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PSICOLOGIA

AMBIENTAL
UN ENFOQUE GENERAL

Charles J. Holahan
U niversidad de Texas, en A ustin

H um us *
NORIEGA EDITORES
M É X IC O • España • Venezuela • Colombia
Prólogo

unque es una materia relativamente nueva, la psicología ambiental ha evo­


A lucionado con gran rapidez. Este éxito refleja tanto la peculiaridad del tema
como su trascendencia en el desarrollo histórico de la psicología. Este campo es
de esencial interés pues aborda problemas humanos reales con los cuales todos
compartimos alguna experiencia personal. El objeto de estudio de la psicología
ambiental constituye la estructura de la vida diaria (los efectos de los ambientes
en donde vivimos y trabajamos, las exigencias ambientales de la aglomeración
y el ruido, la dimensión espacial en las relaciones interpersonales). La importan­
cia de este nuevo campo se ha destacado aún más a raíz del interés social que
han suscitado el deterioro de la calidad del ambiente físico v las consecuencias
a largo plazo debidos a la contaminación industrial, la negligencia en el manejo
de la basura y la deficiente administración de los recursos naturales. Además,
la psicología ambiental ha contribuido especialmente a demostrar que los psicó­
logos desempeñan un rol significativo en el estudio y la resolución de problemas
ambientales de primer orden.
El objetivo de este libro es servir como texto básico de cursos introductorios
y de investigación sobre psicología ambiental y otras áreas relacionadas con el
ambiente y la conducta, psicología arquitectónica, psicología ecológica y ecología
social. También es adecuado para cursos sobre diseño y planeación del ambiente
en los que se hace hincapié en los aspectos humano y social del diseño. Aunque
el texto fue concebido para los cuatro últimos semestres de la licenciatura, tam­
bién puede utilizarse como un texto básico o auxiliar en los cursos de posgrado
en psicología ambiental, planeación ambiental y urbanismo.
El texto se propone satisfacer las necesidades de instructores y estudiantes
de los cursos de psicología ambiental. Por ejemplo, el profesor de psicología am­
biental necesita un texto que tenga una amplia cobertura, congruente con la di­
versidad y vitalidad de la disciplina. Además, debido a que la psicología ambiental
ha evolucionado de acuerdo con intereses sociales que atañen a diferentes disci­
plinas, su desarrollo ha sido muy variado, en función de las interrogantes plan­
teadas, las estrategias analíticas utilizadas y las implicaciones resultantes. Los
8 Prólogo

cursos de psicología ambiental deben basarse en un texto cuyo contenido integre


distintos enfoques y presente una definición e identidad coherentes de esta dis­
ciplina. Por último, la historia de la psicología ambiental precisa con urgencia que
se dé una aplicación social al conocimiento científico. Los estudiantes de esta área
merecen un texto que refleje interés por los problemas de la sociedad contempo­
ránea, equilibre la exactitud científica con la necesidad social y combine el saber
y el entusiasmo. Este libro pretende satisfacer estas necesidades y, para ello, ofrece
una amplia introducción al campo de la psicología ambiental, coherente en cuan­
to a su temática y conformada por el interés social.
El libro presenta un extenso estudio de la trascendencia y diversidad caracte­
rísticas de la psicología ambiental. Incluye, por ejemplo, conocimientos y teorías
sobre los procesos perceptuales y cognoscitivos en cuanto se relacionan cón el
ambiente, el rendimiento humano en ambientes diseñados, los productores de
stress ambienta! y los procesos sociales diádicos y de grupo. Satisface las exigen­
cias de los cursos universitarios de psicología ambiental que entrañan un profun­
do estudio de la materia, y libera a los instructores de la necesidad de asignar
varios libros para cubrir adecuadamente la disciplina.
Una característica esencial de este texto es el enfoque temático que propor­
ciona y desde el cual contempla el campo de la psicología ambiental. La forma
tan rápida y diversa en que ha crecido esta ciencia impide que dicho enfoque per
manezca invariable. La manera un tanto dispersa en que ha sido presentado este
campo, generalmente deja a los estudiantes sin un enfoque guía para organizar
los conocimientos obtenidos. Este libro enfoca los procesos psicológicos que ínter
vienen cuando las personas interactúan con el ambiente físico y lo enfrentan, co­
mo un marco de referencia para organizar y evaluar los conocimientos de este
campo.•

• Este enfoque temático se hace obvio, por ejemplo, en la organización de


los capítulos. La primera mitad del libro explora, predominantemente a
nivel del individuo, los procesos psicológicos que median entre las influen­
cias del ambiente físico y los actos humanos (por ejemplo, la percepción
del ambiente, el conocimiento ambiental, las actitudes hacia el ambiente,
el rendimiento ambiental y el manejo de los productores de stress ambien­
tal). La segunda mitad del texto examina, desde el punto de vista social, los
procesos psicológicos que median entre el ambiente y la conducta (aglo­
meración, privada, territorialidad, espacio personal, y afiliación y solida­
ridad en el ambiente urbano).
• La organización temática se refleja también en el enfoque del valor adapta-
tivo que se da a cada uno de los procesos psicológicos examinados. Se po­
ne énfasis en la forma adaptativa que utilizan las personas para confrontar
las exigencias del ambiente; el individuo es contemplado como un partici­
pante activo y dinámico en su relación con el ambiente. El capítulo final del
texto plantea explícitamente un marco unificador para estudiar el ambiente
y la conducta, basado en el modelo de la persona total como protagonista
de una relación transaccional con un contexto ambiental holístico.
• El libro también pretende integrar el conocimiento científico con la moti­
vación y la incumbencia social que caracterizan esencialmente al campo
de la psicología ambiental. Cada capítulo está diseñado con el fin de per-
Prólogo 9

suadir al estudiante a que conciba la psicología ambiental como un proce­


so de descubrimiento progresivo, desde la experiencia personal hasta la
investigación científica, que finalmente culmina con la aplicación práctica.
Por ejemplo, cada proceso psicológico se presenta primero en un nivel de
experiencia personal. La naturaleza del proceso se aborda junto con los
aspectos metodológicos centrales cuando se examina científicamente el pro­
ceso. Después se discuten las funciones psicológicas de las que se sirve el
proceso y se exploran sus perspectivas teóricas. Por último, la exposición de
cada proceso psicológico concluye con un análisis sobre la aplicación prác­
tica de loé hallazgos de investigación en la empresa de la planeación am­
biental.

Charles J. Holahan
A gradecim ientos

a realización de este libro no hubiera sido posible sin el consejo, colabora­


ción y aliento de muchas personas. Debo agradecer especialmente a Gary
Evans cuyas concienzudas sugerencias en las dos primeras versiones del manus­
crito fueron valiosísimas en la revisión del texto. Cari Greenberg proporcionó tam­
bién consejos muy constructivos y útiles en los dos primeros borradores del
manuscrito, mientras que Arthur Patterson y Sheldon Cohén participaron con
atinadas sugerencias en el proyecto inicial. La mayor parte del manuscrito se com­
pletó mientras me encontraba ausente de la Universidad de Texas en el Labora­
torio de Ecología Social de la Universidad de Stanford. Doy las gracias a Rudolf
Moos, Director del Laboratorio de Ecología Social, por darme licencia para ausen­
tarme y por ofrecerme los recursos y el estímulo intelectual del laboratorio mien­
tras trabajaba en este libro.
Por su ayuda en la investigación bibliográfica, doy las gracias a Michelle Kean,
Sherri Evans, Patty Griffin Heilbrun, Marguerite Ponder v Diane Spearly. También
agradezco a las personas que mecanografiaron el manuscrito en sus diversas eta­
pas: Louise Doherty, Mary-Margaret Byerman, Gay Passel, Patty Ardies y Jean
Roberts. Agradecimiento especial, también, para el equipo editorial de Random
House por su experimentada asesoría durante toda esta empresa. Virginia Hoits-
ma fue la primera en alentarme a emprender esta tarea y me apoyó constante­
mente mientras se completaba el manuscrito; de manera muy hábil, Fred Burns
dirigió el texto durante el arduo proceso de publicación.
Por último, mi entrañable aprecio a mi esposa, Carole, por su aliento y apo­
yo, inquebrantables, mientras trabajaba en este libro; para agradecerle a ella no
bastan las palabras.

11
Contenido

NATURALEZA E HISTORIA DE LA
PSICOLOGÍA AMBIENTAL 19

Definición de psicología ambiental 21


Características de la psicología ambiental 21
Enfoque adaptativo 22 Participación interdisciplinaria 25 Orien­
tación aplicada 25 Diversos métodos de investigación 27
Historia de la psicología ambiental 27
Midwest y sus niños 27 Investigación sobre diseño ambiental 29
Formulación de teorías 33
Métodos de investigación de la psicología ambiental 34
Validez interna 34 Validez externa 36 Experimentación en el
laboratorio 36 Estudios correlaciónales de campo 37 Experimen­
tación de campo 38

PERCEPCIÓN DEL AMBIENTE 43

Naturaleza de la percepción del ambiente 44


Singularidad de la percepción ambiental 45 Dimensiones de la
estimulación ambiental 47 Medición de la percepción ambiental 48
Funciones psicológicas de la percepción ambiental 51
Orientación de las actividades del individuo 51 Adaptación a nuevos
ambientes 52 Influencias del contexto ambiental en la percepción 53
Teorías sobre la percepción del ambiente 55
Teoría de la Gestalt 56 Teoría ecológica 57 Teoría probabilista 58
Aplicaciones en la planeación del ambiente 61
Claridad perceptual 62 Complejidad visual óptima 62 Planeación
para casos de desastres naturales 64
Contenido

CONOCIMIENTO AMBIENTAL 69

Naturaleza del conocimiento ambiental 70


La imagen de la ciudad 70 Elaboración de mapas cognoscitivos 76
Escala de mapas cognoscitivos 78
Medición de mapas cognoscitivos 80
Funciones psicológicas del conocimiento ambiental 82
Solución a los problemas de espacio 82 Comunicación 85 Iden­
tidad personal 87
Perspectivas teóricas del conocimiento ambiental 90
Cómo influye la .conducta espacial en los mapas cognoscitivos 90
Teorías del desarrollo relativas al conocimiento ambiental 94 Teo­
rías de la psicología experimental 100
Aplicaciones en la planeación ambiental 103
Diseño de un panorama urbano legible 103 Complejidad ambien­
tal 107 Un planteamiento cognoscitivo con respecto a la partici­
pación del usuario 109

ACTITUDES AMBIENTALES 113

Naturaleza de las actitudes ambientales 114


¿Oué es una actitud7 114 Actitudes ambientales 115 índices de
la calidad ambiental percibida 118
Funciones psicológicas de las actitudes ambientales 122
Elección residencial 123 Protección del ambiente 125
Perspectivas teóricas de las actitudes ambientales 130
Cómo se aprenden las actitudes ambientales 130 Cómo influyen
las actitudes en la conducta 133 Predicción de la preferencia es­
tética 135
Aplicaciones en la planeación del ambiente 136
Las preferencias del usuario en el diseño residencial 137 Las
actitudes del usuario y el desarrollo de los recursos naturales 140
Actitudes ambientales y programas de conservación 143

RENDIMIENTO ESCOLAR Y LABORAL 149

Naturaleza del rendimiento ambiental 150


Identificación de las variables ambientales 150 Definición de
las variables del rendimiento 152 Métodos de medición del ren­
dimiento 156
Efectos del ambiente en el rendimiento 159
Los efectos de la luz 159 Los efectos del ruido 161 Los efectos
de la temperatura 164 Los efectos de la disposición espacial 166
Perspectivas teóricas del ambiente y el rendimiento 167
Teoría de la excitación 168 Teoría del enmascaramiento audi­
tivo 171 Un modelo unificador 172
Contenido 15

Aplicaciones en la planeación ambiental 173


Objetivos generales de planeación 173 Problemas de diseño
específicos 174

STRESS AMBIENTAL 185

Naturaleza del stress ambiental 186


Definición de stress ambiental 186 Identificación de los productores
de stress ambiental 189 Medición del stress ambiental 192
Efectos psicológicos del stress ambiental 194
Los efectos del ruido 194 Los efectos de la temperatura extrema
y de la contaminación atmosférica 198 Los efectos de los produc­
tores de stress ambiental en los ancianos 203
Perspectivas teóricas del stress ambiental 206
Predicibilidad del ruido y stress ambiental 207 Control personal
y stress ambienta] 207 Impotencia aprendida y stress ambiental 211
Modelo atributivo de la impotencia 213 Sobrecarga de informa­
ción y stress ambiental 215
Aplicaciones en la planeación ambiental 216
Reducción del ruido urbano 216 Diseño de ambientes para el
anciano 219

AGLOMERACIÓN 227

Naturaleza de la aglomeración 230


Definición de aglomeración 230 La aglomeración como productor
de stress 233 Técnicas de investigación para el estudio de la
aglomeración 236
Efectos psicológicos de la densidad 240
Enfermedades y patología social en animales 240 Enfermedades
físicas y patología social en los seres humanos 240 Conducta so­
cial 243 Rendimiento en el desempeño de tareas y estado de ánimo 246
Perspectivas teóricas de la aglomeración 248
Aglomeración y sobrecarga de información 248 Aglomeración y
limitación de conducta 251 Modelos ecológicos sobre la aglome­
ración 255 Aglomeración y control personal 257
Aplicaciones en la planeación ambiental 261
Diseño de ambientes residenciales sin aglomeración 261 Técnicas
de diseño para ambientes densos 263 Programación de los am­
bientes de alta densidad 267

PRIVACÍA Y TERRITORIALIDAD 271

Privada 271
La privada y sus significados cotidianos 272 Perspectiva legal de
Contenido

la privada 274 Consideraciones de las ciencias de la conducta


sobre la privada 275 Definición básica de privada 275 Métodos
de investigación para el estudio de la privada 276
Funciones psicológicas de la privada 277
Interacción social 277 Identidad personal 279
Perspectivas teóricas de la privada 282
Modelo dinámico sobre la privada 282 Procesos de regulación
de límites 284
Aplicaciones en la planeación ambiental 286
La privada como un objetivo de diseño 286 Privada ocupacional 287
Privada residencial 288 Privada en las instituciones 289
Territorialidad 291
Definición de territorialidad 291 Tipos de territorio 292 Métodos
de investigación para el estudio de la territorialidad 293
Funciones psicológicas de la territorialidad 295
Actividades cotidianas 295 Organización social 296 Identidad
personal y de grupo 297
Perspectivas teóricas de la territorialidad 299
Teorías sociobiológicas 299 Teorías socioculturales 301
Aplicaciones en la planeación ambiental 305
Diseños que satisfagan las necesidades de territorialidad 305 Te­
rritorialidad residencial 306 Territorialidad en los ambientes ins­
titucionales 306

ESPACIO PERSONAL 311

Naturaleza del espacio personal 312


Definición de espacio personal 312 Diferencias culturales del
espacio personal 316 Otras diferencias individuales del espacio
personal 318 Técnica de medición del espacio personal 320
Funciones psicológicas del espacio personal 323
Autoprotección 323 Atracción interpersonal 330
Perspectivas teóricas del espacio personal 334
El espacio personal como instrumento de la comunicación 334
Modelo de stress del espacio personal 337 Modelos de sistemas
del espacio personal 339
Aplicaciones en la planeación ambiental 341
Arquitectura e interacción social 341 Diseño de ambientes tera­
péuticos 344 Diseño de ambientes educativos 345

AFILIACIÓN Y SOLIDARIDAD EN
EL AMBIENTE URBANO 349

Naturaleza de la afiliación y la solidaridad en el ambiente urbano 350


Cuadro cualitativo de la vida social urbana 350 Elementos de la
vida social urbana 352 Carácter informal de la vida social ur-
Contenido 17

baña 355 La importancia del ambiente en la vida social urbana


356 ¿Qué es un barrio bajo? 357 Métodos de investigación para
el estudio de la vida social urbana 358
Funciones psicológicas de las redes sociales del vecindario 359
Conservación del orden social 359 Establecimiento de la identidad
personal 362 Apoyo a la salud mental 363
Perspectivas teóricas de las redes sociales del vecindario 365
Proximidad física y elección de amistades 365 Teoría del espacio
defendible 369 Teoría de apoyo social 373
Aplicaciones en la planeación ambiental 375
Diseño de espacios exteriores multifuncionales 375 Humanización
del diseño de viviendas en edificios altos 378 Reducción de los
costos personales de la renovación urbana 381 Participación ciu­
dadana en la planeación urbana 382

AMBIENTE Y CONDUCTA:
UN MARCO UNIFICADOR 389

Un punto de vista adaptativo 390


Modelo holístico del ambiente 391
La persona total 393
Paradigma de la personalidad 393 Modelo de la persona total 394
Transacción persona-ambiente 396
Interaccionismo 396 Modelo transaccional 398 Estudios transac-
cionales de la psicología ambiental 399
Aplicaciones en la planeación ambienta! 402
Participación interdisciplinaria 402 Planeación pluralista 404
Participación del usuario 405
Bibliografía 409
índice 459

RECUADROS

Ética de la experimentación de campo 39


Laboratorio de simulación ambiental 50
Algunos problemas de diseño en hospitales psiquiátricos 63
El prototipo de Las Vegas 65
Trazado del mapa cognoscitivo propio 81
Conocimiento ambiental en hombres y mujeres 96
Elaboración del mapa del metro de Nueva York 106
Preferencias de panorama en el ambiente de las orillas de las carreteras 118
Elección residencial y sistemas de transporte rápido 126
Autoevaluación de las actitudes ambientales 128
Cómo evalúan los estudiantes las oficinas escolares 139
Elaboración de un mapa conductual 154
El ruido en los departamentos y la destreza de los niños para leer 163
Remodelación de un salón de clases de plano abierto 180
18 Contenido

Consecuencias a largo plazo del stress ambiental 190


Diferencias en la sensibilidad al ruido entre los estudiantes 198
Víctimas del calor: los pobres y los ancianos 204
Efectos no intencionales del control personal 208
Omnipresencia de las “ colas” 228
Impresionantes efectos de la densidad en ratas de laboratorio 238
Un estudio de campo deí anonimato social 250
Residencias universitarias de baja densidad construidas por estudiantes 264
Una experiencia personal de privada y territorialidad 280
Falta de privada en un pabellón psiquiátrico 290
Territorialidad en un buque de guerra de la Marina de los Estados Unidos 294
Inscripciones en las bardas del territorio de las pandillas juveniles 298
La forma del espacio personal 315
El espacio personal de los prisioneros violentos 329
Cuándo puede servir una invasión del espacio personal para obtener ayuda 335
Soledad en los aeropuertos 343
Costos personales de la reubicación 365
Terror en los edificios altos de las viviendas públicas 370
Diseño innovador en las calles de Nueva York 378
Simulación de toma de decisiones sobre planeación urbana 383
1 Naturaleza e historia de
la psicología ambiental

ara vez se detiene uno a pensar cómo afecta nuestra vida el medio ambiente
R en el que se vive, estudia, trabaja y juega. Sin embargo, los escenarios que
rodean y sustentan nuestra vida diaria ejercen una gran influencia en la manera
de pensar, sentir y comportarse. Por ejemplo, un estudiante universitario puede
comenzar el día con cierto optimismo, en parte por despertar en un departamen­
to agradable, ubicado en un vecindario atractivo y hospitalario. Pero tal vez se
sienta descontento si despierta en un dormitorio demasiado pequeño, muy rui­
doso y cuyos muebles son incómodos. Para algunos estudiantes que van a la es­
cuela en automóvil, el trayecto puede ser un recorrido agradable, mientras que
para otros resultará molesto por el denso tránsito. Incluso el diseño físico de la
escuela puede influir en la opinión que los alumnos tienen de ella. Tal vez los
estudiantes puedan disfrutar de un corto paseo entre clase y clase, por veredas
rodeadas de plantas y pasto. O quizá tengan que apresurarse para regresar al
salón de clases atravesando largos pasillos de concreto y asfalto.
Los ambientes físicos que enmarcan la vida diaria también reflejan aspectos
muy personales y significativos de nosotros mismos. Por ejemplo, las personas
a menudo hacen uso del ambiente físico para establecer su identidad (demostrar
sus gustos, intereses y actitudes particulares). Los cuadros o carteles en la habi-

19
20 Naturaleza e historia

tación de una persona, los recuerdos y las curiosidades acumuladas e incluso la dis­
posición de los muebles de la habitación, son expresión de la personalidad del
individuo (figura 1.1). El ambiente físico también puede influir en la elección de
los amigos. La mayoría de los mejores amigos de los muchachos en la escuela
son vecinos, personas que viven en el mismo edificio o incluso compañeros de
cuarto.
Por otra parte, cabe señalar que no obstante el importante papel que desem­
peña el ambiente físico en la vida diaria, casi nunca consideramos su influencia.
De hecho, hasta hace algún tiempo, también los psicólogos ignoraban las formas
en que el ambiente físico configura la vida de las personas. Sin embargo, ahora
existe un nuevo e interesante campo de estudio, la psicología ambiental, que estu­
dia las complejas relaciones entre las personas y los ambientes físicos que habi­
tan. Los psicólogos ambientales creen que una forma importante de aprender
acerca de la naturaleza de la conducta humana es estudiar la manera en que las
personas se adaptan a los ambientes físicos y cómo los utilizan para satisfacer
sus necesidades particulares.
Por ejemplo, los psicólogos ambientales han estudiado a los habitantes de
las residencias estudiantiles ubicadas en edificios de muchos pisos, para saber

Figura 1-1
El ambiente altamente personalizado de esta habitación refleja los intereses, opiniones y
personalidad de su ocupantes.

© EiJís Herwig 1980/Stock, Boston.


Características 21

lo que los estudiantes sienten al vivir allí y cómo afecta sus vidas ese ambiente.
También han estudiado la forma en que el stress provocado por la aglomeración
y el ruido excesivo del ambiente urbano puede afectar la salud, las relaciones so­
ciales y el ánimo de las personas. Han investigado cómo es que las actitudes ha­
cia el ambiente influyen en los principales problemas ambientales de la época
actual (la crisis por la disminución de las reservas de energía, la contaminación
del aire y del agua y la injustificable destrucción de los paisajes naturales). Algu­
nos investigadores han estudiado los hospitales de salud mental para saber cómo
afecta el ambiente de estas instituciones a la recuperación de los pacientes.
Aunque la psicología ambiental es un nuevo campo de estudio, se ha de­
sarrollado con sorprendente rapidez. El interés de la psicología ambiental por
estudiar la conducta humana en ambientes físicos familiares, cotidianos, en los
que las personas viven y trabajan, así como su relación con el diseño ambiental
y la planeación social, la han hecho particularmente responsiva a las exigencias
del mundo actual. Los psicólogos reconocen la necesidad de aprender más so­
bre las formas en que las personas normales se comportan en el ámbito de'la
vida cotidiana. Los ciudadanos informados, así como los políticos, exigen que
la ciencia proporcione soluciones prácticas que puedan aplicarse a los principales
problemas de la sociedad. Los estudiantes de psicología ambiental han insistido
en que los cursos que toman deben tener relación con el mundo real fuera del
salón de clases. A continuación se analizan la naturaleza y el carácter de este in­
teresante campo. ___ _______ /

DEFINICIÓN DE PSICOLOGÍA AMBIENTAL


Ya que la psicología ambiental comprende una amplia área de investigación en
constante evolución, su definición debe ser lo suficientemente general para que
abarque tanto su extensión como su naturaleza cambiante. Aunque la mayoría
de las investigaciones en la psicología ambiental se relacionan con los efectos psi­
cológicos del ambiente construido o arquitectónico, también son de interés las
cuestiones que trascienden ambientes específicos, por ejemplo, la aglomeración
y la privacía. Debido a que la psicología ambiental ha evolucionado en respuesta
a los problemas sociales, tiende a tTatar cuestiones relacionadas con éstos, a man­
tener un nivel de análisis holístico y a poner énfasis en la aplicación práctica de
sus conocimientos teóricos. El nombre de psicología se emplea aquí en un sentido
de definición de problemas más que en un sentido disciplinario, ya que desde
su inicio el campo de la psicología ambiental ha abarcado muchas disciplinas. Por
lo anterior, se puede afirmar que: la psicología ambiental es un úrea de la psicología
cuyo foco de investigación es la interrelación del ambiente físico con la conducta y la expe­
riencia humanas. Como se verá, este énfasis sobre la interrelación del ambiente y
la conducta es importante; no solamente los escenarios físicos afectan la conduc­
ta de las personas, los individuos influyen activamente sobre el ambiente.

CARACTERÍSTICAS DE LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL


Debido a que la psicología ambiental es un campo de estudio nuevo y complejo,
es importante considerar algunas de las características que describen la forma en
22 Naturaleza e historia

que los psicólogos ambientales plantean su investigación. El enfoque que se da


a un área de estudio depende de los objetivos de la investigación y determina los
tipos de preguntas que se hacen y cómo y dónde se buscan las respuestas. El en­
foque de la investigación que se da en este libro también influye en el tipo de
datos que se buscan, los que se está dispuesto a considerar o los que se tiende a pa­
sar por alto. El enfoque que los psicólogos ambientales dan a su investigación
desempeña un papel muy importante en la conformación de su trabajo científico
y ha llegado a caracterizar el campo de la psicología ambiental. En este libro se
utiliza dicho enfoque para abordar la materia de que se trata, a la vez que se ex­
ponen en forma muy completa los temas de la misma.

Enfoque adaptativo

La psicología ambiental se caracteriza por la importancia que le atribuye a los proce­


sos de adaptación. Los psicólogos ambientales se interesan especialmente en los dis­
tintos procesos psicológicos mediante los cuales las personas se adaptan a las
complejas exigencias del ambiente físico. Por ejemplo, los investigadores han exa­
minado las consecuencias que tienen, en la sociedad y en la conducta, los esfuer­
zos de las personas por adaptarse a la excesiva estimulación en ambientes
sobrepoblados. Los investigadores también han estudiado las funciones adapta-
tivas que sirven a los procesos implicados en la percepción del ambiente físico
y en la elaboración de imágenes mentales de los ambientes. El interés subyacen­
te por los procesos de adaptación ha contribuido a conformar el carácter de la
investigación psicológica ambiental, ai sugerir cuestiones apropiadas y aspectos
teóricos fundamentales. En este libro el enfoque adaptativo fungirá como guía
y ayudará a integrar los diferentes temas de investigación y los planteamientos
teóricos que se considerarán.
Robert White (1974) sostiene que la adaptación debe definirse ampliamente
para abarcar todos ¡os procesos que se presentan al interactuar los organismos vivos con
su ambiente. Explica que dicha definición incluye una extensa serie de estrategias
de adaptación, desde las formas más simples de sobrellevar molestias ambienta­
les menores hasta los más complejos esfuerzos por enfrentar problemas ambien­
tales de orden mayor. El énfasis que pone el autor en la definición de los seres
vivos como sistemas lleva a considerar la adaptación como la interacción de un
ser vivo total con un ambiente holístico. Por último, la definición de White afir­
ma que los organismos vivos tienen una participación activa en el proceso de adap­
tación. Los sistemas vivientes que interactúan con el ambiente manifiestan un
grado sustancial de control interno y de independencia para actuar. En resumen,
el enfoque adaptativo de la psicología ambiental pone énfasis en: 1) los procesos
mediante los cuales los seres vivos interactúan con el ambiente; 2) una perspecti­
va holística del organismo y su ambiente; y 3) el rol activo de los organismos vivos
en relación con su ambiente. A continuación se examinan en detalle estos aspec­
tos del enfoque adaptativo de la psicología ambiental.

Procesos psicológicos El enfoque adaptativo de la psicología ambiental pone én­


fasis en los procesos psicológicos que median el efecto que producen los ambien­
tes físicos en la actividad humana. Por ejemplo, al estudiar los efectos que provoca
el ruido en un salón de clases en las calificaciones de los alumnos, el psicólogo
Características 23

ambiental no sólo pregunta si el ruido afecta las calificaciones, sino también cómo
se originan tales efectos. El investigador busca conocerlos procesos psicológicos
que median entre las condiciones ambientales (ruido excesivo) y los resultados
en la conducta (calificaciones de los estudiantes). Por ejemplo, el investigador
estudia los cambios en la capacidad de concentración de los alumnos, en su
observancia de los patrones de conducta social y su perseverancia en tareas difí­
ciles cuando se introduce ruido en un salón de clases que antes estaba en silen­
cio. Dichos cambios en la concentración, observancia y perseverancia pueden
ayudar al psicólogo ambiental a entender cómo puede relacionarse un aumento
de ruido dentro del salón de clases con una baja en las calificaciones de los
alumnos. .-
Este libro se centra en una gama de procesos psicológicos que intervienen
cuando las personas interactúan con el ambiente. Se consideran explícitamente
los mecanismos psicológicos que utilizan estos procesos. En la primera mitad del
libro se exponen los procesos psicológicos que median entre el ambiente y la con­
ducta individual. Se explicará cómo perciben las personas los ambientes en don­
de viven y trabajan. Se encontrará que cada persona desarrolla un esquema mental
propio del ambiente, incluyendo un mapa personalizado del vecindario y del pue­
blo o la ciudad en que vive. Se aprenderá cómo se forman y transforman las acti­
tudes con respecto al ambiente, tales como las de conservación. Por último se
examinará cómo influye el ambiente físico en el rendimiento de las personas en
la escuela y en el trabajo, junto con algunas estrategias que la gente ha desarolla-
do para enfrentar las situaciones de stress ambiental, como las provocadas por
el ruido y la contaminación atmosférica.
La segunda parte de este libro considera los procesos psicológicos que median
las influencias de los ambientes físicos en las actividades de las personas a nivel
social. Se encontrará que las personas desarrollan complejas estrategias para
enfrentar ios efectos negativos que produce la aglomeración en sus vidas. Se con­
siderarán algunas de las formas en que las personas intentan conservar el nivel
deseado de pri vacía y un territorio propio. También se explicará cómo cada indi­
viduo trata de mantenerse a distancia de las demás personas. Por último, se en­
contrará que, en el ambiente difícil de una gran ciudad, la gente establece
mecanismos para hacer amistades significativas y fomentar un apoyo social mutuo.

Perspectiva holística Anteriormente, los investigadores de psicología solían anali­


zar las características del ambiente en unidades muy pequeñas o moleculares.
Cuando discutían sobre el ambiente, a menudo se referían a estímulos muy limi­
tados, tales como una luz roja intermitente o un zumbido eléctrico, más que a
los com plejos ambientes que enmarcan la vida diaria de las personas. Los psicó­
logos ambientales creen que para comprender la conducta humana en forma
adecuada, el ambiente y la conducta deben contemplarse como partes interrela­
cionadas de un todo indivisible.
Kennet Craik (1970) afirma que precisamente este planteamiento holístico es
lo que hace de la psicología ambiental un campo de investigación muy singular.
Señala que los psicólogos ambientales se interesan en el estudio holístico del
ambiente físico, tal y como lo experimentan las personas en su vida diaria. Los
psicólogos ambientales pueden estudiar una calle de una gran ciudad, la habita­
ción de una casa o alguna característica de un paisaje natural.
24 Naturaleza e historia

Harold Proshansky (1972, 1976) sostiene que el interés de la psicología am­


biental por la interrelación entre el individuo y el ambiente (ísico obliga a los psi­
cólogos ambientales a respetar y tratar de que no se alteren las características
naturales de los ambientes físicos, las personas que residen en esos ambientes
ni las actividades que ahí se realizan. Une Bronfenbrenner (1977) igualmente pro­
pone que los métodos de investigación del ambiente preserven la integridad na­
tural de los lugares estudiados, evitando la introducción de elementos artificiales
que distorsionen el significado que los ambientes tienen para sus ocupantes. La
perspectiva holística no pretende impedir que se realicen estudios de laboratorio
o investigaciones analíticas, sino más bien, como ha hecho destacar Irwin Altam
(1976), que los hallazgos de laboratorio sean interpretados de acuerdo con la
naturaleza holística de las relaciones que existen entre el ambiente y la conducta, y
que la síntesis de estos hallazgos se persiga con el mismo ahínco que en el pasa­
do se dedicaba para analizar cada componente del problema.

Rol activo Un tercer aspecto del enfoque adaptativo de la psicología ambiental


es el énfasis en las formas positivas y adaptativas en que las personas enfrentan
el ambiente. Esta perspectiva lleva al estudio de las formas activas, variadas y
creativas que las personas han aprendido para vivir en determinados ambientes.
Si no se consideran las formas en que las personas enfrentan activamente el am­
biente, habrá una tendencia a contemplarlo como una fuerza agobiante y a la gente
como un instrumento pasivo. Tal modelo determinista del ambiente y la conduc­
ta puede representarse gráficamente como sigue:

CONDICIONES CONSECUENCIAS
AMBIENTALES EN LACONDUCTA

En este modelo determinista, la conducta humana se contempla como una reac­


ción directa y pasiva frente a las condiciones del ambiente que la controlan. Dicha
perspectiva determinista establece que una condición ambiental negativa, como
la aglomeración, conduce inevitablemente a reacciones humanas negativas, tales
como malestares físicos o emocionales. Los psicólogos ambientales reconocen
ahora que tal modelo determinista presenta un cuadro engañoso y demasiado
simplificado de la relación entre ambiente y conducta.
De hecho, se sabe que aun cuando las personas se enfrentan a condiciones
ambientales difíciles (como las que existen en los edificios de muchos pisos o en
un ambiente institucional de diseño inadecuado*), son capaces de desarrollar for­
mas positivas y creativas para satisfacer sus necesidades individuales y sociales.
Dicho modelo adaptativo del ambiente y de la conducta puede representarse
gráficamente como sigue:
Características 25

Según este modelo adaptativo, los efectos del ambiente sobre la conducta son
mediados por una variedad de procesos psicológicos adaptativos. Dicho modelo
muestra que el efecto de la relación entre el ambiente y la conducta es recíproco,
es decir, las personas influyen en las condiciones del ambiente mientras que el
ambiente también influye en la conducta humana. Según el modelo adaptativo,
los efectos psicológicos potencialmente negativos de una situación de stress, como
sería la aglomeración, pueden invertirse mediante procesos efectivos de confron­
tación. Dicha confrontación implica un esfuerzo directo ya sea para modificar las
condiciones ambientales que provocan el stress (por ejemplo, mudarse a un lu­
gar con menos gente) o cambiar el significado psicológico de lo que produce el
stress (por ejemplo, decidir que el ambiente donde hay aglomeración tiene más
"espíritu de grupo"). Por supuesto, el modelo adaptativo no garantiza que las per­
sonas siempre tendrán éxito al invertir los efectos potencialmente adversos de las
condiciones ambientales desfavorables. Algunos ambientes tienen un diseño tan
inadecuado en términos de necesidades humanas que ni los esfuerzos más vigo­
rosos de adaptación pueden superar totalmente sus efectos negativos en lo social
y en la conducta. Es importante reconocer los obstáculos ambientales reales que
las personas enfrentan en su vida, y evitar culpar a las víctimas de las condicio­
nes ambientales inadecuadas por las fallas y frustraciones sobre las que no tie­
nen control (Caplan y Nelson, 1973; Ryan, 1971). En resumen, muchos psicólogos
ambientales creen que el modelo adaptativo explica en forma más completa la
relación ambiente-conducta. A lo largo de este libro, el modelo adaptativo se uti­
liza como guía para el estudio del ambiente y la conducta.

Participación interdisciplinaria

Desde su inicio, la psicología ambiental ha llamado la atención de científicos, in­


vestigadores y profesionales de varias disciplinas, incluyendo la sociología, la geo­
grafía, la antropología, la medicina, la arquitectura y la planeación, así como
la psicología (Craik, 1979; Proshansky y Altman, 1970). El estudio déla conducta
humana en ambientes físicos requiere del trabajo de investigadores en ciencias
sociales y también de arquitectos y encargados de planeación que son los res­
ponsables del diseño de los ambientes humanos.
Debe entenderse que el término "psicología ambiental" se refiere al área que
origina los conflictos y no a una restricción disciplinaria. Los investigadores en
psicología ambiental estudian una amplia gama de cuestiones de contenido psi­
cológico (patrones de conducta espacial, imágenes mentales, stress ambiental,
cambios de actitud). Sin embargo, los mismos investigadores representan muchas
otras disciplinas además de la psicología. Joachim Wohlwill (1970) ha alentado
a los psicólogos ambientales a fortalecer y ampliar sus lazos interdisciplinarios
mejorando los medios para lograr una comunicación efectiva y una colaboración
estrecha entre las diferentes disciplinas relacionadas con el trabajo de esta área.

Orientación aplicada

La investigación de la psicología ambiental se orienta tanto hacia la resolución


de problemas prácticos como a la formulación de nuevas teorías. Los psicólogos
ambientales buscan fusionar estos dos aspectos de tal manera que ambos se de­
26 Naturaleza e historia

sarrollen al mismo nivel. Algunas veces, el equilibrar estos dos aspectos puede
ser difícil para el psicólogo ambiental, como cuando la depuración teórica requie­
re mas investigación mientras que los problemas prácticos demandan soluciones
urgentes (Altman, 1975; Studer, 1973). Algunos psicólogos ambientales (Pros-
hansky, 1972; Sommer, 1977) destacan la importancia del concepto de la investi­
gación de acción de Kurt Lewin como un modelo útil para conciliar las necesidades
prácticas y teóricas de la psicología ambiental.
Lewin (1947) promovió la investigación de acción como un modelo que genera
nuevos conocimientos teóricos y a la vez los aplica en la resolución de problemas
sociales. Consideraba que al revisar los efectos de la participación social, los psi­
cólogos obtienen la retroalimentación práctica necesaria para depurar sus teorías
psicológicas. También pensaba que la teoría psicológica tiene un valor práctico
ya que puede orientar la planeación y ejecución de programas en áreas con pro­
blemas sociales complejos.
El estudio de los ambientes de residencias estudiantiles es un área de investiga­
ción en la que los psicólogos ambientales han combinado con éxito objetivos teóri­
cos y prácticos (figura 1-2). Los estudios acerca de los jóvenes que viven en esos
ambientes proporcionan conocimientos teóricos de cómo el exceso de estímulos
asociado con tal ambiente hace a las personas menos amistosas y poco comuni­
cativas Al mismo tiempo, este conocimiento teórico se ha aplicado para hacer

Figura 1-2
Los psicólogos ambientales buscan que las residencias universitarias sean ambientes más
satisfactorios para vivir.

<0 Lawrence Frank 1981.


Historia 27

sugerencias prácticas a los diseñadores sobre algunas formas de mejorar la arqui­


tectura y el diseño interior de las residencias estudiantiles.
Por ejemplo, Andrew Baum y sus colaboradores (Baum, Davis y Valins, 1979)
sugieren dividir los corredores para crear unidades residenciales más pequeñas
que reducirían la tensión social que produce el diseño de corredores que van de
un extremo al otro del piso. En forma semejante, Holahan (1977) describe cómo
la división en secciones de la cafetería ubicada en un edificio alto fomentó el con­
tacto social entre los estudiantes residentes que tomaban sus alimentos allí.

Diversos métodos de investigación

La investigación psicológica consistió originalmente en estudios experimentales


llevados a cabo en el laboratorio. En cambio, los psicólogos ambientales han in­
tentado desarrollar diversos métodos de investigación en diferentes ambientes
de campo y de laboratorio, para adaptar el enfoque de la investigación a las ca­
racterísticas particulares del ambiente en estudio y a los requerimientos específi­
cos de la cuestión que se plantea. Así, aunque muchos trabajos de investigación
incluyen estudios de correlación en ambientes naturales, los psicólogos ambien­
tales también utilizan métodos experimentales tanto en trabajos de campo como
de laboratorio, cuando dichos métodos son apropiados a las interrogantes que
se plantean. Este enfoque variado y flexible de la investigación es especialmente
importante en la psicología ambiental ya que la compleja naturaleza de la rela­
ción ambiente-conducta hace que los investigadores enfrenten constantemente
problemas metodológicos nuevos.
Arthur Patterson (1977) menciona algunos de los diferentes métodos de in­
vestigación utilizados por los psicólogos ambientales. Por ejemplo, explica que
para saber cómo se comportan en la realidad los pacientes psiquiátricos en am­
bientes de hospital, algunos investigadores (Ittelson, Proshansky y Riviin, 1976)
utilizaron métodos de observación naturalista en ambientes de campo. Por el
contrario, otros investigadores (Freedman, Klevansky y Ehrlich, 1971) emplea­
ron un método experimental en un laboratorio para analizar en forma precisa
cómo influía la aglomeración en la conducta de las personas en un ambiente
controlado. Por último, Oscar Newman (1972) eligió un modelo casi experi­
mental (Campbell y Stanley, 1966) para averiguar cómo influían las característi­
cas contrastantes del diseño físico de dos conjuntos habitacionales en los índices
de criminalidad urbana.

HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL

Midwest y sus niños

Estación psicológica de Midwest Aunque la psicología ambiental progresó rápi­


damente durante la década de 1960, sus orígenes se remontan a 1947, cuando
dos psicólogos de la Universidad de Kansas fundaron la Estación Psicológica
en Midwest, Kansas, con una población de 800 personas. Su objetivo era saber
éri qué forma las situaciones ambientales del mundo real afectan la conducta de
las personas, con un especial interés en la conducta y el desarrollo d élo s niños.
28 Naturaleza e historia

Alian Wicker (1979) proporciona una imagen clara de la Estación: techos


altos, ventiladores eléctricos, muebles antiguos de roble y una vieja bóveda de
seguridad color negro. Wicker destaca que la Estación, localizada en un edificio
de tabique rojo, anteriormente del banco de Midwest, parecía más la oficina de
un periódico del siglo pasado que un importante instituto de investigación.
Sin embargo, la fundación de la Estación psicológica de Midwest marcó una
importante innovación en la psicología. Ahí Roger Barker y Herbert Wright die­
ron validez a la investigación psicológica realizada tanto en situaciones del m un­
do real como en el laboratorio. Los sujetos que participaron en su investigación
no eran estudiantes universitarios ni pacientes psiquiátricos, sino personas co­
munes en sus actividades cotidianas. Los dos psicólogos abordaron actividades
del mundo real en su complejidad y divérsidad naturales y registraron la con­
ducta tal como se vive y experimenta (caminar a la escuela, hacer compras, parti­
cipar en una conversación). Durante los veinticinco años que la estación estuvo
en operación, Barker Wright y sus colaboradores, publicaron una serie de libros
(Barker, 1963, 1968; Barker y colaboradores, 1978; Barker y Gump, 1964; Barker
y Schoggen, 1973; Barker y Wright, 1951, 1955) y artículos (Barker, 1960, 1965,
1969; Barker y Wright, 1949; Wright, 1956, 1960) que revolucionaron la forma de
considerar y dirigir la investigación psicológica.

Situación de conducta Barker y Wright estudiaron la conducta de las personas


tal como se daba en contextos naturales y definieron la unidad ambiental como
una situación de conducta, que incluye un patrón particular de conducta junto con las
características ambientales y temporales que la rodean. Por ejemplo, la situación
de conducta en la farmacia de Clifford en Midwest comprendía patrones de
conducta típicos de una farmacia norteamericana (adquirir artículos farmacéuti­
cos, tomar un refresco en la fuente de sodas), el ambiente físico de la farmacia
(local, fuente de sodas, departamento de varios) y los horarios dentro de los cua­
les funcionaba la farmacia (desde la hora de abrir a las 8:00 A.M. hasta la hora
de cerrar a las 6:00 P.M.). Nótese que una situación de conducta se define de
acuerdo con los patrones de conducta característicos de las distintas situaciones
y no según la conducta particular de cada individuo que hace uso de ese ambiente.
Barker y Wright explicaron que en una situación de conducta, las características
de la conducta y las ambientales son interdependientes y se acoplan en forma
natural. Agregaron que cuando el ajuste entre conducta y ambiente en una situa­
ción de conducta está "fuera de tono" aparecerá una situación poco usual (figu­
ra 1-3). Otras situaciones de conducta que Barker y Wright identificaron en
Midwest incluían un servicio religioso en la iglesia, una visita al salón de belleza,
una reunión del Club Rotario, un taller mecánico y la gasolinería, un baile de
disfraces y un juego de basquetbol del equipo titular de una secundaria. Barker
y Wright desarrollaron un procedimiento para identificar y describir en forma
precisa las diferentes situaciones de conducta que constituyen un ambiente es­
pecífico, tal como una escuela o un pueblo entero; a este procedimiento le deno­
minaron Estudio de Situaciones de Conducta.

Psicología ecológica Con base en sus observaciones en Midwest, Barker y Wright


propusieron un nuevo campo de investigación psicológica, al cual denominaron
psicología ecológica. El objetivo principal de este campo es saber cómo influyen en la
Historia 29

Figura 1-3
Carlitos se encuentra en
una situación en que la
conducta y ei ambiente están
Afuera de tono” .

© 1966 United Fea tu re Sindícate, ¡nc.

conducta y el desorrollo de las personas los ambientes físicos que enmarcan la vida
diariaTBárker y Wright subrayaron que los psicólogos no deben seguir conside­
rando que la conducta se puede predecir adecuadamente sólo por medio de exá­
menes psicológicos que muestran las diferencias individuales de los antecedentes
y la personalidad. Sostienen que para predecir el comportamiento de las perso­
nas en una situación particular, se necesita saber algo sobre la naturaleza de la
situación ambiental específica en la que actuarán. Para obtener información so­
bre las cualidades de la conducta en situaciones ambientales, los psicólogos tie­
nen que salir del laboratorio y hacer investigación de campo en los ambientes
naturales donde transcurre la vida de las personas (hogar, escuela, trabajo, tien­
das y espacios recreativos).
W icker(1979) aplicó los principios de la psicología ecológica al estudio de las
consecuencias de la sobrepoblación en la conducta humana, en distintos ambien­
tes. Estudió las relaciones entre el número de personas que querían participar
en una situación de conducta y los límites de ésta para manejar un gran número de
personas y, al mismo tiempo, continuar con los programas. Por ejemplo, basado
en una investigación anterior realizada por Roger Barker (Barker y Gump, 1964),
Wicker analizó, en términos de psicología ecológica, las diferencias de conducta
entre estudiantes de escuelas secundarias grandes y pequeñas. Encontró que los
estudiantes de secundarias pequeñas participan en una gama más amplia de
situaciones de conducta, ocupan puestos de mayor responsabilidad y su autoes­
tima es superior a la de los alumnos de las escuelas secundarias grandes.

Investigación sobre diseño ambiental

Enfoque del problema Aunque el trabajo de Barker y Wright desempeñó un papel


importante al sensibilizar a los psicólogos hacia algunas formas en que los am­
bientes físicos modelan la conducta humana, los diversos intereses de los psicó­
logos^ que estudiaban la influencia del ambiente sobre la conducta no se centraron
eñ un campo de estudio independiente sino hasta la década de 1960. Curiosa­
30 Naturaleza e historia

mente, el catalizador que dio origen a la psicología ambiental no fueron las preo­
cupaciones teóricas de los psicólogos académicos, sino las cuestiones prácticas
planteadas por las personas directamente relacionadas con el diseño de ambien­
tes físicos. Proshansky (1972) señala que la psicología ambiental está orientada
a la solución de problemas como un intento de responder a un gran número de
interrogantes planteadas por arquitectos, diseñadores de interiores y urbanistas.
La complejidad de las decisiones sobre diseño en la sociedad moderna ha he­
cho que los arquitectos y diseñadores se enfrenten a una difícil tarea (Alexander,
1964; Craik, 1970). Durante la década de 1960 un número creciente de diseñadores
reconocieron la importancia de la psicología. Se dieron cuenta de que la colabora­
ción con psicólogos -y sociólogos podía ayudarles a resolver muchas cuestiones,
tales como la forma de diseñar ambientes que apoyen y faciliten cualquier tipo de
actividad humana (Craik, 1970; Well, 1965; Studer, 1966; Studer y Stea, 1966).

Arquitectura y conducta Los arquitectos y diseñadores buscaron la colaboración


de los psicólogos, principalmente, por su convicción de que la arquitectura y la
conducta humana mantienen una estrecha interrelación. Kiyoshi Izumi (1965) des­
cribe algunas formas en que las características físicas y las actividades humanas
se interrelacionan en el diseño arquitectónico. Por un lado, existen construccio­
nes diseñadas especialmente para contener equipo, maquinaria y otros objetos
inanimados. Por el otro, hay construcciones diseñadas solamente para alojar a
seres humanos (institutos de asistencia, penitenciarías, hospitales psiquiátricos
y viviendas en general). También hay edificios que se utilizan para albergar tanto
personas como objetos, en distintas proporciones (librerías, laboratorios, alma­
cenes, oficinas, etc.). La utilidad de una construcción dependerá del grado en
que satisfaga las necesidades y la diversidad de actividades de sus ocupantes
(Deasy, 1970; Sommer, 1969). Muchos edificios modernos no reúnen las caracte­
rísticas que la conducta de sus usuarios requiere (Watson, 1970). Por ejemplo,
las nuevas colonias urbanas con edificios altos y fachadas planas que inhiben
en vez de reforzar los sentimientos de identidad social y pertenencia de grupo
de sus residentes. En forma semejante, muchos de los grandes edificios que
se construyen en la actualidad como viviendas "progresistas" para estudiantes
impiden una participación social significativa entre sus habitantes. Serge Bou-
tourline (1970:496) afirma que "La situación predominante en la vida moderna
es la de individuos que viven en un ambiente que no ha sido construido para
ellos".
La interrelación entre arquitectura y conducta es fuerte y estable. Harold
Proshansky y sus colaboradores (Proshansky, Ittelson y Rivlin, 1976) explican que
cada entorno arquitectónico está asociado con patrones de conducta característi­
cos. Estos patrones son estables y duraderos, aun cuando cambien algunas de
las personas que alberga dicho entorno. Sin embargo, agregan que el sentido
común no es una pauta adecuada para entender la relación entre el diseño y
la conducta y que una cuidadosa evaluación empírica del funcionamiento del
entorno arquitectónico puede ser muy instructiva e incluso sorprendente. Por
ejemplo, la evaluación empírica de un hospital psiquiátrico reveló que los come­
dores se utilizaban más como espacio de recreo que como lugar para tomar ali­
mentos y que las salas de juego se utilizaban más para dormir que para actividades
recreativas.
Historia 31

Nuevos planteamientos Los primeros arquitectos y diseñadores que consulta­


ron a los psicólogos en el momento de tomar decisiones con respecto al diseño,
se decepcionaron al principio. Como anteriormente predominaba el trabajo de
laboratorio en la investigación psicológica, ésta no estaba preparada para responder
preguntas acerca de la conducta cotidiana en ambientes del mundo real. Al prin­
cipio muchos psicólogos no investigaron aquellos aspectos que consideraban
difíciles de manejar y explicar (Winkel, 1970; Wohlwill, 1970). Los desilusionados
diseñadores encontraron que el conocimiento psicológico se limitaba a ciertas reac­
ciones fisiológicas provocadas por ambientes con los que la mayoría de los diseña­
dores jamás se enfrentaría (Dyckman, 1966; Ventre, 1966). Por ejemplo, observaron
que los psicólogos sabían más sobre las reacciones de los individuos cuando se
encuentran en cápsulas espaciales o en submarinos que en ambientes urbanos
o suburbanos (Blackman, 1966).
Sin embargo, la presión constante de los diseñadores, así como el creciente
interés social por las cuestiones ambientales, que caracterizó la década de 1960,
transformaron el estado de las cosas. Los psicólogos ambientales cambiaron el
rumbo de sus planteamientos y métodos de investigación. En la década siguiente
un creciente número de psicólogos y sociólogos se unieron con los diseñadores
para constituir a la psicología ambiental como una nueva disciplina.
Harold Proshansky e Irwin Altman (1979) describen ampliamente el origen
y desarrollo de la psicología ambiental. Señalan que los primeros pasos fueron
proyectos de investigación acerca de la influencia que ejerce el inmueble sobre
la conducta de los pacientes de hospitales psiquiátricos de diversos países, como
Canadá (Osmond, 1957; Sommer y Ross, 1958), Francia (Sivadon, 1970) y los Es­
tados Unidos (Good, Siega] y Bay, 1965; Ittelson, Proshansky y Rivlin, 1976). En la
primera conferencia anual de la Environmental Design Research Association (Aso­
ciación para la Investigación sobre Diseño Ambiental) (EDRA), celebrada en 1969
en Chape! Hill, Carolina del Norte (Sanoff y Cohén, 1970), los investigadores y
profesionales en el campo del ambiente y la conducta pudieron reunirse y com­
partir sus preocupaciones. Nuevas publicaciones profesionales, entre ellas Envi-
ronment and behavior y Man-Environmenl Systems, proporcionaron un foro para esta
nueva área de investigación. En las universidades dé los Estados Unidos y de
otras partes del mundo se iniciaron programas de licenciatura y cursos de pos­
grado sobre psicología ambiental. En la década de 1970, el nuevo campo de la
psicología ambiental se había ganado un lugar respetable entre las áreas de estu­
dio ya establecidas dentro de las ciencias sociales y de la conducta.

Interés social Proshansky y Altman explican que el rápido crecimiento que ex­
perimentó la psicología ambiental durante la década de 1960 también se debió
al gran interés por los problemas sociales que caracterizaron a esa época. La cali­
dad del ambiente físico y las consecuencias ambientales a largo plazo de la conta­
minación industrial, el descuido en la eliminación de basura y el manejo
inadecuado de los recursos naturales, fueron temas de acalorados debates públi­
cos. El "D ía de la Tierra" en 1970 representó una impresionante manifestación
de la opinión pública en tom o a los problemas ambientales tales que caracteriza­
ron a este período. Proshansky y Altman agregan que el interés del público por
la influencia de las personas sobre el ambiente aumentó debido a la preocupa­
ción por los efectos a largo plazo del ambiente físico en los seres humanos; de
32 Naturaleza e historia

hecho, el mal trato que el hombre da al ambiente crea condiciones adversas en éste,
tales como una grave contaminación del aire y del agua, que representan amena­
zas a largo plazo para la calidad de la vida humana. A medida que las personas se
hacen más sensibles a las condiciones ambientales que les rodean, reconocen mejor
las formas normalmente imperceptibles en que el ambiente afecta las actividades
humanas. Los ciudadanos exigieron a los científicos una mayor participación en
la solución de los principales problemas ambientales de la sociedad. Las depen­
dencias gubernamentales promovieron la realización de estudios del ambiente
asignando fondos para investigaciones encaminadas a resolver estos problemas.
Por último, los profesores de psicología se enfrentaron a estudiantes y profesio­
nales que exigían congruencia en el enfoque de la psicología con.los problemas
sociales que repercutían en todos los aspectos de su vida (figura 1-4).

Ambientes institucionales En respuesta a la presión constante por parte de di­


señadores, ciudadanos conscientes y estudiantes interesados, se formó un gru­
po de investigadores en psicología ambiental que intentó evaluar los efectos
psicológicos del ambiente de algunas instituciones. La investigación se inició en
una gran variedad de ambientes institucionales (hospitales psiquiátricos y hospi­
tales generales, asilos, casas hogar para niños, centros correccionales, escuelas
y universidades). La investigación en hospitales psiquiátricos demostró que las
formas positivas de interacción social entre los pacientes podían aumentar subs­
tancialmente mediante la remodelación física del pabellón para hacerlo más atrae-

Figura 1-4
El interés social por el
ambiente aceleró el
desarrollo de la psicología
ambiental durante la década
de 1960.

% iawrence Frank 1970.


Historia 33

i
tivo y alegre (Holahan y Saegert, 1973). En Canadá, algunos investigadores
demostraron que reacomodando los muebles del pabellón para hacerlo más aco­
gedor se podía alentar en forma significativa una mayor participación social en­
tre los pacientes psiquiátricos (Sommer y Ross, 1958). Otros investigadores
descubrieron que los túneles y corredores largos que son típicos de muchos hos­
pitales psiquiátricos pueden ocasionar distorsiones en la percepción auditiva y
visual de los pacientes (Spivack, 1967).
Estudios relacionados con la calidad de vida en las residencias estudiantiles
revelan que hay menores satisfacción y cohesión de grupo en edificios altos que
en los de dos o tres pisos. Por ejemplo, los estudiantes hacinados en grandes edifi­
cios se interesan menos por establecer contacto social con sus compañeros resi­
dentes que los estudiantes que viven en ambientes sin aglomeración (Valins y
Baum, 1973) y están menos dispuestos a ayudar y colaborar con las personas con
las que viven (Bickman, Teger, Gabriele, McLaughlin, Berger, y Sunaday, 1973).

El ambiente urbano Los psicólogos ambientales también han evaluado el impacto


social y psicológico del ambiente urbano. Por ejemplo, algunos investigadores
han estudiado los "m ap as m entales" de la ciudad que se forma cada persona,
con el fin de saber qué tan fácil o difícil le resulta a la población entender deter­
minados ambientes urbanos (Lynch, 1960). Otros se concentraron en la forma
en que las características del ambiente urbano afectan la vida de sus habitantes.
Por ejemplo, descubrieron que los residentes de Boston que fueron abligados a
dejar sus casas debido a la remodelación urbana manifestaron una profunda tris­
teza similar a la pena por un muerto (Fried, 1963). Los psicólogos ambientales
han encontrado también que muchas de las características de las unidades habi-
tacionales de edificios altos impiden el desarrollo de formas positivas de la vida
en grupo entre los residentes y propician el crimen y el vandalismo (Newman,
1973; Yancy, 1971).

El ambiente natural Una parte importante de la investigación aplicada en la psi


cología ambiental intenta valorar las actitudes que asumen las personas con res­
pecto a las características del ambiente natural (Craik y Zube, 1976a; Zube, Brush
y Fabos 1975). Dichas evaluaciones se aplican en la toma de decisiones relaciona­
das con la urbanización de lugares típicos y recreativos y con programas de pre­
servación de los paisajes naturales (Craik, 1972a). Las evaluaciones ambientales
basadas en los usuarios también podrían utilizarse en el manejo de recursos hi­
drológicos naturales y en decisiones relativas a la explotación de estos recursos
con fines industriales, recreativos o como parte del paisaje (Coughlin, 1976).

Formulación de teorías

Aunque en la década de 1960 se observó un rápido desarrollo de la investigación


relacionada con el diseño, no fue sino hasta la década de 1970 cuando se dieron los
primeros pasos en la formulación de teorías en el campo de la psicología ambien­
tal. Los psicólogos ambientales comenzaron a formular teorías a partir de las que
ya existían en otras ramas de la psicología y que podían ampliarse para ayudar a
comprender la compleja relación entre el ambiente y la conducta (Wohlwill, 1970;
Proshansky, 1973). Por ejemplo, desarrollaron teorías sobre el stress ambiental
34 Naturaleza e historia

basadas en las teorías generales del stress psicológico (Selye, 1956; Lazarus, 1966).
Los modelos de stress ambiental intentan explicar cómo reaccionan las personas
ante los diferentes factores ambientales que producen stress, tales como el calor
excesivo, altos niveles de ruido y aglomeración (figura 1-5). Otros psicólogos am­
bientales, a partir de trabajos anteriores de psicología social (Brehm, 1966), pro­
ponen teorías basadas en la hipótesis de que ciertos tipos de ambientes, tales
como los aglomerados o en los que hay muy poca privada, restringen la liber­
tad de conducta de los individuos (Proshansky, Ittelson y Rivlin, 1976; Stokols,
1976).
Varios investigadores han propuesto teorías para explicar los efectos negativos
que los ambientes aglomerados tienen algunas veces sobre el individuo. Algu­
nos señalan que un alto grado de aglomeración produce un exceso de estímulos
de tipo social sensorial que sobrepasan la capacidad que tiene la persona para
procesarlos (Milgram, 1970; Saegert, Mackintosh y West, 1975). Otra teoría pro­
pone que los efectos negativos se presentan cuando hay un exceso de personas
en el ambiente y no hay suficiente espacio para todos los individuos que quieren
participar en él (Wicker, 1979). En cambio, pocos han propuesto teorías más
amplias que proporcionen una base conceptual para entender toda la gama de
conductas ambientales (Altman, 1975; Michelson, 1976).

MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN DE LA
PSICOLOGÍA AMBIENTAL

Los métodos de investigación empleados por los psicólogos ambientales son muy
diversos y es importante reconocer que no hay uno que pueda considerarse su­
perior, a los demás; por el contrario, cada método está diseñado para dar respues
ta a una determinada serie de interrogantes. Así, cada método de investigación
está diseñado para responder a un tipo específico de interrogantes, pero es me­
nos adecuado para contestar otro tipo de cuestiones. Antes de examinar la forma
en que cada método de investigación se adapta a una serie específica de interro­
gantes se debe desarrollar un vocabulario para describir el tipo de cuestiones de
investigación a las que se dedican los psicólogos ambientales.

Validez interna

Donald Campbell y sus colaboradores (Campbell y Stanley, 1966; Cook y Campbell,


1979) proporcionaron un vocabulario para describir las interrogantes subyacen­
tes que determinan cuáles son los métodos de investigación adecuados. Sugieren
que dichos métodos deben evaluarse en términos de validez tanto interna como
externa. La validez interna tiene que ver con la pregunta: ¿Modificarán el resulta­
do de un estudio específico los procedimientos de investigación empleados en
este estudio? Por ejemplo, al estudiar el efecto que produce el tamaño de un gru­
po en el aprendizaje, un psicólogo ambiental compara el desempeño en los exá­
menes de un grupo de 150 alumnos y uno pequeño de 20 alumnos. Despúes de
un semestre el investigador descubre que las calificaciones de los alumnos del
grupo pequeño son significativamente más altas que las del grande. La pregunta
con respecto a la validez interna sería si el. tamaño del grupo es la variable que
Métodos de investigación 35

Figura 1-5
Los psicólogos ambientales se preocupan por conocer las consecuencias a largo plazo en
los seres humanos expuestos al ruido y a las aglomeraciones.

© Menscherifreund.

determina esta diferencia. Si los investigadores pudieron controlar el comporta­


miento de todas las variables externas durante el estudio, pueden estar seguros
de que las diferencias observadas en las calificaciones se debieron al tamaño del
grupo; por lo tanto, la validez interna sería alta.
Sin embargo, si los investigadores no pudieron controlar el comportamiento
de todas las variables externas no pueden concluir con certeza que la diferencia
en las calificaciones se debió al tamaño del grupo; la validez interna sería baja.
En el caso de que los investigadores no pudieran seleccionar en forma aleatoria
a los estudiantes para los grupos grandes y pequeños y en vez de ello emplean
grupos ya integrados, podría existir un sesgo en la selección de sujetos para
las dos condiciones. Por ejemplo, es posible que los estudiantes más moti­
vados hicieran un mayor esfuerzo que los menos motivados para integrarse
en el grupo pequeño. De esta manera, el mejor desempeño de este grupo puede
atribuirse tanto a la diferencia inicial en la motivación como al tamaño del gru­
po. Imagínese además que los investigadores no pudieron controlar la manera
en que los maestros impartían el curso en los dos grupos y que, durante el
semestre, el maestro del grupo pequeño usó un libro de texto novedoso, mien­
tras que el maestro del grupo grande, el libro de texto tradicional. Puesto que
difieren las historias de ambos grupos (los eventos específicos que experimentaron
además de la variable del tamaño), las diferencias observadas en las calificacio­
nes podría deberse a sus diferentes historias así como también al tamaño del
grupo.
36 Naturaleza e historia

Validez externa
La validez externa está relacionada con la pregunta: ¿En qué grupos y ambientes
se puede generalizar el resultado de la investigación? De nuevo se considera el
estudio realizado sobre el efecto del tamaño del grupo en el aprendizaje, cuyos
resultados de investigación señalan que el aprendizaje es superior en un grupo
pequeño. La interrogante de la validez externa es: ¿En qué grupos v ambientes
se puede generalizar el hallazgo de que el tamaño de la clase se relaciona inver­
samente con su rendimiento? Si el estudio hubiera sido llevado a cabo de tal for­
ma que los estudiantes se comportaran igual que en un salón de clases real, los
investigadores podrían generalizar con certeza los hallazgos para otros grupos de
estudiantes en situaciones reales de salón de clases; la validez externa sería alta.
Sin embargo, si el estudio se hubiera realizado en un laboratorio en condiciones
experimentales muy artificiales, de manera que los estudiantes estuvieran cons­
cientes todo el tiempo de que estaban tomando parte en un estudio de investiga­
ción, los investigadores no podrían generalizar con seguridad sus hallazgos para
grupos de estudiantes fuera del ambiente de laboratorio; la validez externa sería
baja.
Campbell y sus colegas recomiendan que el investigador debe tratar de utili­
zar métodos de investigación que tengan tanta validez interna y externa como
sea posible. Mientras que la validez interna es esencial para la interpretación de
los hallazgos, la validez externa es importante para ampliar la significación y las
aplicaciones potenciales de los resultados de la investigación. Por otra parte,
señalan que los requisitos para la validez interna y externa a menudo son con­
tradictorios y que los métodos de investigación que fortalecen un tipo de validez
tienden a debilitar el otro. Por ejemplo, mientras que un incremento en el control
experimental aumentará la validez interna limitando la influencia de las varia­
bles externas, al mismo tiempo tiende a crear una situación artificial en la investi­
gación, reduciendo asila validez externa. Así, mientras que e! psicólogo ambiental
debe satisfacer el requisito de validez tanto interna como externa, el equilibrio
entre las dos debe estar determinado por los objetivos específicos de cada investi­
gación. Con estos puntos fundamentales en mente, se explorarán los principales
métodos de investigación que emplean los psicólogos ambientales.

Experimentación en ei laboratorio

Cuando los psicólogos ambientales desean establecer un alto nivel de validez in­
terna en su investigación, hacen uso de métodos experimentales en una situación
de laboratorio. El método experimental permite al investigador manipular siste­
máticamente la variable experimental (o independiente) y estimar sus efectos con
base en los valores resultantes (o dependientes). El laboratorio permite al investigador
controlar la influencia de otras variables externas para asegurar que no afecten
los valores dependientes mientras se manipula la variable independiente. Ade­
más, la experimentación en el laboratorio incluye por lo general la asignación alea­
toria de sujetos a condiciones experimentales, lo cual asegura al investigador que
dichos sujetos son equivalentes no obstante las diferentes condiciones experimen­
tales. Estos requisitos (manipulación sistemática de la variable independiente, con­
trol de variables externas y asignación aleatoria de los sujetos) proporcionan al
Métodos de investigación 37

investigador un alto grado de seguridad de que ios resultados observados se de­


ben a la variable independiente. Sin embargo, debe observarse que e! alto nivel
de control que caracteriza ai experimento en el laboratorio limita la validez exter­
na de estos hallazgos. Aunque el investigador puede estar seguro de las relacio­
nes entre las variables independientes y dependientes dentro del laboratorio, no
puede tener igual certeza con respecto a las relaciones entre estas variables en
los complejos y cambiantes ambientes naturales (véase Bem y Lord, 1979).

Estudios correlaciónales de campo

Cuando el objetivo de los psicólogos ambientales es mantener un alto grado de


validez externa en sus hallazgos de investigación, recurren a los estudios correla­
ciónales de campo (figura 1-6). Los estudios de correlación de campo están diseña­
dos para producir información sobre actividades que se realizan de manera natural
en situaciones del mundo real que no se ven manipuladas por el psicólogo inves­
tigador. Contrarios a los métodos experimentales que proporcionan un cuadro
causal de la relación entre las variables, los estudios de correlación de campo no
pueden demostrar que una variable tiene relación casual con otra. Más bien, pro­
porcionan información sobre la correlación o asociación entre las variables. Por
ejemplo, aun cuando los estudios de correlación de campo indican que en ciertas
zonas de la ciudad coinciden con frecuencia altos niveles de densidad y altos gra­
dos de patología social, no pueden demostrar que la densidad es causa de la pa-

Figura 1-6
Con el objeto de saber cómo se comportan los individuos en situaciones del mundo real,
los psicólogos han realizado estudios correlaciónales de campo en ambientes naturales como
es este ambiente universitario.

© Lawrence Frank 1981.


38 Naturaleza e historia

tología. Es posible que tanto la densidad como la patología sean consecuencia


de algún otro factor, tal como la pobreza. Así, aunque los estudios de correlación
de campo se caracterizan por un alto grado de validez externa, su validez interna
a menudo es baja. La mayoría de los estudios de correlación de campo que se
examinan en este libro son de dos tipos: observación naturalista y encuestas. La
observación naturalista consiste en la observación directa de la conducta en am­
bientes naturales; las encuestas de reconocimiento, que se llevan a cabo mediante
cuestionarios o entrevistas personales, permiten evaluar las actitudes personales
y las experiencias de los participantes en determinados ambientes.

Experimentación de campo

Si bien la mayoría de los estudios experimentales se llevan a cabo en situaciones


controladas de laboratorio y los estudios de campo son de correlación, el método
experimental también puede usarse en situaciones de campo. De hecho, los psi­
cólogos ambientales emplean el experimento de campo cuando desean obtener un
equilibrio entre validez interna y externa en su investigación (véase Seashore y
Bowers, 1963). En el experimento de campo, el investigador manipula sistemáti­
camente la variable experimental mientras permite que los factores externos pre­
sentes en la situación de campo actúen en forma natural. Se sacrifica parte del
control posible en el laboratorio a cambio de la riqueza contextual que se obtiene
en el campo. Al mismo tiempo, se renuncia al carácter espontáneo de la situa­
ción de campo para obtener un mayor control sobre la variable experimental pro­
pio de los estudios de correlación. Aunque en la psicología ambiental hay menos
experimentos de campo que experimentos de laboratorio o estudios correlació­
nales de campo, éstos ofrecen al psicólogo ambiental una amplia gama de estra­
tegias de investigación que se caracterizan por una estrecha relación entre validez
interna y validez externa (véase recuadre: "Ética de la experimentación de
campo").
En resumen, es fundamental darse cuenta de que ninguna estrategia de in­
vestigación es ideal para responder todas las interrogantes planteadas por los psi­
cólogos ambientales. Más bien, el psicólogo ambiental debe adoptar un enfoque
flexible al seleccionar los métodos de investigación y elegir la estrategia que me­
jor se adapte a la cuestión específica que se plantee. Por ejemplo, al investigar
los efectos del ruido en la conducta, David Glass y Jerome Singer (1972b) busca­
ban un alto nivel de validez interna, de manera que los efectos contrastantes de
los diversos aspectos del ruido (tales como su predictibilidad y controlabilidad)
pudieran definirse en forma precisa. Seleccionaron un experimento de laboratorio
con alto grado de control en el cual se podían variar sistemáticamente diversos
parámetros del ruido, controlando al mismo tiempo las variables externas. Do-
nald Appleyard y Mark Lintell (1972), por el contrario, buscaban un alto grado
de validez externa con objeto de detectar las correlaciones sociales del ruido en
una comunidad real. Eligieron un estudio de correlación de campo que consistió
en realizar encuestas entre residentes de San Francisco que vivían en calles don­
de el nivel del ruido causado por el tránsito de vehículos era de diferente magni­
tud. Por último, Lawrence Ward y Peter Suedfeld (1973) querían equilibrar las
condiciones de validez interna y externa en un estudio sistemático de los efectos
del ruido en una situación del mundo real. Emplearon un experimento de campo
Métodos de investigación 39

Ética de la experimentación de campo

Los psicólogos ambientales algunas veces hacen uso de métodos experimentales de


campo debido a que éstos permiten al investigador observar la forma en que las
personas reaccionan a la manipulación experimental, en una situación del mundo
real, sin saber que son sujetos de un estudio de investigación. El hecho de que los
individuos no sepan que están participando en un estudio psicológico da lugar a
ciertas preocupaciones de tipo ético. Generalmente a los sujetos en estudios de campo
no se Ies pregunta si quieren o no participar en el estudio y rara vez se les informa
acerca de la naturaleza y el objeto del estudio. Considérese el ejemplo de un expelí-
mentó de campo dirigido por Eric Schaps (1972). El investigador y su colaboradora,
fingiendo ser clientes, visitaron zapaterías durante las horas de aglomeración. La
colaboradora llegó con un tacón roto y pidió ver diferentes modelos de zapatos; luego
rechazó cada par que el vendedor le traía. Durante el episodio, el segundo "clien­
te" discretamente tomó notas de la conducta del vendedor.
Irwing Silverman (1975) pidió a dos abogados sus opiniones acerca del estudio,
así como de otros experimentos de campo. Aunque las opiniones de los dos aboga­
dos fueron diferentes en muchos de los estudios, ambos consideraron que podría
haber bases para una demanda por parte de la tienda o del vendedor y uno de ellos
sugirió que los investigadores eran responsables de allanamiento. En un estudio pos­
terior, David Wilson y Edward Donnerstein (1976) pidieron a casi 200 ciudadanos
comunes sus opiniones acerca del estudio de la zapatería y de otros estudios de cam­
po. El setenta y dos por ciento respondió que se sentirían molestos y enojados si
hubieran sido sujetos de un estudio similar; un 26 por ciento pensó que el estudio
invadía su privada; al 31 por ciento le pareció que el estudio era falto de ética; y
un 55 por ciento dijo que se opondrían a ser sujetos de un experimento.
El aspecto ético en los experimentos de campo es un tema complejo; se debe
contrapesar la importancia del estudio y los posibles beneficios sociales derivados
de sus hallazgos para su evaluación total. Sin embargo, según los señalan Wilson
y Donnerstein aun cuando la mayoría de las personas no ponen objeciones a los
estudios de campo, deben considerarse los sentimientos de una minoría importante
que se siente ofendida por el estudio. Wilson y Donnerstein argumentan que el in­
vestigador que utiliza métodos experimentales de campo debe tomar en cuenta las
actitudes del público con respecto a los métodos empleados. Esta opinión concuer­
da con el American Psychological Association's Committee on Ethical Standards in
Psychological Research (Comité de Normas Éticas en la Investigación Psicológica de
la Asociación Psicológica Norteamericana) (1973), que propone que deben emplear­
se asesores éticos en la planeación y realización de los estudios de campo disimula­
dos. Es importante que los psicólogos ambientales que dirigen experimentos de campo
pongan mucha atención en los aspectos éticos y morales de su investigación y res­
peten los sentimientos y el derecho a la privada de los participantes.

en el que, por medio de altavoces, reproducían una grabación del ruido produci­
do por un congestionamiento de tránsito en el campus de la Universidad Rut-
gers, mientras registraban los efectos del mismo en la conducta de estudiantes y
maestros. Nótese que aunque cada uno de estos métodos de investigación es el
más adecuado para responder a una serie de interrogantes, no lo es para otras.
Lo más conveniente es que los psicólogos ambientales utilicen una combinación
40 Naturaleza e historia

de manera que las deficiencias de un método se compensen con las cualidades


propias de otro.

RESUMEN
La psicología ambiental es un área de la psicología que se centra en la interrela­
ción entre el ambiente físico y la conducta y la experiencia humanas. La impor­
tancia que concede a los procesos de adaptación es una característica fundamental
del planteamiento de la psicología ambiental. La adaptación, en el sentido más
amplio, abarca todos los procesos que operan cuando los seres vivos interactúan
con su ambiente. El enfoque adaptativo de la psicología ambiental pone énfasis
en: 1) los procesos mediante los cuales los sistemas vivos interactúan con el am­
biente, 2) la perspectiva holistica (integral) del individuo y el ambiente, y 3) la parti­
cipación activa de los organismos vivos en relación con el ambiente.
La psicología ambiental es un campo interdisciplinario. Desde sus inicios, la
psicología ambiental ha atraído a hombres de letras, investigadores y especialis­
tas de distintas disciplinas. Su planteamiento con respecto a la investigación se
caracteriza por intentar combinar objetivos teóricos y prácticos de manera que
uno refuerce al otro. Un modelo de investigación para este campo es la investiga­
ción de acción, que consiste en generar nuevos conocimientos teóricos y aplicarlos
en la solución de problemas sociales. La psicología ambiental adopta un plantea­
miento variado y flexible en cuanto a la metodología, de acuerdo a las necesida­
des específicas del objeto de la investigación y a las circunstancias ambientales.
La historia de la psicología ambiental se inicia con la investigación realizada
por Barker y Wríght en la Estación de Campo Psicológico de Midwest en la déca­
da de 1950. Su trabajo representa una innovación de primer orden en la investi­
gación psicológica ya que abarca el estudio de personas comunes de la vida
cotidiana en contextos naturales. Una situación de conducta se define como un pa­
trón específico de conducta junto con las características ambientales y tempora­
les que la acompañan. Barker y Wright propusieron un área de investigación a
la que denominaron psicología ecológica para estudiar cómo influyen en la conduc­
ta y en el desarrollo humano los ambientes físicos que forman parte de la vida
diaria de los individuos.
Las cuestiones prácticas planteadas por las personas que participaban en el
diseño de ambientes físicos contribuyeron a que la psicología ambiental se cons­
tituyera en un campo de estudio distinto e independiente durante la década de
1960. La psicología ambiental está orientada a resolver problemas e intentar dar
respuesta a una amplia gama de interrogantes prácticas que preocupan a arqui­
tectos, diseñadores de interiores y especialistas en planeación urbana. El princi­
pal interés de los arquitectos y diseñadores al buscar la participación de los
psicólogos en el proceso del diseño surgió por la convicción de que existe una
relación entre la arquitectura y la conducta humana. Hay patrones de conducta
característicos, asociados con cada ambiente arquitectónico, que son estables y
duraderos. El rápido desarrollo de la psicología ambiental en la década de 1960
se debió al gran interés de la sociedad por la calidad del ambiente físico. En la
década siguiente se realizó una incesante labor de investigación orientada a la
solución de problemas y se dieron los primeros grandes pasos en la formulación
Resumen 41

de teorías en psicología ambiental. Entre las teorías desarrolladas por la psicolo­


gía surgieron las teorías del stress ambiental, la libertad de conducta y la sobre­
carga de información
La validez interna tiene que ver con la pregunta: ¿Modificarán el resultado de
la investigación los procedimientos empleados en este estudio específico? La va­
lidez externa tiene que ver con la pregunta ¿En qué grupos y situaciones se puede
generalizar el resultado de la investigación? Los requerimientos para la validez
interna y para la externa a menudo se contraponen y los métodos de investiga­
ción que fortalecen un tipo de validez tienden al mismo tiempo a debilitar al otro.
Cuando los psicólogos ambientales desean establecer un alto nivel de validez in­
terna en su investigación, utilizan métodos experimentales en situaciones de labo­
ratorio. El método experimental permite al investigador manipular la variable
experimental sistemáticamente, mientras que la situación de laboratorio le per­
mite controlar la influencia de variables externas. Cuando el objetivo de los psi­
cólogos ambientales es mantener un alto grado de validez externa en sus hallazgos
de investigación, recurren a los estudios correlaciónales de campo. Estos estudios
están diseñados para producir información acerca de las actividades naturales tal
como ocurren en situaciones del mundo real, sin la influencia del investigador.
Cuando los psicólogos ambientales desean obtener un equilibrio entre validez
interna y validez externa en su investigación, emplean el experimento de campo.
En el experimento de campo, el investigador manipula sistemáticamente la va­
riable experimental en estudio permitiendo al mismo tiempo que los factores ex­
ternos que se dan en la situación de campo, sucedan en forma natural.
Percepción
del ambiente

1~=» n el capítulo I se explicó que las actividades de la vida diaria del individuo
l^ i se entrelazan con los ambientes físicos en los que vive y trabaja. Muchas de
las actividades cotidianas (esparcimiento, estudio, sueño) están influidas por la
arquitectura y el diseño interior del hogar. En la universidad, el diseño físico del
ambiente desempeña un rol importante en la conformación de las experiencias
de aprendizaje, las actividades extraescolares y sociales que-comprenden la vida
del estudiante. En este capítulo se verá que todas estas actividades diarias de­
penden de la capacidad del individuo para percibir en forma precisa los diferen­
tes ambientes que forman parte de su vida.
La forma en que se percibe el ambiente determina las actitudes v la conducta
ambiental. Con el objeto de comprender el ambiente físico, desplazarse en él y
darle un uso efectivo, uno debe primero percibirlo en forma clara y precisa. Aun­
que la percepción del ambiente es fundamental para enfrentar los asuntos coti­
dianos, por lo general este proceso se realiza sin que uno se dé cuenta. Los
psicólogos ambientales descubrieron que una forma efectiva de estudiar el im­
portante rol que desempeña la percepción del ambiente en la vida de las perso-
44 Percepción del ambiente

ñas es situarlas en ambientes desconocidos. En esta forma, los investigadores


pueden observar directamente los procesos de percepción que se han convertido
en una segunda naturaleza en ambientes ya conocidos.
Los psicólogos ambientales encontraron que el proceso de percepción del am­
biente físico es complejo y dinámico. La percepción del ambiente es un proceso
activo, no pasivo. Se verá que al comprender mejor el proceso de percepción del
ambiente, es posible diseñar ambientes más congruentes con las necesidades psi­
cológicas de las personas. También se observará que el conocimiento de la per­
cepción ambiental permite a los psicólogos ayudar a los individuos a enfrentar
mejor los desastres naturales, tales como inundaciones o temblores de tierra. Aho­
ra se examinará este notable, aunque a menudo descuidado, proceso mediante
el cual las personas perciben los ambientes físicos que forman parte de la vida
cotidiana.

NATURALEZA DE LA
PERCEPCIÓN DEL AMBIENTE
La percepción del ambiente es un proceso psicológico maravilloso y único. Por
medio de la percepción, los diversos estímulos ambientales con que se encuentra
el individuo por todas partes se organizan para formar un cuadro coherente e
integrado del mundo. Sin embargo, antes de estudiarla se debe distinguir la per­
cepción del ambiente del conocimiento ambiental y de las actividades hacia el
ambiente, que se examinarán en los capítulos 3 y 4, respectivamente. La percep­
ción ambiental implica el proceso de conocer el ambiente físico inmediato a
través de los sentidos. El conocimiento ambiental comprende el almacena­
miento, la organización y la reconstrucción de imágenes de las características am­
bientales que no están a la vista en el momento. Las actitudes con respecto al
ambiente son los sentimientos favorables o desfavorables que las personas tie­
nen hacia las características del ambiente físico.
Estos tres procesos no actúan aisladamente uno del otro. De hecho, los pro­
cesos psicológicos mediante los cuales las personas enfrentan el ambiente físico
están relacionados entre sí (véase Ittelson, 1976; Lowenthal, 1972). La percep­
ción proporciona la información básica que determina las ideas que el individuo
se forma del ambiente, así como sus actitudes hacia él. A su vez, a partir de estas
ideas y conocimientos, surge una serie de expectativas con respecto al ambiente
de que se trata y éstas modelan la percepción. La primera ocasión que se visita
una ciudad, se percibe de manera confusa y vaga. Sin embargo, al seguir perci­
biendo los diversos aspectos de la ciudad, se obtiene finalmente una base para
formarse una imagen mental clara y bien organizada de ella. Esta imagen clara
permite al visitante desplazarse por la ciudad en forma más segura y con
una actitud más positiva. A su vez, la combinación de una imagen más
clara y una actitud más positiva le permite percibir nuevas áreas de la ciudad con
mayor eficiencia. En éste y en los capítulos siguientes se explican por separado
los procesos psicológicos relacionados con el ambiente, ya que este plantea­
miento facilita su estudio. Sin embargo, en la vida real, estos procesos nunca
suceden en forma aislada, sino que constantemente interactúan en recíproca
influencia.
Naturaleza de !a percepción 45

Singularidad de la percepción ambiental

Percepción de objetos William Ittelson hace una valiosa aportación acerca de la


naturaleza peculiar de la percepción del ambiente (Ittelson, 1970, 1973, 1976; It-
telson, Franck y O'Hanlon, 1976). Explica que los psicólogos generalmente pa­
san por alto los procesos mediante los cuales el individuo percibe el ambiente
a gran escala, o molar, y que, aunque han dedicado una gran atención al estudio
de la percepción, en su mayoría sólo han atendido la forma en que las personas
perciben objetos aislados y no cómo perciben el ambiente, el cual se compone de
una compleja serie de objetos diversos. Por ejemplo, los estudios psicológicos
tradicionales generalmente se han ocupado de los procesos por medio de los cuales
los individuos perciben el tamaño, la distancia y el movimiento de objetos aislados.
Ittelson afirma que los psicólogos ambientales se interesan en conocer la for­
ma en que los individuos perciben los ambientes complejos, molares, tales como
la sala de una casa, una oficina o incluso un vecindario. Esto no significa
que las investigaciones anteriores sobre percepción de objetos no sean útiles, si­
no que el psicólogo ambiental debe ir más allá y explorar también cómo es que
las exigencias específicas del ambiente físico a gran escala conforman la naturale­
za del proceso de percepción.
Irving Biederman (1972) realizó un interesante experimento de laboratorio di­
señado para demostrar cómo la percepción de objetos en el mundo real se ve
afectada por el contexto ambiental total del que son parte. Los sujetos observa­
ron brevemente unas transparencias con diversas escenas ambientales tales co­
mo áreas universitarias, una calle o una cocina. Cada escena se presentó en dos
versiones, una coherente y una en desorden (figura 2-1). Se les pidió identificar
ciertos objetos, por ejemplo un perro, El objeto a identificar era el mismo en la
versión coherente y en la desordenada y la sección de la escena en la que se loca­
liza el objeto permaneció siempre en su posición original.
Biederman descubrió que los individuos pudieron identificar los objetos en
forma más precisa en la escena coherente que en la escena desordenada (aun cuan­
do se indicó a los sujetos hacia dónde mirar en la transparencia). Llegó a la
conclusión de que el contexto significativo de un objeto facilita el reconocimiento
perceptual. Biederman hizo hincapié en que este hallazgo es especialmente im­
portante para entender cómo se perciben los objetos en ambientes del mundo real,
ya que (en contraste con los objetos aislados utilizados en estudios de laboratorio
tradicionales) los objetos del mundo real siempre se perciben en situaciones o
contextos significativos.

Ambiente circundante Ittelson señala que los ambientes son grandes en relación
con las personas y circundan a aquellos que los perciben. Puesto que las perso­
nas están rodeadas por el ambiente, tienen que desplazarse en él para percibir
todos sus aspectos. A diferencia de un objeto que puede ser percibido adecuada­
mente desde un solo punto de vista, el ambiente debe experimentarse desde múl­
tiples perspectivas a fin de percibirlo en forma total. Por ejemplo, una persona
que se muda a un nuevo departamento caminará por el nuevo ambiente, una
y otra vez, “ sintiendo" las características particulares de las diferentes habitacio­
nes, áreas para decoración especial o almacenamiento y el paisaje que se ve des­
de cada una de las ventanas. Ittelson señala que el carácter circundante del
Figura 2-1 Es más fácil identificar la figura del perro en esta escena tom ada en un área
universitaria cuando la composición de la fotografía es coherente (a rrib a ) que cuando ha
sido alterada {abajo).

De 1. Beiderman, "Perceiving Real-M orid S cen es“ S c i e n c e , ju lio 7, 1 9 7 2 , 177: 77-80. © A m erican A ssociation fo t the Ad-
R eim preso cnn perm iso
ra n r r n ir n f o/ Sc/en cc, 1 9 7 2 .

46
Naturaleza de la percepción 47

ambiente hace de la percepción ambiental una exploración más que una simple
observación. Así, un aspecto muy importante de la percepción ambiental es la
experiencia motora (un intercambio físico activo con el ambiente). La interacción
con el ambiente proporciona al individuo una gran variedad de señales senso­
riales o retroalimentación (por ejemplo, visuales, auditivas y táctiles) acerca de la
naturaleza del ambiente.

El ambiente proporciona información abundante El ambiente proporciona a los


individuos tal cantidad de información perceptual que es imposible procesarla
toda de inmediato. Por ejemplo, la primera vez que un turista explora un vecin­
dario de la ciudad de Boston, puede sentirse agobiado por la información per­
ceptual ambigua y en ocasiones contradictoria. Ittelson señala que la abundancia
de información perceptual proporcionada por el ambiente llega simultáneamen­
te a través de diversos órganos sensoriales. El turista se enfrentará al mismo tiempo
con imágenes, sonidos y olores nuevos del vecindario desconocido. Ittelson tam­
bién hace notar que debido a que la información perceptual suministrada por el
ambiente es tan abundante, en todo momento el individuo está expuesto tanto
a información central como periférica. Cuando dirige la atención hacia una parte
del ambiente, simultáneamente percibe información adicional de las áreas que
quedan fuera del foco central.

La percepción del ambiente implica actos intencionales Ittelson subraya que la


percepción del ambiente implica acciones intencionales. La proporción y
complejidad de los ambientes hacen imposible que el individuo los perciba en
forma pasiva. Debe explorar, seleccionar y clasificar activamente la gran cantidad
de estímulos sensoriales provenientes del ambiente. El ambiente también envía
mensajes que ayudan al individuo a orientar sus acciones. En este sentido, Ittel-
son señala que las acciones con respecto al ambiente nunca son a ciegas o sin
propósito. El visitante de Boston debe tener algún plan de exploración; aun cuando
no consulte una guía, por lo menos se fijará en los letreros de las calles u otros
rasgos distintivos del ambiente.

Dimensiones de la estimulación ambiental

Con el objeto de estudiar la percepción del ambiente, los psicólogos ambientales


necesitan identificar cuáles son las dimensiones de la estimulación ambiental que
conviene investigar. Donald Berlyne (1960) propuso cuatro variables comparativas
para este fin: novedad, complejidad, sorpresa e incongruencia.
Estas variables generan en el individuo cierto grado de conflicto perceptual
que lo llevan a hacer comparaciones entre el estímulo presente y otros estímulos.
Joachim Wohlwill (1966) destacó la importancia que tienen estas variables compa­
rativas en el estudio de la percepción ambiental. Descubrió que la manera en que
un individuo explora el ambiente depende de la novedad de sus características.
Por ejemplo, los famosos tranvías de San Francisco contribuyen al atractivo de
la ciudad y al interés de los visitantes. La percepción diferencial de las personas
de ambientes urbanos y rurales, en parte, está determinada por la complejidad
de estímulos característica de cada ambiente. Los ambientes urbanos se compo­
nen de una variedad mucho mayor de elementos que las áreas rurales. Las carac-
48 Percepción del ambiente

terísticas ambientales sorprendentes e inesperadas, señala Wohlwill, producen un


efecto placentero en quien las percibe. Por último, una excesiva incongruencia,
como cuando varias estructuras que no tienen ninguna relación entre sí se
colocan juntas, provocan una impresión desagradable en el observador; en cam­
bio, un nivel óptimo de contraste aumenta positivamente la atención del ob­
servador.

Medición de la percepción ambiental

Los psicólogos interesados en investigar cómo perciben las personas el ambiente


físico molar, se enfrentan con una gran dificultad metodológica, Wohlwill (1966)
señala que en los estudios sobre percepción del ambiente en situaciones del mundo
real no se puede lograr el control experimental sobre la estimulación ambiental
como el que se obtiene en el laboratorio. Los psicólogos que estudian la percep­
ción en situaciones naturalistas deben utilizar estímulos "ya hechos", como una
escena urbana o un paisaje natural. Como explica Ittelson (1970, 1973, 1976), los
ambientes del mundo real son tan complejos que el psicólogo ambiental se en­
frenta con problemas singulares cuando trata de definir y reproducir la estimula­
ción ambiental. Aunque es posible utilizar fotografías o modelos a pequeña escala
de ambientes del mundo real, cabe notar que con dichas simulaciones ambienta­
les se corre el riesgo de restar validez externa a la investigación. Es igualmente
difícil medir las complejas actividades en las que participan las personas durante
el proceso de percepción del ambiente físico. Se presentarán algunas de las for­
mas en que los psicólogos ambientales han intentado enfrentar metodológicamente
la percepción ambiental y sus formas de respuesta.

Estimulación ambiental Debido a que las situaciones del mundo real que los psi­
cólogos ambientales estudian no permiten el control de las variables indepen­
dientes, es difícil proporcionar un índice objetivo de las dimensiones del estímulo
en estudio, Wohlwill (1966) explica que esta dificultad se puede resolver median­
te estimulaciones subjetivas de las dimensiones de un estímulo determinado, rea­
lizadas por observadores previamente asesorados. Wohlwill refiere un estudio
(Leckart y Bakan, 1965) en que las estimaciones sobre la complejidad de estímu­
los de escenas naturales demostraron la relación directa entre esa complejidad
y la cantidad de tiempo que los sujetos estuvieron observándolas. Otro método
consiste en reunir los juicios de percepción de un gran número de observadores
no asesorados. Los métodos estadísticos, como el de la escala multidimensional
(Green y Rao, 1972), que describen las interrelaciones de las complejas fuentes
de datos, permiten a los investigadores identificar aquellas características ambien­
tales (por ejemplo, diversidad, calor, tamaño, complejidad y familiaridad) que
predominan en la percepción de muchas personas (véase Betak, Brummell y Swin-
gle, 1974; Hall, Purcell, Thorne y Metcalfe, 1976; Nasar, 1980).
Otra estrategia de investigación empleada por los psicólogos ambientales para
resolver la falta de control en las situaciones del mundo real, es el uso de simula­
ciones del ambiente real. Gary Winkel y Robert Sasanoff (1976) diseñaron una "c a ­
bina de simulación" para estudiar la forma en que las personas se desplazan y
observan las diversas características ambientales. La cabina fue provista de tres
proyectores para exhibir una serie de fotografías a color del ambiente a explorar.
Naturaleza de la percepción 49

El sujeto, sentado enfrente de las tres pantallas, podía recorrer el lugar (en este
caso un museo de historia e industria) indicando a los operadores de los proyec­
tos la dirección que deseaba. Donald Appleyard y Kenneth Craik (1974,1978) de­
sarrollaron otra simulación muy bien detallada en el Laboratorio de Simulación
Ambiental de la Universidad de California, Berkeley (véase recuadro: "Labora­
torio de Simulación Am biental").
Sin embargo, algunos investigadores (Danford y Willems, 1975; Lowenthal,
1972) advierten que aunque la simulación ambiental permite un control experi­
mental y mejores mediciones, estadísticamente más confiables que la investigación
en contextos naturales (es decir, se fortalece la validez interna), es útil sólo en
la medida en que los investigadores.pueden estar seguros de que las respuestas
generadas son.similares a las producidas .por situaciones del mundo real (es de­
cir, la validez externa debe ser adecuada). Por ejemplo, Cari Greenberg y sus co­
laboradores (Firestone, Karuza, Greenberg y Kingma, 1978; Greenberg y
Chambers, 1979) demostraron que el modelo a escala del cuarto utilizado en al­
gunos estudios sobre aglomeración (véase Desor, 1972) no siempre proporciona
un índice válido de reacciones a la aglomeración en situaciones del mundo real.
La desventaja de las simulaciones efectuadas con modelos a escala y fotografías,
es que no permiten la experiencia motora, esencial para la percepción en ámbi­
tos del mundo real (Evans, 1980). Desde luego, los investigadores que emplean
técnicas de simulación deben evaluar si los resultados así obtenidos son aplica­
bles a la conducta humana en contextos naturales.
Winkel y Sasanoff (1976) compararon las reacciones de los sujetos en la cabi­
na de simulación con la conducta de los visitantes a un museo real de historia
e industria. Descubrieron mucha semejanza entre las respuestas de los indivi­
duos en el ambiente simulado y el real. Sin embargo, también se presentaron
algunas diferencias, tales como la tendencia de las personas a sentirse más có­
modas viendo el museo en el simulador que recorriéndolo realmente. De la mis­
ma manera, Kenneth Craik (1978) y George McKechnie (1977a) realizaron un
estudio sistemático para evaluar la validez externa del Laboratorio de Simulación.
Ambiental de Berkeley. Compararon las respuestas de los sujetos que vieron pe­
lículas y videocintas de un recorrido simulado con un modelo a escala, con las-
de personas que fueron conducidas por un recorrido idéntico pero en el ambien­
te real o que vieron una película de la ciudad real. Los hallazgos preliminares
de Craik y McKechnie indicaron que las correlaciones entre las respuestas de los
individuos a los ambientes simulado y real fueron muy significativas en una am­
plia variedad de mediciones.

Respuestas perceptuales Los psicólogos que estudian la percepción ambiental


también se han enfrentando al problema de desarrollar métodos de medición de
las respuestas perceptuales que reflejen la riqueza del proceso de la percepción.
En muchos estudios sobre la percepción ambiental se han utilizado cuestionarios
o entrevistas en ios que los sujetos describen verbalmente cómo perciben diver­
sos ambientes. Sin embargo, David Lowenthal (1972) señala que dichas medicio­
nes "sem ánticas" captan sólo aquellos aspectos de la percepción ambiental que
se puede expresar por medio de palabras, por lo cual considera que la investiga­
ción debe basarse tanto en respuestas semánticas como en las no lingüísticas. Por
ejemplo, según explica Edward Hall (1966), la distancia física que se establece
50 Percepción del ambiente

r Laboratorio de
sim ulación am biental

Donald Appleyard y Kenneth Craik (1974,1978) diseñaron una simulación ambiental


muy singular en el Laboratorio de Simulación Ambiental de Berkeley. La simula­
ción consiste en un modelo a escala de una región ambiental y un periscopio guiado
a control rem oto con una pequeña lente (1/10 pulgada de radio). El periscopio se
sostiene por medio de un sistema de andamios para desplazarlo por todo el am­
biente simulado al nivel visual del individuo que lo percibe Durante el recorrido
por el modelo a escala, el periscopio puede "s e g u ir" diferentes rutas, "m ira r " en
cualquier dirección y avanzar a velocidades variables. Se le puede hacer "ca m in a r"
por un ambiente residencial o "m an ejar" por una carretera. Además, puede
proyectar las escenas ambientales que "p ercib e" en un circuito cerrado de televi­
sión, videocinta o película a color, en super 8 ó 16 mm. El periscopio también puede
tomar transparencias a color o incluso fotografías desde distintos ángulos y en se­
cuencias múltiples.
Las películas, videocintas, transparencias y fotografías tomadas en el ambien­
te simulado pueden utilizarse en un sinnúmero de objetivos científicos o prácti­
cos. La simulación permite a los psicólogos ambientales estudiar las formas en que
las personas perciben e interpretan las diferentes características ambientales en una
situación controlada de laboratorio, donde la presentación de los estímulos ambien­
tales puede manipularse en forma sistemática. También puede utilizarse para que
los miembros de una comunidad o de un comité consultivo "re co rra n " un proyecto
a futuro y puedan participar en las decisiones sobre el diseño del ambiente.

Este modelo a escala de un área suburbana con un explorador óptico movible per­
mite a los investigadores filmar una película detallada que se utilizará para simular
un recorrido por dicho ambiente
Funciones psicológicas 51

entre dos personas está estrechamente relacionada con la forma en que esas dos
personas se perciben una a la otra.
Una estrategia de medición que permite observar la amplia gama de respuestas
perceptuaies no lingüísticas es el registro del movimiento de los ojos. Stephen
Carr y Dale Schissler (1969) utilizaron un registrador de movimientos oculares
para investigar la forma en que los sujetos percibían la escena urbana cuando
se acercaban al centro de Boston mientras manejaban por una autopista. El apa­
rato se fijó en la cabeza de cada sujeto por medio de un armazón con banda de
plástico y un barbiquejo. Montada en el aparato, había una cámara de 16 mm
fijada a dos cables fibro-ópticos que registraban al mismo tiempo la dirección ha­
cia donde miraba el sujeto y los movimientos exactos de los ojos conforme el sur
jeto observaba la escena. Los registros de los investigadores coincidieron casi
totalmente en cuanto a la dirección hacia donde veían los sujetos. Concluyeron
que la forma física del ambiente tal como se aprecia desde la autopista determinó
el modo en que las personas exploraron visualmente el ambiente así como las
características físicas que los sujetos seleccionaron para mirarlas con mayor aten­
ción. Las características ambientales que muchos de los sujetos obsevaron fue­
ron la silueta de la ciudad, casas y edificios, pasos a desnivel y anuncios.

FUNCIONES PSICOLÓGICAS
DE LA PERCEPCIÓN AMBIENTAL

Debido a que la percepción ambiental es un proceso natural e inconsciente, la


gente se sorprende cuando se entera de que es uno de los procesos psicológicos
fundamentales por medio del cual se adapta al ambiente físico. De hecho, la per­
cepción proporciona al individuo las bases para conocer el mundo circundante
y realizar sus actividades. Una de las principales funciones psicológicas de la per­
cepción ambiental es dirigir y regular las muchas actividades que constituyen la
vida diaria del individuo, lttelson (1970, 1973, 1976; Ittelson, Franck y O ’Hanlon,
1976) afirma que la supervivencia del hombre sería imposible si no tuviera la ca­
pacidad de percibir el ambiente que le rodea. La percepción del ambiente pro­
porciona las bases para conocer el mundo que habitamos y este conocimiento es
indispensable para adaptarnos a él. Por ejemplo, la percepción que se tiene del
mundo circundante ayuda al individuo a regular su comunicación e interacción
social con otras personas, a identificar las características importantes del ambien­
te cotidiano y a disfrutar de las diversas experiencias estéticas.

Orientación de las actividades del individuo

Un aspecto importante de la percepción ambiental es que la información que pro­


porciona al individuo lo ayuda a orientarse y dirigir sus actividades cotidianas.
La orientación implica el establecimiento de un lugar o una serie de lugares des­
de los cuales una persona pueda dirigir sus actividades (lttelson, Franck y O'Han-
lon, 1976). Sin esta capacidad para orientarse en el ambiente, el individuo no
podría realizar las actividades y funciones que constituyen su vida cotidiana. Es­
taría literalmente perdido en cada nuevo ambiente en el que se encontrara. Qué
pasaría si, cuando visita una ciudad por primera vez, no pudiera obtener la in­
52 Percepción del ambiente

formación perceptual que le permitiera orientarse por sí mismo (veáse Ross, 1975).
No podría encontrar el camino correcto, andaría dando vueltas de aquí para allá,
equivocándose casi en cada esquina. Por supuesto, el individuo no se encuentra
totalmente perdido cada vez que visita una nueva ciudad; la percepción ambien­
tal le proporciona la información necesaria para orientarse y le permite determi­
nar la dirección que conviene seguir y seleccionar las rutas más adecuadas
(Golledge y Zannaras, 1970).
Con base en sus estudios sobre percepción urbana en Boston y Venezuela,
Donald Appleyard (1970) explica la función operativa de la percepción del ambiente
que ayuda a las personas a orientarse y a desplazarse con seguridad en el am­
biente urbano. Señala que muchas características del ambiente urbano se perci­
ben debido a su importancia operativa. Los detalles urbanos, tales como
intersecciones, zonas peatonales y glorietas, se perciben con mayor intensidad
debido a su importancia para transitar eficientemente por la ciudad. En forma
semejante, aun los edificios que de otro modo resultan poco notorios, se perci­
ben cuando sirven como puntos de referencia.

Adaptación a nuevos ambientes


El proceso de la percepción ambiental llega a ser tan automático en la vida del
individuo que los estímulos perceptuales que utiliza para adaptarse al ambiente
se van haciendo cada vez menos obvias para el observador externo. Una forma
de hacer evidente el proceso implicado en la percepción del ambiente es obser­
var cómo responde la gente a ambientes nuevos. Lucille Nahemow (1971) hace
destacar que cuando se viaja al extranjero, por lo general uno está más alerta y
es más susceptible a los estímulos ambientales que cuando se desplaza por el ca­
mino ya conocido de la casa a la escuela o al trabajo (Figura 2-2).
Con el objeto de estudiar la percepción de un ambiente nuevo en circunstan­
cias que permitan cierto grado de control experimental, Nahemow y sus colabo­
radores reprodujeron en un laboratorio un ambiente muy novedoso construido
originalmente por Robert Whitman para una exhibición de arte en el Museo Ju­
dio de Nueva York. El ambiente se logró con ocho grandes espejos, cada uno
colocado junto a una luz estroboscópica. Se fijó una bocina en la parte posterior
de cada espejo para crear vibraciones especiales en la superficie. El ambiente se
arregló de tal manera para que las luces y las bocinas funcionaran en diferentes
y complicadas secuencias.
Nahemow hizo entrar a cada sujeto en este ambiente y después de seis mi­
nutos los entrevistó e interrogó sobre sus experiencias. Aunque se dijo a los suje­
tos que podían dejar el lugar antes de los seis minutos, casi un 80 por ciento
permaneció el tiempo requerido. Descubrió que la gente utiliza dos estrate­
gias perceptuales bastante diferentes para enfrentar un nuevo ambiente. Algu­
nos sujetos observaron el ambiente en una forma estructural, como si estuviera
completamente separado de ellos. Un entrevistado informó que había ideado va­
rias hipótesis acerca de la forma en que funcionaba el ambiente. Con el objeto
de medir el tiempo de los intervalos entre las diversas secuencias de luz, hizo al­
gunos cálculos mentales, por ejemplo, contar entre secuencia y secuencia.
Por el contrario, otros sujetos contemplaron el ambiente en una forma más
bien experimental, se sintieron envueltos por el ambiente y como parte de él. Un
Funciones psicológicas 53

Figura 2-2 Los turistas ponen m ayor atención a las señales ambientales cuando visitan
lugares desconocidos.

© Leonard S p eier , 1980.

sujeto habló de la curiosidad que le había causado el ambiente y de sus reaccio­


nes. Se tendió en el piso, luego se paró en un pie y cerró los ojos tratando de
percibir el ambiente desde diferentes posiciones. Se imaginó un espectáculo
de luz y sonido y un viaje en metro. Nahemovv encontró que las personas
que respondieron al ambiente nuevo en forma experimental se aburrieron me- „
nos que aquéllos que respondieron de manera estructural. En una investigación
posterior (Ittelson y Krawetz, 1975) dispusieron un nuevo ambiente de tal mane­
ra que a las secuencias predecibles de luz y sonido les siguieran determinadas
conductas de los sujetos. Los investigadores encontraron que quienes reacciona­
ron en forma estructural fueron más activos y estuvieron más conscientes de la
relación entre su propia conducta y al secuencia de luz y sonido que los sujetos
que emplearon el enfoque experimental.

Influencias del contexto ambiental en la percepción

Debido a que la percepción del ambiente está tan estrechamente relacionada con
el comportamiento adaptativo del individuo, el estilo de percibir el ambiente se
adaptará, con el tiempo, a las características y requerimientos particulares del lu­
gar en donde el individuo se desenvuelve habitualmente. Por ejemplo, Ittelson
(1970, 1973, 1976) explica que dos tipos distintos de ambientes producirán dos
estilos de percepción ambiental diferentes, cada uno ajustado a las características
propias de su respectivo contexto ambiental. Más adelante se verá que la capaci­
54 Percepción del ambiente

dad de los individuos para percibir formas especiales particulares (en especial
en condiciones de percepción marginal) mantiene una relación directa con la pre­
sencia de esas formas en el contexto cultural de los sujetos con los cuales están
familiarizados. Los psicólogos ambientales han diseñado dos estrategias de in­
vestigación para estudiar cómo varía la percepción en ambientes contrastantes.
Una de ellas consiste en realizar estudios en ambientes naturales distintos (por
ejemplo, de diferentes contextos culturales). La segunda estudia la percepción
a partir de diferencias ambientales inducidas experimentalmente.

Cultura Se han efectuado interesantes estudios en contextos culturales contras­


tantes (véase Altman y Chemers, 1980; Segall, Campbell y Herskovits, 1966). Un
estudio clásico en esta área fue dirigido por dos psicólogos de Harvard, Gordon
Allport yThomas Pettigrew (1957). Para su estudio seleccionaron una ilusión per-
ceptual que consiste en una ventana trapezoidal giratoria (Ames, 1951). La ven­
tana es presentada de tal manera que cuando gira parece estar balanceándose
hacia adelante y hacia atrás, en vez de girar. La ilusión del balanceo se explica
por el hecho de que las personas acostumbradas a las ventanas rectangulares
suponen que ésta también lo es.
Allport y Pettigrew deducen que si la ilusión se debe a la experiencia de vivir
en un ambiente en donde las ventanas, al igual que las demás formas arquitectó­
nicas por lo general son rectangulares, la ilusión debería ser más frecuente en
una cultura occidental que en una cultura primitiva en donde las personas no
están familiarizadas con ventanas rectangulares. Para confirmar esta hipótesis,
los investigadores probaron la ilusión con niños de ciudades africanas y euro­
peas, familiarizados con ventanas rectangulares, y con niños africanos de am­
biente rural de dos reservaciones Zulúes, que no estaban familiarizados con este
tipo de ventanas. De hecho, las formas rectangulares en general no existen en
la cultura rural Zulú. Las chozas y aldeas Zulúes son redondas, las puertas tam­
bién, las ventanas no existen y aunque hay una palabra para "círcu lo", no la
hay para "cuadrado” o "rectángulo” .
Allport y Pettigrew descubrieron, tal como lo planteaban en su hipótesis, que
los niños zulúes fueron "engañados" con menor frecuencia por la ilusión de la
ventana que los niños africanos o europeos del medio urbano. La tabla 2-1 mues­
tra los resultados experimentales obtenidos en dos grupos de niños de las reser­
vaciones rurales y en los dos grupos de niños de áreas urbanas. El número de
respuestas " s í” indica el número de veces que los niños cayeron en el engaño
con la ilusión de la ventana, la cual observaron desde cuatro diferentes perspec­
tivas. La tabla muestra que los niños de zonas urbanas fueron engañados más
frecuentemente que los niños de áreas rurales, y que los niños de la reservación
de Polela fueron engañados con mayor frecuencia que los de la reservación de
Nongoma. Los investigadores explican que la reservación de Polela estaba más
cerca de un área urbana que la reservación de Nongoma y que los niños de
Polela tenían en cierta forma más contacto con la arquitectura occidental.
Allport y Pettigrew descubrieron que las diferencias que encontraban entre
la forma de percibir el ambiente de los niños zulúes del área urbana y del área
rural se debieron a los contrastes culturales de los dos grupos. Las diferencias
de percepción entre los grupos se dieron en condiciones de observación en
las que había señales contradictorias que apuntaban hacia "u n a verdadera rota-
Teorías sobre la percepción 55

| Tabla 2-1. N úm ero de veces que niños de dos culturas rurales de África (reservacio­
nes de Nongoma y Polela) y de culturas urbanas de África y Europa fueron "e n g a ­
ñ ad o s" (respuestas "si"') con la ilusión de la ventana trapezoidal.

N u m e r o d e re s p u e s ta s " S Í"

M u estra 4 3 2 1 0 P ro m ed io

Reservación de Nongoma 2 4 10 3 1 2.15


Resevación de Polela 4 10 3 2 1 2.70
Africana urbana 12 4 2 2 0 3.30
Europea urbana 11 5 3 ' 0 1 3.25

Total (N = 80) 29 23 18 7 3 2.85

F u e n t e : G .W . A llp o r t y T . F. Pettigrew, " Cultural Injluence on the P erception o f M ovem en t: T h e Trapezoidal ¡Ilu ­
sión A m ong Z u lu s " J o u r n a l o í A b n o r m a ] a n d S o c i a l P s y c h o l o g y , 1 9 5 7 , 5 5 : 1 0 4 - 1 3 . © A m erican Psychological
A ssociatton, 1957 R eim preso con perm iso del editor y del autor.

ción " y "característica rectangular de las ventanas". De donde dedujeron que


los niños de zonas urbanas resolvieron el conflicto perceptual a través de su ex­
periencia familiarizada con ventanas rectangulares. Los niños zulúes de la zona
rural al no poder recurrir a la experiencia con ventanas rectangulares, lo resolvie­
ron de acuerdo con las señales perceptuales de la rotación.

Mundos distorsionados Una estrategia de investigación alternativa para el estu­


dio de la influencia del contexto sobre la percepción del ambiente consiste en in­
ducir diferencias experimentalmente en los ambientes visuales de los individuos.
Es característica de esta estrategia el poner a los sujetos unos lentes de distorsión
que alteran completamente el ambiente visual (Epstein, 1967; Rock, 1966). Des­
pués de que el sujeto ha permanecido cierto tiempo en el ambiente distorsionado
artificialmente, el investigador evalúa el cambio operado en la forma de percibir
del individuo. Los investigadores descubrieron que las personas son capaces de
adaptarse al mundo perceptual creado por los lentes de distorsión. Una variante
consiste en el uso de lentes de inversión que literalmente voltean el mundo del
sujeto hacia abajo. También observaron que después de estar usando los lentes
de distorsión durante cierto tiempo, los sujetos aprenden a realizar sus activi­
dades normales con bastante eficiencia. De hecho, con el tiempo los sujetos ya
no se percatan de las distorsiones artificiales de su mundo privado, e incluso si­
guen viendo de cabeza el mundo normal por algún tiempo después de haberse
quitado los lentes de distorsión (Kóhler, 1962; Snyder y Pronke, 1952).

TEORÍAS SOBRE LA
PERCEPCIÓN DEL AMBIENTE

Con el fin de saber cómo perciben el ambiente físico las personas, los psicólogos
ambientales han recurrido a las teorías sobre percepción ambiental, ya estableci­
das en psicología. Por ejemplo, la teoría de la Gestalt de la percepción, desarro-
56 Percepción dei ambiente

liada en Alemania a principios de este siglo, ha tenido una importante influencia


sobre los enfoques que los investigadores han dado al estudio de la percepción
del ambiente. En la actualidad, las dos teorías predominantes sobre la percep­
ción ambiental, surgidas en los años cincuenta, representan dos escuelas del pen­
samiento con posiciones distintas en cuanto a la forma en que el individuo percibe
el mundo que le rodea. Una de ellas, a la que se ha denominado teoría ecológica,
explica dicho proceso a partir de la naturaleza de las propiedades de la estimulación
ambiental. La segunda, a la que se dio el nombre de teoría probabilista,
destaca el papel activo que asume el individuo en el proceso de percepción. Aun­
que estas teorías a menudo se oponen entre sí, ambas ayudan a entender el
proceso de percepción del ambiente.

Teoría de la Gestait

La teoría de la Gestait de la percepción surgió a raíz de una investigación experi­


mental llevada a cabo a principios de este siglo por los psicólogos alemanes Max
Wertheimer (1945), Wolfgang Kohler (1929) y Kurt Kcffka (1935). Para la teoría
de la Gestait es fundamental el estudio de la percepción como un proceso holísti-
co (integral). Gran parte de las ideas en las que se basa el movimiento gestaltista
son producto de una reacción en contra del enfoque reduccionista sobre la per­
cepción, característico de otras corrientes psicológicas de fines del siglo pasado.
Es decir, los gestaltistas se opusieron a la idea de que la percepción humana
podía estudiarse analizando por separado los elementos básicos de dicho proce­
so. Propusieron que la percepción humana sólo podría comprenderse como un
proceso holístico, en el cual "el todo es mayor que la suma de sus partes” . Por
ejemplo, según Wertheimer, durante la proyección de una película, la gente no
percibe una serie de fotografías separadas de un actor en varias posiciones estáti­
cas, sino un "todo dinámico” en el cual el actor es uno de los elementos de un
patrón unificado de movimiento.
Una contribución muy importante de la teoría de la Gestait sobre la percep­
ción es la definición de los "principios de organización” básicos que permiten
al individuo percibir en forma integral un conjunto de estímulos aislados. Los
psicólogos de la Gestait sostienen que el principio de proximidad permite relacio­
nar los elementos que están cerca uno de otro en un espacio determinado. El prin­
cipio de semejanza permite relacionar ios elementos similares en forma o color
dentro de un patrón. Según el principio de continuidad, se pueden agrupar varios
elementos en una hilera o en una curva uniforme. Por último, el principio de
cierre permite al individuo pasar por alto o "cerrar" pequeños espacios vacíos
en un figura y verla como un todo. Estos cuatro principios gestaltistas de organi­
zación se ilustran en la figura 2-3.
En un nivel general, la teoría de la Gestait ha hecho importantes contribucio­
nes a la investigación de la percepción ambiental. El énfasis estructuralista sobre
la percepción como un proceso holístico (integral) y sobre el aspecto organizativo
dinámico de la percepción han tenido mucha influencia en posteriores investiga­
ciones y teorías en esta área. Sin embargo, a nivel específico, el planteamiento
gestaltista ha sido muy criticado (véase Allport, 1955). La teoría gestaltista tiende
a considerar la organización como inherente al proceso mismo de la percepción
y a minimizar la organización como el desempeño de roles aprendidos en el pa-
Teorías sobre ia percepción 57

Figura 2-3 La teoría de la Gestait


sostiene que los cuatro principios
de organización (proximidad, se­
mejanza, continuidad y cierre)
permiten relacionar los estímulos
aislados que se encuentran en un
patrón integral.

Continuidad Cierre

sado y los procesos intelectuales de orden superior. Como se verá, teorías poste­
riores sobre la percepción ambiental han puesto énfasis en la importancia del rol
del aprendizaje en la percepción y, especialmente en los últimos años, han sub­
rayado la influencia de los procesos cognoscitivos de organización de orden su­
perior sobre la percepción.

Teoría ecológica

james J, Gibson (1958, 1960, 1963, 1966, 1979) desarrolló en forma más completa
la teoría de que la percepción del ambiente es producto de las características eco­
lógicas de la estimulación ambiental. Argumenta que la percepción ambiental es
un producto directo de la estimulación que llega al individuo por parte dei am­
biente. Considera que toda la información que una persona necesita percibir del
ambiente ya está contenida en el impacto producido por el patrón de estimula­
ción ambiental. De manera que el significado no se construye a partir de las sen­
saciones que envía el ambiente. Más bien, uno percibe directamente el significado
que ya existe en el patrón ambiental; es decir, el significado se percibe directa­
mente en la estimulación ambiental y no requiere la intervención de los procesos
de reconstrucción e interpretación por parte del individuo que percibe. Gibson
contempla la percepción del ambiente de una manera holística: los individuos
perciben patrones significativos de estimulación ambiental y no puntos separa­
dos de estimulación. Considera la percepción no desde el punto de vista de la
respuesta de células sensoriales separadas, sino como un patrón de respuesta
de grupos de células. Tales patrones integrados de respuesta son bastante com­
plejos y pueden incluir células que no están anatómicamente próximas. Gibson
explica que la misma percepción puede surgir de diferentes patrones de respues-
58 Percepción del ambiente

ta, por ejemplo, cuando se explora visualmente el ambiente se activa una serie
de respuestas en patrón y sin embargo se percibe una imagen holística del am­
biente.
Debido a que el significado puede percibirse directamente del ambiente, los
teóricos ecologistas sostienen que muchos aspectos básicos de la percepción am­
biental no tienen que ser aprendidos sino que forman parte del repertorio de res­
puestas que tiene el individuo desde la infancia. En apoyo a su posición, refieren
los hallazgos de la investigación de Eleanor Gibson (Gibson y Walk, 1960; Walk
y Gibson, 1961) que incluían el "abism o visual". Consiste en una superficie pla­
na que está diseñada para dar la impresión de un declive muy escarpado desde
lo que parece ser un borde. Los investigadores han observado que los animales
que pueden caminar desde el nacimiento, como las cabras, pasan por el borde
sin vacilar desde las primeras etapas de la infancia. Los niños evitan el borde del
abismo a la edad en que empiezan a gatear, un hallazgo que coincide con la teo­
ría ecológica, ya que el individuo no necesita este tipo de información perceptual
antes de ser capaz de movilizarse.
Esto no quiere decir que los teóricos ecologistas pasen por alto la importan­
cia del aprendizaje en la percepción del ambiente. De hecho, James Gibson cree
que mediante la experiencia ambiental el individuo aprende a discriminar más
variables de estimulación ambiental y a distinguir las más significativas. Así, por
medio del aprendizaje, el individuo que percibe es capaz de lograr un cuadro
cada vez más preciso del ambiente. Por ejemplo, un niño con una experiencia
perceptual mínima es incapaz de utilizar señales sensoriales sutiles, tales como pe­
queñas diferencias de luminosidad o de sombra, mientras que un adulto rápida­
mente las asocia con cercanía o distancia. Cabe señalar que en este caso el adulto
no se da cuenta de que percibe dichas diferencias, sino que simplemente ha ad­
quirido la experiencia perceptual necesaria para utilizar mejor la información sen­
sorial que se encuentra en el ambiente.
El punto de vista de Gibson sobre la percepción ambiental reconoce la im­
portancia de la exploración activa del ambiente por parte del individuo. Propone
que un objeto ambiental tiene propiedades funcionales invariables; es decir, caracte­
rísticas físicas que no cambian, tales como la redondez, dureza y solidez de una
piedra. Un individuo puede percibir mejor las propiedades invariables de los ob­
jetos de su entorno si los explora desde distintas perspectivas. Según Gibson,
la exploración activa constituye una importante función de adaptación, ya que
al experimentar las diferentes propiedades funcionales de los objetos, el indivi­
duo puede determinar cómo hacer mejor uso de los diversos objetos que existen
en el ambiente. Gibson denomina atributos a las propiedades funcionales de los
objetos que se descubren mediante la exploración del ambiente; es decir, tales
características nos indican el rango de las funciones útiles que puede proporcio­
nar un objeto determinado. Por ejemplo, un objeto que es firme, no poroso, con
un espacio hueco donde cabría una persona, puede proporcionar protección contra
la lluvia, el frío y el viento.

Teoría probabilista

Egon Brunswik (1956, 1969) fue quien desarrolló en forma más completa la teo­
ría de que la percepción ambiental es una función del rol activo que el individuo
Teorías sobre la percepción 59

desempeña en la interpretación de la información que recibe del ambiente a tra­


vés de los sentidos. La teoría del funcionalismo probabilista de Brunswik, en con­
traste con la perspectiva de Gibson, propone que la información sensorial que
proviene del ambiente y llega al individuo nunca tiene una correlación perfecta
con el ambiente real. De hecho, Brunswik sostiene que el individuo constante­
mente recibe señales complejas y engañosas acerca del ambiente, por ejemplo,
cuando el estímulo visual de un objeto situado a cierta distancia se presenta en
la retina, el observador debe determinar si es pequeño o sólo lo parece debido
a la distancia. La ambigüedad de la percepción en tal circunstancia se resuelve
cuando el observador hace una estimación probabilista de la verdadera situación.
Se puede pensar que este juicio probabilista es algo así como la "m ejo r
apuesta" o una "adivinanza razonada" acerca de la verdadera naturaleza del am­
biente.
Según el modelo probabilista de Brunswik de la percepción del ambiente,
el individuo desempeña un rol especialmente activo en el proceso de la percep­
ción. Con el objeto de resolver las ambigüedades e inconsistencias de las señales
sensoriales que le llegan, el individuo debe elaborar una serie de juicios probabi-
listas acerca del ambiente. Estas probabilidades de derivan del muestreo de
las señales sensoriales de una gran variedad de ambientes. Sin embargo, ya que
nunca se pueden muestrear todos los ambientes posibles, los juicios que se ha­
cen acerca de un ambiente determinado no pueden ser absolutamente acertados,
sino sólo estimaciones probabilistas. El individuo puede probar la precisión de
sus juicios probabilistas ensayando una serie de acciones en el ambiente y eva­
luando sus consecuencias funcionales.
Brunswik propone un modelo de lente para describir el rol activo del individuo
en la percepción del ambiente. Explica que el proceso de la percepción opera en
cierta forma como un lente que capta los rayos de luz y los concentra en un solo
plano. En la figura 2-4 se ilustra el modelo de lente de Brunswik: el proceso de
la percepción ambiental capta los estímulos diseminados que emanan del am-

Retroalimentación
(afecta conductas
futuras)

Ambiente O Percepción

Conjuntos de Proceso
estímulos preceptual
(los estímulos varían en s ' ' (recombina, ordena y enfoca la
validez ecológica) información que recibe del ambiente)

Figura 2-4 tg o n Brunswik propone un "m o d elo de le n te " para explicar cómo capta y en ­
foca el individuo los estímulos que están dispersos en el ambiente.

A daptado d e E. B runsieik, " T h e C on ceptual F ram eioork o f P sy c h o lo g y " . en O N eu r a lh , R C a n t a p y C . M o r r is M s .). Founda-


tionsof the Unity of Science: Toward an International E ncydopediaof Umfied Science. Vol 1, 1 9 6 9 ,p. 678, con au tori­
zación de T he U n w ersity o f C hicago Press © T he U n iversity o f C hicago, 1938, 1939, 1946, 1951, 1952, 1955, 1969. Reservados
todos los derechos.
60 Percepción del ambiente

biente (a la izquierda de la figura) y los combina y concentra en una percepción


unificada (a la derecha de la figura). Brunswik subraya que los estímulos prove­
nientes del ambiente varían en su validez ecológica, es decir, algunos estímulos
proporcionan una representación más precisa o confiable del verdadero ambien­
te que otros. Con objeto de mejorar la estimación probabilista sobre el verdadero
ambiente, el individuo debe ordenar jerárquicamente los estímulos ambientales
según su confiabilidad relativa, mientras se acumulan y combinan las múlti­
ples señales ambientales.
La teoría de que el individuo desempeña un rol particularmente activo en
la percepción del ambiente físico cobró mayor importancia con la psicología tran-
saccional de Adelbert Ames (véase Ittelson, 1960; Ittelson yKilpatrick, 1952). Ames
hace hincapié en que la participación del individuo en el proceso de percepción
es dinámica y creativa. Los juicios probabilistas que un individuo se forma acerca
del ambiente son muy subjetivos y reflejan las perspectivas, necesidades y obje­
tivos particulares de cada persona. "E l mundo que cada uno conoce es un mun­
do creado en gran medida a partir de la experiencia propia que se adquiere al
interactuar con el am biente" (Ittelson y Kilpatrick, 1952:175).
Se han realizado experimentos muy ingeniosos en ambientes distorsionados
perceptualmente (véase Ames, 1951; Kilpatrick, 1954) para apoyar el punto
de vista transaccional de la percepción ambiental. Por ejemplo, el experi­
mento de Allport y Pettigrew con la ventana trapezoidal giratoria, coincide con
la perspectiva transaccional. Los teóricos transaccionales también han utilizado
el "cuarto distorsionado de A m es" (una habitación con el piso y la pared poste­
rior muy inclinados que parecen normales cuando se observan desde una cierta
posición). Los investigadores descubrieron que la ilusión se reduce según la ex­
periencia que se tenga con el cuarto (ya sea por haber realizado alguna actividad
allí o por haber observado la actividad de otros en él) (Kilpatrick, 1954). Los psi­
cólogos transaccionales explican que la ilusión perceptual se produce porque el
individuo interpreta a la información sensorial que le presentan en términos de
probabilidades o "m ejores apuestas" basadas en su experiencia previa con am­
bientes normales. Estas probabilidades se ven alteradas cuando surgen nuevas
evidencias que no permiten sostener ei juicio inicia!.
La teoría probabilista de la percepción tiende a predominar sobre la teoría
ecológica en los modelos contemporáneos de percepción ambiental. Por ejem ­
plo, las teorías actuales sobre percepción subrayan la importancia de la memoria
y del procesamiento de información ambiental para explicar la forma en que las
personas perciben el mundo. Kenneth Craik y Donald Appleyard (1980) consi­
deran que el modelo de lente de Brunswik puede proporcionar la estructura para
integrar los hallazgos de investigación que han sido clasificados en distintas cate­
gorías, tales como percepción, cognición y actitudes ambientales. Para ejemplifi­
car el rol integrador del modelo del lente lo aplicaron para analizar las estimaciones
hechas por un grupo de expertos sobre las condiciones socioambientales (por ejem­
plo, ingreso familiar y preocupación de los residentes por el crimen) en las calles
residenciales de San Francisco. Lewis Petrinovich (1979) señala que la teoría de
Brunswik del funcionalismo probabilista puede servir como un marco más ex­
tenso para describir e investigar las relaciones individuo-ambiente. Utilizó el mo­
delo del lente para formular un paradigma de investigación que pone énfasis en
la importancia del muestreo de situaciones, en contraste con el enfoque más tradi-
Aplicaciones en la planeacion del ambiente 61

cional del muestreo de sujetos. Al considerar que el ambiente es un factor impor­


tante en la conformación de la conducta del individuo, opina que los investigadores
interesados en estudiar una conducta en particular deberían muestrear una va­
riedad de situaciones ambientales representativas que permitan generalizarla con­
ducta en estudio. El modelo probabilista también coincide con el enfoque
adaptativo que se subraya en este libro. Tanto el planteamiento probabilista co­
mo el adaptativo recalcan los procesos psicológicos activos y dinámicos en los
que el individuo participa al enfrentarse con el ambiente físico.

APLICACIONES EN LA
PLANEACION DEL AMBIENTE

¿Cómo puede aplicarse en la planeacion del ambiente físico el conocimiento acerca


de la forma en que las personas lo perciben? Jon Lang (1974) señala que los obje­
tivos del diseño son visuales principalmente y que muchos de los principios bá­
sicos del diseño han influido sobre las teorías psicológicas de la percepción
ambiental. Sin embargo, agrega que los diseñadores por lo general no están al
corriente de las investigaciones que se realizan en la actualidad en el área de la
percepción ambiental, y que muchos principios del diseño necesitan formularse
de nuevo, de acuerdo con los hallazgos recientes en este campo. Opina que un
mayor conocimiento del proceso por el cual las personas perciben el ambiente
físico ayudaría a mejorar la calidad y la efectividad del diseño ambiental.
Lang expone en forma general algunas de las aplicaciones de las diversas teo­
rías de la percepción ambiental en el diseño del ambiente. Los principios del di­
seño se han visto influidos especial y fuertemente por la teoría de la Gestalt de
la percepción ambiental. Por ejemplo, los arquitectos se han interesado en apli­
car los principios gestaltistas de organización para conocer los tipos de caracte­
rísticas visuales que se perciben juntos en una configuración espacial. Lang agrega
que el planteamiento transaccional ha llevado a los diseñadores a considerar la
influencia de la experiencia personal en la percepción del ambiente, y a recono­
cer que cada persona percibe los lugares en forma diferente y que estas percep­
ciones personales pueden no coincidir con las ideas del diseñador.
Lang opina que la teoría ecológica de la percepción ambiental, que hasta hoy
ha tenido poco impacto en la formulación de los principios del diseño, es parti­
cularmente importante para este campo. El énfasis de la teoría ecológica sobre
los patrones integrales de la estimulación tal como los percibe el individuo cuan­
do explora o se desplaza por el ambiente, tiene especial aplicación en las formas
tridimensionales que interesan al arquitecto. La teoría ecológica induce a los di­
señadores a realizar su trabajo considerando el ambiente como un esquema vi­
sual unificado más que como elementos aislados percibidos separadamente. Lang
agrega que la enseñanza del diseño debe atender más a la forma en que el indivi­
duo percibe las complejas características visuales de las superficies, los contor­
nos o las texturas, en su constante interacción con el ambiente, en vez de mantener
el interés tradicional por las formas bidimensionales estáticas. Dentro de la mis­
ma corriente, Philip Thiel (1961) afirma que la percepción del ambiente diseñado
es un proceso dinámico, y propone un sistema de notación que los diseñadores
podrían emplear para describir la secuencia del proceso de percepción ambien­
62 Percepción dei ambiente

tal. Stephen Carr y Dale Schissler (1969) agregan que la conducta perceptual
del individuo puede predecirse mediante técnicas relativamente simples que
los diseñadores pueden utilizar sin necesidad de tomar un curso formal de
psicología.

Claridad perceptual

Los conocimientos acerca del proceso de la percepción ambiental pueden apli­


carse en el diseño para que los ambientes puedan ser percibidos en forma clara
y eficiente por los individuos. Este enfoque es particularmente importante en el
diseño de hospitales psiquiátricos, en donde algunos pacientes padecen altera­
ciones en su capacidad de percepción. Humphry Osmond (1957, 1959, 1966) se­
ñala que los largos corredores característicos de muchos hospitales psiquiátricos
pueden provocar distorsiones visuales y auditivas aun a las personas sin proble­
mas mentales, más todavía al enfermo mental. Tal ambigüedad perceptual
puede resultar en verdad aterradora para los pacientes esquizofrénicos, quienes
algunas veces tienen dificultad para definir la relación tamaño-distancia y en oca­
siones pueden sufrir alucinaciones (véase recuadro: "Algunos problemas de di­
seño en hospitales psiquiátricos").
La claridad visual en el diseño ambiental de los centros de trabajo y de
los sistemas de transporte también tiene que ver con la segundad. Los psicólo­
gos industriales, por ejemplo, han ensayado formas para prevenir accidentes y
lesiones en los ambientes laborales con medidas que aumentan la capacidad de
los empleados para percibir los peligros potenciales de las características ambien­
tales, y para evitar distracciones perceptuales mientras desempeñan tareas ries­
gosas (véase Bennett, 1977). Una iluminación adecuada y señales de alerta
fácilmente visibles pueden reducir las amenazas a la seguridad que representan
las vigas en voladizo, los escalones peligrosos y las puertas corredizas de vidrio.
La eliminación de elementos visuales y auditivos que distraen la atención en las
áreas de producción industrial puede evitar que los operadores de máquinas y
los obreros de ensamblaje sufran accidentes. Las salidas de emergencia, las alar­
mas y el equipo contra incendio claramente señalados y de fácil acceso reducen
los riesgos de lesiones durante las emergencias. Dos estudios de laboratorio (Ho-
lahan, Culier y Wilcox, 1978; Johnston y Colé, 1976) sugerían que algunos estímu­
los visuales en la carretera podrían representar un problema de seguridad para
el tránsito al distraer la atención del conductor. Sin embargo, cabe hacer notar
que en esos estudios de laboratorio los decrementos en el desempeño fueron
pequeños y que tal vez no significan un problema de seguridad en condiciones
reales de manejo en carretera.

Complejidad visual óptima

La claridad en la percepción ambiental no significa que todos los diseños deban


ser lo más simple posible. De hecho, la interrogante acerca del grado de comple­
jidad visual que debe tener un ambiente, es de suma importancia en el campo
del diseño ambiental. Mientras que a fines del siglo pasado el diseño se caracteri­
zó por la abundancia de detalles ornamentales complejos, las teorías contempo­
ráneas del diseño proponen formas arquitectónicas de líneas simples.
Aplicaciones en la planeación del ambiente 63

f Algunos problemas de diseño ^


en hospitales psiquiátricos

Cuando Mayer Spivack (1967) evaluó la claridad en el diseño de dos centros psi­
quiátricos del área de Boston, encontró elem entos que distorsionaban mucho la p e r­
cepción de los pacientes con perturbaciones psicológicas e incluso la de personas
"n o rm a le s ". Por ejemplo, las superficies de los corredores creaban una serie de re ­
flejos y sombras que avanzaban hacia el observador a lo largo de las paredes, piso
y techo. Cuando la luz deslumbrante entraba al corredor por una ventana del extre­
mo opuesto, las personas distantes parecían flotar sobre el piso en confusos co n ­
tornos, sin pies, m uñecas o cuello. En un hospital, Spivack encontró que al bajar
la rampa de un pasillo se experimentaban ciertos efectos de percepción semejantes
a los del cuarto distorsionado de Am es. Aunque el techo del pasillo era horizontal,
el piso tenía una gran inclinación, lo cual le daba un aspecto trapezoidal. A un ob­
servador ubicado en la parte alta de la ram pa, le podía parecer que las personas que
bajaban por la ram pa se iban encogiendo hasta finalmente desaparecer tras el u m ­
bral de una puerta que se veía no mayor que la entrada de la guarida de un conejo.

Los largos corredores


de los hospitales, con
luces deslum brantes
que se reflejan en las
su p erficies, p u ed en
provocar distorsiones
de percepción.

W illiam C K oechlin g/B lack


Siar.
64 Percepción dei ambiente

Sin embargo, los conocimientos psicológicos actuales sobre la forma en que


las personas perciben el ambiente físico sugieren que cierta variedad visual en
el medio, puede proporcionar una experiencia perceptual interesante y satisfac­
toria. Se reconoce que el individuo desempeña un papel dinámico en el proceso
perceptual, lo cual significa que las personas están preparadas para enfrentar cierto
grado de complejidad visual del ambiente. La investigación demuestra que las
personas se inclinan por un nivel óptimo de complejidad visual en el ambiente
y prefieren lugares que resulten interesantes a la vista, sin ser confusos o deso­
rientadores (Wohlwill, 1966). Stephen Kaplan (1975, 1976) proporciona una pers­
pectiva basada en la información que se tiene del tema, explicando que las personas
prefieren características ambientales que ofrezcan la oportunidad de adquirir in­
formación adicional y que ayude a comprender el ambiente. El logro de un equi­
librio óptimo entre simplicidad y variedad en el ambiente diseñado es una cuestión
fundamental que se estudiará al abordar el conocimiento ambiental y las actitu­
des ambientales.
Amos Rapoport y sus colaboradores se dedicaron a estudiar el grado de com­
plejidad perceptual que debe tener un diseño (Rapoport y Hawkes, 1970; Rapo­
port y Kantor, 1967). Descubrieron que las líneas del diseño contemporáneo, por
lo general, carecen de interés para el observador por ser demasiado simples. Los
psicólogos afirman que las personas prefieren cierto grado de complejidad y am­
bigüedad en los patrones visuales. Rapoport está a favor de los diseños ambien­
tales con "u n nivel óptim o" de estimulación perceptual, para evitar la monotonía
que producen los diseños demasiado simples y el caos que pueden originar los
ambientes muy complejos. Rapoport señala que el ideal de complejidad visual
debe analizarse con base en la mayor cantidad de información que el observador
puede manejar de manera efectiva. Una forma de lograr un equilibrio entre sim­
plicidad y complejidad en el diseño es incluir cierta variedad de estímulos visua­
les dentro de un patrón unificador.
Bernard Pyron (1971), quien midió la exploración visual usando películas con
modelos de diseño, también concluye que la conducta perceptual del individuo
se beneficia con cierto grado de diversidad en el diseño de los edificios así como
del paisaje circundante. Éste también es el planteamiento del arquitecto Robert
Venturi (1966), quien está a favor de los diseños arquitectónicos que reflejan la
complejidad y contradicción inherentes a la experiencia humana. Sin embargo,
se preocupa por un patrón unificador, haciendo eco a Rapoport y Kantor (1967),
y explica que se refiere a un tipo de complejidad que no desentone con el diseño
de una obra vista como un todo (véase recuadro: "E l prototipo de Las Vegas” ).

