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EL REGRESO DE LOS DIOSES

Los rostros del mal


El mal es una entidad no tangible que se manifiesta al día de hoy de manera
multifacética, y muy tangible en sus áreas de poder. No hay campo que desconozca ni
ser humano que no haya tocado con sus infinitas extremidades. ¿Y qué es el mal? El
mal es toda expresión que se contrapone al carácter de Dios. Cuando hablamos de las
leyes y estatutos del Señor nos estamos refiriendo a su carácter vinculado a una serie de
enunciados que develan lo más exactamente, a nivel humano, su personalidad, su forma
de ser, su esencia total. El mal es una fuerza que se mueve sutilmente como un paseo de
sombras entre las mentes de los habitantes de este planeta en pos de sembrar caminos de
oposición en los corazones, allí donde reside el motor del accionar humano. Esta
manifestación multifacética del mal no es una elucubración de la modernidad ni
conceptos sectorizados de una rama social, sino un denominador común de las personas
de todas las edades desde los albores de la creación. Desde la antigüedad hasta nuestros
días el mal ha tomado lugar con diferentes nombres, personalidades y figuras para
habitar nuestros contextos y establecer sus estructuras de acción y poder entre nosotros.
Así, ha sabido desarrollar una matriz interconectada más o menos evidente que
mantiene unidos sus elementos que incluyen personas, mentes, ideas, ideologías,
religiones, rituales, planes, y toda expresión posible.
Juan Bautista Vico, el filósofo, historiador y jurista del siglo XVII y XVIII, postulaba
que la historia social consiste en una repetición infinita de fases, es decir que la historia
se repite una y otra vez reciclando sus etapas. El hombre más sabio de la historia, el rey
Salomón, concordaba con este principio, pero lo postuló cientos y cientos de años atrás
al decir: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo
mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.” (Eclesiastés 1:9). De esta
manera, cuando hacemos referencia al mal, éste no queda ajeno a esta propiedad pues lo
que el ser humano ha experimentado desde su caída en el huerto del Edén es un
continuo devenir histórico de las maldades expresadas en iras, rencores, odios, guerras,
pleitos, divisiones, asesinatos, vicios, y muchas facetas más del lado más oscuro de su
alma. Esto no tuvo lugar paulatino a lo largo de muchos siglos, sino que en apenas los
primeros seis capítulos de la Biblia ya vemos que “la maldad de los hombres era
mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de
continuo solamente el mal.” (Génesis 6:5). En vista de este gran paradigma social que
abarca todas las edades, en nuestro presente tiempo vemos que el mal se sigue
expresando tal como antaño.
El espíritu de las figuras

“Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis


el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que
no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura
alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está
en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, figura
de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno
que haya en el agua debajo de la tierra. No sea que alces tus ojos al
cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del
cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová
tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los
cielos. Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de
hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en
este día.” (Deuteronomio 4:15-20)
Sabemos que Dios se opone rotundamente a la fabricación de imágenes que reciban
adoración. Este principio no es nuevo para nosotros. Pero si exploramos los
fundamentos de Dios para el establecimiento de este mandamiento, llegaremos a
descubrir la realidad de los dioses falsos y su manifestación aún hasta nuestros días.
Michael Heiser, el erudito bíblico de Jacksonville, Florida, expone en su libro The
Unseen Realm (El Mundo Invisible):

“Es cierto que la gente del mundo antiguo, quienes adoraban dioses
rivales, hizo ídolos. Pero sabían que estos ídolos fueron hechos con
sus propias manos y no tenían poderes reales. Esos ídolos hechos a
mano solo eran objetos que sus dioses podían habitar para recibir
sacrificio y dar conocimiento a sus seguidores, quienes
desempeñaban rituales para solicitar a los dioses que vinieran a ellos
y habitaran en el ídolo.”
Cuando analizamos las estructuras religiosas de la antigüedad se nos descubre un
mundo muy complejo, pero con una serie de elementos con denominadores comunes:
las estatuas, esculturas o pinturas, los símbolos, y los ritos, rituales y ceremonias.
Comenzamos hablando del mal y todas sus facetas, y el temor de su sombra ha acaecido
sobre el colectivo espiritual de todas las civilizaciones. ¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Por
qué el ser humano invoca a sus deidades para combatir el mal que le acecha? Porque ha
experimentado el sufrimiento y el tormento del mal desde que cortó sus ligaduras con el
Creador. Desde el huerto del Edén, en la caída del hombre, hasta nuestros días, el ser
humano ha exclamado a su prójimo: “Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros
sus cuerdas.” (Salmo 2:3). Sin embargo, Dios ha sembrado la eternidad en su interior
(Eclesiastés 3:11) logrando que busque esa relación de continuo. ¿Cómo ha
permanecido en esta búsqueda? Persiguiendo la imagen divina a través de productos del
artificio. Analicemos la historia de las religiones y veremos cómo las personas ubicaron
múltiples deidades detrás del rostro de un sinfín de esculturas, tótems, imágenes,
pinturas, lienzos, símbolos, grabados, y muchas artesanías más. Tal como expresa
Heiser, para los antiguos no había un dios real en la imagen que fabricaban, pero sí uno
muy real en su interior. Y los israelitas no estaban exentos de esto, por lo cual Dios les
presenta esta contundente advertencia en Deuteronomio: “Guarden mucho sus almas”.
Los dioses que vemos en el Antiguo Testamento eran muy reales y tenían la capacidad
de actuar sobre la tierra y sus habitantes. Pensemos esto un momento. Pasajes de la
Biblia dicen:

“Porque tú, Jehová, eres excelso sobre toda la tierra; eres muy
exaltado sobre TODOS LOS DIOSES.” (Salmo 97:9)
“¿Quién como tú, oh Jehová, ENTRE LOS DIOSES? ¿Quién como tú,
magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de
prodigios? (Éxodo 15:11)
Dios es presentado como mejor que lo demás dioses o superior a ellos. Sin embargo, la
Biblia declara paralelamente:

“Yo soy Jehová, y ninguno más hay; NO HAY DIOS FUERA DE MÍ.
Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste” (Isaías 45:5)

“Por tanto, tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto NO


HAY COMO TÚ, NI HAY DIOS FUERA DE TI, conforme a todo lo
que hemos oído con nuestros oídos.” (2 Samuel 7:22)

“A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y NO


HAY OTRO FUERA DE ÉL.” (Deuteronomio 4:35)
En principio podríamos ver una contradicción de versículos, donde algunos declaran la
existencia de otros dioses, mientras que otros aseguran que no hay otro dios fuera de
Dios. La solución de estos versículos no sólo resuelve la coexistencia de ellos, sino que
nos abre los ojos al mundo espiritual. Hay un término original hebreo que se utiliza en
todas estas ocasiones: ELOHIM. Elohim es una expresión que se usa en la Biblia para
referirse a YHWH, a otros dioses, a demonios, a espíritus de humanos muertos y a
ángeles, es decir, a todos los habitantes del mundo espiritual. Para reforzar aún más esta
idea, podemos ver que en el Salmo 82 sucede algo muy singular:

“Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga.”


(Salmo 82:1)
Dios ejecuta un juicio sobre una organización que posee a su alrededor: un Concilio
Divino. Leyendo el resto del salmo veremos que les demanda haber actuado
injustamente y aun reitera:

“Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo;
pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes
caeréis.” (Salmo 82:6-7)
Este Concilio que fue juzgado por el Señor es el mismo que fue consultado mientras el
rey de Israel, Acab, había quebrantado los mandamientos de Dios y planeaba ir a la
guerra bajo consejo de falsos profetas. El profeta Micaías declara:

“Entonces él dijo: Oye, pues, palabra de Jehová: Yo vi a Jehová


sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él,
a su derecha y a su izquierda. Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab,
para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una
manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de
Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? Él
dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus
profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y
hazlo así.” (1 Reyes 22:19-22)
Dios utiliza un Concilio, aunque no lo necesita, así como nos creó y no salvó sin
necesidad de humanos en su existencia. Citando una vez más a Heiser:

“Una vez que nos demos cuenta de que los dioses del Antiguo
Testamento son reales, se va enfocando entonces el significado del
mandamiento de Dios de no tener ningún otro dios ante Yahvé, el
Dios de Israel.”
Cuando el Señor demanda no servir a otros dioses implica que estos dioses pueden
recibir adoración y servicio. Estos dioses son entidades reales, llamados así por ser seres
espirituales (elohim) que viven, hablan, se comunican, tienen poder. Todos estos seres
están ubicados en una jerarquía bien estructurada en tres regiones: en la cúspide
YHWH, en el nivel intermedio los beney elohim o hijos de Dios, y los mal’ak o ángeles,
mensajeros. Ángeles, querubines, arcángeles, demonios, principados, potestades,
gobernadores, huestes celestiales, huestes infernales, Dios, satanás, y muchas entidades
más. Entonces, ¿cuál es realmente la advertencia de Dios al exigirnos no servir a otros
dioses? La advertencia es que hay una existencia real detrás de cada ídolo falso. Las
esculturas del pasado alojaban en su interior seres reales, así como en el presente. Pero
la situación empeora al encontrar que estas entidades espirituales se manifiestan de
tantas maneras como podamos imaginarnos: además de esculturas, dibujos animados,
leyes, ideologías, series de televisión, pertenencias heredadas, regaladas o compradas, y
aún personas. Hay una diferencia entre estos elementos y los espíritus que lo habitan.
Los antiguos realizaban ceremonias rituales para ingresar a los espíritus en la boca de
las estatuas. Mientras que los antiguos israelitas se burlaban de los ídolos no negaban a
los espíritus que los habitaban. Echando una mirada en el Nuevo Testamento, veremos
una situación en la que los nuevos creyentes estaban en duda respecto a su alimentación.
Antes de conocer al Señor ellos consumían todo tipo de alimentos, pero muchos de
éstos estaban consagrados a dioses falsos. Al no saber qué hacer, consultaron al apóstol
Pablo si, al creer ahora en el Señor, debían o no consumir este tipo de comida. El
apóstol les responde:

“¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se
sacrifica a los ídolos? Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a
los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os
hagáis partícipes con los demonios.” (1 Co. 10:19-20)
Aquí es donde Pablo agrega: “todo me es lícito, pero no todo conviene”. Pablo dice que
el sacrificio y el ídolo son intrascendentales, pero el espíritu que los habita no debe ser
algo con lo que los cristianos se asocien. Es decir que tanto los alimentos entregados a
los dioses de ese tiempo como los ídolos fabricados no son más que materiales físicos
sin importancia, pero dentro de estos elementos se encontraban alojados espíritus muy
reales con capacidad de actuar. Por esto Dios llega a decir:

“Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y EL LEÑO LE


RESPONDE; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y
dejaron a su Dios para fornicar.” (Oseas 4:12)
En contexto de todo lo visto podemos entender cómo es que una estatua puede
responder a las oraciones de un pueblo corrompido. Moisés agrega:
“Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían
conocido, a nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido
vuestros padres.” (Deuteronomio 32:17)
Los dioses de ayer
Cuando Moisés se presenta ante el faraón enviado por Dios, la confrontación real no fue
entre ellos, sino entre el Señor y los dioses de Egipto. Las diez plagas de Egipto no
fueron solamente sucesos impresionantes para llamar la atención o mostrar que Moisés
poseía algo especial, sino que fue una derrota sistemática del Señor sobre los dioses
egipcios uno a uno. La vara de Moisés convertida en serpiente devorando a las de los
magos de Egipto fue una derrota a Termutis, diosa protectora del faraón. El río
convertido en sangre demostró el asesinato de los dioses Knum, dios creador y de la
fuente del río Nilo, Hapi, dios de la inundación del Nilo, y Sobek, dios cocodrilo del
Nilo. La plaga de ranas convirtió a Heket, diosa de la fertilidad y la resurrección
adorada mediante la figura de una rana, en criaturas despreciables y nauseabundas al ser
matadas por los mismos egipcios, lo cual les era prohibido. La incontable cantidad de
piojos que provinieron del polvo de la tierra destronó a Gueb como dios del suelo. La
plaga de moscas, que eran más bien insectos mordedores, eliminó a Aprov, dios de las
moscas, las cuales representaban tenacidad, coraje, vida eterna y hasta fertilidad. Los
dioses representados por ganado como Amun (dios poderoso figurado como carnero),
Hator (diosa del amor ilustrada en una vaca), Apis (dios de la fortaleza y la fertilidad
representado con un toro) y Knum (dios de la creación y la inundación del Nilo figurado
con la cabeza de un carnero), fueron abatidos con la plaga que mató la fuente egipcia de
alimento y sustento y a la representación de sus dioses. Los dioses de la medicina y la
curación, Sekmet y Konsu, nada pudieron hacer frente a las úlceras comunitarias. El
dios máximo de Egipto, Ra, dios del sol, comenzó a ser golpeado a partir de ahora. Los
egipcios creían que viajaba en un bote por el cielo luchando contra las fuerzas del mal.
Cuando Dios envió granizo con fuego del cielo, Ra no pudo evitarlo y acabó con Nut,
diosa del cielo, Shu, dios del aire, y destruyó los granos de los campos, acabando con
Nepri, dios del grano, y con Renenutet, diosa de la fertilidad y la comida. La plaga de
las langostas consumió lo que quedó de los campos y, cubriendo el cielo hasta ocultar el
sol, cerraron para siempre el adorado ojo de Horus y dieron otro golpe más a Ra. La
plaga de la oscuridad fue el impacto final a Ra, quien fue destronado para siempre. Sólo
quedaba un dios, el primer hijo de los dioses, primogénito de Ra: Osiris. El ángel de la
muerte enviado por el Señor quitó la vida a los primogénitos egipcios, eliminando al
primogénito de Egipto, y declarando que sólo Israel es el primogénito verdadero del
Dios verdadero (Éxodo 4:22).
Esto demostró que no hay otros dioses fuera Dios, no en su individualidad. Hay muchos
espíritus y entidades que son reales y actúan con poder sobre aquellos que les veneran y
les dan autoridad mediante sus ofrendas y servicio. Pero hay un solo Creador, un solo
ser que no habita espacios físicos ni ídolos, un ser que no necesita adoración ni rituales
para existir. Todos los llamados dioses de la tierra dejaron de ser en medio de
civilizaciones que les servían y tenían gran poder, pero Dios expandió su Palabra por la
Tierra y las edades aun con gran oposición y persecución de todo tipo. Se quemaron
Biblias, traductores fueron asesinados, miles de creyentes perdieron la vida, el
Evangelios fue y aun es burlado y negado, pero su Palabra continúa vigente, viva y
eficaz. Pero, ¿fue esta derrota de Dios sobre los dioses egipcios suficiente para Israel?
¿Sirvió con fidelidad de ese tiempo en adelante? Lamentablemente, no. Durante toda su
travesía en los desiertos que atravesaron hacia la Tierra Prometida, liderados por el
mismo Moisés que enfrentó al faraón y mostró el poder de Dios, fueron murmurando y
añorando la tierra de Egipto todo el camino. Se quejaron de todas sus faltas e
incomodidades manteniendo una permanente desavenencia con Dios y los líderes.
Al llegar a la región de Canaán, Moisés muere y continúa el legado dirigencial en Josué.
Esta vez llegaron a una tierra con dioses diferentes. Allí los esperaban Belcebú, señor de
las moscas, Baal, señor, padre, creador, Molok, amo, dueño, señor, marido, símbolo de
fuego purificante y del espíritu a quien se sacrificaban niños y bebés, Dagan, dios de los
cereales, protector de los cultivos, quien enseño a cultivar el trigo e inventó el arado,
Asera, madre de todos los dioses, dios de la fertilidad y del amor sexual, y muchos más.
¿Repetirá su acción el Señor para abatir a estos dioses? No. Esta vez los israelitas
cuentan con la Ley entregada en el desierto y repetida a la nueva generación de
israelitas por Moisés en Deuteronomio. Ahora queda en sus manos la elección de no
servir a estos dioses. Ya no están bajo esclavitud, no deben ser liberados de ningún
yugo. Ellos tienen toda la libertad de servir a estos dioses ajenos a Dios o no. Josué les
presenta claramente esta elección:

“Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad;


y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros
padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os
parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a
quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del
río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y
mi casa serviremos a Jehová.” (Josué 24:14-15)
Dios les dio esta tierra la cual no debieron trabajar, una tierra donde fluye leche y miel.
Todas las condiciones para servir a Dios fielmente estaban dadas y quedaba en sus
manos la elección que habrían de hacer. Desde el desierto a esta parte Dios les viene
advirtiendo que elijan la vida, que elijan al Señor. El libro de Jueces nos muestra la
respuesta de Israel: dejaron a Dios, abandonaron su Ley y siguieron en pos de los dioses
falsos. Adoraron y sirvieron a Baal, a Belcebú, a Molok, a Dagan, a Asera, y a todos los
demás. Esta traición a la fidelidad del Señor se repitió durante las dinastías
consecuentes.

“Recorred las calles de Jerusalén, y mirad ahora, e informaos;


buscad en sus plazas a ver si halláis hombre, si hay alguno que haga
justicia, que busque verdad; y yo la perdonaré. Aunque digan: Vive
Jehová, juran falsamente. Oh Jehová, ¿no miran tus ojos a la
verdad? Los azotaste, y no les dolió; los consumiste, y no quisieron
recibir corrección; endurecieron sus rostros más que la piedra, no
quisieron convertirse. Pero yo dije: Ciertamente éstos son pobres,
han enloquecido, pues no conocen el camino de Jehová, el juicio de
su Dios. Iré a los grandes, y les hablaré; porque ellos conocen el
camino de Jehová, el juicio de su Dios. Pero ellos también quebraron
el yugo, rompieron las coyundas. Por tanto, el león de la selva los
matará, los destruirá el lobo del desierto, el leopardo acechará sus
ciudades; cualquiera que de ellas saliere será arrebatado; porque sus
rebeliones se han multiplicado, se han aumentado sus deslealtades.
¿Cómo te he de perdonar por esto? Sus hijos me dejaron, y juraron
por lo que no es Dios. Los sacié, y adulteraron, y en casa de rameras
se juntaron en compañías.” (Jeremías 5:1-7)

“por cuanto me dejaron a mí, y quemaron incienso a dioses ajenos,


provocándome a ira con toda la obra de sus manos; mi ira se ha
encendido contra este lugar, y no se apagará.” (2 Reyes 22:17)
Dios declara a través del profeta Jeremías que los israelitas aun juraban con el Nombre
de Dios, pero en su corazón y en sus obras manifestaban fidelidad a dioses extraños.
Esto dejó evidente que nuestra fidelidad a Dios no es sólo fe confesada sino también
obras manifiestas, pues la fe sin obras es muerta (Santiago 2:26). Y este mal se arraigó
en las mentes y corazones de todas las personas hasta hoy. En la antigüedad existieron
los dioses egipcios, los cananeos, los griegos, los romanos, los mesoamericanos, los
asiáticos, los del norte, los del sur, del este y oeste, y en la actualidad podemos
considerarlos como historia antigua. Sin embargo, los espíritus que los habitaban siguen
vigentes hasta hoy en toda área de la civilización: los emplazamientos gubernamentales,
los sitios de turismo, los medios audiovisuales, las leyes, las ideologías, los hogares, y
aún los templos. Estas entidades espirituales recorren la tierra y siembran su influencia
en las mentes que les dan acceso.
Los dioses de hoy
¿Será posible que algún mandamiento del Señor haya perdido vigencia al día de hoy? A
menudo solemos creer que los estatutos del Antiguo Testamento fueron enteramente
anulados con la llegada de Cristo y que con el Nuevo Testamento fue escrita una nueva
historia. Sin embargo, Jesús dijo:

“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he


venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que
hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de
la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera
que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así
enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los
cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado
grande en el reino de los cielos.” (Mateo 5:17-19)
Cada uno de los elementos del Antiguo Pacto tiene su correspondencia con el período
de la congregación del Nuevo Pacto. Cada mandamiento, estatuto y ley se expresa en
continuidad, sin cambios, en la Persona de Cristo. Por ejemplo: “honra a tu padre y a tu
madre” y “no codiciarás” permanecen intactos, mientras que el sacrificio pascual fue
tomado en el mismo cuerpo de Jesucristo. Con esta perspectiva, cuando Dios ordena no
servir a otros dioses o, como hemos visto, entidades espirituales ajenas a Él, ¿es un
mandato vigente aún hoy? Por supuesto que sí, de otra manera la Palabra de Dios habría
perdido muchas jotas y tildes a lo largo de la historia. Nada se ha perdido: Dios solicita
lo mismo de nosotros hoy. Esto nos lleva a preguntarnos qué dioses habitan nuestro
entorno que demandan nuestra adoración. Seguramente ningún creyente admitirá servir
a otras deidades fuera del Señor. De hecho, negará la existencia de ellas. Empero, los
dioses de la antigüedad, que se han expresado a través de las religiones que habitaron
nuestro planeta, siguen manifestando su Presencia al día de hoy y están listos para
recibir nuestro servicio. Si aún nos quedan dudas de esto, Jesús no enseña a través de su
travesía en las tentaciones del desierto el rostro que se esconde detrás de estas entidades:

