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Propiedad De Un Capo de la Mafia Rusa

Por Bella Rose, Leona Lee

Todos los derechos reservados.


Copyright 2016 Bella Rose, Leona Lee

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Índice
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte

OTRA HISTORIA QUE PUEDE INTERESARTE


Prisionera del jefe de la mafia

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Capítulo Uno
Ya hacía rato que el sol se había puesto y la oscuridad ocultaba el rastro de los
desalmados. Aleksandr Evanoff se encontraba acompañado por Misha y Sasha,
segundo y tercero, respectivamente, en la cadena de mando. Apoyado en su coche,
Alek observaba la casa frente de él. No sentía lástima ni remordimientos por lo que
estaba a punto de hacer, pero se preguntaba por qué un hombre que apenas se podía
permitir la chabola que tenía delante, continuaba apostando miles de dólares.

-¿Jefe?- llamó Sasha. -¿Cómo quieres hacerlo?

Alek cuadró los hombros. -Petr ya ha tenido suficientes avisos y prórrogas. No


nos vamos a ir con las manos vacías- dijo. Ladeó la cabeza y sonrió. -Además, se lo
debo al viejo.

Misha y Sasha desenfundaron sus armas y echaron a andar. Alek los siguió con
paso calmado. Los dos hombres tiraron la puerta abajo de una patada y alzaron sus
armas. -¡Al suelo! ¡Todo el mundo al suelo!- gritaron, entrando en el salón. El único
ocupante de la casa, Petr Primac, de 50 años, lanzó un grito y se arrojó al suelo con
las manos en alto.

-Dios mío, Alek- suplicó. -Por favor. Por favor.

Alek alzó una mano y sus dos acompañantes dieron un paso atrás. -Ha pasado
mucho tiempo, Petr. Te he echado de menos.

-Si es por el dinero…

-Claro que es por el dinero. ¿Por qué otra cosa iba a ser?- se burló. Petr
permaneció callado y Alek intentó contener su rabia. -He tenido mucha paciencia
contigo, y sabes que no soy un hombre paciente. Tienes suerte de que hayamos
tardado tanto. Te dejaremos en paz si nos pagas el 20%- dijo con frialdad.

Petr comenzó a temblar y abrió los ojos de par en par. -Por favor, no me
mates. No tengo el veinte por ciento. Pero tengo un par de cosas en marcha. Por
favor. ¡Dame más tiempo!

-Dispárale en la pierna- ordenó Alek, con calma. El disparó le perforó los oídos
y el anciano gritó y se agarró la pierna. La sangre comenzó a formar un charco en el
suelo. -Tranquilízate, Petr. No se puede cobrar de un muerto, por lo que seguirás

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respirando cuando nos hayamos ido. Pero no me gustaría que te gastes miles de
dólares en facturas médicas mientras me debes dinero. Te vuelvo a pedir el 20 por
ciento.

El hombre gimió y se meció en el suelo. Las lágrimas le caían por el rostro. -


Por favor. Por favor. Te daré todo lo que tengo. Por favor.

-¿Es el veinte por ciento?- preguntó Alek, mirando a su alrededor. La estancia


era un desastre, llena de muebles rotos y sucios. No pudo ver ni un solo objeto que
valiese una fracción de lo que le debía.

-Algo valdrá- sollozó Petr. -Por favor.

Alek hizo un gesto con la cabeza y Misha colocó de inmediato el tacón de su


bota sobre la herida del viejo, ejerciendo presión. Petr se derrumbó contra una mesa.
Sus aullidos podrían erizar el vello de los brazos de cualquiera, pero Alek estaba
acostumbrado a los gritos. Para él, aquello no era nada.

No disfrutaba haciendo daño. Cuando era más joven, su entusiasmo y


ambición consiguieron que ascendiera rápidamente por los distintos rangos de la mafia,
pero ahora que era el jefe, se aburría hasta el punto de la apatía. Ya nada le
perturbaba. No sentía miedo. No se estresaba. No se emocionaba ni se afligía. Ni
siquiera se enfadaba.

Pero con Petr era distinto. Él y el viejo tenían un pasado común, y Alek
mentiría si dijera que no disfrutaba viendo aquel hombre llorar en el suelo.

Alek sólo tenía treinta y cinco años, pero ya se había manchado las manos de
sangre muchas veces. Y, aunque se moría de ganas de acabar con la vida de Petr,
había en juego algo mucho más importante. -Jefe, no creo que tenga el dinero- dijo
Misha. De los dos hermanos, Misha era el menos sanguinario. Creía en otros métodos
de recolectar deudas, y su inteligencia fue el motivo por el que Alek lo eligió como
segundo al mando. Pero cuando necesitaba que Misha fuera una bestia, éste no
vacilaba.

Sasha, por otro lado, ni se inmutaba con la violencia. De hecho, siempre se


ofrecía como voluntario para los trabajos más atroces, y los desempeñaba con una
sonrisa. Alek se preguntaba a menudo si el hermano menor no era demasiado violento,
pero nunca se rebelaba contra sus órdenes y, en ese tipo de negocios, la lealtad era
crucial.

-Supongo que tienes razón, pero no nos vamos a ir con las manos vacías. El

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Sr. Primac nos va a dar algo, o le espera una larga noche- dijo Alek, mirando a Sasha.
El hermano menor dio un paso adelante, se inclinó sobre Petr y le retorció el brazo por
detrás de la espalda. Se escuchó un espeluznante chasquido y un agudo alarido.

-¡Parad! ¿Qué está pasando aquí?

Alek se dio la vuelta para encararse con el intruso y vio a una hermosa mujer
con una expresión de terror en el rostro. Sus largos y sedosos mechones de cabello
oscuro enmarcaban su pálida tez, y sus carnosos labios estaban entreabiertos mientras
contemplaba la escena. Había pánico y rebeldía en sus ojos color avellana.

-Vete- logró decir Petr. -Quédate con una amiga. No pasa nada. Estoy bien.

Valientes palabras para un hombre retorciéndose de dolor. No le dijo que


llamara a la policía, lo que significaba que la estaba protegiendo. Y si la estaba
protegiendo, debía ser alguien importante.

-¿Quién eres?- preguntó Alek con voz calmada.

La joven abrió la boca, pero Petr la interrumpió -¡No le contestes!- Sasha le


retorció más el brazo, y el hombre aulló.

-Voy a llamar a la policía- dijo la joven, dando un paso atrás.

-Si lo haces, estará muerto antes de que finalices la llamada- amenazó Alek con
tranquilidad.

-No- gimió Petr.

Alek miró a aquella hermosa mujer -Entra. Ven.

A ella le temblaban las manos, pero se movía con decisión. Miedo, valentía y
desafío en un delicioso paquete. Alek sintió una extraña sensación. -Te propongo un
trato, querida. Por cada pregunta que contestes, mis hombres relajaran la presión
sobre Petr.

Ella asintió y Petr comenzó a llorar calladamente. Alek lo ignoró. -¿Cómo te


llamas?

-Natalia.

Alek hizo un gesto a Misha, que aflojó la presión sobre la herida de la pierna. -
¿Cuántos años tienes, Natalia?

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-Veinticuatro.

Se escuchó un suspiro de alivio cuando Sasha relajó un poco su agarre sobre el


brazo de Petr. -Y ¿qué relación tienes con Petr Primac?

-Es mi padre- respondió ella.

-Mentira. Petr Primac no tiene familia-. Sasha, dispárale en la otra pierna.

-¡No! ¡Espera!- gritó Natalia. Alek alzó la mano para detener a Sasha. -Es
verdad. Es mi padre, pero no aparece en mi certificado de nacimiento porque mi
madre nunca se lo dijo. Yo me enteré hace unos años. No vivo aquí. Sólo vengo a
visitarle de vez en cuando.

-Interesante. ¿Y tu madre?

Sus labios temblaron. -Falleció.

-Ya veo. Tu madre murió y viniste en busca de tu padre. Seguro que te sentiste
decepcionada cuando conociste a Petr, pero eso ahora no viene a cuento. Caballeros,
soltad a Petr, por favor. Quiero recompensarle por habernos ocultado información tan
bien. Enhorabuena, amigo.

-¿No estás cabreado?- preguntó Sasha con una mirada siniestra.

-¿Con vosotros dos por no conseguirme toda la información? Sí, estoy furioso-
dijo Alek con calma. -Pero ese no es el tema que estamos tratando ahora, ¿verdad?

Petr gruñó al intentar levantar la cabeza para mirarlos. Natalia corrió al lado de
su padre y se despojó del jersey. Mientras vendaba la herida de Petr y le ayudaba a
adoptar una postura más cómoda, Alek no pudo evitar admirar sus hombros desnudos
y la tentadora curva de su cuello. La camisola de encaje negro que llevaba no era tan
corta como a Alek le hubiese gustado.

-Si te debe dinero, yo puedo ayudarle a pagar- informó Natalia. -Pero si


además tiene que pagar al hospital, nunca podrá saldar su deuda contigo- espetó.

-No te metas- siseó Petr, y miró a Alek. -Natalia no tiene nada que ver con
esto.

-Al contrario, no solamente ha sido testigo de nuestros actos de barbarie, sino


que además estoy permitiendo que te consuele en un momento de adversidad. Me
temo que tiene mucho que ver con esto-. Una sonrisa se extendió lentamente por su

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rostro, y tomó una decisión. -De hecho, estoy dispuesto a perdonarte la deuda por
completo.

Petr abrió la boca, asombrado. -¿En serio? ¿Qué... qué tengo que hacer?

-Me temo que no depende de ti, Petr-. Hizo un movimiento hacia la mujer. -
Ella decide.

El rostro del viejo reflejó terror. -No. Sea lo que sea, no. No voy a
involucrarla.

-¿Qué quieres?- preguntó Natalia con voz gélida.

-Compañía- contestó Alek. Sus ojos se fijaron en el hueco de su garganta


cuando se le aceleró el pulso. –Vivirás bajo mi techo y cumplirás mis órdenes durante
un año, y perdonaré a tu padre los cientos de miles de dólares que me debe.

-No- sollozó Petr.

-Es una mujer adulta. Puede tomar sus propias decisiones- dijo Alek,
mirándola.

-Si digo que no, supongo que seguirás disparándole hasta que te pague-
murmuró ella.

-Así es como suelo conseguir mi dinero- explicó, con tono suave.

Natalia entrecerró los ojos. -¿Sueles cobrar deudas a base de personas, o soy
un caso especial?

Alek lanzó una risotada. -No hay razón para ponerse celosa, querida. Prometo
prestarte mucha atención-. Sus ojos se agrandaron y sonrió. -Oh, ¿no me he explicado
bien? Vamos a compartir cama.

Natalia tomó aire, y Alek notó cómo se estremecía de excitación. ¿Por qué otra
razón respiraría de esa forma?

-Quiero por escrito que en el momento en que entre en tu casa las deudas de
mi padre serán perdonadas en su totalidad, y que no volverás a hacerle daño. Y que en
doce meses exactamente me dejarás ir y nunca te pondrás en contacto conmigo ni te
acercarás a mí.

-No, Natalia, por favor, no- suplicó Petr cerrando los ojos y desplomándose

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sobre el suelo.

-Si dejas en paz a mi familia, lo haré- dijo ella con firmeza. Se inclinó sobre su
padre y le tomó el pulso. -Necesita ir a un hospital. Ayúdame a llevarlo al coche.

Alek hizo un gesto a Misha y Sasha y estos levantaron al hombre y lo sacaron


de la casa. Natalia se dispuso a seguirles, pero Alek la agarró del brazo.

-Te doy dos semanas para ocuparte de tu padre y de arreglar tus cosas- le dijo
con un tono de voz suave. -No vas a poder trabajar, así que despídete de tu puesto. Y
no traigas ropa. Te pondrás lo que yo te dé.

Ella sacudió la cabeza. -Tengo que trabajar. Tengo que pagar facturas.

-Yo me encargo de tus facturas- le dijo. -Si me complaces.

Sus labios se entreabrieron y sintió la repentina necesidad de inclinarse hacia


ella y saborearla. Hizo un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse sobre ella y
tomarla allí mismo. No había reaccionado de aquella forma ante una mujer desde su
adolescencia.

-En dos semanas enviaré un coche a recogerte. Durante ese tiempo, tanto tú
como tu padre vais a estar vigilados muy de cerca. Si cualquiera de los dos intenta huir
o ponerse en contacto con la policía, os mato a ambos. ¿Entendido?

Ella levantó la barbilla. -Yo siempre cumplo mi palabra. Asegúrate de cumplir


la tuya- le espetó, liberándose de su mano y apresurándose a llevar a su padre al
hospital.

-Síguelos- ordenó Alek, y Sasha asintió y fue tras ellos.

-¿Jefe? ¿Qué demonios es esto?- preguntó Misha. -¿Te das cuenta de que
incluso con un contrato sigue siendo ilegal?

-Nunca me ha importado la legalidad- dijo Alek con un encogimiento de


hombros. -No quiero que habléis de este trato. Tú y tu hermano no diréis una palabra
a nadie. Lo último que me falta es que la gente empiece a ofrecerme a sus hijas a
cambio de dinero.

-¿Crees que alguien haría eso?

-Creo que algunas de las personas que nos deben dinero harían cualquier cosa
para mantenernos alejados- dijo Alek. -Llama a otro coche. Tengo que ver a mi

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abogado.

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Capítulo Dos
Natalia dejó el hospital en estado de shock. Una vez que su padre recibió los cuidados
necesarios, no podía creerse lo que había hecho. Había accedido a ser el juguete de un
capo de la mafia durante todo un año. ¿En qué demonios estaba pensando?

La deuda de su padre iba a ser perdonada y él iba a estar seguro. Eso era lo
más importante. Tras el fallecimiento de su madre, era la única familia que le quedaba
y, después de haberse presentado en su casa con pruebas de su identidad, él había
hecho todo lo posible por ser un buen padre. Se había encargado de pagarle la
universidad, aunque ella le rogó que no lo hiciera. Le había comprado un coche. Le
había conseguido trabajo. Y ahora no podía evitar sentirse responsable de él. Tendría
que haber sabido que no tenía dinero. Que había estado apostando.

Natalia casi se arrepintió de haber acudido a él. No quería ni necesitaba dinero.


Sólo quería una familia. Pero estaba claro que él se sentía culpable por no haber hecho
nada por ella, y había intentado compensarla con dinero. ¿Cuánto tiempo le había
hostigado Alek? ¿Cuánto daño le había hecho?

Dos semanas. Dos semanas para arreglar sus asuntos y ser la puta de Alek
Evanoff. Se le contrajo el pecho y dio un traspié. -¿Qué he hecho?- murmuró para sí
misma.

Le sonó el móvil y lo sacó del bolsillo. Alguien le había enviado un mensaje de


texto desde un número desconocido: Tranquilízate. Si sigues teniendo ataques de
ansiedad, no nos vamos a divertir.

Alarmada, levantó la vista y echó una mirada a su alrededor. Alek había


conseguido su número y ahora la estaba acechando. Increíble. Enfadada, le contestó:
Tengo dos semanas de libertad. Déjame en paz.

Estuvo a punto de arrojar el móvil a una papelera, pero volvió a sonar:


Mañana por la tarde iré a tu casa para que firmes el contrato. Si no estás allí, te iré
a buscar al trabajo.

Apretando los dientes, se guardó el móvil en el bolsillo. No había necesidad de


responder. Si la estaba vigilando, sabría que había leído el mensaje. Le tranquilizaba
que hubiese accedido a hacerle un contrato. Nunca se sostendría en un juicio, pero
sería la prueba con la que, si algo le pasaba a ella o a su padre, se encargaría de que
todos supiesen qué clase de hombre era Alek. Aunque, tras una búsqueda rápida en su

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móvil, se dio cuenta de que todo el mundo conocía a Alek. Había sido acusado de
varios delitos y fue exonerado de todos ellos. Estaba claro que tenía a la policía en el
bolsillo, cosa que no era un buen augurio para ella.

Al día siguiente, renunció a su puesto de trabajo. Su supervisor ni siquiera se


inmutó. El personal de aquella oficina cambiaba tan a menudo que dudaba que su jefe
conociese su nombre. Aunque había protestado por tener que dejar el trabajo, en
realidad sentía cierta satisfacción al hacerlo. No le gustaba trabajar allí.

No tenía amigos de quien despedirse. Cuando le comunicó a su casero que iba


a estar fuera un año, él señaló de inmediato que con ello se rescindiría el contrato. Sus
hombros se desplomaron. Tenía razón. Debía ocupar el piso al menos una semana al
mes para mantener el contrato. Durante los dos últimos años, había estado intentado
que se fuera porque tenía un acuerdo de alquiler controlado, y podría cobrar más a
otra persona.

Poco a poco, su vida se desmoronaba, y se dio cuenta de que no tenía nada a


lo que aferrarse.

Pero eso no hizo que fuera más fácil ver a Alek en el umbral. Huesos, su gato,
se escondió debajo del sofá. -Acabemos con esto cuanto antes- murmuró, dando un
paso atrás para dejarle pasar. Tenía miedo. No podía ignorar el martilleo de su
corazón, pero eso no significaba que debiese mostrarlo.

-¿Aquí vives?- preguntó, entrando.

-Yo no hago millones a costa de los pobres, de modo que sí,- espetó ella -vivo
aquí. Excepto que ya no es mi casa porque he rescindido el contrato para vivir en otro
sitio durante un año.

Él la miró sorprendido, y ella suspiró. -Dame el contrato. Tú espera aquí


mientras lo leo.

-Tu situación domiciliaria no es mi problema- le dijo él con brusquedad.

Ella le miró. Por supuesto que no era su problema. A él no le importaba nadie.


Era un hombre violento y cruel. Miró brevemente por la ventana mientras pensaba en
todo aquello. -Veo que no has traído a tus matones. Supongo que no soy una amenaza
para ti- murmuró, sentándose en el sofá para leer el documento.

Alek se sentó junto a ella, tan cerca, que sus muslos casi se tocaron. -Querida,
creo que no te das cuenta de lo peligrosa que eres-. Alzó una mano y le colocó un

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mechón de su cabello detrás de la oreja, y ella hizo un esfuerzo para no inclinar la
cabeza hacia su mano.

-Pero yo lo soy más. No lo olvides- le susurró, rozándole la oreja con los


labios.

A Natalia la recorrió un escalofrío, pero no era miedo. Era deseo. Odiándose a


sí misma, se levantó de un salto y lo miró fijamente. -Tengo entendido que se me
garantizan dos semanas de libertad. Hasta entonces, no te acerques a mí-. Con el
contrato en la mano, se dirigió a la cocina y se sentó a la mesa. Aunque él la siguió, se
apoyó en el marco de la puerta para darle espacio. La distancia no ayudó a apaciguar
su libido y empezó a moverse nerviosamente. ¿Qué demonios le pasaba? Aquel
hombre casi mata a su padre, y allí estaba ella, respondiendo a su contacto.

Obligándose a imaginar que no estaba allí destrozando toda su lógica, echó un


vistazo al contrato. Era bastante claro, pero había un par de cosas que no le gustaban.
-¿Me puedes explicar qué tipo de trabajos esperas que haga? Me niego a herir o
amenazar a nadie.

-Trabajo de oficina- dijo él, con una sonrisa complacida. -Archivar. Contestar
los teléfonos.

-Estupendo. Ya puedo añadir “secretaria de un capo de la mafia” a mi


currículum- bromeó, con un suspiro, y siguió ojeando el contrato. -Quiero que
prohíbas la entrada a mi padre en tus casinos- le informó, levantando la mirada.

-Ya la tiene prohibida.

-Muy bien. El gato se viene conmigo.

Él frunció el ceño, como si fuera a protestar, pero se encogió de hombros y


asintió con la cabeza. Por lo menos tendría algo que la reconfortara.

Tragó saliva y se frotó las manos. -Estoy tomando anticonceptivos, y no los


voy a dejar.

Natalia dio un respingo cuando Alek echó la cabeza hacia atrás y profirió una
risotada. -Oh, querida. Hacía tiempo que no me reía tanto. No soy un hombre de
familia. No temas ningún tipo de atadura por mi parte.

-De acuerdo-. Cogió un bolígrafo y colocó su mano sobre el papel. Cerrando


los ojos, se recordó a sí misma que sólo sería por un año. Un año como juguete de

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aquel hombre. Un año implicada con la mafia.

Un año y su padre sería libre.

Con un gesto de determinación, firmó el documento. Respiró profundamente y


le pasó el contrato. Él se acercó y se inclinó para presionar los labios sobre su cabello.
Natalia sintió como se tensaba, pero no se apartó. El beso duró sólo un momento,
antes de que él le quitara el bolígrafo de la mano. Tras firmar, arrancó la primera hoja
del contrato y le entregó la copia inferior. -Será un placer hacer negocios contigo- dijo
con delicadeza, antes de alejarse.

Natalia ni siquiera se dio la vuelta. Escuchó cómo se iba, pero no se levantó


para cerrar la puerta con llave. ¿Para qué? Nadie peor que Alek iba a aparecer por allí,
y le daba la impresión de que protegería su premio.

Ya estaba hecho. Y no podía cambiarlo.

Cuando Huesos salió de su escondite y se restregó en sus tobillos, Natalia


cogió al gato negro y enterró el rostro en su pelaje. Todo su ser quería romper a llorar,
pero se contuvo. Llorar no iba solucionar nada. Era más fuerte que eso.

Además, podría ser que algo bueno saliese de todo aquello. Tendría todo un
año para planear cómo destruir a Alek.

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Capítulo Tres
Natalia estaba esperando en las escaleras del portal, cuando vio un coche oscuro
entrando en el aparcamiento. Con sus cristales tintados e impecable brillo, no tuvo
ninguna duda de que se trataba de Alek. Pero cuando el conductor se bajó para meter
sus cosas en el maletero, se dio cuenta de que aquel apuesto demonio no estaba en el
coche.

-¿Demasiado importante para venir a recogerme él mismo?- murmuró,


cogiendo el portador del gato. Dentro, Huesos maullaba en señal de protesta.

-El Sr. Evanoff tiene cosas que hacer esta mañana. La verá esta tarde.

Natalia puso los ojos en blanco y se inclinó para coger una de las bolsas, pero
el chófer negó con la cabeza. -No, señorita. Usted es su invitada. No tiene que cargar
con el equipaje.

-No soy una invitada. Soy una prisionera. Y soy perfectamente capaz de cargar
con mi propio equipaje- espetó, y se metió con la bolsa y el gato en el coche. Su
garganta se tensó al deslizarse en el asiento trasero, intentando calmar a Huesos. -
Todo va a ir bien- le susurró. Esperaba que realmente todo fuese bien.

-Si aún no ha desayunado, podrá hacerlo cuando lleguemos. El Sr. Evanoff


quiere que hable con la cocinera sobre sus necesidades dietéticas mientras le preparan
su habitación.

¿Su habitación? ¿Eso quería decir que no tenía que compartir cuarto con Alek?
Era un alivio. -No necesito desayunar- le respondió ella, tranquilamente. No iba a ser
capaz de comer nada. Tenía el estómago revuelto.

Natalia miró por la ventana, sintiéndose cada vez más nerviosa. Cuando
aparcaron delante de la mansión, estaba petrificada de miedo. Ya habían llegado. A su
hogar durante el próximo año.

El conductor abrió la puerta y la miró fijamente. -¿Señorita?

-Sí-. Respiró profundamente e intentó mover las piernas. Fue imposible. -Dios.

-Si se va a sentir más cómoda, señorita, puede dar un paseo por los jardines
mientras descargo el equipaje.

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Natalia miró al conductor. Era muy agradable. ¿Era uno de los hombres de
Alek que iban por ahí rompiendo piernas y disparando a la gente? -Gracias- le dijo,
saliendo por fin del coche. -Pero no hace falta. Quiero asegurarme de que Huesos esté
lo más cómodo posible-. Sabía que sonaba como una loca, pero Huesos era su bebé, y
la única conexión con la vida que no sería capaz de disfrutar durante el siguiente año.

El chófer asintió con la cabeza. -Muy bien. Estos caballeros la acompañarán a


su cuarto.

Natalia vio a tres tipos enormes cargando con su equipaje. Al fijarse en sus
tatuajes y músculos, supo que aquellos hombres no eran sirvientes normales. Cuando
uno de ellos cerró el maletero, se le levantó la camisa y Natalia pudo ver el arma que
llevaba debajo. Se quedó sin aliento.

Tomando a Huesos, los siguió a cierta distancia. Había supuesto que la


mansión estaría excesivamente decorada y recargada, pero todas las habitaciones
resultaron ser bastante espaciosas y modernas. Eran elegantes y pulcras, casi
minimalistas. Aún así, no se sintió más tranquila.

Al subir por la escalera de caracol, pasaron por varias puertas, antes de que los
hombres abriesen una de ellas y metieran sus cosas dentro. Su corazón dio un vuelco
al darse cuenta de que la habitación ya estaba ocupada. La cama estaba sin hacer,
había ropa en el suelo y se notaba un característico aroma masculino a almizcle. Al
fondo había una puerta que daba acceso a otra habitación con un armario grande,
varias sillas, algunas estanterías, una televisión y un ventanal. Cuando los matones
depositaron las bolsas y empezaron a abrirlas, ella se acercó a ellos con horror.

-No. Por favor. Yo deshago el equipaje.

Uno de los hombres se incorporó y sacudió la cabeza. -Tenemos que


registrarlas por si hay armas-. Lo dijo sin una pizca de remordimiento ni disculpa en la
voz, y ambos continuaron hurgando entre sus cosas. Como no le habían permitido
traer su ropa, sus pertenencias consistían principalmente en libros, cuadernos,
dispositivos electrónicos y artículos de aseo personal. Oculta en la parte inferior de una
de sus bolsas, estaba su ropa interior. Aunque se había deshecho de toda prenda
remotamente sexy, intentó pasar a hurtadillas su lencería más cómoda. Que fue
inmediatamente arrojada a una bolsa de plástico.

Escondida entre la ropa había una fotografía. Cuando uno de los hombres sacó
el resto de los sostenes, el marco cayó al suelo y se rompió el cristal. Natalia se quedó
sin aliento.

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-¿Tu novio?- peguntó uno de los matones, recogiendo la fotografía. Ella se
negó a responder y se la arrebató de las manos.

-Ten cuidado con mis cosas. Esta fotografía es muy importante para mí- dijo
con la voz quebrada, intentando no llorar. Se cortó con el cristal roto y lanzó un
gemido, antes de meterse el dedo herido en la boca.

-Voy a por una venda- dijo uno de los hombres con brusquedad. -Ya hemos
terminado.

No se disculpó por haber roto el marco. La dejaron sola en la suite, y ella se


derrumbó en el suelo, en medio de sus cosas. Sosteniendo la imagen de Niko cerca de
su corazón, comenzó a mecerse. Los maullidos de Huesos la sacaron de aquel estado
y volvió a colocar la foto en la bolsa. Inclinándose, abrió el portador.

Nueve kilos de negro pelaje salieron disparados del transportín, y el gato se


escondió debajo de la cama. Ella se agachó y observó sus ojos dorados. -No pasa
nada, Huesos. Te acostumbrarás.

La puerta se abrió y Natalia se incorporó de un salto. El guarda le tendió una


tirita, y ella trató de sonreír. -Gracias.

-Alek vendrá a almorzar. Comerás con él.

No era una invitación. Sus ojos se posaron en ella más de lo necesario, antes
de abandonar el cuarto. Natalia se chupó el dedo y lo envolvió en la tirira. Con un
suspiro, se dispuso a meter todas sus pertenencias en las bolsas. No tenía intención de
poner sus cosas en la suite para que le resultara más acogedora. Iría sacándolas a
medida que las necesitara.

Tampoco tenía ninguna intención de ser partícipe de su hospitalidad. Cerró la


puerta de la suite y abrió la cortina de la ventana. Vio más guardas patrullando
alrededor de una piscina. A la derecha había un bonito jardín, repleto de flores de
colores, incluso a finales de la primavera. Se quedó sorprendida. Los jardines eran
preciosos. Por supuesto. Alek tendía millones. Quería alardear de dinero a cambio de
prestigio y clase.

Con una última mirada de desdén, bajó la persiana y se sentó en el suelo. No


iba a disfrutar de nada en aquella casa. Tras encontrar su diario, anotó la poca
información que había logrado recopilar. Muchas armas. Reglas estrictas. Nada ilegal
aún, pero no tenía ninguna duda de que iba a toparse con algo muy pronto.

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Uno de los guardas abrió la puerta. - El Sr. Evanoff quiere verte en el
comedor.

Natalia dio un respingo y se quedó mirándolo. -¿No sabes llamar?- espetó. ¿No
iba a tener intimidad en aquel sitio?

El guarda simplemente se apartó y esperó. Natalia puso los ojos en blanco y le


siguió. Alek estaba sentado a la enorme mesa del comedor, con varios platos en frente
de él. Cuando la vio llegar, no sonrió, pero sus ojos se posaron en la tirita de su dedo.
Ella se sentó lo más lejos que pudo de él, y lo miró fijamente.

-¿Qué tal tu mañana?- le preguntó con voz amable mientras se acercaba uno
de los platos.

-Anodina- respondió ella fríamente. -¿Qué tal la tuya? ¿Has roto algún brazo
hoy?

Él rió por lo bajo. -Come. No quiero que pases hambre mientras estés aquí.

De repente, su estómago rugió. Destapó el plato que tenía delante y contempló


su contenido. Había suficiente comida para dos personas. Con un suspiro, tomó uno
de los sándwiches y le dio un mordisco.

-Los guardas me han dicho que has intentado introducir ropa. Tenías órdenes
estrictas de no traer nada. Considera esto como una advertencia. Si intentas incumplir
el contrato otra vez, pagaré mi descontento con tu padre.

-No sabía que unas bragas y unos sujetadores eran prendas de vestir- dijo,
intentando ocultar el miedo de su voz. -Tendrías que haber sido más explícito.

Alek agitó la mano. -Sabías exactamente a lo que me refería. Te pondrás


únicamente lo que yo quiera, ropa interior incluida-. En su rostro se dibujó una
sonrisa. -En vez de pagarlo con tu padre, puede que lo pague contigo. Hazme enfadar
de nuevo y te vestirás sólo con lencería.

Natalia palideció e intentó tomar el control de la situación, antes de que a él se


le ocurriesen otras ideas. -¿Te han dicho también tus guardas que han roto algo muy
valioso para mí?

-Te lo repondré- dijo Alek con voz despreocupada.

-Tenía valor sentimental- espetó ella.

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Él se detuvo y la miró. -¿El marco o la foto?

Así que lo sabía. Trató de ocultar la emoción. No quería hablar de Niko con él.
-No es asunto tuyo.

Por un momento, pensó que iba a discutir con ella, pero simplemente se
encogió de hombros. -Muy bien. ¿Has dado una vuelta por la casa?

-No quiero dar una vuelta por tu casa- informó fríamente. -Tengo intención de
pasar el menor tiempo posible fuera de mi habitación.

-Querrás decir fuera de mi habitación- le corrigió, con voz seductora.

Natalia enrojeció. -No he querido decir eso- protestó en voz baja, pero fue
incapaz de mirarle a los ojos. Cogió su sándwich y le dio otro bocado.

Alek rió por lo bajo. -Aunque quiero que pases el mayor tiempo posible en mi
habitación, también tendrás que entretenerme en otros sitios. Tengo una vida social
muy activa, y tú vas a ir de mi brazo todo el tiempo. Si quiero que me hagas compañía
en la piscina, nadarás conmigo. Y cuando necesite que trabajes, pasarás tiempo en la
oficina. En esta mansión no hay zonas prohibidas, pero si te descubro en la cama de
otro hombre, habrá consecuencias nefastas. ¿Entendido?

-Sí- murmuró ella. Tampoco es que tuviera ganas de acostarse con ninguno de
sus guardas.

-Y eso también va por quienquiera que sea el de la foto que escondes- dijo con
voz calmada. Ella sintió que se le encogía el corazón, pero le miró firmemente a los
ojos.

-Te he oído la primera vez-. Su tono era llano, y se obligó a sí misma a


sostenerle la mirada. No iba a acobardarse ante de él.

-Bien-. Él retiró el plato vacío y giró los hombros. -Me temo que estaré fuera
la mayor parte de la tarde, pero volveré esta noche. Cenaremos en mi habitación.
Enviaré a una chica para vestirte. Tiene órdenes de retener lo que llevas puesto. Te
será devuelto al final del contrato.

Dios. No quería ni pensar sobre aquella noche. Los ojos de Alek se posaron
sobre ella y se sintió acalorada. Si supiera de qué forma afectaba a su cuerpo, le
pondría las cosas difíciles. Tenía que controlarse.

21
Por suerte, él abandonó la mesa sin decir otra palabra. Natalia suspiró con
alivio y devoró el resto del sándwich. Cuando iba a recoger los platos, un miembro del
servicio apareció a su lado y la apartó. Sintiéndose inútil, le dio las gracias y regresó a
la suite. Al menos pasaría un tiempo a solas antes de que le arrebataran su dignidad.

***

Unas horas más tarde, Natalia había conseguido sacar a Huesos de debajo de
la cama y estaba mirando por la ventana, cuando escuchó unos discretos golpes en la
puerta. Sobresaltada, la entreabrió. Vio a una rubia menuda y atractiva. -Siento
molestarla, señorita, vengo a ayudarla a vestirse para la cena.

La mujer miró a Natalia directamente a los ojos. Si sabía que Natalia era una
prisionera en aquella casa, no lo dejó ver. Quizás no le importaba. Le daba la
impresión de que todo el personal de Alek era frío e insensible. Tras abrir la puerta del
todo, hizo un gesto de burla con el brazo, invitando a entrar a la joven. Los ojos de la
rubia se agrandaron de sorpresa, y entró en el cuarto. -¿Quiere que le prepare un
baño?- preguntó, indecisa.

-No-. Se le acababa de ocurrir una idea. -De hecho, creo que no me voy a
bañar en todo el tiempo que esté aquí. Me pregunto qué le parecerá a tu jefe.

Ante su sorpresa, la joven lanzó una carcajada, e inmediatamente cerró la


boca. -Lo siento- dijo con los ojos muy abiertos. -No creo que a Alek le guste mucho.

-Así que puedes hablar abiertamente- dijo Natalia con una sonrisa. -¿Cómo te
llamas?

-Anastasia. Pero me puedes llamar Ana. Normalmente formo parte del


personal de catering, pero Alek cree que los criados son demasiado tímidos para ti-
informó la joven con un guiño.

-¿Su personal es tímido?- preguntó Natalia con tono seco. -La mayoría lleva
armas.

Ana puso una bolsa con ropa sobre la cama y se encogió de hombros. -Los
guardas y el personal son gente distinta. Alek les ha contado por qué estás aquí. Tengo
que admitir que es un poco extraño. Secuestrar mujeres no suele formar parte de sus
planes.

Natalia resopló. -Y, sin embargo, no pareces sorprendida.

22
Ana se volvió a encoger de hombros. -La mayoría de las mujeres de Alek
serían capaces de matar por pasar una noche con él. Un año bajo su techo no debería
ser ningún trauma.

-¿Estás de broma?- exclamó Natalia. -He visto cómo casi mata a mi padre. Un
solo segundo bajo su techo es horrible, imagínate un año.

La joven hizo un gesto de desdén. -Seguro que tienes razón, pero has accedido
a ello, así que ya puedes hacer de tripas corazón. Dejaremos lo del baño por hoy, pero
si mañana te tengo que meter a la ducha a la fuerza, lo haré.

-Por favor. Puedo contigo- se mofó Natalia.

Y de repente, antes de que pudiera reaccionar, Ana la agarró por el hombro y


la tiró al suelo. El impacto la dejó sin aliento y se llevó la mano al pecho, respirando
con dificultad. -Lo retiro- dijo, cuando pudo hablar de nuevo.

-Todos los miembros del personal reciben cursos básicos de combate y


autodefensa. Nos entrenan sus guardas para protegernos en caso de que algún invitado
de Alek se ponga un poco tocón.

Qué... detalle por parte de Alek. Natalia se levantó del suelo y sacudió la
cabeza. -Veamos qué tengo que ponerme para esta noche-. Abrió la cremallera de una
funda y contempló un negligé de color negro. Tragando saliva, se dio la vuelta y miró
a Ana con pánico en los ojos. -Por favor, dime que hay más ropa.

-Hay más- dijo Ana con una sonrisa. Cruzó la habitación y abrió el armario.
Tras desaparecer en él durante unos minutos, salió con un vestido de cóctel blanco.

Movida por la curiosidad, Natalia echó un vistazo dentro del armario. -Alguien
ha estado ocupado- murmuró, observando el interior. Estaba lleno de prendas
femeninas, y era cuatro veces más grande que el suyo.

-Casi todo lo he comprado yo, así que más te vale que me digas que te
encanta- le advirtió Ana con una pícara sonrisa. Entró con ella en el armario y sacó
unos zapatos de tacón. Tras abrir uno de los cajones, Ana le mostró unas medias
negras.

-Este es el conjunto. Medias, negligé, vestido y zapatos. Quiere el pelo suelto y


el maquillaje natural. Nada de perfume. ¡Ah!- Sus ojos se iluminaron. -Casi se me
olvida. Y un collar de perlas- añadió, abriendo otro cajón.

23
Natalia se quedó sin aliento al ver las joyas que había en aquel cajón. Debía de
haber cerca de un millón de dólares en piedras y metales preciosos.

-Dadas las circunstancias, no diría que eres exactamente una mujer afortunada,
pero hay que reconocer que se ha tomado muchas molestias- comentó Ana, cerrando
la puerta. -Volveré en media hora para ver si estás lista. Si necesitas alguna otra cosa,
no tienes más que decírmelo. Huesos salió disparado y se escondió en la otra
habitación. -¿Qué ha sido eso? -dijo Ana sorprendida.

-Huesos, mi gato. Es muy bueno. Apenas maúlla, y nunca se cruza en tu


camino. La mayoría de las veces.

Ana la miró perpleja. -¿Te ha dejado traer un gato? Qué raro-. Encogiéndose
de hombros, la joven salió del cuarto, y Natalia empezó a desvestirse. Observó sus
vaqueros y camiseta con pesar. No iba a poder ponérselos durante un año. No es que
estuviera particularmente encariñada con su atuendo, pero era más ella que el vestido
blanco que estaba a punto de ponerse.

Con un suspiro, se quitó la ropa interior y la arrojó al suelo. Se sintió incómoda


al estar completamente desnuda en aquella habitación, y se puso las medias y el
negligé. ¿En serio? ¿Lencería negra con un vestido blanco? ¿Era algo que le ponía?
Era todo negro, a excepción del encaje bordado alrededor de las copas del sostén. En
la misma percha había un tanga de encaje a juego. Se lo puso por debajo del negligé y
se miró al espejo.

Dios. Nunca se había puesto nada tan sexy en toda su vida. Sintiéndose un
poco avergonzada, se quitó el negligé y se puso el vestido. Tenía una cremallera lateral
y se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Le llegaba por la mitad del muslo, y revelaba
suficiente pierna como para resultar sexy, pero no demasiado. Se anudaba al cuello y
tenía un escote nada exagerado.

Después de calzarse los zapatos, se miró de nuevo en el espejo. Parecía estar


hecha de dinero y, por primera vez en su vida, se sintió guapa. Deslizó las manos por
los laterales del vestido y se giró. El tejido se ajustaba a sus caderas y trasero.

Escuchó otro golpe en la puerta. -Natalia. ¿Estás lista?

¿Ya había pasado media hora? -Sí- respondió. Ana asomó la cabeza por la
puerta y asintió. -Caramba, chica. Te queda muy bien. No te olvides del collar-. Entró
en el cuarto y sacudió la cabeza. -Tengo que comprobar que llevas todo. Levántate el
vestido.

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Los ojos de Natalia se agrandaron y sus mejillas enrojecieron. -Relájate- dijo
Ana con una sonrisa. -Sólo será un momento.

Con una respiración profunda, Natalia se levantó el vestido y Ana lanzó un


silbido. -Ya sé que no quieres oírlo, pero estás muy sexy. Déjame ayudarte con el
collar. El personal está esperando para preparar todo.

A Natalia le temblaban las manos, por lo que dejó que la joven le pusiera el
collar. Ana se lo colocó con una rápida precisión y Natalia sintió el frescor de las perlas
sobre su piel. -¿Crees que estoy loca por hacer esto?- preguntó. -Si estuvieras en mi
lugar, ¿qué habrías hecho?

