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Literatura 2021

Prof: Lic. Pablo Medina

Primer semana

1
1) La narración. Secuencia narrativa

1) Lee el texto teórico que esta a continuacion sobre el texto


narrativo y su estructura.
2) Mira el video explicativo en You Tube para complementar el
texto teórico sobre la narracion en:
https://youtu.be/pLxAxCyMKUA
3) Lee el texto “El sur” y responde el cuestionario que se encuentra
al final del mismo.

Una narración es el relato de unos hechos reales o imaginarios que les suceden a unos personajes en un
lugar o espacio. Cuando contamos algo que nos ha sucedido o que hemos soñado o cuando contamos un
cuento, estamos haciendo una narración.

Partes de una narración.

Los componentes de la secuencia narrativa-tipo son:

1. una iniciación o introducción, que define el mundo del relato (tiempo, lugar), los agentes y la situación
inicial;
2. una complicación o nudo, que presenta los acontecimientos relevantes en relación con la situación
inicial;
3. una resolución o desenlace, que será ‘feliz’ o ‘desdichada’. Si es desdichada, puede acarrear otra
complicación seguida por una nueva resolución.

La narración comprende igualmente dos categorías optativas:

a. la evaluación, que especifica las reacciones del agente/narrador.


b. la moraleja, que indica las consecuencias posibles de la historia con el objetivo de influir sobre el
comportamiento actual o futuro de los destinatarios de la narración.

Estructura de un texto narrativo

A. El narrador.

Es quien cuenta los hechos o la historia y puede ser de tres tipos:

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● Un narrador omnisciente: visión total del relato, ajeno a los hechos. El narrador
omnisciente conoce a la perfección lo que hacen, piensan y sienten todos los personajes
(incluso en ocasiones interviene para opinar sobre los hechos ocurridos o sobre el modo de
ser de los personajes).

● Un narrador observador externo: relata los hechos desde fuera, sin participar en la
historia, es el narrador testigo o observador que se limita a recoger en la narración los
hechos tal como suceden sin añadir ni quitar nada, como si fuera una cámara de vídeo, y lo
mismo actúa con los personajes, que sólo son conocidos en el relato por lo que ellos hacen
y dicen o por lo que otros personajes nos cuentan de ellos

● Un narrador que cuenta su historia. En este caso el narrador es un personaje más, es el


personaje principal, ya que es el protagonista.

En la mayoría de los textos narrativos más “tradicionales” solo hay un tipo narrador sin
embargo, en los texto más modernos, los narradores pueden ser múltiples.

B. Los personajes. Son las personas, los animales o las cosas que intervienen en el relato. El
protagonista es el personaje principal que se enfrenta al conflicto; el antagonista, el que se opone a la
acción del protagonista. Los personajes también pueden ser secundarios. Existen dos maneras de
caracterizar a los personajes:

La caracterización directa permite conocer a los personajes a partir de los datos que proporciona el
narrador u otro personaje del relato.

La caracterización indirecta permite deducir cómo son a través de sus pensamientos, comentarios,
acciones, reacciones, gestos, etc.

C. La ambientación. Incluye el espacio o lugar en el que se desarrollan los hechos y el tiempo. Éste
puede ser externo o interno.

● Externo: tiempo histórico en que se desarrolla la acción.


● Interno: orden cronológico en que se suceden los hechos del relato y puede ser:

a) cronológico o lineal (si la acción sucede de principio a fin; la mayoría respeta este tipo)
b) retrospectivo (si regresa al pasado desde un punto de la acción concreto; es el caso de
las novelas policiacas)
c) anticipativo (si se adelantan acontecimientos que sucederán más tarde).

Lea atentamente el siguiente texto y responde las consignas que están a continuación del mismo.

