RELIGIÓN
CAMINANDO HACIA LA EQUIDAD ENTRE LOS GÉNEROS
Este breve trabajo, trata de dar a conocer de una manera somera y resumida,
como se ha desarrollado el papel de la mujer en nuestra historia, muchas veces enfocada
desde la perspectiva nacional.
Es fundamental conocer aunque sea de esta forma sencilla, el cómo y porqué se actuaba
de esta forma con ello podremos salvar los obstáculos que impiden transformar las
estructuras rígidas de nuestra sociedad, para alcanzar el camino de la equidad entre los
géneros, de ahí el subtitulo elegido para este trabajo. Averiguando el porqué podremos
entender el que se ha de cambiar para dirigirnos hacia una nueva dirección que nos
acerque a un avance social que pueda enriquecer nuestro nivel y calidad de vida.
Mirar hacia atrás, es decir examinar la historia y poder estudiar “como eran las cosas” nos
facilita la capacidad de reflexionar y afrontar un futuro de cambios, siendo críticos con los
sistemas que aunque aceptados y utilizados desde antaño no significan que sean
acertados y esto puede impedirnos en numerosas ocasiones disfrutar de una sociedad
equilibrada, igualitaria y más avanzada.
LA MUJER EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA
INTRODUCCIÓN
Las sociedades de la Antigüedad Clásica fueron patriarcales, 'machistas' si se quiere.
Pero a veces mostraron más respeto y atención hacia la mujer que otras más modernas.
No son hechos sin importancia que una mujer llegara a presidir la Biblioteca de Alejandría
o que otra pudiera hablar en el Senado de Roma. ¿Cuantos siglos debemos esperar para
volver a ver una mujer escritora en Occidente? ¿Cuándo volveremos a conocer el nombre
de una mujer que se dedique públicamente a la filosofía? ¿Cuántos siglos debieron pasar
para ver a una mujer dirigiendo un estado?
DIOSAS Y MITOS
El mundo de los dioses entre griegos y romanos era, a menudo, un reflejo de su propia
sociedad. Pero no podemos dejar de destacar algunos aspectos interesantes en lo
relativo a las mujeres y las diosas.
a primera diosa, según Hesíodo, es Gea, una 'diosa madre' y es ella misma la que crea a
Urano, su marido, a partir de sí misma. Teniendo en cuenta que Hesíodo muestra una
especial antipatía o desconfianza hacia las mujeres hay que considerar que este autor
recoge mitos anteriores cuyo origen y significado se pierden en la noche de los tiempos.
Mucho se ha hablado sobre la posibilidad de que estas diosas como Gea, o Cibeles sean
el recuerdo de antiguas sociedades matriarcales. No podemos dejar de citar el mito de
Pandora en el que Hesíodo escoge la versión en la que se achaca a la mujer el origen de
todas las desdichas de la humanidad.
Cuando Zeus viene a poner orden y aparecen los dioses olímpicos nos encontramos con
cinco diosas importantes y poderosas: Atenea,Artemisa, Hestia, Afrodita y Hera.Es
interesante destacar que de estas diosas las que presentan mayor independencia como
Atenea o Artemisa son también vírgenes porque seguramente su relación con varones les
supondría perder parte de su poder e independencia. Sus castigos frente al 'acoso sexual'
resultan escalofriantes, como en el caso de Acteón.
HEROÍNAS Y HECHICERAS
Quizá uno de los relatos más impactantes sobre la mujer en la antigüedad es el de las
amazonas. Estas mujeres guerreras cuyo nombre podría derivar de 'a' , "sin" y 'mazon'
"pecho", en el sentido de que se amputarían el seno derecho para poder manejar mejor el
arco tenían relaciones con hombres pero luego sólo criaban a las niñas expulsando o
manteniendo a los hijos como sirvientes.
Muchos héroes griegos lucharon contra las amazonas, como Aquiles que mató a
Pentesilea, su reina, o Hércules que tuvo que robarle el cinturón a otra de sus reinas,
Hipólita.
En las representaciones artísticas las amazonas no aparecen sin un pecho, como dice la
etimología, sino con un pecho descubierto y a menudo combatiendo en las amazonias.
La situación de la mujer no era buena pero debemos destacar que las ciudadanas griegas
eran protegidas por la ley. Gracias a la dote podían tener seguridad económica durante
toda su vida. Viudas y ancianas eran especialmente protegidas.
MUJERES EN ESPARTA
El régimen espartano atribuido al legislador Licurgo era rígido y poco democrático. Poseía
también rasgos similares a un primitivo comunismo. Pero, paradójicamente, la situación
de la mujer parece mejor que en Atenas.
La finalidad básica de la mujer era la de tener hijos. Este hecho discriminatorio llevo, en
cambio, a que la salud de las mujeres se cuidase mucho más que en otros estados. Al
contrario que en Atenas las chicas estaban tan bien alimentadas y cuidadas como los
chicos. Los trabajos de la casa los realizaban esclavas y las ciudadanas espartanas se
dedicaban al deporte, la música y la familia. Es importante valorar que fue el único lugar
en muchos siglos donde las mujeres hacían ejercicio físico y participaban en
competiciones deportivas.
MUJERES HELENÍSTICAS
Durante el período helenístico la situación de la mujer mejoró sensiblemente así como su
importancia al menos en muchos lugares.
Las dinastías macedonias dieron lugar a una larga serie de reinas y mujeres que, de una
u otra manera, consiguieron influir en la política de su tiempo. Es conocida la importancia
de Olimpia, la madre de Alejandro Magno, y, por supuesto de Cleopatra, reina de Egipto y
protagonista de la política romana durante muchos años.
Cleopatra fue una mujer astuta y ambiciosa. Sus 'romances' con los distintos gobernantes
romanos como Julio César o Marco Antonio fueron más bien alianzas políticas y asuntos
de estado.
A pesar de todo esto, la mujer disfrutaba de una gran consideración dentro de la familia y
desde la época imperial disponía de un grado de libertad, mayor que las mujeres de otras
sociedades de la antigüedad. Llevaba una intensa vida social propia (salía a comprar,
participaba en banquetes e incluso trabajaba en oficios que no se consideraban
femeninos) y acompañaba al marido a actos oficiales o espectáculos.
En el siglo II a.C. Cornelia fue un modelo de matrona romana. Permaneció fiel a su marido
Tiberio Sempronio Graco. Se preocupó especialmente de la educación de sus hijos y, a
través de estos, tuvo una influencia decisiva en la política romana. Recibía a hombres
cultivados en sus 'terturlias culturales', sus cartas fueron publicadas y se le erigió un busto
en su honor en Roma.
