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Repercusión social del género musical Punk en la juventud

chilena de los años 80 hasta la actualidad


Social impact of the Punk musical genre on Chilean youth from the 1980s to
the present
Sebastián Reyes Yañez
RESUMEN
En este trabajo se hará una revisión de lo que ha sido el fenómeno musical del Punk en las
juventudes chilenas, haciendo un paso por sus orígenes, mitos culturales, su llegada al
territorio y su repercusión social tomando en cuenta el proceso de consumo. Se intentará
develar el efecto producido en el público del Punk, su subcultura, relaciones sociales, y los
simbolismos que representa este género musical para las culturas juveniles, en especial
énfasis con lo urbano, el posicionamiento del consumidor en el campo social y su relación
con el polo marginado de la sociedad.
Palabras Clave: Identidad – Punk – Juventud – Consumo - Chile
ABSTRACT
In this work, a review of what has been the musical phenomenon of Punk in Chilean youth
will be made, taking a step through its origins, cultural myths, its arrival in the territory and
its social repercussion taking into account the consumption process. An attempt will be
made to unveil the effect produced on the public of Punk, its subculture, social
relationships, and the symbolisms that this musical genre represents for youth cultures,
especially emphasis on the urban, the positioning of the consumer in the social field and its
relationship with the marginalized pole of society.
Key words: Identity - Punk - Youth - Consumption – Chile
Introducción:
Para entender la repercusión que ha tenido el género del Punk en los jóvenes chilenos,
hemos decidido hacer un análisis desde los procesos de consumo ligados a este género
musical, el consumo que tiene un sector social determinado como la juventud, entendemos
por la juventud muchas veces un rango etario definido, quizás desde la adolescencia hasta
una etapa adulta joven, de cualquier manera la juventud no solo es entendible desde ese
rango, sino que también puede ser comprendida como una actitud que se refleja frente a la
vida, sobre cierto tipo de decisiones, ciertos gustos y también cierto actuar político.
En este sentido el Punk es un género musical el cual llega a los jóvenes a través del
consumo, sin embargo, hay una subcultura que lo rodea en particular, los procesos de
consumo primigenios del Punk corresponden a un sector social subalterno. Por lo cual
debemos comprender también un fenómeno que se dentro de una sociedad segmentada,
estructurada bajo ciertos conceptos que categorizan además el estatus social de los
individuos pertenecientes a un grupo social y a otro.
Bajo esta premisa nos basaremos en algunos conceptos como el “campo social”, “el
habitus”, y “el estatus” de Pierre Bordieu, además de algunos conceptos de Canclini como
los procesos sociales que construyen los sectores y organización popular, que nos ayudan a
entender el significado de la relación entre las culturas musicales y su consumo
dependiendo de su posición en un campo social específico. Por otra parte, también es
necesario realizar una exploración acerca de la historia del Punk en Chile y el desarrollo de
una subcultura a partir de ello, de manera en que podamos hacer un trayecto de su
influencia en la juventud y en cómo se desarrollan algunas relaciones sociales en los
contextos en los cuales se desarrolla y el fenómeno de su reproducción y consumo
simbólico, además de la creación de una identidad alternativa para la juventud con distintos
matices, quiebres y propuestas culturales.
Desarrollo:
¿Qué es el punk y como llega a Chile?
Para entender el génesis del punk, debemos retroceder a la época de los sesenta y setenta,
en donde se venía gestando en Chile un proceso de creación de una identidad juvenil que se
rebelaba contra lo establecido, contra las normas sociales y que se reflejaba en la creación
de culturas alternativas que expresaban su pensamiento a través de la música, la vestimenta,
la apariencia física y su actitud frente a la vida:
“La expresión de esta irrupción de nuevas “culturas juveniles” aparece con los
