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EN LO PRINCIPAL : Querella.

PRIMER OTROSÍ : Legitimación activa.


SEGUNDO OTROSÍ : Notificaciones.
TERCER OTROSÍ : Diligencias.
CUARTO OTROSÍ : Acompaña documentos.
QUINTO OTROSÍ : Patrocinio y poder.

JUZGADO DE GARANTÍA DE CHILLÁN

DANIEL CONCHA GAMBOA, trabajador social, cédula nacional de


identidad N° 11.616.265-2, mandatario judicial de SERGIO MICCO AGUAYO,
abogado, Director del Instituto Nacional de Derechos Humanos, cédula nacional
de identidad N° 8.384.513-9, actuando en representación del INSTITUTO
NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS, RUT N° 65.028.707-K,
corporación autónoma de derecho público, con domicilio en calle Arturo Prat N°
430, oficina 22, Chillán, a US. respetuosamente digo:

Que, de conformidad con lo establecido en los artículos 111 y siguientes del


Código Procesal Penal y lo dispuesto en la Ley N° 20.405, que crea el Instituto
Nacional de Derechos Humanos, fundamentalmente lo señalado en los artículos 2°
inciso 1 y 3° N° 5° de dicha ley, en mi calidad de mandatario judicial del Director del
Instituto Nacional de Derechos Humanos, vengo en deducir querella criminal en
contra de todos aquellos que resulten responsables, en calidad de autores, cómplices
o encubridores por el delito consumado de vejación injusta o abusos contra
particulares, previsto y sancionado en el artículo 255 del Código Penal, cometido en
perjuicio de ROSA DEL PILAR SALAZAR ÁVILA, de 55 años de edad, cédula
nacional de identidad N° 10.530.990-2; y de CAMILA BELÉN DEL POZO
SALAZAR, de 32 años de edad, cédula nacional de identidad N° 16.735.398-3,

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domiciliadas para estos efectos en calle Arturo Prat N° 430, oficina 22, Chillán, de
acuerdo a los siguientes antecedentes de hecho y de derecho que a continuación
expongo:

I- EN CUANTO A LOS HECHOS.

La ofendida ROSA SALAZAR ÁVILA señala que el 17 de febrero de 2021,


siendo alrededor de las 10:15 horas, mientras se encontraba en su domicilio situado en
calle Carrera N° 1094, en la comuna de Chillán, en compañía de su hija, CAMILA DEL
POZO SALAZAR, también víctima, llegaron al lugar funcionarios de la PDI quienes
la conminaron requiriéndole autorización para ingresar a su morada puesto que habían
recibido una denuncia anónima que indicaba que en dicho sitio se traficaba con drogas,
ante lo cual en principio se negó exigiendo una autorización judicial para ello, la que
nunca llegó, accediendo finalmente a la diligencia debido a las presiones de las que habría
sido objeto por parte de los agentes.
Así, mientras se desarrollaba el allanamiento, y habiéndose efectivamente
encontrado plantas de marihuana al interior del inmueble, la afectada Rosa Salazar les
habría indicado a los policías que dichas matas las mantenía para su uso medicinal, así
como para el de Camila del Pozo, por padecer ella fibromialgia y su hija epilepsia y
discapacidad física y cognitiva, debido a una asfixia producida en el parto, exhibiéndoles
además a los allanadores sendas recetas médicas de 26 de enero de 2021 extendidas por
el médico Pablo Velásquez Pelech de la Fundación Daya Chillán, de quien son pacientes,
que les prescribía usar cannabis, siendo en dicho preciso momento que los policías
comenzaron a denigrarla mediante comentarios agresivos y descalificatorios, como
“…tu enfermedad (fibromialgia) no existe, es un invento de la Fundación Daya…”; y “…ya, dónde
tienes la droga, entrega los paquetitos…”, haciéndola figurar como traficante de drogas delante
de su hija, la también víctima, poniendo así en duda las patologías de ambas y
consecuentes tratamientos terapéuticos, no obstante que en el despliegue del
procedimiento no se encontró ninguna evidencia adicional que hiciera suponer algún
posible tráfico ilícito drogas en el domicilio.
Luego, continúa añadiendo Rosa Salazar, no obstante la exhibición de las recetas
médicas que efectuó y la inexistencia de evidencias de tráfico prohibido de
estupefacientes en el lugar, los policías decidieron igualmente proceder a detenerla a,
quienes, según enfatiza, les habría pedido que no lo hicieran o que, al menos, retrasaran
2
su traslado al cuartel para permitirle contactar a una persona de confianza y capacitada
para quedarse al cuidado de su hija, Camila del Pozo, pues ésta necesitaba atenciones
permanentes de otro, para, por ejemplo, alimentarla y cambiarle los pañales que usaba,
cuestión a la que no accedieron llevándosela del sitio, quedando finalmente su hija, por
largas horas, al cuidado de un vecino que circunstancialmente observaba desde la calle
lo que acontecía, quien no poseía los conocimientos ni las destrezas necesarias para
hacerlo, y por ser, además, de la cuarta edad.
Luego, tras llegar al recinto policial, Rosa Salazar manifiesta que inmediatamente
fue esposada, cuestión que la llevó a sufrir una descompensación por la angustia que
padecía, especialmente porque su hija Camila del Pozo, persona con discapacidad, había
quedado prácticamente en el abandono en su domicilio, crisis que habría sido ignorada
por los agentes, quienes le negaron atención.
Finalmente, Rosa Salazar expresa que luego de permanecer más de cinco horas
detenida en el recinto policial, fue liberada producto de la intervención de profesionales
de la Fundación Daya, motivo por el cual pudo regresar a su hogar, sin que su detención
haya sido controlada por un Juez de la República y sin que su caso, luego de transcurrido
un tiempo prolongado, haya sido aún judicializado.

