Está en la página 1de 16

«Tomad, comed, éste es mi cuerpo.

» Mt 26, 26

MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN.

1
FUNDAMENTACIÓN MAGISTERIAL Y CANÓNICA DE LOS MINISTROS
EXTRAORDINARIOS DE LA COMUNIÓN

El código de derecho canónico (CIC) dice en su canon 910 § 1, son ministros ordinarios de
la comunión el obispo, el presbítero y el diácono. Además, en la reforma litúrgica posterior al
Concilio Vaticano II se incorpora al derecho de la Iglesia un concepto, novedoso respecto al derecho
anterior, y es el de ministro extraordinario.
Esta figura fue introducida en 1973, mediante la Instrucción Immensae caritatis de la Sagrada
Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, de 29 de enero de 1973 (AAS 65 (1973) 265-
266).
Actualmente está recogida en el canon 910 §2 del Código de Derecho Canónico:
Canon 910 § 2: Es ministro extraordinario de la sagrada comunión el acólito, o también otro
fiel designado según el c. 230 § 3.
A su vez, el canon 230 § 3 indica lo siguiente:
Canon 230 § 3: Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden
también los laicos, aunque no sean lectores, ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir,
ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la
sagrada comunión, según las prescripciones del derecho.
Después de la promulgación del Código de Derecho Canónico el Magisterio de la Iglesia ha
intervenido en diversas ocasiones para recordar la esencia de esta figura. Citemos entre ellos
la Instrucción Redemptionis Sacramentum sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca
de la Santísima Eucaristía, promulgada por la Congregación para el Culto divino y la disciplina de
sos Sacramentos el 25 de marzo de 2004, y la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, promulgada por varias
Congregaciones el 15 de agosto de 1997. También ha intervenido el Pontificio Consejo para la
Interpretación de los Textos Legislativos mediante una Respuesta Auténtica de fecha 1 de junio de
1988.
Resumidamente la Santa Sede ha recordado a través de esos documentos que:
1. El ministerio de la comunión corresponde de modo ordinario a los diáconos, presbíteros y
obispos. Si se confía a laicos debe ser siempre de modo extraordinario y a modo de suplencia.
2. Es un abuso que se debe evitar que los laicos administren la comunión sin que se den las
condiciones debidas.

2
Carácter extraordinario de esta función
Las intervenciones recientes de la Santa Sede, como se ha dicho, insisten en el carácter
extraordinario de esta función. Entre otras medidas, la Instrucción Redemptionis Sacramentum, para
evitar confusiones sobre la función de los laicos en la Eucaristía, llega a precisar que se debe usar la
expresión ministro de la comunión, no ministro de la Eucaristía: “«sólo el sacerdote válidamente
ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando in persona
Christi». De donde el nombre de «ministro de la Eucaristía» sólo se refiere, propiamente, al
sacerdote” (n. 154; cf. también n. 156).
El Magisterio de la Iglesia, para evitar abusos, añade además lo siguiente:
Para no provocar confusiones han de ser evitadas y suprimidas algunas prácticas que se han
venido creando desde hace algún tiempo en algunas Iglesias particulares, como, por ejemplo:
 la comunión de los ministros extraordinarios como si fueran concelebrantes;
 asociar, a la renovación de las promesas de los sacerdotes en la S. Misa crismal del Jueves
Santo, otras categorías de fieles que renuevan los votos religiosos o reciben el mandato de
ministros extraordinarios de la Comunión;
 el uso habitual de los ministros extraordinarios en las SS. Misas, extendiendo arbitrariamente
el concepto de «numerosa participación» (Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos, art. 8 § 2).

3
Condiciones para el ejercicio legítimo del ministerio extraordinario de la comunión

De acuerdo con el canon 230, ya citado, para que los ministros extraordinarios de la
comunión ejerzan legítimamente su función, se requieren dos condiciones:
1º lo aconseje la necesidad de la Iglesia. El canon 230 § 3 habla de necesidad, no de utilidad
de otro tipo. A modo de ejemplo sería necesidad que no se pueda atender en un tiempo razonable a
todos los fieles que piden la comunión, de modo que la Misa se alargaría excesivamente. Es el caso de
peregrinaciones populares, Misas dominicales muy numerosas u otras ocasiones similares. No se
refiere por lo tanto a otros criterios, como son la mayor solemnidad de la ceremonia o la celebración
particular de un grupo de personas.
La Instrucción Redemptionis Sacramentum matiza que la excesiva prolongación de la Misa si
no interviene el ministro extraordinario debe ser real: “debe entenderse de forma que una breve
prolongación sería una causa absolutamente insuficiente, según la cultura y las costumbres propias del
lugar (n. 158).
2º no haya ministros. No sería el caso previsto, si hay ministros que pueden atender al
ministerio de la comunión con cierto incómodo. Sería muchas veces el caso de las comuniones a los
enfermos, o de ordinario las misas parroquiales en que hay sacerdotes en la iglesia.
El Consejo Pontificio dio una Respuesta auténtica el 1 de junio de 1988 acerca de este último
requisito. De acuerdo con esta interpretación auténtica, no estaríamos en el caso previsto en estos
cánones si están presentes en la iglesia ministros ordinarios que no estén impedidos, aunque no
participen en la celebración eucarística.
La Instrucción Redemptionis Sacramentum añade: “repruébese la costumbre de aquellos
sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración, se abstienen de distribuir la comunión,
encomendando esta tarea a laicos” (n. 157).

