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ABRAHAM Y SARAH

Hace mucho tiempo, vivía en la Tierra un hombre llamado Abram, el cual era muy
devoto de Dios. Cada mañana al levantarse, no se olvidaba de agradecerle por todas las
bendiciones que le había dado y porque nunca nada le faltaba. Un día, él conoció a una
mujer llamada Sarai de la que se enamoró profundamente, pues ella también era una
persona agradecida y con mucha fe.
Ambos se casaron y decidieron formar una familia. Lamentablemente el tiempo
pasaba y no conseguían quedarse embarazados. Esto preocupó muchísimo a Abram, pues
le preocupaba envejecer sin tener descendencia
«¿Ahora a quién le voy a heredar todas mis cosas cuando muera?», se preguntaba
angustiado.
Entonces Dios, al darse cuenta de su angustia, le hizo una promesa.
—¿Puedes contar todas las estrellas que hay en el cielo? —le preguntó.
—No puedo, pues son demasiadas —respondió Abram.
—Pues así como hay tantas estrellas en las alturas, así mismo vas a tener muchos hijos.
Al escuchar esto, Abram decidió que no iba a perder las esperanzas. A partir de ese
momento decidió cambiarse el nombre por el de Abraham, que quiere decir «el padre de
muchos pueblos» y Sarai se cambió el suyo por el de Sarah, que significa «princesa».
Los años pasaron y Abraham cumplió noventa años. Siendo tan viejo, parecía que nunca
podría ser padre y pensó que Dios se había olvidado de su promesa. Entonces, cierto día
llegaron tres viajeros hasta su casa, para pedir posada. Abraham los recibió con mucha
amabilidad y les dijo que se sentaran a la mesa, llevándoles pan, leche y carne.
Cuando los desconocidos terminaron de comer, le preguntaron en donde se
encontraba su esposa.
—Ella está durmiendo en la habitación —respondió Abraham, un poco extrañado.
Entonces uno de los viajeros le habló.
—Acuérdate muy bien de lo que te estoy diciendo: en un año voy a regresar a visitarte y
para entonces, tú ya habrás tenido un hijo.
Aquello fue tan inesperado para Abraham que se echó a reír enfrente de sus
invitados. ¿Cómo iba a ser eso posible, si él y su esposa eran ya unos ancianos?
Seguramente aquel extraño quería jugarle una broma.
Esa noche decidió no darle más importancia a sus palabras y preparó la cama para
que los viajeros durmieran. Por la mañana le dieron las gracias y partieron muy temprano,
pero Abraham no dejaba de pensar en lo que le había dicho aquel joven. Él no lo sabía,
pero ese viajero que le había hablado era en realidad el mismo Dios, que había adoptado
forma humana para recordarle que no se había olvidado de él.
Poco después Sarah se enteró de que estaba embarazada y su esposo se sintió
maravillado al comprobar el poder del creador.
Juntos tuvieron a ese hijo, al que llamaron Isaac. Años después, cuando Isaac creció, se
casó y logró tener una gran descendencia de la que se formaron las primeras tribus de
Israel. Y así fue como Abraham realmente, se convirtió en el padre de numerosos pueblos.
LOT Y SU FAMILIA
Hace miles de años, existieron en la tierra dos ciudades hermanas llamadas
Sodoma y Gomorra. Estas habían caído en la desgracia al alejarse de los mandamientos
de Dios, pues en ellas habitaban todos los pecados del mundo y su población estaba
perdida. Allí, los hombres robaban, maldecían, se emborrachaban y se mataban entre
ellos. Las mujeres hacían lo mismo olvidando todo acto de amor hacia el prójimo. Y todos
adoraban a falsos ídolos, entregándose al camino del mal.
Pero entre esta gente que tenía el corazón tan negro, vivía Lot, un hombre muy
justo que había convivido con Abraham y tenía una bella esposa y dos hijas.
A pesar de la maldad que lo rodeaba, Lot había mantenido su corazón puro, y
siempre le pedía a su familia que tratara con respeto y bondad a los demás. Sin embargo,
era peligroso que permanecieran allí, pues Dios había decidido destruir esas ciudades por
su reprobable comportamiento.
Así que él envió a dos de sus ángeles para advertir a Lot y a sus mujeres.
Cuando llegaron a la Tierra, se veían como dos jóvenes hermosos y de ojos
amables. Juntos recorrieron la ciudad hasta llegar a casa de Lot, que reconoció en ellos a
dos enviados del cielo. Les ofreció entrar en su casa para descansar y preparó todo un
banquete para ellos. Coció unos panes con sus propias manos y luego les lavó los pies.