Planeación para casos de desastres naturales

Los conocimientos acerca de la forma en que las personas perciben el ambiente


físico también se pueden aplicar en la planeación ambiental para casos de desas­
tres naturales. La mayor preocupación en este sentido tiene que ver con la ten­
dencia de la gente a construir en regiones que frecuentemente sufren cataclismos
(inundaciones, tornados, terremotos) y en las áreas adyacentes, sin tomar las pre­
cauciones necesarias para protegerse de tales peligros. La planeación en esta área
se facilita cuando se conoce la forma en que los residentes de dichas áreas perci­
ben los peligros a los que están expuestos.
Aplicaciones en la planeación del ambiente 65

f El prototipo de Las Vegas


El arquitecto Robert Venturi y sus colaboradores (Venturi, Brown e Izenour, 1973),
afirma que las líneas simples de la arquitectura m oderna hacen que los edificios p a ­
rezcan insulsos y carentes de interés. Consideran que se podrían diseñar ambientes
arquitectónicos más interesantes tomando com o ejemplo la zona de casinos de Las
Vegas. La riqueza de estímulos visuales de la zona habla de la vitalidad y los co n ­
trastes que son fundamentales en la vivencia contem poránea. Perciben cierto orden
implícito en el aparente caos de la zona de casinos de Las Vegas. Para ellos el “ o r­
d e n " de dicha zona (contrario al orden formal de muchos departam entos y oficinas
modernos que resultan simples a la vista) es vita! y dinámico.
Venturi y sus colaboradores advierten a los diseñadores que no deben trasladar
literalmente la imagen de Las Vegas a ninguna obra arquitectónica en particular,
sino que deben buscar que su trabajo tenga el sentido de vitalidad, interés visual
e incluso algún contraste divertido, característicos de esta zona. Cabe señalar que
las perspectivas de Venturi y sus colaboradores no son aceptadas por todos los dise­
ñadores. De hecho, la mayoría de las personas encontrarían incómodo un ambiente
similar a la zona de casinos de Las Vegas si tuvieran que vivir en él durante una
larga tem porada. Sin em bargo, la simplicidad de m uchos diseños actuales tam poco
es agradable. Sin duda, algunos detalles que diviertan o estimulen la vista m ejora­
rían muchos ambientes m odernos; en este sentido, Las Vegas ofrece magníficos
ejemplos.

La avenida denom inada Las Vegas Strip presenta a la vista un conjunto de estímulos
intensos y discordantes.

© Peter M en u i/S tock, Bosfon.

V y
66 Percepción del ambiente

Robert Kates y sus colaboradores realizaron una intensa investigación con


respecto a la forma en que los individuos perciben los desastres naturales. Co­
menzaron por estudiar la forma en que las personas reaccionaron ante los
desastres naturales en los últimos años de la década de 1950 (Burton y Kates,
1964; Burton, Kates y White, 1978; Kates, 1976). Kates se interesó especialmente
por saber si las experiencias anteriores influyeron de algún modo en las medidas
preventivas para enfrentarlos en el futuro. Encontró que las experiencias perso­
nales de los residentes determinaron la forma de enfrentar los desastres natura­
les, mientras que las personas que no vivieron esas experiencias pasaban por alto
las posibles consecuencias de dichos peligros. Sin embargo, un estudio posterior
(Hanson,-Vitek y Hanson, 1979) sugiere que, en el caso de los tornados, la dispo­
sición de la gente a tomar precauciones se relaciona más con el conocimiento que
tiene de un tornado anterior que con un experiencia real.
Kates también encontró que muy poca gente toma medidas preventivas con
la suficiente anticipación. Los que se preparan tienden a participar poco en acti­
vidades preventivas. Prefieren aceptar las pérdidas que tratar de reducir los da­
ños y otros optan por disminuir los posibles costos en lugar de prevenirlos. Kates
concluye que lo más interesante es que la mayoría de la gente prefiere reducir
los costos originados por un cataclismo, que cambian su modo de vida o su lugar
de residencia para evitar el riesgo. Pocas personas están dispuestas a mudarse
aun cuando tengan que enfrentar grandes desastres naturales. De hecho, Kates
encontró que las personas que viven en zonas de mayor riesgo tienden a ignorar
el peligro aún más que quienes viven a cierta distancia de ellas. Este hallazgo
se confirmó en un estudio sobre la forma en que se percibe el peligro asociado
con un ambiente tecnológico, que se llevó a cabo en las cercanías de un reactor
nuclear en Austria (Maderthaner, Guttman, Swaton y Otway, 1978). Las perso­
nas que vivían muy cerca del reactor sentían menos temor que las personas que
vivían a una distancia mayor (véase también Otway y Paher, 1976). Estos hallaz­
gos indican la conveniencia de que la planeación para casos de desastre incluya
programas educativos orientados a sensibilizar a los habitantes en cuanto a
los costos personales que pueden ocasionar los peligros a los que están expues­
tos y alentarlos a adoptar diferentes medidas preventivas cuyo costo es relativa­
mente bajo.

RESUMEN
Los diversos estímulos que el individuo recibe del ambiente son organizados por
los procesos perceptuales para formar un cuadro coherente e integrado del mun­
do. Los psicólogos han dedicado considerable atención al estudio de la percep­
ción de objetos aislados, en cambio han desatendido los procesos mediante los
cuales las personas perciben el ambiente físico a gran escala. Para que los indivi­
duos puedan percibir todos los aspectos del ambiente que los rodea, es necesario
que se desplacen en él. El ambiente proporciona tal abundancia de información
perceptual que no es posible procesarla toda de inmediato. Simultáneamente lle­
ga a riavés de los diferentes órganos sensoriales, por lo que en un mismo instan­
te recibe tanto información central como periférica. Por último, el ambiente es
tan complejo que no puede percibirse en forma pasiva; el hombre debe explorar­
Resumen 67

lo activamente y ordenar y clasificar la vasta serie de estímulos sensoriales que


se le presentan.
La estimulación ambiental tiene cuatro dimensiones que son de particular in­
terés para los psicólogos que estudian la percepción del ambiente: novedad, com­
plejidad, sorpresa e incongruencia. La investigación de la percepción ambiental
se enfrenta a un gran problema metodológico, ya que al efectuar los estudios co­
rrespondientes en los ambientes del mundo real, no se obtiene el mismo control
experimental que en el laboratorio. Los psicólogos ambientales han podido ma­
nipular las cuatro dimensiones estudiadas mediante estimaciones subjetivas
de observadores previamente capacitados y el uso de escalas multidimensiona-
les de los juicios perceptuales de observadores comunes. Otra estrategia de in­
vestigación consiste en la simulación de ambientes del mundo real para alcanzar
un control experimental mayor que en los ambientes naturales. Los psicólogos
ambientales han utilizado diferentes métodos para registrar la variedad de res­
puestas de percepción, incluyendo cuestionarios, entrevistas y registros de los
movimientos oculares.
La principal función psicológica de la percepción ambiental consiste en diri­
gir y regular las actividades que constituyen la vida diaria. La percepción del am­
biente proporciona la base para que el individuo conozca el mundo y este
conocimiento es fundamental para desarrollar su habilidad para funcionar adap-
tativamente. La percepción del ambiente ayuda al individuo a establecer la co­
municación y la interacción social con otras personas, a identificar características
importantes del ambiente y a disfrutar de una variedad de experiencias estéticas.
Una forma importante en que la percepción ayuda a regular las actividades del
individuo es proporcionarle la información necesaria para orientarse en el am­
biente.
Los psicólogos ambientales han logrado grandes avances en el estudio de la
percepción ambiental, observando la forma en que las personas reaccionan en
los ambientes novedosos. Esta investigación ha demostrado que algunas perso­
nas reaccionan a un ambiente nuevo en forma estructural, es decir, como algo aje­
no a ellas, mientras que otras responden de manera experimental, identificándose
con él y sintiéndose como si fueran parte de él. Debido a que la percepción am­
biental está tan estrechamente ligada a las actividades del individuo, su estilo de
percibir el ambiente se ajustará, con el tiempo, a las características y demandas
específicas del ambiente en el que habitualmente se desenvuelve. Los psicólogos
ambientales han diseñado dos estrategias para investigar las formas en que la
percepción ambiental varía de un tipo de ambiente a otro (estudios transcultura­
les y estudios en ambientes distorsionados artificialmente).
La teoría de la Gestalt de la percepción del ambiente sostiene que la percep­
ción humana sólo puede comprenderse como un proceso integral: " e l todo es
mayor que la suma de sus partes". La teoría gestaltista sostiene que los "princi­
pios dé organización” hacen posible que el individuo perciba un conjunto de es­
tímulos separados como un patrón integral que incluye los principios de
proximidad, semejanza, continuidad y cierre. La corriente gestaltista ha contri­
buido mucho a la investigación de la percepción ambiental pero sus planteamientos
no han sido aceptados como una teoría específica de la percepción.
La teoría ecológica de la percepción del ambiente explica ésta a partir de
la naturaleza y las propiedades de la estimulación ambiental. Propone que to­
6S Percepción del ambiente

da la información que uno necesita percibir del ambiente ya está contenida en


el patrón de estimulación que proviene de él. Según la teoría ecológica, la per­
cepción del ambiente es absolutista y no requiere la intervención de los procesos
de reconstrucción e interpretación por parte del individuo que lo percibe. El apren­
dizaje desempeña un rol importante en la percepción ambiental puesto que el
individuo aprende a captar cada vez más variables de estímulo en el ambiente
y a distinguir las más importantes. Las propiedades funcionales invariables de
los objetos que el individuo descubre por medio de la exploración activa del am­
biente se denominan atributos.
Por el contrario, la teoría probabilista de la percepción del ambiente pone én­
fasis en el rol activo que asume el individuo en el proceso de percepción. Propo­
ne que la información sensorial que se recibe del ambiente nunca tiene una
correlación perfecta con el mundo real. El observador resuelve la ambigüedad
perceptual mediante una estimulación probabilista del verdadero ambiente basada
en un muestreo de estímulos sensoriales provenientes de muchos ambientes. El
individuo puede poner a prueba la precisión de estas estimaciones probabilis-
tas ensayando una serie de acciones en el ambiente y valorando sus consecuen­
cias funcionales. Según la teoría probabilista, el proceso de percepción funciona
como un lente (modelo del lente) que captura y enfoca los rayos de luz en un solo
plano. Sin embargo, el rol del individuo en el proceso de percepción es particu­
larmente dinámico y creativo. Los juicios probabilistas de un individuo acerca
del ambiente reflejan su perspectiva, necesidades y objetivos ambientales per­
sonales.
El conocimiento acerca de cómo perciben las personas el ambiente físico se
ha aplicado en el diseño de ambientes que pueden ser percibidos en forma clara
por sus usuarios, en el diseño de ambientes con un equilibrio óptimo entre la
simplicidad y la complejidad visuales, y en la planeación para casos de desastres
naturales.
Conocimiento ambiental

COPY
CENTER
Impresión Lasser y Fotocopias
Frente a Edificio "A" U FG

ntre los descubrimientos más notables de la psicología ambiental se encuentra


E el hallazgo de que cada individuo tiene un "m apa m ental", personal
y único, del ambiente. Si uno hiciera de memoria un mapa del vecindario donde
pasó la mayor parte de su niñez, encontraría que ese mapa es diferente del que
cualquier persona haría del mismo ambiénte. Un elemento que en el mapa de
una persona ocupa un espacio considerable, en el mapa de otra puede estar re­
ducido a un pequeño rincón o incluso ser omitido por completo.
Hace algún tiempo, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó una
notable exposición fotográfica relacionada con los mapas mentales que la gente
se forma del ambiente urbano. La exhibición, presentada por un equipo de ar­
quitectos americanos y japoneses, tuvo como foco central las contrastantes imá­
genes mentales de Tokio, Japón. Por medio de fotografías aéreas retocadas, la
exhibición mostraba algunas de las muchas formas en que se contempla mental­
mente una ciudad. Con el fin de ilustrar la idea de que en un mapa menta] algu­
nas partes de la ciudad se ven más claramente que otras, una fotografía dejaba •
ver a Tokio como un patrón de zonas que variaban en claridad y detalle. Otra
fotografía, en blanco y negro, con ciertas secciones pintadas de colores vivos, sir-
70 Conocimiento ambiental

vió para dar la ¡dea de que en un mapa mental algunas zonas de la ciudad están
asociadas con diferentes significados, en función de las actividades específicas
(trabajo, compras, entretenimiento) de cada persona.
En dos décadas de investigación, los psicólogos ambientales han estudiado
los mapas mentales o ''cognoscitivos'' de ambientes urbanos en diferentes par­
tes del mundo. Se ha encontrado que los mapas cognoscitivos no representan
fielmente el ambiente espacial objetivo. Al realizar un estudio de mapas cognos­
citivos en París, Stanley Milgrana (1977) encontró que aunque el Sena corre por
la ciudad siguiendo una curva pronunciada, muchos parisinos piensan que es
una curva suave e incluso algunos creen que sigue una línea recta. Como se ve­
rá, estas distorsiones personales en los mapas cognoscitivos no son producto de
. errores aleatorios, sino que tienen una relación consistente significativa con la
forma personal de utilizar el ambiente.
A diferencia de las imágenes objetivas del ambiente espacial captadas en una
fotografía o representadas en la heliografía de un arquitecto, la imagen subjetiva
del mapa cognoscitivo que un individuo se forma de su ambiente contiene, en
gran parte, elementos de significado personal. Así, mediante el estudio de los
mapas cognoscitivos, se puede conocer la manera en que los individuos contem­
plan, entienden y enfrentan el ambiente geográfico a nivel personal. Por lo tan­
to, el estudio de los mapas cognoscitivos de las personas será de gran utilidad
para diseñar ambientes que sean más congruentes con las necesidades de los in­
dividuos.

NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO AMBIENTAL


La imagen de la ciudad

Como ya se mencionó en el capítulo 2, el conocimiento ambiental se logra me­


diante un proceso que implica el almacenamiento, la organización, reconstruc­
ción y evocación de las imágenes de las características ambientales que no están
presentes en el momento. El interés de los psicólogos por la forma en que el indi­
viduo modela las imágenes mentales del ambiente geográfico se inició con una
serie de notables estudios efectuados por Kevin Lynch, un profesor de planea-
ción urbana (Appleyard, Lynch y Myer, 1964; Lynch, 1960, 1965; Lynch y Riv-
kin, 1959). La obra de Lynch, que refleja la influencia del libro de Kenneth Boulding
The imuge (La imagen), sentó las bases para el estudio psicológico del conocimiento
ambiental en dos importantes formas. Primero, las investigaciones de Lynch die­
ron validez al estudio científico de las imágenes ambientales en una época en que
la investigación psicológica de los procesos cognoscitivos y las imágenes menta­
les no estaban de moda. Segundo, Lynch proporcionó un marco de referencia
para el estudio de la cognición en relación con el ambiente, así como una meto­
dología de investigación apropiada para el análisis científico de los mapas
mentales.

Mapas urbanos El trabajo de Lynch, precursor en el área del conocimiento am­


biental, se presenta en forma extensa en su clásico libro, The image of the City (La
imagen de la ciudad) (1960), que detalla sus investigaciones sobre los mapas men-
Naturaleza del conocimiento ambiental 71

tales de los habitantes de tres ciudades de los Estados Unidos (Boston, Los An­
geles y Jersey). Lynch empleó dos diferentes estrategias en este estudio. En la
primera utilizó observadores previamente asesorados para que realizaran un re­
conocimiento de campo sistemático en el área central de cada una de las tres ciu­
dades. Los observadores registraron la presencia y características de elementos
particulares de la ciudad que los habitantes utilizaron como puntos de referencia
para sus mapas mentales , tales como un lugar histórico o un parque. También
tomaron nota de las áreas que no tenían características importantes, lo cual difi­
cultaba la formación de imágenes mentales claras. Estas observaciones permitie­
ron identificar las características urbanas que facilitan la formación de un mapa
mental claro, así como aquellas que la inhiben.
La segunda estrategia de investigación de Lynch consistió en largas entrevistas
con los habitantes para descubrir la naturaleza de sus mapas mentales. Durante
las entrevistas se pidió a los sujetos que hicieran un esquema de la ciudad, una
descripción detallada de varios recorridos (por ejemplo, de la casa al trabajo) y
una lista de los lugares de la ciudad que dejaron en su mente las imágenes más
vivas y características. El objetivo de estas entrevistas era conocer la imagen que
el público tenía de cada ciudad, para luego identificar los aspectos particulares
del paisaje urbano que contribuyen a la formación de los mapas mentales.
Son interesantes las observaciones de Lynch sobre las imágenes que los ha­
bitantes de Boston tenían de Beacon Hill (un distrito residencial con un carácter
distintivo de principios del siglo XTX, ubicado cerca del centro comercial de Bos­
ton) (Lynch, 1960: 162):

Beacon Hill es una zona muy típica, considerada por algunas personas como un sím­
bolo d e Boston; otros la veían com o algo fuera de su alcan ce... Más de la mitad de
¡os su jeto s expresaron lo siguiente, com o parte de su imagen de esta zona (en orden
descen den te aproxim ado):
una colina bien delineada
calles estrech as e inclinadas
el Palacio Legislativo
Plaza Louisburg y su parque
árboles
casas antiguas y herm osas
tabique rojo
portales interiores

Legibilidad El objetivo central del análisis que hizo Lynch de las imágenes de
las principales ciudades de los Estados Unidos era descubrir qué tan legibles son
los diferentes ambientes urbanos. Lynch define esta cualidad del ambiente urba­
no como la facilidad con que sus características pueden ser reconocidas y organi­
zadas en un patrón unificado claro. El significado de este concepto se aclara cuando
se comparan algunas diferencias importantes que existen, en este sentido, entre
los tres centros urbanos que estudió Lynch.
Se encontró que Boston era la ciudad más "leg ib le'' ya que proporciona una
imagen mental clara, esquematizada y unificada. Los habitantes de Boston conside­
ran que su ciudad tiene distritos muy distintivos y una estructura espacial fácil
de captar. Entre los elementos identificables en la imagen de Boston se encuen­
tran el Ayuntam iento, el Jardín Público y el río Charles. Según la imagen mental
T2 Conocimiento ambienta)

de muchos de sus habitantes, el núcleo de Boston estuvo en el Ayuntamiento,


con sus amplios terrenos y jardines, su significado histórico y su ubicación cen­
tral (figura 3-1). Paradójicamente, uno se desorienta al atravesar este lugar debido
a su rara forma asimétrica de cinco lados.
Lynch encontró que tanto Los Angeles como ia ciudad de jersey son mucho
menos legibles que Boston. Aunque el diseño cuadriculado de las calles del cen­
tro y ¡a conocida Plaza Pershing proporcionan un esquema elemental de la ima­
gen de Los Angeles, la ciudad tiene otras características que la hacen ilegible: la
descentralización del área metropolitana, la escasez de obras arquitectónicas im­
portantes, el desproporcionado crecimiento del área central, la ausencia de ba­
rrios de tamaño regular. Cuando se pidió a los angeitnos describir la ciudad, las
respuestas típicas fueron: "dispersa'',, "sin forma",, "sin centro".
Lynch encontró que la legibilidad de Jersey es particularmente baja, pues ca­
rece de un centro peculiar y de un sistema de calles regular. De hecho, la única
característica del ambiente de jersey que sus habitantes consideraron distintiva
fue la impresionante vista del horizonte de la ciudad de Nueva York, al otro lado
del río Hudson. Los mapas mentales de los distintos residentes de Jersey fueron
fragmentarios y con grandes lagunas.

Características comunes en los mapas Cuando comparó los resultados de las tres
ciudades que estudió, Lynch descubrió que los tipos de características ambíenta-

Figura 3-1 Por su prom inente ubicación e importancia histórica, el Ayuntamiento de Bos­
ton es una característica dominante en los mapas mentales de los habitantes de esta ciudad

Fredrik D Bodin/Stock, Boston


Naturaleza del conocimiento ambiental 73

les en los mapas cognoscitivos de los habitantes fueron semejantes en las tres
ciudades. Las áreas abiertas fueron un aspecto común en los mapas, particular­
mente las que presentan características naturales, tales como pasto, plantas o agua.
El verde natural del paisaje citadino fue una referencia recurrente, hecha con cierta
sensación de bienestar. La primera parte de las descripciones de los residentes
sobre su recorrido de la casa al trabajo abundó en imágenes detalladas de árboles
y flores. Incluso muchas personas dijeron que se salían de su ruta para pasar cer­
ca de un parque o alguna extensión de agua. Lynch extracta una de las entrevis­
tas realizadas en Los Angeles, que refleja el regocijo que causa a los habitantes
la presencia de parques v jardines en las ciudades:

Cruza usted el Boulevard Sunsetpor un pequeño parque —no recuerdo cómo se lla­
ma. Es muy bonito y, ¡ah!, las jacarandas están floreciendo. Las hay en una casa ubi­
cada una cuadra más arriba y a) bajar la calle Canyon donde además hay toda clase
de palmas: altas y bajas; y así está todo el recorrido hasta llegar al parque. (Lynch
1960:44)

Otra referencia común en las imágenes de las tres áreas urbanas fue la de
una panorámica observada desde un punto distante. Los habitantes de Boston
se refirieron al vasto panorama de la ciudad que puede apreciarse desde el río
Charles, mientras que los residentes de Jersey aludieron la vista panorámica del
horizonte de Nueva York desde las palizadas. Otra característica recurrente fue
la relacionada con la clase social. Los habitantes de Boston dividieron Beacon Hill
en dos zonas distintas, de acuerdo con el nivel social; los angelinos consideraron
Broadway como de "clase b aja"; los entrevistados en Jersey se refirieron al ba­
rrio de Bergen como de "clase alta".

Elementos del mapa Lynch identifica cinco elementos básicos que constituyen
los mapas mentales que las personas se forman del ambiente urbano; sendas,
bordes, distritos, zonas de confluencia e hitos (figura 3-2).
Define estos elementos como sigue:

1 . Sendas. Las sendas son las vías por donde la gente transita: calles, rutas
de autobuses o líneas de ferrocarril. Estas fueron elementos predominan­
tes en los mapas mentales de la mayoría de las personas que entrevistó
Lynch. Los habitantes de Boston aludieron la calle Boylston, los residen­
tes de Jersey mencionaron el bulevar Hudson y los angelinos las autopistas.
2 . Bordes. Los bordes son elementos lineales que no funcionan como sen­
das. Pueden ser divisiones entre diferentes sectores urbanos o uniones a
lo largo de las cuales coinciden dos partes de la ciudad. Muros, límites
de urbanización, litorales, todos son bordes. El río Charles es un borde
importante en los mapas mentales de los habitantes de Boston.
3 . Distritos. Los distritos son sectores medianos o grandes de una ciudad,
que poseen un carácter distintivo. Los distritos más comunes en los ma­
pas mentales de los habitantes de Boston fueron Beacon Hill y el extremo
Norte.
4 . Zonas de confluencia. Son puntos estratégicos de la ciudad hacia y desde
donde los habitantes se desplazan. Algunas zonas de confluencia están
rnnrtcimipnin smbifntál

Figura 3-2 Algunos elemen­


tos comunes en los mapas
mentales de los habitantes
de la ciudad de Nueva
York: 1) la calle 42 (una sen­
da); 2) el río del Este (un
borde); 3) el Barrio Chino
(un distrito): 4) la Gran Es­
tación Central (una zona de
confluencia); 5) el edificio
de las Naciones Unidas (un
hito).

© Leonard Speir 1981:


© L aw ren ce F rank 1980; © ] A Con-
¿ ala/B iack S tar; (DRussell A Thom -
son/T aurus P hotos y © Ene K rcll
1979/Txurus P holos
Naturaleza áei conocimiento ambiental
76 Conocimiento ambiental

formadas por un cruce de avenidas importantes o por estaciones de los


sistemas de transporte. Otras se van desarrollando por el uso intenso y
llegar, a ser puntos centrales de sus distritos. Las más comunes son las
glorietas, ¡as estaciones ferroviarias y las plazas v parques muy frecuenta­
dos. Dos importantes zonas de confluencia en los mapas de Lynch fueron
la plaza Pershing en Los Angeles y la Estación Sur de Boston.
5. Hitos. Los hitos son puntos que se observan desde un sitio lejano. Por
ejemplo, un domo dorado o una gran torre son tan distintivos que pue­
den verse desde grandes distancias. Otros son más locales (la fachada o
los letreros de un almacén) y son visibles solamente en un área particular.
Los hitos importantes en los mapas que Lynch recogió incluyen la parte
alta del Palacio Municipal de los Angeles, la veleta de la Sala Faneuil de
Boston y el centro Médico de la ciudad de jersey.

Algunas limitaciones del trabajo de Lynch Aunque la investigación de Lynch


constituyó un importante estímulo para el estudio del conocimiento ambiental,
adolece de algunas limitaciones. Las observaciones de Lynch se basan en un nú­
mero muy reducido de sujetos; sus entrevistas las realizó sólo con 30 residentes
en Boston, quince en Los Angeles y quince en jersey. Los antecedentes persona­
les de los entrevistados que seleccionó Lynch fueron en su mayoría los corres­
pondientes a profesionistas con ingresos medios. De modo que las imágenes
"públicas” que presenta Lynch reflejan los mapas mentales sólo de un pequeño
sector de la población total de cada ciudad. Según se ha descubierto, los antece­
dentes personales tienen gran influencia sobre la manera de elaborar un mapa
mental. Además, existen limitaciones en cuanto a los procedimientos de medi­
ción que empleó Lynch; posteriormente en esta sección se hará una exposición
más completa de los resultados de estas mediciones

Elaboración de mapas cognoscitivos

Alentados por el trabajo y los descubrimientos iniciales de Lynch, los psicólogos


ambientales investigaron más acerca de la naturaleza de los procesos psicológicos
que intervienen en la elaboración de mapas mentales. En una sección de
estudios y artículos especializados, Roger Downs, geógrafo, y David Stea, psicó­
logo, intentaron dar una respuesta general a esta cuestión (Downs, 1970; Downs y
Stea, 1973,1977; Stea, 1969, 1974; Stea y Blaut, 1973a, 1973b; Stea v Taphanel,
1974).
Al resultado del proceso de elaboración de mapas mentales se le han dado di­
ferentes nombres, tales como "mapas mentales", "imágenes m entales", "esq u e­
mas" y "mapas cognoscitivos". De éstos, "m apa cognoscitivo" es el término
que con más frecuencia se ha utilizado para designar el resultado de la elabora­
ción de mapas mentales, y "elaboración de mapas cognoscitivos" se usa para
referirse al proceso en sí. Downs y Stea definen la elaboración de mapas cognos­
citivos como un proceso que permite captar, organizar, almacenar, recordar y des­
cifrar información sobre la ubicación relativa y los atributos de las características
del ambiente geográfico. Señalan que sin la capacidad de participar en este pro­
ceso mental, la conducta cotidiana normal en el ambiente, como por ejem plo el
recorrido de la casa a la escuela, sería imposible.
Naturaleza de! conocimiento ambienta] 77

Representación Un mapa cognoscitivo es una representación organizada que ha­


ce el individuo de alguna parte del ambiente geográfico;"representa" o "retra
ta" al ambiente. Esta representación es una imagen y un modelo simplificado
del ambiente espacial. Así, la representación del ambiente de una persona en par­
ticular no es una copia exacta del ambiente objetivo, sino más bien una versión
condensada, en cierta forma distorsionada e individualmente adaptada, del mundo
real. Downs y Stea observan que aunque no hay una correspondencia exacta en­
tre los ambientes " r e a l" e "im aginado", existe una relación significativa y esta­
ble entre los dos.

Aspectos visuales y no visuales de los mapas La elaboración de mapas cognosci­


tivos implica predominantemente imágenes visuales del ambiente, sin embargo,
la naturaleza de las representaciones cognoscitivas es tan compleja que incluye
otros órganos sensoriales y motores, además de la vista. Al consultar los estu­
dios clásicos de Tolman (1948) sobre los mapas cognoscitivos en ratas, Downs
y Stea observaron que la información utilizada por las ratas fue esencialmente
táctil y olfativa. Además de visualizar los ambientes, también se recuerdan los
sonidos y olores distintivos de un lugar en particular e incluso se tiene concien­
cia de las características táctiles y térmicas de los lugares.
Downs y Stea recalcan que la elaboración de mapas cognoscitivos no
comprende sólo características visuales, y explican que las personas ciegas de
nacimiento también elaboran imágenes mentales de su ambiente espacial. De he­
cho, el ciego emplea un proceso de elaboración de mapas cognoscitivos muy
semejantes al de las personas que ven, como lo prueba el siguiente extracto de
la descripción que hizo una persona ciega de su recorrido desde una parada de
autobús hasta su casa:

Después de bajar del autobús hay que caminar derecho un poco sobre la calle Kaiva-
yevskaya, las casas están a la d erech a;... cerca de la siguiente casa siem pre hay mu­
cha gente ya que allí está una parada del trolebús; ., detrás d e la casa hay un espacie
vacío; aquí se debe caminar a lo largó de la cerca porque cu an d o llueve se hacen char­
cos, después de unos cuantos pasos a la derecha están los escalones que llegan hasta
mi casa. (Shem yakin, 1962, citado en Downs y Stea, 1977:69]

Downs y Stea concluyen que el primer elemento del término "mapas


cognoscitivos" se emplea más bien en un sentido figurado que literal. Las repre­
sentaciones cognoscitivas no se almacenan en el cerebro como fotografías, trans­
parencias a color o mapas de caminos, sino como estructuras complejas con
propiedades múltiples que pueden reconstruirse a voluntad. La interrogante de
cómo se forman las representaciones cognoscitivas del ambiente espacial es bas­
tante compleja. M ás adelante, en este capítulo, cuando se consideren las teorías
del conocimiento ambiental, se verá que los psicólogos experimentales que han
investigado el conocimiento humano tienen conceptos contrastantes y a menudo
opuestos con respecto a la naturaleza de las representaciones cognoscitivas. Por
ahora, sólo se concuerda en que la representación cognoscitiva del ambiente es­
pacial es un proceso muy complejo, que incluye información visual y no visual.

Proceso activo Downs y Stea ponen énfasis en que la elaboración de mapas cog­
noscitivos es un proceso activo que implica la interacción directa con el ambien-
78 Conocimiento ambiental

te. En el proceso de elaboración de mapas cognoscitivos, el "aprender haciendo"


desempeña una parte central. Las investigaciones han aportado el conocimiento
de que un cuadro preciso del ambiente espacial depende de la retroalimentaoón
sensomotora adquirida a través de una participación activa con el ambiente (Held
v Rekosh, 1963). En forma semejante, Ittelson (1973) sostiene que en el proceso
del conocimiento ambiental el individuo participa en forma activa al interactuar
con el ambiente. Por supuesto, aunque la elaboración de mapas cognoscitivos
también pueden estar basados en una interacción "m ediada" o "secu ndaria",
como sucede con los libros, la televisión v las películas.

Escala de mapas cognoscitivos

El ambiente urbano La mayoría de las investigaciones sobre la elaboración de


mapas cognoscitivos han tenido como modelo el trabajo original de Lynch e in­
cluyen la elaboración de mapas cognoscitivos de todas las ciudades de la Unión
Americana y de otras partes del mundo (figura 3-3). Otros estudios sobre la ela­
boración de mapas cognoscitivos en los Estados Unidos han sido realizados en
Chicago (Saarinen, 1969), Nueva York (Milgram, 1977; Milgram, Greenwald,
Kessler, McKenna y Waters, 1972) y en Los Angeles (Orleans, 1973). En Europa, la
investigación sobre este tema se ha llevado a cabo en París (Milgram, 1977),
Roma y Milán (Francescato y Mebane, 1973) y en Amsterdam, Rotterdam y La
Haya (de Jonge, 1962). Estudios posteriores han sido realizados en Ciudad Gua-
yana, Venezuela (Appleyard, 1969, 1970, 1973) y en la Ciudad de México, Puebla,
Guanajuato y San Cristóbal, en México (Stea y Wood, en prensa).

Figura 3-3 El mapa personal de un residente de la


ciudad de Nueva York. ¿Podría usted identificar los
elementos particulares referidos en la figura 3-2?
Naturaleza del conocimiento ambienta! 7S

La investigación de Stanley Milgram sobre la elaboración de mapas cognos


citivos en ia ciudad de Nueva York es típica en ios estudios sobre elaboración
de mapas urbanos que se han llevado a cabo de acuerdo con el trabajo origi­
nal de Lynch. En 1975 Milgram puso un anuncio en la revista New York, pidiendo
a la gente que le enviara sus mapas mentales personales de la ciudad de Nueva
York. Explicó que no estaba buscando mapas objetivos a la manera de Rand
McNally, sino más bien que reflejaran las perspectivas personales de la gente con
respecto a la ciudad. Milgram recibió 332 mapas.
Al revisar los antecedentes personales reportados por los participantes, Mil­
gram comparó esta muestra autoseleccionada de neoyorquinos con la población
real de la ciudad. Encontró que pertenecían a todos los rumbos de.la ciudad, que
había igual número de hombres y de mujeres y que típicamente eran adultos jó­
venes que tenían puestos profesionales de orden menor. Sus mapas proporcio­
naron una rara visión de las perspectivas que estos neoyorquinos tenían de la
ciudad y de las discrepancias en su forma de percibirla.

Distritos urbanos Un pequeño número de investigadores examinaron los mapas


cognoscitivos de determinadas áreas urbanas, tales como el vecindario de un resi­
dente, el distrito central de negocios e incluso un centro comercial. Terence Lee
(1968, 1973) estudió mapas de vecindarios de un grupo de amas de casa de Gran
Bretaña, y Florence Ladd (1970) reunió mapas esquematizados de los vecinda­
rios de un grupo de estudiantes negros, de secundaria, en Boston. Sus hallazgos
revelan un notable grado de variación individual, incluso entre quienes habitan
a sólo unas casa de distancia.
En otro estudio, Lee (1970) entrevistó a más de 200 mujeres consumidoras,
en Inglaterra, con el objeto de estudiar los mapas cognoscitivos de las clientes
de un gran centro comercial en Bristol. Encontró que las imágenes de las entre­
vistadas reflejaban una construcción mental muy compleja. Sus mapas mentales
incluían características materiales del centro comercial, tales como obras arqui­
tectónicas, tránsito de peatones y otros aspectos atractivos, así como elementos
relacionados con la calidad de los servicios, precios y horarios de los estableci­
mientos.

Ambientes nacionales e internacionales Una pequeña parte de la investigación


sobre la elaboración de mapas cognoscitivos se ha ocupado de las imágenes men­
tales de la gente a escala nacional e incluso a escala mundial. En un estudio espe­
cialmente interesante, Thomas Saarinen (1973) trabajó con estudiantes de
secundaria en los Estados Unidos, Canadá, Finlandia y Sierra Leona, a quienes
pidió que dibujaran mapas del mundo y marcaran los lugares que considerarán
más interesantes o importantes. Descubrió una gran distorsión en los mapas mun­
diales de los estudiantes en función de su interés personal por su propio país.
Dibujaron su país en el centro de los mapas y exageraron su tamaño en relación
con el de otros países del mundo (figura 3-4).
Kevin Cox y Georgia Zannaras (1973) realizaron una investigación con estu­
diantes universitarios para conocer sus patrones individuales de semejanza o de­
semejanza imaginada entre los estados de la Unión Americana. Encontraron que
cada uno de los estados fueron diferenciados según varias categorías cognosciti­
vas id en tificares. Algunas de estas categorías fueron esencialmente geográficas
SU Conocimiento ambiental

Figura 3-4 El mapamun­


di que dibujó un estu ­
diante finlandés muestra
su país en una posición
prominente y de mayor
extensión que Cañada o
E u ropa.

f¿ A ¡ á :m Pubtiihiig Qcmpanv.
J 9 ? j. Reimpreso iñr, au tom ación de
T. f. Socrinfn, S tudenl Vinos oj
th e World ”, en R Ki. Doiühs y D
Siec leds J. Im ageand Environment
C ogn itn * M apping and 5 patín I Be-
havior. Nueva York Puhlishm g
Cúmpar,y, p ¡59

(por ejemplo, este u oeste del río Misistpí), mientras que otras combinaron
factores geográficos y características regionales (por ejemplo, el Sur contra Nue­
va Inglaterra).

MEDICIÓN DE MAPAS COGNOSCITIVOS

El método más común para la medición de mapas cognoscitivos consiste en di­


bujar mapas tomando como modelo los esquemas obtenidos en la investigación
inicial de Lynch (1960) (véase recuadro: "Trazado del mapa cognoscitivo propio").
A un sujeto se le da una hoja de papel en blanco y se le pide trazar de memoria
un mapa de algún contexto ambiental, por ejemplo, de la ciudad donde vive.
La técnica de trazado de mapas es un instrumento de investigación atractivo
por dos razones principales: ofrece una forma fácil y eficaz de obtener datos acerca
de las imágenes ambientales de ios individuos, y proporciona un formato claro
y cualitativamente rico para que los individuos exterioricen en forma gráfica su
conocimiento ambiental.
Desafortunadamente, esta técnica también tiene ciertas limitaciones que ad­
quieren importancia debido a la excesiva confianza que los investigadores de es­
ta área tienen en el trazado de mapas. La más seria limitación de esta técnica reside
en la baja confiabilidad de las mediciones. Gary Evans (1980) con frecuencia hace
notar que los criterios empleados en la medición de factores tales como la preci­
sión y complejidad de los mapas, no han sido establecidos claramente. De esta
manera, no sólo no se ha determinado la confiabilidad de tales mediciones, sino
que algunas veces es imposible para otros investigadores reproducir los procedi­
mientos de medición utilizados en estudios previos.
La baja confiabilidad de las mediciones de trazado de mapas representa una
amenaza para la validez interna de los estudios que emplean esta técnica. Algunos
investigadores también han cuestionado la validez externa del trazado de mapas.
Por ejemplo, argumentan que las variaciones individuales en la habilidad para
Medición de mapas cognoscitivos 81

r
Trazado del m apa cognoscitiv o propio

Aunque la técnica de trazado de m apas tiene algunas limitaciones en cuanto a m edi­


ción, proporciona un cuadro im portante y especialmente detallado de las imágenes
ambientales de las personas. De hecho esta técnica ofrece una guía para que cada in­
dividuo logre una apreciación más com pleta de sus propias representaciones cognos­
citivas del ambiente. Si se quieren explorar las imágenes ambientales propias con la
técnica del trazado de mapas, sim plem ente síganse las siguientes instrucciones.
Los materiales necesarios para trazar un mapa son muy simples; se necesita sola­
m ente una hoja de papel blanco, sin rayas (aproximadamente 21.25 x 27.5 cm .) y
un lápiz con gom a. En el papel, d ib u je u n m apa del p u eb lo o d u d a d en d o n d e vive actual­
m e n t e . No necesita ser una réplica exacta del lugar, como si fuera un mapa de cam i­
nos convencional, sino más bien una expresión personal de cómo ve el pueblo o la
ciudad. Incluya las características del ambiente que formen parte de su propia pers­
pectiva del área. Puede borrar si es necesario, y aunque no hay límite de tiempo, trate
de term inar el mapa en quince m inutos.
¿Q ué se puede aprender con el esquem a acerca de la imagen que el individuo
tiene del pueblo o la ciudad que habita? H ay que recordar que no existe una forma
correcta o errónea de trazar un m apa (el mapa trazado es la forma propia y personal
de ver el área). ¿Hizo un mapa de todo el pueblo o ciudad o sólo de algunas partes?
¿Se da m ayor importancia a algunos sectores que a otros? ¿Cómo son las partes del
área en que puso m ayor énfasis, en relación con la forma en que observa o usa el área?
¿Es posible identificar elementos particulares en el mapa (sendas, bordes, distri­
tos, zonas de confluencia, hitos)? ¿Q ué tipos de elementos son más importantes en el
mapa? ¿Qué elementos se trazaron prim ero y cuáles al último? ¿Hay mayor concentra­
ción de elementos en unas partes del mapa que en otras? ¿Cómo es que los tipos y
la ubicación de los elementos reflejan la forma de observar y usar el área?
¿En qué difiere el mapa propio d e un m apa de caminos convencional? Cuando
se com para el mapa propio con un m apa convencional, ¿se descubre alguna altera­
ción o un cambio en el orden de ios elem entos, por ejemplo, de una senda o un hito?
¿C óm o se com paran la forma y los contornos de la propia ciudad o pueblo (y sus dis­
tritos internos) en el m apa propio con los de un mapa de caminos? ¿C óm o está orien­
tado el m apa propio en relación con la orientación norte de los mapas de caminos?
¿De qué m anera las diferencias en tre el mapa trazado y un mapa de cam inos indican
el p un to de vista y uso personales del área?
Por último, ¿qué sugiere el m apa propio acerca de las características ambientales
del pueblo o la ciudad en que vive? ¿Se trata de un ambiente fácil o difícil de enten­
der? ¿C uenta éste con m uchos elem entos distintivos o con pocos? ¿Tienen sus áreas
internas lugares distintivos o son generalm ente hom ogéneas?
V_________________________________________________________________________ y

dibujar constituyen una amenaza contra la validez de los esquemas como repre­
sentación precisa de las imágenes mentales de las personas con respecto al am­
biente, y que esta limitación se acentúa especialmente en los esquemas de mapas
hechos por niños (Golledge, 1976; Kosslyn, Heldmeyer y Locklear, 1977).
Una última limitación de la técnica del trazado de mapas es el énfasis que
pone en los aspectos visuales de las representaciones visuales de las representa­
ciones cognoscitivas tendente a la exclusión relativa de los aspectos no visuales.
Como se hizo observar anteriormente, las representaciones cognoscitivas incluyen
82 Conocimiento ambiental

características visuales como no visuales. Por esta razón, es muy útil complementar
esta técnica con medidas adicionales que incluyan elementos no visuales de los
mapas cognoscitivos. Algunos investigadores pedían a los participantes que hi­
cieran descripciones verbales de un ambiente en particular (Rozelle y Bazer, 1972).
También se pedía a los sujetos una breve descripción escrita sobre su lugar de
origen. Aunque Lynch (1960) empleó las descripciones verbales con considera­
ble éxito, Stea y Downs (1970) hacen notar que los investigadores posteriores tien­
den a reducir el uso de las respuestas verbales y a igualar los mapas cognoscitivos
con los mapas trazados.
Aunque el método predominante para la medición de las imágenes mentales
incluye el trazado de mapas, se han utilizado estrategias de medición adiciona­
les. Algunos investigadores (Lynch, 1960; Milgrana, 1977) han empleado una téc­
nica de reconocimiento de fotografías para medir algunos aspectos de las imágenes
urbanas de los individuos. Se les pide que identifiquen características urbanas
específicas en una serie de fotografías del ambiente urbano (por ejemplo, el Muelle
del Pescador en San Francisco, la Gran Estación Central en la ciudad de Nueva
York). Otros investigadores (Cadwallader, 1979; Lundberg, 1973) han utilizado
mediciones de distancia cognoscitiva para evaluar la precisón en los mapas menta­
les de la gente; se pide a los sujetos calcular la distancia (o distancia relativa)
entre determinados puntos geográficos (por ejemplo, ¿qué ciudades están más
apartadas entre sí: Chicago y Atlanta o Chicago y Dallas?).
Debido a que las reglas para la aplicación de las mediciones de reconocimiento
de fotografías y de la distancia cognoscitiva se han establecido y comunicado en
forma precisa, la validez intema de estas técnicas es más alta que la de trazado
de mapas. Al mismo tiempo, sin embargo, estas medidas proporcionan mucho
menos información que los esquemas de mapas y, en cierta forma, la naturaleza
artificial de las tareas realizadas puede reducir su validez externa. La exactitud en
la medición de las diversas técnicas para evaluar mapas cognoscitivos se puede
lograr mediante la aplicación de técnicas estadísticas avanzadas, como las escalas
multidimensionales (véase Baird, 1979; Evans, Marrero y Butler, 1981; Golledge,
1977) y las mediciones de respuesta secundaria, como la de tiempo de reacción pa­
ra evaluar la distancia relativa (véase Evans y Pezdek, 1980).

FUNCIONES PSICOLÓGICAS DEL CONOCIMIENTO


AMBIENTAL

Solución a los problemas de espacio

La principal función psicológica del conocimiento ambiental es la de capacitar a


las personas para que resuelvan los problemas de espacio en su medio ambiente
físico cotidiano. La capacidad del individuo para elaborar y usar mapas cognosci­
tivos es esencial en una amplia gama de actividades diarias (manejar o caminar
de casa a la universidad, encontrar las mejores tiendas y restaurantes, ir y venir
de la casa propia a la de amigos, pasear en coche por el campo). Debido a que
la capacidad de elaborar mapas cognoscitivos está tan bien desarrollada, es co­
mún no tomarla en cuenta. Como el individuo resuelve con eficiencia la mayor
parte de los problemas de espacio que se presentan en su vida diaria, por medio
Medición de mapas cognoscitivos 83

de su capacidad para utilizar los mapas cognoscitivos, casi nunca tiene clara con­
ciencia de que son problemas. Sin embargo, sin esta notable habilidad para loca­
lizar y encontrar los recursos físicos y sociales que necesita, sería incapaz de
funcionar; las tareas cotidianas, como asistir a una nueva clase para lo cual tiene
que atravesar el campus de la universidad, o visitar a un amigo que vive al otro
lado de la ciudad, parecerían problemas insuperables.

Valor adaptativo Debido a que los mapas cognoscitivos desempeñan un rol su­
mamente importante en el desarrollo de la capacidad para resolver problemas
de espacio, tienen un alto valor adaptativo en la vida humana. Los mapas cog­
noscitivos indican hacia dónde ir para satisfacer las necesidades individuales y
cómo llegar allí. Downs y Stea señalan que la elaboración de mapas cognosciti­
vos juega un rol adaptativo en la vida diaria sem ejante a la función de un piloto
a bordo de un avión. Resume este importante rol adaptativo en la siguiente for­
ma (1973:10):

Dado un m apa cognoscitivo, el individuo establece los principios de una estrategia


de conducta en el ambiente. Se considera que la elaboración de mapas es un com po­
nente básico de la adaptación hum ana y que el m apa cognoscitivo es un requisito tan­
to para la supervivencia como para la conducta diaria en el ambiente. Es un mecanismo
de regulación mediante el cual el individuo se con testa dos interrogantes básicas en
forma rápida y eficiente: 1) ¿En dónde se encuentran ciertas cosas de valor?, 2) ¿Cómo
llegar a ellas desde donde estoy?

Al discutir el valor adaptativo de la elaboración de mapas cognoscitivos en


la evolución de los seres humanos, Stephan Kaplan (1973:64) explica que "un
simio de proporciones regulares" al bajar de los árboles tuvo que depender de
la inteligencia para sobrevivir. Los humanos de la prehistoria necesitaban antici­
parse a los hechos para cazar animales y evitar los peligros. La supervivencia de
los humanos en la prehistoria dependía de su capacidad para reconocer y locali­
zar sus espacios. La identificación del lugar donde uno se encuentra es un pro­
blema complejo, ya que el ambiente es inestable y cambia constantemente. Sin
embargo, el hombre de la prehistoria que luchaba para sobrevivir no podía dar
respuesta a cada nueva situación ya que nunca antes había enfrentado una expe­
riencia similar. De la misma manera, los primeros cazadores recolectores necesi­
taban conocer grandes áreas para localizar y utilizar esos recursos vitales, sin
perder los rastros del camino de regreso a su territorio. Así, concluye Kaplan,
la habilidad para explicarse un ambiente incierto y variable, y para extraer las
características reconocibles esenciales de cada nueva situación fue decisiva para
la supervivencia de la especie humana. La capacidad de adaptación que se desa­
rrolló en respuesta a esta necesidad es la elaboración de mapas cognoscitivos,
que proporciona un complejo marco de representación al cual se pueden adaptar
nuevas experiencias ambientales.

Solución de problemas Se ha encontrado que la capacidad del individuo para


elaborar mapas cognoscitivos desempeña un rol adaptativo fundamental que le
permite resolver problemas de espacio, pero ¿qué son exactamente los proble­
mas de espacio? Estos problemas consisten en decidir hacia donde ir para satisfa­
6-5 Conocimiemo ambiental

cer las necesidades cotidianas básicas. Debe utilizarse " e l pasado en el presente
para resolver el futuro” (Downs y Stea, 1977:83). Para tomar la decisión adecua­
da, el individuo debe reunir y organizar una gran cantidad de fragmentos de in
formación obtenida en experiencias anteriores.
Downs y Stea explican que para resolver los problemas de espacio, se nece­
sitan dos tipos de información acerca del ambiente. Primero, se debe saber en
dónde se localizan los recursos necesarios o las personas importantes Segundo,
se necesita saber cuáles son los atributos o características esenciales de los recur­
sos o personas localizados en esos lugares. El aspecto de la ubicación en los ma­
pas cognoscitivos es complejo e incluye la información acerca de la distancia y
la dirección de donde se encuentran los recursos ambientales indispensables. Aun­
que algunas veces se da por supuesta la información directriz en la resolución
de los problemas de espacio que se presentan en la vida diaria, lo frecuente es
considerar a qué distancia se encuentran los recursos deseados: por lo general,
se calcula la cantidad de tiempo que se necesita para llegar a clases en la universi­
dad, al cine o a la casa de un amigo, y se planea cuidadosamente qué tan lejos
se puede viajar durante las vacaciones.

Distancia cognoscitiva Downs y Stea señalan una diferencia importante entre


distancia cognoscitiva y distancia percibida. La distancia percibida es la que e! indi­
viduo juzga que existe entre él y un objeto visible, y depende de la precisión de
la percepción de ese objeto por paite del individuo. La distancia cognoscitiva, por
el contrario, es la que el individuo calcula que existe entre él y un objeto que no
está a la vista en el momento. Aquí la exactitud de la estimación depende de la
información espacial almacenada en el mapa cognoscitivo.
Algunos investigadores registraron las estimaciones que hicieron algunos su­
jetos acerca de la distancia cognoscitiva que hay entre su domicilio y el centro
de la ciudad (Golledge y Zannaras, 1973; Lee, 1970). David Canter y Stephen
Tagg (1975) señalan que la precisión en los juicios de distancia en la ciudad de­
pende de la claridad que presente la imagen de cada ciudad en particular; mien­
tras más claro sea el mapa cognoscitivo, los juicios de distancia cognoscitiva de
los residentes serán más precisos. Ronald Briggs (1973) ha sugerido que la preci­
sión de los juicios de las personas con respecto a la distancia urbana es producto,
tanto de las características del ambiente, como de las conductas específicas en
las que el individuo participa para obtener información sobre ese ambiente. Por
último, Ulf Lundberg (1973) encontró que la precisión en las estimaciones de la
distancia que hay entre lugares localizados en diferentes partes del mundo son
más precisas cuando existe una relación emocional de los individuos con esos
lugares.
Edward Sadalla y sus colaboradores (Sadalla y Magel, 1980, Sadalla y Sta-
plin, 1980b) realizaron una serie de estudios para identificar las características par­
ticulares del ambiente que influyen en el juicio de las personas sobre la distancia
cognoscitiva. En tres experimentos de laboratorio observaron cómo el número
de vueltas que había a lo largo de un pasillo alteró las estimaciones de los indivi­
duos con respecto a la longitud del mismo. Pidieron a unos estudiantes de la Uni­
versidad Estatal de Arizona que caminaran por varios pasillos trazados con cinta
en el vestíbulo de un edificio de la universidad. Los investigadores encontraron
que la longitud estimada por los estudiantes tenía una relación positiva con el
Medición de mapas cognoscitivos 85

número de vueltas en ángulo recto que dieron a lo largo del pasillo, 38 de 40 es­
tudiantes consideraron más largo un pasillo de 61 m. con siete vueltas, que otro
de la misma longitud pero con dos vueltas (figura 3-5). Sadalla y sus colaborado­
res también demostraron en un experimento de laboratorio y en un estudio de
campo realizado en un centro comercial en Scottsdale, Arizona, que el número
de intersecciones a lo largo de un pasillo tiene una relación directa con las esti­
maciones que hacen las personas con respecto a su longitud.

Comunicación

Símbolos compartidos Otra función psicológica de la elaboración de mapas cog


noscitivos es proporcionar una base para la comunicación entre las personas en
lo que se refiere al ambiente físico. Una característica central de una ciudad es
que sus habitantes están ligados por un sistema de símbolos compartidos y un
modo común de comunicación (Strauss, 1961). Kevin Lynch (1960) sostiene que
las representaciones compartidas del ambiente proporcionan los símbolos y la
memoria colectivos que resultan esenciales para la comunicación social. Lynch
cree que esta importante función comunicadora de los mapas cognoscitivos pue­
de ser deficiente en los ambientes urbanos que no presentan una imagen sufi­
cientemente legible. Hace notar que aunque la representación mental de la ciudad
de Jersey es relativamente pobre, no impide que sus habitantes circulen por ella,
pero sí impide el desarrollo de símbolos urbanos claros que puedan ser común­
mente reconocidos. Lynch reporta el siguiente comentario de un residente de Jer­
sey: "É sta es realmente una de las cosas más tristes acerca de Jersey. No tiene
nada para que si alguien viniera de un lugar lejano yo pudiera decirle: 'Quiero
que veas esto, es tan hermoso' "(p . 29).
Downs y Stea (1977) señalan que la comunicación de los ambientes urbanos
es por lo general rica en símbolos. Agregan que los símbolos urbanos son indica-

Figura 5-5 El pasillo de aba­


jo, con siete vueltas en án­
gulo recto, fue considerado
de mayor longitud que el
de arriba, que sólo tiene
dos vueltas en ángulo rec­
to. En realidad, los dos pa­
sillos son de la misma
longitud.

De £ K Sadalla y S G Mag el, " T V


Ptrcqjtxon ofT rav erscd D islan a " , ín -
vironment and Behavior, 12; 65-79, ©
Sage Publications, Beveriy Müh. 1980,
con autorización del editor.
86 Conocimiento ambiental

dores de ¡os sentimientos, tanto positivos como negativos, que inspira la ciudad.
Explican (1977:92):

Nuestros intentos de organización cognoscitiva casi siempre están envueltos en s í m ­


bolos que ofrecen un método rápido y simple para caracterizar un lugar Para que sea
efectivo, el símbolo debe ser identificado inm ediatam ente por las personas como la
representación de un lugar determinado. El significado y el valor de un símbolo van
más allá del reconocimiento inmediato de un lugar. Es un mecanismo que ayuda a
recordar las características del lugar y una serie de datos específicos sobre el qué, el
dónde y el cuándo, que le dan una identidad única. Dado el símbolo, se pueden com-
. pletar los detalles necesarios.

Downs y Stea señalan que la mayoría de las grandes ciudades se caracterizan


por símbolos comúnmente conocidos, incluyendo sobrenombres y símbolos grá­
ficos (tabla 3-1)

Imagen pública Lynch define la imagen pública como "e l cuadro mental común
que comparte la mayoría de los habitantes de una ciudad" (1960:7). Explica que
la imagen pública de una ciudad es esencial para la actividad cooperativa entre
las personas que la comparten. Lynch hizo contrastar la fuerza y claridad de las
imágenes públicas de Boston, Los Angeles y Jersey, al comparar el número rela­
tivo de elementos distintivos de cada ciudad que surgieron en sus estudios sobre
la elaboración de mapas.

Reconocimiento También se ha investigado la claridad de la imagen pública de


una ciudad de acuerdo con el número de características que puedan ser reconoci­
das comúnmente por sus habitantes. Lynch (1960) entrevistó a dieciséis habitan­
tes de Boston, a quienes pidió que identificaran determinadas características
urbanas en una serie de fotografías. Encontró que ia imagen pública de algunas
áreas era muy clara; más del 90 por ciento de los entrevistados reconocie­
ron la avenida Commonwealth y el río Charles. Sin embargo, otras partes
de Boston tuvieron imágenes públicas muy endebles; la mayoría de los partici­
pantes no pudieron identificar características del Extremo Sur y del Extremo
Norte,
Stanley Milgram y sus estudiantes (Milgram, 1977; MilgTam, Greenwald, Kess-
ier, McKenna y Waters, 1972) realizaron una prueba de reconocimiento similar
en la ciudad de Nueva York. Pidieron a 200 neoyorquinos que localizaran 152
características ambientales de la ciudad de Nueva York que les fueron mostradas
en una serie de transparencias a color. Milgram descubrió que la imagen pública
de la ciudad de Nueva York tuvo una "textura psicológica" irregular. Mientras
que algunas partes de la ciudad fueron reconocidas por todos, otras casi nadie
las conocía. Por ejemplo, las características ambientales de Manhattan fueron lo­
calizadas en el distrito correcto más de dos veces, tan frecuentemente como las
características délos otros cuatro distritos. En otro estudio, Milgram (1976, 1977)
identificó 50 características ambientales de París que se presentaron con mayor
frecuencia en los mapas mentales de más de 200 parisinos. Más adelante en este
capítulo, cuando se discutan las teorías sobre el conocimiento ambiental, se verá
que el porcentaje diferencial en la identificación de las características urbanas se
debe en parte a qué tan conocidas o desconocidas resultan esas características
Medición de mapas cognoscitivos 87

r Tabla 3-1 Muchas ciudades son conocidas por sus sobrenombres y símbolos.

Sobrenombres para las ciudades:


Detroit: la ciudad del automóvil
Cleveland: el error junto al lago
Chicago: la ciudad del viento
Nueva York: la gran manzana, la ciudad de la diversión, la dudad del pecado
Boston: la ciudad de los frijoles
Pittsburgh: la ciudad del acero
Milwaukee: la capital mundial do la cerveza
Filadelfia: la ciudad del amor fraternal
St. Louis: la entrada al Oeste

Símbolos gráficos para las ciudades:


Seattle: la aguja del espacio
St. Louis: el arco de la entrada
Washington (D.C.): el Capitolio, el monumento a Washington
Nueva York: el Empire State Building, la Estatua de la Libertad
San Francisco: el puente Golden Gate
Filadelfia: la Campana de la Libertad
Copenhague: la estatua de la Sirenita
París: el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel
Atenas: el Partenón, la Acrópolis
Londres: el Big Ben, la Torre de Londres
Venecia: canales, góndolas
Sidney: el Puente del Puerto

Fuente: R M Downs y D. Stea. Maps in Minds: Reflections on Cognitive Mapping. p 92 R.M. Doums y
D. Stea, 1977. Reimpreso con autorwieión de Harper & Row. Publishcrs, lnc:

para la gente; pues es más probable que reconozcan los elementos urbanos con
los que tienen un contacto frecuente.

Identidad personal
Otra función psicológica del conocimiento ambiental es proporcionar una estruc­
tura para la organización del sentimiento de identidad personal (Proshansky,
1978). Los recuerdos, creencias, sentimientos y fantasías de un individuo pue­
den organizarse según el mapa cognoscitivo que se haya formado del mundo.
Los mapas mentales también sirven para organizar la actividad presente y como
base para el conocimiento que se adquiera en el futuro acerca del mundo. Lynch
agrega que esta importante función organizadora de los mapas cognoscitivos per­
mite que el individuo se desplace en el mundo con un sentimiento de seguridad
emocional. Downs y Stea (1977) sostienen que un "sen tid o de ubicación" es esen­
cial para que el individuo sea capaz de entender su vida en forma ordenada e
integral.
86 Conocimiento ambiental

Mapas personalizados La relación que existe entre los mapas cognoscitivos y la


identidad personal se manifiesta principalmente en la naturaleza de los mapas
cognoscitivos. Según se ha observado, los mapas cognoscitivos contienen mu­
chos elementos comunes, sin embargo, cada mapa refleja también en forma im­
portante la imagen única e idiosincrásica que cada persona se ha formado del
mundo. A diferencia de una fotografía o la heliográfica de un arquitecto, la con­
cepción que un individuo tiene del ambiente espacial está influida por el signifi­
cado específico que el lugar tiene para él. De hecho, el mapa cognoscitivo de cada
individuo reconstruye y reorganiza sutilmente el ambiente físico en una trama
de significación personal. En este sentido, la cognición ambiental es un proceso
activo y creativo en el cual el individuo interpreta el ambiente espacial basándose
en una compleja serie de sentimientos, actitudes y experiencias personales (Ho-
lahan, 1978).

Variaciones Downs y Stea (1973) analizan algunas de las formas en que los
mapas cognoscitivos varían de acuerdo con las diferencias individuales. Iden­
tifican tres tipos de variaciones en los mapas mentales: fragmentación, distor­
sión y aumento. La fragmentación ocurre cuando alguna característica o un área
del ambiente objetivo falta en el mapa cognoscitivo personal de un individuo.
De hecho, todos los mapas cognoscitivos presentan superficies sin continui­
dad y excluyen algunas características y áreas especiales del paisaje urbano. Por
ejemplo, en los mapas de Lynch, los habitantes de Boston omitieron una de
las características más sobresalientes de la ciudad: el edificio John Hancock
(Crane, 1961).
Downs y Stea definen la distorsión como "las transformaciones cognoscitivas
de distancia y dirección, de tal manera que ¡a geometría subjetiva de un indivi­
duo se aparta de la imagen Euclidiana del mundo real" (1973:19). Subrayan el
hallazgo de Lee (1962, 1970). Aunque era igual la distancia que separaba un edifi­
cio público de otro, tanto en el centro de la ciudad como en cada suburbio, los
habitantes percibían a los primeros como si estuvieran ubicados más cerca uno
de otro. Y como señaló Miigram (1977), aunque el Sena en realidad fluye por Pa­
rís formando un gran arco, casi un semicírculo, la mayoría de los parisinos lo
ven como si fuera una curva suave, y algunos como una recta.
Por último Downs y Stea explican que el aumento se presenta cuando un
individuo incluye en su mapa cognoscitivo una característica que no existe en
el ambiente objetivo correspondiente. Appleyard (1970) informó que un ingenie­
ro europeo recién llegado a la ciudad de Guayana dibujó en su mapa una línea
de ferrocarril inexistente porque su experiencia profesional lo hacía suponer
que había conexión ferroviaria entre una fábrica de acero y una importante zona
minera.

Unicidad de los mapas Los investigadores han descubierto que los mapas de los
vecindarios varían notablemente incluso entre vecinos muy cercanos. Lee (1963-64,
1973) encontró que los mapas del vecindario de ocho sujetos ingleses que vivían
en Cambridge, a una distancia aproximada de noventa metros unos de otros, mos­
traban grandes diferencias en relación con los límites del vecindario. En forma
semejante, Ladd (1970) encontró una gran variación en los mapas hechos por ado­
lescentes negros de Boston, del vecindario de Roxbury. Incluso, los mapas del
Medición de mapas cognoscitivos 89

vecindario de dos hermanos que habían vivido en la misma casa durante cuatro
años casi no mostraron semejanzas en el tamaño, la forma ni en la disposición
de los edificios del vecindario (figura 3-6).

Clase social y sexo Además de la variación derivada de las diferencias individua­


les, los mapas cognoscitivos difieren en función de las características específicas
de un grupo. Por ejemplo, los psicólogos ambientales han observado que los ma­
pas cognoscitivos varían de acuerdo con la clase social. Dos estudios realizados
en los Angeles (Departamento de Planeación Urbana de Los Angeles, 1971: Or-
leans, 1973) revelan que mientras más alto es el nivel social, los mapas cognosci­
tivos son más precisos y más amplios. En el mismo sentido, Appleyard (1970)
y Barry Goodchild (1974) observaron que las personas de clase social alta inclu­
yeron en sus mapas áreas urbanas más amplias con redes de tránsito más exten­
sas. Además, encontraron que los mapas cognoscitivos de individuos pertene-

Figura 3-6 Dos hermanos


que viven en la misma ca­
sa dibujaron mapas perso­
nales muy diferentes de su
vecindario.

De j.c. Ladd. " Black Youths View


Their Environment". Environment
and Behavior. 2 :7 4 -9 9 , © Sagc Publi-
eaiiohs, Beverly H it ti , J970, con auto­
rización del editor.
90 Conocimiento ambiental

cientes a la dase trabajadora estaban orientados hacia factores laborales, mientras


que los de la clase media aludían a factores estéticos e históricos.
Algunos investigadores han encontrado que también el sexo determina al­
gunas variaciones en los mapas cognoscitivos. Applevard (1970) informa que las
mujeres cometieron más errores que los hombres al trazar el mapa de la ciudad
de Guavana. En dos estudios realizados en Los Angeles se observó que los ma­
pas de las mujeres estaban orientados más hacia el hogar, mientras que los de
los hombres reflejaban el ambiente exterior (Everitt y Cadwallader, 1972; Orleans
V Schmidt, 1972).

Sin embargo, otros estudios no reportan diferencias relativas al sexo entre


los mapas cognoscitivos de hombres y mujeres (Francescato y Mebane, 1973;
, Kozlowski y Bryant, 1977; Maurer y Baxter 1972). Se ha comprobado que en ge­
neral la capacidad para la elaboración de mapas cognoscitivos es igual en hombres
y mujeres. Las variaciones en la elaboración de mapas que se han reportado en
función del sexo (Appleyard, 1970; Everitt y Cadwallader, 1972; Orleans y
Schmidt, 1972) se deben más bien a las diferencias en la conducta ambiental im­
puesta por los roles sexuales tradicionales. Probablemente las variaciones en la
elaboración de mapas relacionadas con el nivel social (Appleyard, 1970; Good-
child, 1974; Los Angeles Department of City Planning, 1971; Orleans, 1973)
también están determinadas por la conducta ambiental de las distintas clases so­
ciales. Al considerar las teorías sobre el conocimiento ambiental, se analizará más
ampliamente la manera en que las formas opuestas de conducta espacial, como
son las relacionadas con los roles sexuales y de clase social, afectan la elaboración
de los mapas cognoscitivos.

PERSPECTIVAS T E Ó R IC A S DEL CONOCIM IENTO


AMBIENTAL

Cómo influye la conducta espacial en los mapas cognoscitivos

Aunque los psicólogos ambientales han dedicado mucha atención al contenido


de los mapas cognoscitivos, todavía no se conoce el proceso completo de la ela­
boración de mapas ni cómo es que cambian con el tiempo. La interrogante de
cómo se generan y modifican los mapas mentales es uno de los puntos más im
portantes para el desarrollo de teorías sobre el conocimiento ambiental. Varios
investigadores proponen que los mapas cognoscitivos están influidos por la con
ducta espacial (Weitzer, 1980). Sostienen que las características particulares del
ambiente que aparecen en los mapas cognoscitivos, así como las que faltan, e
incluso las distorsiones, mantienen una estrecha relación con los patrones de ac­
tividad espacial que se realiza en las áreas representadas en los mapas.
Aquí se examinarán algunos de los efectos que producen los contrastantes
patrones de conducta espacial, asociados con el entilo de vida, la familiaridad con
el ambiente y la participación social, en la elaboración de mapas cognoscitivos. Pos­
teriormente, se aplicarán estas teorías acerca de la relación entre la conducta es­
pacial y el conocimiento ambiental para explicar las variaciones que se han
encontrado, con respecto a la clase social y al sexo, en la elaboración de los ma­
pas. Por último, se presentará un modelo para prever el grado de reconocimien-
Perspectivas teóricas 91

to de las características ambientales, que contempla las influencias de la conducta


espacial.

Estilo de vida Milgram (1976, 1977) reporta que la selectividad y la distorsión que
encontró en los mapas cognoscitivos de París se debieron en parte a los diferen­
tes estilos de vida de los parisinos que incluyó en su estudio. El estilo de vida
determina los sectores de la ciudad que los habitantes frecuentan, con los cuales
se familiarizan y consideran personalmente importantes y significativos. Milgram
refiere que un ex estudiante universitario comenzó su mapa de París dibujando
primero las áreas de la ciudad que se relacionaban con sus experiencias como
estudiante. Una parisina de cincuenta años hizo un mapa muy minucioso del ve­
cindario en donde había vivido más tiempo, en el que indicaba incluso la direc­
ción de las calles de un solo sentido.

Familiaridad Aunque la familiaridad incluye otros factores aparte de la conducta


espacial frecuente en un área (véase Evans, 1980), se supone que las personas
que están más familiarizadas con un lugar, como son las que han trabajado o vi­
vido ahí durante mucho tiempo, generalmente han tenido una conducta espacial
más frecuente en ese lugar que las personas que están menos familiarizadas con
él. Se han hecho algunos estudios para investigar la forma en que la familiaridad
con un lugar afecta la extensión y el detalle con que se ha trazado un área en el
mapa. Saannen (1964) encontró que los mapas del Circuito de Chicago se vieron
afectados por la familiaridad de los individuos con dicho lugar. Las personas que
trabajaban ahí hicieron el mapa con más detalle que las personas que trabajaban
en otras áreas de la ciudad. Posteriormente Saarinen (1967) observó que los ma­
pas trazados por unos estudiantes de la Universidad de Arizona tuvieron dife­
rencias según las áreas del terreno universitario con las que estaban más familia­
rizados en función de su especialidad académica.
En forma similar, Holahan y Mirilla Dobrowolny (1978) compararon sistemá­
ticamente los mapas cognoscitivos del campus universitario que elaboraron más
de 100 estudiantes de la Universidad de Texas con ios patrones de actividad dia­
ria que éstos desarrollaban en el ambiente de esas áreas. Encontraron que los es­
tudiantes hicieron mapas más detallados de las áreas que usaban con mayor
frecuencia. Appleyard (1970) señala que la manera como los residentes hicieron
sus mapas de la ciudad de Guayana varió según su familiaridad con el área urba­
na Los recién llegados a la ciudad incluyeron en su mapa sólo una parte relativa­
mente limitada de la ciudad, mientras que los que tenían mucho tiempo de habitar
allí representaron imágenes urbanas más amplias.
En investigaciones adicionales se analizó cómo es que la familiaridad con un
área afecta la precisión de los mapas cognoscitivos. Gary Moore (1974), empleó
observadores independientes para que evaluaran la precisión de los mapas de unos
estudiantes y encontró que las áreas urbanas con las que estaban más familiari­
zados se decribieron en el mapa en forma más exacta. Explicó que en los mapas
de áreas no familiares los elementos ambientales ubicados dentro de grupos pe­
queños, próximos, se relacionaban en forma precisa pero que no había exactitud
en la relación de los grupos entre sí. Por el contrario, los mapas de áreas familia­
res mostraron una gran precisión tanto dentro de los grupos como entre ellos.
En forma similar, Appleyard (1970, 1976) señala que las personas que habían
9: Conocimiento ambiental

estado en una ciudad menos de seis meses colocaron en forma precisa los ele­
mentos urbanos en las zonas correctas, aunque hubo cierta tendencia a confun­
dir la ubicación relativa de ¡as zonas. En contraste, les individuos que tenían
mucho tiempo de habitar el lugar trazaron mapas precisos de las relaciones que
existían tanto dentro como entre las zona.
Otros investigadores informaron que la exactitud en la colocación de los
elementos en los mapas cognoscitivos depende de la familiaridad que se tenga
con las áreas incluidas en el mapa. Garv Evans y sus colaboradores (Evans,
Marrero y Butler, 1981) analizaron los mapas cognoscitivos de unos estudiantes
de la Universidad de California que vivieron en lrvine, California, y en Burdeos,
Francia, durante un período de un año. Emplearon una técnica de escala multi-
dimensional y descubrieron que la ubicación de las características en el espacio
fue más precisa después de que los estudiantes de ambas muestras habían vivi­
do más de un año en sus respectivas ciudades, que cuando habían vivido allí
menos de dos semanas. Como dato interesante, los investigadores observaron
que después de sólo dos semanas los estudiantes pudieron incluir en el mapa
la posición relativa de las características urbanas en forma precisa, pero fue nece­
sario que la familiaridad aumentara para lograr la ubicación exacta de las caracte­
rísticas de la ciudad. Alexander Siegel y Margaret Schadler (1977) obtuvieron
resultados parecidos al estudiar las reconstrucciones a escala del salón de clases
hechas por unos niños de primaria. Encontraron que después de una experien­
cia de seis meses en el salón de clases, la colocación exacta de los objetos fue sig­
nificativamente más precisa, aunque su colocación relativa no cambió durante
los seis meses.
En resumen, la familiaridad con un lugar hace aumentar la extensión y el deta­
lle de ios mapas. La familiandad también contribuye a mejorar la precisión del mapa,
aunque los resultados son complejos. Se ha observado en algunos estudios que
la colocación exacta de los objetos se logra con la familiaridad, aunque la colocación
relativa de los objetos no haya cambiado. Otros estudios mostraron que aunque
la colocación relativa de los objetos dentro de pequeños grupos no mejoró al aumen­
tar la familiaridad, ésta hizo que mejorara la colocación relativa de los grupos
mismos.

Participación social Lee (1968) analizó los mapas cognoscitivos de vecindarios


en función de las relaciones sociales de las personas que los habitan. Sostiene
que el vecindario de un individuo refleja el "espacio social" que se define por
el patrón de actividades sociales que el individuo realiza en el vecindario. Lee
elaboró un índice social al que llama el "cociente del vecindario", con el cual se
mide el nivel de compromiso y participación de las personas en las actividades
sociales de su vecindario. Propone que el cociente del vecindario actúa como una
variable que sirve para promediar los efectos de las características del vecindario
en los mapas cognoscitivos.

Clase social En párrafos anteriores se señaló que el nivel social tiene una relación
directa con la extensión de los mapas urbanos. Es probable que las variaciones
de clase en la elaboración de mapas sean producto de los patrones diferenciales
de conducta espacial determinados por la clase social de los individuos. William
Michelson (1976) se refiere al trabajo de D. Caplovitz (1963) y afirma que las res-
Perspectivas teóricas 03

fricciones económicas limitan ia movilidad en el espacio, de tal manera que las


personas de escasos recursos no pueden desplazarse tan lejos como la gente con
mayor solvencia, ya sea para ir de compras o al trabajo.
Orleans (1973) analizó las variaciones de clase en la elaboración de mapas
cognoscitivos en función de las relaciones sociales y la asociación organizada de
los residentes. En general, las personas de clase social alta hacen amigos e ingre­
san en organizaciones ubicadas en toda el área urbana. En contraste, las perso­
nas de clase baja tienden a hacer amigos e ingresar en organizaciones ubicadas
en la vecindad inmediata. Un estudio de las imágenes urbanas de habitantes de
los barrios bajos de Patna, India, reveló que el detalle y la extensión de sus ma­
pas cognoscitivos se debían en parte a la ubicación y longitud de la ruta que to­
maban para ir de la casa al .trabajo (Karan, Bladen y Singh, 1980). Appleyard (1976)
observa que cuando los individuos de clase baja tienen oportunidad de despla­
zarse más que las personas de clase alta, el patrón típico de la elaboración de ma­
pas se invierte. Por último, un estudio relacionado, que plantea el aspecto étnico
más que la clase social, indica que la mayor extensión de los mapas cognoscitivos
elaborados por niños sajones, comparados con la de los mapas de adolescentes
negros y méxicoamericanos, se explica por las diferencias sistemáticas entre es­
tos grupos en cuanto al modo de transportarse, el desplazamiento geográfico y
la amplitud de espacio en la elección de amistades (Mauer y Baxter, 1972).

Diferencias con respecto al sexo Anteriormente se observó que los mapas cog­
noscitivos de los hombres son generalmente más extensos que los de las muje­
res. Es probable que estas variaciones con respecto al sexo sean consecuencia de
los patrones diferenciales de la conducta espacial relacionados con los roles tra­
dicionales de cada sexo. Los patrones tradicionales de la conducta en cuanto al
sexo mantienen a las mujeres ocupadas principalmente en las actividades del ho­
gar y llevan a los hombres a pasar más tiempo en contacto con el ambiente fuera
de casa (Gutman, 1965) (véase recuadro: "Conocim iento ambiental en hombres
y m ujeres").
Appleyard (1970), al analizar sus hallazgos en la ciudad de Guayana, presu­
me que la mayor incidencia de error en los mapas urbanos de las mujeres resulta
de su escasa movilidad dentro de la ciudad, comparada con la de los hombres.
En forma similar, Robert Beck y Denis Wood (1976) deducen que las variaciones
con respecto al sexo en ¡a elaboración de los mapas cognoscitivos pueden tener
relación con el modo de transportarse, ya que quienes conducen un automóvil
trazan mapas más precisos, y las mujeres aprenden a manejar después que los
hombres debido a que es menos probable que tengan automóvil. También los
muchachos y las muchachas difieren, casi siempre, en su "ran g o familiar"; es
decir, los muchachos usan y están más familiarizados con un territorio más ex­
tenso (Anderson y Trindall, 1972). Los mapas trazados por niños también refle­
jan estas diferencias derivadas del rango familiar.

Un modelo predictivo Posterior al trabajo de Appleyard (1969), Milgram y sus


colaboradores (Milgram, Greenwald, Kessler, McKenna y Waters, 1972) propu­
sieron un modelo para predecir si las áreas urbanas son reconocibles, basado en
las influencias de la conducta espacial y de las características ambientales. Afir­
man que las personas pueden reconocer un área sólo cuando han estado en con­
94 Conocimiento ambienta]

tacto con ella. Por io tanto, proponen que un área reconocible debe estar ubicada
en un sitio céntrico, por donde circule una gran cantidad de gente, ya que aun
un área muy distintiva no sería reconocida si está situada en un lugar que los
habitantes no frecuentan. El reconocimiento de un área aumentará aún más si
tiene características social o arquitectónicamente distintivas. La diferenciación so­
cial del Barrio Chino y las características arquitectónicas del Centro Rockefeller,
en la ciudad de Nueva York , contribuyen de manera importante para que dichas
áreas sean reconocibles para los neoyorquinos. Con base en estas observaciones,
Milgrana y sus colaboradores proponen la siguiente fórmula para predecir la iden­
tificación de un área:

R = f(C x D)

La fórmula establece que el reconocimiento de un área (R) se da en función (f)


de una ubicación céntrica para la mayor parte de la población (C) y de su diferen­
ciación social o arquitectónica (D).

Teorías del desarrollo relativas al conocimiento ambiental

Algunos estudios revelan que los niños manifiestan la capacidad de elaborar y


utilizar mapas cognoscitivos desde una edad muy anterior a la que se suponía.
Además, los psicólogos ambientales descubrieron que la capacidad de elaborar
mapas cognoscitivos se desarrolla de manera importante durante la infancia. Los
investigadores observaron que la forma en que el individuo se orienta al espacio,
así como también la precisión y la complejidad de las imágenes espaciales, pro­
gresan durante etapas bien definidas del desarrollo. De hecho, la teoría del desa­
rrollo elaborada por el psicólogo suizo Jean Piaget se ha aplicado con éxito en
el proceso del desarrollo a través del cual las personas aprenden a generar y utili­
zar las imágenes cognoscitivas del ambiente espacia!

Marcos de referencia espacial Las teorías psicológicas sobre el desarrollo cognos­


citivo generalmente han manejado espacios pequeños, que pueden ser fácilmente
percibidos, en vez de ambientes espaciales de gran escala que han sido centrales en
los estudios sobre la elaboración de mapas cognoscitivos (Downs y Stea, 1973). Sin
embargo, algunos psicólogos ambientales consideran que la teoría del desarrollo
cognoscitivo propuesta por Jean Piaget y sus colaboradores (Piaget, 1954a, 1954b,
1963; Piaget e Inhelder, 1967; Piaget, Inhelder y Szeminska, 1960) puede aplicarse
al estudio del desarrollo de la capacidad para elaborar mapas cognoscitivos. La
teoría de Piaget sobre el desarrollo cognoscitivo pone énfasis en la relación inte­
ractiva y recíproca que existe entre el conocimiento ambiental y la conducta am­
biental durante todo el proceso del desarrollo.
Gary Moore y Roger Hart (Hart y Moore, 1973; Moore, 1979), después de un
extenso análisis de las publicaciones existentes, proponen una teoría sobre el de­
sarrollo de la capacidad de elaborar mapas cognoscitivos basada en gran parte en
la teoría general de Piaget sobre el desarrollo cognoscitivo y en su teoría específi­
ca sobre el desarrollo de la capacidad del niño para comprender las propiedades
geométricas de los objetos en el espacio. Afirman que al desarrollar la capacidad
para elaborar mapas cognoscitivos, el niño evoluciona en tres etapas consecuti­
vas que implican marcos de referencia cada vez más complejos:
Perspectivas teóricas 95

. . existen muchas pruebas de que al producir imágenes topográficas del ambiente


a gran escala, el niño utiiúa un marco o sistema de referencias para interrelacionar
los diferentes sitios, rutas, patrones de desplazamiento y a sí mismo, en el ambiente,
y que ese sistema de referencias es el elemento más importante de la representación
espacial. jHart y Moore, 1973:283]

Las etapas consecutivas a través de las cuales se desarrolla el niño, han sido de­
signadas por Moore y Hart con ¡os nombres de "egocéntrica", " f ija " y "co o r­
dinada":

1. Egocéntrica. En esta etapa el marco de referencia del niño se centra en sus propias
actividades. Las características ambientales están desconectadas en el mapa cog­
noscitivo del niño; el ambiente está fragmentado.
2. Fija. Durante esta fase, el m apa mental del niño se orienta hacia lugares fijos del
ambiente que ha explorado, com o es el área del hogar. Sin em bargo, estas áreas
conocidas están desarticuladas en el mapa del niño.
3. C oordinada. En esta etapa, el m arco de referencia del niño presenta las caracterís­
ticas de un mapa de reconocim iento espacial. El mapa mental del niño incluye una
visión holística e integrada del ambiente espacial.

En la figura 3-7 se muestran tres mapas cognoscitivos que reflejan cada uno de
estos marcos de referencia.
Existe evidencia empírica relacionada con el desarrollo de marcos de referen­
cia espacial en una gran cantidad de fuentes. Algunos estudios revelan que a la
edad en que el niño ingresa a la escuela es capaz de adoptar otras perspectivas,
además de las suyas, para identificar características ambientales cuando se le mues­
tran fotografías aéreas. Los estudios realizados por James Blaut y sus colabora­
dores (Blaut, MocCleary y Blaut, 1970), tanto en los Estados Unidos como en
Puerto Rico, indican que los niños entre 5 y 7 años de edad pueden interpretar
fotografías aéreas y de satélites. Cuando se les mostró una fotografía aérea y se
les pidió que explicaran lo que veían, fueron capaces de identificar características
ambientales tales como autos, casas, caminos y árboles. Los niños también deli­
nearon un mapa de la fotografía aérea para luego trazar en él el sendero entre
dos casas.
En forma similar, David Stea y James Blaut (1973), que utilizaron fotografías
aéreas para realizar pruebas con niños de kindergarten en cuatro comunidades de
Puerto Rico, encontraron que el aumento más notable de respuestas correctas
se dio entre alumnos de kindergarten y segundo grado. Los niños de gra­
dos superiores mejoraron un poco en el tipo de aprendizaje ambiental que se eva­
lúa por medio de la identificación de fotografías aéreas. Los autores consideran
que un buen aprendizaje ambiental se logra con juguetes y juegos ambientales,
como el juego de la gallina ciega y el fútbol. En un estudio que realizaron con
niños de cinco años de edad a quienes dieron juguetes que representaban edifi­
cios, autos y árboles, u otros objetos ambientales, observaron que algunos niños
los usaron para construir una comunidad imaginaria como parte de su juego.
Linda Acredolo (1976, 1977) realizó experimentos de laboratorio que apoyan
empíricamente el planteamiento de que el desarrollo de marcos de referencia es­
pacial se realiza en tres distintas etapas consecutivas. Examinó la capacidad que
tienen los,niños de tres, cuatro y diez años para reorientarse en forma correcta
9b Conocimiento ambiental

r C onocim iento am bienta) en h om bres y m ujeres

Aunque ha quedado demostrado que en general la capacidad para elaborar mapas


cognoscitivos es igual en hombres y mujeres existen diferencias importantes en la
orientación de los hombres y las mujeres con respecto al ambiente. Por ejemplo, H e ­
laban y Holahan (1977, 1979), al analizar la descripción que hicieron unos estudian-
, tes universitarios de Texas de sus ambientes residenciales, encontraron que los mapas
cognoscitivos de las mujeres incluían más referencias personales que los de los hom ­
bres, que fueron relativamente más objetivos que los de las mujeres. Un estudiante
| describió ei ambiente de su habitación en esta forma:

Pequeño departamento de una recámara, cerca del área universitaria, es decir,


"p ráctico", con cocina, los muebles usuales, renta y servicios caros, cucarachas
y sin vista exterior.

Una estudiante, por el contrario, respondió en términos muy personales:

Vivo en un departamento de Lakeside Road con mi hermana, su mejor amiga


y mi mejor amiga. Tenemos un gato y m uchas plantas, la mayoría de las cuales
están marchitándose. El departamento está lleno de color, con muchos carteles
de los lugares que nos gustaría visitar Tratam os de conservarlo limpio. Estoy
planeando casarme, así que hay muchas cosas tiradas por todos lados.

Los mapas cognoscitivos de las mujeres también mostraron una orientación so­
cial más acentuada que los de los hombres Un entrevistado describió su ambiente
como sigue:

Es un departamento ubicado en la planta alta de una vieja casa. Es pequeño, tie­


ne recámara, cocina, sala, baño, está en ruinas.

En contraste, una mujer respondió de m anera muy social:

Vivo en un departamento con otras dos muchachas. Nos llevamos muy bien, nues­
tras personalidades son compatibles y disfrutamos de la compañía mutua. Mi an­
tigua compañera de cuarto y yo nos llevábamos bien Vivir con Joan y Betty hace
muy placentero haberme apartado de Alice. De todo a todo, formamos un gran
equipo —esto nos hace tener un ambiente de felicidad.

Se concluye que estas variaciones con respecto al sexo en la orientación hacia


el ambiente se derivan de los roles sexuales tradicionales que impulsan a los hom ­
bres a adoptar una posición más objetiva e im personal en su acercamiento al m un­
do fuera de la casa, mientras que en las mujeres se fomenta una actitud más subjetiva
v personalizada en la esfera doméstica. Se presum e que a medida que los roles se­
xuales sean menos rígidos, estas diferencias en la orientación hacia el ambiente se­
rán menos pronunciadas.

(D e C . ] . H o l a h a n , Eni'irPMiiirnf an d Behavior: A Dyimmic Perspcctroe. 1 9 7 9 p p . 1 3 5 - 3 7 . R e i m p r e s o c o n p e r m i s o

J
de P len um P u b lish in g C o r p .)
Perspectivas teóricas 97

Figura 3-7 T razado de m a­


pas en tres niveles de desa­
rrollo; egocéntrico (a r rib a ),
fijo (e n m e d io ) y coordinado
(ba jo ).

De G . T. M oore. D evelopm en tal Va


riofions B etw een an d W ithin In d iv i
duals in llie C ogn itive R epresen lation
oI Large-Scale Spalial E n v iron m en ls" ,
M an -tn v iron m en t S ystem s 1974
4:55-57. R eim preso con au torización .
I
98 Conocnnienlo ambienta!

en un cuarto experimental en el que se cambiaba la ubicación del niño y de una


mesa después de que vendaban los ojos al niño. Encontró que los niños de tres
años se reorientaban egocéntricamente o de acuerdo con un marco de referencia
fijo (la distinta posición de la mesa), los niños de cuatro años respondieron pre­
dominantemente en función de un marco de referencia fijo, y los de diez años
demostraron un marco de referencia coordinado (utilizando el cuarto experimental
mismo). Acredolo descubrió posteriormente que las respuestas egocéntricas de
los niños más pequeños se redujeron cuando se colocaron señales en el cuarto
experimental.
Douglas Hardwick y sus colaboradores (Hardwick, Mclntyre y Pick, 1976), al
emplear un enfoque experimental de campo, obtuvieron resultados semejantes
sobre el desarrollo de marcos de referencia espacial. Investigaron la capacidad
de niños de primer y quinto grados y de estudiantes universitarios para localizar
objetos encubiertos, mirando a través de un tubo desde distintas perspectivas.
Encontraron que los niños de primer grado respondieron de manera egocéntrica
(ignorando los cambios de perspectiva solicitados); en un nivel general, los ni­
ños de quinto grado apuntaron el tubo en una dirección más o menos correcta
pero no fueron capaces de afinar sus respuestas; y los estudiantes universitarios
enfocaron la vista con precisión.

Desarrollo de las representaciones cognoscitivas Los psicólogos ambientales tam­


bién han investigado cómo se desarrollan la precisión y la complejidad de las repre­
sentaciones cognoscitivas del ambiente espacial durante la infancia. Alexander
Siegel y Sheldon White (1975), basados también en la teoría del desarrollo de Jean
Piaget, señalan que las representaciones que hacen los niños del ambiente espa­
cial se forman en cuatro etapas consecutivas. En la primera se advierten y recuer­
dan los hitos. En la siguiente etapa, se aprenden las sendas entre determinados
pares de hitos. Luego, en la tercera, el niño ordena los hitos y las sendas próxi­
mos en pequeños grupos bien organizados internamente, aunque con poca rela­
ción con otros grupos. Por ultimo, en la cuarta etapa, coordina correctamente las
características ambientales en un marco total.
Existen pruebas empíricas relacionadas con el desarrollo de las representa­
ciones cognoscitivas del ambiente espacial en una gran variedad de fuentes. Por
ejemplo, J. Hermán y Alexander Siegel (1978) hicieron caminar a niños de kin­
dergarten, segundo y quinto grados, por el amplio modelo a escala de un pue­
blo, y luego les pidieron reconstruir el pueblo de memoria. Los niños de quinto
grado fueron significativamente más precisos que los más pequeños después de
un paseo inicial por el modelo a escala. Cabe mencionar que la precisión en la
reconstrucción de los niños más pequeños mejoró con paseos repetidos por la
maqueta cuando ésta fue colocada en un salón de clases, cuyas paredes propor­
cionaban señales espacíales. Sin embargo cuando la maqueta fue instalada en un
gimnasio muy amplio en donde las paredes quedaban demasiado alejadas como
para ofrecer señales espaciales adicionales, ia experiencia repetida con la maque­
ta no aumentó en forma importante la precisión de los niños más pequeños.
En tres experimentos de campo se examinó la precisión de las representacio­
nes cognoscitivas de niños en escenarios reales. Un estudio demostró que los ni­
ños de cinco años describieron lo que está detrás de las paredes de su recámara
y de la cocina de su casa con mayor precisión que los de tres años (Pick, Acredolo
Perspectivas teóricas 99

y Gronseth, 1973). En un experimento posterior se observó que los niños de ocho


años de edad localizaron un área determinada en el pasillo de una escuela con
mayor exactitud que los niños de cuatro años, cuando no se proporcionaron re­
ferencias; sin embargo, no se encontraron variaciones relacionadas con la edad
cuando sí hubo referencias (Acredolo, Pick y Olsen, 1975). Por último, algunos
investigadores observaron que niños de cinco y seis años de edad pudieron cons­
truir el modelo a escala de una serie de habitaciones interconectadas, por las que
habían andado, con mayor exactitud que los niños más pequeños; sólo los niños
de seis años pudieron precisar la ubicación de las señales no localizadas directa­
mente en su ruta (Hazen, Lockman y Pick, 1978).

Elaboración de mapas cognoscitivos durante el transcurso de la vida Los psicó­


logos ambientales han acumulado un considerable acervo de conocimientos acerca
de cómo se desarrolla la capacidad para elaborar mapas cognoscitivos durante
la infancia, pero se sabe muy poco acerca de la forma en que continúa desarro­
llándose a lo largo de la vida. Existen escasas evidencias sobre los cambios que
ocurren en el proceso de elaboración de mapas cognoscitivos durante los años
de la adolescencia. Gary Moore (1973, 1974) encontró que los "niveles de desa­
rrollo" se hicieron patentes en los mapas trazados por adolescentes cuyas eda­
des fluctuaban entre 15 y 19 años, pero no pudo relacionar significativamente
estos niveles de desarrollo con la edad, en la muestra de adolescentes. Howard
Andrews (1973) observó que los estudiantes de geografía del primer curso de una
preparatoria de Toronto demostraron tener un conocimiento de la ciudad más
amplio que los estudiantes de tercer año de secundaria, en cuanto a la habilidad
para identificar hitos y distritos urbanos en el mapa de Toronto. Sin embargo,
estas diferencias se observaron sólo entre estudiantes que vivían cerca de To­
ronto y pueden atribuirse a diferencias de grupo relacionadas con el modo de
transportarse por la ciudad.
Algunos estudios han mostrado variaciones en el desarrollo de la elabora­
ción de mapas cognoscitivos en función de las diferencias de edad entre los adul
tos. Donata Francescato y William Mebane (1973), quienes estudiaron mapas
cognoscitivos de algunas ciudades de Italia, encontraron que las sendas fueron más
importantes que los hitos para las personas de 30 años de edad o menos. Por el
contrario, para los entrevistados mayores de 30 años, los hitos fueron por lo me­
nos tan importantes como las sendas. J. Douglas Porteous (1977), quien estudió
los mapas cognoscitivos de adultos en cuatro pueblos de Inglaterra, encontró
que las imágenes predominantes en los mapas de personas menores de 35 años
estaban conformadas por características ambientales recientes, mientras que en
los mapas de individuos mayores de 60 prevalecían características más antiguas,
abandonadas e incluso desaparecidas. En forma sem ejante, Milgram (1976,1977)
observó que los mapas de jóvenes parisinos incluían mayor número de construc­
ciones recientes, contemporáneas, como la Torre Zamanski de la Facultad de Cien­
cias y la torre de oficinas de Maine-Montparnasse de cincuenta pisos, en
comparación con los mapas de habitantes de mayor edad. Milgram concluye que
los mapas mentales de estos últimos fueron interiorizados muchos años antes
y que ya no admiten los elementos ambientales nuevos. Es posible que la ten­
dencia de los adultos jóvenes a incluir en sus mapas características más contem­
poráneas y a dar mayor importancia a las sendas, sea un reflejo de las diferencias.
100 Conocimiento ambiental

en los patrones y estilos de desplazamientos urbanos relacionados con la edad


Por último, existen evidencias de que las personas de edad avanzada procesan
la información correspondiente a los marcos de referencia espacial más lentamente
v con menos precisión que los adultos jóvenes, aunque su nivel de desarrollo
es similar (Ohta, VValsh v Krauss, 1977).

Teorías de la psicología experimental

Procesamiento de información Algunos psicólogos experimentales han propuesto


importantes teorías para explicar los procesos mentales que intervienen en la ela­
boración de los mapas cognoscitivos. Estos psicólogos han creado un modelo de
procesamiento de información (véase Cooms, Dawes y Tversky, 1970) que ayuda a
comprender cómo se adquiere, procesa y almacena en la mente la información
que constituye los elementos básicos para elaborar un mapa cognoscitivo. El mo­
delo de procesamiento de información puede ser útil, por ejemplo, para enten­
der la naturaleza de las representaciones cognoscitivas del ambiente espacial. John
Anderson (1978) hizo un análisis de las investigaciones realizadas por psicólogos
experimentales acerca de la forma en que están constituidas las representaciones
del ambiente.
Anderson señala que los psicólogos experimentales han asumido dos postu­
ras opuestas con respecto a la naturaleza de las representaciones mentales. Los
que opinan que éstas son de naturaleza gráfica (imágenes) argumentan que las
características de las representaciones cognoscitivas son más bien de índole es­
pacial y que mantienen una fuerte relación con la estructura física de la informa­
ción ambiental real (véase Shepard, 1975). Los teóricos que apoyan esta postura
sostienen que la información visual y la información verbal se codifican en for­
mas muy diferentes. Anderson señala que aunque los defensores de esta postu­
ra no consideran que ¡as representaciones cognoscitivas sean literalmente
‘fotografías en la cabeza” , sí opinan que se puede utilizar la imagen metafórica
para describir las características básicas de las representaciones mentales.
Los psicólogos que apoyan la naturaleza proposicional de las representaciones
cognoscitivas señalan que las representaciones mentales son codificadas en una
forma proposicional abstracta (véase Plyshvn, 1973). Los teóricos preposiciona­
les sostienen que se usa el mismo formato para codificar tanto la información vi­
sual como la verbal. Este formato, aseguran, es esencialmente abstracto y tiene
normas explícitas de formación (es decir, hay reglas para definir una proposición
bien formada). Los teóricos proposicionales sostienen que la descripción metafó­
rica de las representaciones cognoscitivas es engañosa, y que la representación
proposicional puede explicar con mayor seriedad todas ¡as propiedades que se
atribuyen a la representación gráfica.
En años recientes, el debate sobre la naturaleza de las representaciones cog­
noscitivas se ha vuelto menos dicotómico. Stephen Kosslyn y lames Pomerantz
(1977) afirman que las representaciones cognoscitivas se codifican de manera pro­
posicional pero que, una vez formadas, pueden ser manipuladas de acuerdo con
la posición gráfica. Anderson (1978), después de examinar críticamente ambas
teorías, concluye que es imposible decidir entre las dos posturas básicas en datos
de conducta. Evans (1980), en un minucioso análisis de las investigaciones sobre
el conocimiento ambiental, sostiene que las representaciones mentales del am-
Perspectivas teóricas 101

tiente espacial se almacenan tanto en forma de imágenes (por ejemplo, la posi­


ción espacial relativa de los objetos) como en forma proposicional (por ejemplo,
la clasificación semántica de las señales).

Aplicación en el ambiente molar Herbert Leff (1978) proporciona una interpreta­


ción del modelo de procesamiento de información desarrollado por George Mi-
11er y sus colaboradores (Miller, Galanter y Pribram, 1960), muy adecuada para
estudiar la forma en que los individuos construyen sus mapas mentales de am­
bientes complejos, como puede ser el de un vecindario o una ciudad entera. Aun­
que el modelo de Leff no es característico del pensamiento tradicional de los
investigadores del área-de! procesamiento de información, es muy importante
para el estudio del conocimiento ambiental ya que se relaciona con ambientes
molares. Leff sostiene que el procesamiento de información humano es un pro­
ceso especialmente activo. Hace notar que el individuo ejerce un alto grado de
autodirección al llevar a cabo operaciones cognoscitivas complejas: adquirir nue­
va información, evocar imágenes almacenadas en la memoria o resolver nuevos
problemas ambientales.
Los conceptos y la terminología de Miller y sus colaboradores sirven a Leff
para explicar que el individuo controla y organiza las operaciones mentales por
medio de planes. Miller y sus colaboradores definen el concepto de plan como
una serie de instrucciones jerárquicas para ejecutar operaciones mentales especí­
ficas, comparable con un complejo programa de computadora. Lo consideran je­
rárquico por el hecho de que incluye subplanes, que a su vez contienen otros
subplanes.
Miller y sus colaboradores explican que un plan se realiza a través de una
sucesión de operaciones que pueden concebirse como “ prueba-operación-prueba-
salida", o simplemente como secuencia TOTE, (siglas de "test-operate-test-exit").
La función de la secuencia TOTE es permitir que el individuo complete una tarea
determinada. La fase “ pruebas" del plan verifica si se ha logrado el objetivo de­
seado. Si esto no ha ocurrido, se activa la secuencia "o p eració n ", seguida por
otra prueba. Cuando la prueba indica que el objetivo se ha logrado, el plan entra
a la fase "sa lid a " del ciclo TOTE y procede con otro plan.
La secuencia TOTE proporciona un modelo para entender las operaciones
mentales mediante las cuales el individuo adquiere, procesa y organiza la infor­
mación ambiental, y la utiliza para regular su conducta en ambientes complejos.
Una vez que el plan se ha desarrollado y completado con éxito, se almacena en la
memoria como información a la que puede recurrir para resolver futuros problemas
ambientales. Leff ha propuesto un modelo gráfico (figura 3-8) para representar
el complejo proceso mediante el cual la información ambiental es captada, pues­
ta en operación, almacenada, reconsiderada a través de la experiencia ambiental
y utilizada para regular la conducta ambiental. El modelo muestra que !a conduc­
ta manifiesta proporciona una forma de retroalimentación que, de modo cíclico,
influye en el desarrollo posterior de los procesos cognoscitivos.
Edward Sadalla y Lorin Staplin (1980a) aplicaron un modelo de procesamiento
de información a las estimaciones de la gente sobre la distancia cognoscitiva. Ba­
sados en el trabajo de Milgrana (1973), sostienen que la distancia se estima de
acuerdo con la cantidad de información que el individuo ha almacenado acerca
de las características espaciales del área que se trate. Por ejemplo, advirtieron que
302 Conocimiento ambiental

Figura 3-8 Modelo de la interrelación ambiente-experiencia conducta

De H L Letf, Expenence, Environmenl, and Human Polenlials. p 91 © Ox/ofd Línruersíly Press. fnr , 19 78 Rnm -
preso con autom ación

un pasillo del cual se tenía almacenada mucha información sería considerado de


mayor longitud que otro del mismo largo pero del cual se tenía poca informa­
ción. Para probar esta hipótesis, hicieron que unos estudiantes de la Universidad
Estatal de Arizona caminaran a lo largo de dos diferentes pasillos trazados con
cinta en el piso de un cuarto grande. Los pasillos eran de la misma longitud, y
cada uno tenía un total de quince intersecciones (marcadas con tiras de cinta
que intersecaban los pasillos en ángulos de 90°). La diferencia entre estos pasi­
llos era que uno tenía intersecciones marcadas con nombres de uso muy frecuen­
te entre los angloparlantes (véase Smith, Thomas), mientras que las intersecciones
del otro estaban marcadas con nombres poco comunes (véase Milrow, Jillson).
Con base en el hecho bien conocido de que el uso reiterado de las palabras y la
memorización de éstas tienen una relación positiva, los investigadores pronosti­
caron que un pasillo marcado con nombres escuchados con mucha frecuencia con­
tribuiría al almacenamiento de mayor cantidad de información que otro marcado
con nombres poco comunes. De acuerdo con su modelo de procesamiento de in­
formación de la distancia cognoscitiva, también anticiparon que el pasillo con nom­
bres muy usuales sría considerado más largo que el otro.
Sadalla y Staplin comprobaron su predicción al observar que los estudiantes
estimaron que el pasillo marcado con nombres muy frecuentes era un 46 por ciento
más largo que el otro. Los investigadores presumen que el modelo de procesa­
miento de información podría explicar los hallazgos previos de que los juicios
Aplicaciones en la Planeación Ambienlal 103

sobre la distancia mantienen una correlación positiva con el número de vueltas


en ángulo recto que se presentan a lo largo de un pasilo (Sadalla y Magel, 1980),
así como con el número de intersecciones (Sadalla y Staplin, 1980b). Argumen­
tan que si los cambios estructurales en el pasillo, como son las vueltas e intersec­
ciones, proporcionan información que se registra en la memoria, entonces el
modelo de procesamiento de información es congruente con el hallazgo de que
se estima mayor la longitud de los pasillos con más cambios estructurales.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

¿Cómo pueden utilizarse los conocimientos sobré el desarrollo de las imágenes


mentales del ambiente en el diseño de hábitats más adecuados a las necesidades
del hombre? Lee (1968, 1973) ha planteado explícitamente esta interrogante y con­
cluye que los psicólogos interesados en el proceso del conocimiento ambiental
pueden hacer una aportación significativa al diseño ambiental. Lee propone que
estos psicólogos pueden desempeñar un papel importante en la etapa inicial de
la preparación profesional de los arquitectos, y como miembros de los equipos
de planeación ambiental. Porteous (1974) sugiere que los estudios sobre elabora­
ción de mapas cognoscitivos podrían ser útiles para formular nuevas interrogan­
tes y para fomentar un nuevo enfoque en la planificación ambiental.
Aunque los psicólogos ambientales concuerdan en que la comprensión de
los procesos del conocimiento ambiental constituye un aporte potencialmente útil
para el diseño arquitectónico, también están conscientes de que el conocimiento
en esta área se encuentra en una etapa inicial de desarrollo. Debido a que el pro­
ceso del conocimiento ambiental es tan complejo y a que la relación entre teoría
y diseño es menos inmediata que la que existe entre conducta ambiental y dise­
ño, aún falta mucho para que los resultados experimentales sobre la elaboración
de mapas cognoscitivos se puedan traducir en guías específicas de diseño. Sin
emba:go, existen varias formas en que la información acerca del conocimiento
ambiental puede aplicarse en casos prácticos de diseño.

Diseño de un panorama urbano legible

Kevin Lynch (Lynch, 1960,1965, 1970; Lynch y Rodwin, 1958) ha sido el precur­
sor en la aplicación de los descubrimiento sobre el conocimiento ambiental en
el diseño. Durante dos décadas, la obras de Lynch han sido materia de lectura
obligada en las escuelas de diseño urbano y han tenido una gran influencia en
la sensibilización visual de los estudiantes de diseño ya que ofrecen un marco
de referencia para describir los aspectos visuales del ambiente (Bell, Randa]] y
Roeder, 1973). Lynch señala que la planeación de ambientes urbanos debe orientar­
se hacia la construcción de ciudades que resulten altamente legibles; es decir, la
ciudad y sus partes deben ser fáciles de reconocer y de presentar como un patrón
unificado de elementos ambientales. Appleyard y sus colaboradores, de hecho,
aplicaron el concepto de legibilidad de Lynch en la planeación de la nueva ciu­
dad de Guayana, Venezuela (Appleyard, 1976).
Lynch opina que, al igual que los individuos pueden ser caracterizados se­
gún su capacidad para elaborar mapas cognoscitivos claros y precisos, las duda
104 Conocimiento ambiental

des se diferencian por las cualidades que permiten formar imágenes ambientales
legibles. Las ciudades difieren en su capacidad para llamar la atención, para ser
reconocidas y organizadas en imágenes mentales unificadas. La marcada dife­
rencia que Lynch observó entre el panorama urbano altamente legible de Boston
v el de la ciudad de Jersey, tan difícil de imaginar, proporciona un vivo ejemplo
del contraste en la legibilidad de dos ciudades de la Unión Americana.

Florencia Lvnch seleccionó Florencia, Italia, debido a que es una ciudad que des­
taca por su extraordinaria legibilidad (figura 3-9). Florencia aprovecha la geogra­
fía natural de su región; está asentada en una cuenca de colinas y se conecta al
paisaje circundante por el río Arno, que atraviesa la ciudad. Los asentamientos
de la parte norte de la ciudad están situados sobre colinas El centro de Florencia
se caracteriza por una variedad de elementos ambientales bien definidos, como
son las calles empedradas, los edificios de piedra y estuco con sus clásicos aleros
florentinos, y sus numerosas zonas de confluencia. Por último, el distintivo Duo-
mo, el domo de la catedral de Santa María de las Flores, símbolo de Florencia,
situado en el corazón de la ciudad, que puede verse desde una distancia de
varios kilómetros.
Después de analizar diferentes ciudades del mundo. Lynch ofrece varias su­
gerencias de diseño a los urbanistas interesados en construir ambientes más legi­
bles. Lynch señala que los elementos básicos para el diseño de ambientes urbanos
más legibles son: sendas, bordes, hitos, zonas de confluencia y distritos.

Figura 3-9 Florencia tiene un ambiente muy legible, fácil de entender y rep resen tar en un
mapa.

© C . Ro y M oore/Black S lar.
Aplicaciones en la Planeación Ambiental 105

Sendas Lynch pone énfasis en el diseño de las sendas, pues sostiene que para
la mayoría de las personas constituyen el elemento principal de la imagen urba­
na. Considera que las sendas deben tener una calidad de diseño que permita dis­
tinguirlas entre las características urbanas circundantes. Por ejemplo, una senda
puede caracterizarse por los distintos usos que se le den, la textura especia] del
pavimento, la forma de disponer las jardineras o por una iluminación novedosa.
Además, Lynch propone que una senda debe tener una orientación bien definida.
Esto puede lograrse por medio de la ubicación de un elemento significativo en
cada extremo de la senda, y por otros caracteres distintivos en su trayecto, como
macizos de flores, tiendas o anuncios en la proximidad de un centro comercial.

Bordes Lynch propone que los bordes tengan continuidad de forma y que sean
visibles desde cierta distancia, como las típicas murallas de una ciudad medieval.
Cuando un borde separa dos regiones distintas, cada uno de sus lados pueden
diferenciarse por el contraste en sus elementos de diseño o por una disposición
particular de prados y jardineras. Cuando un borde no sigue una línea continua
un elemento distintivo en cada uno de sus extremos puede ayudar a identificar
su trayectoria. Por último, un borde puede hacerse más visible ampliando su uso,
por ejemplo, destinando cierta zona contigua para actividades recreativas.

Hitos Lynch sugiere que los hitos deben tener un alto grtado de legibilidad para
que destaquen sobre el fondo ambiental. La riqueza de los detalles en el diseño
de estos elementos atrae y fija la atención de los transeúntes. Por ejemplo, una
iglesia de fastuoso diseño, ubicada entre almacenes, funciona com o un hito muy
significativo. Lynch agrega que un hito debe distinguirse desde una distancia con­
siderable, y que lo ideal es que incluso algunas de sus características particulares
sean visibles desde cualquier dirección. Por último, Lynch destaca que un con­
junto de hitos refuerza en forma muy efectiva la notoriedad de cada uno. Apple-
yard (1969) ha proporcionado algunas observaciones con respecto a los atributos
que contribuyen para hacer que los edificios resulten notorios y memorables. Los
edificios que se reconocen con facilidad se caracterizan por su uso constante, sig­
nificación simbólica, altura contrastante con el ambiente que le rodea, contornos
bien definidos y superficies brillantes.

Zonas de confluencia Lynch sostiene que existen pocas zonas de confluencia con
características ambientales distintivas que aumenten su legibilidad más allá de
la simple concentración de actividades. Pone énfasis en que una zona de con­
fluencia debe ser ambientalmente distinta, diferente de cualquier otro lugar. Este
carácter distintivo puede lograrse mediante un estilo constante y original en la
iluminación, los prados, el acabado de los pisos y otros detalles. Asimismo, el
carácter distintivo de una zona de confluencia se intensifica con límites fáciles
de identificar. Por último, una zona de confluencia bien diseñada puede servir
para integrar los distritos que le rodean, por ejemplo, cuando un ancho camellón
sembrado de higueras conduce a una plaza conocida precisamente por sus hi­
gueras o cuando varias calles adoquinadas conducen a un parque adoquinado.

Distritos Lynch subraya que los distritos legibles se caracterizan por rasgos in­
ternos homogéneos. Dicha homogeneidad puede lograrse de m uchas maneras
106 Conocimiento ambiental

(con calles estrechas, un tipo particular de casas o de características de construc­


ción, color o material de construcción especializado). Mientras mayor sea la di­
versidad de elementos distintivos, mayor será ¡a legibilidad del distrito. Por
ejem plo, el distintivo distrito de Beacon Hill, en Boston, se caracteriza por sus
elem entos especialmente identificabas (calles angostas, hileras de casas pe­
queñas con acabado de ladrillo y portal en )a entrada). Lynch agrega que la
legibilidad de un distrito se verá realzada por la claridad y cierre de sus lí­
m ites

Cualidades de un diseño legible Lynch identifica diez cualidades fundamenta


¡es que caracterizan al diseño legible, en cada tipo de elemento ambiental:

1 . Singularidad. Su aspecto debe ser muy contrastante para poder diferen­


ciarlo de su fondo ambiental
2 Simplicidad. Los elementos ambientales deben ser claros y simples en su
forma geométrica y el número de sus partes.
3 . Continuidad. El elemento debe tener continuidad en los bordes, en las ca­
racterísticas superficiales y en la forma.
4 Dominio. Una parte del conjunto debe predominar por su tamaño, inte­
rés o intensidad.
5. Claridad de unión. Las uniones deben ser muv visibles.

I Elaboración del mapa del m etro de N ueva York

¡ La popular canción que cuenta la desaparición de Charlie en el MTA de Boston ata-


í ñe a ios veinte millones de personas que viajan en el m etro de Nueva York cada
i año Este sistema es un laberinto de 27 rutas, que cubren aproximadamente 400 ki­
lómetros de recorrido y 500 estaciones. La dificultad que tienen los oficiales de trán­
sito cuando intentan ayudar a los usuarios a formarse un claro mapa mental del
sistema se refleja en el hecho de que el diseño dei mapa del metro de Nueva York
ha sido revisado cuatro veces en los últimos diez años. Arline Bronzaft y sus colabo­
radores (Bronzaft, Dobrow y O 'H anion, 1976) realizaron un estudio de cam po para
evaluar la eficacia de la entonces versión de la guía del metro.
Para probarla efectivida del mapa, Bronzaft y sus colaboradores pidieron a veinte
personas que habían vivido en Nueva York durante menos de siete meses , que hi­
cieran cuatro viajes en el metro por las partes del sistema que desconocían. Ningu­
no de los veinte usuarios pudo planear rutas más o menos directas en los cuatro
viajes. De hecho, más de la mitad de los viajes en el m etro resultaron inaceptables
debido a que los sujetos siguieron rutas muy indirectas para llegar a su destino. De
los viajes inaceptables, un núm ero im portante estuvo relacionado con el mal uso
de la guía del metro. Con base en estos hallazgos, los investigadores sugirieron al­
gunos cambios específicos en el diseño para hacer más clara la guía del metro. Con­
cluyeron que la mejor m anera de ayudar a los pasajeros a usar el sistema en forma
eficiente sería proporcionarles información alternativa para com plem entar los m a­
pas Los sujetos informaron que los avisos colocados en el interior de los trenes,
relacionados con la dirección, estaciones próximas y puntos de transbordo, fueron
de gran utilidad.
V ____________________________________________________________
Aplicaciones en ¡a Planeación Ambiental 1 07

6 . Diferenciación direccional. La dirección debe ser indicada por planos in­


clinados, elementos asimétricos o límites radiales.
7 . Alcance visual. El alcance visual debe aumentarse ya sea en forma real o
simbólica.
8 . Conciencia de movimiento. La sensación de movimiento puede lograrse
mediante señalas visuales y cinestésicas.
9 . Orden temporal. Los elementos deben estar vinculados de acuerdo con
una secuencia temporal.
10. Nombres. La identificación de las características debe facilitarse por m e­
dio de nombres, significados y referencias distitivas.

Cabe señalar que las cualidades recomendadas por Lynch para lograr un diseño
urbano legible son en esencia especulativas, y que en general no se han compro­
bado en forma empírica. Una excepción notable es la cuestión de los nombres.
Se han realizado estudios experimentales que indican que la presencia de nom­
bres en pequeños modelos de edificios redujo su reconocimiento visual, aunque
los nombres aumentaron su información (Pezdek y Evans, 1979).

Complejidad ambiental

Los conceptos de Lynch sobre la legibilidad del ambiente urbano tienen como
objetivo la simplicidad y la claridad en el diseño de las formas urbanas. Sin em-

"N
108 Conocimiento ambiental

bargo, cabe preguntarse si un alto grado de legibilidad es un objetivo de planea-


don que satisface todos los aspectos del ambiente urbano en cualquier circuns­
tancia. ¿No sería posible que la complejidad e incluso ia ambigüedad en la forma
convinieran a ciertas características del ambiente urbano en situaciones parti­
culares?
Stephen Carr (1967) ha planteado esta interrogante después de analizar los
criterios de diseño para el ambiente urbano. Sostiene que los urbanistas deben
incluir cierto grado de novedad y complejidad en el diseño de las formas urbanas
cor. el fin de estimular a las personas para que visiten lugares desconocidos que
les proporcionen nuevas experiencias. Mediante la exploración de ambientes com­
plejos y nuevos, las personas amplían el número de categorías disponibles que
les permitirán entender mejor el mundo en que viven y aumentar su capacidad
para adaptarse al ambiente. La arquitectura de Robert Venturi (1966), tratada en
el capítulo 2, ofrece un ejemplo que incorpora complejidad y novedad en la prác­
tica arquitectónica.
Por supuesto, un exceso de novedad y complejidad en el ambiente urbano
no sería conveniente, ya que las personas se verían imposibilitadas para conocer
bien la ciudad y desenvolverse en ella en forma efectiva. Carr sostiene que debe
lograrse un delicado equilibrio entre complejidad y orden. Aunque es deseable
cierto grado de novedad y complejidad en el ambiente, el urbanista también de­
be esforzarse por crear escenarios que puedan ser reconocidos, identificados y
recordados con facilidad. El consejo de Carr coincide con las recomendaciones
de Rapoport y sus colaboradores (Rapoport y Hawkes, 1970; Rapoport y Kantor,
1967) para lograr un ''nivel óptimo" en la información perceptual de los escena­
rios diseñados (véase capítulo 2). En el capítulo 4 se encontrará de nuevo este
concepto de la complejidad ambiental óptima, y habrá de concluirse que las per­
sonas prefieren lugares que ofrecen un nivel intermedio de estimulación ambiental.
Carr alienta a los urbanistas a estructurar las formas urbanas de tal manera
que sus características de diseño faciliten la formación de representaciones m en­
tales del ambiente en las personas. Señala que una forma simple pero efectiva
de ayudarles a enfrentar los ambientes urbanos complejos consiste en proporcio­
nar medios auxiliares de información: mapas de calles en los directorios telefóni­
cos, tableros de información en los puntos críticos, guías claras para los sistemas
de transporte público (véase recuadro: "Elaboración del mapa del metro de Nue­
va York").
D.J. Bartram (1980) realizó un experimento de laboratorio con estudiantes de
una universidad británica para investigar la eficacia relativa de diversos métodos
de presentar información acerca de rutas de autobuses. Se utilizó un mapa de
las calles del área norte de Londres para presentar información sobre rutas de
autobuses en cuatro formas diferentes: 1) una lista de paradas de autobús en or­
den alfabético, 2) una lista de paradas de autobús en orden consecutivo, 3) un
mapa de caminos convencional de) área, y 4) un mapa esquemático muy simpli­
ficado del área. Se pidió a los estudiantes que resolvieran una serie de problemas
relacionados con la localización de rutas de autobuses que variaban en compleji­
dad e incluían de uno a cuatro transbordos.
Bartram midió el tiempo total que emplearon los estudiantes para encontrar
las rutas con la información proporcionada en cada uno de los formatos (figura
3-10). Los dos formatos de mapas resultaron ser más efectivos que los dos forma-
Aplicaciones en la Planeación Ambiental

Figura 3-10 Tiempo total requerido


para localizar rutas de autobuses co ­
mo una función del formato de la in­
formación y el grado de complejidad
de la tarea.

D e D. ). Bartrcm , "C om prehcn din g Spatial In for­ Ta


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Revista de Psicología A plicada, ]980. 65: 703- 30 o
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A u to b u s e s A u to b u s e s A u to b u s e s

C o m p l e ji d a d d e la t a r e a

tos de listas, y el mapa esquemático más que el mapa de caminos convencional.


Las diferencias en la eficacia relativa de los cuatro formatos de información se
hicieron más pronunciadas a medida que aumentaba la complejidad del problema.

Un planteamiento cognoscitivo con respecto a la participación del


usuario

Otro aspecto del proceso de planeación en el que podría aplicarse el conocimien­


to ambiental es el de la participación dél usuario en las decisiones sobre diseño.
Stephen Kaplan (1977) plantea explícitamente la cuestión de cómo es que los co­
nocimientos sobre el proceso de la elaboración de mapas cognoscitivos podría
influir en el diseño urbano, a través de la participación del usuario. Kaplan seña­
la que los "ex p erto s” (urbanistas, planificadores y arquitectos) y los ciudadanos
comunes abordan los problemas ambientales de manera muy diferente. La capa­
citación y experiencia de los especialistas les permite sintetizar una vasta canti­
dad de información ambiental para solucionar eficientemente problemas muy
abstractos. Los ciudadanos comunes, aunque estén familiarizados con los pro­
blemas ambientales, por carecer de la preparación y la experiencia de ios especia­
listas, son m enos capaces de contemplar el problema en forma coherente o de
abstraer sólo los elementos esenciales para lograr una solución eficaz.
Kaplan señala que los urbanistas deben desarrollar y aplicar técnicas de cola­
boración para que los ciudadanos puedan contemplar los problemas desde un
punto de vista coherente y abstracto. Para desarrollar una estrategia de planea­
ción tendente a lograr estos objetivos, Kaplan empezó por observar algunas de
las ventajas cognoscitivas que el individuo utiliza en la solución de problemas
ambientales: la capacidad para el conocimiento no verbal (visual-espacial), la ha-
110 Conocimiento ambiental

bilidad para formar representaciones mentales del ambiente y para imaginarse


a sí mismo en situaciones hipotéticas.
Kaplan concluye con el objeto de aprovechar estas capacidades cognosciti­
vas de los individuos, las estrategias de planeación deben incorporar elementos
visuales/espaciales, características familiares del ambiente, y permitir la explora­
ción hipotética. Con base en estas hipótesis sobre las facultades cognoscitivas na­
turales de los usuarios para solucionar problemas, Kaplan ha diseñado una
estrategia de planeación de colaboración que utiliza modelos físicos del ambiente
sumamente simplificados. En lugar de los modelos detallados y complicados, em­
pleados típicamente por los diseñadores, Kaplan propone modelos muy simples
que traen a la mente sólo aquellos elementos que son esenciales para analizar
v resolver el problema de que se trata. Por ejemplo, para explorar la posible ubi­
cación de una nueva unidad residencial en un campus universitario, un simple
bloque de madera podría convertirse en una representación muy simplificada de
ese campus.
Mediante el uso de tales modelos simplificados en estudios exploratorios, Ka­
plan encontró que los usuarios aprendieron con facilidad a emplearlos para re­
solver problemas ambientales. Los modelos simplificados les permitían orientarse
mejor ya que eran menos confusos que los modelos arquitectónicos complejos.
Kaplan subraya que la mayor ventaja de los modelos simplificados radica en que
facilitan la exploración creativa de soluciones alternativas para problemas plan­
teados en las primeras etapas del proceso de diseño. Por supuesto, como se des­
tacó previamente, es importante una cuidadosa evaluación de la validez externa
de los modelos utilizados en la simulación

RESUMEN

Lynch y sus investigaciones clásicas, realizadas en las ciudades de Boston,


Los Angeles y jersey, despertaron el interés científico por el conocimiento am­
biental- El trabajo de Lynch legitimó el estudio científico de los mapas mentales
y proporcionó una metodología de investigación para el estudio de las imágenes
mentales. Identificó cinco tipos básicos de elementos que constituyen los mapas
mentales que la gente se forma del ambiente urbano: sendas, bordes, distritos,
zonas de confluencia e hitos.
La elaboración de mapas cognoscitivos se ha definido como el proceso que
permite captar, organizar, almacenar, recordar y descifrar información acerca de
la ubicación relativa y los atributos de las características del ambiente geográfico.
Un mapa cognoscitivo es la representación del ambiente físico; es la imagen y
el modelo simplificado del ambiente espacial. La naturaleza de las representacio­
nes cognoscitivas es muy compleja e implica otros órganos sensoriales y motores
además de la vista. Las representaciones cognoscitivas se almacenan en el cere­
bro no como fotografías, sino más bien como estructuras complejas con propie­
dades múltiples que pueden reconstruirse a voluntad. La elaboración de mapas
cognoscitivos es un proceso activo en el cual el "aprender haciendo" desempe­
ña un rol principal.
La gran mayoría de las investigaciones realizadas en el área de la elaboración
de mapas cognoscitivos se refieren a mapas mentales de ambientes urbanos. Un
Resumen 111

pequeño número de investigadores ha estudiado mapas cognoscitivos de deter­


minados distritos de áreas urbanas, tales como un vecindario o un distrito co­
mercial central. Algunas investigaciones se han ocupado de las imágenes
ambientales a escala nacional e internacional. El método más común de medir
los mapas cognoscitivos consiste en el trazado de mapas. Aunque los esquemas
de los mapas trazados son eficaces y cualitativamente ricos, su validez interna
y externa deben estar mejor establecidas. Los mapas cognoscitivos también pue­
den evaluarse por medio de descripciones verbales, reconocimiento de fotografías y es­
timaciones de distancia cognoscitiva.
La principal función psicológica del conocimiento ambiental consiste en re­
solver problemas de espacio. Los mapas cognoscitivos indican a dónde ir para
satisfacer las necesidades individuales y la forma.de llegar. Otra función psicoló­
gica de los mapas cognoscitivos es la de proporcionar una base para la comunica­
ción social referente al ambiente físico. Las representaciones ambientales
compartidas proporcionan símbolos esenciales y recuerdos colectivos para la co­
municación social. La imagen que el público tiene de la ciudad resulta indispen­
sable para la realización de actividades que requieren la participación ciudadana!
Otra más de las funciones psicológicas del conocimiento ambiental es la de pro­
porcionar las bases para desarrollar el sentido de identidad personal del indivi
dúo. Los mapas cognoscitivos pueden servir como un marco en el que el individuo
puede organizar recuerdos, creencias, sentimientos y fantasías, así como tam­
bién la actividad presente y futura.
La relación que existe entre los mapas cognoscitivos y la identidad personal
se manifiesta especialmente en la naturaleza de los primeros; las imágenes men­
tales reflejan la perspectiva única, personal e idiosincrásica del individuo con res­
pecto al mundo. Estas diferencias individuales se reflejan en las variaciones de
fragmentación, distorsión y aumento, que presentan los mapas. Los investiga­
dores han descubierto que los mapas cognoscitivos del ambiente de un vecinda­
rio varían ampliamente aun entre los residentes del lugar
El desarrollo teórico del conocimiento ambiental aún se encuentra en su eta­
pa inicial. Los investigadores han sugerido que los mapas cognoscitivos están
influidos por la conducta espacial. Consideran que las características ambienta­
les y los tipos de distorsión espacial que aparecen en los mapas tienen una estre­
cha relación con los patrones de actividad espacial que el individuo realiza en
el ambiente. Existen investigaciones en las que se han analizado las variaciones
de los mapas en función de las diferencias individuales en el estilo de vida, la
familiaridad con el ambiente y la participación social, que apoyan esta opinión.
Las variaciones en la elaboración de mapas cognoscitivos, determinadas por la
clase social y el sexo, probablemente resultan de las diferencias implícitas en los
patrones de conducta espacial.
Los psicólogos ambientales han descubierto que la capacidad para elaborar
mapas cognoscitivos se desarrolla con la edad. Opinan que los niños atraviesan
por tres marcos de referencia consecutivos en la formación de representaciones am­
bientales: egocéntrico, fijo y coordinado. Los investigadores señalan que la
precisión y la complejidad de las representaciones cognoscitivas se desarrollan
en cuatro etapas a través de las cuales el individuo advierte sucesivamente
hitos, sendas, pequeños grupos de características y, finalmente, un marco
total.
112 Conocimiento ambiental

Del trabajo de los psicólogos experimentales en el área del procesamiento de


información se ha derivado un conocimiento teórico adicional acerca de la mane­
ra en que se elaboran los mapas cognoscitivos. Las diferencias anteriores entre
los teóricos de la información que adoptaron la posición gráfica (que propone que
las representaciones cognoscitivas son más bien de índole espacial y mantienen
una estrecha relación con la estructura física de la información ambiente real) y
los que asumieron la postura proposicional (es decir, que las representaciones cog­
noscitivas se codifican en forma proposicional abstracta), ya no son objeto de con­
troversia; las representaciones cognoscitivas probablemente se codifican tanto en
forma gráfica como proposicional.
Los descubrimientos sobre el conocimiento ambiental se aplican en el diseño
■ como recomendaciones para lograr ambientes más legibles; es decir, ambientes
cuyas partes se reconozcan de inmediato y pueden ser representadas sin dificul­
tad como un patrón unificado. Sin embargo, al mismo tiempo, el ambiente urba­
no ideal debe alentar la exploración a través de un nivel óptimo de novedad y
complejidad. Una estrategia de planeación que plantea la participación del usua­
rio en el proceso del diseño está basada en la capacidad cognoscitiva de los indi­
viduos para solucionar problemas ambientales.
I
4 (0 - fb

Actitudes
ambientales

L os alcances de la psicología ambiental trascienden la investigación en el la­


boratorio y la labor en un salón de clases, para abarcar las actitudes que se
adoptan frente al ambiente físico y los principales problemas que se presentan
en él. El "accid en te” nuclear en Ja planta de energía atómica de Three Mile Is-
land, en Pennsylvania, y el debate público que suscitó con respecto a los costos
y beneficios relativos de la energía nuclear, forman parte del estudio de la psico­
logía ambiental. Un informe reciente realizado por el Proyecto de Energía de la
Facultad de Administración de Harvard (Stobaugh y Yergin, 1979) señala que la
controversia entre el público y el gobierno en relación con Three Mile Island y
el futuro de la energía nuclear refleja tanto las actitudes de los ciudadanos como
la realidad científica.
La interrogante de cómo se forman y transforman las actitudes que el indivi­
duo asume con respecto al ambiente implica muchos aspectos de la vida. Las ac­
titudes ambientales son la base para que el individuo decida dónde quiere vivir,
y si está satisfecho o no con el ambiente donde habita. Estas actitudes conforman
las opiniones que se tienen acerca de la producción de energéticos, por ejemplo,
lo que se piensa del oleoducto de Alaska o del proyecto de la energía solar. Tam­
bién están implícitas en las opiniones acerca de la protección del ambiente natu-

113
H4 Actitudes ambientales

ral v la conservación de los recursos, desde juicios personales sobre la explotación


minera hasta la preocupación por los bosques de California. Influyen en muchas
decisiones cotidianas, tales como elegir entre manejar, caminar o utilizar el trans­
porte público para ir a la escuela o a! trabajo.
Debido a que las actitudes ambientales son el fundamento de muchas deci­
siones individuales, constituyen un importante centro de interés de la psicología
ambiental. Los beneficios sociales que pueden obtenerse con la aplicación del co­
nocimiento en esta área son considerables. Los descubrimientos relacionados con
las actitudes ambientales pueden ser útiles para formular leyes y disposiciones
tendientes a preservar el ambiente. La expansión de las investigaciones sobre las
actitudes ambientales coincidió con la aprobación de leyes basadas en la evalua­
ción de los efectos que pueden producir en el Hombre las alteraciones ambientar
les; así surgieron la National Environment Policy Act (Ley Nacional de Política
Ambiental) de 1969, en los Estados Unidos, y la Town and Country Planning Act
(Ley de Planeación Urbana y Rural) de 1971, en Inglaterra (Stokols, 1978). La in­
vestigación y el conocimiento también han sido aplicados en programas para mo­
dificar la conducta del público con respecto a la conservación y preservación del
ambiente natural, por ejemplo, para reciclar los desechos e impedir que la gente
tire basura en lugares públicos. Los descubrimientos empíricos relacionados con la
preferencia residencial pueden aplicarse en la ubicación de nuevos conjuntos ha-
bitacionales suburbanos, la selección de colonias urbanas para remodelarlas y en
la definición del tipo ideal de vivienda para los residentes de un sitio en particular.

NATURALEZA DE LAS
ACTITUDES AMBIENTALES

¿Qué es una actitud?

Antes de discurrir sobre la naturaleza de las actitudes ambientales, primero se


debe establecer un acuerdo sobre la definición de las actitudes en general. Du
rante muchos años, el estudio de las actitudes ocupó un sitio medular en la psi­
cología social, sin embargo, los especialistas en este campo no han llegado a un
consenso sobre la mejor manera de definirlas (véase McGuire, 1969). Mientras
que la mayoría de ellos coincide en que las actitudes implican lo que la gente sien­
te por algún objeto o situación, otros proponen que también incluyen lo que la
gente opina acerca del objeto o situación, además de su conducta con respecto al
mismo. Leonard Berkowitz (1975) sugiere que la mejor definición es la más sim­
ple, la que enfoca los sentimientos de las personas hacia las cosas. Los sentimien­
tos y las opiniones no siempre coinciden. Alguien puede tener una opinión
particular de algo sin estar muy interesado en ello. Como se ha señalado en el
capítulo 2, los procesos mediante los cuales las personas se relacionan con el am­
biente no operan en forma independiente, sino que tienen una influencia cons­
tante y mutua, y en formas muy complejas. Así, el conocimiento influye en las
actitudes y viceversa. Por ejemplo, el hecho de saber cuántos votos obtuvo un
político en las elecciones pasadas, produce ciertos efectos en las actitudes hacia
esa persona. Y aunque las actitudes influyen en la conducta de las personas, la
relación entre actitudes y conducta no es simple.
Naturaleza de ¡as actitudes 115

Aquí se adoptará la definición sugerida por Berkowitz: " actitud" se refiere a


los sentimientos favorables o desfavorables que inspira un objeto o situación De esta ma­
nera, las actitudes implican sentimientos evaluativos: indican qué tanto agrada o
desagrada algo a un individuo. Por ejemplo, Berkowitz explica que cuando los
psicólogos sociales miden las actitudes, preguntan a las personas qué tan bueno
o malo les parece un objeto o situación o qué tan satisfechas o insatisfechas están
con él. En un sondeo de la opinión pública, cuando se pregunta a los ciudadanos
qué tan favorable o desfavorable consideran a determinado líder político, se es­
tán midiendo las actitudes de la gente. En forma semejante, cuando una empre­
sa comercial pregunta a sus clientes qué tanto les agrada o desagrada un producto
en particular, también se están evaluando las actitudes.

Actitudes ambientales

Las actitudes ambientales son los sentimientos favorables o desfavorables que


se tiene hacia alguna característica del ambiente físico o hacia un problema rela­
cionado con él. Usted puede preguntarse cuánto le agrada o desagrada el diseño
físico de los edificios ubicados en el área universitaria en donde estudia o trabaja.
O evaluar los sentimientos que le inspiran las características naturales del estado
en donde vive. O puede analizar en qué grado son favorables o desfavorables
sus sentimientos hacia el problema de la conservación de los recursos naturales.
En cada caso, está examinando sus actitudes ambientales.
Los investigadores han estudiado las actitudes ambientales en diversas áreas
problema. Han tratado de conocer el grado de satisfacción que las personas ob­
tienen del ambiente en el que viven, así como la opinión que tienen acerca del
ambiente ideal, y su preferencia por determinadas características naturales. Los
psicólogos ambientales se han interesado cada vez más por evaluar las actitudes
de las personas con respecto a la conservación del ambiente en la medida en que
ha aumentado la conciencia social sobre la necesidad de preservar los recursos
naturales.

Satisfacción residencial Uno de los aspectos de las actitudes ambientales que ha


recibido mayor atención por parte de los psicólogos se refiere a la satisfacción
o desagrado que las personas sienten por el ambiente en donde residen. Hola-
han y Wilcox y sus colaboradores (Holahan y Wilcox, 1978, 1979; Holahan, Wil-
cox, Burnham y Culler, 1978) investigaron este aspecto entre los residentes de
las viviendas universitarias ubicadas en un edificio alto. Sólo se evaluaron las ac­
titudes de estudiantes de nuevo ingreso, ya que a éstos les fueron asignados alea­
toriamente sus dormitorios mientras que los estudiantes más avanzados los
escogieron. Los investigadores encontraron que los residentes de los pisos altos
estaban más descontentos con su ambiente que los estudiantes que vivían en pi­
sos bajos en la misma área universitaria, y que los estudiantes que vivían en los
pisos 9 al 14 estaban más insatisfechos que los que habitaban en los pisos inferio­
res. Los residentes de los pisos superiores expresaron mayor descontento con
su nivel de participación social con los demás estudiantes del dormitorio y por
la dificultad de conocer y entablar amistad con otras personas. Los investigado­
res señalan que los patrones de amistad en las residencias universitarias suelen
desarrollarse en espacios muy frecuentados. Como los pisos superiores son me-
116 Actitudes ambientales

nos accesibles que los inferiores, no propician las relaciones sociales entre los re­
sidentes. En el capítulo 10 se abordará más ampliamente la cuestión de cómo
influye el diseño físico en la formación de amistades.
Por supuesto, los factores que determinan la satisfacción con el ambiente re­
sidencial son muy complejos, y no puede afirmarse que todos los tipos de vi­
vienda en edificios altos son insatisfactorios para todos sus ocupantes. De hecho,
en un estudio realizado entre personas, no estudiantes, que vivían en pisos altos
y bajos (Francescato, Weidemann, Anderson y Chenoweth, 1975) se encontró que
en general el grado de satisfacción en los dos tipos de ambiente era comparable.
Sin embargo, las áreas de particular satisfacción y descontento variaron entre los
dos sitios. Por ejemplo, los residentes de pisos altos estuvieron más satisfechos
con las instalaciones recreativas que los que habitaban en pisos bajos, pero por
otro lado mostraron mayor descontento que éstos en cuanto a la falta de privada.

Preferencia de panorama Los psicólogos ambientales también han investigado


las preferencias por determinadas características del ambiente natural (figura 4-1).
Rachel y Stephen Kaplan y sus colaboradores, de la Universidad de Michigan
(Herzog Kaplan y Kaplan, 1976; Kaplan, 1977a, 1977b; Kaplan, Kaplan y Wendt,

Figura 4-1 Los psicólogos ambientales han evaluado las preferencias de la gente por la
belleza de los paisajes naturales.
© L. L oru sso/T he Picture Cube.
Naturaleza de las actitudes 117

1972), observaron que las personas prefieren los panoramas naturales más que
los urbanos, y que dentro de cada una de estas áreas la gente se inclina por los
escenarios con mayor grado de complejidad. También encontraron que los am­
bientes con características familiares gozan de mayor preferencia que los que pre­
sentan características poco conocidas.
Otros investigadores coinciden en afirmar que la gente prefiere la “ naturali­
dad” en el ambiente (Daniel, Wheeler, Boster y Best, 1973) y la belleza de los
paisajes naturales (Calvin, Dearinger y Curtin, 1972). La preferencia de las per­
sonas por ambientes recreativos al aire libre se asoció con los aspectos negativos
del desarrollo urbano y las aglomeraciones (Caris, 1973). En forma semejante,
Gary Evans y Kenneth Wood (1980) demuestran que las evaluaciones de los in­
dividuos que habitan en ambientes cercanos a las carreteras están influidas nega­
tivamente por las invasiones que origina la urbanización a la orilla de los caminos
(véase recuadro: “ Preferencias de panorama en el ambiente de las orillas de las
carreteras"). Entre los paisajes naturales que la gente prefiere se encuentran los
bosques y pastizales, lagos, ríos y en general la vegetación natural (Brush y Sha-
fer, 1975; Zube, Pitt y Anderson, 1975).
Ervin Zube y sus colaboradores (Zube, 1974, 1976; Zube, Brush y Fabos, 1975;
Zube, Pitt y Anderson, 1975) se han interesado especialmente por conocer la
forma en que las diferencias individuales, como por ejemplo los antecedentes
personales y la capacitación profesional, influyen en la evaluación que las per­
sonas hacen con respecto a la calidad del panorama. Estos investigadores han
encontrado un alto grado de consenso entre las estimaciones de los sujetos en
cuanto a la calidad del panorama de los paisajes naturales. Una excepción a
este hallazgo se da en las estimaciones proporcionadas por individuos que resi­
den en las zonas centrales de las ciudades, al parecer, debido a que su expe­
riencia personal con paisajes naturales es más limitada. Estos investigadores
también observaron mayor variación en las evaluaciones de la calidad del paisa­
je cuando se pidió a las personas que hicieran una estimación de paisajes con
indicios de intervención humana o con algún tipo de urbanización, como ca­
sas, tiendas y automóviles. Los legos evaluaron dicha intervención en forma
más favorabale que los especialistas en el área del diseño ambiental. Esta dife­
rencia se hizo especialmente notoria en las características del ambiente construi­
do con las cuales los legos no estaban familiarizados o que contribuían a su
comodidad y conveniencia.