4
Quiénes pueden ser ministros extraordinarios de la comunión
Puede haber ministros establemente designados. Además, el sacerdote que celebra la
Eucaristía, con ciertas condiciones, puede designar para una ocasión un ministro extraordinario de la
comunión.
El ministro extraordinario debe ser un acólito u otro laico. Por acólito no se entiende a
cualquiera que ayude a Misa. El acolitado es uno de los ministerios laicales. La figura del acólito en el
derecho actual ha sido introducida por la Carta Apostólica Ministeria quaedam. La función del acólito
está descrita en el canon 230 § 1. Y en la regulación que se hace del acólito, se incluye la función de
«distribuir, como miembro extraordinario, la Sagrada Comunión cuando faltan los ministros» (art. 6º
de la Carta Apostólica Ministeria quaedam). Esta mención, así como la que hace el canon 910, no
significa que el acólito pueda dar la comunión casi como ministro ordinario, sino que, si se
cumplen los requisitos previstos para llamar a un ministro extraordinario de la comunión, se debe
preferir un acólito a otros laicos. El ministerio instituido del acolitado ya hace que tenga la función de
administrar el sacramento de la Eucaristía de modo extraordinario, pero no dispensa de los requisitos
que la hacen lícita. Por ello, para que el ejercicio del acolitado como ministro extraordinario de la
comunión sea legítimo, se deben dar los demás requisitos que se han descrito en este artículo.
Si no hay un acólito instituido, la Instrucción Immensae caritatis de 1973 (apartado 1, artículo
IV) ya citada, da un criterio. Se debe escoger por este orden: un lector, un seminarista mayor, un
religioso varón, una religiosa, un catequista, un varón o una mujer. El Ordinario del lugar puede
cambiar, según su prudente juicio, este orden. El lector aquí es un término preciso, y se refiere a la
persona que ha recibido el ministerio laical del lectorado, no es aquél que sube al ambón a leer incluso
incluso de modo habitual o a diario. Esta persona puede ser escogida para administrar la comunión,
pero no por el hecho de ser quien lee habitualmente, sino por sus propias características personales (si
se cumple con los requisitos generales ya indicados) y de acuerdo con el orden que acabamos de citar.
Además, de acuerdo con la Instrucción Immensae caritatis, el laico designado para administrar
la comunión puede ser ad tempus o ad actum, o si fuera verdaderamente necesario, de modo estable.
La designación, tanto de modo estable o ad tempus o ad actum, la hará el Obispo. Solo
excepcionalmente lo designará el sacerdote que celebra la Eucaristía: “un fiel no ordenado, si lo
sugieren motivos de verdadera necesidad, puede ser delegado por el Obispo diocesano, en calidad de
ministro extraordinario, para distribuir la sagrada Comunión también fuera de la celebración
eucarística, ad actum vel ad tempus, o en modo estable, utilizando para esto la apropiada forma
litúrgica de bendición. En casos excepcionales e imprevistos la autorización puede ser concedida ad
actum por el sacerdote que preside la celebración eucarística” (Instrucción sobre algunas cuestiones
acerca de la colaboración de los fieles laicos, art. 8 § 1).
La designación la hace el Ordinario, el cual puede delegar esta potestad en ciertas autoridades.
Sin embargo, se debe recordar que “al ministro extraordinario de la sagrada Comunión nunca le está
permitido delegar en ningún otro para administrar la Eucaristía, como, por ejemplo, los padres o el
esposo o el hijo del enfermo que va a comulgar” (Instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 159).
Los ministros extraordinarios deben recibir una formación adecuada al encargo que reciben:
“Se debe proveer, entre otras cosas, a que el fiel delegado a tal encargo sea debidamente instruido
sobre la doctrina eucarística, sobre la índole de su servicio, sobre las rúbricas que se deben observar
para la debida reverencia a tan augusto Sacramento y sobre la disciplina acerca de la admisión para la
Comunión (Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos, art. 8
§ 2).