También Salustio nos habla de una tal Sempronia que presenta multitud de características
que parecerían reservadas a los hombres, entre ellas el hecho de que es ella la que
solicita o toma la iniciativa con los hombres.
Séneca se queja de que muchas mujeres cuentan los años por sus divorcios en vez de
hacerlo por los consulados. Por otra parte Ovidio, en su Arte de Amar muestra que conoce
la sexualidad femenina y se preocupa porque también la mujer disfrute en el acto sexual.
CIENTÍFICAS Y PENSADORAS
Recordemos aquí a algunas de las mujeres que lucharon por participar en la historia en
igualdad con los hombres.
Entre otras cosas inventó un aparato para destilar el agua y un hidrómetro para medir la
densidad de los líquidos.
Pero en aquellos tiempos con el auge del cristianismo en Alejandría algunos fanáticos
religiosos no comprendieron a una mujer con su sabiduría y tolerancia. Ella no era
creyente. Hipatia fue asesinada y sus obras destruidas.
La vida de Hipatia nos enseña que nunca debemos confiarnos y dejar de proteger la
libertad y el conocimiento. Después de Hipatia Occidente vivió quince siglos de falta de
libertad, de tiranías y oscurantismo. ¿Quién iba a pensar que toda esa libertad y
conocimientos podía perderse tan fácilmente?
Safo, que vivió en torno al siglo VI a.C. en Lesbos, Grecia, fue una poetisa de una
exquisita sensibilidad femenina. Tendremos que esperar muchos siglos para encontrar un
talento como el suyo que mereció que el propio Platón llegara a llamarla la décima musa.
En la isla de Lesbos creó un grupo poético de jóvenes mujeres con las que tuvo una
estrecha relación.
Los poemas que les dedica son claramente amorosos. Nunca sabremos si se refiere a
una pasión amorosa o a un amor platónico. En todo caso ese es el motivo de que se
llame lesbianismo y amor sáfico a la relación amorosa entre mujeres
LA MUJER EN LA EDAD MEDIA
INTRODUCCIÓN
El principal problema que nos encontramos a la hora de definir la Historia de las Mujeres
en la Edad Media, es su ausencia en las fuentes escritas, por lo que no es fácil rastrear
sus actividades diarias, sus posicionamientos o pensamientos sino que lo poco que
sabemos es a través de los escritos masculinos.
Por eso hay que ser cuidadosos a la hora de tener o no por válida la imagen que los
clérigos, los únicos que sabían escribir, dan sobre la mujer. A pesar de esta dificultad, hoy
en día conocemos a grandes figuras como Leonor de Aquitania, Juana de Arco o Christine
de Pisan, así como muchos elementos de su vida cotidiana: podemos conocer qué
comían, a qué se dedicaban, cómo cocinaban, qué vestían, etc.
Si avanzamos en el tiempo, nos encontramos con una Europa - incluida España- cristiana,
en la que la Iglesia va tomando poco a poco parcelas de poder; entre ellas, las referidas a
la moral. Este orden se ve reforzado por un sistema social muy rígido, marcado
únicamente por el nacimiento, donde las diferencias de clase son claras. Estos dos
elementos, junto con la proliferación de obras que tratan sobre el carácter femenino,
definirán la posición de la mujer a lo largo de la Edad Media.
La Iglesia tenía reservadas para la mujer dos imágenes que pretendía instaurar como
modelo en una sociedad cada vez más compleja, que había que dirigir con mano de
hierro si se quería controlar. La primera de ellas es la de Eva, que fue creada con la
costilla de Adán y propició la expulsión de ambos del Paraíso. La segunda es la de María,
que representa, además de la virginidad, la abnegación como madre y como esposa.
Ambas visiones pueden parecer contradictorias pero no es sino la impresión general que
tenemos de la época: lo ideal frente a lo real.
Ligado directamente a este aspecto, y teniendo en cuenta que la virtud más importante
para la mujer es la castidad, la cuestión de la sexualidad es ampliamente tratada por el
clero. Entorno a ella surgen distintos debates que siempre concluyen en el mismo punto
de exigencia para la mujer: despojar al acto sexual de todo goce y disfrute para
entenderlo como un deber conyugal, que tiene como objetivo la procreación. Es por tanto,
sólo posible dentro del matrimonio y con el esposo, no estando permitida para la mujer,
bajo pena de escarnio y muerte, las relaciones extramatrimoniales ni adúlteras. Lo que
aún crea debate para los historiadores es si entre los matrimonios, y por tanto en la
práctica sexual, existía o no el sentimiento de amor y si fuese así, qué sentido y
dimensión tendría.
Si hacemos caso a los libros, el ideal de vida, de amor y de mujer era, como ya se ha
visto, más idílica que real, en la que el Amor Cortés era el máximo exponente y la mujer la
descrita en él: casta, prudente, trabajadora, honrada, callada y hermosa y
sorprendentemente culta, capaz de entretener y sorprender a su caballero. No obstante,
es posible encontrar diferencias entre las situaciones femeninas. Algunos historiadores
apuntan que la edad es esencial a la hora de estudiar a las mujeres en esta etapa, ya que
la sociedad exigía diferentes virtudes y comportamientos en cada momento de la vida.
Si nos referimos al físico, como en los saberes y la literatura, se impone el modelo clásico:
la figura femenina de las esculturas romana donde las mujeres poseen un vientre
abultado y generosos pechos, símbolo de la fertilidad así como una figura algo redonda
signo de su clase social. Además gusta la mujer de piel clara que no ha ennegrecido
trabajando al sol, de cabellos rubios y rizados, limpios y cuidados. Si tenemos en cuenta
las duras condiciones de vida y la casi inexistencia de cosméticos, podemos considerar
que se impusieron unos cánones muy extremos, paralelos a la idealización que se hace
del amor y de las relaciones de pareja. Posiblemente sea consecuencia de que es la
visión que impusieron los hombres religiosos, lejos de la realidad, y por tanto, lejos de las
mujeres reales de ese tiempo.
Desde el punto de vista social, podríamos hacer una triple diferenciación en cuanto a la
posición de las mujeres en él: la mujer noble, la campesina y la monja. La primera de ellas
era la única que podía gozar de grandes privilegios y la que, si fuese posible, podría
alcanzar un mayor reconocimiento.
