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NÚMEROS CAP.

13

l pueblo de Israel estaba aún en el desierto, cuando


Jehová le dijo a Moisés que enviara a doce espías para
reconocer la tierra de Canaán, que era la tierra que Él les
daba para vivir.

Obedeciendo a Dios, Moisés separó a doce príncipes de las


diferentes tribus de Israel y les mandó diciendo: “Suban de
aquí al desierto del Neguev y luego suban al monte, desde
allí observen la tierra. Cómo es, que pueblo vive allí, si es
fuerte o débil, poco o numeroso. Cómo es la tierra habitada,
si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas, si
son campamentos o están muy fortificadas. Y cómo es el
terreno, si sirve para sembrar o no, si hay árboles o no.

Esfuércense y tomen del fruto de la tierra,


(pues era el tiempo de las uvas).”

Salieron los príncipes de Israel y reconocieron


toda la tierra de Canaán. Cuando llegaron al
arroyo de Escol y de acuerdo a lo mandado
por Moisés tomaron un gran racimo de uvas,
granadas e higos y los
llevaban entre dos, con un
palo. ¡Así de grandes eran
los frutos!

Y volvieron con Moisés y el


resto del pueblo, luego de
cuarenta días de haber
estado recorriendo la tierra
prometida.

Moisés, Aarón, el
sacerdote, y todo el pueblo,
se habían reunido para
escuchar lo que ellos tenían
para decirles.

En medio de un gran
alboroto, los príncipes, mostrando los frutos, , dijeron así:
“Nosotros llegamos a la tierra a la cual fuimos enviados,y
ciertamente es una tierra en gran manera rica. De ella salen
lecvhe y miel, ¡miren sino el fruto que trajimos de allá! Pero
el pueblo que allí habita es muiy fuerte; sus ciudades son muy
grandes y fortificadas. También vimos allí a los hijos de
Anac,es decir ¡gigantes! ¡Para ellos nosotros éramos como
langostgas!¡No podremos vencerlos jamás!”

Sin embargo, uno de los príncipes de los que habían ido,


llamado Caleb, haciendo callar al pueblo que, muy asustado
por lo que había oido hacía gran alboroto; les dijo: “¡No se
asusten! ¡Subamos y tomemos aquella tierra, porque más
podremos nosotros que ellos!”
Pero el pueblo seguía con gran temor, por lo tanto se levantó
Josué, otro de los príncipes que había ido a recorrer la
tierra y dijo a una voz con Caleb: “¡La tierra que fuimos a
reconocer es en gran manera buena, es tierra que fluye leche
y miel!¡Si Jehová se agradare de nosotros nos introducirá en
ella y nos la dará para vivir allí! ¡Por lo tanto, no sean
rebeldes a Dios ni tengan miedo del pueblo que allí habita,
pues si Jehová está con nosotros, los comeremos como a pan!”

Y vió el Señor con buenos aojos a Caleb y a Josué, y


prometió que les daría una buena parte de aquellas tierras a
cada uno de ellos; más a los rebeldes no les permitiría ni
siquiera salir del desierto. Sin embargo a sus hijos los
llevaría a esa tierra tan rica; tal como había dicho.

¡¡Y lo hizo!!¡Porque Dios siempre cumple sus promesas y


recompensa a aquellos que creen en Él!
arece mentira, ¿no?. ¡Pero es verdad! Porque
así lo relata la Biblia, ¡y ella no miente!

Así sucedió…

Había un varón que servía a Dios, llamado Balaam. Cierto día,


los príncipes de la nación de Moab, que era enemiga del
pueblo de Israel, enviaron a varios ancianos y hombres
honorables de su pueblo para que le propongan a Balaam lo
siguiente: “-Si tú maldijeras al pueblo que salió de Egipto
para que en la batalla lo venzamos, nosotros te honraremos
en gran manera-“
Balaam les dijo que descansen en su casa esa noche y que a
la mañana siguiente les respondería. Mientras tanto él oró a
Dios. Y Dios le prohibió que maldijera a su pueblo, pues su
pueblo era bendito.

