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VII CONFERENCIA INTERNACIONAL DE HISTORIA DE LOS CONCEPTOS


PONENCIA: «EPISTEME POST-MODERNA»:
MÉTODO RETÓRICO-HERMENÉUTICO Y DISCURSO HISTÓRICO-POLÍTICO
AUTOR: RUBÉN DARÍO SALAS
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo quiere ser una contribución a este evento desde una perspectiva estrictamente epistemológica.
Nos ubicamos en el marco del «giro lingüístico» (desde el ángulo del análisis del discurso), a través de la reflexión sobre
un método que denominamos retórico-hermenéutico. Nos proponemos explicarlo y señalar las ventajas que entendemos
ofrece para un abordaje menos impresionista del discurso histórico; discurso entendido como relato1 según la antigua
tradición que veía a la historia como el reino del «había una vez»2, vertido en el marco del tiempo verbal, Pretérito Imper-
fecto, que psicológicamente, primero y, gramaticalmente, luego, aparecía como el que mejor traducía el acontecer de las
historias (historiae): se trata de esa “visión del pasado analítica, descriptiva, explicativa 3“.
Entendemos que la aplicación del método retórico-hermenéutico resultaría valioso para el estudioso de la historia de
los conceptos. El método le impone caracterizar la episteme (regularidades del saber imperantes en una dilatada instancia
temporal4) donde los conceptos circulan y, dentro de ese encuadre, trazar el campo semántico de la palabra que se busca
conceptualizar5. La tarea supone para el historiador de los conceptos estudiar el «juego de lenguaje» que propone el texto
y, dentro de él, capturar el sentido que «episteme», época y autor otorgaron a determinada voz, pero recordando que sólo
aprehendiendo «episteme» podrá encontrar el sentido de los enunciados históricos in toto.
Volcamos aquí los resultados de un trabajo de campo, sometido al análisis retórico y su correspondiente interpreta -
ción, vinculado con la discursividad post-moderna hegemónica: en suma, trazamos un perfil de la «episteme post-mo-
derna». El trabajo concluye con el análisis de dos muestras que exhiben la técnica del proceder retórico, ofreciendo los
resultados del análisis gramatical de superficie (oracional) y, en base a sus huellas (deixis), proponiendo cautelosamente
un esbozo de su «estructura profunda» (proposicional). Decimos cautelosamente, porque la gramaticidad post-moderna
dominante ignora cualquier referencialidad de la «estructura de superficie» respecto de «estructura profunda» 6 alguna.
Socializadas las generaciones auténticamente post-modernas en términos de lenguaje instrumental, el historiador-herme-
neuta deberá precaverse admitiendo que su estructura cognitiva lo compele a operar con automatismos lingüísticos.
Para definir el perfil del «discurso-tipo» de la Post-Modernidad hegemónica hemos actuado contrastivamente, to-
mando como referente el discurso-tipo del Clasicismo ilustrado (siglo XVIII), aquél que llevara hasta sus últimas conse-
cuencias el modelo discursivo lanzado al mundo en el siglo XVII desde la tierra clásica de la educación gramatical y de
la disciplina idiomática (Francia), modelo discursivo indicado para quien pretenda comenzar a develar los enigmas que
encierra nuestro suelo epistémico.
Se ha preferido plantear un análisis sumario a través de dos fragmentos textuales, pues de manera extensa y sobre un
relato completo, aunque referido al discurso del Clasicismo ilustrado, se ha ofrecido una versión en el V Congreso Inter-
nacional de Historia de los Conceptos. Hemos entendido pertinente conceder un espacio menor al estudio de las mues-
tras y uno mayor al perfil epistémico y a los aspectos metódicos.

1
Karl VOSSLER, Filosofía del Lenguaje, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Patronato Menéndez y
Pelayo. Instituto Antonio de Nebrija), 1940, pp. 45-47; Hayden WHITE, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y
representación histórica, Barcelona Paidós, 1992, pp. 17-39.
2
Cf. Umberto ECO, Sei passeggiate nei boschi narrativi, Milano, Bompiani, 1994, pp. 15-s..
3
K. VOSSLER, op. cit., p. 50.
4
Cf. Michel FOUCAULT, La Arqueología del saber, México, Siglo XXI, 1970, pp. 322-s; 335-s..
5
Reinhart KOSELLECK, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos («Historia conceptual e Historia
social»), Barcelona, Paidós, 1993, p. 116.
6
Cf. Noam CHOMSKY, Lingüística cartesiana. Un capítulo de la historia del pensamiento racionalista, Madrid, Gredos
(Biblioteca Románica Hispánica), 1984, pp. 76-110.
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I. NOTAS DISTINTIVAS DEL DISCURSO HEGEMÓNICO DE LA POST-MODERNIDAD

 Carácter elíptico. Esto es abundan los «silencios», producto del sincretismo lingüístico que dota a las palabras de
un campo semántico del más variado alcance, a veces, contrapuesto, tal el caso de «universales colectivos» como demo-
cracia, libertad, derechos humanos, pueblo. Carácter elíptico guarda, y sirva sólo como un ejemplo, buena parte del
Tratado de la Unión Europea donde lo mentado imposibilita que se lo desentrañe (“DETERMINADO a promover el
progreso económico y social para su pueblo, en el contexto de los logros del mercado interno y de cohesión reforzada y
protección del ambiente, y para implementar políticas que aseguren que el avance en la integración económica esté
acompañado por el progreso paralelo en otros campos.”7)
 Plebeyización discursiva, entendida la voz como intoxicación y engaño.8
 Pauperización lingüística o su contrario, traducida en la invención de palabras-objeto de significado vacuo, en el
empleo de voces extraídas de las Ciencias duras con su consiguiente deriva semántica en la continua resemantización 9.
 Incorporación en las lenguas nativas de innúmeros préstamos lingüísticos, derivados de la lengua inglesa
americana.10
 Marginación del «tú» del discurso. La Retórica pierde el carácter aristotélico de arte de la persuasión y deviene
en arte de la imposición argumental, característica de una «episteme» caracterizada por la omnipotencia antropológica.
 Asimetría entre la «estructura de superficie» de la lengua (orden oracional) y su «estructura profunda» (orden
proposicional). En otras palabras: el sujeto empírico hablante/escritor emplea el lenguaje como herramienta o útil sin
atender al matiz que guardan las palabras ni a su construcción lógica
 Se advierte esta modalidad en los denominados «giros» «lingüísticos» o «críticos» de la historiografía, donde el
texto adopta tal hermetismo que, ni aún aquellos historiadores que comparten iguales inquietudes metódicas, consiguen
decodificarlo adecuadamente11. Es correlato del «vacuo existencial» imperante.
 Abundancia de referencias tomadas de la Etnografía, la Filosofía, Psicología, Lingüística como forma de seducir
a su colega/oponente, sin que se precise el alcance del vocabulario implantado. El mismo, por su irrelevancia, destruye
cualquier “juego de lenguaje”12, y no logra, porque no lo pretende su enunciante, dotar de interdisciplinariedad al escrito,
pues se trata de yuxtaposición de conocimientos.
 El carácter hermético del texto se vincula con la ausencia de lateralidad, esto es, con la imposibilidad de
reconocer al «tú» del discurso.
 Dominio del “«monólogo colectivo»13”, lo cual supone una limitación de las funciones superiores del
conocimiento. Recordemos que el lenguaje expresa al pensamiento y éste se alimenta de aquél que, en parte, es construc-
ción autónoma del cerebro por obra de lo asimilado en el entorno familiar y, en parte, es producto cultural. El lenguaje
está condicionado biológicamente (“sustentado por una infraestructura neuronal especializada 14”) a convivir con el «pen-
sar».
7
K. VOSSLER, op. cit., pp.138-s..
8
Perry ANDERSON, Los orígenes de la posmodernidad, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 153.
9
Emilio LLEDÓ, Lenguaje e Historia («El horizonte de las formas simbólicas»), Barcelona, Ariel, 1978, p. 17.
10
E. CASSIRER, Filosofía... I. El Lenguaje, p. 293.
11
Martin JAY, Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la crítica cultural, Buenos Aires, Paidós, 2003, pp. 306-s..
12
"Llamaré «juego de lenguaje» al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido"(Ludwig
WITTGENSTEIN, Investigaciones filosóficas [1958]. Barcelona, Altaya (Colecc. «Grandes Obras del Pensamiento Contemporáneo»),
1999, «Parte I», § 7, p. 25). Esta obra corresponde al "último Wittgenstein" (se identifica con el «giro historicista»). El "primer
Wittgenstein" aparece en el Tractatus logico-philosophicus —Positivismo lógico o Neopositivismo—(Cf. Javier ECHEVERRÍA,
Introducción a la metodología de la ciencia. La Filosofía de la Ciencia en el siglo XX, Madrid, Cátedra, 1999, pp. 18 y 40).
13
Jean PIAGET, Seis estudios de Psicología, Barcelona, Seix Barral, 1968, p. 36.
14
William H. CALVIN y Derek BICKERTON, Lingua ex Machina. La conciliación de las teorías de Darwin y Chomsky
sobre el cerebro humano, Barcelona, Gedisa, 2001, p. 241.
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 Animización de formas lingüísticas, ajena a cualquier intencionalidad «meditativa» del lenguaje, en la línea
planteada por Orwell en 1984 (nos referimos al “Neohabla”)
 Dominio del «quizá», «tal vez» y formas condicionales (paradigma: «si»), no como duda ontológica sino en
calidad de retirada estratégica o encubrimiento ante posibles objeciones.
 Dominio de la violencia simbólica a través del empleo del Modo Indicativo, Infinitivo e Imperativo (referencia a
aspectos pretéritos, presentes, futuros) apropiados para circular en un contextos requerido de expresiones primarias y sin
matices, todo articulado y vertido en oraciones doblemente breves, estructural y conceptualmente.
 Discurso televisual que se despliega en una «maquinaria de imágenes».
 Abundancia de voces reductivas (no abstractas), o sea de «síntesis fabricadas» 15, que nada tienen que ver con las
«síntesis objetivas», planteadas por Kant. Las síntesis kantianas quieren ser el ordenamiento del pensamiento analítico
tomando todas las notas relevantes del análisis. La «síntesis fabricada» deviene de entender al lenguaje como servomeca-
nismo. Adopta algún elemento de la instancia analítica para componer el denominado «paquete» textual. Se trata de ex -
presiones sintéticas que, lejos de generalizar, reducen conceptualmente al objeto; lejos de tomar del tejido cultural las
notas que se estiman más relevantes, sólo extraen algunas que aluden al objeto que designan, sin prestar demasiado cui -
dado por la calidad representativa que la palabra hace de éste; así se explica tanto la abundancia léxica como la consi -
guiente fugacidad de palabras y expresiones.
 La Post-Modernidad temprana del discurso hegemónico nos enfrenta decididamente con la fragmentación de la
mathesis universalis y las palabras comienzan a vagar sin rumbo (el pensamiento vaga sin rumbo); surge una Babel de
voces y expresiones que aparecen y desaparecen sin que los humanos experimentemos conmoción alguna. El lenguaje
(pensamiento) prolífico, reflexivo y perspicuo devino lenguaje (pensamiento) estéril, banal y oscuro. Desde un orden ló-
gico relacional se arribó al simple carácter funcional del lenguaje, del pensamiento, de la «visión del mundo». Este con -
cepto instrumental que recorre un vasto campo de la Filosofía del Lenguaje delata el divorcio existente entre la faz mate-
rial del discurso y su faz emocional, espiritual.
 ¿Cuándo el discurso será originalmente post-moderno? Cuando su autor no haya vivido signo alguno de
Modernidad. La generación actual, que con poco más de treinta años se encuentra ya en tareas de gestión política y aca -
démica, está contribuyendo a erigir —está ya consolidando— esa realidad en términos estrictamente post-modernos. Su
discurso es la argamasa construida con y desde distintos materiales virtuales: de la televisión en color al ordenador co-
nectado a la televisión y cuya acción comunicativa se plantea horizontalmente (no históricamente en tanto no opera en un
específico tiempo y espacio), a través de «redes», en lenguajes icónicos de distinto nivel de complejidad.
Si el lenguaje es espejo del pensamiento, el texto post-moderno puede verse como un «paquete» dentro del cual mu -
chas de las palabras-objeto no son percibidas como propias, pues ni siquiera son registradas en la conciencia. 16 ¿Acaso el
ordenador no lo es de palabras que se «pegan» en un lugar u otro según un impulso mecánico producido por una «ma -
quinaria neuronal» adiestrada para estos quehaceres? ¿No nos impone esta innovación tecnológica una distancia defini-
tiva con la ontología de la palabra, con la que perdimos contacto emocional y físico? El ordenador exhibe el texto a tra-
vés de la pantalla de un monitor y así a manera de grafismo es concebido por nuestra «episteme», dado que ésta cons -
truyó su «mundo» introduciendo una ruptura entre el «pensar meditativo» y el lenguaje. Ahora bien, al hacerlo, rompió el
significado propio del «pensar», convertido en «manipulable», a la vez que fragmentó la estructura lógica del lenguaje.
¿Disponemos de un léxico específicamente post-moderno?. Más allá de la resemantización de muchas palabras, la
Post-Modernidad adopta como eje lingüístico los códigos de la tecno-ciencia y de la economía, de igual forma que la
centuria ilustrada lo había hecho en términos de Naturaleza. Pero, fundamentalmente, y se trata del aspecto revoluciona-
15
M. FOUCAULT, La Arqueología..., p 35.
16
Cf. V. SHKLOVSKI, «El arte como artificio» [1917] (págs. 7-28). EN: Antología del Formalismo ruso, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina (Colecc. «Biblioteca Básica Universal»), 1971, p. 13.
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rio, se dispone de un auténtico léxico post-moderno vinculado a los ordenadores y a los sistemas de comunicación en red
que conforman el alfabeto post-moderno. Se entiende, a partir de la Post-Modernidad temprana, que un humano podrá
decirse alfabetizado en tanto domine el lenguaje informático.17
¿Cuándo nos encontramos de lleno ante una nueva «episteme»? Cuando en el momento final de la oscilación epis-
témica queda ya diseñado el nuevo orden de saber.

II. EL MÉTODO RETÓRICO-HERMENÉUTICO


1. La relevancia metódica: Método riguroso para acceder a un acercamiento menos borroso de una realidad que, si de
códigos pretéritos se trata, se nos ocultan en gran parte por pretéritos pero, efectivamente, porque habitamos en una de-
riva lingüística, esto es, en la deriva del entendimiento que pone «síntesis fabricada» donde, v.gr., el clasicismo, colocaba
actitud analítica.
Bautizamos al método escogido como retórico-hermenéutico, a los efectos de especificar la intención que nos guía
respecto del examen de los textos. Retórica y hermenéutica que desde nuestra perspectiva se dan en un mismo acto, pues
en base al sedimento retórico (ámbito gramatical), a la «estructura de superficie», y a los complejos procesamientos de
datos de los centros cerebrales 18—lugar de las construcciones proposicionales que definen la «estructura profunda» 19—,
accedemos a la dimensión hermenéutica, o sea a un nivel de interpretación cuyo sustento intelectual entendemos como
aceptable en términos de verosimilitud, no de pretendida «objetividad» o "ilusión referencial. 20"
El trabajo aquí ofrecido forma parte de un «Ensayo» 21 que aborda con cierta extensión los aspectos teóricos aquí
sólo enunciados.
Nuestra propuesta pretende conceptualizar (interpretar), es decir, dotar de significación a las expresiones del dis-
curso histórico y político; indagar acerca de los significados que recorren la superficie de los textos; atender a los movi-
mientos o «juegos de lenguaje» en tanto maneras o modos del «movimiento del espíritu» (de la «mente»); pretende, en
fin, considerar la lógica del objeto pero, sobre todo, la explicación que el productor del texto hace de ese objeto y, así, a
través de los movimientos del discurso —de sus recursos retóricos y hermenéuticos—, acceder al «mundo» construido
(representado) por el referente empírico (enunciador) del texto.22
Si algo se propone subrayar el método retórico-hermenéutico es que hablar de historia es hacerlo a la vez de las «re-
liquias» y de su «interpretación», cuya ecuación resultante es el texto, el cual, producto de un sujeto empírico, atrapa en
su malla y con su estilo (de acuerdo con el género imperante en la época) una realidad pretérita verosímil.23
En tal sentido, resultan ilustrativas las palabras de Alexis de Tocqueville quien afirmara que “El principal mérito del
historiador consiste en saber entretejer bien la trama de los hechos.24"
Nuestra tesis parte de la siguiente premisa: el análisis retórico y hermenéutico del discurso histórico y político, y su
conceptualización, resultan el camino más rigurosamente certero para aproximarnos al conocimiento de esa realidad es-

17
Cf. Harald WEINRICH, “La comunicación — Problema clave de las Ciencias Sociales” (págs. 23-47). EN: Cuadernos de
Filosofía, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), Año XVIII, nº 28-29, enero-diciembre 1978,
pp. 36-47.
18
Cf. W. H. CALVIN y D. BICKERTON, ibíd., pp. 191-210.
19
Cf. sobre la «estructura profunda» y «superficial» del pensamiento y del lenguaje: N. CHOMSKY, Lingüística..., pp. 76-110.
20
Roland BARTHES, El susurro del lenguaje, Barcelona, Paidós, 1987, p. 168.
21
Rubén D. SALAS, El discurso histórico jurídico y político institucional (Del Clasicismo ilustrado a la Post-Modernidad).
Clave retórico-hermenéutica, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho (en vías de publicación).
22
"Hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida". "Nuestro juego de lenguaje [responde] a nuestro
modo de representación" (L. WITTGENSTEIN, op. cit, «Parte I», § 22 y 51, pp. 39, 71). También: Julio DE ZAN, Libertad, Poder y
Discurso, Buenos Aires—Rosario, Almagesto / Fundación Ross, 1993, p. 167.
23
Cf. sobre la «historia conceptualizante»: Paul VEYNE, “La historia conceptualizante” (págs. 75-104). EN: Jacques Le Goff y
Pierre Nora (dir.), Hacer la Historia, Barcelona, Laia, 1978, , v. I, pp. 80-86, 101-104.
24
Carta de Alexis de Tocqueville al conde Louis de Kergorlay, 15 de diciembre de 1850, «Introducción», A. de
TOCQUEVILLE, El Antiguo Régimen y la Revolución (1856), México, Fondo de Cultura Económica, 1996, pp. 51-s.. N.B.: Cursiva
nuestra.
5
pecífica. Dice también que hablar de historia es hacerlo de relato histórico —"los aconte cimientos históricos no difieren
radicalmente de los acontecimientos enmarcados por la trama25"—.
El texto nos ofrece a la vez la representación del mundo26 interno de su productor («mundo subjetivo» desde el cual
es posible toda referencia), y también el suelo epistémico desde el cual se mueve, o sea, el "«mundo intersubjetivo»,
constituido por los significados, los valores, instituciones, reconocidos y compartidos como el trasfondo de presupuestos
comunes que hacen posible la comunicación inmediata y la interacción cotidiana. 27"
El método retórico-hermenéutico remite a lo que denominamos «Teoría del signo lingüístico» dentro de la cual se
enmarcan las hipótesis de las que surge nuestra tesis.
Estas hipótesis se explicitan retóricamente en forma de proposiciones o silogismos, siendo los más empleados en el
discurso histórico y político los denominados «entimemas», "término que se emplea para distinguirlo del silogismo de-
mostrativo. Las premisas del entimema no son proposiciones evidentes, pero no por eso son arbitrarias": «Son verosími-
les».28
Nuestras hipótesis básicas son:
* El análisis del texto o discurso nos acerca a una visión menos subjetiva de los procesos históricos, con lo cual que -
remos significar, reducir el grado de arbitrariedad, labor facilitada por la misma estructura textual 29;
*La hermenéutica rescata no sólo los argumentos de un sujeto empírico, sino también fragmentos de la «episteme» y
de la «visión del mundo» de los cuales los argumentos son parte;
* El discurso es expresión del pensamiento o, por lo menos, el lugar donde el pensamiento se expresa de manera
más completa;
* Todo discurso responde y exhibe los códigos culturales de un determinado «universo semiótico»;
* Todo discurso constituye un «juego de lenguaje», "formado por el lenguaje y las acciones con las que está entrete -
30
jido. "
* La «estructura de superficie» del discurso ofrece marcas (deixis) que permiten reconstruir, siempre de manera par-
cial, una determinada realidad. Estas marcas retóricas se ofrecen bajo la forma de señales y signos de puntuación, presen-
cia de conectores y relaciones conectivas, tipo de vocabulario y figuras de Retórica.
La hermenéutica histórica tiene que proporcionar una aplicación 31 y con esa intención escogimos «muestras» donde
la tesis verá consolidadas sus hipótesis. Nuestra tarea consistió en aplicar los elementos teóricos, extraídos de la Retórica
y de la Hermenéutica, como manera de ilustrar aquella teoría de la historia entendida como relato, y demostrar las posi-
bilidades que ésta brinda al estudioso de los aspectos históricos y políticos.
Nos importa subrayar que el análisis de dos muestras nos interesan, no en virtud de su trama argumentativa o anec -
dotario, sino a efectos de dar cuenta del modelo epistémico dominante. Cruzar el umbral de un texto desde la perspectiva
metódica escogida, supone ir más allá de una visión ingenua sin perspectiva ni horizonte; supone la mirada escrutadora
de quien se siente conmovido por un tesoro textual acerca del cual desea capturar algo de la sustancia exhibida en su su -
perficie.
El modelo teórico, instrumentado a través del método retórico-hermenéutico, tiene como sustento una estructura
gramatical y otra enunciativa, es decir, consiste en atender a los elementos de superficie que nos ofrece la Gramática
25
Paul RICOEUR, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico, México, Siglo XXI, 1995, p. 337.
26
"En el lenguaje se representa el propio mundo". La mejor manera de caracterizar el "modo de ser" de la representación, es a
través del "concepto sacral-jurídico. o sea, a través del concepto de re-presentación (Repräsentation)", donde "lo copiado está presente
por sí mismo en la copia" (Hans—Georg GADAMER, Verdade e Método. Traços fundamentais de uma hermenêutica filosófica
[1986], São Paulo, Vozes, 1997, pp. 653, 229).
27
J. DE ZAN, op. cit., p. 167.
28
Olivier REBOUL, Introdução à Retórica, São Paulo, Martins Fontes, 1998, p. 155.
29
Mauricio BEUCHOT, La retórica como pragmática y hermenéutica, Barcelona, Anthropos, 1998, p. 7.
30
L. WITTGENSTEIN, op. cit., Parte I, § 20, p. 31.
31
H.—G. GADAMER, Verdade..., p. 464.
6
particular, así como también a los significados que surgen de la intención comunicativo/conversacional del discurso. Con
ambos elementos presentes siempre en el texto, que en lo gramatical remite a pautas básicas referidas al tipo de texto (in-
formativo, apelativo, obligativo32) y a las relaciones/funciones conectivas33 (de coordinación o subordinación), se logran
rescatar los distintos niveles de significación que presenta un texto, permitiendo afirmar más sólidamente la tarea decodi-
ficadora.
El método enunciado, con basamento en la Lingüística textual (estudio del nivel retórico-gramatical) y en la Lin-
güística de la enunciación o hermenéutica (estudio del nivel enunciativo del discurso y de su significado) 34, resulta una
herramienta inapreciable para un análisis exhaustivo de fuentes, tal el caso de las actas de cabildos y congresos, de proce-
sos judiciales, de textos constitucionales, de alocuciones políticas y judiciales, entre las más relevantes.
Retórica refiere, estructuralmente hablando, a aquella disciplina que atiende a las reglas de la construcción del dis-
curso y de la estructura de la narración en un nivel más amplio que la frase, así como a las relaciones intratextuales y al
funcionamiento social de los textos.
Hablar de nivel más amplio de la frase supondrá que nuestra mirada, desde el nivel de superficie del texto (oración,
frase), es guiada por la intención de aproximarse al nivel profundo o lógico (proposicional, o del enunciado) del discurso,
esto es, al prístino nivel retórico que Aristóteles definiera como arte de la persuasión por medio del discurso. 35
Todo texto constituye una manifestación retórica estructuralmente identificada, dentro del análisis del discurso, con
la dimensión gramatical de la misma. El análisis retórico del texto es a la vez análisis de forma y de contenido, así como
el enfoque hermenéutico resulta el estudio de los significados que surgen de la «fusión de los horizontes» del narrador y
del oyente/lector, de acuerdo con el planteo de Hans G. Gadamer. Ambos niveles de análisis retórico se complementan y
abarcan la totalidad de la dimensión textual o discursiva (oral o escrita), en su forma, contenido y significación.
Se rigen por las reglas de la sintaxis y de la semántica, de allí que sus enfoques resulten válidos para una de las ra-
mas de la semiótica —Lingüística del texto—, aunque no abarque ésta lo semiótico en su conjunto, pues quedan fuera
otras expresiones sígnicas, tales como las proporcionadas por las imágenes, gestos, mímicas, y expresiones humanas di-
versas de la producción oral.
Fue a partir de 1960, desde el ámbito de la Lingüística (gramática) del texto, que se introdujo una renovada inquie-
tud por el nivel textual , convirtiéndose la Retórica en el centro de interés de las preguntas acerca de la unidad, de la co-
herencia y del carácter típico de los textos.36 Pero, en tanto "arte de la persuasión", a diferencia de la Lingüística o
gramática textual, se le impone un requerimiento argumentativo utilitario, a cuyo servicio se encuentran las estrategias
discursivas del enunciador, y éstas, a través de los diversos recursos ofrecidos por la lengua, se tejen en torno al disposi-
tivo verbal. La Retórica cumple funciones pedagógicas, argumentativas, persuasivas y, dado su origen judiciario, argu-
menta a partir de lo verosímil y no de lo verdadero

