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Propiedad de Un Capo de La Mafia Rusa
Propiedad de Un Capo de La Mafia Rusa
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Índice
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
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Capítulo Uno
Ya hacía rato que el sol se había puesto y la oscuridad ocultaba el rastro de los
desalmados. Aleksandr Evanoff se encontraba acompañado por Misha y Sasha,
segundo y tercero, respectivamente, en la cadena de mando. Apoyado en su coche,
Alek observaba la casa frente de él. No sentía lástima ni remordimientos por lo que
estaba a punto de hacer, pero se preguntaba por qué un hombre que apenas se podía
permitir la chabola que tenía delante, continuaba apostando miles de dólares.
Misha y Sasha desenfundaron sus armas y echaron a andar. Alek los siguió con
paso calmado. Los dos hombres tiraron la puerta abajo de una patada y alzaron sus
armas. -¡Al suelo! ¡Todo el mundo al suelo!- gritaron, entrando en el salón. El único
ocupante de la casa, Petr Primac, de 50 años, lanzó un grito y se arrojó al suelo con
las manos en alto.
Alek alzó una mano y sus dos acompañantes dieron un paso atrás. -Ha pasado
mucho tiempo, Petr. Te he echado de menos.
-Claro que es por el dinero. ¿Por qué otra cosa iba a ser?- se burló. Petr
permaneció callado y Alek intentó contener su rabia. -He tenido mucha paciencia
contigo, y sabes que no soy un hombre paciente. Tienes suerte de que hayamos
tardado tanto. Te dejaremos en paz si nos pagas el 20%- dijo con frialdad.
Petr comenzó a temblar y abrió los ojos de par en par. -Por favor, no me
mates. No tengo el veinte por ciento. Pero tengo un par de cosas en marcha. Por
favor. ¡Dame más tiempo!
-Dispárale en la pierna- ordenó Alek, con calma. El disparó le perforó los oídos
y el anciano gritó y se agarró la pierna. La sangre comenzó a formar un charco en el
suelo. -Tranquilízate, Petr. No se puede cobrar de un muerto, por lo que seguirás
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respirando cuando nos hayamos ido. Pero no me gustaría que te gastes miles de
dólares en facturas médicas mientras me debes dinero. Te vuelvo a pedir el 20 por
ciento.
Pero con Petr era distinto. Él y el viejo tenían un pasado común, y Alek
mentiría si dijera que no disfrutaba viendo aquel hombre llorar en el suelo.
Alek sólo tenía treinta y cinco años, pero ya se había manchado las manos de
sangre muchas veces. Y, aunque se moría de ganas de acabar con la vida de Petr,
había en juego algo mucho más importante. -Jefe, no creo que tenga el dinero- dijo
Misha. De los dos hermanos, Misha era el menos sanguinario. Creía en otros métodos
de recolectar deudas, y su inteligencia fue el motivo por el que Alek lo eligió como
segundo al mando. Pero cuando necesitaba que Misha fuera una bestia, éste no
vacilaba.
-Supongo que tienes razón, pero no nos vamos a ir con las manos vacías. El
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Sr. Primac nos va a dar algo, o le espera una larga noche- dijo Alek, mirando a Sasha.
El hermano menor dio un paso adelante, se inclinó sobre Petr y le retorció el brazo por
detrás de la espalda. Se escuchó un espeluznante chasquido y un agudo alarido.
Alek se dio la vuelta para encararse con el intruso y vio a una hermosa mujer
con una expresión de terror en el rostro. Sus largos y sedosos mechones de cabello
oscuro enmarcaban su pálida tez, y sus carnosos labios estaban entreabiertos mientras
contemplaba la escena. Había pánico y rebeldía en sus ojos color avellana.
-Vete- logró decir Petr. -Quédate con una amiga. No pasa nada. Estoy bien.
-Si lo haces, estará muerto antes de que finalices la llamada- amenazó Alek con
tranquilidad.
A ella le temblaban las manos, pero se movía con decisión. Miedo, valentía y
desafío en un delicioso paquete. Alek sintió una extraña sensación. -Te propongo un
trato, querida. Por cada pregunta que contestes, mis hombres relajaran la presión
sobre Petr.
-Natalia.
Alek hizo un gesto a Misha, que aflojó la presión sobre la herida de la pierna. -
¿Cuántos años tienes, Natalia?
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-Veinticuatro.
-¡No! ¡Espera!- gritó Natalia. Alek alzó la mano para detener a Sasha. -Es
verdad. Es mi padre, pero no aparece en mi certificado de nacimiento porque mi
madre nunca se lo dijo. Yo me enteré hace unos años. No vivo aquí. Sólo vengo a
visitarle de vez en cuando.
-Interesante. ¿Y tu madre?
-Ya veo. Tu madre murió y viniste en busca de tu padre. Seguro que te sentiste
decepcionada cuando conociste a Petr, pero eso ahora no viene a cuento. Caballeros,
soltad a Petr, por favor. Quiero recompensarle por habernos ocultado información tan
bien. Enhorabuena, amigo.
-¿Con vosotros dos por no conseguirme toda la información? Sí, estoy furioso-
dijo Alek con calma. -Pero ese no es el tema que estamos tratando ahora, ¿verdad?
Petr gruñó al intentar levantar la cabeza para mirarlos. Natalia corrió al lado de
su padre y se despojó del jersey. Mientras vendaba la herida de Petr y le ayudaba a
adoptar una postura más cómoda, Alek no pudo evitar admirar sus hombros desnudos
y la tentadora curva de su cuello. La camisola de encaje negro que llevaba no era tan
corta como a Alek le hubiese gustado.
-No te metas- siseó Petr, y miró a Alek. -Natalia no tiene nada que ver con
esto.
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rostro, y tomó una decisión. -De hecho, estoy dispuesto a perdonarte la deuda por
completo.
Petr abrió la boca, asombrado. -¿En serio? ¿Qué... qué tengo que hacer?
-Me temo que no depende de ti, Petr-. Hizo un movimiento hacia la mujer. -
Ella decide.
El rostro del viejo reflejó terror. -No. Sea lo que sea, no. No voy a
involucrarla.
-Es una mujer adulta. Puede tomar sus propias decisiones- dijo Alek,
mirándola.
-Si digo que no, supongo que seguirás disparándole hasta que te pague-
murmuró ella.
Natalia entrecerró los ojos. -¿Sueles cobrar deudas a base de personas, o soy
un caso especial?
Alek lanzó una risotada. -No hay razón para ponerse celosa, querida. Prometo
prestarte mucha atención-. Sus ojos se agrandaron y sonrió. -Oh, ¿no me he explicado
bien? Vamos a compartir cama.
Natalia tomó aire, y Alek notó cómo se estremecía de excitación. ¿Por qué otra
razón respiraría de esa forma?
-Quiero por escrito que en el momento en que entre en tu casa las deudas de
mi padre serán perdonadas en su totalidad, y que no volverás a hacerle daño. Y que en
doce meses exactamente me dejarás ir y nunca te pondrás en contacto conmigo ni te
acercarás a mí.
-No, Natalia, por favor, no- suplicó Petr cerrando los ojos y desplomándose
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sobre el suelo.
-Si dejas en paz a mi familia, lo haré- dijo ella con firmeza. Se inclinó sobre su
padre y le tomó el pulso. -Necesita ir a un hospital. Ayúdame a llevarlo al coche.
-Te doy dos semanas para ocuparte de tu padre y de arreglar tus cosas- le dijo
con un tono de voz suave. -No vas a poder trabajar, así que despídete de tu puesto. Y
no traigas ropa. Te pondrás lo que yo te dé.
Ella sacudió la cabeza. -Tengo que trabajar. Tengo que pagar facturas.
-En dos semanas enviaré un coche a recogerte. Durante ese tiempo, tanto tú
como tu padre vais a estar vigilados muy de cerca. Si cualquiera de los dos intenta huir
o ponerse en contacto con la policía, os mato a ambos. ¿Entendido?
-¿Jefe? ¿Qué demonios es esto?- preguntó Misha. -¿Te das cuenta de que
incluso con un contrato sigue siendo ilegal?
-Creo que algunas de las personas que nos deben dinero harían cualquier cosa
para mantenernos alejados- dijo Alek. -Llama a otro coche. Tengo que ver a mi
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abogado.
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Capítulo Dos
Natalia dejó el hospital en estado de shock. Una vez que su padre recibió los cuidados
necesarios, no podía creerse lo que había hecho. Había accedido a ser el juguete de un
capo de la mafia durante todo un año. ¿En qué demonios estaba pensando?
La deuda de su padre iba a ser perdonada y él iba a estar seguro. Eso era lo
más importante. Tras el fallecimiento de su madre, era la única familia que le quedaba
y, después de haberse presentado en su casa con pruebas de su identidad, él había
hecho todo lo posible por ser un buen padre. Se había encargado de pagarle la
universidad, aunque ella le rogó que no lo hiciera. Le había comprado un coche. Le
había conseguido trabajo. Y ahora no podía evitar sentirse responsable de él. Tendría
que haber sabido que no tenía dinero. Que había estado apostando.
Dos semanas. Dos semanas para arreglar sus asuntos y ser la puta de Alek
Evanoff. Se le contrajo el pecho y dio un traspié. -¿Qué he hecho?- murmuró para sí
misma.
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móvil, se dio cuenta de que todo el mundo conocía a Alek. Había sido acusado de
varios delitos y fue exonerado de todos ellos. Estaba claro que tenía a la policía en el
bolsillo, cosa que no era un buen augurio para ella.
Pero eso no hizo que fuera más fácil ver a Alek en el umbral. Huesos, su gato,
se escondió debajo del sofá. -Acabemos con esto cuanto antes- murmuró, dando un
paso atrás para dejarle pasar. Tenía miedo. No podía ignorar el martilleo de su
corazón, pero eso no significaba que debiese mostrarlo.
-Yo no hago millones a costa de los pobres, de modo que sí,- espetó ella -vivo
aquí. Excepto que ya no es mi casa porque he rescindido el contrato para vivir en otro
sitio durante un año.
Alek se sentó junto a ella, tan cerca, que sus muslos casi se tocaron. -Querida,
creo que no te das cuenta de lo peligrosa que eres-. Alzó una mano y le colocó un
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mechón de su cabello detrás de la oreja, y ella hizo un esfuerzo para no inclinar la
cabeza hacia su mano.
-Trabajo de oficina- dijo él, con una sonrisa complacida. -Archivar. Contestar
los teléfonos.
Natalia dio un respingo cuando Alek echó la cabeza hacia atrás y profirió una
risotada. -Oh, querida. Hacía tiempo que no me reía tanto. No soy un hombre de
familia. No temas ningún tipo de atadura por mi parte.
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aquel hombre. Un año implicada con la mafia.
Además, podría ser que algo bueno saliese de todo aquello. Tendría todo un
año para planear cómo destruir a Alek.
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Capítulo Tres
Natalia estaba esperando en las escaleras del portal, cuando vio un coche oscuro
entrando en el aparcamiento. Con sus cristales tintados e impecable brillo, no tuvo
ninguna duda de que se trataba de Alek. Pero cuando el conductor se bajó para meter
sus cosas en el maletero, se dio cuenta de que aquel apuesto demonio no estaba en el
coche.
-El Sr. Evanoff tiene cosas que hacer esta mañana. La verá esta tarde.
Natalia puso los ojos en blanco y se inclinó para coger una de las bolsas, pero
el chófer negó con la cabeza. -No, señorita. Usted es su invitada. No tiene que cargar
con el equipaje.
-No soy una invitada. Soy una prisionera. Y soy perfectamente capaz de cargar
con mi propio equipaje- espetó, y se metió con la bolsa y el gato en el coche. Su
garganta se tensó al deslizarse en el asiento trasero, intentando calmar a Huesos. -
Todo va a ir bien- le susurró. Esperaba que realmente todo fuese bien.
¿Su habitación? ¿Eso quería decir que no tenía que compartir cuarto con Alek?
Era un alivio. -No necesito desayunar- le respondió ella, tranquilamente. No iba a ser
capaz de comer nada. Tenía el estómago revuelto.
Natalia miró por la ventana, sintiéndose cada vez más nerviosa. Cuando
aparcaron delante de la mansión, estaba petrificada de miedo. Ya habían llegado. A su
hogar durante el próximo año.
-Sí-. Respiró profundamente e intentó mover las piernas. Fue imposible. -Dios.
-Si se va a sentir más cómoda, señorita, puede dar un paseo por los jardines
mientras descargo el equipaje.
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Natalia miró al conductor. Era muy agradable. ¿Era uno de los hombres de
Alek que iban por ahí rompiendo piernas y disparando a la gente? -Gracias- le dijo,
saliendo por fin del coche. -Pero no hace falta. Quiero asegurarme de que Huesos esté
lo más cómodo posible-. Sabía que sonaba como una loca, pero Huesos era su bebé, y
la única conexión con la vida que no sería capaz de disfrutar durante el siguiente año.
Natalia vio a tres tipos enormes cargando con su equipaje. Al fijarse en sus
tatuajes y músculos, supo que aquellos hombres no eran sirvientes normales. Cuando
uno de ellos cerró el maletero, se le levantó la camisa y Natalia pudo ver el arma que
llevaba debajo. Se quedó sin aliento.
Al subir por la escalera de caracol, pasaron por varias puertas, antes de que los
hombres abriesen una de ellas y metieran sus cosas dentro. Su corazón dio un vuelco
al darse cuenta de que la habitación ya estaba ocupada. La cama estaba sin hacer,
había ropa en el suelo y se notaba un característico aroma masculino a almizcle. Al
fondo había una puerta que daba acceso a otra habitación con un armario grande,
varias sillas, algunas estanterías, una televisión y un ventanal. Cuando los matones
depositaron las bolsas y empezaron a abrirlas, ella se acercó a ellos con horror.
Escondida entre la ropa había una fotografía. Cuando uno de los hombres sacó
el resto de los sostenes, el marco cayó al suelo y se rompió el cristal. Natalia se quedó
sin aliento.
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-¿Tu novio?- peguntó uno de los matones, recogiendo la fotografía. Ella se
negó a responder y se la arrebató de las manos.
-Ten cuidado con mis cosas. Esta fotografía es muy importante para mí- dijo
con la voz quebrada, intentando no llorar. Se cortó con el cristal roto y lanzó un
gemido, antes de meterse el dedo herido en la boca.
-Voy a por una venda- dijo uno de los hombres con brusquedad. -Ya hemos
terminado.
No era una invitación. Sus ojos se posaron en ella más de lo necesario, antes
de abandonar el cuarto. Natalia se chupó el dedo y lo envolvió en la tirira. Con un
suspiro, se dispuso a meter todas sus pertenencias en las bolsas. No tenía intención de
poner sus cosas en la suite para que le resultara más acogedora. Iría sacándolas a
medida que las necesitara.
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Uno de los guardas abrió la puerta. - El Sr. Evanoff quiere verte en el
comedor.
Natalia dio un respingo y se quedó mirándolo. -¿No sabes llamar?- espetó. ¿No
iba a tener intimidad en aquel sitio?
-¿Qué tal tu mañana?- le preguntó con voz amable mientras se acercaba uno
de los platos.
-Anodina- respondió ella fríamente. -¿Qué tal la tuya? ¿Has roto algún brazo
hoy?
Él rió por lo bajo. -Come. No quiero que pases hambre mientras estés aquí.
-Los guardas me han dicho que has intentado introducir ropa. Tenías órdenes
estrictas de no traer nada. Considera esto como una advertencia. Si intentas incumplir
el contrato otra vez, pagaré mi descontento con tu padre.
-No sabía que unas bragas y unos sujetadores eran prendas de vestir- dijo,
intentando ocultar el miedo de su voz. -Tendrías que haber sido más explícito.
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Él se detuvo y la miró. -¿El marco o la foto?
Así que lo sabía. Trató de ocultar la emoción. No quería hablar de Niko con él.
-No es asunto tuyo.
Por un momento, pensó que iba a discutir con ella, pero simplemente se
encogió de hombros. -Muy bien. ¿Has dado una vuelta por la casa?
-No quiero dar una vuelta por tu casa- informó fríamente. -Tengo intención de
pasar el menor tiempo posible fuera de mi habitación.
Natalia enrojeció. -No he querido decir eso- protestó en voz baja, pero fue
incapaz de mirarle a los ojos. Cogió su sándwich y le dio otro bocado.
Alek rió por lo bajo. -Aunque quiero que pases el mayor tiempo posible en mi
habitación, también tendrás que entretenerme en otros sitios. Tengo una vida social
muy activa, y tú vas a ir de mi brazo todo el tiempo. Si quiero que me hagas compañía
en la piscina, nadarás conmigo. Y cuando necesite que trabajes, pasarás tiempo en la
oficina. En esta mansión no hay zonas prohibidas, pero si te descubro en la cama de
otro hombre, habrá consecuencias nefastas. ¿Entendido?
-Sí- murmuró ella. Tampoco es que tuviera ganas de acostarse con ninguno de
sus guardas.
-Y eso también va por quienquiera que sea el de la foto que escondes- dijo con
voz calmada. Ella sintió que se le encogía el corazón, pero le miró firmemente a los
ojos.
-Bien-. Él retiró el plato vacío y giró los hombros. -Me temo que estaré fuera
la mayor parte de la tarde, pero volveré esta noche. Cenaremos en mi habitación.
Enviaré a una chica para vestirte. Tiene órdenes de retener lo que llevas puesto. Te
será devuelto al final del contrato.
Dios. No quería ni pensar sobre aquella noche. Los ojos de Alek se posaron
sobre ella y se sintió acalorada. Si supiera de qué forma afectaba a su cuerpo, le
pondría las cosas difíciles. Tenía que controlarse.
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Por suerte, él abandonó la mesa sin decir otra palabra. Natalia suspiró con
alivio y devoró el resto del sándwich. Cuando iba a recoger los platos, un miembro del
servicio apareció a su lado y la apartó. Sintiéndose inútil, le dio las gracias y regresó a
la suite. Al menos pasaría un tiempo a solas antes de que le arrebataran su dignidad.
***
Unas horas más tarde, Natalia había conseguido sacar a Huesos de debajo de
la cama y estaba mirando por la ventana, cuando escuchó unos discretos golpes en la
puerta. Sobresaltada, la entreabrió. Vio a una rubia menuda y atractiva. -Siento
molestarla, señorita, vengo a ayudarla a vestirse para la cena.
La mujer miró a Natalia directamente a los ojos. Si sabía que Natalia era una
prisionera en aquella casa, no lo dejó ver. Quizás no le importaba. Le daba la
impresión de que todo el personal de Alek era frío e insensible. Tras abrir la puerta del
todo, hizo un gesto de burla con el brazo, invitando a entrar a la joven. Los ojos de la
rubia se agrandaron de sorpresa, y entró en el cuarto. -¿Quiere que le prepare un
baño?- preguntó, indecisa.
-No-. Se le acababa de ocurrir una idea. -De hecho, creo que no me voy a
bañar en todo el tiempo que esté aquí. Me pregunto qué le parecerá a tu jefe.
-Así que puedes hablar abiertamente- dijo Natalia con una sonrisa. -¿Cómo te
llamas?
-¿Su personal es tímido?- preguntó Natalia con tono seco. -La mayoría lleva
armas.
Ana puso una bolsa con ropa sobre la cama y se encogió de hombros. -Los
guardas y el personal son gente distinta. Alek les ha contado por qué estás aquí. Tengo
que admitir que es un poco extraño. Secuestrar mujeres no suele formar parte de sus
planes.
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Ana se volvió a encoger de hombros. -La mayoría de las mujeres de Alek
serían capaces de matar por pasar una noche con él. Un año bajo su techo no debería
ser ningún trauma.
-¿Estás de broma?- exclamó Natalia. -He visto cómo casi mata a mi padre. Un
solo segundo bajo su techo es horrible, imagínate un año.
La joven hizo un gesto de desdén. -Seguro que tienes razón, pero has accedido
a ello, así que ya puedes hacer de tripas corazón. Dejaremos lo del baño por hoy, pero
si mañana te tengo que meter a la ducha a la fuerza, lo haré.
Qué... detalle por parte de Alek. Natalia se levantó del suelo y sacudió la
cabeza. -Veamos qué tengo que ponerme para esta noche-. Abrió la cremallera de una
funda y contempló un negligé de color negro. Tragando saliva, se dio la vuelta y miró
a Ana con pánico en los ojos. -Por favor, dime que hay más ropa.
-Hay más- dijo Ana con una sonrisa. Cruzó la habitación y abrió el armario.
Tras desaparecer en él durante unos minutos, salió con un vestido de cóctel blanco.
Movida por la curiosidad, Natalia echó un vistazo dentro del armario. -Alguien
ha estado ocupado- murmuró, observando el interior. Estaba lleno de prendas
femeninas, y era cuatro veces más grande que el suyo.
-Casi todo lo he comprado yo, así que más te vale que me digas que te
encanta- le advirtió Ana con una pícara sonrisa. Entró con ella en el armario y sacó
unos zapatos de tacón. Tras abrir uno de los cajones, Ana le mostró unas medias
negras.
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Natalia se quedó sin aliento al ver las joyas que había en aquel cajón. Debía de
haber cerca de un millón de dólares en piedras y metales preciosos.
-Dadas las circunstancias, no diría que eres exactamente una mujer afortunada,
pero hay que reconocer que se ha tomado muchas molestias- comentó Ana, cerrando
la puerta. -Volveré en media hora para ver si estás lista. Si necesitas alguna otra cosa,
no tienes más que decírmelo. Huesos salió disparado y se escondió en la otra
habitación. -¿Qué ha sido eso? -dijo Ana sorprendida.
Ana la miró perpleja. -¿Te ha dejado traer un gato? Qué raro-. Encogiéndose
de hombros, la joven salió del cuarto, y Natalia empezó a desvestirse. Observó sus
vaqueros y camiseta con pesar. No iba a poder ponérselos durante un año. No es que
estuviera particularmente encariñada con su atuendo, pero era más ella que el vestido
blanco que estaba a punto de ponerse.
Dios. Nunca se había puesto nada tan sexy en toda su vida. Sintiéndose un
poco avergonzada, se quitó el negligé y se puso el vestido. Tenía una cremallera lateral
y se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Le llegaba por la mitad del muslo, y revelaba
suficiente pierna como para resultar sexy, pero no demasiado. Se anudaba al cuello y
tenía un escote nada exagerado.
¿Ya había pasado media hora? -Sí- respondió. Ana asomó la cabeza por la
puerta y asintió. -Caramba, chica. Te queda muy bien. No te olvides del collar-. Entró
en el cuarto y sacudió la cabeza. -Tengo que comprobar que llevas todo. Levántate el
vestido.
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Los ojos de Natalia se agrandaron y sus mejillas enrojecieron. -Relájate- dijo
Ana con una sonrisa. -Sólo será un momento.
A Natalia le temblaban las manos, por lo que dejó que la joven le pusiera el
collar. Ana se lo colocó con una rápida precisión y Natalia sintió el frescor de las perlas
sobre su piel. -¿Crees que estoy loca por hacer esto?- preguntó. -Si estuvieras en mi
lugar, ¿qué habrías hecho?