5
La comunión fuera de la Misa
En muchos sitios es habitual que los ministros extraordinarios lleven la comunión a los
enfermos en sus casas. De ese modo, muchos ministros extraordinarios cumplen con una obra de
misericordia muy meritoria, como es la de visitar a los enfermos, además de que llevan el verdadero
consuelo a tantos enfermos y ancianos, como es la Eucaristía.
De acuerdo con la Instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 133:
El sacerdote o el diácono, o el ministro extraordinario, cuando el ministro ordinario esté
ausente o impedido, que lleva al enfermo la Sagrada Eucaristía para la Comunión, irá directamente, en
cuanto sea posible, desde el lugar donde se reserva el Sacramento hasta el domicilio del enfermo,
excluyendo mientras tanto cualquier otra actividad profana, para evitar todo peligro de profanación y
para guardar el máximo respeto al Cuerpo de Cristo. Además, sígase siempre el ritual para administrar
la Comunión a los enfermos, como se prescribe en el Ritual Romano.
En muchas parroquias, ante el gran número de enfermos y ancianos que piden que se les
lleva a casa la Eucaristía, han preparado a ciertos laicos que actúan como ministros extraordinarios y
les visitan periódicamente llevándoles la comunión. Ciertamente en no pocas ocasiones es la mejor
solución para que les llegue con regularidad el consuelo de Cristo, presente en las Sagradas Especies.
Sin embargo, una actitud verdaderamente pastoral sería que el sacerdote no delegue tanto en ellos
que no vaya nunca a atender a los enfermos de su parroquia. Se debe tener en cuenta que esos
enfermos necesitan otros sacramentos, como la penitencia y si es el caso la unción de enfermos, que
solo el presbítero puede administrar. Además, la mayoría de ellos agradecerá ver que el párroco se
interesa sinceramente por ellos y les trata con afecto, de modo que no pueda darles la impresión de
que cuando llegan a la ancianidad o a la enfermedad, ya no interesan para la parroquia. Por ello, lo
razonable es que un sacerdote visite a todos los enfermos de la parroquia de vez en cuando
organizándose para hacer esto posible. Esto es especialmente importante si dentro del término
parroquial hay una residencia de ancianos.
El espíritu de servicio
La persona que pertenece al equipo debe estar convencida que ejerce una función
desinteresada en favor de la asamblea litúrgica. Su servicio consiste en ayudar a comprender,
participar y vivir lo mejor posible el misterio que se celebra en las acciones litúrgicas. Debe tener
presente el espíritu de las palabras de Jesús cuando dijo: “el Hijo de Dios ha venido a servir y no a ser
servido”.
El espíritu de servicio lleva consigo la disposición de superar las dificultades que puedan
surgir en el grupo. Se intentará buscar en el diálogo la verdad y la comprensión. Procurará no imponer
a los demás sus criterios personalistas para no romper el espíritu de comunión.
El espíritu de comunión
Todas las acciones de la Iglesia están marcadas por un profundo sentido de comunión. Si en la
liturgia se celebran los misterios que unen, es natural que entre todos los agentes de animación debe
reinar el espíritu de comunión. Este espíritu se manifiesta cuando se programa y coordina, y cuando se
ejercen las diversas funciones en las celebraciones. Es consolador oír a veces al salir de una
celebración esta frase: “entre vosotros se percibe un verdadero equipo unido y organizado”. Es un
elogio y, a la vez, un testimonio del grupo ante la asamblea litúrgica.
El espíritu de comunión que debe reinar entre los miembros del grupo se extenderá también a
los otros grupos que trabajan en diversas actividades de la parroquia o iglesia. El equipo de animación
6
litúrgica no puede permanecer aislado o considerarse el único. Cada equipo según las circunstancias,
debe intentar buscar los mecanismos para establecer relaciones con todos los grupos parroquiales.
Ser participante antes que agente de animación
Quien ejerce un ministerio o función en la celebración es un miembro activo de la asamblea a
la que sirve. No ejerce su función para que los fieles canten y recen, escuchen y celebren el misterio o
para hacer comentarios, sino para que él sea el primero en participar en el canto, en la oración, en la
escucha y en toda la celebración. El agente de la animación no puede quedarse fuera de la
participación mientras pretende animar a la asamblea para que ore y celebre. Él es participante activo
y, a la vez, el agente de la animación.
Conocer la comunidad
El grupo de animación litúrgica para que pueda cumplir su misión es indispensable que
conozca la asamblea litúrgica: su ambiente social, su cultura y lenguaje, sus realizaciones y tensiones,
sus problemas y esperanzas para evitar en el ejercicio de sus funciones la marginación de unas
personas o exigir a la asamblea más de lo que puede dar.
Existe hoy un pluralismo no sólo en la cultura, sino también en la confesión de la fe
y en la práctica religiosa obliga a tener en cuenta la graduación de la fe de los que forman la
asamblea. Todos están llamados a participar, a confesar la fe, a orar y dar gracias, pero no todos buscan a
Dios del mismo modo, ni todos viven la fe con la misma intensidad. Esta variedad reclama por
parte del equipo de animación litúrgica un conocimiento de las asambleas para ayudar a todos a crecer
en el camino de la fe.
Querer mejorar las celebraciones
En los últimos años personas de buena voluntad han ejercido ciertas funciones en las
celebraciones. Han hecho un gran servicio y merecen una alabanza y reconocimiento por su voluntad,
servicialidad y generosidad. Pero ello no impide detectar deficiencias en sus actuaciones ante la
asamblea. Hay lectores que leen bien, pero no son comunicadores de la Palabra o desconocen las
técnicas del sonido. Hay también directores del canto y organistas especializados pero que
desconocen la normativa y el espíritu litúrgico. Incluso hay presidentes a quienes les falta el sentido
litúrgico de la presidencia o no conocen las posibilidades que ofrecen los libros litúrgicos para una
mayor participación de la asamblea.
Cuando se ejercen funciones en las celebraciones litúrgicas al azar o se dejan a la simple
improvisación del espontáneo da la impresión de falta de preparación. Los espontáneos deben
desaparecer en las celebraciones litúrgicas en beneficio de una adecuada preparación. No se trata de
cumplir una función, sino de realizarla con una preparación consciente y técnica, con una capacidad
humana y comunicativa y con sensibilidad y espíritu litúrgico.
Las palabras y gestos, los símbolos y ritos, los movimientos tienen su significado y como tal
deben aparecer. Los agentes tienen la misión de ayudar a descubrir y apreciar su verdad y
autenticidad. Realizan una función icónica y por lo tanto deben conducir hacia la realidad simbolizada
o significada.
Conocimiento de las leyes de la celebración litúrgica
La celebración litúrgica tiene sus leyes y su dinámica. El agente de la animación las debe conocer
para que el ejercicio de su función sea cada día más eficaz en bien de la asamblea. Tendrá presente lo
siguiente:
7
 El ritmo
La celebración litúrgica es una acción y como tal necesita una dinámica y una comunicación.
Cuando el equipo prepara la celebración debe prestar mucha atención a los diversos momentos por los
que transcurre la acción litúrgica y dar a cada uno de ellos su sentido.
A veces sucede que no se tiene en cuenta el ritmo celebrativo; se da más importancia a una de las
partes que no tiene ninguna relevancia en detrimento de las demás. Por ejemplo: a veces, la procesión
de ofrendas da la impresión que es más importante que la plegaria eucarística; o en la Vigilia pascual
se da gran relieve al lucernario y a las lecturas mientras que la cuarta parte, la liturgia eucarística,
aparece como una misa ordinaria, siendo esta Eucaristía la más importante de todo el Año litúrgico.
 La duración
Cuando se reúne el equipo para preparar la celebración se debe prever los tiempos de cada una de
las partes de la misma. Sin embargo, durante la ejecución de la misma es cuando el equipo se da
cuenta si un canto o la homilía son demasiado largos, o si un signo en un determinado día del Año
litúrgico precisa una breve explicación. Conviene que la duración no pase del tiempo establecido y
que concuerde con el ritmo de la celebración.
 Los contrastes
Los contrastes dan vida a la celebración, estimulan la atención y hacen comprender el significado
de los signos. Por el contrario, la rutina lleva consigo al aburrimiento. Por ejemplo, cuando un mismo
lector proclama las dos lecturas, el salmo responsorial y la oración de los fieles. En este caso no
permite descubrir las dimensiones del diálogo descendente y ascendente: Dios habla en la primera y
segunda lectura, y la asamblea responde con el salmo responsorial y oración de los fieles. En cambio,
cuando son varias personas y cada una realiza una función, cada una de ellas puede asumir una voz
diversa según el libro de la Escritura.
 La Unidad
El equipo cuando prepara la celebración debe descubrir por medio de los textos litúrgicos (lecturas
y plegarias, eucología en lenguaje técnico) lo que la Iglesia celebra aquel día y hacer que las
moniciones, cantos, gestos, etc., giren alrededor del eje principal, dando así una unidad a toda la
