Está en la página 1de 8

https://www.cesa.edu.

co/news/generacion-de-valor-social-y-ambiental-apuesta-para-un-crecimiento-sostenible/
CESA > News > Generación de valor social y ambiental para un crecimiento sostenible

Generación de valor social y ambiental para


un crecimiento sostenible
Por Adela Vélez, docente CESA

¡El mundo está cambiando y las organizaciones


deben actuar! La globalización, el cambio climático, la inserción de nuevos mercados, los cambios
tecnológicos y la sobrepoblación, entre otros factores, están condicionando la transformación
económica del mundo. Frente a esta realidad, es necesario comprender los retos sociales y
ambientales a los que nos enfrenta el siglo XXI y su incidencia en esta transformación.

Estos factores se encuentran estrechamente ligados a la forma en que nos relacionamos con el
mundo, históricamente desde la concepción antropocéntrica del uso de los recursos naturales –
un patrón que genera insostenibilidad-.

Para entender las causas de esto, debemos comenzar por comprender los fenómenos naturales
que median la supervivencia de las especies. Un primer aspecto a tener en cuenta es que la
naturaleza funciona de manera cíclica. Cada uno de los elementos necesarios para la vida circula
en el ambiente y se transforma, de manera que siempre puede ser reutilizado (ejemplos sencillos
el ciclo del agua o el oxígeno o el carbono). Esto mismo ocurre con los seres vivos, que también
cumplimos un ciclo de vida.
Estos ciclos durante millones de años fueron relativamente constantes o regulados de forma
natural; sin embargo, la actividad humana los modificó para siempre. ¿Cómo? Al usar más
recursos de los que la propia naturaleza puede incorporar y reutilizar.

Si trasladamos este concepto de ciclo a una organización, lo que encontramos es que el sistema
actual sigue patrones lineales de extracción, producción, consumo y desecho; es decir, este patrón
consume recursos que no vuelven a ser utilizados. En conclusión, no sigue el patrón cíclico de uso
de recursos.

Pero el problema es aún más grande cuando entendemos que, desde la aparición del fuego,
pasando por el uso del carbón, los combustibles fósiles y la energía nuclear, la humanidad cada
vez consume más energía y esta energía cambia las condiciones ambientales del planeta,

poniendo en peligro todo lo que hoy conocemos.

Algunos datos demuestran el grave problema que enfrentamos:

La Organización de las Naciones Unidas pone de manifiesto el crecimiento proyectado de la


población mundial. Esta cifra alcanza en la actualidad 7.700 millones de seres humanos, y para el
2030 será de 8.500 millones; es decir, un 10% adicional. En términos económicos, esto significa
mayor demanda de recursos, infraestructura, salud, educación y -sobre todo- mayor desigualdad.
Somos muchos y consumimos más.
Asociado a estos cambios demográficos y los
cambios descritos anteriormente, emergen otros fenómenos a los que la humanidad debe hacer
frente:

Uno de ellos está relacionado a los patrones de consumo insostenible y el consecuente resultado
en producción de desechos. En este sentido, el Banco mundial en su informe What a Waste 2.0,
publicado en el 2018, pone en evidencia que el manejo de estos residuos es aún muy ineficiente.
En efecto, el 37% se eliminan en rellenos sanitarios, el 33% se abandona a cielo abierto, y tan solo
el 19% es recuperado por procesos de reciclaje y el 11% tratados con tecnologías modernas de
incineración. Adicionalmente, para el año 2050 el mundo producirá 3,40 billones de toneladas de
desechos al año.

Así mismo, la Organización Mundial de la Salud (2018) muestra que entre el 2030 y el 2050 el
cambio climático será el responsable de 250.000 muertes al año por enfermedades causadas por
vectores, malnutrición y olas de calor, y los costos asociados a la salud sobrepasarán los 2.000
millones de dólares.

En este mismo sentido, el World Meteorological Organization (WMO) advierte que en el 2017 las
temperaturas medias en el mundo aumentaron en un 1°C, siendo un fenómeno que sigue en
crecimiento. Las consecuencias asociadas a esto están ligadas al desabastecimiento de agua
potable de las poblaciones más vulnerables, a la desaparición de zonas costeras, a la pérdida de
biodiversidad y ecosistemas; lo que para los seres humanos representa la disminución de recursos
naturales utilizable para la propia supervivencia.