Era el centro del hogar donde se encargaba no sólo del cuidado de los hijos y su
educación sino que también de la organización de los empleados que trabajasen para
ellos, del control de la economía y en ausencia de su marido, bastante común en la época
por las guerras o las cruzadas, o por quedar viuda, era la encargada, como
administradora, de tomar las decisiones en sustitución de su marido. La realidad era,
según algunos especialistas, que las necesidades que tenían en el del día a día nos
permiten conocer ejemplos a través de documentos-diarios, contabilidades del hogar,
permisos especiales, etc.- sobre ciertas mujeres que ejercían como lo hicieran sus
maridos o que incluso podían llegar a alcanzar un gran poder social.
El día de la mujer noble podía llegar a ser agotador dependiendo de las posesiones que
tuviese que dirigir, de sus empleados y del número de familia. De cualquiera de las
formas, era un trabajo más complicado de lo que la literatura clásica ha dado a entender.
No obstante, el dinero o el prestigio no hacía que estas mujeres fueran plenamente felices
y es que se jugaba con ellas desde que eran utilizadas como moneda de cambio a través
de las uniones matrimoniales, que servían para sellar pactos estratégicos o políticos, y así
aumentar las posesiones de uno u otro hombre. A la mayor parte no se les permitía
intervenir en política y, aunque eran las transmisoras de la dote, según la Legislación, no
podían gozar de ella ni en su estado de casadas, solteras o viudas, porque pertenecían al
padre, al esposo o al hijo.
Pero, sin lugar a dudas, era la mujer campesina medieval la que más duras condiciones
de vida tuvo que soportar: dentro del hogar era la encargada de la cocina, de las ropas,
de la limpieza, de la educación de los hijos, etc. Fuera de él debía ocuparse del ganado y
del huerto, cuando no debía trabajar también en las tierras de cultivo. Si por el contrario la
mujer residía en la ciudad, además de ocuparse de su familia y la casa, debía hacerlo del
negocio familiar o ayudar a su marido en cualquiera de las actividades que éste llevase a
cabo. Si ambos cobraban un salario, el de la mujer era notablemente menor, a pesar de
que realizasen los mismos trabajos. Este hecho es especialmente lacerante cuando la
mujer es soltera o viuda y deja el hogar para trabajar, normalmente en el servicio
doméstico- representa la mayoría-, en el hilado, o como lavandera o cocinera. Pero
también lo hace, como decimos, en el campo como braceras o jornaleras.
Por último, la mujer que opta por dedicar a Dios su vida es una mujer que ha cometido
pecados en su vida y quiere redimirse, o bien una segundona que ha visto cómo su dote
se ha ido con una hermana mayor, o simplemente una mujer que ve el convento como
salida a un casi seguro matrimonio pactado. Esta mujer ha sido la que más expectación
ha generado en la historiografía, derivada de las particularidades de los conventos y la
relativa libertad que se vivían dentro de ellos.
Un caso especial muy estudiado también, lo suponen las beguinas, mujeres que dedican
su existencia a la religión pero que lejos de ingresar en un convento, mantienen su vida
cotidiana fuera de éste. Estas mujeres pretendían tener un contacto inmediato con Dios,
sin intermediación de la Iglesia, para establecer un diálogo directo con Él. Del mismo
modo, se dedicaban a la defensa y el cuidado de los pobres, de los enfermos y los
huérfanos, y a un campo poco común, el del conocimiento: traducían obras religiosas a
lenguas comunes.
La Educación es uno de esos campos en los que la mujer tiene cierto espacio en la Edad
Media. Era ella, desde que la mayoría de la población es analfabeta, la encargada de
transmitir la cultura y los conocimientos que poseía a los hijos y las hijas. Si nos referimos
a las nobles, hoy en día sabemos que la mayoría de ellas sí cultivaron los saberes.
Dominando la escritura y la lectura, aprendieron otras lenguas, se instruyeron en ciencias,
y en música. Por el contrario, el acceso a la educación para las clases bajas fue mucho
más complicado, especialmente en las zonas rurales.
De cualquier forma y a pesar de los conocimientos que tuviesen o su clase social, las
instruían en la religión y las enseñaban a organizar un hogar. A las niñas plebeyas las
iniciarán en la costura, el hilado y las tareas del huerto y el ganado y si tenían un negocio
familiar, a las labores que debían desempeñar. A las nobles se las mostraba cómo dirigir
al servicio así como buenos modales y el saber estar.
Las monjas eran las más afortunadas entre todas las mujeres si a la educación nos
referimos ya que podían llegar incluso a conocer el latín y el griego y por tanto a leer y
escribir. A pesar de que no era lo común, hoy en día sabemos de mujeres que retando a
su tiempo, escribieron desde los conventos: Hildegarda de Bingen o Gertrudis de Helfta.
Debieron enfrentarse a un planteamiento muy cuestionable ya que se consideraban sin
rigor por el simple hecho de ser mujeres. Se las consideraba también con menor
inteligencia, menos capacidades o incluso sin alma: las prescripciones o normas que
debían seguir las mujeres, independientemente de su edad o clase social, se regían por
libros de los monasterios o de la Antigüedad. Destacan las obras de fisiología que
argumentaban que la diferencia entre sexos era una cuestión biológica: a las mujeres les
atribuían unos humores fríos y húmedos, mientras que a los hombres se les consideraba
calientes y secos, la perfección y medida de todas las cosas. La naturaleza de las mujeres
les hacía no sólo ser más débiles en los aspectos morales, sino también en los físicos,
porque podía ser causante de todas sus enfermedades, entre ellas la menstruación -que
no era sino todo aquello demoníaco que la mujer expulsaba por la vagina-.
Estos tratados fisiológicos, junto con otros escritos sobre moral y costumbres, así como
una regulación jurídica muy negativa para la mujer, hicieron de la Edad Medía, en su
mayoría, una etapa oscura, de austeridad y de prohibiciones para la mujer, en la que su
comportamiento estuvo medido por la institución de la Iglesia como único garante del
buen orden social y vigilado por los maridos como ejecutores de las normas. Pero también
hubo luces.
En la actualidad se han multiplicado los estudios sobre esta época y sabemos gracias al
trabajo de muchas historiadoras, de grandes mujeres que retaron a su tiempo o de
actividades en las que la mujer era el centro. Una de ellas era la medicina familiar de la
que las mujeres, especialmente aquellas rurales, tenían un conocimiento de las plantas y
los remedios que podían utilizarse para curar las enfermedades.
Es por tanto una etapa de luz y de sombras, de pasos hacia delante y hacia atrás donde,
desgraciadamente, la posición de la mujer fue de inferioridad pero donde, las mujeres
buscaban huecos, agujeros por los que salir.
