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Monseñor Doctor
FELIPE RINCON GONZALEZ
Dedicatoria
Introducción
La ruta vocacional 11
De su propia mano 13
Como Timoteo 15
Sucesión crítica. 18
Liderazgo en la tragedia 20
Obrar en silencio 22
Epílogo 37
Fuentes 41
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A Monseñor Felipe Rincón González, IX
Arzobispo de Caracas, último de Caracas y
Venezuela, único cañadero en llegar al
episcopado y único zuliano, hasta hoy, en
vestir la mitra de Caracas, quien con su vida
austera, sencilla, humilde, santa es una
inspiración para cuántos quieran ser santos.
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Introducción
Pietro Parolin, hoy Secretario de Estado del Vaticano, y que tuve el honor
estado Zulia, fui seleccionado por la Cámara Municipal para dirigir el discurso de
orden en la sesión solemne que por tan digna efemérides se celebró. Así se me
presentó la oportunidad de hacer públicas las notas que sobre la vida y obra de
Monseñor Felipe Rincón González ya desde los años 90s venía compilando y que
muy personal admiración y cariño hacia el prelado cañadero que con toda
Este modesto trabajo, antes que pretender ser una biografía acabada de
homenaje a quizá el más insigne de los Cañaderos, quien supo ser pastor humilde
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Fuente primordial para estas líneas es el Archivo Arquidiocesano de
Monseñor Felipe.
Caracas, al cual hemos accedido desde el año 2005. Los principales documentos
Vicente Gómez por temor a que la relación del Arzobispo con el dictador pudiera
Una de las más importantes fuentes es el Libro “El Arzobispo Felipe Rincón
quien con verdadera sed de justicia procuró traer luz sobre la persona de
obra no pretende ser una biografía ya que, aunque salpicado de gran cantidad de
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Así, es importante acotar que hemos prescindido de la reiteración de citas a
las referencias textuales han sido tomadas de diversas fuentes del Archivo
Historia de Venezuela publicada por la Fundación Polar (FP), otras son del archivo
Web y son de libre uso público; advirtiendo asimismo que aún queda en el tintero
continuar este esfuerzo por honrar al Arzobispo con una obra digna de su
memoria, misma que nunca estará completa sin acceder a los Archivos Vaticanos
presbítero Jesús María Zuleta, nacido en La Ensenada, y que fuera General del
Ejército Venezolano.
Arquidiócesis capitalina.
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El día 30 de junio de 1919, Felipe presidiría las exequias del Venerable
cuerpo presente en casa de José Benigno Hernández, marcada con el número 57,
donde se velaban los restos mortales del Venerable. También fue él quien
congregación religiosa fundada por la Beata María de San José, pero en esta
Jesús, las que luego llegarían definitivamente a llamarse Agustinas Recoletas del
Caracas.
Caracas:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Yo, Felipe
Rincón González, Arzobispo de Caracas, encontrándome enfermo,
pero en pleno uso de mis facultades, en paz con Dios y con los
hombres, otorgo este testamento: Toda mi vida sacerdotal la he
dedicado a laborar por Dios y por las almas; al frente de la
Arquidiócesis de Caracas no he tenido otra preocupación que el
bien de la Iglesia de Venezuela. Es para mí motivo de honda
satisfacción poder afirmar que he sido en todo momento hijo
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obediente de la Santa Sede Apostólica. Excepción hecha de mis
ropas y muebles de uso personal, no poseo otros bienes que una
cruz pectoral y cinco anillos y mi biblioteca, parte de la cual se
encuentra en el Palacio Arzobispal de Caracas y parte, en el
ilustre Seminario Interdiocesano. Instituyo mi herencia universal a
la Santa Iglesia Metropolitana de la ciudad de Caracas, porque es
mi voluntad que a ella pasen la cruz pectoral y los anillos
mencionados. Lego al Seminario Interdiocesano mi biblioteca
arriba expresada. Así lo otorgo de mi puño y letra y firmo en
Caracas a los siete días del mes de febrero de mil novecientos
cuarenta y cuatro
“Me salí de Maracaibo, porque el calor no me iba. Como Obispo del Zulia,
Rincón González, el Obispado del Zulia que le era ofrecido por la Santa Sede en
Venezuela, gustó siempre de ser llamado sólo por su nombre de pila, y así firmaba
una aislada circunstancia en su vida, durante la que revela, por una parte su
del Zulia, sólo recurrió al argumento del calor para expresar el deseo de su
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Convicción que se refuerza al constatar su rechazo al Vicariato General y
clima templado.