nuevos usos del vello y el cabello; los cambios en el terreno valórico, en la moral
sexual y en el cuestionamiento de lo normado en torno a las relaciones
intergeneracionales, la feminidad y masculinidad.” (Benítez, L., González, Y. &
Senn, D., 2016).
Una época también fuertemente influenciada por lo que eran los acontecimientos
revolucionarios que ocurrían en el mundo, cómo lo fue el mayo francés de 1968 con la
rebelión de los jóvenes universitarios y la reclamación de libertades en sus espacios, así
como también los movimientos revolucionarios latinoamericanos, cómo la revolución
cubana o la revolución nicaragüense. Estos procesos ayudaron a la conformación de una
identidad “libertaria” en los jóvenes de la época:
“la instalación desde 1959 ––con la revolución cubana–– de una narrativa
enquistada en el cambio social violento: el ser revolucionario como modo
contemporáneo de ser joven. Es el caso de pequeñas orgánicas como la llamada
“Tendencia Disidente” escindida de las Juventudes Comunistas en 1968; el MR-2
––Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez–– (nacido en 1969), el MAPU ––
escindido de la Democracia Cristina–– y, fundamentalmente, como veremos, el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.” (González, Y., 2010)
En Chile precisamente el golpe militar llegaría a quebrar la creación de esa identidad,
separando a la juventud e impidiendo que esta se pudiera articular, se utilizó la violencia, la
ejecución y la desaparición de personas, como un adoctrinamiento que impediría que en la
primera década de los setenta se pudiera llevar si quiera a la práctica actividades culturales
de jóvenes que no fueran totalmente alienadas al régimen militar:
“Tras el golpe militar de 1973, los jóvenes de las poblaciones, universidades y
liceos ven fracturada su cotidianeidad. Las instancias de organización social
desaparecen, al igual que los múltiples sueños colectivos que la juventud construyó
en ellas. La angustia que todo esto provoca carece de formas colectivas de
enfrentarla, y es que el sólo reagrupamiento se concibe como un peligro. De esta
forma, gran parte de los jóvenes de 1973 se encontraban abruptamente sin sus
instancias básicas de sociabilidad y formación identitaria.” (Muñoz V., 2002)
El punk como tantos otros géneros musicales llega a Chile desde el extranjero, en este caso
con la época de los ochenta durante la dictadura militar y coincide precisamente con una
época de transformaciones económicas relacionadas a la apertura al libre mercado. Es en
este contexto que hay también un proceso de “re diversificación de la identidad juvenil”, es
una época donde se va conformando un modelo de joven que es el reflejo del consumismo.
Es una época donde también reina el miedo y la persecución, no se podían realizar las
mismas actividades y agruparse de manera legal, algo parecido a la situación que estamos
viviendo en la actualidad, a diferencia que no hay un objetivo de cuidado personal o de
salud, sino que más bien un contexto de represión política y censura, es por esto que las
subculturas de la época debieron buscar maneras subterráneas de agruparse y compartir en
espacios comunes.
Un ejemplo de esto lo podemos ver en algunos de los testimonios que recaba, por ejemplo;
el autor Daniel Sierra en su texto “Sin excesos y auténticamente chileno: discurso y práctica
de la dictadura sobre el rock entre 1973 y 1983” en donde introduce el relato de músicos
rockeros que intentaron seguir tocando durante la dictadura:
“El baterista de Turbamulta, Luis José Hidalgo, recuerda que «[al inicio] no había
nada de nada, no había nada de nada... luego, al tiempo... por ahí por el año 77, 75
más o menos, 75 ó 76 se empieza a recuperar un poco, pero todo hasta antes del
toque de queda y sumamente vigilado»” (Sierra, D., 2014)
Es así como las y los jóvenes de la época crecen en un ambiente social de represión,
vigilancia y castigo hacia las conductas que estén fuera de las leyes impuestas por la
dictadura, de manera que los círculos o escenas musicales de la época aparecen en
ambientes muy herméticos y encerrados.