“El sur”
Jorge Luis Borges

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El hombre que desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes Dahlmann y era pastor de la
Iglesia evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca
municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino. Su abuelo materno había sido aquel
Francisco Flores, del 2 de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por
indios de Catriel: en la discordia de sus dos linajes, Juan Dahlmann (tal vez a impulso de la sangre
germánica) eligió el de ese antepasado romántico, o de muerte romántica. Un estuche con el
daguerrotipo de un hombre inexpresivo y barbado, una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas
músicas, el hábito de estrofas del Martín Fierro, los años, el desgano y la soledad, fomentaron ese
criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso. A costa de algunas privaciones, Dahlmann había
logrado salvar el casco de una estancia en el Sur, que fue de los Flores: una de las costumbres de su
memoria era la imagen de los eucaliptos balsámicos y de la larga casa rosada que alguna vez fue carmesí.
Las tareas y acaso la indolencia lo retenían en la ciudad. Verano tras verano se contentaba con la idea
abstracta de posesión y con la certidumbre de que su casa estaba esperándolo, en un sitio preciso de la
llanura. En los últimos días de febrero de 1939, algo le aconteció.
Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimas distracciones. Dahlmann había
conseguido, esa tarde, un ejemplar descabalado de Las Mil y Una Noches de Weil; ávido de examinar
ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le
rozó la frente, ¿un murciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió la puerta vio grabado el
horror, y la mano que se pasó por la frente salió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado
que alguien se olvidó de cerrar le habría hecho esa herida. Dahlmann logró dormir, pero a la madrugada
estaba despierto y desde aquella hora el sabor de todas las cosas fue atroz. La fiebre lo gastó y las
ilustraciones de Las Mil y Una Noches sirvieron para decorar pesadillas. Amigos y parientes lo visitaban
y con exagerada sonrisa le repetían que lo hallaban muy bien. Dahlmann los oía con una especie de débil
estupor y le maravillaba que no supieran que estaba en el infierno. Ocho días pasaron, como ocho siglos.
Una tarde, el médico habitual se presentó con un médico nuevo y lo condujeron a un sanatorio de la
calle Ecuador, porque era indispensable sacarle una radiografía. Dahlmann, en el coche de plaza que los
llevó, pensó que en una habitación que no fuera la suya podría, al fin, dormir. Se sintió feliz y
conversador; en cuanto llegó, lo desvistieron; le raparon la cabeza, lo sujetaron con metales a una
camilla, lo iluminaron hasta la ceguera y el vértigo, lo auscultaron y un hombre enmascarado le clavó
una aguja en el brazo. Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo y, en los
días y noches que siguieron a la operación pudo entender que apenas había estado, hasta entonces, en
un arrabal del infierno. El hielo no dejaba en su boca el menor rastro de frescura. En esos días, Dahlmann
minuciosamente se odió; odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le
erizaba la cara. Sufrió con estoicismo las curaciones, que eran muy dolorosas, pero cuando el cirujano
le dijo que había estado a punto de morir de una septicemia, Dahlmann se echó a llorar, condolido de su
destino. Las miserias físicas y la incesante previsión de las malas noches no le habían dejado pensar en
algo tan abstracto como la muerte. Otro día, el cirujano le dijo que estaba reponiéndose y que, muy
pronto, podría ir a convalecer a la estancia. Increíblemente, el día prometido llegó.
A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos; Dahlmann había llegado al sanatorio en
un coche de plaza y ahora un coche de plaza lo llevaba a Constitución. La primera frescura del otoño,
después de la opresión del verano, era como un símbolo natural de su destino rescatado de la muerte y
la fiebre. La ciudad, a las siete de la mañana, no había perdido ese aire de casa vieja que le infunde la
noche; las calles eran como largos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocía con
felicidad y con un principio de vértigo; unos segundos antes de que las registraran sus ojos, recordaba
las esquinas, las carteleras, las modestas diferencias de Buenos Aires. En la luz amarilla del nuevo día,
todas las cosas regresaban a él.
Nadie ignora que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia. Dahlmann solía repetir que ello no es una
convención y que quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y más firme. Desde el coche
buscaba entre la nueva edificación, la ventana de rejas, el llamador, el arco de la puerta, el zaguán, el
íntimo patio.

