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La construcción
de la realidad social
Medición, 1997
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CONCLUSIÓN 231
ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 233
Para Dagmar
PRÓLOGO
2. Peter L. Berger y Thomas Luckmann, The Social Construction ofReality, Londres, Penguin,
1967 (hay traducción castellana).
PRÓLOGO 13
3. Imaginemos que quisiéramos proceder a una reducción física de la noción de « dinero». Eso
sería lo mismo que intentar una descripción del dinero en términos puramente físicos Ahora bien,
hay una infinidad de objetos materiales que han servido, sirven o pueden concebiblemente servir
como dinero. Una descripción puramente física del dinero consistiría entonces en una disyunción
lógica infinita de descripciones físicas de todos los objetos materiales que han servido, sirven o
pueden servir como dinero (conchas, perlas, lingotes de oro, un sinfín de fibras de celulosa, tiras
magnéticas de toda laya, etc.). Pero cuando, para describir algo, necesitamos emplear tantos bits
de información como tiene lo descrito, entonces decimos que la descripción es «incompresible»
(que no se puede «comprimir») y que tiene un valor informativo cero, es decir, que no sirve para na-
da científicamente. Véase Gregory Chaitin, «Randomness and Mathematical Proof», Scientijic
American (1975), págs. 47-52.
14 ANTONI DOMÉNECH
original que usted no prepare ninguna clase magistral y convierta todas las clases en diálogos en-
tre los alumnos. Pero tengo mis dudas: si todas las opiniones sociológicas valen lo mismo, si todo
es subjetivo, ¿cómo se convirtió usted en funcionario público? Quiero decir: en las oposiciones a
profesor titular, ¿con qué criterios le juzgó a usted el tribunal? ¿Cómo le pudo preferir a usted fren-
te a otro opositando? ¿No valía su ejercicio lo mismo que cualquier otro? Y cuando usted mismo
nos juzga a nosotros, ¿no merecemos todos, por lo mismo, un excelente?
Según me ha sido referido, las preguntas del alumno quedaron sin respuesta. Pero me consta
que, a diferencia de casi todos sus condiscípulos, él no consiguió un excelente.
5. «Incautos» en dos sentidos. Incautos filosóficamente; consumidores incipientes e ingenuos
de mala literatura filosófica. Pero también incautos históricamente, «nacidos ayer». El relativismo
extremo y el todo vale no es un invento posmodernista de los fast thinkers mediáticos de nuestros
días; fue una de las bases «culturales» del fascismo europeo del primer tercio del siglo veinte:
Todo lo que he dicho y hecho en estos últimos años es relativismo por intuición. Si el relativismo sig-
nifica el fin de la fe en la ciencia, la decadencia de ese mito, la «ciencia», concebido como el descubri-
miento de la verdad absoluta, puedo alabarme de haber aplicado el relativismo [...] Si el relativismo sig-
nifica desprecio por las categorías fijas y por los hombres que aseguran poseer una verdad objetiva
externa, entonces no hay nada más relativista que las actitudes y la actividad fascistas... Nosotros los fas-
cistas hemos manifestado siempre una indiferencia absoluta por todas las teorías. [...] El relativismo mo-
derno deduce que todo el mundo tiene libertad para crearse su ideología y para intentar ponerla en prác-
tica con toda la energía posible, y lo deduce del hecho de que todas las ideologías tienen el mismo valor
que todas las ideologías son simples ficciones. (Este texto de Benito Mussolini está citado en Franz Neu-
mann, Behemolh. Pensamiento v acción en el nacionalsocialismo, trad. V. Herrero y J. Márquez, México,
F.C.E., 1983, págs. 510-511.)
Una interesante explicación politológica y sociológica de por qué este tipo de burda retórica
archirreaccionaria resulta atractiva a cierta izquierda académica en los Estados Unidos de hoy
puede encontrarse en P.R. Gross y N. Levitt, Higher Superslition. The Academic Left and ¡Is Quarreh
with Science, Baltimore, John Hopkins University Press, 1994. (Anna Estany me llamó la atención
sobre el interés de ese libro.)