La llegada del Punk; mercado y consumo:
La llegada del Punk a Chile viene ya a términos de la década del setenta, en un momento en
que aumenta la rearticulación de grupos juveniles en espacios en común, recuperando por
las suyas algo de libertad, no obstante, el miedo siguió siendo un punto central en el
contexto de sus relaciones sociales, en donde muchos de estos jóvenes percibían la
constante vigilancia, incluso de personas del común que podían actuar como soplones o
“sapos” de los encuentros.
Ya a finales de la década es donde llega a Chile el género Punk catalogados como los
“Punkis”, junto a otros movimientos musicales alternativos como lo eran los “New Wave”:
“Por nuestra parte, los testimonios biográficos recabados consignan la llegada del
punk y el new wave a finales de la década del 70’, así como su origen de clase,
compuesto por jóvenes de origen mesocrático y elítico, la mayoría estudiantes
universitarios” (Benítez, L., González, Y. & Senn, D., 2016).
Estas subculturas fueron parte de una renovación de las “clases subalternas” de la
juventud, en un momento en que el canto nuevo, o subculturas ligadas al pacifismo, no
simbolizaban de manera tan visceral la rabia y el descontento frente a la dictadura, el punk
era algo directo mucho más que reflexivo, al parecer mucho más afín a la acción directa o a
la identidad del joven revolucionario, sin embargo no era un movimiento homogéneo, ya
que “se quiebra, dividiéndose entre punks “populistas” y postpunks. Interesan estos
últimos, pues en ellos se ubica la genealogía de los estilos punk y new wave que arriban a
Chile.” (Benítez, L., González, Y. & Senn, D., 2016, pp. 197). A pesar de esto, los y las
jóvenes pertenecientes al movimiento punk, no iban solamente como una crítica al régimen
militar y a la derecha que lo sostenía, sino que también se mantenía hostil contra la
juventud ligada al canto nuevo y la oposición que se mantenía dentro de cierto márgenes
permitidos o normados de la disidencia político, a cambio de esto las y los punk mantenían
una actitud desinteresada, hedonista y nihilista, en búsqueda mucho más de la libertad de
expresión que de la militancia revolucionaria o de clase:
“la(s) resistencia(s) -y subversión- de punkis y new waves no es sólo contra la
dictadura, sino también contra el ánimo victimizante y el consenso cultural opositor
encarnado en el mundo adulto y, particularmente, en las y los jóvenes militantes y
filiados al Canto Nuevo” (Benítez, L., González, Y. & Senn, D., 2016, pp. 200).
En este sentido el mercado bajo el cual se enmarca el Punk, tiene características que se
alienan con la autogestión de su producción musical y cultural, muchos están asociados
también a okupas, lugares en los que viven y utilizan para replicar su subcultura, sus
relaciones de intercambio y/o venta de productos, muchas veces también sus creencias y
reivindicaciones contra el sistema establecido, lo que se enmarca también al anarco-punk,
una variante del Punk centrado en la crítica al estado y al capitalismo, proponiendo la
autogestión como un medio de lucha contra el poder.
Se puede decir por lo menos que el Punk es un género contracultural, que tiene todas las
características de pertenecer a descripción mencionada por Canclini como la reformulación
de la resistencia de las clases subalternas, que no solo están en contraposición al
capitalismo y las relaciones laborales injustas, sino que también contra otras formas de
hegemonía política cómo la discriminación de etnias, regionales o urbanos:
“Pero más allá de la oposición entre el paradigma "Gramsci" y el paradigma
"Bourdieu>”, observamos en los últimos años que la resistencia o la capacidad de
réplica política se articula con el consumo en ciertas luchas populares. Estas luchas,
además de realizarse en lo que acostumbramos llamar conflicto de clases, o sea, en
la producción, se extienden a otras contradicciones sociales. Antagonismos que
hasta hace pocas décadas eran marginales y a veces invisibles dentro de la política
general, como los étnicos, sexuales, regionales, urbanos, han pasado a ocupar
posiciones protagónicas.” (Canclini G., 1984)