“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los
reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si
postrado me adorares.” (Mateo 4:8-9)
Una de las entidades espirituales que se ubica como receptor de nuestra adoración es el
mismo satanás, enemigo de nuestras almas. Así como fue enviado para tentar a Jesús, es
enviado por Dios para tentarnos a nosotros. ¿Enviado por Dios? Es de suma sorpresa
para muchos creyentes saber que satanás es siervo de Dios. Siervo en el sentido que
permanece ajeno a toda autonomía. Desde el instante que perdió su lugar ante el Señor y
fue arrojado a la Tierra, fue despojado de sus virtudes y posiciones, pero no de su
sujeción al Señor; de lo contrario, actuaría fuera de la voluntad de Dios, decidiendo bajo
su determinación personal y sin rendir cuentas al Señor del universo. Ninguna creatura
tiene esta capacidad más que el ser humano, dotado del libre albedrío para elegir. Para
eso es el desierto, para eso la prueba que inclina nuestro corazón hacia nuestras
verdaderas prioridades. De esta manera, podemos ver a Jesús probado en desierto al
cual fue llevado por el mismo Espíritu Santo para ser tentado allí por el diablo (Mateo
4:1), así como Pedro fue pasado por las manos del mismo satanás (Lucas 22:31). En el
desierto, Jesús pasó por tres pruebas, y una de ellas consistió en la adoración al diablo,
el cual se erige a sí mismo como dios delante de Él listo para recibir su correspondiente
adoración. La respuesta de Jesús fue determinante:

“Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor


tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.” (Mateo 4:10)
Jesús hizo referencia al mandamiento que Dios otorgó a Israel a puertas de la Tierra
Prometida. Cuando llegaren allí, habría una cantidad considerable de dioses ajenos al
Señor, los cuales recibe continuo servicio y adoración. Por esto, Dios hace esta
advertencia:

“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a


tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes
y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no
llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que
no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de
Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. A
Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.
No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que
están en vuestros contornos;” (Deuteronomio 6:10-14)
Por esa eternidad sembrada en el corazón humano que serviría de enlace sublimado en
el alma para regresar a Dios mantenemos una tendencia constante a adorar y servir a las
deidades que nos rodean. Podríamos declararnos los más acérrimos ateos, pero siempre
pondremos a una entidad en el trono de nuestro corazón y le serviremos fielmente. Aquí
es donde encontramos una advertencia para nosotros el día de hoy. Estas entidades
espirituales que tomaron cuerpo milenios atrás y que habitaron espacios desde entonces
a lo largo de los siglos, se siguen haciendo presentes hoy, demandando sus ofrendas y
servicios. Por eso la Biblia les llama dioses. Si alguna duda nos queda de estas entidades
que actúan como dioses, la Biblia llama dios a satanás mismo:

“Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con


astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación
de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de
Dios. Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se
pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2
Corintios 4:2-4)
Este dios de este siglo es el mismo diablo que recibe diariamente servicio y adoración
de los incrédulos. Ahora bien, ¿estamos los cristianos exentos de esto?
Lamentablemente, no. Analicemos este texto en su griego original y veremos unos
detalles que nos pueden incluir:
ἐν (EN) οἷς (QUIENES) ὁ (EL) θεὸς (DIOS) τοῦ (DE LA) αἰῶνος (EDAD) τούτου
(ESTA) ἐτύφλωσεν (CEGÓ) τὰ (LAS) νοήματα (PERCEPCIONES MENTALES) τῶν
(DE LOS) ἀπίστων (CARENTES DE CONFIANZA) εἰς (HACIA DENTRO) τὸ (EL)
μὴ (NO) αὐγάσαι (RESPLANDECER) τὸν (A LA) φωτισμὸν (ILUMINACIÓN) τοῦ
(DE EL) εὐαγγελίου (BUEN MENSAJE) τῆς (DE EL) δόξης (ESPLENDOR) τοῦ (DE
EL) Χριστοῦ (UNGIDO), ὅς (QUIEN) ἐστιν (ESTÁ SIENDO) εἰκὼν (IMAGEN) τοῦ
(DE EL) θεοῦ (DIOS). (2 Corintios 4:4)
“Cegó las percepciones mentales de los carentes de confianza”. Hay una grieta
espiritual que se abre cuando Dios no permanece en el centro de nuestras actividades.
Para muchos, el Señor representa un área de la vida que permanece anexada a las
actividades de la semana. La iglesia es una institución adyacente que involucra un sector
particular al cual se atiende con más o menos anuencia. Esto significa que el dios de
este siglo puede hallar adoradores dentro de los mismos templos. Aquellos que no
poseen una relación fehaciente con el Señor, un concepto de Él como un todo cuya
esencia destila en todos los aspectos de la vida, y en quien depositan una confianza
plena en su Palabra en base al conocimiento de la misma, son candidatos a depositar sus
ofrendas y servicios ante las entidades espirituales malignas que les rodean; incluso, sin
saberlo. Por eso hay una permanente insistencia hacia cada creyente de buscar a Dios en
todo momento y ser llenos de su Presencia para no dar cabida a otros dioses en las
vidas. No podemos pasar por alto las advertencias del Señor. Si Dios nos promete todas
sus bendiciones al servirle, también hay efectos contraproducentes al inclinar nuestro
corazón hacia otras entidades espirituales:

“Pero, así como ha venido sobre vosotros toda PALABRA BUENA


que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre
vosotros toda PALABRA MALA, hasta destruiros de sobre la buena
tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado, si traspasareis el pacto de
Jehová vuestro Dios que él os ha mandado, yendo y honrando a
dioses ajenos, e inclinándoos a ellos. Entonces la ira de Jehová se
encenderá contra vosotros, y pereceréis prontamente de esta buena
tierra que él os ha dado.” (Jos. 23:15-16)
¿Es posible que estemos adorando dioses ajenos? Recordemos que, si bien los objetos
intrascendentes no tienen vida en sí mismos, existen entidades espirituales detrás que
estás prestos a recibir nuestra adoración en cuando tomemos esa decisión. Por lo tanto,
sí es posible que esto ocurra y tiene gravísimas consecuencias, por lo cual esta
circunstancia merece toda nuestra atención al analizar cada paso y decisión a fin de
detectar a estos dioses.
Es muy común hacer referencia al primer mandamiento de Señor en comparación con
actividades que puedan convertirse en dioses ajenos. El primer elemento de las tablas de
la Ley rezaba: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), y fue el punto
de partida para la dispensación de las leyes de Dios en el monte Sinaí justo después de
la partida de Egipto. Cuando advertimos que en la actualidad hay diversos elementos de
la vida que pueden tomar el lugar de Dios y convertirse en deidades en cuanto a cómo
les podemos llegar a servir, no acaba representando una gran sorpresa: el trabajo, el
ocio, la fama, el dinero, el ego, y muchos elementos más pueden ser nuestros dioses
ajenos del presente. Sin embargo, la verdad que subyace bajo este fenómeno implica
mucho más que preferencias personales. Las entidades espirituales que actuaban bajo
las máscaras de diversas representaciones físicas (estatuas, símbolos, amuletos, tótems,
etc.) se perpetúan en el tiempo y la geografía hasta el presente, buscando ocupar
cualquier lugar de la sociedad para establecerse como receptores de la adoración y
servicio humanos. Esto significa que, al considerar al trabajo como el centro de nuestras
vidas, no sólo estamos desplazando la adoración plena hacia el Señor a un costado, sino
que existe una verdadera entidad espiritual, no simbólica ni figurativa, capaz de ser
servida y adorada. Amar al dinero, priorizar el ocio, poner en primer lugar actividades o
apreciaciones por sobre el Señor, son caminos que estos seres pueden tomar para
alcanzar nuestro corazón. Veamos algunos ejemplos para entender a cabalidad este
concepto.
Molok
En Argentina, desde 1886, con la sanción del primer Código Penal, hasta 1921, el
aborto era un acto punible igual o casi equivalente al homicidio. Desde 1921 hasta la
actualidad sólo se añadieron casos muy especiales que viabilizarían la aniquilación del
embarazo: el aborto terapéutico para salvar la vida de la madre o la violación a mujeres
con problemas mentales. Desde los años 70 en adelante, distintos grupos comenzaron a
pujar por el aborto voluntario y libre de la mano del feminismo de la segunda ola. Este
movimiento tomó repercusión de otros en el mundo y las habilitaciones legales para esta
práctica comenzaron a darse en los países bajo diferentes reglamentaciones. El 30
diciembre del 2020 el aborto legal, libre y gratuito fue legislado en la Argentina, siendo
un de los últimos en hacerlo. Comenzó en 1950 con Corea del Norte y la historia casi
acaba con Argentina y Corea del Sur. En la actualidad, 73 millones de seres humanos
pierden su vida antes de nacer. ¿Acaso hay un Dios detrás de esto? Por supuesto:
“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Dirás asimismo a los hijos de
Israel: Cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros
que moran en Israel, que ofreciere alguno de sus hijos a Moloc, de
seguro morirá; el pueblo de la tierra lo apedreará. Y yo pondré mi
rostro contra el tal varón, y lo cortaré de entre su pueblo, por cuanto
dio de sus hijos a Moloc, contaminando mi santuario y profanando
mi santo nombre. Si el pueblo de la tierra cerrare sus ojos respecto
de aquel varón que hubiere dado de sus hijos a Moloc, para no
matarle, entonces yo pondré mi rostro contra aquel varón y contra su
familia, y le cortaré de entre su pueblo, con todos los que fornicaron
en pos de él prostituyéndose con Moloc.” (Levítico 20:1-5)
El dios Moloc ya no reside con su enorme estatua entre la sociedad, sin embargo, la
entidad que le habitaba recibe las vidas de millones de bebés por parte del mundo
entero. Cuando se producen tantos asesinatos no sólo se da la espalda a Dios, sino que
se le adora a este ser nuevamente, a este demonio residente en estas prácticas.
Reiteramos: decir demonio o entidad no es una metáfora o una expresión que abarque
un concepto intangible, sino un término literal que hace referencia a una entidad con
personalidad y capacidad de afectar a quienes le adoran. En base a la deshumanización
del feto, el aborto como asesinato se desliza entre las manos de quienes ahora quedarán
impunes ante este homicidio. Deshumanización que caracterizó a genocidios pasados y
discriminación de todo tipo para dar lugar a las atrocidades más bajas de la historia.
Asera
En el 2018, hace tres años de este escrito, se registró en sólo un sitio web de
pornografía 33.5 billones de visitas (92 millones por día), 30.3 billones de búsquedas
