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Poetas Latinoamericana - Carmina Navia Velasco
Poetas Latinoamericana - Carmina Navia Velasco
Co l e c c i ó n
Es c u e la d e Es tu d io s Lite ra rio s
U n ive rs id a d d e l Va lle
Co lo m b i a
6 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
ISBN: 9 78 -9 58 -6 70 -758 -9
CON TEN ID O
IN TR OD U CCIÓN 11
D e lm i r a Ag u s ti n i 13 4
Mis am ores 13 4
(Sin título:) 13 6
Fiera de am or 13 6
8 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Plegaria 13 7
El cisne 13 9
Alfo n s in a S to rn i 14 1
Tú m e quieres blanca 14 1
Sá ba d o 14 3
Alm a desn uda 14 3
Date a volar 14 5
Un sol 14 6
Frente al m ar 14 7
N o ra h La n ge 14 9
A m a n ecer 14 9
Calle 14 9
En el cam ino 15 0
En nuestros labios 15 1
La em oción 15 1
D u lc e Ma ría Lo yn a z 15 6
Tierra cansada 15 6
Lou r d es 15 7
La oración de la rosa 15 7
La sonrisa 15 9
La horm iga 16 0
Id e a Vila riñ o 16 5
Ya en desnudez total 16 5
Cuándo y a noches m ías 16 6
Lo que siento por ti 16 6
El m ar no es m ás que un pozo 16 7
Tal vez no era pensar 16 8
Quiero m orir 16 9
Me ira D e lm a r 17 7
Alguien pasa 17 7
A llá 17 8
Ausencia de la rosa 17 8
Brev e 17 9
Can ción lejan a 17 9
Carta de Rom a 18 0
B la n ca Va re la 18 5
A lo m ejor eres tú m ism o 18 5
A m edia v oz 18 5
Aquella torturada n ube... 18 6
Así sea 18 7
Au v er s-su r -oise 18 8
10 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Ale ja n d ra P iza rn ik 19 0
A la espera de la oscuridad 19 0
Am a n t es 19 1
An illos de cen iza 19 1
Cam inos del espejo 19 2
Can tora n octurn a 19 4
Cen izas 19 4
Gio c o n d a B e lli 19 6
En la doliente soledad del dom ingo... 19 6
Yo soy tu indóm ita gacela 19 7
Áspera textura del v ien to 19 8
Es larga la tarde... 19 9
Te busco 19 9
Te escribo, Sergio 20 0
Ve r ó n i c a Vo lk o w 20 8
Jardín 20 8
Laberin to 20 8
Rosario para Nadia 20 9
El inicio 20 9
Despedida 2 10
I N TR OD U CCI ÓN
Co n Lu g o n e s p e n e t r a La fo r g u e e n la p o e s í a
his p á n ica , el s im b o lis m o en s u m o m en t o a n t i-
s im b o lis t a .
Nu est r a cr ít ica llam a a la n u eva t en d en cia el p ost m o-
d e r n is m o . E l n o m b r e n o e s m u y e xa ct o . E l s u p u e s t o
postm odernism o no es lo que no es, lo que está después del
m odernism o – lo que está después es la vanguardia– sino que
es u n a cr ít ica d el m od er n ism o, d en t r o d el m od er n ism o.
Reacción in dividual de varios poetas, con ella n o com ien za
otro m ovim iento: con ella acaba el m odernism o. Esos poetas
son su con cien cia crítica, la con cien cia de su acabam ien to...
(19 8 7: 138 ).
1
H e m ir a d o m á s e n d e t a lle e s t e gr u p o e n : N a via Ve la s co , 2 0 0 4 .
2
Ciu d a d le t r a d a , t é r m in o a cu ñ a d o p o r a n a lis t a s co m o J o s é Lu is
R o m e r o o Án ge l R a m a p a r a r e fe r ir s e a la s é lit e s in t e le ct u a le s - u r b a n a s
d e Am é r ica La t in a , q u e ja lo n a r o n e s t o s p a ís e s h a cia la m o d e r n id a d .
20 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Co n e s t e m a r b e t e , n o e xe n t o d e co n t r o ve r s ia , n o s
referim os a un grupo de jóvenes, autodidactas en su m ayoría,
cuyas obras expresan a la perfección e s a s e n s ib ilid a d fin
d e s iè cle que en Uruguay se caracteriza por estar teñida de
perm anentes tensiones ideológicas. La bohem ia, el dandism o
y la m en cion ada rebeldía con tra las valoracion es sexuales y
p o lít ica s d e l m e d io b u r gu é s , la d is cu s ió n s o b r e
parn asian ism o, sim bolism o o decaden tism o y el desarrollo
Po et a s la t in o a m er ica n a s 21
d ic e e n “Re s u rre c c ió n ”, u n o d e lo s p o e m a s d e s u
p rim e r libro , La is la d e lo s cá n t ico s .