—Quédense esta noche a dormir y mañana podrán continuar su camino —les dijo, antes
de que alguien tocara bruscamente la puerta.
Eran los habitantes de la ciudad, que habían visto pasar a los forasteros y querían
hacerles daño.
— ¡Abre la puerta, Lot! ¡Sabemos que estás escondiendo a esos extranjeros! —gritaban.
Lot salió de su casa y le suplicó a la gente que no hiciera daño a sus invitados. Pero
los hombres no lo quisieron escuchar y se acercaron más a la puerta para romperla.
Entonces, uno de los ángeles volvió a meter a Lot en la casa y le hizo una advertencia.
—Lot, debes tomar a tu familia e irte, pues las ciudades de Sodoma y Gomorra van a ser
destruidas. La gente que habita aquí tiene demasiada maldad en su corazón como para
poder salvarse —le dijo—. Pero tú eres bueno y Dios quiere salvarte por haberte
mantenido justo. Así que vete, vete con tus hijas y esposa.
Prepararon pues todo lo que pudieron y escaparon por una ventana, pero antes de
irse, los ángeles les advirtieron que no miraran atrás ni una sola vez.
Una lluvia de fuego descendió sobre Sodoma y Gomorra, destruyéndolas y matando
a todos sus habitantes. Lot y sus hijas se apresuraron a alejarse sin voltearse a ver, pero
la esposa del buen hombre no resistió la tentación y observó como aquellas ciudades eran
arrasadas. Su cuerpo se convirtió en una estatua de sal.
Solo Lot y sus hijas pudieron salvarse, pues además de ser buenos habían mostrado
su obediencia a Dios. Y Lot vivió muchos años con gran dicha.
CALEB
Después de dos años de vivir en el desierto bajo el cuidado y provisión de Dios, el
pueblo de Israel llegó a la frontera de la tierra prometida. Moisés escogió a doce hombres
de las tribus de Israel y los envió como espías a la tierra de Canaán para explorarla;
necesitaba saber si el pueblo que allí habitaba era débil o fuerte, y si la tierra era buena o
mala.
Ellos exploraron la tierra por cuarenta días y luego regresaron a su campamento.
Trajeron una muestra del rico fruto de la tierra con ellos. Necesitaron dos hombres para
poder llevar un racimo de uvas tan grande que debían colgarlo en un palo grueso. ¡Qué
rica tierra!
Diez de los espías dieron un informe malo y desalentaron los corazones de los hijos
de Israel. Les dijeron que la tierra sí fluía leche y miel, PERO:
- El pueblo de esa tierra era demasiado fuerte para pelear contra él y ganarle. Las
ciudades eran muy fuertes y fortificadas con altas y grandes murallas. Eran muchos
los enemigos que vivían en toda la tierra. Que habían gigantes en la tierra, y que los
israelitas eran como langostas a su lado.
Dos de los espías, Josué y Caleb, dieron un informe muy bueno de la tierra,
diciendo: "la tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera
buena...que fluye leche y miel". Además ellos creyeron en la promesa del Señor de que les
daría la tierra, así que hablaron al pueblo muy atrevidamente para alentar sus corazones:
Caleb dijo" "Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros
que ellos".
Josué dijo: "Si Jehová se agradare de nosotros, Él nos llevará a esta tierra, y nos la
entregará... No sean rebeldes contra Jehová, no temáis al pueblo de esta tierra...porque
nosotros los comeremos como a pan. El Señor está con nosotros, no tengan miedo".
Como el pueblo creyó el informe malo de los diez espías, iban a apedrear a muerte
a Josué y Caleb.
El Señor salvó sus vidas de las manos del pueblo. Pero El no toleró la maldad de la
gente, el corazón endurecido de incredulidad y provocación. Dios les dijo que ninguno de
ellos entraría a la tierra; que iban a andar vagando por el desierto por cuarenta años hasta
que todos ellos murieran. Sólo sus hijos, aquellos que tuvieran menos de veinte años, y los
fieles, Josué y Caleb, podrían entrar a la tierra prometida.
El Señor se agradó de Josué y Caleb porque le siguieron por completo y
tenían un espíritu creyente, obediente y ejercitado.
Pasaron cuarenta largos años de prueba y todos aquellos hombres malos murieron
en el desierto; nunca entraron en la tierra prometida. Después de que Moisés también
murió, el Señor llamó a Josué (el joven asistente de Moisés) y le mandó levantarse y guiar
a todos los hijos de Israel al otro lado del río Jordán para meterlos en la tierra que el Señor
les daría como su herencia. Mediante el liderazgo de Josué el pueblo de Dios, Israel,
finalmente llegó a la meta que Dios les trazó más de cuarenta años atrás, cuando fueron
liberados de la esclavitud de Egipto por medio de Moisés. “Tomó, pues, Josué toda la tierra
conforme a lo que Jehová había dicho a Moisés; y la entregó Josué a los israelitas por
herencia conforme a su distribución según sus tribus; y la tierra descansó de la guerra”.
