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Los Pueblos Indigenas de Cordoba
Los Pueblos Indigenas de Cordoba
EDICIONES DE L C O P I S TA
BIBLIOTECA DE HISTORIA
4 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
Imagen de tapa:
Representación rupestre de personaje antropomorfo con tocado
de plumas y arco. Cerro Colorado, provincia de Córdoba.
De esta edición:
Copyright © 2011, Ediciones del Copista.
Lavalleja Nº 47 - Of. 7 - 5000 Córdoba - República Argentina.
Correo-e: elcopista@arnet.com.ar – elcopista@argentina.com
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723
I.S.B.N.: 987-563-............
5
PRESENTACIÓN
PARTE I
INTRODUCCIÓN
8 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
9
CAPÍTULO 1
LA DISCIPLINA ARQUEOLÓGICA
Y EL PATRIMONIO CULTURAL
Arqueología
Arqueología
Una vez obtenidos los datos, estos deben ser analizados e interpretados
a la luz de las preguntas originales. Estas respuestas, resultado de la investi-
gación, tampoco constituyen el cierre definitivo ya que por un lado ayudarán
a contrastar las hipótesis, comprobándolas o refutándolas. También permitirá
ampliar los interrogantes o generar otros nuevos. Finalmente, abrirá la posi-
bilidad de reformular la teoría, si no en su totalidad, al menos en alguno de
sus presupuestos.
De esta manera es importante tener conciencia de que el trabajo arqueo-
lógico, así como el de otros profesionales, es muy complejo e implica el ma-
nejo de conocimientos específicos, técnicas adecuadas y, sobre todo, del
método científico. Por lo tanto no debe ser ejercido por aficionados, ya que
esto genera daños irreparables en el registro, y por ende en nuestras posibili-
dades de conocer cómo vivieron los hombres y mujeres en situaciones distin-
tas a las nuestras. Sin embargo la gente no profesional puede aportar
provechosamente a nuestro trabajo, mediante el reporte a las instituciones de
promoción científica correspondientes de hallazgos casuales o incluso la par-
ticipación en carácter de colaborador de equipos científicos.
La arqueología en la práctica
nas. Si bien a inicios del siglo XX esta teoría fue rebatida por Ales Hrdlicka,
por una errada interpretación de la antigüedad de ciertos estratos y la proce-
dencia dudosa de restos óseos, algunas ideas de Ameghino fueron bastante
acertadas. Fundamentalmente él había propuesto una gran antigüedad de la
presencia del hombre en el continente americano y, a partir de algunas exca-
vaciones estratigráficas, como la realizada en terrenos del Observatorio de la
ciudad de Córdoba, pudo establecer la existencia de dos momentos en desa-
rrollo histórico de los pobladores de nuestro actual territorio. El más antiguo
estaba caracterizado por la presencia de puntas de proyectil y la ausencia de
cerámica, mientras que el más reciente era un momento donde predominaba
la alfarería.
Sin embargo, la caída de dicha teoría del origen del hombre hizo olvidar
estos importantes aportes, dando inicio a una etapa en los estudios sobre la
historia precolombina en la que se estimaba que todos los vestigios prehispá-
nicos que se exhumaban pertenecían a una misma época, muy próxima a la
conquista española. Por lo tanto se asociaban todas las evidencias arqueológi-
cas de cada área geográfica, con los grupos indígenas que habían sido identi-
ficados por los conquistadores ibéricos.
En nuestra provincia, por ejemplo, ese grupo había sido el de los Come-
chingones. Como el mismo podía ser conocido a través de los documentos, la
evidencia arqueológica sólo era utilizada para ejemplificar y graficar conclu-
siones que se obtenían de esas fuentes. Esta manera de investigar redujo la
variabilidad espacial y temporal de las manifestaciones culturales del pasado,
y fue la que tuvo mayor difusión a través de los materiales educativos, como
los manuales de estudio. Extrañamente, si bien tal posición se abandonó en
la arqueología científica hace unos 60 años, se siguió impartiendo en todos
los ámbitos de la educación general hasta la actualidad.