II- EN CUANTO AL DERECHO.

1- Tipo penal de vejaciones injustas o abusos contra particulares.

Los hechos anteriormente descritos, limitados a las humillaciones ocasionadas a


las víctimas por el procedimiento policial, configuradas, entre otras, tanto por los
indebidos comentarios agresivos y descalificatorios de la policía hacia Rosa Salazar, así
como por el consecuente abandono de Camila del Pozo, persona con discapacidad, en
su domicilio, producto de la detención y traslado de su madre a un recinto policial,
quedando excluido así de este libelo lo concerniente a la legalidad o no de la entrada y
registro verificada en la morada de la ofendida, materia que no resulta posible abarcar a
través de este medio por no contar con habilitación legal para hacerlo, son constitutivos
del delito de abusos contra los particulares o vejaciones injustas, descrito en el artículo
255 del Código Penal. Al respecto, la citada norma prescribe que: “El empleado público
que, desempeñando un acto del servicio, cometiere cualquier vejación injusta contra las personas será
castigado con la pena de reclusión menor en su grado mínimo, salvo que el hecho sea constitutivo de un
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delito de mayor gravedad, caso en el cual se aplicará sólo la pena asignada por la ley a éste. Si la conducta
descrita en el inciso precedente se cometiere en contra de una persona menor de edad o en situación de
vulnerabilidad por discapacidad, enfermedad o vejez; o en contra de una persona que se encuentre bajo el
cuidado, custodia o control del empleado público, la pena se aumentará en un grado. No se considerarán
como vejaciones injustas las molestias o penalidades que sean consecuencia únicamente de sanciones
legales, o que sean inherentes o incidentales a éstas, ni las derivadas de un acto legítimo de autoridad”.