-Yo jamás podría estar en tu lugar, porque no tengo familia. Pero tomé la
decisión de trabajar para Alek, y lo hice sabiendo qué clase de hombre es. Sólo puedo
imaginarme qué haría por un ser querido. No te juzgo.

-Estoy haciendo lo que debo- dijo Natalia. -En cuanto a esta noche... Has
dicho que varias mujeres han compartido su cama. ¿Alguna de ellas ha salido
corriendo, dando gritos?

Ana sonrió socarronamente. -¿Dando gritos? Sí. ¿Salir corriendo? Ninguna-.


Se inclinó hacia delante y rozó el cuello de Natalia con el dedo. -Te pondría a tono si
no fuera contra las normas.

Natalia tembló y miró fijamente a la mujer. -¿Para todos o sólo para ti?

-Para todos. Y especialmente para mí. Ana suspiró y dio un paso atrás. -Ya
veo que juegas para el otro equipo, pero eso no significa que no pueda intentar
convencerte.

Natalia no pudo evitar reír. -Está claro que no eres tímida. Gracias por
hacerme sentir más tranquila.

Ana se encogió de hombros. -Disfruta mientras puedas. Alek es especialista en


poner nerviosa a la gente. Bien. Voy a avisar al resto del personal y a decirle a Alek
que ya estás lista. Relájate e intenta pasarlo bien.

-Claro. Pásalo bien cenando con tu captor- masculló Natalia.

Ana sacudió la cabeza. -Así se habla-. Y, con un suspiro, dejó a Natalia a solas.
Más tarde, unas mujeres entraron en la habitación para preparar una mesa con un
mantel, varias velas y dos platos cubiertos. Parecía… hasta romántico.

25
Desde debajo de la cama, Huesos profirió un pequeño maullido. Natalia se
arrodilló y acarició al gato detrás de las orejas. -Todo va a ir bien. No me va a pasar
nada.

Cuando el personal abandonó la estancia, se escuchó un suave golpe en la


puerta. Alek entró enfundado en una impecable camisa blanca y unos pantalones
oscuros. Llevaba el cuello de la camisa abierto, y las mangas enrolladas revelaban
varios tatuajes. Al levantar la mirada, Natalia sintió cómo se le aceleraba el pulso.
Tenía un aspecto exquisito.

-¿Qué haces en el suelo?- preguntó él, frunciendo el ceño.

Natalia puso los ojos en blanco y se levantó, atusándose el vestido. -Estaba


tranquilizando a mi gato. Está un poco nervioso.

-Entiendo. Estás preciosa- dijo, con voz queda. -Espero que Ana haya sido de
tu agrado. Y que seáis amigas mientras estés aquí.

-Sí. Me encanta que elijan a mis amigos por mí- musitó. Alek levantó una ceja,
y ella tomó una bocanada de aire. -La verdad es que Ana es perfecta. Gracias. De
hecho, creo que pasaré la noche con ella.

Alek la miró sorprendido, y Natalia rió.

-Siéntate.

Le he preguntado a tu padre por tu plato favorito, y he dado órdenes para que


lo preparen.

-¿Que has hecho qué?- preguntó Natalia, furiosa. -Se supone que no debes
hablar con él.

-Tranquilízate-. Alek retiró una silla y le hizo un gesto para que se sentara. -Me
proporcionó toda la información necesaria antes de que firmaras el contrato. Desde
entonces, no he vuelto a hablar con él.

Natalia le dirigió una mirada sospechosa antes de sentarse. Sintió cómo se


inclinaba sobre ella y le acariciaba el hombro desnudo con un dedo. Se estremeció.
Tras tomar asiento enfrente de ella, señaló con un gesto la comida. -Que aproveche.

-¿Qué has hecho hoy?- preguntó ella, destapando su plato. Filete con patatas.
Aunque tenía un aspecto delicioso y olía muy bien, no tenía hambre. -¿Convertir en

26
realidad la pesadilla de alguien?

Él ni siquiera se inmutó ante su ataque. -Me temo que hoy ha sido un día
bastante aburrido. He tenido varias reuniones de los negocios que dirijo, y he revisado
su documentación. Aunque no lo parezca, sólo me encargo personalmente de ciertas
deudas.

-¿Es mi padre especial?- Natalia apartó su plato.

-Tu padre me debía dinero desde hace tiempo, pero, debido a su edad, lo dejé
pasar.

-Mi padre estaba endeudado por pagarme la universidad-. Natalia sacudió la


cabeza. -Es culpa mía.

-Tienes la carrera de turismo y dirección de empresas, y sin embargo estás


trabajando para una agencia de empleo temporal. ¿Por qué?

-Tenía un buen trabajo como directora de hotel, pero me despidieron- contestó


Natalia, encogiéndose de hombros. -El dueño me boicoteó para que no me contrataran
en otros hoteles. No tuve elección. Mi padre me consiguió el puesto en la agencia de
trabajo temporal.

-¿Por qué te despidieron?

Natalia lo miró fijamente. -Me negué a follar con el jefe.

Alek apretó los labios con desagrado, pero no hizo ningún comentario. Tomó
una botella de vino y la abrió. Natalia observó el líquido rojo derramándose en su
copa, y en cuanto él terminó de llenarla, lo bebió de un trago.

-Te pediría que fueras más despacio, pero tengo la sensación de que no me vas
a hacer caso- dijo Alek con calma, antes de degustar su propia copa.

-Tengo que estar bebida para lo que tienes planeado para esta noche- le
informó ella, cuando acabó de beber. Él no la detuvo cuando cogió la botella para
servirse otro vaso.

-No es necesario, Natalia. No voy a hacerte nada hasta que me lo pidas- dijo
con tono suave.

Ella se detuvo y dejó la copa. -¿De verdad?

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-Te doy mi palabra. No voy a tomarte hasta que me lo supliques- añadió, con
una seductora sonrisa. –Y estoy seguro de que no tardarás mucho.

-¿Crees que porque eres atractivo voy a caer rendida a tus pies?- se burló ella.
-Por favor. Las llamas de las velas se agitaron mientras hablaba y se dio cuenta de que
había levantado la voz. Quizás debería controlarse con el vino.

-Entonces, ¿admites que te sientes atraída?

Natalia puso los ojos en blanco. Se metió un poco de comida en la boca e


intentó no gemir. Estaba deliciosa.

Él la observó mientras comía, con una expresión petulante en el rostro, y ella


no pudo evitar ponerse nerviosa. Cuanto más la miraba, más se le iba la mente a sitios
donde no quería que fuese. Temerosa de lo que pudiese ocurrir tras la cena, se
dispuso a comer más despacio, pero no importó. Al cabo de una hora, él se levantó y
retiró su silla.

-¡Eh! ¡No he terminado!- gritó ella, aferrándose a la silla para no caerse.

Alek se arrodilló delante de ella. -La próxima vez tendrás que comer más
rápido- le dijo, deslizando un dedo por su pantorrilla hasta la sensible piel de detrás de
su rodilla. Ella se quedó sin aliento y trató de apartar la pierna, pero él la tenía sujeta
por el tobillo.

-¿Qué haces?- exclamó, cuando él sustituyó el dedo con su boca. Su aliento


era cálido contra su piel, y sus labios rozaron el nailon. -Has dicho que no ibas a hacer
nada hasta que esté lista.

Alek levantó la cabeza y sonrió. -He dicho que no te iba a tomar. No que no te
iba a tocar. Sin previo aviso, liberó su pierna y la agarró del brazo para levantarla de la
silla. Ella perdió el equilibrio y se desplomó en sus brazos, y Alek la colocó delante del
espejo. Desde atrás, le acarició los laterales del vestido con las manos, sin dejar de
mirarla a los ojos.

-Sé lo que llevas debajo. Lo escogí especialmente para ti, y no he pensando en


otra cosa durante toda la noche- admitió, presionando los labios contra su piel. Natalia
se estremeció ante su tacto, y cerró los ojos. Parecía una mujer en celo, y no quería
verse así. No quería disfrutar de sus caricias.

Alek aflojó el nudo del vestido y bajó lentamente la cremallera. -Abre los ojos.
Quiero que lo veas- le ordenó con brusquedad. -He esperado dos semanas para esto.

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Cuando ella desobedeció, le tiró del cabello. Lanzando un gemido de dolor,
Natalia abrió los ojos. Sintió una mezcla de miedo y deseo cuando él le bajo el vestido.
-Haz lo que te diga y te prometo que disfrutarás- murmuró, apartando su cabello y
presionando con los labios en su cuello.

Con el vestido alrededor de los tobillos, se quedó delante del espejo en el body
negro que caía delicadamente por su torso desde el busto. -¿Sabes por qué me gustan
las medias hasta el muslo?- le susurró, rozando los ligueros que las sujetaban. -Me
encanta el contraste entre la piel y el nailon-. Natalia no pudo evitar proferir un callado
gemido cuando sus dedos acariciaron la parte superior de sus piernas.

-Veo que a ti también te gusta- susurró. Él movió las manos sobre el montículo
de su sexo.a Natalia estaba avergonzadamente húmeda.

-Por favor- suplicó en voz baja, sin saber qué pedía. Él presionó su cuerpo
contra el suyo, y ella pudo sentir su erección.

-Por favor, ¿qué?- le susurró al oído. Alek le mordisqueó el lóbulo de la oreja,


sin apartar la mirada de ella. Sus ojos eran dos negros pozos de lujuria.

Buscando en su interior, Natalia intentó encontrar las fuerzas que necesitaba. -


Alek, necesito…- ¿Qué necesitaba? Necesitaba satisfacción y quería que él se la
proporcionara.

Alek entrecerró los ojos y ella pudo ver ira en su rostro. Sentía el latido de su
corazón en los oídos, y tuvo miedo. En lugar de hacerle daño, la rodeó con sus brazos
y la separó del espejo. -Sobre la cama- ordenó en voz baja, a la vez que se
desabrochaba la camisa.

Natalia también sabía jugar a ese juego. -¿Qué ocurre, Alek? ¿Estás perdiendo
el control?

-Sobre la cama- repitió, fríamente. -Ahora.

A Natalia le temblaban las piernas de excitación y miedo, y comenzó a


moverse hacia atrás, hasta que se topó con la cama. Se acomodó sobre ella,
lentamente. Mientras él se desnudaba, se sentó con las rodillas contra el pecho y las
rodeó con los brazos. Tenía un cuerpo magnífico.

Y lo sabía. -¿Te gusta lo que ves?- preguntó, acercándose. Ella apartó la


mirada de su pecho e intentó parecer desinteresada, pero no engañó a nadie. Alek se
arrastró sobre la cama, por encima de ella, y la empujó suavemente, hasta que su

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espalda quedó tendida sobre el colchón. Ella apartó el rostro y cerró los ojos con
fuerza. Y él la besó suavemente en el cuello.

-Mírame- dijo, con un tono suave.

Natalia tragó saliva, respiró profundamente y giró la cabeza para mirarle. Él se


inclinó y le rozó los labios con los suyos. Tensando la mandíbula, Natalia intentó
mantener los labios cerrados, pero él le acarició la piel de debajo de la oreja y ella
tembló de placer y abrió la boca. De inmediato, Alek introdujo su lengua y la rozó
contra la suya. Ardiente. Pausado. Embriagador.

Natalia gimió contra su boca, y él levantó la cabeza y sonrió. -Tan dulce-


murmuró suavemente. -Tan jodidamente dulce. Me pregunto a qué sabe el resto.

Ella se mordió el dedo índice para evitar gemir de nuevo. El odio y el deseo se
mezclaron dentro de ella cuando los labios de Alek se deslizaron hacia por su cuerpo.
Deseaba con desesperación que le retirara la lencería y le pasara la lengua por los
pezones, pero no lo hizo. Quería más que nada, o quizás menos que nada, que la
dejara en paz.

Él deslizó los dedos por dentro del tanga que había elegido para ella, y tiró de
él hacia abajo. Sus caderas se retorcieron por debajo de él, intentando cerrar las
piernas, pero él la agarró rápidamente por los muslos y los separó. Sus dedos se
clavaron en su piel y estuvo segura de que le dejaría marcas.

Restregó los labios por sus genitales, y ella dio un respingo y se retorció,
tratando de liberarse. Si le rozaba el clítoris, iba a perder el control y sería demasiado
humillante. Pero se encontraba a merced de él, que le dedicó una sonrisa perversa y
volvió a bajar la cabeza.

Alek le introdujo un dedo, de forma lenta y metódica. Ella trató de reprimir un


gemido de placer, pero le temblaban los brazos, y se derrumbó sobre la cama.
Frunciendo el ceño, intentó concentrarse para detener el ardor de su interior. Quiso
pensar en otra cosa que no fuese el hecho de que él estaba deslizando otro dedo en su
interior, investigando, acariciando, pero aquello fue demasiado.

Natalia se abandonó a su seducción cuando sintió sus dedos saliendo


lentamente de ella para volver a entrar, y sus músculos se contrajeron alrededor de
ellos. -Ah… joder- gimió.

Alek rió. -¿Quieres correrte? Puedo hacer que te corras, si quieres. Sólo tienes
que pedirlo.

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Tenía la suplica en la punta de la lengua pero, de alguna manera, encontró
fuerzas para mantener la boca cerrada. Él flexionó los dedos y ella arqueó la espalda al
sentirlos en el núcleo de su placer. Jadeando, se aferró a las sábanas y tiró de ellas,
mientras sus caderas se movían al ritmo de la mano de él.

Antes de que llegara al clímax que tan desesperadamente deseaba, Alek retiró
los dedos. Natalia abrió la boca. -No- se quejó. Abrió los ojos y vio a Alek lamiendo
sus jugos de los dedos.

-No ¿qué?- susurró él, y comenzó a acariciar la piel que rodeaba a su hinchado
clítoris. Un escalofrío le recorrió la espalda, y supo que estaba perdida.

-No pares- jadeó, y cerró los ojos, odiándose a sí misma por lo que acababa de
pedirle.

-¿Quien pierde el control ahora?- Preguntó él con una risita, y acto seguido,
ella sintió su cálida lengua en lugar de sus dedos. Dentro y fuera de ella, dentro y
fuera. Sabiendo que era un error, se aferró a su cabello, instándole a que la hiciera
terminar. Cuando estaba a punto de gritar, él le rozó el clítoris con los dientes, y ella
explotó.

Su cuerpo dio una sacudida y se tensó al llegar al orgasmo. Nunca se había


corrido de aquella manera, y se preguntó si estaba llorando. Se desplomó sobre la
cama, agotada, y cerró los ojos.

Antes de quedarse dormida, sintió unos labios sobre los suyos. -Duerme,
cariño.

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Capítulo Cuatro
A la mañana siguiente, Alek se despertó junto a un cálido cuerpo abrazado a él. Abrió
los ojos y vio a Natalia con la cabeza apoyada en su pecho. Contemplándola, sintió
una extraña sensación de sosiego. La noche anterior, se había quedado dormida y no
quiso despertarla. Lo cierto es que había sido más duro con ella de lo que había
previsto. Tan pronto como la vio por primera vez, supo que tenía que hacerla suya.

Pero estaba seguro de que se iba a despertar sintiéndose completamente


humillada. Por alguna extraña razón, decidió dejarla un momento a solas para que se
recompusiera.

Despacio, se retiró de debajo de ella. Ella se movió, pero antes de que abriera
los ojos, Alek se metió en el baño y encendió la ducha. Bajo el chorro de agua
caliente, trató de entender qué había hecho exactamente para encontrarse en aquella
situación.

La primera vez que vio a Natalia entrando por aquella puerta, la había
deseado. Y cuando la observó atendiendo a Petr, quiso bajarle los humos. Pero ahora
que estaba en su cama, no podía evitar sentir que la situación se le estaba yendo de las
manos.

Y eso era algo inusual en él. Las mujeres siempre le adulaban, pero cada
palabra que salía de la boca de Natalia, estaba cargada de desprecio. Claro que, nunca
antes había sobornado a una mujer con la promesa de no matar a su padre. Había que
tenerlo en cuenta.

Tras salir de la ducha, se secó y vistió. Al entrar en el dormitorio, encontró a


Natalia sentada en la cama, envuelta en las sábanas. -Todo lo que hay en el armario es
muy formal. ¿No tendrás unos vaqueros?- le preguntó, sin mirarle a la cara.

-Nada de vaqueros- respondió él con tono suave. -Pero hay unos pantalones
que te quedarán bien.

-Si te refieres a esas mallas de cuero, me temo que debo rehusar- dijo con el
ceño fruncido.

-Me refiero a esas mallas de cuero, y si rehúsas, puede que tu vida sea más
difícil- dijo con tono afable mientras se ponía la americana. -Ana vendrá en seguida
para asegurarse de que desayunas. Y después, tienes unos documentos para clasificar

32
y archivar. Intentaré volver para el almuerzo, pero tengo una reunión que se podría
alargar.

-¿Una reunión?- preguntó ella, levantando las cejas. -¿Qué eres? ¿Una especie
de hombre de negocios? Por favor.

-Tengo varios negocios- le informó calmadamente. -Por desgracia, esta vez no


se trata de una reunión de ese tipo. Hay un conflicto territorial del que me tengo que
encargar.

-Vale- dijo ella con sequedad. -Por favor, vete para que me pueda vestir.

-Anoche vi bastante- comentó. Ella no se inmutó, y él simplemente sonrió. -


Muy bien. Ten en cuenta que Ana responde directamente ante mí, como todos en esta
casa. Pórtate bien, Natalia. Se acercó y se inclinó para besarla, pero ella se apartó.

Alek se tensó, y ella cerró los ojos y contuvo el aliento. -No te voy a hacer
daño, Natalia- le dijo fríamente, y se incorporó. -Pensé que después de lo de anoche,
querrías un beso.

Ella se sonrojó y él lamentó de inmediato sus palabras. Sin decir nada más,
salió de la habitación dando un portazo. No esperaba que cayera rendida entre sus
brazos, pero ninguna mujer se había apartado de él de aquella forma. Le ponía
furioso.

-Buenos días- saludó Ana al cruzarse con él en el pasillo. -¿Te importa decirme
cómo está tu amiga?

Alek miró a Ana con gesto enfadado. -Creo que deberías preocuparte más por
cómo estoy yo.

Ana resopló. -¿Estás practicando para hacerte el duro en la reunión? Tienes


que ser más amable conmigo, o te voy a robar a esa preciosidad de debajo. O de
encima.

Alek no pudo evitar lanzar una carcajada. Ana siempre se mostraba insolente,
pero era, posiblemente, el mejor miembro de su personal. -Asegúrate de que
desayuna. Voy a preparar unos documentos para que los archive.

-¿Archivar? Tienes otra gente para hacer eso- dijo Ana, con una mirada
confundida.

33
-Tiene que ayudar, como el resto.

-De acuerdo. No es nada extraño- se mofó. -Deberías saber que Claudia te


está esperando abajo. He intentado deshacerme de ella, pero me ha recordado que no
me pagas lo suficiente.

-Y ¿cómo ha hecho eso?

-Me ha llamado asistenta. Que te diviertas con ella-. Ana le dedicó una sonrisa
inocente antes de continuar por el pasillo. Alek sacudió la cabeza. Claudia fue un error,
un error del que debía haberse hecho cargo hacía tiempo.

La hermosa pelirroja estaba sentada sobre su escritorio, martilleando la madera


con sus uñas. -Alek. Te has levantado tarde-. Se bajó del escritorio y puso las manos
sobre sus solapas, ofreciéndole los labios.

Alek toleró el beso con la espalda tensa. –Y tú estás en pie antes del mediodía.
Supongo que aún no te has acostado.

Ella deslizó una cuidada uña por su corbata, y soltó una risita. -Anoche estuve
esperando tu llamada.

Oyeron una voz en la escalera. -Ana, me caes bien, pero te juro que si me
haces llevar eso, encontraré la manera de acabar contigo. Puede que me des algún que
otro golpe, pero vas a recibir al menos uno. Alek, no sé en qué demonios estabas
pensando, pero me niego a llevar brillantina en el culo...- Natalia se detuvo al pie de la
escalera y se quedó mirándolos.

Claudia no se separó de él. -Alek. ¿Quién es ésta?

Alek le apartó las manos con firmeza. -Claudia, te presento a Natalia.

La pelirroja se cruzó de brazos y entrecerró los ojos. -Supongo que por eso no
me llamaste anoche. No importa-. Sus tacones repicaron sobre el suelo cuando se
acercó a Natalia. -Sé que te gusta espolear nuestra relación con mujeres nuevas. Pero
siempre vuelves conmigo cuando te cansas de ellas. No eres su tipo, querida.

-Ni se te ocurra tocarme- dijo Natalia con frialdad. Claudia lanzó una risotada.

-Qué fiera, ¿no? Bueno, me imagino que se calmará pronto. Dime, Natalia.
¿Cuánto tiempo te vas a quedar por aquí?

-Más que tú, seguramente- respondió ella con el ceño fruncido. -Alek.

34
¿Podemos hablar de ese tanga que quieres que me ponga hoy? Si querías acceso fácil
durante el día, me podías haber dado una falda.

Claudia inhaló con fuerza y Alek trató de no reírse. -Hoy no he elegido tu


lencería. Cualquier cosa que te haya dicho Ana que te pongas, es porque ella quiere-
dijo con una sonrisa.

-Ana- espetó Natalia con tono enfadado. -¡Te voy a matar!- y volvió a subir al
piso de arriba. Claudia miró a Alek.

-¿Está viviendo aquí?- preguntó con voz queda.

-Sí. Y mientras ella esté aquí, no quiero que tú lo estés- le informó, rozándola
al pasar.

-¿Es una broma?- dijo ella fríamente. -Llevamos casi seis meses juntos.

Alek miró el reloj. No tenía tiempo para encargarse de aquello. -Claudia, creo
que no has entendido nuestra relación. Me he estado acostando contigo durante casi
seis meses, pero nunca hemos estado juntos. Y en ese tiempo, te lo aseguro, he visto a
otras mujeres. Y ahora estoy viendo a Natalia.

-¿Y a nadie más? Venga, Alek. No me importa compartir- Claudia se acercó y


lo rodeó con sus brazos. Esta vez, él se inclinó hacia atrás y la apartó.

-Adiós, Claudia. Ya sabes dónde está la puerta, o llamaré a alguien para que te
la enseñe. Y, por favor, no vuelvas a presentarte sin avisar- dijo, le dio la espalda y se
fue.

En la planta principal había varias oficinas. Entró en la primera, abrió un cajón


y sacó unos documentos. Después de asegurarse de que eran los correctos, los mezcló
descuidadamente y los esparció sobre el escritorio. Estaba seguro de que Natalia no
iba a ser capaz de resistirse a leerlos.

Satisfecho con que aquello la mantendría ocupada toda la mañana, cerró la


puerta y descolgó el teléfono. -Sasha, Asegúrate de que nuestros invitados sean bien
recibidos. Estarán aquí en una hora. Y por recibidos, me refiero a que se les cachee
debidamente.

-Sí, jefe. ¿Quieres que entren por la entrada principal?

-De ninguna manera- espetó Alek. No quería que vieran a Natalia. Debería

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haber dejado que Claudia se quedara para entretenerlos.

Pero ese no era su estilo. Aunque Claudia fuera su peor pesadilla, no podía
servírsela en bandeja a sus enemigos.

***

Natalia se sentó delante del escritorio y se meció en la silla durante unos


minutos. Alek se encontraba al otro lado de la puerta de su izquierda, y ella quería
poner la oreja en la madera para averiguar qué estaba pasando. Había esparcido unos
cuantos documentos por el escritorio para que los viera, pero sospechaba que ninguno
de ellos iba a ser incriminatorio.

Alek no iba a dejar a la vista pruebas de sus negocios sucios. No. Tendría que
seducirle, en sentido figurado, y ponerle de su parte. Tenía que demostrarle que podía
confiar en ella antes de poder vengarse.

Aunque iba a ser difícil de conseguir si continuaba seduciéndola. No podía


resistirse a él.

Un aroma dulce y pegajoso flotaba en el aire, y Natalia arrugó la nariz con


desagrado. ¿Era Claudia? ¿Cuántas mujeres tenía en su mansión?

Comenzó a sentir una desagradable sensación en el estómago. ¿Eran... celos?


Ridículo. Después de una noche con Alek, no podía estar celosa de otra mujer. En
realidad, debería alegrarse de que otra mujer acaparara su atención. De esa forma,
tendría más libertad para husmear por los despachos.

Intentando concentrarse en aquella idea en vez de en la sensación de su


estómago, suspiró ruidosamente y abrió la primera carpeta. Era una ficha de alguien
llamado Stephen Frederick. Según el expediente, Stephen había trabajado para el
anterior capo, Grigori, durante 27 años, antes de ser asesinado en un tiroteo. Natalia
estudió la imagen con interés. ¿Por qué había sacado Alek la información de gente que
murió antes de que tomara el relevo?

Tras abrir varios cajones, revisó los archivos hasta que encontró uno con la
etiquetada "fallecido". Se tensó al darse cuenta de que la sección consistía en la mitad
de aquel cajón y otros dos cajones más. Por lo visto, muy pocos salían vivos de la
mafia. Pasó los dedos sobre las carpetas antes de encontrar el sitio que le correspondía
al pobre Stephen Frederick, y metió su expediente en el cajón.

No sentía pena por él. Seguramente, también había acabado con alguna vida.

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El siguiente expediente era de alguien también muerto y que también había
trabajado para Grigori. Asesinado a la temprana edad de veinticuatro años. Natalia se
estremeció. Ojeando el expediente, vio que aquel chico había estado con la mafia
durante diez años. Lo que significaba que había empezado a los catorce. ¿Era posible?

Se sintió enfadada mientras colocaba aquel documento en el cajón. Aquel


chico ni siquiera había tenido la oportunidad de vivir una vida normal. ¿Era eso lo que
hacía Alek? ¿Encontrar adolescentes vulnerables y colocarles una pistola en la mano?
¿Qué les prometía? ¿Dinero? ¿Prestigio? ¿Unos jodidos caramelos?

El siguiente expediente le heló la sangre en las venas. La imagen, tomada tres


décadas antes, le resultaba familiar.

-¿Papá?- susurró, contemplando las juveniles facciones de Petr Primac. No


podía creer que hubiese trabajado para la mafia. No podía ser cierto. Tragando saliva,
sus ojos se posaron en la parte inferior de la página. Por una parte quería cerrar el
expediente, pero necesitaba saber. Por lo visto, había trabajado para el anterior capo
desde los 21 años, y se había jubilado hacía diez.

¿Jubilado? El resto habían muerto, pero su padre había conseguido escapar.


¿Cómo lo hizo?

Sus manos temblaron de rabia. Alek había dejado aquel documento a


propósito. Quería que supiese lo que había hecho su padre. Quizás ni siquiera era
cierto. Podría ser una forma de manipulación emocional.

Le importaban un bledo sus órdenes sobre no salir de la oficina. Si quería jugar


con ella de aquella forma, iba a sufrir las consecuencias. Quería respuestas. Y las
quería ya.

***

Después de que Alek comprobara el papeleo y los presupuestos de los casinos,


recibió una llamada telefónica de Sasha haciéndole saber que Boris ya había llegado.
Respirando hondo, Alek hizo girar su sillón mientras esperaba. A cualquier otro rival,
lo habría recibido en pie y estrechado su mano, pero Boris era más que un rival. Si
Alek hubiese encontrado la forma de matar a Boris, ya lo habría hecho.

Boris era un hombre repulsivo. Pesaba más de ciento treinta kilos y se hacía
notar. Tras atravesar el umbral con dificultad, se quedó mirando a Alek. -Evanoff. Veo
que tus hombres todavía no confían en nosotros. Me han puesto las manos en sitios
que normalmente reservo para mis mujeres.

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Alek quiso vomitar. -Tienes fama de no respetar nuestros acuerdos-. Se dirigió
a Sasha. -¿Estaban limpios?

-No.

-Lo dicho- se burló Alek. Señaló las sillas al otro lado del escritorio. -Siéntate
para que podamos acabar con este desagradable asunto. Si tienes la amabilidad de
firmar este contrato, estaré encantado de devolverte las armas y podréis iros.

-Siempre que hayas hecho los cambios que solicité, estaré encantado de
firmarlo- dijo Boris, tratando de encajar su enorme cuerpo en la silla, que rechinó
peligrosamente bajo su peso. Sus matones se colocaron a ambos lados de Boris, y
Sasha y Misha se posicionaron detrás de Alek. Había tensión en el ambiente.

-Como ya te dije, los cambios que quieres son intolerables. Tu propuesta de


casino es una tapadera para un burdel, y está demasiado cerca de mi territorio. Pon
una distancia de al menos cincuenta kilómetros y no habrá ningún problema por mi
parte.

La sonrisa desapareció del rostro de Boris. -Llevo controlando mi territorio


desde antes de que nacieras. Sólo he venido por cortesía. Construiré mi casino donde
me plazca- afirmo con frialdad.

Sin tan siquiera inmutarse, Alek sacó un papel de un cajón de su escritorio. -


Hace tiempo que conocía tu intención de construir. Me gustaría ser lo más amable
posible, pero ya he tomado medidas para asegurarme de que el casino no se
construya. Si no estás de acuerdo en trasladarlo a cincuenta kilómetros de mis límites,
firmaré este contrato con el que podré adquirir cinco bloques de tiendas en mitad de tu
territorio.

Con una expresión de sorpresa, Boris se inclinó y le arrebató el contrato. -Si


cualquiera de tus hombres ponen un pie en mi propiedad, los mato. Vas a perder a
muchos.

-Probablemente, pero si continúas con tu guerra en mitad de tu territorio,


ahuyentarás los negocios. Y cuando te veas obligado a vender más propiedades, yo te
las compraré. Vas a ser mío, Boris.

Los ojos de Boris se llenaron de rabia. Se levantó de la silla y, justo cuando


estaba a punto de hablar, la puerta se abrió de golpe y Natalia arrojó unos documentos
sobre el escritorio. -¿Qué demonios es esto?

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Mientras Boris observaba a Natalia, Alek se puso en pie bruscamente y
fulminó con la mirada al guarda de la puerta. -He dado órdenes de que no nos
molesten.

El guarda sacudió la cabeza. -Lo siento. Yo me encargo- masculló, e intentó


agarrar a Natalia, pero ella se zafó.

-¿Qué coño es esto, Alek? Quiero respuestas.

-Natalia, estoy ocupado. Hablaremos de ello más tarde- dijo con voz fría,
haciendo un gesto al guarda.

-Espera, Alek- interrumpió Boris, que se relamió mirando a Natalia. -Me


gustan las hembras que tienes aquí. Dame una noche con ella y con mucho gusto
moveré el casino. Siempre que no compres mis propiedades.

Natalia se quedó sin aliento y Alek apretó los dientes. -No se te ocurra tocarla.
Nunca. Es mía.

-¿Tuya? Eso la hace aún más deseable- dijo Boris, inclinándose hacia ella.
Natalia dio un paso atrás, y Alek se colocó rápidamente entre ella y Boris. Sintió una
desesperada y repentina necesidad de protegerla.

-Misha, acompaña a Natalia fuera mientras termino- dijo fríamente.

-Sí, jefe- contestó Misha, saliendo del despacho con Natalia. Alek escuchó la
puerta cerrarse tras ellos y contempló con furia al hombre que se encontraba al otro
lado del escritorio. -No negocio con ella ni con ninguna de mis mujeres, Boris. Mueve
el casino o compraré la propiedad. Tengo dinero de sobra.

Boris suspiró y volvió a sentarse. -A cuarenta kilómetros hay un terreno en el


que podría edificar. Es lo más que me puedo alejar sin entrar en zonas residenciales.

Alek se calmó y tomó asiento. -¿Ves que bien nos entendemos cuando
queremos?- dijo, tomando el contrato. Tras eliminar los cincuenta kilómetros, anotó
los nuevos parámetros y le entregó el documento.

Boris se puso unas gafas y lo repasó. Con un gruñido de aprobación, lo firmó y


se lo devolvió a Alek. -¿Hemos terminado?

-Eso parece. Un placer hacer negocios contigo, Boris- dijo Alek. No se


levantó, pero hizo un gesto a Sasha para que abriera la puerta. -Asegúrate de que

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Boris y su escolta recuperen sus armas fuera del recinto.

Boris soltó una risotada y asintió con la cabeza. -Espero continuar haciendo
negocios contigo, Alek. Aunque la próxima vez, no te irá tan bien.

Alek no respondió, y Boris y sus hombres abandonaron la oficina. Observó


cómo se marchaban en el monitor de seguridad y, una vez que vio el coche alejarse, se
puso en pie y abrió la puerta de la oficina. Natalia estaba sentada en silencio,
contemplando el expediente. -Ven aquí. Ahora.

Ella cogió el documento y entró en su despacho. -Explícame qué es esto-


exigió.

-¿Tienes idea de lo que acabas de hacer?- le espetó él. -Boris es un hombre


muy peligroso. Siempre consigue lo que quiere.

-¿Y en qué se diferencia de ti?- quiso saber Natalia.

Furioso, la agarró por la barbilla y la obligó a mirarle. -Sé que estás enfadada
por lo de anoche, pero no te hice daño. Te quedaste dormida con una sonrisa en el
rostro. Te aseguro que Boris no hubiese hecho lo mismo. Él viola. Tortura. Mata. Al
desobedecer mis órdenes, te has puesto en peligro.

-Y ¿qué pensabas que iba a pasar cuando encontrara esto?- protestó ella,
liberándose de su mano y golpeándole con el expediente en el pecho.

-Quería que te dieses cuenta de que tu padre no es quién crees. ¿No querías
saber por qué fui a verle en persona? Ahí tienes la respuesta.

Ella cerró los ojos y respiró profundamente. -Así que mi padre trabajaba para
el anterior capo. Seguro que muchos hombres de la zona también lo hacían. No
trabaja para ti, lo que significa que abandonó. Y eso es lo único que me importa.

-Me decepcionarías mucho si eso fuera lo único que te importara. Tu padre


reclutaba a gente para trabajar para la mafia. Y cuando digo gente, me refiero a chicos
jóvenes que creían no tener otra opción.

-Basta- dijo Natalia poniéndose en pie. -Mientes.

-No miento. Petr y yo éramos amigos. Crees que eres una mártir para él, pero
no es así. Sabía lo que le esperaba a él y a su familia cuando tomó prestado aquel
dinero y no lo devolvió. No le importas, Natalia. Lo más seguro es que se alegre de

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haber hecho este trato conmigo.

Natalia le propinó una bofetada. El sonido de su palma abierta contra su rostro


le silenció. Cuando se volvió a mirarla, parecía aterrorizada. Alek la agarró de la mano.
Ella gritó, y él la atrajo hacia sí y la castigó con un violento beso. Un beso tenaz y con
la intención de humillarla, pero cuando sus labios se separaron y sintió la sedosa
calidez de su lengua, se abandonó a su contacto. Cuando la soltó, sus ojos estaban
vidriosos de lujuria, y le dio un vuelco el corazón. Lo tenía completamente hechizado,
y aquello no le hacía ni pizca de gracia.

-No vuelvas a pegarme- le dijo con voz queda, apartándose de ella. -


Discúlpame. Tengo trabajo. Asegúrate de estar lista para la cena. Tenemos un
compromiso al que debemos asistir.

-Te equivocas con respecto a mi padre- dijo ella con voz ronca.

-No, Natalia. Eres tú la que se equivoca. Ahora, vete.

Ella tomó el expediente y salió de la oficina en silencio. Alek se quedó mirando


fijamente a la puerta que se acababa de cerrar, preguntándose si no le daría más
problemas que satisfacciones.

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Capítulo Cinco
Natalia contemplaba el expediente mientras Ana le ondulaba el cabello. Ni siquiera se
inmutó cuando la joven le rozó accidentalmente la piel con las planchas. -¡Ay, mierda!
Lo siento.

Ella agitó una mano. -No te preocupes.

-Vale. ¿Te puedo preguntar por qué no te molesta que te queme la piel?- Dijo
Ana, cogiendo otro mechón de pelo.

Natalia abrió el expediente. -Este es Petr Primac. Mi padre.

Ana se inclinó y observó la fotografía. -Es guapo. Se ve de quién has heredado


tu físico.

-Forma parte de los documentos del predecesor de Alek. Por lo visto, mi padre
trabajaba para él como captador.

-Joder-. Ana dejó las planchas y se apoyó en el tocador. -¿Estás bien?

Natalia se colocó un mechón detrás de la oreja. -Alek quería que lo viera.


Sabía que iba a fisgar entre los archivos y que lo iba a encontrar. ¿Qué clase de
hombre hace eso? Puede que sólo conozca a Petr desde hace poco, pero es mi padre.
Y se ha esforzado mucho por comportarse como tal. Alek ha dejado una bomba para
que yo la encuentre.

-No es muy decente por su parte- comentó Ana. -Pero tu padre ya no forma
parte de la mafia. No mucha gente sale de ella. Y eso ya es algo.

Natalia asintió con la cabeza y cerró el documento. Su padre tenía sus


secretos, y no tenía por qué contárselos. No debía juzgarlo. -Tienes razón-.
Sonriendo, se miró en el espejo. -¿Bucles? ¿Para qué diablos me estás
emperifollando?

-Bienvenida al presente, Natalia-. Ana rió. -Se celebra un acto benéfico al que
Alek asiste todos los años. Normalmente va solo. Deberías sentirte honrada por acudir
con él.

-Ana, ¿cuándo vas a entender que soy su prisionera?- dijo. -No voy a ir de su
brazo. Estoy encadenada a él.

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-¿No lo pasaste bien anoche?

De repente, Natalia recordó cómo había encendido su cuerpo de deseo. Y se


sonrojó pensando en lo que le había hecho con los dedos y la boca. Había gemido.
Había clamado. Había gritado.

Se había derretido entre sus brazos.

-No quiero hablar de anoche- musitó. -Fue….humillante.

Ana dejó las planchas sobre el tocador y le deslizó los dedos por el cabello. -
Bueno, esta noche no vas a tener un aspecto humillado. Te he convertido en un
bombón. Se me da muy bien.

Natalia no pudo evitar soltar una carcajada al levantarse. El vestido de noche


de color verde caía sobre su cuerpo como una cascada. Tenía una larga abertura en
ambos laterales, y el escote era bastante bajo. Cuando se calzó los zapatos de tacón a
juego, se sintió como si fuera de la realeza.

Pero no lo era. Era el juguete de Alek, y tenía que recordarlo.

-Gracias, Ana- dijo con una sonrisa forzada. -¿Alguna otra instrucción de Alek
antes de irme?- Ana miró al suelo con nerviosismo, y Natalia se cruzó de brazos. -
¿Qué? Venga, dímelo.

-Alek me ha dicho que te recuerde que habrá gente muy influyente en la fiesta.
Y que si le cuentas a alguien tu situación, o no actúas como una mujer enamorada,
habrá consecuencias.

-¿Gente influyente? O sea, que no me tengo que preocupar de mancharme el


vestido de sangre-. Bromeó.

-¿De dónde demonios te ha sacado? Y ¿por qué cree que te vas a comportar?-
preguntó Ana sacudiendo la cabeza. -Bueno, a mí me gustas.

Natalia rió-. Lo sé. Si decido que me van las mujeres, te lo haré saber. Y si mi
vida sigue así, seré tuya antes de que acabe el año.

Ana arrugó la nariz. -Lo dudo. Cuando veo a sus mujeres irse, me pregunto si
no debería probarlo yo misma.

-¿En serio?

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-Ni hablar. Me gustan las chicas-. Ana lanzó una risotada. -Estás muy guapa. A
por ellos, actúa como una pavisosa, y pórtate bien.

Natalia se veía capaz de actuar como una pavisosa. Después de todo, iba a
pasar el próximo año en la cama de un capo de la mafia. No se podía ser más necia.
Mirando por última vez el expediente, intentó no pensar más en él. A menos que fuera
a hacer algo peligroso aquella noche, tenía que tratar de no pensar en Petr.

Apoyándose en la barandilla de las escaleras, se levantó la falda con la otra


mano y comenzó a descender. Como en un cuento de hadas, Alek la esperaba abajo.
Claro que, en la mayoría de cuentos de hadas, el apuesto caballero no estaba rodeado
de cinco hombres armados. -Llegas tarde- espetó.

-Tú también estás muy elegante- dijo ella con una dulce sonrisa. Se paró
delante de él y le ofreció la mejilla. Él la miró con desconfianza y se negó a besarla. La
observó de arriba a abajo y lanzó un gruñido.

