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En lo que nos centramos es en el consumo del Punk, es decir como las subjetividades, cómo
el público consumidor de este género lo percibe en sí mismo. Ahora si nos enfocamos en el
análisis que hace Canclini de Bourdieu, que nos explica que la clase subalterna y
hegemónica se diferencian por su consumo de capital simbólico “la cultura de las distintas
clases se configuraría por la apropiación diferencial de un capital simbólico común, por las
maneras en que el consumo las incorpora a la reproducción social.” (Canclini G., 1984).
Podemos avanzar hacia una aproximación de como el consumo se vuelve un factor que
determina las relaciones sociales de los discursos de resistencia encontrados en el Punk.
Según Canclini:
Por otra parte, el concepto de “habitus” y “campo”, nos ayuda a entender cómo al Punk
como parte de un campo social cultural dentro de una estructura social que a la vez está
estructurado por algo llamado el “habitus” que son “sistemas de disposiciones duraderas y
transferibles, estructuras estructurantes” (Gutierrez, 2010) o “espacios de juego
históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento
propias” (Gutierrez, 2010). Además, Canclini señala que:
"el habitus" generado por las estructuras objetivas, genera a su vez las
prácticas individuales, da a la conducta esquemas básicos de percepción,
pensa miento y acción. Por ser "sistemas de disposiciones durables y
transponibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como
estructuras estructurantes", el habitus sistematiza el conjunto de las prácticas
de cada persona y cada grupo, garantiza su coherencia con el desarrollo
social más que cualquier condicionamiento ejercido por campañas
publicitarias o políticas.” (Canclini G., 1984)
De acuerdo a esto también podemos comprender que como la posición de la cual surge el
Punk es un factor a tomar en cuenta a la hora de ver una diferencia entre el sector social que
impone el género y quienes lo consumen. Pues, a pesar de que el Punk haya llegado
primero a un sector más o menos privilegiado de la sociedad; los estudiantes universitarios
de fines de los años setenta, se puede notar que muchos de los componentes del discurso
que se puede encontrar en sus canciones, se posicionan en un discurso muchas veces
apolítico y crítico tanto de la hegemonía cultural junto al sistema cómo también del sector
social que componía la oposición. Esto podría estar originado en la capacidad de este sector
para apropiarse del capital cultural y reproducirlo, a pesar de que el sentido cultural del
Punk no demuestra en su cultura una exclusividad social, sino que más bien sus temáticas
se ven más representadas por el polo marginal de la sociedad, podemos encontrar algunos
puntos comparables con la realidad en el texto “Punkys y New Waves en dictadura:
rearticulación y resistencia de las culturas juveniles de Chile” de Benitez, L., Gonzales, Y.
y Senn D., en el cual muestran el relato de una persona Punk de la epoca:
“En general todos éramos de clase media, clase media alta, no era nadie de la pobla
[barrios populares]. Aunque tal vez había y no los conocíamos, [porque] nosotros
éramos de la universidad. Yo era más new wave, pero había varios que la picaban
pa’ los dos lados, new wave y punk. Todo onda contracultura, eso era lo que había
en común (C. M., 2013).” (Benitez, L., Gonzales, Y. y Senn D., 2016)
“Entre 1978 y 1981, Clotario Blest junto a otras entidades que trabajaban por los
derechos humanos y sindicales, comienzan a organizar manifestaciones públicas a
través de homenajes y conmemoraciones (..) aparece entre los jóvenes que asistían,
un pequeño grupo de personas que presentaban señas Punk. Se trataba de una
propuesta estética diferente a la de jóvenes “lanas o artesas” habituales; eran
personajes impregnados con lo “punk” y la “New Wave” que ocurría principalmente
en Europa. Asumidos como Punks, vestían de negro, botas, camisas pintarrajeadas
por ellos mismos y gustos musicales como los Sex Pistols, The Clash, The Police,
entre otros, como nos relata Oscar Ortiz. Algunos de estos jóvenes – como nos
señala el historiador – eran hijos de exiliados que por ese entonces regresaban desde
países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos.” (Castro, C. ,2004).