Así les dijo Balaam a los hombres de la nación de Moab. Pero


ellos insistieron regresando una vez más al varón de Dios, con
una oferta aún mejor…

Balaam, seguramente tentado por lo que le ofrecían, volvió a


orar a Dios y Dios le respondió de la misma manera. Y
además le dijo que vaya con ellos, ya que Él tenía un
propósito… Lo que
Dios esperaba en
verdad era que
Balaam meditara en lo
que él le había dicho
y siéndole obediente,
se quedara en aquel
lugar…

Sin embargo, al
amanecer, Balaam
preparó su asna y
emprendió el viaje con
los príncipes de Moab.
Enojado el Señor, por
la mala actitud de
Balaam, ya que él iba
detrás de su ambición
o su deseo de tener
todo el oro y la plata que le habían ofrecido los de Moab;
envió su ángel, el cual se interpuso en el camino, delante del
varón de Dios.

El asna de Balaam vió al ángel de Dios y entonces, asustada,


se apartó del camino y comenzó a andar por el campo.
Enojado, Balaam, le castigó para hacer que vuelva al camino.

Una vez más, el ángel, se interpuso en una parte de la viña


que tenía pared a uno y otro lado. Y el asna se detuvo y,
apoyándose con fuerza contra la pared, apretó el pie de
Balaam.´

Éste, aún más enojado, le volvió a castigar. Otra vez, el


ángel, se paró en un camino tan angosto que no podía
apartarse ni a derecha ni a izquierda. Y viendo el asna al
ángel, esta vez se agachó y Balaam le volvió a azotar, pero
ahora lo hizo con un palo, enfurecido en gran manera.

Viendo que Balaam no entraba en razones, Jehová abrió la


boca del asna y ésta le habló así: “-¿Qué te he hecho, que
me has azotado tres veces?-“Y
Balaam le respondió: “-¡Porque te
has burlado de mí! ¡Ojalá tuviera
una espada, entonces te
mataría!-“

Tan enfurecido estaba Balaam,


que no tuvo en cuenta que las
asnas no hablan y que si esta lo
hacía, era porque
dios lo había permitido para
hacerle entender algo…
(Pero cuando estamos enojados no logramos ver lo bueno sino
que hacemos sólo lo malo).

Volvió a hablar el asna y le dijo: “-¿No soy yo tu asna, que


siempre te he hecho bien y nunca te hice lo que hoy?-“

Respondiéndole Balaam le dijo: “-¡No!-“

Y entonces, Jehová abrió los ojos del varón y éste vió al


ángel de Dios, parado delante de él con una espada en su
mano. Al instante cayó de rodillas y, haciendo reverencia, se
inclinó sobre su rostro.

El ángel de Dios, hablándole, dijo así: “-¿¡Por qué has


azotado tres veces a tu asna!? ¡Yo he venido a resistirte
porque tu camino es malo; y al verme tu asna se apartó de
delante de mí tres veces. Si no lo hubiera hecho de esa
manera, yo te hubiera castigado pero hubiera dejado ir a tu
asna!-“ Balaam muy arrepentido, le dijo así: “-¡He pecado, he
hecho lo malo y por eso no podía verte en el camino. Pero
ahora mismo, si Dios me lo permite, me volveré atrás de mi
mala actitud! ¡Regresaré ya mismo!-“

“-¡No!-“. Dijo el ángel. “-¡Sino que irás con estos hombres,


pero dirás lo que Dios te indique!-“

Así lo hizo Balaam, y una vez delante de todos los príncipes


de Moab, él bendijo al pueblo de Israel, tal como Dios le
había mandado que hiciere.

¡Qué bueno es, que si hemos hecho algo malo, si hemos sido
desobedientes a lo que Dios quiere, nos podamos arrepentir
y, pidiéndole perdón, hacer entonces lo bueno!

¡¡Seamos siempre obedientes a Dios!!


L pueblo de Dios, había salido, al fin,
del desierto donde anduvo y anduvo por cuarenta años. Por
no creer ni obedecer a Dios…

El Señor los había libertado de la esclavitud en la que vivían


en Egipto. Había abierto las aguas del Mar Rojo, para que
pasasen en seco. Había enviado desde el cielo el maná, pan
de Su propia mesa, para que se alimentasen. Los había
guardado de enfermedades y los había protegido siempre de
sus enemigos. A pesar de todo eso, ellos le fueron
desobedientes.

Sin embargo, a los que sí habían creído, y a los hijos de


aquellos que le habían sido rebeldes, los sacó del desierto, y
los estaba llevando hacia la tierra prometida.

Pero antes de llegar a esa tierra que Dios les daba para
vivir, debían pasar por muchas otras ciudades. Una de ellas
se llamaba Jericó. Esta era una gran ciudad. Estaba
protegida por un muro gigantesco. ¡Parecía imposible
derribarlo!...