Nacido y criado en una familia humilde, así vivió y partió al cielo, dando
testimonio de la más absoluta sencillez y pureza de corazón, que fueron sin duda
de sus días.
Fruto del matrimonio entre Ceferino Rincón y doña Lucía González, Felipe
1924, también vería la luz por primera vez el famoso científico Humberto
Fernández Morán, otro hombre de bien, de ciencia y de fama mundial que llena de
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Con respecto al hato San Francisco del Estero es interesante indicar que el
mismo fue producto de la división de tierras que, en 1834, hicieron los comuneros,
procedente de una porción mayor de tierras que se llamó “El Melonal”. Hoy San
Francisco del Estero ha sido dividido en dos fincas, de las cuales una mantiene el
arzobispo fuera destruida por los actuales dueños del hato, precisamente porque
Felipe Rincón González pudiera llevar a la expropiación de sus tierras por razones
Desconocemos hasta que edad vivió Felipe en los predios de San José de
Potreritos y no tenemos hasta hoy datos suficientes sobre su infancia, sin embargo
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La ruta vocacional
El profundo dolor causado por la muerte de su querido hermano y los
hacerse sacerdote:
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pronto posible realizada la feliz idea que me había hecho
concebir el amigo.
comenzó a edad tardía, de ningún modo puede pensarse que fuera deficiente.
la Curia Episcopal, fue nombrado en los primeros días de 1899 Cura y Vicario de
San Cristóbal, que para entonces era uno de los cargos de mayor importancia y
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rectitud, prudencia y caridad que le captaron el afecto, veneración y respeto de
De su propia mano:
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Dejemos a continuación que sea el propio Monseñor Felipe Rincón
González, de su puño y letra, quien nos haga una breve relación de su vida:
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las recibí el 25 de abril, en el mismo Oratorio; el Subdiaconado lo
recibí en Tabay el 4 de agosto, y el Diaconado lo recibí en la Matriz
de Maracaibo el 21 de diciembre, también del 95. El Sacerdocio lo
recibí en la Catedral de Mérida el l9 de setiembre del 96, y canté mi
primera misa el 24 del mismo mes, en la Capilla del Carmen, en
Mérida. Me gradué de Doctor en Ciencias Eclesiásticas el l5 de
agosto del 97 en la Universidad de Mérida. Recién ordenado me
mandó Monseñor Silva de Teniente- Cura del Pbro. Juan Ma. Flores
a la parroquia del Llano en Mérida; después habiendo tenido que
separarse de la Secretaría de Cámara el Pbro. Alfredo Clarac, fui
nombrado en su reemplazo, Cura del Sagrario y Secretario de
Cámara, el 20 y 23 de marzo de l897…
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Como Timoteo
fue capaz de hacer amoroso eco de las palabras del Apóstol, en cada una de las
que le llevó a enfrentar cualquier obstáculo una vez que se proponía algún
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La formación intelectual de Monseñor Rincón si no fue basta y erudita,
superlativa.
basada en aspectos contables y administrativos, lo cual sin duda alguna sería una
Otra razón es que, siendo honestos, la formación del clero venezolano para
militarista.
De tal modo que lo justo sería decir que, lejos de ser deficiente, la
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de importante responsabilidad en la diócesis de Emeritense llamado por Monseñor
Silva. Uno de los cargos que ocupó fue el de secretario de Cámara del obispo,
Felipe supo ser un pastor completo, movido por el corazón, al estilo de Jesucristo,
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Sucesión crítica.
Mérida, el cual desempeñaba la vicaría foránea de San Cristóbal. Era uno que si
las difíciles relaciones entre la Iglesia y el dictador Juan Vicente Gómez, ya que
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En medio de tanta agitación política, sin embargo, el proceso de renovación
Con Monseñor Felipe Rincón González puede afirmarse, sin lugar a dudas,
y por tanto autonomía para cumplir sus funciones. Todo fundamentalmente debido
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Liderazgo en la tragedia
llamada “la española”, que como al resto del mundo, también azotó a Venezuela.
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Obrar en el silencio.