AGRADECIMIENTOS
* Kant no dio pensamiento a estas cosas porque en su época los filósofos estaban obsesiona-
dos con el conocimiento. Mucho después, por un breve pero glorioso momento, los filósofos se ob-
LAS PIEDRAS ANGULARES DE LA REALIDAD SOCIAL 23
Una razón por la que podemos soportar esa carga es que la com-
pleja estructura de la realidad social resulta, por así decirlo, ingrá-
vida e invisible. El niño crece en una cultura en la que la realidad
social le es, sencillamente, dada. Aprendemos a percibir y a usar
automóviles, bañeras, casas, dinero, restaurantes y escuelas sin pa-
sesionaron con el lenguaje. Ahora, este filósofo al menos está obsesionado con ciertos rasgos es-
tructurales generales de la cultura humana.
24 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
ONTOLOGÍA FUNDAMENTAL
dor, etc.) es intrínseco a los que así piensan (tratan, usan, etc.).
Ser un destornillador es relativo al observador, pero los rasgos
de los observadores que les permiten crear tales rasgos del
mundo relativos al observador son rasgos intrínsecos a los ob-
servadores. Explicaré esto un poco más.
LA ASIGNACIÓN DE FUNCIÓN
ras, calles, jardines, fincas, etc. Todos los términos que se acaban
de usar entrañan criterios de evaluación que, bajo esas descripcio-
nes, son internos a los fenómenos en cuestión, pero no internos a
las entidades bajo su descripción como «objetos materiales». Se
puede incluso asignar funciones a fenómenos naturales, como ríos
y árboles, y evaluarlos así como buenos o malos según las funcio-
nes que decidamos asignarles y la virtuosidad con que ellos las sir-
van. Tal es el rasgo de la intencionalidad al que llamo «asignación
-o imposición- de función». En el caso de algunos artefactos, cons-
truimos el objeto para que sirva a una función. Sillas, bañeras y or-
denadores son ejemplos obvios. En el caso de muchos objetos que
se dan naturalmente, como los ríos y los árboles, asignamos una
función -estética, práctica, o del tipo que fuere- a un objeto pree-
xistente. Decimos: «este río es bueno para nadar», o «éste es el tipo
de árbol del que se puede sacar madera».
Llegados a este punto, es importante darse cuenta de que las
funciones nunca son intrínsecas a la física de ningún fenómeno, si-
no que son externamente asignadas por observadores y usuarios
conscientes. En una palabra: las funciones nunca son intrínsecas si-
no relativas al observador.
Nos obnubila respecto de ese hecho la práctica, muy común en
biología, de hablar de funciones como si fueran intrínsecas a la na-
turaleza. Pero, salvo en aquellas partes de la naturaleza que son
conscientes, la naturaleza ignora por completo a las funciones. Es,
por ejemplo, intrínseco a la naturaleza el que el corazón bombee
sangre y cause su circulación por el cuerpo. También es un hecho
intrínseco a la naturaleza el que el movimiento de la sangre esté re-
lacionado con un conjunto global de procesos causales que tienen
que ver con la supervivencia del organismo. Cuando, empero, sobre
decir que «el corazón bombea sangre», decimos que «la función del
corazón es bombear sangre», estamos haciendo algo más que re-
gistrar esos hechos intrínsecos. Estamos disponiendo esos hechos
en relación con un sistema de valores albergados por nosotros. In-
trínseco a nosotros es que alberguemos esos valores, pero la atri-
bución de ellos a la naturaleza independientemente de nosotros es
relativa al observador. Incluso cuando descubrimos una función en
la naturaleza, como cuando descubrimos la función del corazón, el
descubrimiento consiste en el descubrimiento de los procesos cau-
sales junto con la asignación de una teleología a esos procesos. Lo
revela el hecho de que todo un léxico de éxitos y fracasos que es ina-
decuado para los simples hechos brutos de la naturaleza resulte
34 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
3. L. Wright, «Functions», en The Philosophical Review 82, n. 2 (abril de 1973), 137-168. Véase
también P. Achinstein, «Functional Explanation», en The Nature of Explanation, Nueva York, Ox-
ford University Press, 1983, págs. 263-290.