Caleb es un ejemplo de perseverancia, fe y de resistir fuertemente hasta el final.
Siendo una de las dos únicas personas que creyeron que Dios podía dar la tierra
prometida a los israelitas. Teniendo que esperar en el desierto por cuarenta años, Caleb
vio por fin la promesa de Dios cumplida con 85 años de edad.
Caleb estaba comprometido. Una vida plenamente consagrada a Dios sin reservas.
Durante los 40 años en el desierto, Caleb nunca perdió la esperanza. Sin
importar cuantos contratiempos, Caleb se aferró a las promesas de Dios.
ELISEO Y LA VIUDA
Eliseo era un hombre muy devoto de Dios y con gran talento para hacer milagros.
Eliseo no solo tenía una profunda fe, también le gustaba ayudar a los demás. Siempre que
iba viajando de ciudad en ciudad, se detenía para ver que necesitaban los pobres, los
ancianos y las personas que no podían valerse por sí mismas.
Un día llegó hasta una ciudad llamada Betel, en donde conoció a una viuda que era
sumamente pobre. La mujer estaba muy preocupada, pues debía mucho dinero a su
acreedor y no sabía cómo le iba a pagar. En venganza, este hombre estaba a punto de
llevarse a sus dos hijos como esclavos, esto la puso muy triste. Cuando Eliseo escuchó su
historia, supo al instante lo que debía hacer para salvarlos.
—No te preocupes, Dios nos ayudará a liberarlos —le aseguró—. Ve a casa de tus
vecinos y pídeles prestadas todas las vasijas que tengan, no importa el tamaño. Pero
tienen que estar vacías.
— ¿Para qué quieres tantas vasijas? —le preguntó ella.
—Tú haz lo que te digo y vuelve pronto, que en nombre de Dios, voy a hacer algo
maravilloso para ti.
La viuda fue y recolectó tantas vasijas como pudo. Ella, en su casa, solo tenía una
vasija más pequeña con aceite. Pero Eliseo también se la pidió.
— ¿Tienes confianza en Dios? —le preguntó él.
—Sí, por supuesto que confío en él.
—Entonces presta atención, porque de esta vasija pequeña voy a sacar suficiente
aceite para llenar todas las demás.
La mujer se preguntó cómo algo así sería posible, pero prefirió callar sus dudas y
esperar a Eliseo. Él tomó entonces el recipiente y lentamente, comenzó a vaciar el aceite
en la primera vasija, la cual se llenó hasta los bordes. Luego hizo lo mismo con la siguiente
y así hasta que todas las vasijas estuvieron llenas. La pobre viuda no podía dar crédito a lo
que sus ojos miraban.
— ¡Esto es realmente un milagro! —exclamó.
—Ya ves que Dios no abandona a quienes realmente tienen confianza en él —le dijo
Eliseo—, ahora vete al mercado. Vas a vender todo el aceite que se encuentra en estas
vasijas. Con lo que ganes por esa venta, tendrás suficiente dinero para pagar tus deudas.
La viuda le hizo caso y partió inmediatamente hacia el mercado, cargada con la
mercancía. Una vez allí, la gente comenzó a llegar para comprarle el aceite, que se agotó
en cuestión de momentos. Todos estaban muy satisfechos con lo suave y aromático que
era el líquido. No bien tener las monedas de oro en sus manos, se fue a ver a su acreedor
y este le perdonó las deudas, por lo cual pudo regresar con sus hijos a casa.
Todos estaban sumamente contentos con Eliseo. Pero lo más importante que
aprendieron aquel día, fue que nunca se debía perder la fe, pues la única
manera de resolver los problemas eran confiando en que Dios les mostraría el
camino correcto.