Respecto al sujeto activo, el artículo 255 del Código Penal exige que el delito sea
cometido por un funcionario público. Al efecto, en el presente caso se verifican acciones
ejecutadas por funcionarios públicos de la Policía de Investigaciones de Chile, órgano
perteneciente a la Administración del Estado, según lo dispuesto en la Ley Orgánica
Constitucional de Bases Generales de Administración del Estado, en sus artículos 1°, 2°
y 3°.
Por consiguiente, los funcionarios de la PDI estaban investidos de la especial
calidad exigida por este injusto, pues cumplían el ejercicio de sus funciones, las cuales
precisamente corresponden a una función pública.
En consecuencia, de acuerdo a la tipificación nacional, no se puede sino inferir
que en los hechos expuestos y fundantes de esta acción se reúnen todos los requisitos
exigidos por el artículo 255 del Código Penal. Efectivamente y, tal como se puede
apreciar claramente, la situación sufrida por las víctimas configura y realiza total e
íntegramente el tipo penal citado, esto es, las vejaciones injustas, pues los funcionarios
policiales actuaron al margen de la ley, especialmente en lo tocante al estatuto del inculpado
que le asegura recibir en todo momento un trato digno, no pudiendo ser sometido a
tortura, ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes, dado que el modo en que,
primero, fue tratada Rosa Salazar una vez iniciada la medida intrusiva de entrada y
registro, recibiendo inexactas y deliberadas imputaciones de autoría de tráfico ilícito de
drogas, puesto que los agentes las hicieron aún luego de haber tenido a la vista las
prescripciones médicas que la allanada les había entregado y que les recetaba a ella y a
su hija consumir marihuana con fines terapéuticos, cuestión que justificaba
preliminarmente el cultivo de cannabis encontrado en el domicilio, lo que debía acarrear
al menos, de manera consecuencial, un tratamiento diferente y condigno con la
posibilidad de estar en presencia de pacientes y no de presuntas malhechoras; y, segundo,
por haber sido sometida Camila del Pozo a un tratamiento igualmente indigno e
inhumano debido al abandono en que quedó luego de consumada la detención y traslado
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de su madre, pues la persona de ochenta años que accidentalmente quedó a su cargo
no reunía las cualidades adecuadas para atenderla, considerando que la afectada se
trataba de una persona con discapacidad, cuestiones todas éstas que finalmente
terminaron por vulnerar injustamente la integridad moral de ambas victimadas y que,
por lo demás, no estaban obligadas a soportarlas pues no derivaban de un acto legítimo
de autoridad.

2- Bien Jurídico protegido.

En la historia de la Ley Nº 20.968 se menciona como bien jurídico protegido el


correcto ejercicio de la función de quienes tienen la legitimidad para ejercer la fuerza; la
dignidad humana; la integridad personal; la libertad, la integridad moral, la seguridad
personal de los individuos y la confianza de la ciudadanía en el buen y normal
funcionamiento de la Administración; la integridad física o psíquica y sexual de la
persona y el correcto funcionamiento de la Administración; la dignidad y la
Administración pública1.
Conforme a lo dicho, el concreto bien jurídico protegido por el tipo penal del
artículo 255 del código del ramo, correspondería a la dignidad humana y a la recta
administración pública, cuyos conceptos abarcarían, en todo caso, el extenso abanico de
posibilidades que al respecto se contemplan en la génesis de la referida ley.

3- La Vejación Injusta como figura residual de “malos tratos”.

El delito de vejación injusta del artículo 255 del Código Penal, es una figura
residual de tratos crueles, inhumanos y degradantes, que resulta aplicable
exclusivamente a funcionarios públicos que realizan los verbos rectores o elementos
objetivos del tipo.

Por vejación injusta se ha entendido jurisprudencialmente lo siguiente: “…El


artículo 255 del Código Penal en la forma de vejación injusta en contra de personas, contempla los
siguientes requisitos:

https://www.bcn.cl/historiadelaley/fileadmin/file_ley/5879/HLD_5879_37a6259cc0c1dae299a7866489d
ff0bd .pdf
5
Que se realice una vejación injusta en otra persona;

Que tal acción se realice por un funcionario público;

Que tal acción se realice en el marco de sus funciones.

Que el primer requisito requiere previamente conceptualizar la vejación injusta. Según Labatut,
vejación es “cualquier maltrato, molestia, perjuicio o gravamen de que se haga víctima a una persona”,
lo que se condice con lo señalado por el Diccionario de la Real Academia que define el término “vejar”
como “maltratar, molestar, perseguir a alguien, perjudicarle o hacerle padecer.