En m edio de sus gritos m etafísicos y de una tradición tardía
en la que se inscribe, Vaz Ferreira busca su lugar com o m ujer,
tantea sus rutas y posibilidades. Tam bién com o m ujer siente
los lím ites que le son im puestos. En este sentido, es clarividente
su poem a “Hacia la noche”:
Oh noche, yo tendría
una palm a futura, desplegada
sobre el gran desierto,
24 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
El poem a convoca los ojos, las m anos, los cuerpos. Por esos
ojos, por esas m anos, por esos cuerpos transitó la vida.
Finalm ente, la voz poética explicita con m ayor claridad el
horizonte últim o de sus palabras:
No sólo busca la com unión con la tierra, tam bién con los
an im ales, con el m ar... con el juego de luces y de som bras
cíclicas del tiem po. Esa com unión hace parte de la atracción
por el abism o y por la m uerte que Alfonsina experim enta con
fuerza a lo largo de toda su vida. En este sentido, encontram os
en ella fuertes ecos rom ánticos.
El tem a que m ás se repite en nuestra autora es el del am or,
p er o n o u n a m or en a b st r a ct o o b ea t it u d … sin o el a m or
a t r a ve s a d o p o r la co n fr o n t a ció n e n t r e lo s gé n e r o s ,
con fron tación que le preocupó toda su vida. “Tú m e quieres
blanca” es quizás el texto que m ejor recoge estos sentim ientos:
36 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Tú m e quieres alba.
[…]
Que sea azucen a
sobre todas, casta.
[…]
Ni un rayo de luna
filtrado m e haya.
Ni un a m argarita
se diga m i herm ana.
Tú m e quieres nívea.
Tú m e quieres blanca.
[…]
Tú que hubiste todas
las copas a m ano
de frutos y m ieles
los labios m orados.
Tú que en el banquete
cubierto de pám panos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
[…]
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles m ilagros,
m e pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
m e pretendes casta
(Dios te lo perdone)
[…]
Huye hacia los bosques
vete a la m ontaña
lím piate la boca
vive en las cabañas
toca con las m anos
la tierra m ojada
Po et a s la t in o a m er ica n a s 37
3
Au t o r e s va r io s , 19 8 4 . F o lle t o . N o . 3 4 .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 39
tram os, hasta en sus últim os ecos, rasgos de lo que se denom inó
en Argen tin a y en otros países el sen cillism o. 4 De n uevo, su
búsqueda va m ás allá de adherencias a ultranza a una escuela
u otra, de las definidas canónicam ente.
En La calle de la tarde, su prim er libro poético, subtitulado
Poem a s en p r osa , h ay u n a p r op u esta clar a d e r en ovación
form al, de ruptura con rim as y versificacion es tradicion ales,
utilizando una expresión cercana a la prosa que m aneja nuevas
posibilidades de ritm o interno, de acercam iento a la em oción
at r ap ad a en las p alabr as, con la m et áfor a com o elem en t o
central, casi único.
Sin em bar go, en su p oesía n o d esap ar ece su yo, qu e es
recogido desde n uevas búsquedas y expresion es. Los vem os,
entre otros, en el segundo texto del poem ario:
4
Co n e s t e n o m b r e , s en cillis m o o a n ecd o t is m o , h a ce m o s r e fe r e n cia a
u n a r e a cció n co n t r a e l m o d e r n is m o t a r d ío q u e s u r ge e n Ar ge n t in a
a lr ed ed or d e F er n á n d ez Mor en o “E l s en cillis m o f u e u n a p ot en cia op er a n t e
en t r e 19 15 – La s i n i c i a l e s d e l m i s a l – y 19 2 5 – Al d e a e s p a ñ o l a – ; ex is t e
p u es u n a co in cid en cia d e cu a t r o a ñ o s en t r e a m b a s es cu ela s : d e 19 2 1 a
19 2 5”. R e fe r e n cia : Cé s a r F e r n á n d e z M o r e n o : E L U L T R A Í S M O E n : L OS
V A N GUA R DI S M OS EN LA A M ÉR I CA LA T I N A .
40 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Afuera la noche
sacudiendo angustias.
Adentro, el corazón
fresco de am or
com o un a hoja n ueva.
Se alzó tu im agen
com o una torre
sobre la tem prana noche.
Lejos, un tren arrojó al cielo
Po et a s la t in o a m er ica n a s 41
un puñado de silbidos
que tuvo su eco en las estrellas.
La luna acostada sobre el cam po
serenó el quebranto de una esperanza m uerta.
Nuestras voces enm udecen
con la hora lejana y clara.
Eres de nuevo la distancia
custodiada de silencio
y quizás otras m anos te sean
m ás dichosas que las m ías.
Y acaso tu olvido te sea m enos pena
que la pena m ía que yo nunca olvido.
desar r ollaban , a la luz, sus com pañ er os y con tem por án eos
(19 9 0 : 73).
Vo ce s e n e l Caribe
Enriqueta Arvelo Larriva ilustra com o pocas el aislam iento
en que han vivido y trabajado las poetas en nuestros países a lo
largo de una gran parte del siglo XX. Nace en Barinas, estado
de Venezuela, en 1886, y escribe poesía prácticam ente durante
toda su vida. Publica en tre 1930 y 1960 , con stituyen do un a
obra contundente que nos habla de una práctica poética conti-
n uada y con scien te, en don de la búsqueda es perm an en te y
m últiple. A pesar de ello, no se conoce apenas fuera de su país.