-Yo jamás podría estar en tu lugar, porque no tengo familia. Pero tomé la
decisión de trabajar para Alek, y lo hice sabiendo qué clase de hombre es. Sólo puedo
imaginarme qué haría por un ser querido. No te juzgo.
-Estoy haciendo lo que debo- dijo Natalia. -En cuanto a esta noche... Has
dicho que varias mujeres han compartido su cama. ¿Alguna de ellas ha salido
corriendo, dando gritos?
Natalia tembló y miró fijamente a la mujer. -¿Para todos o sólo para ti?
-Para todos. Y especialmente para mí. Ana suspiró y dio un paso atrás. -Ya
veo que juegas para el otro equipo, pero eso no significa que no pueda intentar
convencerte.
Natalia no pudo evitar reír. -Está claro que no eres tímida. Gracias por
hacerme sentir más tranquila.
Ana sacudió la cabeza. -Así se habla-. Y, con un suspiro, dejó a Natalia a solas.
Más tarde, unas mujeres entraron en la habitación para preparar una mesa con un
mantel, varias velas y dos platos cubiertos. Parecía… hasta romántico.
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Desde debajo de la cama, Huesos profirió un pequeño maullido. Natalia se
arrodilló y acarició al gato detrás de las orejas. -Todo va a ir bien. No me va a pasar
nada.
-Entiendo. Estás preciosa- dijo, con voz queda. -Espero que Ana haya sido de
tu agrado. Y que seáis amigas mientras estés aquí.
-Sí. Me encanta que elijan a mis amigos por mí- musitó. Alek levantó una ceja,
y ella tomó una bocanada de aire. -La verdad es que Ana es perfecta. Gracias. De
hecho, creo que pasaré la noche con ella.
-Siéntate.
-¿Que has hecho qué?- preguntó Natalia, furiosa. -Se supone que no debes
hablar con él.
-Tranquilízate-. Alek retiró una silla y le hizo un gesto para que se sentara. -Me
proporcionó toda la información necesaria antes de que firmaras el contrato. Desde
entonces, no he vuelto a hablar con él.
-¿Qué has hecho hoy?- preguntó ella, destapando su plato. Filete con patatas.
Aunque tenía un aspecto delicioso y olía muy bien, no tenía hambre. -¿Convertir en
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realidad la pesadilla de alguien?
Él ni siquiera se inmutó ante su ataque. -Me temo que hoy ha sido un día
bastante aburrido. He tenido varias reuniones de los negocios que dirijo, y he revisado
su documentación. Aunque no lo parezca, sólo me encargo personalmente de ciertas
deudas.
-Tu padre me debía dinero desde hace tiempo, pero, debido a su edad, lo dejé
pasar.
Alek apretó los labios con desagrado, pero no hizo ningún comentario. Tomó
una botella de vino y la abrió. Natalia observó el líquido rojo derramándose en su
copa, y en cuanto él terminó de llenarla, lo bebió de un trago.
-Te pediría que fueras más despacio, pero tengo la sensación de que no me vas
a hacer caso- dijo Alek con calma, antes de degustar su propia copa.
-Tengo que estar bebida para lo que tienes planeado para esta noche- le
informó ella, cuando acabó de beber. Él no la detuvo cuando cogió la botella para
servirse otro vaso.
-No es necesario, Natalia. No voy a hacerte nada hasta que me lo pidas- dijo
con tono suave.
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-Te doy mi palabra. No voy a tomarte hasta que me lo supliques- añadió, con
una seductora sonrisa. –Y estoy seguro de que no tardarás mucho.
-¿Crees que porque eres atractivo voy a caer rendida a tus pies?- se burló ella.
-Por favor. Las llamas de las velas se agitaron mientras hablaba y se dio cuenta de que
había levantado la voz. Quizás debería controlarse con el vino.
Alek se arrodilló delante de ella. -La próxima vez tendrás que comer más
rápido- le dijo, deslizando un dedo por su pantorrilla hasta la sensible piel de detrás de
su rodilla. Ella se quedó sin aliento y trató de apartar la pierna, pero él la tenía sujeta
por el tobillo.
Alek levantó la cabeza y sonrió. -He dicho que no te iba a tomar. No que no te
iba a tocar. Sin previo aviso, liberó su pierna y la agarró del brazo para levantarla de la
silla. Ella perdió el equilibrio y se desplomó en sus brazos, y Alek la colocó delante del
espejo. Desde atrás, le acarició los laterales del vestido con las manos, sin dejar de
mirarla a los ojos.
Alek aflojó el nudo del vestido y bajó lentamente la cremallera. -Abre los ojos.
Quiero que lo veas- le ordenó con brusquedad. -He esperado dos semanas para esto.
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Cuando ella desobedeció, le tiró del cabello. Lanzando un gemido de dolor,
Natalia abrió los ojos. Sintió una mezcla de miedo y deseo cuando él le bajo el vestido.
-Haz lo que te diga y te prometo que disfrutarás- murmuró, apartando su cabello y
presionando con los labios en su cuello.
Con el vestido alrededor de los tobillos, se quedó delante del espejo en el body
negro que caía delicadamente por su torso desde el busto. -¿Sabes por qué me gustan
las medias hasta el muslo?- le susurró, rozando los ligueros que las sujetaban. -Me
encanta el contraste entre la piel y el nailon-. Natalia no pudo evitar proferir un callado
gemido cuando sus dedos acariciaron la parte superior de sus piernas.
-Veo que a ti también te gusta- susurró. Él movió las manos sobre el montículo
de su sexo.a Natalia estaba avergonzadamente húmeda.
-Por favor- suplicó en voz baja, sin saber qué pedía. Él presionó su cuerpo
contra el suyo, y ella pudo sentir su erección.
Alek entrecerró los ojos y ella pudo ver ira en su rostro. Sentía el latido de su
corazón en los oídos, y tuvo miedo. En lugar de hacerle daño, la rodeó con sus brazos
y la separó del espejo. -Sobre la cama- ordenó en voz baja, a la vez que se
desabrochaba la camisa.
Natalia también sabía jugar a ese juego. -¿Qué ocurre, Alek? ¿Estás perdiendo
el control?
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espalda quedó tendida sobre el colchón. Ella apartó el rostro y cerró los ojos con
fuerza. Y él la besó suavemente en el cuello.
Ella se mordió el dedo índice para evitar gemir de nuevo. El odio y el deseo se
mezclaron dentro de ella cuando los labios de Alek se deslizaron hacia por su cuerpo.
Deseaba con desesperación que le retirara la lencería y le pasara la lengua por los
pezones, pero no lo hizo. Quería más que nada, o quizás menos que nada, que la
dejara en paz.
Él deslizó los dedos por dentro del tanga que había elegido para ella, y tiró de
él hacia abajo. Sus caderas se retorcieron por debajo de él, intentando cerrar las
piernas, pero él la agarró rápidamente por los muslos y los separó. Sus dedos se
clavaron en su piel y estuvo segura de que le dejaría marcas.
Restregó los labios por sus genitales, y ella dio un respingo y se retorció,
tratando de liberarse. Si le rozaba el clítoris, iba a perder el control y sería demasiado
humillante. Pero se encontraba a merced de él, que le dedicó una sonrisa perversa y
volvió a bajar la cabeza.
Alek rió. -¿Quieres correrte? Puedo hacer que te corras, si quieres. Sólo tienes
que pedirlo.
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Tenía la suplica en la punta de la lengua pero, de alguna manera, encontró
fuerzas para mantener la boca cerrada. Él flexionó los dedos y ella arqueó la espalda al
sentirlos en el núcleo de su placer. Jadeando, se aferró a las sábanas y tiró de ellas,
mientras sus caderas se movían al ritmo de la mano de él.
Antes de que llegara al clímax que tan desesperadamente deseaba, Alek retiró
los dedos. Natalia abrió la boca. -No- se quejó. Abrió los ojos y vio a Alek lamiendo
sus jugos de los dedos.
-No ¿qué?- susurró él, y comenzó a acariciar la piel que rodeaba a su hinchado
clítoris. Un escalofrío le recorrió la espalda, y supo que estaba perdida.
-No pares- jadeó, y cerró los ojos, odiándose a sí misma por lo que acababa de
pedirle.
-¿Quien pierde el control ahora?- Preguntó él con una risita, y acto seguido,
ella sintió su cálida lengua en lugar de sus dedos. Dentro y fuera de ella, dentro y
fuera. Sabiendo que era un error, se aferró a su cabello, instándole a que la hiciera
terminar. Cuando estaba a punto de gritar, él le rozó el clítoris con los dientes, y ella
explotó.
Antes de quedarse dormida, sintió unos labios sobre los suyos. -Duerme,
cariño.
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Capítulo Cuatro
A la mañana siguiente, Alek se despertó junto a un cálido cuerpo abrazado a él. Abrió
los ojos y vio a Natalia con la cabeza apoyada en su pecho. Contemplándola, sintió
una extraña sensación de sosiego. La noche anterior, se había quedado dormida y no
quiso despertarla. Lo cierto es que había sido más duro con ella de lo que había
previsto. Tan pronto como la vio por primera vez, supo que tenía que hacerla suya.
Despacio, se retiró de debajo de ella. Ella se movió, pero antes de que abriera
los ojos, Alek se metió en el baño y encendió la ducha. Bajo el chorro de agua
caliente, trató de entender qué había hecho exactamente para encontrarse en aquella
situación.
La primera vez que vio a Natalia entrando por aquella puerta, la había
deseado. Y cuando la observó atendiendo a Petr, quiso bajarle los humos. Pero ahora
que estaba en su cama, no podía evitar sentir que la situación se le estaba yendo de las
manos.
Y eso era algo inusual en él. Las mujeres siempre le adulaban, pero cada
palabra que salía de la boca de Natalia, estaba cargada de desprecio. Claro que, nunca
antes había sobornado a una mujer con la promesa de no matar a su padre. Había que
tenerlo en cuenta.
-Nada de vaqueros- respondió él con tono suave. -Pero hay unos pantalones
que te quedarán bien.
-Si te refieres a esas mallas de cuero, me temo que debo rehusar- dijo con el
ceño fruncido.
-Me refiero a esas mallas de cuero, y si rehúsas, puede que tu vida sea más
difícil- dijo con tono afable mientras se ponía la americana. -Ana vendrá en seguida
para asegurarse de que desayunas. Y después, tienes unos documentos para clasificar
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y archivar. Intentaré volver para el almuerzo, pero tengo una reunión que se podría
alargar.
-¿Una reunión?- preguntó ella, levantando las cejas. -¿Qué eres? ¿Una especie
de hombre de negocios? Por favor.
-Vale- dijo ella con sequedad. -Por favor, vete para que me pueda vestir.
Alek se tensó, y ella cerró los ojos y contuvo el aliento. -No te voy a hacer
daño, Natalia- le dijo fríamente, y se incorporó. -Pensé que después de lo de anoche,
querrías un beso.
Ella se sonrojó y él lamentó de inmediato sus palabras. Sin decir nada más,
salió de la habitación dando un portazo. No esperaba que cayera rendida entre sus
brazos, pero ninguna mujer se había apartado de él de aquella forma. Le ponía
furioso.
-Buenos días- saludó Ana al cruzarse con él en el pasillo. -¿Te importa decirme
cómo está tu amiga?
Alek miró a Ana con gesto enfadado. -Creo que deberías preocuparte más por
cómo estoy yo.
Alek no pudo evitar lanzar una carcajada. Ana siempre se mostraba insolente,
pero era, posiblemente, el mejor miembro de su personal. -Asegúrate de que
desayuna. Voy a preparar unos documentos para que los archive.
-¿Archivar? Tienes otra gente para hacer eso- dijo Ana, con una mirada
confundida.
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-Tiene que ayudar, como el resto.
-Me ha llamado asistenta. Que te diviertas con ella-. Ana le dedicó una sonrisa
inocente antes de continuar por el pasillo. Alek sacudió la cabeza. Claudia fue un error,
un error del que debía haberse hecho cargo hacía tiempo.
Alek toleró el beso con la espalda tensa. –Y tú estás en pie antes del mediodía.
Supongo que aún no te has acostado.
Ella deslizó una cuidada uña por su corbata, y soltó una risita. -Anoche estuve
esperando tu llamada.
Oyeron una voz en la escalera. -Ana, me caes bien, pero te juro que si me
haces llevar eso, encontraré la manera de acabar contigo. Puede que me des algún que
otro golpe, pero vas a recibir al menos uno. Alek, no sé en qué demonios estabas
pensando, pero me niego a llevar brillantina en el culo...- Natalia se detuvo al pie de la
escalera y se quedó mirándolos.
La pelirroja se cruzó de brazos y entrecerró los ojos. -Supongo que por eso no
me llamaste anoche. No importa-. Sus tacones repicaron sobre el suelo cuando se
acercó a Natalia. -Sé que te gusta espolear nuestra relación con mujeres nuevas. Pero
siempre vuelves conmigo cuando te cansas de ellas. No eres su tipo, querida.
-Ni se te ocurra tocarme- dijo Natalia con frialdad. Claudia lanzó una risotada.
-Qué fiera, ¿no? Bueno, me imagino que se calmará pronto. Dime, Natalia.
¿Cuánto tiempo te vas a quedar por aquí?
-Más que tú, seguramente- respondió ella con el ceño fruncido. -Alek.
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¿Podemos hablar de ese tanga que quieres que me ponga hoy? Si querías acceso fácil
durante el día, me podías haber dado una falda.
-Ana- espetó Natalia con tono enfadado. -¡Te voy a matar!- y volvió a subir al
piso de arriba. Claudia miró a Alek.
-Sí. Y mientras ella esté aquí, no quiero que tú lo estés- le informó, rozándola
al pasar.
-¿Es una broma?- dijo ella fríamente. -Llevamos casi seis meses juntos.
Alek miró el reloj. No tenía tiempo para encargarse de aquello. -Claudia, creo
que no has entendido nuestra relación. Me he estado acostando contigo durante casi
seis meses, pero nunca hemos estado juntos. Y en ese tiempo, te lo aseguro, he visto a
otras mujeres. Y ahora estoy viendo a Natalia.
-Adiós, Claudia. Ya sabes dónde está la puerta, o llamaré a alguien para que te
la enseñe. Y, por favor, no vuelvas a presentarte sin avisar- dijo, le dio la espalda y se
fue.
-De ninguna manera- espetó Alek. No quería que vieran a Natalia. Debería
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haber dejado que Claudia se quedara para entretenerlos.
Pero ese no era su estilo. Aunque Claudia fuera su peor pesadilla, no podía
servírsela en bandeja a sus enemigos.
***
Alek no iba a dejar a la vista pruebas de sus negocios sucios. No. Tendría que
seducirle, en sentido figurado, y ponerle de su parte. Tenía que demostrarle que podía
confiar en ella antes de poder vengarse.
Tras abrir varios cajones, revisó los archivos hasta que encontró uno con la
etiquetada "fallecido". Se tensó al darse cuenta de que la sección consistía en la mitad
de aquel cajón y otros dos cajones más. Por lo visto, muy pocos salían vivos de la
mafia. Pasó los dedos sobre las carpetas antes de encontrar el sitio que le correspondía
al pobre Stephen Frederick, y metió su expediente en el cajón.
No sentía pena por él. Seguramente, también había acabado con alguna vida.
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El siguiente expediente era de alguien también muerto y que también había
trabajado para Grigori. Asesinado a la temprana edad de veinticuatro años. Natalia se
estremeció. Ojeando el expediente, vio que aquel chico había estado con la mafia
durante diez años. Lo que significaba que había empezado a los catorce. ¿Era posible?
***
Boris era un hombre repulsivo. Pesaba más de ciento treinta kilos y se hacía
notar. Tras atravesar el umbral con dificultad, se quedó mirando a Alek. -Evanoff. Veo
que tus hombres todavía no confían en nosotros. Me han puesto las manos en sitios
que normalmente reservo para mis mujeres.
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Alek quiso vomitar. -Tienes fama de no respetar nuestros acuerdos-. Se dirigió
a Sasha. -¿Estaban limpios?
-No.
-Lo dicho- se burló Alek. Señaló las sillas al otro lado del escritorio. -Siéntate
para que podamos acabar con este desagradable asunto. Si tienes la amabilidad de
firmar este contrato, estaré encantado de devolverte las armas y podréis iros.
-Siempre que hayas hecho los cambios que solicité, estaré encantado de
firmarlo- dijo Boris, tratando de encajar su enorme cuerpo en la silla, que rechinó
peligrosamente bajo su peso. Sus matones se colocaron a ambos lados de Boris, y
Sasha y Misha se posicionaron detrás de Alek. Había tensión en el ambiente.
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Mientras Boris observaba a Natalia, Alek se puso en pie bruscamente y
fulminó con la mirada al guarda de la puerta. -He dado órdenes de que no nos
molesten.
-Natalia, estoy ocupado. Hablaremos de ello más tarde- dijo con voz fría,
haciendo un gesto al guarda.
Natalia se quedó sin aliento y Alek apretó los dientes. -No se te ocurra tocarla.
Nunca. Es mía.
-¿Tuya? Eso la hace aún más deseable- dijo Boris, inclinándose hacia ella.
Natalia dio un paso atrás, y Alek se colocó rápidamente entre ella y Boris. Sintió una
desesperada y repentina necesidad de protegerla.
-Sí, jefe- contestó Misha, saliendo del despacho con Natalia. Alek escuchó la
puerta cerrarse tras ellos y contempló con furia al hombre que se encontraba al otro
lado del escritorio. -No negocio con ella ni con ninguna de mis mujeres, Boris. Mueve
el casino o compraré la propiedad. Tengo dinero de sobra.
Alek se calmó y tomó asiento. -¿Ves que bien nos entendemos cuando
queremos?- dijo, tomando el contrato. Tras eliminar los cincuenta kilómetros, anotó
los nuevos parámetros y le entregó el documento.
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Boris y su escolta recuperen sus armas fuera del recinto.
Boris soltó una risotada y asintió con la cabeza. -Espero continuar haciendo
negocios contigo, Alek. Aunque la próxima vez, no te irá tan bien.
Furioso, la agarró por la barbilla y la obligó a mirarle. -Sé que estás enfadada
por lo de anoche, pero no te hice daño. Te quedaste dormida con una sonrisa en el
rostro. Te aseguro que Boris no hubiese hecho lo mismo. Él viola. Tortura. Mata. Al
desobedecer mis órdenes, te has puesto en peligro.
-Y ¿qué pensabas que iba a pasar cuando encontrara esto?- protestó ella,
liberándose de su mano y golpeándole con el expediente en el pecho.
-Quería que te dieses cuenta de que tu padre no es quién crees. ¿No querías
saber por qué fui a verle en persona? Ahí tienes la respuesta.
Ella cerró los ojos y respiró profundamente. -Así que mi padre trabajaba para
el anterior capo. Seguro que muchos hombres de la zona también lo hacían. No
trabaja para ti, lo que significa que abandonó. Y eso es lo único que me importa.
-No miento. Petr y yo éramos amigos. Crees que eres una mártir para él, pero
no es así. Sabía lo que le esperaba a él y a su familia cuando tomó prestado aquel
dinero y no lo devolvió. No le importas, Natalia. Lo más seguro es que se alegre de
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haber hecho este trato conmigo.
-Te equivocas con respecto a mi padre- dijo ella con voz ronca.
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Capítulo Cinco
Natalia contemplaba el expediente mientras Ana le ondulaba el cabello. Ni siquiera se
inmutó cuando la joven le rozó accidentalmente la piel con las planchas. -¡Ay, mierda!
Lo siento.
-Vale. ¿Te puedo preguntar por qué no te molesta que te queme la piel?- Dijo
Ana, cogiendo otro mechón de pelo.
-Forma parte de los documentos del predecesor de Alek. Por lo visto, mi padre
trabajaba para él como captador.
-No es muy decente por su parte- comentó Ana. -Pero tu padre ya no forma
parte de la mafia. No mucha gente sale de ella. Y eso ya es algo.
-Bienvenida al presente, Natalia-. Ana rió. -Se celebra un acto benéfico al que
Alek asiste todos los años. Normalmente va solo. Deberías sentirte honrada por acudir
con él.
-Ana, ¿cuándo vas a entender que soy su prisionera?- dijo. -No voy a ir de su
brazo. Estoy encadenada a él.
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-¿No lo pasaste bien anoche?
Ana dejó las planchas sobre el tocador y le deslizó los dedos por el cabello. -
Bueno, esta noche no vas a tener un aspecto humillado. Te he convertido en un
bombón. Se me da muy bien.
-Gracias, Ana- dijo con una sonrisa forzada. -¿Alguna otra instrucción de Alek
antes de irme?- Ana miró al suelo con nerviosismo, y Natalia se cruzó de brazos. -
¿Qué? Venga, dímelo.
-Alek me ha dicho que te recuerde que habrá gente muy influyente en la fiesta.
Y que si le cuentas a alguien tu situación, o no actúas como una mujer enamorada,
habrá consecuencias.
-¿De dónde demonios te ha sacado? Y ¿por qué cree que te vas a comportar?-
preguntó Ana sacudiendo la cabeza. -Bueno, a mí me gustas.
Natalia rió-. Lo sé. Si decido que me van las mujeres, te lo haré saber. Y si mi
vida sigue así, seré tuya antes de que acabe el año.
Ana arrugó la nariz. -Lo dudo. Cuando veo a sus mujeres irse, me pregunto si
no debería probarlo yo misma.
-¿En serio?
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-Ni hablar. Me gustan las chicas-. Ana lanzó una risotada. -Estás muy guapa. A
por ellos, actúa como una pavisosa, y pórtate bien.
Natalia se veía capaz de actuar como una pavisosa. Después de todo, iba a
pasar el próximo año en la cama de un capo de la mafia. No se podía ser más necia.
Mirando por última vez el expediente, intentó no pensar más en él. A menos que fuera
a hacer algo peligroso aquella noche, tenía que tratar de no pensar en Petr.
-Tú también estás muy elegante- dijo ella con una dulce sonrisa. Se paró
delante de él y le ofreció la mejilla. Él la miró con desconfianza y se negó a besarla. La
observó de arriba a abajo y lanzó un gruñido.
-Aceptable. Vámonos.
El chófer aparcó delante de la entrada y abrió la puerta del coche. -Está muy
guapa, señorita- dijo con una amplia sonrisa.
-Sí, por eso me tengo que desahogar ahora- respondió Natalia con un
encogimiento de hombros. -¿A dónde vamos?
Alek se giró y la observó. -He hecho cosas terribles, Natalia, pero también
hago cosas positivas. Intento no ser un tipo malo todo el tiempo.
-La gente que viene a mis casinos no es buena gente, Natalia. Son jugadores
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degenerados. A los que creo que puedo ayudar, aquellos que tienen una adicción y una
familia que sufre por ello, los rechazo. Pero el resto sabe exactamente en qué se mete.
¿Preferirías que cierre mis casinos y que estas causas nobles sufran por ello?
-Todo gesto cuenta- añadió Alek con un tono suave. -Hoy has pasado un buen
rato estudiando mis archivos. ¿Qué piensas del negocio?