32
Klaus BRINKER, Linguistische Textanalyse. Eine Einführung Grundbegriffe und Methoden, Berlin, Erich Schmidt, 1988,
cap. 4 (Análisis de la función textual). Traducción para el Seminario de Lingüística textual dictado en el primer cuatrimestre de 1997
[Maestría de Análisis del Discurso, Facultad de Filosofía y Letras —Universidad de Buenos Aires—].
33
Elisabeth RUDOLPH, «Relaciones conectivas—Expresiones conectivas—Estructuras conectivas». EN: J. PETTÖFI (dir.),
Text and Discourse Constitution, Berlin / N. York, De Gruyter, 1988. Traducción: Virginia Buscaglia. [Maestría...], págs. 1-4 (las
páginas corresponden al texto traducido).
34
M. BEUCHOT, op. cit., p. 7.
35
ARISTÓTELES, Retórica (c. 335 a.J.C.). Introducción, traducción y notas de Quintín Racionero. Madrid, Gredos
(«Biblioteca Básica Gredos»), 2000, lib. I, «1.6. Objeto de la retórica y relaciones con la dialéctica», «2.1. Definición de la retórica y
generalidad de su aplicación», 1355b, pp. 38-s.. Cf. Teun A. van DIJK, Estructuras y funciones del discurso. Una introducción
interdisciplinaria a la lingüística del texto y a los estudios del discurso, México, Siglo XXI, 1993, p. 122.
36
Brigitte SCHLIEBEN-LANGE, “Text”. EN: Sociolinguistics (Soziolinguistik). An International Handbook of the Science of
Language and Society, Berlin, De Gruyter, 1988, v. II. Traducción para el Seminario de Lingüística textual dictado en el primer
cuatrimestre de 1997 [Maestría de Análisis del Discurso, Facultad de Filosofía y Letras —Universidad de Buenos Aires—]. p. 1.
7
La Lingüística textual surge o se vincula con la Retórica, pero su significado no es intercambiable.. La Lingüística
del texto (nacida en la centuria pasada) reconoce su parentesco retórico al ocuparse por los aspectos morfo-sintácticos de
la lengua, pero guarda un carácter neutral.
El discurso es marca afectiva (lenguaje figurado) pero, en el mismo acto, huella lógica del hablante/escritor, donde
un determinado sujeto empírico está presente y con él su época. Más aún, un discurso es más exhibición de la época que
de su portador. Esa huella es el compuesto simultáneo del argumento o anécdota específicos y de relaciones complejas ya
enunciadas del tipo causal o teleológico, tales como «si...entonces»/«si...porque»/«en tanto que»/«porque»/«para que»;
relaciones que se han ido desarrollando, como quiere Jean Piaget, a través de un proceso complejo de cambios evolutivos
estructurales de la inteligencia humana.
El hablante/escritor al expresar un contenido a su oyente/lector, desplegará todas las estrategias discursivas (nivel
proposicional) que entienda necesarias a los efectos de que el oyente/lector quede atrapado en la retícula del discurso.
Entre ellas, las "proposiciones manifiestamente compuestas 37" corresponden al orden analítico del pensamiento o al nivel
de la tautología, entendiéndose en lógica por "tautología", "una fórmula sentencialmente válida. 38"
Entendemos al pensamiento fundamentalmente desplegado en el lenguaje; la formación de la conciencia (el «yo» es
cruce de la dinámica espiritual del lenguaje y de la labor lógica del conocimiento) y la forma lingüística será tanto más
dinámica, esto es, tanto más creadora, cuanto más complejo sea el «juego de lenguaje» que «elige» el sujeto que se apro-
pia de la palabra, cuanto más rico sea el «juego de ideas» que lo acosan, que lo sorprenden, y que lo acosan y sorprenden
porque se juegan socialmente, en tanto constituyen la nota distintiva de su cultura.
El «mundo» textual traducirá algunos tramos de esos «juegos», y sus nutrientes nos permitirán advertir el grado de
lo creativo humano, de lo social, sus avances o retrocesos; nos permitirán reconocer los códigos o «red de significados»
con que se escribió una determinada «episteme».
Importa notar que esa dinámica que es el «juego de lenguaje», y que la superficie gramatical traduce por medio de
sustantivos, adjetivos y verbos dispuestos proposicionalmente, «no están presentes desde el principio interactuando como
unidades rígidas y sustancializadas, sino que unas parecen generar y delimitar a las otras en forma recíproca.»
El «juego» deviene "del desarrollo progresivo del signo y de la consiguiente «distinción» cada vez más precisa de
los contenidos de la palabra"; de esa interacción espiritual (afectiva) y lógica van surgiendo perfiles cada vez más claros
del «mundo», «con todos sus objetos, atributos, personas, actividades, relaciones espaciales y temporales. 39» Lo afirmado
no debe hacer olvidar que el «juego» se activa desde una base de operaciones (cerebro) que archiva y dispara, fisiológi -
camente hablando, todas las relaciones conectivas.40
En última instancia, entre lenguaje y pensamiento, según la concepción filosófica de la cual se parta, o bien existe un
fuerte entretejido o bien uno influye necesariamente en el otro de una manera como no ocurre con otro tipo de signos.
Importa siempre tener presente, a la hora de enfrentar hermenéuticamente un texto, las diferencias ya apuntadas res-
pecto de las notas que definen a cada momento epistémico, según se trate de una trama ontológico-representativa (v.gr.,
discurso clasicista), o, de sus contrarias. También que las palabras del lenguaje no reproducen con rasgos fijos determi-
nadas impresiones sensibles, sino que la conciencia (de acuerdo con una determinada «visión del mundo») les impone
«direcciones y lineamientos» que les otorgan significación.41
2. Premisas metódicas: Tres grandes premisas se entrecruzan en el método retórico-hermenéutico y dan cuenta de la
intención que nos animó a insistir en la conceptualización de la materia histórica y política: concepción expresionista y
articulista, ambas integradas dentro de la «función representativa del lenguaje», referidas a qué representa el lenguaje y,
37
José FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía (2 v.). Buenos Aires, Sudamericana, 1976, s.v., «proposición».
38
J. FERRATER MORA, ibíd., s.v., «tautología».
39
Cf. E. CASSIRER, Filosofía... I. El lenguaje, pp. 248-s..
40
Cf. W. H. CALVIN y D. BICKERTON, op. cit. («El lenguaje en el cerebro»), pp. 79-92.
41
Cf. E. CASSIRER, Filosofía... I. El lenguaje, p. 271.
8
sobre todo, a cómo lo representa. La tercera premisa se ocupa del aspecto pragmático del lenguaje, denominado comuni -
cacional; se trata del concepto de visión del lenguaje.
La concepción lingüística expresionista es aquella que se explica en términos de «teoría del signo lingüístico» —
teoría dominante en la época del Clasicismo ilustrado—, pues, para el pensamiento racionalista de la Ilustración, el relato
es el resultado de la transcripción de la estructura lógica del entendimiento humano: el lenguaje es expresión o reflejo del
pensamiento (Descartes); concepción retomada por Noam Chomsky en nuestro tiempo (vide 4) desde la perspectiva de la
Gramática generativa transformacional (enlazada con la gramática de Port-Royal), modelo transformacional que consta
de un "componente sintáctico" y "dos componentes interpretativos: fonológico y semántico". "El componente sintáctico
ofrece la estructura profunda —que el componente semántico debe interpretar— y la estructura superficial —represen-
table fonéticamente—.42"
La articulista es la concepción de la representación lingüística desarrollada en la época clásica por obra de Condillac
(anticartesiano en el aspecto lingüístico), a la que en el siglo XX adscribiera Ferdinand de Saussure.
A diferencia de la concepción expresionista que interpreta al lenguaje como expresión que transparenta o refleja el
pensamiento, la articulista entiende que el pensamiento no existe antes del lenguaje y que el lenguaje articula, conforma,
modela el pensamiento y, antes de esa instancia, sólo hay caos. "El signo es articulus, y el sistema de signos es el molde
dentro del cual se fabrica el pensamiento, donde se fabrica todo contenido significativo: en suma, no existe razonamiento
sin lenguaje, y tampoco hay conocimiento fuera del lenguaje." En tal sentido, para Condillac, "conocer la verdad es co -
nocer las posibilidades del discurso.43"
La tercera premisa la constituye la construcción filosófica desarrollada por Ludwig Wittgenstein (el «segundo» o
«último» Wittgenstein), que entiende que el lenguaje "no es una estructura transparente, no es geométrico." El lenguaje
es «una forma de vida (ein Lebensform)44»; se configura de acuerdo con las «visiones del mundo (Weltsanschauun-
gen)45». Es decir, "no hay en los juegos de lenguaje nada oculto tras ellos; los juegos de lenguaje son el uso que se hace
de ellos, el modo como sirven en las «formas de vida».46"
La teoría (ese conjunto de enunciados verídicos) que avala nuestra tesis sostendrá que el lenguaje es «visión del
mundo», «juego de lenguaje», pero que también conforma un «cuadro» o «representación de la realidad», o sea, que res -
ponde a un orden relacional lógico, determinado por coordenadas de espacio y tiempo. Esta concepción del lenguaje
como manifestación lógica del pensamiento, ya desde una concepción expresionista o articulista (siempre filosófica-
mente racionalista), determina y condiciona toda la «visión del mundo» de la «episteme clásica» —«visión» trágica del
mundo— y, de alguna manera, todavía de la moderna, pero se trueca en ausencia dentro de la «episteme post-moderna».
La mirada de Wittgenstein define el futuro de la lingüisticidad post-moderna.

42
Ofelia KOVACCI, Tendencias actuales de la Gramática, Buenos Aires, Columba (Colecc. «Nuevos Esquemas», nº 4), 1966,
pp. 174-s.. Se denomina "Gramática generativa" a aquella "capaz de producir las oraciones gramaticales de una lengua y asignar a cada
una de ellas una descripción estructural (o varias)" (O. KOVACCI, op. cit., p. 174). Cf. Noam CHOMSKY, Lingüística cartesiana. Un
capítulo de la historia del pensamiento racionalista [1969]. Madrid, Gredos («Biblioteca Románica Hispánica.» II. Estudios y
Ensayos. 135), 1984, pp. 75-110. A partir de 1990, Chomsky ha centrado su atención en otro programa lingüístico, denominado
"modelo minimalista", según el cual "hay simplemente un nivel de sintaxis, y consiste en una «proyección del léxico.»" (W. H.
CALVIN y D. BICKERTON, op. cit., p. 196).
43
Herman PARRET, “Las teorías y sus ideologías esenciales” (págs. 11-38). EN: Teorías lingüísticas y enunciación . Herman
Parret. Oswald Ducrot, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras —Universidad de Buenos Aires— (Colecc. «Cursos y
Conferencias». Segunda época, nº 3), 1995, pp. 21, 18-20.
44
H. PARRET, «Las teorías...». EN: ÍDEM, p. 21.
45
Cf. Rafael ECHEVERRÍA, Ontología del lenguaje, Santiago de Chile, Dolmen/Granica, 1997, pp. 40-s..También: J.
FERRATER MORA, op. cit., s.v. «Wittgenstein, Ludwig», t. II, p. 937, 1ª columna.
46
J. FERRATER MORA, op. cit., s.v. «Wittgenstein, Ludwig», p. 937, 2ª y 3ª columna.
9
¿A qué llamamos «visión del mundo»? A aquella que caracteriza una determinada unión entre los pensamientos y la
cultura de una época dada, y, por lo tanto, al «conjunto de aspiraciones, de sentimientos y de ideas» que oponen una
«episteme» a otra.47
3. La «lateralidad» precaria: Insistir en el reconocimiento de los niveles retóricos advierte acerca de las limitaciones
que se le imponen al historiador post-moderno que opera con registros y códigos automáticos (imperantes en los medios
de comunicación audio-visual) construidos en base a «universales colectivos».
Cuando la Modernidad inicia su ocaso, la palabra se divorcia de la construcción lógico-afectiva; cuando ya no
participa de «juego de lenguaje» alguno, sino que simplemente cumple una función, alejada ésta de cualquier emoción o
conmoción, el lenguaje deviene herramienta y el pensamiento actúa de manera fragmentaria (calculadora en términos de
Heidegger) porque perdió su alter-ego resintiéndose las operaciones superiores del pensamiento de pesadez intelectual.
Entonces todas las formas gramaticales se articulan mecánicamente, navegan a la deriva: la esencia que les insu-
fló su «ser» se desconoce; nada ontológico se percibirá detrás de un aspecto Indicativo, Subjuntivo o Potencial. El pensar
meditativo se repliega y el conocimiento se mide en quantum de mecanismos inteligentes y no en términos de delectación
intelectual.
¿Qué ocurre con este humano que rehuye reconocerse en un «tú»?. Ocurre, y entendemos que aquí reside una de
las claves de la a-patía lingüística, que la psicológica de este humano maduró con precaria conciencia de lateralidad, lo
cual significa hablar de un «yo» roto que de manera alguna puede perseguir la búsqueda del «alter-ego» («tú»). Sucede
que el «mundo» de las sensaciones y percepciones de los humanos de la primera generación post-moderna —contempo-
ránea del surgimiento de la televisión a color (1970), del ordenador y finalmente del surgimiento de Internet—, asiste a
una dislocación del proceso cognitivo. Ocurre que el «mundo» de sensaciones y percepciones vinculadas con una reali -
dad vital resulta desplazada por la recepción pasiva de una realidad virtual eminentemente visual, que determina la con -
vergencia de la atención (visual y auditiva) hacia una dimensión frontal encerrada en la «telepantalla». Hábilmente mani-
pulado, el discurso post-moderno hegemónico contribuye a la plebeyización cultural (Brecht).
Obliterar supone reconocer egocéntricamente «mi lado derecho» y «mi lado izquierdo» pero ignorar que a derecha e
izquierda se encuentra un interlocutor y menos aún cederle mi derecha y mi izquierda. El humano post-moderno sólo re-
conoce el espacio que se encuentra delante, al tiempo que teme el que se encuentra atrás.
Operar con conciencia hermenéutica requiere del criterio de lateralidad, del esfuerzo de aprender a reconstruirlo o
de procurarlo allí donde se sospecha que se encuentra (nos referimos al ámbito del discurso replegado). En suma, supone
salir del egocentrismo (situación a la que el adulto suma el egoísmo), del sincretismo cognitivo de la discursividad post-
moderna hegemónica.
La ausencia de auténtica lateralidad proyecta al sujeto hacia un espacio difuso y una temporidad que marcha al
ritmo que éste le impone reconociéndose como único y excluyente detentador de la «verdad»; la patología individualista
post-moderna es hija de la lateralidad menguada, del avance desprejuiciado hacia el «desierto».
El saber se construye relacionalmente. Si nos atenemos a la dimensión de la disciplina Historia, como todo quehacer
específicamente humano eminentemente dialógico, la ausencia del sentido del «tú» bloquea cualquier camino hacia el
conocimiento, siempre requerido de un vínculo de empatía. Acercarse a un objeto de estudio es hacerlo con el deleite del
pesquisar. Una época llegará a ser comunitaria, como apuntaba Peirce, cuando disuelva las tendencias cosificadoras y
materialistas (así identificaba a su época), y tenga como centro el “tú” que es el que da sentido al «yo» en tanto “mira a
través, afuera y otra vez dentro48.”
47
Cf. consideraciones sobre el alcance del sintagma «visión del mundo»: R. CHARTIER, El mundo como representación.
Historia cultural: entre práctica y representación («Historia intelectual e historia de las mentalidades. Trayectorias y preguntas»),
Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 27-30.
48
Cf. Jürgen HABERMAS, “Charles S. Peirce sobre comunicación”. EN: ÍDEM, Textos y contextos, Barcelona, Ariel, 1996, p.
41.
10
Si atendemos a las distintas versiones historiográficas alineadas dentro del «giro lingüístico» o «crítico», adverti-
mos que la misma voz «giro» (cambio brusco) encierra un sentido de confrontación y negación en términos de vértigo: la
voz expresa per se violencia cognitiva, por tanto, no constituye una alternativa frente al discurso hegemónico.
Vértigo que se traduce en aparentes discusiones entre sus mismos cofrades; aparentes porque más que de diálogo se
trata de “«monólogo colectivo»”, pues nadie se escucha, centrado como se encuentra cada sujeto empírico en su propia
verdad. El proceso de descentración supondría interesarse por la opinión del «otro» (tú), pero la misma etimología de la
palabra interés (inter-esse) explica porque tal actitud de reciprocidad no se contempla49.
Aquí encontramos dibujado, desde el intelecto histórico, el perfil del «ser» post-moderno de la cultura hegemónica.
Sólo superándolo el conocimiento se hace posible; el conocimiento se hace saber que, en tanto tal, es, per definitionem,
meditativo.
El determinismo cognitivo–cultural desconoce la lateralidad, esto es, condiciona todo conocimiento histórico del
presente y alza rejas frente a lo pretérito. El futuro deja de ser un “horizonte de expectativas 50” para convertirse en repeti-
ción de conductas cristalizadas nacidas de cárceles mentales.
El conocimiento de algo guarda riqueza cuando el sujeto está en condiciones de ceder su lugar al «otro» del discurso
y de ubicarse en el lugar del «otro», en suma, cuando existe la actitud psicológica de la reciprocidad (de «nosotros»),
cuando se reconoce que el saber es compartido o no hay posibilidad de entrar en sus dominios.
En el ámbito historiográfico, el resultado observable de esta cultura post-moderna hegemónica del dominio del
avance lineal omnipotente, que reconoce como único espacio el sentido de la marcha (hacia delante), resulta en una au -
sencia de actitud creadora, más allá de que se enmascare la astenia con una vuelta y revuelta sobre temas ya debatidos a
los que el estudioso envuelve en un lenguaje oscuro con el que persigue deslumbrar y seducir a sus oponentes, los cuales
a su vez minimizan lo afirmado para plantear otra fórmula igualmente seductora 51.
Tal lo que ocurre con temas abordados desde la década de los años ’60 de la centuria pasada referidos al carácter
científico/no científico de la historia; a la relevancia de la lingüística como fundamento de todo abordaje documentario,
para citar algunos. Empleando un léxico enmarañado donde los significantes pueden responder a una variada gama de
significados, se abre camino la obra de un sujeto unidimensional que parece no advertir el llamado de su tiempo, el lla -
mado del compromiso ético, como, paradigmáticamente, lo advirtiera Marc Bloch en su momento, y desde otros rumbos,
lo exhiben Noam Chomsky y el sub-comandante Marcos.
La eliminación de equívocos (v. gr., colectivos como «democracia», «Estado-Nación»; «pueblo») no debe ser con-
cebida a manera formalidad burocrática, sino comprendiendo que “la falta de univocidad del lenguaje es expresión de la
falta de claridad del pensamiento y la precisión de éste no consiste en otra cosa que en disipar oscuridades. 52”
La historia como disciplina está en crisis y le queda reservado a la primera generación auténticamente post-moderna
(Post-Modernidad temprana) interesada por los interrogantes de esta disciplina, reconocer el déficit educacional tradu-
cido en la lateralidad menguada y, desde ese reconocimiento, operar en el acercamiento al «tú» para reconstruir el «no -
sotros». El futuro de la historia como disciplina en una época a-histórica («se ha olvidado cómo se piensa histórica-
mente»53) —donde la tecnología cibernética (Internet) abolió las categorías tradicionales de tiempo y espacio—, consiste
en comprender que toda teoría incluye una acción (poiesis), un acaecer exterior. Operar retórica y hermenéuticamente
dentro del texto histórico (pretérito y presente) persigue obrar en esta dirección, superando cualquier impostura herme-
néutica, y ello requiere que el uso general de la lengua tenga “que ser claro, firme y unitario para que el habla de cada in -
49
J. PIAGET, op. cit., pp. 36 y 55..
50
Cf. Reinhart KOSELLECK, Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos («XIV. «Espacio de experiencia»
y «Horizonte de expectativas». Dos categorías históricas), Barcelona, Paidós, 1993, pp. 333-357.
51
Cf. Gérard NOIRIEL, Sobre la crisis de la Historia («La crisis de los paradigmas»), Valencia, Frónesis-Cátedra-Universitat
de València, 1997, pp.123-168; M. JAY, op. cit., pp. 306-s..
52
Félix KAUFMANN, Metodología de las Ciencias Sociales, México, Fondo de Cultura Económica, 1946, p. 19.
53
P. ANDERSON, op. cit., p. 102.
11
dividuo se dibuje con sesgo expresivo y personal en formas inteligibles”54. Sólo podrá alcanzarse este objetivo recono-
ciendo al lenguaje articulado en el «ser», y esto acontecerá cuando se disuelva cualquier indicio de vértigo conceptual; o
sea, cuando no se vea en las palabras un mero objeto disperso; cuando el lenguaje pueda dejar aparecer las formas uni-
versalmente válidas del discurso; cuando para quien quiera interpretar las palabras no se convierten en un texto que hay
que cortar para poder ver aparecer el otro sentido que ocultan55.
¿Es posible un pensar meditativo dentro del paisaje trazado? Toda episteme guarda antídotos dentro de su mismo
cuadro y éstos se encuentran en los repliegues de la discursividad post-moderna. La inoculación de un virus no ejerce el
mismo efecto en todos los inoculados y, en tal sentido, si bien participamos de una cultura televisual neutralizadora de
creación que persigue «visiones globales en vez de discernir detalles», que nos empuja a «encontrar analogías en forma
inmediata y ligar todo con todo» 56 ; si bien discurrimos por senderos cuyo objetivo final es la planetarización, una nueva
subjetividad ya actúa contestatariamente, y el auténtico estudioso de la historia será quien desde su disciplina participe en
la construcción del nuevo conocimiento alternativo. Ahondar en los caminos de la retórica y de su obligada hermenéutica
es hacerlo por el camino del desafío, y éste supone «transitarlo hacia delante» 57 con el «otro», supone reconocerse
lateralmente.
4. Chomsky y el rescate de la Gramática razonada o filosófica: El enfoque retórico-hermenéutico, que alerta sobre
la dinámica de la cultura y del lenguaje hegemónicos, persigue retomar las reflexiones planteadas magistralmente por
Michel Foucault y Noam Chomsky, quienes repararon sobre la significancia de relevar el dominio epistémico (el anec -
dotario histórico-político sólo se significa inserto en la «episteme») para comenzar a revertir la cultura del vértigo; cul-
tura que impone un modelo lingüístico que persigue, no recorrer su riqueza literaria, sino que se asienta en la mera posi-
bilidad comunicativa (no conversacional).
Dicho en otras palabras, la dinámica cultural cibernética hegemónica (“ahora la dominación se ejerce a través de
redes comunicativas58”) requiere de un servomecanismo lingüístico facilitador del embotamiento intelectual 59: el eje de
nuestra cultura totalitaria requiere asentarse en una lengua totalitaria 60.
En sus estudios, Noam Chomsky reconoce la existencia de una estrecha relación entre la «estructura profunda» del
pensamiento y el lenguaje, el cual constituye un «espejo del pensar». Encuentra en los principios desarrollados por la
gramática racional clásica los vectores que permiten conceptualizar más agudamente el entramado discursivo tanto de la
«episteme moderna» como de la «post-moderna». Por otra parte, subraya insistentemente: el mismo sustratum rige las
distintas lenguas en su «estructura profunda», tanto "que da la impresión de permanecer invariable a lo largo de dilatadas
eras históricas61"; lenguas que sólo difieren en su expresión de superficie.
La búsqueda de una teoría científica del lenguaje lo lleva a ponderar los aportes del cartesianismo a través de la casi
olvidada Gramática y Lógica de Port Royal (1660), que se constituyó en "la primera teoría general de la estructura lin-

