzgado................ 185
Inocencia y culpabilidad en los ojos del tribunal.................................... 193

CAPÍTULO V
EL OPIO ELECTRÓNICO
Los programas favoritos en la cárcel....................................................... 203
Cárceles y delincuentes en la televisión y la prensa............................... 211
‘Sólo Diosito nos puede ayudar’: el opio más tradicional.................... 220

CAPÍTULO VI
EL POR QUÉ DE LA CÁRCEL................................................................. 231
La cárcel no rehabilita a nadie,
y sin embargo siguen con el teatro........................................................... 232
‘Maleantes están saliendo a la calle’:
la cárcel como protección de la sociedad................................................. 239
Los tribunales y las cárceles como espectáculo...................................... 244
El por qué de la cárcel................................................................................ 247
¿Y las mujeres?.......................................................................................... 257
7

PREFACIO

Aunque su forma y estilo textual se aproximan a lo convencional del género, esto


no es una etnografía convencional. En primer lugar, si no fuera a causa de mi
propia detención, nunca me hubiera ocupado de un tema que, aunque quizás
presenta cierto interés para los que no conocen la cárcel, desde mi propio punto
de vista tiene contenidos, conclusiones y futuras posibles proyecciones que son
enteramente negativas y deprimentes.1 En segundo lugar, es cierto que el hacer
una etnografía en una cárcel donde una misma está presa, corresponde a la
observación participante a l ’outrance y que -según sé- nunca ha sido intentada
intencionalmente como un proyecto de investigación. Los pocos estudios
antropológicos sobre la cárcel que he podido encontrar, como Reed (1999),2
evidentemente fueron hechos por alguien que visitaba regularmente la cárcel pero
no estaba encerrado allí dentro, mientras los estudios criminológicos por definición
están hechos por alguien que se encuentra en una posición externa a la población
estudiada.
Incluso, si alguna investigadora fuera tan dedicada como para solicitar su
reclusión sólo con fines investigativos, es dudoso que una administración
penitenciaria permitiera tal cosa, porque eso daría lugar a tener una persona con
una posición demasiado incómoda dentro la cárcel. ¿Debería estar sujeta a las
órdenes de las guardias, a los reglamentos, a los castigos? Si no se sujeta, sería
obvio que no es realmente una presa y causaría disensión entre las demás detenidas,
mientras que si se sujeta, puede ser fuente de quejas dado que legalmente no se
puede someter a una persona ‘libre’, por ejemplo, al encierro en un calabozo.
1 En cierta forma, en vez de llevar el subtítulo que actualmente tiene, pienso que sería
más acertado llamarlo ‘Etnografía de la miseria humana’ .
2 R E E D Adam (1 9 9 9 ) Anticipating individuáis: M odes o f visión and their social conse-
quence in a Papua New Guinea prison. Journal o fth e Roval Anthropological Institute 5
(1 ), marzo 1999.
8

Hay razones para pensar que la posición-sujeta de preso o presa es una que sólo
se puede asumir por un encarcelamiento real, no por acompañamiento o imitación.
A la vez, este hecho demuestra que, aunque los antropólogos se alaben por lograr
un acercamiento vivencial a sus objetos de investigación que va más allá que el
de sus colegas que se limitan a entrevistar y encuestar y no conviven con sus
informantes, en la práctica cierta distancia es inherente y quizás incluso necesaria
a la empresa antropológica.
Algunos de los obstáculos que he encontrado se deben específicamente a
la condición de presa. Por ejemplo, hay un expediente sobre cada interna en
Gobernación, con registros sobre su conducta, delito, tiempo de permanencia, y
similares, pero como interna no puedo ver mi propio expediente y menos el de
cualquier otra. Una investigadora externa probablemente podría tener acceso a
los archivos de Régimen Penitenciario y otros registros, los cuales están cerrados
para mí. El ser presa es también una dificultad referente a las otras internas;
debido a que ‘aquí adentro todo se llega a saber’, muchas son renuentes a hablar
con otras internas sobre sus delitos o sus vidas fuera de la prisión, porque con
demasiada frecuencia cualquier confianza íntima es contada luego a otras y
utilizada como arma en las frecuentes discusiones. Las demás no tienen razón
para creer que yo no haría lo mismo - y además, este mismo libro es prueba de
que en realidad sí hago lo mismo, aunque sea en una forma más distante y utilizando
pseudónimos.
Un investigador externo que viniera como visitante quizás podría obtener
mejor información en algunos casos porque justamente no sería visto como alguien
que utilizaría la información para obtener beneficios actuando como delatora a la
administración o en el curso de un problema personal. Además, es habitual entre
internas mentir sobre sus vidas, no sólo sobre sus delitos sino sobre otros aspectos
de su vida como su nivel educativo (una que se hizo registrar como teniendo
estudios universitarios luego apareció en el curso para quienes no habían terminado
el bachillerato...). En algunos casos es posible conocer personas del ambiente
social de una interna fuera de la cárcel y así chequear la validez de sus versiones,
pero estando encerrada no podía ir a visitar a sus familiares o amistades, como
podría hacerlo estando en la calle.
También es probable que un investigador externo tuviera acceso al per­
sonal administrativo y policial de la cárcel de manera imposible para una presa.
Es cierto que algunas policías establecen relaciones bastante amistosas con algunas
presas y la pasan charlando (por ejemplo) de sus hijos o detalles de sus vidas
domésticas, pero es igualmente cierto que no les comunican las decisiones
reservadas de la administración o lo que opinan sobre las internas, o sobre la
9

misma administración, cuando hablan entre ellas o cuando están fuera del ambiente
laboral. Inicialmente pensaba incluir todo un capítulo sobre ‘Policías y ladrones:
las relaciones con los guardias’ pero me di cuenta que no lo podría hacer porque
mis prejuicios me impedían relacionarme con el personal de Seguridad; como
presa el hacerme ‘amiga’ de ellas me parecía una forma de servilismo repugnante.
Finalmente, el obtener las referencias bibliográficas y otros toques
académicos exigidos para que un trabajo tenga validez dentro de la Academia en
Bolivia es siempre difícil. Pero es mucho más difícil desde la cárcel, donde escribí
la mayor parte de este texto, y por lo tanto aquí hay pocas referencias a otros
estudios. Casi todos los que hay se refieren a países del Norte y no a cárceles del
Tercer Mundo. De allí viene el título principal: el sistema carcelario en Bolivia
resulta ser una repetición de la historia penitenciaria del Norte, de donde ha tomado
sus modelos, pero definitivamente realizada en el registro de la farsa.3
Ser interna sí me permite observar aspectos de la vida carcelaria invisibles
incluso para las policías -el trato con los hijos, los arreglos minuciosos para
convivir entre varias en una celda de dimensiones restringidas, las querellas
cotidianas, las sesiones clandestinas de bebida tras que se cierran los pabellones
en la noche...- pero a la vez implica que yo estoy metida en este ambiente
veinticuatro horas al día durante varios años, sin opción de una vacación. Por
dedicado que uno sea al trabajo de campo normal, suele haber oportunidades de
alejarse -ir a la ciudad durante unos días para visitar amigos extranjeros y gozar
del cine o los restaurantes, o mínimamente salir a pasear al río o algún lugar
alejado. Considero que al convivir en un ambiente social extraño, una desarrolla
una especie de personalidad ‘pantalla’ que incluye la supresión de conductas u
opiniones que no serían aceptables dentro de la comunidad de estudio. Una mujer
europea que no es casada pero que trabaja en una comunidad musulmana
generalmente tiene que dar la impresión que es virgen y no admitir que ha convivido
ya con uno o más hombres fuera del matrimonio; la mayoría de los investigadores
que han trabajado con campesinos andinos no confiesan que en realidad ellos no
comparten su misma activa fe católica. Las escapadas son un espacio donde uno
puede volver a ser ‘uno mism o’ y expresar esos aspectos que han sido
temporalmente suprimidos u ocultados. Luego, a lo menos según Clifford Geertz,
para escribir sobre la investigación de campo se da por supuesto que uno se aleja
del contexto mismo -aseveraciones que me conflictuaban incluso cuando las leí
fuera de la cárcel.
3 Se refiere a la conocida expresión de Marx en El dieciocho Bramado de Luis Bonaparte,
que la historia está condenada a repetirse, la primera vez como tragedia y la segunda
vez como farsa.
10

Una cosa sería escribir sobre Java en una oficina en la universidad de


Columbia, pero ¿qué de escribir sobre La Paz en un departamento en la Avenida
Buenos Aires? Y estando aquí aún más - ¿qué significa escribir sobre la cárcel
sentada en un catre de la celda 5 del pabellón B del mismo Centro Penitenciario
Femenino? En los contextos de la investigación, uno intenta participar tanto como
puede en las actividades laborales y sociales de los informantes, participación
que aunque muchas veces incompetente es generalmente aceptada como muestra
de buenas intenciones (y también a cambio de contribuciones económicas que
pueden valer más que los intentos torpes de ‘ayudar’ en alguna actividad). A la
vez, ni el investigador ni sus informantes le confunden con un miembro ‘real’ de
la comunidad.
Pero aquí, yo soy una presa tan ‘real’ como cualquier otra. Entonces tengo
que vivir en mi personalidad ‘real’ (en tanto que tenga una) que es la de la
intelectual y escritora —una identidad que no es muy aceptable para mujeres en
cualquier lado, especialmente cuando no es dulcificada con conductas sociales
coquetas o que aparentan poca seriedad y combatividad intelectual4, y menos
aceptable aún en el ambiente de la cárcel donde reina la femineidad más
convencional que se enfoca en la maternidad, el matrimonio, y el ocuparse del
cuerpo y la ropa. Viviendo codo a codo (más que cara a cara) con las demás
internas no me es posible ocultar que paso más tiempo leyendo o escribiendo, o
disim ular mi desinterés en los peinados. Irónicam ente, resu lté tan
‘sociológicamente no-representativa’ entre ellas como lo era en la comunidad
campesina donde hice mi trabajo de campo anterior. Pero mientras allá yo era
evidentemente ajena del lugar, aquí soy un miembro de pleno derecho y obligación
de esta ‘comunidad’ sin tener ni mayores aspectos en común con las demás
miembros, ni el pretexto de haber a lo menos escogido colocarme voluntariamente
en un contexto en donde, sociológicamente, estoy ‘fuera de lugar’. Además, como
todo preso sufro el estigma de la identidad social dañada que se asocia con este
estatus y busco de alguna manera distanciarme de eso.
Para muchas mujeres aquí recluidas, la forma de hacer esto es negar que
hayan cometido el delito por el cual fueron encarceladas, pero dado que
personalmente considero que la posesión de marihuana es enteramente legítima,

4 E sto, a lo menos, era lo que yo observaba en el London School o f Econom ics donde
hice mi doctorado. Colegas femeninas quienes, según yo veía, tenían un nivel intelectual
igual a cualquier de los varones, lo disimulaban evitando la combatividad en seminarios
al presentar sus opiniones con risas y disculpas del tipo ‘puede ser que me equivoco,
p e r o ...’, o si no, en las reuniones sociales después de los seminarios coqueteando con
los varones de una manera que les halagaba.
11

aunque no sea legal, yo no niego eso. Yo me niego a dedicarme a las actividades


comunes de las demás reclusas. Por lo tanto, si cuando vivía entre cocaleros
estaba enteramente dispuesta a intentar cosechar coca o bailar junto con ellos en
la fiesta de la Virgen, aquí de ninguna manera estoy dispuesta a aprender a tejer
chompas (la ocupación más frecuente entre las presas) y tampoco bailar con ellas
en las fiestas, aunque varios amigos me han sugerido que debería alzar los palillos
para relacionarme mejor con las demás internas.
Y aquí interviene otro factor más específicamente personal. La identidad
campesina era algo que yo asumía a contracorriente social y a la vez, me parecía
en muchos aspectos digna de admiración. La identidad de presa es algo que nadie
asume excepto a regañadientes, y aparte de eso, la identidad prevaleciente aquí y
(como resultará evidente en el texto) el aparato principal de control es ‘ser mujeres’.
Toda mi vida he odiado y rechazado la identidad femenina convencional - el
vestirse atractivamente, utilizar maquillaje, tener una pareja heterosexual a quien
se es, o aparenta ser, fiel, ser madre, realizar con esmero el trabajo doméstico...
Mi madre intentó enseñarme a tejer, como también a cocinar, planchar ropa, limpiar
la casa y demás, pero yo rehusé aprender esas habilidades (en parte pensando que
si me mostraba incompetente en esos aspectos, era menos probable que alguien,
es decir un hombre, me buscaría con fines de que los realice para él). Siempre me
parecía que cualquier cosa-y en esto incluyo ser recluida en una cárcel boliviana-
sería preferible a tener una vida como la de mi madre, esposa, madre, y ama de
casa, haciendo el mercado, cocinando las comidas familiares, planchando la ropa
y teniendo la casa siempre brillante, limpia y ordenada. Mi madre también trabajaba
fuera de la casa, pero se preocupaba frecuentemente pensando que su empleo no
le dejaba bastante tiempo para atender estos deberes domésticos que eran más
importantes. Me decía: “Siendo mujer, no tienes vida propia, tu vida es a través
de tu marido, tus hijos.” El resultado de eso fue que yo desde mi niñez decidiera
que, si eso era ser ‘mujer’, yo no iba a ser ‘mujer’ para nada: yo quería mi vida
propia y no iba a vivir a través de nadie.
Pero, aquí me encuentro rodeada de mujeres que han aceptado serlo. Claro
que entiendo las presiones sociales que conducen a las ‘mujeres’ a creer que lo
son, pero yo no las he aceptado y es más, francamente desprecio a las que sí las
aceptan y, peor, intentan imponerlas a otras (como, por ejemplo, avisando a la
pareja de otras internas si consideran que la esposa o enamorada se relaciona con
otro hombre, o insistiendo que otras también mantengan la celda brillando). Podía
fingir ser campesina para relacionarme con los cocaleros, pero no puedo fingirme
ser ‘mujer’ para relacionarme con mis compañeras de encierro. Esto hace deficiente
mi trabajo de campo aquí porque la mayor parte del tiempo evito hablar o
12

relacionarme con ellas, debido a que no puedo animarme a participar en sus


conversaciones sobre el tipo de punto que están tejiendo, lo que pueden hacer
con su cabello, los hijos (siempre los hijos, los hijos, los hijos) y el marido, que
generalmente es necesario como entrada para poder eventualmente llevar la
conversación hacía algún tema que quizás me podría interesar. A la vez, en términos
personales esto da lugar a un aislamiento, soledad y aburrimiento, para no decir
frustración y rabia, como nunca he conocido en mi vida, pero mis pocos intentos
de llegar a una interacción más satisfactoria no daban resultados. Como por
ejemplo contando cuentos folklóricos, contando chistes... Pero el contar cuentos,
desde que apareció la radio, es un arte moribundo en todas partes; y contar chistes
resulta ser un discurso masculino donde el único rol de las ‘mujeres’ es escuchar
y reírse. Y las veces cuando no puedo suprimir mis deseos de hablar de política,
de teoría social o literatura sólo me llevan a un monólogo donde la otra pronto
deja de escuchar; mucho menos debatir.
Otro de los tabúes de la antropología es admitir que a veces a uno no le
gustan los informantes, que personalmente algunas de sus costumbres le dan asco,
que a veces los aburren o frustran. La publicación del diario íntimo de Malinowski
en donde admitía (no para el consumo público, por supuesto) que no siempre
quería a los trobriandeses causó consternación5. Hoy en día con la ola de lo
‘políticamente correcto’ parece que las presiones para representar a los informantes
bajo una luz color rosa son todavía más fuertes. Es cierto que por motivos políticos
y/o de simpatía personal uno puede querer realzar los aspectos más positivos de
la comunidad estudiada, y más cuando (como muchas veces es el caso) corresponde
a un grupo que sufre discriminación y desprecio dentro de la sociedad más amplia.
De un lado existe un compromiso ético de no revelar conductas criticadas y hasta
prohibidas (como por ejemplo el infanticidio) que podrían reforzar los prejuicios
latentes o conducir a problemas legales si fueran reveladas, y de no traicionar o
avergonzar a personas que han compartido con uno sus hogares, su tiempo y
información sobre sus relaciones o pensamientos muy personales. Está de moda
(al menos en la antropología y sociología boliviana) el ‘devolver la información
a la comunidad’ que consiste en darles a leer el informe, la tesis o lo que sea y
luego aseverar que tal instigación como criterio de mayor validez ha sido ‘aprobado
por la comunidad’. Sin embargo, la imagen aprobada por la comunidad muchas
veces no corresponde a lo que, académicamente, se podría considerar más completa
o más fidedigna. Mis publicaciones sobre los Yungas han sido rechazadas por

5 Ver el capítulo 4 de Clifford G E E R T Z (1 9 8 8 / 1 9 8 9 ) E l antropólogo com o autor.


Barcelona: Paidós Studio.
13

varios miembros de la comunidad, no porque las considerasen equivocadas o


falsas, sino porque mencionaban cosas sobre las cuales no se debe hablar, como
por ejemplo conflictos matrimoniales o la fabricación de base de cocaína. Aquí
tengo que admitir que mi compromiso con los informantes se limita a dar
pseudónimos a todas las presas mencionadas y tratar eufemísticamente de ciertas
conductas (como consumir drogas ilegales dentro de la cárcel) que podrían
conducir a una mayor represión. Como hice en los Yungas, he avisado a los que
me rodean que estoy tomando notas y haciendo un libro sobre ellos, pero sé que
esto no garantiza que van a aceptar el libro cuando salga.
También admito que no he hecho ningún intento de disfrazar la falta de
simpatía que siento por la mayoría de mis informantes. No sólo las desprecio por
ser ‘mujeres’ sino las desprecio por ser buzos, sumisas, pasivas, chismosas,
obedientes, deshonestas, que no intentan entender la ley o el sistema bajo el cual
son procesadas (excepto en términos personales, y a veces ni eso) y por colaborar
al fin con el mismo sistema que las oprime. Claro que dentro de la cárcel hasta
cierto punto una está obligada a someterse a las reglas y es imposible sustraerse
de todos sus efectos destructivos y opresivos, pero la vida en el Centro Penitenciario
de Miraflores se hace mucho peor por las conductas de las mismas internas (ver
Capítulo 2 sobre todo). Otra razón por la que no he podido (según mis propias
consideraciones) hacer un trabajo de campo adecuado es que francamente el
comportamiento de muchas internas me da asco y sólo intento ignorarlas en tanto
que es posible; y dado que al vivir aquí yo también estoy atada a los chismes y los
buzos, considero que en muchos casos es además preferible no relacionarme con
las que se dedican a eso para evitar consecuencias negativas.
Si en vez de interna fuera una investigadora externa, podría relacionarme
con esas personas sin temer ser denunciada posteriormente a Gobernación por
cualquier supuesta infracción de las reglas (con frecuencia por una infracción
que ni siquiera se ha cometido) o sufrir pequeñas venganzas posteriores cuando
una ya no satisface todas las expectativas de la otra (por ejemplo, intenta
eventualmente cobrar el dinero que le ha prestado cuando la otra no lo tiene). El
o la lector/a que espere encontrar en estas páginas un relato de cómo la dignidad
humana se mantiene hasta en condiciones muy adversas, un alegato del heroísmo
e inocencia de las encarceladas (el tema y tono más frecuente en la mayoría de las
publicaciones sobre la cárcel con contenido autobiográfico y/o de denuncia so­
cial) entonces, debe dejar de leer ahora mismo.
Según la estructura convencional de los textos antropológicos, es en la
introducción o el primer capítulo donde se incluyen unos datos sobre cómo se
hizo el trabajo de campo. Aquí este elemento es más autobiográfico que
14

metodológico, y el Prólogo relata cómo fui arrestada y luego el curso de mi juicio


que en la sentencia en primera instancia desembocó en una condena de diez años.
La parte más propiamente etnográfica ocupa el resto del libro. El capítulo 1,
‘Otro día más en esta maldita cárcel,’ describe el ambiente físico, las rutinas
diarias, e incluye un breve esbozo sociológico de la población carcelaria. El
capítulo 2, ‘Sociedad panóptica, o el infierno son las otras presas’ describe las
interacciones sociales y la convivencia entre internas. El capítulo 3, ‘Gulag
boliviano: psicología tras las rejas’ enfoca aspectos subjetivos de la vida dentro
de la cárcel. El capítulo 4, ‘Corderos al matadero: el proceso judicial’ trata de las
experiencias jurídicas. Al igual que el perfil sociológico, esto tiene que basarse
en mis propias apreciaciones y experiencias y lo que he podido recoger de algunas
otras presas, debido a que no tengo acceso a los archivos y registros de Régimen
Penitenciario o los juzgados que permitirán un acercamiento más amplio y
representativo. El capítulo 5, ‘El opio electrónico’ trata de la cárcel y los medios
de comunicación, tanto de la representación de la cárcel y temas afínes que se
encuentran en ellos como del consumo de medios dentro de la cárcel. Incluye un
acápite sobre el más tradicional de los opios populares, y que en la vida de las
reclusas sigue ocupando un lugar que casi se iguala al de la televisión, es decir la
religión (católica y evangélica en su mayoría). Mis apreciaciones finales -
deprimentes, negativas, y extremadamente amargas, sin pretensiones de un
distanciamiento académico o de prescindir de juicios de valor - se encuentran en
el Capítulo 6, ‘El por qué de la cárcel’.
El trabajo de campo corre desde el 30 de marzo 1998 hasta el 29 de
septiembre 2000. Está escrito en presente, que en el rato de redactar era
efectivamente presente (sólo el capítulo final fue escrito fuera de la cárcel, a fines
de 2000, y a la vez se refiere a ese presente, como se ve en su primer párrafo),
pero ahora es el presente etnográfico convencional que debe ser entendido como
refiriéndose a esa época precisa; por tanto, los datos no necesariamente son válidos
años más tarde, aunque considero que la base estructural que fundamenta las
conclusiones sí se mantiene. En particular, ese periodo concluyó cuando se estaba
introduciendo el Nuevo Código de Procedimiento Penal; entonces no cubre, por
ejemplo, los juicios realizados con la participación de ‘jueces ciudadanos’ al lado
de ‘jueces técnicos’ (es decir, profesionales legales), y los posibles cambios que
esto haya introducido en los procesos, aunque referencias anecdóticas me han
señalado que los jueces técnicos y los fiscales dirigen los procedimientos de tal
manera que los jueces ciudadanos no inciden de manera significativa, y en los
casos de la 1008 todos prosiguen con los mismos prejuicios indicados aquí. Un
relato detallado de las etapas del proceso judicial vigente durante el trabajo de
15

campo, específicamente en los tribunales de Sustancias Controladas, junto con


un análisis del discurso público sobre las drogas y la realidad de quienes realmente
son procesadas bajo la Ley 1008 (de la Coca y Sustancias Controladas) ya ha sido
publicado como ‘La estructura de la represión: origen social y trayectoria jurídica
de las procesadas bajo la Ley 1008’ (Cuadernos de Investigación, IDIS,
Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, 2000). Las historias de vida de presas
incluidas aquí han sido tomadas de esa publicación. Un artículo breve sobre la
cárcel, publicado primero en inglés6, fue traducido como ‘Sueños de salir: vida
en el Centro Penitenciario Femenino, Miraflores, La Paz, Bolivia’ y publicado
como ‘Observación participante: el caso de Alison Spedding’de Francisco Osorio,
Doris Cooper y Daniel Quiroz (comentaristas) en la revista electrónica chilena
‘Cinta de Moebio’ 6 (septiembre 1999, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de Chile; véase http://rehue.csociales.uchile/publicaciones/moebio/06/frames
13.htm).

6 Dreams o f leaving: life in the Feminine Penitenciary Centre, M iraflores, La Paz, B o ­


livia. Anthropology Today 15(2), abril 1999.
16

PRÓLOGO

PRIMERO EL ARRESTO

El lunes 30 de marzo de 1998, alrededor de las 20:00 horas, yo estaba sentada en


mi departamento en la zona de Tembladerani en La Paz, mascando coca con mi
comadre Claudina1, mientras mi ahijada, su hija Jenny que fungía nominalmente
como mi empleada doméstica a medio tiempo, estaba hurgando unas cosas en el
cuarto vecino y rechazando las insinuaciones de su madre de que vaya a la farmacia
a comprar unos remedios. Yo estaba imprimiendo unos documentos en mi
computadora y alistando mi equipaje para viajar a Inglaterra al día siguiente a
participar en un congreso académico. Estaba algo preocupada porque dos días
antes había salido de la clínica después de ser operada de emergencia, el 21 de
marzo, por un embarazo ectópico, complicado debido al mal diagnóstico del
ginecólogo que, cuando le consulté en enero, me aseguró que se trataba de un
quiste en el ovario y me recetó unas hormonas que tenían el efecto de matar
lentamente al feto y causarme unos dolores horribles, hasta que al fin obtuve el
diagnóstico correcto y tuve que ser intervenida inmediatamente. A razón de ese
problema de salud y de compromisos en la Universidad Mayor de San Andrés
(UMSA) donde soy catedrática titular, ya había retrasado dos veces ese viaje y
ahora tenía que enfrentar el viajar sola todavía convaleciente de la operación.
Claudina me aseguraba que ella y Jenny me iban a ayudar a llevar mi equipaje
hasta el aeropuerto de El Alto. En ese momento, alguien tocó la puerta. Eso en si
era curioso, porque el departamento estaba en el primer piso y la puerta de calle

1 Seudónimo, como los nombres de todas las mujeres presas o procesadas mencionadas
en este libro. En el manuscrito, los y las policías, fiscales, ju eces y otros agentes de los
órganos de represión mantenían sus nombres reales, pero para la publicación me he
resignado a otorgarles la misma dignidad del seudónimo, no porque merecen resguardar
su intimidad sino para evitar posibles quejas legales.
17

generalmente se encontraba cerrada, obligando a los visitantes a tirar piedras a la


ventana para atraer mi atención. Entonces fui a abrir y vi a dos mujeres
desconocidas. Me preguntaron si yo hacía traducciones. Yo decía que sí, pero
pregunté de qué se trataba, porque los clientes para traducciones suelen telefonear
primero a indagar sobre el tipo de textos que yo manejo y mis precios antes de
venir en persona. Además, vi unos seis u ocho hombres, detrás de ellas. “¿Por qué
están entre tantos?” dije. En ese momento los hombres las empujaron y entraron
en tropa al departamento. Uno de ellos, vestido con una chaqueta sport, que resultó
ser el Fiscal Eduardo Cannelloni, con una sonrisa socarrona me dijo “Narcóticos.”
Me llevaron a la sala principal del departamento, mientras metieron a
Claudina y Jenny al segundo dormitorio que servía para invitados y como depósito.
Yo pedí sus credenciales, mientras ellos (como los policías de todo el mundo
cuando allanan un domicilio) se pusieron a deshacer todo lo que encontraron. Un
hombre, que resultó ser el Coronel Franz Gareca Placa (estaba de civil como
todos los demás integrantes del grupo), sacó un credencial. Yo dije “Esto es de
Santa Cruz.” Buscó en sus bolsillos hasta encontrar un credencial de la Fuerza
Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) de La Paz. Yo entonces me
senté en el piso y seguí mascando mi coca. En el dormitorio principal, que era
mío, encontraron marihuana y me llamaron allí para fotografiarme junto con la
yerba. Trajeron al dueño de la casa y una inquilina que pocos días antes había
tomado el departamento de la planta baja para servir como/testigos’ del operativo
(aunque ellos no participaron en ninguna otra fase de la investigación o el juicio,
ni figuran en obrados: quizás el fin era más bien asustarles) y anunciaron que
iban a llevamos a Claudina, Jenny y yo a las dependenciás de la FELCN en
Sopocachi. Mientras yo estaba alzando un abrigo, una mochila y una frazada
procedieron a precintar el departamento con la mayor rapidez posible. En ese
momento encontraron, en el cuarto donde dormía Claudina cuando estaba de
visita, un gangucho blanco contendiendo marihuana (de hecho, de pésima calidad,
caso contrario no hubiera estado abandonado allí) lo cual también llevaron. Me
preguntaron qué contenía y de quién era pero yo respondía, como a todas sus
preguntas en ese rato (consciente de que uno tiene derecho de guardar silencio y
es preferible rehusar hablar siempre que no esté en presencia de un abogado) “No
sé.” Nos sacaron de la casa y nos metieron en movilidades, ellas en una y a mí en
otra con el Fiscal Cannelloni. El me dijo “Dime quien te lo dio [la marihuana] y
te voy a rebajar [la sentencia].” Yo me reía de esta típica oferta policial, que por
lo general no conduce más que al involucramiento de otras personas en el caso,
aunque como se verá muchos detenidos no responden de la misma manera. Es
cierto que los policías bolivianos realizan arrestos sin formalidad alguna y mucho
18

menos citan sus derechos a los detenidos.


Llegando a Sopocachi, nos condujeron al primer piso donde hicieron un
registro provisional de nuestros generales de ley y de la droga y otros objetos
decomisados (como pipas para fumar marihuana; de hecho, dado que son pruebas
de consumo y ellos me acusaron de tráfico, tampoco figuraron en obrados) antes
de pasarnos a las celdas. Claudina y Jenny no tenían dinero que valiera la pena
decomisar, mientras yo tenía SUS 2.500 para mi viaje a Inglaterra. Incluía mi
última papeleta de pago de la UMSA que cobré ese día. Me decomisaron todo y
rehusaron devolver siquiera lo correspondiente a la papeleta, que yo imaginaba
contaba como prueba de ingresos legales. La Ley 1008 dicta que todos los bienes
económicos (dinero, casas, joyas, terrenos, autos, líneas telefónicas, etc.) poseídos
por detenidos serán considerados como ingresos del narcotráfico y decomisados
automáticamente. Supuestamente si se logra comprobar ingresos legales pueden
ser devueltos después, pero como veremos ésto raras veces ocurre; con o sin
prueba, el mero hecho de haber sido encontrado con cocaína o marihuana justifica
la pérdida permanente de los bienes. Ni siquiera es necesario demostrar que la
persona vendía la droga con que fue encontrada. El mismo grupo de policías salió
con Jenny en otro breve operativo al cuarto que ella tenía en anticrético en Alto
Chijini, donde encontraron una bolsita con unos 16 gramos aparentemente de
hojas de marihuana (que casi no contienen el principio activo y sólo son fumadas
por los fumadores más ignorantes, pobres o 'desesperados), lo cual dio negativo
en la prueba de campo para marihuana, aunque después (según el expediente)
resultó positivo en laboratorio, pero no se sabe si la muestra que mandaron allí
provenía de esas mismas hojas.
Las oficinas de la FELCN ocupan una casa amplia convertida (según
rumores, era una prostíbulo que después fue decomisado bajo la Ley 1008 y
entregado a ellos). Aparte de una celda en el patio, adonde se llevó a Claudina, las
celdas ocupan un pasillo en la planta baja y son seis cuartos, ninguno mayor de
un metro por un metro y medio y varias de ellas más pequeñas, todas carentes de
ventanas, que pueden ser compartidas entre dos a siete o más personas, según los
detenidos que haya. A Jenny y yo nos metieron a una celda ya ocupada por cuatro
mujeres y una niña, y otra llegó en el curso de la noche. Los únicos muebles en
las celdas consisten en unas payasas de paja, muy viejas y usadas. No se
proporcionan frazadas y sólo las tienen las personas que han sido detenidas en
sus casas. Las demás tienen que acomodarse como pueden. Hay un baño con un
grifo de agua fría, el único servicio higiénico a disposición de los detenidos (en el
mismo pasillo hay una ducha pero es para el uso exclusivo de los policías). Los
detenidos son sacados a usarlo a las 07:00, 13:00 y 19:00 horas, para hacer sus
19

necesidades y bañarse lo mejor que pueden bajo los ojos de los guardias. Si quieren
usar el baño en otros ratos tienen que gritar hasta ser atendidos, o si no utilizan
receptáculos improvisados dentro de las celdas. Entre las 12:00 y las 12:30 se
permite el ingreso de visitas al patio y los detenidos pueden salir a conversar con
ellas, si es que ya han prestado sus declaraciones: caso contrario, se los mantiene
incomunicados. Aparte de esto, no salen de las celdas salvo para declarar o ser
interrogados. Cada día cerca de las 14:00 horas se distribuyen los restos de sopa
del almuerzo de los policías, si algo ha sobrado. Aparte de esto no se proporciona
comida alguna, y los detenidos dependen de lo que traen sus visitas (si las tienen)
o lo que pueden convencer a los guardias de comprar en las tiendas vecinas, que
son pobremente surtidas y por lo tanto, lo que traen se limita generalmente a
galletas y refrescos. No se restringe el ingreso de coca o de cigarros y varios se
dedican al consumo de éstos para resarcir la falta de comida. Estas condiciones
duras evidentemente ayudan a inducir a los detenidos a ‘colaborar con la justicia’
y/o tratar de apresurar a lo menos su paso a la cárcel, donde uno puede bañarse,
caminar libremente dentro del recinto y comer.
Según la ley, uno debe prestar su declaración dentro de 48 horas. En mi
caso se cumplió con esto pero no ocurre así con muchos detenidos bolivianos
(Claudina tuvo que esperar una semana) y tampoco con extranjeros si no dominan
el castellano y hay que buscar un intérprete. Si el detenido no ha conseguido un
abogado particular (yo logré llamar al esposo de una colega; hay un teléfono en la
oficina de Defensa Pública y otros en las oficinas del primer piso, pero igualmente
uno tiene que insistir muchísimo para que se conceda su uso) se le proporciona
un abogado de Defensa Pública. Tienen dos minutos para conversar en privado
antes de proceder a la declaración. El Fiscal dirige la declaración que se concentra
en pedir que el/la detenido/a vuelva a describir las circunstancias de su detención;
debido a que no se suele hacer un seguimiento antes de la detención, tanto las
diligencias en la FELCN como el proceso posterior se concentran casi
exclusivamente en los momentos de la detención. Luego se pregunta cómo se ha
conocido a los co-procesados (que casi siempre los hay, debido a que se detiene
automáticamente a todos los que se encuentran en el lugar del operativo) y cuáles
eran sus relaciones con ellos, y si no inculpan a los demás tratan de conseguir que
lo hagan a través de preguntas sugestivas (lo siguiente es copia textual de mi
declaración):
PREGUNTA: Aclare por qué en el momento del Operativo Ud. dijo que esa
bolsa blanca debía ser de propiedad de su comadre, y por qué al relatar las
circunstancias de su detención no mencionó a TUCO como el propietario
de esa marihuana?
20

RESPUESTA: De la b o lsa en el m om ento del op erativ o he d ich o sim p lem en te


q u e n o s a b ía , por q u e no (s ic ) en e se rato no m e han p reg u n tad o a q u ién
p e rte n e ce e s a b o ls a , y cu an d o m e han p reg u n tad o a q u ién p e rte n e c e y o
le s he d ic h o q u e p e r te n e c e a l s u je to c o n o c id o c o m o JACK (JUAN
FERNANDO VILLAREAL MOLLINEDO),
Después uno queda en dependencias de la FELCN por periodos que varían
entre una semana o diez días y un mes, a veces más, mientras se procede con la
investigación del caso. Aparte de la declaración, se registran los datos, se toman
las huellas digitales, fotografías y una muestra de la letra del detenido. Yo fui
sacada para varios interrogatorios adicionales (que no figuran en obrados) debido
a que, entre 1995 y 1997, yo participé en el Curso a Distancia de la UMSA en las
cárceles, visitando principalmente Chonchocoro, la cárcel de alta seguridad de
varones en el Altiplano entre Viacha y El Alto. Resultó que todos los inscritos en
la Carrera de Sociología, cuyo curso yo atendía, eran ex-integrantes de grupos
guerrilleros (Zarate Willka, Comando Néstor Paz Zamora, Ejército Guerrillero
Tupaj Katari). Por lo tanto, el Fiscal Cannelloni me acusó de ‘aprestos subversivos’
- supuestamente yo vinculaba esos grupos con el narcotráfico - y ordenó el
decomiso de mis dos computadoras, todos los diskettes backup y la totalidad de
mis notas de campo (36 cuadernos manuscritos) más algunos libros2 para investigar
dichos lazos, mientras un miembro del CEIP, e.l cuerpo policial que se encarga de
temas políticos, me interrogaba varias veces, no sólo sobre mis relaciones con las
personas mencionadas sino, por ejemplo, mostrando una foto de un maizal en los
valles de Inquisivi que habían encontrado en mi casa e insistiendo que se trataba
de un campo de marihuana. El decomiso correspondía a la pérdida de diez años
de trabajo académico y de hecho, no se descubrió vínculo alguno: cuando yo
conocí a esas personas, sus grupos ya estaban desbaratados, y mis relaciones con
ellos se debían enteramente a cuestiones académicas. Dos representantes de la
DEA también me interrogaban sobre el mismo tema. También recibí visitas de mi

2 Incluyendo el inform ; de la Com isión de Derechos Humanos del Parlamento B oliviano


sobre las acusaciones de tortura a los sindicados de alzamiento armado, la novela de
Jorge Enrique Adoum ‘Entre Marx y una mujer desnuda’, ‘Oprimidos pero no vencidos’ ,
de Silvia Rivera, unos números de la revista del Partido Comunista de B oliv ia y un
libro peruano que incluye un informe de las Fuerzas Armadas de este país sobre Sendero
Luminoso - ninguna de las cuales eran publicaciones clandestinas, y la primera proviene
del mismo gobierno de la nación. Irónicamente, la novela, que es ecuatoriana, incluye
una escena donde los policías allanan el dom icilio del autor y le decomisan todos sus
libros menos ‘El Capital’, porque es ‘econom ía’, y ‘La Sagrada Fam ilia’ porque es
‘religión’.
21

embajada, quienes me comunicaron con mi familia en Inglaterra, y del servicio


médico del Seguro Social Universitario para ver el progreso de mi recuperación
después de la operación.
Las detenidas en mi celda incluían a tres que ya habían estado en la cárcel
una o más veces por drogas y una primeriza, Greta, detenida en la calle por mari­
huana. Esta última me informó que ellos habían escuchado los preparativos de
los policías antes de ir a detenerme y así habían sabido que me denunció Jack
Villareal, un conocido vendedor paceño de marihuana y cocaína, que fue detenido
esa misma tarde en compañía de dos mujeres en la casa de él. La FELCN le había
estado buscando durante unos dos años o más y es de suponer que sólo entonces
lograron identificar su domicilio; el operativo se dirigió a su captura. Los tres
estaban fumando marihuana y al parecer tardaron en darse cuenta de lo que pasaba
cuando llegaron los policías. Encontraron un kilo y medio de marihuana allí.
Evidentemente, Cannelloni hizo a Jack la misma oferta que me hizo a mí, y Jack
respondió conduciéndoles a mi departamento, alegando que yo era su proveedora.
Esto es la suma y resumen de mi detención: no me estaban buscando a mí, de
hecho desconocían mi existencia, y él intentó salvarse denunciándome
(enteramente en vano, como se verá). En mi declaración yo le devolví el favor
alegando que él era la persona que me vendió la marihuana (unos dos kilos en
total) encontrada en mi domicilio. Aparte de eso, pasé una buena parte del tiempo
fuera de la celda en los varios interrogatorios y escribiendo yo misma en la
computadora un informe interno para la FELCN sobre mi vida y milagros en
Bolivia (creo que pidieron que yo haga esto porque manejaba la computadora
mejor que ellos y me había quejado de los múltiples errores ortográficos cometidos
por el policía que registró mi declaración). Mientras tanto, Greta hablaba con
Jenny. Ambas creían que las iban a liberar, y Greta le preguntaba a Jenny dónde
le podía encontrar afuera para comprar yerba. Jenny le decía que estaba en el
primer año de Administración de Empresas en la UMSA y le indicaba sus horarios
de clases. Según ella, Greta ‘seguía fregando’ y eventualmente, frustrada por su
insistencia, respondió “¡Yo no hago cosas pequeñas! ¡Yo sólo podía hace diez o
quince kilos!”. Todo esto fue escuchado por Eudora, una distribuidora de pasta
base de cocaína, recientemente liberada de Miraflores como absuelta (se dice que
coimeó al juez) pero detenida en la plaza Alonso de Mendoza después de entregar
unos 70 sobres de base a Tomasa, que los iba a vender a los consumidores. Sin
embargo, dado que Jenny aparentemente no tenía nada que ver con mi caso, ella
fue liberada de la FELCN el sábado 4 de abril - y cuanao volvió el lunes 6,
trayendo a su hermanita que había llegado del campo a ver a su madre, fue detenida
otra vez.
22

En la mañana del sábado, yo fui trasladada a la celda en el patio, donde


estaba Claudina (esto fue una ‘ayuda’ de mi investigador, que simpatizaba conmigo
en cierto nivel; yo no debería haber estado en contacto con ella porque ella no
había declarado todavía, pero la idea, creo, era permitir que yo le diga lo que
tendría que decir). Cuando los jefes volvieron el lunes, me trasladaron
inmediatamente a otra celda (junto con dos chilenas) y por lo tanto no presencié
la discusión que, según Jenny, tuvo con Eudora antes de salir. Jenny dijo que
Eudora le pidió una calza que yo le había regalado y ella se negó a dársela. Ella
pensaba que este era el motivo por el que Eudora pidió subir a la oficina y allí
hizo una ‘colaboración con la justicia’ reportando una supuesta conversación
entre Jenny y yo. En esta declaración, según ella, había escuchado que Jenny me
dijo “Madrina, si no sacas (sic) a mi a y mi mamá de aquí, yo te voy a HUNDIR!!”
(Mayúsculas en original). Luego comentó cómo su madre había evitado los
controles policiales en la tranca de Unduavi cuando traía marihuana a La Paz,
que yo ‘sabía tener entre diez a quince kilos en mi casa’ (derivado de la
conversación con Greta), que por suerte ella había mandado ‘las raíces de la
marihuana’ al campo con su enamorado, ‘saliendo de aquí, no voy a mover mari­
huana por tres meses’, y finalmente, yo le dije que al salir debería ir a la Mutual
La Paz y sacar mis joyas de allí. Esta declaración fue la causa de su segunda
detención. También fue causa para que C^nnelloni me interrogue de vuelta:
“¿Dónde están tus joyas? ¡Sabemos que tienes joyas!” lo que a mí me mistificaba,
porque no poseo joya alguna. Cannelloni mandó detener al enamorado de Jenny
y luego la llevó a ella, junto con el mismo grupo de agentes de la FELCN, a los
Yungas donde supuestamente tanto el marido de Claudina como yo teníamos
plantaciones de marihuana. En la ciudad los de la FELCN operan de civil, pero
para ir al campo se vistieron como para la guerra de Vietnam, con pleno uniformé
militar camuflado; el único toque que faltaba eran los ramos verdes en sus cascos,
que probablemente se colocaron al llegar.
Primero fueron a Takipata, la comunidad yungueña que es el escenario
principal de mi libro ‘Wachu wachu’3. Aquí se encontraron con mi compadre
Celestino. El les llevó a ver mi cocal y mi huerta y comentaba sobre mi vida en la
comunidad donde yo había residido de manera intermitente a partir de 1986,
haciendo referencias verídicas a varios problemas que yo tenía sobre aguas po­
tables y otros y a la vez evitando inferencias inculpantes de cualquier tipo. El
único hallazgo de la FELCN consistía, según ellos, en una cajetilla vacía de

3 SPEDDING Alison (1 9 9 4 ) Wachu wachu. Cultivo de co ca e identidad en los yunkas de


La Paz. L a Paz: COCAYAPU/HISBOL/CIPCA
23

cigarrillos ‘Master’ (yo fumo Casino) con algunas semillas podridas de mari­
huana, que alegaban como prueba de la existencia de plantaciones; no me la
mostraron para identificarla en La Paz y no hay fotos de ella, tampoco el análisis
de laboratorio constatando que es marihuana, en el expediente. Luego siguieron
hasta Circuata, donde vivía Claudina, su marido Lucas, y sus hijos. Lucas no
estaba en casa cuando ellos llegaron - como es habitual en el campo, salió temprano
a la chacra - lo que bastó para colocarlo en el expediente del caso como prófugo
de la justicia. Procedieron a rastrear los chumes alrededor, llegando hasta el río
sin encontrar nada más que los cultivos yunguefios comunes. Según su informe,
‘los comunarios de Circuata’ dijeron ‘a voz en coro’ que Claudina y su marido
habían sido pichicateros (fabricantes de base de cocaína) y luego marihuaneros,
que Claudina traficaba con precursores, que yo salía del río con ellos cargando
marihuana en mi q’ipi que llevaba a pie hasta el pueblo de Quime... pero no
figuraba nombre alguno de las personas que lo dijeron. El único que dio su nombre
(una ‘bronca’ suya, según Claudina) negó tener carnet de identidad, lo que lo
invalida como testigo legal, y cuando, después de alegar que ellos tenían
sembradíos de marihuana, fue solicitado para que indique dónde se encontraban,
respondió “No sé el lugar... hay muchos lugares donde se puede sembrar mari­
huana aquí.”
Estas investigaciones no muy exitosas (no ayudó la presentación militar
de la FELCN en el campo, donde un par de agentes discretos de civil probablemente
hubieran obtenido mejores informaciones) ocuparon gran parte de la semana
siguiente. Se tomó una declaración ampliatoria a Jenny y la de forma a su
enamorado pero no volvieron a interrogarme a mí ni a Claudina. Durante el fin de
semana que pasé junto con ella, el ayudante de mi entonces abogado me sugirió
que le diga a ella, dado que no había declarado todavía, que alegue que la mari­
huana en mi departamento era suya. El dijo que con eso yo podría salir a un
centro de rehabilitación como consumidora, de donde uno sale cuando quiere, y
luego ocuparme del juicio de ella. Yo debatí esta propuesta con ella, y se mostró
dispuesta a aceptarla, pero yo eventualmente decidí que no daría resultados
positivos (hasta la fecha pienso que, si ella hubiera dicho esto, igual nos hubieran
pasado a la cárcel y la única diferencia hubiera sido que probablemente ella no
hubiera sido absuelta como eventualmente pasó). Me parecía que ese abogado no
era muy conocedor de la 1008 y decidí buscar otro. Claudina y Jenny, mientras
tanto, estaban con La Defensa Pública pero esto a mí me fue negado desde el
principio (no sé porqué; en ese entonces no pregunté y no sabía que se da Defensa
Pública igualmente a los extranjeros). Una de mis colegas docentes me recomendó
unos abogados, de apellido Caracho (posteriormente figuraron como involucrados
24

en la venta fraudulenta de acciones de RTP protagonizada por la ‘Falsa Verónica’),


padre y dos hijos. Ella dijo que el padre, que había sido su alumno en una maestría,
era ‘flor de gente’ (después yo descubrí que había estado preso antes en
Chonchocoro por estafa) y él y sus hijos alegaban haber liberado a ‘veinte
narcotraficantes, de los grandes’. Entonces yo acepté su recomendación. La primera
cosa que me pidió uno de los hijos, Gabacho, eran SUS 2.000. Firmé un documento
para que él pudiera cobrar de mi cuenta bancaria, pero el se equivocó entre los
datos de mis cuentas (al revisarlos en mi expediente, yo no los tenía) e intentó
cobrar de una cuenta que correspondía a un proyecto de investigación ya
claudicado. Alegaron que estaban intentando sacarme a un centro de rehabilitación
y luego presentando un habeas corpus, pero nada de esto dio resultados concretos,
hasta el 15 de abril cuando Cannelloni decidió presentamos al juzgado para ser
pasados a la cárcel. Greta y Eudora ya nos habían precedido en esa ruta. Liberó al
enamorado de Jenny ese día, por falta de pruebas, y nos alistábamos, pero
Cannelloni luego decidió que su informe era incompleto y nos mandó de vuelta a
las celdas.
Esa noche, mi investigador, Ronaldo Gaza, me llevó a su oficina y, en
contra del reglamento, me permitió leer mi expediente. En ese momento me enteré
de la denuncia de Eudora, la cual ignoraba. El se rió. “Le hemos dicho que con
eso le íbamos a soltar. ¡Ahora la vas a encontrar en Miraflores!” Por lo tanto,
aunque la discusión con Jenny quizás le dio mayor saña, creo que la motivación
principal era envidia frente a alguien que iba a ser liberada y ella no, y el hecho de
que por ser reincidente ya se había acostumbrado a los hábitos de ‘bucear’ (soplar,
denunciar) en la cárcel. Como se movía en el ambiente de los vendedores detallistas
de base, también ha debido conocer que entre ellos es habitual ser detenido en
flagrante, ser liberado a cambio de información, y ser detenido otra vez, hasta
que después de pasar cinco o siete veces por la FELCN se decide que están
desgastados como informantes y se les encarcela. Esa misma noche llegó a mi
celda una joven, evidentemente muy marginal (tenía el inconfundible olor corpo­
ral de alguien que no se ha bañado durante un tiempo muy prolongado) detenida
con base de cocaína en Villa San Antonio. El mismo Gaza le gritó “ ¡Aquí estás
otra vez! ¡Esta vez sí te he de pasar a la cárcel!” pero nunca llegó a Miraflores y
tampoco tuve información de que haya llegado a Obrajes. Gaza también me dijo
que era convencido que yo traficaba. A la vez, había visto los libros que yo había
publicado (durante mi estadía en la FELCN, en su programa televisivo Carlos de
Mesa alabó mi novela histórica ‘Manuel y Fortunato’4, causando asombro entre
los guardias porque el típico detenido en la FELCN no figura como autor de
novelas mencionadas en un programa cultural) y mi carrera profesional. Me pidió
25

que le dijera, entre nosotros, por que, teniendo tantas ventajas y con ingresos
adecuados sin necesidad de traficar, lo había hecho. La respuesta honesta hubiera
sido: “Por anarquista” (y también para manejar mi propio suministro de mari­
huana y no tener que depender de los vendedores que por lo general son gente
incumplida, para no decir peores cosas de ellos) pero si dices eso te encierran por
diez años más como subversivo peligroso. “¿Por qué crees que lo hice?” - es todo
lo que he dicho.
Nosotros (las tres más Jack) fuimos llevados en la tarde del 16 de abril al
Juzgado de Sustancias Controladas, donde aguardamos unas horas en el pasillo
mientras Cannelloni se encerró con los funcionarios. Se debe realizar un sorteo
para asignar el caso al Juzgado Primero, o al Segundo, conocido como más laxo.
Eudora decía que cincuenta bolivianos en la mano de cierto funcionario - ‘es un
manco’ - conseguía el sorteo para el Segundo. Yo le vi pero no pude acercarme a
él y tampoco vi el sorteo mismo que nos asignó al Primero, donde dan mayores
sentencias. Luego Jack fue despachado a la cárcel de San Pedro y nosotras, a
Miraflores, Jenny y Claudina lagrimeando patéticamente, y yo cantando:

I stood befóte íh ejudge íh at day Ese día me presenté delante eljuez


As he refusedme bail Mientras me negaba la fianza
He knew th ai I would spend my time El sabía que iba a pasar mi tiempo
Awaitíng trial in gaol Esperando el juicio en la cárcel
Isaid “There is nojustice!” Dije “¡No hay justicia!”
As they ledm e through the door Mientras me condujeron por la puerta
He said “This ain 't a court ofjustice, son El dijo “Esto no es una corte de justicia, hijo
This is a court o f law! ” ¡Ésta es una corte de ley!”
(B illy Bragg, ‘Rotting on Remand’)4

4 SPEDDING Alison (1 9 9 7 ) Manuel y Fortunato. Una picaresca andina. La Paz: Aruwiyiri.


26

LUEGO EL PROCESO

A Franz Kafka

A pocos días de llegar a la cárcel, la procuradora (egresada de Derecho, empleada


de Régimen Penitenciario, que supuestamente tenía que ir a averiguar sobre los
casos de las internas) nos avisó que habíamos sido pasadas bajo el Artículo 48,
tráfico, el más amplio de la 1008 y el que lleva las mayores sentencias, de 10 a 25
años. Al escuchar esto, Jenny se puso histérica y empezó a gritar que iba a denunciar
a todos mis amigos consumidores de marihuana que ella conocía y también a
diversas personas en Circuata que cultivaban y vendían. Yo me limité a decirle a
su madre que la hiciera callar, pero como suele ocurrir cuando los hijos tienen
mayores niveles educativos que sus padres (a lo menos en Bolivia) Claudina, que
sólo tiene dos años de ciclo básico, resultó totalmente incapaz de controlar a su
hija bachiller y ahora universitaria, y de hecho durante toda su estadía en la cárcel
seguía sujeta a los caprichos de su prole, aunque a la vez le servían como ‘guante’
para varias exigencias frente a mí. Yo no estaba sorprendida debido a mi anterior
conocimiento del expediente. Teóricamente es el juez quien debe decidir bajo
qué artículo uno va a ser procesado, pero en la práctica generalmente aceptan los
artículos propuestos por la FELCN, debido a que la fase de instrucción (donde el
juez recibe declaraciones de los imputados y decide qué artículo penal les
corresponde) es suprimida en los casos de la 10085. Cannelloni había decidido
que los cinco - Jack, yo, Claudina, Jenny y Lucas como prófugo - éramos culpables
de tráfico. En el caso de Jack, fue encontrado más o menos en flagrante con las
dos mujeres, ellas le sindicaron de vender marihuana, yo también, y una mujer
detenida casualmente en el aeropuerto saliendo a Chile con su yerbita y su pipa
en su cartera resultó ser dienta suyo. Ni el fiscal, ni el juzgado posteriormente,
intentó resolver quién decía la verdad referente a las declaraciones contradictorias
de Jack y yo (cada uno decía que el otro le había vendido la yerba con la que fue
encontrado, o más precisamente, él dijo que yo le había dejado en su casa diciendo
que fume tanto cuanto que le guste); más bien, Cannelloni dedujo con referencia
a mi que ‘en su condición de docente universitaria recibía la visita de alumnos a

5 Teóricamente, sólo los ju e ces tienen el poder de ‘tipificar el delito’, es decir, decidir
b ajo qué artículos del Código Penal o de la Ley 1008 un detenido debe ser procesado.
En la práctica, incluso en casos comunes donde se mantiene la fase de instrucción, la
mayoría de las veces los ju e ces simplemente confirm an los artículos señalados en las
diligencias de la FE LC N o la P T J, aceptando los criterios de los policías.
27

los que se reporta fumando en su departamento’,6 y además vendía marihuana en


la universidad. Esto al parecer es una deducción a priori —es docente, tiene yerba
en su casa, sabemos que varios universitarios fuman, ergo ella les hace fumar en
su casa - dado que ningún alumno mío fue detenido con marihuana que yo le
hubiera proporcionado, tampoco habían encontrado alumnos en mi casa en el
momento de la detención, ni hubo testigos de cargo que declarasen que yo vendía
a los universitarios. En base a lo que ‘a voz en coro reportan los comunarios de
Cirjuata [sic]’ y el ‘voz populi’ en Takipata y ‘Cirjuata’, se concluyó que Lucas
sembraba marihuana en los Yungas, Claudina lo traía a La Paz, y Jenny me ayudaba
a distribuirla en la UMSA. Aparte de la declaración de Eudora, el hecho de que
Jenny era mi empleada y limpiaba mi departamento comprobaba que ‘no es posible
que ignoraba la existencia de marihuana’. Se alegó que Jenny viajó a Circuata en
marzo de 1998 - comprobado por la presentación de un pasaje antiguo a ese lugar
donde se ve la fecha de marzo de 1997, en la cual insistía ella, pero esto fue
tomado como negando que viajó en 1998 y por tanto, demostración que se vio
impulsada a mentir porque ‘tuviera conciencia de sus actividades ilícitas’ (de
Claudina, Lucas y yo). Otra prueba en contra de Claudina era el hecho de que su
hermano purgó condena por fabricación de base de cocaína en la cárcel de Oruro:
el mero hecho de tener un pariente preso indica automáticamente que ella estaría
involucrada en lo mismo7. Tampoco importa que ella fuera detenida en un lugar
donde había marihuana mientras él fue acusado de fabricar base de cocaína, ya
que la 1008 no distingue entre yerba, base de cocaína, ‘cristal’ o cualquier otra
droga ilegal (aunque de hecho no conozco que alguien haya sido detenido en
Bolivia con una droga que no es una de estas tres). Hay qué decir que los jueces
incluso se mostraban menos severos que Cannelloni, ya que ellos se limitaron a
pasamos con el artículo 48 y no le añadieron, como él requirió, el artículo 56
(inducción al consumo) con referencia a una de las jóvenes arrestadas en su casa
para Jack y mis alumnos para mí, y artículo 53 (asociación delictuosa y
confabulación) para Jack y yo, y para Claudina, Lucas, Jenny y yo.
Después de la apertura del proceso, los procesados tienen un plazo de

6 Ésta y otras citas en estos párrafos proceden del requerimiento fiscal solicitando apertura
de proceso.
7 Evidentemente, en términos de ‘derechos humanos’, parece ridículo inculpar a una
persona por el delito de su hermano, pero hay que decir que en términos de la sociología
boliviana esto resulta ser un acertado, ya que la relación entre hermanos es muy estrecha;
excepto si el hermano vive en otro país (y aún así, en muchos casos) es garantizado que
la hermana sabe de sus actividades y muy probable, aunque no cierto, que participa en
ellas, no importa si se trata de fabricar base o de vender salchichas.
28

tres días para apelar el o los artículo(s) bajo los cuales serán procesados. Existen
varios plazos de este tipo dentro de los procedimientos de la 1008, aunque no
existen en los procesos por delitos comunes (todo lo que no es 1008) que, en
consecuencia, suelen dilatarse mucho más. Cuando refieren a algo que deben
hacer los procesados, es decir sus abogados, dado que el procesado, legalmente,
no puede hacer absolutamente nada por sí mismo, se los aplica estrictamente,
mientras que cuando se refieren a los jueces o al Ministerio Público frecuentemente
son sobrepasados sin consecuencia alguna. El abogado de Jack, a quien voy a
llamar Perry Masón por su manera de actuar ante el tribunal, apeló alegando que
su defendido era sólo culpable de consumo (artículo 49). Este artículo define
tenencia para el consumo como la cantidad que ‘un perito’ considera que puede
ser consumida dentro de 48 horas. Entre otras cosas, esto representa un modelo
yonqui’ (del inglés junkie, adicto a la heroína) del consumidor. No hay ‘yonquis’
de heroína en Bolivia, pero hay ‘satucos’, ‘yonquis’ de base, quienes muestran la
típica conducta (ver la novela ‘Junkie’ de William Burroughs para una referencia
clásica): consigue una porción de droga, la consume, y cuando ésta se termina,
sale desesperado aunque sea a las tres de la mañana para conseguir más. Es parte
de una conducta donde el drogarse es punto central de su vida y el estar ‘volado’,
o la necesidad apremiante de comprar y ‘volar’ otra vez, sustituye a cualquier
otra actividad. Por lo tanto, sólo compra en pequeñas porciones, lo que aveces se
presenta como un intento de reducir el coñsúmo, aunque si fuera así una vez
terminada la porción no saldría inmediatamente a conseguir más. La marihuana,
en particular, no induce a este tipo de consumo obsesivo, y no es raro que
consumidores que tienen dinero compren porciones grandes (dado que la yerba
es barata en Bolivia, bien pueden comprar medio kilo o más) sólo para su uso
personal, reduciendo así el riesgo y la molestia asociada con el mismo acto de
comprar. Esto no es tomado en cuenta por las autoridades antidrogas, quienes
manejan implícitamente el modelo del consumidor como un adicto, incontrolado,
marginal y al fin enfermo. Las cantidades poseídas por Jack y yo por definición
legal correspondían a tráfico, independiente de la cuestión de si la consumíamos
o no.
Yo quise apelar argumentado que, según las evidencias presentadas, yo
no era culpable de tráfico sino de encubrimiento (artículo 75) - había encubierto
las actividades de Jack, incluso permitiendo que él deposite marihuana en mi
departamento, sabiendo que allí iba a estar a salvo mientras yo viajaba durante un
mes a Inglaterra, dado que yo vivía sola y nadie iba a entrar durante mi ausencia.
Los abogados Caracho no se movían, sino que se limitaron a venir a pedirme la
suma de $US 20.000 ‘y las coimas aparte’. Esto me parecía exagerado, dado que
29

el pago convencional para un proceso hasta la Corte Suprema en Sucre era de


unos SUS 4.000 en 1990, y en 2000 alcanzaba apenas a máximo SUS 5.000. La
colega que me los recomendó habló con su padre y me dijo que yo era la cul­
pable, ellos decían que yo era ‘impaciente’ - es decir, exigía por teléfono que
«tendieran el caso. Yo decidí que ellos no eran defensores adecuados y solicité el
pase profesional para contratar otro. Legalmente, uno puede contratar un establo
de abogados de manera simultánea, pero en la práctica los abogados se cuidan
entre ellos e insisten en que el anterior proporcione el mencionado pase antes de
tomar el caso. Los Caracho insistían que yo les había prometido $US 2.000 y los
hijos Gabacho y Belzebú amenazaron a la Embajada Británica, que tenía
depositado dinero mandado por mi padre, con meterles un juicio en la Cancillería
si no me obligaban a pagar. La Embajada me dijo que no podía enfrentar un juicio
por mi causa (la acusación era que ellos, como intermediarios oficiales, habían
actuado con mala fe al poner a los Caracho en contacto con alguien como yo que
no les iba a pagar) y entonces yo tenía que entregar el dinero. Luego contraté a un
abogado, Leonardo Artiga, que frecuentaba la FELCN, pero él me dijo que ya
pasó el plazo y no pude apelar. Esto era un perjuicio para el proceso en general,
ya que en las siguientes instancias resultó imposible apelar el artículo 75 por no
haberlo hecho al principio y tenía que persistir en el 48. En una ocasión me quejé
a la colega que me había dicho que esos abogansteres me iban a liberar, pero ella
dijo que jamás había alegado que ellos habían sacado a varios narcotrafícantes y
sólo les conocía porque en una ocasión le hicieron devolver en 24 horas la plata
de un anticrético, y tampoco sabía en ese entonces que el padre era ex-preso por
fraude, ahora sí sabía que eran unos delincuentes...
Jenny y Claudina, mientras tanto, seguían en un estado de desesperación
frente a nuestra situación. Repetían a todo el mundo que ‘nunca sabían hacer esas
cosas’, y al parecer lo dijeron tantas veces que llegaron a creerlo ellas mismas.
Ambas insistían que yo tenia la culpa por el hecho de haber conocido a Jack.
Cocinábamos juntas, necesario debido a la cantidad reducida del rancho (ver
Capítulo 1) lo que significaba que yo tenía que pagar todos los gastos para las tres
y además para cualquier presa con quien ellas se hacían amigas y querían compartir.
Las veces que yo me enfadaba y preguntaba “¿Cuántas personas están comiendo
de mi bolsillo?” Claudina gritaba que Fulana había puesto el arroz o la cebolla y
ella no tenía que avisarme sobre eso. Evidentemente una de sus pocas satisfacciones
dentro de la cárcel era manejar mi presupuesto como si fuera suyo y así hacerse la
generosa ante las demás presas, pero yo consideraba que la gratitud de sus amigas
era algo sin valor ni interés. Además Claudina me solicitaba donaciones para sus
hijos que estaban afuera (tiene diez vivos, más dos que murieron como bebés) -
30

para la ropa que necesitaban en los desfiles del 6 de agosto, después para Todos
Santos... yo consentía en eso porque hemos sido comadres desde 1988 y yo
conozco muy al fondo la miseria en que viven como campesinos sin tierra en una
región, como es los Yungas de Inquisivi, que en sí es pobre. También reconozco
que no sólo cuento con dinero mandado por mis padres sino que tengo
oportunidades de ganar dinero haciendo traducciones y consultorías, aún estando
en la cárcel, con ingresos muy superiores a lo que se puede ganar tejiendo chompas
que es la única fuente de ingresos de la mayoría de las internas. Todavía, impulsada
por algún sentido de justicia social (recomiendo a todos que comparten sentidos
similares a mantenerlos en el nivel de la retórica y los ideales y no actuar en base
a ellos), me parecía que no era justo que ellas tengan sólo Defensa Pública y yo
un abogado particular, y contraté a Artiga no sólo para mí sino también para ellas.
Aunque con abogado particular, es imposible que los procesos en Bo-
livia (como en muchas partes del mundo) avancen de otra forma que con su
acostumbrado paso de tortuga. La apelación de la apertura de proceso suele tardar
unos tres meses en ser resuelta, y además intervinieron las vacaciones judiciales
de medio año. En consecuencia, nuestro proceso sólo empezó en octubre. Claudina
y Jenny hablaban con otras presas que les enseñaron la interpretación equivocada
del artículo 75 que es corriente en la cárcel. Dice que procede excepción de sanción
en caso de cónyuges, ascendientes y descendientes. Puede ser, pero sólo cuando
han sido pasados por encubrimiento (y además conozco a lo menos una cónyuge
que igual recibió cuatro años por “encubrir” a su esposo). Las presas creen, no
obstante, que esta excepción se extiende a toda la 1008, repiten ‘marido y mujer
no pueden estar en la cárcel juntos’ y ellas se convencieron de que ‘madre e hija
no pueden estar en la cárcel juntas’.
Artiga, como muchos abogados, se ocupaba más en decir al cliente lo
que éste quiere escuchar que en desengañarle de sus ilusiones, y fomentaba esto
como también la idea de que Jenny podía salir con un habeas corpus (Defensa
Pública ya intentó esto, sin éxito, el día de la apertura del proceso). El hecho de
que ninguno de estos intentos de salir resultaron, entonces, acrecentó su frustración
y por lo tanto mi culpa; Jenny ya ni me dirigía la palabra, aunque hacía llegar sus
demandas de dinero (para tratamientos médicos que resultaron ser ficticios, entre
otros) a través de su madre. Además, ellas concluyeron que si continuaban
detenidas era porque el abogado contratado no estaba haciendo lo mejor que
podía, y decidieron dejarlo para tomar al abogado de oficio que atiende el juzgado
(un geriátrico que, de hecho, murió unas semanas después de dictada nuestra
sentencia). A la vez, Claudina, en nombre de Jenny, exigió que yo le diera el
dinero que tenía presupuestado al pago del abogado privado. Si me lo hubiera
31

pedido de buena forma, al fin probablemente se lo hubiera dado, conociendo su


miseria y las condiciones en que vivían sus hijos, pero ella pensó hacer más
tajante la exigencia cón un chantaje. Dijo que si yo no le daba el dinero Jenny iba
a pedir ampliatoria y presentarse delante de los jueces diciendo que su padre era
quien sembraba marihuana, Claudina la traía a La Paz y yo lo vendía. Aparte del
hecho de que tal declaración sólo hubiera conseguido sentencias más largas para
sus padres y para si misma como cómplice; ya que si no era cómplice ¿cómo
podía saber todo sobre el negocio? Simplemente yo consideraba que no podía
consentir a tal chantaje, porque si lo hacía luego me iban a exigir cada vez más
dinero. Entonces me negué.
No obstante, cada semana, generalmente el viernes o el sábado, Claudina
venía a mi celda para repetir las amenazas, hacerme recuerdo de mi culpabilidad
y volver a pedirme plata. Durante el curso del proceso, cuando las tres teníamos
que salir a audiencia juntas, una de ellas, generalmente Jenny pero a veces
Claudina, se ponía a protestar y decía que no iba a salir, la otra tenía que rogarle
mientras yo esperaba en la puerta y los policías rehusaron llevarme aparte, hasta
que ambas aparecían con caras de llanto y/o furia y teníamos que compartir un
taxi cargado de resentimiento (y pagado por mí, por supuesto) hacia el juzgado.
En una ocasión su desasosiego era tan evidente que la juez relatora,8 Peggy
Altozano, preguntó a Claudina qué le pasó, pero se limitó a sollozar y decir que
tenía muchos hijos y ningún dinero.
De hecho, la época del chantaje empezó en octubre, cuando al fin se
inició el proceso y salimos una por una a las audiencias confesorias. Esta es la
única etapa del proceso cuando al procesado se le permite hablar, en todas las
demás audiencias (donde están presentes todos los procesados más sus abogados)
sólo el abogado puede hacer uso de la palabra. Básicamente se trata de repetir la
declaración hecha en la FELCN más cualquier otro asunto sobre el cual los jueces
quieran preguntar. Varias presas, incluyendo a reincidentes que deberían haberlo
sabido mejor, insistieron que si “te habían agarrado sin nada” (la droga no estaba
en el cuerpo o el domicilio de una misma) y luego decían que eran inocentes
mientras los otros tampoco la sindicaban, una podía ir en libertad inmediatamente
después de las declaraciones confesorias. El hecho de que esto no pasó (ni podía
pasar porque no está en las disposiciones legales) fue lo que les impulsó al chantaje
con la amenaza de que Jenny iba a pedir otra ampliación confesoria y denunciamos
8 Los tribunales generalmente son presididos por un solo ju ez, pero en el caso de los de
Sustancias Controladas hay tres ju e ces, de los cuales uno funciona com o relator.
Supuestamente funciona com o una medida para impedir la corrupción o el tráfico de
influencias.
32

a todos (el procesado tiene derecho de pedir esta ampliatoria si quiere).


Jack había salido primero, ya que él encabezaba el caso, pero sólo hablaba
sobre mí. Adoptando las opiniones de Cannelloni, declaró que él me había conocido
en la universidad, donde unos alumnos me señalaron diciendo “Ella es catedrática
y vende yerba,” antes de repetir la historia sobre cómo yo había depositado la
yerba en su casa para que la guarde y fume durante mi viaje. No dijo nada sobre
Claudina y Jenny porque no las conocía.
En mi declaración confesoria dije que más bien era él quien me vendía
yerba y que nunca le había visto en la universidad porque, siendo un hombre de
45 años y de ninguna manera estudiante, nunca lo frecuentaba, sino que me
encontraba con él en varios locales comerciales o calles del centro. Claudina y
Jenny se limitaron a decir que eran mi comadre y mi ahijada y nos visitábamos
mutuamente, pero aparte de eso no sabían absolutamente nada del negocio de la
marihuana.
Después vino otra piedra en el camino debido a Lucas el prófugo. Por
supuesto, no podía presentarse a las audiencias confesorias porque nadie sabía
donde estaba - aunque en realidad seguía viviendo en Circuata. La FELCN jamás
se esfuerza en buscar a los prófugos y si es que eventualmente caen en manos de
la justicia, es porque siguen en las mismas actividades y son detenidos pero como
parte de otro caso. Sin embargo, él y Claudina creían que era perseguido; por eso
sólo se comunicaban por teléfono o a través dé sus hijos. Ella después me lo
contaba (como parte de otro pedido de dinero - “ve cómo mi marido está perseguido
y no puede mantener a sus hijos y por tanto...”) por ejemplo, “la otra noche él
estaba andando en su moto y un vehículo, segurísimo de la FELCN, le seguía
largo rato por el camino y al fin tenía que meterse a los chumes para escapar...”
Esta primera fase del proceso no puede concluir sin reunir las confesiones
de todos los acusados, a menos que los ausentes hayan sido formalmente declarados
prófugos, pero para eso hay que publicar primero un edicto en un periódico para
notificarles que han sido declarados como tales. Aunque la probabilidad de que
tal edicto llegue hasta campo donde Lucas vive sea casi nula y de todos modos
irrelevante, es un requerimiento 100% formal que se debe cumplir. Es deber del
juzgado hacer público estos edictos pero lo hacen cuando se les ocurre, o sea
tardan meses. Si uno quiere que el caso siga más rápido, uno mismo tiene que
pagar la publicación (generalmente en el periódico ‘Jomada’ que cobra más barato).
Dado que yo suponía que iba a ser sentenciada de todos modos y el tiempo pasado
en el proceso cuenta por el cumplimiento de la pena, a mi no me importaba la
prisa, pero a ellas sí y por lo tanto yo pagué la publicación, aunque el hecho de
que no podía hacerlo de inmediato dentro las veinticuatro horas era otra razón
33

pura protestas y exigencias por su parte. Solo entonces pudimos pasar a la etapa
de Debates.
Bajo la 1008, Debates ocupa veinte días hábiles en los cuales se realiza
un número variable de audiencias. Primero vienen los testigos de cargo,
básicamente la bioquímica que analizó la droga y dice que efectivamente era
cocaína o marihuana, y los ratificantes, policías de la FELCN, generalmente los
que tomaron parte en el operativo (aunque no siempre) y vuelven a describirlo.
Fn nuestro caso no empezaron con la bioquímica sino con uno de la FELCN que
participó en el operativo realizado en la casa de Jack aunque no en la mía. Perry
Masón hizo gala de sus habilidades exigiéndole detalles de la orden de allanamiento
pero él dijo que el jefe del operativo debería conocerlas, el sólo obedeció ordenes
de irrumpir en tal casa. En consecuencia, en la audiencia siguiente la FELCN
mandó a un policía superior que sí conocía la orden y además, a diferencia del
anterior, también conocía la información que ellos tenían sobre cómo Jack vendía
marihuana en el centro de La Paz. Sin embargo, Perry seguía machucando sobre
la orden de allanamiento. Teóricamente, una vez que se ha identificado el domicilio
donde se supone se llevan a cabo estos actos ilícitos, se debe acudir al juzgado,
recabar la orden y recién proceder al allanamiento. En nuestro caso, las órdenes
con las tres direcciones (de Jack, de mí y de Jenny) llevaban dos fechas —18 de
febrero y 20 de marzo. A lo menos con referencia a Jenny y a mí, a partir de las
declaraciones de la misma FELCN era obvio que sólo en el curso del 30 de marzo
se enteraron de nuestra existencia.
La FELCN alegó que ellos sí realizaron vigilancia frente al domicilio de
Jack durante varios días antes de allanarlo, pero esto no es muy convincente; se
supone que si hubieran estado siguiendo sus pasos, hubieran visto por ejemplo
que en la mañana de ese día él me visitó en mi departamento, lo que no aparece en
sus declaraciones. Todo lo que se sabe de los procedimientos de la policía de
narcóticos indica que en tanto reciben una denuncia sobre un domicilio, no se
colocan a vigilarlo sino que van inmediatamente a allanarlo. Hay que concluir
que en realidad el juzgado proporciona órdenes en blanco que los agentes de la
FELCN llenan sólo después de realizar sus operativos (las tres direcciones estaban
escritas a mano en espacios dejados en una orden mecanografiada).
Yo ya estaba con mi abogado número cuatro, Femando Trigo, contratado
en vez de Artiga en base a recomendaciones de Derechos Humanos. Él comentó
que aunque era obvio que la orden no era legal, el hacerlo notar no iba a hacer
nada más que irritar a los jueces; jamás admitirían que se insinué siquiera que
colaboran en prácticas ilegales de la policía.
Después vino a declarar Ronaldo Gaza (el investigador asignado al caso).
34

Él se limitó a decir lo que era cierto, que encontraron marihuana en mi casa pero
no tenían pruebas directas de que yo la comercializaba. Esto no convenía a la
fiscalía y el siguiente ratificante fue el entonces Capitán Rufo Qhatu, que declaró
que en mi departamento había ‘cocaína por doquier’, de hecho una aseveración
completamente falsa y novedosa, que sin embargo los jueces dejaron pasar sin
inquirir por qué tal cocaína no aparecía en los análisis de laboratorio (quizás
porque legalmente no importa de qué droga ilegal se trataba). Aunque antes de
detenerme (como mostraban los actos de operativo) no sabían de mi más que lo
que dijo Jack, Qhatu dijo que efectivamente habían comprobado que yo vendía
marihuana en la universidad. Trigo preguntó dónde estaban estas pruebas y por
qué no estaban en el expediente. Qhatu respondió que se trataba de ‘personas que
por razones de seguridad no querían dar sus nombres’.
Con esto supuestamente terminaron con los testigos de cargo y empezaron
con los de descargo. Jack no presentó ni uno (se supone que no conocía a nadie
dispuesto a declarar que él no era traficante). Yo empecé presentando a una
estudiante de maestría que dijo que venía constantemente a mi departamento a
tratar sobre su tesina y nunca le fue ofrecida marihuana, ni tampoco dentro del
pequeño mundo de la universidad donde se habla de todo había escuchado que yo
traficara con eso. Yo tenía otros testigos esperando, pero después de ella llamaron
a la bioquímica, aunque cuenta como testigo de cargo. Normalmente este es un
asunto de cinco minutos - “¿Era marihuana?” ’“ Sí, era marihuana” - pero Perry
Masón vio otra oportunidad de intervenir. Le interrogaba primero sobre las fechas
en que fueron analizadas las muestras —“Yo no sé por qué mandaron en .esa
fecha, yo las recibo y las analizo, no sé más” —y luego sobre el procedimiento
para incinerar la droga incautada. Ella dijo que cada dos meses, más o menos, se
reúne todo lo incautado en ese lapso, se lo vuelve a pesar para ver que nada ha
sido sustraído del depósito, y se lo quema en presencia del Fiscal de la FELCN y
otras autoridades. En tanto que esto influyera en el caso (Perry no dijo por qué
preguntaba sobre el tema) supongo que se refería al incumplimiento del Artículo
98, que dice que la droga debe ser incinerada ‘dentro de las 24 horas siguientes a
su incautación’ lo que evidentemente no pasó. Pero en los procesos bolivianos
este tipo de errores procedimentales no invalidan el caso (ver Capítulo 4 sobre lo
que sí los invalida y cómo) y de todos modos, la incineración tardía de la droga
no incidía en absoluto en la cuestión central de si Jack era traficante o no.
Seguían otros testigos míos —el cura jesuíta y antropólogo Xavier Albo,
otros alumnos de la UMSA y una colega docente. Albo decía que incluso había
visitado mis lugares de trabajo en los Yungas y nunca escuchó que yo cultivara
marihuana allí, los alumnos que no vendía o invitaba yerba ni en mi casa ni en la
35

l JMSA, y la colega lo mismo; además dijo que una vez estaba en mi departamento
y vio llegar a Jack y yo le dije que era un mayorista de yerba. Esto enfureció a
Jack y Perry que decían en voz baja que ella misma tenía cara de drogada y en voz
alta intentaron infructuosamente hacer suspender la audiencia. Claudina y Jenny
también presentaron un par de testigos, para Claudina el mecánico de motos del
pueblo de Licoma, que declaraba de buena forma sobre cómo ellos eran honestos
cultivadores de papa, aunque las preguntas de su abogado de oficio me parecían
poco útiles - “Di si Jenny es una muchacha respetuosa,” (‘No mucho,” yo hubiera
respondido), “Di si Jenny trabajaba en lo que podía en la ciudad de la Paz,”
(¿incluyendo la venta de marihuana?) y para Jenny un ex-compañero de clase de
su colegio en Circuata, que era fácilmente confundido por la Fiscal Paredes, que
había reemplazado a Cannelloni —“¿Entonces es cierto que no se ve con ella más
que una o dos veces al año y no sabe a qué se dedica en La Paz?”
Con esto los jueces declararon cerradas las sesiones de Debates y se
procedió a citar las pruebas documentales. Para la defensa esto se limitó a numerar
las fojas donde figuraban documentos como certificados de ausencia de
antecedentes policiales y, en mi caso, fajos de testimonios académicos procedentes
de Bolivia, el Reino Unido, Estados Unidos y hasta Japón, once publicaciones en
dos idiomas entre libros y artículos, ciento cuarenta papeletas de pago de la UMSA,
giros bancarios desde Inglaterra y cartas sobre becas recibidas de instituciones
como el Economic and Social Research Council de Gran Bretaña, que hasta el
Fiscal Cannelloni no intentaría presentar como una organización que lava dinero
del narcotráfico, todo esto en búsqueda de comprobar mis ingresos legales.
Se habrá notado que en el curso de Debates no se presentan testigos de
cargo que no sean miembros de la FELCN (como por ejemplo Eudora o las dos
mujeres detenidas con Jack) para que sindiquen en persona a los procesados; si
es que hay tales declaraciones, sólo son presentadas por escrito. Sin embargo,
desde el principio del proceso la Fiscal Paredes había aseverado que iba a
comprobar que yo vendía marihuana en la UMSA. Llegó hasta agitar papeles
representando dicha prueba en narices de Trigo (aunque sin permitir que él los
lea), lo que le preocupó hasta el punto de venir a la cárcel a preguntar si conocidos
míos habían caído a la FELCN. Yo le conté sobre unos tres amigos que cayeron a
la FELCN por motivos triviales y fueron liberados en diversas ocasiones, y dije
que no tenía razones para pensar que alguno de ellos hubiera hablado sobre mí:
de hecho, uno, que vivía en Suri en Inquisivi, fue interrogado sobre mi y después
(1992) yo fui desvestida por los Leopardos en la tranca de Unduavi, buscando un
revólver que yo nunca poseí, en el curso del cual me preguntaron más bien si él
(el amigo) me daba marihuana a mí. “¿No consumes marihuana? Puedes consumir
36

nomás.” “No, no, yo no sé nada.” Resultó que mis apreciaciones era correctas,
porque era en esta etapa de cierre de debates que la Fiscal produjo su famosa
prueba. Consistió en dos líneas en la confesión de un tal Pedro Julián Clavel, co­
procesado de la desafortunada Greta, recibida en el mismo juzgado en julio de
1998 (y por lo tanto, en conocimiento del juzgado durante todo mi proceso, aunque
sólo lo revelaron en este momento que ya era diciembre). Detenido con mari­
huana justamente en predios de la UMSA, al ser preguntado dónde la conseguía
(aparte del concubino de Greta, a quien había denunciado en ese momento)
respondió “De uno medio campesino de nombre Mario, y de una funcionaría de
la universidad que se llama Alison.” Yo nunca he conocido a Clavel, él compartió
la celda de Jack en la FELCN y es de suponer que allí escuchó mi nombre y pensó
que sería conveniente para limpiarse (era otro vendedor callejero que había caído
muchas veces a la FELCN, logrando salir a cambio de información, y cuando le
arrestaron esa vez pensó que denunciando a Greta y su concubino conseguiría lo
mismo; pero esta vez resultó que su suerte estaba acabada, y recibió una sentencia
de ocho años). Además, sólo aquí en la cárcel he sido obligada a utilizar mi nombre
legal de Alison; todos mis viejos amigos en Inglaterra me conocen como Spedding
y en Bolivia, tanto en los Yungas como la UMSA, me llaman Alicia. Enterada de
la declaración de Clavel, hubiera incluido para mis testigos universitarios la
* pregunta “¿Bajo qué nombre le conocían?” Sin embargo, su testimonio, añadido
a lo que hemos ya visto de la FELCN, constituía la totalidad de pruebas de cargo.
Luego intervino un lapso prolongado, debido a las fiestas de fin de año
entre otras cosas, antes de la siguiente etapa que es el requerimiento fiscal, al cual
salimos finalmente en febrero. En Año Nuevo había una borrachera general en la
•' cárcel. Yo permanecía en mi celda pero, pensando ‘No hay que ser tan malo salí
a saludar a Claudina a medianoche. A las cuatro de la mañana, algo mareada, ella
me buscó. “Comadre, yo te quería tanto, ahora eres diferente conmigo.” Yo no
dije nada. Yo le había conocido íntimamente durante más que una década, y fuera
de la cárcel era una buena persona a quien yo estimaba. La experiencia del encierro,
pero, había destrozado todo lo que yo estimaba en ella. Esto, para mí, es una de
las cosas más lamentables de la cárcel. La mayoría de las mujeres aquí no son
parte de una ‘subcultura delincuente’ sino son tipas ordinarias como las que se ve
en la calle todas las días, que se dedican a ganar su vida en circunstancias difíciles
e incluso tratan de llevar una vida moral (por ejemplo, no robar y a lo menos
fingir ser fieles al marido). Pero una vez trasladadas a las circunstancias que se
describen en el resto de este libro, desaparece lo que yo podría haber admirado en
ellas y, quizás equivocadamente, he concluido que esa admiración no era más que
una ilusión y que la realidad de estas personas es el egoísmo cortoplacista, la
37

mezquindad y la ausencia de responsabilidad moral frente a sus propias acciones.