Natalia apartó la vista. Lo cierto era que apenas había arañado la superficie de
lo que esperaba encontrar. Había estado demasiado preocupada con las noticias sobre
su padre. -El hombre que estaba en tu despacho... - comenzó -¿Quién era?
Alek la miró. -Eres rápida para emitir un juicio que podría acabar con la vida
de muchos hombres. Interesante.
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funcionar a largo plazo, pero supondrían un derramamiento de sangre por parte de mi
gente, y no lo voy a permitir.
-No pensé que...- murmuró ella. Él se inclinó y colocó sus labios sobre los
suyos y, por primera vez, ella le devolvió el beso. Le estaba agradecida por haberla
hecho callar. Alek le acarició el muslo a través de la abertura del vestido. Ella abrió la
boca sorprendida, y él aprovechó para profundizar el beso, con su lengua enredada en
la suya.
Natalia no pudo evitar presionar su cuerpo contra él. Sin apenas darse cuenta,
estaba deslizando los dedos por los botones de su camisa. La noche anterior no se
había atrevido a tocarle, pero ahora su deseo era demasiado fuerte. Se acordó del
cuerpo que se escondía bajo aquellas ropas, y que estaba a tan sólo un movimiento de
sus manos. Si sacaba un par de botones de sus ojales, podría introducir sus dedos y
sentir los tensos músculos bajo aquella cálida piel.
Alek interrumpió el beso. -Si sigues así, vamos a ofrecer al chófer todo un
espectáculo- le susurró al oído, subiendo la mano por su pierna.
-No me siento mal- dijo ella con tranquilidad. -Me odio a mí misma.
Alek no dijo nada más durante todo el viaje, pero tampoco se separó de ella.
Natalia no sabía si se alegraba de ello o no.
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Capítulo Seis
Alek vio la sorpresa en el rostro de Natalia al detenerse el coche ante aquella enorme
mansión. Unas décadas atrás, había sido un almacén abandonado, convertido ahora en
orfanato. Durante la primera renovación, el orfanato había intentado conseguir
donaciones para reparar el edificio, pero nadie creyó que el proyecto mereciera la
pena. Tras haber empezado a donar dinero de forma pública, se había convertido en
una costumbre para Alek. Al orfanato nunca le faltaba dinero, y aquello le complacía.
Natalia miró con la boca abierta a toda la gente que se arremolinaba alrededor.
Alek lo entendía. Al evento estaban invitados todos los ricos y famosos. Había
modelos, actores, actrices, herederos, y numerosos políticos de distintos países.
Alek rió. -No te preocupes. Puedes decir lo que piensas, pero te voy a pedir
que vigiles lo que dices delante de esta gente. Si intentas causar problemas, te prometo
que no te irá nada bien.
-¡Alek! ¡Querido! ¡Me alegro de verte!- Una mujer mayor, con el pelo rojo y
rizado y demasiado maquillaje, se acercó apresuradamente y le besó en la mejilla.
Sonrió a Natalia. -¿Y quién es esta exquisita criatura?
-Espero que os divirtáis- les deseó Dorie de forma distraída. -Tengo que hablar
con mucha gente-. Y se alejó zigzagueando entre la multitud.
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-Dorie es la directora del orfanato. Es una buena mujer- explicó Alek con una
sonrisa. Natalia seguía sintiéndose aturdida.
-¿Estás celosa?
Natalia resopló. -¿De una mujer de más de 50 años? Claro que no.
Alek la agarró por la barbilla e hizo que levantara la cabeza. -¿Quieres decir
que si una mujer joven y hermosa flirtea conmigo te pondrías celosa?
Alek quería insistir, pero vio a alguien. -Sé social, Natalia. Pásalo bien. Y ni
una palabra sobre nuestro acuerdo; todos saben muy bien a qué se dedica mi
organización, pero es mejor no decirlo en voz alta. ¿Entendido?
Asintiendo, ella evitó mirarle a los ojos. Él le apretó las muñecas con tal fuerza
que se sorprendió de que no gritara. Asustada y molesta, Natalia le miró. -Entendido-
susurró.
-Sonríe, querida. No querrás que la gente piense que estás enfadada- dijo él, y
le rozó la mejilla con los labios. Su piel era tan suave que, por un momento, estuvo
tentado de permanecer a su lado. Pero había gente con la que necesitaba hablar;
tendría tiempo de sobra para jugar con ella.
-Alek. Debería haber sabido que estarías aquí- dijo el empresario con cautela.
Le observó de forma nerviosa y Alek disimuló una sonrisa.
-Por supuesto que estoy aquí. No me lo hubiese perdido por nada del mundo.
Sobre todo cuando me entere de que tú también venías-. Alek le dio unos golpecitos
en la espalda y se acercó más a él. -Hoy he tenido una interesante charla con Boris.
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debería saber que construir una propiedad para Boris cerca de las fronteras de Alek,
no era una buena idea.
-Alek- dijo Anton, aclarándose la garganta. -Tal vez sea mejor hablar de esto
en otro momento.
-No hay nada que hablar, Anton. Ya le he dejado bien claro a Boris que debe
alejar su casino de mi territorio. Y no quiero oír más del tema. Pero ambos sabemos
que Boris es…digamos…olvidadizo, y puede que no se acuerde de lo que le he dicho.
En ese caso, espero que tú te encargues de recordarle que no construirás su casino tan
cerca de mis propiedades. ¿Estamos de acuerdo?
-Alek- dijo Anton en voz baja. -Sabes que quiero ayudarte, pero tengo un
contrato con Boris. No me queda otra elección.
-¿Un contrato? - cuestionó Alek, levantando las cejas. -Vaya, qué interesante.
No sé por qué demonios firmaste un contrato con Boris, pero tengo que decir que no
es nada elegante por tu parte. Lo cierto es que me importa un bledo tu contrato,
Anton. Si construyes un casino para Boris en un sitio que no me gusta, podrías
enterarte de que tengo la lengua muy suelta.
-Haré lo que pueda- dijo Anton con los ojos desencajados por el pánico. -Lo
prometo.
-No quiero que hagas lo que puedas, Anton. Asegúrate de que no ocurra-. De
repente, vieron una sombra y otra persona se unió a la conversación. Alek se enderezó
y dibujó una sonrisa falsa en su rostro. El empresario se sintió agradecido por la
interrupción, y Alek lo dejó pasar. No le gustaba hacer negocios de aquel tipo durante
un evento benéfico, pero sabía que Anton le evitaría a toda costa. Y ahora que ya le
había informado de sus intenciones, no tenía deseo alguno de montar una escena.
Educadamente, abandonó la conversación y buscó a Natalia con la mirada.
-Está preciosa.
Aquella voz le sonó cómo uñas arañando una pizarra, e hizo una mueca de
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dolor antes de darse la vuelta. Claudia, envuelta en un vestido de seda roja, le lanzó
una furiosa mirada.
-¿Me estás diciendo que tú no eres un producto del dinero?- preguntó él con
sarcasmo.
Antes de que pudiera irse, Claudia le agarró del abrigo. -Alek, por favor-. Dijo
en tono de súplica. Él la miró extrañado. En todo el tiempo que había conocido a
Claudia, nunca la había visto tan vulnerable. -Tienes que entender mi punto de vista.
Me dejaste sin más. Sin ninguna explicación. Un día estaba en tu cama y al siguiente
me habías reemplazado. Sólo quiero saber qué hice mal. Me merezco eso, al menos.
-Pero ella está viviendo contigo- exclamó Claudia. Su voz volvía a sonar
amarga, y Alek suspiró.
Alek reprimió un gesto de disgusto. Vlad era un millonario treinta años mayor
que ella. Un borracho repugnante, pero no le sorprendía que tuviese relaciones con él.
A Claudia le gustaba el dinero, y no le importaba de dónde procedía. No se inmutaba
con la violencia. Sabía que él le agradaba porque era joven y guapo.
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cuando no pudo encontrarla. Pero cuando transcurrieron varios minutos más y aún no
la había visto, comenzó a sentirse intranquilo.
Quizás le había exigido mucho demasiado pronto. Tal vez las noticias sobre su
padre la habían empujado a huir. Después de todo, sólo había querido que se diese
cuenta de a qué clase de hombre estaba protegiendo. ¿Había decidido que ya no
merecía la pena protegerle?
***
Siguió jugando con la comida. No tenía nada en común con aquellas personas;
deseaba ser invisible. Por desgracia, la ex de Alek la había visto y le estaba lanzando
dagas con la mirada. Y, además, varios hombres la contemplaban babeando. Si
supieran quién era.
-Intento que no pinten las paredes, pero si lo hacen, dejo los dibujos una o dos
51
semanas. Creen que son obras maestras.
Natalia se giró y vio a Dorie delante ella. -Lo siento- se disculpó. -No debería
estar aquí.
-Por favor- dijo la mujer, agitando una mano. -Todos donáis mucho dinero a
este lugar, podéis ir donde queráis. Y cualquier invitado de Alek es un invitado mío.
Además, he notado que no estabas muy cómoda ahí abajo.
-Nada de cómoda- confesó Natalia con una sonrisa. -Siento como si todo lo
que toco hubiese costado un año de mi suelo. Yo no crecí con dinero.
Dorie rió. -Te entiendo. Yo suelo ir en chándal. Es más cómodo para seguir a
los niños. Si de mí dependiera, aceptaría el dinero y les daría las gracias, pero Alek
cree que las fiestas ostentosas atraen más dinero. Y tiene razón, por supuesto. A los
ricos les encantan los actos benéficos para demostrar lo humanitarios que son,
mientras disfrutan de las mejores bebidas y degustan los manjares más exquisitos. Esta
fiesta nos arruinaría si no fuera por Alek.
-¿Alek paga la fiesta?- preguntó Natalia con el ceño fruncido. -¿De verdad?
La mujer ladeó la cabeza y la miró. -¿Cuánto tiempo llevas con Alek?- Natalia
abrió la boca para contestar y la cerró de repente. Alek le había advertido que no
dijera nada sobre su situación. Dorie pareció entender. -Es una pregunta impertinente.
No debería haberla hecho. Veo que no conoces muy bien a Alek. Déjame adivinar. Lo
miras y sólo ves un gánster.
-¿Cómo lo sabe?
-¿Qué les había ocurrido?- Preguntó Natalia con precaución. Creía saber la
respuesta.
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seguro, una familia, y un hogar bajo la atenta mirada de Grigori, o esperar a ser
adoptados. Con diez años, muchos de ellos sabían que eran demasiado mayores para
que alguien los quisiera. Casi siempre aceptaban la oferta de Grigori. ¿Quién la
rechazaría? Necesitaban desesperadamente alguien que los protegiera, que los amara,
y eso es lo que les ofrecía Grigori.
-Dios mío- exclamó Natalia echándose las manos al estómago. Sentía náuseas.
-Entonces, ¿Alek?
Dorie asintió con la cabeza. -Alek nunca habla de ello, pero cuando se puso en
contacto conmigo, busqué su expediente. Dejó el orfanato a los once años. Había
estado aquí desde los cuatro, por lo que no entiendo que Grigori no se lo llevara antes.
O tal vez lo intentó y Alek se negó. Cuando tomó el relevo de Grigori, lo primero que
hizo fue echar a la directora. En aquella época yo trabajaba como asistenta, y me
ofreció el puesto con unas condiciones. No habría más captadores. Quería ayudar.
Quería invertir dinero en la institución para devolverle su esplendor y dar a estos niños
una oportunidad en la vida. Sé que Alek no es un buen hombre, pero para estos niños,
es un ángel. Y permíteme que te diga algo más, no se le escapa nada. Repasa los libros
todas las semanas para asegurarse de que todo el dinero sea para los niños.
Natalia tomó una respiración profunda. -Estoy bien. Un poco abrumada. ¿Hay
algún sitio tranquilo donde pueda ir a calmarme?
Dorie la tomó del brazo. Natalia resistió el impulso de lanzarse a los brazos de
la mujer y romper a llorar. Parecía una madraza, y Natalia necesitaba consejo. -Ven
aquí, querida- dijo Dorie. -Te puedes serenar en mi habitación.
Condujo a Natalia a lo largo del pasillo y abrió una puerta. Natalia se sentó en
53
la cama y sonrió débilmente. -Gracias.
-No, sólo un par de minutos. Enseguida bajo. Ha sido muy amable conmigo.
Muchas gracias.
En cuanto se quedó sola, Natalia sintió las primeras lágrimas. Su padre había
sido una persona horrible. Convirtió a Alek en lo que era, y ella estaba pagando el
precio.
Pero, ¿qué podía hacer? Quería a su padre. Había hecho mucho por ella en el
poco tiempo que habían compartido, y no le era posible rescindir el contrato. Alek la
castigaría. Debía odiar mucho a su padre.
Que Alek hubiese sido reclutado cuando era niño no excusaba las cosas que
hizo de adulto. Y desde luego no excusaba lo que le estaba haciendo a ella. Y sólo
porque su padre hizo cosas terribles en el pasado, no significaba que no fuera un buen
padre para ella. No significa que no pudiese amarlo.
-Natalia.
Cuando pasó junto a él, Alek la agarró por el codo. -No debería haberte traído-
dijo en voz baja.
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-Dorie me ha contado lo que te ha dicho. No debería haberlo hecho-. Suspiró.
-Coge tu abrigo. Nos vamos a casa.
Natalia sintió miedo. Por primera vez, se dio cuenta de que estaba más segura
allí, codeándose con los acaudalados, de lo que estaría en compañía de Alek.
55
Capítulo Siete
Alek se mantuvo en silencio durante todo el trayecto. Ella lo observó con cautela un
par de veces, antes de volver a mirar por la ventana. Las luces de la ciudad se
difuminaban a medida que su visión se desenfocaba. Aunque se encontraban lejos de
la ostentación y el glamor de la fiesta, seguía sintiéndose extraña.
-Supongo que no debería sorprenderme de que una fiesta tan sofisticada oculte
un sórdido pasado- murmuró en voz alta. Ni siquiera se había percatado de haber
hablado, hasta que sintió cómo se tensaba el ambiente.
-Muy saludable- exclamó Natalia con sarcasmo, mientras seguía mirando por la
ventana.
-Te pediría que te disculparas, pero es mejor que nos olvidemos de todo el
asunto- dijo él en un tono suave. Natalia se sintió culpable. Era casi absurdo. Estaba
prisionera y se sentía culpable por lo que acababa de decir a su captor.
Sabía que estaba furioso. Cuando llegaron a casa, Alek se bajó del coche sin
esperar al conductor, y se dirigió a la entrada. Natalia le siguió lentamente. Al entrar en
la mansión, no lo vio por ninguna parte.
Se dio la vuelta y se topó con Ana, que estaba cruzada de brazos y con la
mirada seria. -¿Me puedo ir a la cama, o hay más instrucciones?- preguntó en un tono
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cansado.
-Vamos- dijo Ana con firmeza. Natalia siguió a la joven por las escaleras y se
sintió aliviada al ver la suite vacía. -No hay más instrucciones, salvo que si quieres
cenar algo más, te tengo que preparar una bandeja. Está muy enfadado.
-No quiero comer nada- murmuró Natalia. -Sólo quiero dormir-. De repente,
sintió todo el peso de la velada sobre sus hombros. Ana debió haber visto algo en su
rostro, porque bajó los brazos.
-Sabes que todas sus mujeres hacen lo que él dice. Encaprichadas con su
dinero y estatus, o porque están asustadas. Sabía que ibais a chocar, pero no creo
haberle visto nunca tan enfadado. Sea lo que sea, no lo vuelvas a hacer.
-No sé qué he hecho. Sólo he intentado hablar con él sobre algo que averigüé
en la fiesta, y ha saltado como un resorte. Y eso ha liberado al monstruo que llevo en
mi interior- bromeó con amargura, comenzando a desnudarse. -No soy una de sus
mujeres. Estoy aquí para pagar una puta deuda, que por lo visto incluye manipulación
emocional-. Se encontraba al borde de las lágrimas. Ana se apresuró a ayudar con el
vestido, pero Natalia la detuvo con un gesto. No deseaba su ayuda en aquel momento.
Quería estar sola.
-Es un gato muy cariñoso- dijo Natalia con voz cansada. -Un poco arisco al
principio.
Cuando notó una mano, se dio cuenta de que no estaba sola. Sorprendida,
quiso darse la vuelta, pero se encontraba anclada en el sitio. -No te muevas- dijo una
voz ronca en su oído, y sintió un cuerpo presionando contra su espalda. Sabía que era
Alek y, aunque estaba enfadada con él, no pudo evitar que su cuerpo reaccionara.
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Sintió su enorme erección, y quiso darse la vuelta y beber de él.
-No digas nada- ordenó él con dureza. Ella tragó saliva, pero obedeció. ¿Qué le
iba a decir, de todos modos? ¿Que lo sentía? ¿Que estaba enojada con él? ¿Qué quería
que se fuera o que se quedara?
Lentamente, las manos de Alek se deslizaron por sus caderas. Natalia resistió
la tentación de levantar los brazos y colocarlos alrededor de su cuello. Su tacto era
ligero como una pluma, e hizo que su corazón comenzara a latir más rápido con
anticipación.
-Anoche te ofrecí sólo una muestra de lo que soy capaz- murmuró en su oído,
mientras sus manos se movían sobre su vientre. Sus músculos se tensaron ante su
tacto. -Ahora te toca a ti mostrarme de lo que eres capaz.
Sus dientes le arañaron el cuello, y ella trató de alejarse, pero él la sujetó con
fuerza. -Abre las piernas- murmuró.
-Alek. ¿Puedo…?
-He dicho que no digas nada- dijo él con dureza, haciendo que se girara.
Natalia intentó zafarse y dio unos pasos hacia atrás, pero su espalda se topó con los
azulejos de la ducha. No había escapatoria, a menos que consiguiera esquivarlo.
Aunque estaba asustada, no pudo evitar notar lo prodigioso que era. El agua
empujaba su cabello oscuro alrededor de su rostro y acariciaba sus cincelados
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músculos. Su cuerpo estaba decorado con tatuajes de color verde y negro, y no tenía
ni un gramo de grasa. Natalia no lo había visto bien la noche anterior, pero ahora tenía
su cuerpo desnudo delante de ella. Lo único que tenía que hacer era darle lo que él
quería.
-¿Me estás rechazando?- preguntó en voz baja, avanzando hacia ella. -Te das
cuenta de lo que eso significa, ¿verdad?
-¿Eres capaz de tomar a una mujer que no te desea?- dijo ella con voz
temblorosa. Estaba muy confusa, y él lo sabía. Una malvada sonrisa se dibujó en su
rostro.
-No te estoy rechazando. Sólo te pido más tiempo. Por favor. Te voy... te daré
placer con mi boca esta noche.
-Cierra los ojos- le dijo con voz áspera y llena de lujuria. Ella obedeció y sintió
cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Esperando su próxima orden, levantó
los brazos para asir sus caderas, pero no encontró nada.
-¿Alek?- llamó. Abrió los ojos y vio que estaba sola en la ducha. Aliviada y
disgustada consigo misma, subió las piernas al banco y rompió a llorar.
***
La había vestido de forma elegante y la había llevado a una de las fiestas más
importantes de la ciudad. La noche anterior, hizo que temblara de placer. Y casi se
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rinde a sus pies en el coche, pero cuando él estaba listo, se asustaba como una virgen.
Una mamada. ¿De verdad pensaba que quería una mamada obligada? Quería
que estuviese desnuda y dispuesta, y que gritara su nombre. Quería enterrarse tan
dentro de ella que no se supiese dónde terminaba él y dónde empezaba ella.
¡Maldita sea! Estaba húmeda. Y había lujuria en sus ojos cuando recorrió su
cuerpo con la mirada. Si hubiese insistido, la habría hecho suya, y ahora estaría
hundiéndose en su interior y escuchando el eco de sus gemidos contra las paredes del
cuarto de baño.
Entrecerrando los ojos, abrió la puerta con tal fuerza que casi la arrancó de las
bisagras. Anastasia parpadeó y se fijo en la toalla que rodeaba sus caderas. -¿Qué?-
dijo él con tirantez.
-Sólo quería saber si necesitas algo más antes de irme a la cama. Si vas a
dormir aquí, te puedo preparar la cama-. Le miraba con expresión desafiante. Su
desnudez no la intimidaba.
Cosa que le enojó aún más. ¿Es que nadie en aquella casa le tenía miedo? -
¿Por qué iba a dormir aquí cuando tengo una cama en perfectas condiciones al final
del pasillo?- preguntó en un tono suave.
-Supongo que tendrá algo que ver con la mujer que está llorando en la ducha.
Ladeó la cabeza y lo observó don descaro. Estaba claro que había notado su erección
bajo la toalla. -¿Quieres que llame a alguien para que se encargue de eso?- dijo con
una sonrisa.
-No creo que acostarte con una lesbiana esté en tu lista para esta noche-
apuntó, secamente. -Mira, no sé qué demonios ha ocurrido entre vosotros, pero si
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sigues presionándola, la vas a quebrar.
-Quiero quebrarla.
-No te creo. Si querías una idiota para subirte encima, te estarías follando a
Claudia. Natalia es una mujer fuerte que aguanta todo lo que le eches, y eso te gusta.
Pero, en una semana, ha perdido su libertad y el respeto que tenía por su padre.
Puede que tú le odies, pero el Petr que te reclutó y el Petr que ha intentado darle todo
a Natalia son dos personas muy distintas. Sigue arrebatándole todo lo que ama y no
quedará nada de ella.
-Eso es lo que quiero- dijo con dureza. -No puedo castigar al hombre que me
inició en esta vida, pero puedo sangrarle hasta que esté seco. A Petr no le importa
nada excepto su hija, y cuando se la devuelva, quiero que sólo tenga miedo y odio.
Ana abrió la boca asombrada y lo miró fijamente. -¿Vas a destruir una vida
inocente para vengarte del hombre que destruyó la tuya? ¿Cuándo acabará ese círculo,
Alekandr?
Ella se quedó sin aliento y él sonrió, seguro de haber puesto el dedo en la llaga.
-Vete a la cama. Y te aconsejo que tengas un cambio de actitud por la mañana.
-Tiene una foto de un hombre. Y cuando cree que nadie la ve, la abraza. No te
importa lo que le pudo haber sucedido en el pasado. Lo único que te preocupa es Petr.
Ni siquiera se te ha pasado por la mente que podrías arruinar su vida. Ella no es Petr.
No se parece en nada a Petr-. Y sin más palabras, se fue a toda prisa. Él la observó
marchar con el corazón abatido. Ya eran dos las mujeres que no querían saber nada de
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él aquella noche. Lo que hizo que se enfadara aún más.
-¡Alek!- gritó ella, intentando agarrar la colcha. Él dejó caer la toalla, y la tomó
por los hombros, empujándola sobre la cama. Subiéndose encima, la miró con aire
amenazador.
Natalia separó los labios y él se inclinó y la besó. Los brazos que se apoyaba
en sus hombros, le rodearon lentamente. Alek continuó moviendo las caderas tras
cambiar su postura para rozarle el clítoris. Ella dio una sacudida y chilló en su boca.