Enriqueta hace parte de un grupo de poetas venezolanas que
buscan su expresión en esos m ism os años, entre las que figura
46 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
N o q u ie r o m ir a r h a cia e s e s it io :
ahí está el odio.
Tiene los ojos curtidos
de m al fuego.
Lo esquivo.
No quiero saber siquiera
cóm o hace sus incendios.
No quiero ver su factoría.
Lo rehuyo abiertam ente.
Y yo no soy su blanco.
Pre cio
6
To d o s lo s p o e m a s d e Olive r La b r a s e t o m a n d e la e d ició n d e 19 9 2 .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 53
Con una alta econom ía, Oliver refleja en su texto elem entos
fundam entales en la tradición poética: el deterioro que el paso
de los años im pone sobre sentim ientos y lazos, el abandono y
el olvid o qu e t iñ en d e gr is com o u n a p át in a la exist en cia
anterior y con ella los seres que la habitaron. El recorrido se
realiza por el paisaje de lo cotidiano, recogido en la casa, que se
convierte en sím bolo de la vida y de las relaciones, vivencias y
Po et a s la t in o a m er ica n a s 55
En e l m ap a h acia e l s u r
Pen san do en los países del con o sur, se h ace m uy difícil
realizar la escogen cia de un os n om bres, dejan do al m argen
otros, en m edio de un panoram a abierto y rico. Pero la selección
es im prescindible en un trabajo de antología com o este. Por
esta lim itación, no m e voy a detener en propuestas com o las
d e Sar a Ibáñ ez, Id a Vitale o Glad ys Th ein , qu e h an h ech o
aportes m uy significativos. Me centraré en dos nom bres que
brillan con una fuerza especial: Idea Vilariño y Olga Orozco,
universos poéticos im presionantes, aunque poco conocidos en
Colom bia.
Idea Vilariño nace en Montevideo en 1920 , en una fam ilia
culta, de tradición anarquista. Publica su prim er texto poético,
La suplican te, en 1945, lo que lleva a Rodríguez Mon egal a
ubicarla en la que llam ó La generación del 45; sin em bargo, su
larga y variada trayectoria creo que rebasa cualquier concepto
de gen eración . En Vilariñ o se con jugan adm irablem en te la
labor intelectual y m ilitante con el silencio y el aislam iento de
los/ las verdaderos poetas:
7
To d o s lo s p o e m a s cit a d o s s o n t o m a d o s d e e s t a e d ició n .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 59
No sos m ío
no estás
en m i vida
a m i lado
no com és en m i m esa
60 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
ni reís ni cantás
ni vivís para m í.
Som os ajenos
tú
y yo m ism a
y m i casa.
Sos un extraño
un huésped
que no busca no quiere
m ás que un a cam a
a veces.
Qué puedo hacer
cedértela.
Pero yo vivo sola.
en m i cuarto, en m is brazos
quiero am arte
quiero rom per al fin
vencer tu piel
y m eterm e en tu sangre para siem pre.
Quiero que hagam os uno
ser tú m ism o
enseñarte una últim a caricia
en volverte
cegarte
obedecerte.
Quiero hacerte gem ir
quiero quebrarte
Po et a s la t in o a m er ica n a s 61
deshacerte de ti
an on adarte
que no sepas
no seas
que te entregues
que te olvides
que acabes
que te m ueras.
8
To d o s lo s p o e m a s e s t á n t o m a d o s d e e s t a e d ició n .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 67
asom o,
alguien que se desliza paso a paso a m edida que avanzo
hasta dejarm e a ciegas, asida solam ente a un nom bre, a la
ign oran cia.
Porque hay prolongaciones inasibles que llegan m ás allá,
zonas inalcanzables donde tal vez se im prim an las pisadas de
Dios,
subsuelos transparentes que se internan a veces en los
jardines de otro m undo…
Me ira D e lm ar
Es n ecesar io d e n u evo ascen d er en el m apa h acia otr as
latitudes. Estas décadas en las que nos m ovem os, cuarenta y
cincuenta, son testigo en casi todos los países del subcontinente
d el t r abajo p oét ico ser io, cr eat ivo y n oved oso d e algu n as
m ujeres que recogen la herencia de sus antecesoras y pasan a
otras la llam a de su quehacer artístico. Una de estas voces, de
im presionante factura, es la de Meira Delm ar.
En Barranquilla, en 1922, nace Olga Isabel Cham s Eljach,
quien será conocida en el m undo poético com o Meira Delm ar,
seudónim o elegido por ella buscando una identificación total
con el m ar de sus am ores. Y lo hace en el seno de una fam ilia
colom boliban esa in t egr an t e d e la socied ad t r ad icion al d e
Barranquilla, lo que la lleva en sus prim eros tiem pos a ocultar
su nom bre: no se siente acogida en su m edio com o poeta.
