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LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS CONTINUA

Seminario de Filosofía Política

Jorge Luis Medina Montes

Final

Director

Pbro. Edgar Salamanca

SEMINARIO CONCILIAR MARIA INMACULADA

ETAPA DISCIPULAR

CUARTO AÑO

GARZÓN, 2021
LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS CONTINUA

Colombia, país reconocido mundialmente por su riqueza y diversidad cultural, su


gastronomía, sus hermosos paisajes y la diversidad en fauna y flora con la que cuenta en
todo su territorio nacional. Pero no es reconocidamente solo por sus aspectos positivos,
también lo es por el narcotráfico, la violencia y los problemas político-sociales que han
generado un conflicto armado interno entre el Estado y las guerrillas. Esta es la otra cara de
la moneda en este país. De allí que hoy en día se encuentre en un conflicto ideológico y
violento entre el Estado y la población civil, que tuvo como detonante la aplicación de una
reforma económica en todo el país. Reforma vista negativamente por todo el territorio
nacional considerándola como un paso más para llevar a la pobreza a este país.

Llevamos más de cincuenta años en conflicto entre nosotros mismos, llevamos más de
doscientos años en búsqueda de una nueva independencia ya no de los colonos españoles,
sino de nuestra propia gente y aquella elite criolla que se ha hecho con el país. A día de hoy
continuamos aquella guerra de los mil días que se originó por problemas políticos y
encabezada por líderes opositores que buscaban una forma de llegar al poder. Hoy somos
nosotros los que continuamos esta guerra sin fin, que no tiene pies ni cabeza en una
búsqueda de paz. Estamos sumidos en el odio y el rencor, que nos impide reconocer que
“unidos” como país podemos dar una nueva visión y una renovación a nuestra patria; no sin
antes reconocer que en ella hay tres pilares fundamentales que conllevan a un ciclo sin fin
de enfrentamientos entre el propio pueblo y sus dirigentes. Pilares como la polarización del
pueblo, la falta de patriotismo y la mala función del Estado, pilares que hay que derrocar
con nuevas ideas que lleven a formar un mejor país.

La división o la polarización del país esta gestada desde hace algunos decenios cuando se
originaron los partidos liberal y conservador, dando paso al período de “la violencia”,
generando una división en toda Colombia y que desencadeno una guerra civil, pero
internamente de poder; que encontró un momento de “paz” cuando se acordó el Frente
Nacional. Donde se repartieron el poder durante dieciséis años sin dar cabida a más
partidos políticos. Este acuerdo finalizó el período de la violencia pero inició el período del
enfrentamiento armado, continuando con las guerras internas que han trascendido hasta
hoy.
Ya no hablamos de liberales o conservadores, ahora hablamos de uribistas o petristas, del
Centro Democrático o de la Colombia Humana, de derecha o izquierda. Seguimos en esa
división permanente generada por la búsqueda de poder de las minorías del país, por el odio
de sus líderes y porque se piensa de manera distinta. De estas realidades concretas se ha
empapado el pueblo, porque de se ha dejado influenciar con facilidad, haciendo lo que le
dictan los líderes, dejando opacar su pensamiento y que sean ellos quienes tomen las
decisiones que nos afectan a todos. Ya lo llegaría a manifestar Fernando González Ochoa,
Imitamos versos, modas, catedrales, filosofías, modos de vida, etc.1.

Imitamos lo más llamativo, hacemos lo que el líder del momento nos pide que hagamos, e
dejan impregnar de sus ideologías y se convierten con facilidad en los actores directos de la
polarización y división del pueblo colombiano, son ellos los artífices directos cuando
enfrentan sus ideas contra aquellos que piensan distinto y con quienes no se sostiene un
dialogo amigable, pero si se origina rabia, repudio y rencor contra aquellos que piensan
distinto llegando a decir que ninguno de los dos tiene la solución.

Se habla de emancipación, de cambiar las cosas, de descansar del gobierno de los mismos,
pero nos dejamos manejar por ellos y continuamos una guerra ideológica y civil con tal de
subir al caudillo del partido al cual sigo, sin darme cuenta que estoy interviniendo en la
concesión de sus propios intereses. Si se quiere un cambio, se deben acoger las palabras de
Bolívar, «unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa»2. Quizá si hubiese más unidad
todo sería distinto, pero en un país donde su divisa es “desunión, desunión, desunión”,
difícilmente se llegaría a concretar un cambio político a nivel nacional.

A este aspecto se le suma que en todo el territorio nacional, existe una falta de patriotismo y
de amor por lo que comprende a todo el territorio colombiano. Actualmente debido a la
realidad concreta en la que nos estamos moviendo aparecen muchísimos interrogantes
debido al constante vandalismo hacia los bienes públicos, que no pertenecen a otros más
que a nosotros mismos. Se destruyen muchas cosas de las cuales nosotros mismos hemos
pagado con los impuestos y que se han construido con el fin de ser un bien para nosotros
mismos.