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En el hall de la estación advirtió que faltaban treinta minutos. Recordó bruscamente que en un café de
la calle Brasil (a pocos metros de la casa de Yrigoyen) había un enorme gato que se dejaba acariciar por
la gente, como una divinidad desdeñosa. Entró. Ahí estaba el gato, dormido. Pidió una taza de café, la
endulzó lentamente, la probó (ese placer le había sido vedado en la clínica) y pensó, mientras alisaba el
negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el
hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del
instante.
A lo largo del penúltimo andén el tren esperaba. Dahlmann recorrió los vagones y dio con uno casi
vacío. Acomodó en la red la valija; cuando los coches arrancaron, la abrió y sacó, tras alguna vacilación,
el primer tomo de Las Mil y Una Noches. Viajar con este libro, tan vinculado a la historia de su desdicha,
era una afirmación de que esa desdicha había sido anulada y un desafío alegre y secreto a las frustradas
fuerzas del mal.
A los lados del tren, la ciudad se desgarraba en suburbios; esta visión y luego la de jardines y quintas
demoraron el principio de la lectura. La verdad es que Dahlmann leyó poco; la montaña de piedra imán
y el genio que ha jurado matar a su bienhechor eran, quién lo niega, maravillosos, pero no mucho más
que la mañana y que el hecho de ser. La felicidad lo distraía de Shahrazad y de sus milagros superfluos;
Dahlmann cerraba el libro y se dejaba simplemente vivir.
El almuerzo (con el caldo servido en boles de metal reluciente, como en los ya remotos veraneos de la
niñez) fue otro goce tranquilo y agradecido.
Mañana me despertaré en la estancia, pensaba, y era como si a un tiempo fuera dos hombres: el que
avanzaba por el día otoñal y por la geografía de la patria, y el otro, encarcelado en un sanatorio y sujeto
a metódicas servidumbres. Vio casas de ladrillo sin revocar, esquinadas y largas, infinitamente mirando
pasar los trenes; vio jinetes en los terrosos caminos; vio zanjas y lagunas y hacienda; vio largas nubes
luminosas que parecían de mármol, y todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura.
También creyó reconocer árboles y sembrados que no hubiera podido nombrar, porque su directo
conocimiento de la campaña era harto inferior a su conocimiento nostálgico y literario.
Alguna vez durmió y en sus sueños estaba el ímpetu del tren. Ya el blanco sol intolerable de las doce
del día era el sol amarillo que precede al anochecer y no tardaría en ser rojo. También el coche era
distinto; no era el que fue en Constitución, al dejar el andén: la llanura y las horas lo habían atravesado
y transfigurado. Afuera la móvil sombra del vagón se alargaba hacia el horizonte. No turbaban la tierra
elemental ni poblaciones ni otros signos humanos. Todo era vasto, pero al mismo tiempo era íntimo y,
de alguna manera, secreto. En el campo desaforado, a veces no había otra cosa que un toro. La soledad
era perfecta y tal vez hostil, y Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado y no sólo al Sur. De esa
conjetura fantástica lo distrajo el inspector, que al ver su boleto, le advirtió que el tren no lo dejaría en
la estación de siempre sino en otra, un poco anterior y apenas conocida por Dahlmann. (El hombre
añadió una explicación que Dahlmann no trató de entender ni siquiera de oír, porque el mecanismo de
los hechos no le importaba).
El tren laboriosamente se detuvo, casi en medio del campo. Del otro lado de las vías quedaba la estación,
que era poco más que un andén con un cobertizo. Ningún vehículo tenían, pero el jefe opinó que tal vez
pudiera conseguir uno en un comercio que le indicó a unas diez, doce, cuadras.
Dahlmann aceptó la caminata como una pequeña aventura. Ya se había hundido el sol, pero un esplendor
final exaltaba la viva y silenciosa llanura, antes de que la borrara la noche. Menos para no fatigarse que
para hacer durar esas cosas, Dahlmann caminaba despacio, aspirando con grave felicidad el olor del
trébol.
El almacén, alguna vez, había sido punzó, pero los años habían mitigado para su bien ese color violento.
Algo en su pobre arquitectura le recordó un grabado en acero, acaso de una vieja edición de Pablo y
Virginia. Atados al palenque había unos caballos. Dahlmam, adentro, creyó reconocer al patrón; luego
comprendió que lo había engañado su parecido con uno de los empleados del sanatorio. El hombre, oído
el caso, dijo que le haría atar la jardinera; para agregar otro hecho a aquel día y para llenar ese tiempo,
Dahlmann resolvió comer en el almacén.

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En una mesa comían y bebían ruidosamente unos muchachones, en los que Dahlmann, al principio, no
se fijó. En el suelo, apoyado en el mostrador, se acurrucaba, inmóvil como una cosa, un hombre muy
viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulido como las aguas a una piedra o las generaciones de
los hombres a una sentencia. Era oscuro, chico y reseco, y estaba como fuera del tiempo, en una
eternidad. Dahlmann registró con satisfacción la vincha, el poncho de bayeta, el largo chiripá y la bota
de potro y se dijo, rememorando inútiles discusiones con gente de los partidos del Norte o con
entrerrianos, que gauchos de ésos ya no quedan más que en el Sur.
Dahlmann se acomodó junto a la ventana. La oscuridad fue quedándose con el campo, pero su olor y
sus rumores aún le llegaban entre los barrotes de hierro. El patrón le trajo sardinas y después carne asada;
Dahlmann las empujó con unos vasos de vino tinto. Ocioso, paladeaba el áspero sabor y dejaba errar la
mirada por el local, ya un poco soñolienta. La lámpara de kerosén pendía de uno de los tirantes; los
parroquianos de la otra mesa eran tres: dos parecían peones de chacra: otro, de rasgos achinados y torpes,
bebía con el chambergo puesto. Dahlmann, de pronto, sintió un leve roce en la cara. Junto al vaso
ordinario de vidrio turbio, sobre una de las rayas del mantel, había una bolita de miga. Eso era todo,
pero alguien se la había tirado.
Los de la otra mesa parecían ajenos a él. Dalhman, perplejo, decidió que nada había ocurrido y abrió el
volumen de Las Mil y Una Noches, como para tapar la realidad. Otra bolita lo alcanzó a los pocos
minutos, y esta vez los peones se rieron. Dahlmann se dijo que no estaba asustado, pero que sería un
disparate que él, un convaleciente, se dejara arrastrar por desconocidos a una pelea confusa. Resolvió
salir; ya estaba de pie cuando el patrón se le acercó y lo exhortó con voz alarmada:
-Señor Dahlmann, no les haga caso a esos mozos, que están medio alegres.
Dahlmann no se extrañó de que el otro, ahora, lo conociera, pero sintió que estas palabras conciliadoras
agravaban, de hecho, la situación. Antes, la provocación de los peones era a una cara accidental, casi a
nadie; ahora iba contra él y contra su nombre y lo sabrían los vecinos. Dahlmann hizo a un lado al patrón,
se enfrentó con los peones y les preguntó qué andaban buscando.
El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. A un paso de Juan Dahlmann, lo injurió a
gritos, como si estuviera muy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esa exageración era otra ferocidad
y una burla. Entre malas palabras y obscenidades, tiró al aire un largo cuchillo, lo siguió con los ojos, lo
barajó e invitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con trémula voz que Dahlmann estaba desarmado.
En ese punto, algo imprevisible ocurrió.
Desde un rincón el viejo gaucho estático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del Sur que era
suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubiera resuelto que
Dahlmann aceptara el duelo. Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió dos cosas. La primera, que
ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, en su mano torpe, no serviría
para defenderlo, sino para justificar que lo mataran. Alguna vez había jugado con un puñal, como todos
los hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el
filo para adentro. No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas, pensó.
-Vamos saliendo- dijo el otro.
Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que
morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una
felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él,
entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura.