Actitudes con respecto a la conservación Los investigadores han intentado iden­


tificar las características personales que se relacionan con las actitudes que favo­
recen la conservación ambiental. John Pierce (1979) informa que los valores
personales, como la comodidad y responsabilidad, se asociaron con actitudes fa­
vorables hacia la preservación de los recursos hidráulicos entre los propietarios
de terrenos ribereños en el estado de Washington. Wohlwill (1979) descubrió que
el apoyo a la preservación de la belleza natural de la costa califomiana estaba re­
lacionada positivamente con los valores sociales que reflejaban puntos de vista
liberales orientados hacia el cambio social. Otros estudios también han demos­
trado que las actitudes favorables hacia la conservación ambiental están relacio­
nadas con una filosofía social liberal (Buttel y Flinn, 1978b; Dunlap, 1975; Koening,
1975; Tognacci, Weigel, Wideen y Vemon, 1972).
118 Actitudes ambientales

Aunque algunos trabajos previos también reportaron que las actitudes que
favorecen la conservación tienen una relación positiva con variables demográfi­
cas como la educación y los ingresos (Buttel y Flinn, 1974; Devall, 1970; McEvoy,
1972; Morrison, Hornback y Warner, 1972; Rosenbaum, 1973), investigaciones
posteriores (Buttel y Flinn, 1978a; Wohlwill, 1979) sugieren que las actitudes en
favor de la conservación están representadas a través de un amplio espectro de
la sociedad. Desde luego, los individuos que tienen intereses económicos en la
industrias que se verían afectadas por las políticas de control de la contamina­
ción, se oponen a la promulgación de leyes en este sentido. Phillip Althoff y Wi-
lliam Greig (1974) encontraron que los industriales de la alimentación y los
ejecutivos de las fábricas de Kansas preferían reglamentos para el control de la
contaminación menos estrictos que los propuestos por los funcionarios públicos
o por el Departamento de Protección Ambiental de ese estado.

Indices de la calidad ambiental percibida

Los psicólogos ambientales han dedicado considerable atención al diseño de téc­


nicas para medir las actitudes ambientales. El tipo más importante de técnicas

P referen cias de panoram a en el


am biente de las orillas de las carreteras

Gary Evans y Kenneth Wood (1980) pidieron a unos estudiantes universitarios


que evaluaron la calidad del paisaje del ambiente de un camino vecinal que serpen­
teaba entre las escarpadas colinas y cañones en el sur de California. Con el objeto de
evaluar la opinión de los estudiantes en cuanto a posibles transformaciones a lo largo
de la carretera, así como del ambiente actual de ese lugar, los investigadores diseña­
ron una técnica de simulación fotográfica. Se pidió a tres grupos de estudiantes que
observaran tres series de transparencias. Una constaba de 100 transparencias que mos­
traban el ambiente del lugar en la actualidad. Una segunda serie, también de 100
transparencias, exhibía diversas obras de modernización "favorables" construidas
a lo largo de caminos similares, tales como rebordes, iluminación, desarrollo agríco­
la moderado y encercados rústicos a los lados de la carretera. La tercera serie de
100 transparencias incluía algunas que presentaban obras "desfavorables", realiza­
das a lo largo de carreteras similares, como viviendas, invernaderos y cercas de metal.
Enseguida, Evans y Wood pidieron a cada grupo que hiciera una evaluación
general sobre las impresiones visuales del ambiente de carretera que acababa de ob­
servar, utilizando una serie de adjetivos bipolares (por ejemplo, agradable-
desagradable) en una escala de cinco puntos. Los estudiantes prefirieron el ambiente
actual sobre cualquier obra de modernización, favorable o desfavorable. Las perso­
nas opinaron que a medida que aumenta la invasión humana en los ámbitos ubica­
dos a orillas de los caminos, el ambiente se vuelve proporcionalmente más "indi­
ferente", "inútil", "desordenado”, "desagrdable", "feo" y "monótono".
Los investigadores también pidieron a los estudiantes de cada grupo que hi­
cieran una estimación general de la calidad del paisaje en un reactivo "calidad
alta-baja del paisaje” . Descubrieron que tanto las obras favorables como las desfa­
vorables tuvieron la misma importancia en las evaluaciones de los estudiantes, en el
sentido de que ambas merman la calidad del paisaje en las carreteras. La preferencia
Naturaleza de las actitudes 119

de medición que se ha desarrollado en esta área se denomina índice de la calidad


ambiental percibida (PEQ1, por su nombre en inglés, Perceived Environmental Qua-
lity Indices). Un PEQI proporciona una estimación cuantitativa de la calidad de
un ambiente físico particular, como por ejem plo un conjunto habitacional o un
área recreativa, tal como lo experimenta subjetivamente un determinado grupo de
personas. Craik y Zube (1976a) explican que la información subjetiva, proporcio­
nada por el observador a través de un PEQ I, puede complementarlos datos ob­
jetivos suministrados por índices físicos de la calidad del ambiente. Por ejemplo,
los funcionarios interesados en la evaluación de la calidad ambiental de un lago
podrían emplear tanto un índice físico de los contaminantes químicos como un
PEQI que refleje la forma en que la calidad de ese ambiente es experimentada
por las personas que lo utilizan para pasear en bote, pescar o nadar. Mientras
que los índices físicos típicamente subrayan el aspecto negativo de la calidad am­
biental, como son los niveles de contaminación el PEQI por lo general evalúa tanto
los aspectos agradables como los desagradables.
Aunque los PEQ ls proporcionan una evaluación subjetiva de la calidad del
ambiente, muestran una correlación positiva con los índices objetivos de la cali­
dad ambiental. Mary Barker (1976) explica que en estudios de la opinión pública

que los estudiantes mostraron por los ambientes diferentes a orillas de las carreteras,
a través del reactivo "g u sto -d isg u sto ", también reveló que las obras de moderniza­
ción favorables y desfavorables en las carreteras, les resultaban esencialmente desa
gradables. Los autores señalan que la validez externa de este estudio se ve limitada
por el hecho de que sólo se realizó en un cam ino; la reporducción de estos hallazgos
en otras carreteras aumentaría la validez externa.

Clasificaciones m edias de pares de adjetivos bipolares que describen un paisaje na­


tural y dos tipos de desarrollo urbano, a los lados de una carretera.

Paisaje Desarrollo Desarrollo


natural sin urbano urbano
Par de adjetivos modificaciones favorable desfavorable

Valioso-sin valor 3.8 3.4 3.2


Util-inútil 3.5 3.0 3.1
O rden ad o-d esord enad o 4.2 3.8 3.6
A gradable-desagradable 4.5 4.1 3.8
H erm oso-feo 4 .3 4.1 3.8
A nim ado-m onótono 3 .7 3 .2 3.2
Alta calidad del paisaje-baja
calidad del paisaje 4 .2 3 .5 3.4
G usto-disgusto 4 .3 3 .7 3.6

F u e rte : adaptado de G. IV. Evans y K W. Wood, Assessment a j Environmental Aesthelics in Scenic Hijjhway Corrí-
dors". Environment a n d Behavior, J2.-255-73, © S a g e Publications, Beverly Hills, 1980, con permiso del editor.
I
120 Actitudes ambientales
i

realizados en varias ciudades, se comprobó que ¡a preocupación y el descontento


de los ciudadanos por la calidad del aire aumentaron con el nivel de contaminan­
tes del aire estimados objetivamente. A medida que la calidad de! aire se deterio­
raba v afectaba cada vez más la salud y la visibilidad en San Luis, las personas
se hicieron más conscientes con respecto al problema de la contaminación y se
percataron de que ia mala calidad de) aire era algo más que una molestia. Sin
embargo, cabe señalar que la gente por lo general reconoce la presencia de deter­
minadas partículas en el aire y otras fuentes de contaminación atmosférica sólo
cuando son muy visibles; los contaminantes gaseosos no se adv’erten con facili­
dad en condiciones ordinarias. En forma semejante, Robert Coughlin (1976)
señala que los ciudadanos comunes son capaces de reconocer objetivamente
la calidad del agua. En un estudio sobre la percepción de ios ciudadanos con
respecto a los niveles de contaminación en pequeños arroyos, se encontró que
los juicios subjetivos de "lim pio” , "saludable” y "contaminado” estaban co­
rrelacionados con un gran número de características químicas estimadas obje­
tivamente

Tipos de PEQIs Algunos investigadores confiaban en la posibilidad de desarro­


llar una forma general de PEQ1 que pudiera utilizarse para evaluar la percepción
de las personas en todo tipo de ambientes. Sin embargo, como advirtiera Robert
Bechtel (1976), debido a que las condiciones circundantes y las actividades en las
que participan los individuos afectan los juicios sobre el ambiente, probablemen­
te sería más práctico considerar una gama de PEQIs, cada uno adaptado a un
tipo particular de ambiente y de condición ambiental. Varios autores identifica­
ron dos tipos principales de PEQIs, uno basado en juicios preferenciales y otro que
implica evaluaciones comparativas (Brush, 1976; Craik y McKechnie, 1974; Craik y
Zube, 1976a; Daniel, 1976; Marans, 1976).
Los PEQIs basados en los juicios preferenciales espresan una evaluación muy
personal sobre la calidad del ambiente hecha de acuerdo con los patrones am­
bientales de cada persona en particular. Craik y Zube (1976a:16) hacen notar que
un PEQI basado en juicios preferenciales podría preguntar: "D esde un punto
de vista completamente personal, ¿qué tanto ie gusta su vecindario?” . En con­
traste, los PEQIs apoyados en evaluaciones comparativas miden la calidad real
de un ambiente particular en comparación con algún patrón identificado. Un PE-
Q1 basado en evaluaciones comparativas podría preguntar: "Ahora, sin conside­
rar sus sentimientos personales, ¿cómo compara su vecindario con otros vecin­
darios del área de la bahía?”
Craik y Zube explican que mientras los juicios preferenciales reflejan más las
características del observador, las evaluaciones comparativas revelan un mayor
consenso entre los observadores así como entre expertos y no expertos. Craik
(1972a, 1972b) señala que un estudio de evaluación del paisaje realizado en In­
glaterra (Fines, 1968, 1969), la variación subjetiva en las evaluaciones por parte
de un grupo de encuestadores se vio reducida cuando se les pidió que descarta­
ran las preferencias personales y al proporcionarles ejemplos ilustrativos de jui­
cios previos con un patrón de comparación. Lo más importante es que esta
distinción entre los juicios preferenciales y las evaluaciones comparativas pue­
den servir a los psicólogos ambientales para ajustar a los PEQIs a las necesidades

i
Naturaleza de las actitudes 121

de cada investigación particular Cuando ei interés de la investigación implica


la tarea de identificar las preferencias de un subgrupo específico de usuarios del
ambiente, como pueden ser ios residentes de un ghetto urbano o los profesionis­
tas de ingresos medios de una subdivisión suburbana, el planteamiento del juicio
preferencial podría utilizarse para conocer opiniones y perspectivas personales.
En contraste, cuando el investigador desea conocer las preferencias generales de
una muestra ampliamente definida de usuarios del ambiente, el formato de evalua­
ción comparativa podría emplearse para obtener las preferencias más predictivas
y válidas de un grupo de usuarios "estándar” .

Desarrollo de. m ediciones PEQ1 El paso inicial en el desarrollo de un PEQ1 con­


siste en determinar la mejor manera de presentar el estímulo-ambiental que va
a evaluarse. Un estímulo ambiental puede presentarse en forma simulada, que
resulta más simple y menos costosa que la directa (Craik y Zube, 1976b). Las esti­
maciones PEQI con frecuencia se basan en las respuestas de la gente ante foto­
grafías, transparencias en color, dibujos, modelos a escala o descripciones verbales
del ambiente (Daniel, 1976; Marans, 1976). Como se vio en la exposición las de
las técnicas de simulación en el capítulo 2, la validez externa es muy importante
cuando se utilizan simulaciones ambientales y los investigadores que emplean
estas técnicas deben comprobar sistemáticamente si sus resultados pueden re­
producirse en situaciones del mundo real (Danford y Willems, 1975, Lowenthal,
1972; McKechnie, 1977). Desde luego, en algunos casos, como en el de los juicios
sobre la contaminación del agua, en los que los cambios, por ser tan sutiles, no
pueden identificarse fácilmente en escenarios simulados, se debe pedirá los ob­
servadores que hagan sus juicios en situaciones de campo (Coughlin, 1976). Mu­
chos de los pasos adicionales del desarrollo de un PEQI son semejantes a los que
se siguen en el desarrollo de cualquier índice psicológico de juicios subjetivos.
Por ejemplo, las respuestas de la gente a varios reactivos deben combinarse en
un valor o índice total de una escala numérica, y debe com probarse la confiabili­
dad del índice (resultados reproductibles) y la validez del mismo (medición real
de lo que se afirma) (Craik y Zube, 1976b; Daniel, 1976).
En algunas mediciones de la calidad ambiental percibida se utiliza el método
diferencial semántico como un modo de respuesta (véase, por ejem plo, Lowenthal
y Riel, 1972). La técnica diferencial semántica (desarrollada por Osgood, Suci y
Tannenbaum, 1957) requiere de los entrevistados que estimen un concepto (tal
como una situación ambiental) con una escala de adjetivos opuestos. Por ejem­
plo, se les puede pedir que evalúen un ambiente recreativo como "b u en o " o "m a­
lo", "cóm odo" o "incóm odo", "agradable" o "desagradable". El estudio de Evans
y Wood sobre las preferencias de paisaje en ambientes de carreteras, por ejemplo,
incluyó clasificaciones diferenciales semánticas para estimar los sentimientos de
las personas acerca de una posible urbanización a lo largo de las carreteras. Joyce
Kasmar (1970) elaboró una serie de 66 adjetivos bipolares, a la que denominó
Escala de Descripción Ambiental, para que las personas no profesionales puedan
describir y evaluar los espacios arquitectónicos. Los elementos que constituyen la
Escala de Descripción Ambiental se muestran en la tabla 4-1. Cualquier persona
puede emplear esta escala para evaluar el ambiente en que vive, encerrando en
un círculo el adjetivo de cada par bipolar que mejor lo describa.
322 Actitudes am bientales

Tabla 4-1. Los 66 adjetivos bipolares que componen la Escala de Descripción Am-
biental.

Adornado-sencillo Equilibrado desequilibrado


Agradable-desagradable Espacio libre-espacio limitado
A la moda-pasado de moda Espacioso-limitado
Alegre-aburrido Excepcional-común
Alegre-triste Funcional-no funcional
Amplio-estrecho Grande-pequeño
Anreglado-desarreglado Hermoso-feo
Aseado-desaseado Iluminación diíusa-iluminación directa
Atractivo-no atractivo lm presionanate-no impresionante
Bien conservado-ruinoso inm enso-dim m uto
Bien organizado-mal organizado Invitante-rechazador
Bien planeado-mal planeado Limpio-sucio
Buena acústica-mala acústica Luz suave-luz molesta
Buena iluminación-mala iluminación Llam ativo-no llamativo
Buena temperatura-mala tem peratura M oderno-pasado de moda
Buena ventilación-mala ventilación No am ontonado-am ontonado
Buenos colores-malos colores Nuevo-viejo
Buenas líneas-malas líneas Olor agradable-olor desagradable
Brillante opaco Olores frescos-olores rancios
Cálido-fresco Ordenado-caótico
Caro-barato O rdenado-desordenado
Claro-oscuro Organizado-desorganizado
Colores brillantes-colores opacos Privado-público
Colores fulgurantes-colores apagados Proporcionado-desproporcionado
Colorido-deslucido Propósitos múltiples-un sólo propósito
Cómodo-incómodo Reluciente-deslustrado
Complejo-simple Silencioso-ruidoso •
Cont e mporáneo-tradícional Tam año adecuado-tam año inadecuado
Conveniente-inconveniente Tem peratura agradable-tem peratura
De buen gusto-de mal gusto desagradable
Distintivo-ordinario Util-inútil
Eficaz-ineficaz Ventilado-sofocado
Elegante-no elegante Vacío-lleno
Elegante-sin adornos

Fuente: Adaptado de J.V. K asm ar, " T he D evebpm en t af a usüble Lexicón o f ín v iron m en tal D escrip tors" . Environ
menir an d Behavior, 2:153-69, © S age Publica!ions. Beverly Hills. 1970 L con perm iso del editor.

____________________________________________ y

FUNCIONES PSICOLOGICAS DE
LAS ACTITUDES AMBIENTALES
Las actitudes ambientales desempeñan una importante función psicológica en la
vida del individuo al ayudarle a elegir entre una amplia variedad de conductas.
Por ejemplo, cuando los estudiantes deciden dónde vivir mientras asisten a la
universidad, se basan en sus actitudes hacia los diferentes tipos de vecindarios,
Funciones psicológicas 123

hacia los edificios altos o bajos y hacia las estancias universitarias. Por supuesto,
existen otros factores que intervienen en la elección que hace un individuo, por
ejemplo, la cantidad de renta que puede pagar (Ankele y Sommer, 1973). Aquí
se considerará la función de las actitudes ambientales que ayudan al individuo
a tomar dos tipos de decisión: la elección de un ambiente de hábitat personal
y la del ambiente social, como cuando una persona decide unirse a una campaña
contra la basura.

Elección residencial

Una importante función de las actitudes ambientales consiste en ayudar al indi­


viduo a seleccionar el ambiente residencial en donde desea'vivir. La satisfacción
o el descontento de las personas con sus ambientes residenciales actuales, así co­
mo sus preferencias con respecto al ambiente ideal para vivir, desempeñan un
rol principal tanto en las decisiones de cambiar de lugar como en la elección de
nuevos ambientes residenciales. Por supuesto, la satisfacción residencial mantie­
ne una compleja interrelación con la elección residencial. Aunque la satisfacción
afecta la elección, ésta también puede influir en la satisfacción, como sucede cuan­
do al elegir un nuevo hogar se inicia allí un nuevo patrón de satisfacción o de
descontento.
Robert Marans y Willard Rodgers (Marans, 1976; Marans y Rodgers, 1975)
proponen un modelo gráfico para explicar la forma en que las actitudes ambien­
tales (satisfacción o insatisfacción con el lugar donde se vive) se traducen en con­
ducta ambiental (movilidad residencial). Una adaptación simplificada de su modelo
(figura 4-2) muestra cómo interactüan las características objetivas del ambiente
habitacional con las características personales del residente (edad, ingresos, gus­
tos, etc.) y el patrón de comparación para influir en la evaluación que el indivi­
duo hace del ambiente. Esta estimación personal, comparada con el patrón que

Figura 4-2 Un m odelo conceptual del proceso que conduce a la satisfacción residencial
o al deseo de m udarse.
Adaptado de R W. Marans, “ Perceii*d Q uality o f Residen!¡al Environments: Some Methodological ] ssu es " , en K .H . Craik
y E.H. Zube (eds ), Perceiving Environm enta] Quality: Research and Applications, 1976, p. 145. Reimpreso con permi­
so de Plen'um Puhíishing Carp.
]21 Actitudes ambientales

cada quien se forma acerca dei ambiente resdiencial ideal, es la que determina
el sentimiento de satisfacción del individuo con su ambiente o, en última instan­
cia, la decisión de cambiarse a un ambiente residencial más aceptable. Los senti­
mientos de satisfacción con el ambiente residencial inmediato también interactúan
con los de satisfacción con el vecindario circundante y con la comunidad en un
sentido más amplio para influir en la decisión final de mudarse (véase recuadro:
"Elección residencial y sistema de transporte rápido").
Cuando HeTbert C.ans (1967) evaluó la satisfacción residencial entre los habi­
tantes de un nuevo conjunto habitacional suburbano de Levittown, Nueva Jer­
se y , encontró que a pesar de la opinión generalizada de que la vida suburbana
es insatisfactoria y aburrida, la mayoría de los habitantes del lugar se manüesta-;
ron bastante complacidos con la calidad de vida que llevaban. Gans afirma que
es más acertado hablar de bienestar que de anomia suburbana. Los residentes
de los suburbios con los que habló dijeron sentirse menos deprimidos, aburridos
y solitarios después de mudarse que cuando vivían en la ciudad. Gans concluye
que la escasa insatisfacción que encontró en Levittown no fuvo que ver con el
ambiente suburbano mismo, sino con el sentimiento de estar lejos de las activi­
dades y relaciones de la comunidad.
En Toronto, William Michelson (1976a) realizó un estudio longitudinal de cinco
años sobre la relación que existe entre la preferencia y la elección residencial de
la gente. Descubrió que las personas que vivían en casas solas en los suburbios
eligieron sus casas porque les gustaban las características del vecindario y pensa­
ban que era un lugar ideal para criar a sus hijos, además de que consideraban
que una casa sola "eleva el nivel social". Algunos habitantes de zonas suburba­
nas, especialmente las mujeres que no trabajaban fuera de casa, estaban en cierta
forma insatisfechas por lo alejado de los servicios recreativos y comerciales. Sin
embargo, en general, las personas que vivían en casas solas en los suburbios ma­
nifestaron mayor satisfacción con su ambiente residencia] que las personas que
vivían en edificios multifamiliares en zonas urbanas.
Michelson encontró que la mayoría de las personas que vivían en edificios
altos deseaban llegar a ser propietarios de una casa sola en un suburbio o en un
pueblo pequeño. Estas personas dijeron que preferían una casa sola para poder
tener un mejor control sobre su propiedad, aumentar la sensación de privacía
dentro y fuera de la casa, y asegurar su situación económica. Michelson agrega
que, en efecto, cuando las condiciones financieras lo permitieron, muchas de las
familias que vivían en edificios altos se mudaron a casas solas.
De manera similar, otras investigaciones han revelado que la mayoría de la
gente desea poseer una casa sola, particularmente en un ambiente suburbano
(Foote, Abu-Lughod, Foley y Winnick, 1970; Onobokun, 1976). Se ha observado
que los negros de bajos ingresos (Rent y Reni, 1978) y los estudiantes universita­
rios (Hinshaw y Allott, 1972) comparten esta predilección. La preferencia de la
gente por vivir en los suburbios también se relaciona con el deseo de seguridad
y de un tránsito reducido de vehículos (Appleyard y Lintell, 1972; Kasl y Har-
burg, 1972), y de tener una "bu en a clase" de vecinos (Lamanna, 1964). Los estu­
dios comparativos que han investigado en forma directa la satisfacción de los
habitantes de áreas urbanas y suburbanas en cuanto a sus hogares y comunida­
des, indican que la satisfacción residencial es mayor entre quienes viven en las
zonas suburbanas (Marans y Rodgers, 1975).
Funciones psicológicas 125

Aquí es pertinente hacer una advertencia. No sería prudente suponer que


una casa sola en ios suburbios es la solución ideal para todo mundo. Claude Fis-
cher (1976) señala que las manifestaciones de satisfacción de los habitantes su­
burbanos con respecto a su ambiente residencial probablemente reflejan, en parte,
las características individuales que influyeron en su decisión original de mudarse
a los suburbios. Los habitantes de los suburbios por lo general son personas de
un nivel económico elevado y se ocupan de la educación de sus hijos más que
los habitantes de la ciudad, y son en su mayoría blancos. Ciertos grupos, como
adolescentes, los ancianos y los miembros de minorías étnicas, encuentran el am­
biente suburbano aburrido y solitario. Aquí cabe otra advertencia: los habitantes
de los suburbios reportan satisfacción con su actual ambiente debido a que este
sentimiento es consistente con el gran esfuerzo, que muchos de ellos han tenido
que realizar para adquirir y conservar sus hogares. Más adelante se verá como
explican las teorías sobre la consistencia de las actitudes la forma en que éstas s e ad­
quieren y transforman.

Protección del ambiente

Otra importante función de las actitudes ambientales consiste en ayudar a! indi­


viduo a tomar decisiones relacionadas con el uso y cuidado del ambiente físico.
La decisión de caminar unos cuantos pasos más para depositar un pedazo de pa­
pel en un basurero, refleja sentimientos implícitos en favor de un ambiente exte­
rior limpio. La decisión de apoyar al Club Sierra, para unirse a una organización
ecologista, o simplemente firmar una petición para la protección y conservación
de los recursos naturales, está influida por la apreciación de la belleza de los pai­
sajes naturales y por la preocupación por el descuido en que se tiene a dichos
recursos. En años recientes se han realizado campañas publicitarias que inducen
a la gente a cambiar sus actitudes ambientales para lograr finalmente un cambio
de conducta hacia el ambiente natural.
Algunos investigadores (Maloney y VVard, 1973; Maloney, Ward y Braucht,
1975) han desarrollado técnicas para medir las actitudes ambientales dirigidas a
ciertos puntos de interés ecológico, tales como la contaminación del aire debido
al humo arrojado por los vehículos, el reciclaje de cajas y envases, y el uso inmo­
derado de pesticidas en los productos alimenticios. Estos investigadores creen
que la crisis ecológica que amenaza al mundo (véase Commoner, 1971; Ward y
Dubos, 1972) es consecuencia de la conducta inadaptada de la gente con respecto
al ambiente físico. Aseguran que sólo cuando mejoren las actitudes del público
hacia el uso de la tierra, la eliminación de basura y el consumo, surgirán conduc­
tas más positivas y adaptativas.
Russell Weigel y sus colaboradores (Weigel y Newman, 1976; Weigel y Wei-
gel, 1978) realizaron una serie de estudios para conocer la forma en que las acti­
tudes ambientales influyen en una variedad de conductas ecologistas. Primero
desarrollaron una técnica para medir las actitudes ambientales de la gente. La
medición, llamada Escala de Interés Ambiental, evalúa las actitudes de los entre­
vistados hacia distintos temas ecológicos, como la contaminación, la conserva­
ción de los recursos naturales y la preservación de la flora y la fauna (véase
recuadro: "Autoevaluación de las actitudes ambientales” ).
Weigel y sus colaboradores elaboraron un índice de conductas para evaluar
f
126 Actitudes ambientales

r Elección residencial y sistem as


de transporte rápido

t Puede influir la presencia de un sistema de transporte rápido en la elección


residencial? ¿Se trasladaría la gente cerca de un sistema de tansporte colectivo para
aprovechar sus ventajas, o se reubicaría lejos de dicho sistema para evitar el ruido
y las aglomeraciones consiguientes? Mark Baldassare y sus colaboradores (Baldassa-
re, Knight y Swan, 1979) trataron de responder a estas preguntas evaluando los efec­
tos producidos por el nuevo sistema de Transporte Rápido en el Área de la Bahía
(BART) en la elección residencial en el área metropolitana de San Francisco. Los
investigadores supusieron'que si el BART influía en la elección residencial, los efec­
tos serían diferentes en quienes residían cerca de las esta cio n es del BART y en quie
nes habitaban cerca de las vías elevadas que hay entre una estación y otra.
Consideraban que sería más cómodo vivir cerca de una estación del BART, por su
fácil acceso al sistema, a pesar de las inconveniencias del ruido y los congestiona-
mientos. Por el contrario, que las casas próximas a las vías elevadas, expuestas a las
molestias causadas por el BART (ruido de trenes, interferencias en aparatos de T .V .,
cierta reducción en la privada) y sin un fácil acceso al sistema, resultarían menos
convenientes.
Para conocer la forma en que el BART influía en la elección residencial, Baldas­
sare y sus colaboradores realizaron una investigación con una muestra de más de
700 residentes de la bahía de San Francisco que vivían cerca del sistema BART, para
conocer los factores que intervinieron en sus elecciones de vivienda. Los motivos
que tuvieron para decidir salir del área (reactivo A en la tabla) fueron muy similares
entre quienes residían cerca de las estaciones y entre quienes habitaban en la proxi­
midad de las vías elevadas. Sólo levemente influyó la presencia del BART; más bien
estuvieron relacionados con otros factores, com o la calidad general del ambiente del
vecindario y la etapa vital de los entrevistados.
Sin embargo, cuando se estableció que el BART podía ser la causa del traslado
entre los entrevistados que planeaban mudarse (reactivo B), el 42% de los residen­
tes ubicados en áreas cercanas a las vías elevadas contra el 21% de las personas que
vivían en lugares próximos a las estaciones respondieron que el BART era una de
las razones por las que se mudarían. La influencia del BART en las decisiones de
la gente para trasladarse al área es aún más evidente. Muchos más de los que resi­
dían cerca de las estaciones respondieron que habían elegido sus casas debido al
v ¡_______________________________________________________________________

el grado en que las actitudes ambientales medidas por la Escala de Interés Am­
biental predecía efectivamente la conducta de la gente. Un investigador adjunto
(asistente capacitado por los investigadores) llevó tres peticiones relativas al am­
biente a 44 residentes de un pueblo de Nueva Inglaterra, quienes habían comple­
tado la Escala de Interés Ambiental tres meses antes. Las peticiones expresaban
oposición a la perforación de pozos petroleros en la costa de Nueva de Inglate­
rra, oposición a la construcción de plantas de energía nuclear y apoyo a leyes
estrictas contra la eliminación de los dispositivos de control de la contaminación
de los sistemas de escape de los automóviles. Seis semanas después de que les
fueron presentadas las peticiones, un segundo investigador adjunto solicitó a los
sujetos que participaran en un programa de recolección de basura que se llevaba
1
Funciones psicológicas 127

BART (reactivo C) y que conocían a otras p erson as que habían elegido sus hogares
debido al BART (reactivo D), com parados con los residentes cercanos a las vías e le­
vadas. Los investigadores concluyeron que las desventajas y los beneficios diferen­
ciales de un sistema de transporte rápido sí influyen en los patrones de elección
residencial de la gente, pero que el sistema de transporte influye más en las decisi o-
nes de cam biarse al área que sobre las decisiones de alejarse de ella.

Porcentaje de residentes que viven cerca de las estaciones y en las inmediaciones


de las vías elevadas del BART, que respondieron afirmativamente a las preguntas
relacionadas con la influencia del BART en su elección residencial.

Lugares
Lugares cercanos
cercanos a a las vías
Pregunta las estaciones elevadas

A. ¿Ha considerado m udarse en


los últimos años? 31% 33%
B. ¿Influyó el BART,
al m enos en p arte’ (pregunta para
los que pensaban m udarse) 21 42
C. ¿Influyó el BART en su
elección residencial? 18 5
D. ¿C onoce a o ít o s que hayan elegido
su resdiencia debido al BART? 17 3

F u en te: A daptado d e M Balda$san\ R K m g h l y S . S l»w n , “ U rban Service an d ín v iro n m en ta l Streí-sor s. The im pacl
o f t h e fífliy A rea R apid Tran sí! System on Resitienlinl M o b ility ' Environm ent a n d B e h a v i o r , 11:435-50, © S a jjr
Publications, B everly H ills. 1979. con perm iso del ed itor

a cabo en las orillas de las carreteras de las zonas cercanas. También se pidió
a los sujetos que reclutaran algún amigo para el programa. Por último, ocho
semanas después del segundo contacto, un tercer investigador adjunto se en­
trevistó con los sujetos para pedir su colaboración en un programa de recicla­
je. Las personas que aceptaron estuvieron de acuerdo en arreglar los periódicos
en paquetes, juntar las botellas vacías en cajas y dejar estos materiales recicla­
bles fuera de su casa, de donde serían recojidos una vez a la semana, durante dos
meses.
Para estimar qué tan bien predecía la conducta hacia el ambiente la Escala
de Interés Ambiental, Weigel y sus colaboradores compararon las notaciones ob­
tenidas por los entrevistados en la escala contra sus conductas reales en respues-
A utoevaluación de las actitudes am bientales

La Escala de Interés Ambiental, desarrollada por Russell Weigel y sus colabora­


dores, evalúa las actitudes de ¡a gente hacia distintos puntos ecológicos de impor­
tancia.' La escala permite a la gente expresar actitudes favorables o desfavorables
con respecto a temas de interés ecológico, como la contaminación ambienta! y la con­
servación de los recursos naturales. Tal como se esperaba, los miembros activos del
Club Sierra tuvieron actitudes más favorables que las de una muestra elegida alea­
toriamente entre los residentes de un pueblo mediano de Nueva Inglaterra. Si se
desea realizar una autoevaluación de las actitudes ambientales, hay que contestar las
dieciséis preguntas que constituyen la Escala de Interés Ecológico. Después de leer
cada enunciado, simplemente se marca uno de los cuadros para indicar si "g en eral­
mente está de acuerdo" o si "generalm ente está en d esacu erd o". Luego se cuenta
el número de marcas de cada columna. Las de la columna 1 indican actitudes favo­
rables, mientras que las de la columna 2 reflejan actitudes desfavorables. Los resul­
tados muestran que las actitudes de la mayoría de la gente no son 100 por cinto
favorables ni 100 por ciento desfavorables. ¿Qué es lo que indica el resultado de la
autoevaluación? ¿Son más favorables o más desfavorables sus actitudes con respec­
to a asuntos ecológicos?

Escala de In teré s
A m biental Columna 1 C o lu m n a 2

1. El gobierno federal debe tomar En general de En genera) en


medidas drásticas para detener acuerdo □ desacuerdo □
la contaminación, ya que pocas
personas respetan los regla­
mentos.

2. Uno no debe preocuparse por la En general en En general de


caza inmoderada de animales desacuerdo □ acuerdo 1— i

silvestres ya que con el tiempo


las cosas volverán a equilibrarse.
3 Estaría dispuesto a sacrificarme En general de En general en
con tal de que se redujera la con­ acuerdo □ desacuerdo □
taminación aunque los resulta­
dos inmediatos parezcan poco
importantes.

4. La contaminación no afecta mi En general en En general de


vida personal desacuerdo □ acuerdo □
5. Los beneficios de los productos En general en En genera! de
de consumo de la vida moder­ desacuerdo □ acuerdo □
na son más importantes que la
contaminación resultante de su
producción y uso.

6. Debemos evitar la extinción de En general de En general en


cualquier especie animal, aun acuerdo □ desacuerdo □
cuando esto implique algún sa­
crificio para nosotros.

* La canfiabilidoci y validez dt la escala se basaron en las respuestas en un continuo de cinco puntos, las respuestas
con el fonnata de respuesta abrei'iada utilizado aquí deben interpretarse con m ayor cuidado.

J
128
7 En las escuelas públicas se debe­ En general de En general en
rían impartir cursos sobre la con­ acuerdo desacuerdo
servación de Jos recu rso s
naturales

8. Aunque hay una continua conta­ En genera) en En general


minación de nuestros lagos, arro­ desacuerdo Zj de acuerdo C
yos y aire, los procesos de
puriíicación de la naturaleza pron­
to restablecerán la normalidad.

9 Debido a que el gobierno cuenta En general en En general


con dependencias de inspección y desacuerdo de acuerdo □
control muy eficientes, es impro­
bable que la contaminación origi­
nada por la producción de energía
se torne excesiva

10. El gobierno debería proporcionar En general de En general en


una lista de las dependencias y or­ acuerdo □ desacuerdo □
ganizaciones en donde los ciuda­
danos puedan presentar cualquier
queja relativa a la contaminación

11. Se deberían eliminar a los depre­ En general en En general


dadores. como son los halcones, desacuerdo D de acuerdo □
cuervos, zorrillos y coyotes que pi­
llan las cosechas y las aves de los
granjeros.

12. Las organizaciones anticontamina­ En general en En general


ción actualmente activas, en rea­ desacuerdo de acuerdo □
lidad, están más interesadas en
dividir a la sociedad que en com­
batir a la contaminación.

13. Aunque el transporte público fue­ En general en En general


ra más eficaz yo preferiría ir al tra­ desacuerdo j de acuerdo
bajo en mi automóvil.

14. La industria se esfuerza por desa­ En general en En general


rrollar una tecnología anticontami- desacuerdo □ de acuerdo
nación más efectiva.

15. Si me lo pidieran, contribuiría con En general En general en


tiempo, dinero o ambas cosas, con de acuerdo □ desacuerdo □
una organización como el Club
5ierra que trabaja para mejorar la
calidad del ambiente.

16. Estaría dispuesto a aceptar un En general En general en


aumento de 100 dólares en mis de acuerdo desacuerdo
gastos del próximo año para pro­
mover el uso moderado de los re­
cursos naturales.
Total columna 1 Total columna 2

fu en te: Adaptado de R. Weigel y j. Wetgel, "Envimnmental Concern: The Development o / a M easure". E n v i r o n m e n t


and Beh av io r. 10:3-7 <& Sage Publicatians, Bevcrly Hills, 1978, con permiso del editor
.
y
129
J3G Actitudes ambientales

la a las solicitudes de los tres adjuntos experimentales (tabla 4-2). El índice


completo, que incluía una variedad de conductas que implicaban compromiso
per parte de los sujetos, tuvo una gran correlación con los resultados de la esca­
la. Sin embargo, cabe destacar que las correlaciones entre la medición de las acti­
tudes y cada una de las conductas específicas solicitadas a los entrevistados fueron
más modestas que la correlación con el índice completo de conductas. Como se
verá cuando se expongan los problemas teóricos relacionados con las actitudes
ambientales, es importante distinguir entre la predicción de una clase de con­
ductas y la predicción de conductas específicas.

PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE
LAS ACTITUDES AMBIENTALES

Cómo se aprenden las actitudes ambientales


Se ha avanzado mucho en el conocimiento sobre cómo se aprenden las actitudes
ambientales y cómo se transforman con el tiempo Se puede especular con res­
pecto a la formación de algunas actitudes ambientales propias, por ejemplo, las
incluidas en la Escala de Interés Ambiental. Los psicólogos ambientales han plan­
teado interrogantes similares. Para darles respuesta, se han basado en una gran
cantidad de trabajos teóricos relacionados con el desarrollo y la transformación
de las actitudes. A su vez, estos trabajos sociopsicológicos están basados en mo­
delos generales de aprendizaje elaborados por psicólogos experimentales.

Condicionamiento clásico El modelo del condicionamiento clásico del aprendi­


zaje propone que la repetición de un estímulo neutro (un objeto, un tema, irtciu
so otra persona), acompañado de una experiencia agradable o desagradable, hará
que el estímulo antes neutro despierte los mismos sentimientos agradables o de­
sagradables con los que se ha asociado. Considérese ahora la forma en que el
modelo del condicionamiento clásico explicaría la actitud negativa de un turista
hacia una ciudad en donde cayó enfermo durante sus vacaciones (figura 4 -3). El
estímulo que al principio no tiene efecto (la nueva ciudad) se denomina estimulo
condicionado, mientras que al estímulo que inicialmente se asocia con un senti­
miento, ya sea positivo o negativo (enfermedad), se le llama estímulo no condicio­
nado. El reflejo no condicionado es la respuesta automática (sentimientos negativos
asociados con el estar enfermo) producida inicialmente por el estímulo no condi­
cionado. Cuando el estímulo no condicionado se presenta junto con o inmedia­
tamente después del estímulo condicionado, el estímulo condicionado llegará a
producir la misma respuesta (una actitud negativa hacia la nueva ciudad) --ahora
llamado reflejo condicionado— que inicialmente era producido sólo por el estímulo
no condicionado.
Algunos psicólogos sociales han aplicado con éxito el modelo del condicio­
namiento clásico del aprendizaje para elaborar teorías sobre la formación y cam­
bio de las actitudes (Byrnes y Clore, 1970; Zanna, Kiesler y Pilconis, 1970). La
investigación continua por parte de los psicólogos sociales también ha tenido éxito
en la identificación de algunos de los parámetros del modelo del condicionamiento
clásico que afectan la fuerza de las actitudes aprendidas. Por ejemplo, los investí-
Perspectivas teóricas 131

/• ' \
Pabia 4 - 2 . Correlación enire ia notación de los sujetos en la Escaia de Interés A m ­
biental y <u conducta reai hacia e! ambiente

C o m i m l o s e s p e c ífic a } r° C a te g o ría s d e co n d u c ta rt In d ic e de conducta r b

Plataformas marinas .41.


Energía nuclear .36 Escala de conducta
Escape de automóviles .39 de petición .50
Circular peticiones .2 7 J
_

Participación
• individual 34 Escala de recolec-
Reclutar un amigo .22 ción de basura .36 Indice
general de
conductas 62

Sem ana 1 .34


Sem ana 2 .57
Sem ana 3 .34
Sem ana 4 .33
Sem ana 5 .12 Escala de
Sem ana 6 .20 conducta de
Sem ana 7 .20 reciclaje .39
Sem ana 8 .34
J

3 C orrelaciones punto biseriales


r’ Correlaciones de producto-m om ento

Fticr,ic. fc.H W íM jf/ v L S. N eiom an "Increazirtj? A ttilu de-B ehaviú r Cftrrespnndetice by Broúdenñio I he Scope of ih e
Behaviorui M tasu re" . J o u r n a l ü f P e r s o n a l i t y a n d S o c i a l P s y c h o l o g y , 1 9 7 ó , 3 3 .7 9 3 - 8 Ü 2 . ’C A m erc a n Fsychologi-
cal A sm * ¡ atiiir. 1976 R eim preso efin ;* r m i s o del editor y del autor.

Figura 4-3 El modelo del condicionamiento clásico de la formación de actitudes.


132 Actitudes ambientales

gadores descubrieron que entre más fuerte sea e! sentimiento asociado con el es­
timulo no condicionado, más intensa será ta actitud aprendida (Lott, Bright,
Weinstein y Lott, 1970; Staats, Minke, Martin v Higa, 1972) También se ha de­
mostrado que cuanto más próxima sea ia sucesión temporal entre el estímulo con­
dicionado y el no condicionado, más fuerte será la actitud aprendida (Lott y Lott,
1968) . Por último, los investigadores han observado que mientras mayor sea la
frecuencia con que se presenta el estímulo condicionado acompañado del estímulo
no condicionado, más intensa será la actitud aprendida (Staats, Staats y Heard,
1960) Con base en esta investigación, es de esperar que la actitud del turista ha­
cia la ciudad en donde se enfermó sea más negativa si el malestar fue agobiante,
si se enfermó inmediatamente después de llegar a la ciudad y si hubo recurrencia
de ia enfermedad al volver a visitar la ciudad.

Condicionamiento instrumental El modelo del condicionamiento instrumental


del aprendizaje propone que las respuestas que son recompensadas se fortale­
cen y mantienen, mientras que las que son castigadas se debilitan y desapare­
cen. Según el modelo del condicionamiento instrumental del aprendizaje, al que
algunas veces se le llama condicionamiento operante, el individuo influye u "o p e ­
ra" sobre el ambiente. Es probable que se repitan los actos que van seguidos de
consecuencias favorables; por el contrario los que generan consecuencias desfa
vorables generalmente no se repiten. Por ejemplo, un viajero abonado que esta­
blece un convenio para transportar pasajeros es recompensado con un carril
especial en la autopista y el paso libre en los puentes o túneles de cuota, puede
desarrollar una actitud positiva hacia el hecho de transportar pasajeros y mante­
ner esa conducta. A un hecho que contribuye a aumentar la probabilidad de que
una conducta anterior ocurra de nuevo se le denomina reforzador positivo; a un
suceso que tiende a disminuir la posibilidad de la repetición de la conducta se
le llama reforzador negativo. El carril especial y el paso gratuito son reforzadores
positivos.
Los psicólogos sociales han aplicado con éxito e) modeio del condiciona­
miento instrumental del aprendizaje en el desarrollo de teorías sobre la forma­
ción y cambio de las actitudes (Kiesler, Collins. y Miiler, 1969: Insko y Cialdini,
1969) . También han logrado identificar algunos parámetros específicos de la
situación de aprendizaje que son de importancia en el aprendizaje instrumen­
tal de las actitudes. Por ejemplo, Car! Hovland y sus colaboradores (Hovland,
lanis y Kelley, 1953) proponen que para que ocurra un cambio de actitud, deben
ocurrir tres procesos sociales entre las condiciones del estímulo y la respuesta.
Para que un estímulo (un llamado a los viajeros abonados para que lleven pasaje­
ros) produzca un cambio de actitud, primero se debe notar o advertir el estímulo
(un viajero abonado escucha por radio un anuncio que promueve el transporte
de pasajeros). Después, el individuo debe comprender el mensaje (el viajero reco­
noce que hay recompensas —un carril especial en la carretera y el paso gratuito
en las casetas— para los que transportan pasajeros). Por último, el individuo de­
be aceptar el mensaje (el viajero decide que el transporte de pasajeros es benéfico
ya que podrá trasladarse al trabajo más rápidamente y a menor costo). La acepta­
ción depende de los incentivos; es decir, el individuo debe percibir que la nueva
actitud representa mejores ventajas personales que la anterior. Otros psicólo­
gos sociales (Bandura, 1974; Berger, 1962) señalan que un cambio de conducta,
Perspectivas teóricas 133

como es el desarrollo de nuevas actitudes, puede producirse por medio de un


reforzamiento indirecto; a menudo se adoptan nuevas actitudes cuando se obser­
va cómo son reforzadas otras personas que asumen estas actitudes. Por ejemplo,
un viajero decide incorporarse al transporte de pasajeros después de ver que
otros que lo hacen disfrutan de un carril especia) y del paso libre en las casetas
de cobro.

Cómo influyen las actitudes en la conducta

En la mayor parte de las discuciones sobre esta interrogante, se ha conside­


rado que las actitudes ambientales de las personas influyen en su conducta. Se su­
pone que la satisfacción de los residentes con su ambiente influye en su decisión
de mudarse o quedarse en donde están. De la misma manera, se da por sentado
que las actitudes de los individuos con respecto a la protección del ambiente na­
tural influye en la forma en que lo tratan. Aquí se analizará un importante y muy
complejo acervo de investigaciones que se han realizado acerca de la relación que
existe entre las actitudes y la conducta de la gente.

Teorías de la congruencia de las actitudes Estas teorías proporcionan un mar­


co general para el examen de la relación entre las actitudes y la conducta (véase
Kiesler, Collins y Miller, 1969). En general, estas teorías evalúan el grado de
congruencia que existe entre las diversas actitudes de una persona y entre esas
actitudes y su conducta. Dichas teorías sostienen que la incongruencia de las ac­
titudes entre sí o entre éstas y la conducta produce malestar y tensión, y que la
gente intentará eliminar dicho malestar cambiando ya sea sus actitudes o su
conducta.
Una gran cantidad de literatura sociopsicológica ha abordado la teoría de León
Festinger (1957) de la disonancia cognoscitiva. Festinger explica que cuando una
persona posee dos conocimientos (ampliamente definidos como actitudes, creen­
cias, conciencia acerca de la conducta propia) opuestos o incongruentes entre sí
se da un estado de disonancia que implica tensión y malestar psicológico y el
individuo se ve motivado a reducirla o eliminarla. La disonancia existe, por ejenv
pío, en el caso de un individuo que tiene una actitud positiva hacia un ambiente
limpio y al mismo tiempo sabe que acostumbra arrojar basura en el ambiente.
Según la teoría de la disonancia cognoscitiva, e! individuo se ve impulsado a re­
ducir la disonancia modificando ya sea su actitud decidiendo que el arrojar basu­
ra no es en realidad un problema ambiental serio o su conducta hacia el ambiente
depositando la basura en los lugares apropiados.
Un aspecto de la investigación relacionada con las teorías de la congruencia
de las actitudes, de hecho, ha enfocado la congruencia entre las actitudes y la
conducta de las personas. Debido a que la mayoría de los esfuerzos que han rea­
lizado los psicólogos ambientales para cambiar las actitudes de la gente (por ejem­
plo, las que se refieren al consumo de energía) están destinadas a cambiar, en
última instancia, la conducta hacia el ambiente, este aspecto de la congruencia
entre actitud y conducta es de suma importancia.

Congruencia actitud-conducta Durante muchos años los psicólogos sociales cre­


yeron que los efectos de las actitudes de la gente sobre su conducta eran directos
334 Actitudes anhienirier

(véase Krech, Crutchfieid y Baiíachev, 1962- Rosenberg y Hovland, 1960) Por


ejempio, suponían que las personas que manifestaban actitudes religiosas positi­
vas fuertes, asistían a los servicios religiosos en forma regular. Sin embargo,
cuando Aliar, VVicker (1969a) revisó más de treinta estudios sobre ia relación
que existe entre las actitudes y la conducta,, descubrió que los efectos de las
actitudes sobre conductas específicas no eran muy fuertes. Investigaciones pos­
teriores, realizadas por psicólogos sociales, han demostrado que las actitudes
sí afectan la conducta (Kahle y Berman, 1979), pero que esos efectos se harán
evidentes sólo cuando las actitudes y la conducta se midan a niveles equivalen­
tes de generalidad o especificidad (Ajzen y Fishbein, 1973, 1977; Davidson y lac­
eará, 1979).
Martin Fishbein (1973) explica que dos personas que tienen actitudes igual­
mente favorables hacia alguna cosa pueden manifestar conductas diferentes en
cuanto a la misma. Por ejemplo, una persona muy preocupada por el ambiente
puede participar regularmente en las actividades del Club Sierra, mientras que
otra nunca lo hace pero siempre evita las acciones personales que pudieran da­
ñar al ambiente natural. Así, aunque ambas conductas revelan una actitud favo­
rable hacia el ambiente, ia actitud no predice con precisión la conducta específica
que manifestará una persona. Una actitud general no puede predecir una con­
ducta específica, pero sí una clase general de conductas relacionadas con esa acti­
tud. Fishbein y Ajzen (1974) musbran que una evaluación de las actitudes generales
hacia la religión puede predecir una clase general de entre 70 conductas religio­
sas, como donar dinero para una causa religiosa o rezar antes y después de to­
mar los alimentos.
Richard Bagozzi y Robert Burnkrant (1979), en una revisión de los datos de
Fishbein v Ajzen, concuerdan en que las actitudes sí predicen una clase de con­
ductas múltiples, pero agregan que las actitudes y las conductas deben clasificar­
se en el mismo nivel de especificidad. En las investigaciones de Fishbein y Ajzen,
así como en ias de Bagozzi y Burnkrant, la actitud predijo una cíase de conduc­
tas, pero no pudo predecir ninguna conducta particular. Posteriormente, Mark
Zanr.a y sus colaboradores (Zanna, Olson y Fazio, 1980) demostraron que ía rela­
ción actitud-conducta también está influida por las diferencias individuales de
las personas estudiadas. Por ejemplo, observaron que la relación entre las actitu­
des religiosas y las conductas correspondientes fue más intensa en los individuos
que reportaron poca variabilidad en su conducta religiosa del pasado y atribuye­
ron sus actitudes a esa conducta pasada,
Indudablemente, los resultados de las investigaciones realizadas por ios psi­
cólogos sociales, referentes a la correspondencia entre las actitudes y la conduc­
ta, son muy complejas. En general, cuando se aplican estos descubrimientos en
el dominio de las actitudes y la conducta ambientales se espera que las actitudes
predigan las conductas cuando ambas se clasifican en el mismo nivel de especifi­
cidad. Por ejemplo, se puede predecir que una actitud general hacia el ambiente
(una actitud a favor de la conservación) determinará una dase general de con­
ducta ambiental (una variedad de conductas referentes a la protección del am­
biente natural). Esta predicción teórica coincide con el hallazgo que se discutió
anteriormente, de la Escala de Interés Ambiental predice un amplio índice de con­
ductas ambientales mucho más significativamente de lo que puede predecir cual­
quier conducta ambiental particular.
Perspectivas teórica? 135

Predicción de la preferencia estética

Los teóricos han preguntado: "¿Cuáles son las características particulares d e un


ambiente que hacen que sea considerado bello o atractivo?" En el capítulo 2 se
vio que los psicólogos ambientales han identificado las dimensiones de la esti­
mulación ambiental que son importantes en la investigación sobre las propieda­
des estimulantes del ambiente. Cabe recordar el trabajo de Donald Berlvne (1960)
v loachim Wohlwill (1966) que identifica las propiedades de los estímulos: nove­
dad, complejidad, sorpresa e incongruencia. Esta área de trabajo se ha ampliado
para servir de base a la teoría de la preferencia estética. Debido a que este trabajo
teórico sobre la preferencia estética se relaciona con la complejidad de los estímu­
los ambientales., también puéde ser útil para comprender los descubrimientos (ex­
puestos en los capítulos 2 y 3) de que un buen diseño del ambiente implica un
nivel óptimo de complejidad ambiental.
Berlyne ha realizado una clásica serie de estudios psicológicos (Berlyne, 1960,
1967, 1972, 1974) que aborda una teoría sobre la preferencia estética. Propone que
en general las preferencias estéticas de las personas se relacionan con la comple­
jidad de un estímulo, y que los estímulos con un nivel intermedio de compleji­
dad producirán un juicio más favorable y atractivo. A medida que la complejidad
de un estímulo aumenta, la gente lo ve cada vez más agradable (hasta cierto pun­
to). Sin embargo, más allá del nivel óptimo de complejidad, el estímulo resulta
menos agradable. La relación entre la complejidad de estímulo y atracción puede
entonces observarse como una U invertida. Una gran cantidad de pruebas expe­
rimentales en las que se han investigado los niveles óptimos de estimulación con-
cuerdan en decribir los efectos de los distintos niveles de estimulación como una
curva en forma de U invertida (Dav, 1967; Fiske y Maddi, 1961; Hebb, 1955; Leu-
La, 1955; Walker, 1964).
Estas teorías generales sobre ia preferencia estética se han utilizado para ela­
borar una teoría de la estética ambiental. Wohlwill (1966, 1968a, 1968b, 1970, 1976),
después de una serie de estudios, ha concluido que las respuestas evaluativas
hacia el ambiente construido resultan más favorables a niveles intermedios de
complejidad. Sin embargo, hace destacar que aunque la curva en U invertida des­
cribe juicios evaluativos o preferenciales, no describe los efectos que la compleji­
dad de un estímulo produce en la conducta exploratoria que la gente manifiesta
hacia el estímulo. De hecho, la actividad exploratoria aumenta de acuerdo con
la complejidad del estímulo. Esta distinción entre Jos efectos que la complejidad
del estímulo produce sobre los juicios evaluativos y sobre la actividad explorato­
ria coincide con los descubrimientos anteriores reportados por ios psicólogos ex­
perimentales.
Albert M ehrabian y James Russel (Mehrabian y Russeli, 1974; Russell y Meh-
rabian, 1976, 1978) realizaron investigaciones adicionales que apoyan el desarro­
llo de una teoría sobre la estética ambiental. Estos investigadores evaluaron el
acercamiento de la gente a distintos ambientes construidos y naturales, utilizan­
do clasificaciones presentadas en una serie de transparencias a color. Observa­
ron que la relación en forma de U invertida entre el acercamiento y el nivel de
estimulación de un ambiente (el nivel promedio de excitación, que va desde el sue­
ño hasta una emoción frenética, reportada por una muestra representativa de su­
jetos) se hizo evidente sólo cuando el nivel de agrado o desagrado con el ambiente
J36 Actitudes ambientales

se encontró en el rango neutral. Una influencia aún más fuerte sobre el acerca­
miento reside en la relación directa entre éste v el grado de placer que produce
un lugar; la gente expresó el deseo de acercarse a lugares agradables y evitar los
desagradables.
James Russell y Geraldine Pratt (1980), siguiendo la línea de investigación
iniciada por Mehrabian y Russell, propusieron un modelo teórico que define y
organiza los términos que la gente utiliza para describir el carácter emotivo de
los ambientes. Por ejemplo, cuando se describe un ambiente rural como "rela-
|ante" y un contexto urbano como "interesante” , el modelo ayuda a entender
la definición de cada una de estas cualidades del ambiente y también la forma
en que se relacionan.
El modelo de Russell y Pratt organiza ocho términos básicos para decribir el
carácter emotivo de los ambientes en un espacio bidimensional (figur 4-4). El es
pacto es bipolar (cada descripción afectiva se encuentra a 180 grados del término
opuesto por ejemplo, "agradable" y "desagradable" son opuestos bipolares, co­
mo lo son "excitante" y "tranquilizante". Así, cuando se dice que un ambiente ru­
ral es "relajante", el modelo permite apreciar que "relajan te" es lo opuesto de
"perturbador" e implica una combinación igual de aspectos "agradables" y "tran ­
quilizantes". Además, por medio del modelo se puede entender que "relajan ­
te" e "interesante” no son términos opuestos, ya que ambas son maneras
"agradables” de describir el ambiente.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN
DEL AMBIENTE

El conocimiento sobre las actitudes ambientales de la gente puede desempeñar


un papel importante en la planeación y el diseño de ambientes. Craik y Zube
(1976a, 1976b) exponen algunas formas en que los índices de calidad ambiental
percibida (PEQls) podrían aplicarse en el proceso de planeación. La National En-
vironmenta! Policy Act (Ley Nacional de Política Ambiental) de 1969 encauzó al

Excitante ■
• Interesante
Perturbador 1

Desagradable
Agradable

Aburrido
• Relajante
•T ra n q u ila n te

Figura 4-4 Orden circular de ocho términos que describen la calidad emocional de los am ­
bientes.

De J.A . Russell y G. Pratt, " A D escription o f the A ffective Q uality A ttributed tú E n viron m en ts " , Journal oí Personality
and Soda! Psychology, 1980, 38:311-22. t£> A m encan Psychological A ssociatian. R eim preso con perm iso del editor y del autor.
Apli caciones en la pl aneacicn del ambiente J 37

sector ejecutivo de) gobierno para observar los cambios en la calidad del ambien­
te a través del tiempo y para preparar un informe sobre el impacto de las accio­
nes que podrían alterar en forma importante la calidad del ambiente humano.
Craik y Zube ponen énfasis en que las estimaciones de las percepciones de la
gente con respecto a ¡a calidad ambiental desempeñan un papel clave en este
esfuerzo.
Craik y Zube describen algunos de los propósitos para los que podrían servir
las estimaciones de la calidad ambiental percibida. Primero, esta información pue­
de ser útil para formular y definir los objetivos de la política ambiental. La retroa-
limentación que proporciona la gente acerca de los cambios en la calidad del
ambiente como resultado de las campañas de protección ambiental, puede ayu­
dar a la verificación y perfeccionamiento de los programas en curso y en la for­
mulación de otros. Los planificadores podrían utilizar la percepción de los futuros
usuarios, con respecto a los posibles impactos que producirían en el hombre los
proyectos ambientales propuestos, junto con los índices objetivos de los impac­
tos ambientales proyectados, para estimar los costos y beneficios potenciales del
proyecto y evaluar la necesidad de crear nuevos proyectos ambientales.
Craik y Zube proporcionan una tabla (tabla 4-3) que resum e algunas aplica­
ciones específicas de los PEQIs en varios dominios ambientales. En general, el
conocimiento sobre las actitudes ambientales de la gente puede aplicarse en las
decisiones relacionadas con el ambiente construido, como conjuntos habitaciona-
les, instituciones y sistemas de transporte, y con el ambiente natural, como paisa­
jes, lagos y ríos. Craik y Zube hacen notar que antes de poner en operación el
sistema de Transporte Rápido del Área de la Bahía, se llevó a cabo una extensa
investigación ( A p p l e y a r d y Carp, 1974) para estimar los posibles impactos que
el sisitema produciría en la gente, en cuanto a la percepción del ambiente resi­
dencia! localizado a lo largo de la ruta de dicho sistema. Un estudio sobre la per­
cepción de la calidad del paisaje, realizado en 56 lugares ubicados en el valle del
río Connecticut (Zube, Pitt v Anderson, 1975), sirvió para identificar las caracte­
rísticas físicas de ¡a región que la gente asociaba con la calidad percibida en los
paisajes.

Las preferencias deí usuario en el diseño resid en cial

El conocimiento acerca de las actitudes ambientales que reflejan las preferencias


y la satisfacción del usuario puede aplicarse en las decisiones de diseño de am­
bientes residenciales. Por ejemplo, los elementos de diseño que los residentes
de un área consideran satisfactorios o insatisfactorios y las características que
prefieren pueden servir de guía para que los especialistas seleccionen tipos de
vivienda y características de diseño residencial. La información recogida sis­
temáticamente sobre la preferencia residencial también podría servir como un
valioso indicador social de la comunidad, de gran importancia para resolver una
amplia variedad de problemas de planeación física v social (Hempel y Tucker,
1979).
En la actualidad se cuenta con técnicas de medición que podrían aplicar los
arquitectos y planificadores para evaluar la preferencia y satisfacción del usua­
rio. Francés Carp y sus colaboradores (Carp, Zawadski y Shokron, 1976) desa­
rrollaron un índice de satisfacción residencial, basado en una muestra de más
US Ai ¡jtu.ie* ambientales

Tabla i •? Aplicaciones potenciales de ¡o; índices de le calidad del ambiente percibí !


de- íFEOl í.’: en ocho dominios ambientales

Dominios ambientales

i
1

__
ir.
u_
Jj
rz
t/5

Ambientes residenciales
C-

Ambientes construidos
c

Ambientes recreativos
V. r-
m
i_
3

_____
C
c
v. ui
CJ QJ
C C

Sonido
V Q¿ n:
j5 x¡ 3
E E 6C
Aplicaciones < <

Verificación de:

Programa de información pública >. X X X X

Medición de la igualdad social X X X X X X X X

Estimaciones del impacto ambiental:

Análi.sir de planes alternativos r___ X X X X X X

i E ;z ) v z c ¡oí\p. 3 pesie rioreo:


i r [ 1 - -
t Fioyc-cíos de construcción r. x i .X i

! fic-grarnas de control de la ecntamir.ariór. X •* X

i
! Once programas de planeador, i

L11___*
j y administración del ambiente X

fv tn it: K. H. Cmil i E. H. Zube. "S u m m ary and R e sto x h ¡In th y ie s " , rn X. H. Cutik v F. H. Z u l* («tí J P ercei-
'■ irig E«vtranm eii(al Q iin lily : R esearch and A pcücalioris. 1S76. p 7?5. R ein g resa te n x n n i f o rfí Fiem w i Pu-
i Wí/iiríi? i
' . .......... ........... J

*ic ¿.Siíjveckientss del ¿-rea de la bahía de 3ai\ Francisco. que sirviera a los plañí -
hcíaores ú tomar decisiones sobre diseño residencia). También existe una escala
(Canter, Sánchez-Robles y Watts. 1974) apropiada para evaluarla satisfacción r e ­
sidencial entre grupos de diferentes niveles culturales.
Aunque aquí se pone énfasis en el proceso de la aplicación de los datos relati­
vos a las preferencias y la satisfacción del usuario en las decisiones del diseño
residencial, puede ser útil señalar algunos ejemplos de sugerencias específicas
para el diseño que han surgido de los estudios relizados sobre las actitudes de
la gente con respecto a los ambientes residenciales. Claire Cooper (1971) encon-
/
Corno evalúan los estudiantes
las oficinas escolares

£Fueden decir ¡os estudiante? a sus profesores algo acerca de córr.o decorar sus
oficinas? Según David Campbell (1979), sí- Campbell pidió a 251 estudiantes de la
Universidad cié Kansas que evaluaran una serie de transparencias a color que mos­
traban ¡a oficina de una facultad con modificaciones sistemáticas en su diseño inte­
rior. Hubo tres tipos de variaciones Primero, en cuanto a la presencia o ausencia
de seres vivos, mientras que en una disposición la oficina tenía cuatro plantas en
macetas y dos acuarios con peces, en otra no había nada viviente. Segundo, la pre-
| sencia o ausencia de objetos decorativos; una disposición incluía cuatro carteles en
| las paredes y un macramé colgante, en tanto que otra no mostraba objetos de este
tipo. Por último, en una disposición la oficina estaba ordenada y limpia, mientras
que la otra mostraba desorden, con objetos dispersos por doquier
Las evaluaciones de los estudiantes difirieron significativamente en respuesta
a las variaciones del diseño interior. Consideraron que la oficina era más cómoda,
atractiva y acogedora (incisos A, B y C) cuando tenía piaritas y acuarios, carteles
o macramés en las paredes, y cuando estaba ordenada. También sintieron que los
intereses del profesor eran más semejantes a los propios (inciso D) y que el profesor
se comportaba más hospitalario y menos ocupado o apresurado con los visitantes
(inciso E y F) cuando había objetos decorativos, cosas vivas y orden en la oficina.
Campbell recomienda a los profesores, si desean que los estudiantes se sientan có­
modos en sus oficinas, que coloquen plantas y peces, algunos carteles y piezas de­
corativas, y mantengan la oficina sin desorden de libros, notas o pedazos de papel.

Clasificaciones medias para tres variaciones de diseño interior, de acuerdo con la


impresión producida (escala: 1 al 9).
Variaciones de diseño

Con S.-n Can Sin


cases objetas objetes
Impresión vinas c.Vfvtíí elecanil ris.x ¡¡n o n livor- Cnhcnado Desordenado

A. Ct’W'.vjió.vj pa­
ra el vrsirarite 3.95 4.60 5 68 4 86 •6 10 4 45
B. Carácter invi­
tante da 1?
oficina 5.88 4.33 5.59 4.65 6.14 4.10
C. Qué tan bien
recibido se sien­
te el visitante 6.02 4 68 5.75 4 95 6.20 4 51
D. Semejanza de
los intereses del
profesor y dei
visitante 5.76 4.21 5.44 4 53 5 6? 4.35
E. Qué tan bien
recibe el profe­
sor a los visi­
ta n t e s 6.18 4 95 5.98 5.16 6.32 4.81
F. Profesor ocupa­
d o y c o n p r is a 5.84 5.68 5.87 5.76 4.47 7.07

Fuente: Adaptado de D.E. Campbell, Interior Office Design and Visitar R esponse" Jo u rn al ot A p p lie d P sycho
© American Psychological Afsociation, 1979. Adaptada con permiso del editor v del autor
logy, 1979, 6 4 :6 4 8 -5 3 .

V __________________________________ __________________ _________________ J


139
140 Actitudes ambientales

tró que los residentes del provecto de vivienda para personas de ingresos m e­
dios de Si. Francis Square. en San Francisco, subrayaron la importancia de contar
con areas exteriores, en especial áreas con árboles. Frankim Becker (19/6) tam­
bién descubrió un interés particular por los espacios exteriores entre los residen­
tes de viviendas multifarruliares de la ciudad de Nueva York, querían áreas de
juego separadas para niños pequeños y niños mayores y que hubiera cierta
novedad en el equipo de juego. En un estudio.en e! que se utilizaron modelos
a escala de habitaciones (Baird, Cassidv y Kurr, 1978), se observó que los estu­
diantes universitarios proponían que los techos tuvieran una altura aproximada
de mas de 60 cms más que los que encontraban normalmente. Michael Cunning-
ham (1977) reporta el desconcertante hallazgo de que la gente pretería fue e-1 am­
plio espacio abierto de un departamento, como es el de la sala, estuviera situado
hacia la derecha más que hacia la izquierda del plano del piso. Jeanette Brandt
y Nancy Chapman (1980) encontraron que los estudiantes universitarios a quie­
nes se les permitió hacer modificaciones en el diseño de sus cuartos de dormito­
rio, que consistieron en añadir alfombras y elementos decorativos, reportaron
mayor satisfacción con su nuevo ambiente que los estudiantes que vivían en un
dormitorio tradicional, en la misma área universitaria, que permitía muy pocas
modificaciones en los cuartos (véase recuadro: "C óm o evalúan los estudiantes
ias oficinas escolares").
Holahan y Wilcox (Holahan, 1977a; Holahan y Wilcox, 1977) aplicaron una
medición de la satisfacción de! usuario al planear un cambio de diseño en un dor­
mitorio para estudiantes. Comenzaron por entrevistar a los estudiantes residen­
tes de dormitorios ubicados en pisos altos para saber qué tan satisfechos estaban
con su ambiente residencial. Encontraron que los estudiantes estaban especial­
mente descontentos por la falta de privacía en el dormitorio y por el bajo nivel
de contacto social que era típico del lugar. Un área de particular insatisfacción
fue la del comedor, pues los estudiantes consideraban que tenía una apariencia
muy austera, y que no favorecía la comunicación.
Provistos de esta información, los investigadores se reunieron con los repre­
sentantes universitarios y con el personal del dormitorio para planear mejoras
en el diseño de la cafetería. Decidieron agregar canceles atractivos y llenos de
colorido para dividir parte del espacio, antes abierto, de ia cefeteria, con el fin
de reducir el carácter institucional del lugar, aumentar el sentido de pnvacía y
facilitar el contacto social entre los estudiantes. Para evaluarla efectividad de los
cambios en el diseño, hicieron una investigación entre los estudiantes que se sen­
taban en las áreas divididas y en las no divididas de la cafetería, durante el se­
mestre, después de haber modificado el diseño. Encontraron que los estudiantes
que se sentaban en las áreas dispuestas con canceles se sintieron mucho más sa­
tisfechos con el nuevo ambiente de la cafetería que los estudiantes que ocupaban
el área abierta.

Las actitudes del usuario y ei desarrollo de los recursos naturales

Craik (1972a, 1972b) apoya la aplicación del conocimiento relativo a las preferen­
cias y evaluaciones del usuario en la administración de los recursos naturales.
Señala que es importante considerar las actitudes del usuario en las decisiones
que implican la preservación de paisajes naturales, es desarrollo de centros turís-
Aplicaciones cr. la pijiieación dei ambiente 141

ticos v' recreativos,, y el trazo de carreteras v lineas de energía eléctrica en e¡ cam ­


po abierto. Zube y sus colaboradores (Zube, 1974, 1976; Zube, brush y Fabos,
1975, Zube, Pin y Anderson, 1975) sostienen que el paisaje natural constituye
un importante recurso escénico, y elaboraron un formato descriptivo para c,ue
gente de diferente preparción profesional y personal proporcione información so­
bre la calidad del paisaje natural. Otros investigadores (Lucas 1966; Srruth y Ai-
derdice, 1979) también han subrayado la importancia de las investigaciones acerca
de ios puntos de vista del usuario para orientar las decisiones políticas referentes
a la vida silvestre, como la división de zonas, la ubicación de centros recreativos,
la preservación del medio ambiente y la prestación de servicios en los parques
nacionales.-
Varios investigadores han utilizado las evaluaciones basadas en el usuario
para la plantación de centros recreativos (figura 4-5). L.D. Gustke y R.W. Horig-
son (1980), observaron la conducta de la gente que caminaba siguiendo una vere­
da interpretativa en el parque Michigan, y descubrieron que los visitantes del par­
que pasaban la mayor parte del tiempo y disfrutaban más en el lugar localizado
justo después de donde cambiaba el ambiente circundante (pasando de una lla­
nura a un área arbolada). Sostienen que los mensajes interpretativos serán mejor
captados y recordados si se ubican inmediatamente después de tales cambios de
ambiente.
Peter Dorfman (1979) entrevistó a más de 700 excursionistas para evaluar su
satisfacción y conocer sus preferencias en relación con los ambientes de los cam ­
pamentos. Encontró que la satisfacción de los excursionistas estaba estrechamente

Figura 4-5 Los psicólogos ambientales han aplicado las evaluaciones de los usuarios en
la planeación y adm inistración de am bientes recreativos al aire libre.
<S' L aw ren ce Frank, 1981
i*í2 Actitudes ambientales

ligada con ¡a ausencia de agio.meiaciones, de molestos vecinos excursionistas y


de contaminación. Aunque la aglomeración v la contaminación se pueden resol­
ver con una efectiva programación de las actividades recreativas, las soluciones
a estos problemas implican necesariamente algunos costos financieros Es dilicil
lograr una reglamentación adecuada capa 2de controlar la conducta de las per­
sonas al acampar, debido a que. aunque muchos excursionistas no quieren se"-
molestados por otros excursionistas deconsiderados, tampoco quieren que su ex­
periencia con la vida silvestre se vea coartada por los reglamentos,
Algunos investigadores (Litton, i 9/2, Shafer, 1969) han llevado a cabo estu­
dios de mediciones que implican la experimentación y comprobación de técnicas
de evaluación que sirvan como, guía en ¡a administración y el desarrollo de los
ambientes naturales, como son ios bosques nacionales. Otros investigadores han
aplicado la evaluación de ios usuarios en e¡ diseño ambiental de las orillas de las
carreteras. Rachel Kaplan (1977) realizó un estudio de las preferencias de los usua­
rios por características del paisaje de las orillas de ¡a carretera, en la península
superior de Michigan. Utilizó una técnica que consiste en exhibir fotografías, y
encontró que la gente prefería los paisajes con bosques (en especial los bosques
abiertos y espaciosos) y que gustaba menos de las planicies agrícolas. Un dato
interesante es, sin embargo, que los llanos que se ven al fondo de las arboledas
también gozaron de gran preferencia. Kaplan sugiere que una urbanización mo­
derada en el ambiente a orillas de una carretera puede mejorar substancialmente
la calidad del panorama.
Evans y Wood (1980) indican que la técnica de simulación que ellos idearon
(véase recuadro, pp. 94-95) ofrece un método simple y económico de presentar
ejemplos realistas de los cambios propuestos en el ambiente de carreteras, a
ios encargados de tomar decisiones y a ios grupos de consejeros aviles. Garv
Winkel y sus colaboradores (Winkel, Male? y Thiei, 1969) crearon una estrategia
de simulación parecida, que consiste en retocar las fotografías que muestran
ei ambiente de carreteras, lo que permite -a eliminación sistemática de carac­
terísticas particulares (por ejemplo, postes y tableros de anuncios) con el fin
de medir las estimaciones de la gente en cuanto a posibles cambios en dicho am­
biente.
Las actitudes del usuario también son de importancia en ia programación y
desarrollo de los recursos hidráulicos. De hecho, las nuevas normas dictadas por
el Special Task Forcé (Contingente Naval para Trabajos Especiales) (1970) del Uni­
ted States Water Resources Council (Consejo de Recursos Hidráulicos de los Es­
tados Unidos) establecen que los proyectos propuestos con respecto a dichos
recursos deben considerar los impactos positivos y negativos que podrían pro­
ducir en la calidad del ambiente y en el bienestar social, además de los efectos
en la economía nacional (C'raík, 1972b; Holahan y Kovalic, 1975). La información
sobre las preferencias de los residentes del área y las evaluaciones de los posibles
impactos de los proyectos, podrían desempeñar un rol importante en el cumpli-
mineto de las nuevas disposiciones. Las estimaciones basadas en el usuario po­
drían incluir la percepción de ia calidad de! agua por parte de los grupos que
utilizan este recurso para diferentes propósitos recreativos, como nadar, pasear
en bote y pescar (Ditton y Goodale, 1973) y las evaluaciones de los residentes
del área sobre los beneficios estéticos y contemplativos de los recursos acuíferos
(Coughlin, 1976).
Aplicaciones «»< ia plantación 0*1 ambiente i 43

Actitudes am bientales y programas de conservación

Conservación de ia energía Un informe de! Proyecto de Energía de la Facultad


de Admislración de Harvard (Stobaugh y Yergin, 1979) concluye que ias necesi­
dades futuras de energía en los Estados Unidos tendrán que satisfacerse en parte
mediante la conservación de ésta. El informe señala que la formulación seria
de un plan para economizar energía en los Estados Unidos implicaría reducir las
necesidades entre 30 y 40 por ciento (lo que equivale a más de todo el petróleo
importado). Dicho informe explica que el elemento clave de un programa efecti­
vo para la conservación de la energía es un cambio en las actitudes de la gente.
El conocimiento que ofrece la psicología ambiental acerca de las actitudes am­
bientales, podría desempeñar un rol importante en la empresa de cambiar las acti­
tudes a favor de la conservación de la energía. Un primer paso en este cambio
de actitudes sería realizar programas educativos que proporcionen una mayor
información para que la gente tome conciencia de los problemas y las necesida­
des energéticas (véase O'Riordan, 1976). Como se observó anteriormente, la re­
lación entre actitudes y conducta es compleja, y puede suceder que los programas
de educación ambiental no produzcan resultados inmediatos en la conducta am­
biental (Cone y Hayes, 1977; Lingwood, 1971). Sin embargo, el conocimiento ob­
tenido en las investigaciones (Weigel y Newman, 1976; Weigel y Weigel, 1978)
permite suponer que cuando los programas de educación ambiental sean más
específicos en el sentido de que el cambio de actitud coincida con el cambio de
conducta deseado, podrán contribuir en forma significativa a la conservación
de la energía
Los proyectos de investigación de los psicólogos ambientales han permitido
identificar algunas características de los programas de conservación de energía
que contribuyen a aumentar su productividad. Por ejemplo, estos estudios lian
demostrado que ¡a gratificación económica que r.e ofrece a !a gente que coopera
con estos fines aumenta la efectividad de los programas que promueven el aho­
rro de energía en el hogar (Hayes y Cone. 1977b; Kohíenberg, Phillips v ProUor,
1976), la reducción del uso del automóvil éntrelos estudiantes universitarios (Foxx
y Hake, 1977) y el uso habitual del servicio de transporte colectivo en las áreas
universitarias (Everett, Hayward y Meyers, 1974). Además, se puede reducir el
consumo de combustible por medio de una retroal imentación social positiva a
la gente (Seaver y Patterson, 1976).
Un área problemática especial es de la de los "departam entos con medidor
m aestro", es decir, conjuntos habitacionales en donde hay un solo medidor,
para todos los inquilinos y no uno para cada departamento por separado. Se ha
comprobado que el consumo de energía en los conjuntos con medidor maestro
puede ser un 25 por ciento más alto que en los departamentos que tienen m edi­
dores individuales (McClelland, 198Ü). En Texas, James Walker (1979) estudió los
efectos de las gratificaciones en efectivo ofrecidas a los inquilinos de un conjunto
habitacional con medidor maestro a cambio de determinadas conductas de con­
servación de energía. Los departamentos fueron verificados al azar durante diez
semanas, y a los residentes a quienes se encontró que tenían sus termostatos más
bajo de lo normal en un día frío o más alto de lo normal en un día caluroso se
les recompensó con 5 dólares. Cuando se comparó el consumo de electricidad
del conjunto habitacional, antes y después del experimento, con el de un con-
! 4-í Acritudes ambientales

junto en dcnde no se ofrecieron recompensas , se encontró que ei consumo de


energía había descendido considerablemente en el conjunto experimental.
En otro estudio, en el que se incluían recompensas económicas, realizado en
departamentos con medidor maestro, Lou McClelland y Stuart Cook (1980) or­
ganizaron un concurso de ahorro de energía entre cuatro conjuntos de departa­
mentos (cuyo acondicionador de aire funcionaba con gas natural) en un
multifamiiiar de la Universidad de Colorado. Durante tres meses, cada dos se­
manas el conjunto que consumía menos energía era recompensado con 80 dóla­
res. Al cabo de los tres meses el consumo de gas se redujo en un 6.6 por ciento,
aunque el nivel del ahorro de energía tendió a disminuir durante ei período del
estudio. . ..
Otros investigadores han demostrado que ei consumo de energía en las ca­
sas puede reducirse de manera importante si los residentes reciben una motiva­
ción específica sobre el consumo de energía aun cuando no se proporcionen
recompensas económicas. Clive Seligman y John Darley (1977) observaron que
los propietarios de casas que estuvieron recibiendo retroalimentación varias ve­
ces por semana durante un mes, redujeron su consumo en un 10.5 por ciento
comparado con un gTupo de control. De la misma manera, Lawrence Becker (1978)
encontró que unos inquilinos de Nueva Jersey, a quienes se proporcionó retroa­
limentación con respecto al consumo de electricidad (apoyada en objetivos espe­
cíficos de conservación de energía) lograron reducir dicho consumo en 13 por
ciento comparado con un grupo de control. Por último, Becker y Seligman (1978)
hablan acerca de un aparato que fue instalado en los hogares de Nueva Jersey
para indicar "el momento de ahorrar energía", que ayudó a reducir los costos
de electricidad en un 15.7 por ciento comparado con un grupo de control. El dis­
positivo de señales consistía en una bombilla azul de pared (conectada al sistema
de aire acondicionado y a un termostato exterior) que se encendía cuando la tem-
peratura en el exterior estaba por debajo de los 20° y comenzaba a funcionar el
acondicionador de aire.
Cari Hummel y sus colaboradores (Hummei, Levitt y Loomis, 1978) demos­
traron que el conocimiento sobre las actitudes de la gente podría ser importante
para formular leves de conservación de energía. Estos investigadores entrevista­
ron a residentes de Fort Collins, Colorado, durante y después de la escasez de
gasolina de 1973, para saber lo que pensaban de las soluciones propuestas para
enfrentar la crisis de energía que podrían alterar su estilo de vida. Los investiga­
dores encontraron que a medida que la crisis se hizo evidente, la gente se vio
indinada a apoyar los programas impositivos, más que los voluntarios, de con­
servación de energía (pero prefirieron las políticas dirigidas a restringir el consu­
mo "extra" de energía más que a realizar cambios generales). Por ejemplo, los
entrevistados estuvieron a favor de que se cobren impuestos a las personas cu­
yos automóviles muestren índices de kilometraje excesivo. Estas actitudes coinci­
dieron con la legislación proconservación de energía aprobada por el Congreso,
que establece restricciones obligatorias en el consumo "ex tra " de energía.

Control de la basura Hay estudios que demuestran que otros problemas ambien­
tales, como la basura tirada en la vía pública y la conducta destructiva hacia el
ambiente, pueden reducirse mediante técnicas de reforzamiento (figura 4-6). Un
estudio realizado en Tennessee (McNees, Schnelle, Gendrich, Thomas y Beagle,
Aplicaciones en la planeación del ambiente 145

Figura 4-6 Los psicólogos han descubierto que con técnicas de reforzamiento se puede
reducir la acumulación de basura en lugares públicos.

© P eltr M em el/S lock, Boston.

1979) reveló que el reforzamiento, que consistió en ofrecer bocadillos gratis en


un establecimiento de alimentos preparados, promovió un programa de "c a z a "
de basura entre niños de edad escolar que logró reducir la basura en una comu­
nidad local en más de 30 por ciento. En un estudio parecido (Clark, Burgess y
Hendee, 1972) se observó que el hecho de recompensar a los niños con distinti
vos de guardabosques e insignias del Oso Fumarola facilitó la tarea de elimina­
ción de basura en un área para acampar. Se espera que dichos programas de
reforzamiento para los menores genere actitudes ambientales positivas que se pro­
longuen después de que se haya completado el estudio.
Por último, los estudios de campo muestran que las señales ambientales, co­
mo por ejemplo carteles estratégicamente colocados, pueden ayudar a producir
actitudes y conductas ambientales positivas. Las investigaciones han demostra­
do que los letreros que prohíben tirar basura contribuyen a reducir este problema
(Baltes y Hayward, 1976; Geller, Witmer y Orebaugh, 1976), al igual que la pre­
sencia de depósitos pintados con colores llamativos (Finnie, 1973). Se observó
que los letreros que prohibían caminar sobre el pasto, en un pequeño parque de
una universidad, ayudaron a evitar tal conducta de manera importante (Hayes
y Cone, 1977a). Un dato interesante es que algunos estudios han comprobado
que la presencia de basura es por sí misma una invitación a tirar basura. Susan
Reiter y William Samuel (1980) observaron que, en un estacionamiento en Cali­
fornia, el problema de la basura era mucho mayor cuando ya había basura en
el piso que cuando éste estaba limpio, independientemente de que hubiera o
146 Actitudes ambientales

no letreros que prohibieran tirar basura. De la misma manera, Robert Krauss y


sus colaboradores (Krauss, Freedman y Whitcup, 1978) demostraron tanto en
un estudio controlado de laboratorio como en un estudio de observación de cam­
po, realizado en la dudada de Nueva York, que el índice de basura arrojada en
lugares públicos tiene una correlación positiva con la cantidad de basura ya
presente.

Costo-efectividad Antes de concluir el tema sobre la utilización de los hallaz­


gos de las investigaciones para reducir las conductas ambientales destructivas,
se debe considerar el aspecto costo-efectividad de los diversos programas que se han
mencionado. ¿Hasta qué punto se vuelve más costoso el programa de recompen­
sas en efectivo por economizar energía que la electricidad que se ahorra con él?
¿Cuánto cuesta mas un programa que ofrece recompensas económicas por la eli­
minación de basura que simplemente aumentar los servicios de recolección? In­
dudablemente, la cuestión del costo-efectividad es importante. Para que los
descubrimientos de la psicología ambiental se apliquen en forma efectiva en la
solución de los problemas ambientales, deben ser costeables económicamente y
estar probados científicamente. Es necesario evaluar individualmente cada pro­
grama para saber si los beneficios de cualquier programa en particular rebasan
sus costos. Aunque la costeabilidad de los programas ambientales es escencial,
los beneficios no económicos deben incluirse en la evaluación, por ejemplo, los
sentimientos de satisfacción y bienestar de la comunidad derivados de una cam ­
paña contra la basura. Con base en las investigaciones de la psicología ambiental
en esta área, se pueden sugerir algunas medidas pertinentes para el diseño de
programas ambientales costo-efectivos.
Primero, cuando la energía se torna bastante costosa, las gratificaciones eco­
nómicas que se ofrecen a cambio de su conservación en realidad se pagan solas.
El ahorro mensual de energía, en el conjunto de departamentos con medidor maes­
tro que estudió Walker (1979) en Texas, fue más que suficiente para pagar las
recompensas monetarias mensuales y los sueldos de los inspectores de los de­
partamentos. Segundo, como lo señaló Daniel Stokols (1978), después de revisar
una gran cantidad de investigaciones en esta área, existen muchas evidencias de
la efectividad de programas no costosos como son los basados en la retroalimen-
tación sin recompensas económicas o con el reforzamiento periódico, más que
el continuo, de conductas ambientales positivas.
La evidencia de que la basura atrae más basura sugiere que el método menos
costoso para controlar este problema consiste en realizar campañas de limpieza
rápidas y regulares que impliquen un mínimo esfuerzo (Reiter y Samuel, 1980).
Por último, aunque todavía se necesita evaluar los efectos a largo plazo de los
programas de educación ambiental sobre la conducta, no deben minimizarse los
beneficios potenciales de los programas ambientales en la escuela. En un estudio
(Kushler, 1980) que incluía un programa de conservación de energía, efectuado
en más de 100 escuelas secundarias de Michigan, se observó que la instrucción
impartida en el salón de clases influyó en forma positiva, tanto en las actitudes
ambientales como en las conductas de conservación reportadas por los propios
estudiantes de secundaria.
Resumen 147

RESUMEN
Las actitudes ambientales son sentimientos favorables o desfavorables hacia al­
guna característica del ambiente físico o hacia un problema relacionado con él.
Los especialistas han investigado las actitudes ambientales en varias áreas, inclu­
yendo la satisfacción residencial, la preferencia de panorama y las actitudes ha­
cia la conservación del ambiente. Las principales técnicas que se han desarrollado
para medir las actitudes ambientales se denominan índices de calidad ambiental per­
cibida, o PEQls. Un PEQ1 proporciona una estimación cuantitativa de la calidad
de un ambiente físico determinado, por ejemplo un conjunto habitacional o un
área recreativa, tal como es percibida subjetivamente por un grupo de personas
en particular. Los PEQls basados en juicios preferenciales expresan una evaluación
completamente personal de la calidad del ambiente desde el punto de vista de
los patrones ambientales de un individuo en especial. Los PEQls basados en esti­
maciones comparativas, por el contrario, miden la calidad relativa de un ambiente
particular en comparación con algún patrón identificado.
Las actitudes ambientales desempeñan una importante función psicológica en la
vida del individuo al ayudarlo a decidir entre una amplia gama de conductas. Las acti­
tudes ambientales permiten al individuo seleccionar su ambiente residencial. El gra­
do de satisfacción que un lugar proporciona a la persona que lo habita y las preferencias
residenciales influyen en la decisión de cambiarse a un nuevo ambiente o permanecer
en el mismo. Otra importante función de las actitudes ambientales consiste en ayudar
al individuo a tomar decisiones sobre el uso y cuidado del ambiente físico, como evitar
el arrojar basura o apoyar un programa de conservación.
Los psicólogos sociales han aplicado el modelo clásico de condicionamiento
del aprendizaje para elaborar teorías sobre la formación y el cambio de las actitu­
des. Este modelo propone que las actitudes hacia un objeto o situación (estímulo
condicionado) se aprenden cuando ese objeto o situación se presentan repetida­
mente junto con otra experiencia que puede ser agradable o desagradable (estí­
mulo no condicionado). La intensidad de la actitud aprendida aumenta en fun­
ción de: 1) el grado de afectividad asociada con el estímulo no condicionado, 2)
la inmediatez en la presentación del estímulo condicionado después del no con­
dicionado, y 3) la frecuencia con que el estímulo condicionado se presenta parea­
do con el estímulo no condicionado.
Los psicólogos ambientales también se han basado en el modelo de condicio­
namiento instrumenta] del aprendiazaje para desarrollar teorías sobre la forma
ción y cambio de las actitudes. Este modelo propone que las actitudes que se
recompensan se fortalecen y perm anecen, mientras que las que son castigadas
se debilitan y desaparecen. Para que ocurra el cambio de actitud, 1) el individuo
debe prestar atención al estímulo, 2) el individuo debe comprender el mensaje,
y 3) el individuo debe aceptar el m ensaje.
Otras investigaciones teóricas, realizadas por psicólogos sociales, señalan que
los efectos de las actitudes sobre la conducta se harán evidentes sólo cuando las
actitudes y la conducta sean medidas en niveles equivalentes de generalidad o
especificidad. De modo que una actitud general sólo puede predecir una clase
general de conductas relacionadas.
148 Actitudes ambientales

Las investigaciones sobre las preferencias estéticas señalan que la relación entre
la complejidad del estímulo y los juicios evaluativos o preferenciales puede des­
cribirse como una curva en forma de U invertida. Las respuestas evaluativas de
las personas con respecto al ambiente construido son más positivas cuando el
ambiente tiene un nivel intermedio de complejidad. El conocimiento de las acti­
tudes ambientales se ha aplicado en el diseño residencial, el desarrollo de recur­
sos naturales, y en programas de conservación.
5 Rendimiento escolar
y laboral (£)

A caso sorprenda saber que el ambiente físico de ¡a universidad influye en


el rendimiento académico de un estudiante. Sin embargo, es verdad: las
condiciones físicas del salón de clases afectan el desempeño académico. D éla mis­
ma manera, el diseño físico de escuelas primarias y secundarias también influye
en el aprendizaje y el rendimiento de los niños. Y el ambiente físico del lugar en
donde la gente trabaja, ya sea un ámbito profesional, comercial o industrial, afecta
el rendimiento labora!.
El conocimiento acerca de los efectos que produce el ambiente físico de la
escuela y del trabajo en el rendimiento de los individuos representa una impor­
tante área de investigación de la psicología ambiental. Los investigadores han
descubierto que el rendimiento escolar y laboral de la gente se ve afectado por
varios factores ambientales, incluidos el nivel de iluminación, la calidad de los
aislantes de ruido y la disposición de los espacios diseñados. Los efectos del am­
biente físico sobre el rendimiento son substanciales, ya que determinan la pro­
ductividad, la eficiencia, la precisión, la fatiga o el tedio. También han observado
que los salones de clases y las oficinas de espacio abierto obstaculizan la efectivi­
dad del aprendizaje de ciertas tareas, lo que en ocasiones perjudica el desempe­
ño del trabajo.

149
150 Rendimiento escolar v laboral

Dichos hallazgos de investigación tienen especial relevancia en cuanto a la


planeación del ambiente. Los administradores y planificadores se han empeña­
do en descubrir formas de incrementar el rendimiento de los individuos en es­
cuelas, universidades, oficinas y fábricas. Sin embargo, cabe destacar que las
soluciones establecidas desde hace mucho tiempo para satisfacer las necesidades
de diseño de estos ambientes humanos fundamentales se siguen aceptando y apli­
cando sin un análisis crítico. Por otro lado, las innovaciones en el diseño de am­
bientes escolares y laborales, como son los salones y oficinas de plano abierto, se
han adoptado sin hacer una evaluación suficiente de sus efectos sobre el rendi­
miento.

NATURALEZA DEL RENDIMIENTO AMBIENTAL

En vista de que algunas de las variables ambientales (por ejemplo, el ruido y la


temperatura) que se examinan en este capítulo son las mismas que se abordarán
en el siguiente, que trata el stress ambiental, será útil hacer una distinción entre
las orientaciones de estos dos capítulos. En este capítulo se exploran las caracte­
rísticas del ambiente físico para saber cómo afectan el rendimiento humano, y
se enfocarán especialmente los ambientes escolares y laborales. Se analizarán
las influencias positivas y negativas del ambiente en el rendimiento de los in­
dividuos. Al estudiar el ambiente y el rendimiento, se recurrirá a las investi­
gaciones realizadas en el campo de la psicología industrial y de la psicología
ambiental.
En el capítulo 6 se examinará la forma en que las características del ambiente
físico dan origen al stress que afecta el funcionamiento psicológico, las relaciones
sociales y el bienestar emocional de las personas. Se pondrá énfasis principal­
mente en el ambiente urbano, aunque también se considerarán los ambientes ha-
bitacionales y las instituciones para los ancianos. Se enfocarán exclusivamente
algunas formas negativas en que el ambiente afecta la vida del individuo. Al exa­
minar el stress ambiental, se hará referencia a las investigaciones realizadas por
las ciencias de salud, la psicología social y la psicología ambiental.

Identificación de las variables ambientales

La tarea inicial de los psicólogos ambientales que estudian el rendimiento en am­


bientes escolares y laborales, consiste en identificar las variables ambientales par­
ticulares que son importantes para el rendimiento humano. Los trabajos que los
psicólogos ambientales han efectuado en esta área están basados en estudios pre­
vios realizados por investigadores del campo de la psicología de los factores huma­
nos (al cual los británicos llaman ergonomía). Los psicólogos de los factores humanos
aplican la información acerca de la conducta humana en el diseño de productos
relacionados con el trabajo, con el fin de aumentar la efectividad de su uso (McCor-
mick, 1976). Estos piscólogos se interesan en algunos productos relacionados con
el trabajo que van más allá de los objetivos de los psicólogos ambientales, tales
como máquinas y ropa de protección. También se preocupan por saber cómo in­
fluye el ambiente físico moral de los centros de trabajo en el rendimiento laboral
de los individuos y aquí sus intereses son compartidos por los psicólogos am-
Naturaleza del rendimiento ambiental 151

bientaies. Dos importantes publicaciones del área de los factores humanos son
Human Factors y Ergonomics.

Medio am biente La luz, el sonido y la temperatura son aspectos del medio am


biente; es decir, las condiciones externas que circundan al individuo en cualquier
lugar determinado. El estudio del medio ambiente no se centra en cosas del am ­
biente, sino más bien en las propiedades o características del ambiente físico. Por
ejemplo, qué cantidad de luz refleja un techo, hasta qué grado puede absorber
el sonido un piso alfombrado y qué tan eficaz puede ser una pared para aislar el
frío y el calor.
Un ejemplo impresionante de cómo afectan las características del medio am ­
biente el rendimiento humano lo proporciona un estudio realizado en una escue­
la de Texas. El aumento en la matrícula de alumnos obligó a los administradores
a buscar espacio para salones de clases adicionales en el edificio ya atestado. Pa­
ra satisfacer la creciente demanda de espacio, una gran área de almacenamiento
ubicada cerca del gimnasio la convirtieron en un salón para cuarto grado. Pero
de ninguna manera lograron un ambiente educativo. El desempeño de los alu­
naos decayó rápidamente y el maestro manifestó muchas quejas relacionadas con
el trabajo. Un examen del ambiente del salón de clases reveló que éste presenta­
ba varios elementos que obstaculizaban la enseñanza y el aprendizaje.
La iluminación, que había sido suficiente para el área de almacén, resultó ina­
decuada para el salón de clases, muchos estudiantes se quejaron de que no po­
dían leer los pizarrones. El pequeño aparato de aire acondicionado que se había
agregado al área de almacenamiento, como parte de la transformación, resultaba
insuficiente para refrescar el salón durante los días calurosos, y el maestro infor­
mó que los alumnos se comportaban especialmente inquietos en esa época. Por
último, la proximidad del nuevo salón de clases con el gimnasio representaba
la principal fuente de distracción por el ruido producido durante las sesiones de
educación física. Desafortunadamente, aunque el salón de clases improvisado pro­
porcionó un espacio adicional muy necesario, su medio ambiente resultó inade­
cuado para el proceso de aprendizaje.

Disposición espacial Los psicólogos de los factores humanos y los psicólogos


ambientales preocupados por el rendimiento humano también han investigado
la disposición espacial de los ambientes diseñados. Aquí el psicólogo se interesa
en saber cómo es que la disposición de los espacios en donde se realizan varias
actividades interrelacionadas determina la lentitud o la eficiencia en el trabajo o
el aprendizaje. Un objetivo principal es disponer tales espacios de manera que
se logre el máximo rendimiento en todas las actividades interrelacionadas que se
efectúan en el lugar (Bennett, 1977).
La disposición espacial de los ambientes diseñados tienen dos aspectos (la
ubicación de las características ambientales y su distribución). Ernest McCormick
(1976) explica que la ubicación de las características ambientales implica elegir el
lugar en donde se van a colocar las características dentro de un área general, tal
como la colocación del equipo de computación para enseñanza o la ubicación de
una sala de conferencias en un contexto organizacionai. Al planear la distribu­
ción se debe determinar cómo relacionar dos o más grupos de características am­
bientales en un área particular (la colocación de los útiles del maestro, los
352 Rendimiento escolar y laboral

materiales para artes manuales y los espacios de trabajo individual y de grupo


en un salón de espacio abierto, por ejemplo, o la distribución de las máquinas
del equipo de ensamblaje en un ambiente industrial).
Un ejemplo de cómo puede afectar la disposición espacial de las característi­
cas ambientales el rendimiento laboral, se encuentra en el estudio realizado en
una oficina de personal ubicada en California. Esta oficina estaba localizada en un
gran hospital general con serias limitaciones de presupuesto. Con el objeto de
reducir los costos de construcción y utilizar al máximo el espacio disponible, los
administradores habían trasladado la oficina de personal a una amplia área en
una ala del hospital. Los escritorios del asistente administrativo, dos consejeros
de trabajo y dos secretarias, fueron ubicados juntos en un área abierta, además de
una hilera de sillas que servía de sala de espera, sin mediar paredes ni canceles.
Todos los miembros de la sección de personal se quejaron de que no podían tra­
bajar en forma efectiva en el área abierta.
Los asesores laborales estuvieron realizando entrevistas personales en me­
dio del ruido de las máquinas de escribir y al alcance del oído tanto de sus cola­
boradores como de los visitantes. El asistente administrativo se quejó de constantes
interrupciones por parte de los visitantes y del personal, que tenían que pasar
por su escritorio cuando entraban y salían de esa área. Las secretarias constante­
mente invadían el espacio de otros empleados para usar los archiveros, que esta­
ban torpemente dispuestos por toda el área como (ineficaces) marcadores de
límites. Aunque la disposición de plano abierto tuvo éxito en la economía de los
costos de construcción, los costos de organización debidos a la reducción de efi­
ciencia en e! trabajo y el desaliento del personal, contrarrestaron las ganacias
iniciales en los costos de construcción.

Definición de las variables del rendimiento

McCormick (1976) explica que el rendimiento en los ambientes laborales y escola­


res implica conductas dirigidas al cumplimiento de algún objetivo. El rendimiento
cubre un amplio espectro de respuestas, desde actividades esencialmente físicas
(cargar mercancías), pasando por conductas psicomotoras (operación de un con­
mutador), hasta actividades estrictamente mentales (estudiar para un examen).
Fred Steele (1973) divide el rendimiento humano en tres categorías de tareas
instrumentales: actividades físicas, las que se dan en lo externo del individuo; ac­
tividades mentales, las que se realizan dentro del individuo; y actividades de in­
teracción, las que ocurren entre los individuos.

Actividades físicas Steele señala que dichas actividades físicas externas como ope­
rar máquinas, levantar objetos, pintar, martillar, serrar o hacer masas, pueden
verse favorecidas o impedidas por los ambientes físicos en donde se realizan. Des­
cribe una compañía de Nueva Inglaterra que operó por casi cincuenta años sin
sistema de calefacción en la planta. Para mantenerse a buena temperatura du­
rante el invierno, los obreros hacían sólo las tareas que requerían suficiente mo­
vimiento físico para elevar el calor del cuerpo. Las tareas más estacionarias se
dejaban simplemente para cuando llegara la primavera. Steele también describe
á un artista que cambió su estudio a un espacioso granero cuando se dio cuenta
Naturaleza del rendimiento amblen!’ ! 153

de que la magnitud de su trabajo anterior había sido determinada por el tamaño


de su pequeño estudio más que por su propia creatividad.

Actividades mentales Las actividades mentales que se dan dentro de los indivi­
duos incluyen actos como pensar, leer, concentrarse y recordar. Steele subraya
que estas tareas también se ven afectadas por la naturaleza de los ambientes en
los que se realizan. Las actividades mentales se ven obstaculizadas en los am­
bientes donde el individuo está sujeto a interrupciones que no puede controlar.
En las oficinas de plano abierto, la falta de una puerta o de otro tipo de división
visible, cuando un área está ubicada cerca de donde hav un tránsito constante
y denso puede afectar en-forma negativa el desempeño de las tareas mentales.
Steele-agrega, sin embargo, que un nivel óptimo de estimulación puede ser útil
para las actividades mentales, y que ios ambientes de trabajo que están comple­
tamente aislados del contacto personal y de la estimulación visual son inadecua­
dos para la creatividad.

Actividades de interacción Las actividades de interacción (las que se realizan en­


tre las personas) incluyen cosas tales como reuniones de grupos de planeación,
sesiones de "lluvia de ideas", exposición y venta de servicios o artículos a clien­
tes e intercambio y verificación de datos. Aquí se destaca el papel de la interac­
ción como un medio para completar una tarea, más que como un fin. Todas estas
tareas también están sujetas a las influencias de los ambientes físicos donde ocu­
rren. Muchas organizaciones tienen salas de conferencias muy reducidas que só­
lo permiten la reunión de grupos pequeños. Cuando un problema exige la
participación de un grupo mayor, la limitación espacial de la sala de juntas pue­
de obstaculizar la solución del problema. Steele también hace notar que las reu­
niones de grupo que se realizan en áreas por donde circula otra gente, se ven
sometidas a constantes intromisiones y distracciones que impiden la toma de de­
cisiones, por ejemplo.

Modelo holístico integral del rendimiento Al discutir acerca de la naturaleza del


rendimiento del individuo en ambientes escolares y laborales, se debe tener en
mente que el rendimiento no opera aislado de los otros procesos psicológicos que
se han analizado. El rendimiento ambiental siempre se da en combinación y en
constante interacción con otros procesos psicológicos, como son la percepción
del ambiente y el conocimiento ambiental. Ernest McCormick (1976) presentó un
modelo holístico (integral) del rendimiento que refleja la interacción entre éste
y otros procesos psicológicos (figura 5-1).
Como muestra el modelo, el rendimiento ambiental es un eslabón en la ca­
dena de procesos psicológicos relacionados. Estos procesos se inician cuando cierto
tipo de información ambiental hace impacto en el individuo. El individuo capta
la información por medio de uno o más de sus sentidos, es decir por el proceso
de la percepción del ambiente. Después se descifran y organizan los datos per-
ceptuales mediante el proceso del conocimiento ambiental, cuyo resultado es la
decisión de utilizar o no la información recibida. Las operaciones que se realizan
con base en esa decisión constituyen el proceso del rendimiento ambiental. Este
puede ser una acción física que controla algunos aspectos del ambiente, una co­
municación proporcionada a otra persona o una actividad mental.
354 Rendimiento escolar y laboral

Elaboración de un m apa conductual

Con la elaboración de un mapa conductual de un ambiente, el psicólogo ambiental


puede estudiar la relación entre determinados tipos de conducta y lugares particu­
lares del ambiente físico. Después de que se han establecido las categorías de obser­
vación, el psicólogo ambiental elabora hojas de datos en las que registra información
sobre la conducta. Las hojas de datos incluyen categorías de observación, una lista
de subáreas del ambiente e intervalos de observación.
' Aquí se muestra una típica hoja de datos para la elaboración de mapas cooduc-
tuales, que se preparó en un ambiente hospital. La hoja de datos muestra que
la observadora Pam realizó observaciones en el pabellón 4 a las 10:00 a.m . del 17
de febrero de 1978. Durante el primer intervalo de observación, registró un total de
treinta pacientes. De éstos, dieciocho se encontraban en la sala, cuatro estaban en
el dormitorio y ocho en el corredor. Según se ve, la sala no era un lugar especial­
mente activo. En el intervalo de observación 1, cinco pacientes estaban sentados so-

H oja de d a to s p a ra e l a b o r a r u n m a p a c o n d u c t u a l .

Fecha: 2 /1 7 /7 8 H o ra : 1 0 :0 0 A .M .

Intervalo de observación
Lugar Sala Dormitorio Corredor Sala

Categoría de observación:

Recostado despierto 1 2 1

Durmiente 1

Sentado solo 5 4

Escribiendo < 1 1

Higiene personal 1

Leyendo 2 2

De pie 2 3

Paseando 3 5 5

Comiendo

Juegos 2 2

Hablando 2 3
Fuente: C j. Holahant “ Action Research in the Built Environment", en R. H. Pnce y P. £ . Politser (eds.), E v a lu a ­
r o n and A ctio n in th e S o c ia l E n v ir o n m e n t. N u ev a Y o r k : A c a d e m ic P r e s s . 1981. p. 97. Reimpreso con permiso.
Naturaleza del rendimiento ambiental 155

---------------------------------- ^

los, tres paseaban, dos se hallaban de pie y uno se encontraba recostado despierto
Sin embargo, había cierta actividad en la sala: dos pacientes se encontraban ju gan ­
do, dos leyendo y uno escribiendo. Si se com paran los intervalos de observación
2 y 3 con el intervalo 1, se podrán apreciar cambios útiles en las conductas observa­
das en el pabellón durante este período.

P ab elló n : 4 O b servad or: Pam

D o rm ito rio C o rred o r Sa la D o rm ito rio C o rred o r

2 1 2

1 1

2 1

2 3

6 4 5

4
156 Rendimiento eseoiar y labora]

Conocimiento j
Percepción ¡ ambieniñl Rendimiento
^ Resultado «.Tibíenla! ; (procesamiento ambiental Información ,
i (recibir j de información ¡ t (control físico 0 de entrada
• información) y toma de ! | comunicación)
I decisiones)
L_ i i

Figura 5-1 Un modelo integral del rendimiento ambiental..

A d o p ta d o de i . J M cC on vuk. Human Factors in Engineering and Design. p 9. M c G r a w -H iU . 1976 A d a p ta d o (o n


p e m iis o d e l e d ito r

Un ejemplo de cómo ocurre el rendimiento ambiental, como parte de un pro­


ceso integral, puede observarse en el trabajo de un ingeniero de seguridad de
una planta de energía atómica. El proceso se inicia cuando un indicador rojo (in­
formación de entrada) avisa que hay una falla en el sistema de enfriamiento de
la planta. El ingeniero ve el indicador (percepción ambiental) y al percatarse de
la magnitud del problema, decide cerrar el reactor (conocimiento ambiental). En­
tonces apaga los interruptores correspondientes y llama al personal de otra plan­
ta para informarle sobre la situación de emergencia (rendimiento ambiental). La
importancia de diseñar ambientes laborales que faciliten el rendimiento humano
se ve reforzada por accidentes como el ocurrido en el reactor nuclear de Three
Mile Island, en Pennsylvania, en donde, según el contingente naval presiden­
cial, el grave accidente se debió a una serie interrelacionada de errores mecánicos
y de operación.

Métodos de medición del rendimiento

Elaboración de mapas conductuales Una técnica que los psicólogos ambientales


han utilizado para evaluar el rendimiento en los ambientes escolares y laborales
es la observación directa de la conducta de los individuos en dichos ambientes.
William Ittelson y sus colaboradores (Ittelson, Rivlin y Proshansky, 1976) desa­
rrollaron un procedimiento de investigación llamado elaboración de mapas conduc-
luales para aplicarlo en el estudio de la conducta de las personas en varios
ambientes. Dicho procedimiento consiste en registrar el número de individuos
que manifiestan una conducta de entre varios tipos predeterminados, en cada
subárea del ambiente. En sesiones preliminares de observación, se elabora una
lista de las categorías de conductas que cubren la mayor parte de la variación con-
ductual que se da en el lugar que se estudia. Además de anotar el tipo de con­
ducta, el observador registra la ubicación específica de! sujeto en el ambiente en
cada intervalo de observación. Las observaciones se registran en hojas de datos
diseñadas para un uso rápido y fácil por parte de los observadores (véase recua­
dro: "Elaboración de un mapa conductual” ).
Para la elaboración de mapas conductuales es esencial la capacitación de un
equipo de observadores para que realicen las observaciones de conducta de una
manera uniforme y confiable. Primero, al equipo, que por lo general consta de
Naturaliza de) rendimiento ambienta) 157

cuatro a seis miembros, se Íes da a conocer ¡a lista de categorías de observación


y se resuelve cualquier duda o confusión con respecto al significado de éstas. Lue­
go, los observadores practican utilizando las hojas de datos para la elaboración
de mapas conductuales y trabajan en parejas. El nivel de acuerdo entre los miem­
bros del equipo se verifica constantemente para aclarar cualquier discrepancia.
La capacitación se considera satisfactoria cuando el acuerdo entre los miembros
del equipo alcanza un 90% (por lo general después de 10 horas de práctica, más
o menos). Las investigaciones han demostrado que cuando se sigue esta técnica
de capacitación, la elaboración de mapas conductuales mantiene un alto nivel de
confiabilidad. La conducta de las personas en ambientes diseñados también pue­
de medirse por medio del Estudio de Situaciones de Conducta (véase capítulo
1) de Roger Barker (1968). Robert Bechtel (1977) describe la forma de aplicar este
estudio para evaluar la conducta de las personas en vanos ambientes diseñados.
Cabe señalar que aunque los métodos de elaboración de mapas conductuales y
el Estudio de Situaciones de Conducta son especialmente útiles para estimar el
rendimiento del individuo en ambientes escolares y laborales, también se han
aplicado en el estudio de una gran variedad de problemas de conducta de la psi­
cología ambiental.

Mediciones no intrusivas Una limitación de las técnicas de medición que impli­


can la observación directa de la conducta, como son la elaboración de mapas con­
ductuales y el Estudio de Situaciones de Conducta, es que la presencia de los
observadores puede hacer que las personas alteren su rendimiento. Cuando la
conducta del individuo está influida por el hecho de saberse observado como parte
de un estudio, se dice que "reaccio n a" a las observaciones, y la medición em­
pleada se denomina entonces "rea ctiv a ". Un ejemplo clásico de métodos de in­
vestigación reactivos que alteran el rendimiento en el trabajo se puede apreciar en
los estudios sobre los efectos de la iluminación, realizados por Hawthome (Roetn-
lisberger y Dickson, 1939) en una planta eléctrica durante la década de 1920 (para
una interpretación alternativa de los hallazgos de Hawthome veáse Parsons, 1974).
Los investigadores estaban interesados en saber si un aumento en la ilumi­
nación podría mejorar el rendimiento de los obreros en las tareas de ensamblar
relevadores y probar equipo de telefonía Descubrieron que a medida que se
aumentaba la iluminación en una parte de la planta, también aumentábala produc­
tividad de los obreros de esa área. Sin embargo, posteriormente los investigadores
encontraron que cuando se disminuyó la luz en esa parte de la planta, la productivi­
dad continuó aumentando. Los investigadores concluyeron que el aumento observa­
do en la productividad más que ser una función del nivel real de iluminación, fue
resultado del sentimiento de satisfacción de los obreros por ser foco de atención
especial del estudio.
Eugene Webb y sus colaboradores (Webb, Campbell, Schw artz y Sechrest,
1966) proponen el uso de mediciones no intrusivas que no afecten o alteren la con­
ducta en observación. Las m ediciones no intrusivas son aquéllas que aprovechan
la evidencia física, producto natural de la conducta humana, que puede propor­
cionar un índice del tipo y del nivel de la conducta que la produjo. El detective
158 Rendimiento escolar y laboral

ficticio Sherlock Holmes característicamente utiliza dichas pistas físicas (la huella
de una bota, la ceniza de un puro, la pintura de labios en un vaso) para deducir
la naturaleza de la conducta pasada.
Webb y sus colaboradores clasifican dichas mediciones en dos grandes cate
gorías: de erosión y de acrecencia. Las mediciones de erosión son producidas por
la frecuencia del uso selectivo de algún material físico La cantidad de veces que
fue necesario reemplazar las losetas de vinil en el Museo de Ciencias e Industria
en Chicago sirvió para indicar la popularidad de algunas exposiciones de dicho
museo (Duncan, 1963). Las losetas que rodeaban una exhibición de polluelos ne­
cesitaron reposición cada seis semanas, mientras que las de otras áreas del mu­
seo duraron años sin tener que cambiarse.
Las mediciones de acrecencia son producidas por el depósito o acumulación
selectiva de algún material físico. Holahan (1976) estimó la cantidad de inscrip­
ciones acumuladas en las paredes y puertas de un pabellón psiquiátrico de re­
ciente remodelación, para obtener un índice de lo que el personal del hospital
y los pacientes pensaban del pabellón. Otra fuente fácilmente disponible de me­
diciones no intrusivas son los datos registrados y archivados sistemáticamente
por organizaciones, dependencias gubernamentales y periódicos. Por ejemplo,
los registros de cambios de turno de empleados, ausentismo y permisos por en­
fermedades, proporcionan información referente a la moral del personal y a la
eficacia de la organización. Por supuesto, al utilizar mediciones no intrusivas,
el investigador debe verificar que el mantenimiento y los materiales de construc­
ción sean uniformes en todas las áreas estudiadas.

Mediciones de laboratorio Aunque los mapas conductuales, el estudio de Bar-


ker y las mediciones no intrusivas son especialmente adecuados para evaluar el
rendimiento del individuo en ambientes reales, también se han empleado varias
técnicas que evalúan el rendimiento humano en ambientes controlados. Por lo
general estas estimaciones han sido índices muy refinados y precisos de determina­
dos aspectos del rendimiento humano, tales como las mediciones de la exactitud
de la percepción visual o el rendimiento en tareas mecánicas de precisión. Algunas
estimaciones de laboratorio han consistido en tareas enfocadas, por ejemplo, co­
dificación, corrección de pruebas o solución de problemas, que requieren moti­
vación y constancia, así como también precisión y eficiencia. La definición precisa
de las mediciones de laboratorio ha fortalecido la validez interna de los estudios
que las emplean, aunque, debido a la naturaleza artificial de dichas tareas, tie­
nen una validez externa limitada como índices del rendimiento en tareas reales
de aprendizaje y de trabajo. En la siguiente sección se verá que gran parte de
la investigación que analiza los efectos del ambiente en el rendimiento utiliza me­
diciones de laboratorio muy elaboradas.

Mediciones con cuestionarios Además de las mediciones basadas en la conduc­


ta, descritas en párrafos anteriores, en algunos estudios sobre el rendimiento hu­
mano también se han utilizado cuestionarios de autorreporte. Casi siempre, las
mediciones de autorreporte se han empleado junto con estimaciones de conduc­
ta, de manera que la percepción del individuo con respecto a su propio rendi­
miento en el trabajo y los índices de sus sentimientos, actitudes y motivaciones
puedan relacionarse con su rendimiento real. La investigación realizada en el la-
Efectos dei ambiente en el rendimiento 159

boratorio sobre los efectos del calor y el frío en el rendimiento, con frecuencia in
cluye cuestionarios para averiguar qué tan cómodos o incómodos se sienten los
sujetos en distintos niveles de temperatura. De la misma manera, los estudios
de campo sobre los efectos que causan los diseños contrastantes de las oficinas en
el rendimiento laboral frecuentem ente incluyen cuestionarios para evaluar la sa­
tisfacción o insatisfacción de los empleados con respecto a la disposición del es­
pacio, así como también sus percepciones de si su rendimiento en el trabajo ha
mejorado o no.

Mediciones convergentes Ninguna estrategia en sí es superior a las demás. Lo


ideal es que los investigadores utilicen una combinación de técnicas de medición,
de manera que la debilidad intrínseca de un planteamiento pueda compensarse
con la fuerza natural de otra. En un estudio sobre la iluminación y la productivi­
dad en un ambiente industrial podrían emplearse varias técnicas de medición
"convergentes". Primero, una estimación de laboratorio para medir el rendimiento
en un ambiente experimental controlado podría proporcionar un índice preciso
de cómo influyen determinadas variaciones del nivel de iluminación en conduc­
tas específicas (por ejemplo, vigilancia y desempeño psicomotor). Después, el
investigador podría realizar un estudio de campo en una fábrica para comparar
las diferencias registradas, en cuanto a productividad, ausencias por enferme­
dad y artículos dañados (mediciones no intrusivas), entre las áreas de la fábrica
que difieren naturalmente en iluminación. Luego, se podría observar directamente
el rendimiento de los obreros (mapa conductual) en cada una de las áreas. Por
último, en un planteamiento de la experimentación de campo, se podrían intro­
ducir cambios de iluminación en diferentes partes de la fábrica para observar pos­
teriormente los efectos en el rendimiento y la productividad. Cuando se emplean
varias estimaciones en conjunto, el investigador puede comparar los hallazgos
obtenidos mediante un control experimental aumentado con los obtenidos en con­
diciones menos artificiales.

EFECTOS DEL AMBIENTE EN EL RENDIMIENTO

Los efectos de la luz

La luz puede afectar el trabajo visual en dos formas (Boyce, 1975). Primero, afec­
ta directamente la realización de una tarea visual debido a que alteran la visión.
Por ejemplo, el nivel de iluminación y la interferencia de un deslumbramiento
pueden alterar directamente la habilidad del individuo para llevar a cabo una ta­
rea visual. Segundo, la luz puede afectar indirectamente el rendimiento al crear
condiciones de trabajo incómodas, distrayentes o fatigantes. Mientras que los efec­
tos más importantes de la luz en el rendimiento son los directos, los efectos prin­
cipales del sonido y la temperatura sobre el rendimiento (según se verá) son
indirectos.

Iluminación Para leer un libro, escribir una carta o un trabajo, eficientemente, o


desempeñar una tarea minuciosa, se necesita un buen nivel de iluminación. Los
psicólogos ambientales definen estos problemas como los efectos de la iluminación
ló G Rendimiento escolar y laboral

en el rendimiento Cuando se coloca un medidor de luz cerca de una fuente de luz,


como una lámpara de mesa, se está midiendo el nivel de iluminación de esa fuente
de luz. La iluminación se mide en bujías-pies {o decalux; 1 bujía-pie = 1.076 deca-
lux). Conforme el medidor se va retirando de la lámpara disminuye el número
de bujías-pies. Para leer manuscritos sin dificultad se requiere una iluminación de
aproximadamente 100 bujías-pies (Bennett, 1977).
Los efectos directos de la iluminación en el rendimiento visual se han estable­
cido mediante una serie de estudios llevados a cabo principalmente en ambien­
tes experimentales (Beutell, 1934; Boyce, 1973; Fry, 1962; Gralham, 1965; Simonson
y Brozek, 1948,.Weston, 1945). P. R. Boyce (1975), al resumir los resultados de
estos estudios, señala que a medida que se. aumenta la iluminación, la águdeza
visual crece; es decir, con más luz es posible distinguir y reconocer mejor los pe­
queños detalles. El efecto de un cambio de iluminación es mayor en las tareas vi­
suales difíciles. Corwin Bennett (1977) señala que una mayor iluminación también
permite al individuo ejecutar tareas visuales en forma más rápida y precisa. Sin
embargo, cada aumento al nivel óptimo de iluminación disminuye el rendimien­
to logrado con incrementos de iluminación similares. A niveles muy altos de ilu­
minación, los aumentos en ésta reducen el rendimiento porque impiden distinguir
algunas señales de información visual, como los desniveles, por ejemplo (Logan
y Berger, 1961; Stevens y Foxell, 1955).

Deslumbramiento Ocurre cuando una fuente de luz, más brillante que el nivel
general de iluminación al cual están adaptados los ojos, se coloca cerca del objeto
que se está mirando (Bennett, 1977). Un ejemplo común de la interferencia que
produce un deslumbramiento en la capacidad del individuo para ver claramente
es cuando alguien queda de frente a un automóvil que trae encendidas las luces
altas durante la noche.
El deslumbramiento que afecta el rendimiento visual se denomina deslumbra­
miento de incapacidad. Boyce (1975) y McCormick (1976) revisaron investigaciones
(llevadas a cabo en la década de 1920) que demuestran que el deslumbramiento
de incapacidad es nocivo para el rendimiento. Los efectos negativos del deslum­
bramiento de incapacidad aumentan a medida que el deslumbramiento se apro­
xima a la línea de visión. El deslumbramiento de incomodidad es el que provoca
molestias a quien desempeña una tarea, pero no afecta directamente la estima­
ción psicofísica del rendimiento (Boyce, 1975). Boyce (1975) supone que la moles­
tia causada por un deslumbramiento puede afectar indirectamente la calidad del
rendimiento visual, pero señala que es necesario investigar más esta cuestión.

Color Existe mucha especulación, tanto popular como profesional, acerca de los
efectos que producen los diversos colores en el rendimiento del individuo (véase
Birren, 1965). Sin embargo, se cuenta con muy poco conocimiento empírico en
cuanto a este tema. Se ha demostrado que un gran contraste de colores puede
afectar directamente el rendimiento al desempeñar tareas visuales que implican
la diferenciación de colores (Eastman, 1968). Existen ciertas pruebas de que el
color puede afectar el estado de ánimo y el nivel de estimulación de los indivi­
duos (véase Mehrabian y Russell, 1974) así como también sus actitudes (véase
Blum y Naylor, 1968); lo que permite suponer que dichas diferencias en el estado
de ánimo, estimulación y actitudes pueden afectar indirectamente el desempeño de
Efectos del ambiente en el rendimiento 161

una tarea. Algunos colores se asocian con estados de ánimo particulares, m ien­
tras que el rojo se considera "excitante” y "estim ulante", el azul se ve como " s e ­
guro" y "tranquilizante" (VVexner, 1954). Además, las variaciones de color afec­
tan las reacciones fisiológicas, tales como la presión arterial y el ritmo de la
respiración (Acking y Kuller, 1972). Por último, el rojo produce niveles de esti­
mulación más altos que el verde, como se refleja en reacciones cutáneas galváni­
cas más altas (Wilson, 1966). Estos efectos indirectos del color en el rendimiento,
probablemente están relacionados con diferencias culturales en cuanto al signif-
cado y usos convencionales de los diversos colores.

Los efectos del ruido

El ruido es uno de los factores ambientales que más se ha investigado para cono­
cer los efectos que producen en la conducta humana Aquí se analizará su in­
fluencia en los tipos de rendimiento que ocurren típicamente en ambientes
escolares y laborales. En el capítulo 6 se considerarán los efectos del ruido que
producen stress y que repercuten en la salud, las relaciones sociales y el bienes­
tar emocional de las personas.
¿Qué es el ruido? En general, el ruido puede definirse como el sonido que
el individuo no quiere escuchar. No todos los ruidos son fuertes; una conversa­
ción en la biblioteca, cerca de los gabinetes de estudio, puede ser tan indeseable
como el ruido de un taladro hidráulico en la calle. Aunque un elemento principal
de la definición del ruido es esta cualidad psicológica de ser indeseable, también
es importante considerar los aspectos físicos dei ruido.
La unidad de medida de la intensidad del sonido es el decibel, o dB. Leo Be-
ranek (1966) proporciona una gráfica que muestra los decibeles que alcanzan los
sonidos producidos por doce fuentes ambientales comunes (figuras 5-2). Al exa­
minar la gráfica, se debe tener en mente que la intensidad de! ruido aumenta
exponencialmente; un sonido de 10 decibeles es dos veces más fuerte que uno

. .i - - ---
Trueno
Cohete
“ H1!! ^ H P ' f W H r nill> II» IB
Avión U M *i
¿ WH t lint! IIIIS ■Bl.'í ■ H llIlIK M ir1 1111;“i—lif jÍ!Í|l|
Motor !■_____
«■ a*«
- ___
■m tn■imhuu >wit
in i üifl indi. .m
Oficina ruidosa
Automóvil
WK«iiniittfy«iiiwmiiiiiui:Hiiii i
«4f Mili! N I Mi! illllllM Jri! M il i;
Conversación
¡•'i flsl iiW
Hogar
Oficina tranquila
ahí !¡¡!
Murmullo
Cero ruido •i1! iS I'
; i iis;lll ’ ül'ltil : li'illl
10

Figura 5-2 Intensidad de los ruidos producidos por diversas fuentes ambientales. D e L .
Scientific American, 79 6 6 , 215:4, 6 6 - 7 6 . © S cien tific A m e ric a n , ln c ., 1 9 6 6 .
L. B e ra n ek , " N o i s e ” ,
T o d o s los d e r e c h o s re s e rv a d o s .
162 Rendimiento escolar v laboral

de un decibei, un sonido de 20 decibeles es cuatro veces más fuerte que uno de


un decibei, v un sonido de 100 decibeles es 1,000 veces más fuerte que uno de un
decibei (Beranek, 1966).
Aunque la mavoría délas personas puede recordar rápidamente experiencias
personales en las que el ruido hizo más difícil el desempeño de alguna tarea, como
el estudiar para un examen o escribir un trabajo de fin de curso, los hallazgos
empíricos en el área son bastante complejos. En una revisión de los efectos del
ruido en el rendimiento, Sheldon Cohén y Neil Weinstein (1981) señalan que a
pesar de que existe una gran cantidad de estudios de investigación sobre el ruido
y el rendimiento, no es posible predecir con mucha confiabilidad la manera en
que el ruido afectará el rendimiento en una situación determinada.

Sin efectos negativos Muchos estudios sobre los efectos en el rendimiento han
sido realizados en ambientes de laboratorio. Por lo general, estos estudios inclu­
yen tareas relativamente simples, como sumar o comparar listas de números. Las
revisiones de estos estudios permiten concluir que el ruido producido en un labora­
torio no tiene efectos adversos en el rendimiento al desempeñar tareas mentales
y psicomotoras más o menos simples (Broadbent, 1957; Glass y Singer, 1972a;
Kryter, 1970). Cohén y Weinstein señalan que las tareas de laboratorio que no
se han visto afectadas adversamente por el ruido presentan las siguientes carac­
terísticas: las respuestas se requieren en tiempos definidos y están indicadas por
una clara señal, los estímulos son fácilmente visibles y las respuestas implican mo­
vimientos repetidos y coordinados. En ciertas circunstancias, el ruido puede
aumentar el rendimiento, como cuando ayuda a los sujetos a estar atentos o a
permanecer despiertos (Corcoran, 1962; Warner, 1969).

Efectos negativos en ciertas circunstancias Las evidencias derivadas de una gTan


variedad de estudios, sin embargo, muestran que en ciertas circunstancias, el ruido
sí afecta en forma adversa el rendimiento. En general, las variables que determi­
nan si el ruido afectará adversamente el rendimiento se pueden agrupar en tres
categorías principales: el tipo de tarea desempeñada, las características del ruido
utilizado y la duración de las mediciones del rendimiento.

Tipos de tareas Los investigadores han observado que el ruido afecta negativa­
mente el rendimiento en el desempeño de tareas complejas (Bogges y Simón, 1968;
Eschenbrenner, 1971) y de las que requieren un alto grado de concentración y
vigilancia (Broadbent, 1954, 1958, 1971; Jerison, 1959; Woodhead, 1964). Las ta­
reas complejas se caracterizan por un contenido abundante de señales que aten­
der, estímulos instantáneos o señales irregulares cuya ocurrencia no es posible
predecir. El rendimiento en tareas que implican el manejo de una gran cantidad
de información también se ve afectado negativamente por el ruido (Finkelman
y Glass, 1970; Glass y Singer, 1972b; Hockey, 1970a, 1970b; Woodhead, 1966).
Cuando se requiere que los sujetos lleven a cabo tareas simultáneas en condiciones
de ruido, logran un buen rendimiento en una tarea a expensas de las otras.

Características del ruido Por lo general, los ruidos intermitentes son más ne­
gativos que los ruidos continuos, y sus efectos en el rendimiento son aún más
negativos cuando ocurren a intervalos aperiódicos o irregulares (Broadbent, 1957;
Efectos del ambiente en el rendimiento 163

El ru id o en los d ep artam en tos y la destreza


de los niños para leer

Sheldon Cohén y sus colaboradores (Cohén, Glass y Sm ger, 1973) realizaron un in ­


teresante estudio correlaciona! de campo en unos edificios de departamentos en N ue­
va York para saber cóm o se relacionaba el ruido con la habilidad para leer de los
niños que vivían en esos edificios. Los edificios estudiados eran cuatro torres de treinta
y cuatro pisos construidas sobre los puentes que atraviesan una carretera interesta­
tal. Los investigadores midieron los niveles de ruido dentro de los edificios y co m ­
probaron que cuanto más bajo se localizaba el departam ento (más cercano al tránsito
de la autopista), m ayor era el nivel de ruido- Los autores también hicieron notar
que debido a que el ruido es aperiódico, las posibilidades de que ocurran decremen­
tos en el rendimiento son mayores. Basados en esta información, los investigadores
construyeron la hipótesis de que el nivel del piso en el que está ubicado el departa­
mento donde se vive está directam ente relacionado con la capacidad de lectura.
Para probar esta predicciones, Cohén y sus colaboradores evaluaron la capaci­
dad de lectura y la discriminación auditiva de cincuenta y cuatro niños de edad e s ­
colar que vivían en los departam entos. Descubrieron que los niños que habitaban
en los pisos inferiores m ostraron en realidad m ayor dificultad tanto para leer como
para discriminar ruidos que los niños que vivían en pisos m ás altos. La relación e n ­
tre el nivel del ruido y la deficiencia en la lectura fue indirecta; el ruido afectó direc­
tam ente la discriminación auditiva y estos efectos, a su vez, influyeron en el
rendimiento de la lectura. La tabla que aquí se presenta muestra q ue el nivel del
piso explica el m ayor porcentaje de variación en la discriminación auditiva, seguido
en orden de im portancia por el nivel cultura) de los padres, el núm ero de hijos en
la familia y el grado escolar.
Cohén y sus colaboradores subrayan que las deficiencias en la discriminación
auditiva y en la habilidad para leer aparecieron com o efecto s se c u n d a rio s en la exposi­
ción prolongada al ruido. Los efectos nocivos del ruido del tránsito en el rendimien­
to fueron m ayores en los niños que habían vivido en esos edificios por un período
más largo. En un intento por adaptarse a su ruidoso ambiente, los niños aparente­
m ente aprenden a discriminar señales acústicas; cuando algunas señales verbales
im portantes quedan entre las señales eliminadas, el niño no logra desarrollar algu­
nas de las habilidades de discriminación que desempeñan un rol principal en el apren­
dizaje de la lectura.

Porcentaje de la varianza total en la discrim inación auditiva explicada


por diversas variables independientes.

Porcentaje de la
V a ria b le i n d e p e n d ie n t e v a ria n m

Nivel del paso 19%


Educación del padre 12
N úm ero de niños en la familia 10
Nivel escolar 6
Educación de la m adre 0
F uen te: S. C ohén , D. C. G lass y /. £ . S in ger. " A partm en t N oise, A ud itory Dtscrim ination. an d R eading Abilily
m C h ild re n " , Jo u rn a l o í E x p e rim e n tal S o cial P sy ch o lo g y , 1973, 9 :4 0 7 -2 2 . R eim preso con perm iso.
'i64 Rendimiento escolar v laboral

Eschenbrenner. 197]; Sanders, 1961; Theologus, Wheaton y Fleishman, 1974).


En un interesante estudio correlaciona! de campo, Arline Bronzaft y Dennis
McCarthy (1975) analizaron la relación entre la exposición ai ruido de los trenes
elevados (intervalos aperiódicos) y la destreza para leer de ios niños de una es­
cuela de la ciudad de Nueva York Las notaciones que obtuvieron en la lectura
los niños cuyo salón se localizaba en el lado más cercano al tren fueron más bajas
que las de los estudiantes ubicados más lejos del ruido. También observaron que
ei rendimiento se ve más afectado por el ruido que produce una conversación
inteligible que por otros tipos de ruido (Acton, 1970; Obszewski, Rotton y Soler,
1976).

Duración Algunos de los hallazgos más interesantes con respecto a los efectos
del ruido en el rendimiento humano se relacionan con el tiempo que dura la me­
dición del rendimiento. Se ha observado que los efectos negativos del ruido en
el rendimiento aumentan en proporción del tiempo que el sujeto permanece ex­
puesto al ruido (Hartley, 1973; Hartley y Adams, 1974). Los investigadores tam­
bién han descubierto que algunos decrementos en el rendimiento, debidos al
ruido, ocurren como efectos secundarios que aparecen después de que el sujeto ha
salido de la situación con ruido (Glass, Singer y Friedman, 1969; Sherrod, Hage,
Halpern y Moore, 1977) (véase recuadro "E l ruido en los departamentos y la des­
treza de los niños para leer"). Las personas que habían estado expuestas a un
ruido aperiódico cometieron más errores al realizar una prueba de revisión y co­
rrección y se dieron por vencidas más fácilmente al intentar resolver problemas
difíciles (en realidad sin solución) después de desaparecer el ruido, que las perso­
nas de un grupo de control sin ruido (Glass, Singer y Friedman, 1969).
Una variable importante asociada con los efectos secundarios del ruido es el
grado de control que ejercen los sujetos sobre el ruido. Varios investigadores (Glass,
Reim y Singer, 1971; Glass y Sir.ger, 1972a; Sherrod, Hage, Halpern y Moore, 1977)
reportaron que los efectos secundarios negativos en el rendimiento disminuyen
cuando los sujetos pueden controlar el ruido. En ei capítulo 6 se analizará más
ampliamente esta importante variable.

Los Efectos de la Temperatura

Un importante cuerpo de investigación se ha ocupado de estudiar cómo influyen


las variaciones de temperatura de una habitación en el rendimiento de las perso­
nas, en ambientes escolares y laborales. Este punto es de especial interés en vista
de las normas federales de conservación de energía, instituidas a finales de la
década de 1970, que estipulan niveles de enfriamiento y calefacción para los edi­
ficios públicos. La mayoría de las personas alguna vez han experimentado inco­
modidad en el trabajo o el estudio debido a la temperatura demasiado alta o
demasiado baja del área de trabajo. Sin embargo, no se puede asegurar que tal
incomodidad afecte adversamente el rendimiento. Según la mayoría de los estu­
dios, las variaciones de temperatura dentro de los niveles que se pueden encon­
trar en ámbitos interiores no originan directamente la disminución en el
rendimiento. Sin embargo, es posible que la incomodidad producida por un am­
biente excesivamente caluroso o frío reduzca en forma indirecta la calidad del
trabajo.
Efectos dei ambiente en el rendimiento 165

Comodidad térmica Los investigadores que han estudiado la comodidad térmica se


han interesado por determinar e! rango de temperatura dentro del cual las perso­
nas se sienten a gusto, y por identificar los niveles en los cuales la temperatura
se torna incómoda, ya sea calurosa o fría. Los resultados de un estudio muestran
que la gente informó sentirse más a gusto a 26°C. Sin embargo, los sujetos sin­
tieron el clima sólo "ligeram ente caluroso" o "ligeram ente frío " dentro de un
rango bastante amplio de temperaturas, de 20°C a 30°C (Rohles, 1971).
Se deben considerar otros factores cuando se trata de definir la comodidad
térmica. Aunque hay variación en el rango de temperatura que las personas con­
sideran cómoda, las diferencias de grupo, a las que com únm ente se atribuyen
dichas variaciones, cómo son las relacionadas con el sexo y la edad, no han podi­
do comprobarse empíricamente (Griffiths, 1975). Los estudios de investigación
controlados demuestran que las mujeres y los hombres tienen una preferencia
similar en cuanto a comodidad térmica (McNall, Jaax, Rohles, Nevins y Sprin-
ger, 1967; Fanger, 1972), y que los rangos de comodidad térmica no difieren en­
tre sujetos de edad universitaria y ancianos (Fanger, 1972). Existen otras variables
físicas, además de la temperatura, que afectan la comodidad térmica, como son
la humedad, el movimiento del aire, el nivel de actividad física y la cantidad de
ropa que se lleva puesta (McCormick, 1976). Es probable que las temperaturas
incómodas y una prolongada exposición a ellas, influyan indirectamente en el
rendimiento del individuo al producirle fatiga, aburrimiento e irritabilidad.

Calor y rendimiento Aunque la mayoría de las investigaciones sobre los efectos


del calor en el rendimiento han sido efectuadas en condiciones de laboratorio
altamente controladas, sus resultados son extremadamente complejos. Un gran
número de estudios indican que el calor afecta negativamente el rendimiento, otros
muestran que no hay efectos en el rendimiento en condiciones de calor, y otros
más revelan que el calor puede incluso mejorar el rendimiento (Griffiths, 1975).
Muchos estudios realizados en las últimas décadas han mostrado que las al­
tas temperaturas causan efectos nocivos en el desempeño de una gran variedad
de tareas. El calor afecta negativamente el desempeño dei trabajo físico (Leithead
y Lind, 1964; Mackworth, 1961; Wyndham, 1969), varias tareas psicomotoras y
de vigilancia (Azer, McNall v Leung, 1972; Colquhoun y Goldm an, 1972; Teich-
ner y YVehrkamp, 1954; Wyon, 1974), el trabajo industria! (Tichauer, 1962), y el
trabajo escolar (Lofstedt, Ryd y Wyon, 1969).
Sin embargo, otros estudios evidencian que los efectos del calor en el rendi­
miento son más complejos de lo que parecen a simple vista. Algunos estudios
han mostrado que el rendimiento puede verse mejorado a niveles bajos de calor
(Wilkinson, Fox, Goldsmith, Hampton y Lewis, 1964) o durante el período inicial
de la exposición al calor (Poulton y Kerslake, 1965). Un estudio reveló que, aun­
que el calor afecta negativamente el desempeño de tareas complejas, no impide
la realización de tareas simples (Griffiths y Boyce, 1971).
En resumen, aunque el calor sí afecta negativamente el rendim iento en una
gran variedad de tareas, en ciertas circunstancias, a su vez, esos efectos se ven
influidos por otros factores, como pueden ser la complejidad de la tarea, el nivel
de calor y la duración de la exposición a las altas temperaturas (veáse Pepler, 1963).
Se debe subrayar que los niveles de temperatura que han mostrado constante­
m ente una reducción en el rendimiento por lo general son mucho m ás altos que
166 Rendimiento escolar y laboral

los que enfrentan las personas en el ambiente construido, y muy por encima del
rango de temperatura que la gente considera confortable (Wyon, 1974).

Frío y rendimiento Se han realizado mucho menos investigaciones sobre los efec­
tos del frío en el rendimiento que acerca de los efectos del calor. También aquí, la
mayor parte de dichas investigaciones ha sido realizada en ambientes controla­
dos de laboratorio. Tales estudios, por lo general, han demostrado que el rendi­
miento del individuo en varias tareas psicomotoras se ve afectado negativamente
por el frío (Fox, 1967; Poulton, 1970; Lockhart y Kiess, 1971; Teichner y Wehr-
kamp, 1954). Las disminuciones en el desempeño de tareas manuales imputa­
bles al frío se deben principalmente a la temperatura de las manos (Fox, 1967). Se
ha observado que los sujetos desempeñan bien las tareas manuales tanto en condi­
ciones de frío como en temperaturas cómodas cuando se utilizan lámparas de rayos
infrarrojos para calentar las manos (Lockhart y Kiess, 1971). El rango de tempe­
ratura en el cual el frío reduce consistentemente el rendimiento es muy inferior
al rango de las temperaturas que la gente considera confortable.