En el requerimiento fiscal, la Fiscal Paredes leyó los años de sentencia
que pidió para cada uno, seguido por una lista de los bienes incautados a ser
pasados al Estado. Mariela Paredes pidió doce años para cada uno de nosotros;
solicitó la confiscación de la casa, el auto, y SUS 40.000 de Jack, mientras en mi
cuso solicitó la confiscación no sólo de unos SUS 17.000 que tenía ahorrados y
los SUS 6.000 del anticrético de mi departamento, sino de SUS 90.000 en otra
cuenta que yo desconocía. Del ‘clan Ticona-Vargas’ (como Cannelloni denominó
a Claudina y su familia) no solicitó la confiscación de nada porque no poseían
nada de valor. En la audiencia sólo se leen las sentencias y las confiscaciones, no
la justificación de las mismas. Los abogados de cada uno después tienen acceso
al expediente durante tres días para preparar sus alegatos. Cuando yo conseguí la
fotocopia del requerimiento pude constatar que la cuenta de los noventa mil, con
número de cuenta y todo, no era mía. Trigo fue a la Superintendencia de Bancos
y ellos comprobaron que tal cuenta no existía. Después el abogado de oficio tenía
que hacer los alegatos para el ‘clan’, lo que no hizo. Ellas me culparon otra vez,
diciendo que según su abogado, Trigo no devolvió el expediente, lo que no era
cierto. Mientras tanto, en marzo ocurrió otro hecho no relacionado con nosotras
pero cuyas consecuencias fueron negativas para todas las que iban a ser
sentenciadas en los siguientes meses.
Gustavo Adolfo Villaroel (nombre real), juez de Sustancias Controladas
en Santa Cruz fue detenido en su bufete en posesión de $US 2.500, producto de
un evidente soborno. Al revisar sus bienes resultó tener una casa que valía unos
SUS 600.000, un reloj de oro con diamantes, y cuantiosas cuentas bancarias,
mucho más de lo que podía justificar con su sueldo de juez. Fue detenido, liberado
y otra vez detenido, y eventualmente en agosto de 2000 sentenciado a 12 años por
extorsión a litigantes. Todos los demás jueces antinarcóticos en Santa Cruz fueron
separados de sus cargos y la Juez Peggy apareció en la televisión diciendo que
ahora los demás jueces de la 1008 tendrían que dar sentencias altas para comprobar
que no eran corruptos. De hecho, los jueces siguen en la mira desde esa fecha, y
por lo tanto siguen cuidando su imagen.
Salimos eventualmente a alegatos, que es cuando la defensa resume las
pruebas de inocencia de sus defendidos. Las mismas ya han sido presentadas por
escrito y la expresión verbal es meramente formal, señalada por el hecho de que,
a diferencia de las demás audiencias donde es difícil escuchar lo dicho por el
luido de la máquina de escribir del funcionario que lo está registrando, no se
preocupa en anotar lo que dicen los abogados. Perry Masón (“Voy a hablar para
justificar los honorarios”) dijo que su cliente era un pobre hombre que necesitaba
38

rehabilitación por su consumo de drogas, Trigo destacó la cocaína inexistente, la


cuenta igualmente inexistente y la falta de pruebas contundentes de tráfico por
mi parte, y el geriátrico dijo que sus clientes eran pobres pero honradas - y el 7 de
mayo de 1999 éramos sentenciados. Jack y yo recibimos 10 años, los demás fueron
absueltos. Se confiscaron todos los bienes mencionados, excepto mis materiales
académicos y los contenidos de mi departamento que, se decía, deberían ser
devueltos, y la Fiscal Paredes dijo que los SUS 90.000 eran un error debido a que
alguien copió en Bolivianos el equivalente de los SUS 16.665 en la cuenta que yo
realmente tenía (lo que no explica cómo apareció con otro número de cuenta, al
lado de los datos de la cuenta genuina). Mi sentencia reza textualmente:
‘Es cierto que la procesada ALISON LOUISE SPEDDING PALLET, fue
detenida en posesión de 2.096 gramos de Marihuana en el departamento... Mari­
huana que se incautó en bolsas de nylon, tela y en una olla de alumno inclusive,
que según [Claudina] y [Jenny] era de propiedad de la nombrada Alison L.
Spedding, refieren además que no le han visto fumar Marihuana sino cigarro y
pijchar coca solamente. También es verdad que la procesada Alison de principio
a fin sostiene que la marihuana incautada en los diferentes ambientes de su
departamento, era para su consumo personal, puesto que en su país de origen
Inglaterra el consumo de marihuana está permitido por ley [¡sic!], razón por la
cual cuando vino a Bolivia seguía consumiendo por cuanto ya era adicta a la
Marihuana, pero que ella jamás se dedicó a la venta y distribución de la misma ya
que no tenía la necesidad de hacerlo. Primero, porque como catedrática de la
Facultad de Sociología de la UMSA, no tenía tiempo y segundo, porque como
docente ganaba sueldo y tenía ingresos extras en Dólares Americanos por diferentes
programas de investigación, además de recibir giros de sus padres desde Inglaterra.
Es decir, que económicamente era solvente y en definitiva no tenía necesidad de
dedicarse a la distribución de Marihuana. Más por el contrario, esta solvencia ;
económica le permitía ocupar su tiempo en la docencia y en la producción literaria.
Extremos éstos que han sido plenamente probados durante el juicio por su abogado
defensor como consta en obrados. Pero, lamentablemente la cantidad de Mari- ;
huana incautada en su domicilio excede la cantidad mínima permitida por la I
segunda parte del Art.49 de la Ley 1008 de 19 de julio de 1988 y el Art.26 del
Decreto Supremo Reglamentario No.22099 de fecha 28 de diciembre de 1988. Es
decir, cuando la cantidad mínima de sustancias controladas permitidas para el
consumo, sobrepasa el límite previsto por la Ley 1008 y su Reglamento, se
considera como TRÁFICO DE SUSTANCIAS CONTROLADAS, en este caso
particular la Marihuana.’
No obstante, mis pruebas de no traficar contaban como ‘PRUEBA PLENA’
39

del delito y por lo tanto se dictó la sentencia de diez años; también se dispuso el
decomiso de $US 16.665 más $US 6.000 ‘por considerarse producto del tráfico
de Sustancias Controladas’. Mis pruebas de ingresos legítimos (sueldos, becas,
proyectos de investigación) sólo contaron para la devolución de $US 4.777 (claro
que no en ese momento, sino al terminar todo el proceso, y de hecho nunca fueron
devueltos) correspondiendo a lo decomisado en la FELCN más otra cuenta
corriente; tampoco importó el hecho de que no se constó con quienes o donde
hubiese traficado para generar el resto del dinero. Tampoco valían para algo los
testimonios académicos, la evidencia de un empleo regular o las publicaciones;
incluso parece que en cierto sentido empeoraron la situación, porque según
referencias los jueces pensaban que si realmente consumía marihuana sería una
pobre enferma, incapaz de trabajar y mucho menos escribir libros; entonces el
hecho de trabajar hacía más probable que sea traficante9. En el caso de Jack la
sentencia era muy breve, limitándose a citar las sindicaciones de las dos mujeres
detenidas con el, mientras los jueces decían que Claudinay su marido eran perso­
nas humildes que se dedicaban a la agricultura y en el caso de Jenny había sólo
‘prueba semi-plena’ (su marihuana falló en la primera prueba) y entonces se debe
aplicar ‘la sentencia latina EN DUBIO PRO REO’. Después de la lectura de
sentencia Claudina fue a agradecer a la Juez Peggy por haberla absuelto y luego
se acercó a mí. Creo que el lector ya no esperará que fuera para decir “Gracias,
comadre, por haber defendido mi inocencia.” No, me dijo “Dame cincuenta
bolivianos, el abogado me está pidiendo para los papeles.”
‘Mis carlancas’, como yo les denominaba, salieron de la cárcel a principios
de junio, después de completar los trámites de salida (para los cuales Claudina
me pidió más dinero y cuando le di doscientos bolivianos, me miró como si le
hubiera dado un sopapo en la cara; creo que pensaba que le iba a dar mucho más).
Claro que sus nombres siguen incluidos en el expediente que siguió su lento
camino por las instancias superiores, aunque ellas ya no participaron para nada.
La Fiscal apeló la sentencia, que de hecho es su obligación legal si la dictada es
menos que la requerida, y yo (o más bien Trigo) respondí pidiendo la absolución
dado que los mismos jueces habían dicho que no cometí el delito. Yo sugerí que

9 El razonamiento ‘condenado si lo hace y condenado si no lo hace’ es bastante común


en casos de la 1008. Si uno trabaja formalmente, no puede ser un drogadicto, entonces
poseía la droga para traficado; si no trabaja formalmente, pues ‘no tiene oficio conocido’
y tiene que ser traficante porque no ostenta otra fuente de ingresos. Si tiene dinero, esto
demuestra que ha sido traficante, y si no lo tiene, esto comprueba que ha debido traficar
para mantenerse. Ver inffa, caso de Delfina, por un ejemplo de una condena basada en
el último de estos argumentos.

\
40

apele argumentando que la tipificación correcta era artículo 75 (encubrimiento, 4


a 6 años) con respecto a Jack, pero él dijo “No se puede, deberías haber apelado
al principio.” Él también me dijo que debería llamar al juez de apelación diciéndole
que yo no traficaba. Me parecía que el juez no tomaría en cuenta tal aseveración
- todos los procesados dicen que no trafican, a lo menos cuando están frente al
tribunal —pero dado que mi abogado me lo dijo, cumplí. El juez primero aseveró
no saber de qué caso se trataba y cuando yo le hice recordar y empezaba con el
relato encargado por Trigo, me colgó el teléfono. La apelación es resuelta en la
Corte de Distrito, sólo en base a la lectura del expediente, sin presencia de
procesados o abogados (las presas creen que no leen los expedientes siquiera, y
el hecho de que Trigo subrayó los puntos centrales de su apelación con tinta
fluorescente, como para llamar la atención a alguien que de otra manera no los
hubiera notado, tiende a apoyar esta creencia). Allí se ratificó mi sentencia el 13
de abril de 2000. El fiscal correspondiente volvió a apelar para que me den doce
años, apoyándose en el informe de la FELCN sobre las semillas que comprobaron
que yo tenía plantaciones de marihuana y también en la declaración de Eudora
que comprobaba que yo era traficante; Trigo respondió solicitando la casación
(revisión y reducción de la sentencia) por no haber cometido el delito y si no,
anulación de obrados por la ausencia del sorteo inicial y el hecho de que el tercero
de los jueces no firmó las actas (yo sugerí incluir como causal de nulidad la
invalidez de la orden de allanamiento, pero el dijo que esto no valdría como
causal, como tampoco valdría las evidentes falsedades de la parte contraria como
los SUS 90.000 inexistentes). El expediente entonces partió camino a la Corte
Suprema en Sucre.
Mientras estuvimos detenidos se mandó congelar mis cuentas bancarias
y su contenido fue trasladado a una cuenta conjunta con la de Jack para esperar la
sentencia ejecutorial (lo que quiere decir que incluso el dinero cuya devolución
se dictó, mientras tanto, seguía allí), incluso después de la sentencia el dueño de
casa no entregó el dinero del anticrético, dado que el departamento seguía
precintado. En la sentencia se nombró al dueño como custodio de las pertenencias
que estaban allí. En un principio se mostraba colaborativo conmigo pero parece
que después de la sentencia la FELCN lo hostigaba constantemente. Él argumentó
que no podía devolver el dinero si no podía dar el departamento en traspaso a otro
inquilino. Eventualmente, en noviembre de 1999 el Juzgado Primero dictó la
incautación de todas mis pertenencias, que incluían más que setecientos libros y
todos los demás manuscritos y otros materiales académicos no incautados por la
FELCN, y mandaron a Bienes Incautados vaciar el departamento, mientras el
dueño depositó los SUS 6.000 en el juzgado. No se me informó a mí ni a mi
41

l^tigHdo sobre esto. Un amigo mío fue a ver el departamento a fines de febrero de
1000, Sólo se encontró con los hijos del dueño quienes le dijeron que había sido
Vielado y otra persona ya vivía allí. No sabían quiénes lo vaciaron, pero llevaron
lodo en una camioneta, decían, menos ‘unos papeles que estaban en las paredes’
ft|ue eran los diagramas de parentesco de toda la comunidad de Takipata, pero
Nene, otra pérdida académica más y ¿a quién le importa más que a mí?) Otra
Rffilgfl fue, encontró al dueño y él dijo que fue vaciado por Bienes Incautados con
Orden de los jueces, agitó las órdenes delante suyo pero rehusó mostrárselas y
menos permitir que se las fotocopie. Yo avisé a Trigo sobre esto pero el no me
§reyó, diciendo “Hay que ver el expediente.” Un televisor y otros objetos
pertenecientes a Claudina y Jenny estaban allí, y dado que para gente de su nivel
económico un televisor de 12 pulgadas, de blanco y negro y de quinta mano,
representa un gran valor, la primera fue donde Trigo pero él dijo “Eso [la
Incautación] es mentira.” Jenny fue y le dijo “No pueden hacer esto hasta [la
lentencia de La Corte Suprema en] Sucre.” En una de las visitas de los jueces los
lábados en la cárcel, yo me quejé ante el Juez Vizcacha, colega de Peggy que
también hubiera firmado la orden, preguntando cómo era que después de dictar la
devolución habían dictado la incautación. El se hizo el desentendido y se limitó a
decir “El expediente está en la Corte.” Eventualmente Trigo consultó los tres
Cuerpos del expediente que estaban en la Corte de Distrito y me mostró únicamente
el inventario de lo decomisado por la FELCN. Seis semanas después de haberme
enterado de la incautación, yo fui llevada casualmente al juzgado como intérprete
pitra un preso tanzaniano.10 Allí encontré un cuarto cuerpo (al parecer, quedaba
en el juzgado de origen para trámites como salidas judiciales mientras los demás
Iban a las instancias superiores) y logré en diez minutos fotocopiar las ordenes de
Incautación. Con eso en mano al fin logré convencer a Trigo que, no obstante sus
'no pueden hacer eso’ sí lo habían hecho. “¡Ah! Quieres decir que son dos conjuntos
de bienes.” “Sí pues.” Así se ve que uno tiene que luchar no sólo con los juzgados
10 Incluso ante el juzgado aseveró ser súbdito británico, lo que no era el caso. Fue detenido
con tres kilos de cocaína en el aeropuerto en 1996 y sentenciado a seis años y ocho
meses. El presente caso se trató del descubrimiento de 2 0 0 gramos de cocaína en 1998,
en una celda en San Pedro donde él no vivía pero estaba parado en la puerta tratando de
cobrar una deuda a los ocupantes en el momento del operativo. Fue procesado junto
con los dos ocupantes de la celda, padre e hijo, también detenidos bajo la 1008, quienes
al parecer le habían involucrado en el caso porque los tres ya eran enemigos desde
tiempo atrás. Una versión de las experiencias carcelarias de esta persona, firmada por
un amanuense australiano que evidentemente sí creyó todo lo que le contó, aparece
com o Y O U N G Rusty (2 0 0 3 ) M arching powder. A true story o f friendship, cocaine and
South A m erica’s strangest ja il. Sydney: M acm illan.
42

y demás instancias, sino también con el abogado; aunque también es cierto que
nada de esto hubiera pasado a una boliviana, porque ella hubiera tenido familiares
al acecho del departamento para impedir la pérdida de bienes que de alguna manera
también son, o podrían llegar a ser, suyos. :
La Embajada Británica fue donde Bienes Incautados, quienes (como*
siempre) indicaron que la culpa era mía: yo debería haber nombrado un custodio¡
más antes, en ese caso ellos no hubieran llevado mis bienes a su galpón en Río
Seco. Es cierto que ellos me dijeron eso a fines de 1998 (cuando también dijeron
que iban a decomisar mi terreno en los Yungas y utilizarlo para construir un
centro para la rehabilitación de drogadictos, relato que seguía circulando en 200
aunque nunca se llevó a cabo) y yo había solicitado a varias amistades que s<
presenten como custodios. Dijeron “Quiero salvar tu biblioteca para la ciencia,
pero no tengo ni para el micro, no puedo moverme” (docente universitaria a tiemp
completo y por tanto con sueldo más que adecuado para el micro); “Si no hay un
orden del juez yo no puedo” (gallina y huevo, si el custodio no se present
solicitando la orden el juez nunca se lo dará); “Tengo que preguntar a mi marido
(otra colega académica que en sus posturas públicas aparenta ser feminista). A
fin una de las ex-integrantes del EGTK, quienes a lo menos ya no temen 1
contaminación judicial (véase Capítulo 4) fue donde Trigo. Pero él dijo que no s
necesitaba un custodio porque ‘no pueden .hacer nada hasta Sucre , y ella n
insistió en hacerse nombrar ‘por si acaso’. Luego el juzgado nombró al dueño d
casa como custodio y yo pensaba que no había más que hacer. Al fin uno de lo
colaboradores del libro ‘No hay ley para la cosecha” 1, el mismo que habí
descubierto la incautación, se ofreció como custodio y con su ayuda Iogr
convencer a Trigo que presentara la solicitud de custodia y dos solicitudes d
devolución dirigidas a Bienes Incautados y la FELCN (que seguía agarrando mi
computadoras y demás materiales, que nadie había visto desde abril de 1998)
Mientras tanto los mismos jueces, (“ ¡Oh! ¡Al fin se ha dado cuenta! ) había
mandado órdenes parecidas. No había respuesta. Yo me quejé otra vez a Vizcacha
que contestó “Bienes Incautados se están resistiendo,” aunque es de notar que n
resisten para nada cuando se trata de ir a recibir bienes o dinero incautados, sól
cuando se trata de devolver. La Embajada volvió a Bienes Incautados que dijero
que ya habían respondido y, una vez que terminaron las vacaciones judiciale
(última semana de junio y dos primeras de julio) mi abogado podía ir al juzgad 1

11 SP ED D IN G A lison y David L LA N O S con la colaboración de Abraham Colque (1 9 9 8


No hay ley para la cosecha. Un estudio com parativo del sistem a productivo y la
relaciones sociales en Chari y Chulumani, L a Paz. La Paz: P IE B .
43

a recogerlo. Sin embargo, hasta la tercera semana de agosto el juzgado no dio


respuesta y tampoco emitió una orden para que el custodio pudiera ir a ver en qué
condiciones estaban los bienes, ya que Bienes Incautados los había llevado como
sea en una camioneta y no había razón para pensar que los hubiera colocado con
cuidado en dicho galpón.12

A partir del 1 de junio 2000, entraron en vigencia elementos del Nuevo


Código de Procedimiento Penal. Entre ellos, había disposiciones con referencia a
la detención preventiva, que es el status de todo encarcelado que no tiene aún la
sentencia ejecutoriada. Si ha pasado dieciocho meses en la cárcel sin llegar a la
sentencia en primera instancia, o veinticuatro meses sin sentencia ejecutoriada,
se puede solicitar la cesación de la detención preventiva y su sustitución por otras
medidas cautelares (generalmente una fianza en dinero o bienes reales, o sino,
garantes personales). Jack Villareal y yo, entre cientos de otros, presentamos
inmediatamente nuestras solicitudes. Hubo mucha tardanza porque los jueces, no
obstante una circular emitida por la Corte Suprema indicando que tales peticiones
deberían ser atendidas en el juzgado de origen y no en las otras instancias donde
se encontrarían en ese entonces los expedientes, alegaron ‘no entender’ como
proceder. La solicitud de Villareal llegó a audiencia el 9 de agosto 2000. Para
mayor desgracia, la Fiscal Paredes ya pasó a la FELCN y había sido reemplazada
en el juzgado por Eduardo Cannelloni que tenía un interés personal en tratar de
conseguir que los individuos que él había pasado de la FELCN siguieran tras las
rejas. Él y los jueces pusieron una fianza de SUS 40.000 para Villareal, pero
Perry Masón apeló a la Corte, donde según Trigo ‘tiene contactos con los vocales’
y fue reducido a Bs. 13.000. Villareal presentó garantías reales (un inmueble en
San Miguel, propiedad de una familiar suya) y salió de la cárcel el 24 de agosto.
El 25 de agosto yo tuve mi audiencia. Mientras tanto, Derechos Humanos
había presentado dos habeas Corpus alegando retardación de justicia en mi nombre
(que según plazos procesales debían atenderse dentro los tres días de su
presentación; o sea ya en junio), pero que fueron rechazadas sin que yo ni mi
abogado (en esa ocasión Waldo Albarracín) estuviéramos presentes; las dos veces
argumentando que tenía que ser resuelto en el juzgado de origen. Luego de esto

12 Para mi sorpresa, cuando al fin pude ir personalmente a recogerlos a fines de 2 0 0 0 ,


habían em balados los libros en ca jo n e s y los demás o b je to s estaban en buenas
condiciones, menos algunos que les hubieran apetecido personalmente, com o dos
chaquetas de cuero, una manta de vicuña nueva, unas m anillas de plata, una máquina
de contestar el teléfono y otros. Sin embargo, a cam bio de este trato relativamente
cuidadoso yo tenía que pagarles B s.- 2 0 0 antes de poder sacar mis bienes.
44

Derechos Humanos presentó un nuevo habeas Corpus ante el Tribunal


Constitucional que finalmente determino que mi solicitud era procedente y por lo
tanto tenía derecho a la libertad provisional. Sin embargo, los jueces sacaron a
relucir esta resolución del Tribunal Constitucional recién durante mi audiencia
de medidas cautelares. Antes de eso ni yo ni Trigo la habíamos visto y es más,
tampoco llegó a ser incluida en el expediente.
No obstante, Cannelloni habló durante una hora y media sobre cómo yo
era una persona totalmente no-idónea y volvió a repetir lo que la FELCN no pudo
comprobar ante el juzgado: que yo invitaba marihuana a mis alumnos y traficaba
en la UMSA; que debería haber sido procesada no sólo por tráfico sino también
por inducción al consumo (artículo 59) por lo cual había que solicitar al CEUB
que me prohíban la enseñanza e incluso la asesoría de tesis en todas las instituciones
de educación superior en Bolivia. También pidió que en este caso mi detención
preventiva fuera sustituida por arresto domiciliario. El arresto domiciliario vigilado
o sin vigilancia, son formas de detención alternativas que aunque existan en la
ley no se dan en la practica (de un lado porque sin vigilancia sería imposible
constatar su cumplimiento y del otro porque si es vigilada implica que el domicilio
en cuestión quede las 24 horas bajo guardia; y por supuesto la policía no dispone
de tantos efectivos y tiene cosas más urgentes de que ocuparse). Los jueces le
respondieron que debido a la autonomía universitaria el poder judicial simplemente
carece de jurisdicción sobre la docencia universitaria y declararon que mi pedido
de libertad era procedente fijando la fianza en Bs. 13.000.
Dado que las decisiones del Tribunal Constitucional son supuestamente
inapelables, se hubiera esperado que yo saliera pronto y eso era lo que reportaron
los periódicos que cubrieron el caso, pero Cannelloni insistió en su derecho al
recurso de apelación. Para darle un barniz legal, pidió que la fianza sea elevada a
Bs. 15.000 (suma a cambio de la cual ya no se puede sustituir con garantes) y
aparte de eso volvió a solicitar que yo fuera expulsada de la docencia y además
me acusó de haber actuado como ‘espía’ cuando el juzgado me pidió asistir como
‘traductora’ en las declaraciones del tanzaniano (Cannelloni ya estaba de Fiscal
en dos de las tres audiencias a las cuales asistí como traductora y en cada una
intentó en vano que me expulsaran de la sala). Antes de que el expediente pudiera
subir a la corte, había que notificarlo sobre la decisión de los jueces en la primera
audiencia (como si no lo hubiera escuchado en persona, pero los juicios en Bo­
livia hasta la fecha eran por escrito lo que significa que lo que se escucha no vale)
y él se fue de viaje, así que con eso y otras taras burocráticas su apelación no fue
escuchada sino el 14 de septiembre. Se rechazaron las peticiones de Cannelloni
(que carecían totalmente de fundamento legal, parece que su único fin era retardar
45

mi salida) y repitieron la decisión en primera instancia, con la misma fianza y las


otras disposiciones - oficiar el arraigo para impedir que yo salga del país, prohibido
salir del país o de la ciudad de La Paz sin permiso del juzgado, y firmar en el
juzgado los días lunes, miércoles y sábado.
Esta libertad provisional, o más propiamente sustitución de medidas
cautelares, es nada más que eso: el caso sigue su camino y si se ratifica la sentencia
en Sucre, se debe volver a la cárcel. Pensando en eso, yo había decidido presentar
dinero y no garantes, aunque los tenía a mano en la primera audiencia. Es cierto
que en la cárcel pude seguir ejerciendo mi profesión, mientras es muy difícil que
una catedrática ejerza siendo prófuga de la justicia, pero no sabía cómo realmente
me iba a sentir frente a la posibilidad de regresar una vez que me hubiera zafado
de la compañía constante y eternamente aburridora de las otras internas, las
imposiciones de Seguridad, los niños chillando, la Radio Chacaltaya... entonces
había decidido que prefería depositar el dinero, aunque representaría otra
contribución a las arcas del Estado cuya devolución no espero ver.
Trigo lo hizo el día siguiente (un viernes). Sólo faltaba que el expediente
volviera al juzgado para oficiar el arraigo, lo que no pudieron hacer hasta que se
resolvió la apelación, y Trigo dijo que yo podría salir ya el siguiente lunes. Pero
los vocales no se apresuraron en firmar el acto de la audiencia, y luego faltó la
lirma del Fiscal de la Sala Primera de la Corte que, junto con otros jueces, se fue
a Cochabamba por motivos que nadie conocía. Un mes después de la primera
audiencia, no obstante la decisión ‘inapelable’ del Tribunal Constitucional y haber
depositado el dinero de la fianza y tramitado el arraigo en Migración, yo seguía
en la cárcel, ya desprovista de visitas (y por lo tanto comida y otros insumos)
porque afuera todos tomaron el ‘saldrá en libertad’ de los periódicos a fines de
agosto como ‘ya salió’.
Finalmente, Trigo me llamó el viernes 29 de septiembre de 2000, después
de dos años y seis meses en la cárcel, a decir que yo tenía audiencia a las 17:00.
Salí apresuradamente de la cárcel para escuchar mis condiciones de libertad -
venir a firmar al juzgado en las mañanas los días lunes, miércoles y sábado de
cada semana, no salir del país ni de la ciudad de La Paz sin permiso del juzgado,
no frecuentar ‘zonas rojas’ (donde se venden drogas en la calle) ni lugares de
expendio de bebidas alcohólicas, ni tener contacto alguno con traficantes de mari­
huana. Firmado mi mandamiento de libertad, volví a la cárcel con urgencia para
encontrar a la secretaria y la gobernadora y entregar los demás documentos - dos
lotos de frente y de perfil, fotocopia legalizada de mi documento de identidad,
ele. - necesarios para salir antes de que ellas se vayan; caso contrario hubiera
tenido que quedarme hasta el lunes. Greta e Irma me ayudaron a sacar mis cosas
46

a la puerta, las cargué en un taxi y me fui por El Alto.


Sin embargo, el proceso no termina. El expediente seguía en Sucre y el
28 de octubre de 2000 el Fiscal General emitió su requerimiento, que era ratificar '
los 10 años para Jack y yo y además sentenciar Claudina, Jenny y Lucas a 10 años
cada uno. Dijo que ‘en el cuaderno procesal existe suficiente prueba de que [yo]
comercializaba la marihuana’ sin detallar qué consideraba como tal prueba, :
dificultando una respuesta. De todos modos, tanto Trigo como Perry Masón se
dedicaron a comprobar que no hubo sorteo de la apelación inicial por parte de
Jack, que el tercer juez no siempre firmó, etc. con fines de obtener la anulación de
obrados. Estas argucias cayeron en saco roto, porque eventualmente se descubrió
que el expediente había desaparecido, impidiendo la ejecución de la sentencia e n :
la práctica y condenándome al limbo jurídico donde sigo hasta el momento de:
escribir este colofón (marzo de 2008), sujeta a arraigo y por tanto imposibilitada
de salir del país, y obligada a firmar en el juzgado cada primero del mes (al
menos, después de casi un año afuera se redujo las tres firmas semanales a estas
mensuales). En ausencia del expediente, no se puede solicitar la anulación del
juicio ni mis condiciones de libertad, y falta ver cómo se podría lograr esto cuando,
en 2011, se cumplirá 10 años después de dictar la (extraviada) sentencia ejecutorial
que debería haber salido en 2001. De veras, la justicia boliviana hace honor a
Franz Kafka.
CAPÍTULO 1

‘OTRO DÍA MÁS EN ESTA MALDITA CÁRCEL...’

EL ESPACIO FÍSICO

Miraflores fue inaugurado como cárcel en febrero de 1997, cuando cerca de 30


presas fueron trasladadas allí desde el Centro de Orientación Femenina, la princi­
pal cárcel de mujeres de La Paz ubicada en la zona de Obrajes. Pero el edificio de
esta nueva cárcel no lo es, fue construido en los años 1950 como una clínica en
‘estilo buque’ que por entonces era el último grito de la moda arquitectónica.
Ocupa un lote de forma triangular entre dos calles y el mismo edificio tiene esa
forma, con un pequeño patio en la punta, al extremo sur, dos pasillos abiertos que
corren a ambos lados del mismo edificio, y un patio en el extremo más ancho al
norte. Las principales modificaciones para convertirla en cárcel fueron dotarla de
tres torres de vigilancia (de ellas sólo se ocupa la del patio principal y la del patio
sur porque la tercera empezó a derrumbarse), una alambrada sobre todo el muro
circundante, y varias rejas, barrotes y puertas de hierro en la planta baja.
La única entrada, un portón metálico en lado oeste del recinto, da a un
vestíbulo que se usaba para ingresar a la planta baja, pero no es utilizado como tal
sino para requisar a visitas mujeres, gradas que suben al primer piso y una tercera
puerta que da al cuarto donde guardias varones registran los nombres de todos los
visitantes y requisan a los varones. De allí se entra al pasillo ‘de entrevistas’, así
conocido porque es donde se reciben las visitas cortas permitidas en días ordinarios,
y pasando por una reja, al patio.
El patio es algo más largo que una cancha de voleibol y posee una red
para ese juego. Contra la pared de atrás hay un cuarto angosto que, hasta que fue
destrozado por el fuego en diciembre de 1999, funcionaba como cocina de internas,
y otro cuarto amplio que es el taller de tejidos. Al lado hay la lavandería con
cinco pozos con agua fría, ocupados desde las 07:00 hasta las 20:00 porque aquí
se lava no sólo la ropa de las presas sino la ropa del servicio comercial de lavandería
que la administración ofrece a clientes externos. Además posee un kiosco,
contratado a la empresa Coca Cola y manejado por una presa con permiso de
Gobernación pero utilizando capital propio, y una gruta con la imagen de la Virgen
de las Mercedes, patrona de todas las cárceles. La mayor parte del patio está
cementado, menos una extensión de tierra que recibe el nombre irónico de ‘área
verde’. Hay un pasillo abierto que rodea todo el lado este y sur del edificio que
permanece cerrado por una reja que se abre solo a las lavanderas que allí secan la
ropa, porque todo este pasillo se utiliza exclusivamente para secar la ropa traída
desde afuera para lavar.
Desde el patio principal se ingresa al edificio a través de una reja que da
a un pequeño patio con dos puertas a los pasillos de los dos pabellones de celdas,
que convergen en forma de V. Las celdas y los baños están en los lados exteriores,
y dos celdas grandes, el comedor y la cocina del rancho1 de las internas ocupan el
espacio entre los dos pasillos. En el pabellón A hay 7 celdas y 2 baños. En el
pabellón B hay 10 celdas y 3 baños, incluyendo un bloque de tres celdas
interconectadas con baño propio y separadas de las demás por otra reja en el
extremo sur (eran laboratorios y depósitos en la clínica, mientras que las demás
celdas corresponden a cuartos para internación de pacientes). Al final de cada
pasillo hay una puerta mayor de hierro. En la convergencia de los pasillos están
las gradas que bajan al sótano, donde se encuentra lo que hasta el 2000 era calabozo
(la antigua morgue convertida en celda de castigo,) y el antiguo garaje de la clínica,
y suben al primer piso. En junio de 2000 se inauguró una celda de aislamiento
para castigadas en el patio sur.
A la salida del pabellón A hay un espacio con dos teléfonos tarjeteros
donde es posible hacer llamadas de corta y larga distancia y también recibir
llamadas. Hay otros dos teléfonos monederos en el patio interior que sólo sirven
para llamadas salientes locales. La punta del edificio es ocupada por una sala
triangular conocida como el ‘hall’, que inicialmente sirvió para recibir entrevistas,
hasta que en 1998 éstas fueron trasladadas al pasillo debido a que una pareja
aprovechó la ausencia de otras personas para tener relaciones sexuales. Este espacio
también ha servido como sala de planchado de ropa, sala de estar y para celebrar
misas los días sábados. Después fue convertido en celda improvisada por la falta
de espacio y las misas y sesiones de culto evangélico tuvieron que realizarse en el
patio o en el comedor. Esto representa la totalidad del espacio disponible para las
internas.

1 ‘ R an ch o ’ es com o se denom ina a los alim entos proporcionados por el Estado y


preparados en común para el consumo de las intemas.
49

Ei primer piso está destinado al personal de Seguridad y la administración


de la cárcel. Por lo general la puerta interna que da acceso desde la planta baja no
eNtá cerrada y las internas pueden subir cuando quieren, excepto en los ratos
cuando Seguridad o Gobernación anunciaban que estas visitas les fastidiaban y la
cerraban durante unas horas o días. Tiene su propia cocina, más amplia que la del
rancho y atendida por una cocinera contratada con la ayuda de dos internas
asignadas mensualmente. Las gradas llegan al lado de la cocina y al comedor de
policías varones; allí también está la oficina de la económa, que se ocupa de la
provisión de víveres para el rancho. El espacio central sirve como comedor de
policías mujeres y también para que ellas jueguen cacho con internas amigas en
las noches, y es amenizado por una televisión a colores. Allí también es donde se
suelen realizar conferencias de prensa o entrevistas periodísticas a internas. A un
lado se encuentra el dormitorio de policías mujeres, al otro el de varones, sus
respectivos baños, un cuarto que a veces sirve para clases (p.e. de computación
cuando las había) pero mayormente está bajo llave, y otro donde se recibe y
entrega la ropa del servicio de lavandería. Al otro extremo están la sala de
odontología y el consultorio donde atienden los médicos asignados a la cárcel, y
un cuarto amplio que sirve como oficina conjunta para el psicólogo, la procuradora
que representa a Defensa Pública, y la trabajadora social, aunque sus muebles se
limitan a unos tres escritorios básicos y unas cuatro sillas.
Las gradas que dan a la puerta principal llegan allí y siguen hasta el exiguo
segundo pis<\ que consiste sólo en una terraza, la sala ocupada por las dos
secretarias y un hombre con el título de Control de Personal cuya tarea consiste
en mirar trabajar a las secretarias, además, la pequeña oficina de la Gobernadora
donde se guardan los expedientes carcelarios de las internas y demás
documentación oficial, y un dormitorio reducido ocupado por ex-intemas salidas
bajo la modalidad de extramuro que tienen que dormir en la cárcel los fines de
semana y también sirvió como celda para una ex-policía detenida que no fue
obligada a vivir con la población (el conjunto de las internas).

LA RUTINA DIARIA

Entre 06:00 y 07:00 se sube la palanca que controla el suministro de luz a los
pabellones de internas y se abren las puertas a los pasillos y el patio. Las internas
asignadas a la cocina del rancho ponen el agua para el desayuno y las otras
asignadas a limpiar los diversos espacios de la cárcel lo hacen. Sobre las 08:00
las internas se han levantado y están realizando la limpieza de sus celdas, tendiendo
50

sus camas y peinando sus cabellos mientras las cocineras distribuyen el desayuno:
- dos panes (procedentes de la panadería de la cárcel de Obrajes, cargados de (
bromato y casi incomestibles) y una taza de té, café, cocoa o mate siempre saturado
de azúcar. Algunas internas se quedan a tomar su desayuno en el patio, otras lo
hacen en sus celdas. A las 08:30 todas salen al patio para responder a la lista. Las
policías pueden revisar las celdas y pasillos y también el peinado de las internas
y toman nota de las desgreñadas o de los espacios no limpiados: el castigo,
típicamente, es lavar frazadas del dormitorio de policías, lo mismo que por no
salir a la lista. Los días sábados la lista se retrasa hasta las 09:00 para dar tiempo
a una limpieza especialmente pulcra.
Los días lunes, miércoles y viernes a partir de 08:00 hay una sesión de
educación física con un profesor que viene de afuera. Supuestamente es obligatorio
(de hecho, el reglamento penitenciario así lo indica) pero hasta castigos como
cambios de celda o suspensión de visitas no han logrado más que una participación
minoritaria en los ejercicios. Algunas de las mujeres van al taller de tejidos donde
una profesora imparte cursos de tejido a máquina y a mano, y a veces de corte y
confección; hay unas tres máquinas de tejer y una de coser. Otras cocinan para sí
mismas o para la venta (una tiene permiso para venta de comida), lavan ropa,
visitan a otras en sus celdas, realizan algunas artesanías (mayormente tejido a
mano con palillo o crochet, a veces costura o pintura en tela) y, por supuesto,
miran televisión. Se pueden mirar hasta cuatro telenovelas por día, en la mañana,
a mediodía y dos en la noche. Las internas también se dedican a peinarse, cortar
y teñirse el pelo, a ponerse bases y similares con otras presas a quienes pagan por
ese servicio o con la peinadora que contrata la administración (pero pagada también
por las mismas presas).
A las 12:00 hay que salir al patio para otra lista y luego hacer fila para
recibir el rancho. El almuerzo que se da de rancho es una sopa y un segundo: sopa
de arroz, fideo o de trigo y de segundo un plato como ají de fideos o saice (el
típico almuerzo que se encuentra en toda pensión barata de cualquier pueblo
andino de Bolivia). La cantidad del rancho es reducida porque el pre-diario
asignado por persona es apenas 1.50 Bs (más 0.50 ctvs que corresponde al té y
pan) y, dado que no es entregado en efectivo sino la ecónoma recibe los víveres
de una proveedora nombrada por Régimen Penitenciario que es cancelado
mensualmente, el valor real se reduce a 1.30 Bs porque la proveedora incrementa
los precios argumentando que la paga tarda en llegar.
Muchas presas toman una siesta después del almuerzo, o siguen con las
actividades mencionadas. A las 17:00 pasan la tercera lista del día. Como en los
otros horarios, en la práctica puede realizarse en un horario que varia entre diez
51

minutos antes de la hora citada hasta 20 minutos o una media hora más tarde,
según la inclinación de Seguridad, y las presas tienen que están al acecho porque
si salen tarde o no salen les ponen falta y serán castigadas. Después se sirve el té,
igual que el desayuno pero sin pan. Esto es la totalidad de alimentación
proporcionada y es insuficiente, por lo tanto las presas tienen que cocinar para si
mismas con víveres que compran o hacer traer comida desde fuera. Algunas juegan
voleibol a esta hora, con participación de policías masculinos y femeninos. Un
grupo de internas se sienta en el patio pequeño para mascar coca y fumar
(supuestamente se prohíbe fumar en las celdas); se prohíbe la entrada particular
de coca aunque su consumo está permitido porque otra presa tiene permiso de
Gobernación para su venta. Como las demás ventas, se dice que hay que pagar
una renta a Gobernación para el privilegio y para proteger su monopolio se
decomisa lacoca traída desde fuera. A las 22:00 todas deben estar en sus celdas
para la última lista del día, que muchas veces se retrasa hasta 22:30 o más, sobre
todo si Seguridad está jugando cacho, y se cierran las puertas de los pabellones.
Después de esa hora no se debe salir de la celda excepto para ir al baño, aunque
algunas lo hacen para tomar alcohol y fumar entre amigas. Seguridad generalmente
no vuelve a bajar excepto si sospechen que están tomando o haciendo otra cosa
indebida: si alguna se siente mal, golpea la puerta y les llama. A las 23:00 se debe
bajar la palanca de luz y todas deben permanecer en oscuridad y silencio, aunque
muchas veces se deja la luz hasta 00:30 o más tarde, si alguien lo ha pedido para
poder mirar una película o si Seguridad se olvida.
Los días de visita son jueves, domingo y feriados, cuando se permite a las
visitas entrar al patio principal y quedarse allí el tiempo que quieren entre 10:00
y 17:00. No deben entrar al edificio y mucho menos a las celdas: sólo cuando
llueve se les deja entrar al hall (cuando no era celda), comedor y pasillos, y deben
salir inmediatamente que cese el aguacero. El rancho se reduce a un plato de sopa
en estos días porque se considera que vamos a cocinar para nuestras visitas o si
no ellos van a traer comida, aunque de hecho muchas presas no tienen visitas o
éstas no traen comestibles. Se suspende la lista de las 12:00. Todos los demás
días hay ‘entrevistas’, visitas cortas supuestamente limitadas a una media hora
(si los policías de la puerta se ocupan en fijarse) entre 10:00 y 12:00 y 15:00 y
17:00. Se restringen al pasillo descubierto, incluso si está lloviendo o granizando.
Las únicas interrupciones en esta rutina consisten en una versión reducida
del calendario festivo anual. En Año Nuevo hay un baile durante toda la noche
con pernocte de visitas. En Carnaval se juega con agua y suele haber algunas
actuaciones cómicas y un baile en la tarde. En todos estos casos si hay
amplificación o hasta orquesta es financiada por una cuota levantada entre las
52

internas. Hay otro baile el Día de la Madre (27 de mayo) y en 1998 se permitieron
visitas en la noche de San Juan con venta de ponches pero en 1999 se suspendió
eso. El 24 de septiembre, Virgen de las Mercedes, es la fiesta patronal de todas
las cárceles, el Día del Preso. Puede haber una serenata para la Virgen, por ejemplo
con mariachis, en la víspera. El día de la fiesta hay misa y procesión y breves
actuaciones de tropas folklóricas - generalmente una comparsa de morenada para
las de pollera (todos los años) y otra d? caporal para las birlochas (1998),
acompañada por una cullaguada en 1999 y sustituida por tinkus (el baile de moda)
y waka waka en 2000. Se nombra una preste entre las internas que se ocupa de la
serenata, sirve una comida a todas y proporciona colitas o cualquier otro agasajo
que ella quiere. La entrada es seguida por un baile general con orquesta, o
amplificación, según la capacidad de gasto de la preste. Como en toda fiesta, se
toma e incluso se emborracha, aunque esto está estrictamente prohibido y
Seguridad a la vez anda detrás de las evidentemente mareadas y oliendo las botellas
de refresco en las mesas. Mientras en 1998 se admitió que estaban tomando y
dieron tolerancia ‘siempre que no hagan escándalo’ el control se fue fortaleciendo
y por el 2000 se suspendió el festejo del Día de la Madre, expulsando a las visitas
y la amplificación a las 19:00 en tanto que se encontró una botella de refresco
preparado con trago, aunque había permiso para bailar hasta las 22:00. En Navidad
hay otro baile similar; tradicionalmente se permite pernocte de visitas en todas
las cárceles en Nochebuena y esto se dio en 1998, pero igualmente en 1999 ya fue
cortada en Miraflores y el baile se terminó apenas pasada la medianoche. En las
cárceles de varones tanto en los días de visita como en las fiestas, los visitantes
circulan libremente por la cárcel y pueden entrar y encerrarse con los presos en
cualquier celda, pero en Miraflores incluso cuando hay pernocte Seguridad limita
la presencia de visitas a los espacios públicos, prohibiendo su entrada a las celdas
excepto cuando se trata de las madres o los hijos de las internas, con el fin de
evitar que las presas tengan relaciones sexuales con visitas varones. Como se
verá, un componente esencial de la cárcel de mujeres es un disciplinamiento es­
pecial que consiste en imponer la identidad femenina correcta a las reclusas y
prohibirles conductas permitidas a los varones, que van desde estar despeinado
(‘un hombre puede estar despeinado, sucio, pero vos eres mujer’) hasta ser
borracho y sexualmente promiscuo.
Otro elemento exclusivo de las cárceles femeninas son los llamados
oficios. Mientras los presos varones tienen cocineros contratados por Régimen
Penitenciario para preparar su rancho, porque aunque detrás de las rejas el varón
tiene derecho de nacimiento al servicio doméstico, el rancho de las mujeres es
preparado por presas asignadas: dos para las internas, y dos (ayudante de la
53

cocinera, que en realidad hace casi todo el trabajo, y copera que tiene que estar
disponible todo el día para servir desayuno, ‘saxra hora’ en la mañana, almuerzo,
lé y cena cuando Seguridad, Gobernación y el personal administrativo lo deseen)
en la cocina de administración2. Otros tumos mensuales corresponden a la limpieza
de los pasillos exteriores y patios, los comedores de internas y policías, las oficinas
de Gobernación y Defensa Pública, los dormitorios de los policías y demás espacios
públicos, y sacar la basura a la puerta tres veces a la semana cuando llega el
camión de deshechos. La administración proporciona cera y virutilla para lustrar
los pisos de sus oficinas, pero aparte de eso todos los demás materiales (escobas,
baldes, trapos, lavandina, etc.) tienen que ser proporcionados por las intemas. Se
dice que las nuevas deben realizar oficios durante sus primeros seis meses y que
cada interna tiene que realizar el oficio de cocinera de internas a lo menos una
vez. Sin embargo, esto no se cumple. Algunas ‘descansan’ incluso en sus primeros
meses; algunas nunca llegan a la cocina; algunas siguen realizando oficios después
de años en la cárcel (a veces como castigo) o repiten el mismo oficio dos o tres
veces. Las policías que están de tumo el último o penúltimo día del mes elaboran
el rol de oficios para el mes entrante. No se guardan los roles anteriores para
constatar quién ha hecho o no cuales oficios y al parecer la lista se basa simplemente
en quién ha caído mal a la sargento de tumo en las semanas pasadas o ha tenido
alguna falta de ‘conducta’. Algún reclamo (‘yo ya he hecho la basura tres veces’)
generalmente resulta sólo en ser asignado a otro oficio más desagradable que el
reclamado.

ECONOMÍA CARCELARIA

Cuando una nueva interna ingresa al penal, recibe un colchón reglamentario, una
almohada delgada y un catre. Esto es la totalidad de provisiones. No se utiliza
uniformes como en algunos países, no se proporciona ropa de cama (frazadas o
sábanas) y tampoco vajilla. Todo esto, más cualquier otro objeto que se desee
utilizar-como por ejemplo un televisor-tiene que ser proporcionado por la intema
misma, como también su dieta suplementaria. Por lo tanto, es necesario obtener
algún ingreso. Las únicas oportunidades ofrecidas por la administración misma
son los permisos de venta - kioscos de refrescos, comida cocida, coca y cigarro,

2 En la cárcel de San Pedro algunos presos sin recursos trabajan com o cocineros a cambio
de un sueldo exiguo, pero no son asignados de forma obligatoria a este servicio por
parte de Seguridad.
tarjetas telefónicas, una única tienda de abarrotes, los cuales la interna tendrá qu
operar con su propio capital y dependiendo de alguien que compre los insuma
afuera (sólo la Coca Cola trae los refrescos sin necesidad de que la encargada s
ocupe de eso) - y el llamado ‘beneficio de lavandería’. Hasta el 2000 había un
administradora contratada por Régimen Penitenciario (en base a un vínculo sexuí
con un funcionario y no su competencia; aunque estudiaba Administración d
Empresas era incapaz de manejar las cuentas sin pedir ayuda a alguna interna coi
bachillerato) que recibía la ropa de los clientes externos, la registraba y asignab
a una lavandera, la recogía, cobraba al cliente y eventualmente pagaba a 1
lavandera. Luego fue reemplazada por una interna que se ocupó de todo eso
Aunque a los clientes se cobra 6 Bs. por docena de ropa lavada y planchada, 11
lavandera sólo recibe 4 Bs. porque 2 Bs. va a Régimen Penitenciario. j
En Obrajes3este ingreso de la lavandería se destinaba a una caja chic¡
para gastos internos (mayormente pasajes de taxi para que los funcionarios vayai
a las oficinas de Régimen Penitenciario o similares, pero debería también serví
para gastos de mantenimiento como por ejemplo arreglos en la instalación eléctrics
o de plomería) pero bajo la gobernación de la Capitán Braulia Morón, Miraflorei
resultó incapaz de administrar este dinero y fue pasado directamente a Régimet
Penitenciario. Posteriormente bajo la siguiente Gobernadora, Teniente Shirlej
Vega, la administración volvió a la'cárcel, pero no se llegó tampoco a saber e
destino de esta plata. La gobernadora aseveró que servía para gastos médicos d«
internas sin recursos, pero las presas no conocían casos de personas cuya!
curaciones fueran pagadas de esa fuente.
Inicialmente la lavandería estaba abierta para quien quisiera, ya qu<
realmente una tiene que estar sin recursos para por tan mísera paga pasar todo e
día lavando en el agua fría de La Paz, pero en 1999 Seguridad lo asumió come
otra prebenda que ellas asignan por turnos y también quitan si, por ejemplo, uní
lavandera les ‘falta el respeto’ o no cumple en algo que no se relaciona con li
lavandería (por ejemplo, no quiere hacer educación física). Trabajando 10 o 12
horas al día es posible ganar hasta 300 Bs. al mes lavando ropa. También lavan
para otras internas y en este caso reciben 6 Bs. por docena para ellas. Muchas
veces este dinero es compartido con otra interna que se encarga de planchar (1.50
Bs. por docena) porque sin ayuda no cumpliría en.la fecha de entrega al cliente.
Las eventuales detentadoras de los permisos de venta también tienen que
pagar una suma mensual a la gobernación; una que vendía coca y cigarros en

3 No he estado en la cárcel de O brajes, los datos sobre ésta proceden de referencias


orales recogidas en M iradores.
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2000 dijo que pagaba unos 80 Bs. al mes, mientras una que logró ocupar el kiosco
durante 6 meses en 1998 (normalmente los permisos deben cambiarse cada 3
meses) aseveró cancelar 120 Bs. por semana a gobernación, aunque quizás quería
decir por mes.4 Tampoco se conoce el destino de estos dineros. Cualquier otra
forma de conseguir ingresos depende de la misma interna.
Solo una minoría de las internas tienen familiares que les mandan dinero,
y muchas más aspiran conseguir un amante que hiciera lo mismo, pero la mayoría
lo que más tiene son familiares que les piden dinero (es decir, hijos). Si tienen
maridos, éstos con frecuencia también están en la cárcel o las han abandonado
(muchas veces porque solo se trataba de una relación casual de convivencia más
que de una unión conyugal estable), o las consideran culpables por haberse hecho
detener y no les dan nada. Son contadísimos los maridos que estando libres dan
algo a sus mujeres; ya es un gran logro sólo conseguir que las sigan visitando.
Además, si son presas de la 1008, es probable que en caso de poseer casas, cuentas
bancarias u otros valores (que representa sin embargo otra minoría) éstos hayan
sido decomisados por Bienes Incautados.
Muy pocas tienen alguna calificación profesional que podrían ejercer
dentro de la cárcel (de hecho creo que yo, que he dirigido un proyecto de
investigación y hecho una consultaría y diversas traducciones detrás de las rejas
de Miraflores, era un caso único). Para la mayoría, la única opción de ingreso es
el tejido. Tejen para otras internas, para las policías, y si tienen suerte, logran que
gente de afuera las contraten para hacer chompas, cubrecamas de brocheta y otros
trabajos. El mercado para tejidos manuales en La Paz está totalmente saturado y
estas mujeres no tienen acceso ni al asesoramiento (sobre colores y estilos de
moda) ni a los contactos que les permitirían vender en los mercados de moda
donde mejor se paga. Así, quizás les paguen 60 Bs. por una chompa que han
tenido que tejer desde mañana hasta altas horas de la noche durante toda una
semana, incluyendo el costo de los materiales. Algunas pintan manteles, con
diseños que a mi parecer son sumamente vulgares - peces que se besan, mujercitas
chinas estereotipadas, botellas de whisky, motivos convencionales para Navidad

4 La interna en cuestión estaba involucrada en múltiples tratos corruptos con la


administración de la época y en general se supone que el cobro mensual por permiso de
venta es menor que el que ella citó y puede variar según la persona en cuestión. Las
intemas se quejan de que los permisos no se otorgan en base a necesidad - por ejemplo,
una que ya va a cumplir su sentencia y necesita ahorrar algún dinero para cuando salga
- sino en base a préferencias personales y, se sospecha, coimas. Es cierto que la mayoría
de las detentadoras de permisos no quieren mencionar cuánto tienen que pagar por mes
a Gobernación.
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- y poseen contactos que permiten venderlos en un precio adecuado, aunque no i


de manera permanente. Sólo algunas que son costureras calificadas tienen clientes ;
externos establecidos y logran trabajar regularmente.
En las cárceles de varones hay varios talleres - Chonchocoro tiene todo
un edificio dedicado a este fin - y además los varones dominan una gama más
amplia y rentable de artesanías, como zapatería, carpintería y trabajo en cuero,
pero en Miraflores aunque una quisiera ejercer tales actividades no hay lugar :
disponible. En adición, la división del trabajo tradicional en la artesanía es que el ¡
hombre fabrica y la mujer compra los insumos y luego vende el producto; este \
esquema se adapta bien a la posición del hombre preso, pero no a la mujer.
En el 2000 finalmente se abrió la galería, una tienda para la venta de
artesanías que estaba gestionándose desde 1998, ubicada en lo que antes era el ;
garaje de la clínica en el sótano con entrada de la calle en el lado opuesto a la
puerta principal (que significa, entre otras cosas, que la mayoría de los visitantes ;
ni lo veían). La tardanza se debía a que había que reunir fondos para estantes, ,
para un letrero, etc. La pintura y el arreglo del local fueron realizados gratis por ]
las internas. El letrero, de Vidrio pintado, fue pagado por fondos reunidos en una
kermés realizada en 1999 y supuestamente costó 800 Bs., aunque una interna que ¡
conocía unos que hacían letreros opinaba que su valor sería de unos 300 Bs. y se j
suponía que lo demás fue dividido entre la .Gobernadora y la entonces delegada ]
representante de las internas. Allí se ofrecen los tejidos, manteles y demás. Un ]
artículo que se vende bien son las ‘chambritas’, especie de saco tejido para recién ]
nacidos. Se tarda unos 4 días en tejer una de éstas que viene en conjunto con su í
gorrito. Un cono de lana sintética que cuesta 20 Bs. basta para 4 chambritas. j
Cada una se vende en 20 Bs. y se entregan 18 Bs. a la tej edora (como de costumbre, í
no se sabe dónde van los 2 Bs. - ‘para la que vende [una interna ya por terminar j
su sentencia, por lo tanto se supone que no va fugar a la calle por la puerta abierta]
será’. Calculando un costo de 5 Bs. para material, la ganancia es de 13 Bs., o sea, ;
3.25 Bs. por día de tejido. Una interna que hacía este tipo de prendas afuera
comentaba que allí ella vendía en 25 Bs. o más, así que las compradoras que
acuden a la galería para ‘ayudar’ a las presas están llevando una ganga, mientras
la tejedora gana bastante menos que una jornalera agrícola cosechando coca en 1
los Yungas de La Paz (ella ganaba 10 Bs. o más por día en 1998), que no representa j
exactamente un miembro de una aristocracia obrera. ]
Hay intentos por parte de algunas organizaciones de beneficencia, j
principalmente la Pastoral Penitenciaria (la Iglesia Católica) de ayudarles, dándoles j
materiales para hacer por ejemplo muñecas y ocupándose de la venta. La idea es í
que inicialmente se les regalan los materiales, se paga el trabajo, y la artesana !
57

utiliza ese capital para hacer un segundo conjunto de muñecas hasta acumular
una suma de unos SUS 100 que le permitirá financiar su propia actividad, pero en
la práctica estas internas ‘viven al día’ y no son capaces de ahorrar sino gastan el
dinero en tanto que lo reciben, generalmente pagando la comida que han recibido
al fiado de la que vende o pequeños préstamos recibidos de otras internas. Por lo
tanto no lograron conformar empresas auto sostenidas. Lo mismo pasó con una
máquina de coser regalada. Fue utilizada para un curso de chamarrería (las internas
hacían cada una una chamarra de cuero, cuyos materiales tenían que pagar, y
ninguna compró más materiales para seguir en esta rama, quizás porque el curso
no llegó al nivel de poder realizar trabajo en cuero sin la ayuda del instructor) y
para hacer cubrecamas acolchonadas infantiles para la venta. No se cobró por el
uso de la máquina y cuando se rompió un componente no había con qué pagar la
reparación y quedó fuera de uso. Esta es la misma historia de muchos proyectos
de desarrollo en Bolivia: se instalan (por ejemplo) paneles solares que suministran
luz eléctrica en el campo, pero un año después resulta que los beneficiados han
vuelto a utilizar velas o mecheros de kerosén porque se rompió un componente
del panel, ellos no sabían cómo repararlo y de todos modos, la velita cuesta 0.30
ctvs y está en la tienda de al lado mientras el componente está en La Paz y cuesta
más que 0.30 ctvs. Es decir, no basta dar una oportunidad a los desafortunados,
hay que llevarles permanentemente por la mano.
La otra oportunidad consiste en realizar servicios dentiífcie la cárcel. Las
presas de clase media, al igual que afuera, generalmente no realizan sus propias
tareas domésticas, sino pagan a otras para que cocinen, laven y limpien. Pagan
para que otras hagan sus oficios: 30 Bs. por mes para barrer o limpiar, hasta 90
Bs. para la cocinera. Se paga 1 Bs. al día para la limpieza de una celda, un baño de
internas o el pasillo del pabellón (todas estas tareas son distribuidas de manera
rotativa por las mismas internas, aunque vigiladas por Seguridad). Sin embargo,
esto va en contra del fin generogógico (si me permiten el neologismo) de los
oficios y la Capitán Morón nos sermoneó sobre cómo debemos realizarlos en
persona:
‘[Una de clase media, presa por estafa] no sabe pelar una papa... todas
somos mujeres, cuando llegamos a casa nuestros maridos quieren comer. Tenemos
que saber cocinar.’
Se logró que otra presa de clase media (presa por la venta de pasaportes
bolivianos falsos en Kuwait) cocine personalmente y luego haga el oficio de
copera en persona pero después otras volvieron a pagar. Al íin el pago por oficios
cumple un fin esencial de redistribución de ingresos dentro de la cárcel y varias
presas pobres viven de eso. En 1998 había otras presas que ganaban vendiendo
58

zapatos, ropa interior y similares a las demás, pero conforme que aumenta el
número de presas la actividad comercial dentro de la cárcel se ha ido
empobreciendo. Se debe al hecho de que casi todas las que llegan no tienen ingresos
desde fuera, entonces el dinero de las pocas que sí los tienen y que proporciona el
‘combustible’ para la economía interna tiene que circular entre más personas; por
lo tanto, ya no se pueden vender cosas con precio sino cada vez más la venta tiene
que ajustarse a un mercado pobre. La vendedora de comida en un principio
preparaba ‘platos extras’ en 12 o 15 Bs. pero por el 2000 esto se rebajó a platos
comunes en 5 o 6 Bs. y sopas en 2 Bs. y la venta de prendas de vestir básicamente
desapareció. El surtido de la tienda de abarrotes también se hace cada vez más
limitado, quedando reducido a papel higiénico, azúcar, arroz y fideo más algunos
insumos de limpieza cuando antes incluía jugos en polvo, enlatados, remedios
como antigripales y aspirina, etc. También es necesario tener ‘carácter’ para vender
en estas condiciones, ya que casi todo piden al fiado, si se lo negaría de plano no
tendría venta, pero si una no es capaz de obligarles a pagar se pierde el capital y
entra en bancarrota (esto ha pasado a varias que intentaron meterse a vender
comida). Uno de los motivos porque algunas internas quisieran ser trasladadas a
Obrajes es que allí hay unas 300 presas y con ellas y sus visitas (más los 60 hijos
que viven allí) hay oportunidad para múltiples puestos de venta y también varios
talleres artesanales, posibilidad de trabajar en la panadería y similares.

LOS DELITOS POR LOS QUE ESTÁN

Miraflores es una cárcel de alta seguridad, el equivalente de Chonchocoro para


varones. En consecuencia el control interno es más estricto que en Obrajes y en
señal de su ‘peligrosidad’ cada vez que salen a audiencia las internas tienen que ir
enmanilladas. Esto conduce a suponer que allí serían destinadas las reas por
crímenes violentos, con mayores sentencias o las procesadas por delitos que reciben
mayores sentencias, las reincidentes o las que se han fugado de otras cárceles.
Este no es el caso. Parece que se destina a una mujer a Miraflores por decisiones
aleatorias de los jueces. Sólo hay tres que se han fugado, todas presas por
narcotráfico, y una de ellas eventualmente fue devuelta a la misma cárcel de
donde fugó (Palmasola en Santa Cruz, la cárcel boliviana que más fugas tiene).
Apenas hay cuatro o cinco que están por asesinato (dos de ellas por ‘asesinato’ de
bebés, al parecer hijos de los hombres con quienes se concubinaron) y otra de
ellas (asesina de su marido) igualmente fue devuelta a Obrajes que era donde
empezó su condena; hay muchas más asesinas en esa cárcel de baja seguridad.
59

I lay una sola presa ‘política’, miembro de la organización peruana MRTA, y ella
no participó personalmente en el crimen en cuestión (el secuestro de Samuel
Doria Medina) si no que estaba viviendo como exiliada en Cochabamba mientras
el secuestro ocurrió en La Paz (según ella, fue detenida y procesada como una
especie de sucedáneo de su marido que sí estaba en el secuestro pero no fue
capturado). Más de la mitad, no importa su crimen, son presas primerizas y no
reincidentes, incluso la mayoría ni siquiera tenían antecedentes policiales antes
de ser detenidas y remitidas aquí. Algunas han sido remitidas de Obrajes o de San
Sebastián (Cochabamba) por mala conducta.
Como en todas las cárceles bolivianas5, la mayoría, en este caso entre
70% y 80% están por la 1008 (Ley de la Coca y Sustancias Controladas), la ley
notoriamente draconiana y anticonstitucional6 promulgada en 1988. Casi todas
son vendedoras o consumidoras-vendedoras de poca monta, detenidas con gramos
y no kilos; apenas una docena serían narcotraficantes ‘grandes’, incluso si se
adopta un límite muy bajo para lo que es ser ‘grande’ - digamos, con cinco kilos
por arriba. Varias están por ‘tráfico’ de precursores, que quiere decir que fueron
encontradas en las cercanías de algunos bidones de ácido sulfúrico, amoniaco u
otro utilizado en la fabricación de cocaína (no es necesario comprobar que
realmente iba a ser utilizado por ese fin y mucho menos que ellas mismas lo iban
a vender o utilizar para eso). La mayoría están por base de cocaína y, con menor
frecuencia, cocaína cristalizada, con unas pocas por marihuana, pero esto no incide
ya que la 1008 no distingue entre ‘drogas duras’ y ‘drogas blandas’. El número de
detenidos de la 1008 es más elevado debido a que no existe la fianza juratoria
para acusados bajo esta ley sino que todo detenido es mandado inmediatamente a
la detención preventiva en la cárcel, lo que significa que tienen que quedar tras
las rejas entre un año y dieciocho meses, que es el tiempo que suele durar la
primera etapa del juicio. Después, algunas son absueltas, mientras las demás
reciben sentencias también elevadas - es típico que se de ocho años por ‘suministro’
y diez por ‘tráfico’ a pesar de las cantidades reducidas de droga involucradas

5 Y también en las peruanas: el narcotráfico es el delito más frecuente, y predomina entre


las presas mujeres. En la cárcel de Yanamilla, en Ayacucho, en 2 0 0 7 la distribución de
delitos era com o sigue: entre varones, 1% terrorismo, 16,8% delitos contra la propiedad,
18,3% delitos sexuales, 4 2 ,3 % narcotráfico, 2 1 ,6 % otros; entre mujeres, 5 % delitos
contra la propiedad, 8 0 % narcotráfico y 15% otros. La Senda. Ayacucho, 6 -2 0 marzo
2007.
6 E sta ley ha recib id o num erosas c rític a s ju ríd ic a s pero el punto b á sico de su
anticonstitucionalidad es que ignora la presunción de inocencia del acusado. E l hecho
de ser encontrado con sustancias controladas basta com o prueba de tráfico, suministro
60

(por ejemplo, una recibió 8 años por 6 gramos de base y otra 10 por 58 gramos
entre cocaína, base y marihuana). En comparación, las sentencias para otros delitos
son menores - Marita Siles recibió 6 años y 4 meses como responsable del colapso
del Banco Boliviano Americano, aunque esto causó la pérdida de cientos de miles
de dólares, afectando a un número elevado de depositarios. Como consecuencia,
es la 1008 la que llena las cárceles.
Hay un reconocimiento implícito de la naturaleza política de la 1008 en
el hecho de que todas la demás presas, que no son de la 1008, son denominadas
‘comunes’. Aparte del puñado de asesinas y la del MRTA, están por diversos
delitos económicos: falsedad material e ideológica, estafa, estelionato*7, giro de
cheque en blanco, ocasionalmente robo. Sus sentencias son menores (la ‘Falsa
Verónica’ recibió 4 años por estafar SUS 40.000 en la venta fraudulenta de acciones
de RTP) y, como dos secretarias detenidas por su parte en un escándalo de
corrupción en Derechos Reales en La Paz, pueden salir con fianza juratoria
relativamente baja (SUS 2.000 para cada una de ellas). También pueden salir si
consiguen el desistimiento de la parte contraria, es decir la persona o la empresa
estafada. Sin embargo, dado que tanto las estafadoras como las asesinas han
cometido actos que van en contra de la moral cotidiana, es casi imposible conseguir
que cuenten la realidad de sus crímenes. Las asesinas se ponen histéricas con la
mera mención de ‘esa palabra’ (asesina) mientras las estafadoras siempre aseveran
que era ‘su amiga’ quién prestó el dinero y luego escapó dejándolas como garantes,
o sino que ellas no vendieron la propiedad en cuestión si no todo era una conjura
falsa urdida en su contra. Una estafadora profesional que engañó a alguien en la
suma de $US 150.000 sí se alababa por haberlo hecho y ‘no estar aquí para dos
kilos de droga’ pero, quizás por motivos comprensibles, no explicó exactamente
a quién o cómo extrajo esa suma. Una de las pocas que admitía que ella realmente
adeudaba el dinero en cuestión lo hacía, al parecer, porque el origen del mismo
era ilegítimo (y por lo tanto, no era malo haberse prestado y no devuelto): el
prestamista era un oficial en la Policía de Tránsito que le pasaba a ella ‘lo que
ganaba en el Tránsito’ - se entiende, el producto de coimas - hasta llegar a SUS
10.000. Luego pidió su devolución pero ella sólo devolvió SUS 4.000. El mandó

(etc.) sin necesidad de comprobar la realización de tal acto. Igualmente, cualquier dinero
o bien que posee el acusado es automáticamente decomisado com o ‘procedente del
narcotráfico’ y de él o ella depende el comprobar el origen de sus ingresos. Incluso,
aunque presenta tales pruebas (papeletas de pago, giros bancarios con origen legítimo)
esto no es aceptado com o prueba y sus bienes pasan a manos del Estado.
7 Estafas realizadas con bienes raíces, típicamente la venta de una casa o terreno que no
pertenece a la persona que lo vende.
61

policías con una orden de apremio a su casa. Ella dijo que les iba a acompañar
pero primero se pondría una falda en vez de su buzo, volvió a entrar y escapó por
la puerta de atrás. “Después de eso ¿acaso yo le iba a pagar?” El acreedor respondió
enjuiciándola y llegó a Miraflores.
Es cierto que algunas de estas mujeres son víctimas de la debilidad del
crédito institucional en Bolivia. Para obtener un préstamo de un banco es necesario
tener bienes para hipotecar, garantes personales solventes o sino tener contactos
personales con los gerentes del banco, que significa ser miembro de la oligarquía
(y ha sido causa notoria del colapso de varios bancos en los años 1990).
Ultimamente el ‘microcrédito’ se ha puesto de moda entre las ONGs, pero son
realmente micro - préstamos escalonados de 300 Bs. para tres meses, luego 600
Bs.... entonces alguien que no tiene bienes ni contactos personales y quiere
prestarse $US 5.000 se ve obligado a recurrir a un usurero. A cambio del préstamo
se pide un cheque con fecha posterior. En algunos casos, la desesperación de la
que busca dinero es tal que incluso consiente en entregar un cheque firmado con
la suma en blanco que luego es llenado con un valor superior por el usurero.
Cuando ella no devuelve la plata, el usurero presenta el cheque que gira en
descubierto y ella va a la cárcel. Otras detenidas por estelionato representan odios
familiares - una anciana que, cuando vivió su marido, vendió un terreno que
tenía que ser herencia de srfhijo. Cuando murió el padre y el hijo descubrió que
ya no había su herencia, hizo detener a su madre. Otra anciana poseía un terreno
en el barrio paceño de Bajo Tacagua. Presumiblemente urgida por alguna necesidad
apremiante de dinero, lo vendió a alguien en SUS 2.000 pero, como es frecuente
entre las clases bajas, sólo hicieron un documento privado y nunca completaron
las formalidades legales de transferencia. Tiempo después, ella encontró otro
comprador dispuesto a pagar un precio más elevado conforme con el valor real
del terreno y se lo vendió - para ser denunciada y detenida por parte del primer
comprador. Ella se quejaba de lo injusto de su acto porque ella le había ofrecido
devolver sus SUS 2.000 pero evidentemente él no quiso deshacerse de una compra
tan ventajosa. De hecho, casi todas las presas ancianas están por delitos de
propiedad - vender terrenos que no son suyos, dar en anticrético una propiedad
hipotecada o vender una casa que habían dado en anticretico sin devolver el dinero
al anticresista, mientras otra más joven resultó detenida porque ella había heredado
una cása de su abuela. Ella vivió en Rurrenabaque y su padre aprovechó de su
ausencia para hipotecar la casa en nombre de ella y gastar el dinero así obtenido.
A lo menos ella salió pronto de la cárcel porque logró comprobar que ella nunca
participó personalmente en la transacción.
62

BREVE PERFIL SOCIOLÓGICO DE LAS INTERNAS

Como es de esperar, la mayoría de las internas son bolivianas y entre ellas


mayormente de La Paz, aunque hay alrededor de una media docena de orurefias,
un número similar de cruceñas y algunas cochabambinas. Hay cuatro extranjeras
de origen europeo (una italiana, una israelita, una surafricana blanca de habla
materna afrikaans, y yo), otras latinas (una mexicana, una brasilera, una
paraguaya) y otra media docena de peruanas. Todas las extranjeras están por la
1008, menos la militante de la organización peruana Movimiento Revolucionario
Tupac Amaru y otras dos peruanas que estaban por haber obtenido pasaportes
bolivianos falsos.
La mayoría de las internas tiene entre 20 y 40 años de edad. Casi todas
son, o han sido, casadas y/o concubinadas, y tienen hijos; aparte de una solterona
mayor de 60 años (como todas en este rango de edades, con una excepción,
estaba por un crimen asociado con los bienes inmuebles - la no-devolución del
dinero de un anticretico), las cuatro europeas y un puñado de menores de 25
años, todas, incluyendo varias menores de 25 años, son madres, o si su matri­
monio resultó estéril (dos casos) criaron a sus sobrinas. Sus niveles de educación
formal son bajos, pero no más bajos que los de la generalidad de las mujeres
bolivianas de edad y extracción social parecidas. Las mayores de 35 años, si
son de extracción rural, sólo han cursado el ciclo básico y en casos ni eso; las
de esa edad si son de origen urbano pueden haber ‘pisado el colegio’ pero no
hasta obtener el bachillerato.
Entre las menores de 35 hay más que han llegado al colegio, aunque otras
igualmente tienen sólo el ciclo básico. Una minoría posee el bachillerato y aún
menos han llegado a la universidad; todas la abandonaron antes de obtener el
título de licenciatura, o siendo egresadas, mayores de 30 años y madres, no han
presentado sus tesis todavía pero no consideran q ill hayan abandonado
definitivamente el estudio (yo era la única excepción a ella regla). Los tratados
de criminología suelen opinar que la falta de educaoión formal conduce al cri­
men, y es por este motivo que la ‘rehabilitación’ en la OáTOil enfoca programas de
alfabetización o cursos como CEMA que ofrecen un biehllicrnto acelerado para
los que no terminaron el colegio, pero el vínculo caUül no será válido para la
población de Miraflores; la mayor parte de la poblaOÜfl boliviana tiene niveles
educativos similares, no superiores a las encarcelada») ¡Ub^l© nivel de educación
formal dificulta la comprensión del proceso legal y, d4j|ÍQUl los abogados, sobre
todo de la Defensa Pública, no se esfuerzan en a rn ^ p M I buena defensa si la
procesada no es capaz de exigírselo, empeora su situflilfA llgnl (ver Capítulo 4).
6:

Con referencia a la ley 1008, el Comisión Andina de Juristas (1994:76)'


llega a aseverar que ‘el grueso de los detenidos son campesinos’. Es posible que
bajo este rubro incluyan a todos los que nacieron en comunidades campesinas
Quizás la mitad de las internas nacieron en el área rural, o tenían origen provincianc
(aquí incluyo a una hija de un ex-patrón de Ambaná y la nieta de un ex-patrón d<
Sorata) pero casi todas, en el rato de su detención, ya vivían en ciudades o pueb
los comerciales (como Desaguadero) y desde el punto de vista de sus comunidades
serían consideradas ya ‘residentes’ y no campesinas. Apenas unas dos eran más i
menos campesinas todavía en ejercicio y hasta ellas se dedicaron a varios tipos
de comercio, es decir ya no eran campesinas a tiempo completo. Algunas de las
residentes seguían vinculadas a sus comunidades hasta el punto de mantener tierras
allí, en manos de ellas - ‘ese día [de su detención] mi marido tenía que ir {
sembrar papa’ - o, en un caso, de su hija y yerno; esto generalmente significa unt
inserción inestable en la economía urbana que exige la búsqueda de ingresos
complementarios en la agricultura. Los lugares de origen tienden a ser los
conocidos por un nivel elevado de actividad comercial y mercantilización poi
parte de sus habitantes, como Viacha, Umala, Laguachaca, las provincias
yungueñas (4 de los yungas de Inquisivi más 1 del valle de esa provincia, 1 de
Ñor 'fungas y 2 de Sud Yungas) y de mucho contrabando (Carangas - la párentele
afín de una que fue detenida junto con su cuñado, Turco, 3 de Corque en Oruro)
Sus actividades laborales son igualmente típicas de las mujeres populares
de Bolivia. Todas trabajaron fuera de la casa, costumbre universal en estos sectores
debido no sólo a la necesidad de ingresos o la ausencia del marido sino a un
concepto de la mujer casada como alguien que puede y debe trabajar, viende
como vergonzosa e incómoda la condición de ‘estar esperando el sueldo del
marido’. Dos de las migrantes rurales trabajaron como empleadas domésticas
‘cama afuera’ aunque dentro de la cárcel ser empleada era considerado como un
oficio degradante (otras lo utilizaron como insulto). La ocupación más común es
comerciante, generalmente en los ramos menos capitalizados - venta de comida
cocida o de café, de verduras, de fruta, arroz y plátano, de ropa usada. Éstas
generalmente estaban por la 1008; comerciantes más capitalizadas (ropa importada
nueva, librecambista) están por delitos ‘comunes’ generados por deudas no
pagadas, aunque algunas de la 1008 tenían negocios de mejor nivel, como una
heladería en Santa Cruz y luego una acción en una cooperativa aurífera al lado de
Tipuani, o la venta de ropa colombiana en Santa Cruz. Hay unas artesanas,

8 COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS (1 994) Drogas y control penal en los Andes. Deseos,
utopías y efectos perversos. Lim a: Comisión Andina de Juristas.
64

mayormente costureras que es casi la única forma de artesanía accesible para


mujeres, algunas calificadas en corte y confección y otras empíricas que sólo
saben hacer un tipo de prendas (‘yo hacía centros [enaguas], de otras cosas no
entiendo casi’). Otra colaboraba con su marido en la fabricación de artículos de
cemento (lavanderías) mientras su hermano, también detenido por la 1008, era
radio taxista. Una operaba un taller de serigrafía en la Garita de Lima y también
era prestamista, recibiendo joyas como prenda. Unas cuatro (tres de la 1008, una
por asesinato) eran prostitutas de manera intermitente o más profesional; la asesina
(en realidad cómplice de asesinato, sus chulos extorsionaron y mataron a un
abogado cliente suyo) era una meretriz de calidad. Una de las consecuencias de
esta inserción mayormente en la llamada ‘economía informal’ es que dificulta la
presentación de pruebas de ingresos legítimos, certificados de trabajo y otras
evidencias que puedan servir como defensa en el juicio. Raras veces tienen un
empleo asalariado; una de las pocas bachilleres era empleada de una tienda de
fotografías (era la del valle de Inquisivi, concretamente del pueblo de Inquisivi,
que señala un origen social algo superior a una nacida en una comunidad
campesina). No hay profesoras, aunque los maridos de algunas eran profesores^
Dos de clase media habían sido funcionarias públicas; el delito de una de ellas
(provisión de pasaportes falsos vendidos en Kuwait) dependía directamente xje
su cargo en Migración, mientras la otra era acusada de suplantar a la dueña de un
terreno para venderlo en beneficio suyo, que no tenía que ver con su cargo en el
Ministerio del Interior, aunque ella alegaba que un alto funcionario, tío del estafado
en la venta falsa, era responsable de urdir el caso en contra de ella.
Hay una característica de las presas que sí las distingue de la población
en general: hay un porcentaje elevado de huérfanas de uno o de ambos padres, y
también de hijas de padres divorciados o separados. Esto es válido tanto para la
1008 como por los casos comunes. Cajias (1978: Parte II, capítulo 5)9 consta que
los estudios criminológicos en los países del Norte citan niveles más elevados de
orfandad o de padres divorciados entre la población carcelaria que la población
en general. La explicación que él proporciona es que tales familias no dan una
orientación moral adecuada a sus hijos, o sino la madre viuda trabaja fuera del
hogar y por lo tanto es negligente en la formación de sus hijos, mientras la deserción
o el divorcio de los padres provoca ‘odios familiares y resentimientos... tensiones
emocionales infantiles y juveniles’ (op.cit.: 235) que conducen a la criminalidad.
Esta perspectiva sobre la familia es muy convencional; también asume que las
disposiciones legales coinciden con la moralidad y por lo tanto, si uno actúa en

9 CAJIAS Huáscar (1 9 7 8 ) Criminología. 4a edicipn. L a Paz: Editorial Juventud.


65

contra de la ley es porque uno tiene una conciencia moral deficiente. Corresponde
a la imagen del encarcelado como un antisocial que pertenece a una ‘subcultura
delincuente’ que rechaza los valores de la sociedad convencional. Esto no es el
caso de las mujeres en Miraflores, que como se verá en su mayoría aceptan los
valores convencionales. Además, en los países europeos de donde provienen los
datos de Cajias predomina la familia nuclear, entonces la pérdida de uno o de
ambos padres puede marginar al hijo. En Bolivia, aunque las unidades domésticas
en su mayoría son nucleares, la familia extendida es el contexto principal de la
interacción social y del apoyo y la colaboración económica. Aunque la muerte o
el divorcio puede separar a la hija de sus padres, raras veces es alejada de la
parentela más amplia, y se mantiene el contacto con hermanos, primos, tíos y
demás parientes, incluyendo suegras y cuñadas; aparte de extranjeras cuyas
familias no estaban en condiciones de visitarlas, apenas había una o dos presas
que al parecer realmente no tenían contacto con familiar alguno. Muy pocas se
ven obligadas a mandar sus hijos a Aldeas Infantiles u otra institución caritativa,
sino que casi siempre son recogidos por miembros de la parentela. La separación
familiar es más bien señal de su origen social, de sectores desestructurados del
campesinado y el proletariado informal urbano (cuenta propistas) donde la
inestabilidad económica fomenta la inestabilidad familiar, y la precariedad de la
vivienda y la alimentación, condiciones laborales muy duras y poco acceso al
tratamiento médico aumentan los niveles de mortandad; otro señal de esto es que
varias procesadas cuyos padres no eran divorciados, no obstante, escaparon de la
casa siendo adolescentes debido a malos tratos y a la falta de recursos económicos.
66

UNAS HISTORIAS DE CASO

Todas estas historias tratan de procesadas de la 1008. La mayoría fue recolectada


de eventuales compañeras de celda, donde había ratos en que sólo las dos nos
encontramos allí, estando las otras que vivían en la misma celda ocupadas en
otras actividades, y era posible aprovechar esa privacidad relativa para hablar de
asuntos personales. Debida a la prevalencia de procesadas de la 1008 en
Miraflores, en el curso de dos años sólo dos veces compartí una celda con una
presa que era ‘común’ y sólo durante ratos cortos. En otras ocasiones logré algunos
datos personales de presas ‘comunes’ pero, a mi parecer, cuando llegaban a hablar
del delito o delitos de que eran acusadas, sus versiones se volvían muy difíciles
de creer. Por ejemplo, si estaban por estafa dijeron que alguna ‘amiga’ fue la que
realmente recibió la plata y escapó sin dejar huellas, mientras la interna estaba
sólo como garante y fue detenida cuando no se pudo encontrar a la realmente
culpable. Es posible que esto pudiera pasar a una en una ocasión, pero cuando se
escucha un relato de este tipo en la boca de alguien que está por cuatro casos de
estafa, es difícil creer que hubiera sido tan ingenua en cuatro oportunidades
distintas.
En los casos de asesinato, si no rehusaban de plano mencionar siquiera
su delito, todo lo que la interna decía sobre su caso refería a las personas malvadas
(su suegra...) que le habían metido a la cárcel por motivos de venganza personal,
o si no la historia tan conocida de cómo el culpable era el co-procesado, jamás
ella. Sólo la prostituta cuyos chulos habían matado al abogado estaba dispuesta a
mencionar el caso, y eso porque parece que sí era cierto que ella no mató, sino
sólo sirvió como cebo para la víctima. A la vez, sin embargo, su carrera de meretriz
implicaba que prefería ocultar los detalles de su vida fuera de la cárcel. En suma,
la falsedad o elaboración idealizada o censurada evidente en partes de sus
testimonios me desanimó de seguir intentando obtener versiones algo completas
de sus vidas. En contraste, aunque la negación del delito no era ausente entre las
de la 1008, estaban más dispuestas, si las circunstancias eran apropiadas, a
presentar una versión más o menos fidedigna de sus actividades. Aparte del hecho
que yo también era ‘del gremio’ y por tanto, habrían sentido menos vergüenza a
hablar del tópico conmigo, me parece que esto se debe a que, aunque el tráfico de
drogas es notablemente ilegal y un discurso de condenación del mismo existe a
nivel de instancias públicas, el acto de vender drogas en sí no es rechazado por la
sociedad. No es raro ver casos de linchamiento de ladrones callejeros en barrios
67

populares o en mercados, pero jamás se ve una muchedumbre intentando linchar


a las que venden sobres de base en la plaza de Alonso de Mendoza1. Por lo tanto,
la procesada por delitos contra la propiedad o contra la persona, que sí son objeto
de un rechazo generalizado, intenta negar o disfrazar lo que ha hecho, y parece
que esta mentira habitual (que en casos parece haberse internalizado hasta el
punto de no ser percibida como mentira por la que la cuenta) se extiende a otros
aspectos de su vida que conforman el contexto donde surgían los hechos
delictuosos. La combinación de estos factores ha dado lugar a que las únicas
historias de caso que me parecen bastante completas y creíbles como para incluirlos
aquí son de procesadas por tráfico de drogas. Otro factor que da mayor fundamento
a estas historias es que, siendo ‘del gremio’, varias de ellas se habían conocido en
sus tratos fuera de la cárcel y esto permitió cierto grado de triangulación de sus
versiones.

Irma: ‘Por veinte bolivianos estoy aquí’


Nacida en 1967 en Tembladerani, La Paz. Sus padres también eran de la ciudad
de La Paz. Su madre murió en 1974. Después de eso su padre ‘me ponía madrastras’
quienes le pegaban. Como consecuencia no estudió más allá que quinto básico,
se dedicaba a frecuentar los ‘chojchos’ (discotecas populares), y se ‘casó’ (es
decir, se concubino) a los 14 años con un joyero, con quien tuvo cuatro hijos, el
mayor de 18 años en 1999. El joyero ganaba bien, le daba joyas y bailaron en la
fiesta del Gran Poder, pero le fue infiel con su cuñada (esposa del hermano del
esposo). Irma, siendo de vestido, se disfrazó de pollera para seguirle en sus
andanzas y cuando confirmó la infidelidad, ella le abandonó, aunque estaba
embarazada de su hija (que tenía 11 años en 1999). El marido negó la paternidad
de esa hija y se fue con los tres hijos mayores, todos varones, a Cochabamba. Ella
se juntó con su segundo marido, de oficio ladrón de autos y extremadamente
celoso, con quien tuvo una pareja de mellizos, dos hijos más y un mal parto, pero
todos murieron (‘les faltaban pulmones’). En 1994 el marido le quemó con kerosén'
en el curso de un ataque de celos, dejándole con cicatrices permanentes en la cara
y el cuerpo. Después él entró a San Pedro como preso común. Ella se mantenía
como lavandera y tenía un puesto nocturno de café (de la medianoche a las seis
de la mañana) en la plaza Pérez Velasco. También vendía café en Alasitas y otras
ferias, ponches en la víspera del 16 de julio y similares. Fue detenida en diciembre
de 1997 al salir de San Pedro en posesión de ‘bolitas’ (de base de cocaína), que1

1 ‘Zona ro ja’ (conocida por la venta callejera de droga al detalle) en el centro de la ciudad
de La Paz.

1
68

tenía que entregar a ‘una señora de pollera’ que salió antes e iba a pagarle 20 Bs.
por el servicio. La cantidad de droga, según la FELCN, sumaba 15 grs., y bastó
para que después de 10 días fuera remitida a la cárcel. Fue sentenciada a 5 años y
4 meses. Dice que uno de los ‘taxis’ (presos que actúan como guías de visitantes)
de San Pedro la denunció (en esa cárcel la mayoría de los taxis participan en el
extenso tráfico de drogas que hay dentro del recinto). Vivía en un cuarto en
anticretico de SUS 700 en Tembladerani, el cual no fue precintado ni confiscado
por Bienes Incautados, aunque el dueño ahora quiere que resuelva la situación
porque el marido suele llegar allí muy borracho. Irma tenía su hija con ella en la
cárcel hasta enero de 1999 cuando todos los hijos mayores a 6 años fueron
obligados a salir; entonces la chica fue a vivir con sus tíos maternos. En la cárcel
se mantiene lavando ropa de afuera y la mayor parte de su conversación es sobre
las disputas que tiene con las otras lavanderas. Aparte de eso se dedica a mascar
coca y tomar alcohol que hace meter de contrabando con la ayuda de su hija y
pequeñas coimas a los guardias de la puerta. Su marido la abandonó después de
unos meses de reclusión. El trabajaba como zapatero en la cárcel, le daba dinero
y preguntó “¿Para qué has hecho eso [llevar base]?” Casi no recibe visitas y
expresa con amargura que, cuando su hermana vino a Miraflores, no la visitó a
ella sino a otras presas que conocía de la cárcel de Obrajes, donde tambiéncumplió
una sentencia de 4 años bajo la 1008.

Solange: Un Caso De Movilidad Descendiente


Solange nació en 1959. Su abuelo materno era hacendado en Consata. Su madre
se enamoró de un campesino y los dos huyeron juntos, obligando a la familia a
casarles. La madre ‘hizo estudiar’ al padre y ambos salieron como maestros.
Enseñaron en varias escuelas rurales. Solange fue la menor de sus tres hijos (los
mayores son un varón y una mujer) y la educaron en un internado de monjas en
Sorata. De allí hizo un semestre en la Facultad de Derecho de la UMSA, donde,
siendo ‘una persona muy sensible’, desarrolló una afición a la cocaína, la cual
mantiene hasta ahora. A sus 18 años se casó y tuvo tres hijos en rápida sucesión:
en cuanto nació el tercero, se separó del marido, quien según ella en realidad sólo
se interesaba por el dinero de su familia. Evidentemente no salieron tan mal parados
de la Reforma Agraria, porque aparte de unas actividades intermitentes como
profesora de alfabetización, dice vivir de ‘una pequeña herencia de su madre’ y
ella y sus hermanos poseen terrenos en Santa Cruz (estos sí fueron incautados por
la FELCN).
Es aficionada da la filosofía de Kalil Gibran que dice ‘es alucinante’, lo
mismo de La Biblia que lee constantemente en la cárcel. Cuenta que cuando le
69

hicieron una histerectomía en 1989 ella estuvo clínicamente muerta por 5 minutos
y tuvo un encuentro personal con Dios. Su operación fue motivada por un cáncer
del cual dice que se curó tomando ajo y limón cada mañana. También cuenta
cómo su hijo menor soñó con extraterrestres y luego como ella se encontró con
ellos en una flota. Es decir, tiene una típica ideología hippie; OVNls, medicina
naturista, misticismo, etc.
Hacia finales de los 1970 su madre se metió en negocios dudosos y en
1982 fue detenida con 156 kilos de cocaína y SUS 4.000. Pero como este infortunio
ocurrió antes de la 1008, fue más fácil arreglarlo, aunque su costo (SUS 90.000 at
juez) acabó con las reservas familiares. A cambio consiguieron una sentencia de
2 años y ‘con internaciones’ en una clínica la sacaron de la cárcel después de 8
meses.
Tiempo después Solange se concubino con un argentino con antecedentes
de drogas. En febrero de 1999, fue detenida con él en posesión de unos 3 grs. de
cocaína (que según ella, para la FELCN pesaba como 5 grs. porque estaba en un
tubo de vidrio) y ‘una cantidad similar’ de marihuana. Dice que un hombre que
conocía a su concubino fue detenido y llevó a la FELCN hasta su departamento
alegando que ella y su pareja le habían vendido droga. A cambio de esta denuncia
el hombre fue soltado.
Solange dice que ellos fueron ‘pasados’ por rehusarse a dar el nombre
de su proveedor, aunque también dice que la FELCN quiso mandarla a un instituto
de rehabilitación y que fue ella quien se negó diciéndoles que quería dejar de
consumir cocaína. Sabía que en un instituto no iba a hacerlo y pidió ser mandada
a la cárcel ‘para rehabilitarme’. Dice que por eso sólo le pusieron ‘tentativa de
suministro’, el policía le dijo ‘es lo menos que te puedo poner’.
Después de 22 días en la FELCN llegó a la cárcel con ideas bastante
utópicas sobre lo bien que se iba a relacionar con las otras presas, aseverando ‘yo
no tengo prejuicios de clase’; aunque los términos en que trata a las demás (“Yo
no soy de tu clase,” “Tiene cara de empleada”, “estas indias”) tienden a desmentir
esto. Esta actitud empezó a cambiar cuando fue confinada en el calabozo (celda
de castigo en el sótano) por pelear con otra presa y se dio cuenta que realmente
estaba en la cárcel. Solange tenia un abogado particular (el mismo que defendió
a Rachel -ver infra-) quien asumió gratis su defensa ‘porque somos parientes
espirituales’ [compadres]. Recién ella le exigía solicitar ser remitida a un centro
de rehabilitación, pero esto ya no se concede después de que una ya ha sido
pasada a prisión.
Sus deseos de rehabilitarse no duraron mucho porque en junio de 1999
fue confinada por una semana en el calabozo por consumir cocaína que habla
70

comprado en la misma cárcel (de hecho, era M arina-ver el siguiente caso- que le
suministró la droga, aunque ella no era quien la introducía a la cárcel sino una
presa común, ex-funcionaria de Migración encarcelada por la venta de pasaportes
bolivianos en Kuwait). Solange también aprovechaba sus salidas a audiencias
para proveerse de cristal. Antes de fin de año Solange fue absuelta y su concubino
argentino sentenciado a solo 2 años, gracias a que el Juzgado Segundo de
Sustancias Controladas fue compasivo; gracias a que también ‘se puso billete’
(según referencias unos SUS 7.000).

