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La Ganaderia Colonial Rioplatense en Un
La Ganaderia Colonial Rioplatense en Un
DNI 3607681
Profesor en Historia (Universidad de Morón). Especialista en Ciencias Sociales con mención en
Historia Social (Universidad Nacional de Luján).
Resumen
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Mauro Luis Pelozatto Reilly
DNI 3607681
Profesor en Historia (Universidad de Morón). Especialista en Ciencias Sociales con mención en
Historia Social (Universidad Nacional de Luján).
Hacia fines del siglo XVII y comienzos del siguiente el ganado salvaje fue
escaseando y extinguiéndose progresivamente en la campaña bonaerense, ante
lo cual tanto vecinos como gobernantes tuvieron que buscar soluciones y
alternativas. Este proyecto de investigación tiene como eje las políticas
encabezadas por el Cabildo de Buenos Aires (principal órgano político a nivel
local) sobre la regulación del ganado vacuno cimarrón antes de su desaparición, la
administración de nuevas formas productivas (recogidas de ganado alzado,
explotación de los cimarrones disponibles en la Banda Oriental, etc.), y la
redistribución de las cabezas obtenidas para diversos fines económicos. A su vez,
se intentará una descripción de dichas recogidas, las cuales fueron reemplazando
a las vaquerías tradicionales en la campaña bonaerense. Por último, se ha tomado
como objeto de estudio hacer una caracterización de los establecimientos
productivos rurales que se desarrollaron durante el período que podría
denominarse de ‘‘transición’’ (a partir de la década de 1720) entras las cacerías de
cimarrones, las recogidas organizadas y la consolidación de las estancias de cría.
Para trabajar los objetivos planteados se analizaron fuentes como las actas y
acuerdos de los cabildos de Santa Fe y Buenos Aires -para tener un panorama
local aunque también más regional- (ACSF, AECBA), el Archivo del Ayuntamiento
Bonaerense (AC) y datos importantes obtenidos de padrones y sucesiones de
algunos vecinos destacables de la misma jurisdicción.
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Desde comienzos del siglo XVII, se sabe que el ganado vacuno cimarrón era
abundante en los campos bonaerenses. El mismo tuvo su origen en los animales
que habían llegado con los españoles conquistadores que fundaron Buenos Aires,
los cuales posteriormente se fueron dispersando y huyendo, siendo considerado
un bien de todos los vecinos de la jurisdicción que tenían estancia poblada 1.
Desde muy tempranamente, se encontraba al Cabildo interviniendo en dichas
prácticas pecuarias, para evitar la matanza indiscriminada del vacuno salvaje.
En primera instancia, el Cuerpo solía dar acción a los vecinos criadores sobre el
ganado disponible, es decir, que generalmente solo los propietarios de cabezas
tenían acceso al usufructo del cimarrón. ‘‘Estos vecinos accioneros fueron
representados a partir de 1609 por el Cabildo, que corrió con la legitimación de
sus títulos, la autorización de las expediciones de caza o vaquerías y la venta de
cueros en las embarcaciones que se presentaban en el puerto. Los cimarrones se
convirtieron, en suma, en un bien de administración comunal pero de propiedad
individual’’2. Esto fue lo normal en la región, puesto que en otros puntos como
2 Ídem.
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Desde inicios del siglo XVII, como se ha mencionado, los alcaldes ya intervenían
activamente en la concesión de acciones para vaquear y hacer corambre. Por
4 HARARI, E.F. (2003). Las vaquerías a comienzos del siglo XVIII: una aproximación desde el
marxismo. Ponencia presentada en las III Jornadas de Historia Económica. Montevideo, 9 al 11 de
julio de 2003, p. 2.
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ejemplo, en 1626 recibieron licencias para hacer vaquerías los vecinos Juan
López, Domingo Griveo y el capitán Bartolomé López 7. Y esto fue oficial no
solamente en la jurisdicción del Cabildo porteño, sino también en otras regiones
del Litoral como Santa Fe, cuyo gobierno se encargaba de las vaquerías desde
muy temprano: ya en 1594, el Cuerpo pidió autorización para recolectar ganado
cimarrón dentro de la jurisdicción de Buenos Aires 8. Sin embargo, las acciones
entraron en un bache temporal hasta 1619, cuando se comenzaron a conceder
con mucha mayor regularidad, desde que se intervinieron las vaquerías que Juan
Cano de la Cerda, santiagueño, estaba realizando sin control en Santa Fe 9.