Los Efectos de la Disposición Espacial


Aunque los psicólogos ambientales y los diseñadores comparten la opinión in­
tuitiva de que una inadecuada disposición espacial en los ambientes escolares
y laborales puede influir negativamente en el rendimiento humano, no existe su­
ficiente evidencia empírica con respecto a los efectos de la disposición espacial
en el rendimiento (McCormick, 1976). De los principios de la disposición espa­
cial, propuestos por McCormick (1976) para favorecer el rendimiento de los indi­
viduos, se deriva una apreciación de la forma en que la disposición de los espacios
diseñados puede afectar el rendimiento Aunque McCormick propuso estos prin­
cipios como guías para tomar decisiones en cuanto al diseño, también proporcio­
nan un marco para entender cómo se interrelacionan la disposición espacial y
el rendimiento humano.
McCormick explica que los elementos ambintales tienen una importancia es­
pecial en el funcionamiento de una organización (por ejemplo, un teletipo en una
sala de prensa) o que están sujetos a un uso frecuente (las terminales de una com­
putadora en la facultad de ciencias de una universidad) deben colocarse en un
lugar cuya accesibilidad sea óptima para las personas que hacen uso de ellas. Un
grupo de elementos que funcionan juntos, como parte de un patrón de actividades
interrelacionadas (como el escritorio donde se registra la salida, la devolución y
la circulación de libros en una biblioteca universitaria) o que funcionan sucesiva­
mente (por ejemplo, los componentes consecutivos de una línea de ensamblaje
industrial) deben disponerse en conjunto en un agrupamiento espacial adecua­
do al patrón de actividad correspondiente. De la misma manera, los elementos
ambientales asociados con actividades antagónicas o de interferencia (por ejem ­
plo, un área para tomar café en el silencio de una sala de lectura de una bibliote­
ca) no deben colocarse cerca.
Fred Steele (1973), un asesor organizacional de Boston, ofrece un ejemplo
de la forma en que una disposición espacial inadecuada puede obstaculizar el fun­
cionamiento de una organización. Describe el caso de una empresa en la que ha­
bía problemas de hostilidad entre dos de sus unidades. La fricción entre las dos
Perspectivas teóricas 167

unidades fue discutida en un centro de conferencias, y todas las partes convinie­


ron en colaborar para mejorar las relaciones intergrupales en el futuro. Sin em­
bargo, inmediatamente después de que los participantes regresaron a su ambiente
de trabajo, estas buenas intenciones desaparecieron y volvió a haber conflictos.
Un análisis de la disposición espacial de la organización reveló que las dos uni­
dades estaban localizadas en diferentes pisos de un edificio alto, loque impedía
el contacto cotidiano esencial para m antener una buena relación laboral entre los
miembros de ambos grupos. La separación física desempeño un papel clave en
la creación de la distancia social y finalmente de hostilidad entre las unidades,
a pesar de las buenas intenciones de las partes para colaborar.
Robert Bechtel (1977) refiere el caso de una oficina en un laboratorio de in­
vestigación en Alaska, cuya inadecuada disposición espacial impedía un buen
funcionamiento. El principal problema radicaba en la ubicación dedos escrito­
rios (parte superior de la figura 5-3) que producía conflictos e interrupciones mu­
tuas en el trabajo. Un escritorio era utilizado por la secretaria de división y el otro
por un suboficial en comando (NCOIC), quien tenía a su cargo la salida de vehí­
culos. Por medio del Estudio de Situaciones de Conducta, Bechtel descubrió que
había un traslapo de límites espaciales, y que las funciones que realizaba un indi­
viduo inevitablemente interrumpían el trabajo y la privada del otro. Las dificul­
tades funcionales del espacio se acentuaban debido a su ubicación en el lugar
de mayor tránsito y por el hecho de que allí se encontraba la cafetera que utiliza­
ban los empleados del laboratorio en la hora del descanso.
Bechtel propuso que se diseñara una nueva disposición espacial del labora­
torio (parte inferior de la figura 5-3) para resolver las dificultades de funciona­
miento en la oficina. En la nueva disposición, el NCOIC quedó instalado en una
oficina separada que le proporcionaba mayor privada, además de tener un fácil
acceso a la cafetera y al área de correspondencia. Al mismo tiempo, la nueva dis­
posición espacial se diseñó para aumentar el rendimiento de la secretaria de divi­
sión, quien ahora tenía una oficina propia con una telecopiadora, archivos y otros
elementos que requerían sus tareas principales. Bechtel señala que algunos cam­
bios adicionales, como la reubicación del jefe de división y del asistente adminis­
trativo, también se diseñaron para aumentar el rendimiento total del trabajo de
esos individuos.

PERSPECTIVAS TEÓRICAS
DEL AMBIENTE Y EL RENDIMIENTO

Como se ha observado, los efectos del ambiente físico en el rendimiento humano


en ambientes escolares y laborales son bastante com plejos. Aquí se considerarán
algunas perspectivas teóricas planteadas por los psicólogos ambientales para ex­
plicar esta compleja relación. La teoría predom inante en esta área trasciende las
propiedades físicas inmediatas del am biente y define la función de la excitación
como mediadora de los efectos del am biente en el rendimiento. La teoría de la
excitación, está vinculada con las tres variables ambientales antes expuestas (luz,
ruido y temperatura). También explica porqué las condiciones ambientales apa­
rentemente malas no siempre tienen efectos adversos sobre el rendimiento, y por­
qué en algunas ocasiones incluso pueden mejorarlo.
Rendimiento escolar y laboral

Figura 5-3 El traslado de las


actividades de la secretaria
de división V del suboíicial
en comando (NCOIC) (ras­
gos sombreados), en la dis­
posición espacial de la parte
superior, se resuelve eficaz­
mente con la disposición
modificada que aparece es
la parte inferior.

Adoptado de R B Bechtel. Endosing


Behavioi. pp. 41. 43 © Dautden. Hut-
chmson ¿r Ross, Inc.. 7977, Strouds-
burg. Pa Reimpreso con p en m so del
editor

Una teoría innovadora, aunque no muy aceptada, que se limita a las propie­
dades físicas inmediatas del ambiente, explica los efectos del ruido sobre el ren­
dimiento en función del enmascaramiento auditivo. Un modelo teórico posterior
intenta integrar las teorías de la excitación y la del enmascaramiento auditivo.

Teoría de la excitación
La teoría de la excitación puede aplicarse en el estudio de una amplia gama de con­
ductas y experiencias humanas, no solamente de los efectos del ambiente en el
Perspectivas teóricas 169

rendimiento (véase Berlvn, 1960) Por ejemplo, avuda a comprenderlos juicios


estéticos del individuo, según se vio en el capítulo 4.
De acuerdo con la teoría de la excitación, una gran variedad de situaciones
v sucesos que se dan en el ambiente, desde ver al equipo favorito anotar un gol
hasta ser elegido para dar un discurso improvisado, pueden hacer que un indivi­
duo experimente un estado general de excitación emocional. En el aspecto fisio­
lógico, la excitación emocional se ve acompañada de reacciones físicas tales como
la aceleración del ritmo cardíaco, la respiración alterada y la transpiración. Las
sensaciones que provoca la estimualción pueden ser agradables o molestas, esto
dependerá de si la experiencia ambiental es positiva o negativa o si el nivel de
excitación llega a ser-excesivamente alto
La teoría de la excitación sostiene que dichos estímulos ambientales como el
ruido, la temperatura e incluso el color, elevan el nivel de estimulación del indi­
viduo. Este aumento en la estimulación, a su vez, media en los efectos que las
variables ambientales producen en el rendimiento humano. En la actualidad, la
teoría de la excitación es el modelo más ampliamente aceptado para explicar
los efectos del ruido (Broadbent, 1971), el calor (Provins, 1966) y el frío (Fox, 1967)
en el rendimiento. Es un modelo especialmente valioso debido a que puede ex­
plicar los efectos del ambiente en el rendimiento, tanto los adversos como los
positivos.

Ley de Yerkes-Dodson Los teóricos de la estimulación han explicado los com­


plejos efectos del ambiente en el rendimiento basándose en uno de los principios
de la psicología experimental, establecido apenas al comenzar este siglo, conoci­
do como la Ley de Yerkes-Dodson (Yerkes y Dodson, 1908). Según la ley de Yerkes
y Dodson, la relación entre ei nivel de estimulación y el rendimiento humano
está representada como una función en forma de U invertida. El rendimiento má­
ximo se logra con un nivel intermedio de estimulación, pero desciende gradual­
mente a medida que la estimulación aumenta o disminuye. Además, esta ley
establece que los efectos de la estimulación en el rendimiento interactúan con la
complejidad de la tarea que se realiza. El nivel de estimulación que se juzga óptimo
para desempeñar tareas complejas es inferior al que se considera óptimo para
ejecutar tareas simples.
Estas relaciones entre el nivel de estimulación y el rendimiento en el desem­
peño de una tarea se muestran gráficamente en la figura 5-4. Así, por ejemplo,
un nivel de estimulación moderado podría afectar negativamente el rendimiento
en una tarea compleja mientras que lo favorecería en el desem peño de una tarea
simple. Cabe recordar que también se descubrió una relación en forma de U in­
vertida entre el nivel de la estimulación ambiental y la respuesta psicológica ópti­
ma al estudiar la percepción, las actitudes y la cognición. Indudablemente, son
considerables las implicaciones de la ley de Yerkes y Dodson con respecto a la
conducta y la experiencia de la gente en el mundo físico.

Ruido y estim ulación Los investigadores han utilizado la teoría de la excitación


para explicar los efectos del ruido en el rendimiento. Donald Broadbent (1971)
sostiene que el ruido es un productor de estimulación, y que el nivel del ruido
en consecuencia de la excitación determinará si el ruido aumenta o disminuye
el rendimiento al desempeñar una tarea. El punto central del planteamiento de
170 Rendimiento escolar y laboral

Alta Figura 5-4 La calidad del


Una tarea simple rendimiento como una fun­
ción del nivel de excitación
y la complejidad de la tarea

De D K ahn em an . Altenhon and El-


fort. 1973. p. 34. R e im p r e s o co n p e r ­
m is o d e l e d ito r , P r e n tic e - H a ll, Irte.

Broadbent es la consideración de que la estimulación excesiva reduce la atención


del individuo. Señala que en las tareas que requieren sólo un rango limitado de
señales, un ruido moderado puede mejorar el rendimiento al enfocar la atención
en las señales esenciales de la tarea y apartarla de las que interfieran con ellas. En
coincidencia con esta opinión, E. Cristopher Poulton (1977) afirma que la estimu­
lación causada por niveles moderados de ruido pueden beneficiar el rendimiento
en cuanto a vigilancia, proporción de trabajo y rapidez de respuesta. La estimu­
lación generada por el ruido también puede facilitar el rendimiento de los sujetos
cuando no han dormido (Corcoran, 1962; Wilkinson, 1963). Los investigadores
aseguran que el nivel óptimo de estimulación causado por un ruido moderado
ayuda al individuo a mantenerse más alerta y atento, y que estos efectos pueden
beneficiar el rendimiento sólo en tareas relativamente simples que requieren de
agilidad mental (Eschenbrenner, 1971).
Sin embargo, cuando el ruido es intenso, conduce a un estado de sobreesti­
mulación que afecta negativamente el rendimiento al impedir que el individuo atien­
da las señales relacionadas con la tarea que realiza (Broadbent, 1971, 1978). La
exposición prolongada al ruido moderado también puede tener como resultado
un estado de sobreestimulación que es nocivo para el rendimiento (Hartley y
Adams 1974). De acuerdo con la ley de Yerkes y Dodson, es de esperar que los
efectos negativos en el rendimiento, producidos por la estimulación generada por
el ruido, sean más evidentes en las tareas complejas que en las tareas simples.
En tareas más complejas, en las que la información incidental es importante para
un desempeño adecuado, la sobreestimulación provocada por el ruido intenso
impide que el individuo distinga las fuentes de información esenciales para la
tarea (Broadbent, 1971, 1978; Kahneman, 1973).

Temperatura y estim ulación Los investigadores también han aplicado la teoría


de la excitación en el estudio de los efectos de la temperatura sobre el rendimien­
to. Un calor moderado (y posiblemente un frío moderado) puede aumentar el
rendimiento cuando genera un nivel óptimo de estimulación (Poulton, 1976a).
Sin embargo, cuando la estimulación causada por el calor rebasa el nivel óptimo
Perspectiva feérica.- 1

afecta negativamente el desempeño de la tarea (Provins, 1966). La sobreeshmu-


lación causada por temperaturas muy bajas también es nociva para el rendimien­
to (Fox, 1967). Coinciden con la ley de Yerkes y Dodson al aíirmar que la excitación
generada por la temperatura es más perjudicial en tareas complejas que en tareas
simples (Griffiths y Boyce, 1971). Sin embargo, la relación entre calor y excita­
ción es compleja (Poulton y Edwards, 1974). La estimulación tiende a aumentar
en la medida en que la temperatura se eleva y cuando el calor es moderado, pero
tiende a disminuir cuando el calor se mantiene en un nivel constante.

Teoría del enmascaramiento auditivo

Dos personas conversan en un andén dé úna estación de ferrocarril-mientras espe­


ran la llegada del tren. Una de ellas voltea hacia la otra y, justo cuando empieza
a hablar, se oye el ruido del tren que va llegando. La otra persona ve que su ami­
go mueve los labios, pero el ruido del tren le impide escuchar lo que dice. Los
psicólogos ambientales describen esta situación como enmascaramiento auditivo, ya
que la señal auditiva emitida (la información verbal) es enmascarada velada o "dis­
frazada" por un ruido ajeno (el tren que llega) (véase Lightfoot y Morrill, 1949).
Aunque esta exposición se centrará en el aspecto auditivo, el enmascaramiento
también puede ocurrir en el mundo visual cuando una señal está enmascarada
por señales ajenas o "ru id o " visual (véase Howell y Briggs, 1959).
E. Christopher Poulton (1976a, 1977, 1978) señala que el enmascaramiento audi­
tivo ofrece la mejor explicación de los resultados de los estudios que demues­
tran que el ruido (particularmente el de tipo continuo) puede causar disminuciones
en el rendimiento humano. Aunque la importancia del enmascaramiento audi­
tivo en la investigación del ruido fue reconocida desde la época de la Segunda
Guerra Mumdal, por S. S. Stevens (véase Kryter, 1950), por lo general ios investi­
gadores contemporáneos lo pasan por alto. Al exponer sus argumentos con res­
pecto al papel central del enmascaramiento auditivo de la investigación del ruido,
Poulton hace una revisión de más de treinta estudios que han descubierto dete­
rioros en el rendimiento debidos al ruido, y señala que el enmascaramiento audi­
tivo ofrece una explicación confiable de las disminuciones en el rendimiento
observadas en todos los estudios mencionados.
Poulton revela que el enmascaramiento auditivo se dio en dos formas en es­
tos estudios. En la primera, el ruido ocultó los sonidos que los sujetos hacían
cuando respondían a la tarea. En algunos casos se utilizó un "c lic " audible para
informar al sujeto que su respuesta había sido registrada, mientras que en otros
el " c lic " sirvió para que el sujeto supiera que el control había sido presionado
con suficiente fuerza. Dicha retroalimentación auditiva facilitaba el rendimiento
de los sujetos en condiciones de control sin ruido (quienes podían escuchar el
clic), pero no estaba disponible para los sujetos sometidos a condiciones de ruido
(para quienes el ruido enmascaraba el "c lic "). Esta diferencia en la disponibili­
dad de los sonidos de respuesta podría explicar el hallazgo de que el rendimien­
to fue mejor en las condiciones de control que en las experimentales.
Segunda, Poulton sostiene que en los primeros estudios el ruido enmascaró
el discurso interior del sujeto. Así como el ruido disimula las palabras habladas,
también puede ocultar el diálogo interior en que los sujetos se involucran cuando
ejecutan las tareas experimentales de índole verbal. En algunos estudios anterio­
172 Rendimiento escolar y laboral

res sobre el ruido, los sujetos pudieron mejorar su rendimiento ensayando men­
talmente las complicadas instrucciones del experimento o la serie de valores nu­
méricos que tenían que recordar para responder en forma precisa. Dicho diálogo
interior puede darse sin impedimentos en una situación de control sin ruido,
pero se ve obstaculizado por el enmascaramiento auditivo en una situación con
ruido. En efecto, los sujetos en la situación con ruido "n o podían oír sus propios
pensamientos" Poulton sostiene que esta alteración en la capacidad de reflexio­
nar puede explicar la diferencia entre el rendimiento en condiciones experimen­
tales y en condiciones de control.

Un modelo unificador

Poulton (1979) ha propuesto un modelo que integra las teorías de la excitación


y del enmascaramiento auditivo en un solo marco. Su argumento consiste en atri­
buir los efectos positivos del ruido en el rendimiento a la estimulación; los nega­
tivos, al enmascaramiento; y la ausencia de efectos, al hecho de que la estimulación
y el enmascaramiento se anulan mutuamente. La figura 5-5 muestra el modelo
unificador de Poulton.
La función de la parte superior de la figura refleja los efectos del enmascara­
miento en el rendimiento. Aquí se da una disminución inmediata en el rendi­
miento en cuanto se presenta el ruido, y un retorno al nivel normal tan pronto
como cesa el ruido. La función media de la figura muestra los efectos de la esti­
mulación en el rendimiento. En este caso, la excitación beneficia el rendimiento
al principio, pero la excitación disminuye a medida que el sujeto se adapta al ruido.
Cuando el ruido se detiene, la estimulación desciende por debajo del nivel de
reposo y gradualmente regresa a normal. Poulton hace notar que el descenso
de la excitación posterior al ruido puede provocar los efectos secundarios negati­
vos observados en algunos estudios sobre el ruido.
La función de la parte inferior de la figura 5-5 refleja los efectos combinados
del enmascaramiento y la estimulación. Cuando el ruido favorece el rendimien­
to, las mejoras por lo general ocurren después de que se pone el ruido. Cuando

Efecto directo | Efecto secundario


I
0 15 30 45 60

Figura 5-5 Efecto combina­


do del enm ascaram iento
auditivo y la excitación,
producido en el rendimien­
to por un ruido continuo.

De. E C. Poulton. “ C om posite Mo-


del Fot H um an Perform ance in Conti-
nuous N o is e ", P s y c h o lo g ic a l
R e v i e w , 1 9 7 9 , 8 6 : 3 6 1 - 7 5 . © A m e r i­
can P sychologieal A ssociation, 1 9 7 9 .
R eim preso can perm iso del editor y del
autor.
Aplicaciones en la planeación ambiental 173

ei ruido afecta el rendimiento, los efectos negativos por lo general aparecen pos­
teriormente, y pueden persistir después de que el ruido ha desaparecido. Poul-
ton señala que la función combinada de u> parte inferior de la figura coincide
en la mayoría de las investigaciones sobre la influencia del ruido en el rendi­
miento.
Quedan por resolver muchos puntos de este importante y complejo campo de
estudio. Broadbent (.1978) afirma que aunque el enmascaramiento auditivo pue­
de ayudar a entender algunos efectos del ruido en el rendimiento, se ha sobrees­
timado su aplicación para explicar los hallazgos de esta área. Dylan Jones y sus
colaboradores (Jones, Smith y Broadbent, 1979) no lograron encontrar indicios
de enmascaramiento auditivo en una amplia serie de estudios. Y aunque la teo-
. ría de la excitación puede explicar muchas de las complejas relaciones que se dan
entre el ambiente y el rendimiento, Poulton (1979) subraya la necesidad esencial
de contar con evidencias más contundentes de que realmente existe correlación
entre los procesos fisiológicos supuestos y la excitación, con el objeto de reforzar
la teoría. Si bien existen pruebas de que el ruido aumenta la conductancia de la
piel (Glass y Snyder, 1972, 1973), la presión arterial (Jonsson y Hansson, 1977)
y la secreción de adrenalina (Frankenhaeuser y Lundberg, 1977), es necesario rea­
lizar más investigaciones en esta área, que demuestren que dichas alteraciones
fisiológicas están asociadas con los correspondientes cambios en el rendimiento.
Además, algunos estudios posteriores (véase Smith y Broadbent, 1980) tampoco
lograron comprobar la teoría de que la excitación moderada puede aumentar el
rendimiento en el desempeño de una tarea simple al hacer que el individuo utili­
ce las señales más importantes.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

El conocimiento que se ha obtenido en las investigaciones con respecto a los efectos


que producen los ambientes físicos escolares y laborales en el rendimiento de los
individuos, es de un gran valor práctico. La calidad de los ambientes escolares
ejerce una influencia permanente en el futuro progreso del estudiante. El carác­
ter de un ambiente laboral, en donde el individuo adulto pasa la mayor parte
de su tiempo, juega un papel muy importante en ia conformación de la calidad de
su vida.

Objetivos generales de planeación

El conocimiento acerca del ambiente y el rendimiento supone algunos objetivos


generales que podrían orientar a los encargados de diseñar los ambientes escola­
res y laborales. Fred Steele (1973) destaca la importancia de ayudar a los usuarios
del ambiente y a los diseñadores para lograr un alto grado de competencia ambien­
tal. Un elemento de la competencia ambiental es la capacidad de reconocer las
influencias importantes del ambiente físico. Los psicólogos ambientales podrían
desempeñar un rol significativo en la coordinación de talleres y programas edu­
cativos que proporcionen conocimientos más amplios y profundos sobre las in­
fluencias que ejercen ios ambientes escolares y laborales, para que la gente sea
consciente de dichas influencias (véase Sommer, 1972). Otro aspecto de la com-
174 Rendimiento escolar y labora)

r CanciPtiMKM
Uso y
e v a lu a c ió n
i S o lu c io n e s
am biéntale*

Figura 5-6 Un modelo de evaluación general para ambientes diseñados.

De M fln/J, •Era/ufl/ini B u iM in g s on a P e r fo r m a n c e B a s is " . en C. B u m e t le , J L an g y D . V asch ort (ed s). A r c h ite c tu r e


ío r H u m a n Behavior: Collected Papers from a Mini-Conference. 1971, p 42 R e im p r e s o c o n p e r m is o d e l P h ilo d e lp h t a
C h c p te r A m e r ic a n In s lttu le of A r c h i l e c t s.

petencia ambiental es la capacidad de transformar el ambiente físico para satisfa­


cer las necesidades y los objetivos humanos en forma.más efectiva.
Un segundo objetivo de la planeación es el desarrollo de evaluaciones empíri­
cas para estimarla utilidad de los ambientes escolares y laborales (Friedman, Zim-
nng y Zube, 1978). Michael Brill (1971) presenta un modelo de evaluación general
para medir la utilidad funcional de los ambientes diseñados (figura 5-6) El pro­
ceso del diseño comienza con el establecimiento de los objetivos del ambiente
que se va a diseñar. Estos objetivos requieren la ejecución de una serie de activi­
dades relacionadas. A su vez, cada actividad precisa características ambientales
de apoyo, las cuales pueden lograrse por medio de soluciones particulares.
Por ejemplo, la sala de lectura de una biblioteca debe facilitar actividades como
leer, pensar y recopilar datos, durante períodos prolongados. Las características
ambientales necesarias para tales actividades incluyen una adecuada iluminación,
silencio y una temperatura confortable. Existe una gran variedad de elementos
para apoyar las características ambientales deseadas, tales como accesorios de ilu­
minación, ventanas, losetas acústicas, alfombras y sistemas de aire acondicionado.
Brill subraya que los elementos más importantes del modelo son las características
ambientales, que se derivan directamente de los criterios de! rendimiento y las vin­
culan con los accesorios apropiados. En el modelo, las flechas que apuntan de
izquierda a derecha reflejan la perspectiva del diseño, mientras que las que apun­
tan de derecha a izquierda indican la orientación evaluativa.

Problemas de diseño específicos

Los hallazgos de investigación sobre la relación que se da entre el ambiente y


el rendimiento se han utilizado para establecer normas de diseño específicas pa­
ra algunos aspectos del ambiente construido, como son los niveles de ilumina­
ción y de temperatura. F.l conocimiento que se tiene en esta área también es
importante en la planeación que implica conceptos nuevos y complicados, como
el diseño de salones de clases y oficinas de plano abierto, sin muros divisorios.

Estándares de iluminación Una extensa serie de estudios realizados por H. R.


Blackwell y sus colaboradores (Blackwell, 1959, 1961, 1964, 1972a, 1972b; Black­
well y Balckwell, 1968; Blackwell y Smith, 1970) ha proporcionado la base empí­
rica para establecer estándares de iluminación en los Estados Unidos. El
procedimiento, que crearon para evaluar los efectos de la iluminación en el ren­
dimiento, llamado el método de visibilidad, ofrece una visión integral del rendimiento
humano, ya que enfoca características como la textura de las superficies, la dis­
Aplicaciones en la planeación ambiental 175

posición de los elementos que requieren las tareas, así como también el nivel de
iluminación (Boyce, 1975).
El procedimiento puede utilizarse para establecer estándares de iluminación
para cualquier tarea en diversos ambientes. Se ha utilizado para determinar el
nivel de iluminación conveniente para desempeñar tareas de oficina, bancos, sa­
las de operación, talleres y bodegas. Los estándares de iluminación establecidos
por medio de este procedimiento están basadas en los tipos específicos de las
tareas que se realizan en cada tipo de situación, y se ajustan a las exigencias parti­
culares de cada tarea de varias subáreas de cada ambiente. En el caso del am ­
biente de un banco, por ejemplo, se necesitan sólo 50 bujías-pies para desempeñar
el tipo de tareas que se llevan a cabo en el área del recibidor,- mientras que se
requieren 150 bujías-pies para el tipo de labores que se realizan en el área de ca­
jas (Bennett, 1977).

Salones de clases de plano abierto Además de ayudar a establecer normas de


diseño específicas, los hallazgos de investigación relativos al ambiente y el rendi­
miento sirven de base para la evaluación de la utilidad funcional délos diseños
innovadores de los ámbitos educativos y comerciales. Una innovación de diseño
que en los últimos años ha tenido una gran influencia en el diseño de ambientes
escolares, es el salón de clases de plano abierto (figura 5-7). Aunque esta modalidad
parece ser una contribución interesante y benéfica para la labor pedagógica, el
psicólogo ambiental exige que los efectos del nuevo diseño sean evaluados cui­
dadosa y sistemáticamente en su uso real.

F i g u r a 5-7 El salón de clases de plano abierto es la innovación que más ha influido en el

diseño de ambientes escolares.


176 Rendimiento escolar y laboral

El salón cíe clases de plano abierto es, en efecto, una escuela sin paredes,
reemplaza a la tradicional disposición de bancas en hileras de un aula convencio­
nal, por un espacio grande y sin divisiones que puede dar cabida a 3 ó 5 grupos
de estudiantes v sus maestros (EFE, 1965). Un objetivo central del diseño de pla­
no abierto es fomentar una mavor flexibilidad en el salón de clases; sin barreras,
el espacio del aula puede transformarse de acuerdo con las cambiantes necesidades
pedagógicas (Gump. 1975). Otro propósito del diseño de plano abierto es fomentar
la interacción entre los maestros y entre éstos y los estudiantes (EFL, 1965). A
menudo el diseño de salones de clases de plano abierto se adopta junto con pa­
trones de enseñanza y de organización más flexibles.
Aunque son pocas las evaluaciones sistemáticas de los efectos educativos de
los salones de Clases de plano abierto, algunos hallazgos iniciales pueden ayudar
a evaluar su eficacia. Leanne Rivlm, Marilyn Rothenberg v sus colaboradores uti­
lizaron un diseño correlacional de campo para evaluar sistemáticamente dos es­
cuelas primarias públicas en la ciudad de Nueva York que adoptaron el diseño
de plano abierto (Rivlin y Rothenberg, 1976; Rivlin, Rothenberg, Justa, Wallis y
Wheeler, 1974; Rothenberg y Rivlin, 1975). Emplearon varios métodos de inves­
tigación, incluyendo la elaboración de mapas conductuales, entrevistas con maes­
tros y estudiantes, y un modelo a escala del salón de clases. Encontraron que
el rendimiento real en el salón de clases de plano abierto mostró frecuentes va­
riaciones en función de la filosofía educativa establecida. Por ejemplo, el uso del
espacio fue bastante irregular. En un salón, casi la mitad de las personas obser­
vadas se agruparon en menos de un 10 por ciento del espacio total del salón.
En otro, el maestro pasó un 72 por ciento del tiempo en una parte del salón, y
nunca se le observó en toda una mitad del aula. Los niños pasaron la mayor par­
te del tiempo realizando actividades individuales, como escribir, en vez de pro­
yectos de grupos que, según se cree, es una de las cosas que fomenta este tipo
de salón. Por último, los estudiantes y maestros, por igual, expresaron la necesi­
dad de espacios más tranquilos y privados.
Otros investigadores también han informado que el ruido puede ser un pro­
blema en los salones de clases de plano abierto. El ruido en este tipo de diseño
puede ser una fuente de distracción, y el ruido de conversaciones sociales que
se alcanzan a escuchar distrae más que el ruido relacionado con el trabajo escolar
(Brunetti, 1971, 1972). El grado de distracción depende de la actividad particular
que desempeña la gente; el ruido es un factor que puede distraer más a las per­
sonas que sesionan en una sala de estudio que a quienes trabajan en un labo­
ratorio
En forma semejante, Robert Stebbins (1973), quien realizó un estudio corre­
laciona! de campo, informa que el diseño de plano abierto puede provocar una
conducta desordenada y anárquica en el salón de clases. Estudió escuelas de King­
ston, Jamaica, donde se había adoptado el diseño abierto, no como objetivo edu­
cativo sino para facilitar la ventilación y economizar en la construcción. Cuando
comparó las escuelas de Kingston con las escuelas de diseño tradicional de Cana­
dá, descubrió que en el diseño abierto se observó una gran falta de atención cau­
sada, por distracciones externas, un parloteo excesivo y travesuras. En otro estudio
correlacional de campo, Paul Gump y Lawrence Good (1976) no reportan dife­
rencias generales entre los estudiantes de escuelas de plano abierto y escuelas
tradicionales en cuanto al uso de pequeños grupos de aprendizaje, tiempo em-
Aplicaciones en ia planeación ambiental 177

pleado en tareas particulares o actitudes de liderazgo de los estudiantes. Sin em­


bargo, encontraron que la disposición de plano abierto se asoció con el uso de
mayores espacios del salón para tareas de aprendizaje, y (para grados de prima­
ria solamente) con más actividades dirigidas por el maestro.
Un estudio correlacional de campo realizado por Joshua Burns (1972) apro­
vechó un cambio de ambiente espontáneo ocurrido en una escuela secundaria.
La unidad de ciencias de la escueia fue rediseñada de manera que el centro de
recursos científicos adoptó un diseño de espacio abierto, mientras que los labora­
torios conservaron su diseño tradicional. Burns comparó sistemáticamente la con­
ducta y las actitudes de los estudiantes en las diierentes condiciones ambientales
y descubrió que en los laboratorios tradicionales se dieron más actividades rela­
cionadas con las ciencias, mientras que en el centro de recursos científicos hubo
una mayor interacción social. Los estudiantes informaron que se distraían más
en la disposición abierta, aunque los niveles reales de ruido eran similares en am­
bos ambientes. Las condiciones de iluminación y temperatura eran mejores en
las áreas tradicionales que en las áreas abiertas.
Parece que aunque en algunos estudios el diseño de salones de plano abierto
se ha asociado con ciertos cambios en la conducta espacial (por ejemplo, el uso
del espacio del salón para tareas de aprendizaje y el aumento de interacción so­
cial), los efectos del diseño abierto en el rendimiento escolar general todavía es­
tán por comprobarse. También se ha encontrado que en el salón de diseño abierto
comúnmente hay mayor distracción visual y auditiva y falta de privada.
Varios investigadores han sugerido formas en que los salones de plano abierto
podrían funcionar mejor. Algunos autores, por ejemplo (Krovetz, 1977; Rothen-
berg y Rivlin, 1975), recomienda combinar varios tipos de diseño para ambientes
escolares, en vez de utilizar exclusivamente el de plano abierto. En esta forma,
los diversos tipos de diseño integrados en el salón de clases (algunos abiertos
y otros más estructurados) podrían cubrir las exigencias particulares de las dis­
tintas tareas y las necesidades especiales de los niños de diferentes edades y per­
sonalidades.
Algunos investigadores (EFL, 1965, Walsh, 1975) también proponer solucio­
nes al problema del ruido que se da en los salones de clases de plano abierto.
La sugerencia más común es que e! piso del salón sea alfombrado. Las alfombras
eliminan una gran cantidad de ruido como el producido por pisadas, sillas que
se mueven, objetos que se caen. Las losetas acústicas colocadas en el techo redu­
cen aún más el ruido. Sin embargo, en muchas escuelas con salones de plano
abierto en donde se han utilizado tanto las alfombras como las losetas menciona­
das, los maestros se han quejado de que algunas veces tienen problemas para
hacerse escuchar. En la mayoría de los casos, tal vez la mejor solución sea el uso
de alfombras y techos de reflexión acústica. Además, los grupos de trabajo de­
ben estar separados a una distancia suficiente de manera que el espacio entre
ellos funcione como barrera de sonido. Por último, se deben coordinar los hora­
rios de las actividades que implican necesariamente ruido o movimiento, para
evitar que interfieran con las que se desarrollan en las áreas próximas.
Un estudio de campo realizado por Gary Evans y Barbara Lovell (1979), en
una secundaria de California que tenía poco tiempo de haber sido remodelada,
ofrece un ejemplo de evaluación empírica de las mejoras potenciales del diseño
de salones de clase de plano abierto. Los investigadores utilizaron un diseño casi
178 Rendimiento escolar y laboral

I
1

Taller Mat. 1 Ingeniería


1

Divisiones totales — — -
Divisiones parciales - —-

Taller Ingeniería

Centro
¡Admón
prácticas Figura 5-8 Este salón de cla­
ses de plano abierto (arriba)
fue remodelado utilizando
canceles de material acústi­
co (abajo), para mejorar el
1
B añ o
______ 1____ ____ j L funcionamiento de la clase
y aumentar la privada.

D f G .W Evans y B, Lovell, “ design


Director
Modification in an Open-Plan Sdiüol".
J o u r n a l o f E d u c a t io n a l P s y c h o l o g y ,
1 9 7 9 , 7 1 : 4 1 - 4 9 . © A m erican Psycho-
D ivision es totales _ _ _ _ _ Logical A ssociation, 3 9 7 9 . R eim presa
D ivision es p a rcia le s — - — con perm iso del editor y del autor.
Aplicaciones en la planeación ambiental 179

experimental (véase Cook y Campbell, 1976) que incluía estimaciones anteriores


y posteriores al cambio, tanto de la escuela remodelada como de la escuela de con­
trol no remodelada. En la escuela remodelada, en un salón que antes era de plano
abierto se habían instalado divisiones de material acústico para reducir el ruido,
desviar el tránsito lejos de las áreas de clase, demarcar más claramente sus lími­
tes, y aumentar la privaría (figura 5-8). El ambiente de control lo constituyó un
salón de plano abierto en otra secundaria donde no se realizó ningún cambio.
Evans y Lovell descubrieron que las modificaciones en el diseño del salón
de plano abierto tuvieron efectos benéficos en la educación. Las interrupciones
verbales y no verbales en el salón de clases decrecieron grandemente después
de la remodelación, y los estudiantes mostraron mayar interés por el trabajo a
desempeñar. Por el contrarío, en el salón de control, las interrupciones aumenta­
ron y las preguntas acerca del contenido del curso disminuyeron ligeramente du­
rante el mismo período. Evans y Lovell concluyen que los cambios en el diseño
favorecieron el proceso educativo en el salón de clases remodelado. Basados en
sus hallazgos y los de un estudio previo realizado por Carol Weinstein (1977) (véase
recuadro: "Remodelación de un salón de clases de plano abierto"), ofrecen las
siguientes recomendaciones de diseño para m ejorarle eficacia pedagógica de los
salones de plano abierto: reducir las distracciones visuales y auditivas, delimitar
más claramente los espacios para cada actividad, facilitar el acceso a los materia­
les para la clase, proporcionar espacios de trabajo y privaría adecuados, así como
espacios en donde los alumnos puedan establecer un sentido de control personal.

Oficinas de plano abierto El conocimiento que se tiene acerca del ambiente y


el rendimiento puede ayudar a evaluar ¡a eficacia del diseño en oficinas de plano
abierto (figura 5-9). La oficina de plano abierto (algunas veces llamada oficina pa­
norámica o Bürolandschaft) fue creada en Alemania durante la década de 1960 (Broo-
kes, 1972; Zanardelli, 1969). Consiste en un área de trabajo amplia, abierta, sin
divisiones de piso a techo. La disposición de los escritorios, espacios de trabajo
y canceles movibles bajos, está planeada para reflejar el flujo de trabajo y el pro­
ceso organizacional de cada oficina en particular. El diseño tiene por objeto aumen­
tar el flujo de trabajo, mejorar la comunicación relacionada con el trabajo, y permitir
flexibilidad y libertad en el desempeño de las tareas (véase Kubzansky, Salter
y Porter, 1980).
Aunque es necesario realizar más investigaciones para poder determinar ade­
cuadamente la efectividad del rendimiento en la oficina de plano abierto (Par-
sons, 1976), existen algunos hallazgos preliminares de evaluación. Un estudio
(Brookes, 1972; Brookes y Kaplan, 1972) utilizó un método diferencial semántico
para evaluar las reacciones de los empleados de una importante compañía co­
mercial antes y después de cambiarse de una oficina convencional a una de pla­
no abierto. Los resultados demostraron que los trabajadores no hallaron el
ambiente de plano abierto más funcional o más eficiente que el de una oficina
normal. Los empleados percibieron más ruido y más distracciones visuales en
la disposición de plano abierto; las conversaciones ajenas que se alcanzaban a
escuchar eran un punto de distracción especial. Por el lado positivo, los entrevis­
tados opinaron que la nueva oficina era más atractiva y que facilitaba el contacto
social. En general, los investigadores concluyeron que la oficina de plano abierto
lucía mejor que la de diseño normal, pero que el rendimiento no mejoraba.
ISO Rendimiento escolar y laboral

r R em odelación de un salón de clases de plano abierto

Caro! Weinstem (1977) llevó a cabo un interesante experim ento de campo en Massa-
chuseits, en el cual intentó mejorar la utilidad didáctica de un salón de clases de
plano abierto por medio de varios cambios de diseño. Com enzó por realizar un m a­
pa conductual del salón donde recibían instrucción primaria veinticinco niños de
segundo y tercer grados. Los resultados de la elaboración inicial de los mapas conduc­
ía l e s revelaron la existencia de diversos problemas educativos en dicho salón. Los
estudiantes no estaban distribuidos uniform emente sino que tendían a aglomerarse
en algunas áreas del salón para ignorar a otros. Las áreas de ciencias y juegos casi
no eran usadas, y la escasa actividad que'Ios alumnos desarrollaban en esas áreas
se limitaba a unas cuantas categorías de conducta.
Weinstein planeó y efectuó cambios de diseño que tenían como objetivo distri­
buir uniformemente a los alumnos y ampliar los tipos de conducta que se daban
en las áreas poco utilizadas del salón de clases. A gregó una plataforma, banquillas,
anaqueles, gabinetes de estudio individuales y una " c a s a " de cartón que servía de
tranquilo retiro, y reacom odó los muebles para hacer mejor uso del espacio disponi­
ble. Luego repitió el m étodo de los mapas c o n d u c ía le s para evaluar el impacto de
los cambios.
En la tabla que aparece abajo se resumen los hallazgos de Weinstein derivados
de los mapas conductuales antes y después de ¡os cambios. Antes de los cambios de
diseño había un gran desequilibrio entre el uso del espacio utilizado por los alum­
nos y el espado real disponible. Nótese especialm ente que las áreas de ciencias y
juegos, antes poco frecuentadas, fueron utilizadas mucho más ampliamente des­
pués de imponer los cambios en el aula. Adem ás, Weinstein señala que el rango
de conductas que se dieron en esas áreas fue significativamente mayor después de
la remodelación. Estos resultados dem uestran la eficacia de los pequeños cambios
de diseño como un medio de intensificar la utilidad educativa de los salones de pla­
no abierto

Porcentajes de estudiantes observados en distintas áreas de un salón de clases de


plano abierto y porcentajes del espacio total dedicado a cada área, antes y después
de los cambios en el diseño.

O bserva cio n es a ntes del cam bio O bserva cio n es d esp u és del cam bio

P o rcen ta je de P orcentaje de P o rcen ta je de P o rcen ta je del


A rea es tu d ia n tes espacio total es tu d ia n tes espacio total

Lectura■ 28.6% 25.0% 27.3% 25.0%


Mate-
máticas 22,2 12.0 15.8 13.0
Artes 14.8 13.0 16.5 14.0
Ciencia 10.9 15.0 15.0 17.0
Archivo 9.8 15.0 3.7 11.0
ju e g o s 8.0 13.0 17.3 14.0
Rincón 4.3 7 .0 4.3 6.0
Fuente: Adaptado de C. S. Weinstein, ‘Modifying Student Behavior in an Open Classroom Through Changcs in
the Physical Design", Am erican Educational Research Journal, 1977. 14:249-62. © American Educational Re-
search Association, Washington. D. C., 1979.
Aplicaciones en la planeación ambienta!

Figura 5-9 Esta oficina de plano abierto contiene varios ámbitos de trabajo en una gran
área abierta.

© Le¡f Skoogfors 1978/Woodfin Camp ís Assoc.

Otro estudio (Nemecek y Grandjean, 1973) incluyó empleados de quince ofi­


cinas con diseño de plano abierto, en Suiza. También aquí, los entrevistados se­
ñalaron que el ruido y las interrupciones de la disposición abierta interfería en
su capacidad de concentración en el trabajo. Más de un tercio de los sujetos reve­
laron que el ruido los pertubaba mucho (especialmente las conversaciones), mien­
tras que sólo una quinta parte informó que el ruido no los perturbaba. El personal
administrativo se quejó de que sus conversaciones confidenciales alcanzaban a
ser escuchadas por otras personas. Sin embargo, hubo algunos hallazgos positi­
vos; 63 por ciento de los empleados estudiados dijeron que podían completar su
trabajo más eficientem ente y con menos esfuerzo en el ambiente de plano abier­
to. Otro investigador (Manning, 1965), quien entrevistó a más de 2,000 emplea­
dos de una gran compañía de seguros de la Gran Bretaña, descubrió que casi
la mitad de los trabajadores de un ambiente de plano abierto prefería un área
más pequeña y con divisiones.
Parece que, en algunas circunstancias, el diseño de plano abierto puede me­
jorar el rendimiento en el trabajo, pero es necesario atender los problemas deri­
vados del ruido y la falta de privada. El ruido puede reducirse con el uso de
materiales que lo absorban (alfombras, losetas acústicas en el techo, cortinas, plan­
tas); el ruido de las máquinas puede moderarse con un buen servicio de mante­
nimiento y lubricación, y con el uso de monturas de hule y amortiguadores; la
disposición espacial de la ofidna podría arreglarse de manera que las tareas que
i 82 Rendimiento escolar v labora!

implican ruido v movimiento no interfieran con las actividades que se realizan


a su alrededor (Bennett, 1977; McCormick, 1976). Además, se debe disponer de
espacios alternativos para reuniones privadas, discusiones de grupo y tareas ine­
vitablemente ruidosas.

RESUMEN

La luz, el sonido y la temperatura, son las características de! ambiente físico mo­
lar que han sido estudiadas más extensamente por los psicólogos interesados en
conocerlos efectos del ambiente sobre el rendimiento. Estas variables ambientales.,
son aspectos de lo que se llama medio ambiente. Otro aspecto del ambiente molar
que se ha estudiado en relación con el rendimiento humano es la disposición espa­
cial del ambiente diseñado. La disposición espacial incluye tanto la ubicación co­
mo la distribución de las características ambientales. El rendimiento humano
fluctúa entre una amplia gama de respuestas, desde actividades esencialmente
físicas, pasando por conductas psicomotoras hasta actividades estrictamente men­
tales. El rendimiento también incluye la interacción de las personas para el cum­
plimiento de una tarea. El rendimiento ambiental siempre ocurre en combinación
y en constante interacción con otros procesos psicológicos, como la percepción y
la cognición ambientales. Los métodos de medición utilizados er. el estudio del
rendimiento incluyen la elaboración de mapas conductuales, el Estudio de Situa­
ciones de Conducta, mediciones no intrusivas y de laboratorio.
Los efectos directos de la iluminación sobre el desempeño visual han sido
establecidos por medio de una serie de estudios realizados principalmente en am­
bientes experimentales; a medida que se aumenta la iluminación, la agudeza vi­
sual crece y las tareas que la requieren pueden realizarse con mayor rapidez y
precisión. El deslumbramiento de incapacidad es perjudicial para el rendimiento; el
deslumbramiento de incomodidad produce molestia en el sujeto que desempeña
la tarea, pero no afecta directamente el rendimiento psicofísico. El color puede
afectar directamente el desempeño de tareas visuales que requieran diferenciar
los colores, y es posible que los efectos del color sobre el estado de ánimo de la
gente y el nivel de estimulación influyan indirectamente en el rendimiento.
El ruido producido en el laboratorio no tiene efectos adversos en el desem­
peño de tareas mentales y psicomotoras relativamente simples. En algunas cir­
cunstancias, el ruido aumenta el rendimiento, como cuando ayuda el individuo
a estar atento o a permanecer despierto. Sin embargo, en otras circunstancias el
ruido sí afecta negativamente.
El rendimiento en tareas que requieren una gran concentración y vigilancia,
que son complejas o implican el manejo de una gran cantidad de información,
sí resulta afectado negativamente por el ruido. También es muy posible que el
ruido afecte el rendimiento en forma negativa cuando se trata de un ruido ape­
riódico o cuando proviene de una conversación inteligible. Los efectos negativos
del ruido se hacen cada vez más evidentes a medida que aumenta el tiempo de
exposición al ruido, y algunas reducciones importantes del rendimiento ocurren
como efectos secundarios.
Las altas temperaturas afectan negativamente el rendimiento en el trabajo fí­
sico, en una variedad de tareas psicomotoras y de vigilancia, en el trabajo indus­
Resumen 183

tria! y el escolar. Sin embargo, el rendimiento aumenta a niveles moderados de


calor o durante el período inicial de exposición al calor. Las temperaturas bajas
también pueden afectar negativamente el desempeño de una variedad de tareas
psicomotoras; los efectos adversos del frío sobre las tareas manuales se deben
esencialmente a la acción de la temperatura sobre la pie! de las manos. Se debe
subrayar que las investigaciones sobre la temperatura y ei rendimiento se han
realizado principalmente en condiciones de laboratorio altamente controladas, y
que los efectos negativos se dan por lo general cuando las temperaturas son mu­
cho más altas o mucho más bajas que las que se encuentran regularmente en un
ambiente construido.
. Existe poca evidencia empírica .con respecto a los efectos de la disposición
espacial en el rendimiento. La ubicación de las características ambientales debe­
rán determinarse por la importancia y frecuencia de su uso, mientras que su dis­
tribución debe basarse en su funcionamiento, ya sea conjunto o sucesivo. Existen
pruebas iniciales de que la disposición espacial influye en la calidad déla comuni­
cación y el grado de interferencia y distracción en los ambientes diseñados.
La teoría de la excitación sostiene que los efectos del ambiente sobre el rendi­
miento están mediados por un aumento en el nivel de estimulación, con aumen­
tos concomitantes en el ritmo cardíaco, la respiración y la transpiración. En la
actualidad, la teoría de la excitación es el modelo más extensamente aceptado pa­
ra explicar los efectos del ruido, el calor y el frío sobre el rendimiento. Según esta
teoría, el rendimiento máximo se logra con un nivel intermedio de estimulación,
pero desciende gradualmente a medida que la estimulación aumenta o se redu­
ce. El nivel de excitación que se considera óptimo para el desempeño de tareas
complejas es más bajo que el que se requiere para efectuar tareas simples.
La teoría del enmascaramiento auditivo propone que los efectos adversos del
ruido en el rendimiento se deben a que la señal auditiva emitida está enmascara­
da o "disfrazada” por un ruido externo. Se supone que el enmascaramiento audi­
tivo ocurrió en dos formas en los estudios que han mostrado reducciones en el
rendimiento debido al ruido. Primera, e! ruido enmascaró los sonidos que los su­
jetos produjeron al responder a la tarea. Segunda, el ruido pudo haber ocultado
el diálogo interno del sujeto. Un modelo recientemente propuesto intenta inte­
grar en un solo marco las teorías tanto de la excitación como la del enmascara­
miento auditivo. Este modelo propone que los efectos positivos del ruido en el
rendimiento se deben a la estimulación, los efectos negativos, al enmascaramiento,
y la falta de efectos, al hecho de que la estimulación y el enmascaramiento se
anulan mutuamente.
El conocimiento sobre los efectos que produce el ambiente físico en el rendi­
miento se ha aplicado en la formulación de normas de diseño para algunos as­
pectos del ambiente construido, como estándares de iluminación; así como en
la evaluación de la utilidad funcional de los diseños innovadores, por ejemplo
los salones de clases y oficinas de plano abierto.
Stress ambiental

E n 1976, los medios nacionales de comunicación informaron que una pareja


de ancianos se quitó la vida en un departamento del distrito de Bronx, de la
ciudad de Nueva York. Dejaron una nota que decía que ya no soportaban el stress
de la vida urbana. Para estas personas, la discordancia visual y auditiva de la
ciudad, el aire contaminado y la amenaza siempre presente de crímenes violen­
tos (en repetidas ocasiones los habían asaltado y robado) resultaron intolerables.
Ya no tenían la energía ni el valor que se necesitan para sobrevivir en el ambiente
urbano de la actualidad.
Aunque esta trágica historia no es típica, el problema central de la hostilidad
urbana y del stress resultante es familiar para todos los habitantes de cualquier
ciudad. Aquí se contempla el ambiente físico no como un recurso satisfactorio
y enriquecedor, sino como una fuente de stress psicológico. El proceso humano
implícito es la reacción de enfrentar en forma efectiva exigencias ambientales ex­
tremas. La incapacidad de dominar el stress ambiental implica consecuencias psi­
cológicas y, finalmente, costos psíquicos ocultos, a largo plazo, por la permanente
adaptación a condiciones ambientales adversas.
Las exigencias de la vida urbana son una fuente de stress especialmente para
el anciano. Muchos ambientes cotidianos que el joven sobrelleva y resuelve fácil­
186 Stress ambiental

mente (un cruce de calles peligroso, unos escalones empinados, paradas de auto­
buses sin señales precisas) para el anciano resultan dificultades que son causa de
stress. Además, muchos ancianos tienen que enfrentar el stress de la vida institu­
cional de los asilos, pabellones de hospitales geriátricos y casas de asistencia social.
La naturaleza del stress ambiental y la forma en que la gente enfrenta esas
condiciones ambientales constituyen un área de especial importancia, con un rá­
pido desarrollo dentro de la psicología ambiental. La importancia social de la in­
vestigación sobre el stress ambiental es indiscutible; aunque la gente cada vez
se hace más consciente de los problemas del stress ambiental, las áreas metropo­
litanas siguen creciendo y la población senil también. La investigación del stress
ambiental ofrece una ayuda fundamental en la tarea de mejorar la calidad del
ambiente urbano y satisfacer las necesidades del anciano en una forma más efec­
tiva. Debido a que los problemas en esta área son tan severos y las consecuencias
a largo plazo son tan graves, el estudio del stress ambiental es un campo de estu­
dio singularmente importante para los psicólogos ambientales.

NATURALEZA DEL STRESS AMBIENTAL

En el capítulo 5 se examinó cómo influye el ambiente físico, incluyendo los as­


pectos del medio ambiente, en el rendimiento humano. En este capítulo se se­
guirán enfocando las características del medio ambiente (ruido, temperaturas
extremas y contaminación del aire), aunque aquí se pondrá énfasis en la función
de estos factores como productores de stress. Las condiciones ambientales adver­
sas, como el ruido intenso y el calor o frío extremos, afectan en forma negativa
la salud y el bienestar emocional de la gente y, en consecuencia, perjudican sus
relaciones interpersonales.
La aglomeración también es una fuente de stress. Sin embargo, en vista de
que un numeroso grupo de investigadores y teóricos se ha dedicado específica­
mente al problema de la aglomeración, este tema se examinará por separado en
el capítulo 7. El hecho de presentar la aglomeración en otro capítulo obedece sólo
a la necesidad de organizar dos extensos cuerpos de literatura en forma eficiente,
no porque se juzgue que no hay relación con las otras fuentes de stress. De he­
cho, se encontrará que los efectos negativos que produce la aglomeración en el
funcionamiento humano son similares a los que ejercen los otros productores de
stress ambiental, y que muchas veces se ha recurrido a las mismas teorías para
explicar los efectos de estas dos fuentes de stress ambiental.

Definición de stress ambiental

El concepto de "stress" es muy frecuente en el vocabulario popular; se habla


mucho de stress en el trabajo, en las relaciones interpersonales, etc. Sin embar­
go, la definición que se tiene del stress es a menudo vaga, y la palabra puede
tener diferentes significados para diferentes personas. Los psicólogos que han
estudiado el stress ambiental consideran que se debe empezar por establecer una
definición precisa de lo que es el stress (véase Appley y Trumbull, 1967; Cofer
y Appley, 1964; McGrath, 1970). Se ha llegado a distinguir dos tipos de stress:
orgánico y psicológico.
Naturaleza del stress 187

Stress orgánico La definición inicia] de stress, que se elaboró a través de la in­


vestigación médica, ponía énfasis en los aspectos orgánicos o fisiológicos del stress.
El pionero en esta área fue Hans Selye (1956, 1973, 1976), quien ha realizado
investigaciones en Canadá durante más de cuarenta años. Selye define el stress
orgánico como la respuesta no específica del cuerpo a la acción del ambiente. De­
nomina productores de stress a los factores ambientales que causan stress, como
los productos tóxicos o las temperaturas extremas.
En la definición de Selye es fundamental ¡a noción que el stress implica una
respuesta no específica del cuerpo. Bioquímicamente, el organismo responde de
una manera idéntica a la amplia gama de productores de stress ambiental (dro­
gas, hormonas, frío, calor). No importa si el productor del stress es agradable
o desagradable; un partido de tenis o un beso apasionado pueden provocar la
misma reacción de stress orgánico que un porducto químico nocivo. Las reaccio­
nes bioquímicas del cuerpo hacia los diferentes productores de stress tienen co­
mo objetivo enfrentar las alteraciones que provocan en el organismo.
Selye identifica tres distintas etapas en la respuesta orgánica del individuo
a las condiciones productoras de stress, a las que denomina síndrome dé adapta­
ción general o GAS (por su nombre en inglés: general adaptation syndrome). La pri­
mera etapa del GAS es la reacción de alarma del sistema nervioso autónomo, que
implica un aumento de la secreción de adrenalina, el ritmo cardíaco, la presión
arterial y la conductancia de la piel. Esta reacción representa un "llamado a las
arm as" para las defensas del cuerpo. El estado de alarma es seguido por una
.) etapa de resistencia o adaptación, que incluye una variedad de respuestas fisioló­
gicas. Estos cambios fisiológicos son bastante diferentes (y a menudo opuestos)
a los de la reacción de alarma. La tercera etapa, el agotamiento, sobrevendrá si
el productor del stress es fuerte y de bastante duración, o si fracasan los esfuer­
zos por resistirlo.

r Selye pone énfasis en la importancia del GAS para enfrentar el stress am­
biental. El GAS es el esfuerzo del cuerpo por seguir funcionando en forma esta­
ble mientras se encuentra sometido a stress. La capacidad del cuerpo de mantener
un funcionamiento constante a pesar de las condiciones externas cambiantes se
denomina homeostasis. Para que el cuerpo se mantenga saludable, no se debe per­
mitir que ninguno de estos procesos internos se desvíe de su nivel normal de
funcionamiento. La homeostasis involucra diversos mecanismos complejos y coor­
dinados.
El cuerpo utiliza dos tipos de reacciones fisiológicas para mantener este pro­
ceso homeostático. Primero, las reacciones sintóxicas entran en acción cuando un
elemento "agresivo " ataca al cuerpo pero no representa una seria amenaza para
su funcionamiento. Estas reacciones operan para calmar los tejidos del cuerpo,
lo que les permite funcionar en un estado de tolerancia o de "coexistencia pacífi­
ca" con el agente agresor. Las reacciones catatóxicas se inician cuando el cuerpo
es atacado por un elemento agresor que amenaza seriamente su funcionamiento.
Los patógenos son atacados por agentes químicos, tales como las enzimas destruc­
toras, que aceleran su descomposición metabólica. Estas reacciones de adaptación
fisiológica surgieron supuestamente en el curso de la evolución, cuando el indi­
viduo aprendió a enfrentar diversos elementos agresivos. Dependen de un com­
plejo patrón de estímulos y retroalimentación en el que intervienen mensajeros
químicos (por ejemplo, corticosteroides) y estímulos nerviosos.
188 Stress ambiental

Stress psicológico Una definición posterior del stress enfoca sus aspectos psicológi­
cos y fisiológicos. Richard Lazarus y sus colaboradores (Gal y Lazarus, 1975; Lazarus
1966, 1968, 1971; Lazarus y Cohén, 1977; Lazarus, Cohén, Folkman, Kanner y
Schaefer, 1979; Lazarus y Launier, 1978) son los investigadores que han realizado el
trabajo más extenso sobre el stress psicológico. Lazarus pone énfasis en que
el stress implica un elemento psicológico esencial; el individuo evalúa el significa;
do personal y la importancia del productor del stress.
Lazarus propone el concepto de la evaluación cognoscitiva como una variable
mediadora entre el productor de stress ambiental y las reacciones de adaptación
del individuo. El stress psicológico ocurre cuando el individuo estima que una
condición ambiental productora de stress representa una amenaza o excede su
capacidad para'enfrentarla.)La percepción de la situación de stress por parte del
individuo es esencial para la definición del stress; una situación objetivamente
neutra que es percibida como una amenaza causará un stress psicológico. Enton­
ces,l^según Lazarus, la evaluación cognoscitiva no es una percepción pasiva de
los elementos de la situación amenazante, sino un proceso psicológico activo en
el cual el individuo asimila y juzga los elementos de la situación confrontándolos
con un patrón establecido de ideas y expectativas./
^ El stress psicológico incluye tres tipos de evaluación cognoscitiva. Lazarus
define la evaluación primaria como un proceso psicológico mediador que sirve pa­
ra distinguir las situaciones potenciales amenazantes de las benéficas o de las que
no tienen importancia. La evaluación secundaria funciona para estimar los recursos
del individuo para enfrentar esa situación amenazante. Por último, la reevalua­
ción modifica la percepción original de la situación debido ya sea a las condicio­
nes cambiantes del ambiente o a los cambios internos de la persona, derivados
de los actos cognoscitivos tendentes a enfrentar la situación. La reevaluación po­
dría consistir en una percepción cambiante ante una situación originalmente con­
siderada benigna, que luego resultó amenazante, por ejemplo.
Lazarus y sus colaboradores (Folkman y Lazarus, 1980; Lazarus, 1980) iden­
tificaron dos tipos principales de estrategias que los individuos emplean para en­
frentar situaciones de stress. La respuesta enfocada en el problema consiste en
conductas o actos cognoscitivos dirigidos hacia la fuente del stress para modifi­
car la condición ambiental que lo provoca o la conducta personal para enfrentar­
la, o ambas. El manejo de la situación con una respuesta enfocada en las emociones
implica conductas o actos cognoscitivos orientados a reducir o a tolerar mejor las
reacciones emocionales ante una situación de stress.
Un hombre compra una casa en la ciudad de Nueva York y después de mu
darse se percata de que la casa está ubicada cerca de la pista del aeropuerto de
La Guardia. Este hombre empezará por reflexionar sobre la seriedad potencial
del problema (evaluación primaria), considerará que el ruido de los aviones es una
gran molestia. Después, buscará la forma de enfrentar el problema del ruido (eva­
luación secundaria) y determinará que es extremadamente difícil manejar la situa­
ción en forma efectiva. Esta evaluación del problema como amenazante y sin forma
de sobrellevarlo produce una reacción de stress psicológico; el hombre se siente
trastornado físicamente, de mal humor y menos interesado en el contacto social.
No obstante, si es una persona con recursos, el hombre trata de enfrentar
el problema del ruido lo más efectivamente posible; pone doble cristal en las ven­
tanas para amortiguar el ruido (respuesta enfocada en el problema) y trata de reducir
Naturaleza del stress 189

sus sentimientos negativos considerando las muchas características positivas de


su nueva casa (respuesta enfocada en las emociones). Se sorprende al observar que
estos esfuerzos son todo un éxito. Además, descubre que la pista aérea se utiliza
sólo en ocasiones, por ejemplo cuando hay mal tiempo. Al reflexionar sobre esta
nueva información (reevaluación), el hombre decide que la situación es considera­
blemente más benigna de lo que parecía al principio y la reacción del stress psi­
cológico se resuelve favorablemente.
Se debe subrayar que los conceptos de stress psicológico y stress orgánico
no se excluyen mutuamente; el proceso del stress psicológico puede incluir as­
pectos de la reacción del stress orgánico. Richard Lazarus y Judith Cohén (1977)
describen el stress ambiental con reacciones somáticas (por ejemplo, la secreción de
catecolominas y corticosteroides) y con reacciones de conducta y emociónales.
De la misma manera, Selye (1973) observó que si una situación inofensiva se in­
terpreta como amenaza, provocará una reacción de stress orgánico. Aunque las
diferencias entre stress psicológico y stress orgánico se han subrayado típicamente,
tal vez resulte más útil considerar ambos conceptos y destacar los diferentes as­
pectos de una misma reacción de stress que incluye elementos tanto psicológicos
como somáticos.

t, Identificación de los productores de stress ambiental

Stress urbano Después de definir el stress, los psicólogos que lo han estudiado
han tratado de identificar las condiciones ambientales que operan como produc­
tores de stress. Éste ha sido uno de los principales objetivos de la mayoría de
las investigaciones en esta área.'Las características del ambiente físico urbano
que se han investigado más ampliamente como productores de stress son el rui­
do, la contaminación del aire y las temperaturas extremas. Según Daniel Stokols
(1979), las variables que típicamente se han clasificado como productores de stress
no se restringen a los ámbitos urbanos, aunque prevalecen en las ciudades
Una gran cantidad de estudios identifica al ruido como productor de stress
urbano (Cohén, Glass y Phillips, 1979; Glass y Singer, 1972b). Los investigado­
res se han interesado en estudiar los efectos potenciales en la salud de las perso­
nas, por la prolongada exposición al ruido de tránsito de automóviles, construcción
de edificios, ulular de sirenas y reconstrucción de calles, (véase recuadro: "C o n ­
secuencias a largo plazo del stress am biental"). Una cuestión de particular inte­
rés es la relacionada con los efectos psicológicos del ruido sobre el cual el individuo
puede ejercer cierto control personal, en contraste con el ruido que es incon­
trolable.
Otro productor de stress urbano, que ha sido centro de la atención de mu­
chos investigadores, es la contaminación del aire (Waldbott, 1973). La composi­
ción química del aire contaminado de la ciudad es muy compleja, según se
desprende de los estudios a través de los cuales se ha identificado una creciente
lista de substancias contaminantes. La creencia inicial de que el aire contamina­
do de una ciudad se componía de hollín, polvo y polen se ha reemplazado por
la convicción de que los principales contaminantes son monóxido de carbono y
dióxido de sulfuro. Algunas investigaciones posteriores han revelado la presen­
cia de contaminantes adicionales, entre otros, óxidos de nitrógeno y foto-oxidantes
provenientes de los motores de automóviles, partículas de asbesto procedentes de
190 Stress ambienta]

C on secu en cias a largo plazo del stress ambiental

Rene Dubos, de la Universidad Rockefeller de la ciudad de Nueva York, se ha


interesado especialm ente por estudiar las consecuencias a largo plazo en los huma­
nos por vivir som etidos a condiciones de stress ambiental. Sus libros Man Aáapiing
(La adaptación del hom bre) (1965) y So H u m a n an A n im a l (Un animal tan humano)
(1968) han tenido un gran efecto en la conciencia pública con respecto a los costos huma­
nos debidos a los problemas ambientales. Dubos arguye de manera convincente que el
simple hecho de adaptarse a condiciones ambientales adversas no es suficiente; es
necesario evaluar los costos a largo plazo de dicha adaptación:

El hombre no está en camino a la extinción. Se puede adaptar casi a cualquier


cosa. Estoy seguro de que podemos adaptarnos a la basura, la contaminación
y el ruido de Nueva York o Chicago. Ésa es la verdadera tragedia (podemos
adaptarnos a eso). A medida que nos adaptam os, aceptam os condiciones cada
vez peores sin considerar que el niño que nace y crece en este ambierite no tie­
ne oportunidad de desarrollar totalmente su potencial físico y mental. Es vital
que nos com prom etam os a resolver tales problemas, com o sociedad y como na­
ción, no porque nos amenace la extinción, sino porque, si no entendemos lo
que el ambiente nos está haciendo, tal vez suceda algo peor que la extinción:
una degradación progresiva de la calidad de la vida humana.

]De R Dubos. "Stimulus/Response. We Can t Buy O u r Way O u t" , P sichalogy Today, 1970 , 3:10. pp 20,
22, 86-87. © Ziff-Davis Publishing Co., 1970. Reimpreso con permiso]

Los científicos están preocupados por las consecuencias a largo plazo en la vida humana que
implica la adaptación a condiciones ambientales de stress, como son la contaminación atmos­
férica y el ruido.
£ Peler M m ze¡/Stock. Boston
Naturaleza del stress 191

los forros de frenos y de los aislantes de construcción, y substancias coloidales


generadas por la acción de las llantas sobre el pavimento. Sin embargo, más
de la mitad de los contaminantes urbanos del aire no han sido identificados (Du-
bos, 1970). Se requiere realizar mayores investigaciones para identificarlos y de­
terminar sus efectos a largo plazo en la salud y la conducta humanas- )
Otras investigaciones han examinado el rol de las temperaturas extremas, es­
pecialmente el calor, como productor de stress urbano (Barón y Bell, 1976; Grif-
fitt, 1970). Aunque el calor es un productor de stress en diversos ambientes, como
los lugares con clima tropical y los ámbitos industriales, es en las ciudades en
donde se encuentra la mayor concentración de edificios, industrias y población,
lo que genera un clima excesivamente caluroso. Se ha descubierto que las olas
de calor tienen correlación con el aumento en las tasas de mortalidad en varias
ciudades de los Estados Unidos (Schuman, 1972). A un nivel más especulativo,
se ha dado cierta atención al calor por considerarlo como posible factor agravante
de la inquietud urbana durante los “ veranos calurosos y largos" de la década
de 1960 Xvéase el informe de la National Advisory Commission on Civil Disor-
ders, 1968).

^Productores de stress ambiental y la senectud Un punto de especial importan­


cia, aunque a menudo olvidado en el estudio del stress ambiental, es la vivencia
de los ancianos con respecto a los productores de dicho stress (véase Schooler,
1975). Los productores de stress afectan mucho más a las personas de edad avan­
zada que a los jóvenes (Dougias, 1980). James Birren (1970) se refiere a los ancianos
urbanos como “ una mayoría silenciosa" que trata de enfrentar el stress de la vi­
da urbana y que no tiene posibilidades para seguir a las familias jóvenes en su
desplazamiento hacia los suburbios. La reurbanización con frecuencia empeora
las cosas para el anciano, quien tiene que enfrentarse con nuevos edificios de de­
partamentos, áreas comerciales y restaurantes, que no puede costear.
Los efectos de la vejez en la percepción sensorial, la fortaleza y la resistencia
física y la facilidad de movimiento, hacen que muchas características ambienta­
les, que las personas más jóvenes ni siquiera toman en cuenta, resulten hostiles
y causen frustración al anciano (Carp, 1976; Lawton, 1977). Birren (1970) señala
que muchos elementos de la ciudad contemporánea constituyen obstáculos de­
salentadores para las personas de edad avanzada: banquetas altas, calles amplias
muy transitadas, semáforos de cambio rápido, edificio cuyos letreros no se dis­
tinguen a primera vista, y corrientes de aire que se producen entre algunos edifi­
cios elevados (figura 6-1). Según Susan Saegert (1976), los ambientes que exigen
altos niveles de esfuerzo, energía y atención, producen stress.
Los investigadores se han interesado en saber cómo afectan las característi­
cas ambientales de la vivienda, como tipo de construcción y estructura, vías de
comunicación y medios de transporte y otros recursos, el bienestar físico y psico­
lógico del anciano (Carp, 1976, Lawton, 1971). También han estudiado cómo
influye la calidad ambiental de las instituciones, como asilos para ancianos, hos­
pitales geriátricos y servicios de asistencia social, en la vida de sus residentes (Law­
ton, 1977; Moos, 1980).
Al analizar los productores de stress ambiental en la vida del anciano no se
pretende exagerar o sobredramatizar la “ condición del anciano" en la sociedad
moderna, ni insinuar que todas las personas de edad avanzada están desampa-
192 Stress ambiental

Figura 6-1 Los peatones


ancianos se enfrentan al
stTess ambiental cuando
tienen que cruzar calles
amplias que no cuentan
con un sistema de señales
adecuado.

radas e indefensas ante el stress ambiental. De hecho, para muchas personas los
últimos años de su vida son un período social y personalmente significativo, du­
rante el cual persiguen con energía intereses culturales, recreativos y profesiona­
les. Aquí, el propósito más bien es considerar en una forma realista algunas de
las fuentes de stress ambiental que imponen serias dificultades de adaptación a
muchas personas de edad avanzada, con el objeto de exhortar a los encargados
de la planeación a diseñar ambientes que las ayuden a fortalecer y mantener su
capacidad de adaptación.

Medición del stress ambiental

Lazarus y Cohén (1977) recomiendan tres tipos de medición para evaluar los
efectos psicológicos del stress ambiental: mediciones somáticas, mediciones de
conducta y mediciones subjetivas, que corresponden a los componentes fisioló­
gico, funcional y afectivo de las reacciones de stress.;En forma similar, Stokols
Naturaleza del stress 193

(1979) incluye en su definición de stress la noción de que el stress se manifiesta


a través de muchas reacciones fisiológicas, de conducta y emocionales.

Mediciones psicológicas Según Lazarus y Cohén, las evaluaciones psicológicas


pueden utilizarse para medir reacciones de stress, tanto a corto plazo como a lar­
go plazo. Los índices a corto plazo son de tres tipos. Primero se encuentran las
estimaciones de las reacciones del cuerpo que están controladas por el sistema
nervioso autónomo, como por ejemplo, cambios cardiovasculares, alteraciones
en el ritmo respiratorio, reducción de la resistencia de la piel, aumento en la acti­
vidad muscular yñrástornos digestivos. En el segundo tipo se encuentran las es­
timaciones de la"sécreción de catecolaminas, como la adrenalina (o las reacciones
corporales que éstas estimulan), producida en la región medular de las glándulas
suprarrenales. Por último, se puede estimar_el stress mediante la secreción de
corticósteroidés de ía corteza de las glándulas suprarrenales cuando éstas son es­
timadas por la glándula hipófisis.
Lazarus y Cohén señalan que los investigadores pueden estimar las reaccio­
nes somáticas a largo plazo en función de las enfermedades relacionadas con el
stress (las provocadas por una prolongada exposición al stress interno). Los efec­
tos acumulados de las reacciones de stress a corto plazo pueden causar un serio
daño somático. Selye (1973) incluye como enfermedades relacionadas con el stress
la hipertensión, los dolores de cabeza, los trastornos estomacales y las úlceras
gástricas y duodenales.

■ Mediciones de conducta Lazarus y Cohén explican que cuando las personas pa­
decen stress no se comportan como lo hacen ordinariamente, y que estos cam­
bios de conducta sirven para medir el stress. Éste se puede deducir de la conducta
que la gente manifiesta al enfrentar el stress. Esta conducta puede consistir en
acciones tendentes a modificar la situación de stress (renunciar al empleo que
lo produce) o aliviar sus síntomas (tomar tranquilizantes). El stress también se
puede deducir del funcionamiento desorganizado que provoca, como son las actitu­
des impropias, rigidez de conducta e incapacidad para realizar el trabajo. Sin em­
bargo, una limitación de las mediciones del funcionamiento desorganizado, es
que se ven influidas por la capacidad del individuo para enfrentar el stress, así
como por el stress mismo; el stress no deteriora inevitablemente el funcionamiento,
incluso en algunas personas éste puede mejorar debido a un efectivo manejo de
la situación. Otros síntomas de stress son las conductas expresivas que genera, co­
mo morderse los labios, pasearse de un lado a otro y desasosiego. Por último,
el stress puede estimarse por la reducción en el rendimiento al desempeñar
tareas en curso y subsecuentes, como las que exponen en el capítulo 5 (véase
Cohén, 1980).

M ediciones subjetivas El stress también puede medirse por los índices subjeti­
vos, o de autorreporte, de sus componentes emocionales o efectivos. Lazarus y
Cohén señalan que las estimaciones subjetivas han sido los índices de stress más
ampliamente utilizados. Las mediciones subjetivas pueden consistir en una eva­
luación del grado del malestar emocional provocado por el stress en una sola di­
194 Stress ambiental

mensión, o en estimaciones de algunos de los estados emocionales asociados


característicamente con el stress, como la ira, la ansiedad o la depresión, en va­
rias dimensiones.

EFECTOS PSICOLÓGICOS DEL STRESS AMBIENTAL <[

Los efectos del ruido

Efectos fisiológicos Las investigaciones realizadas principalmente es situaciones


de laboratorio han demostrado de manera fehaciente que el ruido provoca reac­
ciones fisiológicas generales típicamente asociadas con el stress. Está comprobado
que el ruido aumenta la actividad electrodérmica (Glass y Singer, 1972b, 1973;
Glass, Snyder y Singer, 1973), la secreción de adrenalina (Frankenhaeuser y Land-
berg, 1977) y la presión arterial (Cohén, Evans, Krantz Stokols, 1980; Jonsson y
Hansson. 1977). El nivel de estas reacciones fisiológicas tiende a aumentar cuan­
do el ruido es intenso, aperiódico o incontrolable. Aunque existen algunas prue­
bas de que estas reacciones fisiológicas ceden a medida que las personas se
habitúan al ruido continuo (Glass y Singer, 1972), otros datos indican que esto
no sucede con todas las reacciones (Jansen, 1969; Cohén, Evans, Krantz, Stokols
y Kelly, 1981).

Efectos en la salud Es bien sabido que la prolongada exposición a un ruido de


alta intensidad causa una importante deficiencia auditiva. Los caldereros, por
ejemplo, que están expuestos al fuerte ruido de su trabajo pueden llegar a sufrir
sordera (especialmente en el rango de alta frecuencia) por la prolongada exposi­
ción (Beranek, 1966; McLean y Tarnopolsky, 1977). Otras evidencias señalan que
incluso los niveles normales de ruido en algunas áreas de hospitales y laborato­
rios de computación pueden propiciar diferencias auditivas (Falk y Woods, 1973;
Shapiro y Berland, 1972). Se ha descubierto que incluso los jóvenes sufren grados
menores de sordera cuando se exponen con frecuencia al ruido de las discote-
ques y conciertos de rock (Fearn, 1972).
Los investigadores se han preguntado si una exposición prolongada al ruido
puede relacionarse con otros problemas aparte de los del oído. Un estudio de
reconocimiento entre familias de Detroit y Los Ángeles indica una correlación
entre los datos referentes a la exposición al ruido y las enfermedades físicas agu­
das y crónicas reportadas (Cameron, Robertson y Zaks, 1972). Sin embargo, la
naturaleza subjetiva de los estudios de correlación y autorreporte precisa buscar
datos adicionales antes de establecer abiertamente la asociación del ruido con en ­
fermedades no auditivas. Otros estudios indican que hay alguna relación entre
el ruido y ciertos aspectos de la salud física y mental, como dolores de cabeza,
nerviosismo e insomnio (Crook y Langdon, 1974; Fog y Jonsson, 1968; Jones y
Cohén, 1968). Pruebas correlaciónales posteriores muestran una leve asociación
entre la exposición al ruido de aviones en áreas residenciales y el índice de ingre­
sos a hospitales de salud mental; sin embargo, las diferencias socioeconómicas
de las áreas investigadas (Meecham y Smith, 1977) y los hallazgos inconsistentes de
los hospitales estudiados (Hand, Tarnopolsky, Barker y Jenkins, 1980) limitan
la utilidad de estos datos.
Efectos psicológicos del stress 195

Después de revisar las investigaciones sobre ios efectos del ruido en la salud,
los investigadores (Cohén, Glass y Phillips, 1979; McLean y Tarnopolsky, 1977)
concluyen que los problemas que representan la selección de muestras y la vali­
dez de los índices de salud, por ejemplo, impiden asegurar que el ruido cause
enfermedades mentales o enfermedades físicas no auditivas. Esos estudios que
han demostrado cierta relación entre el ruido y la enfermedades mentales no in­
dican claramente si el ruido es causa de la psicopatología o si sólo agrava proble
mas psicológicos ya existentes. Es probable qüe el ruido esté relacionado con
problemas de salud en individuos susceptibles, en especial cuando se experimenta
junto con otras fuentes de stress.

Efectos en la conducta Un creciente cuerpo de investigación muestra que el rui­


do excesivo tiene efecto nocivos en muchos aspectos de la conducta social. Cuando
Lawrence Ward y Peter Suedfeld (1973) hicieron sonar, a través de unas bocinas
estratégicamente colocadas en el campus de la Universidad Rutger, una graba­
ción de ruidos de tránsito de automóviles, observaron que disminuía la partici­
pación de los estudiantes en clase y que los profesores pedían con menos
frecuencia la opinión de sus alumnos. El ruido también trajo como resultado más
discrepancia, intervenciones impertinentes y tiempo perdido en discusiones de
grupo. Los autores suponen que el aumento en tiempo y alegatos en las discu­
siones de grupo posiblemente se debió a que era más difícil la comunicación en
presencia del ruido.
En su estudio realizado con habitantes de San Francisco, Donald Appleyard
y Mark Líntell (1972) descubrieron que había poca participación social entre los
residentes de una calle ruidosa con mucho tránsito, además de una marcada ten­
dencia a no utilizar las calles para relacionarse socialmente. Por el contrario, en
una calle más tranquila, con poco tránsito, los residentes tenían tres veces más
amigos y dos veces más conocidos, y mostraban un gran interés por participar
en la vida social de la calle. La naturaleza correlacional de este estudio deja abier­
ta la posibilidad de que algunas de las diferencias observadas sean consecuencia
de los direrentes tipos de residentes que vivían en las calles estudiadas.
Otras investigaciones muestran que el ruido reduce la disposición de la gen­
te a manifestar una conducta de solidaridad. Karen Mathews y Lance Canon (1975)
observaron que los sujetos expuestos a un ruido intenso se mostraron menos
dispuestos a ayudar a un individuo a recoger los objetos que dejó caer acciden­
talmente en una situación de laboratorio, que los sujetos sometidos a un ruido
menor. Cuando utilizaron un diseño experimental de campo, los investigadores
encontraron que las personas se sintieron menos inclinadas a ayudar a alguien
a levantar los libros caídos accidentalmente, cuando una ruidosa podadora esta­
ba funcionando que cuando hubo condiciones más silenciosas. Richard Page (1977)
encontró también que, en condiciones de ruido, los estudiantes que se hallaban en
las áreas de la Universidad Estatal Wright, en Ohio, se vieron significativamente
menos dispuestos a ayudar a otro estudiante que había dejado caer paquetes,
o cambiar una moneda a un estudiante que quería hacer una llamada telefónica,
que los estudiantes en condiciones de ruido más bajo.
Dos estudios de laboratorio muestran que la gente presta m enos atención a
las señales sociales cuando se encuentra en condiciones de ruido. Sheldon Co­
hén y Anne Lezak (1977) demostraron que aunque el ruido no afectó la memoria
196 Stress ambiental

de ios sujetos para recordar sílabas sin sentido relacionadas con una tarea de la­
boratorio, el ruido sí redujo su memoria en cuanto a información social no relacio­
nada con la tarea que incluía transparencias de personas que aparentaban calma
o angustia. Judith Siegel y Claude Steele (1979) pidieron a unos estudiantes, tan­
to en situaciones tranquilas como ruidosas, que asignaran recompensas a dos
personas que observaban en una película, quienes competían en un juego de pa­
labras. En un punto clave, la cinta mostraba a un jugador (el "villano” ) borrando
accidentalmente del tablero las soluciones del otro jugador (la "víctim a"). Para
la mitad de los sujetos, en cada situación, el villano se mostró con un brazo enye­
sado (intención personal desleal), mientras que para la otra mitad de los sujetos
de cada grupo el malvado no llevaba el yeso (intención personal recta). Siegel
y Steele descubrieron que la discriminación social de los sujetos se vio obsta­
culizada en la situación de ruido; estos sujetos no puedieron distinguir entre el
victimario y la víctima o entre la rectitud y la deslealtad cuando otorgaron los
premios. Es posible que esta falta de atención en las señales sociales, ocurrida en
condiciones de ruido, ayude a explicar la tendencia de las personas a ser menos
sociables y a estar menos dispuestas a ayudar en circunstancias de ruido. Cuando
se discutan las teorías del stress ambiental, se retomará la interrogante de cómo
atienden las señales las personas cuando se hallan en situaciones de stress.
Las investigaciones de laboratorio han demostrado que las personas se com­
portan más agresivamente en condiciones de ruido que en condiciones de silen­
cio. Los estudiantes arrojaron más balones de plástico a un "resistor pasivo" (en
realidad un colaborador experimental) en condiciones de ruido (Knipmeyer y
Prestholdt, 1973). Rusell Geen y Edgar O'Neal (1969) observaron que los estu­
diantes suministraron choques eléctricos más intensos a un adjunto experimen­
ta] (el choque representaba la evaluación del rendimiento del adjunto en una tarea)
en una situación de ruido, además, justo cuando acababan de ver la película de
una ruda pelea de box. En forma similar, los estudiantes aplicaron más choques
eléctricos a un adjunto experimental en condiciones de niveles muy altos de rui­
do cuando además se les había hecho enojar previamente (Donnerstein y Wil-
son, 1976; Konechni, 1975). Aunque estos hallazgos con respecto al ruido y la
agresión parecen directos (el ruido aumenta la agresividad), posteriormente, cuan­
do se estudien los efectos de la temperatura extrema y la agresión, se verá que
tal vez existe un rango óptimo de stress que conduce a la agresión. Parece razo­
nable que en determinado punto el ruido se vuelve tan molesto que desalienta
cualquier tipo de actividad social, incluidos los actos agresivos. Además, la inter­
pretación que se da aquí a estos hallazgos debe ser cautelosa ya que las respuestas de
laboratorio, como arrojar un balón de plástico o dar un choque eléctrico, pueden tener
poca validez externa como estimaciones de agresión en situaciones de la vida real.

Efectos subjetivos Las reacciones subjetivas de las personas ante el ruido han
sido evaluadas típicamente en estudios de la comunidad orientados hacia pro­
blemas particulares con el ruido, como el producido por el tránsito de automóvi­
les y de aviones. Los estudios de la comunidad por lo general se centran en la
"molestia” que los sujetos han informado que les causa el ruido. Los investiga­
dores tienden a definir la molestia como un leve enojo que experimenta el indivi­
duo por el ruido que perturba sus actividades (Weinstein, 1976). Al hacer la
interpretación de los hallazgos de investigación en esta área, se debe tener en
Efectos psicológicos del stress 197

mente que los datos están sujetos a ciertas limitaciones metodológicas en lo que
se refiere a que la exposición al ruido es correlacional y que la disposición a parti­
cipar en un estudio de la comunidad puede influir en las muestras.
Algunos estudios han enfocado la molestia de los residentes por el ruido del
tránsito. En la Gran Bretaña (McKennell y Hunt, 1966) y en los Estados Unidos
(Bolt, Beranek y Newman, 1967) se han realizado estudios que muestran que el
ruido del tránsito de automóviles es la fuente más molesta y la más aludida en
los ambientes urbanos. En un estudio de antes-y-después efectuado en la Gran
Bretaña, los residentes se sintieron mucho más molestos por el ruido del tránsito
después de la apertura de una autopista cercana que cuando ésta no existía (Law-
son y Walters, 1974). Sin embargo, en todos estos estudios se observó una consi­
derable variación individual. Por lo general, los respondientes mencionaron el
ruido como fuente de molestia sólo cuando se les preguntó específicamente so­
bre esto; rara vez sucedió en forma espontánea. A menudo, otras características
de la comunidad (por ejemplo, la falta de centros comerciales locales y de trans­
porte público) fueron considerados más molestos que el ruido del tránsito.
Se han realizado otros estudios en las cercanías de aeropuertos muy impor­
tantes en todo el mundo, incluidos el de la Gran Bretaña (OPCS, 1971); Stock-
bridge y Lee, 1973). Suecia (Rylander, Sórensen y Kayland, 1972). Los Ángeles
(Burrows y Zamarin, 1972), el oeste de Filadelfia (Bragdon, 1970), y Chicago, Da­
llas, Denver y Los Ángeles (Hazard, 1971). E. k. McLean y A. Tarnopolsky (1977)
señalan que la molestia está relacionada con el nivel de exposición al ruido de
aviones; 60 a 70 por ciento de los residentes reportan molestia en áreas de alto
nivel de ruido de aviones y sólo un 3 a 4 por ciento registran molestia en áreas
de poco ruido de aviones. Sin embargo, las áreas donde una proporción muy
alta de residentes manifiesta molestia son típicamente pequeñas y se localizan
muy cerca de las rutas en que despegan o aterrizan los aviones. Y al igual que
en el caso del ruido de tránsito, la variación individual en la molestia reportada
por el ruido de aviones es considerable. McLean y Tarnopolsky señalan que aun
en los niveles más bajos de ruido producido por aviones, algunas personas re­
portan molestias, mientras que en los niveles más altos de ruido, algunas perso­
nas no expresan molestia alguna.
Sheldon Cohén y Neil Weinstein (1981) señalan que los hallazgos en esta área
son engañosos en cuanto a que suponen una relación simple entre el nivel de
ruido y la molestia. De hecho, el nivel de sonido real explica sólo de 10 a 25 por
ciento de la variación en las estimaciones de molestia. Recomiendan explorar otras
variables para saber cómo es que el ruido produce la molestia; variables tales co­
mo las actitudes del individuo hacia la fuente del ruido o sus temores acerca de
ésta (por ejemplo, miedo a los accidentes de aviones). También indican que par­
te de la variabilidad en los índices de la molestia producida por el ruido puede
atribuirse a diferencias individuales en sensibilidad al ruido (véase recuadro: “ Di­
ferencias en la sensibilidad al ruido entre los estudiantes"). La interpretación de
las mediciones de las molestias ocasionadas por el ruido se complica más debido
a que algunos estudios han revelado que incluso en áreas donde la molestia por
el ruido es muy alta, pocas personas se mudan a causa de esto, pocas están dis­
puestas a incurrir en gastos para reducir el nivel de ruido, y muy pocas se quejan
con las autoridades competentes (Fiedler y Fiedler, 1975; Goodman y Gary, 1976).
Cohén y Weinstein (1981) hacen notar que aunque algunas investigaciones ini-
198 Stress ambiental

D iferencias en la sensibilidad al ruido entre los estudiantes

Neil Weinstein (1978) llevó a cabo un estudio correlaciona! de campo para investigar
cómo es que las diferencias en la sensibilidad al ruido de los estudiantes universita­
rios influían en la molestia que experimentaban por el ruido de sus dormitorios. Co­
menzó enviando un cuestionario sobre la sensibilidad al ruido a todos los sujetos
de nuevo ingreso asignados a dormitorios en la Universidad Rutgers durante el ve­
rano anterior a su llegada a la universidad. De esta muestra, Weinstein seleccionó
dos subgrupos: los estudiantes que alcanzaron un resultado superior al 30 por cien­
to de sensibilidad al ruido (estudiantes sensibles al ruido) y los que obtuvieron una
notación inferior al 30 por ciento (estudiantes no sensibles al ruido).
Como siguiente paso, Weinstein hizo una encuesta para saber qué tan molestos
estaban en realidad los estudiantes por el ruido de su dormitorio, al principio del
año escolar y después de siete meses. El cuestionario evaluaba qué tanto sentían
los estudiantes que el ruido del dormitorio perturbaba su conducta, así como tam­
bién los sentimientos negativos que experimentaban debido al ruido del dormito­
rio. Weinstein descubrió que los estudiantes sensibles al ruido se mostraron más
molestos por el ruido de su dormitorio que los del grupo de los no sensibles al rui­
do. También descubrió que mientras el porcentaje de molestia del grupo de no sen­
sibles al ruido no cambió durante el período de siete meses, el grupo de sensibles
al ruido se sintió cada vez más molesto por el ruido del dormitorio durante el año
escolar.
Para saber más acerca de la sensibilidad al ruido, Weinstein realizó una encuesta
de seguimiento con estudiantes de la Universidad Rutgers y de la Universidad de
California en Berkeley, con el objeto de identificar las características de la personali­
dad que se relacionan con la sensibilidad al ruido. Encontró que, en comparación
con los estudiantes no sensibles al ruido, los estudiantes sensibles tenían un mayor
deseo de privacía, se sentían menos cómodos y seguros en situaciones sociales y
manifestaban molestia por muchas cosas. Sin embargo, la magnitud de las correla­
ciones entre sensibilidad al ruido y estas características personales sólo fue modera­
da. Weinstein concluye que la sensibilidad al ruido es compleja y que no se sujeta
a ningún rasgo particular de la personalidad.

cíales han examinado las respuestas enfocadas en el problema que las personas
utilizan para enfrentar el ruido (Appleyard y Lintell, 1972), como cambiar de lu­
gar las recámaras o instalar ventanas con doble cristal, muy poco se sabe acerca
de las respuestas enfocadas en la emotividad con respecto al ruido. La necesidad de
investigar sobre la forma en que el individuo enfrenta el problema del ruido es
subrayada por el hallazgo de Cohén y Weinstein de que parece que las personas
no logran adaptarse al ruido de los ámbitos residenciales; los residentes que tie­
nen mucho tiempo de vivir en un lugar reportan que el ruido es molesto igual
que lo reportan los recién llegados.

v Los efectos de la temperatura extrema y


de la contaminación atmosférica ^
Efectos en la salud Varios estudios correlaciónales informan que existe una sig­
nificativa relación éntre la época de calor y las tasas de mortandad en las áreas
Efectos psicológicos del stress 199

urbanas., La tasa de mortandad en algunas ciudades de los Estados Unidos se


elevó notablemente a mediados del verano de 1976; el aumento en la mortalidad
fue hasta de un 50 por ciento en algunas áreas (Schuman, 1972). En forma simi­
lar, hay reportes de marcados aumentos en la mortandad durante las olas de ca­
lor en las ciudades de Los Ángeles (Oechsli, y Buechley, 1970) y Nueva York
(Buechley, Van Bruggen y Truppi, 1972), Rudolf Moos (1976) advierte, sin em­
bargo, que las relaciones reportadas en estos estudios se basan en estadísticas
normativas que incluyen un gran número de personas, y no en una investiga­
ción directa de los motivos de la muerte de determinados individuos durante las
olas de calor.
Una gran cantidad de literatura que contempla principalmente estudios co­
rrelaciónales, también ha demostrado relación entre varios aspectos de la conta­
minación del aire y los malestares físicos. Un plantamiento ha sido estudiar cómo
se afectan los índices de enfermedades durante los períodos de excesiva conta­
minación atmosférica causada por las inversiones térmicas. Existen pruebas de
que hay una muy estrecha relación entre las inversiones térmicas y la adaptación
de enfermedades respiratorias (Goldsmith, 1968).
Otros investigadores han estudiado la correlación entre los índices de enfer­
medad y las fluctuaciones de la calidad del aire durante los períodos de contami­
nación moderada. Hay datos que demuestran que existe relación entre la incidencia
de enfermedades respiratorias (asma, infecciones respiratorias superiores, cata­
rro común) y los aumentos relativos en la contaminación atmosférica reportados
en la ciudades de Nashville (Zeidberg, Prindle y Landau, 1961, 1964), Los Ánge­
les (Sterling, Phair, Pollack, Schumsky y De Groot, 1966) y Nueva York (Lebo-
witz, Cassell y McCarroll, 1972). Existen ciertas pruebas de que dichas reacciones
de enfermedad ante la contaminación del aire son más comunes en los "individuos
sensibles” dentro de la población general, como pueden ser las personas de edad
avanzada o que padecen enfermedades respiratorias (Lebowitz, Cassell y De
Groot, 1966). Pocos estudios han explorado la posible relación entre la contami­
nación del aire y las enfermedades cardiovasculares. Cierta evidencia provenien­
te de algunos estudios experimentales realizados en situaciones de laboratorio
y de campo indica que los altos niveles de monóxido de carbono aceleran la apa­
rición de síntomas durante los períodos de ejercicio en los pacientes con enfer­
medades de las arterias coronarias (Anderson, Andelman, Strauch, Fortuin y
Knelson, 1973; Aronow, Harris, Isbell, Rokaw e Imparato, 1972).
De acuerdo con las revisiones posteriores (Evans y Jacobs, 1981; Moos 1976),
la naturaleza correlaciona] de la mayoría de las investigaciones en esta área impide
determinar qué contaminantes, qué combinación de contaminantes o interacción
entre contaminación y otras condiciones climatológicas, como las altas tempera­
turas, están causalmente relacionadas con las enfermedades que se estudian. Ade­
más, puede haber consecuencias a largo plazo para la salud por vivir en condiciones
contaminadas, que se manifiestan durante los períodos breves de alta contami­
nación.

Efectos en la conducta Una gran cantidad de investigaciones basadas en experi­


mentos d elabóralo rio señalan que las temperaturas excesivamente altas afectan
la conducta social del individuo Dos estudios han demostrado que las perso­
nas sometidas a condiciones de mucho calor (temperaturas arriba de 100°F en
200 Stress ambiental

termómetros de bola seca) sintieron menos agrado por una persona extraña, a
quien evaluaron por medio de un cuestionario, que las personas que se encon­
traban en condiciones cómodas de temperatura (medida con termómetros de
bola seca en la década de 1970) (Griffith, 1970; Griffith y Veitch, 1971). Sin em­
bargo, en investigaciones posteriores (Beil y Barón, 1974, 1976) no se pudo con­
firmar si el calor reducía la atracción hacia otra persona que estaba presente en
la habitación; es probable que cuando otra persona comparte la condición de stress,
los efectos positivos del "sufrim iento compartido" contrarresten los efectos in­
terpersonales del calor, que de otro modo serían negativos (véase Letané, Eckman
y Joy, 1966). Se han observado resultados similares cuando el productor de stress
es el ruido; el ruido disminuye la atracción hacia una persona extraña que se eva­
lúa en un cuestionario, pero de hecho aumenta la atracción hacia la persona que
ha estado continuamente presente en la situación adversa (Kenrick y Johnson,
1979).
Es una serie de estudios experimentales dirigidos por Robert Barón y sus co­
laboradores se han investigado los efectos del calor en la agresión interpersonal.
Barón (1972) descubrió que, en contra de lo que esperaba, las altas temperaturas
redujeron el nivel de agresión (aplicación de electrochoques) que la gente mostra­
ba hacia otra persona (el adjunto experimental) ubicada en el mismo lugar. Tam­
bién en este caso, el sufrimiento compartido explica los hallazgos, aunque Barón
observó además que los sujetos podían escapar del ambiente incómodamente ca­
liente en forma más rápida al reducir la duración de las descargas eléctricas que
aplicaban. Barón y Sandra Lawton (1972) demostraron posteriormente que la ex­
posición de un modelo agresivo trajo como resultado un importante aumento en
el número de descargas administradas en la situación de calor, no así en la condi­
ción de temperatura confortable. Concluyeron que las altas temperaturas favore­
cen la influencia productora de agresión de un modelo agresivo.
Un estudio posterior, realizado por Barón y Paul Bell (1975), tuvo como re­
sultado inicial el sorprendente hallazgo de que el calor propició la agresión en
personas no irritadas, pero la redujo en sujetos a quienes se había provocado para
sentir enojo contra la víctima. Estudios subsiguientes (Barón y Bell, 1976; Bell y
Barón, 1977) explicaron estos hallazgos. Los investigadores afirman que la agre­
sión sucede cuando el sentimiento negativo se encuentra a un nivel intermedio,
pero que la agresión no ocurre cuando dicho sentimiento negativo está en un
nivel ya sea muy bajo o muy alto. De esta manera, tanto el calor solo como la
provocación sola (sentimiento intermedio) pueden conducir a la conducta agresi­
va, pero juntos, el calor y el enojo provocado (sentimiento negativo muy alto),
no resultan en una conducta agresiva. En uno de los pocos estudios relacionados
con condiciones de frío (17°C) y agresión, Bell y Barón (1977) demostraron que
los efectos dei frío coinciden con su modelo para predecir los efectos del calor
en la agresión.
En un estudio correlacional de campo basado en datos de archivo, Barón y
Victoria Ransberger (1978) intentaron aplicar este modelo de calor y agresión pa­
ra analizar incidentes de violencia colectiva ocurridos en los Estados Unidos en­
tre 1967 y 1971. Compararon los 102 incidentes registrados con el nivel máximo
de la temperatura ambiente de la época en que sucedieron. Sus datos indicaban
que la violencia y los niveles de la temperatura ambiente tenían de hecho una
relación curvilineal (una curva en forma de U invertida). Aparentemente la vio­
Efectos psicológicos del stress 201

lencia se daba con más frecuencia en el rango de los 27°C y tendía a disminuir
a medida que la temperatura aumentaba o descendía de este nivel.
Sin embargo, posteriormente, ]. Merrill Carlsmith y Craig Anderson (1979)
señalan que el análisis anterior de Barón y Kansberger es engañoso ya que no
toma en cuenta el hecho de que hay más días con ciertos rangos de tempera­
tura que otros. Al considerar el número de días con varios rangos de temperatu­
ra, Carlsmith y Anderson demostraron que la probabilidad de incidentes de
violencia colectiva aumenta monotónicamente con la temperatura (figura 6-2). Sin
embargo, los autores subrayan que sü análisis se restringe al rango de tempera­
tura normal y que es posible que en cierto punto la temperatura se vuelva tan
caliente que la probabilidad de violencia empiece a declinar.
Muy poco se sabe acerca de los efectos de la contaminación atmosférica en
la conducta social, aunque los escasos datos obtenidos en estudios experimenta­
les controlados indican que algunos aspectos de la mala calidad del aire pueden
reducir los sentimientos de atracción interpersonal (véase Evans y Jacobs, 1981).
Un estudio (Rotten, Barry, Frey y Soler, 1978) realizado con estudiantes de una uni­
versidad de Ohio examinó la forma en que un componente maloliente del aire
(sulfuro de amonio) afectó la atracción por un extraño. En coincidencia con los
hallazgos experimentales referentes a otros productores de stress ambiental (por
ejemplo, el calor y el ruido), se observó que la contaminación atmosférica tam­
bién redujo los sentimientos de atracción hacia una persona desconocida que no

Temperatura (grados Fahrenheit)

• Figura 6-2 Probabilidades de un disturbio social como una


función de la temperatura ambiente

D e J. M . Carlsmith y C . A. Anderson. "Ambient Temperature and the Occurrence of Collective Vio-


lence: A New Analysis", Jou rn al o f P e rso n a lity an d Social P sy c h o lo g y , 1979, 3 7 : 3 3 7 -4 4 . ©
American Psychological Assocition, 1979. R eim p reso con p erm iso del ed ito r y del au to r.
202 Stress ambiental

había compartido el nocivo episodio con el sujeto, mientras que aumentó la atrac­
ción hacia un extraño, semejante según una encuesta, quien parecía compartir
la misma desagradable experiencia que el sujeto.
Un segundo estudio experimental (Bleda y Sandman, 1977), efectuado con
personal militar del área de Washington, D. C., reveló que ei humo del cigarrillo
de una persona puede reducir lo sentimientos de atracción por parte de los
no fumadores. Los no fumadores se sintieron menos atraídos hacia un extraño
que fumaba y con el que interactuaban (en realidad un colaborador del experi­
mento) que hacia otro que no fumaba. Los autores atribuyen esa reducción en
la atracción a la molestia física asociada con el humo del cigarrillo de la otra per­
sona. En esta situación, ei productor de stress ambiental redujo ia atracción por
otra persona que estaba presente, posiblemente debido a que los sujetos no pen­
saron que la experiencia del fumador fuera desagradable y a que la conducta del
fumador haya sido la causa directa de su propia molestia.

Efectos subjetivos Aunque existen técnicas de medición para evaluar los efectos
del olor de la contaminación del aire (véase Berglund, Berglund y Lindvall, 1976),
la estimación de los efectos subjetivos de la contaminación atmosférica presenta
algunas dificultades. Primero, según se vio en el capítulo 2, aunque el individuo
sea capaz de percibir la concentración de partículas en el aire contaminado, es
mucho menos capaz de percibir los contaminantes gaseosos, como el dióxido de
sulfuro y los hidrocarburos. Mary Barker (1976) señala que los ciudadanos comu­
nes se dan cuenta de que hay contaminación en el aire sólo cuando les afecta
la visibilidad (por ejemplo, humo o neblina), cuando aparecen manchas en la
ropa o en otros objetos personales o cuando produce olores muy desagrada­
bles. Los contaminantes gaseosos sólo pueden percibirse cuando existen en altas
concentraciones, que es cuando se experimenta malestar en los ojos y en la na­
riz. Además, la gente no se percata de la contaminación atmosférica porque ésta
es crónica e insidiosa, más que repentina y espectacular.
Después de hacer un resumen de los estudios existentes sobre los efectos sub­
jetivos de la contaminación atmosférica, Barker concluye que hay grandes varia­
ciones en cuanto a la conciencia y la preocupación de la gente y de comunidades
enteras acerca de la contaminación del aire. En Edimburgo, el cincuenta y tres
por ciento de los ciudadanos entrevistados reconoció el problema de la contami­
nación del aire, mientras que la mayoría de los respondientes en Sheffield ne­
garon la existencia de problemas de contaminación atmosférica; de hecho, la
concentración de humo durante el invierno fue similar en las dos ciudades (I.G.U.
Grupo de Estudios de la Contaminación del Aire del Reino Unido, 1972). Barker
afirma que la percepción sensorial influye sólo en forma parcial en la conciencia
de la gente para que reconozca la existencia de la contaminación atmosférica, mien­
tras que la experiencia indirecta (por ejemplo, los medios informativos o las cam­
pañas de publicidad) ejerce una influencia más importante, dominante incluso. Es
más probable que las personas con padecimientos respiratorios, como bronquitis
y enfisema pulmonar, reconozcan que la contaminación del aire es un problema
serio que aquéllas que no tienen tales padecimientos.
Parece ser que muchos ciudadanos emplean las estrategias de respuesta enfoca­
da en la emotividad porque consideran que la contaminación dd aire es un problema
potencial en su vida. Tal vez reconozcan que la contaminación del aire es general
E fectos psicológicos de) stress 203

pero niegan que los afecta personalmente (Wall, 1973). En forma similar, algunos
ciudadanos admiten que la contaminación del aire es un problema nacional, pero
se reconfortan afirmando que su comunidad está menos contaminada que otras.
O quizá reconozcan que la contaminación del aire es un problema local pero le
dan menos importancia que a otros asuntos, tales como el desempleo y la discri­
minación racial (Miller, 1972). Por último, Barker (1976) señala que debido a que
muchas personas no encuentran vías precisas para combatir la contaminación at­
mosférica, resuelven sus sentimientos de frustración negando la seriedad del pro­
blema o asegurando que otros, el gobierno, por ejemplo, lo está solucionando
(véase Rankin, 1969).
Las investigaciones acerca de los efectos subjetivos de la temperatura han
puesto énfasis principalmente en los aspectos de la comodidad subjetiva relacio­
nados con los factores humanos y el rendimiento, tal como puede verse en el
capítulo 5.

LLos efectos de los productores de stress ambiental en los ancianos <r¡

Efectos en la salud Los efectos en la salud de las altas temperaturas y la conta­


minación del aire son especialmente acentuados entre las personas en edad se-
niÍNLos investigadores que han descubierto una asociación entre las olas de calor
y él aumento en las tasas de mortalidad han reportado que éstas son más altas
entre los ancianos (Oechsli y Buechley, 1970; Schuman, 1972) (véase recuadro:
“ Víctimas del calor: los pobres y los ancianos” ). La relación entre las variaciones
de la calidad del aire y los índices de enfermedad también es especialmente acen­
tuada en la población senil (Zeidberg, Prindle y Landau, 1961), y la calidad del
aire que se vuelve extremadamente mala durante las inversiones térmicas puede
ser para algunos ancianos (Goldsmith, 1968).
La mortalidad entre los internos de las instituciones para ancianos aumenta
de modo impresionante después de que son involuntariamente reasignados (Kals,
1972; Lawton y Nahemow, 1973). Norman Bourestom y León Pastalan (1975) in­
forman de un aumento en la tasa de mortalidad hasta de 100 por ciento entre ancia­
nos transferidos a fuerza de una institución a otra. La mortalidad se relacionó tanto
con la cantidad de cambios ambientales inherentes al traslado y con el grado de
decadencia física y mental del individuo.

Efectos en la conducta Pastalan (1970) hace notar que el mundo de un individuo


tiende a reducirse a medida que envejece y está menos dispuesto o es menos
capaz de enfrentar las exigencias del ambiente)\Al tiempo que su energía y habi­
lidades físicas declinan, se reduce al rango de actividades que puede realizar. M.
Powell Lawton (1977) explica que el uso de los recursos por parte de los ancianos
depende de 1) la distancia física de los recursos, 2) las dificultades de desplaza­
miento propias de las personas ancianas, y 3) la trascendencia de los recursos. La
tabla 6-1 muestra que cuando los recursos son de vital importancia, como pue­
den ser los centros médicos o los hogares de hijos y familiares, los ancianos lle­
garán a ellos aun cuando la distancia física sea considerable. Por el contrario, los
recursos m enos importantes, como salones de belleza, peluquerías y restauran­
tes, aunque se encuentran cerca no son muy usados debido a las barreras eco­
nómicas que representan para muchas personas de edad avanzada. En forma
204 Stress ambiental

Víctim as del calor:


los pobres y los ancianos

Bajo un ardiente sol, las temperaturas alcanzaron tres cifras (en escala Fahren-
heit) este verano, hasta por un mes en algunos lugares, lo que dio lugar a una ola
de reportajes noticiosos que informaron de más de 1,000 muertes debidas al calor.
Los encabezados de los diarios se quedaron cortos. El Centro para el Control de
Enfermedades, con base en Atlanta, confirmó el dato de 148 muertes, durante julio,
tan sólo en la ciudad de Kansas. Casi 450 personas ingresaron a la sección de ur­
gencias de varios hospitales públicos, y un núm ero incalculable consultó médicos
particulares.
Las principales víctimas del calor son los pobres y los ancianos. La edad prom e­
dio de los que murieron en la ciudad de Kansas fue de 73 años (72% fueron de 65
o más). El índice de mortalidad en las zonas de escasos recursos fue de 9 .6 por
10,000 habitantes, contra .09 en los distritos de altos ingresos económicos. Razón
aparente: para em pezar, los ancianos de familias acom odadas no sólo eran más sa­
nos, sino que además contaban con ventiladores, aire acondicionado y otros medios
para mantener la tem peratura del cuerpo poT debajo de 40.6°C (105°F) y poder so­
brellevar la ola de calor.

(F ro m " V ic lim s o í H e a t : T h e P o o r a n d t h e O í d ( 6 5 p l u s ) " . Tim e, s e p t i e m b r e 1 , 1 9 8 0 , p . 5 5 R e im p r e s o c o n


permiso d e Time, T h e W e e k l y N e w s m a g a z i n e ; © T i m e I n c . , 1980).

similar, los lugares de diversión son muy poco frecuentados por parte de los an­
cianos ya que para ellos resultan menos importantes, muy costosos y a menudo
alejados de donde viven. Por último, los recursos próximos y muy importantes,
como la casa de sus amigos, iglesias y tiendas, son muy visitados por los ancianos.
Francés Carp (1980) realizó un estudio correlacional de campo que es de
especial utilidad ya que explica por qué son limitados los patrones de desplaza­
miento del anciano. Realizó su investigación entre ancianos retirados, en San Fran­
cisco y San Antonio, para conocer sus patrones reales de desplazamiento en el
ambiente urbano, así como también el uso que desearían dar al ambiente. Su inte­
rés particular consistía en saber cómo es que las características del ambiente ur­
bano afectan el desplazamiento del anciano. San Francisco es una ciudad muy
concentrada, con muchos atractivos locales y con un excelente sistema de tránsi­
to que cubre toda el área urbana. San Antonio, por el contrario, es un área exten­
sa, con muchos centros comerciales y otros atractivos ubicados fuera de la vecindad
local y con un servicio de transporte muy limitado.
Carp descubrió que los patrones de desplazamiento de los ancianos en las
dos ciudades eran bastante diferentes. En San Francisco, casi dos tercios de la
población senil salía a ver a sus amigos al menos una vez por semana, y sólo
el 14 por ciento informó que nunca visitaba a sus amigos. En San Antonio, por el
contrario, apenas un poco más de un tercio de los ancianos visitaba a sus amigos
semanalmente, en tanto que un 42 por ciento de ellos manifestaron que nunca
salían a ver a sus amigos. De la misma manera, mientras que el 21 por ciento
de los ancianos de San Francisco iban de compras todos los días, sólo un 5 por
ciento en San Antonio hacía lo mismo. Las salidas a centros de diversión llaman
Tabla 6-1. Porcentaje modal de ancianos que utilizan diversos recursos, frecuencia de uso, y tiempo y distancia del recorrido.

Uso medio Frecuencia Frecuencia Tiempo modal Distancia modal Distancia modal
fmr ciento modal de uso modal de del recorrido de uso. CNY" más cercana
Recurso <usuarios) uso (todos) (usuarios) PHh

Tienda de abarrotes 87% 2/semana 1 ó 2/semana 7 min. 1 a 3 cuadras 1 a 3 cuadras


Médico 86 "varias"/año varias/año 15 min. >20 cuadras 4 a 10 cuadras
Visita a uno o
más hijos 98 1/semana 1/semana a nunca 20 min. < 10? cuadras
Otros comercios 70 1 ó 2/mes nunca
Iglesia 67 1/semana 1/semana 12 min. 4 a 6 cuadras
Banco 64 1/mes 4 a 6 cuadras 4 a 10 cuadras
Visita a amigos 61 2 ó 3/semana nunca 7 min. 4 a 6’ cuadras
Visita a otros familiares 57 varias/año nunca 35 min.
Salón de belleza/barbería 40 1 a 3 cuadras

Efectos psicológicos del stress


Restaurante 31 varias/año >20 cuadras 1 a 3 cuadras
Parque 30 1 a 3 cuadras
Clubes, reuniones 29 1/mes nunca 15 min. >20 cuadras
Diversiones 19 1/mes nunca 20 min. >20 cuadras > 11 cuadras
Biblioteca 18 > 11 cuadras

’’ Cantor (1975), residentes de áreas pobres de la ciudad de Nueva York


h Recién llegado (1973), residentes de casas de huéspedes

F u e n t e : M. P. Law ton " T h e Im pact o f Ihe E n v iro n m cn t on A gin e and B ehavior", en / . E. B irre n y K. W. S ch a ic (e d s ), Handbook of «he
Psychology of Aging, Litton E d u ca tio n a l P u b lish in g . I n c ., 7977, p. 278. R eim p reso con p erm iso de Van N n stra n d R ein h o ld C o m p a n y

205
206 Stress ambiental

especialmente la atención: 20 por ciento de la muestra de San Francisco y 81 por


ciento de la de San Antonio nunca salían a divertirse.
Aunque estos hallazgos muestran que en ambas ciudades el anciano no cir­
cula mucho fuera de su propio vecindario, también señalan marcadas diferencias
entre los patrones de desplazamiento de las dos entidades. Estas diferencias co­
bran importancia cuando uno se da cuenta de que los ancianos en San Antonio
indicaron consistentemente que harían más salidas para visitar amigos y familia­
res y acudir a centros de diversión si contaran con medios de transporte. Con
base en estos hallazgos correlaciónales, Carp supone que el área urbana más ex­
tensa y las atracciones más distantes de San Antonio, además del limitado servi­
cio de transporte, fueron las principales razones por las cuales los ancianos de
San Antonio se desplazaban menos que los de San Francisco. Estos hallazgos
son de importancia especial para la planeación del transporte, punto que se reto­
mará cuando se aborde la aplicación que puede darse al conocimiento derivado
de las investigaciones en la planeación del transporte para el anciano.

Efectos subjetivos Existe una considerable cantidad de información de autorre-


porte de la satisfacción residencial entre los ancianos?Se han realizado encuestas
sobre la satisfacción residencial en viviendas donde separan a los ancianos de
acuerdo con su edad (Rosow, 1967) y en viviendas planeadas para ancianos (Carp.
1966). En general, estos estudios indican que los ancianos tienen sentimientos
positivos hacia las viviendas planeadas y de segregación por edad (Lawton, 1977).
Carp (1976) advierte, sin embargo, que la satisfacción autorreportada está influida
por la percepción de los entrevistados acerca de las alternativas en la elección
de viviendas. Las alternativas para el anciano son limitadas, además, la vivienda
que los residentes ancianos reportan como satisfactoria a menudo es como ina­
decuada por parte de los investigadores.

PERSPECTIVAS TEÓ RICA S DEL ST R E SS AM BIENTAL

Como se ha visto, los productores de stress ambiental influyen poderosamente


en el bienestar del individuo, pues afectan su salud física, su interacción con otras
personas, sus sentimientos de satisfacción y su estado de ánimo. Los psicólogos
ambientales se han interesado especialmente por conocer la dinámica psicológi­
ca implícita en los diversos efectos que causan los productores de stress ambien­
tal en la vida del individuo. De los estudios realizados para descubrir los factores
cognoscitivos y psicológicos que median los efectos de los productores de stress am­
biental en la conducta y experiencia humana han surgido interesantes teorías.
Los psicólogos han estudiado cómo es que la capacidad del individuo para predecir
y controlar situaciones que significan stress afecta sus consecuencias psicológi­
cas. También han investigado de qué manera influye la incapacidad de controlar
las condiciones de stress para hacer que el individuo desarrolle sentimientos
de impotencia y pierda la determinación de mejorar sus circunstancias. Los
efectos de los productores de stress ambiental en las actividades actuales y fu­
turas se explican por una sobrecarga en la capacidad del individuo para pro­
cesar la información requerida para llevar a cabo esas actividades en forma
eficiente.
Perspectivas teóricas 207

Predicibilidad del ruido y stress ambiental


L. C?'/
Después de una serie de experimentos sobre las consecuencias psicológicas del
ruido, David Glass, Jerome Singer y sus colaboradores (Glass, Reim y Singer,
1971; Glass y Singer, 1972a, 1972b; Glass, Singer y Friedman, 1969; Glass, Sin­
ger y Pennebaker, 1977) concluyeron que el costo psicológico del ruido es mayor
cuando éste es repentino que cuando es esperado. Glass y Singer iniciaron su
investigación con la hipótesis, basada en un trabajo de Selye (1956), de que el
individuo gasta "energía psíquica" en el proceso de adaptarse a condiciones am­
bientales de stress. Además, señalaron que el individuo que se adapta a un pro­
ductor de stress inesperado, gasta más energía e incurre en mayores costos
psicológicos que quien se adapta a un productor de stress predecible^;
Para probar esta hipótesis, Glass y Singer expusieron a varios sujetos a si­
tuaciones con ruido predecible (periódico) o inesperado (aperiódico), en un labo­
ratorio, y observaron su funcionamiento durante el período de ruido y durante
el período posterior. Encontraron que, en ambas condiciones los sujetos se adapta­
ron bien mientras se escuchaba el ruido, pero que después de terminar la exposición
al ruido impredecible, los sujetos mostraron ciertos problemas para desempeñar
las tareas de laboratorio, así como una tolerancia a la frustración.
Cabe recordar del capítulo 5 que el rendimiento se ve afectado más negativa­
mente por el ruido aperiódico que por el ruido periódico en el lapso posterior
al ruido. Lo que resulta importante aquí es la interpretación de Glass y Singer
acerca de estas reducciones en el rendimiento, de acuerdo con el modelo de stress
de los efectos del ruido. Los datos fisiológicos que recogieron (conductancia cu­
tánea fásica, constricción de los vasos sanguíneos periféricos y contracción mus­
cular potencial) indican que la exposición inicial al ruido representó stress, pero
que los sujetos se adaptaron al ruido a medida que continuaron las condiciones
de stress. Hacen notar que sus hallazgos con respecto a los efectos negativos del
ruido impredecible también se han observado con otros productores de stress,
como por ejemplo un choque eléctrico.

Control personal y stress ambiental

Varios investigadores afirman que los efectos psicológicos negativos de los pro­
ductores de stress ambiental pueden reducirse cuando el individuo logra un con­
trol personal sobre los mismos. James Averill (1973) explica que hay tres tipos
de control personal que el individuo puede ejercer sobre las circunstancias ad­
versas. Él define el control de conducta como la disponibilidad de una respuesta
que puede modificar directamente una situación que representa una amenaza.
Por ejemplo, cuando una persona llega a sentir que el clima es excesivamente
caluroso puede modificar la situación al encender el aire acondicionado. El con­
trol cognoscitivo se refiere a la forma en que el individuo interpreta una situación
amenazante. Un residente urbano, por ejemplo, puede considerar que la con­
taminación del aire es un pequeño precio comparado con todas las ventajas
culturales que existen en una gran ciudad. La predicibilidad puede incluso consi­
derarse un ejemplo de control cognoscitivo ya que proporciona una forma de "con ­
trol de inform ación" sobre el productor del stress. El control de decisión se define
en función de la variedad de elecciones disponibles para un individuo. Por ejem-
208 Stress ambienta]

Efectos no intencionales del control personal

A veces sucede que los investigadores descubren la importancia de una variable


por medio de los efectos no intencionales que produce en la conducta del indivi­
duo. Gerald Gardner (1978) describe dicha experiencia en una serie de estudios que
realizó para investigar los efectos secundarios negativos del ruido desagradable. Con
el paradigma de investigación utilizado por David Glass y Jerome Singer (1972b),
estudió la precisión en una tarea de corrección de pruebas en sujetos estudiantes
que fueron expuestos tanto a una situación de ruido com o a una situación de con­
trol sin ruido. Para sorpresa de Gardner, aunque los tres primeros estudios que rea­
lizó repitieron los hallazgos de Glass y Singer en cuanto a que el ruido produce efectos
secundarios negativos en la velocidad y precisión de la corrección de pruebas,, los
dos estudios siguientes que realizó no pudieron demostrar ningún efecto secundario.
Cuando intentó investigar qué fue "lo que falló" en sus dos últimos estudios,
Gardner descubrió que los procedimientos para involucrar a los sujetos en los tres
primeros experimentos habían sido diferentes de los utilizados en los dos últimos.
Estos estudios se efectuaron después de que se habían instituido estrictos lineamientos
federales diseñados para proteger a los sujetos hum anos contra cualquier efecto no­
civo derivado de los estudios de investigación. Los sujetos fueron advertidos de que
eran libres de retirarse del experimento sin tener castigo o de elegir una forma alter­
nativa para satisfacer los requisitos a pesar de ser sujetos en un experimento de in­
vestigación, y que podrían exponer cualquier queja acerca del experimento ante
funcionarios universitarios reconocidos.
Gardner supone que los nuevos procedimientos hicieron que los sujetos de sus
dos últimos experim entos percibieran un control personal sobre el ruido, y que este
control eliminólos efectos secundarios negativos esperados. Para saber si los nue­
vos procedimientos habían afectado el resultado del experimento, Gardner diseñó
otro estudio
-------------- en el cual se variaron sistem áticam ente los antiguos y los nuevos
-----------------------------------------------------------------------------------------------------

pío, un anciano que requiere algún cuidado especializado podría permitirse es­
coger entre vivir en un asilo, una casa de asistencia social o una comunidad
planeada.
Aunque Averill advierte que el control personal no siempre tendrá éxito en
la reducción del stress, varios estudios de laboratorio también han encontrado
que el control de conducta reduce los efectos psicológicos negativos del ruido.
Glass y Singer {Glass, Reim y Singer, 1971; Glass y Singer, 1972a, 1972b; Glass,
Singer y Friedman, 1968; Glass, Singer y Pennebaker, 1977) demostraron que
cuando se les dice a los sujetos que pueden terminar con el ruido si oprimen un
botón que está adherido a sus sillas (control de conducta), los efectos secunda­
rios psicológicos adversos del ruido no predecible se ven substancialmente redu­
cidos (véase recuadro: "Efectos no intencionales del control personal"). Los
efectos benéficos del control personal ocurren siempre y cuando los sujetos pue­
dan terminar con el ruido, aunque nunca presionen el botón. El control indirecto
(control de conducta que se ejerce a través de un intermediario que tiene el con­
trol directo) también reduce los efectos negativos del ruido impredecible.
Drury Sherrod y sus colaboradores (Sherrod, Hage, Halpem y Moore, 1977)
demostraron que los efectos nocivos del ruido en el rendimiento y la perseveran-
w
Perspectivas teóricas 209

procedimientos. Aunque el ruido produjo efectos secundarios negativos, ya que dis­


minuyó la precisión y la velocidad en la tarea de corrección de pruebas con los p ro ­
cedimientos antiguos, no hubo una diferencia significativa en la precisión entre las
condiciones de ruido y las condiciones sin ruido, cuando se em pleáronlos nuevos
procedimientos.

Precisión y velocidad en la tarea de corrección de pruebas


com o una función de la exposición al ruido y los procedi­
m ientos utilizados.

% No. de
Condición Precisión líneas leíc
Procedimientos antiguos
Silencio 44.1 147.0
Ruido 41.4 114.4

Procedim ientos nuevos


Silencio 4 4 .8 132.5
Ruido 44.2 145.6

Fuente: G . T. G ardner, "E ffecls o f Federal H um an Subjects R eg u lalion s on D ala


O b tain ed i n E n vim n m en lal Slressar R esearch " . J o u r n a l o f P e r s o n a l i t y a n d S o ­
c i a l P s y c h o l o g y , 1 9 7 8 , 3 6 : 6 2 8 - 3 4 . © A m erican Psychological Associalion.
R eim preso con perm iso del editor y del au tor

cia en una tarea, después de que empezó el ruido, se redujeron linealmente a


medida que aumentó el control de conducta de los sujetos sobre el ruido. Los
sujetos que podían terminar con el ruido se desempeñaron mejor que los que sólo
podían ponerlo en marcha, mientras que los sujetos que podían ponerlo y quitarlo
se desempeñaron mejor que los que sólo podían terminar con él. Dos estudios
adicionales han demostrado que el control de conducta puede reducir las conse­
cuencias interpersonales adversas del ruido. Sherrod y Robin Downs (1974) encon­
traron que los sujetos que sabían que podían apagar el ruido fueron 50 por ciento
más útiles a otro estudiante (un adjunto experimental) que necesitaba ayuda para
resolver algunos problemas, después del período de ruido, que los sujetos ex­
puestos al ruido sin control personal. Edward Donnerstein y David Wilson (1976)
reportan que la agresión posterior al ruido (choques eléctricos aplicados a un
colaborador experimental) fue significativamente más alta en sujetos irritados ex­
puestos al ruido sin control personal que en sujetos irritados no expuestos al rui­
do o en sujetos irritados expuestos a un ruido que sabían que podían quitar (figura
6-3)
La importancia del papel que juega el control personal en la reducción del
stress se ha extendido a Ja investigación sobre el anciano recluido en ambientes
210 Stress ambiental

8.0 Figura 6-3 Intensidad media dei


electrochoque como una función del
§■ 7 .0 - Enojo
c ruido, el control y el enojo.

De £ . Donncrstein y D. W . Wilson, "L ffects of


Noise an d Perceived Control on Ongoing an d Sub-
sequent B e h a v i o r J o u r n a l o í P e r s o n a l i t y a n d
S o c i a l P s y c h o l o g y , 1 9 7 6 . 3 4 : 7 7 4 - 8 1 . © A m eri­
can Psychological A ss o a a h o n , 1976. R eim preso
con perm iso del autor y del editor.

C 3.0 -
Sin enojo

t. o -

Sin ruido Alto, sin Alto, con


control control
Intensidad del ruido

institucionales. Richard Schulz (1976) investigó los efectos de aumentar el con­


trol personal y la predicibilidad del ruido, en el bienestar de los residentes de
un albergue para jubilados, en Carolina del Norte. En un experimento de cam­
po, hizo que unos estudiantes universitarios visitaran a los residentes en tres si­
tuaciones: 1) los residentes en la situación sin control fueron visitados en un horario
aleatorio; 2) las personas en la situación de predicibilidad fueron informadas de
la fecha y la duración de la visita; y 3) se permitió que los individuos de la si­
tuación de control de conducta determinaran la frecuencia y la duración de las
visitas. Los residentes que no recibieron visitas sirvieron como grupo base de com­
paración. Tanto la condición de control de conducta como la de predicibilidad tu­
vieron efectos positivos en el bienestar de los residentes. Las personas de ambos
grupos eran más sanas físicamente, más positivas psicológicamente y más acti­
vas que las de las condiciones de no control y de comparación. Cabe señalar que
aunque Schulz observó que el control aumentó el bienestar de los residentes, no
encontró, como lo hicieron Glass y Singer, que el control fuera más benéfico que
la predicibilidad sola. Se requieren más investigaciones para determinar los be­
neficios relativos del control y la predicibilidad.
En otro experimento de campo, realizado en un asilo de Connecticut, Ellen
Langer y Judith Rodin (1976) compararon un grupo de residentes cuyos control
de decisión y control de conducta habían sido aumentados, con un grupo cuyo con­
trol sobre estos aspectos permaneció bajo. Los residentes de la condición de con­
trol aumentado escucharon una plática en la que subrayaba que ellos eran
responsables de sí mismos y se les ofrecieron plantas caseras a las que tendrían que
cuidar. A las personas de la condición de bajo control se les dijo que el personal
del asilo era responsable de ellos, y luego se les dieron plantas que serían atendi­
das por dicho personal. Después de tres semanas, las mediciones de conducta
y las estimaciones de las encuestas revelaron que los residentes de la condición
de control aumentado estuvieron más alertas, más activos y, en general experi­
mentaron un mayor grado de bienestar que las personas de la condición de no
control (tabla 6-2).
Perspectivas teóricas 211

Tabla 6-2 Puntuación media en las estimaciones de autorreporte, encuestas y estimaciones de las
enfermeras, de las condiciones comparativas de responsabilidad inducida y de bajo control entre re­
sidentes de asilos para ancianos.

Comparación
Responsabilidad inducida Comparación del cambio
IN = 24) IN - 28) cambio
de puntuación
Respuestas a¡ Cambio Cambio de
cuestionario Pre Posl Post-pre Pre Post Post-pre ip > >

A u to rr e p o rte
F e liz 5 .1 6 5 .4 4 0 .2 8 4 90 4 78 - 0 .1 2 0 .0 5
A c tiv o 4 .0 7 4 .2 7 0 .2 0 3 .9 0 2 .6 2 - 1 .2 8 0 .0 1
C o n tr o l p r e c ib id o
T ie n e 3 .2 6 3 .4 2 0 .1 6 3 62 4 .0 3 0 .4 1
Q u ie r e 3 .8 5 380 - 0 .0 5 4 .4 0 4 .5 7 0 .1 7 _
E s tim a c io n e s d e l e n tr e v is ta d o r
V ig ila n c ia 5 .0 2 5 .3 1 0 29 5 .7 5 5 .3 8 - 0 .3 7 0 025
E s t im a c io n e s d e la s e n fe r m e r a s
M e jo r a g e n e r a l 4 1 .6 7 4 5 .6 4 3.97 4 2 .6 9 4 0 .3 2 - 2 .3 9 0 .0 0 5
T ie m p o e m p le a d o
V is ita n d o p a c ie n te s 13 03 19 81 6 78 4 .6 5 - 3 30 0 .0 0 5
V is ita n d o a o tro s 1 1 .5 0 1 3 .7 5 2 .1 4 1 2 .3 8 8 .2 1 - 4 16 0 .0 5
H a b la n d o c o n el p e r s o n a l 8 .2 1 1 6 .4 3 8 .2 1 9 .1 1 1 0 .7 1 1 .6 1 0 .0 1
O b s e r v a n d o al p e r s o n a l 6 .7 8 4 .6 4 - 2 .1 4 6 .9 6 1 1 .6 0 4 .6 4 0 .0 5

F u e n t e : £ . ]. Langer y ¡ Rodin, "The Effects Chotee and Enhanced Personal Responsibility ¡or the Aged: A Field Experi
menl in an Inslitutional Selling", J o u r n a l o f P e r s o n a l i t y a n d P e r s o n a l i t y a n d S o c i a l P s y c h o l o g y , 1 9 7 6 , 3 4 : 1 9 1 - 9 8 .
© American Psychology Associalion, 3 9 7 6 . Reimpreso con permiso del editor y del autor.

Impotencia aprendida y stress ambiental

Algunos psicólogos ambientales han propuesto que las consecuencias psicológicas


negativas de la incapacidad para ejercer un control personal sobre las circunstan­
cias ambientales adversas son mediadas por la experiencia de importancia. Estos
psicólogos se han centrado en la teoría de la impotencia aprendida, desarrollada
originalmente por la psicología experimental, con el objeto de investigar porqué
el individuo incapaz de controlar las condiciones de stress tiende a demostrar
poca perseverancia y un bajo nivel de tolerancia a la frustración después de que
han terminado las condiciones de stress. Martin Seligman (1973, 1974, 1975) es
quien ha desarrollado la teoría de la impotencia aprendida en forma más comple­
ta. Seligman describe la impotencia aprendida como una condición psicológica
en la cual un individuo desarrolla la expectativa de que sus respuestas son inde­
pendientes de los resultados futuros (por lo general adversos); es decir, la perso­
na llega a creer que sus acciones no pueden modificar el resultado de sucesos
desagradables futuros.
Un estudio realizado por Donald Hiroto (1975) proporciona un ejemplo del
paradigma de investigación estándar que se ha empleado en la mayoría de los estu­
dios sobre la impotencia aprendida en los humanos. En la primera etapa del es­
tudio, Hiroto asignó estudiantes universitarios en cada una de tres condiciones
212 Stress ambiental

experimentales. Los sujetos en condiciones de ruido controlable podían terminar


con el ruido oprimiendo un botón. Los que se hallaban en una condición de ruido
no controlable se enfrentaban a un ruido que terminaba independientemente de
sus respuestas. Un tercer grupo sin ruido sirvió de comparación. En la segunda
etapa del experimento, se presentó a los tres grupos un ruido desagradable que
ellos podían parar simplemente moviendo una palanca de un lado a otro. Mien­
tras que los sujetos en las condiciones de ruido controlable y sin ruido aprendieron
rápidamente la respuesta de escape, aquellos que se encontraban en el gTupo de
ruido no controlable, no pudieron escapar del ruido y en cambio lo escucharon pa­
sivamente.
Seligman explica que la teoría de la impotencia comprende tres pasos conse­
cutivos. Primero, el individuo capta información del ambiente acerca de la rela­
ción entre sus respuestas y los resultados ambientales adversos. En el segundo
paso, que es esencial para la impotencia aprendida, el individuo procesa la in­
formación ambiental y la transforma en una representación cognoscitiva de la con­
tingencia. Aquí es donde la persona se convence de que sus esfuerzos no pueden
influir en el resultado de sucesos futuros. En el tercer paso, esta representación
cognoscitiva modela la conducta del individuo.
Cuando los individuos han determinado que sus acciones personales no po­
drán modificar los resultados desagradables de sucesos futuros, su motivación a
responder se ve reducida, al igual que su iniciativa de respuesta. Una vez que
el individuo decide que no puede influir en acontecimientos futuros, es más difí­
cil para él reaprender, a un nivel cognoscitivo, que sus acciones personales sí
pueden afectar los resultados. La impotencia aprendida también tiene efectos emo­
cionales. La ocurrencia de un suceso traumático genera miedo y la conciencia del
individuo acerca de que no puede controlar la contingencia hace que el miedo
se transforme en depresión.
Una gran cantidad de investigaciones basadas en el paradigma de la impo­
tencia aprendida, se han realizado con perros, gatos, ratas y peces (véase Maier
y Seligman, 1976) y con sujetos humanos (véase Burger y Arkin, 1980; Gatchel y
Proctor, 1976; Hiroto y Seligman, 1975; Kranz, Glass y Snyder, 1974; Miller
y Seligman, 1975). La investigación con animales ha incluido respuestas de esca­
pe ante estímulos adversos, como por ejemplo un choque eléctrico; los estudios
en humanos han comprendido tanto respuestas de escape a estímulos adver­
sos (por lo general un ruido muy fuerte) como refuerzos aleatorios consistentes
en problemas difíciles o sin solución (por ejemplo, crucigramas). Casi todas las
evidencias apoyan la teoría de la impotencia aprendida, aunque, según se verá,
los hallazgos de investigación con sujetos humanos han sido más completos
que los obtenidos con animales.
En un interesante experimento de campo, Sheldon Cohén y sus colaborado­
res (Cohén, Evans, Krantz y Stokols, 1980) aplicaron el paradigma de la impo­
tencia aprendida para evaluar las consecuencias de la exposición duradera al ruido
de aviones en el funcionamiento cognoscitivo de niños de primaria. Estudiaron
a niños de las cuatro escuelas más ruidosas ubicadas en el corredor aéreo del aero­
puerto de Los Ángeles y a niños de tres escuelas donde había el mayor silencio.
Todos los niños fueron examinados en un remolque con sistema de aislamiento
de ruido, estacionado cerca de las escuelas. Los investigadores emplearon una
tarea de crucigramas en la primera etapa del estudio (manipulación de la impo­
Perspectivas teóricas 213

tencia) y un crucigrama similar en la segunda etapa del estudio (prueba de los


efectos de la impotencia). Descubrieron que los niños pequeños de las escuelas
ruidosas mostraron menor capacidad para resolver los crucigramas y una marca­
da tendencia a dejar de buscar las soluciones, en comparación con sus contrapar­
tes de las escuelas silenciosas.

Modelo atributivo de la impotencia

Posteriormente algunos investigadores propusieron una reformulación de la teo­


ría de la impotencia aprendida para explicar la complejidad del fenómeno en su­
jetos humanos. En el modelo modificado, la teoría de la impotencia aprendida
se combina con aspectos de la teoría de la atribución de la psicología social (véase
Weiner, Frieze, Kukla, Reed, Rest y Rosenbaum, 1971). Lyn Abramson y sus co­
laboradores (Abramson, Seligman y Teasdable, 1978) proponen un modelo atri­
butivo de la impotencia aprendida que amplía y describe más detalladamente la
serie de procesos cognoscitivos que median entre la falta objetiva de contingen­
cia entre la respuesta y el resultado y los síntomas psicológicos de la impotencia
aprendida. La figura 6-4 muestra que el proceso de mediación cognoscitiva de
la impotencia aprendida incluye tres distintos elementos; percepción, atribución
y expectativa. Con base en la percepción de que el resultado no es contingente
de la respuesta, el individuo atribuye la no contingencia a algún factor.
Es la atribución lo que determina las expectativas del individuo acerca de las
no contingencias futuras, y las expectativas resultantes determinan los sentimien­
tos de impotencia. El individuo puede atribuir la no contingencia a una variedad
de causas. La atribución a algún factor estable, como la capacidad personal, predi­
ce que la expectativa de la no contingencia futura persistirá por algún tiempo.
La atribución a un factor inestable, como la mala suerte, indica que la expectativa
puede desvanecerse después de un tiempo. La atribución a un factor global, co­
mo la falta de inteligencia, predice la recurrencia de la expectativa aun si cambia
la situación. La atribución a un factor específico, como la poca habilidad para las
matemáticas, indica que la expectativa puede no recurrir si la situación cambia
(cuando se prueba la habilidad de expresión verbal, por ejemplo).
En una reformulación similar del modelo de la impotencia aprendida, Ivan
Miller y William Norman (1979) sostienen que el tipo de factor al cual el indivi­
duo atribuye la falta de contingencia entre la respuesta y el resultado determina

C ogníiive m e d ia iio n process


_____________ l _____________

Figura 6-4 Replanteamiento del modelo de la impotencia aprendida confor­


me a la teoría de la atribución.