LA MUJER ESPAÑOLA EN EL RENACIMIENTO
Los moralistas del XVI esbozaron su versión de la mujer ideal, un icono dominado por la
encarnación de la Virgen María, cuya semblanza sobre todo encarnaba la pureza, la
honestidad y la buena voluntad. En parte, los moralistas se apropiaron de las
descripciones misoginias basadas en la "Instrucción de la mujer cristiana", escrita por el
pedagogo valenciano Luis Vives en 1523.
Durante los inicios de la edad moderna, un hombre tenía diversos papeles ocupaciones:
príncipe, militar, artesano, humanista, mercader o clérigo. Las mujeres tenían menos
opciones que ejercer, puesto que Vives y otros moralistas las continuaron relegando a los
papeles de "madres, hijas, viudas, vírgenes o prostitutas, santas o brujas". Estas
identidades, derivaban únicamente de su estatus sexual y, en muchos casos, inhibieron a
muchas mujeres en su asunción de otras identidades deseadas.
San Agustín había plantado ya hacía tiempo estas semillas de desprecio y desconfianza
de la mujer cuando avisaba a sus hermanos que se dirigieran a ellas con "severidad" y
hablaran con ellas lo menos posible. No se puede confiar ni tan siquiera en la mujer más
virtuosa, concluía Agustín:
"habla poco y con severidad a las mujeres. No se ha de desconfiar menos de las que son
menos virtuosas, porque cuanto mayor es la virtud, tanto mayor es la inclinación, y bajo el
encanto de su palabra se esconde el virus de la mayor lascivia"
Los antiguos estereotipos de la mujer expuestos por los Padres de la Iglesia combinaban
tanto el mito del paraíso como el concepto del pecado original, en los cuales la mujer
había tenido un papel fundamental: una amalgama de perversión, engaño y traición a la
confianza de Dios en la historia de los primeros padres. Los teólogos habían construido
una imagen diabólica de la mujer debido a sus sospechoso papel en la pérdida del
Paraíso. Después de todo, como declaró con tanta elocuencia San Jerónimo:
Esta idea del santo anacoreta, la resumiría en el siglo XVIII Fray Juan Laguna: "el pecado
tuvo principio de la mujer y por ello entró la muerte en el mundo" ("Casos raros de vicios y
virtudes para escarmiento de pecadores, Murcia, 1763)
Santo Tomás de Aquino, en su "De periculo familiaritatis dominarum, vel mulierum" o "El
terrible riesgo de familiarizarse con mujeres y sus perniciosas consecuencias, argüía que
"Dios había creado a la mujer más imperfecta que el hombre y por tanto la obligó a
obedecer al hombre puesto que por naturaleza éste poseía una abundancia de sensatez
y razón". Las nociones de delicadeza, ternura y, por encima de todo, obediencia al
hombre, en resumen, la femineidad, caracterizaban el retrato ideal de una mujer española
de principios de la era moderna.
Por una parte, los moralistas reconocían la necesidad de las mujeres en el proceso de
procreación y en el "continuum" de la creación. Sin embargo, también la reconocían como
en ocasiones astuta, poco fiable, tal vez incluso malvada y por tanto la confinaron a las
tres funciones básicas descritas más abajo para justificar su sumisión al hombre. Algunos
de los aforismos de los moralistas relativos a la mujer dicen:
En un reciente estudio se afirmaba que la familia había sido elegida, entre otros, por la
mayoría del pueblo del estado español como “ la mejor forma de organización social” y es
que, como se afirmaría en una larga tradición desde Aristóteles a nuestros días, el
elemento de la familia ha sido considerado como un aspecto fundamental y un pilar básico
sobre el cual se asienta y organiza la sociedad a lo largo de la historia.
Y si esta máxima no se cumple en su totalidad (que no lo hace, desde luego) es sin duda
alguna por la persistencia de prejuicios y valores patriarcales en nuestra sociedad,
heredados de facto a lo largo de generaciones desde, entre otras, nuestra ahora
estudiada época moderna.
LA VIDA ÍNTIMA DE LA MUJER MODERNA
En este periodo, pero de una herencia evidente de periodos históricos anteriores, el tema
de la intimidad, de los aspectos internos, biológicos de cada persona era un aspecto tabú
y totalmente sometido a la reprobación, pudor y vergüenza general de la sociedad, en
especial por parte de sus representantes morales y espirituales los cuales consideraban
obsceno todo lo relacionado con la intimidad de las personas, máxime lo referido a las
mujeres cuyos cuerpos y todo lo que hiciese referencia a ellos era considerado de
inmediato pecaminoso, vulgar y sobretodo prohibitivo.
A pesar de ello, esa sexualidad existía ya en esta época y en gran medida produjo una
reorientación en la época del Renacimiento, donde se produce un nuevo culto al cuerpo y
redescubrimiento de una realidad que luchaba contra un pasado prohibitivo y un presente
que en parte también luchaba por someter a la sexualidad y el cuerpo a el lugar que ya
había ocupado de oscuridad, en parte por los efectos de la gran peste negra y bubónica,
la cual inmediatamente se relaciono con esta relajación de costumbres fruto del
renacimiento y del humanismo.
De esta manera, de la esfera publica de los baños y el culto al agua que antes
experimento el mundo musulmán y en parte también la civilización cristiana, se pasa a
una realidad higiénica totalmente diferente, donde se pone en énfasis mas a la vestimenta
que a la limpieza real del cuerpo como método de sanidad e higiene corporal. Ahora,
pues, lo importante era tener una apariencia higiénica mas que un aspecto realmente
higiénico, aunque este también era tratado, pero con métodos alternativos al agua y el
baño.
Este rechazo al agua y a los baños como método de limpieza corporal en los años del
renacimiento, se debe a un doble motivo que va a encolerizar y preocupar sobremanera a
las autoridades político-religiosas de la edad moderna; por un lado combatir los
incipientes brotes y estallidos de enfermedades por toda Europa ( peste, sífilis, tifus....) y
por otro lado, reducir elementos considerados inmorales y perniciosos como la
prostitución o en general la lascivia relacionada con la exposición semidesnuda de los
cuerpos en el momento del baño.
Ello provoco el cierre después del siglo XVI de un gran numero de baños públicos ( algo
nunca visto en el mundo musulmán) por estos motivos, en especial por el segundo
aspecto que era el que mas preocupaba y temía las autoridades religiosas de la época.