* R.G. Millikan, Language, Thought, and Other Biológica! Categories: New Foundations for Real-
ism, Cambridge, Mass., MIT Press, 1984. En R.G. Millikan, «In Defense of Proper Functions», en
The Philosophy of Science 56 (1989), 288-302, escribe:
La definición de una «función propia» es recursiva. Puesto muy crudamente: para que un ítem A
tenga una función F como «función propia», es necesario (y casi suficiente) que una de las dos si-
guientes condiciones rijan: 1. A se originó como una «reproducción» (por poner un ejemplo: como
una copia, o como una copia de una copia) de algún o algunos ítems anteriores que, debido en parte
a la posesión de las propiedades reproducidas, cumplieron realmente la función F en el pasado, y A
existe porque (un porqué histórico-causal) esa función se cumplió: 2. A se originó como el producto
de algún mecanismo anterior que, dadas sus circunstancias, tiene como función propia el cumplir F
y que, en esas circunstancias, causa normalmente el que F sea ejecutada mediante la producción de
un ítem como A. Los ítems que caen bajo la condición 2 tienen «funciones propias derivadas», esto
es, funciones derivadas de las funciones de los mecanismos que los producen (pág. 228).
36 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
nifer4.Hudin.
El uso de estos términos en la descripción de la distinción me fue sugerido en su día por Jen-
LAS PIEDRAS ANGULARES DE LA REALIDAD SOCIAL 39
5. Para una explicación del tipo de imposición de intencionalidad que está en juego en el sig-
nificado, véase Searle, Intentionality, An Essay in the Philosophy ofMind, especialmente el cap. 6.
LAS PIEDRAS ANGULARES DE LA REALIDAD SOCIAL 41
INTENCIONALIDAD COLECTIVA
7. No quisiera dar la impresión de que mis puntos de vista están libres de crítica o de contro-
versia. Hay varias concepciones potentes de la intencionalidad colectiva distintas de la mía. Véase
especialmente M. Gilbert, On Social Facts, Londres, Routledge, 1989; M. Bratman, «Shared Coo-
perative Activity», en Philosophical Review 101, n. 2 (1992), 327-341; y R. Tuomela y K. Miller, «We-
intentions», Philosophical Studies 53 (1988), 367-389.
44 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
9. Una distinción emparentada fue introducida por J. Rawls, «Two Concepts of Rules», Philo-
sophical Review 64 (1955).
46 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
Así, tal y cual cuenta como un jaque mate, tal y tal como movi-
miento del peón, etc.
Mi tesis es que los hechos institucionales existen sólo dentro
de sistemas de reglas constitutivas. Los sistemas de reglas crean
la posibilidad de hechos de este tipo; y ocasiones específicas de
hechos institucionales, tales como el hecho de que yo gane al aje-
drez o el hecho de que Clinton sea presidente, son creadas como
resultado de la aplicación de reglas específicas, reglas para el ja-
que mate o para elegir y para tomar juramento a presidentes, por
ejemplo. Acaso valga la pena poner de relieve que estoy hablando
de reglas, no de convenciones. Es una regla del ajedrez que se ga-
na la partida haciendo jaque mate al rey. Es una convención que
la figura del rey sea mayor que la del peón. «Convención» implica
arbitrariedad, pero las reglas constitutivas no son arbitrarias en
este sentido.
El contexto «X cuenta como Y en C» es intensional-con-una-s.
Es referencialmente opaco en tanto que no permite la substituibili-
dad de las expresiones coextensivas salva veníate. Así, por ejemplo,
los enunciados:
10. Por ejemplo, Anthony Giddens, The Constitution ofSociety: Outline ofthe Theory ofStruc-
turation, Berkeley, University of California Press, 1984, págs. 19 y sigs.
CAPÍTULO 2
1- John R. Searle, Expression and Meaning: Studies in the Theory ofSpeech Acts, Cambridge y
Nueva York, Cambridge University Press, 1979, cap. 1.
52 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
y servicios contra dinero. Pero para que una sociedad pueda tener
un sistema de intercambio, tiene que tener un sistema de propie-
dad y de posesión de la propiedad. Análogamente, para que en las
sociedades puedan darse matrimonios, deben dar cabida a algún ti-
po de relaciones contractuales; pero para que puedan dar cabida a
relaciones contractuales, tienen que estar en condiciones de enten-
der cosas tales como las promesas y las obligaciones.