De manera que el “habitus” que existe en el Punk proviene de una estructura de las clases
hegemónicas, sin embargo, llega a Chile y posteriormente también alcanza el mercado
simbólico de la clase obrera y comienza a ser consumido por esta en donde veremos que es
este factor el que compone una resistencia, ya que el Punk es una contracultura que busca
independizarse del sentido de cultura hegemónica y subalterna como una tercera vía que en
Chile significa políticamente ir más allá de la derecha y la militancia política en la
izquierda.
Así también es necesario revisar las lógicas de consumo del Punk directamente
relacionadas con su producción a pesar de que la producción no sea nuestro tema central,
sino el consumo, ya que el tema de la “autogestión” es parte esencial de la distribución del
material, ya que el consumo nace de esta distribución que también es algo que simboliza
una forma de lucha siendo los mismos productores, consumidores y dueños de sus medios
de producción:
Esto mismo se replicaría también en la escena Chilena Canales Cabrera también hace
mención de esto con la propulsión del sello Masapunk:
Podemos ver entonces a esta subcultura que genera fuertes estructuras cargadas de
simbologías políticas o apolíticas, que influyen los espacios o campos sociales de la cultura
sobre las juventudes de la época y la invitan a adentrarse a crear sus propios espacios de
consumo cultural. Es en este enfoque en que el Punk termina siendo no solamente un
desgarrador grito contra la represión, sino que también una alternativa para una lucha
contra el poder con una praxis alternativa.
Actitud
El Punk es un estilo caracterizado por la “actitud” como se le llama en la subcultura de la
escena, es un conjunto de valores o antivalores que conforman la praxis de la juventud
adyacente a este movimiento en el cual se ve claramente su disidencia en contra de la
autoridad como un estandarte y el resistirse a toda dominación, es la cultura de no ser,
negarse a sí mismo y a todo lo demás, yendo en un camino de nihilismo y autodestrucción,
aburrido del orden establecido y que se manifiesta en sus comportamientos y expresiones
simbólicas, otro de los relatos que nos muestra es:
“Era bastante irónica nuestra posición, porque a pesar de que teníamos plena
conciencia de que estábamos en dictadura y que estábamos haciendo una
huevada [cuestión] complicada, era como hincharle las pelotas a Pinochet,
decirle: tú no existes, ¿cuál dictadura?, ¿de qué represión me hablái? Me da
lo mismo, yo hago la fiesta igual. Y ahí las hacíamos de toque a toque [de
queda], había una suerte de licencia y libertad contra toda la represión que
había (C. M., 2013).” (Benitez, L., Gonzales, Y. y Senn D., 2016)
Si vemos esto desde el punto de vista de la percepción que hay desde los consumidores del
Punk, podemos ver que claramente existe una tendencia a no solo consumir, sino que
también de poner en práctica el discurso encontrado en lo que están consumiendo, esto se
incorpora en el habitus del público y se va reproduciendo simbólicamente en su actuar,
funcionando también como una estructura estructurante que menciona Bourdieu.
Podría decirse también que ser “Punki” es un acto que toma tintes políticos, ya que el
cuerpo es ocupado como una forma de resistencia, encontrando en el carretear o divertirse
una variante diferente de contracultura a lo establecido basado en la expresión, el arte y la
libertad, en contra de la represión de la dictadura militar. Lo que sin lugar a dudas traía sus
repercusiones sobre el ojo vigilante de la opinión pública y los medios de comunicación de
la época:
Gayo, M. (2010). La estructuración política del gusto1. Encuesta Nacional UDP, 89-97.
García Canclini, Néstor. “Gramsci con Bourdieu. Hegemonía, consumo y nuevas formas de
organización popular”. Nueva Sociedad 71, 1984: 69-78.
González, Y. (2010). " Sumar Y no ser sumados": Culturas juveniles revolucionarias. Mayo
de 1968 Y diversificación identitaria en chile. Alpha (Osorno), (30), 111-128.