Marina: ‘No Hay Otra Forma De Ganar Plata’


Nació en 1971 en el Norte de Argentina pero sus padres eran bolivianos. Su madre
murió en el parto y después también su padre de cáncer. Ella fue recogida por sus
tíos que la llevaron a Sucre, donde la internaron en un orfelinato que en 1999 fue
denunciada por abuso sexual y por alquilar a niñas como empleadas domésticas.
A los 11 años se escapó a La Paz, por tal motivo sólo estudió hasta el ciclo básico.
En La Paz ‘una amiga de Chicaloma2 ’ la presentó a un tal Víctor Calatayud (más
tarde preso en San Pedro), un individuo bien conocido entre traficantes y
consumidores de base y cocaína; varias internas de Miraflores que aseveran que
‘él era’ el responsable de la difusión del tráfico callejero de drogas en ja ciudad.
Así ella se inició en la venta callejera de sobres de base en la plaíza Alónso de
Mendoza. Se concubino y aunque no tuvo Hijos, vivía en Alto Obrajes cuidando
a una sobrina, hija de su hermana mayor quien murió de triquinosis.
Fue detenida en 1994 en posesión de 12 grs. de base de cocaína y
sentenciada a 5 años y 4 meses. Después de 4 años, en marzo de 1998, salió con
libertad provisional e inmediatamente volvió a Alonso de Mendoza. Esta decisión
era comprensible dado que con 10 Bs. ‘agarraba’ 10 sobres (de contenido nomi­
nal de un gramo, pero en realidad apenas medio gramo y frecuentemente adulterado
con estuco, sal, maizena, etc.) que luego vendía a 10 Bs. cada uno, o sea
consiguiendo una ganancia de 900%. Es evidente que sin estudios ni habilidades
no podía ganar algo similar en otra ocupación. La arrestaron otra vez, sin nada, y
la soltaron, pero luego fue de nuevo detenida en posesión de 2 grs. Dice que la
denunció una tal Lupe que también denunció a Adelina (ver infra). La FELCN la
llevó a su cuarto en Obrajes pero como allí no encontraron nada más, no le abrieron
un nuevo proceso sino la devolvieron a Miraflores para cumplir el resto de su
sentencia.

2 Pueblo en la zona cocalera de Sud Yungas que tuvo bastante actividad de narcotráfico
en la década de los 1980.
71

Aparte de mirar todas las telenovelas que podía también se mantenía


como lavandera. Otras le recomendaban que cuando saliera ya no debería volver
a la actividad ilegal, pero decía que la anterior vez ella tenia esa idea: “he buscado
ropa para lavar. Rechazada”. Probablemente no le ayudó el hecho de tener a lo
largo de sus antebrazos filas de cicatrices, evidentemente auto infligidas que al
arremangarse para lavar no podía disimular. Sea que fueran tomadas como señal
de trastorno psicológico o como marcas de la casta de ‘maleantes’, bastan para
causar la desconfianza de los posibles empleadores.
Al fin una de sus viejas compañeras de negocio le dijo “Marina, vamos
a vender.” Dijo que pensó irse a Sucre porque “Allí no saben que vendes droga”;
decía que en La Paz uno se encuentra con viejos compradores que dicen “Hola
Marina ¿cómo es?” y son otra provocación de volver a vender. Salió de Miraflores
en agosto 1999 y evidentemente no se fue a Sucre, porque a principios de octubre
ya estaba detenida otra vez en la FELCN, aunque en el momento de escribir (abril
2000) no había vuelto a la cárcel todavía.

Adelina: ‘Más Ganaba De La Comida’


Nació en 1964. Su padre murió ‘hace mucho tiempo’, su madre era de Pucarani y
murió en febrero de 1997 (por lo tanto llegó de luto a la cárcel). Son seis hermanos
y hermanas. Ella es de pollera; vivía en El Alto y vendía comida preparada en
Alto Lima. Su marido era (según ella) ‘un vende gramos.’ y eiFT991 fue detenido
y encarcelado en Chonchocoro. Ella, ‘fiel a mi marido’, le visitaba en la cárcel, le
conseguía materiales de zapatería y vendía los zapatos, e incluso parió a su cuarta
hija (tiene tres más, todas mujeres) mientras él estaba encarcelado. En mayo de
1998 él salió de la cárcel, volvió a su antiguo oficio y al cabo de dos meses estaba
otra vez en Chonchocoro. A fines de julio, la mencionada Lupe la encontró en su
puesto de comida y preguntó por el marido. Adelina dijo “No está. Ha salido”.
Fue a Chonchocoro y consultó a su marido, quien dijo que Lupe era ‘una señora’
y se podía ‘trabajar’ con ella. Eso era un sábado: Adelina volvió, hizo un trato con
Lupe, y el lunes (3 de agosto) siguiente la FELCN apareció en su puesto de comida
y la detuvieron. Tenía base en su bolsón: fueron a su casa y encontraron más. Sin
embargo, ella negó que conocía a Lupe, por lo tanto quedó sola en su caso, y
también negó que su marido tuviera algo que ver: insistió que no había vuelto con
él cuando salió de la cárcel porque los hermanos de ella lo rechazaron. Fue pasada
con el artículo 51 (suministro, de 8 a 12 años). No quiso decir con cuánto cayó,
aunque Marina dijo que eran unos 2 kilos, pero se supone que no era una cantidad
trivial porque ella (con un realismo poco común entre las presas, incluso entre
re incidentes; la mayoría siguen soñando con la absolución hasta el día de la
72

sentencia) dijo que esperaba pasar varios años en la cárcel. Dice “He ganado
plata [del negocio de la droga] ¿por qué negarlo?” aunque también dice que ganaba
más de la venta de comida.
Actualmente dos de sus hijas están con su hermana y otras dos con la
hermana del marido. El marido quiso mandarles a un internado y ella, llorando,
tramitaba esto con las trabajadoras sociales de la cárcel pero a último momento
se opuso, para gran frustración de ellas. Ella piensa que si las mete al internado,
podrían reprochárselo en la vida posterior: aparentemente la internación es vista
como una denegación del deber maternal y paternal, y por teléfono y a través de
notas peleaba con su marido porque él favorecía esta solución. Siendo la única
acusada, su juicio3 avanzó con relativa rapidez, y en junio 1999 fue sentenciada
a 8 años.

‘Estoy A q u í Por Plantona ’


Isabel. Nacida en 1952. Su padre, de Valle Grande, era policía: llegó a La Paz en
1956 con la madre de Isabel (era de vestido, su abuela era de pollera). Tiene otra
hermana. El padre fue destinado a Yacuiba y allí le siguieron, pero luego la madre
se separó de él y volvió con las dos hijas a La Paz, mientras el padre se fue a Santa
Cruz donde se quedó. f
Isabel estudió hasta segundo medio y aquí en la cárcel está terminado el
bachillerato en CEMA. Actualmente se dice separada de su marido con quien se
casó por civil y por religión (la verdad es que él está en San Pedro, también por la
1008, y aunque Isabel no quiere decir por qué él cayó ni qué sentencia tiene, ha
estado allí durante unos años. Irma la conoció allí en el curso de sus visitas) con
quien tuvo 5 hijos, entre 22 y 10 años de edad en 1999. La mayor acaba de tener
su primer hijo y está al cuidado de los demás.
Su madre ha muerto y aparte de dos tías (hermanas del padre) en La Paz,

3 En tanto que hay más co-procesados, el ju ic io tiende a alargarse m ás: hay más
confesorios, a veces los procesados piden am pliación (para aportar sindicaciones
adicionales entre ellos) y cuando se llega a los alegatos, el expediente tiene que pasar
de un abogado a otro hasta que todos los han presentado. Deberían hacer esto dentro de
tres días cada uno, pero si uno de ellos no se m olesta en hacerlo durante semanas y no
devuelve el expediente, o no lo va a recoger, no hay sanciones para él. Cuando hay
prófugos es necesario publicar edictos sobre ellos después del confesorio, que tarda
unas semanas si algún procesado lo paga de su bolsillo y tarda meses si ellos esperan
que lo haga el juzgado. En otros casos hay largos intervalos entre una y otra etapa del
ju icio , simplemente porque en el ju zgad o se lo programa así. En adición hay las
vacaciones ju d iciales y, si el fiscal o algún procesado apela el auto de procesamiento,
esto añade unos tres meses más antes de que la Corte lo resuelva.
73

Isabel no tiene más familiares. Gracias a sus conexiones familiares, operaba un


kiosco en el comando policial de la calle Sucre (una de sus tías lo está ocupando
mientras ella está en la cárcel). También ha trabajado dando servicio de té en la
Renta, la Bolivian Power y otras oficinas. A través de su trabajo conoció a diversos
oficiales de la policía, hasta coroneles, pero en el momento de su detención ninguno
hizo algo para ayudarla. Fue detenida en 1998 en la plaza de Alonso de Mendoza,
en posesión de 6 grs. de base.
Ella dice que sólo pasaba por allí para tomar movilidad a su casa en la
Periférica. Mientras esperaba, una vende gramos, que era vigilada por la policía y
que la conocía, se había acercado para pedir que le ‘agarre’ la droga. ‘Un joven’
que era informante de la FELCN vio que la otra le entregó algo a Isabel, las
denunció e Isabel fue arrestada. Ella dice que en la FELCN insistió en que la
droga era suya, que ella era consumidora y rehusó denunciar a otras personas. En
dos ocasiones la llevaron de noche a la plaza de Alonso de Mendoza en una
camioneta para que identificara a los vendedores, pero ella seguía insistiendo que
no conocía a nadie, y por eso fue pasada a la cárcel. Sin embargo, es evidente que
además de conocer a Irma, también conoce muy bien a Marina, a Tomasa (ver
infra) y a varias otras vende gramos de esa plaza. Cuenta un sin fin de encuentros
con ellas, lo que sugiere que el hecho de que la otra le haga ‘agarrar’ su ‘merca’
no era del todo casual. Estando sola en su caso, fue procesada con cierta rapidez
y en menos de un año fue sentenciada a 5 añosyf4 meses.
Para mantener a sus hijos en la cárcel trabajaba como lavandera; después
obtuvo el permiso para vender coca y cigarrillos, y más tarde pasó a operar la
tienda de abarrotes. Dice que a su edad ‘ya soy vieja’ y no importa que esté allí,
pero no se debe encarcelar a la gente joven que tiene ‘una vida por perder’.
Se sintió muy agradecida (Tas lagrimas de mis hijos no han sido en
vano’) cuando en septiembre 1999 la vende gramos apareció en Miraflores, pasada
con 6 grs. Según Isabel tanto aquella como su marido eran habituales buzos de la
FELCN; ‘habían hecho caer a muchos’. Es de suponer que ya su utilidad como
buzo se había desgastado porque eventualmente recibió una sentencia de 8 años.

Greta. Nació en 1969 en Potosí. Como sus padres se separaron muy pronto, ella
se crió con padrastros (su madre tuvo dos matrimonios posteriores) y hermanastros.
Durante buena parte de su adolescencia vivió en Buenos Aires (uno de los
padrastros era argentino), antes de volver a La Paz de donde orocede la familia de
su madre.
Terminó el bachillerato y, siguiendo las exigencias familiares, se inscribió
en la carrera de fisioterapia de la UMSA, pero la abandonó en el primer año para
74

irse de viaje con una amiga. Su madre supuso que se había ido con un hombre y
la obligó a casarse con su enamorado de entonces, aunque él ni siquiera la había
acompañado en el viaje. Resultado de esa unión tuvo una hija, aunque nunca
convivió realmente con su marido. Volvió a la universidad pero cuando su madre
se fue a trabajar a la Argentina, dejando a su cargo la casa y los hermanastros,
Greta otra vez la abandonó y esta vez para siempre.
Se entregó a la vida bohemia y hippie de los artesanos y mochileros
extranjeros de La Paz, lo que incluía ocasionales tratos de marihuana y cocaína,
a veces en cantidades (por kilo), pero ‘siempre con extranjeros’ por lo que nunca
tuvo problemas con la policía; considera que, a diferencia de los bolivianos, los
extranjeros al ser detenidos no tienen la costumbre de denunciar a otros.
Consumía cocaína casi a diario, pero no de forma exagerada. Parece
que a veces su mundo era bastante desordenado, porque se vio involucrada, aunque
no detenida, en un proceso por un homicidio ocurrido en el curso de una fiesta
(ella estaba durmiendo cuando ocurrió la muerte, también de un extranjero). Tiene
numerosos amigos encarcelados, no sólo por la 1008 (incluido entre ellos otro
ex-concubino suyo) sino por delitos que van desde estafa, hasta violación e incluso
el secuestro. En ocasiones vivía en Santa Cruz, en el campo que Te encanta’.
Como artesana trabajaba haciendo macramé o muebles de bambú, y también a
veces como peinadora y como promotora de ropa deportiva.
En marzo de 1998 había vuelto a juntarse con su concubino (no el padre
de su hija), de quien estaba separada. Para festejar el cumpleaños de él, habían
salido juntos a comprar una botella de vino y algo de cocaína, cuando al pasar por
la UMSA se encontraron con dos de los vendedores callejeros que frecuentan la
universidad. El concubino había salido llevando unas onzas de marihuana en su
maletín, junto con varios sobres de papel preparados para repartir la marihuana y
venderla al rato. Ya habían realizado unas transacciones de este tipo y compartían
una pipa con los vendedores, quienes en ese rato no tenían yerba y más bien
estaban buscando para su consumo. Los vendedores en cuestión eran conocidos
de la FELCN, donde habían estado detenidos pero soltados o remitidos a centros
de rehabilitación en anteriores ocasiones. Esta vez la FELCN los detuvo casi
inmediatamente después de tratar con Greta y su concubino y, como de costumbre,
pidieron que denunciasen a cualquier otra persona involucrada. Ellos señalaron a
Greta y a su pareja que se encontraban a pocas cuadras esperando movilidad para
ir a su casa. La FELCN sólo encontró marihuana en posesión de ella (lo registraron
como 40 grs., aunque ella dice que era menos; en una entrevista referida con
pseudónimo en La Razón, mayo 1999, aseveró que eran sólo 2 grs.) y no unos
sobres de cocaína que también tenía (los encontraron al devolverle su chauchera
en el momento de pasarla a la cárcel y ya no fueron incluidos en el expediente'
pero eso bastaba para pasarla a la cárcel, lo mismo que su concubino y los do!
vendedores. Los cuatro hicieron declaraciones contradictorias referentes a quiér
vendió a quien; Greta no presentó testigos de descargo; uno de los vendedores
trajo dos vecinos que en vez de defenderle coincidieron en decir que sabían poi
referencias que él vendía drogas, y esto le desanimó a ella, pensando que sus
potenciales testigos harían lo mismo. Tampoco le favoreció el hecho de que c
concubino había estado en San Pedro por la 1008, aunque salió absuelto, y que
según la declaración de él había ‘caído a la FELCN unas veinte veces’. Afines d(
marzo de 1999 ella y los dos vendedores recibieron sentencias de 8 años cade
uno, mientras el concubino, que encabezaba el caso, recibió 10 años. E l
requerimiento fiscal era de 10 años para todos. Carece de dinero aparte de lo que
obtiene de unos tejidos de lana y otras artesanías que hace de modo intermitente;
eventualmente se incorporó también a la lavandería, pero no persistió allí.

Sonia. Nació en 1969 en Guayaramerín. Tiene tres hijos, en 1999 de 17, 13 y 1C


años. Sólo estudió hasta segundo intermedio porque a sus 13 años se escapó de la
casa de sus padres para ‘casarse’ con un marido de 45 años que le fue infiel. Su
marido que solía volver a casa muy tarde, lleno de perfume y lápiz labial ajeno,
luego la abandonó diciendo “No sabes hacer el amor, no sabes hacer nada de lo
que hace una mujer, y no te quiero.” sju segundo marido era un comerciante que
viajaba a Brasil, siempre tenía grandes cantidades de dinero, y si ella preguntaba
de donde lo obtenía, él la pegaba. Eventualmente se dio cuenta de la naturaleza
de su negocio. “Eso era cómo me he enterado de las drogas.”
A sus 17 años fue encarcelada en Palmasola en Santa Cruz por
narcotráfico. Esto era antes de la 1008 (1986) y la administración de Palmasola
era muy laxa. Cada día ella pagaba SUS 200 al gobernador y salía, acompañada
por un guardia. Iba a Montero, compraba un kilo de cocaína en SUS 900, lo
vendía en Santa Cruz en SUS 1.200 y volvía a la cárcel. En las trancas hacia que
el guardia la ayudara con su bolsa que contenía la merca “y si lo encontraban iba
a decir que era de él.” Al salir de la cárcel siguió con el negocio y invirtió el
dinero obtenido en cuentas bancarias, una casa, etc. pero todo en nombre de sus
hijos o su madre.
Fue detenida en 1995 en un hotel en Santa Cruz, según ella con 30 kilos
de cocaína y 800 grs. de base de cocaína (otra presa dice que la cantidad era
mucho menos). Su marido de entonces también fue detenido pero después soltado
Cuenta que la FELCN la amenazaba con revólveres, la sacaban a interrogatorios
a las 03:00 y amenazaban con violarla si no daba nombres de sus cómplices: ella
76

respondió mandándoles al Beni para buscar a varias personas que resultaron estar
muertas. No lograron incautar sus bienes por estar en nombres de otros, ni los
SUS 700 que en el momento de su detención, que tenía ocultó en su cono y que
más tarde pudo mandarlo con su abogado, al igual que sus joyas.
Después de 2 meses fue pasada a la cárcel de Obrajes de La Paz. Allí
obtuvo salidas judiciales para encontrarse con su marido y juntos sobornaban a
su escolta para que ‘no les moleste’; es decir, para que no les vigile de cerca. Fue\
de ese modo que logró fugarse, y esto a los pocos días de estar sentenciada a 15
años (aunque lo que ella repite y enfatiza es 25 años del requerimiento fiscal).
Después de estar 8 meses prófuga en el Brasil recibió el mensaje de que su madre
estaba en estado de coma y, sin disfrazarse, ni siquiera teñirse el pelo, volvió a
Guayaramerín donde fue reconocida y recapturada.
En Miraflores se metió con otro ‘marido’, un abogado de quien se
embarazó en la cárcel (primero en 1998 pero sufrió un aborto natural y de nuevo
en 1999, también desafortunado por el parto prematuro de un niño de 6 meses
que murió). A través de sobornos en la Corte de Distrito en La Paz el ‘marido
abogado’ hizo reducir su sentencia a 5 años y 4 meses y fue a Sucre con ese
requerimiento fiscal. Aunque su fuga añadía 2 años más a su sentencia, dice que
esto no importa, es concurrente con la otra sentencia, y que en todo caso los
sobornos no son muy costosos (la rebaja en la Corte de La Paz la obtuvo por $US
1.000 y en Sucre costaría SUS 2.000). En tanto que su expediente fuera devuelto
de Sucre esperaba salir con libertad provisional, aunque en julio de 1999 cuando
cumplió 4 años en la cárcel este aún no había vuelto (en teoría, con una sentencia
de ‘5 o 4 años’, hubiera podido obtener la libertad provisional después de 2 años
y 8 meses; además queda el hecho de que los que se han fugado no tienen derecho
a este beneficio).
Según ella, ‘todo es dinero’ y por este motivo los verdaderos traficantes
reciben las mismas sentencias que los que caen con cantidades mínimas. Pero, no
obstante, el dinero no lo puede todo, ya que a principios del 2000 su expediente
llegó de Sucre con una sentencia de 10 años. Ella dispone de dinero y no hace
absolutamente nada en la cárcel, sino que contrata otras presas sin dinero como
empleadas que le lavan y cocinan; en 1998 pasó preste de la fiesta carcelaria de la
Virgen de las Mercedes (24 de septiembre) con mariachis en la víspera y Iechón
para todas en el día de la fiesta.

Palmira: Una Empresa Familiar


Nacida en 1964 en Siglo XX. Sus padres eran migrantes de Macha (padre) y ‘del
valle de Potosí’ (madre). Estudió hasta segundo intermedio. Se casó con un hombre
77

de Carangas pero no tuvo hijos; criaba a unas sobrinas (hijas de su hermana). En


los años 1980 negociaba con precursores en Chicaloma cuando ese pueblo era
uno de los centros de pichicata de Sud Yungas pero mayormente en Cochabamba,
sobre todo con sus cuñados (hermanos del marido) y otros parientes. Otra presa
que llegó a Miraflores en junio de 1999 recordaba haberla encontrado en
Guayaramerín: “Thantha isiru [comerciante de ropa usada] era, pero no era eso
nomás.”
Lograron comprar una vagoneta en la cual, en julio de 1997, salió de
Cochabamba acompañada de su cuñado y una carga de 29 kilos de base. Fueron
detenidos en la tranca de Unduavi cuando iban en dirección al Alto Beni (es de
suponer que, al igual que en Guayaramerín, su propósito era remitir la ‘merca’
hacia el Brasil). También cayó su cuñada. En la FELCN los presionaron a denunciar
a otros, incluso ofrecieron llevarla a Cochabamba para que indicara a otros
involucrados. Ella rehusó hacerlo pero la cuñada acabó denunciando primero a
unos tíos suyos y luego a ‘una chola con plata’ de El Alto que fue detenida con 50
kilos de base. A cambio de esto la cuñada fue soltada.
Palmira dice que la ‘merca’ era de su cuñado, no de ella, pero él lo
atribuyó a su marido que fue declarado prófugo. Ella quería decir la verdad pero
cuando le tocó declarar, la cuñada y otros familiares fueron al juzgado para
asegurarse que mantuviera la versión decidida por ellos. Los familiares afuera
contrataron un abogado particular de Cochabamba que después de cobrarles SUS
5.000 se fue sin hacer nada y así pasaron a la Defensa Pública.
Su proceso tardó bastante porque sólo después del cierre de debates se
descubrió que el cuñado tenía antecedentes en Cochabamba y el Ministerio Público
pidió ampliación. Mientras tanto el marido seguía en libertad, tanto que una vez
incluso la visitó en Miraflores portando un documento de identidad falso.
Finalmente a principios de 1999 Palmira fue sentenciada a seis años y ocho meses
de cárcel, lo mismo que el cuñado, mientras que al marido prófugo le dieron 10
años, sobre un requerimiento fiscal de 12 años para todos.
Antes de la sentencia a veces murmuraba que ‘todo está charlado’ (se
entiende pagando coimas) que puede tener que ver con las sentencias bajas, pero
también fue juzgada antes de marzo 1999 cuando la detención de jueces
antinarcóticos en Santa Cruz acusados de corrupción animó a los jueces paceños
a elevar todas las sentencias para demostrar que no eran corruptos. Pocos meses
después de la primera sentencia, el marido, otro hermano suyo y un tío4 fueron

4 Resulta que en el pasado este tío fue rescatador de base que compraba de Claudina y su
marido (ver prologo).
78

detenidos en El Alto (ella no quiso decir exactamente con qué) y mandados a


Chonchocoro, donde le abrieron un nuevo proceso. Había obtenido un carnet
falso y fue procesado bajo ese nombre, mientras su sentencia como prófugo
correspondía a su nombre verdadero, pero la FELCN no se había dado cuenta de
que se trataba de la misma persona (demostrando que ni siquiera yan a
Identificación para obtener las fotos de carnet de los prófugos, mucho menos
intentan ubicarles). Cuando Palmira llegó a la cárcel no tenía nada de dinero y se
mantenía haciendo oficios para otras presas y tejiendo hasta altas horas de la
noche. Después obtuvo la concesión oficial para vender tarjetas telefónicas5 y
seguía tejiendo y haciendo cubrecamas de crochet. Después de la detención del
marido, las tarjetas, para las cuales ya no tenía concesión, le fueron decomisadas
y pensaba volver a ‘agarrar oficio’ (hacerse pagar por cumplir el oficio de limpieza
o cocina asignada mensualmente a otra presa). Temerosa de que en la apelación
se incrementase su sentencia, hablaba de mandar un oficio denunciando el nombre
falso de su marido y aseverando que ‘el era dueño de todo’: “¿Por qué me voy a
callar, si él ya tiene otra mujer?” De hecho, la otra mujer, que además estaba
embarazada del marido, llegó a Miraflores no mucho más tarde, como parte de
otro caso de la 1008, pero los temores de Palmira referente a la apelación noeran
justificados: más bien su sentencia fue reducida a 5 años y 4 meses, aunquela del
cuñado fue subida a los 12 años del requerimiento. Al parecer en Sucre concluyeron
que ella era culpable de complicidad, y por tanto solo le dieron dos tercios de la
condena del inculpado principal.

Delfina: ‘Una Cosa Injusta’


Nació en 1951 en Potosí. Su padre era albañil pero era muy malo y les pegaba
todo el tiempo. Por ese motivo, después de unos años de ciclo básico, a la edad de
12 años escapó a Santa Cruz con una prima mayor que ella. A sus 16 volvió a
Potosí pero su familia le dijo que ya no era su hija y volvió a Santa Cruz. No
obstante, seguía considerándose Colla y no Camba. Dice que los hombres Cambas
son ‘pintudos’ pero todo el dinero que obtienen lo gastan de inmediato en
‘churrascos’ (parrilladas) y al día siguiente no tienen nada, mientras que los Collas
son ahorrativos: por lo tanto buscaba como marido ‘un Colla como yo’. En 1978
se casó con un paceño (nacido en 1953), para lo cual volvieron a Potosí pero en*1

5 Que significa cierto capital: el paquete de 100 tarjetas de a lOBs cuesta algo menos que
1 OOOBs, y se vende cada tarjeta a 1 lB s , pero es preferible tener capital para dos paquetes,
para mandar comprar uno mientras se vende el otro. Caso contrario, uno suele quedar
sin tarjetas mientras se espera el nuevo paquete.
los 21 años después no ha vuelto más. Tiene seis hijos vivos, que en 1995 tenfl
17, 14, 10, 9, 4 y 2 años, aparte de unos cuatro que murieron en la infancia. E
Santa Cruz ella era una vendedora ambulante, ofreciendo arroz y plátanos en ur
carretilla, lavaba ropa para otros y trabajaba como cocinera en bodas y fiesta
mientras su marido tenía trabajos eventuales en una barraca y los fines de semat
atendía como mozo en unos restaurantes en cabañas al lado del río en Yapacar
En algún rato habían acumulado suficiente dinero como para comprar un lo
donde construyeron su casa en un barrio periférico de Santa Cruz, pero la FELC
no se enteró de esto porque, debido a sus constantes peleas matrimoniales,
habían pasado a nombre de sus hijos. Fueron detenidos en Bulo Bulo en mayo c
1995, habiendo ido allí para tratar con un carpintero que estaba haciendo un<
catres para ellos. Ella me ha prestado su expediente y vale la pena resumir l<
datos de sus co-procesadas antes de tratar de la detención misma.
Las otras dos detenidas son mujeres. Una nació en 1973. Huérfana, r
conoció a sus padres y fue criada en un orfelinato en La Paz, de donde se escap
a los 8 años con una señora que la llevó a Cochabamba. Allí vendía pan y trabaja!
como empleada doméstica de la señora. Después se fue a Ivirgarzama y luego
Bulo Bulo, donde se concubino con un ayudante de carpintero. Su casa (o mej<
dicho cuarto), que es donde ocurrió la detención, estaba al lado de una escuela
por ese motivo ella puso un puesto de dulces en la puerta. Cuatro días antes de si
detenida dio a luz a su primogénita, una hija; estaba todavía con hemorragia c
posparto y no salía de la casa. La otra procesada nació en Potosí en 1960. S
padre murió antes de lo que ella recuerda y su madre cuando tenía 7 años. Oti
familia la adoptó como sirvienta. Ella escapó a los 12 años debido a los malí
tratos y se fue a Tarija. A los 13 volvió a Potosí y de allí a Santa Cruz. A sus 2
años se casó y tenía 5 hijos, pero todos se murieron. En 1993 su marido murió c
un accidente de tránsito. Ella se mantenía como vendedora de fruta y lavandera
se trasladó a Yapacaní. Según ella, llegó a Bulo Bulo el día antes de la detenció
porque le habían dicho que una tía suya vivía allí, pero no la podía encontrar.
Las declaraciones policíacas y de los procesados coinciden en que fuero
detenidos en el cuarto al lado de la carpintería, pero aparte de eso no coinciden e
nada. Según los policías, a las cinco de la tarde vieron cuatro personas bajar d
una flota procedente de Yapacaní, portando bolsas sospechosas de polietilen
negro. Corrieron a la casa en cuestión (estaba lloviendo). El policía que les vi
llamó a una patrulla de UMOPAR. Ingresaron a la casa, donde las tres mujer*
estaban pelando alverjas y el hombre tomando su té. Ellos decían no saber ñadí
la patrulla requisó el patio detrás de la casa y en el chume encontraron 17 bidón*
de 5Lts. de amoniaco cada uno, entonces les detuvieron a los cuatro. Según le
80

detenidos, sólo la dueña de casa estaba cocinando, la otra estaba protegiéndose


casualmente de la lluvia bajo el alero de la casa, y Delfína y su marido estaban
debatiendo con el carpintero sobre el precio de los catres (‘eso es verdad’) para
los cuales habían dejado un adelanto de 100 Bs. en una anterior ocasión. Ellos
habían llegado antes en un taxi y no conocían a las otras dos. Refe?e¡nte a los
precursores, Delfina dice que eran de “mi amiga... ella había visto que [los de
UMOPAR] estaban rondando y se había ido más antes”. Les llevaron a Chimoré,
les tomaron declaraciones sin la presencia de un abogado, y les sacaron fotos con
los bidones para demostrar que ‘el cuerpo del delito... se halla plenamente
comprobado’. Aparentemente la cárcel en Cochabamba se encontraba muy llena,
entonces los llevaron a Oruro diciendo que les iban a trasladar a la cárcel de
Sucre pero de allí fueron pasados a la cárcel de Oruro. Allí no tenían ni conocidos
ni familiares, lo que dificultaba su defensa. Los policías no se presentaron a ratificar
sus declaraciones pero los procesados tampoco lograron que se les tomaran
declaraciones a sus testigos de descargo que se encontraban en Santa Cruz. Los
abogados de la Defensa Pública no hicieron ningún esfuerzo al respecto. El juzgado
aceptó como definitiva la declaración de la policía de que ellos eran las mismas
cuatro personas que vieron bajando del bus y que las bolsas sospechosas
correspondían a los bidones encontrados. La falsedad de las declaraciones de los
procesados era demostrada por el hecho de que no se comprobó la existencia de
la tía a la cual una decía que estaba buscando, el carpintero marido de la dueña de
casa no se presentó a defenderla, y las declaraciones de Delfina y su marido eran
clasificadas como contradictorias porque ella dijo que tenía 480 Bs. en el momento
de ser detenida y el, que ella tenía 450 Bs. Además, su pobreza comprobó que se
dedicaron a actividades delictivas:
‘[El marido]... cuya actividad principal es el de garzón... trabajo que lo
realizaba tan sólo los fines de semana, es decir que no cuenta con un trabajo
permanente, que le reporte ganancia económica para el sustento de su familia...
Delfina... coadyuva a su esposo en la manutención del hogar, dedicándose a la
venta de fruta y arroz en una carretilla... [la viuda]... dedicada a vender fruta,
habiendo cursado hasta el primer básico y de escasos recursos económicos... [la
dueña de casa] de extracción humilde... dedicada a la venta de dulces en la puerta
de su domicilio... Por lo que se establece que los 4 procesados en el presente
caso se dedicaron al delito de precursores impulsados por la necesidad económica
por la que atraviesan.’
Lo anterior es cita de la sentencia, donde los cuatro fueron condenados
cada uno a 8 años de cárcel. En 1998, Delfina y su marido lograron el traslado a
las cárceles en La Paz, porque aparte del hijo mayor, que sigue en Santa Cruz
81

pagando sus estudios con un trabajo como ayudante de zapatería, sus hijos se
encuentran allí: una con la madre del marido (la abuela paterna, suegra de Delfina),
otro con un hermano de la madre de Delfina, y otros tres (una mujer y dos varones)
con la hermana del marido. El menor de todos a veces vivía con su padre en San
Pedro y pasó cierto tiempo con Delfina en Miraflores. La suegra la visitó un par
de veces pero, siendo de edad, se cayó en las gradas de la cárcel y después no
volvió más. Delfina dice que antes era trabajadora pero sus experiencias en la
cárcel le han quitado toda gana de hacer algo y ahora se dedica ‘a dormir y a
mascar coca’.

Tomasa: Marginalidad Social


Nació en 1979 en Chulumani, Sud Yungas. Como muchos habitantes de la región
evidentemente tiene ancestros africanos y es conocida como ‘la negra’. Se quedó
huérfana y fue recogida por unos tíos, que la tenían como sirvienta y no se
preocuparon de su educación; sólo estudió hasta tercero básico, y con poca
aplicación, porque es analfabeta (pide a otras que le lean las instrucciones de las
botellas de medicina) y a-numerada (“¿Cómo se escribe el 80? ¿El 8 va a la
izquierda?”), condición poco común en su generación; las otras presas analfabetas
son señoras de pollera de origen rural, mayores de 40 años. En adición sufre un
leve retraso mental (la psicóloga de la cárcel consideró que su edad mental es de
unos 15 años). En su adolescencia se fue a La Paz y se integró a la venta de sobres
de base en la plaza Alonso de Mendoza, aunque no al nivel que le permitió alquiler
un cuarto como Marina. Vivía en la calle, durmiendo en alojamientos de lo más
barato, y suplementando sus ingresos con la prostitución casual. En 1997 tuvo un
hijo de otro vendedor callejero, actualmente detenido en San Pedro, aunque ella
habla largamente de sus visitas a San Pedro para ver a su ‘marido’, el citado
Víctor Calatayud (ver supra, caso de Marina) y no el padre de su hijo. Ella cayó
unas cinco veces a la FELCN y siempre fue soltada, las otras vendedoras consideran
que a cambio de información. En marzo de 1998 fue detenida otra vez en posesión-
de unos 70 sobres de base (conteniendo unos 15 grs. de droga en total, muestra de
lo nominal del contenido de ‘un gramo’ que se les atribuye), que acababa de
recibir de Eudora, una distribuidora que en diciembre había salido absuelta después
de 6 meses en Miraflores.6 También detuvieron a Eudora, aunque no estaba en

6 Eudora es extremadamente agresiva, dada al auto-engrandecimiento, y lo poco que se


sabe de su versión de los hechos no es confiable. En la FE LC N decía que sólo se habla
acercado a Tom asa ‘)?ara cam biar m onedas’ . Es una de las poquísimas presas en
M iraflores que realm ente pertenece a una subcultura delincente,que seevidencia
82

posesión de nada. En la FELCN (según Isabel) le dijeron a Tomasa que si


denunciaba a Eudora iba a ir libre como las otras veces. Entonces^lo hizo, pero
esta vez las pasaron a las dos a la cárcel. Allá Eudora convenció aJTomasa que
debería cambiar su declaración y en el juzgado dijo que ‘estaba en su conciencia’
que toda la droga era de ella y Eudora no tenía nada que ver.
El requerimiento fiscal era de 15 años para los dos. Por julio de 1999 no
habían sido sentenciadas todavía, aunque Eudora seguía repitiendo que la iban a
absolver (“Una semanita m ás...”). Tomasa se junta con una serie de otras presas
en la cárcel, las que tienen algo de dinero. Las trata de ‘tía’ y se comporta
servilmente con ellas a cambio de recibir comida y ser pagada para hacer sus
oficios y otras tareas domésticas. Aunque hay cursos de alfabetización no se
inscribió en ellos, aseverando que es ‘una sonsera’; sólo se metió en el curso de
Educación Veloz de Adultos cuando corrió la voz que el nuevo código de
procedimiento penal iba a dar ‘el dos por uno’ (libertad condicional después de la
mitad de la pena) a los que ‘estudiaban’ en la cárcel, y lo abandonó después de
unas dos semanas. Recibe caridad de las instituciones religiosas y esto, combinado

en su actitud desafiante hacia el personal de seguridad y los reglam entos de la cárcel.


Su marido es autero (ladrón profesional de autos; mientras Eudora estaba en la F E L C N
en abril 1998, él estaba en manos de D IR O Y E porque fue encontrado con unas placas
ilegales, se supone para colocar a autos robados) y llegó a cumplir su sexta estadía en
San Pedro, aunque esta vez por la 1008 y no por robo de autos porque reem plazó a
Eudora en su oficio después de su segunda detención. Hay diferentes versiones de por
qué ella fue absuelta la primera vez. Algunas dicen que la base fue encontrada en
posesión de sus hijos que estaban debajo de la edad de responsabilidad crim inal (16
años) y no podían ser procesados, mientras otras dicen que sobornó a los ju e ces. En
ju lio de 1998 fue encontrada in ffaganti vendiendo cocaína dentro de la cárcel, la cual
fue suministrada por sus hijos que la trajeron oculta dentro de paquetes de pañales
desechables para el uso de la hija menor que tiene con ella. Un jo v en fue detenido junto
a ella y Tomasa: también denunció a Eudora y fue soltado, pero unos m eses después
cayó otra vez en compañía del marido de Eudora y dos mujeres, entre ellas una amante
del marido. Los dos varones fueron remitidos a San Pedro y las mujeres a O brajes; su
ju d o avanzó rápido y antes de que Eudora fuera sentenciada, su marido ya había sido
absuelto (sólo una de las m ujeres se quedó). N o obstante, parece que sacó la misma
conclusión que ella de esta primera absolución, es decir que corresponde a permiso de
traficar y al poco tiempo estaba detenido de nuevo por la 1008 en San Pedro. Se dice
que el hijo mayor, de 17 años en 1999, sigue en el negocio mientras su h ija pasó un rato
detenida en la Brigada del M enor por haber atacado a otra mujer, aunque por su poca
edad (y porque Eudora pagó a la atacada) fue liberada. Cuando al fin fue sentenciada
junto con Tomasa a 8 años, no lo admitió sino dijo “Tengo que cumplir mi sentencia
anterior y de allí me voy a ir.”
con lo que gana de los oficios y las donaciones de sus ‘tías’ le ha permitk
obtener una buena colección de ropa, dentadura postiza (no tenía los dientes <
arriba) y aumentar notablemente de peso. Su juicio tardó bastante: finalmente,
fines de agosto de 1999, fue sentenciada a 8 años.

Rachel: ‘Ocho Kilos En E l Aeropuerto’


Nació en 1974 en Tel Aviv, Israel. Su padre es carpintero y su madre arr
de casa. Es la menor de tres hermanos. Se entusiasmó con la música c
rock y las drogas y a sus 15 años escapó de la casa y vivió como un afio í
la calle. Después vivía en departamentos compartidos con varios amigo
Durante un tiem po hizo unos estudios de teatro pero mayormente s
dedicaba a vender hashish y otras drogas, principalm ente Éxtasis,
participar en el mundo bohemio de artesanos y las fiestas rave (bailes cc
música tecno que duran toda la noche donde la gente consume Éxtasis
Tiene tatuajes en todo el cuerpo, un anillo en la nariz y otro en el labi
inferior. Viajaba con artesanos que vendían en la calle en Alemania y tambié
en Amsterdam: de Ámsterdam hacía contrabando de Éxtasis a Israel, doné
la policía conocía sus actividades con las drogas pero nunca llegaron
detenerla. Luego decidió graduarse al nivel más rentable del contraband
de drogas y en julio de 1997 vino a Bolivia con dos amigos israelíe
Compraron 8 kilos de cocaína y lo hicieron empaquetar en maletas de dobl
fondo. Fueron detenidos en el aeropuerto, según ella porque el bólivian
que les vendió la merca les denunció a la FELCN.
En ese rato no hablaba nada de castellano y había que conseguir u
intérprete de hebreo; entonces estuvo un mes en la FELCN antes de llegar a I
cárcel. Consiguió que un conocido abogado la defendiera gratis (dicho abogad
es también un conocido mujeriego: ella dice que no fue a cambio de sexo, per
él la abraza de una forma más que paternal cuando viene a la cárcel y puede s<
que le bastaba que la gente crea que tenga sexo con una mujer tan joven'
exótica), pero perdió SUS 6.000 con otra presa (reincidente, según ella por gir
de cheque en descubierto; pasó 9 años en Obrajes, salió y volvió a caer, est
vez a Miraflores; salió de Miraflores en marzo de 1999 y por septiembre estab
otra vez en Obrajes por una deuda contraída mientras estaba en Miraflores) qu
le sacó esa suma prometiendo comprar su libertad. Por supuesto, sólo lo gast
en provecho propio y Rachel fue sentenciada a 5 años y 4 meses, lo mismo qu
sus co-procesados. Su requerimiento era de 20 años, los otros igual, menos i
boliviano que había sobornado al Fiscal que sólo le requirió 8 años, pero al f¡
todos recibieron la misma sentencia.
84

Rachel quería sobornar a la Corte en la apelación para poder salir antes


(es decir, evitando tener que esperar mientras el caso vaya a Sucre) pero no fue
posible porque la DEA se interesó en su caso (la exportación les preocupa y se
conocían sus antecedentes a través de INTERPOL) y había sospechas de
corrupción, aunque ella dice que se dejó de investigar esto porque resulfé-que las
declaraciones de la FELCN incluyeron testigos de cargo que supuestamente les
vieron en La Paz pero nunca se presentaron en el juzgado y cuando se piaió la
verificación de sus datos en Identificación, resultó que no existían. En la cárcel
ella recibe algo de dinero cada dos o tres meses de sus padres, hace tejidos de
crochet y a veces lee el Tarot (10 Bs. la sesión) para otras internas. Conformó un
bloque muy íntimo con una boliviana (clase media, presa por falsedad material e
ideológica, una lesbiana de carácter muy dominante que las mandonea y tiene los
contactos necesarios con gente afuera para las compras, etc.) y Denise (ver infra).
Pasan el tiempo charlando, jugando cartas y cocinando junto con algunas otras
presas que fungen como empleadas y satélites más o menos temporales de este
grupo.
Está tratando de conseguir que, cuando llegue su libertad provisional, la
deporten a Israel en vez de tener que cumplir los demás años de la sentencia en
Bolivia, donde no conoce a nadie ni tiene interés en estar, aunque sigue pensando
en cómo se podría realizar el contrabando de cocaína de manera exitosa. En agosto
de 1999 su expediente fue devuelto de Sucre con anulación de obrados debido a
errores procedimentales; además, se había capturado al prófugo que figuraba en
el caso. El había seguido viviendo en La Paz y practicando el tráfico de drogas y
eventualmente cayó por motivos totalmente independientes al caso de Rachel. La
anulación se debía a que el abogado de oficio asignado a este prófugo no había
estado presente en algunas audiencias. Por lo tanto, todo el juicio empezó otra
vez desde el principio. Su anhelo de poder participar en los festejos de Año Nuevo
del 2000 en libertad no se cumplió porque, aunque se le dio la misma sentencia
en primera instancia, el caso todavía tenía que transitar otra vez por las demás
instancias y por tanto, cuando en marzo de 2000 cumplió la mitad de la sentencia
y teóricamente hubiera podido acudir a la libertad provisional, seguía en la Corte
de Distrito y no se sabía cuánto más tiempo tardaría. Linos meses después, de
hecho, la Corte subió su sentencia a 8 años, y el caso todavía tenía que volver otra
vez a Sucre.

Brígida: ‘¿Dios M e Estará Castigando ?’


Nació en 1951 en Iquipuni, cerca de Puerto Acosta (provincia Camacho). “Mis
papás nos dejaron muy pequeños”: a su madre “le pegaron, le salió pus en el
83

cuello, de eso murió” mientras su padre murió kharsuta (atacado por kharisiri)
en el curso de sus viajes a Yungas. Ella fue recogida por una tía. Sólo estudió
hasta tercero básico y dice con referencia a las letras ‘ya no veo’, por lo tanto no
puede leer su expediente, aunque dice que antes de que se arruinara su vista leía
bastante como para ayudar a sus hijos con sus tareas. Siendo adolescente fue a
Caránavi donde la tía tenía un lote. A sus treinta años se casó con su actual marido
y ellos se metieron a trabajar en el nuevo lote de él, sembrando arroz, plátanos y
café. Pero las tropas de chancho de monte destruyeron los sembradíos de arroz,
las hormigas chaka (corta-hojas) dejaron peladas a las plantas de café y apenas
estaban amarilleando los plátanos cuando los comieron los pájaros uchi. Ella dijo
“¿Para qué trabajar para nada?” y convenció al marido para que vendiera el lote.
Con el dinero ellos iban a Desaguadero, el pueblo de él. Allí ella ‘no hacía negocio’
(parece que refiere al contrabando en general, incluyendo al de sustancias
controladas) sino que iba al Perú, a veces hasta Juliaca, a traer verduras (papa,
choclo, etc.) que vendía en Desaguadero. A veces traía también de La Paz.
Fue detenida en febrero de 1999 al ser encontrada con 18Lts. de acetona
en su puesto. Lo había dejado una peruana, junto con una nota con su dirección
en Juliaca para que Brígida le buscara en caso de llegar allí. Esto fue señalado por
la Fiscal del juzgado como prueba de contrabando habitual de precursores. Sin
embargo, Brígida dice que la acetona era de su cuñada (esposa del hermano de
ella; el hermano vivía en La Paz pero ahora está muerto), que ‘maneja’ (trafica
con precursores) y mandó a la peruana a la casa de Brígida. Tampoco era la
primera vez que la había utilizado para almacenamiento temporal de precursores.
Al ser detenida, Brígida hizo denunciar a la cuñada con su hija mayor (de 14
años; tiene otra hija de 11 y dos hijos de 9 y 7 años) y ésta fue detenida, pero
soltada después de 15 días en la FELCN. Brígida piensa que logró la libertad
pagando SUS 2.000 - ‘ella tiene plata’- pero dado que la cuñada no fue detenida
en posesión de sustancia controlada alguna, es posible que supiera sortear las
acusaciones, y el hecho de que Brígida declaró que el precursor pertenecía a la
cuñada no hubiera incidido mucho, ya que es general que los detenidos por la
1008 digan que la merca en cuestión era de otra persona y no de ellos. En su
confesorio seguía insistiendo que la acetona era de la cuñada y preguntó “¿Por
qué la han soltado?” y en julio de 1999 otra detenida (arrestada en su casa junto
con dos hermanos suyos y su marido con 207Lts. de ácido sulfúrico7 y que conoce

7 Ella dice que el precursor perteneció a uno de sus hermanos que lo había traído a la
casa de ella y su marido; el otro hermano se encontraba allí casualmente, de visita, y no
tenía nada que ver. Ella tenía un antecedente de detención en la FELCN de Cochabamba,
86

a la cuñada) le avisó que otra vez estaba detenida en la FELCN, aunque no se


sabía cómo ni por qué. Tampoco se supo más y no afectó el proceso de Brígida
que siguió su lento progreso. Su poco conocimiento de los asuntos legales no le
ayuda; por ejemplo, consiguió fotocopias de los carnets de unos testigos de
descargo, pero en vez de entregarlos al abogado se los dio a su hermano, que no
se preocupó en llevarlos al juzgado y cuando llegó la audiencia en que tenían que
declarar, no les admitieron en ausencia de estas fotocopias y ella se quedó sin
testigos. En la cárcel ella se mantiene lavando platos y haciendo tareas domésticas
para otras internas, y, como de costumbre, preocupándose por sus hijos que están
con su marido. A lo menos, en su caso el Juzgado Primero de Sustancia Controladas
relajó un poco su notoria severidad y le dio una sentencia de sólo 5 años y 4
meses.

Petrona: ‘He Caído A La Boca Del Lobo ’


Nació en 1951 en Villa Aspiazu, Sud Yungas; sus padres viven ‘debajito del
pueblo’, una ubicación que sugiere una posición social intermedia entre vecinos
y comunarios. Tiene un solo hermano. A sus 12 años vino a La Paz donde terminó
el bachillerato y entró a un instituto en la Plaza Villarroel con intenciones de
obtener el título de técnico medio como profesora de labores, pero su padre se
enfermó, tuvo que ir a atenderle y abandonó sus estudios. Posteriormente se casó
y tuvo dos hijos, nacidos en 1980 y 1981, pero en ese último año se separó del
marido y crió sola a sus hijos trabajando como costurera y luego regentando una
tienda de ropa usada americana en la Avenida Buenos Aires. Allí conoció a Dora,
una señora madre de cinco hijos y mayor que Petrona, que aseveraba ser enfermera
y trabajar en el Hospital General, más ser dueña de una tienda de repuestos de
autos en El Alto, entre otras cosas. Otras detenidas en Miraflores la conocían
como alguien que compraba cocaína, pero Petrona ignoraba ese aspecto de sus
actividades. La noche de su detención (junio de 1998) Dora la estaba visitando en
la tienda. Llegó otra mujer, conocida de Dora, que pidió permiso para dejar allí su
bulto y se fue. Dora empezó a hurgar el bulto y sacó de allí dos kilos de cocaína.
En ese rato llegaron los efectivos de la FELCN, aparentemente persiguiendo a la

entonces quizás no era tan inocente. E l hermano dueño del ácido declaró en la FELC N
que era suyo y que los otros no tenían responsabilidad alguna, pero no obstante todos
fueron pasados a la cárcel. Se puede imaginar el impacto económ ico y social de estas
detenciones en sus familias, pero esto es lo que menos importa a las autoridades policiales
y jurídicas. En septiembre de 1999 el marido de ella fue absuelto, pero tanto el hermano
que había asumido la culpa com o el otro fueron sentenciados a 10 años y ella recibió 6
años y 8 meses por complicidad.
mujer dueña del bulto, y detuvieron a Dora y Petrona. Fueron pasadas a la cárce
bajo el artículo 51 (suministro). La dueña del bulto no figuró en el caso, ni siquier*
como prófuga, y Petrona pensaba que ella había pagado a la FELCN para que nc
le persigan más, aunque es posible que los policías omitieran mencionarla par*
no demostrar su incompetencia en no haber podido alcanzarla. De todos modos
parece que la FELCN dio poca importancia al caso porque ninguno de ellos se
presentó cuando estaban llamados a las audiencias para ratificar. Dora pensaba
que esto significaba que las dos iban a ser absueltas, aunque resultó que ella tenía
antecedentes policiales (ciertamente, de giro de cheque en blanco y similares, no
de la 1008) y cuando intentó presentar testigos de su supuesto empleo en el Hos­
pital General, nadie allí le conocía. Petrona lamentaba haber ‘caído a la boca del
lobo al aceptar la amistad de Dora y creer lo que ésta le decía. Su requerimiento
era de 10 años para Dora y 6 para Petrona. De todos modos, cuando fueron
sentenciadas a principios de septiembre 1999, Petrona fue absuelta mientras Dora
recibió 5 años y cuatro meses. Petrona seguía trabajando como costurera ert la
cárcel y al salir pensaba hacer lo mismo, y dedicarse a financiar el estudio de sus
hijos, que por ese entonces habían entrado el uno en la Carrera de Derecho y el
otro en Comunicación Social.

Denise: ‘Lo Hice Para Pagar M i Operación ’


Nació en 1978 en Pretoria, África del Sur, como varón. Tiene una sola hermana
mayor. Sus padres se divorciaron cuando el (o ella) era muy pequeña y fue criada
por su madre, una mujer muy depresiva adicta a los tranquilizantes; el cuadro
familiar, de hecho, típico de los transexuales. Desde su niñez se sentía como
mujer y en su adolescencia inició relaciones homosexuales con su amigo que
vivía al lado. Terminó el bachillerato y fue a vivir con su padre, que es empresario
de la construcción, mientras estudiaba cosmetología con fines de hacerse técnico
de colores (en teñir el cabello). En este rato, teniendo 17 años, avisó a su padre de
su homosexualidad y fue echada de la casa, aunque después su padre llegó 0
aceptar la situación y le puso un salón de peinados. Cada vez más andaba de
travestí, eventualmente entró en un tratamiento psicológico y solicitó un cambio
de sexo, por el cual empezaba a consumir hormonas femeninas; antes de realizar
la operación (de extirpación de los genitales masculinos y creación de una vagina
artificial) se suele pasar por un mínimo de dos años de consultas psicológicas y
tratamiento con hormonas que hacen que sobre todo se le crezcan los pechos. Se
vestía de mujer y cambió informalmente de nombre, aunque legalmente seguía
siendo varón. Ponía empleadas en su salón de peinados y más se dedicaba a la
vida de los night clubs gay donde, como dice ella, “Me he involucrado en el
crimen criminal”, es decir, la venta de drogas, sobre todo Extasis y cocaína. Ella
es blanca y de ascendencia Afrikaans pero se conocía con varios nigerianos,
generalmente traficantes. Realizó un viaje de contrabando de Extasis para ellos,
de Europa pasando por Lagos (Nigeria). Su afán era reunir unos SUS 20.000 para
pagar su operación en Alemania. Dado que el viaje a Ámsterdam le fue bien,
cuando le presentaron a otros nigerianos que le ofrecieron SUS 15.000 más pasaje
y gastos para ir a Bolivia y volver ‘trayendo una maleta’ lo aceptó. Ellos le
proporcionaron un pasaporte británico, probablemente robado, en el cual colocaron
su foto manteniendo los demás datos del poseedor original.
Llegó a La Paz en agosto de 1998. Una mujer peruana que conoció solo
como ‘Sonia’ le cambió su maleta original por otra y una semana después partió
al aeropuerto. Aparte de eso no hizo nada en Bolivia, ni siquiera pasear por la
ciudad, porque se sintió mal con soroche. En el aeropuerto, según la FELCN, los
perros detectaron cocaína en la maleta y ella fue detenida: resultó que era de
doble fondo y contenía tres kilos de cocaína. Fue pasada bajo el artículo 55
(transporte).Tenía mucho miedo de ser violada en una cárcel de varones y los
jueces consintieron en su solicitud de ser remitida a una cárcel de mujeres. El
nigeriano que le hizo el contacto con los que la contrataron prometió inicialmente
mandarle dinero para un abogado - ella dice que él se siente compungido porque,
mientras en el viaje pasando por Lagos la protección era asegurada por sus
amistades allí, resulta que era la primera vez que los contratantes estaban
experimentando con la ruta boliviana - pero al fin no mandó nada; su familia,
aunque a veces la llamaba por teléfono, tampoco fue capaz de mandarle dinero a
través de la Embajada Británica, que la atendía porque su país no tiene embajada
en Bolivia. Por lo tanto fue con la Defensa Pública y en la cárcel ganaba algo de
dinero haciendo oficios o cortando el pelo de otras presas, mientras Rachel y su
amiga le proporcionaron frazada, plato, comiday demás necesidades. En su juicio,
como no podía ser de otra manera, admitió que fue contratada para transportar la
maleta, pero dijo que nunca le avisaron qué contenía e imaginaba que bien podía
ser algo como piedras preciosas, que se contrabandean en su propio país. La
fiscal apeló infructuosamente para que sea pasada al artículo 48 (tráfico); luego
le requirió 10 años. En septiembre de 1999 fue sentenciada a 6 años y 7 meses.
Las últimas dos audiencias se realizaron con otro fiscal, ‘prestado’ del Juzgado
Segundo de SS.CC. porque la titular no estaba presente. Como él no había atendido
el caso, no se interesó por cumplir su obligación legal y no aj^eló la sentencia; el
abogado aconsejó a Denise de no apelar tampoco, y por lo tanto su sentencia se
ejecutó allí misma sin necesidad de ir a la Corte ni a Sucre. En los meses anteriores
ella comentaba que ‘un amigo’ iba a venir de África del Sur con un pasaporte
89

‘como el otro’ con el cual se iba a fugar, pero tal amigo no apareció y al recibir la
sentencia ella se contentó con la idea de cumplir la mitad de su sentencia, obtener
libertad condicionaleirse de Bolivia, un país que (como es comprensible, habiendo
conocido sólo el soroché, la FELCN y Miraflores) odia a más no poder. Dice que
su único interés es volver a su país y casarse (con un hombre, por supuesto)
aunque también dice que después de caer como traficante, tendrá que estar
‘tranquila’ durante un año y de allí se puede volver al negocio, aunque jura que
“Nunca más con nigerianos.”
%

-t'

1
CAPÍTULO 2

SOCIEDAD PANÓPTICA, O EL INFIERNO


SON LAS OTRAS PRESAS

LAS CONDICIONES DE CONVIVENCIA

Cuando yo llegué a Miraflores, en abril de 1998, había unas 60 presas y entre diez
o doce niños. Dos años después, este número había subido a entre 90 a 100 adultas
y entre 22 y 25 niños. Se convirtió lo que inicialmente era el comedor (para
consumir la comida, diferente a lo que se conoce como ‘comedor’ que es donde
se recibe el rancho y que en ese momento funcionaba como taller de artesanías y
sala de planchado) en la celda B10 en mayo de 1999. Luego el hall también se
convirtió en celda. Como consecuencia, aparte del taller de tejidos en el patio,
cuyo uso está permitido sólo a ‘las del área educativa’ inscritas en los cursos de
tejidos, el único espacio común que persistió es el comedor-cocina, que también
tiene que servir como cuarto de planchado para las lavanderas, capilla para misas
y ‘cultos’ evangélicos que algunas presas celebran entre ellas o con la asistencia
de un pastor, taller de pintura en tela y otras artesanías. Además sirve como una
especie de sala para las que quieren sentarse a tejer o charlar fuera de sus celdas
en vez de ir al patio.
Las artesanas tienen que llevar y traer sus materiales consigo o sino trabajar
como puedan en sus celdas. La celda grande que antes era comedor fue asignada
a las lavanderas. Allí viven unas 7 u 8 personas junto con mesas de planchar y
montones de ropa lavada. Los niños pasan el tiempo jugando en el patio, el comedor
y, sobre todo por las noches, en los pasillos. No hay una guardería como en Obrajes
que también tiene una cocina de rancho para ellos: los niños de Miraflores tienen
que ser alimentados por sus madres.
A diferencia de San Pedro o Chonchocoro, no existe una biblioteca y
mucho menos salas de clases. Después de que el hall pasó a ser celda, las clases
de instrucción jurídica, GEMA, contabilidad y otras que se ofrecen tienen que
desarrollarse en el comedor de internas, el comedor de policías o alguno de los
92

cuartos de administración en el primer piso. Las otras tres cárceles de La Paz


disponen cada una de una capilla para oficios religiosos pero en Miraflores el
espacio tampoco permite esto.
Chonchocoro goza de una cancha deportiva, mientras el patio en
Miraflores tiene que doblar como cancha de voleibol (el único deporte disponible).
Cuando al fin llegaron a pintar las líneas blancas, resultó que el espacio no
alcanzaba el tamaño reglamentario para esto. No hay, como en San Pedro, siquiera
un ‘gimnasio’ - es decir, un espacio sin equipamiento donde los que quieren
pueden hacer ejercicios.
El hacinam iento se ve empeorado por la mala condición de la
infraestructura higiénica. Es evidente que esta ex-clínica nunca fue diseñada para
que más que 100 personas vivieran allí 24 horas al día. Aparte del WC en el patio
para el uso de visitas, hay cinco baños distribuidos entre los dos pabellones, uno
de ellos con 2 tazas y los otros con una. Hay problemas constantes con bloqueos
del alcantarillado (muchas veces provocados por objetos que los niños arrojan a
las tazas y desagües), tanto que se cerró el baño con dos tazas porque tenía una
fuga de agua que aparentemente llegaba hasta el antiguo garaje de la clínica en el
sótano que tenía que ser convertido en galería de venta de las artesanías de las
internas. Como resultado, todas las internas y sus hijos tenían que compartir sólo
cuatro baños.
La situación con las duchas no era mejor. Inicialmente había una ducha
eléctrica en cada baño y otra en el patio. Las duchas son brasileras y, como tienen
que ser compradas con cuotas levantadas entre las presas, siempre son las más
baratas y se queman con frecuencia. Cuando en junio de 1999 por una fuga de
agua la pared entre las celdas B1 y B4 (de adobe, como las demás del edificio
principal) se derrumbó sobre una presa dormida, el suministro de agua fue cortado
a los pabellones pero se mantuvo en el primer piso; aunque allí era de donde
provenía la fuga, que siguió goteando por el hueco de la pared. La fuga en el
primer piso era del baño de ios policías (variaba entre un goteo y chorros), pero
durante dos años ellos se negaron a arreglarlo, alegando que la filtración no
provenía de su baño sino del agua de lluvia. Durante más de tres meses las presas
tuvieron que acarrear agua en baldes para limpiar sus baños y compartir la única
ducha que había en el patio. Eventualmente se volvió a conectar algunas de las
duchas de los baños pero nunca volvieron a funcionar las cinco.
Peleas respecto a quién ha ensuciado el baño, quién no ha largado el agua
o ha echado objetos que bloquean la taza ocurren a diario, junto a los constantes
quejidos de que “ ¡El baño está hediondo!”, “¿Qué se han com ido?” y,
probablemente el epíteto favorito que se aplican entre internas (su único rival es
93

‘puta’) “ ¡Que cochinas!” Muchas demuestran unas muecas de asco u náusea mortal
si encuentran heces flotando en la tasa, reacción curiosa para cualquiera que se
haya acostumbrado a utilizar los baños públicos en Bolivia.
Para mediados de 2000 había 7 celdas en el Pabellón Ay 10 en el Pabellón
B, más el hall. Su tamaño varia aproximadamente entre 1.5 x 2mts hasta unos 5 x
7mts y son compartidas por 3 o (excepcionalmente) 2 personas en el caso de las
más pequeñas, y hasta 10 e inclusive 12 en el caso de las más grandes. Cuando
hay 12 personas incluye a 2 que duermen en el piso. Para mediados de 1999 se
agotó la reserva de catreras metálicas y desde entonces las nuevas tienen que
dormir en colchones sobre el piso hasta que alguien salga en libertad y puedan
ocupar su catre. Los catres pueden ser colocados uno encima de otro, generalmente
son dos y ocasionalmente tres; Seguridad decía que eventualmente todas tendrían
que estar ‘con tercer piso’ pero esta intención fue frustrada por la falta de catreras.
Cuando están colocados en forma vertical el espacio entre lechos es de unos
40cm, por lo tanto no es posible sentarse recta en los catres de abajo; entonces la
de encima ofrece mejores posibilidades para sentarse y trabajar pero a la vez no
es preferido por el esfuerzo que representa el subir (no hay escaleras sino hay que
utilizar un taburete o subir como se pueda por el mismo catre).
En la cárcel de varones de Chonchocoro, cada interno recibe un ropero
metálico con llave para sus partencias. En Miraflores algunas celdas tienen roperos
construidos en la pared, evidentemente de los tiempos de la clínica, pero otras
carecen de ellos. Entonces las internas tienen que amontonar sus pertenencias (y
algunas tienen enorme cantidad de ropa y otros trastes) debajo de los catres, en
los pocos espacios que quedan entre ellos, colgarlos en clavos, repisas improvisadas
o cajas pegadas a la pared, cuando no discuten cómo compartir el ropero si lo hay.
Como adornos adicionales se encuentran osos de peluche, afiches de
cantantes, almanaques y estampas religiosas y con menos frecuencia, fotos de
familiares. Es evidente que el hecho de que todas las pertenencias estén a la vista
en el mismo espacio facilita la tarea a las que quieren robar a las otras, y la
disposición del espacio es otra fuente de discusiones. Cada vez que se cambia de
celda hay que trasladar todos estos objetos, que en algunos casos incluyen sillas,
mesas y estantes si es que han obtenido permiso de la Gobernación para tenerlos.
Los otros objetos que nunca deben faltar en una celda son una radio o
grabadora y uno o más televisores. Las internas no viven sin la televisión, pero a
la vez su miserable nivel económico significa que generalmente sean muy viejos
aparatos, en blanco y negro, que sufren constantes desperfectos y son alquilados
o prestados entre una y otra para que cada celda pueda gozar de este imprescindible
beneficio de la vida moderna. Los televisores y las radios suenan desde las 08:00
94

hasta que se corta la luz a las 23:00 o más tarde. Varias internas consideran que la
manera de combatir los gritos de los niños y la bulla de la radio de la vecina,
puesta en una emisora que no le gusta a ella, es prender su propia tele o radio en
el canal de su preferencia y aumentar el volumen. Sólo se callan en el día cuando
hay cortes de luz (frecuentes, porque las conexiones de luz, al igual del
alcantarillado, datan de la construcción de la clínica en los años 1950 y están en
mal estado). En mis primeros meses comenté a Claudina, cuando había un corte,
qué alivio era pasar unas horas sin música ni el ruido de telenovelas. Ella me
respondió con desprecio: “Vos tienes otra costumbre. A nosotros nos parece triste
sin radio... muerto.”
Aunque durante el día ruido es sinónimo de vida, en la noche se exige
silencio total. Algunas internas duermen aunque la luz esté encendida, y (al igual
que con muchas personas afuera) parece que la tele funciona con un somnífero,
porque prenden una película y luego empiezan a roncar, pero otras son más
exigentes: termina su telenovela a las 22:00 y sacan el foco de luz para obligar a
todas las demás a compartir la oscuridad y el silencio. Algunas se quejan de la
compañera del catre de arriba o abajo que da vueltas en su lecho (“Ella no deja
dormir”) o que se levanta para ir al baño. Una comentaba que entrar al baño de
; noche demostraba que una no había sido criada correctamente y recordaba cómo
ella, afuera, disciplinaba a su hijo de seis años:
" “Si pide en la noche, ‘Mamí, quiero desaguar’, ‘No’. Otra vez, ‘Mamí,
quiero ir al baño’. ‘No’. Recién, a las seis de la mañana, ‘Sí, puedes ir’. Sale
j disparado al baño.”
Aunque es difícil creer que esta táctica produciría más que un niño
habituado a orinar en su cama, se relaciona con las condiciones de pobreza ur-
> baña donde si es que hay un baño probablemente se encuentra al otro lado del
patio compartido, cuando no es un baño público en la otra manzana, o el ‘baño’ es
un lote vacío a varios minutos de caminata; se echa llave e incluso candado a la
puerta calle en la noche, y no es raro que personas que viven en estas condiciones
evitan comer o tomar cosas que ‘aflojan el estómago’ en la tarde para no tener
' ' que salir de noche, entrenando sus tripas a funcionar sólo de día. También tiene
ty y que ver con un origen social campesino o de clase baja urbana donde se levantan
f temprano por la mañana. Pero hay otras internas de origen más pequeño-burgués
que se acostumbran mirártele hasta tarde y luego dormir hasta las 08:00; ellas no
se quejan de las que ‘caminan toda la noche’ sino de las que se levantan y empiezan
a caminar a las 06:00 o 07:00.
Aparte de las desavenencias referentes a medios de comunicación y
horarios de actividad, hay problemas sobre la limpieza. El nivel de vigilancia de
95

‘las sargentos’ (el personal femenino de Seguridad) varía según las obsesiones de
cada policía: algunas van a anotar ‘conducta’ de la interna porque encuentran un
plato sin lavar en su celda o porque ha dejado una manta o una chompa encima de
su cama, otras se desentienden de estos detalles, de la misma manera en que
algunas riñen a una presa si hay un mero olor de cigarro en su celda alegando que
está matando a los niños que viven en el penal, mientras otras ignoran hasta a la
que pescan con el cigarro mismo encendido. Sin embargo, la mayoría de las presas
han internalizado la idea de que hay que estar lustrando constantemente el piso y
arreglando el cuarto y algunas (sobre todo las que tienen tendencias compulsivas-
obsesivas) imponen reglas rígidas a sus compañeras, alzando el abrigo de la otra
si se atreve a colgarlo al pie del catre, prohibiendo peinar el cabello dentro de la
celda, quejándose constantemente de la otra que ‘no sabe barrer’, poniendo cera
hasta a pisos de hule, y llamando histéricamente “ ¡Sargento!” si descubren que
otra ha dejado caer una gota de agua al piso encerado formando una mancha
blanquecina o, peor aún, ha entrado desde el patio y dejado una huella de su pie
mojado.
Es cierto que el hacinamiento obliga al constante recogimiento de las
pertenencias de uno, caso contrario el espacio mínimo de la celda se haría inhab­
itable, pero en afuera hasta las casas más burguesas sólo ponen cera al piso cada
quince días, y es evidente que la mayoría de las presas no vivían en el tipo de
casas que tienen piso machihembrado, sino de tablas comunes que no son pulidas,
de cemento o con pisos de tierra. Además, después de realizar el encerado, para
que no se manche, se procede a tapar el piso con periódicos pasados o diversos
trapos viejos, sobre los cuales se debe patinar, lo que no mejora en nada el aspecto
del cuarto. Pero lo importante es que el piso brille y que haya olor a cera (‘me
gusta el olor a cera’), no importa que parezca un basurero.
Cuando se estableció la celda B 10, su piso estaba manchado debido a su
anterior uso como taller; las flamantes ocupantes se distribuyeron secciones del
piso entre ellas y se pusieron a frotarlas enérgicamente con virutilla hasta sacar
todas las machas y proceder al encerado. Siendo una de ellas, yo preguntaba por
qué era necesario tanto esfuerzo. Respondían que era ‘para que sea bonito’. Mi
respuesta que ‘esta es una cárcel ¿qué va ser bonita?’ encontró incomprensión.
La misma idea fue expresada por las policías que recomendaban a nuevas internas
comprarse ‘algo elegante’ como por ejemplo un cubrecama con volantes para
aderezar su lecho, o las compañeras de celda que deshacían mi cama ante un
representante de Régimen Penitenciario para demostrar que (como es habitual
entre los campesinos con quienes yo me he socializado en Bolivia) sólo utilizaba
frazadas y ninguna sábana.
96

Es evidente que hay un factor de clase aquí - aunque casi todas las presas
son de clase baja o máximo, pequeñas burguesas, se debe imitar el arreglo
doméstico de la clase media - pero esto se queda en un nivel implícito. La
justificación discursiva, en bocas tanto de Seguridad como de las internas, es
‘somos mujeres’: el cuarto desordenado o insuficientemente ‘bonito’ ‘no parece
cuarto de mujeres’.
Estos puntos refieren a lo que podemos denominar el orden doméstico
cotidiano. Luego vienen los problemas de carácter, los niveles de imposición o
sumisión que cada persona exige o tolera, la existencia de posibles problemas
anteriores (como el haber denunciado a la otra, y también haber sido ambas amantes
del mismo hombre, que es sorprendentemente frecuente dado el número reducido
de internas) y el ser buzo o chismosa, yendo con cuentos a Seguridad o sino a
otras internas sobre lo que hace o no hace la compañera. También es difícil, por
ejemplo, convivir con una evangélica fervorosa que gusta mirar el Canal Cristiano,
escuchar prédicas emocionales y llorosas en la radio, y hasta se pone a ‘orar’ a las
02:00, si uno no comparte su fe. Los niños también juegan en las celdas, a veces
con juguetes inapropiados para un espacio interior como flechas o pistolas de
agua, y varias madres dejan en la cama a los que todavía no saben caminar a
llorar a gusto mientras ellas ‘están haciendo’ en la lavandería o la cocina, sin
hablar de los llantos nocturnos (que a veces molestan más a las vecinas que a la
madre que duerme en la misma cama; será que por escucharlo todos los días una
se vuelve sorda) y el perfume de los pañales sucios y de algunos niños mayores
que no siempre se molestan en entrar al baño para defecar. Cuando los que sí
caminan pelean entre ellos, cada madre toma parte de su hijo y pelea con la otra
madre, y si el hijo daña las pertenencias de otra interna, el hijo no tiene la culpa
sino la otra por el hecho de haber poseído algo que el niño podría dañar.
Sin embargo, Gobernación reserva el derecho de asignar a celdas y cambiar
a individuos o a la totalidad de la población en el momento que le da la gana.
Suele imponer cambios a lo menos cada tres meses. Si una interna se opone
totalmente a vivir en la misma celda con otra con quien no congenia puede evitarlo,
y también puede intentar que se la mantenga junta con su amiga íntima, pero por
lo general no es posible escoger en forma positiva a las personas con quien una
tiene que vivir. Los cambios de celda se utilizan habitualmente como castigos
(p.e. por haber sido encontrado borracha, por haber peleado con otra interna sea
compañera de celda o no, por ‘falta de respeto’ a Seguridad, etc.) y evidentemente
en este caso, cuando sale del calabozo la castigada será mandada a una celda
menos deseable para ella que la que actualmente ocupaba. En tanto que es más
grande una celda es menos deseable, porque aunque el espacio es más amplio es
97

aún más difícil encontrar una vida apacible con siete o ocho personas a quienes
no se ha escogido que con dos o tres. La celda más grande del pabellón A es
asignada habitualmepte a las nuevas y a castigadas. Las internas de Miraflores
envidian muchos-aspectos de la vida en las cárceles de varones, sobre todo San
Pedro (libertad referente a trago, drogas, sexo, visitas en el interior de la celda y
no sólo en el patio, no se apaga la luz, etc.) pero lo que quizás más se envidia es
que allá uno puede comprar su propia celda —las mejores, que se asemejan a
mini-departamentos, cuestan hasta miles de dólares, pero también hay en sumas
como $US 200 que no son tan difíciles de reu n ir-y allí vivir a solas, limpiar o no
como se quiere, y si uno comparte, es sólo con la persona que uno invita a hacerlo.1
El resultado de las condiciones de Miraflores es que es un panóptico, bajo los
ojos no de los guardianes sino de las otras presas.

LOS BUZOS

El personal de Seguridad pasa la mayor parte del tiempo en la puerta, en sus


comedores o dormitorios del primer piso, o en el patio. A veces pasean por los
pasillos de los pabellones y raras veces entran a las celdas. No mantienen una
vigilancia personal de las presas porque no necesitan hacerlo. Sus buzos (soplones,
informadores) lo hacen para ellas.
Hay a lo menos cuatro tipos de buzo, o quizás mejor dicho motivaciones
para ser buzo, ya que la misma persona puede combinar más de una de ellas.
Algunas presas son soplonas porque no pueden aceptar que están en la cárcel.
Delatar a otras por no cumplir con la limpieza, por tomar alcohol o hacer pasar a
sus enamorados a sus celdas demuestra que aunque las demás sean delincuentes,
ellas siguen al lado de los justos. Aveces esta actitud viene junto con una negación
total de su situación: instruyen a sus familiares a decir a los demás parientes y
conocidos que ella está internada en una clínica y por eso no pueden verla; escriben
0 llaman a sus conocidos fuera de La Paz diciendo que están enfermas y no pueden
viajar, mientras a los que están en la ciudad informan que están en Rurrenabaque.
En un caso, cuando estos subterfugios eventualmente fueron desenmascarados,
ella dijo a sus visitas que esto no era realmente una cárcel como Obrajes, sino era
1 Sin embargo, los presos que no pueden reunir ni esta suma tienen que vivir ‘ alojad os’
o sino dormir en donde pueden. El sistema de M iraflores es, entonces, más igualitario,
dado que tanto las que tienen dinero com o las que no tienen un centavo comparten las
mismas celdas, pero el igualitarismo es com o muchas virtudes: bonita cuando se mira
desde lejos, pero no tan gustosa cuando uno está obligado a practicarla.
98

'particular’ y sé pagaba por semana como en un hotel. Para estas personas, ser
buzo es una manera de mantener la imagen que tienen de sí mismas. Pueden ser
de pollera o de vestido, pero generalmente tenían cierto caudal económico fuera
del penal y suelen estar por algún tipo de fraude (estelionato, falsedad material o
ideológica, giro de cheque en descubierto, etc.). Son delitos que implican el
manipuleo de otras personas, y el observar y delatar las actividades de los demás
es otra forma de manipular y demostrar su poder sobre los demás.
Otro tipo de buzo representa el otro extremo. Fuera de la cárcel ella era
socialmente marginal - típicamente no tenía casa propia, dormía en los
alojamientos más baratos cuando no en la calle, y padecía de las otras taras de
personas en esa posición, como no tener contacto alguno con su familia y
desempeñar oficios despreciados como la prostitución casual en una tarifa mínima
(que a veces se reduce a un lugar donde dormir esa noche a cambio de sexo). Ella
no tiene una imagen de sí misma a qué mantener y tampoco ha sido halagada por
alguien en su vida. El hecho de que las policías la feliciten cuando les informa
sobre lo que hacen las demás y quizás le invitan sobras de su comida, ropa usada
para su guagua o le favorecen dando alguna oportunidad de ingreso como por
ejemplo unos meses como ‘taxi’ (la presa que espera en el pasillo de entrevistas y
llama a las que tienen visitas, cobrando IB por llamada) es confundida por ella
con una estimación genuina. Lo genuino de esta estimación, sin embargo, se
observa cuando la sargento cuyos ‘ojos’ ella era decide cambiarla de cuarto por
conveniencia suya y ignora totalmente sus ruegos de clemencia, pero dado que
estas mujeres han sido maltratadas y excluidas toda la vida, tales experiencias no
bastan para convencerlas que deben dejar de ser chupa medias de Seguridad.
Casi siempre están por el comercio callejero de cantidades ínfimas de base de
cocaína en las zonas rojas de La Paz.
Los buzos más habituales y dañinos suelen ser reincidentes. Ya conocen
el mundo de la cárcel y lejos de negar su pertenencia a ella, se dedican a sacar las
migas que pueden dentro de esa situación. Estas ‘bucean’ de manera enteramente
consciente con fines de obtener beneficios y/o salvarse ellas mismas de un castigo.
Mientras es posible que buzos de los dos primeros tipos ni toman ni se drogan, o
sólo ‘se sirven’ un vaso de trago en la fiesta, la buzo-reincidente puede seguir
consumiendo base, alcohol y otros dentro de la cárcel y hasta venderlos ella misma.
Una forma de lograr esto es coimear a los guardias, pero si resulta que otros
aparte de los coimeados para facilitar la entrada de sustancias prohibidas la pescan
in flagrante, ella está dispuesta a comunicar los nombres de todos los demás que
han recibido drogas de ella dentro del penal, o sino hasta programar una cita con
la persona que le vende (sea interna o alguien de afuera) de tal forma que esa
99

persona pueda ser arrestada. También se dedica a ‘ir con cuentos’ donde Seguridad
para que le den fkvores como salir sin orden judicial a hacer compras, permitan la
entrada de supareja sexual, la nombren encargada del kiosco de refrescos y
similares. Un buzo de este tipo (reincidente de la 1008, aunque en este caso no
traficaba drogas dentro de la cárcel sino sólo influencias y favores) intentó
reclutarme a mí, indicando que si yo quería que la Gobernadora escribiera informes
para mi juzgado con el contenido que yo desee, yo debería subir a su oficina y
ofrecerle ‘colaborar en todo dentro del penal’. Se debe notar, pero, que los favores
obtenibles se limitan a pequeñas preferencias en el contexto de la vida carcelaria,
como permitir que su hijo aunque mayor de la edad reglamentaria venga a vivir
con ella por periodos más o menos largos, o no ser cambiada de celda excepto
cuando ella quiera; de ninguna manera se extienden a reducciones de sentencia o
recibir la libertad provisional con mayor rapidez, y al igual que en el anterior
caso, si la buzo llega a presumir sobre los ‘permisos’ que ella tiene o publica sus
relaciones con Seguridad, esos beneficios son cortados.
Finalmente están las que no intentan ser buzos y de hecho no son
denominadas como tales, sino ‘deschapadas’. Puede ser que en otros ratos
colaboren en encubrir las infracciones de sus compañeras, pero luego cuando
discuten sobre alguna deuda, un insulto u otra trivialidad se ponen a gritar todo lo
que saben sobre la otra —“ ¡Vos vendes alcohol!” Comunican sin preocupaciones
que en la fiesta había cocaína y N.N. le vendió, o se ponen a hablar sobre lo que
ha hecho Zutana y Mengana sin pensar en quién puede estar escuchando. O sino,
cuando ella es encontrada participando en algo indebido y recibe un castigo, trata
de conseguir su levantamiento indicando que ella no era la responsable sino Fulana,
aunque a veces desde la perspectiva de Fulana es la deschapada quién les delató
por su comportamiento - nerviosidad evidente, respondiendo de manera confusa
a las preguntas de las policías, corriendo de manera muy obvia a ocultar el objeto
prohibido... el resultado de todo esto es que, debido a la constante presencia de
otras personas muchas de las cuales no son de confianza, es necesario esperar
días o a veces semanas antes de poder hacer algo que quebrante las reglas o
incluso tener una conversación privada con otra presa, y de todos modos las
delaciones son constantes.
Está prohibido que los presos tengan teléfonos celulares, pero en San
Pedro muchos los tienen porque no son denunciados y pueden conseguir usarlos
en privacidad; en Miraflores, pero, aunque unas tres presas lograron introducirlos,
era inevitable que serían escuchadas utilizándolos por algún buzo, delatadas y
castigadas con el decomiso del aparato y un rato en el calabozo, y nadie más
intentó meter uno.
100

Es irónico que, aunque Seguridad depende de las ‘chismosas’ para


controlar a la población, ellas mismas suelen quejarse de que ‘se sube con chismes’
y llegan a sermonear a las presas reunidas para la lista que no deben ir a
Gobernación o donde ellas con tales cuentos. Al parecer estas quejas surgen cuando
los chismes se refieren al personal de Seguridad (se dice que tal policía ha tenido
un hijo para tal coronel que no es su marido, que otra es una borracha o una
lesbiana, etc.) y resultan de la amistad que algunas presas buscan trabar con las
guardias, llegando hasta a pedirles el teléfono de su casa y llamarles allí. También
es posible que a veces reciban denuncias totalmente inventadas o que atribuyen
tal acto a tal persona sin prueba alguna, imposibilitando el castigo. Las quejas
siempre se presentan en forma general contra ‘ciertas personas que suben con
chismes’ - siguen protegiendo a sus informantes habituales - sin especificar
quiénes son o cuáles son los chismes problemáticos; varias presas, también,
después de una estancia en el calabozo dicen que saben quién las denunció pero
rehúsan nombrarla. Seguridad, que comparte el nivel cultural y social de las presas
típicas, comparte la misma falta de perspectiva sobre la habladuría dentro de la
cárcel y se queja de sus consecuencias negativas, sin percibir que su propia
disposición de recibir denuncias de todo tipo es lo que fomenta esta conducta.

