Está en la página 1de 10

En discusión con algunos historiadores de

la literatura ingleses y norteamericanos a


propósito del recurso romántico al símbolo,
La defensa de Paul De Man tanto en lo que constituiría su expresión
poética (Wordsworth, Coleridge y Keats)
Iván Trujillo
como en lo que se podría querer reconocer
Universidad Arcis
como el doble filosófico de esta expresión
(Hegel), es posible hallar a Paul De Man
haciendo mención a cierta defensa (defens)
que concierne a dos problemáticas no sólo
históricamente afines, sino filosóficamente
conexas: la dialéctica y el símbolo. Pero esta
mención, lejos de ser simplemente un tema,
presenta todas las características de un tópi-
co. En dos textos, sin duda tan conocidos
como las dos problemáticas recién aludidas,
separados por algo más de una década, pero
mediado por un intenso trabajo de arti-
culación, he hallado a este tópico cernirse
sobre dichas problemáticas. De un lado,
en relación con la poesía romántica, en un
texto de fines de la década de los sesenta,
“Retórica de la temporalidad”1, recogido un
poco más tarde en Visión y ceguera; Ensayos 197
sobre la retórica de la crítica contemporánea.2
De otro lado, en relación con la estética
hegeliana, en un texto de comienzos de los
años 80, “Signo y símbolo en la estética de
Hegel”, recogido casi veinte años después
en Ideología estética.3
Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mímesis y política

En el primer texto, se hace mención a la “condición auténticamente temporal”, de


defensa, bajo la forma de la “estrategia”, manera tal que su autoconocimiento no se
al momento en que De Man, al final de la puede dar más que bajo la forma de la nega-
primera parte del artículo e inmediatamente tividad. El reconocimiento de este carácter
tras haberse desencadenado lo que podría defensivo y hasta doloroso de la dialéctica
constituir su tesis central, parece compro- del yo en el seno del romanticismo, es algo
metido en la delimitación del estatuto de que debería ayudarnos a redimensionar his-
la dialéctica romántica entre el sujeto y el tóricamente lo que han sido los elementos
objeto, y con ello, aunque implícitamente, con los cuales usualmente se le ha querido
del pensamiento dialéctico en su forma caracterizar. La observación por parte de
hegeliana. En efecto, concibiendo la ins- De Man de elementos alegóricos en el pre-
talación de dicha dialéctica romántica en rromanticismo o temprano romanticismo
una relación temporal capaz de subvertir de un Rousseau y de un Wordsworth, es
el signo de su funcionamiento, De Man la observación del claro indicio del “des-
explica este funcionamiento y el signo cubrimiento de un destino auténticamente
que le es solidario a partir de un sistema temporal”, vale decir del descubrimiento

de signos alegóricos que acusa su carácter que “se da en un yo que busca protegerse
del impacto del tiempo, refugiándose en
eminentemente conflictivo, se podría decir
un mundo natural con el que en realidad
también apotropaico:
no guarda ninguna semejanza” (p. 229).
La dialéctica entre el sujeto y el objeto deja
de ser el planteamiento central del roman- Y no se podría comprender bien lo que
ticismo; pero ésta se encuentra totalmente significa refugiarse en algo con lo cual
instalada en las relaciones temporales que ya no hay posibilidad de coincidencia, si
existen dentro de un sistema de signos
alegóricos. La dialéctica se ha convertido en no se admite que de lo que se trata es de
198 un conflicto entre un yo visto en su propia
condición auténticamente temporal y una
una verdadera experiencia de negatividad.
Pues bien, mirado el romanticismo desde
estrategia defensiva mediante la cual el yo
busca esconderse de ese autoconocimiento estos primeros pasos, se entiende que su
negativo (p. 230). identificación con el recurso al símbolo,
Se trataría aquí de una “estrategia defensiva” tal y como habría sido considerada por el
ante la pérdida de un tiempo que se iden- enfoque estético predominante del siglo
tifica con el tiempo mismo del yo, con su XIX, es menos la forma positiva y única de
La defensa de Paul de Man / Iván Trujillo