celebración y, a la vez, conservando la diferenciación de sus diversos elementos.
 El misterio
La liturgia es la actualización del misterio pascual de Cristo, de la vida y el amor que el Padre nos
comunica. El equipo nunca perderá de vista esta realidad fundamental cuando prepare la celebración.
Es la diana a la que dirigirá todas las flechas. La tarea del grupo de animación no consiste solamente
en lograr celebraciones correctas en su ejecución, sino en lograr que la asamblea y cada uno de sus
miembros se encuentre con Dios en el misterio de vida nueva de su Hijo y por medio de la acción del
Espíritu Santo. Las situaciones que vive el pueblo de Dios deben ser actualizadas en la celebración
para que sean penetradas por el mismo misterio pascual que transforma la muerte en vida, las tinieblas
en luz, el pecado en gracia.
 El responsable del equipo de animación
El grupo de animación litúrgica debe tener un responsable para su buen funcionamiento. Le
corresponde generalmente al párroco o al rector de la iglesia y en el caso que no pueda asumir
directamente esta responsabilidad puede delegar en otra persona.
8
Cuando el párroco ha delegado, es necesario que en ciertas ocasiones se haga presente en alguna
reunión para reconocer su labor, animar y estimular con su palabra a todos los del grupo. Además,
será informado cómo trabaja y le comunicarán las dificultades que encuentran en su trabajo.
 El talante del responsable
El responsable, sea el párroco o su delegado, debe tener conciencia de algunas actitudes
fundamentales para presidir y orientar al grupo:
o Sobre todo, una madurez en la fe de la que dará testimonio en su vida cristiana y animará al
grupo a vivirla y expresarla sobre todo cuando ejercen alguna función en las celebraciones
litúrgicas.
o Poseerá una capacidad de relación y de acogida, de servicialidad y de entrega, y una gran
sensibilidad litúrgica.
o Será un auténtico animador de los animadores.
Funciones
Además, el responsable o coordinador debe asumir ciertas funciones para la buena marcha del grupo:
o Convoca a los miembros del equipo de animación litúrgica según calendario aprobado
anteriormente o en circunstancias especiales.
o Prepara y preside las reuniones, dándoles ritmo y dinamismo según el método aceptado por el
grupo.
o Dirige las reuniones procurando que reine en el diálogo la caridad y el respeto mutuo.
o Asegura el cumplimiento de las responsabilidades confiadas a cada uno de los miembros del
grupo.
o Encauza y canaliza las iniciativas y apoya las ideas de todos siempre que estén en
conformidad con el espíritu litúrgico y redunden para el bien espiritual de la comunidad.
o Anima y promueve la formación bíblico-teológico-litúrgica del grupo buscando los medios
ordinarios o extraordinarios para que sus actuaciones en las celebraciones no se desarrollen de
una forma mecánica o den la sensación de cumplir un oficio rutinariamente.
o Si es un delegado del párroco hace de puente entre el equipo y el párroco para informarle de la
marcha del grupo, de su labor y dificultades.
o Representa el grupo en el consejo de pastoral de la parroquia.
Sesiones de trabajo
Los equipos, por lo general, se han ido organizando poco a poca y la experiencia les ha llevado
a emplear un método en sus reuniones para mayor eficacia y aprovechamiento del tiempo. El método
no es todo, pero crea un orden y establece un estilo de trabajo. Algunos grupos han encontrado su
propio método y otros lo están buscando.
Antes de exponer los diversos momentos en los que se desarrolla una sesión de trabajo, es
conveniente indicar algunos puntos generales para el buen funcionamiento de las reuniones de trabajo.
Antes de la reunión cada miembro del equipo procurará disponer de un tiempo para preparar la
celebración. Leerá con atención los textos litúrgicos, intentará encuadrar la celebración dentro del
marco litúrgico y se formulará algunas preguntas para exponerlas en la sesión.
9
El grupo determinará el calendario de las reuniones, según la necesidad de la comunidad y la
posibilidad de sus miembros.
Obsérvese cuidadosamente por parte de todos, la puntualidad al comienzo y al final de las
sesiones. Es ésta una cuestión muy simple, pero muy importante. El retraso en comenzar o terminar
las sesiones puede crear tensiones.
El grupo determinará la duración de cada sesión. Quizá al principio de su funcionamiento
necesita más tiempo para ir asimilando la dinámica y el método.
Durante la sesión todos los participantes tienen el derecho de exponer su reflexión o punto de
vista. Este derecho será respetado por todos. Evítese que una o más personas monopolicen la
conversación. Procúrese hablar sencillamente y centrarse en lo esencial. Evítese las cuestiones
anecdóticas, desahogos personales o comentarios innecesarios.
Es conveniente que una persona haga de secretario y tome nota de lo que se dice. Todos los
presentes pueden también tomar apuntes sobre todo de las responsabilidades que se les confía.
Para la buena marcha del grupo todos los miembros pondrán en práctica los siguientes criterios:
o respetarse en la fraternidad.
o buscar la verdad en la caridad.
o ser consciente de las limitaciones propias y ajenas.
o conocer el espíritu y la normativa de la liturgia.
o buscar siempre el bien espiritual y la participación de la asamblea litúrgica.
o tener siempre presente que su pertenencia en el grupo es un servicio desinteresado y generoso
que se hace a la comunidad.
Las sesiones de trabajo para su eficacia y orden exigen un método. Existen muchos métodos
válidos y cada uno tiene sus propias características.
Método sencillo de trabajo
Una vez que el grupo ha determinado la duración de la reunión, se distribuirá el tiempo por
momentos y se fijará el tiempo que debe durar cada uno de ellos. La sesión de trabajo se dividirá
según los momentos siguientes:
 Momento de orar
Se recomienda que la sesión comience y concluya con unos momentos de oración. Los miembros
del equipo no sólo preparan y ejercen unas funciones, sino que forman un grupo de fe y de oración.
La oración crea un clima de fe y vivencia, de silencio y diálogo, de respeto y libertad, de comunión y
amistad. Puede encargarse para cada sesión a un miembro del grupo que prepare una breve oración de
inicio y de conclusión. Las oraciones se inspirarán en los textos litúrgicos de la celebración que se
disponen preparar.
 Momento de leer los textos litúrgicos
Es aconsejable que en la sesión no se dedique unos minutos a la lectura compartida de los textos
litúrgicos. Cada miembro los habrá leído anticipadamente habiendo tomado nota de lo que cree
oportuno compartir con los demás compañeros del grupo. De esta forma la sesión de trabajo no se
10
alarga. Sin embargo, si la mayoría no los han leído, es necesario dedicar un tiempo a la lectura de los
textos litúrgicos del domingo o de la festividad correspondiente.
 Momento panorámico
Consiste en presentar panorámicamente los aspectos generales de la celebración y enmarcarlos en
el cuadro del Año litúrgico, o haciendo referencia a los domingos anteriores o al ambiente
sacramental correspondiente. Durante este momento, el grupo puede dialogar sobre los puntos
siguientes:
o descubrir y describir, si existen, algunos aspectos o circunstancias que vive la comunidad
cristiana a nivel existencial, social o religioso;
o enmarcar la celebración dentro del espíritu litúrgico del tiempo correspondiente del Año
litúrgico. Recordar la experiencia de años anteriores en las mismas circunstancias litúrgicas
para una progresiva comprensión de las distintas facetas de la vida cristiana y evitar la
sensación de rutina;
o relacionar las fiestas de la Virgen María y de los Santos con el misterio pascual de Cristo, eje
y centro de toda celebración;
o si se prepara la celebración de un sacramento procurar encuadrarlo en el conjunto de los
demás sacramentos y relacionarlo con la Eucaristía;
o considerar algunos aspectos que faciliten la comprensión del domingo y de las fiestas desde la
perspectiva histórica-teológica y sin olvidar los actuales;
o recordar las líneas fundamentales del domingo anterior con la posibilidad de relacionarlo con
el presente;
o antes de terminar este momento se establecerán dos o más ideas claves de la celebración para
tener presente en los momentos siguientes;
o éste es también el momento adecuado para introducir, si las circunstancias lo piden, el estudio
de un punto determinado de la liturgia.
 Momento de preparar los diversos elementos celebrativos
El grupo conoce los textos litúrgicos y ha recorrido el panorama de la celebración. Ahora
conviene preparar los diversos elementos celebrativos; para ello se tendrá en cuenta lo siguiente:
o se seleccionan los cantos más apropiados para cada momento de la acción litúrgica. Se
escogerán los que reúnen mayor calidad bíblica y litúrgica en la letra y ofrezcan una calidad
musical digna;
o cuando los libros y la normativa litúrgica lo permiten, y hay textos alternativos, se elegirán los
más aptos para la asamblea, como el formulario del acto penitencial, el prefacio, la plegaria
eucarística, etc.;
o resaltar algunos signos, gestos o palabras que merecen una valoración especial en la
celebración que se prepara;
o buscar el lenguaje, expresiones o imágenes que se emplearán en el momento oportuno;
o en relación a las preces de la oración de los fieles se buscará el formulario más relacionado