AMIGAS, BRONCAS Y SIRVIENTAS CARCELARIAS


‘A Q U Í N O H A Y A M IG A S ,
SÓ LO COM PAÑ ERAS’
(D ic h o c o r r ie n te en M ir a flo r e s )

Muchas presas llegan solas a la cárcel (sus co-procesados son varones, o sino por
algún motivo mandan una procesada a Obrajes y otra a Miraflores). Incluso cuando
llegan juntas, las co-procesadas en vez de apoyarse mutuamente tienen malas
relaciones debido a que una considera que la otra ‘tiene la culpa’ y se amenazan
con denuncias mutuas. De hecho, además, las co-procesadas raras veces son amigas
sino tienden a ser parientes afines (más comúnmente, cuñadas o concuñadas).
Aunque la colaboración laboral entre afines es habitual en Bolivia, también lo es
la hostilidad y la sospecha, y es este segundo aspecto del parentesco por matri­
monio el que sale a flote en la cárcel.2 Aunque la nueva interna llegue sola, no es
raro que encuentre varias conocidas suyas allí. A veces eran buenas amigas antes

2 Para la hostilidad cuasi-institucionalizada entre afines, ver pp. 45 -6 de SP ED D IN G


Alison (1 9 9 9 ) Breve curso de parentesco. La Paz: ID IS. Cuadernos de investigación
N° 6.
101

pero es más frecuente que han tenido algún trato anterior dentro del negocio de
las drogas, contactos comerciales sin una relación social más amplia. Dado que la
mayoHajle^las internas no sólo intentan negar o minimizar sus actividades
delincuenciales sino también buscan presentar una imagen de virtud femenina
intachable, no le agrada la presencia de alguien que conoce su vida de afuera y
sabe que, lejos de ser esposa fiel y recatada, el padre de sus hijos no es quien ella
dice o sino el hombre en cuestión siempre ha rehusado reconocerles, ella tenía
varios amantes, era una borracha que frecuentaba los boliches y hasta practicaba
la prostitución, o que el corte en la cara que, según ella, fue resultado de haber
resistido un intento de violación, es el recuerdo de un cliente con quien ella tomaba
y se drogaba toda la noche para luego intentar negarse al pago en forma de sexo
y como consecuencia la arrastró detrás del mostrador del bar, la violó y le cercenó
la cara. Las ‘amistades’ de afuera, entonces, más tienden a convertirse en broncas
dentro de la cárcel, motivos de insultos, riñas y denuncias (por ejemplo, llamar a
Régimen Penitenciario para denunciar algo como supuestas salidas sin permiso
judicial dando el nombre de la bronca como fuente). Entonces se forman otras
amistades, generalmente entre personas que no se conocían antes.
En primer lugar las amistades se segregan por clase y por región. Las
quechua hablantes (de Oruro o Cochabamba) tienden a unirse entre ellas, como
también las cambas en contra de las collas, que representan la mayoría, paceñas y
si son de clase baja, aymara hablantes. Las peruanas forman un grupo como
también las pocas que no son latinoamericanas, y el reducido grupo de presas de
clase media se reúne, evitando el contacto con las ‘indias de mierda’ en la actividad
diaria aunque no siempre logran que sean excluidas también de sus celdas. También
se dan ciertas parejas de amigas donde ambas son evangelistas fervorosas. Las
amigas se sientan juntas en el patio o se visitan en sus celdas, tejen, hacen circu­
lar las últimas habladurías de la cárcel, miran tele y cocinan juntas. Pueden
ayudarse mutualmente a hacer artesanías y encontrar venta para las mismas. El
hecho de cocinar juntas implica cierta comunidad económica pero esta no suele
ser igualitario. A veces cada una contribuye con algo, aunque no conozco casos
donde esto haya sido calculado para conseguir contribuciones exactamente iguales;
es más común que algunas ‘bancan’ a otras, y la que no pone dinero es la que
prepara la comida y lava los platos. Esto puede dar lugar a una relación más
abierta de servidumbre, donde la presa sin plata funge directamente como empleada
general de la otra, realizando toda clase de servicios a cambio de comida y otros
pagos (como por ejemplo un ‘préstamo’ en efectivo que luego es cancelado en
trabajo), sin fingir amistad y muchas veces cambiando de empleada o patrona
cuando hay disgustos sobre la cantidad de servicios y la remuneración obtenida.
102

Es común que la encargada del kiosco no venda personalmente excepto en los


ratos cuando le da la gana de salir al kiosco, mientras su ‘empleada’ tiene que
atenderlo en todos los demás ratos. La presa que vende comida cocida siempre
tiene varias ayudantes que pelan la verdura y pican los ingredientes. A veces se
rumorea, sin embargo, que una de estas ayudantes puede ser la que realmente
pone el capital para la empresa comercial y la supuesta titular es sólo una pantalla
para conseguir el permiso. Las presas sin dinero también se ofrecen habitualmente
para realizar los oficios de cualquier otra, sea limpiando el baño, barriendo y
encerando la celda, o supliéndoles en la limpieza del patio o en la cocina de
rancho durante un mes. Cuando una presa con dinero es nombrada cocinera,
contrata como suplente a otra presa que no es su empleada para que ésta pueda
seguir a su servicio. Igualmente, las que no quieren lavar su propia ropa pagan a
otras para hacerlo.
La base de estas amistades, entonces, suele ser el intercambio de dinero,
bienes y servicios. Se dan casos cuando llega a una relación más sentimental que
puede desembocar en el lesbianismo. A lo menos dos presas vivían con parejas
lésbicas afuera. Como la mayoría de las lesbianas bolivianas, estas parejas imitaban
la unión heterosexual, con una que hacía de varón y otra que hacía de mujer y la
que hacía de mujer incluso tenía hijos. Una que mantenía la relación con su pareja,
que estaba libre, durante años en la cárcel hasta llegó a celebrar un matrimonio
civil allí dentro: la pareja trajo a un notario a quien se había presentado con
nombre de varón y él, aparentemente, no se fijó, o no quiso fijarse, en la decepción.3
Otras, al parecer, conformaban más bien al modelo de la promiscuidad homo­
sexual que se encuentra en algunas sub culturas lesbianas en el Norte y siguen
procediendo de esta forma dentro de la cárcel; ellas son las que incorporan en sus
relaciones a otras presas que aseveran no haber tenido experiencias lésbicas an­
tes, a la vez que también pueden tener un amante varón de afuera, sobre todo si
éste ofrece ventajas económicas y administrativas (p.e. es funcionario de Régimen
Penitenciario). Las relaciones sexuales tienen que realizarse con discreción, muy
de noche cuando las demás compañeras de celda están dormidas, o por lo menos
fingen estarlo, y por lo tanto son infrecuentes, pero no impide que cuando hay
una riña, ‘lesbiana’ sea uno de los insultos que se esgrimen o alguna interna acuse

3 De hecho, el matrimonio homosexual es legal en Bolivia, no porque haya sido legalizado


a propósito, sino porque los legisladores no imaginaron que dos personas del mismo
sexo podrían querer casarse y por tanto, olvidaron precisar que los contrayentes tenían
que ser una m ujer y un varón. Se dice que la nueva Constitución que se propone aprobar
en 2 0 0 8 - si es que se logra su aceptación - va poner fin a esta laguna, en un acto de
abierta reacción.
103

a otra de haberle acosado sexualmente. Es digno de notar, sin embargo, que esta
forma de desahogo es una de las pocas que Seguridad nunca se interesa en reprimir
(también se rumorea que ciertas policías son lesbianas); sospecho que esto se
debe más a la mojigatería, el hecho de que la homosexualidad pública y admitida
no es aceptable en Bolivia, y el deseo de evitar posibles escándalos si se publicaran
estos actos, que a una actitud liberal hacia relaciones entre personas del mismo
sexo. Es aceptable entre las clases populares que dos mujeres se abracen, se tomen
de la mano o se sienten la una en el regazo de la otra como simple muestra de
amistad, como también pueden peinarse mutualmente, acostarse al lado de la otra
para que le busque y saque sus canas, y similares. Muchas presas que no tienen
relaciones lésbicas hacen esto de forma corriente; por lo tanto, las parejas lésbicas
que se forman, estables o pasajeras, no se hacen distinguir por su conducta entre
las presas en general.
Debido a la ausencia de una simpatía personal genuina, muchas amistades
se disuelven en peleas triviales, exacerbadas por insultos, a veces basados en la
vida anterior de la persona o lo que ha hecho dentro de la cárcel y otras veces en
acusaciones sin fondo (yo fui acusada en una ocasión de haber intentado sofocar
a un niño con una almohada; la misma que dijo esto también aseveró que Rachel
era un hombre que se hizo cortar el pene, aunque Rachel tiene el cuerpo
probablemente más voluptuosamente femenino de todas las internas). Las presas
comunes dicen que las de la 1008 son ‘drogadictas’, ‘te estás loqueando por falta
de droga’, o han matado a la gente con drogas, y éstas responden que no han
robado ni estafado a nadie, o dicen ‘asesina’ a la que está realmente por haber
matado. Como ya se dije, los insultos preferidos refieren a la supuesta falta de
higiene personal y la promiscuidad sexual.
Algunas presas utilizan niños como títeres en las peleas: se ponen a jugar
con la guagua cerca de la compañera odiada y le dicen “ ¡Qué cochina! ¡Qué
asquerosa! Le vamos a meter al calabozo ¿no?” o, más directamente, “Puta, puta,
dile puta.” Los niños de tres, cuatro o cinco años pueden asimilar estas lecciones
hasta decir por sí mismos ‘hedionda, asquerosa’ cuando ven a la odiada en el
patio, o pegarle en su pierna cuando se cruzan en el pasillo. Las madres, sin
embargo, consideran que un niño ‘no entiende’ y por lo tanto, no es afectado al
ser utilizado de esta manera; las que enseñan directamente a insultar también
indican a sus hijos que deben responder violentamente a cualquier discusión con
otros niños y explican que esto es la manera de ‘defenderse’.
Aparte de los insultos verbales directos, otras tácticas consisten en sentarse
a cierta distancia y hacer comentarios indirectas, tratar de obstaculizar las
actividades de la otra (botando su ropa del pozo de la lavandería, metiendo bulla
104

y hurgando la puerta cuando ella está en la ducha, etc.) y, por supuesto, ‘ir con
cuentos’ con referencia a ella. A lo menos en mi experiencia personal, si una se
hace la sorda cuando escucha las palabras ‘puta’ y ‘cochina’, responde con palabras
suaves a los gritos (lo que induce mayor histeria en la gritona cuyo ruido atrae a
Seguridad quienes la hacen callar) y evita relacionarse con las internas conflictivas,
ellas se dan cuenta que sus esfuerzos son en vano y dejan de molestar, pero la
mayoría de las internas encuentran sumamente hiriente este tipo de epíteto,
responden con la misma m oneda-“ ¡Te hace falta uno de este tamaño!” (indicando
con las manos un pene de medio metro de largo), “ ¡Vos te arrodillas para recibir
el semen en tu boca!” - y no es raro que ambas lleguen a las manos. De hecho,
aunque cierta reincidente (se rumoreaba que esta vez estaba por hacer escándalo
y destrozar un karaoke, aunque ella dijo que era por asesinato) hizo correr el
rumor que en Obrajes ella hasta bajó la oreja de otra con cuchillo e hizo atemorizar
a las demás (“ ¡Nos puede cortar la cara!”) cuando ella llegó a pelear fue con las
mismas maneras femeninas - gestos tipo molino He viento de las manos, intentos
de rasguñar y sobre todo ‘chasquearse’, jalar loo ibellos una a otra - que las
demás, y fue atajada por otras presas en pocos minutos. El máximo a que llegan
es trenzarse en el suelo o quizás patear a la otra. Esto es suficiente para que las
contrincantes sean encerradas en el calabozo y luego reciban castigos como ser
sacadas de la lavandería (pérdida de ingresos) o cambiadas de celda.
Durante un rato, entonces, las dos son ‘broncas’. Pero pocas son las
broncas que se mantienen como tales. Después de haber aplicada a la otra todas
las palabras más feas que puede idear, incluso haber denunciado a la otra a los
jueces en la Visita de Cárceles, basta unas semanas o meses y otra vez están
sentadas juntas conversando y compartiendo; a veces, dentro del mismo día ‘se
abuenan.’ Dado que ni sus personalidades ni el fondo de sus relaciones han
cambiado, y no parecen capaces de aprender que una persona que ha robado tus
pertenencias o te ha delatado no va a reformarse simplemente porque ha vuelto a
hablarte bonito, poco tiempo después vuelven a tener los mismos problemas y
plantear las mismas quejas y lamentos.
Evidentemente, esto se debe en parte a que la única compañía disponible
es de las otras internas, aparte de las visitas que muchas no tienen o sólo de
manera intermitente; dado que la mayoría carecen de las disposiciones que les
permitirían encerrarse en el estudio, la lectura o la escritura como alternativa, y el
tejido que ocupa sus manos no llena la mente, el deseo de tener alguien con quien
hablar les empuja otra vez a los brazos de la con quien por lo menos tienen un
mínimo de características sociológicas comunes y hacen caso omiso a los defectos
personales manifiestos.
105

La otra forma de relación económica generalizada dentro de la cárcel es


el robo. Si un plato, cuchillo o cuchara queda a solas en el lavaplatos comunal
durante cinco minutos su dueña, al volver, ya no lo encontrará. Lo mismo pasa
con botellas de aceite, fósforos o cualquier otro insumo doméstico. Calzones,
sostenes y prendas de vestir de todo tipo, sobre todo si son nuevos o bonitos, son
robados de los alambres de secar. Es posible utilizar la ropa interior robada sin
que lo observe su dueña; las prendas exteriores son mandadas fuera, generalmente
con la ayuda de los hijos u otra familiar de la ladrona, para su propio uso o para
vender en los numerosos puestos de ropa usada que han invadido las calles de La
Paz y El Alto en la última década. No sólo se roba ropa de las mismas internas,
sino ropa y hasta juegos enteros de sábanas y otros de los clientes externos de la
lavandería. Es de suponer que la que roba no es la asignada a lavar las prendas en
cuestión, porque ella luego tendrá que lavar gratis mientras todas sus ganancias
están descontadas hasta pagar el precio que el cliente dice que valía lo robado.
Fue en un intento de reducir las pérdidas de ropa por lo que se asignó el pasillo y
patio sur exclusivamente a tendido de ropa de afuera y se mantiene bajo llave,
pero ni siquiera esto no logró eliminar totalmente el robo. Quizás sería más efectivo
hacer pagar la prenda robada por partes iguales entre todas las lavanderas, dado
que es probable que la culpable sea una de ellas y no otra presa que no trabaja en
la lavandería, pero jamás se han propuesto medidas de este tipo. Después, se
roban objetos de valor de las celdas: radios, televisores portátiles, joyas y dinero.
Los aparatos de diversión generalmente son recuperados un rato después,
encontrados ‘botados’ en algún espacio público como el comedor o las gradas del
calabozo, porque sería difícil sustraerlos de la cárcel sin que sean observados,
pero las joyas y dinero casi nunca se recuperan.
A veces Seguridad llama a las internas al patio y anuncia que de tal celda
se ha perdido algo (otra vez, no se suele detallar exactamente qué; si es que llegan
a decir que es un reloj o unas joyas, no se las describen como para identificarlas)
y ‘por favor, devuélvanlo’. En casos se hace una requisa de la celda en cuestión o
de todo el penal, encerrando a cada una en su dormitorio y revisando sus
pertenencias - hasta que el estuche vacío de los valores aparece ‘botado’ y se
suspende la búsqueda. En otros casos la misma robada prefiere no anunciar su
desgracia, sino recurre a los naipes, el prender velas u otro medio de adivinación
en vez de intentar una investigación tipo detective (averiguar quiénes han estado
en o cerca de la celda cuando el objeto se perdió, observar cuáles de ellas de
repente aparecen con comida cara o ropa nueva cuando hasta la fecha estaban
‘misias’, es decir sin un centavo, etc.). Las ladronas también suelen recurrir a las
adivinas de la cárcel preguntando si les van a ‘pescar’ o no. Por lo menos en un
106

caso la adivina tomó muy en serio su deber de confidencialidad profesional y


respondió que no se sabía que era su cliente la que había robado una suma elevada
(todo el capital de la que vendía tarjetas telefónicas); tampoco fue a avisar a la
víctima, quien tenía un coronel de policía como amante y hizo traer investigadores
que tomaron huellas digitales y declaraciones a varias supuestas sospechosas, sin
resultado alguno. De hecho, este robo fue realizado por unas tres internas juntas,
una que entró al cuarto para sacar la caja con dinero, otra que hizo de ‘campana’
(vigilante: probablemente también abrió el candado con que la celda estaba cerrada,
porque aunque reincidente de la 1008 es conocida como ladrona dentro de la
cárcel; ella consultó a la adivina) y la tercera que llamó a la única ocupante de la
celda que estaba presente en ese momento para llevarle lejos de la escena del
crimen.
La acusación de ser ‘ratero’ es considerada muy grave en la cultura popu­
lar boliviana y provoca reacciones violentas; hasta la mera pregunta “¿Has visto
m i....?” suele ser entendido como insinuando “Vos has alzado m i...” y es
respondido airadamente “ ¡No! ¡Yo no sé alzar nada! ¡Yo nunca ocupo...!” a veces
conduciendo a toda una discusión. Esto es un motivo por no intentar hacer nada
práctico en casos de robo, porque sólo intentar preguntar sobre el tema es causa
de sensibilidad, y sabiendo que la interpelada, sea o no culpable, va a contestar
negándose furiosamente muchas ni se atreven a hacerlo. Todas saben que ciertas
internas ‘tienen mano’ e incluso que eran lás culpables de los mayores robos
ocurridos, pero sólo se mencionan sus nombres en susurros y en privado, nunca
cuando Seguridad pregunta sobre robos. Las mismas protestan a gritos cuando en
el curso de las requisas sus pertenencias reciben más atención que las de otras
(que significa que aunque nadie las denuncie en público, los chismes sobre ellas
han llegado a orejas de los policías - las requisas son las únicas ocasiones cuando
los policías varones entran a las celdas y ellos son los encargados de revisar las
pertenencias de las internas). Dentro de la cárcel como fuera, también, suelen
prevalecer actitudes egoístas: aunque se sabe que Fulano ha robado a Mengano,
esto no importa, hasta que Fulano me roba a mí, cuando por supuesto reacciono.
Se cree que son frecuentes los ‘autorrobos’. En el Norte esto corresponde al fraude
de seguros (se denuncia el robo de algo que no ha sido perdido, o ha sido vendido
o sustraído con el permiso de su dueño) pero en Miraflores nadie tiene asegurado
sus bienes. Es cierto que el ‘autorrobo’ más soñado correspondía a unas joyas
entregadas en prenda para un préstamo, cuya dueña, no obstante los pedidos de la
prestamista, nunca devolvió el dinero para recuperarlas, hasta que un día la
prestamista denunció que habían sido robadas. La dueña, que era chupa principal
de Seguridad en ese rato, no sólo consiguió una requisa celda por celda sino,
107

cuando eso no dio resultados, obligó a que las policías desnuden a cada interna,
hasta bajando sus calzones, como si fueran a tener sus aretes colgados de sus
pendejos. Luego hizo correr el rumor que era un ‘autorrobo’, que la prestamista
había mandado afuera a las joyas. Es posible que, frustrado por la falta de pago,
hubiera mandado vender la prenda (y con derecho) pero yo a lo menos supongo
que haría eso sin anunciarlo hasta que la dueña apareciera con el dinero para
recogerlas, si algún día eso llegara a ocurrir. Esta versión de racionalismo
occidental, no obstante, no tuvo apoyo en Miraflores donde el ‘autorrobo’ era
aceptado como explicación de la pérdida, mientras la prestamista fue pegada por
una de las internas que ella señaló como sospechosa. Muchas otras internas
pidieron Valium a la médica para recuperarse del susto de ser desnudadas, pero
nadie se quejó de la dueña de las joyas por haber solicitado este ultraje a la
decencia.4

M ANTENIDAS Y RIVALES:
EL AMOR (HETEROSEXUAL) TRAS LAS REJAS

Casi todas las internas han sido ‘casadas’, es decir, han convivido con hombres.
En casos de fraude no se suele detener al ‘marido’ (así denominan a sus parejas,
no importa si eran casados por ley o no) pero dado que la FELCN suele detener y
mandar a la cárcel, o declarar como prófugos, a todos los que habitan en la casa
donde encuentran las drogas, una buena parte de las parejas de las presas de la
1008 se encuentran en San Pedro o Chonchocoro, como parte del mismo caso o
porque habían sido detenidos antes o después por el mismo tipo de delito.
Régimen Penitenciario dirige el llamado ‘Plan Familiar’ que permite a
una interna que pueda presentar su libreta de matrimonio o una declaración
notariada de concubinato con dos testigos más otra documentación (fotocopias
legalizadas referentes a su proceso, certificado de nacimiento, etc.) ser trasladada

4 Los habitantes de la región andina de B olivia aborrecen la desnudez; de hecho ‘desnudo’


generalmente significa ‘ sólo con ropa interior’ que suele ser cubierto con múltiples
capas de buzos, pantalones, enaguas, faldas, polleras, cam isas, blusas, chompas,
chamarras y mantas (muchas veces con más de un ejem plar de cada prenda). Para
dormir se saca la ropa de encima y se duerme con la ropa interior que también es
abundante. Entonces, el mero hecho de tener que desvestirse delante de otros representa
una vergüenza enorme. Además, este desvestimentiento no fue realizado detrás de una
cortina o en un cuarto cerrado, sino en el pasillo del pabellón B delante de varias
policías femeninas y otras intemas esperando su tumo.
108

a la cárcel del marido para visitarle. Todas las interesadas que aseveran te per
parejas en la cárcel pueden hacer estas visitas en la fiestas de Navidad (con
pernocte, desde la mañana del 24 de diciembre hasta la tarde del 25), Día del
Padre (19 de marzo), Día de la Madre (27 de mayo), y Día del Preso/Virgen de las
Mercedes (24 de septiembre). Si cumplen con todas las formalidades también
pueden ir cada 15 días a pasar el día corí el marido, desde las 10:00 hasta las
17:00. Estas visitas regulares son los miércoles, que no es un día de visita ordinario,
lo que evita que sorprendan a cualquier otra mujer de afuera manteniendo
relaciones con sus maridos.
Se debe notar que este es básicamente un derecho masculino, el derecho
de esposo de mantener el uso sexual del cuerpo de su mujer aún estando en la
cárcel. En cambio, si el marido se encuentra fuera, la mujer no tiene derecho de
pedir que cada dos semanas él pase un día entero con ella dentro la cárcel. También
se nota que las mujeres son llevadas a la cárcel de varones porque, a diferencia de
las mujeres, ellos allí tienen derecho a tener sexo dentro de sus celdas. Es cierto
que en 1999 se anunció que las internas de Miraflores podían solicitar visitas
conyugales, pero la documentación con referencia a la pareja propuesta que tenían
que presentar era tan amplia (porque ‘no queremos la promiscuidad’), que apenas
una cumplió con todos los requisitos; no era casual que su pareja era su abogado
a quien sedujo estando ya en la cárcel.
Las demás, si quieren tener sexo, deben sortear la vigilancia tanto de
Seguridad como de sus compañeras para lograr un breve ‘polvo’ en algún rincón
discreto, o pagando unos 20 Bs. (cuando estaba cierta sargento notoriamente
corrupta) para poder pasar una hora en el calabozo a solas con su pareja. Caso
contrario, las relaciones sentimentales tienen que limitarse a tomarse de las manos
y robar unos besos en el patio.
En cambio, en la cárcel de varones se permite que esposas, amantes,
visitantes casuales y hasta prostitutas los visiten en sus celdas sin necesidad alguna
de documentación. Hay toda una gama de prostitutas y de todo precio (de hasta
10 Bs. e incluso menos, aunque las de menos suelen ser drogadictas que ofrecen
sexo a cambio de base de cocaína) que trabajan en las cárceles. Es conveniente
para ellas porque los horarios de visita no entran en conflicto con sus horarios
habituales de trabajo nocturno. Incluso internas cuyos maridos están libres y
siguen visitándolas no se molestan en tramitar la visita conyugal, porque la mujer
virtuosa no desea tener sexo. Sólo una que otra con inclinaciones hippies, ó que
ha vivido fuera de Bolivia (por ejemplo en Argentina), se atreve a hablar
directamente de sus deseos sexuales insatisfechos, señal de haber pasado
demasiado tiempo relacionándose con europeos corruptos. Se escucha decir que
109

las que después de unos tragos expresan deseos carnales son ‘enfermas de la
matriz’, ‘yo no me caliento aunque tome una lata de alcohol’. A la vez, todas
aspiran al modelo de la esposa casta y fiel.
Es común escuchar a una presa alabándose a si misma porque ‘ha parido
para un solo hombre’ o porque es ‘casada por civil y por religión’; a diferencia de
otra que es sólo es concubina. Cuando hablan de sus parejas, algunas insisten en
usar ‘esposo’ para referirse al suyo; alegando que ese es el término correcto y
reservado para el cónyuge legal; mientras que ‘marido’ - conforme con el uso
dado en la cárcel a esa palabra, donde es usada para denominar a cualquier pareja
varón, incluso cuando las circunstancias de la referencia hacen claro que no se
trata de una relación realmente conyugal - se refiere al concubino.
Los motivos para buscar una pareja en la cárcel, si no mantienen relaciones
con el que tenía antes de caer e incluso aun manteniéndolas, son económicos
(conseguir alguien que las mantenga) o la búsqueda de favores de tipo jurídico.
Entonces las presas de clase baja tratan de seducir a policías varones rasos; algunos
de los cuales, luego de ser encontrados en una situación comprometedora con
una interna, son cambiados de destino. Tantas internas se ofrecían para la
satisfacción física del dentista y el ginecólogo que hasta 1998 atendían la cárcel,
que después sólo se contrataron a profesionales mujeres para estos puestos. Las
internas de clase media baja o clase media prefieren buscar oficiales de la policía,
funcionarios de Régimen o del juzgado, y hasta jueces y abogados.
El intercambio de favores sexuales y jurídicos es acostumbrado en el
sistema legal boliviano. Si el litigante no es mujer, puede ir a visitar a su juez
acompañado por una señorita de vida alegre a quien presenta como su ‘sobrina’ y
le dice que la próxima vez, la sobrina le iría a visitar sola. Lo único novedoso en
el caso del juez de Santa Cruz que en 2000 fue encontrado desnudo en su bufete
en compañía de una litigante que le pedía beneficios para su cuñado procesado,
fue que llegó a ser denunciado.
Seducir a un funcionario del juzgado permite, por ejemplo, que la interna
consiga salidas judiciales sin dificultad, dado que la salida suele incluir pasar
unas horas con el funcionario en un motel; se paga unos 100 Bs. a la escolta
policial para que vaya a esperar fuera del establecimiento. Sin embargo, aunque
las internas imaginan que ellas están ganando con estos arreglos, o que han
‘quitado’ el funcionario a su anterior amante encarcelada, no hay evidencias de
que con ello consigan rebajar sus sentencias o algo más que envíos de pollo a la
broaster a la cárcel, una bicicleta para el hijo que está adentro con ella, un oso de
peluche de regalo por Navidad, o un buen almuerzo en un restaurante caro antes
de irse al motel.
1

110

En otros casos se trata de una relación abierta de prostitución. En abril


del 2000, una interna camba, rubia y con figura de modelo, recibió la visita de su
‘suegro’ - padre del joven profesor que había venido a la cárcel dar clases de
computación. Las otras alumnas del curso se quejaban que ella, sin haber pasado
más de dos clases, recibió el certificado de asistencia, pero poco tiempo después
su evidente embarazo explicaba cómo en verdad lo había conseguido. El profesor
la visitaba constantemente (a ella y al bebé) pero al parecer el dinero que él traía
no era suficiente. Una vez que él vino a visitarla, ella no salió de su celda cuando
la llamó la taxi, tampoco la pudieron encontrar en otra parte de la cárcel.
Resultó que ella, junto a otra interna joven y bonita (recluida por robar
dinero del banco donde trabajaba; según se dice para comprar un auto para el
enamorado que luego la abandonó y se fue a convivir con otra amiga suya) y la
escolta policial, aquel día habían ido a la cárcel de San Pedro, donde unos peruanos
pagaban entre $US 50 y SUS 100 por el servicio sexual. Lo que no se llegó a
saber era cuánto de este dinero fue embolsillado por la escolta.
Unas compañeras guardianes de la moral femenina llamaron a la policía
para denunciar su ausencia, mientras otras, llamaban a sus propios maridos en
San Pedro para que avisen a las chicas que debían volver en seguida. Policías de
Inteligencia llegaron a Miraflores pero fueron confrontados por la sargento de
tumo que, muy cara de palo, les respondió, .“ Sí. Están abajo, ¿Quieren que las
llame?” Ellos no insistieron en verlas y mientras tanto ellas fueron introducidas
al sótano por la puerta del garaje. Interrogatorios posteriores a varias internas
demostraron que la gobernadora en funciones, la Teniente Vega, no sabía nada de
estos tratos, aunque bajo su predecesora (la Capitán Morón) se habían hecho
cotidianos. Con frecuencia las salidas de las intemas que querían realizar trabajo
sexual en San Pedro, eran reguladas y consentidas por la misma gobernadora,
que también concedió salidas irregulares (sin permiso del juzgado) a varias
internas; según se dice a cambio de unos 200 Bs. por cada salida.
Esto terminó hacia fines de 1998, cuando en el curso de una salida de
este tipo, una intema cochabambina se fugó de la cárcel de Obrajes. La gobernadora
de Obrajes fue juzgada por ese delito; ella quedó en libertad pero su subordinada
pasó un año recluida en Miraflores. La policía no vivió su condena entre la
población (como se suele denominar a las presas en general), sino en el primer
piso, que es el espacio reservado a los policías que vigilan el penal. Se supone
que allí, entre otras cosas, ella también vigilaba que las otras policías no estuvieran
haciendo lo mismo por lo que ella fue encarcelada. Después de que ella fue liberada,
el personal de Seguridad se vio con la oportunidad de volver a sus prácticas
anteriores.
111

Aunque la prostitución, al igual que el robo dentro .del penal, es


generalmente encubierta tanto por internas como por policías, en lo referido a
relaciones de pareja en general, las mujeres se ocupan de vigilar la virtud de las
otras. Hay épocas cuando las que van a San Pedro se quejan de que ‘alguien’ de
Miraflores ha telefoneado a su marido en la cárcel de varones para avisarle que
su esposa ha estado recibiendo visitas de otros hombres. Aunque no es fácil que
estas visitas den- lugar a relaciones sexuales, el marido, quizás imaginando que
las condiciones para el sexo en Miraflores se asemejan a las de San Pedro, puede
llegar a golpear a su esposa por la supuesta infidelidad. Los celos exagerados
también son típicos en Bolivia, y al parecer basta un chisme cualquiera para que
el marido asuma lo peor.
Cuando en el 2000 se denunció prostitución en la cárcel de San Sebastián
Mujeres en Cochabamba, una presa protestaba por el hecho diciendo que eso
había provocado problemas a una compañera cuyo marido (no-preso, se supone)
en tanto escuchó que allí se practicaba la prostitución, vino a agredirla acusándola
sin motivo de haber participado en ello. Es decir, algunos maridos son tan celosos
que incluso cuando su mujer está encarcelada siguen sospechando que ella se
relaciona con otros.
Parece que algunas presas comparten un sentimiento de ‘culpabilidad
por asociación’ y puede ser un motivo adicional (aparte de la venganza personal)
para quienes al denunciar prostitución, lesbianismo y otras ofensas sexuales en
cartas que a veces mandan desde Miraflores a medios de comunicación (como
una carta que en agosto de 2000 llegó a RTP): quieren que se ponga fin a esas
malas conductas para que ellas puedan sentirse otra vez puras. En otros casos, la
presa tiene dos (o más) enamorados o ex-enamorados en San Pedro y manda una
carta a uno de ellos con una compañera que está en el Plan Familiar, pero ella lo
entrega al ‘marido’ y no al amante, provocando así un conflicto conyugal. También
se delata ‘infidelidad’ a algún enamorado que no está encarcelado.
Si las involucradas llegan a saber quiénes son las que ‘van con cuentos’,
excepto en los casos de las mensajeras traicioneras no lo anuncian, pero en varias
ocasiones Seguridad llegó a amenazar con la suspensión del servicio telefónico
para todas si se continuaba con este tipo de llamadas. Una delatora justificó su
actuar diciendo que Zutano (el enamorado primero, o considerado más legítimo)
era ‘buena persona, no merecía que le hiciera eso [relacionarse con otro hombre]’.
Las peleas por motivos amorosos son más severas cuando dos internas
son, o han sido, amantes del mismo hombre. Un preso por narcotráfico en
Chonchocoro, antes de caer, ya había abandonado a su mujer e hijos y establecido
relaciones con una mujer que vendía cocaína al detalle; con la que, hasta antes de
112

ser detenido, él despachaba en radio taxi los pedidos que sus clientes le hacían
por teléfono. Ella pensaba que ‘tanto ama a sus hijos, ha de amar a mi hijo’ y tuvo
una hija para él (no explicó cómo combinaba eso del gran amor por sus hijos con
el hecho de haberlos abandonado). Cuando les detuvieron, ella fue remitida a la
cárcel de Obrajes (donde, dice, las otras mujeres se reían de su ingenuidad frente
a la responsabilidad paterna de ese hombre), y el hombre fue pasado a San Pedro.
Allí él estableció relaciones con otra mujer que le ayudaba a meter y sacar droga
del penal; por lo que ella fue detenida y él trasladado a Chonchocoro, donde las
condiciones no permiten comerciar drogas con los de afuera.
Esta segunda amante llegó embarazada a Miradores donde después dio a
luz a una niña. Lloraba amargamente en las últimas semanas de su embarazo
porque el hombre rehusaba darle dinero para los gastos del parto. Mientras tanto,
la primera amante había salido absuelta y fue a visitarlo a Chonchocoro. Debido
a que ella tenía antecedentes de narcotráfico y él estaba bajo vigilancia para ver si
seguía traficando con sus visitas, la policía antinarcóticos allanó su domicilio y
otra vez encontraron cocaína. Por lo tanto la remitieron a Miradores y allí se
encontró con la otra amante.
En Navidad de 1998 ambas solicitaron ir a Chonchocoro en la salida
extraordinaria que se da en esa fecha. Una vez allí, la primera dio el nombre de
Mateo Sevilla (el padre de ambas niñas) mientras que la segunda, aunque quería
ver al mismo hombre, dio el nombre de otro paja disimular. Pero cuando se leyeron
los nombres de los hombres a ser visitados en las reuniones de Plan Familiar, ya
no pudo contenerse y empezó a protestar que ella y no la otra tenía el derecho a
visitar a Sevilla. En consecuencia, se negó la salida a ambas. Cuando al dn en
1999 fueron sentenciadas, la segunda consiguió su traslado a Obrajes para no ver
más a su rival. Mientras tanto, Mateo Sevilla había entablado otra relación tras
las rejas con una hermana de la primera amante. Esta no era la primera vez que
había una rivalidad de este tipo en Miradores. En un caso anterior a mi llegada,
una de las amantes en com petencia llegó al punto de beber lavandina,
aparentemente para demostrar que tenía más derecho al hombre porque estaba
dispuesta a suicidarse por él.
Aparentemente, saber que un hombre tiene una historia de canalladas
cometidas con otras mujeres, no es una razón para no meterse con él. Se supone
que ‘los hombres son así’ y además, siempre son las mujeres que ‘tienen la culpa’
si un hombre es infiel. De ellas depende la manutención de la moral y la virtud. Y
si él abandona a sus hijos, no es porque sea un irresponsable sino es porque su
mujer era ‘muy mala’. Después de todo, si no hubiera mujeres dispuestas a meterse
con hombres casados, los hombres nunca cometerían adulterio. ¿No es cierto?
113

MADRES Y ESCLAVAS:
LOS LAZOS QUE ATAN
THE CHILDREN WERE M O R E EFFECTIVE
THAN CLOGS O N A PRISON FARM WOULD HAVE BÉEN.
Los niños eran más efectivos que zuecos
en una granja penitenciaria
(Marilyn French The Women ’s Room)

LOO KJNG AFTER CHILDREN 1S


THE M O ST IM P O R T A N T JOB IN THE WORLD.
THAT'S WHY T H E Y D O N ’T P A Y YOU FOR IT.
Cuidar niños es el
trabajo más importante del mundo.
Es por eso que no tiene sueldo.
(Joanna Russ The Female Man)

TODA M U JER E S OBLIGADA A TENER


CARIÑO C O N L O S NIÑOS.
(Policía mujer en Miraflores, 1999)

En diciembre 1999 se incendió la cocina de internas en Miraflores. Eran cerca de


las 11:00, un día domingo, y por lo tanto las trece cocinas a gas hacinadas allí
dentro estaban todas ocupadas. El fuego, al parecer, procedió de la manguera
defectuosa de una cocina; la manguera se soltó, el gas se prendió, y el fuego pasó
al sartén donde una presa estaba preparando papas fritas, encendiendo el aceite
que procedió a salpicar todo el estrecho cuarto. Empezó a arder en llamas,
provocando un pánico general, tanto entre las policías como entre las internas.
Era notable que si Seguridad había recibido alguna capacitación para atender la
cárcel, ésta no incluyó qué se debía hacer en casos de incendio; jamás se hizo una
práctica de emergencia, y aunque era la segunda vez en seis meses (la primera
vez era en julio de 1999) que una manguera defectuosa había causado un incendio
en la cocina, no había un solo extinguidor en el penal. La preocupación principal
de ambos grupos era la de sacar a sus hijos de la cárcel - las policías también son
madres y siempre traen a sus hijos menores a la cárcel cuando están de servicio.
Las internas mayormente corrían a la puerta, ya en desuso, por donde se entraba
antes a las entrevistas en el hall, donde chillaban y golpeaban; otras corrían a
despachar a sus hijos mayores, incluyendo una joven gigante, para que se salvara
en la calle. Laá que pateaban la puerta cerrada gritaban “ ¡Ábrannos! ¡No vamos a
morir aquí, tenemos hijos!” No pedían vida para sí mismas, sino porque tenían
que vivir para sus hijos. Una persona que estaba de visita también cayó en el
pánico e intentó escalar la pared; las demás gritaban a su visitada, que trataba de
calmarla, “ ¡No te preocupes de tu visita! ¡Piensa en tus hijos!”.
Eventualmente se arreó a una buena parte de las internas al patio cerrado
de una casa particular al otro lado de la calle, mientras otras se quedaban en el
extremo del penal más alejado de la cocina. Los bomberos llegaron, junto con los
policías anti-motines que venían cargados de gases lacrimógenos, en caso de que
después del incendio fuera necesario gasificar a las presas. También vino un ca­
nal de televisión. Pero el pánico de Seguridad pasó del destino de sus hijos al
hecho de que no se habían tomado nota de cuántas presas estaban en la casa
particular y parecía que faltaba una: desde el punto de vista de Gobernación, una
presa carbonizada dentro del penal es mil veces preferible a una presa fugada.
Eventualmente se apagó el incendio (que había destrozado la totalidad de las
cocinas de las internas, ellas tenían que reponerlas de sus propios bolsillos) y se
devolvió a las presas a la cárcel, constatando que no faltaba nadie. En la noche se
realizó una reunión de internas. Yo, como feminista, no hubiera pensado que el
incendio tuviera un aspecto de género, y hubiera querido hablar de la ausencia de
extinguidores y planes de emergencia.5 Pero yo por lo general no hablaba en las
reuniones de Miraflores (mis opiniones heréticas no eran bien recibidas) y dejé
hablar a las compañeras, que sí eran capaces de interpretarlo en términos de género.
Siendo domingo, no había noticieros regulares, y los del día lunes
reportaron el hecho lo hicieron de manera factual. Sin embargo, algunas internas
alegaban haber visto un spot ese mismo domingo. Primero apareció un
representante de Régimen Penitenciario, diciendo que el fuego fue provocado en
pos de una fuga masiva. Cada vez que hay problemas en algún penal, Régimen
trata de atribuirlos a la intención de realizar una fuga masiva, aunque de hecho
esas fugas tienen más que ver con ‘El Gran Escape’ y otras películas sobre
campamentos de prisioneros de guerra de la Segunda Guerra Mundial que con la
realidad carcelaria en Bolivia. Sin embargo, las presas, en vez de rechazar esto
como la típica mentira de Régimen, lo tomaron en el mismo nivel y protestaban
“¿Cómo van a decir eso? ¡Nosotras no nos vamos a fugar! ¡Somos madres!”
Luego, decían, se presentaron unos vecinos del barrio de Miraflores que dijeron
que (como propietarios de casas en todo el mundo) no querían que se construyera
una cárcel en su barrio (debe causar una depreciación en los valores de los
inmuebles) y además, esta cárcel era un burdel, donde hombres entraban y salían
a toda hora. Nada de esto apareció en los noticieros de lunes, pero el domingo las

5 La única acción que se tomó al respecto fue por parte de Bom beros, que vinieron a
damos una clase sobre la manera correcta y segura de manejar las garrafas de gas y la
necesidad de mantener las mangueras de conexión en buenas condiciones. Es decir, la
prevención de futuros incendios era una responsabilidad individual de las intem as, no
un deber de la administración de la cárcel.
115

dos presas que aseveraron haber visto el spot insistieron en el hecho. Las demás
estaban de acuerdo que deberíamos mandar una carta de protesta al canal,
constatando que somos madres, y, aunque en la cárcel, ‘tenemos nuestra dignidad
de mujeres’ (las presas de San Sebastián en el 2000 usaban la misma frase para
señalar que no eran meretrices cuando allí se denunció prostitución) y no podían
acusarnos de ser putas. Una de las dos que decía haber visto esta acusación era
una ex-prostituta que habitualmente coimeaba a Seguridad para entrar con un
hombre al calabozo, pero son pocas las que hacen esto y generalmente es en
búsqueda de lo que George Bemard Shaw llamaba ‘la prostitución legalizada’, es
decir, una relación que pueden presentar como matrimonio. De todos modos, las
compañeras estaban de acuerdo en que habían sido ofendidas y tenían que protestar.
Ninguna mencionaba la falta de extinguidores o medidas de emergencia en la
cárcel. ‘La muerte antes de la deshonra’ sigue vigente en Miraflores. Yo quedaba
sin poder entender la relación entre ser madres y no planificar una fuga masiva y
tuve que preguntar a la delegada, que me respondió “Mira esa señora. Tiene dos
hijos, ¿cómo va fugar?”
Casi todas las internas de la cárcel son madres. Las únicas que no lo son,
son las extranjeras no-latinas (una italiana, una israelí, la transexual sudafricana
y yo), unas menores de veinticinco años que no lo han logrado todavía (aunque
hay varias menores de veinticinco que sí lo han logrado), una solterona mayor de
sesenta años, y dos presas cuyos matrimonios resultaron estériles (pero lo
remediaron criando a sus sobrinas). Todas las demás, incluyendo a las extranjeras
latinas (varias peruanas, una mexicana, una brasilera y una paraguaya) tienen
hijos, y la maternidad resulta ser el elemento central y sobrecogedor de su identidad
individual y colectiva. El hecho de que yo no comparto la idea de que es necesario
ser madre para ‘realizarse como mujer’ y es más, activamente rechazo tal idea, es
lo que me hace hereje. Como me dijo una presa cochabambina:
Teodosia: ¿No tienes hijos?
Yo: No.
Teodosia: ¿Ni uno?
Yo: No.
Teodosia: ¿No piensas tener?
Yo: No.
Teodosia: ¿Pero cómo? ¡Dios nos ha puesto aquí para procrear!
El hecho de que he perdido mi empleo y sufrido una interrupción en mi
carrera profesional nunca es mencionado por ellas, porque en el universo femenino
donde habitan, las carreras profesionales no existen. No es que se las debe poner
a un lado para dedicarse primero a los hijos, sino simplemente no existen. Incluso
116

entre las pocas de clase media, el ser madre viene antes de ser... nunca mencionan
una identidad profesional, si es que lo tenían. En esto se asemejan a las limeñas
de clase media estudiadas por Norma Fuller,6 que aunque tenían actividades
profesionales, se contentaban con ser profesionales mediocres porque sus hijos
siempre venían primero, a la vez que las presas mayormente proceden de estratos
sociales donde nadie, ni los varones, espera tener una ‘profesión’. Cuando se
quejan del encierro, siempre dicen ‘Sólo me preocupo de mis hijos... por los
hijos sufrimos aquí... si no tendría hijos, yo estaría tranquila aquí dentro’. Esto
ocurre no obstante el hecho de que ninguna de las internas era una ‘mujer de su
casa’; todas tenían actividades extra-domésticas, caso contrario no estarían tras
las rejas. Pero estas actividades eran simplemente eso, actividades, generadoras
de ingresos, y no una identidad. En parte esto tendrá que ver con la tendencia de
negar su participación en actividades delincuenciales pero igualmente, la mayoría
tenían diversas actividades legítimas (generalmente algún tipo de comercio) aparte
de vender drogas o estafar. Pero ninguna se presenta como ‘verdulera’, ‘costurera’,
‘dependiente de comercio’, o lo que sea, sino como ‘madre’. Esto se nota cuando
para los informes sociales de la cárcel tienen que mencionar su ocupación; dado
que ‘madre’ no es vista como tal, la mayoría dice ‘tejedora’, es decir, menciona lo
que están haciendo en ese momento que es casi siempre tejer una chompa. Ni
siquiera cuando cuidan a niños ajenos (de Seguridad) lo conciben como un ‘trabajo’
que merece ser pagado; cuando pregunté a una de estas niñeras si le pagaban por
el servicio, respondió “Sesenta bolivianos [por mes] sabe estar regalando” - la
retribución no es un sueldo, es un don, porque la mujer gusta de cuidar niños por
naturaleza y tal actividad es su propia gratificación. Las mujeres no tienen una
identidad ocupacional, y aparte de unos casos excepcionales (la del MRTA, y en
parte una estafadora de clase media cuya familia, y en consecuencia ella, eran
militantes tradicionales del MNR) tampoco tienen una afiliación política que puede
proporcionar elementos de identificación. La única construcción discursiva a la
cual tienen acceso es la de la maternidad.
De hecho, esto está lejos de ser particular de las presas sino que es típica
de la identidad femenina en Bolivia en general. Se resume en los avisos
necrológicos para mujeres que se publican en los periódicos nacionales. Excepto
en el caso de alguna solterona, donde es posible que se menciona que era maestra,
la vida de todas las mujeres se resume en las mismas frases: era ‘esposa amada,

6 Ver pp.155-165 de F U L L E R Norma (1 9 9 3 ) Dilemas de la femineidad. Mujeres de


clase medía en el Perú. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del
Perú.
117

madre abnegada y abuela querida’ con el énfasis en la ‘madre abnegada’. Mientras


un hombre puede recibir honores por parte de su asociación profesional o partido
político, jamás se lee de una mujer que era ‘militante activa de CONDEPA’ o
‘comerciante exitosa’ - aunque mujeres de la elite, a quienes mayormente
corresponden estos avisos, últimamente han tenido mayor perfil como candidatas
políticas, y al igual que las mujeres de clase baja, también se dedican al comercio,
la diferencia es que las mujeres de clase alta poseen tiendas de joyas, muebles de
calidad o ropa importada de moda, mientras las comerciantes populares se ocupan
de vender verduras, abarrotes, carne, ropa importada usada y otros artículos de
uso diario. El aviso de la muerte de una mujer señala que todas las mujeres son
iguales y que lo central de su vida es su maternidad y su estatus conyugal. Aunque
el uso de anticonceptivos ha aumentado en Bolivia en las últimas décadas, y
hacia fines de los años 1990 ya se presentaba publicidad para condones y centros
de planificación familiar en la televisión (un hecho todavía impensable en Argen­
tina, donde el catolicismo ortodoxo sigue mucho más fuerte) no ha llegado hasta
el punto donde se concibe que si una mujer no ha tenido hijos es porque decidió
no tenerlos. Si una no es madre, es necesariamente porque es estéril y por lo
tanto, ella es ‘una muía’, utilizada como insulto, y por estar frustrada en su
verdadera vocación, ‘una amargada’:
“Dios me ha dado la dicha de ser mamá con hartas güagüitas. No una
amargada”. (Eudora)
Los medios de comunicación también emiten propagandas constantes
sobre la maternidad, de un lado denunciando a las madres ‘desnaturalizadas’ o
‘desalmadas’ que abandonan a sus hijos, o los maltratan físicamente, y de otro
lado alabando a las mujeres que asumen la maternidad, como la joven profesora
de 22 años que, en el 2000, quiso adoptar a una niña recién nacida que fue
encontrada semi-enterrada en un lote baldío en un barrio periférico de La Paz.
“No estaba dentro de sus planes ser madre,” pero su naturaleza femenina la impulsó
a convertirse en madre incluso cuando no había parido. En el mismo año la Iglesia
Católica presentó un proyecto de indulto en nombre del Año del Jubileo católico.
Se propuso que se debería beneficiar con libertad adelantada a los menores de 21
años, los mayores de 60 años, y a las madres y padres con hijos a su cargo. Las
internas de Miraflores ignoraban a las menores, rechazaban a las ancianas (“Que
se pudran las viejas”) pero se lanzaban con entusiasmo tras la pedida de libertad
para madres. Los niños también atraen una cantidad de donaciones caritativas a
la cárcel, sobre todo en Navidad, cuando Seguridad va de celda en celda anotando
los hijos que tienen. Cuando llegaron a mi celda en 1999, después de anotar la
prole de las otras tres compañeras, me miraron y dijeron “No hay nadie más,” y
118

se fueron. La mujer sin hijos es nadie. La solicitud del indulto sugiere que los
representantes de la Iglesia y de Derechos Humanos y otras organizaciones
humanitarias que habían ideado esta propuesta también consideran que las perso­
nas sin hijos no merecen consideración; de hecho, consideran que los padres y
madres merecen mayor consideración, como constató un representante alemán
de Derechos Humanos que dijo que él había propuesto el indulto para progenitores
justamente porque iba a ser atractivo para la Iglesia, aunque según el concepto de
‘derechos humanos’ que se maneja en Europa, el niño mismo puede tener derechos
pero uno no tiene mayores derechos por el hecho de haberlo engendrado.
El reglamento de las cárceles bolivianas permite que los hijos menores
de siete años puedan vivir con sus padres. Algunos padres en San Pedro tienen
hijos con ellos (sólo están ausentes en Chonchocoro, supuestamente a causa de
‘la distancia’ que no permitiría asistir a la escuela, aunque la mayoría de los niños
en las cárceles están debajo de la edad escolar) pero, por supuesto, generalmente
son las madres las que los tienen consigo. En 1998 se llevó a cabo una campaña
nacional llamada ‘No encarceles a mi niñez’ dirigido a sacar a los niños de las
cárceles, pero el único resultado fue que se sacaron a los mayores de siete años
que nunca deberían haber vivido allí de manera permanente. Aparte de los hijos
que tenían antes de ser arrestadas, es frecuente que mujeres embarazadas lleguen
a la cárcel, e igualmente frecuente que se .embaracen en el curso de su detención
y den a luz dentro de la cárcel, algunas como resultado del apropiadamente
denominado ‘Plan Familiar’ y otras como resultado de los ‘polvos’ breves logrados
cuando es posible meter su amante a la celda o algún rincón de la cárcel. El
servicio médico ofrece medios anticonceptivos pero pocas los utilizan. Las que
se embarazan con sus maridos a través del Plan Familiar comparten la visión del
matrimonio aún corriente en las clases bajas, donde los nacimientos regulares
demuestran tanto la continuación de la relación matrimonial como la sexualidad
activa y funcional de ambos cónyuges, y si pasan tres o cuatro años sin otro hijo
todos los vecinos empiezan a preguntar por qué; las que se embarazan con sus
amantes visitantes lo hacen porque se considera que es la mejor manera de atrapar
a un hombre y obligarlo a mantenerla (no obstante los múltiples casos de padres
desaparecidos que se observa en la cárcel) y también porque, como hemos visto,
ser madre es la definición de ser mujer en Bolivia e incluso es preferible ser una
madre soltera antes que quedar sin hijos. Cada año hay entre tres y cinco
nacimientos en Miraflores.
Teóricamente, los niños sólo deben vivir en la cárcel cuando realmente
no existen otros familiares que los puedan tener. Las familias bolivianas suelen
ser muy numerosas y se mantienen en contacto constante; por lo tanto, hay muy
II

pocas mujeres que no tienen tía/o, prima/o, suegra/o, abuela/o, hermana/o u otri
pariente que pueda cuidar a sus hijos (aunque es cierto que tal cuidado mucha
veces corresponde a tomarlos en calidad de sirvientes domésticos sin sueldo). El
la práctica, varias madres son tan devotas que insisten en tenerlos con ellas inclusi
cuando el padre del mismo niño está fuera y en condiciones de criarlo, alegandi
que él no les cambia de ropa cada día, no les baña personalmente (no es raro qui
la madre siga bañando personalmente a sus hijo hasta los diez o doce años, si
conoce casos donde ella sigue con atenciones corporales como recortarle las uña;
con hijos adultos), no les sirve la comida en horarios regulares y, en resumen, n<
proporciona el cuidado permanente y abnegado que se considera necesario. El
las épocas de vacaciones escolares, se suele permitir que hijos mayores se quedet
a convivir con sus madres durante unas semanas; en estas épocas, puede ser qu<
en una celda de unos dos metros por tres, vivan cuatro internas y tres hijos d<
diez, once y doce años. Al comentar a una representante de la Defensoría de
Pueblo estas condiciones de hacinamiento (los hijos de diez y doce dormían en e
mismo camastro junto con su madre) ella respondió “Quieren estar con su mamá..
¿vos nunca dormiste con tu madre?” Sin embargo, los hijos mayores generalment*
se comportan de una manera que no causa molestias, mientras los menores di
siete años corretean por los pasillos durante todo el día y hasta las diez de h
noche, juegan ruidosamente, chillan, gritan y pelean entre ellos. Cuando se pegar
o discutan sobre un juguete o por cualquier otro motivo, cada madre toma el ladc
de su propio hijo, incluso cuando éste ha hecho algo indebido como rasguñar a ur
bebé que estaba durmiendo, y las dos madres pelean. Cualquier acto, desde defecai
en sus pantalones (por parte de niños que ya no utilizan pañales) o en el piso hasts
hurgar e incluso destrozar pertenencias ajenas, es disculpado argumentandc
“Guagua es.” Se considera que, en tanto que es posible, se debe dar todo a la
guagua, y por lo tanto se queja de una compañera que no regala automáticamente
su galleta o su fruta al niño que se le acerca: “¡Has comido esa manzana a propósito
para hacer renegar a mi guagua!”
A la vez, mientras cada mujer debe ser generosa y cariñosa con los niños
ajenos, tampoco debe castigarlos y ni siquiera decirles (por ejemplo) que dejen
de jugar con pelota dentro del comedor y salgan al patio. Una reprimenda verbal
suave a niños ajenos rápidamente es convertida en bocas de sus madres en haberles
garroteado y abusado. Esto se debe al hecho de que el deber de dedicar la totalidad
de su vida a los hijos, da a la madre el derecho de tratarles como a ella le de la
gana. Un día de 1999, yo no soportaba más los chillidos agudos que emanaban de
la celda vecina y fui a ver qué pasaba. Encontré a Nilda pegando a su hija de unos
tres años.
120

Yo: ¿Por qué le estás pegando?


Nilda: Porque me ha hecho renegar.
Yo: Entonces yo también la pegaré.
Nilda: ¡No! ¡Si la tocas voy a llamar a Seguridad!
Yo: ¿Entonces vos la puedes pegar y yo no?
Nilda: ¡Sí! ¡Yo la he parido!
Dado que la madre habitualmente disciplinan a sus hijos físicamente y
no verbalmente, si escucha que otra persona les ha corregido asume que lo ha
debido hacer de la misma manera que ella. Parece que la presión ideológica de la
imagen de la madre abnegada es tan fuerte que ellas no pueden admitir, ni a ellas
mismas, que a veces les disgustan sus hijos, que no querían tenerlos o no querían
tener tantos o no querían verse obligadas a asumir toda la responsabilidad para
con ellos, sin recibir ayuda alguna del padre; a la vez, esta responsabilidad
evidentemente provoca fuertes frustraciones que se expresan atribuyendo a otras
personas lo que ellas realmente quisieran hacer a veces con sus hijos.
Debido a mi rechazo verbal de la maternidad y haber declarado que no
me gustan los niños7, soy un blanco conveniente de estas proyecciones. No sólo
he ‘garroteado’ a hijos ajenos sino incluso me han visto intentando sofocar a un
niño con una almohada. También soy utilizada como ‘cucu’: las madres controlan
a sus niños indisciplinados, e incluso a los niños de las policías que están a su
cuidado, diciendo “ ¡La Alison va a venir!” Entonces, estos niños, si me ven por el
pasillo, se ponen a gritar o escapan corriendo, lo que contribuye a la idea de que

7 H ice esta declaración desde un principio como una estrategia de autoprotección. Mientras
en Europa se enseña a los niños a tener miedo a y evitar contacto con todo adulto que
no sea un fam iliar cercano o que tenga una relación definida con ellos (p.e. es su
profesora), los niños bolivianos asumen que los adultos los van a tratar con cariño, se
acercan y se apoyan en el regazo de cualquier persona que se presente, sobre todo si es
mujer. Esto me molesta en mi lectura y da lugar a que el niño eche el café de una, se
ponga a ju gar con sus cosas o rayar las páginas de un libro, etc. y yo no tengo la
tolerancia boliviana frente a estos actos. Además, el laptop en el cual escribo es muy
atractivo a los niños que lo ven como un juguete novedoso. M is declaraciones tenían el
fin de animar a las madres a mantener sus niños lejos de mí y, sobre todo, conseguir que
ninguna madre con niño sea mi compañera de celda, dado que cuando éste fue el caso
tuve repetidos problemas con niños que jugaban con la computadora y, en consecuencia,
con sus madres. He conseguido mi fin de no tener que compartir mi espacio vivencial
con niños menores, pero también he conseguido una extrem a marginación dentro de la
‘com unidad’ de internas, y la reputación de com eter maltrato con los niños, una
reputación corriente tanto entre Seguridad ( ‘ los niños te tienen pánico’ me dicen)
com o entre las presas.
121

yo los he atacado en realidad. La otra forma de ‘resistencia’ a los deberes maternales


es simplemente descuidarse del hijo - irse a lavar ropa dejándolo en la celda,
pasar el tiempo chismeando mientras el hijo chilla en otro lado de la cárcel, y
confiar en que otras mujeres lo van a atender si no aguantan más los gritos. Dado
que la mayoría comparte la idea del deber de tener cariño a todos los niños, esto
generalmente funciona, y en el peor de los casos alguien va a llamar a la madre.
De hecho, varias madres demuestran una virtual incapacidad de
comunicarse con sus hijos por medios que no sean los empujones, gritos enojados
y golpes. Si están sentadas en el patio con el niño jugando a sus pies y bloqueando
el paso, cuando otra interna quiere pasar en vez de decir “Levántate,” “Ven aquí,”
o algo similar al hijo, algunas simplemente lo agarran por la ropa y lo jalan fuera
del camino. Es cierto que Seguridad y Trabajo Social suelen criticar los castigos
físicos a los menores, pero el único resultado de esto es que las madres suelen
encerrarse con ellos en los baños para pegarles o lo hacen dentro de la celda
cuando las demás ocupantes están fuera. Entre 1998 y 2000 se dieron dos casos
en que otras personas observaron castigos brutales y como consecuencia las
víctimas fueron llevadas durante unos días o semanas a la Brigada de Protección
de la Familia, pero luego fueron devueltas a sus madres en la cárcel, dado que las
provisiones institucionales para albergue de niños en Bolivia son muy limitadas y
generalmente de mala calidad. La institución que proporciona mayores cuidados
a los niños es Aldeas Infantiles, que tiene buena infraestructura e intenta construir
una familia sustituta para las guaguas, pero para que un niño sea aceptado allí la
madre (y el padre si se presenta) tiene que firmar un compromiso según el cual el
hijo se quedará hasta los dieciocho años, algo que muchas no están dispuestas a
hacer (argumentan que sus hijos ‘me pueden reñir’ después por haberlos
‘abandonado’ así). Las otras instituciones que sí están dispuestas a permitir que
la gente las utilice como depósitos temporales para sus niños otorgan una calidad
de cuidados conforme con esta actitud casual.
La otra cara de la moneda es el trato amoroso exagerado: abrazos, besos
(como comenta Javier Izko, en las clases bajas en Bolivia el beso es poco practicado
entre amantes adultos, pero es general con los niños), emperifollos para las
mujercitas y zapatillas y chamarritas de moda para los hombrecitos, tratos cariñosos
como ‘mi cielo’, ‘mi vida’, ‘mamita/papito’ y las terminaciones cariñosas o
familiares añadidas a sus nombres o apodos - ‘Albita, Albís’, ‘Pichónis’,
‘Victuchu’, o sino el nombre recortado - Rodrigo es ‘Rodri’, Jonathan es Mona’.
Cuando el niño se involucra en alguna discusión, la madre sale hecha una fiera a
defender a su hijo frente a cualquier problema, sin preocuparse en la posible
culpabilidad de su prole. El mero hecho de decir ‘¡Fuera!’ a un niño que entra en
122

una celda ajena puede provocar una lluvia de los insultos acostumbrados (‘Eres
una cochina, me das asco... ’) a la mujer que se atrevió a decir tal palabra, no sólo
por parte de la madre sino también por su comadre (varias internas establecen
comadrazgos de bautizo o de rutucha dentro de la cárcel).
La reprimenda es rechazada porque el niño podría ‘asustarse’8. Toda mala
conducta o desgracia no se debe al hijo sino a alguna otra persona, y se enseña al
niño a denunciar a esa persona. Si es visto sacando una bolsa de fruta de la celda
se le dice “¿Quien te ha dicho que saques?” Si se tropieza y cae, “¿Quien te ha
empujado?”; en consecuencia, los niños aprenden a delatar incluso falsamente.
Si un niño de cinco años defeca en su pantalón, dice a su madre que tal interna le
ha ‘hecho asustar’ y por lo tanto no ha entrado al baño porque le tenía miedo, y la
madre, otra vez, protesta contra la supuesta culpable sin ocuparse de la veracidad
de la acusación. Esto evidentemente tiene que ver con los conceptos de
responsabilidad moral expresados en la vida adulta (ver infra, capítulo 3). También
expresa un concepto personalizado de la moralidad: si el niño rompe el vaso de
otra persona, nadie tiene derecho de castigarlo, pero si rompe el vaso de su madre,
ella se enfurece. Lo que importa no es el acto en sí, sino la persona contra quien
o en favor de quien se actúa. También implica que al hacer la misma cosa (p.e.
echar la comida) el niño a veces (si echa la comida ajena) es defendido por su
madre y otras veces castigado (cuando echa la comida de ella), y que tanto las
olas de cariño y la defensa incondicional como los golpes y gritos de “ ¡Porquería!
¡Ahora sí te he de matar!” provienen de la misma persona.
En 1998 durante seis meses, Pucha vivía con su hijo Jonás de unos once
años en la cárcel. Ella siempre lo mandaba a hacer compras pero a veces no lo
cumplía a su agrado, o ella simplemente estaba de mal humor cuando regresaba
con el mandado. En una ocasión cuando Jonás entró con las bolsas del mandado
preguntó a su madre; ¿Dónde lo pongo?
Pucha: En donde sea.
Jonás: ¿Dónde?
<S La persona boliviana posee varios espíritus. Uno de ellos, el ajayu o ánimo, no se ubica
en el cuerpo físico sino anda a cierta distancia, y un susto grave puede provocar su
alejam iento del cuerpo. Si ocurre esto la persona decae hasta que el ajayu es llamado
de vuelta. En adultos se requiere un susto muy grave com o un vuelque de cam ión o un
intento de violación para que el ajayu se pierda ( a n im s a r a q a ta en aymara) pero en los
niños el ajayu no está muy ligado con el cuerpo; basta una caída, que un perro ladre o
intente atacar, etc. para causar su pérdida. ‘Puede asustarse’ implica que el hecho de
hablar al niño podría conducir a esto. Sin embargo, en la vida cotidiana nunca he visto
que el hecho de ser corregido por un adulto, incluso violentamente, provocara está
condición.
123

Pucha: ¡No me hables! ¡Ponlo en cualquier lado!


Entonces Jonás lleva las bolsas a una esquina de la celda.
Pucha: ¿Es eso el lugar?
Jonás coloca las bolsas en el piso en medio de la celda y su madre enfurecida alza
una antena rota de televisión y lo amenaza con ella mientras le riñe.
Pucha: ¡Cuidado mierda! ¡Ahora sí te voy a aplastar! ¿Dónde está el
cambio? ¿Por qué has tardado tanto? ¿Qué has estado haciendo?
¡Mierda! Has estado paseando en la calle ¿no?
Jonás, después de guardar silencio frente a estas preguntas le responde: Sí.
Pucha: ¡‘Sí’ dices todavía! (Le pega. Jonás llora.)
Pucha: A ver, te has hecho llorar, te has hecho pegar, sólo por ir a comprar
esas huevadas.
Luego de contar el cambio Pucha besa a su hijo.
Aunque conductas como esta no son raras en las familias bolivianas,
tienden a exagerarse en la cárcel debido al hacinamiento y la falta de otros canales
de desahogo, y cuando niños criados de esta forma llegan a la edad de formar
pareja es también común que resuelvan sus desavenencias conyugales y familiares
a través de la violencia, dado que la relación con sus madres les ha enseñado que
la persona en quien más confías y con la que tienes la relación emocional más
íntima es también la persona que más te grita, te riñe y te pega.
Por sus relatos, es evidente que muchas internas tenían relaciones
conyugales de este tipo y que reproducen el mismo fondo emocional con sus
hijos. En algunos casos (cuando la personalidad de la madre es más inestable) la
alternancia entre amorosidad y violencia es tan exagerada y carente de una relación
consistente con los hechos objetivos que provocan estas reacciones, que el hijo
se vuelve tan histérico como su madre, y que empiece a chillar y aullar en cualquier
oportunidad y rehúse calmarse.
l
<■
CAPÍTULO III
EL GULAG BOLIVIANO:
PSICOLOGÍA DETRÁS DE LAS REJAS

INOCENCIA, CULPABILIDAD Y RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL

En la cárcel de Oruro, a principios de los años 1990 había un joven preso cuyo
apodo era ‘El Inocente’. Oriundo de una provincia del interior del departamento,
había estado volviendo a la ciudad para rendir examen en la facultad de Química
de la Universidad Técnica de Oruro. Subió a una camioneta que encontró en el
camino. Luego apareció un destacamento de UMOPAR que hizo parar al vehículo.
Todos los demás ocupantes se dieron a la fuga, dejando al joven como único
pasajero. La camioneta resultó estar cargada de precursores químicos para la
fabricación de cocaína. Evidentemente los fugados lo sabían, pero como el joven
era el único que se quedó en ‘posesión’ de la carga, fue procesado y pasó varios
años en la cárcel por el delito de tráfico de precursores. En su caso, parece que
realmente ignoraba la misión de la camioneta en relación con la cual fue detenido,
y su apodo reconoce esto.
Sin embargo, hay muchos otros presos y presas que aseveran ser
‘inocentes’. En parte esto resulta de una confusión entre el sentido moral o
filosófico, y el del ‘lenguaje cotidiano’ (ordinary language), de ‘inocencia’, con
el sentido jurídico. En parte es una expresión de un intento de presentar su situación
(a los demás, y muchas veces a ellas o ellos mismos) de tal manera que ellos no se
presentan como responsables de la misma, y por lo tanto, merecen recibir ‘ayuda’
de cualquiera que esté dispuesto a ofrecerla y más todavía, de las personas que
ellos identifican como ‘culpables’ de su encarcelamiento, dado que el concepto
cotidiano de la culpabilidad también implica que el culpable tiene que cargar con
las consecuencias de su acción y no merece ayuda por ellas.
En el sentido primario, ‘inocencia’ corresponde a la ausencia de
conocimiento y de comprensión: la condición de Adán y Eva en el Jardín de Edén
antes de comer la manzana del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Por lo
126

tanto, los niños y niñas hasta cierta edad son ‘inocentes’, mientras cualquier per­
sona adulta no puede ser inocente del todo, excepto cuando padece de alguna
deficiencia mental o ha llevado una vida excepcionalmente estrecha que no le ha
permitido tener contacto con muchas realidades de la existencia humana.
El concepto de inocencia está vinculado con el concepto de
responsabilidad. A una persona mayor de edad se le imputa automáticamente
responsabilidad por sus propios actos, lo que quiere decir que se supone que es
capaz de decidir por sí misma qué hacer y calcular las consecuencias de sus actos,
mientras los menores son inocentes porque se supone que todavía no han adquirido
el conocimiento o la experiencia que permite tal cálculo. Si un mayor no calcula,
sea por ignorancia o por descuido, igualmente es responsable de los resultados de
sus actos, a lo menos cuando el conocimiento en cuestión es accesible; debería
haberse informado mejor sobre la situación antes de actuar. Sólo se le podría
absolver de responsabilidad de las consecuencias, aunque hayan sido desastrosas,
si no hubiese tenido modo de informarse sobre ellas de antemano. Por ejemplo, si
una enfermera administra a un enfermo una droga que no ha sido probada
adecuadamente antes de colocarla en el mercado (como la droga thalidomide que
se dio a mujeres embarazadas para aplacar sus nauseas y provocó deformaciones
serias en sus hijos) ella no es responsable si le provoca un daño serio, pero sí lo es
cuando sabiendo que algunas personas son alérgicas a determinadas drogas, ella
las suministra sin preocuparse en averiguar si el enfermo en cuestión es una de
ellas.
Según el mismo argumento, dado que las leyes son de conocimiento
público, el desconocimiento individual de la ley no absuelve de la responsabilidad
de haber cometido alguna infracción. Hay problemas cuando un adolescente (como
los que asesinaron a dos religiosos en Quiquibey a fines de 1998) comete un
delito que, al parecer, entendía como delito, pero no tiene la edad legal como para
ser imputado de la responsabilidad formal del el mismo. Para toda persona mayor
de 18 años la responsabilidad es automática, a no ser que muestre índices de
desviación mental muy aguda. La inocencia jurídica se define en los siguientes
términos (Artículo 245 del Código de Procedimiento Penal (el antiguo vigente
hasta 2000), ‘Sentencia declarativa de inocencia’): ‘Se dictará sentencia declarativa
de inocencia: 1. Cuando no exista prueba alguna sobre el hecho delictuoso.2.
Cuando comprobada la consumación del hecho punible, se demuestre en forma
plena que no fue el procesado quien lo cometió.’
Es evidente que esta definición es mucho más estrecha que el concepto
moral o cotidiano de ‘inocencia’, que es lo que voy a examinar aquí, junto con su
complemento, ‘culpa’.
127

La inocencia jurídica es procedente únicamente cuando el o la acusado/a


no cometió el hecho en cuestión. No hace referencia al conocimiento y las
intenciones del actor, elementos fundamentales en el concepto cotidiano, que
considera que aunque sea innegable que la persona sí cometió el hecho, todavía
puede ser ‘inocente’ si cumple con ciertas condiciones subjetivas. Muchas veces
se considera que los fines justifican los medios; aunque los resultados son
desastrosos, el hecho de que el actor ‘quería hacer el bien’ le libra de culpa. La
idea de que el desconocimiento implica inocencia puede ser rastreada hasta las
palabras de Jesús en la cruz: “Padre, perdonarles, porque no saben lo que hacen.” '
En la base de la definición jurídica hay en cambio un fuerte deber de
conocimiento (todo ciudadano debe conocer las leyes, y si delinque en ignorancia
de ellas, es culpable de no haberse informado; no se acepta el argumento de que
uno desconocía la ley como exculpación). El concepto cotidiano tiende a aceptar
el conocimiento limitado que uno posee. “No sabía,” es una disculpa adecuada;
no ha fallado en nada si np se ha esforzado en ampliar ese saber restringido.
El conocimiento a la vez influye en las intenciones del o la actor(a), a lo
menos con referencia a sus intenciones conscientes (dejando al lado la cuestión
de motivaciones inconscientes al estilo psicoanalítico, o las intenciones
estructurales de la escuela anti-humanista). Si la intención refiere a los resultados
o efectos que se espera del acto realizado o a realizar, evidentemente uno no
puede esperar un resultado en base a información que no estaba disponible en ese
momento, o cuya probabilidad se prevé en base a alguna ley natural u otra relación
causal cuya existencia se desconocía. En realidad, el número de actos realizados
con una intención consciente y desarrollada de este tipo representa un porcentaje
muy reducido de la totalidad de actos que se realiza de un día al otro, e incluso
mucho menor al número de actos a los cuales se atribuye tal intención, que muchas
veces representa una justificación ex post facto que se proporciona en caso de1

1 En la cultura popular boliviana, aunque citas textuales de las Escrituras son poco
frecuentes excepto entre evangelistas, los conceptos morales en general son vistos como
basados en Dios, es decir, en el cristianismo. Aunque el catolicismo popular incluye
muchas prácticas heterodoxas desde el punto de vista teológico, es evidente que el
pensamiento católico, sea de manera explícita o inconsciente, satura la vida social,
incluso entre grupos como intelectuales seglares que ya no se consideran católicos en
el sentido de practicantes de la religión y se muestran muy ofendidos si uno les atribuye
inclinaciones de moral católica. Un factor contribuyente a este desconocimiento puede
ser que, mientras el estudio clásico de Max Weber ha convertido la ‘ética protestante'
en un lugar común del discurso de la ciencia social, no se ha desarrollado un análisis
parecido de la ‘ética católica’ como estructura estructurante de la práctica cotidiana.
128

tener que responder a la pregunta “¿Por qué hiciste eso?” pero no necesariamente
estaba presente en la mente en el momento de actuar. Es más, en tanto que existe
una intención consciente, suele limitarse a los resultados inmediatos y a los que
afectan directamente al actor mismo, o a lo mucho a personas muy allegadas a el
o a ella.
Esta es una perspectiva opuesta a la de la legislatura que suele justificar
leyes represivas argumentando que los actos en cuestión tienen consecuencias a
largo plazo y afectan a toda la sociedad, en términos como ‘amenaza a la seguridad
nacional’ o ‘lesa humanidad’, mientras las leyes reformistas supuestamente han
de mejorar la vida futura de todos de manera igualmente general. El actor mismo
enfoca los resultados beneficiosos (y en segundo lugar, el evitar algo
inmediatamente desagradable) y tiende a ignorar posibles resultados desagradables
a largo plazo, o cuya producción es probabilística y no depende directamente de
los actos propios.
La detención es evidentemente uno de estos resultados desagradables
que no tiene una relación causal con el acto mismo (la causa próxima de la
detención son los actos de los órganos policíacos, no es provocada por el acto en
si) y su producción es probabilística; poquísimos caen la primera vez que roban,
y algunos no caen en toda su vida, pero en tanto que uno sigue robando durante
más tiempo, mayor es la probabilidad de ser detenido. El cálculo racional de esta
probabilidad es difícil, incluso en los casos cuando el o la delincuente sí se da
cuenta de su existencia (muchos prefieren mantenerse en el desconocimiento
voluntario enmascarado bajo lemas como “Eso no puede pasarme a mí”) porque
requiere acceso a información como el contenido de los archivos policíacos, los
planes para realizar batidas o intensificar la vigilancia en tal o cual sitio, etc. y
también de las disposiciones de los cómplices o co-participantes en las redes
delictuosas referente a la delación o la ‘colaboración con la justicia’. Si los
resultados inmediatos de la actividad (p.e. obtener dinero) siguen siendo
satisfactorios a corto plazo y no se percibe una alternativa accesible con resultados
igualmente buenos, es más fácil despreocuparse de tales cálculos especulativos y
seguir con la actividad sin mayores consideraciones, si no se puede o no quiere
adoptar el camino opuesto y buscar contactos más cercanos con la policía que
van a proporcionar algo de la información que falta, una opción que suele ser
fomentada por los mismos policías a cambio de la información que a ellos les
hace falta sobre las actividades de los delincuentes.
Una excepción, o más bien una inversión del esquema común, ocurre
entre los integrantes de grupos irregulares o guerrillas, que actúan pensando en
los resultados a largo plazo (derrumbar el Estado y reemplazarlo con el ‘nuevo
129

poder’...) e ignoran o descuentan las consecuencias a corto plazo (mayor represión


a la sociedad en general por parte del Estado, vida personal restringida por la
clandestinidad, largas condenas para ellos mismos, persecución de sus familias,
etc.). Aunque también existe para ellos la posibilidad de colaborar con la policía,
o suele representar una posibilidad de conseguir una existencia más estable como
es el caso para delincuentes ordinarios, sino una etapa de transición ya que tal
‘infiltración’ generalmente busca desbaratar el grupo rebelde dentro de un rato.
En tanto que más hayan internalizado los objetivos impersonales de largo alcance,
la condena les afecta menos, aunque hay otros integrantes de tales grupos que
buscaban fines personales y cortoplacistas (tener una vida excitante llena de
‘aventuras’ tipo película, vivir a gusto gracias al dinero de las ‘recuperaciones’ o
la solidaridad internacional); éstos tienen reacciones más parecidas a la generalidad
de los encarcelados.
Entonces, el hecho de la condena, para la mayoría de los que ha cometido
actos ilegales representa una ruptura súbita con la estructura intencional
establecida, una ruptura tan brutal para algunos que produce reacciones parecidas
al llamado ‘síndrome de estrés postraumático’. Se esfuma la ilusión confortante
de “Eso no puede pasarme a mí”, el enfoque de corto plazo es reemplazado por
una obligatoria perspectiva prolongada (primero el proceso dilatado y quizás años
de cárcel después).2 Se enfrenta la evidencia cruda de diversos equívocos, las
precauciones que se habían obviado tomar, los conocidos que resultaron ser ‘buzos’
habituales o dispuestos a delatar bajo la menor presión. Además, se choca con lo
que parece ser una malicia sádica ejercida por los funcionarios de la policía y de
los juzgados, que se ocupan en redactar informes y otros documentos o prestar
declaraciones inculpando al acusado, muchas veces en base a pruebas débiles o
presentando deducciones especulativas como evidencia de delitos consumados.
Lo que para ellos es simplemente otra jomada, para el o la procesado(a) representa
la posibilidad de años de vida perdidos tras las rejas, la interrupción de estudios 0
de la carrera laboral, disrupción de relaciones sociales y hasta el abandono famil­
iar. La indiferencia de los funcionarios (para no hablar de la evidente saña de
algunos entre ellos que se conciben como cruzados encargados de limpiar la
sociedad de sus escombros) es incomprensible para muchos, sobre todo para los
que han vivido entre la economía campesina y la llamada ‘economía informal’
donde las relaciones cara-a-cara siguen dominantes, y contribuye a la tendencia

2 En realidad los efectos de la encarcelación sobre la percepción del tiempo son más
com plejos y en cierta forma corresponden a la destrucción de cualquier plazo temporal
coherente; ver el acápite ‘ Sin futuro’ en este capítulo.
130

de interpretar todo en términos personalistas, es decir, intentar identificar a alguien


que está impulsando a los jueces o a los fiscales a vengarse en ellos como
individuos (o incluso sobornando a su abogado para que no les defienda).
Cualquier que haya visitado una cárcel sabrá que todo preso es inocente,
a lo menos si un desconocido le pregunta en seco sobre su condena; la respuesta
estereotipada a “¿Por qué estás aquí?” es “Por una calumnia.” También es cierto
que algunos, aunque son mucho menos que los que aseveran que tal es el caso,
están allí por delitos que realmente no cometieron, como ‘El Inocente’ mencionado
arriba. Entre los demás, que sí habían hecho algo (aunque quizás no exactamente
lo que se les imputa en el expediente) algunas personas, cuando las condiciones
son apropiadas o han tomado confianza con el interlocutor, están dispuestas a
admitir que sí han cometido ilegalidades e incluso pueden llegar a agrandar su
prontuario más allá de la realidad, mientras hay otros y otras que insisten a todo
el mundo (hasta a personas que les conocían afuera y saben lo que en realidad
hicieron) que son inocentes, que ‘no tienen la culpa’. Esto ya no representa la
mentira corriente a la visita casual, ni la mentira más ordenada (aunque no siempre
coherente) de la declaración judicial, sino una auto percepción sincera, basada
sobre todo en cierta concepción de la responsabilidad individual para los hechos
ocurridos y la consecuente atribución de culpabilidad.
Teóricamente, el punto de vista jurídico asume el concepto del individuo
que predomina en la filosofía occidental, como plenamente responsable de sus
actos y con un deber ético, como ser pensante, de informarse sobre las posibles
consecuencias, tanto de corto como de largo plazo, y responder por ellas. Es una
postura filosófica asociada con la derecha política y opuesta a las posiciones anti­
humanistas, que ven a los actores como meros soportes inconscientes de la
estructura o las fuerzas sociales o históricas (lo que piensan que están haciendo
no es más que ideología, que para estas corrientes es casi sinónimo de ‘falsa
conciencia’) y también a los liberales que tienden a ver a los individuos como
‘víctimas’ de la opresión social en una u otra forma, por lo tanto ‘inocentes’ a
priori y merecedores de tratamiento, rehabilitación o terapia antes de condena o
castigo (aunque, curiosamente, mientras ven a los pobres/negros/ indios/mujeres...
como ‘víctimas’ no-responsables, tienden a considerarse a sí mismos como
individuos clásicos capaces de decisiones racionales y dotados de responsabilidad
moral).
La realidad probablemente se encuentra en algún sitio (o varios) entre
estos extremos: la gente no es un mero títere de la estructura social, pero tampoco
somos tan libres de tomar decisiones como a algunos nos gusta imaginar, sino
que la mayor parte del tiempo la estructura social se piensa a través de nosotros,
131

incluso cuando parece que estamos pensando por nosotros mismos. Dicho esto,
puede ser tomado como señal de perspicacia el hecho de que los juzgados no
aplican el concepto del individuo clásico con toda su fuerza en todos los casos;
pero las desviaciones de este concepto suelen aplicarse de la misma manera en
que se establece el concepto teórico del individuo imputable, es decir, como un a
priori referente a ciertos tipos de delitos o ciertas clases de procesados/as. Esta
teoría ‘folk’-judicial de la responsabilidad tiene ciertos puntos en común con la
de los y las procesados/as, aunque no es idéntica.
La diferencia principal es que la teoría ‘folk’-procesada no toma el
individuo como ente soberano e independiente que decide, o no, entrar en contratos
sociales con otros similares, sino que toma de entrada a la persona como un ente
involucrado en una red de relaciones sociales, es decir, indisolublemente vinculada
con otras personas específicas. Es posible vincular esto con los conceptos de la
mente humana en la cultura popular andina, que representan la persona como
poseedor de a lo menos tres elementos espirituales (sus nombres más comunes en
La Paz son alma, ajayu y coraje) que no están todos ubicados en el cuerpo físico
(el ajayu suele rondar el cuerpo o andar delante a una distancia de más o menos
una cuadra) y las posibilidades que existen dentro de este esquema de
comunicación entre cuerpos y/o mentes de personas alejadas en el espacio.3
Las presas de clase baja definitivamente comparten este esquema, pero
en tanto que se relaciona con sus ideas sobre la culpabilidad, esto ocurre en un
nivel estructural del pensamiento y no en el discurso. En las conversaciones sobre
la responsabilidad para el acto de tal o cual persona, la pregunta clave no es,
como en el discurso del individuo soberano y racional “¿Por qué lo hizo?” sino
“¿Quién le ha instado?” o “¿Quién le haiga dicho?” Mientras la respuesta ideal a
la pregunta individualista viene expresada en términos de algún principio univer­
sal (sea ético, científico o psicológico), la respuesta de las presas de estratos
populares viene con nombres de personas allegadas (familiares, vecinos, amistades
cercanas, colegas laborales, etc.).
El individuo vinculado no actúa en base a una decisión autónoma tomada
por él o ella misma, sino en base a una sugerencia, oferta, recomendación o

3 P or ejem plo, si yo sueño con otra persona, esto significa que esa persona esta pensando
en mí. Es decir, en el sueño yo recibo los pensamientos de ella. Para más sobre los
sueños y lo que indican referente a ideas sobre la mente en los Andes, véase ‘Un
diccionario de los sueños en el departamento de La P az’, en SPED D IN G Alison (2 0 0 5 )
Sueños, kharisiris y curanderos. Dinám icas sociales de las creencias en los Andes
contemporáneos, La Paz: M am a Huaco; sobre el alma y el ajayu, SP ED D IN G Alison
(1 9 9 6 ) M orir en Yungas. La Paz: Revista del Museo de Etnografía v Folklore 7/8.
132

comentario recibido de alguien de su alrededor. Estas ofertas no tienen que ser


presentadas como órdenes, ni impuestas como obligaciones, y las reglas de cortesía
cotidiana exigen, excepto en el caso de alguien que tiene autoridad incuestionada
sobre el otro (típicamente, padres frente a hijos) que sean presentadas más como
invitaciones a participar que como instrucciones (“¿Por qué no hacemos...?”,
“¿No quieres hacer... ?”); basta que haya otra persona a quien se atribuye la idea
o sugerencia original, para poder otorgarle la ‘culpa’ del acto a esa persona.
Los principios éticos de ninguna manera están ausentes como forma de
evaluar sus actos, pero son vistos como algo operado por fuerzas no-humanas
cuya ultima referencia es Dios: hay un orden moral inscrito en el universo mismo,
que se ocupa de dirigir los destinos según lo que uno hace, muchas veces en base
al ayni, la versión andina del lex talionis. Dado que Dios se encarga de calificar el
valor moral de los actos, el individuo no necesita gastar mucho tiempo en
preguntarse si tal o cual acto suyo estaría de acuerdo con la justicia social, la
equidad o cualquier otro principio que le guste, sino simplemente tiene que seguir
‘ayudando’4 a los que han ayudado a él o a ella. Y si de este círculo inmediato
vienen sus beneficios, sus desgracias también proceden de allí. Dado que ninguna
actividad se realiza en un vacío social - hasta un negocio unipersonal tiene sus
vínculos regulares con proveedores y clientes habituales - las personas con quienes
se interactúa en el curso de ejercerlo son responsables de su realización, porque
no podría tener lugar sin ellas. Se reconoce que una persona puede tomar una
decisión de manera totalmente autónoma o individual, pero esto se suele denominar
actuar ‘por capricho’, un impulso que se debe intentar suprimir o evitar, so pena
de sufrir las consecuencias y la negación de ‘ayuda’ frente a ellas por parte de los
allegados, cuya intervención fue ignorada o puesta a un lado en el momento de
actuar así.
Como toda ‘lógica práctica’ (Bourdieu) este sistema no es del todo
coherente. Es común escuchar la atribución de la desgracia ajena al castigo di­
vino por haber fallado o maltratado a los demás (“Mis lágrimas no han sido en
vano,” “Rápido le ha llegado el ayni”) pero raras veces uno opina de uno mismo
que Dios le ha debido mandar tal pena debido a sus errores en el pasado: máximo,
se lamenta que a uno le pasen tantos sufrimientos cuando realmente no ha hecho
nada para merecerlos (“¿Acaso yo he sido tan mala?”).