A pesar de todo, con el pueblo de Israel estaba el más


grande gigante de todos los tiempos: “¡Jehová!”

Y era Él quien los guiaba y enseñaba cómo hacer todas las


cosas. Por esa razón, los de Jericó, que habían oído esto del
pueblo de Dios, y por el gran temor que tenían; habían
cerrado la ciudad. Nadie entraba ni salía de ella.
Seguramente todo el pueblo de Israel se preguntaría: “¿Cómo
hará Jehová para cumplir su promesa y hacernos entrar en
esta gran
ciudad?”…

Cierto día, el
Señor le habló a
Josué, que era
quién conducía y
gobernaba al
pueblo luego de
la muerte de
Moisés, su
Líder, y le dijo
así: “Yo he entregado esta ciudad en tus manos, con su rey y
con su ejército. Y ésto es lo que harás: rodearán la ciudad
en silencio durante seis días. Lo harán en este orden:
primero, la mitad del ejército, que irá al frente; luego, y
detrás de éstos, irán siete sacerdotes con bocinas*, que
harán sonar, detrás de ellos irán otros sacerdotes llevando el
Arca del Pacto**; detrás y protegiendo el Arca, irá el resto
del ejército; luego el pueblo. Todos marcharán en silencio,
sólo sonarán las bocinas. Esto harán una vez por día durante
seis días. Al séptimo día darán siete vueltas, en la séptima,
a mi orden, además de las bocinas, el pueblo gritará muy
fuertemente y las murallas caerán delante de ustedes. ¡Así
tomarán la ciudad!”

Josué se dirigió al pueblo, los sacerdotes y el ejército,


compartiéndoles lo dicho por el Señor. Y todos hicieron según
lo ordenado por Él.

Durante los seis días siguientes, una vez por día dieron en
silencio y en el orden dado por el Señor, una vuelta completa
alrededor de la ciudad. Al
séptimo día, y en la
séptima vuelta, cuando
sonaron las bocinas, a la
orden de Josué el pueblo
gritó muy fuerte y los
muros cayeron haciendo
gran estruendo. ¡Tal como
Dios les había prometido!
Así fue como el Señor mostró una vez más, que Él estaba con
su pueblo, guiándolos y guardándolos de sus enemigos.

De la misma manera, Dios está con nosotros hoy, guiándonos


y guardándonos de todo peligro. ¡Dios es fiel!

*Instrumentos confeccionados con los cuernos de los carneros.

**Caja de madera y oro, con tapa de oro. Contenía las Tablas de la Ley, el libro de
la Ley, el Maná (pan del cielo), vara de almendro del sacerdote Aarón.
odos sabemos que la tierra gira alrededor del
sol y tarda por cada vuelta veinticuatro horas o sea un día.

Pero cuenta la Biblia, que en una oportunidad, la tierra se


detuvo durante casi ¡un día entero!

Sucedió cuando un rey llamado


Adonisedec, que reinaba sobre la
ciudad de Jerusalén, oyó como Josué
y el pueblo de Israel habían vencido y
tomado las ciudades vecinas de Hai y
Jericó y como habían hecho la paz con la ciudad de Gabaón,
que era una ciudad con varones fuertes y valientes, y tuvo
gran temor.
Entonces buscó unirse con los reyes de las ciudades de
Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. Una vez reunidos los
ejércitos de los amorreos (que así se llamaba n a todos los
habitantes de aquellas ciudades), subieron y rodearon la
ciudad de Gabaón.

Los habitantes de Gabaón enviaron a llamar a Josué y a su


ejército para que les ayudasen a combatir.

Y así fue. Josué y el ejército de Israel subieron a Gabaón y


delante de ellos iba el Señor, que había dicho que vencerían a
los cinco reyes y a todos sus ejércitos.

Los israelitas iban confiados en Dios. El Señor confundió en


gran manera a los amorreos y el pueblo de Israel estaba
ganando la batalla.

Sobre los que huían, Dios hizo caer del cielo piedras de
granizo tan grandes, que hirieron más enemigos que los que
habían herido los israelitas.

Josué y su ejército siguieron a los amorreos que seguían


huyendo, para continuar batallando. Entonces el líder israelita
proclamó en alta voz: “¡Sol, detente en Gabaón y tú luna, en
el valle de Ajalón!”

