“RETIRO CON LOS SALMOS”

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Retiro con los Salmos, Talleres de Oración y Vida

CUARTO DÍA
Audio 4.1

La ternura divina – Salmo 103 (102)

El hombre es un ser esencialmente necesitado.

Cuando nace, el hombre es el ser más desvalido de la creación; todo lo tiene

que aprender, pero no en virtud de una habilidad instintiva, sino porque los
otros tienen que enseñarle pacientemente a andar, a hablar, a pensar y a
educarse.

Tiene que aprender a vivir en medio de riesgos e incertidumbres.

A diferencia de los otros seres de la escala zoológica, el hombre al tomar

conciencia de sí y saber quién era, comenzó a sentirse separado porque
sabía que era diferente a todos.

Peor. Sintiéndose diferente de los otros y solitario, el hombre mide sus

limitaciones y comienza a experimentar la típica sensación de angustia. Para
escapar de las garras de la angustia, huye cada vez más lejos de sí mismo,
sin conseguir salirse de sus fronteras.

Se encuentra cada vez más solo, cada vez más ahogado en las aguas saladas
de la ansiedad. Su mal es la soledad, el destierro y la oscuridad.

Necesita de unos brazos, de una patria, de alguien, de Alguien.

El principio y el final de su problema es este: necesita Amor y Consolación.

En la Biblia, en general, y particularmente en los Salmos, un Alguien sale al

encuentro del hombre.

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En ese momento la soledad última del hombre queda poblada por la

Presencia, las lágrimas humanas se evaporan, sus miedos huyen y la
consolación inunda su corazón.

El problema es uno solo: dejarse amar, saberse amado.

Qué mal se siente el hombre cuando es dominado por la sensación de que

nadie lo ama, que nadie está con él, y, peor todavía, cuando percibe que
alguien está en contra de él.

El problema original y la necesidad fundamental del hombre es el amor.

Por eso, la relación del hombre con Dios no puede desenvolverse sino en la
órbita del amor.

En esta relación, fue Dios quien marcó el paso y dio el tono, pues fue Dios
quien amó primero.

Pero ¿Quién es Dios? ¿Cómo es? ¿Dónde está?

Sus reacciones y sentimientos ¿son iguales a los de los hombres?
En definitiva, ¿Quién es Dios? ¿Orden? ¿Justicia? ¿Fuerza?

A lo largo de los siglos, en la larga peregrinación de la fe, Dios fue

desvelándose lentamente de mil formas, de manera fragmentada a través
de acontecimientos, prodigios de salvación, revelaciones inesperadas,
hasta que, llegada la plenitud de los tiempos, tuvimos la certeza total: Dios
es Amor.

Pero ¿Qué es el amor?

¿Concepto? ¿Emoción? ¿Convicción? ¿Energía?
Nada de eso.

Amor es el movimiento de Dios hacia el hombre. Es el propio Dios en cuanto

se aproxima y se inclina sobre el hombre, abrazándolo.

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En suma, el Amor es el fluido vital que mueve las entrañas, el corazón y los
brazos de Dios Padre, y todo lo llena de alegría.

La avalancha de ternura divina que viene desplegándose por los torrentes

de la Biblia desemboca finalmente y se condensa en el evangelio de Juan:
¡Dios es Amor!

El Eclesiástico, después de ponderar la inconsistencia humana que somos

—como gota de agua en el ancho mar, como un granito de arena en la
playa— despliega ante nuestros ojos esta conmovedora letanía:

“Por eso el Señor es paciente con los hombres, y derrama sobre ellos su
misericordia. Él ve y sabe que el final del hombre es lamentable, por eso
multiplica su perdón. La misericordia del hombre solo alcanza a su prójimo;
la misericordia del Señor abarca a todo el mundo” (Eclo. 18, 8-14).

Ya dijo alguien que el hombre cuando perdona pasa la goma de borrar, pero
guarda el papel; Dios cuando perdona rasga y tira el papel.

Y Ben Sirá en el capítulo 18, 4 del Eclesiástico pregunta:

“¿¡Quién será capaz de contar Tus misericordias!?”

Y en el Salmo 136 (135) nos encontramos repetida 26 veces la expresión:

“Eterna es su misericordia”.

Esta misericordia es el propio Dios, que cuida y salva.

Nos salvó primeramente por la creación, más tarde por la redención. Nos
salva hoy a través de nuestras vidas y continuará siempre salvándonos.

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4.2 y 4.2.1
1. Canto: Cantaré eternamente (Salmo 89)

Cantaré eternamente
las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad
por todas las edades.

1. Tuyo es el cielo, tuya es la tierra.

Tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
Tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu Nombre.

4.3
Continuación charla: La ternura divina…

En este contexto general de misericordia está el Salmo 103 (102), donde se

han condensado todas las vibraciones de la ternura humana, transferidas
esta vez a los espacios divinos.

En el versículo 1: “Bendice alma mía al Señor”, el salmista conmovido y

emocionado con la benevolencia divina levanta en alto el estandarte de la
gratitud.

En el versículo 2 habla para sí mismo: “Jamás te olvides de todos sus

beneficios”, y como una película va recordando todos los bienes en los
versículos 3 y 4: “El Señor perdona las culpas, sana las enfermedades, y te
ha librado de las garras de la muerte”.