Sin embargo, los esfuerzos del Cabildo por evitar la extinción del ganado fueron
insuficientes, puesto que debido a la depredación el mismo llegó a su fin entre
fines del siglo XVII y comienzos del siguiente. Esto debido a la explotación
desmedida por parte de los vecinos, las incursiones que llegaban de otras
regiones y se llevaban ganado y los arreos realizados por grupos de nativos que
acechaban las fronteras rurales hicieron que los cimarrones fueran escasos y su
aprovechamiento cada vez más complicado10. Por otra parte, debido a que los
vecinos se confiaron de la abundancia que había desde los primeros tiempos,
hacia comienzos del XVIII el stock de ganado doméstico disponible era
considerablemente reducido si comparamos con otros períodos posteriores: en
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11 CONI, E. (1979). Historia de las vaquerías en el Río de la Plata. Buenos Aires, Platero,
pp. 24-26.
12 Ibídem, p. 24.
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Empero, pese a los especificado por Harari y otros autores como Garavaglia,
quien hace hincapié en las recogidas de ganado ‘‘invernado’’ en la Banda Oriental
desde por lo menos 1719 15, hemos encontrado aquí algunos casos dispersos de
este tipo de prácticas productivas todavía hacia 1723: ese mismo año se nombró a
doña Bárbara Casco puntualmente como ‘‘una de las accioneras del ganado
cimarrón’’16; a su vez, también se hacía mención por esos tiempos de la falta de
ganados salvajes, por ejemplo cuando se presentó ante el Cabildo una petición
por procurador general don Juan de Ribas en la cual hacía referencia al estado de
la campaña en ese momento y la escasez de ganado vacuno, pidiendo que se
hiciera una corrida general en las pampas. Teniendo en cuenta que las tierras se
encontraban en tiempos de cultivo, el Cabildo no vio conveniente hacer dicha
corrida. Se prefirió mandar a 5 personas (3 españoles y 2 indios) para que
reconocieran las campañas y que luego informasen sobre su estado 17. O también
cuando el vecino Diego Ramírez Flores presentó una petición solicitando acción
sobre el ganado cimarrón, la cual fue mandada a discusión entre las partes
interesadas18, debido a la poca disponibilidad del mismo.
A partir de situaciones problemáticas como éstas, tanto las autoridades como los
productores rurales comenzaron a enfocarse en otro tipo de prácticas productivas:
las estancias de cría –sobre las cuales luego se desarrollará- y las recogidas de
ganado.
17 Ibídem, p. 59.
18 Ibídem, p. 214.
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Pero entonces, ¿cómo hicieron las autoridades y los vecinos criadores para
solucionar la falta de ganado vacuno cimarrón?, sería la pregunta indicada aquí.
Como sostiene Enrique Barba, ‘‘la situación de los rebaños salvajes provocó el
directo perjuicio de los ganaderos y por consiguiente también de los indios. La
disminución primero y la desaparición luego del ganado cimarrón obligaron a los
dos sectores que hasta entonces lo habían aprovechado, a modificar sus modelos
de actividad económica’’19. Como respuesta a ello, se intentó concentrar el ganado
donde más o menos era posible su cuidado, dando así origen a la estancia
colonial. Para otros autores como Enrique Wedovoy, en cambio, ya en el siglo XVII
existía en la campaña bonaerense un sistema de pastoreo nómade a campo
abierto y basado fundamentalmente en el aprovechamiento de los pastos
disponibles, y en el cual el ganado era regularmente recogido, marcado y
castrado20. Por su parte, otros autores como Mayo y Emilio Coni sostuvieron que
la estancia se fue consolidando poco a poco mientras se extinguía el ganado
cimarrón21. Se profundizará sobre las características de las estancias más
adelante.