Los baños públicos como elemento de baño y limpieza corporal eran lugares abiertos,
generalmente separados por sexos, donde además del ocio y el placer de un momento de
relajación y tranquilidad en el baño, se ofrecían servicios diversos como alimentos,
bebidas y en el caso de los hombres muchas veces servicios de prostitutas, a pesar de lo
cual cuando no se quería reconocer abiertamente el cierre de estos servicios por
pecaminosos, se aducían a otras cuestiones como el hecho de la vulnerabilidad de los
cuerpos desnudos y del agua con referencia a diversas enfermedades de la época, o
incluso como afirma George Duby “ por el peligro a que algún esperma perdido
embarazara a las mujeres desnudas que se bañaban en esas mismas aguas”.
De esta manera, para el cuidado corporal se empezaron a usar otros elementos que
lógicamente pasaban por la intimidad personal, y por un lado impedían la exhibición
publica de los cuerpos y por otro lado reducían al nulo el papel del agua en la higiene
corporal. Así, al agua tradicional y de toda la vida, le sustituyó como método higiénico el
de los polvos y el perfume como método privado, y personal para el aseo diario de las
mujeres, algo que reducía la relación publica y social del sexo femenino ( y masculino) en
dicha área. Así, para las partes visibles de la mujer ( rostro, pelo y manos) aun se permitía
un leve uso del agua, al que se le adjudicaba un papel menor, matizado por el uso de
vinagre o vino ( elementos con alcohol para desinfectarla) y para el resto del cuerpo el
frotado y el uso de polvos, los cuales actuaban como el actual champú solo que aplicado
en seco y prolongado en su uso.
Estos polvos se aplicaban en la cabeza o en otras parte, donde permanecía toda la noche
y era retirado al día siguiente por el peinado del pelo ( que se llevaba en el todas las
impurezas y suciedades del cabello) o por el frotado en otras partes de este. Es decir,
todo tipo de métodos con tal de evitar el contacto con la tan temida agua y pronto estos
métodos como el polvo pasaron a ser una costumbre y una moda social ( sobre todo en
las ostentosas y pudientes clases altas aristocráticas y nobiliarias que se lo podían
permitir, frente a un pueblo llano que se mantenía entre la suciedad y el uso a duras
penas del agua).
El mismo papel jugaba el perfume en esta sociedad de elites, el cual era destinado como
ahora para ocultar los malos olores e higienizar y desinfectar el cuerpo sucio, aplicado
bien directamente de un frasco sobre la piel, bien a través de toallas aromatizadas
aplicadas sobre el cuerpo, o bien ( y esto era lo mas común) a través de inciensos y
aromas que eran aplicados sobre la ropa que era la que daba la apariencia externa de
limpieza en la persona y que eran guardadas en los arcones o almacenes de ropa
personal que después embriagarían con dichos olores no solo a la persona si no a toda la
estancia donde se hallasen guardadas.
Sin embargo, en el siglo XVIII época de luces y de razón, las viejas costumbres de épocas
pasadas se retomaron y en ellas, el papel protagonista del agua y del baño volvió de
nuevo a las sociedades de la época. No obstante, no de la misma forma y mas
relacionado con la vida personal, con grandes y lujosas bañeras privadas en sus enormes
y ostentosos palacios y villas, en detrimento de los viejos baños públicos para todo el
pueblo, y siempre como es lógico en beneficio de los lujos y placeres de las clases altas
de la sociedad.
Todo ello, como es lógico, con el objetivo de una mejor y mas atractiva apariencia en la
que las mujeres jugaban un rol protagónico y donde la belleza y la apariencia corporal
eran fundamentales en la sociedad de la época, y en los roles sociales asignados a
ambos sexos en la sociedad moderna. Así, estas diferencias sexuales eran acentuadas
cada vez mas en una sociedad eminentemente patriarcal, donde se debía fomentar la
diferencia de la mujer ( aunque desgraciadamente para ellas, no en el sentido de las
feministas radicales francesas e italianas de finales de los años 70 del siglo XX) en el
sentido de realzar la belleza y el cuerpo femenino.
Esta diferencia tendría como objetivos principales la vestimenta y el aspecto físico
asignado a las mujeres ( y a los hombres) para distinguirlos y encasillarlos en la sociedad.
De esta forma, frente a la ligereza, libertad y movilidad de las vestimentas masculinas, se
asentó un modelo totalmente diverso a la mujer, como si también en el tema del vestido la
mujer debería demostrar su carácter rígido, encorsetado, agobiante y oculto a que era
sometida en todos los demás aspectos restantes de la sociedad.
De esta forma, lo que antes era condenado por la sociedad como inmoral y pecaminoso
( la belleza corporal) ahora se cambiaban las tornas en la época renacentista y lo que
contaba era la belleza como método de bondad y generosidad para con la sociedad.
Así, por todo el continente europeo, las mujeres se embebían y preocupaban por estos
nuevos cánones sociales y por esta obligación social de la belleza a la que se debían ( a
eso se reducía en la sociedad moderna el papel de la mujer, apenas a un placer visual) y
por todas partes, las mujeres que se lo podían permitir (evidentemente las privilegiadas)
reproducían un mismo estereotipo de mujer; alta y delgada, tez lo mas blanca y pálida
posible, pelo rubio, labios y mejillas sonrojadas, cejas, pestañas y vello publico negros.. y
hasta las formas y proporciones debían ajustarse a los cánones de la época; pies y
manos largos, pechos firmes, redondos, y blancos ( con polvos que lo palidecieran) y con
pezones rosados ( usando para ello desde el pellizco hasta el colorete para hacerlos mas
atractivos), cintura delgada y estrecha.
Todo ello, como es lógico, al final tendría como objetivo por ambas partes el del acto
sexual. Y es que, la sexualidad es también un elemento clave en las sociedades
modernas, al margen del rigurosos y estricto control y ordenación que sobre ella se
vertían principalmente desde las altas autoridades religiosas y eclesiásticas.
Así, con el renacimiento, frente a las tendencias por el redescubrimiento del cuerpo
humano desnudo que antes mencione ( generalmente relanzado en el arte) las
penalizaciones y las represiones por ello se volvieron mas férreas e intensas, con el
objetivo de controlar y reprimir la cada vez también mas intensa despreocupación por los
temas morales y el uso del cuerpo en muchos casos para el disfrute y el ocio y no
simplemente como mortificación. De esta manera, se reprimió el arte ( al cual se obligo a
volver a las penosas costumbres de tapar las partes sexuales de los cuerpos) las
costumbres sociales ( se cerraron burdeles y baños públicos) y se volvió a iniciar una
campaña ( tanto de católicos como protestantes por igual) de recordatorio de la
obligatoriedad del matrimonio y del uso del sexo sin placer y como elemento de obligación
y mal menor únicamente bajo la forma de la reproducción.