SANSÓN
Antes que naciera Sansón un ángel se le apareció a su madre que era estéril, y le
dijo que tendría un niño especial, por lo tanto debía tener una vida de acuerdo a ciertas
normas según la voluntad de Dios, pues su nacimiento tendría un propósito. Una de las
condiciones era que nunca debía cortarse el cabello o perdería los poderes sobre naturales
que se le otorgaría. Sansón y su familia vivían muy cerca de los filisteos y fue capaz de
pelearse y matar a un león tan solo con sus manos, su fuerza sobre natural hizo que
realizara muchas hazañas por lo que todos le temían. Paso el tiempo y conoció a Dalila,
quien en reiteradas veces trato de descubrir el secreto de la gran fortaleza de Sansón, y
como estuvo enamorado de ella le contó la verdad y confeso que nunca se había cortado
el cabello desde su nacimiento y que a ello debía su fortaleza. Sansón, confiando en la
mujer que lo traicionaría durmió profundamente en sus faldas y en ese momento Dalila
dejo entrar a un filisteo quien le corto el cabello, ella no quería a Sansón, ella solo quería
el dinero que le pagarían por haber obtenido la confesión de Sansón. Al despertar él ya no
tenía fuerza y por eso lo apresaron muy fácilmente.
Lamentablemente los filisteos que eran enemigos de Sansón le sacaron los ojos y se
lo llevaron como esclavo para realizar trabajos muy duros y de ese modo humillarlo.
Pronto hicieron una gran fiesta en Gaza donde había más de tres mil personas, sacaron a
Sansón para que fuera la burla de los asistentes, no contaron con que su cabello ya había
crecido, para esto le rogó a Dios para que le diera por última vez sus fuerzas y así hizo
Dios, escucho su oración. Una vez que Sansón recuperó sus fuerzas se tomó de las dos
columnas centrales del edificio del templo y destruyo las columnas matando así a miles de
malas personas siendo sepultado con ellos.
Sansón era un hombre al que Dios le había otorgado un don: Era muy fuerte.
Sansón utilizaba su fuerza para ayudar a los demás defendiéndolos de las personas malas
y animales feroces. Pero también cometió errores, solo que al final de su vida se arrepintió
y prefirió morir entregando su vida en sacrificio para acabar con la maldad de esa gente.
Sansón fue un hombre fuerte y valiente que aunque se equivocó, se
entregó plenamente a Dios antes de morir
¿Quién era sansón? _____________________________
¿Cuál era el secreto de la fuerza de Sansón? _____________________________
¿Quién traiciono a Sansón y porque lo hizo? ______________________________
DAVID Y GOLIAT
Hace mucho tiempo, cuenta la biblia que durante el reinado del rey Saúl, había un
joven llamado David que era muy valiente. Aunque era muy pequeño a comparación de
los soldados, él ayudaba en el campamento en la guerra que el pueblo de Israel tenía
contra los Filisteos. Un día un gigante muy pero muy enorme llamado Goliat, salió al frente
de batalla y dijo a los israelitas:
—A ver israelitas. ¿Hay alguno de ustedes que quiera enfrentarme? ¡Ja ja ja!
¡Ninguno de ustedes me puede vencer!
Entonces los israelitas tenían temor porque Goliat era muy grande y fuerte. Pero
David le dijo al rey Saúl:
—Déjame pelear. Yo puedo vencerlo.
—Pero David, tú eres muy pequeño. ¿Cómo podrías ganarle tú a Goliat?
—Yo puedo vencerlo. Sé que Dios no dejará que Goliat me venza y yo tendré la
victoria.
Entonces el rey Saúl que no le creía a David totalmente, por fin decidió dejar que
David pelee con Goliat solo para ver qué podría hacer. David apenas tuvo el permiso del
rey, se fue al río y consiguió unas piedras muy lisas. Luego se fue al campo de batalla.
— ¡Ja ja ja! ¿Este enano va a pelear contra mí? ¡Ja ja ja! En menos de 10 segundos
lo venceré y lamentarán haber sacrificado la vida de este joven al ponerlo frente a mí.
—Yo te demostraré que puedo vencerte a pesar de mí tamaño. Dios está de mi lado
y yo confío en él.
Goliat se reía, mientras que David puso en su honda una de las piedras que había
recogido en el río para utilizarla como proyectil. David, seguro de sí mismo, empezó a
darle vueltas a su honda agitándola circularmente. Goliat se seguía riendo pero en un
momento sorpresivo David le lanzó la piedra directamente a la frente.
¡Goliat no pudo hacer nada!
Entonces en ese momento cuando los filisteos vieron la derrota de Goliat, todos se
fueron corriendo y los israelitas ganaron la guerra.
Debemos ser valientes en la vida y enfrentar los obstáculos por más grandes
que sean. Si confiamos en Dios, podremos hacer grandes cosas
ESTER
Ester era una joven muy bella. A la muerte de sus padres, ella quedo al cuidado de
su tío Mardoqueo, quien cuido de ella como si fuera su propia hija, y a quien ella amo y
respeto como si fuera su verdadero padre. Aunque Ester era Judía ella vivía en Persia,
porque sus antepasados llegaron allí como prisioneros.