-Aceptable. Vámonos.

El chófer aparcó delante de la entrada y abrió la puerta del coche. -Está muy
guapa, señorita- dijo con una amplia sonrisa.

Ladeando la cabeza, Natalia sonrió tímidamente. -Eres adorable. Podrías


enseñarle un par de cosas a tu jefe- comentó, acomodándose en el asiento trasero.
Alek puso los ojos en blanco y se unió a ella.

-¿No te han dicho que te comportes?

-Sí, por eso me tengo que desahogar ahora- respondió Natalia con un
encogimiento de hombros. -¿A dónde vamos?

-A un acto benéfico para un orfanato- contestó con tono cortante, mientras


miraba por la ventana. Natalia parpadeó, confusa.

-¿En serio? ¿Tú donas dinero a orfanatos?

Alek se giró y la observó. -He hecho cosas terribles, Natalia, pero también
hago cosas positivas. Intento no ser un tipo malo todo el tiempo.

-No compensa, Alek. No puedes contrarrestar el daño que has ocasionado


regalando dinero a causas nobles- espetó.

-La gente que viene a mis casinos no es buena gente, Natalia. Son jugadores

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degenerados. A los que creo que puedo ayudar, aquellos que tienen una adicción y una
familia que sufre por ello, los rechazo. Pero el resto sabe exactamente en qué se mete.
¿Preferirías que cierre mis casinos y que estas causas nobles sufran por ello?

-Otros donarán- señaló Natalia sin convicción. De la forma en que lo


planteaba, parecía hasta tener sentido.

-Todo gesto cuenta- añadió Alek con un tono suave. -Hoy has pasado un buen
rato estudiando mis archivos. ¿Qué piensas del negocio?

Natalia apartó la vista. Lo cierto era que apenas había arañado la superficie de
lo que esperaba encontrar. Había estado demasiado preocupada con las noticias sobre
su padre. -El hombre que estaba en tu despacho... - comenzó -¿Quién era?

-Boris Netchky. Un capo de la mafia que lleva en el negocio desde antes de


que yo naciera. Controla el doble de territorio, y es un hombre despreciable. Ojalá no
te hubiese puesto los ojos encima.

Natalia sintió la mirada de Alek y volvió la cabeza. ¿Había preocupación en sus


ojos? -Si es tu enemigo, ¿qué hacía en tu casa?

-Boris quiere construir un casino en su territorio, a sólo diez kilómetros del


mío. No quiero que su clientela se mezcle en mis negocios. Le he dicho que aleje su
casino, de lo contrario se iniciará una disputa territorial.

Natalia abrió los ojos sorprendida. -¿Y ha accedido?

Alek se encogió de hombros. -Boris no es tan grande como se cree, y no me


refiero físicamente. Malgasta mucho dinero y se ha visto obligado a vender algunas
propiedades. Le he amenazado con comprarlas, y aunque eso significaría unos cuantos
años de violencia, a largo plazo sería peor para él. Cuánto más dinero gaste intentando
acabar conmigo, más propiedades podría comprar. Y al final, yo saldría ganando.

-Entonces, ¿por qué no lo haces?

Alek la miró. -Eres rápida para emitir un juicio que podría acabar con la vida
de muchos hombres. Interesante.

Natalia palideció y bajó la mirada. No lo había considerado de aquella forma. -


El negocio de la mafia no es tan sencillo como parece- explicó Alek con tranquilidad,
tomándola por la barbilla. -Muchas personas trabajan para mí, y debo tener en cuenta
sus vidas en cualquier decisión que tome. Hay soluciones rápidas que podrían

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funcionar a largo plazo, pero supondrían un derramamiento de sangre por parte de mi
gente, y no lo voy a permitir.

-No pensé que...- murmuró ella. Él se inclinó y colocó sus labios sobre los
suyos y, por primera vez, ella le devolvió el beso. Le estaba agradecida por haberla
hecho callar. Alek le acarició el muslo a través de la abertura del vestido. Ella abrió la
boca sorprendida, y él aprovechó para profundizar el beso, con su lengua enredada en
la suya.

Natalia no pudo evitar presionar su cuerpo contra él. Sin apenas darse cuenta,
estaba deslizando los dedos por los botones de su camisa. La noche anterior no se
había atrevido a tocarle, pero ahora su deseo era demasiado fuerte. Se acordó del
cuerpo que se escondía bajo aquellas ropas, y que estaba a tan sólo un movimiento de
sus manos. Si sacaba un par de botones de sus ojales, podría introducir sus dedos y
sentir los tensos músculos bajo aquella cálida piel.

Alek interrumpió el beso. -Si sigues así, vamos a ofrecer al chófer todo un
espectáculo- le susurró al oído, subiendo la mano por su pierna.

La realidad la golpeó como un jarro de agua fría y retiró la mano rápidamente.


Con una pequeña carcajada, él también retiró la suya. Ella se colocó bien la ropa y se
puso a mirar por la ventana, mientras sus mejillas enrojecían.

-Cariño, no te sientas mal por tu reacción. Que no te caiga bien no significa


que no puedas disfrutar de mí. Créeme si te digo que todos tus sentimientos, odio
incluido, son suficientes para encender una llama- le susurró.

-No me siento mal- dijo ella con tranquilidad. -Me odio a mí misma.

Alek no dijo nada más durante todo el viaje, pero tampoco se separó de ella.
Natalia no sabía si se alegraba de ello o no.

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Capítulo Seis
Alek vio la sorpresa en el rostro de Natalia al detenerse el coche ante aquella enorme
mansión. Unas décadas atrás, había sido un almacén abandonado, convertido ahora en
orfanato. Durante la primera renovación, el orfanato había intentado conseguir
donaciones para reparar el edificio, pero nadie creyó que el proyecto mereciera la
pena. Tras haber empezado a donar dinero de forma pública, se había convertido en
una costumbre para Alek. Al orfanato nunca le faltaba dinero, y aquello le complacía.

También ayudaba el hecho de que su reputación fuese garantía de que nadie


abusara de los fondos.

Natalia miró con la boca abierta a toda la gente que se arremolinaba alrededor.
Alek lo entendía. Al evento estaban invitados todos los ricos y famosos. Había
modelos, actores, actrices, herederos, y numerosos políticos de distintos países.

-¿Te permiten codearte con esta gente?- le preguntó. Se sonrojó de inmediato,


y se tapó la boca con la mano. -Perdona- murmulló avergonzada.

Alek rió. -No te preocupes. Puedes decir lo que piensas, pero te voy a pedir
que vigiles lo que dices delante de esta gente. Si intentas causar problemas, te prometo
que no te irá nada bien.

Sus palabras aún resonaban en su cabeza. Se odiaba a sí misma por desearle.


Y él no sabía cómo tomárselo.

-¡Alek! ¡Querido! ¡Me alegro de verte!- Una mujer mayor, con el pelo rojo y
rizado y demasiado maquillaje, se acercó apresuradamente y le besó en la mejilla.
Sonrió a Natalia. -¿Y quién es esta exquisita criatura?

-Dorie, ésta es mi amiga Natalia- respondió Alek. La mujer se abalanzó y la


abrazó. Era esa clase de mujer. Quería creer lo mejor de todos. Si Dorie hubiese
estado al frente del orfanato, quizás él ahora sería distinto.

Natalia se quedó anonadada ante el abrazo de aquella mujer. -Encantada de


conocerla- dijo con torpeza.

-Espero que os divirtáis- les deseó Dorie de forma distraída. -Tengo que hablar
con mucha gente-. Y se alejó zigzagueando entre la multitud.

-¿Quién es?- Preguntó Natalia, mirándole fijamente.

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-Dorie es la directora del orfanato. Es una buena mujer- explicó Alek con una
sonrisa. Natalia seguía sintiéndose aturdida.

-Parece que te tiene mucho cariño.

-¿Estás celosa?

Natalia resopló. -¿De una mujer de más de 50 años? Claro que no.

Alek la agarró por la barbilla e hizo que levantara la cabeza. -¿Quieres decir
que si una mujer joven y hermosa flirtea conmigo te pondrías celosa?

Natalia se liberó de su mano de una sacudida. -No seas ridículo.

Alek quería insistir, pero vio a alguien. -Sé social, Natalia. Pásalo bien. Y ni
una palabra sobre nuestro acuerdo; todos saben muy bien a qué se dedica mi
organización, pero es mejor no decirlo en voz alta. ¿Entendido?

Asintiendo, ella evitó mirarle a los ojos. Él le apretó las muñecas con tal fuerza
que se sorprendió de que no gritara. Asustada y molesta, Natalia le miró. -Entendido-
susurró.

-Sonríe, querida. No querrás que la gente piense que estás enfadada- dijo él, y
le rozó la mejilla con los labios. Su piel era tan suave que, por un momento, estuvo
tentado de permanecer a su lado. Pero había gente con la que necesitaba hablar;
tendría tiempo de sobra para jugar con ella.

Alejándose, se adentró entre la muchedumbre con los ojos fijos en alguien.


Algunas personas le abrieron paso, y otras le saludaron. Anton estaba de espaldas,
pero vio cómo el rostro de su acompañante se transformaba al ver llegar a Alek. Anton
se giró y frunció el ceño.

-Alek. Debería haber sabido que estarías aquí- dijo el empresario con cautela.
Le observó de forma nerviosa y Alek disimuló una sonrisa.

-Por supuesto que estoy aquí. No me lo hubiese perdido por nada del mundo.
Sobre todo cuando me entere de que tú también venías-. Alek le dio unos golpecitos
en la espalda y se acercó más a él. -Hoy he tenido una interesante charla con Boris.

El hombre palideció. Anton era un acaudalado empresario que de vez en


cuando trabajaba tanto para Alek como para Boris. Pero Alek tenía más control sobre
él porque conocía algo sobre su pasado que Anton no quería que se supiese. Y Anton

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debería saber que construir una propiedad para Boris cerca de las fronteras de Alek,
no era una buena idea.

-Alek- dijo Anton, aclarándose la garganta. -Tal vez sea mejor hablar de esto
en otro momento.

-No hay nada que hablar, Anton. Ya le he dejado bien claro a Boris que debe
alejar su casino de mi territorio. Y no quiero oír más del tema. Pero ambos sabemos
que Boris es…digamos…olvidadizo, y puede que no se acuerde de lo que le he dicho.
En ese caso, espero que tú te encargues de recordarle que no construirás su casino tan
cerca de mis propiedades. ¿Estamos de acuerdo?

-Alek- dijo Anton en voz baja. -Sabes que quiero ayudarte, pero tengo un
contrato con Boris. No me queda otra elección.

-¿Un contrato? - cuestionó Alek, levantando las cejas. -Vaya, qué interesante.
No sé por qué demonios firmaste un contrato con Boris, pero tengo que decir que no
es nada elegante por tu parte. Lo cierto es que me importa un bledo tu contrato,
Anton. Si construyes un casino para Boris en un sitio que no me gusta, podrías
enterarte de que tengo la lengua muy suelta.

El hombre se mojó los labios y miró a su alrededor, para asegurarse de que


nadie les estaba escuchando. Alek sabía que Anton había asesinado a su esposa cinco
años atrás, y que lo hizo de forma que pareciese una desaparición. Poseía dinero
como para hacer que todo desapareciera, pero Alek tenía pruebas. Podría haberlas
llevado a la policía hacía años, pero sabía que aquello no supondría un problema para
Anton. Que saliera a la luz, era harina de otro costal.

-Haré lo que pueda- dijo Anton con los ojos desencajados por el pánico. -Lo
prometo.

-No quiero que hagas lo que puedas, Anton. Asegúrate de que no ocurra-. De
repente, vieron una sombra y otra persona se unió a la conversación. Alek se enderezó
y dibujó una sonrisa falsa en su rostro. El empresario se sintió agradecido por la
interrupción, y Alek lo dejó pasar. No le gustaba hacer negocios de aquel tipo durante
un evento benéfico, pero sabía que Anton le evitaría a toda costa. Y ahora que ya le
había informado de sus intenciones, no tenía deseo alguno de montar una escena.
Educadamente, abandonó la conversación y buscó a Natalia con la mirada.

-Está preciosa.

Aquella voz le sonó cómo uñas arañando una pizarra, e hizo una mueca de

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dolor antes de darse la vuelta. Claudia, envuelta en un vestido de seda roja, le lanzó
una furiosa mirada.

Alek estuvo a punto de disimular y preguntarle de quién estaba hablando, pero


no estaba de humor. Ella, sin embargo, no quería abandonar el tema. -Es increíble lo
bien que se puede vestir una chica con dinero- dijo. El veneno prácticamente goteaba
de sus labios.

-¿Me estás diciendo que tú no eres un producto del dinero?- preguntó él con
sarcasmo.

-No puedo creer que la hayas traído. A mí nunca me llevaste a un acto


benéfico.

-Ella no está montando un numerito- señaló Alek. -Tú sí.

Antes de que pudiera irse, Claudia le agarró del abrigo. -Alek, por favor-. Dijo
en tono de súplica. Él la miró extrañado. En todo el tiempo que había conocido a
Claudia, nunca la había visto tan vulnerable. -Tienes que entender mi punto de vista.
Me dejaste sin más. Sin ninguna explicación. Un día estaba en tu cama y al siguiente
me habías reemplazado. Sólo quiero saber qué hice mal. Me merezco eso, al menos.

Lo más delicadamente que pudo, Alek le apartó la mano. –Claudia,- dijo


suavemente -no hiciste nada mal. Antes de conocernos, nunca había estado con una
mujer más de un mes. Lo pasamos muy bien, pero llegó el momento de pasar página.
Sabías que no sería para siempre. No hago nada para siempre. No me comprometo
con nadie.

-Pero ella está viviendo contigo- exclamó Claudia. Su voz volvía a sonar
amarga, y Alek suspiró.

-No es un romance, Claudia. Es sólo política. ¿Con quién has venido?

Su ex puso los ojos en blanco. -Con Vlad- murmuró.

Alek reprimió un gesto de disgusto. Vlad era un millonario treinta años mayor
que ella. Un borracho repugnante, pero no le sorprendía que tuviese relaciones con él.
A Claudia le gustaba el dinero, y no le importaba de dónde procedía. No se inmutaba
con la violencia. Sabía que él le agradaba porque era joven y guapo.

-Disfruta de la velada, Claudia. Y deja en paz a Natalia- espetó, esquivándola


para seguir buscando a Natalia. La sala era enorme, y no se preocupó demasiado

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cuando no pudo encontrarla. Pero cuando transcurrieron varios minutos más y aún no
la había visto, comenzó a sentirse intranquilo.

Quizás le había exigido mucho demasiado pronto. Tal vez las noticias sobre su
padre la habían empujado a huir. Después de todo, sólo había querido que se diese
cuenta de a qué clase de hombre estaba protegiendo. ¿Había decidido que ya no
merecía la pena protegerle?

Sintió una extraña sensación en la boca del estómago. Un par de personas se


detuvieron para hablar con él, e intentó centrarse en la conversación. Se dijo a sí
mismo que probablemente estuviese en el baño, o afuera en el porche. Pero no pudo
evitar pensar que había huido.

Y no entendía por qué le afectaba tanto.

***

Después de que Alek se fuera, Natalia se sintió incómoda y se quedó junto al


bufé, picando distraídamente. No tenía hambre, pero necesitaba hacer algo con las
manos. No podía creer que un capo de la mafia se codeara con los ricos y famosos.
Tampoco podía creer que ella debería estar en aquel momento codeándose con los
ricos y famosos.

Siguió jugando con la comida. No tenía nada en común con aquellas personas;
deseaba ser invisible. Por desgracia, la ex de Alek la había visto y le estaba lanzando
dagas con la mirada. Y, además, varios hombres la contemplaban babeando. Si
supieran quién era.

Si supieran que hacía allí.

Ninguna de las otras mujeres se acercó a saludarla ni a hacer que se sintiese


más cómoda. Tras apurar dos copas de champán, con la esperanza de que las
burbujas le calmaran el estómago, se sintió hastiada. Deslizándose entre la multitud, se
dispuso a explorar el resto de la mansión.

Aunque la planta baja estaba ostentosamente decorada, el resto de la vivienda


era bastante ordinaria. Natalia recorrió los salones y vio numerosos juguetes
abandonados y paredes llenas de dibujos. Sonriendo con dulzura, deslizó una mano
sobre ellos. Después de haber visto el salón principal, le costaba creer que aquel lugar
albergara a niños.

-Intento que no pinten las paredes, pero si lo hacen, dejo los dibujos una o dos

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semanas. Creen que son obras maestras.

Natalia se giró y vio a Dorie delante ella. -Lo siento- se disculpó. -No debería
estar aquí.

-Por favor- dijo la mujer, agitando una mano. -Todos donáis mucho dinero a
este lugar, podéis ir donde queráis. Y cualquier invitado de Alek es un invitado mío.
Además, he notado que no estabas muy cómoda ahí abajo.

-Nada de cómoda- confesó Natalia con una sonrisa. -Siento como si todo lo
que toco hubiese costado un año de mi suelo. Yo no crecí con dinero.

Dorie rió. -Te entiendo. Yo suelo ir en chándal. Es más cómodo para seguir a
los niños. Si de mí dependiera, aceptaría el dinero y les daría las gracias, pero Alek
cree que las fiestas ostentosas atraen más dinero. Y tiene razón, por supuesto. A los
ricos les encantan los actos benéficos para demostrar lo humanitarios que son,
mientras disfrutan de las mejores bebidas y degustan los manjares más exquisitos. Esta
fiesta nos arruinaría si no fuera por Alek.

-¿Alek paga la fiesta?- preguntó Natalia con el ceño fruncido. -¿De verdad?

La mujer ladeó la cabeza y la miró. -¿Cuánto tiempo llevas con Alek?- Natalia
abrió la boca para contestar y la cerró de repente. Alek le había advertido que no
dijera nada sobre su situación. Dorie pareció entender. -Es una pregunta impertinente.
No debería haberla hecho. Veo que no conoces muy bien a Alek. Déjame adivinar. Lo
miras y sólo ves un gánster.

-¿Cómo lo sabe?

-Querida, esto es Rusia. Todo el mundo lo sabe. Si no fuera por el pasado de


Alek, no aceptaría ni un céntimo de él. Sinceramente. ¿Qué ejemplo estoy dando si
educo a estos niños con el dinero de un capo violento? Pero cuando necesité ayuda,
allí estaba él. Hace unos años asumí la dirección del orfanato para ayudar a estos
pequeños, y pensé que iba a tener que cerrar. No había suficiente dinero. Y cuando
supe qué les había ocurrido a los niños, no quise tener nada que ver con ello.

-¿Qué les había ocurrido?- Preguntó Natalia con precaución. Creía saber la
respuesta.

-Cuando el predecesor de Alek, Grigori, estaba al mando, reclutaban a estos


pequeños. Los elegían a partir de los diez años. Diez. ¿Te imaginas? Estudiaban a
todos los varones sanos y aptos, y les daban a elegir. Podían encontrar un lugar

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seguro, una familia, y un hogar bajo la atenta mirada de Grigori, o esperar a ser
adoptados. Con diez años, muchos de ellos sabían que eran demasiado mayores para
que alguien los quisiera. Casi siempre aceptaban la oferta de Grigori. ¿Quién la
rechazaría? Necesitaban desesperadamente alguien que los protegiera, que los amara,
y eso es lo que les ofrecía Grigori.

-Dios mío- exclamó Natalia echándose las manos al estómago. Sentía náuseas.
-Entonces, ¿Alek?

Dorie asintió con la cabeza. -Alek nunca habla de ello, pero cuando se puso en
contacto conmigo, busqué su expediente. Dejó el orfanato a los once años. Había
estado aquí desde los cuatro, por lo que no entiendo que Grigori no se lo llevara antes.
O tal vez lo intentó y Alek se negó. Cuando tomó el relevo de Grigori, lo primero que
hizo fue echar a la directora. En aquella época yo trabajaba como asistenta, y me
ofreció el puesto con unas condiciones. No habría más captadores. Quería ayudar.
Quería invertir dinero en la institución para devolverle su esplendor y dar a estos niños
una oportunidad en la vida. Sé que Alek no es un buen hombre, pero para estos niños,
es un ángel. Y permíteme que te diga algo más, no se le escapa nada. Repasa los libros
todas las semanas para asegurarse de que todo el dinero sea para los niños.

Natalia no quería preguntar, pero tenía que hacerlo. Necesitaba saber la


verdad. -Dorie, ¿has oído hablar de un tal Petr Primac?

-Nunca lo conocí, pero todo el mundo debía firmar en un registro cuando


entraban. Sé que Petr tenía su propio pase porque estaba aquí muy a menudo.

Oh Dios. Natalia se apoyó en la pared para no caerse. Alek no mentía. Su


padre había sido un captador para Grigori. Su padre reclutaba niños huérfanos que
creían no tener dónde ir.

Su padre reclutó a Alek.

-Querida, ¿te encuentras bien? No tienes buen aspecto.

Natalia tomó una respiración profunda. -Estoy bien. Un poco abrumada. ¿Hay
algún sitio tranquilo donde pueda ir a calmarme?

Dorie la tomó del brazo. Natalia resistió el impulso de lanzarse a los brazos de
la mujer y romper a llorar. Parecía una madraza, y Natalia necesitaba consejo. -Ven
aquí, querida- dijo Dorie. -Te puedes serenar en mi habitación.

Condujo a Natalia a lo largo del pasillo y abrió una puerta. Natalia se sentó en

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la cama y sonrió débilmente. -Gracias.

-¿Quieres un poco de agua?

-No, sólo un par de minutos. Enseguida bajo. Ha sido muy amable conmigo.
Muchas gracias.

-De acuerdo, querida. Rodearse de estas personas puede resultar muy


abrumador. Tómate tu tiempo-. Dorie creyó entender, pero no tenía ni idea.

En cuanto se quedó sola, Natalia sintió las primeras lágrimas. Su padre había
sido una persona horrible. Convirtió a Alek en lo que era, y ella estaba pagando el
precio.

Pero, ¿qué podía hacer? Quería a su padre. Había hecho mucho por ella en el
poco tiempo que habían compartido, y no le era posible rescindir el contrato. Alek la
castigaría. Debía odiar mucho a su padre.

Natalia se abrazó a sí misma y comenzó a mecerse. No sabía si habían pasado


minutos u horas, pero no podía controlar sus emociones. Odio. Remordimiento.
Lástima. Compasión.

Que Alek hubiese sido reclutado cuando era niño no excusaba las cosas que
hizo de adulto. Y desde luego no excusaba lo que le estaba haciendo a ella. Y sólo
porque su padre hizo cosas terribles en el pasado, no significaba que no fuera un buen
padre para ella. No significa que no pudiese amarlo.

-Natalia.

Ella se quedó sin aliento y levantó la mirada. Alek la observaba desde la


puerta. Ni siquiera le había oído entrar. Rápidamente, se puso en pie e intentó
arreglarse el vestido. ¿Estaría arrugado? Se pondría furioso. Seguro que le había
costado un ojo de la cara. -Lo siento. Ya vuelvo a la fiesta- murmuró.

Cuando pasó junto a él, Alek la agarró por el codo. -No debería haberte traído-
dijo en voz baja.

Estaba enfadado. -Me dijiste que no hiciera una escena. Y no he hecho


ninguna- apuntó, con tono desesperado. -Hay demasiada gente ahí abajo, me sentía
fuera de lugar. Y tu ex parecía dispuesta a arrancarme el pelo a tirones. Necesitaba
estar a solas un rato-. ¿Por qué le estaba dando explicaciones?

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-Dorie me ha contado lo que te ha dicho. No debería haberlo hecho-. Suspiró.
-Coge tu abrigo. Nos vamos a casa.

-¿En serio?- ¿Qué le haría cuando llegaran?

-Sí-. La miró fríamente. -Como he dicho, no debería haberte traído. Cuanto


antes nos vayamos, mejor.

Natalia sintió miedo. Por primera vez, se dio cuenta de que estaba más segura
allí, codeándose con los acaudalados, de lo que estaría en compañía de Alek.

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Capítulo Siete
Alek se mantuvo en silencio durante todo el trayecto. Ella lo observó con cautela un
par de veces, antes de volver a mirar por la ventana. Las luces de la ciudad se
difuminaban a medida que su visión se desenfocaba. Aunque se encontraban lejos de
la ostentación y el glamor de la fiesta, seguía sintiéndose extraña.

-Supongo que no debería sorprenderme de que una fiesta tan sofisticada oculte
un sórdido pasado- murmuró en voz alta. Ni siquiera se había percatado de haber
hablado, hasta que sintió cómo se tensaba el ambiente.

-No hablo sobre mi pasado- dijo Alek. -Y si sabes lo que te conviene, tú


tampoco lo harás.

-Muy saludable- exclamó Natalia con sarcasmo, mientras seguía mirando por la
ventana.

-Tú y yo no somos nada- prorrumpió él acaloradamente. -No pienses, ni por


un momento, que esta invitación para vivir conmigo significa que vamos a hablar de
temas personales.

-¿Invitación? Estás de broma, ¿no? Créeme, no me hago ilusiones- siseó. La


tensión que había entre ellos aumentó de forma peligrosa, pero Natalia se negó a tener
miedo. -Eres incapaz de sentir un mínimo de compasión por otra persona que no sea
tú mismo-. Tan pronto como dijo aquello, lo lamentó. ¿No acaba de presenciar un
evento que demostraba su compasión? ¿Lo que estaba dispuesto a hacer por el
orfanato para garantizar que ningún niño acabara como él?

-Te pediría que te disculparas, pero es mejor que nos olvidemos de todo el
asunto- dijo él en un tono suave. Natalia se sintió culpable. Era casi absurdo. Estaba
prisionera y se sentía culpable por lo que acababa de decir a su captor.

Sabía que estaba furioso. Cuando llegaron a casa, Alek se bajó del coche sin
esperar al conductor, y se dirigió a la entrada. Natalia le siguió lentamente. Al entrar en
la mansión, no lo vio por ninguna parte.

-¿Qué has hecho?

Se dio la vuelta y se topó con Ana, que estaba cruzada de brazos y con la
mirada seria. -¿Me puedo ir a la cama, o hay más instrucciones?- preguntó en un tono

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cansado.

-Vamos- dijo Ana con firmeza. Natalia siguió a la joven por las escaleras y se
sintió aliviada al ver la suite vacía. -No hay más instrucciones, salvo que si quieres
cenar algo más, te tengo que preparar una bandeja. Está muy enfadado.

-No quiero comer nada- murmuró Natalia. -Sólo quiero dormir-. De repente,
sintió todo el peso de la velada sobre sus hombros. Ana debió haber visto algo en su
rostro, porque bajó los brazos.

-Sabes que todas sus mujeres hacen lo que él dice. Encaprichadas con su
dinero y estatus, o porque están asustadas. Sabía que ibais a chocar, pero no creo
haberle visto nunca tan enfadado. Sea lo que sea, no lo vuelvas a hacer.

-No sé qué he hecho. Sólo he intentado hablar con él sobre algo que averigüé
en la fiesta, y ha saltado como un resorte. Y eso ha liberado al monstruo que llevo en
mi interior- bromeó con amargura, comenzando a desnudarse. -No soy una de sus
mujeres. Estoy aquí para pagar una puta deuda, que por lo visto incluye manipulación
emocional-. Se encontraba al borde de las lágrimas. Ana se apresuró a ayudar con el
vestido, pero Natalia la detuvo con un gesto. No deseaba su ayuda en aquel momento.
Quería estar sola.

-Tu gato me ha dejado acariciarle- dijo Ana en voz baja.

-Es un gato muy cariñoso- dijo Natalia con voz cansada. -Un poco arisco al
principio.

-Y no es el único- apuntó Ana, saliendo de la habitación. Una vez a solas,


Natalia entró en el baño. Además de la enorme bañera de forma ovalada, en un rincón
había una ducha. Estaba completamente alicatada, con dos cabezales horizontales a
ambos lados y uno de efecto lluvia en el centro. Tenía un banco de azulejos a cada
lado.

Cuando el vapor de una de las duchas laterales comenzó a elevarse, Natalia


giró el cabezal de efecto lluvia. De pie, bajo el chorro de agua, se lavó la cara. Aunque
deseaba olvidar los acontecimientos de aquella noche, no podía deshacerse de las
imágenes de la fiesta.

Cuando notó una mano, se dio cuenta de que no estaba sola. Sorprendida,
quiso darse la vuelta, pero se encontraba anclada en el sitio. -No te muevas- dijo una
voz ronca en su oído, y sintió un cuerpo presionando contra su espalda. Sabía que era
Alek y, aunque estaba enfadada con él, no pudo evitar que su cuerpo reaccionara.

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Sintió su enorme erección, y quiso darse la vuelta y beber de él.

-Alek- dijo con voz temblorosa.

-No digas nada- ordenó él con dureza. Ella tragó saliva, pero obedeció. ¿Qué le
iba a decir, de todos modos? ¿Que lo sentía? ¿Que estaba enojada con él? ¿Qué quería
que se fuera o que se quedara?

Lentamente, las manos de Alek se deslizaron por sus caderas. Natalia resistió
la tentación de levantar los brazos y colocarlos alrededor de su cuello. Su tacto era
ligero como una pluma, e hizo que su corazón comenzara a latir más rápido con
anticipación.

-Anoche te ofrecí sólo una muestra de lo que soy capaz- murmuró en su oído,
mientras sus manos se movían sobre su vientre. Sus músculos se tensaron ante su
tacto. -Ahora te toca a ti mostrarme de lo que eres capaz.

Su voz tenía un tono despiadado, y el corazón de Natalia se aceleró debido a


algo más que su excitación. Alek subió las manos y le pellizcó los pezones. Ella gritó
de dolor y placer.

Sus dientes le arañaron el cuello, y ella trató de alejarse, pero él la sujetó con
fuerza. -Abre las piernas- murmuró.

-Alek, espera- interrumpió ella.

-Abre. Las. Piernas.

¿Para qué discutir? Había firmado un contrato, y sin duda él se lo recordaría si


continuaba resistiéndose. Tragando saliva, abrió las piernas. Una de las manos de Alek
se deslizó hacia abajo y, sin ningún tipo de advertencia, empujó un dedo dentro de
ella.

-Estupendo. Estás húmeda. Inclínate hacia adelante.

-Alek. ¿Puedo…?

-He dicho que no digas nada- dijo él con dureza, haciendo que se girara.
Natalia intentó zafarse y dio unos pasos hacia atrás, pero su espalda se topó con los
azulejos de la ducha. No había escapatoria, a menos que consiguiera esquivarlo.

Aunque estaba asustada, no pudo evitar notar lo prodigioso que era. El agua
empujaba su cabello oscuro alrededor de su rostro y acariciaba sus cincelados

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músculos. Su cuerpo estaba decorado con tatuajes de color verde y negro, y no tenía
ni un gramo de grasa. Natalia no lo había visto bien la noche anterior, pero ahora tenía
su cuerpo desnudo delante de ella. Lo único que tenía que hacer era darle lo que él
quería.

-¿Me estás rechazando?- preguntó en voz baja, avanzando hacia ella. -Te das
cuenta de lo que eso significa, ¿verdad?

-¿Eres capaz de tomar a una mujer que no te desea?- dijo ella con voz
temblorosa. Estaba muy confusa, y él lo sabía. Una malvada sonrisa se dibujó en su
rostro.

-No parece que no me desees- apuntó, aproximándose más. Rápidamente,


Natalia se deslizó a lo largo de la pared de su izquierda, fuera de su alcance, pero se
tropezó con el banco de azulejos y se derrumbó sobre él. Pensando con rapidez, se
enderezó y adoptó una posición sentada, cerrando fuertemente los ojos.

-No te estoy rechazando. Sólo te pido más tiempo. Por favor. Te voy... te daré
placer con mi boca esta noche.

Sintió cómo sus manos la agarraban por la barbilla obligándola a levantar la


cabeza. Tras abrir los ojos, se aferró al banco y esperó.

Sus ojos la observaban fríamente. Tenía la sensación de que iba a aceptar su


oferta, aunque sólo fuera para encontrar otra forma de bajarle los humos. Él sabía que
podía tomarla. No se iba a negar dos veces. Su cuerpo no se lo permitiría.

-Cierra los ojos- le dijo con voz áspera y llena de lujuria. Ella obedeció y sintió
cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Esperando su próxima orden, levantó
los brazos para asir sus caderas, pero no encontró nada.

-¿Alek?- llamó. Abrió los ojos y vio que estaba sola en la ducha. Aliviada y
disgustada consigo misma, subió las piernas al banco y rompió a llorar.

***

Alek salió de cuarto de baño y se envolvió en una toalla. Su cuerpo estaba en


tensión. Incluso con el sonido de la ducha, podía escuchar el llanto de Natalia. Le
cabreaba de una forma increíble.

La había vestido de forma elegante y la había llevado a una de las fiestas más
importantes de la ciudad. La noche anterior, hizo que temblara de placer. Y casi se

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rinde a sus pies en el coche, pero cuando él estaba listo, se asustaba como una virgen.

Una mamada. ¿De verdad pensaba que quería una mamada obligada? Quería
que estuviese desnuda y dispuesta, y que gritara su nombre. Quería enterrarse tan
dentro de ella que no se supiese dónde terminaba él y dónde empezaba ella.

¡Maldita sea! Estaba húmeda. Y había lujuria en sus ojos cuando recorrió su
cuerpo con la mirada. Si hubiese insistido, la habría hecho suya, y ahora estaría
hundiéndose en su interior y escuchando el eco de sus gemidos contra las paredes del
cuarto de baño.

En lugar de aquello, estaba paseándose nerviosamente por uno de los cuartos


de invitados, temblando de ira. ¿Forzar a una mujer? Jamás había forzado a ninguna
en toda su vida.

-Mierda- exclamó, sentándose en el borde de la cama. Todo su cuerpo estaba


vivo de deseo, y no había válvula de escape. Sintió ganas de atravesar la pared con el
puño.

Alguien llamó a la puerta.

Entrecerrando los ojos, abrió la puerta con tal fuerza que casi la arrancó de las
bisagras. Anastasia parpadeó y se fijo en la toalla que rodeaba sus caderas. -¿Qué?-
dijo él con tirantez.

-Sólo quería saber si necesitas algo más antes de irme a la cama. Si vas a
dormir aquí, te puedo preparar la cama-. Le miraba con expresión desafiante. Su
desnudez no la intimidaba.

Cosa que le enojó aún más. ¿Es que nadie en aquella casa le tenía miedo? -
¿Por qué iba a dormir aquí cuando tengo una cama en perfectas condiciones al final
del pasillo?- preguntó en un tono suave.

-Supongo que tendrá algo que ver con la mujer que está llorando en la ducha.
Ladeó la cabeza y lo observó don descaro. Estaba claro que había notado su erección
bajo la toalla. -¿Quieres que llame a alguien para que se encargue de eso?- dijo con
una sonrisa.

-¿Por qué no te encargas tú?- contestó él con tono amenazador.

-No creo que acostarte con una lesbiana esté en tu lista para esta noche-
apuntó, secamente. -Mira, no sé qué demonios ha ocurrido entre vosotros, pero si

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sigues presionándola, la vas a quebrar.

-Quiero quebrarla.

-No te creo. Si querías una idiota para subirte encima, te estarías follando a
Claudia. Natalia es una mujer fuerte que aguanta todo lo que le eches, y eso te gusta.
Pero, en una semana, ha perdido su libertad y el respeto que tenía por su padre.
Puede que tú le odies, pero el Petr que te reclutó y el Petr que ha intentado darle todo
a Natalia son dos personas muy distintas. Sigue arrebatándole todo lo que ama y no
quedará nada de ella.

Aquellas palabras fueron como un puñetazo en el estómago. En silencio, se


quedó mirándola. Tenía razón, y ambos lo sabían, pero estaba haciendo lo que había
planeado. Todo, menos lo de dejarla sola en la ducha porque estaba llorando, había
sido parte del plan.

-Eso es lo que quiero- dijo con dureza. -No puedo castigar al hombre que me
inició en esta vida, pero puedo sangrarle hasta que esté seco. A Petr no le importa
nada excepto su hija, y cuando se la devuelva, quiero que sólo tenga miedo y odio.

Ana abrió la boca asombrada y lo miró fijamente. -¿Vas a destruir una vida
inocente para vengarte del hombre que destruyó la tuya? ¿Cuándo acabará ese círculo,
Alekandr?

-No es asunto tuyo, Anastasia-. Se acercó a la joven. Ella no retrocedió, pero


él pudo ver el miedo en sus ojos. -Sabías quién era cuando te contraté. Esto es lo que
hago. Es lo que me han enseñado a hacer.

-Eres un jodido imbécil- dijo Ana, con voz temblorosa.

-Cuidado con lo que dices, Anastasia. Si no me muestras respeto te puedes


encontrar de vuelta en la calle, y no existe un mercado pujante para prostitutas
lesbianas.

Ella se quedó sin aliento y él sonrió, seguro de haber puesto el dedo en la llaga.
-Vete a la cama. Y te aconsejo que tengas un cambio de actitud por la mañana.

-Tiene una foto de un hombre. Y cuando cree que nadie la ve, la abraza. No te
importa lo que le pudo haber sucedido en el pasado. Lo único que te preocupa es Petr.
Ni siquiera se te ha pasado por la mente que podrías arruinar su vida. Ella no es Petr.
No se parece en nada a Petr-. Y sin más palabras, se fue a toda prisa. Él la observó
marchar con el corazón abatido. Ya eran dos las mujeres que no querían saber nada de

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él aquella noche. Lo que hizo que se enfadara aún más.

Dejó la habitación de invitados y se deslizó silenciosamente por el pasillo hasta


la suite. Natalia yacía bajo las sábanas, fingiendo dormir. Sus labios se curvaron en un
gesto de burla y le quitó las ropas de un tirón.

-¡Alek!- gritó ella, intentando agarrar la colcha. Él dejó caer la toalla, y la tomó
por los hombros, empujándola sobre la cama. Subiéndose encima, la miró con aire
amenazador.

-He pensado mucho sobre tu propuesta, y es bastante tentadora. Seguro que la


chupas bien- dijo con dureza. -Pero no se me ocurre mejor castigo que hacerte
suplicar.

Le levantó una pierna por encima de la cabeza, de forma que su enorme


erección quedó frente a la unión de sus muslos. Deslizó su polla a lo largo de sus
gruesos pliegues y no pudo evitar gemir. La necesitaba con desesperación, e hizo un
esfuerzo sobrehumano para no enterrarse en su calidez.

Natalia separó los labios y él se inclinó y la besó. Los brazos que se apoyaba
en sus hombros, le rodearon lentamente. Alek continuó moviendo las caderas tras
cambiar su postura para rozarle el clítoris. Ella dio una sacudida y chilló en su boca.
Estaba tan excitada como él, y era evidente que iba a explotar de un momento a otro.

-Estabas lista para que te tomara en el coche- le susurró al oído, a la vez que le
introducía un dedo en la vagina. Sus músculos se contrajeron alrededor y comenzó a
mover las caderas al ritmo de las embestidas de su dedo. -¿Te pone cachonda que te
vean? ¿Por eso no me has dejado que te folle en la ducha? ¿Porque no tenías
audiencia?

-Por favor- murmuró ella, ladeando la cabeza. -Por favor...

-Por favor, ¿qué?- dijo él, moviendo el dedo más rápido. Inclinándose, le lamió
los pezones erectos y se vio recompensado con otro arrullador gemido. Cada sonido
que salía de su boca le volvía loco. -¿Por favor, dame placer?

Al deslizarle el pulgar por el clítoris, sintió cómo se tensaban los músculos de


su pierna. Estaba muy cerca. A punto de hacerse añicos entre sus brazos, y, con ese
pensamiento, retiró las manos.

-¡Espera!- gritó Natalia, pero él ya se había apartado.

62
-Es tu castigo por insinuar que tomo a mujeres que no me desean- susurró. -
Cuando estés dormida, voy a llevarte al límite una y otra vez y a dejarte con las ganas.
Y si te veo tocándote, el tormento durará hasta por la mañana. ¿Entendido?

Natalia abrió los ojos con sorpresa al comprender lo que estaba diciendo. De
inmediato, intentó saltar de la cama, pero él la atrapó. -Si intentas huir, te voy a
esposar a la cama y a hacerte cosas mucho peores. Sé buena chica y acepta tu castigo.
Y la próxima vez que venga a por ti, más te vale que me supliques.