54
F. VOSSLER, op. cit., p. 147. N.B.: subrayado nuestro.
55
Michel FOUCAULT, Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Buenos Aires, Siglo XXI, 1968,
p. 296.
56
Cf. Hubert HANNOUN, El niño conquista el medio. Actividades exploradoras en la escuela primaria, Buenos Aires,
Kapelusz, 1977, p. 118.
57
Edgar MORIN, “En el corazón de la crisis planetaria” (págs. 35-54). EN: Jean BAUDRILLARD y Edgar MORIN, La
violencia del mundo, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003, p. 47.
58
Michael HARDT y NEGRI, Antonio, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002, p. 190.
59
E. LLEDÓ, Lenguaje e Historia («El horizonte de las formas simbólicas»), p. 17.
60
Cf. M. HARDT y NEGRI, A., op. cit., p. 108.
61
N. CHOMSKY, “Contribuciones de la Lingüística al estudio del entendimiento.3. El Futuro”. EN: ÍDEM, El lenguaje y el
entendimiento [1968]. Barcelona, Planeta-Agostini, 1992,pág. 136.
12
güística verdaderamente importante, conocida bajo el nombre de gramática filosófica o universal 62", decidiendo en la
conformación de una matriz intelectual, de un modelo de saber, definido en términos de teoría del signo.
Nos importa insistir en este aspecto porque la disciplina Gramática que se irá imponiendo en Occidente con poste-
rioridad a 1830 —de manera contundente y decisiva luego de la «Gran Guerra»—, sólo atenderá a las cuestiones mate -
riales vinculadas con el aprendizaje de las reglas gramaticales necesarias para la correcta escritura, pero separada de
cualquier consideración filosófica. En suma, la Gramática filosófica dejó su sitial a la Gramática particular consagrada
en la Modernidad por la denominada Gramática histórica y comparada63. Por tanto, los contenidos lógico-ontológicos
que la animaban cedieron su lugar a un conjunto abigarrado de técnicas tendientes a descubrir el «origen» (material, his-
tórico) de las lenguas europeas. Respondía este criterio gramatical a una concepción filosófica amasada con preceptos
historicistas, psicológicos y sociológicos; concepción ajena a cualquier dimensión relacional del pensamiento. El len-
guaje iniciaba un largo recorrido que lo convertiría, en una primera escala y, según palabras de Herbert Spencer, en "má-
quina trasmisora de ideas.64"
Si bien nuestra realidad epistémica responde a un «universo cultural» construido a contramano de la dimensión «pu -
ramente lógica» del pensamiento, lo cierto es que esta dimensión nos marca a pesar de cualquier definición cultural.
Nuestras lenguas de flexión resultan un riguroso ejemplo de lo afirmado, ya que responden a un imperativo lógico, aun-
que se trate simplemente de «automatismo lógico». De allí que, cuanto más se esfuerce el estudioso por recorrer el sen -
dero del "pensamiento puramente relacional" su mismo lenguaje se articulará mejor, y, recíprocamente, esa misma arti-
culación repercutirá "decisivamente sobre la forma del pensamiento 65"; pensamiento que, necesariamente, deberá accio-
nar con variados esquemas de decodificación. Ignorar los «obstáculos epistemológicos» significará, para el historiador,
actuar parafrásticamente frente al documento. Supondrá que el investigador ha preferido las conclusiones virtuales y ha
rehuido los desafíos de la libertad hermenéutica. Evitar el «abismo» final del desprejuicio lingüístico debería constituirse
en la consigna y, a la vez, en el regulador estético del estudioso post-moderno de las disciplinas humanas.
¿A qué se denomina "estructura de superficie" y "estructura profunda" del lenguaje?
La "estructura de superficie" es la propia de la sentencia (oración o cláusula), en tanto, la "profunda", constituye el
orden proposicional o lógico (mental) —"núcleo subyacente de los procesos generativos del lenguaje 66"— que aflora
siempre de forma parcial en la sentencia. Esta "estructura profunda" es aquella que sólo puede ser reconstruida, con dis -
tinto grado de exactitud, por las señales físicas de la proposición; "expresa las funciones gramaticales que ejercen el papel
decisivo en la determinación de la interpretación semántica.67"

El sistema de proposiciones que expresan el sentido de una oración se produce en el entendimiento al mismo tiempo que la
oración se realiza efectivamente en la forma de una señal física, estando dicho sistema de proposiciones y dicha oración rela-
cionados uno con otra por medio de ciertas operaciones formales que, usando la terminología corriente hoy día, podemos
llamar transformaciones gramaticales. Siguiendo con la terminología corriente, podemos por lo tanto distinguir entre la es-
tructura superficial de la oración, que es la misma en categorías y frases que está directamente asociada con la señal física, y
la estructura profunda subyacente, que es también un sistema de categorías y frases, pero de un carácter más abstracto. 68
62
Noam CHOMSKY, “Contribuciones... .1 El Pasado”. EN: ÍDEM, op. cit., págs. 36-s.. (v.N. 582) Cf. Francisco ABAD
NEBOT, Historia de la Lingüística como Historia de la ciencia, Valencia, Fernando Torres Editor (Serie Interdisciplinar 40), 1976,
pp. 28-30.
63
Cf. Roland DONZÉ, La Gramática General y Razonada de Port-Royal. Contribución a la historia de las ideas gramaticales
en Francia, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1970, p. 186.
64
Cf. para una visión retórico-hermenéutica que recoge los rumbos de la Modernidad, el texto mencionado a continuación, en
tanto constituye una muestra representativa de la discursividad o «visión del mundo» de la Modernidad tardía: Xavier MARQUES, A
Arte de Escrever. Theoria do estylo, Rio de Janeiro-São Paulo-Bello Horizonte, Francisco Alves, 1913, pp. 200-207. También: Claude
AUGÉ, Grammaire cours élémentaire. Livre de l'éleve. Paris, Libraire Larousse, s/d., pp. 2 y 169; Johann F. HERBART, “Bosquejo
para un Curso de Pedagogía”.EN: Antología de Herbart. Selección y Prólogo de Lorenzo Luzuriaga. Buenos Aires, Losada, 1946, §
75, pp. 79-s.; A. M. AGUAYO, Ensayos sobre la educación de la post-guerra, Habana, Cultural, 1944, p. 9.
65
Cf. E. CASSIRER, op. cit., I. El lenguaje, p. 298.
66
N. CHOMSKY, “Contribuciones ... . 3. El Futuro”, p. 134.
67
N. CHOMSKY, “Contribuciones... . 2. El Presente”, pp. 60-s..
68
N. CHOMSKY, “Contribuciones ... 2. El Presente”, pp. 57-s.. Cf. para un amplio desarrollo del tema, con abundantes
ejemplos de gramáticos y filósofos del siglo XVIII: ÍDEM, Lingüística..., pp. 75-110.
13

Este sistema de ideas sobre el lenguaje y el entendimiento desarrollado por la psicología racionalista de los siglos
XVII y XVIII resulta el paradigma más pertinente para plantear en la actualidad el estudio de dichos problemas. Avanzar
en los estudios actuales en el conocimiento de las claves del texto, de su intrínseco significado, implicaría rescatar las
teorías que plantearon el tema y que cayeron "en un olvido casi completo. 69" Así concebido el lenguaje se ofrece como la
puerta de acceso a las claves del entendimiento.
Podemos sostener, parafraseando a Michel Foucault, que el texto clásico, que se alzó en su tiempo como homenaje
al signo lingüístico y se propuso como exigencia intelectual, a través de un juego de identidad, hacer de la «estructura de
superficie» un reflejo especular de la otra («profunda»), constituye hoy, para nosotros, un modelo de realidad que, her-
menéuticamente, nos exige recorrer el mismo camino, pero hacerlo con una mirada radicalmente diferente en virtud de
los códigos asimétricos de nuestro «universo lingüístico». Es por ello que nos conmina a cortar el texto «para poder ver
aparecer a plena luz ese otro sentido que ocultan sus palabras.70»
Leer un texto, v.gr.,clásico, supone ser concientes del «abismo» epistémico que nos separa de él y, con esta adver -
tencia, imponernos el compromiso intelectual de vigilar y reprimir, hasta el límite último de lo posible, las tendencias
mutiladoras que recorren nuestro pensamiento (nuestro discurso).

III. PERFIL DE LA EPISTEME Y DEL DISCURSO POST-MODERNO


Ubicarnos en la «episteme post-moderna» supone hacerlo en el marco del «relativismo» ético (relatividad de los
«valores») y, a la vez, del vacío ontológico de toda fundamentación: estas fuerzas recorren y dominan la trama discur -
siva. En este marco epistémico la palabra deviene objeto inerte, simple "útil gramatical 71", elemento obligado para alcan-
zar una cierta meta puramente funcional, pero donde el signo no guarda vinculación alguna con el objeto (interno o ex-
terno) que designa. Perdida la conciencia lingüística, sujetos que poseen las mismas competencias lingüísticas, logran
frente a determinadas palabras y expresiones una comprensión «virtual» más que real; les basta con apropiarse de la parte
mutilada de lenguaje que les permita 'operar' en términos de «acaso», «tal vez», «quizá», de "«fue», pero no del compro-
miso que supone el «así lo quise yo»72".
Lenguaje de verdades inconcusas (donde lo diferente se encuentra confinado, es siempre un «Otro» —«mundo» de
impurezas— del discurso); verdad humana dogmática; dogmatismo propio de quien lo ve y sabe todo; esa, su verdad, de-
berá ser siempre una y totalizadora: ella encuentra su reino en las expresiones materiales del nuevo lenguaje histórico y
político (se trata de una variedad de redes de acuerdos y de la proliferación de normas jurídicas internacionales); allí se
encarna como «razón soberana» la omnipotencia antropológica; desde allí se construye el camino post-moderno de la
verticalidad constante (globalizado) que no acepta convivir con lenguajes (pensamientos) diferentes.
El lenguaje nos descubre, nos delata, e importará atender y entender el contenido de la delación para reconocer su
impacto en los procesos cognitivos.
Cualesquiera sea la actitud adoptada frente al lenguaje, será el lenguaje el lugar de privilegio que nos permitirá inter-
pretar nuestro «universo cultural» fragmentado: somos en el lenguaje, y, más allá de cualquier negación ontológica, éste
será el que nos enfrente con nuestro «desierto», que podrá dejar de serlo, en tanto reconozcamos concientemente la raíz
patológica que lo dispuso.
En el discurso somos: cada inflexión de nuestro hablar o de nuestro escribir nos retrata, así como retrata a la «epis-
teme» que nos envuelve y a la realidad concreta de la que participamos. De allí que, más allá de la actitud propia del fun-

69
N. CHOMSKY, “Contribuciones... . 2. El Presente”, p. 57.
70
M. FOUCAULT, Las palabras..., p. 296.
71
Albert DAUZAT, La Filosofía del Lenguaje, Buenos, El Ateneo, 1947. También: R. CHARTIER, El mundo..., pág. IV.
72
Friedrich NIETZSCHE, Así habló Zaratustra [1883-1885]. Estudio preliminar de Juan C. García-Borrón. Barcelona, Folio
(Colecc. «Obras fundamentales de la Filosofía»), 2000, 2ª Parte («El niño del espejo»[...] «De la redención»), p. 183.
14
cionalismo lingüístico, tanto para la «episteme» donde el lenguaje se observa como expresión lógico-ontológica, como
para la nuestra donde éste constituye mera herramienta, en todos los casos hablar/escribir es expresión de un proceso
cognitivo: supone un proceso neurofisiológico que lo hace posible. Instancias culturales distintas imprimieron su sello al
procesamiento de los hechos y eventos pero, ni en la episteme clásica, donde el hablante/escritor escoge «cuidadosa-
mente las palabras antes de hablar», ni en la episteme post-moderna de incontinencia verbal y automatismo lingüístico,
las clases de palabras surgen como unidades rígidas, sino que unas generan y producen otras. Son llevadas a distinguir
contenidos y también a construir su «mundo». En suma, desde el «juego relacional» hasta el «juego polisintético», desde
el orden gramatical de la presentificación del «ser» hasta la sola gramaticidad que expresa su ausentificación, en mo -
mento alguno hablar/escribir supone el divorcio entre «estructura de superficie» y «estructura profunda» en la cual se de-
cide el «juego de lenguaje».
Respecto de la concepción funcionalista que recorre un vasto campo de la Filosofía del Lenguaje, denuncia el di-
vorcio existente entre la faz material del discurso y su faz emocional (espiritual). Nos interesa subrayarlo, porque de no
tener en cuenta esta diferencia de concepción lingüística (de «visión del mundo») podríamos intentar el abordaje de un
texto de tiempos pretéritos aplicando literalmente las categorías instrumentales de nuestro tiempo, y entonces arribar a re-
sultados contrarios a los transitados por el autor que intentamos rememorar.
Cuando ya no resulte relevante penetrarse "bien de la propiedad y fuerza de las palabras con que intentamos signifi -
car nuestras ideas, eligiendo aquella que el uso común y constante autorizado por el consentimiento de los sabios les ha
aplicado73"; entonces, como ocurre en nuestra cultura post-moderna, la posibilidad de que desde la «estructura de superfi-
cie» (sentencia / cláusula / trayecto discursivo) se cruce el umbral, con cierto grado de certidumbre, hacia la otra, «pro-
funda», encontrará innúmeras dificultades, y esto es así, porque quien habla/escribe desde una estructura de pensamiento
sintético interpone un cedazo entre pensamiento y lenguaje. Ahora bien, esta dificultad hermenéutica que ofrece la tex-
tura post-moderna advierte sobre claros signos de empobrecimiento de nuestra capacidad creadora, y de ello es testigo el
acelerado proceso de abreviación traducido en sincretismo simbólico, derivado éste de una inadecuada estimulación sen -
soria y perceptiva en los estadios iniciales de la vida. 74 Recuérdese que las formas superiores del pensamiento están estre-
chamente ligadas con la calidad de los estímulos sensoriales, específicamente con la agudeza visual "que preside la ela -
boración del cerebro óptico, base de nuestra estructura mental.75" En otras palabras, si la calidad perceptiva condiciona al
lenguaje, también se da la situación inversa, en tanto el «mundo» de la percepción (que no es simple dato de los sentidos)
debe mucho al "medio espiritual del lenguaje": la precariedad en el proceso de comunicación espiritual que se efectúa a
través del lenguaje "afecta y modifica también la naturaleza «inmediata» y el «carácter» inmediato de la percepción. 76"
Se podría hablar, en términos de lenguaje post-moderno y empleando la palabra derivadamente, de una «afasia» cultural,
esto es, de una perturbación inducida por el mundo externo (expresión generacional, familia, educación sistemática y
asistemática, "maquinaria de imágenes", en suma, neutralizadores de la energía psíquica 77) que impacta en el «mundo de
la sensación», de la «percepción» y de la «conceptualización», determinando en el sujeto sólo la posibilidad de una acti-
tud global, de una representación de conjunto y sin tonalidades del «mundo de significados», donde se ve impedido (por