1. ¿Quién fue el abuelo paterno de Juan Dahlmann? ¿Quién fue su abuelo materno? ¿En qué
sentido fue romántica la muerte de éste?

2. La estancia en el Sur para Dahlmann era muy importante. ¿Había ido a visitarla?

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3. Describe el accidente que tuvo Dahlmann. ¿Fue al sanatorio inmediatamente después del
accidente? ¿Por qué le dio una septicemia?

4. Describa el estado de ánimo de Dahlmann al llegar al sanatorio. ¿Qué indicios hay de que
estaba muy enfermo?

5. ¿Cómo se sintió Dahlmann después de despertarse? ¿Por qué “odió su identidad, sus
necesidades corporales, su humillación...”? ¿Cuándo cambió su estado de ánimo?

6. Describa su partida para la estancia. ¿Por qué es importante Rivadavia? Según Dahlmann,
¿qué pasa cuando uno atraviesa esa calle y que representa para usted?

7. ¿Qué advirtió al entrar al hall? Describa el gato del café de la calle Brasil.

8. ¿Por qué se sentía como dos hombres? Explique el significado de esta observación.

9. ¿Por qué no podía nombrar los árboles? ¿Conocía el campo realmente? ¿Por qué tenía la
impresión de viajar “al pasado y no sólo al Sur”?

10. ¿Qué le dijo el inspector? ¿Por qué no trató Dahlmann de entender su explicación? ¿Qué
significa “el mecanismo de los hechos no le importaba”?

11. ¿Cómo era el almacén? ¿Cómo era la gente que había adentro? ¿Por qué le produjo
satisfacción a Dahlmann el traje del gaucho viejo? ¿A quién le recordó el patrón?

12. ¿Cómo provocó la riña el muchacho? ¿Cómo reaccionó Dahlmann al principio?

13. ¿Qué efecto tuvo en él la mención de su nombre? ¿Cómo cambió Dahlmann de repente?

14. ¿Quién le tiró la daga? ¿Qué sintió Dahlmann al verla caer a sus pies?

15. ¿Por qué pensaba que el arma “no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo
mataran”?

16. ¿Por qué se acordó del sanatorio en ese momento? ¿Que sentía al salir del almacén para
enfrentarse con su adversario?

17. ¿Cómo nos hace sentir Borges que Dahlmann está entrando en otra dimensión? ¿Sabemos
exactamente cuándo pasa de una dimensión a otra?

18. ¿Cómo juega Borges con el concepto del tiempo en este cuento?

19. ¿Cómo crea Borges un ambiente ambiguo en la escena en el almacén? ¿Cuál es la


importancia simbólica del gaucho viejo? ¿Por qué es clave el patrón?

20. ¿Qué pasó la primera noche en el sanatorio, “cuando le clavaron la aguja: a Dahlmann?
¿Qué relación existe entre esta imagen y la de la pelea con cuchillo?

21. ¿Por qué usa Borges el pasado del subjuntivo en el penúltimo párrafo: “Sintió...
que hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta ....Sintió que si él,
entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera
elegido o soñado”?

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22. ¿Cuál es el hecho que da comienzo al nudo de la historia? ¿Está claro cuál es el desenlace?
Según tu parecer ¿en qué momento realmente finaliza el relato?

23. ¿Qué tipo de narrador es el que relata los hechos y por qué?

Segunda semana
Texto lírico

1) Lee el texto explicativo sobre la poesía y su estructura


2) Mira en You Tube el video explicativo sobre el texto lirico en:
https://youtu.be/1YnmgtPSiR0
3) Mira en You Tube el video explicativo sobre los recursos
expresivos usados en los textos liricos en
https://youtu.be/NGW8PF6q6Xc
4) Resuelve las actividades para trabajar el texto lírico.
Lee el siguiente soneto de Alfonsina Storni:

Un Recuerdo

Recuerdo el dulce tiempo de sierras cordobesas


Pasado con el alma sin un solo deseo,
Vagando entre las matas de menta y de poleo,
Los cielos deslumbrantes, los días sin sorpresas.

