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José Sbarra

El Beso del
Vampiro

Ilustraciones de Marcelo Elizalde


1.
Esta historia comenzó en Buenos Aires mucho tiempo antes de que Luisina y
Evelina soñaran con convertirse en cazavampiros profesionales.
Comenzó exactamente el día que la madre les dijo:
- Ni papá ni yo podremos tomarnos las vacaciones hasta dentro de una
semana, ¿se animan a ir solas? Evelina se atragantó con la porción de tarta
de frambuesa que estaba comiendo. Y Luisa preguntó:
- ¿Una semana solas en Mar de los Acantilados?
- Bueno –explicó la madre-, solas, solas no van a estar. En la casa de al lado
están los Gómez desde hace quince días. Y sé que estarán encantados de
recibirlas. Incluso, si de noche tienen miedo, pueden ir a dormir a la casa de
ellos.
Evelina terminó de tragar su tarta de frambuesas y preguntó:
-¿Y allá qué vamos a comer?
Pero Luisa le dio un puntapié por debajo de la mesa y dijo:
- Yo sé cocinar.
- ¡Puaj! –exclamó Evelina, atragantándose con la tarta por segunda vez.
- Si no te gusta mi comida, podés irte con los Gómez y comes con ellos;
salimos esta misma tarde. Mar de los acantilados, ¿allá vamos!
- ¿Están seguras de que no van a tener miedo? –preguntó la madre.
- Y las dos respondieron a coro:
- ¿Miedo, nosotras?
Así fue como en poquísimos minutos armaron sus bolsos y horas más tarde se
hallaban en un autobús rumbo a Mar de los Acantilados.

2.
Bajo una lluvia torrencial, Evelina y Luisina llegaron a Mar de los Acantilados.
Dejaron el equipaje en la casa y corrieron a saludar a sus vecinos, a contarles
que habían venido solas, sin sus padres, y a pedirles que las cuidaran.
Pero las cosas empezaron a salir de una manera diferente a lo esperado.
En la puerta de los Gómez había una nota dirigida a los padres de Eve y Luisi.

Queridos vecinos:
Nos fuimos a nuestra casa en las montañas porque nos cansamos de vivir
encerrados. Aquí no tuvimos ni un solo día de playa. Hace quince días que no
para de llover. Además, en la televisión y en los diarios dicen que hay un
vampiro. O sea que tampoco hemos podido salir a divertirnos por las noches.
Esperamos que cuando lleguen ustedes con sus encantadoras hijas, les toque
un tiempo mejor. Y ojalá que, para ese día, ya hayan atrapado a ese terrible
vampiro.
Adiós; hasta el próximo verano.

-¿Un vampiro? – se preguntó a sí misma Eve, y se quedó con la boca abierta en


forma de o, de la o final de la palabra vampiro.
-Me parece que los Gómez están tomando demasiado whisky –dijo Luisina. Y
agregó- vamos a comprar un diario para ver qué hay de cierto con respecto a ese
vampiro.
- Vayamos a la chocolatería de la esquina, quizás ahí tengan el diario de hoy y
alguna porción de torta; se me está despertando el interés por este tema –dijo
Evelina.
- ¿Se te despertó el interés o el hambre? –preguntó Luisi.
- Si me va a atacar un vampiro, prefiero morir después de haber comido una
exquisita porción de tarta de chocolate.

3.
La tarde continuaba envuelta en su perenne lluvia.
La chocolatería parecía ser el único lugar animado en todo el balneario.
Evelina debió conformarse con un chocolate con churros porque ya no quedaban
otros postres. Luisina le pidió un diario al camarero, pero los diarios habían
volado durante la mañana.
La noticia de la existencia de un vampiro era tan extraordinaria que la gente
había tomado la costumbre de coleccionar los periódicos.
Al salir de la chocolatería continuaba lloviendo pero, además, había sucedido un
fenómenos rarísimo en el cielo. Gigantescas nubes como alas de murciélagos
habían provocado un anochecimiento súbito.
Luisa y Eve caminaban esquivando charcos y con las cabezas semiocultas
debajo de un enorme paraguas azul.
De un portón cubierto por plantas trepadoras surgió la desagradable voz de un
desconocido:
- No es bueno que dos chicas hermosas anden solas por las calles de Mar de
los Acantilados.
- Sabemos defendernos – respondió Luisina sin mirar para ningún lado.
Y Eve agregó:
- Podemos defendernos muy bien tanto de un ladrón como de un asesino.
- ¿Y de un vampiro? – preguntó el desconocido haciéndose visible.
Un terrible relámpago iluminó los contornos de las negras nubes y éstas
parecieron más aún una bandada de murciélagos estampada en el cielo, en el
siniestro cielo de Mar de los Acantilados.
- ¿Ustedes cree en los vampiros? –preguntó Luisina, armándose de coraje.
- Todos en Mar de los Acantilados creemos en los vampiros. En este balneario
tenemos uno – respondió el desconocido interrumpiéndoles el camino a las
jóvenes hermanas.
- Me parece que usted mira demasiadas películas de terror, señor, y ahora si
no le molesta, hágase a un lado y déjenos pasar porque tenemos que irnos.
Luisina ya se estaba fastidiando. El extraño hombre seguía interceptándoles el
paso.
- Señoritas, insisto en que no es prudente que dos chicas jóvenes y hermosas
anden solas por las calles de Mar de los Acantilados.
- Gracias por su consejo, señor –dijo Luisi-, pero somos profesoras de Artes
Marciales. Yo soy karateka y mi hermana es campeona nacional de Yudo.
El desconocido se hizo a un lado y las jóvenes pudieron continuar su camino bajo
la lluvia, envueltas en una oscuridad que crecía minuto a minuto.
- ¿Cómo se te ocurrió decirle a ese tipo que sabíamos Artes Marciales? –
preguntó Eve al llegar.
- ¿Qué importa cómo se me ocurrió? Lo importante es que esa mentira impidió
que intentara hacerse el vivo con nosotras –respondió Luisina mientras
cerraba la puerta con dos vueltas de llave y aseguraba los pasadores.
Mientras tanto, se paseaba por el jardín una sombra envuelta en ráfagas de
lluvia.

4.
Al día siguiente, todos los turistas de Mar de los Acantilados amanecieron llenos
de espanto y pavor. La radio, la televisión y el diario locales comentaron esta
tremenda noticia:
“Una actriz que veranea en nuestras playas fue sorprendida anoche por el
vampiro en el Callejón de las Sombras. El sangriento agresor salió
sorpresivamente del oscuro jardín de una casa.
La atormentada actriz contó que alcanzó a verle nítidamente los colmillos, pues
éstos brillaban, esmaltados por las gotas de lluvia.
Incluso sintió el repugnante roce de su capa cuando el vampiro avanzó hacia ella
con intenciones de morderle el cuello.
La estrella de cine internacional cayó al suelo y perdió el conocimiento. Cuando
volvió en sí, pudo relatar lo sucedido a la policía local. Felizmente, el vampiro se
asustó por algún ruido proveniente del callejón que desemboca en la chocolatería
y huyó sin clavarle sus filosos y fatales colmillos.
Éste no ha sido el primer ataque del vampiro de Mar de los Acantilados y,
aunque nos cueste aceptarlo, tampoco será el último. Cuídese.”
Pero la gente, en vez de ocultarse en sus casas, salió a pasear por las calles. El
vampiro, en lugar de provocar pánico en la población, causaba un extraño y
singular entusiasmo.
Todos soñaban con verlo. Así es de curiosa la conducta humana.