Por otro lado, otro factor no menos importante en esta transformación económica mundial es el
cambio tecnológico y la automatización. El McKinsey Global Institute (2019) analiza la capacidad
de las economías locales para adaptarse a los cambios tecnológicos y la desigualdad que esto
supone entre países y en este sentido evidencian que en el 60% de los empleos, por lo menos el
30% de las actividades asociadas a él serán automatizadas. Y, ¿cómo nos estamos preparando
para ello?

El contexto planteado pone de manifiesto la necesidad urgente de incorporar nuevas formas de


desarrollo que permitan la generación no solo de crecimiento económico, sino que al mismo
tiempo hagan frente a los desafíos planteados.  Es decir, un desarrollo que permita alinear el
progreso social y la rentabilidad económica, siendo esto posible desde la concepción de

desarrollo con un enfoque en sostenibilidad.

El desarrollo sostenible como concepto surge hace más de cuatro décadas el marco de actuación
de la comisión Brundtland, estamento designado por la organización de las Naciones Unidas para
analizar modelos de desarrollo que permitieran una transición al siglo XXI, haciendo frente a la
crisis socioambiental y a los patrones de consumo insostenibles.

Dicha comisión público, en el año 1987, el informe “Nuestro Futuro Común”, en el que propuso un
nuevo modelo de desarrollo duradero y sostenible; es decir, un modelo que permitiera “satisfacer
las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones” (World
Commission on Environment.1987, p.23). Esto, dentro de los límites que los propios recursos
pueden sostener.

El desarrollo sostenible hay que entenderlo desde la triple cuenta: el desarrollo económico, el
social y el ambiental. No debe ser pensado como un tema relacionado exclusivamente con la
conservación de la naturaleza, sino también desde las relaciones posibles entre estos tres
sistemas.

Sin embargo, pese a esta declaratoria y a la voluntad de las naciones expresada en las diferentes
iniciativas internacionales promulgadas en estas décadas, como la agenda 21 en 1992 o los
objetivos del milenio (ODM) en el año 2000, alcanzar la sostenibilidad es un camino aún
inconcluso.
Es así que la agenda 2030 recoge los aciertos y desafíos de los ODM y declara los 17 Objetivos de
Desarrollo sostenible (ODS), los cuales deben ser entendidos como los propósitos a ser cumplidos
para alcanzar la sostenibilidad, designando la responsabilidad no solo a las naciones, sino
también a la sociedad. Dichos objetivos plantean metas concretas en 5 grandes aspectos:
personas, planeta prosperidad, paz y asociaciones.

En este sentido cabe preguntarse entonces, ¿cómo las empresas pueden contribuir al desarrollo
de los ODS? Y más concretamente, ¿cómo las empresas pueden generar valor social y ambiental a
la vez que crecen y son rentables económicamente?

La respuesta: hay que repensar la generación de valor más allá de lo económico, pero sin
desconocer que es el objetivo de cualquier empresa.

Para ser frente a esto, Porter & Kramer desarrollaron en el año 2011 su teoría de creación de valor
compartido, convirtiéndose en un aporte a las investigaciones desarrolladas previamente por
Porter en temas como competitividad, estrategia y generación de ventaja competitiva, desde el
entendimiento del valor compartido como la reinvención de los modelos de negocio tradicionales
a partir de la inclusión del valor social y ambiental en la estrategia de la organización, dando
respuesta así al capitalismo moderno.

