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Cuando hablamos del litoral y, en general, del mar debemos precisar a qué zona
nos referimos. El mar lo podemos delimitar de acuerdo con las directrices jurídicas
que tipifican la zona marítimo-terrestre (la playa), las aguas interiores, el mar
territorial, la zona económica y plataforma continental y, a partir de las 200 millas
mayoritariamente, las aguas internacionales. Pero también lo podemos definir por
sus características biológicas y entonces distinguimos entre las zonas nerítica,
pelágica y batial.
La región occidental del mediterráneo cuenta con unos 250 millones de habitantes
repartidos en un 70% en los países del norte y en un 30% en los del sur. El
impacto que recibe de la población se concentra sobre unos 7,5 millones de Km2
con densidades medias de entre 2 (como en Argelia) y 190 habitantes por km2
(caso de Italia). La influencia sobre esta región marina nada tiene que ver con la
del mar Báltico, por ejemplo.
En todo caso, aunque el mar y el océano se nos presentan como una realidad
contigua a la tierra ésta no es sino una porción de un sistema global cuyos
mecanismos y reacciones son de carácter planetario.
La polución marina
Las vías por las cuales llegan al mar los productos contaminantes son numerosas.
Aunque sin duda, la lluvia es uno de los principales agentes de dispersión. La
limpieza salvaje de los tanques en alta mar y las descargas involuntarias aportan el
45% de la contaminación difusa de hidrocarburos. Los accidentes, en concreto el
naufragio de superpetroleros, a pesar de ser localmente muy graves no aportan
más del 20% de la contaminación por hidrocarburos, el resto procede de las
operaciones de carga y descarga en puertos marítimos.
La polución orgánica en las áreas litorales también afecta a la calidad sanitaria para
el baño debido a la gran concentración de bacterias colifecales que pueden ser
perjudiciales para la salud humana. Finalmente, el mar también se ha convertido en
diluyente de elementos radioactivos procedentes de las fugas en centrales
nucleares, de los ensayos con bombas atómicas o de la lluvia radioactiva. Aunque
la mayor parte de la radioactividad es debida a causas naturales, al menos un 1%
deriva de la acción humana.