En el lenguaje común la vejación no es cualquier maltrato o molestia, sino que es aquel que
ridiculiza; tiene cierto carácter humillante, de menosprecio, de menoscabo en la honra o dignidad del
que lo sufre. No es posible pretender que el derecho, y particularmente el derecho penal, pretenda
sancionar únicamente la molestia que se produce en la administración pública cada vez que se atiende
mal al usuario, sino en la medida en que tal molestia tiene un sentido infamante.

La expresión “injusta” permite excluir aquella molestia que es connatural al desempeño


funcionario apegado a su deber ser, legitimado por las normas que rigen su actuar. De modo que es
injusto el maltrato que no encuentra una justificación normativa. Así, el Carabinero que procede a un
control de identidad causa una molestia, pero si su actuación se justifica por la existencia de indicios
que permiten presumir que el sujeto sometido a esa acción ha participado en un delito, tal molestia no
puede ser calificada como injusta por cuanto el funcionario obró en el marco de sus atribuciones
establecidas legalmente2”.

De acuerdo con el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), un trato


degradante es aquel que “provoca en las víctimas un sentimiento de miedo, angustia e inferioridad
capaz de humillarlas y degradarlas y de romper su resistencia psíquica y moral3”.

Respecto de los tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes, el artículo


16(1) de la Convención contra la Tortura (CAT) dispone que: “Todo Estado Parte se
comprometerá a prohibir en cualquier territorio bajo su jurisdicción otros actos que constituyan tratos
o penas crueles, inhumanos o degradantes y que no lleguen a ser tortura tal como se define en el artículo
1, cuando esos actos sean cometidos por un funcionario público u otra persona que actúe en el ejercicio
de funciones oficiales, o por instigación o con el consentimiento o la aquiescencia de tal funcionario o
persona4”. La Convención no define de forma explícita lo que debe entenderse por tratos

2 Sentencia de fecha 31 de diciembre de 2007, RIT N° 926-2006, RUC 0610003870-4, del 12° Juzgado de
Garantía de Santiago.
3 TEDH, “Irlanda c. El Reino Unido”, cit, párrafo 167.
4 Convención Contra la Tortura, cit., artículo 16.1.

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inhumanos, crueles o degradantes. Sin embargo, del texto del artículo 16.1 se infiere
claramente que la distinción se basa en el grado de intensidad del sufrimiento provocado
por el trato o castigo infligido.

Ni la Convención Americana ni la Convención Interamericana para Prevenir y


Sancionar la Tortura definen lo que debe entenderse por tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes. Estos tratados tampoco establecen el límite que separa a
estos comportamientos de los actos de tortura.

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a diferencia de lo


establecido por los órganos del Sistema Europeo que han basado la distinción en el
grado del sufrimiento provocado, la Convención Interamericana “no funda como criterio
para definir la tortura la intensidad o grado de sufrimiento físico o mental experimentado por la
víctima”. Expresa la Comisión, los artículos 2 y 3 de la Convención Interamericana
establecen los siguientes criterios para calificar un acto como tortura: a) debe tratarse
de un acto intencional o de un método; b) debe infligir a una persona penas o
sufrimientos físicos o mentales; c) debe tener un propósito; d) debe ser perpetrado
por un funcionario público o por una persona privada a instancias del primero. De
acuerdo con la Comisión, estos criterios le confieren cierto margen de
discrecionalidad “para evaluar si, en vista de su gravedad o intensidad, un hecho o práctica
constituye tortura o pena o trato inhumano o degradante”.

De este modo, “la calificación debe hacerse caso a caso, tomando en cuenta las peculiaridades
del mismo, la duración del sufrimiento, los efectos físicos y mentales sobre cada víctima específica y las
circunstancias personales de la víctima”.

3.1. La regulación de los tratos degradantes en el Derecho Internacional.

Toda la regulación internacional de la tortura y los tratos crueles, inhumanos o


degradantes giran en torno a su prohibición absoluta consagrada de manera unánime
en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.

