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LA PRIMOGENITURA

En la Primera parte de esta entrega estudiamos el Ciclo de Redención descrito en Proverbios 3:5 al 10 y las
promesas y bendiciones que hay relacionadas con la ofrenda de las primicias. Si quiere comenzar leyendo la
Primera parte de este mensaje, haga click aquí.

Ahora en esta Segunda parte veremos la base bíblica de la ofrenda de las primicias y su relación con el tema
de la primogenitura y sus bendiciones, y su importancia para Dios y Su plan y diseño para Su reino.

LA PRIMERA ADORACIÓN Y PRIMEROS FRUTOS

En Génesis 4:3-12, podemos ver el primer acto de adoración expresa del ser humano a Dios. Se trata de los
hijos de Adán y Eva: Caín y Abel. Que ellos hayan tenido esa "iniciativa" es porque posiblemente lo habían
observado de su padre o de ambos padres. La Biblia no lo dice, solo podemos leer que "andando el tiempo"
ambos hermanos trajeron ofrendas a Dios (v. 3). Y ya podemos ver, desde el principio, la relación que hay
entre el tiempo y la adoración.

De Caín se dice que "trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová".
Y de Abel se dice que "trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas".
Y de Dios se dice que "miró con agrado a Abel y a su ofrenda".

Por la descripción de la primera ofrenda de Abel, podemos concluir que a Dios le agradó porque:
1. Dio de los primeros frutos, de los primogénitos.
2. Dio de lo mejor que tenía, de los primeros nacidos y de lo más gordo de ellos.
3. Dio de lo escogido, él escogió dar de los primogénitos y de lo más gordo.

De manera equivocada, se ha dicho que a Dios le agradó más la ofrenda de Abel porque eran sacrificios de
animales; pero eso no es lo que podemos ver en ese relato ni en la celebración de la Fiesta de las Primicias
(Lev. 23:10-13). Lo que Dios ve con agrado es que el adorador propone en su corazón darle a Dios:
1. Lo Primero
2. Lo Mejor
3. Lo Escogido
Así que, en estos primeros versículos del capítulo CUATRO del libro de los Principios (Génesis), podemos ver la
estrecha relación que hay entre el tiempo, las primicias y la primogenitura.

Quisiera hacer un breve paréntesis para que analicemos el contexto de este evento. El libro en el que se
encuentra es el Génesis, que viene de la palabra hebrea "reshit" (Strong 7225), que puede significar: primero,
primero en lugar, en tiempo, en orden o rango; cabeza, origen, comienzo, primer fruto, primicias, principio,
principal. "Reshit" proviene de la misma palabra que "rosh" (Strong 7218), que es muy rica en significados,
pudiendo significar: cabeza (de lugar, de tiempo de rango), comienzo, cima, cumbre, jefe, caudillo,
gobernador, primero, principal, principio, etc. También está relacionada con la palabra "rishón", que significa
primero (adjetivo: en un lugar, en el tiempo, en el orden o rango), antiguo, precedente, principal, principio,
príncipe.

En español la palabra "principio" puede significar: Primer momento o primera parte de la existencia de una
cosa; origen o causa de una cosa; comienzos; orígenes, primeros días. La palabra "génesis" (Strong 1078;
1074), por su parte, viene del griego y pudiera significar: nacimiento, creación, origen, generación.

Y ya esto nos dice mucho sobre el tema y el contexto de este pasaje, pues se encuentra en el PRIMER libro de
la Ley y de la Biblia, y nos narra las PRIMERAS COSAS que acontecieron a la raza humana en su relación con
Dios, su Creador, entre las cuales está esta narración de los PRIMEROS hijos del "hombre" (Adán) trayendo sus
PRIMERAS ofrendas (primicias) a Dios.

Si seguimos más adelante vemos entonces que el PRIMOGÉNITO, el PRIMER hijo de Adán, Caín, se molesta con
Dios y con su hermano, por causa del acto de adoración ejecutado, en el cual él salió desfavorecido, pues ni él
ni su ofrenda hallaron el favor de Dios (vv. 5-7). Y a este PRIMOGÉNITO se le rebela un principio de reino:
tenemos la capacidad de señorearnos y enseñorearnos de nosotros mismos, lo que el Nuevo Testamento
también llama la capacidad de ejercer "dominio (señorío) propio", lo cual también es un fruto del Espíritu
santo. Dios le dice a este PRIMOGÉNITO, heredero y señor sobre la casa de su padre, que él puede
enseñorearse de su pecado y evitar hacer lo malo (Gén. 4:6-7). Pero Caín no le presta atención a las palabras
de Señor y decide matar a su hermano menor.