Durante la década de 1950 la idea de la profundidad temporal de la his-
toria indígena en nuestro país fue revalorizada y actualizada con técnicas mo-
dernas, como la excavación estratigráfica, la seriación tipológica y,
posteriormente, las dataciones radiocarbónicas (ver “El paso del tiempo y su
medición”, más adelante). Este cambio buscaba establecer distintos momen-
tos del pasado humano a partir de la identificación de conjuntos de materia-
les recurrentes, los “contextos culturales”, que correspondían a pueblos
determinados. La ordenación cronológica rigurosa de estos contextos permi-
tía formular secuencias históricas para distintas regiones de nuestro país.
De esta manera, donde anteriormente se veía sólo a los Comechingones,
se reconoce la existencia de distintos pueblos que habían habitado las Sierras
Centrales en momentos diferentes: los cazadores que utilizaban puntas lan-
ceoladas o Ayampitín, con más de seis mil años de antigüedad, seguidos por
CAPÍTULO 1 - LA DISCIPLINA ARQUEOLÓGICA Y EL PATRIMONIO CULTURAL 15
manas y sus circunstancias, sin reducir las historias particulares a leyes gene-
rales de comportamiento. La adaptación al medio ya no es el único problema
analizado y problemas como las relaciones políticas, sociales, de género entre
los distintos agentes históricos toman cada vez más relevancia. Por otra parte
la arqueología ha reconocido que, en tanto ciencia social, los conocimientos
que produce tienen impacto en el presente, y por lo tanto debe ser responsa-
ble en las consecuencias sociales que pudiera acarrear.
Al arqueólogo, en el presente, ya no le interesa –como antaño- recuperar
objetos destacados por sus valores estéticos, o determinar las fases de cons-
trucción de edificios, montículos o tumbas con el objeto de establecer data-
ciones. Hoy, más que estudiar un sitio representativo, se realiza una
investigación sistemática de un número de sitios que representen el espectro
de variación –cultural, cronológica, ecológica, económica, social y política-
de una región. Una aproximación al conocimiento integral de las prácticas
humanas del pasado sólo podrá realizarse formulando múltiples preguntas a
todo tipo de vestigio material de las mismas, lo que queda incluido en lo que
conocemos como registro arqueológico.
El rregistr
egistro ar
egistro queológico
arqueológico
Patrimonio Cultural. Pr
Patrimonio otección y Legislación
Protección
CAPÍTULO 2
LA REGIÓN Y SU DIVERSIDAD ECOLÓGICA
PARTE II
ARQUEOLOGÍA DE LOS
POBLADORES PREHISPÁNICOS
DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA
34 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
35
CAPÍTULO 3
LOS PRIMEROS POBLADORES
DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA
Megafauna cordobesa
Estas escasas evidencias son las únicas disponibles en las Sierras de Cór-
doba, provenientes de un contexto estratificado y datado, que pueden adscri-
birse a momentos anteriores al 7.000 a.C. Por otro lado, existen algunos
hallazgos aislados de puntas de proyectil conocidas como “cola de pescado”
que fueron empleadas por un gran número de cazadores-recolectores de
Sudamérica entre hace 11.000 y 9.000 años (Figura 9). Consisten en una
punta hallada en superficie en la zona del embalse de Río Tercero, y otros dos
ejemplares de estas características puntas de proyectil recuperadas superfi-
cialmente en el sitio Estancia La Suiza 2, localizado en la cercana Sierra de
San Luis.
Es importante remarcar que las evidencias de los primeros humanos en
llegar a una región son arqueológicamente muy difíciles de detectar. Esto se
42 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
Figura 10. Sitio Arroyo El Gaucho 1, en el Parque Nacional Quebrada del Condorito.
Figura 13. Vista de los pastizales de altura donde habitaban guanacos y ciervos
en tiempos prehispánicos.
éstos son más numerosos que en los momentos anteriores, asimismo pre-
sentan una mayor inversión de manufactura y un correlativo aumento de
tamaño. Esto podría estar relacionado con mayores volúmenes procesados
que en el período anterior y con una intención dirigida a mejorar la eficien-
cia de estos instrumentos, permitiendo realizar la molienda de vegetales en
un tiempo más corto.