Y Dios escuchó a su siervo y le hizo detener la tierra por


casi un día, hasta que Josué venció a todos los enemigos de
Israel, sin que quedara siquiera uno.

¡Qué bueno es saber que cuando manifestamos algo confiando


en Dios, Dios siempre nos escucha!
ubo un tiempo en que los Madianitas,
que era un pueblo que no conocía a Dios, asolaban
continuamente al pueblo de Israel; robando todas sus
cosechas, de modo que no quedaba para que coman ni la
gente ni sus ovejas ni sus bueyes.

Dios lo permitía porque su pueblo no


le buscaba y hacia sólo lo malo.

Pero un día, el pueblo se volvió a


Dios y le clamó con gran dolor.
Entonces miró Dios a su pueblo y
tuvo de él misericordia. Vió el
Señor que había un hombre que era
esforzado y valiente, y decidió que a
través de él iba a librar a su pueblo de
sus enemigos, los madianitas.

¿Cómo haría Dios para que los de Madián


ya no les robaran más a los israelitas?
¡Dios siempre tiene la mejor manera de
hacer las cosas!

Lo primero que hizo el Señor fue enviar


a su ángel a hablar con aquel hombre esforzado y valiente de
su pueblo, llamado
Gedeón.

Entonces le indicó todo


lo que debía hacer.

En primer lugar, debía


destruir el altar y las
imágenes de otros
dioses que habían
edificado y debía
levantar un altar a
Jehová.

En segundo lugar el
Señor le separó
trescientos hombres
fieles a Él y le mandó
que vayan al
campamento de los
madianitas, pues Él se
los entregaba en sus
manos.

Así lo hicieron. Y Gedeón separó a los trescientos hombres en


tres escuadrones y a la medianoche3 rodearon el
campamento.

Cada cual traía consigo un cántaro con una antorcha


encendida dentro
de él, y una
trompeta.

Entonces les dijo


Gedeón: “¡Lo que
yo hiciere, harán
ustedes!”

Luego de
distribuir a sus
hombres, tomó
Gedeón su
trompeta y tocó
fuertemente; y
así hicieron
todos.
A la vez, rompieron los cántaros y pusieron en alto las
antorchas, gritando a viva voz: “¡Por Jehová y por Gedeón!”

Los madianitas oyeron tal estruendo que, confundidos,


pelearon entre ellos, huyendo de delante de Gedeón y sus
hombres.

¡Qué bueno! Una vez más podemos ver como Dios defiende y
pelea por su pueblo.
or aquellos días reinaba sobre Israel EL rey

Acab. Él era un mal rey, se había casado con una mala mujer
llamada Jezabel, que no creía en Dios y adoraba a otro dios.
Entonces Acab comenzó a adorar también a ese falso dios y
le construyó un templo y le hizo imágenes.

Esta situación no agradó al Señor y, por lo tanto, mandó a


decir al rey Acab por medio de un varón que le servía llamado
Elías, que como castigo por sus malos hechos no llovería en
aquel país por tres largos años.

Y así fue. La sequía que había en aquella región era


tremenda. Todo era desolación. Sin embargo a Elías, su
siervo, Dios lo guardó mandándolo a vivir junto a un arroyo y
enviándole el Alimento, dos veces cada día, por medio de un
cuervo.

Cuando el agua del arroyo se secó, Elías fue enviado por el


Señor a casa de una viuda que vivía en la
ciudad de Sarepta.

Ella le dio de comer y beber y como


recompensa por su bondad, Dios le multiplicó
la harina y el aceite, por largo tiempo…

Luego, Elías se dirigió al encuentro del rey


Acab. Éste estaba muy enojado porque, por la
palaba de Elías había
dejado de llover durante
los últimos tres años.
Pero lo que no
comprendía Acab era que
Dios no hacía llover como
castigo por sus
maldades. Entonces Elías
le dijo así: “-Sube.
Come y bebe. Porque una
lluvia grande se oye-“

El rey hizo como le dijo


Elías. Entonces Elías
subió a la cumbre del
monte llamado Carmelo,
junto a su criado.

Y agachado con el rostro


apoyado en tierra,
orando a Jehová, dijo a su criado: “-Sube ahora y mira hacia
el mar, declarándome lo que ves-“

Al volver, su criado le dijo que no veía nada. “-Entonces vé


siete veces, y declárame lo que ves-“. contestó Elías.

