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¿Por qué nos empeñamos en que los niños utilicen juguetes elaborados? ¿Por
qué les decimos cómo y con qué deben jugar? O mejor, dicho, ¿por qué no
permitimos que lo hagan de manera ilimitada, sin guiar o coartar su
imaginación?
Recuperando la cita de Francesco Tonucci de que «un buen juguete es aquel
que, sin ser nada en concreto, puede ser todo», hemos querido hablar con
Priscilla Vela, escritora del magnífico libro ‘Piezas sueltas: el juego infinito
de crear’ del que es coautora junto a la fotógrafa Mercedes Herrán y que puedes
conseguir haciendo clic aquí.
¿Qué rol tiene el docente o los padres en el juego con Piezas Sueltas?
Pero quizás el papel más esencial de todos se da con uno mismo: es necesario
reencontrarse y volver a dar voz a nuestro niño interno, hacer un trabajo
de reconexión con quienes éramos y a qué jugábamos. Si no recordamos cómo
jugar, no podremos comunicarnos en el lenguaje de la infancia.
¿Qué capacidades desarrollan los niños y niñas con el juego con material
no estructurado?
¿Por qué necesitan las escuelas cambiar los objetivos y apostar por juegos
menos definidos?
Estas variables que ofrece el adulto no son solamente objetos, sino que pueden
incluir ambientes, fenómenos intangibles (como el viento o el magnetismo),
experiencias sensoriales, técnicas, herramientas e incluso ideas abstractas. Las
conexiones son infinitas. Y esto es justamente lo que nos dice la Teoría de
Piezas Sueltas de Simon Nicholson: “en cualquier entorno, tanto el grado de
inventiva y creatividad como la posibilidad de descubrimiento, son
directamente proporcionales al número y tipo de variables que haya”.
¿Qué se debe tener en cuenta para sacar el máximo provecho de este tipo
de juegos?