Caracas, que fue inaugurado en l921. Por otra parte, gracias a sus gestiones y a
sus relaciones cordiales con el Gral. Gómez, logró que llegaran al país gran
los 100 años del retorno de la Compañía de Jesús a Venezuela, UCAB, 11 de julio
de 2016: “En 1916, dos jesuitas, enviados por la Provincia de Castilla, vinieron en
Caracas”
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Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima
Inaugurado en 1921
Felipe Rincón González como Primado de Venezuela y la del resto de los obispos
por la sólida y adecuada formación del clero así como el fomento de las
varios seminarios menores en diferentes ciudades del país, así como centros de
contemplativa
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Así también se preocupó por la restauración de la catedral de Caracas,
cuyo estado era no sólo vergonzoso sino incluso peligroso para los fieles. Así en el
grosor de las columnas, bajo la dirección técnica del Arquitecto Doctor Gustavo
Wallis.
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Con temple de Maestro
de Justicia, para que se declaren nulas las trabas introducidas para la ley de
educación religiosa.
él renunciaba, pero que esto sería grave ya que sería el triunfo de la educación
clerical. La solución de Gómez fue otra vez ambigua sobre su mentalidad para
con la Iglesia: que se hable con Monseñor Rincón para que desista de su
Arzobispo mediante la demanda judicial. Pero nos quedamos sin saber lo que
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Una relación táctica
Las relaciones del Arzobispo Rincón con el General Juan Vicente Gómez
fueron casi siempre cordiales. Sus años de vida en la región andina le permitieron
de que llegó a gozar de cierto grado de influencia sobre Gómez, la cual supo
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Por el pliego que le adjunto verá Ud. que hemos sido
nombrados miembros de una delegación que la
"Corporación Zuliana para la Coronación de N.S. de
Chiquinquirá" ha formado con el fin de exigir al Gral. Gómez,
una ayuda monetaria para el embellecimiento y ampliación
del templo de la Chiquinquirá. Atendiendo a que el Gral.
Gómez me ha ayudado siempre en mis empresas de la
Arquidiócesis y me tiene ofrecida su valiosa cooperación
para la conclusión de la obra del Seminario, he procurado
eximirme de ir a Maracay en la Delegación; pero de ningún
modo he podido hacer valer mis excusas presentadas, y
tiene resuelto ir, probablemente en la segunda semana de
marzo. Tenga la bondad de hacerle saber al Gral. Gómez,
que he hecho esfuerzos para no ir a Maracay en esta
delegación, pero que han sido inútiles estos esfuerzos, pues
Don Juan París y el Dr. Ochoa me han compelido a ir.
libertad de los presos políticos y muchos de ellos, así como numerosos asilados
como los famosos disturbios estudiantiles del año 1928, cuando, junto al Nuncio
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Así también supo el arzobispo Rincón González allanar las dificultades que
arzobispo era consciente de esta relación y en los duros días que marcarían el
respecto:
tristeza por sufrir tales persecuciones, pero que a la vez le concedió las alegrías
de los justos.
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Acusado de la malversación de los bienes de la Arquidiócesis, la Santa
establecer claramente las acusaciones y que a pesar de ello, duraría dos años. La
Nunciatura Apostólica deseaba su renuncia para crear así nuevas condiciones que
Pero ello no fue posible. Monseñor Rincón se defendió de los ataques dando
por la Santa Sede en 1938 de Monseñor Mejía como su obispo auxiliar con
sentencia definitiva de Roma que nunca llegó. Moriría seis años más tarde, el 13
de mayo de 1946.
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Nunca demasiado tarde. A modo de justa reivindicación.
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llena, el hoy Secretario de Estado del Vaticano pronunció grandes y tales palabras
de elogio a la persona y obra del Arzobispo Amable que las mismas merecen ser
memoria:
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Hemos venido, esta mañana, a bendecir y agradecer al Señor por el
bien que nos ha hecho (cfr. Antífona de entrada) a través de la vida
y la obra de Mons. Rincón González, y a todo deseo dirigir un
saludo fraterno y afectuoso en nombre del Papa Benedicto XVI: al
Rvdo. Mons. Marcos Martínez Lerena, Párroco de esta parroquia, al
cual deseo expresar mi profunda gratitud por la invitación a presidir
esta Eucaristía; a los demás sacerdotes concelebrantes, el P.
Roberto y el P. Rafael, originarios también de esta parroquia; a las
Autoridades civiles que gentilmente nos acompañan,
especialmente a los representantes de la Alcaldía y de la Cámara
Municipal: agradezco a estas últimas por el honor que me hicieron
ayer al declararme Huésped de Honor y otorgarme la Llave del
Municipio y el Escudo de Armas de la Familia Urdaneta; a los
seminaristas, a los miembros de los Grupos, Asociaciones y
Movimientos de Apostolado y a todos los fieles aquí presentes.
