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Introducción a la enseñanza de Jacques Lacan en el psicoanálisis

-Carlos Lizarraga.

El psicoanálisis no solo produce un efecto en el


presente, sino en la propia historia del sujeto.
En todo análisis las conjeturas sobre el pasado
hacen oscilar las promesas del futuro.
-J. Lacan.

El eje rector del presente ensayo será la clínica psicoanalítica, ya que, a


consideración de quien escribe estas líneas, es allí en donde toman su lugar los
diferentes conceptos que se han abordado a lo largo de este curso introductorio.

Clínica que se diferencia de las disciplinas del campo “psi” (psiquiatría y


psicología), por diferentes razones, pero dos de las más importantes son sin lugar
a dudas, la posición del analista para la escucha del analizante, y la dirección de la
cura. Razones que cambian en tanto que el analista se desmarca de la posición
del saber único con respecto al malestar del paciente, y por otro lado, la meta final
del análisis no se trata de una eliminación de síntomas, o de un tratamiento
ortopédico del yo para que pueda alcanzar una meta u objetivo en particular, por lo
que el analista se desmarca también de la figura pedagógica puesta del lado del
“deber ser”.

Sin embargo, que un analista no busque pedagogizar al sujeto que viene al


espacio de consulta, ni moldearlo a imagen y semejanza de alguna figura en
particular, no significa que el psicoanálisis no trabaje y teorice respecto de la
misma, pues no hay que olvidar que la entrada de Jacques Lacan al psicoanálisis
en calidad de teórico, tuvieron lugar justamente a partir del yo y la imagen,
cuestión que se volvería fundamental en su enseñanza al tomar la forma de uno
de los “tres registros”; el imaginario.

La segunda estación en este viaje tiene a lo simbólico como objeto de


abordaje en el curso, a partir de la incorporación por parte de Lacan de algunas
elaboraciones en el campo de la lingüística a la lectura de lo inconsciente, que
resultarán en una afirmación que abrirá un pensamiento sin precedente en la
teorización psicoanalítica y, como no podía ser de otra manera, en el espacio de
consulta: “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”.

Sin duda, esta incorporación hará más notoria la diferenciación entre el ser
humano del resto de los animales, fortaleciendo la idea freudiana de la pulsión VS
el instinto, así como la popular diferenciación entre sujeto e individuo. En este
orden de ideas, el concepto de sujeto no deberá confundirse con un organismo
biológico, pese a que no habría sujeto sin éste. Ya que es un cuerpo capturado en
una red de relaciones simbólicas. (El lugar en el Otro, lugar también entendido
como “el tesoro de los significantes”).

Las consecuencias de la lectura desde el registro de lo simbólico tendrán


sus alcances también en la forma en que el sujeto se relaciona con su semejante,
así como el posicionamiento respecto de la ley, que determinará la posición del
sujeto en la estructura (neurosis, perversión, psicosis), pero también permitirá al
sujeto posicionarse de forma particular respecto del deseo y la falta en ese Otro.

Ahora bien, la articulación entre los registros constituye un velo, o pantalla


que será conocida como “la realidad”, misma que posibilita que no se produzca el
encuentro angustioso con lo real, y que se pone en juego a partir de lo que se
conoce como fantasma, que en términos generales varía dependiendo de la
estructura psíquica de que se trate, resultando que; en la neurosis existe una
oscilación entre la posición de sujeto y objeto; para el caso de la perversión, él se
asume como el objeto que falta, y en las psicosis, es él mismo el objeto de ese
goce del Otro.

Por último, pero no por ello menos importante, tendría su lugar en la clínica
aquello que devela la impotencia del Otro: lo real.

La noción de Lo real entra en juego en la clínica a partir de la imposibilidad


del lenguaje para abarcarlo todo, porque siempre habrá un significante que no
esté en ese llamado “tesoro”, y que a su vez recaerá en la insatisfacción del sujeto
que lo empujará al goce, en la implacable búsqueda de aquel objeto perdido,
aquello que le falta, conocido como objeto a. Búsqueda destinada al fracaso, en
tanto que no hay objeto que llene o colme la falta esencial del sujeto.

Siguiendo esta lógica, un psicoanálisis no “cura” la insatisfacción, en el


sentido de que no posibilita al sujeto eliminar la insatisfacción de la insatisfacción
al alcanzar o suprimir el deseo. Sin embargo, un psicoanálisis conseguiría que el
neurótico deje de responsabilizar a los otros, y asumirla respecto de su deseo, así
como el acompañamiento del sujeto en un proceso que, contrario a las prácticas
psicológicas, le llevaría a desembarazarse del ser.

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