En 1942 edita su prim er libro, Alba de olvido; el segundo,
Sitio d e am or , en 1944. Ya con estos textos em pieza a ser
reconocida. Publicará después Verdad del sueño (1946); Secreta
Po et a s la t in o a m er ica n a s 69
Cu a n d o a n t e s d e la a d o le s ce n cia co n o cí a J u a n a d e
Ibarbourou, a Gabriela Mistral y a Alfon sin a Storn i, se m e
con figu r ó u n a t r ilogía d e am or y ad m ir ación qu e t od avía
perdura. Estas tres m ujeres con stituyen un a hora m ilagrosa
en la poesía latinoam ericana, al aparecer al m ism o tiem po y
con idéntica fuerza de expresión. Las tres, J uana con su acen-
to de júbilo pagan o, Gabr iela, con su san gr an te cor azón , y
Alfon sin a con su r eb eld ía a cu sa d or a , sigu en sien d o m is
pr efer idas (20 0 3).
No sé si tú recuerdas
los días aún tem pranos
en que ibas com o un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua…
tu m an era tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu am istad perfecta…
Y se m e va llenando
de nostalgia la vida,
com o un vaso colm ado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazm ines, m adre.
Mu e rte d e l o lvid o
Se m e m urió el olvido
de repente.
In esperada-
m en te,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.
En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.
Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso am or,
el im placable,
in term in able-
m en te.
La s e ñ a l
Y te cuento m i infancia
que m e enseñó a m irar
la tierra com o tierra,
com o el cielo la m ar.
El valle, la m ontaña,
eran la realidad.
El m ar la incertidum bre,
el sueño, la ansiedad.
Y yo , tú bie n lo s abe s ,
m e qu e d é co n e l m ar.
Y la poeta con tin úa con sus palabr as, sus en sueñ os… al
escuchar un caracol su corazón se le volvió fugaz, ella se hizo
Sim bad y se fue, rum bo extraño a buscar otro m ar… el sabor
de la sal besa sus labios… Meira se explica a sí m ism a a partir
de la m ar, se fusiona con ella y desde allí rem em ora su vida y
escribe su presente.
Un tem a que se nota con m ás insistencia en estos dos últi-
m os libr os es el paso d el tiem po, los d ías qu e tr an scu r r en
Po et a s la t in o a m er ica n a s 83
lleván dose la vida… los añ os que cam bian los rostros y los
ritm os, trayendo un sabor a vejez. La poeta se instala en ese
transcurrir que encontram os en varios textos, entre ellos:
D e p as o
No es el tiem po
el que pasa.
Eres tú,
qu e te ale jas
apresuradam ente
hacia la som bra,
y vas dejando caer,
com o el que se despoja…
todo aquello que am aste,
las horas
que te hicieron la dicha,
am igos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las m anos,
te preguntas
en qué m om ento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
com o un hilo de agua
entre los dedos.
tuviste
que buscar otra m uerte m ás oscura,
de pobres huesos rotos y m etales,
contraria en todo a ti
que sólo fuiste
la som bra frágil de tu propia
som bra?
Ars p o é tica
Yo ,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jam ás m e cam biaría
por la Venus de Milo:
m ientras reina en el Louvre
y se m uere de tedio
y junta polvo
86 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcan es
y despojos de guerra
avizoro la tierra prom etida (20 0 4).10
10
To d o s lo s p o e m a s e s t á n t o m a d o s d e e s t a a n t o lo gía .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 87
Le p ro h íbo qu e vu e lva.
Cad a ve z qu e lo ve o
m e re co rre las vé rte bras e l frío .
No m e persiga m ás,
se lo suplico.
Hace años que am o a otro
y ya no m e interesan sus ofrendas.
Lu n a vie ja
11
P a z, e n s u t e xt o Po es ía d e s o led a d y p o es ía d e co m u n ió n , a n a liza
d ive r s o s gr a d o s d e co m u n ica ció n e n la p o e s ía .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 89
12
Tod os los p oem a s, sa lvo q u e se esp ecifiq u e ot r a cosa , son t om a d os d e
e s t a e d ició n .
Po et a s la t in o a m er ica n a s 93
Va Eva
anim al de sal
si vuelves la cabeza
en tu cuerpo
96 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
te convertirás
y tendrás nom bre
y la palabra
reptando
será tu huella.
querido m ío
te recuerdo co m o la m e jo r can ció n
esa apoteosis de gallos y estrellas que no eres
que ya no soy que ya no serem os
[…]
querido m ío
adoro lo que no es m ío
tú por ejem plo
con tu piel de asno sobre el alm a
y esas alas de cera que te regalé...
querido m ío
a pesar de eso
todo sigue igual
el cosquilleo filosófico después de la ducha
el café frío el cigarrillo am argo el Cieno Verde
98 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Te h ablo
A H. M.
Tu canto no m e ayuda.
Cada vez m ás tenazas,
m ás m iedos
m ás som bras negras (20 0 7: 439).