Estaba tan excitada como él, y era evidente que iba a explotar de un momento a otro.
-Estabas lista para que te tomara en el coche- le susurró al oído, a la vez que le
introducía un dedo en la vagina. Sus músculos se contrajeron alrededor y comenzó a
mover las caderas al ritmo de las embestidas de su dedo. -¿Te pone cachonda que te
vean? ¿Por eso no me has dejado que te folle en la ducha? ¿Porque no tenías
audiencia?
-Por favor, ¿qué?- dijo él, moviendo el dedo más rápido. Inclinándose, le lamió
los pezones erectos y se vio recompensado con otro arrullador gemido. Cada sonido
que salía de su boca le volvía loco. -¿Por favor, dame placer?
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-Es tu castigo por insinuar que tomo a mujeres que no me desean- susurró. -
Cuando estés dormida, voy a llevarte al límite una y otra vez y a dejarte con las ganas.
Y si te veo tocándote, el tormento durará hasta por la mañana. ¿Entendido?
Natalia abrió los ojos con sorpresa al comprender lo que estaba diciendo. De
inmediato, intentó saltar de la cama, pero él la atrapó. -Si intentas huir, te voy a
esposar a la cama y a hacerte cosas mucho peores. Sé buena chica y acepta tu castigo.
Y la próxima vez que venga a por ti, más te vale que me supliques.
Inclinando la cabeza, volvió a probar sus labios. Eran tan dulces. Aquella
noche pondría a prueba los límites de su disciplina como nunca antes. Tras soltarla, le
pasó un brazo alrededor del cuerpo y cerró los ojos. Natalia tardó casi una hora a
relajarse. Alek permaneció atento al sonido de su respiración y, cuando estuvo seguro
de que se había quedado dormida, se deslizó entre las sábanas y presionó su boca
contra su monte de Venus. Y cuando ella despertó, volvió a ponerla a cien, sólo para
abandonar justo antes de que se corriese.
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Capítulo Ocho
Alek se despertó tras sólo dos horas de sueño interrumpido. Había estado despierto
asegurándose de que Natalia no durmiese, y él apenas había descansado. Ella estaba
enroscada en él. Sentía un peso inusual sobre una de sus piernas. Levantó la cabeza y
vio una bola de pelo negro y dos ojos verdes que le observaban.
Huesos. Parecía que le empezaba a caer bien al gato. Qué irónico. Alek se
apiadó de Natalia y se levantó de la cama. La dejaría dormir toda la mañana para que
se recuperara.
Se secó con una toalla mientras contemplaba a Natalia. Casi se había puesto
violenta la quinta vez que la despertó. Al final, se trató menos de atormentarla que de
observar la lujuria en su mirada.
-De acuerdo- dijo Ana fríamente, y se dio la vuelta. Alek la agarró por el
hombro. -No he terminado- dijo con tranquilidad.
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Ana sonrió y él entrecerró los ojos. -Sin embargo, debo recordarte que soy tu
jefe y que tienes que respetar mis deseos. Si no te gusta lo que hago bajo mi techo,
puedes irte. Me aseguraré de que recibas una generosa indemnización.
Ana sonrió socarronamente. -Ya me has oído. Por lo menos, te has deshecho
de esa horrible pelirroja-. Ana se estremeció. -Si vas demasiado lejos, intervendré. Y si
eso supone mi despido, despídeme. Es lo único que te puedo ofrecer.
Sasha se detuvo y lo miró. Alek siempre era puntual y nunca olvidaba nada.
Pero no se había olvidado. Sabía que tenía una misión, pero no podía concentrarse lo
suficiente como para recordar cuál era.
-Recoger depósitos.
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quejaron durante todo un mes cuando Alek comentó la posibilidad de cambiar el
método.
Sasha siempre estaba listo para una pelea. Misha esperaba pacientemente y
Alek hablaba. La mayoría de los dueños de los negocios no se extendían en
conversaciones. Siempre mostraban miedo en sus ojos y en sus voces, hasta el punto
en el que Alek ya no quería entrar. Se sentaba en el coche y dejaba que Sasha y Misha
se encargaran de todo. Misha tenía órdenes estrictas de asegurarse de que su hermano
no se descontrolara.
-¿Cansado, jefe? Buena noche con la chica, ¿eh?- Dijo Sasha con una lasciva
sonrisa.
-No es asunto tuyo- dijo Alek con frialdad. Sasha cerró la boca de golpe y, por
un segundo, Alek pensó que iba a atacarle. No le sorprendería. Alek nunca hablaba de
sus mujeres. Claro que, por lo general, no había mucho que decir sobre ellas.
-No importa. No he dormido bien, así que vamos a hacer nuestro trabajo de la
forma menos problemática posible.
***
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orgasmo ni una sola vez. Parte de ella quería satisfacerse a sí misma, pero sabía que
Alek le preguntaría qué había hecho.
-Pensé que ibas a dormir más- dijo Ana entrando en la habitación. -Tienes peor
aspecto que Alek, aunque, a decir verdad, creo que nunca duerme por las noches.
Por una parte quería dormir pero, si Alek no lo hacía, ella tampoco. -¿A dónde
va?
-A recoger depósitos- respondió Ana con vaguedad. -Aunque hoy no está nada
organizado. Ni siquiera ha elegido un conjunto para ti.
-¿En serio?- Natalia sonrió con malicia. -Tráeme los vaqueros que llevaba
cuando llegué. Y la camiseta.
-La camiseta ya no existe- le informó Ana con ironía. -También iba a tirar los
vaqueros, pero le convencí para que no lo hiciera.
-Tengo la sensación de que me va a gustar esto- dijo Ana con un guiño, antes
de salir en busca de los vaqueros. Natalia ignoró su armario y se puso a investigar en
el de Alek. Entre sus costosas camisas de seda, encontró algo que le podía servir.
Amontonadas en un extremo, había varias sudaderas y camisas de franela.
67
expensas de otros. -Puede que sea una mala idea. No quiero meterte en líos-. Alek no
haría daño a Ana, ¿verdad?
-No seas tonta- dijo Ana, haciendo un gesto con la mano. -Anoche fue súper
grosero conmigo, y esta mañana estaba todo sumiso. Bueno, quizás no sumiso. Lo
que quiero decir es que tengo un poco de tregua hasta que me eche otra bronca.
Supongo que no quieres ponerte maquillaje, ¿verdad?
-Eso creía. Vamos. Tienes que desayunar, y yo tengo que limpiar la habitación.
Huele como una mazmorra sexual. ¿Qué demonios hicisteis anoche?
-No tener sexo- dijo Natalia con ironía. Sus músculos se tensaron con sólo
pensar en todas las maravillosas cosas que Alek le había hecho, y en el constante
tormento de no poder llegar al clímax. Incluso le dolía.
Ana resopló. -Chica, no sé qué entiendes tú por sexo, pero te aseguro que este
sitio huele a chocho y…
Natalia puso los ojos en blanco. -No quiero hablar de ello. Me voy a
desayunar. ¿Tengo que revisar algún otro puñetero archivo que ponga mi mundo
cabeza abajo? Claro que, en estos momentos, lo pondría cabeza arriba.
-No. Alek ha dicho que descanses. No creo que estemos esperando visita, así
que paséate y explora con toda libertad. Alek y los chicos estarán fuera todo el día.
Relájate y disfruta-. Ana le guiñó el ojo. -Nunca se sabe, Alek podría tener ganas de
tormento cuando vuelva.
68
Tras un abundante desayuno, se sintió un poco mejor. El personal se
comportaba como si no pasara nada, pero ella sabía que la observaban con curiosidad.
No pudo evitar preguntarse si todos sabrían que era la prisionera de Alek. Quizás era
algo normal.
Natalia entrecerró los ojos y apretó los puños instintivamente. No había dicho
nada amenazador, pero ella se sintió incómoda. -Y tú no has contestado a mi pregunta.
¿Quién coño eres?
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del joven. -Perdona. No era mi
intención ser grosero. Me llamo Grisha. Estoy buscando a Alek.
Grisha dio un paso adelante y ella uno atrás. Aquella ridícula sonrisa se
ensanchó. -No tengo ningún mensaje. Llamaré para programar una reunión. Seguro
que Alek está muy ocupado ahora que está al mando. La llave del archivador se
guarda en la oficina, pero solía haber otra colgada de ese escritorio. Tendrás que
arrastrarte por debajo para encontrarla.
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Sus ojos brillaban con un travieso centelleo, y Natalia se cruzó de brazos. -
¿Quieres que me ponga a gatear? No creo que a Alek le guste eso.
Grisha echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. -Oh. Yo creo que le
gustaría bastante. Me sorprendes. Las amantes de Alek suelen ser aburridas. Espero
volver a verte pronto, preciosa. Y, quizás, la próxima vez, no estés tan tapada.
Peligroso o no, Grisha sabía bastante. Tras meter la llave en la cerradura, abrió
el cajón y empezó a buscar el expediente que más le interesaba. El de su padre lo tenía
en su habitación.
Después de buscar un rato, se apoyó sobre los talones con el ceño fruncido. El
expediente de Alek no estaba allí. Claro que no. Sería demasiado fácil. Frustrada,
comenzó a sacar algunos expedientes al azar, y leyó la información. De entre los diez
primeros, Petr Primac figuraba como captador de ocho. Uno de ellos tenía siete años.
¿Para qué demonios querría la mafia a un niño de siete años?
Le temblaban las manos; se sentó en el suelo y cerró los ojos. Su padre había
destruido muchas vidas. ¿Por eso siempre intentaba hacer cosas por ella? ¿Estaba
tratando de compensar lo que había hecho en el pasado?
Natalia se quedó sin aliento. Alek se sujetaba el hombro, del que manaba
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sangre. -¡Ana! Gritó Natalia. -¡Ana!
-Vaya para de pulmones que tienes- bromeó Ana, asomando la cabeza por la
puerta de la oficina. -¿Qué ocurre?
Ana corrió hacia la ventana y soltó una sarta de juramentos. -No. Despidió al
último médico que tuvimos y nunca lo reemplazó.
Ana sacudió la cabeza y Natalia cerró las cortinas de un tirón. -Se merece
morir. Asegúrate de que lo lleven arriba. Tendremos que limpiar la herida para ver el
alcance del daño. Si necesita puntos de sutura, puede que tengamos que llamar al
médico despedido. Busca su número- le ordenó. Tras subir las escaleras de dos en
dos, entró en el cuarto baño para buscar algo que sirviera de primeros auxilios.
-¿Qué demonios llevas puesto?- rugió Alek, pero ella pudo escuchar el dolor en
su voz.
-Dios. Por lo menos no estás sangrado por todas partes. Debe estar
coagulándose. Tienes suerte, ¿sabes? ¿Quién coño te ha apuñalado?
-Vamos a regresar a ver si podemos averiguar algo más- dijo Misha en tono
quedo. Él y su hermano salieron de la habitación, y Ana asomó la cabeza.
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Natalia puso los ojos en blanco. -¿Qué diablos hizo para cabrearte?
-Das por sentado que soy el tipo de persona que desearía la muerte de alguien
simplemente porque haría su vida más fácil- replicó.
-Si muero, nunca sabrás qué se siente al tenerme dentro- dijo con voz ronca. -
¿Lo has pensado?
-Quizás debería tomarte ahora y averiguarlo-. Extendió una mano hacia ella.
Natalia se apartó de inmediato.
-Les cobro mucho menos que mi predecesor, y todos los negocios prosperan y
sus dueños se benefician gracias a mí- explicó. -Me han atacado en la calle, entre
negocio y negocio.
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-Un profesional- aclaró Alek con voz enfadada.
-Los disparos hacen ruido. Era mi territorio. Si se escucha un solo tiro, no sale
de allí vivo. Atacar a alguien con un cuchillo es arriesgado, pero silencioso. Si Misha
no hubiese visto el cuchillo a tiempo, no estaría aquí. Fue muy rápido, y tenía
planeada la huida. Antes de darnos la vuelta, ya había desaparecido.
-Seguro que tienes muchos enemigos- dijo Natalia en un tono suave. Una vez
limpia la herida, cogió la gasa y empezó a enrollarla alrededor del brazo. Vio cómo su
piel se estremecía ante su contacto y tragó saliva. ¿Cómo se podía excitar con aquel
dolor?
Natalia terminó con el vendaje y levantó la mirada. -Estoy segura de que has
investigado mis finanzas. No tengo dinero como para contratar a un asesino a sueldo.
-Tienes otros talentos- dijo él, en voz baja, dejando clara su insinuación.
Natalia sintió hervir su sangre.
-¿Lo dices en serio? Sólo porque he aceptado ser tu prostituta para salvar a mi
padre no significa que le ofrezco mi cuerpo a cualquiera. No soy tan débil como para
que esta situación afecte a la forma en la que me presento ante otros.
-No te perdono. Y la próxima vez, que te limpie Ana las putas heridas-. Ella se
giró, dispuesta a marcharse, pero Alek se movió más rápido de lo previsto. Antes de
que pudiera reaccionar, la sujetó con un brazo y la atrajo contra su cuerpo.
-No me suelo disculpar con mucha gente- le susurró al oído. -Tenlo en cuenta-.
Ella pensó que iba a decir o hacer algo más, pero la dejó ir. Él se dirigió al armario y se
puso a buscar otra camisa.
-¿Qué haces así vestida?- preguntó, mientras se ponía la camisa. Hizo una
mueca de dolor, pero Natalia decidió no ayudarle.
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-Explorando. Has tenido visita, pero no ha dejado ningún mensaje. Parecía
saber bastante de este sitio. Incluso dónde se guarda la llave del archivador. Me ha
dicho que se llama Grisha.
Estaba claro que no era la única a la que Grisha ponía nerviosa. -Ha estado en
la casa, pero él no buscaba la llave del archivador. Yo lo hacía. Quería saber más
sobre mi padre.
-No cambiaría nada. Grisha conoce esta casa como la palma de su mano.
Creció aquí. La próxima vez que lo veas, mantente lejos de él. Si quieres más
información sobre tu padre, sólo tienes que preguntarme.
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Capítulo Nueve
Así que Grisha Grigori había vuelto. Parecía algo más que una casualidad que
apareciese el mismo día que alguien le había apuñalado. Claro que, también tenía una
coartada perfecta. Grisha solía ser bueno, pero no tan bueno como para estar en dos
sitios a la vez.
Alek gruñó con desaprobación. Grisha podía arruinarlo todo. -¿Qué estaba
haciendo en Estados Unidos?
-Parece poco probable que alguien que lleva la sangre de Grigori se reforme-
murmuró Alek. Cuando eran niños, él y Grisha habían sido amigos, pero al llegar a la
adolescencia, Grisha empezó a ver a Alek como un rival. Alek no le dio importancia.
Todos suponían que Grisha se haría cargo del negocio familiar, pero cuando el
testamento de Grigori nombró a Alek como su sucesor y heredero de todas las
empresas, Grisha desapareció. Lo cierto era que Alek ni siquiera quería el trabajo, y
durante tres meses buscó a Grisha sin éxito. Cuando finalmente lo encontró, Alek ya
estaba demasiado involucrado.
Si Grisha tenía intención de reclamar lo que era suyo, las cosas se pondrían
violentas. Alek sabía que sus hombres serían leales a la estirpe de los Grigori.
-Ahora que está en Rusia, confío en vosotros dos para vigilarlo- dijo Alek.
Esperaba haberse expresado con claridad.
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-Lo haremos- dijo Sasha, masticando. -Pero alguien tiene que vigilarte a ti. No
estás centrado, jefe. Hoy casi te matan.
Sasha no se inmutó. -Desde que llegó esa mujer, estás distraído. No es buena
para ti, jefe. Si quieres darle una lección a su viejo, me encantaría ayudarte.
Alek sintió una ráfaga de ira, pero se controló. Con una mano alzada para
acallar a Misha, Alek ladeó la cabeza y miró a su tercer hombre al mando. -¿Estás
cuestionando mis actos, Sasha?
Dándose cuenta de que pisaba terreno peligroso, Sasha dio marcha atrás. -No,
claro que no. Sólo estoy diciendo que quizás tengas demasiadas cosas que hacer. Yo
podría echarte una mano.
-No has dicho eso. Has cuestionado mis actos, por lo que me veo obligado a
cuestionar tu lealtad. Un intento de asesinato y Grisha de vuelta en el país; me
pregunto si tienes algo que ver con todo esto.
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Aquella noche. Se encargaría de ello por la noche. Se pasó el resto del día
evitando a Natalia. No creía que tuviese nada que ver con el atentado, pero no estaba
de más ser precavido. Además, no quería que se esperara nada. A la hora de la cena,
despidió al personal. Quería estar a solas con ella, incluso si aquello significaba servirse
ellos mismos.
-Creo que estamos de acuerdo en que ambos necesitamos dormir- dijo él,
colocando los cubiertos sobre la mesa. Ella observó con el ceño fruncido cómo
preparaba la mesa. No era tan elegante como cuando lo hacían los sirvientes, pero
consiguió encontrar los platos y los cubiertos. El pollo estaba caliente en el horno, y él
lo sacó con su brazo bueno y lo puso en una bandeja para llevarlo a la mesa.
-Los he mandado a casa. Todo el mundo se merece una noche libre de vez en
cuando- comentó con tono neutral, antes de sentarse y llenar su plato. No había
almorzado y estaba muerto de hambre.
-¿Yo también tengo la noche libre?- Alek no pudo evitar sonreír, pero se
abstuvo de responder. Mientras estuviera bajo su techo y en su cama, la tocaría todas
las noches. Ella se inclinó hacia delante y tomó un pedazo de pollo. Lo olió. -¿Me vas
a envenenar porque crees que he intentado matarte?
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Alek se encogió de hombros. -No tuve oportunidad de preguntarle. No he visto
a Grisha desde la lectura del testamento de Grigori. Gigori murió de repente. Fue
asesinado. Nadie sabe quién lo hizo.
-No he salido de aquí en todo el día. ¿De dónde iba a sacar un micrófono?-
refunfuñó, pero sus mejillas se enrojecieron aún más. Estaba claro que se lo imaginaba
desnudándola.
Y él también.
-No. No maté a Grigori, aunque la mayoría asumió que fuimos Grisha o yo.
Después de leer el testamento, Grisha desapareció. Nunca le pude preguntar por qué
me escogió su padre, y me pasé meses buscándole. Mis hombres lo encontraron en
EEUU, pero, por lo visto, no estaba haciendo nada sospechoso. Perdieron su pista
hace unas semanas, y ahora se mete en mi casa.
Entrecerrando los ojos, Alek luchó contra unos inesperados celos. Sabía que
Grisha era guapo. Desde la pubertad, siempre había estado rodeado de mujeres. Alek
sospechaba que aquello no había cambiado. -Si lo vuelves a ver, no hables con él- le
ordenó, a la vez que atacaba el pollo con su cuchillo. Tal vez tendría que matar a
Grisha después de todo.
Natalia resopló. -¿Dices eso porque crees que es peligroso o porque me atrae?-
se burló.
-Creo que te dejé bastante claro qué sucedería si te encuentro en la cama con
otro hombre antes de que acabe el año- dijo Alek fríamente. No le gustaba el tono de
su voz. Le indicaba que ella creía haber encontrado su punto débil.
-Hay otros sitios para tener sexo, aparte de una cama. La ducha. El armario. El
suelo. Y aquí hay muchas habitaciones. Escritorios. Encimeras…
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Antes de que acabase de enumerar todos los sitios donde podría tener sexo con
Grisha, Alek estaba junto a ella, tirando de su silla. A pesar del dolor de su brazo, la
levantó y la colocó sobre la mesa. -La cocina- dijo, inclinándose para besarla con
ferocidad.
Saqueó su boca con su lengua y, cuando ella gimió, se detuvo para respirar. -
¿Estabas pensando en Grisha mientras te besaba?- preguntó, enfadado.
Había miedo y deseo en los ojos de Natalia. -No- admitió en voz baja. La piel
de alrededor de su boca estaba enrojecida debido a su incipiente barba. Le gustaba el
aspecto que tenía en aquel momento. Aturdida por su beso.
-Yo sí. Sé que crees que no me tienes que dar explicaciones sobre tu vida
personal, pero tengo que saberlo. Te he hablado de tu padre. Te he hablado de mi
reclutamiento del orfanato. Necesito que me des más información.
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-¿Quieres hacer esto ahora?- preguntó ella, sujetándole las manos.
Alek tomó aire. -No eres una mujer con una vida normal, y eso no es malo.
Pero, si quiero, te puedo dar una noche de normalidad.
-¿Lo tenías planeado?- quiso saber, y él le abrió la camisa. -¿Por eso has
mandado a todos a casa?
***
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¿Receptiva? Se quedaba corto. Mientras la acariciaba, se inclinó y la besó de
nuevo. Incapaz de resistirse, Natalia le rodeó con las piernas y movió las caderas
contra su erección. El material rugoso de sus pantalones le raspaba el clítoris, y no
pudo evitar hacerlo una y otra vez. Su cuerpo tenía mente propia y un hambre que
deseaba saciar aquella noche.
-Lo haré- prometió él con una voz tenebrosa. -Pero primero vas a suplicarme.
Algo se quebró dentro de ella y le empujó hacia atrás. -No- siseó. -Me has
oído suplicar las otras noches. Pero no esta noche, esta noche vas a admitir cuánto
deseas estar dentro de mí-. Se bajó de la mesa y cayó de rodillas.
De tenerlo en su boca.
Natalia se levantó con una malvada sonrisa en el rostro. Pensó que Alek la iba
a volver a colocar sobre la mesa, pero se sentó en la silla y la atrajo hacia él. Natalia
cayó sobre su regazo con un chillido de sorpresa, y sintió su erección deslizarse por su
húmedo coño. Le golpeó en el clítoris y ella gimió y movió las caderas contra él.
-Vas a montarme- le dijo él, sujetándola por las caderas. -Vas a tomarme lo
más profundo que puedas, y cuando creas que no puedes más, voy a hacer que estés
tan mojada que me hundiré aún más adentro- murmuró, antes de girarle la cabeza y
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morderle el cuello.
-Por favor- rogó ella. -Por favor-. Pero no tenía que suplicar. Tenía el control.
Apoyando los pies en los travesaños de la silla, elevó su cuerpo y se clavó en él. Al
sentir cómo la llenaba, gimió y se detuvo.
Él jadeó y se aferró firmemente a sus caderas. Ella podía ver las gotas de
sudor en su frente mientras luchaba por no perder el control. Sabía que quería
empujar sus caderas hacia arriba y enterrarse dentro de ella, y ella deseaba lo mismo,
pero hacía tiempo que no había estado con nadie.
Inclinándose hacia los lados, consiguió abarcar más poco a poco, y ambos
gimieron ruidosamente. Aquella noche no iba a ser nada sigilosa. ¿Se enfadaría Ana a
la mañana siguiente cuando descubriese que el comedor también olía a sexo?