Sin embargo, parece ser que la cría del doméstico no fue la única alternativa
posible ante la desaparición del ganado salvaje disponible. Como bien descubrió
Juan Carlos Garavaglia, al menos de 1719 se habla de ganado invernado para
hacer referencia a las cabezas que eran recogidas en las áreas rurales de la
Banda Oriental (pertenecientes a la jurisdicción de Buenos Aires) con el objetivo
de abastecer el mercado de carne, entre otras cuestiones 22. Dentro de las mismas
estaban las faenas para hacer cueros, sebo y grasa para el mercado local y la
19 BARBA, F.E. Op. Cit., p. 1.
21 CONI, E. (1979). Op. Cit., p. 21; MAYO, C. (2004). Op. Cit., Ibídem.
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27 AGN, AECBA, Serie II, Tomo V: Libros XVIII y XIX, pp. 89-90.
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29 AGN, AECBA, Serie II, Tomo VIII: Libros XXIV y XXV, p. 509.
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Por otra parte, es preciso aclarar en este momento que las vaquerías a las que
se hace referencia desde el decenio de 1720 son las que aquí llamamos recogidas
de ganado (en las fuentes aparecen bajo las dos nomenclaturas), puesto que –al
menos en la Banda Occidental de Buenos Aires y la Ciudad de Santa Fe-, el
cimarrón se había extinguido o al menos escaseaba. Resulta oportuno tener en
cuenta la diferenciación hecha por Garavaglia hace ya algunos años: los ganados
domésticos eran aquellos que estaban bajo control de los hombres; los alzados
eran los que ocasionalmente y como consecuencia de las sequías se dispersaban;
mientras que los cimarrones eran los ganados salvajes, que se alimentaban y
reproducían libremente34. La diferencia relevante para esta investigación está en
que, por lo general, las vaquerías tradicionales se practicaban sobre ganado
salvaje, y luego de la extinción de éste se consolidaron las recogidas organizadas
sobre los alzados. Esto último resulta válido para el lado oeste del Río de la Plata,
mientras que en la parte del Uruguay continuaron existiendo rebaños salvajes que
de allí se traían periódicamente para repoblar las estancias porteñas y
santafesinas35. De ahí que en alguno de los casos anteriormente citados se
hablara de expediciones organizadas que partían directamente hacia la Banda
Oriental para buscar recursos pecuarios.
35 Ibídem, p. 27.
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1756-1778 130.000
Por otro lado, pero también con una importancia destacable, estaba el abasto de
carne para la jurisdicción. Sin dudas, el Cabildo estuvo siempre atento a que no se
pusiera en duda el abastecimiento suficiente a la hora de planificar las recogidas y
demás faenas. Por ejemplo, en 1723 ya podemos encontrar a los alcaldes
ordinarios sacando a remate una vaquería anual destinada exclusivamente al
abasto de carne39; tres años más tarde, cuando se encontraron sin repartir de las
vaquerías de Juan de Rocha unas 1.780 cabezas sobre un total de 6.500, y que al
ser esto para los cabildantes muestra de que la población de Buenos Aires
contaba ya con ganado suficiente para su manutención, decidieron repartir esos
animales entre instituciones religiosas 40; ese mismo año, se trató sobre las
diligencias formadas por don Gaspar de Bustamante para hacer conteo de los
vacunos que se había recogido en la campaña de la Banda Oriental, y se decidió
de común acuerdo que se diera voz al procurador general sobre dichas diligencias
y que informara lo más rápido posible al gobernador, para evitar que se sigan
recogiendo vacas antes de que trajeran las que estaban en exceso 41. En estos
casos, vemos claramente como el gobierno municipal accionaba sobre el ganado
disponible de diferentes formas, según la coyuntura: si el stock juntado no era
suficiente para alimentar a la población, se hacían vaquerías directamente para
eso, o se evitaba continuar con las mismas para que no hubieran excesos, y
cuando el ganado abundaba, se repartía para otros fines como lo era en ese caso
el repoblamiento de las estancias de diversas órdenes religiosas.
40 Ibídem, p. 616.
41 Ibídem, p. 533.
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Ahora bien, resulta importante el control sobre las licencias, las marcas y la
penalización en caso de no cumplir. En 1726 el Cabildo ordenó que los
encargados de las dos vaquerías en la Banda Oriental reintegraran el ganado que
había recogido de más43. Citando otro caso, se sabe que el encargado de las
vaquerías en 1734, don Juan de Rocha, no había cumplido con las 12.000
cabezas solicitadas, por lo que los capitulares lo enviaron de nuevo a la campaña
y además se le aplicaron 2.000 pesos de multa 44. Volviendo al caso de los vecinos
de La Matanza que mencionamos en alguna oportunidad, los mismos habían
salido a hacer recogidas en la campaña, encontrando porciones considerables sin
marcas ni señales, ante lo cual el Cabildo nombró al teniente Domingo Díaz para
que cuidara quienes eran los hombres que entraban a la campaña a hacer la
recogida de ganado y hacerles declarar con qué licencia la habían realizado. En
caso de no tener licencia, se ordenó que se embargaran las cabezas de ganado
recogidas45.
