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LE BRETON, David.

“En las fuentes de una representación


moderna del cuerpo: el hombre anatomizado”; “Los orígenes
de una representación moderna del cuerpo: el cuerpo
máquina”; “El cuerpo hoy...”; “Borramientos ritualizado o
integración del cuerpo”; “El hombre y su doble: el cuerpo
alterego” en Antropología del cuerpo y modernidad. Ed.
Nueva Visión. Buenos Aires. 2002.
Capítulo 2

EN LAS FUENTES
DE UNA REPRESENTACION MODERNA
DEL CUERPO:
EL HOMBRE ANATOMIZADO

El cuerpo popular

La civilización medieval, e incluso renacentista, es una mezcla


confusa de tradiciones populares locales y de referencias cristia­
nas. Se trata de un "cristianismo folklorizado", según sostiene, con
justicia, Jean Delumeau, que alimenta las relaciones del hombre
con su entorno social y natural. Una antropología cósmica estruc­
tura los marcos sociales y culturales. El hombre no se distingue de
la trama comunitaria y cósmica en la que está inserto, está
amalgamado con la multitud de sus semejantes sin que su singu­
laridad lo convierta ·en un individuo en el sentido moderno del
término. Toma conciencia de su identidad y de su arraigo físico
dentro de una estrecha red de correlaciones.
Para que la "individuación a través de la materia", es decir, a
través del cuerpo, sea aceptable en el plano social, habrá que
esperar el desarrollo del individualismo. Sólo entonces, efectiva­
mente, el cuerpo será propiedad del hombre y no más su esencia.
En el plano de las representaciones, una teoría del cuerpo como
objeto independiente del hombre aun cuando siga estando vincu­
lado con él, siga encontrando en él sus propios recursos (especifi­
cidad c:lel vocabulario anatómico y fisiológico) tendrá una impor­
tancia social cada vez mayor. Percren las colectividades humanas
de tipo tradicional, holistas, 1 reina una especie de identidad de

1 Adoptamos aquí la definición de holismo (la noción de comunidad está


utilizada aquí en el mismo sentido estructural) ds.Louis Dumont: "una ideología
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sustancia entre el hombre y el mundo, un acuerdo tácito sin fuertes, felices y tristes, emocionados y frívolos, mortales e in­
( fracturas en el que intervienen los mismos componentes. El mortales.
individualismo y la cultura erudita introducen la separación. Por el contrario, las fiestas oficiales instituidas por las capas
( Para poder aislar algunas de las representaciones del hombre dirigentes no se alejan de las convenciones habituales,no ofrecen
(y de su cuerpo) anteriores a las actuales,es necesario analizar la un escape hacia un mundo de fusiones. Están basadas en la
fiesta popular medieval. Sabemos que ésta estuvo en el centro de separación, jerarquizan a los sujetos, consagran los valores reli­
la vida social, especialmente en el siglo xv. Pero para poder giosos y sociales y, de este modo, afirman el germen de la
aprehender el sentido de la fiesta medieval tendremos que aban- individualización de los hombres. El Carnaval absuelve y confun­
donar nuestras referencias contemporáneas. El júbilo del carna- de; la fiesta oficial fija y distingue. Las alteraciones que se
val y de las fiestas emparentadas con él -la de los locos, la del producen en las festividades del Carnaval, tiempo de exceso y de
¡' burro, las de los Inocentes, etc., los misterios, las sátiras, las gasto, ilustran el fin y el renacimiento del mundo, la nueva
farsas, la "risa pascual", las cencerradas- pertenecen a un lugar primavera de la vida.
olvidado de la historia. El cuerpo grotesco del júbilo carnavalesco se opone, radicalmen-
En el júbilo del Carnaval,por ejemplo, los cuerpos se entremez- te, al cuerpo moderno. Es una posta,ensambla a los hombres entre
clan sin distinciones, participan de un estado común: el de la sí,es el signo de la alianza. No se trata de un cuerpo separado: la
comuniqad llevado a su incandescencia. No hay nada más extraño noción de "cuerpo grotesco" no debe llevar a equívocos. El cuerpo
a estas fiestas que la idea de espectáculo,de distanciamiento y de en la sociedad medieval y, a fortiori, en las tradiciones del
apropiación por medio de la mirada. En el fervor de la calle y de la Carnaval,no se distingue del hombre, como sucederá con el cuerp�_
plaza pública es imposible apartarse, cada hombre participa de de la modernidad, entendido como·un factor de individuación. L�
la efusión colectiva, de la barahúnda confusa que se burla de lo s que la cultura del medievo y del Renacimiento rechaza,justamen­
usos y de las cosas de la religión. Los principios más sagrados son te, es él principio de la individuación, la separación del cosmos,la
tomados en solfa por los bufones, los locos, los reyes del Carnaval; ruptura entre el hombre y el cuerpo. La retirada progresiva de
las parodias, las risas, estallan por doquier. El tiempo del Carna· la risa y de las tradiciones de la plaza pública marca la llegada del
val suspende provisoriamente los usos y costumbres y favorece su cuerpo moderno como instancia separada, como marca de distin-
renacimiento y renovación gracias a este paso para-dójico. Lo que ción entre un hombre y otro.
se busca es un segundo soplo luego de que la gran risa de la plaza . El cuerpo grotesco está formado por salientes, protuberancias,
pública haya purificado el espacio y a los hombres. El Carnaval desborda de vitalidad,se entremezcla con la multitud,indiscerni­
instituye la regla de la transgresión, lleva a los hombres a una ble,abierto,en contacto con el cosmos, insatisfecho con los límites
liberación de las pulsiones habitualmente reprimidas. Interua: que permanentemente transgrede. Es una especie de "gran cuerpo
llum mundi, apertura de un tiempo diferente en el tiempo de los popular de la especie" (Bajtín), un cuerpo que no deja nunca de
hombres y de las sociedades en las.que viven. El aspecto serio de renacer: preñado de una vida que habrá de nacer o de una vida.qu�
la vida vuela en pedazos ante la risa irreprimible de la colectivi- habrá de perderse, para volver a renacer.
dad,unida en el mismo sacrificio ritual de las convenciones. Fiesta
típicamente comunitaria en la que el conjunto de los hombres El cuerpo grotesco -dice Bajtín- no tiene una demarcación respecto
tiende,provisoriamente,a la comunión,más allá de las tensiones del mundo, no está encerrado, terminado, ni listo, sino que se excede
de toda vida social. Todo es necesario para hacer un mundo: el a sí mismo, atraviesa sus propios límites. El acento está puesto en
Carnaval lleva esta conciencia a su intensidad máxima. Los las partes del cuerpo en que éste está, o bien abierto al mundo
placeres del Carnaval celebran el hecho de existir,de vivir juntos, exterior, o bien en el mundo, es decir, en los orificios, en las ,
protuberancias, en todas las ramificaciones y excrecencias: bocas
de ser diferentes, incluso desiguales, al mismo tiempo débiles y abiertas, órganos genitales, senos, falos, vientres, narices. 2