Inclinando la cabeza, volvió a probar sus labios. Eran tan dulces. Aquella
noche pondría a prueba los límites de su disciplina como nunca antes. Tras soltarla, le
pasó un brazo alrededor del cuerpo y cerró los ojos. Natalia tardó casi una hora a
relajarse. Alek permaneció atento al sonido de su respiración y, cuando estuvo seguro
de que se había quedado dormida, se deslizó entre las sábanas y presionó su boca
contra su monte de Venus. Y cuando ella despertó, volvió a ponerla a cien, sólo para
abandonar justo antes de que se corriese.

Sus aullidos de frustración no fueron nada comparados con el silencioso


bramido de su propio deseo. Cuando por fin la tomara, iba a hacer estragos, hasta que
no quedara nada de ninguno de los dos.

63
Capítulo Ocho
Alek se despertó tras sólo dos horas de sueño interrumpido. Había estado despierto
asegurándose de que Natalia no durmiese, y él apenas había descansado. Ella estaba
enroscada en él. Sentía un peso inusual sobre una de sus piernas. Levantó la cabeza y
vio una bola de pelo negro y dos ojos verdes que le observaban.

Huesos. Parecía que le empezaba a caer bien al gato. Qué irónico. Alek se
apiadó de Natalia y se levantó de la cama. La dejaría dormir toda la mañana para que
se recuperara.

-¿Quién es?- le susurró. -¿Quién es el hombre de la foto?- Ella no contestó. No


contestó porque estaba dormida, y él no se atrevía a preguntarle cuando estaba
despierta.

En algún momento de la noche, su rabia se había disipado. Una vez en la


ducha, se enjabonó y pensó en hacer algo con respecto a la erección que no había
hallado alivio en toda la noche. Pero tenía muchas cosas que hacer y la incomodidad
al menos le mantendría despierto.

Se secó con una toalla mientras contemplaba a Natalia. Casi se había puesto
violenta la quinta vez que la despertó. Al final, se trató menos de atormentarla que de
observar la lujuria en su mirada.

Frotándose los ojos, terminó de vestirse y salió de la habitación. La primera


persona que vio fue Ana. Le miró furiosa, y él se tragó su culpabilidad. -Anastasia.
Natalia no ha dormido mucho. No necesito nada de ella hasta que haya descansado.
Cuando se despierte, asegúrate de que coma algo. Si no estoy ocupado, ven a verme y
le encontraré una tarea.

-De acuerdo- dijo Ana fríamente, y se dio la vuelta. Alek la agarró por el
hombro. -No he terminado- dijo con tranquilidad.

-Perdona. No sé que más podrías querer decirme- bromeó, de forma


sarcástica. Volviéndose a girar, se cruzó de brazos. Sus ojos oscuros se clavaron en él.

-Si te calmas un poco- musitó él con un brillo en los ojos - me gustaría


disculparme. Estaba enfadado por los acontecimientos de anoche, y lo pagué contigo.
Dije cosas de las que me arrepiento; lo siento muchísimo.

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Ana sonrió y él entrecerró los ojos. -Sin embargo, debo recordarte que soy tu
jefe y que tienes que respetar mis deseos. Si no te gusta lo que hago bajo mi techo,
puedes irte. Me aseguraré de que recibas una generosa indemnización.

La sonrisa desapareció de su rostro y Ana respiró profundamente. -Cuando me


enteré de lo que hacías, no estuve de acuerdo. Si hubieses sido otra persona, me
habría ido. Sin ningún tipo de indemnización. Seamos sinceros, Alek, lo que le estás
haciendo está mal. Pero no voy a irme, porque creo que ella es buena para ti.

Alek sintió cómo se le salían los ojos de las órbitas. -¿Perdona?

Ana sonrió socarronamente. -Ya me has oído. Por lo menos, te has deshecho
de esa horrible pelirroja-. Ana se estremeció. -Si vas demasiado lejos, intervendré. Y si
eso supone mi despido, despídeme. Es lo único que te puedo ofrecer.

-De acuerdo- dijo Alek, asintiendo con la cabeza.

-¿Eso significa que me aumentas el sueldo?- preguntó, cuando él ya se iba.

-Ni lo sueñes- respondió Alek, aunque estaba pensando que probablemente


debería hacerlo. Se lo merecía.

Misha y Sasha le recibieron en la cocina. Ambos atacaban con gusto sendos


platos de huevos y salchichas. –Caballeros.- saludó Alek.

-Llegas tarde, jefe- le amonestó Misha, limpiándose la boca. -Tenemos que


irnos en quince minutos.

-Ponme el desayuno para llevar- ordenó Alek a la sirvienta que esperaba en


una esquina. Ésta asintió con la cabeza y salió. -Recordadme otra vez qué tenemos
que hacer hoy.

Sasha se detuvo y lo miró. Alek siempre era puntual y nunca olvidaba nada.
Pero no se había olvidado. Sabía que tenía una misión, pero no podía concentrarse lo
suficiente como para recordar cuál era.

-Recoger depósitos.

-Recoger depósitos. Eso- repitió Alek, bostezando. Recoger depósitos


significaba visitar los negocios y recolectar parte de su dinero. A Alek le parecía algo
arcaico. Era mucho más razonable cobrarlos de forma digital, pero Grigori había
recolectado el dinero en persona. Sus hombres querían continuar con la tradición, y se

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quejaron durante todo un mes cuando Alek comentó la posibilidad de cambiar el
método.

Sasha siempre estaba listo para una pelea. Misha esperaba pacientemente y
Alek hablaba. La mayoría de los dueños de los negocios no se extendían en
conversaciones. Siempre mostraban miedo en sus ojos y en sus voces, hasta el punto
en el que Alek ya no quería entrar. Se sentaba en el coche y dejaba que Sasha y Misha
se encargaran de todo. Misha tenía órdenes estrictas de asegurarse de que su hermano
no se descontrolara.

Tal vez dormiría un poco mientras hacían las rondas.

-¿Cansado, jefe? Buena noche con la chica, ¿eh?- Dijo Sasha con una lasciva
sonrisa.

-No es asunto tuyo- dijo Alek con frialdad. Sasha cerró la boca de golpe y, por
un segundo, Alek pensó que iba a atacarle. No le sorprendería. Alek nunca hablaba de
sus mujeres. Claro que, por lo general, no había mucho que decir sobre ellas.

-Lo siento- se disculpó Sasha.

-No importa. No he dormido bien, así que vamos a hacer nuestro trabajo de la
forma menos problemática posible.

La sirvienta regresó con su comida y él se lo agradeció con un asentimiento.


Alek dio el día libre a su chófer. Cuando se dedicaba a asuntos mafiosos, no quería
incluir a su personal, a excepción de sus matones. No deseaba que el personal
doméstico se involucrara en sus negocios. Se aseguraba de que estuviesen entrenados,
pero no quería ser responsable de sus muertes.

Al subirse al coche, miró hacia arriba y vio un movimiento en las cortinas de su


cuarto. Natalia estaba despierta. Y le estaba vigilando.

***

Cuando los ojos de ambos se encontraron, Natalia se separó de la ventana con


una exclamación de sorpresa. Se había despertado en cuanto Alek salió del cuarto. Era
desconcertante lo rápido que notó su ausencia.

La noche anterior había sido horrorosa y maravillosa a la vez. Nunca se había


sentido tan cerca de alguien. Él había interpretado cada señal de su cuerpo, y la tuvo
toda la noche en un punto crítico. Le dolían las piernas, y no había alcanzado el

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orgasmo ni una sola vez. Parte de ella quería satisfacerse a sí misma, pero sabía que
Alek le preguntaría qué había hecho.

Y quizás esa noche la recompensaría si mantenía las manos quietas. Una


deliciosa sensación le recorrió la espalda ante aquel pensamiento. Seguida de un
sentimiento de asco. ¿Qué le pasaba? ¿Tenía tanto apetito sexual que caía rendida a
los pies de su captor?

-Pensé que ibas a dormir más- dijo Ana entrando en la habitación. -Tienes peor
aspecto que Alek, aunque, a decir verdad, creo que nunca duerme por las noches.

Por una parte quería dormir pero, si Alek no lo hacía, ella tampoco. -¿A dónde
va?

-A recoger depósitos- respondió Ana con vaguedad. -Aunque hoy no está nada
organizado. Ni siquiera ha elegido un conjunto para ti.

-¿En serio?- Natalia sonrió con malicia. -Tráeme los vaqueros que llevaba
cuando llegué. Y la camiseta.

-La camiseta ya no existe- le informó Ana con ironía. -También iba a tirar los
vaqueros, pero le convencí para que no lo hiciera.

-Mierda-. Se lamentó Natalia. -No importa. Ya se me ocurrirá algo.

-Tengo la sensación de que me va a gustar esto- dijo Ana con un guiño, antes
de salir en busca de los vaqueros. Natalia ignoró su armario y se puso a investigar en
el de Alek. Entre sus costosas camisas de seda, encontró algo que le podía servir.
Amontonadas en un extremo, había varias sudaderas y camisas de franela.

Cuando Ana regresó con sus vaqueros, Natalia estaba terminando de


abotonarse una horrenda camisa de franela a cuadros rojos y azules. -¿Qué demonios
te has puesto?- preguntó con el ceño fruncido.

Natalia rió mientras se ponía los pantalones. -Exactamente la reacción que


buscaba-. Se peinó el largo y oscuro cabello en una cola de caballo y lo aseguró con
una goma. -¿Qué tal?

-Pareces un leñador- gruñó Ana. -Adiós a todas mis fantasías. Alek me va a


matar.

Ante aquellas palabras, Natalia titubeó. Quería volverlo loco, pero no a

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expensas de otros. -Puede que sea una mala idea. No quiero meterte en líos-. Alek no
haría daño a Ana, ¿verdad?

-No seas tonta- dijo Ana, haciendo un gesto con la mano. -Anoche fue súper
grosero conmigo, y esta mañana estaba todo sumiso. Bueno, quizás no sumiso. Lo
que quiero decir es que tengo un poco de tregua hasta que me eche otra bronca.
Supongo que no quieres ponerte maquillaje, ¿verdad?

-Ni hablar- dijo Natalia con una amplia sonrisa.

-Eso creía. Vamos. Tienes que desayunar, y yo tengo que limpiar la habitación.
Huele como una mazmorra sexual. ¿Qué demonios hicisteis anoche?

-No tener sexo- dijo Natalia con ironía. Sus músculos se tensaron con sólo
pensar en todas las maravillosas cosas que Alek le había hecho, y en el constante
tormento de no poder llegar al clímax. Incluso le dolía.

Ana resopló. -Chica, no sé qué entiendes tú por sexo, pero te aseguro que este
sitio huele a chocho y…

-¡Ana!- interrumpió Natalia, avergonzada.

Su amiga se plantó las manos en las caderas y sonrió socarronamente. -¿Y?

A Natalia le daba vergüenza hablar de lo que había ocurrido la noche anterior. -


Alek estaba enfadado. Dijo que me merecía un castigo, y fue bastante creativo
atormentándome.

-Esa es la mejor clase de tormento.

Natalia puso los ojos en blanco. -No quiero hablar de ello. Me voy a
desayunar. ¿Tengo que revisar algún otro puñetero archivo que ponga mi mundo
cabeza abajo? Claro que, en estos momentos, lo pondría cabeza arriba.

-No. Alek ha dicho que descanses. No creo que estemos esperando visita, así
que paséate y explora con toda libertad. Alek y los chicos estarán fuera todo el día.
Relájate y disfruta-. Ana le guiñó el ojo. -Nunca se sabe, Alek podría tener ganas de
tormento cuando vuelva.

Natalia se sintió a la vez aterrorizada y excitada. Mientras su amiga se burlaba


de su expresión, salió del cuarto. Ana tenía razón. Olía a sexo. Olía a Alek. Cosa que
no ayudaba a apaciguar sus ansias.

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Tras un abundante desayuno, se sintió un poco mejor. El personal se
comportaba como si no pasara nada, pero ella sabía que la observaban con curiosidad.
No pudo evitar preguntarse si todos sabrían que era la prisionera de Alek. Quizás era
algo normal.

Lo primero que hizo fue regresar al archivador de la oficina. Y, por supuesto,


estaba cerrado con llave. -O sea, que ya no quieres que veas tus cosas- murmuró
Natalia con una expresión furiosa. Se dirigió al escritorio y comenzó a buscar la llave.
Cuando no encontró nada, se trasladó a otro escritorio y empezó a rebuscar en sus
cajones. Había un montón de recibos y libros de contabilidad, pero ninguna llave.
Sintiéndose un poco más valiente, trató de abrir la puerta del despacho de Alek.

Estaba cerrada con llave.

-¿Te puedo ayudar en algo?

Natalia levantó la mirada y vio a un hombre alto y atractivo. Rubio, con


llamativos ojos azules, tan alto como Alek, y con los mismos marcados músculos.
Ambos tenían la misma mirada dura.

Seguro que no era el jardinero.

-Estoy buscando la llave del archivador. Necesito un documento- dijo,


cruzándose de brazos. -¿Quién eres?

-¿Eres la nueva mujer de Alek?- preguntó, mirándola de arriba a abajo. -No


pareces su tipo.

Natalia entrecerró los ojos y apretó los puños instintivamente. No había dicho
nada amenazador, pero ella se sintió incómoda. -Y tú no has contestado a mi pregunta.
¿Quién coño eres?

Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del joven. -Perdona. No era mi
intención ser grosero. Me llamo Grisha. Estoy buscando a Alek.

-No está aquí. Puedo darle el mensaje cuando regrese.

Grisha dio un paso adelante y ella uno atrás. Aquella ridícula sonrisa se
ensanchó. -No tengo ningún mensaje. Llamaré para programar una reunión. Seguro
que Alek está muy ocupado ahora que está al mando. La llave del archivador se
guarda en la oficina, pero solía haber otra colgada de ese escritorio. Tendrás que
arrastrarte por debajo para encontrarla.

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Sus ojos brillaban con un travieso centelleo, y Natalia se cruzó de brazos. -
¿Quieres que me ponga a gatear? No creo que a Alek le guste eso.

Grisha echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. -Oh. Yo creo que le
gustaría bastante. Me sorprendes. Las amantes de Alek suelen ser aburridas. Espero
volver a verte pronto, preciosa. Y, quizás, la próxima vez, no estés tan tapada.

Natalia se tensó, pero el hombre simplemente se dio la vuelta y salió. Ella


corrió hacia la ventana y lo vio subirse a un automóvil y alejarse. Había algo atrayente
en él, pero también algo peligroso. Era diferente a Alek. Natalia al menos se sentía
protegida con Alek, pero con Grisha se había sentido completamente vulnerable.

Apartándolo de su mente, se puso de rodillas para inspeccionar el escritorio.


Había un hueco entre la parte posterior de la mesa y donde terminaban los cajones.
Colocando los dedos por detrás, deslizó la mano hasta que se topó con algo metálico.
Con un gesto de victoria, sacó la llave de su gancho y la cogió antes de que cayera al
suelo.

Peligroso o no, Grisha sabía bastante. Tras meter la llave en la cerradura, abrió
el cajón y empezó a buscar el expediente que más le interesaba. El de su padre lo tenía
en su habitación.

Después de buscar un rato, se apoyó sobre los talones con el ceño fruncido. El
expediente de Alek no estaba allí. Claro que no. Sería demasiado fácil. Frustrada,
comenzó a sacar algunos expedientes al azar, y leyó la información. De entre los diez
primeros, Petr Primac figuraba como captador de ocho. Uno de ellos tenía siete años.
¿Para qué demonios querría la mafia a un niño de siete años?

Le temblaban las manos; se sentó en el suelo y cerró los ojos. Su padre había
destruido muchas vidas. ¿Por eso siempre intentaba hacer cosas por ella? ¿Estaba
tratando de compensar lo que había hecho en el pasado?

Quería preguntárselo. Pero, si iba a verle mientras estaba bajo la custodia de


Alek, quebrantaría el acuerdo. Además, ¿qué le iba a decir? ¿Quería saber la
respuesta? ¿Le creería si dijera que no tuvo otra opción?

¿Qué clase de hombre era Grigori para reclutar huérfanos?

Un ruido de frenos atrajo su atención y dejó el documento para mirar por la


ventana. Misha y Sasha estaban fuera del coche, ayudando a Alek.

Natalia se quedó sin aliento. Alek se sujetaba el hombro, del que manaba

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sangre. -¡Ana! Gritó Natalia. -¡Ana!

-Vaya para de pulmones que tienes- bromeó Ana, asomando la cabeza por la
puerta de la oficina. -¿Qué ocurre?

-¿Hay algún médico o enfermera entre el personal? Alek ha vuelto y está


herido.

Ana corrió hacia la ventana y soltó una sarta de juramentos. -No. Despidió al
último médico que tuvimos y nunca lo reemplazó.

-Por supuesto. ¿Y qué posibilidades hay de llevarlo a un hospital?

Ana sacudió la cabeza y Natalia cerró las cortinas de un tirón. -Se merece
morir. Asegúrate de que lo lleven arriba. Tendremos que limpiar la herida para ver el
alcance del daño. Si necesita puntos de sutura, puede que tengamos que llamar al
médico despedido. Busca su número- le ordenó. Tras subir las escaleras de dos en
dos, entró en el cuarto baño para buscar algo que sirviera de primeros auxilios.

Bajo el armarito, encontró gasa, alcohol y unas toallitas limpiadoras. Para


cuando Misha y Sasha entraron arrastrando a Alek, ella ya se estaba enrollando las
mangas.

-¿Qué demonios llevas puesto?- rugió Alek, pero ella pudo escuchar el dolor en
su voz.

-No importa- espetó Natalia. -¿Qué te ha pasado?

-Un cuchillo. No lo vi venir- se quejó. Apoyado en la encimera del lavabo, se


apartó la camisa con cuidado. La herida era bastante profunda.

-Dios. Por lo menos no estás sangrado por todas partes. Debe estar
coagulándose. Tienes suerte, ¿sabes? ¿Quién coño te ha apuñalado?

-No lo sé. Si Misha no hubiese estado vigilando, me lo habrían clavado en el


corazón- informó Alek, haciendo un gesto con la cabeza a sus hombres.

-Vamos a regresar a ver si podemos averiguar algo más- dijo Misha en tono
quedo. Él y su hermano salieron de la habitación, y Ana asomó la cabeza.

-Tengo el número del médico. ¿Quieres que lo llame?

-Si lo haces, estás despedida- prorrumpió Alek. -No lo quiero aquí.

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Natalia puso los ojos en blanco. -¿Qué diablos hizo para cabrearte?

-Nada que te incumba.

-Vale. Ya se lo preguntaré después a Ana-. Natalia sonrió a su amiga. -Está


bien. Sólo tengo que limpiar la herida y vendarla. Gracias.

Cuando se quedaron solos, Alek la miró fijamente. Natalia intentó ignorar la


tensión del ambiente y concentrarse en limpiar la sangre de alrededor de la herida. -
¿Esperabas que no sobreviviera?- le preguntó en un tono suave. -Tu vida sería mucho
más fácil si yo muriese.

-Das por sentado que soy el tipo de persona que desearía la muerte de alguien
simplemente porque haría su vida más fácil- replicó.

-Si muero, nunca sabrás qué se siente al tenerme dentro- dijo con voz ronca. -
¿Lo has pensado?

Natalia intentó calmarse, pero su corazón latía rápidamente bajo su ardiente


mirada. -A lo mejor deberías preocuparte de no morir antes de poder estar dentro de
mí- respondió ella, pero con poco convencimiento. Incapaz de mirarlo a los ojos, se
centró en la tarea que tenía entre manos. Era muy consciente de los fibrosos músculos
bajo su mano. Quería agarrarle el bíceps y apretar.

-Quizás debería tomarte ahora y averiguarlo-. Extendió una mano hacia ella.
Natalia se apartó de inmediato.

-Quizás deberías sentarse quieto y dejarme terminar de limpiar y vendar la


herida. Puede que no sea lo bastante profunda como para matarte ahora mismo, pero
si se infecta, vas a tener que ver a un médico- dijo acaloradamente.

-Tienes razón- dijo él después de un momento. -Continúa, por favor.

-Supongo que uno de tus negocios ha decidido que le cobras demasiado y te


han apuñalado. Te está bien empleado- murmuro, mientras le limpiaba la herida.

-Les cobro mucho menos que mi predecesor, y todos los negocios prosperan y
sus dueños se benefician gracias a mí- explicó. -Me han atacado en la calle, entre
negocio y negocio.

-¿Un atracador? ¿Hay alguien en este país que no te conozca?- preguntó,


sorprendida. No creía que fuera posible.

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-Un profesional- aclaró Alek con voz enfadada.

-¿Un asesino a sueldo te ha apuñalado en la calle? Parece una forma un poco


complicada de llevar a cabo su misión. ¿Por qué no dispararte?

-Los disparos hacen ruido. Era mi territorio. Si se escucha un solo tiro, no sale
de allí vivo. Atacar a alguien con un cuchillo es arriesgado, pero silencioso. Si Misha
no hubiese visto el cuchillo a tiempo, no estaría aquí. Fue muy rápido, y tenía
planeada la huida. Antes de darnos la vuelta, ya había desaparecido.

-Seguro que tienes muchos enemigos- dijo Natalia en un tono suave. Una vez
limpia la herida, cogió la gasa y empezó a enrollarla alrededor del brazo. Vio cómo su
piel se estremecía ante su contacto y tragó saliva. ¿Cómo se podía excitar con aquel
dolor?

-Así es. Empezando por la mujer encerrada en mi casa. Anoche desapareciste


durante mucho tiempo, Natalia. No contrataste a alguien en ese intervalo, ¿verdad?

Natalia terminó con el vendaje y levantó la mirada. -Estoy segura de que has
investigado mis finanzas. No tengo dinero como para contratar a un asesino a sueldo.

-Tienes otros talentos- dijo él, en voz baja, dejando clara su insinuación.
Natalia sintió hervir su sangre.

-¿Lo dices en serio? Sólo porque he aceptado ser tu prostituta para salvar a mi
padre no significa que le ofrezco mi cuerpo a cualquiera. No soy tan débil como para
que esta situación afecte a la forma en la que me presento ante otros.

Él no bajó la cabeza arrepentido, pero su mirada se suavizó. -Perdóname.

-No te perdono. Y la próxima vez, que te limpie Ana las putas heridas-. Ella se
giró, dispuesta a marcharse, pero Alek se movió más rápido de lo previsto. Antes de
que pudiera reaccionar, la sujetó con un brazo y la atrajo contra su cuerpo.

-No me suelo disculpar con mucha gente- le susurró al oído. -Tenlo en cuenta-.
Ella pensó que iba a decir o hacer algo más, pero la dejó ir. Él se dirigió al armario y se
puso a buscar otra camisa.

-De nada- exclamó ella sarcásticamente.

-¿Qué haces así vestida?- preguntó, mientras se ponía la camisa. Hizo una
mueca de dolor, pero Natalia decidió no ayudarle.

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-Explorando. Has tenido visita, pero no ha dejado ningún mensaje. Parecía
saber bastante de este sitio. Incluso dónde se guarda la llave del archivador. Me ha
dicho que se llama Grisha.

Alek se detuvo y la miró. -¿Grisha ha estado aquí? ¿Buscando la llave del


archivador?

Estaba claro que no era la única a la que Grisha ponía nerviosa. -Ha estado en
la casa, pero él no buscaba la llave del archivador. Yo lo hacía. Quería saber más
sobre mi padre.

Alek se abotonó la camisa. -¿Y cuánto tiempo habéis hablado?

¿Había celos en la voz de Alek? -No mucho. Un par de minutos. No te cabrees


conmigo. Si no quieres a Grisha en tu casa, dile a tu gente que no le deje entrar.

-No cambiaría nada. Grisha conoce esta casa como la palma de su mano.
Creció aquí. La próxima vez que lo veas, mantente lejos de él. Si quieres más
información sobre tu padre, sólo tienes que preguntarme.

Natalia no buscaba información sobre su padre, pero no se lo dijo a Alek. -


Eres tan comunicativo con respecto a los chismes...- dijo con sarcasmo. -¿Qué quieres
decir con que Grisha creció aquí? ¿Era uno de los huérfanos de Grigori? No lo he
visto antes. No trabaja para ti.

-No, no trabaja para mí. Y no es uno de los huérfanos de Grigori. Grisha


Grigori es el hijo de mi predecesor.

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Capítulo Nueve
Así que Grisha Grigori había vuelto. Parecía algo más que una casualidad que
apareciese el mismo día que alguien le había apuñalado. Claro que, también tenía una
coartada perfecta. Grisha solía ser bueno, pero no tan bueno como para estar en dos
sitios a la vez.

-¿Cómo te sientes, jefe?- Dijo Sasha alzando la vista de la mesa de la cocina.


Cuando los hermanos no estaban trabajando, estaban comiendo.

-Sobreviviré- respondió Alek en tono seco. -Por lo visto, Natalia ha recibido


una visita de Grisha. ¿No le estamos vigilando? ¿Sabíamos que había vuelto a Rusia?

Los hermanos intercambiaron unas miradas incómodas. -Teníamos contactos


tras su pista en EE.UU., pero hace dos semanas les dio esquinazo. Te lo deberíamos
haber dicho, pero no ha hecho nada que suponga una señal de alarma, y los contactos
nos aseguraron que lo iban a volver a encontrar.

Alek gruñó con desaprobación. Grisha podía arruinarlo todo. -¿Qué estaba
haciendo en Estados Unidos?

-Viajando. Ha hecho alguna que otra chapuza, pero principalmente viajando de


California a Nueva York. No tuvo ningún contacto con los capos de la mafia
estadounidense, por lo que supusimos que se había reformado.

-Parece poco probable que alguien que lleva la sangre de Grigori se reforme-
murmuró Alek. Cuando eran niños, él y Grisha habían sido amigos, pero al llegar a la
adolescencia, Grisha empezó a ver a Alek como un rival. Alek no le dio importancia.
Todos suponían que Grisha se haría cargo del negocio familiar, pero cuando el
testamento de Grigori nombró a Alek como su sucesor y heredero de todas las
empresas, Grisha desapareció. Lo cierto era que Alek ni siquiera quería el trabajo, y
durante tres meses buscó a Grisha sin éxito. Cuando finalmente lo encontró, Alek ya
estaba demasiado involucrado.

Si Grisha tenía intención de reclamar lo que era suyo, las cosas se pondrían
violentas. Alek sabía que sus hombres serían leales a la estirpe de los Grigori.

-Ahora que está en Rusia, confío en vosotros dos para vigilarlo- dijo Alek.
Esperaba haberse expresado con claridad.

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-Lo haremos- dijo Sasha, masticando. -Pero alguien tiene que vigilarte a ti. No
estás centrado, jefe. Hoy casi te matan.

-¿Qué coño significa eso?- rugió Alek.

Sasha no se inmutó. -Desde que llegó esa mujer, estás distraído. No es buena
para ti, jefe. Si quieres darle una lección a su viejo, me encantaría ayudarte.

-Sasha- le interrumpió Misha. -Controla tu lengua.

Alek sintió una ráfaga de ira, pero se controló. Con una mano alzada para
acallar a Misha, Alek ladeó la cabeza y miró a su tercer hombre al mando. -¿Estás
cuestionando mis actos, Sasha?

Dándose cuenta de que pisaba terreno peligroso, Sasha dio marcha atrás. -No,
claro que no. Sólo estoy diciendo que quizás tengas demasiadas cosas que hacer. Yo
podría echarte una mano.

-No has dicho eso. Has cuestionado mis actos, por lo que me veo obligado a
cuestionar tu lealtad. Un intento de asesinato y Grisha de vuelta en el país; me
pregunto si tienes algo que ver con todo esto.

-No- se apresuró a contestar Misha. -Mi hermano es un idiota, pero te es leal.


Los dos lo somos.

Alek los estudió detenidamente antes de encogerse de hombros. -Volved a la


escena y averiguad si alguien ha visto algo. Y que alguien se encargue de Grisha.
Quiero saber dónde está en todo momento. A partir de ahora, los días de recolecta de
depósitos serán aleatorios. Aseguraos de que los negocios lo sepan. No me gusta que
se conozca mi calendario.

-Sí, jefe- dijo Sasha asintiendo rápidamente con la cabeza. Y, abandonado su


almuerzo, salió de la cocina a toda velocidad.

Alek no desconfiaba de Sasha. Simplemente no le gustaban sus insinuaciones


de que Natalia le estaba ablandando. Aún así, tuvo que admitir que la única razón por
la que el asesino consiguió acercarse tanto, era porque estaba agotado. Lo único que
necesitaba era dormir.

Y más que eso, necesitaba hundirse dentro de Natalia y avivar el fuego de su


lujuria hasta que no quedaran más que cenizas. Necesitaba sacársela de la cabeza y la
única forma de conseguirlo, era follarla hasta que gritara.

76
Aquella noche. Se encargaría de ello por la noche. Se pasó el resto del día
evitando a Natalia. No creía que tuviese nada que ver con el atentado, pero no estaba
de más ser precavido. Además, no quería que se esperara nada. A la hora de la cena,
despidió al personal. Quería estar a solas con ella, incluso si aquello significaba servirse
ellos mismos.

Mandó a Ana a por Natalia y luego le dijo que desapareciera. Le preguntó si


quería que Natalia se cambiase, pero Alek negó con la cabeza. Por alguna razón, la
franela le excitaba. Quizás tenía que ver con el hecho de que llevaba puesta su ropa. O
tal vez era que Natalia le ponía cachondo.

Cuanto antes se la follara, mejor. Necesitaba concentrarse en lo que tenía entre


manos antes de que alguien lo matara.

-Hoy cenamos pronto- comentó Natalia, entrando en el comedor y bostezando.

-Creo que estamos de acuerdo en que ambos necesitamos dormir- dijo él,
colocando los cubiertos sobre la mesa. Ella observó con el ceño fruncido cómo
preparaba la mesa. No era tan elegante como cuando lo hacían los sirvientes, pero
consiguió encontrar los platos y los cubiertos. El pollo estaba caliente en el horno, y él
lo sacó con su brazo bueno y lo puso en una bandeja para llevarlo a la mesa.

-¿Dónde están todos?- preguntó Natalia sentándose en una silla. Miró


nerviosamente a su alrededor.

-Los he mandado a casa. Todo el mundo se merece una noche libre de vez en
cuando- comentó con tono neutral, antes de sentarse y llenar su plato. No había
almorzado y estaba muerto de hambre.

-¿Yo también tengo la noche libre?- Alek no pudo evitar sonreír, pero se
abstuvo de responder. Mientras estuviera bajo su techo y en su cama, la tocaría todas
las noches. Ella se inclinó hacia delante y tomó un pedazo de pollo. Lo olió. -¿Me vas
a envenenar porque crees que he intentado matarte?

Él se levantó y se acercó a su lado de la mesa. Tras colocar una mano en su


vientre, se agachó y le lamió la oreja. Ella gritó sorprendida, y él levantó el trozo de
pollo y lo chupó. -¿Satisfecha?- le susurró al oído.

-En absoluto- murmuró, y se sonrojó. Él rió y regresó a su sitio.

Comieron en silencio durante un rato, antes de que Natalia dejara el tenedor. -


No lo entiendo. Si Grisha es hijo de Grigori, ¿por qué no está al mando?

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Alek se encogió de hombros. -No tuve oportunidad de preguntarle. No he visto
a Grisha desde la lectura del testamento de Grigori. Gigori murió de repente. Fue
asesinado. Nadie sabe quién lo hizo.

-¿Fuiste tú?- preguntó Natalia.

Él la miró fijamente. -¿Tengo que registrarte para ver si llevas un micrófono?

-No he salido de aquí en todo el día. ¿De dónde iba a sacar un micrófono?-
refunfuñó, pero sus mejillas se enrojecieron aún más. Estaba claro que se lo imaginaba
desnudándola.

Y él también.

-No. No maté a Grigori, aunque la mayoría asumió que fuimos Grisha o yo.
Después de leer el testamento, Grisha desapareció. Nunca le pude preguntar por qué
me escogió su padre, y me pasé meses buscándole. Mis hombres lo encontraron en
EEUU, pero, por lo visto, no estaba haciendo nada sospechoso. Perdieron su pista
hace unas semanas, y ahora se mete en mi casa.

-¿Se llevaba bien Grisha con su padre?

Alek dejó de masticar y frunció el ceño. -Estás muy interesada en Grisha.

-No hablo precisamente con un montón de gente- señaló ella. -Y él es


interesante.

Entrecerrando los ojos, Alek luchó contra unos inesperados celos. Sabía que
Grisha era guapo. Desde la pubertad, siempre había estado rodeado de mujeres. Alek
sospechaba que aquello no había cambiado. -Si lo vuelves a ver, no hables con él- le
ordenó, a la vez que atacaba el pollo con su cuchillo. Tal vez tendría que matar a
Grisha después de todo.

Natalia resopló. -¿Dices eso porque crees que es peligroso o porque me atrae?-
se burló.

-Creo que te dejé bastante claro qué sucedería si te encuentro en la cama con
otro hombre antes de que acabe el año- dijo Alek fríamente. No le gustaba el tono de
su voz. Le indicaba que ella creía haber encontrado su punto débil.

-Hay otros sitios para tener sexo, aparte de una cama. La ducha. El armario. El
suelo. Y aquí hay muchas habitaciones. Escritorios. Encimeras…

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Antes de que acabase de enumerar todos los sitios donde podría tener sexo con
Grisha, Alek estaba junto a ella, tirando de su silla. A pesar del dolor de su brazo, la
levantó y la colocó sobre la mesa. -La cocina- dijo, inclinándose para besarla con
ferocidad.

Saqueó su boca con su lengua y, cuando ella gimió, se detuvo para respirar. -
¿Estabas pensando en Grisha mientras te besaba?- preguntó, enfadado.

Había miedo y deseo en los ojos de Natalia. -No- admitió en voz baja. La piel
de alrededor de su boca estaba enrojecida debido a su incipiente barba. Le gustaba el
aspecto que tenía en aquel momento. Aturdida por su beso.

Su beso. De nadie más.

-¿Quién es el hombre de la foto?- le susurró al oído. Ella se quedó paralizada,


pero no intentó apartarse.

-No quiero hablar de eso.

-Yo sí. Sé que crees que no me tienes que dar explicaciones sobre tu vida
personal, pero tengo que saberlo. Te he hablado de tu padre. Te he hablado de mi
reclutamiento del orfanato. Necesito que me des más información.

-De acuerdo-. Se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y tomó una


bocanada de aire. -Nico era mi novio. Antes de que mi madre muriese, antes de
encontrar a mi padre, era mi novio. No guardo su foto porque le eche de menos ni
porque le ame. Quiero decir, le amé en el pasado, pero era un amor infantil. Éramos
muy jóvenes. Estábamos en el instituto. Él era perfecto. Nico era guapo, dulce y
atento, perfecto. Pero lo más importante, es que fue mi último toque de normalidad.
Estaba allí antes de que mi madre muriese y mi mundo se desmoronara. Estaba allí
antes de que me enterara de que mi padre vivía a pocos kilómetros. Estaba allí antes
de que me despidieran y tuviese que trabajar para una agencia. Y me alejé de él
porque era normal, y yo ya no era una mujer que llevara una vida normal.

De todas las respuestas que se había imaginado, no se esperaba aquella. No era


el hombre que la tomaría entre sus brazos para consolarla. Ella sufría, pero no tenía
nada que ver con él.

Lentamente, comenzó a abrir los botones de su camisa. -¿De verdad creías


que con esta ropa me disuadirías?- dijo con tono suave. Ahora que sabía que no
estaba pensando en Grisha, sentía que tenía más control sobre la situación. -¿Sabes
que es mi camisa? Si quieres oler como yo, hay otras formas de conseguirlo.

79
-¿Quieres hacer esto ahora?- preguntó ella, sujetándole las manos.

Alek tomó aire. -No eres una mujer con una vida normal, y eso no es malo.
Pero, si quiero, te puedo dar una noche de normalidad.

-¿Lo tenías planeado?- quiso saber, y él le abrió la camisa. -¿Por eso has
mandado a todos a casa?

Alek se inclinó para besar el hueco entre su hombro y cuello. Su cabeza se


apartó de inmediato para darle mejor acceso. -Sé que te gusta tener audiencia, pero
esta noche eres sólo para mis ojos. Así que, dime, Natalia. ¿Dónde quieres estar
cuando tome lo que es mío?

***

Sus labios se deslizaron por su garganta, y se le nubló la mente. El aire frío le


acariciaba la piel y, junto a la abrasadora calidez de su excitación, hacía que Natalia se
sintiese mareada. Cada nervio de su cuerpo le gritaba que rodeara su cintura con las
piernas y que lo atrajera hacia sí.

-No me has contestado, Natalia. ¿Quieres que te folle en el escritorio de la


oficina? Podríamos salir al balcón para que todos oigan tus gritos de placer. O quizás
prefieres que te penetre aquí, sobre esta mesa.

-Dios- murmuró ella. Incapaz de resistirse, comenzó a quitarle la camisa. Allí.


Le necesitaba allí mismo. Con cuidado de no deshacer el vendaje del brazo, le bajó la
camisa y le pasó las manos por el pecho. Su piel era cálida y tersa bajo sus palmas. -
No debería desearte.

-Pero me deseas- Le puso las manos en la espalda para desabrocharle el sostén


y, cuando sus pesados pechos quedaron libres, se inclinó y tomó un pezón en su boca.
El recuerdo de cómo la había atormentado la noche anterior, pasó por su mente.
Había descubierto lo sensibles que eran sus pezones. Estaba segura de que se hubiese
corrido sólo con su lengua, pero él siempre se detenía en el último momento.

Lentamente, le apartó y se reclinó hacia atrás. Sus manos se colocaron en la


cinturilla de sus vaqueros y ella levantó las caderas para que se los sacara. Pronto
estuvo tumbada sobre la mesa con únicamente una delicada tira de encaje negro sobre
el coño.

Él lo acarició suavemente a través del tejido, y sus caderas dieron una


sacudida. -Eres tan hermosa- murmuró. -Y tan receptiva.

80
¿Receptiva? Se quedaba corto. Mientras la acariciaba, se inclinó y la besó de
nuevo. Incapaz de resistirse, Natalia le rodeó con las piernas y movió las caderas
contra su erección. El material rugoso de sus pantalones le raspaba el clítoris, y no
pudo evitar hacerlo una y otra vez. Su cuerpo tenía mente propia y un hambre que
deseaba saciar aquella noche.

Él gruñó y le pellizcó los pezones. Una mezcla de placer y dolor le atravesó el


cuerpo, y gritó. -Hazlo- le rogó. -Por favor. Fóllame.

-Lo haré- prometió él con una voz tenebrosa. -Pero primero vas a suplicarme.

Algo se quebró dentro de ella y le empujó hacia atrás. -No- siseó. -Me has
oído suplicar las otras noches. Pero no esta noche, esta noche vas a admitir cuánto
deseas estar dentro de mí-. Se bajó de la mesa y cayó de rodillas.

-Natalia-. Era una advertencia, pero no la detuvo. Le soltó el cinturón y le bajó


los pantalones y los calzoncillos. Cuando su miembro apareció como un resorte, ella
deslizó un dedo por su parte inferior, desde la base a la punta. Sus caderas se
sacudieron en respuesta y ella sonrió malvadamente. Quería sentir el poder de tenerlo
en su mano.

De tenerlo en su boca.

Lentamente, cerró sus labios sobre él y se lo metió en la boca. Mientras su


lengua trazaba pequeños círculos en la parte inferior de su polla, él jadeaba
ruidosamente y se aferraba a la mesa.

Se la introdujo un poco más y comenzó a masajear la base con la lengua, y a


moverse a un ritmo alterno. Le distraería, pero no le llevaría hasta el final. Él gruñó y
empujó suavemente con las caderas antes de soltar un juramento.

-Joder- exclamó, y se liberó de su agarre. -Has conseguido lo que querías. Te


deseo, y voy a tomarte ahora. Levántate.

Natalia se levantó con una malvada sonrisa en el rostro. Pensó que Alek la iba
a volver a colocar sobre la mesa, pero se sentó en la silla y la atrajo hacia él. Natalia
cayó sobre su regazo con un chillido de sorpresa, y sintió su erección deslizarse por su
húmedo coño. Le golpeó en el clítoris y ella gimió y movió las caderas contra él.