Natalia se aferró a su bíceps y se inclinó hacia adelante para colocar sus labios
sobre los de él, en otro ardiente y vertiginoso beso. Mientras él estaba distraído,
levantó las caderas y las volvió a bajar de golpe. -Joder- exclamó él con voz áspera,
interrumpiendo el beso. La sensación de él deslizándose por ese delicado punto dentro
de ella, acabó con su control y comenzó a moverse de forma salvaje encima de él.
Arriba y abajo. Dentro y fuera. Rotó las caderas hacia la izquierda y luego hacia la
derecha, adaptándose a él. Nada importaba. Todo era muy intenso y no había respiro.
Lo montó cómo le pedían sus demonios internos, mientras él se aferraba a sus caderas
obligándola a moverse más rápido.
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En aquel momento, era algo más que su prisionera. Era su esclava. Supo que
nada le haría dejar de desearlo. Su cuerpo ardería por él para siempre.
-Grita mi nombre- murmuró él. -Quiero oírte. Quiero que admitas quién te
hace sentir así. ¿Quién te hace gemir y gritar? ¿Quién hace que te arda el cuerpo?
Natalia no podía más. Dio una última sacudida, lanzó la cabeza hacia atrás y
llegó al orgasmo gritando su nombre. Pero él no la dejó disfrutarlo a solas. Con un
grito, la sujetó contra él y la embistió una vez más, vaciándose dentro de ella.
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Capítulo Diez
Alek ignoró la herida de su hombro y la llevó en brazos al piso superior. Natalia estaba
dormida cuando la depositó en la cama. Prácticamente se fundió con el colchón, y él
dio un paso atrás y la contempló. Se suponía que tomarla era una victoria. Se suponía
que era un ataque contra el hombre que le había hecho aquello. Pero incluso antes de
que estuviera tumbada sobre la mesa, había olvidado su propósito. Todo había girado
en torno a ella y cuánto la necesitaba.
Intentó sentir esa frialdad que le permitía seguir viviendo de aquella forma.
Que le protegía contra la brutalidad y la violencia de su trabajo. Que le mantenía
centrado en su misión, pero, viéndola dormir, completamente ausente, no logró
encontrar ese escudo.
***
-Deberías hacer algo sobre este problema de seguridad. Nunca se sabe quién
podría entrar mientras duermes.
El cuerpo de Alek se tensó, pero no tuvo que abrir los ojos para saber quién
estaba en su despacho. -Grisha- murmuró, incorporándose lentamente. Sintió un
latigazo de dolor en el hombro, pero se encontraba mejor que el día anterior. -Mi
único problema de seguridad eres tú.
84
dije que te dejaría en paz si tú hacías lo mismo.
Alek frunció el ceño. No creía que Grisha hubiese regresado a Rusia sólo para
confrontarle. -Mientes. Quieres algo.
-Tienes razón, pero antes quiero saber qué demonios está ocurriendo. Me
espías en EE.UU. Tienes a la hija de Petr Primac prisionera en esta casa. Y dejas que
Boris construya en tu territorio. Parece que estás perdiendo el control.
Sólo una de aquellas frases llamó su atención. -¿Qué es eso de que Boris está
construyendo en mi territorio? Quería hacerlo cerca, y le dije que tenía que alejarse o
empezaría a comprar propiedades en su terreno.
-Eso no es lo que dicen mis fuentes- dijo Grisha con una sonrisa de
superioridad.
-No tienes locales para vender. Pero las viviendas son otra historia.
-No conseguirá permiso para abrir un casino en una zona residencial- dijo Alex,
pero su cerebro se puso en marcha. ¿Por qué le interesarían a Boris las zonas
residenciales?
Grisha se bajó del escritorio y comenzó a abrir cajones de forma casual. Alek
lo observó con el ceño fruncido. -No va a comprar una vivienda, Alek. Ha adquirido
toda una calle junto a una zona comercial. Puede derruir las casas y construir lo que le
apetezca.
Alek se quedó helado. -Mierda. Estaba intentando distraerme con toda esa
historia. ¿Cómo sabes todo esto?
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próximos planes me importan una mierda. Creo que te dejé claro que no tengo ningún
interés en lo que haces.
-¿Qué estás haciendo con la hija de Primac?- espetó Grisha. Ambos hombres
se miraron en silencio, y Alek cedió.
Alek rió. Incluso de niño, Grisha siempre tenía secretos. Sólo porque se
mostraba amigable, no significaba que eran amigos. -Te conozco bien, Grisha. Puede
que te haya dado la oportunidad de presentarte por aquí, pero no has venido sólo
porque te estaba siguiendo. Estás aquí por otra cosa. Dímelo ahora y nos ahorrarás
muchos problemas a los dos.
Quizás lo era.
Cuando subió las escaleras para cambiarse la venda y vestirse, Alek estaba de
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mal humor. Esperaba que Natalia estuviese aún dormida, pero se la encontró envuelta
en una sábana y mirando por la ventana. Por un momento, no pudo creer lo hermosa
que estaba con la luz de la mañana. Los tonos dorados acariciaban su cabello oscuro.
-¿Por fin has decidido venir a la cama?- preguntó en tono frío, sin siquiera
mirarle. Él se detuvo en la puerta. Estaba enfadada porque había pasado la noche en la
oficina.
-Vengo a cambiarme de ropa- contestó con voz ronca. -Me espera un día muy
ocupado.
Natalia se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa burlona. -¿El gran Aleksandr
Evanoff necesita ayuda? Yo no iría diciendo eso por ahí. Podría perjudicar tu
reputación-. Se ajustó mejor la sábana, pero no se movió de la ventana.
-Es demasiado pronto- protestó cuando abrió la puerta. -¿Qué coño pasa?
-Estaré ocupado la mayor parte del día y no quiero que se me moleste- dijo,
ignorando su enfado. -Llévate toda la ropa del armario. Nuestra invitada no se va a
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vestir. Y saca todo tipo de entretenimiento de su cuarto. Nada de libros ni televisión, y
llévate también el expediente de su padre.
-No. Y no quiero que hables con ella. No le lleves comida. Ni ropa. Nada de
distracciones. Si me entero de que me has desobedecido, te ocuparás de todos los
invitados que tengamos esta semana. ¿Entendido?
Alek la contempló con una fría sonrisa. -Creer que es una invitada. Me
pregunto de dónde habrá sacado esa idea-. Tras mirarla con intención, siguió su
camino por el pasillo, silbado alegremente. Su ánimo mejoro sólo con imaginarse lo
cabreada que estaría Natalia.
Joder.
-¿Has visto el periódico? ¿Te ha entrevistado alguien?- gruñó con voz ronca.
Esperó unos minutos. Por fin, se oyó un suspiro. -Oh, Alek. ¿Cómo ha pasado
esto? Todo el mundo va a retirar sus donativos. ¿Qué vamos a hacer?
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Tenía un topo.
Y lo estaba consiguiendo.
-Yo me encargo, Dorie- prometió. -Pero necesito que pienses. ¿Ha hablado
contigo alguien de mi organización? ¿O alguien que te haya hecho sentir nerviosa?
Ella sollozó. Sin duda, pensaba en los niños del hogar y en qué harían si todos
retiraban su financiación. -Dorie, escúchame. El Ministerio de Educación no cerrará el
orfanato por esto. No puede hacerlo. No tienen otro sitio para acoger a los niños.
Saldremos en la prensa durante una temporada, pero tú eres fuerte, y lo vas a
superar. Confía en mí. Haré pagar a quienquiera que nos haya hecho esto.
***
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Debía de haberla llevado a la cama después de tener sexo. No había otra
explicación a cómo había acabado allí. Y no era solamente que la hubiese llevado al
dormitorio, había pasado la noche en otro sitio. Si no lo conociera, pensaría que tenía
sentimientos encontrados sobre lo que pasó la noche anterior.
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Alek casi dejó caer el auricular y se dio la vuelta para mirarla. -¡Devuélveme el
expediente!- gritó ella.
-No tengo tiempo para esto. Si no entras en casa, te voy a dejar fuera hasta
mañana-la amenazó. Ella observó la furia en sus ojos. No dudó de sus palabras ni un
momento.
-Quería enseñarte que tus palabras y actos tienen consecuencias. No tienes que
cuestionar tu posición, Natalia. No te traje aquí porque me encapriché con tu belleza.
Estás aquí porque quiero castigar a tu padre. Cuantas más cosas te haga, más lo
castigaré. Así que no me presiones, o la próxima vez no tendrás ni una sábana con la
que taparte. Vete a buscar a Anna y vístete. Almorzarás conmigo, serás educada y
estarás callada, y me darás todo lo que te pida. ¿Entendido?
-Ve a vestirte. Y no hagas nada que me cabree- añadió, antes de girarse y dar
un portazo. Temiendo que cambiara de idea, Natalia estrechó el expediente contra su
pecho y se apresuró a subir las escaleras. No tenía intención de hacer otra cosa que no
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fuera recabar información antes del almuerzo. Y después, aceptar lo que le esperaba.
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Capítulo Once
Alek estaba a punto de enviar a alguien a buscarla, cuando Natalia entró en el comedor
y se sentó bruscamente. Sabía que había leído el expediente. Notó cómo contenía las
lágrimas, pero le sostuvo la mirada y tomó un vaso de agua. -Aquí estoy. Para
almorzar. Callada y sumisa como siempre- se burló.
Hizo un gesto al personal y les sirvieron el almuerzo. -¿Es posible tomar algo
más fuerte que agua?- preguntó.
Natalia le miró con semblante serio desde el otro lado de la mesa. -He leído los
informes del hombre que ordenó a mi padre hacer esas cosas. No te has convertido en
mi padre, ¿verdad? Te has convertido en el hombre que está al mando. Si quieres
culpar a alguien, culpa a Grigori, o a ti mismo, pero no culpes a mi padre. Hizo cosas
horribles, pero tú no eres ningún santo. Y espero, por tu bien, que ninguno de tus
enemigos secuestre a tu hija y haga de ella una esclava sexual.
-Me has ordenado que esté callada y que sea sumisa- murmuró, y empezó a
comer. Se sonrojó, y Alek supo que estaba pensando en la noche anterior. El único
problema era... que él también. Cambió de tema.
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Natalia comió en silencio durante unos minutos antes de contestar. -No lo sé,
pero sé que ahora es una persona distinta. No conocí a la persona que era antes y, si
no quiere hablar de ello, no tiene por qué hacerlo. Si él puede olvidar su pasado,
quizás tú también puedas.
Ella leyó el titular. -No lo entiendo. ¿No sabían todos que tú saliste del
orfanato?
-Todos saben que salí del orfanato. Por eso donan dinero. ¿Saben que decenas
de niños fueron reclutados por la mafia? Claro que no. Ni un sólo político de este país
va a tocar el orfanato. Todos retirarán sus donaciones y no verán un céntimo. ¿Sabes
qué significa eso?
Natalia puso los ojos en blanco y apartó el periódico. -Puede que te odie, pero
pondría la felicidad de esos niños por encima de la mía. Y lo sabes. Así que ya puedes
borrar esa expresión de tu rostro y decirme qué quieres de mí.
-Lo único que quiero de ti es que dejes de causar problemas. Has interrumpido
mi llamada y ahora interrumpes mi almuerzo. Te he dicho que seas sumisa. ¿Es que
ya no te importa la seguridad de tu padre?
Ella levantó una mano. -Estoy aquí por mi padre. Y si no quieres otra cosa de
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mí que este estúpido plan de venganza, dejémoslo. Si con eso consigo que mi padre
esté a salvo, estaré callada y seré sumisa. ¿Me permites terminar mi almuerzo? No he
acabado.
Alek hizo un gesto con la mano y le devolvieron el plato. -¿Qué quieres hacer
con tu vida?- le preguntó.
-¿Qué?
-Eso es lo que quiero hacer esta noche. Conversar contigo. ¿Qué pensabas
hacer con tu vida?
Le pareció que iba a decir algo grosero, pero cambió de idea. Tras tomar otro
bocado, se quedó mirando fijamente el plato. -No sé.
-¿De verdad?
-Cada vez que creo que quiero hacer algo con mi vida, lo intentó y lo arruino
todo. En la universidad cambié cuatro veces de carrera. He tenido cinco trabajos
distintos. Pensé que un trabajo temporal ayudaría, pero acabé odiándolo.
-¿Por qué estás soltera? He echado un vistazo a tu historial y no has salido con
nadie en años.
Ella puso los ojos en blanco. -Y lo mismo me pasa con los hombres. Me
gustan, lo intento con ellos, y lo arruino todo. O los acabo odiando o salen huyendo.
-¿Huyen de ti?
-¿Por qué estamos hablando de esto?- quiso saber, dejando el tenedor. -¿Es
una nueva forma de tortura?
Durante los dos siguientes días, su vida iba a ser mucho más difícil, no tenía ni
idea de lo que le esperaba. Ella lo miró, enfadada.
-Piensa qué quieres esta noche- dijo él. -Después de cenar. Algo que yo te
pueda dar. No tu libertad. No la libertad de tu padre. Algo que te pueda dar en unas
horas.
95
Natalia abrió los ojos asombrada. -¿Por qué?
***
Natalia encontró unos vaqueros y una camiseta sin mangas para llevar durante
la cena. La ropa no era suya, pero era muy parecida a lo que solía ponerse. Por lo
general, Alek la obligaba a vestir algo elegante para cenar con él. ¿A qué estaba
jugando exactamente?
Ana no apareció para peinarla ni ayudarle con el maquillaje. Aún así, cogió un
peine y se atusó los rizos. Tras colocarse el cabello sobre un hombro, se aplicó un
poco de maquillaje y sonrió. Por fin parecía ella misma.
Ella dio unos pasos vacilantes. -Sin vestido. Sin Ana. Y tú no me esperas en la
mesa. ¿Qué está pasando?
-¿Por qué?
-Le dijo la araña a la mosca- murmuró ella. -No harías esto si no fueras a
obtener algo a cambio.
-Te lo acabo de decir. Esta noche te daré lo que quieras. Así que dime qué
quieres.
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-Lo que quiero es irme a casa.
Alek soltó una risotada y la condujo a través del comedor hasta la terraza.
Natalia se estremeció en la fría noche rusa y se quedó mirándolo. -Si cenamos aquí
fuera, cogeré una pulmonía.
-Es sólo sexo, Natalia. Tal vez me haya cansado de ver la expresión de
disgusto en tu rostro. Y de miedo- añadió en un susurro, mientras le acariciaba los
brazos.
-¿Qué crees que quiero?- Se volvió hacia él, pero ya conocía la respuesta. En
parte, estaba aterrorizada. ¿Cómo demonios podía saber qué deseaba? ¿Cómo sabía
qué iba a pedirle?
-Sólo esta noche. Ella cerró los ojos y se apoyó contra él. Sintió cómo le
desabrochaba los vaqueros y se los bajaba. Al agacharse, ella perdió el equilibrio y se
aferró a la mesa que tenía delante. Intentando concentrarse en el favor, su resolución
comenzó a flaquear. Como por arte de magia, sus piernas se separaron, y sintió sus
labios rozando la curva de sus glúteos. A través del tejido del tanga, sus manos le
acariciaban suavemente el coño.
Retiró la tela y presionó la boca contra su cálido centro. -Oh- gimió ella.
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Su deseo era como un río de lava, y sintió cómo se derretía. -Alek- susurró.
Volvió a gemir y dejó caer la cabeza sobre la mesa. -Para. Para o me voy a correr- se
quejó.
-¿Y qué problema hay?- dijo él con voz tenue, insertando un dedo dentro de
ella.
Aferrándose a la mesa, por fin pidió lo que realmente quería. -Quiero tener el
control. Alek se detuvo, y ella se puso de pie y lo miró por encima del hombro. -Esta
noche quiero tener el control.
-¿Por qué?- Sonrió al decirlo. Sabía lo que quería. -¿Crees que si tienes el
control podrás escapar?
Apartándose, pasó una pierna por encima de él y se sentó sobre la mesa. -No.
Hace tiempo que no tengo control sobre mi vida. No sólo estas semanas pasadas, sino
los últimos años. Esta noche quiero tenerlo. Por favor.
Despacio, él se puso en pie y levantó las manos. -De acuerdo. Esta noche
puedes tener el control. ¿Qué quieres hacer?
Su estómago rugió y se echó a reír -Cenar. Sin duda alguna, quiero cenar.
Él rió. -No era lo que estaba esperando, pero podemos empezar con la cena-.
Al otro lado del jacuzzi, había una mesa con dos platos cubiertos. Con una malvada
sonrisa, Natalia se quitó la camiseta y la dejó caer al suelo. Rezando para que nadie
estuviese mirando, se deshizo del tanga y se metió en al agua caliente. Cuando el agua
le tocó la piel, profirió un suspiro, y Alek se giró.
-No tientes a la suerte- le advirtió, y colocó ambos platos sobre el borde del
jacuzzi.
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malgastar ni un sólo minuto.
Destapó los platos. Ella abrió la boca y gimió cuando él la alimentó con la
ayuda de un tenedor. Alek sonrió y se sentó. -Siempre he pensado que la forma de
conquistar el corazón de un hombre, no una mujer, es a través de su estómago.
-No hables- ordenó ella. Alek cerró la boca obedientemente y ella lo observó
con curiosidad. Ladeando la cabeza, lo miró fijamente. -¿Vas a hacer todo lo que te
diga?
-Así es- apuntó él. -Esta noche soy tuyo. Lo único que tienes que hacer es
decirme qué quieres. Cuando acabes de comer, claro.
¿Qué quería? Se colocó el dedo sobre los labios para indicarle que se callara y,
tras cierta deliberación, le pasó uno de los platos. Él rió, pero comió en silencio. Hacia
el final de la cena, Natalia continuaba comiendo lentamente. Pronto tendría que darle
una orden, y no estaba segura de poder hacerlo.
Se dijo a sí misma que era porque se iba a sentir mejor. Si le hacía lo mismo a
él, se iba a sentir mejor por todo lo que había hecho con su cuerpo. Si tenía control
sobre su cuerpo de la misma forma que él lo tenía sobre el suyo. Pero en el fondo,
sabía que era porque lo deseaba. Nada más y nada menos. Era su fantasía.
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Capítulo Doce
Natalia deseó tener un poco de vodka, pero vio lujuria en los ojos de Alek y aquello le
bastó. -Sin tocar- le ordenó con voz temblorosa.
Él levantó una ceja, pero sacó los brazos del agua lentamente y los colocó
sobre el borde del jacuzzi. Ella se subió a horcajadas sobre él, de forma que su
erección quedara entre sus piernas.
-Sí- dijo él, suavemente. -Y si no haces algo más, no voy a ser capaz de
cumplir mi parte del trato.
-No tienes que parar- le dijo él con una sonrisa. -Puede que estuviera
disfrutando demasiado.
-No pasa nada- murmuró él. -Tenemos toda la noche. Tómate tu tiempo,
aunque si pasamos mucho rato aquí, no te voy a servir de mucho.
Natalia lanzó una carcajada y cerró los ojos. Intentó olvidarse de todo y
disfrutar del momento. Alek ya la había humillado. No era como si ahora fuera a
quedar en evidencia delante de él. Sintió sus manos en la piel y, de repente, sus labios
en la garganta. -Alek- protestó. -Se supone que tengo el control.
-Lo tienes. Sólo me estoy divirtiendo mientras piensas- dijo, deslizando los
labios por su hombro.
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que la sensación fuera más intensa. Natalia cerró los ojos y gimió cuando él tomó su
pezón en la boca y comenzó a succionar.
Continuó lamiendo, y ella dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió. -Más abajo-
susurró.
Le empujó la cabeza hacia abajo. -He dicho más abajo- ordenó, en un tono de
voz más alto.
-No sabía lo sexy que sería esto- murmuró él, antes de pasarle los labios por el
vientre. Ella sacó las piernas del agua y las abrió, y cuando él colocó sus labios sobre
el interior del muslo, se estremeció. La atmósfera se había vuelto muy pesada y, por
un momento, se olvidó de darle órdenes. Cuando se introdujo un dedo del pie en la
boca, se sobresaltó. -¡Alek!- exclamó, riéndose.
-Has dicho más abajo. No me has dicho cuándo parar- dijo con una sonrisa, a
la vez que liberaba el pie. Se inclinó para atrapara el otro, pero ella le empujó.
-¿Dónde?
-En los labios. Bésame los labios. Empujándose hacia arriba, se arrimó a él.
Cuando él se agachó, se quedó sin aliento. La besó con firmeza, empujando contra su
abertura. Por un momento, casi se olvidó de qué quería. Casi le envolvió con las
piernas para atraerlo más hacia sí, pero cuando él levantó la cabeza, Natalia tomó aire.
-Así no.
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detrás. Nadie tenía que mirar a nadie. Lo único que había que hacer era sentir. Pero
ella era diferente. Nunca había confiado en nadie para que la tomara desde atrás, y
ahora quería sentir a alguien en su espalda. Sentir cómo la penetraba lo más
profundamente posible.
-No me esperaba esto- murmuró él, colocando las manos sobre sus caderas. -
Para serte sincero, esta postura no me gusta.
La atrajo más hacia sí y le pasó los dedos por el clítoris. Ella se quedó sin
aliento y comenzó a restregarse contras su mano. -Quiero que la persona con la que
estoy follando me vea. Quiero que sepan quién soy.
-Sí-. Tragó saliva. -Dios, Alek, estoy muy cerca. Por favor. Quiero disfrutar un
poco más. Ve más despacio- le rogó.
102
Le deseaba con desesperación.
-No puedo- susurró, envolviéndolo con sus brazos. No podía. No podía seguir
su marcha. Se suponía que tenía el control y lo perdió en el momento en el que entró
en ella. Apretó las piernas a su alrededor y se vino abajo. Él colocó su cabeza en el
hueco de su hombro y se enterró dentro de ella.
-Frío- logró decir ella, al notar el aire. Sus dientes comenzaron a castañetear y
él la metió en el agua y la abrazó con fuerza. Ella rió y presionó su rostro contra su
pecho. -En algún momento tendremos que irnos.
-Sí.
-Espera aquí, voy a por toallas-. Le besó la coronilla y se fue. Una vez sola,
contempló la oscuridad y se envolvió el cuerpo con los brazos. Aquella noche había
intentado tomar el control de la situación, y sólo había logrado probar una cosa. Él la
controlaba a ella. La poseía en mente, cuerpo y alma.
Una vez dentro y ambos secos, Alek se derrumbó sobre la cama. Natalia lo
miraba mientras se masajeaba el hombro. -Tengo mucho sueño- murmuró.
-¿Qué me va a pasar? No harías esto a no ser que algo vaya a pasar muy
pronto- dijo ella, de pie junto a la cama. -¿Qué debo esperar? ¿Algo bueno? ¿Algo
malo?
-No dejes que esta noche te confunda, Natalia. No hay nada entre nosotros.
No te debo ninguna respuesta. Esta noche era un favor, aunque me he divertido. Y has
mostrado más de lo que crees- dijo en tono frío.
Tras separarse de él, le dio la espalda. -Sólo tú podrías transformar esto en una
humillación. ¿Qué te pasa?
103
-De todo- susurró él. -De todo.
-Vete a dormir a donde sea que estuviste anoche- dijo ella, enojada. -Déjame
en paz.