A daptado del 1. Y. A bram son , M . E. P. S eligm an y ]. D. Teasdale, “ L ea m ed H elp lessn es in H um ans: C ritique and R eform u -
latían " , Journal of Abnorma] Psychology, 1978, 87:49-74. © A m erican P sy ch olog ical A ssociation, 1978. A d ap tad o con
perm iso del au to r y del editor.
214 Stress ambiental

la naturaleza y generalización de la respuesta de impotencia aprendida. Específi­


camente, la expectativa del individuo con respecto a resultados futuros depende
de la causa a la cual atribuye la no contingencia (o experiencia de fracaso) relacio­
nada con el ¡ocus de control (interno contra externo), la estabilidad (estable contra
variable), especificidad (específico contra general) y la importancia (importante con­
tra no importante). Por lo regular, la atribución a factores internos, estables, ge­
nerales e importantes, aumenta al máximo la severidad y generalización de los
síntomas de impotencia; la atribución a factores externos, variables, específicos y
no importantes reducen al mínimo los efectos de la impotencia.
Véase de nuevo la figura 6-4 y obsérvese cómo este modelo atributivo de la
impotencia aprendida puede ayudar a entender la conducta y la experiencia de
una mujer de edad avanzada en un ambiente urbano con mucho stress. Imagíne­
se primero que la mujer vive en un departamento mal ventilado, sin aire acondi­
cionado, expuesta a un stress considerable particularmente durante un verano
caluroso. Al principio, la mujer trata de reducir el stress que produce el calor,
abre las ventanas y utiliza la estufa con menos frecuencia, pero estas medidas
resultan insuficientes. Otros intentos, como salir a sentarse en la terraza y utili­
zar un pequeño ventilador eléctrico, tampoco son útiles. Por supuesto, hay algu­
nas variaciones en la temperatura diaria, pero éstas son impredecibles y fuera
de su control, hay una no contingencia objetiva entre la conducta de la mujer y el
resultado adverso.
El proceso de mediación cognoscitiva comienza cuando la anciana percibe esta
falta de contingencia entre sus propios esfuerzos por enfrentar la situación y el
desagradable calor del verano. Después, la frustrada mujer atribuye esta no con­
tingencia a su propia incapacidad para manejar en forma efectiva las exigencias
de la vida (una atribución interna, estable, general e importante). Con base en
esta atribución, se forma la expectativa de que en el futuro los resultados desagra­
dables estarán también fuera de su control. Ya no trata de enfrentar el stress pro­
ducido por el calor, se deprime; y más tarde, cuando se enfrenta a otro stress
provocado por el estruendoso ruido del tránsito, se rinde inmediatamente sin
siquiera intentar enfrentar la situación (síntomas de impotencia).
Un pequeño número de estudios experimentales han examinado directamente
los efectos de las variaciones de los tipos de atribución en los defectos psicológi­
cos asociados con la impotencia aprendida (Dweck, 1975; Tennen y Eller, 1977).
Estos estudios han demostrado que las atribuciones son un punto central en la
experiencia de la impotencia aprendida y que, por lo general, coinciden con las
predicciones teóricas particulares propuestas por Abramson, Seligman y Teas-
dale (1978) y Miller y Norman (1979).
Existen dos estudios sobre los efectos a largo plazo de las variaciones del con­
trol personal en el bienestar de los residentes de instituciones para ancianos, que
apoyan indirectamente la importancia del rol de las atribuciones en la impoten­
cia aprendida. Rodin y Langer (1977) evaluaron los efectos a largo plazo de su
manipulación del control personal en un asilo de ancianos (Langer y Rodin, 1976)
dieciocho meses después del estudio inicial. Los efectos positivos del control en
el funcionamiento de los residentes, descubiertos en el estudio previo, persistie­
ron durante el período de los diechiocho meses. Por el contrario, Richard Schulz
y Barbara Hanusa (1978), después de estimar los efectos a largo plazo (hasta tres
años y medio) de las manipulaciones del control y la predicibilidad en un alber-
Perspectivas teóricas 215

gue para jubilados (Schulz, 1976) encontraron que los efectos benéficos iniciales
del control y la predjcibilidad en el bienestar de los residentes no persistieron
después de que terminó el estudio.
Schulz y Hanusa emplearon el modelo atributivo de la impotencia aprendi­
da para explicar las discrepancias entre estos dos estudios. Aunque las atribuciones
de los residentes no se estimaron directamente en ninguno de los estudios, tal
vez fueron las diferentes estrategias utilizadas para aumentar los sentimientos
de control en los residentes los que causaron los distintos de atribuciones. Schulz
y Hanusa suponen que el énfasis que pusieron Langer y Rodin en \a autosuficien­
cia fue la causa de que los residentes hicieran atribuciones internas, estables y
globales. Por el contrario, el uso que hizo Schulz de un programa de visitas particu­
lares condujo.a los residentes a hacer atribuciones externas, inestables y específi­
cas. Según el modelo atributivo de la impotencia aprendida, cabe esperar que los
efectos benéficos observados en el estudio de Langer y Rodin perduren después
de completarse el estudio inicial, no así los efectos logrados en el estudio de Schulz.
7 * • i¡
Sobrecarga de información y stress ambiental

Sheldon Cohén (1978, 1980) propuso un modelo de stress ambiental para expli­
car los efectos negativos de los productores de stress en la actividades en curso
o subsiguientes en función de una sobrecarga de información. La exposición a un
productor de stress ambiental puede tener como resultado una sobrecarga en la
capacidad del individuo que le impide procesarla información necesaria para rea­
lizar eficientemente una tarea o actividades sociales. Cohén argumenta que los
productores de stress ambiental impredecibles e incontrolables aumentan subs-
tanciajmente las exigencias que se hacen a la capacidad de atención del indivi­
duo, debido a que son potencialmente amenazantes. En efecto, dichos productores
de stress exigen un alto nivel de evaluación cognoscitiva sostenida si es que el
individuo quiere conocer la naturaleza de la situación de stress y determinar las
respuestas adecuadas para enfrentarla.
Cuando las exigencias a la capacidad de atención del individuo son prolon­
gadas, explica Cohén, esta capacidad disminuye y se presenta una “ fatiga cog­
noscitiva” . A medida que la fatiga cognoscitiva reduce la capacidad para procesar
información, sus efectos se hacen más evidentes en tareas complejas que impli­
can una considerable cantidad de información. De esta manera, los efectos nega­
tivos de un productor de stress son manifiestos en las actividades complejas que
se estén realizando. En tareas menos complejas que requieren menor grado de
atención, los efectos de la fatiga cognoscitiva pueden apreciarse sólo en una ta­
rea subsecuente que demanda más atención y en la que se tenga menos práctica
que en la previa. En este caso se observan los efectos secundarios del stress am­
biental. Además, son acumulativos los efectos de la complejidad de tarea o "c a r­
ga de tarea” y del stress en tareas subsecuentes; es decir, cuanto más se exija
a la capacidad de atención del individuo para una tarea y más stress haya en la
situación en la que se efectúa la tarea, mayor será el déficit en el rendimiento
en actividades subsecuentes.
Algunos estudios experimentales de laboratorio han apoyado al modelo de
la sobrecarga de información del stress ambiental. L. R. Hartley (1973) en un in­
forme dice que el rendimiento de los sujetos en una tarea de laboratorio, cuando
216 Stress ambiental

se midió el tiempo de reacción, disminuyó como una función acumulativa, tanto


de la carga de tarea (tiempo aplicado en la tarea) como de la exposición previa
al ruido. Similarmente se ha observado que la capacidad del individuo para tole­
rar la frustración se ve reducida como una función de los efectos acumulativos
de una carga de tarea previa así como de una previa exposición al ruido (Rotton,
Olszewski, Charleton y Soler, 1978). Un reciente estudio (Matthews, Scheier,
Brunson y Carducci, 1980) demostró que cuando se equipararon las demandas de
atención de un ruido predecible con las de un ruido impredecible (se pidió a los
sujetos que pusieran atención en el ruido predecible para evitar que lo desintoni­
zaran), las reducciones en el desempeño de una tarea actual fueron similares en
los dos tipos de ruido. Los investigadores concluyen que el frecuente hallazgo
de que el rendimiento es menor en presencia de un ruido impredecible que de
un ruido predecible, se debe al hecho que el ruido impredecible exige mayor aten­
ción (lo que reduce la capacidad de atención disponible para la tarea que se está
realizando) que el ruido predecible.
En la actualidad, los datos con los que se cuenta son tan limitados que no
es posible elegir entre el modelo de la impotencia aprendida y el modelo de so­
brecarga de información del stress ambiental. De hecho, según Cohén (1980), las
dos teorías pueden explicar, en forma precisa, diferentes aspectos de las conse­
cuencias humanas del stress ambiental. Es probable que aun los sucesos incon­
trolables que hacen demandas relativamente bajas a la capacidad de atención
ejerzan efectos secundarios negativos si las atribuciones que generan son esta­
bles y globales. Alternativamente, los sucesos incontrolables que se atribuyen a
factores inestables y específicos pueden provocar reducciones en el rendimiento
subsecuentes si se hacen grandes demandas a la capacidad de atención. En el
capítulo 7 se verá que el modelo de la impotencia aprendida y, en especial, el de
la sobrecarga de información también se han utilizado para explicar los efectos
psicológicos de la aglomeración. Es probable que las dos teorías desempeñen un
rol importante en investigaciones futuras sobre las consecuencias del stress am­
biental en el ser humano.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

Reducción del ruido urbano

¿Cómo podría aplicarse el conocimiento acerca de los efectos del stress provoca­
do por el ruido en la planeación ambiental? La evidencia de que el ruido tiene
efectos negativos en la conducta y en la experiencia subraya la necesidad de re­
ducir el nivel general de ruido en el ambiente urbano. Sin embargo, como ha
señalado Susan Saegert (1976), los productores de stress ambiental no pueden
ser eliminados en su totalidad debido a que algunos aspectos del ambiente que
causan stress pueden tener usos importantes y contribuir, además, al carácter
típico de un lugar. Por ejemplo, el ruido combinado del tránsito de coches y trenes
y el desplazamiento de la gente en la Gran Estación Central de Nueva York, está
íntimamente relacionado con la función de la estación como un gran centro de
transporte, y también es parte de la vitalidad y del interés del área. El objetivo
de reducir el ruido en el ambiente urbano es muy complejo; se debe aprender
Aplicaciones en la plantación 217

cómo manejar y controlar los aspectos del ruido que producen stress, sin obsta­
culizar las funciones y servicios con él. Además, el psicólogo ambiental que se
preocupa por reducir el ruido urbano debe ser realista en cuanto al aumento de
los costos económicos que pueden resultar de una planeación consciente del rui­
do, como el uso de materiales que absorben el ruido o maquinaria más silencio­
sa. Es necesario que los encargados de tomar dichas decisiones estén convencidos
de que los aumentos en los costos de producción se verán compensados con
los beneficios que los individuos obtengan de un ambiente urbano donde haya
menos productores de stress.

Zonas de amortiguamiento Michael Southworth (1969) recomienda a los proyec­


tistas tomar en cuenta el ruido derivado de las actividades para determinar dón­
de ubicarlas. Las ruidosas vías de tránsito y las pistas de despegue y aterrizaje
de aviones deben ubicarse lejos de los ambientes humanos que se verían seria­
mente perturbados, como hospitales, escuelas y parques tranquilos. Leo Bera-
nek (1966) sugiere que se utilice la legislación de cada distrito para situar zonas
de amortiguamiento entre las áreas residenciales y las ruidosas autopistas y los
aeropuertos. Las guías de despegue de los aviones pueden planearse de manera
que se reduzcan al mínimo las perturbaciones a los residentes de esas áreas. Por
ejemplo, Beranek recomienda un plan que requiere que los aviones que salen del
aeropuerto nacional de Washington suban, lo más escarpadamente posible, a 1,500
pies mientras vuelan sobre el río Potomac y luego costeen a 3,000 pies de altura
a mínima potencia. Beranek subrayó que dichas guías de vuelo, cuidadosamente
planeadas, serán de especial importancia a medida que el transporte supersóni­
co se generalice y prevalezca el ruido de los motores a chorro, que consiste en
estallidos sónicos (estruendos de las explosiones provocadas por las ondas de
presión que genera el vuelo supersónico).
Neil Weinstein (1976) propone la aplicación sistemática de mediciones psico­
lógicas de las molestias debidas al ruido en las comunidades que podrían verse
afectadas por un nuevo proyecto, como la ampliación de una autopista. Cuando
una comunidad se opone a ser perturbada por una nueva fuente de ruido, señala
Weinstein, la decisión de construir o no, debe basarse en las necesidades de la
misma comunidad y no en las normas de ruido establecidas en otros lugares. Es­
ta advertencia también concuerda con un hallazgo que se expuso anteriormente,
de que las molestias ocasionadas por el ruido en una comunidad son en función
de una variedad de factores atenuantes, como las actitudes de las personas hacia
la fuente de ruido, y sólo en parte, en función de los niveles reales de ruido. Weins­
tein subraya, por ejemplo, que un área residencial a la que sus ocupantes han
llegado precisamente por su tranquilidad debe contar con normas muy estrictas
de niveles de ruido que los urbanistas deben respetar.

Aislamiento del ruido Beranek (1966) critica las características del diseño con­
temporáneo que hacen de los edificios modernos ineficaces barreras contra el rui­
do. El difundido uso del vidrio y los espacios abiertos en los edificios de la
actualidad, aunque atractivos en cuanto a estética, hacen que estos lugares sean
susceptibles especialmente al ruido de las áreas adyacentes tanto del interior del
edificio como del exterior. Beranek apoya las estrategias de diseño que contribu­
yen a aislar el ruido, como las paredes muy gruesas o de capas múltiples, pisos
218 Stress ambiental

revestidos, techos acústicos y sistemas de ventilación mejor diseñados para que


reduzcan la transmisión de ruido. Señala que muchos países europeos han desa­
rrollado excelentes códigos de construcción acústica que se han aplicado en los
principales programas de reconstrucción a partir de la segunda guerra mundial.
Sin embargo, Beranek agrega que en los Estados Unidos no es fácil lograr patro­
nes acústicos similares ya que cada comunidad establece sus propios códigos de
construcción, y las compañías constructoras, debido a la competitividad en el mer­
cado de la vivienda, a menudo se preocupan más por la reducción de costos que
por mejorar la calidad de los diseños.
Southworth (1969) propone la innovadora estrategia de diseño que consiste
en distraer la atención de la gente de un mido moderado ocultándolo con soni­
dos interesantes. De hecho, dicho planteamiento ha sido aplicado con éxito en
el parque Paley y en el parque Greenacre, en la ciudad de Nueva York (figura 6-5).
Estos ''miniparques" situados en el corazón de la ciudad han utilizado creativamente
el grato sonido de cascadas para ocultar el mido circundante de la ciudad. South­
worth señala que la forma de las estructuras y los materiales empleados en las pare­
des que dan a la calle pueden reducir o absorber el ruido o crear una cámara de reso­
nancia si están mal diseñadas. El uso de nuevos tipos de superficies en las calles
también puede servir para reducir el ruido del tránsito.

Diseño de un equipo de transporte más silencioso Beranek (1966) y Southworth


(1969) proponen que se mejore el diseño del equipo de transporte con el objeto

Figura 6-5 En este pequeño parque urbano se utiliza una cascada de atractivo diseño para
enmascarar el ruido ambiental de la ciudad.

© W . Gardnir.
Aplicaciones en la planeación 219

de reducir el ruido. El ruido de los vehículos de motor podría reducirse mediante


modificaciones en el diseño de máquinas, mofles, llantas y cajas para motor con
amortiguadores de ruido. Estas mejoras serían de especial beneficio en camiones
de carga y autobuses. El ruido de los aviones podría reducirse por medio de
reformas en el diseño de los motores y las alas, y dispositivos silenciadores adap­
tados a las puertas de escape de las máquinas de propulsión a chorro. Sin embar­
go, Beranek advierte que esos costosos cambios de diseño probablemente no sean
emprendidos hasta que las dependencias gubernamentales correspondientes es­
tablezcan estándares de ruido para los diversos medios de transporte.
Weinstein (1976) propone que cuando una reglamentación incluya costosos
programas contra el ruido en industrias establecidas, ésta deberá basarse en un
nivel fijo de ruido y no en las necesidades específicas de cada localidad afectada.
De otra manera, los estándares para una línea aérea variarían de un aeropuerto
a otro. Sin embargo, aun en dichos programas, se deberán tomar en cuenta las
evaluaciones humanas de las molestias ocasionadas por el ruido cuando se de­
terminen los estándares adecuados. Podrían realizarse estudios sobre el ruido pro­
ducido por varias fuentes en distintos lugares. El planteamiento de medición
empleado en los índices de calidad ambiental percibida (véase capítulo 4) puede
aplicarse para dicho fin. Por ejemplo, se ha desarrollado un índice de ruido de trán­
sito que relaciona tanto la intensidad como la variabilidad del ruido de tránsito
con las reacciones subjetivas de la gente (Griffiths y Langdon, 1968).

Diseño de ambientes para el anciano

Planeación de vivienda para el anciano El conocimiento que se tiene acerca de


los productores de stress ambiental en la vida de las personas de edad muy avan­
zada también puede aplicarse en el diseño de ambientes destinados a dichas per­
sonas. Una principal fuente de stress para muchos ancianos es la dificultad de
encontrar un lugar digno y accesible donde vivir. Varios estudios de investigación
realizados en los últimos quince años han evaluado las ventajas relativas de la vi­
vienda planeada para el anciano (por lo general, viviendas en edificios altos donde
se paga poca renta, para los pobres, y comunidades para jubilados, para perso­
nas de ingresos medios). Existe un gran consenso en todas estas investigaciones
con respecto a que la planeación de vivienda específica para los ancianos es me­
jor para su bienestar general que dejarlos valerse por sí mismos en el mercado
abierto de la vivienda (Carp, 1966; Lawton y Cohén, 1974; Messer, 1967; Rosow,
1967). Cuando los investigadores entrevistaron a los inquilinos ancianos y a los
directores de proyecto de más de 150 complejos de vivienda pública, encontra­
ron que, cuando hubo control estadístico sobre varios factores personales y am­
bientales, la segregación por1 edades se vio positivamente relacionada con la
satisfacción residencial, la participación en actividades locales, el desplazamien­
to por el vecindario y el estado de ánimo general (Teaff, Lawton, Nahemow y
Carlson, 1978). De hecho, el 83 por ciento de los entrevistados expresaron una
preferencia por vivir en un lugar circunscrito a personas de 62 años en adelante.
Las revisiones de las investigacones sobre las viviendas para el anciano (Carp,
1976; Lawton, 1977; Michelson, 1976) han proporcionado algunas explicaciones
para este hallazgo. La segregación por edades aumenta el número de coetáneos
que viven cerca de una persona anciana, lo que le permite elegir sus amistades.
220 Stress ambienta]

Aunque el fácil acceso a los amigos es de especial importancia para las personas
de edad avanzada debido a sus limitaciones de desplazamiento, en el capítulo
10 se verá que la proximidad desempeña un rol central en la formación de amis­
tades para todos los grupos de edades. Además, la segregación por edad fomen­
ta un sistema de normas adecuado que permite a los ancianos la opción de realizar
actividades y funciones sociales de acuerdo con sus necesidades y deseos perso­
nales. En un lugar con grupos de diferentes edades mezclados, las personas jóvenes
establecen normas de gran actividad y participación y los bajos niveles de activi­
dad se evalúan negativamente, de manera que se reduce la autoestima del anciano.

Fácil acceso a los recursos Debido a que la reducción en el desplazamiento a me.-


nudo se asocia con la vejez, una necesidad particular de la planeación es facilitar
el acceso de los ancianos a los recursos. Carp (1976) pone énfasis en que la pla­
neación del "ambiente residencial" para el anciano debe definirse ampliamente
de marera que contemple todas las situaciones vitales de las personas mayores.
El ambiente total del anciano debe incluir servicios de asistencia social y médica,
centros comerciales y actividades sociales y recreativas, así como también una
vivienda aceptable.
Lawton (1977,1979) señala que el transporte es un recurso de vital importan­
cia para el anciano porque proporciona un medio de acceso a otros recursos tam­
bién esenciales. Un objetivo de planeación primordial es el desarrollo de sistemas
de transporte seguros y accesibles para las personas ancianas. Los funcionarios
públicos deben hacer un esfuerzo especial por trazar rutas de autobuses que cu­
bran las áreas donde hay gran concentración de personas de edad, y que en su
trayecto dichas rutas incluyan un centro comercial, servicios médicos y un centro
recreativo para ancianos. Las guías de las rutas deben estar a la vista tanto en
las paradas como dentro de los vehículos, ser legibles y proporcionar informa­
ción clara y precisa. En vista de las múltiples fuentes de stress ambiental que
caracterizan a gran parte del transporte público de la actualidad (ruido, calor, aglo­
meraciones, barreras físicas), no se exagera al subrayar la importancia de las difi­
cultades que representan para la planeación. Estas recomendaciones coinciden
con el hallazgo de Carp (1980) de que los ancianos irían con más frecuencia a visi­
tar a sus amigos y familiares y a distraerse si hubiera medios de transporte más
adecuados. Carp subraya que el tipo de transporte preferido por los ancianos es
el autobús. En forma similar, Víctor Regnier y Karen Rausch (1980), quienes es­
tudiaron el desplazamiento de personas ancianas en los vecindarios de bajos in­
gresos en Los Ángeles, concluyen que los autobuses proporcionan el medio de
circulación más importante para el anciano, después del desplazamiento a pie.
En la actualidad se observa una conciencia social cada vez mayor acerca de
las necesidades físicas del anciano y de las personas con deficiencias físicas. Se
han establecido normas nacionales de diseño con el fin de que los edificios y otras
instalaciones sean accesibles para las personas con algún tipo de incapacidad fí­
sica. Estas normas intentan tomar en cuenta las "manifestaciones del proceso
de la vejez que reduce significativamente el movimiento, la flexibilidad, la coor­
dinación y la percepción" (American National Standards Institute, 1961:6). Se
han aplicado en la nivelación de pisos, paseos públicos, estacionamientos, ram­
pas, entradas de edificios, superficies de pisos, servicios sanitarios, teléfonos
públicos e identificación de edificios y salas en instalaciones de servicio público.
Aplicaciones en la planeación 221

Es necesario realizar más investigaciones para identificar las características


del ambiente cotidiano que presentan obstáculos al funcionamiento de los ancia­
nos e individuos con deficiencias físicas (véase Bednar, 1977). Gundez Ast (1977),
quien estudió un grupo de ancianos con varios tipos de incapacidad física en
Moline, Illinois, concluye que muchas características del ambiente urbano (como
las escaleras exteriores de los edificios, la ubicación de las paradas de autobús
y las puertas no automáticas) son desalentadoras e incluso peligrosas para di­
chas personas. Varios estudios han reportado que muchas personas de edad avanza­
da enfrentan considerables dificultades físicas para Llevar a cabo diversas tareas do­
mésticas cotidianas (Lawton, 1977) (tabla 6-3). Lawton pone énfasis en la necesi­
dad de realizar investigaciones acerca de los factores humanos con el fin de mejorar
el diseño de muebles de uso cotidiano, tales como lavabos, tinas de baño, sanita­
rios, espacios de almacenamiento, sillas y aparatos, de tal manera que puedan
ser utilizados por las personas ancianas más fácilmente y con mayor seguridad.

Aumento de control en ambientes institucionales Con base en los hallazgos que


prueban que el control personal reduce los efectos psicológicos adversos de los
ambientes institucionales en los residentes ancianos, se estudiará la forma de
aumentar el control personal en dichos lugares. M. Powell Lawton (1971, 1974,

Porcentajes de residentes ancianos que reportan problemas para realizar algu­


T a b la 6 -3
nas actividades, por grupos de edad, en tres muestras.

M u es tra C om unidades de
M u es tra n acion a l‘ n a c io n a l escasos reeursosc

Tarea 65-69 70-74 75-79 80+ 65-69 7 0 -7 4 75 + P o bre Casi pobre

Hacer cosas
en la casa 13 28 37
Bañarse 7 8 13 19 8 11 17 9 8
Limpieza de
la casa 28 23 (mujere0)
Lavar 32 28
Preparar los
alimentos 16 13 (mujeres)
Vestirse 8 8 7 13 10 12 12
Subir las
escaleras 26 29 33 42 9 18 20
Salir de la casa 7 13 20

* Shanas, Town send, Wedderburn, Friis, Milhbj y Stehouwer, 1968.


b Schooler, citado en Indicators of the Status of the Elderly in the United States (1972).
c Consejo Nacional sobre la Vejez (1971)

Fuente: M. P. Lawton, "The impact oj the Environment on Aging and Behavior", en ]. £. Birren y
K. W Schaie (eds.), Handbook of the Psychology of Aging, 1977, p. 282. Reimpreso con permiso
de Van Nostrand Reinhold Company.

i
222 Stress ambiental

1979) se ha dedicado a investigar con ahínco las formas en que el diseño físico
de los ambientes institucionales para ancianos podría mejorarse para satisfacer
las necesidades sociales y psicológicas de sus residentes. Aquí se concentrará la
atención en sus recomendaciones relacionadas con el aumento del sentimiento
de control personal de los residentes. Lawton explica que el control de los resi­
dentes puede aumentarse por medio de diseños que generen un rango de opcio­
nes sociales dentro del lugar. Por ejemplo, un pabellón geriátrico podría diseñarse
con un amplio espacio común para la participación activa en grupo, una peque­
ña estancia que propicie conversaciones más personales, y dormitorios privados
o semipnvados donde los residentes puedan pensar, meditar o leer solos.
Lawton señala que existe una gran variedad de diseños que se podrían utilizar
para planear ambientes institucionales que permitan a los residentes desarro­
llar sus aptitudes y talentos y dedicar tiempo a intereses personales o pasatiem­
pos. Por ejemplo, un lugar podría incluir servicios de cocina; lavado, secado y
planchado de ropa; y actividades personales, artes manuales y diversiones. Los
residentes más competentes podrían participar en estas actividades libremente,
mientras que los individuos con deficiencias físicas o mentales podrían contar
con una adecuada sepervisión y asesoría.
Lawton apoya las características de diseño que facilitan el reconocimiento y
la orientación dentro del ambiente que permiten a los residentes funcionar más
independientemente cuando se desplazan por el lugar. Describe el Philadelphia
Geriatric Center's Weiss Institute, el cual fue diseñado para ancianos con serias
deficiencias de conducta, donde las habitaciones de los residentes tienen un có­
digo de colores para facilitar su reconocimiento; el área de elevadores de cada
piso tiene un color distintivo; afuera de cada cuarto están colocados grandes nú­
meros tridimensionales, los nombres de sus ocupantes aparecen e en cada puer­
ta con letras grandes; además, en cada piso hay carteles y mapas de gran tamaño
que indican la ubicación de las áreas importantes.
Alan Lipman y Robert Slater (1979) presentan planos arquitectónicos para
asilos de ancianos cuyo objetivo consiste en minimizar la dependencia de los re­
sidentes con respecto al personal y, en cambio, alentar el funcionamiento inde­
pendiente. Proponen unidades de grupos pequeños que estén físicamente alejadas
del lugar donde se aloja el personal (figura 6-6). Los servicios por parte del per­
sonal se reducen al mínimo, ya que los planos están diseñados de manera que
los residentes tengan que resolver por sí mismos sus necesidades diarias. Los
autores prefieren sacrificar las grandes áreas comunes, como una sala de descan­
so para veinte personas o un comedor para treinta, en favor de habitaciones pe­
queñas y separadas. La unidad de convivencia en grupo para siete personas que
se muestra en la figura 6-6 proporciona los espacios adecuados para que los resi­
dentes participen en varias actividades cotidianas, como preparar sus alimentos,
comer o reunirse en grupos pequeños y bañarse solos en privada. En los asilos con­
vencionales, construidos a nivel institucional, los residentes necesitan pedir
ayuda al personal para una tarea tan simple como preparar una taza de té. La
unidad de grupo pequeño, separada de la sede del personal, fomenta la solidari­
dad entre los residentes para que se ayuden mutuamente cuando es necesario,
en lggar de depender del apoyo exclusivo del personal.
Rudolf Moos y sus colaboradores (Moos, 1980; Moos y Lemke, 1979) desa­
rrollaron un instrumento de evaluación global, llamado Procedimiento Multifási-
Aplicaciones en la planeación 223

Figura 6-6 Este plano de


una unidad habitacional
de un asilo para ancianos,
separada del lugar donde
se aloja el personal, permi­
te a los residentes una gran
independencia y control
personal cuando realizan
sus actividades cotidianas.

De A. Lipm an y R. Slater, " H om es


fo r O íd P eople: Towards a Positive
E n v i ron m e n t’ \ en D. C an ter y S.
C an ter (eds), D esigm n g fo r Thera-
peutic Environments: A Review
of Research, 1979, p. 286. R eim ­
p reso con perm iso de John Wiley &
Sons L id ., C hichester, Inglaterra.

co de Evaluación Ambiental (MEAP, por su nombre en inglés Multiphasic


Environmental Assessment Procedure), que puede ser utilizado para evaluar e!
contexto ambiental total de las instituciones para ancianos. El MEAP incluye es­
timaciones de las características arquitectónicas de la institución, orientación po­
lítica, ambiente social y de las características individuales de los residentes y del
personal. Es útil en la planeación y evaluación de los tipos y niveles de control
del residente que caracterizan un lugar.
La escala de control del residente del MEAP mide el grado del control de con­
ducta disponible para los residentes del asilo. Esta escala estima el grado en que
la institución permite a los residentes una participación formal e informal en el
funcionamiento del lugar (por ejemplo, ayudar a planear menús o intervenir en
la estructuración de los reglamentos acerca de la asistencia a las actividades). Un
índice de elección de políticas estima el nivel de control que tienen los residentes
en las decisiones, midiendo el grado en que la institución proporciona opciones
entre las cuales los residentes pueden elegir normas individuales para sus activi­
dades diarias (por ejemplo, escoger la hora de levantarse, de tomar sus alimen­
tos y de ir a la cama).
Moos (1980) utilizó escalas de control del residente y de elección de políticas
del MEAP para examinar las relaciones entre el control personal y el bienestar del
residente en un estudio de campo correlacional de noventa y tres albergues
para ancianos. Observó que los sitios en donde los residentes ejercían más con­
trol personal se caracterizaban por atmósferas sociales más unidas y libres, de
conflictos que aquéllas en donde los residentes tenían menos control personal.
Los residentes de dichos lugares también contaban con más recursos sociales y
funcionales que quienes habitaban en centros donde les permitían menos con­
trol personal.
224 Sttess ambiental

RESUMEN

El s/ress orgánico es la respuesta no específica del cuerpo a las exigencias am­


bientales; los factores que producen stress ambiental son llamados productores de
stress. El síndrome de adaptación general, o GAS, consta de tres etapas: reacción
de alarma, resistencia y, finalmente, agotamiento. El stress psicológico implica
un elemento psicológico esencial; el individuo evalúa el significado y la impor­
tancia personal del productor de stress. La evaluación primaria es un proceso psi­
cológico regulador que discrimina las situaciones potencialmente perjudiciales de
las benéficas o irreleventes. Las evaluaciones secundarias sirven para estimar los
recursos que tiene el individuo para enfrentar la situación amenazante. La reeva­
luación consiste en la modificación de la percepción original de la situación debi­
do a las cambiantes condiciones ambientales o personales. La respuesta enfocada
en el problema implica conductas o actos cognoscitivos para enfrentar directamen­
te la fuente de stress, mientras que la respuesta enfocada en las emociones compren­
de conductas o actos cognoscitivos para reducir o tolerar mejor la reacción
emocional del individuo ante el stress.
Las características físicas de los ambientes urbanos que más se han investiga­
do como productores de stress son el ruido, la contaminación del aire y las tem­
peraturas extremas. Tales productores de stress ambiental afectan en forma más
evidente a las personas de edad avanzada. Los problemas de desplazamiento ha­
cen que muchas características ambientales que los jóvenes ni siquiera toman en
cuenta se conviertan en fuentes de problemas y frustración para los ancianos.
Dos aspectos del ambiente físico que han acaparado la atención de los investiga­
dores, por considerarlos importantes productores de stress para el anciano, son
el ambiente residencial y los ambientes institucionales. Los efectos psicológicos
del stress ambiental pueden evaluarse por medio de mediciones somáticas, de
coducta y subjetivas.
Las investigaciones realizadas principalmente en situaciones de laboratorio
han demostrado de manera concluyente que el ruido causa reacciones fisiológicas
generales que se asocian típicamente con el stress, como aumentos en la activi­
dad electrodérmica, secreción de adrenalina e hipertensión. La exposición pro­
longada a un ruido de alta intensidad puede causar una importante deficiencia
auditiva. Sin embargo, aún no se conoce la posible relación entre el ruido y las
enfermedades físicas no auditivas y las enfermedades mentales Un creciente nú­
mero de estudios han probado que el ruido tiene efectos nocivos en la conducta
social. Se ha descubierto que el ruido reduce la interacción social y la conducta
de solidaridad, v que en ciertas circunstancias aumenta la agresión interperso­
nal. Los estudios realizados en algunas comunidades demuestran que el ruido
del tránsito de coches y aviones es muy molesto para la gente, pero que estas
molestias son más serias sólo en las áreas ruidosas. La variación individual en
la molestia ocasionada por el ruido es considerable, como consecuencia de las
actitudes y los temores hacia la fuente del ruido así como de las diferencias indi­
viduales en la sensibilidad al ruido.
Los investigadores informan que existe una importante relación entre las olas
de calor y el aumento en la tasa de mortalidad en las áreas urbanas. Un conside­
rable acervo de investigación demuestra que existe relación entre los diversos as­
pectos de la contaminación atmosférica y las enfermedades físicas, principalmente
Resumen 225

las de carácter respiratorio. Muchas pruebas obtenidas en experimentos de labo­


ratorio indican que también las temperaturas excesivamente altas afecta la agre­
sión interpersonal, aunque los efectos son complicados, y que los factores
adicionales (como la presencia de un modelo agresivo o una provocación al eno­
jo) interactúan con los efectos del calor en la producción de la conducta agresiva.
Parece ser que cuando una combinación de condiciones de stress produce un
nivel intermedio de sentimiento negativo, la agresión ocurrirá, pero que el senti­
miento negativo que se da ya sea por debajo o por arriba de dicho nivel no con­
ducirá a la agresión. Poco se sabe acerca de los efectos de la contaminación
atmosférica en la conducta social, aunque un pequeño número de datos experi­
mentales señalan que algunos aspectos de la mala calidad del aire reducen la in­
teracción personal. La conciencia y el interés por la contaminación del aire varían
enormemente y muchos ciudadanos la enfrentan con respuestas enfocadas en
las emociones, tales como negar el problema o trasladar la responsabilidad a otras
personas.
Los efectos en la salud causados por las temperaturas elevadas y la contami­
nación atmosférica son más pronunciados en el anciano. Los efectos en la con­
ducta debidos al stress se manifiestan en la vida del anciano con el estrechamiento
del rango normal de actividades, tales como el desplazamiento limitado o la es­
casa utilización de los recursos. El uso de los recursos por parte del anciano está
determinado por 1) la distancia física, 2) las dificultades para desplazarse, y 3)
la importancia de los recursos. Estudios sobre la satisfacción residencial indican
que los ancianos tienen sentimientos positivos hacia las viviendas donde los resi­
dentes están separados por edades, así como hacia las viviendas planeadas para
el anciano, pero los informes de satisfacción de los entrevistados pueden estar
influidos por su percepción de alternativas para la elección de vivienda.
De los esfuerzos por entender los factores cognoscitivos y psicológicos que me­
dian entre los efectos de los productores de stress ambiental y la conducta de
las personas, han surgido algunas teorías. Los experimentos que se han realiza­
do para conocer las consecuencias psicológicas del ruido demuestran que los efec­
tos psicológicos negativos son mayores cuando el ruido es impredecible que cuando
es predecible. Por ejemplo, después de la exposición a un ruido impredecible (pero
no después de un rudio predecible), los sujetos tuvieron problemas para desem­
peñar tareas de laboratorio y una reducida tolerancia a la frustración. Los investi­
gadores afirman también que los efectos psicológicos negativos de los productos
de stress ambiental pueden reducirse cuando el individuo logra un control perso­
nal sobre los productores de stress. El control personal puede consistir en un con­
trol directo de conducta sobre una situación amenazante, un control cognoscitivo
sobre la interpretación de la situación, o un control de decisiones sobre las eleccio­
nes disponibles. Los estudios de laboratorio del control de conducta (incluso con­
trol de conducta percibido) sobre el ruido desagradable coinciden en el hallazgo
de que e! control reduce los efectos psicológicos negativos del ruido. También
los estudios de campo sobre el control de conducta y el control de decisiones,
realizados en instituciones para ancianos, han demostrado que.el control tiene
efectos positivos sobre el bienestar de los residentes.
Algunos psicólogos ambientales sostienen que las consecuencias psicológi­
cas negativas de la incapacidad para ejercer un control personal sobre las circuns­
tancias ambientales adversas son medidas por la experiencia de la impotencia
226 Stress ambiental

aprendida. La impotencia aprendida es una condición psicológica en la que el in­


dividuo que ha sido incapaz de controlar las condiciones de stress desarrolla la
expectativa de que sus respuestas son independientes de los resultados futuros.
La impotencia aprendida implica una motivación reducida para responder, di­
ficultad en el reaprendizaje a nivel cognoscitivo de que las acciones personales
pueden influir en los resultados, y depresión emocional. Otro planteamiento de
la teoría de la impotencia aprendida subraya que la naturaleza de los factores a
los cuales el individuo atribuye la falta de contingencia entre respuesta y resultados
determina la naturaleza y generalización de la respuesta de impotencia aprendida.
Un modelo alternativo para explicar los efectos negativos del stress ambiental
es el de la sobrecarga de información. Este modelo propone que debido a que los
productores de stress ambiental impredecibles e incontrolables son potencialmente
amenazantes, las demandas a la capacidad de atención del individuo aumentan
substancialmente. La "fatiga cognoscitiva" (reducción de la capacidad de aten­
ción) es resultado de los efectos acumulativos tanto de la carga de tarea como
del stress y pueden afectar negativamente tareas complejas en curso así como tam­
bién tareas subsecuentes.
El conocimiento derivado de la investigación acerca del stress ambiental se
ha aplicado para reducir el ruido urbano y planear viviendas, transporte y am­
bientes institucionales para los ancianos.
Aglom eración

U n serio problema ambiental se ha hecho cada vez más patente durante los
últimos años (las consecuencias potenciales en el hombre por el crecimiento
espiral de la población mundial). Aunque no es ninguna novedad que los patro­
nes concomitantes de industrialización y urbanización han originado grandes con­
centraciones de población en los ambientes urbanos, la preocupación por las
implicaciones sociales y psicológicas de estos sucesos en un fenómeno reciente.
Actualmente todos los medios de divulgación, periódicos y revistas, libros de gran
venta, conferencias y programas especiales de televisión, abordan el problema
de la "explosión demográfica” . La advertencia: con la actual tasa de crecimien­
to, la ya excesiva población mundial será de más del doble al final de este siglo.
Cuando se piensa en el problema de la sobrepoblación, generalmente el inte­
rés se centra en los países más pobres, menos desarrollados; uno imagina el ham­
bre en Asia, la pobreza en Africa, el desempleo y el analfabetismo en América
Latina. Sin embargo, las consecuencias sociales y psicológicas de la sobrepobla­
ción también son una realidad en las naciones más avanzadas del mundo. Cabe
reflexionar por un momento en las frecuentes situaciones en que los individuos
enfrentan el problema de las aglomeraciones cotidianas. Las dificultades y los
altos costos que implica el encontrar un lugar donde vivir cuando se ingresa en

227
228 A glom eración i

la universidad, se relacionan directamente con el gran número de personas que


demandan vivienda. Los constantes embotellamientos en las vías urbanas o su­
burbanas son consecuencia del inmenso número de habitantes que utilizan los
diveros medios de transporte. Las acostumbradas filas en las taquillas de los tea­
tros, las largas esperas en el restaurante favorito y la cantidad de clientes que
acuden a las tiendas y centros comerciales, todo es reflejo del mismo problema:
la sobrepoblación (véase recuadro: "Omnipresencia de las colas” ).
Un impresionante ejemplo de los efectos psicológicos de la sobrepoblación
lo proporciona un artículo periodístico sobre los embotellamientos de tránsito en
las carreteras de los Estados Unidos (Robins, 1978). En áreas donde han aumen­
tado rápidamente los problemas masivos de circulación, los frustrados automo­
vilistas desahogaron su enojo con brotes de violencia. La policía estatal de Texas

Omnipresencia de las ''colas”

E n u n in te re s a n te a rtíc u lo titu la d o " A p r e n d ie n d o a v iv ir c o n l a s c ó l a s " , L e ó n M a n n


o f r e c e u n a v iv a d e s c r i p c i ó n d e l a s s i e m p r e p r e s e n t e s c o l a s e n u n a g r a n c i u d a d :

M á s allá d e c u a l q u i e r s o m b r a d e d u d a , N u e v a Y o r k t ie n e el títu lo d e la c a p i t a l
d e l a s " c o l a s " e n lo s E s t a d o s U n i d o s . A t r a v é s d e lo s a ñ o s h a h a b i d o a l g u n a s
m e m o r a b le s c o l a s e n B r o a d w a y , a f u e r a d e l M e t O p e r a y d e l M e t r o p o l i t a n M u -
s e u m , e n el M a d i s o n S q u a r e G a r d e n y a f u e r a d e l e s t a d i o d e l o s Y a n k e e s .
Los n e o y o rq u in o s s e v u e lc a n e n m u c h e d u m b re s c u a n d o h a y u n a s tro n a u ta
a q u ie n s a l u d a r o u n h é r o e a q u ie n d e s p e d i r . D u r a n t e la s v e i n t i c u a t r o h o r a s q u e
e s t u v o el c u e r p o d e l s e n a d o r R o b e r t K e n n e d y e n la C a t e d r a l d e S a n P a t r i c i o ( j u ­
n io , 1 9 6 8 ) , m ile s d e n e o y o r q u i n o s , e n c o l a s d e c a s i d o s k i l ó m e t r o s , e s p e r a r o n p a ­
c ie n t e m e n t e s u t u r n o p a r a p a s a r f r e n t e al a t a ú d . E l p r o m e d i o d e e s p e r a e n la c o la
fu e d e s ie te h o r a s , i n c l u s o m u c h o s q u e s ó lo p o d í a n q u e d a r s e u n a h o r a , c o r r e s ­
p o n d i e n te a s u t i e m p o p a r a c o m e r , a p e s a r d e s a b e r q u e n o t e n d r í a n o p o r t u n i ­
d ad de v e r el a ta ú d , se q u e d a ro n e n la c o la c o m o s e ñ a l d e r e s p e t o p o r el
d e s a p a r e c id o l íd e r .
E l 7 d e f e b r e r o d e 1 9 6 3 , n o o b s t a n t e la l lu v ia , el lo d o y el i n t e n s o f r ío , u n a
m u ltitu d d e 2 3 , 8 7 2 n e o y o r q u i n o s h i z o c o la e n al M u s e o M e t r o p o l i t a n o d e A r t e
p a ra v e r la Mona Usa. E s e d ía la s c o l a s e r a n d e m á s d e tr e s c u a d r a s . D u r a n t e s u s
tr e s s e m a n a s y m e d i a d e e x h ib ic ió n e n el M e t r o p o l i t a n o , m e d i o m illó n d e p e r s o ­
n a s p a s a ro n f r e n t e a la Mona Usa. C u a n d o ¡am curious (Ycllow) s e p r e s e n t ó e n e l t e a ­
t r o R e n d e z v o u s e n la c a l l e W e s t 5 7 t h e l 1 0 d e m a r z o d e 1 9 6 9 , r á p i d a m e n t e s e
p r o d u je r o n m u l t i t u d e s y l a r g a s c o l a s ; la g e n t e f o r m ó s e is c o l a s d e u n a c u a d r a
y m e d ia p a r a l a s f u n c i o n e s n o c t u r n a s y la s c o l a s p a r a la f u n c ió n d e las 1 0 :0 0 A .M .
s e e m p e z a r o n a f o r m a r d e s d e la s 7 : 0 0 d e la m a ñ a n a . L a s c o l a s d e e s p e r a p a r a
Pací­
lo s e s p e c tá c u l o s d e B r o a d w a y a m e n u d o s o n u n e s p e c t á c u l o p o r s í m i s m a s .
fico Sur, M i bella dama, Helio, Dolly p r o d u j e r o n l a r g a s c o l a s d u r a n t e s u s p u e s t a s
e n e s c e n a . C u a n d o s e a b r i ó la ta q u illa p a r a e l e s p e c t á c u l o m u s i c a l C oco, el 3 d e
n o v ie m b re d e 1 9 6 9 , la c o l a s ig u ió la c a lle 5 1 , d o b l ó la e s q u i n a h a c ia B r o a d w a y
y fin a lm e n te l le g ó a la m i t a d d e la c a l le 5 2 .

[De M a n n , L . , " A p r e n d i e n d o a v i v i r c o n la s c o l a s " , e n J. H e r m e r y N . A . E d d i n g t o n


(e d s .) , U rban m an : T h e P s y ch o log y o [U r b a n S u rvival. T h e F r e e P r e s s , 1 9 7 3 , p. 4 5 . R e i m p r e s o
c o n p erm iso del autor].
V y
A g lo m eració n 229

y la de California reportaron peleas entre automovilistas iracundos estancados


en un embotellamiento. Un incidente de tránsito en la carretera de Dallas tuvo
como resultado un apuñalamiento mortal, mientras que un enfrentam iento en
un boulevard de Houston terminó en una balacera. Un oficial de la Policía de Cami­
nos de California comentó que el automovilista violento es con frecuencia un "p a ­
cífico oficinista. . . el tipo que vive al lado de tu casa, hasta que alguien lo exaspera
y entonces este hombre de maneras moderadas se convierte en u n loco en busca
de venganza" (p. 20). Un estudio en Utah informa que el 15 por ciento de los
automovilistas de la ciudad de Salt Lake admitieron que algunas veces se han
sentido tan enojados en la carretera que "co n gusto matarían a otro automovilis­
ta " (p. 1).
Los efectos psicológicos de la sobrepoblación y las formas en que el indivi­
duo enfrenta el problema se han convertido en temas de un importante y espe­
cialmente interesante cuerpo de investigación de psicología ambiental. Los
psicólogos ambientales han examinado la forma en que la aglomeración afecta
la salud física del individuo y los procesos sociales, como la cooperación, la soli­
daridad, el aislamiento y la agresión. Otros investigadores se han centrado en
las formas en que el individuo enfrenta el problema de la aglomeración, tanto
a nivel del grupo como a nivel personal. EL estudio psicológico del fenómeno
de la sobrepoblación puede contribuir de manera importante al diseño de vivien­
das multifamiliares e instituciones públicas, a la planeación del transporte urba­
no y suburbano, así como a la planeación de actividades recreativas que satisfagan
las necesidades del individuo.

Figura 7 -1 L a a g l o m e r a c i ó n e s u n a s i t u a c i ó n f a m i li a r e n la vida d e l o s e s t u d i a n t e s d e la
m a y o ría de la s g r a n d e s u n iv e r s id a d e s .

© Law rence Frank 1976


230 Aglom eración

NATURALEZA DE LA AGLOMERACIÓN

¿Qué es lo primero que viene a la mente cuando se habla de aglomeración? Ge


neralmente, uno se imagina un gran número de personas, como sardinas empa­
cadas, en un espacio muy limitado (figura 7-1). Sin embargo, si se reflexiona un
poco más, es obvio que el significado de aglomeración es más complejo de lo que
parece. ¿La aglomeración se refiere a una gran cantidad de gente o a la disposi­
ción limitada de espacio? ¿Es la misma aglomeración 25,000 aficionados en un
partido de béisbol que diez personas en un elevador? ¿Importa si las personas
involucradas sienten la aglomeración o no? Es probable que las personas aglo­
meradas en un vagón del metro no sientan lo mismo que las que se encuentran
en una fiesta muy concurrida.
También los psicólogos han descubierto que el significado de la aglomera­
ción, que en primera instancia parece claro, es en realidad bastante complejo (Sa-
dalla, Burroughs y Staplin, 1978). De hecho, un serio problema, presente en una
gran parte de los primeros estudios, fue que los investigadores no lograban definir
el fenómeno claramente. Así, algunas veces reportaron resultados contradictorios
simplemente porque sus definiciones sobre la aglomeración eran diferentes. Los
psicólogos ambientales están de acuerdo ahora en que el primer paso en la inves­
tigación de este complejo tema ambiental debe ser la definición clara y precisa.

Definición de aglomeración

Aglomeración y densidad Algunos psicólogos ambientales opinan que para en­


tender los efectos que la aglomeración produce en el individuo, se necesita saber
cómo experimentan la situación de aglomeración los sujetos estudiados. Daniel
Stokols (1972a, 1972b, 1978) propone que se adopte una definición psicológica
de la aglomeración Hace notar que con frecuencia los investigadores la definen
exclusivamente desde el punto de vista de la restricción de espacio (es decir, den­
sidad), sin considerar las experiencias personales que median entre los aspectos
espaciales y los efectos resultantes en la conducta humana.
Stokols recomienda que los psicólogos ambientales distingan entre densidad
y aglomeración. Propone que el uso del término densidad se restrinja a los aspec­
tos físicos o espaciales de una situación (esto es, el número de personas por área
espacial), mientras que el término aglomeración sea utilizado para referirse a los
factores psicológicos o subjetivos de una situación (esto es, la percepción del in­
dividuo de la restricción espacial). De acuerdo con esta definición, la densidad
(restricción espacial) es una condición necesaria pero no suficiente de la aglome­
ración (la respuesta subjetiva a la restricción espacial). Por ejemplo, los asisten­
tes a un concierto de música pueden estar reunidos en una disposición espacial
densa pero sin experimentar malestar por la aglomeración.
Stokols señala que para que una situación de alta densidad se experimente
como aglomeración, es necesario que se presenten otros factores personales y
sociales. Es más probable que la gente sienta la aglomeración cuando las restric­
ciones espaciales causan interferencia social, como la competencia, entre los in­
dividuos que se encuentran en una situación. En forma similar, la gente sentirá
la aglomeración cuando la restricción de movimiento debida a la limitación espa­
cial le impida realizar actividades sociales coordinadas.
N aturaleza de la aglom eración 231

Otros investigadores están de acuerdo con la distinción que hace Stokols en­
tre densidad y aglomeración (véase Altman, 1975; Sundstrom, 1978b). Amos Ra-
poport (1975) ha ido más lejos al proponer un enfoque subjetivo en la investigación
de la aglomeración; plantea que la densidad, también, sea considerada en térmi­
nos subjetivos. Por ejemplo, hace notar que la densidad es una experiencia de
percepción: el individuo percibe el número de personas que hay en un ambien­
te, el espacio disponible y la forma en que éste está organizado. La densidad es
la percepción directa del espacio disponible, mientras que la aglomeración es una
evaluación subjetiva de que el tamaño del espacio percibido es insuficiente.
Aunque la mayoría de los investigadores concuerdan ahora en la conveniencia
de distinguir entre densidad objetiva y aglomeración subjetiva, algunos preven
los problemas potenciales de este planteamiento. Mientras que es posible definir
fácilmente los parámetros objetivos de la densidad en un experimento de inves­
tigación, resulta muy difícil definir los complejos elementos subjetivos que con­
ducen a percibir la aglomeración (Insel y Lindgren, 1978). Jonathan Freedman
(1975) se opone más enérgicamente al planteamiento de la distinción entre aglome­
ración y densidad. Opina que la aglomeración no debe restringirse a una percep­
ción subjetiva, sino simplemente referirse al espacio objetivo por persona.
La posición de Freedman se basa en su opinión que la aglomeración no es forzo­
samente una experiencia negativa, sino que puede ser negativa o positiva según
las circunstancias particulares en que ocurra. Si se utiliza el término "aglom era­
ción” para referirse al espacio objetivo en proporción a la cantidad de personas,
es claro que la experiencia del individuo con la aglomeración puede ser agradable
o desagradable. Sin embargo, si el significado de "aglom eración " se limita a la
percepción subjetiva de la situación, la experiencia sólo puede ser psicológica­
mente negativa. La sentencia "tres es m ultitud", señala Freedman, no resulta
muy atractiva.
En este capítulo, generalmente se consideran las definiciones de densidad y
aglomeración propuestas por Stokols y apoyadas por la mayoría de los psicólo­
gos ambientales. Se emplea el término "d ensid ad " para referirse a los aspectos
físicos o espaciales de una situación; y "aglom eración" se aplica a la percepción
subjetiva del inviduo acerca de las situaciones que implican densidad. Sin em ­
bargo, es importante recordar la advertencia de Freedman en contra de suponer
que la alta densidad es necesariamente negativa. Aunque esta disquisición acer­
ca de la aglomeración (la percepción subjetiva) enfoca principalmente las reaccio­
nes sociales y psicológicas negativas, el concepto de densidad (los aspectos de
espacio) implica reacciones humanas tanto positivas como negativas.

Densidad social y densidad espacial Aún después de haber acordado que la defi­
nición de densidad debe limitarse a la proporción entre el número de personas y
el área espacial disponible, de nuevo se evidencia que esta definición resulta más
compleja de lo que parece ser. Si se comienza con la hipótesis de que la alta den­
sidad existe cuando hay demasiadas personas en proporción al área espacial dis­
ponible, es evidente que el nivel de densidad puede reducirse en dos formas (por.
disminuir el número de personas o aumentar el tamaño del espacio). De hecho,
con este problema en mente, algunos psicólogos ambientales han propuesto
diferenciar la densidad social de la densidad espacial (Loo, 1973a, 1973b; McGrew,
1970; Saegert, 1973, 1974).
232 A glom eración

Estos investigadores definen la densidad social en función del número de per­


sonas en un área determinada y la densidad espacial en función del espacio dis­
ponible en una situación particular. A partir de esta distinción, los investigadores
interesados en el estudio de los efectos psicológicos de los diversos niveles de
densidad han adoptado dos estrategias experimentales bastante diferentes. Para
estudiar los efectos de la densidad, los investigadores varían el tamaño de un
grupo social en un espacio de tamaño constante. Por ejemplo, comparan el com­
portamiento de un grupo de cinco personas con el de un grupo de diez en una
habitación de tamaño mediano. Por el contrario, para estudiar la densidad espa­
cial observan el comportamiento de un grupo social de tamaño constante en ám­
bitos espaciales de diversos tamaños. En este caso, comparan un grupo de siete
personas en una habitación pequeña y en una grande.
Es importante distinguir entre densidad social y densidad espacial ya que es­
tos dos tipos de densidad pueden producir reacciones psicológicas diferentes.
Los factores a los que el individuo atribuye su malestar en ambientes densos
difieren según si la situación es de densidad social o de densidad espacial (véase
Stokols, 1976). Por ejemplo, si el malestar es originado por la presencia de dema­
siadas personas (densidad social), el individuo puede culparlas por impedir que
se sienta bien y reaccionar ante ellas con antagonismo. Por el contrario, si el ma­
lestar es producto de la falta de espacio (densidad espacial), el individuo culpa
a la disposición ambiental por ello y se siente menos inclinado a reaccionar nega­
tivamente hacia las demás personas que comparten el área. Debido a que las reac­
ciones del individuo ante la densidad social difieren de las provocadas por la
densidad espacial, se indicará el tipo particular de densidad que examina el estu­
dio de que se trate.

Densidad interior y densidad exterior Los psicólogos ambientales han señalado


otra importante distinción en la definición de densidad social. Esta distinción se
hace evidente cuando se observa la diferencia existente entre la alta densidad so­
cial en los animales y en los humanos. Para el etólogo que estudia los efectos
de la densidad de una manada de venados sika, ésta puede definirse simplemente
como el número de venados por área espacial. Sin embargo, para el psicólogo
ambiental que estudia la densidad en las poblaciones humanas, la definición es
más compleja ya que los humanos han construido refugios para separarse unos
de otros. Por lo tanto, se necesita un tipo de medición para estimar cada uno de
los tipos de densidad: la densidad de un área geográfica amplia, que incluye un
gran número de viviendas, y la densidad dentro de cada una de las viviendas.
Con esta preocupación en mente, muchos investigadores proponen que se
distinga entre densidad interior y densidad exterior (Carey, 1972; Carson, 1969;
Galle, Gove y McPherson, 1972; Jacobs, 1961; Schmitt, 1957, 1966; Zlutnick y Alt-
man, 1972). La densidad interior se define como la cantidad de personas por área
espacial dentro de una vivienda; por ejemplo, el número de personas por habita­
ción o por vivienda. La densidad exterior es el número de personas (o viviendas)
dentro de un área geográfica más amplia; por ejemplo, el número de personas
(o residencias) por acre o por distrito censal.
Cuando se reflexiona sobre la densidad interior y exterior, se evidencia lo
importante que es distinguir entre las dos. Steven Zlutnick e Irwin Altman (1972)
presentan un modelo bidimensional (figura 7-2) para mostrar algunos tipos de
N atu raleza de la aglom eración 233

Figura 7 - 2 D e n sid a d in te rio r y e x ­ D e n s id a d " i n t e m a " (d e n tro de


te r io r e n c u a t r o a m b i e n t e s r e s id e n ­ las v i v i e n d a s , d e p a r t a m e n t o s , e t c .)

c i a le s . ¡g- B aja Alta


*
' rt3 T3
-—
D. S. Zlutnick e I. Altman, "Crow áing and Hu- £ § 03 i. 11.
man Behavior", en J. F. Wohlwill y D. H. Car- ~ £ n
S u b u rb io s Á re a ru ral
son (eds.), Environmenl and the Social <u g CO
Sciences: Perspectives and Applications, p. ‘ >,
51- © American Psychological Assocmtwn, 1972. S .2
Reimpreso can permiso del editor y del autor. 32 £ n 111. IV
C Z o n a u rb an a
< G h e tto u rb an o
D u
QJ d e lujo

ambientes residenciales que pueden identificarse cuando la densidad, tanto inte­


rior como exterior, varía de bajos a altos niveles. En un extremo se encuentran
los barrios urbanos pobres, que se caractrizan por altos niveles de densidad tanto
interior como exterior. En el otro, se encuentra el ambiente suburbano, que tiene
bajos niveles de densidad, tanto interior como exterior. Entre estos dos extremos
se encuentran las áreas rurales pobres, en donde la densidad interna es típica­
mente alta mientras que la densidad externa es baja, y los ambientes urbanos
de lujo, donde la densidad interior es baja y la exterior es alta. La distinción entre
densidad interior y exterior es sin duda importante; no se puede esperar que las
personas que habitan en un barrio pobre de la ciudad, un ámbito rural pobre o
viviendas de lujo (de las cuales todas presentan algún aspecto de alta densidad)
tengan las mismas reacciones sociales y psicológicas hacia las circunstancias am­
bientales. Por esta razón, en esta sección se tratará de especificar qué tipo parti­
cular de densidad se examina en cada estudio.

La aglomeración como productor de stress

Los modelos de stress presentados en el capítulo 6 para explicar los efectos del
ruido y las temperaturas extremas en la conducta, también pueden ayudar a com­
prender los procesos psicológicos mediante los cuales la aglomeración afecta la
conducta humana. Por ejemplo, muchos psicólogos ambientales opinan que
la relación entre la aglomeración y las conductas resultantes, como son las for­
mas negativas de actividad social, está mediada por una reacción de stress psico­
lógico. Yakov Epstein (1981) revisa los estudios sobre el stress que produce la
aglomeración, para conocer el rol que desempeña el control personal en la reduc­
ción de consecuencias psicológicas adversas. Más adelante, se verá que las teo­
rías de la sobrecarga de información y la de las limitaciones de conducta se basan
en la hipótesis de que la aglomeración induce stress psicológico. Además, algu­
nos investigadores (Evans y Eichelman, 1976; Worchel y Teddlie, 1976) sostie­
nen que el stress producido por la aglomeración es mediado por un aumento de
estimulación que resulta de la frecuente invasión del espacio personal derivada
de la alta densidad. En el capítulo 9 se examinarán más profundamente estos
modelos, cuando se presente el modelo de stress del espacio personal.

Stress Cabe aquí una breve revisión de los elementos de una reacción de stress.
Según Hans Selye (1956), el stress implica una serie compleja de reacciones del
234 A glom eración

cuerpo, denominada síndrome de adaptación general, o GAS. El GAS se inicia con


una reacción automática de alarma que hace aumentar la secreción de adrenali­
na, el ritmo cardíaco, la presión arterial y la conductancia de la piel. Este estado
general de alarma es seguido de una etapa de resistencia en la que ocurren res­
puestas de manejo de la situación a nivel fisiológico, de conducta y cognoscitivo.
Si estos esfuerzos de resistencia no logran manejar al productor de stress en forma
adecuada, el individuo caerá en un estado de fatiga.
El stress psicológico en los humanos implica un importante elemento cog­
noscitivo; el individuo evalúa el significado o importancia personal del productor
de stress (Lazarus, 1966). Durante la evaluación primaria, se discriminan las situa­
ciones potencialmente nocivas de las benéficas o irrelevantes; durante la evalua­
ción secundaria se estiman los recursos que tiene el individuo para enfrentar la
situación amenazante. La reevaluación consiste en modificar la percepción origi­
nal de la situación a causa de las condiciones cambiantes. La respuesta enfocada
en el problema es un intento por tratar directamente con las fuentes de stress,
mientras que la respuesta enfocada en la emotividad intenta reducir o tolerar mejor
la reacción emocional al stress.
Daniel Stokols (1972a, 1976) considera la aglomeración como una forma de
stress psicológico en la cual la necesidad de espacio percibida por el individuo
excede la disponibilidad de espacio. Sentir la aglomeración implica el temor de
que la incapacidad de adquirir más espacio tenga consecuencias personales de­
sagradables. Si las consecuencias previstas representan más bien una leve incon­
veniencia, como puede ser la limitación de movimientos que se experimenta en
un concierto muy concurrido, la reacción de stress será menor. Sin embargo, Sto­
kols señala que si la imposibilidad de obtener más espacio amenaza el sentimien­
to personal de seguridad física o psicológica, como cuando se está cerca de una
persona violenta, la reacción de stress puede ser intensa.
Chalsa Loo (1977) presentó un modelo para explicar el stress producido por
la aglomeración, que coincide con la exposición anterior especialmente en lo que
se refiere a las definiciones de aglomeración. Primero, su modelo es aplicable
a! stress relacionado tanto con la densidad social como con la densidad espacial.
Segundo, consistente con el concepto de que la alta densidad no es necesaria­
mente negativa, su modelo muestra que un estado de armonía entre el individuo
y el ambiente resulta del nivel óptimo de densidad. El nivel de densidad óptimo
para una persona en particular, en un tiempo definido, lo determinará la necesi­
dad que tenga el individuo de los recursos sociales y espaciales en ese momento,
y puede variar considerablemente.
El modelo social-espacial de Loo sobre el stress producido por la aglomera­
ción se muestra en la figura 7-3. Loo explica que las personas tienen necesidades
sociales espaciales. Las necesidades sociales se refieren al número de personas
con las que un individuo quiere estar y la cantidad de espacio personal que re­
quiere. Las necesidades espaciales se relacionan con la cantidad de espacio físico
y el tipo de límites que una persona desea. El stress por aglomeración ocurre
cuando las necesidades del individuo en estos dos aspectos no coinciden con las
realidades ambientales. De esta manera, según el modelo de Loo, el stress psico­
lógico puede ser provocado tanto por lugares donde no hay aglomeración así
como por lugares donde la aglomeración es muy elevada. El estado de armonía
se logra cuando c! ambiente no presenta aglomeración social ni espacial.
N aturaleza de la aglom eración 235

R e la ción e n tre
in d iv id u o y a m b ie n te

C o n d ic io n e s a m b ie n ta le s

N ecesidades
i in d iv id u a le s
l_____________ J

Figura 7-3 Un modelo socio-espacial del stress por aglomeración.

De C. Loa. " Beyond lhe E ffects ú f Croxoding Situat tonal an d In dividu al D ifferen ces " , en D. Stokols (e d .). P e r s p e c t i v e s o n
R eim presa con perm iso de Plenum
E n v ir o n m e n t a n d B e h a v io r : T h e o r y , R e s e a r c h , a n d A p p lic a tio n s . 1 9 7 7 , p . 1 6 3 .
Publishing Corp.

Así, aunque la alta densidad puede operar como un productor de stress psi­
cológico, no siempre lo determinará. Que la densidad conduzca o no al stress
psicológico dependerá de las necesidades sociales y espaciales del individuo en
una situación particular, así como de las caraterísticas de la situación, por ejem­
plo, si se considera como generalmente desagradable o como generalmente agra­
dable (véase Freedman, 1975).

Formas de enfrentar la situación Stokols (1972b) señala que la aglomeración puede


verse desde dos perspectivas bastante diferentes. Primera, puede considerarse
como una situación productora de stress; es decir, cuando los factores ambienta­
les, como la cantidad de espacio disponible para un grupo, funcionan como
variables independientes que hacen que el individuo sienta la aglomeración. Se­
gunda, la aglomeración puede considerarse como un síndrome de stress; es decir,
la experiencia psicológica de estar en aglomeración puede contemplarse como una
variable dependiente que es consecuencia de factores ambientales particulares.
Un aspecto especialmente importante de la aglomeración como síndrome de stress
lo constituyen las formas en que el individuo intenta enfrentarla.
Stokols (1972a) explica que cuando el individuo siente la aglomeración, se
ve motivado a aligerar las restricciones que percibe en la situación de aglomera­
ción. Las formas específicas en que el individuo trata de alterar la situación de­
penden de qué factores de lá situación pueden ser modificados. Cuando es posible
alterar los factores espaciales, el individuo puede intentar aumentar el espacio
disponible. Si las restricciones espaciales no pueden alterarse en forma directa,
y si las limitaciones percibidas son extremas, el individuo opta por abandonar
236 A glom eración

la situación de algomeración y buscar otra. Cuando no es posible alterar el am­


biente directamente ni trasladarse a otra área, se puede enfrentar la situación de
aglomeración de manera perceptual o cognoscitiva. Por ejemplo, uno puede rea­
justar los patrones propios de la cantidad de espacio necesario o encontrar la for­
ma de hacer que el trabajo que se realiza sea más atractivo. Stokols concluye que
cuando el individuo no puede alterar las restricciones ambientales percibidas, ya
sea por medio de la conducta o de la percepción, entonces manifiesta conductas
sintomáticas de stress general, como aflicción o agresión.
Altman (1975) supone que incluso el hecho de enfrentar con éxito el stress
producido por la aglomeración durante un período prolongado, puede acumular
costos fisiológicos y psicológicos. Al referirse al trabajo previo realizado por René
Dubos (1965, 1968) y John Cassel (1970, 1971), Altman explica que el stress cau­
sado por el continuo trato interpersonal propio de los ambientes densos perturba
la ecología natural del organismo. En el proceso de enfrentar el stress causado
por la aglomeración, puede presentarse una prolongada cadena de acontecimien­
tos: estimulación social — respuestas iniciales para enfrentar la situación — stress
psicológico — esfuerzos adicionales para enfrentar la situación — consecuencias.
La posición de Altman coincide con el hallazgo de que los efectos psicológicos
de la aglomeración, al igual que los de otros productores de stress ambiental, al­
gunas veces se manifiestan en la reducción del rendimiento en la realización de
tareas que sobreviene a la experiencia de la aglomeración (véase Evans, 1979; She-
rrod, 1974).
Más adelante se verá que el concepto de aglomeración como un proceso de
enfrentamiento es primordial en la mayoría de las investigaciones empíricas
y en el desarrollo teórico en esta área. Por ejemplo, en el análisis que aquí se hace
de los efectos psicológicos de la aglomeración, se encontrará que algunas perso­
nas tienden a responder a veces con agresión e incluso con el aislamiento (ambos
son mecanismos para enfrentar la situación). Cuando se expongan las teorías psi­
cológicas sobre la aglomeración, se examinarán las perspectivas teóricas basadas
en una concepción subyacente que considera la aglomeración como un proceso
para enfrentar la situación. Los teóricos sostienen que la conducta de aglomera­
ción refleja el intento del individuo por enfrentar la "sobrecarga de estímulos"
inducida por los ambientes donde hay aglomeración o por las "limitaciones de
conducta" impuestas por ella.

Técnicas de investigación para el estudio de la aglomeración

Los efectos psicológicos de la densidad pueden estimarse con las mimas medi­
ciones que se emplean para estudiar los efectos de los productores de stress am­
biental en el individuo: mediciones somáticas (reacciones psicológicas e índices
relacionados con la salud), mediciones de conducta (conductas sociales y ren­
dimiento en el desempeño de tareas) y mediciones subjetivas (índices de afec­
to, estado de ánimo y bienestar) (véase "Medición del stress am biental", en el
capítulo 6). De particular interés resujta la evolución de las estrategias de investi­
gación empleadas en el estudio del problema de la aglomeración. Se han supera­
do las deficiencias de las técnicas utilizadas en las primeras investigaciones. Este
interesante desarrollo de las técnicas de investigación revisadas y mejoradas con­
tinúa siendo evidente, incluso en los estudios realizados recientemente.
N aturaleza de la aglom eración 237

Estudios correlaciónales basados en datos estadísticos La primera estrategia crea­


da por los investigadores para estudiar las consecuencias de la aglomeración en
el hombre consistió en analizar la relación entre densidad y la patología social
reflejada en los censos y en otros registros de archivo, como estadísticas crimi­
nológicas, índices de hospitalización e índices de enfermedades mentales. Esta
estrategia de investigación, introducida en 1920, era correlacional e incluía com­
paraciones de áreas geográficas muy extensas. Por ejemplo, los investigadores
comparaban las tasas de mortalidad, las enfermedades mentales y la gravedad
de los crímenes, de un sector de una gran ciudad con población muy densa, con
los datos de los suburbios menos poblados. Dichos estudios correlaciónales, por lo
general, revelaban que la patología social de diversos tipos era mayor en la parte
central, la más densamente poblada de la ciudad, que en los suburbios de baja
densidad (véase Michelson, 1976).
Altman (1975) señala que la naturaleza correlacional de estos estudios impe­
día determinar si la densidad era la causa de la patología social. De hecho, había
otras influencias potenciales sobre el funcionamiento del individuo que variaban
sistemáticamente en la parte central de la ciudad y en los suburbios, como por
ejemplo el nivel económico, el nivel cultural y la calidad de los servicios públi­
cos. Además, los primeros estudios correlaciónales no pudieron definir claramente
la densidad y, por lo general, se limitaron a mencionar los índices de densidad
exterior, sin incluir los niveles correspondientes de densidad interior. Por últi­
mo, los estudios correlaciónales tuvieron la tendencia a atribuir los problemas
sociales a la alta densidad y a ignorar los procesos sociales, como la calidad de
la interacción de los grupos, que mediaban entre los efectos de la aglomeración
y la patología social.
Altman hace notar que los estudios correlaciónales de largo plazo, realizados
a partir de 1960, han superado las limitaciones de los primeros tiempos Algu­
nos estudios posteriores han intentado controlar estadísticamente los efectos de
las influencias externas en el funcionamiento social del individuo, como el nivel
económico (Galle, Gove y McPherson, 1972). Otros han definido sistemáticamente
la densidad mediante índices de densidad exterior e interior. Por último, algunas
investigaciones posteriores han intentado analizar cómo intervienen los proce­
sos sociales que se dan en el hogar por los efectos que producen los altos niveles
de densidad en el funcionamiento humano.

Estudios experimentales en situaciones de laboratorio Una estrategia de inves­


tigación utilizada en el estudio de la aglomeración, que data de la década de 1960,
incluye estudios experimentales en situaciones de laboratorio. Algunos de ios
primeros estudios de este tipo fueron realizados con animales, como ratas (Cal-
houn, 1962b, 1967), en un intento por saber cómo influye la alta densidad en la
patología social y física entre los animales en una situación controlada. Estudios
de laboratorio posteriores han investigado los efectos de la aglomeración en po­
blaciones humanas en una gran variedad de manifestaciones psicológicas, como
la atracción interpersonal, la agresión, el aislamiento, el estado de ánimo y el ren­
dimiento en el desempeño de tareas. El objetivo.de dichos estudios ha sido esta­
blecer una relación causal entre la aglomeración y la conducta mediante el control
sistemático de las influencias potenciales de los factores externos. Altman (1975)
hace notar que algunos estudios de laboratorio han logrado identificar los efectos
238 Aglom eración

que produce la aglomeración en los procesos sociales en curso, como la coopera­


ción de grupo, y diferenciar los efectos de la densidad social de los efectos de
la densidad espacial.

Estudios sobre la aglomeración en situaciones de campo a pequeña escala La


estrategia más utilizada en recientes estudios sobre la aglomeración consiste en
la investigación de situaciones de campo a pequeña escala, como dormitorios y
tiendas departamentales (Saegert, Mackintosh y West, 1975). Estos estudios de
campo han empleado diversas mediciones psicológicas que incluyen observacio­
nes de la conducta, encuestas, desempeño de tareas cognoscitivas y sociales, e
índices de respuestas fisiológicas. Esta estrategia ha permitido a los investigado­
res estudiar los efectos de la exposición prolongada a la aglomeración en situa­
ciones complejas de la vida real. Además, los estudios de este tipo han permitido
definir de manera precisa la aglomeración y la densidad, así como utilizar esti­
maciones psicológicas más elaboradas.

Im p resionan tes efectos de la


densidad en ratas de laboratorio

La investigación de los efectos psicológicos de la aglomeración se ha visto influida


por una serie de interesantes experimentos sobre la alta densidad social en pobla­
ciones de animales, dirigidos por John Calhoun (1962a, 1962b, 1 9 6 7 ,1 9 7 1 ). Calhoun
recluyó grupos de ratas de Noruega en una jaula experimental donde podían ali­
mentarse y reproducirse libremente. Cuando el número de ratas llegó a ochenta,
comenzó a retirar la nueva descendencia para mantener constante el tamaño de la
población. Calhoun observó una notable desorganización en el uso del espacio dis­
ponible por parte de los animales enjaulados; las ratas tendían a congregarse en
partes limitadas de la jaula, de tal manera que el nivel de densidad en esas áreas
era excesivamente elevado. Calhoun denominó esta irregularidad "degeneración de
conducta".
Las manifestaciones de la degeneración de conducta en las ratas de Calhoun
fueron serias e impresionantes. Se observaron anormalidades en la capacidad de
las ratas hembras para reproducirse y cuidar a su descendencia. M uchas hembras
no pudieron completar su preñez, mientras que otras murieron en el mom ento de
parir. Además, muchas fueron incapaces de manifestar conductas maternales, esen­
ciales para la crianza de su descendencia. Sus actividades normales en la construc­
ción de nidos para sus crías se vieron muy perturbadas. Algunas hembras, en lugar
de construir los usuales nidos en forma de copa, simplemente am ontonaron el m a­
terial para los nidos en una pila desordenada. Unas perdieron el interés por cons­
truir sus nidos antes de terminarlos y otras no pudieron construir nada y tuvieron
sus crías sobre la viruta del piso de la jaula. Calhoun informó que el 9 6 por ciento
de las crías nacidas en el área donde ocurrió la degeneración de conducta murieron
antes de ser destetadas.
Las ratas machos también manifestaron una severa degeneración de conducta:
Algunos mostraron un comportamiento sexual anormal, lo que Calhoun describió
como "pansexual". No distinguían entre patrones sexuales adecuados e inadecua­
dos, se aproximaban a hembras que no estaban en celo, a ratas jóvenes y a otros
N atu raleza de la aglom eración 239

Diversas técnicas de investigación Cada una de las estrategias empleadas en el


estudio de la aglomeración tiene sus ventajas y desventajas. Como señala Altman
(1975), las diversas estrategias se complementan entre sí y el cabal entendimiento
de este complejo fenómeno requiere de las ventajas de los diversos métodos dis­
ponibles. Aunque los estudios correlaciónales han proporcionado un cuadro de
algunas importantes correlaciones de la aglomeración, como salud física y men­
tal, en situaciones de la vida real, no ha sido posible que los investigadores ob­
tengan un cuadro causal claro. Por el contrario, los estudios de laboratorio han
proporcionado un claro análisis causal de los efectos de la aglomeración, pero no
han permitido generalizar los resultados obtenidos en la pureza artificial del la­
boratorio en las complejas realidades del mundo concreto. La fuerza principal
de los estudios de la aglomeración en situaciones de campo a pequeña escala re­
side en su capacidad para incorporar en un solo diseño de investigación la rique­
za natural de los estudios correlaciónales y la precisión de las técnicas de medición
y análisis de los estudios de laboratorio, que equilibran los requisitos de validez
externa e interna.

m achos. Otro grupo de ratas m achos, a los que Calhoun llamó "e x p lo ra d o re s", se
volvió frenéticam ente hiperactivo, con manifestaciones ocasionales de conducta ca­
níbal. Otro grupo m ás de m achos manifestó un aislamiento patológico y salían para
com er y beber sólo cuando las otras ratas estaban durm iendo. C alhoun concluyó
que las anorm alidades asociadas con la degeneración de conducta fueron tan seve­
ras que, con el tiempo, los trastornos de las funciones reproductoras de los anima­
les habrían resultado en la extinción de la colonia de ratas.
Debido a que la investigación de Calhoum ha sido de extraordinaria influencia
en estudios posteriores sobre los efectos físicos y sociales de la alta densidad, es fun­
damental definir lo que sus hallazgos m uestran en realidad. Lo más im portante: sus
datos no dem uestran que la alta densidad social entre las ratas de N oruega resulte
inevitablemente en una degeneración de conducta. Calhoun diseñó la jaula experi­
mental de m anera que alentaba la distribución desigual de las ratas en diversas par­
tes de la jaula "s e s g a n d o " características de diseño, com o divisiones electrificadas
para separar algunas áreas, ram pas que conducían a diferentes áreas y madrigueras
con distintos niveles en varias secciones. En forma deliberada, Calhoun puso obstácu­
los para evitar que las ratas se alimentaran en las áreas donde podían encontrarse
con otras, cubrió con rejillas de alambre los recipientes que contenían el alimento.
Estas características insólitas del diseño del equipo experimental fom entó con toda
intención la alta concentración de ratas en secciones limitadas de la jaula.
Así, aunque la naturaleza experim ental controlada de la investigación de Cal­
houn permitió un alto grado de validez interna, la naturaleza artificial del equipo
experimental resta validez externa al estudio. Esta investigación es im portante ya
que dem uestra que ¡a densidad anorm alm ente elevada puede conducir a formas ex­
tremas de patología social entre ratas de Noruega. Sin embargo, no significa que
la alta densidad que pueda ocurrir entre ratas en sus habitats naturales cause las
mismas formas de deterioro social observadas en el laboratorio.
y
240 Aglom eración

EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LA DENSIDAD

Enfermedades y patología social en animales


Aunque el interés principal, aquí, lo constituyen los efectos de la densidad en
el hombre, es importante hacer una breve revisión de las investigaciones relacio­
nadas con los efectos de la densidad en poblaciones animales ya que los estudios
con animales han tenido una gran influencia en investigaciones posteriores reali­
zadas con sujetos humanos. Aunque los estudios de la densidad con animales
han sido efectuados con varias especies, tanto en contextos de laboratorio como
en contextos naturales, los hallazgos que han tenido más influencia en la investi­
gación con seres humanos sobre la densidad se han producido, por lo general,
en estudios controlados de laboratorio con animales pequeños, como ratas y
conejos (véase recuadro: "Impresionantes efectos de la densidad en ratas de la­
boratorio"). Los hallazgos de un gran número de estudios con animales indican
que la alta densidad social puede afectar el funcionamiento fisiológico, general­
mente las glándulas suprarrenales, el cerebro y los procesos de reproducción (véa­
se Christian, 1975, Davis, 1971). Las investigaciones con animales también han
demostrado que la alta densidad social puede tener efectos sociales y de conduc­
ta negativos, como por ejemplo desorganización social, agresión entre especies,
reducción en el aprendizaje y disminución en la conducta de exploración (Geock-
ner, Greenough y Mead, 1973; Southwick, 1967).
Sin embargo, al mismo tiempo, Freedman (1979b) advierte que muchos de
los hallazgos de tales estudios son bastante complejos y que no deben interpre­
tarse como señal de que la densidad social siempre tiene efectos negativos en
el funcionamiento fisiológico y social de los animales. En algunos estudios, el
tamaño de un grupo ha sido más importante que la cantidad real de espacio dis­
ponible para éste, y los efectos de la densidad han interactuado con otras varia­
bles, como el tipo de especie, el sexo de los animales, la situación y la estructura
social del grupo.

Enfermedades físicas y patología social en los seres humanos

Reacciones fisiológicas Si la densidad opera como un productor de stress psico­


lógico para los humanos, debería ser posible medir los tipos de reacciones fi­
siológicas que se asocian típicamente con el stress. De hecho, los investigadores
han demostrado que la densidad, en algunas situaciones, provoca respuestas fi­
siológicas relacionadas con el stress en los humanos. Gary Evans (1979a) descu­
brió que una elevada densidad espacial acelera el ritmo cardíaco y aumenta la
presión arterial. Otros estudios han comprobado que la alta densidad produce
estimulación fisiológica, tal como fue estimado por el aumento de conductancia
de la piel (Aiello, DeRisi, Epstein y Karlin, 1977). Por último, la alta densidad
social en el ambiente de un centro comercial ocasionó un aumento en la activi­
dad adrenócortical en los hombres (Heshka y Pylypuk, 1975).
Un estudio realizado con viajeros suecos muestra una relación positiva entre
el nivel de adrenalina y la alta densidad social a bordo de los trenes en la hora
de máxima afluencia (Lundberg, 1976). En un estudio similar, los investigadores
descubrieron que la distancia y velocidad del recorrido que hacen los obreros a
E fectos p sico ló g ico s de la densidad 241

su trabajo (variables supuestamente asociadas con el stress causado por la con­


gestión del tránsito), en California del Sur, tuvieron una correlación positiva con
la presión arterial de los viajeros (Novaco, Stokols, Campbell y Stokols, 1979; Sto-
kols, Novaco, Stokols y Campbell, 1978). Los estudios realizados en prisiones
indican que los internos que se encontraban en un dormitorio de alta aglomera­
ción presentaron más síntomas de enfermedad (McCain, Cox y Paulus> 1976) y
niveles más altos de presión arterial (D'Atri, 1975) que los prisioneros que ocu­
paban celdas para una o dos personas, así como niveles más altos de presión
arterial en función del aumento de densidad espacial (Paulus, McCain y Cox, 1978).

Enfermedades físicas Con base en la evidencia de que la densidad social algu­


nas veces ha estado relacionada con sintomatología física en poblaciones de ani­
males, los investigadores han tratado de averiguar si la alta densidad también
se asocia con enfermedades físicas en los humanos. Dos estudios correlaciónales,
realizados en diferentes partes del mundo, indican que existe relación entre densi­
dad interior y enfermedad física. Un estudio entre hombres filipinos demostró una
asociación entre densidad interior y formas psicosomáticas de enfermedad (Mar­
sella, Escudero y Gordon, 1970). Otro estudio efectuado en Chicago (Galle, Gove
y McPherson, 1972) encontró una relación muy pequeña entre densidad interior
y el índice de mortalidad, lo cual refleja principalmente muerte por enfermedad.
Algunos estudios dirigidos en situaciones de campo a pequeña escala tam­
bién apoyan el hallazgo de que la aglomeración tiene relación con las enfermeda­
des físicas. Un centro de salud estudiantil era utilizado con más frecuencia por
los estudiantes que vivían en dormitorios con densidad social más bien alta (Ba­
rón, Mandel, Adams y Griffin, 1976) y por quienes percibían que el nivel de aglo­
meración residencial era más bien alto (Stokols, Ohlig y Resnick, 1978). En forma
similar, se ha comprobado que las enfermedades entre los hombres enlistados
en la marina se correlacionan positivamente con la densidad tanto social como
espacial a bordo de una nave (Dean, Pugh y Gunderson, 1975, 1978).
Con base en estos estudios correlaciónales y de campo, ¿se puede concluir
que la aglomeración representa un serio peligro para la salud? En la actualidad,
los psicólogos ambientales opinan que la aglomeración ofrece una explicación par­
cial del origen de las enfermedades físicas en algunas situaciones, pero que la
relación entre algomeración y salud está influida por una amplia gama de facto­
res ambientales y personales. De hecho, los estudios han demostrado que cuando
hay otros factores que influyen con suficiente fuerza en la situación o en el indi­
viduo, la aglomeración no tiene una relación importante con las enfermedades
físicas. Se han realizado estudios correlaciónales que no han podido comprobar
que exista relación entre aglomeración y enfermedad física, en diferentes partes
del mundo, incluidos Hong Kong (Michelson, 1976; Mitchell, 1971; Schmitt, 1963),
el sureste de África (Draper; 1973), Hawaii (Schmitt, 1966), los Países Bajos (Levy
y Herzog, 1974) y Chicago (Winsborough, 1965). Los investigadores afirman que
la relación entre aglomeración y enfermedades, en poblaciones humanas, está
muy influida por la forma en que el individuo ha aprendido a enfrentar la aglo­
meración tanto personalmente como por medio de la organización social.

Patología social Varios estudios correlaciónales han explorado la relación poten­


cial entre la aglomeración y las enfermedades mentales (figura 7-4). Robert Faris
242 Aglomeración

Figura 7-4 Los investi­


gadores han realizado
estudios para determ i­
nar sí la aglomeración
urbana está relacionada
con las enfermedades fí­
sicas y mentales.

© George W. Gardner.

y Warren Dunham (1965) encontraron asociación entre la densidad externa de


Chicago y el nivel de enfermedades mentales. Omer Galle y sus colaboradores
(Galle, Gove y McPherson, 1972) descubrieron que la densidad interior (habita­
ciones por unidad de vivienda) guarda relación con los ingresos a hospitales de
salud mental. Otros investigadores han encontrado correlaciones entre densidad
exterior y el índice de suicidios (Langer y Michael, 1963; Sainsbury, 1956; Schmid,
1955).
Estudios correlaciónales posteriores muestran una relación entre aglomera­
ción y otras formas de patología social, como crimen y delicuencia juvenil. Los
investigadores encontraron índices de criminalidad más altos en las áreas centra­
les de la ciudad que en los suburbios, que están menos densamente poblados
(Schmid, 1969, 1970; Schmitt, 1957, 1963, 1966; Shaw y Mckay, 1942). Galle, Go­
ve y McPherson (1972) también reportaron una relación entre delincuencia juve­
nil y densidad interior (personas por habitación).
¿Es posible determinar, a partir de las evidencias obtenidas en estos estudios
correlaciónales, si la aglomeración conduce a una patología social severa? Las eva­
luaciones más comunes empleadas por los psicólogos ambientales indican que
esta hipótesis carece de justificación (Fischer, 1976; Freedman, 1975). Primero,
los estudios que han reportado una relación entre aglomeración y patología so­
cial, por lo general, han descubierto que la asociación es leve (Altman, 1975). Más
importante, cuando se han controlado las influencias alternativas, como el nivel
socioeconómico, a menudo desaparece la supuesta relación entre aglomeración y
patología social (Freedman, 1975; Kirmeyer, 1978). Algunos estudios realizados
en Chicago (Winsborough, 1965) y en Nueva York (Freedman, Heshka y Levy,
1975) encontraron que cuando el nivel económico y el carácter étnico eran iguales,
la densidad no se correlacionaba significativamente con la patología social.
E fectos psicológicos de la densidad 243

Conducta social

Agresión Muchas de las situaciones cotidianas en las que el individuo enfrenta


la alta densidad, como calles congestionadas o una tienda muy concurrida, se
asocian con sentimientos de frustración y disgusto. Los psicólogos ambientales
han intentado descubrir si un alto nivel de aglomeración conduce en realidad a
una conducta agresiva entre los individuos que se encuentran en una situación
de aglomeración.
Una importante serie de experimentos se han ocupado de investigar los efec­
tos de la aglomeración en la conducta agresiva de los niños en situaciones de jue­
go. En un estudio sobre la aglomeración en una situación experimental de juego
(Hutt y Vaizey, 1966) se descubrió que a medida que aumentaba la densidad so­
cial, también aumentaba el nivel de agresión entre niños normales y niños con
daño cerebral, aunque la densidad no tuvo relación con la agresión en niños que
manifestaron un aislamiento aurista. Sin embargo, investigaciones posteriores rea­
lizadas con niños en situaciones de juego mostraron un cuadro más complejo.
En un estudio, que consistía en observar la conducta de los niños en espacios
de juego de diferentes tamaños, se advirtió que la frecuencia de peleas crecía a
medida que aumentaba la densidad espacial (Ginsberg, Pollman, Wartson y Ho-
pe, 1977). Sin embargo, en dos estudios con niños en situaciones de juego con­
troladas no se pudo comprobar que aumentara la agresión conforme aumentaba
la densidad (Loo, 1972; Price, 1971).
Los investigadores opinan ahora que la relación entre densidad y agresión
está influida tanto por factores de situación como por diferencias individuales.
William Rohe y Arthur Patterson (1974) observaron que la alta densidad produ­
cía agresión entre los niños cuando no había suficientes juguetes para todos, pero
que cuando todos tenían con qué jugar, la densidad por sí sola no era causa de
agresión. Chalsa Loo (1978) recomienda que se tome en cuenta el nivel de densi­
dad; su investigación señala que los niveles moderados de densidad condu­
cen a la agresión, pero que no sucede lo mismo cuando se trata de niveles muy
altos. Este hallazgo coincide con la exposición previa sobre la temperatura y la
agresión, en donde se observó que las temperaturas moderadamente incómodas
conducen a la agresión, mientras que las extremadamente incómodas no produ­
cen el mismo efecto.
En varios estudios se ha descubierto que algunas personas son más propen­
sas que otras a responder con agresión a la densidad. Los estudios realizados
tanto en situaciones de laboratorio como de campo señalan que la alta densidad
propicia que los hombres se comporten más agresivos y actúen más competitiva­
mente; en cambio, en las mujeres la alta densidad no se relaciona con un aumen­
to de agresión o competencia y puede hacer, incluso, que éstas respondan unas
a otras en formas más positivas y amables (Freedman, 1971; Freedman, Levy,
Buchanan y Price, 1972; Saegert, Mackintosh y West, 1975; Stokols, Rail, Pinner
y Schopler, 1973). Estas diferencias en la manera de responder a la alta densidad
probablemente estén asociadas con las diferencias de los patrones de conducta
correspondientes al rol sexual que unos y otras desempeñan en la sociedad.
Yakov Epstein y Robert Karlin (1975) señalan que aunque la alta densidad
es incómoda tanto para hombres como para mujeres, éstas manifiestan sentimien­
tos más positivos entre sí en condiciones de alta densidad, porque las normas
244 A glom eración

sociales les permiten compartir sus sentimientos de aflicción; en cambio, los hom­
bres tienen sentimientos más negativos entre sí porque las normas sociales les
prohíbe expresar y compartir su stress. En un estudio en cierta forma similar,
Jonathan Freedman (1975) propone que la alta densidad refuerza los patrones
de conducta sexual impuestos por la sociedad moderna, que determinan que los
hombres respondan a otros hombres como rivales mientras que alientan a las mu­
jeres a responder a otras de una manera amigable. Los estudios realizados con
niños indican que aquellos que presentan problemas de conducta, como son los
que padecen daño cerebral o los ansiosos e impulsivos, muestran relativamente
más agresión en condiciones de alta densidad que los niños normales (Hutt y
Vaizey, 1966; Loo, 1978).

Aislamiento Las investigaciones realizadas tanto en situaciones de laboratorio


como de campo demuestran consistentemente que cuando la densidad aumenta
el individuo tiende a aislarse de los demás. Los estudios prueban que a medida
que aumenta la densidad en una situación experimental de juego, los niños se
aíslan sorialmente e interactúan menos con otros (Hutt y Vaizey, 1966; Loo, 1972;
McGrew, 1970). Eric Sundstrom (1975) realizó una investigación con estudiantes
universitarios varones en una situación de entrevista experimental y encontró que
la disposición de los sujetos a discutir temas íntimos se relacionó inversamente con
el nivel de densidad. Lo que resulta más interesante es que incluso la expectativa
de estar expuesto a una alta densidad social hace que el individuo manifieste un
aislamiento social. Los estudios de laboratorio muestran que los individuos que
creían que otro grupo relativamente grande se les uniría en un estudio de inves­
tigación, evitaban el contacto visual y procuraban no dar la cara a las personas
con las que estaban esperando (Baum y Greenberg, 1975; Baum y Koman, 1976).
Los estudios de campo en diversas situaciones respaldan al hallazgo de que
la alta densidad conduce al aislamiento social. Los investigadores que observa­
ron estudiantes en dormitorios universitarios descubrieron que los sujetos que
vivían en ambientes con mayor densidad social eran menos comunicativos, me­
nos sociables y mostraban menor inclinación por formar grupos que los estudiantes
que vivían en ambientes menos densos (Baum, Harpin y Valins, 1975; Baum y
Valins, 1977; Valins y Baum, 1973). En algunas investigaciones efectuadas en hos­
pitales psiquiátricos se encontró que los pacientes adultos manifestaban una con­
ducta menos social a medida que crecía el número de personas que compartía
un dormitorio (Ittelson, Proshansky y Rivlin, 1970), y que los pacientes infantiles
utilizaban sus dormitorios con menos frecuencia a medida que crecía el número
de ocupantes (Wolfe, 1975). Por último, se comparó el contacto visual que se da
entre personas de áreas urbanas y suburbanas o rurales y se encontró que el con­
tacto visual disminuye a medida que aumenta la densidad del lugar (McCauley,
Coleman y DeFusco, 1978; Newman y McCauley, 1977).

Solidaridad reducida Si la alta densidad se asocia con la tendencia al aislamien­


to social, ¿está relacionada también con la falta de disposición para ofrecer ayuda
a otra persona cuando la necesita? La importancia social de esta pregunta se hizo
evidente a los psicólogos por un lamentable suceso ocurrido en la ciudad de Nueva
York, en la década de 1960. Una joven mujer, Kitty Genovese, fue asesinada en
un vecindario residencial socialmente denso cuando regresaba del trabajo a su
E fectos p sico ló g ico s de la densidad 245

casa. Lo que resulta asombroso es el hecho de que a pesar de que sus gritos fue­
ron escuchados por treinta y ocho residentes locales durante un largo período
de agonía, ninguna de estas personas le dio auxilio (Rosenthal, 1964).
Los sociólogos se preguntan si las condiciones de vida socialmente densas
de la ciudad explican la ocurrencia de casos tan terribles como éste. Una serie
inicial de estudios de laboratorio demostró que a medida que aumenta la densi­
dad social, el individuo se siente cada vez menos dispuesto a intervenir perso­
nalmente para ayudar en una emergencia social. En un clásico experimento
sociopsicológico, John Darley y Bibb Latané (1968) observaron cómo respondían
los individuos al escuchar ruidos provenientes de un cuarto contiguo, como de
una persona que estuviera sufriendo algo parecido a un ataque de epilepsia. En
una condición experimental, los sujetos pensaban que ellos eran las únicas per­
sonas que sabían de la emergencia; en otra condición, se les hizo creer que otras
cuatro personas también habían escuchado los ruidos hechos por la “ víctima''.
Los investigadores descubrieron que los sujetos que creían estar solos con la
víctima mostraron mayor inclinación para ayudar y respondieron mucho más rá­
pidamente a la emergencia que los sujetos que pensaban que había otras perso­
nas enteradas de la situación.
Se ha realizado una serie de experimentos de campo que incluyen incidentes
tales como ayudar a una persona a localizar una dirección o ayudar a alguien que
había marcado un número de teléfono equivocado, en ambientes urbanos densa­
mente poblados y en áreas rurales menos pobladas. En general, los estudios pre­
vios apoyaron la noción de que la gente citadina se ve menos inclinada a prestar
ayuda que los residentes de ámbitos rurales (Gelfand, Hartman, Walder y Page,
1973; Korte y Kerr, 1975; Milgram, 1970). Sin embargo, los hallazgos posteriores
no lograron apoyar esta opinión (Forbes y Gromoll, 1971; Korte, Ypma y Top-
pen, 1975; Weiner, 1976). Dos estudios recientes (Holahan, 1977; House y VVolf,
1978) reportan que en la ciudad la conducta de ayuda está influida más por el
miedo provocado por una situación de amenaza contra la seguridad personal que
por una norma particular de no responder, de los residentes citadinos.
Algunos estudios de campo efectuados en situaciones de campo en pequeña
escala, como dormitorios universitarios y centros comerciales, también han exa­
minado la asociación entre la alta densidad social y la conducta altruista. Los in­
vestigadores han descubierto que los estudiantes que habitan en residencias
universitarias socialmente densas manifestaron menor disposición que los resi­
dentes de ambientes menos densos para echar en el buzón una carta que aparen­
temente se había perdido (a pesar de que ya tenía estampillas) y cooperar en
proyectos de grupo (Bickman, Teger, Gabriele, McLaughlin, Berger y Sunaday,
1973; Jorgenson y Dukes, 1976). El nivel de densidad social de un gran centro
comercial tuvo una relación inversa con la disposición de ayudar y con ia canti­
dad de tiempo empleado para ayudar cuando se encontraron con una persona
(un adjunto experimental) que había perdido un lente de contacto (Cohén y Spa-
capan, 1978).
En resumen, un considerable cuerpo.de investigación, que incluye estudios
de laboratorio y experimentos de campo, tanto en ambientes urbanos como en
situaciones de campo en pequeña escala, indica que la creciente densidad social
puede reducir el deseo de la gente de ayudar a alguien que lo necesita. Sin em­
bargo, al mismo tiempo, los hallazgos sobre altruismo y densidad social son com­
246 A glom eración

piejos, especialmente los obtenidos en estudios que han comparado la solidaridad


en contextos urbanos y rurales; dichos hallazgos de investigación son inconsis­
tentes e incluso contradictorios. Más adelante, el exponer las perspectivas teóri­
cas sobre la aglomeración, se considerarán algunos de los complejos procesos
psicológicos que median en los efectos de la densidad en la conducta altruista.

Atracción Los psicólogos ambientales se preguntaban si los efectos de la densi­


dad en la conducta social negativa podrían reflejar una relación subyacente entre
densidad y atracción interpersonal. Los estudios tanto en contextos de laborato­
rio como de campo apoyan esta hipótesis. Stephen Worchel y Charles Teddlie
(1976) observaron que a medida que disminuía la densidad espacial, los hombres
percibían en forma más amigable a otros miembros de un grupo efímero. Robert
M. Barón y sus colaboradores (Barón, Mandel, Adams y Griffen, 1976) reporta­
ron que tres estudiantes que se alojaban en habitaciones que eran originalmente
para dos personas manifestaron mayor insatisfacción con sus compañeros de cuar­
to que los estudiantes alojados en cuartos dobles.
Como se vio anteriormente, Epstein y Karlin (1975) descubrieron una rela­
ción negativa entre la densidad espacial y la atracción interpersonal en grupos
masculinos, pero observaron que la densidad aumentada conducía a un mayor
agrado entre grupos femeninos. La especulación de que esta diferencia pudo ha­
berse dado debido a que es más fácil para las mujeres compartir su malestar con
otros miembros del grupo, condujo a un segundo experimento (Karlin, McFar-
land, Aiello y Epstein, 1976), en el cual las mujeres no podían interactuar entre
sí. En esta condición, disminuyeron los sentimientos de atracción entre los miem­
bros del grupo.

Rendimiento en el desempeño de tareas y estado de ánimo


Rendimiento en el desempeño de tareas ¿Ha sentido alguna vez que la alta
densidad del salón de clases afecta su rendimiento en los exámenes? Los psi­
cólogos ambientales han intentado descubrir si la alta densidad tiene efectos
negativos en el rendimiento al desempeñar una amplia gama de tareas. Los pri­
meros estudios, que incluyeron tareas relativamente simples en contextos de la­
boratorio, no lograron demostrar que la densidad afectara significativamente
el rendimiento en debates de grupo, resolución creativa de problemas y pruebas
psicomotoras (Freedman, Klevansky y Ehrlich, 1971, Freedman, Levy, Buchanan
y Price, 1972; Rawls, Trego, McGaffey y Rawls, 1972; Stokols, Rail, Pinner y Scho-
pler, 1973). Sin embargo, estudios de laboratorio posteriores señalan que en cier­
tas circunstancias, la alta densidad sí puede afectar negativamente el desempeño
de tareas. Se ha demostrado que cuando una tarea es compleja, como por ejem­
plo encontrar la salida de un laberinto muy difícil o procesar información de alto
nivel, la densidad social y espacial pueden provocar reducciones en el rendimien­
to (Bray, Kerr y Atkin, 1978; Evans, 1979; Paulus y Matthews, 1980; Paulus, Annis,
Seta, Schkade y Matthews, 1976). También se ha comprobado que la densidad
disminuye el rendimiento cuando el individuo debe interactuar con otros para
llevar a cabo una tarea (Heller, Groff y Solomon, 1977). Además, se ha encontra­
do que la alta densidad espacial tiene efectos secundarios retardados en el desem­
peño de tareas diseñadas para medir la tolerancia a la frustración (como las que
E fectos p sicológ icos de la densidad 247

consisten en resolver acertijos imposibles), semejantes a los efectos secundarios


asociados con los otros productores de stress ambiental (Evans, 1979a; Sherrod,
1974). Sin embargo, al igual que en el caso de los demás productores de stress
ambiental, los efectos secundarios de la alta densidad se ven atenuados cuando
se permite al individuo sentir que tiene control personal sobre la fuente de stress
(Sherrod, 1974). Se retomará este importante tema del control personal cuando
se consideren las perspectivas teóricas sobre la aglomeración.
La evidencia derivada de estudios realizados en situaciones de campo en pe­
queña escala también apoya el argumento de que, en algunas circunstancias, la
alta densidad social puede tener como consecuencia un menor rendimiento en
el desempeño de tareas. Susan Saegert y sus colaboradores (Saegert, Mackin-
tosh y West, 1975), en un experimento de campo, probaron el rendimiento de
los sujetos en varias tareas prácticas y cognoscitivas en condiciones socialmente
densas en una terminal de ferrocarriles y en una tienda departamental. Observa­
ron que la densidad interfería con la capacidad de los sujetos para realizar tareas
que implicaban conocimiento y manipulación del ambiente. La densidad también
redujo la precisión de los mapas ambientales elaborados por los sujetos (un indi­
cador de que la alta densidad puede reducir la claridad de las imágenes que los
individuos se forman del ambiente).
Dos estudios correlaciónales de campo reportaron que la densidad social de
las residencias universitarias puede afectar en forma negativa el rendimiento aca­
démico de los estudiantes. Un estudio (Glassman, Burkhart, Grent y Vallery, 1978)
examinó los efectos de la escasez de vivienda en la universidad de Auburn que
dio lugar a que algunas habitaciones dobles se utilizaran para alojar a tres estu­
diantes. En el primer trimestre, las calificaciones de los estudiantes que ocupa­
ban habitaciones para tres personas fueron significativamente más bajas que las
de los estudiantes que habitaban en cuartos para dos personas. Resultados se­
mejantes se obtuvieron en un estudio (Karlin, Rosen y Epstein, 1979) realizado
en la Universidad Rutgers. Aquí, las calificaciones de los estudiantes que vivían en
cuartos triples se vieron significativamente reducidas durante el primer año de
clases, pero después de que fueron reubicados en dormitorios con menos aglo­
meración sus calificaciones mejoraron notablemente, y ya no hubo diferencias
con los estudiantes que habitaban en cuartos dobles desde el principio del año.
En resumen, existen pruebas de que tanto la densidad social como la espa­
cial pueden afectar en forma negativa el rendimiento en el desempeño de tareas
en algunas circunstancias. Sin embargo, también hay que reconocer que la natu­
raleza específica de la relación entre densidad y rendimiento es bastante comple­
ja. Los efectos de la densidad en el rendimiento parecen recibir influencia de otros
factores, que incluyen la complejidad de la tarea, la duración de las medicio­
nes del rendimiento, la probabilidad de que la tarea produzca stress y las dife­
rencias individuales de los respondientes. Es necesario realizar más investigaciones
para llegar a comprender cómo interactúan cada una de estas variables con la den­
sidad para influir en el rendimiento.

Estado de ánimo La mayoría de las personas han tenido experiencias en las cua­
les la necesidad de enfrentar la alta densidad ha deprimido su estado de ánimo.
Ocasiones en las que al quedar atrapado en un embotellamiento de tránsito o
ser golpeado o empujado en un atiborrado supermercado, el individuo se siente
248 A glom eración

tenso y molesto. Los estudios efectuados en situaciones controladas de laborato­


rio demuestran que los sentimientos negativos se asocian tanto con la densidad
espacial (Smith y Lawrence, 1978; Stokols, Rail, Pinner y Schopler, 1973) como
con la densidad social (Evans, 1975; Sundstrom, 1975). La alta densidad aso­
ciada con una tarea de laboratorio también hizo que la gente manifestara senti­
mientos de ansiedad (Baxter y Deanovitch, 1970).
Susan Saegert y sus colaboradores (Saegert, Mackintosh y West, 1975), en
una terminal de ferrocarriles y en una tienda departamental, encontraron que
la densidad social hacía que los sujetos experimentaran ansiedad. S. Smith y Wi-
lliam Haythome (1972) estudiaron varios grupos de dos y tres hombres, integran­
tes de la marina, en períodos de veintiún días de aislamiento en condiciones de
densidad espacial alta y baja y descubrieron algunos efectos de la alta densidad
en el stress percibido en los grupos de tres personas. Algunos estudios realiza­
dos en situaciones controladas señalan que el efecto negativo de la alta densidad
en el estado de ánimo es más característico en los hombres que en las mujeres
(Freedman, Levy, Buchanan y Price, 1972; Ross, Layton, Erickson y Schopler,
1973). Este hallazgo coincide con la opinión de que las normas sociales relacionadas
con el sexo permiten que las mujeres compartan sus sentimientos de malestar,
en este caso asociados con la alta densidad, más fácilmente que los hombres (véase
Epstein y Karlin, 1975). Además, Lou McClellan y Nathan Auslander (1978), rea­
lizaron un estudio en el que utilizaron transparencias de lugares públicos y en­
contraron que la aversión por la alta densidad varió según el contexto, de donde
concluyeron que la alta densidad resulta más desagradable cuando se va de com­
pras y en los ámbitos de trabajo.

PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE LA AGLOMERACIÓN

Aglomeración y sobrecarga de información

Algunas veces resulta difícil prepararse para un examen debido a que hay dema­
siadas actividades irruptoras que interfieren en el extudio. Por ejemplo, cuando
se estudia en el dormitorio o en la habitación de un departamento mientras un
grupo discute acaloradamente o toca música ruidosa. Puede suceder que en el
intento por apartar esas distracciones indeseables, no se advierta algo importan­
te, por ejemplo, un amigo que quiere llamar su atención. Los psicólogos ambien­
tales han propuesto que un proceso similar se da cuando el individuo intenta
enfrentar la aglomeración. El individuo en un ambiente aglomerado maneja el
exceso de información que hace impacto en él al desentenderse de la mayor par­
te de la actividad que ocurre a su alrededor. Para explicar este proceso, los psicó­
logos ambientales han aplicado la teoría de la sobrecarga de información, que se
mencionó en la exposición acerca de los productores de stress ambiental presen­
tada en el capítulo 6. Como se verá, la sobrecarga de información puede ayudar
a entender porqué la densidad algunas veces conduce a un trastorno en las for­
mas positivas de conducta social o afecta el rendimiento en el desempeño de tareas.

Sobrecarga urbana En un importante trabajo titulado "L a experiencia de vivir


en la ciudad" (1970), Stanley Milgrana propone la sobrecarga de información co-
P erspectivos teóricas 2 4 9

mo un modelo teórico para explicar cómo enfrentan la aglomeración urbana los


residentes de la ciudad. Al presentar su argumento, Milgram expone y amplía
las teorías sociológicas de Louis Wirth (1938) y Georg Simmel (1950) sobre la vida
urbana. Milgram señala que los residentes urbanos están expuestos a la sobre­
carga de información procedente de tres fuentes: 1) un gran número de perso­
nas, 2) alta densidad de población, y 3) una población muy heterogénea. Estas
tres características de la vida urbana proporcionan una abundancia de entradas
de información cuya proporción sobrepasa la capacidad del individuo para pro­
cesarla.

Adaptación a la sobrecarga Milgram propone que el esfuerzo de los residentes


por adaptarse a la sobrecarga de información conduce a esa actitud de aislamien­
to social e indiferencia interpersonal que caracteriza a la vida urbana. En forma
específica, Milgram propone que, para enfrentar la sobrecarga de información,
la gente de la ciudad desarrolla mecanismos sociales de adaptación. Aprenden
a reducir al mínimo el tiempo dedicado a algunos aspectos sociales (por ejemplo,
un breve saludo entre vecinos que salen al trabajo) y a ignorar otros, a los que
conceden poca importancia, como ver un borracho que yace sin sentido en la acera.
Desarrollan técnicas para bloquear o desalentar algunos encuentros sociales, como
es el asumir una conducta poco amable. Por último, aprenden a filtrar la activi­
dad social de tal manera que sólo se permiten formas superficiales de interrela­
ción social (por ejemplo, los fríos y convencionales intercambios comerciales entre
vendedores y clientes en las tiendas).
Milgram señala que estas respuestas de adaptación a la sobrecarga de infor­
mación son la base de la actitud social fría e indiferente, estereotipada, del habi­
tante urbano. La adaptación a la sobrecarga de información con el tiempo conduce
al desarrollo de normas sociales que reducen al mínimo, en cantidad y calidad,
los contactos sociales. Para Milgram, estos mecanismos de adaptación explican
porqué los habitantes urbanos se rehúsan a prestar ayuda en un momento crítico
y porqué algunas veces no están dispuestos a hacer una advertencia útil o a ayu­
dar a un extraño. La sobrecarga explica las razones por las cuales la vida urbana
algunas veces carece de sensibilidad y cortesía, como cuando una persona no se
disculpa por chocar accidentalmente con otra. También ayuda a explicar porqué
la vida urbana llega a caracterizarse por relaciones de rol muy estilizadas y su­
perficiales, como las que se dan entre un profesional y sus clientes o entre e! co­
merciante y los consumidores (véase Sadalla, 1978). Por último, la sobrecarga de
información puede ayudar a entender el anonimato social típico de la vida urba­
na (véase recuadro: "U n estudio de campo del anonimato social").
La sobrecarga ejerce efectos directos e inmediatos sobre la conducta de los
habitantes urbanos, así como los efectos de adaptación a largo plazo que subraya
Milgram. Un experimento de campo realizado en los Países Bajos (Korte, Ypma
y Toppen, 1975) muestra que la conducta altruista no tiene que ver con la dife­
rencia entre área urbana y área rural, sino más bien con el nivel real de estimu­
lación, o entradas ambientales, que se da en determinado lugar, en un tiempo
específico. Aunque las ciudades por lo general proporcionan más entradas am­
bientales que las áreas rurales, es de esperar que la conducta varíe dentro de los
ambientes tanto urbanos como rurales en función de los niveles actuales de en­
tradas ambientales. En un estudio similar, Holahan (1977b), quien utilizó el índice
250 Aglom eración

Un estudio de campo del anonimato social

Philip Zimbardo (1969) dirigió un interesante experimento de cam po con el objeto


de evaluar las consecuencias de las diferencias que se dan entre el anonim ato so­
cial de un ambiente urbano y el de un ambiente rural. Sostiene que en lugares don­
de las condiciones sociales destruyen el sentido de identidad individual y provocan
un sentimiento de anonimato en las personas, se presentarán form as negativas de
conducta social. Señaló que dichos sentimientos de anonimato social pueden expli­
car las diferencias en la cantidad de actos de vandalismo que ocurren en los contex­
tos urbano y rural.
Para probar esta hipótesis, Zimbardo abandonó un par de autom óviles simila­
res en ambientes urbanos y rurales. Uno de ellos fue dejado en N ueva York, al otro
lado del campus de la Universidad de Nueva York, por el área del Bronx. El otro lo
dejó en Palo Alto, California, cerca de la Universidad Stanford. Zim bardo quitó las
placas de los dos autos y abrió las tapas de los motores para proporcionar lo que
denominó “ señales de ab and on o" a los posibles vándalos. Entonces se dispuso a
observar la suerte que corrían ambos automóviles en los contrastantes contextos am ­
bientales.
Zimbardo quedó sorprendido con lo que descubrió. En el Bronx, los primeros
saqueadores aparecieron a los diez minutos (un padre, una madre y su hijo de ocho
años). Mientras que el padre y el hijo registraban el automóvil y quitaban la batería
y el radiador, la madre vigilaba. En las primeras veintiséis horas, el carro había sido
despojado de todas las partes utilizables, sólo quedó un montón de cables y una
lata de cera para coches. Lo más asombroso fue que m uchos de los vándalos urba­
nos eran adultos bien vestidos, de buen aspecto y que era frecuente que las perso­
nas que pasaban por ahí se detuvieran a platicar con los saqueadores. En tres días
el carro fue objeto de veintitrés diferentes actos de vandalismo, hasta que finalmen­
te sólo quedó un m ontón de chatarra.
¿Qué sucedió con el automóvil que fue dejado en Palo Alto? Nadie lo tocó sino
hasta que empezó a llover y una persona que pasaba cerca cerró la tapa del motor
para evitar que éste se mojara.
Por supuesto, el estudio de campo de Zimbardo proporciona una com paración
a gro sso modo de las diferencias en cuanto al vandalismo entre el área urbana y rural,
y probablemente refleja muchos otros factores (como las diferencias socioeconóm i­
cas entre las dos com unidades) además de las diferencias en densidad social. El
estudio es importante ya que proporciona una viva descripción de una de las for­
mas en que difiere la vida urbana de la vida rural. Sería erróneo sobreestim ar y ge­
neralizar estos hallazgos para definir "la condición urbana” , lo mismo que atribuir
los resultados solamente a la densidad.
V____________________________ ________________________________ /

proporcionado por una cédula de entrevistas realizadas a estudiantes universita­


rios acerca de su disposición para responder a la solicitud de ayuda de otra per­
sona, observó que los estudiantes de ambientes urbanos no manifestaron una
norma social generalizada de no respuesta. Más bien-, la disposición de los suje­
tos (de ambientes urbanos o rurales) para prestar ayuda estuvo basada en las ca­
racterísticas particulares de la situación, por ejemplo, si la persona que pedía ayuda
era un extraño, si había que correr riesgos personales, así como la necesidad del
individuo que pedía ayuda.
Perspectivos teóricas 251

Responsabilidad compartida Por supuesto, también deben considerarse otros


factores, además de la sobrecarga de información, para elaborar una explicación
completa del fenómeno del espectador urbano indiferente. Darley y Latané (1968)
señalan que su hallazgo de que la densidad social reduce la disposición del indi­
viduo para actuar en una emergencia social se basa en la responsabilidad comparti­
da. Un individuo que se encuentra ante una emergencia social cuando nadie más
está cerca asumirá su responsabilidad para enfrentar la situación. Pero si hay otras
personas presentes durante la emergencia, el individuo siente m enor responsa­
bilidad personal para intervenir y se mostrará menos inclinado a ofrecer ayuda.
La responsabilidad compartida, a su vez, se basa en la percepción del individuo
de los costos y beneficios relativos que puede implicar su intervención (Morgan,
1978). Si considera que los beneficios pueden ser menores (reciprocidad o refuer­
zos de los sentimientos de autoestima, por ejemplo) que los costos potenciales
(por ejemplo, tiempo invertido o riesgos personales) como resultado de ofrecer
ayuda, el individuo evitará intervenir cuando se encuentran otros presentes.

La aglomeración como sobrecarga de información Los psicólogos ambientales


han desarrollado modelos sobre la aglomeración basados en el concepto de la so­
brecarga de información. J. A. Desor (1972) contempla la aglomeración como una
estimulación excesiva por parte de los factores sociales. En forma semejante, Aris-
tide Esser (1972) sostiene que la aglomeración resulta de la sobrecarga de infor­
mación procedente de fuentes no familiares o inadecuadas. Amos Rapoport (1975)
también contempla la aglomeración en función del procesamiento de informa­
ción y plantea que la aglomeración es consecuencia de la alta estimulación social
o sensorial. Con base en el modelo de sobrecarga, Stuart Miller y Kathleen Nar-
dini (1977) hicieron una comparación entre las personas que obtuvieron altas ca­
lificaciones en la localización de estímulos con las que obtuvieron calificaciones
bajas. Encontraron que las personas que puntuaron alto colocaron más figuras
humanas simuladas en un cuarto a escala antes de que percibieran la aglomeración.
Susan Saegert y sus colaboradores (Saegert, 1978; Saegert, Mackintosh y
West, 1975) utilizaron el concepto de la sobrecarga de información para explicar
las consecuencias psicológicas de la densidad social y espacial. Sostienen que a
medida que crece el número de personas ubicadas en una situación (densidad
social), aumenta la complejidad cognoscitiva debido a la información social adi­
cional que representa cada individuo que llega; pero si el espacio disponible dis­
minuye y el número total de personas permanece sin cambio, la complejidad
cognoscitiva no aumenta necesariamente. Saegert y sus colaboradores señalan
que los efectos psicológicos de la sobrecarga de información son más pronuncia­
dos cuando los individuos participan en actividades que requieren un conocimien­
to preciso del contexto total, social y físico. Otra de sus investigaciones, realizada
en una tienda departamental de Manhattan, demuestra que cuando la densidad
social es alta los clientes recuerdan menos los detalles acerca de la mercancía y
del diseño de la tienda que cuando la densidad es baja.

Aglomeración y limitación de conducta

Algunos psicólogos ambientales han señalado que las consecuencias negativas


de la aglomeración sobrevienen debido a las limitaciones que la alta densidad so-
252 A glom eración

cial impone a la libertad de conducta de las personas. Según esta opinión, la mag­
nitud de la molestia que un individuo experimenta y el grado en que el acto de
estudiar se ve perturbado por la ruidosa conversación que un grupo sostiene cer­
ca de él dependen del grado de libertad de elección que tenga para resolver la
situación. Si el individuo se siente obligado a permanecer en ese ruidoso ambiente
debido a que no hay otro lugar disponible para estudiar, el stress psicológico es
considerable. Pero si sabe que puede dejar el lugar y estudiar en otra parte, aun
cuando no ejerza realmente esa opción, se sentirá mejor y el estudio será más
efectivo. Para explicar este proceso psicológico, los psicólogos ambientales han
propuesto una teoría basada en las limitaciones de conducta. Este modelo puede
ayudar a comprender la forma en que la aglomeración afecta el estado de ánimo
de las personas así como también su rendimiento en el desempeño de diversas
tareas.

Libertad de elección Harold Proshansky y sus colaboradores (Proshansky, Ittel-


son y Rivlin, 1976) señalan que los efectos psicológicos de la aglomeración se
basan en el grado de libertad de elección que el individuo experimenta cuando
se encuentra en situaciones de aglomeración. Estos investigadores sostienen que,
vista como un fenómeno psicológico, la aglomeración tiene sólo una relación in­
directa con el número de personas. Lo esencial para que el individuo sienta la
aglomeración es percibir que la presencia de otros está frustrando sus esfuerzos
por lograr un objetivo particular. De esta manera la aglomeración se da cuando
el número de personas que participan en una situación restringe la libertad de
elección de un individuo, como cuando la ruidosa conversación que sostienen
muchas personas impide estudiar o la aglomeración en una tienda departamen­
tal no permite efectuar las compras en forma expedita. Un estudio efectuado entre
casi 700 residentes del sur de California proporciona cierto apoyo empírico a la
opinión de que la libertad de elección del individuo influye de manera importante
en su forma de percibir la aglomeración (Schmidt, Goldman y Feimer, 1979).
En forma similar, Altman (1975) propone un modelo teórico basado en el con­
cepto subyacente de las limitaciones de conducta y en las estrategias que originan
dichas limitaciones al enfrentar la aglomeración. Como se verá en el capítulo 8,
Altman opina que el esfuerzo de un individuo por lograr el nivel deseado de pri­
vada es esencial en los procesos sociales de territorialidad, espacio personal y
aglomeración. Según esta perspectiva, el individuo siente la aglomeración cuando
los mecanismos que regulan la privada no funcionan de manera efectiva, lo que
hace que experimente más contacto social del que desea. La alta densidad aumenta
las posibilidades de que el territorio personal se vea invadido, de que las activi­
dades en curso sean interferidas y de que el acceso a los recursos deseados se
vea bloqueado. Para enfrentar estas amenazas, el individuo utiliza mecanismos
de regulación de límites que implican conductas verbales, paraverbales y no ver­
bales, de espacio personal y de territorialidad.

Interferencia-de conducta John Schopler y J. E. Stockdale (1977) proponen que


los modelos anteriores sobre la aglomeración, como el de la libertad de elección,
podrían considerarse dentro del concepto de interferencia de conducta. Este mode­
lo contempla la alta densidad como una condición necesaria pero no suficiente
para que se produzca el stress por aglomeración. Cuando la alta densidad Ínter-
P ersp ectivo s teó rica s 253

fiere con los actos dirigidos hacia un objetivo, el individuo experimenta el stress
por aglomeración. Un gran número de personas (densidad social) o un espacio
limitado (densidad espacial) en una situación pueden impedir el acceso del indi­
viduo a los recursos que se encuentran en ese ambiente, por ejemplo los materiales
necesarios para completar una tarea o el acercamiento verbal con otras personas.
La interferencia de conducta causada por la alta densidad hace aumentar los cos­
tos (por ejemplo, tiempo, esfuerzo, energía) que implica lograr los objetivos pla­
neados.
Un estudio posterior (McCallum, Rusbult, Hong, Walden y Schopler, 1979)
examina los efectos que produce en el stress por aglomeración la variación de
la importancia del objetivo que persigue la conducta que es interferida por la alta
densidad. El modelo de la interferencia de conducta propone que el stress que
se experimenta a causa de la aglomeración aumenta en proporción a la importan­
cia que se asigna al objetivo que se trata de alcanzar. En efecto, mientras más
importante sea el objetivo de la conducta, mayor será el tiempo, la energía y el
esfuerzo que el individuo dedicará (es decir, los costos en los que incurre son
mayores) para enfrentar la condición de alta densidad y para realizar esa conducta.
Para probar esta hipótesis, los investigadores diseñaron un experimento de
laboratorio que consistía en la realización de un trabajo de oficina en el que se
utilizó un sistema de archivo de tarjetas, en un ambiente de oficina simulado.
Mediante la variación de la densidad social (incluían tres o seis estudiantes uni­
versitarios en la "o ficin a "), los investigadores hacían que el uso del sistema de
archivo resultara relativamente fácil (baja interferencia de conducta) o relativa­
mente difícil (alta interferencia de conducta) para los sujetos. Para variar la im­
portancia de la conducta dirigida al objetivo, en una condición experimental los
investigadores pagaron a los sujetos una pequeña cantidad de dinero por cada
nombre que localizaban en los archivos (alta importancia de la conducta), mien­
tras que otros sujetos no recibían pago por su trabajo (baja importancia de la con­
ducta). Tal como lo predijo el modelo de interferencia de conducta, el nivel más
alto de stress por aglomeración se observó entre los sujetos que se encontraban
en la condición que incluía tanto una alta importancia de la conducta como una
alta interferencia de conducta.

Reactancia psicológica Cuando la libertad de elección de un individuo se ve


restringida por la alta densidad social o espacial, a! intentar enfrentar la situa­
ción, aumentan sus formas de conducta. Daniel Stokols (1976) aplicó la teoría de
Jack Brehm (1966) de la reactancia psicológica a este aspecto de la aglomeración.
Según la teoría de la reactancia, cuando el individuo percibe una restricción en
su libertad de conducta se produce una reactancia psicológica, un estado de mo­
tivación que implica sentimientos de transgresión e intentos por restablecer la
libertad amenazada. Un individuo cuya libertad de acción se ve restringida por
la aglomeración, enfrentará la situación con estrategias de conducta, cognosciti­
vas y perceptuales. Por ejemplo, una estrategia de conducta podría implicar la
reestructuración del ambiente físico o trasladarse a otro ambiente. Una estrategia
cognoscitiva o perceptual podría consistir en alterar la forma en que se contem­
pla o se entiende la situación de aglomeración.
Stokols utilizó este modelo de aglomeración, basado en la reactancia, para
desarrollar una tipología de las experiencias humanas con la aglomeración (figu-
254 A glom eración

AMBIENTE
T
Primario Secundario

A nte e e denies: v io la c ió n de expectativas A nte ce d e n te s: v io la d ó n de las expectativas


espaciales y sociales en el espaciales y sociales en el
c o n te x to de una in teracción co n te xto de una in teracció n
c o n tin u a , personalizada tra n s ito ria , anónim a
E xperiencia: rechazo, h o s tilid a d , aliena­ Ex p e n c u d a : e n o jo , reactanaa, te m o r; in ­
c ió n , alta in ten sid ad , p e r­ ten sid ad m oderada, baja
siste ncia y generalización p ersistencia y baja g e n e ra li­
C o n d u cta : a le ja m ie n to conductual. za ción ; te n d e n d a h a d a la
agresió n , a islam iento ■‘ n e u tra liz a d ó n ”
p a sivo C o n d u c ta : auto de fen sa, a b a nd o no de
S ituación la s itu a d ó n
e jem plo: co m p a ñ e ro s antagónicos S itu a c ió n
INTERFERENCIA

que c o m p a rte n su h a b i­ e je m p lo : a ctitu d e s agresivas p o r p a r­


ta ción te de e xtraños en una calle
aglom erada

A nte ced e nte s: v io la c ió n de las expectativas A n te ce d e n te s: v io la c ió n de las e xpectativas


espaciales en el contexto de e spádales en el co n te xto de
una in te ra cció n co ntin ua . u n a in teracció n tra n s ito ria .
p e rson alizad a a n ó n im a
E xperiencia: eno jo , in fra c c ió n , reactan- E xp e rie n cia : e n o jo , reactancia, baja in -
d a , in te n s id a d m oderada. le n s id a d , persistencia y ge-
p e rsisten cia y baja generali- n e ra liza ció n
z a d ó n ; te n d e n d a a la C o n d u c ta : co o rd in a rse m e jo r con los
í ■ p e rso na liza ció n ” dem ás, a u m e n ta r el espacio
3 C o nd u cta : a le ja m ie n to co nd uctu al. p sicológ ico
m e jo r cord m a rió n con los S itu a d ó n
d em ás, a u m e n to de espado e je m p lo : a s isle n d a a u n co n cie rto
p s ico ló g ico a glo m e ra d o: e xp e rim e n to
S ituación de la b o ra to rio
ejem plo: fa m ilia hacin a da en u n pe-
q u e ó o d e p artam e n to

Figura 7-5 Tipología de las experiencias de aglomeración.

De D. Slokols, "The experience o f C m u d in g in Priman/ and Secondary E n viram nen ts", E n v iio n m e n t an d B e h a v io r , 8 49 -8 6 ,
© Sagr Pnhlicatwni. B e v n ly HUIs. con peen liso del editor.

ra 7-5). La tipología muestra que la aglomeración implica dos tipos de "bloqueo"


(personal y neutro) que se dan en dos tipos de ambiente (primario y secundario).
El bloqueo consiste en el surgimiento de la frustración como resultado de la in­
terferencia en las actividades o móviles de una persona. El bloqueo personal es
la interferencia que sufre el individuo por parte de otra persona a quien percibe
como deliberadamente derigida contra él; un bloqueo neutro es la interferencia
de una situación ambiental más que de otra persona, y no se considera que esté
dirigida intencionadamente. Por lo general, hay más probabilidades de que ocu­
rran los bloqueos personales en situaciones de alta densidad social, mientras que
los bloqueos neutros suceden más en la alta densidad espacial.
Stokols define los ambientes primarios como aquéllos en los que el individuo
pasa la mayor parte del tiempo, donde se relaciona con otros individuos a nivel
personal y ejecuta una amplia gama de actividades personalmente importantes.
Los ambientes residenciales, los salones de clases y los centros de trabajo son
ambientes primarios. Los ambientes secundarios son lugares en los que los encuen­
tros con otros individuos son relativamente transitorios,' anónimos e intrascen­
dentes (medios de transporte colectivo y ámbitos recreativos, por ejemplo). La
figura 7-5 incluye una descripción de los antecedentes de cada tipo de aglomera-
Perspectivos teóricas 255

ción, además de la descripción de la forma en que se experimenta y se responde


a cada uno de esos tipos. La experiencia de la aglomeración y las reacciones que
provoca son más negativas en los ambientes primarios que en los secundarios,
y cuando están asociadas con bloqueos personales más que con bloqueos neutros.

Modelos ecológicos sobre la aglomeración

Las teorías sobre la aglomeración que aquí se han considerado hasta ahora (so­
brecarga de información y limitación de conducta) se han basado en las expli­
caciones psicológicas de las consecuencias de la aglomeración. Otras teorías
proponen conceptos que se basan principalmente en el conocimiento de los pro­
cesos sociales. Estos modelos se conocen ampliamente como modelos "ecológi­
co s" sobre la aglomeración y tienen algunas semejanzas importantes con los
principios ecológicos de la botánica y la zoología. Michael Micklin (1973) identifi­
có las propiedades generales que comparten los modelos ecológicos de la con­
ducta humana. Primero, las teorías ecológicas de la conducta se centran en las
interrelaciones de adaptación entre el individuo y su ambiente. Segundo, la uni­
dad de análisis en los modelos ecológicos es el conglomerado social más que el
individuo, y el conocimiento de la organización social desempeña un rol importan­
te en dichos modelos. Tercero, las concepciones ecológicas acerca de la conducta
ponen énfasis en la distribución y uso de los recursos materiales y sociales. Los
modelos ecológicos ayudan a entender cómo influye la aglomeración en la orga­
nización de los grupos sociales y en los procesos sociales que ocurren dentro de
los grupos numerosos.
Algunos modelos ecológicos sobre la aglomeración se han formulado en tér­
minos amplios y en cierto modo especulativos. John Calhoun (1971) sostiene que
el individuo es capaz de tolerar una alta densidad en el ambiente espacial ya que
la organización social ha desarrollado formas de establecer distancias "concep­
tuales” entre las personas. La elección responsable de ideas ha reemplazado la
búsqueda de recursos espaciales, y el sometimiento a valores abstractos ha reem­
plazado a la defensa violenta de los recursos físicos. En un trabajo similar, Nathan
Keyfitz (1974) señala que las formas humanas de organización social ayudan a
enfrentar la alta densidad con el desarrollo de "acuerdos específicos" de ocupa­
ción y personalidad que permiten al individuo compartir ambientes sin competir
agresivamente por los recursos disponibles.
Claude Fischer (1976), después de revisar diversas teorías sobre la aglomera­
ción, señala que los modelos que ponen énfasis en los efectos de la aglomeración
en la distribución de los recursos proporcionan la mejor explicación de los datos
disponibles. Mientras la organización social sea adecuada y los recursos sean dis­
tribuidos suficientemente, la densidad por sí sola no resultará en consecuencias
psicológicas negativas. Esta opinión coincide con el hallazgo de Rohe y Patterson
(1974) de que cuando se disponía de suficientes recursos (juguetes), la aglomera­
ción no provocó agresión entre los niños.

Sobredotación de sujetos Un modelo ecológico de aglomeración con base en evi­


dencias empíricas fue propuesto por Alian Wicker, de la Claremont Gradúate
School (Wicker, 1973, 1979; Wicker y Kirmeyer, 1976, Wicker, McGrath y Arm-
strong, 1972). A este modelo le denominó "dotación de sujetos" y basó sus con-
256 Aglom eración

ceptos en una extensión de la investigación que hizo Roger Barker (1968) en el


campo de la psicología ecológica. Wicker pone énfasis en los aspectos adaptati-
vos de esta teoría y señala que representa una elaboración de la idea de que las
situaciones de conducta funcionan para neutralizar las amenazas contra sus pro­
gramas en curso.
Wicker explica que el número de sujetos para una situación está determina­
do por tres factores: 1) los solicitantes, o personas elegibles que buscan participar
en una situación; 2) dotación mínima, o el menor número de personas necesarias
para llevar a cabo los programas de la situación; y 3) capacidad, o el mayor número
que puede contener la situación mientras se realizan sus programas. El nivel de
personal se puede determinar al comparar el número de solicitantes con la dota­
ción mínima y la capacidad de la situación. El modelo de Wicker (figura 7-6) mues­
tra cómo se relaciona el nivel del personal de una situación con la dotación mínima
y la capacidad de la situación. Cuando el número de solicitantes es igual o sobre­
pasa la dotación mínima sin exceder la capacidad de la situación (puntos b, c y
d de la figura), resulta adecuado el número de sujetos para la situación. Si el nú­
mero de solicitantes rebasa la capacidad de la situación (punto e en la figura),
habrá una sobredotación. También puede suceder que haya escasez de personal
(punto a en la figura) si el número de personas que desean participar en la situa­
ción queda por debajo de la dotación mínima.

Consecuencias de la sobredotación de sujetos Wicker y sus colaboradores diri­


gieron una serie de estudios en diversas situaciones de campo para examinar las
consecuencias de la sobredotación. Realizaron una serie de estudios en escuelas
secundarias, pequeñas y grandes (Wicker, 1968, 1969b). Wicker descubrió que
tanto el nivel de participación en las actividades como la calidad de las experien­
cias escolares, variaron en los dos tipos de ambientes. Los estudiantes de escue­
las pequeñas intervinieron en una variedad más amplia de situaciones de conducta
y asumieron posiciones de más responsabilidad en sus escuelas que los estudiantes
de escuelas grandes. También mostraron la tendencia a sentirse más útiles, com­
petitivos y autosuficientes que los estudiantes de escuelas grandes.
Otra serie de estudios de campo centró su atención en los efectos de la varia­
ción del número de participantes en situaciones de iglesias (Wicker, 1969c; Wic­
ker, McGrath y Armstrong, 1972; Wicker y Mehler, 1971). Los miembros de iglesias

Dotación
mínima Capacidad
1

i - i /J . . . . . . ! . ,
Dotación Dotación
escasa abundante
1 1

------Subdotación -------- j---------------- Dotación adecuada Sobredotación-—i

Figura 7-6 Un continuo de niveles de dotación de sujetos.


De. A. W. Wicker. "Undermanning Theory and Research: ¡mplications for the Study of Psychological and Behavioral Effecls
ofExcess Human Populations'', Representative Research in Social Psychology, 1973, 4:185-206. Reimpreso con permiso.
P ersp ectiv o s teóricas 257

más pequeñas participaron en más situaciones de conducta de iglesia y asumie­


ron más responsabilidades que los miembros de iglesias más grandes. Además,
los nuevos miembros de las iglesias reportaron que se sentían integrados más
fácilmente en iglesias pequeñas que en iglesias grandes. Wicker también descu­
brió que los miembros de iglesias pequeñas asistían a las mismas en forma más
regular y que aportaban más dinero que los miembros de iglesias grandes.
Wicker dirigió una tercera serie de estudios en el Parque Nacional de Yose-
mite, en las montañas de Sierra Nevada, California (Wicker, 1979). Durante julio
y agosto el parque fue visitado por tantas personas que muchas de sus instalacio­
nes sufrieron aglomeraciones. Wicker encontró que al final de los meses de la
temporada alta, los vigilantes del parque mostraron una reducida responsabili­
dad en su trabajo. Supone que un agotamiento o una actitud negativa hacia sus
labores pudo haber comenzado a desarrollarse como respuesta a las condiciones
de aglomeración.

Aglomeración y control personal

En el capítulo 6 se vio que los efectos psicológicos negativos de los productores


de stress ambiental se reducen cuando los individuos son capaces de mantener
un grado de control personal sobre ellos. Por ejemplo, el stress psicológico se
atenúa cuando el individuo puede modificar un suceso amenazador en forma di­
recta (control de conducta) o interpretar la situación de manera que deje de parecer
amenazadora (control cognoscitivo). En forma similar, los psicólogos ambientales
han observado que las consecuencias psicológicas negativas de la alta densidad
se reducen cuando las personas experimentan cierto grado de control personal
sobre ella (Cohén, Glass y Phillips, 1979; Moos, 1981; Sherrod, 1974). De hecho,
el concepto del control personal es esencial en muchas de las teorías sóbrela aglo­
meración que aquí se han considerado, especialmente la de la sobrecarga de
información y la de la limitación de conducta.

Sobrecarga La noción de que la pérdida de control personal es un aspecto esen­


cial de la experiencia psicológica de la aglomeración está implícita en el modelo
de la sobrecarga de información; la aglomeración está relacionada con la incapa­
cidad del individuo para controlar el nivel de información social y espacial en
situaciones de alta densidad (Schmidt y Keating, 1979) Un excelente ejemplo de
la importancia del rol de control personal en el modelo de la sobrecarga de infor­
mación lo proporciona una serie de estudios de laboratorio y de campo dirigidos
por Stuart Valins y Andrew Baum (1973) con residentes de los dormitorios de
la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook.
Valins y Baum hicieron una comparación sistemática de los efectos psicológi­
cos que producían dos residencias estudiantiles con diseños totalmente contras­
tantes y grandes diferencias en los niveles de densidad social que generaban. En
un plano, un diseño de corredor, se alojaban treinta y cuatro estudiantes en dieci­
siete cuartos dobles. Cada estudiante compartía un baño común y una sala de
reposo con los otros treinta y tres estudiantes. En el plano de diseño alternativo,
un diseño de departamento, se alojaban de cuatro a seis estudiantes en suites de
dos o tres recámaras, cada una con su propia sala de descanso y baño. Aunque
la cantidad de espacio por persona fue comparable en ambos diseños y todos los
258 A glom eración

estudiantes tenían recámaras dobles, los estudiantes que vivían en suites experi­
mentaron un nivel mucho menor de densidad social, ya que cada estudiante com­
partía servicios comunes sólo con tres o cinco estudiantes.
Valins y Baum descubrieron que los diseños de corredor y de departamento
tuvieron efectos muy diferentes en los estudiantes. Los que residían en el diseño
de corredor percibieron más aglomeración y mostraron mayor sensibilidad a las
presiones de ésta que los estudiantes que habitaban en los departamentos, ade­
más de que se comportaron menos sociables y menos inclinados a formar gru­
pos. Resultó esencial para la interpretación de sus hallazgos el conocimiento de
que el dormitorio con diseño de corredor era un ambiente sobrecargado, en que
los estudiantes no podían ejercer un efectivo control de conducta sobre la cantidad
de contacto social que tenían con los otros residentes. El dormitorio con diseño de
corredor propiciaba que los estudiantes se encontraran unos con otros en los pa­
sillos, sin importar si deseaban o no la interacción; cuando un estudiante iba al
baño o al salón de estudio podía encontrarse con otro residente con quien aún
no había entablado amistad. El diseño de corredor tuvo como resultado una pér­
dida general de control personal sobre la interacción social en los pasillos.
En un experimento de campo de particular interés, Ellen Langer y Susan Sae-
gert (1977) demostraron que los efectos psicológicos adversos de la aglomeración
pueden reducirse con la estrategia de desarrollar un sentido de control cognosciti­
vo ante las situaciones de aglomeración. Basadas en las investigaciones disponi­
bles, relacionadas con el stress y la salud, afirman que se puede ayudar al individuo
a enfrentar el stress por aglomeración si se le proporciona información adecuada
sobre las reacciones fisiológicas y psicológicas que puede provocar. En un estu­
dio de campo realizado en supermercados de la ciudad de Nueva York, Langer
y Saegert reclutaron a ochenta compradoras y les pidieron seleccionar el produc­
to más económico de cada artículo de una lista arreglada previamente. Las com­
pradoras completaron la tarea asignada en condiciones de alta y baja densidad
social. Además, para aumentar el control cognoscitivo, las investigadoras advir­
tieron a la mitad de las participantes que la situación de aglomeración podría ha­
cer que se sintieran estimuladas o ansiosas.
Langer y Saegert encontraron que la aversión hacia la situación de alta den­
sidad se redujo con el aumento de control cognoscitivo. Las compradoras a las
que se aumentó el control cognoscitivo se sintieron más tranquilas y fueron ca­
paces de completar correctamente más tareas que quienes no habían recibido in­
formación preliminar. Langer y Sagert concluyen que el conocimiento previo
acerca de los efectos fisiológicos y psicológicos de la aglomeración permite al in­
dividuo desarrollar ajustes anticipados para enfrentar la situación de aglomeración.

Limitación La idea de que el control personal desempeña un papel central en


la experiencia de la aglomeración también está implícita en el modelo de la limi­
tación de conducta, dicha experiencia surge en el momento en que el individuo
es incapaz de manejar en forma efectiva la interferencia o los bloqueos sociales
y espaciales en la conducta dirigida hacia el logro de sus objetivos, cuando se
encuentra en situaciones de alta densidad (Schmidt y Keating, 1979). Las condi­
ciones objetivamente definidas de la alta densidad se traducen en la experiencia
psicológica de la aglomeración cuando la limitación de conducta asociada con
la alta densidad reduce el sentido de control personal del individuo (incluso los
Perspectivos teóricas 259

sentimientos tácitos de control personal que ocurren por debajo del nivel cons­
ciente).
Judith Rodin y sus colaboradores (Rodin, Solomon y Metcalf, 1978) propor­
cionan pruebas empíricas de que la aglomeración percibida tanto en situaciones
de laboratorio como de campo se relaciona con el nivel de control que percibe
el individuo. En un experimento de campo, Rodin y sus colaboradores investiga­
ron cómo influía el control de conducta en la experiencia de varios estudiantes en
una situación de aglomeración en un elevador de la biblioteca de la Universidad
de Yale. Cuatro adjuntos del experimento colocaban sistemáticamente a los suje­
tos en una situación de alto control (un lugar cerca del tablero de control del ele­
vador) o de bajo control (un lugar lejos del tablero de control). Después de que
los sujetos llenaron un cuestionario posterior al experimento, los investigadores
encontraron que, aunque el elevador se encontraba en realidad con una densi­
dad igual en las dos condiciones experimentales, los sujetos de la situación de
alto control reportaron sentirse significativamente menos aglomerados que los
que se encontraban en la situación de bajo control.
En el contexto de laboratorio, Rodin y sus colaboradores examinaron cómo
afectó el control de conducta la experiencia de aglomeración que tuvieron varios
estudiantes universitarios en un debate de grupo simulado. Se varió el control
de manera que se permitía a algunos estudiantes comenzar y suspender el deba­
te (alto control), mientras que otros no tenían esa posibilidad (bajo control). De
nuevo, los investigadores observaron que los sujetos que habían estado en la con­
dición de alto control sintieron la situación menos aglomerada que los sujetos
que se encontraban en la condición de bajo control.