En el Sistema Universal de Protección de los Derechos Humanos, la


Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos establecen que ninguna persona será sometida a torturas, ni a penas
o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Del mismo modo, varios instrumentos regionales consagran el derecho a no ser


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sometidos a torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Entre ellos podemos
mencionar la Convención Americana de Derechos Humanos, la Carta Africana de
Derechos Humanos y de los pueblos y el Convenio para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales. Todos ellos contienen la prohibición
expresa y absoluta de la tortura y de tratos degradantes, no admitiendo justificación
alguna cualesquiera sean las circunstancias que se invoquen para justificarlos.

4- El derecho a la integridad personal frente a los tratos degradantes.

En los instrumentos internacionales de derechos humanos mencionados, se


prohíbe la tortura y las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes como una
vulneración al derecho a la integridad personal.

El artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece


que “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. La
Observación General N° 20 del Comité de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas, que reemplazó a la Observación General N° 7 sobre prohibición de la tortura
y los tratos o penas crueles, señala que la finalidad del artículo 7 del Pacto es proteger
la dignidad y la integridad física y mental de la persona, agregando: “El Estado Parte
tiene el deber de brindar a toda persona, mediante medidas legislativas y de otra índole, la protección
necesaria contra los actos prohibidos por el artículo 7, sean infligidos por personas que actúen en el
desempeño de sus funciones oficiales, al margen de dichas funciones o incluso a título privado”.

Como se puede apreciar, el Pacto no contiene definición alguna de los


conceptos que refiere. Sobre esto, el Comité ha sostenido que “no se considera necesario
establecer una lista de los actos prohibidos o establecer distinciones concretas entre las diferentes formas
de castigo o de trato; las distinciones dependen de la índole, el propósito y la severidad del trato
aplicado”.

Por su parte, en el Sistema Interamericano, el artículo 5 de la Convención


Americana de Derechos Humanos, establece que “1. Toda persona tiene derecho a que se
respete su integridad física, psíquica y moral. 2. Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o
tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano…”. Como se puede apreciar, el núcleo central
del artículo 5 comentado, estriba en la prohibición de la tortura y de las penas o tratos
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crueles, inhumanos o degradantes, sin perjuicio que esta norma tiene un alcance
mucho mayor al del artículo 7 del Pacto y del artículo 3 del Convenio Europeo. No
obstante, el artículo 5 tampoco define las conductas prohibidas ni entrega criterios
para poder distinguir una de otra. Lo más relevante de lo anterior, es que la conducta
es violatoria sea que atente contra la integridad física, psíquica y moral.

La Corte IDH ha sostenido que: “Por otra parte, la Convención Americana reconoce
expresamente el derecho a la integridad personal, bien jurídico cuya protección encierra la finalidad
principal de la prohibición imperativa de la tortura y penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”.

5- Obligación de investigar y sancionar por parte del Estado.

Los Estados al ratificar los instrumentos internacionales sobre Derechos


Humanos, se comprometen a observar dos obligaciones principales, la obligación de
respetar y la obligación de garantizar.

En palabras de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, “La primera


obligación asumida por los Estados Partes, en los términos del citado artículo, es la de "respetar los
derechos y libertades" reconocidos en la Convención. El ejercicio de la función pública tiene unos límites
que derivan de que los derechos humanos son atributos inherentes a la dignidad humana y, en
consecuencia, superiores al poder del Estado”.

En cuanto a la obligación de garantizar, “(…) implica el deber de los Estados Partes


de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales
se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente
el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos. Como consecuencia de esta obligación los Estados
deben prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la Convención y
procurar, además, el restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación
de los daños producidos por la violación de los derechos humanos”.

Específicamente, la obligación de investigar implica, “una obligación de medio y no


de resultado, que debe ser asumida por el Estado como un deber jurídico propio y no como una simple
formalidad condenada de antemano a ser infructuosa. La obligación del Estado de investigar debe
cumplirse diligentemente para evitar la impunidad y que este tipo de hechos vuelvan a repetirse. En
este sentido, la Corte recuerda que la impunidad fomenta la repetición de las violaciones de derechos
humanos”.
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6- Situación especial de la víctima Camila del Pozo Salazar.