que valoriza la totalidad social y desprecia o subordina al individuo humano" 2 1\lijail Bajtín, L'oeuvre de Frwu;ois Rabelais et la culture populaire au Moyen
Louis Dumont, Essais sur l'individualisme. Une perspective anthropologique sur
l'idéologie moderne, París, 1983, p. 263. :\ge et ti la Renaissance, París, Gallimard, coll. "Tel", p. 35.

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actividades personales o a una búsqueda terapéutica. Aunque
también es verdad que el hombre del campo de otras épocas, o
incluso algunos campesinos contemporáneos, pasan del curande­
ro al que tira la suerte, del magnetizador a la devoción a los santos
curadores, sin pr e ocuparse, tampoco, por la coherencia. Se super­
ponen varias capas de saber con respecto al cu erpo, y el sujeto que
está buscando una cura eficaz no se siente de ningún modo molesto
' por el hecho de pasar de un tipo de cura a otra, d e acue rdo con las
caract e rísticas d e su enferm e dad. Pero en e l contexto tradicional,
1 e l hombre lo hace de acuerdo con las conveniencias p e rsonal e s y
con los conocimi entos e mpíricos dentro de un conjunto d e terapias
( qu e cuentan con la conformidad d el grupo por completo. Cada una
de e llas forma part e del tejido social y cultural qu e le asegura al
1 hombre la familiaridad d e la mirada sobre el mundo. L as coheren­
cias r e lativas que se rev e laban en las sociedades tradicionales, las
1 que sobreviven, quiérase o no, e n las regiones rurales, se borran
ante los modelos provisorios que aparecen en las sociedades
( mod e rnas, más cercanos al collage surrealista.
El sujeto de las metrópolis occidental e s forja el saber que posee
sobre el cuerpo, con el que convive cotidianament e , a partir de una
( mescolanza de modelos heteróclitos, m e jor o peor asimilados, sin
preocuparse por la compatibilidad de los préstamos. La profusión
{ de las imágenes actual e s del cuerpo no deja de evocar el cuerpo
en pedazos del esquizofrénico. El sujeto raramente tiene una
( imag e n coh e re nte d e l cuerpo, lo transforma en un tejido plagado
de refer e ncias dive rsas. Ninguna t e oría del cuerpo e s obj eto de un a
( unanimidad sin fallas. Como el individuo tiene l a posibilidad de
elegir entre una cantidad de saberes posibles, oscila e ntre uno y
otro sin encontrar nunca e l que l e conviene tot alm e nte. Su libert ad
como individuo, su creatividad, se nutren de esta falta de certeza,
' de la búsqueda permanente de un cuerpo perdido que es, de hecho,
la de una comunidad perdida (véanse caps. 1 y 2).
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Capítulo 8
., EL HOMBRE Y SU DOBLE:
EL CUERPO ALTER EGO