La creación de valor compartido es definida entonces como “las políticas y las prácticas
operacionales que mejoran la competitividad de una empresa a la vez que ayudan a mejorar las
condiciones económicas y sociales en las comunidades donde opera” (Porter & Kramer, 2011, pp.
5 – 6).
Así mismo, estos autores proponen desde la práctica que esto puede ser posible a partir de tres
vías:

1. Transformando productos y mercados; es decir, encontrando a partir de necesidades


sociales y ambientales líneas de negocio exitosas que por un lado satisfagan estas
necesidades, pero que por otro generen rentabilidad y esto requiere concretamente
incorporar procesos de innovación en las organizaciones.
2. Redefiniendo la cadena de valor. Esto requiere que las organizaciones incorporen modelos
eco-eficientes en su actividad donde se utilice de forma sostenible todos los recursos
internos y externos disponibles.
3. Desarrollando clústers. Implica entender las potencialidades productivas locales, el trabajo
en red y sobre todo el intercambio de conocimiento con miras a mejorar la competitividad
de un sector específico.

Para lograr esto es necesario que las empresas se reinventen desde su estrategia y que se piensen
de forma diferente, incorporando nuevas capacidades desde su actividad, sin perder de vista la
rentabilidad del negocio. En otras palabras, una empresa que genera valor social y ambiental debe
ser capaz de:

1. Identificar necesidades sociales y ambientales reales.


2. Conocer sus grupos de interés.
3. Tener claridad sobre su propuesta de valor.
4. Reconocer sus competidores y sus ventajas competitivas.
5. Incorporar una cultura de la innovación en sus estructuras.
6. Incluir el concepto de circularidad en su cadena de valor.
7. Contar con capital humano competitivo.
8. Generar redes y alianzas
9. Comprender los impactos sociales y ambientales que su actividad produce y
10. Medir su impacto.

Finalmente, siendo las pymes las mayores impulsoras de la economía del país, estas
organizaciones deberían romper paradigmas y repensar su actividad.

El primer paradigma que se debe romper es el miedo a la inversión de recursos para conseguir tal
impulso. Al respecto, la academia juega un papel determinante. Y es que cuenta con el tiempo, el
conocimiento y el capital humano capaz de apalancar estos procesos, pero es necesario generar
confianza entre las dos organizaciones, tener políticas de propiedad intelectual claras y -sobre
todo- que el proceso genere valor para ambas partes.

Adicionalmente, requiere que las universidades formen en las competencias pertinentes para ello.
Las habilidades del siglo XXI emergen como la respuesta a ello, y que el Estado sea el financiador

de procesos de I+D+I.

Un segundo paradigma es pensar que solo las grandes empresas pueden lograrlo. Cada vez más la
evidencia muestra que los startups son las generadoras de innovaciones capaces de cambiar el
mercado.

Tercero, la innovación no solo es un proceso de generación de productos. La innovación ya no


solo es medida en términos de patentes y en esto la tendencia es al desarrollo de innovaciones en
temas como economías colaborativas, experiencias del consumidor y sostenibilidad. En este
contexto y teniendo en cuenta que somos una economía basada en servicios (cabe decir de bajo
valor agregado), estas tendencias se convierten en una oportunidad.

Y por último, más importante es comprender el papel que como seres humanos jugamos en la
construcción de un futuro sostenible.

Referencias Consultadas

Kaza, S; Yao, L.; Bhada-Tata, P; Van Woerden, F. (2018). What a Waste 2.0: A Global Snapshot of
Solid Waste Management to 2050. Urban Development; Washington, DC: World Bank. © World
Bank. https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/30317 License: CC BY 3.0 IGO.”
McKinsey Global Institute (2019). The future of work in America. People and places, today and
tomorrow. Disponible en: https://www.mckinsey.com/featured-insights/future-of-work/the-future-
of-work-in-america-people-and-places-today-and-tomorrow

Organización Mundial de la Salud (OMS). (1-02-2018). Cambio climático y salud. Centro de prensa.
Disponible: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/cambio-clim%C3%A1tico-y-
salud

Porter, M. E., & Kramer, M. R. (2011). La creación de valor compartido: cómo reinventar el
capitalismo y liberar una oleada de innovación y crecimiento. Harvard Business Review, 89(1), 31-
49.

United Nations. (2019). World Population Prospects 2019. Desa / population división

World Commission on Environment. (1987). El desarrollo sostenible, una guía sobre nuestro futuro
común: El informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Oxford; New
York: Oxford University Press.

También podría gustarte