11
con la celebración y con la posibilidad de componer alguna petición según las circunstancias
actuales de la Iglesia, del mundo y de la comunidad;
o la preparación o redacción de las moniciones que se deben hacer en la celebración. Estas
moniciones tienen como finalidad ayudar a la asamblea a comprender y vivir mejor algunos
elementos celebrativos. Incluso es el momento oportuno de poder ofrecer al celebrante algunas
ideas para la homilía, si se cree oportuno;
o prestar atención a las celebraciones especiales: niños, jóvenes, otros sacramentos...;
o concretar algunas formas de ambientación de la iglesia y atrio según los tiempos y fiestas;
o confeccionar notas si se creen oportunas para favorecer la máxima participación de la
asamblea.
 Momento de distribuir las funciones o responsabilidades
Luego se pasa al momento en el que se distribuyen las tareas o funciones a realizar en las
celebraciones litúrgicas. Los miembros del equipo asumen la responsabilidad de las funciones. La
distribución se hace por número de celebraciones que hay en la parroquia o iglesia, por las personas
disponibles en el grupo, y por las diversas funciones de cada celebración, por ejemplo: dos lectores,
un salmista, el monitor.
Cada miembro del grupo se responsabilizará de la función encomendada, procurando realizarla
con preparación, vivencia y con gran espíritu litúrgico y de servicio. Es conveniente que todas las
funciones las realicen personas del grupo, no siempre las mismas, pero se puede pedir a otras que
ejerzan alguna función.
 La actuación en las celebraciones litúrgicas
La razón fundamental de un equipo de liturgia es animar las celebraciones litúrgicas. Las sesiones
de trabajo o de preparación están orientadas a conseguir este objetivo.
Todos los que ejercen un ministerio o función en las celebraciones litúrgicas procurarán estar
bien coordinados y armonizados entre sí durante la celebración.
Cada asamblea se caracteriza por su propio ritmo y dinámica. La tarea del equipo es conocer la
forma propia de ser de cada asamblea para conseguir que participe plenamente en la celebración y
experimente la presencia del Señor. Para ello, los agentes de la animación prestarán atención especial
a las necesidades y ritmos de la asamblea para lograr una participación consciente, activa y fructuosa.
Ejercerán sus funciones con responsabilidad, con sencillez y dignidad‚ procurarán siempre el
bien espiritual de la comunidad. Intentarán que las palabras, los ritos, los gestos, los movimientos
aparezcan en su autenticidad y fuerza cristiana.
Revisión de las celebraciones
En el transcurso del año el grupo dedicará una sesión al trimestre o semestre a la revisión de la
marcha del grupo y de sus actuaciones en las acciones litúrgicas. Es un tiempo dedicado a descubrir
los aspectos positivos y reconocer con humildad las limitaciones o fallos.
Las acciones litúrgicas merecen siempre ser celebradas con la máxima dignidad y siempre se
puede mejorar el arte de celebrar. El equipo no puede dormirse en los laureles conseguidos, sino que
debe ser sensible en percibir y captar posibles mejoras para bien de la comunidad cristiana.