4 E l verbo ‘ayudar’ (vanapaña en aymara) tiene una gama muy amplia de sentidos en el
habla paceña popular, que incluyen ‘trabajar en beneficio de’, ‘mantener, contribuir a
la econom ía de’, ‘recomendar, manipular en favor de’ y ‘proporcionar asistencia gratis’ .
También puede significar ‘dar apoyo m oral’ pero esto es menos común.
133

La buena suerte de uno mismo sí se debe a las fuerzas no-humanas, &


través del cumplimiento con otros seres humanos (“Siempre he sabido ayudar a
los demás, por eso debe ser que no me falta dinero”) o con las fuerzas mismas,
sean las reconocidas por el catolicismo oficial (pasar preste, bailar en la fiesta de
un santo...; entre evangelistas, culto, oración, ayuno) o instancias heterodoxas
(culto a las calaveras, el cumplimiento con los familiares difuntos, los diversos
destinatarios de mesas rituales). Pero la desgracia propia es siempre obra humana,
y obra de un humano conocido.
En el caso de los y las encarcelados/as, los señalados suelen ser sus co­
procesados (que por lo general estaban involucrados junto a él o ella en la actividad
delictuosa en cuestión y con frecuencia los denunciaron) y/u otras personas que
proporcionaban denuncias o la información que contribuyó a su detención o su
condena. Aunque sus co-procesados, en lugar de hundirla, hayan defendido su
inocencia, todavía una puede seguir sosteniendo que ellos ‘tienen la culpa’. Porque
si ellos no hubiesen existido, o no se hubiesen metido en esa actividad en cuestión,
una no hubiera hecho negocios ilegales con ellos y por tanto, no hubiera llegado
a la cárcel.
Siendo esta una lógica práctica, se lo piensa en términos del mundo real,
y no confrontándolo con ‘mundos posibles’ donde, por ejemplo, uno - en caso de
nunca haber conocido a los colegas reales - hubiera buscado otros clientes o
proveedores para hacer el mismo negocio. De todas maneras la noción de
causalidad estructural no está ausente, pero se construye en el nivel, si se quiere,
cosmogónico de las fuerzas no-humanas y no en el nivel de las instituciones
sociales. Esto da lugar a una concepción dicotómica del sistema judicial. A veces
se toma la ‘justicia’ que se dispensa en los juzgados como sinónimo de la justicia
verdadera, aquella que es de Dios: “Yo he delinquido, he vendido drogas. Dios
sabe lo que hace. Si me dan sentencia, voy a tener que purgarla.” (Pucha).
Otras veces, los tribunales son vistos como extensión del mundo social
privado. Es decir, algo que se basa en las relaciones de amistad, la colaboración .
económica, la circulación de favores y ‘ayuda’ y hasta en el parentesco. Algunos
ven este círculo como algo en el cual ellos nunca podrían participar, ni siquiera a
través de terceros, y cuyas decisiones se tienen que aguantar como la lluvia -
aunque esto implica que, al igual que con la lluvia, puede haber formas rituales
de influenciarlas. Pero otros lo ven como algo que puede ser abierto a todo quien
pueda conseguir la representación de un abogado u otro personaje que sea ‘amigo*
de su juez, o cualquiera que simplemente vaya munido de una suficiente cantidad
de dólares para comprar su libertad sin mayores dificultades.’
Esta sobre evaluación del poder personal de los abogados y los jueces,
134

vistos como personas que pueden (si tienen la voluntad de hacerlo) prescindir en
cualquier momento de los ritmos y exigencias formales del proceso, a veces con­
duce a asumir la primera posición. Al ver que el abogado no logra agilizar su
proceso en su momento, ni ealiza otros trámites fuera de tiempo, una concluye
que su abogado no lo ha hecho porque ‘no ha querido’; y no porque los reglamentos
y leyes no lo hayan permitido. Es decir que, a ella le es imposible conseguir que
alguien tenga la voluntad de activar los circuitos de ‘ayuda’ que la pudieran
favorecer. Entonces, el o la procesada se abandona finalmente a la pasividad.
La corrupción de los estrados judiciales en Bolivia es un hecho objetivo
innegable (aunque en la objetividad ésta sea menos difundida y automática de lo
que se suele imaginar) que apoya la visión popular del proceso como algo que
sólo depende de la voluntad de los jueces; una voluntad que, se supone, siempre
está en oferta al mayor postor.
Pero esta postura ignora la existencia de ciertas convenciones y formas
legales que implican que hasta los más generosos sobornos no pueden revertir
totalmente las pruebas existentes. También ignora el hecho de que no se trata
simplemente de ofrecer dinero o valores. Para hacer tales ofertas antes es necesario
tener un intermediario que conozca las formas discretas de realizar estas
transacciones. En consecuencia, para que un soborno consiga el efecto deseado,
generalmente es necesario tener contactos de posición social burguesa y,
preferiblemente, lazos familiares o de amistad con los funcionarios a ser
sobornados. Es decir, en el fondo es la posición social y no el soborno en sí lo que
consigue que éste tenga los resultados deseados.
135

PARANOICAS, AUTORITARIAS O VICTIMIZADAS:


REACCIONES FRENTE A LA IMPOTENCIA EN LA CÁRCEL

Aunque la cárcel boliviana es un ejemplo de una ‘institución total’,5 es menos


total que sus equivalentes europeas. Los o las presas tienen que facilitar la mayoría
de sus insumos (ropa de cama, platos y cubiertos, focos de luz, materiales de
limpieza, hasta repuestos de plomería). El rancho en Miraflores es inadecuado
como para sostener a una persona normal, obligando a la preparación personal de
comida adicional. Todos estos insumos tienen que ser conseguidos de afuera con
ayuda de otras personas. Si una intenta mantenerse con una actividad artesanal,
esto también depende de gente de fuera que puede traer los materiales y
comercializar los productos.
Los procesos judiciales no admiten la alternativa de que uno mismo realice
su defensa, sino absolutamente todo tiene que ser presentado a través de la
mediación de un abogado (particular o de Defensa Pública). Dentro de la cárcel,
las presas se encuentran absolutamente sujetas a las decisiones arbitrarias de la
Seguridad y la Gobernación. Todo esto contribuye al sentimiento de impotencia,
de la imposibilidad de influir directamente en el destino de una misma, un
sentimiento intensificado por los aspectos incomprensibles o poco racionales del
proceso judicial, sumado a los efectos negativos de seguir la misma rutina diaria
dentro de un espacio tan limitado (tanto en lo social como en lo espacial) y con
muy pocas alternativas de distracción o actividad laboral.6
Hay una variedad de respuestas a esta situación, y aquí voy a comentar
tres polos alrededor de los cuales se agrupan un buen porcentaje de tipos de
respuestas de las presas y también de los presos. Es decir la reacción autoritaria,
la reacción paranoica y la de victimización voluntariamente asumida.7
La reacción paranoica y la autoritaria son en cierta forma dos extremos

5 Ver G O FFM A N Erving (1 9 6 1 ) Asylums. Essays on the social situation o f mental pa-
tients and other inmates. Nueva York: Anchor Books.
6 Estos últimos factores son particularmente agudos en M iraflores, debido al tamaño
pequeño del edificio y el numero b ajo de internas (no más que 7 0 hasta enero de 1999,
aunque a mediados del 2 0 0 0 ya subió a casi 100). En las cárceles grandes hay más
intemos o internas con quienes relacionarse y una variedad de talleres artesanales,
oportunidades de vender com ida o abarrotes a los demás internos, hasta bibliotecas y
salas de estudio, y espacios donde es posible alejarse relativamente de la constante
presencia humana.
7 Entre otras respuestas minoritarias se puede mencionar el refugiarse en el sexo, buscando
amoríos con quien sea que se presente, que es más factible en las cárceles de varones,
136

opuestos de la misma formación psicológica, una que se caracteriza por un


egocentrismo, es decir, una percepción exagerada de la central idad de uno mismo
respecto a todos los demás. Para la persona autoritaria, esta centralidad se expresa
en una concepción agrandada de su capacidad de controlar, influenciar y conseguir
lo que se quiere dominando a los otros. Mientras para la paranoica, corresponde
a un mundo lleno de entramados maquiavélicos alrededor de ella. Un mundo
donde familiares, conocidos y otras personas se dedican a perseguirla, a pensar
en ella, a gastar su tiempo y recursos para intervenir y controlar su vida.
La reacción victimizada corresponde más bien al abandono total del
egocentrismo y asumir el extremo opuesto. Es decir, creer que una carece
totalmente de poder o capacidad para actuar e influenciar a los demás. Tampoco
siente que ella sea objeto de preocupación por parte de persona alguna, sino la
única cosa que puede hacer es aguantar pasivamente lo que el medio le imponga.
Aunque algunas presas se ubican más o menos permanentemente en uno
de estos polos, otras pueden oscilar entre ambas. Por ejemplo, alternando
autoritarismo con paranoia, o pasando por intermitentes periodos de victimización
o pasividad intercalados con ratos más activos. Pero cada polo incorpora elementos
de la realidad carcelaria. El autoritarismo corresponde a las actitudes autoritarias
de los policías y los funcionarios judiciales. La paranoia corresponde a la presencia
de buzos y las frecuentes delaciones. La victimización corresponde al hecho de
que los o las procesadas, ciertamente, representan sólo una pequeña fracción (y
muchas veces la fracción menos ‘peligrosa’) de los delincuentes que hay. Y por lo
tanto en cierto sentido son chivos expiatorios de la sociedad manipulados en pos
de motivos que nada tienen que ver con los individuos víctimas de tales manipuleos.
Estas correspondencias parcialmente objetivas, ayudan a mantener estas estructuras
imaginarias, que también proporcionan algún tipo de defensa psíquica frente a
una situación límite.

Autoritarias
La persona con postura autoritaria se alaba de sus habilidades para obtener lo que
ella desea, tanto frente a las demás internas (por ejemplo, imponiendo sus reglas
de convivencia a sus acompañantes de celda) como frente a los policías (“A mí

pero tam bién lo hacen las m ujeres aunque no físicam ente (varios presos buscan
relacionarse por carta y teléfono con presas en M iradores, aunque sin haberlas conocido,
y vice versa; a veces tal relación da lugar a que los dos soliciten Plan Fam iliar y así se
conocen en persona por primera vez) y el refugiarse en la lectura y la escritura (es
decir, imaginarse com o Gram sci y/o Dostoyevsky) que es evidentemente el recurso
que yo misma elegí.
137

me hace caso la Capitán”). Con otras internas suele ser agresiva y mal hablada y,
como el abuso verbal es muy temido en la cultura boliviana, muchas se retiran
por miedo a ser reñidas (“ ¡Me puede tragar!”) y dejan que ella, o sus hijos, hagan
lo que quieran. Con las policías es zalamera y les ofrece toda clase de regalos,
empezando con platos de comida, jugos o refrescos, llegando hasta varios cientos
de Bolivianos en caso de querer conseguir, no sólo permiso de vivir a sus anchas
dentro de la cárcel (ocupando la celda que quiera y allí recibir a sus visitas aunque
el reglamento lo prohíba, etc.), o que se le permita salir de la cárcel durante varias
horas aunque su juzgado no lo haya autorizado, sino también otros pedidos aun
más irregulares. Sin embargo, a veces toma la aceptación de coimas no por lo que
es (la compra puntual de un favor específico, que no garantiza nada fuera de esa
transacción) sino como reconocimiento de su propia capacidad de influir incluso
sobre la Gobernación. Esto hasta cuando en un momento dado las policías decidan
que es inoportuno hacer un favor que las podría exponer a una llamada de atención,
o si la presa es descubierta de un modo tal que las coimeadas no pudieran encubrir.
Pero la autoritaria sigue insistiendo y empieza a reclamar lo que ya cree que es su
derecho, incluso publica los favores que ella les ha hecho (“ ¡Hasta he comprado
zapatos para su hija!”), rompiendo así otra de las reglas de la coima (que es: si el
coimeado oculta la infracción, la coimeadora olvida la coima) que puede dar
lugar a que los policías decidan romper totalmente las relaciones con ella y
castigarla por su presunción (por ejemplo cortando sus visitas).
En otro caso, olvidándose que a cambio de que los policías le faciliten
alcohol (lo que según el reglamento está estrictamente prohibido) para su negocio
clandestino de bebidas debía mantener discreción sobre su consumo o distribución,
ella misma se entregaba a borracheras escandalosas aseverando “Yo tengo permiso
de tomar aquí”. Permiso o no, igualmente tuvo que ser reprimida, con la
consiguiente retracción de favores. La más autoritaria va reinterpretar hasta eslo
en términos que sigan demostrando su control absoluto del entorno: “Sí. Estaba
cortada de visitas. Yo ya lo he adivinado. ¡Por adivina poco me falta!” Igualmente,'
si su familia no la visita, no es porque la haya abandonado, sino porque ella no
quiere que la vean en la cárcel y les ha instruido de no venir; la familia también
obedece a su voluntad.
Las autoritarias, de hecho, son las más dispuestas a coimear en toda
instancia, porque este acto es conforme con su percepción del mundo como un
lugar donde puede hacerse cualquier cosa siempre que se tenga una voluntad
bastante fuerte. Tratar con policías de la cárcel al fin es barato, pero jueces y
fiscales no están al alcance de cualquiera (estos pueden suponer miles de dólares,
mientras que un guardia se contenta con cien bolivianos). Pero la autoritaria,
138

aunque no pueda comprarlos, todavía va a decir que su abogado los conoce, que
el va conseguir su absolución8 o su transferencia a un centro de rehabilitación
(del cual se sale ya con más facilidad) o si no una sentencia mínima.
A veces estas fantasías de control extienden a aseverar que va a conseguir
algo imposible en términos legales; como por ejemplo ser puesta en libertad
inmediatamente después de su audiencia confesoria. Estos sueños de absolución
no son en absoluto monopolio de las autoritarias. Pero, mientras que para una
victimizada representan el reconocimiento de su inocencia, para una autoritaria
(ya que no niega haber cometido delitos) representan la prueba de su astucia.
A veces asevera que cayó con mayor cantidad de droga que en la realidad,
o que los diez kilos con que la agarraron era ‘muy poquito’, insinuando que ella
se movía entre los peces gordos que habitualmente manejan cientos de kilos o
más, o presumir que la DEA vino a interrogarla varias veces porque ella conoce a
los grandes capos del narcotráfico, o si no, jactarse de lo cuantioso de la estafa
que cometió.
En ocasiones las fantasías de poder conducen a la autoritaria a participar
en o hasta protagonizar protestas en contra de la autoridad carcelaria, porque no
tiene miedo a las consecuencias negativas de tal acto; como por ejemplo que la
identifiquen como una ‘cabecilla’ que instó a las demás a la desobediencia. Incluso
es capaz en su mente de reconfigurar algún castigo resultante como otro saludo a
su habilidad. Por lo general, incluso si llega a ser nombrada como delegada, prefiere
manipular sus contactos con Gobernación en beneficio suyo.

Victimizadas
En contraste, las victimizadas raras veces van a consentir en firmar una carta de
protesta o expresar abiertamente una queja. Les cuesta mucho subir a Gobernación
hasta para pedir permiso de hacer algo regularmente disponible dentro de la cárcel.
Alegan que todo se otorga ‘mirando caras’, “¿Qué nos van a dar a nosotras? y
consideran que el no decir nada (por ejemplo) a Derechos Humanos cuando visitan
la cárcel, es una virtud, porque ‘[DD.HH.] no hacen nada’ y la única cosa que*1

8 L a absolución se define en el Artículo 2 4 4 del Código de Procedimiento Penal:


‘se dictará sentencia absolutoria en favor del procesado:
1. Cuando en el proceso exista sólo prueba semiplena.
2. Cuando el hecho imputado no constituya d elito.’
L a absolución es mas común que la declaración de inocencia ju ríd ica, que es muy poco
frecuente; todavía, en un proceso largo es fácil pasar años dentro de la cárcel antes de
ser declarada absuelta y puesto en libertad. En B o liv ia no existe medida alguna para
resarcir las pérdidas que resultan de tal encarcelam iento injustificado.
139

consiguen si protestan es que las policías les tomen ‘bronca’ y las sometan a más
arbitrariedades, como por ejemplo cambiándolas de celda todas las veces (“Como
payasos nos manejan”).
No toman nota de que las presas de carácter más fuerte se oponen a estos
cambios y muchas veces logran evitarlos, porque la victimizada está convencida
de antemano que toda resistencia únicamente conduce a más castigos, nunca a
liberarse de los maltratos. Se someten a los regaños e imposiciones de sus
compañeras de celda para luego lamentarse con internas amigas y repetir mil
veces cómo Fulana le ha llamado ‘muq’a9 de mierda’ o ‘chola hedionda’. Su
manera de defenderse de tales encuentros es evitar en tanto que se pueda el pedir
algo, de policías, internas o abogados, y cuando es necesario hacerlo, primero
tratar de conseguir que otra persona llame o hable por ella (y luego otra vez
lamentarse sobre cómo esa persona no había hablado como ella quería y por lo
tanto, no obtuvo lo deseado). Sólo habla por ella misma cuando no hay modo
alguno de recurrir a otra persona.
Si la victimizada no recibe visitas de su familia, es porque ella ‘no tiene
familia , la han olvidado o si no, no quieren ayudarle. Si uno sugiere que quizás
sus familiares no están enterados de su situación, o si lo están a lo mejor no saben
qué tipo de ayuda podrían ofrecerle, y ella debería llamar o escribirles para
indicarles como ayudarle, la victimizada responde “¿Acaso un hermano necesita
que se le llame?” Si tuvieran voluntad, sus familiares la ayudarían en todo sin
necesidad de que se los solicite; y el hecho de que no la hayan ayudado de manera
significativa comprueba que en realidad no quieren hacerlo. Por lo tanto, es inútil
intentar recurrir a ellos.
Hay más victim izadas entre las presas que carecen de recursos
económicos. Pero mientras otras presas que carecen de dinero se dedican a lavar
ropa o cualquier otro oficio para conseguir un ingreso mínimo, algunas
victimizadas indicando que son oficios mal pagados deciden que no vale la pena
hacerlos, es mejor estar sin un centavo que ganar 5 o 6 Bs. por docena de ropa
lavada y planchada. Tampoco pueden hacer artesanías porque no tienen los
materiales necesarios y no vale la pena pedirlos a sus conocidos de afuera porque
no los van a traer.
Lo que esperan es la ‘ayuda’, a la cual son merecedoras por ser inocentes.
Esta ayuda que puede proceder de alguna institución caritativa o sino de las
personas que son culpables de su situación, en primer lugar de sus co-procesadas,
que ya están a mano y por lo tanto pueden ser fácil objeto de solicitudes y presiones,

9 ‘Chato/a’ (persona de estatura reducida) en aymara.


140

pero también de sus otros colegas de actividad delictuosa que estando afuera,
‘felices’ en libertad, deberían ayudarles. Si las co-procesadas (o la parte contraria)
afirman que no le obligaron a hacer lo que hicieron, las victimizadas sólo responden
que la responsabilidad del hecho ‘está en sus conciencias’10 y siguen insistiendo
que son inocentes.
Evidentemente las victimizadas no piensan en ofrecer coimas, aunque
esto no significa que no compartan la creencia generalizada que todo puede
conseguirse con dinero. Más bien repiten insistentemente ‘Hasta para salir, se
necesita plata’, implicando con ello que ellas no la tienen y por lo tanto esto es
otra muestra de la total futilidad de intentar influir en su situación. Si intentan
obtener favores de los policías, es a través del servilismo, ofreciéndose a cargar
sus guaguas durante sus tumos de servicio, a peinarles los cabellos o a tejerles
chompas a bajo precio.
La mayoría están con Defensa Publica, algunas por falta de recursos y
otras porque aún teniendo acceso a un abogado particular, éste igualmente ‘no
hacía nada’ por ella. Como un abogado de por si no influye en el juicio (a menos
que se pague a uno que si pueda), para ellas, si van a recibir una defensa inefectiva,
es mejor que sea gratis a tener que pagarla. Y ya que asumen que su batalla está
perdida de antemano, tampoco se esfuerzan en llamar al abogado o insistir sobre
la defensa que quisieran. Algunas piensan que, dado que no les están pagando a
los abogados de la Defensa Pública, tampoco'pueden exigirles nada; en algunos
casos incluso hasta se niegan a leer su expediente para informarse sobre su propio
caso (“¿Para qué?”).
En las cárceles de varones, muchos victimizados recurren a la auto-
aniquilación a través del alcohol y la pasta base de cocaína. Esto es difícil en
Miraflores porque hay mucha represión del consumo de estas sustancias, pero si
hay un consumo significativo de pastillas tranquilizantes de las cuales algunas
son fármaco dependientes (como notoriamente era el caso de la mencionada ‘Falsa
Verito’) y la posibilidad de entregarse a la depresión, pasando la mayor parte del
día en la cama durmiendo o mirando los programas de menor exigencia mental de
la televisión.
Conforme con su tendencia de negar la posibilidad de ser agente activo
en la vida, las victimizadas son inocentes. No pueden ser otra cosa, porque para

10 Frase escuchada tanto en la boca de la ‘Falsa V erito’ frente a Verónica Palenque en el


caso del intento de vender acciones de R TP suplantando a la mencionada Palenque,
com o en las de dos co-procesadas por tráfico de marihuana, de origen campesino,
referente a otra co-procesada, demostrando así que estas actitudes ocurren tanto entre
la burguesía com o entre las clases bajas.
141

ser culpable de una acción, es necesario ser capaz de influir en la vida por voluntad
propia a través de sus actos, y esto es precisamente lo que ellas consideran que no
pueden hacer.
Puede ser que (según ellas) ‘nunca sabían hacer esas cosas’, puede ser
que ‘no les han agarrado con nada’, o si de veras estaban involucradas en el
hecho fue debido a otras personas. Por ejemplo, si ellas cultivaban y vendían
marihuana al por mayor, aun siguen siendo inocentes porque había alguien que
les compraba la marihuana; caso contrario, nunca hubieran pensado en cultivarla.
Entonces es otro, ese comprador, el que ‘tiene la culpa’. Si el delito es giro de
cheque al descubierto, ellas se prestaron ese dinero para otra persona que se escapó
sin pagar y dejando que ellas carguen con el tacho.

Paranoicas
Estas actitudes pueden matizarse hacia la posición paranoica: “Yo no he hecho lo
que me acusan. Si estoy aquí es porque alguien lo ha maquinado. Todo fue
planificado y armado para producir mi detención y todavía siguen armando esta
conjura para conseguir mi condena (por ejemplo, convenciendo a otras personas
a presentar falsos testimonios en mi contra, amenazando a mis testigos de descargo,
o llamando de forma anónima a la policía para denunciarme a mí o a un familiar
que ha sido declarado prófugo...)”
El nudo de la verdad en estas construcciones imaginarias puede ser alguien
que realmente las denunció o prestó una ‘colaboración a la justicia’, pero lo que
suele ser paranoico es pensar que esta persona sigue urdiendo otras futuras
denuncias o está recibiendo dinero de su parte contraria hasta hallar el momento
para hacerle otra maldad (no especificada) en el futuro. Igualmente, una explicación
paranoica de la defensa inefectiva no es la incompetencia profesional del abogado
o su falta de voluntad, sino el concluir que alguien le está pagando para que
precisamente haga una defensa incompetente.
Suele ocurrir que cuando dos presas pelean, una amenaza a la otra de que
cuando salga se va vengar de ella en la calle, o sino en sus hijos que están fuera.
Mientras las que sueltan tales amenazas suelen ser autoritarias con visos
paranoicos, las paranoicas las creen y pueden hasta llegar a pedir ‘garantías’ para
sus familiares que, según imaginan, se encuentran en gran peligro.
Otras veces la visión paranoica se extiende hasta imaginar que tales
venganzas abarcan a los funcionarios judiciales. Por ejemplo, una interna aseveró
que el hijo del tal Fiscal (responsable de ‘pasarla’ a la cárcel) había sido baleado
por asaltantes anónimos que buscaban con ello vengarse del padre por haber
mandado tanta gente a la cárcel.
142

Es notable que la posición paranoica sea común entre allegados de las


presas que se encuentran en libertad, quienes, por ejemplo, pueden rehusarse
presentarse como testigos de descargo diciendo ‘tengo mis hijos’ o ‘mi primo
trabaja en la televisión’. Creen que, al ver un testigo de descargo, la Fiscalía se
enfurece tanto que saca tiempo para ubicar a sus familiares y perjudicarles,
haciendo que sean despedidos de sus trabajos u otras maneras de represalia.
Es cierto que en Inglaterra también se encuentra una renuencia en la
gente a servir de testigos, pero esto generalmente refiere a testigos de cargo, es
decir los llamados a declarar en contra del procesado y que, se supone, deben
atestiguar que él sí cometió el delito. En estos casos es concebible que el procesado
al menos sienta inquina hacia tales testigos. Pero en Bolivia, aquellos que van a
declarar que el procesado no hizo aquello que se le inculpa piensan que por esa
actuación el Ministerio Público va a vengarse de ellos. Otros incluso tienen miedo
de visitar o comunicarse con una presa porque creen que ‘les pueden involucrar’;
aunque no es claro en relación a quién, con respecto a qué o cómo exactamente
van a ser ‘involucrados’.
En mi propio caso, después de mi detención, la Universidad fue invadida
por una ola de rumores donde (según la versión) se aseguraba que ‘agentes de la
FELON’ o ‘un(a) juez’ habían venido en persona a decir a los alumnos de la
Carrera de Antropología que no deberían visitarme y que deberían cancelar sus
tutorías o cualquier otra relación académica conmigo, bajo riesgo de ser
‘involucrados’.
Los relatos eran'vagos referente a en qué consistiría ese ‘involucramiento’,
pero bastante detallados sobre lo amenazante de estas visitas. Aunque nunca nadie
conocía los nombres concretos de las personas que realmente hablaron con los
agentes, los rumores se ampliaban hasta citar a un ‘bien conocido buzo’ de la
FELON que (así se decía) se había presentado para inscribirse en la Carrera de
Antropología; y como otros buzos más habían llenado la Universidad con fines
de vigilar a todos los que en algún momento hubiesen sido mis alumnos o mis
colegas docentes.
El hecho de que estudiantes, docentes (incluido el Director interino de la
Carrera) y colegas profesionales que no estaban vinculados directamente con la
Universidad Mayor de San Andrés creyeran estos rumores, demuestra que un
nivel elevado de educación formal no es obstáculo a la adopción de la posición
paranoica. En algunos casos incluso parece ayudar a construir relatos paranoicos
y teorías de conjura más elaboradas y convincentes.
En consecuencia, la paranoia es más común entre personas de posición
social más elevada, tal como lo he podido constatar con referencia a mis amistades
143

y colegas que en tanto son más burguesas y/o profesionalmente más conocidas,
más se prestan a crear u creer estos relatos. Por ejemplo, imaginando que alguna
presa que intenta contactarse con ella, porque solo la ha conocido a través de mi,
lo hace con el fin de conseguir su detención, porque ‘quiere cambiar mi libertad
por la suya’ (aunque el hecho de denunciar a otra persona de consumir por ejemplo
marihuana, nunca produce como resultado que se anule un proceso por narcotráfico
que ya está en pie.).
Esto se debe a una coincidencia estructural entre la psicología paranoica
y la posición social de elite. La elite se concibe como un pequeño grupo que
manda y dirige a la sociedad, y que por eso son a la vez más observados y
comentados por los demás. Los paranoicos también se creen observados y
comentados por los demás, sólo que ellos son dirigidos más que dirigentes. En
ambos casos, uno se ve a si mismo como un punto central e importante del ámbito
social. Por lo tanto, no es sorprendente que la burguesía, incluso respetados
académicos y cientistas sociales que, se imaginaria, tendrían un conocimiento
más objetivo del mundo social, se presten con gran facilidad a las historias
paranoicas; será que quieran creer que lo que ellos hacen es realmente importante.
En este sentido los relatos paranoicos procedentes de la clase baja, aunque
igualmente carentes de veracidad objetiva, son más terrenales en tanto que se
limitan a referirse a vecinos, parientes afínes y otros individuos con quienes
realmente tenían conflictos de donde sus deseos de venganza surgieron.
Los puntos firmes en estos relatos suelen ser los nombres de las personas
que se piensa son las enemigas que han urdido la conjura; y las referencias a
mentiras, llamadas telefónicas, documentos ocultos o falsificados que se supone
que sus enemigos han presentado.
La parte más floja, al menos para un interlocutor que no comparte la
posición paranoica, es entender por qué esas personas enemigas habrían decidido
invertir tanto tiempo y recursos para conseguir que ellas o ellos vayan a parar a la
cárcel. Ya que en los relatos más elaborados uno supondría que para lograr su
propósito, el perseguidor ha debido gastar muchos miles de dólares y puesto en
juego todo su prestigio político y profesional para falsificar tantos documentos y
sobornar a tantas personas. Las justificaciones que ofrecen por esas acciones son
muy vagas. “Se agarra con todos,” “No éramos muy amigos.”
En el universo paranoico, tales preguntas resultan superfluas porque se
asume de antemano que la mayoría de la gente se dedica, no a sus propias vidas,
sino a tratar de manipular e influenciar la vida de los demás; sobre todo la vida de
una misma. No es necesario explicar por qué me odian tanto como para querer
eliminarme de su ámbito o qué beneficio obtendrían ellos de mi desgracia.
144

Para las paranoicas el mundo es un lugar donde nada es más fácil que
seguir a una persona sin ser observado, saber inmediatamente cuándo se encuentra
a solas para asaltarle y donde hay matones a sueldo en cada esquina. Y si la
hermana de una es atropellada por un auto, esto nunca representa un accidente-,
sino un ataque planificado por los mismos enemigos que fabricaron las acusaciones
con que lograron meterla a ella tras las rejas." Si una paranoica no recibe visitas
de su familia, por supuesto es porque han sido amenazados. Los vínculos con
teleseries policiales y películas de thrillers son obvios*12. También se nota un
sesgo distintivo del universo del individuo vinculado en que no es sólo su persona,
sino también sus hijos, sus otros familiares y hasta sus alumnos son blancos de la
conjura. Esto es parte del concepto del ayni moral, donde habitualmente se observa
que tal persona no debería hacer esa maldad porque también ‘tiene sus hijos’. Es
decir, algún día la misma desgracia les va ocurrir a sus descendientes.
Mientras que las autoritarias, confiadas en que ‘sabrán defenderse’, pueden
admitir sus delitos y las victimizadas empecinarse en su inocencia; las paranoicas
son ambivalentes respecto a su propia culpabilidad. Algunas se acercan más a la
posición victimizada al presentarse a si mismas como totalmente inocentes del
crimen que se les atribuye y afirmar que todo se debe a una supuesta conjura.
Otras sí admiten que hicieron algo, pero aseguran que su encierro no se
debe a eso sino a otros motivos que hay ocultos detrás su proceso: como por
• ejemplo el rencor por una relación sentimental fracasada o un conflicto personal
1 de otro tipo; o al deseo de una autoridad de ‘hacerles callar’ porque eran molestas
?activistas políticas o sabían de otras peores fechorías de los conjurados. En caso
i de ser reincidentes, su detención se debe a que en el curso de su anterior condena
f se habían granjeado el odio de los policías, o incluso porque habían logrado
i
H 1 Se consta que existen pandillas o grupos de delincuentes callejeros que se ofrecen para
asaltar a una persona a cambio de un pago no muy elevado (digamos, unos lOOBs);
tengo referencias de un caso donde un hombre logró que personas de este tipo peguen
■ a su suegro anciano que (según él) no le había pagado el dinero que le debía. A la vez,
i se consta que no es tan fácil contratar a personas con este fin, que el contratista tendría
. j : que proporcionarles toda la información necesaria para encontrar a solas a la víctim a
[ ,í'‘ (los lugares que frecuenta, sus horarios de entrada y salida, etc.) que sólo va a poseer si
le conoce muy a fondo, y que todavía, en la mayoría de los casos, aunque se entregue el
; í ■■ dinero no se realiza el asalto solicitado (C om unicación personal de David Quispe).
12 No considero que la posición paranoica procede de estas fuentes, sino que ellos
corresponden a la misma visión del mundo, que es bastante difundida, y esto explica
gran parte de su popularidad. Ver el capítulo ‘E l opio electrónico’ para más sobre el
consumo de medios de comunicación en la cárcel y la presentación de temas carcelarios
y policíacos en los mismos.
145

vengarse de ellos (por ejemplo, pegando a uno al encontrarlo fuera en la calle).


Es por ese motivo que las volvieron a detener bajo cargos falsificados. Pero dado
que se asume de antemano la maldad humana generalizada, en muchos casos
basta con describir la conjura o referirse a las denuncias (reales o supuestas) sin
necesidad de explicar los motivos de sus enemigos.
Aunque comparten la idea autoritaria de que ‘cada uno tiene su precio’,
están menos dispuestas a ofrecer coimas porque tienden a pensar que frente a
cualquier suma que ellas pusieran, sus oponentes pondrían más dinero en la misma
mano (ya que obviamente se enteran de inmediato de todo lo que ellas hacen, por
muy clandestino que fuera). Ofreciendo coimas ellas solo llenarían los bolsillos
de funcionaros corruptos sin obtener nada a cambio.
No obstante sus excesos delusionales, la posición paranoica es para la
misma interna más funcional que la victimizada porque no la conduce a la
inactividad.13 Una paranoica es más agradable como compañera de encierro que
una autoritaria que insiste en mantener una imagen de sí misma intentando imponer
su voluntad hasta en las cuestiones más simples, como la hora en que se debe
apagar la luz en la celda.
En términos de las dinámicas de asociación entre presas, tanto las
victimizadas como las paranoicas tienden a juntarse entre ellas para compartir
sus visiones del mundo sin encontrar las interpelaciones heréticas de otras personas
(que en caso de las victimizadas tratan de convencerles que sí debían intentar
hacer algo o que ellas también tienen algo de culpa por lo que pasó; en caso de las
paranoicas les insisten en que expliquen el por qué de la conjura u opinan que
carece de realismo). Pero las victimizadas no ven éstas como amistades reales y
suelen decir “No me llevo con nadie”, porque esas amigas al fin no les dan la
‘ayuda’ con que sueñan; mientras las paranoicas intentan conformar un pequeño
grupo de aliadas reales como una especie de contra-conjura.
Las autoritarias en cambio dependen de un séquito de personas que no lo
son, porque dos autoritarias difícilmente pueden convivir juntas. Aunque según
ellas la mayoría de las internas ‘las quieren’, su posición no les permite admitir
que la mayoría las aguantan calladas para tener una vida tranquila o que fingen
amistad para conseguir algún beneficio. Es por eso que las autoritarias suelen
rodearse más con ‘empleadas’ o amigas sumisas, aunque al mismo tiempo las

13 Si el correlato patológico de la posición victimizada es la depresión clínica y la evasión


química, el de la paranoica es la neurosis y de la autoritaria, la psicosis. También es
bastante común encontrar comportamientos obsesivo-com pulsivos, más evidentes en
las actitudes frente a la limpieza de la celda, entre autoritarias y paranoicas.
146

cambian con bastante frecuencia; excepto en el caso de las que se muestran


realmente dispuestas a comportarse como siervas que nunca discuten las órdenes
o las opiniones de su ama.

Altruistas
Hay una transformación de la posición autoritaria que se puede denominar
‘altruista’. Consiste en demostrar su poder e influencia ofreciéndose como
mediadora en las peleas entre internas o de las internas con la Gobernación,
redactando solicitudes o cartas de protesta, atendiendo consultas de otras internas
sobre sus problemas jurídicos o ayudándolas a redactar o interpretar documentos
legales. Las personas elegidas como delegadas y delegados de los presos muchas
veces son de este tipo.
No cabe duda que esto para las demás es más positivo que la posición
autoritaria egoísta. Pero es una opción limitada; en primer lugar porque la persona
que la asuma tiene que ser de clase media y/o poseer un buen nivel de estudios
formales para poder realizar estos servicios (y también para tener una suficiente
influencia sobre los policías como para conseguir su consentimiento); y en segundo
lugar porque este altruismo no va tan lejos como para admitir que otras personas
puedan ser igualmente influyentes, letradas o conocedoras de la ley. Las autoritarias
altruistas suelen responder con encono a otros individuos que en el mismo espacio
social se oponen a las formas de mediación y representación que ellas proponen,
calificando a estas rivales como ‘muy manipuladoras’ o como elementos ‘que no
quieren trabajar para este Centro’. Por lo tanto, raras veces hay lugar para más
que una o dos autoritarias altruistas en la misma cárcel.
147

SIENDO UNA NO-PERSONA:


IMPOTENCIA E INFANTILIZACIÓN

Según la ley, es sólo cuando recibe su sentencia ejecutorial (generalmente de la


Corte Suprema en Sucre14) que el/a procesado/a pierde sus derechos civiles. Hasta
esa fecha, su permanencia en la cárcel no representa más que una detención
preventiva donde es privado solamente de su derecho al libre movimiento.
Pero en la práctica, desde el mismo momento de ser detenido por la FELCN
o la PTJ, el o la detenida deja de ser una persona. Ya no puede realizar nada sin el
permiso de otros, y en casos extremos (como en dependencias de la FELCN) esto
significa que ni siquiera puede ir al baño sin permiso de los guardias. Cualquier
pedido o solicitud del detenido tiene que ser expresado o avalado por alguien de
afuera —una institución, un abogado, un médico, etc.—para que sea válido. Y
debido al encierro hasta las tareas cotidianas más ordinarias, como comprar víveres,
tienen que ser realizadas por otras personas. Mientras tanto, toda decisión sobre
su vida diaria (como por ejemplo tener una mesa en su celda) está sujetada a la
voluntad de las autoridades carcelarias.
Esto me fue demostrado en la cárcel cuando, en una ocasión, Seguridad
me avisó a las diez de la noche (en la última lista del día, que es cuando deberían
avisar a las presas si van a salir o no al día siguiente) que tenía audiencia el día
siguiente a las 10:00 y que por lo tanto tenía que salir a las 09:30. Según yo sabía,
mi audiencia era a las 15:00 con salida a 14:30. Debido a que ya se cerraron los
pabellones y lo tarde de la hora, no pude averiguar nada a pesar que era de lo más
urgente para mí, porque era la audiencia en la cual yo debía presentar mis testigos
de descargo y a ellos les había avisado que tenían que venir a las 15:00.
Desde la primera hora de la mañana telefoneé al juzgado y desde allí,
ellos confirmaron que habían mandado un aviso equivocado y que mi audiencia
era efectivamente a las 15:00. Yo avisé a Seguridad que por ese motivo no iba a
salir a las 09:30 (ya que sería en vano), y que más bien esperaba que el juzgado
mande el aviso correcto por la tarde. La sargento de turno me respondió que la
papeleta decía 09:30 y por lo tanto yo estaba obligada a salir con mi escolta
policial a esa hora, no importa lo que hubiera dicho el juzgado por teléfono.
Tuve que recurrir a la representante de Defensa Pública que telefoneó al
juzgado, recibió la misma respuesta y lo comunicó a Seguridad. Dado que esta

14 Hay una minoría de casos en los que la sentencia es ejecutada en primera o segunda
instancia, pero generalmente hay que pasar por las tres instancias (juzgado, corte de
distrito, corte suprema), lo que suele tardar varios años.
148

vez la información, en sí idéntica y obtenida por la misma vía, procedía de una


persona real y no de una no-persona, la sargento recién la aceptó como cierta y ya
no nos sacaron a las 09:30. En consecuencia, nosotras las no-personas estamos
forzadas a asumir una posición de dependencia frente a las personas. Es decir, de
las autoridades, los guardias y de todos nuestros contactos (familiares, amistades,
colegas, etc.) que están afuera, porque en todos los aspectos de la vida dependemos
de sus servicios.
Esto sería menos frustrante si hubiera una mayor provisión de servicios
dentro de la cárcel (como por ejemplo comida, focos de luz, etc.) que dispensara
de la obligación de buscar a personas que puedan ir a comprar insumos de uso
diario. Y también si los profesionales de servicios como abogados y médicos,
asumieran sus responsabilidades frente a sus clientes de manera autodirigida.
Las estructuras legales dan plena libertad a los abogados de llevar adelante
el proceso sin intervención de los procesados, que ni siquiera necesitan firmar los
memoriales presentados en su nombre, basta que el abogado firme ‘por la
interesada’; es otra señal de la no-personería del procesado, incluso en su propio
proceso. Sin embargo, los abogados nunca se esfuerzan en buscar testigos de
descargo o cualquier otro elemento para la defensa si la procesada no lo exige o
insiste que ellos lo hagan o no lo hace por sí misma.
De la misma manera, los médicos que atienden la cárcel se limitan a
asistir a la habitación que hace las veces de consultorio en horarios irregulares
según sus otras obligaciones, y nunca hacen llamar a las presas, aunque sepan
j que algunas padecen en ese momento de problemas de salud. Depende enteramente
i de la presa subir insistentemente una y otra vez al consultorio hasta lograr coincidir
í' con un horario en que circunstancialmente el personal médico esté presente.
Si padece de una dolencia más seria y complicada, igualmente depende
) "'de la interna ubicar a un especialista y —si tiene suerte —convencerlo que venga
a atenderla a la cárcel, o sino realizar el cargoso trámite para una salida judicial
que le permita acudir a un hospital, si necesita atención medica o exámenes
/ específicos (p.e. ecografía, rayos X) no disponibles en la cárcel.
‘ El médico jefe de Régimen Penitenciario tiene la facultad de otorgar tales
í ’t salidas sin necesidad de tramitarlo a través del juzgado (que implica, otra vez,
' telefonear e insistir que el abogado haga el memorial, que lo presente en el juzgado,
> ’que vaya a ver si los jueces han respondido...). Pero sus visitas a Miraflores son
irregulares y se dan casos cuando no se presenta aún después de comprometerse,
como pasó conmigo. Aunque había dicho que iba a darme la salida para unos
exámenes programados para tal día, él no se presentó porque ‘estaba esperando
la movilidad para ir a San Pedro’, y la subordinada que eventualmente mandó en
149

su lugar rehusó firmar mi orden de salida ‘porque la última vez que yo firmé era
una peruana y se fugó’. Así no es sorprendente que algunas presas opinen
‘jiwarpan, saschixay ’.15
En todo caso, las salidas médicas, como las que se solicitan para otros
fines (como por ejemplo asistir a algún acontecimiento público), nunca son
otorgadas en base al mero pedido de la presa, sino que requieren siempre de al
menos una constatación proveniente de una institución o persona que ocupe una
posición profesional o de autoridad reconocida fuera de la cárcel16.
Evidentemente, la situación en la vida ordinaria más parecida a ésta es la
de un menor de edad que no puede viajar, tramitar un permiso legal, etc., sin la
autorización de sus padres, con la molestia adicional de que los menores de edad
generalmente no tienen que ocuparse de procesos legales o buscar tratamientos
médicos por iniciativa y cuenta propia, ni obtener la comida necesaria para su
sustento.
Esta devolución formal a la posición de un(a) niño/a influye en la
psicología de los/as presos/as conduciendo a un tenor notablemente adolescente,
cuando no infantil, en sus conductas e interacciones diarias. Así se puede observar
relaciones de amistad que hacen recordar las de la escuela.
De un lado, hay los ‘mejores amigos/as’ que son casi inseparables (sin
representar necesariamente una relación homosexual). Y de otro, aquellos que
cuando ven que un amigo o amiga empieza a relacionarse de manera estrecha con
otra persona que no era parte del pequeño grupo íntimo, tratan que al nuevo el
miembro más dominante lo excluya del grupo; o los que, si ven que su amigo/a
decididamente se ha metido con otro, reaccionan celosamente peleando y
poniéndose en contra de la que antes era su compañera incondicional y a la que
ayudaba y defendía en todo.

15 ‘Deben decir ‘que se mueran todas ellas’. ’


16 Para ju stificar una salida médica, aparte de un certificado proporcionado por un médico
especialista, se suele exigir otro proporcionado por el m édico forense, que sólo se
presenta los sábados cuando hay visita de cárceles por parte de los funcionarios de los
juzgados, y tampoco viene en todas las visitas. É l jam ás reconoce físicam ente a la
interna, sino que escucha lo que ella dice y luego escribe lo que le parece en el certificado
(que puede corresponder o no a lo que ella ha dicho). No obstante, este certificado
parece tener mayor validez ante el juzgado que el de un especialista que sí ha revisado
el cuerpo de la enferma. Los certificados del forense deben ser gratuitos y llevan un
sello que reza así, pero su representante que los trae a la cárcel suele exigir unos B s 100
a cam bio y retrasa la entrega si la interna no quiere pagar. Es decir, los médicos forenses
son otros más que trafican con la desesperación (en este caso, la desesperación de
obtener atención médica).
150

Igual a como se pelean los niños en el patio de su escuela cuando uno ha


levantado el lápiz del otro, en la cárcel se discute ferozmente sí alguien ha alzado
mi taza u ocupado ‘mi’ asiento (una silla que es propiedad de la cárcel o el lugar
donde habitualmente me siento). El ‘ir con chismes’ al personal de Seguridad
también parece repetir la típica conducta escolar del ‘corcho’ - “Profe, ¡las chicad
del 4B están fumando en los baños!”
Un día cuando mi frustración frente a lo que yo veía como una conducta
indigna de personas adultas llegó al nivel verbal, comenté a una presa que acababa
de anunciar que iba a decir a ‘las sargentos’ que yo no había metido mi basura
debidamente en el tacho de desechos, que ella estaba actuando como una chiquilla
en el colegio. Ella respondió “ ¡Sí!” y al volver dijo con satisfacción “ ¡Ya le he
dicho a la profesora!”
Es posible que mi rechazo de estos actos represente mis propios prejuicios
culturales. Proviniendo de un medio donde absolutamente todo el mundo termina
el colegio, actuar como un colegial para mí es una vergüenza si se trata de personas
mayores de los dieciocho años. Pero para la mayoría de las internas de Miraflores,
el mero hecho de haber ‘pisado el colegio’ (sin hablar de terminarlo) representa
un logro que muchas veces ellas mismas no pudieron alcanzar y que ven como
una aspiración elevada digna de cualquier sacrificio de su parte cuando se trata
de sus hijos. Por lo tanto, el poder actuar como una colegial no representaría un
retroceso a la adolescencia sino señal de un ascenso social importante.
La infantilización de las presas es a veces reconocida por las policías que
llegan a dirigirse a ellas como ‘guaguay’, sobre todo cuando están recomendando
otras conductas también apropiadas a menores, como por ejemplo el deber de
dormirse a las once en punto cuando la luz se apaga y no intentar cometer travesuras
en la noche como alumbrarse con velas o linternas, o fumar en los ‘dormitorios’
(como suelen referirse a las celdas, un término que también tiene resabios de
internado colegial).
La escuela de la psicología transaccional considera que cada persona
tiene tres componentes psicológicos: el Padre/M adre (‘parent’ en el original
inglés) que se ocupa de mandatos, control y autoridad, el A dulto que es
responsable, mesurado y más objetivo, y el Niño que se ocupa del goce, la auto-
gratificación y también las travesuras.17 En lo ideal uno debe lograr un balance

17 Para una introducción a esta escuela, se puede consultar E R N S T Ken (1 9 7 7 ) Juegos en


que participan los estudiantes. M éxico: Editorial D iana; JA M E S M uriel y Dorothy
JO N G EW A R D (1 9 9 2 ) N acidos para triunfar. A nálisis transaccional con experimentos
gestalt. Lima: V L A C A B O E .I.R .L .
1S1

entre estos tres componentes, pero a veces uno es sobre desarrollado a costo de
los otros o sino es reprimido hasta el punto de casi desparecer.
Se comenta que personas que tienen un dominante o sobre desarrollado
Padre/Madre, muchas veces son atraídos a ocupaciones autoritarias, como policías
o guardias. Esta observación parece válida para algunas de las policías de
Miraflores, que más allá de velar por el cumplimiento de los reglamentos se ocupan
especialmente en vigilar la limpieza y orden de las celdas, el arreglo personal de
las presas (por ejemplo parándose en la puerta después de la lista de las 08:30
cuando vuelven a entrar para mirarles de cerca y ver si esa mañana han peinado
adecuadamente sus cabellos) y darles sermones individuales o en grupo sobre
varios aspectos de su conducta, que van desde el fumar y mascar coca (alguna
incluso aseveraba que el mero olor de la coca en una celda ‘hace daño a las
guaguas’) hasta el insultarse con palabras como ‘puta’ (‘Todas Uds. son putas
porque han tenido sus hijos’).
El control estricto del consumo de bebidas alcohólicas, inclusive en las
fiestas (como cuando se suspendió el festejo del Día de la Madre del 2000, cortando
la música y expulsando a los visitas, en tanto que se encontró una sola botella de
trago), también corresponde a imponer una imagen de ‘buenas niñas’.
Aunque la infantilización en general afecta tanto a presos varones como
a mujeres, aspectos como el peinado y fiestas sin alcohol son controles adicionales
hacia éstas debido a que, mientras es aceptable que el niño varón sea ‘travieso’, la
niña debería ser enteramente obediente. La colaboración de las presas con el
control policial es entonces facilitada por el hecho de que casi todas ellas comparten
y aprueban el estereotipo convencional de la'femineidad.
A diferencia de la solidaridad entre amigos considerada más varonil, la
disposición de denunciar las travesuras de otras alumnas a la profesora es también
parte de la imagen de ‘niña buena’. Lo que no quiere decir que no haya buzos en
las cárceles de varones, pero al parecer estos tienden a denunciarse más por
venganza personal18 o en busca de beneficios concretos y no simplemente para
parecer ‘buenitos’).
La posición de Seguridad permite a los y las policías ejercer su autoridad
a gusto sobre las presas, quienes son tratadas como incapaces de decidir por ellas

18 Por ejemplo: se dice de cierto preso en San Pedro que cuando él compra drogas dentro
del penal, suele exigir una ‘yapa’ generosa por encima de la cantidad habitual, y cuando
no la obtiene denuncia al vendedor. Comparado con el caso de una presa de Miraflores
que encuentra una botella de alcohol ocultada en un baño y lo entrega a Seguridad sin
saber a quién pertenece; aquí el único beneficio que obtiene es el de presentarse como
cumplidora del reglamento que prohíbe el alcohol.
152

mismas. Hasta los más ordinarios remedios que se venden sin receta en todas
partes, como aspirinas, pueden ser cuestionados si una presa intenta introducirlos
en la cárcel y por lo general para cualquier medicamento se exige una receta
aunque en Bolivia las farmacias venden todo tipo de fármacos sin exigir receta.
Suelen decomisar hasta comprimidos vitamínicos y llevarlos al consultorio a donde
insisten que la presa debe ir cada día a recibir uno por uno sus medicamentos. La
justificación es que al menos tres presas protagonizaron ‘intentos de suicidio’
tomando cantidades de calmantes. Pero en vez de considerarlo como un problema
específico de estas personas, se asume que todas las presas estarían también
dispuestas a hacerlo, la prohibición de manejar medicamentos de manera autónoma
fue extendida a remedios que de ninguna manera servirían para una sobredosis
fatal.
En la cárcel se necesitan algunas herramientas como alicates para realizar
ciertas reparaciones improvisadas de aparatos eléctricos y otros. Pero si una presa
solicita la entrada de tal objeto le es negado alegando ‘puede usarlo para agredir
a otras internas’ - aunque la presa en cuestión en ninguna ocasión haya agredido
a otras y que además estuviera por la 1008 y no por un crimen violento. De hecho,
el único alicate que en ese momento había en la cárcel estaba en posesión de una
asesina quien lo había prestado a otra interna, presa por causar lesiones en diversas
otras ocasiones.
Cualquier obj eción frente a la arbitrariedad es contestada aseverando que
tal cosa ‘es prohibida’, aunque de hecho alicates, velas y otros objetos que bajo
, este argumento suelen ser decomisados no figuren en el reglamento escrito. La
autoridad de los policías frente a las presas es demostrada precisamente a través
de esta arbitrariedad, pues para ser obedecido no se necesita más justificación
que el hecho de salir de la boca autorizada. No es necesario que las órdenes sean
' consistentes ni que tengan una justificación racional; entonces el mismo objeto
entra a veces a la cárcel sin ningún cuestionamiento y otras veces no puede ni
pasar la puerta.
i En las ocasiones cuando (por ejemplo) se niega la entrada de un documento
*’ »• en diskette, al preguntar por qué todos los libros que llegan entran sin observación
f >. alguna (nunca se intenta averiguar su contenido) pero un documento en diskette
no, recibí la respuesta ‘los diskettes son para computadora’ - lo que es cierto,
. ' pero no explica por qué no pueden entrar. Intentos de cuestionar la racionalidad
de tales observaciones son contestados simplemente negando la palabra a la presa.
En el fondo, la arbitrariedad a veces expresa la inseguridad de los propios
guardias frente a su capacidad de mando. Se nota que algunas policías más seguras
de su dominio pueden permitir que se rompan las reglas sin imponer castigos
153

inmediatos - por ejemplo, si encuentra a una presa borracha, en vez de mandarla


directo al calabozo la manda a su cama a dormir —mientras para otras, la más
mínima indicación de desobediencia amerita ser reprimida de inmediato (cortar
visitas por haber hecho sonar el plato en el mostrador al recibir el rancho).
Entre policías varones se observa la inseguridad bajo el disfraz de órdenes
estrictas, como no permitir que una presa camine por la calle al salir de su audiencia,
sino obligarle a subir a un taxi de inmediato junto con su escolta. Pero la
inseguridad es más difundida entre las policías mujeres; por este motivo las internas
de Miraflores suelen considerar que los varones son ‘más buenos’ y cuando tienen
salidas judiciales tratan de conseguir que ellos sean sus escoltas en vez de mujeres.
Las policías mujeres son una minoría discriminada dentro de la Policía
Nacional (destacadas mayormente a tareas ‘femeninas’, como la Brigada de la
Familia o a puestos administrativos y no a perseguir delincuentes ‘peligrosos’) y,
como suele ocurrir con mujeres dentro de una institución dominada por varones
y por valores masculinistas, sienten que no poseen, en términos lacanianos, ‘el
falo’ que es la verdadera batuta de la autoridad. Por lo tanto, demuestran mayores
tendencias a exigir un cumplimiento rígido de reglamentos y ordenes, y a reprimir
al instante cualquier acto que podría ser visto como ‘faltamiento a la autoridad’.
Esto se combina con los aspectos comentados sobre la identidad femenina
para producir un orden mucho más represivo en las cárceles bolivianas de mujeres
que en las de varones, e intensifica la frustrante y deprimente experiencia cotidiana
de las presas de ser una no-persona, sin derecho de pedir, opinar, decidir o actuar
por sí misma.
154

S IN FUTURO:
EL TIEMPO EN LA CÁRCEL

‘UN EXCESO D E RUTINA D ESTRUYE TU A LM A;


LA FALTA D E RUTINA DESTRUYE TU M E M O R IA ’
Preso británico encarcelado en Nepal.
Citado en el boletín de la ONG ‘Prisoners
Abroad' (Presos en el extranjero)

La mayoría de los presos y las presas en el sistema carcelario boliviano no saben


cuándo van a salir de la cárcel. Esto es porque la mayoría no han recibido todavía
su sentencia ejecutorial; si han recibido su sentencia en primera instancia (que
suele tardar entre un año y dos) el caso aún tiene que pasar por dos instancias más
donde la sentencia puede ser rebajada, ratificada o aumentada. Aun todavía puede
ocurrir que cuando el caso llega a Sucre se dicte la anulación de obrados a causa
de algún error procedimental (que de hecho hay en casi todos los casos aunque no
siempre son observados) haciendo que se vuelva a repetir el proceso desde el
inicio y quizás para emitir sentencias mayores que las dadas en la primera vuelta.
Desde que la Ley Blattman fue dictada en 1996, si después de cuatro
años al preso todavía no se le ha dictado sentencia ejecutorial, puede ser liberado
por retardación de justicia, aunque su proceso seguirá avanzando con su mismo
paso habitual de tortuga. Pero este derecho legal, al igual que los derechos
otorgados por las reformas al Código de Procedimiento Penal (que a partir del 1
de junio de 2000 permiten que después de 2 años de detención sin sentencia
ejecutorial pueda darse la libertad provisional), son a veces negados por los jueces
basándose en argumentos de poca validez legal, sobre todo en casos de la 1008
(como siempre, considerados como los peores delincuentes que no merecen ‘estar
en la calle’). Por lo tanto, aunque el caso no avance, tampoco se puede confiar en
ser liberado bajo las nuevas leyes. Las reglas para obtener la libertad provisional
después de cumplir cierta parte de la sentencia también son cambiantes.
Hasta el 2000, los sentenciados a 6 años y 7 meses o menos, después de
cumplir la mitad de su sentencia podían solicitar libertad provisional bajo la
modalidad llamada ‘extra muro’, mientras que los con sentencias mayores tenían
que cumplir dos terceras partes. En el 2000, debido a huelgas de hambre en
Palmasola (Santa Cruz) y otras cárceles del país, se extendió la exigencia de sólo
la mitad cumplida hasta sentencias de 10 años, volviéndose así a la regla en vigencia
antes de 1993.
De todos modos, para obtener el beneficio de extra muro o libertad •
provisional por haber cumplido parte de la sentencia, antes es necesario tener
155

sentencia ejecutorial. Por lo tanto, muchos de los que se enfrentan a sentencias


cortas (digamos, cuatro o cinco años) ya han cumplido más de la mitad de su
condena antes de poder solicitar un beneficio que, teóricamente, deberían haber
recibido ya mucho antes. El hecho de que el gobierno de Sánchez de Lozada
hubiera restringido los beneficios de la libertad provisional y el gobierno de Banzer
luego los haya extendido, indica que estas reglas dependen del gobierno de turno
y por lo tanto no hay una garantía de que el compromiso actual siga en vigencia
después del cambio de gobierno en el 2002.
Si la fecha en la que se puede esperar ser liberado queda indefinida para
la mayoría - expresada en la queja frecuente “¿Cuándo será que nos vayamos de
aquí?” - la situación que se ha de encontrar al salir es igualmente difusa. La
mayoría de las presas no tienen una actividad laboral definida, no por ser
particularmente marginales sino porque formaban parte de la ‘economía informal’
(que, según el periódico Presencia, 2.8.2000, proporciona 9 de cada 10 empleos
en Bolivia). Lejos, de tener un oficio definido y mucho menos una carrera
profesional, antes de ser detenidas tenían una serie de actividades o varias
actividades simultáneas, según las fluctuaciones económicas y las oportunidades
que se les presentaban. Por lo tanto, es difícil hacer planes sobre lo que una va a
hacer al salir.
Hasta los lazos más fundamentales, los de la familia, se vuelven inciertos.
Algunos parientes nunca aparecen por la cárcel, otros las visitan de manera muy
intermitente, sobre todo cuando tienen que venir desde otros departamentos pero
también cuando viven el la misma ciudad de La Paz. Después de varios años en la
cárcel, una observa cómo las visitas de los amigos también van raleando, si es
que alguna vez venían. Por supuesto hay algunos familiares, enamorados o
amistades que religiosamente visitan todas las semanas, pero son pocos. Todo
esto pone en duda la recepción que la ex-presa va a recibir cuando eventualmente
cumpla su sentencia. Incluso teniendo familiares que la visitaban en la cárcel,
cuando salga y necesite un lugar donde vivir (que obligatoriamente deberá registrar,
en el juzgado con el estigma implícito de que ese será el domicilio de un ex
convicto), ellos no pondrán buena cara cuando ella les solicite alojamiento.
En 1999, poco tiempo después de ser liberada, una ex-presa de Miraflores
apareció en el programa televisivo ‘La Tribuna Libre del Pueblo’ pidiendo ayuda
porque su marido, que sin embargo la visitaba durante su detención, la había
echado de su casa. Es muy frecuente que los maridos abandonen a sus mujeres
cuando son encarceladas, y aun si continúan en contacto con ellas suele sospecharse
que tienen alguna amante afuera.
Hay pocas suposiciones concretas en qué basar fantasías de lo que una
156

hará al salir y las que se comparte al respecto se limitan a poder emborracharse a


gusto, ir a bailar a una discoteca o, máximo, viajar a algún lugar. La estadía en la
cárcel, entonces, se convierte en un yermo que se extiende por delante sin señales
claras de dónde termina o qué existe más allá de eso.
Mirando desde fuera, parece que el problema de las presas es un exceso
de tiempo vacío sin nada que hacer con el. Se supone entonces que estarían
dispuestas a participar en cualquier curso o actividad. Pero antes de ser detenida,
en base a dos años participando como docente en el Curso a Distancia de la
Carrera de Sociología de la UMSA (mayormente en Chonchocoro), yo ya noté
que aunque los presos parecen disponer de amplio tiempo libre, su experiencia
subjetiva de este tiempo es distinta. Varios presos y presas inscritos a los cursos
no cumplían con los trabajos asignados y recién al finalizar el semestre pedían
‘una extensión’ de la fecha de entrega, prometiendo que iban a hacer lo que no
habían hecho en meses.
Otros solicitaban cursos independientes que no estaban incluidas en los
contenidos de las materias de Sociología. Se podría pensar que, dado que eran
temas escogidos por ellos, asistirían con mayor interés en comparación con los
temas muchas veces desactualizados y superficiales de otros cursos. Sin embargo,
varios asistían a la primera clase, pero luego no venían - ese día había venido su
visita, le tocaba cocinar, estaba de ch ’aki, se sentía enfermo, o simplemente ese
..día no estaba de humor. Si asistía irregularmente, yá no entendía de qué se hablaba,
y tenía menos interés en presentarse en otra. Así la asistencia se raleaba hasta que
dejé de intentar dictar los cursos.
La amplia disponibilidad de tiempo en la cárcel, en vez de permitir
ocuparse en más actividades, conduce más bien a que uno no se ocupe en ninguna,
o sólo en las más triviales (como bañarse o, en caso de las mujeres, ocuparse del
peinado y el maquillaje); dado que no hay nada que obligue a una a leer el libro
indicado u hoy asistir a la clase, se lo deja para mañana, y al fin mañana nunca
llega.
En Miraflores, cursos prolongados como uno que se ofrecía sobre
contabilidad empezaron con una veintena de alumnas, pero al poco tiempo apenas
asistían unas tres; número que por lo general no justifica que la administración
financie el curso. La poca asistencia también fue el motivo para llevar dos
computadoras instaladas para fines educativos al penal de Obrajes donde, debido
a que hay unas 300 presas en vez de 80 o 90, se podría reunir al menos una docena
de asistentes regulares.
Las que abandonan - a la vez que siguen pidiendo algún curso - alegan
que el profesor no siempre llega a la hora, que las otras alumnas asisten
157

irregularmente, que por eso se han desanimado. La cárcel fomenta el estado de


ánimo que los teólogos medievales llamaban accidie, el ‘estar sin ganas’, la
inclinación a no hacer nada estando a la vez presa del aburrimiento; en esa época
era uno de los pecados típicos de los que vivían encerrados en conventos, un
ambiente que tiene muchos aspectos en común con la cárcel.
Los cursos que varias presas term inan suelen ser los cortos -
preferiblemente limitados a una semana con clases diarias, como por ejemplo
uno que se dio en 1998 y 1999 sobre cómo fabricar champú casero, o las de
artesanía, en particular de tejidos. El único taller existente en Miraflores es de
tejidos, con varias máquinas de tejer, y una profesora que asiste en las mañanas.
El hecho de que las internas sí terminan cursos de tejidos probablemente se debe
a que casi todas pasan sus días tejiendo, entonces en este caso el ‘curso’ consiste
en hacer lo que harían de todos modos, sólo que lo hacen en el taller en vez del
patio o la celda, y pueden aprender nuevos puntos o a utilizar una máquina. Incluso
parece que tejer es casi obligatorio como parte de la condición de reclusa. He
encontrado a lo menos dos presas que decían que afuera no sabían tejer ‘pero
aquí he tenido que aprender’.
En otros casos parece que asisten a estos cursos breves más para distraerse
que para aprender una habilidad; varios participaban en cursos de porcelana fría
(unas horas al día, lunes a viernes durante un mes) y de chamarrería, pero una vez
terminados los cursos la mayoría nunca volvían a hacer adornos navideños o
coser chamarras, aunque la justificación de estos cursos es de darles acceso a
actividades rentables.
Un curso prolongado, sobre todo académico, representa una proyección
hacia el futuro y una mantención de la concentración y el pensamiento en el
mismo objeto durante un tiempo prolongado, que la mayoría no son capaces de
asumir. No es casual que una de las pocas que persistieron en el curso de
contabilidad era cuadro del grupo izquierdista MRTA, que demostraba en su
conducta general la típica disciplina de los militantes adoctrinados en ese tipo de
movimientos.19
La única exigencia temporal fija dentro de la cárcel se reduce al ciclo

19 Malcolm Young (1990a: 16-17) comenta que los prigs o delincuentes habituales con
quienes trabajó (como policía y como antropólogo) en Newcastle en el norte de
Inglaterra, demuestran un concepto del tiempo que no corresponde al ordenamiento
fijo de fechas y horarios y los planes de larga duración referente al futuro que se
consideran necesarios en la sociedad ‘decente’. Viven en el presente, actuando según
necesidades inmediatas, y cualquier cosa en el pasado, aunque sea hace apenas un mes
(como su última audiencia en el juzgado - es recordada sólo en términos muy generales)
diario, marcado por las listas diarias de las 08:30, de las 12:00 seguido por la
distribución del rancho, de las 17:00 y la obligación de volver a la celda a las
22:00 para la lista final, con la única diferencia que los jueves y domingos, siendo
días de visita, no hay lista a las 12:00 y el rancho se reduce a un plato de sopa, sin
el segundo de otros días. Así, cada día sigue igual que el anterior y al que viene.
Varios estudios antropológicos sobre ciclos rituales, generalmente anuales
(Año Nuevo, Carnaval, San Juan, Todos Santos, Navidad) o vitales (bautismo,
mayoría de edad, matrimonio, muerte) comentan la manera en que la repetición
regular de los mismos actos actúa para abolir el tiempo. Por ejemplo, si siempre
asisto a los entierros en mi comunidad, que siempre se realizan según la costumbre,
en unas ocasiones lo hago como acompañante, en otras como doliente, y
eventualmente lo haré como el difunto mismo; pero todas estas ocasiones se funden
en uno, borrando el tiempo y entonces, en cierto sentido, la muerte misma.
Pero a la vez estos ciclos representan interrupciones intermitentes en el
ciclo del tiempo cotidiano, progresivo e irreversible, que da lugar a cambios,
pérdidas y logros. En la cárcel, el tiempo queda reducido a un ciclo repetitivo
mínimo y por lo tanto el tiempo en sí queda anulado. No sólo se anulan los
proyectos de largo alcance que implican planes para el futuro (excepto en el caso
de ciertos individuos que poseen una formación personal que les permite continuar
con algún programa de actividad totalmente independiente del ambiente donde
"se encuentran), sino también se anula la memoria.
Es posible recordar que alguien vino la semana pasada, pero mucho más
allá de eso no se recuerda si vino hace tres meses o un año. Apenas se puede
fechar lo que ocurrió si es que pasó antes de que Fulana saliera de la cárcel o
Mengana llegara - es decir, hitos que refieren a uno de los momentos de bisagra
entre el mundo de adentro y el de afuera, el mundo de ‘la calle’. También es
posible estructurar el tiempo en base a lo que pasó antes o después de la salida
judicial que una tenía para realizar alguna actividad o para asistir a un
acontecimiento - también algo que se hace fuera de la cárcel. Pero la mayoría de

‘O, era hace tanto tiempo, se me ha olvidado.’ É l sugiere que tal concepto es típico de
estos m iem bros de un grupo marginal y que hace más difícil su ‘rehabilitación’ que es
concebida en términos de estructuras rígidam ente pautadas del tiempo (com o por
ejemplo el llegar al lugar de trabajo todos los días a la misma hora) y con una proyección
progresiva en el futuro (seguir una carrera, com prar una c a s a ...). Las observaciones
aquí sugieren que la cárcel tiende a producir esta percepción ‘desviada’ del tiempo
incluso en los que antes no lo tenían. Ver Y O U N G M alcolm (1 9 9 0 a ) Hunter-gathering
time in N E England. Anthropology Today 6 (6 ); (1 9 9 0 b ) An Inside Jo b : policing and
pólice culture in Britain. Oxford: OUP.
159

las presas no tienen tales salidas, y por lo tanto toda su existencia se hunde en este
espacio gris, en un tiempo que es infinito y a la vez inexistente. Una situación
vacía de expectativas que ellas lo expresan en el deseo común de ‘poder dormir
hasta el día de mi libertad’ - como están viviendo un tiempo nulo, mejor sería
pasarlo sin conciencia, y despertar sólo cuando al fin vuelvan al tiempo real.

LA TE O R ÍA DE LA D ESGRACIA LIM ITADA Y LA MALDAD SIN


MOTIVACIÓN

George Foster ha sido criticado por haber propuesto, con referencia a los campesinos
mesoamericanos, que ellos sostienen una ‘Teoría del Bien Limitado’. En breve, se
dice que ellos suponen que la cantidad del bien - ingresos económicos, prestigio
social, etc. - en el mundo es limitado; por lo tanto, por cualquier persona que en uno
u otro aspecto mejora su situación social, tiene que haber otra u otros que se ven
desmejorados en una cantidad similar.
Personalmente no he observado este tipo de pensamiento entre campesinos
bolivianos, pero las intemas de Miraflores parecen manejar una ‘Teoría de la Desgracia
Limitada,’ según la cual habría una cantidad limitada de desgracia en el mundo y su
suma es negativa. Es decir, si en este momento la cantidad de desgracia es X, pero
luego surge una desgracia adicional de cantidad Y, la desgracia total se reduce a (X -
Y). Yo estoy sufriendo desgracia, en primer lugar estando en la cárcel, y en segundo
lugar dentro de la cárcel carezco de mis intoxicantes favoritos, espacio adecuado
para vivir, relaciones con mi pareja sexual y así sucesivamente. Por lo tanto, si veo a
alguien que no comparte estas desgracias, o que logra gozar de algo tras las rejas,
voy a intentar conseguir que pierda ese gozo o caiga en desgracia, así reduzco la
desgracia total. Mi desgracia personal representaría un porcentaje de ese total, y así
se vería reducida proporcionalmente según el monto de desgracia nueva que se haya
añadido.
Personalmente, considero que el ver a otras personas en la cárcel, sea quienes
sean, no acorta mi sentencia o ayuda a hacer más llevadera las condiciones dentro la
cárcel, pero muchas de las mujeres parecen pensar así. Esta actitud se expresaba en
las amenazas o quejas de Jenny y Claudina referente a consumidores y cultivadores
de marihuana que estaban ‘felices afuera’ y a quienes, decían, quisieran denunciar.
Se expresa también en la actitud de Susana, una reincidente de la 1008 adicta
a fumar base y que dentro de la cárcel dejó de fumarlo. Aunque la consumidora
realmente dedicada generalmente lo puede conseguir (al menos de vez en cuando),
probablemente ella la dejó porque en algún nivel sabía que sus años de consumo ya
160

habían dañado su salud; se lo notaba en su semblante ajado que aparentaba una edad
notablemente mayor de la que tenía. Aunque es muy probable que una vez fuera lo
volviera a consumir, como pasó después de sus anteriores estadías en la cárcel, era
mejor evitarlo mientras podía. No obstante, le daba rabia que otras pudieran seguir
con sus ‘vicios’, como ella los denominaba y se quejaba de las mascadoras asiduas
de coca y denunciaba a otras compañeras que tomaban alcohol en las noches. Si yo
sufro porque no estoy fumando base, sufriré menos si veo que Fulana sufre por no
mascar coca y Zutana sufre por no tomar.
Este parece ser también un componente de las denuncias a las que logran
introducir sus amantes a sus celdas. Por supuesto, las palabras usadas en las denuncias
son otras - las tomadoras ‘no dejan dormir,’las enamoradas muestran ‘falta de respeto’
- pero se nota una motivación tipo ‘perro del hortelano’ entre las que habitualmente
buscan delatar estas faltas cometidas por otras.
Ya se ha mencionado que no sólo se denuncia varias faltas (sobre todo las de
tipo sexual) a Seguridad del penal, sino también a Régimen Penitenciario, a la policía
y a los medios de comunicación a través de llamadas telefónicas o cartas que muchas
veces se firman bajo un nombre ficticio o se adjuntan los nombres y hasta las firmas
falsificadas de otras internas. En algunos casos, cuando se llega a saber quién era la
verdadera responsable de la denuncia, es atribuido a un odio personal frente a la
denunciada. A veces se dice que tenían ‘problemas’ debido a relaciones que tenían
afuera, otras veces son querellas (muchas veces sumamente triviales) surgidas dentro
. ' de la cárcel - se han discutido sobre un video que la una prestó a la otra y la otra no
1quiso devolver, o Mengana ‘echaba basuritas’ dentro de la celda.
'/ Es difícil saber la realidad de estas querellas, ya que la supuesta culpable
i suele minimizar lo que ella ha hecho o no admite que reaccionó de mala forma a la
;, primera queja y siguió con su conducta ofensiva (en las condiciones de hacinamiento,
actos triviales repetidos pueden convertirse en algo excesivamente irritante), mientras
f • la supuesta ofendida, igualmente, puede llegar a exagerar lo hecho (en el curso de
una discusión, una interna sacó sus lentes y con ellas dio un pequeño golpe a la cara
,í de otra, quien lo convirtió en un intento de cortarle la cara con una arma cortante,
/ aunque en realidad las internas de Miraflores jamás llegan a tal punto).
í v. De todos modos, yo encuentro difícil explicar porque una va a denunciar
• algo totalmente ficticio, como por ejemplo cuando se denunció a las internas en
general por salir en las noches a ejercer la prostitución, acusación que condujo en
1999 a una visita de funcionarios de Régimen un sábado a las 2 1:00 horas con
fines de verificar el hecho (encontraron a todo el mundo en sus celdas, sólo tenían
que ocultar debajo de catres o frazadas a varios hijos que estaban pernoctando en
la cárcel sin permiso oficial). La denuncia se hizo por teléfono dando el nombre
161

de Solange, que negaba llorando que ella hubiera hecho tal cosa, y se decía que la
que llamó en realidad era una reincidente que había tenido conflictos personales
con Solange relacionados con el negocio de drogas afuera. Se decía que esa
reincidente era la que con más frecuencia lanzaba denuncias a Régimen, y es
cierto que una vez que ella salió en libertad ya no surgieron más problemas de ese
tipo. Aparte de hacer pasar un mal rato a Solange, no veo qué beneficio sacaba la
denunciante, dado que en realidad, como ella ha debido saber, nadie estaba
saliendo. Pero ninguna otra interna encontró sentido a mi pregunta sobre el motivo
de la delación; en tanto que respondían, bastaba decir que era ‘por joder’.
En agosto de 2000 una carta, atribuida a la prima de una interna, llegó
hasta RTP denunciando, entre otras cosas, prostitución dentro de la cárcel y
señalando como evidencias el caso de una interna que resultó embarazada ‘y no
se sabe para quién’, de una que tenía relaciones sexuales con su abogado (se
refiere a la única que completó el trámite para las visitas conyugales) y de otra
que se había hecho amante de su juez. Esta última, que acababa de salir bajo
fianza, fue considerada como la autora real de la carta porque antes de salir había
amenazado con hacer algo similar, con respecto sobre todo a Denise, que en la
carta figuraba como un ‘omosexual’ [sic] que representaba ‘un peligro’ para las
mujeres (claro, como homosexual estaría desesperado por abusar sexualmente de
ellas20).
Sin embargo, dado que la supuesta autora era la que efectivamente tenía
relaciones con su juez (hasta el punto de obtener una muestra de orina de una
interna embarazada para convencerlo de que esperaba un hijo suyo; por supuesto,
después también tuvo que simular el fracaso de su embarazo), me pareció que
ella en nada se beneficiaría denunciando su propia mala conducta, y por lo tanto,
la carta debía provenir de otra persona. Pero las otras internas, convencidas como
estaban de la maldad de la supuesta autora, consideraban que ella misma se habría
sindicado allí para disimular su autoría. Otra vez en vano yo preguntaba qué bien
sacaría ella develando tal cosa (que pondría en duda cualquier decisión favorable
por parte del juez hacia ella): “¿Qué no haría esa hija de puta?”
Esto nos devuelve a los conceptos del actor racional ya referidos en el
primer acápite de este capítulo. El actor racional europeo siempre busca su
beneficio. Incluso las teorías sociales que atacan el estrecho concepto del actor
en búsqueda de beneficios, en el fondo no rechazan el concepto en sí, sino

2 0 Esta aseveración parece ridicula a un europeo, pero cuando comenté el caso de Denise
a una colega de la universidad, ella tuvo idéntica reacción, que por lo tanto puede ser
representativo en el medio paceño.
162

argumentan que el beneficio en cuestión no necesita ser estrictamente material.


El beneficio puede ser el prestigio ganado a través de derroche (incluso si después
uno queda en la pobreza), puede ser ganancias espirituales obtenidas a través de
sufrimientos físicos y materiales, etc.
Evidentemente, ver a ‘mi bronca’ pasar un mal rato y llorar porque la han
acusado falsamente puede caber dentro de este modelo, pero no el denunciar mis
propias relaciones ilegítimas con mi juez (que son reales) para disimular mi
denuncia de relaciones de prostitución, supuestos peligros sexuales, o relaciones
‘conyugales’ consentidas por la administración.
Sin embargo, las internas de Miraflores parecen considerar que entre las
motivaciones humanas básicas está el causar daño o molestia a otras personas y
que no es necesaria cualquier mayor explicación a actos de ese tipo. En apoyo a
esto se cita un proverbio cochabambino que, en vez del acostumbrado ‘Agua que
no has de beber, déjala correr’, dice: ‘Agua que no has de beber, enturbiarlo’.
Otra explicación de lo mismo puede ser lo que los alemanes llaman
Schadenfreude (alegría frente a la desgracia ajena) que estaría mucho más
difundido de lo que los filósofos occidentales quisieran admitir. O que la Teoría
de la Desgracia Limitada, aunque no me convenza personalmente, también
represente un cálculo psicológico bastante real y satisfactorio para muchos.
Recuerdo de mi adolescencia que si me quejaba de algo, mi madre siempre
me sermoneaba. Por ejemplo, cuando específicamente me quejaba de que a causa
de su divorcio mi madre había expulsado a mi padre de la casa, ella me sermoneaba
sobre alguna chica cuya madre había muerto y en consecuencia tenía que cocinar
y atender a su padre y a sus hermanos. Yo entendía que su argumento era ‘ella
está sufriendo más que tú, por lo tanto, tu sufrimiento es menor’.
Tanto entonces como hoy yo encontraba totalmente inconvincente este
argumento. Pero aunque es cierto que mi madre no llegaba hasta el punto de
sugerir que yo debería intentar empeorar la situación familiar de otros para aliviar
la mía (lo explicaba más bien en términos de ‘contemplá la miseria de otros y te
darás cuenta que tu miseria no es tan grande’), la presencia de un cálculo parecido
en el contexto de una cocina inglesa provinciana, sugiere que las imágenes del
actor racional surgidas en Europa no son necesariamente muy completas ni para
su medio social nativo. Y que yo, y otros intelectuales, asumimos un concepto
individualista - mi desgracia es mi desgracia, y esta no aumenta o decrece por la
desgracia de los que me rodean —que no es representativo para la mayoría de la
población de cualquier parte.
CAPÍTULO IV

CORDEROS AL MATADERO:
EL PROCESO JUDICIAL

MENTIRAS, MENTIRAS MALDITAS Y NINGUNA ESTADÍSTICA1

Un aspecto de la invisibilidad social de los presos y las presas en Bolivia es la


escasez de estadísticas judiciales. A nivel público, suelen circular cifras sobre el
número total de presos en las cárceles bolivianas, generalmente sin mayores
detalles. Raras veces, referentes a una cárcel específica, se desglosa el número
total en referencia a los delitos por los que fueron procesados (Ley 1008, asesinato,
estelionato, etc.) pero sin más información.
Los simples nombres de leyes o artículos del Código Penal informan
poco sobre las características de la población carcelaria. Así, ‘estelionato’
(básicamente, vender un inmueble que no es propiedad de la persona que lo vendió)
puede ir desde alguien que suplanta al dueño de un lote con quien nada tiene que
ver, hasta personas que venden un inmueble que de verdad les pertenece pero que
está bajo algún tipo de embargo legal, o aquellos que dan en anticrético un
departamento en una casa embargada, o incluso la venden sin devolver el dinero
al anticresista que allí habita, pudiendo involucrar según el caso sumas mayores
o menores.
‘Falsedad ideológica y/o material’ - la primera corresponde a portar
documentos que en sí son genuinos, pero no corresponden a las condiciones en
que son utilizados (p.e. un pasaporte genuino, pero el nombre que lleva no es el
nombre legal de la persona que lo porta), mientras la segunda corresponde a la
falsificación de los mismos documentos - cubre una diversidad de actos ilícitos,
mientras ‘Ley 1008’ van desde personas encontradas con un bidón de acetona o
unos sobrecitos de base, hasta decenas y a veces incluso (aunque raras veces)

1 Se refiere al dicho del Prim er M inistro inglés Benjam ín D israeli, que ‘hay mentiras,
mentiras malditas y estadísticas’ .
164

cientos de kilos de cocaína, representando grados muy diversos de involucramiento


en el tráfico de drogas.
Mucho menos hay detalles sobre cuántos años recibieron de sentencia.
Los comentarios sólo distinguen los que tienen sentencia ejecutorial de los que
no la tienen, que a su vez incluye a los aún no sentenciados, a los que solo tienen
sentencia en primera instancia y a quienes ya tienen sentencias en primera y
segunda instancia. Es significativo que cuando el gobierno de Banzer emitió su
‘Plan Dignidad’ de lucha contra el narcotráfico en 1998, uno de los objetivos en
la parte judicial era justamente preparar estadísticas jurídicas nacionales referentes
a la implementación de la Ley 1008. Se deduce que tal registro no existía, y si
efectivamente ha sido compilado, hasta la fecha no ha sido circulado entre el
público.
Incluso las ocasionales estadísticas emitidas por la FELCN no van más
allá de constatar que en el año tal se detuvo a X personas, de las cuales Y fueron
puestas en libertad y Z fueron pasadas a la cárcel, sin ofrecer mayor información
sobre las circunstancias en que fueron detenidas, en posesión de qué sustancias o
los artículos de la Ley 1008 (tráfico, suministro, transporte, etc.) bajo los cuales
estas fueron encarceladas.
El texto de ‘Criminología’ de Huáscar Cajías, que según una representante
de la Defensa Pública sigue en vigencia en la Carrera de Derecho en La Paz, trata
casi exclusivam ente de teorías y estadísticas 'crim inológicas de países
norteamericanos y europeos, aunque los contextos sociológicos tanto de la
^delincuencia como de la adm inistración de ju sticia en esos países sean
/extremadamente alejados de la realidad boliviana. Así, se presentan estadísticas
I sobre como (por ejemplo) el perfil de los procesados en Alemania había cambiado
/ dramáticamente bajo el gobierno Nazi en comparación a la República de Weimar
.que le precedió. Pero allí, el único cuadro estadístico que se presenta sobre Bo-
' livia se refiere a la Cárcel de San Pedro en 1952, y sirve para comentar una
supuesta relación entre ‘delito’ y ‘raza’, ya que en ese entonces los presos y las
'presas2 eran clasificados como ‘blancos’, ‘mestizos’ o ‘indígenas’. Aunque la
/ edición que me fue prestada fue revisada en 1978 - añadiendo por ejemplo unas
f apalabras sobre el delito de narcotráfico que no tenía vigencia en los años 1950 -
'no se incorporaron cifras actualizadas.3

2 N o había cárcel independiente para mujeres, sino los dos grupos ocupaban sectores
distintos del mismo edificio, com o sigue siendo el caso en las cárceles de Oruro y
Palmasola en Santa Cruz, entre otros.
3 C A JIA S Huáscar (1 9 7 8 ) Crimonología. 4a edición. La Paz: Editorial Juventud.
165

En caso de que se crea que Cajías es simplemente anticuado, los


comentarios de autores contemporáneos no son mejores en este aspecto. En la
compilación ‘Boliviaen el siglo XX’ publicada en 19994 para celebrar el Milenio,
Carlos Gerke y Gonzalo Mendieta presentan un capítulo sobre ‘Derecho yjusticia.
Una mirada humanística sobre el derecho’. El humanismo evidentemente se limita
al derecho escrito en papel, así que aprendemos que el antiguo Código Civil era
‘copia casi textual del Código Civil Napoleónico’ (p.385) mientras un Código
Civil posterior fue ‘inspirado’ en la legislación italiana de 1942 (p.391)yserepite
el ya consabido lema de que la Ley 1008 va en contra ‘del principio constitucional
de derecho a la defensa y la presunción de inocencia’ - aunque si es
anticonstitucional ¿por qué sigue tal ley en vigencia? De todos modos, ni
mencionan la administración de la justicia.
Hubiera sido interesante comparar, digamos, 1900 con 1999 - ¿Cuántos
juzgados y de qué niveles y tipos había, cuántos jueces, fiscales, abogados
empleados en Bolivia en cada uno de esos años? ¿Cómo era el perfil de los casos
que se ventilaban en los estrados judiciales en esos años, sobre qué artículos de
cuales leyes o de qué delitos? Aparte de su ‘raza’ ¿quienes eran los procesados? Y
así sucesivamente, pero no hay más que una serie de menciones a diferentes leyes
promulgadas en diversos años, sin referencia a cómo se las aplicaba, o si eran
aplicadas siquiera. Por lo tanto, no es sorprendente que la visión que las personas
suelen tener de la administración de la ley dependa de imágenes derivadas de los
medios de comunicación, donde predominan el sensacionalismo (sólo los casos
‘escandalosos’ reciben gran cobertura) y los estereotipos, más la habladuría y los
contactos puntuales que ellos o sus conocidos pudieran haber tenido con la misma.
Lo que sí se puede concluir de los datos disponibles es que en la actualidad
es la Ley 1008 la que llena las cárceles bolivianas. Una lista de los casos bajo
consideración en la Corte Suprema en Sucre en mayo del 2000 citaba 177 casos;
125, un 71%, eran 1008, dejando un saldo de 52 que eran ‘comunes’. De estos, el
delito sobresaliente era asesinato (14 casos), más 3 de homicidio y 3 de violación
y asesinato, un total de 20 delitos de ‘matagentes’ (que es como se denomina a los
culpables de esa clase de delitos en el habla popular). Los demás se distribuían
entre estafa, estelionato, robo, hurto y similares, falsedad material y/o ideológica,
violación, lesiones graves y terrorismo - un conjunto muy restringido entre los
cientos de artículos contenidos en el Código Penal. La lista sólo cita casos, sin
mencionar cuántos co-procesados hay en cada uno. Mientras estafa, por ejemplo,

4 C A M P E R O P R U D E N C IO Fernando (com p) (1 9 9 9 ) B o liv ia en el siglo X X . La


formación de la B oliv ia contemporánea.
166

suele involucrar a un sólo procesado, los casos de la 1008 generalmente incluyen


varios co-procesados. Por lo tanto, es de suponer que el porcentaje de un 80% de
la población carcelaria correspondiente a la 1008 que se da en Miraflores es
representativo de la población carcelaria nacional, dado que Sucre atiende casos
de todo el país. Ésta es una de las razones por que este capítulo va a tratar
exclusivamente de procesos de la 1008, ya-que representan una mayoría
abrumadora de los procesos criminales en Bolivia. También se debe a que yo
misma fui procesada bajo esa ley y he tenido conocimiento participativo de ese
proceso y de otros dos en los cuales he asistido al juzgado como intérprete. Todas
las demás presas que me han comunicado sobre sus procesos con algo de detalle
e incluso prestado algunas fotocopias de sus expedientes han sido de la 1008. En
contraste, no he tenido acceso a información participativa, tampoco documental,
de casos comunes, y en adición, como se explicó en el Capítulo 1, las comunes
suelen estar poco dispuestas a proporcionar información que yo considero
fidedigna sobre sus delitos.5
De hecho, los casos de la 1008 son los únicos que se desarrollan según lo
que en los países del Norte se considera definitivo de un caso penal frente a un
caso civil. Allá, un caso civil se distingue porque hay una parte acusada y una
parte acusadora; así, el caso es denominado por sus apellidos (‘Roe versus Wade’).
En un caso penal, la parte acusadora es el Estado —la Corona en Gran Bretaña,
una instancia como por ejemplo el Estado de Florida en los EE.UU. —y el caso se
denomina ‘[Instancia estatal] versus [apellido del acusado]. El equivalente del
Ministerio Público lleva adelante el caso. En Bolivia, los únicos casos donde el
Ministerio Público se encarga de proseguir el caso por sí sólo son los de la 1008
(necesariamente, dado que nadie jamás acusa ni enjuicia a otra persona por haberle
vendido drogas).
En otros casos, incluso de asesinato o violación, aunque el Ministerio
Público está presente, los que realmente prosiguen con el caso son los familiares
de la víctima asistidos por sus abogados. Si no hay una ‘parte civil’ que quiere
llevar adelante el juicio, el Ministerio Público no lo hace. Por este motivo muchos
delitos contra la persona o contra la propiedad no llegan a los estrados judiciales,

5 Una asesina con quien compartí brevemente la celda fue a quejar a Seguridad porque yo
pasé casualmente por el lado de su catre mientras ella estaba leyendo unas hojas de su
expediente, y me acusó de haber estado intentando fisgonear su contenido. Según otras,
estaba presa porque junto con su amante había matado a su marido, pero según ella
todo era una conjura de su suegra, y bastaba decirle “N o soy una asesina com o vos”
para provocarle un estado de incoherencia histérica. Las estafadoras generalmente eran
más controladas al tratar de sus crímenes, pero a la vez hábiles disimuladoras.
167

o aunque lleguen, después la ‘parte contraria’ (es decir, la víctima y/o sus
familiares) desiste y el caso es abandonado. Activistas interesadas en combatir la
violación se quejan de que muchos casos no son denunciados y de los que sí lo
son, muchas veces ‘la familia’ abandona el caso al poco, o sino buscan alguna
solución fuera de los juzgados (como por ejemplo una compensación monetaria).
Este no es el lugar para debatir el por qué de estos abandonos (se supone
que tiene que ver con el hecho de que un juicio publica el hecho de la violación y
la violada queda tan dañada en su imagen pública como el violador, si es que
logran comprobar que había violación; que los juicios sobre violación suelen
incluir interrogatorios desagradables sobre la vida personal de la víctima, etc.); el
punto relevante aquí es que si la familia no quiere seguir con el caso, el Ministerio
Público, a diferencia de los servicios de fiscalía estatal en el Norte, lo abandona
igual. Lo mismo pasa en casos de asesinato; aunque se haya encontrado e
identificado el cadáver, si otras personas no presionan no hay una investigación
ni un juicio.
Entonces, aunque hay algunas diferencias procedimentales entre la 1008
y los demás casos, se puede decir que la diferencia principal es que la 1008
realmente corresponde a un juicio penal —que significa, entre otras cosas, que no
hay posibilidad de salir a través del desistimiento de la parte contraria, que es una
opción en los demás casos, sobre todo los de estafa o estelionato donde existe la
posibilidad de devolver el dinero. Es aún más cierto que la gran mayoría de los
pleitos, que no llegan a los juzgados sino que son tratados por instancias como
los sindicatos agrarios, los corregidores o las comisarías locales, traían básicamente
de conflictos entre demandante y demandado que son dirimidos (con un grado
mayor o menor de equidad) por la instancia en cuestión.
El hecho de que lo que podemos llamar la justicia cotidiana6 no
corresponde al Estado que impone la ley sino a una querella personal entre,dos
individuos o dos grupos (familias por lo general) que utilizan instancias estatales
como una etapa en la que muchas veces es una larga cadena de ofensas mutuas de
diverso tipo, crea un trasfondo personalizado del concepto de ‘justicia’ que persiste
aún frente a procesos criminales estatales e influye de manera importante en el
concepto que los procesados y sus alegados tienen de lo que les pasa allí.