73
Juan M. FERNÁNDEZ DE AGÜERO, Principios de Ideología. Elemental, Abstractiva y oratoria [c. 1823]. Con un
apéndice de documentos referentes a la vida y actuación de Fernández de Agüero. Edición y Prólogo de Jorge R. Zamudio Silva (3 v.).
Buenos Aires (Argentina), Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), 1940. Ideología elemental o Lógica. Primera
Parte. «Capítulo III. Signos de nuestras ideas», v. I., p. 156.
74
Cf. N. CHOMSKY, “Contribuciones.... 3. El Futuro”, p. 157.
75
J. CUATRECASAS, op. cit., pp. 46-s.. También sobre «agnosia óptica o táctil»: E. CASSIRER, op. cit., III.
Fenomenología..., pp. 273-285. Sobre la Educación y el Lenguaje: Julián MARÍAS, La raíz del reaccionarismo. EN: LA NACIÓN,
diario de Buenos Aires, secc. 7 («Enfoques»), «Opinión: la enseñanza del lenguaje», 10 de marzo de 2002, p. 3.
76
E. CASSIRER, ibíd., III. Fenomenología..., p. 245.
77
Cf. P. ANDERSON, op. cit., pp. 120-123.
15
ausencia de «filtros cognitivos») de transitar perceptivamente por un camino de «vectores de significado», quedando en-
cerrado sólo en la impresión momentánea y global.78
El reduccionismo lingüístico, de visión incompleta del «mundo», de deletreo y no de lectura de la realidad, invalida
al hablante/escritor de forma tal que apenas logra reconocerse en sus enunciados. Al lenguaje le es negada la posibilidad
de inscribirse en un espacio y tiempo material (como ocurría en el Clasicismo); tampoco puede hacerlo en el espacio y
tiempo «construido» (mental) de la Modernidad. Le ha sido reservado el destino del deambular errático tanto como a su
portador humano, sin alcanzar significación ni significados enraizados en otro espacio y tiempo que no sea el virtual, in -
cardinado en la red de redes (Internet). El cibernauta navega, pues, en los dominios de la u-topía y de la u-cronía discur-
siva. “Cada viajero del ciberespacio improvisa su propia carta de navegación, de tal suerte que cada sesión es personalí-
sima e irrepetible"; viaje donde la opción comunicativa no es frecuente, resultando que la navegación se torna "contem -
plativa" y sólo en pocos casos deviene "participativa.79"
Es esta estructura mental y lingüística, gestada a manera de «síntesis fabricadas», la que explica acabadamente la
trama cultural post-moderna que circula y se manifiesta a través de comunicaciones virtuales monologales (comunica -
ción, v.gr., Internet, en donde los receptores no se asumen como emisores 80); formas interactivas en las que asoma el
alma de esta cultura construida por muchas informaciones, tantas, que "no dejan tiempo para pensar y que además, insis-
ten en tener la última palabra 81", o, mejor, insisten en imponer la «única» palabra y persiguen lograr "el mínimo de
repercusión en el entendimiento del individuo.82" El lenguaje post-moderno, aunque dado su carácter sintético pueda
suponer alguna semejanza con la síntesis kantiana, se construye, en cambio, en base a «síntesis fabricadas», sin paren-
tesco con sus antecesoras.
En la visión de importantes teóricos de la Política, del Estado, del Derecho y de la Sociología, el nuevo orden plan-
teado por Internet permitirá revitalizar el orden democrático: la tecnodemocracia, en función de los procesos electorales,
abriría las puertas a un tipo de ciudadanía deliberativa que podría verificar de manera más fiable los resultados electora -
les, que hacerlo por medio del modelo plebiscitario de los «sondeos» de opinión pública. 83
La «episteme post-moderna» niega, no acepta como opción válida, la existencia del «otro». Dentro de este suelo
epistémico se entenderá por «otro» a todo aquello que no constituya un específico e identificado «yo» empírico.
(a) El problema de la intersubjetividad como cuestión del vínculo entre los diversos «yos» no ocupa la atención de
un «yo» empírico escindido por su misma actitud solipsista. En suma, el «yo» se desintegra en múltiples «otros», de allí
la imposibilidad de relaciones específicamente humanas. El «yo» al fragmentarse, al no reapropiarse del conocimiento ni
del lenguaje se ve impedido de construir un «tú». El «tú» existe en la conversación entre distintos «si mismos».
(b) Dentro de una concepción imperial («mundo uniforme») jurídico-política, «el otro cultural» es una amenaza
siempre potencial que requiere ser exterminada y, en esta línea, el siglo XX exhibió, por vez primera en la historia
humana, un singular modelo en el período de oscilación a la Post-Modernidad, que podemos definir como «cultura de la
muerte» o «de la ruina»: el de exterminio planificado por el Estado (v.gr., «estalinismo», «nazismo»)
78
Cf. para una patología de la conciencia simbólica y la teoría de la afasia, desde una perspectiva filosófico-lingüística: E.
CASSIRER, Filosofía...III. Fenomenología del reconocimiento, pp. 241-327. Sobre la fisiopatología de las afasias, desde una
perspectiva neurofisiológica: Juan CUATRECASAS, Lenguaje, semántica y campo simbólico, Buenos Aires, Paidós («Biblioteca del
Hombre Contemporáneo»), 1972, pp. 23-114.
79
Raúl TREJO DELARBRE, “Internet, la gran conversación” (págs. 161-178). EN: Revista Iberoamericana. América Latina—
España—Portugal. Ensayos sobre letras, historia y sociedad, Madrid-Francfort, Iberoamericana/Vervuert, v. I (Nueva Época), nº 6 ,
año II, junio de 2002, pp. 168, 171.
80
R. TREJO DELARBRE, “Internet...”, p. 171.
81
Donatella DI CESARE, “Entrevista a Hans—Georg Gadamer», febrero de 2000”. EN: La Nación, diario de Buenos Aires,
«Secc. 6. Cultura», 24 de marzo de 2002, p. 8..
82
George ORWELL, 1984 («Apéndice. Los principios de Neohabla»), Buenos Aires, Kraft, 1950, p. 367.
83
Francisco J. BASTIDA, “La soberanía borrosa: La Democracia” (págs. 381-459), (§ VII. "La tecnodemocracia y la soberanía
electrónica. La pérdida de identidad del sistema democrático"). EN: Ramón PUNSET (coord.), Fundamentos. Cuadernos
monográficos de Teoría del Estado, Derecho Público e Historia Constitucional (Soberanía y Constitución), Asturias, Instituto de
Estudios Parlamentarios Europeos de la Junta General del Principado de Asturias, v. I, 1998, p. 445.
16
La voz genocidio (nominación que refiere a la voz hebrea no religiosa "shoah"—«solución final»—, es decir, " ca-
tástrofe, aniquilamiento, devastación") apareció en el marco del juicio de Nüremberg, apenas concluida la Segunda Gue-
rra Mundial. La nueva realidad totalitaria había permitido construir dicha palabra; nacida de la entraña de una concepción
de vida, el totalitarismo, que semánticamente denota "el encarcelamiento de toda la sociedad dentro del Estado. 84" En
suma, genocidio, palabra que comenzaba a identificarse y a definir el perfil de un nuevo modelo epistémico, donde la
concepción totalitaria alcanzaría escala planetaria operada desde el «Estado-mercado.»
Desde nuestra Post-Modernidad asistimos y aceptamos, sin que afecte nuestras fibras más íntimas, a variados mati-
ces de genocidio, aunque la palabra, al través de la pedagogía comunicacional totalitaria y a la distancia de quienes la pa -
decen, pierda sentido trágico —el sentido trágico de la vida de que hablaba Miguel de Unamuno es completamente ajeno
a nuestro «universo cultural»—. Se trata sólo de una «palabra-objeto», vaciada en el gran recipiente de la realidad virtual.
Genocidio guarda, hoy, una gama amplia de matices, desde el racial («limpieza étnica») que dio origen al vocablo, hasta
otras formas sofisticadas identificadas con el triunfo de la globalidad; globalidad que agota el "tiempo histórico", pues "el
imperio presenta su orden como permanente, eterno y necesario.85"
Cada formación discursiva se define por una «estructura profunda» que responde a específicos códigos semióticos,
cuya identificación en el momento hermenéutico, permitirá al estudioso orientar su mirada hacia las claves de la materia
histórica, trazar entonces un mapa conceptual riguroso, y no quedar subyugado por el canto seductor de la facticidad.
En la medida en que una «episteme» encuentre en el lenguaje la proyección de su «ser», que entienda pensamiento y
lenguaje como voces complementarias, exigirá mayor complejidad al hablante/escritor, quien no quedará encerrado en
los estrechos límites del automatismo lingüístico. O sea, los sujetos de la «episteme» clásica y, aún los de la Modernidad
tardía con todos los reparos convenientes, operaron con una simbología más compleja en tanto requeridos y moldeados
por el lenguaje; requerimiento que es primero un llamado interno (entendido como órgano del pensamiento) para recién
plantearse, secundariamente, como expresión dialógica. Entonces el discurso apareció como "algo vivo y activo, diná-
mico y distribuido, construido con el propósito local de conocer y actuar", pues "los significados no son objetos mentales
que se encuentren fijos en emplazamientos conceptuales, sino más bien complejas operaciones de proyección [...] mezcla
e integración en múltiples espacios." En tanto las exigencias lingüísticas sean más complejas, mayor será la posibilidad
de «imaginar narrativas»; las funciones intelectuales superiores del cerebro se verán más incentivadas y el aspecto crea-
tivo estará siempre en potencia, pues la herencia genética es sólo una parte del proceso vital y la incidencia del entorno es
la que cuenta imperativamente. 86 La «maquinaria neuronal» no sabe si un código es un simple movimiento o una metá-
fora, tal distinción es obra del proceso de socialización que decidirá sobre el grado de complejidad lingüística, sobre el
camino que tomará el lenguaje del niño; el afinamiento del lenguaje dependerá del marco epistémico en que éste se
mueva.87
Representarse 'algo' es al mismo tiempo tener la sensación y pensar ese 'algo'. El orden de lo perceptivo no es un
estadio superado sino afinado con el transcurrir del tiempo, de cuyo mayor o menor afinamiento o capacidad perceptiva
(imaginativa) dependerá la mayor o menor claridad conceptual. Así, las distorsiones perceptivas devendrán en distorsio-
nes conceptuales y, de suyo, discursivas.
El clima cultural del hombre clásico se traduce en un modelo de proceso cognitivo que aparece textualmente signifi-
cado a manera de red de malla apretada en la cual —siempre hablando en términos de representación ideal— todos los
hilos se entrelazan sin confundirse y donde todo se relaciona, a diferencia de lo que ocurre en nuestro estilo lingüístico

84
Cf. sobre "genocidio": Gérard WAJCMAN, “El Arte, el Psicoanálisis, el Siglo” (págs. 41-73). EN: Jacques AUBERT et al.,
Lacan, el escrito, la imagen, México, Siglo XXI, 2001, p. 47. Cf. sobre "totalitarismo": G. SARTORI, Teoría de la democracia. El
debate contemporáneo (2 t). Buenos Aires, REI, 1988, t. I, pp. 240-254. También M. HARDT y A. NEGRI, op. cit., p. 108.
85
M. HARDT y A. NEGRI, op. cit., p. 25.
86
W. H. CALVIN y D. BICKERTON, op. cit., pp. 42, 47, 192, 221-225.
87
Cf. W. H. CALVIN y D. BICKERTON, op. cit., pp. 208, 223-225, 252-254.
17
cuya formación discursiva se construye con palabras inscriptas, en tanto vivencias fragmentadas, en compartimentos es-
tancos sin auténtico orden lógico-relacional. 88
La gran distancia que media entre el discurso histórico y político clásico y el propio de la Modernidad y Post-Mo -
dernidad consiste sustancialmente en la necesidad imperiosa del primero en que el «ser» se transparente en el discurso, y
la prescindencia o renuencia a producir esa fictio narrativa, en los otros; se trata en el orden post-moderno, específica-
mente, de una ausencia espiritual del registro ontológico. El discurso que identifica al humano post-moderno es aquél que
inscribe en el cerebro del niño percepciones burdas y un número limitado de palabras ya fragmentadas (el niño no asiste a
un despliegue estelar de signos fluidos), todo lo cual opone vallas en su ascenso hacia "capacidades lingüísticas superio -
res.89"
Destaquemos que el minimalismo lingüístico de nuestro tiempo, o sea, el minimalismo creativo (lenguaje del im -
pulso), se identifica plenamente en la construcción de los slogans publicitarios. Dicho de otra manera, los slogans sólo
resultan posibles para una estructura cognitiva que opera de manera reductiva; viables allí donde rige el principio de la
inestabilidad de los significados. Dentro de esta perspectiva merecen citarse las "imágenes estratégicas", que son aquellas
consistentes en construir categorías sociales por efecto de atribución: tal el caso (motivo de estudio) donde se mostró la
manera en que la "prensa británica construyó categorías sociales durante la Guerra del Golfo. Entre otros aspectos, se
estudió cómo Saddam Hussein fue utilizado para representar metonímicamente a Irak, y los modos como se hacían refe -
rencias metafóricas a Irak como persona, con motivos y atributos individuales. 90" En la misma línea, luego de producido
el ataque a las «Torres Gemelas-Pentágono» de New York el 11 de septiembre de 2001, se construye y difunde la metá-
fora «Islam» como equivalente de «Mal» o «Demonio».

IV. LA ACCIÓN RETÓRICA. EL ESTILO


Estilo es la manera de actuar sobre la materia; manera que se encuentra indisolublemente unida a ésta, que modela y
a su vez es modelada por el contenido. El estilo no "es el ropaje del pensamiento, y sí parte de su esencia. 91"
En suma, y como quería el conde de Buffon, "el estilo es el hombre mismo.92"
¿Cuál es la distancia que media entre el denominado «estilo del Clasicismo ilustrado» y el de nuestro tiempo? Ésta
se puede medir en términos de «abismo» y, en alguna medida, remeda aquella que separó a la «episteme clásica» de la
«moderna» cuando la visión antropológica —concretamente del Positivismo y su variante funcionalista— comenzó a
mudar el «universo semiótico». No obstante, a diferencia de lo que ocurre en nuestra Post-Modernidad, el discurso mo -
derno formalmente siguió asentándose en el orden retórico clásico, aunque las expresiones y palabras ya no lo representa-
sen, pues habían sido desplazadas o resignificadas.
Respecto del estilo, debe recordarse que el tránsito u oscilación de la Modernidad a la Post-Modernidad supone una
zona de sincretismo de elementos de una y otra «episteme», donde todavía el discurso guarda una cierta "noción de ver -
dad" y, en tal sentido, el pauperismo lingüístico, sólo definirá a la plenitud de la «episteme post-moderna» (en rigor, a
nuestra Post-Modernidad temprana), esto es a aquella que, con bastante exactitud, corresponde ubicar en torno a 1970.93
Adviértase el siguiente ejemplo inserto en la época de oscilación, pero donde el relato al defender la cuestión del es-
tilo, denuncia ya el desinterés que le aguarda en los nuevos tiempos.

88
Cf. Charles BALLY, El lenguaje y la vida, Buenos Aires, Losada, 1941, pp. 228, 236-s..
89
Cf. W. H. CALVIN y D. BICKERTON, ibíd., p. 224.
90
«Reicher, S. (1991), «Mad dogs and Englishmen:telling tales from the Gulf. Trabajo presentado en la reunión British
Association 'Science 91', Plymouth»: Apud: Susan CONDOR y Charles ANTAKI, “Cognición social” (págs.453-489). EN: T. A. van
DIJK (comp.), El discurso..., p. 471.
91
Peter GAY, O estilo na Historia, São Paulo, Companhia das Letras, 1990, pp. 17 y 170.
92
Leo SPITZER, Lingüística e Historia literaria, Madrid, Gredos (Biblioteca Románica Hispánica. II. Estudios y Ensayos),
1968, p. 46.
93
"La noción de plebeyización viene de Bertold Brecht". P. ANDERSON, op. cit., p. 153. Cf.: pp. 147, 116, 109.
18
Entraña y estilo, he ahí lo que compone a España. Ahora se nos habla mucho contra el estilo; se nos dice que nadie que hizo
nada grande se dio cuenta de que tenía un estilo. ¿Y qué importa que no se diera cuenta? Lo importante era tenerlo; en eso, el
estilo es como lo que Goethe llama la idea de su existencia: es la forma interna de una vida que, conciente o inconsciente -
mente, se realiza en cada hecho y cada palabra. 94

Hasta el inicio histórico del siglo XX (1914) el discurso-tipo seguía siendo planteado en función del texto escrito, de
allí que las técnicas propias del discurso oral surjan como una innovación de la era tecnocrática o, para decirlo con se-
mántica política, de las tecno-democracias95, que caracterizan ya a la etapa final de la Modernidad o de oscilación hacia la
Post-Modernidad, y, plenamente, a nuestros tiempos post-modernos.96
El discurso oral debe responder a ciertas exigencias como la «redundancia», para suplantar a la memoria, y exige
frases más cortas, expresiones más familiares, para cuyo logro nuestra cultura visual dispone de un tipo de léxico que la
define plenamente, tanto ontológica como epistemológicamente. Éste se caracteriza por la impronta a la vez generaliza-
dora y eminentemente reduccionista, como se descubre en la retórica periodística, de los slogans políticos, publicitaria,
radial y televisiva, que sustituye a las estructuras sintáctico-semánticas tradicionales, hoy refugiadas casi de forma exclu-
yente dentro del ámbito literario 97 y, seguidamente, en el ámbito jurídico y filosófico. Nuevas figuras retóricas (empleo
de la «metáfora visual» en la publicidad electoral 98) se impondrán en atención con la variedad de soportes semióticos, a la
vez que se mantiene el lenguaje figurado tradicional.
Hoy, el discurso escrito —v.gr., periodístico— se constituye en el receptáculo de la incontinencia verbal, "amasijo
confuso de primitivismo y violencia 99": discurso cuyas palabras, como tempranamente escribiera Tocqueville, si "no son
aceptadas por la mayoría, perecen; el resto forma una masa común de la que cada uno toma lo que le conviene. 100"
Atendiendo al texto escrito, incluso aquél que se inserta en el dominio de lo político-institucional, podrá advertirse
que el mismo resulta una trasposición del modo verbal propio del acto comunicacional oral, en forma inversa al discurso
predominante hasta fines del siglo XIX, donde trazos del discurso oral (de un hombre «más exterior») se hacían presentes
en el escrito (expresión de un hombre «más interior»), pero nunca lo dominaban, porque el «juicio» impedía escribir tal
como se hablaba: "la naturaleza, nos dice el conde de Rivarol, no permite hablar tal como se escribe; el gusto casa las vi -
vacidades de la conversación con las formas metódicas y puras del estilo escrito. 101"
El hecho de que la cultura post-moderna conciba a la palabra como «herramienta» y no como «don» o «atributo» del
humano («ser» de razón : "«ser que tiene lenguaje»102") constituye una nota epistémica relevante, porque permite marcar
la distancia que media y opone, al decir de Martín Heidegger, dos modalidades del «pensar»: el "pensar meditativo"
frente al "pensar calculador.103"

94
«Brindis de José Antonio Primo de Rivera en un banquete a Eugenio Montes el 24 de febrero de 1935». EN: José A. PRIMO
de RIVERA, Textos de Doctrina Política («Entraña y estilo, he aquí lo que compone a España»). Recopilación de Agustín del Río
Cisneros. Madrid, Sección Femenina de FET y de las JONS, 1964, p. 417.
95
Cf. G. SARTORI, op. cit.. Los problemas clásicos, t. II, pp. 530-537.
96
Cf. sobre el vínculo partidos políticos / poder político, y la multiplicación de los denominados «grupos de interés»: Anthony
de JASAY, El Estado. La lógica del poder político, Madrid, Alianza, 1985, pp. 243-265. Cf. sobre la "visión tecnocrática" de la
democracia y sobre "la democracia y el sistema mundial": David HELD, Modelos de democracia, Madrid, Alianza, 1992, pp. 215-223,
391-397.
97
Cf. O. REBOUL, op. cit., pp. 82-90.
98
E. VERÓN, “La mediatización” (págs. 41-131). EN: Cursos y Conferencias (Segunda época), Buenos Aires, Facultad de
Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), nº 4, 1995, p. 106.
99
Guillermo JAIM ECHEVERRY, “La lengua devaluada”. EN: La Nación, diario de Buenos Aires (Argentina), «Revista», 28
de octubre de 2001, p. 8.
100
A. de TOCQUEVILLE, La democracia en América (2 v.). Madrid, Sarpe, 1984, v. II, p. 62.
101
Antoine de RIVAROL, “Discurso preliminar de un nuevo diccionario de la lengua francesa” [1797] (págs. 457-550). EN: ÍDEM:
Escritos políticos (1789-1800). Introducciones, traducción y notas de Gustavo A. Piemonte. Buenos Aires, Dictio, 1980, p. 474.
102
"Cuando, gracias a Heidegger, aprendí a leer a Aristóteles, vi para estupor mío que la clásica definición del hombre no es
«animal racional» (animal rationale), sino «ser que tiene lenguaje»." ( H.-G. GADAMER, “Acerca de la fenomenología del ritual y el
lenguaje” [67-133]. EN: ÍDEM, Mito y razón, Barcelona, Paidós, 1993, p. 73).
103
Cf. Martín HEIDEGGER, Serenidad, Barcelona, Odós, 1988, p.18. También: Mónica GIARDINA, “Ciencia y Ontología.
Vattimo en el camino de Nietzsche y Heidegger” (págs. 37-58). EN: Silvia CASINI et al., Perspectivas epistemológicas. Un debate en
torno a las Ciencias Sociales, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2000, pp. 51-s..
19
La generalización, que recorre el «discurso moderno», la definimos como el resultado de una "selección arbitraria
de la experiencia104" que, en el orden lexical y en función de un acentuado "pragmatismo 105", se advierte en el surgi-
miento de voces con un amplio campo de significados. No obstante, aún transita la formación discursiva moderna por el
esmero lingüístico, por la elegancia de la forma. La vulgaridad léxica, esto es, la violencia cognitiva y la poquedad espi-
ritual todavía no encontraban lugar; existe aún un residuo de pudor aristocrático dentro del nuevo orden democrático ya
rampante. Pero cuando ese mismo orden democrático sea superado por el tecno-democrático, entonces el campo ya que-
dará allanado situándonos en los dominios de oscilación hacia la Post-Modernidad y, más precisamente, de auténtico re-
ino post-moderno, aquél que denominamos Post-Modernidad temprana. De allí que la generación post-moderna de estu-
diosos del orden histórico y político, cercanos, en términos de cronología histórica a la «Modernidad plena», pero aleja -
dos culturalmente en virtud de la visión reduccionista de la «episteme» que los aloja, verá en el texto moderno sólo una
maraña de significantes.
Entendemos al reduccionismo (ontológico y lingüístico) como equivalente léxico de "regresión o involución" , en
tanto acto de transformar algo desde un estado más desarrollado a otro menos desarrollado. 106
El texto post-moderno hegemónico (el pensamiento hegemónico) exhibe recortadamente sus claves en la superficie
y, las oculta, en el repliegue del discurso, allí donde entre significado y significante existe una relación como la que se da
entre nivel conciente y subconsciente; giran en órbitas distintas, aunque constituyan una misma entidad. 107
Insistimos: hablar de una manera nueva supone un nuevo tipo de hombre y expresa un nuevo tipo de «mundo»: "un
mundo «modernizado» donde todo parece conectado pero casi nadie entiende cómo.108"
No sería errado señalar que nuestra «actitud global» post-moderna se nos aparezca como más directa y concreta en
sus enfoques, pero tampoco sería equivocado reconocer que esa cercanía con lo concreto se paga con la falta de toda li-
bertad en la instancia de tener una visión de conjunto, que supone una mirada con matices, trasunto de saber humilde (el
saber se reconoce en la humildad) y no de omnipotencia de conocimiento.
Nuestro texto post-moderno semeja un prisma que aleja todo acercamiento analítico: sólo podrán apresarse formas
recortadas y seductoras alejadas de cualquier nota de claridad o regularidad, conformándose a manera de superposición
de imágenes incompletas e imprecisas, que expresan un pensamiento escindido de ideas inconclusas, parciales, lógica-
mente inconexas. Razonamiento que opera en términos de linearidad y nunca en términos de relación.
La idea aparece en el discurso (v.gr., político, histórico) sin matices, resumida en cláusulas doblemente breves, tanto
por el ritmo acelerado que le imprime el enunciador como por la exigüidad de las propuestas.
Gráficamente el «punto y aparte» y el «punto y seguido» resultan, en nuestro texto post-moderno, la señal domi -
nante para quien está compelido a comunicar resultados o experiencias: permite pasar, con la celeridad de la imagen tele -
visiva en que se inspira, de una realidad a otra, con la que se liga por simple contacto y nunca por encadenamiento rela -
cional. El «punto» sobrevendrá siempre abruptamente, sin gradaciones que anticipen su llegada.
Proyección del pensamiento en el espacio en blanco del papel, al construir su discurso por medio de «síntesis fabri-
cadas», requiere el escritor del recurso gráfico que le facilite la interrupción brusca de su enunciado, para dar así paso al
otro envoltorio sintético de palabras. En tanto dominio de lo fónico, nuestro lenguaje post-moderno surge del vínculo es -
pecular con estructuras cognitivas plasmadas en términos de «estridencia/opacidad», «violencia/relativismo».

