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(1973).
Entre febrero y junio de 1973 se desarrolló un período de transición que preparó el
advenimiento de la dictadura. Durante esos meses, la presencia militar en todos los aspectos
de la vida nacional se incrementó, apoyada, cada vez, con mayor entusiasmo, por el
Presidente Bordaberry.
La decisión se mantuvo en secreto, pero los rumores se extendieron y provocaron una intensa
actividad en las cúpulas políticas. El 23, el Partido Nacional realizó un acto público en la
plaza Matriz, en defensa de las libertades públicas.
Durante ese fin de semana, con el golpe decidido pero postergado por motivos de
preparación, el país continuaba con graves conflictos: 15 liceos clausurados por incidentes,
13 procesados por graves alteraciones en los cursos nocturnos del Rodó, paros sorpresivos en
el transporte público, denuncia de los carniceros por la no entrega de los stocks de carne
vacuna y una parroquia ocupada por los feligreses en defensa del padre Moreno, victima,
según sus defensores, de una persecución política.
Este constaba de una larga exposición de motivos, cargado de citas que pretendían conferirle
legitimidad jurídica. Se citaba con razones básicas el paulatino desconocimiento de las
normas constitucionales y legales., y se enumeraban los principales derechos supuestamente
“desvirtuados” por “grupos políticos sin sentido nacional”: “libertad, emisión del
pensamiento, asociación, trabajo, propiedad”. Se denunciaba la “penetración” de la
“conspiración contra la Patria” en las “organizaciones sindicales, la enseñanza en general y
aun los propios poderes del Estado” y se sostenía que la negativa del Parlamento de aprobar
el desafuero del senador Enrique Erro “constituye grave desconocimiento de fundamentales
principios de la Constitución”.
El decreto de disolución de las Cámaras fue acompañado por medidas complementarias; las
vacaciones estudiantiles de julio se adelantaron y comenzaron a regir a partir del mismo 27
hasta el 20 del mes siguiente; se requirió de forma pública la captura de Enrique Erro y se
declaró suspendido el derecho de reunión, aclarándose que solo podía ejercerse con previa
autorización. Se prohibió además la difusión de todo tipo de noticias y comentarios que
afecten negativamente el prestigio del Poder Ejecutivo y/o las Fuerzas Armadas, que hicieran
referencia a la disolución de las Cámaras o que se ocupasen de detenidos por la Justicia
Militar. Más tarde se declararon disueltas las Juntas Departamentales.
Primeras reacciones.
La situación parecía estarse desarrollando por caminos de cierta moderación, las cúpulas de
los partidos políticos celebraron esa mañana concilios sin ser molestados. También se reunió
el Claustro de la Universidad. Los periódicos aparecieron normalmente, con grandes titulares
que anunciaban la disolución del Parlamento y evitaban hablar de dictadura. Pero “Acción”
publicó un editorial crítico, titulado “Golpe de Estado: la revancha tupamara”. Aunque el
editorial había sido publicado ya el 31 de mayo, cuando comenzaron a correr los primeros
rumores de golpe, sería el último que publicara el diario fundado por Luis Batlle Berres; el
gobierno lo clausuró por tres ediciones y nunca volvió a salir.
Durante ese día, y los siguientes, se dieron a conocer, por vías diversas, las primeas
declaraciones de los grupos políticos, en su gran mayoría condenatorias de la situación. La
Mesa Ejecutiva del Frente Amplio negó la legitimidad de la situación y expresó su repudio a
la disolución del Parlamento y de las Juntas Departamentales, exigiendo la destitución de
Bordaberry. El Partido Nacional formó un Comité de Resistencia y emitió el 3 de julio, una
declaración en la que se calificaba la acción del Ejecutivo de “monstruoso atentado”. Negaba
representatividad política a Bordaberry y convocaba a los ciudadanos tanto de sus filas como
no, a la lucha en contra de un gobierno que, nacido en elecciones fraudulentas, ahora
intentaba perpetuarse por medio de la dictadura. Declaraba su apoyo a la huelga general que
ya se encontraba en desarrollo.