Por ello, todo lo que en arte, costumbres o sexo estuviese el margen de estas normas
legales, se convirtió en algo perseguido y reprimido por las leyes de la época. Y como tal,
la mujer va a ser la principal perjudicada y receptora de todas estas criticas y ataques de
las instituciones religiosas, como causante de los vicios morales imperantes. Y es que, en
esta época mas que nunca, los eclesiásticos recurren a las interpretaciones de la Biblia
para criticar y culpar a la mujer de los vicios morales, recurriendo a pasajes bíblicos en los
que se apoyan, tales como el Eclesiastés, “Por una mujer ha comenzado el pecado y por
ello morimos todos” o la Carta de Pablo a Timoteo “Adán no ha sido engañado, sino que
la mujer, habiendo sido engañada, ha sido la transgresora”..para de esta forma buscar
desde los orígenes de la historia la culpa de la mujer en el pecado sexual, y en todo lo
relacionado.
A partir de ahí, toda una retahíla de prejuicios misóginos contra la mujer esta justificado
para tomar todo tipo de medidas contra la mujer, acusándola de no tener otro objetivo en
la vida que inducir al hombre al pecado sexual...todo lo cual fue perfectamente enlazado
con el tema de las enfermedades ( acusando a las mujeres de provocarlas y estas de ser
un castigo de Dios por el pecado sexual) lo cual, como dijimos anteriormente justifico el
cierre de gran cantidad de burdeles y baños públicos, acusando a las mujeres de
fomentarlos y motivando como castigo gran cantidad de encarcelamientos o ejecuciones
de mujeres por este motivo.
De esta forma, para las mujeres en su vida privada, existían dos formas de
experimentación sexual; la autorizada y la ilegal.
Entre la sexualidad autorizada estaba únicamente las relaciones sexuales con el objetivo
de fomentar la reproducción de la familia y a poder ser, sin experimentar placer sexual, ni
por supuesto ningún viso de romanticismo o sentimentalismo que pudiera inducir a pensar
que se disfrutase de la relación conyugal.
Así pues, para las autoridades religiosas, las relaciones matrimoniales y el matrimonio en
si, debería considerarse un “mal menor” un esfuerzo pecaminoso necesario para procrear
y pervivir la existencia de la especie, y se encargaba de reprimir todo disfrute en la pareja.
De esta manera, desde las autoridades religiosas, únicamente se reconocía la “sexualidad
necesaria” para procrear y a disgusto pues inclusive si era dentro del matrimonio y para
procrear, a pesar de ello se consideraba algo sucio e inmoral y para muestra, un ejemplo
de cómo se producía ese control para eliminar toda libertad y disfrute en la pareja, al
punto que hasta las posiciones en el acto sexual propiamente dicho, eran controladas y
supervisadas ( no en el acto en si, obviamente) por las autoridades religiosas; de esta
forma, la única postura sexual aconsejada y permitida por la religión, era la forma habitual
de la mujer tumbada y abierta de piernas y el hombre sobre ella ( pues emulaba el acto de
sembrar en el campo una semilla y garantizaba la superioridad de posición del varón).
Todas las demás ( las conocidas como “more canino” la cual consiste en la penetración
del hombre en la posición comúnmente conocida como a cuatro patas o por detrás era
enérgicamente condenada pues emulaba la bestialidad y animalidad del ser humano, o la
“mulier super virum” donde el hombre quedaba tumbado y la mujer estaba situada encima
del varón donde se efectuaba la penetración, también era condenada pues ello dejaba a
la mujer en una postura de dominación y superioridad con respecto al hombre, que era
inaceptable según los cánones patriarcales de la religión, y que directamente entroncaba
con la Biblia y los Apócrifos, según los cuales, Lilith, la primera mujer de Adán se negó a
ser sometida sexualmente en la postura de la siembra y se revelo al querer tomar una
iniciativa sexual ) pues, eran condenadas por la religión al considerar que fomentaban el
placer antes que la obligación de la procreación y se tendía al acto sexual como deber
necesario.
Además, por si esto fuera poco, también los días y momentos en que se debiera efectuar
el acto sexual eran controlados, y se consideraban “ de guardar” ( es decir, días en los
que estaba terminantemente prohibido y penalizado efectuar el acto sexual) como todas
las fiestas religiosas y la cuaresma. Además, se consideraba que se debía evitar también
en veranos calurosos y en la menstruación. Es decir no solo se regulaba la practica si no
también la frecuencia de las relaciones sexuales de los cónyuges lo que hacia
insoportable la presión. Esta tremenda presión moral y física a que sometían las
autoridades religiosas, las cuales prohibían realizar el acto sexual casi de forma continua
a los cónyuges y solo en periodos muy concretos ( y ya incluso solo en posturas muy
determinadas) provoco que muchas mujeres ( y hombres) del periodo moderno aquí
estudiado se decantasen por otras formas de estimulación sexual lejos del acto sexual en
si, ya fuese en solitario o en parejas. De esta forma, y rehuyendo de la practica del coito
como elemento prohibido, muchas personas se lanzaban a otras practicas sexuales, no
menos condenadas que el coito pero mucho mas recurrentes a corto plazo. De esta forma
entramos en la sexualidad no licita.
La sexualidad no autorizada, como dijimos, era una vía de escape que muchas mujeres
experimentaron en este periodo, lejos de la criminalización y control excesivo que las
autoridades morales sometían al coito sexual de las parejas. De esta sexualidad no
autorizada destacaban los llamados cuatro pecados sexuales; el “coitus interruptus”, la
masturbación, la homosexualidad, y lo que se ha denominado en esa época la
“bestialidad”, todas ellas con el objetivo de buscar el placer sexual y no la obligación.
De entre ellos, el “coitus interruptus” era una practica mas normal de lo que se podría
pensar en una sociedad donde el sexo no reproductivo era tan criminalizado, y
básicamente y pese a los riesgos que sabemos tiene esa practica hoy en día, consistía en
realizar el acto sexual normal y en el momento de la eyaculación el varón debería tener el
suficiente control para saber retirar el pene a tiempo y eyacular fuera de la pareja. Ello era
una practica muy común con el objetivo de no tener mas hijos por las enormes
responsabilidades económicas y con el objetivo de seguir experimentando el placer que
proporcionaba el acto sexual, al menos para el varón y es que, como es lógico, también
en este campo se dejaba poco margen de actuación, protagonismo y satisfacción a la
mujer que salvo en casos muy concretos, apenas se le dejaba opción para el goze y
disfrute también en las relaciones sexuales ( muy en relación a ello se produjeron en esa
época grandes debates sobre si Dios había concedido el placer del orgasmo a la mujer y
si tenia derecho a el).