104
J. FERRATER MORA, op. cit., s.v., «positivismo», v. II, col. 2, p. 456.
105
Gastón BACHELARD, La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo
[1948]. Buenos Aires, Siglo XXI, 1962, p. 109.
106
Cf. J. FERRATER MORA, ibíd., s.v., «reducción», v. II, col. 1, p. 543 y col. 2-3, p. 542.
107
Cf. M. FOUCAULT, Las palabras..., p. 296.
108
Robert de BEAUGRANDE, “La saga del análisis del discurso” (págs. 67-106). EN: T. A. van DIJK (comp.), El discurso
como estructura y proceso. Estudios sobre el discurso I. Una introducción multidisciplinaria, Barcelona, Gedisa, 2000, p. 102.
20
Nombrar ya no constituye un compromiso ontológico; para el discurso de nuestro tiempo nombrar algo equivale a
identificar ese algo nombrado con una etiqueta que será desplazada, cuando un impulso lo decida, de forma tan automá -
tica, salvaje y rápida como fue impresa.
Esta característica de nuestra discursividad — «de esa nueva subjetividad donde se pierde todo sentido de la historia
en términos de esperanza o de memoria» 109—, resulta hegemónica en distintos tipos de textos, incluyendo los más
estructurados en términos de cuidados sintáctico-semánticos, y que son propios del ámbito de las Asambleas legislativas,
campañas electorales en espacio abierto y aquellas representadas ante las cámaras de televisión.
El discurso mediático —principal formador de opinión pública en las tecno-democracias actuales— 110, sobre todo
luego del surgimiento de la televisión, impuso una nueva retórica, que tiene como referencia central una imagen ("men-
saje icónico"), que siempre será simple, de efecto directo, a la vez que requerirá de un "mensaje lingüístico" más o menos
extenso, según la naturaleza del discurso, estableciendo con la expresión icónica una necesaria relación estructural. 111
En el orden mediático, el discurso político, v.gr., la entrevista televisiva, ofrece gran despliegue semiótico, porque
las operaciones discursivas quedan sometidas a dos lecturas totalmente enfrentadas, según el destinatario sea un partida -
rio o un adversario, además de la significación que adquiere la fragmentación del espacio —surge un nuevo espacio pro -
pio de la información que puede denominarse "espacio de contacto"—, donde un lugar relevante corresponde a la cá-
mara, que tendrá a su cargo articular la relación entrevistado-entrevistador-auditorio; auditorio que, a su vez, puede ser al
mismo tiempo virtual y presencial (el público presente en la entrevista). Respecto del tratamiento de la imagen y su inci -
dencia en el campo político, es formulado por vez primera en el documento presentado por el Partido Socialista francés
(24 de abril de 1981), en función de las elecciones presidenciales que enfrentaron centralmente a François Mitterrand-
Giscard d'Estaing.112
¿Qué es lo que se prioriza en la entrevista?: El dispositivo escenográfico y coreográfico.
Por otra parte el acento recae sobre la estrategia enunciativa y no sobre el contenido. 113 Se trata, como apuntara
Alexis de Tocqueville, del lenguaje de los «siglos democráticos»; léxico generalizante, que los tiempos de las democra-
cias de masas consagrarían plenamente, trocado ya en reductivo. El escritor democrático será quien hablará de la "actua-
lidad para describir de un solo trazo las cosas que pasan en ese momento ante sus ojos, y de eventualidades para referirse
a cuanto puede suceder en el universo a partir del momento en que habla.114"
Como tempranamente preveía el pensador francés, el nuevo paradigma de la "igualdad" se tejería con una multipli-
cación de voces herméticas alejadas de la cosa hacia la que se dirigían: la palabra ya no será la representación de la reali-
dad, sino un significante que puede envolver un significado puntual, o, alternativamente, su contrario, pues no guarda
relación alguna de contacto. Estas palabras "de las que se hace uso a cada paso sin referirlas a un hecho particular, ensan-
chan y oscurecen el pensamiento; hacen la expresión más rápida y la idea menos neta. 115"

109
P. ANDERSON, op. cit., p. 79.
110
Cf. sobre "la formación de opiniones" y el concepto de "opinión pública" en nuestro tiempo: G. SARTORI, op. cit., t. I, pp.
126-150; JUAN PABLO II, Carta Encíclica Evangelium Vitae a los obispos, a los sacerdotes y diáconos a los religiosos y religiosas a
los fieles laicos y a todas personas de buena voluntad, sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, Roma, 25 de marzo
de 1995. Buenos Aires, San Pablo, 1995, p. 30.
111
Cf. sobre "significación" y "valor" de los signos: R. BARTHES, Elementos de Semiologia, São Paulo, Cultrix, 1964, pp. 11-
s. y 56-59.
112
E. VERÓN, “Interfaces. Sobre la democracia audiovisual avanzada” (págs. 41-66). EN: ÍDEM, El cuerpo de las imágenes,
Buenos Aires, Norma, 2001, p. 57.
113
E. VERÓN, “La mediatización”, pp. 112-s.., 123-125. Cf. sobre la incidencia y vínculo «medios de comunicación-política de
Estado»: R. NIXON, op. cit., pp. 217-278. También: M. HARDT y A. NEGRI, op. cit. («El espectáculo de la constitución»), pp. 283-
285.
114
A. de TOCQUEVILLE, La democracia..., v. II, p. 63. Cf. sobre el «estilo noble» y el propio de los tiempos democráticos:
Luis DÍEZ del CORRAL, El pensamiento político de Tocqueville. Formación intelectual y ambiente histórico, Madrid, Alianza, 1989,
pp. 82-84.
115
A. de TOCQUEVILLE, ibíd., v. II, p. 63.
21
Todo nuestro lenguaje se encuentra recorrido por esas grandes síntesis; por la alternancia de palabras que pueden
denominarse «colectivos plurales y singulares», abstracciones escasas en el léxico europeo hasta la Revolución francesa,
donde apenas se encuentran "fertilización, tesaurización, temporización, organización (creada ésta anteriormente, pero
que no cobró vida hasta entonces) y, civilización.116" Señalaba John Locke que en su época existían muy pocos nombres
abstractos —"animalitas, humanitas, corporeitas"—, y que sería ridículo aumentar su número porque la especie humana
"no tiene ideas de las esencias reales de las sustancias, puesto que no tiene nombres para tales ideas." Hay ideas sufi-
cientes para distinguir "un metal de la madera", pero nadie se aventuraría a usar la palabra " metalleitas", pues esto signi-
ficaría creer que se posee la esencia real de aquellas sustancias. De igual forma sería "absurdo" afirmar que "un cuerpo
mueve o impele a otro", porque el nombre de "cuerpo" es sólo una construcción mental.117
Respecto de los «colectivos plurales» y, a manera de ejemplo, entre los más repetidos por el general Charles de
Gaulle se encuentran: «república», «nación», «estado», «pueblo», «tradición».
Los «colectivos plurales» resultan siempre fragmentables, y a la mente post-moderna le pueden sugerir un conglo-
merado de significados, pero sin ningún vector unitario de significación.
Serán «colectivos singulares»: «ciudadanos», «obreros», difícilmente fragmentables, en términos de estrategia dis-
cursiva («mental») post-moderna. De allí que buena parte de los textos políticos sean el producto de la habilidad del
enunciador para construir su discurso con «colectivos plurales» (v.gr., «bien de la nación»), evitando cualquier fragmen-
tación que pueda provocar una actitud receptiva adversa en el destinatario, en tanto, algunos actores puedan entender que
ese «bien» está destinado a un específico grupo de la «nación» que los excluye.
La seducción generalizadora se advierte exponencialmente en el discurso político mediante el empleo de frases no-
minales: Mitterrand hablaba de «la otra política»; De Gaulle de «la participación», Giscard d'Estaing de «el desorden». 118
Términos «colectivos plurales», fraguados en el seno de la democracia de masas son, entre muchos: totalitarismo119,
autoritarismo, fascismo, populismo, democracia 120, globalización121. He aquí un campo léxico-semántico que constituye
una "etiqueta expresiva"; palabras que "«sugieren» por sí mismas y moldean el pensamiento: son portadoras de una ma-
nera de percibir y concebir el mundo. 122"

V. ASPECTOS RETÓRICO-GRAMATICALES DE LA ESTRUCTURA TEXTUAL


1. Funciones conectivas
1.1. Cohesión y coherencia: Todos los recursos cohesivos empleados en la superficie textual (copulativos,
disyuntivos, adversativos, concesivos, condicional-causal, de finalidad), y su distinto movimiento (proyección de la «es-

116
Emile BENVENISTE, Problemas de lingüística general [1971], México, Siglo XXI, 1985, p. 213. Cf. sobre "la escasez de
términos abstractos" en lengua castellana: Benito J. FEIJÓO, Cartas eruditas (4 t.).Selección, prólogo y notas por Agustín Millares
Carlo. Madrid, Espasa-Calpe (Colecc. «Clásicos castellanos»), 1958, t. IV, p. 19.
117
John LOCKE, Ensayo sobre el entendimiento humano [1690]. Prólogo de José A. Robles y Carmen Silva. México, Fondo de
Cultura Económica, 1956 , lib. III, cap. VIII («De los términos abstractos y concretos»), § 2, p. 468, cap. VI («De los nombres de las
sustancias»), § 21, p. 442.
118
E. VERÓN, “La mediatización”, pp. 114-s.. Cf. respecto de las entidades «colectivas»: Félix G. SCHUSTER, “Temas de
Filosofía de las Ciencias Sociales: Individualismo y holismo metodológico”. EN: Actas del Tercer Congreso Nacional de Filosofía (2
v.). Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), 1982, v. II, pp. 272-277.
119
A. de TOCQUEVILLE, La democracia..., vol. II, p. 266.
120
Cf. G. SARTORI, op. cit., 1. El debate contemporáneo, vol. I, cap. VII «Lo que no es la Democracia», págs. 225-260. Sobre
«La guerra de las palabras»: ÍDEM, vol. II, págs. 577-582.
121
La expresión "aldea global" fue introducida por Marshall McLuhan y describe "la operación de las sociedades humanas sobre
bases permanentes, de 24 horas, resultado de la incorporación acelerada de nuevas tecnologías. La aldea global implica un «mundo
atemporal», en operación continua." (Daniel P. CARDINALI y Antonio M. BATTRO, “El reloj de la aldea global”. EN: La Nación,
diario de Buenos Aires, secc. 7, «Bibliografía», 11 de junio de 1995, p. 4. Cf. Jean BAUDRILLARD, “La globalización, según ...”.
EN: La Nación, diario de Buenos Aires (Argentina), secc. «Cultura», 10 de diciembre de 2000, p. 20.
122
G. SARTORI, ibíd., v. I, pág. 247 (v.N. 112) Cf. sobre el tema de los conceptos aplicables al conjunto de las situaciones
políticas contemporáneas en Occidente, desde una perspectiva histórica y política, atendiendo al método comparativo y explicativo:
Bertrand BADIE y Guy HERMET, Política comparada, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 15-58 .
22
tructura profunda» del pensamiento o de la coherencia argumentativa), constituyen intentos de convencer y/o atrapar al
«otro» en la red discursiva.
Resulta habitual en los textos post-modernos el anclaje recurrente de éstos en la esfera extralingüística (lo que la
Lingüística denomina «conocimiento de mundo») pues delegan, explícita o implícitamente, en el oyente/lector, la tarea
de completar el texto. Esta deriva hacia lo extralingüístico resulta a la vez de una visión de «mundos» mutilados y, de la
impronta oral, situación comunicacional en la cual los hablantes operan regularmente con formas elípticas o «sobreenten-
didas123» del lenguaje. Se trata de formas que, en el texto clásico, que parte de un concepto escrito de la lengua, sólo es
considerado pertinente, en la medida que no quite trasparencia al discurso.
El empleo de reiteradas elipsis o «sobreentendidos» produce en el texto un efecto de impostura; construye una zona
de sombras, pues siempre resultará difícil conocer hasta dónde llega el «conocimiento de mundo» por parte del
oyente/lector; visión que, por otra parte, se encuentra sometida —en tanto oyente/lector y productor textual constituyen
sólo «nudos» de su «episteme»— a una óptica definida por la fragmentación esquizoide 124 de su realidad. Dentro de esta
arquitectura se impone una circularidad perversa, porque en el marco de una visión reductiva del pensamiento, el «otro»
del discurso, que en la trama post-moderna nunca es un «tú», no encuentra cabida en tanto discurso que amputa cualquier
dimensión dialógica. Adviértase, a manera de muestra, la construcción del siguiente trayecto discursivo:
Articulo 9º—El terrorismo, en cualquiera de sus formas, es por esencia contrario a los derechos humanos. 125
Esta dimensión del «sobreentendido» o de la elipsis ("en cualquiera de sus formas"), como consigna de un texto
constitucional, denota fuertemente el hermetismo que envuelve a nuestras estructuras cognitivas, ya que, condicionados
por su actitud mental o «visión del mundo», los productores textuales se ven imposibilitados de rescatar la dimensión
analítica del discurso: en nuestro marco contemporáneo, "una lengua" es sólo "una accidental configuración de algo.126"
En la muestra asoma el entramado de la formación discursiva post-moderna que, sin duda, debe definirse como el
lugar de la "violencia simbólica 127": "terrorismo" y "derechos humanos", investiduras hijas del discurso tecnodemocrá-
tico, conforman «formas vacías» que pueden servir tanto para construir como para aniquilar, santificar o demonizar. Se
trata de «términos impostores» pues confunden "bajo una misma palabra cosas muy diferentes 128"; engañosos por la
arbitrariedad hermenéutica que dejan planteada.
1.2. Acerca de los conectores: Atento a las expresiones conectivas, éstas pueden ser escogidas por el hablante/escritor
a manera de «indicadores relacionales/funcionales», como «movimiento del alma»/«instrumento», para dar sus opiniones
personales junto con la información sobre los hechos (se trata de conexiones aditivas y temporo-espaciales). Para el
oyente/lector, estas expresiones son señales que le dan instrucciones para llevar a cabo las operaciones conectivas inter-
vinientes en la tarea de decodificar los enunciados del hablante/escritor. 129
En el plano de la argumentación, desde un punto de vista jerárquico, las conexiones de «adición» y «temporo-
espacial» se insertan dentro de marcos de distinto nivel: la «adición» atiende al aspecto heurístico y descriptivo del mate-
rial argumental, lo ordena a manera de lista o catálogo (v.gr., en un procedimiento judicial, la técnica narrativa del in-
forme impone al testigo una descripción minuciosa de los hechos; informe construido como si se tratara de las vivencias

123
Cf. en relación con lo «sobreentendido»: Catherine KERBRAT-ORECCHIONI, La enunciación. De la subjetividad en el
lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1980, pp. 147-150.
124
Cf. P. ANDERSON, op. cit., p. 80.
125
Constitución Política de la República de Chile, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1980, ("Capítulo I, Bases de la
Institucionalidad"), pág. 10. "Artículo 1º [...] Es deber del Estado resguardar la seguridad nacional [...], promover la integración
armónica de todos los sectores de la Nación y asegurar el derecho de las personas a participar con igualdad de oportunidades en la vida
nacional". (ÍDEM, Capítulo I. Bases de la Institucionalidad, p. 8). N.B.:Lo subrayado nos pertenece y señala las abstracciones
reductivas.
126
Felipe MARTÍNEZ MARZOA, Lengua y Tiempo, Madrid, Visor (Colecc. «Lingüística y Conocimiento, 26»), 1999, p. 78.
127
Cf. sobre la «violencia simbólica»: P. BOURDIEU, Meditaciones pascalianas, Barcelona, Anagrama, 1999, pp. 217-251.
128
Jeremy BENTHAM, Tratado de los sofismas políticos. Prólogo y traducción de Francisco Ayala. Buenos Aires, Rosario,
1944, cap. VI. «Sofismas de los términos ambiguos, § 5 «Distinción disimulada», p. 163.
129
E. RUDOLPH, op. cit., p. 17.
23
retratadas en una novela «realista»: se crea la fictio de la «ilusión referencial»). La conexión «espacio-temporal» refiere
al lugar donde se disuelve todo el saber del hablante acerca de los hechos y eventos del mundo. 130 En el marco del alu-
dido procedimiento judicial, y a los efectos de individualizar el hecho, la narración de un testigo deberá atender al ubi
(lugar) y al quando (tiempo) de lo ocurrido. 131 Además, necesariamente, juegan en el procedimiento judiciario diversos
niveles temporales y espaciales: presente de la narración, que analépticamente nos acerca las circunstancias pretéritas, a
la vez que sus resultados tendrán su impacto en el futuro (sentencia).
1.3. Acerca de las relaciones conectivas: condicionalidad (causalidad, consecuencia, finalidad) : Causalidad o
razón, consecuencia o resultado/finalidad, definen el discurso y la «visión del mundo» del que éste es portador. Están
presentes en todo orden proposicional, en todo «juicio» o enunciado, sirviéndose de partículas relacionales que abren el
espacio para que el pensamiento pueda desplegarse en líneas escritas. La condicionalidad podrá determinar o no el dis-
curso del sujeto empírico, pero siempre entrecruzará la «episteme» dominante. En suma, las relaciones de tipo causal-
condicional, el carácter explicativo y determinativo de las proposiciones, la presencia de los «si», «porque», «en conse-
cuencia», «finalmente» resultan, en virtud del «juego de lenguaje» que producen, índices de la «episteme» frente a la cual
nos encontramos.
Tanto desde una perspectiva lógico-ontológica del lenguaje, como desde una perspectiva puramente instrumental del
mismo; desde la atalaya lingüística que lo ve como expresión del pensamiento y del «ser», o desde la mirada post-mo-
derna del artefacto lingüístico; con conciencia lingüística o sin ella, en todos los casos, el lenguaje es producto de un pro -
greso cognitivo, más allá de que frente al uso de conectivos y relaciones conectivas el portador del lenguaje opere con -
ciente del acto lingüístico, que epistémicamente exige ser explicitado como tal, o que el portador de la lengua opere in-
conscientemente con un lenguaje que no vive como encarnado, sino en el que ve un depósito de signos que se prestan
para ser consumidos y de los que echará mano a la hora de formar un discurso.
Por tanto, la conexión de causalidad se constituye en una posibilidad que ofrece la lengua, que tiene gran valor tanto
en el "discurso argumentativo como en consideraciones psicológicas. 132"
1.4. Una visión instrumentalista del lenguaje : Rescatamos palabras de la lingüista Elizabeth Rudolph porque nos
ilustran sobre la mirada dominante en nuestro tiempo en los estudios lingüísticos:
Las expresiones conectivas son elementos composicionales que ofrece la lengua, sin ninguna obligación de ser utilizados
como componentes necesarios del texto.
En fin, las “expresiones conectivas”, como lo afirma la misma autora en otro momento de su exposición, resultan
meros "indicadores funcionales"; "instrumentos" prescindibles. En suma, si bien hay una lógica de la argumentación que
nos determina a hablar y escribir de una manera, de todas formas, para el paradigma lingüístico post-moderno, las partí -
culas conectoras no se identifican con «movimiento de espíritu» («mente») alguno; no constituyen una expresión del
«ser», sino simple herramienta material que el portador de la lengua manipula de la misma forma que lo hace con una
palanca al accionar una máquina.
De una lógica relacional se pasa a una lógica funcional volcada hacia el nivel específicamente pragmático del len-
guaje, donde el centro del problema teórico se traslada desde el primado del «ser» hacia el primado del «devenir»; no
preocupa explicar lo estático de la lengua, la interrogación por la ontología de la palabra que se articula o proyecta en un
orden proposicional de superficie, sino que interesa lo atómico (los fragmentos dispersos) de la estructura textual, o sea,
lo dinámico en términos de vértigo. Como señalamos, se peralta el lenguaje estrictamente funcional de la pragmática, o
sea, de la disciplina que estudia el lenguaje del usuario y las circunstancias de la comunicación. La realidad lingüística se

130
E. CASSIRER, op. cit., I. El lenguaje, pp. 114-s.; E. RUDOLPH, op. cit., p. 17.
131
Cf. Kevät NOUSIAINEN, “Las interacciones del derecho” (págs. 141-160). EN: Aulis AARNIO, Ernesto GARZÓN
VALDÉS y Jyrki UUSITALO (comps.), La normatividad del derecho, Barcelona, Gedisa, 1997, pp. 152-s..
132
E. RUDOLPH, op. cit, p. 16.
24
define por "la función que ejerce 133", por la manera en que logra sin pausa, con rapidez y semántica mediática, su objetivo
comunicacional: la oralidad, tramada con las trayectorias vagabundas del modelo televisual, impondrá sus reglas a lo
escrito que ya no constituirá el lugar del «juicio», de la reflexión.