De pronto, él la hizo girarse, y ella chilló al tan cerca. -Podemos seguir jugando
a tu jueguecito de control, pero hay un límite. No me puedes echar de mi propia cama.
Si te doy tanto asco, duerme en el jodido suelo.
***
104
encerrada en esta casa, sin comunicarse con el mundo exterior. Sin acceso a informes,
ordenadores ni teléfonos, y estará vigilada las veinticuatro horas del día. ¿Entendido?
-Necesito más información antes de proceder. Tengo que averiguar con quién
se comunica y cómo. Cuando acabe el día, quiero informes de cada todos vosotros
sobre su paradero en todo momento. ¿Queda claro?
El personal asintió con la cabeza y murmuraron entre ellos. Alek suspiró y los
despidió con un gesto de la mano. -Os podéis ir-. Las asistentas y el personal de
mantenimiento se dispersaron poco a poco, pero sus hombres se quedaron a esperar
instrucciones. Les repartió las posiciones para el día e hizo que Sasha y Misha
permaneciesen con él. -¿Alguna noticia sobre Grisha?- preguntó.
-¿Y la chica?
-Quiero que piense que aún goza de libertad. Sabe que tengo sospechas, pero
no sabe que sospecho de ella. Tendrá cuidado, pero cometerá un error. Se cree que
me tiene comiendo de su mano-. La boca de Alek se retorció con disgusto. -Una vez
que sepa cómo opera, me ocuparé de ella.
Alek suspiró. ¿Cuándo iba Claudia a dejar aquella historia? -La llamaré y nos
veremos para almorzar, y averiguaré qué quiere. Lo más seguro es que quiera arreglar
las cosas y seguir con la relación.
-¿Vas a hacer eso?- Preguntó Misha. Alek intentó no reírse. Cuando Claudia
estuvo allí, fue una pesadilla para el personal. Sin duda sus hombres querrían verla lo
más lejos posible.
105
-No.
Misha titubeó. -¿Estás seguro de que quieres que el personal de la casa vigile a
Natalia? Sé que están entrenados para defenderse, pero no para vigilar a alguien. Si
lleva haciéndolo un tiempo, es probable que sea una profesional. Podría estar haciendo
todo tipo de cosas delante de sus narices, y ellos ni se enterarían.
-¿En todos?- Sasha palideció, y Alek se contuvo para no lanzar una carcajada.
Sabía que Sasha estaba liado con una de las asistentas. Las relaciones entre el personal
no estaban prohibidas, pero Sasha era muy discreto. Seguramente no quería que Alek
supiese lo que ocurría en la privacidad de su dormitorio, y Alek tampoco quería
saberlo.
-Las cámaras se instalarán en los pasillos; no hay motivo para instalarlas en los
cuartos privados, a menos que tenga pruebas de que Natalia entra y sale de ellos. De
momento, lo que hagáis en vuestros aposentos es cosa vuestra.
Misha asintió con una expresión neutra, pero Sasha sonrió. Sabía que podía
haber un poco de acción. Alek, por su parte, esperaba que la reunión fuese pacífica.
No podía dejar que Boris jodiera las cosas cuando todo iba tan bien.
Por primera vez desde que se mudó a la casa, no quería castigarla. Estaba
justificado, pero eso no explicaba el temor que se estaba apoderando de él. Se le
estaba escapando de las manos. La noche anterior dejo que tomara el control y,
cuando la poseyó, no lo hizo con la misma rabia que de costumbre. De hecho, le gustó
que ella se estremeciera entre sus brazos. Fuera lo que fuese que le sucedía, tenía que
parar. Quizás aquella noche sería el primer paso para distanciarse de aquellos
106
sentimientos que estaba desarrollando.
107
Capítulo Trece
Cuando Natalia despertó, Ana la estaba observando. Estirándose, se colocó las
sábanas alrededor y se levantó de la cama. -Ana, ¿va todo bien?
-Vístete. Te quedan veinte minutos para desayunar, así que te aconsejo que te
des prisa- dijo la joven con tono serio. El corazón de Natalia dio un vuelco. Parecía
que Alek había decidido aislarla. Ana era su amiga, y si Alek le arrebataba aquella
amistad, se volvería loca.
Y sin otra palabra, Ana salió de la suite. Natalia se había imaginado todo tipo
de cosas horribles, pero separarla de su amiga no había sido una de ellas. La puerta se
cerró de golpe, y se dio cuenta de lo que había escuchado. Alek iba a comer con
Claudia. ¿Por qué?
Amonestándose por sus celos, Natalia cogió la ropa que le habían preparado.
El conjunto consistía en unos pantalones negros y una blusa a juego. Nada del otro
mundo. Aún podía oler a Alek en ella, pero si quería desayunar, no tenía tiempo de
ducharse. Si iba a tener que quedarse encerrada en su habitación, tendría tiempo de
sobra para darse una ducha más tarde.
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a un hombre en uniforme que la miraba con desaprobación. -Tienes que comer en tu
cuarto- le informó con frialdad.
¿Qué demonios estaba pasando? Nadie le llamaba señor Evanoff. -Lo siento.
Parece que hoy todos me odian. ¿Me podrías al menos decir por qué?
-Podía haber dicho que no- espetó a la puerta cerrada. Nadie contestó. Con un
suspiro, le dio otro bocado al panecillo y se puso a pasear por la suite. No le habían
devuelto los libros ni la televisión. No podía hacer nada en todo el día, aparte de
sentarse y mirar por la ventana.
Tras varias horas, Natalia se tumbó. Escuchó los pasos del equipo de
mantenimiento que subían y bajaban por las escaleras, haciendo lo que fuera que les
hubiesen mandado, y al cabo de un rato, se quedó dormida. Cuando despertó, el sol
ya se había puesto.
109
dicho que normalmente vivía en la casa de empleados, al otro lado de la propiedad. Se
había trasladado al edificio principal para hacerse cargo de ella.
¿Por eso no había regresado Alek? ¿Había extendido el almuerzo con Claudia
hasta por la tarde? Sintió crecer dentro de ella una increíble furia, y sus manos
comenzaron a temblar. Una parte de ella quería echar la puerta abajo y exigir una
explicación, pero, ¿por qué? No era su novia. Le había dejado claro qué pasaría si la
encontraba en la cama con otro hombre, pero él no tenía motivos para serle fiel. ¿Por
qué iba a hacerlo? Era su prisionera.
Los ruidos se hicieron más intensos y oyó una ronca voz femenina. -Ah. Joder.
Te he echado de menos, querido. He echado de menos esto. Más fuerte. Como me
solías follar. ¡Más fuerte!
Aquel grito hizo que Natalia regresara corriendo a su habitación. Tras entrar
dando un portazo, se apoyó contra la puerta con los ojos cerrados. Las lágrimas se
asomaban a sus párpados, pero luchó por controlarlas. ¿De verdad había esperado que
Alek se ablandara y se enamorara de ella? Qué ridícula.
***
Ana llamó a la puerta a la hora de la cena, pero Natalia se negó a salir. Ana no
insistió. Hizo un comentario sarcástico sobre cómo de todas formas Natalia no se
merecía abandonar su puñetero cuarto, y cerró la puerta de golpe al salir. Natalia se
escondió en la suite y, cuando la puerta se abrió y apareció Alek con cara de pocos
amigos, supo que había cometido un error.
-¿No es Claudia suficiente para ti?- murmuró, alejándose de él. Él dio una
zancada y la agarró por el brazo, obligándola a darse la vuelta.
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Natalia se negó a permitir que el miedo la paralizara. -¿Qué más da? Está claro
que le has dicho algo al personal para que me odien. Llevo todo el puto día encerrada
en la habitación sin hacer nada. ¿Y te preguntas por qué no quiero cenar contigo?-
espetó de forma histérica.
Alek la miró con expresión asombrada, y ella se apartó. Apenas había llegado
al centro del dormitorio cuando él la agarró y la lanzó sobre la cama. Del miedo, se
mordió la lengua. La sangre manó en su boca mientras Alek se subía sobre ella a
horcajadas. -En primer lugar- dijo en tono suave, desabrochándose los pantalones. -Tú
no tienes que cuestionar con quién estoy ni cómo paso el día. En segundo lugar, si
decido follarme a otra persona y después a ti, no te puedes negar. Según nuestro
contrato, te puedo poseer cuando quiera y las veces que quiera-. Alek lanzó una
carcajada. -Y por último, si piensas por un jodido momento que lo de anoche significó
algo, te equivocas del todo.
Le abrió la blusa rasgándola. Los botones salieron volando y ella apartó la cara
y cerró los ojos. Como siempre, se sentía aterrorizada y excitada a la vez, pero la
intensidad de los ojos de Alek era más profunda que nunca. Estaba furioso. Pero, a
juzgar por la forma en la que la miraba, estaba furioso porque la deseaba.
-Alek- susurró, tratando de calmarle. -Alek, haré todo lo que quieras, pero, por
favor...
-Cállate- le espetó. -Tú no me dices cómo tengo que vivir. No me dices a quién
puedo ver o cómo me siento, ¿entiendes?- Le desgarró las braguitas y ella se quedó sin
aliento. Con su mano libre, intentó empujarle, pero él la sujetó con facilidad. Tras
arrojar las bragas a un lado, le introdujo un dedo.
-Que te deseo. No me tienes que dar una lección. No me tienes que dominar.
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Estoy aquí, Alek-. Todo su cuerpo se estremecía de deseo y estaba desesperada por
que la viera tal y como era. Que la viera de verdad.
Sus ojos la contemplaron, y poco a poco, le separó las piernas. Ella las abrió
gustosa y, aunque vio la ira mezclada con el deseo en sus ojos, le rodeó el cuello con
los brazos mientras él la embestía. Todo desapareció de su mente, excepto él.
-Por favor, ¿qué?- gimió él, empujando con las caderas. -Dime qué quieres.
Dime qué te gusta. Dime.
Algo iba mal. Hacía un momento le estaba diciendo cosas horribles y, ahora,
apenas podía mirarla a la cara. -Alek, quiero ayudarte- le dijo con un tono suave.
Natalia se quedó helada. Una cosa era ser su prisionera porque odiaba a su
padre. Y otra muy distinta, que la odiara a ella. -Alek, aunque hubo un tiempo en el
112
que me hubiese gustado acabar con tu organización, no encontré las pruebas que
necesitaba para hacerlo. No me he puesto en contacto con las autoridades. No soy tu
espía.
-Dios mío- murmuró ella. Sus brazos se ciñeron más fuerte alrededor de él. -
Alek, lo siento mucho. Sé que duele, pero vas a averiguar quién es. Y te vas a dar
cuenta de que no soy yo.
Sorprendida, levantó la cabeza. -Si sabes que no soy yo, ¿por qué le has dicho
a todos que sí?
Sacudiendo la cabeza, Natalia dejó caer los brazos. -Pero me has tratado como
a...- volvió a sacudir la cabeza, buscando la palabra apropiada. -como a un animal.
-No. No me estoy negando. Te estoy pidiendo que esta noche sólo durmamos.
-Pidiendo.
Temerosa, ella asintió. Y sin otra palabra, Alek pasó a su lado y se metió en la
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cama. En cuestión de minutos, como de costumbre, estaba dormido, y sólo entonces
se sintió segura como para acostarse junto a él.
Mataba.
114
Capítulo Catorce
Alek llevaba todo el día de mal humor. Se dijo a sí mismo que era porque no había
dormido bien y, por una parte, era verdad. No descansó hasta que Natalia se metió
finalmente a la cama junto a él. Fingió que dormía cuando se giró y la envolvió entre
sus brazos, pero ella no se apartó. Natalia prácticamente se había fundido con él y,
gracias a su calidez, consiguió conciliar el sueño.
Cuando, una hora después del almuerzo, entró en el bar, pidió un trago. Los
diez hombres a su espalda lo vigilaban, y el resto de la gente dejó de hablar y se volvió
para observarlo. Con aire despreocupado, Alek se sentó en un taburete y apuró su
bebida, disfrutando del calor que provocaba en su estómago. El bar estaba tan
silencioso que el sonido de su vaso contra la barra resonó en todo el local.
-Un poco temprano para beber vodka, ¿no crees, señor Evanoff?- preguntó
una voz profunda.
-Boris. Qué casualidad encontrarte aquí- dijo Alek con una sonrisa.
-He venido a beber, Boris. No a pelear-. Alek pidió otra copa. -Las mujeres de
mi vida me conducen a la bebida.
-Tú- dijo Alek, y apuró otro vaso. -Mis bares no te tienen a ti. Pensé que
podríamos hablar un rato.
-¡Claro! ¡Somos amigos! Deberíamos charlar más a menudo. ¿De qué quieres
hablar?- preguntó en tono alegre. Pero no engañó a Alek. A Boris le gustaba aparentar
que era un hombre afable, pero en el fondo era peligroso. Alek estaba seguro de que
Boris ya había ideado siete formas distintas de matarle mientras estaba allí sentado. -
115
¿Quieres hablar de tus mujeres?
-No- gruñó Alek. No tenía ninguna gana de hablar sobre sus mujeres. -Quería
hablar sobre la propiedad residencial que has estado mirando recientemente. ¿Estás
pensando en mudarte, Boris? La he visto. Es muy pequeña para ti. ¿Necesitas ayuda
financiera?
-¿Y?- Preguntó Boris de mal talante. Alek vio el enfado en sus ojos.
Estaba más que claro lo que quería decir. Boris tenía un plan B, y no dudaba
en ponerlo en práctica. Aunque, entre el casino y las viviendas, lo más seguro era que
tuviera un plan C. No había duda de que tenía un espía, y por ello sonreía.
Pero aquello iba a cambiar rápidamente. Por primera vez en varios días, Alek
sentía que tenía el control. Tomó una bocanada de aire y le devolvió la sonrisa. -
Tengo cosas que hacer, Boris. Gracias por tu hospitalidad. Y, tienes razón, deberíamos
charlar más a menudo.
-La próxima vez nos vemos en tu bar. Tus locales son mucho más agradables
que los míos.
116
-Cuando quieras- dijo Alek, que dejó unos billetes en la barra e hizo un gesto al
camarero. -Hasta luego, Boris.
-Sabía que vendrías, Evanoff- le gritó Boris. -Te he puesto la alfombra roja, y
hasta he dejado un regalito para cuando regreses. ¿Para qué están los amigos?
Natalia.
Miedo.
***
Cuando despertó, Alek ya se había ido, pero le había dejado un libro al pie de
la cama. Cansada de las miradas de odio del personal, se quedó en el cuarto y se puso
a leer. Ana le había dejado la ropa y una nota en la habitación. No había ningún chiste.
Tenía un tono serio, y al leerla, Natalia prácticamente vio la mirada enfadada de la
joven.
Dejó el libro y se levantó para estirarse, cuando la puerta se abrió. Ana entró
dando un portazo. -Vengo a vigilarte hasta que el señor Evanoff regrese. No quiero
hablar contigo- espetó, enojada.
117
Natalia asintió con la cabeza. -De acuerdo. No tienes que hablarme, pero yo
tengo algo que decirte-. Debía tener cuidado. Si Alek quería que todos creyeran que
ella era la espía, no debería contradecirle. Pero no soportaba ver a Ana mirándola de
aquella forma. -No sé por qué tú y el resto del personal estáis enfadados conmigo.
Alek, o el señor Evanoff, como le llamáis ahora, siempre está enojado conmigo, por
uno u otro motivo, por eso no me preocupa. Si no es por algo que he hecho, es por
algo que hizo mi padre hace veinte años. De todas formas, si he hecho o dicho algo, a
ti o a cualquiera de los demás, que os haya ofendido, lo siento mucho. Tú has sido mi
salvación desde que llegué, y no creo que hubiese sobrevivido mucho tiempo sin ti.
Espero que puedas perdonarme.
Ana volvió la cabeza para mirarla. -Cuando llegaste, pensé que ibas a ser una
niña mimada. A Alek le gustan las mujeres ricas y consentidas. No sabía lo de tu
padre. No me di cuenta de lo que pensaba hacer contigo, y cuando te conocí, pensé
que estaba loco. Te consideraba una amiga. Esta casa—esta gente, ese hombre—son
mi familia. No importa lo que pienses de él, Alek cuida de nosotros. Y hasta que no te
des cuenta de ello, hasta que no lo veas así, no serás mi amiga.
A Natalia le dio un vuelco el corazón. Ana se acercó a la venta para cerrar las
cortinas. Se oyeron dos ruidos secos y el cristal se hizo añicos, y Ana se tambaleó.
Natalia gritó y corrió hacia ella. Su pecho estaba cubierto de sangre. Las balas
continuaban entrando por la ventana, pero Natalia no se detuvo. Agarrando a Ana por
el brazo, la arrastró sobre el suelo hasta al armario.
-¡Natalia!
Pudo oír los gritos de Alek, pero sonaban muy lejanos. Horrorizada, miró a
Ana. Se quitó la camisa y la presionó contra su herida, pero supo que su amiga la
estaba abandonando.
Ana respiraba con dificultad. -Alek... buen hombre… tú... le haces... bueno-.
Su respiración empeoró y Natalia la abrazó, meciéndose.
-Tú le haces bueno. Tú le harás mejor. Tienes que sobrevivir. Por favor, no te
mueras. Por favor, no me dejes. ¡Ayuda!- gritó. ¡Ayuda!
118
Ana cerró los ojos por última vez en sus brazos. Los ojos de Natalia se
inundaron de lágrimas y comenzó a gritar con todas sus fuerzas. Unas manos la
agarraron y la apartaron de Ana, pero no dejó de gritar.
-Está muerta. Ana está muerta. La han disparado. Cúrala, Alek Por favor. Por
favor. Por favor- sollozó. -¡Ana!
Unos hombres se llevaron el cuerpo sin vida de su amiga. Se quedó sola con
Alek y las manchas de sangre sobre la alfombra. Al mirarse las manos, se dio cuenta
de que también estaban cubiertas de sangre. De Ana.
-Lo siento- susurró. -Lo siento mucho. Iban a por ti. Querían acabar contigo.
-Ha muerto por mi culpa- dijo Alek-. No es culpa tuya. Estoy jugando con
fuego, Natalia. Ana ha pagado por ello.
Los gritos distrajeron su atención. Se puso en pie. -Natalia, me tengo que ir.
Voy a mandar a alguien para que te proteja.
Natalia sacudió la cabeza. -No, no quiero que muera más gente por mi culpa.
Me quedaré aquí hasta que vuelvas.
-Date una ducha, Natalia. Voy a solucionar esto. Te lo prometo- le dijo. -Estaré
de vuelta lo antes que pueda.
La besó con ternura en la frente y se fue. Unos minutos más tarde, escuchó
unos pasos. En contra de sus deseos, Alek había enviado a alguien para protegerla.
119
Abrazándose a sí misma se meció hacia delante y hacia atrás. Debía meterse
en la ducha y lavar la sangre. Lavar la sangre de Ana. Pero no podía levantarse del
suelo. En parte, por miedo. Se suponía que debería estar muerta. Casi lo habían
conseguido. No era justo que Ana hubiese muerto en su lugar. Ana tenía un futuro.
Sabía lo que quería, y era feliz.
¿Qué estaba haciendo ella con su vida? Podía decirse que no hacía nada
porque estaba prisionera, pero la verdad era que había sido una prisionera mucho
antes de que Alek le pusiera las manos encima. Un trabajo sin futuro que no le
gustaba. Una vida de soltera que no tenía intención de cambiar.
***
Alek vio cómo sus hombres peinaban el terreno. Encontraron los casquillos,
pero ni rastro del tirador. La ira se apoderó de él. De entre todos los que podían haber
muerto, había sido Ana. Dulce, inteligente, tozuda Ana Alguien iba a pagar por
aquello. Alguien iba a morir muy lentamente.
Alek vio aparecer a Misha y Sasha con Grisha. Grisha le dedicó una sonrisa. -
Veo que has reforzado la seguridad- dijo, haciendo un gesto hacia los hombres de
Alek.
Alek no estaba de humor para charlar con Grisha. -Dime que no has sido tú el
que ha disparado- le dijo, en tono quedo.
-Dime que no acabas de matar a alguien que me importa- añadió con dureza,
acercándose a grandes zancadas para detenerse a centímetros del rostro de Grisha. -
Dímelo, o te rajo el cuello aquí mismo.
120
-¿Para qué? ¿Qué haces aquí?- gruñó Alek.
Grisha sacudió la cabeza. -Aquí no. Así no. ¿Cómo te pedo ayudar?
-Creía que habías dejado este tipo de vida- dijo Alek, haciendo un gesto a
Sasha y Misha para que lo soltaran. Ambos matones se disculparon y siguieron
buscando por los jardines.
Grisha volvió la cabeza e inspeccionó la zona. -Lo hice. Pero, en cierto modo,
eres mi amigo. Y si necesitas algo, quiero ayudarte. Dime qué puedo hacer por ti.
-Tengo un topo. Es uno de mis hombres- informó Alek en voz baja. -Sabían
que iba a ver a Boris para hablar sobre su incursión en mi territorio. Sabían que
Natalia estaría sola. Estaba todo preparado.
-Normal- dijo Grisha con tono triste. -No sé qué obsesión tienes con ella, pero
la has puesto en una situación muy peligrosa. Debería estar aterrorizada, pero no por
Boris.
Alek se tensó. -Ten cuidado con lo que me dices en estos momentos- gruñó
con voz ronca.
-Puedo encontrar a tu espía- dijo en voz baja Grisha. -Pero no puedo hacer
nada en cuanto al otro problema.
El fastidioso joven sonrió por encima del hombro. -La hija del hombre al que
odias.
Alek vio cómo se marchaba y tomó una profunda bocanada de aire. El sol se
puso y sus hombres no habían encontrado nada. Los mandó a casa y fue en busca de
Natalia. El guarda que estaba plantado delante de su puerta, sacudió la cabeza. -No se
ha movido, jefe.
-Mierda- murmuró Alek, y le hizo un gesto con la mano para que se fuera.
121
Una vez dentro, encontró a Natalia hecha un ovillo en el suelo del armario, que seguía
cubierto de sangre. Alguien había limpiado el cristal, pero la sangre de Ana continuaba
en la alfombra. Al mirarla, su estómago dio un vuelco. Sus empleados sabían que
trabajar para él era peligroso. Podían irse cuando quisieran, pero Ana había sido muy
valiente. Pensaba que podía enfrentarse a cualquier cosa.
Se agachó y cogió a Natalia en brazos. Ella abrió los ojos y le miró. -Está
muerta.
-Lo sé- susurró Alek, llevándola a la ducha. Bajo el agua caliente, le quitó la
ropa empapada de sangre y le enjabonó el cabello.
-No es culpa tuya, Natalia. Es mía. Su muerte es culpa mía. No pienses ni por
un momento que tú eres culpable.
-Ha sido notificada- explicó. -Han venido a hablar con nosotros, pero
procesamos nuestra propiedad.
Ella sacudió la cabeza. -Ana está muerta. Y tú has hablado con un puñado de
policías corruptos. Eres increíble. Increíble. No me toques. No me toques, te odio.