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¡Oh, el poblado espinillo de voluptuoso olor!
De noche, en las hamacas, los grupos familiares
Mirábamos los gruesos racimos estelares,
Sonaba, adentro, un tango y se hablaba de amor.

Éramos todos jóvenes, y muchos eran bellos.


Las sierras simulaban jorobas de camellos,
Y a su vera, del brazo, por la senda oportuna.

Volvíamos, cantando, en una sola hilera,


Al caer de las tarde. Y era la primavera.
Y se asomaba a vernos el disco de la luna.

¿Qué son los poemas?


Los poemas son obras escritas en verso, que buscan expresar las emociones o impresiones del mundo
para el autor, en donde es común el uso de la rima y otras herramientas del lenguaje.
Dentro de los poemas, podemos encontrar aquellos que son épicos, líricos; los hay en forma de odas,
dramáticos, de amor, de amistad, etc. Son expresiones líricas, las cuales sujetan una narrativa muy
bien estilizada, ya que eso mismo es parte de lo que se busca con la poesía, la belleza y su
manifestación a través de la escritura. Es de esa manera, por la cual, los poemas son la fascinación de
tantas personas en el mundo y, asimismo, los poetas, los escritores de los mismos, son tan adorados
por todas partes.

¿Qué es la estrofa?

La estrofa es el conjunto de versos cuya forma se repite a lo largo de un poema, con


características iguales. En la poesía moderna, las estrofas no tienen todas el mismo número de versos,
ni la medida ni la rima. Se reconocen porque en la estructura del poema van separadas por un
espacio.Las estrofas clásicas más comunes, son:

- Tres versos (terceto)


- Cuatro versos (cuarteta)
- Cinco versos (quintilla)
- Ocho versos (octava)
- Diez versos (décimas)

¿Qué es el verso?

El verso es la menor división estructurada que encontramos en el poema. Sólo tiene razón de existir
cuando se encuentra en función de otro u otros versos, formando parte primero de la estrofa o de la
serie y luego del poema. El verso está constituido por oraciones o frases cortas, que se escriben una en
cada línea.
Cuando la obra literaria está escrita en verso, la llamamos poema. En cambio, cuando está escrita
en prosa, la llamamos prosa poética.

El ritmo

El ritmo es la musicalidad de un verso. Todo verso simple tiene siempre un acento en la penúltima
sílaba y en los versos compuestos aparece un acento en la penúltima sílaba de cada hemistiquio. Este

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acento fijo en la penúltima sílaba se llama acento estrófico. Todos los acentos de cada verso que
coinciden con el signo par o impar del acento estrófico son acentos rítmicos; los acentos que no
coinciden con el signo par o impar del acento estrófico son acentos extra rítmicos. Por fin, puede darse
el caso de que junto a una sílaba que lleva acento rítmico aparece otra sílaba acentuada, el acento de
esta sílaba se llama acento antirrítmico. Este acento es muy importante ya que el poeta puede servirse
de él para remarcar una palabra sobre la que quiere llamar la atención.

¿Qué es la rima?

Rima es la igualdad o semejanza de sonidos finales de los versos entre sí. Existen dos tipos de rima: la
rima consonante y la rima asonante.

Rima consonante

La rima consonante es aquella que se establece entre los versos cuyos finales, a partir de la última
vocal que se pronuncia con acento, son iguales, incluyendo vocales y consonantes. Ejemplo:

Consuelo,
tu nombre me sabía
igual que un caramelo

Manuel Machado

Madre, yo al oro me humillo,


Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Francisco de Quevedo

La tarde más se oscurece,


y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Antonio Machado

Por el cinco de enero,


cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Miguel Hernández

Rima asonante

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La rima asonante es aquella que se establece solo en las vocales de los versos a partir de la última
vocal acentuada. Ejemplo:
Sombrero
Viento
Otros ejemplos:
Hoy me he encontrado marchitas
todas las flores del huerto;
ya en el aire no hay perfumes,
ya pronto vendrá el invierno.

Juan Ramón Jiménez


Recursos expresivos

Los recursos expresivos son las “herramientas” utilizadas por el poeta para producir los textos
líricos. Los recursos expresivos más frecuentes son:

La metáfora (del latín metaphŏra, y éste a su vez tomado del griego μεταφορά; propiamente “traslado”,
“desplazamiento”; derivado de metapheró “yo transporto”) es el desplazamiento de significado entre
dos términos con una finalidad estética. Su estudio se remonta a la Poética y la Retórica de Aristóteles.
En el campo de la Literatura, se la ha clasificado como un tropo o identificación de dos realidades que
contienen alguna semejanza entre ellas. Por ejemplo, Miguel de Cervantes en el capítulo XXIII de la
primera parte de Don Quijote de la Mancha, construye la descripción de Dulcinea a partir de un conjunto
de metáforas:

Que sus cabellos son de oro, su frente de campos elíseos, sus cejas arcos del cielo,
sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su
cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve (....)