Impotencia En el capítulo 6 se dice que la incapacidad para lograr un sentido


de control personal sobre los productores de stress ambiental puede tener como
resultado la experiencia psicológica de la impotencia aprendida (véase Seligman,
1975). La impotencia aprendida implica una motivación reducida para persistir
en la realización de una tarea, la resistencia al reaprendizaje cognoscitivo de que
las acciones personales pueden solucionar con buen éxito los problemas ambien­
tales y la depresión. Los psicólogos ambientales han ampliado el modelo de la
impotencia aprendida del stress ambiental para explicar algunas consecuencias
psicológicas de la pérdida de control personal en situaciones de alta densidad.
Andrew Baum y Stuart Valins (1977) encontraron que estudiantes que no
podían ejercer un control de conducta sobre la naturaleza, frecuencia y duración
de los contactos sociales en sus dormitorios, en contraste con los residentes de
dormitorios en donde los contactos sociales podían controlarse más fácilmente,
mostraron síntomas de impotencia aprendida. Los residentes con bajo control
se vieron menos inclinados a ejercer su derecho de elección sobre las condiciones
experimentales en que participarían que los residentes con alto control, y mos­
traron mayor tendencia a responder con aislamiento en un juego social de labo­
ratorio.
Un estudio de seguimiento (Baum, Aiello y Calesnick, 1978) demostró que
las respuestas de impotencia aprendida de estudiantes que se encontraban en
una situación de bajo control eran más pronunciadas a medida que aumentaba
el tiempo de residencia en el dormitorio. Aunque los residentes con bajo control
intentaron al principio establecer cierto grado de control personal sobre su am-
260 A glom eración

biente social, al final de la tercera semana reconocieron que eran incapaces de


controlar sus experiencias sociales en el dormitorio. Después de siete semanas
sus expectativas de control eran bastante bajas y su conducta fue de aislamiento
e impotencia.
Los hallazgos de judith Robin (1976) fueron similares cuando hizo un estu­
dio con niños negros de 6 a 9 años de edad que vivían en un proyecto de vivienda
para familias de bajos ingresos. Ella pensaba que cualquier aumento en la densi­
dad social interna podría tener relación con un reducido control personal sobre
cosas tales como lograr el silencio deseado o elegir a qué hora irse a dormir. Su­
ponía además que la residencia permanente en un ambiente de bajo control po­
dría generar síntomas de impotencia aprendida. Rodin descubrió en un juego
experimental que los niños con bajo control ejercieron el control de conducta (por
medio de la "elección" de una clave asociada con premios consistentes en dul­
ces o canicas de una lista previamente arreglada) con menos frecuencia que los
niños de ambientes con alto control. Además, los niños con bajo control se vie­
ron más inclinados a usar la clave para ganarse un dulce elegido por el experi­
mentador que uno escogido por ellos.
Rodin realizó un estudio de seguimiento con una muestra de estudiantes de
primer año de secundaria, algunos vivían en ambientes residenciales de alta den­
sidad mientras que otros vivían en ambientes de baja densidad. Primero pidió
a los sujetos resolver un problema que podía tener solución (la condición de con­
trol) o no tenerla (una condición que producía impotencia aprendida). Luego
pidió a ambos grupos que resolvieran un segundo problema que tenía solución.
Las soluciones correctas en el segundo problema fueron similares en los sujetos
de ambientes de alta y baja densidad cuando el primer problema había tenido
solución. Sin embargo, cuando el primer problema no tuvo solución, los sujetos
de ambientes de alta densidad se desempeñaron más deficientemente en el se­
gundo problema que los sujetos de ambientes de baja densidad (figura 7-7). Ro­
din concluye que los sujetos de ambientes de alta densidad habían llegado a su
laboratorio con antecedentes de experiencias que ya incluían un continuo con­
dicionamiento de impotencia. En efecto, los sujetos de ambientes de alta densi­
dad comenzaron la tarea con una expectativa bien aprendida de que su capacidad
para controlar los eventos sería baja y su rendimiento deficiente.

Figura 7-7 Número de aciertos lo­


grados en un problema con solu­
ción por niños procedentes de
ambientes habitacionales de baja
y de alta densidad, a quienes pri­
mero se les había aplicado un pro­
blema con o sin solución.
Alta densidad
De Rodin. "Densily. Pcnenvd Chotee and
Response to Controllahle and Uneontn’llahle
O u lcom n "t Journal of Experimental Social
Psychology, 1976, 12:564-78. Reimpreso con
permiso.
0
Soluble lnsoiuble
Solubilidad del primer problema
Aplicaciones en la planeación 261

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

¿Cómo se podrían aplicar los hallazgos relacionados con los efectos psicológicos
de alta densidad en la planeación y diseño del ambiente? Primero, en los lugares
en donde se ha observado que la alta densidad produce efectos psicológicos ne­
gativos, los encargados de la planeación ambiental podrían diseñar ambientes
que prevengan la alta densidad social y espacial. Por ejemplo, los diseñadores
de viviendas, edificios de departamentos y dormitorios, podrían evitar la crea­
ción de ambientes sociales "sobrecargados" que impidan a los residentes mane­
jar en forma efectiva sus contactos personales. En aquellos lugares en que no se
puede evitar la alta densidad o donde ésta es un objetivo de planeación, las es­
trategias de diseño y las decisiones de los programas podrían dirigirse a aumentar
el sentido de control personal y a eludir fuentes potenciales de stress por aglo­
meración.

Diseño de ambientes residenciales sin aglomeración

Residencias estudiantiles Las evidencias derivadas de una serie de estudios di­


rigidos por Baum y Valins y sus colaboradores (Baum, Aiello y Calesnick, 1978;
Baum, Harpin y Valins 1975; Baum y Valins, 1977; Valins y Baum, 1973) señalan
que la alta densidad social de los dormitorios universitarios produce efectos so­
ciales y psicológicos negativos en el funcionamiento de los residentes cuando no
tienen posibilidad de controlar el contacto personal con otros residentes. Las in­
vestigaciones adicionales que comparan las viviendas universitarias caracteriza­
das por una alta densidad social con las de baja densidad también han aportado
evidencias acerca de las consecuencias sociopsicológicas de la alta densidad so­
cial de las residencias estudiantiles que tienen largos corredores con habitaciones
en ambos lados y servicios comunes compartidos por un gran número de resi­
dentes (Holahan y VVilcox, 1978; Wilcox y Holahan, 1976). Estos hallazgos se con­
traponen a la tendencia prevaleciente de alojar a los estudiantes en edificios de
muchos pisos, con alta densidad social, que se caracterizan por espacios compar­
tidos por un gran número de residentes, en donde los contactos sociales resultan
casi inmanejables. Una alternativa podría consistir en diseñar ambientes con
una densidad social más baja y un mayor control personal sobre los contactos
sociales.
Por supuesto, muchas universidades tienen ya ambientes amplios, social­
mente densos, construidos de acuerdo con el plan tradicional. ¿Cómo mejorar el
funcionamiento de los servicios existentes? Un estudio de campo recientemente
realizado por Andrew Baum y Glenn Davis (1980) ofrece alentadoras recomen­
daciones de planeación. Baum y Davis se interesaron por investigar cómo podría
mejorarse un dormitorio para mujeres con diseño de corredor largo, socialmente
denso, en un pequeño colegio de artes, por medio de modificaciones de diseño
relativamente simples. Al principio, el dormitorio consistía en habitaciones dis­
puestas a ambos lados de un largo corredor, compartidas por más de cuarenta
residentes (figura 7-8a). La modificación de diseño, realizada en un piso del dor­
mitorio, contempló la transformación de tres recámaras centrales en una es­
tancia, lo que dio lugar a la formación de dos grupos sociales de unos veinte
estudiantes cada uno (figura 7-8c).
262 A glom eración

Figura 7-8 Estos planos


contrastantes de residen­
cias universitarias mues­
tran un tipo tradicional de
corredor largo (arriba), uno
de corredor corto (en m edio)
y uno de corredor largo
modificado (abajo).

De A. Baum y G. E. Dauis. “ Redu­


cir g the Stress of High Density Uving:
An Architectural ¡nteruention“ , Jour­
nal of Personalily and social
Psychology, 1980, 58:471-81. ©
American Psychological Association,
í 980. Reimpreso con permiso del autor
y del editor.

BR = R ecám ara
B - B año
L = E stancia

Para evaluar los efectos de esta modificación de diseño, Baum y Davis esti­
maron sistemáticamente la conducta y las experiencias de los residentes durante
un período de tres meses en el piso modificado, en otro corredor largo, del mis­
mo dormitorio, en el que no se hicieron cambios, y en un corredor corto de otro
dormitorio similar (figura 7-8b). Los investigadores observaron que la modifica­
ción en el diseño de corredor largo mejoró significativamente el funcionamiento
sociopsicológico de los residentes del piso remodelado. El diseño del corredor
modificado se caracterizó por patrones de interacción social positiva que resulta­
ron más parecidos a los del corredor corto que a los del corredor largo sin cam­
bios. En forma similar, los estudiantes del piso remodelado y del corredor corto
mostraron más capacidad para regular sus contactos sociales con los demás resi-
Aplicaciones en la planeación 263

dentes y experimentaron menos stress por aglomeración que los residentes del
corredor largo sin modificaciones.
Además de perseguir que las características físicas del diseño aumenten el
sentido de control de los residentes, el proceso de toma de decisiones acerca del
diseño residencial podría dirigirse de manera que se intensifique la actividad, par­
ticipación e influencia personal de los habitantes. Drury Sherrod y Sheldon Cohén
(1979) alientan a los planificadores residenciales que favorezcan la participación
directa de los usuarios del ambiente en el proceso de planeación. Después de
que un edificio es ocupado, los planificadores deben consultar a los residentes
para evaluar si el ambiente residencial satisface en realidad sus necesidades. Ha­
cen notar que la participación en el proceso del diseño puede aumentar el senti­
do de control personal de los residentes y que este aumento contribuye a reducir
las posibles consecuencias negativas de la aglomeración residencial (véase recua­
dro: “ Residencias universitarias de baja densidad construidas por estudiantes” ).

Viviendas urbanas Jonathan Freedman (1979a) advierte que los efectos negati­
vos potenciales de la vivienda en edificios altos también podrían aligerarse si se
reemplazan los largos corredores convencionales por corredores cortos. Estos evi­
tarían el sentido de falta de control sobre los contactos sociales anónimos, típicos
de los edificios con corredores largos y, en cambio, favorecerían el sentido de
vecindad y comunidad entre las cinco o seis familias que compartieran un corre­
dor. El diseño de corredor corto no requeriría que se eliminaran pisos del edificio
o que se quitaran departamentos en cada piso; sólo se necesitarían unos cuantos
elevadores más. Freedman está convencido de que el costo de los elevadores adi­
cionales se compensaría con la alta calidad de la vida social que se lograría en
el edificio, así como una mayor seguridad.
Amos Rapoport (1975) señala algunas características físicas de situaciones per­
tenecientes tanto a la densidad interna como externa, que influyen en la probabi­
lidad de que se perciban como aglomeración. Sus proposiciones están basadas
en la opinión de que ciertos tipos de información son interpretados como señales
de que un ambiente está densamente poblado. Las advertencias de Rapoport son
especialmente aplicables al diseño de la vivienda urbana. Por ejemplo, hace no­
tar que los edificios elevados generalmente aparentan una densidad más alta que
los edificios bajos aun cuando otra información indique que los dos tipos de si­
tuación tiene igual densidad. Rapoport también señala que los espacios adyacen­
tes no residenciales, como parques, cafés y tiendas, hacen que un área residencial
parezca menos densa. La densidad también parecerá menor en las áreas habita-
cionales que cuentan con “ defensas” para controlar la interacción social, como
cercas empalizadas y zaguanes. Por último, los ambientes con áreas verdes tam­
bién aparentan ser menos densos.

Técnicas de diseño para ambientes densos

Aunque los planificadores pueden reducir los niveles de densidad a los que la
gente está expuesta, es obvio que la distribución de la población y de los recursos
hace de la alta densidad una característica constante de la vida contemporánea
de algunas áreas. ¿Cómo podría aplicarse el conocimiento que tiene la psicolo­
gía ambiental acerca de la aglomeración para lograr un óptimo diseño físico de
264 Aglomeración

R esid encias universitarias de baja densidad


construidas por estu d ian tes

Judith Corbett (1973) describe un notable programa de viviendas estudiantiles efec­


tuado en la Universidad Davis de California, que logró al mismo tiempo un diseño
de baja densidad y una importante participación de los residentes en el proceso del
diseño. El program a experimental consistía en la construcción de catorce domos de
hule espuma cubiertos con una capa de fibra de vidrio a prueba de fuego. Cada domo
alberga a dos estudiantes y les proporciona un amplio espacio, con una planta baja
y un desván en el segundo piso. La mayoría de los residentes utilizaron el desván
como recámara y la planta baja para otras funciones cotidianas. Lo más importante,
en lo que se refiere al aumento del sentido de control personal en este novedoso
ambiente, es que los estudiantes desempeñaron un rol principal en el diseño y cons­
trucción de los dom os. Cada par de residentes eligió su propio domo, seleccionó
el color exterior y, con asesoría del contratista, diseñaron y construyeron los mue­
bles interiores. La universidad pagó a los estudiantes la cantidad de 2.46 dólares
por hora de trabajo.
Después de seis meses de haber sido ocupados los domos, Corbett administró
un cuestionario de autorreporte a los residentes y a una muestra de residentes de
dormitorios convencionales en y cerca del área de Davis. Descubrió que los nue­
vos domos eran considerados más satisfactorios que los dormitorios convencionales
en varios aspectos importantes. Los residentes de los domos reportaron que éstos
eran más tranquilos y privados que los dormitorios convencionales, y otros com en­
taron que la altura extra del techo de los domos daba la impresión de ser más espa­
ciosos. Asimismo, los residentes de los domos estaban más dispuestos a conocer
a todos los dem ás estudiantes de su ambiente que los residentes de los dormitorios.
Por último, los estudiantes que vivían en domos mostraban m ás espíritu de grupo
y un mayor sentimiento de comunidad que los residentes de viviendas conven-
y cionales.

los ambientes que son utilizados por un gran número de personas? Una solución
es diseñar características arquitectónicas de pequeña escala dentro de ambientes
densos para reducir el nivel de aglomeración percibida en esas áreas.
Alien Schiffenbauer y sus colaboradores (Schiffenbauer, 1979; Schiffenbauer,
Brown, Perry, Shulack y Zanzoia, 1977) intentaron determinar los factores de di­
seño, aparte del tamaño de la habitación, que modifican la experiencia de sentir
aglomeración en una residencia estudiantil. Encontraron que los cuartos de dor­
mitorio que recibían mucha luz del sol se consideraban menos aglomerados. Este
hallazgo es similar a ¡a observación de Baum y Davis (1976) acerca de que las ha­
bitaciones con colores claros se sienten menos densas que las pintadas con colo­
res obscuros. Schiffenbauer y sus colaboradores también encontraron que los
cuartos de dormitorio con más espacio libre en el piso y los ubicados en pisos
más altos se perciben de mayor tamaño que los que tienen menos espacio libre
en el piso o que están en pisos bajos. Por último, recomiendan el uso de elemen­
tos de diseño que permitan diferenciar la parte del corredor que corresponde a
cada uno de los residentes y ia que corresponde al pasillo de circulación. Los estu­
diantes se quejaron de que sus compañeros residentes casi siempre invadían sus
cuartos cerrados sin titubear. Las características de diseño que distinguen el área
Aplicaciones en la plan ead or 265

Los estudiantes que residen en estos novedosos dom os desem peñaron un rol prin­
cipal en su diseño y construcción.

F otografía cortesía d e ¡u dith Corbett

correspondiente a la entrada de cada habitación {como un cambio en el color o


la textura de! área localizada inmediatamente frente a cada cuarto, o incluso el
uso de alfombrillas) sirven como "advertencia" o señal para que los posibles in­
trusos sepan que la habitación es un área privada.
J. A. Desor (1972) utilizó un modelo ambiental a escala en una situación de
laboratorio para investigar los efectos de varias características de diseño en la aglo­
meración percibida. Se observó que la división de un espacio cerrado redujo el
nivel de aglomeración percibida en el modelo, y que los efectos fueron igualmen­
te positivos tanto si la división consistía en una barrera alta, una pared de vidrio
o una pared sólida. La aglomeración también se vio reducida cuando se disminuyó
el número de puertas de una habitación y cuando las dimensiones lineales de
un cuarto fueron irregulares (es decir, un rectángulo más que un cuadrado). De­
sor interpreta los efectos benéficos de estas características de diseño desde el punto
de vista del modelo de sobrecarga, v explica que estas alteraciones en el diseño
hicieron posible la reducción de los niveles de estimulación social percibida en
las situaciones de aglomeración.
Alian Wicker (1979) realizó un experimento de campo en una aglomerada pa­
rada de autobús, en el Parque Nacional de Yosemite (figura 7-9), diseñado para
266 A glom eración

Figura 7-9 Visitantes


que intentan abordar un
autobús muy aglomera­
do en el Parque Nacio­
nal de Yosemite.

De A. W. Wicker. An Introduc-
tion to Ecological Psychology,
p. 179. © Wadsworth, lnc.,
1979. Reimpreso con permiso del
editor, Brooks/Cole Publishing
Company, Manierey. California.

hacer más seguro, eficiente y ordenado el abordaje al autobús. Ei experimento


incluyó la construcción de un dispositivo consistente en una serie de postes en­
cadenados que servirían para canalizar a los pasajeros, formados en fila hacia el
autobús. Mediante observaciones de conducta efectuadas en dicha parada y una
encuesta entre los conductores, Wicker determinó que el dispositivo experimen­
tal para formar la hilera logró evitar que los pasajeros se empujaran y corrieran ha­
cia el autobús, al mismo tiempo que aumentó la eficiencia y el orden de los
pasajeros al abordar el autobús.
Susan Saegert y sus colaboradores (Saegert, Mackintosh y West, 1975) opi­
nan que es esencial dar una clara orientación a las características de diseño en
los ambientes de alta densidad. El número de elementos de elección en los am­
bientes de alta densidad debe ser bajo, y las sendas deben estar bien definidas.
El número de señales y mensajes no debe ser excesivamente alto en los am­
bientes que ya están sobrecargados. Daniel Stokols (1976) agrega que los efec­
tos negativos potenciales de la aglomeración pueden reducirse por medio de
características arquitectónicas, como paredes y techos movibles, que ofrezcan
una óptima flexibilidad para que el individuo enfrente los cambios de den­
sidad.
R esum en 267

Programación de los ambientes de alta densidad

Cuando los urbanistas se enfrentan con situaciones de alta densidad con posibi­
lidades limitadas para modificar el diseño, la alternativa para reducir los efectos
adversos de la aglomeración consiste en programar el uso del ambiente (Saegert,
Mackintosh y West, 1975). Las actividades que requieren concentración, como
la lectura, el estudio o la interacción social, y que se verían perturbadas por una
estimulación inconveniente, no deben planearse para ambientes espacialmente
densos. Es muy importante considerar las dificultades que causa la interferencia
social, reportadas por los maestros que trabajan en salones de clase con diseño
de plano abierto.
Otra estrategia de programación para las situaciones de alta densidad es in­
crementar la cohesión social o de grupo. Cuando Andrew Baum y sus colabora­
dores (Baum, Harpin y Valins, 1975) analizaron la relación entre aglomeración
percibida y cohesión de grupo en un dormitorio caracterizado por una alta densi­
dad social, descubrieron que la cohesión de grupo desempeñó un rol importante
en la moderación de las consecuencias psicológicas de la alta densidad. De los
estudiantes que percibían cohesión social en su dormitorio, sólo el 19 por ciento
informó sentir aglomeración. Por el contrario, de los residentes que considera­
ban que había poca cohesión de grupo en su piso, el 76 por ciento reportó que
había aglomeración. Baum y sus colaboradores concluyen que los esfuerzos por
fomentar el desarrollo de grupos sociales cohesivos en las situaciones con alta
densidad contribuyen para que esos lugares parezcan menos aglomerados.
Wicker (1979) propone que, en las escuelas grandes, los encargados de la pla-
neación educativa intenten desarrollar programas de actividades adicionales que
proporcionen a los estudiantes el tipo de experiencias que fom enten el sentido
de compromiso y responsabilidad, características de las escuelas pequeñas. Di­
chas actividades deben planearse en unidades pequeñas para lograr los beneficios
psicológicos deseados. Wicker recomienda que las escuelas grandes desarrollen
programas innovadores que respondan a los intereses de los estudiantes más
que a los planes académicos tradicionales. Por ejemplo, poner a disposición
de los estudiantes los medios necesarios para publicar un periódico “ indepen­
d iente", trabajar en sus propios automóviles o exhibir artesanías realizadas por
ellos.

RESUMEN

Un primer paso esencial en el estudio de la aglomeración es desarrollar definicio­


nes claras y precisas de los fenómenos que la componen. Los investigadores
señalan, por ejemplo, que se debe distinguir entre aglomeración y densidad. Pro­
ponen que la densidad se limite estrictamente a los aspectos físicos o espaciales
de una situación; es decir, la proporción entre el número de personas y el espa­
cio disponible. La aglomeración debe referirse sólo a los factores psicológicos o sub­
jetivos de una situación; es decir, las percepciones del individuo en cuanto a las
limitaciones del espacio.
¡
268 Aglomeración

Los investigadores han estudiado la densidad social, definida como el número


de personas en un área determinada, variando el tamaño de un grupo social en
nn ámbito espacial de tamaño constante. Otros investigadores han estudiado la
densidad espacial, definida como el espacio disponible en una situación particular,
variando el tamaño del espacio en el cual el tamaño de un grupo social permane­
ce constante. La densidad interior se ha definido como el número de personas por
área espacial dentro de una vivienda; por ejemplo, el número de personas por
habitación o el número de personas por vivienda. La densidad exterior se refiere
al número de personas (o viviendas) dentro de un área geográfica más amplia;
por ejemplo, e! número de personas (o viviendas) por kilómetro cuadrado.
Muchos psicólogos ambientales opinan que la relación entre la alta densidad
y sus conductas resultantes, como son las formas negativas de actividad social,
está mediada por una reacción de stress psicológico. La aglomeración se considera
como una forma de stress psicológico, en la cual la necesidad de espacio percibi­
da por un individuo es superior al espacio disponible. Aunque la alta densidad
puede operar como un productor de stress ambiental, no siempre resultará en stress
psicológico. Que la densidad cause o no stress psicológico depende de las nece­
sidades sociales y espaciales de un individuo en una situación particular v de las
características de la misma.
La aglomeración representa tanto una situación productora de stress (los facto­
res ambientales que hacen que el individuo sienta la aglomeración) como un sín­
drome de stress (la experiencia psicológica de estar aglomerado). Un aspecto
importante del proceso psicológico de la aglomeración se refiere a los esfuerzos
del individuo por enfrentar este fenómeno. En este sentido, la aglomeración puede
considerarse como un estado de motivación que tiene por objeto aliviar las res­
tricciones espaciales del ambiente aglomerado percibidas por el individuo.
La primera estrategia de investigación utilizada para estudiar las consecuen­
cias de la aglomeración en los seres humanos, incluyó un análisis de la correla­
ción entre densidad y patología social, como la señalada por datos estadísticos
y registros de archivo. Una limitación de los estudios correlaciónales fue que la
covanación de otros factores, como el nivel socioeconómico, hicieron imposible
determinar si la densidad fue causa de las patologías sociales. En investigaciones
posteriores se ha intentado controlar estadísticamente los efectos de las influen­
cias externas en estudios correlaciónales de la relación entre aglomeración y pa­
tología social.
Una estrategia de investigación en el estudio de la aglomeración consiste en
la experimentación en situaciones de laboratorio. El objetivo de los estudios de la­
boratorio ha sido establecer una clara relación causal entre aglomeración y con­
ducta, mediante un control sistemático de las posibles influencias de factores
externos. La estrategia más común ha incluido la investigación en situaciones de
campo a pequeña escala, como dormitorios universitarios, tiendas de departa­
mentos y hospitales. Estos estudios han logrado incorporar aspectos tanto de la
riqueza naturalista de los estudios correlaciónales como de la evaluación y el aná­
lisis precisos de los estudios de laboratorio.
Los hallazgos obtenidos de un gran número de estudios realizados con ani­
males señalan que la alta densidad social puede conducir a anormalidades fisio­
lógicas, sociales y de conducta. Sin embargo, en algunos de estos estudios, el
tamaño del grupo ha sido más importante que la cantidad de espacio disponible
R esu m e n 269

para él y, en muchos estudios en los que la densidad ha sido un factor importante,


los efectos de ésta han interactuado con otras variables, tales com o el tipo de es­
pecie, el sexo de los animales, la situación y la estructura social del grupo.
Los estudios de investigación sobre la densidad con humanos revelan un cua­
dro complejo. Los estudios correlaciónales y de campo indican qu e la aglomera­
ción explica sólo parcialmente el malestar físico en algunos am bientes, pero que
la relación entre aglomeración y salud está influida por una amplia gama de fac­
tores ambientales y personales. Un factor especialmente im portante es la forma
en que los humanos han aprendido a enfrentar la aglomeración tanto individual­
mente como por medio de la organización social. Aunque algunos de los prime­
ros estudios correlaciónales mostraron relación entre aglomeración y patología
social, la mayoría de los investigadores opinan ahora que esta relación es una
función de la covariación de otros factores, como el nivel socioeconómico.
Las investigaciones de laboratorio han demostrado que existe una relación
entre aglomeración y agresión, aunque los investigadores opinan que la rela­
ción aglomeración-agresión ocurre sólo en condiciones especiales. Además, algu­
nos estudios de laboratorio y de campo indican que la relación entre aglomeración
y agresión es característica en los hombres pero no en las m ujeres. Un hallazgo
convergente en los estudios de laboratorio y de campo se refiere a la asociación
entre aglomeración y aislamiento social. Los estudios de campo realizados tanto
en ambientes urbanos como en universidades señalan que, en algunas circuns­
tancias, la aglomeración puede tener como resultado una reducción en la con­
ducta de solidaridad. Los estudios de laboratorio y de campo tam bién advierten
que la aglomeración puede conducir a una reducción en la atracción interpersonal.
Los primeros estudios de laboratorio, que incluían tareas relativamente sim­
ples, no mostraron efectos negativos de la aglomeración en el rendim iento del
individuo al desempeñar las tareas. Sin embargo, los estudios subsecuentes, que
utilizaron tareas complejas tanto en situaciones de laboratorio com o de campo,
han demostrado que en ciertas circunstancias la aglomeración provoca reducciones
en el rendimiento. Estudios realizados en situaciones de laboratorio y de campo
indican que la aglomeración influye negativamente en el estado de ánimo, aun­
que algunos estudios apuntan que esta relación es más fuerte en hombres que
en mujeres.
Varios psicólogos ambientales han desarrollado modelos sobre la aglomera­
ción basados en el concepto de la sobrecarga de información. Según este modelo,
la aglomeración enfrenta al individuo con tantas entradas de información tan
rápidamente que se ve incapaz de procesarla. El punto central de este modelo
reside en la opinión de que los esfuerzos de! individuo por adaptarse a la sobre­
carga de información causar las conductas sociales negativas asociadas con la aglo­
meración.
Una teoría alternativa sobre la aglomeración, basada en la limitación de con­
ducta, propone que las consecuencias psicológicas negativas de la aglomeración
son causadas por las limitaciones que imponen la alta densidad social y la espa­
cial en la libertad de conducta del individuo. Según este modelo, la alta densidad
es una condición necesaria pero no suficiente, de la aglomeración, para producir
stress. Cuando la alta densidad interfiere con la conducta dirigida hacia un obje­
tivo, el individuo experimentará stress por aglomeración. Cuando la libertad de
elección de una persona se ve restringida por la alta densidad social o espacial,
270 A glom eración

ésta intentará enfrentar la situación por medio de incrementar sus opciones de


conducta.
Otro planteamiento teórico sobre la aglomeración es el que ha producido los
modelos ecológicos que enfocan las interrelaciones de adaptación que ocurren entre
el individuo y sus ambientes cuando intenta obtener recursos materiales y socia­
les. Un modelo ecológico es la teoría de la dotación de personal, que contempla
la aglomeración como un exceso de personas en una situación. La sobredotación
de sujetos se ha definido como la condición en que el número de participantes
en una situación sobrepasa la capacidad de dicha situación para alojarlos mien­
tras se realizan sus programas.
Los psicólogos han observado que las consecuencias psicológicas negativas
de la alta densidad se aligeran cuando el individuo percibe cierto grado de con­
trol sobre ella. El concepto del control personal está implícito en el modelo de
la sobrecarga de información; la experiencia de la aglomeración está relacionada
con la incapacidad del individuo para controlar el nivel de información social y
espacial cuando enfrenta situaciones de alta densidad. La idea del control perso­
nal también se encuentra implícita en el modelo de la limitación de conducta;
la experiencia de la aglomeración se da cuando uno no puede manejar en forma
efectiva la interferencia o los bloqueos que afectan la conducta dirigida hacia un
objetivo en situaciones de alta densidad. Varios psicólogos ambientales han utili­
zado el modelo de la impotencia aprendida del stress ambiental para explicar las
consecuencias psicológicas de la pérdida de control personal en situaciones de
alta densidad.
Los hallazgos obtenidos en estudios psicológicos sobre la aglomeración se han
aplicado en la planeación de residencias universitarias y urbanas, en el diseño
de características arquitectónicas de pequeña escala para ambientes densos, y en
la programación del uso del ambiente de alta densidad.
Privaría y
territorialidad

PRIVACÍA

n la actualidad, lograr privada es cada vez más difícil; existen muchos factores
E que la impiden, en formas sutiles pero severas. Los adelantos electrónicos
en accesorios de computación para "vigilar” , desde aparatos para interceptar lla­
madas telefónicas hasta micrófonos ocultos, han convertido la vida privada de
las personas en un asunto de fácil acceso. Los complejos bancos de datos, de los
cuales se puede transferir información a una distancia de miles de kilómetros en
unos cuantos segundos mediante la moderna tecnología, permiten investigar las
actividades privadas de los individuos.
Aunque generalmente no se reflexiona acerca de la privada personal, ésta
constituye una parte esencial de la vida. Por ejemplo, cuando alguien necesita pre­
parar un examen importante, le resulta muy difícil encontrar un lugar donde estu­
diar sin ser molestado. Cabe entonces considerar el placer que significa descubrir
un rincón privado donde se puede leer un buen libro, meditar o simplemente
fantasear, sin ser perturbado por las presiones de la vida diaria.
En este capítulo se descubrirá que la privada es algo más complejo de lo que
parece a primera vista. La privada algunas veces significa soledad, pero en oca­
siones exige un lugar en donde dos o más personas puedan conversar o compar-

271
272 Privacía y territorialidad

tir sentimientos íntimos, con la seguridad de que no serán perturbadas por


extraños. El deseo de privacía a veces lleva al individuo a buscar un tranquilo
rincón dentro de un ambiente diseñado, como cuando reserva una cabina de es­
tudio en una biblioteca o cambia el teléfono a otro cuarto. En otras ocasiones bus­
ca privacía en el exterior, en el ambiente natural (en una playa desierta o en un
tranquilo lago en las montañas). Aunque la privacía representa un objeto de es­
tudio relativamente nuevo para los psicólogos ambientales en este capítulo se verá
que este tema se ha convertido rápidamente en un área de investigación de gran
interés.
La privacía carece de una definición simple y universal. Los psicólogos am­
bientales que la han estudiado han encontrado que su significado varía según
el contexto. La "privacía” de la que se habla cotidianamente no es la misma que
la del abogado, el político o el psicólogo (Margulis, 1977).

La privacía y sus significados cotidianos

Algunos investigadores han intentado identificar y clasificar los significados po­


pulares que tiene la privacía en el lenguaje cotidiano. Para investigar los signifi­
cados de privacía entre alumnos de primer año de estudios universitarios y entre
sus padres, en un lugar cercano a San Francisco, Nancy Marshall (1970,1972) desa­
rrolló la Escala de Preferencia de Privacía, (PPS, por su nombre en inglés Privacy
Preference Scale) que consiste en una serie de proposiciones referentes a la privacía
en varias situaciones. Descubrió que los estudiantes y sus padres tenían seis dis­
tintas tendencias con respecto a la privacía, las cuales pueden agruparse en dos
principales encabezados (aislamiento y control de información) (figura 8-1). Como
se verá más adelante, el aislamiento y el control de información también pueden
emplearse para clasificar las principales formas en que la jurisprudencia y la psi­
cología contemplan la privacía. Tres de las tendencias identificadas por Marshall
ponen énfasis en el aislamiento: soledad, reclusión e intimidad. Marshall define la
' "soled ad " como el deseo de estar a solas. La "reclusión" se refiere al deseo de
vivir fuera de la vista y del ruido de los vecinos y del tránsito. La "intim idad"
implica aislarse de los demás con la familia o con una persona en especial.
Las tres tendencias restantes identificadas por Marshall refuerzan el concepto
de control de información: anonimato, reserva y retraimiento. El "anonim ato" im­
plica evitar que otros conozcan todo acerca de uno. La "reserva" es el deseo de
no descubrir mucho acerca de uno, especialmente ante personas a quienes no
se conoce bien. El "retraim iento" es la preferencia por no involucrarse con los
vecinos, de manera que las visitas inesperadas causan molestia.
En otra interesante encuesta, Maximine Wolfe y unos colaboradores (Wolfe
y Laufer, 1974; Laufer, Proshansky y Wolfe, 1976) investigaron qué significaba
la privacía para unos escolares cuyas edades fluctuaban entre los 4 años y la última
etapa de la adolescencia. Los investigadores estaban especialmente interesados
por saber cómo se desarrolla el significado de privacía durante la infancia y la
adolescencia. Descubrieron que a la edad de cinco años los niños ya cuentan con
cierto sentido del significado de privacía. Lo que resulta interesante es que los dos
amplios significados de privacía que se han expuesto (aislamiento y control de
información) están asociados con determinadas etapas del crecimiento. La idea
de aislamiento y soledad es común en las primeras definiciones de privacía y nunca
Privaría 273

Figura 8-1 Algunas veces


la necesidad de privaría
impulsa a las personas a
aislarse de los demás para
poder pensar y reflexio­
nar a solas.

© Sylvta ¡ohn son 1981/W oodfin


C am p & A ssoc.

se pierde. La noción de privacía como control de información se desarrolla un


poco después, y es la definición más frecuente a la edad de los 7 años (edad en
que la mayoría de los niños se dan cuenta por primera vez de que son capaces
de ejercer control). Mientras que para los niños muy pequeños la privaría es la
posesión de objetos personales, tales como juguetes, los niños mayores definen
la privaría según su capacidad para controlar el uso de sus posesiones por parte
de otros.
Ross Parke y Douglas Sawin (1979) realizaron encuestas para saber cómo se
desarrollan las conductas de privaría que manifiestan los niños en el hogar desde
la infancia hasta la adolescencia. Descubrieron que a medida que van creciendo,
los niños utilizan más las señales físicas de privaría, como cerrar la puerta de su
recámara o del baño cuando lo están ocupando. Encontraron que el uso de reglas
de privaría, como tocar en una puerta cerrada, también se hace más común a
medida que el niño crece. Las medidas de privaría, como restringir el acceso de
los padres y hermanos al baño mientras los niños lo están ocupando, también
aumentan con el desarrollo. El deseo de privaría en el uso del cuarto de baño au­
menta considerablemente cuando comienzan a aparecerías características sexua­
les secundarias.
Las conductas de privaría que los niños practican en el hogar están influidas
por variables ambientales, como por ejemplo, el número de recámaras y baños
274 Privada y territorialidad
>

z' N
Tabla 8-1. Porcentaje medio de niños que cerraron la puerta de recámaras y baños,
por edad y número de baños en la casa del niño.

Número de
re cá m a ra s N ú m e r o d e baños

Edad del ocupante 2-3 4-7 1 2 3 ó más


2-9 0.17 0.50 0.58 0.75 0.92
10-17 0.33 0.58 1.00 1.00 0.92

Fuente: R. D. Parke y D. B. Sflurin. " Children's Privacy in the H om e: D evelopm ental , Ecológica!, and C hildrearing
D e t e r m n u m t s Enviionment and Behavior, 11: 87-104, © Sage Publicntions, Beverly Hills, 1979, con perm iso
del editor.

V y

disponibles (tabla 8-1). La siguiente tabla muestra una relación positiva entre la
proporción de niños que reportaron mantener cerrada la puerta de su recámara
y el número de recámaras que había en la casa. Se encontró una relación similar
en el uso del baño, aunque sólo en el caso de los niños pequeños. La proporción
de niños de entre 2 y 9 años que reportaron cerrar la puerta del baño estuvo rela­
cionada positivamente con el número de baños de la casa. Sin embargo, en gene­
ral, los sujetos mayores (de 10 a 17 años) cerraron la puerta sin importar el número
de baños disponibles.

Perspectiva legal de la privacía

Aunque las definiciones legales de privada son complejas, es posible clasificar


algunos aspectos importantes de la perspectiva legal dentro de las dos grandes
categorías que han surgido de las definiciones cotidianas: el aislamiento y el con­
trol de información (Margulis, 1977). Por ejemplo, el derecho consuetudinario
protege a los individuos contra intromisiones injustificables en su reclusión y asun­
tos personales, así como contra el despojo del control personal sobre la divulgación
de información acerca de su vida privada (véase Kalven, 1966; Miller, 1972).
Alan Westin (1967) proporcionó un análisis de la privada desde una pers­
pectiva política, que subraya la relación entre privada y libertad individual. Al
exponer los diversos aspectos de la privada, Westin incluye tanto el aislamiento
como el control de información. El individuo tiene derecho a la soledad (estar solo
y a salvo de la observación ajena) y a un estado de reserva, que lo preserva de
ser forzado a revelar aspectos muy personales.
Carol Warren y Barbara Laslett (1977) distinguen entre privada y clandesti­
nidad, basadas en aspectos morales. Señalan que la privada es un consenso entre
los miembros de una sociedad y un derecho individual. La clandestinidad, por el
contrario, consiste en ocultar algo que la sociedad condena; no hay un derecho in­
dividual correspondiente para la clandestinidad. Por ejemplo, mientras que un
individuo tiene derecho a la privada en sus relaciones personales y familiares,
los individuos que conspiran para cometer un crimen no tienen derecho a la clan­
destinidad para formular sus ilícitos planes.
Privacía 275

Consideraciones de las ciencias de la conducta


sobre la privada

Irwin Altman (1975) señala que los conceptos de aislamiento y de control de in­
formación se pueden utilizar también para clasificar las definiciones de privacía
de las ciencias de la conducta. Esas definiciones ponen énfasis en el aislamiento
y consideran la privacía com o un modo de reclusión y de eludir la interacción
interpersonal. Altman menciona, por ejemplo, que Sidney Jourard (1966b) defi­
ne la privacía como el deseo de un individuo de evitar que otros se enteren de
sus actos, experiencias e intenciones personales. En forma similar, Alexander Ki-
ra (1966) y Leo Kuper (1953) consideran la privacía como una restricción en la
interacción visual y auditiva.
Dentro de la segunda gran categoría, el control sobre la información perso­
nal, la privacía se considera como la habilidad del individuo para abrir y cerrar
el acceso de sí mismo, de acuerdo con sus sentimientos personales, la relación
que media entre él y las otras personas y las características de la situación. Alt­
man señala que esta segunda categoría es más amplia que la del concepto de ais­
lamiento, ya que el control sobre el acceso de sí mismo puede ejercerse mediante
el aislamiento o el no aislamiento, según las intenciones del individuo.
Altman hace notar que, en su definición de privacía, William Ittelson y sus
colaboradores (Ittelson, Proshansky y Rivlin, 1976) ponen énfasis en la libertad
del individuo para controlar la información acerca de sí mismo que comunica
a otras personas. En forma similar, Westin (1976) define la privacía como el dere­
cho del individuo de controlar la información acerca de sí mismo que comunica
a otros. Contrariamente, George Simmel (1950) propone que la privacía incluye
la capacidad de controlar el acceso de los estímulos provenientes de otras per­
sonas.

Definición básica de privacía

Debido a que la privacía es tan com pleja y tiene muchos significados, se requiere
de una definición básica para orientar esta exposición. Irwin Altman proporcio­
na tal definición, que es lo bastante amplia como para contener la mayoría de
los significados de privacía que se han encontrado en el uso cotidiano, legal y
científico. Altman define la privacía como el " control selectivo del acceso a uno mis­
mo o al grupo al que uno pertenece" (Altman, 1974:24; 1975:18).
Cabe notar que la definición de privacía de Altman pone énfasis en el con­
cepto del control de información. Sin embargo, también comprende el aislamiento,
ya que una persona o un grupo pueden restringir el acceso a sí mismos mediante
el aislamiento. No obstante, la definición de Altman va más allá de la simple idea
del aislamiento ya que hace hincapié en el control selectivo. El yo puede hacerse
más o menos perceptible a las demás personas por la manera en que el individuo
o grupo regula sistemáticamente su acceso, de acuerdo con las circunstancias par­
ticulares.
También', la definición de Altman permite considerar la privacía en relación
con varias unidades sociales (individuos, grupos, o individuos y grupos en inte­
racción). Por último, esta definición permite contemplar la privacía en función
del control de salidas de información de sí mismo hacia los otros y del control de
276 Privacía y territorialidad

entradas de información de los otros. Al analizar las perspectivas teóricas sobre


la privacía se retomará la definición de Altman.

Privacía y territorialidad Julián Edney y Michael Buda (1976) señalan que los con­
ceptos de privacía y territorialidad muestran una clara semejanza. Realizaron dos
estudios con jóvenes universitarios (uno de ellos incluía una manipulación de
privacía y territorialidad en el laboratorio) para explorar las diferencias entre los dos
conceptos. Encontraron que los estudiantes hicieron una distinción entre privacía
y territorialidad. Por ejemplo, para algunas actividades los estudiantes deseaban
territorio sin privacía, como cuando descansaban o tomaban sus alimentos.
En su manipulación de privacía y territorialidad efectuada en el laboratorio,
Edney y Buda encontraron que la privacía y la territorialidad produjeron efectos
psicológicos diferentes en los estudiantes universitarios. La privacía resultó más
importante que la territorialidad para que percibieran un área como "estim ulan­
te" y "lib re ", y que más excitó su creatividad. Sin embargo, la territorialidad
influyó más significativamente que la privacía para que los sujetos atribuyeran
su conducta a "su propia personalidad" más que a la "influencia de otras
personas".
No obstante, la privacía y la territorialidad no son completamente indepen­
dientes ya que la territorialidad algunas veces se utiliza para aumentar el sentido
de privacía. Por ejemplo, cuando las personas desean preservar su privacía se
refugian en un territorio de su propiedad, como lo es una recámara o una oficina.
De hecho, como señalan Edney y Buda, otros investigadores han considerado
que la territorialidad está al servicio de la privacía (véase Altman, 1975; Pros-
hansky, Ittelson y Rivlin, 1976). Más adelante en este capítulo, se verá que Alt­
man (1975) contempla la territorialidad como un mecanismo que puede utilizarse
para lograr el nivel deseado de privacía. (En el capítulo 9 se advertirá que el espa­
cio personal constituye otro de estos mecanismos).
Sin embargo, se debe tener en cuenta que aunque la territorialidad se emplea al­
gunas veces para lograr la privacía, los dos conceptos no son idénticos. Si bien el
individuo usa con frecuencia el territorio para lograr la privacía, también puede ob­
tenerla sin establecer su propio territorio (por ejemplo, cuando escucha radio con
audífonos). Un territorio puede servir a otras funciones psicológicas aparte de la pri­
vada (tal como ejercer una posidón de dominio, de acuerdo con la ley del más fuerte).

Métodos de investigación para el estudio de la privacía

El principal método de investigación para el estudio de la privacía ha incluido


técnicas de encuestas de autorreporte y cuestionarios relacionados con las experien­
cias de privacía del individuo, en una variedad de situaciones reales. En su estu­
dio sobre los aspectos del desarrollo de la privacía, Maxine Wolfe y sus
colaboradores (Wolfe y Laufer, 1974; Laufer, Proshansky y Wolfe, 1976) realiza­
ron entrevistas personales con escolares de la ciudad de Nueva York y Milwau-
kee. Pidieron a los niños que dijeran todo lo que significaba para ellos la palabra
"privacía"; que describieran una situación en la que hubieran experimentado pri­
vacía; "describir qué es para ti cada una de las siguientes cosas: un lugar priva­
do, un pensamiento íntimo, un sentimiento íntimo, una cosa privada y una
conversación privada” . En forma similar, en su investigación acerca de los signi­
F u n cio n es p sico ló g ica s 277

ficados populares de privaría entre estudiantes universitarios y sus padres, Nancy


Marshall (1970, 1972) empleó una cédula de entrevista, com puesta por ochenta
y seis reactivos que evaluaban las preferencias de los respondientes por diversos
aspectos de la privaría, en una variedad de situaciones.
En los estudios sobre privaría han predominado los métodos de autorrepor-
te debido a que la experiencia de la privaría es afectada por las impresiones y
necesidades subjetivas del individuo. Los psicólogos ambientales han descubier­
to que la forma más efectiva de investigar la privaría en situaciones particulares
es preguntar a las personas acerca de sus propias experiencias. Debido a que la
experiencia de privaría está vinculada con el nivel de privaría que desea cada in­
dividuo, ésta variará necesariamente según las preferencias y necesidades indi­
viduales. Además, muchos de los efectos de la privaría se experimentan
predominantemente en el nivel cognoscitivo y se traducen en conductas mani­
festadas sólo en formas sutiles.
Muy pocos investigadores han empleado la observación naturalista e incluso
las mediciones no instrusivas (véase "M étodos para medir el rendim iento” , capítulo
5) para estudiar la privaría. Eric Sundstrom y sus colaboradores (Sundstrom, Burt
y Kamp,1980) utilizaron tanto la observación naturalista como las mediciones no
intrusivas, junto con índices de cuestionario, para investigar la privacía en varios
ambientes de trabajo, en Tennessee. Utilizaron la observación naturalista para
obtener un índice objetivo de privacía en una oficina, que consistió en observar
sistemáticamente los lugares en que los empleados realizaron sus tareas de tra­
bajo durante el día, el grado en que las actividades de los trabajadores estaban
expuestas a la vigilancia de sus supervisores, y la relación de los espacios de tra­
bajo con los pasillos de uso común. Los investigadores también evaluaron, con
métodos no intrusivos, las características arquitectónicas de la oficina que podrían
afectar la privacía del trabajador por someterlo al ruido, actividades distrayentes
o vigilancia externa (tabla 8-2).

FUNCIONES PSICOLÓGICAS DE LA PRIVACÍA


La privaría desempeña dos importantes funciones psicológicas. En primer lugar,
interviene en la regulación de la compleja interacción social que se realiza entre
la gente. Segundo, ayuda a establecer un sentido de identidad personal.

Interacción social

Regulación de la interacción Irwin Altman (1975) explica que una importante


función psicológica de la privacía es regular la interacción entre una persona o
un grupo y el mundo social. Maxine VVolfe y sus colaboradores (Wolfe y Laufer,
1974; Laufer, Proshansky y Wolfe, 1976; Laufer y Wolfe, 1977) señalan que la re­
gulación de las relaciones interpersonales es esencial en la experiencia cotidiana
de la privacía. Por ejemplo, los niños que estos investigadores entrevistaron se
refirieron a la privacía desde el punto de vista de un control del acceso espacial
y de evitar ser "m olestado” por otras personas. Cuando los niños hablaron acer­
ca de su experiencia de invasión en su privacía, describieron episodios en los que
no habían podido manejar los límites entre ellos mismos y otras personas. De
278 Privacía y territorialidad

r Tabla 8-2. Las variables de la columna izquierda y las características físicas de los
espacios de trabajo que aparecen a la derecha proporcionan mediciones no intrusi­
vas de la privada en un ambiente de oficina.

Variables Características de los espacios de trabajo y sus


definiciones
Lados cerrados" Número de lados del espado de trabajo cerra­
dos por una pared o un cancel (0,1, 2, 3 ó 4)
Distancia entre empleados vecinos' Extensión del piso (en m2)
Distanda" al espado de trabajo más cercano
Número de vecinos' Número de espacios de trabajo en el cuarto
Número de espacios de trabajo visibles du­
rante el trabajo
Número de espacios de trabajo en un tra­
yecto" de 7.5 m.
Número de espados de trabajo en un trayecto
de 15 m.
Número de espacios de trabajo con una en­
trada común.
Distancia de los pasillos6 Distancia" a la entrada común más cercana
Distancia al pasillo común más cercano
A la vista del supervisor Espacio dé trabajo visible desde el área de tra­
bajo del supervisor (sí o no)

Las distancias se midieron a partir de 15 cms. del centro de las sillas tal como éstas estaban colocadas
durante el trabajo. Las distancias entre los espacios de trabajo fueron medidas sólo cuando no estaban sepa­
radas por paredes o canceles.
b Variables compuestas
Fuente: £ . Sundstrom, R. E. Buri y D. Kamp, "Privücy at Work: A rchitectu ral C or relates o/ Job Sahsfaction and
Job Performance " , A c a d e m y o í M a n a g e m e n t Jo u rn a l, 1 9 8 0 , 2 3 : 1 0 1 - 1 7 . Reim preso con permiso,

hecho, las invasiones a su privacía fueron una parte real de la vida de estos ni­
ños, y ocurrieron a pesar de las puertas cerradas, candados y señales que supli­
caban "n o se acerque” . Los niños reportaron que dichas invasiones los hacía
sentirse "abrumados” , "ofendidos” , "co n miedo” y "m uy m olestos".

Manejo de la información Wolfe y sus colaboradores explican que otra función


de la privacía en el manejo de la interacción consiste en regular la divulgación de
la información personal. Por ejemplo, el individuo equilibra las complejas exi­
gencias de cada situación con el tipo de información personal que decide revelar
a otras personas (Cozby, 1973). En algunas situaciones, como la de una entrevis­
ta de trabajo, el individuo revela cierta información personal al mismo tiempo
que emplea una forma defensiva de respuesta. Los adelantos tecnológicos en com­
putación y el uso de números en los registros de seguridad social al realizar con­
tratos laborales, dificultan cada vez más que los individuos puedan controlar la
divulgación de información acerca de sí mismos (Rule, 1974).
Alan Westin (1976), al describir la función de la privacía en cuanto al manejo
de información, explica que la revelación selectiva de información personal satis-
Funciones psicológicas 279

face las necesidades del individuo de comunicarse con otros sujetos que le pare­
cen confiables. La no revelación sirve al individuo para conservar una adecuada
distancia psicológica con otras personas en las situaciones en qu e la comunica­
ción limitada es apropiada y necesaria.

Conservación del orden de grupo Otra función de la privacía es contribuir a la


conservación de un orden de grupo. Barry Schwartz (1968) señala que la posibili­
dad de tener privacía ayuda a convivir con una persona difícil. E n forma seme­
jante, Westin (1967) explica que los momentos de privacía perm iten al individuo
liberar las emociones derivadas de las tensiones de la vida diaria.
La privacía también contribuye a mantener las diferencias del status social esen­
ciales para lograr un efectivo funcionamiento de grupo. Por ejem plo, en las fuer­
zas armadas, los soldados viven en dormitorios, los suboficiales tienen sus
habitaciones propias en las barracas y los oficiales de alto rango tienen una resi­
dencia separada de las barracas. De la misma manera, en el mundo de los negocios,
mientras más alto llegue un individuo en el escalafón organizacional, más privacía
personal se le asegura y mayor protección contra intromisiones indeseables.
Schwartz señala que la privacía tiene un precio; la privacía p o r lo regular se
compra y se vende en hospitales, hoteles y servicios de transporte. Si alguien
quiere tener un cuarto de hospital privado, un cuarto de hotel más tranquilo y más
grande o un camarote privado en el barco o en el tren, tiene que pagar más. Vale-
rian Deriega y Alan Chaikin (1977) agregan que una característica de los grupos
desamparados de baja condición socioeconómica, como son los sujetos a quienes
se les proporciona asistencia pública, los presidiarios y los pacientes mentales,
es que su privacía se ve limitada o negada del todo. La vida de los usuarios de
los servicios de asistencia pública se ve constantemente escrutada; incluso la vida
sexual de las madres que acuden a estas instituciones es verificada por trabajadoras
sociales, con el fin de determinar si procede otorgarles la asistencia que solicitan.
Por último, la privacía es un lujo relacionado con el nivel socioeconómico, co­
múnmente inaccesible para los pobres (Schwartz, 1968) (véase recuadro: "U n a
experiencia personal de privacía y territorialidad").

Identidad Personal

Autoidentidad Altman (1975) explica que además de ayudar a regular la inte­


racción social, la privacía desempeña la función psicológica esencial de facultar
al individuo para establecer un sentido de identidad personal. De hecho, la fun­
ción interpersonal de la privacía, aunque importante por derecho propio, tam­
bién actúa al servicio de la autoidentidad; esta identidad sólo se logra después
de que el individuo ha aprendido a definir sus límites y limitaciones personales.
Altman señala que entre los primeros pasos de la transición de niño a individuo
se encuentra la capacidad para diferenciarse a sí mismo de otras personas.
Este proceso de autorreconocimiento y de autodefinición depende de la ca­
pacidad para regular la naturaleza y el estilo de la interacción social con las otras
personas. Si al individuo se le dificulta controlar las interacciones con otras per­
sonas, recibe información negativa acerca de su capacidad personal. Pero si ob­
serva que puede regular efectivamente sus intercambios con los demás, entonces
recibe información positiva acerca de su capacidad para enfrentarse al mundo.
280 Privacía y territorialidad

r A
Una experiencia personal de privacía y territorialidad

La siguiente narración acerca de la vida de una comunidad mexicana pobre ofre­


ce un impactante cuadro de qué tan difícil puede ser lograr privacía en medio de
la pobreza. Este pasaje es del realista y conmovedor libro de Oscar Lewis Los h ijo s
de S á n ch ez (1961); recoge las impresiones de una mujer mexicana acerca de su infan­
cia, transcurrida en un ambiente de pobreza. Ella narra en términos muy personales
la forma en que sus sentimientos de privacía fueron afectados por haber crecido en
un ambiente en el que una familia, que a veces constaba de nueve personas, vivía
en un solo cuarto.

Ha de ser un gran lujo poder mirarse en el espejo el tiempo que uno quiera
para arreglarse el cabello o maquillarse; yo nunca pude hacerlo por las burlas y
el ridículo en que me ponían los que estaban en el cuarto. Mis amigas de la Casa
Grande se quejaban igual de sus familias. Aún ahora, cuando me miro al espejo
lo hago a la carrera, como si estuviera haciendo algo malo. También tenía que
aguantar las llamadas de atención cuando quería cantar o descansar en alguna
postura cómoda o hacer cualquier cosa que no fuera aceptable para mi familia.
Vivir en un solo cuarto implica ir al ritmo de los demás, se quiera o no —no
queda más que obedecer los deseos de los más fuertes. Después de mi padre,
la que mandaba era Antonia, luego la Chata, luego mis hermanos. Los más débilv s
podíamos aprobar o reprobar algo, enojamos o disgustamos pero nunca podía­
mos expresar opiniones. Por ejemplo, todos teníamos que irnos a la cama al mis­
mo tiempo, cuando mi padre lo ordenaba. Aun cuando ya éramos grandes, nos
decía "a dormir, mañana hay que trabajar". Esto podía ser tan temprano como
las ocho o nueve de la noche, cuando ni siquiera teníamos sueño, pero como mi
padre debía levantarse temprano, teníamos que apagar ¡a luz. Muchas veces quería
dibujar o leer en la noche, pero apenas comenzaba a hacerlo cuando "¡a dormir!,
¡apaguen la luz!" y me quedaba con el dibujo en la mente o el cuento sin termi­
nar. . . Pero estas molestias eran insignificantes comparadas con la de que te
regañaran delante de todos. A menudo pensaba que si mi padre me hubiera re­
prendido a solas, no me hubiera importado mucho. Pero todos oían las horribles
cosas que me decía, aunque a veces fingían que no, y esto me dolía y me aver­
gonzaba más. Mis hermanos y hermanas experimentaban lo mismo. Cuando re­
gañaban a uno de nosotros, los demás sentían el mismo castigo. Las palabras
de mi padre crecían y crecían en dureza, hasta que ya no podíamos soportar y
caíamos en una crisis de llanto.

[De O. Lewis, Los hijos de Sánchez, pp. 237-39. © 1961. Reimpreso con permiso de Random House, Inc.]
y

Autoevaluación Altman explica que la autoidentidad depende, en parte, de la


capacidad que se tenga para evaluarse a sí mismo por medio de la comparación
con otras personas. Por ejemplo, al compararse con otros, el individuo puede
determinar sus puntos fuertes, sus puntos débiles y su valor total como persona.
Westin (1967) también pone énfasis en el importante rol de la privacía que permi­
te al individuo evaluarse a sí mismo en comparación con otras personas de su
ambiente social. Para que los individuos estimen su propio valor, deben abstraerse
de las actividades de la vida diaria y "hacer inventario" de sí mismos. La actitud de
Funciones psicológicas 281

autoevaiuación es similar al retiro religioso o al exilio de un líder político. Altman


agrega que la privada permite estar "en tre bastidores", una experiencia indis­
pensable para ensayar y evaluar nuevas conductas sociales (véase Goffman, 1959).
Señala que los niños y adolescentes algunas veces se ponen frente al espejo para
practicar expresiones faciales y posturas corporales que proyecten diversos esta­
dos de ánimo y sentimientos.

Autonomía personal Una función principal de la privada consiste en ayudar al


individuo a desarrollar y mantener un sentido de autonomía personal (Westin,
1967). La autonomía incluye los sentimientos de independencia, elección cons­
ciente y liberación de la manipulación ajena. Al discutir el importante rol de la
privaría en el desarrollo de sentimientos de autonomía, Altman (1975) subraya que
lo esencial no es simplemente la inclusión o exclusión de otros, sino más bien
que el individuo sienta que puede regular el contacto interpersonal.
En forma similar, Wolfe y sus colaboradores (Wolfe y Laufer, 1974; Laufer,
Proshansky y Wolfe, 1976; Laufer y Wolfe, 1977) sostienen que la privada aumenta
los sentimientos de autonomía personal ya que permite al individuo ejercer su
voluntad. La elección de estar solo es una declaración de autonomía. En sus en­
trevistas con niños en edad escolar, encontraron que su percepción dé privada
estaba ligada a sentimientos de autonomía personal. Al describir sus experien­
cias personales, los niños comúnmente dijeron: "M e sentí independiente", "Podía
hacer ló que quería", "Podía tener mi propia opinión" (Laufer y W olfe, 1977:27).

Desindividuación Si la privada fomenta sentimientos positivos de autonomía


personal, cabe preguntar cómo afecta psicológicamente a los individuos una in­
vasión en su privada. Algunos investigadores (BeardsJey, 1971; Gross, 1971) opi­
nan que las invasiones en la privada son perjudiciales precisamente porque
destruyen el sentimiento de autonomía personal y producen en el individuo un
sentimiento de incapacidad para controlar su interacción con el mundo social.
Altman (1975) pone énfasis en que los efectos psicológicos negativos de la inva­
sión en la privada se deben a la pérdida de control más que a la divulgación de
la información personal. Aunque no ha habido una demostración empírica sobre
este punto, parece que algunos de los efectos psicológicos de la pérdida de priva-
cía son mediados por la experiencia de la impotencia aprendida (véase "Perspecti­
vas teóricas del stress am biental", capítulo 6) asociada con los sentimientos de
reducción del control personal en el ámbito social.
Ellen Berscheid (1977) discute las consecuencias psicológicas de la pérdida
de privada desde el punto de vista de la "desindividuación" (un estado psicoló­
gico que se caracteriza por la pérdida de identidad personal y por la sensación
de estar sumergido en un grupo anónimo (véase Festinger, Pepitone y Newcomb,
1952). Algunos investigadores (Diener, Fraser, Beaman y Kelem, 1976; Zimbar-
do, 1969), han observado que el individuo es más dado a comportarse de una
manera antisocial cuando se encuentra en condiciones de anonimato social.
Los sentimientos negativos muy intensos acerca de sí mismo están asociados
con el estado de "desam paro social" que experimentan los enfermos mentales
y los prisioneros cuando se encuentran en condiciones de constante vigilancia
(Schwartz, 1968). Erving Goffman (1961) describe vivamente la pérdida casi total
de privada personal que padecen los enfermos mentales. En el hospital donde
282 Privacía y territorialidad

realizó sus observaciones, los pacientes eran despojados de sus objetos persona­
les, los exámenes físicos y la inspección de sus pertenencias se efectuaban a vo­
luntad del personal, los servicios sanitarios no tenían puerta y las actividades de
los pacientes eran vigiladas constantemente de día y de noche.

Evidencia empírica La principal limitación de los argumentos relativos a las fun­


ciones psicológicas de la privacía y los efectos psicológicos de la pérdida de ésta
es que están basados en especulaciones más que en evidencias empíricas. Se ne­
cesitan estudios con bases empíricas de las funciones psicológicas de la privacía
en la vida del individuo. Mientras no se cuente con dicho apoyo empírico, se
debe tener cierta precaución con respecto a las observaciones aquí expuestas. De
la misma manera se debe proceder al considerar las perspectivas teóricas sobre
la privacía. Aunque los modelos teóricos sobre la privacía son muy interesantes
y originales, se deben contemplar con cierto cuidado hasta que se disponga de
suficiente apoyo empírico.

PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE LA PRIVACÍA

Aunque la privacía representa un área de investigación relativamente nueva en


la psicología ambiental, han surgido ya importantes perspectivas teóricas. Este
análisis de las perspectivas teóricas sobre la privacía está basado principalmente
en el modelo de privacía desarrollado por Irwin Altman (1974,1975,1976). Stephen
Margulis (1977) señala que el planteamiento de Altman es una amplia orientación
hacia el análisis teórico de la privacía más que una simple teoría.
Aquí se destaca el modelo de Altman debido precisamente a que es bas­
tante amplio y comprende otras teorías sobre la privacía. De hecho, Altman
desarrolló su modelo no sólo como una teoría sino como una perspectiva teó­
rica más amplia acerca de la interacción social en general, con la privacía como
concepto central. Altman opina que el concepto de privacía es esencial para
entender la relación entre ambiente y conducta. Sostiene que una adecuada
apreciación teórica de la privacía puede servir para enlazar una amplia gama
de conductas sociales, que incluye las de aglomeración, territorialidad y espacio
personal.

Modelo dinámico sobre la privacía

Dialéctica Altman (1974, 1975, 1976, 1977) propone que la privacía es un proceso
dialéctico; las situaciones opuestas de abrir y cerrar el acceso a la interacción social
cambian con el tiempo y de acuerdo con las circunstancias sociales. Señala que
en la dialéctica de la privacía, la apertura y el cierre del acceso funcionan en for­
ma unificada y sistemática. Las diversas estrategias que el individuo utiliza para
lograr la privacía personal funcionan juntas "com o un sistema integrado que se
asemeja mucho a los instrumentos y secciones de una orquesta sinfónica que dan
un resultado integrado" (1975:32).
Este modelo dialéctico sobre la privacía es más amplio que las teorías que la
contemplan sólo como un aislamiento de la interacción social. En efecto, el mo­
delo dialéctico considera la privacía como una calle de doble sentido, que a veces
Perspectivas teóricas de la privacía 283

implica aislarse de las personas y a veces el contacto social con ellas. El nivel desea­
do de contacto con los otros fluctúa de acuerdo con el tiempo, el estado de ánimo
del individuo y las circunstancias sociales que lo rodean.
Altman señala que los esposos y las esposas a menudo desarrollan mecanis­
mos de defensa que permiten a cada quien lograr el nivel deseado de intimidad
social al mismo tiempo que la privacía personal necesaria. Para algunas parejas,
estos mecanismos consisten en establecer áreas privadas dentro del hogar en don­
de pueden retirarse a leer o a pasar el tiempo. Otras parejas logran la privacía
personal mediante intereses separados, como los deportes o el teatro o incluso
vacaciones separadas de vez en cuando.
Este modelo dialéctico de privacía es parecido al modelo teórico propuesto
por Wolfe y sus colaboradores (Wolíe y Laufer, 1974; Laufer, Proshansky y Wol­
fe, 1976; Laufer y Wolfe, 1977). Sostienen que el grado de control personal que
un individuo es capaz de ejercer es esencia] para la privacía. Para ellos, la priva-
cía incluye tres tipos de control: control sobre las elecciónes, control sobre el ac­
ceso y control sobre la estimulación. La privacía implica la libertad de elegir el
momento y el lugar para estar a solas, así como la regulación del acceso a sí mismo,
como cuando el individuo se retira a un cuarto privado y cierra la puerta con llave.
Y significa también el control de la estimulación proveniente de otras personas, de
intromisiones visuales o del ruido no deseado. Wolfe y sus colaboradores agregan
que estos aspectos del control varían a medida que el individuo crece y cambian
sus necesidades individuales y los roles sociales que deben desempeñar. Una pers­
pectiva similar sobre la privacía fue expresada por Proshansky, Ittelson y Rivlin
(1976), quienes opinan que la privacía implica la libertad de elección. Afirman
que la privacía proporciona al individuo mayores opciones de conducta y le per­
mite m antener un alto grado de control personal sobre sus actividades.

Regulación de límites Un punto central del modelo dialéctico de privacía, de Alt­


man, es la idea de que la privacía incluye la regulación de límites interpersona­
les. Explica que el individuo o los grupos utilizan límites o barreras interpersonales
para regular el acceso a sí mismos por parte de otras personas. Para describir es­
tos límites ínterpersonales, Altman utiliza la analogía de una membrana celular.
La membrana regula el acceso del ambiente externo a la célula exactamente en
la misma forma en que los límites interpersonales regulan el acceso a sí mismo
por parte del ambiente social. Y así como la célula regula su membrana en res­
puesta a los cambios que se dan en el funcionamiento interno y en el ambiente
externo, el individuo regula sus límites interpersonales a medida que cambian
las condiciones sociales. Por último, la membrana celular regula tanto la entrada
de información del ambiente externo a la célula como la salida de información que
la célula envía al ambiente que la rodea. En forma similar, los límites interperso­
nales regulan tanto la entrada como la salida de información social. La privacía
implica la regulación de entradas procedentes de otras personas a uno, como su­
cede cuando se elige entre contestar o no una llamada telefónica. También implica
la regulación de salidas de información de uno hacia los otros, como ocurre cuando
se decide buscar a otras personas para discutir un problema personal o enfren­
tarlo solo.
Un ejemplo de la regulación de los límites personales al servicio de la priva-
cía personal lo constituye la autorrevelación. Valerian Deriega y Alan Chaikin
284 Privacía y territorialidad

(Chaikin y Deriega, 1974a, 1974b; Deriega y Chaikin, 1977; Deriega, Wilson y Chai-
kin, 1976) han realizado una importante serie de estudios sobre la autorrevela-
ción, que incluye una exposición acerca de cómo se relaciona con la regulación
de la privacía. Basados en una investigación anterior hecha por Sidney Jourard
(1966b, 1971), la definen como “ lo que una persona le dice a otra acerca de sí
misma" (1977:103). Proponen que la autorrevelación sea reconceptuada como un
caso particular de regulación de los límites interpersonales para salvaguardar la
privacía.
Deriega y Chaikin explican que la autorrevelación implica ia regulación de
dos límites distintos. El límite externo, que se muestra en la figura 8-2, denomi­
nado “límite diádico", cierra la salida de información personal a los intrusos mien­
tras que permite que el yo se abra a otros que ha elegido. El límite interno es
un “ límite del y o " que regula la revelación de información personal a personas
escogidas.
Como lo muestra la figura 8-2, para que se dé la autorrevelación, el indivi­
duo debe cerrar el límite diádico (resguardo de extraños) y abrir el límite del yo
que permite el paso de información personal. Deriega y Chaikin coinciden con
Altman y agregan que el límite del yo es cuidadosamente regulado para permitir
el nivel deseado de autorrevelación en circunstancias particulares. La autorreve­
lación es mayor entre amigos que entre conocidos casuales y tiende a ser recípro­
ca; es decir, el individuo siente confianza para revelar más de sí mismo a las
personas que le han revelado información de sí misma.

Procesos de regulación de límites

Optimización En su modelo dialéctico sobre la privacía, Altman sostiene que el


individuo pugna por obtener un nivel óptimo de privacía. Contrario a las teorías
que proponen que mientras más privacía obtenga el individuo mejor se sentirá,
Altman afirma que demasiada o muy poca privacía resultan insatisfactorias. La
figura 8-2 describe la privacía como la función de ajuste entre el nivel deseado
de contacto con otras personas y el contacto logrado o real.

Límite diádicG
No autorrevelación: basa­
da en el cierre del límite
del yo y la apertura del
diádico

Límite diádico
Figura 8-2 La autorrevelación es
Autorrevelación: basada una función de los ajustes del lí­
en la apertura del límite
mite del yo y el límite diádico.
del yo.y el cierre del lími
te diádico
De V. }. Deriega y A L. Chaikin, "P nvacy and
Self-D isdosurc in Social R elation ships", Jour­
nal of Social Issues. 1977, J 3 .3 102-15. Reim ­
preso con permiso.
Perspectivas teóricas de la privada 285

Alto Demasiado poco

Nivel deseado Demasiado


de contacto con otros contacto
en un momento deter­
minado

Bajo contacto aglomeración/invasión


Bajo Alto
Contacto logrado o real con orros en un determinado momento

Figura 8-3 Propiedades dialécticas y de ajuste óptim o d e la


pri vacía.

D f ]. Altman, T h e E n v iro n m en t an d Social Behaviór, p. 26. © Wadsioorth, lnc., 1975.


Reimpreso con permiso del editor, Brooks/Cole Publishmg Company, M ónte rey. California.

La figura 8-3 muestra que el equilibrio entre contacto deseado y contacto real
ocurre cuando una persona desea poco contacto y lo logra, o cuando se busca
y se obtiene un alto contacto. Un balance insatisfactorio entre contacto deseado y
contacto real se da cuando se quiere poco contacto y se logra un alto contacto
o cuando se busa un alto contacto y se logra un bajo contacto. Altman da el ejem­
plo de un individuo que trabaja en una oficina. Si la persona quiere estar sola
y un compañero llega y conversan por unos quince minutos, la persona experi­
menta demasiado contacto social. Pero si el trabajador desea interacción social, los
mismos quince minutos de conversación pueden parecerle demasiado poco.

Mecanismos múltiples El individuo emplea una variedad de mecanismos de


conducta en su afán por lograr un nivel óptimo de privaría personal. Estos meca­
nismos de privaría incluyen conducta verbal, lenguaje corporal y conducta am­
biental. Según se ha hecho notar anteriormente, los diversos mecanismos que
el individuo emplea para lograr una privaría personal funcionan como un siste­
ma unificado y cambian de acuerdo con las circunstancias personales y am­
bientales.
Se puede utilizar tanto el contenido como la estructura de los mensajes ver­
bales para lograr la privaría deseada. Cuando alguien no quiere ser perturbado,
le dice a la gente "D éjam e solo” o "P o r favor, no me molestes ah ora". Cuando
desea interacción social dice: "E n tra " o "Tengo algo que decirte". De esta ma­
nera, el contenido del mensaje (lo que se dice) índica a las personas el deseo de
interacción o privaría. La estructura de la conducta verbal puede resultar igual­
mente efectiva. Por ejemplo, un individuo puede elevar el tono de voz al decir
"D éjam e solo" cuando está resuelto a no ser perturbado. O puede reforzar la
seriedad del mensaje con la combinación de una estratégica pausa seguida de
una inflexión de voz: "D éjam e . . .so lo ".
Para lograr el grado de privaría que desea, el individuo también utiliza con­
ductas no verbales. Altman explica que la conducta no verba! o "lenguaje coroo-
286 Privacía y territorialidad

ral" implica el uso de diversas partes del cuerpo para comunicar sus deseos. Si
una persona se encuentra en un lugar público, como una biblioteca o un área
de estudio, y no quiere ser perturbada, puede comunicar este mensaje con los
brazos y piernas recogidos, el cuerpo orientado en dirección opuesta a las otras
personas, la vista apartada de la gente que pasa o con una expresión facial seria.
Altman también hace notar que la gente utiliza conductas no verbales para co­
municar su intensión de no invadir la privaría de otra persona cuando se encuentra
en un elevador aglomerado. Las "conductas habituales en los elevadores" inclu­
yen el mantener los brazos a los lados, estar muy quieto, mirar el indicador de
pisos o ver sin mirar hacia el frente o hacia el piso.
Por último, Altman hace notar que el individuo puede intentar alcanzar el
nivel deseado de privaría por medio de características ambientales. Con frecuencia
usa puertas, cercas, candados y letreros, para expresar su deseo de privaría. Las
personas que cuentan con suficiente espacio, a veces se retiran a una recámara,
estudio o cubículo para estar a solas. Los que cuentan con menos espacio pueden
emplear divisiones en las habitaciones o incluso muebles estratégicamente coloca­
dos para obtener un área privada. También la ropa puede utilizarse para comunicar
un deseo de privaría: a menos que lo conozcas bien, aquel hombre de traje y corba­
ta no dejará que te acerques, y si lo haces tendrá que ser con cierta formalidad.

Mecanismos culturales para la regulación de la privaría Las normas y prácticas


culturales también se emplean como instrumentos de la privaría. Los mecanis­
mos que regulan los límites interpersonales están presentes en todas las cultu­
ras. Altman cita el impresionante mecanismo que utilizan los Tuaregs del norte
de África para lograr privaría. Sólo los ojos de los hombre Tuaregs son visibles.
Se cubren excesivamente desde el cuello hasta los tobillos con una túnica, ade­
más usan turbante y velo. El velo se usa continuamente después de que el hombre
llega a la edad adulta, incluso al comer y al dormir.
Aun en culturas que a simple vista parecen dar poca importancia a la privaría
personal, una cuidadosa observación revelará la presencia de sutiles pero arrai­
gados mecanismos de privaría. Altman señala que en la cultura javanesa, la priva-
cía parece ser mínima. La gente vive en casas de paredes muy delgadas, sin bardas
y, generalmente, sin puertas. Sin embargo, una observación más profunda revela
que los javaneses logran la privaría personal por medio de "u n muro de etique­
ta", que implica contactos sociales muy limitados, ocultamiento de sentimien­
tos, conversaciones en voz baja y un alto grado de recato.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL


La privada como un objetivo de diseño

Aunque la privaría es muy importante para enriquecer la vida social y personal


del individuo, muchos aspectos de la arquitectura moderna impiden lograrla. De
hecho, jourard (1966b) sostiene que los ambientes residenciales contemporáneos á
menudo tienen una carencia tal de privaría que hacen sentir al individuo como si
estuviera en una prisión o en un dormitorio totalmente impersonal. Como explicó
Altman (1975), cuando los diseñadores hacen planos para obtener privaría, las
Aplicaciones en la planeación ambiental 287

soluciones de diseño convencionales reflejan sólo el aspecto de "fu e ra de aqu í".


Por ejemplo, una vivienda podría incluir un estudio en el piso superior, en donde
un miembro de la familia pueda estar a solas y sustraerse del barullo de la vida
familiar.
Altman recomienda una filosofía de diseño que refleje la naturaleza dialécti­
ca de la privada. Propone "am bientes responsivos" que permitan una gran fle­
xibilidad entre la separación y la unión, para satisfacer diversos grados de privada
según las necesidades de las personas. Una característica de diseño común, la
puerta, proporciona un excelente ejemplo de flexibilidad en cuanto a la privada.
Cuando el individuo se interesa por la interacción social, puede comunicar su
intención dejando la puerta abierta; cuando no quiere ser perturbado, puede ex­
presar este deseo cerrando la puerta. Altman señala que la filosofía de diseño
para la construcción de casas en Japón es un ejemplo de dicho planteamiento
de flexibilidad. En Japón, los espacios residenciales son ambientes altamente fle­
xibles; las paredes interiores son movibles, de modo que pueden cambiarse para
satisfacer una gran variedad de necesidades personales y sociales.

Privacía y arquitectura Por supuesto, para desarrollar una filosofía de diseño que
responda a la necesidad de privacía del individuo, se requiere primero un mode­
lo de privacía que esté explícitamente relacionado con las variables del ambiente
físico. John Archea (1977) ha señalado que muchas teorías sobre la privacía no
han planteado adecuadamente las formas en que el ambiente físico favorece o
impide el logro del nivel deseado de privacía. Propone un modelo de privacía
que explica específicamente el vínculo entre privacía y ambientes físicos. En el
modelo de Archea, se considera que el ambiente físico afecta la privacía median­
te la regulación del grado de acceso visual y de exposición visual que los individuos
experimentan en determinados ambientes. El acceso visual implica la capacidad
del individuo para inspeccionar con la vista el espacio circundante, mientras que
la exposición visual se relaciona con el grado en que la conducta propia puede
ser registrada visualmente por otras personas.
Con la misma tendencia del modelo dialéctico de Altman, Archea propone que
la privacía implica tanto la limitación de la exposición para evitar invasiones no
deseadas como el suficiente acceso para sacar provecho de las oportunidades so
cíales. El acceso y la exposición controlan la distribución de información social
de la que depende la conducta interpersonal. Las características del ambiente di­
señado que influyen en la distribución de la información social incluyen la posi­
ción, el tamaño, la solidez, el color y la transparencia de las características
arquitectónicas, como paredes, puertas y rincones.

Privacía ocupacional

El estudio de Sundstrom y sus colaboradores (Sundstrom, Burt y Kamp, 1980)


sobre la privacía en ambientes de trabajo, realizado en Tennessee, contribuye a
entender la relación entre privacía y arquitectura. En un diseño de investigación
correlacional, estudiaron la asociación entre úna variedad de características físicas
del ámbito laboral y la privacía que experimentaban los trabajadores en dicho lugar.
Encontraron que las características físicas que proporcionaban aislamiento visual
y acústico tenían una consistente relación con la mayor ocurrencia de sentimientos
288 Privacía y territorialidad

de privacía en muchos ambientes de trabajo y en una variedad de funciones ocu-


pacionales.
Los empleados administrativos del estado de Tennessee opinaron que los es­
pacios de trabajo brindaban más privacía cuando había divisiones que los sepa­
raban de las otras áreas de trabajo, cuando había puertas y cuando no quedaban
a la vista de otros trabajadores. En forma similar, las empleadas de la oficina de
un hospital consideraron que las salas grandes con un gran número de personas
proporcionaban muy poca privacía. Por último, los empleados no académicos de
la Universidad de Tennessee opinaron que los ambientes de trabajo eran más pri­
vados cuando tenían por lo menos algunos lados cerrados, cuando había pocos
compañeros de trabajo y cuando no estaban a la vista del supervisor.
Estos hallazgos tienen una clara importancia para las decisiones de diseño
que incluyen oficinas de plano abierto y posiblemente deban aplicarse también
a las decisiones relativas a los salones de clases de espacio abierto. En el capítulo
5 se vio que los diseños de plano abierto en ambientes ocupacionales y educativos,
generalmente, no contribuyen a aumentar el rendimiento y que, a menudo, han
sido evaluados negativamente por las personas que los utilizan. En una perspec­
tiva similar, Sundstrom y sus colaboradores concluyen que las oficinas de plano
abierto existentes necesitan ser provistas de características arquitectónicas adi­
cionales para aumentar el sentimiento de privacía de los trabajadores. Hacen
hincapié en la necesidad de utilizar elementos de diseño que limiten las distrac­
ciones visuales y auditivas, como por ejemplo, divisiones o zonas de amortigua­
miento entre las áreas de trabajo. En coincidencia con algunas recomendaciones
de diseño para aumentar el rendimiento, expuestas en el capítulo 5, Sundstrom
y sus colaboradores también alientan el uso de techos o paredes acústicos y
divisiones con absorbencia de ruido. En todas las categorías de trabajo que estudia­
ron, los empleados mostraron preferencias por la privacía más que por la accesi­
bilidad.

Privacía residencial

Cuando Elizabeth Harman y John Betak (1974) hicieron una encuesta entre las
personas que se encontraban en un mercado, en Ontario, Canadá, acerca de la
posibilidad de adquirir una casa nueva, encontraron que la gente asociaba la pri­
vacía residencial con una casa sola en un lote de gran tamaño, a cierta distancia
de los vecinos. Estas personas consideraban entonces la privacía en función de
la capacidad para regular intromisiones indeseables de los vecinos mediante el
control del espacio exterior.
Harman y Betak recomiendan a los diseñadores que prueben estrategias in­
novadoras en el diseño residencial, como las unidades habitacionales construi­
das para la Montreal Expo (véase Safdie, 1966). Estas unidades fueron un intento
de combinar las ventajas de los multifamiliares con las de una casa sola, inclu­
yendo un área exterior privada para cada unidad. Agregan que las familias tam­
bién necesitan ser instruidas acerca de las formas de obtener un espacio abierto
privado además de la de comprar una casa sola. Por ejemplo, la privacía exterior
puede aumentarse mediante la colocación estratégica de las unidades habitado-
nales, las paredes o la vegetación, o viviendas anexas con un patio bardeado para
cada unidad.
Aplicaciones en la planeación ambiental

Serge Chermayeff y Christopher Alexander, en su libro Community and Pri-


vacy (Comunidad y privada) (1983), recomiendan un diseño residencial que sa­
tisfaga creativamente las necesidades de reclusión y participación social del
individuo. Subrayan la importancia de separar adecuadamente el espacio inte­
rior del ambiente exterior, en especial del ruido y el tránsito de vehículos. Tam­
bién alientan a los diseñadores a construir espacios interiores que favorezcan el
acceso al ambiente natural exterior y que permitan contemplarlo. Y sugieren una
habitación en donde se puedan combinar actividades de trabajo y de trato social,
parecida a la del antiguo hogar familiar, que permitiría armonizar los intereses se­
parados y la participación voluntaria en actividades de la vida en común, así como
un balance entre los diversos intereses de los adultos y de los niños (figura 8-4).

Privacía en las instituciones

Un área en donde hay una necesidad especial de planear am bientes que propor­
cionen privacía, es el diseño de los ámbitos institucionales: se deben buscar .nue­
vos planteamientos con respecto al diseño de las instituciones para satisfacer el
derecho y la necesidad de privacía que tienen los residentes. Erving Goffman,
en su libro Asylums (Asilos) (1961), ofrece un conmovedor cuadro de las conse­
cuencias sufridas por las personas internadas en instituciones debido a la falta
de privacía. Humphrey Osmond (1957) propone que la privacía es un compo­
nente vital de los programas terapéuticos para pacientes psiquiátricos. Holahan y
Slaikeu (1977) señalan que la falta de privacía en una situación d e terapia puede
afectar negativamente la armonía entre consejero y cliente.

Figura 8-4 Este plano residencial permite a los miembros


de la familia escoger entre el aislamiento y la convivencia.
El área central familiar sirve tanto de área social como
de zona de transición entre los dominios de los adultos
nwos y de los niños. La entrada independiente a los cuartos de
los niños y el vestíbulo que los separa de la recámara
de los padres contribuyen para que se experimente ma­
yor privacía.

D e S. C h erm ay eff y C . A lexander, Community and Privacv, p. 244 £» i.


C herm ayeff. 1963. Reim preso con perm iso de D ou bled ay & C om pany, ¡nc.

Familia

A d u lto s
290 Privacía y territorialidad

Los estudios demuestran que las habitaciones privadas, en contraste con los
dormitorios con múltiples camas, pueden aumentar el rango y la diversidad de
conductas de los pacientes de un hospital (Ittelson, Proshansky y Rivlin, 1970,
1976; Wolfe, 1975). Maxine Wolfe y Marian Golan (1976) explican también que
cuando se dispone de habitaciones privadas o semiprivadas, éstas deben tener
puertas, y los residentes son quienes deben decidir si las puertas han de estar
abiertas o cerradas. Los ambientes institucionales deben contar también con es­
pacios que permitan intimidad social. Por ejemplo, se podrían construir peque­
ñas habitaciones o alcobas para dos residentes de modo que puedan interactuar
libres de la vigilancia del personal o de las intromisiones de otros residentes (véase
recuadro: "Falta de privacía en un pabellón psiquiátrico").
Por último, se debe permitir que los internos de las instituciones ejerzan un
control personal sobre cierto espacio, sus pertenencias y su ropa, esencial para
tener un sentido de identidad personal. Wolfe y Golan advierten que los resi­
dentes de una institución que no ha sido planeada adecuadamente para ofrecer
privacía personal recurren a soluciones personales drásticas para lograrla. Algu­
nos niños del hospital psiquiátrico estudiado reportaron haber fingido un tras­
torno emocional con el objeto de que los enviaran a un cuarto de reclusión. El
personal del hospital consideraba el cuarto de reclusión como un castigo, pero
se hizo atractivo para los residentes porque era la única forma disponible de lo­
grar privacía personal.

'N
Falta de privacía en u n p abellón psiquiátrico

Robert Som m er y Bonnie Kroll (1979) realizaron un estudio para estimar la efica­
cia del ambiente físico de un hospital psiquiátrico de California para satisfacer las
necesidades sociales y psicológicas de sus pacientes y personal. Tanto los pacientes
como el personal se quejaron de falta de privacía en el hospital. Los pacientes sen­
tían que la falta de privacía en sus dormitorios y baños era una de las peores caracterís­
ticas del hospital. Hubo quejas repetidas por la falta de cortinas en las regaderas y de
puertas en los sanitarios. Los pacientes también se sentían molestos con el diseño
del baño porque las tinas, regaderas y sanitarios, sin cortinas ni puertas, estaban
ubicados frente a la entrada.
El personal del hospital también se quejó de la falta de privacía: pabellones sin
sanitarios ni lavabos separados, ausencia de oficinas individuales para el personal,
insuficiencia de las superficies de trabajo e incluso de espacio para sentarse en las
áreas de trabajo compartido. Muchos pabellones no contaban con salas en donde
los miembros del personal se pudieran retirar para sostener una conversación pri­
vada, y las pocas disponibles eran demasiado pequeñas para proporcionar suficien­
te privacía.
Afortunadamente, ya se están implantando mejoras en las normas y requisitos
para el diseño de hospitales psiquiátricos. De hecho, Sommer y Kroll refieren que
seis meses después de haber terminado su estudio, el hospital psiquiátrico que es­
tudiaron fue suspendido por la Comisión Adjunta de Acreditación de Hospitales
de California. La Comisión hizo hincapié en las deficiencias ambientales del hospi­
tal, y se refirió específicamente a la falta de puertas y divisiones en los baños, la
falta de privacía en los dormitorios, y la escasez de espacio individual.
y
Territorialidad 291

TERRITORIALIDAD

Resulta sorprendente saber que la psicología ambiental puede ayudar a explicar


algunos de los principales conflictos entre la gente, como por ejemplo, las con­
frontaciones entre naciones. De hecho, cuando la gente pelea por tierra o propie­
dades, ya sea el patio, el rincón de una oficina o un país entero, está manifestando
aspectos de lo que los psicólogos ambientales llaman territorialidad. Las cercas de
los patios, las placas sobre los escritorios y en las puertas de las oficinas, los rótulos
de identificación en aparatos de radio y bicicletas, también reflejan una conducta de
territorialidad.
Algunos libros y artículos populares explican la conducta territorial humana
a partir de la territorialidad entre los anímales. Esta literatura popular sostiene
que la conducta de territorialidad en los humanos es parte de la herencia genéti­
ca y que la violencia que se da entre la gente, a causa de una extensión de tierra
o por cualquier propiedad, está biológicamente determinada. Los psicólogos am­
bientales se han interesado por saber si en realidad estas teorías biológicas de
la territorialidad humana proporcionan una evaluación precisa de la conducta
humana.
La investigación de la conducta territorial de los humanos representa un área
de estudio relativamente nueva en la psicología ambiental. Sin embargo, debido
a que la territorialidad tiene relación con algunas conductas m uy impresionan­
tes, ofrece un campo de estudio interesante y complejo. Las investigaciones en
esta área han sido realizadas en una gran variedad de ambientes naturalistas, que
incluye dormitorios universitarios, zonas centrales de diversas ciudades e inclu­
so buques de guerra. Los psicólogos ambientales han descubierto que la territo­
rialidad desempeña un rol importante en la vida del individuo, y está relacionada
con cuestiones tales como la agresión interpersonal y el status social.

Definición de territorialidad

La territorialidad se ha definido en varias formas, sin llegar a un consenso (Ed-


ney, 1974; Kaufmann, 1971). Altman (1970, 1975) ha intentado identificar los pun­
tos comunes que abarcan las diversas definiciones de territorialidad. Su análisis
es una buena guía para las definiciones propuestas por los investigadores de esta
área.
Algunos investigadores han definido la territorialidad como la actitud de per­
sonalizar y defender contra invasiones un área geográfica determinada (Becker,
1973; Becker y Mayo, 1971; Sommer, 1969; Sommer y Becker, 1969). Otra definición
contempla la territorialidad como el uso y la defensa de un área espacial por par­
te de una persona o grupo que la considera suya exclusivamente (Pastalan, 1970).
Un tercer grupo de investigadores ha considerado la territorialidad como el uso
exclusivo de un área u objetos por parte de personas o grupos (Altman y Haythom,
1967; Altman, Tayior y Wheeler, 1971; Sundstrom y Altman, 1974).
Altman distingue varias características comunes en estas definiciones. Ob­
serva que por lo general especifican que la territorialidad implica lugares o áreas
geográficas e insisten en la posesión del lugar. Además, tales definiciones a menudo
se refieren a la personalización del espacio y comúnmente consideran un territorio
como jurisdicción de un individuo o grupo. Muchas definiciones entrañan la defen­
292 P rivacía y territorialidad

sa contra las invasiones territoriales. Julián Edney (1974) ha señalado, sin embar­
go, que las definiciones de territorialidad varían considerablemente en cuanto al
énfasis que ponen en la defensa, las primeras definiciones subrayaban el aspecto
de la defensa, pero algunas definiciones posteriores evitan por completo este pun­
to. Con base en estos temas comunes identificados por Altman, se propone la
siguiente definición de territorialidad: la territorialidad es un patrón de conducta aso­
ciado con la posesión u ocupación de un lugar o área geográfica por parte de un individuo
o grupo, que implican la personalización y la defensa contra invasiones.

Tipos de territorio

Altman advierte que cualquier definición apropiada de territorialidad es necesa­


riamente compleja ya que el concepto abarca más de un tipo de territorio. Los
territorios difieren según la importancia del papel que desempeñan en la vida de
una persona o de un grupo y según el tiempo que el usuario ocupa el área. Con
estas distinciones en mente, Altman identifica tres tipos de territorios: primarios,
secundarios y públicos. Las evidencias obtenidas en algunos estudios (Taylor y
Stough, 1978) apoyan empíricamente esta tipología de Altman.

Territorios primarios Los territorios primarios se encuentran por lo general bajo


un control relativamente completo de los usuarios durante un período prolonga­
do. Son primordiales en la vida de sus ocupantes y su posesión está claramente
reconocida por otras personas. Sidney Brower (1965) denomina dichos territo­
rios como "personales” . La casa de una persona es un territorio primario. La
invasión de un territorio primario por parte de un extraño es algo muy serio, ya
que puede presentar una amenaza para la autoidentidad del propietario.

Territorios secundarios Los territorios secundarios tienen cierto grado de pose­


sión, aunque ésta no es permanente ni exclusiva. Los territorios secundarios son
menos importantes en la vida de los usuarios y tienen un carácter semipúblico.
Los clubes sociales y los bares del vecindario son territorios secundarios. Por lo
general existen ciertas limitaciones formales o informales para quienes tienen de­
recho de utilizar los territorios secundarios, pero debido a su carácter semipúbli­
co y a que las reglas que norman su uso no están claramente establecidas, toda
clase de personas tienen acceso a dichos territorios. Stanford Lyman y Marvin
Scott (1967) denominaron territorios "h o g a r" a los que ofrecen un alto grado de
control (un club social), y a los territorios en donde el control es relativamente
frágil, territorios de "interacción" (un grupo de personas reunidas en una fiesta).

Territorios públicos Los territorios públicos están abiertos a la ocupación públi­


ca de manera relativamente temporal. No son tan importantes en la vida de sus
ocupantes. Los parques, medios de transporte colectivo, restaurantes y cabinas
telefónicas, son territorios públicos (figura 8-5). Las investigaciones sobre los te­
rritorios públicos también han incluido un estudio del espacio territorial en una
playa (Edney y Jordan-Edney, 1974) y de los espacios de trabajo temporales o
"jurisdicciones" en un buque de la Marina (Roos, 1968) (véase recuadro: "Terri­
torialidad en un buque de guerra de la Marina de los Estados Unidos"). Estos
territorios están abiertos a casi cualquier persona, aunque los usuarios por lo ge-
T erritorialid ad 293

Figura 8-5 Los investigado­


res han identificado diferen­
tes tipos de territorio. En
este edificio, el restaurante
de la planta baja es un terri­
torio público, m ientras que
la residencia que se encuen­
tra arriba de él es un territo­
rio privado.

© ¡ack P rtlu tski/S lock, Boston.

neral tienen que someterse a un patrón de reglas y costumbres. Por ejemplo, en


un restaurante se desaloja a los clientes que no siguen las reglas de conducta con-
vecionales, y en la playa los bañistas deben abandonar el lugar al atardecer.

Métodos de investigación para el estudio de la territorialidad

Altman (1975) y Edney (1974) explican que la naturaleza de la territorialidad re­


quiere que la mayoría de las investigaciones en esta área sean realizadas en situa­
ciones de campo naturalistas. Los sentimientos de posesión y personalización que
son esenciales para la territorialidad no se desarrollan fácilmente en ambientes
artificiales de laboratorio, en donde los sujetos están presentes sólo por un breve
período.
La mayoría de los estudios de campo sobre la territorialidad están basados
en la observación naturalista, la observación sistemática de la conducta en contextos
del mundo real, como hospitales, universidades y vecindarios del centro de varias
ciudades. Cuando Sundstrom y Altman (1974) observaron la conducta territorial
de delincuentes juveniles (varones) que vivían en un centró de rehabilitación,
elaboraron mapas de los espacios que los residentes usaban todos los días, du­
rante diez semanas, y descubrieron que la conducta territorial de los muchachos
mantenía una compleja relación con el dominio que ejercían en sus grupos sociales.
294 Privacía y territorialidad

r 's
Territorialidad en un buque de guerra de la Marina
de los Estados Unidos
Philip Roos (1968) describe la complejidad de la conducta territorial de los hum a­
nos, de acuerdo con sus observaciones realizadas durante su permanencia en un
buque de guerra de la Marina de los Estados Unidos, al que llama el U .S.S. Oswald
A . Powers. El único tipo de territorio público que había en el Powers eran las juris­
dicciones (espacios de trabajo sobre los cuales determ inados marineros tenían con­
trol durante períodos limitados, específicos). Roos describe cómo operaban dichas
jurisdicciones durante el período de limpieza y pulido al que los marineros llama­
ban " d ía de m aniobras".
En un día de maniobras, la mayor parte del trabajo normal se suspendía para
permitir a los marineros dedicar tiempo completo a lavar los mamparos, bruñir los
engastes y pulir las cubiertas. Se asignaba un pequeño grupo de marineros por cada
área del Powers, y durante los días de maniobra casi todas las jurisdicciones del bar­
co eran cercadas con cuerdas. Las cubiertas eran un punto crítico; nadie quería que
pasaran sobre su cubierta recién lavada hasta que fuera encerada y lustrada. Pero
debido a que se disponía de una sola pulidora, a menudo se tenía que esperar mu­
cho tiempo entre el encerado y el pulido.
La jurisdicción de Roos (un área de la cubierta central expuesta al tránsito conti­
nuo) presentaba un problema singular. Para permitir el paso y al mismo tiempo pro­
teger de cualquier daño la superficie recién frotada, tenía que encerar y vigilar la
mitad del área mientras esperaba la pulidora, luego enceraba el resto y finalmente
pulía toda el área cuando ya contaba con la pulidora.
V _____________________________________________________________________________________ y

Algunos estudios de campo sobre la territorialidad han empleado mediciones


no intrusivas. Edney y Jordan-Edney (1974), por ejemplo, registraron el radio de los
espacios marcados por varios grupos de personas para delimitar su territorio en
una playa de Connecticut. Descubrieron que mientras más tiempo permanecían
en la playa los grupos mixtos (hombres y mujeres), mayor cantidad de marcas
desplegaron a su alrededor.
Algunos estudios sobre territorialidad han utilizado también métodos de en­
cuestas de reconocimiento, con frecuencia en combinación con la observación natu­
ralista o mediciones no instrusivas. Edney (1972) combinó las encuestas con
mediciones no intrusivas en un vecindario suburbano y encontró que los resi­
dentes cuyas casas tenían como defensa letreros de "Prohibido el paso" y cer­
cas, llevaban más tiempo en esa propiedad y planeaban seguir viviendo ahí en
el futuro por más tiempo que los residentes de las casas que carecían de dichas
defensas.
Algunos otros estudios sobre la territorialidad han utilizado métodos experi­
mentales ya sea en contextos de campo o de laboratorio. Robert Sommer y Frank-
lin Becker (1969), por ejemplo, realizaron un experimento acerca del rol de las
señales territoriales para resguardar lugares, en una fuente de sodas y en una
biblioteca universitaria. Descubrieron que las señales no sólo protegían las sillas,
sino que también aplazaban el uso del resto de la mesa, y que una señal personal
(por ejemplo, una chaqueta) fue más efectiva que una señal impersonal (una gaceta
F u n cio n es p sico ló g icas 295

bibliográfica). Unos cuantos estudios experimentales de la territorialidad se han lle­


vado a cabo en contextos de laboratorio, como cuando Altman y sus colaboradores
estudiaron la conducta territorial en pequeños cuartos experimentales en donde
se aislaba a un par de marineros durante ocho o diez días (Altman y Haythom,
1967; Altman, Taylor y Wheeler, 1971).

FUNCIONES PSICOLÓGICAS DE LA TERRITORIALIDAD

Actividades cotidianas

La territorialidad ayuda a organizar y manejar la vida diaria de los individuos


y de los grupos sociales. ¿Qué sería de la vida sin territorialidad? Como señala
Edney (1976), no habría lugares para los asentamientos humanos y la vida social
resultaría imposible. Las actividades cotidianas que son una cadena ininterrumpida
de conductas, desde el pensamiento creador hasta la preparación y la ingestión de
alimentos, estarían expuestas a interrupciones constantes e incontrolables. La vida
social del individuo se vería perturbada si no fuera capaz de localizar a ciertas
personas (y evitar otras). Incluso el descanso y las prácticas amorosas no estarían
a salvo de interrupciones.
Otra función psicológica de lá territorialidad es ayudar al individuo a desa­
rrollar un "m a p a " cognoscitivo de los tipos de conducta que se pueden esperar
en determinados lugares (Edney, 1976). El conocimiento de lo que conviene en
diversos lugares permite planear y ordenar la vida diaria. La relación entre luga­
res específicos y sus actividades ayuda al individuo a organizar las conductas co­
tidianas inconexas en cadenas de conductas generalizadas e integradas. Por
ejemplo, un padre es capaz de preparar y tomar el desayuno, leer el diario, pla­
near las actividades del día, alimentar y llevar a los niños a la escuela en poco
tiempo gracias al predecible patrón de actividades de la cocina.
Altman y sus colaboradores (Altman, Nelson y Lett, 1972) han mostrado al­
gunas de las formas en que el rol organizador de la territorialidad simplifica las
actividades diarias. Descubrieron que la territorialidad ayuda a asignar lugares
a la hora de los alimentos, ya que la mayoría de las familias fijan lugares para
cada uno de sus miembros durante las comidas. Las personas que comparten una
recámara, como padres o hermanos, generalmente establecen y aceptan mutua­
mente un sistema de derechos territoriales. Por lo regular, las personas tienen
su propio guardarropa o cajones en éste, su propio espacio en una cómoda y su
propio lado de la cama.
En otra serie de estudios, Altman y sus colaboradores (Altman y Haythorn,
1967; Altman, Taylor y Wheeler, 1971) realizaron observaciones sistemáticas del
comportamiento de varias parejas de marineros aislados en un pequeño cuarto
experimenta] durante ocho o diez días. Descubrieron que un importante aspecto
del funcionamiento efectivo de estas parejas fue su capacidad para establecer sus
territorios desde el inicio del período de aislamiento. Las parejas de marineros
que comenzaron por establecer abiertamente quién usaría cuál silla y cuánto es­
pacio de almacenamiento se dividirían resultaron tener un funcionamiento total
más efectivo.
296 Privacía y territorialidad

Organización social

Otra función psicológica de la territorialidad es desarrollar y mantener una orga­


nización social. La territorialidad ayuda a ordenar un grupo de acuerdo con el nivel
social relativo o por el dominio que ejercen los miembros del grupo. De hecho,
el rol que desempeña la territorialidad en el establecimiento y la preservación de
la jerarquía de dominio dentro de un grupo se encuentra entre los aspectos que
han sido objeto de mayor atención para su estudio, aunque las definiciones de do­
minio han variado en cierta forma, este puede ser definido en general como la
habilidad de un individuo para influir en otro.
Aristide Esser y sus colaboradores (Esser, 1968, 1973; Esser, Chamberlain,
Chapple y Kline, 1965) realizaron una serie de estudios acerca de la relación entre
dominio y territorialidad en el Hospital Estatal Rockland de Nueva York. El patrón
de resultados de estos estudios ha sido complejo y en cierta forma contradictorio.
Cuando Esser estudió a pacientes psiquiátricos adultos en un pabellón del hospi­
tal, encontró que el alto dominio estaba asociado con una baja territorialidad; los
pacientes con mayor poder de dominio andaban libremente por el hospital y no
reclamaban territorios personales. Sin embaTgo, cuando hizo un estudio con ni­
ños de un hosital psiquiátrico, no encontró ninguna relación entre dominio (defi­
nido como "la ley del más fuerte") y la territorialidad. Por último, cuando observó
a los residentes de un albergue infantil, descubrió que los niños altamente domi­
nantes mostraban altos niveles de territorialidad.
Posteriormente, otros investigadores han intentado interpretar estos hallazgos.
Altman (1975) destaca que el "valor" de los territorios puede estar relacionado
con el dominio; el dominio está asociado con la territorialidad sólo cuando el es­
pacio se considera deseable. En una corriente similar, Sundstrom (1976) sugiere
que las diferencias en los espacios del albergue infantil que estudió Esser proba­
blemente hacían que algunas partes fueran más deseables que otras. Por el con­
trario, el ambiente más homogéneo de los pabellones psiquiátricos estudiados
por Esser no hacía más deseable ningún lugar en especial. De esta manera, se
deduce que la competencia por el territorio fue ardua sólo en el albergue y que,
como obsevó Esser, la jerarquía de dominio en este lugar influyó en el resultado
de dicha competencia.
Algunos estudios posteriores sobre la relación entre territorialidad y domi­
nio apoyan la opinión de que la territorialidad mantiene una relación positiva con
el dominio, por lo menos durante los períodos de estabilidad estructural de un
grupo. Por ejemplo, cuando Alton de Long (1970, 1971, 1973a, 1973b) observó la
territorialidad en la disposición de asientos entre treinta estudiantes universitarios
inscritos en un seminario de dinámica de grupo, descubrió que el alto dominio
se asociaba con una alta territorialidad por parte de todo el grupo y de los sub­
grupos separados que surgían cuando se alteraba el estilo de liderazgo del grupo.
Sundstrom y Altman (1974) también encontraron una relación positiva entre
territorialidad y dominio cuando realizaron un estudio longitudinal de diez se­
manas entre delincuentes de un centro de rehabilitación. Sin embargo, señalan
que la territorialidad y el dominio tuvieron una relación positiva sólo durante los
períodos en que había estabilidad en la estructura del grupo. Cuando dos mu-
j — :---- «■— al tminn desaoareció la previa
F u n cio n es p sico ló g ica s 297

Un estudio efectuado por G. William Mercery M.L. Benjamín (1980) demues­


tran que el rol de la territorialidad en favor de la organización social es diferente
para los hombres y las mujeres, aplicaron un cuestionario, relacionado con el uso
de los dormitorios, a los recién ingresados en una universidad de Canadá que
fueron alojados en cuartos dobles. Los investigadores encontraron que los hom­
bres establecieron territorios personales más amplios (áreas de los cuartos reser­
vadas para su uso exclusivo) que las mujeres, y que utilizaron este territorio
personal como un lugar de retiro para aislarse de sus com pañeros de cuarto, las
mujeres, por el contrario, utilizaron su territorio personal como una manifestación
de rechazo contra las compañeras que no les agradaban. El territorio compartido del
cuarto también sirvió para diferentes funciones sociales según el sexo; los hombres
utilizaron el territorio común como una zona neutral y las m ujeres como un área
social compartida.

Identidad personal y de grupo

La territorialidad también sirve de base al desarrollo del sentido de identidad per­


sonal y de grupo. Edney (1976) afirma que el sentido de identidad de grupo puede
surgir simplemente debido a que los individuos comparten el mismo lugar. El
compartir un territorio da a las personas conocimientos y experiencias comunes.
Por ejemplo, las personas que residen en el mismo vecindario tienden a hacer
sus compras en las mismas tiendas, en ocasiones comen en el m ism o restauran­
te, van a las mismas escuelas e iglesias, y tal vez asisten a la fiesta anual de la
cuadra. Un vivo ejemplo de la identidad de grupo basada en la comunidad terri­
torial puede observarse en la conducta de las pandillas de adolescentes de los
vecindarios del centro de las ciudades (véase recuadro: "Inscripciones en las bar­
das del territorio de las pandillas juveniles").
Edney subraya que la identidad de grupo que surge entre las personas que
comparten un territorio, además, fomenta vínculos sociales. Las personas muchas
veces simpatizan o confían entre sí simplemente porque viven en el mismo ve­
cindario. Los individuos también pueden mostrarse renuentes a mudarse debido
a que se niegan a renunciar al sentido de identidad de grupo que les ha otorgado
la experiencia de vivir en determinado vecindario.
La territorialidad también ayuda a fomentar y mantener un sentido de iden­
tidad personal (Edney, 1976; Lyman y Scott, 1967). Un individuo que requiere
un territorio personal, ya sea una nueva casa, una cabaña en el campo o una ofi­
cina privada, obtiene un sentimiento de distinción de ese territorio. Edney (1976)
señala que el individuo con frecuencia se basa en las designaciones del territorio
personal para identificarse consigo mismo y con los demás. Por ejemplo, a al­
guien podría describírsele como "e l que vive en la calle S u r" o " e n la otra esqui­
n a ". El individuo puede hacer más distintivo un territorio personalizando el
ambiente de tal manera que refleje más claramente algo de sí mismo. Por ejem ­
plo, los estudiantes decoran sus cuartos con carteles de películas o de viajes que
reflejan sus intereses personales. William Hansen e Irwin Altman (1976) investi­
garon algunas formas en que los estudiantes universitarios personalizan sus cuar­
tos. Fotografiaron los cuartos de las residencias estudiantiles al final del primer
trimestre del año escolar y compararon estas fotos con las que habían tomado,
j . i----- marine al Drincioio del trimestre. Encontraron que los estudian-
1
298 Privaría y territorialidad

r Inscripciones en las bardas del territorio de las pandillas juveniles

David Ley y Román Cybriwsky (1974), geógrafos, realizaron un interesante estu­


dio acerca de las pandillas juveniles de Filadelfia. Descubrieron que la territoriali­
dad era parte esencial de la identidad de grupo y que las inscripciones que hacían
las pandillas en las paredes de los vecindarios urbanos eran señales im portantes de
sus actividades. Cada pandilla tenía un territorio fijo y perm anente y sus dominios
nunca se ponían en duda por parte de los jóvenes locales o miembros de otras ban­
das. De hecho, la mayoría de las pandillas de Filadelfia tomaban sus nombres de
los cruces de calles cercamos al centro de sus dominios, tales como " 4 5 -R " o " 2 8 -O x " .
Un adolescente com entó:

Antes era terrible, hombre. No podías caminar más allá de la calle 41 sin que te
abordaran violentamente unos tipos. Yo vivo en los dominios de la pandilla de
la calle 37 pero nunca estuve con ellos. Conozco a unos de Sutton y otros de Rich-
mond. Estar entre esos dos es un alivio. [P. 496]

Las inscripciones de las paredes eran una indicación precisa de los dominios de
una pandilla; se hacían más frecuentes a medida que uno se dirigía al centro del
territorio de la pandilla. Cuando Ley y Cybriwsky pasaron del territorio de la pandi­
lla 28-Ox al territorio adyacente de la pandilal 26-P, n otaron que la proporción de
inscripciones en las bardas de la 26-P con respecto a la 28-O x cambió de un 25 a
un 75 por ciento. También descubrieron que las inscripciones que se localizaban en
los límites de los dóminos de los grupos eran manifestaciones agresivas dirigidas
a la pandilla contraria.

(D e D . L e y y R . C y b r i w s k y , " U r b a n G r a f f i t i a s T e r r i t o r i a l M a r k e r s " , A nrw ls o f the A ssociation o f A m erican


G eographers , 1 9 7 4 , 64, p p . 4 9 1 - 5 0 5 . R e i m p r e s o c o n p e r m i s o ) .

tes decoraron sus cuartos en formas muy personales, que reflejan sus intereses
y valores individuales y que la cantidad de elementos decorativos en el cuarto
aumentó en el transcurso del trimestre.
En un interesante trabajo especulativo, Clare Cooper (1974) aplicó los plan­
teamientos psicológicos de Cari jung, en su afán por demostrar la forma en que
el hogar sirve como un símbolo del yo. Muchos individuos compran casas para
reforzar su imagen. Un empresario que se ha encumbrado por su propio esfuerzo,
por ejemplo, posiblemente elija una casa muy grande y en cierta forma ostentosa
como una manera de aumentar sus recién adquiridos sentimientos de elevada
posición social. Cooper describe la casa que Jung construyó para él cerca del La­
go Zurich, en Suiza, como símbolo de su sentido de sí mismo. Construyó la casa
de piedra, y continuó agregando periódicamente nuevas secciones para repre­
sentar el continuo crecimiento de su personalidad. Después de la muerte de su
esposa, Jung añadió un piso superior que simbolizaba la extensión de la concien­
cia personal que se logra en la vejez. Las especulaciones de Cooper no cuentan
con el suficiente apoyo empírico. Edward Sadalla y sus colaboradores (Sadalla,
Bumoughs y Quaid, 1980) descubrieron que las deducciones que hizo la gente acerca
de la personalidad de los propietarios de unas casas, con base en la observación de
P p r< ;n p rH v A « tpnriras 799

Una advertencia en la barda de un limíte territorial.

© D. Clan H aun /B lack Star.


______________________________________________________ ___ y

fotografías de los interiores de sus casas, tuvieron una significativa correlación


con la personalidad que los propietarios manifestaron en una autoevaluación.

PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE LA TERRITORIALIDAD

Teorías sociobiológieas

En los últimos años, algunos sociólogos y psicólogos se han interesado por anali­
zar la conducta humana y los mecanismos de la sociedad humana desde el punto
de vista de la sociobiología. La perspectiva sociobiológica propone que la conducta
humana puede explicarse en función de la herencia biológica que los seres hu­
manos toman de su pasado evolutivo. Así, los sociobiólogos opinan que es posi­
ble comprender gran parte de la conducta humana por medio del estudio de la
conducta de animales inferiores con los que el hombre comparte una historia bio­
lógica común. La publicación del importante y discutido libro de Edward Wilson
Sociobiology: The New Synthesis (Sociobiología: la nueva síntesis), en 1975,- some­
tió la perspectiva sociobiológica a la consideración pública y científica. El pronun-
300 P rivad a territorialidad

ciamiento presidencial de Donald Campbell dirigido a la Asociación Psicológica


Americana, en el mismo año, sorprendió a muchos psicólogos porque alentaba
a los investigadores a buscar la compresión de la conducta humana en el pasado
evolutivo del hombre.

El imperativo territorial De todos los aspectos de la conducta humana que han


estudiado los psicólogos ambientales, la territorialidad ha sido objeto de la ma­
yor atención desde el punto de vista sociobiológico. Por supuesto, las implicacio­
nes de los resultados aquí considerados pueden generalizarse a otros temas, como
el espacio personal y la aglomeración, así como también la territorialidad. La pu­
blicación en 1966 del popular libro de Robert Ardrey The Territorial Imperative (El
imperativo territorial) hizo que la perspectiva sociobiológica de la territorialidad
humana captara la atención de un gran número de lectores (aunque aún no se
había acuñado el término ''sociobiología''). Este libro, junto con otros trabajos
muy leídos (Ardrey, 1970; Lorenz, 1966, 1974; Tiger, 1969), propone que las con­
ductas sociales que manifiesta el individuo, especialmente la territorialidad y la
agresión interpersonal, tienen su origen en la historia de la evolución del hom­
bre. Ardrey (1966) sostiene que la conducta territorial humana es instintiva, que
el hombre comparte con otros animales el impulso de reclamar y defender su te­
rritorio. Tanto Ardrey (1966) como Konrad Lorenz (1966) sostienen que el hom­
bre está genéticamente predispuesto a defender su territorio contra cualquier
invasión y que dicha agresión interpersonal es una tendencia natural entre los
humanos.

Territorialidad en animales Las teorías sociobiológicas de la territorialidad han


dado origen a una extensa literatura acerca de la naturaleza y funciones de la terri­
torialidad en los animales. Por ejemplo, Eliot Howard (1948) hizo una exposición
de la naturaleza y las funciones de la territorialidad entre las aves. C. R. Carpenter
(1958) revisó estudios sobre la territorialidad entre los animales y concluyó que
la conducta territorial se observa en todos los vertebrados. Sin embargo, hizo notar
que la expresión específica de la territorialidad en las poblaciones animales varía
de acuerdo con diversos factores, como son la especie a la que pertenecen, su
organización social y su habitat natural.
Carpenter explica que las funciones de la territorialidad entre los animales
son extensas y variadas, entre otras, se encuentran el control de la población,
la seguridad y la conservación de jerarquías de dominio. Vero Wynne-Edwards
(1962, 1965) contempla la territorialidad entre los animales como parte de un sis­
tema autorregulador para controlar el tamaño de la población. En las poblacio­
nes animales, ios individuos más dominantes superan a los otros en la lucha por
obtener espacio, comida y parejas, y de esta manera regulan la reproducción del
grupo. Irenaeus Eibl-Eibesfeldt (1970) sostiene que la conducta territorial contri­
buye a mantener una organización social estable entre un grupo de animales, ya
que reduce la competencia innecesaria por los recursos.

Defensa territorial Las definiciones'de territorialidad basadas en la perspectiva


sociobiológica ponen énfasis en la defensa activa de los territorios en contra de
invasiones, como un aspecto central de la conducta territorial (Edney, 1974). Lo­
renz (I969:xiii) define la territorialidad como "la defensa de un área determina-
P ersp ectivas teóricas 301

da” . La perspectiva sociobiológica subraya que la defensa territorial es esencial


para la territorialidad en los humanos así como en los animales. Los sociobiólo-
gos señalan que los humanos, al igual que los animales, manifiestan conductas
defensivas y agresivas, como son las advertencias verbales o las actitudes ame­
nazantes, en respuesta a las invasiones territoriales. También hacen notar que
tanto los humanos como los animales marcan sus territorios con la finalidad de
evitar y prevenir cualquier invasión. Ardrey (1966) propone que la subyacente
necesidad biológica de defender un territorio contra invasiones puede explicar
el fervor "patriótico” que impulsa a tomar las armas como respuesta a la inva­
sión de los límites nacionales.

Teorías socioculturales

Territorialidad y cultura Las teorías Socioculturales contemplan la conducta terri­


torial como una función del aprendizaje social y de influencias culturales. Los
que apoyan esta postura reconocen que los humanos manifiestan conductas te­
rritoriales, pero sostienen que la territorialidad de los humanos es fundamental­
mente diferente de la que se da entre los animales. Sugieren que aunque la biología
y el instinto pueden explicar la territorialidad animal, la conducta territorial del
hombre puede entenderse sólo dentro del contexto de la compleja organización
social y de la diversidad cultural que caracterizan a las sociedades humanas. Los
teóricos socioculturalés han criticado duramente la divulgación de trabajos que
sostienen que la territorialidad humana es en esencia similar a la de los animales,
cómo en el caso del trabajo de Ardrey (1966), a los que califican de planteamien­
tos excesivamente simplistas (Elms, 1972; Klopfer, 1968).

Diversas turmas de detensa Las teorías socioculturales sobre la territorialidad


aceptan que la defensa puede ocurrir como respuesta a una invasión, pero su­
brayan que no es esencial en la definición de la territorialidad y que no siempre
sucede como consecuencia de una invasión (Edney, 1974). Altman (1975) sostie­
ne que las personas no responden generalmente con agresiones físicas para con­
servar su territorio a menos que se trate de una invasión premeditada y perjudicial
o que su territorio se vea limitado severamente. La conducta territorial en condi­
ciones contrastantes de alta y baja densidad espacial es una interesante área de
investigación. Sommer y Becker (1969), en su estudio de la territorialidad en am­
bientes universitarios, observaron que cuando hay una gran demanda de espa­
cio, las señales personales son más efectivas que las impersonales para reservar
un espacio. Altman también señala que las implicaciones de la invasión territo­
rial varían según el tipo de territorio de que se trate. El individuo enfrenta la in­
vasión de un territorio primario, como lo es su casa, mucho más seriamente que
la invasión de un territorio público.
Stanley Milgrana (1977) describe un estudio de campo realizado en la ciudad
de Nueva York, el cual consistió en que unos estudiantes solicitaran a personas
que iban sentadas en un vagón del metro (territorio público) que les cedieran su
lugar. Los estudiantes no daban explicación alguna de su extraña petición y su apa­
riencia era la de sujetos sanos y bien adaptados. La gran mayoría de los pasajeros
cedieron sus asientos sin protestar. En forma similar, los investigadores observaron
que las personas cuyo territorio fue invadido cuando se encontraban en una ca­
302 Privacía y territorialidad

fetería (Becker y Mayo, 1971) y en una playa pública (Edney y Jordan-Edney, 1974)
no respondieron en forma defensiva ni agresiva. En un estudio de laboratorio,
Edney (1972) encontró que la convivencia en un territorio hizo que los sujetos
acortaran las distancias entre sí. Por último, Edgar O'Neal y sus colaboradores
(O'Neal, Caldwell y Gallup, 1977) no encontraron pruebas suficientes de agre­
sión en niños (especialmente varones) cuya área de juego fue invadida.
Altman (1975) explica que las respuestas del individuo ante una invasión te­
rritorial varían en función del significado de la invasión tanto como de los tipos
de respuestas de ajuste disponibles para tal situación. Sinularmente, Stanford Lyman
y Marvin Scott (1967) sostienen que el individuo dispone por lo general de varias
respuestas sutiles para enfrentar una invasión y que recurren a la defensa activa
sólo como último recurso. Las personas pueden poner una barrera entre ellas y
el intruso, por ejemplo, dicho "aislam iento'' puede consistir en un obstáculo fí­
sico (una cerca o un portón), una señal visible de derechos de propiedad (un uni­
forme) o una respuesta corporal no verbal (cambios de postura o gestos faciales
de rechazo).
El individuo también emplea señales espaciales en una forma estratégica para
marcar la propiedad territorial y así prevenirse contra una invasión (figura 8-6).

Figura 8-6 Esta estudiante ha dispuesto una variedad de señales territoriales para defen­
der su espacio de estudio en una biblioteca pública.
© Lawrence Frank 1981.
P ersp ectiv as teóricas 303,

Un notable ejemplo en este sentido lo próporciona una serie de estudios de cam­


po realizado en cafeterías y bibliotecas universitarias, por Franklin Becker y sus
colaboradores (Becker, 1973; Becker y Mayo, 1971; Som m er y Becker, 1969). En
un estudio preliminar, Sommer y Becker (1969) demostraron que los objetos físi­
cos, como libros, un emparedado o una chaqueta, pueden utilizarse para marcar
y defender un espacio durante ausencias cortas. También observaron que los es­
tudiantes que se encontraban en asientos contiguos ayudaban a proteger el terri­
torio marcado cuando se les pedía, aunque esta disposición a defender el lugar de
otra persona contra un invasor disminuía conforme se prolongaba la ausencia
de esa persona. Becker (1973) mostró posteriormente que las personas que entra­
ban en una biblioteca universitaria preferían sentarse en áreas no marcadas, y
que cuando elegían un área marcada, permanecían menos tiempo que cuando
se sentaba en un área no marcada.
Becker y Clara Mayo (1971) encontraron que la mayoría de los individuos que
marcan su territorio en cafeterías y bibliotecas renuncian a sus lugares cuando
son invadidos. Suponen que si esos espacios no son defendidos es porque no son
realmente territorios. Especulan que las marcas sirven más bien para distancias
interpersonales que para establecer derechos territoriales. En el capítulo 9 se ve­
rá que muchas de las respuestas que las personas utilizan para enfrentar la inva­
sión territorial también pueden utilizarse para enfrentar la invasión del espacio
personal. Sin embargo, Edney (1974) señala que si la defensa activa no es un
aspecto esencial para la definición de la territorialidad, los espacios en cafeterías
y bibliotecas satisfacen los criterios de territorio público hasta que sus ocupantes
los dejan. La amenaza al espacio ocupado por una persona en una cafetería o
biblioteca implica probablemente tanto aspectos de invasión territorial (pérdida
del lugar ocupado) como de invasión del espacio personal (una distancia inter­
personal incómodamente estrecha).
Gilda Haber (1980) realizó un experimento de campo en salones de clases
de una universidad de Maryland para examinar las reacciones de las personas ante
la intromisión territorial que excluía la invasión simultánea del espacio personal.
Haber hizo que unos intrusos tomaran los asientos que regularmente eran ocupa­
dos por otros estudiantes mientras se encontraban ausentes, e hizo una observación
sistemática de las reacciones de los ocupantes ante la pérdida de sus asientos cuan­
do regresaron a su salón. Descubrió que el 27 por ciento de los ocupantes defen­
dieron su territorio, primero se paraban en frente y miraban al invasor, luego
le reclamaban verbalmente su lugar. Se observó que mientras mayor tiempo ha­
bía sido ocupado el asiento o marcado con objetos personales, era más defendi­
do. Todos los estudiantes cuyos asientos habían sido invadidos (incluso los que
no defendieron su territorio) llegaron más temprano de lo normal a la siguiente
clase y volvieron a ocupar su territorio. Algo muy interesante que Haber encon­
tró fue que los estudiantes que ocupaban asientos en el área central del salón
mostraron más inclinación a defender su territorio que los que ocupaban asien­
tos en la periferia.

La territorialidad como forma de control De acuerdo con las teorías sociocultu-


rales, la territorialidad de los humanos representa una forma de ejercer control
sobre el ambiente social. Edney (1972) sugiere que en el contexto de la territoria­
lidad humana, el concepto de control es más amplio y más significativo que el
304 Privacía y territorialidad

de dominio. Una persona que posee un territorio obtiene control en tres aspec­
tos: 1) prioridad en el acceso a un área espacial; 2) elección de los tipos de actividad
que se darán en dicha área; 3) capacidad de resistir el control de otras personas en
esa área. La idea de que la territorialidad proporciona una forma de control social
también concuerda con los modelos teóricos de Altman (1975), quien contempla
la territorialidad como.un mecanismo para regular los límites interpersonales, y
de Proshansky, Ittelson y Rivlin (1976), quienes consideran la territorialidad como
un medio de aumentar la libertad de elección del individuo. Ambos modelos sos­
tienen que el control que proporciona un territorio sirve en última instancia para
que el individuo logre el nivel deseado de privacía.
Algunos teóricos socioculturales señalan que el vínculo entre territorialidad
y control se hace particularmente evidente en el contexto de los roles sociales que
desempeña el individuo. Proshansky, Ittelson y Rivlin (1976) hacen notar que los
roles sociales a menudo implican el control de determinados lugares u objetos,
tales como la oficina del jefe, la sala de conferencias para ejecutivos o la sala de
descanso del maestro. Edney (1976) subraya que la función de la territorialidad
en la organización social está expresada en este vínculo con los roles sociales.
Altman (1975) agrega que la conducta territorial relacionada con el rol social se
puede aplicar tanto a otras personas como a objetos, ideas y espacios. La tenden­
cia de derechos de autor y patentes, por ejemplo, es una compleja expresión de
la territorialidad.
Ralph Taylor y Roger Stough (1978) aportan apoyo empírico a la proposición
de que los territorios primarios y secundarios ayudan a estructurar los roles so­
ciales ya que proporcionan los ámbitos en donde se desarrollan las interacciones
sociales, que varían en formalidad y exclusividad. Efectuaron un estudio con re­
sidentes de Baltimore acerca de lo que significan en sus vidas algunos territorios
primarios (la cocina, la estancia), secundarios (la acera que está enfrente de la casa)
y públicos (un supermercado o las tiendas cercanas). Encontraron que los territo­
rios primarios proporcionan privacía y soledad, un lugar donde aislarse de los
vecinos o para la interacción controlada con los amigos. Los territorios secunda­
rios ofrecen lugares para una amplia gama de contactos informales con los veci­
nos, entre los habitantes suburbanos. Los territorios públicos cumplían varias
funciones, tales como suministrar lugares para que la familia haga sus compras.
Arthur Patterson (1978) ha aplicado el concepto del control territorial para
analizar cómo establece el individuo de edad avanzada un dominio activo sobre
el ambiente de su casa. Hizo una encuesta entre propietarios de casas, ancianos
de 65 años en adelante, en Pennsylvania, y también registró el número de seña­
les territoriales que tenían alrededor de la casa, como letreros de "prohibido el
paso", cercas, y mirillas en las puertas. Descubrió que los propietarios que habían
colocado varias señales territoriales tenían menos temor a perder su propiedad
o sufir un asalto personal, que los residentes con menos señales territoriales. Es­
te hallazgo fue mucho más notable entre personas que vivían solas. Patterson
especula que la confección de letreros territoriales refleja un sentido implícito de
dominio sobre el ambiente, y este .sentimiento de dominio, puede asociarse con
el reducido temor de ser víctima de un crimen.

Síntesis de perspectivas Algunos teóricos socioculturales sostienen que los mo­


delos socioculturales y sociobiológicos de la territorialidad no son incompatibles.
Aplicaciones en la p la n e a c ió n 305

/ \
Tabla 8-3. Conducta espacial asociada con los niveles evolutivos del sistem a nervio-
so central hum ano.

Nivel de sistema Nivel Muestras de


nervioso central evolutivo conducta espacial
Tallo cerebral C om partido con animales Territorialidad
Sistema límbico Dominio

Neocorteza Exclusivo de los hum anos Representación d e roles

Fuente: A daptado d e A . H . E sser "A D iscusión o f P a p en Presented in the Sym posiu m T h eoretical a n d Em pirical Is
sues w ith Regará to Privacy, Territoriality, Personal Space, an d C row din g", E n v i i o n m e n t a n d B e h a v i o r , 8 : 117-25.
© Sage Publications, Beverly H ills, 1 9 7 6 con perm iso del editor.

y que es posible hacer una síntesis constructiva de los dos planteamientos. Estos
teóricos advierten que la gran cantidad de evidencias de la conducta territorial
de los animales contribuye a comprender algunos aspectos de la territorialidad
humana, pero que la importancia de las influencias biológicas sobre la territoria­
lidad necesita ser interpretada a la luz de los complejos factores sociales y cultu­
rales que conforman la vida humana. Altman (1975) y Edney (1976) señalan que
su interpretación de la territorialidad humana como una función de los complejos
roles sociales ño excluye la posibilidad de que algunos aspectos puedan ser ex­
plicados desde el punto de vista evolucionista.
Aristide Esser (1972, 1976) presentó un análisis conceptual especulativo de
la territorialidad humana, que combina aspectos de las perspectivas sociocultu-
ral y sociobiológica. Propone que la conducta espacial del hombre, incluida la te­
rritorialidad, está jerárquicamente estructurada según los niveles de desarrollo
evolutivo experimentados por el sistema nervioso central humano. Existen tres
niveles de desarrollo evolutivo en el sistema nervioso central humano, y Esser
sugiere que cada uno de ellos está relacionado con un nivel correspondiente de
conducta espacial (tabla 8-3). El tallo cerebral y el sistema límbico que posee el
hombre también lo tienen los animales. Estas partes del sistema nervioso central
controlan la autopreservación y las formas elementales de conducta social, inclu­
so la territorialidad y la correspondiente conducta de dominio. La neocorteza, por
el contrario, es exclusiva de los humanos y es la que controla las formas complejas
de conducta social, como es la representación de roles sociales. Esser concluye
que aunque el hombre comparte algunos aspectos elementales de la conducta
territorial con otros animales, las expresiones más complejas de la territorialidad
en los roles sociales son resultado de las transformaciones evolutivas más recien­
tes del sistema nervioso central, que son exclusivas de los seres humanos.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

Diseños que satisfagan las necesidades de territorialidad

Edney (1974) hace notar que el conocimiento en el área de la territorialidad, en


general, no se ha aplicado en el diseño ambiental. Sin embargo, señala que del
306 Privacía y territorialidad

conocimiento existente sobre la conducta territorial humana se pueden generar


aplicaciones para el diseño. Jacqueline Skaburskis (1974), que escribe para arqui­
tectos, subraya la necesidad de considerar la territorialidad dentro del interés del
diseño. Señala que cuando las personas ocupan y utilizan un lugar, desarrollan
un sentido de pertenencia y de compromiso emocional hacia él.
Altman (1975) ha desarrollado algunos principios generales de diseño que
toman en cuenta la territorialidad. Alienta a los diseñadores a crear ambientes
que definan claramente las diferencias entre los diversos tipos de situaciones te­
rritoriales. Esta sugerencia es especialmente pertinente en lo que respecta a los
territorios secundarios y públicos, que algunas veces resulta difícil identificar. Co­
mo ejemplos de ámbitos públicos que tienen un diseño inadecuado desde el punto
de vista de las necesidades territoriales de las personas, Altman señala los res­
taurantes que tienen las mesas muy juntas, y las cabinas telefónicas que carecen
de una adecuada protección contra el ruido.
Altman señala que el reto que representa la territorialidad en cuanto al diseño
no radica en la planeación de ambientes que satisfagan necesidades funcionales
particulares, como en el diseño de un restaurante donde la gente pueda comer
cómodamente o una biblioteca donde pueda leer y estudiar sin perturbaciones,
sino en crear un diseño adaptable a los deseos cambiantes del individuo para con­
trolar la interacción y la estimulación social. Altman propone que los diseños para
territorios secundarios y públicos deben facilitar el claro reconocimiento del tipo
de territorio, proporcionar a los usuarios un control apropiado e indicar el grado de
permanencia de la propiedad. Los diseños que satisfagan en forma efectiva las nece­
sidades territoriales prevendrán invasiones territoriales innecesarias, lo que evitará
conflictos potenciales entre los usuarios por defender sus derechos territoriales.

Territorialidad residencial

Altman (1975) propone que el logro de un buen nivel de territorialidad también


debe ser el objetivo del diseño de ambientes residenciales. Una investigación so­
bre la vivienda pública, realizada en la ciudad de Nueva York por Oscar New-
man (1972), reveló que el nivel de criminalidad en el proyecto de vivienda estaba
relacionado con la inadecuada definición de los límites territoriales. Aunque los
hallazgos de Newman han sido criticados en el aspecto metodológico (véase
Adams, 1973; Kaplan, 1973), advierten sobre algunos problemas de diseño resi­
dencial relacionados con la territorialidad. Por ejemplo, Newman encontró que
la ocurrencia de criminalidad era alta en los territorios secundarios, como recibi­
dores, pasillos y áreas de juego, que no habían sido diseñados para tales pro­
pósitos, por lo que, en cambio, funcionaban como territorios públicos en donde
cualquiera podía entrar. Newman sugiere que la creación de áreas de admisión semi-
privada, el agolpamiento de unidades habitacionales y el uso de señales territoriales
pueden aumentar el control territorial de los residentes y reducir el índice de crí­
menes. En el capítulo 10 se volverá a considerar la filosofía del diseño de Newman.

Territorialidad en los ambientes institucionales

El conocimiento de que el control sobre el territorio ayuda a los individuos a de­


sarrollar un sentido de identidad personal y facilita la organización social, permi­
R esu m en 307

te deducir que un aumento del sentido de territorialidad en los ambientes


institucionales puede producir beneficios psicológicos. Muchas de las institucio­
nes hospitalarias no sólo están diseñadas sin territorios personales seguros, en
donde los usuarios pudieran retirarse del bullicio y las actividades cotidianas, si­
no que incluso sus efectos personales son confiscados para lograr una vida insti­
tucional estándar. Russell Barton (1966) sostiene que los pacientes psiquiátricos
podrían obtener beneficios terapéuticos si contaran con territorios personales en
los pabellones de los hospitales. Los costos psicológicos de la vida que transcurre
en las instituciones podrían reducirse aún más si los residentes pudieran perso­
nalizar sus territorios individuales. Se aumentaría el sentido de pertenencia, la
satisfacción personal y el sentimiento de ser útil, en los residentes, si se les per­
mitiera incorporar objetos de significación personal o escoger el color o colores
para decorar sus territorios personales.
Holahan y Saegert (1973) realizaron un experimento de campo, en un hospi­
tal psiquiátrico de la ciudad de Nueva York, que demostró cómo podía fomentarse
un ambiente terapéutico más positivo por medio de un aumento de territorialidad.
Los investigadores planearon y dirigieron la remodelación a gran escala de un
pabellón del hospital, en un esfuerzo por mejorar su atmósfera sociopsicológica
general. Un elemento principal de la remodelación fue la construcción de secciones
divididas, con dos camas de cada una, en los dormitorios que anteriormente te­
nían muchas camas.
Seis meses después de que se terminó la remodelación del pabellón, se realiza­
ron observaciones sistemáticas que revelaron que las habitaciones recién divididas
proporcionaron territorios personalizados importantes. Antes de la renovación, los
pacientes no habían hecho ningún intento por personalizar el espacio que ocupa­
ban; después del cambio, libros, revistas, toallas, cosméticos y flores aparecieron
en el alféizar de las ventanas de ios cuartos. Las comparaciones entre el pabellón re­
modelado y un pabellón de control sin cambio alguno señalaron que el primero
tenía un ambiente social más positivo y que gustaba más a los pacientes.
El conocimiento acerca de la conducta territorial humana también puede apli­
carse en el diseño de ambientes de salones de clases. Hace unos años, Edney
(1976) alentó la investigación tendente a evaluar los beneficios psicológicos que
obtendrían los alumnos de primaria si tuvieran acceso a territorios personales.
Consideraba que si los niños tenían acceso a territorios individuales aprenderían
mejor que otros que circulaban en un salón de espacio abierto. Los territorios in­
dividuales podrían ayudar a los niños a organizar e integrar nuevo material. Ed­
ney no proponía con esto que se regresara de los salones abiertos al diseño
tradicional de un salón de clases (véase capítulo 5), sino que sugería que dentro de
los ámbitos de espacio abierto se diera a los niños la opción de utilizar territorios in­
dividuales cuando sintieran la necesidad o el deseo de hacerlo. De hecho, muchos
nuevos salones de plano abierto incluyen ahora cuartos pequeños y espacios para
el tiempo libre, donde los niños pueden sustraerse de las grandes áreas comunes.