VII. EL PRONOMBRE DE TERCERA PERSONA. EL OCULTAMIENTO DEL «YO»


Tercera persona es aquella en la que recala el historiador en su pretensión de objetividad o "ilusión referencial" al
decidir ausentarse del discurso134 —estrategia discursiva que persigue tomar distancia del enunciado desdoblando el sis-
tema temporal y espacial entre aquél en que se ubica el enunciador y el «otro lado» correspondiente al «él» del enunciado
—.135; aquella a la que acude el discurso demostrativo del científico. De la tercera persona también echa mano a veces el
narrador que ve en el «yo» un emblema de lo "injusto en sí" al convertirse en "centro de todo.136"
La partícula «se» es la del narrador omnisciente. El discurso adquiere el carácter de verdad absoluta. El narrador
sólo presta su voz distanciándose de su enunciado y presentándolo "como la realización de un acto de habla asertivo de
certeza o verdad colectiva; [como] verdad incuestionable. " "Voz colectiva" de la que «él», en tanto enunciador, "forma
parte integrante137".
En el discurso post-moderno el pronombre «se» opera como partícula distanciadora y de ocultamiento del «yo».
El carácter de «se», como estrategia discursiva de un enunciador que pretende tomar distancia de su texto, asoma
igualmente en el discurso político post-moderno. El empleo de «se» se articula sin fisuras en el siguiente texto, cuyo
enunciado, todo él, resulta una expresión de automatismo lingüístico. Mejor aún, resulta una partícula de incomparable
valor para un orden epistémico donde el «yo» rehuye compromisos y se asienta sobre imprecisiones.
Lo que define una sociedad como una totalidad integrada es la presencia de un tablero de juego común a todos, reconocido
por todos [...] El todo social se desintegra de hecho cuando aquel tablero se desdibuja y pierde presencia, cuando los grupos
internos del conjunto tratan de alcanzar sus propios fines, que sólo son alcanzables mediante una violación de la juridicidad
reguladora de la sociedad global.138

Se trata en esta alocución del ex presidente argentino Raúl Alfonsín, de una estrategia frecuente empleada a los
efectos de mitigar u ocultar información: esta estrategia de "ocultamientos parciales" consiste en "mencionar explícita-
mente la acción o los acontecimientos producidos, dejando sin expresar el agente o la causa de esa acción, que permanece
implícito y debe ser inferido.139"

VIII. LA DINÁMICA VERBAL: LOS MODOS VERBALES


1. Los modos verbales: En el nivel social, la actividad verbal o actividad comunicativa "es una forma de realización
de las relaciones sociales; psíquicamente es una forma especial de manifestación y transformación de los procesos de la
conciencia.140"

133
Cf. sobre el funcionalismo filosófico: J. FERRATER MORA, op. cit., s.v., «función»; Gregorio KLIMOVSKY y Cecilia
HIDALGO, La inexplicable sociedad. Cuestiones de epistemología de las ciencias sociales, Buenos Aires, A—Z, 1998, pp. 84-90;
Oswald DUCROT y Tzvetan TODOROV, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, México, Siglo XXI, 1974, s.v.,
«Funcionalismo», pp. 40-46.
134
Roland. BARTHES, “El discurso de la historia” (págs. 9-28). EN: Barthes-Todorov-Dorfles, Ensayos estructuralistas,
Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1971, pp. 16-s.. Cf. H. PARRET, De la semiótica a la estética. Enunciación,
sensación, pasiones, Buenos Aires, Edicial, 1995, pp. 62-67; P. RICOEUR, op. cit., pp. 257-s., 292.
135
Cf. Algridas J. GREIMAS, La Enunciación. Una postura epistemológica, México, Universidad Autónoma de Puebla.
Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, 1996, pp. 17-23.
136
Blaise PASCAL, Pensamientos [1670]. Madrid, Sarpe (Colecc. «Los Grandes Pensadores»), 1984, § 136, p. 71..
137
María M. GARCÍA NEGRONI y Mónica G. ZOPPI FONTANA, Análisis lingüístico y discurso político. El poder de
enunciar, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1992, p. 22.
138
«Discurso pronunciado por el presidente Ricardo R. Alfonsín en la Cena de Camaradería de las Fuerzas Armadas, 5 de julio
de 1985»: Apud. M. M. GARCÍA NEGRONI y M. G. ZOPPI FONTANA, ibíd., p. 73.
139
M. M. GARCÍA NEGRONI y M. G. ZOPPI FONTANA, ibíd., p. 73.
140
Enrique BERNÁRDEZ, Introducción a la Lingüística del Texto, Madrid, Espasa-Calpe, 1982, p. 68.
25
Si bien los modos verbales no mutaron en el decurso histórico, la actitud que les da significancia difiere absoluta-
mente pues, mientras dentro de la «episteme clásica» el narrador entiende al lenguaje y, de suyo, al verbo, como el espa -
cio que lo representa (narrador que entiende el lenguaje como el lugar donde se juega su «ser»), para nuestra cultura post-
moderna el verbo es un mero artefacto material que se disuelve, junto con los otros componentes de la estructura proposi-
cional, en los dominios de la pura dimensión gramatical de superficie. Más aún, mucha Gramática contemporánea evita
hablar de proposición al referir al enunciado textual, entendiendo que lo correcto sería el empleo de los vocablos oración
o frase, consigna que delata el divorcio entre cualquier nivel profundo del lenguaje y la estructura de superficie, ya que
no se asigna a la voz oración el carácter de entidad que plasma el «juicio»; no conlleva connotación lógico-ontológica al-
guna. En rigor de verdad y, atendiendo al automatismo lingüístico de nuestro discurso que ve a las palabras del lenguaje
como integrando un «paquete» traducido en oraciones materiales, la voz proposición ya no resulta pertinente.
No resulta igual internalizar los modos verbales como formas externas ajenas al orden lógico, afectivo y estético del
pensamiento—meros mecanismos reguladores de la expresión—, que hacerlo como dimensión del «ser» ("Los verbos
son de ese género de palabras que significan la manera y la forma de nuestros pensamientos"; explican lo que acaece en
nuestro espíritu141).
Difiere sustancialmente la ubicación de la Gramática, ligada a la Lógica y a la Ontología—centros de referencia
epistémica—,como advertimos en el siglo clásico, con el lugar marginal que se le ofrece en nuestro tiempo, alejada de
cualquier ligadura con otra dimensión del saber que no sea la de simple forma material, cuyo empleo (en el campo espe-
cífico de la Historia y de la Ciencia Política) sólo resulta esmerado, en el mejor de los casos, a la hora de dar respuesta a
alguna producción escolástica o académica, oportunidad en la cual se toma, de un catálogo de signos, el recurso lingüís-
tico que mejor cuadra, según sea el grado de compromiso que se quiera tomar respecto del objeto de estudio. Pero será en
las variadas fórmulas de investidura político-institucional, del tipo «juramento», cuando la impostura llegue a su cima; se
trata de actos durante los cuales las construcciones clásicas son declamadas ante o por quienes asumen cargos presiden -
ciales o ministeriales: acto enunciativo que resulta el extremo del artificio comunicacional, porque la solemnidad de la
consigna alcanza, en términos de ausencia de conciencia del «yo», el umbral más bajo en cuanto a condensación de ener-
gías: la fuerte carga semántica de la fórmula poco o nada significa ya para los sujetos involucrados en el acto, embotados
con el ruido cotidiano de las consignas hueras.
De una ontología del lenguaje se ha pasado a una fenomenología del mismo; fenomenología entendida en el sentido
más literal; el lenguaje resulta mero fenómeno (apariencia) de una realidad que se piensa, se vive, como virtual.
En el lenguaje post-moderno —suspendido el valor de verdad de la palabra—, si tomamos como muestra el verbo
que distingue al humano, «saber», resultará un simple objeto arrojado sobre el papel o sobre un oyente. En tal acto, entre
significante y significado existirá, en la generalidad de los casos, una vinculación imperfecta, dentro de la cual «saber»,
«conocer» y «estar seguro», serán todos útiles gramaticales, figuras mutiladas, fragmentadas y sin rostro definido, esto
es, partículas del mismo nivel de significación.
Podría afirmarse, con Wittgenstein , que "la proposición es una medida del mundo" y que "los límites de mi
lenguaje son los límites de mi mundo.142" Esta reflexión del filósofo y matemático austriaco proyectada a nuestro
lenguaje post-moderno sólo participa de un aspecto de su aserción: la que consigna que los límites del lenguaje del
hablante/escritor son los límites de su «mundo»: hablante/escritor, para el cual la «palabra ya no es un sacramento de
delicada administración.143»

141
Antoine ARNAULD et Claude LANCELOT, Grammaire Générale et Raisonnée [1660]. Paris, De L’Imprimerie D’Auguste
Delalain, 1830, chap. XVI «Des divers Modes, ou Manières des Verbes», pp. 77-s..
142
E. RABOSSI, «Wittgenstein: Representaciones y Pensamientos» (págs. 9-19). EN: Cuadernos de Filosofía, Buenos Aires,
Facultad de Filosofía y Letras —Instituto de Filosofía— (Universidad de Buenos Aires), año XXI, nº 34, mayo 1990, pp. 24 y 27.
143
José ORTEGA Y GASSET, La rebelión de las masas [1937]. Buenos Aires, Orbis/Hyspamérica, 1983, p. 12.
26
2. Tiempo material y tiempo fenoménico: Omisión hecha de la discursividad post-moderna, si nos detenemos en el
tiempo de los verbos debe recordarse que constituye la manifestación del recurso energético por excelencia, a través del
cual el proceso cognitivo dota de movimiento al carácter cuasi lineal de las expresiones lingüísticas. El pasaje de una in-
flexión verbal a otra, o la repetición de la misma, en suma, los grados relativos del tiempo, resultan indicadores de las va -
riaciones anímicas del narrador frente a la invariante constituida por el referente específico que lo conmueve, frente a la
acción que orienta el movimiento; acción o representación argumental que constituye la razón de «ser» de su texto. Como
señala Wilhelm von Humboldt, «estamos acostumbrados a pensar la relación del tiempo sólo vinculada al verbo como
parte de la conjugación»; pero el verbo encierra, en el mismo acto, «el atributivo energético, en los estadios de la acción
y, al ser, en los estadios del tiempo.144»
Aun cuando "la designación precisa de los grados relativos del tiempo es un producto relativamente posterior,
mientras que la designación de la «forma temporal» de un acontecimiento o acción parece pertenecer a un estado anterior
del pensamiento y del habla145", en nuestras lenguas flexionadas se concibe estrictamente al verbo, en primer término,
como expresión de movimiento y, como expresión de dirección, luego.
Ahora bien, la conciencia del tiempo, la representación de la unidad temporal, surgirá cuando, dentro de una dimen-
sión epistémica moderna, se entiendan como formando parte de una misma serie causal y teleológica, por una parte, al
sujeto comprendido en ella y, por la otra, la meta a la que está dirigido; más allá de que acción y fin se encuentren en
oposición.146 De la pura construcción mental nacerá en la Modernidad la relación «sujeto-objeto» disueltos en la categoría
mental del tiempo: tiempo construido y objeto desenvuelto en el tiempo. Habiendo sido recuperado mentalmente (re -
cursivamente) el acaecer humano como «fenómeno», comenzará a gestarse, al cerrarse cronológicamente el siglo XVIII,
la historia crítica (desplegada a lo largo de la centuria siguiente), reino de un humano que gusta ostentar su estatura acci-
dental (histórica).
Para el Racionalismo clasicista, las cosas cargan con la materia tiempo, mereciéndole sólo atención pragmática ese
fragmento material amasado con la cosa temporal llamada historia. En tanto un acontecimiento acaeció, deviene pura
apariencia (fenómeno) y, de suyo, —para una concepción epistémica materialista— resulta irrecuperable, pues de lo pre-
térito y de las cosas pretéritas no se puede dar razón que sea «por sí» y «en sí». Sólo cabe referir a ese acaecer humano
bajo el tiempo verbal del «había una vez». El tiempo clásico es un tiempo cósmico, fluyente, continuo, en el que se in -
sertan todas las realidades.147
El tiempo verbal, los grados relativos del tiempo operantes en la simultaneidad del discurso constituyen elementos
que permiten el movimiento de la argumentación textual; se trata de "una forma universal de relación y ordenación que
abarca todo acaecer.148" De él dependerá la aceleración (intensio) o desaceleración (remissio149) de la realidad en juego.
3. Expresiones cuasi imperativas o imperativas en el discurso post-moderno : Como ocurre con las palabras, los
tiempos verbales no guardan un significado fijo e inmutable. Pero si las palabras varían a veces radicalmente su signifi -
cado en el peregrinar histórico, esto se manifiesta de manera más rotunda al atender a la cuestión de los tiempos y modos
verbales pues, en tanto obra del «espíritu» («mente») humano, son expresión de todos sus movimientos, de allí que un
determinado tiempo verbal guarde matices en función del contexto enunciativo. Esta circunstancia se manifiesta de ma -
nera más notoria cuando la proposición expresa un deseo, una opinión dubitativa, una opción, o adopta un carácter ex -
hortativo, es entonces que el intento de querer establecer límites entre Modo Subjuntivo, Potencial, Imperativo y forma

144
W. von HUMBOLDT, Einleitung zum Kawi-Werk (Werke, II, 286): Apud. E. CASSIRER, op. cit., I. El Lenguaje..., p. 186.
145
E. CASSIRER, ibíd., I. El Lenguaje («La representación del tiempo»), p. 194.
146
Cf. E. CASSIRER, ibíd., I. El Lenguaje («La representación del tiempo»), p. 190.
147
Cf. Manuel GARCÍA MORENTE, Lecciones preliminares de filosofía [1938] Buenos Aires, Losada, 1978, pp. 261-275.
148
E. CASSIRER, ibíd., I. El Lenguaje, p. 192.
149
Cf. J. FERRATER MORA, op. cit., s.v., «intensión».
27
infinitiva resulta estéril, porque generalmente un determinado tiempo verbal, v.gr., subjuntivo, se carga con matices de
los otros modos o inflexiones verbales.
Por otra parte, si bien se advierte que en cada «episteme» domina cierta modalidad verbal, esto sólo guarda un ca -
rácter orientativo: lo que importa subrayar es que el encuadre epistémico sigue un rumbo del que se apropia el
hablante/escritor, y esta orientación impuesta por la interacción verbal resulta de fundamental ayuda para el hermeneuta.
Nada autoriza a concluir que las formas materiales del Subjuntivo estén ausente del discurso post-moderno: lo que sí
variará es el significado que guardan las distintas formaciones discursivas; variará la actitud del «yo», pues su presencia
de manera alguna otorga a la formación discursiva post-moderna el carácter que define a la «episteme clásica», ya que la
«estructura profunda» de las proposiciones (la actitud mental post-moderna) no guarda parentesco alguno con la clásica.
El carácter potencial-condicional, o sea, el imperativo hipotético, que hace al carácter cortés del discurso, de igual ma-
nera que su contrario, que exige compromiso heroico y verdades intangibles, así como una exigencia de eternidad, sería
inadmisible como expresión de temple en el texto post-moderno, donde lo cortés, lo heroico y lo eterno resultan voces
vacuas.
4. El nominalismo en el discurso post-moderno: Las formas verbales no son entidades con "valores fundamentales
únicos", lo cual implicaría "poner la forma en el lugar del valor y creer que tal significante implica tal significado. 150" Por
ejemplo la retórica jurídica post-moderna continuará reproduciendo, para destilar solemnidad, rasgos arquitectónicos de
la construcción proposicional clásica, remedo estéril post-moderno de una dimensión discursiva donde no había lugar
para equívocos o dudas: decir algo (en los casos dignos de ser considerados) implicaba comprometerse éticamente 151 (la
palabra era acción más allá de cualquier concreción del acto): decir «¡sí juro!» cargaba con la intención espiritual de con -
vertir el juramento en acto. En nuestro «juego de lenguaje» ocurre que se ha roto "la relación entre el nombre y lo nom -
brado"; oír «el nombre» ya no trae a nuestra alma «la figura de lo nombrado 152»: dentro del discurso post-moderno
hegemónico, el espacio ético constituye una expresión ya desgastada condenada al ostracismo.
5. El ocaso del «deber ser»: Recuérdese que toda narración hunde sus raíces "en sistemas culturales de conocimiento,
creencias, valores, ideologías, modos de acción, emociones y otras dimensiones del orden social. 153" En la instancia agó-
nica de la Modernidad, las expresiones nihilistas que recorren muchos escritos de Friedrich Nietzsche ya anticipan los
signos de nuestro tiempo154y, su discurso, quiere convertirse en un llamado, desde la desesperanza, a la reconstrucción de
un orden ético perdido. Su nihilismo, que "cancela históricamente el estilo trascendental del orden político que hemos
visto inaugurar a la filosofía de Platón 155", fue a la vez advertencia, denuncia y exhortación sobre la declinación ética y
los correctivos requeridos para evitar la caída de la especie humana en un abismo sin retorno. Su discurso resulta arquetí -
pico respecto del discurso replegado de la Modernidad ("El desierto crece. ¡Ay de quien dentro de sí cobija desier -
tos!156").
Nótese el nivel situacional que le cabe al «deber ser» en la ética contemporánea, conjugada con dos adquisiciones
conceptuales recientes, tales como «contagio y volatilidad» de los «mercados». Dimensión ética que asiste a "por lo me-

150
Ch. BALLY, op. cit., p. 106.
151
Cf. John L. AUSTIN, Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones [1971]. Compilado por J. O. Urmson. Barcelona,
Paidós (Colecc. «Paidós Studio»), «Conferencia VI», 1996. («Conferencia I y II sobre 'decir y hacer'»), pp. 51-54..
152
Cf. L. WITTGENSTEIN, op. cit. «Parte I», § 37, p. 55. Cf. Immanuel KANT, La metafísica de las costumbres [1797]. Estudio
preliminar por Adela Cortina Orts. Barcelona, Altaya (Colec. «Grandes Obras del Pensamiento»). («Segunda Parte. Principios
metafísicos de la doctrina de la virtud». II. Examen del concepto de un fin, que es a la vez deber», pp. 233-s..
153
Elinor OCHS, «Narrativa» (págs. 271-309). EN: T. A. van DIJK (comp.), El discurso..., p. 276.
154
V. E. Frankl habla de "«nihilismo ilustrado»", expresión que alude al hombre como "«computadora»". Este nuevo
"«nihilismo no se quita la máscara hablando de la nada, sino que se enmascara bajo el giro lingüístico del 'nada más que'»" (Ärztliche
Seelsorge. Grundlagen der Logotherapie und Existenzanalyse [Curas médicas del alma. Contribución al análisis de la Logoterapia y de
la Existencia] (7ª ed.), Wien, 1947, pág. 27. Apud., Karl DIENELT, Antropología pedagógica, Madrid, Aguilar, 1979, p. 105.
155
Jesús FUEYO, «Orden político y norma constitucional (La filosofía del orden político, de la Metafísica al Nihilismo)» (págs.
51-86). EN: Revista de Estudios Políticos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, nº 110, marzo-abril de 1960, p. 81.
156
F. NIETZSCHE, Así..., «Cuarta Parte. La ofrenda de la miel, § Entre las hijas del desierto), p. 359.
28
nos cuatro tipos de desgracias", constituyéndose en tercera desgracia, "el riesgo moral"; "riesgo" vinculado a los "inver-
sores" que
son indiferentes a la rentabilidad básica de una inversión porque esperan que, si algo va mal, el gobierno o el Fondo Moneta -
rio Internacional los sacarán del apuro [...]
Convendría efectuar cinco reformas: [...] Los intermediarios financieros (por ejemplo, los bancos) deberían quedar sujetos a
reglamentos que les impidan jugar con los fondos de sus depositantes. Por último [...] quienes trazan las políticas deberían
dejar de atender a los caprichos de los inversores cortoplacistas e imponer normas que favorezcan las relaciones con in -
versores a largo plazo, más que los volubles flujos de capitales a corto plazo. 157

Metáfora significa «desvío», y el texto precedente expresa metafóricamente al «ser» post-moderno, para quien el
lenguaje ya no es su morada. El carácter embaucador de las palabras resulta más contundente cuando frente a una expre -
sión amasada con la dimensión ética del «ser» nos enfrentamos, con cierta conciencia lingüística, al canibalismo lingüís-
tico del discurso hegemónico de los humanos de la Post-Modernidad temprana devenidos en manipuladores y consu-
mistas de palabras, que es tanto como decir manipuladores del pensamiento: es por ello que un verbo modal otrora sus -
tancial como «deber ser» provoca un «desvío»: de compromiso del «ser», a mera forma eufónica útil enfatizadora de un
razonamiento acerca del «mercado» ("¡Cómo prostituís hasta las palabras más nobles!158").
Importa tal vez recordar que si pensar (y pensar es dia-logo) supone construir el «mundo», el discurso hegemónico
post-moderno de las «verdades materiales absolutas», del «pensar manipulador» identificado con el axioma «pensar re-
flexivo es delito», cumple una finalidad tanto pedagógica como didáctica:
¿No comprendes que toda la finalidad de Neohabla está en oponer barreras al pensamiento? 159

IX. ACOTACIONES SOBRE EL «DISCURSO REPLEGADO» DE LA POST-MODERNIDAD


El pronombre «nosotros»
Vivir ya no es sinónimo de vivir «solemnemente»; «nada es por voluntad de ser, por ganas, por vocación de ser».
No hay ya tiempo ni constancia para [...] los rodeos de la cortesía, ni para el ingenio en la conversación, ni para otium alguno.160

Frente a este concepto de la discursividad, importa rescatar el denominado discurso zapatista, manifestación textual
que se alza en el mundo «globalizado» como expresión marginal: constituye frente al «discurso hegemónico», el discurso
del «Otro» replegado: el "discurso emergente."
Se trata de un «discurso pronominal», que entiende al lenguaje como «pensamiento/acción» y encuentra sus posibi-
lidades de replanteamiento ideológico desde la fuerza de la «palabra». Frente al discurso letal hegemónico post-moderno,
pero dentro del mismo suelo discursivo, plantea este texto una nueva dimensión donde el «nosotros» indígena se basará
en "la otredad compartida."
Nosotros somos ustedes. Yo soy tú.161

Es un discurso que parte de reconocer la necesidad de nuevas palabras para definir realidades que el paradigma
canónico del post-modernismo deja de lado. En suma, la palabra se convierte en recurso superlativo de supervivencia:
Para poder sobrevivir teníamos que traducirnos a otro código [...]162
Cuando viene la etapa de las catacumbas frente a los intelectuales burgueses, la palabra no es lo más valorado. Queda relegada a
un segundo plano [...] Es cuando llegamos a las comunidades indígenas, cuando el lenguaje llega como una catapulta. Te das

157
Jeffrey SACHS, “Cuando los mercados fallan”, «Notas». EN: La Nación, diario de Buenos Aires (Argentina), «Notas», 3 de
septiembre de 2001, p. 15.
158
F. NIETZSCHE, Así..., («Segunda parte. El niño del espejo. § Del conocimiento inmaculado»), p. 165.
159
G. ORWELL, 1984, p. 69.
160
F. NIETZSCHE, ibíd., lib. IV, § 329.
161
«Mensaje del sub-comandante Marcos en la caravana zapatista», Tepoztlán, Morelos, 6 de marzo de 2001 (Anne
HUFFSCHMID, “El nuevo teatro mexicano: la performance política de Fox y Marcos” [págs. 129-151]. EN: Revista
Iberoamericana..., v. I, nº 2, p. 141).
162
"Entrevista: Marcos/Manuel Vázquez Montalbán, «Marcos me atrae como metáfora de la modernidad». En: periódico La
Jornada, 16-2-1999" (A. HUFFSCHMID, ibíd., p. 138).
29
cuenta que te faltan palabras para expresar muchas cosas y eso obliga a un trabajo sobre el lenguaje. Volver una y otra vez sobre
las palabras para armarlas y desarmarlas. 163
¿Qué entidad tiene la palabra dentro del discurso del sub-comandante Marcos?: en este discurso, como si se tratara
de un retorno al dominio del Clasicismo, la palabra y la acción se identifican. En su texto no existe distinción entre lo
«dicho» y lo «hecho», sino que la palabra es concebida "como praxis o actuación social". El caso de los «zapatistas», su
toma de las armas, se convierte en una "«guerrilla discursiva.»"
El «nosotros» constituye "la escenificación de un contrato social «entre nosotros»"; se trata "del sujeto plural que
«sostiene» al discurso.164" Sin embargo, y nos importa destacarlo desde una perspectiva clásica, sólo se trata de la
representación irreal del «como si», pues el continuum discursivo ya no es epistémicamente reconstruible, por lo menos,
aún no se advierte como definiendo y decidiendo la transición a una nueva «episteme» de rescate ético del «ser».

X. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE HERMENÉUTICA HISTÓRICA


1. Concepto: Hermenéutica significó primariamente "expresión de un pensamiento"; de ahí "interpretación del
mismo", y conserva en su dimensión actual igual significado 165, ya se trate de su versión lingüística, filosófica, histórica o
política.
En nuestro trabajo entendemos la hermenéutica como una función de la Retórica, significando "el arte de interpretar
textos", pues hoy, hablar de Retórica aplicada al análisis textual refiere, no al arte de producir discursos, sino al "arte de
interpretarlos.166" La hermenéutica, apunta Michel Foucault, constituye "el conjunto de conocimientos y técnicas que
permiten que los signos hablen y nos descubran sus sentidos.167"
Sólo la hermenéutica se relaciona con el significado de la acción, porque atiende a los códigos culturales —a la
«gramática social»—.
El enfoque hermenéutico no es meramente comprensivista o identificador de acciones, sino que es aplicación a una
determinada acción, a la que se aspira reconocer, pues interpretación es "explicación, traducción" (interpretatio)168. En la
interpretación de las acciones "interviene la captación del código que establece las significaciones"; la interpretación im-
plica, en términos de Ernest Nagel, una "valoración" ("función apreciativa") que no debe confundirse con la "informa-
ción" ("función caracterizadora").169
La acción hermenéutica («función apreciativa») comienza cuando la mirada se adentra en las fibras del texto ini-
ciándose la tarea de valoración del relato a través de las relaciones/funciones verbales, de los significados de las palabras
o expresiones, de las figuras retóricas, de los signos de puntuación y, en general, de los códigos del «universo cultural» o
«episteme» en que se insertan los dramatis personae dentro del relato histórico.170
Bertrand Russell, al referir al término "interpretación", acota:
Parece haber una clase amplia de enunciados con respecto a los cuales, en cierto sentido, estamos más seguros de su verdad
que de su significado. La «interpretación» se ocupa de tales enunciados; consiste en hallar un significado lo más preciso posible
para un enunciado de este género, o, a veces, en hallar todo un sistema de significados posibles. 171

2. Los niveles de significación del discurso histórico

163
"Diálogo entre Marcos/Gabriel García Márquez, «Era más fácil la guerra». En: periódico Reforma, 24-3-2001" (A.
HUFFSCHMID, ibíd., p. 138).
164
Michel de CERTEAU, La escritura de la Historia, México, Universidad Iberoamericana, 1985, p. 80.
165
J. FERRATER MORA, op. cit., s.v., «hermenéutica».
166
O. REBOUL, op. cit., p. XIX.
167
M. FOUCAULT, Las palabras..., p. 38.
168
Diccionario latino-español, español-latino, Barcelona, Biblograf, 1968, s.v., «interpretatio».
169
Cf. G. KLIMOVSKY y C. HIDALGO, op. cit., pp. 97 y 224-s..
170
Cf. respecto de la comprensión e interpretación de textos en la enseñanza universitaria: María I. SEOANE, «Los recursos
didácticos a utilizar en la enseñanza de la Historia del Derecho Argentino» (págs. 449-500). EN: Revista de Historia del Derecho,
Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, nº 27, 1999, pp. 476-480.
171
Bertrand RUSSELL, «Parte IV. Los conceptos científicos» (págs. 245-345). EN: ÍDEM, El conocimiento humano [Human
knowledge- Its scope and limits]. Buenos Aires, Hyspamérica (Colecc. «Historia del Pensamiento»), 1984, p. 246.
30
2.1. ¿Qué supone aplicar una actitud hermenéutica al estudio del discurso histórico y político?
Supone entender la materia significante como fenómeno, es decir, como apariencia de una realidad pretérita, cuya
prueba más relevante dentro del conjunto de los registros semióticos y, desde una mirada racional, lo constituye el texto.
Esa expresión fenoménica será procesada y reconstruida por el historiador; los datos que ésta le ofrece serán observados
de acuerdo con una mirada erudita que le permitirá plantear conclusiones a manera de hipótesis a las que luego, la comu-
nidad de historiadores se encargará de otorgarles verosimilitud (de validarlas) o de refutarlas. En todos los casos, y salvo
prueba contundente de error flagrante, nada obligará al investigador a aceptar las conclusiones de quienes impugnen su
pesquisa, pues, a diferencia de lo que ocurre en el campo de las ciencias duras, las refutaciones jamás tendrán, ni podrían
llegar a tener, el carácter de axiomas, sino que se ubicarán en el umbral de lo opinable.
Por muy ingenioso y sagaz que resulte el cuadro en su conjunto, la hermenéutica histórica y política sólo puede
permitirse plantear premisas probabilísticas siendo sus tesis, estrictamente, sólo sendas hipótesis. Será en el rigor metó-
dico de la labor historiográfica, en la compulsa axiológica de las pruebas, donde residirá la relevancia de las investigacio -
nes y lo que prestigiará el trabajo del investigador. Por tanto, entendemos las expresiones fenoménicas histó ricas y políti-
cas siempre como «mundos» construidos, y eso claro construido, deviniendo de una referencia testimonial (entramado de
acciones específicamente humanas), sólo se podrá traducir en una expresión lógico-argumentativa, pues únicamente de-
ntro de la lógica matemática y de la matemática pura, las palabras tienen significado preciso. 172
La perspectiva hermenéutica de los estudios históricos y políticos alerta al estudioso acerca de los límites de su dis -
ciplina y de la impostura que supondría la pretensión de arribar a la ontología del objeto que se propone examinar. Le
bastará, y esa deberá ser su mayor aspiración, con lograr acercarse a la constelación semántica del fenómeno que se pro-
pone develar y diseñar humildemente un mapa aproximativo de las intencionalidades en pugna, logrado lo cual, sólo le
restará imponer orden al material heurístico escogido para su posterior publicación. De esa forma el texto pretérito re en-
carnará, por obra de la mirada hermenéutica, en otro, que resultará una imagen derivada y especular del primero y autén -
tico fragmento semiótico.
El enfoque retórico-hermenéutico parte del reconocimiento explícito de que "si bien es imposible alcanzar la preci -
sión completa", se ofrece como una técnica que intenta disminuir gradualmente la zona de vaguedad e incertidumbre.
Cuando se expresa una creencia en palabras siempre quedará un margen de circunstancias posibles con respecto a las cuales
no podremos saber si harían verdadera o falsa la creencia, pero la amplitud de ese margen puede disminuir indefinidamente,
en parte por mejores análisis verbales, en parte por una técnica de observación más delicada. 173

La actitud que el método retórico-hermenéutico exige al historiador de la generación post-moderna es el reconoci -


miento de la matriz epistémica de la que forma parte, para poder ejercer efectivo control sobre los efectos más devastado-
res que la «omnipotencia antropológica» provoca en la producción historiográfica. Reconocer la hostilidad epistémica
hacia el lenguaje, resulta el primer requisito a la hora de historiar. Sólo reconociéndonos dentro del «hoyo negro» de
nuestra cultura; sólo descubriendo el embrión de su procacidad de vacuas e hipotéticas palabras, podremos encontrarnos
en condición de explorar, de avanzar en dirección hacia los vanos de luz que nos permitan ver concientemente (mirar) las
distintas facetas de las realidades pretéritas que nos afectan, que nos importan empáticamente, y no sólo conformarnos
con apresar sus sombras. Respetar, en suma, los códigos del lenguaje, para que se nos permita ir más allá del rostro mate -
rial del documento.
2.2. La actitud del historiador frente al texto deberá ser una actitud humilde; supondrá la convicción de que nunca podrá
dominarlo (hermenéutica absoluta), sino sólo servirlo. Al servicio de aquello que debe valer, los textos son interpretacio-
nes que incluyen aplicación.

172
B. RUSSELL, «Parte II. El Lenguaje», p. 159.
173
B. RUSSELL, ibíd., pp. 159-s..
31
La "hermenéutica histórica" tiene como misión reflexionar sobre la relación entre la identidad del asunto común y la
situación mudable dentro de la cual se trata de entenderlo. La "hermenéutica histórica tiene que proporcionar una aplica-
ción”, pues ella sirve para la validez de sentido en la medida en que supera, expresa y concientemente, la distancia de
tiempo que separa al intérprete del texto.174
La interpretación intenta trazar un esbozo del perfil de las cosas. Interpretar un texto supone tener conciencia de las
limitaciones frente a esa realidad que el texto impone.
El intérprete no pretende otra cosa que entender eso general, el texto, es decir, entender lo que dice la "tradición" y
lo que hace al sentido y significado del texto. Y, para entender eso, él no debe querer ignorarse a si mismo y a la situa-
ción hermenéutica concreta en la cual se encuentra. Está obligado a vincular el texto con esa situación, si es que quiere
entender algo de él175 , reconociendo que interpretar implica siempre una "traducción".
En la medida en que el verdadero objeto de interpretación histórica no son eventos, sino su «significado», esta inter-
pretación no estará descripta correctamente si se habla de un «objeto-en-sí» y de una aproximación del sujeto a él.
Sólo existe conocimiento histórico cuando en cada caso, si de abordar un fenómeno pretérito se trata, es entendido
en su continuidad con el presente. De allí que, en toda interpretación histórica, siempre esté implícita la "tradición" que
nos llega al presente y tiene que ser comprendida con esa "mediación. 176" La "tradición" no constituye una condición
restrictiva de la hermenéutica, sino, antes, una de las condiciones que la tornan posible.
La tarea de interpretar sólo ocurre donde se pone algo, de modo que, como tal, dicha tarea es vinculante y no aboli -
ble.177
3. El discurso y las distintas modalidades de representación: Hans G. Gadamer habla de «fusión de horizontes»
para referir al encuentro de dos miradas: la del lector del texto y la de su productor. La distancia entre el lector del texto
(v.gr., histórico, político) y su autor se angostará o ensanchará, de acuerdo con la cercanía temporal del autor y del tema
respecto del lector, de suyo también de los códigos culturales que definen a cada uno de ellos.
Aunque el estudioso de la Historia se convenza de haber capturado el objeto, sólo le será dable «rememorar», pero
nunca «revivir178» lo acaecido: aun cuando transcriba ad litteram la reliquia, aun cuando la exhiba, sólo podrá acceder a
la verdad pretérita en términos de historia rerum gestarum, pues nunca podrá capturar la compleja red de significaciones
de la «realidad-en-sí», esto es, nunca podrá operar en términos de historia res gestae179, pues los mismos «materiales-
documentos» nunca transparentan la «realidad». Los textos obedecen a «procedimientos de construcción» que cargan con
«los conceptos y obsesiones de sus productores», así como también se construyen "según modelos discursivos y divisio-
nes intelectuales propias de cada situación de escritura. 180"
Todo protagonista de una realidad histórica determinada que, en la misma instancia de los hechos que lo envuelven,
deja pruebas de esa realidad, lo hace con una doble impronta: la de la subjetividad que lo conmueve y la de la objetividad
del «mundo de ideas» de su tiempo.
En todos los casos, el «horizonte» interpretante no absorbe el «horizonte» del «otro» del discurso, sino que se fu -
siona con él, y éste nunca perderá su carácter de primero y originario. El lector crea sí una nueva realidad, pero esa reali-
dad se sitúa en un nivel distinto en tanto interpretada por él.
El historiador que opera con un método histórico de raíz hermenéutica es aquél que reconoce explícitamente el
carácter eminentemente subjetivo del emprendimiento historiográfico. En otras palabras, antes que concentrar su atención
174
H—G. REBOUL, op. cit., pp. 461 y 464-s..
175
H—G. GADAMER, Verdade ...., pp. 488 y 482.
176
H—G. GADAMER, ibíd., pp. 487-s..
177
H—G. GADAMER, ibíd., p. 489.
178
Cf. Pierre VILAR, Iniciación al vocabulario del análisis histórico, Barcelona, Crítica/Grijalbo, 1980, pp. 17-23.
179
Cf. R. BARTHES, El susurro..., pp. 175-177.
180
R. CHARTIER, «Historia intelectual e historia de las mentalidades. Trayectorias y preguntas». EN: ÍDEM, El mundo..., p.
40.
32
en la inmanencia derivada del soporte material, antes que esforzarse por conseguir el «efecto de realidad», se detiene en
controlar el alcance de la subjetividad que supone el abordaje de tal materia, sin pretender operar en términos de veraci -
dad, cuando sólo le es dable hacerlo en términos de verosimilitud.181
La perspectiva hermenéutica recordará que el historiador construye sus resultados operando sobre «imágenes» o so-
bre «esquemas-imágenes». Toda idea o concepto forjado por el historiador es posible como resultado de un proceso ima-
ginativo182, y los resultados de sus pesquisas tienen esa impronta sin la cual no habrá trabajo rigurosamente histórico.
El empleo del presente histórico, el ocultamiento del referente (de su «yo empírico») tras el "prestigio del ha ocu-
rrido" u otras variantes, constituyen las principales estrategias discursivas de una tradición historiográfica aún en boga..
La variable histórica de la perspectiva hermenéutica consiste en la necesidad de arribar a resultados menos ambiciosos en
cuanto a la tentación de ofrecer su trabajo como verdad absoluta, entendiendo que contribuye mucho, en dicha dirección,
el hecho de que el historiador pueda asumir su obra como relato, moderando la soberbia intelectual; intentando superar el
estadio de aprendiz de hechicero que, enfrentado con la masa documentaria, lo lleva a traducir como «realidad» lo que
debería observar como «fenómeno»; en fin, reconociéndose como organizador de significantes y no de hechos.
El discurso histórico es esencialmente elaboración ideológica [...] imaginaria, si es verdad que lo imaginario es el lenguaje
por medio del cual el enunciante de un discurso (entidad puramente lingüística) «llena» el tema de la enunciación (entidad
psicológica o ideológica).183

La puesta en discurso, v.gr., de un fenómeno político o histórico, será, en tanto ordenamiento lógico-argumental de
significantes, una disposición singular de «imágenes-idea», como también de aquellas representaciones obrantes en su
repertorio de «imágenes-idea», de acuerdo con la representación que de ese fenómeno específico haga su relator.

XI. ALGUNAS PREMISAS DEL MÉTODO RETÓRICO-HERMENÉUTICO


Las premisas más relevantes en que se asienta el método retórico-hermenéutico son:
(a) Erudición en el tema, es decir, requerimiento de conocimientos previos que supongan un estado avanzado del mo-
mento heurístico; (b) Reconocimiento de las competencias lingüísticas de la época estudiada; (c) Reconocimiento del al-
cance y los límites que se imponen tanto al pensamiento del autor como al hermeneuta; (d) Reconocimiento de la impor -
tancia del empleo de conectores y expresiones conectivas (relaciones conectivas), pues son instrucciones que el
hablante/escritor da al oyente/lector en su intento de persuadir y, a la vez, orientar la tarea decodificadora de los enuncia-
dos; (e) Advertencia acerca de que el hablante/escritor puede emplear las expresiones conectivas a los efectos de: organi -
zar el texto; enfatizar los puntos culminantes; rechazar o relativizar los puntos de vista anteriores; ocultar detrás de las
convenciones lingüísticas una opinión verdadera; (f) Reconocimiento de que los elementos relacionales o indicadores
funcionales se vinculan fuertemente a las situaciones y al desarrollo del texto; (g) Importancia de que el oyente/lector se
mantenga dentro de los límites del texto (contexto), pues el mismo proporciona información suficiente sobre el tema de
su competencia. Si la información fuera escueta, el primer contexto al que deberá acudirse será el corpus del autor con-
signado; (h) Observación de que todo análisis textual obliga a la segmentación mental/material del texto para su correcto
estudio; (i) Reconocimiento de que el análisis textual obliga a una lectura comprensiva/interpretativa ("leer entendiendo",
"reconociendo el sentido de los signos184") de la totalidad de la trama. La gramática de superficie, que determina la cohe-
sión del texto, traduce la gramática proposicional o profunda, producto de la actividad del pensamiento (coherencia). El
grado de transparencia entre ambas dimensiones gramaticales es aún motivo de discusión; (j) Reconocimiento de que la
comprensión/interpretación global del texto deviene de la comprensión/interpretación local, es decir, de atender a la co-

181
Cf. M. BEUCHOT, op. cit., pp. 105-107.
182
"La imaginación, la memoria, el deseo, el pensamiento y la creencia suponen ideas" (B. RUSSELL, op. cit., «Parte II, El
Lenguaje» [págs. 69-169], p. 107).
183
R. BARTHES, “El discurso...”, pp. 24-27.
184
Nicolai HARTMANN, Introducción a la filosofía, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1961, p. 190.
33
herencia progresiva de cada cláusula; (k) Atención respecto de las normas gramaticales que comandan la estructura tex-
tual; (l) Importancia de advertir que la estructura gramatical puede plantearse en términos lógicos (v.gr., el orden grama -
tical clasicista), de allí que la lectura comprensiva/interpretativa requiera no eliminar lo que pueda entenderse, desde
nuestra actitud mental, como «marginal» en el texto; (ll) Reconocimiento acerca de que hechos y eventos aislados, fre -
cuentemente, son independientes del hablante/escritor como persona pero, al relacionarlos, éste da su opinión explicativa
de cómo está organizado el «mundo» en el que se localizan tales hechos y eventos. De esta manera, la conexión de cau-
salidad tiene gran valor en el discurso argumentativo; (m) Advertencia acerca de que los textos de construcción compleja
(dictámenes judiciales, alocuciones parlamentarias) insertarán expresiones estereotipadas (palabras o conceptos clave de
su «universo simbólico»), las cuales deberán consignarse sin distorsión; (n) Jerarquización de la información suminis -
trada por las fuentes, reconociendo el(los) referente(s) del texto, debiendo advertirse si la temática jerarquizada por noso-
tros, recibe el mismo nivel jerárquico en el texto; (ñ) Observación respecto de las entidades co nectadas pues implican un
orden especial, usualmente con una entidad superior que domina a las entidades inferiores, como ocurre en constitucio-
nes, actas, tratados, bandos, informes judiciales. En resumen: comprender que las constituciones, estatutos, o sus equiva-
lentes (expresión de enunciados que, a la manera de "cuadro de clasificación 185" recogen el enunciado analítico fruto de
un trabajo previo realizado por Comisiones ad hoc), requieren ser interpretados junto con el texto analítico que hizo posi-
ble la versión final; (o) Reconocimiento de que los textos descriptivos, como los mencionados en (ñ), pueden plantear al -
gún elemento argumentativo, tal el caso de los preámbulos; (p) Reconocimiento de que el texto exige ser interpretado
como un todo y no fragmentariamente. Respecto de la interpretación de traducciones siempre conllevan, ab initio y por
las características de la especie, un alto grado de imprecisión; (q) Observación del grado o carácter del compromiso del
autor con el(los) tema(s) jerarquizados en el texto. A tal efecto denotan su actitud de manera muy fuerte el empleo recu -
rrente/no recurrente de verbos en Modo Potencial; empleo recurrente/no recurrente de partículas condicionales. Debe
identificarse el encuadre epistémico desde el que parte el hablante/escritor; éste puede traducirse en términos de referente
ético conformando su estilo en clave potencial o condicional (v.gr., el paradigma clasicista); (r) Observación respecto de
que el empleo de determinados aspectos y tiempos verbales permiten situar al texto temporalmente, pero no olvidar que
la elección dependerá del efecto de recepción que el escritor/hablante persiga producir en el oyente/lector; (s) Determina-
ción del alcance de la pretensión de verdad del autor; (t) Reconocimiento del grado de complicidad que el
hablante/escritor requiere del oyente/lector; (u) Identificación de la relevancia del uso de relaciones adversativas
(«pero»), que pueden llegar a invertir de manera completa el sentido regular del texto; (v) Atendiendo a las conclusiones,
éstas, a través del empleo de expresiones tales como «finalmente», «a manera de conclusión», «concluyendo», etc., pue-
den ser entendidas como texto dentro de otro texto. Generalmente transcriben los momentos considerados por el
hablante/escritor como aquellos más relevantes de su discurso. Las consideraciones rescatadas en un «epílogo» deben
consignar sólo algunas de las aseveraciones que a lo largo del texto se denotan como significativas.