También traigo a ustedes la paternal solicitud del Papa hacia los
católicos venezolanos y su Bendición que es para todos, pero en
modo especial, para las familias de esta comunidad y las personas
que sufren en el cuerpo y en el espíritu por la enfermedad, la
pobreza, la falta de esperanza. Los invito, por otra parte, a rezar por
las intenciones y el ministerio del Papa que, entre sus funciones,
tiene aquella de apacentar, acompañar y mantener en la unidad al
Pueblo santo de Dios; los invito a crecer en la comunión con Él y en
la cordial adhesión a su Magisterio, con el cual confirma en la fe a
los hermanos (cfr. Lc. 22,32).
De Mons. Felipe Rincón González queremos destacar, en esta
celebración, que fue un Padre y un Pastor bueno en medio de su
pueblo, y un hijo obediente de la Iglesia, con un estilo de vida
sencillo que lo distinguió en todas las fases de su existencia
humana, cristiana y sacerdotal.
Estas características emergieron desde los primeros años de su
sacerdocio, que recibió de manos del Obispo de Mérida, Mons.
Antonio R. Silva, a los 35 años de edad, habiendo iniciado su
formación eclesiástica después de los 25 años, muy tarde para la
época, cuando los candidatos al ministerio sacerdotal normalmente
comenzaban el Seminario desde una temprana edad. En San
Cristóbal, que ya para entonces era uno de los puestos de mayor
importancia y distinción de la diócesis Emeritense, donde fue
nombrado Cura y Vicario en 1899, mostró celo, rectitud, prudencia
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y caridad y se conquistó el afecto de todos sus feligreses, lo mismo
que de todo el Clero de la Vicaría.
Aprecio y amor del pueblo se ganó también en Caracas, a partir de
1918, dando prueba de dedicación y de entrega a sus hijos durante
el azote de la gripe llamada “española”. Le tocó presidir la Junta de
Socorros, que hizo frente a las necesidades de los enfermos más
pobres. Logró movilizar toda la caridad de la Arquidiócesis. En cada
parroquia y barrio se abrieron dispensarios para la distribución de
medicinas y alimentos, además de muchos comedores populares, y
se fundaron cinco hospitales de emergencia. Recomendó a sus
sacerdotes que atendieran espiritualmente a los enfermos y él
mismo dio el ejemplo, pasando a auxiliar en sus lechos a los
enfermos y moribundos.
Marcado por dos siglos con distintas sensibilidades, Mons. Felipe
Rincón González fue llamado, según los designios de Dios, para dar
respuesta a los retos y para desarrollar instituciones, debilitadas
por la guerra y por las luchas sangrientas del siglo XIX, entre las que
se debe destacar con mucho énfasis el Seminario, que desde los
primeros días de su ministerio colocó como programa y como meta
para la Iglesia de la Capital. Él logro llevarlo a término en el año
1921: un amplio edificio, encumbrado en lo que en ese entonces
era una zona distante de Caracas, rodeado de verde y custodiado
por el cerro El Ávila. Gracias a sus relaciones con el General Juan
Vicente Gómez, logró el definitivo ingreso de los Padres Jesuitas en
Venezuela, quienes se ocuparían de la dirección del Instituto y
serían los formadores de generaciones de sacerdotes que brillaron
después por su personalidad y su celo pastoral, y también por su
oratoria y su pluma. Gracias a su obra, en efecto, la Iglesia
venezolana dio a la Patria destacados periodistas, como por
ejemplo, S.E. Mons. Pellín, que fue también Director del diario La
Religión, otra de las grandes obras a la que dio impulso y
renovación Mons. Rincón González, convirtiéndolo en uno de los
mejores periódicos de Venezuela.
Fue Pastor de Caracas en el momento en que era necesario un
hombre de trato afable y paterno, capaz de traer consigo la paz y la
unidad. Sin brillar por su ciencia, cultura u oratoria, se destacó en
lo que todo cristiano y sacerdote se debe destacar: en el
cumplimiento de la voluntad de Dios y en el servicio al prójimo.