Por lo demás, con independencia de los requisitos lógicos de inter-
relación entre los hechos sociales, resulta que en cualquier situación
real de la vida uno va a encontrarse en medio de un complejo de rea-
lidades institucionales interimbricadas. La escena del restaurante
descrita en el capítulo 1 ilustra: en cualquier momento de la escena
uno es a la vez (y por lo menos) un ciudadano, un poseedor de dine-
ro, un cliente, un pagador de facturas; y uno se las está viendo con la
propiedad, con un restaurante, con un camarero, con una factura.
Podría parecer que los juegos constituyen contraejemplos a este
principio general, porque -obvio es decirlo- los juegos están conce-
bidos como formas de actividad que no conectan con el resto de
nuestras vidas del modo que resulta característico de los hechos ins-
titucionales. La partida de billarín que jugamos hoy en el departa-
mento de filosofía no tiene por qué tener consecuencias para maña-
na en el sentido en que las tienen las guerras, las revoluciones, las
compras y las ventas, todas las cuales son precisamente emprendidas
para tener consecuencias mañana y en un indefinido futuro.* Sin em-
bargo, aun en el caso de los juegos, se dan dependencias sistemáticas
respecto de otras formas de hechos institucionales. La posición del
pitcher, el catcher y el bateador en el béisbol, por ejemplo, implican
todas derechos y responsabilidades; y sus posiciones y acciones o fal-
ta de acciones no resultan inteligibles sin una inteligencia de esos de-
rechos y de esas responsabilidades; pero esas nociones son a su vez
ininteligibles sin la noción general de derechos y responsabilidades.
* En la medida en que los deportes profesionales tienen esas consecuencias, dejan de ser me-
ros juegos para convertirse en algo más, por ejemplo, en negocios.
54 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
dos por las ciencias naturales. Resulta tentador decir que un go-
bierno, o un billete de dólar, o un contrato es un objeto o una enti-
dad en el sentido en que lo son una molécula de ADN, una placa
tectónica y un planeta. Pero en el caso de los objetos sociales la gra-
mática de las frases nominales nos esconde el hecho de que, en ta-
les casos, el proceso prima sobre el producto. Los objetos sociales
están siempre -en un sentido que habremos de elucidar- constitui-
dos por hechos sociales; y en cierto sentido, el objeto no es sino la
posibilidad continuada de la actividad. Un billete de veinte dólares,
por ejemplo, es una constante posibilidad de pagar algo.
3. El texto clásico es W. Koehler, The Mentality ofApes, 2" edición, Londres, Kegan Paul, Trench
andTrubner, 1927.
Más recientemente, E.O. Wilson ha escrito: «El uso de herramientas ocurre esporádicamente
entre las especies de los primates superiores, por lo común en un grado no superior al de otros gru-
pos de vertebrados. Sin embargo, el chimpancé tiene un repertorio tan rico y refinado que esta es-
pecie está cualitativamente por encima de todos los demás animales y firmemente encaramada a
la escalera que lleva al hombre», Sociobiology: The New Synthesis, Cambridge, Mass., Harvard Uni-
versity Press, 1975, pág. 73.
4. Werner Kummer, Primate Societies, Chicago, Aldine, 1971, pág. 118.
58
LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
radical con otras formas de vida viene cuando los humanos, a tra-
vés de la intencionalidad colectiva, imponen funciones a fenóme-
nos en circunstancias en que la función no puede cumplirse mer-
ced a meras propiedades físicas o químicas, sino que requiere la
cooperación humana continua en las formas específicas de aperci-
bimiento, aceptación y reconocimiento de un nuevo status al que se
asigna una función. Éste es el punto de partida de todas las formas
institucionales de la cultura humana, y siempre debe tener la es-
tructura «X vale como Y en C», como habrá ocasión de ver.