1
González, Fernando. Los negroides. Colombia: Corporación Otraparte, 8-9.
2
F. Zapata, H. Cerutti, P. Funes. El pensamiento filosófico, político y sociológico. México: Dirección general
del acervo histórico diplomático, 37.
Aunque no se podría negar que la causa por la cual se originaron las movilizaciones en todo
el país, era una causa justa, actualmente deja mucho que pensar por todo aquello que están
solicitando al estado para finalizar con el paro indefinido en el que nos encontramos. Se
habla de una época de jóvenes “luchadores” que van a dar un cambio al país, de jóvenes
“ambientalistas” que aman su patria e impiden que en la misma se aprueben proyectos que
la afecten.

No es así, quizá si sean jóvenes que busquen un cambio, pero cuestiona esa parte
ambientalista, se movilizan para impedir que en todo el territorio nacional no se
implemente una reforma económica que para ellos y muchas otras personas conlleve a la
pobreza al país, pero no hay movilizaciones que prohíban la explotación minera, el
fracking, o la construcción de nuevas represas que no afectan directamente a las personas
del común pero si lo hacen con los campesinos que se encuentran en los lugares donde se
inician las explotaciones o donde se va a realizar cualquiera de los proyectos anteriormente
nombrados.

Si se habla de un amor por la patria, no debe ser simplemente ideológico, de boca, para
verme bien o para ir en busca de una mejor calidad de vida a nivel económico; también se
debe amar la tierra sobre la cual se pisa y amar especialmente la de aquellos que están
encargados de llevar la comida a nuestra mesa, quienes se ven directamente afectados por
estas realidades. Hace algunos años en el Huila dolía ver a aquellos campesinos que estaban
ubicados en los lugares donde se construyeron las represas, desplazarse con sus “corotos”
hacia otra tierra que se les había asignado, dejando de lado todo aquello que habían
construido y con un mal sabor de boca al ver la forma en la que habían sido despojados de
sus tierras.

Duele ver la cantidad de árboles talados para que fuera más fácil el llenar de agua todo ese
territorio que para aquel entonces era bastante prospero. ¿Dónde estaba todo ese amor por
la patria? ¿Aquello no representaba nada para aquellos que a día de hoy luchan por un país
mejor? Se habla de empatía por la lucha que están llevando, pero a causa de la división en
la que vive este país, esa palabra no aparece en el vocabulario y no posee valor para los
colombianos. Este también no es solo un problema para el pueblo, también lo es para el
Estado y la mala función que este ejerce, pues siempre ha buscado conseguir sus propios
intereses.

Refiero a la mala función del Estado, iniciando por su cabeza: el presidente, luego quienes
lo acompañan en el gobierno del país. De allí que sea cuestionante que en un país
democrático, en donde es el mismo pueblo quien elige al dirigente y a quienes hacen parte
de cada una de las ramas del Estado, que al llegar al poder se olviden de quienes los
subieron al puesto en el que se encuentran. En campaña todos somos amigos y hay empatía
de parte de los dirigentes por las realidades del pueblo, empatía y amistad que se pierde en
el momento en el que se sube al poder y el pueblo ya no posee ese valor que tenía en
campaña.

La mala función del Estado se caracteriza por la busca de los propios intereses, la búsqueda
de hacer que los ricos sean más ricos y los pobres sigan siendo pobres. No hay soluciones
de parte del Estado a la hora de presentar esos proyectos que ayuden al país a avanzar y no
a retroceder, aquellas soluciones que prometían en campaña pero que se esfuman con
facilidad cuando llegan al poder. Somos un país con tasas altas de desempleo, desigualdad
(especialmente laboral), altas tasas de pobreza, con una economía difícil de manejar, etc. A
día de hoy no se ven cambios que busquen una mejor versión del país. El Estado no da
soluciones claras y el pueblo que se basa en “la ley del mínimo esfuerzo”, al ver que solo
buscan sus propios intereses sale a levantar su voz con ínfulas de cambio y emancipación.

Finalmente, se puede afirmar que son muchísimas las problemáticas y los puntos de auge
que han generado el conflicto o la guerra civil en la que nos encontramos. Ninguna de las
dos partes quiere dar su brazo a torcer ni dejar de lado las ideas que cada parte tiene. Se
hace necesario que se siga buscando la divisa propuesta por Bolívar: buscar la unidad de
todo el pueblo colombiano. Solo con la unidad de todos se puede llegar a forjar un cambio
que permita al país cambiar completamente, dejando de lado las divisiones generadas por
partidos políticos, líderes políticos o ideologías copiadas. Ya estamos cansados de lo
mismo, hay que buscar un cambio, hay que buscar soluciones y especialmente elegir a
alguien que este empapado del pueblo y conozca completamente su realidad.
REFERENCIAS

F. Zapata, H. Cerutti, P. Funes. El pensamiento filosófico, político y sociológico. México:


Dirección general del acervo histórico diplomático, 2011.

González, Fernando. Los negroides. Colombia: Corporación Otraparte, 1936. Edición


digital: http://www.otraparte.org/

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