En otro lado, estaban los que la iglesia consideraba los mas graves de los cuatro pecados
sexuales, los tres pecados considerados las mayores infracciones sexuales, consideradas
“atentados contra la naturaleza” que consistían en la masturbación, la homosexualidad y
la bestialidad. De todos ellos, la descripción es bastante obvia y conocida, consistente en
la estimulación en solitario o en pareja de los órganos sexuales con el objeto de obtener el
orgasmo (masturbación), la practica de relaciones sexuales entre personas del mismo
sexo (homosexualidad) y la llamada infracción “sin nombre” la consistente en practicar
sexo con animales ( hoy conocida como zoofilia, y en el periodo modernista conocida
como bestialidad, o bestialismo) la cual colocaba a las personas “ al nivel de los
animales”.
La masturbación era sin lugar a dudas una de las practicas mas recurrentes,
especialmente por las mujeres, a pesar del enorme cargo de conciencia a que eran
sometidas las mujeres de la época por cometer estos “atentados contra natura” y estaba
motivado por la escasa frecuencia de relaciones sexuales entre los cónyuges o en general
con otras personas, y sobretodo por la enorme insatisfacción que producían las relaciones
sexuales en esa época a las mujeres, acostumbradas como estaban a servir meramente
de consolador sexual de los varones y a las cuales no se dejaba apenas margen alguno
de satisfacción sexual. Ello no era algo novedoso en este periodo y ya desde época
antigua, en la antigua Grecia y Roma, a las mujeres se las consideraba como meros
objetos sexuales, como meras fuentes de placer inanimadas, que motivo que desde
épocas tempranas, las mujeres buscaran otros métodos de satisfacerse sexualmente y
poder experimentar un orgasmo que se consideraba inexistente en el genero femenino
hasta hace bien poco tiempo ( lo cual ha sido hasta hace poco, en el estado español algo
habitual en la época del franquismo)
Por ello, muchas de ellas, practicaban un doble “pecado sexual” con frecuencia ( lo cual
las condenaba habitualmente a la cárcel) consistente en encontrar el placer sexual entre
mujeres, el conocido como “lesbianismo” ( el cual ya fue introducido en la antigua Grecia
en indicios por Safo de Lesbos y sus compañeras) o muchas de ellas apenas se
conformaban con la autocomplacencia, las mas de las veces en la mas profunda intimidad
y secretismo, masturbándose bien de forma directa o indirecta a través del tiempo con
artilugios sexuales pensados específicamente para ello, como consoladores diversos. Sin
embargo, tanto la masturbación ( en esa época onanismo solamente) como la
homosexualidad eran consideradas aberraciones por la religión cristiana, y enfermedades
terribles que era necesario purgar y condenar de palabra y acto como fuera. También para
los varones estos actos eran castigados con especial celo ( el lesbianismo apenas era
considerado como existente en esa época, y aunque se daba, la sociedad patriarcal
confiaba la seguridad de la inexistencia de estos actos entre mujeres por considerar que
eran sometidas por padres, hermanos, cónyuges, parejas o hijos a una profunda
educación en ese terreno) y se consideraba en el hombre un pecado excepcionalmente
grave. Como ejemplo de ello, esta la quema publica por parte de las autoridades
seculares en Sevilla en 1587 de Alonso Pérez por haber practicado un “pecado de
polución” es decir, la sodomía con otro hombre, la cual era considerada como un grave
atentado y crimen contra el estado.
Sin embargo, esta practica también era registrada y castigada en el caso de las mujeres,
a pesar de considerarse inexistente, y por ello era considerada como pecado punible,
pero no era considerada tan grave como en el caso del varón, al considerar que el
hombre no debería desperdiciar “ su semilla” en otra cosa que no fuese la procreación
para la que fue creado. Como muestra de ello, en el siglo XIII, Gregorio López escribía lo
siguiente en su obra “Omes en la Setena Partida” : “....se incluye también a las mujeres
tanto cuando una con otra haga contra natura, así pues el pecado femenino es posible
también y ha de ser castigado”
Así pues, aun cuando no era considerado el lesbianismo como algo grave, si era
considerado como un grave delito, como decía antes, en el caso de que para ello usase
consoladores diversos, donde en tal caso la pena podía suponer un castigo físico y pena
de cárcel. Como ejemplo de ello, el relato del moralista sevillano Cristóbal de Chaves, el
cual establecía que “ en la cárcel real de Sevilla, había castigado a muchas mujeres,
porque querían ser mas masculinas que lo que la naturaleza permitía, algunas mujeres se
habían convertido en gallos con la ayuda de un baldres o instrumento fabricado con el
pellejo curtido de una oveja y moldeado en forma de la natura de un hombre que después
se ataban con cintas. Estas pecadoras, recibían doscientos latigazos y el tribunal las
desterraba a perpetuidad del reino”
Por su parte, la masturbación era también cosa común en esta época entre mujeres y
hombres, y como antes cite era recurso común en la época para huir de las cargas que
acarreaban tener mas hijos, por el escaso placer y satisfacción de las relaciones
sexuales, y por la falta de frecuencias de estas. Sin embargo, estas masturbaciones, eran
consideradas como delitos graves y como tales se legislo muy duramente contra ellas en
este periodo moderno que estudiamos.
En 1716 aparece publicado el celebre libro sobre el tema, “Onania, o el abyecto pecado
de la auto-polución”, donde nuevamente se aseguraba que el onanismo o masturbación
era efecto de una enfermedad mental y que causaba trastornos y enfermedades físicas
por su practica.
Sin embargo, como era lógico, el ser descubierto en dicha practica sexual, según los
canones morales de la época, implicaba penas muy graves, y cuando no implicaban la
cárcel o la ejecución, lo mas común era recurrir contra las personas que lo practicaban a
castigos corporales, con la esperanza de hacerlos “volver al camino correcto”. Y es que,
también en esta época la masturbación era considerada una enfermedad que con
tratamientos brutales podría ser curada.
Por otra parte, junto a las medidas antes señaladas para fomentar la buena salud de la
madre, estaban las recomendaciones de ingerir preparados que eran considerados
positivos para la salud de la madre ( que aun hoy en día se usan de forma habitual) ,
como eran hervir en aceite hierbas, espinacardo e incienso todo lo cual después seria
aplicado sobre el estomago. Con todo eso, la mujer se preparaba durante el tiempo
habitual de gestación ( que era aproximadamente 9 meses como hoy en día, salvo
complicaciones) hasta la llegada del parto, que una vez intuido por las indicaciones del
medico, la mujer se preparaba consecuentemente.