Figura 15. Instrumentos de hueso del sitio Quebrada del Real 1.— Referencias:
A) retocadores de asta de ciervo; B) agujas; C) y D) instrumentos de uso desconocido.
Los valles interserranos son ocupados con mayor intensidad, con nume-
rosos sitios a cielo abierto que muestran ocupaciones prolongadas y restos
materiales que indican que se trató de campamentos base. Muchos de estos
sitios contienen los entierros mencionados anteriormente, lo que indicaría
CAPÍTULO 3 - LOS PRIMEROS POBLADORES DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA 55
CAPÍTULO 4
LAS COMUNIDADES PRODUCTORAS DE ALIMENTOS
DE LA REGIÓN SERRANA
y IX, como indican los abundantes restos cerámicos presentes en todos los si-
tios investigados. Además, estas técnicas se hicieron más variadas (con el em-
pleo de cestas y redes como moldes de los recipientes, o con la utilización de
pintura e incisiones decorativas) y se aplicaron a la elaboración de artefactos
diferentes a los contenedores (por ejemplo torteros usados en tareas de hilado
y pipas o sahumadores). En el sitio Yaco Pampa 1 (sección sur del valle de
Guasapampa), en un contexto datado entre los siglos VII y VIII, se recuperó
un fragmento cerámico tubular con sustancias carbonosas adheridas a su pa-
red interna. El análisis de los microfósiles vegetales presentes en estas sustan-
cias reveló la presencia de coca (Erythroxylum coca), una planta cuyas hojas
son comúnmente quemadas en diferentes rituales andinos.
siglos por la región, sin que los cazadores-recolectores optaran por producir-
los localmente, sugiere más bien que la intensificación económica se apoyó
en un mayor aprovechamiento de los recursos silvestres.
La información disponible indica que los cambios se acentuaron entre
los siglos VI y IX de nuestra era. Ya nos referimos a la generalización y diver-
sificación en el uso de las técnicas alfareras, cuya expansión aproximadamen-
te simultánea con los vegetales cultivados sugiere articulaciones y
dependencias funcionales entre ambos fenómenos, pues la primera pudo so-
lucionar requerimientos asociados al procesamiento de los segundos. Si-
guiendo este razonamiento, se podría aceptar que la generalización en el uso
de recipientes cerámicos indicaría una mayor importancia de los vegetales
cultivados en la dieta.
También existen indicios de una ocupación más intensa de los ambien-
tes serranos de altura, así como de la expansión efectiva hacia los cordones
occidentales (Pocho, Guasapampa, Serrezuela), ambos paisajes inadecuados
para el desarrollo agrícola aunque dotados de valiosos recursos silvestres, en
el primer caso faunísticos y en el segundo forestales.
En síntesis, se observa la continuidad de procesos y tendencias iniciadas
en momentos previos, su intensificación durante este período y su proyec-
ción como antecedentes para el siguiente, donde se alcanzarían las mayores
cotas en los diferentes parámetros analizados (intensificación productiva, ex-
plotación de los recursos silvestres, ocupación de paisajes marginales, nuevas
tecnologías, acceso y dependencia hacia las plantas cultivadas, restricciones y
demarcaciones territoriales -en paralelo a la expansión de las redes extra-re-
gionales-, crecimiento demográfico, etc.).
parcelas de cultivo en el paisaje, por su parte, permitía limitar los daños provo-
cados por los agentes de acción localizada (como el granizo), capaces de des-
truir una chacra puntual y dejar intactas las restantes, además de aprovechar
las ventajas productivas de los diferentes tipos de terreno.
Figura 21. Puntas de flechas arrojadas con arcos. Las de la fila de arriba en rocas
silíceas (ópalo, calcedonia) y las de abajo en hueso.