Su actitud interior de la búsqueda de la voluntad de Dios – que
también hemos pedido también para nosotros en la oración colecta
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de esta S. Misa – brilla en la cuestión sobre su nombramiento
episcopal. Dos veces lo rechazó, en 1910 para la sede del Zulia y en
1913 para la sede de Guayana. Pero cuando en 1916 le llegó la
tercera llamada, para la sede de Caracas, él obedeció y escribió al
Presidente de la Republica, General Gómez: “Sin embargo, si el
Sumo Pontífice, a cuya obediencia estamos sujetos todos los
sacerdotes católicos, cree conveniente mi ascenso a esa dignidad,
yo haré todos los esfuerzos posibles para corresponder a la Iglesia y
a la Patria”. En tiempos en los cuales regía el Patronato
Eclesiástico, instrumento jurídico por medio del cual los
nombramientos episcopales debían tener aprobación por parte del
Congreso Nacional, estas palabras suyas expresan también el
convencimiento constante de la Iglesia en Venezuela, que era el
Papa quien nombraba a los Obispos, ejerciendo su Autoridad como
Sumo Pontífice y Pastor Universal de la Iglesia.
Su sencillez en el trato con los más poderosos y con la gente común
era verdadera. Su vida, gastada en el servicio a los demás, lo llevó a
ser mediador, frente al Presidente de la República, de personas que
estaban encarceladas o exiladas por razones políticas. ¡Cuántas
madres no acudieron a él para pedir su mediación por un hijo!
¡Cuántas esposas no le expusieron sus dolores por sus maridos!
Cuántos se acercaron al Arzobispo Rincón, porque sabían que iban
a ser escuchados y ayudados! Son muchas las familias agradecidas
aún hoy en Caracas por su bondad.
En este Pastor fiel se cumplió la Palabra que hoy hemos
proclamado en el Evangelio. Jamás se le escuchó protesta por las
incomprensiones y nunca dejó de amar a la Iglesia como lo que
siempre fue: su Madre. Supo perdonar y orar. Se puede perdonar
y orar por los que nos calumnian y persiguen sólo cuando el perdón
está acompañado por la fuerza de la gracia sobrenatural, que
enciende en nosotros el deseo hacia la santidad a la cual nos invita
el libro del Levítico: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo” y
que nos coloca en el corazón aquella tensión hacia la perfección
que es la misma perfección de Dios, según las palabras de Jesús
que hemos escuchado en el Evangelio: “Ustedes sean perfectos,
como su Padre celestial es perfecto”. Estas expresiones, sean
santos, sean perfectos, en el contexto significan claramente: sean
perfectos en la misericordia, sean totalitarios en el perdón, sean
héroes en el amor. He allí donde está la belleza del perdón, cuando
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el prójimo, no obstante nos haga sufrir, no deja de ser un hermano
por quien extender nuestras manos en oración delante de Dios.
La experiencia del sufrimiento del inocente es siempre un misterio,
es siempre una prueba y para el sacerdote aún más, pues debe vivir
y testimoniar todo aquello que ha aprendido en su discipulado,
incluso el “...ser obediente hasta la muerte en cruz...” (Filip. 2,6-11).
La fe nace y se robustece en el camino de la cruz. Así lo demostró
Mons. Felipe Rincón González, con una actitud de obediencia a la
Iglesia y con la firme convicción que sólo Dios es quien conoce lo
más íntimo de la conciencia y del corazón humano. Él supo
transformar el sufrimiento mediante la fuerza de la esperanza que
proviene de la fe (cf. Spe Salvi n. 37): “... la capacidad de aceptar el
sufrimiento por amor del bien, de la verdad y de la justicia – afirma
el Papa Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvi – es constitutiva de
la grandeza de la humanidad, porque en definitiva, cuando mi
bienestar, mi incolumidad, es más importante que la verdad y la
justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces
reinan la violencia y la mentira...” (n. 38). Podríamos decir que este
insigne Arzobispo, en medio de la tempestad, echó el “ancla hacia
el trono de Dios” (cfr. ib.). Mons. Rincón González amó la verdad y
la justicia para que al final prevaleciera el bien sobre el mal. Sólo así
es posible que una persona pueda decir: “Muero en paz con Dios y
con los hombres”, como lo diría él mismo en su testamento. Dejaba
cinco anillos y una cruz pectoral, que llevó siempre en la
peregrinación de su vía crucis. Pastoreó a su amada Iglesia
Diocesana hasta al final y siempre le fue fiel, porque su corazón de
Obispo estaba anclado en Aquél que nunca defrauda.