RESUMEN
La privada tiene distintos significados en el lenguaje cotidiano, legal, político y
de la psicología de la conducta. Estos significados quedan comprendidos en dos
308 Privacía y territorialidad

grandes categorías: aislamiento de otras personas y control sobre la información


personal.
Irwin Altman define la privacía como el control selectivo del acceso a uno mismo
o al grupo al que uno pertenece. El principal método de investigación utilizado en
el estudio de la privacía ha incluido encuestas de autorreporte y cuestionarios rela­
cionados con la experiencia de privacía de los individuos en varios ambientes del
mundo real. Muy pocos investigadores han empleado además la observación na­
turalista y las mediciones no intrusivas para estudiar la privacía.
Una importante función de la privacía es regular la interacción social entre
una persona o grupo y el mundo social. Por ejemplo, la privacía regula la revela­
ción de información personal y ayuda a mantener un orden de grupo. La priva-
cía también desempeña la importante función psicológica que permite al individuo
establecer un sentido de identidad personal. Además, le ayuda a definir sus lími­
tes personales, a autoevaluarse a partir de la comparación con otras personas y
a desarrollar un sentido de autonomía personal.
Los modelos teóricos sobre la privacía están basados en la teoría de que la pri­
vacía implica el control de información entre personas y grupos. Altman propo­
ne que la privacía es un proceso dialéctico, en el cual las situaciones opuestas de
abrir y cerrar el acceso a la interacción social cambian con el tiempo y de acuerdo
con las circunstancias. De esta manera, el modelo dialéctico contempla la priva-
cía como una calle de doble sentido, que unas veces implica separarse de las per­
sonas y en otras el contacto social con ellas. Un punto central del modelo dialéctico
es la idea de que la privacía implica la regulación de los límites interpersonales,
que controlan tanto la entrada de señales sociales provenientes de otras perso­
nas hacia uno como la salida de señales sociales de uno hacia otros. Según este
modelo, el individuo pugna por lograr un nivel demasiado óptimo de privacía,
ya que un nivel bajo o demasiado alto resulta insatisfactorio. Con el objeto de
alcanzar el nivel óptimo de privacía personal, los individuos emplean múltiples
mecanismos que incluyen conducta verbal, lenguaje corporal y conductas am­
bientales.
El conocimiento acerca de la naturaleza y las funciones psicológicas de la pri­
vacía ha sido aplicado en la planeación ambiental, en las áreas del diseño ocupa-
cional, residencial e institucional.
Con base en las características comunes de varias definiciones de territoriali­
dad, aquí se define ésta como un patrón de conducta asociado con la posesión u ocupa­
ción de un lugar o área geográfica por parte de un individuo o grupo, que implican ¡a
personalización y la defensa contra invasiones. Los territorios primarios se encuentran
bajo el control relativamente completo de sus usuarios durante un largo periodo
y son esenciales para la vida de sus ocupantes. Los territorios secundarios se ca­
racterizan por un tipo de posesión que no es ni permanente ni exclusivo, y son
menos importantes para la vida de sus usuarios. Los territorios públicos están
abiertos a la ocupación pública de manera relativamente temporal, y no son
esenciales en la vida de sus ocupantes. La mayoría de los estudios de la territo­
rialidad están basados en la observación naturalista y en mediciones no intrusivas,
realizados en contextos del mundo real. Varios estudios de la territorialidad
también han empleado el método de encuestas de reconocimiento, y algunos otros
han empleado métodos experimentales tanto en situaciones de campo de labora­
torio.
R esu m en 309

Una importante función psicológica de la territorialidad es ayudar a los indi­


viduos y grupos sociales a organizar y manejar sus actividades diarias. La territoria­
lidad permite a las personas predecir los tipos de conducta que se pueden esperar
en lugares particulares, y a organizar e integrar las conductas cotidianas en cade­
nas. Otra función psicológica de la territorialidad consiste en ayudar a desarrollar
y conservar una organización social. La territorialidad ayuda a ordenar un grupo
de acuerdo con el nivel social relativo o por el dominio que ejercen sus miembros.
Aunque los hallazgos relacionados con la asociación entre territorialidad y dominio
han sido complejos, las evidencias apoyan la opinión de que la territorialidad tiene
una relación positiva con el dominio durante los períodos en que la estructura
del grupo es estable. Otra de las funciones psicológicas de la territorialidad es
servir de base para el desarrollo de un sentido de identidad personal y de grupo.
Las personas que comparten un sitio suelen tenener conocimientos y experiencias
comunes, por lo tanto, vínculos sociales también. El control del territorio también
proporciona un sentimiento de distinción personal y un contexto para la autoexpre-
sión individual.
Las teorías sociobiológicas sobre la territorialidad proponen que la conducta te­
rritorial de los humanos tiene su origen en la historia evolutiva del hombre, quien
comparte con otros animales una tendencia instintiva a reclamar y defender su
territorio. Las teorías sociobiológicas han recurrido a un extenso cuerpo de litera­
tura sobre la naturaleza y las funciones de la territorialidad en los animales. Estas
teorías ponen énfasis en la defensa activa de un territorio contra invasiones como
un aspecto principal de la conducta territorial.
Las teorías socioculturales, por el contrario, contemplan la conducta territorial
principalmente como una función del aprendizaje social y las influencias culturales.
Opinan que aunque la biología y el instinto explican la territorialidad entre los
animales, la conducta territorial de los humanos puede entenderse sólo dentro
del contexto de la compleja organización social y la diversidad cultural caracterís­
ticas de las sociedades humanas. Las teorías socioculturales sostienen que, aunque
la defensa puede ocurrir como respuesta a una invasión, no es esencial en la de­
finición de territorialidad ni la respuesta que sigue inevitablemente a la invasión.
Las teorías socioculturales contemplan la territorialidad de los humanos como una
forma de control sobre el ambiente social. Dicho control se expresa a menudo
a través de los roles sociales, que incluyen el control sobre áreas u objetos deter­
minados. Algunos investigadores que apoyan la teoría sociocultural han propuesto
una síntesis de las perspectivas sociobiológíca y sociocultural, y sugieren que la
importancia de las influencias biológicas en la territorialidad sea considerada den­
tro de los contextos sociales y culturales que conforman la vida humana.
El conocimiento empírico y teórico acerca de la territorialidad se ha aplicado
en la planeación ambiental, en el campo del diseño residencial e institucional.
Espacio personal

C uando se aborda el tema de las relaciones interpersonales, el lenguaje re­


curre mucho a imágenes de espacio. Cuando se trata de sentimientos posi­
tivos entre las personas, se habla de "cercanía” ; uno se ve "alcan zad o" por la
solidaridad que observa entre los miembros de otros grupos con quienes se tie­
nen relaciones "m u y estrechas". Los sentimientos negativos se describen en tér­
minos de distancia: uno se siente "ap artad o" de la gente que no le agrada, la
mantiene " le jo s " . Cuando se percibe demasiada presión por parte de otras per­
sonas, uno dice que necesita "espacio para respirar"; es desagradable tener " a
alguien respirando en la nuca" o "verse arrinconado". Cuando ya no es posible
aguantar más, exigimos a la otra persona "fuera de aqu í".
En efecto, el lenguaje capta un aspecto muy real e importante de las re­
laciones humanas. En la vida diaria, cada individuo utiliza constantemente el
espacio interpersonal como un elemento esencial, aunque a veces sutil, de su
interacción con otras personas. Por ejemplo, la forma en que comunica afecto o
enojo, satisfacción o desengaño, confianza o miedo. Los aspectos importantes
de estos sentimientos interpersonales se traducen en un patrón de movimientos
corporales y gestos (un paso para acercarse o alejarse, procurar el contacto visual o
mirar tímidamente hacia abajo, una mirada directa frente a frente o voltear la cara).
312 Espacio personal

En este capítulo se demostrará que este complejo conjunto de movimientos


y gestos no es aleatorio ni accidental. Representa una dimensión predecible, sis­
tematizada y significativa de las relaciones interpersonales. De hecho, el uso del
espacio en las relaciones sociales sirve a diversas funciones y necesidades coti­
dianas. La manera en que se utiliza el espacio varía según la edad, los anteceden­
tes culturales, el sexo y, en algunos casos, de acuerdo con la personalidad.
Es sorprendente saber que, por lo general, el individuo no se da cuenta del
importante rol que desempeña el espacio en sus relaciones sociales. Hasta hace
unas décadas, los psicólogos de la conducta también tenían en un olvido casi to­
tal a las variadas e interesantes formas en que el individuo utiliza el espacio cuando
se relaciona con otras personas. En la actualidad, sin embargo, el uso del espacio
en el intercambio social se ha convertido en una de las áreas de la psicología am­
biental que más se ha investigado. Literalmente, se han realizado cientos de es­
tudios sobre este tema.

NATURALEZA DEL ESPACIO PERSONAL


Definición de espacio personal

Proxémica El interés que se tiene en la actualidad por las formas en que el indi­
viduo utiliza el espacio en sus relaciones interpersonales parte de las observacio­
nes y especulaciones innovadoras de Edward Hall, antropólogo. En 1966 Hall
publicó The Hidden Dimensión (La dimensión oculta), un libro que resume y am­
plía su trabajo anterior en esta área (Hall, 1955, 1959, 1960, 1963a, 1963b). Inven­
tó el término proxémica para definir el estudio científico del espacio como medio
de comunicación interpersonal.
Las observaciones de Hall se basan en un trabajo previo realizado en el campo
de la etología, rama de la biología que estudia la conducta de adaptación de los ani­
males. Heini Hediger (1950, 1955, 1961), un psicólogo suizo que estudia los anima­
les, ha identificado una serie de zonas espaciales que rodean a cada animal de
una especie particular, que regulan sistemáticamente la interacción con otros ani­
males de la misma o de otras especies. Dos tipos de distancia controlan la inte­
racción con miembros de otras especies. La distancia de evasión es el punto en
que el animal se alejará de otro animal de una especie diferente; la distancia
crítica es la zona estrecha que se localiza entre la distancia de evasión y el
punto en el cual el animal acechado volteará y atacará al intruso. Por ejemplo,
un león cautivo se alejará de una persona que se aproxima hasta que el león
encuentra una barrera. Si la persona continúa acercándose y se encuentra en
la zona de distancia crítica de león, éste se volverá y comenzará a atacarla (Hall,
1966).
Existen dos tipos adicionales de distancia que regulan la interacción entre ani­
males de la misma especie. La distancia personal es el espacio que se mantiene
normalmente entre animales que no tienen una relación íntima. La distancia so-
cía/ es el punto en el que el animal comienza a sentirse inquieto debido a que
no tiene contacto con su propio grupo. De esta manera, la distancia personal se
basa en la separación, y la distancia social, en la idea de pertenecer a un grupo.
Hall sugiere que aunque la distancia de evasión y la distancia crítica han sido
N aturaleza d el esp acio personal 313

Figura 9-1 Las personas regulan cuidadosamente la distancia espacial entre ellas y los demás.

© Mike Mazzashi!Stock, Boston.

eliminadas de la interacción entre los humanos, la distancia personal y la social


ejercen aún una influencia reguladora sobre la interacción humana.

Distancias de interacción humana Una de las principales contribuciones de Hall


al estudio psicológico de la conducta espacial es el haber identificado y descrito
cuatro zonas de distancia (cada una con una fase cercana y una lejana) que regu­
lan la interacción entre los seres humanos (figura 9-1). La distancia íntima es la
zona que va desde el contacto físico hasta 42 cms. de un individuo; es el área
reservada para las prácticas amorosas, las confidencias y los deportes de contacto
físico, como son las luchas. La distancia personal es el área desde los 42 cms. hasta
1.20 m. de una persona; es la distancia propia para la interacción entre amigos
muy íntimos y las conversaciones personales entre conocidos. (Este concepto se
relaciona con la idea de Hediger sobre la distancia personal entre ios animales).
La distancia social, que se extiende desde 1.20 m. hasta 3.60 m. alrededor del
individuo, se utiliza para contactos de negocios, con asuntos más formales y dis­
tantes, restringidos a la fase lejana. Por último, la distancia pública es la zona que
comprende desde los 3.60 m. hasta 7.20 m. o más de una persona, y se reserva
para contactos muy superficiales , tales como los que se dan entre un orador o
un actor y el público.

Espacio personal A partir de los clásicos estudios de Hall sobre proxémica, se


ha desarrollado un extenso cuerpo de investigación y de conocimientos sobre el
área denominada "espacio personal". El espacio personal se define como la zona
que rodea a un individuo, en donde no puede entrar otra persona sin autorización. Se
ha comparado esto con una burbuja alrededor del individuo, lo que crea un lími­
te invisible entre la persona y los posibles intrusos. A diferencia dé una burbuja
de verdad, la del espacio personal es altamente variable, y se estrechará o ensan­
chará de acuerdo con las diferencias individuales, las circunstancias cambiantes
y la naturaleza particular de las relaciones interpersonales.
314 Espacio personal

Aunque el espacio personal a menudo se considera como circular, algunos


estudios (Hayduk, 1975) indican que no es un círculo perfecto (véase recuadro:
"L a forma del espacio personal"). Y aunque la idea de la burbuja pone énfasis
en la distancia espacial entre las personas, se descubrirá que la conducta de dis-
tanciamiento, además de otras, que incluyen el contacto visual y la orientación
del cuerpo, también se emplean para mantener el espacio personal. Es importan­
te reconocer que el espacio personal es el resultado de fuerzas que tienden hacia
el acercamiento y la evasión y que, como tal, comprende una apropiada gama de
tipos de interacción específicos, de modo que no es una simple defensa contra
las intromisiones. Robert Sommer comentó al respecto: "A l igual que los puer­
cos espín de la fábula de Schopenhauer, las personas gustan de estar lo suficien­
temente cerca para obtener calor y amistad pero también alejarse lo suficiente
para no pincharse unos a otros"(1969:26).
Los modelos más aceptados contemplan el espacio personal como un com­
plejo patrón de conductas relacionadas que se ajustan sistemáticamente a las cir­
cunstancias cambiantes. Esta posición teórica refuerza la idea de que el espacio
personal se mantiene mediante una gama de conductas interrelacionadas, ade­
más de la distancia interpersonal, las cuales incluyen el contacto visual, la posi­
ción de la cabeza y la orientación del cuerpo. Al tratar acerca de las invasiones
del espacio personal, se verá que una persona cuyo espacio es invadido responde
con una compleja variedad de patrones de conducta.
Estos modelos de sistemas del espacio personal (y de conducta espacial en
general) han partido de un marco teórico más amplio de las ciencias físicas y hu­
manas conocido como teoría general de sistemas (véase Boulding, 1968; von Berta-
lanffy, 1968). En los modelos de sistemas es esencial la idea de que tanto los
sistemas biológicos como sociales (por ejemplo, una organización industrial, el
cuerpo humano, un ecosistema forestal) están compuestos por diversas variables
que funcionan entrelazadas para mantener un estado general de equilibrio en el
sistema a través del tiempo. Por ejemplo, los distintos órganos del cuerpo hum a­
no funcionan en conjunto en una compleja interacción de influencias mutuas pa­
ra mantener una temperatura estable a pesar de que las condiciones externas de
temperatura y humedad varíen considerablemente.

Espacio personal, privada y territorialidad Se debe distinguir entre espacio per­


sonal y dos conceptos relacionados, aunque distintos, que se examinaron en el
capítulo 8 (privada y territorialidad). Para esto, cabe recordar que el espacio per­
sonal siempre tiene un referente espacial (la distancia entre dos personas). Aun­
que, como se verá, la distancia física puede ser menos importante en sí que la
manera en que las personas regulan las señales en la comunicación interperso­
nal, el referente espacial es una parte invariable en la definición del espacio
personal.
La privada, por el contrario, se refiere más ampliamente al control del acceso
entre uno y los otros, e implica mecanismos múltiples tales como mensajes ver­
bales y el tipo de ropa, además de señales espaciales. No obstante, existe una im­
portante relación entre espacio personal y privada: el espacio personal es un
mecanismo que puede utilizarse para lograr el nivel deseado de privada (véase
Altman, 1975). Por ejemplo, una persona que quiere evitar que otros distraigan
su atención mientras estudia en la biblioteca del colegio (desea un alto grado de
N aturaleza d el esp acio personal 315

La forma del espacio personal


A
Los investigadores, por lo general, se han referido al espacio personal como un
círculo, sin embargo, Leslie Hayduk (1978) ha señalado que el espacio personal pro­
bablemente es más complejo de lo que sugiere la imagen de un círculo. La idea de
que el espacio personal es circular está basada en un enfoque de la zona del espacio
personal hecho desde arriba de la cabeza del individuo; el espacio personal se con­
sidera como un círculo con el individuo en el centro. Este planteamiento explica só­
lo dos dimensiones espaciales pero desatiende por completo la tercera.
Hayduk propone un modelo tridimensional del espacio personal, como se mues­
tra en la figura de abajo. Los ejes X y Y en la base de la figura definen el plano hori­
zontal en que se representa típicamente el planteamiento circular. El eje Z añade
una tercera dimensión vertical a la zona del espacio personal. Lo que originalmente
parecía un círculo desde una vista superior ahora parece un cilindro de la altura del
individuo.
La zona del espacio personal tridimensional puede no tener una forma regular.
Por ejemplo, las líneas punteadas de la figura 9-2 muestran una zona de espacio
personal que es circular en toda su altura, y de tamaño uniforme de la cintura hacia
arriba, pero que se estrecha hacia abajo. El modelo tridimensional del espacio per­
sonal .de Hayduk sigue siendo hipotético; es necesario realizar investigaciones em­
píricas sistemáticas para poder entender por completo la forma del espacio personal.
No obstante, la idea de que el espacio personal es tridimensional es comprometedo­
ra, y las investigaciones futuras deberán examinar sus dimensiones, tanto las verti­
cales como las horizontales. 7

Modelo Tridimensional del espacio personal.


L. A. H ayduk, " Personal Space: An Evaluative Y

and O rienting O verView", Psychological Bu-


lletin, 1978, 85:117-34. © American P sycholo­
gical Association, 1978. Reim preso con permiso
del ed itor y del autor.
V
316 Espacio personal

privada) eligirá sentarse a cierta distancia de las personas que se encuentran allí
(para aumentar la zona de su espacio personal).
Se debe distinguir entre espado personal y territorialidad. Sommer (1969) hace
notar que la defensa del espacio personal está tan reladonada con la defensa del
territorio inmediato que los dos procesos pueden parecer idénticos. Sin embar­
go, debe recordarse que el espacio personal es un límite invisible que se mueve
junto con el individuo cuando éste cambia de lugar. El territorio, por el contra­
rio, es un área visible, que tiene una locación estacionaria. Por ejemplo, la burbu­
ja del espacio personal del individuo se mueve con él cuando va de su casa o
departamento (su territorio) a la casa de un amigo (el territorio de ese amigo).

Diferencias culturales del espacio personal

Nacionalidad Uno de los hallazgos más interesantes en el campo del espacio


personal consiste en la observación de que la manera de utilizar el espacio perso­
nal varía según el medio ambiente del individuo. Entre los hallazgos más ilustra­
tivos se encuentra la evidencia de que las diferencias de nacionalidad influyen
considerablemente en el espacio personal. La principal contribución del clásico
trabajo de Hall (1966) en este campo fue explicar cómo utilizan el espacio perso­
nal los individuos de diferentes naciones. De hecho, tales diferencias algunas ve­
ces son causa de que las personas de diferentes medios culturales se sienten ofendidas
mutuamente por parecer frías y reservadas o agresivas (fig. 9-2).
Basado en sus propias observaciones, Hall identifica varias diferencias este­
reotípicas del espacio personal entre las culturas del norte de Europa y la británi­
ca, por una parte, y las culturas mediterránea y árabe, por la otra. Los alemanes
son característicamente más formales y distantes en el uso del espacio personal,
y se sienten más ofendidos que los estadounidenses cuando perciben violacio­
nes en las normas espaciales. Estas diferencias culturales se reflejan incluso en
las puertas de los edificios públicos y privados, que son a prueba de ruido y con­
siderablemente más sólidas en Alemania. Y mientras en los Estados Unidos no
se considera inconveniente que una persona cambie su silla de lugar, según las
necesidades de una situación particular, en Alemania es visto como una falta de
etiqueta.
Los británicos también muestran mayor reserva y formalidad que los esta­
dounidenses en el uso del espacio personal. Sin embargo, los primeros recurren
mucho a la orientación del cuerpo, el contacto visual y el nivel de la voz, para
mantenerla distancia personal. Hall señala que los británicos consideran una gro­
sería alzar la voz durante una conversación, así que modulan sus voces tan cui­
dadosamente en público que a los estadounidenses les parece algunas veces que
están “ conspirando". Con reserva similar, el británico sigue el hilo de una con­
versación con un parpadeo más que con un movimiento de cabeza o una expre­
sión verbal.
En gran contraste, en las culturas mediterráneas las personas interactúan más
estrechamente que los estadounidenses,- con un nivel más alto de intervención
de los sentidos. Por ejemplo, las aglomeraciones en las calles y en el transporte
público en el sur de Francia implican más contacto físico de lo que es característi­
co en los Estados Unidos. Más impresionante aún es el uso del espacio en el mun-
N aturaleza del esp acio personal 317

Figura 9-2 Cuando


las personas perte­
necen a diferentes
medios culturales
resulta difícil en­
contrar una distan­
cia interpersonal
cómoda.
© Peter Menzel/Stock.
Boston.

do árabe, en donde los empellones en lugares públicos son muy frecuentes. La


diferencia más pronunciada en cuanto al uso del espacio personal entre los Estados
Unidos y Arabia es la intensa participación a través de los órganos sensoriales
que es característica de la interacción social en el Medio Oriente. En contraste
con la obsesión de los estadounidenses por la eliminación de cualquier rastro de
olor corporal, los árabes deliberadamente acentúan los olores naturales del cuer­
po y consideran deseable resollar cerca de la cera de un amigo cuando conversan.
Existen estudios realizados por psicólogos ambientales que han proporcio­
nado apoyo empírico a las observaciones de Hall (Altman y Vinsel, 1977). Cuan­
do estos investigadores compararon la conducta interpersonal entre grupos de
debate compuestos ya sea por estadounidenses o árabes, encontraron que éstos
no sólo mantenían distancias interpersonales más estrechas, sino que también
había mayor contacto físico y el contacto visual era más directo, además de que
hablaban más fuerte (Watson y Graves,1966). En forma similar, cuando Kenneth
Little (1968) pidió a unos sujetos que colocaran pequeños modelos de figuras hu­
manas en un campo, encontró que los sujetos del norte de Europa (Suecia y Es­
cocia) colocaron las figuras más distantes que los estadounidenses, mientras que
los de países mediterráneos (Italia del sur y Grecia) colocaron las figuras más juntas
que los norteamericanos. Y en un estudio transcultural de las estimaciones de
la intimidad de las personas, a partir de las distintas formas de colocar sus asien-
318 Espacio personal

tos, Robert Sommer (1968) encontró una gran semejanza en las estimaciones de
los estadounidenses, británicos y suecos, pero algunas diferencias entre esta­
dounidenses, holandeses, y paquistaníes.

Carácter étnico Ya que se han demostrado las diferencias en cuanto al espacio


personal entre individuos de distintas naciones, cabe preguntarse si existen
divergencias entre los diferentes grupos culturales que conforman una socie­
dad particular. De hecho, varios investigadores se han planteado esta interro­
gante. Los primeros estudios sobre este aspecto (Baxter, 1970; Thompson y
Baxter, 1973; Willis, 1966) indican que los negros utilizan más espacio personal
que los blancos. Estudios posteriores, realizados por John Aiello y Stanley Jones
(Aielloy Jones, 1971; Jo n e s, 1971), sin embargo, demostraron que las diferencias
en el uso del espacio personal relacionadas con el origen étnico son extremada­
mente complejas y que generalmente interactúan con otros factores, tales como
la edad y el sexo. El más reciente trabajo en esta área (Patterson, 1974; Scherer,
1974) indica que el espacio personal está influido por el medio socioeconómico
más que por el carácter étnico y que las que parecían diferencias étnicas en estudios
anteriores eran en realidad diferencias subyacentes de índole socioeconómico. Por
ejemplo, Shawn Scherer (1974) encontró una mayor tendencia en las personas
de clase media a usar más espacio personal que las personas de clase baja, tanto
entre negros como en blancos, y que cuando hubo control de nivel social no se
observaron diferencias en el uso del espacio personal entre negros y blancos.

Otras diferencias individuales del espacio personal


Desarrollo Aunque la mayor parte de la investigación sobre el espacio personal
se ha restringido a adultos, también se han realizado algunos estudios con niños
para investigar en qué etapa del desarrollo surgen los límites de un espacio per­
sonal consistente que han demostrado que incluso los niños de edad preescolar
muestran ya un uso sistemático del espacio personal en su conducta interperso­
nal (Castell, 1970; Duke y Wilson, 1973; Eberts y Lepper, 1975; King, 1966; Sme-
tana, Bridgeman y Bridgeman, 1978). Los investigadores también han especulado
acerca de cómo cambia el espacio personal a través de las distintas etapas del
desarrollo. Cuando Carol Guardo y Murray Meisels (1971b) pidieron a unos ni­
ños de edad escolar que colocaran figuras humanas en un campo, observaron
que la colocación sistemática de las figuras fue más evidente entre niños de pri­
mero a tercero de secundaria que entre niños más pequeños. En general, las prue­
bas indican que a medida que los niños crecen muestran preferencia por un espacio
personal mayor (Aiello y Aiello, 1974; Jones y Aiello, 1973; Meisels y Guardo,
1969; Pedersen, 1973; Tennis y Dabbs, 1975), aunque hay cierta inconsistencia
en los hallazgos, por lo que se necesita investigar más sobre la relación entre la
edad y el tamaño de la zona del espacio personal. Rae Carlson y M. A. Price (1966),
quienes ampliaron esta investigación con niños mayores, sostienen que el desa­
rrollo de patrones sociales estables de colocación de figuras humanas continúa
en la adolescencia e incluso en la edad adulta.

Rol sexual Un hallazgo de especial interés es el relacionado con las diferencias


de los roles sexuales. De hecho, muchos de los otros hallazgos en este campo
N aturaleza del esp acio personal 319

interactúan con el sexo, como es el caso de las influencias del carácter étnico y
del desarrollo físico.
Se ha observado que la zona del espacio personal es más grande para los
hombres que para las mujeres, aún después de haber controlado las influencias
potencialmente confusas del nivel social relativo y el afecto (Wittig y Skolnick,
1978). Los investigadores que han presenciado interacciones entre dos miembros
del mismo sexo, consistentemente han encontrado que las parejas hombre-hombre
mantienen una distancia interpersonal mayor que las parejas mujer-mujer (Aie-
11o y Jones, 1971; Pellegrini y Empey, 1970; Sommer, 1959). Se ha demostrado
que las parejas mixtas mantienen una proximidad espacial más estrecha que las
parejas del mismo sexo (Duke y Nowicki, 1972; Hartnett, Bailey y Gibson, 1970;
Jourard, 1966a; Kuethe, 1962a, 1962b). Las observaciones de la colocación espacial
entre amigos íntimos en un área universitaria en Sudáfrica revelan que la proxi­
midad mayor en las parejas mixtas se debió principalmente a lá conducta espacial
de las mujeres, quienes mostraron mayor tendencia a acercarse más a los hom­
bres que les gustaban(Edwards, 1972).
Las investigaciones que han examinado la relación entre el carácter étnico
y la etapa del desarrollo físico con el espacio personal han mostrado un compli­
cado cuadro de interacciones con el sexo de los sujetos en estudio. Aiello y Jones
(1971) observaron la conducta de niños de primero y segundo año de primaria
en un patio escolar y encontraron que, mientras que los niños blancos mostra­
ron zonas de espacio personal más grandes que las niñas blancas, no se observaron
efectos del sexo en niños negros ni en puertorriqueños. En un estudio posterior,
Jones y Aiello (1973) observaron las interacciones ocurridas entre niños de edad
escolar, en una discusión libre, y encontraron que, mientras que las niñas negras
se mantenían más juntas que las niñas blancas, no hubo ningún efecto étnico
entre los varones. Mediante una técnica de simulación, Guardo y Meisels (1971b)
descubrieron que la colocación de figuras de las niñas fue relativamente más es­
table que la de los niños, entre los grados de tercero de primaria y segundo de
secundaria, pero hubo pocas diferencias relacionadas con el sexo entre los estu­
diantes de los dos últimos años de secundaria.

Esquizofrenia Un punto de investigación que resulta en verdad interesante es


el que trata la relación entre el espacio personal y las anormalidades de la perso­
nalidad. De hecho, algunos de los primeros estudios realizados acerca del espa­
cio personal exploraron los efectos de las diversas formas de psicopatología en
el espacio personal. Mardi Horowitz y sus colaboradores (Horowitz, 1965, 1968;
Horowitz, Duff y Stratton, 1964) dirigieron una serie de estudios con el fin de
conocer el uso que dan los esquizofrénicos al espacio personal. En un estudio,
se pidió a pacientes esquizofrénicos y personas normales acercarse a otra persona
hasta que sintieran incomodidad. Las distancias interpersonales seleccionadas
por los esquizofrénicos fueron más variables que las del grupo de personas nor­
males, algunas veces más cerca y otras más lejos de la otra persona. A los dos
grupos de sujetos se les mostró un dibujo de una figura humana y cuando se
les pidió trazar una linea alrededor de las figuras para mostrar la distancia que
preferían mantener entre ellos mismos y otras personas, los esquizofrénicos di­
bujaron líneas que establecían distancias mayores que las de las personas
normales.
320 Espacio personal
¡

Horowitz también estudió los límites del espacio personal de pacientes psi­
quiátricos desde el momento en que ingresaron en el hospital hasta que fueron
dados de alta. Encontró que los límites del espacio personal, tanto de pacientes
esquizofrénicos como de pacientes con depresión, fueron disminuyendo confor­
me se reducía el grado de la perturbación. Otros investigadores han reportado
hallazgos similares. En algunas circunstancias los esquizofrénicos mantuvieron
distancias interpersonales mayores que las personas normales (Sommer, 1959;
Ziller y Grossman, 1976; Ziller, Megas y Di Cencío, 1964), aunque en otras
situaciones se encontró que los esquizofrénicos mostraron una mayor variabi­
lidad en el espacio personal que las personas normales (Blumenthal y Melzoff,
1967).

Técnicas de medición del espacio personal


Debido a que la conducta de espacio personal es un aspecto especialmente sutil de
las relaciones interpersonales , del cual la gente por lo general no es conscien­
te, las estrategias de medición que se han desarrollado para su estudio son muy
variadas. Según se ha visto, los investigadores han medido el espacio personal
mediante la observación naturalista de la forma en que el individuo utiliza el es­
pacio cuando se relaciona con otros; a través de situaciones de laboratorio, en
las que se pide a los sujetos acercarse a otros y por medio de la simulación de
situaciones del mundo real (se pide a los sujetos utilizar pequeñas figuras recor­
tadas para demostrar su uso del espacio personal). A continuación se describen
las diversas estrategias de medición con más detalle.

Observación naturalista El espacio personal puede medirse a través de la ob­


servación y el registro sistemáticos de la distancia que media entre las personas
que intervienen en una interacción social en situaciones del mundo real. Muchos
investigadores han utilizado cintas de video, películas o fotográfias para facilitar
!a recopilación de datos en medios naturales. J. Smetana, D. L. Bridgeman y B.
Bridman (1978) emplearon la observación naturalista para medir la conducta de
espacio personal de niños de cuatro guarderías, en Santa Cruz, California. Pri­
mero grabaron todas las interacciones entre los niños en cintas de video. Poste­
riormente midieron distancias entre los interactores, con una técnica que consistía
en "congelar" la cinta en cada episodio de interacción y utilizar las losetas del
piso, que eran de 45 cms., como patrón de medición.

Procedimiento de "aproxim ación-alto" El espacio personal también puede me­


dirse en situaciones de laboratorio controladas por medio de lo que se ha deno­
minado como el procedimiento de "ap ro x im a ció n -a lto Aquí, el sujeto se aproxima
a una persona, o se le aproxima una persona (a menudo un experimentador), y
detiene el acercamiento en el punto donde el sujeto comienza a sentirse incómo­
do. Mardi Horowitz y sus colaboradores (Horowitz, Duff y Stratton, 1964) utili­
zaron este procedimiento en su estudio del espacio personal en pacientes
esquizofrénicos hospitalizados. Aunque la gran artificialidad de este procedimiento
hace que su validez externa sea más baja que la de la observación natural, su alto gra­
do de control experimental y de precisión en la medición le da una mayor validez
interna.
Naturaleza del espacio personal 321

Mediciones de simulación Debido a que es difícil y tardado medir el espacio


personal directamente, ya sea en una situación naturalista o de laboratorio, mu­
chos psicólogos ambientales han recurrido a métodos de simulación. El uso de
estos métodos para el estudio del espacio personal fue iniciado por James Kuet-
he (1962a, 1962b, 1964). La técnica de colocación de figuras de Kuethe consiste en
que a un sujeto se le dan dos o más figuras de fieltro que representan seres hu­
manos y se les pide que las coloque en un campo de fieltro tal como el sujeto
quiera. Kuethe descubrió que los sujetos no colocaban las figuras al azar o capri­
chosamente; respondían de acuerdo con una combinación de respuestas muy par­
ticular, que determinaba tanto las figuras que debían ir juntas como el gTado de
cercanía entre ellas. Esta combinación de respuestas sociales ayuda a estructurar
situaciones ambiguas, y los individuos del mismo medio cultural tienden a res­
ponder con combinaciones muy semejantes. Por ejemplo, los sujetos colocaban
las figuras de una mujer y un niño más juntas que las figuras de un hombre y
un niño; pero la figura de un perro la colocaban más cerca de un hombre que
de una mujer (figura 9-3).
Para medir el espacio personal con la técnica de colocación de figuras, el in­
vestigador pide al sujeto imaginar que una figura que ya está en el campo es una

Figura 9-3 Frecuencias con que 100 sujetos ordenaron tres grupos de figuras recortadas.
D e / . L. K u e th e , "Social S c h e m a s " , J o u r n a l o f A b n o r m a l a n d S o c i a l P s y c h o l o g y , 1 9 6 2 , 6 4 :3 1 - 3 8
© A m erica n P sy ch o logical p o r la A sso cia lio n , 1 9 6 2 R eim p reso con p erm iso d el editor y d el autor.
322 Espacio personal

persona en particular, que puede ser la madre, el padre o el mejor amigo del su­
jeto. Luego se le dice que imagine que una segunda figura es él mismo y que
debe colocarla en el campo en cualquier lugar que elija. El investigador estima
el espacio personal por la distancia que hay entre las figuras que representan al
individuo y al "o tr o ". Rae Carlson y M. A. Price (1966) utilizaron la original com­
binación de figuras humanas de Kuethe (1962) (véase figura 9-3) en su investiga­
ción sobre el desarrollo de la forma en que el individuo emplea el espacio en sus
relaciones interpersonales. Los métodos alternativos para la simulación del espa­
cio personal incluyen mediciones con cuestionarios, en los que se les pide a los
sujetos poner marcas en un pedazo de papel para mostrar la distancia entre ellos
y otra persona (Duke y Nowicki, 1972), colocación de muñecos pequeños sobre
un campo (Little, 1965) y la selección de fotografías que muestran personas en in­
teracción en varias colocaciones (Haase, 1970).

Validez de las simulaciones Según se hizo notar anteriormente con respecto a otras
conductas ambientales, es primordial averiguar si las respuestas de los sujetos en las
condiciones simuladas son similares a la conducta que manifiestan en contextos reales;
es decir, se debe hacer una exploración sistemática de la validez externa de las técnicas
de simulación. Si se desea que los métodos de simulación de las mediciones del espa­
do personal proporcionen informadón válida, es necesario asegurarse de que hay una
estrecha correspondenda entre la forma en que las personas colocan las figuras huma­
nas simuladas en un campo y la forma real en que utilizan el espado interpersonal.
Kenneth Little (1965) examinó esta cuestión mediante una técnica de simula­
ción y con actrices reales en un escenario. Primero hizo que sus sujetos colocaran
figuras simuladas sobre un campo de fondo que mostraba una variedad de situa­
ciones, tales coma la esquina de una calle, la sala de un edificio público y un lu­
gar en un campus universitario. Luego pidió a los sujetos que representaran el
rol de un director de teatro y situaran a dos actrices verdaderas en un escenario
que presentaba el mismo ambiente de las situaciones simuladas con anteriori­
dad. La correspondencia entre la distancia interpersonal manifestada en la colo­
cación de figuras simuladas y las de actrices simuladas y las de actrices verdade­
ras fue notablemente estrecha.
La desventaja del estudio de Little fue que, en las situaciones reales, los suje­
tos situaban a las actrices más que utilizar ellos mismos el espacio interpersonal.
Edward Gottheil y sus colaboradoes (Gottheil, Corey y Paredes, 1968) repitieron
el estudio de Little de tal manera que permitiera una comparación directa entre
la distancia de la colocación de figuras y la distancia interpersonal utilizada por
los sujetasen un ambiente real. Primero, arreglaron una situación de entrevista
en la que se pedía a los sujetos colocar en un campo las figuras simuladas que
representaban a ellos mismos y al entrevistador. Después, fotografiaron la dis­
tancia real entre el investigador durante la entrevista, que fue elegida por los su­
jetos, la correspondencia entre la distancia interpersonal de las situaciones
simulada y real fue de nuevo notablemente estrecha. Cuando Holahan y Levin-
ger (1971), utilizaron una situación de entrevista similar, encontraron también
una estrecha correspondencia entre la distancia de la colocación de figuras y la
distancia interpersonal real de una situación real.
Sin embargo, algunas evidencias posteriores indican que la correlación en­
tre las mediciones de simulación de espacio personal y la conducta de espacio
Funciones psicológicas 323

personal real es más baja de lo que se pensaba. Después de una extensa revisión
de estudios acerca del espacio personal, Leslie Hayduk (1978) concluye que los
métodos de simulación no proporcionan un índice lo suficientemente sólido de
la forma en que el individuo utiliza el espacio personal en situaciones sociales
reales. El problema principal es que las técnicas de simulación dependen de la
capacidad cognoscitiva de los sujetos. Es decir, para utilizar figuras que repre­
senten conductas interpersonales reales , los sujetos deben ser capaces de imagi­
nar un ambiente social y físico determinado, contemplarse a sí mismos en
interacción desde la perspectiva de una tercera persona y convertir la escala de las
relaciones sociales reales a la escala de las pequeñas figuras. La influencia
de la capacidad cognoscitiva en las mediciones del espacio personal es de interés
particular en las pruebas que se realizan con niños, en las que el rango de la ca­
pacidad cognoscitiva puede ser considerable.
Un estudio dirigido por Kathleen Love y John Aiello (1980) apoya la posición
de Hayduk. Estos dos investigadores pidieron a parejas de mujeres universita­
rias sostener un debate sobre un tema previamente arreglado, en una situación
experimental. Durante el debate se registró la distancia interpersonal sin inte­
rrumpir su curso. Luego se les presentaron a los sujetos mediciones tradiciona­
les del espacio personal dos mediciones por simulación (colocación de figuras
de fieltro y colocación de muñecos) y el procedimiento de "aproxim ación-alto''.
Después, Love y Aiello pidieron a los sujetos que colocaran sus figuras o
detuvieran el acercamiento para reproducir la distancia interpersonal que habían
mantenido durante la discusión. Los investigadores encontraron que las dos me­
diciones por simulación y el procedimiento de aproximación-alto tuvieron una
escasa correlación con las distancias interpersonales reales mantenidas durante
la discusión. Concluyeron que debido a que la conducta de espacio personal ocu­
rre sin que el individuo se dé cuenta, le resulta difícil reproducir las distancias
interpersonales reales cuando es sometido a una medición por simulación o por
el procedimiento de "aproxim ación-alto" aun cuando se le pide explícitamente
que haga eso.
Con base en las pruebas de investigación acumuladas relacionadas con la va­
lidez de los métodos de simulación de las mediciones del espacio personal, se
puede concluir 1) que los psicólogos ambientales interesados en el estudio del
espacio personal deben utilizar métodos de observación naturalista siempre que
sea posible; 2) que cuando no es posible la observación naturalista es preferible
utilizar el procedimiento de "aproxim ación-alto" que las técnicas de simulación
(Hayduk, 1978); y 3) que cuando deba utilizarse la simulación (como cuando se
trabaja con una amplia muestra de sujetos), los hallazgos obtenidos deben consi­
derarse con un valor relativamente menor que los obtenidos por medio de la ob­
servación naturalista.

FUNCIONES PSICOLÓGICAS DEL ESPACIO PERSONAL

Autoprotección
Los psicólogos ambientales opinan que una importante función del espacio per­
sonal es la autoprotección. El espacio personal opera como un amortiguador contra
324 Espacio personal

amenazas físicas y emocionales provenientes de otras personas. De hecho, algu­


nos investigadores (Dosey y Meisels, 1969; Horowitz, Duff y Stratton, 1964) se
han referido al espacio personal como una "zon a de protección del cu erpo", por
lo tanto, reconocen explícitamente la función autoprotectora del límite del espa­
cio personal. Los investigadores han observado que cuando el individuo se en­
cuentra en una situación amenazante, automáticamente extiende su zona de
espacio personal en defensa propia. Por ejemplo, las personas se mantuvieron
a una distancia interpersonal mayor cuando se les indicó que se estaba evaluando
su atractivo físico y sexual (Dosey y Meisels, 1969), así como cuando se les dio
una retroalimentación negativa referente a su rendimiento en el desempeño de
una tarea (Karabenick y Meisels, 1972).

Invasiones al espacio personal Ahora, cabe considerar cómo se podría estudiar


experimentalmente la función protectora del espacio personal. Un procedimien­
to sería invadir la zona del espacio personal de alguien y observar sistemática­
mente sus reacciones. De hecho, la técnica más común y viable, empleada por
los psicólogos ambientales para investigar la función protectora del espacio per­
sonal, ha sido la invasión experimental del espacio personal de otro individuo.
Robert Sommer y sus colaboradores (Sommer, 1969; Felipe y Sommer, 1966, 1972)
han utilizado esta técnica de invasión con muy buenos resultados.
En uno de sus estudios, Sommer invadió el espacio personal de pacientes
psiquiátricos de un hospital mental con capacidad de 1,500 camas, en Mendoci-
no, California. Sommer seleccionó a hombres que estaban sentados solos en las
bancas y que no participaban en ninguna actividad particular. Para invadir el es­
pacio personal del paciente, Sommer se le acercaba y se sentaba a su lado, sin
decir una palabra. Se situaba a sólo 15 cms. del paciente y si éste se recorría lige­
ramente hacía el otro lado, Sommer también se movía para mantener la misma
distancia entre ambos. Con el objeto de estimar sistemáticamente las reacciones
de los pacientes ante la invasión de su espacio personal, Sommer seleccionó un
grupo de control de pacientes que también se sentaban solos en la misma área
general, pero cuyo espacio no era invadido. En su informe declara que las reac­
ciones de los pacientes frente a la invasión fueron impresionantes . En un térmi­
no de dos minutos, un tercio de los pacientes que sufrieron la invasión habían
huido de sus asientos, mientras que ningún paciente del grupo de control se ale­
jó. Después de nueve minutos, la mitad de los pacientes invadidos se habían mar­
chado del lugar, mientras que sólo un 8 por ciento de los del grupo de control
había dejado su asiento (figura 9-4).
En un segundo estudio, Nancy Felipe invadió el espacio personal de estu­
diantes mujeres que estaban sentadas solas, leyendo o estudiando, en la sala de
estudio de una biblioteca universitaria. Aquí también las sujetos para control fue­
ron seleccionadas entre las estudiantes que estaban sentadas solas en la sala. En
la situación de invasión más directa, Felipe se sentó exactamente al lado y acercó
su silla lo más posible a la silla de la sujeto sin causar un contacto físico. Después
de treinta minutos, el 70 por ciento de las sujetos que habían sufrido una inva­
sión se habían retirado de su lugar, mientras que sólo 13 por ciento del grupo
de control había dejado sus asientos. En úna invasión menos seria, sin embargo,
cuando había otra silla o una mesa entre el invasor y el sujeto hubo poca reacción
por parte de los sujetos hacia el invasor.
Funciones psicológicas 325

Figura 9-4 Porcentaje de pacientes psiquiá­


tricos, en condiciones experimentales, que
huyeron cuando su espacio persona] fue in­
vadido, y de sujetos de control que cambia­
ron de asiento, por minutos transcurridos.

D e R . S o m m e r, P e r s o n a l Space: The Behavioral


B a s is o f D e s ig n , p . 3 3 . © P ren tic e-H a ll, In c ., 196 9 .
Publicado p o r P re n tic e -H a ll, I n c . , E n glew o a d Cliffs,
N I 0 7 6 3 2 . R eim p re s o co n p e r m is o .

Cabe preguntarse si existen otras formas de enfrentar la invasión del espacio


personal, además de abandonar el área. De hecho, Som m er informa que en am­
bos estudios, los sujetos al principio intentaron enfrentar la invasión con su con­
ducta antes de retirarse. Estos ajustes de conducta ante la invasión fueron bastante
complejos, y en general variaron de un individuo a otro. Algunos sujetos volvie­
ron la cara hacia otro lado o cambiaron sutilmente la posición de sus sillas. Otros
sujetos también adoptaron una postura defensiva, como encoger los hombros,
mover los codos hacia los lados o poner la barbilla sobre las manos. Otros utiliza­
ron libros y diversos objetos como barreras contra el intruso. Si estas maniobras
defensivas resultaban infructuosas, el sujeto recurría entonces a abandonar el lu­
gar, Miles Patterson y sus colaboradores (Patterson, Mullens y Romano, 1971)
reportaron un patrón similar de respuestas de conducta com plejas frente a la in­
vasión espacial en una biblioteca. Cuando se discutan las teorías sobre el espacio
personal, se verá que los complejos ajustes de conducta que hace el individuo
ante tales invasiones son un aspecto central en los modelos del espacio personal.

Características del invasor Algunos estudios han examinado cómo influyen las
características del individuo que invade el espacio personal de otro en la respuesta
de éste ante la invasión. Las evidencias obtenidas en las investigaciones indican
que ei sexo, la edad y nivel social del intruso influyen en la reacción de un indivi­
duo ante la invasión de su espacio personal. Los intrusos de sexo masculino cau­
san más movimientos por parte del invadido que los intrusos de sexo femenino
(Bleda y Bleda, 1976, Dabbs, 1971). Resulta interesante saber que las investiga­
ciones demuestran que los hombres se sienten más perturbados que las mujeres
cuando su espacio personal es invadido (Garfinkel, 1964; Patterson, Mullens y
Romano, 1971).
326 Espacio personal

Arma Fry y Frank Willis (1971) han comprobado que la edad del invasor tam­
bién ayuda a determinar la respuesta de la víctima. Hicieron que unos niños se
colocaran a 15 cms. detrás de unos adultos en una cola para el teatro, y encontra­
ron que mientras que los niños de cinco años obtenían una respuesta positiva,
los de 8 años eran ignorados, y los de 10 años produjeron reacciones negativas
iguales a las invasiones hechas por adultos. Por último, David Barash (1973) des­
cubrió que el nivel socioeconómico aparente del intruso afectó las reacciones
de los sujetos en una biblioteca. Cuando un intruso (varón) se vistió con un
traje formal y daba la impresión de ser miembro de una facultad, los estudiantes
se retiraban más rápidamente que cuando el mismo intruso vestía ropa casual
y parecía ser otro estudiante.

La perspectiva del invasor Hasta aquí se han examinado los efectos psicológi­
cos que produce la invasión del espacio personal en la persona invadida. Pero
también se deben investigar los efectos psicológicos que ocasiona al intruso la
perspectiva de invadir el espacio personal de otra persona. Después de todo, cual­
quier persona que invade el espacio de otra está permitiendo al mismo tiempo
la invasión de su propio espacio personal. Los psicólogos ambientales que se han
planteado esta interrogante han encontrado consistentemente que las personas
reportan incomodidad y, en general, sentimientos negativos acerca de la inva­
sión del espacio personal de otro individuo. Por ejemplo, las personas mostra­
ron una gran tendencia a evitar tomar agua en el bebedero de un edificio
universitario cuando otra persona (un adjunto de los experimentadores) estaba
situada a 1.5 m. (Baum, Reiss y O'Hara, 1974). Sin embargo, es importante des­
tacar que cuando el bebedero quedaba oculto (empotrado en la pared más que
sobrepuesto), las personas se sintieron más dispuestas a detenerse y beber aun
cuando había otra persona cerca.
Nancy Thalhofer (1980) especuló que la renuencia de un individuo a utilizar
un bebedero cuando otra persona está cerca podría variar según el número total
de personas que se encuentran en el área circundante. Basada en el modelo de
sobrecarga de información de la aglomeración (véase "Perspectivas teóricas de la
aglomeración” , capítulo 7), Thalhofer coligió que si las personas atienden menos
a las señales sociales cuando se encuentran en condiciones de aglomeración, es
probable que se sientan menos incómodas por violar el espacio personal de otro
individuo cuando la densidad social es alta que cuando la densidad social es ba­
ja. Para probar esta hipótesis, dirigió un experimento de campo en un bebedero
ubicado en el corredor de un edificio universitario. La proporción de personas
que pasaban y se detenían a beber fue observada en cuatro condiciones experi­
mentales: cuando el área alrededor del bebedero se cacarterizaba por una densi­
dad alta o baja, y (dentro de cada una de estas condiciones) cuando un adjunto
experimental se paraba a unos 30 cms. del bebedero y cuando no había ninguno
cerca.
La tabla 9-1 muestra la proporción de personas que pasaban y se detenían
a beber en cada una de las cuatro condiciones experimentales (se observaron 300
süjetós en cada condición). De acuerdo con las predicciones de Thalhofer, el es­
pacio personal del adjunto fue violado más a menudo cuando había alta densidad
social que cuando había baja densidad social. El estudio de Thalhofer resulta de
especial interés debido a que examinó al mismo tiempo dos procesos ambientales
Funciones psicológicas 327

Tabla 9-1. Proporción, por densidad social, de transeúntes que se detuvieron a to­
mar agua cuando había y cuando no había una persona cerca del bebedero.

Densidad Persona presente Persona ausente Total

Baja 23/300 = 0.0767 55/300 = 0.1833 78/600 = 0.1300


Alta 47/300 = 0.1567 50/300 = 0.1667 97/600 = 0.1617

Total 70/600 = 0.1167 1C5/600 = 0.1750 175/1200 = 0.1458

Fuente . A daptado d e N .N . T halhofer, " V iolation o f a S pacin g N orm m H igh Social D en sity " , Jou rnal of Applied
Social Psychology, 1980, 10:2:175-83. R eim preso con perm iso.

de la interacción social (la invasión del espacio personal y las formas de enfrentar
la aglomeración). Los efectos mancomunados de dos o más procesos psicológicos
ofrecen interesantes posibilidades para investigaciones futuras.
Las investigaciones adicionales han demostrado que las personas se niegan
a invadir el espacio de dos personas que interactúan activamente (lo que indica
que en los grupos sociales se percibe una zona de espacio personal comparable
a la de un individuo). Los estudios realizados por James Cheyne y Michael Efran
(Cheyne y Efran, 1972; Efran y Cheyne, 1973, 1974) demostraron que los indivi
dúos se niegan a penetrar en el espacio personal de dos personas cuando éstas están
conversando, pero que no les preocupa hacerlo cuando están sin hacer nada. Y
también demostraron que las invasiones aumentan cuando dos personas están
a más de 1.20 m. uno de otro. Se encontró también que es importante el sexo
de las parejas. La renuencia a la invasión es mayor cuando se trata de una pareja
mixta; regular, cuando es una pareja de mujeres; y menor cuando se trata de
dos hombres. La conducta de los invasores revela su propia incomodidad al in­
vadir el espacio personal de otros individuos. Tienden a bajar la cabeza, cerrar
los ojos y disculparse cuando pasan por el espacio de ia pareja que interactúa.
Eric Knowles (1973) reporta que el tamaño del grupo invadido también afecta
la intención de invadir. Observó en su estudio que aunque las personas por lo
general no se inclinaban a invadir el espacio personal de un grupo en conversa­
ción, el efecto era más pronunciado cuando se trataba de un grupo de cuatro per­
sonas que cuando el grupo era de dos. Al comparar los hallazgos de Knowles
con los de Thalhofer, se debe tener en mente que en el experimento de Thalhofer
las personas no invadían el espacio de un grupo social, sino el de un individuo
en la vecindad de otras personas. Además, mientras que el grupo de cuatro per­
sonas de Knowles era un grupo coherente de individuos que conversaban, la con­
dición de alta densidad de Thalhofer consistía en una colección más heterogénea
de individuos. Parece ser que cuando la densidad social incluye un grupo social
coherente que sostiene una conversación, el espacio personal del grupo es respe­
tado. Knowles también encontró que los sujetos se resistían más a invadir el
espacio de un grupo de alto nivel'social que el de un grupo de bajo nivel social,
el cual se refeleja en la edad y la manera de vestir del grupo. Un estudio adicio­
nal (Knowles, Kreuser, Haase, Hyde y Schuchart, 1976) encontró que los peatones
caminaban más alejados de un grupo de personas que de un solo individuo.
32S Espacio personal

Ansiedad, temor y espacio personal La función protectora del espacio personal


se puede entender más ampliamente si se examina a individuos que sufren de
ansiedad por determinadas situaciones o que perciben que otras personas pue­
den ser una amenaza. Puesto que el espacio personal sirve para proteger al indi­
viduo de amenazas físicas y emocionales, es lógico suponer que las personas que
sienten ansiedad o temor en ciertas situaciones sociales establecen una zona de
espacio personal más amplia que las personas que no manifiestan estos proble­
mas. De hecho, existe una serie de estudios acerca de la relación entre el espacio
personal y la ansiedad. Estos estudios, que han incluido métodos de simulación
y observaciones de conducta interpersonal real, indican que los individuos que
obtienen altas notaciones en un cuestionario que estima la ansiedad mantienen
distancias interpersonales más amplias que aquellos que puntúan bajo en el cues­
tionario (Bailey, Hartnett y Gíbson, 1972; Karabenick y Meisels, 1972; Patterson,
1973b, Weinstein, 1968). Por otro lado, las investigaciones relacionadas con esto
muestran que las distancias interpersonales más cortas están asociadas con una
autoestima alta, un concepto más positivo acerca de sí mismo y un sentido más
claro del límite del cuerpo (Frankel y Barrett, 1971; Frede, Gautney y Baxter, 1968;
Stratton, Tekippe y Flick, 1973).
En otra línea de investigación, Marshall Duke y Stephen Nowicki (1972) exa­
minaron la relación entre el espacio personal y las diferencias de personalidad
en lo que los investigadores han llamado "locus de control" (Rotter, 1966). El
"locus de control" se refiere a las diferencias en la forma de contemplar la causa­
lidad de los sucesos: los individuos "interioristas" se inclinan a considerar que
los sucesos están controlados por ellos, y los individuos "exterioristas" tienden
a atribuir el control de los sucesos a fuentes externas. Duke y Nowicki, mediante
un método de simulación, encontraron que cuando se hallaban en presencia de
extraños y figuras de autoridad los extemistas mantenían una zona de espacio
personal más grande que los interioristas. Explican sus hallazgos desde el punto
de vista del modelo de aprendizaje social del espacio personal, de donde infieren
que los exterioristas han aprendido a depender de otros para satisfacer sus nece­
sidades y, por lo tanto, se sienten más amenazados ante los extraños, cuyas res­
puestas son difíciles de predecir.
Se podría profundizar más en lo que respecta a la relación entre la amenaza
social percibida y el espacio personal si se analizan los individuos que se han iden­
tificado como emocionalmente perturbados o socialmente desviados (véase re­
cuadro: "El espacio personal de los prisioneros violentos"). Una importante rama
de la investigación ha examinado el espacio personal de niños y adolescentes con
cierto grado de perturbación emocional. Laura Weinstein (1965), a través del mé­
todo de simulación, encontró que los muchachos de un internado para niños emo­
cionalmente perturbados, cuyas edades fluctuaban entre los 8 y los 12 años de
edad, interponían mayores distancias en la colocación de figuras humanas que
una muestra de control de niños normales. Un dato interesante es que los niños
perturbados pusieron mayor distancia entre las figuras que representaban a una
mujer y a un niño; supuestamente, estas colocaciones reflejan las relaciones par­
ticularmente negativas entre los niños y sus madres y maestras. Weinstein con­
cluye que los niños con perturbaciones emocionales tienden más a percibirá las
demás personas, particularmente a las mujeres adultas, como punitivas e inca­
paces de brindar apoyo y confianza, que los niños normales.
Funciones psicológicas 329

r El esp acio personal de los p risio n ero s v io len to s

En un estudio de especial interés, A. F. Kinzel (1970) investigó el espacio perso­


nal de prisioneros con antecedentes de conducta violenta. En una situación experi­
mental, un experimentador caminaba repetidas veces hacia el sujeto desde varias
direcciones hasta que el sujeto manifestaba incomodidad. Se encontró que el límite
promedio de espacio personal de los prisioneros violentos era cuatro veces mayor
en área total que el de los prisioneros no violentos. Las mayores diferencias se die­
ron cuando el experimentador se acercaba a los sujetos por la espalda; en esta situa­
ción, los prisioneros violentos manifestaban un límite de espacio personal
especialmente distante. De hecho, los prisioneros violentos se inclinaban a percibir
el acercamiento del experimentador como una amenaza.
La conducta y los comentarios que manifestaron los sujetos después de los pro­
cedimientos apoyan la observación clínica de que los individuos violentos tienden
a percibir cualquier intrusión, aunque no sea amenazadora, como un ataque. Los
sujetos violentos con frecuencia reportan haber percibido al experimentador erró­
neamente, como si estuviera asechándolos o como si intentara atacarlos. Varios su­
jetos mencionaron que esto se parecía mucho a la sensación que experimentaban
antes de un asalto... En repetidas ocasiones un sujeto no dijo nada, sólo se alejaba
del centro del cuarto con los puños apretados cada vez que se sentía que el experi­
mentador se acercaba demasiado. Dos sujetos no pudieron tolerar la presencia del
experimentador detrás de ellos a ninguna distancia sin voltear a mirarlo, en las tres
primeras pruebas. Otro sujeto dijo, "Si no lo conociera estaría listo para cualquier
cosa". Kinzel, 1970; 63.

Las zonas de espacio personal de los


prisioneros violentos son más amplias
que las de los prisioneros no violentos,
especialmente cuando alguien se les
acerca por la espalda.

De A. F. Kinzel, "Boríy Buffer Zone in Violenl


P r is o n e r s " A m e r ic a n J o u r n a l o f P s y c h ia t r y ,
1 9 7 0 , 1 2 7 : 1 :5 9 - 6 4 . £ A m erica n P sichia tnc A s-
so á a tio n , 1 9 7 0

Rhoda Fisher (1967) encontró que los escolares que recibían clases especiales
para niños con serios problemas de conducta pusieron más distancia en la colo­
cación de figuras humanas de juguete que los niños normales. Otros investiga­
dores que han estudiado el espacio personal de niños con perturbaciones
emocionales (Du Hamel y Jarmon, 1971) y adolescentes con los mismos proble-
330 Espacio personal

mas (Long, Ziller y Bankes , 1970; Newman y Pollack, 1973) han reportado un
patrón de resultados similar. Los niños y adolescentes con problemas emociona­
les establecieron un mayor espacio personal que sus contrapartes normales. Al
comparar estos hallazgos con los obtenidos en estudios realizados con esquizo­
frénicos, se deduce que la tendencia de éstos a tener zonas de espacio personal
más grandes que las personas normales también está relacionada con la ansiedad
y la amenaza percibida, implícitas en la situaciones sociales. La mayor variabilidad
en las zonas de espacio personal observada en algunos esquizofrénicos puede es­
tar asociada con el severo trastorno mental que caracteriza a la esquizofrenia.
Otro estudio investigó el espacio personal de estudiantes universitarios que
mostraban cierto trastorno socioemocional. Jerry Higgins y sus colaboradores (Hig-
gins, Peterson y Lise-Lotte, 1969) utilizaron un método de simulación con un grupo
de universitarios no graduados que fueron separados según su nivel de adapta­
ción social. Encontraron que los estudiantes mal adaptados, al igual que los ni­
ños emocionalmente perturbados de Weinstein, pusieron más distancia entre las
figuras que representaban a una madre y su hijo que los estudiantes bien adapta­
dos. Especulan que este resultado refleja la existencia de una relación más negativa
entre los estudiantes mal adaptados y sus madres.

Atracción interpersonal
La amistad Otra función sociopsicológica del espacio personal consiste en re­
gular las manifestaciones de atracción interpersonal. De hecho, algunos de los
primeros estudios en este campo investigaron el espacio personal de acuerdo con
el grado de amistad que existe entre las personas que interactúan. Por ejemplo,
Little (1965) encontró que, tanto en la tarea de simulación como en la colocación
de actrices en un escenario, los buenos amigos eran colocados más juntos que los
conocidos casuales, y éstos últimos se situaron más juntos uno del otro que
los extraños. Estudios posteriores en los que se empleó la técnica de colocación
de figuras con niños de edad escolar han mostrado repetidamente que mientras
más estrecha es la relación social entre las personas, los sujetos tienden a colocar
las figuras más cerca (Bass y Weinstein, 1971; Guardo y Meisels, 1971b; Meisels
y Guardo, 1969).
El hallazgo de que el grado de amistad es un factor determinante de la distancia
interpersonal también lo han confirmado los investigadores que han observado
la forma real en que la gente utiliza el espacio en situaciones naturalistas. Cuan­
do se hizo una observación de estudiantes universitarios en una zona universita­
ria, se encontró que los individuos que eran amigos se acercaban más que los
que eran sólo conocidos (Willis, 1966). Resultados similares se descubrieron en
niños esolares que interactuaban en un salón de clases (Aiello y Cooper, 1972)
y en pacientes psiquiátricos que se encontraban en la cafetería de un hospital (Al
mond y Esser, 1965) Richard Heslin y Diane Boss (1980) realizaron observaciones
naturalistas de la conducta no verbal entre algunos viajeros y las personas que los
recibían o los despedían en el aeropuerto de Indianápolis. Encontraron que mien­
tras más estrecha era la relación entre dos personas, eran mayores las probabili­
dades de que se colocaran más juntas y de que su interacción fuera más íntima
(un beso o un abrazo prolongado en contraste con ningún contacto físico o un
simple saludo de mano).
Fu n cio n es psicológicas 331

Atracción Algunos investigadores han estudiado directamente la relación entre


espacio personal y el grado de atracción interpersonal que existe entre los indivi­
duos. Por ejemplo, los investigadores se han preguntado si la distancia interper­
sonal opera como una seña! de la atracción interpersonal; es decir, ¿proporciona
la distancia espacial entre dos personas información acerca del agrado mutuo?.
Los hallazgos basados en la colocación de figuras simuladas (Goldring, 1967) y
en la selección de fotos de personas que interactúan (Haase y Pepper, 1972; Meh-
rabian, 1968a) han demostrado persistentemente que cuando más corta es la dis­
tancia entre dos personas, se percibe una mayor atracción entre ellas.
Otros investigadores han examinado la relación entre espacio personal y la
atracción interpersonal en situaciones sociales reales. Howard Rosenfeld (1965)
encontró que cuando se pidió a unos sujetos que actuaran de modo que trataran
de obtener la aprobación de otra persona, se colocaron más cerca de la otra per­
sona que cuando no buscaban su aprobación. En una situación de laboratorio,
Albert M ehrabian (1968b) pidió a sus sujetos que colocaran sus asientos como
lo harían para comunicar distintas actitudes hacia un supuesto individuo presen­
te. Encontró que la simpatía por otra persona estuvo asociada con una reducción en
la distancia interpersonal, además, con un aumento en el contacto visual y con
una orientación más directa del cuerpo.
Por otra parte, los investigadores se han preguntado si una persona social­
mente comunicativa utilizaría el espacio personal en forma diferente de otra que es
reservada en situaciones sociales. Las investigaciones efectuadas en varias situa­
ciones de conversación indican que los individuos extrovertidos (personas que
son socialmente comunicativas y afables) se sienten más cerca de otras personas
que los individuos introvertidos (personas que son socialmente tímidas y retraí­
das) (Cook, 1970; Patterson y Holmes, 1966). En forma similar, Albert Mehra­
bian y Shirley Diamond (1971), por medio de una tarea de laboratorio, encontraron
que los individuos que obtuvieron una alta notación en la medición de la necesi­
dad de afiliación o contacto social se sentaron más cerca de otras personas que
los individuos que tuvieron baja notación en dicha medición.
Por último, las investigaciones han demostrado que la proximidad tiende a
fomentar sentimientos interpersonales positivos. Sidney Jourard (1970) encontró
que los sujetos revelaban más de sí mismos a un entrevistador cuando la distancia
entre ellos y el entrevistador se reducía. Por supuesto, con base en la exposición
anterior acerca de las invasiones de espacio, es de esperar que la simpatía por
otra persona se vea favorecida por una distancia óptimamente corta, y que la sim­
patía disminuya si se aleja o se acerca demasiado. De hecho, Miles Patterson y
Lee Sechrest (1970) han demostrado que sus sujetos manifestaron sentimientos
más positivos hacia el adjunto experimental cuando se situaban a una distancia
de 1.20 m. que cuando lo hacían a una distancia de 2.40 m. o de 60 cms.

Aversión Si la simpatía por otra personal está relacionada con la proximidad,


cabe preguntarse si los sentimientos interpersonales negativos se refelejan en dis­
tancias interpersonales más grandes. De hecho, una gran variedad de estudios
realizados por psicólogos ambientales, basados tanto en el método de simula­
ción como en la observación naturalista, han demostrado que los sentimientos
negativos están asociados con la ampliación de la zona del espacio personal. Por
ejemplo, James Kuethe (1964) encontró que los sujetos que tenían actitudes dis-
332 Espacio personal

criminatorias hacia los negros interpusieron distancias más grandes en la agru­


pación de figuras de simulación de negros y blancos, que los individuos con menos
prejuicios raciales. Alexander Tolor y W. Ronald Salafia (1971) mostraron que
las figuras de simulación que se representaban con actitudes personales negativas
fueron colocadas a distancias mayores que las figuras que se consideraban más po­
sitivas en términos personales. Carol Guardo y Murray Meisels (1971a) reportan
que las figuras de un padre y un hijo fueron colocadas a distancias mayores cuando
el padre se representaba criticando al niño que cuando el padre se representaba elo­
giándolo. En un estudio realizado en una situación naturalista, los niños con­
siderados como poco amigables no eran abordados por otros niños con tanta
proximidad como los que eran considerados amigables (King, 1966).

Afinidad Una interesante área de estudio es la relación entre el espacio personal


y el grado de afinidad percibida entre las personas. Donald Byrne y sus colabora­
dores (Allgeier y Byrne, 1973; Byrne, 1961, 1971; Byrne y Buehler, 1955; Byrne,
Baskett y Hodges, 1971; Byrne, Ervin y Lamberth, 1970) realizaron una extensa
serie de estudios en esta área. La investigación inicial de Byrne confirmó la
observación de que tanto el grado de amistad como el de atracción interpersonal
están asociados con distancias más cortas entre las personas. Un hallazgo de Byrne
que resultó especialmente interesante fue que el aumento de proximidad física
estuvo relacionado con el grado de afinidad percibida entre las personas. Por ejem­
plo, cuando se observó a unos estudiantes, hombres y mujeres, después de una
cita casual, se encontró que los miembros de las parejas cuyas personalidades eran
afines se colocaban más cerca uno del otro que las parejas que no tenían seme­
janzas en su personalidad. Otras investigaciones realizadas por Byrne indican
que el grado de simpatía interpersonal está implícita en la relación entre espacio
personal y afinidad: las personas sienten más atracción por los individuos en quie­
nes encuentran afinidades.
Si la afinidad de personalidad esta asociada con distancias más cortas entre
los individuos, cabe la posibilidad de que otros tipos de semejanzas entre las per-
sonasa resulten en un patrón parecido. De hecho, las investigaciones han demos­
trado que existe relación entre la afinidad percibida en varios aspectos y las
distancias interpersonales cortas. En una situación de laboratorio, Dale Lott y Ro-
bert Sommer (1974) encontraron que los individuos elegían sentarse más cerca
de personas de status social similar que de personas de status social más alto o
más bajo que el suyo. R. Michael Latta (1978), quien también utilizó una situa­
ción de laboratorio, observó que las personas de status diferentes (referentes
a la edad) se sentaron más separadas entre sí que las personas de status se­
mejantes. Dale Jorgenson (1975), por medio de la observación naturalista con
empleados, hombres, en una serie de sesiones de entrenamiento, encontró que
los empleados de niveles equivalentes se veían a la cara más directamente que los
empleados de niveles diferentes, cuando interactuaban, aunque no encontró di­
ferencias importantes en la distancia interpersonal asociadas con las diferencias
de status. En un campus universitario se observó que los estudiantes mantenían
distancias interpersonales más cortas en función de las semejanzas de edad y ori­
gen étnico (Willis, 1966). Sin embargo, los estudios de la relación entre espacio
personal y semejanza de actitudes han arrojado hallazgos inconsistentes. Mien­
tras que un estudio inicial (Little, Ulehla y Henderson, 1968), basado en el meto-
F u n cio n es psicológicas 333

do de simulación, indicó una tendencia de los individuos a colocar figuras más


juntas cuando éstas parecían compartir valores similares, un estudio posterior
(Tesch, Hutson e Indenbaum, 1973), que implicaba elecciones reales de asientos,
no indicó ninguna relación entre proximidad y sem ejanza de actitudes.

Estigma Si la afinidad se relaciona con la proximidad, cabe preguntarse si las


diferencias percibidas entre las personas derivan en distancias interpersona­
les más grandes. Existen estudios que han examinado las reacciones que tienen las
personas cuando se encuentran ante individuos que padecen algún tipo de inva­
lidez, como es el caso de un defecto físico o un problema emocional, que contri­
buyen a aclarar este punto. En un estudio (Kleck, Buck, Goller, London, Pfeiffer
y Vukcevic, 1968), en el cual se utilizaron métodos de simulación y de observa­
ción naturalista, se encontró que las personas m antienen distancias interperso­
nales más grandes cuando interactúan con individuos que padecen estigmas
sociales, como son los enfermos mentales y las personas a quienes les falta un
miembro. En forma similar, en un estudio que utilizó figuras de simulación, se
encontró que los sujetos pusieron más distancia entre las figuras cuando éstas
lo representaban y a otros y estos "o tro s” eran personas con algún defecto físi­
co, drogadictos, homosexuales o gente obesa (Wolfgang y Wolfgang, 1971). Ro-
nald Comer y Jane Piliavin (1972), en una situación de entrevista, también
observaron que la distancia interpersonal crecía cuando una persona terna un de­
fecto físico. Por último, Mary Worthington (1974) estudió las reacciones de la gente
ante otra persona con algún tipo de invalidez evidente, en una situación natura­
lista. En un aeropuerto de California, un experimentador preguntaba a los tran­
seúntes cómo llegar a una autopista cercana. Cuando el experimentador se
presentaba en una silla de ruedas, los sujetos respondían en forma útil pero guar­
daban una distancia mayor que cuando el mismo experimentador estaba sentado
en una silla normal.

Influencia social Debido a que la distancia entre un individuo y otras personas


tiene una relación tan estrecha con los sentimientos que le inspiran esas perso­
nas, uno podría especular en cuanto a si la influencia social de un individuo va­
ría según la distancia interpersonal. ¿Es más persuasiva una persona que se sienta
más cerca de uno que de otra que se sienta a mayor distancia? Un pequeño cuer­
po de investigación se ha dado a la tarea de responder esta interrogante y, aun­
que los hallazgos han sido complejos, estos estudios por lo general apoyan la
idea de que existe una distancia interpersonal óptima en la que las personas son
más persuasivas.
Albert Mehrabian y M. Williams (1969) encontraron que un comunicador
en una película era más persuasivo cuando se encontraba a 1.20 m. de la cámara
que cuando se situaba a 3.5 m. Stuart Albert y James Dabbs (1970) enontraron que
los sujetos consideraban apropiada una distancia de 1.5 a 1.8 m. entre ellos y
un comunicador persuasivo (una distancia de 30 a 60 cms. les parecía demasiado
corta, una de 4.2 a 4.5 m. demasiado larga), pero el cambio real de actitud fue
mayor entre 4.2 y 4.5 m. que en cualquiera de las distancias más cortas. Los
sujetos reportaron sentirse presionados e irritados cuando un comunicador que in­
tentaba persuadirlos se situaba a una distancia incómodamente corta (Dabbs,
1971). Algunos estudios han examinado los efectos que produce una invasión
334 Espacio personal

del espado personal para solidtar ayuda. Ciertas pruebas (Konecni, Libuser, Mor-
ton y Ebbesen, 1975) indican que las personas cuyo espacio personal ha sido in­
vadido no están dispuestas a prestar ayuda cuando el invasor parece estar en
necesidad, aunque un trabajo adicional (Barón y Bell, 1976) ha mostrado que la
parte invadida ofrecerá ayuda si el intruso la pide directamente (véase recuadro:
"Cuando puede servir una invasión del espacio personal para obtener ayuda".

PERSPECTIVAS TEÓRICAS DEL ESPACIO PERSONAL

El espacio personal como instrumento de la comunicación


El interesantísimo trabajo de Edward Hall (1966) está basado en un concepto del
espacio personal como intrumento de la comunicación. Posteriormente, Darhl Pe-
dersen y Loyda Shears (1973) presentaron una revisión de investigaciones en las
cuales el espacio personal es contemplado como un medio de obtener retroali-
mentación de los sentimientos y actitudes interpersonales. La proposición aquí
expuesta acerca de la atracción interpersonal y el espacio personal coincidió con
el modelo de comunicación del espacio personal. Por ejemplo, se encontró que
cuando las personas simpatizan entre sí tienden a comunicar sus sentimientos
positivos con la cercanía espacial, mientras que los sentimientos de desagrado
los transmiten aumentando la distancia que los separa.
Cuando el espacio personal es considerado como instrumento de la comuni­
cación, se está incluyendo el uso de señales de espacio interpersonal derivadas
de una amplia categoría de conductas conocida como "comunicación no verbal".
En su libro Kinesics and Context (Kinesis y contexto) (1970), el antropólogo Ray
Birdwhistell desarrolla la teoría de que la comunicación implica una serie muy
amplia y compleja de movimientos corporales, además de los mensajes verbales.
Birdwhistell propone un sistema de anotacions preciso para registrar los mensa­
jes no verbales. Aunque esta categonzación es más amplia que la sola conducta
de espacio personal, su sistema de registro puede ayudar a apreciar el complejo
patrón de los moviemientos del cuerpo y los cambios de postura que sirven para
establecer el espacio personal (figura 9-5). La idea de que el espacio personal se
mantiene mediante una serie de conductas interrelacionadas también es escen-
cial en los modelos de sistemas del espacio personal.
Hall (1966) propone que el espacio personal opera como intrumento de la co­
municación ya que determina la cantidad y el tipo de información sensorial que
se transmiten las personas. Subraya que la comunicación asociada con el espacio
personal involucra la participación simultánea de los sistemas sensoriales. Por
ejemplo, las variaciones en el espacio personal influyen en la percepción de la
imagen, de la voz, de los olores naturales y artificiales y, en encuentros muy cer­
canos, en la posibilidad de tocar y de sentir la tibieza del cuerpo de la otra perso­
na. La exposición de Hall acerca de las cuatro zonas de distancia usadas por los
humanos, de hecho, esta basada en la apreciación implícita de como influye la
distancia en la comunicación de información sensorial que se da entre las personas.
Es importante considerar la exposición de Hall acerca de las muy diferentes
formas en que las personas transmiten información sensorial, según se encuen­
tren a una distancia íntima o pública. En la zona de distancia íntima (fase cerca-
Perspectivas teóricas 335

Cuándo puede serv ir una in vasión del esp acio


personal para obtener ayuda

¿Cuánto debe acercarse un individuo a otra persona para solicitar su ay u d a? Robert


A. Barón (1978) realizó un interesante experim ento de cam po en u n a cafetería de
la Universidad Purdue para responder a esta pregunta. Los hallazgos d e Barón per­
miten aclarar los complejos resultados obtenidos por los investigadores que habían
exam inado este tema anteriorm ente. Predijo que los efectos que p ro d u ce una inva­
sión del espacio personal en la disposición de la persona invadida p ara prestar ayu­
da, se verían influidos por la aparente necesidad del invasor. Es decir, si la necesidad
es grande, la invasión del espacio personal puede considerarse justificada y favore­
cer que el intruso obtenga la ayuda. Pero si la necesidad no lo a'merita, la invasión
puede juzgarse injustificada e inhibir la ayuda que el intruso busca.
Para probar esta hipótesis, Barón hizo que un adjunto experim ental se acercara
a estudiantes que estaban sentados solos en la cafetería y les pidiera ay u d a para lle­
var a cabo el proyecto de un curso. La petición se hacía en cuatro con dicion es: el
grado de necesidad del que solicitaba ayuda parecía ser alto (el p royecto representa­
ba la mitad de la calificación del cursó) o bajo (se les decía que el p ro y ecto no tenía
nada que ver con las calificaciones) y (dentro de cada una de estas condiciones) el
que pedía la ayuda se situaba cerca del sujeto (30-45 cm s.) o lejo s de él (91-121 cm s.).
La figura de abajo muestra el núm ero promedio de horas de ayuda q u e los sujetos
dieron voluntariamente en cada una de las cuatro condiciones experim entales. En
coincidencia con las predicciones de Barón, la ayuda se vio propiciada por la inva­
sión del espacio personal cuando el grado dé necesidad aparentaba se r alto, pero
se dificultó cuando el grado de necesidad era bajo.

Número promedio de horas de


ayuda voluntaria, por distancia
interpersonal y necesidad apa­
rente del solicitante.
D e R A . Barón, "Inv a sió n o f p erso na l
S pa ceartd H e lp in g : M e d ia tm g Effects o f
In v a d er's A p p a ren t N e e d " , j o u r n a l o f
E x p e rim e n tal S o cia l P sy ch o lo g y ,
Cerca Lejos
1978. 1 4 :3 0 4 -1 2 . Reim preso con perm iso. Distancia física

J
336 Espacio personal

Espina dorsal
(perfil)
V e r tic a l la xa (o a po yad a en u n a s illa ) . U na l í ­
nea im a g in a ria q ue cae p e r p e n d ic u la r desde
■* la p rim e ra v é n e b ra to rá c ic a in te rs e c ta el
sacro.

~[ V e n ic a l ( " r í g i d a ” )

C u rv a tu ra e sp in a l a n te rio r, tó r a x v e n ic a l p e ­
ro la x o , re g ió n s a c ro -lu m b a r p ro y e c ta d a ha­
c ia a d e la nte . (S i está se n ta d o , g lú te o s firm e s
so bre la s illa )

C u rv a tu ra e sp in a l a n te rio r, tó ra x v e n ic a l p e ­
ro la x o , re g ió n sacra p ro y e c ta d a a n te r io r ­
Figura 9-5 Este sistema de signos pa­
m e n te . (S e n ta d o so bre la p a n e p o s te rio r d el
sa c ro .)
ra registrar los movimientos del tron­
R e g ió n sacra h a cia a rrib a , tó ra x p ro y e c ta d o co y los hombros m uestra algunas
h acia a de la nte , re c to formas en que el individuo se com u­
D e p re sió n a n te rio r nica por medio de movim ientos cor­
porales.
¿Qué mensajes imagina usted que se
"E s p a ld a a rq u e a d a " pueden transmitir en estos movi­
mientos?
In d in a d a h acia atrás De R. L. Birdwhislell, K in e s ic s a n d C o n -
te x t: E s s a y s o n B o d y M o tio n C o m m u n i-
c a t i o n , 1 9 7 0 , p. 261. Reimpreso con pemiso
In clin a d a h a cia adelante
de University of PennsyIrania Press.

na), la percepción que se tiene de otra persona está dominada por una intensa
formación sensorial. Se puede tocar y oler a la otra persona, y sentir el calor de
su cuerpo. La visión puede ser borrosa, pero cuando es clara, el detalle visual
es notable. La voz es mucho menos importante, y Hall señala que incluso un su­
surro tiende a aumentar la distancia percibida. Por el contrario, en la zona de
distancia pública no interviene el tacto ni el olfato. La visión es extremadamente
importante, pero los detalles precisos de la piel no se pueden distinguir, el cuer­
po se ve plano más que redondo y el color de los ojos es imperceptible. La comu­
nicación verbal es posible, pero los mensajes se formulan con mayor cuidado a
esta distancia y tienden a ser más formales.
Resulta de verdadero interés saber que aunque el espacio personal es un as­
pecto muy importante de la comunicación humana, gran parte de la información
transmitida por este medio es enviada y captada de manera inconsciente. En rea­
lidad, esto se debe precisamente a que es tan compleja la índole de las señales
asociadas con el espacio personal y a que son varios los órganos sensoriales que
participan en la comunicación de dichas señales, que algunas veces el individuo
maJinterpreta los mensajes recibidos de este modo. Hall cita el ejemplo de una per­
sona proveniente de cierto medio cultural, que solicita empleo y concierta una
entrevista de trabajo en una situación cultural diferente. Señala que los comple­
jos mensajes no verbales codificados a través del uso de las manos, los pies, el
cuerpo y los ojos, puden hacer que incluso un solicitante con gran motivación
parezca indiferente y poco interesado al entrevistador.
Además, las señales no verbales pueden tener significados diferentes para
distintos grupos de observadores. John Sterrett (1978) pidió a 160 gerentes de la
Perspectivas teóricas 337

r Tabla 9-2. Promedio de estimaciones de ambición hechas por


A
adm inistradores, hombres y mujeres, con base en la in ten ­
sidad de la comunicación no verbal observada a través de
una entrevista videograbada.

In t e n s id a d d e A d m in is t r a d o r e s A d m in is t r a d o r e s
la co m u n ic a c ió n h o m b re s m u jeres
n o verbal

Baja 6.5 7.5


Alta 7.0 6.5
Fuente: A daptado de }. H. Sterrctt, " T h e Job In terview . B ody L an guage an d P ercep-
tions o f Potenlial Effectiveness " , J o u m a J o f A p p lie d P s y c h o l o g y , 1 9 7 8 , 6 3 : 3 8 8 - 9 0 .
© American Psychological A ssociation, 1978. R eim preso con perm iso del e d itor y
del au tor .
v

industria de seguros que estimaran el rendimiento potencial de u n solicitante de


empleo, varón, que les fue mostrado en una entrevista videograbada. Los hallaz­
gos de Sterrett se resumen en la tabla 9-2. Los gerentes hombres calificaron al as­
pirante de más ambicioso cuando las señales no verbales fueron de alta intensidad
(un gran contacto visual y muchos ademanes con las manos). Las mujeres geren­
tes, por el contrario, consideraron más ambicioso al solicitante.cuando las seña­
les no verbales fueron de baja intensidad (poco contacto visual y escasos
movimientos de las manos). Puede ser que todos los gerentes, tanto hombres
como mujeres, hayan percibido las señales no verbales intensas como signos de
agresión, pero los hombres interpretaron la agresión como un buen indicador
de ambición, mientras que a las mujeres les pareció una nula señal de ambición.

Modelo de stress del espacio personal


Un modelo alternativo del espacio personal es el modelo de stress. En este caso, la
conservación de un espacio personal adecuado se contempla como un mecanis­
mo de adaptación tendente a reducir el nivel de stress que puede experimentar
el organismo humano. La explicación acerca de la función autoprotectora del es­
pacio personal coincide con este modelo. El espacio personal proporciona una
protección o escudo contra los diversos productores de stress que pueden afectar
al individuo cuando las distancias interpersonales son demasiado cortas.
El modelo de stress del espacio personal ha sido desarrollado más completa­
mente por Gary Evans y sus colaboradores (Evans, 1974, 1979; Evans y Eichel-
man, 1976; Evans y Howard, 1973). Evans señala que los límites del espacio
personal protege al individuo contra potenciales productores de stress relaciona­
dos con la proximidad de otras personas. Uno de tales productores de stress es
la agresión que puede surgir cuando las personas se encuentran físicamente cer­
ca. Otro és la sobrecarga de información que puede resultar de la excesiva cerca­
nía de otras personas. Las señales visuales, los olores y la temperatura, aumentan
cuando el espacio personal es invadido (Hall, 1966). Evans agrega que este aumen­
to en la calidad y cantidad de la información sensorial a distancias interpersona­
338 Espacio personal

les muy cortas puede "sobrecargar” al individuo y conducirlo ai stress y la


confusión.
Si la invasión del espacio personal es percibida como fuente de stress, es de
esperar que haya indicios fisiológicos de que la persona invadida este experimen­
tando una reacción de stress. De hecho, se ha comprobado que la invasión del
espacio personal está asociada con varios índices de estimulación fisiológica, in­
cluido un aumento en la respuesta galvánica de la piel (Evans, 1972; McBride,
King y James, 1965) y un nivel más alto de exudación de las palmas de las manos
(Bergman, 1971).
Evans afirma que un modelo de stress simple no es suficiente para explicar
todo lo complejo de la conducta humana con respecto al espacio personal. Lo
más importante es que la experiencia humana del stress tiene un componente
cognoscitivo exclusivo. Evans sostiene que es necesario saber cómo interpreta un
individuo una sobrecarga de información sensorial antes de poder predecir si es­
ta información lo conducirá al stress y la estimulación.
Evans ha propuesto ampliar el modelo de stress desde una perspectiva fun­
cional que refuerce la importancia de la distancia de ia dimensión cognoscitiva
del espacio personal y que, además, tome en cuenta el stress implícito en la ac-
tivcidad humana que oscila entre la necesidad de formar grupos y la necesidad
de autonomía individual. A través de la historia, la tendencia del hombre a agru­
parse ha favorecido la supervivencia humana; la caza y la recolección se llevaban
a cabo con mayor eficacia cunado se emprendían de manera colectiva. Sin em­
bargo, al mismo tiempo, el constante contacto entre las personas a veces puede
significar una amenaza para el sentido de sí mismo y para los límites personales
del yo. Evans destaca que aunque los orígenes de la conducta del espacio perso­
nal pueden encontrarse en la historia de la evolución, las dimensiones cognosci­
tivas del uso del espacio por parte del hombre representan una diferencia
cualitativa entre las funciones de adaptación del espacio personal de los huma­
nos y de los animales. (Para una mejor comprensión del rol del pasado evolutivo
del hombre en la determinación de la conducta de espacio personal, véase "P ers­
pectivas teóricas, de la territorialidad", capítulo 8).
Miles Patterson (1976; 1978) propuso un modelo de excitación del espacio per­
sonal que incorpora aspectos tanto de una reacción de stress como de una di­
mensión cognoscitiva. Patterson explica que la reacción del individuo ante una
invasión de su espacio personal tiene dos etapas diferentes. Primera, como con­
secuencia de la reacción de stress, sobreviene un estado general de excitación,
con aumentos en la secreción de adrenalina, el ritmo cardíaco, la presión arterial
y la conductancia de la piel. Segunda, la estimulación genera un proceso cognos­
citivo, mediante el cual el individuo trata de descubrir la naturaleza y la fuente
de la estimulación. Esta búsqueda cognoscitiva del significado acaba cuando se
determina la causa de la estimulación y el individuo establece la respuesta ade­
cuada para dicha situación.
Stephen Worchel y sus colaboradores (Worchel y Teddlie, 1976; Worchel y Yo-
hai, 1979) han desarrollado un modelo de espacio personal y aglomeración, simi­
lar al.modelo de excitación de Patterson. Sostiene que la excitación asociada con
las invasiones del espacio personal es la base de la experiencia psicológica de la
aglomeración. Explican que cuando se reduce el espacio personal de un indivi­
duo, le sobreviene un estado de excitación; cuando esta estimulación es atribuida
Perspectivas teóricas 339

a una violación del espacio personal, la experiencia psicológica correspondiente


es la de aglomeración.
Roberth Smith y Eric Knowles (1978, 1979) realizaron una serie de experi­
mentos de campo en la Universidad Estatal de Ohio, que proporcionan datos com­
patibles con el modelo de estimulación de dos etapas de Patterson. Aunque su
investigación fue diseñada en un principio para determinar cuál de los dos pro­
cesos, el de estimulación o el cognoscitivo, era central en las reacciones humanas
a la invasión del espacio personal, los resultados muestran la intervención de am­
bos procesos sus hallazgos también coinciden con el modelo de Patterson: indi­
can que la reacción inicial ante la invasión del espacio personal consiste en un
estado general de exitación, y que esta reacción es seguida de un proceso cog­
noscitivo secundario.
Smith y Knowles observaron que unos peatones que se encontraban en un
crucero, cuando sufrían una invasión de su espacio personal, se mostraban me­
nos inclinados a ayudar a otro peatón (un adjunto experimental a quien se le caía
una pluma al cruzar la calle), fuera justificada o no la invación. La renuencia a
ayudar a otro peatón sin importar las características particulares de la situación
coincidió con una reacción inicial de estimulación general. Sim embargo, Smith
y Knowles encontraron asimismo que los peatones cuyo espacio había sido inva­
dido dieron ayuda selectiva al invasor durante otras pruebas (también un adjunto
experimental que dejaba caer una pluma al cruzar la calle), cuando consideraban
apropiada la invasión. Un artista que hacía el bosquejo de una escena callejera
era ayudado más a menudo que cualquier otra persona que simplemente espera­
ba la luz roja para cruzarla calle. Esta diferencia en la prestación de ayuda basa­
da en las características de la situación es congruente con el proceso cognoscitivo
secundario, que implica determinar si la invasión del espacio personal es ade­
cuada o inadecuada.

Modelos de sistemas del espacio personal

Michael Argyle y sus colaboradores (Argyle y Dean, 1965; Argyle e Ingham, 1972;
Argyle y Cook, 1976; Argyle y Graham, 1976) realizaron la primera investigación
basada en la perspectiva de sistemas del espacio personal. Argyle afirma que las
conductas de espacio personal funcionan como un sistema para mantener un ni­
vel óptimo de intimidad entre las personas. Si un elemento de este sistema de
conductas, como por ejemplo la distancia física, se altera de manera que la inti­
midad se torna incómodamente estrecha, otros componenetes del sistema, como
pueden ser el contacto visual o la orientación del cuerpo, se ajustarán para com­
pensar la intimidad no deseada. Argyle observó que cuando los sujetos se acerca­
ban a otra persona o a la fotografía de otra persona, iban disminuyendo el contacto
visual conforme aumentaba la proximidad física con la persona estímulo. A una
distancia de 60 cms., no sólo habían reducido bastante el contacto visual, sino que
además exhibían cambios de postura compensatorios, como inclinarse hacia atras
y volver el rostro hacia otro lado.
Otros estudios realizados por investigadores que han contemplado la conducta
visual y de orientación del cuerpo como una función de la distancia interpersonal
coinciden con el modelo compensatorio de Argyle (Aiello, 1972, 1977; Goldberg,
Kiesler y Collins, 1969; Sundstrom, 1978a; Sundstrom y Sundstrom, 1977; Terry y Lo-
340 Espacio personal

wer, 1979). En una extensa revisión de estudios relacionados con el modo compensato­
rio, Miles Patterson (1973a) señala que existe un gran apoyo a la idea de las relaciones
compensatorias entre la distancia interpersonal y el contacto visual y el ángulo de
orientación. Cuando la distancia interpesonal se reduce, también disminuye la
cantidad total del contacto visual y se desvía la orientación corporal, de tal mane­
ra que la intimidad de la interacción se mantiene en un nivel constante.
Los modelos de sistemas del funcionamiento biológico y social, al igual que
el modelo compensatorio de Argyle, han puesto énfasis por lo general en las in­
fluencias mutuamente contrarrestantes de las variables. Por ejemplo, el proceso
mediante el cual la temperatura del cuerpo se mantiene estable, implica influen­
cias contrastantes entre las fuerzas de generación y de reducción de calor. Algu­
nos investigadores que apoyan esta teoría, sin embargo, han subrayado que la
amplificación de las influencias que ocurren entre las variables también es escen-
cial en el funcionamiento de los sistemas vivos (véase Buckley, 1967; Maruyama,
1963). Por ejemplo, la atracción interpersonal a menudo se genera y se mantiene
mediante la amplificación de las influencias de ambas partes.
El modelo de la excitación del espacio personal de Patterson (1976; 1978) tam­
bién puede considerarse un modelo de sistemas. Patterson amplía el modelo de
Argyle e incluye tanto las influencias mutuamente contrarrestantes como las in­
fluencias mutuamente amplificadoras entre las variables que mantienen el espacio
personal. Patterson hace observar que la cercanía interpersonal no siempre con­
duce a respuestas compensatorias que reducen la cercanía, sino que algunas
veces resulta en conductas recíprocas que sirven para aumentarla. Según esta for­
mulación, la cercanía interpersonal se considera como productora de estimulación,
pero esta estimulación puede ser percibida como positiva o como negativa, según
sean las características de la situación y de la relación entre las personas. Mientras
que la estimulación negativa resultará en conductas compensatorias, la estimula­
ción positiva conducirá a reacciones recíprocas.
El modelo de la conducta espacial, de Irwin Altman (1975) (véase "Perspecti­
vas teóricas de la privacía", capítulo 8), representa también un modelo de siste­
mas que abarca el espacio personal junto con la privacía, la territorialidad y la
aglomeración. La idea de que el espacio personal es un mecanismo de conducta
que puede utilizarse al lado de otros mecanismos para lograr el nivel deseado
de privacía es escencial en el modelo de Altman. Según este investigador, el man­
tenimiento del espacio personal es un proceso dinámico que consiste en acercar­
se o alejarse de otras personas, mediante el cual el individuo se hace más o menos
accesible a los demás. Tanto el alejamiento como el acercamiento implican una
variedad de conductas no verbales, tales como el ángulo de orientación del cuer­
po o el distanciamiento interpersonal. El modelo de Altman del espacio personal,
al igual que el de Patterson, incluye las influencias recíprocas así como las com­
pensatorias de las variables. Lo más importante en el modelo de Altman es que
las conductas generalizadas utilizadas para mantener el espacio personal están
incluidas en un sistema más amplio de conductas verbales, no verbales y am­
bientales, entrelazadas que forman un patrón coherente diseñado para asegurar
el nivel deseado de privacía.
Paul Greenbaum y Howard Rosenfeld (1978) dirigieron un interesante expe­
rimento de campo que refeleja un modelo de sistemas del espacio personal. Les
interesaba saber cómo responderían los automovilistas a una invasión de espacio
Aplicaciones en la planeación 341

persona] que consistía tanto en una gran cercanía interpersona] como un alto grado
de contacto visual. Para su estudio escogieron un cruce de calles de una pequeña
ciudad. Un adjunto experimental se apostó en un área de prados adyacente al
cruce. Los experimentadores manipulaban sistemáticamente la distancia entre el
adjunto y los automovilistas que se detenían en el cruce cuando el semáforo da­
ba luz roja, y también registraban si el adjunto miraba o no a los automovilistas
mientras esperaban la luz verde.
Greenbaum y Rosenfeld emplearon un patrón de índices de conducta para
evaluar las reacciones de los automovilistas ante la invasión de su espacio perso­
nal. Registraron hacia dónde dirigían la mirada, el porcentaje de tiempo que mi­
raban al adjunto, el tiempo que tomaba el automovilista para responder al cambio
de semáforo y el tiempo que le tomaba franquear el cruce. Encontraron que la
reacción predominante tanto a la mirada como al acercamiento del adjunto fue elu­
dirlo. Muchos sujetos evitaban la posición normal de alto cuando el adjunto se
paraba cerca del cruce, de modo que se detenían antes o después del punto de
alto. Cuando el adjunto fijaba la vista en ellos, los automovilistas desviaban la
mirada o se alejaban rápidamente, o hacían ambas cosas. Unos cuantos sujetos
intensificaron su mirada hacia el adjunto, le dirigieron la palabra y se alejaron
más lentamente. Los investigadores suponen que estas respuestas de acercamiento
reflejan una conducta de búsqueda de información por parte de los automovilistas.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

Arquitectura e interacción social


El estudio de la función social del espacio físico puede contribuir a diseñar am­
bientes que favorezcan, en vez de impedir, los patrones naturales de interacción
social entre las personas (Evans, 1979b). De hecho, Maxine Wolfe y Harold Pros-
hansky (1974) afirman que ningún grupo pequeño puede funcionar en forma efec­
tiva si el ambiente físico no concuerda con los patrones normales de interacción
social del grupo. Desafortunadamente, con mucha frecuencia se observa que los
lugares destinados a fomentar el contacto social entre la gente, como es el caso
del salón de actividades de un hospital o el salón de recreo de una residencia es­
tudiantil, han sido construidos sin un cabal conocimiento de la conducta de
espacio personal. En tal caso dichos lugares impiden el contacto social en vez
de fomentarlo, que era el objetivo original de los diseñadores.

Arquitectura y espacio personal Un pequeño grupo de investigadores ha exa­


minado los efectos que producen las diversas características arquitectónicas en
la extensión del espacio personal. Un hallazgo general, obtenido en esta investi­
gación, es que mientras más encerrado es un lugar, mayor espacio personal de­
sean sus ocupantes. Por ejemplo, se encontró que unos sujetos observados durante
una conversación aumentaban su espacio personal conforme se iba reduciendo
el tamaño de la habitación en que se encontraban (White, 1975). En otro estudio
realizado, con sujetos hombres y basado en el procedimiento de “ aproximación-
alto'', se encontró que el espacio personal se hacía mayor a medida que se dismi­
nuía la altura del techo (Savinar, 1975). En forma semejante. James Dabbs y sus
342 Espacio personal

colaboradores (Dabbs, Fuller y Carr, 1973; Tennis y Dabbs, 1975), después de exa­
minar a estudiantes universitarios, compañeros de prisión y niños escolares, in­
forman que la necesidad de espacio personal tiende a ser mayor cuando el
individuo se encuentra en el rincón de una habitación que cuando está en el cen­
tro. Por último, dos estudios (Little, 1965; Pempus, Sawaya y Cooper, 1975), ba­
sados en métodos de simulación y naturalistas, respectivamente, revelan que los
individuos utilizan un espacio personal más grande en ambientes interiores, donde
el espacio está encerrado, que en ambientes exteriores.

Espacios sociópetas Humphry Osmond (1957, 1959), clasifica las situaciones am­
bientales de acuerdo con las ventajas o desventajas que ofrecen para una interac­
ción social normal. Define como "sociófugas” las instalaciones tales como
estaciones de ferrocarril, cárceles y hospitales, porque tienden a evitar o desalen­
tar el desarrollo de relaciones sociales duraderas (véase recuadro: "Soledad en
los aeropuertos”). Define como "sociópetas” los espacios tales como las tiendas
indias, los iglúes esquimales y las chozas zulúez, porque fomentan o estimulan
el desarrollo de relaciones interpersonales estables. Por supuesto, los psicólogos
ambientales reconocen que no todos los ambientes deben funcionar como ámbi­
tos de actividades sociales; el área de estudio de un dormitorio y la sala de lectu­
ra de una biblioteca, por ejemplo, tienen otras funciones. Hall (1966) afirma que
el espacio ideal debe ser flexible, de manera que los individuos puedan o no rela­
cionarse social mente según la ocasión.

Conversación En una extensa serie de estudios, Robert Sommer (1961, 1962,1965,


1966, 1967, 1969, 1974) examinó empíricamente las características de los ambien­
tes espaciales que influyen de manera particular en la interacción social. Estudió
"los límites de una conversación tranquila” . En uno de los estudios varió la dis­
tancia entre dos sofás ubicados uno frente al otro en una sala, y pidió a pares
de sujetos sentarse a discutir varios temas impersonales . Observó que las perso­
nas preferían sentarse frente a frente, aunque con un ligero sesgo, más que codo
con codo. Sin embargo, cuando los dos sofás quedaron separados a 1.65 m., las
personas prefirieron sentarse codo con codo. En un estudio similar, Sommer uti­
lizó cuatro sillas en lugar de dos sofás. También en este caso, los sujetos prefieri-
ron quedar frente a frente, a menos que la distancia frontal fuera mayor que la
lateral; entonces tendían a sentarse codo con codo.
En otras investigaciones se ha examinado el ángulo de orientación entre los
participantes de una interacción social (tabla 9-3). Cuando Sommer observó a pa­
rejas de estudiantes mientras conversaban en una cafetería universitaria, fuera
de la hora de las comidas, encontró que los individuos que estaban sentados en
mesas rectangulares prefirieron sentarse en las esquinas y un porcentaje menor
eligió más asientos opuestos que laterales. En forma similar, en una situación ex­
perimental Albert Mehrabian y Shirley Diamond (1971) demostraron que los asien­
tos laterales desfavorecen la conversación, mientras que los dispuestos frente
a frente y de esquina a esquina facilitan la interacción social. Algunos estudios
indican que cuando los individuos se perciben en una situación de competen­
cia, prefieren la disposición de asientos frente a frente u otros patrones más
distantes, que el de esquinas o el lateral (Batchelor y Goethals, 1972; Gardin, Ka-
plan, Firestone y Cowan, 1973; Sommer, 1965, 1969). Otros estudios apoyan
i Aplicaciones en la planeación 343

>V
Soledad en los aeropuertos

Robert Som m er (1974) hizo un estudio de la disposición del esp acio en las salas
de espera de varios aeropuertos de los Estados Unidos. Descubrió q ue los asientos
tienen una típica disposición sociófuga que no propicia una conversación agra­
dable entTe los usuarios del aeropuerto. Los asientos de estas salas generalm ente
están colocados en línea recta, fijados al piso; dispuestos respaldo c o n respaldo o
parecen un salón de clases, de frente a la oficina de boletos. S om m er h ace observar
que en dos películas "T h e Loved O n e " (" E l a m a d o ") y " T h e G ra d ú a te " (" E l gra­
d u ad o ") se utiliza el aeropuerto de Los Angeles para transm itir un sentim iento de
soledad y alejamiento. Sostiene que la disposición sociófuga de los asientos es ina­
decuada, especialm ente porque m uchos viajeros y visitantes llegan al aeropuerto
con su familia, amigos o socios comerciales.
¿Por qué, entonces, casi todas las salas de espera de los aerop u ertos están dise­
ñadas de m anera tan antisocial? D espués de platicar con jefes de aerop u ertos, Som ­
m er concluyó que la razón principal es de índole económ ica. La m a y o r fuente de
ingresos de un aeropuerto son sus conseciones (restaurantes, fuentes d e sodas, tien­
das). La causa primordial de la incómoda disposición de asientos sociófuga es orientar
a los viajeros y visitantes hacia las conceciones, en donde gastarán su dinero. "P a ra
las líneas aéreas los usuarios son m ercancía que hay que transportar a otro lugar,
y para los concesionarios son ovejas a las que hay que trasqu ü ar" (p . 79).

Los asientos de las salas de espera de m uchos aeropuertos están dispuestos de una
manera muy incómoda y antisocial. © Gabor Demien/Stock, Boston.
344 Espacio personal

Tabla 9-3. Disposición de asientos escogida por los sujetos para interacción so­
cial en cuatro condiciones (por ciento)
D isposición de C o n d ic ió n 1 C o n dició n 2 C o n d ic ió n 3 C o n d ic ió n 4
asientos (c o n v e rs a n d o ) (co op era n d o) (co a c tu a n d o ) (c o m p itie n d o )

X
X
42 19 3 7

X X
46 25 32 41

X
1 5 43 20
X

X
0 0 3 5

X
11 51 7 8
X

0 0 13 18

X
Total 100 100 101 99
Fuente : R. Sommer P e r s o n a l S p a c e : T h e B e h a v io r a l B a s i s o l Design, p. 62. © Prenlice-H all, ln c.,1 9 6 9 . P

un estereotipo común: es a los líderes a quienes pertenece la “ cabecera de la mesa"


o posiciones prominentes similares (Haré y Bales, 1963; Howells y Becker, 1962;
Sommer, 1961; Lott y Sommer, 1967).

Diseño de ambientes terapéuticos


Hospitales En una investigación de campo, Sommer y Hugo Ross (1958) demos­
traron la importancia del conocimiento acerca dél espacio personal para la pla-
neación ambiental de un hospital psiquiátrico en el oeste de Canadá. Se les había
pedido que trataran de aumentar la interacción social entre pacientes mujeres
A p lica cio n es en la p la n e a ció n 345

de un pabellón geriátrico recientemente remodelado. Aunque el pabellón había


sido pintado en colores alegres y se habían agregado muebles a la estancia, el
lugar era notable por su falta de interacción social. Los experimentadores obser­
varon que las sillas habían sido dispuestas en una forma altam ente sociófuga,
la mayor parte de ellas estaban alineadas a lo largo de las paredes. Cuando los
experimentadores cambiaron las sillas a una disposición sociópeta, agrupándo­
las alrededor de mesas pequeñas situadas por toda la sala, se logró aumentar la
interacción social entre las pacientes.
Holahan (1972) reprodujo los hallazgos de Som m er y Ross en una estancia
experimental de un hospital psiquiátrico en donde las influencias ambientales ex­
ternas podrían ser controladas cuidadosamente y los pacientes asignados aleato­
riamente a las condiciones experimentales. En una disposición sociófuga, las sillas
de una sala se colocaron “ hombro con hom bro" a lo laro de las paredes, en la
típica forma antisocial de los hospitales psiquiátricos. En una disposición soció­
peta, las sillas se colocaron alrededor de pequeñas mesas ubicadas en el centro
de la sala, con el fin de propiciar la interacción social entre los pacientes. Las ob­
servaciones de conducta efectuadas en los ambientes contrastantes de las estan­
cias revelaron que los pacientes de la disposición sociópeta realizaron una
interacción social significativamente mayor y participaron en conversaciones más
que los de la disposición sociófuga. La diferencia más pronunciada entre las dos
situaciones estuvo en las conversaciones que incluían a más de dos personas. Di­
chas conversaciones fueron frecuentes en la disposición sociópeta, en cambio ca­
si nunca ocurrieron en la situación sociófuga.

Consultorios A través de la investigación, también ha quedado demostrada la


importancia del conocimiento del espacio personal para el diseño de ambientes
psicoterapéuticos. Los estudios que han utilizado fotografías de un consejero y
su cliente en una situación de terapia muestran que ha medida que aumenta la
distancia entre el consejero y el cliente, la interacción se percibe menos cálida
y agradable (Haase, 1970; Kelly, 1972). Sin embargo, las distancias intermedias
producen menos ansiedad que las distancias demasiado cortas o demasiado gran­
des (Dinges y Oetting, 1972). Los resultados de estudios de la conducta real en­
tre un entrevistador y un cliente concuerdan en que los clientes se tornan menos
abiertos y se sienten menos cómodos cuando la distancia interpersonal se vuelve
demasiado grande (Jourard, 1970; Lassen, 1973). Por último, con el auxilio de va­
rias técnicas, los investigadores han demostrado que en situaciones de consulta, las
personas prefieren asientos de esquina a esquina, y no gustan de las disposicio­
nes que los fuerzan a interactuar con un escritorio o una mesa de por medio (Haase
y Di Mattia, 1970; Widgery y Stackpole, 1972).

Diseño de ambientes educativos


Salones para seminarios Otros estudios han demostrado la importancia del co­
nocimiento del espacio personal en el diseño de ambientes educativos. Cuando
Sommer (1969) examinó la participación en clase de estudiantes universitarios
en relación con la ubicación de sus asientos alrededor de una gran mesa en el
salón de seminarios. Observó que los estudiantes que estaban sentados directa­
mente enfrente del instructor participaban con mayor frecuencia, mientras que
346 Espacio personal

los que se hallaban en las orillas de la mesa fueron los segundos en frecuencia
de participación. Los estudiantes que quedaban adyacentes al instructor, hom­
bro con hombro, tuvieron la tendencia a no participar. Estos hallazgos coinciden
con el "efecto Steinzor". Cuando Bemard Steinzor (1950) examinó la participación
de los miembros de pequeños grupos de debate, sentados en círculo, encontró
que la interacción era mayor entre los individuos que quedaban enfrente o casi
enfrente uno de otro. De donde infirió que las personas que se sientan frente a frente
obtienen niveles más altos de estímulo físico y expresivo.

Salones de clase Sommer (1969) observó a estudiantes universitarios en un sa­


lón de clases cuyas sillas estaban dispuestas en filas, a la manera tradicional, y
encontró que la participación era mayor entre los alumnos de la primera fila. En
forma similar, Andrew Schwebel y Dennis Cherlin (1972) observaron a niños
en escuelas primarias y encontraron que quienes habían sido asignados a la fila
de adelante atendían al maestro más que los que se sentaban en las hileras del
centro o de atrás. Mele Koneya (1976) observó la inclinación de los alumnos a
participar con sus comentarios y encontró que la colocación de las sillas influyó
sólo en aquellos estudiantes cuya tendencia a la participación verbal era modera­
da; los de bajo nivel no participaron, sin que esto tuviera relación con la ubica­
ción de sus sillas.
Dos estudios han examinado la relación entre la disposición de los asientos
en el salón de clases y las clasificaciones de los estudiantes. Franklin Becker y

Figura 9-6 Los psicólogos ambientales han observado que la ubicación de los asientos
de un salón de clases influye en el aprovechamiento de los estudiantes.
Frank S 'tem a n /T h e P ictu re C u be.
Resumen 347

sus colaboradores (Becker, Sommer, Bee y Oxley, 1973) observaron que los estu­
diantes que se sentaban al frente de tres amplios salones de clases de la Universi­
dad de California, en Davis, obtuvieron calificaciones más altas que los que se
sentaban en las filas de atras, con las calificaciones más altas en las filas de ade­
lante y del centro del salón (figura 9-6). Sin embargo, en el estudio de Becker
se permitió a los estudiantes escoger sus asientos, y es posible que la libertad
de elección haya influido en los resultados del estudio (tal vez los estudiantes
más altamente motivados escogieron los asientos de adelante).
Lloyd Stires (1980) intentó reproducir los hallazgos de Becker controlando
también las influencias de la libertad de elección. Examinó las calificaciones rea­
les de los estudiantes inscritos en dos secciones de un curso de psicología gene­
ral en la Universidad Indiana de Pennsylvania. Para estudiar sistemáticamente
el rol de la libertad de elección, permitió que los estudiantes de una sección del
curso escogieran sus propios asientos, mientras que a los estudiantes de la otra
sección se les asignó asiento por orden alfabético. En efecto, al final del semestre
encontró que las calificaciones mostraban influencias significativas debidas a la
ubicación de los asientos, sin importar si los estudiantes habían elegido su lugar
o si se les había asignado. Las calificaciones más altas las obtuvieron quienes se
sentaban en medio del salón más que los que quedaban a los lados. El salón de
clases que estudió Stires era más ancho que largo, de manera que mientras que
los asientos de en medio daban de frente al instructor, los de los lados forzaban
a los estudiantes a volver la cabeza o el cuerpo para poder mirar al instructor.

RESUMEN
El espacio personal es la zona alrededor del individuo que otras personas no
pueden traspasar ni ligeramente. Comprende un rango adecuado de interaccio­
nes sociales que varía de acuerdo con los individuos, las circunstancias y la natu­
raleza de las relaciones interpersonales. Se han identificado cuatro zonas de
distancia que regulan las interacciones entre los seres humanos: distancia ínti­
ma, distancia personal, distancia social y distancia pública.
El espacio personal varía de una cultura a otra. Los europeos del norte y los
británicos emplean más espacio personal que los estadounidenses, la gente del
Mediterráneo y los árabes utilizan menos. Las diferencias observadas en el uso
del espacio personal entre negros y blancos, que se atribuían al origen étnico,
más bien son una función del nivel socioeconómico, según se descubrió más
tarde. Se ha encontrado que las personas de clase media utilizan más espacio
personal que las personas de clase baja.
La investigación enfocada en el desarrollo ha demostrado que la conducta
del espacio personal se evidencia desde los años preescolares, y continúa evolu­
cionando en la edad adulta. El espacio personal crece y su uso se hace sistemático
a medida que el individuo se desarrolla física y mentalmente. Otras investiga­
ciones han mostrado que el espacio personal varía según el sexo. Los hombres
usan más espacio personal que las mujeres, y muchos de los demás hallazgos
en esta área, que incluyen las reacciones a la invasión del espacio personal y
los efectos del carácter étnico y del desarrollo, interactúan con el sexo de los sujetos
estudiados. Se ha observado que en algunas circunstancias los esquizofrénicos
348 Espacio personal

mantienen distancias interpersonales mayores que las personas normales, y en


otras exhiben más variabilidad en el uso del espacio personal. Para medir el es-
paio personal se han empleado diversas estrategias: la obseravción naturalista
en contextos del mundo real, el procedimiento de aproximación-alto en contex­
tos de laboratorio y técnicas de simulación.
El espacio personal desempeña varias funciones sociopsicológicas. Primero,
la función autoprotectora amortigua las amenazas físicas y emocionales proce­
dentes de otras personas. Los estudios que incluyeron la invasión del espacio
personal, experimentalmente controlada, han demostrado que un individuo cu­
yo espacio es invadido puede responder con varias estrategias defensivas, entre
ellas abandonar el área, como último recurso. La investigación ha comprobado
que las características del invasor influyen en la reacción del invadido. Los hom­
bres provocan más movimiento que las mujeres cuando invaden el espado per­
sonal de otros. Las reacciones ante una invasión también aumentan según la edad
y el nivel social. Otras investigaciones revelan que una invasión del espacio per­
sonal también provoca malestar en el intruso, especialmente cuando ocurre en
un contexto de baja densidad social o cuando la parte invadida se compone de
más de una persona, particularmente una pareja mixta que se encuentra conver­
sando. Por último, la distancia interpersonal está relacionada positivamente con
la ansiedad, la amenaza percibida y los trastornos emocionales.
Una segunda función del espacio personal consisten en expresar la atracdón
personal. La proximidad se asocia con la amistad, la simpatía y la afinidad perci­
bida entre los individuos. También tiene una relación positiva con la extrover-
sión y la necesidad de afiliación. Por último, el espacio personal contribuye a
aumentar la influencia social. Las personas se perciben más persuasivas cuando
se encuentran a distancias interpersonales óptimas, es decir, ni muy cerca ni muy
lejos.
Los psicólogos ambientales han propuesto varias teorías sobre el espacio per­
sonal. El modelo de comunicación contempla el espacio personal como un instru­
mento de la comunicación no verbal que determina la cantidad y el tipo de
información sensorial que se transmiten las personas. El modelo de stress consi­
dera el espacio personal como un mecanismo de adaptación que protege al indi­
viduo de varios productores de stress (por ejemplo, aumentos en la agresión o
sobrecargas de información sensorial) que pueden surgir cuando las distancias
interpersonales se tornan demasiado cortas. Las teorías más recientes del espacio
personal son ios modelos de sistemas , los cuales consideran el espacio personal
como un complejo patrón de conductas relacionadas que se ajustan sistemática­
mente a circunstancias cambiantes. Los investigadores se han dado a la tarea de
estudiar los tipos de espacios físicos que facilitan o impiden las relaciones socia­
les, y han intentado identificar los límites espaciales de una conversación tran­
quila. El conocimiento acerca del espacio personal se ha aplicado en el diseño
arquitectónico de ambientes de hospitales, ámbitos terapéuticos, salones para se­
minarios y salones de clases.
Afiliación y solidaridad
en el ambiente urbano

uizá resulte sorprendente saber que el ambiente físico puede influir en la


Q selección de amistades. Sin embargo, cuando se reflexiona acerca de los
mejores amigos de un individuo, surge la pregunta de qué factores determinaron
su elección. En primer lugar, se deben considerar las explicaciones psicológicas. Una
persona y sus amigos comparten actitudes sociales y políticas o disfrutan de
los mismos pasatiempos. No obstante, se ha descubierto que los aspectos del
ambiente físico también intervienen en dicha selección. Los amigos pueden ser
vecinos, por vivir en el mismo vecindario, condominio, dormitorio o incluso
compartir el mismo cuarto.
Los psicólogos ambientales con frecuencia han encontrado que los factores
espaciales de los ambientes residenciales ejercen una importante influencia en
el desarrollo de ios patrones de amistad. Por ejemplo, el vivir cerca de otra persona
o compartir servicios comunes, como la lavandería o el estacionamiento, a menudo
proporcionan la base inicial para el desarrollo de una amistad. Por supuesto,
también son importantes otros tactores, tales como la afinidad de actitudes e intere-
sés. Sin embargo, los psicólogos ambientales han descubierto que la amistad basa­
da principalmente en factores ambientales fomenta fuertes lazos de solidaridad y
constituyen un importante elemento del sentido de identidad social del individuo.

349
350 A filia ció n y solidaridad

En los capítulos 6 y 7 se señaló que algunas características del ambiente urbano,


como el ruido excesivo o un alto grado de aglomeración puede conducir a la gente
al aislamiento social. Según se vio, los residentes urbanos enfrentan la sobrecarga
de información social por medio de la hostilidad hacia otras personas y con falta de
solidaridad para quienes los necesitan. Aunque las investigaciones que se refieren
en los capítulos 6 y 7 proporcionan información importante acerca de los costos
sociopsicológicos de la vida urbana, no significa que ésta no tenga aspectos socio-
psicológicos positivos. En este capítulo se examinará un importante cuerpo de
investigación que ofrece una descripción de las relaciones sociales positivas que a
menudo se desarrollan en los ambientes túrbanos. Se descubrirá que la vida social
de la ciudad puede ser cordial y solidaria, y que muchas características urbanas
conducen a relaciones sociales positivas.
Los hallazgos obtenidos por los psicólogos ambientales que han estudiado las
relaciones sociales positivas del ambiente urbano son importantes para las deci­
siones políticas que implican cambios en el diseño, como son la renovación ur­
bana y el diseño de viviendas públicas para familias de escasos recursos. De
hecho, los psicólogos ambientales han descubierto que la causa de que muchos
proyectos de renovación urbana hayan malogrado sus objetivos sociales es la ina­
decuada apreciación, por parte de los funcionarios públicos, en cuanto a las
dimensiones de los lazos sociales que se desarrollan en las urbes. Con frecuencia
los proyectos de vivienda pública han significado fracasos desastrosos a nivel
psicológico, por no coincidir su diseño físico con los patrones naturales de afiliación
de sus residentes.
Este capítulo enfoca la afiliación y la solidaridad en el ambiente urbano. Hasta
la fecha, las investigaciones realizadas por los psicólogos ambientales, tendentes
a estudiar las relaciones sociales en los ámbitos residenciales, se han concentrado
en los ambientes urbanos, especialmente en los vecindarios de la clase trabajadora
de los sectores centrales de algunas ciudades. Estas investigaciones responden
a una gran preocupación por el deterioro físico y social de las zonas del centro
de las ciudades, debido a los grandes cambios originados por la renovación urbana.
Sin embargo, la importancia de las cuestiones surgidas en estos estudios no se
limita a los sectores centrales y, de hecho, algunos investigadores también han diri­
gido su atención a la vida social del ambiente suburbano. Se espera que conforme
crezca el campo de la psicología ambiental, mayor atención se dará a los efec­
tos que producen los ambientes residenciales suburbanos y rurales en las relaciones
sociales.

NATURALEZA DE LA AFILIACIÓN Y LA SOLIDARIDAD


EN EL AMBIENTE URBANO
Cuadro cualitativo de la vida social urbana

Un notable libro escrito por Jane Jacobs, crítica en arquitectura, The Death and Life
of Great American Cities (Vida y Muerte de Grandes Ciudades de los Estados Uni­
dos) (1961), ha influido de modo importante en el estudio de las relaciones sociales
positivas del ambiente urbano. Jacobs proporciona un cuadro cualitativo, muy
personal, de los aspectos sociales positivos de la vida en la ciudad. Su libro previene
N atu raleza de la a filia ció n 351

a los urbanistas y otros profesionales interesados para que no vean a la ciudad


sólo como un hábitat social y psicológicamente negativo. Exhorta a los inves­
tigadores a identificar y reforzar las características urbanas que contribuyen a la
riqueza de la vida social de sus habitantes (figura 10-1).
Ha habido una tendencia a ignorar o malinterpretar las características positivas
de la vida urbana cuando no se conforman a las ideas preconcebidas de los urba­
nistas con respecto a las relaciones sociales. Tradicionalmente, los urbanistas han
contemplado la vida social de la ciudad como si sólo pudiera desarrollarse en ámbitos
diseñados ex profeso, como son los campos de juego o los centros sociales. De
hecho, señala Jacobs, gran parte de la vida social del sector central de una ciudad
se da en ámbitos públicos de espacio abierto que originalmente se diseñaron
para otras funciones. Las aceras constituyen los mejores lugares y los más utili­
zados para la vida social urbana. Jacobs describe los continuos y variados usos
de las aceras durante un día ordinario como si se tratara del escenario de un
"b a lle t'', en donde los "bailarin es" se refuerzan el uno al otro y crean un todo
social unificado.
Jacobs proporciona abundantes imágenes de los movimientos del ballet urbano
de las aceras de la calle Hudson, en su propio vecindario de Greenwich Village
en Nueva York. El ballet de la acera es continuo desde temprano en la mañana hasta
muy entrada la noche, y atrae a un variado grupo de "e je cu ta n te s", incluyendo
parroquianos, niños escolares, visitantes y empleados con distintos turnos, desde
estibadores y carniceros hasta ejecutivos de negocios y comunicadores. Loque más
impresiona de este ballet es su capacidad de ajustarse, durante todo el día, a
las diversas necesidades de conducta de grupos tan dispares. La calle es utili­
zada al mismo tiempo para los juegos de los niños, desde andar en patines hasta hacer

Figura 10-1 Los psicólo­


gos ambientales reconocen
ahora que m uchos aspec­
tos del sector central de
las ciudades contribuyen
a enriquecer la vida social
de sus habitantes.

© Francés M. C ox/S tock, Boston.


352 A filiació n y solidaridad

figuras con corcholatas; para los mandados diarios de las amas de casa, compras
y charlas casuales; así como para actividades comerciales, desde la decoración
de los escaparates de las tiendas hasta una carrera al restaurante más cercano
para comer rápidamente.

Elementos de la vida social urbana

Parentesco El desarrollo de la investigación sociológica de los ambientes urba­


nos ha permitido descubrir que la vida social del centro de las ciudades es más
positiva y vigorosa de lo que se pensaba. Las primeras investigaciones de los so­
ciólogos, efectuadas en contextos urbanos de la clase trabajadora, revelaron que
los patrones de interacción social característicos de las comunidades de ingresos
medios, como por ejemplo la afiliación a organizaciones formales, no existían en
el centro de las ciudades. Estos investigadores concluyeron que este sector carecía
de una vida social establecida y significativa. Sin embargo, los investigadores que
abordaron este estudio desde la perspectiva de los habitantes, esencialmente de la
clase trabajadora, descubrieron que los vecindarios urbanos cuentan con una red
social altamente desarrollada, organizada de acuerdo con un patrón de relaciones
interpersonales congruente con la vida social de la clase trabajadora. Lo más im­
portante de estas investigaciones fue el descubrimiento de que la vida social de los
vecindarios urbanos de la clase trabajadora estaba basada fundamentalmente en
los lazos de parentesco (Dotson, 1951).

El West End de Boston Una serie de estudios realizados en el West End de Boston
durante los últimos años de la década de 1950 y los primeros de la de 1960, antes de
que el área fuera demolida como parte del programa de renovación urbana, revela­
ron la importancia que tenían los lazos de parentesco en los vecindarios urbanos
de la clase trabajadora. El West End era un antiguo sector de Boston, situado en
el corazón de la ciudad; sus 7,000 habitantes pertenecían a la dase trabajadora
y eran de ascendencia italiana predominantemente. En sus estrechas y sinuosas
calles había densos asentamientos con edificios de departamentos de tres a cinco
pisos. El uso de sus predios era mixto, con tiendas y negocios pequeños entre
viviendas muy viejas. Debido a que muchos edificios del área se encontraban en
malas condiciones, los funcionarios públicos encargados de la planeación urbana
decidieron renovar el West End. Sin embargo, precisamente sus estrechas calles y
la amalgama de actividades comerciales y residenciales eran lo que daba vitalidad
social al área (figura 10-2).
Las investigaciones de Herbert Gans, sociólogo y urbanista, proporcionan una
descripción muy completa de la vida en el West End. Gans vivió allí como un
observador participante (un investigador que reside realmente en el lugar que es
objeto de su estudio, al mismo tiempo que lleva un registro sistemático de la vida
interior de ese ambiente) durante ocho meses, a finales de la década de 1950,
exactamente antes de que se comenzara la renovación urbana. Publicó sus obser­
vaciones en un extraordinario libro titulado The Urban Villagers (Aldeanos urbanos)
(1962). Gans descubrió que las relaciones sociales dentro del West End eran el
aspecto más importante en la vida de sus residentes. Las relaciones sociales se
basaban principalmente en el parentesco y, por lo general, incluían parientes
políticos, hermanos y primos. Gans inventó el término "sociedad de grupo de
N a t u r a l e z a d e la a f i l i a c i ó n 3 5 3

Figura 10-2 Las estrechas calles, la mezcla de ámbitos residenciales y comerciales, y la


actividad que se da en las aceras del vecindario urbano, son elementos importantes de
la vida social del área.

© Ellis Herwig/Stock, Boston.

coetáneos” para describir estos lazos sociales primarios, que se daban caracterís­
ticamente entre coetáneos (personas del mismo sexo, edad y época). El grupo
de coetáneos dominaba la vida del habitante del West End, y su influencia per­
sistía desde el nacimiento hasta la muerte.
La "sociabilidad” era un tema central en la vida de los habitantes de este
lugar, y la parte más importante de su vida se realizaba dentro de los grupos
de coetáneos. De hecho, para un habitante del West End, estar solo le hacía sentir
aislamiento, malestar y miedo. Gans hizo una distinción entre los estilos de con­
ducta "orientados hacia objetos” y los "orientados hacia p ersonas". Especuló
que los que vivían en este lugar, a diferencia de la mayor parte de los estadouni­
denses de clase media, sus metas no estaban en los objetos, es decir, no luchaban
por lograr "c o s a s ", como éxito profesional, status social o un alto nivel de ingre­
sos. Su conducta se orientaba hacia las personas, se interesaban primordialmente
por pertenecer a un grupo y agradar y sobresalir en ese grupo.

East End de Londres Los estudios realizados en el East End de Londres han
arrojado evidencias que refuerzan la importancia del rol sociopsicológico del
parentesco en los vecindarios urbanos de la clase trabajadora. El ambiente del East
End de Londres es similar al del West End de Boston. Es un viejo sector de
Londres, con una densa población de 54,000 residentes de clase trabajadora. Al
354 Afiliación y solidaridad
a
igual que el West End, las tiendas pequeñas se entreveraban con las viviendas, que
consistían en viejos edificios de departamentos.
El conocimiento que se tiene del rol del parentesco en el East End se basa
en una serie de encuestas de reconocimiento dirigidas por Michael Young y Peter
Willmott (Willmott, 1962; W illmotty Young, 1960; Young y Willmott, 1957), que
compararon la vida social en el East End y en dos suburbios de Londres. Al igual
que Gans, Young y Willmott encontraron que las relaciones de parentesco fueron
un aspecto central y dominante en la vida de estas personas. Sin embargo, aquí,
en lugar de relaciones de parentesco horizontalmente estructuradas (entre pa­
rientes de la misma generación) como en el West End, las relaciones de parentesco
se estructuraban verticalmente, a través de varias generaciones. Young y Willmott
denominan a este tipo de grupos de parentesco "familia extensa" y señalan que
consiste en un pequeño grupo de familias, formado principalmente por miembros
de tres generaciones: abuelos, padres y nietos.
Los lazos entre madres e hijas eran los más fuertes que existían en las familias
extensas del East End. La cabeza de la familia extensa era la matriarca familiar, la
mujer más anciana de una cadena de tres generaciones, a quien todos llamaban
"M am i” . Mami desempeñaba un rol esencial en el desenvolvimiento diario de
la familia. Daba asistencia cuando alguien se enfermaba o cuando había un parto,
cuidaba a los niños de sus hijas mientras ellas trabajaban, y su casa era el lugar
donde la familia se reunía regularmente. Para describir el sitio que ocupaba Mami
en la familia, Young y Willmott (1957:44) proporcionan el siguiente extracto de
la entrevista sostenida con una mujer que vivía en el East End:

A cualquier hora del día, cuando necesito un poco de sal o algo así voy con Mami
para que me dé y también platicamos un rato'. Si está enfermo alguno de los niños,
'Casi siempre voy con Mami y platicamos. Si ella cree que se trata de algo serio lo
llevo al doctor'. Su mamá se hizo cargo de Marilyn, la más grande, durante casi
tres años. 'Siempre se la dejaba cuando trabajaba. . . Mami cuida a mi hija muy
bien. Cuando entra, le digo "¿ya tomaste tu té? y ella responde, a veces, "ya tomé
té en casa de Nan'".

Patrones de vecindad Aunque hay muchas evidencias que demuestran la importan­


cia del rol del parentesco en la vida social de los vecindarios urbanos de la clase
trabajadora, las investigaciones adicionales realizadas por psicólogos ambientales
señalan que los patrones de vinculación entre los vecinos también constituyen un
elemento esencial de la estructura social de los sectores urbanos. Marc Fried y Peggy
Gleicher (1961) realizaron un estudio con casi 500 mujeres habitantes del West
End antes de ser desarraigadas por la renovación urbana. Basados en los resultados
de su estudio, sostienen que las investigaciones previas en vecindarios urbanos de
clase trabajadora, al centrarse casi exclusivamente en los lazos sociales del paren­
tesco, descuidaron la importancia de otras relaciones sociales. Sus propios datos
revelan que la relación más estable entre las actitudes de los residentes hacia el
West End y los lazos sociales que existían entre ellos se derivaban de sus senti­
mientos de.cercanía psicológica con los vecinos (tabla 10-1). Aunque las relaciones
entre vecinos pueden incluir lazos de parentesco (los familiares a veces también
son vecinos), la relación entre los sentimientos hacia los vecinos y los senti­
mientos hacia el West End fue mayor que la relación entre los sentimientos hacia
el West End y los sentimientos hacia cualquier grupo de familiares.
Naturaleza d e la a f i l ia c i ó n 355

Tabla 10-1. Actitudes de los residentes hacia el West End, de acuerdo con los senti­
mientos de cercanía con los vecinos.

Sentimientos por el West End (porcentaje)


Cercanía con Número de Fuertemente Negativo
los vecinos respondientes Totales positivos Positivos mixto
Muy positivo 78 100 63 28 9
Positivo 265 100 37 42 21
Negativo 117 100 20 39 41

Fuenle. M. Fried y P. Gleicher, ",Some Sources of Residential Satisfaction m an Urbati Slum " , Journal of the American
Institute of Planners, 1961, 27: 305-15. Reimpreso con permiso.
V____________________________________________________________j

Carácter informal de la vida social urban»

Uno de los motivos por los cuales los sociólogos, en sus primeras investigacio­
nes, no lograron apreciar la amplitud y profundidad de las relaciones sociales
en el ambiente urbano es que gran parte de la vida social de la ciudad es infor­
mal. En su libro The Death and Life of Creat American Cities (1961), Jane Jacobs
presenta un cuidadoso análisis del importante rol sodopsicológico que desempeñan
los contactos sociales casuales en la vida de los habitantes urbanos. Un aspecto
primordial de la vida social urbana son los contactos sociales casuales entre personas
que se conocen por accidente, en lugares públicos exteriores, mientras realizan
sus actividades diarias. Aunque las relaciones sociales entre familiares y amigos, por
lo general, se dan en ámbitos interiores, una gran parte del contacto social entre los
miembros de familias extensas y entre vecinos ocurre en la calle. Jacobs señala
que, de hecho, los contactos informales en lugares públicos ofrecen un tipo ideal de
intercambio social para la gente de la ciudad, ya que equilibran las necesidades
de contacto social y privacía del individuo. A pesar de su naturaleza casual,
los contactos públicos constituyen una parte extremadamente importante de la
vida social de los habitantes urbanos. Esta relación casual entre "conocidos en
la calle" puede durar muchos años, incluso décadas.
Los psicólogos ambientales se han preocupado por llevar a cabo un análisis
empírico, preciso, de la vida social en ámbitos urbanos exteriores, que comple­
mente el cuadro impresionista de Jacobs. Sidney Brower y Penelope WUliamson
(1974) realizaron un estudio empírico basado en la observación naturalista en el
centro de la ciudad de Baltimore. Les interesaba identificar entre los espacios
exteriores disponibles en dos vecindarios de clase baja cuáles se utilizaban real­
mente para actividades recreativas. Los dos vecindarios se caracterizaban por su
profusión de casas de tabique, habitadas predominantemente por familias negras
de bajos recursos.
Las observaciones de Brower y Williamson confirman que una importante
cantidad de interacción social entre los habitantes de áreas de bajos recursos se da
en espacios exteriores públicos. De hecho, al igual que Jacobs, descubrieron que
la recreación social en exteriores ocurre mayormente en espacios informales,
3 5 6 A f i l i a c i ó n y s o l i d a r i d a d

sobre todo en la calle. Elegir la calle como área de recreación es un acto delibera­
do de los habitantes; se congregan allí aun cuando dispongan de otros espacios, como
patios, parques o campos de juego.
Holahan (1976b) dirigió otro estudio empírico de la vida social en exteriores
en una zona de bajos recursos del Lower East Side de la ciudad de Nueva York.
Mediante una estrategia de observación naturalista, Holahan hizo un registro
sistemático de la actividad social exterior de los habitantes de un vecindario de
treinta y seis cuadras, muy semejante al ambiente del área estudiada por Brower
y Williamson en Baltimore. El vecindario era multiétnico, con una gran cantidad
de hispanos, negros y blancos. El 86 por ciento de la actividad exterior era social
y muy variada (gente que trabajaba o hacía compras, niños que jugaban activa­
mente en las aceras, conversaciones casuales, bromas y murmuraciones entre
adultos). Como en los vecindarios de Baltimore, la mayor parte de las relaciones
sociales en exteriores ocurrió en las aceras, en espacios públicos informales. De
hecho, el noventa por ciento de la conducta en exteriores se dio en las calles, prin­
cipalmente cerca de la entrada de las casas o de los establecimientos comerciales.
Otras evidencias, basadas en la observación participante y en encuestas de
reconocimiento, han mostrado que la interacción social entre familiares y amigos
ocurrida en interiores también es informal en su mayor parte. La exposición
de Gans acerca de la sociabilidad del grupo de coetáneos, en The Urbati Villagers
(1962), subraya que la vida social de los habitantes del West End consiste esen­
cialmente en conversaciones informales, en gran contraste con los pasatiempos y
las reuniones más formales de clase media. Aunque las personas del grupo de
coetáneos asistían regularmente a las reuniones, nunca recibían invitaciones for­
males o avisos anticipados. La conversación se centraba en murmuraciones casuales
acerca de las personas conocidas, mientras que otros miembros del grupo entraban
y salían constantemente. En forma similar, Marc Fried (1963) sostiene que la
cohesión de la estructura social del West End residía en la disposición de los
habitantes para reunirse en forma casual, sin formulismos ni avisos anticipados.

La importancia del ambiente en la vida social urbana

Conforme los psicólogos ambientales han ido percatándose de las características


positivas de la vida urbana, han llegado a reconocer la importancia del ambiente
en la vida social del centro de la ciudad. En la revisión de los estudios realizados en
Boston, Londres, Baltimore y Nueva York, está implícita la hipótesis de que
las características físicas de estos distritos urbanos han contribuido a conformar
el carácter de su vida social.
El diseño de las casas de vecindad en estas áreas era especialmente congruente
con el carácter informal de su vida social. La contigüidad de estos edificios y
su poca altura (de tres a cinco pisos) permitían a sus habitantes desplazarse fá­
cilmente entre los departamentos y el exterior. Gans (1962) señala que las
personas que salían a hacer sus mandados diarios eran abordadas por sus veci­
nos cuando pasaban frente a sus puertas o ventanas. Además, los zaguanes de
las vecindades proporcionaban un lugar natural para que los residentes participaran
casualmente en la actividad de la calle (Hartman, 1963).
La mezcla de ámbitos residenciales y comerciales de estos distritos también ayudó
a fomentar un carácter social positivo. Jacobs (1961) subraya que los ámbitos
N a t u r a l e z a d e la a f i l i a c i ó n 3 5 7

comerciales, como tiendas de abarrotes, tintorerías y pequeños restaurantes, en­


treverados con edificios de departamentos, atraen a los residentes a la actividad
del exterior. La presencia de personas en la calle impulsa naturalmente a otras
a usar el ambiente exterior, y estos "vigilantes de la ca lle" contribuyen a evitar
que se cometan crímenes. Las entradas de los establecimientos comerciales del
centro de las ciudades también proporcionan lugares donde los parroquianos
pueden encontrarse accidentalmente en sus salidas diarias y detenerse a charlar
un poco (Holahan, 1976).
Las calles relativamente estrechas de la mayoría de los vecindarios del centro
de las ciudades también estimulan la sociabilidad en la calle. El reducido y lento trán­
sito de automóviles permite a los niños y adolescentes usar las calles para propósitos
recreativos, como jugar a la pelota, pasear en bicicleta o andar en patines (Brower
y Williamson, 1974). La actividad callejera de niños y adolescentes a veces resulta
tan atractiva a los adultos que se sientan junto a las ventanas o en la entrada de
las vecindades para observar los juegos callejeros (Jacobs, 1961). Las calles y
callejones estrechos también permiten la comunicación casual a través de las
ventanas abiertas, de edificio a edificio (Gans, 1962).

¿Qué es un barrio bajo?

Según se ha descubierto, los sectores urbanos centrales pueden fomentar una


vida social intensa y significativa a pesar de que se encuentren muy deteriora­
dos, y esto hace necesario distinguir entre un barrio bajo físico y un barrio bajo
social. No todos los ambientes urbanos deteriorados tienen inevitablemente un
bajo nivel sociopsicológico. Existen pruebas suficientes para apoyar el argumento de
que aunque el West End de Boston y el East End de Londres mostraban signos
de deterioro físico, tenían una vida social positiva y benéfica, digna de ser conservada.
Gans (1962) reporta que los habitantes de West End no consideraban su área
como un barrio bajo y se sentían ofendidos cuando alguien se refería a ella como
tal. Aunque las fachadas de las vecindades evidenciaban deterioro físico, los
departamentos estaban bien cuidados, limpios y modernos. En forma similar, Marc
Fried y Peggy Gleicher (1961), después de estudiar las fuentes potenciales de
satisfacción residencial del West End, concluyeron que para la gran mayoría de sus
habitantes, el West End era objeto de sentimientos muy positivos. La perma­
nencia en el área era altamente estable, con mínimo movimiento hacia adentro
y hacia afuera del área y poco movimiento interno en las unidades habitaciona-
les. Young y Willmott (1957:44) proporcionan el siguiente comentario hecho por
un residente del East End de Londres, que resulta muy apropiado: "Supongo que
los edificios en el East End no son tan buenos, pero esta área no nos parece un
montón de piedras. No son los edificios lo que importa. Nos gusta la gente de
aqu í".

Una actitud realista Al hacer la distinción entre un barrio bajo físico y un barrio
bajo social, no se debe perder de vista el hecho de que no todos los ambientes con
deterioros físicos son necesariamente sanos. En realidad, muchos ambientes ur­
banos que tienen deterioros físicos también padecen una grave patología social,
en especial si en el área existe un alto índice de desempleo (Rainwater, 1966). Como
se verá, un ambiente residencial moderno y atractivo puede funcionar realmente
3 5 8 A f i l i a c i ó n y s o l i d a r i d a d

como un barrio bajo si sus características de diseño no son congruentes con ios
patrones sociales de sus residentes. El hecho de que el ambiente del centro de
las ciudades presente una vida social vigorosa tampoco justifica que no se hagan las
reparaciones materiales necesarias. Pero estas renovaciones físicas deberán ser
planeadas y realizadas en tal forma que no se rompa la estructura de la vida
social. Una renovación urbana bien planeada debe favorecer la vitalidad socio-
psicológica. Gans (1962:16) hace un elocuente resumen de este asunto:

Aunque está de moda romantizar a los barrios bajos, éste no es mi propósito. El


West End no era un vecindario encantador de "nobles labradores" que vivían en una
forma exótica, resistiéndose a la homogeneidad de la producción en serie de la cultu­
ra norteamericana, y rebosando sentimientos de concordia. Era un área ruinosa, en
donde la gente luchaba contra los problemas causados por sus escasos recursos, una
educación inadecuada, y muchas otras dificultades. Aun así, en general era un buen
lugar para vivir.