12
El grupo establecerá la forma de llevar a cabo la revisión fijando día, hora y método a seguir.
En la reunión anterior a la revisión puede formularse una lista de preguntas para ser reflexionadas por
cada miembro y así facilitar la sesión de revisión.
En la revisión nadie debe sentirse ofendido ni echar la culpa a otro. Es el momento de las
alabanzas y de la purificación. El grupo necesita la revisión para el bien de la comunidad.
La formación litúrgica del grupo de animación
La formación litúrgica es siempre necesaria a todo cristiano, de un modo especial al grupo de
animación para ejercer su misión con calidad, expresión e inteligencia.
Se observa que allí donde los responsables de las comunidades cristianas han realizado una
buena catequesis sobre temas fundamentales de liturgia, los fieles han progresado sensiblemente en la
comprensión de los contenidos de la fe.
La formación litúrgica no está enmarcada en una etapa concreta de la vida del cristiano, ni está
reservada a unos privilegiados. Todo cristiano debe recibir una formación litúrgica para que madure
en la fe. La formación litúrgica forma parte de la educación cristiana, introduce al cristiano en la
vivencia del misterio de salvación y le enseña a convertir su vida en una ofrenda agradable a Dios
Padre.
El grupo ejercerá sus funciones a medida de su formación litúrgica. El responsable del mismo
procurará que el equipo vaya adquiriendo una formación litúrgica, dentro de mismo grupo o en
cursillos, o en la lectura particular. Existe actualmente muchos libros o folletos que se pueden emplear
para conseguir una formación progresiva y permanente; una formación completa abarca los aspectos
doctrinales, los históricos los rituales o celebrativos.