traducir lo que en definitiva habría de ser la aunque dolorosamente como tal”; parece
posibilidad efectiva de una identidad o de ser signo de una difícil separación entre
una identificación que apenas ha sido to- símbolo y alegoría y, acaso en esta misma
cada por el tiempo, que “una de las formas difícil medida, de una no menor dificultad
que asume esa obstinada automistificación” de identificar la estética hegeliana con el
(p. 230). Se entiende además que tanto
4
símbolo. Lo que, como intentaré mostrar
esos primeros pasos poéticos del romanti- aquí, debería dejar importantes secuelas
cismo como los enfoques teórico estéticos teóricas a la hora de plantearse la posibilidad
predominantes del fenómeno romántico, de decidir la localización, la constitución,
algunos de los cuales son examinados por la formación o la construcción del espacio
De Man, se ofrezcan bajo la forma de una poético, artístico y literario, muy particu-
prevaleciente “ambigüedad”. Si la alegoría larmente tras la sentencia hegeliana de la
es algo que tiene que ver esencialmente muerte del arte.
con la experiencia del tiempo, puesto que
Ahora bien, la dificultad de decidir entre
lo esencial del signo alegórico es “su pura
símbolo y alegoría viene de nuevo en la
anterioridad”, entonces tiene lugar una
obra de Paul De Man bajo la forma de un
experiencia que, pese a que se sabe produ-
defensa, esta vez como defensa o resistencia
cida por el signo, no obstante padece dicha
contra la teoría, allí donde la opción por
radical sustitución.
el símbolo debía constituir la garantía del
Pues bien, que el símbolo postule defensi- movimiento dialéctico de interiorización
vamente una identificación o una identidad que, no obstante, se ve entorpecido por la
en medio de tal incoincidencia; que, por prioridad otorgada al signo en dicho mo-
su parte, la alegoría marque “ante todo una vimiento. Todo lo cual debía presuponer
distancia respecto de su propio origen” de una clara separación entre símbolo y signo. 199
manera tal que “renunciando a la nostalgia y Pese a ello, Hegel “que es consciente de la
al deseo de coincidir” sea capaz de establecer necesidad de esta distinción con toda la
“su idioma en el vacío de una diferencia claridad posible, no puede resistirla y recae
temporal”, impidiendo con ello que “el yo en la confusión que ha denunciado, ofre-
se identifique ilusoriamente con un no-yo”, ciendo una teoría del arte como símbolo
al que sin embargo “se le reconoce plena que, excepto por ser de algún modo poco
Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mímesis y política

entusiasta, es bastante tradicional. Pero esto grandeza: independiente de las propiedades


no previene al símbolo de ser, en los propios objetivas, al igual que el intelecto lo es de
ojos de Hegel, un constructo ideológico y la percepción del cual se alimenta, el signo
no teórico, una defensa contra la necesidad ilustra la capacidad del intelecto para usar el
lógica inherente a un descubrimiento teó- mundo percibido para sus propósitos. Pero
rico” (p. 143).5 porque hay una progresión de la percepción
al pensamiento que depende de la memoria
He aquí entonces el segundo texto al que
(Gedächtnis) de signos sin ninguna asocia-
había referido al comienzo, “Signo y símbo-
ción con significados y no del recuerdo
lo en la Estética de Hegel”. Texto, sin duda
(Erinnerung) de signos exteriores interioriza-
tanto o más conocido que el anterior, buena
dos, en Hegel también hay la manifestación
razón, aunque por cierto no la única, para
sensible de la idea como inscripción material
insistir ante todo, y de forma forzosamente
de nombres. Con lo cual, pese a la predeter-
sumaria, en el motivo de la defensa, preci-
minación simbólica del arte, habría también
samente cuando dicho motivo hace que la
en el texto hegeliano la posibilidad para un
propia Estética hegeliana (me refiero a las
arte más allá de la estética. Puesto que “la
lecciones) se presente como “un texto doble
síntesis de la memoria –dice De Man– es la
y, posiblemente, ambiguo”.
única actividad del intelecto que tiene lugar
En efecto, Hegel predeterminaría esté- como manifestación sensible de la idea, la
ticamente el arte como arte simbólico memoria es una verdad de la que lo estéti-
procurando que todo aquello que no sea co es la traducción defensiva, ideológica y
“la manifestación sensible de la idea”, no censurada” (p. 146).
sea ya capaz de responder al verdadero Pero la privilegiada posicionalidad del signo
200 concepto de arte. Este es el caso del signo,
el que si bien parece dejarse decir a través
en la dialéctica hegeliana no sólo es capaz de
sustraerle a la Estética, mediante el mecanis-
del símbolo, vale decir, a través de lo que mo automático de memoria del nombre, el
se define por su capacidad de mediar entre concepto estético con el cual se organiza en
mente y mundo, se limita a mantener una Hegel el problema del arte. Sustracción por
relación arbitraria con las cosas. Limitación, la cual Hegel parece poder suministrar tam-
sin embargo, que es la contrapartida de su bién un pensamiento del arte bajo el signo
La defensa de Paul de Man / Iván Trujillo