MUJERES Y RELIGIÓN
INTRODUCCIÓN
Muchas veces se ha hecho referencia al impacto del movimiento feminista en las ciencias
sociales, al respetable corpus teórico y bibliográfico producido a partir de los años
setentas, a la creación de los Estudios de la Mujer en la mayoría de las universidades de
todo el mundo. Basta hojear cualquier revista científica para encontrarse con abundante
material que enriquece y complica el análisis de la realidad social, sea desde el punto de
vista de la Sociología, la Historia, la Antropología y la Psicología.
Como un campo en sí mismo, los estudios feministas en religión, intentan revelar las
experiencias religiosas de las mujeres en todo tiempo y lugar y construir una teoría con la
que comprender la religiosidad de las mujeres en contextos patriarcales. En palabras de
la teóloga Carol Christ: "nosotras estudiamos la historia y la prehistoria; los textos de las
así llamadas "altas religiones"; las tradiciones tribales y no literarias; a las líderes
religiosas; los efectos que ejercen sobre la cultura el simbolismo de las religiones
patriarcales".
Estas obras siguen el prejuicio contra las mujeres a través de la Biblia, el Talmud, los
Padres de la Iglesia y los teólogos medievales, reformistas y modernos. Ambas, "tratan de
demostrar que el prejuicio no es marginal o accidental; que no es la expresión de puntos
de vista personales o idiosincráticos de algunos autores, sino que abarca el total de la
tradición y moldea consciente e inconscientemente el universo simbólico de la teología
judía y cristiana".
DESDE LA TEOLOGÍA
Desde la teología, la crítica feminista se da en dos niveles. En uno, que podríamos llamar
interno a los estudios de teología, donde se denuncia la exclusión histórica de la mujer en
posiciones de conducción dentro de las organizaciones eclesiásticas, con consecuencia
lógica de discriminación en todos los niveles de educación teológica avanzados y
profesionales que preparan para el sacerdocio y la docencia. En otro, desde fuera de las
religiones establecidas, proponiendo alternativas.
El judaísmo rabínico expresa claramente: "maldito sea el hombre que enseñe el Torah a
su hija"; obviamente si las mujeres están marginadas del estudio del Torah y el Talmud, no
pueden acceder al ministerio rabínico.
La mujer quedó excluida de la cultura teológica oficial al ser definida como miembro
secundario e inferior de la especie humana. Las justificaciones de los sabios de la Iglesia
van, desde explicaciones biologistas respecto del embrión hasta cuestiones y dudas
morales sobre su mayor propensión al pecado y la corrupción.
Desde dentro de la religión cristiana, las teólogas feministas, a pesar de tener una visión
crítica de las Escrituras, se proponen recoger tradiciones olvidadas de mayor
igualitarismo sexual dentro de la iglesia, como lo fueron las comunidades de los primeros
cristianos, las sectas cristianas heréticas o los pioneros cuáqueros en Estados Unidos.
Este "cambiar la Iglesia desde adentro " implica entre otras cosas una relectura del texto
bíblico desde una perspectiva que reconozca la subordinación de las mujeres, resaltando
la opción de Jesús por las personas débiles y marginadas. "En medio de una sociedad
machista Jesús encarna la voluntad de Dios de formar una Nación con la socialización de
género y los intereses de las mujeres en contextos políticos y sociales concretos.
Consideremos uno de los tantos aspectos importantes que posee la religión: la provisión
de una base para la elaboración de un código de ética que gobierna la conducta humana.
Si bien los principios morales deberían ser independientes de las enseñanzas religiosas,
para muchas personas, estos descansan en un cuerpo de creencias que les indican lo
que es correcto e incorrecto. En las religiones altamente organizadas existen sacerdotes y
especialistas que interpretan y refuerzan un código de ética basado en creencias
religiosas.
Como dice Elaine Pagels "si alguno de nosotros pudiera acceder a nuestra propia cultura
como un antropólogo extranjero y observar las actitudes cristianas tradicionales hacia la
sexualidad, así como nuestra concepción de la "naturaleza humana" en relación a la
política, la filosofía y la psicología, nos quedaríamos asombrados de todas las actitudes
que damos por sentado.
San Agustín, uno de los maestros más grandes del cristianismo occidental, estableció
muchas de esas actitudes a partir de la historia de Adán y Eva: que el deseo sexual es
pecaminoso, que los niños están mancillados desde el momento de la concepción por el
mal del pecado original, y que el pecado de Adán corrompió a toda la naturaleza. Incluso
los que creen que el Génesis es sólo literatura y los que no son cristianos viven en una
cultura indeleblemente moldeada por interpretaciones de ese tipo".
Es, precisamente, el correlato entre las ideas imperantes en una época y lugar
determinados y la situación de mujeres el terreno en donde las feministas pueden realizar
importantes aportes. No sólo concibiendo a la religión como perpetuadora y reforzadora
de los estereotipos de género presentes en la sociedad sino también buscando los
intersticios desde donde esa cultura teológica oficial se quiebra, permitiendo prácticas
liberadoras.
como una respuesta alienada a la opresión familiar, o en el caso de las monjas, al control
ejercido por el padre confesor.
Así como el feminismo como movimiento social nació en los países protestantes, los
estudios sobre género y religión son abrumadoramente producidos en ellos.
Sin embargo hemos visto en los últimos tiempos, publicaciones provenientes sobre todo
de historiadoras, sobre las asociaciones femeninas católicas, sobre la importancia del
marianismo en América Latina, así como el análisis de los conventos y de la literatura
producida en ellos, las confesiones de monjas.
Un caso especial y que reúne hoy por hoy mucho material escrito, lo constituyen los
análisis de la situación de las mujeres en los países islámicos. El caso de Irán es el más
complejo y por ende el más fascinante. En él confluyen una revolución triunfante, que
contó con el apoyo de las mujeres, y el establecimiento posterior de un estado teocrático
que desempeña un papel esencial en la socialización y la creación de la identidad
individual, que regula la vida doméstica y social. Sin embargo, la religión, a pesar de ser
una fuerza conservadora en la vida de las mujeres, al mismo tiempo las incorpora a la
actividad política, aumentando su autoestima y creándoles una mejor posición en el
mundo islámico, eso sí, controladas por el Estado, que fija los límites de su participación.
CAMINANDO HACIA LA EQUIDAD EN FECHAS HISTÓRICAS
1872 Una mujer española se matricula en la Universidad.
1931 Una directora general. Tres diputadas. Se reconoce el voto a la mujer en España.
INICIO DICTADURA
1965 Se proclamó que ninguna niña podría casarse con menos de 15 años.
FIN DICTADURA
pensamiento cristiano