XII.APLICACIÓN DEL MÉTODO RETÓRICO-HERMENÉUTICO


Jameson, quien delimitó el alcance del vocablo Post-Modernidad, identificó varios elementos de la escritura post-
moderna, entre ellas, "su rechazo de la jerarquía, el deslustre de la historia, el uso de imágenes." Una de las característi -
cas definidoras de esta estética o movimiento textual es el derrumbe de la relación entre significantes. Señala Jameson,
que al aparecer desconectados y discontinuos y no lograr vincularse en una secuencia coherente, los significantes pierden
su significado y "se convierten en una imagen. 186"

185
Michel FOUCAULT, Las palabras..., p. 136.
186
Paul RABINOW, “Las representaciones son hechos sociales: modernidad y posmodernidad en antropología” (págs 171-236).
EN: Elías J. PALTI, «Giro lingüístico» e Historia intelectual, Provincia de Buenos Aires (Argentina), Universidad Nacional de
Quilmes, 1998, pp. 192-s., 198. Cf. P. ANDERSON, op. cit., pp. 77-92.
34
(1)
Vivimos en base a espasmos: una semana parece que el presidente se va, otra semana parece que se queda hasta el 2018.
Mientras no haya confianza, nosotros vamos a tener problemas económicos graves [...] Queremos que haya igualdad de oportuni-
dades, no clientelismo político. Para eso vamos a llevar adelante un plan que sustituye a la mayoría de las políticas asistencialistas
[...] Todas estas propuestas no son un programa electoral, sino una serie de políticas que se llevan y se llevarán adelante desde el
Parlamento porque creo profundamente en el Parlamento. Eso sí, en este cuerpo, no. 187 [Dirigente partidario: Elisa Carrió. Partido
político: Alternativa por una República de Iguales —A.R.I.—)
(2)
Salir de la situación económica en la que hoy nos encontramos es relativamente sencillo. Lo difícil es reconstruir la
institucionalidad devastada [...] La clave es recuperar la inversión y el ahorro. Y para esto es fundamental reconstruir la confianza.
Ello sólo será posible cuando lo gente vea que los que le sacaron su dinero se fueron del gobierno [...] Hoy, frente al enorme vacío
de representación, es preciso que la gente pueda seleccionar bien a sus candidatos. Se necesita un gobierno surgido del apoyo de
mayorías operativas que operen un fuerte sustento a la gestión. 188 [Dirigente partidario: Ricardo López Murphy. Movimiento polí-
tico: Recrear Argentina]

La muestra (2), que delata la formación académica de quien habla, vaciada en términos de la disciplina ordenadora
de la Post-Modernidad —Economía—, exhibe, debido sobre todo a su tosquedad, la violencia antropológica visual y au-
ditiva. La muestra es representativa de los dialectos discursivos más brutales del «ser» post-moderno; registro que, con
distintos matices cromáticos y sonoros, pintan y dan el tono de la discursividad hegemónica de la Post-Modernidad tem-
prana.
Pinta (2) con la violencia absoluta del color primario y da el tono musical con la estridencia del grito. Respecto de
(1), se trata de una muestra que intenta traducirse en términos de discurso replegado.
(1)
(a) Modo verbal dominante: Indicativo.
(b) Tipología: Discurso informativo.
(c) Género retórico: Político (orientación institucional, social), con pretensión de objetividad rigurosa.
(d) Temática: Político-partidaria.
(e) Estilo de argumentación: estilo «tenue» (sencillo y mordaz). Los significantes conllevan siempre significados
sumamente abiertos y cifrados ("problemas económicos graves", "igualdad de oportunidades", "políticas asistencialis -
tas"), estableciéndose entre ambos sólo un vínculo paratáctico de aproximación. El mismo nombre del partido político es
un ejemplo de lo afirmado ("Alternativa por una República de Iguales").
(2)
(a) Modo verbal dominante: Indicativo. Infinitivo.
(b) Tipología: Domina el discurso informativo, con elementos apelativos
La función informativa se marca con cláusulas accionadas con los verbos "salir", "reconstruir","recuperar", “ver”,
“sacar”, “irse”. En la función apelativa el alocutor recurre a expresiones presididas por el verbo “ser”, a formas modales
(“pueda seleccionar”), así como a los verbos “necesitar”, “operar”.
(c) Género retórico: Político (orientación económica), con pretensión de objetividad rigurosa.
(d) Temática: Político-partidaria.
(e)Estilo de argumentación: «plebeyización» lingüística. Cf. supra 1.e.. Entre las formas cifradas, merecen consig-
narse las siguientes: "reconstruir la institucionalidad", "recuperar la inversión y el ahorro", "reconstruir la confianza",
"apoyo de mayorías operativas."

A manera de conclusión:

187
«Alocución de la diputada del Partido Alternativa para una República de Iguales (A.R.I.), Elisa Carrió», Ciudad de Morón,
Provincia de Buenos Aires, Argentina. EN: La Nación, diario de Buenos Aires (Argentina), 9 de junio de 2002, pág. 8. N.B.: La
puntuación del texto corresponde al periodista del diario.
188
«Alocución del economista Ricardo López Murphy». Ciudad de Quilmes, Provincia de Buenos Aires, Argentina. EN: La
Nación, diario de Buenos Aires (Argentina), 9 de junio de 2002, pág. 8. N.B.: La puntuación del texto corresponde al periodista del
diario.
35
Discurso en clave Indicativa, expresión del dominio antropológico sobre la Naturaleza, sobre todos los seres y todas
las cosas.
El discurso rezuma un vínculo de mandato imperativo que, inversamente al orden clásico, se inscribe en términos de
Hombre/Naturaleza.
Expresa un «yo», que más allá de las dudas que lo asaltan, no reconoce potencia superior a sí mismo.
El empleo de la modalidad verbal condicional se vincula a la falta de compromiso o relativismo ético; a través de
ese repliegue discursivo el «yo» se oculta ante todo aquello que suponga una afirmación comprometida.
Es el discurso de ausencia de «conciencia-de-sí»; negación u ocultamiento de toda dimensión ontológica. Es el dis -
curso donde transita un «yo» despojado de «deber ser», de sentido de «auto-coacción.» En la tipología discursiva hege-
mónica del post-modernismo no se permanece dudoso, parafraseando a Dante Alighieri, con «el sí y el no batallando de -
ntro», pues hablamos de «vanos cuerpos con apariencia de persona».
Como apuntamos, cuando se habla del predominio de un determinado tipo de interacción verbal en el marco del
texto moderno o post-moderno, tal afirmación no autoriza a suponer la ausencia de formas subjuntivas, potenciales o de
giros lingüísticos que remitan al estilo clásico, pero sí subrayar que estas ocurrencias son sólo incidentales, pues confor -
man automatismos lingüísticos, o recursos que el orador/escritor elige por entenderlos más a propósito en función de una
mejor estrategia discursiva; se trata sólo de enunciados escogidos ad hoc.
Los tiempos y los modos verbales sólo representan en el «juego» textual post-moderno meros «significantes va-
cíos».
La textualidad rigurosa de nuestra Post-Modernidad temprana despoja de sentido a las palabras que, como indica-
mos, sólo resultan «servomecanismos», pues el lenguaje natural se ha imbricado con el lenguaje artificial en tanto este
último envolvió al primero y, fundamentalmente, porque entre significante y significado no existe vínculo de pertenencia
alguno: la cosa a que alude el significante resulta una entidad carente de auténtico sentido, ya por su forzada polisemia,
ya porque dentro de una realidad en permanente cambio nada permanece igual por demasiado tiempo; por todo esto, el
lenguaje no puede sino convertirse en vehículo de esa deriva ontológica y epistémica ("Alternativa por una República de
Iguales"/"Recrear Argentina").
¿Qué significa hablar de sentido en nuestro texto? Significa hacerlo de determinadas propiedades que, v.gr., para el
"sentido semántico", suponen "plenitud, determinabilidad" y "para el sentido lógico, inteligibilidad o evidencia. 189"

Atentos a esta connotación de la voz sentido es que nos inclinamos por caracterizar al lenguaje post-moderno hege-
mónico, como vacío de sentido, hermético (psicológicamente alienado). Se trata en clave inconfundiblemente post-mo-
derna de la plebeyización de los significados ("Ello sólo es posible cuando la gente vea que los que le sacaron su dinero
se fueron del gobierno"—2—). Todo nos conduce a la identificación de un tipo humano creador de una cultura autista,
cuyo texto se refugia y se construye en clave de niveles diferenciados de violencia190(2).
En suma, el tiempo y modo verbal (v.gr., empleo de tiempo "presente" del Modo Indicativo), nada tiene que ver con
el significado fuerte que aún mantenía en la «episteme moderna». 191 Sucede que el verbo perdió el carácter de palabra
identificada con el «ser»—carece de arraigo en el alma del hablante/escritor; no es condensación de un atributo energé-
tico—, resulta simple envoltura artificial de un algo indefinido para cuya designación cualquier verbo cuyo sentido evo-
que la «cosa» podría «servir», a manera de «etiqueta» identificadora. Recuérdese que nuestra gramática entiende a los
189
J. FERRATER MORA, op. cit., s.v., «sentido», v. II, p. 644—2ª col.—.
190
Cf. Fermín FÈVRE, “La violencia; ¿una obra de arte?”. EN: La Nación, diario de Buenos Aires (Argentina), «Notas», 9 de
octubre de 2001, p. 19.
191
"«Presente» viene de praesens y esta voz de praesum «estar delante de», que es lo que significa «presente». Ahora bien, «lo
que está delante de» es un algo, pues de lo contrario se daría el absurdo que está presente algo que no es algo, o algo que es nada."
(Nimio de ANQUÍN, “Derelicti sumus in mundo” (págs. 959-967). EN: Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía (2
t.).Mendoza (Argentina), Universidad Nacional de Cuyo, 30 marzo de 1949, t. II, p. 962. N.B.: Cursiva nuestra.
36
verbos “ser y estar” como “semánticamente vacíos”, pues en tanto el verbo constituye el “núcleo gramatical” del predi-
cado, la construcción que lo acompaña actúa como “núcleo de significación”192.
Por otra parte, si el verbo resulta una entidad a la deriva, lo mismo ocurre con las restantes voces y expresiones que
animizan entidades abstractas, imposibles de identificar en su riguroso significado, porque el mismo se ha hipertrofiado.
El lenguaje así planteado ha perdido su carácter de diálogo ontológico (relación básica «Yo-Tú») —la conciencia de
lateralidad se halla ausente—concluyendo en un «autismo lingüístico», lo cual se advierte, aunque ya de manera contun -
dente, tanto en la forma rudimentaria de (2), como en la forma irónica de (1) construida en torno a la primera persona de
plural y a verbos de estado y voluntad ("vivimos", "queremos", "vamos a llevar adelante un plan", "políticas que se llevan
y se llevarán adelante"). Enunciados convertidos en forma metafórica extendida (no en metáfora que supone «flujo vi-
vencial»); modalidad textual de auténtica cepa post-moderna, donde la fuerza realizativa es sólo aparente, especular, en -
vuelta en (2), a través del empleo del tiempo futuro, en distintos niveles de irrealidad. Si bien se trata de una propuesta
electoral, y el hablante requiere de la forma futura, el texto (2), dado el «juego» verbal que impone, se inscribe en un ni -
vel más abarcativo de futuro, otorgando condicionalidad hipotética a todo el período.
El verbo, expresión o puente que fuera del «ser», deviene simple bisagra material de conexión sintáctica.
Tanto (1) como (2) nos enfrentan al «discurso-tipo» de la Post-Modernidad temprana, en la cual un determinado
sintagma puede tener los significados más disímiles, incluso empleado por el mismo enunciante. Sucede que, en puridad,
el período está compuesto por fragmentos intercambiables semánticamente, implicando en (2) el más bajo esfuerzo re -
flexivo. Cuando la ambigüedad domina la estructura discursiva, cuando quien formula las cláusulas no es conciente si -
quiera de dicha ambigüedad, nos encontramos frente a una «máquina neuronal» operando en el nivel más elemental del
pensamiento: ¿Qué significado claro y distinto puede encontrarse en las cláusulas "relativamente sencillo" y "se necesita
un gobierno surgido del apoyo de mayorías operativas que operen un fuerte sustento a la gestión"? Debe subrayarse, que
esta discursividad post-moderna resulta un magnífico facilitador para las conductas impostoras, abyectas y arteras (2).
Buscar un significado preciso a esta estructura lingüística construida por la «máquina neuronal» en base a retazos
de locuciones; encontrar un significado a una estructura retórica nacida del ensamblaje de palabras que apenas guardan
vínculos entre ellas, fruto de percepciones incompletas derivadas de sensaciones virtuales, sería transitar por el sendero
de la impostura hermenéutica.
Un lingüista que todavía entienda al lenguaje como atributo humano (zoom politikon), nos diría que con las palabras
se pueden hacer muchas cosas, pero no se les puede hacer decir cualquier cosa, menos aún si pretendemos transitar por
los carriles de un orden científico o cercano al mismo.193
Intencionalmente hemos escogido las muestras (1) (2), en tanto abordan exactamente un mismo tópico, en función
de igual «nivel situacional»194: elecciones presidenciales argentinas del año 2003. ¿Resultan equiparables en cuanto a
registro de lengua? El registro de (2) se propone aparecer como «descuidado», y, «culto» (1). Ambos son «informales»,
planteados oralmente encuadrados en un «nivel situacional» integrado por un auditorio presencial heterogéneo. En ambas
muestras los períodos constituyen entidades artificiales animadas empujadas mecánicamente por la acción verbal.
Una precisión se impone respecto de (1) pues, excepción hecha de la presente muestra que encuadra dentro de un
estilo clásicamente denominado «tenue», generalmente este sujeto empírico sitúa su producción dentro de lo que la Retó-
rica clásica denomina «estilo elevado». Impone a los participantes un contrato de habla que toma en cuenta casi de ma -
nera excluyente al orador, convertido en «arquetipo de conciencia colectiva», ocupando, en su producción discursiva, un
lugar relevante la expresión o «representación oratoria» ("la representación [...] es un don de la naturaleza y bastante
192
Haydée I. NIETO y Osacar DE MAJO, Hacia una Gramática del español del Río de la Plata para extranjeros y nativos
curiosos, Buenos Aires, Ciudad Argentina-Universidad Del Salvador, 2000, p. 116.
193
Cf. C. KERBRAT-ORECCHIONI, La enunciación..., pp. 234-s..
194
Cf. Dominique MAINGUENEAU, Términos claves del análisis del discurso, Buenos Aires, Nueva Visión, 1996, s.v.,
«situacional vs. comunicativo (nivel)», p. 91.
37
poco susceptible de arte195"), lo cual tiene que ver con la "entonación", "tono, armonía y ritmo" del discurso; al partici-
pante le cabe conformar el «auditorio universal».
En cuanto a las «estrategias discursivas»: (2) quiere ser expresión fiel del «discurso hegemónico», de allí que cons -
tituya un entretejido de consignas que definen al nuevo «Estado-mercado». La «clave conversacional» es una ausencia,
porque lo es el humano en tanto persona: "la clave es recuperar la inversión y el ahorro" por parte de cuerpos denomina-
dos "gente". Pretende (1) identificarse, sin conseguirlo, con el suelo post-moderno del «discurso replegado», y no lo con -
sigue pues éste supone la práctica discursiva; requiere ser acompañado de un télos combativo: el «discurso replegado»
196
parte de la premisa de que lo que se destruye por medio de la palabra debe encontrar su correlato en los hechos (movi-
mientos anti-globalización; «zapatismo»).
________________
Para concluir, y como ejemplo de nuestra defección lingüística, merece recordarse el engaño perpetrado por el físico
Alan Sokal, cuya finalidad consistió en señalar la "impostura intelectual" de la estética post-modernista, y lo hizo a través
de un artículo titulado “Transgredir fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravitación cuántica” que lo-
gró su aceptación para publicarse en la prestigiosa revista Social Text (1996). Los errores conceptuales, en algunos casos,
fueron hábilmente disimulados por un fuerte aval documental y, en otros, se trató de errores visibles ("no existe una teo-
ría cuántica de la gravitación"). Unos meses después el autor denunció el engaño perpetrado a los editores de la Revista,
dejando en evidencia la impostura. Esta crítica fue luego completada en otro trabajo donde Sokal, en una obra en colabo -
ración, embistió contra autores como Deleuze, Derrida, Lacan, Lyotard, entre otros, por el uso errado de la terminología
científica para apoyar sus propias tesis filosóficas.197

CONCLUSIÓN
I. ¿Qué idea vertebró nuestro trabajo? Podría rotularse, de manera extremista, con las palabras de Algirdas Greimas:
"Fuera del texto no hay salvación. Únicamente el texto, nada más que el texto y nada fuera del texto.198"
Con tal aserción, desde una perspectiva epistemológica, nos interesó significar un imperativo historiográfico, enten-
diendo que el historiador no desea quedar al margen de los «porque» y «para que» teleológicos requeridos a las discipli-
nas con pretensión de rigor científico. Este imperativo compele a abordar los textos, no por virtud de ningún desliza-
miento ocasional (mera sumatoria de palabras a las que exigimos rápidas respuestas forzándolas a decir aquello que pre-
tendemos expresen, o que nos sirvan para la comprobación de alguna imposición académica), sino llevados por la dimen-
sión subjetiva de la textualidad, por la carnadura humana, por el «yo» que en su enunciado dice y que, porque dice, «es».
Importarnos por el sujeto de la textualidad es hacerlo por el «universo cultural» al que le ofrece su voz, pues su dis-
curso es transparencia de su época. Ocurre que, al obviar tal presupuesto, toda la tarea historiográfica no resulta más que
verificación testamentaria de una época (v.gr., pretérita) que el historiador rescató materialmente, pero olvidando apro -
piarse conceptualmente de sus fibras, de su intimidad. Esta instancia importa la mirada escrutadora del material docu -
mental, aquella que define la «conciencia» histórica y nos dice que las cosas «no acaecen fortuitamente, sino que crecen
desde un pensar vigoroso (reflexivo)199.»
El orden retórico es una praxis (registro histórico —material—) que cada «episteme» define con notas específicas,
las cuales, siempre y necesariamente, deberían aparecer sutiles para el historiador, porque en ellas queda afectado, com -
prometido, el «ser» (la praxis es la nota del «ser») que dio significación a cierta «episteme». Sin embargo, el registro

195
Cf. ARISTÓTELES, Retórica, lib. III, 1403b («1.2. La representación oratoria»), pp. 347-s..
196
Cf. M. HARDT y A. NEGRI, op. cit., p. 350.
197
Alan SOKAL y Jean BRICMONT, Impostures intellectuelles, Paris, Jakob, 1997, pp. 254, 222. Cf. sobre "Ciencia y
Postmodernidad": Javier ECHEVERRÍA, op. cit. pp. 265-271.
198
A. J. GREIMAS, La Enunciación..., p. 25.
199
Cf. M. HEIDEGGER, Serenidad, p. 29.
38
historiográfico nacido en terreno post-moderno suele escoger el camino de las formas anecdóticas de la «práctica tex-
tual», vaciada ésta de toda sustancialidad discursiva, de toda «intención significativa».
Lo textual es estrictamente una marca semio-narrativa que responde a estéticas (sensaciones) diferentes; expresión
de un tiempo (ritmo) psicológico y de un preciso «universo social y cultural», donde por mucho tiempo un cierto anec -
dotario (v.gr., político, histórico) convivió y fue significado por su soporte (el acto material de escribir determina la con-
vergencia de movimientos hacia la extremidad de la pluma —"el que escribe trabaja de la circunferencia al centro— 200")
con sus márgenes, abreviaturas y signos de puntuación. El orden del discurso hasta el umbral de la Post-Modernidad se
tradujo en relaciones conectivas de distinto grado dominadas por la cadencia rítmica, tanto del acto muscular de escribir
como del intelectual del pensar. Contrariamente, dentro de nuestro «universo social y cultural», el soporte material (luego
de mutar el soporte intelectual) ya no forma parte indisoluble de la escritura, sino que se constituye en elemento anónimo,
en «servomecanismo201» dispuesto a recibir las fórmulas cifradas del automatismo lingüístico.
En suma, sólo teniendo la «vivencia del lenguaje», sólo si el estudioso consulta "'a conciencia'"; la vista podrá mirar
y no sólo ver, las palabras podrán significar, lo influirán, y no constituirán una mera "máquina de palabras. 202"
II. En un contexto de pesadez intelectual (de «pensar calculador»), el enfoque retórico-hermenéutico quiere presentarse
para el quehacer historiográfico como opción metódica; expresión de una actitud mental que entiende la labor del inves-
tigador en términos de aventura semiológica, en clave de desafío, que le permita enfrentar el «mundo» de las reliquias
como aquél que espera ser conmovido y construido por la inquisición sagaz y no contemplado pasivamente; es decir,
donde el resultado final de la empresa resulte, no en mero desplazamiento territorial —del repositorio al impreso—o en
desmañada paráfrasis discursiva, sino en actitud creadora, pues, de no ser así, el nuevo soporte material devendrá una
manera de sepultura, que lo será a la vez para las reliquias y para el conocimiento histórico.
Si la actitud cosificada prevaleciera, nos enfrentaríamos a una primera impostura hermenéutica, aquella que deviene
de la actitud mezquina del historiador (convertido en obediente apógrafo), que entiende salvaguardar la pureza de la masa
documentaria en tanto colocada a distancia o a resguardo de cualquier tentación descifradora, desconociendo que el do-
cumento es una «pista» cuyas posibilidades vitales dependerán de la aguda comprensión del historiador.
La actitud opuesta parte de la desmesura del hermeneuta que, frente al registro fragmentario de esa masa documen-
taria, obra libre de ataduras y obliga a las palabras pretéritas a expresarse en códigos que no les son propios. Surge esta
impostura cuando el hermeneuta olvida que, si bien la subjetividad es propia del lenguaje, éste no autoriza a la discrecio -
nalidad interpretativa.
Finalmente: el enfoque retórico-hermenéutico resulta una herramienta metódica que busca colocar al investigador
(de cara a la reliquia) en situación de compromiso, desafiante, pragmática; que le permita rescatar su quehacer de la ins-
tancia de mero espectador del futuro. Supone el reconocimiento explícito de sus límites frente al objeto de estudio, un
objeto al que, insistimos, enfrenta bajo la forma de apariencia (de fenómeno textual) y no como «realidad-en-sí», no
como «vivencia.» Significa renunciar a la omnipotencia de creer que como investigador del acaecer humano puede aden -
trarse en la ontología del objeto.
El «horizonte de posibilidades» para la producción historiográfica, su derecho a ocupar un lugar con entidad recono -
cida axiológicamente dentro de nuestro contexto cultural, dependerá de la capacidad de autocrítica del profesional de la
Historia: de saber orientar sus interrogantes desde una plataforma teórica sólida en el planteo de sus premisas, recono -
ciendo la necesidad de recorrer otros campos disciplinares (producir una «síntesis histórica» 203), por tanto, anteponiendo

200
A. de RIVAROL, “Discurso...” [1797], p. 473.
201
Con esta voz se alude, en el marco de la comunicación cibernética, a ciertos dispositivos mecánicos capaces de auto-
regulación -"estructuras físicas artificiales"-, como por ejemplo los ordenadores. (J. FERRATER MORA, op. cit., s.v.,
«comunicación»).
202
Cf. L. WITTGENSTEIN, op. cit., «Parte I», § 255- 189, págs. 155-189.
203
Cf. P. VILAR, ob. cit., p. 41
39
la calidad intelectual de su trabajo, atendiendo a un compromiso epistémico y renegando de la estéril producción a des-
tajo. Reflexión, «juicio», compromiso con el «saber», constituyen un requerimiento ético que toda comunidad exige de
sus estudiosos, a veces imperativamente en las horas cruciales que requieren de la tarea de repensar el destino de una na -
ción, de construir una esperanza colectiva.
En suma, el método que el historiador oriente hermenéuticamente debe valer como muestra de actitud de prudencia
y de honestidad intelectual frente al objeto de estudio. Historiador que deberá huir de la quimera de acceder a las verda -
des irrefutables, pues no hacerlo supondría transitar por el mismo camino de omnipotencia que persigue desterrar.
"Mantener despierto el pensar reflexivo 204", tal, entendemos, deberá ser el lema profesional del historiador novel o
en ciernes.

204
M. HEIDEGGER, Serenidad, p. 29.

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