13
VALORES DEL MINSITRO DE LA EUCARISTIA.
COMPROMISO.
Dios nos está llamando a acercarse y a aprender de Él. Uno de los indicadores principales que
usted se ha convertido en discípulo es cuando su pasión cambia de los deseos mundanos a los de
Jesús.
Lucas 14,25 “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, y mujer e hijos, y
hermanos y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo.”
AMOR
Jesús demostró amor extraordinario por todas las personas, y vino a enseñarnos como hacer lo
mismo. Él vino a derribar las barreras que nos separan. Estamos destinados a ser una luz para el
mundo, demostrando el corazón del Padre para que todos puedan reconciliarse con Él.
Juan 13,34-35 “Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros como yo os he
amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. En esto conocerán todos que son mis
discípulos.”
SERVIDOR
El Corazón de un Siervo, La verdadera grandeza comienza con la humildad. La Biblia nos dice
que para ser grandes hay que servir a los demás. Y la humildad es el centro del corazón de un siervo.
Debemos decrecer para que el carácter de Cristo pueda aumentar en nosotros.
Mateo 23,11 El más grande entre vosotros será vuestro siervo.
DOCILIDAD
Sensible y Sometido al Espíritu Santo Cuanto más conectado está al Espíritu Santo más
conectado está con Dios. Él es la presencia, el poder y la unción de Dios. Cuando usted recibe a Jesús
como su Señor, Su Espíritu viene a vivir dentro de usted, para limpiarlo de su pasado y darle una
nueva vida.
Juan 14,16-17 “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre. El Espíritu de verdad a quién el mundo no puede aceptar, porque no lo ve ni lo conoce,
pero vosotros si lo conocen porque mora con vosotros y estará en vosotros.”
OBEDIENTE
La palabra de Dios es verdad. Los discípulos han decidido que deben elevar la Palabra por
encima de sus sentimientos, incluso cuando sea difícil. Actuando según sus instrucciones libera la
unción sobre nuestras vidas y nos lleva a otra dimensión en nuestra relación con Él.
Juan 8,31-32 “Entonces Jesús les dijo a los judíos que habían creído en Él: si se mantienen
fieles a Mi Palabra serán realmente mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad os hará libres.”
PUREZA
Vive Moralmente Puro Debido a que Dios es un buen Padre, Él nos invita a compartir su
carácter. Como seguidores de Jesús, hemos sido perdonados y santificados. Pero debido a que Dios es
Santo y estamos hechos a su imagen, también estamos llamados a vivir como Él.