6 Utilizo ‘ju sticia cotidiana’ para evitar la debatida expresión ‘ju sticia com unitaria’, y
para destacar en los hechos, la gente acude tanto a instancias ‘com unitarias’ com o a
instancias estatales (básicam ente la policía) y las perciben como partes de un solo
sistema y no dos sistemas distintos y hasta opuestos en sus principios, com o es el caso
de los comentaristas más ideologizados entre los que escriben sobre ‘justicia comunitaria’
y más aún, ‘ju sticia indígena’ .
168

SAB ERES CONTAMINANTES:


EL DISTANCIAMIENTO DEL SISTEMA LEGAL

Varios textos históricos sobre los Andes repiten que el campesinado andino es
notoriamente ‘litigioso’.7 En particular, se refieren a los diversos litigios sobre
tierra que han sido librados tanto durante la Colonia como en el periodo
republicano. Es de suponer que estos juicios eran llevados por los caciques y
otras autoridades, con aval pero poca participación de los comunarios en general,
y es otra cuestión hasta qué punto la masa de la gente realmente recurría a instancias
de justicia estatal para resolver sus querellas.
Hoy en día en las áreas rurales, el sindicato agrario y/o las autoridades
originarias son las instancias ante las cuales se presenta la mayoría de las denuncias,
aunque algunas personas van directamente a la policía pero suelen ser mal vistas
como conflictivas y buscapleitos.
En cambio en la ciudad, donde ya no hay sindicatos u otras autoridades
comunales, si uno tiene un problema civil (p.e. la no devolución del dinero de un
anticrético) contrata a un abogado que presione a su contraparte sin acudir a un
juicio (excepto si el caso se pone muy serio), y si se necesita quejarse de un
problema interpersonal (p.e. una pelea) se recurre a una comisaría barrial, donde
generalmente el problema es resuelto ‘allí mismo’ por los propios policías
imponiendo ‘multas’ sin referirse a ninguna ley escrita. De la misma manera, un
í hecho de tránsito se soluciona pagando algo de dinero a los policías, excepto si
¿ hay muertos de por medio o están haciendo una batida especial (p.e. buscando
C chóferes borrachos en días feriados) que es cuando proceden a detener a los
V .involucrados.
“• Estos procesos son los que yo describo como ‘la justicia cotidiana’ (ver
siguiente acápite). Pero en la cárcel una tiene que enfrentar la justicia estatal y el
sistema legal como tal; y entre las internas de Miraflores lo más notable es
precisamente su desconocimiento de la ley. Si es que obtienen fotocopias de sus
■,* * expedientes (muchas no lo hacen, después de todo tendrían que pagar por ellas) y
f -f* los intentan leer, aseveran ‘no entender’ términos como (por ejemplo) ‘tarjeta
prontuaria’; es decir, no saben que ‘prontuario’ se refiere a los antecedentes

7 Por ejem plo: ‘En cientos de ju icio s, campesinos indios denunciaron los abusos de
autoridades lo ca le s... Sus usos repetidos del sistema legal reflejaron su creencia de
que les servía.’ W A L K E R Charles (1 9 9 9 ) Sm oldering ashes. Cuzco and the creation o f
Republican Perú, 1 7 8 0 -1 8 4 0 . Durham: Duke University Press. P. 6 9 , traducción mía.
169

delincuenciales registrados de una persona. Una explicación común sobre por


qué no intentaron defenderse presentando testigos de descargo, pruebas de
actividad legítima y similares es que “No sabía,” es decir, ignoraban la naturaleza
de un proceso y por lo tanto, qué se debe presentar como parte de la defensa.
Su comportamiento en la FELCN también demuestra que muchas ignoran
que no es aconsejable hablar sobre el delito del que se es acusado, excepto en
presencia de un abogado. Por supuesto, los policías bolivianos jamás mencionan
sus derechos legales a un arrestado (p.e. el de guardar silencio) y, como todos los
policías del mundo, intentan más bien que el o la acusado/a realice confesiones
antes que pueda hablar con un abogado. Pero poniendo a un lado los supuestos
derechos humanos del detenido, es evidente que sólo por razones pragmáticas
uno debiera rehusarse a hablar hasta conseguir la representación de un abogado.
El desconocimiento de esta regla por parte de los y las detenidos/as, facilita la
obtención de declaraciones auto incriminantes o que sirvan para sindicar a otros,
incluso cuando la persona declarante no tiene intenciones de actuar como ‘buzo’.
Esta ignorancia de los procesos legales es más grave dado que los abogados
en general (y los de Defensa Pública en particular) no hacen ningún esfuerzo de
llevar su labor de defensa más allá de lo que los procesados les piden. Es decir, no
van a sacar certificados que constaten la ausencia de antecedentes policiales de
su defendido/a o buscar testigos de descargo si no se los pide. E incluso en estos
casos el trabajo del abogado se limita a redactar el memorial dirigido a la Policía
Técnica Judicial solicitando certificado de antecedentes, pero es la propia
procesada quien tiene que buscar a algún allegado que esté dispuesto a llevar el
memorial a la policía, tramitarlo y luego recoger el certificado solicitado. Ella
misma tiene que ocuparse también de ubicar a las personas que podrían ir de
testigos y, si logra convencerlos de hacerlo, obtener las fotocopias de sus carnets
que con anticipación tienen que ser presentados al juzgado que fijará la audiencia
donde eventualmente serán llamados a declarar. Incluso si dichos testigos viven
en La Paz y disponen de teléfono en su domicilio o trabajo, no es tan fácil conseguir
su ayuda en las fechas y horas que indiquen los jueces.
Ya de entrada, muchas personas se niegan a visitar o tener contacto alguno
con alguien que está en la cárcel. Y entre las que vienen a visitar, muchas otras
también se niegan a ser testigos o incluso hacer diligencias menores; como por
ejemplo ir al juzgado para ver el estado de su expediente u obtener algún documento
legal. Una justificación que una persona ofrecía para no ir al juzgado era que no
sabía de ‘esas cosas’ porque “Mi familia nunca ha tenido problemas.” Es decir,
ellos no son la clase de persona conflictiva que tiene ‘costumbre de demandar’ a
otras personas en comisarías o juzgados y por lo tanto ignoran cómo se procede
170

en tales casos. Y es más: quieren seguir ignorándolo.


Con respecto a ser testigo, es comprensible que alguien que de alguna
manera fuera involucrado en el mismo delito, o el mismo tipo de delito, no quisiera
presentarse. Pero por lo general uno busca como testigo de descargo justamente a
alguien que no tiene nada que ver con el delito. En países europeos se encuentra
también renuencia a servir de testigo, pero los casos que yo conozco siempre
corresponden a testigos de cargo. Es comprensible que si yo me presento para
constatar que Fulano sí hirió a Mengano, que yo le vi robando el auto o lo que
sea, Fulano se ha de enojar conmigo y podría desear vengarse (aunque como ya
se comentó, la idea de que es muy fácil que un preso contrate alguien para perseguir
y dañar a alguien afuera es uno de esos sueños paranoicos que poco corresponden
a la realidad).
Pero aquí se trata de un testigo de descargo, o sea, alguien que va a ir a
decir que Fulano no vendía droga, no era deshonesto, trabajaba regularmente,
etc. En la práctica es difícil concebir quién va a querer vengarse de alguien por
decir tales cosas, pero si uno insiste a un testigo renuente algunos hacen referencia
a que tienen hijos u otros familiares. Al parecer piensan que el Ministerio Público
o la policía se va a enojar con alguien que habla del buen carácter del acusado y
que no tienen nada mejor que hacer que identificar no sólo a esa persona sino a
sus familiares y perseguirles - asaltar a sus hijos al salir del colegio, buscar hacer
expulsar a su primo de su empleo, acusarles de delitos que no han cometido...
otra vez la visión paranoica.
Considero que debajo de estas imágenes que parecen sacadas de la cultura
televisiva-popular hay, en un nivel no-discursivo pero muy amplio, un concepto
de contaminación ritual. Al igual que el contacto con los muertos, cualquier
contacto con procesos judiciales, los espacios (juzgados, comisarías) y personas
relacionadas con ellos (procesados, policías, jueces, fiscales, etc.), es contaminante.
Mientras cuando hay procedimientos regulares para limpiarse de la
contaminación de la muerte, incorporados a la secuencia ritual establecida8, no
los hay para la contaminación judicial, con consecuencias funestas para el
individuo que lo sufre y (conforme con el concepto de individuo vinculado
presentado en el Capítulo III) se extiende a sus allegados; en particular a sus
familiares cercanos.
Decir que uno no sabe lo que significa ‘prontuario’ o que su familia ‘nunca
ha tenido problemas,’ señala que uno mismo jamás ha tenido contacto con esos

8 Ver SPED D 1N G Alison (1 9 9 6 ) M orir en Yungas, Revista del Museo de Etnografía y


Folklore 7/8, en particular pp. 122-3.
171

espacios y que por lo tanto es puro, es limpio; y no quiere llegar a conocerlos


porque el mero hecho de saber de la ley indica que uno es sucio, que sí se ha
metido en esos espacios contaminados9. Si uno que no es abogado (que son
considerados corruptos por naturaleza) y conoce el Código Penal, debe ser porque
es un delincuente; entonces el que una persona desconozca todo referente a
procesos, demuestra que jamás ha hecho nada ilegal. Las únicas excepciones que
pueden ser admitidas son ciertos dirigentes que conocen leyes sin ser abogados ni
criminales, pero aún así suelen ser despreciados como ‘medio tinterillos’. De
todos modos, ser dirigente o político en Bolivia lo coloca a uno automáticamente
bajo la sospecha, o en la práctica, de haberse involucrado en la corrupción. En el
caso de las presas, ignorar la ley, no leer la ley bajo la cual las procesan y no
defenderse porque ‘no saben’ es parte de la construcción psicológica de ser
inocente y mostrarse a ellas mismas y a las que les rodean que son inocentes, es
decir limpias —una limpieza simbólica que les entrega directamente a las manos
del Ministerio Público. De la misma manera, se declara que ‘no sabía’ que lo que
ese tipo estaba haciendo en el cuarto que le alquiló en su casa era fabricar base de
cocaína, que ‘no sabía’ que las dos maletas que le pagaban para llevar a Brasil
contenían cocaína. Legalmente, ignorancia de la ley no es defensa, así que estas
aseveraciones valen poco ante el tribunal, pero valen mucho al nivel subjetivo.
También se les intenta hacer valer al nivel intór-subjetivo insistiendo en ellas
ante las compañeras de la cárcel (aunque otras más cínicas se ríen - ‘Entonces
¿qué pensabas que había en las maletas?’).
Los intentos de los allegados de mantenerse limpios, simplemente
‘perdiéndose’ (evitando cualquier contacto con la pariente o amiga a partir de su
detención) o limitando su colaboración a ir de compras o visitar con fines sociales
o laborales pero rehusando ayudar en diligencias legales, también hacen aún más
difícil defenderse en caso de que uno lo intente.
Esta contaminación se aplica a la generalidad de los procesos jurídicos
pero es más intensa con referencia a la 1008, dado que la Guerra contra la Drogas
es la caza de brujas contemporánea. La presentación del ‘mundo de las drogas’
como un espacio nefasto habitado por jóvenes desvariados, adictos enfermos,
criminales y marginales, y traficantes malvados responsables de haber corrompido
a estas pobres víctimas en búsqueda de ganancias inverosímiles, va junto con un

9 Aquí surge un paralelo con otro campo ritual, el de la brujería. Se dice que si logran
embrujar a uno, es porque uno mismo ha hecho ‘esas cosas’, es decir, también ha
realizado ritos de brujería; caso contrario, ‘no te to ca’ . Se nota la recurrencia de la
frase esas cosas’ (para referir a algo cuyo nombre es tan feo que se prefiere mantenerlo
en la mera insinuación) en ambos contextos.
172

lenguaje moralizante que enfoca ‘losjóvenes/niños’ y ‘la familia’, en menor grado


‘ la salud’, como personas indefensas y valores centrales que todos tienen un deber
de defender.10
El ‘mundo de las drogas’ es y tiene que ser marginal, por lo tanto si uno
da una ‘billa’ a un cigarro de marihuana quedará adicto para el resto de su vida,
que además será muy corta porque se pasará de manera automática a las ‘drogas
duras’, dejará de estudiar, perderá su trabajo, abandonará su familia y dentro de
cinco años será encontrado muerto de una sobredosis en la cuneta.
Esto puede parecer una parodia de la prensa sensacionalista, pero es el
punto de vista de (por ejemplo) la Juez Peggy, que fue objeto del reclamo de una
interna de Miraflores, quien quiso saber por qué le dio una sentencia de diez años
por un total de 58 gramos de varias drogas (cocaína, base y marihuana). Peggy
respondió “Son cincuenta y ocho vidas.” A esto se añade la idea de que cualquiera
que ha conocido o tiene contacto social o laboral con una procesada por la 1008
puede ser ‘involucrado’ en su caso. Los mecanismos de ese ‘involucramiento’
nunca son definidos y, de hecho, si uno no está en el expediente (como detenido
o como prófugo) en el momento de dictar la apertura de proceso, es imposible
que sea incluido en ese caso; por lo tanto, yo concluyo que el ‘involucramiento’
también corresponde a la contaminación que afecta a cualquiera que se acerca al
procesado, dejándole simbólicamente ensuciado por el mero hecho de haberle
conocido.
La reacción de muchos universitarios y docentes frente a mi propio caso
es una buena demostración de esto. Se observa lo mismo en la vida pública en
Bolivia, donde se busca desacreditar a los contrincantes políticos publicando, por
ejemplo, una foto de algún acontecimiento social donde figura el oponente político,
señalando que alguna otra persona que figura en la misma foto ha sido procesado
luego bajo la ley 1008; entonces el político también debe ser narcotraficante por
el mero hecho de haber compartido un espacio social con esa persona. En otros
casos esta postura está representada en el abandono de los familiares o sino, el
intento de impedir que la contaminación se expanda mintiendo a otros familiares
sobre lo que pasó a su hija - “Ella está en Santa Cruz.” No se sabe si estas mentiras
son creídas (siempre hay mucha habladuría por canales extra-familiares y la gente
gusta de comentar la vergüenza de otras personas) pero sirven para reducir el
número de visitas y posibles fuentes de ayuda que la interna podría tener.

10 Para un análisis detallado del ‘Discurso de la Droga’ en Bolivia, ver la primera parte de
SPEDDING Alison (2000) La estructura de la represión. Origen social y trayectoria jurídica
de las procesadas bajo la Ley 1008. La Paz: 1DÍS,.Cuadernos de Investigación 7.
173

CONFESIÓN, VENGANZA Y LA JUSTICIA COTIDIANA

Se puede decir que la forma de resolución de conflictos que más se acerca al


concepto popular implícito de lo que es ‘justicia’ es la que se aplica en las
comunidades rurales. Digo esto porque allí la ‘justicia’ es administrada por la
misma comunidad, a través de sus dirigentes de turno y refrendada por la asamblea
comunal, y no por un personal profesionalizado; por lo tanto expresa los conceptos
de consenso general, la doxa aceptada sobre lo que es justo.
En primer lugar, se nota que se dirige a la conciliación de las partes y
busca evitar la reincidencia. La expresión más evidente de esto son las ‘actas de
buena conducta’ donde la parte culpable (p.e. el que robó, el que intentó violar a
una mujer), o ambas partes cuando se considera que las dos son de alguna manera
culpables (p.e. una riña, una pelea sobre linderos) se comprometen a no reincidir
en el hecho bajo pena de una multa elevada u otro castigo mayor. La redacción y
firma del acta suelen ser apoyadas en el pedido mutuo de perdón entre las partes,
obligándoles (literalmente) a darse la mano. Este énfasis en la no reincidencia -
que es lo que supuestamente busca el sistema carcelario aunque, como es sabido,
con notable falta de éxito - no representa una actitud más liberal o progresista
entre los comunarios comparados con los funcionarios jurídicos estatales y la
sociedad urbana, sino que responde al hecho de que en estos juicios las partes
suelen ser miembros de la misma comunidad, que poseen parcelas colindantes,
que van a seguir encontrándose por los caminos, en la feria semanal, en la fiesta
patronal y durante el resto de sus vidas.
Aunque el perdón muchas veces es sólo de boca para afuera, el
compromiso expresado en el acta consigue que al menos supriman sus ganas de
insultarse, pegarse o traspasar los linderos en el futuro, consiguiendo así una paz
superficial en la vida cotidiana, y el conflicto se desviará a rutas de violencia
encubiertas como hacer correr habladurías sobre la parte contraria a sus espaldas,
o embrujarle de ocultas. Cuando los intentos de conseguir la reconciliación o no-
reincidencia resultan fútiles, la justicia comunal a la vez se vuelve mucho más
draconiana y recurre a la expulsión definitiva de la comunidad (con pérdida sin
derecho a reclamo de casa y terrenos que suelen ser pasados a algún pariente o
heredero no-involucrado o convertidos en propiedad comunal, dedicados a generar
fondos para la escuela, etc.). Incluso puede llegar a la pena de muerte a través del
‘linchamiento’ comunal (se obliga a todos a tirar a lo menos una piedra para que
después no puedan denunciar a los demás) o, en casos, el envenenamiento o entierro
vivo en estado de inconsciencia ebria, realizado por sus propios familiares bajo la
dirección de los dirigentes. Se obliga a los familiares a hacer esto porque ellos
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son los que, si la muerte fuera realizada por terceros, denunciarían el hecho, y
también porque, sobre todo los padres, son considerados culpables por no haber
inculcado una conducta correcta a su pariente."
Parte intrínseca de estos juicios es la confesión del acusado: ‘La
declaración de la verdad constituye el elemento central en el procedimiento de la
resolución... sólo con esta confesión de las partes se obtendrá la solución final
del conflicto’ (Peña Jumpa 1998: 210).12 Otra vez, esto tiene mucho que ver con
un contexto social donde todos los participantes, juzgantes yjuzgados, se conocen
íntimamente y por lo general todos ya están convencidos que el acusado sí cometió
el delito. Negarse es visto como muestra de ser un sinvergüenza, un mentiroso e
incluso empedernido que volverá a cometer el mismo delito (con las consecuencias
ya citadas frente a un reincidente incurable); el que persiste en negarse, cuando
no existen testigos presénciales o pruebas materiales, puede ser obligado a tomar
un juramento muy serio que, se supone, conduce a la muerte del jurador a los
pocos días si perjura.13 Por lo general se considera que el acusado debe reconocer
su culpa delante de los demás y en gran parte esto le consigue la absolución, o
sea, después se le puede administrar algún castigo (p.e. chicotazos, alguna multa
pecuniaria) pero allí se termina si es que no reincide.
Parece que varios detenidos por la 1008 comparten la idea de que si uno
confiesa su delito y expresa su arrepentimiento ha cumplido con el fin principal
de la acusación y el castigo posterior sería menor. Así se desprende de la
1 declaración (hecha ante el mencionado Fiscal Cannelloni en la FELCN) de un
, detenido oriundo de Ventilla en la provincia Inquisivi, que cuando le hicieron la
/ pregunta final de forma si tenía algo más que añadir, respondió “Señor Fiscal,
Á estoy muy arrepentido, nunca más me voy a meter en el narcotráfico.” El fue
) detenido en conexión con una fábrica de base de cocaína en El Alto, uepasado a
C A& cárcel bajo el artículo 47 (fabricación, 5 a 15 años) y eventualmente recibió
i»* ______________________
11 Ver FE R N Á N D E Z M arcelo (2 0 0 0 ) La ley del a yllu . Práctica de j a c h ’a ju sticia y
j i s k ’a ju sticia (Ju sticia M ayor y Justicia M enor) en comunidades aymaras. La Paz:
£ P IE B . Para la pena de muerte, p p .2 2 1-223, 3 2 3 -3 2 6 .
‘ * 1 2 PEÑA JU M PA Antonio (1 9 9 8 ) Justicia comunal en los Andes del Perú. E l caso de
f - Calahuyo. Lim a: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. E l
■' estudio de caso trata de una comunidad aymara-hablante de Puno. Las actitudes y
4 ... procedimientos descritos muestran algunas variaciones debido al contexto institucional
nacional (p.e. el Presidente de la comunidad reem plaza al Secretario G eneral del
sindicato, presencia del Teniente Gobernador con sus dos alguaciles que no tienen
equivalentes en B oliv ia, etc.) pero su base general y contenido son casi idénticos con
los tres casos bolivianos (S icasica, Yaku, Laym i-Puraka) descritos por Fernández.
13 Fernández (op.cit.-.l 10, 3 0 5 -6 ).
175

una sentencia en primera instancia de 10 años y 8 meses.


Frente a la justicia estatal, la confesión no representa un arrepentimiento
que merezca la absolución después de una pena reducida y puntual, sino que
corresponde a una auto incriminación, prueba definitiva de haber cometido el
delito, y garantiza una larga estadía en la cárcel para ‘purgar’ esa ofensa. La
citada declaración es el ejemplo más claro de la persistencia de la idea de que la
confesión merezca la absolución que he encontrado en las comunidades rurales,
pero creo que la misma idea subyace en la conducta de otras personas. Como por
ejemplo una peruana oriunda de Juliaca que no fue detenida en posesión de los
dos kilos y medio de base de cocaína que constituyeron el cuerpo del delito, pero
sí admitió en su declaración que ella los trajo del Perú y los entregó a la mujer en
cuyo q’ipi fueron descubiertos - alegando también que ‘no sabía’ el contenido
del bulto que le pagaron por traer, que como ya se dijo, representa una disculpa
en el concepto popular pero no ante los tribunales.14
Incluso en las comunidades rurales, existe como alternativa a la solución
ante autoridades comunales el recurrir a la policía y/o a los estrados judiciales. A
veces las mismas autoridades comunales ‘pasan’ el caso a estas instancias, a veces
por su gravedad (p.e. un asesinato), otras veces porque no lo han podido solucionar
porque la confesión, el perdón y el firmar una acta de buena conducta requieren
el consentimiento de los involucrados y ellos no poseen medios coercitivos que
puedan obligar a esto si las partes lo rehúsan. Frente a la renuencia se puéde

14 De entrada, es de suponer que esta valoración de la confesión tiene raíces en la tradición


católica y persiste com o parte del moral popular aunque hoy en día la práctica misma
de confesarse con un sacerdote es casi olvidada en B olivia. Sin embargo, Pablo Joseph
de Arriaga, en su obra ‘La extirpación de la idolatría en el Perú’ (1 6 2 1 : referencias aquí
a la edición de 1999, Cusco, Centro Bartolom é de las Casas) menciona ‘el confesor’
com o uno de los tipos difundidos de ‘ministros de la idolatría’ (p.42). ‘No confiesan
pecados interiores, sino de haber hurtado, de haber maltratado a otros y de tener más
que una mujer (porque tener una, aunque sea estando amancebado, no lo tiene por
pecado): acúsense también de los adulterios, pero la simple fornicación de ninguna
manera la tienen por pecado: acúsense de haber acudido a reverenciar el D ios de los
españoles y de no haber acudido a las huacas’ (p.57). Aparte de considerar el reverenciar
a D ios y no a las huacas com o pecado, la lista de ‘pecados’ es muy parecida a lo que se
considera com o delito en las comunidades de h o y -ro b a r, maltratar, com eter adulterio.
Es posible que esta ‘confesión’ descrita por Arriaga correspondía más bien a procesos
jurídicos (y recuerda que en el siglo X V II blasfem ia, idolatría, brujería y similares
también eran delitos criminales en Europa) aunque por realizarse, aparentemente, con
preferencia en temporadas de fiesta y con atavíos rituales - que tampoco son ajenos a
tribunales occidentales, donde hasta hoy se ju ra sobre la B ib lia - él la clasifica com o
parte de la religión y no de la ju sticia.
176

escoger las autoridades estatales porque ‘la pérdida de dinero y tiempo’ (gastos
de traslado y estadía en el centro urbano, pagos judiciales o extra-judiciales -
honorarios del abogado, costos de legalización de documentos, coimas, etc.)
representan un castigo en sí.15 No es que se piense que esas autoridades van a
solucionar mejor el caso, más bien se piensa que en primer lugar ‘sólo les interesa
la plata’, que con intereses de sacar más dinero incluso alargan innecesariamente
el juicio, y que muchas veces las partes terminarán abandonándolo por cansancio
y agotamiento de fondos sin haber conseguido un fallo.
El tener que meterse en esos espacios contaminantes y costosos es en sí
un castigo apropiado para alguien que no se demuestra dispuesto a la conciliación.
De otro lado, hay comunarios que esquivan las instancias comunales y acuden
directamente a la policía. Esto representa un gasto para el acusador; la policía
boliviana no sale de sus comisarías excepto cuando son solicitados y pagados
para hacerlo.16 Pueden mandar una orden de comparendo a una comunidad pero
si el nombrado no se presenta, no hacen nada más excepto si la agraviada paga
por una ‘comisión’ que vaya a arrestarle. La idea es ‘asustar’ a la parte contraria
y, si lo puede hacer comparecer en la comisaría, conseguir que pase unas 48 horas
detenida (hasta el 2000 esto era el tiempo máximo que se podría detener a alguien
sin formalizar cargos) o sino que la policía le extraiga una ‘multa’. Después de
esto a veces se lleva el caso ante las autoridades comunales, otras veces se contenta
con lo que hizo la policía o se intenta seguir el juicio a través de las instancias
. . estatales. A veces se intenta asustar directamente al otro alegando “Yo tengo mi
^abogado en La Paz, te voy a meter juicio”, y si el otro no conoce la ley y carece de
{ __ __
L 15 Peña Jum pa (1 9 9 8 :3 0 2 -3 ). lKiwxaninaka ukaruxa sarapxipi sustxañataki timpu
S, apakañataki molesto kawsañatakV , “los que tienen quejas van a las autoridades oficiales
para causar miedo o hacer perder tiempo y ocasionar m olestias” . Eusebio M ayta de
i% Sicasica, citado en Fernández (2 0 0 0 :1 0 3 ).
16 En 1991 yo sufrí un robo de unos anillos de oro y ropa de la casa que habitaba en una
comunidad colindante con el pueblo de Chulumani. Tenía razones para creer que los
^ culpables eran los nietos de otro inquilino; los tres tenían antecedentes de robo por los
* *•
* cuales habían sido despedidos de trabajos en el pueblo y obligados a volver donde su
¡' abuelo, el m ayor fue visto m anejando una prenda de vestir mía, y sus hermanas
'. ' aparecieron sorpresivamente con dinero. Los denuncié a la policía con nom bres y
/ dirección y recibí com o respuesta “Si les ves pasando por la comisaría, indícanos quiénes
’ son” - y eso cuando, según una comunaria, el mayor de los tres incluso tenía otras
denuncias por robo en la misma com isaría. Pero, debido al sistema deficiente de los
archivos, generalmente se recuerda el antecedente sólo en caso de que el policía que
recibe la denuncia sea el mismo que la recibió en el anterior caso, y esto es poco
frecuente debido a la rotación de personal.
177

dinero para enfrentar un proceso formal, puede ser que la mera amenaza consiga
que se someta a las exigencias del otro o aguante nomás sus abusos.
En las comunidades se suele criticar a las personas que se comportan de
esta manera, insistiendo en que se debe acudir primero a las autoridades comunales
y sólo ir a la policía o al juez si éstos no pueden resolver el problema. En las
ciudades, sin embargo, no existe alternativa a la comisaría e igualmente hay vecinos
que son ‘caseros’ de la policía y los utilizan para resolver todo tipo de querellas
(con familiares, con inquilinos, etc.).
El hecho de que la mayoría de estos casos se resuelvan rápidamente con
el pago de una ‘multa’ por parte del acusado (que, se supone, fue precedido por el
pago realizado por el acusador a la policía para que acusen al otro) contribuye a
la idea generalizada de que en la justicia estatal ‘todo es plata’. Se debe notar que
muchos de estos casos cotidianos, pero, no son registrados formalmente o si lo
son no son archivados con eficiencia y resultan difíciles de encontrar después si
uno vuelve a esa comisaría en busca de un ‘antecedente’ de tal persona. Esto
facilita la resolución irregular o en base a coimas. Como veremos, una vez que se
ha realizado la apertura del proceso y el expediente ha logrado una existencia
formal ante un juzgado, no es tan fácil como se cree poner fin al proceso
simplemente ‘pagando’. Dado que la ‘justicia’ estatal cotidiana es, de todos modos,
sinónimo de ‘pagar dinero’, la parte acusadora lo hace generalmente motivada
por la venganza más que por buscar el resarcimiento del daño (las multas’ no van
a pasar a su bolsillo para reponer lo que ha gastado); en muchos espacios sociales,
por ejemplo en los mercados, es frecuente el uso de la amenaza ‘te voy a meter
juicio’ como una de las movidas en un prolongado conflicto interpersonal.
Las policías raras veces intentan averiguar quién Fue realmente culpable
del hecho. Como ejemplo se puede citar una experiencia de Jenny antes de llegar
a la cárcel. Aparte de enamorarse con ella, su enamorado también se metió con
otra chica en Circuata y la embarazó. Cuando nació el hijo, al principio él admitió
la paternidad y pagó una pensión pero después de unos meses dejó de pagarla
alegando que el hijo no era suyo. Existen leyes sobre pensiones familiares en
Bolivia pero en la práctica el padre sólo las paga si convive con la madre. La
familia de la chica quiso que él se junte con ella y consideraron que sus conocidas
relaciones con Jenny eran causa principal de su negación. Un año en Carnaval la
madre y hermana de la chica pegaron a Jenny en la plaza del pueblo. Claudina
quiso llevar este caso a la comisaría pero Jenny lo rechazó diciendo “Me voy a
vengar con mis manos”. Un tiempo después ella se encontró casualmente en Villa
Fátima (La Paz) con otra hermana y una prima de la chica. Ellas la pegaron otra
vez. En esta ocasión ella sí decidió demandarlas ante la policía, pero ella era una
178

sola, ellas eran dos y además una de ellas tenía su bebé consigo en el momento de
la pelea; aseveraron que Jenny era la agresora e incluso ‘hizo caer a la guagua’.
La sociedad boliviana es muy niño céntrica y esto representaba una agresión
particularmente grave. El resultado fue una multa de 100 Bs. para Jenny. Podemos
decir que las parientes de la chica no consiguieron un marido ni manutención del
hijo para ella, pero sí lograron vengarse en Jenny.
Los casos resueltos en la comunidad de ninguna manera carecen de la
resolución en base a ‘quién grita más’ - es decir, quien acude respaldado por un
mayor número de familiares que repiten su versión de los hechos - pero
generalmente existen otros testigos más y todos conocen la historia anterior de
los contrincantes. Incluso en los juzgados se observa bastante desinterés para
determinar la versión objetiva de los hechos cuando hay dos procesados que
presentan versiones contradictorias (ver supra ‘El proceso’).
Uno se involucra con la justicia estatal, entonces, porque busca vengarse
de otra persona, o se ve involucrado como parte de una campaña de venganza o
sino como un castigo en sí, independiente de las posibles sanciones que puedan
ser eventualmente dictados. Esto explica en parte por qué no es raro que los
denunciantes empiecen un proceso y luego lo abandonen antes de llegar al fallo;
el mero hecho de ser denunciado, objeto de órdenes de comparendo, etc. ya es un
castigo; y si el demandado a lo menos se presenta, hasta cierto punto ha ‘confesado’
»su culpa.
Arreglar pagando dinero a los demandantes, aunque visto como criticable
y hasta inmoral por los medios (sobre todo en casos de violación, donde es descrito
como ‘traficar con la honra de sus hijas’) es algo conforme con el concepto popu­
lar de justicia-pagar significa que el pagador admite que ha cometido el delito y
representa una resolución puntual en vez del juicio alargado y de resultado final
incierto; o como en el caso de Jenny, se ha visto obligado a pagar y así perder y
sufrir, así ha sido ‘castigada’ por estar con el enamorado e impedir que él haga lo
‘correcto’ que era, según la familia agresora, unirse con la chica a quien se había
embarazado. En este caso no importó (a lo menos a las ‘ganadoras’) que Jenny no
cometiera el acto del que fue acusada porque lo que se buscó era vengarse para
algo que no es reconocido como delito legal —no hay ley en contra de ser la
enamorada de un joven que ha negado la paternidad del hijo que tuvo con otra
•mujer, aunque dentro de la comunidad algunos pueden ver esto como reprehen­
sible (y es cierto que Jenny apoyó la decisión de su enamorado de cesar el pago
de pensiones, repitiendo la justificación ofrecida por él de que la chica ‘había
estado con varios’). A la vez, la parte ‘ganadora’ echó mano de la mentira y la
falsedad, y las autoridades policiales les colaboraron en esto. Es bastante común
179

que se presente acusaciones exageradas - una riña fácilmente se convierte en


‘intento de asesinato’ - que por su exageración muchas veces no llegan a un
eventual fallo constatando la validez de la acusación, pero esto no importa mucho
porque no necesariamente se busca la constatación definitiva, si no que pueda ser
suficiente el obligar al acusado a esforzarse en liberarse de la acusación. Se ve
por qué las personas que regularmente frecuentan las instancias jurídicas son
vistos como inmorales - mentirosos, vengativos, coimeadores - por el mero hecho
de hacerlo, y por qué el tener cualquier contacto con esos espacios es contaminante
porque sugiere de manera automática que la persona en cuestión, si no es un
delincuente, a lo menos es alguien que habitualmente se dedica a la venganza y
las acusaciones falsas, es un ‘buscapleitos’. También se ve por qué se suele dar
por supuesto que tras cada juicio tiene que haber un(os) individuo(s) que buscan
vengarse personalmente en los procesados; no importa que sus nombres no
aparezcan en obrados, se supone que allí están y los procesados los identifican de
manera imaginaria (Jenny y Claudina imaginaban, cuando Jenny fue detenida
por segunda vez en la FELCN, que sus enemigos en Circuata de alguna manera se
habían enterado y llamaron a la FELCN para asentar denuncias, aunque como
hemos visto la denunciante era Eudora que no tenía motivos personales en contra
de ellas).

LOS ABOGADOS, COMERCIANTES DE LA DESGRACIA AJENA

En algunos países para el procesado es posible deshacerse de los servicios de un


abogado y llevar adelante su propia defensa. En Bolivia esta opción no existe17 y
absolutamente todos los trámites legales tienen que realizarse a través de
memoriales emitidos por un abogado. Parece que este llamado ‘derecho a la
defensa’ fue impuesto recién en la Constitución de 1938. Se ven en algunos estudios
históricos casos de personas humildes que enjuician a otros de posición social
mayor; por ejemplo, Barragán (1999) menciona un caso de mediados del siglo
XIX donde una esclava de una hacienda en los Yungas enjuició (sin éxito) al
administrador de su propia hacienda.18 Es de suponer que la esclava no era más

17 E l nuevo Código de Procedim iento Penal, que entra en vigencia por etapas a partir del
2 0 0 0 , presenta la opción de defenderse a uno mismo, pero falta ver hasta qué punto se
aceptará esto en la práctica, dado los colosales intereses invertidos en imponer la
mediación de abogados en los ju icios.
18 Ver B A R R A G A N R ossa n a (1 9 9 9 ) Indios, mujeres y ciudadanos. Legislación y ejercicio
de la ciudadanía en B oliv ia (siglo X IX ). La Paz: Fundación Diálogo.
180

letrada que las internas de Miraflores ni más provista de dinero; hoy en día de un
caso parecido se preguntaría ‘¿Quién le haiga instado?’ porque no se imagina que
tal persona emprendería un juicio por iniciativa propia. Pero los documentos de
archivo no indican si el juicio era idea suya o si ella era ‘guante’ de una tercera
persona (quizás un enemigo personal del administrador). Tampoco indican quién
era su abogado ni cómo o cuánto le pagó.
Medinacelli (1989) también hace uso de archivos judiciales de principios
del siglo XX en la ciudad de La Paz y considera que no se restringen a casos
llevados por personas acaudaladas sino que personas humildes también recurrían
a los juzgados.19 Si éste es el caso, puede ser que dado que era posible hacerse
asesorar por un ‘tinterillo’ (abogado empírico, sin estudios formales) que bien
podía ser algún pariente (consanguíneo, afín, o ritual), un vecino o conocido que
cobraba poco, estaba dispuesto a esperar o sino a aceptar algún pago en especie,
o incluso motivado más por interés personal en el caso que por fines de lucro, los
tribunales del Estado eran en ese entonces más accesibles al público en general,
mientras una vez que se impuso la obligación de proceder a través de un abogado
titulado empezó el proceso de distanciamiento de la ley mencionado arriba.
Es costumbre en Bolivia referir a todo abogado titulado como ‘Doctor’.
Este título es puramente honorífico, dado que hasta la fecha no existe curso alguno
de doctorado en las universidades bolivianas y el título que ostentan es de
licenciatura (si es genuino siquiera).20 Sin embargo, la mayoría de las internas les
• denominan ‘doctor’ tanto de trato como referencia - ‘mi doctor no ha venido’,
.‘¿Quién es tu doctor?’ y se humillan ante ellos - ‘Por favor, doctor... sácame de
/ aquí... ’ Dado que proceden de un ambiente social donde el título de bachiller es
’f visto como un logro excelso (absolutamente inaccesible para ellas, lo máximo de
sus anhelos para sus hijos), alguien que posee un título universitario y es
ú -^profesional’ es concebido como poseedor de sabidurías supra lunares, una
impresión fomentada por la lluvia de jerigonza esotérica con que se envuelve

/' 19 M E D IN A C E L L I Xim ena (1 9 8 9 ) Alterando la rutina. M ujeres en las ciudades de B o -


livia, 1 9 2 0 -1 9 3 0 . La Paz: CID EM .
| > 2 0 Se dio el caso notorio de Javier Dips, Fiscal del Departamento de La Paz, cuyo título
de abogado resultó ser falsificado. Lo que le delató era que le exigieron señalar quiénes
/ ¿ .habían sido su tribunal de tesis. Actualmente hay diversas empresas en La Paz que
ofrecen ‘asesoría de tesis’ . En realidad esto quiere decir que un empleado de la empresa
escribe la tesis en unos tres meses y luego la persona que lo contrató la presenta b a jo su
propio nombre. Se cobra unos $U S 2 .0 0 0 por tesis. Un ex-auxiliar de docencia mío
(egresado en sociología) que trabajaba en una de estas empresas por el año 1997 sustrajo
la lista de clientes y constató que la carrera más representada allí era Derecho.
181

todo proceso jurídico. Como corolario aceptan todo lo que el abogado les dice sin
cuestionamiento.
Dado que no es una necesidad legal que la procesada fírme los memoriales
en persona, no es raro, sobre todo con abogados de Defensa Pública, que se presente
una apelación u otro documento sin que la procesada lo haya visto o conozca su
contenido. Los abogados de Defensa Pública son asignados por la institución sin
consultar y muchas veces sin avisar a las personas a quienes representan que
quedan durante temporadas sin saber quiénes son sus defensores y totalmente
desinformadas sobre el avance de sus casos. En parte se puede sospechar que este
comportamiento se debe a la experiencia de que la mayoría de las procesadas
apenas pueden leer un memorial y una vez leído, no entienden su contenido,
entonces consultarles sobre el documento no es más que un estorbo, pero también
indica un desprecio total hacia la procesada como persona; señala que el abogado
no se interesa en tratar de explicar a la persona sin estudios el significado de la
jerigonza legal o las etapas del proceso. La interna que quiere entender la ley
tiene que informarse ella misma o sino recurrir a otras intemas, cuya interpretación
no siempre es correcta.
Algunos abogados justifican el no explicar nada al cliente argumentando
que en anteriores ocasiones explicaron los recursos que iban a aplicar sólo para
que el cliente vaya a contratar otro defensor, presentando esto como una especie
de robo de propiedad intelectual; por lo tanto, ellos tienen el derecho de mantener
al cliente en la ignorancia para no ser defraudados en su trabajo.
Según la ley, el procesado tiene derecho a contratar de manera simultánea
a todos los abogados que quiera, pero en la práctica éstos se muestran muy celosos
de ‘sus casos’, y también portadores de una solidaridad gremial; así, rehúsan
asumir un caso atendido por otro hasta que el cliente obtenga el ‘pase profesional’,
o sino vienen, ofrecen aplicar un recurso maravilloso (es decir, que va a tener
resultados maravillosos que son de lo que se habla, se evita en tanto sea posible
detallar el recurso mismo) que su actual abogado desconoce, pero sólo a cambio
de deshacerse primero del abogado existente y darle el ‘pase’ para que él sea
encargado exclusivo del caso. Si el cliente mismo se disgusta con al actuar de su
abogado, su único recurso es dejarle y contratar otro, pero el hecho de que el otro
exige el pase para tomar el caso da una excelente oportunidad para chantaje por
parte del primer abogado que exige más dinero antes de liberar al cliente (como
me pasó a mi con los abogados Caracho).
Es opinión generalizada en la cárcel que la Defensa Pública es ‘lo mismo
que nada’. Es cierto que la actuación de los defensores públicos en las audiencias
suele ser muy pasiva. Cuando Denise preguntó (a través de mí, su intérprete) a su
182

abogado de la Defensa qué debería decir en su confesión, él se limitó a responder


“No te puedo aconsejar que mientas,” una respuesta exageradamente moralista y
que ignoraba el sentido de su pregunta, que no era “¿Debo decir la verdad o no?”
sino “¿Qué es más conveniente decir a los jueces?” De la misma manera, el abogado
de la Defensa que observé en el juicio del tanzaniano tardó mucho en presentar
las preguntas a los testigos de cargo que el procesado (y yo) le indicábamos;
cuando lo hizo fueron rebatidas por el Fiscal Cannelloni con argumentos de poco
peso (dijo que el ratificante de la FELCN tenía el derecho constitucional de no
declarar en su propia contra y por lo tanto no tenía que contestar a la pregunta,
pero la pregunta no era para que el agente se auto incrimine sino para que aclare
las circunstancias del operativo policial) y el abogado dejó de insistir. De la misma
manera, en el juicio de Greta, las únicas ‘sindicaciones’ en su contra eran por
parte de ratificantes de la FELCN quienes decían que había recibido ‘llamadas
telefónicas anónimas’ describiendo a ella y diciendo que vendía marihuana.
Este tipo de aseveración (‘personas que no quisieron dar sus nombres’,
etc.) es habitual por parte de la FELCN, pero una sindicación sólo tiene validez
legal si viene en una declaración firmada incluyendo los generales de ley (nombre,
número de carnet de identidad, fecha de nacimiento, etc.) del declarante. Por lo
tanto, cuando aparecen estas alegaciones, el abogado debe exigir que las supuestas
denuncias sean presentadas e incorporadas en el expediente (que nunca se hace),
“e indicar que caso contrario no sean válidas, pero el abogado de la Defensa las
. dejó pasar y como consecuencia los jueces las aceptaron como pruebas de
• suministro de drogas.
í De la misma manera, si la procesada no presenta testigos de descargo, o
í si después de haberlos nombrado se descuida de llamarles a la audiencia (Greta
’:¡ _ no llamó a sus testigos porque había visto cómo la Fiscal hizo tropezar a los
} testigos de un co-procesado e imaginaba que haría lo mismo a sus testigos) el
abogado de la Defensa jamás le pregunta por qué ni se interesa en animarle a
conseguir testigos; y si es que vienen, tampoco habla con ellos antes de la audiencia
£ avisándoles sobre las preguntas que los jueces les van a hacer y cómo deberían
responder, justamente para evitar que sean enredados y terminen diciendo algo
í í que no favorezca al procesado.
t En fin, su defensa se limita a estar presente en las audiencias y hacer los
’ memoriales que la ley requiere que haga, porque caso contrario no recibiría su
sueldo; y aunque la Defensa Pública es gratis para los defendidos, también suele
pedir dinero a los procesados ‘por los papeles’ (es decir, con la justificación de
tener que comprar papel sellado y similares para los memoriales). Igualmente, si
la procesada quiere por ejemplo tener fotocopias de su expediente o cualquier
183

otro documento, ella tiene que pagarlas de su bolsillo. Éste es otro factor que
contribuye al desconocimiento de su propio caso por parte de muchas.
Sin embargo, una presa por estafa consideraba que la Defensa Pública
era tan buena como un abogado particular ‘si sabes insistir’ pero la mayoría de
sus clientes, por su posición social y su falta de conocimientos, son incapacitadas
de insistir a un ‘doctor’; algunas incluso dicen ‘no le estoy pagando’ como
indicación de que no tienen derecho de pedirle nada al abogado, olvidando que
tiene un sueldo del Estado para defenderla y por lo tanto ellas tienen tanto derecho
como la cliente de un defensor particular. La situación empeora, como hemos
visto, por el hecho de que muchas evitan intencionalmente adquirir conocimientos
por mantener su sentido interior de inocencia, aunque tal proceder muchas veces
sólo fomenta su apariencia pública de culpabilidad.
Aunque hay mayores probabilidades de que una que tiene fondos para
pagar a un abogado particular también tendrá la capacidad de insistir, esto suele
ser una experiencia frustrante, y las internas con mayor nivel educativo (que va
junto con tener dinero para un abogado) suelen quejarse de que en vez de una
ayuda, el abogado es otro obstáculo; de todos modos, dicen, una tiene que hacer
su propia defensa y luego convencer al abogado de acceder a eso. Es decir, no
sólo se busca convencer a los jueces sino primero hay que convencer al abogado.
Si a las ignorantes no explican nada porque no entienden, a las que tienen estudios
no explican nada para que no lo utilicen para contratar a otro defensor, e insisten
en mantener la posición de que ellos saben y la cliente por definición no sabe.
Personalmente estoy convencida de que hay una cláusula en el código
profesional del abogado boliviano que reza ‘El abogado jamás telefonea al cliente;
el cliente siempre telefonea al abogado’ porque en dos años y medio en la cárcel
jamás he visto una interna recibir una llamada de su defensor, mientras las más
afanadas en intentar dirigir nuestros juicios pasamos horas en el teléfono tratando
de encontrarles y discutiendo con ellos cuando al fin les pescamos, mientras nos
prometen cuatro veces que van a venir a la cárcel y cuando al fin vienen, suele ser
cinco minutos antes de que se cierre el horario de entrevistas y quieren que
firmemos de inmediato el memorial y lo leamos después porque no hay tiempo.
Y de todos modos, antes de que el abogado mueva un dedo, es necesario
pagar. El precio citado para un juicio es muy variable, correspondiendo en parte
al status del abogado (señalado por la ropa que usa; personalmente aconsejo al
lector desconfiar más del abogado en tanto que su temo es más caro y evitar
totalmente los que usan temos con abotonadura doble y corbatas de seda con
prendedores de oro) y su trayectoria profesional conocida (tantos casos sonados
ha atendido, la frecuencia con que aparece en la televisión) y en parte al concepto
184

que se forma del o la cliente y los recursos que éste puede disponer. También
influye el grado de desesperación percibida. En este sentido, las dependencias de
la FELCN son lugares muy propicios, donde es posible sacar sumas bastante
elevadas incluso de personas humildes. Es cierto que si se logra de alguna manera
(legítima o no, es decir, con o sin coimas o tráfico de influencias) liberar al detenido
de la FELCN el caso ya no prosigue, mientras una vez pasado a la cárcel es
básicamente imposible salir antes de un año o dos pase lo que pase.
En realidad es dudoso cuánto de verdad hay en la idea de que ‘pagando
se sale’ y es cierto que, incluso cuando uno consigue un abogado que presente
habeas corpus y otros recursos, muy raras veces dan resultados positivos, pero la
ilusión, el susto todavía reciente de la detención misma y las condiciones sub
humanas en la FELCN conminan a disponer a las personas a creer en cualquier
oferta que se les haga.
Candelaria era oriunda de Coroico en Ñor Yungas y vivía en El Alto
como cuidadora de una casa en construcción junto con su marido y dos hijos. Ella
trabajaba, como había hecho toda la vida, como empleada doméstica cama afuera.
Es decir, no tenían dinero para alquilar una residencia propia y tampoco para
dejar un empleo del cual la mayoría espera pasar al comercio u otra actividad
independiente después de casarse. Ella y el marido fueron detenidos cuando éste
hizo llegar a la casa un gangucho con más que diez kilos de base de cocaína (ella
áseveró ignorar que su marido se había metido en tales asuntos y se lamentaba
que él era principiante, ‘ni siquiera habíamos llegado a ganar de eso’). Mientras
ella estaba en la FELCN, sus familiares lograron reunir SUS 2.900 que entregaron
íf a jn abogado que dijo que la iba a sacar. No obstante, ella fue pasada a la cárcel,
< donde unos meses después dio a luz a su tercer hijo, y el abogado desapareció,
1; mientras la familia consideraba que ella les debía el dinero y tendría que buscar
"'la manera de pagarles en algún momento. Mientras tanto, pasó a la Defensa Pública.
Experiencias similares son bastante frecuentes (ver por ejemplo la historia
de caso de Palmira) y cuando los recursos de la presa o de su familia son limitados
, generalmente el pago al abogado estafador representa todo lo que tienen; con la
'decepción encima, se abandonan nomás a la Defensa (como se dijo antes, una
I (‘defensa inefectiva gratis es mejor que una defensa inexistente pagada).
Incluso cuando el abogado no desaparece, es habitual citar un precio
4‘hasta Sucre’ y luego exigir la mitad de esto como adelanto. La Narcochola dijo
que ‘hay abogados hasta en 300 bolivianos’ pero consideraba que tales no sirven
para nada. Un abogado bastante chabacano puede pedir hasta $US 1.500 por todo
el juicio; uno respetable y no muy deshonesto, entre 4.000 y SUS 5.000, o si el
cliente parece de tener (p.e. es dueña de una empresa) SUS 10.000 por procesado;
185

y auténticos abogansteres como los Caracho o el abogado que sacó a Oscar Eid
de la cárcel (por retardación de justicia, al cumplir cuatro años de reclusión, en
Navidad de 1999, siendo que ‘su sentencia era mucho mayor’ según el amigo que
me puso en contacto con este paladín de la justicia; aunque en junio de 2000
cuando se ratificó su sentencia - cuya duración se había mantenido oculta du­
rante el tiempo que pasó en la cárcel por encubrimiento del narcotráfico - resultó
que la sentencia misma era de 4 años) piden $US 20.000.
Depende de la capacidad de regateo de las partes, lo convincente de los
recursos propuestos por el leguleyo, y el grado de ingenuidad del cliente, el monto
de dinero que se entregue al inicio; luego el abogado cobra de manera intermitente
con argumentos que van desde la etapa del proceso que hay que enfrentar ahora
hasta su propia necesidad de comprar una computadora o pagar un curso de
maestría. De todos modos, si es que uno se disgusta con la calidad de su actividad
profesional, o con su disposición a seguir las ideas propias y no las órdenes del
cliente, la única medida disponible es despedirle y buscar otro. Aunque no todos
los abogados exigen un pago para entregar el pase profesional en estos casos,
todo el dinero pagado a él hay que darlo por perdido y se empieza de nuevo
pagando al nuevo abogado.
Como no se hace conocer tablas de tarifas oficiales en el Colegio de
Abogados (según años de experiencia, tipo y duración del caso, número de
procesados, etc.) tampoco existe medio alguno para reclamar este dinero. Las
frecuentes quejas sobre la ‘corrupción’ en lajusticia boliviana conciben esto sólo
como coimas pagadas a policías, jueces y otros funcionarios. El hecho de que el
abogado puede extraer dinero de su cliente con promesas que no se cumplen,
aprovechando con frecuencia de su desesperación e ingenuidad, y que cuando el
cliente se da cuenta y busca a otro defensor el primero se queda con el dinero sin
obligación de devolverlo ni tacha alguna en su currículum profesional, nunca es
objeto de protestas y por lo general ni siquiera es mencionado. Por lo tanto, las
corceles son lugares bastante rentables para los abogados.

RITO S PROCEDIMENTALES:
LAS ACTUACIONES EN LA SALA DE JUZGADO

En el nivel visual y pomposo, lajusticia boliviana parece dotada de un mínimo de


ritualidad. En los países del Norte, las salas de juzgado, incluso las de los tribunales
de primera instancia, suelen ser amplias, con techo elevado, y un decorado sobrio
pero evidentemente de calidad diseñada para inspirar respeto. Hay una estrada
186

elevada para el juez, una banca de acusados detrás de una baranda y una especie
de pulpito donde suben los testigos que van a declarar, y las delimitaciones y los
usos de éstos y los otros espacios definidos (para fiscalía, defensa, público
observante, jurado) son estrictamente impuestos. Los jueces, y en Europa los
abogados también, utilizan togas y hasta pelucas o tocados de estilo arcaico,
mayormente de negro y guardando un parecido nada casual con las vestimentas
litúrgicas de las iglesias protestantes históricas. Guardias uniformados ordenan a
los presentes ponerse de pie, sentarse, o abandonar todos juntos el recinto cuando
los jueces desean deliberar a puerta cerrada. La solemnidad de los actos exige
sumisión a lo menos de boca (y cuerpo) para afuera por parte de todos los
participantes y el parecido con el oficio divino establecido (tanto católico como
protestante) imparte, a través de una especie de contaminación ritual positiva, un
aire de lo intocable, de la pronunciación ex cátedra papal, a las conclusiones y
sentencias del tribunal. Cuando un testigo sube a declarar lo hace sobre la Biblia,
haciendo explícita la asimilación de la operación de la ley a la justicia celestial.
En Bolivia, el testigo también hace un juramento de decir la verdad, pero
en vez de poner su mano sobre la Biblia, besa sus propios dedos elevados en
señal de la cruz como se suele hacer en los actos de posesión de cargos políticos;
la única diferencia frente a éstos es que el juramento judicial a lo menos se realiza
frente a una Biblia abierta21 y una cruz, que reposqn permanentemente en la mesa
- donde se sientan los jueces (debe haber tres jueces en cada tribunal de Sustancias
Controladas; en las salas penales comunes es uno solo). Los testigos toman su
?■ juramento de pie y luego se sientan a declarar en una silla común de oficina.
/ Fuera de este acto, hay poco que podría inspirar respeto en el contexto físico de
los juzgados de Sustancias Controladas. Las salas son de dimensiones restringidas,
% con un decorado pobre que no se diferencia de cualquier otra oficina pública que
| ^ forma parte de un ministerio mal financiado, con paredes desteñidas y una
colección de muebles desiguales.
En teoría, las audiencias son públicas, pudiendo asistir cualquiera. En la
i práctica, los únicos que logran entrar, aparte de funcionarios del mismo juzgado,
" jueces, abogados, procesados y el testigo que ha de declarar en ese momento,
i '* suelen ser la prensa o la televisión (porque esos podrían quejarse si se Ies niega la
entrada) y representantes de la Embajada del procesado si es extranjero. Amistades,
t familiares o simpatizantes de los procesados tienen que amontonarse en la puerta
intentando ver algo por encima de los hombros de la escolta policial de los

21 En ocasiones a los D iez Mandamientos, pero las más veces a algún libro posterior del
V iejo Testamento (porque esos son los libros más o menos al medio del tomo).
187

acusados. Los jueces toman asiento (eso sí, en sillas de espaldar pero muchas
veces las tres sillas no forman un conjunto) detrás de una mesa ordinaria; delante
de ellos abogados, procesados y testigos se acomodan como pueden en sillas
desvencijadas o envejecidos sofás de cuero. Al lado de los jueces, el secretario
del juzgado registra todo en una máquina de escribir cuyo ruido hace casi inau­
dible las palabras de jueces o testigos y cuyo ritmo lento obliga a todos a emitir
sus declaraciones frase por frase (‘El día trece de noviembre... me encontraba...
en mi casa...’), situación que quita toda fuerza de oratoria al discurso mejor
elaborado.22 Todos los profesionales vienen bien vestidos, pero nada diferente de
cualquier otro oficinista de similar nivel social y ocupacional (los únicos que se
permiten desviar un poco de la conformidad estricta en su ropa son los fiscales,
que a veces aparecen más finamente vestidos que los jueces y otras veces, asumen
una fingida informalidad semi-deportiva; a la vez, los días sábados hasta la Juez
Peggy solía aparecer por el juzgado en buzo deportivo, y los abogados igual).
Se señala el inicio y el fin de la audiencia con una campanilla pero los
jueces no utilizan martillo u otro instrumento para dirimir el debate en caso de
que sobrepase los límites de la expresión permitida. En suma, hay una atmósfera
de cotidianeidad e improvisación que colinda con la mezquindad y, sobre todo
desde la posición subjetiva de un(a) procesado/a que siente que, sino toda su
vida, a lo menos los próximos años de su existencia están enjuego, una impresión
de que en el fondo no toman en serio lo que le están haciendo. Este es otro elemento
que contribuye indirectamente a las delusiones paranoicas, que tiene que haber
alguien maniobrando por atrás para explicar cómo es que estas personas que no
conocen ni quieren conocer a uno, no obstante prácticamente aniquilan a su vida
durante años.
Lo que atraviesa los procesos es más bien un formalismo burocrático tan
rígido que representa un fetichismo del procedimiento. Esto se observa, por
ejemplo, en el indulto que al fin se promulgó el 20 de diciembre de 2000: aparte
de los menores de 21 años y los mayores a 60 años, se estipuló ‘concédese indulto
aia s personas con sentencia ejecutoriada antes del 20 de agosto del 2000, que
fuesen padres o madres de familia con hijos menores y que hayan cumplido el
50% de su pena’ (La Razón, 21.12.2000). Aparte de distinguir a progenitores de
los que no lo son, que se comentó en un capítulo anterior, el hecho de tener
sentencia ejecutoriada antes del 30 de agosto de 2000 es Eilgo que depende de

2 2 Por 2 0 0 0 la vetusta máquina fue reemplazada por una computadora, pero el ritmo de
tecleado del funcionario no m ejoró, así que se mantuvo la forma de declarar, con la
única diferencia que ya no había el mismo ruido metálico.
188

factores procedimentales (número de co-procesados, recursos interpuestos, si el


fiscal decidió apelar o no, etc.) y hace aleatorio la inclusión en el indulto incluso
con referencia a la fecha de la detención. Es decir, un padre o una madre detenida
en cierta fecha podría verse excluido por estos motivos del indulto, mientras otro
u otra detenida en la misma fecha o incluso antes podría ser incluida en él.
Las características particulares de cada caso son irrelevantes.23 Los mismo
pasa con la evaluación de los testigos y el contenido de las pruebas. Lo que hace
válida o inválida una declaración, una orden o una sentencia no es su contenido,
la existencia de contrádicciones o evidentes errores de hecho, sino la presencia
de los sellos, firmas, fechas, generales de ley del declarante y otros requerimientos
burocráticos correspondientes. En tanto que se identifica y se toma debida nota
de tales errores, se procede a la anulación de obrados y el caso vuelve al principio
(apertura de proceso) para volver a repetir, igualmente, las posteriores etapas
(confesorio, debates, etc.).24 Hay ocasiones en que esto ocurre cuando se está a
punto de pronunciar la sentencia: un caso de la 1008 volvió al principio después
de más de un año y medio porque el fiscal se olvidó de incluir a los prófugos en su
requerimiento. Lo más frecuente es que no se revisen los expedientes con atención,
o no se otorgue importancia a firmas que faltan y similares, hasta que llegan a la
Corte Suprema en Sucre que es donde se reconoce que, de los tres jueces, sólo
dos han firmado, o sino que el abogado que representa al prófugo no se presentó
eiylgunas audiencias (y como el prófugo por supuesto no estaba, nadie ha debido
reclamar su presencia). Entonces se decreta nulidad de obrados y el proceso vuelve
a empezar.
No es el caso, como ocurre en el Norte, que la anulación corresponde a la
/ cancelación total del proceso y la liberación inmediata de los detenidos; más bien
» corresponde a la retardación indefinida de Kafka.25 Desde la perspectiva
¿•■75*-------------------------------
23 E xcep to cuando se trata de excluir del indulto: no pueden participar personas
condenadas por asesinato, parricidio, traición a la patria, violación, terrorismo, delitos
económ icos que causan daño al Estado y por narcotráfico cuya pena sea m ayor o igual
/ a 10 años. Aquí se observa en primer lugar una lista bastante heterogénea de ofensas, y
/ } luego, con referencia al narcotráfico, otra vez el fetichism o procedimental, ya que sólo
. refiere a la sentencia. L as historias de caso en el Capítulo 1 demuestran la arbitrariedad
{ f* de las sentencias que no tienen una relación determinante con la cantidad de droga, el
tipo de droga o las circunstancias de la detención.
■2íLVer SPED D IN G Alison (2000) La estructura de la represión. Origen social y trayectoria
jurídica de las procesadas bajo la Ley 1008, pp.60-70, para un resumen con com entario
de las etapas judiciales de un proceso de la 1008 bajo el antiguo Código de Procedimiento
Penal vigente hasta 2000.
2 5 ‘Hay tres posibilidades: la absolución real, la aparente y la retardada indefinidam ente...
[con referencia a la absolución real] Se dice que ha habido casos de esa ín d o le...
189

antropológica, es un indicio de que la contaminación ritual de que es objeto el


procesado boliviano difícilmente se purga sin haber pasado por todas las etapas
del proceso ritual, incluyendo la sentencia ejecutorial emanada de Sucre. Este
carácter de dilatación es común a muchos procesos, tanto los que incluyen la
encarcelación como los que no; hay incontables casos de juicios sobre terrenos e
inmuebles que duran años y años, mientras la propiedad queda embargada sin
que se llegue a un fallo definitivo.
Opiniones cotidianas citan como factores contribuyentes a la malicia de
abogados que actúan intencionalmente para alargar el proceso y así seguir cobrando
honorarios, y también la falta de recursos económicos por parte de los litigantes
para hacer avanzar el juicio. Se presenta uno u otro recurso jurídico y luego el
caso duerme el sueño de los (injjustos durante meses si la otra parte no tiene el
dinero o el acceso a los documentos o pruebas exigidos para responder. No hay
plazos estipulados para la ejecución de determinadas etapas del proceso en los
juicios penales ordinarios (incluyendo los que involucran delitos ‘graves’ como
alzamiento armado); otra característica particular de la 1008 es que sí se impone
la terminación de, por ejemplo, la etapa de Debates en 20 días hábiles, y aunque
no siempre se cumplen todos los plazos (sólo se aplica la guillotina cuando el
plazo limita las posibilidades de la defensa, por ejemplo referente a los tres días
para apelar alguna etapa, mientras cuando se trata de plazos que se refieren al
Ministerio Público, por ejemplo para la presentación del requerimiento fiscal,
pueden tomar su tiempo) esto conduce a que la sentencia en primera instancia, a
lo menos, suele salir en de dos años incluso en casos complicados con muchos
co-procesados y varios prófugos.

Sólo que es muy difícil com probarlo... sólo disponemos de relatos legendarios del
pasad o... [con referencia a la absolución aparente] usted sale del tribunal en com pleta
libertad... pero sólo aparentem ente... porque los ju e ces de rango in ferio r...n o tienen
facultad para otorgar la absolución re a l... cuando queda absuelto de esta manera, se
ve, por el momento, lib re... lo que no basta para que [la acusación] siga en suspenso y,
tan pronto com o venga de arriba una orden, se vuelva a abrir de nuevo el p ro ceso ... la
retardada por tiempo ilim itado... consiste en prevenir que el caso siga más allá de sus
fases in iciales... E l proceso no puede quedar detenido indefinidamente sin que exista,
al menos, una apariencia de procedimiento que lo justifique. De modo que, com o mera
formalidad, es indispensable que de cuando en cu ando... se interroga al acusado, se
acumulan pruebas, etc. Porque el proceso no debe dejar de moverse, si bien sea en este
pequeño círculo al que artificialmente se ha limitado su a c c ió n ... en resumen no es otra
co sa que el reconocim iento form al de su cond ición de acusado que se presenta
regularmente ante su ju e z .’ Ver el capítulo siete, pp. 17 6 -1 8 5 de K A F K A Franz (1925/
1985) E l proceso. M éxico: Editores M exicanos Unidos.
190

Los casos ‘comunes’, como se suele denominar en la cárcel a todo que


no es 1008, siguen durante años; no es raro que cuando la sentencia correspondiente
ss breve (digamos, unos dos años, por ejemplo para giro de cheque en descubierto)
uno pasa más tiempo en la cárcel que lo señalado en la eventual sentencia.
El momento ritual crítico, que da lugar al proceso, lo inicia y a la vez lo
justifica, es la detención, por parte de la FELCN o (en casos comunes) por la PTJ.
Es este momento en que suele ser celebrado en los medios, sobre todo en la
televisión (ver Capítulo 5 ‘Cárceles y delincuentes en la prensa y la televisión’) y
también en los periódicos. Se presenta a los acusados, con frecuencia filmados o
fotografiados de cara entera y con sus nombres, detallando lo que según la policía
son sus delitos y muchas veces omitiendo incluir la palabra ‘acusado de’ antes de
hacer la lista de supuestos crímenes. Es como si el mero hecho de ser detenido
demostrase que uno es culpable. Excepto cuando se trata de casos muy graves y/
o muy sonados (personas conocidas por sus actividades políticas o intelectuales,
narcotráfico con cantidades mayores, asesinatos horrendos, estafas millonarias...),
en los medios no hay un seguimiento de los casos y si es que se llega eventualmente
a difundirse la sentencia, suele ser con menos énfasis y sensacionalismo que el
tratamiento que se da a la detención.
En los procesos bajo la 1008, las pruebas y declaraciones de cargo enfocan
el momento de la detención, excluyendo cualquier otro elemento. Si es que se
hubiese realizado una investigación preliminar (aunque sea en la forma burda de
obtener fotos de un sospechoso e ir mostrándolas a otros detenidos preguntando
si conocen al sujeto allí retratado, si saben donde vive, etc.) jamás es citado en las
diligencias de policía, sino que éstos siempre empiezan con la frase ritual ‘En
base a información recibida’ - la cual jamás es detallada - para proceder directo
a relatar cómo y dónde se detuvo al procesado. La prueba de fondo es haber sido
encontrado con droga, o en compañía de personas que la portaban o en el inmueble
donde había droga.
La FELCN no hace lo que es habitual entre policías en los EE.UU. que
buscan detener a detallistas callejeros, o sea acercarse vestidos de civil fingiendo
Ser consumidores, comprar una porción de droga y luego arrestar al vendedor,
liio simplemente le caen encima en donde sea que se encuentre. Los ratificantes
de la FELCN se limitan a expresiones muy breves y también casi formulaicas
para señalar que sabían que la persona vendía droga; se refiere a ‘aseveraciones
al respecto’, ‘personas que por razones de seguridad no quisieron dar sus nombres’
o ‘llamadas telefónicas anónimas’26. Legalmente tales sindicaciones carecen de

2 6 Estas frases, com o la de la ‘ información recibida’, se repiten en tantos expedientes


191

valor si no vienen en forma de una declaración escrita con las generales de ley del
declarante, pero los tribunales las aceptan si es que el abogado de defensa no las
impugna (y si es Defensa Pública y su defendido/a no reacciona, no las va a
impugnar27).
En sus audiencias confesorias, los procesados también tienen que volver
a relatar las circunstancias de su detención. La misma ley hace innecesario
comprobar el tráfico (siendo encontrando en flagrante, o con sindicaciones
definitivas) o presentar pruebas que demuestran a lo menos la tentativa (cargar
gran número de sobres con droga repartida en pequeñas cantidades, listo para la
venta): el artículo 26 del Reglamento de la 1008 dice que si la cantidad encontrada
en posesión del acusado es mayor que lo que se podría consumir en 48 horas ‘se
presume tráfico’. El delito, entonces, es ser encontrado en posesión de droga; de
allí, todo el juicio se centra en el momento cuando se constató eso, o sea, la
detención.
Los testigos de descargo, a cambio, jamás tienen algo que decir con
referencia a este momento crítico. Ellos no estaban allí - de lo contrario también
estarían entre los procesados, o sino, hubieran sido puestos en libertad (sea a
cambio de información o porque no existían ‘indicios de culpabilidad’) y de
ninguna manera se arriesgarían a volver a involucrarse en el caso. Entonces sólo
pueden hablar de lo que hacían los/as procesados/as antes de su detención, que
trabajaban regularmente, que eran buenos padres de familia, que sí habían
escuchado quizás que fumaban marihuana y hasta les vieron hacerlo, pero nunca
habían visto o escuchado que lo vendían u ofrecían a otras personas... este parece
ser un elemento en el valor mínimo o nulo que se suele dar a sus testimonios,

que es de suponer que en muchos casos son aseveraciones sin fondo, encubriendo
arrestos realizados casualmente en curso de alguna batida o por ‘dedeos’ obtenidos en
ese mismo momento (com o los que se intentó conseguir, por ejem plo, de Isabel,
llevándole dentro de una movilidad a la ‘zona ro ja ’ donde fue detenida y pidiendo que
señale a vendedores de droga). Jam ás se presentan, por ejem plo, transcripciones de
llamadas ‘anónimas’ grabadas que constan que ésas nombraban, o describían el parecido
físico, de las personas acusadas. En tanto que haya habido información o denuncia
concreta, se supone que procedía de ‘buzos’, adictos y vendedores callejeros detenidos
y luego soltados a cam bio de información. Es la FELC N que no quiere dar sus nombres
para seguir utilizándoles en el futuro y para ocultar el hecho de que, aunque encontrados
traficando en flagrante, no les pasaron a la cárcel.
2 7 Sospecho que la razón por que la fiscal no com unicó la ‘prueba’ de que yo trafican» n
mi abogado sino cuando se había pasado la etapa del proceso cuando hubiéramos podido
impugnarla, es que ella se había dado cuenta de que estaba frente a una procesada y un
abogado que sí lo hubieran objetado.
192

como también a certificados de trabajo y otras pruebas de descargo. Aunque uno


posea certificados de trabajo o desempeño profesional de veinte instituciones
diferentes, no pueden afectar el hecho central de que la FELCN encontró a uno
con droga y le detuvo.
Lo que un lego quizás imaginaría como el momento ritual culminante, la
lectura de la sentencia, rqcibe mucho menos énfasis. La audiencia misma es muy
breve, reducida a la lectura de cuántos años de cárcel (o la absolución) que se da
a cada procesado, seguido por la lista de cuentas bancarias, inmuebles etc. a ser
decomisados.28 Las expresiones de los jueces resumiendo el caso y justificando
la sentencia otorgada no son leídas y los procesados, otra vez, tienen que depender
de que sus abogados saquen una fotocopia para ellos si es que quieren saber qué
dice (varias en Miraflores no pagaban por esto y entonces sólo sabían cuántos
años de sentencia tenían pero no por qué).
La lectura de una sentencia sólo figura en los medios si el caso es muy
bullado (por ejemplo, se televisó la lectura de la sentencia de los miembros del
MRTA que secuestraron a Samuel Doria Medina). Quizás esto se debe en parte a
que la sentencia en primera instancia es sólo una preliminar que generalmente
tiene que pasar por la Corte de Distrito y luego por la Corte Suprema, con la
posibilidad de ser rebajada, ratificada o subida en cada instancia, antes de lograr
al fin la sentencia ejecutorial que es la definitiva. Sin embargo, dado que el público
jen general desconoce esto, la poca importancia de la sentencia parece corresponder
más bien a que es sólo otra etapa más que confirma, o mantiene, el estado de
contaminación ritual de los procesados, y demuestra que siguen padeciendo el
castigo que se busca para ellos. La detención es más importante porque allí se
./ demuestra que la policía está trabajando, está capturando a ‘delincuentes’ y
c ‘antisociales’, está ‘limpiando’ la sociedad (la FELCN denomina ‘operación de
¿ limpieza’ a sus batidas en la UMSA, Parque Riosinho o la plaza Alonso de
f. Mendoza) y es el acontecimiento que señala el paso definitivo del mundo de los
buenos ciudadanos al mundo de los malos, los excluidos y contaminantes.
I IM - I . I 1 II ........ ...................... ■..............

28 En la práctica esto quiere decir simplemente que todos siguen incautados, com o han
v ?! estado desde el inicio del proceso, dado que aunque se dictara incluso su devolución
I esto no entra en curso hasta que la sentencia ejecutorial llegue de Sucre. S e puede
*' conseguir la devolución de enseres dom ésticos, ropa y cosas parecidas que han sido
V incautadas, pero dinero, inmuebles etc. siguen en manos del Estado. Según Fem ando
Trigo, en caso de absolución tendrían que devolver el dinero y valores incautados y
‘dado que no quieren hacer eso, tienen que inventar algo’ (alegando la culpabilidadyiel
procesado aunque no haya pruebas). Parece que la razón por que el expediente de mi
caso haya desaparecid o es precisam ente para evitar responder sobre los bienes
incautados en el caso.
193

INOCENCIA Y CULPABILIDAD EN LOS OJOS DEL TRIBUNAL

No obstante el grado de formalismo y fidelidad declarada en la letra de la ley, en


todo proceso siempre intervienen factores implícitos, Bourdieu diría dóxicos,
referentes al grado de culpabilidad, la credibilidad o falta de la misma de los
testimonios, y la peligrosidad o inocencia del reo, que influyen en la sentencia
que éste eventualmente recibe y las recomendaciones del tribunal con referencia
a su tratamiento posterior (sí o no puede recibir salidas judiciales, libertad provi­
sional, etc.). Aunque las sentencias, se dice, son emitidas ‘teniendo en cuenta el
tenor del artículo del Art. 37 del Código Penal que dice que las penas deben
graduarse atendiendo a la personalidad del autor’ (cita de la Juez Peggy) en la
práctica las referencias explícitas a lo que se considera como aspectos relevantes
de la ‘personalidad’ del/la procesado/a son escuetas y hay que deducir en base a
ciertas regularidades observadas al comparar varios casos, cuáles son los principios
implícitos que influyen en las decisiones de los tribunales.
Es tentador afirmar que en los procesos bajo la 1008 hay una regla básica
que indica que por lo menos una persona por caso tiene que quedarse en la cárcel.
No se conoce procesos de un(a) solo/a procesado/a donde haya sido absuelto/a,
no obstante la cantidad mínima de droga (digamos, seis u ocho gramos) con la
cual fue encontrado. Las absoluciones proceden cuando hay al menos una per­
sona que es sentenciada (caso Solange, su concubino argentino se quedó en San
Pedro).
Cuando hay varios co-procesados, típicamente algunos son absueltos y
otros no, raras veces se sentencia a todos ellos; en esto mi caso era típico. De los
cinco co-procesados, los dos que actualmente tenían marihuana en sus domicilios
fueron sentenciados y los demás absueltos, no obstante las ‘pruebas’ (según la
FELCN, los habitantes de Circuata ‘aseveraron a voz en cuello’ que Lucas y
Claudina eran pichicateros a la vez que manejaban marihuana, y luego estaban
los 16 gramos de marihuana de pésima calidad en el cuarto de Jenny) que, para el
Fiscal General de la Nación en Sucre, eran bastantes como para pedir para ellos
la misma sentencia de 10 años que recibieron los dos principales. Es cierto que
estas pruebas de que ellos traficaron eran tan buenas como las que el mismo
Fiscal consideraba ‘suficientes’ para demostrar que yo traficaba y por lo tanto
merecía la ratificación de mi sentencia.
Si las opiniones de mi abogado con referencia a los bienes incautados
son correctas (ver nota 27 supra) el hecho de que no se había incautado nada a
ellos porque no poseían absolutamente nada de valor - ni siquiera un terreno en
el área rural - , puede ser un factor que favoreció su absolución, mientras que
194

dado que se incautó su casa en la Zona Sur de La Paz, su auto y SUS 40.000 a
Jack y SUS 22.000 a mí, absolver a alguno de nosotros hubiera representado una
pérdida considerable para el Estado (o, mejor dicho, para Bienes Incautados que
retenía la mayor parte de estas sumas, aparte del SUS 6.000 de mi anticrético que
fue retenido en el mismo juzgado y no llegó a figurar en el expediente, por tanto
el Doctor Trigo no quiso creer que había sido incautado).
Es cierto que, como demostró el caso de Delfina, el hecho de no poseer
nada y tener ingresos mínimos no basta para comprobar que uno no trafica - en
su caso fue tomado más bien como prueba que debido a su estado de necesidad
debería ser cierto que traficaba - pero los cuatro co-procesados en su juicio eran
todos indigentes. En mi caso, dado que los dos principales tenían recursos, el
tribunal aceptó los argumentos de Claudina y Jenny que su pobreza demostraba
que ellos no vendían droga.
En términos más generales, los argumentos referentes a la posesión o no
de bienes de valor siguen la misma pauta que los demás, o sea, se adopta siempre
la interpretación que favorece al Ministerio Público y desfavorece al procesado.
Si el procesado tiene dinero, evidentemente es ‘procedente del narcotráfico’ sin
importar cualquier prueba de ingreso legítimo que presente, mientras que si no
tiene dinero ni prueba de ingresos, esto demuestra que ha debido vender droga
para sobrevivir y no tiene pruebas porque sus ingresos eran ilegales.
La percepción popular del narcotráfico lo considera como algo que varía
en proporción con la cantidad o volumen de sustancias controladas que se manejan.
El ‘verdadero narcotraficante’ es el que maneja cantidades enormes de droga,
tiene ganancias inverosímiles, y en consecuencia posee residencias de lujo, una
avioneta particular, autos de último modelo, anda colgado de cadenas de oro...
Mientras el pequeño detallista que vende sobres y apenas logra cubrir su
subsistencia o costear su propio consumo, al igual que el pequeño pichicatero
campesino o el cultivador de marihuana en escala mínima, no es visto como un
‘narcotraficante’ y se considera que si es procesado debería recibir una sentencia
mínima. El acto de vender una ‘zona’ a un consumidor no es visto como muy
reprehensible (más bien los consumidores buscan afanosamente a los vendedores
y se muestran muy agradecidos cuando alguien les vende). Así, mientras los
habitantes de barrios populares o las vendedoras de los mercados a veces se juntan
e intentan linchar a individuos calificados como ‘rateros’ (ladrones), los detallistas
que ofrecen base o marihuana en cantidades minúsculas en las calles conocidas
como ‘zonas rojas’ no suelen ser objeto de tales muestras de condena social.
El traficante de exportación con caudales millonarios sí es visto como un
verdadero delincuente, asimilado a todos los estereotipos de mafiosos que viven
195

lujosamente y que se asesinan mutualmente en sus ‘ajustes de cuentas’, a los


grandes estafadores que se benefician con capitales que escapan al control del
fisco, y a los empresarios deshonestos que se protegen pagando ‘contribuciones’
a los partidos políticos, aunque también mirado con esa mezcla de desprecio
moralista y envidia desesperada con que las clases bajas suelen contemplar a los
ricos.
Aquí la visión de los tribunales se aparta completamente del concepto
popular. Es el acto (comprobado o presunto) de traficar el que merece castigo, sin
importar la cantidad. Si se considera que la persona vendía droga, entonces no
importa si fue encontrada con 2 gramos o 20 kilos, va a ser sentenciada igual. El
bien jurídico tutelado es ‘la salud’, la salud del consumidor que, se considera,
está siendo envenenado y hasta matado por la persona que le vende. Desde este
punto de vista, es el detallista el que es más culpable porque él o ella actualmente
entrega el veneno a la víctima.
El traficante al por mayor generalmente no tiene contacto alguno con los
consumidores comunes, lo que no sólo explica por qué raras veces llegan a ser
detenidos (los compradores y vendedores callejeros son los que caen con más
frecuencia y no es fácil seguir la cadena de distribución hasta dar eventualmente
con personas que manejan cientos de kilos29) sino que hace comprensible el hecho
de que, si llegan a caer, sus sentencias no son mucho mayores que las de detallistas
que caen con una decena de sobrecitos. Así por ejemplo se dio 12 años a la
Narcochola que cayó con 60 kilos, versus los 8 años de Tomasa por 15 gramos o
10 años para el concubino de Greta.
La situación se hace más contra intuitiva por la arbitrariedad de la
tipificación. 10 kilos en una flota es tipificado como ‘transporte’ (8 a 12 años)
mientras 2 kilos en una casa en un caso es ‘tráfico’ (10 a 25 años) y en otro es
‘suministro’ (8 a 12 años). En otros casos las circunstancias del delito (cocaína en
una maleta de doble fondo en el aeropuerto) son idénticas pero algunos perpetrantes
son pasados como ‘tráfico’ y otros como ‘transporte’. De hecho, los casos en el
aeropuerto, que innegablemente representan intentos de realizar tráfico
internacional, sea en beneficio propio o como ‘muía’ contratada, suelen recibir
sentencias menores que los casos de comercio callejero.
Este hecho merece ser enfatizado como una demostración evidente de la
falsedad de la difundida exculpación nacionalista referente a la 1008 - que los

2 9 De hecho, los circuitos de cientos de kilos son los de la exportación, y en general son
totalmente separados de los circuitos que abastecen el com ercio al detalle para el
consumo nacional.
196

Estados Jodidos hicieron esa ley, o que es una ley de ese país. Los Estados Jodidos
se interesan en primer lugar en limitar los flujos internacionales de cocaína. Desde
este punto de vista, los maletines en los aeropuertos son significativos pero no los
sobrecitos en el Parque Riosinho; sin embargo, los sobrecitos son lo que concentran
la atención de las fuerzas represivas en Bolivia.
El traficante en el aeropuerto está alejado de las actuales situaciones de
consumo (concebido por jueces y fiscales como de degradación, marginalidad y
muerte) y en tanto que va a contribuir a tales situaciones, sería en Israel, Sudáfrica,
o Europa Central (Budapest era el eventual destino de dos maletas llevadas por
una muía mexicana). El detallista está atacando directamente a la juventud
boliviana y la sociedad en general, y además, mientras las muías o traficantes
independientes suelen ser extranjeros o sino, gente de posición social tal que no
parecerían fuera de lugar en un vuelo internacional, los detallistas callejeros en
particular (más que los participantes en cualquier otro nivel del negocio)
representan el lumpen proletariado urbano; un grupo social siempre sujeto a una
fuerte represión por parte de los órganos de control social en cualquier parte.
Resulta más fácil encarcelar a este grupo aplicando la 1008 que otras
disposiciones legales, dado que el Código Penal con referencia al robo es muy
débil (sentencias de meses, apenas un par de años, demasiado cortas que
terminarían mucho antes de que el tribunal emitiera sentencia, tan cortas que
raras veces vale la pena levantar juicio por ellas porque generalmente el proceso
costaría más que el objeto robado) y no sirve para restringir de manera efectiva
las actividades de grupos de auteros, monreros (los que entran a las casas a robar)
,y otros.
£ La Ley 1008 también permite encarcelar a las mujeres de este grupo
í , (recuérdese que los maridos de Irma y Eudora eran auteros). Por costumbre las
ú mujeres se involucran menos en las formas más tradicionales de la delincuencia,
pero siendo una actividad nueva, y además dado que el comercio es oficio femenino
en los Andes, sí se meten en la venta de drogas, que además proporciona una
Alternativa
jj¡
menos socialmente contam inada que la prostitución, que es
■'probablemente el oficio tradicional sobresaliente para mujeres de este sector. Por
( Supuesto, los expedientes no nombran directamente la clase social del/la procesado/
a, aunque pueden mencionar ‘personas pudientes’ o ‘se observa la indigencia’; se
sfeñala el status digno de represión con frases como ‘no tiene oficio conocido’.
El estereotipo de la droga como camino hacia la muerte siempre enfatiza
que los niños y jóvenes son los más susceptibles; aparte de los que venden al
consumidor en general, hay un horror particular dirigido a los que manejan esas
sustancias mortales y a la vez están en contacto con ‘jóvenes’, un horror que
197

surge con claridad en los intentos de Fiscal Pizzani de procurar mi exclusión total
y perpetúa de la educación superior boliviana, incluyendo la asesoría de tesis, por
ser una persona ‘no-idónea’ en un contexto de docencia. Dado que yo ya era
terminalmente contaminada por mi detención en posesión de marihuana, incluso
al exponer teorías de la diferenciación campesina o dirigir una tesis sobre el
pastoreo alto andino yo represento una amenaza de la cual hay que proteger a la
sociedad.
El concepto popular del traficante, entonces, enfoca al individuo, sus
motivaciones, el contexto donde actúa; como se comentó en el Capítulo III (ver
‘Inocencia, culpabilidad y responsabilidad individual’), la ley estatal asume una
visión del contexto de la sociedad en general, qué elementos deben ser apoyados
o protegidos y cuáles tienen que ser reprimidos o extirpados. De hecho, hoy en
día es inaceptable que una ley o constitución decrete abiertamente la represión de
cualquier grupo. Los días del apartheid o de la sociedad estamental ya han sido
enterrados, y delante del público todos somos multiétnicos y pluriculturales, con
libertad de expresión, de prensa y de culto. Pero la realidad de la sociedad
estratificada es que el dominio simbólico, suave, no siempre funciona y es necesario
aplicar controles físicos y a la vez simbólicos, se debe ver que se hace justicia30.
Es decir, que hay exhibir la justicia y no sólo imponerla a los grupos que menos
se someten al orden social31 establecido.
En Bolivia, los que menos se conforman, o que son vistos como
inconformes, con el orden social son las fracciones más mercantilizadas del
campesinado, migrantes urbano-rurales con inserción urbana inestable, y el
mencionado lumpen proletariado. Estos migrantes han dejado sus comunidades y
ya no piensan como comunarios que se han quedado toda su vida en la sociedad

30 Justice must be seen to be done, dicho tradicional de ju e ces ingleses.


31 Se debe entender ‘orden social’ como distinto a ‘estructura social’. Entiendo la estructura
social com o el conjunto de relaciones sociales que actualmente se dan en una sociedad
dada, muchas de ellas sin un reconocim iento discursivo y m enos uno pú blico y
diseminado. E l orden social es la imagen que se tiene de las relaciones sociales que
existen y a la vez, de las que deben existir. Cuando las personas actúan, en tanto que
tienen una m otivación consciente esto suele corresponder con el orden social, entonces
hay una tendencia - nunca culminada, por supuesto - a que la estructura social se
acerque más al orden social; pero dado que el orden social es sólo una representación
muy parcial de la sociedad, hay muchos otros actos que no se conforman con ello, y se
aplican medidas más o menos coercitivas y represivas frente a estos actos.
En una sociedad estratificada el orden social generalmente corresponde a los intereses
del o los grupo(s) dominantes. Si quiere, podría considerarlo com o parecido a una
ideología hegem ónica en el sentido de Gram sci.
campesina, pero no han encontrado oficios bastante estables o rentables en la
ciudad como para dejar de volver a cultivar sus terrenos o mantener sus ganados.
En la ciudad no tienen una pertenencia firme y a la vez escapan a los controles de
la comunidad (por ejemplo, aprovechan los recursos pero no participan en el
sindicato ni asumen cargos de autoridad).
Las fracciones más mercantilizadas del campesinado suelen participar
en actividades ilegales como el contrabando (notablemente en Carangas y otras
regiones fronterizas, pero incluso muchos yungueños participan en el contrabando
con el Perú en uno u otro rato de sus vidas) o representan, como en el caso del
Chapare, gente que se separó de sus lugares de origen y sus organizaciones
tradicionales para realizar colonizaciones espontáneas y conformar grupos
heterogéneos.32
Ocasionalmente se encuentran también miembros de la clase ex-

32 A mí no me sorprendió que la provincia de origen más representada en M iradores sea


Inquisivi. En el curso de mi trabajo de campo en las zonas de yungas y valle de esta
provincia a partir de 1986, encontré niveles de ‘delincuencia’ - frecuentes robos,
violaciones incluso en grupo, hasta asesinatos, sin m encionar la producción de base de
cocaína y marihuana - mucho mayores a los de la provincia vecina de Sud Yungas. M e
parecía algo contradictorio, dado que en otros aspectos sociales Inquisivi es más
tradicional que Sud Yungas (p.e. se mantiene la costumbre de nombrar un preste de la
fiesta patronal que proporciona música, com ida y bebida para todo el pueblo durante
varios días, mientras en Sud Yungas ya no se recuerda cuando se hacía eso) y hay un
im agen de la sociedad cam pesina trad icional com o p a cífica , sin robos ni otras
desviaciones sociales. A la vez, me parecía que el robo, a lo menos, sirvió com o una
forma encubierta de expresar odio o rechazo de otros comunarios, mientras en Sud
Yungas se hubiera peleado directamente con esa persona en una fiesta o le hubiera
atacado en el sindicato comunal. También es posible que la visión idealizada de la
comunidad tradicional corresponde en realidad a una comunidad que logra impedir
que el conocim iento de las ofensas com etidas allí lleguen a personas extrañas y las
trata estrictamente dentro de las instancias com unales, así ofreciendo una imagen de un
lugar donde no hay delincuencia aunque en realidad no es el caso. Faltan más estudios
sobre la realidad de la delincuencia rural para constatar o des comprobar esta sugerencia.
De todos modos, es notable que una provincia que no figuraba en M irafiores era
Omasuyos, no obstante ser una de las más pobladas de L a Paz (7 3 ,7 0 3 habitantes en
1992, versus 57, 345 en Inquisivi o 5 1 ,9 3 0 en Sud Yungas) y, además, una donde el
minifundio llega a niveles extremos obligando a la migración. Se podría esperar entonces
encontrar varias oriundas de Omasuyos entre los migrantes rural-urbanos con inserción
inestable que tienen que buscar actividades ilegales, pero no figuran entre las detenidas.
Omasuyos es conocida com o una provincia con niveles elevados de lealtad al idioma
aymara y funciona com o una especie de núcleo duro de la identidad cultural y política
aymara hablante (expresado en el surgimiento de figuras políticas como Felipe Quispe,
199

terrateniente en decadencia (hijas y nietas de ex-patrones) o de familias políticas


ahora pasando por tiempos duros (la que proporcionó los pasaportes a ser vendidos
en Kuwait era familiar cercana del conocido MNRista Sandoval Morón). Todos
estos, junto con el lumpen proletariado, son grupos que han surgido del proceso
de descomposición del orden estamental que fue proclamado en 1952. El Anden
Régime perdió su legitimidad y sus expresiones más públicas, pero en vez de ser
reemplazado por un Nuevo Orden, dio lugar a una situación cada vez más fluida
y caótica (abigarrada, en el clisé de Zavaleta). Las divisiones estamentales siguen
funcionando como estructuras de pensamiento, como se vio con claridad en las
confrontaciones entre los campesinos y el gobierno en septiembre-octubre del
2000, pero a la vez Felipe Quispe Huanca, que se atrevió a utilizar los términos
estamentales como q ’ara en el discurso público, fue calificado como racista.
El acto de haber vendido, transportado, o simplemente poseído drogas
ilegales, sobre todo en pequeñas o medianas cantidades (ochocientos gramos,
dos kilos y medio...) actúa como etiqueta o categoría de rechazo que permite unir
a todas esas personas que no se contentaban con los oficios destinados para ellos,
o con un trabajo de servicio ordinario, mal pagado y que requiere actos diarios de
sumisión;*33 también a los que, desesperados por obtener un ingreso de cualquier
lado, descartan cualquier concepto de lo legal. En tanto que se lleguen a imponer
el número de habitantes de esa provincia que se especializan com o yatiris, etc.). También
es conocida por el número de sus habitantes que se emplean com o policías y com o
profesores rurales. Se puede especular que todo esto indica que, no obstante el
minifundio, la gente de Omasuyos mantienen intactas sus redes sociales y fam iliares,
apoyadas en su identidad cultural fuerte y estable, se ayudan entre ellos a encontrar
empleos o a participar en grupo en alguna actividad rentable y por lo tanto, no son
impulsados a dedicarse a actividades individuales com o el com ercio de drogas. Se
supondrá que las redes sociales en Inquisivi son más deterioradas y tam bién las
identidades son menos estables (com o sugiere el cambio de idioma de aymara a quechua
que ha ocurrido allí en el último medio siglo: ver SP ED D IN G A lison (1 9 9 8 ) Transición
étnica en la provincia Inquisivi. L a Paz: Temas sociales 2 0 ) que da lugar a que, por
ejem plo, si unos miembros de una fam ilia encuentran éxito en la ciudad ‘se reúnan’ y
se alejan de sus parientes campesinos en vez de ayudarles. La naturaleza individualista
del narcotráfico lo hace una salida más apropiada para personas que no disponen de
redes de asistencia y colaboración. Sin embargo, esto no exp lica el porqué de las
violaciones y asesinatos en Inquisivi, y la variación regional en la delincuencia en
B oliv ia es otro tema virgen del estudio.
33 Uno de los beneficios no-económ icos de vender droga, incluso al detalle, es que nadie
da órdenes al vendedor y, dado que los clientes suelen ser desesperados y/o nerviosos,
en vez de tener que mostrarse agradable con ellos com o suele pasar en el com ercio
detallista ordinario, es posible adoptar posturas arrogantes y hasta despreciativas para
con ellos, algo que personas de este nivel social no tienen oportunidad de hacer en
cualquier otro espacio social, fuera quizás de su fam ilia inmediata si la tienen.
200

las nuevas disposiciones en contra del contrabando, es de esperar que los nuevos
detenidos que llegarán a las cárceles fueran miembros de los mismos grupos, con
la única diferencia que van a incluir a pocos lumpens porque éstos no suelen
tener siquiera el capital mínimo necesario para realizar contrabando hormiga.
Aunque no existen cifras (sobre éste ni sobre ningún otro crimen en Bo-
livia) que comparen la participación de hombres y mujeres, el hecho de que el
porcentaje de presas por la 1008 en Miraflores es igual o quizás ligeramente supe­
rior al porcentaje de casos de la 1008 entre todos los casos que llegan a la Corte
Suprema sugiere que el narcotráfico es un campo donde las mujeres participan
bastante en comparación a los varones. El abanico de delitos que se encuentra en
las cárceles de hombres es más variado: incluye robo, asalto, lesiones, violación y
otros a la vez que asesinato y los diferentes tipos de estafa, por los cuales las mujeres
también caen. Aparte de la 1008, los demás delitos femeninos se reducen casi
exclusivamente a variaciones sobre el tema del fraude (estafa, estelionato, giro de
cheque en descubierto que quiere decir no haber pagado una deuda, etc.) aparte de
un número muy reducido de asesinas, al parecer en su mayoría cómplices de co­
procesados varones más que las que realmente cometieran el acto. En los casos de
fraude la mujer generalmente cae sola y su marido no es involucrado (aunque es de
suponer que la pareja disfrutaba junta del dinero obtenido); probablemente el hecho
de que ella sea vista como responsable de un delito de esta naturaleza tiene que ver
con la atribución de una mayor responsabilidad y capacidad de manejo de dinero a
las mujeres en la cultura popular.34
; En casos de narcotráfico, es bastante común que ambos cónyuges sean
encarcelados, debido a que la FELCN suele detener, o sino nombrar como prófugos,
a todas las personas que vivian en la casa donde ellos encuentran droga. Con
frecuencia se detiene no sólo a marido y mujer sino a hermanos y/o hermanas de
.-'uno u otra, o sino la mujer y su cuñado (hermano del esposo) se encuentran en la
cárcel mientras el marido está prófugo, y así sucesivamente. Si la mujer es procesada
junto con su marido u otro pariente afín cercano, suele ocurrir que el varón recibe
mayor sentencia y la mujer recibe entre la mitad y dos terceras partes de lo que se
, dicta para él. Es decir, se atribuye mayor responsabilidad al varón, mientras para
«..ella se aplica el estereotipo de la ‘buena mujer’ como obediente frente a sus familiares
(sobre todo los del marido), pasiva y en fin, no plenamente responsable de sus
í actos.