de su muerte. El signo, por su misma inde- puedo decir lo que hago mío”, bajo el punto
pendencia con respecto a la cosa, conviene de vista de la ecuación entre hacer mío y
al dinamismo abstracto de la subjetividad pensar, podría traducirse como “no puedo
mediante la cual esta se apropia libremente decir lo que pienso”. Finalmente, puesto
del mundo. Pensamiento y signo, o más que pensar y yo son lo mismo, la frase po-
exactamente, pensamiento y lenguaje son dría ser traducida así: “Yo no puedo decir
capaces de enunciar lo singular sólo bajo la Yo”. Secuencia de traducción cuyo efecto
forma de lo general. De Man cita esta frase de separación alegorizante se dejaría oír en
de Hegel: “Dado que el lenguaje es la labor Hegel mismo, al momento en que Hegel
del pensamiento, no podemos decir nada debe probar el funcionamiento de la gene-
en el lenguaje que no sea general”. ralidad en el plano deíctico. Cita de Hegel:
“Cuando digo yo, quiero decir yo mismo
En adelante, cualquier yo que sea un suje-
como este yo, con la exclusión de todos los
to pensante, nunca podrá decir su yo. De
otros; pero lo que digo, yo, es precisamente
Man cita la siguiente frase del parágrafo
alguien; cualquier yo, como lo que excluye
20 de la Enciclopedia de Hegel: “Dado que
de sí mismo todos los otros” (citado por De
el lenguaje expresa solamente lo que es en
Man, p. 140-141).
general, no puedo decir únicamente lo que
es mi opinión (lo que hago mío) (so kann ich No obstante estas afirmaciones, Hegel se
nicht sagen was ich nur meine)”. E interpreta
6
apresura a señalar, tras haber señalado que
inmediatamente la última palabra de la frase el acto de pensamiento predica la generali-
a partir del verbo alemán meinen (significar) dad, “que no hay que tomarlas como afir-
proyectada a través de la verbalización del maciones ni como opiniones mías sobre el
pronombre posesivo meinen (“hacer mío”). pensar, ya que bajo esta manera provisional
Lo que justifica de cara al sistema: “En He- no puede tener lugar ninguna deducción o 201
gel, la asimilación de ‘significado’ a ‘mí’ (o prueba, podrían valer como facta o hechos,
yo) está edificada sobre el sistema, porque puesto que en la conciencia de cada uno, si
la generalidad del pensamiento es también tiene pensamientos y los somete a conside-
la apropiación, el hacer mío del mundo ración, ocurre empíricamente que ahí se da
por el Yo”. De esta manera la última frase el sello de la universalidad y se dan al mismo
de Hegel que bien puede traducirse en “no tiempo las determinaciones que siguen a
Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mímesis y política

tal universalidad” (Enciclopedia, p. 27). Esto separado? ¿Y no nos ha enseñado Hegel,


es para De Man la forma mediante la cual como ningún otro, los infinitos pliegues
Hegel se olvida de sus propias afirmaciones. de esta separación? ¿Quién? ¿Hegel? ¿Cuál
O la forma en que se impide la parálisis de Hegel? ¿El que dice “no hay que tomarlas ni
un sistema que pese a estar enterado de la como afirmaciones ni como opiniones mías
borradura de cualquier relación que pudie- sobre el pensar” o el que dice “Cuando digo
ra ser concebida entre lo que es el yo y lo yo, quiero decir yo mismo como este yo, con
que éste dice que es, puede también seguir la exclusión de todos los otros; pero lo que
afirmando que “la verdadera posibilidad del digo, yo, es precisamente alguien; cualquier
pensamiento depende de la posibilidad de yo, como lo que excluye de sí mismo todos
decir ‘yo’”. De lo que se trata es que, más allá los otros”? ¿Cual Hegel? ¿El del símbolo o el
del no poder decir yo, importa finalmente del signo? ¿El del símbolo o el de la alegoría?
menos el conocimiento (importa menos ¿El de el recuerdo o el de la memoria? ¿El de
que tales afirmaciones sean probadas) que el la estética o el de la muerte del arte? ¿El de la
reconocimiento a sí mismo como sí mismo, ideología del símbolo o el de la teorización
como yo. Entonces, necesidad del espíritu a la que se resiste?7
“de protegerse a sí mismo del auto-borra-
De Man parece no ofrecernos sólo un Hegel
miento, de oponerle una resistencia con
todas las fuerzas del intelecto” (p. 142-143). teóricamente emancipado de sus opciones