Un nuevo imaginario del cuerpo 1

Desde fines de los años sesenta, y con una extensión cada v ez


mayor, surge un nuevo imaginario del cuerpo que conquista
prácticas y discursos hasta ese entonces inéditos. Luego de un
tiempo de represión y de discreción, el cuerpo se impone, hoy, como
un tema predilecto del discurso social, lugar geométrico de la
reconquista de uno mismo, territorio a explorar, indefinidame nte
al acecho de las incontables sensaciones que oculta, lugar del
enfrentamiento buscado con el.entorno, gracias al esfuerzo (mara­
tón, jogging, etc.) o a la habilidad (esquí); lugar privilegiado del
bienestar (la forma) o del bueh parecido (las formas, body-buil­
ding, cosmética, dietética, etcétera).
Una prédica muy maternal exalta las energías sociales en una
repentina pasión por el cuerpo. Pero las ambigüedades heredadas
de los siglos XVI y XVII, especialmente ilustradas por Vesalio (1543)
y por D escartes (1637) no han sido abandonadas. El modelo
dualista persiste y acompaña a la "liberación del cuerpo". Conoce­
mos la imagen de Clouzot en Le corbeau: un golpe sobre una
lámpara que cuelga de un cable modifica el juego de sombras y de
luz, difumina la. oposición, invierte los valores, pero, a pesar de todo,
respeta la polaridad: "Donde está la sombra, donde está la luz."

1 Una primera versión del comienzo de este capítulo apareció en el Journal des
Psychologues, julio-agosto de 1988, nº 59: "L'apparence physique".

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un cuerpo al que se disocia y se transforma en pantalla, el
individuo actúa simbólicamente sobre el mundo que lo rodea.
Busca su unidad como sujeto componiendo signos en los que busca
producir su identidad y su reconocimiento social.
La clínica de los inmigrantes demostró una patología que
recurre al cuerpo p ero que, por el contrario, en vez de producir
placer genera sufrimiento : la sinistrosis. Luego de una lesión, de
una herida, de una enfermedad, de un traumatismo, la sinistrosis
hace que el sujeto que se encuentra lejos de su lugar de origen
(incluso el francés que e stá lejos de su región o que, simplemente ,
está fuera de un lugar social), siga quejándose , sufriendo, más allá
de la recuperación "orgánica". Una vez curado, el sujeto sigue
sintiendo un dolor vago, agudo, o no puede utilizar el órgano que
estaba enfermo. Los exámenes médicos más profundo s, cuando se
limitan a la técnica pura, no revelan nada orgánico. Sin embargo,
el sufrimiento existe. Una escucha que se aparte de la técnica,
muestra que el sujeto sufre en su vida y que utiliza, sin saberlo, el
dolor como el único medio para que su existencia sea reconocida
por los otros y para mantener por sí mismo una identidad que , de
otro modo, no tendría sentido. Po demo s descubrir aquí un meca­
nismo antropológico inverso respecto d el "culto" moderno del
c uerpo. La sinistrosis marca el exacto negativo de este "retorno"
lúdicro al cuerpo, en un sujeto reducido a sí mismo, atomizado por
las condiciones sociales de la modern idad y que busca el contacto
haciendo que su cuerpo sobresalga. La inversión del propio cuerpo
traduce la ausencia de los otros. Cuando la identidad personal
está cuestionada a través de los incesantes cambios de sent ido y
de valores que marcan a la modernidad, cuando los otros se
vuelven menos presentes, cuando el reconocimiento de uno
se vuelve un problema, aun cuando no sea a un nivel muy grave ,
queda, en efecto, el cuerpo para hacer oír una reivindicación de
existencia. Se trata d e convertirse en una escritura, por medio de
los signos del consumo o, p eor, por medio de la somatización . La
sinistrosis es, en este sentido, solidaria (en la otra vertiente) de la
pasión por el cuerpo que atraviesa a la modernidad. En e l sufri­
miento , el inmigrante le da el síntoma a la medicina con la
espe ranza de que se lo reconozca en tanto sujeto, cuando todas las
otras tentativas para lograrlo fracasaron. En el juego, el hombre
de la modernidad que se acostumbra a vivir precariamente ,
"inmigrante del tiempo" (Margare t Mead), convierte al cuerpo en
una especie de señal de reconocimiento. En lo inaprehensible del
mundo sólo el propio cuerpo proporciona la aprehensión de la
existencia.

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