A la séptima vez el criado, al regresar junto a Elías, le dice:


“-Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un
hombre, que sube del mar-“.

“-Bien-“contestó Elías. “-Vé y dile al rey Acab, que prepare


su carro y su caballo para que no le sorprenda la lluvia y que
regrese por su camino.-“

Y al instante, el cielo se oscureció con nubes y viento, y se


desató una gran lluvia sobre todo el país; llenando los ríos y
arroyos que estaban secos y renovando toda la vegetación.
Seguramente ahora todos estaban muy felices.

Pero a pesar
de los años
de sequía, y
de la lluvia
que ahora
renovaba
todo; Acab y
su esposa,
no pudieron
reconocer
que Dios es
el único y
verdadero y
todopoderoso
; y siguieron haciendo muchas maldades, siguieron adorando a
otros dioses falsos, y por ello el Señor tuvo que volver a
castigarlos… pero esa es otra historia que compartiremos en
otro momento…

Debemos recordar que mejor es no desobedecer a Dios, para


no tener que sufrir la disciplina que como a hijos nos aplica.

Si somos obedientes a Él (como la viuda de Sarepta) Dios nos


bendecirá, ¡Siempre!
ivía en la ciudad de Samaria, un varón de
Dios, llamado Eliseo.

A través de él, Dios ayudaba a su pueblo Israel.

En una oportunidad, Dios le muestra a Eliseo que el rey de un


pueblo enemigo, llamado Siria, venía para hacer prisioneros a
todos los que vivían en aquella ciudad y también para llevarse
prisionero al rey de Israel llamado Joram.

Por la mañana, al levantarse el criado de Eliseo, se asustó en


gran manera, pues al salir de su tienda pudo ver cómo un
numeroso ejército enemigo
rodeaba la ciudad, con carros y
gente de a caballo.

Muy asustado, dijo casi


gritando: “-¿¡Qué haremos!?”-.

El varón de Dios, Eliseo, muy


tranquilo pues confiaba en su
Señor, le contestó: -“¡No tengas
miedo, porque más son los que están con nosotros que los que
están con ellos!”-

Al instante, Eliseo oró a Dios y le pidió que abriera los ojos


de su criado para que él también pudiera ver el ejército
celestial que estaba a su
favor.

Dios así lo hizo y entonces el


criado de Eliseo pudo ver a
gente de a caballo(o sea
ángeles del cielo) y carros de
fuego alrededor de ellos.

Seguramente el criado suspiró


profundo diciendo: “-¡Qué alivio! Ahora puedo ver que muchos
y más fuertes son los que han venido de parte de Dios para
defendernos, que los que han venido a causarnos daño!”-.

Oró nuevamente Eliseo y Dios cerró los ojos de los enemigos


y Eliseo los condujo hasta el centro de
la ciudad de Samaria.

Allí fueron abiertos sus ojos y se


vieron rodeados por todo el pueblo de
Dios y también el rey de Israel. Éste
preguntó a Eliseo: “-¿Qué haré con
ellos?¿los mataré?”- A lo que el varón
de Dios contestó: “¡No! Sino dáles de
comer y beer y envíalos nuevamente
con su rey-“

Así fue hecho y después de ese día,


nunca más ese pueblo de la nación de Siria intentó atacar al
pueblo de Dios. Porque Dios le dio paz a Su pueblo.

¡Dios siempre nos dá paz y nos guarda de nuestros enemigos!

¡Qué bueno es saber que muchos más son los ángeles del cielo
que nos guardan, que todos los malos que vienen contra
nosotros!
abiendo sido David levantado como rey
sobre Israel, una buena
parte del pueblo que estaba
de lado del actual rey Saúl,
se le oponía.

Saúl había
pecado contra
Dios y por eso
Dios se había
provisto de David como nuevo
rey para gobernar a su pueblo; pues el corazón de David le
agradaba.
Había dentro del ejército que apoyaba a David, un buen
grupo de soldados que eran muy pero muy valientes. Y que
amaban y defendían al rey David, aun cuando tuvieran que
poner en riesgo sus propias vidas.

Estas son algunas de las cosas que hicieron algunos de ellos:

*Uno llamado Jasobeam venció él sólo a trescientos soldados


enemigos.