34 Ver SPED D IN G Alison (1 9 9 7 ) ‘Esa mujer no necesita hombre’ : en contra de la dualidad


andina’, p .337, en Denise Y. Am old (com p) M ás allá del silencio. Las fronteras de
género en los Andes. L a Paz: 1LCA/C1ASE.
201

Se interpretan los hechos de esta manera incluso cuando parecerían atribuir


mayor responsabilidad a la mujer. Por ejemplo, una pareja peruana fue detenida
cerca de la frontera en Copacabana. La mujer portaba unos ochocientos gramos
de base de cocaína dentro de su pollera, pero al ser sentenciados, el hombre (que
no portaba nada de droga) recibió diez años por tráfico mientras ella recibió cuatro
bajo la figura de ‘encubrimiento’ de la actividad delictuosa del marido. Se asumió
que él era el verdadero traficante y ella nada más que su obediente sirvienta. Ella
aceptaba este modelo, lamentándose de que su marido estaba también detenido,
‘si el estuviera fuera, me hubiera sacado, él sabe’. Dijo esto aunque resultó que el
marido había purgado una condena de nueve años en la cárcel en Lima, acusado
de asesinato a raíz de un cadáver encontrado cerca de su casa. Durante su ausencia
ella representaba la familia ante la organización comunal de su comunidad de ex­
hacienda en Puno, viajaba a Lima a ver al marido e incluso presentaba oficios
ante Derechos Humanos que ayudaron a conseguir su eventual libertad. Es de
suponer que ella era capaz de decidir por sí misma y actuar sin necesidad de los
consejos del marido, y sin embargo, seguía presentándose como dependiente de
él. Las sentencias menores para mujeres detenidas en compañía del marido u
otros parientes cercanos, entonces, se deberían a prejuicios de género compartidos
por jueces y encausados y apoyados en la auto presentación de las mismas mujeres.
De hecho, según la letra de la ley, la puneña debería hacer sido absuelta,
porque el Artículo 75, ‘encubrimiento’, especifica que hay excepción de sanción
para cónyuges, ascendientes y descendientes. Ella desconocía la ley y su abogado
de Defensa Pública no le proporcionó una copia de la sentencia, así que hasta que
yo la obtuve ella no sabía bajo qué artículo había sido condenada. El abogado al
parecer tampoco se dio cuenta que la sentencia iba en contra de la ley ni apeló en
contra de su aplicación incorrecta, y la ‘sabiduría’ del marido tampoco alcanzó a
combatir este error. La situación se complicaba más porque la mujer era bilingüe
con aymara dominante, condición rara en la cárcel donde la mayoría, si es que
hablan aymara y/o quechua, son bilingües equilibrados o con castellano
dominante35, y yo tuve que hacer lo que podía en respuesta a sus preguntas para
explicar su situación legal en aymara, cosa que evidentemente el abogado nunca
hubiera hecho; pero los papeles legales suelen ser tan cargados de jerigonza y

35 No quiero sugerir con esto que las y los que hablan idiomas nativos con poco o nulo
dominio del castellano serían, por tanto, menos afectados por la corrupción de la cultura
occidental y menos dispuestos a cometer cualquier crimen; más bien, los que no dominan
el castellano generalmente habitan en contextos rurales donde los delitos que cometen
no suelen llegar hasta las instancias estatales de tal m anera que conduzcan al
encarcelamiento.
202

expresiones enrevesadas que hasta una persona con dominio perfecto de castellano
tiene dificultades en entenderlos si no tiene conocimiento de este lenguaje
especializado.
Cuando a esto se añade la necesidad de pagar para obtener copias del
expediente, se entiende por qué la mayoría de las procesadas no llegan a tener
una comprensión cabal de su propio juicio; combinado con los impulsos a confesar
y admitir los hechos aunque esto no les favorezca, más la ausencia de una guía
referente a qué se debe decir en sus confesiones o las pruebas de descargo que
sería deseable presentar, conduce a que se entreguen a la pasividad y se dejan
procesar como si fueran objetos, aceptando la despersonalización que es inherente
en el sistema penal mismo (ver supra Capítulo III ‘Siendo una no-persona’).
Esta pasividad es bastante común entre procesados varones, pero entre
las mujeres es fomentada por la idealización de la pasividad como señal de la
sumisión femenina que incluso recibe reconocimiento legal en la forma de
sentencias menores para las mujeres que logran presentarse de esta manera.
CAPÍTULO V
EL OPIO ELECTRÓNICO

LOS PROGRAMAS FAVORITOS EN LA CÁRCEL

Bolivia es un país que, fuera de los noticieros y uno que otro ‘show’ con
presentadores propios pero muchas veces con material producido afuera (por
ejemplo, videos musicales), produce un mínimo de programas televisivos propios.
Una gran proporción de la programación es estadojodidense, desde dibujos
animados (‘Los Simpson’) hasta teleseries (‘Ally McBeal’, ‘Viernes 13’, ‘Los
Expedientes X’) y una infinidad de películas desde las más formulaicas hechas-
para-la-televisión hasta las que han sido de estreno.
‘Los Expedientes X ’ atraían a varias televidentes en Miraflores, aunque
los dilemas de la abogada neoyorquina Ally McBeal recibían un rechazo
generalizado. Las series de horror también son populares y algunas (notablemente
la militante del MRTA) eran fans entusiastas de las películas de acción de Jean
Claude Van Damme.
La cultura estadojodidense, sin embargo, es indudablemente menos
atractiva para las internas que los programas latinos. Muchas miran ‘El Show de
Cristina’ y su imitación más chabacana, ‘Laura en América’. ‘Cristina’ proviene
de la comunidad hispana en los EE.JJ. e incluye participantes de diversos países
de habla castellana, mientras ‘Laura’ es peruana. Ambos tienen el mismo esquema:
la presentadora entrevista a personas que han pasado por alguna experiencia difícil
o espantosa en la vida real, muchas veces enfrentando varios participantes en el
mismo hecho. Así, la madre enfrenta a su ‘yerno gay’ (el amante homosexual de
su hijo) junto con su hijo; la esposa, el marido y la amante se enfrentan; aparecen
madres con sus hijos o hijas que, según ellas, no son suyos (piensa que los
cambiaron en el hospital o algo así; se cortó la luz antes de llegar al final cuando
se iban a presentar las pruebas de ADN para demostrar si de veras eran sus hijos
o no).
204

Pero los programas que indudablemente se llevan la palma y son mirados


con dedicación cada noche, hasta el punto de que se quejan porque no los emiten
los días sábado y domingo, son las telenovelas latinas. Se presentan novelas en
casi todos los canales, a partir de la 08:00 hasta las 22:00, por lo tanto es posible
mirar hasta cuatro o cinco al día; muchas siguen fielmente a lo menos dos,
generalmente las de las 13:00 y 20:30 (esta última es el ‘horario estelar’ donde se
emiten las novelas de mayor preferencia).
Las hay peruanas, colombianas y venezolanas (en menor grado, argentinas
y brasileras; éstas suelen ser más sofisticadas y menos gustadas por el público
boliviano, por lo tanto no aparecen con frecuencia) pero las más populares (en
todo el país, según las cifras de audiencia en los periódicos) son las mexicanas.
Vale la pena detenerse en sus contenidos para ver qué tienen estos productos
culturales que ejercen tanta fascinación.
Estos ‘culebrones’ logran audiencias numerosas no obstante - o quizás
debido a que - tienen tramas que son transformaciones (en el sentido Levi-
Straussiano) de una trama básica con un número limitado de elementos. Un
elemento es ‘reunión de madre e hijo/a’ que han sido separados por las vicisitudes
de la vida y, después de un tiempo prolongado y diversas confusiones de
identidades y otros obstáculos, eventualmente se dan cuenta quiénes son y tienen
un reencuentro lleno de amor.
Las telenovelas están saturadas con la ideología de la madre abnegada.
Aunque el padre del hijo la abandone, sólo las más malvadas abortan, las buenas
- siempre tienen al bebé, y si el mundo luego les separa no descansan durante
í décadas hasta que al fin lo vuelven a encontrar (hay repetidas referencias a ‘la
| fuerza de la sangre’ o al ‘llamado de la sangre’ que quiere decir que madre e hijo
biológico tienen una especie de vínculo telepático que siempre les ha de unir).
Esta ideología parece apoyarse en la religiosidad católica que todos los
personajes practican fervorosamente; la respuesta a cualquier crisis es orar a la
‘Virgencita de Guadalupe’ y no puede faltar el cura (ocasionalmente, la monja)
i bondadoso y santo.
’ * Otro elemento es la chica pobre pero honesta (y también bella y buenita)
| ’f que se enamora de un hombre de clase alta con mucho dinero y, después de superar
■ la oposición de varias mujeres malvadas de la misma clase Social que el hombre,
'eventualmente se casa con él. ‘Gotita de Amor’ (transmitida al mediodía en 1999)
presentó una transformación de este novelema donde la chica pobre se convirtió
en un joven obrero que adopta a una chiquita (la ‘Gotita’ del título) que ha escapado
de un orfelinato. Se enamora de él una mujer rica, que está buscando a su hija de
soltería que le fue arrebatada por su padre (para tapar la vergüenza). Ella trata
.2 0 5

inicialmente de ocultar su posición social, temiendo que el obrero la vaya a


rechazar. Estas telenovelas invariablemente presentan una ideología de matrimo­
nio virilocal, donde se supone que la mujer debe, y además sin problemas puede,
adaptarse al medio social del hombre, mientras el varón no podrá cambiar su
posición para adaptarse a la mujer. Pero cuando eventualmente se comprueba que
Gotita es su hija perdida los tres se unen en una familia feliz.
En adición, hay una ideología de hiper gamía femenina: es casi siempre
una mujer pobre que se casa con un hombre rico, y ella misma logra sin problemas
cambiar de vestimenta y conducta, incluso asumir la dirección del negocio famil­
iar. Si una mujer de clase alta o media se casa con un hombre de clase baja es más
común que ella tenga que bajar de posición.
En ‘El Privilegio de Amar’ Lisette, hija de la exitosa diseñadora de modas
Luciana, se accidenta y queda en silla de ruedas. Ella se enamora del estudiante
de medicina, de origen social humilde, que la atiende, y eventualmente consiente
en casarse sabiendo que va a tener que dejar la lujosa mansión de sus padres e ir
a vivir al pobre departamento del joven. Una vez instalada allí, cuando recibe
visitas de sus familiares demuestra con orgullo como ella se ha dedicado a remendar
personalmente la ropa de su marido como demostración de su adaptación conyugal.
‘El Privilegio de Amar’ (transmitido en 1999), de hecho, es un ejemplo
sobresaliente de las tramas típicas, y la ideología subyacente, de estas telenovelas.
Empieza presentando a la joven Luciana, empleada en una casa muy tradicional
cuya matriarca muy beata (viuda, se supone; no hay patriarca, señal de entrada de
que la moral y la bondad en esta casona son sólo de fachada) tiene como principal
sueño de su vida que su único hijo sea cura. Pero la noche antes de entrar al
seminario, el hijo se acuesta con Luciana. Parte al seminario bajo el peso de este
pecado - cometido antes de tomar sus votos de castidad, que por supuesto nunca
vuelve a romper (cuando hay curas con hijos en las novelas, siempre resulta que
los engendraban antes de ponerse los hábitos). Luciana no se atreve a admitir lo
que ha pasado y cuando su embarazo resulta evidente ella es expulsada a la calle
por la matriarca. Da a luz en la calle en medio de una tormenta y abandona a la
hija recién nacida en la puerta de una casa, otro pecado que le va a pesar durante
el resto de su vida y es criticado por otros personajes (no importa sus pésimas
condiciones o el abandono paternal, sólo una madre desnaturalizada abandona a
su hijo, la madre buena lo mantiene consigo y lucha para criarlo). La niña es
recogida y criada por unas monjas. Luego hay un brinco de casi veinte años:
Luciana ha logrado hacerse diseñadora dueña de su propia casa de modas y se ha
casado con Andrés, un famoso actor. El tuvo un primer matrimonio con Bárbara,
una actriz con quien tuvo un hijo (José Luis) pero resultó alcohólica y luego fue
206

encarcelada (tampoco se detalla su crimen, al parece un asesinato). Luciana cría


al hijo como si fuera suyo y su padre no le cuenta la verdad sobre su madre
biológica, que se supone muerta en un incendio ocurrido en la cárcel (en realidad
ella lo aprovechó para escapar y hay una sub trama donde ella vuelve a aparecer
e intenta conocer a su hijo, lo que logra sólo al vencer su alcoholismo); también
tiene una hija, la mencionada Lisette, con Andrés. Luego aparece María, la hija
perdida, recién salida del convento. Por su belleza es empleada como modelo en
la empresa de Luciana. En este momento nadie sabe quiénes son sus verdaderos
padres, aparte de la matriarca beata que de alguna manera se enteró de lo que
pasó y eventualmente lo comunica bajo el secreto de confesión a su hijo el cura.
María se enamora de José Luis y se comprometen para casarse, lo que permite
que tengan relaciones sexuales. Luciana se entera y la rechaza por su baja posición
social. Intenta obligar a José Luis a casarse con Tamara, una joven de su propio
nivel social. Tamara, mientras tanto, tiene un amante, un empresario malvado
rival de Andrés, quien la ha embarazado. Ella dice a José Luis que el hijo es suyo
y el siente que es su deber casarse con ella. Lo comunica a María que estaba al
punto de decirle que ella está embarazada de él, pero al escucharle ella considera
que no puede entrometerse entre el y su deber frente a Tamara y su hijo y, sin
avisarle que ella también espera un hijo, se aparta de él, a la vez que Luciana la
despide de su empleo. La matriarca, que sigue sus pasos, le consigue alojamiento
en una vecindad (‘conventillo’ en Bolivia) que le pertenece.
José Luis se casa con Tamara pero se niega a tener relaciones sexuales
con ella (aunque es de suponer que las tuvieron antes sino ¿por qué cree que el
hijo es suyo?). Ella continúa relacionándose con el amante pero es atropellada
accidentalmente por el auto de José Luis y pierde al hijo. Él sigue negándose a las
relaciones pero en una ocasión se emborracha y ella le dice que en estado de
ebriedad consumó al fin el matrimonio. Luego ella se acuesta con todo hombre
que encuentra a mano tratando desesperadamente de embarazarse otra vez, pero
su fracaso le ha dejado estéril. Se entera de que María espera el hijo de su marido,
va a la vecindad y la empuja por las gradas, lo que le provoca un parto prematuro,
pero este bebé (por ser concebido en la virtud y no el pecado) logra vivir, aunque
después de la casi muerte dramática de madre e hijo, durante la cual el cura llega
a confesarle y le dice ‘hija’. Laya enloquecida Tamara entra al hospital disfrazada
de enfermera y intenta robar al bebé peto no. lo logra; Luciana intenta recogerlo y
también la matriarca, que eventualmente admite que su hijo el cura es padre de
María y por lo tanto ella es abuela del bebé. La locura de Tamara conduce a su
reclusión en un manicomio y el matrimonio es anulado, dejando a José Luis libre
para casarse con María. Hay otras sub-tram^s - Luciana decide divorciarse de
207

Andrés porque le descubre en relaciones adúlteras con una de las chicas que
comparte con María el departamento de la vecindad (el hecho de tener tales amigas
es tomado por Luciana como otra demostración de que María es una perdida).
Esta tormentosa situación familiar empuja a Lisette a los brazos de unos malos
amigos con quienes se accidenta con los resultados ya referidos, Bárbara reaparece
más borracha que nunca y Andrés duda que con semejante mujer José Luis fuera
realmente su hijo pero al fin las pruebas de A.D.N. muestran que a lo menos en
eso ella no mintió, para no mencionar líos matrimoniales y criminales de varios
habitantes de la vecindad —pero al fin nada logra obstaculizar que Luciana
eventualmente descubra que María es su hija perdida, se reconcilie con ella y los
fíeles amantes sean unidos en matrimonio.
La división maniquea de los personajes en Buenos (cuyos pecadillos, si
los tienen, resultan perdonables) y Malos (más allá de cualquier redención) es
más evidente en otra novela exitosa, ‘LaUsurpadora’ (transmitida en 1998). Aquí
en vez de madre e hijo separado en el momento del nacimiento, hay dos hermanas
gemelas que son separadas y criadas aparte. El guionista en este caso evidentemente
no creyó en un componente genético de la personalidad, porque una de ellas
resulta una santa y la otra, el diablo en forma humana. La diablesa, Paula, se casa
con un empresario dueño de una fábrica de cerámicas y tiene dos hijos, pero
luego se aburre de ser la esposa virtuosa, no se ocupa de la familia, fomenta el
alcoholismo de la abuela para que no la controle, rehúsa dormir con su marido y
se dedica a viajar y divertirse con varios amantes. Además, fuma cigarros, que
como en las novelas victorianas es señal de la mujer inmoral. En uno de estos
viajes encuentra a la encargada del tocador de señoras en un hotel de lujo que
físicamente le es idéntica—la hermana perdida. Se le ocurre que ésta puede asumir
su rol en su familia dejándola libre para le diversión, y cuando la otra (Paulina, la
santa) se muestra renuente la calumnia con el robo de unas joyas y así consigue
su consentimiento. La familia se sorprende de que ‘Paula’, cuando vuelve, haya
dejado de fumar, ya no sabe manejar el auto sino requiere de un chofer, y ha
cambiado bastante de carácter, pero aceptan que es ella, sobre todo porque pone
la casa en orden, se dedica a los hijos que eran ignorados por su propia madre que
sólo gustaba de fiestas y amantes, consigue que la abuela deje de beber e incluso
se mete a dirigir la fábrica y revierte su declinación empresarial. Como resultado,
cuando Paula vuelve después de un año y revela que la otra no es ella sino Paulina,
todos aman tanto a ‘la usurpadora’ que quieren que ella nomás se quede en el
lugar. El hijito no quiere volver con su madre desalmada y escapa de la casa, cae
por un barranco, pierde la memoria y es recogido por unas vendedoras ambulantes
pobres pero honestas y amorosas. Paula acusa a Paulina de haber secuestrado
208

sino matado al hijo, además de haberla suplantado (o ‘usurpado’, de allí el título)


a ella durante un año, y logra que sea encarcelada.
Luego Paula sufre un accidente de tránsito; durante un rato está en coma
y se teme que ha de quedar paralítica. Dentro de las reglas de las telenovelas esto
es una suposición con buena base empírica, pero en este caso resulta que el daño
no es tan severo. Sin embargo, Paula decide fingirse paralítica para así poder
manipulear mejor a los demás. Aparece en silla de ruedas en el juicio de Paulina.
La santa queda tan impresionada que, pensando que no puede hacer daño a una
tullida, confiesa el secuestro, la ‘usurpación’ como voluntad suya y no imposición
por chantaje y todo, pero el tribunal reconoce su bondad de alma y no obstante la
confesión la absuelve. Es ayudado por el hecho de que la familia hizo propa­
ganda ofreciendo una recompensa para el hijo y eventualmente las pobres lo
devuelven; poco a poco él recupera su memoria y constata que el huyó y se
accidentó, no fue secuestrado por nadie. El empresario quiere divorciarse de Paula
y casarse con Paulina, pero Paulina insiste que tampoco puede divorciarse de la
pobre tullida, sino que tiene que aceptarla en la casa y comprarle todo lo que le
pide, como por ejemplo un auto especial adaptado para que lo puede manejar en
su silla de ruedas. Es ese auto el que resulta ser su Waterloo, porque al manejarlo
con velocidad excesiva se vuelca y ella muere, dejando al empresario y Paulina
libres para unirse al fin.
Personalmente, yo encuentro estas telenovelas insatisfactorias en todos
los niveles. Después de un año de presenciarlas (no diré mirar, dado que siempre
leía un libro al mismo tiempo) me resultaba fácil predecir qué iba a pasar en el
curso de un capítulo, debido a la naturaleza repetitiva y estereotipada de sus
tramas, y excepto cuando eran avivadas por una actuación excepcionalmente buena
(como por ejemplo la matriarca beata, un personaje que resultaba convincente
-aunque con una actriz menos competente hubiera sido simplemente grotesco) los
personajes carecían de realismo psicológico.
Sin embargo, sus seguidoras en Miraflores no las ven de esta manera.
. Referente a alguna de las totalmente malvadas, comentaron “Sí, hay mujeres así”
^ (aunque había algunas que dudaron que alguien pudiera ser tan desalmada como
Paula de ‘La Usurpadora’). ‘María Isabel’ (1998) era otra novela donde figuraba
una empleada que eventualmente se casa con su patrón, en este caso un ingeniero.
/ Él es viudo con una hijita, que ella cuida junto con ‘su hija’ - en realidad no de
ella, sino adoptaba, siendo hija de solterío de una amiga suya; la buena mujer es
tan madre que incluso asume el rol de madre frente a hijos ajenos. El patrón
generoso manda a ambas a un costoso colegio privado. La ‘hija’ de la empleada
adquiere los prejuicios de sus compañeras de clase. Un domingo va al zoológico
209

a pasear con su madre, que por algún motivo en vez de ir de civil - se supone que
es su día libre —utiliza su uniforme de empleada. La chica se encuentra con unas
amigas de colegio y cuando preguntan quién es la que le acompañe, responde “Es
mi nana [niñera].” Se comentó esto como un ejemplo de cómo los hijos se conducen
en la vida real. Es cierto que no es raro en Bolivia que una persona que ha logrado
mejorar en algo su situación social evita reconocer a sus parientes en la calle, a lo
menos cuando está con personas procedentes de su nuevo círculo social, aunque
el hecho de que cuando las empleadas salen a pasear con sus hijos en la vida real
generalmente no lo hacen de uniforme no era causa de comentarios. Cuando
pregunté por ejemplos de mujeres como la malvada en la vida real nadie habló de
conocidas suyas que actuaran de esa manera (quizás yo no supe cómo preguntar
correctamente para que respondan sobre esto; se podría tomar los ejemplos de
‘maldad sin motivación’ en el Capítulo 3 como una respuesta indirecta).
Los moralismos sentimentales (al nivel de las dedicaciones de tarjetas de
cumpleaños, diría yo) también son aprobados. En ‘El Niño Que Vino Del Mar’,
cuando un personaje dijo “Todos los niños deben crecer recibiendo amor. Eso les
hace crecer felices, como flores recibiendo el agua de la lluvia,” las internas que
miraban respondían “Sí, es verdad.” En contraste, los participantes que hablan
sobre la ‘vida real’ en ‘C ristina’ o ‘Laura’ muchas veces son objeto de
cuestionamiento: “Les deben pagar,” se dice, se sospecha que han sido coimeados
para representar algo que no es el caso, incluso que podrían ser actores y no las
personas ordinarias, miembros de público, que supuestamente son. ¿Por qué la
ficción resulta más ‘real’ que la ‘vida real’?
Es evidente que una persona común, probablemente algo nerviosa frente
a las cámaras y el público del estudio, y más si está confesando sus adulterios o
enfrentando las opciones sexuales de sus hijos, no habla de la misma manera
fluida y convincente que un actor siguiendo un guión bien ensayado. Pero considero
que la razón fundamental para que las internas aprueben las representaciones de
las telenovelas y reprueben a las participantes de los reality shows es que las
telenovelas repiten y afirman su propio mundo moral y emocional, un mundo que
muchas veces insisten en actuar como parte de su propia realidad.
En el mundo de las novelas, la que confiesa un crimen es perdonada en
vez de recibir más sentencia. La mujer que sacrifica todo en nombre de sus hijos
es alabada y eventualmente premiada, mientras que la que aborta el hijo antes de
que nazca es castigada, y la que abandona al hijo recién nacido sufre tormentos
mentales hasta que al fin logra reunirse con el vástago. Las promiscuas son
malvadas y eventualmente castigadas también, mientras la que es fiel, rehúsa
entregarse excepto con compromiso de matrimonio o (preferiblemente) sólo
210

después de la boda (en ‘María Isabel’ era obvio que la heroína era virgen cuando
se casó) va a lograr vivir en felicidad con el hombre que ama. La virtuosa también
rehúsa aceptar al hombre que la ama si está casado con otra, incluso si la otra es
tan maldita e infiel como Paula, y rechaza romper el matrimonio de otra hasta que
haya sido terminado por la muerte o si no, anulado muy católicamente por falta
de consumación. Tiene que ser así, porque la mujer nomás es culpable si consiente
a tener relaciones con un hombre casado.
Ya se ha visto que éstas son las posiciones morales que las internas de
Miraflores expresan constantemente y alegan mantener en su conducta personal,
al menos de boca por afuera. Las novelas muestran un mundo donde la ‘justicia’
divina realmente funciona - sólo las malas, las realmente culpables, terminan en
la cárcel, o sino reciben la muerte o la parálisis como castigo, mientras las buenas
eventualmente reciben lo que toda mujer desea, la reunión feliz con el marido
amoroso y los hijos, y además una buena posición económica - aunque casos
como Lisette, feliz remendando la ropa del marido pobre, indican que el amor
siempre vale mucho más que el dinero, y que hasta las mujeres nacidas con una
cuchara de plata en la boca reconocen esto.
El tipo de críticas morales que lás internas lanzan contra las adúlteras,
las que no son suficientemente abnegadas con sus hijos y similares muchas veces
salen de las bocas del público (sobre todo el público femenino) en ‘Cristina’ y
‘Laura’. Los y las inmorales de la vida real que aparecen en estos talk shows
muchas veces defienden sus conductas incorrectas, no son muertos ni paralíticos,
incluso se supone que se les paga para mostrar sus caras desvergonzadas: cierto,
una situación más cercana a lo que las internas actualmente viven, pero muy lejos
de lo que quisieran e incluso en casos piensan vivir. Las escenas de celos en las
novelas repiten las escenas de celos que muchas han vivido afuera y que a veces
siguen viviendo en la cárcel cuando sus maridos llegan a acusarles de que allí
adentro se prostituyen o que se han metido con los guardias o que alguien les ha
dicho que ellas tienen otro hombre. Las novelas apoyan la idea de que hasta en el
matrimonio idóneo hay escenas de celos y además, éstos demuestran la profundidad
del amor. En contraste, jamás he escuchado el comentario “Sí, es verdad,” o “De
veras pasa así,” frente a las películas norteamericanas que representan un universo
moral y emocional ajeno, lo que demuestra, entre otras cosas, que los miedos
muchas veces expresados sobre una invasión cultural a través de la televisión
jodidense son algo exagerados. Es cierto que la televisión ayuda a mantener el
orden social convencional (y represivo, si me preguntan a mí) y convencer a las
personas a aceptarlo tal como es, pero sólo cuando este orden es algo que ellas ya
aceptan como parte de su contexto social establecido. No es que los y las
211

televidentes acepten como esponjas lo mostrado en la pantalla, sino que lo absorben


en tanto que resulta conforme con lo que ellas o ellos ya creen en algún nivel ser
‘verdad’.

CÁRCELES Y DELINCUENTES EN LA TELEVISIÓN Y LA PRENSA

‘Tiene una mano de plástico que a veces se rasca como si fuera de carne.
Con esa misma mano de dedos tiesos aplastaba, sin sentir nada, las
cucarachas que buscaban cobijo entre las marraquetas de su tienda. Eso
era antes, cuando malvivía en la sección Guanay del penal de San Pedro.
Ahora, desde hace seis días, se rasca en libertad, esperando la sentencia
que no llegó en cuatro años, sin olvidar que un mal día de 1995 le hizo
no sé qué daño a su mujer... ’
Así empieza un artículo en Pulso (12,16-22 junio 2000) intitulado ‘Nuevo Código
de Procedimiento Penal. Utopías de justicia, soñando con liquidar el sistema.’
Pulso es una revista intelectual con pretensiones a una posición crítica, y la postura
del artículo es favorable al Ministro Juan Chahín y sus reformas, que recibían
muchas críticas por parte de los políticos (el mismo ministro lo dice en una
entrevista citada) y en los medios de comunicación más populistas. Pero el mismo
ejemplo con que inicia su relato presenta un preso marginal y grotesco (rascando
su mano de plástico), que en la cárcel manejaba una tienda asquerosa (cucarachas
andando en medio del pan ofrecido a la venta) que hace suponer que es alguien
indiferente a la higiene, y cuyo delito no es detallado pero por implicación
correspondía a algún acto exagerado de violencia conyugal (se supone que era
exagerado porque las peleas dom ésticas o rdinarias no conducen al
encarcelamiento). La imagen se apoya en una de las fotografías que acompañada
el texto, un hombre barbudo, de cara ajada y expresión algo hostil, portando una
gorra gastada y con el título ‘Rostro de la marginación en el penal de San Pedro’.
Dado que San Pedro es citado como teniendo 1.421 internos, y que son
de muy diversas edades y condiciones, es de suponer que se hubiera podido
encontrar un preso simpático y bien vestido que igualmente fuera sujeto de la
retardación de justicia que es el tema del artículo. Pero hasta una revista liberal
escoge enfatizar la marginalidad de los presos, que serán personas que quizás
merecen misericordia o ayuda por parte del lector, pero no son atractivas ni
personalmente simpáticas. El artículo también dice ‘100 presos sin sentencia
recobraron la libertad’ pero en el texto resulta que, en los 12 días de vigencia que
212

tenían las nuevas medidas cuando se escribió el artículo, se había dado curso a 36
solicitudes de liberación; la cifra de 100 era sólo una especulación por parte de
un funcionario. Tampoco se aclaran los delitos de los liberados.
En Miraflores, hasta mediados de septiembre del 2000, con más de tres
meses de vigencia de dichas medidas (a partir del 1.6.2000), sólo una presa salió,
y ella era ‘común’ (la acusada de venta de pasaportes bolivianos falsificados en
Kuwait); diversas presas por la 1008 habían solicitado su libertad pero los
tribunales rechazaron sus solicitudes por motivos sin base legal (diciendo que
‘no presentó los requisitos’ sin decir qué eran dichos requisitos - al parecer,
certificados de buena conducta y de clasificación por parte de Régimen
Penitenciario, que no son requeridos por la solicitud en cuestión; respondiendo
que dado que tenía una sentencia de sólo 5 años y 4 meses, debería esperar que su
expediente vuelva de Sucre y tramitar su extra muro nomás...) o sino retardaron
la salida, aunque la solicitud era procedente, a través de apelaciones por parte del
Fiscal también con aseveraciones sin base legal. El artículo hace constar que el
informe del Ministerio es ‘meramente cuantitativo’, es decir, se limita a dar
números (de solicitudes presentadas, etc.) sin detallar los delitos involucrados,
pero luego dice ‘se trata entonces de presuntos, sólo presuntos “Barbaschocas”,
‘Dantes” y “Odones”’. Es decir, los encarcelados típicos son uno que traficó con
toneladas de cocaína (y no con unos sobrecitos), uno que cometió una estafa de
varios millones de dólares a los fondos públicos (y ño uno que no pudo pagar una
deuda particular de unos cuatro mil dólares) y uno acusado de violar y asesinar a
una niña y además, una niña que era alumna de la escuela donde él tenía una
¿ posición de responsabilidad (era regente). Así se da la impresión de que los presos
'■£ han cometido delitos grandes y horrendos y, por implicación, merecen estar tras
e( las rejas.
■if El caso de Odón Mendoza, el ‘presunto’ violador, es digno de mención
por ejemplificar otro aspecto típico de la ‘crónica roja’ en Bolivia: se publican
los nombres e incluso rostros de acusados antes de que el delito llegue a ser
i juzgado, muchas veces sin utilizar siquiera el ‘presunto’. Odón Mendoza en par-
/ nicular era sindicado de la violación de la niña Patricia Flores con tanta insistencia
I , ,que había marchas ruidosas exigiendo pena de muerte para violadores (que si
hiciera efectivo, probablemente incrementará el número de violadores que matarían
> ía sus víctimas para callarlas después del hecho). Pero posteriores análisis de A.D.N.
(realizados en los EE.JJ. porque la policía boliviana no tiene facilidades para
hacerlo) destacaban el pésimo manejo de lasm uestras realizadas por la PTJ e
indicaron que era muy probable que Mendoza no fuera el culpable. Un año después
de los hechos (ocurridos en julio de 1999) el caso todavía no llegó a la sentencia,
213

pero mientras tanto Mendoza, encerrado en Chonchocoro, y su familia fueron


objetos de mil denuncias y tratos prejuiciosos y muchas personas ya creyeron que
él era un violador y asesino, una mancha que no es fácil de borrar.1 En el caso de
Mendoza, parece que el furor popular frente al descubrimiento del cadáver de
Flores en un depósito de su propia escuela contribuyó a que la policía se sintiera
obligada a encontrar a un ‘culpable’ y presentarlo lo más pronto posible.
Lo mismo se repite, pero, en muchos casos menos espantosos, donde se
menciona tal persona en la prensa y en la televisión como un narcotraficante, un
ladrón de autos, un asaltante de bancos o lo que sea, antes de que el delito hubiera
sido comprobado en el juicio, sin considerar que esto puede prejuiciar el eventual
resultado del caso y de todos modos daña la reputación del individuo mencionado.
La imagen del preso como autor de un delito terrible conduce a diversos
rechazos públicos de las reformas del 2000, que permiten que los que no tienen
sentencia en primera instancia después de 18 meses, o sentencia ejecutorial después
de 24 meses, puedan salir en libertad provisional, más exactamente lo que se
llama ‘sustitución de medidas cautelares’, bajo fianza o con garantes personales.
Se presentó en la televisión la solicitud de cesación de detención preventiva de la
esposa del citado estafador Dante Escobar y también de personas menos conocidas
pero cuyos delitos representan la clase de delincuente que ‘no debe estar en las
calles’ como por ejemplo asesinos.
Estas denuncias influyen en los tribunales que justifican su negación de
las solicitudes y/o tratamiento muy prolongado de las mismas por el hecho de que

1 Posteriormente, Mendoza logró salir con medidas sustitutivas por retardación de justicia,
pero su caso siguió su curso y cuando llegó a la sentencia, fue encontrado culpable y tuvo
que volver a la cárcel. Mientras tanto, otras muestras de un caso de violación y asesinato
de una menor fueron mandados al mismo laboratorio, donde un funcionario se percató
que tenían características similares a unas que había recibido de Bolivia en una ocasión
previa. Por iniciativa propia, se puso a compararlos y comprobó que las muestras del
caso Patricia Flores coincidieron con las del segundo caso, ocurrido en El Alto, cuyo
autor fue recluido en Chonchocoro de manera definitiva. Se supone que éste, que al
parecer tenía otros antecedentes parecidos aparte del caso para el cual fue finalmente
encarcelado, habría sido el culpable real de la muerte de Flores, y por tanto Mendoza era
inocente, pero no se reconsideró su condena. Se puede tomar esto como otra muestra de
la rigidez procedimental referido en el Capítulo 5: no se permite romper o revertir
decisiones ya tomadas para admitir elementos nuevos si éstos surgen después de la etapa
donde ese tipo de evidencia debería haber sido presentado, y si ya hubo elementos
suficientes para asumir la culpabilidad de Mendoza y pasarle a la cárcel al inicio del
proceso, éstos tienen que mantenerse en pie incluso cuando aparecen nuevas pruebas que
apuntan a que las conclusiones derivadas de las pruebas iniciales eran erróneas.
214

ellos pueden ser criticados por liberar a delincuentes. También se critica las
provisiones más amplias para que los acusados puedan defenderse en libertad, y
el acortamiento del período de detención antes de formalizar cargos de 48 horas
a 24 horas.
En junio del 2000 varias personas asaltaron una movilidad que estaba
trayendo oro de una mina cercana a Sorata, robando el oro y matando al conduc­
tor. Unas 9 personas fueron detenidas, 4 (al parecer los acusados de participar
personalmente en el asalto) fueron encarceladas y los demás (al parecer los
acusados de contratar la movilidad utilizada por los asaltantes, de comercializar
el oro, etc.) salieron en libertad provisional con presentación de garantes personales
y arresto domiciliario. Esto último fue criticado como si los hubieran liberado de
culpa y punto, aunque estaban obligados a presentarse al juzgado y es de suponer
que no iban a huir (excepto que fueran tan descorazonados que harían eso sabiendo
que en eso caso sus garantes serían detenidos; yo pienso que una persona tan
irresponsable probablemente no va conseguir garantes con la ‘solvencia moral y
económica’ que se exige para ser aceptado por el tribunal) y además, se supone
que no eran los más ‘peligrosos’ (violentos) quienes sí estaban sujetos a la
detención preventiva.
Otro ejemplo fue cuando a fines de julio del 2000 en La Paz, una chica de
11 años fue hospitalizada después de ser golpeada por su hermanastro. El
“hermanastro y la madrastra fueron detenidos; pero 24 horas después la madrastra
fue soltada ‘bajo el nuevo código penal’, como enfatizó el programa ‘Telepolicial’.
Ella fue al hospital y, según el reportero2, amenazó a la chica ‘para que no hable’,
es decir, para que retire o niegue sus denuncias anteriores. La implicación evidente
en la nota periodística era que el nuevo código favorece que los delincuentes
amenacen a testigos y victimas, o que por otras formas intenten obstaculizar que
les llegue la ‘justicia’. Debajo de estas representaciones mediáticas yacen

2 Parece que ‘Telepolicial’ no siempre se ocupa en com probar que los datos que han
llegado al programa sean ciertos. Un caso: una noche en A lto O brajes, unos jó v en es en
una fiesta en una casa privada escucharon a una chica pidiendo socorro a gritos en la
calle. Salieron como ella pedía a defenderla de su enamorado borracho, quien se lastimó
al rodar por unas gradas debido a su estado de ebriedad antes de que ellos pudieran
. pegarle. É l asentó una demanda por lesiones, alegando que sus heridas eran resultado
de los golpes de sus presuntos agresores. Com unicó su versión de los hechos a
‘T e le p o licia f, y cuando los jóvenes fueron a declarar a la com isaría, se encontraron
con un camarógrafo que les film ó para que el reportero luego los presentara en el
programa com o miembros de una peligrosa ‘pandilla’ delincuencial dedicada a asaltar
a la gente en las calles de Alto Obrajes.
215

estereotipos de los encarcelados como seres violentos, brutales, y que no respetan


ni la vida ni la propiedad de los demás.
Esto es evidente en los crímenes presentados en programas como el
‘TelepoliciaP que siempre enfoca asesinatos (mejor si el cadáver ha sido
descuartizado), violaciones (también mejor si culminan en muerte de la víctima
y/o si ella es menor de edad) y robos (preferiblemente cometidos por ladrones
con largo prontuario). Crímenes parecidos que también llenan las páginas de ‘Extra’
y ‘Gente’, los periódicos amarillos más leídos y populares del país.
En el ‘Telepolicial’ la descripción del crimen a veces viene acompañada
por una entrevista al acusado, a veces en condiciones que demuestran una ex­
trema in sensibilidad. En 1999 se dio el caso de una mujer en El Alto que mató a
sus dos pequeños hijos dándoles raticida y luego ella misma intentó suicidarse,
pero ya no había suficiente veneno y ella sobrevivió. El ‘Telepolicial’ la entrevistó
en su lecho en el hospital, preguntando si ella se dio cuenta de su crimen, aunque
ella muy apenas podía hablar y no parecía muy consciente de lo que pasaba. El
reportero comunicó que los dos hijos tenían padres diferentes, haciendo entender
que ella era una promiscua, pero no cuestionó el hecho de que ambos hombres
habían abandonado a sus hijos. La mujer intentaba mantener a ella y sus hijos
vendiendo mates en la calle en base a un capital de 20 Bs. (o sea menos de SUS 5,
con el tipo de cambio de entonces). No es sorprendente que en condiciones tan
desesperantes decidiera poner fin a las vidas de los tres, pero en vez de
compadecerse de su pobreza o denunciar la irresponsabilidad masculina que la
condujo a hacer tal cosa, la crítica se vertió sobre ella como ‘madre desnaturalizada’
mostrando con imágenes de fondo a los vecinos del barrio (que antes prestaron
sus comentarios sobre cómo ella ‘iba con varios hombres’) llevando los pequeños
ataúdes blancos al cementerio.
Más frecuentes son las entrevistas con acusados de robo detenidos en las
celdas de la PTJ, pero generalmente estos entrevistados saben que no deben admitir
nada y ante las cámaras casi siempre niegan haber cometido el delito; negación
que es presentada por el reportero como prueba adicional del descaro de estos
delincuentes. Es decir, la cobertura de estos hechos se enmarca en la presunción
popular tratada en el Capítulo 4, de el que se debe confesar, y aquel que no admite
lo que ha hecho es dos veces culpable, por lo que hizo y además por sinvergüenza
y mentiroso.
El tercer elemento que suele aparecer destacado en el ‘Telepolicial’
consiste en mostrar las familiares de las víctimas (en especial de asesinato) gritando
“ ¡Quiero justicia!” Digo Tas familiares’ porque casi siempre son mujeres que
asumen este rol de ‘reclamar’, tanto ante la policía, los jueces y los medios, como
cuando toman la delantera en protestas populares y otros contextos.3
El rol de las mujeres en la crónica roja suele limitarse al de víctimas; muy
raras veces aparecen como delincuentes, excepto en los casos de ‘madres
desnaturalizadas’ (abandono de recién nacidos, ‘venta’ de niños que corresponde
a entregarlos en una especie de adopción informal a otra personas a cambio de de
dinero, aparte de los ocasionales infanticidios). Pero es claro que ‘justicia’, en
estos casos, quiere decir ‘castigo’ - la captura del culpable si éste no ha sido
aprehendido, o si está detenido, su encierro y una larga sentencia.
Los reporteros de ‘Telepolicial’ expresan el mismo concepto de lo que
sería ‘justicia’ cuando se refieren, por ejemplo, a unos ladrones detenidos robando
tiendas de noche en el centro de La Paz. Resultaba que estos habían pasado tiempo
en la cárcel, habían salido y vuelto a su antiguo oficio. El reportero protestaba
vehementemente por el hecho de que habían salido de la cárcel (se supone después
de cumplir sus sentencias, pues no eran casos del nuevo código) aunque no era
claro qué sugeriría como alternativa - ¿Cortarles las manos como en Arabia
Saudita? ¿Cadena perpetua para robo? ¿Pena de muerte? El énfasis apuntaba a
dar mayores castigos, no cuestionaba la evidente falta de rehabilitación en la
cárcel para este tipo de delincuentes. De la misma manera, los gritos de ‘justicia’
se traducen en ‘atrapar y encerrar a delincuentes’ y jamás refieren a aspectos
como la validez de las pruebas, la calidad de las diligencias judiciales o el
desempeño policial.*I

:3 Luykx (1 9 9 7 ) analiza la ‘no-participación de las niñas en situaciones de habla indi-


/ vidual o pública’ en las escuelas y considera ‘que las m ujeres aymaras no participan
I con frecuencia en este tipo de habla en otros contextos grupales’ (p .209). Su estudio
¿ trata de cóm o en clases mixtas los varones hablan más en casi todas las situaciones;
/ solamente al final (p .223) menciona que sólo en caso de ‘protestar contra las injusticias...
(com o en el caso de reclam ar los plazos o la cantidad de sus tareas)’ las chicas sí
hablaban. Yo he observado lo mismo en mis clases en la U M SA : casi siempre es una
mujer que toma la palabra para pedir una extensión en el plazo de entrega de un trabajo,
J. que se retrase el examen final, etc. Es decir, ‘reclam ar’ es definitivamente un repertorio
/ . verbal público femenino en Bolivia. E l ensayo de Luykx tiene descripciones perceptivas
i de varias estrategias verbales que se encuentran dentro de las aulas, pero a mi parecer
? L tiende a caer en posturas de ‘feminismo quejumbroso’ donde las mujeres siempre resultan
. / ser discriminadas, silenciadas, etc. Ver L U Y K X , Aurolyn (1 9 9 7 ) discriminación sexual
' ’ ' y estrategias verbales femeninas en contextos escolares bolivianos en Amold D.Y. (comp)
Más allá del silencio. Las fronteras de género en los Andes. La Paz: CIA SE/ILCA.
Referencias a otra forma de oratoria pública fem enina (la ‘m etralleta’) y una valoración
diferente de lo que puede representar el ‘silen cio’ se encuentran en SPED D IN G A lison
(1 9 9 7 ) Sacando palabras: poder y silencio en B oliv ia. La Paz: Temas sociales 19.
217

Se suele repetir que la Ley 1008 es anticonstitucional porque descarta la


presunción de inocencia, pero el tratamiento público de otros casos muestra que
en la práctica ningún acusado tiene derecho a esta presunción y por lo tanto, se
considera legítimo el publicar su identidad como culpable antes de ser juzgado.
Es notable que estas posiciones represivas aparezcan en un canal (RTP)
cuyo noticiero aparenta una posición de izquierda, o al menos más crítica y
progresista, en comparación con el programa ‘Estudio A bierto’ de radio
Panamericana que debajo su barniz populista es francamente reaccionario. Cuando
hay marchas que bloquean el centro de la ciudad de La Paz, RTP expresa simpatía
con sus demandas, mientras ‘Estudio Abierto’ se queja de cómo estas protestas
perjudican a los demás y exige que se busquen maneras más ‘democráticas’ de
protestar.
Durante las protestas de la ‘Guerra del Agua’ de los primeros meses del
2000, Cochabamba quedó aislada a causa de los bloqueos y durante varios días
las actividades en la ciudad se paralizaron. Aparte de las manifestaciones y
enfrentamientos callejeros con las fuerzas del orden, ‘Estudio Abierto’ todo el
día repetía las cifras de las ‘perdidas’ para el país, que según los representantes de
la empresa privada eran millones de dólares por cada día de bloqueo y conflicto,
como si ese dinero hubiese realmente existido en vez de ser simplemente un
cálculo sobre una posible actividad económica, y decía que estos bloqueos en vez
de favorecer a los pobres los perjudican por causar daños irreparables a su
economía.
RTP, en cambio, suele emitir noticias favorables a la COB y otras
organizaciones populares y las protestas que éstas organizan. Pero estas posiciones
se esfuman y se alinean con las actitudes reaccionarias cuando se llega al tema de
los delincuentes, los crímenes y las cárceles. Quizás esto no debe ser sorprendente;
es lo mismo que pasa, por ejemplo, en Gran Bretaña, donde los partidos Laborista
y Conservador, aunque con posiciones diferentes referente a los impuestos, los
servicios sociales, la interferencia gubernamental en la economía, etc., son
indistinguibles con referencia a Ta ley y el orden’ - están de acuerdo en que lo
que se requiere para ‘combatir el crimen’ son leyes más represivas, más policías
y más cárceles.
Es de notar, pero, que mientras el noticiero principal de RTP a veces
menciona casos de narcotráfico, jamás figuran en ‘Telepolicial’. En ocasiones,
familiares de detenidos bajo la 1008 aparecen reclamando en la ‘Tribuna Libre
del Pueblo’ y los presentadores adoptan una posición neutra: Mónica Medina en
ocasiones utilizaba la típica retórica antidroga en ese programa, pero aparte de
eso es notable que este canal generalmente evita tratar casos de narcotráfico del
218

mismo modo sensacionalista que a otros crímenes.


‘Estudio Abierto,’ mientras tanto, presenta estos casos como parte de su
menú diario de noticias, desde 78 kg de cocaína ‘disfrazados’ como bebidas
gaseosas (¿en solución? No dieron detalles) encontrados en la ruta a Argentina -
un ‘clan familiar’ fue detenido en conexión a eso (15.2.2000)-h a sta 86 kilos de
marihuana encontrado en Sucre, supuestamente procedente de Cochabamba.
Aunque en este caso nadie fue detenido en la ‘casa particular’ donde se encontró
la yerba y sólo se mencionan ‘dos personas sospechosas’ bajo investigación, la
FELCN denunció que los malvados traficantes utilizaban ‘menores de 12 a 15
años’ para ‘distribuir’ la marihuana ‘y por lo tanto es difícil descubrir a los autores
intelectuales porque los menores no son criminalmente responsables’ (21.6.99).
Esta presentación del caso apoya la imagen convencional del traficante
como alguien que corrompe a menores y que los niños son las principales ‘víctimas
de las drogas.’ Las cantidades relativamente elevadas de drogas también apoyan
el estereotipo de que todo ‘narcotraficante’ maneja y gana ingentes cantidades de
dinero. Por supuesto no habrá interés en reportar el grueso de los casos que apenas
involucran unos gramos de la sustancia controlada. A veces se mencionan casos
que involucran unos pocos kilos, pero generalmente si es posible mostrar que los
involucrados son ‘reincidentes’, que han sido sentenciados por drogas sea en
Bolivia o en otros países; como los ladrones reincidentes de RTP, esto promulga
■fe idea que ser ‘delincuente’ es como ser médico o abogado, es una profesión de
por vida y por lo tanto, más tiempo que pasen en la cárcel, mejor, porque sólo el
- encierro les obstaculiza en realizar su oficio.
f Este canal también se dedica a criticar el nuevo código penal; cuando en
i junio del 2000 la FELCN encontró una fábrica de éter (se supone para ser utilizado
(¡ en la cristalización de cocaína) en Cochabamba, el reportero comentó que las
* "personas detenidas ‘podrían salir en libertad’ bajo el nuevo código. El derecho a
defenderse en libertad (bajo fianza) generalmente se aplica sólo a delitos con
sentencia mínima de 3 años para abajo, que excluye de entrada casi todos los
l' artículos de la 1008, y la misma 1008 no reconoce la fianza. Entonces si esas
• *personas iban a salir en libertad sería sólo después de un mínimo de 18 meses en
í J ■la cárcel y es mera especulación suponer que no hubieran recibido sentencia en
primera instancia en ese tiempo. Pero el reportaje no indicaba que en caso de
''salir, antes ellos tendrían que haber pasado un año y medio o dos en la cárcel, sino
que sugería que podrían salir inmediatamente.
Las mismas cárceles figuran con regularidad en los medios de
comunicación debido a la frecuencia de huelgas de hambre y otras protestas por
parte de los reos, mayormente en reclamo ante la retardación de justicia, las malas
219

condiciones carcelarias (el pre diario inadecuado de 2 Bs. por persona, falta de
atención médica, etc.) o cuando ocurre algo escandaloso adentro el penal - la
muerte en condiciones poco claras de algún preso (en el 1999, un preso murió de
quemaduras recibidas en el mismo calabozo de San Sebastián en Cochabamba,
en 2000 otro preso apareció ahorcado en Chonchocoro, supuestamente suicidio
pero otros presos dijeron que fue asesinado), o cuando se encuentran armas de
fuego dentro de un penal (esto ha ocurrido tanto en Palmasola (varones) como en
Chonchocoro, y un preso salió de San Pedro yendo a audiencia portando un
revólver con el cual mató a dos policías en su intento de fuga).
El tono general de reportajes sobre estos hechos, aparte de la eterna
retardación de justicia, es el desorden, hacinamiento (‘facilita las reyertas, los
disturbios y las famosas punzadas’: Presidente de la Comisión de Derechos
Humanos del Congreso, 21.2.99), la falta de control dentro de los penales, y la
corrupción de los guardias, ya que se supone que son el medio para introducir
armas, drogas y alcohol, permitir la prostitución, etc.
Aveces se citan los argumentos de las autoridades que tratan de justificar
hechos bochornosos argumentando que todo fue porque los presos planificaron
una fuga masiva, pero esto ya se ha desgastado hasta el punto de que cuando
ocurrieron los hechos problemáticos (el supuesto suicidio y otros presos que se
enfrentaron a balazos) en Chonchocoro en 2000, los periodistas se burlaban
abiertamente de estas explicaciones oficiales. En tales casos, las fotos o imágenes
televisivas más comunes o muestran los muros o la puerta de la cárcel (esto porque
muchas veces los guardias impiden que el fotógrafo entre, de hecho se debe contar
con un permiso de Régimen Penitenciario para ingresar con cámaras a una cárcel)
o si no muestran presos que han subido a los techos para protestar, se han auto
crucificado en el balcón (de una cárcel de arquitectura colonial como San Sebastián
en Cochabamba) o que portan carteles con sus reclamos mientras yacen envueltos
en frazadas en una huelga de hambre.
Hay una imagen implícita de los encarcelados como insumisos - y por lo
tanto, no ‘rehabilitados’ - aunque, al menos en Miraflores, la rebeldía brilla por
su ausencia en la vida general de la cárcel. En ocasiones los canales vienen a las
cárceles y entrevistan a presos y presas, pero suelen difundir estas entrevistas en
los horarios de menor audiencia (p.e. los noticieros de la hora del desayuno en las
mañanas).
En 1998 y 1999 se enfatizaron los hijos que viven con sus progenitores
dentro de los penales (campaña ‘No encarceles mi niñez’ en 1998; ‘Inocentes en
la cárcel’, suplemento ‘Ventana’ de ‘La Razón’, 21.2.99). Reportajes sobre cárceles
de varones suelen destacar la violencia - ‘si has mirado a la esposa de tal o has
/ ■

220

puesto la música muy fuerte, puedes provocar que te den el abrazo de la muerte,
o sea acuchillamiento por la espalda’ —e incluso el abuso sexual: la peor
humillación... es tener sexo oral con otro reo por amenazas’ (presos de San Pedro,
‘La Prensa’, 21.2.99) El ingreso habitual de prostitutas a las cárceles de varones
nunca es denunciado (los varones tienen necesidades, el cliente que contrata a
una puta no es culpable) mientras que sí se denuncia como escandaloso el ejercicio
de la prostitución por parte de presas (la puta es la criminal-en estos casos).
Cuando se habla de cárceles de mujeres, las presas se presentan más
cómo víctimas del sistema —‘me han dado ocho años por dos gramos de mari­
huana, pero a otros que han caído con 10 o 15 kilos, les dan penas menores’, ‘aquí
estoy sola, estoy presa y presa de una enfermedad que es la adicción’ (presas de
Miraflores, ‘La Razón’, 23.5.99; son identificables como las que figuran en este
libro como Greta y Pucha) y, por supuesto, como madres - las dos entrevistadas
citadas mencionan a sus hijos, y una de Obrajes que figura en el mismo reportaje
es descrita como viviendo ‘en compañía de Javier, un niño frágil de tres años y
siete meses, al que un tumor cerebral le roba la salud de a poco’. Junto a ella se
describe a una anciana de 80 años, con cáncer, que ‘no recibe atención médica
porque no tiene dinero’ —aunque está recluida por la no devolución de un
anticrético de $US 32.000 (delito típico de ancianas presas; yo cínicamente
pregunto ¿y qué se hizo pues con ese dinero si no lo devolvió?) El tono
misericordioso del reportaje, pero, no es apoyado por las caricaturas grotescas
(no fotografías) que lo acompañan. Es poco frecuente que se vean unas presas de
aspecto más simpático, como las tres señoras de pollera (con un niño, obviamente)
fotografiadas en ‘La Razón’ (26.3.2000) - agarrando un cartel que dice ‘Basta de
retardación de Justicia Viva la Huelga’, el tema de siempre.

‘S Ó L O D IO S IT O N O S P U E D E A Y U D A R
E L OPIO MÁS TRADICIONAL

Es el 29 de julio de 2000. Ha llegado un grupo de mieftibros de Ekklesía a la


cárcel. Ekklesía es un grupo evangélico que ha llegado a Bolivia en los últimos
diez años. Es de corte pentecostal pero a diferencia7 de las varias iglesias
pentecostales ya existentes, que generalmente atraen a clientes de clase baja, ha
logrado ofrecer un estilo de culto que ha atraído a bastantes clientes de clase
media. Hoy día van a realizar bautismos, en un pequeña piscina para niños que
arman en el patio de atrás de donde, para hoy, las ropas a secar han sido retiradas.
Unos hombres tocan guitarra y cantan, preguntando a las presentes si hay algún
221

himno o salmo que quisieran escuchar, mientras una mujer anima al público:
“Hoy es el momento más importante de sus vidas... aquí no hay color, no hay
raza, no hay religión, sólo hay el Padre Celestial.” Las candidatas a ser bautizadas
salen vestidas de túnicas blancas; suman unas diez, nueve presas (ocho bolivianas
y una italiana) y la hija de Irma, que en 1998 recibió el bautizo católico.
De hecho se supone que todas han sido bautizadas como católicas, y
algunas ya han sido bautizadas también en otros grupos protestantes, por ejemplo
Pucha que recibió el bautizo de los Adventistas del Séptimo Día cuando vinieron
a la cárcel el año pasado con un enorme tanque de fierro, pero ella dice que ya se
dio cuenta que ‘eso era una secta’ y por lo tanto va a entrar en Ekklesía. La mujer
- blancona, vistiendo pantalones, blusa de seda y saco, evidentemente de clase
media - abraza a las candidatas diciendo que ella misma recibió al Señor hace 23
años y tanto quisiera poder repetir la experiencia, mientras ellas forman una fila.
Pero, los actuales bautizadores son dos hombres, uno vestido de Bermu-
das y una chompa blanca que entra al agua y otro más joven, con camisa blanca y
pantalón oscuro, que se para al lado. Cada candidata recibe un sermón del
predicador al lado de la piscina: “Voy a morir en las aguas y voy a resucitar a una
nueva vida...” La mujer le apoya con gestos, a veces alzando el puño. Luego la
candidata entra a la piscina. Se para con la mirada al sur, de espaldas al público.
El predicador parado allí la agarra por la nuca con una mano, tapa su nariz con la
otra y la hace echar de espaldas hasta hundirla totalmente bajo el agua, mientras
el otro predicador agarra su mano derecha. Luego se le pone de pie, chorreando
agua, mientras sigue el sermón. “Gloria, gloria, gloria a Dios... voy a vivir para
Ti, voy a ser tu sierva...” La mujer la abraza al salir del agua, se tapa con una
toalla y va a cambiarse mientras la próxima candidata se asoma. Una vez empapada
la túnica se nota que algunas están desnudas debajo de ella, que las de pollera han
retenido sus bombachas, mientras Pucha lleva sostén, medias panty e incluso está
* plenamente maquillada (el maquillaje chorrea al salir del agua y el peso elevado
de Pucha casi lleva al bautizador al agua con ella). La última en entrar es la
italiana.
La mujer pregunta si hay alguien más y una voluntaria (es de la 1008,
como todas) se presenta. “¡Siempre hay alguien! ¡Dios siempre provee!” Sigue
preguntando, pero no hay otra dispuesta a cumplir el número de doce para los
Apóstoles (yo susurro a Delfina que podría presentarme a ser bautizada como
Judas). Se vuelve a tocar música y la mujer nos exhorta a tener esperanza. Yo no
puedo aguantar más y respondo “¡Con jueces como los nuestros no hay esperanza!”
Se distribuyen salteñas, Coca Cola y Fanta en botellas personales. La mujer se,
acerca y pide mi nombre para rezar para mí. Le doy el nombre de la Juez Peggy.
222

Las bautizadas incluyen a una camba (una de las participantes en las


salidas de trabajo sexual a San Pedro) que está cerca de recibir la libertad provi­
sional por haber cumplido más de la mitad de su sentencia de ocho años, y otras
dos (una es Pucha) que ya tienen sentencia. Pero de todos modos la mayoría son
‘nuevas’, o no han recibido sentencia todavía; una, de Licoma en la provincia
Inquisivi, acaba de recibir un requerimiento fiscal de 15 años y dentro de unas
semanas recibirá una sentencia de 10 años y 8 meses, mientras los juicios de las
otras están empezando recién o no han empezado todavía. Dos de ellas, incluyendo
la voluntaria, fueron detenidas en El Alto en febrero 2000, junto con una peruana
(que no se hace bautizar). Se encontró 4.695 gramos de cocaína en el q’ipi de la
de pollera, la primera en hacerse bautizar. Ella alegó que la peruana le ofreció un
pago de ‘5, no sé si bolivianos o dólares’ para cargar el q’ipi, mientras la peruana
declaró haber traído la droga como encomienda del Perú y que la primera, a quien
lo entregó, le iba a pagar SUS 100. La voluntaria, al parecer, era la que tenía que
comercializar la cocaína después, pero ella tuvo la sensatez de declarar que no
sabía nada de nada y punto. De todos modos, la del q’ipi se ha convencido que va
a ser absuelta y que participar en el culto evangélico la va ayudar en esto. Aparte
del bautizo, participa todas las noches en las sesiones de canto y lecturas bíblicas
en el comedor y repite que Dios la va a sacar de la cárcel.
Las ofertas religiosas en Miraflores son frecuentes y variadas. Un cura
viene a decir misa cada sábado y una vez al año se'celebran bautismos católicos
para los hijos de las internas, desde recién nacidos hasta los que como la hija de
; Irma llegaron a los 10 años sin ser bautizados. Grupos de ‘hermanas’ católicas
‘i:/ (no visten el hábito y no es claro si son monjas modernas; otras representan grupos

? de devotas laicas) regalan ropa usada, organizan cursos de artesanía (por ejemplo,
pintura en tela) y registran nombres de las que entran en la solicitud del Indulto
-jpara el Jubileo del 2000, una campaña promovida por la Iglesia; también ofrecen
S e t*

ayudar en tramitar certificados de nacimiento o carnets para las que no los tienen
(ellas entendían esto último como ‘nunca tuvo carnet’ pero las internas
! generalmente lo tomaban como ‘mi carnet no está en mis manos porque la FELCN
/ do decomisó’ y además algunas mentían, como por ejemplo una anciana peruana
V-- la única de su grupo etáreo que haya caído por la 1008 - que alegó que nació ‘en
(■:
Sorata en la frontera del Perú’). Estos trámites, sin embargo, no dieron resultados
íy.eventualmente dijeron que había que esperar hasta el final del 2000 por ellos.
Pero de todos modos, conforme con su postura universalista, La Pastoral
Penitenciaria católica ofrece sus servicios a todos y no se ocupan de sí o no la
solicitante participa en el culto; hasta me regalaron una ropa a mí, y eso después
de haber rechazado la invitación de asistir a misa.
223

Las campañas jurídicas son exclusivamente católicas; todos los grupos


protestantes - aparte de Ekklesía y los Adventistas, los Testigos de Jehová también
visitan - se limitan a actividades estrechamente religiosas. Hay sesiones de culto
con un predicador o predicadora, clases de lecturas bíblicas, y sesiones de
‘sanamiento’ que asemejan más a exorcismos, poniendo manos sobre la cabeza
de una presa y pidiendo a gritos que Dios la cure, la libere, que aleje a Satanás de
ella. Las mismas internas luego organizan a diario sus sesiones de canto de himnos
y de lectura bíblica.
Algunos de estos himnos me parecían asombrosamente mal elegidos, en
particular uno cuyo coro repite ‘Cuando llaman lista en allá’, dado que las cuatro
listas diarias son el aspecto de la vida carcelaria que más fastidio provoca, pero
esto debe ser otro ejemplo de mi mala adaptación (yo comentaba al escucharles
“ ¡Si van a llamar lista en allá, yo no voy!”), porque las ‘hermanas’ lo encontraban
tan atractivo que se dedicaban a cantarlo entre ellas día por medio. En ocasiones
predicadores de Ekklesía asisten con amplificación y tocan música religiosa
intercalada con sesiones de prédica en el patio durante toda una tarde. No es
obligatorio asistir a la sesión, aunque muchas lo hacen aparte de las que
habitualmente participan en el culto, pero la música llena de manera inescapable
todo el espacio reducido de la cárcel. No se pidieron sesiones de testimonio de las
internas, sino predicadoras de afuera contaban cómo antes se dedicaban a las
diversiones mundanas, las discotecas, la bebida, etc. y después encontraron Dios
y se salvaron de la perdición, todo contado en un estilo lloroso. Hay grabaciones
de prédicas en este estilo que varias devotas adquieren y después escuchan en sus
celdas. La calidad ruidosa y efervescente de estos cultos contrasta notablemente
con los ritos católicos que son bastante discretos y pueden ser ignorados si uno
no está a su lado.
Algunas internas ya eran hermanas, o a lo menos asistían de vez en cuando
a cultos evangélicos, cuando estaban fuera. Parece más común que se convierten
en la cárcel. Sin embargo, no he podido recoger relatos de conversión del tipo
que se considera convencional y casi universal entre los ‘cristianos vueltos a
nacer’ (born-again Christians) en el Norte. Puede ser que esto se deba a que yo
jamás me acerqué a las sesiones de culto ni tenía relaciones íntimas con la mayoría
de las internas, pero tengo la impresión que la prevalencia de tales relatos en
Europa y los EE.JJ. tiene que ver con ser países de larga tradición protestante, de
tal manera que incluso los que no simpatizan ni participan nunca en cultos
evangélicos conocen el género de ‘cómo yo he encontrado al Señor’ y si es que
entran en el culto activo saben cómo interpretar su experiencia en esos términos.,
En Bolivia, dado que el evangelismo es recién llegado, parece que sólo adeptos
224

experimentados, o individuos excepcionales, se sienten en condiciones de presentar


un discurso sobre su encuentro personal con la fuerza divina, dado que en el
catolicismo, que sigue siendo el substrato universal de la experiencia religiosa en
los Andes, el contacto con lo divino es siempre a través de mediadores (humanos
- sacerdotes, monjas, y luego el predicador evangélico - o divinos, como la Virgen
y demás santos) y no directo.
Otras internas que no se dedican al culto opinan que las devotas en realidad
buscaban ayuda terrenal a través de sus lazos con las instituciones religiosas,
aunque las hermanas católicas eran las más dispuestas a contribuir en esto, por
ejemplo pagando los gastos médicos cuando una reclusa sin dinero necesitaba
una operación de la vesícula. Después de la misa del sábado suele haber
distribuciones de pan y galletas y de ropa usada que son un motivo de atracción
para las de menos recursos.
Las sesiones de lectura y comentario de la Biblia, entre internas o
conducida por una representante evangélica de afuera, proporcionan una actividad
intelectual que es más conforme con las estructuras mentales y formas de
pensamiento de muchas bolivianas, sobre todo las de clase baja, que los estudios
de contenido mundano; la Biblia era con mucho el libro más leído en la cárcel, al
igual que afuera (si uno es visto leyendo un libro en una movilidad, mientras hace
fila en alguna institución, etc. es frecuente la pregunta de si es la Biblia; es
-impensable que en un contexto cotidiano uno estaría leyendo cualquier otro libro
sólo para distraerse).
En el plano simbólico y psicológico, parece que la motivación más
difundida era mágica más que religiosa o espiritual en términos estrictos. Esto
también es típico de la religión popular en general. No se buscan experiencias
místicas y tampoco una renovación o guía moral para la conducta cotidiana (de
allí la observación frecuente entre no-evangélicos, de que ‘los hermanos’ hablan
de moralidad pero en la práctica se dedican igualmente a hablar mal de los demás,
son mezquinos e egoístas frente a sus vecinos y familiares, etc.; se dijo lo mismo
de las ‘hermanas’ en la cárcel) sino que a través del cumplimiento ritual se busca
obtener algún beneficio terrenal: curarse de una enfermedad, encontrar trabajo,
ganar dinero, mejorar el caudal de su negocio - y en el caso de las presas, salir
antes de la cárcel.
En este sentido hay una transición sin interrupciones entre participar en
una vigilia con ayuno durante todo el día en el patio, rezando para que la Ley de
Indulto sea aprobada (culto público), hasta prender velas y ch’allar con alcohol
en la noche después de la lista (culto privado y además con insumos oficialmente
prohibidos dentro de la cárcel). Una interna incluso logró introducir una calavera
225

humana con fines de culto,4 y cuando yo solicité la entrada de velas (argumentando


los frecuentes cortes de luz, pero en realidad para leer en la noche cuando se
apagaba la luz) la Capitán Morón me dio el permiso sólo después de asegurar que
eran velas comunes y no para brujería; la interna más aficionada a prender velas
con fines mágicos se esforzó para conseguir compañeras de celda que no la fueran
a denunciar —no por estar levantada en la noche cuando todas deberían estar
dormidas ni por manejar alcohol, sino por estar realizando ritos Brujeriles que
pensaban podrían estar dirigidas en contra de ellas mismas. *
Otros ritos incluyen el salir ‘desnuda’ (en ropa interior, para una mujer
de pollera quiere decir combinación y mankanchas o enaguas) a rezar llorando el
jueves o el sábado a la media noche, pidiendo a Dios que le haga justicia, que
castigue a las personas responsables de la desgracia de una. Es una práctica común
entre las clases populares y debe realizarse ‘afuera’, generalmente saliendo al
patio de la casa, pero dado que esto era imposible en la cárcel la practicante que
yo observé tuvo que hacerlo en el comedor del rancho. Aparte de las que mascan
coca todos los días, varias más se juntan en las sesiones de acullicar y fumar
cigarros las noches de martes y viernes. Esto es otro rito generalizado en los
Andes y no necesita justificación discursiva por ser habitual, pero en el fondo
tiene fines de adoración a los espíritus terrestres (los ‘tíos’) y dado que estos
espíritus (más ciertos santos católicos, en particular Tata Santiago) son los
invocados en la brujería y también causantes de diversos males e infortunios,
tiene también fines profilácticos - los brujos ‘alcanzan’ sus ofrendas en las noches

4 E lla era camba y no hablé con ella sobre cóm o se integró al culto de las calaveras ni
cóm o lo realizaba personalmente. Este culto está muy difundido en los Andes y tiene
varios aspectos, por ejem plo en el área rural es asociado con el control de la lluvia (ver
L L A N O S L A IM E David (1 9 9 7 ) Ritos para detener la lluvia en una comunidad de
Charazani. Reunión Anual de Etnología, Tomo II. La Paz: M USEF/Fundación Cultural
B an co Central de B olivia). También son utilizadas en contra de los ladrones. Si hay
una calavera en la casa, cuando no hay nadie se habla a sí misma dando la impresión a
potenciales rateros de que la casa está ocupada para que no entren a robar, y cuando
uno ha sido robado se prenden velas a la calavera para que m oleste al ladrón en sueños
hasta que devuelva lo robado. L o que es relevante aquí es que se considera que la
calavera o íu x llu puede influenciar en un ju icio . Se suele llevar la calavera, de manera
oculta, al juzgado cuando uno tiene audiencia: se supone que actúa para confundir a la
parte contraria, consiguiendo que haga declaraciones, contrad ictorias que serían
descartadas por el ju ez. Dado que hay una requisa al salir de y volver a la cárcel no creo
que la intema hubiese podido llevar su calavera consigo a sus audiencias, pero es.de
suponer que intentaba conseguir los resultados deseados ofreciéndole culto dentro de
la cárcel.
226

de martes y viernes, entonces si uno masca (preferiblemente al lado izquierdo de


la boca) y sobre todo fuma en esas fechas, el maleficio no le ha de llegar. El
cigarro más recomendado para este fin es Astoria, de tabaco negro sin filtro, y
algunas internas acostumbran liar dos o cuatro Astorias juntos y fumarlos haciendo
gestos en círculo, siempre en sentido contrario a las agujas del reloj, que es la
dirección de acción ritual positiva en todo contexto (sea al realizar una procesión
con el santo alrededor de la plaza hasta al dar el pésame cuando se entra a un
velorio, o al hacer circular los tragos en cualquier ocasión festiva). Otra untába
sus cigarrillos con azúcar y los fumaba ‘para hacer endulzar el corazón del Fis­
cal’.
Las condiciones de la cárcel no permiten la introducción de especialistas
religiosos (yatiris) que podrían realizar allí mismo ritos más elaborados, como
pasar una mesa, porque esto requiere privacidad y generalmente se los hace de
noche. Algunas consideran contratar a un especialista que pueda hacer tal rito
afuera con sus familiares, pero dado que no sería posible constatar presencialmente
la realización y la validez del rito para sentirse conformes con el pago que suelen
exigir (el enamorado de Jenny hablaba de 200 Bs. por un rito de este tipo con
fines de conseguir la salida de ella), generalmente no llegan a hacerlo excepto si
se trata de un ‘maestro’ que ya conocen y en quien tienen plena confianza.
Dentro de la cárcel se realizan otros ritos más simples que no necesitan
,de un especialista. Por ejemplo: uando una guagua sufre una caída u otro ‘susto’
y se considera que por eso ha perdido su ánimo o ajayu, se hace un sahumerio en
el patio con incienso al atardecer, agitando su ropa y llamando a su ajayu. Después
de un robo, se prende una vela parada en un papel con los nombres de todas las
sospechosas escritos en un círculo para ver en la dirección de cuál de ellas chorrea
la cera. Algunas internas con conocimientos de medicina tradicional, donde el
empleo de plantas, minerales y otros remedios naturales forman parte del conjunto
con los tratamientos rituales, recetan yerbas para tomar en mates, las hacen hervir
para bañar a la enferma o practican masajes (qaquña). Al menos una interna
consiguió provocarse un aborto tomando las yerbas conocidas para este proposito.
En vez de leer la ley, obtener copias de su expediente o indagar sobre lo
que ha pasado en otros casos similares que le pudieran proporcionar algunas
pistas respecto a su propio proceso, muchas presas prefieren buscar informarse
sobre sus casos, y también sobre lo que pasa afuera con sus familiares, cuestiones
sentimentales y demás, a través de la adivinación.
En Miraflores dos presas bolivianas (ambas por estafa, una de clase me­
dia con otro ilustre apellido MNRista y la otra librecambista y comerciante de la
Uyustus), ofrecían lecturas en naipes españoles. La israelita leía el Tarot (y también
227

aseveró haber recitado los seiscientos nombres hebreos de Dios según la tradición
cabalística judía, pero dijo que eso no tuvo resultados en influenciar su proceso).
Yo misma en varias ocasiones fui solicitada a leer la coca para otras internas.5
Se pregunta sobre cómo está yendo su caso en Sucre, si es posible que
pronto salga de la cárcel, sobre cuál de los jueces o vocales pueden ser susceptibles
a una coima o cuál le tiene una actitud más favorable, si se debe cambiar de
abogado o no... sobre si su marido tiene otra mujer afuera, si el hombre que viene
a enamorarla en la cárcel es realmente confiable (“Vos no amas a ese hombre,” le
dije.yo una vez a una cliente, “Sí, es verdad,” me confesó ella), sobre si se debe
aceptar la oferta de participar en un negocio no muy legal - concretamente, una
estafa - del cual le habla una tía que la visita...
Estas actividades no son vistas como algo que contradice la participación
religiosa pública y convencional: la MNRista lectora de naipes era una de las más
afanosas en organizar vigilias y novenas a la Virgen de las Mercedes para cada 24
de septiembre, mientras la israelita, junto con la sudafricana y una boliviana,
durante una época se dedicaron a ayunar de una puesta de sol a otra y a pasar ese
tiempo leyendo en voz alta, de pie y mirando hacia el este, el libro de los Salmos.
Entonces, en su conjunto, de una u otra manera estas prácticas mágicas se extienden
a casi la totalidad de las internas, una participación mucho más amplia que en los
cultos oficiales.
La desesperación y el desamparo que siente todo recluso conducen a que
en algún momento cualquiera esté dispuesto a realizar algún acto ritual en busca
de un resultado positivo, sobre todo si el rito cuesta poco o nada y al fin, aunque
no funcione, tampoco empeora la situación. Hasta yo he prendido alguna vela y
rezado, junto con algunas de mis visitas, ante el imagen de la Virgen que hay en el
patio de la FELCN, y me he encontrado hablando de paso a Dios - no obstante nt i
ateísmo declarado, fui criada en un culto evangélico por mi familia y sé lo que es
hablar con Dios aunque generalmente no lo hago - en la esperanza de que salga
mi solicitud de sustitución de medidas cautelares-'
Pero lo notable es que en varios casos la lucha ritual reemplaza a la lucha

5 En mi adolescencia en Inglaterra fui alcanzada por el rayo y por lo tanto, yo soy


ritualmente calificada para mirar coca, aunque no he encontrado un maestro o maestra
que pueda realizar mi iniciación formal. Además la coca se debe mirar en tari de llama
(lana de oveja no sirve) y en la cárcel yo no disponía de mi tari, avisé a las dientas que
por tal motivo podría ser que las lecturas que yo realizaba en los aguayos, manteles
etc., que ellas me proporcionaban no fueran tan certeras. Sin embargo, algunas volvían
a solicitar mis servicios meses después de la primera consulta, entonces a lo menos
algo de lo que yo les decía ha debido resultar verídico.
228

legal; las velas, los cigarrillos, los naipes y las oraciones reemplazan a los testigos
y el seguimiento del caso; una se dirige a Diosito y la Virgen (y también a los
achachilas y los espíritus de los difuntos) antes que su abogado.
En parte, esto obedece a una estrategia de cubrir todas las posibilidades
que es parte de la cultura popular: con la esperanza de no sufrir accidentes uno
lleva a bendecir su carro a Copacabana y realiza ch’allas (libaciones) en las
apachetas de los caminos, a la vez que lo lleva al mecánico. Por lo tanto, no es
sorprendente que, procediendo de una cultura tan saturada de la religiosidad
mágica, las internas recurran a ésta, como harían y han hecho en otros contextos.
Pero y sin embargo, ningún transportista piensa que las ch’allas y bendiciones
han de reemplazar al mecánico y los repuestos, mientras que hay internas que
parecen pensar que hacerse evangélica es más importante que enterarse de la ley,
o que prender velas en la noche hace innecesario leer el expediente.6
En el Capítulo 4 se ha comentado el ritualismo formal y seglar, tan
pronunciado, de los procesos bolivianos, el fetichismo burocrático que es inevi­
table y a la vez incomprensible para la mayoría de los y las procesados/as (y yo
añadiría, extremadamente frustrante para los que sí estamos en condiciones de
entenderlo). Para muchas, la manera de enfrentar este ritualismo es con otro
ritualismo, el ritualismo mágico que ellas ya conocen, que sienten que es accesible
para cualquiera, y aunque se somete a otro poder igualmente incomprensible en
„ql fondo (la voluntad de Dios) se abre a sus propios conceptos de inocencia y
culpabilidad y, sobre todo, perdón después de la confesión y el arrepentimiento.
Uno de los aspectos atractivos del evangelismo es su énfasis en que cada
uno es pecador, ha cometido errores, pero igual el Señor está dispuesto a aceptarle,
/ le va a limpiar de la culpa (o la contaminación) y le va a otorgar su gracia no
j- importa lo que haya hecho antes. La Iglesia Católica incluyó en su propuesta de
¿ indulto a padres y madres con hijos menores a su cargo - un atributo que no tiene
valor jurídico, ni siquiera como un derecho humano universal (¿desde cuando un
progenitor tiene mayor derecho a la libertad que uno que no lo es?) pero que
, encaja perfectamente con los valores centrales de las internas. Representa un
/ 4 cierto reconocimiento de la presa como persona, con una identidad social y parte
. de una red de relaciones, que como hemos visto es totalmente ausente en el
' tratamiento que una recibe en los juzgados y por parte de Régimen Penitenciario.
, > Hasta aquí, entonces, los aspectos positivos (en términos subjetivos) que
hacen comprensible los afanes religiosos y rituales de las presas. También es
cierto que la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia Católica no se limita a servicios

6 O pedir que otra persona se lo lea, dado que la interna en cuestión era analfabeta.
espirituales sino hace circular información jurídica e intenta montar campañas
para mejorar la situación legal de los presos, trabajando junto con la Asamblea
Permanente de Derechos Humanos. Pero no por eso la religión deja de ser el opio
del pueblo. El lado negativo de la religión en la cárcel es que conduce a y hasta
apoya la pasividad, la sumisión, y la búsqueda de soluciones que pueden
proporcionar cierto alivio emocional a nivel individual, pero no al nivel objetivo
y menos en grupo (excepto en tanto que los miembros de un grupo religioso
ofrezcan confort y comprensión las unas a las otras). Fomenta una actitud
lamentosa (‘Señor, ten piedad de nosotros’) que se extiende a la presentación
habitual de las presas, a través de sus delegadas (‘hemos cometido errores en la
vida’), ante instancias institucionales como por ejemplo cuando las visitan
autoridades de Régimen Penitenciario. Va junto con una auto representación de
una como desvalida y una petición permanente de ‘ayuda’, a veces como una
táctica conciente para obtener beneficios materiales pero con frecuencia
internalizada, y que impide no sólo el activismo frente al caso propio sino también
la participación en los intentos de organización de las presas y protestar
directamente para conseguir mejores condiciones legales y mejores condiciones
de vida dentro del penal. Al fin, si Dios es todopoderoso y sólo Él nos puede sacar
de la cárcel, necesariamente tiene que ser él quien nos ha metido a la cárcel y ha
decretado que cárceles, jueces, policías y todo el resto del aparato represivo existan.
, El hecho de que la religión reconozca a la presa como persona también
significa que contempla su situación como un problema exclusivamente personal
y elimina de antemano cualquier cuestionamiento al nivel estructural o sistémico
(como por ejemplo cuestionar la ilegalidad de la posesión y tráfico de drogas).
No obstante el alivio individual que la religión pueda proporcionar (‘Me
da paz’ dijo la italiana con respecto a su participación en un culto evangélico y
sus diarias lecturas individuales de la Biblia) y los muchos actos de caridad
realizados por ‘hermanas’ de las iglesias y sectas, la religión viene a ser otro
elemento que contribuye a que las presas acepten, se sometan y eventualmente
colaboren, de obra o de palabra, con el mismo sistema que las oprime.
Desde este punto de vista, entonces, deja de ser sorprendente o siquiera
contradictorio, que varias ‘hermanas’ fervorosas estuviesen también entre las más
dispuestas a ‘ir con chismes’ a Seguridad y denunciar, con o sin razón, supuestas
infracciones del régimen interno cometidas por sus compañeras de encierro.
Otra señal de la correlación entre religión y represión es que cuando
Régimen Penitenciario ‘clasifica’ a los y las presos/as, según ei ‘sistema progresivo’
que supuestamente demuestra su rehabilitación a través del encarcelamiento, una
de las casillas a ser llenada corresponde al grupo religioso del cual es miembro.
230

La libertad de culto aquí corresponde a libertad de profesar un culto - de ser


católica, adventista.. y no a la libertad de no tener culto.
El ‘conservadurismo compasivo’ de George W. Bush en los EE.JJ. va
más allá en atribuir un rol de control social más activo a la religión cuando propone
que se debe fomentar, sino exigir, la membresía de ex-presidiarios en grupos
cristianos como evidencia de su rehabilitación. Esto dado que las estadísticas de
ese país demuestran que hay menos reincidencia entre los ex-presidiarios que se
integran en tales grupos que entre los que no. Como cientista social, considero
que tales cifras responderían más a la diferencia entre las características de los
ex-presos que se hacen miembros activos de un grupo evangélico y las
características de los que ni pensarían en tal cosa, que a consecuencias causales
de tomar parte de una congregación religiosa, pero en todo caso demuestra cómo
la religión coincide con la conformidad frente al orden social establecido.
CAPÍTULO VI
EL POR QUÉ DE LA CÁRCEL

Es lunes cuatro de diciembre de 2000, cerca de las 09:30. Acabo de salir del
juzgado de Sustancias Controladas después de firmar el registro, conforme con
mis condiciones de sustitución de medidas cautelares. En la calle están parados
dos hombres enmanillados juntos, uno de mediana edad y con la cara tostada del
que ha trabajado a la intemperie durante la mayor parte de su vida, el otro más
' joven y blancón, pero ambos vestidos con jeans, chamarras y gorras ordinarias.
En la acera, hay unas dos señoras de pollera con otros familiares de varias edades.
Al lado de los detenidos está un funcionario de temo diciéndoles: “Radio taxi
pues, sólo cuesta 6 bolivianos”. Un chiquito de cuatro o cinco años se acerca al
mayor de los detenidos y le dice, “Papi, cómprame dulce”. Evidentemente no se
da cuenta que su papá está enmanillado, o si lo nota, no significa nada para él.
Los demás no dicen nada, como si estuvieran paralizados por susto o dolor.
Por el hecho de que es un funcionario de civil y no un policía uniformado
el que los dirige, me doy cuenta que estos dos hombres acaban de ser pasados a la
cárcel y ahora tienen que ser trasladados a San Pedro. Al menos a nosotras, cuando
nos pasaron a Miraflores, nos llevaron gratis en un jeep oficial; éstos, al parecer,
van a tener que pagar su propio taxi a la cárcel: otro caso más de la 1008. Y como
tantos ya referidos en este libro, se vislumbra para ellos el mismo vía crucis
jurídico, económico y familiar, a la vez que se ve que son de extracción humilde
y es poco probable que sean ‘grandes narcotraficantes’, mientras el hecho de que
tal agrupación de parientes ha venido a presenciar, sin poder hacer nada, la apertura
de su proceso, señala que tampoco pertenecen al grupo de reos lumpert, con
vínculos familiares deteriorados - aunque no se sabe en qué estado estarán esos
vínculos después de unos años en la cárcel, con el resentimiento de los encarcelados
frente a los que ‘no han ayudado’ o no han ayudado bastante cruzando con el de
los cónyuges e hijos que tienen que buscar la vida fuera sin la asistencia del
papá o el marido.
232

¿Qué fines sociales son servidos al encarcelar a este tipo de personas?