La condición de la víctima, quien padece discapacidad física e intelectual, la


coloca en una situación especialmente vulnerable, debiendo los órganos públicos
entonces, incluyendo a las policías, sujetar su accionar en conformidad no sólo a las
normas internas en la materia, sino, sobre todo, a las de orden internacional, destacando
entre ellas la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas
con Discapacidad, cuyo artículo 15 dispone:

“Protección contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes

1. Ninguna persona será sometida a tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.
En particular, nadie será sometido a experimentos médicos o científicos sin su libre consentimiento.

2. Los Estados Partes tomarán todas las medidas de carácter legislativo, administrativo, judicial o
de otra índole que sean efectivas para evitar que las personas con discapacidad, en igualdad de condiciones
con las demás, sean sometidas a torturas u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”.

En dicho sentido, queda en evidencia que el comportamiento de la policía se


apartó de la exigencia convencional en la materia, por cuanto no evitó dispensarle un
tratamiento denigrante, pudiéndolo haber impedido, toda vez que, en lo sustancial, no
le permitió a su madre, también ofendida, coordinar lo debido para su cuidado,
debiendo quedar finalmente, casi por casualidad, asistida por un extraño que no poseía
las competencias necesarias para hacerlo, habilidades que, desde luego, se requerían
tener perentoriamente por el cuidador, las que resultaban fundamentales para asegurar
un bienestar digno a la afectada dada su condición.

POR TANTO, de conformidad con lo establecido por los artículos 12, 53, 111,
112, 113 y 172 de nuestro Código Procesal Penal y demás normas legales atingentes, A
SS. SOLICITO se sirva tener por deducida querella criminal en contra de todos
aquellos que resulten responsables, en calidad de autores, cómplices o encubridores por
el delito consumado de vejación injusta o abusos contra particulares, previsto y

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sancionado en el artículo 255 del Código Penal, cometido en perjuicio de ROSA DEL
PILAR SALAZAR ÁVILA y CAMILA BELÉN DEL POZO SALAZAR, ya
individualizadas, acogerla a tramitación, teniendo a las víctimas indicadas como
intervinientes en el procedimiento, para los efectos de ejercer en su oportunidad los
derechos que confiere la ley, y remitirla al Ministerio Público, a fin de que este
organismo, a través de la fiscalía correspondiente, una vez concluida la investigación,
acuse a los responsables y éstos sean condenados a las penas contempladas por la ley,
las que serán solicitadas en la oportunidad procesal correspondiente.

PRIMER OTROSÍ: Sírvase S.S. tener presente que el artículo 2º de la Ley N° 20.405,
que crea el Instituto Nacional de Derechos Humanos, dispone que “El Instituto tiene
por objeto la promoción y protección de los derechos humanos de las personas que
habiten en el territorio de Chile, establecidos en las normas constitucionales y legales;
en los tratados internacionales suscritos y ratificados por Chile y que se encuentran
vigentes, así como los emanados de los principios generales del derecho, reconocidos
por la comunidad internacional.” Para cumplir con este objetivo, el INDH tendrá, entre
otras facultades, las siguientes señaladas en el artículo 3° de la ley:
Comunicar al Gobierno y a los distintos órganos del Estado que estime convenientes,
su opinión respecto de las situaciones relativas a los derechos humanos que ocurran en
cualquier parte del país; y promover que las prácticas nacionales se armonicen con los
tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Chile y que se encuentren
vigentes, a fin que su aplicación sea efectiva.
Asimismo, según lo estipulado en el Artículo 3° N° 5.- Le corresponderá especialmente
al Instituto:
Deducir acciones legales ante los tribunales de justicia, en el ámbito de su competencia.
En ejercicio de esta atribución, además de deducir querella respecto de hechos que
revistan carácter de crímenes de genocidio, de lesa humanidad o de guerra, tortura,
desaparición forzada de personas, tráfico ilícito de migrantes o trata de personas, podrá
deducir los recursos de protección y amparo consagrados respectivamente en los
artículos 20 y 21 de la Constitución, en el ámbito de su competencia.
Según el artículo 4° de la citada ley, para cumplir sus atribuciones, el INDH podrá
obtener todas las informaciones y documentos necesarios para el examen de las
situaciones comprendidas en el ámbito de su competencia.
Por lo tanto, la legitimación activa para comparecer en calidad de interviniente, está dada
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por la ley 20.405 que crea el Instituto Nacional de Derechos Humanos que tiene por
objeto la promoción y protección de los Derechos Humanos, y que en su artículo 3 N°
5 la faculta para deducir acciones legales ante los tribunales de justicia en el ámbito de
su competencia.