Así que en el PRIMER libro de la Biblia, vemos que los PRIMEROS hijos del hombre (Adán), traen sus PRIMERAS
ofrendas (Primicias), y el PRIMOGÉNITO sale desfavorecido delante de Dios y decide, después de este PRIMER
acto de adoración, cometer el PRIMER asesinato. El mayor mata a su hermano menor. Y por lo tanto, el
PRIMOGÉNITO pierde la bendición de la PRIMOGENITURA y es maldito por derramar la sangre inocente de su
hermano menor (Gén. 4:9-12; He. 11:4; Mt. 23:34-36; Lc. 11:49-51).

En vez de ser y recibir bendición, este PRIMOGÉNITO se convierte y recibe maldición:


1. Sería debilitado y enfermo (vv. 11-12)
2. Sería errante y extranjero en la tierra (no heredó ni la tierra ni posesiones de su padre; v. 12).

Este PRIMOGÉNITO estaba destinado a ser señor en la tierra de su padre, pero no pudo señorearse sobre su
pecado, no pudo señorear ni siquiera sobre sí mismo.

PRIMEROS DIEZMOS Y LUCHA DE PRIMOGÉNITOS


Abraham y Melquisedec
Ahora analicemos la vida de otro PRIMOGÉNITO y su descendencia, se trata de Abram, hijo de Taré (Gén.
11:27), quien fue llamado para bendecir a las familias de la tierra, cuando tenía setenta y cinco (75) años,
desde las tierras de su padre, en Harán (Gén. 12:1-4). Este llamado junto con la promesa implicaba que el
anciano Abram debería tener hijos, el problema era que, además que ya era anciano, su esposa, también
anciana, era estéril. Y él estaba muy consciente de ese desafío, al igual que Dios, por lo cual el Señor hizo un
pacto con juramento que sería fiel a Su promesa (Gén. 15:1-21).

En el proceso, el sobrino de Abram, Lot, quedó cautivo en medio de una guerra entre varios reyes de la región;
y Abram decidió salir a la batalla para rescatar a su sobrino y a su familia. Dios prosperó esta iniciativa de
Abram y éste logró rescatar a su sobrino y familia, además del rey y la ciudad de Sodoma. Este rey salió a
recibirle en el "Valle del Rey", y allí Abram se encuentra con el rey-sacerdote de Salem, Melquisedec, quien lo
bendice y bendice a su Dios, "al Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra". Ante esta bendición
sacerdotal Abram responde dándole "el diezmo de todo". No se específica si es el diezmo de sus posesiones o
de las posesiones que había rescatado en batalla; pero en el contexto de su PRIMERA BATALLA ganada, Abram
responde dándole EL DIEZMO de todo a una autoridad espiritual, con quien tiene una comida de comunión
(pan y vino). Y la respuesta o reacción de Abram es diametralmente opuesta ante el rey de Sodoma, quien le
ofrece todos los bienes, a lo cual Abram rechaza su oferta. Por esta solicitud del rey de Sodoma, considero
que Abram solo tomó el diezmo, que le dio a Melquisedec, de todo el botín que había adquirido en esa
primera batalla, junto con la porción de los varones de su pequeño ejército; y por eso el rey de Sodoma le
dice que lo tome todo a excepción de las personas, oferta que Abram rechaza (Gén. 14:17-24).

Si no entendemos el concepto de las Primicias no entenderemos la acción que Abram hizo aquí. Él
sencillamente consagró los bienes y posesiones adquiridos en esta primera batalla a Dios y a una autoridad
espiritual. A la autoridad espiritual, representada por Melquisedec, le dio el diezmo; y no tomó nada del resto,
sino que se lo devolvió al rey de Sodoma. Una acción semejante le pediría Dios a Su pueblo en la PRIMERA
BATALLA en la tierra prometida (Jos. 6:17-19; 7:1,11-26). Observemos que el Primer DIEZMO se realiza en el
contexto de la entrega de PRIMEROS FRUTOS, por parte de nuestro padre Abraham, al rey-sacerdote
Melquisedec.