Por su parte, Unidad y Reforma, el sector quincista del Partido Colorado, expresaban su
contrariedad al Golpe de Estado y la Dictadura, quienes se estaban organizando para su
derrocamiento.
En cuanto al movimiento estudiantil, la Universidad declaró que los cursos continuaban (era
una dicción para mantener abiertos los locales, que ya estaban siendo ocupados), y el Consejo
Directivo Central, se reunió con asistencia del rector y de los decanos de los distintos centros:
Humanidades y Ciencias, Química, Arquitectura, Derecho y Ciencias Sociales, Agronomía y
Agrimensura, Ciencias Económicas y Administración, Veterinaria e Ingeniería. Concurrieron
también los delegados de los órdenes docentes y estudiantiles.
Durante la reunión varios expresaron su sorpresa de que la principal casa de estudios aun no
hubiera sido intervenida, por el contrario, se recibió una invitación del ministro del Interior,
Néstor Bolentini, dirigida al rector para esa misma tarde.
Huelga general.
Desde el punto de vista político, se conoció una declaración de la Mesa Ejecutiva del Frente
Amplio en la que se convocaba a la militancia a reunirse en los comités de base, mantenerse
comunicados y activos, apoyar la huelga y las movilizaciones, y buscar establecer contactos
con otras fuerzas políticas para organizar una movilización conjunta.
A las 19:55 se levantó el encuentro, y quedó planeada una tercera reunión que nunca se
realizaría. Bolentini marchó directamente a Casa de Gobierno a informar a Bordaberry del
resultado de sus gestiones, luego se reunió con los mandos militares. Allí se adoptó la
resolución de ilegalizar la CNT, que daría un vuelco decisivo a la situación y liquidaría el
breve período del diálogo y la “mano blanda”.
Resistencia blanca no fue el único boletín antidictatorial editado y difundido como se podía
en aquellos días; la CNT desde la clandestinidad, hizo llegar varios a sus militantes, con
instrucciones sobre cómo llevar a cabo la ocupación de los lugares de trabajo y lo propio
hicieron algunos gremios como la FEUU, que editó varios números de Primera línea o el
Sindicato Médico del Uruguay, que publicaba Noticias. En cuanto a los diarios y semanarios
tradicionales, Ahora, El Popular, Últimas Noticias, El Oriental y Marcha mantuvieron una
postura de oposición, y fueron objeto de varias clausuras. Los ultraderechistas Nuevo
Amanecer, de la JUP, y Azul y Blanco, fueron militantes de la causa dictatorial. La Mañana y
El Diario también se alinearon con el régimen, mientras que El Día, opositor, inauguró la
política de publicar en su página editorial una gran foto de José Batlle y Ordóñez. En cuanto a
El País, en aquellos primeros días siguió una política contradictoria; los editoriales de
Washington Beltrán, eran críticos hacia el régimen, pero los titulares y el sesgo de la
información eran de tenor oficialista. Con el andar de los meses, llegaría a ser el portavoz
oficial de la dictadura.
El Frente Amplio y los sectores mayoritarios del Partido Nacional llegaron a un acuerdo por
el cual levantaron una plataforma de reivindicaciones tendentes a impulsar una salida
democrática.
El texto fue elaborado de manera directa por el general Líber Seregni y por Wilson Ferreira
Aldunate, quien desde Buenos Aires, mantenía un fluido control con la realidad nacional a
través del profesor Juan E. Pivel Devoto.
Sin embargo, y a pesar del empeño de ambas fuerzas, que de alguna manera se propagaría
más tarde en el exterior con la formación de la llamada “Convergencia Democrática”, el
intento de constituir un poderoso frente político antidictatorial basado en soluciones por la
positiva (o sea, que no se limitase a expresar su oposición a la dictadura, sino que fuese capaz
de impulsar una salida democrática) se frustro.