SEGUNDO OTROSÍ: Sírvase S.S. tener presente que, conforme lo disponen los
artículos 22, 23 y 31 del Código Procesal Penal, este interviniente propone que todas las
resoluciones judiciales, actuaciones y diligencias del ministerio público sean notificadas
vía correo electrónico a las casillas: dconcha@indh.cl, chillan@indh.cl,
gpenailillo@indh.cl y lmatus@indh.cl, por ser ésta vía suficientemente eficaz y no causar
indefensión. Fono 2 2887 8670.

TERCER OTROSÍ: Sírvase SS., tener presente que desde ya y de conformidad con la
letra e) del artículo 113 en relación con el artículo 183 ambos del Código Procesal Penal,
solicito al señor Fiscal Adjunto del Ministerio Público, la realización de las siguientes
diligencias:

1. Se practiquen todas aquellas diligencias para la investigación establecidas en


el Oficio de la Fiscalía Nacional N° 037/2019, de 15 de enero, el cual imparte
criterios de actuación en delitos de violencia institucional, incluyendo el delito
por el cual se dedujo la presente querella.

2. Se ordene citar y tomar declaración ante la Fiscalía Local del Ministerio


Público, de conformidad con el artículo 190 del Código Procesal Penal, a las
víctimas, con N°s telefónicos +56999645432, +56999645432, y correo
electrónico rosydelpilar2016@gmail.com

3. Se fije fotográficamente el lugar en el cual sucedieron los hechos relatados en


la presente querella.

4. Se despache orden de investigar al Departamento V de la Policía de


Investigaciones de Chile (PDI) para que determine la identidad de los

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presuntos autores y partícipes y consigne sus declaraciones en calidad de
imputados, previa lectura de sus derechos.

5. Se ordene citar y tomar declaración ante la Fiscalía Local del Ministerio


Público, en calidad de testigo, a Pablo Alberto Velásquez Pelech, médico
tratante de las víctimas de la Fundación Daya Chillán, con domicilio en calle
18 de Septiembre N° 1160, Chillán, teléfono 42 2 509730.

CUARTO OTROSÍ: Solicito a US. tener por acompañados los siguientes documentos:

-Copia del Mandato Judicial para actuar por el Director del Instituto Nacional de
Derechos Humanos, Don Sergio Micco Aguayo, Repertorio N° 5009-2019 de 27 de
noviembre, de la 15ª Notaria de Santiago. En este documento consta la personería del
querellante para actuar por el INDH.

-Dos recetas médicas de 26 de enero de 2021 despachadas por el Dr. Pablo Alberto
Velásquez Pelech, relativas a las pacientes víctimas en este libelo.

QUINTO OTROSÍ: Solicito a US. se sirva tener presente que confiero patrocinio y
otorgo poder al abogado regional de la Sede Ñuble del Instituto Nacional de Derechos
Humanos, GUSTAVO PEÑAILILLO LECHUGA, cédula de identidad N°
12.486.123-3, de mí mismo domicilio, concediéndole expresamente y mediante este
acto, todas las facultades de actuación establecidas en el artículo 7º del Código de
Procedimiento Civil, las cuales doy por enteramente reproducidas para todos los efectos
legales, suscribiendo ambos el presente escrito en señal de aceptación del mandato
judicial consentido.

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