-Vas a montarme- le dijo él, sujetándola por las caderas. -Vas a tomarme lo
más profundo que puedas, y cuando creas que no puedes más, voy a hacer que estés
tan mojada que me hundiré aún más adentro- murmuró, antes de girarle la cabeza y

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morderle el cuello.

-Por favor- rogó ella. -Por favor-. Pero no tenía que suplicar. Tenía el control.
Apoyando los pies en los travesaños de la silla, elevó su cuerpo y se clavó en él. Al
sentir cómo la llenaba, gimió y se detuvo.

-Es muy grande- murmuró. -Mierda.

Él jadeó y se aferró firmemente a sus caderas. Ella podía ver las gotas de
sudor en su frente mientras luchaba por no perder el control. Sabía que quería
empujar sus caderas hacia arriba y enterrarse dentro de ella, y ella deseaba lo mismo,
pero hacía tiempo que no había estado con nadie.

-Con cuidado- se quejó.

-Sí, cariño- susurró él. -Relájate. Tú puedes.

Inclinándose hacia los lados, consiguió abarcar más poco a poco, y ambos
gimieron ruidosamente. Aquella noche no iba a ser nada sigilosa. ¿Se enfadaría Ana a
la mañana siguiente cuando descubriese que el comedor también olía a sexo?

Él movió su mano entre los dos, y presionó el pulgar contra su clítoris. La


presión era justo la adecuada, y ella lanzó un gemido y se hundió hasta abajo.
Restregándose contra él, rotó las caderas un poco para acomodarlo dentro de ella. Un
deseo como nunca había experimentado la sacudió entera, pero no quería que se
terminara demasiado pronto. Quería que durase toda la noche.

-¿A qué esperas?- le preguntó él.

Natalia se aferró a su bíceps y se inclinó hacia adelante para colocar sus labios
sobre los de él, en otro ardiente y vertiginoso beso. Mientras él estaba distraído,
levantó las caderas y las volvió a bajar de golpe. -Joder- exclamó él con voz áspera,
interrumpiendo el beso. La sensación de él deslizándose por ese delicado punto dentro
de ella, acabó con su control y comenzó a moverse de forma salvaje encima de él.
Arriba y abajo. Dentro y fuera. Rotó las caderas hacia la izquierda y luego hacia la
derecha, adaptándose a él. Nada importaba. Todo era muy intenso y no había respiro.
Lo montó cómo le pedían sus demonios internos, mientras él se aferraba a sus caderas
obligándola a moverse más rápido.

Tendría moratones por la mañana, pero no le importaba. Ella tampoco era


delicada. Le hincó las uñas en los hombros y le arañó la piel con los dientes,
aproximándose al desenlace que tan desesperadamente necesitaba.

82
En aquel momento, era algo más que su prisionera. Era su esclava. Supo que
nada le haría dejar de desearlo. Su cuerpo ardería por él para siempre.

Aquel pensamiento la enfureció y, al mezclarse con su excitación, se movió


aún más rápido. -Tan cerca- susurró. -Joder, Alek.

-Grita mi nombre- murmuró él. -Quiero oírte. Quiero que admitas quién te
hace sentir así. ¿Quién te hace gemir y gritar? ¿Quién hace que te arda el cuerpo?

Natalia no podía más. Dio una última sacudida, lanzó la cabeza hacia atrás y
llegó al orgasmo gritando su nombre. Pero él no la dejó disfrutarlo a solas. Con un
grito, la sujetó contra él y la embistió una vez más, vaciándose dentro de ella.

Sudorosa, agotada y aturdida, Natalia se derrumbó encima de él, casi sin


conocimiento.

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Capítulo Diez
Alek ignoró la herida de su hombro y la llevó en brazos al piso superior. Natalia estaba
dormida cuando la depositó en la cama. Prácticamente se fundió con el colchón, y él
dio un paso atrás y la contempló. Se suponía que tomarla era una victoria. Se suponía
que era un ataque contra el hombre que le había hecho aquello. Pero incluso antes de
que estuviera tumbada sobre la mesa, había olvidado su propósito. Todo había girado
en torno a ella y cuánto la necesitaba.

Intentó sentir esa frialdad que le permitía seguir viviendo de aquella forma.
Que le protegía contra la brutalidad y la violencia de su trabajo. Que le mantenía
centrado en su misión, pero, viéndola dormir, completamente ausente, no logró
encontrar ese escudo.

Y no estaba bien. Aquel no era el momento de ablandarse. Tenía que


recordarlo. En lugar de meterse en la cama y acurrucarse contra su cálido y delicioso
cuerpo, se dio la vuelta. Le dolía el hombro, lo que le recordó que debía encontrar a
su enemigo. Y planear su venganza.

Trabajó hasta bien entrada la madrugada. Tras programar el despertador, se


tumbó en el sofá de su oficina y cerró los ojos con la intención de dormir un par de
horas. A punto de quedarse dormido, no pudo evitar preguntarse qué estaría soñando
Natalia.

***

-Deberías hacer algo sobre este problema de seguridad. Nunca se sabe quién
podría entrar mientras duermes.

El cuerpo de Alek se tensó, pero no tuvo que abrir los ojos para saber quién
estaba en su despacho. -Grisha- murmuró, incorporándose lentamente. Sintió un
latigazo de dolor en el hombro, pero se encontraba mejor que el día anterior. -Mi
único problema de seguridad eres tú.

-Quizás-. Su antiguo amigo le dedicó una sonrisa fanfarrona y se sentó sobre el


escritorio. -¿Te gusta la oficina de mi viejo? Veo que te sientes como en casa.

-¿Qué estás haciendo aquí, Grisha?

-Escapar de la sombra que me has adjudicado. ¿Por qué me vigilas, Alex? Te

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dije que te dejaría en paz si tú hacías lo mismo.

Alek frunció el ceño. No creía que Grisha hubiese regresado a Rusia sólo para
confrontarle. -Mientes. Quieres algo.

-Tienes razón, pero antes quiero saber qué demonios está ocurriendo. Me
espías en EE.UU. Tienes a la hija de Petr Primac prisionera en esta casa. Y dejas que
Boris construya en tu territorio. Parece que estás perdiendo el control.

Sólo una de aquellas frases llamó su atención. -¿Qué es eso de que Boris está
construyendo en mi territorio? Quería hacerlo cerca, y le dije que tenía que alejarse o
empezaría a comprar propiedades en su terreno.

-Eso no es lo que dicen mis fuentes- dijo Grisha con una sonrisa de
superioridad.

Alek se puso en pie y movió el hombro. -Tus fuentes se equivocan. No tengo


nada en venta en mi territorio. Es imposible que construya ahí.

-No tienes locales para vender. Pero las viviendas son otra historia.

-No conseguirá permiso para abrir un casino en una zona residencial- dijo Alex,
pero su cerebro se puso en marcha. ¿Por qué le interesarían a Boris las zonas
residenciales?

Grisha se bajó del escritorio y comenzó a abrir cajones de forma casual. Alek
lo observó con el ceño fruncido. -No va a comprar una vivienda, Alek. Ha adquirido
toda una calle junto a una zona comercial. Puede derruir las casas y construir lo que le
apetezca.

Alek se quedó helado. -Mierda. Estaba intentando distraerme con toda esa
historia. ¿Cómo sabes todo esto?

-Lo averigüé al intentar saber por qué me seguías. Llegué a la conclusión de


que pensabas que estaba trabajando para Boris-. Levantó una ceja. -¿Crees que
trabajo para Boris?

-No. Sólo te vigilaba para asegurarme de que no te ibas a interponer en mis


próximos planes.

-¿Qué te pasa en el hombro? Si no dejas de mover los brazos de esa forma,


voy a empezar a pensar que te has vuelto loco e intentas volar- protestó Grisha. -Y tus

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próximos planes me importan una mierda. Creo que te dejé claro que no tengo ningún
interés en lo que haces.

-Entonces, ¿qué estabas haciendo en los Estados Unidos?

-¿Qué estás haciendo con la hija de Primac?- espetó Grisha. Ambos hombres
se miraron en silencio, y Alek cedió.

-Ayer me atacaron. Sólo me apuñalaron en el hombro gracias a mis hombres.


Está claro que Boris se quiere hacer con la organización. Está jugando a dos bandas
para hacerme parecer débil. Entrando en mi territorio y debilitándome físicamente.
Tengo que defenderme.

En el rostro de Grisha se dibujó una sonrisa falsa. -Estupendo. Me alegro de


que lo tengas todo bajo control. Y ahora que sabes que no trabajo ni contigo ni contra
ti, porque me importas un carajo, voy a seguir tranquilamente con mi vida. Si me
entero de que me vigilas, haré algo más que forzar la entrada. ¿Estamos de acuerdo?

Alek rió. Incluso de niño, Grisha siempre tenía secretos. Sólo porque se
mostraba amigable, no significaba que eran amigos. -Te conozco bien, Grisha. Puede
que te haya dado la oportunidad de presentarte por aquí, pero no has venido sólo
porque te estaba siguiendo. Estás aquí por otra cosa. Dímelo ahora y nos ahorrarás
muchos problemas a los dos.

Su compañero de la infancia sonrió con malicia. -Lo que me trae a Rusia no es


de tu incumbencia-. Se giró para irse, pero dudó. -Sé que nunca fuimos amigos, y no
es asunto mío, pero, si te dejas consumir por el pasado, no vas a poder pasar página.
Todos hemos cometido errores, Alek, no hagas que otros paguen por ellos.

-Natalia no es tu problema- espetó Alek. -Siempre que tus negocios en Rusia


no interfieran con los míos, puedes hacer lo que te plazca. Pero si lo hacen, pagarás
por ello.

-Me alegro de verte, Alek- dijo Grisha, abandonando el despacho.

-¡Y no vuelvas a acercarte a mi casa!- Alek no se molestó en seguirle. Aunque


descubriese cómo accedió Grisha a la propiedad sin ser detectado, aquel maldito
hombre encontraría otra forma de entrar. Podría ser un excelente ladrón.

Quizás lo era.

Cuando subió las escaleras para cambiarse la venda y vestirse, Alek estaba de

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mal humor. Esperaba que Natalia estuviese aún dormida, pero se la encontró envuelta
en una sábana y mirando por la ventana. Por un momento, no pudo creer lo hermosa
que estaba con la luz de la mañana. Los tonos dorados acariciaban su cabello oscuro.

-¿Por fin has decidido venir a la cama?- preguntó en tono frío, sin siquiera
mirarle. Él se detuvo en la puerta. Estaba enfadada porque había pasado la noche en la
oficina.

-Vengo a cambiarme de ropa- contestó con voz ronca. -Me espera un día muy
ocupado.

Ella no se movió ni habló mientras se quitaba los vaqueros. Antes de ponerse


una camisa, se quitó el vendaje y estudió la herida. No parecía que se estuviese
infectando. -Necesito ayuda- dijo en tono suave, intentando vendarse el hombro de
nuevo.

Natalia se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa burlona. -¿El gran Aleksandr
Evanoff necesita ayuda? Yo no iría diciendo eso por ahí. Podría perjudicar tu
reputación-. Se ajustó mejor la sábana, pero no se movió de la ventana.

El cuerpo de Alek ya estaba reaccionando. En cinco pasos, cruzó la estancia y


la empujó contra la pared. -Sigues siendo mi prisionera; yo de ti tendría cuidado con lo
que dices- habló con voz suave, a la vez que deslizaba un dedo por su mejilla.

-¿Dónde estabas anoche?- quiso saber ella, haciendo caso omiso de su


advertencia. Lo miró directamente a los ojos.

-No es asunto tuyo-. Últimamente estaba repitiendo mucho aquella frase.

-Entonces, seguro que puedes vendarte tu propia herida- siseó ella,


apartándose. Conteniéndose, la dejó ir. Natalia entró en el baño y cerró la puerta de
golpe. Estaba claro que no era el tipo de mujer que se deja follar hasta la saciedad para
luego ser ignorada.

Enfadado, se cubrió la herida lo mejor que pudo y se puso la camisa a toda


prisa. Si Natalia pensaba que se podía comportar de aquella forma, le esperaba una
sorpresa. Una vez en el pasillo, aporreó la puerta de Anna.

-Es demasiado pronto- protestó cuando abrió la puerta. -¿Qué coño pasa?

-Estaré ocupado la mayor parte del día y no quiero que se me moleste- dijo,
ignorando su enfado. -Llévate toda la ropa del armario. Nuestra invitada no se va a

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vestir. Y saca todo tipo de entretenimiento de su cuarto. Nada de libros ni televisión, y
llévate también el expediente de su padre.

Ana se quedó con la boca abierta. -Estás de broma, ¿no?

-No. Y no quiero que hables con ella. No le lleves comida. Ni ropa. Nada de
distracciones. Si me entero de que me has desobedecido, te ocuparás de todos los
invitados que tengamos esta semana. ¿Entendido?

Anna palideció ante la posibilidad de tener que ocuparse de los hombres de


Boris. Asintió lentamente con la cabeza. -¿Qué ha hecho para cabrearte tanto?

Alek la contempló con una fría sonrisa. -Creer que es una invitada. Me
pregunto de dónde habrá sacado esa idea-. Tras mirarla con intención, siguió su
camino por el pasillo, silbado alegremente. Su ánimo mejoro sólo con imaginarse lo
cabreada que estaría Natalia.

Había empezado bien el día.

Por desgracia, no continuó de la misma forma. Al llegar al comedor, vio el


periódico de aquel día. Y el titular lo dejó sin fuerzas.

Los niños de un orfanato ruso obligados a trabajar para la mafia.

Joder.

Furioso, descolgó el teléfono y marcó el número del orfanato. Una adormecida


voz contestó. -Alek, aún no ha amanecido- protestó Dorie.

-¿Has visto el periódico? ¿Te ha entrevistado alguien?- gruñó con voz ronca.

-¿Entrevistado? Claro que no. ¿Qué ocurre?

-Lee el periódico, Dorie. Ahora.

Esperó unos minutos. Por fin, se oyó un suspiro. -Oh, Alek. ¿Cómo ha pasado
esto? Todo el mundo va a retirar sus donativos. ¿Qué vamos a hacer?

Alek escuchó pánico y dolor en su voz, pero no se inmutó. Dorie era la


persona que menos ganaría con una noticia de aquel tipo, pero eso no significaba que
no estuviese involucrada. Porque si ella no había dado la información, sólo quedaba
otra alternativa.

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Tenía un topo.

Antes de enfrentarse con ella, pensó en el problema de forma lógica. Todo


había sucedido a la vez. Primero, el intento de asesinato. Después, Boris había tratado
de distraerle mientras se adentraba en su territorio. Y ahora, una organización que le
importaba estaba a punto de ser arruinada. Eran demasiadas coincidencias. Alguien
estaba tratando de asustarle.

Y lo estaba consiguiendo.

-Yo me encargo, Dorie- prometió. -Pero necesito que pienses. ¿Ha hablado
contigo alguien de mi organización? ¿O alguien que te haya hecho sentir nerviosa?

Ella sollozó. Sin duda, pensaba en los niños del hogar y en qué harían si todos
retiraban su financiación. -Dorie, escúchame. El Ministerio de Educación no cerrará el
orfanato por esto. No puede hacerlo. No tienen otro sitio para acoger a los niños.
Saldremos en la prensa durante una temporada, pero tú eres fuerte, y lo vas a
superar. Confía en mí. Haré pagar a quienquiera que nos haya hecho esto.

-¿Más violencia, Alek? ¿Cuándo va a acabar?- preguntó con voz triste.

-No acabará hasta que tenga lo que quiero, Dorie.

-Alek, te lo ruego. No sigas. Deja las cosas como están. Simplemente...


abandona. Sé que puedes hacerlo. Porque si no, las personas que te importan van a
acabar pagando.

Él reprimió un juramento y colgó. Le hervía la sangre. Cuando una camarera


entró con su desayuno, Alek cogió la bandeja y la estampó en el suelo. La taza de
porcelana se hizo añicos y la comida salpicó por todas partes. La joven lanzó un
chillido y se retiró asustada. Cuando se encerró en su despacho, Alek no tenía otra
cosa en la mente que planear su venganza.

Boris tenía a alguien en su casa, y Alek iba a descubrir a ese espía y a


torturarlo hasta que obtuviese toda la información que necesitaba, y cada gota de su
sangre.

***

Natalia miraba fijamente al armario. Estaba completamente vacío, excepto por


una nota de Anna. Lo siento. Así que Alek estaba enfadado. ¿O se había dado cuenta
de que estaba perdiendo el control?

89
Debía de haberla llevado a la cama después de tener sexo. No había otra
explicación a cómo había acabado allí. Y no era solamente que la hubiese llevado al
dormitorio, había pasado la noche en otro sitio. Si no lo conociera, pensaría que tenía
sentimientos encontrados sobre lo que pasó la noche anterior.

-O, tal vez, simplemente es así de cruel- murmuró. Aquella era,


probablemente, la mejor explicación. -Hijo de puta.

Era claramente una lección de humildad. Si tenía hambre, debía ir a la cocina


vestida con una sábana. Vergonzante, pero la otra alternativa era quedarse todo el día
en la habitación pasando hambre. Y eso significaría que Alek había ganado.

Observándose en el espejo, se enrolló en la sábana de satén y se la ajustó en el


escote. Caía en cascada alrededor de su cuerpo y parecía un elegante vestido. -Quizás
deba dedicarme a la moda después de esto- bromeó, dedicándose una pícara sonrisa.

Sosteniendo el vestido para no tropezarse, Natalia abrió la puerta del cuarto y


asomó la cabeza. No había nadie. Moviéndose en silencio, bajó las escaleras de
puntillas y se metió en la cocina. El personal se quedó mirándola. -He cabreado al
jefe. ¿Puedo desayunar?- preguntó, avergonzada.

El cocinero sacudió la cabeza y le lanzó un panecillo. Natalia lo mordió y gimió


con deleite. -Perfecto- dijo con la boca llena. -Gracias.

Alek también le había arrebatado el expediente de su padre. Pero aquello daba


igual. Lo volvería a coger. Tras terminar el panecillo, pasó por el comedor y acabó en
la oficina. Estaba vacía. Intentó abrir los cajones del archivador, pero estaban cerrados
con llave.

Se puso de rodillas y buscó la llave en el lugar secreto bajo el escritorio, pero


no había nada. -Maldita sea-. No le tenía que haber dicho que había encontrado el
escondite. Fue algo estúpido, y ahora estaba pagando por ello. Aunque, seguramente,
ya no importaba. Lo más probable era que hubiese guardado el expediente en otro
sitio.

Presionando la oreja contra la puerta de la otra oficina, logró escuchar la voz


de Alek. Tan silenciosamente como pudo, intentó girar el pomo de la puerta. Estaba
cerrada con llave. Tras abandonar el despacho, ignoró las miradas del personal y se
dirigió a la otra entrada. También estaba cerrada. Entrecerrando los ojos, salió del
edificio y se aproximó a la ventana. Desde allí podía ver a Alek gritando al teléfono.
Furiosa, Natalia golpeó la ventana.

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Alek casi dejó caer el auricular y se dio la vuelta para mirarla. -¡Devuélveme el
expediente!- gritó ella.

-¿Qué demonios haces?- le gritó él, cruzando la oficina y abriendo la ventana


de un tirón. -Mete tu culo en casa.

-¿Qué ocurre, Alek? ¿Esperabas que me quedara en el cuarto todo el día? Te


puedes ir a la mierda en cuanto me devuelvas el expediente.

-No tengo tiempo para esto. Si no entras en casa, te voy a dejar fuera hasta
mañana-la amenazó. Ella observó la furia en sus ojos. No dudó de sus palabras ni un
momento.

-¿Qué ha pasado?- preguntó con voz suave.

-Entra- ordenó él, con los dientes apretados. -Ahora mismo.

Parte de ella quería desobedecer, pero no le apetecía pasar el día y la noche


vestida solamente con una sábana. -De acuerdo- murmuró, envolviéndose bien y
encaminándose al interior. Apoyado en el umbral de su oficina, Alek la observó
furioso.

-Si quieres que te vean desnuda, puedo follarte delante de todos.

-Siempre dices lo mismo; me pregunto si no serás tú el que quiere hacerlo.


Además, tú eres el que quería que estuviese desnuda- apuntó en voz baja.

-Quería enseñarte que tus palabras y actos tienen consecuencias. No tienes que
cuestionar tu posición, Natalia. No te traje aquí porque me encapriché con tu belleza.
Estás aquí porque quiero castigar a tu padre. Cuantas más cosas te haga, más lo
castigaré. Así que no me presiones, o la próxima vez no tendrás ni una sábana con la
que taparte. Vete a buscar a Anna y vístete. Almorzarás conmigo, serás educada y
estarás callada, y me darás todo lo que te pida. ¿Entendido?

Ella abrió la boca para protestar, y él le entregó un expediente. El de su padre.


Sin dejar de mirarle a los ojos, lo cogió. -Dame las gracias- ordenó él.

Ella tragó saliva y asintió con la cabeza. -Gracias.

-Ve a vestirte. Y no hagas nada que me cabree- añadió, antes de girarse y dar
un portazo. Temiendo que cambiara de idea, Natalia estrechó el expediente contra su
pecho y se apresuró a subir las escaleras. No tenía intención de hacer otra cosa que no

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fuera recabar información antes del almuerzo. Y después, aceptar lo que le esperaba.

92
Capítulo Once
Alek estaba a punto de enviar a alguien a buscarla, cuando Natalia entró en el comedor
y se sentó bruscamente. Sabía que había leído el expediente. Notó cómo contenía las
lágrimas, pero le sostuvo la mirada y tomó un vaso de agua. -Aquí estoy. Para
almorzar. Callada y sumisa como siempre- se burló.

Por lo menos no era aburrida. -Llegas tarde. Eso no es ser sumisa.

-Quería asegurarme de estar perfecta para ti- añadió sarcásticamente. Estaba


claro que ni se había peinado, pero al menos no llevaba la sábana. Al verla por la
mañana, había estado a punto de tomarla allí mismo en el jardín. Y si la gritó para que
se vistiera, lo había hecho por celos. Había querido humillarla y, en lugar de eso, casi
derriba la ventana para acercarse a ella.

Hizo un gesto al personal y les sirvieron el almuerzo. -¿Es posible tomar algo
más fuerte que agua?- preguntó.

-Supongo que has leído el expediente de tu padre. ¿Todo? ¿Has llegado a la


parte en la que ejecuta a cinco mafiosos durante una cena? Yo tenía diez años. Fui con
él para observar y aprender. ¿Y cuando secuestró a mi profesora?, la única mujer a la
que he respetado y a la que amenazó con matar si seguía hablando de convertirme en
arqueólogo. Tenía doce años. Aún creía que podía ser lo que quisiera.

Natalia le miró con semblante serio desde el otro lado de la mesa. -He leído los
informes del hombre que ordenó a mi padre hacer esas cosas. No te has convertido en
mi padre, ¿verdad? Te has convertido en el hombre que está al mando. Si quieres
culpar a alguien, culpa a Grigori, o a ti mismo, pero no culpes a mi padre. Hizo cosas
horribles, pero tú no eres ningún santo. Y espero, por tu bien, que ninguno de tus
enemigos secuestre a tu hija y haga de ella una esclava sexual.

Él respiró profundamente. -¿Me estás diciendo que no disfrutaste anoche?


¿Cuántas veces hice que te corrieras?- Ella apretó los labios, y él sonrió. -¿Ya no
quieres hablar?

-Me has ordenado que esté callada y que sea sumisa- murmuró, y empezó a
comer. Se sonrojó, y Alek supo que estaba pensando en la noche anterior. El único
problema era... que él también. Cambió de tema.

-Cuando regreses, ¿qué le vas a contar a tu querido padre?

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Natalia comió en silencio durante unos minutos antes de contestar. -No lo sé,
pero sé que ahora es una persona distinta. No conocí a la persona que era antes y, si
no quiere hablar de ello, no tiene por qué hacerlo. Si él puede olvidar su pasado,
quizás tú también puedas.

Alek lanzó un bufido. -¿Crees que es así de sencillo? ¿Simplemente olvidar mi


pasado? Si abandono mi trabajo, ¿qué te hace pensar que me sustituirá una persona
mejor? ¿Crees que la violencia no será el doble? Te engañas a ti misma si piensas que
es tan sencillo como abandonar. No funciona así, Natalia-. Se inclinó y le pasó el
periódico.

Ella leyó el titular. -No lo entiendo. ¿No sabían todos que tú saliste del
orfanato?

-Todos saben que salí del orfanato. Por eso donan dinero. ¿Saben que decenas
de niños fueron reclutados por la mafia? Claro que no. Ni un sólo político de este país
va a tocar el orfanato. Todos retirarán sus donaciones y no verán un céntimo. ¿Sabes
qué significa eso?

-¿Que estás cabreado?

-Que alguien de mi organización ha filtrado esa información. Y estoy pensando


en gente que podría estar enfadada conmigo. ¿He despedido a alguien hace poco?
¿Alguien quiere un aumento? ¿He humillado o enfadado a alguien?- La miró
fijamente-. ¿Le he dado a alguien demasiada libertad?

Natalia puso los ojos en blanco y apartó el periódico. -Puede que te odie, pero
pondría la felicidad de esos niños por encima de la mía. Y lo sabes. Así que ya puedes
borrar esa expresión de tu rostro y decirme qué quieres de mí.

Era inteligente. Demasiado inteligente. Alek hizo un gesto a su personal y


recogieron la mesa. Natalia seguía comiendo y se detuvo para mirarle. -¿En serio?
¿Qué demonios?

-Lo único que quiero de ti es que dejes de causar problemas. Has interrumpido
mi llamada y ahora interrumpes mi almuerzo. Te he dicho que seas sumisa. ¿Es que
ya no te importa la seguridad de tu padre?

Natalia se quedó blanca y, por un momento, él se arrepintió de sus palabras. -


Natalia- dijo con voz suave.

Ella levantó una mano. -Estoy aquí por mi padre. Y si no quieres otra cosa de

94
mí que este estúpido plan de venganza, dejémoslo. Si con eso consigo que mi padre
esté a salvo, estaré callada y seré sumisa. ¿Me permites terminar mi almuerzo? No he
acabado.

Alek hizo un gesto con la mano y le devolvieron el plato. -¿Qué quieres hacer
con tu vida?- le preguntó.

-¿Qué?

-Eso es lo que quiero hacer esta noche. Conversar contigo. ¿Qué pensabas
hacer con tu vida?

Le pareció que iba a decir algo grosero, pero cambió de idea. Tras tomar otro
bocado, se quedó mirando fijamente el plato. -No sé.

-¿De verdad?

-Cada vez que creo que quiero hacer algo con mi vida, lo intentó y lo arruino
todo. En la universidad cambié cuatro veces de carrera. He tenido cinco trabajos
distintos. Pensé que un trabajo temporal ayudaría, pero acabé odiándolo.

-¿Por qué estás soltera? He echado un vistazo a tu historial y no has salido con
nadie en años.

-Me estaba reservando para que un hombre apuesto me hiciera su prisionera-


dijo con sarcasmo.

-¿Crees que soy apuesto?- preguntó él con una sonrisa.

Ella puso los ojos en blanco. -Y lo mismo me pasa con los hombres. Me
gustan, lo intento con ellos, y lo arruino todo. O los acabo odiando o salen huyendo.

-¿Huyen de ti?

-¿Por qué estamos hablando de esto?- quiso saber, dejando el tenedor. -¿Es
una nueva forma de tortura?

Durante los dos siguientes días, su vida iba a ser mucho más difícil, no tenía ni
idea de lo que le esperaba. Ella lo miró, enfadada.

-Piensa qué quieres esta noche- dijo él. -Después de cenar. Algo que yo te
pueda dar. No tu libertad. No la libertad de tu padre. Algo que te pueda dar en unas
horas.

95
Natalia abrió los ojos asombrada. -¿Por qué?

-Piensa en ello, Natalia. Sólo te lo voy a ofrecer una vez.

Terminaron de almorzar en silencio, pero él notó que estaba pensando. Tendría


sus sospechas, pero, al final, le pediría algo. Esperaba que fuera suficiente para
compensar lo que la iba a obligar a hacer.

***

Natalia encontró unos vaqueros y una camiseta sin mangas para llevar durante
la cena. La ropa no era suya, pero era muy parecida a lo que solía ponerse. Por lo
general, Alek la obligaba a vestir algo elegante para cenar con él. ¿A qué estaba
jugando exactamente?

Ana no apareció para peinarla ni ayudarle con el maquillaje. Aún así, cogió un
peine y se atusó los rizos. Tras colocarse el cabello sobre un hombro, se aplicó un
poco de maquillaje y sonrió. Por fin parecía ella misma.

Alek la estaba esperando al pie de la escalera. Natalia dudó y se quedó mirando


con ojos sorprendidos. -Natalia, tengo hambre. Por favor, no me hagas esperar.

Ella dio unos pasos vacilantes. -Sin vestido. Sin Ana. Y tú no me esperas en la
mesa. ¿Qué está pasando?

-He dado la noche libre al personal. A todos.

-¿Por qué?

-Ya te lo he dicho. Quiero hacer algo bonito para ti.

Natalia terminó de bajar. -¿Algo bonito para mí?

Alek sonrió. -Puedo ser un tipo agradable, Natalia.

-Le dijo la araña a la mosca- murmuró ella. -No harías esto si no fueras a
obtener algo a cambio.

Él se encogió de hombros y ella suspiró. -¿Qué va a pasar esta noche?

-Te lo acabo de decir. Esta noche te daré lo que quieras. Así que dime qué
quieres.

96
-Lo que quiero es irme a casa.

Alek soltó una risotada y la condujo a través del comedor hasta la terraza.
Natalia se estremeció en la fría noche rusa y se quedó mirándolo. -Si cenamos aquí
fuera, cogeré una pulmonía.

Sonriendo, él señaló un extremo del patio donde había un jacuzzi


borboteando. Ella se volvió hacia él. -¿Me estás tomando el pelo? ¿Vas a seducirme?
¿Para qué, Alek? Ya has demostrado que me puedes poseer incluso si no quiero-.
Enfadada, se dio la vuelta y echó a andar hacia la casa, pero él la detuvo agarrándola
del brazo.

-Es sólo sexo, Natalia. Tal vez me haya cansado de ver la expresión de
disgusto en tu rostro. Y de miedo- añadió en un susurro, mientras le acariciaba los
brazos.

-¿Qué crees que quiero?- Se volvió hacia él, pero ya conocía la respuesta. En
parte, estaba aterrorizada. ¿Cómo demonios podía saber qué deseaba? ¿Cómo sabía
qué iba a pedirle?

-Hay algunas reglas. No me puedes pedir que te deje ir antes de tiempo. Y no


puedes pedir nada relacionado con tu padre- añadió con voz tenue, deslizando las
manos sobre su vientre. Ella inspiró profundamente cuando él tiró de su camiseta. Su
aliento le rozaba el cuello, pero no la besó. Natalia deseaba con todas su fuerzas que lo
hiciera. -No te quedan demasiadas opciones. Pero me lo tienes que decir.

-¿Cuánto debe durar?

-Sólo esta noche.

-Sólo esta noche. Ella cerró los ojos y se apoyó contra él. Sintió cómo le
desabrochaba los vaqueros y se los bajaba. Al agacharse, ella perdió el equilibrio y se
aferró a la mesa que tenía delante. Intentando concentrarse en el favor, su resolución
comenzó a flaquear. Como por arte de magia, sus piernas se separaron, y sintió sus
labios rozando la curva de sus glúteos. A través del tejido del tanga, sus manos le
acariciaban suavemente el coño.

-Alguien podría vernos- susurró, pero empezó a mover las caderas.

-¿No hemos tenido ya esa conversación?

Retiró la tela y presionó la boca contra su cálido centro. -Oh- gimió ella.

97
Su deseo era como un río de lava, y sintió cómo se derretía. -Alek- susurró.
Volvió a gemir y dejó caer la cabeza sobre la mesa. -Para. Para o me voy a correr- se
quejó.

-¿Y qué problema hay?- dijo él con voz tenue, insertando un dedo dentro de
ella.

Aferrándose a la mesa, por fin pidió lo que realmente quería. -Quiero tener el
control. Alek se detuvo, y ella se puso de pie y lo miró por encima del hombro. -Esta
noche quiero tener el control.

-¿Por qué?- Sonrió al decirlo. Sabía lo que quería. -¿Crees que si tienes el
control podrás escapar?

Apartándose, pasó una pierna por encima de él y se sentó sobre la mesa. -No.
Hace tiempo que no tengo control sobre mi vida. No sólo estas semanas pasadas, sino
los últimos años. Esta noche quiero tenerlo. Por favor.

Despacio, él se puso en pie y levantó las manos. -De acuerdo. Esta noche
puedes tener el control. ¿Qué quieres hacer?

Su estómago rugió y se echó a reír -Cenar. Sin duda alguna, quiero cenar.

Él rió. -No era lo que estaba esperando, pero podemos empezar con la cena-.
Al otro lado del jacuzzi, había una mesa con dos platos cubiertos. Con una malvada
sonrisa, Natalia se quitó la camiseta y la dejó caer al suelo. Rezando para que nadie
estuviese mirando, se deshizo del tanga y se metió en al agua caliente. Cuando el agua
le tocó la piel, profirió un suspiro, y Alek se giró.

-Pensaba que tenías hambre- dijo con voz ronca, observándola.

-Así es. Y tú me vas a dar de comer mientras entro en calor-. Se acomodó y


volvió a suspirar al sentir los chorros de agua en los puntos doloridos de su espalda.
Alek sacudió la cabeza.

-No tientes a la suerte- le advirtió, y colocó ambos platos sobre el borde del
jacuzzi.

-Quítate la ropa-. Natalia prácticamente se relamió contemplando cómo se


desnudaba. No se iba a olvidar de aquel juego en toda la noche. Era una prisionera, y
él su guardián. Pero aquella noche, estaba dispuesta a vivir una fantasía. Durante los
días venideros, podría necesitar ese recuerdo para seguir adelante. Y no iba a

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malgastar ni un sólo minuto.

Cuando acabó de desnudarse, ella se tomó su tiempo observándolo. Aunque le


odiaba, tenía que reconocer que era espléndido. Todo su cuerpo parecía estar
esculpido en piedra, y deseó deslizar su lengua por cada centímetro de él. Le hizo un
gesto con el dedo y él se metió lentamente en el agua.

Destapó los platos. Ella abrió la boca y gimió cuando él la alimentó con la
ayuda de un tenedor. Alek sonrió y se sentó. -Siempre he pensado que la forma de
conquistar el corazón de un hombre, no una mujer, es a través de su estómago.

Natalia sintió una punzada en su estómago y se retiró un poco. -No estás


tratando de conquistarme. Estás haciéndome un favor- dijo, quitándole el tenedor de la
mano. Él suspiró con frustración.

-Es una expresión- informó con calma.

-No hables- ordenó ella. Alek cerró la boca obedientemente y ella lo observó
con curiosidad. Ladeando la cabeza, lo miró fijamente. -¿Vas a hacer todo lo que te
diga?

-Así es- apuntó él. -Esta noche soy tuyo. Lo único que tienes que hacer es
decirme qué quieres. Cuando acabes de comer, claro.

¿Qué quería? Se colocó el dedo sobre los labios para indicarle que se callara y,
tras cierta deliberación, le pasó uno de los platos. Él rió, pero comió en silencio. Hacia
el final de la cena, Natalia continuaba comiendo lentamente. Pronto tendría que darle
una orden, y no estaba segura de poder hacerlo.

Se dijo a sí misma que era porque se iba a sentir mejor. Si le hacía lo mismo a
él, se iba a sentir mejor por todo lo que había hecho con su cuerpo. Si tenía control
sobre su cuerpo de la misma forma que él lo tenía sobre el suyo. Pero en el fondo,
sabía que era porque lo deseaba. Nada más y nada menos. Era su fantasía.

Apartando el plato, se volvió hacia él. -Vale. ¿Estás listo?

Le temblaban las manos de los nervios, y él le dedicó una sonrisa. -Estoy


listo- respondió en un tono suave. -Veamos qué tienes preparado.

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Capítulo Doce
Natalia deseó tener un poco de vodka, pero vio lujuria en los ojos de Alek y aquello le
bastó. -Sin tocar- le ordenó con voz temblorosa.

Él levantó una ceja, pero sacó los brazos del agua lentamente y los colocó
sobre el borde del jacuzzi. Ella se subió a horcajadas sobre él, de forma que su
erección quedara entre sus piernas.

Al principio, no hizo nada. Simplemente disfrutó de la sensación de estar


encima de él. Luego, comenzó a mover las caderas poco a poco, y observó cómo se
tensaban los músculos de su rostro. -¿Te gusta?- murmuró.

-Sí- dijo él, suavemente. -Y si no haces algo más, no voy a ser capaz de
cumplir mi parte del trato.

Natalia se detuvo de inmediato. -Perdona.

-No tienes que parar- le dijo él con una sonrisa. -Puede que estuviera
disfrutando demasiado.

-Nunca he hecho esto antes- confesó ella en voz baja. -Yo...

-No pasa nada- murmuró él. -Tenemos toda la noche. Tómate tu tiempo,
aunque si pasamos mucho rato aquí, no te voy a servir de mucho.

Natalia lanzó una carcajada y cerró los ojos. Intentó olvidarse de todo y
disfrutar del momento. Alek ya la había humillado. No era como si ahora fuera a
quedar en evidencia delante de él. Sintió sus manos en la piel y, de repente, sus labios
en la garganta. -Alek- protestó. -Se supone que tengo el control.

-Lo tienes. Sólo me estoy divirtiendo mientras piensas- dijo, deslizando los
labios por su hombro.

Ella le golpeó en el pecho con la palma de la mano. Lentamente, se enderezó


sobre la superficie del agua y se inclinó hacia él. -Lámeme el pezón- susurró.

-¿Qué?- exclamó él con una traviesa sonrisa.

-Lame. Mi. Pezón. Ahora- ordenó. Sosteniendo su mirada, se inclinó hacia


adelante y le dio un lametón. Saber que lo hacía porque ella se lo había ordenado hizo

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que la sensación fuera más intensa. Natalia cerró los ojos y gimió cuando él tomó su
pezón en la boca y comenzó a succionar.

-El otro- dijo, sin apenas aliento-. Ahora. Ahora, Alek.

Él se movió de forma obediente y ella estuvo a punto de perder su agarre sobre


el borde del jacuzzi. Al derrumbarse contra él, Alek la agarró por la cintura y la giró
hasta que quedó sentada firmemente en el borde. -Creo que te estabas
sobrecalentando un poco- comentó, con un malvado brillo en los ojos. -Ahora sigo.

Continuó lamiendo, y ella dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió. -Más abajo-
susurró.

-¿Qué?- preguntó él levantando la cabeza. La besó en los labios. -Tienes el


control, Natalia. Tómalo.

Le empujó la cabeza hacia abajo. -He dicho más abajo- ordenó, en un tono de
voz más alto.

-No sabía lo sexy que sería esto- murmuró él, antes de pasarle los labios por el
vientre. Ella sacó las piernas del agua y las abrió, y cuando él colocó sus labios sobre
el interior del muslo, se estremeció. La atmósfera se había vuelto muy pesada y, por
un momento, se olvidó de darle órdenes. Cuando se introdujo un dedo del pie en la
boca, se sobresaltó. -¡Alek!- exclamó, riéndose.

-Has dicho más abajo. No me has dicho cuándo parar- dijo con una sonrisa, a
la vez que liberaba el pie. Se inclinó para atrapara el otro, pero ella le empujó.

-Ahora tengo otra orden- dijo enfadada. -Bésame.

-¿Dónde?

-En los labios. Bésame los labios. Empujándose hacia arriba, se arrimó a él.
Cuando él se agachó, se quedó sin aliento. La besó con firmeza, empujando contra su
abertura. Por un momento, casi se olvidó de qué quería. Casi le envolvió con las
piernas para atraerlo más hacia sí, pero cuando él levantó la cabeza, Natalia tomó aire.
-Así no.

-¿Quieres estar encima?- preguntó él con una sonrisa.

Sin una palabra, se incorporó y se sumergió en el agua. La observó mientras


tomaba una bocanada de aire y se daba la vuelta. Mucha gente prefería tener sexo por

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detrás. Nadie tenía que mirar a nadie. Lo único que había que hacer era sentir. Pero
ella era diferente. Nunca había confiado en nadie para que la tomara desde atrás, y
ahora quería sentir a alguien en su espalda. Sentir cómo la penetraba lo más
profundamente posible.