La dura prueba a la que fue sometido desde el año 1931 hasta
1939, constituye un periodo aún hoy de difícil interpretación y que
a lo largo de estos años ha dejado su figura en el olvido. No
estamos aquí llamados, obviamente, para formular un juicio al
respecto. Ello requeriría otro lugar, otras competencias y otras
profundizaciones y, en fondo, como solía repetir el Cardenal
Quintero: “los juicios hay que dejárselos a Dios” (p. 8), el cual,
afortunadamente, “no nos trata como merecen nuestras culpas, ni
nos paga según nuestros pecados”. (Salmo responsorial), aunque si
ello no quita nada a las responsabilidades individuales. En cualquier
caso, la valoración de esta cuestión, como todas las cuestiones,
hermosas o no, que tienen que ver con la vida de la Iglesia no va
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hecha exclusivamente con parámetros humanos sino guiados por la
Sabiduría de Dios, aquella de la cual nos habla la segunda Lectura.
Sin embargo, aún hoy, muchos sacerdotes que le han sobrevivido,
desde su ancianidad, lo recuerdan con un singular cariño. También
nosotros hemos querido recordarlo y conmemorarlo, en esta
ocasión significativa de los 150 años de su nacimiento, movidos por
la invitación de la carta a los Hebreos: “Acuérdense de quienes los
dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren
cómo terminó su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y
hoy, y lo será para siempre” (Heb. 13,7-8). Que de verdad,
mientras cumplimos este deber de agradecimiento, sepamos
aprender de este insigne Pastor la fe, la esperanza, la caridad y el
amor a la Iglesia!
Concluyo, en esta idea, citando las palabras de un Cardenal italiano,
que quizá muchos de ustedes no conocen, pero que fue uno de los
grandes protagonistas del Concilio Vaticano II, el Cardenal Giacomo
Lercaro, Arzobispo de Boloña: “Amen a la Iglesia, como Cristo la
amó y dio por ella su sangre. Amen a la Iglesia cuando va al
encuentro de sus deseos, aspiraciones, cuando sus órdenes y sus
disposiciones encuentran el beneplácito de ustedes, sus
pensamientos y su dirección. Pero, ámenla, y ámenla más, también
cuando sus disposiciones, sus actitudes, sus órdenes podrían herir la
sensibilidad de ustedes o parecer incomprensión … Amen a la
Iglesia cuando la vean triunfar, pero ámenla más cuando la vean
incomprendida, perseguida, circundada de desconfianza … ámenla
defendiéndola, porque la Iglesia es santa aunque no somos santos
los que la representamos: la Iglesia es santa porque es santo Cristo
que habla en nosotros, que actúa en nosotros, que perdona por
medio de nosotros, que santifica y bendice con nuestras manos y
que no cesa nunca de guiar a su Iglesia”. Amén.
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Epílogo
una biografía consumada del egregio Arzobispo Felipe Rincón González, en cuya
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consideración en lo que puedan ser útiles para la conmemoración del 150mo.
infausta Visita Apostólica que vino a nublar la tarde de la vida de un hombre que
también egregio Dr. Caracciolo Parra León, le elogió la Santa Sede, una vez
gomecista.
abuelo materno de Mariana y sobrino de Mons. Felipe Rincón, Don Felipe Rincón
Rincón, actuó como secretario personal de Mons. Rincón durante los últimos años
de la vida del prelado y sufrió muy de cerca el injusto proceso que le siguieron
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nuevas autoridades. Don Felipe, que era hombre de campo, llevado por su sentido
guardar todos los documentos que entraban y/o salían del despacho de Monseñor.
Rincón, por quien toda la vida sintió una gran admiración y cariño, y que conocía
El propósito de la visita era solicitar a Don Felipe, los documentos que guardaba,
"para ver como historiador que podía hacer con ellos". Pocos días después Don
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A principios de 1976, el Cardenal volvió a visitar a Don Felipe, esta vez le
entregó el original de un libro que había escrito sobre el proceso de Mons. Rincón
a partir de los documentos de Don Felipe y de otros a los que tuvo acceso, con el
del Cardenal Quintero, cuando todavía vivía, de utilizar su libro inédito como una
publicación del libro del Cardenal Quintero (Ediciones Trípode - Caracas - 1988),
Don Felipe había conseguido su tan preciado propósito, pero su estado de salud
no le permitió apreciarlo.
sea reanalizada, sin las distorsiones que produce la visión errada de su relación
con el dictador Gómez, se terminará de perfilar por sí solo el retrato del noveno
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Fuentes:
de Monseñor Navarro.
HERNANDEZ B., Humberto. “Nuestro Tío José Gregorio” 1ra ed. Tomo Segundo.
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QUINTERO, José Humberto. Cardenal de la Santa Iglesia Católica. “El Arzobispo
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