Comparación: consiste en establecer una relación de semejanza entre dos objetos o ideas mediante
nexos (como, igual que, del mismo modo que, cual, etc) o a través de verbos como: semeja, parece,
simula, etc.

Imágenes: este recurso implica la utilización de palabras o expresiones que evoquen en el receptor
distintos tipos de sensaciones que pueden ser provocadas por el sentido de la vista (imagen visual), del
tacto (imagen táctil), del gusto (imagen gustativa), del olfato (imagen olfativa) o del oído (imagen
auditiva).

Personificación: consiste en atribuir acciones propias de seres animados a seres inanimados o


características de seres humanos a ideas, objetos o animales. Por ejemplo:

“Y se asomaba a vernos el disco de la luna”

Anáfora: es la repetición de una misma palabra o frase al comienzo de varios versos. Por ejemplo:

“Aunque parezca extraño


a los fantasmas
nos hace mal
la noche
nos desalienta
nos encoge
nos cuelga una etiqueta

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nos quita los prodigios
nos consume hasta el borde
nos moja en el rocío
nos caza en un bostezo”

Fantasmas de Mario Benedetti

Paralelismo: recurso que consiste en repetir una misma estructura sintáctica sin repetir las mismas
palabras. Por ejemplo:

“La gente sueña que sueña


la calle sigue que sigue”

La vida es una moneda de Fito Páez

Actividades.

Subraye en la siguiente poesía cuáles son los recursos expresivos que aparecen y coloque, al lado
de los versos, el nombre correspondiente.

NOCTURNO

El bosque se duerme y sueña,


el río no duerme, canta.
Por entre las sombras verdes
el agua sonora pasa
dejando en la orilla oscura
manojos de espuma blanca.
Llenos los ojos de estrellas
en el fondo de una barca,
yo voy como una canción
por la música del agua;
y llevo el río en los labios
y llevo el bosque en el alma.

Conrado Nalé Roxlo

Lea el poema de María Elena Walsh que se transcribe a continuación y responde las consignas al
final del mismo.

ORACIÓN A LA JUSTICIA

Señora de ojos vendados


Que estás en los Tribunales
Sin ver a los abogados,
Baja de tus pedestales.
Quítate la venda y mira
Cuánta mentira.

Actualiza la balanza
Y arremete con la espada,
Que sin tus buenos oficios
No somos nada.

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Lávanos de sangre y tinta,
Resucita al inocente
Y haz que los muertos entierren
El expediente.

Espanta a las aves negras


Y aniquila a los gusanos
Y que a tus plantas los hombres
Se den la mano.

Ilumina al juez dormido,


Apacigua toda guerra
Y hazte reina para siempre
De nuestra tierra.

Señora de ojos vendados,


Con la espada y la balanza
A los justos humillados
No les robes la esperanza.
Dales la razón y llora
Porque ya es hora.

1) ¿En cuántas estrofas están agrupados los versos de esta poesía?


2) ¿Cuántos versos tiene cada una de las estrofas?
3) ¿A quién se refiere la poetisa cuando utiliza las siguientes metáforas y por qué? “Señora
de ojos vendados”, “Espanta a las aves negras”, “aniquila a los gusanos”
4) Subraye, a partir de la última vocal acentuada, el final de cada verso. Una con flechas los
versos que rimen entre sí e indique si esa rima es asonante o consonante.
5) Explique brevemente (con tus palabras) cuál es el contenido de la poesía.

Tercer semana
1)Lee la explicación sobre el texto dramático, sus variedades y su
estructura interna.
2) Mira en You Tube el video explicativo sobre el texto dramatico
en https://youtu.be/tXWk5TcEAAc
3) Realiza las actividades que están luego del texto.

Texto dramático

Cuando se habla de género dramático, es necesario distinguir dos elementos bien diferenciados: el texto
dramático, que es el texto literario que se escribió para ser representado y el hecho teatral, que es la
puesta en escena de ese texto en una sala, donde intervienen el director, los actores, el público, los

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accesorios escénicos (decorados, iluminación, vestuario, maquinarias, etc.) Desde el punto de vista de
la literatura, nos interesa el texto dramático que es el que sirve de base para el hecho teatral.

El autor de un texto dramático tiene un doble propósito: escribir para que ese texto sea leído y también
para que sea representado en una obra de teatro. Por eso se pueden distinguir: un texto primario que está
formado por las palabras de los personajes, lo que los espectadores escucharán al momento de presenciar
la representación (lo que dicen los personajes está expresado a través de diálogos, ya que éste es el
procedimiento dramático por excelencia); y un texto secundario, que está formado por todas las
indicaciones que el autor da acerca de la escenografía, el vestuario, los gestos y acciones de los
personajes, cuándo y cómo entran y salen de las escenas, el tono de las voces, etc. Estas aclaraciones se
llaman acotaciones y son sumamente importantes para el director que decide convertir un texto
dramático en un hecho teatral.