5.
En la mansión más lujosa de Mar de los Acantilados intentaba pasar unas felices
vacaciones la multimillonaria señora Morris.
Pese a la lluvia torrencial, se hacía servir el desayuno en la glorieta que se
hallaba en medio de su parque privado.
Cuando el mayordomo le alcanzó el diario de la mañana, la multimillonaria y
excéntrica señora pasó por alto las noticias que mencionaban al vampiro de Mar
de los Acantilados. Lo único que le interesaba a la señora Morris era saber
cuándo pararía la maldita lluvia que le estaba arruinando las vacaciones y el
estreno de su traje de baño, comprado en la tienda más cara de Europa. De
modo que destrozó todas las páginas del diario con sus sanguinarias noticias de
vampiros hasta llegar a la última, donde estaban los informes sobre el tiempo.
Cuando la señora Morris, multimillonaria, delirante y turística, leyó en la sección
metereológica que continuaría lloviendo todo el verano, llamó al diario para
anunciarles que les haría un juicio multimillonario por daños y perjuicios. Ella no
estaba dispuesta a aceptar que un periodista mediocre arruinara sus vacaciones
en Mar de los Acantilados.
El periodista, verdaderamente confundido, le respondió:
- Señora Morris, usted no puede hacerme un juicio.
- ¿Y por qué no? – dijo la altiva señora Morris-, soy multimillonaria y además me
encantan los juicios con público.
- Señora, todo el mundo sabe que a usted le encantan los juicios…
- Y que soy multimillonaria –agregó la señora Morris.
- Sí, también sabemos que usted es multimillonaria y que vino a pasar sus
merecidas vacaciones en Mar de los Acantilados. Pero yo cumplo con mi
obligación de informar sobre el estado del tiempo y usted no puede hacerme un
juicio por eso –le contestó el periodista con toda su humildad.
-¡Sí que puedo! Vea, señor periodista, yo, antes de venir a esta mansión rutilante
que tengo aquí, viajé a Europa especialmente para comprarme el traje de baño
más caro del mundo y si llueve todo el verano como usted afirma, no me lo podré
poner, de modo que voy a declararle un juicio por daños y perjuicios –dijo con
altura y elegancia infinitas la señora Morris.
- Señora, si su problema es ése, yo le aconsejo que se tranquilice y que guarde
su traje de baño para usarlo el verano que viene –el ingenuo periodista intentó
calmarla.
Pero sólo consiguió que la señora Morris le gritara:
- ¡Qué tonterías más grandes tengo que escuchar! ¡Que clase de periodista es
usted que no sabe que yo, aparte de ser la mujer más multimillonaria soy
también la más superelegante del mundo!
Para el próximo verano mi traje de baño habrá pasado de moda y tendré que
hacerlo quemar.
- ¿Por qué en vez de quemarlo no se lo regala a alguna mujer que no tenga
dinero para comprarse ropa? – contestó el aturdido periodista.
- Cuando dije “quemarlo”, no me refería al traje de baño sino a usted.
Luego de escuchar estas palabras y el tono con el que fueron dichas, el
periodista trató de ser más claro con la vehemente multimillonaria.
- Señora, yo no invento las noticias sobre el clima, lo único que hago es
redactar el informe que recibimos todos los días del Servicio Metereológico
Nacional, ¿comprende ahora por qué le dije que no podía hacerme un juicio a
mí?... ¿Hola?... ¿Hola, señora…?
La señora Morris ya había cortado la comunicación y estaba pidiéndole (o más
exactamente: ordenándole) a la operadora que la comunicase con el Instituto
Nacional de Meteorología.

6.
Llovía, llovía y llovía.
¿Puede haber algo más terrible en la vida que estar de vacaciones y que llueve
todos los días? La respuesta es: sí. Lamentablemente hay cosas mucho más
terribles en el mundo. Pero, para dos chicas como Luisina y Evelina, la lluvia era
lo más terrible del mundo, la lluvia y el misterio del vampiro.
Luisina leyó el relato de la actriz que había sido atacada por el vampiro mientras
Evelina se atragantaba con tartas de guindas. Estaban en la chocolatería de la
esquina del Callejón de las Brumas en su cruce con el Callejón de las Sombras,
“un sitio de reunión tradicional en Mar de los Acantilados”, según anunciaban en
la publicidad todos los años.
- lo del vampiro es cierto –dijo Luisi levantando la vista del diario.
- ¿Quién lo dice? – preguntó Eve después de beber un sorbo para tragar un
bocado de tarta.
- Está en el diario, mirá –dijo Luisina.
- Podría ser una noticia falsa –comentó Eve desinteresándose.
- En la segunda página hay una foto del vampiro, no se lo ve totalmente, pero
se ve su cabello negro y la capa. Lo fotografió un turista mientras huía hacia
los médanos.
Luisina le pasó el diario a Eve para que viera la enigmática fotografía. Y luego le
dijo:
- Terminá tu desayuno que vamos a investigar seriamente el caso del vampiro.
- No creo que a mamá le guste que nos metamos en esta aventura – dijo Eve
tomando el último sorbo de su taza.
- A mamá tampoco le gustaría verte tomando tres tazas de chocolate y comiendo
cuatro porciones de tarta –sentenció Luisi.
-¿Por dónde empezamos la investigación? – preguntó Eve con sorna.
-Vayamos a la biblioteca y al archivo del diario local. Tenemos que juntar todos
los datos que podamos sobre el vampiro.
Un trueno subrayó la última palabra de la respuesta de Luisina.

7.
Mientras tanto en su lujosa mansión, la multimillonaria señora Morris se
comunicaba con…
- ¡Hola! Usted se ha comunicado son el Servicio Metereológico Nacional,
¡buenos días!
- ¡¿Buenos días?! –exclamó la señora Morris-, hace una eternidad que no para
de llover en este maldito balneario de Mar de los Acantilados y usted me
atiende el teléfono diciendo ¡”buenos días”!
- Es una manera de decir- contestó el empleado.
- Pues es una manera muy lamentable de decir – dijo la señora Morris.
- ¿Quién habla?
- Soy la señora Morris, la famosa multimillonaria, supongo que habrá oído
hablar de mí.
- Sí, sí, oí hablar mucho de usted, señora.
- Menos mal –dijo la multimillonaria Morris-, ya estaba pensando que usted se
la pasaba todo el tiempo estrujando nubes para arruinar el veraneo de la
gente.
- ¿A qué debo el honor de su llamada? – preguntó el inocente empleado.
- A que si no hace que pare de llover inmediatamente le voy a hacer un juicio –
sentenció la señora Morris.
- Pero señora…
- Nada de “peros”, o hace que para de llover o le haré un juicio que se lo voy a
ganar y lo obligaré a pagar hasta el último dólar que ha costado mi traje de
baño europeo.
- Pero…
- Le dije que nada de “peros”, ¿qué significa eso de que a usted se le dé por
anunciar lluvia y lluvia todo el tiempo? ¿Para qué quiere tanta agua? ¿Por
qué no hace llover en el campo así se riegan las lechugas en vez de hacer
llover aquí donde una multimillonaria sensible como yo necesita un poco de
sol?
- Pero, señora…
- ¡Cállese! No me diga nada, ¡usted no tiene corazón!
- Señora Morris, lamento mucho que la lluvia arruine su veraneo, pero no soy el
responsable de que llueva –consiguió decir el sencillo empleado del Servicio
Metereológico Nacional.
- ¡No mienta! En el diario me dijeron que es usted quien pasa esos nefastos
informes anunciando lluvia y más lluvia.
- Sí, el que informa soy yo.
- No lo niegue.
- Le estoy diciendo que sí.
- ¡¡¡No lo nieg…!!!, ¿cómo dijo? –preguntó por fin la multimillonaria señora
Morris.
- Dije que sí, que no lo niego, soy yo el que informa, pero no puedo hacer que
llueva ni que pare de llover…
El simple empleado trató de aclarar la situación pero fue interrumpido
nuevamente.
- ¡Entonces usted es un inútil! Dígame, ¿cómo se llama su patrón?
- Aquí no hay patrón, señora.
- ¿El Instituto Nacional de Meteorología no es privado? –preguntó la insistente
multimillonaria.
- No, señora, pero déjeme que le explique que la lluvia es un fenómeno
atmosférico natural que se produce debido a un…
La turística, delirante y multimillonaria señora Morris no alcanzó a escuchar
ninguna explicación científica. Ella buscaba el culpable de la lluvia, de modo que
ya le estaba pidiendo (mejor dicho: ordenando) a la operadora:
- Señorita, comuníqueme urgentemente con el Presidente del organismo
responsable del Instituto Nacional de Meteorología.
- El Instituto depende del Estado, señora –contestó la telefonista.
- ¿Y el Estado de quién depende? – insistió la multimillonaria.
- De todos los ciudadanos, del Congreso y del Presidente de la Nación.
Y entonces la multimillonaria y estrafalaria señora Morris ordenó:
Comuníqueme urgentemente con el Presidente de la Nación.