Ismael e Isaac
Pero, más tarde, al parecer a raíz del evento anterior, el temor y la impaciencia entró en el hogar de Abram,
tanto en él como en su esposa Saraí; y ésta le propuso que tuviera descendencia a través de una sierva egipcia
que era de su posesión. Y efectivamente, la esclava egipcia, Agar, le dio un PRIMOGÉNITO, a quien llamó
Ismael (Dios oye). Pero la presencia de este primer hijo, generó conflicto en el hogar de Abram, entre Saraí y
Agar, pues ésta última se enalteció contra su ama (Gén. 16:1-16). A pesar de este error, Dios confirma Su
pacto con Abram (Padre enaltecido) con el mandato de la circuncisión, después del cual cambió su nombre a
Abraham (Padre de una multitud) y el de su esposa a Sara (Princesa); y le vuelve a confirmar la promesa que le
dará grande descendencia y herencia en la tierra. Para ese entonces, Abraham era de noventa y nueve (99)
años (Gén. 17:1-25).

Dios le ratifica el pacto y la promesa a Abraham, y le promete, que tendrá un hijo varón, cuyo nombre sería
Isaac (Risa). Y efectivamente, pasó el tiempo y Sara dio a luz a su PRIMOGÉNITO, "e hizo Jehová con Sara
como había hablado... en el tiempo que Dios le había dicho" (Gén. 21:1-2), cuando Abraham era de cien (100)
años; veinticinco (25) años después de su primer encuentro (Gén. 12:4). Sería interesante que usted mismo
hiciera el cálculo del orden y revelación de este ciclo de tiempo, según el significado bíblico de los números
inmersos en esta historia...

Años más tardes, nos encontramos con una lucha entre PRIMOGÉNITOS, el hijo de la esclava con el hijo de la
promesa. Sara le pide a Abraham que eche a Agar y a Ismael de su casa, y Dios respalda su solicitud. Y aquí
podemos observar algo sumamente interesante, que aunque Ismael no heredó en la casa de Abraham ni junto
con su hijo Isaac (Gén. 21:10-13), sí heredó su bendición como primogénito y descendencia de Abraham, y
Dios hizo de él otra nación (Gén. 21:13, 17-21).

Al tiempo, Dios le pidió a Abraham su PRIMER FRUTO, su PRIMOGÉNITO, su hijo, su único, para sacrificarlo
ante Él (Gén. 22:1). A lo cual Abraham respondió con dolor, pero con fe y obediencia. Pero Dios estaba
probando el corazón de Abraham, y a su vez, estableciendo un principio, que luego se expresaría en una ley:
Todo primogénito es de Dios, el primogénito de tus hijos y de tus animales, ganado o rebaño (Éx. 13:1-2,14-15;
Núm. 3:12-13; 8:17). Y todo primogénito, debería ser rescatado o redimido mediante una ofrenda sacrificial
ante Jehová.

Al Abraham santificar y consagrar su PRIMER FRUTO, su PRIMOGÉNITO, a Dios, entonces TODA su


descendencia fue santificada y bendecida. Ese es el principio espiritual de las Primicias: al consagrar la
PRIMERA parte, santificas y bendices TODO el resto (Ro. 11:16).

En Abraham, padre de la fe, el principio y la ley de los primeros frutos está vigente para todo el pueblo de
Dios, tanto para los que están bajo la Ley de Moisés como los que están bajo la Ley de la Gracia en Cristo
Jesús. Porque en el hijo de la promesa, tanto Isaac como Jesús, heredamos todas las bendiciones como
pueblo de Dios (Gál. 3:1-4:7; Ro. 11:16-21).

Esaú y Jacob
Isaac, el hijo prometido a Abraham, se casó y su mujer, Rebeca, tuvo dos hijos, un par de gemelos, que desde
el vientre de su madre ya estaban enfrentados en una lucha (Gén. 25:19-26). Sus nombres serían Esaú y
Jacob.

Con el tiempo estos crecieron y Esaú un día, después de venir cansado del trabajo, y en un arranque de
ligereza, le vendió la primogenitura a su hermano menor (Gén. 25:27-34). Y con ello, Esaú deshonró a Dios al
menospreciar su primogenitura. Ese día, bajo juramento, Esaú vendió su PRIMOGENITURA y perdió la
bendición de ser PRIMER FRUTO, lo cual se manifestaría años más tarde.