Necesidad, por otra parte, como afirmación ideológicas, tampoco parece ofrecernos sólo
del dominio estético, donde el signo, que un Hegel que, más allá de sus prescripcio-
se afirma a sí mismo como lo que no es el nes clasicistas sobre el arte, todavía tendría
mundo, al representar como determinada vigencia para el pensamiento del arte. De
una relación con el mundo, se afirma a sí Man parece ofrecernos a Hegel diciendo
202 mismo como símbolo. “En la medida en que “(yo) pienso, luego yo no puedo decir yo”.
yo se señala a sí mismo, es un signo, pero en Acaso esto sirva de indicación (pero ¿se trata
la medida en que no habla sino de sí mismo, de otra cosa?) para quien, en el nombre de
es un símbolo” (p. 142). Hegel, repitiéndolo una y otra vez, mecáni-
camente, ha querido, acaso defensivamente,
Pero ¿se podría afirmar una cosa sin la otra?
escuchar a éste diciendo yo mientras habla
¿Cómo separar lo que ya, de antemano, está
del símbolo contra la alegoría.8
La defensa de Paul de Man / Iván Trujillo

Del mismo modo, De Man parece ofre- Aunque la confianza en escuchar la propia
cernos una experiencia romántica del yo voz de Homero signifique a su vez que a
cuya pérdida, dolorosamente admitida en éste le está vedada la posibilidad de poder
la alegoría, es ilusoriamente conjurada en el decir yo en medio de la diégesis poética.
símbolo. El yo romántico sabe que cuando Confiado a la reducción filosófica del espa-
dice yo produce (alegóricamente) el (signo) cio literario, Platón construye un espacio
yo con el cual (simbólicamente) querría literario no localizable, que, en adelante,
poder contar para decir yo. se identificará con la (escucha de la) propia
voz de Homero.
Habría que insistir en el tópico o motivo de
esta defensa o resistencia. Habría que hacerlo Husserl, por ejemplo, confiando a la repe-
incluso si no se suscribe ideas tales como tición de la voz la guardia de la integridad
“automistificación”, “ilusorio”. Porque esta de su presencia, intentando reducir en el
resistencia parece organizarse en medio de signo aquella señal en la que la voz, pudien-
una doble escritura o de una escritura que do indicarse a sí misma, también puede
ya no coincide consigo misma. Si tal es su obstaculizar su expresión. Queriendo que
movimiento, podría pensarse que esta resis- la voz fenomenológica guarde silencio en la
tencia es lo único que puede organizar lo que absoluta presencia consigo misma de la vida
se puede bien llamar el “espacio literario”. trascendental, Husserl querría sustraer la voz

Platón, por ejemplo, diciendo poder escu- fenomenológica a la posibilidad lingüística de

char la propia voz del poeta (de Homero) decir yo. De esta manera cree posible asegurar
dentro del espacio poético o literario (en una presencia ideal (no real) en el mundo.
la Iliada), concibe en el tercer libro de su Presencia asegurada que, por confiarse a la
República la sustracción de dicha voz a la repetibilidad de la misma voz, ya no podrá
posibilidad poético-mimética de decir yo, dejar de decir yo. Husserl abre así un yo 203
vale decir, a la posibilidad de la dispersión y originario en medio de un espacio literario
del reparto de la voz del autor en las figuras en el que ya nunca más se podrá encontrar
(personajes o porta voces) de un diálogo9. y del que nunca habría podido salir. Todo
De esta manera cree poder asegurar la pre- el recurso a la reducción, a la eidética y a la
sencia personal de Homero en el seno de trascendental, en la eficacia de su operación
la dicción poética (en su forma diegética). y en lo más extenso y más radical de sus al-
Archivos 2/3 2007/8 Dossier: Mímesis y política

