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> CAPÍTULO I EL LIBERALISMO
CLÁSICO. TOMADO DE:
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Una época como la personificada por Locke (puritano que vivió entre 1623 y 1704)
no podía esquivar el enorme tema del Estado. El se halla presente en las
lucubraciones del filósofo.
Era una alianza en la cual la burguesía dictaba las condiciones: los impuestos
serían votados por el Parlamento, la judicatura sería independiente del Ejecutivo, y
el ejército estaría bajo la dependencia del órgano legislativo.
Sería una monarquía limitada, la cual los mercaderes e industriales aceptaban, y por
eso oportuna e inoportunamente le recordaban al rey la lección explosiva de Locke:
hay derecho a la insurrección cuando quiera que el monarca viole las normas
preestablecidas.
Era imposible que en un período como aquél, sacudido por vientos contrarios en lo
económico, en lo social, en lo moral, la autoridad política pudiera cruzarse de
brazos.
Sin la acción del Estado, no es posible que la actividad mercantil opere con la
máxima seguridad y en el radio más dilatado posible.
La protección estatal (el intervencionismo) era de vida o muerte a fin de que como
decía la Escuela:
- siempre se exportara más de lo que se importara,
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Es de interés vital saber qué se importa y en qué cantidad y esto no puede dejarse a
cargo de los particulares.
Como decía rudamente William Cecil, "nunca se roba más al reino de Inglaterra que
cuando entran en él mayor cantidad de mercancías de las que salen". El ilustre
Bacon, más mesurado, decía lo mismo cuando en 1616 explicaba que "se cuidaría
de que la exportación excediese en valor a la importación, pues entonces el saldo
debería entregarse necesariamente en moneda o en metal".
El comercio era en esa época el que mandaba y habría que esperar un siglo para
que la industria ocupara el primer lugar.
Sólo más tarde, una vez consolidada la industria, vendría el auge del lesezferismo
(doctrina que pregonó una acción limitada y pequeña del Estado)
Aquel Estado, aun cuando era intervencionista, le daba muy poca importancia al
problema social.
Se trataba de que unos hombres son ahorradores y ascetas (de vida austera), por lo
cual tienen derecho a la prosperidad, y de que otros son holgazanes y
dilapidadores, lo que los condena de por vida a la pobreza.
Es muy poco por tanto lo que las autoridades pueden hacer en favor de los últimos,
ya que los compromisos de las autoridades son con los propietarios.
Estaba bien las autoridades expulsaran a los labradores de sus tierras para
cercarlas; a los desalojados, lo mismo que a los proletarios urbanos, les quedaba el
recurso de vender su fuerza de trabajo como mercancía.
Claro que en la época de Cromwell (siglo XVII) el problema social ya se sentía, por
la fiebre acumulativa de los empresarios urbanos y rurales, y de ahí que en el curso
de la revolución encabezada por Cromwell, en orden a obtener la libertad
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"Si el hombre es afable y religioso, esto es, grande y rico, hará una armonía más
dulce y melodiosa en los oídos de Dios que si fuera pobre y de baja condición".”