Pasaron los años e Isaac se puso viejo, y antes de partir con el Señor, quiso bendecir a sus hijos; y como era la
costumbre, quiso comenzar con su primer hijo, Esaú (Gén. 27:1-4). Rebeca, quien había recibido una palabra
profética durante su embarazo, "que el menor serviría al mayor", por amor a Isaac y también seguramente
molesta por la conducta de Esaú y sus esposas (Gén. 26:34-35; 27:46), guió a Jacob, para que obtuviera sobre
sí la oración de bendición por la primogenitura, la cual él le había comprado, bajo juramento, a Esaú. Y
efectivamente, Jacob recibió la bendición de la PRIMOGENITURA e igualmente, bajo la bendición de su padre,
salió de Canaán hacia Harán, para alejarse de la ira de Esaú y conseguir esposa entre las hijas de sus familiares
lejanos. No así Esaú, quien no esperó ni siguió el consejo de sus padres, y se casó con mujeres de los heteos e
ismaelitas (Gén. 28:1-9).

Recordemos la enseñanza que vimos en la Primera parte de este mensaje: caminar en santidad es honrar a
Dios con lo que Dios honra. ¡Mostrar honor a Dios es la clave para caminar en Su bendición! Y uno de los
mandamientos con promesa es honrar a nuestro padre y a nuestra madre... Es decir, nuestra obediencia es
nuestra forma de honrar a Dios, nuestro Padre celestial , y a nuestros padres terrenales.

La bendición de Jacob
Jacob recibió la bendición de la primogenitura y esto fue confirmado por Dios en Bethel, casa de Dios (Gén.
28:10-22). Y desde allí comienza un NUEVO CICLO en la vida de Jacob. Pero en vista que hemos declarado al
año 5572, en el calendario hebreo, "el año de gobierno y de la visión profética en la casa de Dios", quisiera
detenerme un poco, y abrir un paréntesis aquí, para que igualmente analicemos el contexto y podamos recibir
mayor entendimiento (visión y revelación) de la importancia de estar alineados en la voluntad de Dios, en el
tiempo y el espacio, para que podamos posicionarnos correctamente bajo el fluir profético y la bendición de
Dios dada a nuestros padres. Veamos los detalles:
1. Tanto Isaac como Rebeca envían a Jacob a la tierra de sus padres. Y Jacob se sujeta al consejo de sus
padres. Y aquí vemos un principio espiritual importante: cuando Dios va a iniciar algo nuevo en tu vida te va a
mover, te va a pedir que salgas de tu comodidad y te alinees al fluir profético en el que Él viene trabajando.
Necesitarás alinearte en "lugar y posición" para recibir Su bendición. Y "moverse" tiene más significados y
aplicaciones que solo cambiar de lugar (aunque a veces puede significar eso literalmente).
2. Isaac bendice a su hijo Jacob y en su oración lo conecta, lo posiciona, dentro del pacto y promesa dados a su
padre Abraham. Aquí hay otro principio espiritual importante: necesitamos posicionarnos en el fluir profético
que tenemos en Cristo Jesús, nuestro Señor, mediante el cual heredamos los pactos y la promesa. ¡Somos
parte de una río profético de generaciones! Somos parte del pueblo de Abraham, Isaac y Jacob a través de
nuestra fe en el Señor Jesucristo.
3. Jacob sale de Beerseba (pozo de siete o del juramento), un lugar de pacto, donde Dios había tratado con su
abuelo (Gén. 21:31-33) y con su padre (Gén. 26:23-25) y fue a Harán, de donde salió su abuelo Abraham,
conforme al mandato de Dios (Gén. 12:1-3). ¡Hay poder en la alineación! Y repito, cuando Dios quiera iniciar
un NUEVO CICLO en nuestra vida, nos "moverá", nos pedirá o dirigirá a posicionarnos en lugares o "sitios" de
pacto y fluir profético, para que entremos en Su río, en el río de Su Espíritu.
4. Jacob llegó a "un lugar" y durmió, entró en reposo (después del atardecer), y tuvo un "sueño", una visión de
una puerta o escalera celestial que conectaba al cielo y a la tierra, y en esa visión Dios le confirma el pacto que
había hecho con sus padres (Gén. 28:12-15). Aquí podemos obtener otro importante principio espiritual:
prestemos atención al lugar y al tiempo, ¡porque Dios le presta atención! ¡Honra lo que Dios honra y recibirás
Su bendición!
5. Al despertar Jacob, en un acto de reino y dominio, comienza a "nombrar" el lugar y lo consagra. Veamos
los nombres que le otorga al lugar: casa de Dios y puerta de Dios (Gén. 28:16-19). Y ese lugar, desde ese
tiempo en adelante, sería conocido como Beth-El: Casa de Dios. Jacob recibe visión profética en la casa de
Dios; así que toda "casa de Dios", todo Beth-el, es un lugar donde recibes visión profética; ¡la casa de Dios es
un "lugar" donde está la presencia del Espíritu de Dios y donde está Su presencia allí habrá visión y revelación
profética, porque el testimonio de Jesucristo es el Espíritu de la profecía (Gén. 28:16-17; 2Cor. 3:17; Ap. 1:1;
19:10).
6. Jacob unge el lugar, lo rededica, lo renombra, y con ello inicia un NUEVO COMIENZO, pues el lugar se
llamaba "Luz", palabra hebrea que significa árbol de almendro (Strong: 3870) y le cambió el nombre por "Beth-
El". El almendro es un árbol que representa la palabra profética de Dios que es viva, genera vida, se renueva y
florece a su tiempo; la vara de almendro representa la autoridad espiritual basada en la palabra de Dios (Núm
17:8; Jer. 1:11-12; Mt. 7:24-29; Heb. 4:12). El cambio del nombre de esta ciudad Luz/Almendro a Beth-El/Casa
de Dios, refuerza lo que dije anteriormente: en la casa de Dios hay visión profética y la casa de Dios se
fundamenta en esa palabra profética revelada por el Espíritu Santo de Dios. Pablo diría en su carta a los
Efesios, que el pueblo de Dios es edificado como una casa o templo santo, cuyo fundamento son los apóstoles
y profetas y cuya piedra principal es Jesucristo mismo (Ef. 2:20-22).
7. Y por último, Jacob hace un juramento de consagración a Dios y también decide honrar a Dios con sus
bienes; en este caso, él decide darle regularmente el diezmo de todo lo que Dios le diere (Gén. 28:20-22). En
esa relación de pacto con Dios, él decide sellarla con una ofrenda: el diezmo de sus bienes. Y vemos en la
historia de Jacob que Dios le bendice y le prospera ampliamente y aún a sus generaciones. Más adelante
veremos la relación que hay entre las PRIMICIAS y el DIEZMO.