70 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
Conflicto y poder
poder.. Fragmentación e integración política
Casi todos los grandes sitios de molienda fueron afectados por los
desbordes de los ríos y no conservan depósitos arqueológicos enterra-
dos, lo cual limita la comprensión de su forma de utilización en el pasa-
do. Afortunadamente Arroyo Talainín 2, un sitio de este tipo localizado
en el occidente de Salsacate, no fue impactado por este proceso ya que
se ubica en la cima de una lomada, a varios metros sobre el nivel de un
pequeño arroyo. Esta circunstancia permitió practicar excavaciones y
obtener más información sobre los contextos de procesamiento y con-
sumo grupal de alimentos. El área de dispersión de materiales arqueoló-
gicos cubre media hectárea, donde están incluidos un alero pequeño
(16 m2 cubiertos) y numerosos bloques rocosos fijos, donde se confec-
cionaron 83 morteros. De acuerdo a los fechados radiocarbónicos, las
ocupaciones de lugar comenzaron hacia el siglo XI y se extendieron
hasta la época de la conquista. Además de los útiles de molienda se re-
gistraron residuos de alimentación muy abundantes. Los restos más re-
presentados son las cáscaras de huevos de ñandú, seguidas por los
huesos de guanacos y venados de las pampas. Estas tres especies son tí-
picas de paisajes con vegetación abierta, indicando el acceso a zonas lo-
calizadas a cierta distancia (ca. 20/50 km). En menores proporciones se
consumieron animales típicos del entorno chaqueño que circunda al si-
tio (armadillos, corzuelas y lagartos, entre otros). Algunos recursos, en
particular los abundantes huevos de ñandú, tienen una disponibilidad
restringida a la temporada estival, cuando se concentraban las ocupa-
ciones del lugar. El sitio se encuentra en medio de un paisaje chaqueño
serrano árido, a corta distancia de oasis agrícolas marginales dispersos
(ca. 2/7 km). El volumen inusitado de recursos silvestres consumidos
ofrece un claro testimonio de la importancia de la caza y recolección.
Pero además, y este punto es crucial, nos informa sobre la existencia de
contextos donde interactuaron extensos colectivos sociales, fuera de los
ámbitos de actividad cotidiana y de las áreas agrícolas.
CAPÍTULO 5
LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES DE LAS COMUNIDADES
INDÍGENAS DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA
El arte rupestre fue objeto de análisis desde los albores mismos de la ar-
queología en la provincia, y a pesar de las diversas respuestas al por qué de
su ejecución, lo significativo es que, en menor o mayor medida, se reconoció
su particularidad respecto a otros elementos de registro arqueológico. El es-
tudio de este rasgo de la cultura material nos permite, más que ningún otro,
trazar una línea desde el período cazador-recolector al período prehispánico
tardío y rastrear los cambios y continuidades en la ideología y el universo
simbólico de los grupos pretéritos.
Actualmente hay acuerdo entre los investigadores respecto al papel fun-
damental que cumple el arte rupestre en el proceso de transmisión de infor-
mación. Ésta no es la misma para todos los grupos, ya que en el seno de cada
sociedad se transmite aquello que es comprendido, compartido y significado
por todos y cada uno de sus integrantes. Asimismo, podemos encontrarnos
ante algunos repertorios rupestres, es decir rasgos propios y particulares, que
se repiten y circulan entre varias áreas o regiones de las sierras de Córdoba,
lo cual puede ser un indicador del contacto o de relaciones sociales existen-
tes entre los pueblos que ocupan esas regiones.
Una manera de comprender cuál es el papel del arte rupestre en un área
determinada es considerar este rasgo de la cultura material no como algo ais-
lado y comprensible por sí mismo sino, como propone Aschero, integrado al
contexto como un elemento particular del registro arqueológico. En este
marco, debemos avanzar más allá de una descripción de lo que vemos para
incorporar variables que nos permitan analizar las particularidades de las fi-
guras pintadas o grabadas, así como las características del paisaje en el que se
ubican, la visibilidad o no de lo ejecutado y el tipo de actividades que se rea-
lizan en las ocupaciones en las que se registran representaciones (Figura 24).
De esta manera, nos acercamos a lo que en arqueología se denomina contex-
tos de producción y uso. Éste concepto refiere a las actividades o prácticas
82 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
asociadas con la ejecución del arte y nos ayuda a comprender qué y para
quién es lo que se transmite.
Figura 24.
Variables de análisis
empleadas en el
estudio del del arte
rupestre.