-No me esperaba esto- murmuró él, colocando las manos sobre sus caderas. -
Para serte sincero, esta postura no me gusta.

-¿Por qué no?

La atrajo más hacia sí y le pasó los dedos por el clítoris. Ella se quedó sin
aliento y comenzó a restregarse contras su mano. -Quiero que la persona con la que
estoy follando me vea. Quiero que sepan quién soy.

Natalia apoyó la cabeza en él y le rodeó el cuello con los brazos. -Créeme,


Alek, nadie podría olvidar que estás detrás. Quiero hacer esto y me has prometido que
harías todo lo que quiero esta noche. Con un gemido, fruto de la tensión que se
acumulaba dentro de ella, se inclinó hacia adelante y separó las piernas. -Hazlo, Alek.
Fóllame por detrás. Te juro que no me puedo olvidar de quién posee mi cuerpo.

Él la sujetó por las caderas y la penetró. Al golpearle en la cérvix, ella gritó.


Todo lo que había leído era cierto. Él se hundió aún más en ella que la noche anterior,
y Natalia pensó que no podría soportarlo. -Más despacio- consiguió pronunciar. -
Joder, por favor, Alek.

Él se detuvo. -¿Natalia? ¿Estás bien?

-Sí-. Tragó saliva. -Dios, Alek, estoy muy cerca. Por favor. Quiero disfrutar un
poco más. Ve más despacio- le rogó.

Inclinándose hacia delante, le mordisqueó el lóbulo de la oreja y, lentamente, la


volvió a penetrar. Ella se apoyó contra él. Pero, aunque disfrutaba de las sensaciones
que le provocaba embistiendo cada vez con más profundidad, faltaba algo. Sin previo
aviso, se zafó y se dio la vuelta. Sin detenerse, él volvió a deslizarse dentro de ella.

-Natalia- le susurró al oído. -Eres perfecta.

Toda su piel se estremeció ante aquellas palabras y, por un momento, se


imaginó que se refería a algo más que a su cuerpo. Por un momento, se imaginó que
no existía la mafia ni los favores. Que estaba con ella porque quería, y ella con él por
lo mismo.

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Le deseaba con desesperación.

-No puedo- susurró, envolviéndolo con sus brazos. No podía. No podía seguir
su marcha. Se suponía que tenía el control y lo perdió en el momento en el que entró
en ella. Apretó las piernas a su alrededor y se vino abajo. Él colocó su cabeza en el
hueco de su hombro y se enterró dentro de ella.

-Natalia- le susurró al oído. Salió de ella y la cogió en brazos, para depositarla


en el borde del jacuzzi. -¿Te encuentras bien?

-Frío- logró decir ella, al notar el aire. Sus dientes comenzaron a castañetear y
él la metió en el agua y la abrazó con fuerza. Ella rió y presionó su rostro contra su
pecho. -En algún momento tendremos que irnos.

-¿A la cama?- preguntó Alek, acariciándole el cabello.

-Sí.

-Espera aquí, voy a por toallas-. Le besó la coronilla y se fue. Una vez sola,
contempló la oscuridad y se envolvió el cuerpo con los brazos. Aquella noche había
intentado tomar el control de la situación, y sólo había logrado probar una cosa. Él la
controlaba a ella. La poseía en mente, cuerpo y alma.

Y no había nada que pudiese hacer para cambiarlo.

Una vez dentro y ambos secos, Alek se derrumbó sobre la cama. Natalia lo
miraba mientras se masajeaba el hombro. -Tengo mucho sueño- murmuró.

-¿Qué me va a pasar? No harías esto a no ser que algo vaya a pasar muy
pronto- dijo ella, de pie junto a la cama. -¿Qué debo esperar? ¿Algo bueno? ¿Algo
malo?

Él levantó la cabeza y la miró. -No te lo puedo decir, Natalia.

Natalia asintió y se metió en la cama junto a él. -¿Debería estar preocupada?

-No dejes que esta noche te confunda, Natalia. No hay nada entre nosotros.
No te debo ninguna respuesta. Esta noche era un favor, aunque me he divertido. Y has
mostrado más de lo que crees- dijo en tono frío.

Tras separarse de él, le dio la espalda. -Sólo tú podrías transformar esto en una
humillación. ¿Qué te pasa?

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-De todo- susurró él. -De todo.

Ella se acurrucó en el borde de la cama y él intentó alcanzarla. -Natalia- gruñó,


agarrándola y obligándola a acercase. -¿Qué haces?

-Toda la noche- le recordó en tono suave. -Me prometiste toda la noche. Y en


estos momentos, no quiero dormir contigo.

Alek se quedó en silencio durante un minuto, pero la dejó ir. -Abajo, en el


jacuzzi, has dicho ‘No puedo’. ¿Qué querías decir?

-Vete a dormir a donde sea que estuviste anoche- dijo ella, enojada. -Déjame
en paz.

De pronto, él la hizo girarse, y ella chilló al tan cerca. -Podemos seguir jugando
a tu jueguecito de control, pero hay un límite. No me puedes echar de mi propia cama.
Si te doy tanto asco, duerme en el jodido suelo.

Aterrorizada, Natalia asintió con la cabeza. Él la dejó ir y se tumbó en el otro


extremo de la cama. En cuestión de segundos, estaba roncando. Ella se apoyó sobre
los codos y lo observó. ¿Cómo podía ser dos hombres distintos en un período de
tiempo tan corto?

Y, ¿con cuál de ellos se enfrentaría a la mañana siguiente?

***

A la mañana siguiente, Alek dio instrucciones a Ana y convocó una reunión de


personal. Su chófer, asistentas, personal de mantenimiento y guardas, le esperaban en
una de las salas. Controlando su enfado, observó sus rostros uno por uno. Una de
aquellas personas era un espía, y había llegado el momento de desenmascararlo. El
primer paso consistía en hacer que se sintiera a salvo.

-Siento interrumpir vuestros quehaceres, pero tengo algo que anunciaros.


Debido a ciertos acontecimientos, tengo razones para sospechar que hay un topo entre
nosotros-. Se oyó un murmullo de sorpresa por toda la estancia. Uno de ellos estaba
trabajando para Boris, pero ninguno dio señales de ello en su rostro. -Creía que era
uno de vosotros, pero ahora tengo información nueva. Cuando traje a Natalia a esta
casa, fue una elección basada en la pasión, en lugar de la lógica. Le he dado
demasiada libertad, y me temo que la ha utilizado contra nosotros. No sé si sus
acciones están basadas en motivos personales o si ha estado trabajando todo este
tiempo para mi enemigo, pero eso se va a acabar hoy. A partir de ahora, estará

104
encerrada en esta casa, sin comunicarse con el mundo exterior. Sin acceso a informes,
ordenadores ni teléfonos, y estará vigilada las veinticuatro horas del día. ¿Entendido?

-¿Por qué no te ocupas de ella sin más?- preguntó Sasha. En su rostro se


dibujó una sonrisa malvada, y Alek no dudó que a Sasha le encantaría ofrecer sus
servicios. Aquel monstruo sediento de sangre le revolvía el estómago.

-Necesito más información antes de proceder. Tengo que averiguar con quién
se comunica y cómo. Cuando acabe el día, quiero informes de cada todos vosotros
sobre su paradero en todo momento. ¿Queda claro?

El personal asintió con la cabeza y murmuraron entre ellos. Alek suspiró y los
despidió con un gesto de la mano. -Os podéis ir-. Las asistentas y el personal de
mantenimiento se dispersaron poco a poco, pero sus hombres se quedaron a esperar
instrucciones. Les repartió las posiciones para el día e hizo que Sasha y Misha
permaneciesen con él. -¿Alguna noticia sobre Grisha?- preguntó.

-¿Crees que trabaja con Natalia?- quiso saber Misha.

-Todavía no lo sé, pero entra y sale de esta casa a su antojo, y no había


pasado hasta que ella vino. No tengo razones para pensar que trabaja para Boris, pero
no puedo ignorar la coincidencia en el tiempo. Encontradle-. Misha asintió.

-¿Y la chica?

-Quiero que piense que aún goza de libertad. Sabe que tengo sospechas, pero
no sabe que sospecho de ella. Tendrá cuidado, pero cometerá un error. Se cree que
me tiene comiendo de su mano-. La boca de Alek se retorció con disgusto. -Una vez
que sepa cómo opera, me ocuparé de ella.

-El personal de mantenimiento ha visto un coche con una pelirroja al volante


cerca de la casa en varias ocasiones. Hemos comprobado la matrícula; es Claudia.
¿Qué quieres hacer al respecto?

Alek suspiró. ¿Cuándo iba Claudia a dejar aquella historia? -La llamaré y nos
veremos para almorzar, y averiguaré qué quiere. Lo más seguro es que quiera arreglar
las cosas y seguir con la relación.

-¿Vas a hacer eso?- Preguntó Misha. Alek intentó no reírse. Cuando Claudia
estuvo allí, fue una pesadilla para el personal. Sin duda sus hombres querrían verla lo
más lejos posible.

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-No.

Misha titubeó. -¿Estás seguro de que quieres que el personal de la casa vigile a
Natalia? Sé que están entrenados para defenderse, pero no para vigilar a alguien. Si
lleva haciéndolo un tiempo, es probable que sea una profesional. Podría estar haciendo
todo tipo de cosas delante de sus narices, y ellos ni se enterarían.

-Hoy voy a instalar cámaras en todos los cuartos, a excepción de la oficina.

-¿En todos?- Sasha palideció, y Alek se contuvo para no lanzar una carcajada.
Sabía que Sasha estaba liado con una de las asistentas. Las relaciones entre el personal
no estaban prohibidas, pero Sasha era muy discreto. Seguramente no quería que Alek
supiese lo que ocurría en la privacidad de su dormitorio, y Alek tampoco quería
saberlo.

-Las cámaras se instalarán en los pasillos; no hay motivo para instalarlas en los
cuartos privados, a menos que tenga pruebas de que Natalia entra y sale de ellos. De
momento, lo que hagáis en vuestros aposentos es cosa vuestra.

El rostro de Sasha reflejó su alivio, y Alek sonrió. -Vamos a estar fuera la


mayor parte de la mañana. Tengo una reunión en la oficina del comisionado
residencial. Boris está adquiriendo viviendas en mis barriadas y me tengo que asegurar
de que las fronteras permanezcan intactas. Desayunad algo y estad listos en treinta
minutos. La reunión puede ir de maravilla u horriblemente mal, pero no nos iremos
hasta que sepa que esas fronteras no se van a mover. ¿Lo habéis entendido?

Misha asintió con una expresión neutra, pero Sasha sonrió. Sabía que podía
haber un poco de acción. Alek, por su parte, esperaba que la reunión fuese pacífica.
No podía dejar que Boris jodiera las cosas cuando todo iba tan bien.

Pensó en Natalia. Cuando despertara, se iba a enfadar, pero aquello no era


nada comparado con lo que le esperaba por la noche. Si pensaba que andar por la casa
envuelta en una sábana era humillante, iba a odiar lo que le tenía preparado para esa
noche. Su personal debía saber que no bromeaba, y eso significaba hacer de la vida de
Natalia un infierno.

Por primera vez desde que se mudó a la casa, no quería castigarla. Estaba
justificado, pero eso no explicaba el temor que se estaba apoderando de él. Se le
estaba escapando de las manos. La noche anterior dejo que tomara el control y,
cuando la poseyó, no lo hizo con la misma rabia que de costumbre. De hecho, le gustó
que ella se estremeciera entre sus brazos. Fuera lo que fuese que le sucedía, tenía que
parar. Quizás aquella noche sería el primer paso para distanciarse de aquellos

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sentimientos que estaba desarrollando.

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Capítulo Trece
Cuando Natalia despertó, Ana la estaba observando. Estirándose, se colocó las
sábanas alrededor y se levantó de la cama. -Ana, ¿va todo bien?

-Vístete. Te quedan veinte minutos para desayunar, así que te aconsejo que te
des prisa- dijo la joven con tono serio. El corazón de Natalia dio un vuelco. Parecía
que Alek había decidido aislarla. Ana era su amiga, y si Alek le arrebataba aquella
amistad, se volvería loca.

-Ana, ¿he hecho algo…?

-Nueva regla- le interrumpió Ana. -Nada de fraternizar. Ni de hacer preguntas


personales. Hoy te quedas en tu habitación. El señor Evanoff tiene programadas unas
obras de mantenimiento y no quiere que estés por medio. Almorzarás en tu cuarto. El
señor Evanoff va a comer con Claudia y, cuando regrese, podrás reunirte con él para
la cena. Tu ropa está colgada en la puerta.

Y sin otra palabra, Ana salió de la suite. Natalia se había imaginado todo tipo
de cosas horribles, pero separarla de su amiga no había sido una de ellas. La puerta se
cerró de golpe, y se dio cuenta de lo que había escuchado. Alek iba a comer con
Claudia. ¿Por qué?

¿Le apetecía pasar un rato con ella?

Amonestándose por sus celos, Natalia cogió la ropa que le habían preparado.
El conjunto consistía en unos pantalones negros y una blusa a juego. Nada del otro
mundo. Aún podía oler a Alek en ella, pero si quería desayunar, no tenía tiempo de
ducharse. Si iba a tener que quedarse encerrada en su habitación, tendría tiempo de
sobra para darse una ducha más tarde.

De camino a la cocina, recibió un sinfín de miradas frías. No había comida en


el comedor, ni personal para servirla. Cuando sus ojos se posaron sobre la mesa, notó
cómo una risa histérica se formaba en su garganta. Para estar prisionera, la habían
tratado como a una princesa. Pero algo había ocurrido y ahora la trataban como a una
leprosa.

Con un suspiro, cogió un solitario panecillo de la encimera. Se acercó a las


puertas del patio para poder comer en la intimidad, pero estaban cerradas. Cuando se
agachó para abrir el pestillo, escuchó un carraspeo a su espalda. Al darse la vuelta, vio

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a un hombre en uniforme que la miraba con desaprobación. -Tienes que comer en tu
cuarto- le informó con frialdad.

-¿En mi cuarto? ¿Puedo al menos comer en la mesa de la cocina?

-En tu cuarto. O, mejor dicho, en el cuarto del señor Evanoff.

¿Qué demonios estaba pasando? Nadie le llamaba señor Evanoff. -Lo siento.
Parece que hoy todos me odian. ¿Me podrías al menos decir por qué?

Él apretó los labios y la miró fijamente. Con un suspiro, mordió el panecillo y


pasó a su lado. Parte de ella quería tirar el pan al suelo, pero aquello sería infantil, y
ellos no tenían la culpa de tener que tratarla como a una paria. Sólo cumplían órdenes.
De eso estaba segura.

El sirviente la siguió hasta su cuarto y, cuando estuvo dentro, escuchó el


característico ruido de una llave. -¿Qué coño está pasando? Al menos antes sabía
cuando estaba siendo castigada. ¿Se trataba de algún tipo de represalia por lo de
anoche? ¿Se había arrepentido Alek de haberle otorgado el control?

-Podía haber dicho que no- espetó a la puerta cerrada. Nadie contestó. Con un
suspiro, le dio otro bocado al panecillo y se puso a pasear por la suite. No le habían
devuelto los libros ni la televisión. No podía hacer nada en todo el día, aparte de
sentarse y mirar por la ventana.

Y pensar en Alek almorzando con Claudia.

Tras varias horas, Natalia se tumbó. Escuchó los pasos del equipo de
mantenimiento que subían y bajaban por las escaleras, haciendo lo que fuera que les
hubiesen mandado, y al cabo de un rato, se quedó dormida. Cuando despertó, el sol
ya se había puesto.

Estaba sola, y la casa se encontraba en completo silencio. Cruzando el cuarto


de puntillas, probó la manija de la puerta y comprobó que estaba abierta. Tras abrirla,
se asomó al pasillo y miró a su alrededor. Nadie la estaba vigilando, ni siguiendo, ni
observando. Era casi un alivio. Caminando quedamente por el pasillo, quiso acercarse
al cuarto de Ana para preguntarle si había visto a Alek, pero se acordó de la actitud de
la joven por la mañana. Distante. Fría. Natalia se dio la vuelta y escuchó un acallado
gemido.

Preocupada, siguió avanzando por el pasillo. Por lo que sabía, la mayoría de


las habitaciones de aquel piso estaban vacías. Ana tenía un cuarto allí, pero le había

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dicho que normalmente vivía en la casa de empleados, al otro lado de la propiedad. Se
había trasladado al edificio principal para hacerse cargo de ella.

Entonces, ¿quién estaba en la habitación del fondo? Al aproximarse, se dio


cuenta de que los gemidos no eran de dolor, sino de éxtasis. Su corazón golpeó
fuertemente contra su pecho y se detuvo. El sonido de cuerpos colisionando se mezcló
con unos familiares jadeos y gruñidos, y Natalia se quedó helada.

¿Por eso no había regresado Alek? ¿Había extendido el almuerzo con Claudia
hasta por la tarde? Sintió crecer dentro de ella una increíble furia, y sus manos
comenzaron a temblar. Una parte de ella quería echar la puerta abajo y exigir una
explicación, pero, ¿por qué? No era su novia. Le había dejado claro qué pasaría si la
encontraba en la cama con otro hombre, pero él no tenía motivos para serle fiel. ¿Por
qué iba a hacerlo? Era su prisionera.

Y no sentía nada por él.

Los ruidos se hicieron más intensos y oyó una ronca voz femenina. -Ah. Joder.
Te he echado de menos, querido. He echado de menos esto. Más fuerte. Como me
solías follar. ¡Más fuerte!

Aquel grito hizo que Natalia regresara corriendo a su habitación. Tras entrar
dando un portazo, se apoyó contra la puerta con los ojos cerrados. Las lágrimas se
asomaban a sus párpados, pero luchó por controlarlas. ¿De verdad había esperado que
Alek se ablandara y se enamorara de ella? Qué ridícula.

Aunque aquello no impedía que se sintiese desgraciada y celosa.

***

Ana llamó a la puerta a la hora de la cena, pero Natalia se negó a salir. Ana no
insistió. Hizo un comentario sarcástico sobre cómo de todas formas Natalia no se
merecía abandonar su puñetero cuarto, y cerró la puerta de golpe al salir. Natalia se
escondió en la suite y, cuando la puerta se abrió y apareció Alek con cara de pocos
amigos, supo que había cometido un error.

-¿Por qué coño no estás abajo?- siseó enfadado.

-¿No es Claudia suficiente para ti?- murmuró, alejándose de él. Él dio una
zancada y la agarró por el brazo, obligándola a darse la vuelta.

-¿Qué has dicho?- preguntó en tono bajo pero peligroso.

110
Natalia se negó a permitir que el miedo la paralizara. -¿Qué más da? Está claro
que le has dicho algo al personal para que me odien. Llevo todo el puto día encerrada
en la habitación sin hacer nada. ¿Y te preguntas por qué no quiero cenar contigo?-
espetó de forma histérica.

Él sacudió la cabeza. -No has dicho eso.

Mirándole furiosa, se liberó de su agarre. -Te he preguntado si Claudia no es


suficiente para ti. Ayer tuvimos una noche decente y hoy vas e invitas a esa mujer a
almorzar y te la follas acto seguido. Por eso supongo que no es lo bastante buena
como para satisfacerte y vienes a mí arrastrándote. ¿Es eso? Puede que sea tu
prisionera, pero no voy a permitir que te folles a toda fresca que se cruza en tu camino
y que luego vengas a por mí. Eso va más allá de la humillación, y no lo voy a tolerar-
terminó, con voz enfadada.

Alek la miró con expresión asombrada, y ella se apartó. Apenas había llegado
al centro del dormitorio cuando él la agarró y la lanzó sobre la cama. Del miedo, se
mordió la lengua. La sangre manó en su boca mientras Alek se subía sobre ella a
horcajadas. -En primer lugar- dijo en tono suave, desabrochándose los pantalones. -Tú
no tienes que cuestionar con quién estoy ni cómo paso el día. En segundo lugar, si
decido follarme a otra persona y después a ti, no te puedes negar. Según nuestro
contrato, te puedo poseer cuando quiera y las veces que quiera-. Alek lanzó una
carcajada. -Y por último, si piensas por un jodido momento que lo de anoche significó
algo, te equivocas del todo.

Le abrió la blusa rasgándola. Los botones salieron volando y ella apartó la cara
y cerró los ojos. Como siempre, se sentía aterrorizada y excitada a la vez, pero la
intensidad de los ojos de Alek era más profunda que nunca. Estaba furioso. Pero, a
juzgar por la forma en la que la miraba, estaba furioso porque la deseaba.

-Alek- susurró, tratando de calmarle. -Alek, haré todo lo que quieras, pero, por
favor...

-Cállate- le espetó. -Tú no me dices cómo tengo que vivir. No me dices a quién
puedo ver o cómo me siento, ¿entiendes?- Le desgarró las braguitas y ella se quedó sin
aliento. Con su mano libre, intentó empujarle, pero él la sujetó con facilidad. Tras
arrojar las bragas a un lado, le introdujo un dedo.

-Sin preliminares y estás completamente húmeda- dijo con crueldad-. ¿Qué


dice eso de ti?

-Que te deseo. No me tienes que dar una lección. No me tienes que dominar.

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Estoy aquí, Alek-. Todo su cuerpo se estremecía de deseo y estaba desesperada por
que la viera tal y como era. Que la viera de verdad.

-¿Qué has dicho?- le preguntó con tono amenazador. -Deberías tenerme


miedo. Deberías estar jodidamente asustada. Tu vida depende de mí, Natalia. Una
orden mía y más de diez hombres estarían dispuestos a eliminarte. Podría acabar con
tu vida aquí y ahora, y nadie en toda la casa pestañearía. La mitad de ellos se
ofrecerían a deshacerse del cuerpo- le gruñó al oído, antes de lamerle el cuello. El
ambiente se estaba caldeando, pero ella se negó a sentir miedo.

-Si me quisieras muerta, ya lo estaría. Y si de verdad quisieras que me


asustara, harías algo para asustarme.

Sus ojos la contemplaron, y poco a poco, le separó las piernas. Ella las abrió
gustosa y, aunque vio la ira mezclada con el deseo en sus ojos, le rodeó el cuello con
los brazos mientras él la embestía. Todo desapareció de su mente, excepto él.

-Alek, por favor- rogó. -Por favor.

-Por favor, ¿qué?- gimió él, empujando con las caderas. -Dime qué quieres.
Dime qué te gusta. Dime.

Él se sentía completamente perdido. Natalia pudo ver la furia en sus ojos y


supo que algo iba mal. Tal vez no se daba cuenta de quién era. Quizás estaba
pensando en otra cosa, pero no estaba allí. No estaba con ella. No pudo aguantarlo
más. Le dio una bofetada. -Para, Alek. ¡Para!

Su rostro palideció y se detuvo al instante. Pensando que la iba a golpear,


volvió la cara y contuvo el aliento. Alek se apartó. -¿Alek?- susurró Natalia. Girando la
cabeza, vio cómo se levantaba de la cama y se acercaba a la ventana.

Algo iba mal. Hacía un momento le estaba diciendo cosas horribles y, ahora,
apenas podía mirarla a la cara. -Alek, quiero ayudarte- le dijo con un tono suave.

Acercándose a él, le puso una mano en la espalda. Sus músculos se


contrajeron ante su contacto, pero no se apartó. Ella le rodeó con los brazos y apoyó
la frente en su espalda. -Dime qué ocurre.

-Hay un espía en la organización. Le he dicho al personal que eres tú.

Natalia se quedó helada. Una cosa era ser su prisionera porque odiaba a su
padre. Y otra muy distinta, que la odiara a ella. -Alek, aunque hubo un tiempo en el

112
que me hubiese gustado acabar con tu organización, no encontré las pruebas que
necesitaba para hacerlo. No me he puesto en contacto con las autoridades. No soy tu
espía.

Alek se giró y ella hizo un esfuerzo por no apartarse. Él no la abrazó, pero


tampoco levantó la mano para golpearla. -No quieren entregarme a las autoridades.
Me están haciendo daño donde más duele. Han atacado al orfanato y desvelado su
secreto. Alguien le está informando a Boris de mis puntos débiles.

-Dios mío- murmuró ella. Sus brazos se ciñeron más fuerte alrededor de él. -
Alek, lo siento mucho. Sé que duele, pero vas a averiguar quién es. Y te vas a dar
cuenta de que no soy yo.

-Ya sé que no eres tú- le dijo.

Sorprendida, levantó la cabeza. -Si sabes que no soy yo, ¿por qué le has dicho
a todos que sí?

-Necesito que el verdadero espía se relaje y cometa un error. Hoy he estado


instalando cámaras y diciendo medias verdades para averiguar qué sale de aquí y qué
no.

Sacudiendo la cabeza, Natalia dejó caer los brazos. -Pero me has tratado como
a...- volvió a sacudir la cabeza, buscando la palabra apropiada. -como a un animal.

Los músculos de su mandíbula se tensaron y levantó la mano para tomarla por


la barbilla. -Ha sido un día muy largo, y tu acusación de que me he acostado con esa
zorra pelirroja...- murmuró, inclinándose para besarla.

Natalia se sentía confusa. Debido al contrato que firmó, no podía negarse a


tener sexo con él. Por mucho que su cuerpo lo deseara, y la forma tan tierna con la
que la miraba, no estaba segura de poder hacerlo en aquel momento. Alejándose unos
pasos, levantó la mandíbula desafiante. –Sé que no puedo negarme, pero has tenido
un día duro, y acabas de asustarme mucho.

Alek se enderezó y se tensó. -¿Te estás negando?

-No. No me estoy negando. Te estoy pidiendo que esta noche sólo durmamos.

-Pidiendo.

Temerosa, ella asintió. Y sin otra palabra, Alek pasó a su lado y se metió en la

113
cama. En cuestión de minutos, como de costumbre, estaba dormido, y sólo entonces
se sintió segura como para acostarse junto a él.

Contemplando su forma dormida, sintió pena en su corazón. Era cruel. Por


muy aterrorizador que se hubiese mostrado aquella noche, apenas había desvelado la
superficie de su frialdad. Puede que le importara. Pero la revelación más preocupante
era cuánto deseaba que le importara. A pesar de todo, se había enamorado de él. De
un capo de la mafia. Se dedicaba a aterrorizar a gente y a llevarse su dinero. Daba
palizas.

Mataba.

¿Qué clase de persona era ella si se podía enamorar de un hombre así?

114
Capítulo Catorce
Alek llevaba todo el día de mal humor. Se dijo a sí mismo que era porque no había
dormido bien y, por una parte, era verdad. No descansó hasta que Natalia se metió
finalmente a la cama junto a él. Fingió que dormía cuando se giró y la envolvió entre
sus brazos, pero ella no se apartó. Natalia prácticamente se había fundido con él y,
gracias a su calidez, consiguió conciliar el sueño.

Cuando, una hora después del almuerzo, entró en el bar, pidió un trago. Los
diez hombres a su espalda lo vigilaban, y el resto de la gente dejó de hablar y se volvió
para observarlo. Con aire despreocupado, Alek se sentó en un taburete y apuró su
bebida, disfrutando del calor que provocaba en su estómago. El bar estaba tan
silencioso que el sonido de su vaso contra la barra resonó en todo el local.

-Un poco temprano para beber vodka, ¿no crees, señor Evanoff?- preguntó
una voz profunda.

-Boris. Qué casualidad encontrarte aquí- dijo Alek con una sonrisa.

-Es mi bar-. Boris se sentó junto a Alek y lo observó detenidamente. Hizo un


gesto con la mano y el resto del bar continuó con sus conversaciones y juegos. -¿Te
das cuenta de que te superamos en número?

-He venido a beber, Boris. No a pelear-. Alek pidió otra copa. -Las mujeres de
mi vida me conducen a la bebida.

Boris soltó una carcajada. Su enorme barriga se zarandeó al golpear la barra


con la mano. –Sí, las mujeres te hacen eso. Claro que, también podías beber en tus
propios bares. Tienes unos bares muy bonitos.

-Cierto, y me gustan bastante, pero les falta algo.

-¿Ah, sí?- exclamó Boris, levantando una ceja.

-Tú- dijo Alek, y apuró otro vaso. -Mis bares no te tienen a ti. Pensé que
podríamos hablar un rato.

-¡Claro! ¡Somos amigos! Deberíamos charlar más a menudo. ¿De qué quieres
hablar?- preguntó en tono alegre. Pero no engañó a Alek. A Boris le gustaba aparentar
que era un hombre afable, pero en el fondo era peligroso. Alek estaba seguro de que
Boris ya había ideado siete formas distintas de matarle mientras estaba allí sentado. -

115
¿Quieres hablar de tus mujeres?

-No- gruñó Alek. No tenía ninguna gana de hablar sobre sus mujeres. -Quería
hablar sobre la propiedad residencial que has estado mirando recientemente. ¿Estás
pensando en mudarte, Boris? La he visto. Es muy pequeña para ti. ¿Necesitas ayuda
financiera?

La sonrisa de Boris se desvaneció. Estaba claro que no se esperaba que Alek


conociera su plan. Tenía que darle las gracias a Grisha la próxima vez. -Ah, ¿esas
viviendas? Son para unos amigos. Regalos para la gente que quiero.

-¿Regalos? Entonces te alegrará saber que seguirán siendo viviendas. Cuando


me enteré de que estaban a la venta, también pensé en hacer una oferta, pero tengo
planes para ellas. Se encuentran junto a una propiedad comercial, por lo que se me
ocurrió que podría mover el límite residencial y expandir un par de negocios- comentó
en tono casual.

-¿Y?- Preguntó Boris de mal talante. Alek vio el enfado en sus ojos.

-Fui al comisionado y me aseguraron que seguirá siendo una zona residencial.


Me temo que no va a haber ningún negocio cerca. Alek sonrió y dio otro trago. -Así
que es una buena noticia para tus amigos. Voy a retirar mi oferta y podrás comprar
toda la propiedad para ellos. Seguro que la comunidad de vecinos estará encantada
con ellos. De hecho, creo que estaban hablando de crear una zona de juegos infantiles.
¿Tienen hijos tus amigos?

Boris tensó la mandíbula con furia, y de repente, su enfado desapareció.


Sonrió y sacudió la cabeza. -No tienen niños. Y no creo que les guste la idea de una
zona de juegos. Tendré que retirar mi oferta, después de todo. Pero no importa. Hay
muchas otras propiedades.

Estaba más que claro lo que quería decir. Boris tenía un plan B, y no dudaba
en ponerlo en práctica. Aunque, entre el casino y las viviendas, lo más seguro era que
tuviera un plan C. No había duda de que tenía un espía, y por ello sonreía.

Pero aquello iba a cambiar rápidamente. Por primera vez en varios días, Alek
sentía que tenía el control. Tomó una bocanada de aire y le devolvió la sonrisa. -
Tengo cosas que hacer, Boris. Gracias por tu hospitalidad. Y, tienes razón, deberíamos
charlar más a menudo.

-La próxima vez nos vemos en tu bar. Tus locales son mucho más agradables
que los míos.

116
-Cuando quieras- dijo Alek, que dejó unos billetes en la barra e hizo un gesto al
camarero. -Hasta luego, Boris.

Le saludó con la mano y sus hombres se acercaron a él. Aunque se sentía


seguro de sí mismo, se tensó al salir del local. Boris era impredecible y estaba un poco
loco. A Alek no le extrañaría que le disparara antes de llegar a la puerta.

-Sabía que vendrías, Evanoff- le gritó Boris. -Te he puesto la alfombra roja, y
hasta he dejado un regalito para cuando regreses. ¿Para qué están los amigos?

¿Sabía que Alek vendría? No se detuvo, pero notó cómo se tensaba su


mandíbula. Alek no le había dicho a nadie que iba a ver a Boris. Eso significaba que el
espía era alguien de su equipo.

¿Y el regalo que le esperaba en casa?

Natalia.

Se subió al coche con el corazón en un puño. -A casa-. Ordenó al chófer a la


vez que sacaba el móvil. El teléfono sonó varias veces antes de que alguien contestase.
-Situación de Natalia. Ahora mismo.

-Está en su cuarto. No ha salido en todo el día- dijo una voz de hombre.

-Vigiladla- ordenó Alek, y colgó. La idea de que Natalia estuviese en peligro le


hacía sentir algo que no había sentido en mucho tiempo.

Miedo.

***

Cuando despertó, Alek ya se había ido, pero le había dejado un libro al pie de
la cama. Cansada de las miradas de odio del personal, se quedó en el cuarto y se puso
a leer. Ana le había dejado la ropa y una nota en la habitación. No había ningún chiste.
Tenía un tono serio, y al leerla, Natalia prácticamente vio la mirada enfadada de la
joven.

Si Alek no solucionaba aquello pronto, no iba a ser capaz de soportar tanta


animosidad y aislamiento.

Dejó el libro y se levantó para estirarse, cuando la puerta se abrió. Ana entró
dando un portazo. -Vengo a vigilarte hasta que el señor Evanoff regrese. No quiero
hablar contigo- espetó, enojada.

117
Natalia asintió con la cabeza. -De acuerdo. No tienes que hablarme, pero yo
tengo algo que decirte-. Debía tener cuidado. Si Alek quería que todos creyeran que
ella era la espía, no debería contradecirle. Pero no soportaba ver a Ana mirándola de
aquella forma. -No sé por qué tú y el resto del personal estáis enfadados conmigo.
Alek, o el señor Evanoff, como le llamáis ahora, siempre está enojado conmigo, por
uno u otro motivo, por eso no me preocupa. Si no es por algo que he hecho, es por
algo que hizo mi padre hace veinte años. De todas formas, si he hecho o dicho algo, a
ti o a cualquiera de los demás, que os haya ofendido, lo siento mucho. Tú has sido mi
salvación desde que llegué, y no creo que hubiese sobrevivido mucho tiempo sin ti.
Espero que puedas perdonarme.

Ana volvió la cabeza para mirarla. -Cuando llegaste, pensé que ibas a ser una
niña mimada. A Alek le gustan las mujeres ricas y consentidas. No sabía lo de tu
padre. No me di cuenta de lo que pensaba hacer contigo, y cuando te conocí, pensé
que estaba loco. Te consideraba una amiga. Esta casa—esta gente, ese hombre—son
mi familia. No importa lo que pienses de él, Alek cuida de nosotros. Y hasta que no te
des cuenta de ello, hasta que no lo veas así, no serás mi amiga.

A Natalia le dio un vuelco el corazón. Ana se acercó a la venta para cerrar las
cortinas. Se oyeron dos ruidos secos y el cristal se hizo añicos, y Ana se tambaleó.

Natalia gritó y corrió hacia ella. Su pecho estaba cubierto de sangre. Las balas
continuaban entrando por la ventana, pero Natalia no se detuvo. Agarrando a Ana por
el brazo, la arrastró sobre el suelo hasta al armario.

-¡Natalia!

Pudo oír los gritos de Alek, pero sonaban muy lejanos. Horrorizada, miró a
Ana. Se quitó la camisa y la presionó contra su herida, pero supo que su amiga la
estaba abandonando.

-Ana, no me dejes- susurró. -No soy la espía. Jamás te traicionaría. Jamás


traicionaría a Alek. Me está usando para averiguar quién es. No me dejes. No me
dejes- sollozó.

Ana respiraba con dificultad. -Alek... buen hombre… tú... le haces... bueno-.
Su respiración empeoró y Natalia la abrazó, meciéndose.

-Tú le haces bueno. Tú le harás mejor. Tienes que sobrevivir. Por favor, no te
mueras. Por favor, no me dejes. ¡Ayuda!- gritó. ¡Ayuda!

118
Ana cerró los ojos por última vez en sus brazos. Los ojos de Natalia se
inundaron de lágrimas y comenzó a gritar con todas sus fuerzas. Unas manos la
agarraron y la apartaron de Ana, pero no dejó de gritar.

Alek la obligó a apartar la vista. -Natalia. ¡Natalia! ¿Te han disparado?


¿Estás herida? ¡Háblame!

-Está muerta. Ana está muerta. La han disparado. Cúrala, Alek Por favor. Por
favor. Por favor- sollozó. -¡Ana!

Unos hombres se llevaron el cuerpo sin vida de su amiga. Se quedó sola con
Alek y las manchas de sangre sobre la alfombra. Al mirarse las manos, se dio cuenta
de que también estaban cubiertas de sangre. De Ana.

-Intenté salvarla. Se acercó a la ventana. Estaba enfadada conmigo. Por tu


culpa. Era mi única amiga y estaba enfadada, y ahora se ha ido- musitó. Al mirar a
Alek, sintió una emoción en medio del dolor. Ira. Era culpa suya. Levantó una mano
para abofetearle, pero no tenía fuerzas. Alek la detuvo con facilidad y la colocó sobre
su regazo.

-Lo siento- susurró. -Lo siento mucho. Iban a por ti. Querían acabar contigo.

La abrazó y la meció hasta que sus palabras tuvieron sentido. -¿Conmigo?


¿Querían matarme a mí? Debería haber muerto hoy- murmuró. Separándose de él, lo
miró fijamente. -Ha muerto por mi culpa.

-Ha muerto por mi culpa- dijo Alek-. No es culpa tuya. Estoy jugando con
fuego, Natalia. Ana ha pagado por ello.

-¡Jefe! ¡Tenemos algo!

Los gritos distrajeron su atención. Se puso en pie. -Natalia, me tengo que ir.
Voy a mandar a alguien para que te proteja.

Natalia sacudió la cabeza. -No, no quiero que muera más gente por mi culpa.
Me quedaré aquí hasta que vuelvas.

-Date una ducha, Natalia. Voy a solucionar esto. Te lo prometo- le dijo. -Estaré
de vuelta lo antes que pueda.

La besó con ternura en la frente y se fue. Unos minutos más tarde, escuchó
unos pasos. En contra de sus deseos, Alek había enviado a alguien para protegerla.

119
Abrazándose a sí misma se meció hacia delante y hacia atrás. Debía meterse
en la ducha y lavar la sangre. Lavar la sangre de Ana. Pero no podía levantarse del
suelo. En parte, por miedo. Se suponía que debería estar muerta. Casi lo habían
conseguido. No era justo que Ana hubiese muerto en su lugar. Ana tenía un futuro.
Sabía lo que quería, y era feliz.

¿Qué estaba haciendo ella con su vida? Podía decirse que no hacía nada
porque estaba prisionera, pero la verdad era que había sido una prisionera mucho
antes de que Alek le pusiera las manos encima. Un trabajo sin futuro que no le
gustaba. Una vida de soltera que no tenía intención de cambiar.

Al asesinar a Ana, el mundo había perdido alguien importante. -Debería haber


sido yo.

Pensó en el rostro de Ana antes de morir, vio cómo su vida se desvanecía


delante de ella, era más de lo que podía soportar. Destrozada, Natalia se hizo un ovillo
en el suelo y lloró hasta quedarse dormida.

***

Alek vio cómo sus hombres peinaban el terreno. Encontraron los casquillos,
pero ni rastro del tirador. La ira se apoderó de él. De entre todos los que podían haber
muerto, había sido Ana. Dulce, inteligente, tozuda Ana Alguien iba a pagar por
aquello. Alguien iba a morir muy lentamente.

-¡Jefe! ¡Jefe! ¡Lo tenemos!

Alek vio aparecer a Misha y Sasha con Grisha. Grisha le dedicó una sonrisa. -
Veo que has reforzado la seguridad- dijo, haciendo un gesto hacia los hombres de
Alek.

Alek no estaba de humor para charlar con Grisha. -Dime que no has sido tú el
que ha disparado- le dijo, en tono quedo.

Grisha abrió los ojos sorprendido y miró a su alrededor. -¿Qué ha pasado,


Alek?

-Dime que no acabas de matar a alguien que me importa- añadió con dureza,
acercándose a grandes zancadas para detenerse a centímetros del rostro de Grisha. -
Dímelo, o te rajo el cuello aquí mismo.

-Espera, Alek, rebobina. No he disparado a nadie. Acabo de llegar.

120
-¿Para qué? ¿Qué haces aquí?- gruñó Alek.

Grisha sacudió la cabeza. -Aquí no. Así no. ¿Cómo te pedo ayudar?

-Creía que habías dejado este tipo de vida- dijo Alek, haciendo un gesto a
Sasha y Misha para que lo soltaran. Ambos matones se disculparon y siguieron
buscando por los jardines.