8.
Las ráfagas de lluvia golpeaban los ventanales de la Biblioteca Popular de Mar
de los Acantilados.
-¿Dónde tiro el chicle? – preguntó Evelina.
-En la entrada había un cesto, andá a tirarlo ahí- contestó Luisina mientras leía
ávidamente diccionarios y enciclopedias.
- Ya está –dijo Eve.
-¿Encontraste algo sobre vampiros? – preguntó Luisina sin levantar la vista de la
enorme enciclopedia en la que buscaba la v corta.
-No. Lo que encontré es algo donde poner el chicle –dijo Evelina.
-¿Un cesto?
- No. Lo pegué debajo de la mesa.
- ¡Aquí está! –exclamó Luisina.
-¿Mi chicle? – preguntó Eve.
-No. La definición de vampiro. Dice así:
”Murciélago de la familia de los filostomátidos, propio de las regiones tropicales
de Sudamérica. Mide hasta 40 cm. de envergadura y carece de cola. Dentadura
especializada, con incisivos superiores muy agudos y cortantes, con los cuales
abre ligeras heridas en sus presas, para succionar la sangre sin que éstas lo
adviertan. Realiza su tarea a partir de la hora del crepúsculo.”
- Yo encontré otra –dijo Eve y empezó a leerla:
“Vampiro: especie de quiróptero insectívoro que tiene fuertes caninos y molares
con puntas cónicas. Es un animal nocturno y pasa el día colgado cabeza abajo,
por medio de las garras de las extremidades posteriores. Se alimenta de insectos
pero también suele chupar la sangre de las personas y animales dormidos.”
Sólo encontraban definiciones de vampiro como animal y no como ser humano.
Hasta que…
-¡Aquí está! –anunció Luisi-, en el Diccionario de la Real Academia Española de
1970, dice así:
“Vampiro: espectro o cadáver que, según cree el vulgo de ciertos países, va por
las noches a chupar poco a poco la sangre de los vivos hasta matarlos.”
-Buenos, no es mucho lo que dice –argumentó Evelina algo decepcionada.
- Lo importante es que lo menciona, ¿comprendés?...
- No, no comprendo.
- Mirá, si la Real Academia Española acepta que en ciertos países existen los
vampiros, quiere decir que…
-Que estamos verdaderamente en peligro –dijo Eve interrumpiendo la
explicación de Luisi, y agregó un “mamáaa” que resonó en toda la tétrica sala de
la Biblioteca Popular de Mar de los Acantilados.
El bibliotecario clavó su mirada en Evelina como censurándola.
- Vámonos cuanto antes de aquí –dijo Luisi-, nunca vi una biblioteca oscura y
lúgubre como ésta.
Al salir, el bibliotecario les dirigió una mirada decididamente amenazante.

9.
El Presidente de la Nación tenía demasiado trabajo para interesarse por la lluvia
que arruinaba el veraneo de los turistas de Mar de los Acantilados.
Pero la señora Morris, multimillonaria y tesonera, insistió hasta la impertinencia.
El Presidente, que era una persona muy considerada, le prometió que firmaría un
decreto para ordenar que saliese el sol. Aunque le advirtió que la naturaleza rara
vez respeta los decretos presidenciales, la multimillonaria señora se quedó
bastante tranquila.
En realidad no la tranquilizó tanto el fabuloso decreto como una sugerencia que
le hizo el Presidente antes de despedirse.
El diálogo fue más o menos así:
- Haga una fiesta.
- ¿Cómo dice, señor Presidente?
- Que haga una fiesta.
- ¿Con esta lluvia, usted cree que estoy de humor para fiestas?
- La fiesta le cambiará el humor, señora Morris, hágame caso. Y si me invita, le
prometo que yo también asistiré.
- Gracias por la sugerencia, señor Presidente, pero mi problema es que me
compré un traje de baño espectacular y costosísimo en Europa y necesito
estrenarlo antes de que pase de moda.
- Mire, querida señora, a mí me gusta dejar contentos a todos los habitantes de
mi país, por eso le doy este consejo: decore su lujosa mansión con ramos de
globos amarillos, eso le dará una sensación de calidez y luminosidad, luego,
cuando todos los invitados hayan llegado, usted aparece en lo alto de la
escalera en traje de baño, ¿qué le parece la idea?
- ¡Es una idea rutilante, señor Presidente! Lo espero en mi fiesta y le deseo que
gane las próximas elecciones.

10.
Evelina y Luisina, empujadas por el viento y la lluvia, llegaron al diario local. Se
apropiaron de una fotocopiadora y empezaron a fotocopiar todos los artículos que
encontraron referentes a las apariciones vampirescas.
Ésta fue la primera noticia que se publicó sobre la terrorífica aparición:
“Una mujer rubia, bastante robusta y con expresivos ojos azules se acercó a nuestro
diario para relatar esta insólita historia: Ayer por la noche –dijo la víctima- salí a
caminar bajo la lluvia porque ya estaba harta de vivir encerrada en la casa que
alquilé para mis vacaciones. Caminar me pone de buen humor. Así iba yo
tranquilamente, como quien dice cantando bajo la lluvia, cuando escuché unos
pasos detrás de mí. El corazón empezó a latirme con más fuerza, como si fuese un
pájaro que quisiese escapar de mi pecho. Aceleré el ritmo d mi caminata, pero a mis
espaldas los pasos empezaron a sonar más rápidos. Me dije a mí misma: quizás no
me está siguiendo, quizás es un hombre que se apresura para escapar de la lluvia.
Entonces, para verificar si esta idea era cierta, me detuve sin mirar atrás. Pero para
mi espanto y horros, escuché que los pasos de mi perseguidor también se
detuvieron. Volví a caminar y, horros de los horrores, esos pasos volvieron a
sentirse a muy poca distancia. Ya no me cabían dudas. Un hombre extraño me
estaba siguiendo. Entonces me armé de coraje, me di vuelta y lo vi, ¡Dios mío!, vi
cómo venía hacia mí. El viento hacía flamear su capa negra. Vi sus ojos alucinados
y horribles. Vi sus colmillos que se le mojaban con la lluvia. Le grité: ¡deténgase,
tengo un arma en mi cartera! Pero no se detuvo, entonces saqué un pequeño
revolver que llevo siempre conmigo cuando salgo sola o cuando viajo en autobuses.
¡Le disparé una vez, dos veces, tres!, ¡¡¡cuatro!!! Pero él no moría, seguía
avanzando hacía mí con sus amenazantes ojos y sus sanguinarios colmillos. Me dije
a mí misma: “si no muere es porque efectivamente se trata de un vampiro o porque
erré todos los disparos. Yo nunca tuve buena puntería.
Fue entonces cuando recordé que en la cartera tenía también un crucifijo de oro y
plata que no uso porque se le rompió el cierre de la cadena. De lo puse delante de
los ojos cuando la bestia ya estaba por atacarme. Yo sabía, por el cine y por las
series de televisión, que los vampiros no soportan la imagen de la santa cruz. Lo
que sucedió fue verdaderamente horrible, el vampiro miró el crucifijo y toda su cara
se desfiguró, lanzó un grito de espanto y salió huyendo bajo la persistente lluvia.
Todavía me tiemblan las piernas y se agita mi corazón cuando recuerdo esa noche
tan espantosa. Mar de los Acantilados es realmente el balneario más espeluznante
del mundo.”
Ésta y otras terribles noticias fueron fotocopiadas por Evelina y Luisina.
Al salir del archivo del diario local descubrieron que, semioculto detrás de unas
columnas, alguien las había estado espiando. Y el terror que sintieron creció más
aún cuando vieron que quien las espiaba era nada más ni nada menos que el
misterioso encargado de la Biblioteca Popular de Mar de los Acantilados.

11.
La mansión de la señora Morris, la famosa multimillonaria, se hallaba en plena
ebullición con los preparativos de la gran fiesta.
La excéntrica señora daba órdenes a cada uno de los sirvientes.
- Usted, Rubén telefonee a todos los periodistas. Avíseles que sean puntuales
y que vengan vestidos con la mayor elegancia. No olvide aclararles esto
último, porque esa gente se viste de una manera espantosa.
- Discúlpeme, señora Morris, ¿pero para qué quiere que llame a los periodistas
si usted dijo que será una fiesta privada?
- ¡Ay, Rubén, cómo le cuesta entender mi vida! Es verdad, yo voy a dar una
fiesta privada, pero si no vienen los periodistas, ¿cómo se va a enterar el
público que di una fiesta privada? ¿Entendió ahora?
- No, pero no importa, señora.
Y con respecto a la decoración:
- Usted, Miriam, vaya a comprar globos para adornar esta fastuosa y carísima
mansión.
-¡Qué lindo, señora, voy a traer globos de todos los colores!
- ¡Ni se le ocurra, Miriam! Compre 444 globos amarillos. Solamente amarillos.
¿Usted comprende por qué tienen que ser amarillos?
- No, pero no importa, señora.
Y en cuanto a la comida:
- Usted, Edith, encárguese del menú.
- De acuerdo señora Morris, voy a hacer pizzas y milanesas.
-¿Usted se volvió loca?
- ¿Qué tienen de malo las pizzas y las milanesas?
- Nada, salvo que son vulgares, ordinarias, comunes, de mal gusto, repugnantes
y espantosas.
- ¿Prefiere la señora que haga un guiso de mondongo?
- ¡No, qué horror!
- ¿Guiso de lentejas, señora Morris?
- ¡Basta! O voy a desmayarme. Se trata de una fiesta para gente fina, van a venir
artistas, embajadores y hasta el Presidente de la Nación.
- ¿Le preparo empanadas, entonces?
- Pero no, Edith. Prepare salmón, truchas y mucho caviar. Y otra cosa muy
importante: no le ponga ajo a la comida.
- Eso es muy peligroso en este balneario señora Morris.
- ¿Qué tontería está diciendo?
- Señora, los que vivimos aquí sabemos que en el Mar de los Acantilados hay…
hay… hay…
- ¿Qué hay, Edith? Hable de una vez.
- Hay va… va… va…
- ¿Hay vacas?
- No, señora Morris, algo peor, hay va… va… va…
- No me haga perder el tiempo en tonterías, Edith, adiós.
- ¡Hay vampiros! –alcanzó a decir finalmente la temblorosa sirvienta.
Pero la rutilante millonaria no escuchó esas palabras porque ya estaba dándole
indicaciones al jardinero para que le pusiera paraguas transparentes a todas las
flores del parque.