Con figur ar un len guaje es, par a Pizar n ik, con figur ar un
yo, in d ivid u a l, n o u n iver sa l, fem en in o, n o m a scu lin o. La
búsqueda y configuración del yo es llevada a cabo en la m ayor
in tem perie, la de la poesía; e n la m a yo r in s e gu rid a d , la
d e l p ro n o m bre fe m e n in o , en tercera persona, en prim era
person a. El len guaje es para Pizarn ik un a zon a de con flicto,
siem pre se está a la intem perie con las palabras, nunca es un
territorio constituido, consolidado o cristalizado, sino arenas
m ovedizas, espejeantes tierras pantanosas… El sujeto que se
constituye en ese lenguaje nunca adquiere una figura defini-
tiva, se m ultiplica, se diversifica, configura su inestabilidad...
(1998 : 68 ).
En tu an ive rs ario
La d e lo s o jo s abie rto s
en la que m e reconozca,
en la que m e exista.
Las vo ce s m ás re cie n te s
En nuestro recorrido subim os hacia el norte. Una voz m uy
distinta, posterior en el tiem po pero que, com o Pizarnik, busca
prioritariam en te su decir de m ujer, es Giocon da Belli. Nos
situam os ahora en el otro lado del subcon tin en te y en o tro
lado del trabajo poético. Gioconda Belli no es sólo una poeta,
es una intelectual en el sentido m ás pleno de la palabra: nove -
lista, en sayista, p oeta, com p r om etid a con su p aís y con el
m undo. Belli es una optim ista natural, m uy alejada de las rutas
que llevan al suicidio.
Nace en Managua, Nicaragua, en donde pasa su infancia y
juventud hasta que debe ir a vivir a Méjico, en 1975, a causa
del exilio, durante la dictadura de los Som oza. Ha publicado
m uchos poem arios, antologados fundam entalm ente en Poesía
10 4 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Y D io s m e h izo m u je r
La enredadera
se m e está saliendo
por las orejas.
Mis ojos se han convertido
en pistilos m ovibles
y m i boca está repleta
de flores m oradas…
[…]
y m is olores han cam biado,
tropiezo con los m uebles
y m is piernas están rom piendo
los ladrillos,
buscando la tierra,
en redán dom e…
[…]
y estoy enredadera,
Po et a s la t in o a m er ica n a s 107
m etam orfoseada,
espinosa,
sola, hecha n aturaleza.
La m adre
se ha cam biado de ropa.
La falda se ha convertido en pantalón,
los zapatos en botas,
la cartera en m ochila.
No canta ya canciones de cuna
canta canciones de protesta…
No quiere ya sólo a sus hijos,
ni se da sólo a sus hijos,
lleva prendidas en los pechos
m iles de bocas ham brientas…
Od a al am o r
Marzo 9
Qu izá s la es cr it u r a es com o cos er h er id a s , a ju s t a r s e
cicatr ices in ven tad as fr en te a los boqu etes d e som br a qu e
nos com en. Queda la tenue tinta de línea en el abism o, y con
ella nos guiam os, nos tejem os ansiosam ente, nos sustentam os
y com p r obam os qu e sí exist im os. H ay u n a cu er d a d e lu z
con tra la som bra.
120 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
[…] Es tam bién lan zarse, ese desparram am ien to del que
nada vuelve. Exclam ación, grito, ahogo, aullido, tos, vóm ito,
m úsica […] Así escribe, com o se lanza la voz, hacia adelante,
en el vacío. Se aleja, avanza, no vuelve sus pasos para exam i-
narlos. No se m ira. Carrera peligrosa. Al contrario del narci-
sism o m asculino, preocupado por afirm ar su im agen, por ser
m irado, por verse, por juntar sus fragm entos, por em bolsár-
selos. Mirada que repone, m irada siem pre dividida invertida,
econom ía del espejo, es preciso que se am e. Pero ella se lanza:
busca am ar (1995: 57).
13
E n lu z n o h a y s o m b r a . De m á s a llá d e m í q u is ie r a a m a r t e y e s t a r e n
t i e n la lib e r t a d cu a n d o t e e n cu e n t r e s e n la r a zó n q u e e s m a gia y t e
d e ve la p r o fu n d o m u y p r o fu n d o .
124 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
El círcu lo
Can to ve rbal
H acia la n o ch e
Oh noche, yo tendría
una palm a futura, desplegada
sobre el gran desierto,
si tú m e das por una sola noche
tu corazón de terciopelo negro,
y yo, al com pás de su m orena sangre,
canto con las ondas beatas el sacro silencio.
Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de lum inosos astros,
sin m arinos clam ores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el rum or de los vientos.
H e ro ica
En cuya grácil m an o
se quebrante el acero,
el oro se diluya
y el bronce en que se funden las corazas,
el sólido granito de los m uros,
las rocas y las piedras
los troncos y los m árm oles
com o la arcilla m odelables sean,
A cuyo pie sin valla y sin obstáculo
las m urallas am en güen ,
se nivelen los pozos,
las colum nas se trunquen
y se abran de par en par los pórticos.
el licor de la vida,
el virus de la m uerte,
la m iel de la esperanza,
las beatas obleas del olvido,
y del divino am or las hostias sacras.
Mis am o re s
H oy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
A llorar en m i lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha m uerto.