Figura 25. Detalle de dos paneles con asociaciones temáticas diferentes. Arte Rupestre de
Guasapampa Sur (izquierda) y del Valle de Traslasierra Sur (derecha).
arte rupestre era una práctica antiquísima entre los grupos indígenas que
ocuparon las sierras de Córdoba, práctica que en algunos sectores se remon-
taría a, por lo menos, más de tres mil años de antigüedad.
Figura 28. Principales Áreas y Sitios con Arte Rupestre de la Provincia de Córdoba.
1. Cerro Colorado; 2. Guasapampa Norte y Sur; 3. La Playa; 4. Piedra de San Buena;
5. Los Guanaquitos; 6. La Quebradita 1; 7. Casa de los Negros o Cerro San José 1; 8. Cerro
San José 2; 9. La Enramada 1; 10. Arroyo de la Gloria o Achalita 1; 11. Achalita 2;
12. Achalita 3; 13. Champaquí 1; 14. Piedra Pintada; 15. Cuatro Vientos; 16. Achiras;
17. India muerta; 18. Suco
90 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
Hasta el momento los sitios con arte rupestre asignados a momentos ca-
zadores- recolectores se ubican en la Pampa de Achala, región central de las
Sierras Grandes, y en el sur de la provincia de Córdoba, en el área compren-
dida por el actual departamento Río Cuarto. Aunque se registran algunos
motivos semejantes, en realidad se distinguen por la variabilidad de lo repre-
sentado y por los paisajes y actividades a los que se relacionan.
En el área de Pampa de Achala se han documentado tres sitios con re-
presentaciones. Una de estas ocupaciones podría corresponder a momentos
anteriores a 3000 a. C., dado que en el contexto arqueológico asociado al pa-
nel se halló una punta de proyectil lanceolada tipo “ayampitín” que, como vi-
mos en el capítulo 3, se vincula con cazadores recolectores tempranos. En
tanto las otras dos pueden ser asignadas genéricamente a períodos previos al
inicio de la era cristiana, dada la ausencia de tecnología cerámica en el regis-
tro arqueológico asociado.
Figura 29.
Detalle de los paneles de
Matadero 5 (arriba)
y La Quebradita 1 (abajo).
CAPÍTULO 5 - LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES... 91
Los sitios documentados con arte rupestre a partir del 500 d.C. dan
cuenta de cambios significativos con respecto al período anterior, tanto en la
cantidad de ocupaciones que registran representaciones rupestres como en
los paisajes en los cuales se ejecutan los paneles. En relación con el primer
punto, el número total de sitios con arte aumenta considerablemente en toda
la provincia durante este período, dado que suman casi trescientos paneles
con representaciones grabadas y pintadas. Además presentan una dispersión
mayor abarcando las pampas de altura y otros ambientes. Así, los sitios con
arte se distribuyen en los valles de Punilla, Guasapampa y Traslasierra Sur y
en las Sierras del Norte. En este último sector está el área arqueológica más
92 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
Figura 31. Tipos de soportes del Cerro Casa del Sol (paredón rocoso y pequeño alero).
CAPÍTULO 6
LAS COMUNIDADES PRODUCTORAS DE ALIMENTOS
DE LA LLANURA
Viviendas y entierros
entierros
Tecnología cerámica
a b
PARTE III
DE LA CONQUISTA A LA COLONIA
106 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
107
CAPÍTULO 7
TRANSFORMACIONES BAJO EL RÉGIMEN COLONIAL
ción que integrará poco después las actuales provincias de Córdoba, Cata-
marca, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy) con dos objeti-
vos fundamentales: descongestionar de soldados el Perú evitando nuevas
guerras civiles y, asegurar la defensa del camino entre Charcas, Chile y el Río
de la Plata. En 1571 el virrey del Perú, Francisco de Toledo, extendió el títu-
lo de Gobernador de la Provincia del Tucumán a don Jerónimo Luis de Ca-
brera, con el objeto de fundar una ciudad en el valle de Salta a fin de
fortalecer los caminos para asegurar el tránsito de bienes y personas desde el
Río de la Plata hasta Potosí. No obstante, Cabrera, contrariando el mandato
del virrey envió una expedición a Córdoba a comienzos de 1573 al mando de
Lorenzo Suárez de Figueroa y, habiendo obtenido la información necesaria
sobre la región y sus habitantes, emprendió, junto a una hueste de 100 hom-
bres, la fundación de la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía el 6 de ju-
lio de 1573 en el asiento que los naturales denominaban Quisquitipa. Esta
desobediencia de Cabrera sólo puede explicarse atendiendo a su voluntad de
extender la jurisdicción de la gobernación hasta el Río de la Plata (la que fue
rápidamente frustrada por la presencia en la región de Garay) o quizá debido
al imaginario de las ricas tierras del César, que fueron el móvil de sucesivas
expediciones desde Córdoba hacia el sur del territorio.