12.
En la chocolatería, “un sitio de reunión tradicional en Mar de los acantilados”, Eve
y Luisi reponían energías. Luisi con un jugo de naranjas y un sándwich tostado,
Eve en cambio iba ya por el tercer chocolate mientras atacaba una tarta de
crema con duraznos.
Afuera, como de costumbre, seguía lloviendo.
Entre bocado y bocado, las hermanas iban comentando las noticias que habían
conseguido reunir y todo lo que aún les faltaba saber sobre os casos de
vampirismo. En eso estaban cuando un extraño se les acercó a ellos.
- Perdonen, señoritas, pero no pude evitar escuchar parte de su conversación.
Me pareció oír que buscaban información sobre vampiros. Yo creo que puedo
ayudarlas.
- Se lo agradecemos muchísimo – se apresuró a decir Luisina-, pero nuestros
padres nos esperan en casa y ellos podrán completar la información que nos
falta.
Las chicas se pusieron de pie para salir de la chocolatería.
- Adiós, señor –dijo Eve al pasar junto al extraño.
- Tome esto –le murmuró el hombre mientras le daba una tarjeta-, si quieren
conversar conmigo en otra ocasión, pasen por mi casa.
La tarjeta era negra y en letras rojas decía:
Conde Alucárd
Callejón de las Sombras 666
Mar de los Acantilados

13.
Las gotas de lluvia se deslizaban por los cristales de la mansión rutilante y
lujosísima de la multimillonaria señora Morris.
En el inmenso Living todos los sirvientes estaban reunidos y le decían a la
señora:
- Señora, ni aunque nos pagara el doble de lo que ganamos nos quedaríamos
un minuto más en esta mansión.
- ¿Pero, ustedes se volvieron locos o la lluvia les humedeció el cerebro?
¿Cómo me van a dejar ahora que ya mandé las invitaciones para mi fiesta
espectacular? –preguntó, indignadísima, la señora Morris.
- Tenemos miedo de que los vampiros vengan a la fiesta.
- Pero, ¿ustedes deliran o comieron cemento y arena? ¿Qué les hace pensar
que yo haya invitado a algún vampiro?
- Probablemente usted no lo sepa, señora Morris, pero hay gente que parece
muy normal, pero en realidad son vampiros.
La multimillonaria señora Morris se reclinó en un sillón de terciopelo rojo como la
sangre y dijo:
- Estoy desolada, la fiesta es mañana por la noche, ¿qué puedo hacer?
Entonces la cocinera le dio la solución:
- contrate una brigada de cazavampiros.
- ¿Si contrato a esos cazavampiros, ustedes trabajaran para mí?
- En ese caso, sí – respondieron reanimados los sirvientes.
- Ya mismo telefonearé al diario para pedir un aviso pidiendo cazavampiros.

14.
La conversación de la señora Morris con el periodista local no empezó en términos
muy cordiales:
- Señora, ¡basta!, ya le dijimos que no podemos hacer nada para detener la
lluvia.
- No abra su bocaza antes de tiempo, no llamo por la lluvia. Llamo para poner
un aviso en su estúpido diario.
- ¿De qué tamaño quiere que sea el aviso?
- Lo más grande que se pueda, por supuesto, soy una mujer multimillonaria.
- Podría ser de una página entera, señora, pero le va a salir muy caro.
- Entonces póngalo de dos páginas para que me salga más caro todavía,
¿acaso no le dije que soy multimillonaria?
- Sí, señora Morris, está bien, señora Morris, como usted diga, señora Morris.
- Ahora parece que nos estamos entendiendo mucho mejor –dijo satisfecha la
multimillonaria y exigente señora Morris.
- ¿Y qué quiere poner en el aviso?
- Tome nota: “Necesito Brigada Cazavampiros para custodiar fiesta de gente
finísima. Presentarse esta misma noche en mi lujosa y costosísima mansión
del Callejón de los Médanos 777".
- ¿Es un chiste, verdad, señora Morris?
- No es ningún chiste. Mis sirvientes no quieren trabajar si no pongo una
custodia contra la posible intromisión de un vampiro, así que deje de reírse y
ponga el aviso hoy mismo.
- Señora, yo pienso…
- Usted deje de pensar y ponga el aviso hoy mismo o haré que lo despidan por
coartar la libertad de expresión de una indefensa mujer.
- Es que la última edición de hoy ya salió a la calle.
- Eso se resuelve muy fácilmente, señor periodista, publique una edición
extraordinaria y listo.
- Pero, señora Morris, eso le va a costar miles y miles de dólares porque la tinta
y el papel y…
- ¡Ya cállese! Si no veo el diario con mi aviso en media hora haré que lo
despidan sin piedad, ¡infeliz!
El periodista, ofendido, quiso responder al agracio de la multimillonaria señora
Morris, pero cuando abrió la boca para hablar, la multimillonaria señora Morris ya
había cortado la comunicación y estaba ordenándole al mayordomo Héctor, que
fuese a comprar la edición extraordinaria del diario de Mar de los Acantilados.

15.
EL diariero gritaba bajo la lluvia: “¡Edición extraordinaria de Mar de los
Acantilados! ¡Insólito anuncio a todo el balneario! ¡No se lo pierda!”
- ¿Anunciará que va a salir el sol? –preguntó Evelina.
- No sé –dijo Luisi-, por las dudas, voy a comprarlo.
- Te acompaño y lo leemos en la chocolatería –dijo Eve y salieron juntas bajo el
paraguas azul.

Ya en la chocolatería, Eve se interesó más por la mesa de los dulces que por el
diario. Luisi terminó de leer el anuncio pidiendo cazavampiros y la tomó del brazo
antes de que ésta pudiese elegir una porción de tarta.
- Eve, mirá.
- ¿Qué tengo que ver? – preguntó Eve fastidiada.
- Este aviso –respondió Luisina.
- ¿Y qué tiene que ver eso con nosotras?
- Ay, Evelina, tienen mucho que ver. Aunque no te des cuenta, ésta es la
solución para salvarnos del aburrimiento en este lluvioso balneario.
- ¿Cazar vampiros? –preguntó Evelina con un ojo en el diario y otro en la mesa
de los dulces.
- Así es –respondió Luisi-, cazar vampiros.
- Pero si vos y yo no sabemos nada de cómo cazar vampiros –dijo Evelina.
- Pero tengo una brillante idea, vení, seguime.
Y Eve, lamentando abandonar la compañía de tan sabrosas tartas, siguió a su
hermana que la condujo directamente hacia el Callejón de las Sombras número
666, la casa del misterioso conde Alucárd.

16.
Otra noche de tormenta se ceñía sobre la ciudad balnearia Mar de los
Acantilados. En su fastuosa y valiosísima mansión, la multimillonaria señora
Morris estaba desconsolada.
- Mañana es la fiesta –decía-, y todavía no ha llamado ningún cazavampiros,
¿cómo puede ser?
- Es un trabajo difícil y arriesgado, señora –dijo un sirviente.
- Yo hice en mi vida toda clase de trabajos y algunos eran mucho más terribles
que cazar vampiros –exclamó la desconsolada multimillonaria-. Es como digo
siempre: trabajo hay, lo que pasa es que la gente no quiere trabajar.
- ¿Qué clase de trabajos terribles hizo usted, señora? – preguntó otro de los
sirvientes.
- Tuve que organizar festivales a los que concurrían personas que se vestían
horriblemente, tuve que cortar cintas para dejar inauguradas fábricas en
provincias tan frías que ni siquiera mis espectaculares pieles alcanzaban para
abrigarme. Y otras veces, tuve que firmar cheques, tantos cheques, que se
me saltaba el esmalte de las uñas. ¡Qué ingrata es la vida! Ahora yo pido
unos simples cazavampiros y nadie responde.
- No se desespere, señora –dijo una sirvienta.
- ¡Esto es una catástrofe! ¡Estamos a veinticuatro horas de mi fiesta y sin un
miserable cazavampiros!
- Ya aparecerán, señora –dijo un cuarto sirviente- si cazan vampiros es muy
probable que trabajen de noche solamente.
- Ésa es una deducción muy inteligente, usted no parece sirviente mío, voy a
aumentarle el sueldo ya mismo.
- Usted es muy generosa, señora –dijo el sirviente.
- No es eso, es que tengo tanto dinero que no sé cómo gastarlo.