Grisha volvió la cabeza e inspeccionó la zona. -Lo hice. Pero, en cierto modo,
eres mi amigo. Y si necesitas algo, quiero ayudarte. Dime qué puedo hacer por ti.

-Tengo un topo. Es uno de mis hombres- informó Alek en voz baja. -Sabían
que iba a ver a Boris para hablar sobre su incursión en mi territorio. Sabían que
Natalia estaría sola. Estaba todo preparado.

-Mierda. ¿Natalia está muerta?- preguntó Grisha. -Joder.

-Ana. Formaba parte de mi personal. Le dije que vigilara a Natalia. Se acercó a


la ventana y el tirador pensó que era Natalia. Era una de mis favoritas y ahora está
muerta. Natalia está aterrorizada.

-Normal- dijo Grisha con tono triste. -No sé qué obsesión tienes con ella, pero
la has puesto en una situación muy peligrosa. Debería estar aterrorizada, pero no por
Boris.

Alek se tensó. -Ten cuidado con lo que me dices en estos momentos- gruñó
con voz ronca.

-Puedo encontrar a tu espía- dijo en voz baja Grisha. -Pero no puedo hacer
nada en cuanto al otro problema.

-¿Qué otro problema?- preguntó Alek mientras Grisha se alejaba. Levantó la


voz. -¿Qué otro problema?

El fastidioso joven sonrió por encima del hombro. -La hija del hombre al que
odias.

Alek vio cómo se marchaba y tomó una profunda bocanada de aire. El sol se
puso y sus hombres no habían encontrado nada. Los mandó a casa y fue en busca de
Natalia. El guarda que estaba plantado delante de su puerta, sacudió la cabeza. -No se
ha movido, jefe.

-Mierda- murmuró Alek, y le hizo un gesto con la mano para que se fuera.

121
Una vez dentro, encontró a Natalia hecha un ovillo en el suelo del armario, que seguía
cubierto de sangre. Alguien había limpiado el cristal, pero la sangre de Ana continuaba
en la alfombra. Al mirarla, su estómago dio un vuelco. Sus empleados sabían que
trabajar para él era peligroso. Podían irse cuando quisieran, pero Ana había sido muy
valiente. Pensaba que podía enfrentarse a cualquier cosa.

Se agachó y cogió a Natalia en brazos. Ella abrió los ojos y le miró. -Está
muerta.

-Lo sé- susurró Alek, llevándola a la ducha. Bajo el agua caliente, le quitó la
ropa empapada de sangre y le enjabonó el cabello.

-Es culpa mía- masculló Natalia. Contemplaba fijamente la pared de azulejos,


mientras Alek la lavaba.

-No es culpa tuya, Natalia. Es mía. Su muerte es culpa mía. No pienses ni por
un momento que tú eres culpable.

-No has llamado a la policía. ¿Por qué?

-Ha sido notificada- explicó. -Han venido a hablar con nosotros, pero
procesamos nuestra propiedad.

Natalia levantó la cabeza y lo miró. -Eso es de locos.

Él sonrió ligeramente. -Las autoridades y yo tenemos un acuerdo.

Ella sacudió la cabeza. -Ana está muerta. Y tú has hablado con un puñado de
policías corruptos. Eres increíble. Increíble. No me toques. No me toques, te odio.

-Natalia- dijo Alek en voz baja. Ella le golpeó en el hombro y dio un traspié,
pero él la sujetó antes de que se hiciese daño. Natalia rompió a llorar de repente, y
ambos se derrumbaron en el suelo de la ducha. Abrazándola, colocó su cabeza sobre
su hombro. Ella continuó sollozando, llamándole nombres horribles y acusándole de
todo tipo de cosas. Él la abrazaba en silencio. Después de un rato, se sintió agotada y
se apoyó en él.

-¿Y su familia?- preguntó en un tono más calmado.

-Ana no tenía familia. Sus padres fallecieron cuando era pequeña. Yo me


encargo de ella, Natalia. Se merece lo mejor, y me aseguraré de que lo tenga.

-Lo mejor- repitió ella. -Te caía bien.

122
Alek asintió. -Era como una hermana- dijo con voz ronca. Cerrando los ojos,
la abrazó con más fuerza. -Intenté que abandonara la organización. Una y otra vez. Le
prometí pagar por todo lo que quisiera. Pero no se fue. Decía que podía hacerme
mejor persona. Y ahora está muerta.

Natalia levantó la cabeza y lo miró. -Bésame- susurró.

Inclinándose, él obedeció. Saboreándola despacio, deslizó una mano por sus


senos. -Te deseo, Natalia. Pero sé lo que sientes por mí y...

-Hazme olvidar Alek. Por favor. Hazme olvidar. Soy tuya. Sin contrato. Sin
nada. Sólo tú y yo. Un hombre y una mujer que se desean-. Sus manos subieron por
su cuerpo. -No se trata de mi padre. Ni de tu trabajo. Sólo de dos personas que
quieren sentir algo más que miedo e ira. Por favor.

Alek siseó cuando ella se agachó y le recorrió los muslos con las manos.
Quería decirle que parara. Quería decirle que cuanto más jugaran a ese juego, más
peligroso sería, pero cuando le tomó en su boca, ya no pudo decir nada. -Natalia-
exclamó cuando sus labios alcanzaron la base de su polla.

Tenía el cabello empapado, y él se inclinó y lo apartó a un lado. Quería verle el


rostro mientras le daba placer. Comenzó a mover lentamente las caderas, y ella cerró
los ojos y gimió. Le gustaba. Quería que él disfrutara. Y lo estaba haciendo.

Era muy hábil, pero no quería terminar tan pronto. Se escurrió hacia atrás,
hasta que su espalda se topó con la pared. Ella se subió a horcajadas y él se inclinó
para atrapar uno de sus deliciosos pezones con la boca. Natalia estiró su cuerpo, y él
deslizó una mano a lo largo de su espalda y sobre la curva de sus glúteos. Era
perfecta. La forma en la que se adaptaba a sus manos. Su sabor. La forma en la que
se estremecía ante su contacto.

Perfecta.

-Estoy lista- susurró. -Por favor. Quiero sentirme bien.

-Te vas a sentir bien- dijo Alek con voz ronca, y ella se deslizó sobre él.
Aunque ya la había poseído, aún sentía una ráfaga de placer cuando se contraía
alrededor de él.

Los labios de ella se movían sobre su pecho y cuello. No titubeaba. No se


contenía. Por primera vez, sintió que aquello era sincero.

123
Natalia nunca fingía. Y siempre disfrutaba. Pero aquella vez lo había iniciado
ella. Lo deseaba, y era algo más que una conexión física. Se volvió hacia él y lo miró.
-Alek- susurró. ¿Era una pregunta? ¿Qué quería de él? Deseaba darle todo.

Agarrándola por las caderas, la empujó hacia el suelo y se tumbó encima.


Sujetando su cabeza para que no se golpeara contra los azulejos, la embistió con
fuerza. -Estoy aquí, mi amor.

La penetró con mayor profundidad y ella gritó y se aferró a sus hombros.


Cuando le clavó las uñas en la piel, todo su cuerpo se tensó. Supo, sin ninguna sombra
de duda, que no sentiría aquello con otra persona. No había ira ni asco en sus ojos.
Sólo deseo y algo que le hechizaba.

Amor.

Lo miraba con amor, y aquello le transportó al límite. Presionando el pulgar


contra su clítoris, embistió una vez más. Sus piernas temblaron y arqueó la espalda,
gritando su nombre a la vez que alcanzaba al orgasmo.

124
Capítulo Quince
Ana está muerta- susurró. Él se dio la vuelta y la abrazó. Contemplando su rostro, se
frotó los ojos. -Lo siento. Debería dejarte dormir. No creo que despertarte en mitad de
la noche esté en el contrato.

-No soy la persona adecuada para hablar de esto, Natalia. Pero puedo
encontrar a alguien.

Su voz estaba cargada de sueño, y ella sonrió y le acarició el pecho. Su tacto le


resultaba reconfortante. No era sexual. Le confería una extraña sensación de paz. -No
creo que hablar de su muerte vaya a ayudarme. ¿Me puedes contar algo de su vida?
No la conocí durante mucho tiempo, pero era mi amiga. Desde el primer momento fue
mi amiga.

-¿De verdad es tan horrible? ¿Estar aquí?

-Ha habido momentos malos. Ya lo sabes. Causados por ti. Estoy segurísima
de que lo haces a posta. Y hasta que creyó que yo era el topo, Ana me ayudó a
superar todos esos momentos-. Natalia se acurrucó entre sus brazos. -Ana era buena
persona. Mejor persona que yo.

-¿Por qué dices eso? Tú firmaste un contrato con una persona horrible para
salvar a tu padre. Eso te convierte en buena persona-. Su aliento era cálido en su oído.

-Es mi padre. Sé que piensas que es un hombre horrible, pero es la única


familia que me queda. Odioso o no, es mi padre. Tienes que entenderlo.

-¿Por qué?

La pregunta la confundió. -¿Por qué, qué?

-¿Por qué tengo que entender lo que sientes por tu padre? ¿Por qué es
importante para ti?

Sus brazos se aflojaron y ella tomó su mano. -¿Por qué te importa que necesite
que entiendas?

-Estamos hablando en círculos- rió él en voz baja. -Tienes razón en cuanto a


Ana. Era una persona extraordinaria. Probablemente la única persona que podía
hablarme de esa forma y sobrevivir.

125
-Tú no matas a tu propia gente- dijo ella, riéndose. Cuando él no respondió, lo
miró. -Alek. No matas a tu propia gente.

Sus manos se apartaron de ella, y no hizo nada por evitarlo. -¿Qué crees que
hago aquí, Natalia? ¿Crees que simplemente hago papeleo? He sido blanco de un
asesino a sueldo. Y tú también. Soy un hombre violento, Natalia. Y si mis empleados
no hacen bien su trabajo, los despido. Y si creo que me están poniendo en peligro, los
mato.

La sensación de calidez y bienestar que Natalia sentía en su interior, se


esfumó. Incorporándose lentamente, se volvió para mirarle. -¿Por qué dices eso?
¿Por qué actúas así?

-¿Por qué actúo cómo? Yo soy así. No puedes idealizarme. No puedes


idealizarnos.

-¿Idealizarnos?- Ella lanzó una carcajada. -¿Qué hay que idealizar? Soy tu
prisionera. Tu esclava sexual-. Sus ojos se llenaron de lágrimas, se las limpió con
furia.

-Sólo digo…

-Cállate- le ordenó. -Deja de hablar. Mi amiga acaba de morir. Tu amiga acaba


de morir. Pensé que, quizás, por una noche nos podíamos consolar mutuamente.
Podíamos fingir que nada de esto está pasando. Que no es real. Porque, a veces, fingir
que no es real ¡es la única forma que tengo de soportar el día!

Se quedó mirándola un rato, y ella creyó ver dolor en sus ojos. -Me alegra que
fingir que nada es real sea tu jodida forma de soportar el día.

Natalia se quedó con la boca abierta. -Estás de broma, ¿no? ¿No me acabas de
decir que no lo idealice? ¿Qué coño quieres de mí?

Sacudiendo la cabeza, Alek se incorporó y cogió su ropa. -No quiero nada de


ti- dijo simplemente, poniéndose los pantalones. -Ni una maldita cosa-. El portazo que
dio al salir fue tan fuerte que hizo temblar los cristales, y ella dio un respingo.

-Necesito algo de ti- susurró. -Necesito que me digas la verdad.

Enfurecida, cogió una almohada y la arrojó al suelo. No produjo ningún sonido


ni hizo temblar nada, pero fue gratificante.

126
-Idiota- exclamó, respirando entrecortadamente. Se derrumbó en la cama y se
hizo un ovillo. Ana había muerto. Alek la despreciaba. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué
esperaba que ocurriese?

Alek nunca iba a amarla. Ni siquiera le importaba.

***

Alek se estiró en el sofá y trato de ponerse cómodo. No había nada mejor que
tumbarse junto a Natalia. Cerró los ojos e intentó dormir, pero cuando no la tenía
cerca, las pesadillas regresaban. Gente gritando. Sangre por todas partes. Y Ana en el
suelo, cubierta de rojo.

Podría haber sido Natalia. Casi fue Natalia. Se suponía que tenía que haber
sido Natalia.

-Joder- exclamó, se levantó y se pasó las manos por el cabello. -¿Qué estoy
haciendo?- No habían pasado ni tres meses, pero sabía que no podría mantener a
Natalia allí todo un año. No era feliz, pero ¿qué importaba? Él no quería que fuera
feliz. Cuanto más sufría, más sufriría su padre.

Algo había cambiado. O quizás no era lo que esperaba y no quería admitirlo.


No podía permitirse ablandarse ahora, pero tampoco podía continuar negando la
verdad. Lo tenía hechizado. Se había metido en cada poro de su piel y no podía
deshacerse de ella

Podría decírselo. Podría contarle la verdad pero, ¿qué sacaría con ello? Ella no
le amaba. Nunca lo vería como algo distinto a un guarda. El sexo no significaba nada.
Una buena química no era nada. No era nada en comparación a lo que sentía por ella,
pero aquello era lo único que ella sentía por él. Sabía que le gustaba esconderse en sus
sueños y fingir que las cosas eran distintas entre ellos. Si él hubiese sido un hombre
diferente, si se encontrasen en una situación distinta, su relación se habría convertido
en algo grande. Algo real.

Pero no era un hombre diferente. Era Alek Evanoff. Y no se encontraban en


una situación distinta. Tenía un trabajo que hacer y no podía permitir que nadie ni
nada se interpusieran en su camino. No había nada grande. No había nada real.

Pasaron varias horas, pero no pudo conciliar el sueño. Cuando cerraba los
ojos, las pesadillas regresaban. Y Natalia no estaba a su lado para conjurarlas.

127
Capítulo Dieciséis
Alek estaba revisando un documento y frotándose las sienes cuando Misha llamó a la
puerta. -Odio el papeleo- se quejó Alek. -Te juro que hay que hacer más papeleo para
fingir que somos legales que si de verdad lo fuéramos.

-Jefe- dijo Misha.

-Y el caso es que es ridículo. Más trabajo cuando tendría que hacer menos.

-Alek- probó Misha de nuevo.

-Estoy tratando de ser paciente y hacer que funcione, pero termina siendo más
trabajo.

-¡Alek Evanoff!- gritó Misha.

Alek se recostó en el asiento y parpadeó. -Lo siento, Misha. ¿Quieres algo?

-Hay alguien que quiere verte.

-Que entre- dijo afablemente, pero notó la expresión de desasosiego en el


rostro de Misha. -¿No quieres que vea a esta persona? Eso es nuevo. Normalmente te
encanta el conflicto; interesante.

Misha asintió con la cabeza. -Es Petr Primac.

-¿Disculpa?- Alek se puso en pie y cuadró los hombros. La ira se empezaba a


acumular dentro de él. -¿Qué hace Petr en mi propiedad?

-No lo sé, pero dice que no se va hasta que hable contigo. Trae un maletín. Me
preocupa un poco.

Alek puso los ojos en blanco. -No nos va a volar por los aires, Misha. No con
su hija aquí. Dile que se vaya. Espera, no. Que entre. Tengo curiosidad por lo que
tiene que decir.

Una cruel sonrisa apareció en su rostro. Estaba impaciente por contar a Petr
todo lo que sabía su hija. Por ver su cara cuando se diera cuenta de que su hija ya no
adoraba el suelo que pisaba.

128
El anciano vaciló al entrar. -Alek- dijo calladamente. -Tengo que hablar
contigo.

-¡Petr!- Alek sonrió y abrió los brazos. -Bienvenido de nuevo. Supongo que
nunca pensaste que volverías a estar aquí. O tal vez sí. Tengo que admitir que me
sorprendió cuando te jubilaste.

Petr sacudió la cabeza y depositó el maletín sobre el escritorio con un fuerte


golpe. -No estoy aquí para hablar del pasado, Alek. Ni siquiera para hablar de lo que
hiciste. He venido a comprarla.

-¿Perdona?- Alek resopló. -En ninguna parte del contrato dice que puedes
comprarla. ¿Por qué crees que es una opción?

-Tengo que intentarlo. Es mi hija.

-Ni siquiera sabías que existía- gruñó Alek. -¿Cómo puedes decir que la amas
cuando ni siquiera sabías que existía? ¿Por qué te molestas? Nunca te has preocupado
de nada en toda tu vida.

Petr lo miró fijamente antes de derrumbarse en una silla. -Tú eras mayor que
la mayoría de los chicos que me contrataron para reclutar. Sabía que serías bueno.
Supe que serías excelente cinco minutos después de conocerte. He cometido errores,
pero yo no quería que tuvieses esta vida. No quería que ninguno de vosotros llevarais
esta vida.

-Entonces, ¿por qué lo hiciste?- preguntó Alek con frialdad.

Petr se recostó en la silla y sacudió la cabeza-. La madre de Natalia no fue una


aventura, pero mantuve la relación en secreto. Lo último que quería era que Grigori lo
averiguara. Se aprovechaba de nuestras debilidades. Utilizaba el amor contra la gente,
y yo amaba a su madre. Cuando se quedó embarazada de Natalia, supe que no les
quedaba mucho tiempo si permanecían en mi vida. Ella nunca lo entendió. Me llamó
de todo y juró que nunca vería al bebé-. Las lágrimas asomaron a sus ojos. -Aquel día
lo perdí todo, y Grigori se enteró. Ni siquiera le importó que ya no formaran parte de
mi vida. Sabía que me importaban, y eso era lo único que hacía falta. Me amenazó
durante el resto de mi carrera. Pude elegir. Y la elegí a ella. No me arrepiento, pero lo
siento por las vidas que he destruido. Encontré la forma de proteger a Natalia y a su
madre, me fui y no miré atrás. Permanecí en la sombra hasta que Natalia apareció, y
entonces me di cuenta de cuánto tenía que compensar. Sabía lo que me jugaba cuando
empecé a apostar, pero yo sólo quería hacerla feliz. Y ahora he arruinado su vida.

129
Alek giró su silla y miró por la ventana. Hasta entonces se había alimentado de
cólera e ira, pero la historia de Petr era dolorosa. No había nada falso ni ensayado en
su discurso. Se trababa al hablar, y se quedaba sin aliento, como si fuera lo más
doloroso que había dicho nunca. Y Alek le entendía. Entendía que quisiera hacer feliz
a Natalia.

-Ella lo sabe- dijo tranquilamente. -Me he pasado el tiempo que ha estado aquí
contestando preguntas sobre ti.

-Lo suponía, pero no me importa. No me importa. Me da igual. Nunca volverá


a hablar conmigo pero, siempre que me prometas que no se va a acercar a este estilo
de vida, me da igual- rogó Petr.

Alek volvió a girarse y golpeó la mesa con la mano. Petr dio un respingo, y
Alek cerró los ojos y sacudió la cabeza. -Estoy harto de oírte decir que no te importa-
murmuró. -Y dudo mucho que Natalia sea el tipo de persona que no te vuelva a hablar
nunca.

-Espero que sea así, pero no quiero que sepa nada de esto. Prefiero que no me
vuelva a hablar a que crea que abandoné a su madre.

-Pero no lo hiciste- dijo Alek. -Las estabas protegiendo. ¿Es ese el dinero de tu
deuda?

Petr asintió. -Está todo aquí. Lo juro. Me sentaré aquí hasta que lo cuentes.
Cuéntalo tantas veces como quieras. Puedo esperar.

-Eres un disco rayado- suspiró Alek, poniéndose en pie. –Misha, cuenta el


dinero y asegúrate de que no merodee por los jardines. Volveré en un minuto.

-¿A dónde vas?- preguntó Petr, pero Alek le ignoró. Lo cierto era que no le
importaba cuánto dinero había en el maletín. Ni siquiera le interesaba la disculpa de
Petr, pero su regreso le había hecho ver la verdad. Aquel hombre había hecho cosas
horribles durante toda su vida para proteger a la mujer que Alek amaba.

Alek no tenía que hacer nada horrible. Sólo tenía que dejarla ir.

La encontró leyendo junto a la ventana. -¿No tienes nada importante que


hacer?- le preguntó ella, sin levantar la mirada. -¿Algo que no implique estar cerca de
mí?

No le miraba, y el pudo contemplarla. Estaba enojada, pero era hermosa, de

130
una forma en la que no esperaba encontrar a alguien hermoso. Él tenía un único
objetivo en la vida, y no esperaba vivir una vez cumplido. Había estado rodeado de
odio y violencia durante tanto tiempo, que se había olvidado de lo que era algo
hermoso. Admitir que algo era hermoso. Y no era sólo su aspecto. Natalia quería creer
que todo el mundo era bueno. Veía algo puro en cada pedazo de oscuridad, y él veía
oscuridad en todo lo que podía ser puro.

Era totalmente tóxico. Cuánto más tiempo pasara con él, más de esa belleza
perdería. Perdería la pureza. Petr había tomado jóvenes inocentes y los había
convertido en monstruos, y Alek sabía que él no sería diferente si continuaba dañando
a Natalia.

-Tu padre ha venido a por ti. Como te prometí, se te devolverán tus cosas, y
puedes llevarte lo que quieras del armario.

Ella bajó el libro lentamente y lo miró. -¿Qué?

-Tu padre ha pagado su deuda. El contrato es nulo.

-¿Qué?

Alek sacudió la cabeza. -Te pareces a tu padre más de lo que crees. A los dos
os gusta repetir las cosas hasta volverme loco. ¿Qué parte no entiendes? Tu padre ha
pagado su deuda. No tengo ningún motivo para retenerte aquí. Te ofrezco el armario.
Te voy a devolver tus cosas. Te vas, Natalia.

Natalia arrojó el libro al suelo y se puso de pie frente a él. -Entonces, ¿qué va a
pasar?

-Lo que hagas después no es de mi incumbencia. ¿Para qué me preguntas?- La


observó con una mirada fría, pero sabía perfectamente por qué preguntaba.

-No es de tu incumbencia. Ya veo. Bien, te puedo decir ahora mismo que no


quiero nada de esta casa. Nada. Me iré en cuanto mis cosas estén listas. Lo miró
enfadada y salió al pasillo. -Y para que quede claro, una vez que me haya ido, no te
vuelvas a acercar a nosotros.

-Esa era la idea.

El dolor de sus ojos le azotó el alma, pero ya lo había dicho, y sus palabras
tuvieron el efecto deseado. Después de aquel día, nunca volvería a hablar con él.

131
***

Natalia bajó lentamente las escaleras, deslizando la mano por la pared. Se


sentía aletargada. Después de todo lo que habían pasado, nunca pensó que Alek podía
mirarla con aquellos ojos vacíos. Vacíos y fríos.

-Él no me ama- susurró, apoyándose contra la pared. Sola, en la escalera, se


dejó caer despacio hasta quedar sentada en un escalón. Parte de ella esperaba que
apareciera Ana y le diera una dosis de realidad. Pero Ana no iba a aparecer. Ana
estaba muerta. Alek la echaba de su casa y su padre estaba allí para recogerla.

Aquella mañana estaba enfadada con Alek. Y ahora no lo iba a ver más.

-No me ama- repitió. Tras tomar un par de bocanadas de aire, se puso en pie.
Era fuerte. Pasaría página. Él era un capo de la mafia. No necesita aquello en su vida.

Tras cuadrar los hombros, levantó la barbilla y bajó el resto de las escaleras
hasta el vestíbulo. Petr la esperaba allí, con una mirada nerviosa en el rostro. -Natalia-
dijo con ternura. -Lo siento mucho.

Sus magulladuras se habían desvanecido, pero había algo atormentado en sus


ojos. Culpa. Se sentía culpable. -Vámonos- dijo ella con voz suave, regalándole una
pequeña sonrisa. Quería respuestas, pero también sabía que no era el mismo hombre
de antaño. El hombre que tenía ahora delante no era el mismo que había reclutado
niños para la mafia. Y desde el momento en el que lo conoció, detectó la culpa dentro
de él. Intentó ocultarla, pero ahora, mientras la esperaba, sabiendo que todos sus
secretos habían sido revelados, esa culpa era casi palpable.

Y si ella pudiese ayudarlo a sanar, lo haría. Era su padre.

-¿Te ha hecho daño?- Él negó con la cabeza y abrió los brazos. -Natalia, lo
siento mucho. He cometido tantos errores.

-No pasa nada. Ella le abrazó y miró hacia arriba, y vio a Alek apoyado en el
marco de la puerta, observándolos. -No me ha hecho daño, papá. No de la forma que
tú crees. Vámonos.

Apartando la mirada, se agachó para coger su equipaje y, dándose la vuelta, se


marchó. Dejaría atrás aquel lugar. Seguiría con su vida. Y actuaría como si Alek
Evanoff no existiese.

132
Capítulo Diecisiete
Hacía dos semanas que se había ido. Dos semanas, y él se subía por las paredes. -
Misha- llamó. -¿Por qué demonios no ha pagado su deuda Borshch Vicktor? Si no va
a pagar, lo quiero en el hospital-. Sus gritos fueron replicados con silencio. -Misha.
¡Misha!- Levantándose del escritorio, abrió la puerta de la sala en la que habitualmente
estaba estacionado Misha.

No había nadie.

-¿Dónde coño está mi hombre?- gruñó Alek. Tras subir las escaleras de dos en
dos, giró a la izquierda. Desde que se trasladó a la casa, había dormido en la misma
cama. Había tenido a varias mujeres en aquella cama, pero sólo había dormido con
una, y ya no estaba allí. No había pisado aquella habitación desde que se fue. Ni una
sola vez. Entrar en el dormitorio y ver que ya no estaba allí, le afectaba más de lo que
creía.

Contempló la cama vacía y suspiró. -Lo siento- dijo al cuarto vacío, pero era
demasiado tarde. Ella ya no estaba.

Un gemido rompió el silencio y Alek se giró lentamente. Aquel sonido era


sospechosamente familiar, y ahora que Ana y Natalia se habían ido, la planta debería
estar vacía.

Siguiendo el sonido, ni siquiera se molestó en llamar a la puerta. La abrió de


golpe y encontró a Misha en mitad de una embestida con Claudia debajo. -¿Os
divertís?- preguntó en tono seco.

Hubo mucho ajetreo y Misha se colocó la sábana alrededor de la cintura.


Claudia, por su parte, no se molestó en taparse. –Alek, querido. ¿Quieres participar?
He oído que has devuelto a tu mascota.

-No hables así de ella- dijo Alek, apretando los dientes. -¿Cuánto tiempo lleva
durando esto?

-Jefe.

-Calla- siseó Claudia, saliendo de la cama y recogiendo su ropa. -No le llames


jefe. No ha sido tu jefe en mucho tiempo.

-¿Perdona?- Alek se plantó en el umbral y vio cómo su ex-amante y segundo al

133
mando terminaban de vestirse. -¿Qué quieres decir con eso?

Una sonrisa fría cruzó su rostro. -Por favor. Donas dinero a un orfanato.
Perdonas deudas. Reduces el pago de sanciones a los negocios. Y hablando de
negocios, la mayoría de ellos ahora son legales. No estás blanqueando dinero. Has
perdido millones en los últimos cinco años. ¡Millones! No eres ningún jefe.

-¿Y cómo sabes tú todo eso?- Preguntó Alek. Cuando desvió la vista para
mirar a Misha, casi se perdió el destello de una navaja. Claudia. Al arremeter contra
él, Alek le agarró del brazo, se lo retorció y le quitó la navaja. Misha sacó una pistola
de la funda que había junto a la cama y le apuntó, pero Alek tenía a Claudia como
escudo, y cuando colocó la navaja en su cuello, Misha vaciló.

-Tú eras el topo- dijo Alek. -Todo este tiempo. Crecimos juntos. Éramos
amigos. Os elegí a ti y a tu hermano porque éramos amigos.

-Tiene razón, Alek. Cuando accedí a trabajar para ti, pensé que ibas a seguir el
ejemplo de Grigori. No me caía bien, pero nos hizo grandes. Tú nos dijiste que nos
harías grandes- dijo Misha, y sacudió la cabeza. -Yo era tu amigo, y me mentiste.

-Ana está muerta. ¿Te acuerdas de Ana? ¿La bonita joven que te traía el
almuerzo y te masajeaba los hombros? ¿La mujer que cosió tus heridas y te
abofeteaba cuando te comportabas como un estúpido? Tú la mataste.

-¡Debió haber sido Natalia!- Gritó Misha, y la pistola tembló en su mano. -


Debió haber sido Natalia. Todo estaba preparado. Todo iba a salir bien, y tú trajiste a
esa mujer, y ahora Ana está muerta. Es culpa tuya.

-¿Qué tiene que ver Natalia con esto?- quiso saber Alek, sujetando con más
fuerza a Claudia. Ella forcejeó y masculló: -Te voy a cortar el cuello, y no me quitará
ni un minuto de sueño.

-Te ablandaste. Te ablandaste y apenas salías de casa. Luego llegó Grisha y lo


arruinó todo.

Alek sacudió la cabeza. -¿Queríais matar a Natalia porque pasaba demasiado


tiempo con ella?

-Queríamos matarla porque te enamoraste- siseó Claudia. -¡Se suponía que


estabas enamorado de mí! Pero la amabas a ella. La amabas y sabíamos que si
desaparecía, estarías en tu momento más débil. Para eliminarte y reemplazarte con
Misha. Se merece estar arriba. ¡Se lo merece!

134
-¿Jefe?- La voz de Sasha llegó desde el pasillo, y Alek se inclinó hacia atrás,
sin apartar los ojos de Misha.

-Sasha, tu hermano me está apuntando con una pistola y yo tengo un cuchillo


en la garganta de Claudia. Si estás pensando en unirte a nuestro pequeño impasse, ya
puedes ir eligiendo bando.

-¿Claudia? ¿Por qué tienes un cuchillo en la garganta de Claudia?

Alek notó el pánico en la voz de Sahsa y sonrió. -Claudia. ¿Te acuestas con
ambos hermanos?- Chasqueó la lengua.

-¿Qué?- Dijeron Misha y Sasha al unísono.

-Sasha- dijo Alek con voz fría, -¿trabajas también para Boris?

De soslayo, vio aparecer a Sasha y mirar a su hermano. -No. Misha, ¿qué


estás haciendo?

-Nos está arruinando, Sasha. Quiere ser legal.

-Lo sé.

Alek giró la cabeza para mirar a su tercero al mando. Sasha, el hombre más
sanguinario bajo su mando, ¿sabía que estaba intentando legalizarse? -¿Qué?

-Es bastante obvio. Pero eres mi jefe y te debo lealtad- afirmó Sasha con voz
queda. -Y tú también, Misha.

-No le escuches- dijo Claudia de forma histérica.

Alek presionó la navaja contra su garganta. -Tú has hecho esto. ¿Cuál era el
plan? ¿Acostarse con ambos hermanos y ponerlos en mi contra? ¿Hacer que se
enfrenten entre ellos? ¿Hacer lo que sea para debilitar mi organización? No se trata de
la forma en que hago las cosas. Esto empezó cuando traje a Natalia. Estabas celosa.
Se trata simplemente de celos.

-No- Misha sacudió la cabeza y Alek vio cómo temblaba la pistola. -No, no es
cierto. Claudia, no es cierto.

-Cállate- exclamó Claudia. -¡Cállate y dispara!

-Puedes dispararme- dijo Alek con calma. -O puedes darte cuenta de que

135
nunca pensé en abandonaros. Sí, estoy pensando en hacerme legal. De hecho, para
finales de año no habrá más blanqueo de dinero. E iba a dividir la zona en tres partes
para daros una a cada uno. Los negocios legítimos también proporcionan millones de
dólares.

-¿Ibas a hacer eso?- preguntó Misha.

-Sí. Y todavía lo voy a hacer, Misha.

-¿Incluso después de lo de Ana? ¿Incluso después de lo de Natalia?

-Cállate, Misha. ¡Cállate!- gritó Claudia. Alek sintió cómo se le helaba la


sangre.

-¿Qué quieres decir? ¿Qué pasa con Natalia?-. Misha vaciló y Alek respiró
profundamente. -¿Qué está pasando?

-¿De dónde crees que sacó Petr el dinero para pagarte?- dijo Claudia con una
maliciosa sonrisa.

Dios. ¿Por qué no hizo él esa misma pregunta? ¿De dónde había sacado el
dinero? Tendría que haber apostado. O tomarlo prestado. -Boris. Boris le dio el
dinero. ¿Qué has hecho? Claudia, ¿qué has hecho?

-A Boris le gustó el contrato que tenías con Natalia. Está pensando en hacer
uno exactamente igual o Petr muere- informó Claudia, con una risa histérica.

-Lo siento, Alek- dijo Misha, bajando el arma. -Lo siento.

Alek empujó a Claudia en dirección a Misha y éste la atrapó e inmediatamente


le apuntó con la pistola a la cabeza. -Vigílala. Que esté viva cuando vuelva- ordenó
Alek. -Pero que no se mueva.

Su corazón latía salvajemente cuando corrió a la oficina y tomó el teléfono. Al


oír el tono de llamada, cerró los ojos y trató de calmarse. -Venga, Natalia. Contesta.
Por favor, contesta. Por favor, por favor, por favor.

No hubo respuesta. Alek colgó de golpe el teléfono y cogió sus llaves. Boris no
esperaría. Si iba a mover ficha, lo haría rápido. Alek tenía la horrorosa sensación de
que era demasiado tarde.

136
Capítulo Dieciocho
Natalia se detuvo en el porche y miró a su padre. -Papá, ¿qué haces aquí?- Habían
pasado dos semanas desde que Petr la dejó en casa tras disculpare profusamente.

-Han pasado dos semanas, Natalia. Dos semanas y no me has dicho ni una
palabra. No has salido de casa. No estás buscando trabajo.

-Alek pagó las facturas de todo el año por adelantado, y estoy harta de
malgastar mi vida. No me voy a conformar más. Voy a encontrar algo que quiera
hacer. Algo que me guste- dijo. -Y sé que no te he llamado. Todavía estoy procesando
lo que pasó.

-Pensé que querrías hacerme preguntas- dijo su padre. -Sobre mí. Sobre lo que
hice.

-No me importa, papá-. Sostuvo la puerta abierta y le hizo un gesto para que
entrara. -Pero si quieres hablar de ello, podemos hacerlo.

Su padre subió lentamente las escaleras y entró en el piso. -No te lo iba a


contar, pero no quiero que haya secretos entre nosotros. De todas formas, no creo que
puedas pensar peor de mí.

Natalia fue a la cocina para hacer café. Se sentía como si no hubiese dormido
en dos semanas. Cada vez que se despertaba por la noche, se daba la vuelta para
abrazar a Alek, pero él no estaba allí. Claro que no estaba. Una vez que obtuvo el
dinero, ya no la necesitaba.

-No conozco mucho acerca de esa vida- dijo con voz dulce. -Incluso después
de todo ese tiempo con Alek, no sé nada. No puedo juzgarte por lo que hiciste y no te
juzgaré ahora. Pero no me debes una explicación, papá. En serio.

Petr aceptó una taza de café y ladeó la cabeza. -No hablas de él con odio ni
malicia. ¿Qué te ha pasado, Natalia? ¿Qué pasó mientras estabas con él?

-No me hizo daño- respondió, sentándose. -No de esa forma. No como tú


piensas.

Petr la contempló durante un rato. -Cuando conocí a Nicola, era camarera de


cócteles. Trabajaba para pagarse la universidad. Quería enseñar biología. Era muy
inteligente y nunca supe qué vio en mí.

137
Natalia levantó la mirada bruscamente. -Creía que fue cosa de una noche.

-Me enamoré de tu madre en cuanto la vi. Le mentí sobre mi trabajo, y pasaba


con ella todo el tiempo que podía. Sostuve su mano durante todo el embarazo, e
hicimos planes. Planes para casarnos y comprar una casa en el campo. Ella quería
seguir estudiando y yo la animé, pero continuaba mintiendo. Justo antes de que
nacieras, me sinceré. No podía ocultarlo más. Le conté todo y me perdonó. Dijo que
me amaba y que no importaba. Estaba tan contento que cometí un error. Pasé la
noche con ella y Grigori me localizó. Me encontró y os vio a ti y a tu madre.

Natalia se quedó sin aliento. -Papá.

-Rompí con ella, os envié lejos e intenté mantenerme alejado, pero no importó.
Grigori sabía lo que sentía y pasó 15 años castigándome. Varios niños murieron
porque me enamoré. Varios niños murieron porque mentí a la mujer que amaba-. La
miró fijamente por encima de la humeante taza de café.

-¿Por qué me estás contando esto?- susurró Natalia. -No lo entiendo.

Su padre dejó la taza sobre la mesa. -Alek tiene un corazón frío, Natalia.
Creció con un monstruo por mi culpa.

-Otra vez, ¿por qué me lo cuentas?

-Porque veo tu mirada cada vez que hablo de él. Veo el dolor y la añoranza, y
no tiene nada que ver con lo que te hizo, sino con el hecho de que no está aquí.
Conozco esa mirada porque yo la solía tener. ¿Quieres hablar de ello?

-No, papá-. Natalia se levantó y comenzó a pasear por la estancia. -Ya no


importa. Hablar de ello no ayuda, pero si quisiera hablar, te diría que tienes razón.
Alek tiene un corazón frío. Creció con monstruos porque él es uno. Te mandó al
hospital y no me importa si te guarda rencor por lo que hiciste. Ni siquiera intentó
hacerse la víctima torturada. No. Dejó bien claro que es un cabrón impasible, y yo me
enamoré de todos modos. ¿Qué dice eso de mí? ¿Eh? No quiero saberlo. No quiero
saber qué dice eso de mí ¡porque no quiero hablar de ello!

Cuanto más hablaba, más gritaba.

-Natalia- la interrumpió su padre con voz suave, y ella se secó las lágrimas.

Escucharon llamar a la puerta y Natalia se volvió bruscamente. ¿Quién coño

138
llamaba ahora a su puerta? -Perdona- dijo, y cruzó la habitación para abrirla.

Boris tenía un puro colgado de la boca y un malvado brillo en los ojos. -


Natalia. Me encanta verte de nuevo.

-Boris- dijo Natalia nerviosamente. -¿Qué haces aquí?

Entró sin molestarse a esperar a que le invitaran. Natalia sintió crecer el miedo
en su interior. Petr se levantó y se encaró con el hombre. -¿Qué estás haciendo aquí?

Ella lanzó una mirada incisiva a su padre. ¿Conocía a Boris? Por supuesto que
lo conocía. Esto solía ser su vida. Boris exhaló humo y Natalia se tensó al ver a tres
hombres más entrando en su casa. Aquella escena estaba empezando a ser
horriblemente familiar. -Qué casa más bonita- dijo Boris, antes de soltar una
carcajada. -No, miento. Es una casa horrible, pero no pasa nada, porque no vas a
pasar mucho tiempo aquí.

Natalia cerró los ojos con pavor. -Papá, ¿qué has hecho ahora?

-¿No le has preguntado de dónde sacó el dinero?- preguntó Boris alegremente.


-Le pagó a Alek para que te dejara ir, ¿y no te preguntaste de dónde salió ese dinero?

No se lo había preguntado. Ni se le había pasado por la mente. ¿Cómo pudo


haber sido tan estúpida?

-No va a pasar lo mismo, Natalia- le aseguró Petr. -No te preocupes.

-Papá.

-Yo no estaba cuando llegaste a un acuerdo con Evanoff- dijo Boris,


encogiéndose de hombros. -Pero creo que era algo así: le presté dinero a tu padre y lo
quiero de vuelta. Y a no ser que quieras que lo mate ahora mismo, vas a venir
conmigo como garantía. Te quedarás en mi cas hasta que tu padre pague hasta el
último céntimo.

-No- dijo Natalia con los dientes apretados. -Ese no fue el trato que hice con
Alek. Un año con él y se cancelaban todas las deudas. Mi padre necesitaría años para
reunir esa cantidad. Años.

-Alek es un blando- dijo Boris de repente. -Pero yo no. Este es el trato.


Pasarás las noches conmigo haciendo lo que yo quiera, hasta que tu padre me pague,
o lo vas a tener que enterrar. Tú decides, Natalia.

139
No podía respirar y sintió cómo se le caía el mundo encima. Iba a tener un
ataque de ansiedad. No sobreviviría. No sobreviviría ni un mes con Boris, pero sabía
que Petr no duraría ni un día si se negaba. Lo peor de todo era que aquello no tenía
nada que ver con ella ni con su padre. Tenía que ver con Alek. -Él no me ama-
susurró. -No le importo. Ni siquiera va a pestañear si me llevas contigo.