Nuestro objetivo es encajar la realidad social en nuestra ontolo-
gía básica procedente de la física, la química y la biología. Para ha-
cerlo, es necesario mostrar la línea continua que va de las molécu-
las y las montañas hasta los destornilladores, las palancas y los
atardeceres bellos, para llegar, luego, hasta las legislaciones, el di-
nero y los Estados-nación. El trecho central en el puente que va de
la física a la sociedad está constituido por la intencionalidad colec-
tiva, y el movimiento decisivo, en el tránsito de creación de realidad
social a lo largo de este puente, es la imposición intencional colec-
tiva de función a entidades que no pueden cumplir la función sin
esa imposición. El movimiento radical que nos lleva de hechos so-
ciales simples, como que estamos sentados juntos en una banque-
ta, o inmersos en un combate de boxeo, hasta hechos instituciona-
les, como el dinero, la propiedad y el matrimonio, es la imposición
colectiva de función a entidades que -a diferencia de las palancas,
las banquetas y los automóviles- no pueden cumplir las funciones
merced a su mera estructura física. En algunos casos, el papel-mo-
neda, por ejemplo, eso ocurre porque la estructura sólo está inci-
dentalmente relacionada con la función; en otros, los conductores
con permiso, por ejemplo, porque no estamos dispuestos a permi-
tir que la gente cumpla la función de conducir a menos que hayan
sido autorizados para ello.
El elemento clave en el trance que va de la imposición colectiva de
función a la creación de hechos institucionales es la imposición
de un status, colectivamente reconocido, al que se vincula una fun-
ción. Puesto que esto constituye una categoría especial de las fun-
ciones agentivas, llamaré a esas funciones funciones de status. En
el ejemplo de la frontera, imaginábamos un objeto físico que fun-
cionaba causalmente, un muro, y que evolucionaba hasta conver-
tirse en un objeto simbólico, en una marca de frontera. Se preten-
de que la frontera funcione del mismo modo que funcionaba el
muro, pero el medio por el que cumple esta función es el reconoci-
LA CREACIÓN DE HECHOS INSTITUCIONALES 59
6. Usaré las expresiones «término X», «término Y» y «término C» para referirme indistinta-
mente a las entidades reales que son los valores de estas tres variables, o a las expresiones verbales
con las que substituimos a las expresiones «X», «Y» y «C». Me doy cuenta de que acecha siempre el
peligro de confundir el uso con la mención, pero creo que el contexto bastará para aclarar si me es-
toy refiriendo a una expresión o a una entidad a la que se refiere esa expresión. En los casos en que
pudiera haber confusión, haré explícita la distinción usando, por ejemplo, la distinción entre «la
expresión X» y «el elemento X». En el primer caso nos referiremos a una expresión; en el segundo,
a una entidad real.
62 LA CONSTRUCCIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL
ner esos rasgos aun el caso de que nadie crea que los tiene; pero el
tipo viene ya definido de ese modo autorreferencial.
La autorreferencialidad que hemos estado discutiendo es una
consecuencia inmediata de la naturaleza de las funciones agenti-
vas. No es peculiar de los hechos institucionales. Así, por ejemplo,
para que algo sea una silla tiene que funcionar como una silla y, por
lo tanto, tiene que ser usada como una silla o creída tal. Las sillas no
son abstractas o simbólicas en el sentido en que lo son el dinero o
la propiedad, pero lo dicho vale también para los dos casos. En lo
que toca a los conceptos funcionales agentivos, parte de satisfacer
una descripción es que se piense que se satisface esa descripción.
Lo que no lleva a la circularidad o al regreso infinito por la razón
del conjunto de prácticas en que el fenómeno está incrustado. Las
sillas sirven para sentarse, el dinero, para comprar cosas, las he-
rramientas, para manipular objetos de diferentes maneras, etc.*
Nuestra cuarta cuestión era: ¿por qué hay siempre ciertas clases
de relaciones sistemáticas entre los hechos institucionales? Y la
quinta: ¿por qué los actos institucionales parecen primar sobre los
objetos institucionales?
La razón más obvia de que entre las varias clases de hechos so-
ciales haya relaciones sistemáticas como las que he tratado de des-
cribir es que los hechos en cuestión están diseñados precisamente
para este propósito. Los gobiernos están concebidos para tener to-
LA CREACIÓN DE HECHOS INSTITUCIONALES 73