(962 por segundo) y 4.791.799 videos subidos (1 millón de horas de video o 115 años
de video). Estas cifras hay que extrapolarlas al tiempo presente y a toda la actividad de
internet. Además, la tenencia y consumo de pornografía infantil aumentó un 50% a
nivel global con motivo del aislamiento y el incremento de la actividad cibernética.
Respecto a este dato, es muy curioso que en Argentina aún no sea delito la búsqueda,
descarga y colección de este tipo de contenido. Quizás no haya personas reclamando
una legislación determinante al respecto porque su inhabilitación no representa una
fuente de ganancia. Los números citados respecto a este tema, que sólo arrojan una
muestra de lo que reamente sucede a nivel mundial, son cantidades impresionantes de
ofrendas a los espíritus que rondan estos ambientes y reciben esta adoración. Tenemos
que entender esto. Dar nuestros ojos y cuerpo a este contenido no sólo es darle la
espalda a Dios quebrantando sus mandamientos y cometiendo actos aberrantes hacia Él,
sino también presentarnos a nosotros mismos con nuestros actos para adorar a estos
dioses ajenos, espíritus que estarán más que dispuestos para establecer una relación
duradera con nuestras almas. Astoret, la diosa del amor sexual, ya no posee su rostro de
la antigüedad, pero su espíritu sigue vigente y buscando corazones donde habitar.
Dagan
El avance del virus de COVID-19 sobre el globo y el aislamiento social aplicado a
escala mundial ha hecho estragos en el mercado laboral. Desde la bolsa de valores, que
cayó en 2300 puntos (en comparación a los 777 puntos del crack del ‘29) hasta la
pérdida de empleo de millones de personas (sólo en América Latina, 41 millones), el
ámbito laboral sufrió un duro revés. Sin embargo, esto dio lugar a la creación de miles y
miles de emprendimientos autónomos que permitieron la subsistencia familiar. Si bien
esta acción es meritoria de un positivo reconocimiento, pues la pobreza suele venir
sobre vidas ociosas, se ha ido fortaleciendo una perspectiva respecto al trabajo (que ya
existía desde antes) en la cual la fuerza humana es la protagonista del desarrollo y la
actividad laboral es la forma de lucha y éxito del ser humano. Este fenómeno no es
nuevo, pero se sigue fortaleciendo año tras año. El protagonismo del trabajo en la vida
social ha cobrado tal énfasis que acaba significando el todo en las personas. Dedican
horas y horas a sus labores y añaden horas extra de lunes a viernes y los fines de
semana. Engrosar el sueldo se convierte en la meta final de cada quincena o cada mes y
ese monto en las manos resulta en la recompensa de todo el sacrificio. Y esta última
palabra, sacrificio, es la que nos compete. Todos debemos trabajar (2 Tesalonicenses
3:10) y esforzarnos por cuidar materialmente de nosotros y de nuestra familia. Pero
cuando el trabajo comienza a significar un sacrificio, allí es cuando el antiguo dios
Dagan recibe su ofrenda. Su imagen ya no existe, pero un espíritu habita en este
sacrificio: sacrificio de tiempo familiar, tiempo con los hijos, fuerza, ganas, y, sobre
todo, tiempo con el Señor y la iglesia. Cuando está en nuestra voluntad y no en nuestra
necesidad dedicar todo nuestro ser al trabajo, allí nos encontramos sirviendo a otro dios
ajeno, siéndole fieles a éste y dando la espalda a Dios.
Más dioses
Ápate, la divinidad griega que personificaba al engaño, el dolor y el fraude, sigue siendo
un espíritu que se alimenta de nuestras mentiras. El griego Dionisio, el romano Bacan y
el maya Acan, eran deidades que recibían la adoración de los bebedores de bebidas
alcohólicas. La griega Kakia y los aztecas Maquiltonaleque fueron los dioses del vicio y
los excesos. Así podríamos seguir explorando todas las deidades de las diferentes
civilizaciones. Pero la conclusión remite siempre al mismo sitio: los dioses no son reales
como tales, pues nunca existió ni existirá un Dios como Dios. Él es único, Él ha creado
todo y no depende de esculturas, templos ni manos que le adoren (Hechos 17:24) si ni
aún los cielos de los cielos no le pueden contener (1 Reyes 8:27). Sin embargo, hay
entidades espirituales que rondan la Tierra buscando adoración y servicio. El mismo
satanás rodea el planeta y anda por ella (Job 1:7) y anda como león rugiente buscando a
quien devorar (1 Pedro 5:8).
Un solo Dios
¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué los seres humanos tenemos esta tendencia inexorable
de adorar cualquier espíritu que se esconda en tantos ámbitos de la vida? Trabajar está
bien, pero lo convertimos en un dios. El cielo y sus astros son hermosos, pero mediante
la astrología y otras prácticas creamos más deidades. La naturaleza es una de las más
bellas expresiones de amor del Creador para con la humanidad, pero de allí creamos
miles y miles de divinidades más. Aún las personas que nos rodean, amamos y
admiramos, como nuestros padres, abuelos, hijos, y más, son tesoros que el Señor pone
a nuestro lado, pero acabamos ubicándolos en altares de adoración. ¿Por qué nos resulta
tan fácil reemplazar nuestro fiel servicio a Dios por cualquier deidad? Es evidente que
no es algo que hacemos adrede, el crear dioses. Todo creyente negaría rotundamente
tener a otro dios fuera del Señor, pero las actitudes y hechos tienen una voz propia y
más potente que nuestras declaraciones verbales. Si aun el mismo apóstol Juan no pudo
evitar adorar al ángel que estaba delante suyo, por esa tendencia interior, ¿qué nos
queda a nosotros?