Los estudiosos, tanto arqueólogos como historiadores, no acuerdan so-
bre la adscripción étnica de los habitantes autóctonos del territorio cordobés
y son muchas las dificultades que devienen cuando se intentan diferenciar
mediante indicadores culturales dos grupos étnicos, comechingones y sana-
birones, pues el registro arqueológico muestra gran homogeneidad y las
fuentes documentales, con unas pocas excepciones anteriores a la fundación
de la ciudad, no mencionan estos grupos. Las investigaciones lingüísticas, sin
embargo, identificaron dos sistemas claramente diferenciados que podrían
dar cuenta de la existencia de dos entidades socioculturales, “comechingo-
nes” y “sanavirones”, aunque el primero presenta un alto grado de dialectali-
zación, lo que expresaría una disgregación más o menos lejana de un grupo
base, cuyas relaciones posteriores no fueron frecuentes.
En el interior del grupo comechingón se detectaron ciertas diferencias
entre los llamados indios “serranos” y los indios “algarroberos”, que se
corresponderían con diferentes variantes dialectales denominadas respec-
tivamente por las fuentes coloniales como “camiare” y “henia”. Estas po-
blaciones se habrían localizado principalmente en el área serrana aunque su
área de extensión alcanzó también las planicies y piedemonte cordobés.
Los sanavirones, según datos indirectos, habían llegado más reciente-
mente a la jurisdicción desde la actual provincia de Santiago del Estero y
CAPÍTULO 7 - TRANSFORMACIONES BAJO EL RÉGIMEN COLONIAL 109
poseían una mayor homogeneidad lingüística (es decir sin variantes dialec-
tales). La distribución de la toponimia autóctona muestra una mayor con-
centración de la lengua sanavirona en el norte cordobés aunque su
influencia ha sido detectada en la mayor parte del territorio incluyendo sie-
rra y planicies.
Un aspecto sustancial que debemos considerar para el momento de la
conquista, es la inexistencia de un centro de poder fuerte y aglutinante que
permitiera, como en el caso mexicano y peruano, el dominio inmediato del
conquistador. La falta de cohesión fue en principio un impedimento para el
conquistador ya que al no haber una cabeza política la conquista debía reali-
zarse pueblo por pueblo. Sin embargo, esta particularidad significó también
una ventaja para los invasores ya que esa misma falta de cohesión social im-
pidió la organización de una fuerte resistencia indígena armada al avance del
español. Las formas de resistencia, por el contrario, fueron mucho más suti-
les y veladas de lo que se presentaron para otras regiones de América colonial
donde las rebeliones indígenas fueron un fuerte obstáculo para la instaura-
ción del dominio colonial. En Córdoba fue hasta aproximadamente 1578 que
la hueste española debió residir en el fuerte para protegerse de los ataques in-
dígenas. A partir de la fecha precitada se inició la lenta edificación en la traza
urbana de la ciudad que diseñara don Lorenzo Suárez de Figueroa, ubicada
entre las actuales calles Santa Rosa, Bv. San Juan, Jujuy y Paraná, y no aquélla
que diseñara su predecesor Jerónimo Luis de Cabrera en la banda norte del
río Primero o Suquía.
era una trama abierta que unía ciudad y campo sin discontinuidad ni mura-
llas. La población indígena urbana habitaba en las casas de los vecinos o en
los rancheríos, ubicados en los límites externos. Los amplios patios de con-
ventos y del hospital albergaban también rancheríos en los que convivían
nativos y negros esclavos.