cances, es el trabajo de una escritura en que Notas


la ficción no se deja ya apartar de la abertura 1
“The Rhetoric of Temporality. I: Allegory and
del mundo. Por eso, al menos, la fenomeno- Symbol. II: Irony”, en Interpretation: Theory and
Practice. Charles S. Singleton, ed. Baltimore: John
logía es la rigurosa entrada del pensamiento Hopkins University Press, 1969, pp. 173-209.
en la literatura. O lo que es lo mismo: es
2
De Man, P., Blindness and Insight: Essays in the
Rhetoric of Contemporary Criticism, New York:
la consecuencia teórica más rigurosa de la Oxford University Press, 1971. La versión castellana
utilizada: Visión y Ceguera: Ensayos sobre retórica de la
unión del signo con la vida. Crítica Contemporánea, Editorial de la Universidad
de Puerto Rico, Puerto Rico, 1991.
Con lo que, de pasada, uno podría pre- 3
“Sign and Symbol in Hegel’s Aesthetics”, Critical
Inquir 8, Nº 4 (1982), pp. 761-775. Recogido en
guntarse a propósito del intento u-tópico Aesthetic Ideology, The University of Minnesota,
(acendradamente categorial) de localización 1996.
4
“Si el símbolo postula la posibilidad de una identi-
de un “tercer espacio” literario, tal y como dad o una identificación, la alegoría marca ante todo
lo emprende Alberto Moreiras en su libro una distancia respecto de su propio origen, y así,
renunciando a la nostalgia y al deseo de coincidir,
Tercer espacio: Literatura y duelo en América establece su idioma en el vacío de una diferencia
temporal. De esta manera impide que el yo se iden-
Latina, si dicho intento de localización no tifique ilusoriamente con un no-yo, que a partir de
entonces se le reconoce plena aunque dolorosamente
ha comenzado por localizar demasiado bien como tal. Es ese conocimiento doloroso el que se
el topos de la “posfenomenología”. percibe en el momento en que la primera literatura
romántica encuentra su verdadera voz” (p. 230).
Acaso sea posible reconocer un lazo y un
5
“But this does not prevent the symbol from being
in Hegel’s own terms, an ideological and not a
paso entre Platón y Husserl. Un lazo que theoretical construct, a defense against the logical
necessity inherent in a theoretical dosclosure” (De
vincula a la exigencia política de Platón Man, P., Aesthetic Ideology, University of Minnesota
Press, USA, 1997, p. 100).
(su teoría política) y a la exigencia cientí- 6
Cf. Hegel, F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas,
fica de Husserl (su teoría filosófica) con el Alianza, Madrid, 1997, p. 128. Traducción de
Ramón Valls Plana.
recorte del espacio literario. Pero también 7
La teorización, se sabe, es para Hegel una claro signo
un paso abierto entre ambos recortes por el de la muerte del arte. Siguiendo una ruta posible-
204 cual la construcción filosófica del espacio
mente emparentada a la de De Man, he intentado
incursionar en cierto sesgo alegorizante presentado
literario es una cuestión menos dominable en el motivo hegeliano de la disolución del arte. En
particular, como agotamiento de su forma para
y localizable de lo que se podría esperar. los intereses del espíritu, agotamiento que es la
condición de la perduración de la vida del espíritu
Acaso la filosofía sea el primero y último en el elemento de la idealidad, y que tiene como
contrapartida ejemplar, el indicio de su comienzo,
filosofema. allí donde la resistencia a la disolución provenía del
espíritu mismo, en la sobrevida del cuerpo muerto
del dinasta egipcio. Esto movido por la sospecha
La defensa de Paul de Man / Iván Trujillo