-No vas a ir a ninguna parte, Natalia-. La voz de su padre sonaba fría y


amenazadora. Giró la cabeza y vio cómo extraía un sobre del forro de su abrigo. -Te
agradezco que me hayas prestado el dinero para liberar mi hija. Aquí tienes lo que te
debo más los intereses que acordamos.

-¿Qué?- dijo Boris.

-Está todo. Cuéntalo.

Natalia observó con asombro a Boris. Sacó el dinero del sobre y se colocó el
paquete debajo del brazo, mientras lo contaba. -¿De dónde has sacado esto?

-¿Qué más da?- dijo Petr, sacudiendo la cabeza. -De lo único que te tienes que
preocupar es de que tengo tu dinero. Así que no habrá amenazas. No se va a hablar
más de comprar a Natalia. Ni de matarme a mí. Hemos terminado, Boris. Toma tu
dinero y vete.

Boris se puso rojo y miró a ambos con furia. Tras volver a meter el dinero en
el sobre, hizo una seña a sus hombres y se marcharon. Natalia suspiró de alivio y miró
a Petr. -¿Papá? ¿De dónde has sacado el dinero? Te juro que si viene otro hombre a...

-Me lo dio Alek- la interrumpió Petr. -Esta mañana. Se dio cuenta de que Boris
me había prestado el dinero y tenía miedo de que hiciera algo así. No es un préstamo,
Natalia. No le debo nada. Me lo dio para garantizar tu seguridad.

-¿De verdad?

-Sí. Natalia, te dije que Alek tiene un corazón frío, y que creció con un
monstruo. Pero tengo la sensación de que su corazón ya no es así. Y creo que nunca
ha sido un monstruo-. Se inclinó y la besó en la frente. -Piénsalo, Natalia. Piénsalo.

Vio marchar a su padre y se dio la vuelta para encontrase a Huesos paseando


entre sus tobillos. Aquella era su vida ahora. Mirando por encima del hombro,
contempló la imagen de Nico. Seguramente estaba locamente enamorado de alguien.
Tal vez incluso casado. Probablemente tenía un trabajo estupendo y una preciosa
casa, y un perro. La vida normal que una vez quiso.

140
Pero ella ya no era esa persona, y necesitaba olvidar. No era la misma mujer
porque aquella mujer tenía una madre cariñosa, y su madre había fallecido. No era la
misma mujer porque aquella mujer no tenía padre, y ella tenía uno. Y su padre era un
hombre que había reclutado a niños para la mafia con el fin de protegerla a ella y a su
madre. Esa era la clase de mujer que era.

Y esa mujer cuadraba los hombros y se enfrentaba a la vida. Iba a aceptar a


esa mujer. Natalia iba a evitar dejar que le pasaran cosas y por fin iba a tomar control
de su vida.

141
Capítulo Diecinueve
Durante los meses anteriores, había entrado y salido por esas puertas porque tenía un
contrato que así lo exigía. Ahora, estaba a punto de atravesarlas por voluntad propia,
para hacer algo que se exigía a ella misma. Estaban cerradas. Confundida, miró a la
entrada. Por supuesto que estaban cerradas. La gente cierra sus puertas. Incluso los
capos de la mafia cierran sus puertas. Con un suspiro de frustración, llamó al timbre. -
Yo solía vivir aquí y ahora tengo que llamar al maldito timbre. Corrección: yo solía
estar prisionera aquí.

La puerta se abrió y Misha frunció el ceño. -¿Qué haces aquí?

-¿Dónde está?- preguntó ella, entrando en la casa. -¿Dónde diablos está?

-Espera. ¡Espera!- Misha corrió tras ella, pero no pudo evitar que irrumpiera
en la oficina. Natalia se detuvo al ver a Alek sentado en su escritorio y rodeado de tres
policías.

-¿Qué ocurre?- susurró. -¿Te están arrestando?

-¿Quién es? ¿Qué está haciendo aquí?- Preguntó uno de los agentes, posando
una mano sobre su pistola.

Alek se movió rápidamente y se interpuso en su camino. -No es peligrosa. No


dispare-. Girándose, la miró con rabia. -¿Qué haces aquí?

-¿Qué hago aquí? ¿Qué crees que hago aquí? No importa. Puedes responder
más tarde, siempre que no lo hagas desde una celda-. Se apartó a un lado y observó a
los policías. -No sé qué diablos están haciendo aquí, pero no lo van a arrestar. Sé que
ha hecho cosas que no están bien, pero aún no he acabado con él.

Los agentes se miraron. -No estamos aquí para arrestarlo. Estamos finalizando
el caso contra Boris.

-¿Qué?- Miró extrañada a Alek. -¿Estás trabajando con la policía?

-Creo que tenemos todo lo que necesitamos para llevar a cabo el arresto.
Gracias, Evanoff-. Los agentes se despidieron y salieron de la oficina.

Natalia se volvió hacia él y se cruzó de brazos. -Hay varias cosas que tienes
que explicarme- dijo. -Y no me voy a ir hasta que lo hagas.

142
Alek sacudió la cabeza. -Ya no tienes ninguna obligación conmigo, Natalia. No
te debo nada.

-Y una mierda. Sabías que Boris iba a intentar comprarme. Pagaste por mi
libertad. ¿Por qué?

La cogió por los hombros y la giró, de forma que quedó mirando hacia la
puerta. -Estaba muy cerca de conseguir que arrestaran a Boris y de apoderarme de su
territorio. No quería que pensara que iba ganando. Sólo fue eso, Natalia. Nada más.
Vete a casa.

-Mientes. Lo miró por encima del hombro. -Estás mintiendo y no puedes


mirarme a la cara para hacerlo. Te lo he dicho, Alek. No me voy a ir hasta que
contestes a todas mis preguntas. Y si eso significa que tengo que quedarme aquí
plantada toda la noche, lo haré. He pasado meses aquí. He pasado mucho, y me debes
al menos algunas respuestas.

Suspirando, Alek bajó los brazos, y Natalia se dio la vuelta. -Haz tus
preguntas, y date prisa- ordenó. -Soy un hombre muy ocupado.

-De acuerdo-. Natalia bajó la cabeza y tomó una respiración profunda. Era el
momento de la verdad, y se dio cuenta de que estaba aterrorizada. Antes se había
aferrado a la esperanza, pero una vez que le dijera la verdad, no quedaría ningún
resquicio. No quedaría nada. -¿Cómo vas a conseguir que arresten a Boris?

-Claudia y Misha conspiraron con Boris para asesinarte, y mataron a Ana. He


entregado las pruebas que demuestran que Boris pagó para que mataran a Ana,
además de a muchas otras personas. Lo van a poner a la sombra, y nunca saldrá-.
Una sonrisa iluminó su rostro. -Estoy impaciente.

-¿De verdad? Eso es genial, Alek. Ana ha de ser vengada-. Tratando de ganar
tiempo, deslizó las manos por la veta de madera del escritorio. La siguiente pregunta
que salió de su boca era irrelevante. -¿Qué planes tienes para el territorio de Boris?

-Hacerlo legal- contestó.

Ella levantó la mirada. -¿Qué has dicho?

-He dicho que lo voy a hacer legal. Siguiente pregunta.

-No. Siguiente pregunta, no. No puedes saltarte eso. No puedes decir que vas a
legitimar el territorio y pasar a la siguiente pregunta. Eso requiere una explicación.

143
Necesito una explicación.

-¿Por qué?- Él se puso las manos en las caderas y ella pudo ver la furia en su
rostro. -¿Por qué necesitas una explicación sobre eso? ¿Por qué te importa?

-Porque te amo- dijo, también con furia. -Te amo y me está destrozando. Sé
que no estás enamorado de mí, y no te pido que lo estés, pero tengo que saber que la
persona de la que me enamoré no es un monstruo. Tengo que saber que el hombre del
que me enamoré no es está planeando contratar a otra mujer ni golpear a otro hombre
por deudas de juego. Tengo que saber que al hombre del que me enamoré le importo
un poco, y le importa el tiempo que pasamos juntos. Trató de tomar aire, le temblaban
las manos. Nunca había estado tan enfadada y asustada al mismo tiempo.

-Natalia.

Fue lo único que dijo. Una palabra. Su nombre. Lo dijo tan suavemente que al
principio ella no supo que lo había dicho. Pero la forma en que la miraba lo decía
todo. Sus rasgos se suavizaron, y ella vio verdadero temor en sus ojos.

-No digo esto para asustarte, Alek. Necesito saber qué piensas, o qué sientes, o
algún resquicio de verdad que pueda llevarme conmigo. Eso es todo.

-De acuerdo-. Él asintió con la cabeza y se apoyó contra el escritorio. -Soy un


capo de la mafia. Tengo las manos tan manchadas de sangre que jamás me las podré
limpiar. He hecho cosas que no me dejan dormir por la noche. He hecho cosas que me
causan pesadillas. Y cuando Grigori me nombró su sucesor, vi una oportunidad. La
oportunidad de impedir que ningún otro niño pase por lo que tuve que pasar yo. La
oportunidad de asegurarme de que mis hombres no tuvieran que hacer cosas que no
les dejen dormir por la noche y que les causen pesadillas. Sabía que iba a legitimar los
negocios de Grigori e iba a encontrar la forma de asegurarme de que Boris no fuera un
problema. Llevo mucho tiempo planeándolo. Así que si me amas, sí. Te enamoraste
de un monstruo. Te enamoraste de alguien que contrató a una mujer para vivir con él
y que golpea a hombres por deudas de juego. Te enamoraste de alguien que quiere
cambiar.

Natalia asintió y respiró profundamente. -Gracias. Gracias por contestar mis


preguntas. Era agradable obtener respuestas. Había dicho todo lo que ella quería oír y
había callado todo lo que sabía que la haría daño. No la amaba.

Cuando se volvió para dirigirse a la puerta, él la sujetó por el brazo. -¿A dónde
vas? Pensaba que querías respuestas. No he terminado.

144
Ella giró la cabeza lentamente para mirarlo. Él sonrió. -Natalia, no me importas
un poco. Estoy completamente loco por ti. Nunca he sentido por nadie lo que siento
por ti. Me das miedo. Me da miedo hacerte daño. Tengo miedo de que pase algo y
que tú tengas que pagar. Tienes que entender que no espero sobrevivir a este golpe.
Hay gente que quiere el territorio de Boris. Van a intentar matarme por él. Si te quedas
conmigo, estarás en peligro.

Los ojos de Natalia se llenaron de lágrimas. -Me amas.

Él sonrió y le puso una mano bajo la barbilla. -Te amo.

-Es todo lo que necesito, Alek. No me importa si eso significa que sólo tengo
dos meses contigo. No me importa si tengo que comprometerme a pasar contigo
veinte años. Te amo y voy a estar a tu lado.

Inclinándose, la besó delicadamente. -Si te vas a comprometer a pasar veinte


años conmigo, lo mejor es que lo hagas como mi esposa.

-¿Qué?- Dando un paso atrás, lo miró sorprendida. -¿Qué acabas de decir?

-Me has oído, Natalia. Te amo. Y ya te has comprometido por veinte años.

-Te he oído, y no lo puedes retirar-. Ella dejó escapar una pequeña carcajada.

-Cásate conmigo, Natalia. No concibo mi vida sin ti. Tú me centras. Me


completas. Me das esperanza.

Ahora. Ahora tenía todo lo que había esperado escuchar. -Sí. Sí, ¡quiero
casarme contigo! Él se inclinó y la besó, y el mundo entero dejó de girar. Solamente
los dos, Natalia era feliz.

145
Capítulo Veinte
Tres meses después, Alek celebró una enorme fiesta en su mansión. La gente reía,
comía y bebía. No hubo violencia. No hubo sangre. No hubo gritos ni llantos. Sólo
felicidad.

-Esperaba verte con al menos tres mujeres del brazo.

Alek se dio la vuelta y vio a un sonriente Grisha metiéndose un langostino en la


boca. -¿No te dije que te fueras y no volvieras?- le preguntó en tono amable.

-Tengo negocios en la zona. Me iré más adelante. Dime, ¿por qué no hay tres
mujeres colgadas de tu brazo?

Alek resopló. -Sabes que es mi boda, ¿verdad? No hay una mujer en esta
fiesta que esté a la altura de mi esposa, y mucho menos tres.

-Lo sé. Me he colado en la ceremonia. Tu esposa es única. Lástima que no la


viese yo primero. Probablemente te la hubiera quitado. Buen trabajo con Boris.

-No creíste que pudiese hacerlo.

-¿Legitimar el territorio? Confiaba en que pudieses hacerlo en uno. No pensé


que lo harías en dos. Mi padre se estará revolviendo en su tumba, y eso me hace muy
feliz.

Alek lo miró confundido. -¿Qué hacías en Estados Unidos?

-Tiene que haber algún secreto entre nosotros. Sobre todo si vamos a ser
amigos.

-¿Amigos?- Alek rió. -¿Qué te hace pensar que vamos a ser amigos?

No tienes padrino de boda, y eso significa que no tienes amigos. Pero, en serio,
¿sin padrino? Sasha y Misha te siguen todo el rato ¿y no los invitas a tu boda?- Grisha
se inclinó y cogió una copa de champán de una bandeja. -Excelente elección de
champán.

-Misha planeaba derrocarme. Sé que Claudia le manipuló, pero estuvo


implicado en la muerte de Ana, y eso no lo puedo perdonar. Lo han arrestado, junto
con Claudia. Y Sasha aún está en estado de shock. A Claudia le gusta romper a sus

146
hombres y he preferido no tener eso en mi boda. No es tanto que no tenga amigos
como que la boda se celebre un poco a destiempo.

-Claro. Lo que tú digas. Estoy impresionado con la forma en que has


manejado el asunto. Entregando a Boris, Claudia y Misha a las autoridades, en vez de
tomarte la justicia por tu mano. Sobre todo por el tono personal que tomaron las
cosas- añadió Grisha.

-No puedo legitimar todo tras varios asesinatos. ¿Quise matarlos yo mismo? Sí.
Pero la causa era más importante que mis deseos personales.

-Tus deseos personales son más fuertes de lo que crees. He visto a Petr
entregando a su hermosa hija. No ha debido ser fácil.

Alek frunció el ceño. Iba a recordar cada segundo de su boda, pero, más que
nada, iba a recordar lo feliz que estaba Natalia. Lo feliz que había sido cuando tomó
su mano. Lo feliz que había sido cuando miró a su padre.

Y la dicha de Petr cuando miró a su hija.

-Entiendo a Petr. Entiendo la necesidad de hacer algo de lo que no estás


orgulloso. Conozco la sensación de tener algo que proteger. Alguien a quien proteger.
Él la hace feliz, y yo nunca le arrebataría algo que la haga feliz.

Grisha asintió. -Estupendo. Me alegro de que todo haya salido bien, Alek.
Conozco tus demonios internos y me alegro de que hayas encontrado a alguien que te
ayude a deshacerte de ellos. Si me disculpas, esta noche hay otra fiesta en la que me
quiero colar.

-Grisha-. Se volvió y Alek ladeó la cabeza. -¿Vas a encontrar un motivo para


deshacerte de tus demonios?

El joven le guiñó un ojo y desapareció entre la multitud.

-Parece que has visto a un fantasma.

Alek se dio la vuelta y se inclinó para besar a su esposa. -No era un fantasma.
Sólo alguien que podía terminar siendo uno si no tiene cuidado.

-¿Grisha?

-¿Cómo lo sabes? No me contestes. Parece que lo sabes todo-. Le acarició los


brazos desnudos y sonrió. Su vestido color marfil contrastaba con su piel cremosa.

147
Llevaba el cabello en alto, con rizos que caían sobre sus hombros. Apenas llevaba
maquillaje, pero tampoco lo necesitaba. Era la perfección absoluta.

-¿Estás contento, Alek?

Él la hizo girar y arquear la espalda. Ella rió, y Alek se inclinó y la besó con
fuerza. -Nunca he sido tan feliz, Natalia. La vida es una montaña rusa y no me
importa cuántas veces suba o baje. Siempre que estés a mi lado, estaré montado en
ella.

Tras enderezarla, su corazón se disparó cuando ella lo envolvió en sus brazos.


-Aleksandr Evanoff, cuando firmé el contrato, no tenía ni idea de en lo que me estaba
metiendo. Te amo, y voy a estar siempre a tu lado.

-Creo que ya hemos tenido suficiente fiesta- dijo él con voz ronca. Cogiéndola
en brazos, pasó entre la multitud y subió las escaleras.

-Alek- rió ella. -Es nuestra boda, y pronto nos tenemos que ir de luna de miel.

-Sí- asintió él, y abrió la puerta del dormitorio de una patada. -Y quiero darte
una pequeña muestra de lo que te espera durante las próximas dos semanas-. La dejó
sobre la cama con delicadeza y dio un paso atrás para admirarla. -Estas preciosa, pero
te tienes que quitar el vestido en algún momento.

Le colocó las manos en las piernas y levantó la falda del vestido con cuidado.
Sin decir palabra, ella levantó las caderas antes de sentarse, para que él pudiera sacarle
la suave seda por la cabeza. Natalia tomó su mano y lo guió a la cama, y él se sentó
junto a ella.

-Este dormitorio tiene muchos recuerdos- le dijo, montándose sobre él a


horcajadas. Mirándola a los ojos, le soltó el sostén y dejó que sus dos bellezas cayeran
libremente. Vestida sólo con unas braguitas de satén blanco, giró sus caderas contra su
erección, y él contuvo el aliento.

-Lo siento-. Sujetándola con una mano, enredó la otra en su cabello. -Lo siento
por todas las veces que te hice sentir asustada o asqueada. Si pudiera volver atrás, no
lo volvería a hacer.

Natalia se inclinó y le besó. -Si no lo volverías a hacer, no estaríamos aquí. Y


no hay otro sitio en el que prefiera estar.

Él movió la mano sobre su espalda desnuda. Cuando la tenía en sus brazos,

148
sentía como si por fin podía perdonarse a sí mismo por todo lo que había hecho.
Estaba excitado y enamorado al mismo tiempo, y era una sensación que nuca creyó
que experimentaría.

Ella siguió moviéndose en su regazo, y empezó a desabrocharle la camisa.


Cuando se inclinó para lamer delicadamente su piel desnuda, él se estremeció. Era
pura de una forma que él nunca podría serlo, y sin embargo lo amaba. Quería estar
con él.

La bella amaba a la bestia.

Bajándose de su regazo, ella continuó deslizando los labios sobre su piel y


descendiendo por su cuerpo. El ambiente se volvió cálido y cargado de deseo, y para
cuando llegó al botón de sus pantalones, él estaba ansioso por ser liberado. Alek
levantó el cuerpo para que pudiese quitarle el pantalón. Una vez desnudo, tenía
intención de cambiar posiciones para poder disfrutar de su cuerpo, pero Natalia no
había terminado con él.

Lo único que tenía que hacer era envolver una mano alrededor de su verga y
ya era suyo. Tras deslizar el pulgar a lo largo de su endurecida corona, se inclinó y lo
atrapó con los labios. Hundiéndose en su cálida y húmeda boca, sintió cómo su sedosa
lengua lo recorría de arriba a abajo, y le hizo perder el control. Lanzó un grito y se
aferró a su cabello con ambas manos.

-Me gustas así- susurró ella. -Me gusta que estés debajo de mí, gimiendo mi
nombre. Me gusta saber que puedo hacerte sentir bien.

-Demasiado bien- gruñó él, retirándola con cuidado. -Tengo más cosas
planeadas para ti.

-No he terminado- protestó, y él la miró con una sonrisa malvada. Alek sacó
dos corbatas de seda de un cajón y empujó a Natalia hacia abajo.

-Si no te comportas, voy a tener que atarte- dijo con voz queda. Sus ojos se
abrieron con sorpresa al ver lo que estaba preparando y, cuando terminó, ella tiró de
sus sedosas ataduras.

-Alek- dijo.

-¿Estás bien, mi amor? ¿Confías en mí?

Natalia le dedicó la más dulce de las sonrisas, y lo único que quiso hacer era

149
enterrarse en su cuerpo. -Confío en ti con todo mi corazón.

Cualquier resto de auto-control le abandonó y se inclinó sobre ella. Natalia se


sacudía bajo él, mientras le devoraba sus sensibles pechos y se deslizaba hacia abajo.
Gritó cuando él apretó su boca contra su húmedo centro. Presionando la lengua contra
su clítoris, escuchó cómo ella se desmoronaba dos veces y le pedía a gritos que la
penetrara.

-Te van a oír los invitados- se burló, y volvió a subir por su cuerpo.

-Me da igual- gimió. -Fóllame, Alek. Por favor. Te necesito dentro de mí.
Estoy ardiendo. Por favor.

Había tenido una meta toda su vida, pero palidecía en comparación con la que
tenía ahora. Disfrutar de su vida. Disfrutar de su vida y hacer feliz a Natalia Primac
Evanoff. Al hundirse dentro de ella y deleitarse con su calidez, supo que al hacerla
feliz, él iba a ser feliz. Sus embestidas eran lentas y delicadas, pero no pudo más.
Cuando ella estaba al límite, la poseyó hasta que gritó su nombre otra vez, y ambos se
derrumbaron.

-No creo que vaya a sobrevivir a la luna de miel- jadeó ella, y él rió y enterró
la cabeza en su cuello. Alek la liberó de sus ataduras e, inmediatamente, ella le rodeó
con sus brazos. Allí era donde pertenecía, y donde se iba a quedar. Por fin había
encontrado la paz, y su nombre era Natalia.

FIN

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Prisionera del jefe de la mafia

(Libro 1 de la saga de los Mikail)

Por Leona Lee

Todos los derechos reservados.


Copyright 2014 Leona Lee

154
Capítulo 1
Olivia se miró en el espejo mientras se retocaba el maquillaje. Se pasó la mano
por la espesa mata de pelo castaño rizado y levantó la vista sorprendida al ver que un
hombre entraba en el baño de señoras. Antes de que le diera tiempo a preguntarle qué
hacía allí, la rodeó con un brazo y le tapó la boca con un trapo.

Comenzó a gritar y a mover las piernas de manera incontrolada intentando


golpearle, pero él la levantó sin mucho esfuerzo del suelo mientras ella lanzaba patadas
al aire. Notó que las fuerzas la abandonaban y que su visión se volvía borrosa. El
pánico se apoderó de ella e intentó soltarse por última vez antes de perder el
conocimiento.

Dos horas antes…

—Por favor, Olivia, dime que no te vas a poner eso para ir a la discoteca —le
dijo su amiga Tanya mirándola de arriba abajo con consternación.

—¿Qué tiene de malo?

—Nada si tienes pensado ponértelo para ir a un entierro —contestó Tanya. Sus


amigas se rieron.

—¡Yo no lo veo tan mal! —Se miró en el espejo. No lo veía mal: lo veía fatal.
Solo sabía vestir de forma conservadora. Como correspondía a la hija de un político.

—Seguro que tienes algo por ahí que merezca la pena —comentó Tanya
mientras seguía a Olivia de vuelta a su habitación.

—No estoy hecha para las discotecas —dijo dejándose caer en la cama.

—Menuda tontería. Solo hay que sacarte de tu terreno. —Tanya se dirigió al


armario, lo abrió y se puso a sacar ropa mientras murmuraba entre dientes arrugando
la nariz—: Demasiado viejo. Mucha tela. Pasado de moda. Esto va directo a la
hoguera.

Viendo que quedaba poco para vaciar el armario, miró a su amiga con
preocupación.

—Por favor, dime que tienes algo que nos pueda servir. —Tanya la miró
decepcionada cuando Olivia sacudió la cabeza.

155
Olivia intentó desviar la conversación.

—¡Todavía no me creo que nos hayamos graduado! —dijo abstraída


recostándose en la cama. Acababa de terminar el máster en educación secundaria.

—Ya. Yo tampoco. Parecía que no íbamos a acabar nunca. Un momento… —


Tanya se inclinó sobre la ropa que había en el fondo del armario haciendo equilibrio
sobre un pie y sacó un porta trajes. Bajó la cremallera de la funda y sacó un vestido
corto de color rojo—. No me digas que tenías este vestido y no te lo has puesto
nunca.

Olivia levantó la cabeza y miró a Tanya. Observó el mini vestido cogido al


cuello y con la espalda al aire que Tanya estaba sujetando.

—Ah, ya, el vestido ese —murmuró antes de volver a tumbarse. Tanya arqueó
las cejas, perfectamente depiladas.

—Me parece increíble que tengas un vestido así.

—Me lo regaló mi tía Carla, pero es demasiado provocativo.

Tanya soltó una carcajada.

—¡Qué va a ser provocativo! —dijo tirándolo encima de la cama—. No hay


más que hablar. Este es el que te vas a poner.

—El color rojo es muy llamativo. —Había que ser más segura. Era un color
para gente atrevida.

—Ya verás como te queda de escándalo. —Tanya le guiñó el ojo—. Vamos,


date prisa y cámbiate de una vez.

Olivia se levantó despacio de la cama y cogió el vestido. Lo sujetó y se miró en


el espejo. «¿Por qué no?».

Se lo puso rápidamente, se cerró el broche del cuello y se miró al espejo con el


ceño fruncido. Dejó escapar un suspiro y deslizó las manos por debajo de la falda para
quitarse las braguitas. A continuación, hizo lo propio con el sujetador. Se frotó las
sienes, irritada; se volvió a mirar y dio varias vueltas delante del espejo.

El vestido se ceñía a sus curvas y las acentuaba. «¿Pero cómo voy a salir sin
ropa interior?». Abrió un cajón de la cómoda y rebuscó entre lo que tenía, aún
sabiendo que no se podría poner nada porque el vestido era demasiado ajustado.

156
—¡Date prisa, Olivia! —gritó Tanya desde la otra habitación.

Se tiró del vestido y se miró los pies. Exhaló un suspiro y se quitó de una
patada los cómodos zapatos que llevaba puestos y cogió una caja de zapatos del
estante superior. Al abrirla, se quedó mirando las sandalias de tiras que le había
regalado su tía a juego con el vestido. Dio unos pasos intentando mantener el
equilibrio cuando se puso los tacones. No estaba acostumbrada a llevar zapatos de
tacón.

Respiró hondo. «¡Puedo hacerlo!».

—¿Dónde estaban esas curvas? —bromeó Tanya cuando Olivia entró en la


habitación. Sus otras amigas soltaron unas risitas.

—Estás espectacular —le dijo Tracy. Melanie silbó.

—¿Sí? ¿No es demasiado provocativo? —Olivia se movió, incómoda. Las


demás chicas la miraron con los ojos entrecerrados.

—¡No! —contestaron al unísono.

Antes de que se arrepintiera, Tanya la enganchó rápidamente del brazo y la


acompañó hasta la puerta.

Olivia estaba nerviosa y a la vez emocionada de salir con sus amigas. A pesar
de su edad, se había pasado toda la vida escogiendo el camino más cómodo: siempre
prefería quedarse en casa estudiando en lugar de salir de salir de fiesta con sus amigas.
Pero esta noche iba a ser diferente. Por fin había terminado sus estudios y estaba
dispuesta a celebrar su graduación. Por una vez en la vida, se lo iba a pasar bien. El
único problema es que no sabía cómo hacerlo.

Tanya había dejado caer algunos nombres importantes y había conseguido que
las incluyesen en la lista de invitados del último club de moda de Nueva York: el
Deranged. Apenas llevaba abierto unas semanas y ya era el lugar en el que se reunía lo
mejor del Upper East Side y del Battery Park. Olivia entró con cautela y paseó la
mirada por el interior, que tenía aspecto de nave industrial.

El camarero guió a las chicas por las escaleras que llevaban a la zona VIP,
donde se apiñaron al lado del pasamanos mientras miraban a la masa de personas que
se movía al ritmo de la música de baile de moda. Las luces parpadeaban por toda la
discoteca y los iluminaban, al tiempo que las luces oscuras les daban un aire casi

157
espectral.

Olivia miró a las personas que estaban en la pista de baile y pensó que ojalá no
fuse tan patosa bailando. Se le daba fatal. O al menos eso creía, ya que solo lo había
intentado delante del espejo de su habitación.

Cuando tomaron asiento, Tracy pidió una ronda de chupitos y las chicas
miraron alrededor emocionadas. Cuando el camarero volvió con las bebidas, Tracy las
repartió y las chicas brindaron por su graduación.

Olivia inspeccionó el líquido ámbar del vaso pequeño. No le gustaba mucho el


alcohol. Solo probaba de vez en cuando un poco de vino y champán caro en las fiestas
de políticos a las que asistía obligada por sus padres.

—A la de tres —dijo Tracy—. ¡Una, dos y tres!

Olivia dio un sorbo pequeño, puso cara de asco y observó cómo sus amigas se
acababan rápidamente las bebidas. La miraron esperando que ella hiciera lo mismo.
Contuvo la respiración, abrió la boca y se bebió el chupito de un trago, obligándose a
no toser al notar la quemazón del tequila bajando por la garganta. Sacudió la cabeza,
abrió los ojos y se topó con las miradas de aprobación de sus amigas.

Antes de que se diera cuenta había otra dos rondas en la mesa, y las chicas
estaban brindando entre ellas.

Tanya se levantó y la cogió de la mano.

—Vamos, hora de quemar la pista de baile —le dijo al tiempo que Olivia se
soltaba.

—Yo creo que me quedo aquí —Olivia se secó las palmas de las manos en una
servilleta.

—¡Vente! ¡Ya verás como lo pasamos bien! —le dijo Tracy bajando las
escaleras a saltitos.

—Me has visto bailar, ¿verdad?

Tanya soltó una carcajada.

—Pero si ahí no se ve nada, está demasiado oscuro. Vamos, disfruta un poco


de la vida.

158
Olivia asintió sin estar del todo convencida y se unió a sus amigas intentando
imitar sus movimientos. La música era contagiosa y, cuando se dio cuenta, estaba
moviéndose al ritmo de la base de la canción. Cerró los ojos y se dejó llevar. Aunque
el alcohol no le había quitado toda la vergüenza, disfrutaba mientras sacudía los rizos
de un lado a otro.

Un hombre de tez pálida y vestido de negro se le acercó y le pidió que bailase


con él. Olivia soltó una risita nerviosa y lo rechazó sacudiendo la cabeza. Ni siquiera
sabría cómo hacerlo. Él se quedó parado delante de ella esperando que Olivia
cambiase de opinión hasta que Tanya tiró de ella y se alejaron de él.

—Ese tío da mal rollo —le advirtió Tanya. Olivia asintió.

Se fueron a otra parte de la pista y siguieron disfrutando de la noche. De


repente, decidieron pararse a descansar y subir de nuevo a la zona VIP, pero Olivia se
quedó atrás.

—¡Ahora vuelvo! —les dijo señalando los baños. Se puso en la cola y continuó
moviendo el pie al ritmo de la música mientras la cola se iba acortando. Cuando llegó
su turno, entró y se sorprendió al ver que estaba relativamente vacío. Se lavó las
manos y, cuando salieron las dos mujeres que quedaban, se quedó sola.

Se pasó los dedos por el pelo y se aplicó brillo de labios. Se miró en el espejo y
se asombró al ver a la joven que le devolvía la mirada.

«Así que este es el aspecto que tengo cuando me lo estoy pasando bien»,
pensó. Olivia levantó la vista al oír que alguien abría la puerta y se sorprendió al
comprobar que era un hombre. Se quedó mirándolo y se dio cuenta de que era el tío
que le había pedido bailar antes.

Antes de que le diese tiempo a decir nada, el hombre la agarró y le tapó la boca
con algo mientras ella intentaba quitárselo de encima, pero era demasiado fuerte y la
levantó en el aire sin apenas esfuerzo mientras ella luchaba sin éxito por darle una
patada. Extendió la mano y consiguió arañarle el cuello pero, en lugar de soltarla, le
apretó la boca con más fuerza. El pánico se apoderó de ella y su visión se fue
volviendo cada vez más borrosa al tiempo que se le aflojaban las piernas. Supo que se
había metido en un lío justo antes de perder el conocimiento.

159
Capítulo 2
Olivia se dio cuenta de que estaba en un vehículo en movimiento antes de abrir
los ojos. Parpadeó despacio y se quedó mirando el techo desconocido. Al escuchar
voces masculinas, se incorporó para sentarse y gruñó al notar que se le revolvía el
estómago.

«¿Cuánto bebí anoche?».

Percibió varios pares de ojos observándola. Cuando levantó la mano para


frotarse los ojos, observó confusa que le habían atado las muñecas. Retorció la mano
y siguió una cadena hasta comprobar que estaba atada a un banco bajo.

—¿Dónde estoy?

—Samolet —contestó una voz.

—¿Qué?

—Avión.

Olivia cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que aquello se tratase de
una broma de mal gusto o una pesadilla producida por el alcohol. Cuando abrió los
ojos de nuevo, miró a su alrededor con interés y comprobó que estaba en una especie
de avión de carga. El resto de pasajeros eran hombres y vestían de negro.

—Por fin te has despertado. —Observó que un hombre alto caminaba hacia
ella. Lo reconoció inmediatamente. Era el hombre del club. Intentó ponerse de pie de
un salto.

—¡Tú! ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?

En lugar de responderle, soltó una carcajada. Olivia frunció el ceño.

—¿Por qué no me contestas? —dijo ella, frustrada—. ¿A dónde me lleváis? —


entró en pánico cuando intentó levantarse y se dio cuenta de que no podía hacerlo.

—Rusia —dijo el hombre sin más. Por su sonrisa de satisfacción, Olivia pudo
entrever que se estaba divirtiendo.

—¿Qué? —Olivia comenzó a luchar por liberarse de las ataduras, pero no

160
sirvió de nada. Se las habían apretado demasiado. Dejó escapar un grito de frustración
y, sin esperarlo, el hombre le propinó una bofetada que la tumbó de espaldas e hizo
que se golpease la cabeza contra la pared.

—¡Siéntate y quédate quieta! —le gritó poniendo una copia del periódico USA
Today delante de ella—. ¡Sujétalo! —vociferó. Cuando lo hizo, él dio un paso atrás y
le hizo una foto antes de quitarle el periódico de las manos.

Olivia se frotó la nuca.

—¿Por qué me haces esto? —Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y
se las enjugó.

—Lo sabrás cuando lleguemos —Se retiró y se paro a hablar en voz baja con
los otros hombres, que la miraron y se rieron.

Olivia se abrazó a sí misma pensando que ojalá llevase puesto algo más
conservador mientras se frotaba la piel erizada de los brazos. Se quedó mirando a los
hombres y deseó que Tanya estuviese allí con ella. Era una chica dura de pelar; seguro
que ella habría manejado mejor la situación. Olivia se preguntó qué les habría pasado
a las chicas. ¿Estarían bien? ¿Estarían preocupadas por ella?

Unas horas más tarde notó que el avión comenzaba a descender y escuchó el
ruido del tren de aterrizaje bajando. El avión de carga tomó tierra con una violenta
sacudida y rodó por la pista hasta detenerse. El hombre de la discoteca caminó hacia
ella y ella alzó la vista y lo miró asustada. Le soltó las ataduras, la agarró del codo, tiró
de ella para ponerla de pie y bajaron por la escalerilla desplegada en la parte trasera del
avión. Caminó con dificultad a su lado y ni siquiera tuvo tiempo de mirar alrededor
antes de que la metiesen rápidamente en el asiento trasero de un coche.

Le llamó la atención que no le hubieran vendado los ojos durante el trayecto.


De todas formas, estaba en un país desconocido y no conocía el idioma, así que sería
prácticamente imposible que consiguiese ubicarse. Condujeron durante un buen rato y
Olivia intentó quedarse con el trayecto, pero las señales de la autopista estaban en
cirílico y el paisaje no era más que un manto uniforme de nieve. Se sorprendió cuando
el conductor dio media vuelta y comenzó a subir por un camino sinuoso.

Por la ventana del coche vio aparecer la mansión más grande que había visto
en su vida. Cuando el vehículo se detuvo, su secuestrador le abrió la puerta y no
esperó a que ella saliese: la cogió del brazo y tiró de ella para sacarla. Olivia todavía
llevaba puesto el vestido y las sandalias de tacón, así que cuando intentó erguirse se le
dobló el tobillo en un ángulo doloroso. Sin detenerse para ver si estaba bien, la

161
condujo rápidamente hasta la casa fuertemente protegida.

Una vez dentro, arrastró a Olivia por un vestíbulo alargado. Ella intentó
inspeccionar el lugar a medida que iban avanzando y le llamó la atención la opulencia
de la casa. Todo era enorme; desde los techos abovedados hasta los gigantescos
retratos colocados en fila sobre la pared, como si se tratase de una línea de recepción.

Bajaron por una escalera de caracol y su secuestrador se detuvo delante de una


puerta enorme. Empujó a Olivia delante de él y encendió la luz. Olivia pestañeó y miró
a su alrededor. Era una habitación grande y dentro solo había una cama.

Olivia se pasó las manos por los brazos e hizo un gesto de dolor al rozar la
zona sensible donde le había apretado los dedos. Se volvió cuando escuchó que
cerraba la puerta y echaba la llave. Se fue corriendo hacia ella y comenzó a golpearla.

—¡Espera! —gritó—. ¡Vuelve! ¡No me puedes dejar encerrada aquí! —


exclamó, pero él no volvió. Continuó aporreando la puerta hasta que estuvo
demasiado cansada para levantar los brazos. Se dejó caer en el suelo y se apoyó
contra la puerta. Recorrió la celda con la mirada y la desesperación se apoderó de ella.
Apoyó la cabeza en las rodillas y comenzó a llorar.

Agotada, se obligó a ponerse de pie. Con paso inestable se dirigió a la cama y


se sentó sobre ella. Al hacerlo se dio cuenta de que no tardaría en quedarse dormida.
Momentos antes de hacerlo, escuchó que abrían la puerta. Se levantó de un salto y vio
que entraba otro hombre. No era uno de sus secuestradores.

Olivia observó que entraba en la habitación a pasos largos y sin preocuparse de


cerrar la puerta. Era más alto que los otros hombres, que no eran precisamente bajos,
y tenía una presencia intimidatoria. Notó que sus piernas chocaron contra el colchón y
que, sin darse cuenta, se había vuelto a sentar en la cama. Tenía el pelo corto y de
color oscuro, ligeramente ondulado. Su rostro estaba enmarcado por unas cejas
oscuras y llevaba una barba de un par de días. La miró de arriba abajo con una
penetrante mirada gris y sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Se abrazó a sí
misma y levantó la vista para mirarlo.

—¿Quién eres tú? —Él extendió el brazo y cerró la puerta de un portazo.


Olivia pegó un respingo asustada. Era de complexión grande y fuerte. No le resultaría
difícil someterla.

—Sergei. —Tenía una voz tan grave que pareció vibrar por toda su espalda.
Olivia no pudo evitar cerrar los ojos.

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—¿Qué quieres de mí?

—¿De ti? Nada. De tu padre: dos millones de dólares.

Olivia abrió los ojos. ¡Así que ese trataba de dinero!

Se pasó la mano por el pelo.

—Mis padres no tienen tanto dinero.

—Sí que lo tienen. —Se metió las manos en los bolsillos y la estudió
detenidamente.

—Tú si se ve que tienes mucho dinero. ¿Para qué quieres más? ¿Y por qué
precisamente de mi padre? ¿Para qué me has traído hasta Rusia?

—Haces muchas preguntas.

Ella frunció el ceño. Pues claro. ¿Quién no haría lo mismo si estuviera en su


situación? Sergei suspiró.

—Tu padre ha tomado decisiones erróneas y ha importunado a la gente


equivocada. Es hora de que reciba una lección —dijo con calma. Olivia notó que
hablaba con educación y que su acento no era tan marcado como el del hombre que la
había secuestrado.

—Entonces, ¿todo tiene más que ver con algo que ha hecho mi padre que con
el dinero?

—Exacto.

—Pues no entiendo por qué tengo que pagar yo por sus decisiones.

—Es la única forma de conseguir llamar su atención.

—Un momento, ¿a dónde vas? —Aún no había terminado de hablar con él.
Tenía más preguntas.

—Tengo otros asuntos que tratar. Además, debes de estar agotada. Descansa.
—Señaló la cama con la cabeza y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

—¡Sergei! ¡Espera! —gritó dirigiéndose a la puerta y golpeándola, pero él no


volvió ni le contestó. Le dio una patada a la puerta y maldijo entre dientes.

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