Hacia el río Suquía, o San Juan como lo llamó Cabrera, se ubicaron las
primeras chacaras para proveer de bienes agrícolas y sustento a la ciudad. En
el resto de la jurisdicción la explotación se efectuaba en los pueblos de indios
encomendados y parcialmente en las incipientes chacaras y estancias que em-
pezaban a conformarse.
La encomienda era la forma jurídica que adquiría la explotación de la
mano de obra indígena y constituía la principal empresa económica en los
primeros tiempos. La reducción a pueblo fue el mecanismo fundamental a
partir del cual se congregaba un conjunto de población indígena dispersa en
un solo sitio y se aseguraba su control y productividad. Estas reducciones po-
dían congregar una o varias encomiendas y fueron efectuadas desde fines del
siglo XVI produciendo grandes alteraciones en las poblaciones indígenas. Los
movimientos de pueblos o de parte de ellos generaron la desestructuración
de las comunidades indígenas y la formación de nuevas unidades multiétni-
cas con características muy diferentes a las conocidas en tiempos prehispáni-
cos. Como advertimos, el tributo de la encomienda no era percibido por los
españoles en moneda metálica, como en otros sitios del antiguo Virreinato
Peruano, sino que era cobrado en especie (mantas, sobrecamas, trigo, miel,
cabalgaduras, etc) y especialmente en trabajo indígena, también llamado
“servicio personal”, cuya productividad estaba garantizada por el poblero,
mano derecha del encomendero, quien organizaba el trabajo y, generalmente,
recibía un porcentaje de la producción como parte de pago a sus servicios.
De allí su interés por maximizar la producción mediante estrategias de sumi-
sión de inusitada crueldad. Al respecto, el visitador Alfaro los definió como
el”diablo introducido en estas tierras”. El pago del tributo indígena en trabajo
generaba una relación de dependencia directa entre el encomendero y sus in-
dios de encomienda, que impedía a estos últimos disponer del tiempo nece-
sario para trabajar para la comunidad y en consecuencia limitaba las
posibilidades de reproducción biológica y social. Los movimientos de pue-
blos, la desestructuración de la unidad doméstica indígena, y el servicio per-
sonal fueron algunas de las principales causas del descenso abrupto de la
población indígena de la jurisdicción. A tal punto fue la situación de explota-
ción indígena que en 1612 el Oidor y Visitador Francisco de Alfaro quedó es-
candalizado en su visita a la jurisdicción por la situación en la que se
encontraban los nativos.
112 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
Una práctica que fue extendiéndose a principios del siglo XVII, constata-
da por el propio visitador Alfaro, fue la de trasladar los indios a tierras españo-
las. Con el tiempo, gran parte de las tierras ocupadas originalmente por las
poblaciones indígenas pasó a manos privadas (españolas) y los nativos fueron
asentados de forma definitiva en estancias y chacaras bajo control español.
Si la institución de la encomienda, materializada en las concentraciones
de indígenas en espacios de trabajo, fue el lugar del control de los cuerpos
orientados a la producción de bienes, la institución de la Iglesia católica fue
el lugar del control de las mentes: la evangelización buscó abolir toda conti-
nuidad de las religiones y ritos autóctonos y convertir al indígena en un suje-
to manso y sumiso a los preceptos de la fe y los valores cristianos, y por lo
tanto, vasallos fieles a la Corona española.
Alfaro, en tanto representante de la ley colonial en esta región, preten-
dió poner coto a los abusos de los españoles reglamentando el trabajo indíge-
na, disponiendo una divisoria étnica del espacio (pueblos para los indios y
estancias y chacaras para los españoles) y pretendiendo imponer un tipo de
trabajo libre como el “concierto”. Es así que antes de retirarse de la goberna-
ción dictó unas ordenanzas a partir de las cuales se habrían de regir las rela-
ciones interétnicas, que tuvieron escaso efecto en esta región. En efecto, si
bien impidieron parcialmente nuevos movimientos de pueblos y abusos, no
pudieron enmendar el daño ya efectuado. De la misma manera, si bien puso
algún coto a la explotación indígena que alcanzaba a toda la familia, no pudo
impedir que el servicio personal continuara.