Estructura del texto dramático.

El texto dramático se estructura a través del desarrollo de acciones por medio de personajes que dialogan
y está dividido en actos que se marcan con el ascenso y la caída del telón. En las obras de teatro,
frecuentemente, los actos se relacionan con el desarrollo del conflicto. Así, en el 1° acto se expone la
situación, en el 2° acto aparece el momento de máxima tensión y en el 3° acto se resuelve el conflicto
planteado. A veces, los actos se dividen en cuadros que se caracterizan por el cambio de escenografía
y/o en escenas las cuales están marcadas por la entrada o salida de un personaje.

Especies dramáticas:

Como los demás géneros, también el género dramático tiene una variedad de formas de presentación de
acuerdo con su contenido:

- Tragedia: representa conflictos humanos graves, se exaltan grandes pasiones y termina con un final
desdichado o la muerte.

- Comedia: es una especie opuesta a la tragedia, provoca la risa a través de situaciones humorísticas y
tiene un final divertido y feliz.

- Drama: combina elementos de la comedia (lo feliz) y de la tragedia (lo desdichado). El desenlace puede
ser desgraciado o alegre.

- Farsa: obra de tono cómico y grotesco en la cual se exageran hechos y personajes.

- Ópera: obra con música en la que los personajes cantan la letra del texto.

Actividad

Lea atentamente el siguiente fragmento de la obra YERMA de Federico García Lorca y subraye las
acotaciones.

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El título del texto hace referencia a la protagonista principal quien, a pesar de estar casada desde hace
varios años, no puede tener un hijo. Por ese motivo, este personaje lleva el nombre de “Yerma”, adjetivo
que se atribuye al terreno inhabitado, no cultivado, que no da frutos; es un nombre metafórico. El
fragmento que se transcribe a continuación está dentro del segundo acto y hace referencia a una
conversación que tienen Juan (marido de Yerma) y ella en la casa en la cual viven ambos con las
hermanas de él.

CUADRO SEGUNDO (Casa de Yerma. Atardece. Juan está sentado. Las dos cuñadas de pie)

Juan: - ¿Dices que salió hace poco? (La hermana mayor contesta con la cabeza). Debe estar en la fuente.
Pero ya sabéis que no me gusta que salga sola. (Pausa) Puedes poner la mesa. (Sale la hermana menor).
Bien ganado tengo el pan que como. (A su hermana). Ayer pasé un día duro. Estuve podando los
manzanos y, a la caída de la tarde, me puse a pensar para qué pondría yo tanta ilusión en la faena si no
puedo llevarme yo una manzana a la boca. Estoy harto. (Se pasa la mano por la cara. Pausa). Ésa no
viene...Una de vosotras debía salir con ella, porque para eso estáis aquí, comiendo en mi mantel y
bebiendo mi vino. Mi vida está en el campo, pero mi honra está aquí. Y mi honra es también la vuestra.
(La herma- na inclina la cabeza). No lo tomes a mal.

(Entra Yerma con dos cántaros. Queda parada en la puerta). ¿

¿Vienes de la fuente?

Yerma: - Para tener agua fresca en la comida. (Sale la otra hermana). ¿Cómo están las tierras?

Juan: (Yerma deja los cántaros. Pausa) - Ayer estuve podando los árboles.

Yerma: - ¿Te quedarás?

Juan: - He de cuidar el ganado. Tú sabes que esto es cosa del dueño.

Yerma: - Lo sé muy bien. No lo repitas.

Juan: - Cada hombre tiene su vida.

Yerma: - Y cada mujer la suya. No te pido yo que te quedes. Aquí tengo todo lo que necesito. Tus
hermanas me guardan bien. Pan tierno y requesón y cordero asado como yo aquí, y pasto lleno de rocío
tus ganados en el monte. Creo que puedes vivir en paz.

Juan: - Para vivir en paz se necesita estar tranquilo.

Yerma: Y tú no lo estás. Juan: -No lo estoy. Yerma: - Desvía la intención.

Juan: - ¿Es que no conoces mi modo de ser? Las ovejas en el redil y las mujeres en su casa. Tú sabes
demasiado. ¿No me has oído eso siempre?

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Yerma: - Justo. Las mujeres dentro de sus casas. Cuando las casas no son tumbas. Cuando las sillas se
rompen y las sábanas de hilo se gastan con el uso. Pero aquí no. Cada noche, cuando me acuesto,
encuentro mi cama más nueva, más reluciente, como si estuviera recién traída de la ciudad.

Juan: - Tú misma reconoces que llevo razón al quejarme. ¡Que tengo motivos para estar alerta!

Yerma: - Alerta, ¿de qué? En nada te ofendo. Vivo sumisa a ti, y lo que sufro lo guardo pegado a mis
carnes. Y cada día que pase será peor. Vamos a callarnos. Yo sabré llevar mi cruz como mejor pueda,
pero no me preguntes nada. Si pudiera de pronto volverme vieja y tuviera la boca como una flor
machacada te podría sonreír y conllevar la vida contigo. Ahora, déjame con mis clavos.