Cierro el paréntesis y sigamos con el mensaje principal... Y de antemano, pido disculpa por la extensión.

TRES MENORES RECIBEN LA BENDICIÓN DE LA PRIMOGENITURA

Siguiendo con el mismo hilo de la bendición de los PRIMEROS FRUTOS, representada por la PRIMOGENITURA
(primer hijo nacido), veamos cómo la vida y experiencia de Jacob marcó a su descendencia.
Rubén y José/Manases y Efraín
Jacob se enamoró de Raquel, hija menor de Labán, su tío materno; pero su primer matrimonio fue con Lea, la
hija mayor (primogénita) de Labán (Gén. 29:10-30), a quien Labán dio a Jacob bajo engaño, pues éste amaba
era a Raquel. Pues resultó que los primeros hijos que le nacieron a Jacob fueron de Lea y Raquel no le daba
hijos. Y luego entre ellas, hubo tal guerra por darle hijos a Jacob, que también le dispusieron a Jacob sus
respectivas siervas, para que éstas les dieran hijos (Gén. 30:1-24).

El primogénito de Jacob por medio de Lea fue Rubén (Sig. "Vean a un hijo"; Gén. 29:32) y el primogénito en
Raquel fue José (Sig. "Él añade"; Gén. 30:22-24). Pero genealógicamente, sería Rubén el primogénito entre
todos sus hermanos, doce en total.

Pero Rubén perdió la bendición de la primogenitura por varias razones:


1. Porque fue cómplice en la venta de su hermano menor José a mercaderes ismaelitas, que se dirigían a
Egipto (Gén. 37:23-36).
2. Porque tuvo relaciones sexuales con Bilha, la sierva y concubina de su padre (Gén. 35:22;49:3-4).
3. Y porque aunque era primogénito, lo fue de la esposa que Jacob no amaba (Gén. 29:31-32).