de que la muerte del arte encuentre su invencible surrealismo como mero nombre y etiqueta puesta
indicio en la fijación como conservación, esto es, sobre cualquier objeto. Bretón queriendo contener
en el incesante diferimiento de su muerte. Acaso la la pérdida de su objeto o del objeto de su amor.
muerte del arte sea el triunfo de la muerte como Queriéndolo mantener con una definición esencial,
triunfo interminable de su faena. La alegoría de su una en la que coincida plenamente un nombre
fin, su disolución alegórica o la perduración de su con una cosa, una idea con un nombre, una idea
originario fin. con un objeto, una en la que resista la verdad del
Acaso, por lo mismo, todo lo que moderna y objeto. Bretón piensa en esto, pensando también
contemporáneamente pareciera estar vinculado a en el inestimable valor tanto de la metáfora como
la muerte del arte bajo la apreciación de Hegel, a de la estética hegeliana. En un giro similar, aunque
saber, la mediación reflexiva y la filosofía, sea menos invertido, esta vez contra la metáfora, por repre-
la filosofía y la reflexión (en la forma que sea: teo- sentar fielmente los intereses del mercado, Avelar
quiere sustraer la memoria tanto al mercado como
rización sobre el arte, crítica, reflexión, semiología,
a la metáfora. Esta vez contra Hegel y contra lo
hermenéutica, etc.) que una irrefrenable zozobra
que identifica como la concepción romántica del
del pensamiento sobre el arte y del arte como pen-
símbolo contra la alegoría, Avelar alega en defensa
samiento. Toda la inflación reflexiva de lo artístico
de la pérdida de la memoria, de un objeto cuyo valor
sería menos la pérdida del arte que la imposibilidad
es tan inapreciable como intransable.
de su pérdida como pérdida de su pensamiento. Allí
donde un cadáver no se deja enterrar, donde no Acaso situados en el mismo giro, de Breton a Avelar,
halle muerte que lo sepulte, no hay pensamiento hay un mismo gesto por contener la pérdida. Lo
del duelo. Y si no hay pensamiento del duelo, no que se defendía contra la etiqueta, lo que románti-
hay pensamiento en el proceso incesante del cambio camente querría decir alegoría, hoy se defiende con
de su objeto. El pensamiento moderno y contem- la etiqueta, es decir con la alegoría, contra lo que
poráneo del arte es quizá la zozobra del espíritu en románticamente querría decir la metáfora o el sím-
medio de lo que todavía considera sus obras. bolo. Ni Breton ni Avelar, con Hegel o contra Hegel,
con el romanticismo o contra el romanticismo, han
8
En relación con cierto diagnóstico sobre el estado querido aceptar la pérdida del objeto. Ambos, siendo
de la memoria en situación de mercado, Avelar pensamientos de la pérdida, no han podido pensar
señala en su libro Alegorías de la derrota, cierta la pérdida del pensamiento. Ambos, no queriendo
operación metafórica (cierta metaforización) de la perder la pérdida, vale decir, no queriendo hacer
memoria por lo cual la memoria completamente el duelo, se refugian en un pensamiento del duelo
dominable, es decir, intercambiable o sustituible. capaz de conjurar la pérdida del pensamiento. Con
La metáfora como el tropo de la sustitución por este pensamiento (que sería freudiano), querrían
semejanza (alusión a la concepción marxiana de la concebir la posibilidad de una pérdida que no los
circulación de la mercancía; valor de cambio). La afectara. Sea no aceptando que la pérdida del nom-
circulación mercantil de la memoria sería capaz de bre del objeto constituya la pérdida de la esencia del
generar more metaphoricus una memoria sin restos. objeto; sea no aceptando que la pérdida en el valor
“Redondez metafórica”. de cambio del objeto constituya la pérdida en el
A esta metaforización de la memoria resistiría una valor de uso del objeto.
memoria en su irreductible y no intercambiable 9
Esta dispersión, en la que se verifica el poder miméti-
“valor de memoria” (cf. valor de uso). Este valor sería
el de los restos, vale decir, del proceso de duelo en
co, constituía para F. Schlegel el privilegio del genio
y particularmente del gran escritor. A propósito del 205
curso. Un valor así se dejaría pensar mejor desde la Wilhelm Meister de Goethe: la primera de las cuali-
alegoría. dades del Meister es que “la individualidad que allí
Avelar está preocupado por la disolución de la se manifiesta sea repartida entre varios personajes y
memoria. Como si la memoria tuviese una marca se refracta en diferentes direcciones” (L’absolue, p.
registrada. Como Bretón (en su momento) defen- 272, nota 1; p. 336); p.78: “Como el individuo y
diendo la marca registrada de Surrealismo ante la porque él es el Individuo, el genio está ya siempre
proliferante circulación de su etiqueta. Habría que perdido, y como en la Antigüedad no existe más
definir o establecer la esencia del objeto surrealista que en fragmento”.
para contener el avasallador manejo publicista del

También podría gustarte