Voy a tratar primero el discurso oficial y gubernamental, que es el de la cárcel
como lugar de rehabilitación; luego el discurso más difundido en otros espacios
públicos (p.e. medios de comunicación) que es el encierro como forma de proteger
a la sociedad de individuos que la dañan, con unas observaciones sobre la función
más básica - y atávica - de la cárcel, que es la del castigo. Dado que estos fines
expresos no se hacen realidad, paso a examinar el espectáculo del crimen y castigo
dentro del cual la cárcel es pieza clave, para terminar con mis'propias observaciones
sobre porqué esta institución persiste cuando ha sido comprobado que en la práctica
no rehabilita (y en muchos casos, todo lo contrario), y porque a la vez que el
preso es un espectáculo, es objeto de un ocultamiento e invisibilización por parte
de la sociedad en general.

LA CÁRCEL NO REHABILITA A NADIE, Y SIN EMBARGO SIGUEN


CON EL TEATRO

Los conceptos o representaciones que se hace de la cárcel corresponden cada uno


con un concepto -generalmente implícito y hasta en algunos aspectos, dóxico -
de lo que es el delincuente (tomado como sinónimo de encarcelado), por qué ha
quebrantado la ley y qué se debe hacer frente a este acto. Dentro de la criminología
moderna, las dos teorías principales que intentan explicar la delincuencia son la
teoría de la anomia y la del etiquetaje o labelling approach. Lamnek (1977/1998)
|la s compara en pie de igualdad para ver hasta qué punto las predicciones de cada
| una se conforman con las pautas actualmente observadas de desviación social,
Icg m o si estuvieran en competencia para proporcionar una explicación global del
^ fenóm eno, pero desde un punto de vista más general más bien son
complementarias.
La anomia enfoca el porqué tal individuo no obedece a las ‘normas’ o
Reglas sociales, mientras el etiquetaje considera qué es lo qué pasa con alguien
. que cae en manos de los aparatos represivos (policía, tribunales, centros
l penitenciarios, etc.).1 Es decir, el primero enfoca al trasgresor como individuo y
como miembro de un grupo social, mientras el segundo lo ve como un elemento
procesado por sistemas institucionales. Aunque jamás he encontrado mención
alguna del término entre los funcionarios de Régimen Penitenciarios o de las

í Ver L A M N E K Siegfried (1977/ 1998) Teorías de la criminalidad. 4a edición. M éxico:


Siglo X X I, pp.37-71 para un resumen de ambas escuelas.
233

otras organizaciones que se ocupan de rehabilitar a los/as presos/as en Bolivia, la


perspectiva de la anomia parece encontrarse en el fondo de la postura que se
adopta.
La teoría de la anomia en sí se extiende más allá del campo estrictamente
jurídico/carcelario hasta otras conductas reñidas con el orden social ideal (aunque
se debe recordar que cuando Durkheim aplicó el concepto en su estudio clásico
sobre el suicidio - publicado en 1897 suicidarse era ilegal en muchos países
europeos y un suicida que cometió un intento fallido podía despertar con un policía
al lado de su cama en el hospital). Mientras el sociólogo norteamericano Robert
Merton consideró que la anomia era el resultado de la falta de concordancia entre
las aspiraciones legítimas de una cultura y las rutas socialmente disponibles para
alcanzar tales metas.Tratamientos más burdos como el expresado en Criminología
de Huáscar Cajías (el libro de texto en la materia que se utiliza en la Carrera de
Derecho en La Paz)2 tienden a asumir directamente que la ley, las normas sociales
y la moral son uno y lo mismo. En el fondo, uno delinque por falta de conciencia
moral (es por eso que se pega un cartel con los 10 Mandamientos en la sala del
primer piso en Miraflores).
El hecho de que muchos presos en todas partes proceden de familias
‘rotas’ (son huérfanos, tienen padres divorciados o separados o son hijos de madre
soltera) se explica por el hecho de que tal familia no es capaz de dar una crianza
adecuada a sus hijos y éstos crecen sin entender que no se debe robar, codiciar los
bienes ajenos, matar... versiones más modernas identifican como otra fuente del
conocimiento, y sobre todo intemalización, deficiente de las normas sociales, la
falta de educación formal, o problemas psicológicos - que también pueden tener
sus raíces en la socialización defectuosa proporcionada por una familia incompleta
- que pueden expresarse en la incapacidad de dedicarse a un trabajo regular o
‘enfermedades’ como alcoholismo o fármaco dependencia. La cárcel, entonces,
representa un espacio de formación y re-educación donde el trasgresor puede
aprender lo que es correcto y superar estas taras para luego ‘reinsertarse’ como
un ciudadano modelo.
Desde los inicios de la cárcel moderna con afanes reformatorios hacia
fines del siglo XVIII, la religión fue vista como el modo principal de enderezar
las mentes torcidas, y sigue siéndolo, hasta en el país pionero de la represión
capitalista y democrática, los Estados Jodidos, como se observó al final del capítulo
precedente. Los evangelistas que visitan Miraflores para guiar a las presas en
lecturas bíblicas tienen una intención evidente de enseñar principios morales

2 C A JIA S Huáscar (1 9 7 8 ) Criminología. 4 a edición. La Paz: Editorial Juventud.


234

correctos, incluso sermoneando sobre la necesidad de sanciones restaurativas -


aunque el ladrón salga de la cárcel, no va a ser libre de su pecado hasta que haya
devuelto lo robado a la víctima. Presas por la 1008 que tomaron parte en esta
clase no preguntaron cómo, qué y a quién se debería restaurar en sus casos.
La Iglesia Católica, conforme con su tradición más ritualista, en lo
religioso se contenta con oficiar misas cada sábado, celebrar bautizos de niños y
organizar vigilias con ayunos y rezos durante todo el día en el patio en favor del
algún beneficio como la aprobación de la Ley del Indulto, promovida en
celebración del Año del Jubileo en el 2000. Las mismas presas se ocupan de otros
ritos como rezar la novena a la Virgen los días antes de la fiesta del 24 de
septiembre.
Como se acaba de ver, la mayor parte de las presas toman estas ofertas
religiosas más en el sentido mágico - al rezar, cantar himnos o ir a misa se consigue
la ayuda de Dios. La fuente de efectividad es el rito correctamente realizado y
con fe, mientras la conducta cotidiana fuera del espacio ritual no es tomada en
cuenta. Los pecados condenados por los evangelistas suelen ser la borrachera y la
promiscuidad sexual, con menciones ocasionales del robo, que no corresponden
a la visión que de sí mismas tienen las presas y menos tienen que ver con porqué
ellas están tras las rejas, y la Biblia no dice nada sobre tráfico de cocaína o mari­
huana3. En tanto que la conversión religiosa incide en la no-reincidencia, en Bo-
livia o en otra parte, tendrá más que ver con el'tipo de preso que se va a hacer
miembro fiel de una congregación religiosa y acatar sus normas de conducta, que
con la participación religiosa en sí.
Los niveles de educación formal en Miraflores son bajos. Algunas presas
son analfabetas, otras sólo tienen educación primaria, y entre las que han pisado
el colegio, pocas han terminado el bachillerato. En Europa o los EE.JJ. esto
representaría un perfil de marginalidad social, pero en Bolivia es más bien típico
de los grupos sociales de donde proceden. Su nivel educativo no las distingue de
sus pares que no han caído a la cárcel, y por lo tanto no representa un factor
causativo de su actividad delincuencial.
Los cursos formales disponibles en la cárcel son de dos tipos: Educación
Veloz de Adultos, que es alfabetización básica, y luego CEMA, un bachillerato
acelerado (se cumple el equivalente de dos años en el colegio en un año) para los
que han abandonado la escuela en el ciclo intermedio o medio. Las analfabetas

3 Aunque en 2 0 0 8 , el Papa incluyó en su lista de ‘pecados mortales modernos’ , al lado de


dañar el medioambiente, el tráfico de drogas - otro ejem plo de la coincidencia entre
religión y represión que se acaba de com entar en el capítulo anterior.
235

casi siempre son mujeres mayores de 40 aflos que pasaron su niñez y adolescencia
en el área rural; han aprendido a desenvolverse adecuadamente sin saber leer o
escribir, y los empleos que requieren tales habilidades ahora no están abiertos
para ellas, si es que alguna vez lo estuvieron. Hay casos excepcionales de jóvenes
analfabetas que podrían tener mejores oportunidades si aprendieran la lecto
escritura, pero éstas sí suelen ser realmente marginales, de tal manera que no se
interesan en la oferta educativa. CEMA existe fuera de la cárcel en muchos centros
educativos y es parte regular del sistema de educación fiscal, debido a los niveles
elevados de abandono en los colegios. Las presas que se inscriben en CEMA
estudian con regularidad, debido a que los contenidos y métodos didácticos ya
les son familiares, como también la meta del bachillerato. Sin embargo, el mercado
laboral ya está sobresaturado de bachilleres jóvenes sin prontuarios, y para una
mujer de 30 años o más, sus posibilidades de empleo con bachillerato no son
distintas a las que tenían sin él.
La motivación para participar en un curso no es porque el título obtenido
vaya a ser útil, sino porque se piensa que con más certificados una va a poder
acceder con más facilidad a beneficios, concretamente la libertad provisional.
Esta esperanza fue fomentada por los comentarios referentes al nuevo Código de
Procedimiento Penal, donde se habla del ‘dos por uno’ para los que estudian y/o
trabajan en la cárcel. Las presas entendían esto como una reducción de la mitad
de la pena, pero las propuestas dicen concretamente que se va a redimir un día de
la pena por cada dos días de trabajo o de estudio, que no es lo mismo (sería que si
uno completa un curso que dura seis meses, su sentencia se reduciría por tres
meses, y así sucesivamente). A lo menos esto sería fácil de medir con referencia
a un curso como CEMA, pero no está claro cómo se piensa medir el tiempo
pasado en el trabajo, dado que no hay trabajos asignados por el sistema carcelario
sino cada una trabaja por su cuenta, sin marcar tarjeta o registrar los días hábiles.
Los otros componentes del Area Educativa son cursos de artesanía y de
especialidades técnicas como computación o contabilidad. En las cárceles de
mujeres la artesanía se limita casi exclusivamente a los tejidos y la costura, dos
rubros laborales sobresaturados en Bolivia, más trivialidades como porcelana
fría o pintura en tela. Los cursillos en ramas que podrían ser más rentables, como
el trabajo en cuero, no llegan a un nivel que permita el ejercicio independiente.
Lo mismo ocurre con computación, que sí podría ser la fuente de nuevas
oportunidades afuera; sólo había dos computadoras que no estaban disponibles
para que las alumnas practiquen en ellas fuera de los horarios del curso, y como
ninguna de ellas tenía acceso independiente a un ordenador en que practicar (ni
parecían desearlo; ninguna me preguntó si podría hacer uso de mi laptop cuando
yo no la estaba ocupando), tampoco llegaban a ser competentes. Al fin era sólo
otro certificado de asistencia más. Los cursos de contabilidad o mercadotécnica
son largos y bastante abstractos y no está claro si dan lugar a una calificación con
valor real en el mercado. Es posible que haya mejores oportunidades en la artesanía
en las cárceles de varones, donde existen talleres de cuero, metalmecánica,
carpintería, zapatería y otros, pero esto es consecuencia de que las cárceles
simplemente reproducen la división de trabajo existente en la sociedad, y la
actividad artesanal depende en la práctica de los esfuerzos de los mismos presos
y los contactos que tienen afuera para hacerse traer el material y vender el producto.
La gran mayoría de las presas de vez en cuando se dedican a alguna
artesanía con fines de obtener un ingreso, pero no como algo que represente un
oficio al que dedicarse una vez fuera. Las hermanas católicas entienden esto y
proporcionan oportunidades principalmente como una fuente puntual de algún
ingreso, como por ejemplo la fabricación de muñecas en base a tarros vacíos de
mayonesa y similares: ellas traen la tela para forrar los recipientes, espuma sintética
para formar cabezas, pies y manos, y luego se ocupan de vender las muñecas. En
este caso, la intención de la ofertante y la presa coinciden., mientras por lo gen­
eral las presas están buscando algo - distracción, puntos a favor dentro del ‘sistema
progresivo’ o un certificado de Buena Conducta de Gobernación, la redención
mágica - que no coincide con los fines explícitos de la oferta, sea ésta laboral o
“religiosa.
En todas las cárceles hay un psicólogo que asiste los días de semana.
Aparte de llenar los formularios del sistema progresivo - de manera muy superfi­
cial y siempre favoreciendo a la interna, por ejemplo ‘Agresividad’ es calificada
como ‘controlada’ incluso cuando el trato que la misma interna da al psicólogo, o
las riñas con otras internas que ha protagonizado en su delante, demuestran que
no es exactamente el caso - está disponible para consultas informales. No conozco
casos donde se haya dado lugar a un verdadero curso de psicoterapia, y la psicología
es totalmente ajena a la población carcelaria en general. Las dos ‘clientes’ más
regulares del psicólogo, que iban a charlar con él varias veces a la semana sobre
sus problemas personales, eran Solange y la Falsa Verónica, miembros de esa
capa reducida de la clase media que consume tratamientos psicológicos como
parte de su vida habitual.
Para las demás, el psicólogo es alguien a quien se puede recurrir
puntualmente, por ejemplo para que ruegue a Seguridad que no corte sus visitas o
hable en su favor para que la cambien de celda porque no soporta más a otra
compañera. Otras lo ven como una figura paternal (y en definitiva adopta una
manera paternal con todas) a quien se puede acudir como arbitro, por ejemplo
237

haciendo que él esté en su lado al recibir una llamada telefónica de su ‘marido’ en


San Pedro con quien está peleando o que no quiere firmar el acta de reconocimiento
de su hijo. Varias lo califican como ‘el cartero del penal’, opinando que su única
actividad real es la de llevar y traer cartas entre Miraflores y San Pedro.
Algunas presas, reincidentes por la 1008, han adquirido el discurso del
fármaco dependiente a través de sus experiencias con el sistema penitenciario; exigen
un espacio para su actividad artesanal porque es ‘terapia’ para ellas y piden
tratamiento para su ‘enfermedad’. En tanto que hay tales tratamientos, vienen de
organizaciones independientes, cuyos representantes visitan la cárcel mayormente
para proporcionar certificados constatando que Fulana es adicta a la droga con la
cual fue detenida (el Fiscal Cannelloni desestimaba tales certificados por basarse
en ‘la mera aseveración de la procesada’) e incluso vender (por 150 a 200 bolivianos
en 1998) certificados falsificados que dicen que Mengana fue interna en su centro ,
de rehabilitación en tal fecha buscando curarse de su adicción. Dado que en la
práctica es la FELCN que decide si uno es ‘adicto’ que merezca ser mandado a un
centro (de donde puede salir en tanto quiere; muchas veces este es el premio por
haber ‘vendido’ a otra persona a la FELCN, declarando en su contra o identificándola)
o un ‘narcotraficante’ que merezca ir a la cárcel, tales papeles sirven para poco o
nada como defensa ante los tribunales; referente a otra que intentó insistir que era
consumidora adicta y no vendedora de marihuana, Cannelloni escribió en la
diligencias policiales que podría ir a un centro después de cumplir su sentencia.
En el 2000 una psicóloga de una de estas instituciones venía a Miraflores
ofreciendo tratamiento para fármaco dependientes, sesiones de unas horas a la
semana que al parecer consistían en una mezcla de tests proyectivos y juegos
educativos. Sus amigas se reían de la italiana que participaba con gusto con la idea
de que al hacerlo, ella comprobaría que era fármaco dependiente y no traficante y
conseguirá la absolución o el traslado a un centro de rehabilitación.
El nivel de control, aunque más por parte de otras intemas que por parte de
Seguridad, hace difícil introducir drogas en Miraflores y obliga a consumirlas con
mucha discreción y ningún exceso. Si persistir en el consumo aún en estas
circunstancias puede ser tomado como señal de ser realmente una consumidora
empedernida, es decir ‘farmacodependiente’ en el discurso oficial, se observa un
mayor porcentaje de fármaco dependientes entre las presas comunes, tomando en
cuenta su número reducido, que entre las de la 1008. Pero sólo las de la 1008
adoptan este discurso, con la esperanza de usarlo como defensa legal, mientras no
vale la pena para una presa por giro de cheque en blanco publicar el hecho de que
también ha sido fumadora asidua de base de cocaína.
La gran mayoría de las internas de Miraflores, tanto de la 1008 como
238

comunes, en el fondo son criminales económicas, y el hecho de dedicarse a


actividades económicas ilegales es consecuencia de problemas estructurales crónicos
de la economía nacional e internacional, no el resultado de su propia falta de estudios,
sus actitudes antisociales o su carencia de habilidades en algún oficio. Al parecer,
las presas perciben esto con más claridad que Régimen Penitenciario, que diseminó
publicidad - recibida con sarcasmo por las internas - en la televisión en el 2000,
mostrando presos (todos varones hasta donde llegué a ver) trabajando en talleres
dentro de la cárcel y expresando agradecimiento a Régimen que les estaban dando
la oportunidad de rehabilitarse aprendiendo un oficio legítimo.
Es evidente que tales anuncios se dirigen a la sociedad en general y no a
convencer a los mismos internos (quienes saben que casi todo lo que se hace en los
talleres se debe a ellos mismos y no a Régimen - hasta en el taller netamente educativo
en Miraflores, los materiales son financiados por las presas según las prendas que
cada una se proponga tejer). Toda la gama de funcionarios, gubernamentales o no
gubernamentales, que se ocupan en ‘rehabilitar’ a los encarcelados necesitan
justificar su existencia y a la vez legitimar el sistema carcelario del que viven,
demostrando que no es, como comúnmente se cree, ‘la universidad del delito’, o un
lugar donde los presos simplemente se pudren en una ociosidad sostenida con fondos
públicos. Para esto, a la vez, requieren que algunos presos y presas les hagan el
juego, participando en los cursos ofrecidos; desde este punto de vista no importa si
realmente aprenden a hacer algo o si van a seguir haciéndolo cuando vuelven a la
calle.
Las propuestas de reforma, que incluyen la constitución de una Junta de
Trabajo incluyendo al psicólogo, la trabajadora social, y delegados de los internos,
para registrar los trabajos realizados para administrar el beneficio de ‘dos por uno’,
van a aumentar el número de clientes de la rehabilitación e inducir a más presos a
colaborar con este juego de apariencias; excepto en el caso de unas innovaciones
costosas y por esa misma razón, casi impensables (como por ejemplo una sala de
computación con varias máquinas que las internas pudieran usar a su gusto, hasta
con conexión de Internet4}) no van a tener ninguna incidencia real en los porcentajes
de reincidencia. Vale la pena notar, ademán, que todas las ofertas se limitan

4 Cuando el nuevo director de Régim en Penitenciario visitó M iraflores a mediados del


2 0 0 0 , yo, frustrada con los pedidos de las otras intemas - agilizar los trám ites para
entrar en el Plan Familiar, permitir salidas cada quince días para visitar a hijos que
estaban en internados - solicité que nos permiten una conexión de Internet. L a respuesta
era que no, porque ‘aquí hay muchas de la 1008, y hay mucha información en Internet’ .
¿L os traficantes de droga no tienen derecho a informarse? ¿O es que existe una página
Web del cartel de Cali donde se puede concertar compraventa de cocaína?
239

estrictamente a la cárcel. No se propone absolutamente nada para asistir a los presos


cuando salen, por ejemplo habilitando un albergue temporal para los que no tienen
amistades o familiares que les puedan recibir, o dinero para un alquiler, y ayudándoles
a encontrar algún trabajo - aunque sea lavando ropa o barriendo calles - para que
no se encuentren en la situación tan claramente descrita por Marina, donde su
anterior actividad ilegal resulta ser la única salida disponible.

‘M ALEANTES E ST Á N SALIENDO A LA C ALLE’:


LA CÁRCEL COMO PROTECCIÓN DE LA SOCIEDAD

El concepto del delincuente subyacente al discurso que trataré en este acápite se


refiere una persona que se dedica habitualmente a robar, asaltar, estafar, vender
droga, violar o matar, para quien esto es su oficio, o se puede decir casi su profesión,
y únicamente deja de hacerlo cuando está tras las rejas - y a veces, ni siquiera
entonces (como en el caso de los auteros que, según la televisión, seguían dirigiendo
sus redes de robo y venta de autos por teléfono desde el penal de Palmasola). La
imagen se apoya en casos como los ladrones reincidentes denunciados en el
‘TelepoliciaP de RTP.
La teoría del etiquetaje trata de cómo se aplica este estereotipo a los
individuos. El punto de partida es que muchos, sino todos, cometen pequeños
delitos, sobre todo en la adolescencia, como por ejemplo robar en tiendas o
mercados, pero sólo algunos llegan a ser detenidos (en particular los que
corresponden al estereotipo de ‘sospechosos’ manejado por la policía local, que
tiene mucho que ver con prejuicios referentes al origen social, racismo, etc.). Así
llegan a ser conocidos, ‘fichados’ como se dice en La Paz, y -siempre que sigan
con actividades irregulares - van adquiriendo un prontuario y eventualmente llegan
a la cárcel. Saliendo de allí, sus antecedentes hacen aún más difícil que puedan
colocarse en un empleo legítimo y van entrando cada vez más en el círculo de la
reincidencia, de hecho convirtiéndose en el ‘delincuente’ habitual que es la etiqueta
que el sistema represivo les ha aplicado. Es decir, aunque ser nombrado como
delincuente no obliga necesariamente a convertirse en uno, sí lo hace mucho más
probable.
La imagen del criminal profesional da la idea de que si alguien tiene
antecedentes carcelarios, de cualquier tipo (no importa el delito específico, ni
siquiera si uno ha sido absuelto; basta haber estado en la cárcel) no se debe recibir
a esa persona en la casa, alquilarle un cuarto, o darle un empleo, porque si no se
mete a robar allí mismo, va a traer a sus amistades que se suponen igualmente
240

indeseables, va a cometer ilegalidades, el dueño de casa o el empleador, si no es


víctima de las mismas, se va a ver ‘involucrado’... Es cierto que para emplearse
en varias fábricas de La Paz y El Alto, se exige un certificado constatando ausencia
de antecedentes policiales, aunque el predominio del empleo informal en Bolivia
significa que en la mayoría de los casos no se exigen documentos. A la vez, los
empleos informales se consiguen a través de contactos personales donde
probablemente se conocen los antecedentes de la persona sin necesidad de
certificados, y mientras algunos consideran que conocen la realidad de la persona
y le han de confiar no obstante ser ex-presidiario, siempre va a haber otros que
van a aferrarse al estereotipo y buscar motivos para rechazarle (yo misma he
encontrado esto en los circuitos de empleo universitario, donde la Carpera de
Sociología me aceptaba durante y después de mi detención, mientras Antropología
me declaró contaminada en tanto que caí e intentó negarme hasta actividades ad
honorem como la tutoría de tesis).
La cárcel, entonces, es vista como el depósito más apropiado, o incluso
el único, para este material humano contaminante, peligroso y dañino para los
demás. Se da por sentado que los delitos cometidos atacan a otras personas y por
extensión tienen a ‘la sociedad’ - entendidoa como el conjunto de ciudadanos
que observan las buenas costumbres - como víctima.5 Para que no haya más
víctimas es necesario encerrar al delincuente, sacarlo de circulación, y si es por
"más tiempo, mejor. En el Norte la figura central de esta imagen es el ‘asesino en
serie’ o ‘psicópata’, que, bajo los impulsos oscuros de su mente anormal, mata a
una persona tras otra y si no está en la cárcel, va a seguir haciendo lo mismo. Se
* publicitan los casos de tribunales bienintencionados que, engañados por las señales
f de arrepentimiento, rehabilitación y aparente normalidad emitidas por el reo, le
, dan la libertad provisional para que casi inmediatamente vuelva a matar; se exige,
/ y en algunos países se imponen, sentencias obligatorias muy largas o cadena
perpetúa para los asesinos, incluso cuando no son asesinos en serie con diez o
más muertes en su haber.
I El asesino en serie, sin embargo, parece ser el producto de una especie de
| ¡■*' anomia metropolitana que no existe en Bolivia. La mayoría de los asesinatos se
f -f" deben a problemas interpersonales íntimos, con mayor frecuencia entre parientes

’5 Cuando las víctim as son miem bros marginales de la sociedad, también crim inales o
dedicadas a actividades consideradas ilegítim as aunque no ileg ales, hay m enos
preocupación. E l ejem plo más obvio de esto es lo lento del esfuerzo policial para
encontrar al asesino cuando se limita a matar a prostitutas, com o en el caso de Peter
SutclifFe, ‘el degollador de Yorkshire’ ( Y orksh ire R ip p e r ) en Inglaterra a fines de los
1970.
241

afines. El difunto, en tres de los casos de asesinato en Miraflores, era marido de


la única o principal procesada, y si había un co-procesado era el amante de ella;
Fernández (2000:101) cita el caso de un comunario que, después de décadas de
peleas con sus afínes, al fin mató al más molestoso de ellos una vez que su esposa
se había muerto. Otros dos casos en Mirafllores eran por la muerte de un bebé
nacido de una anterior unión del hombre con quien la procesada estaba
conviviendo.6 Sólo uno era por motivos económicos, la extorsión y muerte de un
abogado, cometido en forma bastante descabellada por unos chulos y una prostituta
que trabajaba con ellos; parece que el rol de ella era servir como cebo para atraer
a la víctima al lugar de los hechos. Fueron detenidos cuando intentaron cobrar el
cheque que obligaron al difunto a firmar antes de darle muerte. Al menos no hay
razones para creer que ella volviera a hacer algo parecido otra vez en su vida,
pero igual recibió una sentencia de treinta años, aunque en su caso un par de años
adentro hubieran bastado para aleccionarla. Las asesinas de bebés jamás detallaron
los hechos o su propio rol en ellos, pero los tribunales las debieron ver como no
muy responsables porque recibieron sentencias menores a diez años y
eventualmente salieron en libertad, y una de las matamaridos consiguió a lo menos
parte de lo que buscaba a través de ese acto porque hacía Plan Familiar, visitando
al amante co-procesado en San Pedro cada quince días. Ninguna de ellas se asemeja
a tipos como Dr Crippen, un psicópata inglés de los años 1930 que se casó varias
veces y asesinó a cada una de sus novias. El argumento de protección de otras
víctimas potenciales no justifica el encierro de estas mujeres, mientras la existencia
de tal castigo no basta para inducir a uno a contener sus impulsos homicidas
frente a cierto tipo de tensiones familiares insuperables.
De todos modos, el discurso pro-víctima, pro-sociedad en Bolivia no se

6 Un estudio sobre mujeres presas por hom icidio en M éxico demuestra una.pauta algo
parecida. 7 6 % de las presas mataron a miembros de su núcleo fam iliar versus 24% que
mataron a extraños. Tratando exclusivamente del primer grupo, 4 5 % mató a sus hijos,
2 4 % a hijastros (en el sentido de algún niño no suyo, pero que estaba a su cargo) y 3 0 %
a sus parejas (el 100% se com pleta con un caso único que mató a su madre). Ver
A ZA O LA Elena (1 9 9 6 ) E l delito de ser mujer. Hombres y mujeres hom icidas en la
ciudad de M éxico: historias de vida. M éxico: Plaza y Valdés/CIESAS. En M iraflores
había entonces 83% por asesinato de miembros de su grupo familiar, todos parejas o
‘hijastros’, y 17% por asesinato de extraños. E l número es demasiado reducido para
sacar conclusiones definitivas (se sabe que también hay asesinas de sus hijos pero
casualmente no llegaron durante el periodo de mi ‘estudio’ allí) ñero se puede especular
que hay relativamente más agresividad contra afines (tanto cónyuges com o hijastros)
en B oliv ia que en M éxico, relacionado con las características ya mencionadas de la
afinidad andina. De nuevo, es un tema aún por investigar.
242

enfoca en los asesinos, sino en los ladrones y, últimamente, los violadores. En


caso de los ladrones, raras veces llegan a la cárcel. Mayormente roban cosas que,
aunque la pérdida cause dolor al dueño, no valen tanto como para justificar los
costos de un juicio; dado que el Ministerio Público no se ocupa solo de tales
casos, las más de las veces ni llegan a ser pasados a la justicia ordinaria porque
las víctimas desisten en tanto que recuperan el objeto perdido, o simplemente
alzan las manos, y los autores de este tipo de delito suelen ser los más metidos en
tratos con la policía, que se reparte el botín con ellos o les suelta con la promesa
de volver adentro de poco con algo para los pacos. Y si es que llegan a la cárcel,
sus sentencias son cortas y salen rápido. Entonces los penales no tienen una función
significativa de protección social contra este tipo de delincuente, aunque es el
que más se acerca al estereotipo del ‘maleante’; por este mismo motivo suelen ser
objetos de actos de justicia popular, desde amenazas como colgar muñecos en los
faroles del barrio con carteles anunciando ‘Muerte al ratero’ hasta verdaderos
linchamientos (cuyas víctimas, en contextos como barrios de El Alto, no siempre
resultan ser rateros habituales como creen sus atacantes).
El caso de los violadores es más complejo y, como he estado en una
cárcel de mujeres, no puedo opinar sobre la realidad de los violadores que llegan
a la cárcel (se sabe que son muy pocos; por lo general no se asienta juicio por
violación o la parte civil desiste al poco y el Ministerio Público no sigue con el
caso) ni sobre sus probabilidades de reincidencia en el mismo delito.7 Lo que es
relevante aquí es que la lista de presos a ser indultados en el 2000 incluía a varios
violadores y hubo una protesta pública en contra de su libertad que obligó a la
7 No conozco investigaciones sobre los procesos por violación en B olivia, pero hay dos
publicaciones peruanas que tratan del tema en un contexto social y cultural parecido.
Siles V allejos (1 9 9 5 ) exam ina los expedientes de varios procesos por este delito en
Lim a en la década de los 1980, mientras León y Stahr (1 9 9 5 ) muestran entrevistas con
presos por violación en dos cárceles limeñas. En ambos contextos surgen una serie de
prejuicios, com o, por ejem plo, que sólo cuenta com o violación si la m ujer es virgen, y
un estereotipo de la sexualidad masculina como incontrolable después de llegar a cierto
nivel de estim ulación; en consecuencia las m ujeres tienen el deber de guardar recato
para que el hom bre no llegue a ese punto, caso contrario deberían aguantar las
consecuencias. Aunque los autores no son para nada radicales, sus conclusiones se
acercan a la posición de ciertas feministas radicales, que la violación es inherente en el
concepto reinante de masculinidu ! y por lo tanto, todo hombre es violador en potencia,
sólo depende de encontrarse en las circunstancias apropiadas. Si es así, puede ser que
los violadores son propensos por naturaleza a la reincidencia, y la única form a de
reducir el número de violaciones sea a través de una reestructuración total de los
conceptos de género que prevalecen (o incluso, según M ujeres Creando, grupo de
activistas feministas en La Paz, la castración de los violadores, que sí haría totalmente
imposible la reincidencia). A la vez, pero, hay un entrevistado que dice que no sabía
243

Cámara de Diputados a revisar la lista (de unos 3.000 presos y presas), según se
dijo, ‘caso por caso’ para evitar que violadores sean beneficiados con la reducción
de sus penas. Se asume que el violador es un pervertido sexual que volverá a
hacer lo mismo una y otra vez; entonces la restricción de su acceso a la libertad
muestra al público que el Parlamento está vigilando para que la cárcel cumpla la
función protectiva en este rubro, aunque es otra cuestión hasta qué punto los
presos en cuestión se ajustan a la imagen que se tiene de ellos.
El discurso de la necesidad de proteger a la sociedad también proporciona
un velo para la justificación más atávica y a la vez fundamental de la cárcel, que
es el castigo de los infractores. Se habla del encarcelado como alguien que está
‘pagando su deuda a la sociedad’, como si debería algo por el hecho de haber
transgredido las leyes, y como si la privación de libertad de alguna manera
resarciera ese algo. Suele haber protestas en contra de lo que se consideran
condiciones demasiado buenas o laxas en las cárceles, aunque en Bolivia no llegan
al nivel de los EE.JJ. donde algunos buenos ciudadanos se expresan en contra del
derecho de los presos a visitas conyugales, opinando que no es justo de que un
ladrón o un asesino tuviera oportunidad de relaciones sexuales e incluso engendrar
hijos mientras está en la cárcel. En ocasiones hay protestas populares cuando se
considera que los castigos ofrecidos por la ley no son lo bastante drásticos: más
notablemente, las marchas de protesta que en 1999 exigían la pena de muerte o
castración para violadores; o también las protestas de los muchos damnificados
por el colapso del Banco Boliviano Americano de Maritsa Siles que el día de
lectura de su sentencia se amontonaron en la puerta del juzgado, y que cuando el
juez le dio seis años y cuatro meses, inconformes exigían para ella una sentencia
mayor.
El deseo de castigo a veces se une y confunde con el deseo de venganza
(ver supra, Capítulo 4), por ejemplo cuando una mujer dice que quiere ‘meter a la
cárcel’ a su ex-marido que no le ha pagado las pensiones prometidas para su hija.
Evidentemente, no se considera que si estando fuera el sujeto no llega a pagar,
adentro es imposible que lo haga, pero se le quiere castigar metiéndolo a la cárcel,
aunque esto no va conseguir el beneficio que es el supuesto objeto de la demanda.

que lo que hizo era violación y si más hombres supieran eso, ya no com eterían esos
actos; desde ese punto de vista, el encarcelam iento serviría com o escarm iento y
concientización y no volverían a hacerlo. Ver S IL E S V A L L E JO S Ábraham (1 9 9 5 ) Con
el solo dicho de la agraviada. ¿E s discriminatoria la ju sticia en procesos por violación
sexual de m ujeres? Lim a: D E M U S. LEO N Rafael y M arga STA H R (1 9 9 5 ) Yo actuaba
com o varón solam ente... entrevistas a procesados por delito de violación. Lima:
D E M U S.
244

Es obvio que no siempre existen sanciones restaurativas que se puedan


aplicar - no hay manera de restaurar la muerte de alguien, dentro de esta cultura
que no admite la entrega de un niño como sustituto del fallecido ni el pago de
‘dinero de sangre’ Pero es notable que en la mayoría de los casos, incluso en
aquellos como estafa donde en vez del castigo de encierro se podría imponer la
devolución de lo estafado, las posibles alternativas de resarcimiento ni siquiera
entran en consideración. Son las sanciones punitivas las que salen a luz, pueden
hasta ser exigidas a gritos.
Si uno observa las demandas de las familias que dicen “Pido justicia” en
la televisión, resulta que las más de las veces ‘justicia’ equivale a ‘castigo’ del
culpable, y en la actualidad el único castigo disponible efi Bolivia es la cárcel;
aunque las manifestaciones populares a favor de la pena de muerte para violadores
y los linchamientos de ‘rateros’ en los mercados de Cochabamba señalan que los
suplicios físicos también serían recibidos con gusto por muchos ciudadanos y
ciudadanas. Entonces, mandando tras las rejas a ‘delincuentes’, se puede hacer
gala del discurso altisonante de la protección de la sociedad y al mismo tiempo
satisfacer tácitamente estas exigencias primitivas populares.

LOS TRIBUNALES Y LAS CÁRCELES COMO ESPECTÁCULO

En el capítulo 5 se comentó el interés generalizado en la ‘crónica roja’ y los temas


policíacos y judiciales en los medios de comunicación en Bolivia. Los reportajes
se concentran en describir los mismos crímenes o mostrar la detención de los
acusados. La preferencia por informar sobre crímenes violentos, y la concentración
en acontecimientos anormales dentro de las cárceles - presos que se matan, se
suicidan o se agarran a tiros, prostitución en cárceles de mujeres, alcohol y drogas,
huelgas de hambre, incendios, fugas, motines -contribuye a retratar un mundo
carcelario lleno de feroces hampones que acuchillan, garrotean, violan y asaltan
cuando están fuera y que siguen dirigiendo robos o tráfico de drogas desde adentro,
que son unos individuos espantosos de cara cortada.
También se ha visto que en los medios raras veces se publica las sentencias
y cuando esto ocurre, suele ser en casos de ‘grandes crímenes’, como el de
Barbaschocas y sus 4 toneladas de cocaína o los militantes del MRTA que
secuestraron al empresario Samuel Doria Medina. Implícitamente, la cobertura
de los medios sugiere que todos los procesos penales son para crímenes grandes,
cometidos por pes&pnás dedicadas# ilegalidad. El éxito a partir de 1998 de
Gente y Extra, dos^periódicos amarillos que se ocupan mayormente de crónica
2<

roja, demuestra que hay un público ávido que consume este espectáculo.
A la vez, representa una invisibilización del real mundo carcelario y^
su población mayoritaria, que no es violenta ni forma parte del ‘mundo del hampu
La gente niega que sus parientes estén en la cárcel, se olvida de sus conoció
que caen, y los ex-presidiarios evitan mencionar que han estado allí en tanto ¡n,
sea posible. Incluso hay la idea entre detenidos/as de que es mejor, si se pued(
evitar que su caso figure en la prensa, porque en tanto que haya más publicidad
lejos de favorecerles, es más probable que reciban una sentencia más elevada y,
les dificulte la obtención de libertad provisional.
Gobernación intenta prohibir la entrada de cámaras fotográficas o equipe,
de filmación, y cuando se obtiene permiso de Régimen Penitenciario pu,
introducirlos, las entrevistas suelen realizarse en la oficina de Gobernación ct,
la sala de Defensa Pública, máximo quizás en el patio en Miraflores, pero itunt,
en las celdas. Cuando hay visitas oficiales de jueces o funcionarios de Régin»|
se suele realizar una limpieza especial de toda la cárcel (incluso espacios quelc,
visitantes jamás se interesan en ver, como la cocina de administración) y se orden,
el retiro de toda la ropa tendida a secar, de cocinas y garrafas de gas y de otr(¡
señales de vida cotidiana que normalmente rodean el patio. Así casi nunca i,
llega a ver afuera cómo las presas realmente viven, cocinan, lavan su ropa, min,
televisión, mascan coca, hacen fila para el rancho, salen a las listas - la listad,
las 12:00 que en los días de visita igualmente se suspende, y Seguridad se afan,
en sacar a todos los visitantes antes de empezar la lista de las 17:00, como si fuer,
un rito esotérico que nadie de afuera debería presenciar.
Lo que más se invisibiliza, junto con la composición real de la población
encerrada, es esta cotidianeidad tan ordinaria, junto con sus interrupciones tambén
ordinarias - el festejo de una presa que celebra su cumpleaños o el de su hijitj
con una comilona en la cual las de Seguridad participan como unas invitada,
más, o la rutucha (primer corte de cabello) de su guagua con padrinos invitado,
de afuera o una madrina escogida entre las otras presas. Tampoco se observa!,
comparsa de tinku o caporales en la fiesta del 24 de septiembre8, o presas, visita,
y policías uniformadas bailando cumbia juntos al son de una amplificación.

8 Alguna vez, por ejemplo en 2 0 0 7 , se llegó a m encionar esta fiesta en los medios i
com unicación, pero se enfocó en mostrar a San Pedro, la cárcel emblemática y la %
figura con mayor frecuencia porque se han encontrado a visitas tratando de introdcci-
alcohol (no suele haber reportajes sobre visitas introduciendo droga, es de suponer qu,
las drogas que por cierto pueden encontrarse por kilo allí dentro son introducidas pop
los guardias) y otros hechos escandalosos. L a otra cárcel em blem ática de Bolivias
Palm asola en Santa Cruz, que figura más que todo por las fugas.
2 46

La metáfora del ‘archipiélago’ que Solzhenitsyn aplicó al Gulag soviético


resulta apropiada para las cárceles bolivianas, en el sentido que son literalmente
aisladas del mundo que las rodea. También son islas que conforman, entre ellas,
una especie de universo alternativo dentro del cual hay redes propias de
comunicación - de allí las varias referencias de que Fulana había caído otra vez a
la FELCN o que Mengana estaba de nuevo en Obrajes que se citan en las historias
de caso del Capítulo 1 - que rápidamente transmiten información respecto a lo
que pasa dentro de las diferentes islas que forman su mundo carcelario, pero no
lo comunican al mundo exterior, al indiferente mar de ‘la calle’.
Otra muestra de esta invisibilidad es que, aunque la cárcel de Miraflores
se ubique sobre una calle muy transitada, por la cual p*asan muchas movilidades
que van, por ejemplo, al populoso barrio de Villa Fátima, gran parte de mis visitas
desconocían su existencia hasta tener que'buscarme allí. Aunque no fue construida
a propósito como cárcel y por tanto no tiene la clásica arquitectura que se espera
de un penal (parecido a una fortaleza militar), un mínimo de atención permite
percibir las torres de guardia, las alambradas encima de los altos muros, los barrotes
en las ventanas y otros aspectos físicos delatores; pero la mayoría de los transeúntes
pasan hasta a diario junto a este edificio sin fijarse en su función.
En España se dice de alguien que está en la cárcel ‘está a la sombra’. Esta
expresión captura el ocultamiento e invisibilidad de los encarcelados (y para mí
'evoca el recuerdo de la media luz de los pasillos de Miraflores cuando una entraba
desde la luz solar del patio). El resultado combinado de la censura sensacionalista
de los medios de comunicación (en el sentido de que lo que no es suficientemente
sensacionalista, es censurado), la falta de estadísticas jurídicas en general y más
aun de cualquier desglose publicado de ellas, y la autocensura de presas y sus
familiares, es que la enorme mayoría de los casos pasan desapercibidos para todos
menos para los mismos procesados, sus familiares y sus allegados más cercanos,
y de los funcionarios encargados de procesarlos. Entonces ¿qué fines sirve un
espectáculo que por lo general, no es mirado por nadie?
Es demasiado fácil decir que sirve para mantener a todos los funcionarios
que trabajan en Régimen Penitenciario, a los efectivos de la Policía Nacional
asignados a las cárceles, a abogados, funcionarios del juzgado, más psicólogos,
trabajadoras sociales, empleados de centros de rehabilitación de fármaco
dependientes, integrantes de grupos religiosos y demás personas que de una u
otra manera se ocupan de los encarcelados. En el nivel superficial esto es
obviamente el caso, pero no explica el por qué tienen que vivir de cárceles y no
de otras formas de control social de los desviados - por ejemplo, formas de arresto
domiciliario donde se iría a visitar al procesado en su casa de manera semanal;
247

conducirle en la realización de servicios a la comunidad, u obligando a los


procesados a asistir a diversas oficinas, tomar cursos educativos o de terapia
psicológica fuera de la cárcel, etc.
No se explica por qué se impone, específicamente, esa vida a media luz,
ese tiempo gris, esa existencia enjaulada que es la cárcel - y más cuando ha sido
comprobado diez mil veces que la rehabilitación a través de los penales es una
farsa, y que la función de protección social las más de las veces no es cumplida.
Una obra criminológica publicada en Italia a principios de los años 19809 termina
con la visión optimista de los años 1970 referente a la cárcel: pronto iba, sino
desparecer, ser reducida a su expresión mínima, mientras que para todos los demás,
menos los absolutamente no-rehabilitables, la cárcel sería sustituida con otras
medidas menos represivas y sin privación de libertad. Sin embargo, en las dos
décadas siguientes, en vez de reducirse las cárceles se han expandido en casi
todas partes y sobre todo en los EE.JJ, considerado imagen del futuro para el
resto del mundo. ¿Cómo se explica el persistente apego de los Estados a la
encarcelación?

EL POR QUÉ DE LA CÁRCEL

En un artículo sobre Nigeria de mediados del 2000, la prestigiosa revista inglesa


The Economist - vocero de una fracción sofisticada e inteligente de la élite
neoliberal - mencionaba como otro de los muchos defectos de la administración
de ese país, el hecho de que sobre una población de 92 millones de habitantes,
‘sólo’ 8,000 estuviesen en la cárcel. La misma revista también criticaba los elevados
niveles de encarcelamiento en los EE.JJ.10, pero la posición fundamental de esta
revista era clara: una nación-estado decente debe tener cárceles y debe ocuparse
en ver que un porcentaje razonable - no muy bajo y tampoco muy alto - de su
población entre en ellas.
La misma idea yacía en las mentes de dos paisanos míos, quienes en
ocasión de la presentación de La estructura de la represión, me preguntaron si
pensaba que Lupe Andrade, ex-alcaldesa de La Paz entonces encarcelada acusada

9 B A R A TTA Alessandro (1982/ 1986) Criminología crítica y crítica del derecho penal.
Introducción a la sociología juridico-penal. M éxico: Siglo X X I.
10 En 1998, había 645 presos por cada 1 00.000 habitantes en los E E .JJ. E l único país que
les ganaba era Rusia (6 8 5 por 10 0 .0 0 0 ). En comparación, las cifras equivalentes para
algunos otros países desarrollados eran alrededor de 9 0 en Francia o Italia, 125 en
Gran Bretaña y menos de 50 en Japón ( The E c o n o m is t, 1 5 -2 1 .7 .2 0 0 0 :5 1 ).
248

de corrupción, merecía estar en la cárcel; se sorprendieron cuando respondí “Nadie


merece estar en la cárcel, excepto quizás uno que otro psicópata asesino...” Fue
evidente que tomaban como regla básica que, aunque algunas personas podrían
ser injustamente encarceladas, se supone que por lo general cuando un delito es
comprobado uno merece estar en la cárcel, y que esto puede ser el caso incluso
para delitos no violentos que no representan un peligro físico, y para personas
como Andrade que, aunque hayan aprobado, u olvidado fiscalizar, algunas
transacciones no de todo limpias, tampoco tienen pinta de ser patológicamente
deshonestas (y que por lo tanto, seguirían siendo inevitablemente corruptas si no
estuvieran encerradas).
Este concepto del deber o la obligación de purgar la ofensa en la cárcel,
hasta puede ser expresado sinceramente por algunos de los mismos presos, como
el asesino campesino citado por Fernández, que tuvo que insistir para que lo
encarcelen cuando él mismo se entregó a la policía, llevando consigo el fusil con
que cometió el delito, y luego dice ‘estoy cumpliendo mi delito y voy a permanecer
hasta el tiempo que la ley mande’ (Fernández 2000:101).
En Vigilar y castigar, Foucault ha demostrado cómo la cárcel moderna
surgió junto con las primeras versiones de lo que hoy en día es el discurso de la
rehabilitación. Éste (como parte del tema del disciplinamiento de los cuerpos en
general) es lo que interesa más al autor, pero quizás más fundamental en términos
estructurales es el proceso que acompaña el despliegue de las diferentes etapas
de este discurso (de más religioso y moralista a más educacional y psicologista):
el delineamiento y restricción del sitio social de la desviación calificada como
‘delincuencia’, dando lugar a la creación de ‘clases peligrosas’ claramente
identificables, que no son eliminadas a través del complejo policía-tribunal-cárcel
pero sí mantenidas dentro de ciertos límites, tanto con referencia a su origen
social como a los mismos barrios donde habitan, como las ‘aldeas africanas’ que
son calles o edificios donde viven los prigs de Newcastle descritos por Malcolm
Young.
En otra parte11 he descrito cómo, según mi parecer, la represión de la
venta detallista de drogas en Inglaterra bajo Margaret Thatcher en los años 1980
logró reubicar esta forma de ilegalidad inicialmente ‘fuera de lugar’ (practicada
por miembros desclasados de la burguesía, que no cometían otras ilegalidades y
alzaban el discurso de la ‘contracultura’ en apoyo de sus actividades) en manos
de las clases criminales tradicionales, o sea la fracción ‘no-respetable’ (no se
acostumbra hablar de lumpens en Inglaterra) del proletariado. En un país como1

11 L a e s tr u c tu r a d e la r e p r e s ió n , pp.75-9.
24<

Gran Bretaña donde la estructura social es bastante estable y la legitimidad de h


burguesía es incuestionable, estos mecanismos de represión parecen funcional
adecuadamente dentro de sus propios parámetros; a la vez se debe notar que lt
que no lograron era reducir el consumo de drogas y, por implicación, el tráfico er
sí (más bien, a fines del siglo XX se calculó que Gran Bretaña era el país d<
Europa Occidental donde estaba más difundido el consumo de marihuana). Lí
represión estatal puede ubicar socialmente a la delincuencia (la teoría del etiquetajc
se refiere a las trayectorias aplicadas para lograr esto), pero los niveles de comisiór
de esos actos se deben a otros factores estructurales que están fuera de su control
y en parte si no en su totalidad fuera del control de repartición estatal alguna.
Christian Parenti (1999) ofrece un análisis marxista de las tendencia:
actuales de la represión en los EE.JJ. En términos globales, considera que desde
la presidencia de Reagan (a partir de 1980) se ha dado un proceso generalizade
de disciplinamiento de la clase obrera (que había obtenido diversos logros er
términos de sueldos y beneficios sociales hasta los años 1960, incluso et'
condiciones de menos que pleno empleo, donde la teoría del mercado libre
considera que los sueldos deben rebajarse) junto con la reversión del proceso de
distribución de la riqueza (hoy en día hay cada vez mayor concentración de riqueze
en los estratos altos). Este proceso crea cierta cantidad de población descartada,
que puede representar ‘chatarra social’ - alcohólicos, adictos, ancianos, enfermos
mentales, ‘vagos derrotados sin expectativas de un futuro y poca voluntad de
pelear’ - o ‘dinamita social’ - trabajadores mal pagados o desempleados, jóvenes
que no encuentran oportunidades, pero ‘cuyos espíritus no están rotos y cuyas
expectativas de una vida decente y la inclusión social están peligrosamente vivas
y sanas... son una amenaza para las jerarquías de clase y raza de que depende el
sistema de la empresa privada... su control requiere tanto una política defensiva
de contención como una política agresiva de ataque directo y desestabilización’.12
Estos dos grupos llegan a ser los ‘clientes’ de la policía, las políticas de ‘tolerancia
cero’ y las cárceles. i
En un nivel local y específico, Bourgois presenta el mismo argumento
utilizando los términos marxisants de Bourdieu en vez de los clásicos, con
referencia a los ‘nuyoricans’ (puertorriqueños de segunda generación, nacidos en
Nueva York) de El Barrio (Harlem Oriental).13 Hijos de padres traídos como
mano de obra barata para industrias que han dejado de existir, se encuentran sin
12 PA REN TI Christian (1 9 9 9 ) Lockdown America. P ólice and prisons in the age o f crisis.
Londres y Nueva York: Verso. Ver p.46. Traducción mía.
13 B O U R G O IS Philippe (1 9 9 5 ) In search o f respect. Sellin g crack in El Barrio. Cam­
bridge: CUP.
251

; los mismos presos que tienen que proporcionar sus propias


seguir comida adicional porque el rancho es inadecuado y
_uz para sus celdas15. Los bajos niveles de crimen se deben
ontroles sociales informales y tradicionales, incluyendo la
el área rural y a veces llegando hasta el linchamiento popu-
aplicados a través de toda la red social basada en la familia,
e referencias a la familia sean el principal recurso discursivo
e entidades como la Iglesia Católica que intentan ayudarlas,
el hecho de que gran parte de la población carcelaria
as con redes familiares defectuosas, debido sobre todo a la

le una de las consecuencias de la cárcel es fomentar la


.r y así aumentar las probabilidades de que la desgracia siga
ate generación. Sólo una fracción reducida corresponde a
de una ‘clase peligrosa’, los lumpens urbanos. Es de notar
anitido recluir a varias m ujeres de este grupo, que
elen ser partícipes activas de las actividades delincuenciales
yuges (como por ejemplo el robo de autos) y por lo tanto,
pero sí se han integrado a la venta callejera de drogas
o a que la división social del trabajo en los Andes suele
detallista a mujeres). Junto con las consecuencias para las
s desordenadas dé entrada, de estas personas, su represión
~buir en miniatura a definir una ínfima ‘clase criminal’ en
z; pero de todos modos son una minoría de la población
demás pueden estar ‘fuera de lugar’ en términos de una
jiaria de la estructura social del país —los campesinos más
nizadores espontáneos en el Chapare, los migrantes rural-

ooga en los E E .JJ. y otros países del Norte, las ‘cárceles privadas’,
s privadas contratadas por el Estado, donde los presos tienen que
manutención. Parenti considera que si uno analiza su rentabilidad
- expresión de entusiasmo represivo antes que una innovación
no gozarían de diversas concesiones no serían ni mínimamente
odos, allá se admira com o novedosa la idea de que el preso tenga
_giénico, etc., en vez de recibirlo gratis por parte del Estado. En
u e los m ism os presos han de pagar sus insumos personales
lado en pie .desde.que se tiene memoria de las cárceles, sólo que
1 Estado o su contratista, se com pra de otra presa que tiene una
250

salida frente a la economía moderna de servicios financieros y bienes inmuebles


que ahora domina la ciudad, a la vez que comparten el Sueño Americano del
éxito individual empresarial - pero el único lugar donde ellos pueden intentar
buscarlo es en la economía ilegal, en particular la venta de drogas en la calle, más
otras formas de delincuencia como el robo. Son uno de los grupos descartados
descritos por Parenti sobre quienes pesa de manera desproporcionada la represión
institucional. Los elevados costos de este sistema represivo - el presupuesto para
cárceles en el Estado de California es ahora mayor al presupuesto para la educación
- son pagados por los grupos medios obedientes (se han reducido los niveles de
impuestos para los ricos). Los operativos policiales de estilo paramilitar no se
realizan en los barrios donde viven estos contribuyentes, y pueden gozar del
espectáculo de los ‘d elin cu en tes’ sufriendo un régim en carcelario
excepcionalmente duro y plagado de violencia y abusos, tanto por parte de los
guardias como entre los mismos presos, y con las ejecuciones judiciales, en la
silla eléctrica o a través de una inyección letal, como hito culminante. Y la represión
es más aceptable en cuanto viene junto con una disminución de la delincuencia
callejera14 y cuando coincide con un período de crecimiento económico y niveles
bajos de desempleo para la población regular.
En Bolivia los niveles de delincuencia común - robos callejeros o de
casas, asaltos, homicidios - son objetivamente bajos, no obstante la presentación
sénsacionalista de estas actividades en los medios. Sin embargo, la economía
nacional, incluso en sus mejores épocas, jamás ha sido capaz de absorber la mano
de obra disponible a través del empleo formal; la mayoría de la población viene a
| representar ‘grupos descartados’ desde el punto de vista del capitalismo global.
$■ Hasta la represión es sub financiada, echando mano de varias formas de trabajo
V impago, como los familiares que se ocupan de ‘mover los papeles’, y el
----------------------------------
14 Es un hecho de que la aplicación de políticas de ‘cero tolerancia’ - detener a todos los
que com eten alguna infracción, aunque sea romper una ventana o estar ebrio en la calle
í - en Nueva Y ork y otras ciudades ha coincidido con una reducción, en el curso de los
? „4 años 1990, de los asaltos y robos callejeros y otras form as de delincuencia común. En
; . los E E .JJ. se observa un incremento de más del 3 0 0 % en la población carcelaria nacional
I ' tomando 1980 com o base, mayormente debido a sentencias más largas para posesión o
tráfico de drogas. Hay diversas opiniones sobre los m otivos de la reducción en los
‘‘ ' niveles de crim en. Algunos argumentan que no se debe a la represión más estricta, sino
a cam bios dem ográficos, en particular la reducción del porcentaje de la población
representada por personas menores a los 3 0 años, que son los que más delitos callejeros
cometen. Hasta se argumenta que un factor principal ha sido la liberalización del aborto
en los años 1970, que ha evitado que vengan al mundo muchos individuos que de otra
manera hubieran formado parte de los grupos más propensos a ser ‘delincuentes’ .
251

autofinanciamiento de los mismos presos que tienen que proporcionar sus propias
frazadas y platos, conseguir comida adicional porque el rancho es inadecuado y
comprar los focos de luz para sus celdas15. Los bajos niveles de crimen se deben
a la persistencia de controles sociales informales y tradicionales, incluyendo la
‘justicia comunal’ en el área rural y a veces llegando hasta el linchamiento popu­
lar, pero mayormente aplicados a través de toda la red social basada en la familia.
No es sorprendente que referencias a la familia sean el principal recurso discursivo
de las presas, y hasta de entidades como la Iglesia Católica que intentan ayudarlas,
como tampoco lo es el hecho de que gran parte de la población carcelaria
corresponda a personas con redes familiares defectuosas, debido sobre todo a la
orfandad.
Es irónico que una de las consecuencias de la cárcel es fomentar la
desintegración familiar y así aumentar las probabilidades de que la desgracia siga
afligiendo a la siguiente generación. Sólo una fracción reducida corresponde a
verdaderos miembros de una ‘clase peligrosa’, los lumpens urbanos. Es de notar
que la 1008 ha perm itido recluir a varias m ujeres de este grupo, que
tradicionalmente no suelen ser partícipes activas de las actividades delincuenciales
de sus eventuales cónyuges (como por ejemplo el robo de autos) y por lo tanto,
escapan a la cárcel, pero sí se han integrado a la venta callejera de drogas
(probablemente debido a que la división social del trabajo en los Andes suele
encargar el comercio detallista a mujeres). Junto con las consecuencias para las
familias, muchas veces desordenadas dé entrada, de estas personas, su represión
puede entonces contribuir en miniatura a definir una ínfima ‘clase criminal’ en
ciudades como La Paz; pero de todos modos son una minoría de la población
carcelaria actual. Los demás pueden estar ‘fuera de lugar’ en términos de una
visión rígida y reaccionaria de la estructura social del país - los campesinos más
mercantilizados, colonizadores espontáneos en el Chapare, los migrantes rural-

15 Actualmente están en boga en los E E .JJ. y otros países del Norte, las ‘cárceles privadas’,
operadas por empresas privadas contratadas por el Estado, donde los presos tienen que
trabajar para pagar su manutención. Parenti considera que si uno analiza su rentabilidad
real, resultan ser otra expresión de entusiasmo represivo antes que una innovación
económ ica, porque si no gozarían de diversas concesiones no serían ni mínimamente
rentables. De todos modos, allá se admira com o novedosa la idea de que el preso tenga
que p a g a r su papel higiénico, etc., en vez de recibirlo gratis por parte del Estado. En
B o liv ia la idea de que los m ism os presos han de pagar sus insumos personales
imprescindibles ha estado en pie desde.que se tiene m em oria de las cárceles, sólo que
en vez de comprar del Estado o su contratista, se com pra de otra presa que tiene una
tienducha allí dentro.
252

u rb an o s q u e n o lo g ran u n a in s e rc ió n u rb a n a e sta b le - p ero en té rm in o s d e sus


re la c io n e s s o c ia le s in d iv id u ales y co m p o rta m ie n to h a b itu a l, n o s a le n de la s p au tas
c o n v e n c io n a le s de su c la s e y re g ió n ; p o r lo ta n to e llo s se sie n te n ‘ fu e ra de lu g a r’
d en tro del s is te m a ju d ic ia l y p e n ite n c ia rio , y b u sca n co m p e n sa rlo a tra v é s de los
c o m p o rta m ie n to s d e s c rito s en e ste lib ro , d esd e la v ic tim iz a c ió n v o lu n ta ria y las
v a ria s fo rm a s de ‘ h a c e rle e l ju e g o ’ al s is te m a que les op rim e, h a sta lo s in te n to s de
o b te n er la lib ertad o la v e n g a n z a a tra v és del ritu alism o m á g ico . L a in v isib iliz a c ió n
de la c á rc e l d en tro de la so cied a d m á s a m p lia es p arte de una c e g u e ra g e n e ra liz a d a
que p erm ite p ro c e s a r a e sta s p e rso n a s ‘ c o m o s i ’ fu era n g e n u in o s tra n sg re s o re s y
a p lic a r le s las p e n a s c o rre sp o n d ie n te s.
E s sab id o q ue los c ó d ig o s p e n a les en B o liv ia y el sistem a c a rc e la r io m ism o
son im ita c io n e s de m o d e lo s tra íd o s de o tro s p a ís e s, p en sa d o s sin r e fe r e n c ia a la
realid ad n a c io n a l. D e a llí v ie n e e l títu lo de e sta o b ra : aq u í la h is to ria se re p ite , y
d e fin itiv a m e n te c o m o fa rs a . E s e v id e n te q u e durante la C o lo n ia se im p o rta ro n los
c ó d ig o s e sp a ñ o le s ta l c u a l. B a jo la p re s id e n c ia de S u c r e se a ñ a d ie ro n a e s ta b a se
algu n as co p ia s d el C ó d ig o N a p o le ó n ic o de F ra n c ia y d esd e e n to n c e s se h a seg u id o
re m en d an d o m o d e lo s to m a d o s d el N o rte . E s de n o ta r que su e le n se r m o d e lo s
p ro ced e n te s de E s ta d o s a u to rita rio s y re p re siv o s, cu an d o no d ic ta to ria le s (e n 1 9 4 0
se co p ió e l C ó d ig o P e n a l de la Ita lia de M u s s o lin i). L o m ism o sig u e h a s ta h o y en
d ía cu ando e l nu evo C ó d ig o P en a l, segú n re fe re n cia s, e s cop iad o de p ro ced im ie n to s
Kjo d id en se s. E s cie rto que h o y en d ía los jo d id e n se s en ca b ez a n e l m undo en té rm in o s
de té c n ic a s de re p re s ió n m o d e rn a s, te c n ifíc a d a s y p ro fe sio n a liz a d a s h a s ta d o n d e
s e a p o sib le , y v ie n e in clu id o e l d is c u rs o de d e re c h o s h u m a n o s, m u ltic u ltu ra lis m o
f y d e m o cra cia p ara d isim u la r m e jo r. P e ro e sto no a ltera el h e c h o de q u e a lo m e n o s
í N a p o le ó n , B e n ito y sus c a m a ra d a s o p era ro n d en tro d el m a rco de la le y ro m a n a ,
que es la tra d ic ió n q u e h a reg id o en lo s A n d e s a p a rtir d el s ig lo X V I , m ie n tra s los
jo d id e n se s so n d el ca n o n de la le y co m ú n , una tra d ic ió n e n te ra m e n te d is tin ta y
p o r lo tan to , no o b s ta n te su s p o s ib le s v irtu d es, aún m e n o s ap ta p ara se r a p lic a d a
en B o liv ia . Y de to d o s m o d o s, ja m á s se p ie n sa en to m a r c o m o m o d e lo lo s
p ro ce d im ie n to s e in s titu c io n e s p e n a le s de un p a ís s o c ia ld e m ó c r a ta y lib e ra l c o m o
H oland a.
Y a se co m e n tó que lo d istin tiv o , te ó ric a m e n te , e n tre un ju ic i o c rim in a l o
p en al y uno c iv il e s q u e el E sta d o e s la p arte a cu sa d o ra en el p rim e ro m ie n tra s en
e l segu nd o la p arte a cu sa d o ra es un a p e rso n a (n a tu ra l o ju r íd ic a ) p riv ad a. D o n d e
no e x is te e l E s ta d o , to d o s lo s ju ic i o s , h a s ta p o r a s e s in a to , so n c iv ile s - la fa m ilia
de la v íc tim a e n fre n ta a la fa m ilia d el a s e s in o , se a a tra v é s de una v e n d e tta de
v e n g an zas p a rticu la re s, algú n tip o de a rb itr a je q u e f i ja una m u lta (e n d in e ro , en
e s p e c ie s , h a sta en tre g an d o un m ie m b ro en ca lid a d de e s c la v o o h ijo a d o p tiv o al
253

grupo del difunto), la aplicación de ritos penitenciales y de purificación o cualquier


otro mecanismo que se decida. El establecimiento de la justicia penal es sinónimo
del establecimiento del Estado y no es casual que el delito arquetípico, el asesinato,
sea precisamente el acto que ataca el fondo mismo del poder estatal - el reclamo
del monopolio de la violencia legítima. De allí, la imposición de la justicia penal,
cuyo símbolo matriz en el pasado fue el cadalso y hoy es la cárcel, viene a ser
atributo esencial del Estado, de todos los estados, tanto de la monarquía feudal o
la república aristocrática como del paraíso obrero o la democracia multicultural y
pluri étnica. La existencia de la autoridad legítima, de cualquier tipo, requiere
como uno de los elementos que demuestra su realidad que se ejerza y se aplique
el castigo por parte del Estado frente a las transgresiones presentadas como
inaceptables.
Considero que sí hay un deseo generalizado en la sociedad de ver el
castigo de ‘maleantes’ pero a la vez considero que en el fondo esto no es tanto un
impulso sádico u otra pulsión relacionada con el castigo en si, sino muestra cuán
hondamente se ha internalizado el concepto de autoridad y de cuánto se somete
uno a las autoridades que le rodean (padres, profesores, maridos, capataces, jefes,
directores, dirigentes, oficiales, etc. etc.). Se justifica la obediencia y el
convencionalismo, que hasta en las condiciones más autoritarias siempre requiere
de la sumisión y colaboración voluntaria de los que obedecen, al observar lo que
pasa con los que no han obedecido: justamente ‘están recibiendo su merecido’.
El hecho de que algunos lo reciben comprueba que existe tal merecido; así se
cumple con el orden social, el público e (idealmente) hasta el castigado se siente
gratificado por haber cumplido. Es en este sentido que Durkheim dice que el
ladrón, en el acto de robar, reconoce el derecho de propiedad.
Entonces, todos los Estados castigan. A la vez, Estados autoritarios
castigan más, y a veces con más dramatismo (como la República Popular de
China, donde se aplica la pena de muerte con frecuencia, y antes de despachar a
los condenados con una bala en la nuca, en ocasiones delante del público de todo
un estadium, se los pasea por las calles con carteles que proclaman su delito). El
Estado boliviano es una mezcla de posturas y actitudes autoritarias (presentes
aunque no universales en todos los niveles de la sociedad) y debilidad e ineficiencia
institucional en su aplicación. Señal de esto es la cuasi-incapacidad del Estado de
llevar a cabo juicios penales, a la cual hay que añadir el funcionamiento
inconsistente y aleatorio del sistema debido a su no-coincidencia con el medio,
en gran parte resultado del origen extranjero e inorgánico de los contenidos le­
gales y las estructuras del llamado ‘poder judicial’, dando lugar a un grado elevado
de arbitrariedad. Hasta no hace mucho, y hasta hoy en casos de delitos ‘comunes’
254

(es decir, todo lo que no es 1008) el sistema de justicia estatal sirvió como
instrumento para que individuos y grupos sociales, los que poseían vínculos
coyunturales con el gobierno de turno y/o suficientes recursos económicos,
obtengan venganza sobre sus enemigos, sean éstos opositores políticos,
estafadores, violadores de niñas o los que habían matado a un pariente. Se puede
decir que las personas privadas, en tanto que fueron capaces de hacerlo (claro
que la mayoría nunca lo fue) se aprovecharon de las provisiones estatales para el
castigo.
El mismo Estado, sin ayuda de particulares, no lograba hacerlo. Hasta
los casos de alzamiento armado, un delito dirigido específicamente en contra del
aparato estatal y, de hecho, contra la base misma de la autoridad estatal —el
reclamo del monopolio de la violencia legítima dentro de un territorio definido —
requieren de una parte civil en además del Ministerio Público para iniciar el caso.
Depende de la voluntad de esta parte contraria la prontitud de su sentencia, o si
los procesados llegan a ser sentenciados siquiera; los militantes del Zarate Willka
que asesinaron a unos misioneros mórmones recibieron sentencias de 30 años
por asesinato dentro de un tiempo relativamente corto, mientras se tardó más de 6
años en dar sentencias que llegaban a un máximo de 20 años a los del Comando
Néstor Paz Zamora, que secuestraron al empresario Jorge Lonsdale. En ambos
casos la parte contraria (Iglesia de los Santos de los Últimos Días, familiares de
Lonsdale) insistía en el juicio con más o menos premura. Inicialmente, en el caso
del Ejército Guerillero Tupaj Katari, había una parte civil (alguna iglesia) pero
pronto desapareció y, dejado a sus solos esfuerzos, el Ministerio Público no pudo
alcanzar ni una sentencia en primera instancia después de 8 años. 8 años representa
el periodo a partir de que, según el nuevo Código de Procedimiento Penal, es
procedente la prescripción del delito si no hay sentencia ejecutorial, y por tanto
los acusados en este caso (quienes ya habían salido de la cárcel por retardación
de justicia) pudieron obtener la anulación de su proceso, lo que permitió que uno
de ellos (Felipe Quispe) llegue después a ser diputado nacional y otro, a ser
Vicepresidente de Bolivia. Esta nueva disposición supuestamente sustituye a toda
disposición previa, incluso la de la 1008 que especifica 20 años para la prescripción
del delito de narcotráfico. Pero es dudoso si se llegará a poner a prueba al nuevo
Código con referencia a la 1008, porque aunque casos de la 1008 pueden tardar 4
años o más en llegar hasta Sucre - es decir, a la tercera instancia, habiendo pasado
por primera y segunda - hasta la fecha ninguno ha tardado 8 años sin llegar a la
sentencia ejecutorial.
Desde esta perspectiva, la 1008 representa un verdadero avance en la
justicia estatal en Bolivia. Sus medidas particulares, entre las cuales las más
23S

operativas para el avance de los procesos parecen ser la eliminación de la fase de


instrucción, el establecimiento de plazos más o menos limitados para las diferentes
etapas en primera instancia, y los sueldos adecuados pagados a los Fiscales de
Sustancias Controladas (gracias a un ‘sobresueldo’ proporcionado por los EE.
JJ.) han conseguido que el Ministerio Público y demás funcionarios se ocupen de
llevar adelante los juicios. Esta ley al fin ha logrado que el Estado asuma con
cierto grado de seriedad su rol en los casos penales - pero sólo frente a un sector
muy restringido del universo delincuente, y justam ente un sector que, si
descartamos las visiones moralistas, estereotipadas y sensacionalistas de ‘las
drogas’, 16 resulta en su mayoría no ser ‘delincuente’ en cualquier sentido
tradicional del término. Y así la farsa es puesta en escena: se modernizan los
tribunales, se procesa más gente, y a la vez no se logra reprimir el tráfico de
drogas, no hay efectos en lo que la población considera amenazas a su seguridad
(sobre todo, robo de todo tipo, desde el robo de automóviles hasta las grandes
estafas a instancias públicas, más violencia callejera). Tampoco se ha afectado el
ámbito eternamente conflictivo de los derechos a la tierra; la Ley INRA de 1996,
cuyos procesos no han sido ‘modernizados’ como los de la 1008, no logró ser
aplicada precisamente en las regiones y a los propietarios para quienes se supone
que fue diseñada —los latifundistas del Oriente —y se argumenta que la meta de
fondo de los ‘autonomistas’ quienes, a partir de 2007, provocaron conflictos
políticos cada vez más serios, sería evitar que se imponga una ley que termine
con el latifundio.
La modernización de la 1008 tampoco logra crear una clase criminal
controlable porque la mayoría de los detenidos, aunque procedan de espacios
sociales hasta cierto punto desestructurados (en particular los migrantes rural-
urbanos con inserción inestable) en realidad no son más marginales que la mayoría
de tales sectores (incluso, de la mayoría del país tomado en su generalidad) ni
muestran grados elevados de anomia. En contraste, como Isabel, Delfina y varias
otras de las historias de caso en Capítulo 1 de este libro, ellas y sus familiares'
hacen lo posible para buscar ‘honestamente’ sus vidas e incluso cumplir con metas
tan convencionales como poder celebrar el matrimonio religioso o ayudar a sus
hijos a obtener el bachillerato. Es posible que Merton considerara que el acto de
vender drogas ilegales es anómico porque representa un medio rechazado por la
sociedad, aunque utilizado en búsqueda de una meta aceptada, pero tal concepción
(al igual que el argumento de que la cárcel existe para mantener a sus celadores)
se refiere sólo al nivel superficial. En el nivel estructural, el tráfico de drogas

16 Ver SPED D IN G (2 0 0 0 ) pp.5-40 p a s s im .


256

cumple con las normas del libre mercado; sus características particulares, como
las ganancias excepcionales que a veces se obtienen, pueden ser explicadas por
factores como la ausencia de flujos libres de información sobre el mercado, y los
riesgos elevados de perder el capital, debido a la ilegalidad; aparte de esas
p articularidades sigue el ciclo de negocios, incluyendo las crisis de
sobreproducción, como cualquier otro negocio capitalista (ver Spedding 2000:
111-114). Esto es reconocido por la derecha radical neoliberal, los verdaderos
apóstoles del libre mercado (que no deben ser confundidos con los ‘neoliberales’
de boca para afuera y por imitación que se encuentran en Bolivia) que favorecen
la legalización de todas las drogas. La población carcelaria, independiente de sus
orígenes sociales, en el momento de su detención mayormente corresponde a
representantes del pequeño capital comercial, un grupo social que no ofrece ningún
reto al orden social existente y es más, cuando aparecen bajo el nombre de
‘microempresarios’, son objeto de políticas de fomento oficiales (o a lo menos
así se dice).
R esulta entonces co n tradictorio en térm inos estru ctu rales el
encarcelamiento de estas personas. Pienso que esto tiene que ver con la
invisibilización de la realidad carcelaria. Para que el drama autoritario del crimen
y su castigo satisfaga al público, el criminal presentado tiene que ser convincente
como alguien que merece lo que le pasa—netamente, un Barbaschocas, un Dante
“o un Odón Mendoza, o cuando no hay esos, a lo menos un ‘choro’ (ladrón callejero)
peruano o un maleante de cara cortada. También tienen que existir los edificios
sombríos con sus portones y torres de guardia donde se manda encerrar a estos
í malhechores. Incluso cuando, como en Bolivia, el funcionamiento del sistema es
inconsistente y arbitrario, todavía sirve a múltiples fines sociales. Sostiene las
*2 , bases del autoritarismo, que favorece a los que mandan en cualquier nivel (hasta
'V 'í '

dentro de la familia); es fuente de empleo para diversos grupos, desde policías y


funcionarios judiciales hasta el personal de centros de rehabilitación de fármaco
dependientes y miembros de agrupaciones religiosas; vende periódicos y espacios
I de publicidad en la televisión. Los únicos que pierden son los clientes involuntarios
.' del sistema, como yo. Y hasta nosotros tendemos a pensar que es mejor colaborar
í con la invisibilización de nuestra realidad, callando o mintiendo sobre nuestras
, experiencias carcelarias. Para los que se benefician, directa o indirectamente, de
la cárcel, es preferible que no se publique ni se conozca su realidad, para no dar
cuenta que muchos presos no ‘merecen’ lo que les pasa, que han sido condenados
por trivialidades, sin pruebas contundentes, en procesos basados en prejuicios. Y
el prejuicio social que pesa sobre el ex-presidiario, producto de la misma
representación de la cárcel como lugar de delincuentes y que, en consecuencia,
2i

convierte en delincuente, contaminado y peligroso, a todo el que cruza su umbrt


no obstante lo que era antes o el motivo por el cual está entrando, procura qi
hasta los que pierden debido a la cortina de silencio, también decidan formi
parte de ella. En este libro he intentado lanzar un grito en favor de nosotro
Espero que anime a otros a levantar la cortina y mostrar más de lo que realmen
hay detrás de las rejas - y a oponerse a que existan esas rejas siquiera.

¿Y LAS MUJERES?
¿PARA QUÉ VASA JUGAR CON A V IÓ N VOS'i
¿ACASO E R E S VARÓN?
AN D Á JUGAR CON TU COCINITA.
Susana hablando a su pequeña hiji
Miraflores, 2000

Julia Kristeva ha dicho que pensar que una es mujer es una cosa ridicula, sólo e
un poco menos ridículo que pensar que uno es hombre. Prosigue diciendo que e
menos ridículo porque todavía hay varios campos donde es necesario pelear comí
mujeres —por la libertad sexual, por el derecho al aborto, por la igualdad en e
trato laboral... y parece que también por los mismos derechos de quebrantar la
leyes. En todas partes del mundo hay más hombres que mujeres en las cárceles
En parte esto se debe a que la delincuencia femenina a veces no es identificadi
porque se cree que ‘las mujeres no hacen eso’ y entonces no son arrestadas (
acusadas, pero incluso cuando se ha tratado de investigar la realidad de l<
participación femenina en actos y actividades penados por ley, aunque las tasai
se incrementan algo, jamás se igualan.con las de los varones.17
El control social de las mujeres, informal y cotidiano, es tan fuerte que
de antemano son más convencionales y menos transgresoras que los varones, er
ambientes que van mucho más allá de los conocidos espacios de ‘doble moral'

17 La violencia interpersonal es considerada típicamente varonil. En Inglaterra en los


años 1970, las cifras registradas de delitos como asalto, causar lesiones y similares
mostraban 10 o más acusados varones por cada acusada mujer. Un estudio donde las
personas informaban ellas mismas sobre los actos de este tipo que habían com etido (y
no sólo de aquellos por los cuales habían sido denunciados o arrestados) arrojó cifras
más cercanas a 4 varones violentos por cada m ujer (E laine Houseby, com unicación
personal).
259

ien¡no en otros espacios que antes tampoco eran ‘para ellas’. La


tegra, aunque marginal - o mejor dicho, marginada, limítrofe -
obal y cambia junto con ella.
: mi adolescencia he pensado que todo eso de ser madre, ser fiel
lorado, tener la casa brillando, cocinar ricos platos que son del
ás, hasta hacerse peinar en peluquerías, era parte de un sistema
experiencia en Miraflores me ha convencido de que yo estaba
entonces las invito, hermanas, a abortar a sus hijos (si es que no
ebirles en primer lugar), a traicionar o, mejor, abandonar a sus
sus trapos de limpieza e ir a comer a la pensión donde la que
iene sueldo por mísero que sea. Y quién sabe, si logramos salir
énero, con todos los cambios tan masivos que eso significaría,
:ta la cárcel de ladrillos y cemento también dejará de existir.

ado por hombres y para hombres. En consecuencia faltan ‘facilidades’


y también faltan guardias femeninas, dando lugar a que muchas
diadas por varones y obligadas a traficar favores sexuales con ellos,
^ ^ ^ ^ ^ ^ « l a d a s . V erParenti (1 9 9 9 :1 9 0 -1 9 3 ).
258

con referencia a la infidelidad matrimonial o los deberes para con los hijos. Creo
que este libro ha demostrado que la base de este control es la misma identidad de
género, por lo general enteramente internalizada y que por lo tanto, da lugar a un
autocontrol y auto represión, ejercidos por las mujeres para consigo mismas y
luego aplicados por ellas a otras mujeres (las denuncias de las que ‘andan mal’...)
y a sus hijas. Es evidente que las probabilidades de que la hija de Susana llegue a
ser piloto de avión de entrada son ínfimas, pero su madre convierte la posibilidad
ínfima en imposibilidad total y luego le prohíbe hasta soñar con eso.
Por supuesto, la identidad masculina también es internalizada, auto
impuesta y luego impuesta por la fuerza a otros hombres - no son grupos de
mujeres los que asaltan y hasta matan a otros hombres por ser homosexuales -
pero incluye aperturas hacia espacios de desobediencia, incumplimiento y rebeldía
que no existen para la buena mujer. Mientras las cárceles de San Pedro y
Chonchocoro fueron diseñadas y construidas como tales, Miraflores es una ex­
clínica y Obrajes era un internado dirigido por monjas18 - y por más señas, lleva
el nombre oficial de ‘Centro de Orientación Femenina’ (a lo menos en Miraflores
nos elevan a la dignidad de ser un Centro Penitenciario). Las mujeres apenas
alcanzan la posición del delincuente voluntarioso que tiene que recibir su castigo
en la cárcel; la disciplina apropiada para nosotras es, en el fondo, la del internado
(somos niñas y tenemos que aprender) o de la clínica, (somos enfermas y tenemos
que sanar). En ambos casos no somos plenamente responsables de nuestros actos,
una posición que es compartida hasta cierto punto por los mismos jueces cuando
dictan la sentencia, pero que también indica que tenemos que ser sujetadas a una
-í: vigilancia y control más estricto dentro de la cárcel, y obligadas a realizar las
f: tareas domésticas que nos corresponden, como si hubiéramos caído por no
? dedicarnos bastante a ser amas de casa.
í En tanto que las limitaciones tradicionales del género empiezan a aflojar,
el número de mujeres encarceladas aumenta. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en
Jos Estados Jodidos en las últimas décadas.19 Se puede argumentar que esta es
t una ‘libertad’ que no vale la pena tener, y lo sería si es que no viniera acompañada
r <?■-•;• —- - ---- ----- -------

^ 18 Según la tradición oral en la cárcel (que no incluye fechas) cuando se inauguró O brajes
-. t com o cárcel, las m onjas seguían a cargo. ‘Tenían a las internas todo el día en la capilla
rezando’ . Pero no han debido concentrarse mucho en la seguridad - hoy en día nadie
entra en un convento en contra de su voluntad y tiene que ser vigilada para que no
escape - y ocurrieron varias fugas, después de las cuales su administración pasó a la
P olicía N acional com o en otros penales.
19 Entre 1980 y 1994, la población carcelaria femenina de ese país se incrementó casi
5 00% , en com paración con el 3 0 0 % para los hombres. En ese país el sistema carcelario
259

en otros espacios que antes tampoco eran ‘para ellas’. La


unque marginal - o mejor dicho, marginada, limítrofe -
Cambia junto con ella.
lescencia he pensado que todo eso de ser madre, ser fiel
tener la casa brillando, cocinar ricos platos que son del
a hacerse peinar en peluquerías, era parte de un sistema
cia en Miraflores me ha convencido de que yo estaba
s las invito, hermanas, a abortar a sus hijos (si es que no
en primer lugar), a traicionar o, mejor, abandonar a sus
os de limpieza e ir a comer a la pensión donde la que
eldo por mísero que sea. Y quién sabe, si logramos salir
on todos los cambios tan masivos que eso significaría,
rcel de ladrillos y cemento también dejará de existir.

lumbres y para hombres. En consecuencia faltan ‘facilidades’


ibién faltan guardias femeninas, dando lugar a que muchas
o r varones y obligadas a traficar favores sexuales con ellos
er-Parenti ( 1999: 190- 193).

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