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Tal como lo enuncia Bruce Ferguson 1, una exposición de arte es un acto de habla; es el
habla de una institución. En esta oportunidad nos centraremos en la forma en la que Americas
Society, en Nueva York, se expresa a través de la exposición “Abrigo” del artista paraguayo
Feliciano Centurión. Para indagar acerca de este acto comunicacional debemos partir de que un
discurso no es un acontecimiento inmaculado e independiente con un significado único, sino que
es una ejecución complicada y enigmática; nunca puede ser completa y siempre está abierta al
cambio y a la construcción de nuevos valores por los receptores 2.
Teniendo esto claro, podremos comenzar a esbozar algunas hipótesis acerca de lo que
esta institución (y más precisamente, el curador Gabriel Pérez-Barreiro) ha querido comunicar con
la muestra. Esto implicará, a su vez, que nos sumerjamos en el universo del artista exhibido y
desandemos los rastros que nos ha dejado con su obra.
Algunas fueron adquiridas del acervo familiar del artista, de la Walden Gallery, de Cecilia
Brunson Projects, la Fundación Museo Reina Sofía y El Museo Solomon R. Guggenheim en
Nueva York. “Abrigo” contó con el apoyo económico de estos mismos actores, sumado al aporte
1 Ferguson, Bruce. “Quién habla, para y por quién y bajo qué condiciones”, en Visiones de las Américas,
Noreen Tomassi, Mary Jane Jacob e Ivo Mesquita, eds. Allworth Press, New York, 1997.
2 Ibíd., pp 35-36.
de la Galería Millan, Sharon Schultz y el NYC Department of Cultural Affairs en sintonía con el City
Council. Es decir, el financiamiento de esta muestra contó con una estructura mixta.
En la entrevista con Aimé Iglesias Lukin, la directora de Americas Society sostiene que “la
obra de Feliciano es muy importante para entender la cultura en América durante la década del
noventa.” En otro tramo de la misma entrevista, el curador Pérez Barreiro hace alusión a la
riqueza de las típicas artesanías paraguayas como el ñandutí, un encaje de agujas que se teje
sobre bastidores en círculos radiales, de las cuales Feliciano Centurión se servía para realizar sus
obras.
Las categorías nos sirven a los humanos para vivir en la fantasía de un supuesto orden.
Nos dan cierta tranquilidad. Y eso es lo que hacen las instituciones, según Bruce Ferguson:
neutralizan las obras de arte. La obra de Feliciano Centurión puede ser ciertamente clasificada
dentro del arte latinoamericano contemporáneo -paraguayo-, folk, queer y kitsch. Podemos
encasillarlo en todos estos compartimentos basándonos en la elección de los materiales (frazadas
de mala calidad y plásticos comprados en el barrio de Once), por las técnica del bordado y crochet
y por la manifestación abierta de la homosexualidad en su arte. Su obra también puede
enmarcarse dentro de un discurso amplio y crítico sobre los roles e imperativos sociales de género.
¿Se trata, acaso, de una obra feminista? Tal vez. No podemos asegurar la intencionalidad de
Centurión en este sentido; lo que podemos sugerir es que no es casual que Americas Society elija
3 Ferguson, Bruce. “Quién habla, para y por quién y bajo qué condiciones”, en Visiones de las Américas,
Noreen Tomassi, Mary Jane Jacob e Ivo Mesquita, eds. Allworth Press, New York, 1997, p. 37.
4 Ibíd,.
exhibir la obra de un hombre homosexual que disfrutaba de bordar, coser y trazar frases tiernas en
almohadas, en tiempos en los que las agendas mediáticas, políticas e institucionales de todo el
mundo occidental están atravesadas por la temática de género.
Centurión era un artista que amaba la vida. En el documental 5 que Americas Society puso
a disposición, sus colegas y amigos artistas cuentan que la misión de Feliciano era la de
embellecer las cosas. Hasta lo más mundano. La colección de “Abrigo”, compuesta por mantas
bordadas, trabajo en crochet, muñecos baratos de plástico con pequeñas ropas tejidas, frases de
una profunda sensibilidad cosidas en sábanas y demás telas de uso cotidiano, da cuenta de ese
universo íntimo del artista, tan auténtico y honesto; de una profunda memoria afectiva,
indestructible y creativa.
El crítico de arte y curador paraguayo Ticio Escobar sostiene que una de las
características del arte contemporáneo es la de perder el miedo a lo decorativo, a lo fútil, a lo
trivial. La obra de Feliciano Centurión es un claro ejemplo de esto: se sirve de lo decorativo y lo
banal -como puede ser un mantel o un delantal de cocina- para ligarlo con emociones y
experiencias personales y sociales que produzcan nuevos sentidos, significaciones que antes no
estaban allí. Y eso sólo puede hacerlo un artista valiente.