En lo que nos centramos es en el consumo del Punk, es decir como las subjetividades, cómo
el público consumidor de este género lo percibe en sí mismo. Ahora si nos enfocamos en el
análisis que hace Canclini de Bourdieu, que nos explica que la clase subalterna y
hegemónica se diferencian por su consumo de capital simbólico “la cultura de las distintas
clases se configuraría por la apropiación diferencial de un capital simbólico común, por las
maneras en que el consumo las incorpora a la reproducción social.” (Canclini G., 1984).
Podemos avanzar hacia una aproximación de como el consumo se vuelve un factor que
determina las relaciones sociales de los discursos de resistencia encontrados en el Punk.
Según Canclini:

“El consumo abarca los procesos sociales de apropiación de los productos, y


por tanto la lucha de las clases por participar en la distribución y hacer
presentes sus derechos en la planeación social. En este sentido, el consumo
es mucho más que el repertorio de actitudes y gustos catalogados por las
encuestas funcionalistas de mercado y opinión, o que el área donde se
completa el proceso productivo, donde "se realiza el producto", como decía
Marx. El consumo es el lugar en el que los conflictos entre clases, originados
por la desigual participación en la estructura productiva, se continúan a
propósito de la distribución de los bienes y la satisfacción de necesidades. Es
también el concepto clave para explicar la vida cotidiana, desde el cual
podemos entender los hábitos que organizan el comportamiento de diferentes
sectores, sus mecanismos de adhesión a la cultura hegemónica o distinción
grupal, de subordinación o resistencia.” (Canclini G., 1984)

Por otra parte, el concepto de “habitus” y “campo”, nos ayuda a entender cómo al Punk
como parte de un campo social cultural dentro de una estructura social que a la vez está
estructurado por algo llamado el “habitus” que son “sistemas de disposiciones duraderas y
transferibles, estructuras estructurantes” (Gutierrez, 2010) o “espacios de juego
históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento
propias” (Gutierrez, 2010). Además, Canclini señala que:

"el habitus" generado por las estructuras objetivas, genera a su vez las
prácticas individuales, da a la conducta esquemas básicos de percepción,
pensa miento y acción. Por ser "sistemas de disposiciones durables y
transponibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como
estructuras estructurantes", el habitus sistematiza el conjunto de las prácticas
de cada persona y cada grupo, garantiza su coherencia con el desarrollo
social más que cualquier condicionamiento ejercido por campañas
publicitarias o políticas.” (Canclini G., 1984)

De acuerdo a esto también podemos comprender que como la posición de la cual surge el
Punk es un factor a tomar en cuenta a la hora de ver una diferencia entre el sector social que
impone el género y quienes lo consumen. Pues, a pesar de que el Punk haya llegado
primero a un sector más o menos privilegiado de la sociedad; los estudiantes universitarios
de fines de los años setenta, se puede notar que muchos de los componentes del discurso
que se puede encontrar en sus canciones, se posicionan en un discurso muchas veces
apolítico y crítico tanto de la hegemonía cultural junto al sistema cómo también del sector
social que componía la oposición. Esto podría estar originado en la capacidad de este sector
para apropiarse del capital cultural y reproducirlo, a pesar de que el sentido cultural del
Punk no demuestra en su cultura una exclusividad social, sino que más bien sus temáticas
se ven más representadas por el polo marginal de la sociedad, podemos encontrar algunos
puntos comparables con la realidad en el texto “Punkys y New Waves en dictadura:
rearticulación y resistencia de las culturas juveniles de Chile” de Benitez, L., Gonzales, Y.
y Senn D., en el cual muestran el relato de una persona Punk de la epoca:

“En general todos éramos de clase media, clase media alta, no era nadie de la pobla
[barrios populares]. Aunque tal vez había y no los conocíamos, [porque] nosotros
éramos de la universidad. Yo era más new wave, pero había varios que la picaban
pa’ los dos lados, new wave y punk. Todo onda contracultura, eso era lo que había
en común (C. M., 2013).” (Benitez, L., Gonzales, Y. y Senn D., 2016)

En general también se adjuntan otros relatos de jóvenes pertenecientes a la clase obrera a la


cual el Punk termina llegando ya en los años ochenta y se esparce en comunas periféricas,
cabe mencionar también que algunos de los primeros Punk que llegaban a Chile se presume
que eran hijos de exiliados políticos que volvían a Chile habiéndose encontrado con el Punk
en el extranjero, Inglaterra, Francia o Estados Unidos:

“Entre 1978 y 1981, Clotario Blest junto a otras entidades que trabajaban por los
derechos humanos y sindicales, comienzan a organizar manifestaciones públicas a
través de homenajes y conmemoraciones (..) aparece entre los jóvenes que asistían,
un pequeño grupo de personas que presentaban señas Punk. Se trataba de una
propuesta estética diferente a la de jóvenes “lanas o artesas” habituales; eran
personajes impregnados con lo “punk” y la “New Wave” que ocurría principalmente
en Europa. Asumidos como Punks, vestían de negro, botas, camisas pintarrajeadas
por ellos mismos y gustos musicales como los Sex Pistols, The Clash, The Police,
entre otros, como nos relata Oscar Ortiz. Algunos de estos jóvenes – como nos
señala el historiador – eran hijos de exiliados que por ese entonces regresaban desde
países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos.” (Castro, C. ,2004).

De manera que el “habitus” que existe en el Punk proviene de una estructura de las clases
hegemónicas, sin embargo, llega a Chile y posteriormente también alcanza el mercado
simbólico de la clase obrera y comienza a ser consumido por esta en donde veremos que es
este factor el que compone una resistencia, ya que el Punk es una contracultura que busca
independizarse del sentido de cultura hegemónica y subalterna como una tercera vía que en
Chile significa políticamente ir más allá de la derecha y la militancia política en la
izquierda.

Así también es necesario revisar las lógicas de consumo del Punk directamente
relacionadas con su producción a pesar de que la producción no sea nuestro tema central,
sino el consumo, ya que el tema de la “autogestión” es parte esencial de la distribución del
material, ya que el consumo nace de esta distribución que también es algo que simboliza
una forma de lucha siendo los mismos productores, consumidores y dueños de sus medios
de producción:

“De manera, podríamos considerar que entra en diálogo con el dello de


agrupación Buzzcocks (1977), New Hormones, quienes entregan una carga
simbólica, disidente y contestataria a la autogestión inspirado a muchas
bandas en el futuro con el lema: “Hazlo tú mismo” o “edítalo tú mismo”, con
su primera producción Spiral Scratch (1977), Incluso producido antes que
Sex Pistols (1977) The Clash (1977) y Crass (1978).” (Canales Cabrera, J.
2017)

Esto mismo se replicaría también en la escena Chilena Canales Cabrera también hace
mención de esto con la propulsión del sello Masapunk:

“En este mismo sentido, el sello discográfico Masapunk (1996), se


convertiría en un referente para autogestionar un sello independiente en la
escena local. Así se auto describe este colectivo independiente en su
intencionalidad artística: “Esta orientado a la difusión de proyectos
musicales ligados al pensamiento crítico y a las ideas libertarias (…)
(Canales Cabrera, J. 2017)

Podemos ver entonces a esta subcultura que genera fuertes estructuras cargadas de
simbologías políticas o apolíticas, que influyen los espacios o campos sociales de la cultura
sobre las juventudes de la época y la invitan a adentrarse a crear sus propios espacios de
consumo cultural. Es en este enfoque en que el Punk termina siendo no solamente un
desgarrador grito contra la represión, sino que también una alternativa para una lucha
contra el poder con una praxis alternativa.

Actitud
El Punk es un estilo caracterizado por la “actitud” como se le llama en la subcultura de la
escena, es un conjunto de valores o antivalores que conforman la praxis de la juventud
adyacente a este movimiento en el cual se ve claramente su disidencia en contra de la
autoridad como un estandarte y el resistirse a toda dominación, es la cultura de no ser,
negarse a sí mismo y a todo lo demás, yendo en un camino de nihilismo y autodestrucción,
aburrido del orden establecido y que se manifiesta en sus comportamientos y expresiones
simbólicas, otro de los relatos que nos muestra es:
“Era bastante irónica nuestra posición, porque a pesar de que teníamos plena
conciencia de que estábamos en dictadura y que estábamos haciendo una
huevada [cuestión] complicada, era como hincharle las pelotas a Pinochet,
decirle: tú no existes, ¿cuál dictadura?, ¿de qué represión me hablái? Me da
lo mismo, yo hago la fiesta igual. Y ahí las hacíamos de toque a toque [de
queda], había una suerte de licencia y libertad contra toda la represión que
había (C. M., 2013).” (Benitez, L., Gonzales, Y. y Senn D., 2016)

Si vemos esto desde el punto de vista de la percepción que hay desde los consumidores del
Punk, podemos ver que claramente existe una tendencia a no solo consumir, sino que
también de poner en práctica el discurso encontrado en lo que están consumiendo, esto se
incorpora en el habitus del público y se va reproduciendo simbólicamente en su actuar,
funcionando también como una estructura estructurante que menciona Bourdieu.