17.
En lo alto de un médano se erguía una antigua casa con aspecto de iglesia en
ruinas. Parecería que el viento la había torcido hacia un costado. Un relámpago
iluminó el número. Era el 666 del Callejón de las Sombras.
- Es aquí – dijo Luisina-, entremos.
- Yo vuelvo a la chocolatería –exclamó Eve con voz temblorosa.
- ¿Tenés miedo? –preguntó su hermana.
- ¿Miedo, yo? Lo que tengo es hambre, adiós.
- ¡Evelina, no seas cobarde!
- Yo no, no… yo no, no… yo no, no soy ninguna cobarde es que… -justo en
ese momento se abrió la puerta del siniestro caserón del conde Alucárd.
Pero parecía haberse abierto sola, por arte de magia, porque no había nadie,
absolutamente nadie cerca de la puerta.
- Bienvenidas, señoritas – dijo una lúgubre voz desde el oscuro interior-, el
conde las está esperando desde ayer.
- A quien quiera que haya hablado le pido que le advierta al señor conde que
antes de venir aquí hemos pasado por la comisaría local –mintió Luisi,
mirando hacia la penumbra desde donde había surgido la misteriosa voz.
- Han hecho muy bien, el comisario es un gran amigo del conde, pasen, por
favor – contestó la voz.
Entraron en un salón iluminado con velas y con la luz de los relámpagos que se
encendían segundo tras segundo contra los altísimos ventanales.
El conde estaba sentado en un sillón gigantesco y ellas se sentaron frente a él en
dos pequeñas butacas.
- ¿Cuál es su oficio, señor? – preguntó Evelina, intentando olvidar el miedo y
las tartas.
- Mi oficio es ser conde – respondió Alucárd mientras acariciaba un gato
siamés que dormía en sus brazos.
- Conde es un título nobiliario, no un trabajo – aclaró Luisina.
- Bueno, veo que son chicas muy inteligentes, digamos entones que soy un
mago.
- ¿De veras es usted mago? –preguntó Eve.
El conde Alucárd en vez de responder, le dijo a su gato:
- A ver Dubidubi, si soy mago de veras, mové dos veces la oreja izquierda.
Y sin que lo tocara, Dubidubi, el gato del conde, movió dos veces la oreja
izquierda.
- ¿Y cómo sé yo que ustedes son de verdad dos jovencitas inocentes y no dos
vampiros que vienen de siglos pasados a buscar a sus víctimas en la playas de
Mar de los Acantilados?
- Podemos mostrarle nuestros documentos – respondió Evelina.
- Podrían ser falsos – dijo el conde.
- Ya sé cómo puede convencerse de que no somos vampiros –dijo Luisina.
- ¿Cómo? – preguntaron juntos Eve y el Conde mago Alucárd.
- Es muy sencillo – fue la respuesta de Luisina-, puede preguntárselo al gato.
- A ver Dubidubi –dijo el conde mago-, si estas chicas dicen la verdad, mové
dos veces la oreja izquierda y una vez la derecha.
Y Dubidubi, el gato mágico, movió dos veces la oreja izquierda y una vez la
derecha.
Cuando salieron de su asombro, Eve preguntó intrigadísima:
- ¿Usted nació mago o se hizo mago después?
- La magia es algo que se aprende – respondió el conde-, nadie nace mago.
- ¿Y vampiro? –indagó Luisi-, ¿se nace o se vuelve después?
El conde mago Alucárd siguió a su gato como si no hubiese escuchado la
pregunta.
Luego de un incómodo silencio, Eve preguntó:
- ¿Es verdad lo que usted dijo?, ¿eso de que sabía mucho acerca de los
vampiros?
- Así es –dijo secamente el conde.
- Mi hermana Luisina y yo queremos aprender a detectar, atrapar y eliminar
vampiros – le aclaró Evelina.
- ¿A qué se debe el interés? –preguntó el conde mago Alucárd.
- La famosa multimillonaria Morris puso un aviso en el diario pidiendo
cazavampiros y queremos ofrecernos para hacer ese trabajo –respondió
Luisina.
- Sería una aventura fascinante para nosotras dos –agregó Eve.
El conde dejó a Dubidubi en el sillón y se dirigió hacia un antiguo baúl de madera
con incrustaciones de piedras rojas y azules, con un ligero aspecto de ataúd.
Eve y Luisi se tomaron de las manos.
- Aquí tienen –dijo el conde mago Alucárd-, lean este manuscrito fuera de esta
casa y que tengan mucha suerte.
Luisina tomó el sobre marrón y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.
- Gracias por su amable colaboración – dijo Luisi y con la mirada le hizo una seña
a Eve para que se pusiera de pie y tomara el paraguas.
- Antes de irnos –dijo Eve-, me gustaría saber cómo hace para que Dubidubi le
conteste.
- Bien, veamos, Dubidubi, si querés que les diga a estas chicas el secreto mové
una oreja. Y si querés que no sepan nada, mové las dos.
Eve y Luisi cruzaron los dedos para que Dubidubi moviera una sola oreja.
Movió las dos.
Se despidieron de su misterioso maestro en magia y en vampirología y salieron
del oscuro caserón.

18.
La chocolatería estaba llena de voces, humo y música. Todos buscaban
encontrase con amigos, enterarse de las últimas noticias, protegerse de la lluvia
y de los vampiros.
Luisi y Eve se sentaron en la mesa más alejada y entre tazas de chocolate y
tartas, abrieron el sobre marrón que contenía el misterioso manuscrito sobre
vampirología.
Mientras Evelina atacaba las tartas, Luisina leyó y grabó en su memoria las
INSTRUCCIONES PARA DETECTAR, ATRAPAR Y ELIMINAR VAMPIROS.

Primero: COLMILLOS
Es fundamental que aprendas a detectar rápidamente a un vampiro. Una señal
inconfundible son los colmillos. Cuando veas a alguien con la boca cerrada, y
sospeches que se trata de un vampiro, contále el chiste más divertido que
recuerdes. Pese a su aspecto pálido, los vampiros son muy sensibles al humor.
Mirá su boca cuando se ría. Si tiene los colmillos largos y puntiagudos… ¡Acabás
de detectar a tu primer vampiro!

Segundo: ESPEJOS
Un vampiro no se refleja en los espejos. No sé qué sentirá su coqueto corazón
de vampiro, ni cómo hará para peinarse si no puede verse en los espejos, pero
eso no debe reblandecer tu coraje de cazavampiro. Lo importante es que lleves
con vos un espejo a todas partes. Ante el primer sospechoso de vampirismo sacá
el espejo y ponéselo enfrente de sus narices. Si no se refleja nada… ¡Vampiro a
la vista!

Tercero: AJOS
Nadie que se precie de ser un auténtico vampiro soporta el olor de los ajos. Si
invitaste a cenar a un sospechoso, servíle comida con mucho ajo. Si tu invitado
se pone de pie con cara de espanto y dice que tiene que marcharse rápidamente,
no lo permitas… ¡Seguro, has puesto en descubierto a un temible vampiro!

Cuarto: SOL
Una táctica bastante práctica para atrapar y eliminar a un vampiro es la siguiente:
debes retener al sospechoso hasta el amanecer y abrir sorpresivamente una
ventana. Si esa persona es simplemente una persona común, no pasará nada.
Pero si se trata de un vampiro, bastará con que un inocente rayito de sol lo toque
para que quede reducido a un puñado de cenizas. El trabajo que debés hacer
después, es bien sencillo: tomas una escoba, lo barrés, lo juntás con una
pequeña pala y… ¡Vampiro a la bolsa de basura!

Quinto: ESTACA
Si no tenés tiempo de esperar hasta que amanezca, hay otra técnica para
eliminarlo. Inútil sería que trataras de eliminarlo a puñetazos, con cuchillos o
balas. No le hacen nada. Ni siquiera lo ofenden. Lo que tenés que hacer es
dirigirte al bosque más cercano en busca de una buena y dura madera. Después,
con un hacha y mucha fuerza, deberás sacarle punta. Entonces tendrás una
filosa estaca. Volvés inmediatamente al sitio donde tenías a tu vampiro y… ¡se la
clavás en el corazón!

Sexto: NO LO OLVIDES
* Los vampiros huyen si ven un crucifijo.
* Solamente podrás encontrarlos de noche
* Entran a las casa únicamente si fueron invitados. Por eso debés tener especial
cuidado en seleccionar a los amigos que invitás a tu casa.
* El aspecto general de un vampiro es el de un hombre muy elegante, aunque un
poco pálido. Lo mismo ocurre en el caso de un vampiro mujer.

Último: AVISÁME
En los pasos anteriores te he enseñado cómo detectar, atrapar y eliminar a un
vampiro. Lamentablemente yo nunca pude encontrar un vampiro, salvo en las
películas o en los libros. Si tenés más suerte que yo y encontrás alguno, te lo
pido por favor, avisáme.