*Eleazar, junto a otros dos valientes, en una oportunidad,


luego de pelear contra los filisteos que eran enemigos del
pueblo de Israel; defendiendo un terreno con plantaciones de
cebada que pertenecían a los israelitas; descendieron hasta
una cueva llamada Adulam (qué era la fortaleza donde David
se guardaba junto a todo su ejército antes de salir a las
batallas). Llegados allí los tres soldados oyeron unas palabras
que el rey David dijo en voz alta y era que con gran deseo
quisiera beber agua del pozo de Belén, que se hallaba en
medio del campamento de los filisteos. Sin dudarlo, estos
valientes soldados fueron, poniendo en peligro sus vidas, y
trajeron a su rey un cántaro lleno de aquella agua.

Al ver tan grande muestra de valor y fidelidad, el rey muy


emocionado y agradecido con sus soldados, no bebió del agua,
sino que se la ofreció a Jehová, rompiendo el cántaro y
derramando el agua en tierra.

Llorando muy abundantemente al ver


que por su deseo aquellos tres buenos
varones pusieron en peligro sus
propias vidas.

*Hubo otro valiente llamado Abisai,


que con su lanza, él sólo, venció a
trescientos enemigos.

*Otro llamado Benaía hizo algo realmente grandioso: él sólo


venció a dos
leones de la región
de Moab y luego
descendiendo a un
foso mató a otro
león que se
escondía de la
nieve pues era
tiempo de
invierno. Él mismo,
en otra
oportunidad,
venció a un egipcio
que medía dos
metros y veinticinco centímetros de estatura.
Y eran muchos los soldados que Dios puso al lado del rey
David para defenderlo y ayudarlo a tomar el trono sobre
Israel. ¡Qué valientes y fieles soldados le había dado su Dios!

David era fiel a Dios y Dios siempre lo ayudó.

También a nosotros, si le somos fieles, ¡Dios siempre nos


ayudará!
abía un joven príncipe de Israel llamado
Daniel, y tres amigos cuyos nombres eran Ananías, Misael y
Azarías de la tribu de Judá (*). Ellos fueron llevados delante
del rey Nabucodonosor de Babilonia cuando éste había sitiado
la ciudad de Jerusalén donde ellos vivían.

Una vez allí, quisieron obligarlos a hacer las cosas malas que
ellos hacían, ya que los de Babilonia no conocían a Dios sino
que adoraban dioses falsos. Pero
los jóvenes príncipes se negaron,
pues ellos amaban y honraban al
Señor y jamás harían lo malo.

Por causa de su decisión de


obedecerle, Dios los acompañó y
les dio gran sabiduría. El rey de
Babilonia se agradó de ellos y los
puso en lugares de privilegio dentro de su reino. Esto causó la
envidia de muchos de los que estaban al lado del rey, y como
eran malos, idearon algo muy malo contra los príncipes de
Israel.

Un día, el rey hizo hacer una estatua de oro de veintisiete


metros de alto por dos metros con setenta centímetros de
ancho y reunió a todo el
pueblo y a sus servidores
y les mandó que se
postrasen en el suelo y
adorasen la estatua. Y
así lo hicieron, pues le
temían mucho.

Pero los tres amigos de


Daniel no lo hicieron y
esto disgustó los que servían al rey. Entonces con mucha
malicia fueron al rey y se lo contaron.

Enojadísimo el rey mandó traer a los tres amigos y les dijo si


estaban dispuestos a adorar la estatua que él había
levantado. Que si no lo hacían de esa manera
los arrojaría al horno de fuego. Ellos le
respondieron que no. Que sólo adoraban a
Dios, y que Dios era tan poderoso que podía
librarlos del horno de fuego, y si no lo hiciere, igual le
adorarían sólo a Él, ya que Él era el único y verdadero Dios
sobre el cielo y la tierra y sobre todas
las cosas.

Aún más enojado por esta respuesta, el


rey mandó calentar el horno siete veces
más de lo acostumbrado.
Después de esto, los tres amigos fueron atados de pies y
manos con sus propias túnicas y así, fueron arrojados dentro
del horno ardiendo. ¿Los salvaría Dios de en medio del fuego
o se quemarían los tres fieles amigos?...

Al observar dentro del horno, el rey quedó espantado. ¿Qué


será que vió el rey dentro del horno?...

Gritando a gran voz, dijo a los v arones que le servían:

“-¿¡¡¡No habéis tirado al horno a tres varones!!!?-“. A lo que


ellos respondieron:
“-¡¡Sí, oh rey!!-“

El rey siguió
diciendo: “-¡¡Más
yo veo a cuatro
varones
paseándose en
medio del fuego y
ni aún sus ropas se
queman. Y el
cuarto varón tiene el aspecto del hijo de un dios!!”-

Dio la orden el de que sacaran a los tres amigos de dentro


del horno y cuando hubieron salido ni siquiera había en sus
ropas olor a humo ni sus cabellos se habían quemado.