-Natalia- dijo Alek en voz baja. Ella le golpeó en el hombro y dio un traspié,
pero él la sujetó antes de que se hiciese daño. Natalia rompió a llorar de repente, y
ambos se derrumbaron en el suelo de la ducha. Abrazándola, colocó su cabeza sobre
su hombro. Ella continuó sollozando, llamándole nombres horribles y acusándole de
todo tipo de cosas. Él la abrazaba en silencio. Después de un rato, se sintió agotada y
se apoyó en él.
122
Alek asintió. -Era como una hermana- dijo con voz ronca. Cerrando los ojos,
la abrazó con más fuerza. -Intenté que abandonara la organización. Una y otra vez. Le
prometí pagar por todo lo que quisiera. Pero no se fue. Decía que podía hacerme
mejor persona. Y ahora está muerta.
-Hazme olvidar Alek. Por favor. Hazme olvidar. Soy tuya. Sin contrato. Sin
nada. Sólo tú y yo. Un hombre y una mujer que se desean-. Sus manos subieron por
su cuerpo. -No se trata de mi padre. Ni de tu trabajo. Sólo de dos personas que
quieren sentir algo más que miedo e ira. Por favor.
Alek siseó cuando ella se agachó y le recorrió los muslos con las manos.
Quería decirle que parara. Quería decirle que cuanto más jugaran a ese juego, más
peligroso sería, pero cuando le tomó en su boca, ya no pudo decir nada. -Natalia-
exclamó cuando sus labios alcanzaron la base de su polla.
Era muy hábil, pero no quería terminar tan pronto. Se escurrió hacia atrás,
hasta que su espalda se topó con la pared. Ella se subió a horcajadas y él se inclinó
para atrapar uno de sus deliciosos pezones con la boca. Natalia estiró su cuerpo, y él
deslizó una mano a lo largo de su espalda y sobre la curva de sus glúteos. Era
perfecta. La forma en la que se adaptaba a sus manos. Su sabor. La forma en la que
se estremecía ante su contacto.
Perfecta.
-Te vas a sentir bien- dijo Alek con voz ronca, y ella se deslizó sobre él.
Aunque ya la había poseído, aún sentía una ráfaga de placer cuando se contraía
alrededor de él.
123
Natalia nunca fingía. Y siempre disfrutaba. Pero aquella vez lo había iniciado
ella. Lo deseaba, y era algo más que una conexión física. Se volvió hacia él y lo miró.
-Alek- susurró. ¿Era una pregunta? ¿Qué quería de él? Deseaba darle todo.
Amor.
124
Capítulo Quince
Ana está muerta- susurró. Él se dio la vuelta y la abrazó. Contemplando su rostro, se
frotó los ojos. -Lo siento. Debería dejarte dormir. No creo que despertarte en mitad de
la noche esté en el contrato.
-No soy la persona adecuada para hablar de esto, Natalia. Pero puedo
encontrar a alguien.
-Ha habido momentos malos. Ya lo sabes. Causados por ti. Estoy segurísima
de que lo haces a posta. Y hasta que creyó que yo era el topo, Ana me ayudó a
superar todos esos momentos-. Natalia se acurrucó entre sus brazos. -Ana era buena
persona. Mejor persona que yo.
-¿Por qué dices eso? Tú firmaste un contrato con una persona horrible para
salvar a tu padre. Eso te convierte en buena persona-. Su aliento era cálido en su oído.
-¿Por qué?
-¿Por qué tengo que entender lo que sientes por tu padre? ¿Por qué es
importante para ti?
Sus brazos se aflojaron y ella tomó su mano. -¿Por qué te importa que necesite
que entiendas?
125
-Tú no matas a tu propia gente- dijo ella, riéndose. Cuando él no respondió, lo
miró. -Alek. No matas a tu propia gente.
Sus manos se apartaron de ella, y no hizo nada por evitarlo. -¿Qué crees que
hago aquí, Natalia? ¿Crees que simplemente hago papeleo? He sido blanco de un
asesino a sueldo. Y tú también. Soy un hombre violento, Natalia. Y si mis empleados
no hacen bien su trabajo, los despido. Y si creo que me están poniendo en peligro, los
mato.
-¿Idealizarnos?- Ella lanzó una carcajada. -¿Qué hay que idealizar? Soy tu
prisionera. Tu esclava sexual-. Sus ojos se llenaron de lágrimas, se las limpió con
furia.
-Sólo digo…
Se quedó mirándola un rato, y ella creyó ver dolor en sus ojos. -Me alegra que
fingir que nada es real sea tu jodida forma de soportar el día.
Natalia se quedó con la boca abierta. -Estás de broma, ¿no? ¿No me acabas de
decir que no lo idealice? ¿Qué coño quieres de mí?
126
-Idiota- exclamó, respirando entrecortadamente. Se derrumbó en la cama y se
hizo un ovillo. Ana había muerto. Alek la despreciaba. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué
esperaba que ocurriese?
***
Alek se estiró en el sofá y trato de ponerse cómodo. No había nada mejor que
tumbarse junto a Natalia. Cerró los ojos e intentó dormir, pero cuando no la tenía
cerca, las pesadillas regresaban. Gente gritando. Sangre por todas partes. Y Ana en el
suelo, cubierta de rojo.
Podría haber sido Natalia. Casi fue Natalia. Se suponía que tenía que haber
sido Natalia.
-Joder- exclamó, se levantó y se pasó las manos por el cabello. -¿Qué estoy
haciendo?- No habían pasado ni tres meses, pero sabía que no podría mantener a
Natalia allí todo un año. No era feliz, pero ¿qué importaba? Él no quería que fuera
feliz. Cuanto más sufría, más sufriría su padre.
Podría decírselo. Podría contarle la verdad pero, ¿qué sacaría con ello? Ella no
le amaba. Nunca lo vería como algo distinto a un guarda. El sexo no significaba nada.
Una buena química no era nada. No era nada en comparación a lo que sentía por ella,
pero aquello era lo único que ella sentía por él. Sabía que le gustaba esconderse en sus
sueños y fingir que las cosas eran distintas entre ellos. Si él hubiese sido un hombre
diferente, si se encontrasen en una situación distinta, su relación se habría convertido
en algo grande. Algo real.
Pasaron varias horas, pero no pudo conciliar el sueño. Cuando cerraba los
ojos, las pesadillas regresaban. Y Natalia no estaba a su lado para conjurarlas.
127
Capítulo Dieciséis
Alek estaba revisando un documento y frotándose las sienes cuando Misha llamó a la
puerta. -Odio el papeleo- se quejó Alek. -Te juro que hay que hacer más papeleo para
fingir que somos legales que si de verdad lo fuéramos.
-Y el caso es que es ridículo. Más trabajo cuando tendría que hacer menos.
-Estoy tratando de ser paciente y hacer que funcione, pero termina siendo más
trabajo.
-No lo sé, pero dice que no se va hasta que hable contigo. Trae un maletín. Me
preocupa un poco.
Alek puso los ojos en blanco. -No nos va a volar por los aires, Misha. No con
su hija aquí. Dile que se vaya. Espera, no. Que entre. Tengo curiosidad por lo que
tiene que decir.
Una cruel sonrisa apareció en su rostro. Estaba impaciente por contar a Petr
todo lo que sabía su hija. Por ver su cara cuando se diera cuenta de que su hija ya no
adoraba el suelo que pisaba.
128
El anciano vaciló al entrar. -Alek- dijo calladamente. -Tengo que hablar
contigo.
-¡Petr!- Alek sonrió y abrió los brazos. -Bienvenido de nuevo. Supongo que
nunca pensaste que volverías a estar aquí. O tal vez sí. Tengo que admitir que me
sorprendió cuando te jubilaste.
-¿Perdona?- Alek resopló. -En ninguna parte del contrato dice que puedes
comprarla. ¿Por qué crees que es una opción?
-Ni siquiera sabías que existía- gruñó Alek. -¿Cómo puedes decir que la amas
cuando ni siquiera sabías que existía? ¿Por qué te molestas? Nunca te has preocupado
de nada en toda tu vida.
Petr lo miró fijamente antes de derrumbarse en una silla. -Tú eras mayor que
la mayoría de los chicos que me contrataron para reclutar. Sabía que serías bueno.
Supe que serías excelente cinco minutos después de conocerte. He cometido errores,
pero yo no quería que tuvieses esta vida. No quería que ninguno de vosotros llevarais
esta vida.
129
Alek giró su silla y miró por la ventana. Hasta entonces se había alimentado de
cólera e ira, pero la historia de Petr era dolorosa. No había nada falso ni ensayado en
su discurso. Se trababa al hablar, y se quedaba sin aliento, como si fuera lo más
doloroso que había dicho nunca. Y Alek le entendía. Entendía que quisiera hacer feliz
a Natalia.
-Ella lo sabe- dijo tranquilamente. -Me he pasado el tiempo que ha estado aquí
contestando preguntas sobre ti.
Alek volvió a girarse y golpeó la mesa con la mano. Petr dio un respingo, y
Alek cerró los ojos y sacudió la cabeza. -Estoy harto de oírte decir que no te importa-
murmuró. -Y dudo mucho que Natalia sea el tipo de persona que no te vuelva a hablar
nunca.
-Espero que sea así, pero no quiero que sepa nada de esto. Prefiero que no me
vuelva a hablar a que crea que abandoné a su madre.
-Pero no lo hiciste- dijo Alek. -Las estabas protegiendo. ¿Es ese el dinero de tu
deuda?
Petr asintió. -Está todo aquí. Lo juro. Me sentaré aquí hasta que lo cuentes.
Cuéntalo tantas veces como quieras. Puedo esperar.
-¿A dónde vas?- preguntó Petr, pero Alek le ignoró. Lo cierto era que no le
importaba cuánto dinero había en el maletín. Ni siquiera le interesaba la disculpa de
Petr, pero su regreso le había hecho ver la verdad. Aquel hombre había hecho cosas
horribles durante toda su vida para proteger a la mujer que Alek amaba.
Alek no tenía que hacer nada horrible. Sólo tenía que dejarla ir.
130
una forma en la que no esperaba encontrar a alguien hermoso. Él tenía un único
objetivo en la vida, y no esperaba vivir una vez cumplido. Había estado rodeado de
odio y violencia durante tanto tiempo, que se había olvidado de lo que era algo
hermoso. Admitir que algo era hermoso. Y no era sólo su aspecto. Natalia quería creer
que todo el mundo era bueno. Veía algo puro en cada pedazo de oscuridad, y él veía
oscuridad en todo lo que podía ser puro.
Era totalmente tóxico. Cuánto más tiempo pasara con él, más de esa belleza
perdería. Perdería la pureza. Petr había tomado jóvenes inocentes y los había
convertido en monstruos, y Alek sabía que él no sería diferente si continuaba dañando
a Natalia.
-Tu padre ha venido a por ti. Como te prometí, se te devolverán tus cosas, y
puedes llevarte lo que quieras del armario.
-¿Qué?
Alek sacudió la cabeza. -Te pareces a tu padre más de lo que crees. A los dos
os gusta repetir las cosas hasta volverme loco. ¿Qué parte no entiendes? Tu padre ha
pagado su deuda. No tengo ningún motivo para retenerte aquí. Te ofrezco el armario.
Te voy a devolver tus cosas. Te vas, Natalia.
Natalia arrojó el libro al suelo y se puso de pie frente a él. -Entonces, ¿qué va a
pasar?
El dolor de sus ojos le azotó el alma, pero ya lo había dicho, y sus palabras
tuvieron el efecto deseado. Después de aquel día, nunca volvería a hablar con él.
131
***
Aquella mañana estaba enfadada con Alek. Y ahora no lo iba a ver más.
-No me ama- repitió. Tras tomar un par de bocanadas de aire, se puso en pie.
Era fuerte. Pasaría página. Él era un capo de la mafia. No necesita aquello en su vida.
Tras cuadrar los hombros, levantó la barbilla y bajó el resto de las escaleras
hasta el vestíbulo. Petr la esperaba allí, con una mirada nerviosa en el rostro. -Natalia-
dijo con ternura. -Lo siento mucho.
-¿Te ha hecho daño?- Él negó con la cabeza y abrió los brazos. -Natalia, lo
siento mucho. He cometido tantos errores.
-No pasa nada. Ella le abrazó y miró hacia arriba, y vio a Alek apoyado en el
marco de la puerta, observándolos. -No me ha hecho daño, papá. No de la forma que
tú crees. Vámonos.
132
Capítulo Diecisiete
Hacía dos semanas que se había ido. Dos semanas, y él se subía por las paredes. -
Misha- llamó. -¿Por qué demonios no ha pagado su deuda Borshch Vicktor? Si no va
a pagar, lo quiero en el hospital-. Sus gritos fueron replicados con silencio. -Misha.
¡Misha!- Levantándose del escritorio, abrió la puerta de la sala en la que habitualmente
estaba estacionado Misha.
No había nadie.
-¿Dónde coño está mi hombre?- gruñó Alek. Tras subir las escaleras de dos en
dos, giró a la izquierda. Desde que se trasladó a la casa, había dormido en la misma
cama. Había tenido a varias mujeres en aquella cama, pero sólo había dormido con
una, y ya no estaba allí. No había pisado aquella habitación desde que se fue. Ni una
sola vez. Entrar en el dormitorio y ver que ya no estaba allí, le afectaba más de lo que
creía.
Contempló la cama vacía y suspiró. -Lo siento- dijo al cuarto vacío, pero era
demasiado tarde. Ella ya no estaba.
-No hables así de ella- dijo Alek, apretando los dientes. -¿Cuánto tiempo lleva
durando esto?
-Jefe.
133
mando terminaban de vestirse. -¿Qué quieres decir con eso?
Una sonrisa fría cruzó su rostro. -Por favor. Donas dinero a un orfanato.
Perdonas deudas. Reduces el pago de sanciones a los negocios. Y hablando de
negocios, la mayoría de ellos ahora son legales. No estás blanqueando dinero. Has
perdido millones en los últimos cinco años. ¡Millones! No eres ningún jefe.
-¿Y cómo sabes tú todo eso?- Preguntó Alek. Cuando desvió la vista para
mirar a Misha, casi se perdió el destello de una navaja. Claudia. Al arremeter contra
él, Alek le agarró del brazo, se lo retorció y le quitó la navaja. Misha sacó una pistola
de la funda que había junto a la cama y le apuntó, pero Alek tenía a Claudia como
escudo, y cuando colocó la navaja en su cuello, Misha vaciló.
-Tú eras el topo- dijo Alek. -Todo este tiempo. Crecimos juntos. Éramos
amigos. Os elegí a ti y a tu hermano porque éramos amigos.
-Tiene razón, Alek. Cuando accedí a trabajar para ti, pensé que ibas a seguir el
ejemplo de Grigori. No me caía bien, pero nos hizo grandes. Tú nos dijiste que nos
harías grandes- dijo Misha, y sacudió la cabeza. -Yo era tu amigo, y me mentiste.
-Ana está muerta. ¿Te acuerdas de Ana? ¿La bonita joven que te traía el
almuerzo y te masajeaba los hombros? ¿La mujer que cosió tus heridas y te
abofeteaba cuando te comportabas como un estúpido? Tú la mataste.
-¿Qué tiene que ver Natalia con esto?- quiso saber Alek, sujetando con más
fuerza a Claudia. Ella forcejeó y masculló: -Te voy a cortar el cuello, y no me quitará
ni un minuto de sueño.
134
-¿Jefe?- La voz de Sasha llegó desde el pasillo, y Alek se inclinó hacia atrás,
sin apartar los ojos de Misha.
Alek notó el pánico en la voz de Sahsa y sonrió. -Claudia. ¿Te acuestas con
ambos hermanos?- Chasqueó la lengua.
-Sasha- dijo Alek con voz fría, -¿trabajas también para Boris?
-Lo sé.
Alek giró la cabeza para mirar a su tercero al mando. Sasha, el hombre más
sanguinario bajo su mando, ¿sabía que estaba intentando legalizarse? -¿Qué?
-Es bastante obvio. Pero eres mi jefe y te debo lealtad- afirmó Sasha con voz
queda. -Y tú también, Misha.
Alek presionó la navaja contra su garganta. -Tú has hecho esto. ¿Cuál era el
plan? ¿Acostarse con ambos hermanos y ponerlos en mi contra? ¿Hacer que se
enfrenten entre ellos? ¿Hacer lo que sea para debilitar mi organización? No se trata de
la forma en que hago las cosas. Esto empezó cuando traje a Natalia. Estabas celosa.
Se trata simplemente de celos.
-No- Misha sacudió la cabeza y Alek vio cómo temblaba la pistola. -No, no es
cierto. Claudia, no es cierto.
-Puedes dispararme- dijo Alek con calma. -O puedes darte cuenta de que
135
nunca pensé en abandonaros. Sí, estoy pensando en hacerme legal. De hecho, para
finales de año no habrá más blanqueo de dinero. E iba a dividir la zona en tres partes
para daros una a cada uno. Los negocios legítimos también proporcionan millones de
dólares.
-¿Qué quieres decir? ¿Qué pasa con Natalia?-. Misha vaciló y Alek respiró
profundamente. -¿Qué está pasando?
-¿De dónde crees que sacó Petr el dinero para pagarte?- dijo Claudia con una
maliciosa sonrisa.
Dios. ¿Por qué no hizo él esa misma pregunta? ¿De dónde había sacado el
dinero? Tendría que haber apostado. O tomarlo prestado. -Boris. Boris le dio el
dinero. ¿Qué has hecho? Claudia, ¿qué has hecho?
-A Boris le gustó el contrato que tenías con Natalia. Está pensando en hacer
uno exactamente igual o Petr muere- informó Claudia, con una risa histérica.
No hubo respuesta. Alek colgó de golpe el teléfono y cogió sus llaves. Boris no
esperaría. Si iba a mover ficha, lo haría rápido. Alek tenía la horrorosa sensación de
que era demasiado tarde.
136
Capítulo Dieciocho
Natalia se detuvo en el porche y miró a su padre. -Papá, ¿qué haces aquí?- Habían
pasado dos semanas desde que Petr la dejó en casa tras disculpare profusamente.
-Han pasado dos semanas, Natalia. Dos semanas y no me has dicho ni una
palabra. No has salido de casa. No estás buscando trabajo.
-Alek pagó las facturas de todo el año por adelantado, y estoy harta de
malgastar mi vida. No me voy a conformar más. Voy a encontrar algo que quiera
hacer. Algo que me guste- dijo. -Y sé que no te he llamado. Todavía estoy procesando
lo que pasó.
-Pensé que querrías hacerme preguntas- dijo su padre. -Sobre mí. Sobre lo que
hice.
-No me importa, papá-. Sostuvo la puerta abierta y le hizo un gesto para que
entrara. -Pero si quieres hablar de ello, podemos hacerlo.
Natalia fue a la cocina para hacer café. Se sentía como si no hubiese dormido
en dos semanas. Cada vez que se despertaba por la noche, se daba la vuelta para
abrazar a Alek, pero él no estaba allí. Claro que no estaba. Una vez que obtuvo el
dinero, ya no la necesitaba.
-No conozco mucho acerca de esa vida- dijo con voz dulce. -Incluso después
de todo ese tiempo con Alek, no sé nada. No puedo juzgarte por lo que hiciste y no te
juzgaré ahora. Pero no me debes una explicación, papá. En serio.
Petr aceptó una taza de café y ladeó la cabeza. -No hablas de él con odio ni
malicia. ¿Qué te ha pasado, Natalia? ¿Qué pasó mientras estabas con él?
137
Natalia levantó la mirada bruscamente. -Creía que fue cosa de una noche.
-Rompí con ella, os envié lejos e intenté mantenerme alejado, pero no importó.
Grigori sabía lo que sentía y pasó 15 años castigándome. Varios niños murieron
porque me enamoré. Varios niños murieron porque mentí a la mujer que amaba-. La
miró fijamente por encima de la humeante taza de café.
Su padre dejó la taza sobre la mesa. -Alek tiene un corazón frío, Natalia.
Creció con un monstruo por mi culpa.
-Porque veo tu mirada cada vez que hablo de él. Veo el dolor y la añoranza, y
no tiene nada que ver con lo que te hizo, sino con el hecho de que no está aquí.
Conozco esa mirada porque yo la solía tener. ¿Quieres hablar de ello?
-Natalia- la interrumpió su padre con voz suave, y ella se secó las lágrimas.
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llamaba ahora a su puerta? -Perdona- dijo, y cruzó la habitación para abrirla.
Entró sin molestarse a esperar a que le invitaran. Natalia sintió crecer el miedo
en su interior. Petr se levantó y se encaró con el hombre. -¿Qué estás haciendo aquí?
Ella lanzó una mirada incisiva a su padre. ¿Conocía a Boris? Por supuesto que
lo conocía. Esto solía ser su vida. Boris exhaló humo y Natalia se tensó al ver a tres
hombres más entrando en su casa. Aquella escena estaba empezando a ser
horriblemente familiar. -Qué casa más bonita- dijo Boris, antes de soltar una
carcajada. -No, miento. Es una casa horrible, pero no pasa nada, porque no vas a
pasar mucho tiempo aquí.
Natalia cerró los ojos con pavor. -Papá, ¿qué has hecho ahora?
-Papá.
-No- dijo Natalia con los dientes apretados. -Ese no fue el trato que hice con
Alek. Un año con él y se cancelaban todas las deudas. Mi padre necesitaría años para
reunir esa cantidad. Años.
139
No podía respirar y sintió cómo se le caía el mundo encima. Iba a tener un
ataque de ansiedad. No sobreviviría. No sobreviviría ni un mes con Boris, pero sabía
que Petr no duraría ni un día si se negaba. Lo peor de todo era que aquello no tenía
nada que ver con ella ni con su padre. Tenía que ver con Alek. -Él no me ama-
susurró. -No le importo. Ni siquiera va a pestañear si me llevas contigo.
Natalia observó con asombro a Boris. Sacó el dinero del sobre y se colocó el
paquete debajo del brazo, mientras lo contaba. -¿De dónde has sacado esto?
-¿Qué más da?- dijo Petr, sacudiendo la cabeza. -De lo único que te tienes que
preocupar es de que tengo tu dinero. Así que no habrá amenazas. No se va a hablar
más de comprar a Natalia. Ni de matarme a mí. Hemos terminado, Boris. Toma tu
dinero y vete.
Boris se puso rojo y miró a ambos con furia. Tras volver a meter el dinero en
el sobre, hizo una seña a sus hombres y se marcharon. Natalia suspiró de alivio y miró
a Petr. -¿Papá? ¿De dónde has sacado el dinero? Te juro que si viene otro hombre a...
-Me lo dio Alek- la interrumpió Petr. -Esta mañana. Se dio cuenta de que Boris
me había prestado el dinero y tenía miedo de que hiciera algo así. No es un préstamo,
Natalia. No le debo nada. Me lo dio para garantizar tu seguridad.
-¿De verdad?
-Sí. Natalia, te dije que Alek tiene un corazón frío, y que creció con un
monstruo. Pero tengo la sensación de que su corazón ya no es así. Y creo que nunca
ha sido un monstruo-. Se inclinó y la besó en la frente. -Piénsalo, Natalia. Piénsalo.
