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El Espíritu que “vino sobre María” (cf.

 Lc 1, 35) es el mismo Espíritu que aleteó sobre las aguas en


los albores de la creación (cf. Gn 1, 2). Esto nos recuerda que la Encarnación fue un nuevo acto
creador. Cuando nuestro Señor Jesucristo fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno
virginal de María, Dios se unió con nuestra humanidad creada, entrando en una nueva relación
permanente con nosotros e inaugurando la nueva creación. El relato de la Anunciación ilustra la
extraordinaria cortesía de Dios (cf. Madre Juliana de Norwich,Revelaciones 77-79). Él no impone su
voluntad, no predetermina sencillamente el papel que María desempeñará en su plan para nuestra
salvación: él busca primero su consentimiento. Obviamente, en la creación original Dios no podía
pedir el consentimiento de sus criaturas, pero en esta nueva creación lo pide. María representa a
toda la humanidad. Ella habla por todos nosotros cuando responde a la invitación del ángel.
(Benedicto XVI)

No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la
tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el rey y señor del universo desea tu belleza,
desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a tu respuesta la salvación
del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu silencio; ahora él prefiere tu palabra. El
mismo, desde las alturas te llama: «Levántate, amada mía, preciosa mía, ven…déjame oír tu
voz» (Cant 2,13-14) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del
ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la
divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna…

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al
Criador. (San Bernardo)

Está escrito: “El ángel entró en su casa”. No la encontró, pues volcada hacia el exterior, hacia fuera; estaba en
el interior, en su cuarto oculto, donde oraba a su Padre en el secreto (Mt 6,6). [San Aelredo de
Rielvaux, Sermón 59, III sobre la Anunciación «Nueva Eva : Eva se cambia en Ave» (cf. Lc 1,28)]
SAN BERNARDO

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