Método de investigación para el estudio de la vida social urbana

Las perspectivas de Jane Jacobs han alentado a los investigadores a examinar las
fuerzas sociales positivas que intervienen en el ambiente urbano. Sin embargo,
el psicólogo ambiental necesita, además, datos empíricos recopilados sistemáti­
camente que le permitan explicar, con bases científicas, el sentido de afiliación
en el ambiente urbano.
La gran complejidad de la vida social urbana ha obligado a utilizar una variada
serie de técnicas de investigación de campo. Hasta ahora se han expuesto tres
de estas estrategias, que han sido usadas para estudiar la vida social de la ciudad:
observación naturalista, encuestas y observación participante. El conocimiento
que los psicólogos ambientales han adquirido acerca de la naturaleza de la afiliación
y la solidaridad en el ambiente urbano, refleja la utilidad de combinar estas tres
estrategias. Cada una con sus ventajas y limitaciones particulares (véase también
"Métodos de investigación de la psicología ambiental", capítulo 1).
La observación naturalista se ha utilizado cuando el investigador desea elaborar
un cuadro de conducta de la vida social de un lugar sin intervenir directamente
en las actividades sociales que observa. El psicólogo ambiental registra sistemáti­
camente la conducta de las actividades públicas y la interacción social de un
lugar. Debido a que la observación naturalista implica mínimas restricciones
experimentales y se realiza en contextos reales, su validez externa es elevada. Al
mismo tiempo, su falta de control experimental y la naturaleza correlaciona! de
sus hallazgos reducen su validez interna.
La técnica de encuestas se ha empleado cuando el investigador se interesa por
saber cómo perciben y evalúan los usuarios de un ambiente ciertos aspectos de
la vida social del lugar que se estudia. El investigador hace una serie de pregun­
tas específicas, ya sea oralmente o por escrito, que están diseñadas de modo
que los habitantes manifiesten sus impresiones subjetivas acerca de la vida social del
área. Al igual que en la observación naturalista, la validez externa de la técnica
de encuestas generalmente es más alta (se realiza en contextos reales) que su
validez interna (sus hallazgos son correlacionados más que experimentales). Sin
embargo, su validez externa también se reduce cuando las preguntas no corres­
ponden a las experiencias reales de los encuestados o cuando están formuladas de
F u n c i o n e s p s ic o ló g ic a s 3 5 9

tal modo que resultan confusas y parecen artificiales o muy formales a los en-
cuestados.
La estrategia de observación participante se aplica cuando al investigador le
interesa obtener un cuadro cualitativo real y muy detallado de la vida social de la
comunidad en estudio. De hecho, el observador participante vive allí y lleva un
registro sistemático de la vida interior del lugar. También en este caso, la validez
externa es más alta que la validez interna. La alta subjetividad de la observación
participante limita su validez interna (es tanto correlaciona! como especulativa), e
incluso puede amenazar la validez externa si las tendencias personales del obser­
vador participante influyen en su percepción y no se establecen en forma honesta
y directa.

FUNCIONES PSICOLÓGICAS DE
LAS REDES SOCIALES DEL VECINDARIO

Conservación del orden social

Sociedad de la esquina de la calle Una importante función psicosocial de las


redes sociales basadas en las relaciones de los vecindarios urbanos consiste en
establecer y mantener un sentido de organización y de control social en el área. Los
primeros sociólogos que investigaron el carácter social del centro de las ciudades no
advirtieron la importancia de la vida social informal de los vecindarios de clase
trabajadora y concluyeron que estos vecindarios estaban socialmente desorgani­
zados (M ichelson, 1976). Los críticos sociales consideraban que la criminalidad
y la patología social que se daban en las ciudades eran producto de una "desviada
subcultural" que se habría desarrollado a raíz de la carencia de formas de organi­
zación y control social, tradicionales en la clase media.
Un libro excepcional, escrito por William F. Whyte, Street C om er Society (So­
ciedad de la esquina de la calle) (1943), ayudó a revertir estas actitudes negativas
acerca de los sectores centrales de la ciudad. El libro de Whyte se basó en una
observación participante que duró tres años, en un distrito de barrios bajos al que
llamó Cornerville. Durante mucho tiempo, Cornerville, en donde se habían es­
tablecido inmigrantes italianos principalmente, estuvo considerado como un
vecindario conflictivo, sin organización social, en pugna con el resto de la comuni­
dad. Cornerville era conocido como guarida de estafadores y políticos corruptos,
donde prevalecían la miseria y el crimen.
Las profundas observaciones de Whyte lo llevaron a concluir que Cornerville
era una sociedad estrecham ente unida, con una jerarquía de status bien defi­
nidos, normas de conducta personal y tradiciones culturales bien establecidas y
duraderas. Por supuesto, las reglas sociales de Cornerville eran informarles. Nadie
las había escrito; no había necesidad de hacerlo. Whyte describe en forma deta­
llada la pandilla que se reunía en una esquina de la calle Norton. La pandilla no
tenía reglas internas ni constitución, ni dependía nunca de un procedimiento par­
lamentario, sin em bargo, sus reuniones y rituales eran altamente estables y pre­
decibles, y las decisiones del grupo y el funcionamiento del mismo no presentaban
problemas (figura 10-3).
360 Afiliación y solidaridad

Figura 10-3 Los psicólogos


ambientales han observa­
do que los encuentros y
las charlas en las esquinas
de las calles urbanas son
aspectos muy importantes
en la vida de los indivi­
duos.

© Eric Kroll/Taurus Pkolos.

Aunque Cornerville no carecía de organización interna, no lograba relacio­


narse bien con el resto de la sociedad estadounidense. Las estructuras sociales
informales del área local no engranaban con la estructura social circundante. Whyte
observó que la política local de Cornerville, que tendía a caer víctima de las in­
fluencias del crimen organizado, era producto de este grave problema social.
Según él, la integración adecuada con la sociedad circundante podría lograrse sólo
cuando los residentes de Cornerville tuveran una cabal participación en la sociedad
norteamericana. Con respecto a las funciones sociopsicológicas de las redes sociales
del vecindario, es de especial importancia la conclusión de Whyte: la organización
social de Cornerville estaba fundada en la vigorosa e informal vida social del
área. Por ejemplo, la organización social de la pandilla de la calle Norton se basaba
en la habitual asociación de los miembros de la banda durante períodos pro­
longados. La pandilla se caracterizaba por una alta y constante proporción de
intercambio social, y su estructura de grupo se cimentaba en estas interaccio­
nes informales. El sistema de obligaciones sociales mutuas, que era esencial para
la cohesión de grupo, surgía de estas interacciones diarias y era la base de una je­
rarquía de status bien definida. Cuanto más alto era el status de un miembro del
grupo, se esperaba que se apegara con mayor responsabilidad a sus obligaciones
sociales con el resto del grupo.
El status relativo de ios grupos dentro de la sociedad de Cornerville, así como
las reglas que gobernaban la interacción de los grupos, se fundaban también en
un sistema de relaciones personales informales que reforzaban las obligaciones
sociales recíprocas. Los "m uchachos de la esquina" ocupaban el nivel inferior
de la jerarquía social masculina de Cornerville; los "muchachos universitarios", el
nivel superior, y los de "nivel intermedio" podían participar en las actividades
de cualquiera de los dos grupos. Una persona del nivel inferior podía acercarse
a alguien del nivel superior sólo mediante un intermediario. Un muchacho de la
esquina tenia que establecer "contacto" con un intermediario a través del tiempo,
hacerle pequeños favores, de modo que se desarrollara un sentimiento de obli-
F u n c i o n e s p s i c o l ó g ic a s 3 6 1

gación mutua. El intermediario, a su vez, hacía lo mismo con la persona del nivel
superior.

Orden social en los barrios bajos El libro de Gerald Suttles, The Social O rderofthe
Slum (El Orden Social en los Barrios Bajos) (1968), basado en una observación
participante de tres años en el Near West Side de Chicago, proporciona un cuadro
similar de la organización social de un vecindario urbano. Al igual que el Corner-
ville de Whyte, el Near West Side era conceptuado por los observadores externos
como una sociedad desorganizada, y a sus habitantes como seres inferiores, ina­
daptados y sin cultura. Sin embargo, sus habitantes lo consideraban altamente
organizado, con una moralidad que exigía disciplina y autorrestricción. En con­
traste con el vecindario que estudió Whyte, el Near West Side de Chicago era
multiétnico, con negros, italianos, puertorriqueños y mexicanos, y gran parte de
su organización social estaba destinada a estructurar las relaciones entre estos
grupos étnicos. Suttles señala la importancia del rol de la red de relaciones infor­
males del vecindario en el establecimiento y la conservación del orden y el control
social del área. Un elemento esencial de la red de comunicación del vecindario
era el intercambio social frente a frente de la vida de la calle. Los patrones morales
del área, al igual que los de Comerville, eran altamente personalistas; el mérito
personal y la aprobación social se basaban en la responsabilidad demostrada por
los individuos en el cumplimiento de sus obligaciones.

Importancia de la vida de la calle para el aprendizaje social Jacobs (1961) ha


señalado que una parte importante del aprendizaje de los niños criados en el sector
central de las ciudades se logra mediante los contactos informales y casuales que
ocurren en forma natural en la calle. En una acera urbana, en donde se da una
intensa actividad social, los adultos supervisan los juegos de los niños del vecindario
y ayudan a acostumbrarlos a las expectativas y responsabilidades sociales de la
vida adulta. Este extraordinario proceso de aprendizaje social se desarrolla mientras
los adultos realizan con toda naturalidad sus actividades cotidianas. En esta for­
ma, los niños aprenden una regla fundamental para el orden social urbano: todos
los habitantes deben asumir un grado de responsabilidad mutua, aun cuando
no existan lazos de parentesco o de amistad íntima. Con cierta ironía, Jacobs opone
este proceso de aprendizaje social natural a la común suposición de que cuando los
niños juegan en el "a rro y o " están adquiriendo necesariamente actitudes negati­
vas y conductas antisociales.

Limitaciones de la sociedad de la esquina de la calle Aunque se ha observa­


do que la red de relaciones sociales informales del vecindario urbano posee un
alto grado de organización interna, existen algunas limitaciones para el orden social.
El libro Tally's Córner (La esquina de Tally), de Elliot Liebow (1967), propor­
ciona un cuidadoso análisis de las limitaciones en el orden social de la sociedad
de la esquina de la calle. El libro de Liebow está basado en entrevistas y obser­
vaciones naturalistas de la vida de la calle, realizadas entre un grupo de negros en
una esquina de las calles de Washington, D. C.
Lá organización social del grupo que Liebow observó estaba fundada en el
contacto social cara a cara entre los miembros del grupo. Sin embargo, estas
amistades callejeras tendían a cambiar constantemente como consecuencia de
362 Afiliación y solidaridad

las fuerzas económicas, sociales y psicológicas que regían la vida de los habi­
tantes de los sectores urbanos de bajos ingresos. El aspecto más sobresaliente del
grupo que observó Liebow era la transitoriedad. Aunque los hombres de la esquina
de Tally aseguraban que sus amistades en la calle habían durado muchos años,
la mayoría de estas relaciones eran breves y superficiales.
Richard Cloward y Lloyd Ohlin (1960), después de hacer un estudio sobre
las pandillas urbanas, concluyeron también que, en la mayor parte de los barrios
bajos, los intentos por desarrollar un orden social se ven limitados por los altos ni­
veles de movilidad social, cambios de casa y del uso de los predios, y por la ines­
tabilidad económica. Esto no significa que las observaciones de Whyte y Sutiles sean
inexactas, sino simplemente que algunos barrios bajos urbanos tienen una alta
organización social y otros no.

Establecimiento de la identidad personal

Una segunda función sociopsicológica de la red de relaciones sociales vecinales


que se dan entre los moradores del sector central de las ciudades es proporcionar el
marco de referencia y la base para que el individuo desarrolle un sentido de iden­
tidad personal. Esto no tiene que ver con el bien definido sentimiento de "autorrea-
lización" que, como Gans señala (1962), es ajeno a la experiencia vital de muchos
habitantes urbanos de escasos recursos. Se trata más bien de un sentido básico
de pertenencia (por ser parte de determinada comunidad y por compartir los mismos
valores y la misma concepción del mundo). Para los miembros de una comuni­
dad urbana de calse trabajadora, este sentimiento de pertenencia radica, en gran
parte, en sus actitudes y en su participación cotidiana en la red social del vecindario

Individualidad Gans (1962) señala que la importante función del grupo de coe­
táneos consiste en suministrar a cada persona las circunstancias que le permiten
definir su individualidad. El grupo de coetáneos proporciona a los individuos la
única oportunidad de expresar su personalidad, su carácter único, y de establecer
un sentido de identidad separada, distinta de la del grupo. Debido a que una de
las funciones del grupo de coetáneos es proporcionar el escenario donde cada
habitante pueda forjar su individualidad, los miembros del grupo se enfrascan en
una competencia constante para obtener status, poder y respeto.

El vecindario urbano como hogar La red social del vecindario proporciona a sus
habitantes una comunidad que bien puede denominarse hogar. Para los residen­
tes urbanos de la clase trabajadora, el “ hogar” es algo que va más allá del depar­
tamento o la casa que habitan, para abarcar la región socioespacial circundante. Una
serie de estudios realizados en el West End por Marc Fried y sus colaboradores
(Fried, 1963; Fried y Gleicher, 1961; Fried y Levin, 1968) explican porqué los habi­
tantes sienten que su territorio local es como su hogar. El vecindario del sector
central de la ciudad, con sus caras y lugares conocidos, se convierte en hogar en
un sentido poco familiar para la mayoría de los norteamericanos de ingresos
medios, para quienes el término “ hogar” está reservado para la casa que habitan.
Chester Hartman (1963) ha señalado que los residentes de West End sentían
como si el vecindario local fuera su hogar, por estar arraigados en la compleja red
de lazos interpersonales y de lugares socialmente significativos. Cuando un re-
F u n cio n es p sico ló g icas 363

sidente se casaba con alguien de otro vecindario (lo que rara vez sucedía), por
ejemplo, se referían a él como " e l que se casó fuera del W est E n d ". En respuesta
a la pregunta "¿Q u é se siente vivir en el West E n d ?", un residente dijo: "A m o
este lugar, es mi patria".

Identidad de grupo e identidad espacial Fried (1963) también ha descrito cómo


es que el ambiente interior de la ciudad proporciona el lugar para que los individuos
desarrollen sentimientos de identidad de grupo y de identidad espacial. Basado en
un trabajo anterior, realizado por Erik Erikson (1946, 1956), Fried explica la "identi­
dad de grupo" como el sentimiento derivado de pertenecer a un grupo humano
más amplio. Para desarrollar este sentido de identidad de grupo es esencial la
experiencia de compartir características y sentimientos con los dem ás miembros
del grupo. Por el contrario, la identidad espacial se basa en una compleja serie de re­
cuerdos y asociaciones acerca de la localidad donde se vive. En los vecindanos urba­
nos de clase trabajadora, el sentido de identidad de grupo y el de identidad espacial
se interrelacionan ya que ambos se forman dentro de la misma área residencial.

Valores personales La red social del vecindario es la base para desarrollar el sentido
de identidad personal ya que proporciona el contexto social de donde se derivan
los valores personales del individuo. William Ryan (1963) ha identificado dos
valores sociales (amistad y cordialidad) muy arraigados en los residentes del West
End. Cuando se les pidió que mencionaran los principales elementos de una "buena
posición social", en su lista anotaron "ten er muchos am igos" justo después del
nivel educativo y laboral, y antes del nivel de ingresos, la influencia social y
el origen étnico. Los residentes dieron un gran valor a la buena disposición para es­
tablecer relaciones sociales y a la capacidad para disfrutar dichas relaciones.

Apoyo a la salud mental

Otra función psicológica de la red de relaciones vecinales consiste en ayudar al


habitante urbano a conservar la salud mental y a lograr una buena adaptación
psicológica. Los psicólogos ambientales han encontrado que las personas que
están integradas en la red social del vecindario reportan menos síntomas de per­
turbación psicológica que los individuos que se hallan socialmente aislados. Leonard
Duhl (1963) ha señalado la importancia que tiene para la salud mental el mantener
una amplia gama de relaciones sociales a nivel vecinal, incluidas las de solidandad,
de participación en organizaciones fraternales, así como el rol de apoyo informal
que desempeña el cantinero o el abarrotero. Sin embrgo, Duhl advierte que estos
apoyos naturales, disponibles para los habitantes en su propia comunidad, pueden
ser destruidos por los programas de remodelación de los barrios bajos, que im­
plican el desalojo y la reubicación de sus residentes (figura 10-4).

El dolor de perder el hogar Un estudio realizado en el West End de Boston, por


Marc Fried (1963), demostró a los psicólogos ambientales la importancia del rol
que desempeñan los lazos sociales del vecindario en la conversación de ia salud
mental. Fried entrevistó a más de quinientos residentes del West End antes de que
se mudaran y después de ser reubicados para dar paso a la renovación urbana.
Había pronosticado que los residentes reportarían en poco tiempo cierto malestar
Figura 10-4 Los beneficios materiales de la renovación urbana a veces son rebasados por
los costos psicológicos que impone la demolición.

© Daniel S. Brody/Slxk, Boston.

psicológico en respuesta al trance de verse forzados a mudarse. Descubrió que


estas personas manifestaban una gran aflicción, similar al dolor y la pena que expe­
rimenta alguien que ha perdido un ser querido. Y más que transitoria, esta reacción
persistió por mucho tiempo después de que los residentes se habían establecido
en un nuevo vecindario. De hecho, casi el 50 por ciento de los respondientes
manifestaron sentir tristeza o depresión hasta un año después del cambio, y el
25 por ciento hasta dos años después de su reubicación.
Fried interpreta esta reacción de aflicción como una respuesta por la pérdida
de las relaciones sociales establecidas en el vecindario, que habían llegado a ser
un aspecto esencial en la vida de los residentes. La separación del viejo vecin­
dario había fragmentado la red de contactos interpersonales familiares y de fácil
acceso que eran fundamentales en la vida social del West End. Fried encontró
que las reacciones de aflicción fueron más comunes en los habitantes que tenían
sentimientos más positivos hacia sus vecinos del West End, y más pronunciadas
en las personas que reportaron que sus cinco amigos más íntimos vivían en el
West End. Cuando se les preguntó qué sentían por haber sido forzados a salir
del West End, las respuestas típicas de los residentes fueron: "P erd í todos los
amigos que tenía"; "Fu e como si me hubieran sacado el corazón” ; "S e n tí como
si hubiera perdido todo". La aflicción por esta pérdida social no podía remediarse
por completo con la obtención de un mejor departamento ni siquiera con una
casa propia (véase recuadro: "Costos personales de la reubicación").
P erspectivas teóricas 365

Costos personales de la reubicación

Marc Fried (1963) describe los costos personales en que incurrió una familia (el
señor y la señora Figella) que se vio forzada a dejar su hogar cuando el West End
fue demolido para dar paso a la renovación urbana. Los efectos negativos del cam­
bio de residencia experimentados por los Figella constituyen una evidencia espe­
cialmente ilustrativa ya que tuvieron la oportunidad de comprar una casa en un
suburbio de Boston. Después de mudarse, el señor Figella conservó su empleo como
obrero y la familia se mostraba satisfecha con el diseño de su nueva casa. En sí, lo que
habían perdido era el viejo barrio del West End, donde los señores Figella habían
nacido y crecido.
Cuando Fried entrevistó a los Figella, después del forzado cambio de casa, des­
cubrió que éste había causado efectos psicológicos severos en la familia. Manifestaron
una gran aflicción por haber perdido a sus amigos del West End y por la imposibilidad
de tener un fácil acceso a sus familiares, quienes habían quedado lejos de su nuevo do­
micilio. Cuando se le preguntó a la señora Figella qué no le gustaba de su nueva
casa, contestó: "Está en Arlington y yo quiero estar en el West End" (p. 162). Habló de)
West End como "un lugar maravilloso", donde "las personas son muy amables"
(p. 161). El señor Figella expresó: "Yo llego a casa y eso es todo. Sólo me planto
en la casa" (p. 162). Fried concluye que a pesar de las comodidades materiales de
su nueva casa, la pérdida de su red de conocidos y amistades y del fácil acceso a
otros familiares del West End impuso severos costos psicológicos y sociales a la
familia Figella.
V_________ _______________________ J

PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE LAS REDES SOCIALES


DEL VECINDARIO

Proximidad física y elección de amistades

En la descripción de las redes sociales del vecindario ha estado implícita la su­


posición de que las relaciones sociales de los habitantes urbanos se basan, por
lo menos en parte, en su proximidad física. De hecho, la importancia de la proxi­
m id a d para el desarrollo de las relaciones sociales ha sido el centro de muchas
investigaciones y de cierta controversia entre los psicólogos ambientales. En el
capítulo 9 se vio que la distancia espacial d e n t r o de los ámbitos, como las que
separan los asientos en un salón de clases o en el pabellón de un hospital, facilitan
la comunicación entre pequeños grupos de personas. Aquí se analizará cómo
influyen las distancias espaciales que median e n t r e los diferente ámbitos, tales
como casas o condominios, en el desarrollo de lazos de amistad entre las per­
sonas dentro de grandes grupos o comunidades.

Residencias estudiantiles León Festinger y sus colaboradores (Festinger, 1951;


Festiñger, Schachter, y Back, 1950) realizaron una investigación clásica de la in­
fluencia de la proximidad en la elección de amigos, entre estudiantes casados
que residían en un conjunto habitacional del Instituto Tecnológico de Massa-
chusetts, durante los últimos años de la década de 1940. Un conjunto constaba
366 A filiación y solidaridad

de diecisiete edificios de dos pisos, con diez departamentos cada edificio. Los
investigadores utilizaron la técnica de encuestas. Entrevistaron a todas las espo­
sas y les preguntaron acerca de sus amistades más íntimas dentro del conjunto.
Descubrieron que la proximidad física desempeñaba un rol importantísimo en
la elección de amistades. El 65 por ciento de sus amistades se hallaban entre las
personas que residían en el mismo edificio. Los amigos que no estaban en el mismo
edificio vivían en la misma cuadra. Un hallazgo especialmente notable fue que
incluso dentro de los edificios la distancia entre los departamentos se relacionaba
estrechamente con la elección de amistades (figura 10-5). La mayoría de los amigos
(40 por ciento) eran los vecinos del departamento contiguo. El porcentaje de
amigos decrecía de modo constante, conforme aumentaba la distancia entre los
departamentos, hasta el 10 por ciento entre los que vivían en el lado opuesto del
mismo piso. Robert Priest y Jack Sawyer (1967) obtuvieron hallazgos similares
en un estudio dirigido en un gran salón de una residencia estudiantil de la Uni­
versidad de Chicago. La simpatía entre los estudiantes estuvo relacionada estre­
chamente con la distancia entre los cuartos; los estudiantes que vivían más cerca
eran más amigos que los que vivían más alejados.

Residencias interraciales Morton Deutsch y Mary Evans Collins (1951) reali­


zaron encuestas en cuatro proyectos de vivienda interracial de Nueva York, N. Y.
y Newark, N. ]., que ofrecen más pruebas de que la proximidad física influye
en la elección de amistades. Dos de los cuatro proyectos estudiados eran mixtos,
integrados por una mezcla de familias blancas y negras que vivían en departa­
mentos adyacentes. Aunque los otros dos proyectos tenían poblaciones de ambas
razas, los blancos y los negros vivían en áreas separadas. Debido a que la instalación
de una familia en un proyecto mixto o segregado había sido aleatoria, la situa­
ción de las viviendas permitía estudiar los efectos de la proximidad residencial
en el desarrollo de lazos de amistad entre los residentes negros y blancos. Deutsch
y Collins encontraron que la proximidad era un factor importante en la elección de
amistades Más del 60 por ciento de las amas de casa blancas del proyecto mixto
reportaron tener "relaciones amistosas" con negros, en contraste con una proporción
inferior al 10 por ciento de amas de casas blancas de los proyectos segregados. De

Figura 10-5 Porcentaje de la relación entre la elec­


ción de amistades hecha por los residentes de
un conjunto habitacional y la distancia física que
mediaba entre sus departam entos, dentro del
mismo edificio.

De L. Festinger, b. Schachter y K. Back, S o c i a l P r e s s u r e s in I n ­


p 41. © L. Festinger, 5 . S ehachter y K Back,
fo rm a l G r o u p s ,
1 9 5 0 Derechos de autor renovados en 1978. Reim preso con perm iso
de fas editores. Stanfcrd U n iversity Press. Unidades de distancia física aproximada
Perspectivas teóricas 367

hecho, en el proyecto segregado, más del 80 por ciento de las m ujeres blancas
entrevistadas reportaron que no habían tenido absolutamente ningún contacto
con residentes negros.

Distancia funcional Aquí cabría preguntar cómo influye la proximidad en la elec­


ción de amistades. León Festinger y sus colaboradores (Festinger, Schachter y
Back, 1950) han propuesto que la proximidad propicia la amistad debido a que
fortalece los contactos pasivos, no intencionales, que ocurren entre las personas. En
el proceso de circular por las áreas donde se vive y trabaja (sacar la basura, tender
la ropa, etc.), los residentes se conocen, y las probabilidades de estos contactos
son mayores cuando las personas viven cerca.
La probabilidad de los contactos pasivos no depende sólo de la distancia es­
pacial, sino que también interviene la distancia funcional que existe entre la gente. La
distancia funcional surge de la disposición y ubicación de los departamentos, de
los pasillos para entrar y salir de los departamentos, y del uso de servicios co­
munes, como escaleras, buzones o lavanderías. Esta comunidad funcional entre las
personas aumenta la probabilidad de los contactos pasivos entre ellas. Festinger
(1951:159) presenta un vivo ejemplo de la forma en que la distancia funcional
fluye en las relaciones sociales:

Para que pareciera que había "vida en la calle", diez de las viviendas que daban a
la calle fueron modificadas de tal modo que su fachada quedara de frente a la calle
no al patio como las otras viviendas. Este cambio aparentemente pequeño afectó
mucho la vida las personas que, por accidente, ocupaban estas casas. Tenían menos
de la mitad de amigos que los de las viviendas que daban al patio. La consistencia de
este hallazgo permite afirmar que al quedar las casas hacia la calle se había aislado
involuntariamente a quienes las habitaban.

George Homans (1950) desarrolló una teoría sociopsicológica que explica más
ampliamente la relación entre la proximidad y la simpatía por las personas. Afirma
que el grado de afición por alguien se desarrolla como consecuencia de una cre­
ciente interacción. Existen muchas formas en que las personas se gratifican mu­
tuamente, ya sea mediante ayuda material, apoya emocional o simplemente con
una conversación agradable, y esto sucede con mayor facilidad entre las personas
que tienen un contacto frecuente, como son los vecinos o compañeros de clase.

Homogeneidad Según se ha visto, existen evidencias de que la proximidad afecta


la elección de amistades, sin embargo, los estudios realizados en esta área no
están libres de controversias. Mientras que varios investigadores concuerdan con
Festinger y sus colaboradores en cuanto a la gran influencia de la proximidad
física en las relaciones sociales (Caplow y Foreman, 1950; Ebbesen, Kjos y Ko-
necni, 1976: Kuper, 1953; Whyte, 1953; 1956; Rosow, 1961), otros proponen que
la importancia de la proximidad en la formación de amistades es relativa, que el
elemento esencial en la elección de amigos es la homogeneidad (antecedentes e in­
tereses similares) (Gans, 1967; Lazarsfeld y Merton, 1954). Melvin Webber (1963)
sostiene que la sociedad contemporánea se caracteriza por ser una "comunidad sin
contigüidad"; los medios modernos de comunicación y transporte permiten al
individuo conservar la amistad de las personas con quienes comparte actitudes
e intereses, aun cuando los separen distancias considerables.
368 A filiación y solidaridad

Estilos de vida local y cosmopolita Posteriormente, los psicólogos ambientales


han evitado el carácter antagónico de la controversia surgida alrededor de los efec­
tos relativos de la proximidad y la homogeneidad y, en cambio, han desarrollado
una teoría que integra los diversos hallazgos obtenidos a través de la investigación
en esta área (Fischer, 1976). Los investigadores opinan ahora que tanto la proxi­
midad como la homogeneidad desempeñan roles importantes en la formación de
amistades, y que su importancia relativa varia según las características de los
individuos. Por ejemplo, varios investigadores han hecho una distinción entre
lo que han denominado estilos de vida urbanos "lo c a l" y "cosm opolita” (Butti-
mer, 1972; Fried y Gleicher, 1961; Keller, 1968; Michelson, 1976):

Algunas personas son ciudadanos de su localidad, con horizontes limitados. Ricos o


pobres, su interés se enmarca dentro de un rango limitado de territorio. Sus patrones son
locales, y evalúan a los demás de acuerdo con su idiosincrasia. Otras personas son muy
diferentes. No están atados a un lugar. Se adaptan tanto a ambientes regionales como
nacionales. Evalúan a las personas y a las situaciones según criterios objetivos, uni­
versales. Las primeras son personas locales; las segundas, cosmopolitas. [Michelson,
1976:87]

Los teóricos que han hecho la distinción entre estilos de vida local y cosmopolita
han propuesto que los efectos de la proximidad en la formación de amistades
son más evidentes entre las personas con un estilo de vida local, mientras que la
homogeneidad ejercerá efectos más fuertes en la elección de amistades entre las
personas con un estilo de vida cosmopolita.

Patrones de vecindad urbanos y suburbanos La distinción entre estilos de vida


local y cosmopolita permite entender algunas de las diferencias entre los patrones
de sociabilidad de los sectores urbanos y de las comunidades suburbanas. Ilebert
Gans (1961, 1967) ha empleado tanto la técnica de encuestas como la observación
participante para estudiar los patrones de sociabilidad en Levittown, Nueva Jer-
sery, y Park Forest, Illinois. Anteriormente Whyte (1956) había afirmado que la
proximidad influía en la elección de amistades en los suburbios; Gans encontró
que las relaciones sociales de los suburbios están influidas más por la homogeneidad
que por la proximidad. Algunas diferencias entre los patrones de amistad urbanos
y suburbanos se pueden atribuir a las diferencias subyacentes de clase social. Los
vecindarios urbanos que se han estudiadocon mayor intensidad han sido típicamente
comunidades de clase trabajadora, mientras que en la actualidad la mayoría de los
suburbios son comunidades de clase media. Conforme las personas ascienden en la
escala social, tienden a adopatr estilos de vida más cosmopolitas. Por lo tanto, en
general, los habitantes urbanos de clase trabajadora desarrollan estilos locales de
sociabilidad y eligen a sus amigos entre sus vecinos, como lo hacían los residentes
del West End, mientras que los habitantes suburbanos de ingresos medios exhiben
un estilo cosmopolita y escogen a sus amigos entre las personas con quienes com­
parten formación e intereses. En Levittown, donde Gans vivió durante dos años
como observador participante, el 82 por ciento de los residentes entrevistados
manifestaron que la "compatibilidad" había sido la base para seleccionar al vecino
a quien visitaban con más frecuencia.
Gans hace destacar que la planeación de las viviendas suburbanas tiende
a desalentar las relaciones entre vecinos. En Levittown, donde las calles son
P erspectivas teóricas 369

curvas, Gans encontró que no había el constante contacto visual involuntario


que normalmente se da entre vecinos inmediatos. Aunque los datos de Gans
no apoyan la opinión de que la distancia física entre los vecinos afecta su elección
de amistades, como Moos (1976) ha señalado, sus hallazgos coinciden con la idea de
que la distancia funcional desempeña cierto rol en la selección de amigos. Gans
descubrió que el mayor contacto social entre los vecinos de Levittown se daba
entre personas que vivían frente a frente, al otro lado de la acera, y apunta que
las puertas de entrada y los pasillos daban a la calle. Además, la exclusividad
en el uso de los predios, característica de los suburbios, junto con la necesaria
gran dependencia del automóvil, constituyen las causas principales de que no
ocurran los contactos sociales casuales y pasivos, típicos de los sectores urbanos.

Influencias conjuntas de la proximidad y la homogeneidad Los extensos estudios


sobre las relaciones sociales/realizados en ambientes urbanos y suburbanos, han
demostrado que tanto la proximidad como la homogeneidad influyen en la elec­
ción de amistades. Como se ha visto, las diferencias personales de los habitantes
son las que determinan la importancia relativa de la proximidad y la homogeneidad
en cada caso. La proximidad y la homogeneidad desempeñan diversas fundones en
la formación de amistades. Gans (1961) sostiene que la proximidad ayuda al
individuo a iniciar el contacto social y mantener relaciones superficiales ("ser
buen vecino"), pero que por sí sola no puede servir de base para establecer amis­
tades íntimas y profundas; para que se desarrollen relaciones intensas es esencial
la homogeneidad en cuanto a antecedentes personales e intereses. Así, aunque
al principio la proximidad une a la gente por su interrelación com o conocidos
casuales, sólo las relaciones que además son homogéneas pueden convertirse
en amistades duraderas. Gans deduce de esta opinión la posibilidad de que haya
asociación entre proximidad y amistad en un ambiente altamente homogéneo, tal
como el del conjunto residencial universitario estudiado por Festinger y sus co­
laboradores.
Robert Athanasiou y G. A. Yoshioka (1973), quienes estudiaron los patrones
de amistad entre las mujeres de un conjunto habitacional urbano, en Michigan,
proporcionan pruebas adicionales de la influencia conjunta de la proximidad y
la homogeneidad en la elección de amistades. Encontraron que la elección de amis­
tades estaba influida por la proximidad y también por la homogeneidad en cuanto
a la edad, la clase social y las tendencias políticas. La proximidad y la homoge­
neidad interactuaron de manera compleja. La semejanza de edad fue importante en
la elección de amigos sin tomar en cuenta la distancia espacial entre las personas,
mientras que la similitud de clase social fue importante sólo en la formación de
amistades entre vecinos contiguos.

Teoría del espacio defendible

Muchos proyectos de vivienda en edificios elevados para familias de bajos recur­


sos, en vez de cumplir con los loables objetivos sociales de los urbanistas, se han
convertido en escenarios de crímenes y violencia donde la gente vive con terror
(véase recuadro: "Terror en los edificios altos de las viviendas públicas"). Shirley
Angrist (1974) identifica el temor a los delincuentes y la angustia por la falta de
seguridad física como las principales preocupaciones en la vida de las personas
370 A filiación y solid arid ad

Terror en los edificios altos de las viviendas públicas

Hace poco, una m añana, Beatrice Smith se vestía para ir al trabajo, luego llamó
al encargado de mantenim iento y le pidió que la acompañara desde su depar­
tamento hasta donde estacionaba su automóvil. Cuando regresó a su casa, le
pidió al guardia de seguridad que la acom pañara desde el estacionamiento hasta
su departam ento en el sexto piso.
La señora Sm ith, residente del Tyler House, un conjunto de altos edificios de
departamentos en condom inio para familias de bajos ingresos, no era escoltada
simplemente porque fuera inválida o estuviera incapacitada. Al igual que la mayo­
ría de sus 1,300 vecinos del populoso edificio. . . ella teme por su vida [Whita-
ker, 1976:1]

Este artículo periodístico del W ashington Post continúa con la aclaración de que
el temor de la señora Smith no era infundado. De hecho, los datos policíacos indican
que durante los últimos nueve meses de 1975, en Tyler House hubo 17 robos con
allanamiento, 11 latrocinios, 6 carros robados, 6 asaltos, 4 violaciones, 2 bolsos arre­
batados, una am enaza de bomba, un arresto por drogas y un asesinato. Todos los
habitantes del edificio habían reforzado las cerraduras de sus puertas. Muchas per­
sonas se negaban a salir o entrar al edificio a menos que alguien las acompañara.
Algunos residentes llegaron incluso a portar cuchillos cuando bajaban al cuarto de
lavandería, ubicado en el primer piso.

(D e ]. D . W h ita k e r , " F e a r S t a lk s T y le r H o u s e H a llw a y s " , W ashington Post, l e b r e r o , 1 6 , 1 9 7 6 , p . A 1 . R e i m ­


p r e s o c o n p e r m is o ) .

V ___________________________ ____________________ y

de bajos ingresos que habitan en viviendas públicas. En un nivel cualitativo, el


relato de Óscar Lewis (1966) sobre unos residentes que se mudaron de un barrio
bajo a un proyecto de vivienda, en Puerto Rico, proporciona un vivo retrato del
temor por la seguridad personal, endémico en la vida que se desarrolla en los
grandes proyectos de vivienda pública.

Pruitt-Igoe Entre los casos de desintegración del orden social ocurridos en vi­
viendas públicas de edificios altos, uno de los que ha sido objeto de mayor inves­
tigación es el del proyecto de vivienda Pruitt-lgoe, en St. Louis. El proyecto
Pruitt Igoe se componía aproximadamente de 40 edificios de 11 pisos, con un
total de casi 3,000 departamentos. Desde su inicio, el proyecto no logró en absoluto
satisfacer las necesidades psicológicas y sociales de sus habitantes. Pruitt Igoe se
hizo notorio por su desenfrenado vandalismo y un constante estado de temor
y desconfianza (Rainwater, 1966). El proyecto, que había recibido premios por
su diseño arquitectónico, fue demolido en 1972 (a menos de veinte años de su
construcción) (figura 10-6). Éste es un ejemplo de un ambiente que al prin­
cipio parecía atractivo, pero que casi inmediatamente funcionó como un barrio
bajo.
William Yancy (1971) dirigió una serie de entrevistas con residentes del Pruitt-
Igoe, cuyo objeto era descubrir las causas del total fracaso del proyecto como
hábitat humano. Encontró que el Pruitt-Igoe carecía de la cohesión, el orden
P ersp ectivas teóricas 371

Figura 10-6 El fracaso del proyecto Pruitt-lgoe como ambiente social condujo a su demolición
a menos de veinte años de haber sido construido.

UPI.

social y la solidaridad, característicos de muchos vecindarios de los sectores urbanos


centrales. Cuando se le preguntó a una residenta acerca de sus vecinos, la­
mentó: "S o n egoístas. No tengo amigos aquí. A nadie le interesa tomarse un
café y entablar amistad con los vecinos. Aquí, si estás enfermo te vas al hospital.
No cuentas con amigos que te ayuden" (p. 13). Otro residente del Pruitt-lgoe
se quejó: "Y o solía vigilar a los niños de este edificio. Al principio trataba de dis­
ciplinarlos. Cada vez que los sorprendía en alguna travesura les decía lo que estaba
bien y lo que estaba mal. Pero eso no les gusta a los niños; tampoco a sus padres. . .
Te recriminan por ello. Vigilar a los niños es peligroso" (p. 15).

Espacio defendible Cuando Yancy analizó este caso de desintegración del orden
social natural, concluyó que el diseño físico de Pruitt-lgoe había ejercido un efecto
"atom izador" en la red de relaciones sociales informales, típicas de muchos ve­
cindarios del centro de las ciudades. El meollo del problema, sostiene Yancy, fue la
falta de un "espacio defendible" adecuado (espacio físico caracterizado por un
alto nivel de responsabilidad social y seguridad personal). El espacio semipú-
blico que se localiza entre los departamentos se convierte en espacio defendible
cuando es utilizado activamente por un gran número de residentes, quienes
asumen cierta responsabilidad e interés personal por mantener segura el área.
La sola presencia de estas personas actúa como impedimento natural a las activi­
dades ilícitas. Esta idea coincide con la proposición de Jane Jacobs (1961) de que
si ha de haber seguridad es necesario que haya "vigilantes de la calle", es decir, la
calle debe ser usada por un gran número de personas, principalmente residentes
y comerciantes, que son los dueños naturales de la calle, además de quienes la
372 A filiación y solidaridad

utilizan por otras razones. Clarence Jeffery (1971) y Franklin Becker (1975) también
afirman que se puede reducir el crimen con el diseño de ambientes físicos que
fomenten un uso social óptimo y motiven a los residentes a personalizar su am­
biente y responsabilizarse de él.

Vigilancia natural Oscar Newman, en su libro Defensible Space (Espacio defendible)


(1972), ha desarrollado una teoría sobre cómo se logra el espacio defendible en
vecindarios urbanos (véase también el capítulo 8). El espacio defendible se puede
observar en ambientes residenciales que inhiben la delincuencia porque permiten
percibir un orden social subyacente que se defiende a sí mismo. La vigilancia
natural de un lugar por parte de sus residentes es esencial en el concepto de
espacio defendible. Newman define la vigilancia natural como la habilidad de los
habitantes para observar las áreas públicas de su ambiente residencial mientras rea­
lizan sus actividades cotidianas. La vigilancia natural ocurre cuando los ámbitos
residenciales están diseñados de tal manera que obligan a las personas a observar
los pasillos comunes, las entradas y los vestíbulos, así como las áreas exteriores, al
mismo tiempo que desempeñan sus actividades habituales. Cuando se logra la
vigilancia natural, los intrusos perciben de inmediato que sus movimientos pueden
ser observados por los residentes y que cualquier acto ilícito sería advertido y
controlado fácilmente. Más adelante se considerarán algunos criterios especí­
ficos para el diseño de viviendas urbanas en edificios altos con un grado óptimo
de vigilancia natural.
Como se apuntó en el capítulo 8, los hallazgos de Newman fueron muy
criticados en lo que a metodología se refiere (véase Adams, 1973; Kaplan, 1973);
pero David Ley y Román Cybriwsky (1974), quienes estudiaron la localización
de carros desvalijados en el sector central de Filadelfia, proporcionan cierto apoyo
empírico al conocimiento del espacio defendible. Con base en datos estadísticos de
la policía, relacionaron la localización de los carros desvalijados con las caracte­
rísticas físicas del ambiente inmediato donde se encontraron los carros. Éstos fueron
hallados con más frecuencia en las cercanías de ámbitos institucionales, junto a
edificios vacíos y frente a los muros laterales, desprovistos de puertas y venta­
nas, de construcciones residenciales; pocos se encontraron en áreas que podían
ser observadas fácilmente desde las casas ocupadas de los alrededores (véase
tabla 10-2). Los autores concluyen que las estructuras que propician la vigilancia por
parte de los residentes y que refuerzan el control del territorio local son los mejores
ahuyentadores de la delincuencia.
Patricia Bratingham y Paul Bratingham (1978), quienes estudiaron la distri
bución de los índices de robos en Tallahassee, Florida, proporcionan más apoyo
empírico acerca de la relación entre asaltos y vigilancia natural. Emplearon un
modelo matemático que implicaba una topología de conjunto de puntos para
examinar la relación entre el índice de robos y las características ambientales de
los vecindarios. Su hipótesis fue que la vigilancia natural sería mayor en el interior
de un vecindario, donde un extraño sería fácilmente reconocido, que en los lí­
mites del vecindario, donde sería más común encontrar extraños y menos probable
defenderse en caso necesario. Para determinar las diferencias entre el interior y
los límites de un vecindario, examinaron el patrón de variables ambientales, tales
como el costo promedio de vivienda, renta promedio y porcentaje de casas solas,
así como los porcentajes de departamentos grandes y pequeños. De acuerdo con
P ersp ectiv as teóricas 373

í ^
Tabla 10-2. Porcentaje de carros desvalijados localizados en seis tipos de ámbitos
de Filadelfia y porcentaje del frotispicio total a la calle ocu p ad o p o r cad a ámbito.

F ro n tis p ic io a la C a rr o s d esv a lija d o s


Á m b ito ca lle (p o r c ie n to ) (p o r c ien to )

Flancos sin puertas (uso


residencial y comercial 18.5 2 0 .3
Ámbitos institucionales 16.7 2 2 .5
Casas abandonadas 7.9 2 0 .3
Locales com erciales (en
función y vacíos) 14.3 6 .5
Lotes de
estacionamiento/baldíos 1.6 1 3 .0
Casas y departam entos
ocupados 41.0 1 8 .1

Fuente: A daptado d e D Ley y R C ybnw sky, " T h e Spatial Ecology o f S trip p ed Car$ . E n v ir o n m e n l and B ehavior, ^
6:5 3 -68 , © Sage Publications. Beverly Hills, 1974, con perm iso del editor.

su predicción, los índices de robos fueron menores en el interior de los vecinda­


rios que en los límites de los mismos. Los índices de la periferia fluctuaron entre
dos y casi seis veces más que el número de robos en el interior.

Teoría de apoyo social

Como se ha visto, la investigación de Marc Fried (1963) en el W est End de Bos­


ton demostró que había correspondencia entre la participación de los residentes
en la red de relaciones sociales y su salud mental. Las observaciones de Fried
coinciden con las de un nuevo y creciente cuerpo de investigación psicológica
que ha examinado la relación entre recursos sociales y salud mental. Las teorías
desarrolladas en esta área sostienen que el vínculo psicológico que existe entre
la participación en una red social y la salud mental es el apoyo social derivado
de dicha participación.

Apoyo M. Brewster Smith y Nicholas Hobbs (1966) han propuesto que la falta de
apoyo social desempeña un rol causal en el inicio de una enfermedad mental. Afirman
que el trastorno mental no es la "m iseria privada de un individuo", sino que
está estrechamente ligada a las deficiencias de las fuentes naturales de apoyo
social (la familia extensa, el vecindario, los amigos) para funcionar efectivamente en
la vida del individuo. Un informe de la President's Commission on Mental Health
(Comisión Presidencial de Salud Mental) (1978) señala que las personas sometidas
a stress psicológico, por lo general, recurren primero a las redes informales de apoyo
social, como son la familia, los vecinos y las organizaciones de la comunidad.
Existen pruebas empíricas obtenidas de varias fuentes, que demuestran que el
apoyo social mantiene una relación positiva con la salud mental. Los estudios corre­
laciónales han demostrado que mientras más apoyo social tengan los individuos,
374 A filiación y solidaridad

menores serán sus síntomas de perturbaciones psicológicas (por ejemplo, depresión


o ansiedad) y de enfermedades Dsicosomáticas (por ejemplo, dolores de cabeza o
úlceras) (Holahan y Moos, 1981; Lin, Simeone, Ensel y Kuo, 1979; Rabkin y Strue-
ning, 1976). Algunas investigaciones longitudinales con duración desde uno hasta
cinco años han demostrado que la falta de apoyo social es un buen indicador de
malestares psicológicos y psicosomáticos futuros (Eaton, 1978, Gore, 1978; Holahan
y Moos, 1981; Medalie y Goldbourt, 1976).
Los psicólogos han desarrollado un modelo conceptual en el cual el apoyo
social interactúa con el nivel total de stress que experimenta un individuo para
predecir la salud mental. Ahora los investigadores opinan que el apoyo social
ayuda al individuo a ajustarse a las situaciones de stress, tales como un cambio
de residencia, un revés financiero o el trance de tener algún familiar con una
enfermedad grave (véase Caplan, 1974). De hecho, las investigaciones han demos­
trado que las personas que experimentan un gran stress están protegidas contra
consecuencias psicológicas perjudiciales cuando el stress coincide con niveles
adecuados de apoyo social (Antonovsky, 1979; Caplan, 1974; Dean y Lin, 1977). Desde
este punto de vista, la reacción de profunda tristeza que observó Fried en los
residentes del West End que fueron forzados a abandonar su vecindario es com­
prensible especialmente porque la pérdida de sus fuentes establecidas de apoyo
social ocurrió al mismo tiempo que la situación de stress que, en general, significa
el mudarse de un lugar ya familiar a un ambiente nuevo y desconocido.

Características de las redes de apoyo social Los investigadores han intentado iden­
tificar las características de las redes de relaciones sociales urbanas que propor­
cionan un apoyo social positivo a los residentes de la ciudad. Se ha comprobado
que el número de personas que participan en la red de apoyo social es un antecedente
importante para que el individuo perciba el apoyo social (Fischer, Baldassare, Ger-
son, Jackson, jones y Stueve, 1977; Wellman, Craven, Whittaker, Stevens, Shor-
ter, Du Toit y Baker, 1973). La calidad del apoyo social también es importante; las
personas obtienen mayores beneficios cuando las redes de apoyo son cohesivas y
abiertas a la expresión emocional (Holahan y Moos, 1980). Otras investigacio­
nes demostraron que los factores ambientales, tales como el tiempo de residir en
un vecindario y el sentimiento de pertenencia, determinan la probabilidad de que
las personas tengan amigos en su propio vecindario y la proporción total de inte­
racción social que tendrán con sus vecinos (Biegel, Naparstek y Khan, 1980). Por
último, las redes urbanas de apoyo social son extremadamente v a r ia d a s e incluyen
miembros de la familia, amigos y vecinos, así como también “ cuidadores natura­
les", tales como sacerdotes, policías, peluqueros y cantineros (Kelly, 1964).

Mami En la red de parentesco del East End de Londres, mami proporcionaba


toda clase de servicios de apoyo social a sus hijas (Young y Willmott, 1962). Durante
su embarazo, una mujer recurría a mami para aclarar cualquier duda y desechar sus
temores. Mientras se encontraba en el hospital para dar a luz o por enfermedad,
mami cuidaba de la casa y la familia hasta la recuperación de su hija. Cuando
se necesitaba un consejo acerca de cómo criar, educar o disciplinar a un hijo, acudían
a mami más que al servicio gratuito de la clínica de seguridad social disponi­
ble en el vecindario. Mami daba apoyo a su hija en un sinnúmero de formas, desde
ayudarla a encontrar un nuevo departamento hasta encargarse del cuidado de los
Aplicaciones en la p la n e a ció n a m b ie n ta l 3 7 5

niños. Cuando mami envejecía y necesitaba cuidados, su hija la atendía en gratitud


por todo el apoyo que había recibido durante años.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

El campo de la planeación urbana es uno de los más enigmáticos para las ciencias
sociales y de la conducta. En ningún otro ámbito de la política pública han sido
tan complejos los problemas y las soluciones. Como se ha visto, una parte del
problema reside fundamentalmente en las tendencias prevalecientes con respec­
to al diseño urbano. La suposición de muchos funcionarios públicos en el sentido
de que los sectores ruinosos del centro de la ciudad son necesariam ente hábitats
insalubres y que los residentes de estas áreas preferirían vivir en otra parte, ha
demostrado ser extremadamente simplista.
También, con frecuencia se ha visto que las decisiones de planeación bien
intencionadas pero basadas en dichas tendencias han causado m ás daño que
beneficio al carácter sociopsicológico de la vida urbana. Los investigadores seña­
lan la necesidad de crear una filosofía de diseño que responda al conocimiento
sociológico y psicológico contemporáneo, y sirva para fundamentar las decisiones
prácticas de diseño (Gutman, 1966; Michelson, 1968; Wood, 1972). Se expondrán
varias formas de aplicar los conocimientos de la psicología am biental, referentes
a la naturaleza y las funciones de las redes de relaciones sociales vecinales, en
la planeación urbana. Se destacará la importancia de estimular la planeación inno­
vadora, con ideasque reflejen una perspectiva positiva déla vida social urbana. Ideas
que aún no han sido probadas en ambientes urbanos reales. El impacto de cada
una de estas ideas en la estructura sociopsicológica de la vida urbana debe ser
evaluado sistemáticamente para probar su valor en la solución de los problemas
urbanos.

Diseño de espacios exteriores multifuncionales

Al analizar el proyecto de vivienda Pruitt-Igoe, se descubrió que dicho proyecto


no logró funcionar en forma efectiva debido al diseño inadecuado del espacio pú­
blico que quedaba entre los departamentos. De hecho, los investigadores opinan
que si los ambientes residenciales han de funcionar adecuadamente a un nivel
sociopsicológico, deberán contar con una buena cantidad de espacio público
funcional. Sólo este tipo de espacio proporciona la oportunidad de contactos
casuales entre la gente, que son tan importantes para la organización y el control
social en los sectores del centro de la ciudad.

Diversidad Jane Jacobs (1961) afirma que la mayor dificultad que enfrentan los
urbanistas reside en diseñar ambientes que estimulen y fom enten una amplia
diversidad de usos por parte de sus residentes. Ella opina que hay cuatro condicio­
nes indispensables para lograr diversidad en las calles y distritos de una ciudad.
Primera, el lugar debe servir a funciones múltiples; de manera que la gente pueda
utilizar un mismo espacio para fines diferentes en distintos horarios. Así por
ejemplo, el "ballet de la acera" de la calle Hudson, dependía de una mezcla de
usos para conservar su movimiento, que incluía los juegos callejeros de niños
376 A filiación y solidaridad

Figura 10-7 Mientras que las cuadras largas (a rrib a ) 89


ofrecen sólo una ruta eficiente para desplazarse de
un punto a otro de la ciudad, las cuadras cortas (abajo)
permiten varias rutas igualmente eficientes.

De. }. Jacobs, T h e D e a t h a n d L i f e o f G r e a t A m e r i c a n C i t i e s , pp 2 7 9 ,
102. © Random House, ln c.t N ueva York, 2 9 6 1 . Reim preso con perm iso.

89

y adolescentes, las cotidianas tareas domésticas de los residentes del vecindario, y


las tareas y la actividad de la gente que trabajaba en el vecindario.
Segunda, los distritos urbanos necesitan c u a d r a s c o r t a s para que la gente tenga
oportunidad de doblar esquinas con mayor frecuencia. Por lo general las cuadras
largas restringen a los residentes a una sola ruta para ir de un punto a otro; en
cambio, las cuadras cortas ofrecen varias rutas igualmente convenientes entre los
n.ismos puntos (figura 10-7). La disponibilidad de rutas alternativas, a su vez,
permite que se entremezclen las rutas de muchas personas, quienes de otra manera
estarían aisladas funcionalmente entre sí.
Tercera, la diversidad requiere una m ez cla d e e d ific io s que difieran en antigüedad
y condiciones. Jacobs subraya la importancia de que haya algunos edificios vie­
jos, donde se disponga de locales comerciales con precios bajos y moderados. Si
un distrito urbano sólo tiene edificios nuevos, el alto costo de estas construccio­
nes hace que las rentas sean tan altas (a menudo varias veces mayores que el
costo de los locales en edificios más antiguos) que los únicos establecimientos que
pueden ocuparlos son cadenas de tiendas, bancos o restaurantes. Las tiendas y los
restaurantes pequeños, esenciales para la seguridad y la vida pública de los vecin­
darios urbanos, pueden subsistir solamente en los edificios más antiguos cuyos
gastos son menores.
Por último, la diversidad requiere de una c o n c e n t r a c i ó n d e p e r s o n a s suficiente­
mente densa. Jacobs ha hecho una importante distinción entre d e n s i d a d e x t e r n a
(el número de viviendas por habitante) y d e n s id a d in t e r n a (el número de personas
por vivienda). Sostiene que la alta densidad externa es necesaria para mantener la
cordialidad y la informalidad características de la vida soda! de los sectores centra­
les de la ciudad. William Michelson (1976) llegó a una conclusión similar después
de hacer una revisión de los hallazgos derivados de la investigación realizada en el
Aplicaciones en la planeación ambiental 377

West End de Boston y en el East End de Londres. Afirma que la vida social activa de
esas áreas dependía del fácil acceso entre los residentes, propiciado por la alta
densidad exterior.
En un estudio similar, Christopher Alexander (1972) sostiene que el diseño debe
tomar en cuenta y reforzar la diversidad natural de los ambientes urbanos. Aun­
que las funciones de una ciudad incluyen actividades naturalmente traslapadas, casi
siempre que los urbanistas han intentado modificar las ciudades ignoran esas acti­
vidades. La diversidad, la complejidad y la vitalidad características de una ciudad
han quedado debilitadas por este tipo de diseño. Para ilustrar su afirmación,
Alexander cita el caso de las áreas universitarias aisladas del ambiente urbano
circundante. En los Estados Unidos, el típico campus universitario no coincide con
el flujo ni con el patrón de vida de la universidad. En forma característica, las resi­
dencias estudiantiles y los establecimientos comerciales están dispersos en las áreas
cercanas a la universidad; los restaurantes, las librerías y las salas de cine de
los alrededores siempre mezclan elementos de vida universitaria y citadina; y
secciones completas, tales como la facultad de medicina junto con un hospital, se
encuentran instaladas en la vida de la ciudad.

Espacio exterior de los proyectos de vivienda Con base en sus observaciones


realizadas en las calles del Lower East Side de la ciudad de Nueva York, Holahan
(1976b) ha propuesto varias recomendaciones de diseño para alentar diversas con­
ductas en los espacios abiertos que rodean a los proyectos de vivienda. Incluso
un ambiente estéticamente atractivo no basta para alentar la sociabilidad exterior
entre los adultos, a menos que fomente una gama de actividades. Sugiere una
solución de diseño que integre el proyecto con los patrones naturales del am­
biente circundante.
Esta filosofía contempla tanto usos funcionales mixtos del espacio exterior
como características de diseño que faciliten la sociabilidad. Por ejemplo, el diseño
del espacio exterior de los proyectos podría alentar usos mixtos (actividades re­
creativas y de descanso, conductas de consumidor y actividades programadas)
que motiven a los residentes del proyecto a utilizar el espacio exterior disponi­
ble. Se pueden incluir características de diseño innovadoras, tales como rinco­
nes, bancas, mesas e instalaciones para actividades recreativas, con el fin de apoyar
el contacto social que se dé entre los residentes cuando se encuentren accidental­
mente al desempeñar diversas tareas en dicho espacio multifuncional.

Plazas urbanas William H. Whyte (1972) dedicó dos años a la observación de


la forma en que las personas utilizaban las plazas de espacio abierto, en la dudad
de Nueva York. Reforzó sus observaciones con fotografías tomadas a interva­
los prefijados y con telefotografías. Whyte concluye que la mayoría de las plazas
modernas de esa ciudad son poco utilizadas debido a que su diseño como ambiente
social es inadecuado. El uso insuficiente del espacio tiende a nulificar la vitalidad
social de la calle y propicia la delincuencia.
Después de observar las plazas urbanas más antiguas que funcionan bien como
ambientes sociales (figura 10-8), Whyte ha presentado algunas recomendaciones
para el diseño de plazas nuevas que cumplan su objetivo en forma efectiva. Opina
que el factor determinante para que una plaza funcione como ambiente social
es la disponibilidad de asientos. Generalmente los mejores lugares para sentarse
378 Afiliación y solidaridad

D iseñ o innovador en las calles de Nueva York

L a s id e a s i n n o v a d o r a s e n la p la ñ e a c ió n , c o m o las d e J a n e Ja c o b s y W illia m H . W h y t e ,
New York City Planning
h a n in f lu id o e n la s d e c i s i o n e s d e p la n e a c ió n u r b a n a . E n 1 9 7 2 la
Commissicm ( C o m i s i ó n d e P la n e a c ió n d e la c iu d a d d e N u e v a Y o rk ) c r e ó el Urban Design
Group ( G r u p o d e D i s e ñ o U r b a n o ) , c o n el o b je tiv o e s p e c íf ic o d e a p lic a r e s t r a t e g i a s d e
p la n e a c ió n i n n o v a d o r a s , c o n s e n tid o h u m a n o y so cia l, e n el d is e ñ o u r b a n o . E s t e g r u p o
se h a p r e o c u p a d o e s p e c i a l m e n t e p o r a l e n t a r el d is e ñ o d e p la z a s q u e f u n c io n e n b ie n
c o m o a m b i e n t e s o c i a l d e l t ip o e x p u e s t o p o r W h y t e . W o lf V o n E c k a r d t ( 1 9 7 8 :2 6 ) d e s ­
c rib e c ó m o f u n c i o n a e s t a n u e v a filo s o fía d e d is e ñ o e n N u e v a Y o r k :

E l n u e v o e s p í r i t u d e l J a n e J a c o b i s m o e n N u e v a Y o r k n o c o n s is t e s ó lo e n m o d e r ­
n iz a r c a s a s v ie ja s y p o n e r t o d o a la m o d a . . . P a r a lo s v ie jo s v e c in d a r io s y lo s n u e v o s
ra s ca cie lo s, p o r ig u a l, sig n ifica e n c o n tr a r los in g re d ie n te s a p ro p ia d o s p a ra d is e ñ a r u n a
v id a u r b a n a s a n a y p l a c e n t e r a q u e l o s f o r t a l e z c a o lo s c r e e . E s t o s e l o g r a a t r a v é s
d e r e g l a m e n t o s d e u r b a n i z a c ió n y c o n s t r u c c i ó n , y d e lo s b e n e f ic io s q u e u n a d u d a d
p u e d e o f r e c e r al c o n s t r u c t o r : s e le c o n c e d e p e r m i s o p a r a c i n c o p i s o s d e o f i c i n a s
r e n t a b l e s m á s d e l a s q u e r e q u ie r e la z o n a , s i a c a m b i o p o n e u n a b o n i t a p l a z a e n
f r e n t e d e l e d if ic i o .

U n e je m p lo d e la s d if e re n c ia s p o s itiv a s q u e p u e d e lo g r a r el U rb a n D e s ig n G ro u p
s e o b s e r v a e n el v e c i n d a r i o c o n o c i d o c o m o L it t le i t a l y . E l U r b a n D e s i g n G r o u p t r a ­
b a jó j u n t o c o n e l g r u p o l o c a l p a r a e l a b o r a r u n a l e g i s l a c i ó n e s p e c i a l t e n d e n t e a la
p re s e r v a c ió n d e l a m b ie n te y el e n c a n to p ro p io s d el v e c in d a rio . L a n u e v a r e g la m e n ­
ta c ió n a l e n t ó el d i s e ñ o d e n u e v o s á m b i t o s r e s i d e n c i a l e s y c o m e r c i a l e s c u y a s f a c h a ­
d a s y m a t e r i a l e s d e c o n s t r u c c i ó n s e c o n f o r m a r a n al p a t r ó n e x i s t e n t e . A d e m á s , a l o s
u r b a n i s ta s q u e c o n t r i b u y e r o n a l m e j o r a m i e n t o d e l o s p a r q u e s s e le s p e r m i t i ó e s p a ­
c io u tiliz a b le a d i c i o n a l . E l c o n v e n i o r e s u l t ó s a t i s f a c t o r i o t a n t o p a r a el v e c i n d a r i o c o ­
m o p a r a lo s c o n s t r u c t o r e s . S e a b r i e r o n q u i n c e r e s t a u r a n t e s e n el v e c i n d a r i o e n lo s
d o s p r i m e r o s a ñ o s d e h a b e r s e e s t a b l e c i d o lo s n u e v o s r e g l a m e n t o s .

(De W ol f V o n E c k a r d t , " W o l f V o n E c k a r d t o n A r c h i t e c t u r e : D o u b le M a n h a t t a n " , T h e N e w R e p u b li c , enero


22, 1978, p. 26. Reimpreso ccn permiso de T h e N e w R e p u b li c , GyThe New Republic, ¡m ., 1978,

son los más simples (rebordes y escalones, cuando son lo suficientemente amplios).
Las plazas más sociables están ubicadas en áreas que atraen a una gran variedad
de personas, vecinos de los alrededores, turistas y empleados de oficina. Por últi­
mo, en contraste con la opinión prevaleciente de muchos funcionarios municipa­
les, Whyte sostiene que la presencia de vendedores de alimentos en las aceras es
esencial para la vida social de una plaza (véase recuadro: "Diseño innovador en
las calles de Nueva York").

Humanización del diseño de viviendas en edificios altos

A pesar de los frecuentes fracasos de las viviendas en edificios altos en la con­


secución de un ambiente social, positivo se prevé que, este tipo de viviendas
continuará construyéndose en el futuro, de acuerdo con la realidad de la práctica
arquitectónica contemporánea. Los problemas sociopsicológicos asociados con las
Aplicaciones en la planeación ambiental 379

F ig u r a 1 0 -8 M u c h a s p la z a s u r b a n a s a n tig u a s tie n e n u n a v id a s o c ia l m u y a c tiv a y v a ria d a .

© Tyrone Hall/Stock, Boston.

viviendas en edificios altos no son simplemente el resultado de vivir en ellos, sino


más bien de la distribución del espacio (en particular del que media entre los de­
partamentos) característica de la mayoría de los edificios altos.

Espacio sem ipúblico El análisis que hizo William Yancy (1971) del fracaso que
significó el diseño arquitectónico del proyecto habitacional Pruitt-Igoe, por no haber
cubierto las necesidades sociopsicológicas de sus residentes, sirve de advertencia
a los diseñadores de viviendas en edificios altos para habitantes de bajos ingre­
sos. Yancy critica enérgicamente la filosofía que estimulaba a reducir al máximo el
"espacio desperdiciado", es decir, el espacio semipúblico que había entre los edi­
ficios del Pruitt-Igoe y fuera de cada uno de los departamentos. Una incipiente
revista sobre arquitectura (Architectural Forum, 1951) elogió a los arquitectos del
Pruitt-Igoe por limitar el espacio semipúblico entre los departamentos. Sin em­
bargo, Yancy propone una filosofía de diseño contraria. Sugiere que los diseñadores
de viviendas multifamihares para habitantes de bajos ingresos, en lugar de con­
siderar el espacio entre los departamentos como "desperdicio", reconozcan que
tal espacio es conveniente y necesario. Los espacios y las instalaciones semipúblicos
ofrecen áreas que los residentes, congregados en pequeños grupos identifica-
bles, pueden organizar con un sentido de "lím ite personal". Los diseñadores
deben evitar que dentro de los ámbitos residenciales haya áreas que no per­
tenezcan a nadie, y fomentar la creación de espacios entre las viviendas que
propicien que los residentes desarrollen sentimientos compartidos de control
informal.
380 Afiliación y solidaridad

Un estudio de la vivienda pública realizado en Baltimore (Wilner, Walkley,


Pinkerton y Tayback, 1962) demuestra que las viviendas diseñadas con espacios
semipúblicos y servicios comunes adecuados pueden fomentar la amistad entre
vecinos, las visitas informales y la solidaridad. Patrick Mullins y J. H. Robb (1977)
observaron reacciones favorables en los habitantes de Nueva Zelanda cuando
se les presentó un proyecto de vivienda pública que favorecía el contacto con los
vecinos y la localización de amigos y parientes. Lee Rainwater (1966) propone que
los proyectos de vivienda pública sean diseñados de manera que las puertas de va­
rios departamentos den a un pasillo común, para que el uso compartido del espacio
fomente actitudes sociales positivas entre los residentes cuando enfrenten problemas
comunes. Daniel Amick y Frederick Kviz (1974) han mostrado que la sensación
de aislamiento social de quienes viven en edificios altos es producto de la limitada
interacción que se da entre los individuos cuando es inadecuado el diseño del
espacio público entre los departamentos.

Espacio defendible Oscar Newman (1972) propone algunos criterios específicos


para el diseño de viviendas urbanas en edificios altos, basados en la evidente rela­
ción del espacio defendible (espacio que permite un máximo grado de vigilancia
natural) y la prevención de la delincuencia. Primero, con base en los índices de cri­
minalidad, reprueba enérgicamente la construcción de edificios de más de seis pisos.
Segundo, recomienda que los edificios estén dispuestos en grupos reducidos para
que, al quedar dividido en zonas pequeñas, el proyecto resulte más manejable desde
el punto de vista social. Tercero, sugiere que los corredores interiores de los edi­
ficios estén divididos en zonas, de modo que cada una dé acceso a un pequeño
grupo de departamentos. Para este propósito sería muy útil emplear puertas
batientes, colocadas en puntos estratégicos a lo largo del corredor. Por último, para
lograr una óptima vigilancia natural, propone que los edificios sean diseñados de
manera que sus vestíbulos den hacia la calle y que varios departamentos queden
ubicados cerca del vestíbulo. Las personas que vivan en esos departamentos
tendrán una posición ideal para observar el vestíbulo.
Elizabeth Wood (1962) presenta una serie de recomendaciones similares para
los diseñadores de proyectos residenciales en edificios altos para habitantes de
bajos ingresos. Propone que:

1. el diseño de los edificios debe facilitar la localización visual de las familias


y su vivienda.
2. el diseño físico debe estimular las actividades sociales y recreativas en los
pisos, en los vestíbulos y en los terrenos del edificio.
3. también, el diseño debe favorecer el contacto social informal, por ejemplo,
por medio de instalaciones de uso común y una disposición bien planeada
de bancas en los espacios exteriores de los departamentos.

Wood propone algunas características específicas de diseño: Los corredores


exteriores o terrazas, cuando son suficientemente amplios, fomentan una gama de
actividades más extensa que los corredores internos. Para estimular las activida­
des sociales, los vestíbulos de los edificios podrían incluir áféas para sentarse y
mesas para jugar ajedrez, damas y otros juegos. Por último, se deben construir
áreas de juego para padres y niños pequeños próximas a los edificios, de ser po­
Aplicaciones en la planeación ambiental 381

sible, pavimentadas y ubicadas enfrente de la acera principal y cerca de la entrada


del edificio.

Reducción de los costos personales de la renovación urbana

Se ha observado que la reubicación forzada, derivada de la renovación urbana,


es causa de graves consecuencias psicológicas. En este caso, el problema tiene
implicaciones morales, políticas y psicológicas. Peter M ariis (1963) señala que la
renovación urbana por lo general desplaza a las personas más pobres de la po­
blación (minorías culturales y étnicas y grupos de inmigrantes). La situación
económica de estas familias no les permite afrontar el gasto de la vivienda que
reemplaza a su antiguo hogar. La mayoría de las familias reubicadas se mudan
a vecindarios similares a los que dejan, para vivir en casas por debajo del estándar,
en donde, por lo regular, van a pagar rentas más altas.
Chester Hartman (1963,1967, 1971,1975) dedicó más de una década a estudiar
el impacto que causa en los individuos la reubicación forzosa, impuesta por la
renovación urbana. En una aguda crítica de la política federal de vivienda,
concluye:

. re n o v a c ió n u rb a n a . . . p o d ría m e jo r d e n o m in a rs e p ro g ra m a d e "d e s -h o g a ri-


z a c í ó n " . E s t e p r o g r a m a f u e p r e s e n t a d o e n la H o u s i n g A c t d e 1 9 4 9 c o m o " e l i m i n a c i ó n
d e b a rrio s b a j o s " , p e ro fu e e m p r e n d id o a n iv e l lo c a l p o r q u ie n e s d e s e a b a n a p r o ­
p ia r s e d e lo s p re d io s o c u p a d o s p o r lo s p o b r e s p a r a d a r le s d if e re n te s u s o s , c o m e r c ia ­
le s , i n d u s t r i a l e s , c í v i c o s , a s í c o m o p a r a la c o n s t r u c c i ó n d e v i v i e n d a s p a r a p e r s o n a s d e
i n g r e s o s s u p e r i o r e s . M á s d e m e d i o m i l ló n d é f a m i l i a s , d e l a s c u a l e s d o s t e r c i o s s o n
d e n o b la n c o s y c a s i t o d a s d e i n g r e s o s b a jo s , h a n s id o d e s a r r a i g a d a s a la f u e r z a . U n p o r ­
c e n t a j e s u b s t a n c ia l d e e s t a s p e r s o n a s s e m u d a r o n a v i v i e n d a s e n c o n d i c i o n e s in f e r io r e s
y d e a lta a g l o m e r a c i ó n , y e n á r e a s y a p r o g r a m a d a s p a r a u n a f u t u r a e l im i n a c i ó n , a c o s t a
d e l r o m p i m i e n t o d e n u m e r o s o s v í n c u l o s p e r s o n a l e s y s o c i a l e s . [ H a r t m a n , 1 9 7 5 :1 0 7 ]

Por lo tanto, un área en donde se hace necesario aplicar el conocimiento obtenido


a través de las investigaciones de la psicología ambiental es la planeación de la
reubicación de personas desplazadas por la renovación urbana.

Reubicación Como la reubicación forzosa representa una seria amenaza psicológica


contra el sentido de identidad de grupo, se deben crear programas de reubicación
tendentes a conservar y fortalecer el sentimiento de identidad social del indivi­
duo reubicado. Young y Willmott (1957) recomiendan a los planificadores que
intenten el traslado de residentes por cuadras, por grupos sociales establecidos,
para evitar destruir la cohesión social. El programa de renovación urbana podría
incorporar un servicio de asesoría para las familias reubicadas, con el objeto de propor­
cionarles consejo en cuanto a la mejor manera de enfrentar el descontrol social causa­
do por la reubicación. Marc Fried (1961) ofrece información útil para dicho programa
de asesoría. Descubrió tres formas que los residentes del West End utilizaron para
enfrentar la reubicación: 1) trataron de conservar su identidad con el viejo vecindario
v se reubicaron lo más cerca posible del West End, 2) con el fin de conservar los
lazos sociales establecidos, se mudaron cerca de otros miembros de la familia exten­
sa; y 3) se involucraron cada vez más en las funciones sociales que no cambian con
la reubicación, como son las de esposos y padres.
382 Afiliación y solidaridad

Demolición restringida Otra forma de disminuir las consecuencias sociales ne­


gativas de la reubicación consiste en restringir y controlar las demoliciones de los
vecindarios establecidos. Fried (1961) propone que se programe la reurbanización
por etapas, en lugar de demoler un vecindario completo de una vez. Esta estrategia
ayudaría para que el vecindario no pierda su identidad durante el período de
demolición y permitiría a los residentes reubicados reestablecerse más fácilmen­
te dentro del viejo vecindario.

Restauración Chester Hartaran (1975) propone una alternativa para evitar la demo­
lición y reconstrucción de los vecindarios urbanos; en su lugar, se podrían elaborar
programas para restaurar las viviendas ya existentes. Esta estrategia daría a los
residentes la opción de permanecer en el vecindario y tener una vivienda digna. Lo
más importante es que se evitarían las tensiones del desplazamiento y la reu­
bicación, además de que no se perdería el sentido de vecindad ni la identidad de la
comunidad. Sin embargo, Hartman agrega que la restauración casi siempre re­
quiere más tiempo y más dinero de lo que suponen los planificadores, y que para
que funcione un programa de restauración de vivienda, se requiere una amplia co­
laboración del gobierno con servicios y estudios cuidadosamente planeados. En
forma similar, D'Ann Swanson y sus colaboradores (Swanson, Swanson y Dukes,
1980) recomiendan la realización y evaluación sistemática de programas de auspicio
público para la restauración y preservación del vecindario eñ un esfuerzo por
reducir las consecuencias de la reubicación forzosa.

Participación ciudadana en la planeación urbana

Algunas consecuencias sociopsicológicas de la renovación urbana, tales como


los sentimientos de impotencia y despojo, podrían aligerarse si se permitiera
a los residentes participar en las decisiones de urbanización de sus vecindarios. Los
sentimientos provocados por el impacto de los cambios impuestos en la vida de
los ciudadanos son indicadores importantes para evaluar programas de planeación
urbana innovadores y experimentales. A partir de la década de 1960, se han ob­
servado significativos avances en las estrategias de planeación que fomentan la
participación de los ciudadanos en el desarrollo y la dirección de la renovación
urbana (Arnstein, 1969; Burke, 1968; Wilson, 1963). J. Douglas Porteous (1977)
advirtió que, en el terreno práctico, la participación ciudadana en la planeación
urbana podría aumentar en el futuro, debido a la creciente presión tanto de grupos
independientes como de dependencias federales. Los urbanistas también están cada
vez más conscientes de que, después de todo, la gente tiene derecho a participar
en las decisiones que afectan sus vidas.

Juegos de simulación Algunas estrategias de planeación urbana que se han desarro­


llado en los últimos años están orientadas a aumentar la participación ciudadana
en el proceso de planeación. Uno de los planteamientos más interesantes es el
juego de simulación en el cual los jugadores asumen varias fundones en la planeación
de una ciudad modelo. Se presenta una oportunidad única para aprender y hacerse
más consciente cuando se pide a los urbanistas y a los ciudadanos que inviertan
los roles (Porteous, 1977). Jo Hasell y sus colaboradores (Hasell, Scavo y Moore,
1980) presentan un juego de simulación que estimuló la formación de una sociedad
Aplicaciones en la planeación ambiental 383

Simulación de tom a de decisiones sobre planeación urb an a

El libro Psych City; A Simulated Community (La ciudad de la mente: una comunidad
simulada) (Cohén, McManus, Fox y Kastelnik, 1973), presenta un juego de simulación
adecuado para usarlo en escuelas, grupos organizados y dependencias públicas. El
propósito del juego es aumentar la conciencia del jugador en cuanto a las fuerzas
políticas, psicológicas y sociales que intervienen en las decisiones de planeación. Al
representar el rol de uno de los personajes de una situación de toma de decisiones
sobre urbanización, como por ejemplo, el de un miembro del concejo municipal, el
presidente de la Cámara del Comercio o el representante de una organización de
los grupos minoritarios, los participantes se dan cuenta de cómo podrían pensar,
sentir y comportarse tales personas en dicha situación.
Por ejemplo, se pide a los jugadores que tomen una decisión acerca de la cons­
trucción de viviendas urbanas para personas de bajos ingresos. El problema se
complica porque las viviendas propuestas deben ser construidas en un área ocupada
actualmente por personas de clase media con influencia política, quienes se oponen
a tener vecinos de clase baja. La situación se ve aún más complicada por la disposi­
ción del gobierno federal para aportar fondos substanciales par las nuevas viviendas,
así como el capital total para un centro cívico, sólo si las viviendas para gente de
bajos ingresos se construyen en el área de personas de ingresos medios.
A los participantes en el juego de simulación se les pide resolver el problema de
la vivienda en una junta municipal, presidida por el alcalde. A los jugadores se les
asigna un rol particular, y sus palabras, acciones y puntos de vista manifestados en
la junta reflejan el rol tal como lo define el juego. Uno de los roles asignados es el
de un miembro del consejo municipal provepiente de un área de ingresos medios,
preocupado por el problema de construcción de viviendas para personas de bajos
recursos pero que, a la vez, está comprometido en otras cuestiones. Después de
participar en dicho juego de simulación, la mayoría de los jugadores manifiestan
una apreciación más amplia de la complejidad de tomar decisiones relacionadas con los
problemas urbanos y de las necesidades y los sentimientos de los diversos grupos. Se
espera que la sensibilización así adquirida capacite a los jugadores para desempeñar
un rol más activo v constructivo en el gobierno de su propia comunidad.
V _______ '_________________________________________________

productiva entre comerciantes locales, instituciones financieras, gobierno local


y organizaciones vecinales, para la revitalización de algunos vecindarios. Thomas
Eisemon (1975) describe una técnica de simulación desarrollada específicamente
para hacer posible que los residentes de unos proyectos de vivienda pública par­
ticiparan en la planificación real de viviendas (véase recuadro: "Simulación de toma
de decisiones sobre planeación urbana).

Sensibilidad cultural La participación ciudadana en el proceso de planeación


urbana adquiere particular importancia cuando se trata de elegir, entre diversas
técnicas de diseño, las más apropiadas para un grupo de usuarios cuyo medio
cultural o clase social son ajenos al diseñador. John Zeisel y Brent Brolin (Brolin
y Zeisel, 1968; Zeisel, 1971, 1973) han demostrado que la información basada
en las opiniones y necesidades del grupo particular de usuarios puede utilizarse en
forma efectiva en el diseño de viviendas multifamiliares para habitantes urbanos
de bajos ingresos. En un estudio aplicaron sistemáticamente más de 200 observa-
384 Afiliación y solidaridad

A m b ie n te
e x te r io r

A m b ie n te
e x te rio r

F ig u ra 1 0 -9 P la n o s d e d is e ñ o c o n t r a s t a n t e d e d o s d e p a r t a m e n t o s
d e tr e s r e c á m a r a s p a r a fa m ilia s p u e r t o r r i q u e ñ a s d e b a jo s i n g r e ­
so s. El p la n o d e a r r ib a s e b a s a e n la i n f o r m a c ió n o b te n id a a t r a v é s
d e o b s e r v a c io n e s y p lá t ic a s c o n lo s f r u t o s r e s i d e n t e s ; el p l a n o d e
ab ajo re fle ja l a s i d e a s p r e c o n c e b i d a s d e u n a r q u it e c t o d e c l a s e
m e d ia .

Df. }. Zeisel, ‘‘Symbolic Meaning of Space and the Physical Dimensión o f Social Rela-
fitws; A Case Study of Sociological Research as the Basis of Architectural Planning” . en
j Walton y D Cams (ed s). Cities in C h a n g e: Sludies on the Llrban Condition Bos­
ton: Allyn & Bacán. 197}, pp. 258. 260 Reimpreso con permiso

ciones de conducta extraídas del Urban Villagers de Gans (1962) para la elaboración
de guías para los arquitectos encargados de diseñar viviendas multifamiliares para
una población similar. En un estudio posterior, Zeise! diseñó dos edificios de
departamentos para familias puertorriqueñas, en la ciudad de Nueva York, basado
en las observaciones y opiniones de los futuros residentes.
Para estas familias de puertorriqueños, la cocina era algo así como un "torn i­
quete" para las personas que entraban y salían del departamento, de modo que la
persona que estaba en la cocina actuaba como controlador de entradas y salidas.
Zeisel diseñó el nuevo ámbito de tal forma que quien estuviera en la cocina fuera el
primero en ver a cualquiera que entrara al departamento y el útlimo en ver a quien
saliera. Para los residentes puertorriqueños, la cocina y la sala eran diferentes
tanto por su naturaleza como por sus funciones; la cocina se utilizaba para reu­
Resumen 385

niones informales y la sala para funciones más formales. Por esto, Zeisel separó
la cocina y la sala en su diseño. Por último, encontró que las familias utilizaban las
ventanas para observar y estar en contacto con la actividad de la calle. En conse­
cuencia, diseñó el plano del nuevo departamento de manera que la cocina y la
sala tuvieran ventanas a la calle. La figura 10-9 muestra el nuevo plano de Zeisel
de un departamento de tres recámaras comparado con el de un arquitecto de clase
media, cuyo diseño refleja sus propias ideas preconcebidas. En el plano del ar­
quitecto se pasa por el área de recámaras antes de llegar a la cocina, hay un espacio
abierto común para la cocina y la sala, y la cocina notiene ventanas que den a
la calle.
Porteous (1977) advierte que, aunque las estrategias de participación ciudadana
ofrecen expectativas de que el rol desempeñado por los habitantes urbanos en
el proceso de planeación sea más positivo y fructífero, antes es necesario superar
algunos obstáculos para que dicha participación pueda logar sus objetivos socia­
les. Primero, la participación ciudadana puede resultar difícil de manejar y llevarse
mucho tiempo. Además, la identificación del “ publico” puede ser una tarea casi
imposible, ya que con frecuencia sólo se escucha a los grupos de ciudadanos
mejor organizados y más articulados. Porteous concluye que los funcionarios y
los urbanistas deben comprometerse en algo más que una participación simbóli­
ca; se debe permitir la intervención ciudadana en el momento de decidir sobre
planes alternativos, en vez de pedir que los ciudadanos se ajusten a planes ya
formulados.

RESUMEN

Los psicólogos ambientales han descubierto que muchos vecindarios urbanos del
sector central se caracterizan por tener una vida social más positiva y vigorosa
de lo que pensaba mucha gente. La vida social de los vecindarios urbanos de clase
trabajadora se basa primordialmente en los lazos de parentesco. Una investigación
realizada en el West End de Boston reveló la importancia del rol que desempeña
la "sociedad de grupo de coetáneos" (por lo general familiares de la misma edad
y sexo). En el East End de Londres, la investigación descubrió que era esencial
el rol de las relaciones de parentesco horizontalmente estructuradas alrededor
de las relaciones madre-hija de tres generaciones. Otras investigaciones, princi­
palmente en el West End, demostraron que los patrones de afiliación entre vecinos
también constituyen un elemento esencial en la vida social del sector central de la ciudad.
Uno de los motivos por los que los sociólogos no lograron apreciar en un prin­
cipio la amplitud y profundidad de las relaciones sociales en el ambiente urbano
fue el carácter informal de gran parte de su vida social. En los vecindarios de
clase trabajadora, la vida social consiste principalmente en relaciones casuales en­
tre personas que se conocen por accidente, pero en forma predecible, en lugares
públicos exteriores. Las características físicas de los sectores centrales de la ciudad
que estimulan su carácter social incluyen casas de departamentos en edificios
pequeños, la amalgama de ámbitos residenciales y comerciales, y calles es­
trechas. Estos hallazgos hacen necesario distinguir entre barrio bajo físico (un
área que muestra deterioro físico) y un barrio bajo social (un área en donde
se ha debilitado el nivel sociopsicológico). La diversidad de la vida social
386 Afiliación y solidaridad

urbana requiere de numerosas técnicas de investigación, variadas y flexibles, como


son la observación naturalista, las encuestas y la observación participante.
La función principal de la redes sociales basadas en las relaciones de los
habitantes de los vecindarios urbanos consiste en conservar la organización y el
control social. Los observadores participantes han descubierto que los vecin­
darios del centro de las ciudades pueden tener un alto grado de organización social
interna, incluso una jerarquía de status bien definida, normas de conducta per­
sonal y tradiciones culturales estables. Sin embargo, el orden social de dichos
vecindarios es inestable debido al desplazamiento social, los cambios en el uso
de los predios y el subempleo.
Otra función socipsicológica de las redes sociales del vecindario es la de aportar
las bases para que el individuo desarrolle un sentido de identidad personal. El
grupo de coetáneos proporciona al individuo la oportunidad de expresar su per­
sonalidad, su carácter único, y de desarrollar un sentido de identidad separada,
distinta de la del grupo. La red social del vecindario ofrece a sus residentes un
lugar más amplio al que pueden llamar hogar. Por lo tanto, el ambiente del sector
central de la ciudad proporciona el locus donde se desarrolla el sentido de identi­
dad espacial y de grupo del individuo. La red del vecindario también forma el
contexto social del cual se derivan los valores personales, y ayuda al habitante
urbano a mantener un ajuste psicológico positivo. Se ha observado que las per­
sonas que están integradas en dicha red tienen menos síntomas de perturbación
psicológica que los individuos que se encuentran socialmente aislados. Los sujetos
forzados a dejar la red social del West End debido a la renovación urbana mani­
festaron una severa reacción de aflicción, con sentimientos de despojo y depre­
sión, así como molestias psicosomáticas.
La investigación orientada teóricamente ha revelado que la elección de amis­
tades del individuo está influida por la proximidad física y la homogeneidad
en antecedentes e intereses. La proximidad fomenta contactos pasivos, no intencio­
nales, que tienden a ser mutuamente gratificantes. Los investigadores han en­
contrado que, generalmente, la amistad se basa en la proximidad cuando la persona
tiene un estilo de vida "local” , mientras que la homogeneidad es más importante
para las personas que tienen un estilo de vida "cosmopolita". La proximidad brinda
al individuo muchas oportunidades de iniciar relaciones sociales pero poco in­
tensas, en cambio, la homogeneidad es esencial para relaciones más profundas.
Los psicólogos ambientales han propuesto la teoría de que la causa principal
de la disolución del orden social en muchos proyectos de vivienda pública ha
sido la falta de "espacio defendible". El espacio defendible se logra cuando el
espacio que queda libre entre los departamentos de un edificio, es usado activa­
mente por un gran número de residentes, quienes asumen responsabilidad per­
sonal del área. También es esencial para ei espacio defendible "la vigilancia
natural" que ocurre cuando los residentes pueden observar fácilmente las áreas
públicas de un lugar mientras realizan sus actividades cotidianas.
Teóricamente, el lazo entre participación en la red social del vecindario y
salud mental es el apoyo que las relaciones sociales proporcionan al individuo. La
familia, los amigos y los vecinos son la primera fuente de apoyo que se busca en
momentos de crisis emocional. Los investigadores opinan que el apoyo social de­
sempeña una función especialmente importante en el proceso de adaptación, que
capacita al individuo para enfrentar situaciones de gran stress.
Resumen 387

El conocimiento acerca de la importancia sociopsicológica de las redes sociales


del vecindario puede aplicarse en la solución de muchos problemas relativos a
la planeación urbana. Los psicólogos ambientales han demostrado que los es­
pacios públicos de las áreas urbanas deben diseñarse de manera tal que alienten
y apoyen múltiples actividades; que el diseño de viviendas en edificios altos
debe ser humanizado; que los programas de renovación urbana deben responder
más a las necesidades sociopsicológicas de los residentes; y que los ciudadanos
pueden y deben participar en la planeación de su comunidad.
Id

n
Ambiente y conducta:
un marco unificador

S egún se ha visto, el ambiente físico desempeña un rol muy importante en


la conformación de las relaciones humanas. La conducta y la experiencia del
individuo están influidas por diversos aspectos de los ambientes interiores de donde
vive, trabaja y se educa. La luz, el sonido, la temperatura, la extensión del espa­
cio, la privada y el territoro, afectan las actividades diarias que se realizan en los
ambientes diseñados. La estructura física y la disposición de los ámbitos arqui­
tectónicos afectan la naturaleza y la calidad de las funciones individuales y sociales
que en ellos se llevan a cabo. Por supuesto, los contextos físicos más amplios de la
actividad humana (vecindarios, ciudades, paisajes naturales) también influyen
en el carácter de las relaciones humanas.
Asimismo, se ha visto que los efectos que produce el ambiente físico en la
conducta y la experiencia del individuo son diversos y trascendentales. Su forma de
percibir el mundo circundante, sus actitudes hacia él, y sus pensamientos e ideas
acerca de los lugares en donde vive, todo recibe influencia del ambiente físico. El
rendimiento en la escuela o el trabajo, la capacidad para enfrentar las exigencias
de la vida y la calidad de las relaciones con otras personas, también se ven afecta­
das por los ambientes naturales y diseñados que constituyen el escenario de toda
actividad humana.
390 Ambiente y conducta

En suma, la influencia del ambiente físico en la vida de las personas es inmensa.


Todas las empresas del individuo están moldeadas por el carácter de los ambien­
tes físicos (algunos inmediatos, otros más remotos) en donde se realizan. La
interrelación del ambiente y la conducta es tan compleja que se deben reunir los
diversos elementos que constituyen el campo de la psicología ambiental para formar
un cuadro integrado.

UN PUNTO DE VISTA ADAPTATIVO

En el capítulo 1 quedó establecido el enfoque adaptativo como una característica


esencial de la psicología ambiental. Los psicólogos de esta área se interesan especial
mente por comprender los diversos y complejos procesos de adaptación mediante
los cuales el individuo enfrenta las exigencias del ambiente físico. Asumen una
perspectiva holística del ambiente y del individuo. La orientación adaptativa con­
templa al individuo como un participante activo y dinámico del proceso de enfrentar
el ambiente.
El enfoque adaptativo está implícito en todos los temas que aborda este li­
bro. Su contenido gira en tomo a los procesos psicológicos centrales mediante
los cuales el individuo enfrenta el ambiente (percepción, cognición, actitudes,
rendimiento, respuesta enfocada en el problema, respuesta enfocada en las emo­
ciones y regulación de límites didácticos). Hasta donde ha sido posible, se ha
adoptado una perspectiva holística para explicar la conducta y la experiencia de
enfrentar el ambiente. Cuando se trató el tema del rendimiento en ambientes esco­
lares y de trabajo, por ejemplo, se contempló el rendimiento humano como un
proceso psicológico y conductual integrado. De la misma manera, en el análisis
del conocimiento ambiental, se observó el procesamiento de información humano
como un complejo sistema integral.
La presente revisión de los hallazgos de la psicología ambiental está basada
en la hipótesis de que el rol del individuo en la ecuación ambiente-conducta es
activo y esencial. Cuando se examinó el problema de la aglomeración y los pro­
ductores de stress ambiental, por ejemplo, se destacó la importancia de desarrollar
un sentido de control personal para reducir las consecuencias negativas de dicho
stress. Por último, al estudiar cómo podrían aplicarse los resultados de la investi­
gación en la planeación ambiental, se subrayó repetidamente la importancia de
la participación del usuario en el proceso del diseño.
Sin embargo, con frecuencia la tarea de acumular y organizar la inmensa
cantidad de información sobre psicología ambiental ha implicado también enfo­
car hallazgos aislados a expensas de una perspectiva más amplia. Se pretende
adoptar una perspectiva que aborde el punto de vista adaptativo como un marco
conceptual. En este capítulo se destacarán tres características del punto de vista
adaptativo que convienen al objetivo de desarrollar un marco uniíicador para
explicar la relación entre ambiente y conducta.
Primero se considerará el modelo holistico de la perspectiva adaptativa que
contempla al ambiente como una serie de contextos circunscritos. Este modelo
servirá para enlazar los diversos aspectos del ambiente que se han expuesto en
capítulos anteriores. Enseguida se abordará la perspectiva que conceptúa al indi­
viduo como una persona total en interacción con el ambiente. Este aspecto de la
Modelo holístico 391

orientación adaptativa servirá para unificar los diversos procesos psicológicos que
permiten al individuo enfrentar el ambiente físico. Por último, se contemplará
la relación transaccional que se da entre las personas y el ambiente. Esta perspec­
tiva transaccional servirá de enlace entre las variables am bientales y personales
que se han considerado dentro de un único y amplio marco.

MODELO HOLÍSTICO DEL AMBIENTE

Para estudiar las influencias del ambiente físico en la conducta y la experiencia


humana, este libro enfoca diversas características físicas del ambiente (diseño
interior, estructura y configuración de edificios, regiones geográficas, tamaño de
un vecindario o de una ciudad entera). A lo largo de esta obra se describe cada
nivel o aspecto del ambiente separado de otras características ambientales. Por
ejemplo, al revisar los diseños interiores no se incluye la configuración del edifi­
cio, ni los vecindarios o regiones circundantes cuando se examinan los edificios.
Este planteamiento ha facilitado la tarea de acumular y organizar la vasta infor­
mación que existe en este campo. Sin embargo, la exposición separada de cada
característica ambiental podría dar la impresión de que cada uno de estos aspectos
opera en forma independiente y aislada de los demás. De hecho, los diversos aspec­
tos de ambiente ejercen influencias traslapadas, simultáneas e interrelacionadas, en
la conducta del individuo. Para lograr un cabal conocimiento acerca del papel que
desempeña el ambiente físico en la conformación de la conducta humana, es
necesario tener presente que los ambientes físicos están inmersos en un amplio
contexto social y cultural. Se considerará aquí el modelo holístico que incorpora
las influencias simultáneas de todos los aspectos del ambiente físico junto con
su contexto sociocultural.

Contextos concéntricos Urie Bronfenbrenner (1976, 1977) propuso un marco con­


ceptual, apropiado especialmente para este análisis. Contempla el ambiente como
una serie de contextos concéntricos que rodean al individuo. Se les puede ima­
ginar como anillos que abarcan contextos más pequeños y que están rodeados por
otros más grandes. El microsistema está constituido por los ámbitos físicos inmediatos
dentro de los cuales se desenvuelve el individuo, tales como el hogar, la escuela
y el trabajo. El exosistema consiste en las estructuras sociales más amplias, tanto
las formales como las informales, que abarcan los ámbitos inmediatos en donde los
individuos realizan sus funciones (el vecindario, dependencia de gobierno, ser­
vicios de comunicación y de transporte). El macrosistema es algo más abstracto
que los otros sistema y representa los patrones culturales y subculturales generales
de los cuales el microsistema y el exosistema son manifestaciones concretas. Por
ejemplo, el macrosistema incluye el plano arquitectónico y cultural de un salón
de clases de una escuela, de manera que los salones dentro de una cultura par­
ticular tienden a parecer y a funcionar en forma similar.
El modelo de Bronfenbrenner puede adaptarse a los propósitos de este libro
según se aprecia en la figura 11-1. Primero, el ambiente físico mismo puede con­
templarse como una serie de círculos concéntricos. Por ejemplo, el aspecto más
inmediato del ambiente físico que afecta al individuo es el diseño interior de un
ámbito arquitectónico, como son el color de las paredes, los muebles y la tempe-
392 Ambiente y conducta

Patrones culturales F ig u ra 11-1 Un modelo holístico


del ambiente.
Estructuras sociales

Ambiente físico

Diseño interior
Edificios
Regiones geográficas

ratura de una habitación. Después se encuentra la estructura del edificio, que forma
la cubierta física de los diversos aspectos del diseño interior. El edificio y el diseño
interior son en cierta forma similares al microsistema de Bronfenbrenner. En el
siguiente nivel, el edificio queda incluido dentro de una región geográfica más
amplia, como es un distrito urbano o un paisaje natural.
Todos estos aspectos del ambiente físico, a su vez, están rodeados por estruc­
turas sociales formales e informales, como por ejemplo, los reglamentos de una
organización, una asociación vecinal o una familia extensa. Estas estructuras sodales
informales son comparables al exosistema de Bronfenbrenner. Por último, los am­
bientes físicos y sociales están rodeados por los patrones culturales y subculturales que
dictan los valores personales y los estilos de vida, las tendencias arquitectónicas y
la estructura de los grupos sociales y las organizaciones dentro de sociedades
particulares. Estos patrones culturales son similares al macrosistema de Bron­
fenbrenner.
A continuación se ejemplifica la operación simultánea de los dominios fí­
sicos, sociales y culturales del ambiente total. Un universitario que estudia en una
biblioteca puede verse afectado simultáneamente por el nivel de iluminación
del área de estudio (diseño interior), el ruido distrayente del piso superior (di­
seño del edificio) y la tentación de salir a las colinas cercanas (región geográfica). El
estudiante también puede estar respondiendo a un estricto sistema de evalua­
ción en la universidad (estructura social) y a un estereotipo del estudiante uni­
versitario modelo (patrón cultural). La conducta de estudio real que manifiesta
el estudiante refleja la compleja interacción de estas diversas influencias.
El cuadro del ambiente que surge de este modelo holístico es complejo. Sin
embargo, este modelo desalienta una concepción simplista de la psicología ambiental
que pudiera sugerir, en forma bastante errónea, que la influencia de los ámbitos
físicos en la conducta del individuo puede entenderse fácilmente en función de
un simple modelo causal en el cual causas simples producen efectos simples. Como
propuso Rudolf Moos (1973, 1976), una adecuada conceptualización del rol del
ambiente como conformador del comportamiento humano debe contemplar una
compleja combinación de variables organizacionales y sociales, así como también
físicas.
Persona total 393

A u n q u e la investigación en la psicología ambiental ha tendido a enfocar las


variables del ambiente físico abstraídas del contexto sociocultural, algunos psicó­
logos ambientales han señalado la necesidad de incorporar análisis del nivel
social y cultural cuando se estudian los efectos del ambiente físico en los huma­
nos. Robert Bechtel (1976) recomienda que al evaluar la percepción del individuo
en cuanto a la calidad del ambiente natural (por ejem plo, de la contaminación
del aire o de la pureza del agua) se consideren las influencias traslapadas de los
factores socioculturales y del ambiente construido. En forma sem ejante, Moos
(1980) propone un marco conceptual general para comprender la conducta y la
experiencia de los ancianos que viven en asilos, que explica los efectos simultáneos
de las características arquitectónicas, los factores institucionales y organizacionales,
y las características del ambiente social.

LA PERSONA TOTAL

Esta revisión de las investigaciones realizadas en el campo de la psicología am­


biental, incluye el estudio de los diversos procesos psicológicos que determinan
las actitudes del individuo hacia el ambiente físico. Se describe la forma en que
los individuos perciben, evalúan y forman imágenes mentales del mundo físico;
cómo funcionan en ambientes normales y en ambientes de stress; cómo logran y
mantienen el espacio personal y la privacía, cómo controlan su territorio y cómo
conforman su conducta social. Al estudiar la relación entre el ambiente y la con­
ducta se ha enfocado cada proceso psicológico por separado. Por ejemplo, cuando
se examina la percepción del ambiente, no se considera la forma en que la per­
cepción de un área podría afectar el nivel de pirvacía que un individuo busca
lograr ahí. Cuando se aborda el tema de la territorialidad, no se contempla la forma
en que la conducta territorial en un ambiente podría verse alterada por el mapa
mental que las personas se forman de esa área. Aunque este procedimiento ha
facilitado la presentación de cada uno de estos complejos procesos psicológicos,
también pudo haber sugerido que cada proceso funciona en forma indepen­
diente. De hecho, los procesos psicológicos que intervienen cuando el individuo
enfrenta el ambiente físico mantienen una estrecha interrelación y funcionan
apoyándose y complementándose mutuamente.

Paradigma de la personalidad

El planteamiento adaptativo de la psicología ambiental subraya que la persona


funciona como una entidad total e integrada en la ecuación ambiente-conducta. En
este sentido, la perspectiva adaptativa es similar a lo que Kenneth Craik (1976,
1977) denominó el "paradigma de la personalidad". El paradigma de la persona­
lidad considera a la persona total como la unidad básica de análisis. En contraste
con muchas escuelas del pensamiento que examinan aisladamente los procesos
psicológicos, el paradigma de la personalidad trata a la persona total como una
entidad dinámicamente organizada. El planteamiento de la personalidad reconoce
que en las relaciones persona-ambiente intervienen muchos procesos psicológicos
complejos y cambiantes, pero subraya la unidad e integración que el indiviudo
participante aporta a estos procesos.
394 Ambiente y conducta

Modelo de la persona total

Esta perspectiva de la persona total se puede adaptar al modelo del ambiente y


la conducta expuesto aquí, como se muestra en la figura 11-2. La información
que parte del ambiente y hace impacto en el individuo, se recibe, evalúa y codifica
mediante una red de procesos psicológicos interrelacionados. Estos procesos in­
cluyen la percepción ambiental, el desarrollo de representaciones ambientales
y la formación de actitudes hacia el ambiente. Esta información ambiental "p ro ­
cesada" se convierte entonces en la base de las decisiones del individuo en cuanto a
cómo, cuándo y dónde actuar con respecto al ambiente. Los actos del individuo,
sean conductas individuales (por ejemplo, rendimiento ambiental) o conduc­
tas sociales (las que implican espacio personal, privada, territorialidad o afiliación)
operan también como un sistema interconectado.
Por ejemplo, un individuo busca una nueva casa y ve una que está en venta
(percepción ambiental), le parece que tiene un diseño atractivo (actitud ambiental)
y está ubicada cerca de servicios comerciales, de transporte y recreativos (conoci­
miento ambiental). Con base en la interacción de estas fuentes de información, el
individuo irá a la casa para examinar la solidez de la estructura, las características
de aislamiento y la instalación eléctrica (rendimiento ambiental). El individuo
también puede recurrir a un amigo para pedir un consejo (apoyo social) y buscar
un lugar donde pueda hablar confidencialmente (privacía). Esta compleja secuencia

F i g u r a 1 1 - 2 U n m o d e l o d e la
p e r s o n a to ta l.
Persona total 395

de procesos ambientales interrelacionados procede como un todo general inte­


grado, que permite al individuo enfrentar en forma efectiva la difícil tarea de adquirir
una nueva casa. La dirección de un solo sentido de la flecha en la figura 11-2
entre los procesos psicológicos y conductuales es una representación muy sim­
plificada. Por ejemplo, de acuerdo con la nueva información obtenida durante
la inspección de la casa o del diálogo con un amigo, el individuo puede decidir
echar otro vistazo a la casa para hacer una reevaluación o ver otras casas antes
de tomar una decisión.
Es muy complejo el modelo del sistema ambiente-conducta surgido del con­
cepto de la persona como una entidad total. No obstante, este modelo es esencial
para una psicología ambiental que pretende explicar cómo funcionan las personas
en el mundo real. Cuando las investigaciones enfocan a gente real que enfrenta
las dificultades del ambiente actual y cuando existen grandes perspectivas para
una aplicación social significativa, no se deben utilizar métodos excesivamente
simplistas que opaquen los complejos procesos humanos en estudio. Como su­
braya Alian Wicker (1972), los problemas de la investigación son los que deben
determinar la elección de estrategias e instrumentos de medición y no al revés. Por
supuesto, esta preocupación por la validez externa debe estar balanceada con
técnicas que contribuyan a lograr un nivel de validez interna que permita extraer
deducciones sólidas acerca de las variables en estudio.
El modelo en la figura 11-2 muestra cierta semejanza con la ideas de
algunos investigadores, expuestas anteriormente. En el estudio del conocimien­
to ambiental se considera el modelo del procesamiento de información, de
Herbert Leff (1978), como un complejo sistema integrado (véase figura 3-8).
En el análisis del rendimiento escolar y laboral, se revisó el modelo de Em est
McCormick (1976) que contempla el rendimiento humano como un proceso
integral psicológico y conductual (figura 5-1). Tanto Leff como McCormick
subrayan que un patrón integral de procesos psicológicos, conformado con
elementos conceptuales y cognoscitivos, es la base de la conducta ambiental
de un individuo.
Irwin Altman (1975, 1976, 1977) está convencido de que la investigación
debe responder a la complejidad del funcionamiento total del individuo. Sostie­
ne que las estrategias tradicionales de la investigación psicológica, que se han
centrado en respuestas aisladas, se basan en la persona como una entidad de­
sintegrada cuyas diversas conductas no tienen relación entre sí. En cambio,
recomienda técnicas de investigación que reflejan la interrelación entre los diver­
sos modos de conducta, la naturaleza múltiple del comportamiento y los com­
plejos patrones de actividades simultáneas. Muchos procesos psicológicos ocurren
a un mismo tiempo (percepción, cognición y reacciones emocionales) v se tradu­
cen en diversos niveles de conducta (territorialidad, espacio personal y expresiones
verbales).
Altman y Dalmas Taylor (1973) han propuesto el concepto de la "com pene­
tración social" como un marco conceptual de organización para explicar la forma
en que las relaciones sociales pasan de la etapa de extraños a la de conocidos
casuales, luego a la de amigos íntimos, etc. Sostienen que el proceso de compene­
tración social es un sistema que implica la operación simultánea de conductas en
varios niveles de respuesta (conductas verbales, no verbales y ambientales). Subra­
yan que el conocimiento que se tiene acerca del desarrollo de las relaciones Ínter-
396 A m bien te y conducta

personales necesita un análisis de la persona como un todo en vez de segmentos de


conducta aislados. Varios niveles de conducta social operan al unísono, algunas
veces se complementan entre sí y otras veces se substituyen en secuencias. El
modelo dialéctico de la privada de Altman, contemplado en el capítulo 8, desarro­
lla más ampliamente esta perspectiva. Esto no significa que los procesos psicológicos
no puedan estudiarse por separado, sino que debe hacerse un análisis de la per­
sona total además de la práctica tradicional de estudiar los procesos aislados. Se
debe perseguir la síntesis con la misma energía que el análisis.

TRANSACCIÓN PERSONA-AMBIENTE

No basta con asumir una perspectiva holística del ambiente y de la persona; el


ambiente y la persona juntos también forman un sistema integrado. Con objeto de
predecir la conducta de la persona en forma precisa, se deben conocer las carac­
terísticas tanto de la persona como la naturaleza del ambiente que esa persona
enfrenta. Además, la relación entre persona y ambiente es una relación recíproca; es
decir, no sólo el ambiente afecta la conducta de la persona, sino que a su vez, la
persona afecta el ambiente.

Interaccionismo

C = fCP, A) Un tema guía del enfoque adaptavio es la idea de que la conducta


humana refleja la interacción de las características de la persona y del ambiente.
Este modelo interactivo de la conducta está contenido en la clásica sentencia de
Kurt Lewin (1936): C = f(P,A) (la conducta es una función tanto de la persona
como del ambiente). Esta perspectiva, conocida como interaccionismo, sintetiza
dos teorías divergentes de la conducta. El personologismo es una escuela del pen­
samiento que propone que las "cualidades" intraorganísmicas estables con las
principales determinantes de la conducta humana. El situacionismo es la antítesis
del personologismo, sostiene que las variables ambientales son las dominantes
en la conformación de las variaciones de conducta. El interaccionismo es la síntesis
de estos dos planteamientos extremos. Su fundamento es la proposición de que
la fuente esencial de la variación de la conducta humana es la interacción de las
fuerzas personales y ambientales (Ekehammar, 1974).
Por supuesto, la perspectiva del interaccionismo no implica que los factores
personales y ambientales sean de igual importancia en cada acción. La capacidad
relativa de las características personales y ambientales para predecir la conducta
dependerá de la variable ambiental específica en estudio, las características indi­
viduales muestreadas, el tipo de conducta evaluada, la naturaleza de la muestra
de sujetos y del paradigma de investigación empleado (Bem y Alien, 1974; Mis-
chel, 1973). ¿Qué proporción de la variación de una conducta dada en una situación
particular corresponde a la función de las variables personales y qué proporción a
las variables ambientales? Ésta es un interrogante empírica que ha sido el centro
de interés de un importante cuerpo de estudiosos del ambiente desde los primeros
años de la década de 1960 (véase Ekehammar, 1974).
Las conclusiones de todas estas investigaciones han sido muy similares: para
predecir la conducta se deben tomar en cuenta las múltiples fuentes de variación,
Transacción persona-ambiente 397

tanto de la persona como del ambiente y, particularmente, de la interacción de


las variables personales y ambientales. Por ejemplo, cuando se examina la rela­
ción entre densidad y agresión se debe considerar la variación asociada con el
grado de densidad (variable ambiental), las diferencias de los roles sexuales
relativas a la agresión (variable personal) y las respuestas diferenciales de hom ­
bres y mujeres ante diversos niveles de densidad (interacción persona-ambien­
te). Después de treinta años de infructuosa controversia, los psicólogos han
redescubierto la sabiduría elemental de la ecuación básica de Lewin (1936), C =
f(P, A).

Influencias recíprocas La investigación psicológica basada en el interaccionismo


algunas veces ha mostrado la tendencia a contemplar la interacción en función de
dos variables independientes (características personales y características situaciona-
les), de acuerdo con un modelo causal unidireccional de la conducta. Norman
Endler y David Magnusson (1976) han señalado que gran parte de la investiga­
ción interaccionista contempla a la persona como un instrumento pasivo de las
fuerzas ambientales. Sostienen que no sólo las variables ambientales afectan la
conducta de los individuos, sino que el individuo también participa activamente en
la conformación de las circunstancias ambientales. Subrayan la necesidad de crear
modelos de conducta humana que reflejen la causalidad multidireccional, y apoyan
la sugerencia de Lawrence Pervin (1968) de qué el término transacción se utilice
para referirse al proceso de la causación recíproca.
Con objeto de manejar efectivamente el rol activo del individuo en las tran­
sacciones ambientales, se debe desarrollar un*marco conceptual y lingüístico capaz
de describir a la persona en términos que reflejen su capacidad para influir en
el ambiente. Kenneth Craik y George McKechnie (Craik, 1970a, 1970b; Craik y
McKechnie, 1977) sugieren una combinación de conceptos de la psicología am­
biental y de la teoría de la personalidad en lo que han denominado disposición
hacia el ambiente. Así como algunas características de la personalidad tienen que
ver con la forma en que una persona se relaciona consigo misma (por ejemplo, la
autoaceptación) y otras con el estilo peculiar de relacionarse con los demás (por
ejemplo, el dominio), la disposición hacia el ambiente es el modo permanente
de relacionarse con el ambiente físico cotidiano. McKechnie (1974, 1977b) ha
desarrollado el Inventario de Respuestas Ambiental para identificar y estimar ocho
tipos de disposición hacia el ambiente; natural, cosmopolita, adaptación ambien­
tal, búsqueda de estímulos, seguridad ambiental, afición por lo antiguo, necesidad
de privada y orientación mecánica.
Para comprender el rol que desempeña la persona en la interacción con el
ambiente, Walter Mischel (1973, 1977) ha propuesto un marco que combina con­
ceptos desarrollados por la psicología de la cognición y la teoría del aprendizaje
social. Sostiene que los individuos difieren en la competenaa de construcción cog­
noscitiva, es decir, en su capacidad de conocer y ordenar las manifestaciones del
mundo exterior y generar patrones de respuestas deseados, y en la forma en que
jerarquizan una situación particular. Las personas también tienen expectativas d;s-
tintas, particularmente con respecto a los'resultados asociados con determinados
patrones de respuesta y configuraciones de estímulo. Por último, los individuos dan
diferentes valores subjetivos a los resultados esperados, y difieren en los planes
y sistemas autorreguladores que aportan a una situación.
398 A m biente y conducta

Holahan (1978) ha aplicado el concepto de las influencias recíprocas en una ex­


posición sobre los conocimientos y métodos de investigación de la psicología
ambiental. Al subrayar el rol activo que el individuo desempeña al interactuar con
el ambiente físico, Holahan enfoca los procesos de adaptación por medio de los
cuales el individuo enfrenta los problemas ambientales. En particular, ha realizado
investigaciones en una residencia estudiantil, un proyecto de vivienda pública
y en un pabellón psiquiátrico, para estudiar los procesos positivos y adaptativos
que permiten al individuo enfrentar las exigencias ambientales. Recomienda adoptar
la perspectiva de que el individuo desempeña un rol activo, creativo y de solución
de problemas, cuando inicia una conducta dirigida al ambiente. Apoya el uso de
técnicas de investigación que permitan medir una amplia gama de respuestas,
como por ejemplo, respuestas de manejo positivo y conductas de resolución
de problemas, de manera que surja un cuadro holístico de la conducta ambiental.
Daniel Stokols (1976, 1977) sugiere que gran parte de la investigación que
refleja una apreciación implícita de la participación activa de las personas con el
ambiente físico puede ser clasificada dentro del concepto de optimización humano-
ambiental. Define este desarrollo como las formas en que los individuos y grupos
intentan lograr ambientes óptimos; es decir, ambientes que satisfagan al máximo
sus objetivos y necesidades. Existen tres modos esenciales de interacción humana
con el ambiente: de orientación (como la percepción y el conocimiento ambientales),
de operación (como la conducta espacial y la de enfrentar las situaciones de stress
ambiental) y de evaluación (las actitudes ambientales). Estos procesos reflejan la
forma activa en que los individuos y los grupos perciben, conforman y evalúan
sus ambientes circundantes para responder a sus necesidades personales. (Una
perspectiva similar de los procesos activos que emplea el individuo para enfrentar
el ambiente físico, puede encontrarse en S. Kaplan, 1973.)

Modelo transaccional

La perspectiva transaccional del ambiente y la conducta se presenta en el es­


quema de la figura 11-3. Este modelo, adaptado del trabajo de Albert Bandura
(1978), difiere en dos aspectos de los modelos tradicionales de interacción de
la conducta. Primero, como señala Bandura, los modelos tradicionales han re­
presentado las influencias ambientales y personales como causantes de efectos
separados y unidireccionales en la conducta. Aquí los efectos de todos los com­
ponentes (ambientales, psicológicos y de conducta) son recíprocos, cada uno afecta
y es afectado, ya sea en forma directa o indirecta. Los factores personales, como por
ejemplo las expectativas del individuo, influyen en la conducta de esa persona; y
los cambios ambientales originados por esta conducta, a su vez, alteran o refuerzan
más las expectativas del individuo con respecto a resultados futuros.
Segundo, los modelos de interacción tradicional casi siempre han representado
efectos en una sola dirección, con entradas en un extremo y salidas en otro. Los
factores ambientales por lo general se han considerado como variables indepen­
dientes; los factores psicológicos y cognoscitivos, como variables mediadoras, y
la conducta del individuo como una variable dependiente. Aquí, por el contrario,
para realzar los efectos recíprocos entre todos los elementos del modelo, las
variables se representan como partes en interacción de un sistema integrado. De
esta manera, tal como señala Bandura, cada variable puede funcionar como va-
T ra n sa cció n p ersona-am biente 399

Figura 11-3 Un modelo


transaccional de las rela­
ciones entre el ambiente,
los procesos psicológicos y
los procesos conductuales.

Adaptado de Bandura, 1978.

riable independiente, mediadora o dependiente, según el problema particular que


se presente y el enfoque analítico que se elija.
Aunque el modelo que aparece en la figura 11-3 presenta grandes dificultades
estadísticas, se han recomendado algunos procedimientos de esta índole para el
análisis de la causación recíproca. Lawrence James y B. Krishna Singh (1978) han
propuesto el método de mínimos cuadrados de dos etapas para la investigación psi­
cológica que implica dos o más variables interdependientes. La aplicación del
procedimiento en los datos correlaciónales de una situación de campo demostró
que los brotes de violencia en mítines de protesta política fueron causados por
las influencias recíprocas entre la violencia de los manifestantes y la violencia de la
policía (Kritzer, 1977). Judith Howard (1979), quien ha tratado de responder de
manera específica a la interrogante de cómo manejar estadísticamente un modelo
que implica influencias recíprocas entre variables ambientes, personales y de con­
ducta, sugiere la aplicación de los mínimos cuadrados de dos etapas y los procedi­
mientos estadísticos desarrollados por K. G. Jóreskog (1970) para analizar las
estructuras de covariancia que implican influencias recíprocas sobre el tiempo.

Estudios transaccionales de la psicología ambiental

Los psicólogos ambientales han aplicado algunos aspectos del modelo transaccional
de las relaciones persona-ambiente para conceptualizar los hallazgos de investi­
gación en varias áreas. La perspectiva transaccional se ha utilizado para investigar
las consecuencias psicológicas del stress ambiental, para estudiar la conducta
ambiental de los ancianos y para explicar los efectos del ambiente urbano en el
ser humano. Estas aplicaciones tienen una pertinencia directa con los procesos
psicológicos tratados en este libro: el rendimiento ambiental, el proceso de en­
frentar los productores de stress ambiental y la aglomeración, y el desarrollo de
400 A m bien te y conducta

redes sociales urbanas de afiliación y solidaridad. También aportan sugerencias


para emplear el modelo transaccional en otras áreas de investigación.

Ambientes escolares Rudolf Moos (1979) ha elaborado un modelo transaccional de


la interrelación entre variables ambientales y personales y la estabilidad o cambio
de los intereses escolares y la conducta de los estudiantes (figura 11-4). Moos
explica que el sistema ambiental está constituido por características del ambiente
físico, así como también por factores organizacionales, combinados y sociales. El
sistema personal incluye variables sociodemográficas, de expectativas, de persona­
lidad y de habilidades para enfrentar las situaciones. Los sistemas ambiental y
personal mantienen una influencia mutua, como cuando la gente descubre un lugar
especial o cuando el ambiente admite selectivamente a sus miembros. Moos sostiene
que la evaluación cognoscitiva y la activación/estimulación median entre algunos de
los efectos que producen los sistemas ambiental y personal en los esfuerzos de los
estudiantes por adaptarse y enfrentarse a las situaciones y las influencias resultantes en
la estabilidad o cambio de los estudiantes. Los procesos mediadores de la evalua­
ción y la activación se ven influidos tanto por factores personales (es más probable
que un estudiante talentoso experimente apatía por la falta de retos educativos;
algunos estudiantes se motivan con más facilidad) como por factores ambien­
tales (las clases que presentan mayores dificultades a menudo se contemplan como
competitivas; las diferentes materias producen diferente motivación en los estu­
diantes).
Los esfuerzos por lograr la adaptación están determinados por factores per­
sonales (las habilidades de los estudiantes para enfrentar una situación varían)

Figura 11-4 Un modelo de la relación entre las variables ambientales v personales y la es­
tabilidad y-^l cambio de los estudiantes.

De R H Moos. Evaluating Educarional Environments, 1979. p. 5. Reim preso con autorización de ¡ossey-Boss. Inc., editores.
Transacción persona-ambiente 401

y ambientales (los ambientes tienen diferentes formas de recompensar las diversas


habilidades para enfrentar situaciones). En última instancia, esta com pleja inte­
racción de variables ambientales, personales, mediadoras y de m anejo de si­
tuaciones, afecta los valores e intereses personales de los estudiantes, su nivel
de aspiración y su estado de ánimo y de salud. Este modelo transaccional incluye
varias influencias recíprocas. Por ejemplo, los esfuerzos de un estudiante por
enfrentar una situación pueden alterar el sistema ambiental (creación de un nuevo
grupo social) o el sistema personal (la participación en una nueva organización
puede cambiar las actitudes). En forma similar, los cambios en los intereses edu­
cativos y la conducta de los estudiantes pueden modificar el sistema ambiental (el
aumento de aspiraciones propida que haya más competenda en un lugar o el sistema
personal (los cambios de valores pueden llegar a integrarse en el concepto de sí
mismo de un individuo).

Stress ambiental Daniel Stokols (1979) ha dado una orientación transaccional al


stress ambiental. Señala que el nivel de exigencia ambiental asociado a un pro­
ductor de stress en particular puede estimarse en fundón del grado de controlabilidad
(proporción de la satisfacción real de las necesidades con respecto a la ideal) y
del grado de influencia ambiental (grado en que el ambiente motiva y es percep-
tualmente significativo) de la situación. Las exigencias ambientales (y el stress
psicológico asociado) serán mayores cuando la controlabilidad sea baja y la in­
fluencia alta. Este modelo del stress contempla a los productores de stress ambiental
no como estímulos aislados, sino como parte de una situación particular y que
reflejan tanto las necesidades personales como las condiciones ambientales. Stokols
y Raymond Novaco (en prensa) utilizaron un modelo transaccional para investigar
el stress en el transporte (viajar cuando hay una gran congestión de tránsito)
y encontraron que las reacciones de las personas ante dicho stress estuvieron
mediadas por variables personales (tales como diferencias individuales de los
patrones de conducta de personas propensas a enfermedades de las coronarias)
y la influencia recíproca que ejercen estas variables en los contextos ambientales.
Para describir los ambientes humanos más ampliamente, Stokols y Sally Shu-
maker (Stokols, 1980; Stokols y Shumaker, 1981) también han propuesto un marco
de clasificación general que refleja una relación transaccional entre las personas
(grupos sociales en especial) y los lugares. En este modelo los ambientes son
diferenciados según la composición y organización de sus ocupantes y los sig­
nificados funcionales dominantes asociados con sus medios físicos. Las caracte­
rísticas de los ocupantes pueden coincidir con el objetivo funcional de un lugar (por
ejemplo, personas que oran en una iglesia) o ser incongruentes con el lugar
(por ejemplo, un grupo que bromea y ríe en una iglesia). Esta perspectiva tran­
saccional de los ambientes ayuda a entender cómo es que los ambientes surgen,
persisten, se modifican y desaparecen finalmente.

Los ambientes y el anciano M. Powell Lawton y Lucille Nahemow (Lawton, 1975;


Lawton y Nahemow, 1973; Nahemow y Lawton, 1973, 1976) aplicaron el modelo
transaccional a las correlaciones emocionales y de conducta del proceso de la vejez.
Proponen que el funcionamiento psicológico del anciano necesita evaluarse en
función tanto de la presión ambiental (las exigencias que el ambiente impone
al individuo) como de la competencia personal (la capacidad del individuo para
402 Am biente y conducta

funcionar en forma efectiva) (figura 11-5). Los ancianos muy competentes son
capaces de funcionar efectivamente frente a una amplia gama de exigencias am­
bientales, mientras que las personas menos competentes funcionarán bien sólo
en situaciones con exigencias ambientales limitadas. Funcionarán mejor en niveles
intermedios de presión ambiental que requieran esfuerzos moderados. Cuando
la presión ambiental es mucho mayor o mucho menor de la que el individuo está
acostumbrado a enfrentar (nivel de adaptación en la figura), el resultado será un
malestar emocional y una conducta de inadaptación.

Ambiente urbano William Michelson (1976,1977) presentó un marco transaccional


que ayuda a unificar conceptualmente las diversas variables implicadas en la
adaptación entre las personas y los ambientes urbanos donde residen. El aspecto
integrador del modelo de Michelson es la idea de la congruencia intersistemas o el
grado de igualdad o desigualdad entre el ambiente construido y los sistemas cul­
turales, sociales y de la personalidad. En general, el modelo propone que "la s
condiciones de las variables de un sistema [coexisten] mejor con las condiciones de
las variables de otro sistema que con otras condiciones alternativas" (p. 26).
Ciertas características de los ambientes físicos urbanos apoyan y son congruen­
tes con algunos procesos sociales, mientras que con otros son incongruentes y los
interrumpen. En la mayoría de las formulaciones de su modelo de congruencia, Mi­
chelson ha subrayado que lo que necesita concordar con el ambiente diseñado, más
que los sistemas mismos, son los efectos que producen los distintos sistemas en
la conducta, tal como se reflejan en el estilo de vida de un individuo.

APLICACIONES EN LA PLANEACIÓN AMBIENTAL

Participación interdisciplinaria

¿Cómo podría aplicarse esta perspectiva transaccional del ambiente y de la conducta


en la planeación y diseño de ambientes para uso humano? En primer término,
la perspectiva holística del ambiente, como un sistema en el que las características
físicas son sólo uno de los muchos elementos en interrelación, establece la con­
veniencia de la participación interdisciplinaria en la empresa de la planeación. Cómo
han señalado Harold Proshansky e Irwin Altman (1979), debido a que los problemas
implícitos en las relaciones hombre-ambiente comprenden la interacción de com­
plejos factores pertenecientes a los ámbitos físico, psicológico, social y cultural,
este campo es por definición interdisciplinario. La destreza requerida para enfrentar
las exigencias físicas, humanas y socioculturales, implícitas en el diseño de am­
bientes humanos, cruza necesariamente los límites de varias disciplinas.
Kenneth Craik (1970) ha proporcionado un cuidadoso análisis de la situación
del diseñador en la sociedad actual. El diseñador, frente al compromiso de diseñar
ambientes completos para millones de personas, se ve invadido por una ola de
información especializada. A medida que los problemas del diseña contemporáneo
crecen en cantidad y complejidad, los contextos social, cultural y tecnológico de la
industria del diseño cambian aún con mayor rapidez. La importancia y la com­
plejidad del proceso del diseño contemporáneo exigen el grado máximo de compe­
tencia e intuición del diseñador.
Aplicaciones en la planeación 403

Figura 11-5 Resultados de las


transacciones persona-ambien­
te en la conducta y el estado
de ánimo.

De M . P. Laurton y L Nahemaw, ‘ 'Ecobgy


and the A ging P rocess " , en C. Eisdorfer
y M . P. Law ton (eds.). T h e P s y c h o l o g y
of A d u lt D e v e lo p m e n t a n d A g in g , p.
661. © A m erican Psychological Associa-
tion , 1973. R eim preso con au torú ación del
editor y del autor.

Aunque se reconoce la necesidad de una participación interdisciplinaría en el


proceso del diseño, se debe considerar que no resulta fácil asegurar la cooperación
de varias disciplinas. Altman (1975) ha descrito de la difícil historia del trabajo
conjunto entre diseñadores y sociólogos. El entusiasmo inicial de colaboración que
prevaleció a principios de la década de 1960 se transformó en decepción para
ambas partes a finales de esa misma década. Para lograr un diálogo fructífero
entre diseñadores y sociólogos, es necesario el reconocimiento honesto y un
respeto mutuo hacia las diferencias en el enfoque de los problemas ambientales.
Como señala Altman, por lo general, quienes realizan la práctica tienden a la
acción, mientras que los investigadores están más interesados en comprender los
problemas en un nivel abstracto. Los primeros por lo general pugnan por sintetizar
los diversos puntos de vista y los aspectos pragmáticos, en tanto que los segundos
casi siempre se inclinan por analizar fenómenos complejos con el objeto de iden­
tificar sus componentes separados. Sólo cuando los diseñadores y los sociólogos
tomen en cuenta los puntos de vista de unos y otros tendrán éxito en el intento
de abordar juntos la difícil tarea de la planeación ambiental.
Proshansky (1972) ha expuesto las implicaciones de las necesidades interdis­
ciplinarias del área del ambiente y la conducta en los cursos de psicología. Está
a favor de modelos de adiestramiento que permitan a los estudiantes trabajar con
profesionales que realicen funciones administrativas y políticas en diversas si­
tuaciones de la comunidad. Tal filosofía de adiestramiento acerca a los estudiantes
de psicología, desde su formación, a los enfoques, intereses y conceptos de otras disci­
plinas, lo que permite sentar las bases para una colaboración profesional posterior.
El modelo de adiestramiento de Proshansky se puede aplicar también en otros
campos de la ciencia, así como en la formación de los diseñadores, en donde la
temprana colaboración con sociólogos facilita las relaciones profesionales futu­
ras. Este modelo no pretende hacer de los estudiantes profesionales "generalis-
tas” , sino producir individuos con conocimientos bien cimentados de una
disciplina en particular y con una amplia visión en sus enfoques.
404 A m biente y conducta

Planeación pluralista

El modelo transaccional, que enfoca al individuo como una entidad total y a la


importante contribución de las diferencias individuales (como son las asociaciones
con la edad, el sexo y las motivaciones) en los sucesos ambientales, subraya la
necesidad de un planteamiento pluralista del proceso de planeación. Ningún
elemento de diseño aislado puede satisfacer las diversas necesidades psicológicas
y físicas que constituyen a la persona total, como tampoco ninguna solución de
diseño por separado puede satisfacer las distintas necesidades de varios usua­
rios del ambiente. Más bien, el proceso de planeación debe ser una empresa
pluralista, que reúna una variedad de elementos generalizados tendentes a satisfacer
las complejas necesidades de una persona total y ofrezca diversas opciones am­
bientales que respondan a las demandas de una variada población de usuarios. Las
soluciones de diseño ideales deben ser flexibles y modificables, de manera que
puedan ajustarse a las variaciones en los grupos usuarios y a los cambios de
las necesidades y preferencias individuales a través del tiempo.
Serge Chermayeff y Alexander Tzonis (1971) presentan un planteamiento orien­
tado a los sistemas (en cuanto al diseño urbano) que tiene como objetivo proporcionar
el mayor número de opciones en la vida urbana. Recomiendan a los diseñadores
crear “ opciones interesantes” que se traduzcan en realidades para que los resi­
dentes puedan elegir, por ejemplo, entre sociabilidad y privada o tumulto y
tranquilidad. Opinan que la planearión urbana debe favorecer la flexibilidad social
y responder a la naturaleza cambiante de las aspiraciones humanas. Contemplan
el ambiente urbano como la expresión de un “ orden dinámico” caracterizado por
la continua interacción entre crecimiento y cambio.
Martin Krovetz (1977) propone que el diseño de ambientes escolares adopte
la planeación pluralista para que pueda responder a las diversas necesidades
educativas de los estudiantes. Cada estudiante tiene un estilo de aprendizaje muy
personal y un conjunto de necesidades exclusivo; ningún ambiente escolar puede
resolver las necesidades de todos los estudiantes. Al revisar los estudios sobre las
diferencias individuales en el locus de control (véase Rotter, 1966), Krovetz señala
que los estudiantes cuyo locus de control es interno (personas que tienden a con­
siderar los refuerzos como efectos de su propia conducta), por lo general, son más
inquisitivos cuando realizan tareas ambiguas, más activos en su intento por controlar
el ambiente y exhiben más conducta de logro que los estudiantes caracteriza­
dos por un locus de control externo (personas que se inclinan a considerar que
los refuerzos están controlados por factores externos). Concluye que el diseño
de ambientes escolares debe contemplar una variedad de instalaciones, servicios
y tipos de espacio, que se adapten a actividades nuevas y diversas.
Lawton (1974) también está a favor de una filosofía de planeación pluralista
para el diseño de ambientes institucionales para los ancianos. Se opone al plan­
teamiento que agrupa a todas las personas de edad avanzada en una sola catego­
ría; “ Los ancianos prefieren. . .“ Entre los ancianos hay tantas diferencias como
las hay en cualquier otro grupo de edad, y sus problemas requieren soluciones
de diseño diversificadas. Las primeras reglas de diseño de ambientes para el an­
ciano deben ser lograr la máxima congruencia entre las diversas características
personales de la gente senil y una variedad de opciones de diseño, más que buscar
una solución "id ea l" para todos los ancianos. Lawton señala que la tendencia
A p lica cio n es en la planeación 405

de los diseñadores de ambientes institucionales a ajustar todas las necesidades


a una sola solución se ha mantenido porque resulta mucho m enos costoso y
requiere menos esfuerzo intelectual que diseñar para necesidades pluralistas.

Participación del usuario

El modelo transaccional del sistema persona-ambiente, con su enfoque en la


influencia recíproca entre el individuo y el ambiente, subraya la importancia de
la participación del usuario en el proceso de planeación. Las personas aplican su
motivación y competencia naturales a la tarea del mejoramiento del ambiente fí­
sico. La energía, el interés y la capacidad del usuario del ambiente constituyen un
valioso recurso que puede emplearse en el proceso de planeación para lograr
un equilibrio óptimo entre las necesidades de los usuarios y las características de
diseño (véase Pogell, Balling, Passoneau y Valadez, 1980).
Abraham Wandersman (1979) ha desarrollado un modelo de la participación
del usuario en el proceso del diseño, con una orientación transaccional. Según este
modelo, las diferencias individuales entre los usuarios (en personalidad, preferencias
ambientales, destreza de percepción y características sociodemográficas) ayudan
a determinar quién participa y sirven como influencias moderadoras en el proceso
de participación. El modelo también toma en cuenta las características de la partici­
pación (la naturaleza de la situación ambiental, la técnica de participación y la etapa
del proceso del diseño) y la retroalimenlación de los resultados de la participación
a las demás variables de la secuencia. Además, el modelo explora el rol de los
factores personales mediadores que implican el sentido de control del individuo
sobre el ambiente, las necesidades y los valores personales, y los factores cog­
noscitivos que intervienen para enfrentar la situación (derivado de Mischel, 1973,
1977), como son las habilidades de planeación y las expectativas acerca de los
efectos de la acción individual.
Robert Sommer (1972) ha señalado que los encargados de tomar decisiones
algunas veces se oponen a la participación del usuario, con el argumento de que
los ciudadanos no tienen un completo conocimiento de las opciones y las impli­
caciones de las decisiones sobre planeación. Sommer no acepta este tipo de ar­
gumentos. En vez de excluir a los usuarios del proceso de diseño, dice, es más
razonable educarlos. Los diseñadores y los sociólogos podrían dirigir talleres de
educación ambiental, con el fin de informar a los usuarios en cuanto a la forma en
que son afectados por los ambientes físicos, y orientarlos para que contribuyan a
mejorar estos ambientes. Al principio, dichos talleres contemplarían los am­
bientes inmediatos de las personas (hogar, escuela, oficina y vecindarios) en donde
la proporción de los problemas es más manejable, y los efectos de los esfuerzos
individuales son más evidentes que en ambientes más complejos. Sommer informa
de los interesantes y productivos resultados obtenidos en un taller ambiental
que dirigió en un hospital, en el cual los miembros del personal asumieron el rol de
pacientes para que pudieran percibir el ambiente del hospital desde la perspectiva
de éstos:

Para poner en m archa este p royecto, utilizamos aparatos ortopédicos tales como mu­
letas, sillas de ruedas y camillas. Se produjeron experiencias perceptuales muy inte­
resantes que com partieron casi todos los miembros del taller. La distancia parecía
406 A m bien te y conducta

tres veces más larga cuando se usaban muletas. Tomaba mucho tiempo recorrer los
pasillos en una silla de ruedas; cuando una persona empujaba a otra que iba en silla
de ruedas, la velocidad era muy im portante. A u n yendo a paso normal parecía dema­
siado rápido; quien iba en la silla se sentía com o una bola de boliche corriendo por
la mesa. Especialmente los hombres altos se sentían incómodos cuando, por estar ellos
en la silla de ruedas, uno los miraba hacia abajo, [p. 44]

Cuando un equipo de psicólogos ambientales se propuso remodelar el pabellón


psiquiátrico de un hospital, con el objeto de hacerlo más atractivo y cómodo
tanto para los pacientes como para el personal, se vieron forzados a reconocer y
enfrentar la determinación de los usuarios de participar en el proceso de diseño
(Holahan, 1976a, 1978). Los investigadores se encontraron con una considerable
resistencia por parte de los miembros del personal, quienes deseaban participar
en las decisiones de diseño más de lo que se había acordado al principio. Después
de una etapa inicial de frustración por dicha oposición, los investigadores descu­
brieron que lo que habían percibido como "resistencia” en realidad representaba
un deseo, natural y positivo en un personal altamente motivado, de participar
en la remodelación. Cuando se aceptó una participación más activa de los miem­
bros del personal, su resistencia disminuyó e hicieron varias aportaciones muy
provechosas para el proyecto de remodelación.
La sensibilidad y la conciencia de los ciudadanos con respecto ai ambiente
tienen consecuencias a largo plazo en la calidad de la vida humana. La responsa­
bilidad y las transacciones implicadas en las decisiones personales, profesionales
y empresariales de todos los ciudadanos determinarán la naturaleza y el grado
de stress inherente a las condiciones ambientales que enfrentarán las futuras
generaciones. Los diseñadores y los investigadores del ambiente y la conducta
pueden ayudar a fomentar los cambios de actitudes y de conducta que se requie­
ren para mejorar las expectativas. Como ha advertido Rene Dubos (1968), el
problema no está en saber si sobreviviremos, sino en los costos físicos y psicológicos
a largo plazo derivados de la adaptación a condiciones ambientales cada vez
más nocivas. Es necesario advertir el peligro que significaría eludir el compromiso
de analizar cuidadosamente las consecuencias a largo plazo de las decisiones que
se tomen hoy con respecto al ambiente. No obstante, en la historia del planeta
todavía queda mucho tiempo; hay oportunidad de tomar decisiones bien pensadas.

RESUMEN

En este capítulo se han enfocado tres características de la perspectiva adaptativa


aplicables al desarrollo de un marco unificador para el estudio del ambiente y
la conducta. Primero, se consideró el modelo holístico que contempla al ambiente
como una serie de contextos circunscritos. Segundo, se expuso la perspectiva
que conceptúa al individuo como una persona total en constante interacción con
el ambiente. Tercero, se examinó la relación transaccional que se da entre las per­
sonas y el ambiente.
El tema central de la perspectiva adaptativa es el concepto de que la conducta
ocurre dentro de una serie de contextos circunscritos. Urie Bronfenbrenner ha iden­
tificado los sistemas ambientales que constituyen el contexto de la conducta humana
R esum en 407

con los nombres de microsistema, exosistema y macrosistema. Esta idea de los


contextos circunscritos se utilizó para desarrollar un modelo holístico del ambiente,
adecuado al interés específico por el ambiente físico (figura 11-1). Se considera
que el ambiente físico está compuesto de tres anillos concéntricos (diseño inte­
rior, edificios y regiones geográficas). El ambiente físico como tal se encuentra
dentro de dos sistemas más amplios (las estructuras sociales y los patrones cultu­
rales). Este modelo holístico del ambiente pone énfasis en que los diversos aspectos
de los ambientes físicos, social y cultural, ejercen influencias traslapadas, simul­
táneas e interrelacionadas, en la conducta humana.
El modelo adaptativo de la psicología ambiental subraya el hecho de que
la persona funciona como una entidad total e integrada en la ecuación ambiente-con­
ducta. Kenneth Craik explica que, en psicología ambiental, el "'paradigma de la
personalidad" contempla a la persona total como la unidad básica de análisis. Al
desarrollar el modelo de la persona total, se aplicó esta perspectiva holística de
la personalidad a un modelo del ambiente y la conducta (figura 11-2). La infor­
mación que proviene del ambiente es recibida, evaluada y codificada, mediante los
procesos psicológicos interrelacionados de la percepción ambiental, el conocimiento
ambiental y la formación de actitudes ambientales. Esta información "procesada"
se convierte luego en la base de la conducta del individuo hacia el ambiente, que
opera cómo un patrón interrelacionado de conductas individuales y sociales.
Este modelo de la persona total subraya que los procesos psicológicos mediante
los cuales las personas manejan el ambiente físico están altamente interrelacio­
nados ya que se apoyan y complementan mutuamente.
Un tema guía de la perspectiva adaptativa es la opinión de que la conducta
de las personas refleja la interacción que se da entre las características de la per­
sona y las características del ambiente. Este modelo interactivo de la conducta
está bien condensado en el clásica aforismo de Kurt Lewin, C = f(P, A); la con­
ducta es una función tanto de la persona como del ambiente. Aunque algunas
investigaciones interaccionistas han considerado a la persona como un objeto
pasivo ante las fuerzas ambientales, otros planteamientos han puesto énfasis
en que la persona y el ambiente tienen una relación transaccional, de manera que
el individuo conforma activamente las circunstancias ambientales al mismo tiempo
que recibe influencia del ambiente. Esta perspectiva del ambiente y la conducta
fue incorporada en un modelo transaccional, adaptado del trabajo de Albert Ban-
dura (figura 11-3), en el cual los efectos entre las variables ambientales, psicológicas
y de conducta, están representadas como recíprocas, pues cada variable influye y
es influida por las otras.
La perspectiva transaccional se ha utilizado para estudiar la conducta de
estudiantes en ambientes escolares, las consecuencias psicológicas del stress am­
biental, la conducta ambiental del anciano y los efectos del ambiente urbano en
el hombre. La perspectiva transaccional del ambiente y la conducta apoya la
participación interdisciplinaria en la planeación, el planteamiento pluralista del
diseño, así como la participación del usuario en el proceso de planeación.

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