Bajo el sistema de encomiendas las poblaciones indígenas autóctonas fue-
ron rápidamente incorporadas al sistema productivo. La actividad económica
CAPÍTULO 7 - TRANSFORMACIONES BAJO EL RÉGIMEN COLONIAL 113
Figura 34. Población tributaria a principios del siglo XVII (1607)(1) Sólo se refiere
a varones adultos (2) Más 15 soldados con indios de servicio (3) Sin contar los indios
de guerra constatados en la fuente (4) Sólo constan los indios riojanos de paz sin otros de
guerra (5) El número total de tributarios se reduce a 16.247 según los cálculos del autor.
(Rubio Durán, 1999: 46).
Figura 35. Cantidad de población de encomienda distribuida por origen y sexo. Este
cuadro fue confeccionado teniendo en cuenta la cantidad total de población indígena
encomendada en la actual provincia de Córdoba presente al momento de la visita.
Fuente: Iarza y González Navarro, 2009.
CAPÍTULO 7 - TRANSFORMACIONES BAJO EL RÉGIMEN COLONIAL 117
Reconfiguraciones y rreasignaciones
easignaciones de identidades.
La identidad indígena
ciones realizadas desde el afuera del grupo étnico, fueron despojados de su fi-
liación étnica originaria y redefinidos a partir del lugar de residencia.
La filiación pasó a estar vinculada al lugar de residencia de los indígenas
más que a un origen o un antepasado común y en estos casos, ya no son “in-
dios tobas” sino que son “indios de Saldán”; ya no son “calchaquíes” sino
“indios de La Toma”. Hacia fines del siglo XVII queda aún memoria del trau-
mático desplazamiento y aún pueden dar cuenta de su origen.
En este sentido entonces, la dominación colonial infringió profundos
cambios a la población nativa que pudo sobrevivir a la dominación, ya que su
inserción en el sistema de encomiendas implicó no solo la incorporación de
otras formas de trabajo sino abandonar viejas prácticas y tradiciones cultura-
les. Significó al mismo tiempo, la formación de comunidades multiétnicas
que se afincaron en el interior de las estancias coloniales y constituyeron pe-
queñas comunidades integradas por nativos de diferentes orígenes, esclavos
de procedencia africana y población peninsular. La estancia fue entonces un
ámbito claramente mestizo.
familia del encomendero y los pobleros, aún entrada la segunda mitad del
siglo XVII. Por otra parte, los encomenderos no establecieron diferencias
entre los caciques y los indios del común, desconociendo en numerosas
oportunidades el título de cacique o manipulando según sus intereses los
nombramientos de los jefes étnicos, los que no siempre fueron reconocidos
por el grupo en cuestión. En síntesis, ante la ausencia de una autoridad legí-
tima aglutinadora, los lazos comunitarios fueron quebrantándose pues los
sujetos encontraron pocas razones para mantener cierta lealtad para con su
grupo. Las huidas de indios solos o en pequeños grupos a los montes, fuera
del pueblo de indios y las continuas animadversiones que encontramos en
los juicios penales interétnicos de la época, en los que son los propios nati-
vos los que denuncian a sus iguales, son otra prueba de esta falta de cohe-
sión comunitaria.
La visita de Luxan de Vargas a fines del siglo XVII da cuenta de hasta
qué punto los intereses comunitarios se habían revertido en intereses familia-
res, ya que cuando los indígenas se quejan ante el visitador, sólo en muy con-
tados casos los reclamos se orientan a la conservación de la unión comunal o
a la obtención de beneficios para la comunidad como conjunto (V.gr. Solici-
tudes sobre que se hagan iglesias en los pueblos de indios). Más que comuni-
dades o pueblos de indios, pareciera que estamos en presencia de familias
que procuran beneficiarse individualmente.
c) Pérdida de la tierra:
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dad Nacional de Río Cuarto.
128 L OS PUEBLOS INDÍGENAS DE C ÓRDOBA
ÍNDICE
Presentación .............................................................................................. 7
Parte I
INTRODUCCIÓN
Parte II
ARQUEOLOGÍA DE LOS POBLADORES PREHISPÁNICOS
DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA
Parte III
DE LA CONQUISTA A LA COLONIA