Me lloraré a m i m ism a para llorarlos todos.
la noche bebe el llanto com o un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, com o m aduras...
Hay cabezas tocadas de som bra y de m isterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan a cojines de abism o,
cabezas qui quisieran descansa en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a prim avera,
y m uchas que trascienden a flores del invierno.
Todas esas cabezas m e duelen com o llagas...
Me duelen com o m uertos...
¡Ah!... y los ojos... los ojos m e duelen m ás: ¡son
dobles!...
Indefinidos, verdes, grises, azules, negros,
abrasan si fulguran;
Son caricia, dolor, constelación, infierno.
Sobre toda su luz, sobre todas sus llam as,
se ilum inó m i alm a y se tem pló m i cuerpo.
Ellos m e dieron sed de todas esas bocas...
De todas esas bocas que florecen m i lecho:
vasos rojos o palitos de m iel o de am rura,
con lises de arm onía o rosas de silencio
de todos estos vasos donde bebí la vida,
de todos estos vasos donde la m uerte bebo...
El jardín de sus bocas venenosos, em briagante,
Po et a s la t in o a m er ica n a s 135
( Sin títu lo :)
Fie ra d e am o r
Ple ga ria
El cis n e
ALFON S IN A S TOR N I
Tú m e qu ie re s blan ca
Tú m e quieres alba,
Me quieres de espum as,
Me quieres de nácar.
Que sea azucen a
Sobre todas, casta.
De perfum e tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado m e haya.
Ni un a m argarita
Se diga m i herm ana.
Tú m e quieres nívea,
Tú m e quieres blanca,
Tú m e quieres alba.
Tú que el esqueleto
Con servas in tacto
142 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
No sé todavía
Por cuáles m ilagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Sábado
Alm a d e s n u d a
D ate a vo lar
Un sol
Fre n te al m ar
N ORAH LAN GE
Am an e ce r
Calle
El s o l s e h abía caíd o
En e l cam in o
En n u e s tro s labio s
La e m o ció n
Lle gas
Se ría la ad ve n e d iza
Déjam e ir tranquila,
sin las cosas, fútiles para otros,
que fueran tem pestades en m i vida.
No m e des nada...
Po et a s la t in o a m er ica n a s 153
De s tin o
Co n fe s ió n
En pleno cam po
asaltóm e el m iedo.
Y m e inquietó el trino claro
y el em boscado ruido.
El sol en acción,
la tendida som bra.
La quietud del tronco,
el estrem ecim iento de la ram a viva.
154 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Yo tenía sed
de esta lluvia tendida y fuerte de estreno.
Irrum pió en la m adrugada propicia
com o sonante invasión revolucionaria.
Y m e levanté tem prano, con calofrío delicioso,
por ver caer el agua nueva sobre la tierra soflam ada.
El chorro de la canal de la casa
m e bañó con violencia graciosa.
Mi sangre y m i alegría
se rizaron bajo el agua desatada
que calm aba la angustia de la tierra.
He charlado del llover
con los chiquillos vecinos.
Me he sentido infantil el gesto.
Sonó niña m i voz
cuando detuvo el paso de los m uñecos vivos
que pugnaban por m ojarse.
Y de pronto
el desconsuelo m e m uerde la carne estrem ecida del ánim o.
Tú , e l m in ú s cu lo
Tie rra ca n s a d a
(Rom an ce pequeñ o)
La tierra se va cansando,
la rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de entibiar sem illas rotas,
y el cansando de la tierra
sube en la flor que deshoja
el viento... Y allí, en el viento
se queda...
La m ariposa
volará toda una tarde
para reunir una gota
de m iel...
La tierra se va cansando...
El corazón quiere som bra...
Lo u rd e s
La o ració n d e la ro s a
las rosas...
La s o n ris a
La cam isa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hom bros.
(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)
Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un m urm ullo que el aire no acababa
de llevar, m ientras lánguida y rem isa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiem po que la m isa
había term inado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...
In decisa,
sobre la faz del Cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego m ás aprisa,
160 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
La h o rm iga
Adió s
Te m an d o ah o ra qu e lo o lvid e s to d o
La s o lte ro n a
La ve cin a m u e rta:
Al n iñ o qu e ve n d e be rro s
Id e a Vilariñ o
Ya e n d e s n u d e z to tal
Ya en desnudez total
extrañ a ausen cia
de procesos y fórm ulas y m étodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.
La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.
Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.
Luz a luz
ser a ser,
casi en am iba,
form a, sed, duración,
luz rechazada.
166 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Cu án d o ya n o ch e s m ías
Y cuando ya m i vida,
m i ardua vida,
en soledad
com o una lenta gota
queriendo caer siem pre
y siem pre sostenida
cargándose, llenándose
de sí m ism a, tem blando,
apurando su brillo
y su retorno al río.
Lo qu e s ie n to p o r ti
El m ar n o e s m ás qu e u n p o zo
Tal ve z n o e ra p e n s ar
Qu ie ro m o rir
OLGA OROZCO
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su am or al hervidero de la
br u m a.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el
últim o grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alim aña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus
antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en m om ia deslum brante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo m ism o que el m endigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nom bre crezca en él con la furia
del ham bre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.