Y pleno de entusiasmo por el amor de Dios añade los versículos siguientes

llenos de inspiración: “Él te colma de gracia y de ternura, sacia de bienes
todos tus anhelos y como un águila renueva tu juventud” (v. 4 y 5).

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Entonces, ¿por qué temer? ¿Por qué llorar? Una juventud que siempre se
renueva, como la del águila, te visitará cada amanecer. Y tus anhelos que
palpitan en tu más íntimo secreto, serán completamente saciados de
felicidad. Todo será obra del Señor.

En el versículo 6 el salmista hace una transición: pasa de la experiencia

personal a la contemplación de los hechos históricos protagonizados por el
Señor a favor de su pueblo.

Fue una historia prodigiosa que está sintéticamente descrita en los

versículos 6 y 7 y ampliamente narrados en el Salmo 105 (104).

En los versículos 8 a 14, las palabras —ternura y misericordia— sintetizan

la riqueza viviente de esos siete magníficos versículos.

Luego en el versículo 8 se encuentra el artículo fundamental de la fe:

“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia”.

El salmista que ha convivido mucho tiempo con el Señor, con todos los
altibajos de una larga convivencia, sabe por experiencia que el ser humano
es oscilante, capaz de deserción y de infidelidad, pero que el Señor se
mantiene inmutable en su fidelidad, no se cansa de perdonar, comprende
siempre porque sabe de qué barro estamos hechos.

Para Él perdonar es comprender y comprender es saber.

Él sabe y conoce nuestras fragilidades, por eso no le cuesta perdonar, y el
perdón va acompañado de ternura. Como dice el Salmo 145 (144), 9: “El
Señor es bueno con todos y cariñoso con todas las criaturas”.

En los cuatro versículos siguientes: 15 a 18, mantiene el salmista el mismo

motivo central, y viene a decirnos que la decadencia y la transitoriedad
humanas invocan y provocan la misericordia eterna.

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En los versículos 15 y 16: “Los días del hombre duran lo que la hierba.
Florece como flor del campo. Apenas sopla el viento y ya no existe y no se
conoce más su lugar”.

Pero, continúa el salmista: la misericordia de Dios brillará como las estrellas

eternas por encima de todos los hombres para darles vida, llenar su rostro
de sonrisas, afirmar sus pasos, y como una corriente vital irá encendiendo
por contacto todas las generaciones, hasta que las estrellas se apaguen.

En los versículos 19 a 22, junto con el salmista bendecimos y alabamos a

nuestro Dios. ¡Viva nuestro Dios compasivo! ¡Aleluya para el que era, es y
será! ¡Honra, esplendor y alabanza para Aquel que eternamente nos brinda
su misericordia! ¡Gloria en lo más alto de los cielos!

Y, para terminar, el salmista acalla todas las voces, apaga la orquesta

cósmica, desciende en silencio hasta la última soledad de sí mismo, hasta el
nivel más profundo de su intimidad, y, con una concentración total, da esta
orden: “¡Bendice, alma mía, al Señor!” (v. 22).

*** ***

Aquí concluimos este Retiro deseando y pidiendo al Señor que estos Salmos
que saboreamos hayan servido de vehículo para llegar y estar con Dios y
que sus riquezas escondidas hayan sido “descubiertas” …

Esos Salmos ahora sonarán de otra manera en tu corazón y se convertirán

en alimento y vida para tu espíritu de manera viva y fecundante.

¡Shalom para todos ustedes!

*** *** ***

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4.4
¿Qué son los Talleres de Oración y Vida?
Los Talleres de Oración y Vida son una nueva forma de EVANGELIZACIÓN.
Más VIVA y con una visión más positiva de lo que se ha mostrado siempre.
Es una presentación más vibrante y activa de JESÚS que posee una mayor
ADAPTACIÓN a las necesidades de la SOCIEDAD ACTUAL y a lo que
realmente las personas necesitan.

Está basada en el AMOR y lo que éste es capaz de realizar, no en el temor

ni en el castigo.

Por eso decimos con pleno convencimiento que los Talleres de Oración y
Vida son una respuesta al mundo de hoy…

Es un método de evangelización que está íntegramente basado en la

Palabra.

Jesucristo es, en los Talleres, el Principio, el Centro y la Meta para pensar,

sentir, actuar y amar como Jesús, con la eterna pregunta en el corazón:
«¿Qué haría Jesús en mi lugar?»

Y cuando en humildad comienzo a copiar Sus rasgos pareciéndome a Él,

esto me hace más libre y más feliz, sufriendo menos y experimentando
PAZ.

¡No te pierdas de vivir un Taller una vez que esta contingencia sanitaria
haya pasado!

Servicios presenciales que ofrecemos:

▪ Taller para ADULTOS. 15 sesiones (1 sesión por semana), para
participantes de 27 años en adelante.
▪ Taller para JÓVENES. 10 sesiones, para participantes de 20 a 30 años.
▪ Taller para ADOLESCENTES. 9 reuniones, para participantes de 13 a
19 años.
▪ Taller para NIÑOS. 10 reuniones, para participantes de 7 a 12 años.
▪ Curso para MATRIMONIOS. 6 reuniones.

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