Quien recibió la bendición de la primogenitura fue José, el décimo primer (11) hijo de Jacob, pero primer hijo
de su amada esposa Raquel. Ruben conservó su lugar natural como primogénito, pero perdió la bendición de
la primogenitura espiritual (Gén. 49:3-4) y quien la recibió fue José (Gén. 48:21-22; 49:22-26). Analicemos
estas bendiciones:
1. En la bendición de Jacob sobre sus hijos, Rubén recibe dos versículos en su discurso (vv. 3-4), mientras que
José recibe cinco versículos (vv. 22-26).
2. Jacob le da a José la doble porción de la herencia que corresponde al primogénito (Gén. 48:22).
3. Jacob bendice a los dos hijos de José, Manasés y Efraín, pero hay datos interesantes en este acto:
3.1. Intencionalmente cambió el orden de sus manos sobre las cabezas de los hijos de José, su derecha
(diestra) la puso sobre Efraín, el menor; y su izquierda (siniestra) la puso sobre el mayor, Manasés.
3.2. Declaró sobre ellos su posición en el pacto de Abraham e Isaac, la misma bendición de multiplicación y
expansión.
3.3. Y profetizó, con el acto de sus manos, que el menor sería más grande que el mayor.
En el proceso igualmente cambia la bendición de la primogenitura sobre el menor.
4. Jacob adoptó a los hijos de José como parte de sus hijos, como parte de las tribus de Israel, lo cual así
sucedió años más tarde, pues al morir José, y luego Leví ser contado como la tribu sacerdotal sin derecho a
posesión de tierra, se incluyeron a Efarín y a Manases, como parte de las tribus de Israel (Gén. 48:20; Núm.
32:33-42; 34:1-35:8; Jos. 14:1-5).
Así que tenemos aquí a tres generaciones de menores heredando la bendición de la primogenitura:
1. Jacob/Israel en vez de Esaú
2. José en vez de Rubén
3. Efraín en vez de Manasés

CONCLUSIONES
El tema de las Primicias es un tema de suma relevancia para Dios. Desde el primer libro de las Sagradas
Escrituras, el cual es llamado El Principio o El Comienzo (Heb. reshit; Gr. Génesis), Dios dejó bien claro a través
de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob el principio o ley espiritual de las Primicias para Él, aún siglos antes de
la promulgación de la Ley de Moisés (Gén. 4:4; 22:2).

Honramos a Dios con nuestros bienes y nuestras primicias, porque Él así lo desea (Pro. 3:9-10), pues al
ofrendar nuestros primeros frutos (hijos, animales y cosechas/productos/salarios):
1. Colocamos a Dios de Primero
2. Le damos a Dios de los mejor
3. Y le damos a Dios de lo escogido que tenemos o hemos adquirido.

Hay una estrecha relación entre el tema de las Primicias y la Primogenitura; y hay una bendición material y,
aún más importante, una espiritual en la primogenitura de los hijos. El PRIMER hijo, nuestro Primer fruto, es
una bendición, porque declara el inicio de un nuevo tiempo o ciclo de fertilidad, reproducción y multiplicación.
Pero Dios desea que le consagremos esa bendición, ese fruto, ante Él, de manera que, nada ni nadie sea el
Primero delante de Él, no sea que nuestros hijos o posesiones se conviertan en ídolos para nosotros.

La entrega y la bendición de las Primicias es asunto de fe y justicia delante de Dios. Al nosotros entregar los
primeros frutos de nuestros hijos o labores entramos en una esfera de bendición por medio de la fe, creyendo
que haciendo eso honramos a Dios y hacemos lo que le agrada, es decir, hacemos lo que es justo ante Sus
ojos. La ofrenda de las Primicias, aunque fue legislado en la Ley de Moisés, es un asunto más de la Ley del
Espíritu, y se realiza en fe y obediencia, y no como un acto legal o legalista, pues Dios realmente examina y
evalúa es más el corazón del adorador, y no tanto el acto o cantidad de la ofrenda.

Así que, la ofrenda de las Primicias es más bien una ofrenda de calidad y no tanto de cantidad; es una ofrenda
de fe; es una ofrenda para honrar a Dios; y una ofrenda para agradar el corazón de Dios desde nuestro
corazón agradecido.
Por lo tanto, la exhortación es, que si vamos a ofrendar nuestras Primicias, lo hagamos no por la Ley escrita,
sino por la Ley del Espíritu, la Ley de Cristo (Ro. 8:1-4; 10:3-4), entendiendo que haciéndolo honramos a Dios y
entramos por la fe bajo Su bendición y favor, siguiendo primeramente Su propio ejemplo, pues Él ofrendó por
amor a nosotros, a Su hijo, Su único y primer Hijo; y siguiendo el ejemplo de los patriarcas, de Abraham, Isaac
y Jacob.

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