Lejos,
de corazón en corazón,
m ás allá de la copa de niebla que m e aspira desde el fondo
del vértigo,
siento el redoble con que m e convocan a la tierra de nadie.
(¿Quién se levanta en m í?
¿Quién se alza del sitial de su agonía, de su estera de zarzas,
y cam ina con la m em oria de m i pie?)
Dejo m i cuerpo a solas igual que una arm adura de
intem perie hacia adentro
y depongo m i nom bre com o un arm a que solam ente hiere.
¿(Dónde salgo a m i encuentro con el arrobam iento de la
luna contra
el cristal de todos los albergues?)
Abro con otras m anos la entrada del sendero que no sé
adónde da
y avanzo con la noche de los desconocidos.
un friso de m áscaras;
desde adentro de todos hay una sola efigie que fue inscripta
en el revés del alm a;
desde adentro de todos cada historia sucede en todas partes:
no hay m uerte que no m ate, no hay nacim iento ajeno ni
am or deshabitado.
(¿No éram os el rehén de una caída, una lluvia de piedras
desprendida del cielo,
un reguero de insectos tratando de cruzar la hoguera del
castigo?)
Cualquier hom bre es la versión en som bras de un Gran Rey
herido en su costado.
Lo s re fle jo s in fie le s
N o e s tabas e n m i u m bral
No estabas en m i um bral
ni yo salí a buscarte para colm ar los huecos que fragua la
n ostalgia
y que presagian niños o anim ales hechos con la sustancia de
la frustración.
Viniste paso a paso por los aires,
pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso de
lobos
enm ascarado por los andrajos radiantes de febrero.
Venías condensándote desde la encandilada transparencia,
probándote otros cuerpos com o fantasm as al revés,
com o anticipaciones de tu eléctrica envoltura -el erizo de
niebla,
el globo de lustrosos vilanos encendidos, la piedra im án
que absorbe su fatal alim ento,
la ráfaga em plum ada que gira y se detiene alrededor de un
ascua,
en torno de un tem blor-.
Y ya habías aparecido en este m undo, intacta en tu negrura
inm aculada desde la cara hasta la cola, m ás prodigiosa aún
que el gato de Cheshire,
con tu porción de vida com o una perla roja brillando entre
los dientes.
Po et a s la t in o a m er ica n a s 177
MEIRA D ELMAR
Algu ie n p as a
Se m e quedó en la frente
aquel m om ento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.
Y se m e va llenando
de nostalgia la vida,
com o un vaso colm ado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazm ines, m adre.
Allá
Au s e n cia d e la ro s a
Detenida
en el río translúcido
del viento,
por otro nom bre, am or,
la llam aría
el corazón.
Nada queda en el sitio
de su perfum e. Nadie
puede creer, creería,
que aquí estuvo la rosa
en otro tiem po.
Sólo yo sé que si la m ano
Po et a s la t in o a m er ica n a s 179
Bre ve
De golondrina en golondrina
nos llegará la prim avera
de la m irada pensativa.
Y un m ism o cauce de dulzura
tendrán las rosas y los días.
Yo te daré los sueños m íos:
am or, dolor, sencillam ente.
Carta d e Ro m a
CLAR IB EL ALEGR ÍA
Epílo go
Flo re ce n lo s alm e n d ro s
Yo s in ti
Yo sin ti
pero contigo
llevando a cuestas
tu m uerte.
Mi soledad y la tuya
que ya han cerrado
su escape.
Au s e n cia
H ola
dije m irando tu retrato
y se pasm ó el saludo
entre m is labios.
Otra vez la punzada,
el saber que es inútil;
el calcinado clim a
de tu ausencia.
Pe qu e ñ a m u e rte
en la noche
sin horas.
N o p re cis o co n ce p to s
No preciso conceptos.
No m ás divagaciones
ni teólogos discursos
que anestesien m i herida.
Tus palabras preciso,
la im agen de tu rostro
entre las sábanas,
tu últim o estertor
en m is oídos.
Oto ñ o
Cre í p as ar m i tie m p o
B LAN CA VARELA
A lo m e jo r e re s tú m is m o
A m e d ia vo z
la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviem bre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jam ás
en el centro de todo
esta el poem a intacto
18 6 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
m erodeo su luz
su som bra anim al
de palabras
husm eo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que algun a vez
estuve aten ta
desarm ada
sola casi
en la m uerte
casi en el fuego
A ROSE IS A ROSE
inm óvil devora luz
se abre obscenam ente roja
es la detestable perfección
de lo efím ero
infesta la poesía
con su arcaico perfum e
V
Aquella torturada nube parecía tan firm e,
am bulan do,
desgarrando,
chocando con m asas de ángeles.
Cón cava,
valva de nieve y soledad,
Po et a s la t in o a m er ica n a s 187
Tan exacta
sobre el laberinto de la pupila,
color perdido
de vieja m isiva,
terrible silencio
de quien ha sacudido el aire
y conoce el vado de los sollozos.