140
Pero ella ya no era esa persona, y necesitaba olvidar. No era la misma mujer
porque aquella mujer tenía una madre cariñosa, y su madre había fallecido. No era la
misma mujer porque aquella mujer no tenía padre, y ella tenía uno. Y su padre era un
hombre que había reclutado a niños para la mafia con el fin de protegerla a ella y a su
madre. Esa era la clase de mujer que era.
141
Capítulo Diecinueve
Durante los meses anteriores, había entrado y salido por esas puertas porque tenía un
contrato que así lo exigía. Ahora, estaba a punto de atravesarlas por voluntad propia,
para hacer algo que se exigía a ella misma. Estaban cerradas. Confundida, miró a la
entrada. Por supuesto que estaban cerradas. La gente cierra sus puertas. Incluso los
capos de la mafia cierran sus puertas. Con un suspiro de frustración, llamó al timbre. -
Yo solía vivir aquí y ahora tengo que llamar al maldito timbre. Corrección: yo solía
estar prisionera aquí.
-Espera. ¡Espera!- Misha corrió tras ella, pero no pudo evitar que irrumpiera
en la oficina. Natalia se detuvo al ver a Alek sentado en su escritorio y rodeado de tres
policías.
-¿Quién es? ¿Qué está haciendo aquí?- Preguntó uno de los agentes, posando
una mano sobre su pistola.
-¿Qué hago aquí? ¿Qué crees que hago aquí? No importa. Puedes responder
más tarde, siempre que no lo hagas desde una celda-. Se apartó a un lado y observó a
los policías. -No sé qué diablos están haciendo aquí, pero no lo van a arrestar. Sé que
ha hecho cosas que no están bien, pero aún no he acabado con él.
Los agentes se miraron. -No estamos aquí para arrestarlo. Estamos finalizando
el caso contra Boris.
-Creo que tenemos todo lo que necesitamos para llevar a cabo el arresto.
Gracias, Evanoff-. Los agentes se despidieron y salieron de la oficina.
Natalia se volvió hacia él y se cruzó de brazos. -Hay varias cosas que tienes
que explicarme- dijo. -Y no me voy a ir hasta que lo hagas.
142
Alek sacudió la cabeza. -Ya no tienes ninguna obligación conmigo, Natalia. No
te debo nada.
-Y una mierda. Sabías que Boris iba a intentar comprarme. Pagaste por mi
libertad. ¿Por qué?
La cogió por los hombros y la giró, de forma que quedó mirando hacia la
puerta. -Estaba muy cerca de conseguir que arrestaran a Boris y de apoderarme de su
territorio. No quería que pensara que iba ganando. Sólo fue eso, Natalia. Nada más.
Vete a casa.
Suspirando, Alek bajó los brazos, y Natalia se dio la vuelta. -Haz tus
preguntas, y date prisa- ordenó. -Soy un hombre muy ocupado.
-De acuerdo-. Natalia bajó la cabeza y tomó una respiración profunda. Era el
momento de la verdad, y se dio cuenta de que estaba aterrorizada. Antes se había
aferrado a la esperanza, pero una vez que le dijera la verdad, no quedaría ningún
resquicio. No quedaría nada. -¿Cómo vas a conseguir que arresten a Boris?
-¿De verdad? Eso es genial, Alek. Ana ha de ser vengada-. Tratando de ganar
tiempo, deslizó las manos por la veta de madera del escritorio. La siguiente pregunta
que salió de su boca era irrelevante. -¿Qué planes tienes para el territorio de Boris?
-No. Siguiente pregunta, no. No puedes saltarte eso. No puedes decir que vas a
legitimar el territorio y pasar a la siguiente pregunta. Eso requiere una explicación.
143
Necesito una explicación.
-¿Por qué?- Él se puso las manos en las caderas y ella pudo ver la furia en su
rostro. -¿Por qué necesitas una explicación sobre eso? ¿Por qué te importa?
-Porque te amo- dijo, también con furia. -Te amo y me está destrozando. Sé
que no estás enamorado de mí, y no te pido que lo estés, pero tengo que saber que la
persona de la que me enamoré no es un monstruo. Tengo que saber que el hombre del
que me enamoré no es está planeando contratar a otra mujer ni golpear a otro hombre
por deudas de juego. Tengo que saber que al hombre del que me enamoré le importo
un poco, y le importa el tiempo que pasamos juntos. Trató de tomar aire, le temblaban
las manos. Nunca había estado tan enfadada y asustada al mismo tiempo.
-Natalia.
Fue lo único que dijo. Una palabra. Su nombre. Lo dijo tan suavemente que al
principio ella no supo que lo había dicho. Pero la forma en que la miraba lo decía
todo. Sus rasgos se suavizaron, y ella vio verdadero temor en sus ojos.
-No digo esto para asustarte, Alek. Necesito saber qué piensas, o qué sientes, o
algún resquicio de verdad que pueda llevarme conmigo. Eso es todo.
Cuando se volvió para dirigirse a la puerta, él la sujetó por el brazo. -¿A dónde
vas? Pensaba que querías respuestas. No he terminado.
144
Ella giró la cabeza lentamente para mirarlo. Él sonrió. -Natalia, no me importas
un poco. Estoy completamente loco por ti. Nunca he sentido por nadie lo que siento
por ti. Me das miedo. Me da miedo hacerte daño. Tengo miedo de que pase algo y
que tú tengas que pagar. Tienes que entender que no espero sobrevivir a este golpe.
Hay gente que quiere el territorio de Boris. Van a intentar matarme por él. Si te quedas
conmigo, estarás en peligro.
-Es todo lo que necesito, Alek. No me importa si eso significa que sólo tengo
dos meses contigo. No me importa si tengo que comprometerme a pasar contigo
veinte años. Te amo y voy a estar a tu lado.
-Me has oído, Natalia. Te amo. Y ya te has comprometido por veinte años.
-Te he oído, y no lo puedes retirar-. Ella dejó escapar una pequeña carcajada.
Ahora. Ahora tenía todo lo que había esperado escuchar. -Sí. Sí, ¡quiero
casarme contigo! Él se inclinó y la besó, y el mundo entero dejó de girar. Solamente
los dos, Natalia era feliz.
145
Capítulo Veinte
Tres meses después, Alek celebró una enorme fiesta en su mansión. La gente reía,
comía y bebía. No hubo violencia. No hubo sangre. No hubo gritos ni llantos. Sólo
felicidad.
-Tengo negocios en la zona. Me iré más adelante. Dime, ¿por qué no hay tres
mujeres colgadas de tu brazo?
Alek resopló. -Sabes que es mi boda, ¿verdad? No hay una mujer en esta
fiesta que esté a la altura de mi esposa, y mucho menos tres.
-Tiene que haber algún secreto entre nosotros. Sobre todo si vamos a ser
amigos.
-¿Amigos?- Alek rió. -¿Qué te hace pensar que vamos a ser amigos?
No tienes padrino de boda, y eso significa que no tienes amigos. Pero, en serio,
¿sin padrino? Sasha y Misha te siguen todo el rato ¿y no los invitas a tu boda?- Grisha
se inclinó y cogió una copa de champán de una bandeja. -Excelente elección de
champán.
146
hombres y he preferido no tener eso en mi boda. No es tanto que no tenga amigos
como que la boda se celebre un poco a destiempo.
-No puedo legitimar todo tras varios asesinatos. ¿Quise matarlos yo mismo? Sí.
Pero la causa era más importante que mis deseos personales.
-Tus deseos personales son más fuertes de lo que crees. He visto a Petr
entregando a su hermosa hija. No ha debido ser fácil.
Alek frunció el ceño. Iba a recordar cada segundo de su boda, pero, más que
nada, iba a recordar lo feliz que estaba Natalia. Lo feliz que había sido cuando tomó
su mano. Lo feliz que había sido cuando miró a su padre.
Grisha asintió. -Estupendo. Me alegro de que todo haya salido bien, Alek.
Conozco tus demonios internos y me alegro de que hayas encontrado a alguien que te
ayude a deshacerte de ellos. Si me disculpas, esta noche hay otra fiesta en la que me
quiero colar.
Alek se dio la vuelta y se inclinó para besar a su esposa. -No era un fantasma.
Sólo alguien que podía terminar siendo uno si no tiene cuidado.
-¿Grisha?
147
Llevaba el cabello en alto, con rizos que caían sobre sus hombros. Apenas llevaba
maquillaje, pero tampoco lo necesitaba. Era la perfección absoluta.
Él la hizo girar y arquear la espalda. Ella rió, y Alek se inclinó y la besó con
fuerza. -Nunca he sido tan feliz, Natalia. La vida es una montaña rusa y no me
importa cuántas veces suba o baje. Siempre que estés a mi lado, estaré montado en
ella.
-Creo que ya hemos tenido suficiente fiesta- dijo él con voz ronca. Cogiéndola
en brazos, pasó entre la multitud y subió las escaleras.
-Alek- rió ella. -Es nuestra boda, y pronto nos tenemos que ir de luna de miel.
-Sí- asintió él, y abrió la puerta del dormitorio de una patada. -Y quiero darte
una pequeña muestra de lo que te espera durante las próximas dos semanas-. La dejó
sobre la cama con delicadeza y dio un paso atrás para admirarla. -Estas preciosa, pero
te tienes que quitar el vestido en algún momento.
Le colocó las manos en las piernas y levantó la falda del vestido con cuidado.
Sin decir palabra, ella levantó las caderas antes de sentarse, para que él pudiera sacarle
la suave seda por la cabeza. Natalia tomó su mano y lo guió a la cama, y él se sentó
junto a ella.
-Lo siento-. Sujetándola con una mano, enredó la otra en su cabello. -Lo siento
por todas las veces que te hice sentir asustada o asqueada. Si pudiera volver atrás, no
lo volvería a hacer.
148
sentía como si por fin podía perdonarse a sí mismo por todo lo que había hecho.
Estaba excitado y enamorado al mismo tiempo, y era una sensación que nuca creyó
que experimentaría.
Lo único que tenía que hacer era envolver una mano alrededor de su verga y
ya era suyo. Tras deslizar el pulgar a lo largo de su endurecida corona, se inclinó y lo
atrapó con los labios. Hundiéndose en su cálida y húmeda boca, sintió cómo su sedosa
lengua lo recorría de arriba a abajo, y le hizo perder el control. Lanzó un grito y se
aferró a su cabello con ambas manos.
-Me gustas así- susurró ella. -Me gusta que estés debajo de mí, gimiendo mi
nombre. Me gusta saber que puedo hacerte sentir bien.
-Demasiado bien- gruñó él, retirándola con cuidado. -Tengo más cosas
planeadas para ti.
-No he terminado- protestó, y él la miró con una sonrisa malvada. Alek sacó
dos corbatas de seda de un cajón y empujó a Natalia hacia abajo.
-Si no te comportas, voy a tener que atarte- dijo con voz queda. Sus ojos se
abrieron con sorpresa al ver lo que estaba preparando y, cuando terminó, ella tiró de
sus sedosas ataduras.
-Alek- dijo.
Natalia le dedicó la más dulce de las sonrisas, y lo único que quiso hacer era
149
enterrarse en su cuerpo. -Confío en ti con todo mi corazón.
-Te van a oír los invitados- se burló, y volvió a subir por su cuerpo.
-Me da igual- gimió. -Fóllame, Alek. Por favor. Te necesito dentro de mí.
Estoy ardiendo. Por favor.
Había tenido una meta toda su vida, pero palidecía en comparación con la que
tenía ahora. Disfrutar de su vida. Disfrutar de su vida y hacer feliz a Natalia Primac
Evanoff. Al hundirse dentro de ella y deleitarse con su calidez, supo que al hacerla
feliz, él iba a ser feliz. Sus embestidas eran lentas y delicadas, pero no pudo más.
Cuando ella estaba al límite, la poseyó hasta que gritó su nombre otra vez, y ambos se
derrumbaron.
-No creo que vaya a sobrevivir a la luna de miel- jadeó ella, y él rió y enterró
la cabeza en su cuello. Alek la liberó de sus ataduras e, inmediatamente, ella le rodeó
con sus brazos. Allí era donde pertenecía, y donde se iba a quedar. Por fin había
encontrado la paz, y su nombre era Natalia.
FIN
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Prisionera del jefe de la mafia
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Capítulo 1
Olivia se miró en el espejo mientras se retocaba el maquillaje. Se pasó la mano
por la espesa mata de pelo castaño rizado y levantó la vista sorprendida al ver que un
hombre entraba en el baño de señoras. Antes de que le diera tiempo a preguntarle qué
hacía allí, la rodeó con un brazo y le tapó la boca con un trapo.
—Por favor, Olivia, dime que no te vas a poner eso para ir a la discoteca —le
dijo su amiga Tanya mirándola de arriba abajo con consternación.
—¡Yo no lo veo tan mal! —Se miró en el espejo. No lo veía mal: lo veía fatal.
Solo sabía vestir de forma conservadora. Como correspondía a la hija de un político.
—Seguro que tienes algo por ahí que merezca la pena —comentó Tanya
mientras seguía a Olivia de vuelta a su habitación.
—No estoy hecha para las discotecas —dijo dejándose caer en la cama.
Viendo que quedaba poco para vaciar el armario, miró a su amiga con
preocupación.
—Por favor, dime que tienes algo que nos pueda servir. —Tanya la miró
decepcionada cuando Olivia sacudió la cabeza.
155
Olivia intentó desviar la conversación.
—Ah, ya, el vestido ese —murmuró antes de volver a tumbarse. Tanya arqueó
las cejas, perfectamente depiladas.
—El color rojo es muy llamativo. —Había que ser más segura. Era un color
para gente atrevida.
El vestido se ceñía a sus curvas y las acentuaba. «¿Pero cómo voy a salir sin
ropa interior?». Abrió un cajón de la cómoda y rebuscó entre lo que tenía, aún
sabiendo que no se podría poner nada porque el vestido era demasiado ajustado.
156
—¡Date prisa, Olivia! —gritó Tanya desde la otra habitación.
Se tiró del vestido y se miró los pies. Exhaló un suspiro y se quitó de una
patada los cómodos zapatos que llevaba puestos y cogió una caja de zapatos del
estante superior. Al abrirla, se quedó mirando las sandalias de tiras que le había
regalado su tía a juego con el vestido. Dio unos pasos intentando mantener el
equilibrio cuando se puso los tacones. No estaba acostumbrada a llevar zapatos de
tacón.
Olivia estaba nerviosa y a la vez emocionada de salir con sus amigas. A pesar
de su edad, se había pasado toda la vida escogiendo el camino más cómodo: siempre
prefería quedarse en casa estudiando en lugar de salir de salir de fiesta con sus amigas.
Pero esta noche iba a ser diferente. Por fin había terminado sus estudios y estaba
dispuesta a celebrar su graduación. Por una vez en la vida, se lo iba a pasar bien. El
único problema es que no sabía cómo hacerlo.
Tanya había dejado caer algunos nombres importantes y había conseguido que
las incluyesen en la lista de invitados del último club de moda de Nueva York: el
Deranged. Apenas llevaba abierto unas semanas y ya era el lugar en el que se reunía lo
mejor del Upper East Side y del Battery Park. Olivia entró con cautela y paseó la
mirada por el interior, que tenía aspecto de nave industrial.
El camarero guió a las chicas por las escaleras que llevaban a la zona VIP,
donde se apiñaron al lado del pasamanos mientras miraban a la masa de personas que
se movía al ritmo de la música de baile de moda. Las luces parpadeaban por toda la
discoteca y los iluminaban, al tiempo que las luces oscuras les daban un aire casi
157
espectral.
Olivia miró a las personas que estaban en la pista de baile y pensó que ojalá no
fuse tan patosa bailando. Se le daba fatal. O al menos eso creía, ya que solo lo había
intentado delante del espejo de su habitación.
Cuando tomaron asiento, Tracy pidió una ronda de chupitos y las chicas
miraron alrededor emocionadas. Cuando el camarero volvió con las bebidas, Tracy las
repartió y las chicas brindaron por su graduación.
Olivia dio un sorbo pequeño, puso cara de asco y observó cómo sus amigas se
acababan rápidamente las bebidas. La miraron esperando que ella hiciera lo mismo.
Contuvo la respiración, abrió la boca y se bebió el chupito de un trago, obligándose a
no toser al notar la quemazón del tequila bajando por la garganta. Sacudió la cabeza,
abrió los ojos y se topó con las miradas de aprobación de sus amigas.
Antes de que se diera cuenta había otra dos rondas en la mesa, y las chicas
estaban brindando entre ellas.
—Vamos, hora de quemar la pista de baile —le dijo al tiempo que Olivia se
soltaba.
—Yo creo que me quedo aquí —Olivia se secó las palmas de las manos en una
servilleta.
—¡Vente! ¡Ya verás como lo pasamos bien! —le dijo Tracy bajando las
escaleras a saltitos.
158
Olivia asintió sin estar del todo convencida y se unió a sus amigas intentando
imitar sus movimientos. La música era contagiosa y, cuando se dio cuenta, estaba
moviéndose al ritmo de la base de la canción. Cerró los ojos y se dejó llevar. Aunque
el alcohol no le había quitado toda la vergüenza, disfrutaba mientras sacudía los rizos
de un lado a otro.
—¡Ahora vuelvo! —les dijo señalando los baños. Se puso en la cola y continuó
moviendo el pie al ritmo de la música mientras la cola se iba acortando. Cuando llegó
su turno, entró y se sorprendió al ver que estaba relativamente vacío. Se lavó las
manos y, cuando salieron las dos mujeres que quedaban, se quedó sola.
Se pasó los dedos por el pelo y se aplicó brillo de labios. Se miró en el espejo y
se asombró al ver a la joven que le devolvía la mirada.
«Así que este es el aspecto que tengo cuando me lo estoy pasando bien»,
pensó. Olivia levantó la vista al oír que alguien abría la puerta y se sorprendió al
comprobar que era un hombre. Se quedó mirándolo y se dio cuenta de que era el tío
que le había pedido bailar antes.
Antes de que le diese tiempo a decir nada, el hombre la agarró y le tapó la boca
con algo mientras ella intentaba quitárselo de encima, pero era demasiado fuerte y la
levantó en el aire sin apenas esfuerzo mientras ella luchaba sin éxito por darle una
patada. Extendió la mano y consiguió arañarle el cuello pero, en lugar de soltarla, le
apretó la boca con más fuerza. El pánico se apoderó de ella y su visión se fue
volviendo cada vez más borrosa al tiempo que se le aflojaban las piernas. Supo que se
había metido en un lío justo antes de perder el conocimiento.
159
Capítulo 2
Olivia se dio cuenta de que estaba en un vehículo en movimiento antes de abrir
los ojos. Parpadeó despacio y se quedó mirando el techo desconocido. Al escuchar
voces masculinas, se incorporó para sentarse y gruñó al notar que se le revolvía el
estómago.
—¿Dónde estoy?
—¿Qué?
—Avión.
Olivia cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que aquello se tratase de
una broma de mal gusto o una pesadilla producida por el alcohol. Cuando abrió los
ojos de nuevo, miró a su alrededor con interés y comprobó que estaba en una especie
de avión de carga. El resto de pasajeros eran hombres y vestían de negro.
—Por fin te has despertado. —Observó que un hombre alto caminaba hacia
ella. Lo reconoció inmediatamente. Era el hombre del club. Intentó ponerse de pie de
un salto.
—Rusia —dijo el hombre sin más. Por su sonrisa de satisfacción, Olivia pudo
entrever que se estaba divirtiendo.
160
sirvió de nada. Se las habían apretado demasiado. Dejó escapar un grito de frustración
y, sin esperarlo, el hombre le propinó una bofetada que la tumbó de espaldas e hizo
que se golpease la cabeza contra la pared.
—¡Siéntate y quédate quieta! —le gritó poniendo una copia del periódico USA
Today delante de ella—. ¡Sujétalo! —vociferó. Cuando lo hizo, él dio un paso atrás y
le hizo una foto antes de quitarle el periódico de las manos.
—¿Por qué me haces esto? —Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y
se las enjugó.
—Lo sabrás cuando lleguemos —Se retiró y se paro a hablar en voz baja con
los otros hombres, que la miraron y se rieron.
Olivia se abrazó a sí misma pensando que ojalá llevase puesto algo más
conservador mientras se frotaba la piel erizada de los brazos. Se quedó mirando a los
hombres y deseó que Tanya estuviese allí con ella. Era una chica dura de pelar; seguro
que ella habría manejado mejor la situación. Olivia se preguntó qué les habría pasado
a las chicas. ¿Estarían bien? ¿Estarían preocupadas por ella?
Unas horas más tarde notó que el avión comenzaba a descender y escuchó el
ruido del tren de aterrizaje bajando. El avión de carga tomó tierra con una violenta
sacudida y rodó por la pista hasta detenerse. El hombre de la discoteca caminó hacia
ella y ella alzó la vista y lo miró asustada. Le soltó las ataduras, la agarró del codo, tiró
de ella para ponerla de pie y bajaron por la escalerilla desplegada en la parte trasera del
avión. Caminó con dificultad a su lado y ni siquiera tuvo tiempo de mirar alrededor
antes de que la metiesen rápidamente en el asiento trasero de un coche.
Por la ventana del coche vio aparecer la mansión más grande que había visto
en su vida. Cuando el vehículo se detuvo, su secuestrador le abrió la puerta y no
esperó a que ella saliese: la cogió del brazo y tiró de ella para sacarla. Olivia todavía
llevaba puesto el vestido y las sandalias de tacón, así que cuando intentó erguirse se le
dobló el tobillo en un ángulo doloroso. Sin detenerse para ver si estaba bien, la
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condujo rápidamente hasta la casa fuertemente protegida.
Una vez dentro, arrastró a Olivia por un vestíbulo alargado. Ella intentó
inspeccionar el lugar a medida que iban avanzando y le llamó la atención la opulencia
de la casa. Todo era enorme; desde los techos abovedados hasta los gigantescos
retratos colocados en fila sobre la pared, como si se tratase de una línea de recepción.
Olivia se pasó las manos por los brazos e hizo un gesto de dolor al rozar la
zona sensible donde le había apretado los dedos. Se volvió cuando escuchó que
cerraba la puerta y echaba la llave. Se fue corriendo hacia ella y comenzó a golpearla.
—Sergei. —Tenía una voz tan grave que pareció vibrar por toda su espalda.
Olivia no pudo evitar cerrar los ojos.
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—¿Qué quieres de mí?
—Sí que lo tienen. —Se metió las manos en los bolsillos y la estudió
detenidamente.
—Tú si se ve que tienes mucho dinero. ¿Para qué quieres más? ¿Y por qué
precisamente de mi padre? ¿Para qué me has traído hasta Rusia?
—Entonces, ¿todo tiene más que ver con algo que ha hecho mi padre que con
el dinero?
—Exacto.
—Pues no entiendo por qué tengo que pagar yo por sus decisiones.
—Un momento, ¿a dónde vas? —Aún no había terminado de hablar con él.
Tenía más preguntas.
—Tengo otros asuntos que tratar. Además, debes de estar agotada. Descansa.
—Señaló la cama con la cabeza y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
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