Conde Alucárd

Luisina y Evelina repitieron varias veces la lectura de tan antiguo, sabio y útil
cuadernito y, decididas a conseguir el empleo de cazavampiros, partieron rumbo
a la dirección que decía el anuncio del diario.
Al salir a la calle se asustaron al ver las negras siluetas de los turistas que
paseaban pese a la oscuridad amenazante de la noche y pese a que como de
costumbre, llovía.

19.
En la lujosa mansión de la señora Morris, la multimillonaria, continuaban todos en
el living esperando la llegada de los cazavampiros.
Evelina y Luisina llamaron a la puerta.
El mayordomo que las recibió le anunció a la señora Morris:
- ¡Aquí están!
- ¿Quiénes están? ¿Los cazavampiros? –preguntó la excéntrica millonaria.
- ¡No1 –corrigió el mayordomo-, “las” cazavampiros.
- ¡¿Son mujeres?! –preguntó sorprendida la señora Morris.
- ¡No! –aclaró el mayordomo-. Son niñas.
- ¡Que pasen! ¡Que pasen! –exclamó la desesperada señora.
Luisina y Evelina entraron al fastuoso living dejando un reguero de barro y agua a
su paso. Se sentaron frente a la señora Morris y su séquito de sirvientes.
Empezó a hablar Luisina:
- Nosotras, mi hermana y yo, nos llamamos Luisina y Evelina, y vinimos por el
trabajo de…
- ¡Están contratadas! –exclamó triunfalmente la señora-. ¡A nadie se le ocurrirá
sospechar que dos chicas tan bonitas puedan ser cazavampiros! ¡Y mi fiesta
será un éxito! Las espero mañana.
- Ya iban a partir cuando la señora Morris las detuvo con una pregunta:
- ¿Cómo es que dos chicas tan jóvenes saben descubrir y cazar vampiros?
- Y Eve respondió:
- Todo lo que sabemos lo hemos aprendido del conde Alucárd, que vive en el
Callejón de las Sombras 666.
- ¡Un conde! –exclamó la señora Morris-. ¡Ya mismo lo invitaré a mi fiesta! Una
fiesta para ser realmente elegante tiene que tener, por lo menos, un
embajador, un presidente y un conde… Y, por supuesto, una anfitriona
multimillonaria.
Cuando las hermanas cazavampiros se despidieron de la estrambótica señora,
ésta ya estaba pidiéndole (ordenándole) a la telefonista que la comunicara con la
casa del conde Alucárd.

20.
Al salir de la mansión de la multimillonaria Morris, las jóvenes cazavampiros se
cruzaron con una verdadera multitud de turistas.
Ya era avanzada la noche y sin embargo la gente paseaba bajo la lluvia como si
fueran las seis de la tarde y hubiese sol.
Todos ansiaban ver al vampiro.
Pese al horrible clima, el balneario Mar de los Acantilados se estaba convirtiendo
en el más exitoso de toda la costa marítima.
Las espeluznantes noticias que transmitían los diarios y la televisión, en lugar de
alejar a los turistas, los atraían más.
Evelina y Luisina miraban con asombro la invasión de turistas que parecía
aumentar minuto a minutos.
Las compañías de autobuses habían duplicado sus servicios. El aeropuerto que
recibía apenas un vuelo por mes, se vio atestado de compañías aéreas que
enviaban sus jumbos desde los puntos más alejados del país. Incluso las
aerolíneas aéreas internacionales debieron incluir al balneario en sus vuelos.
Los anuncios decían: “Vuele de París a Mar de los Acantilados sin escalas”,
“Transilvania Mar de los Acantilados por sólo cincuenta dólares y un sachet de
sangre”, “Vuelos directos de Hong Kong a Mar de los Acantilados, incluyen
paseos guisados por las rutas del vampiro”.
Mar de los Acantilados se convirtió en el lugar de moda. La revista Caras
Famosas publicó una nota titulada: “Los millonarios y los vampiros veranean en
Mar de los Acantilados”.
La fiesta de la señora Morris y su extravagante anuncio en el diario local pidiendo
cazavampiros ayudaron también a extender la fama.
Los creyentes en vampiros llegaban con toda la ilusión de confirmar su fe y los
incrédulos arribaban para convencerse de que los vampiros sólo existen en la
imaginación de las personas sugestionables. Pero, por una u otra razón, todos
terminaban gastando su dinero, sus paraguas y sus vacaciones en Mar de los
Acantilados.
Eve y Luisi, sin salir todavía de su asombro por tatos acontecimientos juntos, se
abrieron paso entre la multitud y se fueron a dormir.

21.
Amaneció lloviendo, para variar, lloviendo.
El cielo negro, como si la luz del día hubiese dejado de existir.
Cuando abrió el supermercado de Mar de los Acantilados, las primeras clientes
fueron Evelina y Luisina.
Recorrieron todos los pasillos con un carrito al que iban llenando de espejos,
estacas de madera, martillos, ajos, escobas, palas y crucifijos.
La cajera las miró sorprendida por la extraña compra que habían realizado las
chicas.
Pero no sólo la mirada de la cajera se posó sobre ellas. Durante todo su paseo
por el supermercado un hombre las siguió, vigilándolas. Luisina y Evelina
pensaron que se trataría de algún guardia de seguridad. No lo vieron cerca, por
lo tanto no pudieron descubrir que se trataba del misterioso encargado de la
biblioteca de Mar de los Acantilados.
La calle estaba oscura pese a ser pasadas las nueve de la mañana.
En la puerta de su casa las esperaba una desagradable sorpresa. Las paredes
estaban pintadas con leyendas:
“Váyanse de aquí”. “No queremos que busquen al vampiro”.
“Desaparezcan o se van a arrepentir”. “Fuera de Mar de los Acantilados”.
Pidieron consejo al camarero de la chocolatería y éste les recomendó que
hicieran caso a los carteles y que se olvidaran del vampiro. Le pidieron su opinión
al diariero y también éste les sugirió que se fueran de Mar de los Acantilados.
Pero lo peor de todo fue que el mismo comisario les aconsejó que se alejaran del
caso del vampiro si querían terminar sus vacaciones en paz.
Todas las amenazas, advertencias y recomendaciones no hicieron otra cosa que
reafirmar en su vocación de cazavampiros a Luisina y Evelina. La auténtica
aventura recién estaba por comenzar.