Un día el rey de Persia, ordeno se hiciera una gran fiesta donde todos podrían
comer en abundancia y por varios días, se embriago tanto el rey que se le ocurrió ordenar
a su esposa la reina Vasti, que se arreglara y se luciera con la corona ante sus invitados,
pero ella no quiso y se negó. Esto le salió muy caro pues el rey, aplico una ley donde las
mujeres debían obedecer a su esposo en todo, por esto Vasti perdió la corona y dejo de
ser reina.
El rey entre todas las mujeres eligió una nueva esposa, a Ester, solo que ella por
consejo de su tío Mardoqueo no le dijo al rey que era Judía. En una ocasión Mardoqueo
estando muy cerca de palacio, se enteró que dos sirvientes del rey planeaban matar al
rey, su advertencia salvo al rey y así quedo su nombre escrito en el libro del rey.
Amán era el brazo derecho del rey, todos se inclinaban ante el menos Mardoqueo
que solo lo hacía ante Dios para orar y ante nadie más. Por esta razón Aman lo odiaba y
mando a hacer una horca para darle muerte. Antes con engaños hizo que el rey diera una
ley donde se diera muerte a todos los judíos.
Pero la reina Ester recibió una idea de Dios y ella invito al rey y a Amán a un
banquete que organizaría para ambos con el fin de contarle todo al rey, quien estaba
dispuesto a concederle sus deseos. Cuando Ester le conto al rey los malvados planes de
Amán se dio la orden inmediata que fuera ahorcado Amán.
Gracias a la reina Ester, el rey dio otra ley donde los Judíos pudieran defenderse y
ser salvos, Mardoqueo ocupo el lugar de Amán y todos los Judíos estaban muy felices
y agradecidos con Dios porque a través de su reina les demostró su amor.
JOB
Había una vez un hombre llamado Job, el cual era muy fiel a Dios. Todos los días al
levantarse, lo primero que hacía era darle las gracias por todas las bendiciones que le
había dado, pues era dueño de unas tierras muy fértiles, tenía una hermosa esposa y una
gran y amorosa familia. A todos ellos les había enseñado a creer en el Señor con todo su
corazón.
Y satanás, al ver esto, se llenó de envidia y fue con Dios para intentar provocarlo.
—No entiendo para que te molestas en seguir siendo bueno con los hombres, luego
de ver todo lo que han hecho —le dijo—, yo podría hacer que cualquiera de ellos se hiciera
malvado y lo sabes bien.
—Te equivocas, no todos se dejarían tentar —dijo Dios—, mira a Job por ejemplo. Él
es muy leal a mí.
—Solamente te es fiel porque lo has llenado de cosas buenas —le respondió el
diablo—, si se las quitas, te va a maldecir como todos los otros.
—Si lo que quieres es demostrarme algo, entonces ve tú y quítaselas —lo retó Dios
—, haz lo que quieras de él y verás cómo sigue siendo fiel a mí. Pero no te atrevas a
matarlo.
Regodeándose de placer por lo que estaba a punto de hacer, satanás entró en la
vida de Job para arruinarla con la esperanza de volverlo malvado. Lo primero que hizo, fue
provocar que todas las ovejas de su rebaño se murieran, además de traer a unos ladrones
que se encargaron de llevarse todos sus camellos y el resto de su ganado. Pero tras ver
esto, Job decidió rezar a Dios con más fuerza que antes.
Luego, satanás convocó una tormenta terrible, en la que murieron los diez hijos e
hijas de este buen hombre. Aunque su esposa se volvió loca de dolor, Job se mantuvo
firme en su amor a Dios y mantuvo la esperanza de que las cosas mejorarían.
Furioso al ver que sus planes fracasaban, Satanás le envío una terrible enfermedad
que le cubrió todo el cuerpo de llagas dolorosas y al rojo vivo.
Al verlo en este estado, su esposa trató de convencerlo de que Dios los había
abandonado para siempre.
—Maldice el nombre del Señor y muere —le dijo con resignación.
Pero Job continuó alabándolo con más alegría que antes, y tampoco le importó
cuando tres falsos amigos vinieron para reírse de su desgracia, diciéndole que había
vivido una vida sin sentido.
Satanás había fracasado. Aún con todas las desgracias del mundo a sus espaldas,
Job seguía siendo un hombre bueno y fiel al Señor. Por eso, Dios lo curó de su enfermedad
y le devolvió todas las cosas que le habían sido arrebatadas. Job tuvo el doble de ovejas,
de camellos y de ganado, y volvió a tener diez hijos con su esposa, a los que enseñó una
vez más que nuestro padre celestial jamás nos abandonaba y nos ama mucho.

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