44 AGN, AECBA, Serie II, Tomo VII: Libros XXIII y XXIV, p. 106.
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47 Ibídem, 13-15b.
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51 Ibídem, p. 567.
53 Ibídem, p. 303b.
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En otros lugares como Santa Fe esta regla también se cumplía, y ya desde más
tempranamente, lo cual puede apreciarse cuando en 1673 la Sala Capitular
prohibió hacer faenas de cueros, sebo y grasa en la otra banda del río Carcarañá,
especificando que a los infractores se les darían por perdidos los animales
recogidos, cabalgaduras, carretas y bueyes, mientras que a los indios, mestizos y
mulatos se los castigaría con 200 azotes 55. En pocos términos, podría sostenerse
que las autoridades municipales lejos estaban de ausentarse ante problemas
como la organización de las recogidas, el control de marcas, la administración de
los alzados, etc.
Durante este período que podríamos llamar de ‘‘transición’’ entre las vaquerías
tradicionales y otras formas de explotación como las distintas recogidas, existían
establecimientos productivos en la campaña. Respecto a las características de los
54 Ibídem, p. 305b.
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mismos, habría que sostener que eran diversas. Bien podría establecerse la
división marcada por Juan Carlos Garavaglia entre quintas, chacras y estancias.
Generalmente, las primeras eran establecimientos más pequeños, ubicados más
bien cerca del ejido de la ciudad, en los cuales predominaba la producción
forrajera y hortícola para el mercado local; por su parte, las chacras eran unidades
productivas con mayor tendencia a la producción agrícola, aunque en las mismas
la ganadería no era inexistente; por último, estaban las estancias, ubicadas en
pagos más alejados del centro urbano, en las cuales cobraba mayor importancia la
cría de ganados, sobre todo mular durante los primeros años del siglo XVIII 56.
Por su parte, las propiedades más extensas se ubicaban más bien lejos de la
ciudad, aunque lamentablemente faltan los datos suficientes como para ver qué
producían, cómo y para qué. Podría ser útil centrarnos en un análisis local para
58 Ibídem, p. 175.
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60 Ibídem, p. 187.
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62 Ibídem, p. 1b.
63 Ibídem, p. 2.
64 Ibídem, 5b-6.
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68 Ibídem, p. 15b. La cría de mulas comprendía un proceso muy complejo en el cual se criaban
burros entre las yeguas (cubiertos con el cuero de potrillos) para que funcionaran posteriormente
como reproductores entre las manadas. La hembra era estimulada por algún caballo retajado
(animal que podía entrar en celo pero no copular con la yegua), y luego el proceso era finalizado
por el hechor.
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Paraná71. Algunos años antes, se podía ver al Cabildo tomando iniciativas sobre
los impuestos de cada producto, entre los que figuraban las mulas: por cada una
que se quisiera entrar o sacar de la jurisdicción, los comerciantes debían pagar un
real72. Es preciso también tener en cuenta la idea planteada por Zacarías
Moutoukias, quien siguiendo la tesis del espacio económico peruano, destaca el
papel de Santa Fe como productora de mulas y como paso estratégico para pasar
las tropas desde Buenos hacia los mercados del norte sin tener que pasar por
Córdoba73.
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Conclusiones provisionales
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Por último, hay que aclarar que las recogidas estaban vinculadas a otro tipo de
prácticas ganaderas, como la cría en las estancias y otros establecimientos
productivos, los cuales serán analizados más detalladamente en otro capítulo. A
su vez, las medidas capitulares no se limitaban exclusivamente a la organización
de las expediciones vaqueras o la regulación de los ganados y sus frutos. Como
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Bibliografía
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Fuentes
AGN, AECBA.
AGN, AC.
AGN, Tribunales, Sucesiones.
ANH, Padrón de 1726.
AGPSF, ACSF.
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