Podría decirse también que ser “Punki” es un acto que toma tintes políticos, ya que el
cuerpo es ocupado como una forma de resistencia, encontrando en el carretear o divertirse
una variante diferente de contracultura a lo establecido basado en la expresión, el arte y la
libertad, en contra de la represión de la dictadura militar. Lo que sin lugar a dudas traía sus
repercusiones sobre el ojo vigilante de la opinión pública y los medios de comunicación de
la época:

“En Chile y específicamente en Santiago, aparecen a comienzos de los años


´80, como lo retrata un documental, realizado por el cineasta chileno
Gonzalo Justiniano en 1984, llamado “Los Guerreros Pacifistas”. Por estos
años, el Punk es tratado en revistas, como Cauce (en su sección Marginalia),
Apsi, La Bicicleta entre otras y en programas televisivos, como Temas,
Informe Especial, programas Juveniles como Extra Jóvenes, etc., también en
la prensa de la época como El Mercurio de Santiago, Ultimas Noticias;
caracterizándolo como grupo contracultural, musical, artístico, de protesta
contra la dictadura, copia de modelos foráneos, delincuentes, drogadictos,
jóvenes “reventados”, moda estrafalaria, jóvenes vinculados a pandillas,
jóvenes con problemas familiares o hijos de padres separados, una forma de
llamar la atención de los jóvenes que no se sienten integrados a la sociedad.
Influencia del punk en la juventud actual” (Castro, C. ,2004).
Poco a poco el movimiento se va politizando más ya entrando a mediados de los ochenta en
donde hay representaciones en sus letras que indican claramente estar en contra de la
dictadura. El punk también es una ideología que se lleva a cabo, parte de esto también lo
relata en su libro Canales Cabrera J. “Dieza años del punk en Chile” donde menciona
diversas actividades que se realizaban en la época de los ochenta, en donde convergen con
artistas y perfmormers de la época como el mismo Pedro Lemebel presentándose con su
colectivo “las yeguas del apocalipsis” en bares donde existía una escena del Punk y donde
se mezclaban en los mismos shows y presentaciones artísticas.
“A pesar de las dificultades, estos espacios siguieron dando continuidad a
trabajos artísticos, configurando una resistencia cultural desde la música y el
arte como manifestación disidente ante el gobierno. No obstante, estos
espacios sufrieron una coerción desde los circuitos de poder para restar
continuidad a las diferentes actividades que se llevaban a cabo.
Uno de las instancias multiculturales que conformaron este tipo de
manifestaciones, fueron las bienales underground, las cuales se presentaron
tanto El Trolley como en Matucana 19. En base a las consideraciones
anteriores, Pedro Lemebel apela su memoria y nexo con esta comunidad,
recordando sus pasos y sus performances en el Garaje Internacional
Matucana 19 junto a su colectivo Las Yeguas del Apocalipsis.” (Canales
Cabrera, J. 2017)
Así también menciona y describe una canción del grupo de Punk “Pinochet Boys” e de
1985 en donde se pude ver una referencia de repudio a la dictadura militar:
“Un ejemplo es la canción “Pinochet Boys” en 1985, la cual refleja en su
letra el descontento hacia el gobierno militar. Esta contiene en su sonoridad
la base de un sintetizador, batería electrónica, guitarra eléctrica, bajo y voz.
Su discursividad subversiva se evidencia en el siguiente fragmento.:
Dictadura musical, nadie puede parar de bailar/Música del general, música
del general/Hijo - de – pu – ta /Nada en el cerebro, nada en el
refrigerador/El carbón en las caras, el gatillo en los dedos/ Yo no tengo
miedo, yo no tengo miedo” (Canales Cabrera, J. 2017)
En resumidas cuentas, el Punk es un género musical que lleva consigo una subcultura que
sobrevive mediante un discurso de resistencia al poder, que mediante las relaciones de
consumo también se puede hacer la apreciación de que hay una posición que se puede
