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LA FARSA
Raíces.- El ser humano, cuya existencia se hace casi solamente posible dentro de
una sociedad, está supeditado a las normas que esta implica. Toda sociedad
representa una cultura y toda cultura representa una moral, reglas, formas,
tradiciones, costumbres, métodos comprobados que hacen más posible y segura esa
existencia en colectividad. El hombre individual está siempre limitado, en sus
impulsos primarios e instintivos, por las restricciones y prohibiciones que la sociedad
le impone. Sus capacidades de todos los órdenes viven y mueren en gran parte
refrenadas en aras del mayor de los instintos que priva en él: el instinto de
conservación que lo obliga a vivir en colectividad. Una verdad que prevalece en el
subconsciente colectivo del hombre le hace contener sus instintos naturales en un
convencimiento inconsciente de que, para subsistir, precisa doblegarse ante las
reglas de la mayoría.
Estas reglas, este freno a sus instintos, lo restringen en los dos aspectos primordiales
de su desarrollo -tanto a nivel colectivo como individual-: en su desarrollo vital, como
ser biológico y en su desarrollo espiritual, como ser humano.
Naturaleza. - Aunadas a las imposiciones de la sociedad que lo limitan están las
limitaciones naturales. Su incapacidad ante el control absoluto de la naturaleza, su
temor ante la misma, es decir ante todo lo que aún no sabe ni comprende, aumentan
su conciencia de represión.
Para liberar sus impulsos reprimidos por el desconocimiento de la naturaleza, el ser
humano inventó -o descubrió- la ciencia. Para liberar la represión de su espíritu,
inventó las artes.
Desconocimiento. - El desconocimiento humano de la naturaleza abarca el
desconocimiento de la naturaleza propia. Tanto en el manejo de sus capacidades
vitales como espirituales, el hombre no sabe hasta dónde es capaz de destruir, como
no sabe hasta dónde es capaz de construir, de ahí que su desarrollo a través de
milenios y milenios se haya dado a pausas.
Instinto de conservación.- En los tiempos modernos, la lucha desesperada por
la conquista de los espacios siderales lo aleja cada vez más del conocimiento de sí
mismo y de su medio circundante más próximo; sus capacidades de expresión
espiritual se ven cada vez más reducidas y aumenta su sentido de autorrepresión;
los conocimientos nuevos que ametrallan su estado consciente le restan energía
para penetrar en el campo de los conocimientos heredados en el subconsciente
colectivo; la realidad objetiva limita su fantasía y la codificación de valores, paulatina
y perezosamente renovada. a través de los siglos, le impide elaborar una nueva
codificación en la que tal vez antivalores y valores aparecerían invertidos.
La Farsa, Características 2
El instinto de conservación -"más vale malo conocido que bueno por conocer"-
mueve su razonamiento y es así que no se permite romper normas ancestrales y
preestablecidas. "Esta es la forma de alimentarse, de hacer el amor, de ser
respetado; esta es la forma de subsistir y de vivir", se dice a sí mismo repetitiva,
consciente e inconscientemente; acepta su autorrepresión, aunque en su interior
bulla pujantemente una energía contenida que precisa desfogarse, esa necesidad
vital y espiritual de dar un sentido más pleno a la vida que, como agentes químicos
en el cuerpo, lo intoxica.
Energía contenida y arte dramático.- Si la ciencia representa para el hombre el
medio para luchar contra su desconocimiento de la naturaleza, las artes representan
la mejor válvula de escape para la energía contenida en su espíritu, en su organismo
y en su sique (Por esa razón encontramos la relación entre el género fársico y la
filosofía popular, porque ambos parten de esa necesidad sabia y profunda de darle
un sentido más pleno a la vida, y porque ambos representan una manifestación de
orden necesariamente masivo).
El arte dramático libera una parte de la energía espiritual del artista autor o
intérprete y -en las representaciones de sus diferentes géneros- la energía del
público espectador partícipe de la obra.
El género dramático "farsa" parte de esa necesidad tormentosa de liberar ese
enorme cúmulo de energía instintiva y espiritual que el hombre social contiene
reprimida.
La farsa pura no existe. - El género fársico conlleva en cada obra en particular
uno -cualquiera- de los otros géneros dramáticos; desde un punto de vista distinto,
cada farsa en particular interpreta uno de todos los aspectos de la vida, esto es
representa cualquiera de todos los impulsos reprimidos en cualquiera de los órdenes
de todo ser humano.
Explosión emocional. - La farsa surge en el arte dramático como una explosión
violenta, como una reinterpretación enfática -superior- de cualquiera de los otros
géneros que muestran, cada uno en diferentes aspectos, la realidad del hombre. La
obra fársica es una transformación de cada uno· de los géneros, con la particularidad
de que su propósito no es mostrar aspectos obvios de la vida, sino representar otro
sentido de éstos, mucho más exaltados o bien mucho más profundos. La farsa es
un estallido consciente del autor dramático que el público espectador reconoce como
suyo propio.
Particularmente, cada farsa contiene potencialmente, en forma simbólica, una forma
de liberación autoral que opera por identificación, como todo el drama en el
subconsciente o en el consciente reprimido del espectador.
Definiciones válidas.- La farsa es un grito de rebeldía, una crítica rabiosa, una
burla descarnada, una visión particular y audaz de percibir la verdad, una forma
distinta de racionalizar, una fuga instintiva de un peligro determinado, una
compenetración valiente y honesta en el trasfondo de las apariencias, puede ser
La Farsa, Características 3
Fuente:
La Composición Dramática, de Virgilio Ariel Rivera