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Tanto la manera de pensar de Wittgenstein como las conclusiones a las que llega su pensamiento son
particulares. Por una parte, fue un genio del pensamiento y por otra, la genialidad de su pensar consistió
en destruir el pensamiento, al menos el tradicional; la filosofía después de él ya no es la misma,
puesto que quien se aferra a sus últimas aportaciones deja de filosofar o tiene que hacerlo de manera
completamente distinta. El pensamiento de Wittgenstein está hecho de fragmentos y retazos, y se hace
difícil exponerlo si no es también de una manera fragmentaria. Ahora bien, si tuviéramos que definirlo
de una forma tradicional diríamos que su filosofía es «crítica del lenguaje», y que en esto consiste,
situada como un péndulo entre la lógica y el lenguaje, y con el lenguaje y sus juegos lógicos e ilógicos.
En un principio entendía la filosofía como la clarificación lógica del lenguaje filosófico; sin esta
claridad, la filosofía no diría más que «sinsentidos». Más adelante pensó que la filosofía no debía ser
teórica sino práctica, y que para aclararnos en ella debería considerar si las proposiciones filosóficas son
claras u oscuras o sencillamente ininteligibles. En los párrafos y apartados siguientes repasamos estas
confluencias y meandros, estos vaivenes entre varias maneras de pensar y de acercarse a la filosofía
desde el presupuesto más inmediato de todos: el lenguaje como límite y barrera del pensar, pero
también vehículo desbocado de infinitas posibilidades: desde lo obvio hasta lo absurdo.
PRÓLOGO
Posiblemente sólo entienda este libro quien ya haya pensado alguna vez por sí mismo los pensamientos
que en él se expresan o pensa- mientos parecidos. No es, pues, un manual. Su objetivo quedaría al-
canzado si procurara deleite a quien, comprendiéndolo, lo leyera. El libro trata los problemas filosóficos
y muestra —según creo— que el planteamiento de estos problemas descansa en la incomprensión de la
lógica de nuestro lenguaje. Cabría acaso resumir el sentido entero del libro en las palabras: lo que
siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que
callar.
El libro quiere, pues, trazar un límite al pensar o, más bien, no al pensar, sino a la expresión de los
pensamientos: porque para trazar un límite al pensar tendríamos que poder pensar ambos lados de este
límite (tendríamos, en suma, que poder pensar lo que no resulta pensable)2.
Así pues, el límite sólo podrá ser trazado en el lenguaje3, y lo que reside más allá del límite será
simplemente absurdo.
1
Wittgenstein, L (2009). Obras Completas. Gredos: Madrid
2
Parece evidente que no hay nada que no pueda ser pensado, mejor dicho, no hay forma de hablar de lo que no existe.
3
El problema de la filosofía y de la humanidad reside en la experiencia del uso del lenguaje y el sentido que le damos.
Fundación Arturo Merino Benítez
Colegio Nuestra Señora de Loreto
Dirección académica.
En qué medida coincida mi empeño con el de otros filósofos es cosa que no quiero juzgar. Lo que aquí
he escrito, ciertamente, no aspira en particular a novedad alguna; razón por la que, igualmente, no
aduzco fuentes: me es indiferente si lo que he pensado ha sido o no pensado antes por otro…
Qué es la filosofía
La filosofía no es más que un método autocurativo. Y la filosofía no es más que una enfermedad, que,
como toda enfermedad, cuando se cura desaparece, su desaparición es su mejor cura: en filosofía no hay
más cura que la muerte. La filosofía tradicional es un engendro que nunca hubo de existir, para que
acabe de una vez está la terapia del último filósofo, que se ha dado en llamar también «filosofía». No
parece creíble que «filosofía» pueda significar vida y muerte de lo mismo.
La tarea de la filosofía no es otra que la de su propia sanación, curarse de sus propios desvarios, es
decir, de sus supuestos problemas, «tratándolos» como malas comprensiones de la lógica o de la
gramática de nuestro lenguaje, como enfermedades de la razón, inquietudes no asumidas, prisiones no
conscientes, embrujamientos por imágenes metafísicas, poco sentido común en definitiva. « La tarea de
la filosofía es tranquilizar el espíritu con respecto a preguntas carentes de significado. Quien no es
propenso a tales preguntas no necesita la filosofía», escribe Wittgenstein en su diario el 8-2- 1931. Está
claro, necesita filosofía quien haya perdido el sentido común, es decir, necesitan filosofía, sobre todo,
los filósofos. Y, sobre todo, los bien pensados, no los académicos de colmillo retorcido, a los que el
pensar ya no importa más que profesionalmente, ni crea, pues, grandes tensiones, sino los interesados de
verdad en él, que, por falta de oficio o por sobra de conciencia, en cualquier caso por falta de pericia
lógica o gramatical, intranquilizan su espíritu planliándose cuestiones sin sentido, sin ser capaces de
salir de ese círculo infernal del preguntar sin respuesta posible.
Parecía otra cosa, pero planteada a vida o muerte del pensar, se ve que es una empresa ardua esta del
análisis lingüístico o gramatical, que el filósofo, naturalmente, ha de comenzar consigo mismo,
analizándose a sí mismo (no psicoanalizándose, que también podría ser, aunque el análisis de
Wittgenstein, por lo que se refiere a los prejuicios enquistados en lo que se llama «normalidad», incluso
para neurosis sin traumas más oscuros que los del ejercicio del pensar, por su radicalidad conceptual es
mucho más liberador que el de Freud). El filósofo es aquel que ha de curar en sí mismo muchas
enfermedades de la razón antes de poder llegar a las nociones del hombre sano.» (Observaciones
sobre losfundamentos de la matemática [OFM], 302.) El análisis filosófico de Wittgenstein significa la
destrucción de la filosofía tradicional. La filosofía tradicional es una enfermedad de la razón, la nueva es
vuelta al sentido común por el análisis del lenguaje. El filósofo es su propio médico, un médico enfermo
o un enfermo que es médico, «trata una pregunta como una enfermedad» (IF, 1, §255), «como una
enfermedad propia.
Eran problemas de locos, iluminados, en cualquier caso de gentes insanas por lo que respecta al sentido
común. Hablaban sin freno, y se inventaban significados sin decencia alguna. Tratar los problemas de la
filosofía, curar sus enfermedades, es mostrar como desesperanzado, inútil, cualquier intento filosófico
de decir, a pesar de todo, lo indecible. La terapia consiste en dejar claro al paciente que basta con
los chichones, o que ya basta de chichones contra el muro de los límites del lenguaje intentando
traspasarlo; y al calmar, así, su afán lógico, hablador, iniciarlo en el camino místico del silencio.
Fundación Arturo Merino Benítez
Colegio Nuestra Señora de Loreto
Dirección académica.
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