14
1 Pedro 1,15-16 Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en todo
lo que hagan; porque está escrito: “Sed santos, porque yo soy Santo.”

MISIONERO
Cuando recibimos a Cristo, Su Espíritu Santo viene a vivir dentro de nosotros. Muchas
personas en el mundo están buscando – necesitan a alguien que sea lo suficientemente audaz como
para compartir su fe y mostrarles el amor del Padre. Ahora es el momento de sobresalir y ser diferente
– ¡Para compartir las grandes nuevas sobre Jesús!
Marcos 16,15 Él les dijo, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda la creación.”
SE INVOLUCRA EN LA COMUNIDAD BÍBLICA
Dios dijo que no es bueno que el hombre esté solo. Él nos programó para funcionar mejor en
el contexto de la comunidad bíblica. Somos la familia de Dios a través de la fe en Jesús, así que no
tenemos que correr la carrera solos.
Hechos 2,42 “Pasaron su tiempo aprendiendo de los apóstoles, y fueron como familia el uno
para el otro. Partiendo el pan y orando juntos.”
JUSTO Y GENEROSO
En lo que ponemos nuestra esperanza y confianza guía nuestros pensamientos y decisiones.
Cuando el dinero nos gobierna, roba nuestros corazones y afectos y nos distancia del Padre. Dios no
está interesado en lo que adquirimos para nosotros mismos. Lo que le importa a Él es lo que hacemos
que tiene significado eterno.
Mateo 6,24 “Nadie puede servir a dos amos. Porque odiarás a uno y amarás a otro; te
consagrarás a uno y despreciarás al otro. No puedes servir a Dios y ser esclavo del dinero.”
VIVE CON UN PROPÓSITO
La única forma de conocer tu propósito es conocer a Dios. Apóyate en Él y Él te equipará para
cumplir la misma tarea que Él te ha llamado a completar.
Efesios 1,11-12 Es en Cristo que descubrimos quienes somos, y para que vivimos. Mucho
antes de oír hablar por primera vez de Cristo y abrigamos nuestras esperanzas, Él había puesto sus
ojos sobre nosotros, nos había diseñado para una vida gloriosa, parte del propósito general que está
trabajando en todo y en todos.
ORANTE
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día
nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el
que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."»

15
HUMILDE
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo, Jesús dijo: «Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la
carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde
de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera»
Dios actúa permanentemente en medio de los seres humanos por medio de la Eucaristía (de
modo eminente). Por ello, a pesar de su incomprensibilidad fuera de la fe (que ya se manifestó en
Cafarnaún, tras el discurso del Pan de vida - Jn 6, 60-61-), y que llevó en los primeros tiempos a
envolverla en la disciplina del arcano, la celebración eucarística posee también una dimensión
apologética: es signo elocuente de la Iglesia y expresión de su misterio divino de comunión,
comunión en Cristo y sus Dones, (frutos de su Misterio Pascual). Sacramento de nuestra Fe, encuentro
salvador con Dios, eclosión de Verdad y de Bien, fuente de conversión y santificación, irradiante
Gloria, expresión de Belleza, que genera belleza, fiesta primordial.
Tal presencia activa de Dios en la celebración eucarística reclama la obediencia de la Fe y la
decidida voluntad de participación. Participar, para cumplir el mandato “haced -esto- en memoria
mía”. Por eso la máxima expresión de participación será, en lo ritual, la comunión sacramental y, en
lo existencial, la santidad. Pero estas realidades culminantes vienen precedidas de todo un proceso,
litúrgico y de conversión-santificación.

16

También podría gustarte