Juan: - Hablas de una manera que yo no te entiendo. No te privo de nada. Mando a los pueblos vecinos
por las cosas que te gustan. Yo tengo mis defectos, pero quiero tener paz y sosiego contigo. Quiero
dormir fuera y pensar que tú duermes también.

Yerma: - Pero yo no duermo, yo no puedo dormir.

Juan: - ¿Es que te falta algo? Dime. ¡Contesta!.

Yerma: (Con intención y mirando fijamente al marido) Sí, me falta. (Pausa).

Juan: - Siempre lo mismo. Hace ya más de cinco años. Yo casi lo estoy olvidando.

Yerma: - Pero yo no soy tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones;
las mujeres no tenemos más que ésta de la cría y el cuidado de la cría.

Juan: - Todo el mundo no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de tu hermano? Yo no me opongo.

Yerma: - No quiero cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.

Juan: - Con este achaque vives alocada, sin pensar en lo que debías, y te empeñas en meter la cabeza
por una roca.

Yerma: - Roca que es una infamia que sea roca porque debía ser un canasto de flores y agua dulce.

Juan: - Estando a tu lado no se siente más que inquietud, desasosiego. En último caso, debes resignarte.

Yerma: - Yo he venido a estas cuatro paredes para no resignarme. Cuando tenga la cabeza atada con un
pañuelo para que no se me abra la boca, y las manos bien amarradas dentro del ataúd, en esa hora me
habré resignado.

Juan: - Entonces, ¿qué quieres hacer?

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Yerma: - Quiero beber agua y no hay vaso ni agua, quiero subir al monte y no tengo pies, quiero bordar
mis enaguas y no encuentro los hilos.

Juan: - Lo que pasa es que no eres una mujer verdadera y buscas la ruina de un hombre sin voluntad.

Yerma: - Yo no sé quién soy. Déjame andar y desahogarme. En nada te he faltado.

Juan: - No me gusta que la gente me señale. Por eso quiero ver cerrada esa puer- ta y cada persona en
su casa.

Yerma: - Hablar con la gente no es pecado.

Juan: - Pero puede parecerlo. (Bajando la voz). Yo no tengo fuerza para estas cosas. Cuando te den
conversación cierra la boca y piensa que eres una mujer casada.

Yerma: (Con asombro) - ¡Casada!

Juan: - Y que las familias tienen honra y la honra es una carga que se lleva entre dos. Pero que está
oscura y débil en los mismos caños de la sangre. Perdóname. (Yerma mira a su marido, éste levanta la
cabeza y se tropieza con la mirada). Aunque me miras de un modo que no debía decirte: perdóname,
sino obligarte, encerrarte, porque para eso soy el marido.

(Aparecen las dos hermanas en la puerta)

Yerma: - Te ruego que no hables. Deja quieta la cuestión. (Pausa)

Juan: - Vamos a comer. (Entran las hermanas). ¿Me has oído?

Yerma: (Dulce) - Come tú con tus hermanas. Yo no tengo hambre todavía.

Juan: - Lo que quieras.

Ejemplifique con una acotación según el autor señale:

- Gestos de los personajes:

- Movimientos de los personajes:

- Variaciones en el tono de voz:

Responda las siguientes preguntas:

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1) ¿Cuáles son las marcas que aparecen en el texto y permiten distinguir que se trata de un
diálogo?

-2) ¿Cuál es el conflicto que se plantea en este texto a través de las palabras de los personajes?

3) Juan y Yerma, ¿viven de la misma manera la imposibilidad de tener un hijo? Fundamente su


respuesta.

4) ¿Cuál es la concepción de la mujer que expresa Juan en sus palabras?

5) ¿Usted comparte la idea que Juan tiene sobre el rol de la mujer? ¿Por qué?

6) Según esa visión de la mujer, usted cree que esta obra, ambientada en España, pertenece a
comienzos o a fines del siglo XX?

7) ¿Cómo es la relación que tienen los esposos entre sí?

Cuarta semana

1) A partir de la última afirmación de Juan, elabore el final de la historia de Yerma de modo que
resulte una tragedia. (Tenga en cuenta la época que recrea la obra y cuáles eran los roles de la
mujer y el hombre).

-Aunque me miras de un modo que no debía decirte: perdóname, sino obligarte, encerrarte, porque
para eso soy el marido-

Extensión mínima 25 líneas.

2) Atendiendo a lo visto, marque con una cruz las características que consi- dere específicas del
texto dramático:

- Un narrador en 3° persona cuenta el conflicto.

- Expone los hechos mediante el diálogo de los personajes.

- Está dividido en capítulos.

- Puede ser una comedia.

- Está organizado en actos, cuadros y escenas.

- Está escrito para ser representado.

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- Está escrito sólo para ser leído.

- Siempre está escrito en verso.

- Dentro de sus especies está la novela.

- Puede estar escrito en verso o prosa.

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