“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube
oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me
mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo
soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que
guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” (Ap. 22:8-9)
Aquí el problema radica en la incredulidad; la falta de fe en el Dios verdadero. Nadie
sacrificaría nada de sí a ningún otro si encontrara en el Señor la plenitud, la completitud
del alma. No nos cansamos de reiterar: hay muchas actividades, expresiones, actitudes,
beneficios en esta vida que son legítimos y hacen mucho bien. Es hermoso habitar en un
hogar, tener una familia, comer, beber, bailar, divertirse, ir a pescar, realizar una fiesta,
abrazarnos, amarnos, tener hijos, cocinar, y tantas actividades más que el Señor nos dio
la capacidad y la ocasión de poder realizarlas. Pero cuando cualquiera de ellas absorbe
nuestras vidas, inmediatamente se erige un espíritu que actuará sobre nosotros y ligará
nuestro corazón a él. Así, reemplazaremos nuestra fidelidad al Señor por cualquier
pensamiento, actitud, expresión, actividad o intención de parte nuestra. Las palabras se
convierten en mentiras, la bebida se convierte en alcoholismo, el baile y la fiesta se
convierten en desenfreno, descontrol y autodestrucción, la sexualidad se convierte en
deshumanización, perversión y repulsión, la familia se convierte en estorbo, y así
sucesivamente todo aquello que es hermoso y amamos se transforma en motivo de
nuestro sufrimiento. Y no es culpa de satanás ni sus demonios, sino nuestra que
ignoramos la advertencia del Señor de no dar nuestro corazón a otros dioses. El diablo y
sus ángeles caídos sólo actuarán en el momento que decidimos entregarles nuestro
corazón. El miedo muchas veces se convierte en el motor de nuestras determinaciones,
de manera que el temor a la pobreza y la escasez hace de nuestro trabajo un dios, el
temor a la soledad y al rechazo hace de los vicios y la sexualidad nuestros dioses, el
temor de la naturaleza hace de ella múltiples dioses, el temor a la muerte engendra otro
dios; y ese miedo es producto de la falta total de confianza en aquel que nos ha dicho:

“[…] Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te


desamparará; no temas ni te intimides.” (Deuteronomio 31:8)

“Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te


desamparará; no temas ni te intimides.” (Isaías 41:10)
No hace falta crear dioses. No es necesario cubrir nuestros temores con designios de
nuestro corazón. ¿Cómo dejar de pecar? ¿Cómo dejar de ofrecer sacrificios y ofrendas a
los dioses de la mentira, el engaño, la pornografía, el voyerismo, el alcoholismo, el
cigarrillo, la marihuana ilegal, y a muchos otros? ¿Cómo? Confiando en Aquel que
puede suplir todas nuestras necesidades y que merece que le ubiquemos por sobre todas
las cosas. Sólo Él merece nuestra adoración. Sólo Él merece nuestro servicio. Sólo Él
merece recibir nuestra mayor devoción y pasión. Es nuestro Dios incomparable,
inigualable. Dios único que perdona todas nuestras iniquidades. Nosotros, que hemos
sido y quizás aún seamos idólatras en nuestro corazón por dejarle a un lado en muchas
ocasiones y venir a Él sólo por extrema necesidad, tenemos esperanza. El pueblo de
Israel fue en extremo infiel con el Señor, así como nosotros. Siguieron a muchos dioses,
entre ellos a Baal, que significa “esposo”. Durante las bodas del Señor, el pueblo le fue
infiel con un becerro de oro y así continuaron durante el período de la monarquía. Dios
les bendecía, pero ellos corrían a los brazos de Baal. Por eso Dios les identificó con una
esposa infiel que se prostituyó con Baal.

“Porque su madre se prostituyó; la que los dio a luz se deshonró,


porque dijo: Iré tras mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi
lana y mi lino, mi aceite y mi bebida. Y ella no reconoció que yo le
daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro
que ofrecían a Baal.” (Oseas 2:5,8)
Dios promete llevar a cabo un juicio sobre su pueblo, su esposa, quitándole todos sus
beneficios para que reconozca que Él es quien la sustenta y la ama con todo su corazón.
Pero añade una hermosa promesa:

“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a


su corazón. Y le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por
puerta de esperanza; y allí cantará como en los tiempos de su
juventud, y como en el día de su subida de la tierra de Egipto.”
(Oseas 4:14-15)
El Señor promete pasarnos por un tiempo de prueba, de limpieza, para quitar de nuestro
corazón los dioses que nos hemos creado y los esposos de la esposa infiel. Allí
volveremos al primer amor y seremos el pueblo de Dios nuevamente (Oseas 4:23)
Finalizamos con las palabras de fe y fidelidad del salmista al Señor:

“Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado. Oh alma mía, dijiste


a Jehová: tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti. Para los
santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi
complacencia. Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven
diligentes a otro dios. No ofreceré yo sus libaciones de sangre, ni en
mis labios tomaré sus nombres. Jehová es la porción de mi herencia y
de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en
lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado.
Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña
mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque
está a mi diestra, no seré conmovido. Se alegró por tanto mi corazón,
y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente;
porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea
corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay
plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmo 16)

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