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Dos caminos hacia la única verdad

LAMBERT, Dominique, Ciencia y fe en el padre del big bang, Georges Lematrîe, Sal Terrae,
Santander 2015, 243pp.

Georges Lemaître (1894-1966), sacerdote y cosmólogo belga, contribuyó decisivamente a


moldear la actual visión del cosmos. Discípulo de Eddington, de él afirmó Einstein en 1933 que
era la persona que mejor había entendido sus teorías. Y eso que la relación entre ambos no
resultó fácil, pues Lemaître fue uno de los primeros en defender, a partir de las ecuaciones de
la relatividad general y en conformidad con las observaciones de Hubble, que el universo está
en expansión, posibilidad que durante un tiempo repugnó a Einstein por razones filosóficas. Y
si el universo se expande, es lógico pensar que en el pasado ocupaba un espacio menor, cada
vez más pequeño conforme se va hacia atrás en el tiempo, hasta quedar concentrado todo él
en un «átomo primitivo». Esta es la hipótesis que Lemaître formuló en 1931, encontrando el
rechazo de la mayoría de los físicos, Einstein incluido, que veían en ella una estrategia para
defender la creación sobrenatural del mundo. Pero en 1964 se descubrió por casualidad la
radiación de fondo de microondas, predicha por la hipótesis del abate belga, y todo empezó a
cambiar…

En medio de esta sobresaliente actividad científica, Lemaître nunca descuidó su vida


de presbítero, vinculada desde el inicio a los Amigos de Jesús, una fraternidad sacerdotal
diocesana. En ella cultivó un camino interior marcado por la unión con Jesucristo en la oración,
así como por la renuncia y la entrega personal. Además, la relación con otros miembros del
grupo mantuvo siempre vivo su celo apostólico. Tampoco flaqueó en ningún momento su
compromiso con la Iglesia, como lo prueba su activa participación en la Academia Pontificia de
las Ciencias, que presidió entre 1960 y 1966. Todo ello es narrado por Lambert, quien ha
llevado a cabo una rigurosa investigación en archivos, con gran atención a los detalles a la vez
que con loable agilidad.

Otra aportación del libro es el intento de sistematizar la visión que el sacerdote de


Charleroi tenía de las relaciones entre ciencia y fe. En sus escritos juveniles opta por una
exégesis simbolista de los primeros capítulos del Génesis y defiende un cierto concordismo
centrado en el concepto de «luz». Ello prepara el terreno a la hipótesis del «átomo primitivo».
Pero una vez esbozada esta, comienza a acentuar las diferencias y a entender ciencia y fe
como dos caminos autónomos hacia la única verdad que deben respetarse mutuamente para
evitar interferencias indebidas que lastren su fecundidad. Este enfoque se basa en la idea del
Deus absconditus, que permite conciliar la afirmación de que Dios está presente y activo en el
mundo con la convicción de que no se llega a él por medio de la racionalidad científica. Dos
interesantes capítulos, uno dedicado a comparar a Lemaître con Pascal y Teilhard y otro a
analizar su reacción al discurso de Pío XII sobre las pruebas de la existencia de Dios (1951),
ayudan a valorar mejor tal planteamiento.

El libro se cierra con una conferencia inédita de Lemaître, «Universo y átomo» (1963),
que el autor ha rescatado de la biblioteca de su universidad, la de Namur.

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