Con tin uaba,
m igradora,
llave del torbellino
com o una gota pura
preñada de su propia existencia.
As í s e a
El tiem po,
la gran puerta entreabierta,
el astro que ciega.
Respira y canta.
Donde todo se term ina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba,
el m ar que besa las m ontañas,
la claridad total,
el sueño.
Au ve rs -s u r-o is e
Todas las riquezas, todas las m iserias, todos los hom bres,
todas las cosas desaparecen en esa m elodía ardiente.
T ú estás solo, al otro lado.
No te quieren dejar entrar.
Busca, rebusca, trepa, chilla. Es inútil.
Sé el gusanito transparente, enroscado, insignificante.
Po et a s la t in o a m er ica n a s 189
ALEJ AN D RA P IZARN IK
A la e s p e ra d e la o s cu rid ad
Am an te s
una flor
no lejos de la noche
m i cuerpo m udo
se abre
a la delicada urgencia del rocío
An illo s d e ce n iza
A Cristina Cam po
Hay, en la espera,
un rum or a lila rom piéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siem pre,
una tribu de palabras m utiladas
busca asilo en m i garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
192 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
Cam in o s d e l e s p e jo
I
Y sobre todo m irar con inocencia. Com o si no pasara nada,
lo cual es cierto.
II
Pero a ti quiero m irarte hasta que tu rostro se aleje de m i
m iedo com o un pájaro del borde filoso de la noche.
III
Com o una niña de tiza rosada en un m uro m uy viejo
súbitam ente borrada por la lluvia.
IV
Com o cuando se abre una flor y revela el corazón que no
tiene.
V
Todos los gestos de m i cuerpo y de m i voz para hacer de m í
la ofrenda, el ram o que abandona el viento en el um bral.
VI
Cubre la m em oria de tu cara con la m áscara de la que serás
y asusta a la niña que fuiste.
VI I
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación
de los alim entos fríos.
VI I I
Y la sed, m i m em oria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el
pozo, yo bebía, recuerdo.
IX
Caer com o un anim al herido en el lugar que iba a ser de
revelacion es.
X
Com o quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida.
Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado
y el viento adentro.
XI
Al negro sol del silencio las palabras se doraban.
XI I
Po et a s la t in o a m er ica n a s 193
Ca n to ra n o ctu rn a
Ella canta.
Ce n izas
Arcano sueño
antepasado de m i sonrisa
el m undo está dem acrado
y hay candado pero no llaves
Po et a s la t in o a m er ica n a s 195
Porque a Ti te...
La noche sufre.
196 Ca r m iñ a N a v ia V ela s co
GIOCON D A B ELLI
En la d o lie n te s o le d ad d e l d o m in go ...
Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cam a donde te deseo.
Veo m i cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
m i cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos;
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de m is cuevas interiores.
Veo m is pechos
que acom odabas sonriendo
en la palm a de tu m ano,
que apretabas com o pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
m ientras una flor se m e encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.
Veo m is piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia m i m ism o centro,
y la suave vegetación del m onte
donde urdiste sordos com bates
Po et a s la t in o a m er ica n a s 197
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos prim itivos.
Yo s o y tu in d ó m ita gace la
desnudando m i m iedo.
Yo soy un nom bre que canta y te enam ora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo ,
la que te quiere.
Ás p e ra te xtu ra d e l vie n to
Es larga la tarde
com o el cam ino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta m i cam a sola
a dorm ir con tu olor engarzado en m i piel,
a dorm ir con tu som bra.
Es larga la tarde
y el am or redondo com o el gatillo de una pistola
m e rodea de frente, de lado, de perfil.
El sueño pesa sobre m is hom bros
y m e acerca de nuevo a vos,
al huequito de tu brazo,
a tu respiración,
a una continuación infinita de la batalla
de sábanas y alm ohadas que em pezam os
y que pone risa
y energía
a nuestro cansancio.
Te bu s co
Te e s cribo , Se rgio
Te escribo, Sergio
desde la soledad
del m ediodía asoleado y desnudo
m ientras azota el viento
y estoy, gatun am en te,
enrollada en la cam a
donde anoche te quise y m e quisiste
entre tiem pos, sonrisas y m isterios.
Va quedando lejano
el m undo que existía antes de conocerte
y va naciendo un nido de palabras y besos,
un nido tem bloroso de m iedo y esperanza
donde a veces m e siento retozando entre trinos,
y otras veces m e asusto,
abro los ojos y m e quedo quieta,
Po et a s la t in o a m er ica n a s 201
Po e m a d e lo s H ad o s
18 d e ago s to d e 19 8 9
La P a tria
U n a ro s a p ara D ylan Th o m as
J a rd ín
La b e rin to
Ro s ario p ara N ad ia
El in icio
Estás desnudo
y tu suavidad es inm ensa
tiem blas en m is dedos
tu respiración vuela adentro de tu cuerpo
eres
com o un pájaro en m is m anos
vuln erable
com o sólo el deseo podría hacerte vulnerable
ese dolor tan suave con el que nos tocam os
esa entrega en la que conocem os
el abandono de las víctim as
D e s pe d id a
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