22.
Evelina y Luisina ya tenían todo listo para el trabajo que llevarían a cabo esa
noche en la fiesta de la multimillonaria y sofisticada señora Morris.
Mientras almorzaban, Eve preguntó:
- ¿Crees que el vampiro se presentará esta noche en la fiesta?
- No lo creo –respondió Luisina-, estoy absolutamente segura.
- ¿Por qué estás tan absolutamente segura? – indagó Eve.
- Porque sé quién es el vampiro –dijo Luisi y agregó- ¿sabés qué significa
Alucárd?
- Sí –respondió Eve-, es un apellido como Morris o Gómez.
- Intenta pronunciar al revés los apellidos Morris y Gómez –dijo Luisi.
- Es fácil, Morris es Sirrom, y Gómez es Zemóg, ¿qué tiene de raro eso?
- Ahora intenta pronunciar al revés Alucárd.
- No entiendo dónde está lo misterioso, pero si te hace feliz, lo haré, Alucárd al
revés es… Drá… ¡Drácula!
- Eso es lo que descubrí –explicó Luisina-, ya me parecía raro que supiera
tanto sobre vampiros, pero cuando descifré la clave de su apellido me
convencí absolutamente. El conde Alucárd es el vampiro que vamos a atrapar
en la fiesta de esta noche.
- Pero si es un vampiro –pensó Eve en voz alta- ¿por qué nos ayudó a
convertirnos en cazavampiros?
Y Luisi encontró la respuesta:
- Para saber de quién tendrá que cuidarse, si aparecía una brigada
cazavampiros le habría resultado más difícil salvar su pellejo. Habrá pensado
que a dos chicas como nosotras le iba a ser muy fácil engañarlas. Pero se va
a llevar una terrible sorpresa.
23.
La fabulosa mansión de la señora Morris estaba tan iluminada que parecía un
incendio bajo la lluvia.
No cesaban de llegar invitados de todas partes de la ciudad, del país y del
mundo.
Los jardines parecían el predio de la Exposición Internacional de los autos
más lujosos y sofisticados del planeta.
Los sirvientes corrían con gigantescos paraguas de gajos rojos y dorados
para acompañar a los importantísimos invitados hasta la puerta de la
mansión.
Recibían a bellísimas actrices del cine y de la televisión, a deportistas
famosos, a personalidades de la política y entre ellos, a Evelina y Luisina, las
flamantes cazavampiros.
La fiesta se hallaba en todo su esplendor, afuera la lluvia como de costumbre,
pero adentro, gracias a los enormes racimos de globos amarillos, reinaba un
clima de calidez y de alegría veraniega.
En el living de la mansión, entre la infinidad de invitados elegantes como el
embajador de Transilvania y el Presidente de la Nación, se encontraban
también el sospechoso conde Alucárd, el comisario de Mar de los
Acantilados, el misterioso bibliotecario, el diariero y hasta el dueño de la
chocolatería.
Súbitamente, la música aumentó su volumen y en lo alto de las escaleras, con
un ramo de rosas amarillas, con joyas de oro hasta en los tobillos y con su
traje de baño comprado en Europa. Apareció la multimillonaria y sofisticada
señora Morris.
Todos aplaudieron y cuando la señora Morris descendió la rutilante escalera,
empezaron a bailar la cumbia que estaba de moda en ese momento.
Eve y Luisi estaban convencidas de que Alucárd era el famoso y legendario
conde Drácula o si no, algún vampiro, quizás menos popular, pero con las
mismas sangrientas intenciones.
Un grupo de jóvenes se acercó a Luisi y la distrajeron con una serie de
bromas. A Eve la distrajo a su vez una mesa de tartas multicolores.
Aunque las cazavampiros sospechaban del conde Alucárd, no por eso
dejaban de observar a todos los invitados.
Se repetían mentalmente las instrucciones que habían estudiado y las
aplicaban en la conversación con cada uno de los personajes que hablaban.
También suponían que podría haber más de un vampiro, de modo que, todos
los hombres, excepto el Presidente, resultaban sospechosos. Todos vestían
elegantemente y tenían aspecto pálido ya que había estado lloviendo
permanentemente en Mar de los Acantilados y zonas aledañas.
Ahora que creían en los vampiros (y que estaban capacitadas para vencerlos)
empezaban a mirar a la humanidad con otros ojos.
No descartaban tampoco que hubiese una vampiro femenina. De modo que
sus cerebros y sus sentidos trabajaban a mil por segundo.
La bailanta de los ricos y famosos estaba en lo mejor cuando un aterrador
grito retumbó en toda la casa.
El alarido provenía de una sala contigua al living. Y la voz era la de la
multimillonaria señora Morris.
Eve y Luisi automáticamente miraron hacia todos los ángulos del living
buscando al conde Alucárd. No lo encontraron.
Velozmente se dirigieron hacia la habitación de la cual había surgido el
desgarrador grito.
La escena que vieron ahí fue terrible: la señora Morris yacía desmayada en el
suelo con dos puntos tojos en su cuello y el conde Alucárd estaba de rodillas
junto a ella.

24.
Cuando los enfermeros atravesaron el bailantero living empujaron la camilla
con la señora Morris, los invitados continuaron danzando alegremente
convencidos de que se trataba de alguna broma de la excéntrica
multimillonaria.
Mientras tanto, en la habitación del crimen:
- Tenemos que hablar seriamente con usted, conde Alucárd –dijo Luisi.
- ¡Van a dejar escapar al vampiro! –exclamó el conde.
- El vampiro es usted –acotó Evelina.
- Se equivocan. Yo estaba por atraparlo, pero huyó por la ventana.
- ¿Y qué hacia usted junto a la señora Morris? –pregunto Eve.
- Me disponía a realizarle respiración boca a boca –dijo el conde.
- ¿Respiración boca a boca o colmillo a cuello? –dijo irónicamente Luisi.
- ¿Por qué dudan tanto de mí?
- Porque hemos descifrado la clave de su nombre –contestó Eve.
- Debí suponerlo –empezó a decir el conde-, pero eso es una tontería,
¿ustedes creen que si verdaderamente yo fuese un vampiro, iba a ponerme el
nombre de Drácula escrito al revés?
- No nos dejaremos envolver por sus argumentos, señor conde.
- Pero, además tenemos otra prueba –dijo Eve sorpresivamente, dejando
boquiabiertos al conde y a Luisi.
- No pueden tener ninguna prueba porque yo no soy un vampiro.
Provocando un efecto digno de una película de detectives con jueces, abogados
y juicios llenos de suspenso, Eve desplegó un collage que había realizado a
escondidas de Luisina. En la lámina había recortado y pegado todas las fotos
que los turistas habían logrado obtener del vampiro de Mar de los Acantilados.
Una verdadera obra de arte, armada con pedazos de perfiles y con fotocopias
ampliadas. En ella se veía claramente la cara del conde Alucárd.
- ¿Qué puede decirnos ahora? –preguntó Eve triunfante.
- Que soy inocente, sométanme a la prueba del ajo si quieren –dijo el conde.
- No sólo olió los ajos sin inmutarse, sino que también comió algunos dientes
sin protestar, como si fuesen gajos de mandarina.
- -Puede haber tomado algún antídoto –dijo Luisi.
Entonces Evelina sacó el crucifijo de su cartea y el conde no sólo lo miró sino
que también lo besó y se persignó frente a él.
- ¿Se convencieron de mi inocencia ahora?
- No –respondió Eve.
Y luisi agregó:
- Usted es mago, señor Alucárd, todas estas cosas podrían ser trucos de
magia.
- Yo no soy mago, sé hacer algunos trucos sencillos, pero no soy un mago, eso
de los dije para divertirme con ustedes –respondió el conde Alucárd-, les
repito que el verdadero vampiro huyó por esa ventana y si no lo encuentran
rápidamente, podría atacar a alguien más.
- Nosotras vimos cómo su gato respondía las preguntas que usted le
formulaba, ¿o va a negarlo? –inquirió Evelina.
- Dubidubi no respondía nada –dijo el conde.
- ¿Entonces por qué movía las dos orejas cuando usted se lo pedía? –preguntó
Luisi.
- ¿Si les contesto eso, me prometen que vamos a ir ya mismo en busca del
vampiro?
- Si su respuesta es convincente, sí –afirmó Luisina.
- Cuando quiero que mi gato mueva una oreja le soplo sin que nadie lo note y
él mueve la oreja cuántas veces yo quiera. ¡Y eso demuestra mi inocencia,
vamos!
- ¡Un momento! –lo detuvo Eve-. Eso demuestra que usted no es mago, pero…
¿y las fotos?
- Eso no puedo responderlo, señoritas.
- Entonces tendremos que clavarle una estaca en el corazón –amenazó
Luisina.
- No podrán hacerlo solas.
- Basta con que Eve pida ayuda en el salón y todos esos hombres tendrán
mucho placer en acabar con el vampiro de Mar de los Acantilados.
- No, por favor, no hagan eso.
- Entones explique lo de las fotografías porque se nos está acabando la
paciencia –ordenó Eve.
- Está bien, es verdad, el de las fotos soy yo. Pero no soy un vampiro.
- ¿Cómo es eso? –preguntó Luisina.
Y el conde Alucárd por fin reveló el misterio:
- Cuando el Servicio Meteorológico anunció que llovería durante todo el verano,
los vecinos de Mar de los Acantilados se entristecieron muchísimo porque aquí
todos viven del dinero que gastan los turistas. El intendente me pidió que me
disfrazara de vampiro y que asustase un poco a la gente por la calle.
- ¿Por qué se le ocurrió una idea tan estrafalaria? –preguntó Eve.
Y el conde continuó su relato:
- Porque los vampiros están de moda. El intendente pensó que si aquí había un
vampiro vendrían muchos curiosos y los comercios de Mar de los Acantilados no
correrían peligro de morirse de hambre. Esta ciudad vive del turismo, a falta de
sol ofrece un vampiro, pero esa mentira no sólo atrajo a los turistas sino que hizo
que se presentara un vampiro de verdad. Y si no lo atrapamos pronto podrá
cobrarse una nueva víctima.
Esta vez, Luisina y Evelina se rindieron y le creyeron a Alucárd y los tres
partieron en busca del auténtico vampiro.
Al pasar por el salón, un médico dio la noticia de la muerte de la señora Morris.
Los invitados, creyendo que era parte de la broma, aplaudieron y continuaron con
su bailanta.
Ustedes vayan tras el vampiro –dijo el conde-, yo voy a buscar al comisario que
debe de estar bailando por ahí y las seguiremos con el auto patrulla.