¡¡Dios había enviado su ángel para guardarlos!!

El rey, quedó tan asombrado y maravillado por lo sucedido


que mandó a todo el pueblo que adorase al Dios de estos tres
jóvenes y a ellos los puso en puestos muy importantes dentro
de su reino, y los que quisieron su mal fueron arrojados por
el rey dentro del horno de fuego como castigo.
¡Dios siempre y aún hoy y también mañana lo hará, guarda a
todos los que creen en Él y le son fieles! ¡Aleluya!

*El rey de Babilonia cambió el nombre de los cuatro príncipes, y les llamó así: a
Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac, y a Azarías, Abed-nego.
aniel, el joven príncipe de Israel que había
sido llevado cautivo junto a otros de su pueblo a Babilonia,
que había tomado una decisión muy sabia y era la de no
contaminarse con las maldades de aquel pueblo y seguir
adorando y honrando al Dios verdadero; en cierta oportunidad
se vió ante una muy difícil situación… pero el Señor, a quien
él amaba, le ayudó a salir victorioso de ella. ¿De qué se
trataba? Veamos…

Cuenta la Biblia que un día Darío, el que en ese momento


gobernaba sobre Babilonia, decidió levantar por sobre todos
los gobernadores del reino a Daniel. Pues en él, vió el rey,
que había un Espíritu superior a todos y una gran sabiduría.

Esta decisión causó el enojo y la envidia de todos los demás


gobernantes y consejeros del rey. Entonces ellos idearon una
trampa para hacer que el rey llevara prisionero a Daniel y lo
matara.

El plan de estos malvados hombres era con vencer al rey


Darío de que sacara una ley, a través de la cual obligase a
todos los habitantes del reino que por el plazo de treinta días
no podían adorar ningún dios, sólo debían adorarlo a él o sea
a su rey.

A Darío le pareció bien la propuesta, y sacó la ley; la cual


hizo conocer por todo el territorio de su reinado.

De más está decir que Daniel, no obedeció esta ley, ya que él


sólo adoraba al verdadero Dios.

Y así continuó haciéndolo: tres veces al día abría sus


ventanas e inclinándose en el suelo, oraba a Jehová, su Dios.

Los malos consejeros del rey se lo hicieron saber, y éste, a


pesar de que apreciaba a Daniel, tuvo
que enviar a sus soldados por él para
llevarlo a la cárcel.

Durante todo el día pensó y pensó el


rey por si encontraba una forma de
salvar a Daniel, más no lo logró, ¡no podía volverse atrás de
la ley que él mismo había sacado!...

A la puesta del sol, y muy apenado, el rey envió por Daniel


para que lo trajesen delante suyo y le dijo:”-¡Daniel, el Dios
tuyo, a quien tú continuamente sirves, Él te libre!-“
Después de esto mandó que
lo tirasen en el foso de los
leones hambrientos,
poniendo sobre la puerta
una piedra con su sello real,
para que nadie corriese la piedra a escondidas, y librase a
Daniel.

Se fue a dormir el rey esa noche sin haber comido ni bebido,


pues estaba muy triste por lo sucedido a Daniel y no logró
conciliar el sueño durante toda la noche. Seguramente se
preguntaría una y otra vez: “-¿Qué será de mi buen amigo
Daniel?-”…

Al amanecer, se levantó el rey y fue al foso de los leones y


con voz muy triste llamó a Daniel y dijo:
“-¡Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios
tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te
ha podido librar de los leones?-“

Y Daniel le contestó: “-¡Vive, oh, rey! ¡Mi


Dios envió a su ángel, el cual cerró la boca de los leones para
que no me hiciesen daño, porque ante
Él y aún ante ti, soy inocente!-“

Al oírlo, el rey se alegró en gran


manera y vió que Daniel no tenía
ninguna herida. También mandó
pregonar por todo el reino que sólo
debían honrar al Dios de Daniel, pues
Él era poderoso, salvaba y hacía grandes señales en el cielo y
también en la tierra.
Una vez más, Dios había guardado y bendecido al que le
servía. ¡¡Y aún hoy lo sigue haciendo!!
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