analizar respecto de la posición de los consumidores del Punk dentro de un campo social
determinado, por ejemplo, en el texto de Gayo “la estructuración política del gusto” vemos
como el autor se basa en un estudio realizado sobre las apreciaciones y gustos musicales de
a encuestas hechas a personas que se declaran de un cierto espectro político de izquierda-
centro-derecha, y en el cual da como resultado la tendencia de sectores de izquierda
prefieran algunos interpretes musicales sobre otros, y rechazan también figuras del ámbito
popular y que significan también o simbolizan algo:
“A modo de ejemplo, a un joven de izquierda no lo identificaremos por su
alta adhesión a novelistas como Pablo Neruda, obras de teatro como La
negra Ester, o su pasión por Víctor Jara. Sin embargo, podemos reconocerlo
por su distanciamiento con respecto a José Alfredo Fuentes, Cecilia Bolocco,
Los Huasos Quincheros e Iván Zamorano. Por tanto, el “no me gusta” puede
decir tanto de una persona como el “me gusta”.” (Gayo, M., 2010).
Desde este punto de vista teórico podríamos indicar que el Punk aparece como un “no me
gusta” general en el público juvenil y que caracteriza por una representación social que
simboliza una actitud irónica y burlesca de lo que representan las culturas hegemónicas.
Conclusión:
En el momento en que hablamos del Punk y su consumo, podemos concluir que él es un
movimiento que termina siendo un elemento diferenciador de una juventud que nacía en los
años sesenta con la influencia de los movimientos libertarios y revolucionarios de la época,
y que conformaban un espectro de jóvenes que conformaban una identidad que se
desprendía de los valores de la juventud tradicional, con una juventud que nace y se articula
posteriormente al golpe militar de 1973, en donde esta identidad que se conforma se
quiebra.
En esta perspectiva el Punk es un género musical que aparece en Chile proviniendo del
extranjero, desde una elite social que tiene los medios para trasladar dicha música desde
países como Inglaterra, Estados Unidos o Francia hasta Chile. Sin embargo, ya a mediados
de los años ochenta el Punk se esparce en los sectores sociales de la periferia, saliendo los
primeros grupos de esta índole junto a grupos como los New Wave, de los cuales eran
constantemente asimilados también comercialmente.
El consumo del Punk está marcado también por lo difícil que era gestionar un mercado
local de música punk, por las políticas represivas de la época, por lo que fue necesario
gestionar locales de manera secrete o clandestina, donde tenía acceso un sector
underground de la juventud. Es por esto también que el consumo de la música punk está
ligado a las lógicas del “hazlo tú mismo” y de reproducir también un discurso ideológico
que se declara en resistencia contra el sistema y el poder.
Este fenómeno tiene una influencia en la juventud, en la cual se incorporan los elementos
del punk bajo una actitud de rebeldía y confrontación, que propulsa las actividades que
buscan una liberación al sector juvenil.
Este género también se caracteriza por ser no solo una resistencia al poder político de turno,
sino que también se contrapone a la oposición tradicional de la izquierda, muchas veces
dando la impresión de ser jóvenes que no les importa el acontecer político, que se declaran
nihilistas y que no tienen un conciencia plena, sin embargo esto podría simplemente
explicarse porque su ideología trata de ser una vía que se diferencia de las demás posturas
tradicional, en síntesis el Punk vendría a significar para subjetividad de quien lo consume el
sentimiento de que si no sabes lo que quieres, también puedes describirte pensando en lo
que no quieres, siendo este género un manifiesto de la resistencia y la defensa del derecho
del individuo a diferenciarse a la sociedad en la que está inmerso.
Bibliografía:
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