25.
Llovía, si es posible, más fuerte que nunca en a ciudad balnearia de Mar de los
Acantilados.
El vampiro corrió con desesperación por los callejones del Viento, de las Brumas
y de las Sombras.
Cuando dobló la esquina de la chocolatería se detuvo. Estaba agotado. La lluvia
empapaba su negra capa y ésta pesaba como si llevase un cadáver sobre sus
espaldas.
De pronto oyó unos pasos por el fondo del Callejón de las Brumas. No quiso
asomarse siquiera. Su cuerpo se quedó rígido.
Esas inexpertas jovencitas estaban allí. No había conseguido escapar de ellas.
Tenía que seguir huyendo.
Tragó saliva y al fin se puso a mover las piernas. En su desesperación, se internó
en la Cortada del Faro, un callejón sin salida.
Ése fue el error más grande que cometió en toda su vida de vampiro. Y era una
vida de más de cuatrocientos años.
Luisina alzó la ristra de ajos y Evelina levantó el crucifijo de metal que brillaba a
la luz empapada del farol de la esquina.
Las cazavampiros habían atrapado finalmente a su terrorífica víctima.
Ahora sólo restaba eliminarlo para siempre de este mundo.
Al ver que no tenía escapatoria, el vampiro cayó de rodillas, esquivando la
mirada del crucifijo, tapándose la nariz para evitar oler esos malditos ajos y
suplicó:
- No me maten, por favor, no me maten.
Pero Luisi, pensando en la muerte de la multimillonaria señora Morris, alzó la
estaca para clavársela en el corazón y se acercó al sanguinario vampiro.
Fue entonces cuando lo reconocieron.
- ¡¿Usted?! –exclamaron juntas Luisina y Evelina.
Sí, era ni más ni menos que el misterioso encargado de la Biblioteca de Mar de
los Acantilados.
Eve lo inmovilizó mostrándole el crucifijo y Luisi alzó la estaca apuntándole al
pecho cuando a sus espaldas escucharon:
-¡No lo maten!

26.
-¡No lo maten!... ¡Lo llevaremos con nosotros! –dijo el comisario.
Luisina se detuvo, el comisario sacó sus esposas y se las puso al vampiro. El
comisario con dos policías más llevaron al prisionero hacia el auto patrulla con
intenciones de dirigirse hacia el hospital, en el que había fallecido la
multimillonaria señora Morris. Pero una manada de periodistas con sus
micrófonos y sus cámaras de televisión les impidieron el paso.
Y así, debajo de la torrencial lluvia, se llevó a cabo esta insólita entrevista al
vampiro más famoso de la historia universal.
- ¿Señor vampiro, dónde nació?
- Nací en un pueblo, pero como mi familia tenía un castillo en Transilvania, me fui
a vivir ahí. En ese lugar se habían cometido muchos crímenes, y eso… hummm,
lo hacía muy interesante. Aún hoy suelo pasar largas horas de placer y terror en
ese siniestro castillo.
- ¿O sea que usted es el verdadero conde Drácula que nunca murió
definitivamente?
- Así es. Soy el auténtico y el más grande de los vampiros.
- ¿Su padre y su madre también eran vampiros?
- No, y les aseguro que esta profesión que elegí fue un verdadero escándalo para
mi familia. No me dejaban salir por las noches ni concurrir a ninguna fiesta. Pero
cuando entendieron que se trataba de una genuina vocación, tuvieron que
resignarse.
- ¿Duerme en una cama?
- No, en un ataúd. Aunque cuando era chico solía irme a la cama de mi mamá y
de mi papá, sobre todo cuando no podía dormir. Entonces, los que no podían
dormir eran ellos. Tenían miedo de que me pusiera mimoso y les diera un beso
en el cuello.
- ¿Por qué chupa la sangre?
- Por varias razones. Primero: porque soy un vampiro, segundo: ése es el secreto
de mi larguísima vida (si no chupara sangre ya habría desaparecido hace varios
siglos) y tercero: porque me gusta.
- ¿Qué gusto tiene la sangre?
- ¡Salado!... No, es una broma. En realidad, la sangre tiene un sabor dulzón y
repugnante que me vuelve loco.
- ¿A los chicos también les chupa la sangre?
- No, a los chicos jamás les chupo la sangre. No vale la pena, tienen muy poca.
Prefiero a los grandes. De los grandes prefiero a las mujeres. De las mujeres
prefiero a las lindas. Y de las lindas prefiero a las que son más gorditas.
- ¿A qué jugaba cuando era un chico normal?
- Normal-normal, yo no fui nunca. Pero debo aceptar que fui un niño inocente y
que, en ese entonces, inventaba mis propios juegos. Lo que mas me divertía era
hacer “cubi-cucarachas”.
- ¿Qué son las “cubi-cucarachas”?
-¡Ah!, ¡recuerdos de infancia! El juego era así: yo ponía cucarachas en pequeños
cubos metálicos llenos de agua y los tapaba; después los dejaba a la intemperie
y cuando el agua se congelaba ponía los cubos en una jarra sobre la mesa. Lo
más divertido era que al derretirse el hielo, las cucarachas se iban caminando
como si no hubieran estado nunca congeladas, sin rencor siquiera.
-¿Cómo fue que le crecieron los colmillos?
- Eso fue re-fácil. El dentista me había recomendado un aparato para los dientes,
para que me crecieran parejos y yo fuera un lindo niño. Pero yo tiré el aparato a
la basura. Preferí mi aspecto monstruoso. Para que mis padres no lo notaras,
pase toda mi infancia con la boca cerrada.
- ¿Cómo son sus besos?
- Ardientes y profundos, ¿quieren que les haga algunas demostraciones en sus
propios cuellos?
- ¡No! ¡No! ¡Gracias! ¿Díganos por qué vino a Mar de los Acantilados?
- Porque aquí están las cosas que amo: la tormenta, la humedad, las telarañas,
los caserones en ruinas, la noche y… la sangre.
- ¿Nunca pensó en casarse y formar una familia?
- Debo confesarles que sí y se me escapan algunas lágrimas cuando pienso
tener una compañera para toda la vida. Pero eso es imposible. No puedo estar
en compañía de ninguna persona porque cuando me encariño siento ganas de
darle un beso y ¡zas!

27.
Cuando terminó la improvisada y lluviosa entrevista de prensa, se llevaron al
vampiro en el auto patrulla y el conde Alucárd se acercó a Luisina y Evelina.
- ¿Qué significa esto, señor Alucárd o como se llame? –preguntó Luisi.
- Significa que me he quedado sin trabajo – dijo el conde.
- ¿Podría ser un poco más claro? Pidió Eve.
- Antes de venir a buscarlas con el comisario, fuimos al hospital y ahí
descubrimos que la señora Morris había resucitado.
- Eso es imposible – dijo Evelina.
- Es imposible para un ser normal, pero no para un vampiro. Con lo que les voy
a contar, tendrán ustedes el curso completo de cazavampiros. Cuando un
vampiro le chupa la sangre a una persona hasta matarla, la víctima no muere
sino que se convierte en vampiro, salvo que al cadáver le claven una estaca
en el corazón y le corten la cabeza. ¿Harían eso con la señora Morris?
Luisina respondió:
- Ela es un poco insoportable, pero jamás le haríamos algo así.
- Ni tampoco quieren hacerlo el comisario, ni el intendente, por eso hemos
hablado con la multimillonaria señora Morris y ella dio la solución.
- ¿Qué solución? – preguntó Evelina.
- Con su enorme fortuna hará construir aquí, en Mar de los Acantilados, el
hospital más grande del mundo. Y habrá una sala especial para transfusiones
de sangre. Así ella podrá tener toda la sangre que necesite sin tener que
andar buscando víctimas. ¿Comprenden?
- Lo de la multimillonaria señora Morris, sí. Pero lo que no entendemos es por
qué impidieron que eliminásemos al vampiro –dijo Luisi.
- Eso es por una cuestión de amor, un tema que ustedes son chicas para
comprender –dijo el conde.
Evelina preguntó un poco indignada:
- O sea que, según usted, ¿somos grandes para cazar vampiros pero somos
chicas para entender el amor?
- Está bien, les diré la verdad –confesó el falso conde Alucárd-, fue la señora
Morris la que pidió que no elimináramos al otro vampiro.
- Sigo sin comprender –murmuró Evelina.
- ¿No te das cuenta? –dijo Luisina-, es porque le gustó el beso del vampiro.
José Sbarra

Escritor, autor teatral, poeta y guionista.


Fue periodista de la revista Billiken durante mucho tiempo. Escribió novelas para
grandes y para chicos.
Entre sus obras publicadas figuran “Cielito”, “Andy, el paseador de perros”, “no
enciendas la luz”, “¿Miedo, yo?”
Obtuvo entre otros premios: Coca Cola en la Ciencia y las Artes, Cruz de Plata
Esquiú, Santa Clara de Asís, Estrella de mar.
Condujo un show llamado “El circo de Poesía”, con el que recorrió teatros,
universidades y escuelas secundarias.
Sostenía que divertirse con el miedo era una actividad saludable. No estaba de
acuerdo con que encerraran animales en jaulas, ni en zoológicos, ni en acuarios,
ya que el lugar de los pájaros es el aire libre y el de los animales marinos, el mar
abierto.
Falleció en agosto de 1996.

Se digitalizó el 3 de Octubre de 2009con el único fin de divulgar la obra de José Sbarra. Si querés seguir
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