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LA INVERSIÓN DEL DESTINO

Todas las imagenes comienzan en espejos y terminan dentro de nuestro subconsciente. Todo espejo
consciente se rompe y corta; la sangre se filtra y mancha nuestros trajes más queridos. Sentados en
una posición, con la cabeza torcida en equilibrio sobre nuestra rodilla, los músculos tiemblan y se
sacuden involuntariamente. Quedamos física y mentalmente dañados, cercanos a la mortalidad que
estamos entrenados para temer e ignorar. Encerrados en el concreto de la aceptación por parte de
nuestros compañeros, donde nada malo puede pasarnos. En la descripción social, en su
comportamiento, en su grandiosa estupidez, podemos estar motivados por la compasión y la
desesperación coloreada por bastante sarcasmo y cinismo. Sin embargo, en cada imagen, hay una
enervasión y una textura basadas en un CUIDADO resentido por su composición. Enmarcados por
nuestras própias paranoias, enmarcados por el condicionamiento, enmarcados por el falso
testimonio y el robo de las piezas de plata, besamos la mejilla de la tierra que nos muerde.
Recibiendo nada a cambio. Por alta nada es por lo que vinimos acá; por nada nos esforzamos
torpemente y luchamos. La nada es nuestra confrontación más precisa con la forma y la razón. Es
fácil olvidar nada y dificil describirlo. ¿Qué fue lo que el viejo criador de babosas en el barro dijo
en un momento de lucidez?:

“La expresión de que no hay nada que expresar, nada con qué expresar, nada desde donde
expresar, ningún poder para expresar, junto con la obligación de expresar.”

La acción creativa, la acción destructiva de expresar una percepsión del raro fenómeno de estar
vivos, intenta iluminar, clarificar y describir alguna(s) parte(s) de la experiencia humana, tendiendo
a alcazar relevancia a largo plazo para los individuos que entren en contacto con ella, tratando de
entender, incluso formar, los valores que guien esta experiencia en una edad determinada, o en este
caso, en un SECTOR DE TIEMPO. Y mientras que “el Tiempo es lo que termina”, la Cultura, para
bien o para mal, es la que no lo hace. Y de este modo miente ese truco interminable. Ignorantes y
anónimos, negando las explicaciones, las buscamos con una avidez zarpada. El espejo recibe
nuestra mirada mirando, y nos fundimos suavemente, nos hundimos dejando humo, un efecto
nublado, como la lavandina esparciéndose en el agua. Para limpiar nuestras culpas debemos
describir nuestros destinos, zonas de guerra objetivas, usando el aural lenguaje de la vida cotidiana
para definir nuestro sujeto. Destrozados o no, los restos de nuestro mensaje no son ni fijos ni
dogmáticos, simplemente son momentos congelados de una profundidad personal reflejada hacia
afuera, hacia cada habitación en la que cuelgue, sobre su chota pared, esta página de mágia. Por un
día o para siempre, en eso no hay diferencia. El verdadero valor nunca cambia, se mantiene en el
único sentido real, constante, porque sólo el tiempo tiene un valor constante, y el tiempo es el medio
del arte.

“Nada es más real que Nada.”

La experiencia humana es, desafortunadamente, estimulantemente, la experiencia de la nada,y la


única realidad conocida, es la incapacidad de interpretarse a sí misma, con su estructura
míticamente heredada.

Luego de la acumulación de muchísima historia hemos perdido la inocencia, no podemos creer


fácilmente en cualquier explicación. Describimos en lugar de sentir, tocamos en lugar de explorar,
nos calentamos en lugar de querernos.

Así que ahí estan... o estaban...

Genesis P-Orridge, Londres, Junio de 1986

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